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TESIS Para obtener el título de: Licenciada en Ciencia Política y Administración Pública (opción ciencia política) PRESENTA ALEJANDRA SOFÍA HUESCA MARTÍ UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO La situación de la mujer en el espacio público. Un reto más para la democracia mexicana. México D.F. 2014 ASESORA DE TESIS: DRA. ROSA MARÍA MIRÓN LINCE UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A mi abuela, Esperanza Brito, porque con ella aprendí que el feminismo no es sólo una teoría crítica, sino una forma de pensar, de actuar, de construir… de ser. Agradecimientos A mi mamá, por ser mi pilar y mi fuerza, porque nada de esto hubiera sido posible sin su guía. Por ser mi confidente, mi consejera y mi mejor amiga. A mi papá por su apoyo y confianza. Por estar presente y pendiente durante toda mi carrera. A Vale, por hacerme reír, por escucharme, por la complicidad que hemos compartido durante toda la vida. A Hiram, porque después de tantos años y tantos cambios seguimos caminando juntos. Por representar la transición de la teoría a la práctica, siempre tan difícil de lograr, pero tan necesaria. A Esfinge, el mejor proyecto de mi carrera, en el que creo profundamente y del cual he aprendido que incidir en la realidad es posible con metas fijas y algo de organización. A todxs sus integrantes, por su compañía, sus enseñanzas y por ser, cada unx desde su muy particular punto de vista y de vida, indispensable para el proyecto. A mis sinodales, Teresa Ordorika, Adriana Ortiz, Adriana Báez y Renato Hernández, por el tiempo dedicado a esta tesis y los comentarios que hicieron al respecto. En especial a la Dra. Rosa María Mirón por la asesoría durante toda la investigación y sus aportaciones a mi desarrollo personal y al de este trabajo en particular. A Ray, por dedicarle tanto tiempo a ayudarme con el procesamiento de datos, a pesar de que al final la falta de sistematización de la información no haya permitido terminar las proyecciones estadísticas que queríamos hacer. Índice Introducción Capítulo 1. Cuotas de género. Origen e importancia ……………………………14 1.1. Género y cultura …………………………………………………………………14 1.2. Género y política ………………………………………………………………...19 1.3. Cuotas de género. Propósito y funcionamiento ……………………………...23 1.3.1. Posturas en torno a las cuotas de género…………………………………….32 Capítulo 2. Las cuotas en contexto: evolución de los derechos políticos de las mujeres……………………………………………………………………………... 35 2.1 Aportaciones del movimiento feminista a la realidad política de las mujeres ………………………………………………………………….35 2.2 Legislación internacional en materia de derechos políticos de las mujeres……………………………………………………………………………………41 2.2.1 ONU ……………………………………………………………………………...41 2.2.2 OEA ………………………………………………………………………………46 2.3 Movimiento feminista en México ………………………………………………47 2.4 Derechos humanos y leyes de cuotas en México …………………………...50 Capítulo 3. La mujer en el gobierno ………………………………………………..60 3.1 Poder Legislativo ………………………………………………………………..65 3.1.1 Cámara de Diputados …………………………………………………….…….69 3.1.1.1 Pleno ……………………………………………………………………...69 3.1.1.2 Comisiones ……………………………………………………….………71 3.1.2 Cámara de Senadores ………………………………………………………….75 3.1.2.1 Pleno ……………………………………………………………………...75 3.1.2.2 Comisiones ……………………………………………………………….77 3.2 Poder Ejecutivo ………………………………………………………………….82 3.2.1 Presidencia de la República ……………………………………………………84 3.2.2 Secretarías de Estado …………………………………………………………..86 3.3 Poder Judicial ……………………………………………………………………92 3.3.1 Suprema Corte de Justicia de la Nación ……………………………………...96 3.3.2 Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ……………………..98 3.3.3 Consejo de la Judicatura Federal ……………………………………………100 Capítulo 4. Balance final y conclusiones ………………………………………..103 4.1 Impacto de las reformas a la legislación en materia de cuotas de género sobre la integración del poder legislativo ……………………………………………104 4.2 Impacto de las reformas a la legislación en materia de cuotas de género sobre la integración del poder ejecutivo …………………………………………….109 4.3 Impacto de las reformas a la legislación en materia de cuotas de género sobre la integración del poder judicial ……………………………………………….113 4.4 Mujeres en altos mandos mexicanos ………………………………………..117 4.5 Propuestas ……………………………………………………………………...130 Post scriptum………………………………………………………………………….133 Anexos …………………………………………………………………………………142 Anexo 1. Integración de la Cámara de Diputados por sexo y principio de elección (1988-2012) …………………………………………………………………………….144 Anexo 2. Presidencias de comisiones ordinarias, Cámara de Diputados (1988- 2012) …………………………………………………………………………………….153 Anexo 3. Integración de la Cámara de Senadores por sexo y principio de elección (1988-2012) …………………………………………………………………………….164 Anexo 4. Presidencias de comisiones ordinarias, Cámara de Senadores (1988- 2012) …………………………………………………………………………………….171 Anexo 5. Candidaturas a la Presidencia de la República (1988-2012) …….……183 Anexo 6. Miembros del gabinete del ejecutivo federal (1988-2012) ……………..184 Anexo 7. Integración de los órganos superiores del poder judicial federal (1988- 2013) …………………………………………………………………………………….189 I Introducción La sociedad occidental se encuentra inmersa en una cultura tradicionalmente discriminatoria, los seres humanos se agrupan de acuerdo con características físicas, socioeconómicas, culturales, educativas y religiosas, entre otras y a cada sector de la población le corresponde la realización de ciertas tareas necesarias para el buen funcionamiento y el mantenimiento del orden social. Por ende, cuando alguien intenta llevar a cabo actividades que han sido asignadas a miembros de otro grupo, sufre rechazo. Esta situación ha provocado diversas luchas, impulsadas por distintos sectores, con el objetivo de eliminar la exclusión de la que han sido víctimas tantas personas a lo largo de la historia. De hecho, la consecución de la igualdad ha sido motivo de levantamientos armados y movimientos sociales desde finales del siglo XVIII, siendo el movimiento de mujeres uno de los más fuertes e importantes. La potencia de éste se debe, principalmente, a dos circunstancias; la primera de ellas es que las mujeres representan más