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TESIS 
Para obtener el título de: 
Licenciada en Ciencia Política y Administración Pública (opción ciencia 
política) 
PRESENTA 
ALEJANDRA SOFÍA HUESCA MARTÍ 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL 
AUTÓNOMA DE MÉXICO 
La situación de la mujer en el espacio 
público. Un reto más para la democracia 
mexicana. 
México D.F. 2014 
ASESORA DE TESIS: 
DRA. ROSA MARÍA MIRÓN LINCE 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A mi abuela, Esperanza Brito, porque con 
ella aprendí que el feminismo no es sólo 
una teoría crítica, sino una forma de pensar, 
de actuar, de construir… de ser. 
 
Agradecimientos 
A mi mamá, por ser mi pilar y mi fuerza, porque nada de esto hubiera sido posible 
sin su guía. Por ser mi confidente, mi consejera y mi mejor amiga. 
A mi papá por su apoyo y confianza. Por estar presente y pendiente durante toda 
mi carrera. 
A Vale, por hacerme reír, por escucharme, por la complicidad que hemos 
compartido durante toda la vida. 
A Hiram, porque después de tantos años y tantos cambios seguimos caminando 
juntos. Por representar la transición de la teoría a la práctica, siempre tan difícil de 
lograr, pero tan necesaria. 
A Esfinge, el mejor proyecto de mi carrera, en el que creo profundamente y del 
cual he aprendido que incidir en la realidad es posible con metas fijas y algo de 
organización. A todxs sus integrantes, por su compañía, sus enseñanzas y por 
ser, cada unx desde su muy particular punto de vista y de vida, indispensable para 
el proyecto. 
A mis sinodales, Teresa Ordorika, Adriana Ortiz, Adriana Báez y Renato 
Hernández, por el tiempo dedicado a esta tesis y los comentarios que hicieron al 
respecto. En especial a la Dra. Rosa María Mirón por la asesoría durante toda la 
investigación y sus aportaciones a mi desarrollo personal y al de este trabajo en 
particular. 
A Ray, por dedicarle tanto tiempo a ayudarme con el procesamiento de datos, a 
pesar de que al final la falta de sistematización de la información no haya 
permitido terminar las proyecciones estadísticas que queríamos hacer. 
Índice 
Introducción 
 
Capítulo 1. Cuotas de género. Origen e importancia ……………………………14 
1.1. Género y cultura …………………………………………………………………14 
1.2. Género y política ………………………………………………………………...19 
1.3. Cuotas de género. Propósito y funcionamiento ……………………………...23 
1.3.1. Posturas en torno a las cuotas de género…………………………………….32 
 
Capítulo 2. Las cuotas en contexto: evolución de los derechos políticos de 
las mujeres……………………………………………………………………………... 35 
2.1 Aportaciones del movimiento feminista a la realidad 
política de las mujeres ………………………………………………………………….35 
2.2 Legislación internacional en materia de derechos políticos de las 
mujeres……………………………………………………………………………………41 
2.2.1 ONU ……………………………………………………………………………...41 
2.2.2 OEA ………………………………………………………………………………46 
2.3 Movimiento feminista en México ………………………………………………47 
2.4 Derechos humanos y leyes de cuotas en México …………………………...50 
 
Capítulo 3. La mujer en el gobierno ………………………………………………..60 
3.1 Poder Legislativo ………………………………………………………………..65 
3.1.1 Cámara de Diputados …………………………………………………….…….69 
3.1.1.1 Pleno ……………………………………………………………………...69 
3.1.1.2 Comisiones ……………………………………………………….………71 
3.1.2 Cámara de Senadores ………………………………………………………….75 
3.1.2.1 Pleno ……………………………………………………………………...75 
3.1.2.2 Comisiones ……………………………………………………………….77 
3.2 Poder Ejecutivo ………………………………………………………………….82 
3.2.1 Presidencia de la República ……………………………………………………84 
3.2.2 Secretarías de Estado …………………………………………………………..86 
3.3 Poder Judicial ……………………………………………………………………92 
3.3.1 Suprema Corte de Justicia de la Nación ……………………………………...96 
3.3.2 Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ……………………..98 
3.3.3 Consejo de la Judicatura Federal ……………………………………………100 
 
Capítulo 4. Balance final y conclusiones ………………………………………..103 
4.1 Impacto de las reformas a la legislación en materia de cuotas de género 
sobre la integración del poder legislativo ……………………………………………104 
4.2 Impacto de las reformas a la legislación en materia de cuotas de género 
sobre la integración del poder ejecutivo …………………………………………….109 
4.3 Impacto de las reformas a la legislación en materia de cuotas de género 
sobre la integración del poder judicial ……………………………………………….113 
4.4 Mujeres en altos mandos mexicanos ………………………………………..117 
4.5 Propuestas ……………………………………………………………………...130 
 
Post scriptum………………………………………………………………………….133 
 
Anexos …………………………………………………………………………………142 
Anexo 1. Integración de la Cámara de Diputados por sexo y principio de elección 
(1988-2012) …………………………………………………………………………….144 
Anexo 2. Presidencias de comisiones ordinarias, Cámara de Diputados (1988-
2012) …………………………………………………………………………………….153 
Anexo 3. Integración de la Cámara de Senadores por sexo y principio de elección 
(1988-2012) …………………………………………………………………………….164 
Anexo 4. Presidencias de comisiones ordinarias, Cámara de Senadores (1988-
2012) …………………………………………………………………………………….171 
Anexo 5. Candidaturas a la Presidencia de la República (1988-2012) …….……183 
Anexo 6. Miembros del gabinete del ejecutivo federal (1988-2012) ……………..184 
Anexo 7. Integración de los órganos superiores del poder judicial federal (1988-
2013) …………………………………………………………………………………….189 
 
I 
 
Introducción 
La sociedad occidental se encuentra inmersa en una cultura tradicionalmente 
discriminatoria, los seres humanos se agrupan de acuerdo con características 
físicas, socioeconómicas, culturales, educativas y religiosas, entre otras y a cada 
sector de la población le corresponde la realización de ciertas tareas necesarias 
para el buen funcionamiento y el mantenimiento del orden social. Por ende, 
cuando alguien intenta llevar a cabo actividades que han sido asignadas a 
miembros de otro grupo, sufre rechazo. 
Esta situación ha provocado diversas luchas, impulsadas por distintos 
sectores, con el objetivo de eliminar la exclusión de la que han sido víctimas tantas 
personas a lo largo de la historia. De hecho, la consecución de la igualdad ha sido 
motivo de levantamientos armados y movimientos sociales desde finales del siglo 
XVIII, siendo el movimiento de mujeres uno de los más fuertes e importantes. 
La potencia de éste se debe, principalmente, a dos circunstancias; la 
primera de ellas es que las mujeres representan más de la mitad de la población 
mundial, lo que significa que su opresión es la mayor de todas, pues dentro de 
cualquier esfera en la que se presenten actitudes discriminatorias, hay mujeres. 
La segunda razón es que el género es el primer distintivo definitorio de un 
ser humano, del sinnúmero de categorías en las que clasificamos a la población, 
la que más resalta y una de las más fáciles de identificar es el sexo. Por tanto, las 
mujeres siempre cumplen con una característica extra por la cual ser excluidas, 
independientemente de cualquier otro rasgo que las distinga del resto. 
Entonces, el sector femenino de la población es realmente plural en su 
interior y lo único que todas sus integrantes comparten naturalmente es un 
cromosoma. Sin embargo, esta pequeña cualidad genética ha derivado en una 
segmentación jerarquizadadel todo social determinante para la experiencia de 
vida de todos y cada uno de los individuos que han pisado la Tierra. 
II 
 
Esta división no sólo cuenta con límites particularmente claros, sino que 
además se caracteriza por la asignación de jerarquías entre una parte y la otra, en 
donde la mitad femenina, con todas sus implicaciones, se encuentra subordinada 
a la masculina. 
Al interior de esta última reside, entre muchas otras esferas, el ámbito de la 
política. Es precisamente la desigualdad en esta arena la que constituyó una de 
las primeras causas del movimiento feminista, debido a que es una de las pocas 
que afecta a la totalidad de las mujeres a pesar de la diversidad contenida en 
dicho sector social. 
Aunado a ello, existió siempre claridad entre las impulsoras del movimiento 
sobre la importancia de acceder a puestos de toma de decisiones como medio 
para modificar la realidad excluyente. Esta paradoja se ha convertido en la base 
sobre la que descansan gran parte de las acciones del feminismo y, por tanto, 
muchas de sus conquistas. 
Entre ellas, se encuentran las acciones afirmativas que son medidas 
temporales y concretas destinadas a eliminar las diferencias entre varones y 
mujeres en un ámbito específico a través del impulso de estas últimas. Las 
también llamadas acciones positivas consisten en crear un piso básico artificial 
que, en ausencia de una verdadera igualdad de oportunidades, reduzca la brecha 
de género en la esfera en la que se aplican. 
Es decir, que lo que las medidas afirmativas producen es un acercamiento 
de las mujeres a la realidad de los varones atacando los roles de género 
tradicionalmente asignados con el propósito de deconstruirlos. Mediante la 
implementación de éstas se busca incluir a las mujeres en espacios en los que la 
cultura dicta que no tienen cabida como forma de luchar contra la discriminación 
presente en el imaginario colectivo partiendo de resultados prácticos y contables. 
Su vigencia está sujeta a la permanencia de la situación de exclusión contra 
la que combaten, el derrocamiento de la cultura discriminatoria deberá tener como 
consecuencia directa la eliminación total de las medidas de acción positiva, por lo 
III 
 