de la mitad de la población mundial, lo que significa que su opresión es la mayor de todas, pues dentro de cualquier esfera en la que se presenten actitudes discriminatorias, hay mujeres. La segunda razón es que el género es el primer distintivo definitorio de un ser humano, del sinnúmero de categorías en las que clasificamos a la población, la que más resalta y una de las más fáciles de identificar es el sexo. Por tanto, las mujeres siempre cumplen con una característica extra por la cual ser excluidas, independientemente de cualquier otro rasgo que las distinga del resto. Entonces, el sector femenino de la población es realmente plural en su interior y lo único que todas sus integrantes comparten naturalmente es un cromosoma. Sin embargo, esta pequeña cualidad genética ha derivado en una segmentación jerarquizadadel todo social determinante para la experiencia de vida de todos y cada uno de los individuos que han pisado la Tierra. II Esta división no sólo cuenta con límites particularmente claros, sino que además se caracteriza por la asignación de jerarquías entre una parte y la otra, en donde la mitad femenina, con todas sus implicaciones, se encuentra subordinada a la masculina. Al interior de esta última reside, entre muchas otras esferas, el ámbito de la política. Es precisamente la desigualdad en esta arena la que constituyó una de las primeras causas del movimiento feminista, debido a que es una de las pocas que afecta a la totalidad de las mujeres a pesar de la diversidad contenida en dicho sector social. Aunado a ello, existió siempre claridad entre las impulsoras del movimiento sobre la importancia de acceder a puestos de toma de decisiones como medio para modificar la realidad excluyente. Esta paradoja se ha convertido en la base sobre la que descansan gran parte de las acciones del feminismo y, por tanto, muchas de sus conquistas. Entre ellas, se encuentran las acciones afirmativas que son medidas temporales y concretas destinadas a eliminar las diferencias entre varones y mujeres en un ámbito específico a través del impulso de estas últimas. Las también llamadas acciones positivas consisten en crear un piso básico artificial que, en ausencia de una verdadera igualdad de oportunidades, reduzca la brecha de género en la esfera en la que se aplican. Es decir, que lo que las medidas afirmativas producen es un acercamiento de las mujeres a la realidad de los varones atacando los roles de género tradicionalmente asignados con el propósito de deconstruirlos. Mediante la implementación de éstas se busca incluir a las mujeres en espacios en los que la cultura dicta que no tienen cabida como forma de luchar contra la discriminación presente en el imaginario colectivo partiendo de resultados prácticos y contables. Su vigencia está sujeta a la permanencia de la situación de exclusión contra la que combaten, el derrocamiento de la cultura discriminatoria deberá tener como consecuencia directa la eliminación total de las medidas de acción positiva, por lo III que es posible decir que la consecución de la igualdad sustantiva a través de la modificación del imaginario colectivo es el fin último de este tipo de acciones. Las cuotas de género son un tipo de acción positiva que pretende, en un primer momento, aumentar el número de mujeres que alcanzan una posición en algún área compuesta por varias plazas normalmente ocupadas por varones. Funcionan reservando cierto número de espacios para ser conquistados exclusivamente por mujeres para garantizar su inclusión. En México, las cuotas de género se encuentran estipuladas para las candidaturas a escaños en el Congreso de la Unión. Durante la celebración del último proceso electoral, la legislación vigente establecía un máximo de 60% de candidaturas para un sexo, asegurando así que al menos el 40% de las personas postuladas sean mujeres. Esto no siempre fue así, desde 1993, año del que data la primera mención en la ley sobre la necesidad de incluir un mayor número de mujeres en puestos de toma de decisiones, hasta la fecha, el marco normativo que rige las cuotas ha sido reformado 4 veces. Dichas modificaciones se han encargado especialmente de elevar los porcentajes, endurecer las sanciones por incumplimiento y erradicar las fallas en legislaciones previas que minaban los resultados e impedían la plena consecución de sus objetivos. Ya que las cuotas de género fueron las primeras medidas afirmativas implementadas en el país para elevar la participación de mujeres en los puestos de toma de decisiones políticas, sus resultados son indicativos de la profundidad que pueda haber alcanzado hasta el momento el cambio en la percepción general de que las mujeres no pertenecen al espacio público. Es por ello que esta investigación busca medir el incremento en los porcentajes de mujeres que ocupan altos mandos gubernamentales como medio para determinar el impacto real que ha tenido la implementación de medidas IV afirmativas en la generación de un cambio cultural propicio para el desarrollo de una democracia verdaderamente incluyente. Para hacerlo, se estudia la integración por sexo de los órganos más importantes de cada uno de los tres poderes de la Unión, a saber, la Cámara de Diputados, el Senado y las presidencias de sus respectivas comisiones ordinarias para el legislativo; la Presidencia y las y los aspirantes a la silla presidencial, así como quienes encabezan las secretarías de Estado para el ejecutivo; y las y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los magistrados y magistradas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y quienes han integrado el Consejo de la Judicatura Federal para el judicial. Se toman como punto de partida los comicios celebrados en 1988 de forma que se establezca un referente anterior a la primera legislación que reconoce la necesidad de abrir la vida política para permitir e incentivar la participación femenina, en contraste con las diversas reformas que ha sufrido el marco jurídico en materia de cuotas de género. A partir de lo anterior se pretende analizar no sólo la influencia de las cuotas en el incremento de mujeres al interior del Congreso, sino también el cambio en la cultura que éstas han propiciado, mismo que debería verse reflejado en una conformación de los tres poderes cada vez más cercana a la paridad entre los sexos. Se parte entonces de 4 premisas, derivadas cada una de la anterior: La construcción de una democracia real implica, necesariamente, la plena participación de la totalidad de sus miembros. Por lo tanto, la consolidación de la democracia mexicana depende de la eliminación de la cultura discriminatoria tan arraigada en nuestro país. La cláusula de temporalidad de las acciones afirmativas significa que sus pretensiones van mucho más allá de los resultados inmediatos que estipulan querer alcanzar, pues su vigencia está sujeta a cambios V profundos en la cultura, lo que convierte esta transformación en el propósito último de dichas medidas. Las cuotas de género en México han impactado de forma distinta en cada uno de los poderes de la Unión, haciendo patente que, si bien sus resultados directos (aumento de mujeres en el Congreso) son tangibles e innegables, los indirectos (modificación cultural) aún están muy lejos de ser alcanzados. O sea, que la legislación ha fallado en concretar el tan necesario cambio en el imaginario colectivo. Sólo a través de la constante evaluación de resultados es posible medir las consecuencias reales de la aplicación de las medidas afirmativas para, a partir de ello, diseñar e implementar acciones paralelas que agilicen la consecución de los objetivos deseados. El primer capítulo de esta investigación da luz sobre los principales rasgos de la cultura occidental y de la forma en la que ésta inserta el machismo en el pensamiento y actuar de los individuos pertenecientes a ella, así como la manera en la que propicia su perpetuación. Se incluyen los conceptos más importantes para comprender la teoría feminista que busca transformar dicha ideología y explica la importancia de llevar a cabo esta tarea. Igualmente, incluye las bases de las teorías de la representación parlamentaria pues de ellas surge la propuesta de incluir entre los representantes a miembros de todos los sectores sociales como único medio para asegurar la defensa de la totalidad de los intereses que convergen en una sociedad. Esto introduce el análisis al campo de la política gubernamental y sirve como sustento para implementación de cuotas de género. Profundiza también al respecto de las medidas afirmativas, sus causas y consecuencias, la maneraen la que actúan y las principales posturas a favor y en contra con respecto a su existencia, proveyendo un panorama más amplio sobre las pautas que guiarán el resto de la investigación. VI El capítulo dos hace un recuento de la lucha feminista en México y en el mundo y explica cómo las mujeres han ido, paulatinamente, conquistando espacios tradicionalmente reservados para los varones. Contiene las principales demandas presentadas en relación a los derechos políticos de las mujeres y la justificación de éstas, que se fundamentan en el principio de igualdad. Asimismo, trata toda la legislación internacional que garantiza la protección a los derechos humanos haciendo énfasis en aquellos tratados que México ha ratificado y que estipulan los derechos políticos de las mujeres como parte de un universo indivisible de los derechos fundamentales a los que son acreedoras todas las personas por el simple hecho de nacer. Posteriormente, se sitúa en el caso mexicano y hace un resumen de las leyes que estipulan la igualdad entre los sexos y prohíben la discriminación para después explicar las diferentes legislaciones que han reglamentado las cuotas de género en nuestro país, resaltar sus avances y demostrar sus errores. El tercer capítulo estudia por separado el aumento de mujeres en la integración de los órganos superiores de cada uno de los poderes de la Federación. Compara cada cargo con él mismo después de la renovación de sus miembros para establecer tasas de crecimiento y tendencias mostradas a lo largo del lapso estudiado para después hacer un cruce entre los diferentes puestos y generar un balance por poder. Explica también la conformación de cada poder, su funcionamiento y la manera en la que se designa a sus integrantes, dando luz sobre las diferencias entre ellos y la razón por la que la influencia de las cuotas de género en cada uno es distinta. Asimismo, se exponen las atribuciones y el propósito general de cada uno de los organismos contemplados de manera que resulten claras para quien lea este documento las razones por las que se toman en cuenta los puestos elegidos. El último capítulo retoma lo encontrado en el apartado anterior para determinar si en efecto las reformas a la legislación de cuotas de género tuvieron VII alguna influencia en la repartición de cargos entre los sexos, especialmente en aquellos en los que las cuotas no fijan un porcentaje mínimo de candidaturas, pero tomando en cuenta que el hecho de establecer una cantidad máxima de varones y mujeres postuladas para las curules del Congreso no se traduce en una igual representación en las cámaras, por lo que también se mide el impacto directo de las acciones afirmativas. Enseguida, se hace un balance de los cambios encontrados en la inclusión de mujeres a todos los puestos estudiados y se comprueban las diferencias existentes entre cada poder para denotar la influencia real de las cuotas en los distintos ámbitos y buscar causas relacionadas que expliquen los cambios encontrados. Para concluir, se presentan propuestas en dos sentidos; el primero de ellos se encamina al refuerzo de la legislación de cuotas vigente para garantizar un aumento en los resultados inmediatos de las medidas de acción positiva existentes, con lo que se busca reducir el tiempo necesario para que la distribución por sexo de las y los representantes en las próximas legislaturas sea lo más cercana posible a la paridad. El segundo tiene que ver con el incremento en la participación de las mujeres en la repartición de cargos superiores en el gobierno federal, independientemente de que existan o no cuotas en las candidaturas al Congreso. Es decir, que pretenden abonar a la modificación del imaginario colectivo para conseguir tanto la eliminación de las cuotas de género, como el incremento del número de mujeres en todas las áreas de la vida