que es posible decir que la consecución de la igualdad sustantiva a través de la 
modificación del imaginario colectivo es el fin último de este tipo de acciones. 
Las cuotas de género son un tipo de acción positiva que pretende, en un 
primer momento, aumentar el número de mujeres que alcanzan una posición en 
algún área compuesta por varias plazas normalmente ocupadas por varones. 
Funcionan reservando cierto número de espacios para ser conquistados 
exclusivamente por mujeres para garantizar su inclusión. 
En México, las cuotas de género se encuentran estipuladas para las 
candidaturas a escaños en el Congreso de la Unión. Durante la celebración del 
último proceso electoral, la legislación vigente establecía un máximo de 60% de 
candidaturas para un sexo, asegurando así que al menos el 40% de las personas 
postuladas sean mujeres. 
Esto no siempre fue así, desde 1993, año del que data la primera mención 
en la ley sobre la necesidad de incluir un mayor número de mujeres en puestos de 
toma de decisiones, hasta la fecha, el marco normativo que rige las cuotas ha sido 
reformado 4 veces. 
Dichas modificaciones se han encargado especialmente de elevar los 
porcentajes, endurecer las sanciones por incumplimiento y erradicar las fallas en 
legislaciones previas que minaban los resultados e impedían la plena consecución 
de sus objetivos. 
Ya que las cuotas de género fueron las primeras medidas afirmativas 
implementadas en el país para elevar la participación de mujeres en los puestos 
de toma de decisiones políticas, sus resultados son indicativos de la profundidad 
que pueda haber alcanzado hasta el momento el cambio en la percepción general 
de que las mujeres no pertenecen al espacio público. 
Es por ello que esta investigación busca medir el incremento en los 
porcentajes de mujeres que ocupan altos mandos gubernamentales como medio 
para determinar el impacto real que ha tenido la implementación de medidas 
IV 
 
afirmativas en la generación de un cambio cultural propicio para el desarrollo de 
una democracia verdaderamente incluyente. 
Para hacerlo, se estudia la integración por sexo de los órganos más 
importantes de cada uno de los tres poderes de la Unión, a saber, la Cámara de 
Diputados, el Senado y las presidencias de sus respectivas comisiones ordinarias 
para el legislativo; la Presidencia y las y los aspirantes a la silla presidencial, así 
como quienes encabezan las secretarías de Estado para el ejecutivo; y las y los 
ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los magistrados y 
magistradas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y quienes 
han integrado el Consejo de la Judicatura Federal para el judicial. 
Se toman como punto de partida los comicios celebrados en 1988 de forma 
que se establezca un referente anterior a la primera legislación que reconoce la 
necesidad de abrir la vida política para permitir e incentivar la participación 
femenina, en contraste con las diversas reformas que ha sufrido el marco jurídico 
en materia de cuotas de género. 
A partir de lo anterior se pretende analizar no sólo la influencia de las 
cuotas en el incremento de mujeres al interior del Congreso, sino también el 
cambio en la cultura que éstas han propiciado, mismo que debería verse reflejado 
en una conformación de los tres poderes cada vez más cercana a la paridad entre 
los sexos. 
Se parte entonces de 4 premisas, derivadas cada una de la anterior: 
 La construcción de una democracia real implica, necesariamente, la plena 
participación de la totalidad de sus miembros. Por lo tanto, la consolidación 
de la democracia mexicana depende de la eliminación de la cultura 
discriminatoria tan arraigada en nuestro país. 
 La cláusula de temporalidad de las acciones afirmativas significa que sus 
pretensiones van mucho más allá de los resultados inmediatos que 
estipulan querer alcanzar, pues su vigencia está sujeta a cambios 
V 
 
profundos en la cultura, lo que convierte esta transformación en el propósito 
último de dichas medidas. 
 Las cuotas de género en México han impactado de forma distinta en cada 
uno de los poderes de la Unión, haciendo patente que, si bien sus 
resultados directos (aumento de mujeres en el Congreso) son tangibles e 
innegables, los indirectos (modificación cultural) aún están muy lejos de ser 
alcanzados. O sea, que la legislación ha fallado en concretar el tan 
necesario cambio en el imaginario colectivo. 
 Sólo a través de la constante evaluación de resultados es posible medir las 
consecuencias reales de la aplicación de las medidas afirmativas para, a 
partir de ello, diseñar e implementar acciones paralelas que agilicen la 
consecución de los objetivos deseados. 
El primer capítulo de esta investigación da luz sobre los principales rasgos 
de la cultura occidental y de la forma en la que ésta inserta el machismo en el 
pensamiento y actuar de los individuos pertenecientes a ella, así como la manera 
en la que propicia su perpetuación. Se incluyen los conceptos más importantes 
para comprender la teoría feminista que busca transformar dicha ideología y 
explica la importancia de llevar a cabo esta tarea. 
Igualmente, incluye las bases de las teorías de la representación 
parlamentaria pues de ellas surge la propuesta de incluir entre los representantes 
a miembros de todos los sectores sociales como único medio para asegurar la 
defensa de la totalidad de los intereses que convergen en una sociedad. Esto 
introduce el análisis al campo de la política gubernamental y sirve como sustento 
para implementación de cuotas de género. 
 Profundiza también al respecto de las medidas afirmativas, sus causas y 
consecuencias, la maneraen la que actúan y las principales posturas a favor y en 
contra con respecto a su existencia, proveyendo un panorama más amplio sobre 
las pautas que guiarán el resto de la investigación. 
VI 
 
El capítulo dos hace un recuento de la lucha feminista en México y en el 
mundo y explica cómo las mujeres han ido, paulatinamente, conquistando 
espacios tradicionalmente reservados para los varones. Contiene las principales 
demandas presentadas en relación a los derechos políticos de las mujeres y la 
justificación de éstas, que se fundamentan en el principio de igualdad. 
Asimismo, trata toda la legislación internacional que garantiza la protección 
a los derechos humanos haciendo énfasis en aquellos tratados que México ha 
ratificado y que estipulan los derechos políticos de las mujeres como parte de un 
universo indivisible de los derechos fundamentales a los que son acreedoras todas 
las personas por el simple hecho de nacer. 
Posteriormente, se sitúa en el caso mexicano y hace un resumen de las 
leyes que estipulan la igualdad entre los sexos y prohíben la discriminación para 
después explicar las diferentes legislaciones que han reglamentado las cuotas de 
género en nuestro país, resaltar sus avances y demostrar sus errores. 
El tercer capítulo estudia por separado el aumento de mujeres en la 
integración de los órganos superiores de cada uno de los poderes de la 
Federación. Compara cada cargo con él mismo después de la renovación de sus 
miembros para establecer tasas de crecimiento y tendencias mostradas a lo largo 
del lapso estudiado para después hacer un cruce entre los diferentes puestos y 
generar un balance por poder. 
Explica también la conformación de cada poder, su funcionamiento y la 
manera en la que se designa a sus integrantes, dando luz sobre las diferencias 
entre ellos y la razón por la que la influencia de las cuotas de género en cada uno 
es distinta. Asimismo, se exponen las atribuciones y el propósito general de cada 
uno de los organismos contemplados de manera que resulten claras para quien 
lea este documento las razones por las que se toman en cuenta los puestos 
elegidos. 
El último capítulo retoma lo encontrado en el apartado anterior para 
determinar si en efecto las reformas a la legislación de cuotas de género tuvieron 
VII 
 
alguna influencia en la repartición de cargos entre los sexos, especialmente en 
aquellos en los que las cuotas no fijan un porcentaje mínimo de candidaturas, pero 
tomando en cuenta que el hecho de establecer una cantidad máxima de varones y 
mujeres postuladas para las curules del Congreso no se traduce en una igual 
representación en las cámaras, por lo que también se mide el impacto directo de 
las acciones afirmativas. 
Enseguida, se hace un balance de los cambios encontrados en la inclusión 
de mujeres a todos los puestos estudiados y se comprueban las diferencias 
existentes entre cada poder para denotar la influencia real de las cuotas en los 
distintos ámbitos y buscar causas relacionadas que expliquen los cambios 
encontrados. 
Para concluir, se presentan propuestas en dos sentidos; el primero de ellos 
se encamina al refuerzo de la legislación de cuotas vigente para garantizar un 
aumento en los resultados inmediatos de las medidas de acción positiva 
existentes, con lo que se busca reducir el tiempo necesario para que la 
distribución por sexo de las y los representantes en las próximas legislaturas sea 
lo más cercana posible a la paridad. 
El segundo tiene que ver con el incremento en la participación de las 
mujeres en la repartición de cargos superiores en el gobierno federal, 
independientemente de que existan o no cuotas en las candidaturas al Congreso. 
Es decir, que pretenden abonar a la modificación del imaginario colectivo para 
conseguir tanto la eliminación de las cuotas de género, como el incremento del 
número de mujeres en todas las áreas de la vida social. 
Al final se incluye un amplio anexo estadístico en el que se desglosan todos 
los datos utilizados para el análisis cuantitativo contenido en este estudio. La 
forma en la que se presentan permite un examen mucho más profundo de los 
cambios percibidos que escapa a las pretensiones de la presente investigación. 
Cabe aclarar que a pesar de que este estudio se centra en la modificación 
de la cultura política que impide a las mujeres su pleno desarrollo en la vida 
VIII 
 