social. Al final se incluye un amplio anexo estadístico en el que se desglosan todos los datos utilizados para el análisis cuantitativo contenido en este estudio. La forma en la que se presentan permite un examen mucho más profundo de los cambios percibidos que escapa a las pretensiones de la presente investigación. Cabe aclarar que a pesar de que este estudio se centra en la modificación de la cultura política que impide a las mujeres su pleno desarrollo en la vida VIII pública en cuanto a su presencia en espacios de toma de decisiones, el principio de igualdad sustantiva al que apela y la necesidad de transformar el trasfondo cultural para eliminar la exclusión es aplicable a todas las áreas de la vida social. O sea, que el cambio cultural que se pretende generar a partir de acciones relacionadas sólo con el ámbito político, deberán impactar en el resto de los espacios tradicionalmente asignados a los varones y en los que las mujeres tienen aún una baja presencia. Esto significa que nuestra tarea es realmente compleja, pues implica la deconstrucción de estereotipos y papeles de género arraigados en la cultura desde hace siglos y que determinan el comportamiento de los seres humanos en absolutamente todos los aspectos de su vida. El género es un sistema ordenador de la realidad y para cambiarla es necesario empezar por modificarlo a él, sin embargo, dado que es algo que lo toca todo, debemos tener presente que el cambio será lento y el camino arduo y sinuoso. Es de esperarse que en ciertos periodos las transformaciones sean imperceptibles, lo importante es no claudicar y continuar reforzando las acciones encaminadas a la instauración de un nuevo orden social sin discriminaciones ni asignación de roles derivada de características que no influyen, en ningún sentido, en el actuar de los individuos. Por último, agradezco el apoyo que recibí como becaria del proyecto con la clave IN303012, perteneciente al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT), denominado “Procesos electorales, reformas legales y sistema de partidos en el gobierno de Felipe Calderón”, del cual no sólo obtuve los medios suficientes para concretar esta investigación, sino también la información necesaria para guiar mi análisis. Asimismo, y de manera muy especial, agradezco la dedicación y colaboración de la Dra. Rosa María Mirón Lince, responsable de dicho proyecto, quien reflejó sus conocimientos sobre la materia en la revisión de esta obra y, debido a sus enseñanzas como investigadora, me permitió concluir este trabajo satisfactoriamente. 14 Capítulo 1. Cuotas de género. Origen e importancia. 1.1 Género y cultura. Aunque las mujeres representan más de la mitad de la población mundial, tradicionalmente han sido un grupo excluido de todas las áreas de la vida pública. Todo el sistema social está estructurado alrededor de las ideas y necesidades de los varones, por lo que el sector femenino de la población ha encontrado muchas trabas en la búsqueda de la igualdad entre los sexos. La sociedad está construida con base en una visión masculina del ser y el deber ser que asigna a cada individuo un espacio simbólico de actuación de acuerdo con una diversidad de características personales (género, raza, nivel socioeconómico, etc.). Esta clasificación es axiológica, por lo que permite la subordinación de unos grupos a otros al jerarquizar los valores que se le atribuyen a cada característica. De acuerdo con Diana Maffía el pensamiento occidental es dicotómico, es decir que está basado en dualidades, exhaustivas y excluyentes, que se organizan jerárquicamente. El que sean exhaustivas implica que entre las dos forman una totalidad, o sea que nada queda fuera del par, mientras que el que sean excluyentes significa que nada puede pertenecer a ambas partes. El “todo” se divide en dos polaridades con límites completamente claros. Esta dicotomía domina “nuestra manera de analizar la realidad como ámbitosseparados que se excluyen mutuamente y por fuera de los cuales no hay nada”.1 Así, concebimos la realidad en forma de pares antagónicos y complementarios que dividen nuestro mundo en dos. Por supuesto, hombre/mujer es una de las dicotomías primigenias en lo que se refiere a la estructuración de la sociedad, pero no sólo eso, sino que el resto de los pares también están sexualizados. Por ejemplo, fuerte/débil es una dualidad 1 Maffía, Diana, “Contra las dicotomías: feminismo y epistemología crítica”, *en línea+, Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Universidad de Buenos Aires, Argentina, s/f, pp. 3 Dirección URL: dianamaffia.com.ar/archivos/contra_las_dicotomias.doc 15 aparentemente no vinculada con el sexo, pero en la práctica se identifica la fortaleza con lo masculino y la debilidad con lo femenino. Es a partir de esta concepción del mundo que la diferencia se traduce en desigualdad, dado que la totalidad también se explica sólo en dos dimensiones, una de ellas es positiva, superior, masculina y la otra negativa, inferior, femenina. Tomando como base lo anterior, la sujeción de las mujeres a los hombres parece lógica. No obstante, hay que recordar que el pensamiento occidental, además de ser dicotómico, también fue y sigue siendo construido por varones. La diferencia sexual es el orden primario de organización de la sociedad, se cimenta en un sistema de poder, denominado patriarcado, en el que “el macho ha de dominar a la hembra y el macho de más edad ha de dominar al más joven”2. Por tanto, la sujeción de la mujer al hombre es una parte constitutiva de la sociedad que atraviesa todas las demás formas de estructura social. Según Kate Millet, el patriarcado se ha mantenido vigente en todas las sociedades de las que se tiene registro gracias a dos factores: el primero de ellos es que descansa en el consenso, o sea, que la parte oprimida interioriza a tal grado su subordinación al grupo dominante que ésta llega al punto de resultar imperceptible; el segundo factor es la violencia, que evita la caída del sistema cuando éste se ve amenazado y recurre al miedo como método de control.3 En este sentido, se puede decir que la discriminación de género se sustenta en una dominación invisibilizada (y visible) a partir de la interiorización de