pública en cuanto a su presencia en espacios de toma de decisiones, el principio 
de igualdad sustantiva al que apela y la necesidad de transformar el trasfondo 
cultural para eliminar la exclusión es aplicable a todas las áreas de la vida social. 
O sea, que el cambio cultural que se pretende generar a partir de acciones 
relacionadas sólo con el ámbito político, deberán impactar en el resto de los 
espacios tradicionalmente asignados a los varones y en los que las mujeres tienen 
aún una baja presencia. 
Esto significa que nuestra tarea es realmente compleja, pues implica la 
deconstrucción de estereotipos y papeles de género arraigados en la cultura 
desde hace siglos y que determinan el comportamiento de los seres humanos en 
absolutamente todos los aspectos de su vida. 
El género es un sistema ordenador de la realidad y para cambiarla es 
necesario empezar por modificarlo a él, sin embargo, dado que es algo que lo toca 
todo, debemos tener presente que el cambio será lento y el camino arduo y 
sinuoso. Es de esperarse que en ciertos periodos las transformaciones sean 
imperceptibles, lo importante es no claudicar y continuar reforzando las acciones 
encaminadas a la instauración de un nuevo orden social sin discriminaciones ni 
asignación de roles derivada de características que no influyen, en ningún sentido, 
en el actuar de los individuos. 
Por último, agradezco el apoyo que recibí como becaria del proyecto con la 
clave IN303012, perteneciente al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación 
e Innovación Tecnológica (PAPIIT), denominado “Procesos electorales, reformas 
legales y sistema de partidos en el gobierno de Felipe Calderón”, del cual no sólo 
obtuve los medios suficientes para concretar esta investigación, sino también la 
información necesaria para guiar mi análisis. Asimismo, y de manera muy 
especial, agradezco la dedicación y colaboración de la Dra. Rosa María Mirón 
Lince, responsable de dicho proyecto, quien reflejó sus conocimientos sobre la 
materia en la revisión de esta obra y, debido a sus enseñanzas como 
investigadora, me permitió concluir este trabajo satisfactoriamente.
14 
 
Capítulo 1. Cuotas de género. Origen e importancia. 
1.1 Género y cultura. 
Aunque las mujeres representan más de la mitad de la población mundial, 
tradicionalmente han sido un grupo excluido de todas las áreas de la vida pública. 
Todo el sistema social está estructurado alrededor de las ideas y necesidades de 
los varones, por lo que el sector femenino de la población ha encontrado muchas 
trabas en la búsqueda de la igualdad entre los sexos. 
La sociedad está construida con base en una visión masculina del ser y el 
deber ser que asigna a cada individuo un espacio simbólico de actuación de 
acuerdo con una diversidad de características personales (género, raza, nivel 
socioeconómico, etc.). Esta clasificación es axiológica, por lo que permite la 
subordinación de unos grupos a otros al jerarquizar los valores que se le atribuyen 
a cada característica. 
De acuerdo con Diana Maffía el pensamiento occidental es dicotómico, es 
decir que está basado en dualidades, exhaustivas y excluyentes, que se organizan 
jerárquicamente. El que sean exhaustivas implica que entre las dos forman una 
totalidad, o sea que nada queda fuera del par, mientras que el que sean 
excluyentes significa que nada puede pertenecer a ambas partes. El “todo” se 
divide en dos polaridades con límites completamente claros. 
Esta dicotomía domina “nuestra manera de analizar la realidad como 
ámbitosseparados que se excluyen mutuamente y por fuera de los cuales no hay 
nada”.1 Así, concebimos la realidad en forma de pares antagónicos y 
complementarios que dividen nuestro mundo en dos. 
Por supuesto, hombre/mujer es una de las dicotomías primigenias en lo que 
se refiere a la estructuración de la sociedad, pero no sólo eso, sino que el resto de 
los pares también están sexualizados. Por ejemplo, fuerte/débil es una dualidad 
 
1
 Maffía, Diana, “Contra las dicotomías: feminismo y epistemología crítica”, *en línea+, Instituto 
Interdisciplinario de Estudios de Género, Universidad de Buenos Aires, Argentina, s/f, pp. 3 Dirección URL: 
dianamaffia.com.ar/archivos/contra_las_dicotomias.doc 
15 
 
aparentemente no vinculada con el sexo, pero en la práctica se identifica la 
fortaleza con lo masculino y la debilidad con lo femenino. 
Es a partir de esta concepción del mundo que la diferencia se traduce en 
desigualdad, dado que la totalidad también se explica sólo en dos dimensiones, 
una de ellas es positiva, superior, masculina y la otra negativa, inferior, femenina. 
Tomando como base lo anterior, la sujeción de las mujeres a los hombres parece 
lógica. No obstante, hay que recordar que el pensamiento occidental, además de 
ser dicotómico, también fue y sigue siendo construido por varones. 
La diferencia sexual es el orden primario de organización de la sociedad, se 
cimenta en un sistema de poder, denominado patriarcado, en el que “el macho ha 
de dominar a la hembra y el macho de más edad ha de dominar al más joven”2. 
Por tanto, la sujeción de la mujer al hombre es una parte constitutiva de la 
sociedad que atraviesa todas las demás formas de estructura social. 
Según Kate Millet, el patriarcado se ha mantenido vigente en todas las 
sociedades de las que se tiene registro gracias a dos factores: el primero de ellos 
es que descansa en el consenso, o sea, que la parte oprimida interioriza a tal 
grado su subordinación al grupo dominante que ésta llega al punto de resultar 
imperceptible; el segundo factor es la violencia, que evita la caída del sistema 
cuando éste se ve amenazado y recurre al miedo como método de control.3 
En este sentido, se puede decir que la discriminación de género se sustenta 
en una dominación invisibilizada (y visible) a partir de la interiorización de una 
serie de símbolos transmitidos de generación en generación que estructuran 
nuestra subjetividad y nos impiden, hasta cierto punto, cuestionar nuestra propia 
realidad; en otras palabras, la base de la discriminación es cultural. 
“La cultura denota un esquema históricamente transmitido de significaciones 
representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y 
expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales los hombres 
 
2
 Millet, Kate, La política sexual, Editorial Cátedra, México, 1995, pp. 70 
3
 Ídem 
16 
 
comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a 
la vida”.4 
El orden de género, entonces, conforma la manera en la que percibimos e 
interpretamos el mundo; se apoya en el ejercicio de violencia real que se traduce 
en relaciones desiguales entre los géneros, y en lo que llamamos “violencia 
simbólica”, la cual consiste en moldear la percepción que tiene el sujeto sobre su 
entorno, impidiendo que los oprimidos se reconozcan como tales y provocando 
que ellos mismos reproduzcan los patrones de dominación. 
Así, el género se convierte en base de la configuración de la sociedad y 
determina a las y los sujetos aun sin que éstos sean conscientes de ello. El género 
se define como la construcción social de la diferencia sexual, es decir, que es el 
conjunto de normas, obligaciones, actitudes, pensamientos, capacidades y 
comportamientos que se esperan de una persona por el simple hecho de 
pertenecer a uno u otro sexo biológico. 
El hecho de que la diferencia básica entre hombres y mujeres sea físico-
biológica, ha permitido a los varones justificar la opresión argumentando la 
inferioridad “natural” de las mujeres, afirmación que, en todo caso, era válida 
cuando la supervivencia de los seres humanos dependía efectivamente de la 
fuerza física. Dado que esa etapa de la historia quedó superada hace siglos, no 
hay ningún sustento real para la dominación que, no obstante lo anterior, sigue 
presentándose en múltiples formas, una de las cuales es la discriminación. 
La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación 
contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés) constituye algo así como la carta 
de derechos humanos de las mujeres y define la discriminación como: 
“Toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por 
objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio 
 
4
 Lamas, Marta y Maite Azuela, “Con la cultura en contra. Algunas consideraciones sobre los obstáculos que 
las mexicanas enfrentan para ejercer sus derechos político-electorales”, en Ansolabehere Sesti, Karina y 
Daniela Cerva Cerna (dir.), Género y derechos políticos. La protección jurisdiccional de los derechos político-
electorales de las mujeres en México, TEPJF, México, 2009, pp. 34 
17 
 
por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la 
igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades 
fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en 
cualquier otra esfera”5 
De acuerdo con Marcela Ríos6 hay tres grupos de explicaciones para la 
discriminación de la que son víctimas las mujeres. El primero tiene que ver con 
factores estructurales, que comprenden las diferencias en los niveles 
socioeconómicos. El segundo grupo se refiere a variables culturales e ideológicas, 
que se entienden como los distintos estereotipos y roles sociales que se asignan a 
los individuos y determinan su comportamiento, y los efectos de éstos en la 
sociedad. El tercer grupo apunta al conjunto de elementos político-institucionales 
que definen un sistema político, a saber, diseño institucional, organización política, 
sistema electoral, sistema de partidos, entre otros. 
Existen numerosas teorías que buscan explicar la perpetuación de la 
subordinación de las mujeres a los varones a lo largo de la historia, dado que su 
revisión escapa a las pretensiones de este texto, basta con decir que todas niegan 
la naturalidad del orden de género y atribuyen la subsistencia de éste a causas 
sociales. 
Es a raíz de la identificación de la dominación que surgen corrientes 
feministas teórico-políticas que propugnan por la igualdad entre los sexos. El 
feminismo busca transformar el orden social partiendo de que éste, tal y como es y 
ha sido, no es justo. Es una teoría crítica que explica la realidad y propone 
modificarla, primero identificando los mecanismos de opresión, exclusión y 
desigualdad que expliquen la sociedad actual, para después proponer un nuevo 
modelo de sociedad. 
 
5
 S/a “Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer” en, Baños 
Poo, Jessica y Angelina del Valle Fuente (coords.), Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de 
Discriminación contra la Mujer y su protocolo facultativo, SER-UNIFEM-PNUD, México, 2003, pp. 8. 
6
 Ríos Tobar, Marcela (Ed.) Mujer y política. El impacto de las cuotas de género en América Latina, FLACSO 
Chile-IDEA Internacional-Catalonia, Santiago, Chile, 2008, pp. 12 
18 
 
El feminismo no es, como suele pensarse, el contrario del machismo7, pues 
no supone la superioridad de las mujeres con respecto a los varones, no intenta 
continuar con la estructura social existente intercambiando los roles sociales, sino 
que busca una redefinición de éstos que permitala consecución de una sociedad 
más justa en la que el género no funcione como organizador primario de 
desigualdad. 
Su principal interés es la visibilización y toma de consciencia de la opresión 
de las mujeres como único medio posible para lograr su erradicación. Dado que la 
dominación ha sido interiorizada por todos los miembros de la sociedad, el primer 
paso para eliminarla es hacerla evidente. 
Pretende una reconceptualización y reorganización del mundo eliminando 
los estereotipos de género que ponen al hombre como representación del ser 
humano y asignan a las mujeres características divergentes que, en cierto grado, 
las “deshumanizan”. Es decir, que contradice el androcentrismo tradicional de la 
sociedad occidental que toma al varón como modelo universal a través del cual se 
construye el significado de humanidad. Victoria Sau define el feminismo como: 
“El feminismo es un movimiento social y político […] que supone la toma de 
consciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano de la opresión, 
dominación y explotación de la que han sido y son objeto por parte del 
colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases 
históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la 
liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que 
aquélla requiera”.8 
Gracias al feminismo, que no sólo toma la forma de corriente teórica, sino 
también de movimiento social, la situación de las mujeres alrededor del mundo ha 
cambiado. Todas las leyes supremas de los países occidentales prohíben la 
 
7
 Se entiende por machismo el “conjunto de creencias, actitudes y conductas que descansan sobre dos ideas 
básicas: por un lado la polarización de los sexos, una contraposición de lo masculino y lo femenino según la 
cual no sólo son diferentes, sino mutuamente excluyentes; por otro lado la superioridad de lo masculino en 
las áreas que son consideradas importantes para los hombres”. Castañeda, Marina, El machismo invisible, 
Grijalbo, México, 2002, pp. 20 
8
 Citada por: Varela, Nuria, Feminismo para principiantes, Ediciones B S.A., Barcelona, España, 2008, pp. 17 
19 
 
discriminación y en la mayoría de ellos se están llevando a cabo acciones que 
pretenden combatir la exclusión de las mujeres de todos los espacios de la vida 
social a los que tradicionalmente se les ha negado el acceso. 
Sin embargo, el alcance de estas acciones hasta el momento ha sido 
limitado, pues no se ha conseguido erradicar la percepción generalizada de que 
los varones son superiores a las mujeres, ni tampoco ha logrado un reparto 
equitativo de los recursos materiales y simbólicos, el género sigue estructurando 
todos los ámbitos de la vida social y ha de deconstruirse si se pretende un mundo 
más justo. Ello requiere de mecanismos de reestructuración del imaginario 
colectivo y de acciones concretas en cada uno de los espacios en los que existe la 
opresión, incluyendo la esfera de la política. 
1.2 Género y política. 
Desde el siglo XVIII, la división entre el espacio público y el espacio privado ha 
mantenido un límite más o menos claro. Cada esfera ha involucrado, en todas las 
sociedades registradas, una serie de tareas y necesidades específicas 
relacionadas con una parte de la vida de cada individuo; misma que debe ser 
independiente de las otras. 
Así, el ámbito público incluye diversas ocupaciones dependiendo de la 
época de la que se trate, pero agrupa los asuntos de seguridad, trabajo y 
economía, dirección política, entre otros, mientras que el ámbito privado versa 
sobre todas aquellas cuestiones consideradas personales e íntimas, en las que se 
supone que el Estado no debe intervenir, como son el hogar y el cuidado de 
infantes y personas de la tercera edad. 
Siguiendo con la dicotomía del pensamiento occidental ya mencionada, el 
espacio público se considera superior al espacio privado, pues este último 
comprende todas las tareas relacionadas con las necesidades básicas del ser 
humano, mientras que el primero se encuentra en correspondencia directa con la 
actividad racional y de pensamiento. 
20 
 
Como consecuencia de ello, a las mujeres les atañe la realización de las 
actividades del orden privado y a los varones las del orden público. A pesar de las 
diferencias marcadas por el tiempo de que se trate, la política siempre ha 
pertenecido a lo público, es decir, que, salvo contadas excepciones, corresponde 
a los hombres hacer política, son ellos los responsables de gobernar y los únicos 
capaces de ejercer el poder. 
Esto permite la perpetuación del sistema social de género “que es reflejo de 
una cultura política donde una élite reducida monopoliza el poder y disfruta de sus 
beneficios gracias a la creación de normas de intercambio que controlan su 
circulación en los cargos de gobierno y de toma de decisiones públicas”9. Y con 
ello, la reproducción de patrones discriminatorios. 
Como se verá más adelante, no es casualidad que una de las demandas 
iniciales del movimiento feminista haya sido el reconocimiento de los derechos 
políticos de la mujer, pues a partir de la conquista de éstos es posible acceder a 
cargos de toma de decisiones y con ello influir en la reordenación de la estructura 
social. 
Si tomamos la cultura como “la causa determinante que obstaculiza a las 
mujeres el ejercicio de sus derechos político-electorales”,10 resulta lógico buscar 
una modificación de la misma, que es mucho más susceptible a ser moldeada 
desde puestos de poder. De esta forma, encontramos a las mujeres envueltas en 
un círculo vicioso que, de no romperse, hace imposible la generación de un 
cambio. 
Por tanto, la inclusión de las mujeres en la vida pública se muestra 
imprescindible y muy complicada, pues requiere de cambios significativos en la 
 
9
 Medina Espino, Adriana, La participación política de las mujeres. De las cuotas de género a la paridad, 
CEAMEG-Cámara de Diputados, LXI Legislatura, México, 2010, pp. 20 
10
 Lamas, Marta y Maite Azuela, “Con la cultura en contra. Algunas consideraciones sobre los obstáculos que 
las mexicanas enfrentan para ejercer sus derechos político-electorales”, en Ansolabehere Sesti, Karina y 
Daniela Cerva Cerna (dir.), Género y derechos políticos. La protección jurisdiccional de los derechos político-
electorales de las mujeres en México, TEPJF, México, 2009, pp. 33 
21 
 
estructura social; no obstante, resulta menos compleja que la transformación de la 
cultura, que implica la revisión de una parte fundamental del imaginario colectivo. 
Una sociedad democrática, como se autodenominan todas las sociedades 
occidentales contemporáneas, depende de que la totalidad de sus integrantes 
sean capaces de ejercer cabalmente su ciudadanía, por ende, es vital la 
eliminación de la discriminación y de las barreras que dificultan el pleno acceso de 
las mujeres a puestos de poder. 
México no es la excepción a lo anterior, la cultura machista está firmemente 
arraigada en nuestra sociedad a pesar de que cada vez hay más mujeres que 
ejercen sus derechos y desafían los roles y estereotipos tradicionales en todas las 
áreas de la vida social. 
La lucha por la consecución de derechos político-electorales de las mujeres 
ha sido larga y paulatina, si bien, en la actualidad la ley estipula la igualdad de 
hombres y mujeres y se asegura de prohibir la discriminación por razón de sexo, 
aún falta un largo camino por recorrer para conseguir una completa igualdad. 
Basta dar algunos ejemplos para evidenciar lo lento del proceso mexicano, 
a la par que se hace patente que éste ya ha comenzado. En 1938 se registró, por 
primera vez en la historia, el triunfo de una mujer en una elección municipal, 
Aurora Meza Andraca se convirtió en presidenta municipal de Chilpancingo, 
Guerrero. Aurora Jiménez de Palacios fuela primera diputada federal electa en el 
país en el año de 1954; diez años después (1964) llegaron a la Cámara de 
Senadores las primeras dos mujeres de la historia, María Lavalle Urbina y Alicia 
Arellano Tapia. Y no fue sino hasta 1979 que Griselda Álvarez Ponce de León 
pasó a la historia como la primera gobernadora de México, al resultar ganadora de 
los comicios celebrados en Colima. A la fecha ninguna mujer ha ocupado la silla 
presidencial.11 
 