una serie de símbolos transmitidos de generación en generación que estructuran nuestra subjetividad y nos impiden, hasta cierto punto, cuestionar nuestra propia realidad; en otras palabras, la base de la discriminación es cultural. “La cultura denota un esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales los hombres 2 Millet, Kate, La política sexual, Editorial Cátedra, México, 1995, pp. 70 3 Ídem 16 comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida”.4 El orden de género, entonces, conforma la manera en la que percibimos e interpretamos el mundo; se apoya en el ejercicio de violencia real que se traduce en relaciones desiguales entre los géneros, y en lo que llamamos “violencia simbólica”, la cual consiste en moldear la percepción que tiene el sujeto sobre su entorno, impidiendo que los oprimidos se reconozcan como tales y provocando que ellos mismos reproduzcan los patrones de dominación. Así, el género se convierte en base de la configuración de la sociedad y determina a las y los sujetos aun sin que éstos sean conscientes de ello. El género se define como la construcción social de la diferencia sexual, es decir, que es el conjunto de normas, obligaciones, actitudes, pensamientos, capacidades y comportamientos que se esperan de una persona por el simple hecho de pertenecer a uno u otro sexo biológico. El hecho de que la diferencia básica entre hombres y mujeres sea físico- biológica, ha permitido a los varones justificar la opresión argumentando la inferioridad “natural” de las mujeres, afirmación que, en todo caso, era válida cuando la supervivencia de los seres humanos dependía efectivamente de la fuerza física. Dado que esa etapa de la historia quedó superada hace siglos, no hay ningún sustento real para la dominación que, no obstante lo anterior, sigue presentándose en múltiples formas, una de las cuales es la discriminación. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés) constituye algo así como la carta de derechos humanos de las mujeres y define la discriminación como: “Toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio 4 Lamas, Marta y Maite Azuela, “Con la cultura en contra. Algunas consideraciones sobre los obstáculos que las mexicanas enfrentan para ejercer sus derechos político-electorales”, en Ansolabehere Sesti, Karina y Daniela Cerva Cerna (dir.), Género y derechos políticos. La protección jurisdiccional de los derechos político- electorales de las mujeres en México, TEPJF, México, 2009, pp. 34 17 por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”5 De acuerdo con Marcela Ríos6 hay tres grupos de explicaciones para la discriminación de la que son víctimas las mujeres. El primero tiene que ver con factores estructurales, que comprenden las diferencias en los niveles socioeconómicos. El segundo grupo se refiere a variables culturales e ideológicas, que se entienden como los distintos estereotipos y roles sociales que se asignan a los individuos y determinan su comportamiento, y los efectos de éstos en la sociedad. El tercer grupo apunta al conjunto de elementos político-institucionales que definen un sistema político, a saber, diseño institucional, organización política, sistema electoral, sistema de partidos, entre otros. Existen numerosas teorías que buscan explicar la perpetuación de la subordinación de las mujeres a los varones a lo largo de la historia, dado que su revisión escapa a las pretensiones de este texto, basta con decir que todas niegan la naturalidad del orden de género y atribuyen la subsistencia de éste a causas sociales. Es a raíz de la identificación de la dominación que surgen corrientes feministas teórico-políticas que propugnan por la igualdad entre los sexos. El feminismo busca transformar el orden social partiendo de que éste, tal y como es y ha sido, no es justo. Es una teoría crítica que explica la realidad y propone modificarla, primero identificando los mecanismos de opresión, exclusión y desigualdad que expliquen la sociedad actual, para después proponer un nuevo modelo de sociedad. 5 S/a “Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer” en, Baños Poo, Jessica y Angelina del Valle Fuente (coords.), Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y su protocolo facultativo, SER-UNIFEM-PNUD, México, 2003, pp. 8. 6 Ríos Tobar, Marcela (Ed.) Mujer y política. El impacto de las cuotas de género en América Latina, FLACSO Chile-IDEA Internacional-Catalonia, Santiago, Chile, 2008, pp. 12 18 El feminismo no es, como suele pensarse, el contrario del machismo7, pues no supone la superioridad de las mujeres con respecto a los varones, no intenta continuar con la estructura social existente intercambiando los roles sociales, sino que busca una redefinición de éstos que permitala consecución de una sociedad más justa en la que el género no funcione como organizador primario de desigualdad. Su principal interés es la visibilización y toma de consciencia de la opresión de las mujeres como único medio posible para lograr su erradicación. Dado que la dominación ha sido interiorizada por todos los miembros de la sociedad, el primer paso para eliminarla es hacerla evidente. Pretende una reconceptualización y reorganización del mundo eliminando los estereotipos de género que ponen al hombre como representación del ser humano y asignan a las mujeres características divergentes que, en cierto grado, las “deshumanizan”. Es decir, que contradice el androcentrismo tradicional de la sociedad occidental que toma al varón como modelo universal a través del cual se construye el significado de humanidad. Victoria Sau define el feminismo como: “El feminismo es un movimiento social y político […] que supone la toma de consciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano de la opresión, dominación y explotación de la que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquélla requiera”.8 Gracias al feminismo, que no sólo toma la forma de corriente teórica, sino también de movimiento social, la situación de las mujeres alrededor del mundo ha cambiado. Todas las leyes supremas de los países occidentales prohíben la 7 Se entiende por machismo el “conjunto de creencias, actitudes y conductas que descansan sobre dos ideas básicas: por un