11
 Alarcón Olguín, Víctor, “La equidad de género en el ámbito electoral mexicano. De la ley a los resultados”, 
en Ochoa Reza, Enrique, Equidad de género y derecho electoral en México, [en línea], TEPJF, México, 2009, 
22 
 
Si contrastamos lo anterior con los datos actuales, podemos notar que si 
bien el número de mujeres en cargos electivos ha aumentado considerablemente, 
no lo ha hecho en proporción al porcentaje de población que representan. A 
principios de 2013, de un total de 2397 municipios (incluidas las 16 delegaciones 
del Distrito Federal), sólo 195 eran presididos por mujeres, lo cual equivale al 
8.05% del total de ayuntamientos.12 
En cuanto a diputadas y senadoras, el aumento en porcentaje es mucho 
más alentador, pero ello también se debe, como veremos más adelante, a la 
implementación de cuotas de género13 en las candidaturas para escaños 
legislativos. Así, del 6% que representaban las mujeres en la XLII Legislatura de la 
Cámara de Diputados (1952-1955), se llegó a 36.8% en la LXII Legislatura (2012-
2015).14 Por otro lado, el porcentaje de senadoras pasó de 3.4% en 1964, a 
34.38% en 2012.15 
En cuanto a las gubernaturas, entre 1979 y 2012 sólo 6 mujeres han sido 
electas para encabezar el poder ejecutivo de alguna de las 32 entidades 
federativas del país: Griselda Álvarez en Colima; Beatriz Paredes en Tlaxcala; 
Dulce María Sauri e Ivonne Ortega en Yucatán; Rosario Robles en Distrito 
Federal; Amalia García en Zacatecas.16 
De lo anterior es fácil concluir que, a pesar de que el número de mujeres en 
cargos públicos ha ido en aumento, el porcentaje de puestos de representación 
que éstas ocupan dista mucho de la paridad, la cual sería el ideal al que 
deberíamos aspirar si buscamos que México viva en una verdadera democracia. 
 
pp. 103-141, Dirección URL: 
http://equidadygenero.prd.org.mx/documentos/generoypolitica/equidadgeneroderechovarela.pdf 
12
 Datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, abril de 2013. 
http://www.cndh.org.mx/sites/all/fuentes/documentos/programas/mujer/6_MonitoreoLegislacion/6.13/E/
E.pdf 
13
 Las cuotas de género consisten en reservar un cierto porcentaje de candidaturas a puestos de elección 
popular para ser ocupados exclusivamente por mujeres. 
14
 Datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), [en línea], Dirección URL: 
http://genero.ife.org.mx/docs/docs_mat-PNUD-1_10jul2012.pdf 
15
 Ibíd 
16
 Ibídem 
23 
 
El concepto de paridad en los cargos públicos implica, además de una 
repartición equitativa de puestos de poder entre los sexos, el reconocimiento de la 
diferencia entre hombres y mujeres, por lo que difiere del concepto de igualdad en 
cuanto a la representación. La segunda implica una idea de personas 
intercambiables entre sí, con las mismas capacidades e intereses, la primera 
refiere a individuos distintos que representan posturas divergentes, a veces 
contradictorias, y que se identifican con un sector específico del electorado. 
En lo sucesivo se revisarán las razones por las que el aumento en los 
puestos legislativos ha sido significativamente mayor que el incremento del 
número de mujeres que encabezan el poder ejecutivo en alguno de los tres 
órdenes de gobierno. 
Antes de ello, resulta indispensable aclarar que si bien la diferencia entre un 
crecimiento y otro se justifica por cambios en la legislación, esto no minimiza la 
importancia de que haya sucedido. Como se ha dicho hasta ahora y se repetirá 
después, la dominación masculina está interiorizada en todos los miembros de la 
sociedad, por lo que sólo atacándola directamente será posible erradicar la 
opresión y modificar la estructura social para conseguir una verdadera democracia 
igualitaria. 
1.3 Cuotas de género. Propósito y funcionamiento. 
A raíz de que se toma conciencia de la situación de desventaja en la que viven las 
mujeres en todas las áreas de la vida social, se comienzan a idear acciones 
encaminadas a eliminar las diferencias estructurales que asignan roles distintos a 
mujeres y hombres por cuestiones de género. Más adelante se revisará este 
proceso, por el momento basta aclarar que ha sido un cambio paulatino que no 
está ni cerca de alcanzar su fin último, pero que ha tenido un impacto positivo en 
la estructura social. 
 El campo de la política no ha sido excepción a lo anterior, para lograr 
incrementar la participación de las mujeres en la vida pública se han 
24 
 
implementado diversas medidas, en un inicio paliativas, pero que buscan generar 
un cambio profundo, para motivar la inclusión femenina en las prácticas políticas. 
 Las llamadas acciones afirmativas17 o positivas constituyen una herramienta 
útil para lograr dicho fin, sustentadas en la idea de que la desigualdad se combate 
con desigualdad, parten del reconocimiento de que no es suficiente con estipular 
legalmente la igualdad para que ésta sea real y se presentan como acciones 
concretas que, si bien en principio tienen un marco de acción limitado, provocan 
un cambio tangible y contable en la situación de las mujeres. 
 Una acción positiva se define como “una estrategia destinada a establecer 
la igualdad de oportunidades por medio de unas medidas temporales que permitan 
contrastar o corregir aquellas discriminaciones que son el resultado de prácticas o 
sistemas sociales”.18 Además, cumplen con cuatro características básicas:19 
 Son objetivas, en el sentido en el que distinguen circunstancias específicas 
de ciertos sectores; 
 Son razonables, dado que los grupos a los que se aplican son víctimas de 
una discriminación histórica y la igualdad de jure no elimina la desigualdad 
de facto; 
 Son proporcionales, pues no impiden la participación de miembros de otros 
sectores y su temporalidad está atada a la eliminación de la discriminación; 
 Son necesarias, en tanto persiguen un fin legítimo para la consolidación de 
cualquier democracia. 
 Las cuotas de género son un tipo de acción positiva que ha ido cobrando 
popularidad en las últimas décadas alrededor del mundo, pues permiten 
 
17
 Las acciones afirmativas surgen en EUA en la década de los sesenta como una forma de luchar contra la 
segregación racial que se encontraba profundamente arraigada en el país. 
18
 Osborne, Raquel, “Acción positiva”, en Amorós, Celia (comp.), 10 palabras clave sobre mujer, Verbo 
Divino, 1995, pp. 301 
19 Serrano, Sandra, “Igualdad de género y derechos políticos de la mujer en el Derecho Internacional de los 
Derechos Humanos”, en Ochoa Reza, Enrique (coord.), Equidad de género y derecho electoral en México, 
[en línea], TEPJF, 2009, México, pp. 19-100, Dirección URL: 
http://equidadygenero.prd.org.mx/documentos/generoypolitica/equidadgeneroderechovarela.pdf 
25 
 
resultados inmediatos, visibles y cuantificables, que acercan a cualquier 
democracia representativa a su tipo ideal. 
Éstas son medidas de carácter compensatorio que consisten en asegurar 
un porcentaje mínimo de mujeres en puestos de toma de decisiones. Son 
temporales, pues suponen eliminarse en el momento en el que la razón de su 
estipulación pierda su validez, es decir, cuando el sexo deje de representar un 
impedimento para acceder a puestos políticos.En palabras de Bareiro y Soto: 
“Las cuotas de género, más conocidas como cuotas de participación por 
sexo o cuotas de participación de mujeres, son una forma de acción positiva 
cuyo objetivo es garantizar la efectiva integración de mujeres en cargos 
electivos de decisión de los partidos políticos y del Estado. Es una medida 
de carácter compulsivo, que obliga a incorporar mujeres en las listas de 
candidaturas o en las listas de resultados electorales, y transitorio, puesto 
que supone una vigencia sujeta a la superación de obstáculos que impiden 
una adecuada representación de mujeres en los espacios de poder y 
representación política.”20 
 De acuerdo con Anne Phillips, las cuotas de participación por sexo se 
fundan en tres principios:21 
 Principio de justicia: si se toma en cuenta que las mujeres constituyen más 
de la mitad de la población mundial, resulta lógico pensar que les 
correspondería un porcentaje igual de la representación. 
 Principio utilitarista: al excluir a la mitad de la población de los espacios de 
toma de decisiones se desperdicia la mitad del talento humano. 
 Principio de interés: varones y mujeres tienen intereses distintos, ambos 
merecen ser representados de la misma manera. 
Entonces, las cuotas de género son justas, maximizadoras de utilidad y 
responden a intereses diversos; pero no sólo eso, sino que además visibilizan y 
 
20
 Bareiro, Line y Clyde Soto, “Cuota de género”, [en línea], Dirección URL: 
http://www.iidh.ed.cr/comunidades/redelectoral/docs/red_diccionario/cuota%20de%20genero.htm 
21
 Phillips, Anne, Género y teoría democrática, PUEG-IIS-UNAM, México, 1996 
26 
 
toman conciencia sobre la situación de discriminación que viven las mujeres. Las 
cuotas son válidas en el sentido en el que ayudan a minimizar las consecuencias 
de las diferencias estructurales que subordinan un género al otro. 
Su legitimidad reside en el reconocimiento de que la simple estipulación de 
la igualdad legal no modifica el imaginario colectivo, las relaciones sociales ni el 
orden de género; para erradicar la desigualdad histórica es indispensable la 
adopción de medidas concretas que aseguren, de facto, la igualdad de 
oportunidades. 
La neutralidad de las leyes se ha probado insuficiente para generar un 
cambio real para los grupos en situación de vulnerabilidad, es necesario un piso 
básico generalizado del cual partir para poder alcanzar la igualdad de hecho. Las 
cuotas permiten, precisamente, el aumento inminente del número de mujeres en 
espacios de toma de decisiones, al tiempo que luchan en contra de la 
perpetuación de los estereotipos y roles de género. 
“La experiencia evidencia que el „trato igual‟ en el que se sustenta la 
igualdad de jure entre mujeres y hombres, ha resultado ser omiso y ciego 
ante las desigualdades de género, al no reconocer las múltiples dimensiones 
de desventajas, subordinación y discriminación sistemáticas y estructurales 
hacia las mujeres, que impiden su participación de manera equilibrada con 
los hombres en el ámbito de la política”.22 
Por otro lado, las cuotas asumen que el que las mujeres tengan una 
participación más activa en la política no es sólo su responsabilidad, pues incluyen 
al gobierno y a los partidos políticos como sujetos activos en su aplicación y 
garantes de su cumplimiento. Quienes controlan los procesos políticos se vuelven 
actores centrales en los resultados de la implementación de las cuotas, facilitando 
así la consecución del objetivo primario. 
Las cuotas de género pueden tomar tres formas distintas dependiendo del 
contexto, ya sea que aseguren un número mínimo de escaños en la asamblea 
 
22
 Medina Espino, Adriana, La participación política de las mujeres. De las cuotas de género a la paridad, 
CEAMEG-Cámara de Diputados, LXI Legislatura, México, 2010, pp. 19 
27 
 
legislativa reservados para mujeres, que exista una ley que estipule un porcentaje 
máximo de candidatos postulados de algún sexo o que sean establecidas 
voluntariamente por los partidos políticos.23 
En cualquier caso, la instauración de una medida de este tipo simboliza un 
avance importante hacia la consecución de la democracia, debido a que la 
igualdad es uno de los pilares fundamentales de este tipo de régimen y la 
discriminación y exclusión de grupos sociales impide su cabal realización. 
Al respecto, Anne Phillips nos dice que “la democracia no puede ponerse 
por encima de la diferencia sexual, sino que se ha de reconceptualizar con la 
diferencia firmemente presente”.24 Las cuotas reconocen esta diferencia como 
políticamente pertinente y aspiran a lograr un cambio en este sentido. 
A pesar de que el primer fin de las cuotas es el aumento cuantitativo del 
número de mujeres en los espacios de toma de decisiones, sus pretensiones van 
mucho más allá, pues se busca también un impacto cualitativo que modifique el 
proceso democrático a través de cambios en las instituciones y actores políticos. 
En este sentido, vale la pena retomar la teoría de Hanna Pitkin acerca de 
los diferentes tipos de representación, ya que dará luz sobre las implicaciones que 
tienen las cuotas en la práctica a corto y mediano plazo y lo que se espera 
alcanzar a largo plazo.25 
Pitkin encuentra cuatro diferentes acepciones del concepto de 
representación. Cada una de ellas considera elementos distintos y exige diversos 
requisitos a las y los representantes, puesto que su relación con la sociedad 
representada varía en cierta medida a partir del tipo de representación que se 
ocupe. 
 
23
 En realidad las cuotas establecen un porcentaje máximo de representantes de algún género, no de 
hombres en específico, sin embargo, en la práctica ningún congreso ha estado compuesto mayoritariamente 
por mujeres y los varones nunca han necesitado acciones afirmativas que les ayuden a participar 
activamente en el espacio público. 
24
 Phillips, Anne, Género y teoría democrática, PUEG-IIS-UNAM, México, 1996, pp. 147 
25
 Pitkin, Hanna F., El concepto de representación, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1985 
28 
 
El primer tipo es la representación formal, ésta se refiere a los arreglos 
institucionales en los que se basa la representación y consta de dos dimensiones: 
autorización, que incluye la manera en la que el o la representante obtiene su 
puesto, es decir, de dónde proviene su autorización para ejercer el poder y tomar 
decisiones, y rendición de cuentas, o sea, la relación de quien representa con el 
individuo representado y la forma en la que los últimos premian o castigan la 
actuación de la o el primero. 
El segundo tipo, la representación simbólica, tiene que ver con la manera 
en la que las y los representados perciben a sus representantes, el significado que 
le asignan aquéllos a éstos y el tipo de respuesta que se espera de quienes 
representan ante las exigencias, problemáticas e intereses sociales. 
El tercer tipo es la representación descriptiva, también conocida como 
representación espejo, alude a la necesidad de que todos los sectores sociales 
estén representados en los entes legislativos. El cuerpo de representantes debe 
reflejar la composición de la sociedad representada, tomando en cuenta aquellas 
características que definen a sus integrantes. 
Por último, la representación sustantiva versa sobre la forma en la que las y 
los representantes tienden a privilegiar los intereses de un sector de la población. 
La creación de la agenda política y la defensa de beneficios específicos para un 
grupo social les otorgan la base de su legitimidad. 
De inicio, las cuotas se insertan dentro de la representación descriptiva, su 
sustento primario se refiere a la inclusión de la mitad de la población, 
tradicionalmente excluida, en los puestos de tomade decisiones. Aunque se 
basan en que no existe una razón válida para la exclusión del género femenino de 
la vida política, su primer resultado es un aumento cuantitativo de mujeres en los 
parlamentos. Su objetivo es abrir espacios que garanticen dicho incremento para 
que, con el tiempo, la representación descriptiva derive en simbólica y sustantiva. 
El paso de representación descriptiva a simbólica implica un cambio en la 
percepción social, se pretende que las cuotas ayuden a derrumbar la creencia de 
29 
 
que las mujeres no son aptas para desempeñar cargos públicos, ello a partir de 
que su presencia y actuación se hagan visibles para la ciudadanía. 
En cuanto a la representación sustantiva, la presencia de mujeres debería 
asegurar la inclusión de sus intereses en la agenda política. Es decir, que el 
aumento del número de mujeres tendría que derivar en una diversificación de los 
temas que tratan los cuerpos legislativos y en el intento de resolver problemáticas 
sociales que antes no hubieran sido tomadas en cuenta. 
El problema radica en que esta transición no resulta tan simple como 
parece, no es sólo cuestión de tiempo y de modificar la integración de los 
congresos. En el primer caso, el incremento de mujeres no es suficiente, pues 
deben probar que merecen estar ahí y que las cuotas no sólo responden a la 
necesidad de hacer lo que es “políticamente correcto”, o sea, que la inclusión de 
las cuotas en la normatividad no es sólo una medida política para ganar votos, 
sino que busca eliminar una verdadera barrera estructural que no tiene un 
argumento válido para subsistir. 
El hecho de que las mujeres lleguen al congreso gracias a una norma que 
obliga a los partidos a postularlas puede perjudicar la percepción que tiene la 
sociedad al respecto, dado que la mayor parte de las personas no tienen una 
conciencia real sobre el machismo y sus implicaciones, es fácil que concluyan que 
la única razón por la que las mujeres están ahí es la inviolabilidad de la ley que 
estipula las cuotas de género y no una necesidad real de que formen parte de los 
procesos políticos. 
Por tanto, el paso de una representación descriptiva a una simbólica 
requiere que los ciudadanos y las ciudadanas comprendan la justificación real de 
las cuotas de género. Es necesario que el machismo se entienda cabalmente, 
desde su origen hasta sus últimas consecuencias, de forma que exista una 
apreciación de las mujeres en el Congreso como verdaderas representantes y no 
como parte de un comportamiento “políticamente correcto” que acatan los partidos 
para aumentar el número de votos que obtienen. 
30 
 
En el segundo caso la transformación es menos compleja en el sentido de 
que no requiere una modificación del imaginario colectivo per se, aunque sí apunta 
a que ésta se genere. Sin embargo, parte de un supuesto más probabilístico que 
determinista, que es que las mujeres en realidad representan a las mujeres. 
Las mujeres son un grupo tan amplio y plural que no se puede hablar de los 
“intereses de las mujeres”, el concepto resulta bastante ambiguo dada la 
diversidad de las sujetas a las que refiere. No obstante, entre más mujeres haya 
en los puestos de representación popular, más probable es que sus intereses se 
vean representados. 
La representación descriptiva permite que se tomen en cuenta intereses 
que de otra manera ni siquiera serían visibles para los legisladores, pues es 
innegable que la experiencia de los varones es distinta a la de las mujeres como 
grupo, más aún si se toman en cuenta las vivencias particulares. Lo anterior 
implica que los legisladores hombres desconocen las problemáticas a las que se 
enfrentan las mujeres, lo que los imposibilita a legislar al respecto. 
Las cuotas no parten de la idea de que los intereses de las mujeres sean 
los mismos, si fueran homogéneos no importaría quién los representara, más bien 
parten de la idea de que al aumentar el número de mujeres en los puestos de 
toma de decisión, se incrementa la cantidad de intereses representados. Lo 
anterior no reduce la necesidad de las cuotas ni las hace menos efectivas, ya que 
éstas se basan en el establecimiento de las diferencias entre los intereses de los 
hombres y los de las mujeres. 
La diversidad del grupo responde al hecho de que “mujer” es sólo una de 
las categorías a la que pertenecen, más allá de ello, cada una es parte de un 
sector socioeconómico, de una raza, de un nivel cultural y educativo, etc. No 
obstante, es una categoría que las define como personas, por tanto, según Anne 
Phillips, es relevante para la integración de la representación política; ella asume 
que el único interés común a todas las mujeres es la posibilidad de tener acceso a 
todas las esferas. 
31 
 