lado la polarización de los sexos, una contraposición de lo masculino y lo femenino según la cual no sólo son diferentes, sino mutuamente excluyentes; por otro lado la superioridad de lo masculino en las áreas que son consideradas importantes para los hombres”. Castañeda, Marina, El machismo invisible, Grijalbo, México, 2002, pp. 20 8 Citada por: Varela, Nuria, Feminismo para principiantes, Ediciones B S.A., Barcelona, España, 2008, pp. 17 19 discriminación y en la mayoría de ellos se están llevando a cabo acciones que pretenden combatir la exclusión de las mujeres de todos los espacios de la vida social a los que tradicionalmente se les ha negado el acceso. Sin embargo, el alcance de estas acciones hasta el momento ha sido limitado, pues no se ha conseguido erradicar la percepción generalizada de que los varones son superiores a las mujeres, ni tampoco ha logrado un reparto equitativo de los recursos materiales y simbólicos, el género sigue estructurando todos los ámbitos de la vida social y ha de deconstruirse si se pretende un mundo más justo. Ello requiere de mecanismos de reestructuración del imaginario colectivo y de acciones concretas en cada uno de los espacios en los que existe la opresión, incluyendo la esfera de la política. 1.2 Género y política. Desde el siglo XVIII, la división entre el espacio público y el espacio privado ha mantenido un límite más o menos claro. Cada esfera ha involucrado, en todas las sociedades registradas, una serie de tareas y necesidades específicas relacionadas con una parte de la vida de cada individuo; misma que debe ser independiente de las otras. Así, el ámbito público incluye diversas ocupaciones dependiendo de la época de la que se trate, pero agrupa los asuntos de seguridad, trabajo y economía, dirección política, entre otros, mientras que el ámbito privado versa sobre todas aquellas cuestiones consideradas personales e íntimas, en las que se supone que el Estado no debe intervenir, como son el hogar y el cuidado de infantes y personas de la tercera edad. Siguiendo con la dicotomía del pensamiento occidental ya mencionada, el espacio público se considera superior al espacio privado, pues este último comprende todas las tareas relacionadas con las necesidades básicas del ser humano, mientras que el primero se encuentra en correspondencia directa con la actividad racional y de pensamiento. 20 Como consecuencia de ello, a las mujeres les atañe la realización de las actividades del orden privado y a los varones las del orden público. A pesar de las diferencias marcadas por el tiempo de que se trate, la política siempre ha pertenecido a lo público, es decir, que, salvo contadas excepciones, corresponde a los hombres hacer política, son ellos los responsables de gobernar y los únicos capaces de ejercer el poder. Esto permite la perpetuación del sistema social de género “que es reflejo de una cultura política donde una élite reducida monopoliza el poder y disfruta de sus beneficios gracias a la creación de normas de intercambio que controlan su circulación en los cargos de gobierno y de toma de decisiones públicas”9. Y con ello, la reproducción de patrones discriminatorios. Como se verá más adelante, no es casualidad que una de las demandas iniciales del movimiento feminista haya sido el reconocimiento de los derechos políticos de la mujer, pues a partir de la conquista de éstos es posible acceder a cargos de toma de decisiones y con ello influir en la reordenación de la estructura social. Si tomamos la cultura como “la causa determinante que obstaculiza a las mujeres el ejercicio de sus derechos político-electorales”,10 resulta lógico buscar una modificación de la misma, que es mucho más susceptible a ser moldeada desde puestos de poder. De esta forma, encontramos a las mujeres envueltas en un círculo vicioso que, de no romperse, hace imposible la generación de un cambio. Por tanto, la inclusión de las mujeres en la vida pública se muestra imprescindible y muy complicada, pues requiere de cambios significativos en la 9 Medina Espino, Adriana, La participación política de las mujeres. De las cuotas de género a la paridad, CEAMEG-Cámara de Diputados, LXI Legislatura, México, 2010, pp. 20 10 Lamas, Marta y Maite Azuela, “Con la cultura en contra. Algunas consideraciones sobre los obstáculos que las mexicanas enfrentan para ejercer sus derechos político-electorales”, en Ansolabehere Sesti, Karina y Daniela Cerva Cerna (dir.), Género y derechos políticos. La protección jurisdiccional de los derechos político- electorales de las mujeres en México, TEPJF, México, 2009, pp. 33 21 estructura social; no obstante, resulta menos compleja que la transformación de la cultura, que implica la revisión de una parte fundamental del imaginario colectivo. Una sociedad democrática, como se autodenominan todas las sociedades occidentales contemporáneas, depende de que la totalidad de sus integrantes sean capaces de ejercer cabalmente su ciudadanía, por ende, es vital la eliminación de la discriminación y de las barreras que dificultan el pleno acceso de las mujeres a puestos de poder. México no es la excepción a lo anterior, la cultura machista está firmemente arraigada en nuestra sociedad a pesar de que cada vez hay más mujeres que ejercen sus derechos y desafían los roles y estereotipos tradicionales en todas las áreas de la vida social. La lucha por la consecución de derechos político-electorales de las mujeres ha sido larga y paulatina, si bien, en la actualidad la ley estipula la igualdad de hombres y mujeres y se asegura de prohibir la discriminación por razón de sexo, aún falta un largo camino por recorrer para conseguir una completa igualdad. Basta dar algunos ejemplos para evidenciar lo lento del proceso mexicano, a la par que se hace patente que éste ya ha comenzado. En 1938 se registró, por primera vez en la historia, el triunfo de una mujer en una elección municipal, Aurora Meza Andraca se convirtió en presidenta municipal de Chilpancingo, Guerrero. Aurora Jiménez de Palacios fuela primera diputada federal electa en el país en el año de 1954; diez años después (1964) llegaron a la Cámara de Senadores las primeras dos mujeres de la historia, María Lavalle Urbina y Alicia Arellano