Esta autora llama la atención sobre la importancia de la ambigüedad de los 
“intereses de las mujeres”, afirma que es precisamente por ello que es importante 
la inclusión de un número elevado de mujeres en las asambleas, argumento con el 
cual niega que la representación sustantiva se contraponga a la descriptiva: “es en 
la relación entre ideas y presencia que podemos esperar encontrar un sistema 
más justo de representación, no en una falsa oposición entre una y otra”.26 
Pero eso no es todo lo que implica la consecución de una representación 
sustantiva, más bien, debido a lo anterior, esta transición busca la redefinición de 
la agenda política. Para ello, no sólo es necesario incluir mujeres en los 
parlamentos, sino que también deben tener la capacidad de formular iniciativas 
que transformen el terreno político. Sólo así se puede asegurar una verdadera 
representación. 
Las cuotas per se no pueden garantizar un cambio en este sentido, pero sí 
lo hacen posible. Al respecto, Phillips nos dice que “la esperanza (si no la 
expectativa) es que incrementar la proporción de representantes provenientes de 
grupos en excluidos y en desventaja retará y subsecuentemente modificará las 
bases definitorias de las políticas públicas”27 o de la política gubernamental. 
Además de ello, permitirá el enriquecimiento del debate político, al diversificar las 
posturas al interior de los cuerpos legislativos. 
Claro que todo eso sólo es posible en una democracia en la que quienes 
representan a la ciudadanía gocen de cierta autonomía con respecto de los 
partidos políticos, pues de otra forma el quién ocupe el escaño resulta 
insignificante. 
En resumen, la transición de una representación descriptiva a una 
sustantiva derivaría en una redefinición de la agenda política que incluyera la 
perspectiva de ciudadanos hasta ahora no tomados en cuenta, lo que 
eventualmente llevaría a una resignificación del espacio público y el privado. 
 
26
 Phillips, Anne, Politics of presence, Oxford University Press, New York, EEUU, 1995, pp. 25. Traducción del 
autor. 
27
 Op. Cit. Pp. 182. 
32 
 
No obstante, nada de lo anterior resulta posible si no se alcanza una “masa 
crítica” de mujeres en los espacios parlamentarios, esto es, que todo lo anterior 
depende de que haya un número de mujeres en espacios de toma de decisiones 
que realmente pueda llegar a representar una diferencia. 
El concepto de masa crítica “se refiere al tamaño que una minoría debe 
tener para hacer posible un cambio en la estructura del poder y, por lo tanto, en su 
propio estatus de minoría”.28 Es en este punto en donde radica la mayor 
contribución de las cuotas de género, su inclusión en la legislación deriva en un 
aumento importante del número de mujeres en los congresos, a partir del cual es 
posible vislumbrar una tendencia transformadora de la vida política. 
1.3.1 Posturas en torno a las cuotas de género 
Vale la pena ahora retomar las críticas que se han hecho al respecto de las 
cuotas de género con el propósito de evidenciar que, a pesar de que son medidas 
que apuntan a eliminar una discriminaciónhistórica innegable con miras a 
alcanzar una igualdad real, han encontrado numerosa oposición alrededor del 
mundo. Esto ratifica la presencia de una cultura machista que no ha logrado ser 
superada y demuestra, con ello, que las cuotas son necesarias para modificar las 
prácticas políticas. 
Uno de los argumentos de quienes se oponen a las cuotas es que éstas 
minan la igualdad, afirman que resultan discriminatorias para los hombres, pues 
reducen sus posibilidades de competir equitativamente por la totalidad de los 
escaños disponibles. A lo anterior, quienes defienden las cuotas responden que 
precisamente la intención es eliminar una discriminación que se da exactamente 
igual pero a la inversa; las mujeres, en la práctica, no tienen las mismas 
posibilidades que los varones para competir por los escaños, pues parten de 
 
28
 Lamas, Marta y Maite Azuela, “Con la cultura en contra. Algunas consideraciones sobre los obstáculos que 
las mexicanas enfrentan para ejercer sus derechos político-electorales”, en Ansolabehere Sesti, Karina y 
Daniela Cerva Cerna (dir.), Género y derechos políticos. La protección jurisdiccional de los derechos político-
electorales de las mujeres en México, TEPJF, México, 2009, pp. 53 
33 
 
situaciones distintas. Si las discriminaciones no se atienden con medidas 
concretas, más que permitir la igualdad, fomentan la desigualdad. 
La crítica también argumenta que las cuotas no son neutrales, que el 
derecho, por principio, no debería atender a características personales, sino que 
debe ser general. El contraargumento para esto es que en teoría sí, el derecho 
debería ser neutral, pero que en la práctica el sexo sí tiene un peso determinante y 
un impacto específico en la vida de las personas. La búsqueda por eliminar los 
estereotipos de género no puede ser neutral porque el género no lo es, privilegia 
la masculinidad. 
Otra manifestación en contra, que de hecho hacen las feministas, es que 
las cuotas son paternalistas. De cierta forma, implican que las mujeres no son 
capaces de ganar un escaño por sí mismas; pero es que en realidad no lo son, si 
bien algunas mujeres lo han conseguido, en general las relaciones de poder 
existentes dificultan el acceso de las mujeres a puestos de elección. Además, si se 
considerara que las mujeres no tienen la capacidad, las cuotas no tendrían razón 
de ser, debido a que su exclusión tendría un sustento válido. 
También se dice que las cuotas no respetan criterios de mérito entre los 
posibles candidatos y candidatas, que reservan escaños a personas por el simple 
hecho de pertenecer a un sexo. La respuesta a esta crítica consta de dos partes, 
la primera versa sobre la subjetividad de los méritos en política, éstos son 
jerarquizados dependiendo de la perspectiva de quien resulte responsable de 
armar las listas de aspirantes; por otro lado, se argumenta que los méritos no son 
comparables cuando las personas parten de diferentes pisos sociales. Claro que 
esto sólo funciona en los casos en que los méritos políticos de los y las 
legisladoras son la razón por la cual éstas ganan sus curules. 
Por parte de quienes apoyan las cuotas encontramos un argumento a favor 
que concentra todos los demás y resume lo dicho hasta ahora. La consecución de 
una sociedad en la que el género carezca de importancia a la hora de distribuir 
cargos políticos se muestra lejana. Las cuotas son sólo un medio, entre tantos 
34 
 
otros necesarios, para modificar este proceso y deconstruir los estereotipos y roles 
existentes. El acceso a espacios de toma de decisiones, es también una 
herramienta para conseguir la eliminación de la desigualdad en otras áreas de la 
vida social, a partir del empoderamiento político las mujeres estarán más cerca de 
alcanzar una distribución equitativa de otros tipos de recursos, como económicos, 
sociales, educativos y laborales, entre otros. 
“En cuanto al fin, las cuotas pretenden una sociedad más igualitaria en la 
que la pertenencia a la categoría de los hombres o de las mujeres sea 
irrelevante para el reparto de los papeles públicos y privados, un proceso 
que se está mostrando muy lento y en buena parte reacio a producirse por 
mera maduración; en cuanto al medio, facilitar el acceso a puestos 
socialmente importantes puede ser un instrumento eficaz para lograr ese fin, 
si no de manera directa y completa, sí al menos como forma de 
simbolización de la posibilidad de romper el techo de cristal que obstruye a 
las mujeres formar parte de la inmensa mayoría de los centros de decisión... 
ofreciendo nuevos modelos de rol más igualitarios para las generaciones 
más jóvenes.”29 
A continuación revisaremos el proceso de formación del feminismo, tanto en 
México como en el mundo, con el propósito de comprender el paulatino 
reconocimiento de la subordinación del género femenino al masculino y la lucha 
que han encabezado las mujeres por eliminar la discriminación y reducir la brecha 
que las diferencia de los varones. Esto es importante porque gracias a ese 
proceso, medidas como las cuotas de participación por sexo se vuelven 
fundamentales y ganan terreno. 
De igual forma, se resume toda la legislación internacional que habla sobre 
participación política de las mujeres y su importancia; además de aquella que trata 
específicamente sobre medidas de acción afirmativa y la relevancia de su 
adopción. Por otro lado, se detallan las diversas reformas hechas en México al 
 
29
 Ruiz Miguel, Alfonso, “Paridad electoral y cuotas femeninas”, Aequalitas: Revista Jurídica de igualdad de 
oportunidades entre hombres y mujeres, Madrid, 1999, pp. 48 
35 
 
Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) en materia 
de cuotas de género. 
Todo ello permitirá contextualizar lo revisado hasta ahora y trasladarlo a la 
situación actual de nuestro país para así poder reflexionar sobre las 
consecuencias que han tenido las cuotas en México, sus logros y sus retos. 
 
36 
 
Capítulo 2. Las cuotas en contexto: evolución de los derechos políticos de 
las mujeres 
2.1 Aportaciones del movimiento feminista a la realidad política de las mujeres 
Formalmente, los inicios del movimiento feminista datan de finales del siglo XVIII y 
se sustentan en los ideales de la Ilustración y la Revolución Francesa. El 
reconocimiento de la razón individual como característica innata de todos los 
hombres durante la Ilustración deriva en un primer intento por alcanzar la 
vindicación de los derechos y la igualdad, ello a partir de una pretensión de 
universalidad de dichos principios. 
Es decir, que el liberalismo, como filosofía política representativa de la 
época, propugna por la igualdad de derechos entre todos los individuos 
basándose en la idea de que todos son racionales. Tomando como referencia la 
teoría del contrato social de Rousseau, los teóricos liberales concluyen que es el 
conjunto de racionalidades individuales, autónomas por definición, lo que 
constituye la sociedad. 
De acuerdo con el liberalismo, el ser humano tiene dos partes constitutivas, 
el cuerpo, que refiere a su naturaleza; y la mente (racionalidad) que determina su 
capacidad creadora, tanto de sí mismo, como de la sociedad. Por tanto, los 
derechos humanos son inherentes a todos aquellos seres que compartan estas 
dos características. 
Desde esta perspectiva, las mujeres no son sujetas de derechos en tanto 
no son completamente racionales, son personas, no individuos; naturaleza, no 
mente.30 Es decir, no cumplen cabalmente con la definición de ser humano. Por 
ello, el espacio público, que deviene del contrato social, es reservado 
exclusivamente para los varones, mientras que las mujeres son relegadas al 
espacio privado y subordinadas al “cuidado” de seres más capaces que ellas, los 
hombres.30
 Pateman, Carole, El contrato sexual, Ed. Anthropos, Madrid, 1995. 
37 
 
En este contexto ideológico comienza la Revolución Francesa, cuyo lema, 
“Igualdad, libertad y fraternidad”, se convirtió en uno de los estandartes de la 
democracia moderna. No obstante, dada la concepción que se tenía entonces de 
las mujeres, estos principios eran aplicables únicamente a los varones, tan es así, 
que el documento emanado del movimiento armado se tituló Declaración de los 
Derechos del Hombre y el Ciudadano. 
En respuesta a lo anterior, Olympe De Gouges publica, en 1791, su 
Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en un intento por 
demostrar que los principios defendidos por la Revolución no eran ni universales ni 
inclusivos. Argumenta que, desde el lenguaje, es evidente que los derechos no 
están pensados para todos, pues la acepción “hombre” no es equivalente a “ser 
humano”. Este texto da origen a la primera ola del feminismo y es pionero en el 
reconocimiento del derecho de las mujeres a formar parte de la vida pública, el 
status de ciudadanas implica posibilidad de participar en los procesos de toma de 
decisiones, por sí mismas o a través de representantes, y de ocupar cargos 
públicos31. 
En 1792, Mary Wollstonecraft publica el libro Vindicación de los derechos 
de la mujer, considerada la obra fundacional del feminismo liberal (primera 
corriente teórica del movimiento), cuya importancia reside en inaugurar la puesta 
en duda de la “naturalidad” del género y sus características. La autora afirma que 
las mujeres no son inferiores a los hombres por naturaleza, sino que lo son porque 
la sociedad les ha asignado roles que les impiden competir con los varones: “todos 
los escritores que han tratado el tema de la educación y los modales femeninos 
[…] han contribuido a hacer a las mujeres más artificiales, caracteres débiles que 
de otro modo no habrían sido y, como consecuencia, miembros más inútiles de la 
sociedad”.32 
 
31
 Varela, Nuria, Feminismo para principiantes, Ediciones B S.A., Barcelona, España, 2005, pp. 23-42 
32
 Wollstonecraft, Mary, Vindicación de los derechos de la mujer, Ediciones Cátedra-Universitat de València-
Instituto de la Mujer, España, 2000, pp. 131-132 
38 
 
 En este sentido, plantea la necesidad de modificar los estereotipos sociales 
y asegurar a las mujeres los mismos derechos que a los hombres y la igualdad de 
oportunidades. En consecuencia, acuña la idea de la discriminación positiva como 
medio para conseguir un cambio social. 
La segunda ola del feminismo33 abarca desde el surgimiento del 
sufragismo, a mediados del siglo XIX, hasta la publicación de la obra de Simone 
de Beauvoir El segundo sexo, fechada en 1949. El periodo se caracteriza, 
además, por el surgimiento del feminismo marxista y la continuación del feminismo 
liberal, representado por John Stuart Mill. 
El sufragismo es un movimiento político de origen anglosajón que demanda 
principalmente el derecho a la educación de las mujeres y el derecho al sufragio, 
tanto activo, como pasivo. A pesar de que éstas no son las únicas peticiones del 
movimiento, sus integrantes ponen énfasis en el derecho al voto, pues es una de 
las pocas demandas que atañe a las mujeres de todas las clases sociales34. 
Es a partir del sufragismo que se visibilizan las diferencias entre las 
mujeres, es decir, que se reconoce que las mujeres no son un grupo social 
homogéneo, cada una de ellas vive distintas situaciones en las que además de la 
subordinación por razón de sexo, entran en juego otros factores discriminatorios, 
como raza, condición socioeconómica, estado civil, entre otros. 
En 1869, Mill publica El sometimiento de la mujer, la principal aportación de 
este autor a la teoría feminista es la analogía que éste hace entre la sujeción 
femenina y la esclavitud. Afirma que la dominación masculino-femenina es 
diferente a cualquier otro tipo de subordinación, pues además de servicios, se 
exigen sentimientos. Esto significa que el poder que ejercen los varones sobre las 
mujeres parte del cariño que ellas sienten por ellos, lo que las convierte en 
esclavas voluntarias. 
 
33
 Varela, op. Cit., pp. 43-88 
34
 Ídem 
39 
 
No obstante, Mill no logra romper con los estereotipos establecidos, 
propugna por la libertad del género femenino, y exalta sus cualidades; sostiene 
que es necesario para la sociedad que las mujeres sean autónomas, dice que “se 
les enseña a no tener iniciativa y a no conducirse según su voluntad consciente, 
sino a someterse y a consentir en la voluntad de los demás”35, está en contra de 
obligarlas a consagrarse al espacio doméstico, pero asevera que si las mujeres 
tuvieran la posibilidad de decidir sobre su propia vida, elegirían libremente 
dedicarse al ámbito privado. 
Por otra parte, el feminismo marxista plantea que la dominación femenina 
es producto de la jerarquía de clases, no de causas biológicas, por lo que 
contradice la teoría de Mill. Por esta razón, la corriente marxista no logra priorizar 
la causa de las mujeres, pues desde este punto de vista, la situación femenina 
sólo puede cambiar a partir de la revolución del proletariado. 
Tanto la corriente liberal como la marxista continúan discutiendo la sujeción 
de las mujeres durante décadas, cada una desde su propia visión del mundo, hace 
importantes aportaciones a la teoría feminista y contribuye a la comprensión del 
fenómeno. 
Poco antes del fin de la segunda ola, Simone de Beauvoir realiza su análisis 
interdisciplinario de la situación de las mujeres y concluye que “no se nace mujer, 
se llega a serlo”. Con esta frase describe lo que hoy en día se conoce como 
género, la construcción social del sexo que designa roles y estereotipos basados 
en las diferencias entre los sexos; Scott lo define como “un elemento constitutivo 
de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y 
[…] es una forma primaria de poder”36. 
La tercera ola del movimiento surge en el último tercio del siglo XX y está 
marcada por el desarrollo de la corriente radical de la teoría feminista, bajo el lema 
 
35
 Mill, John Stuart, “El sometimiento de la mujer”, en Mill, John Stuart y Harriet Taylor Mill, Ensayos sobre la 
igualdad de los sexos, Antonio Machado Libros, Madrid, España, 2000, pp. 164 
36
 Scott, Joan W., “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Lamas, Marta (comp.), El 
Género: la construcción cultural de la diferencia sexual, PUEG, México, 1996, pp. 289. 
40 
 
“lo personal es político” el feminismo radical rompe con el liberal para exigir la 
participación del Estado en la vida privada. Desde esta perspectiva, la dominación 
empieza en la vida doméstica: la sexualidad de la mujer es lo primero que no le 
pertenece.37 
La principal representante de esta corriente es Kate Millet, quien en La 
política sexual, redefine el espacio de lo político para caracterizarlo no como aquel 
en el que se dan las relaciones entre autoridades, sino como cualquier espacio en 
el que existan relaciones de poder. La política es “el conjunto de relaciones y 
compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un 
grupo de personas queda bajo el control de otro grupo”.38 
Desde este punto de vista, la sociedad estructura al individuo, es a partir de 
las relaciones sociales que se crean marcos simbólicos para el ejercicio del poder. 
Las radicales afirman que el género lo atraviesa todo, es una relación política que 
se da en todos los niveles de la sociedad. De ahí la noción de patriarcado, que es 
un organizador social previo a cualquier otro sistema de poder del que se tengan 
referencias, sobre él se levantan absolutamente todos los demás sistemas de 
dominación. 
De igual forma,

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