Tapia. Y no fue sino hasta 1979 que Griselda Álvarez Ponce de León pasó a la historia como la primera gobernadora de México, al resultar ganadora de los comicios celebrados en Colima. A la fecha ninguna mujer ha ocupado la silla presidencial.11 11 Alarcón Olguín, Víctor, “La equidad de género en el ámbito electoral mexicano. De la ley a los resultados”, en Ochoa Reza, Enrique, Equidad de género y derecho electoral en México, [en línea], TEPJF, México, 2009, 22 Si contrastamos lo anterior con los datos actuales, podemos notar que si bien el número de mujeres en cargos electivos ha aumentado considerablemente, no lo ha hecho en proporción al porcentaje de población que representan. A principios de 2013, de un total de 2397 municipios (incluidas las 16 delegaciones del Distrito Federal), sólo 195 eran presididos por mujeres, lo cual equivale al 8.05% del total de ayuntamientos.12 En cuanto a diputadas y senadoras, el aumento en porcentaje es mucho más alentador, pero ello también se debe, como veremos más adelante, a la implementación de cuotas de género13 en las candidaturas para escaños legislativos. Así, del 6% que representaban las mujeres en la XLII Legislatura de la Cámara de Diputados (1952-1955), se llegó a 36.8% en la LXII Legislatura (2012- 2015).14 Por otro lado, el porcentaje de senadoras pasó de 3.4% en 1964, a 34.38% en 2012.15 En cuanto a las gubernaturas, entre 1979 y 2012 sólo 6 mujeres han sido electas para encabezar el poder ejecutivo de alguna de las 32 entidades federativas del país: Griselda Álvarez en Colima; Beatriz Paredes en Tlaxcala; Dulce María Sauri e Ivonne Ortega en Yucatán; Rosario Robles en Distrito Federal; Amalia García en Zacatecas.16 De lo anterior es fácil concluir que, a pesar de que el número de mujeres en cargos públicos ha ido en aumento, el porcentaje de puestos de representación que éstas ocupan dista mucho de la paridad, la cual sería el ideal al que deberíamos aspirar si buscamos que México viva en una verdadera democracia. pp. 103-141, Dirección URL: http://equidadygenero.prd.org.mx/documentos/generoypolitica/equidadgeneroderechovarela.pdf 12 Datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, abril de 2013. http://www.cndh.org.mx/sites/all/fuentes/documentos/programas/mujer/6_MonitoreoLegislacion/6.13/E/ E.pdf 13 Las cuotas de género consisten en reservar un cierto porcentaje de candidaturas a puestos de elección popular para ser ocupados exclusivamente por mujeres. 14 Datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), [en línea], Dirección URL: http://genero.ife.org.mx/docs/docs_mat-PNUD-1_10jul2012.pdf 15 Ibíd 16 Ibídem 23 El concepto de paridad en los cargos públicos implica, además de una repartición equitativa de puestos de poder entre los sexos, el reconocimiento de la diferencia entre hombres y mujeres, por lo que difiere del concepto de igualdad en cuanto a la representación. La segunda implica una idea de personas intercambiables entre sí, con las mismas capacidades e intereses, la primera refiere a individuos distintos que representan posturas divergentes, a veces contradictorias, y que se identifican con un sector específico del electorado. En lo sucesivo se revisarán las razones por las que el aumento en los puestos legislativos ha sido significativamente mayor que el incremento del número de mujeres que encabezan el poder ejecutivo en alguno de los tres órdenes de gobierno. Antes de ello, resulta indispensable aclarar que si bien la diferencia entre un crecimiento y otro se justifica por cambios en la legislación, esto no minimiza la importancia de que haya sucedido. Como se ha dicho hasta ahora y se repetirá después, la dominación masculina está interiorizada en todos los miembros de la sociedad, por lo que sólo atacándola directamente será posible erradicar la opresión y modificar la estructura social para conseguir una verdadera democracia igualitaria. 1.3 Cuotas de género. Propósito y funcionamiento. A raíz de que se toma conciencia de la situación de desventaja en la que viven las mujeres en todas las áreas de la vida social, se comienzan a idear acciones encaminadas a eliminar las diferencias estructurales que asignan roles distintos a mujeres y hombres por cuestiones de género. Más adelante se revisará este proceso, por el momento basta aclarar que ha sido un cambio paulatino que no está ni cerca de alcanzar su fin último, pero que ha tenido un impacto positivo en la estructura social. El campo de la política no ha sido excepción a lo anterior, para lograr incrementar la participación de las mujeres en la vida pública se han 24 implementado diversas medidas, en un inicio paliativas, pero que buscan generar un cambio profundo, para motivar la inclusión femenina en las prácticas políticas. Las llamadas acciones afirmativas17 o positivas constituyen una herramienta útil para lograr dicho fin, sustentadas en la idea de que la desigualdad se combate con desigualdad, parten del reconocimiento de que no es suficiente con estipular legalmente la igualdad para que ésta sea real y se presentan como acciones concretas que, si bien en principio tienen un marco de acción limitado, provocan un cambio tangible y contable en la situación de las mujeres. Una acción positiva se define como “una estrategia destinada a establecer la igualdad de oportunidades por medio de unas medidas temporales que permitan contrastar o corregir aquellas discriminaciones que son el resultado de prácticas o sistemas sociales”.18 Además, cumplen con cuatro características básicas:19 Son objetivas, en el sentido en el que distinguen circunstancias específicas de ciertos sectores; Son razonables, dado que los grupos a los que se aplican son víctimas de una discriminación histórica y la igualdad de jure no elimina la desigualdad de facto; Son proporcionales, pues no impiden la participación de miembros de otros sectores y su temporalidad está atada a la eliminación de la discriminación; Son necesarias, en tanto persiguen un fin legítimo para la consolidación de cualquier democracia. Las cuotas de género son un tipo de acción positiva que ha ido cobrando popularidad en las últimas décadas alrededor del mundo, pues permiten 17 Las acciones afirmativas surgen en EUA en la década de los sesenta como una forma de luchar contra la segregación racial que se encontraba profundamente arraigada en el país. 18 Osborne, Raquel, “Acción positiva”, en Amorós, Celia (comp.), 10 palabras clave sobre mujer, Verbo Divino, 1995, pp. 301 19 Serrano, Sandra, “Igualdad de género y derechos políticos de la mujer en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos”, en Ochoa Reza, Enrique (coord.), Equidad de género y derecho electoral en México, [en línea], TEPJF, 2009, México, pp. 19-100, Dirección URL: http://equidadygenero.prd.org.mx/documentos/generoypolitica/equidadgeneroderechovarela.pdf 25 resultados inmediatos, visibles y cuantificables, que acercan a cualquier democracia representativa a su tipo ideal. Éstas son medidas de carácter compensatorio que consisten en asegurar un porcentaje mínimo de mujeres en puestos de toma de decisiones. Son temporales, pues suponen eliminarse en el momento en el que la razón de su estipulación pierda su validez, es decir, cuando el sexo deje de representar un impedimento para acceder a puestos políticos.En palabras de Bareiro y Soto: “Las cuotas de género, más conocidas como cuotas de participación por sexo o cuotas de participación de mujeres, son una forma de acción positiva cuyo objetivo es garantizar la efectiva integración de mujeres en cargos electivos de decisión de los partidos políticos y del Estado. Es una medida de carácter compulsivo, que obliga a incorporar mujeres en las listas de candidaturas o en las listas de resultados electorales, y transitorio, puesto que supone una vigencia sujeta a la superación de obstáculos que impiden una adecuada representación de mujeres en los espacios de poder y representación política.”20 De acuerdo con Anne Phillips, las cuotas de participación por sexo se fundan en tres principios:21 Principio de justicia: si se toma en cuenta que las mujeres constituyen más de la mitad de la población mundial, resulta lógico pensar que les correspondería un porcentaje igual de la representación. Principio utilitarista: al excluir a la mitad de la población de los espacios de toma de decisiones se desperdicia la mitad del talento humano. Principio de interés: varones y mujeres tienen intereses distintos, ambos merecen ser representados de la misma manera. Entonces, las cuotas de género son justas, maximizadoras de utilidad y responden a intereses diversos; pero no sólo eso, sino que además visibilizan y 20 Bareiro, Line y Clyde Soto, “Cuota de género”, [en línea], Dirección URL: http://www.iidh.ed.cr/comunidades/redelectoral/docs/red_diccionario/cuota%20de%20genero.htm 21 Phillips, Anne, Género y teoría democrática, PUEG-IIS-UNAM, México, 1996 26 toman conciencia sobre la situación de discriminación que viven las mujeres. Las cuotas son válidas en el sentido en el que ayudan a minimizar las consecuencias de las diferencias estructurales que subordinan un género al otro. Su legitimidad reside en el reconocimiento de que la simple estipulación de la igualdad legal no modifica el imaginario colectivo, las relaciones sociales ni el orden de género; para erradicar la desigualdad histórica es indispensable la adopción de medidas concretas que aseguren, de facto, la igualdad de oportunidades. La neutralidad de las leyes se ha probado insuficiente para generar un cambio real para los grupos en situación de vulnerabilidad, es necesario un piso básico generalizado del cual partir para poder alcanzar la igualdad de hecho. Las cuotas permiten, precisamente, el aumento inminente del número de mujeres en espacios de toma de decisiones, al tiempo que luchan en contra de la perpetuación de los estereotipos y roles de género. “La experiencia evidencia que el „trato igual‟ en el que se sustenta la igualdad de jure entre mujeres y hombres, ha resultado ser omiso y ciego ante las desigualdades de género, al no reconocer las múltiples dimensiones de desventajas, subordinación y discriminación sistemáticas y estructurales hacia las mujeres, que impiden su participación de manera equilibrada con los hombres en el ámbito de la política”.22 Por otro lado, las cuotas asumen que el que las mujeres tengan una participación más activa en la política no es sólo su responsabilidad, pues incluyen al gobierno y a los partidos políticos como sujetos activos en su aplicación y garantes de su cumplimiento. Quienes controlan los procesos políticos se vuelven actores centrales en los resultados de la implementación de las cuotas, facilitando así la consecución del objetivo primario. Las cuotas de género pueden tomar tres formas distintas dependiendo del contexto, ya sea que aseguren un número mínimo de escaños en la asamblea 22 Medina Espino, Adriana, La participación política de las mujeres. De las cuotas de género a la paridad, CEAMEG-Cámara de Diputados, LXI Legislatura, México, 2010, pp. 19 27 legislativa reservados para mujeres, que exista una ley que estipule un porcentaje máximo de candidatos postulados de algún sexo o que sean establecidas voluntariamente por los partidos políticos.23 En cualquier caso, la instauración de una medida de este tipo simboliza un avance importante hacia la consecución de la democracia, debido a que la igualdad es uno de los pilares fundamentales de este tipo de régimen y la discriminación y exclusión de grupos sociales impide su cabal realización. Al respecto, Anne Phillips nos dice que “la democracia no puede ponerse por encima de la diferencia sexual, sino que se ha de reconceptualizar con la diferencia firmemente presente”.24 Las cuotas reconocen esta diferencia como políticamente pertinente y aspiran a lograr un cambio en este sentido. A pesar de que el primer fin de las cuotas es el aumento cuantitativo del número de mujeres en los espacios de toma de decisiones, sus pretensiones van mucho más allá, pues se busca también un impacto cualitativo que modifique el proceso democrático a través de cambios en las instituciones y actores políticos. En este sentido, vale la pena retomar la teoría de Hanna Pitkin acerca de los diferentes tipos de representación, ya que dará luz sobre las implicaciones que tienen las cuotas en la práctica a corto y mediano plazo y lo que se espera alcanzar a largo plazo.25 Pitkin encuentra cuatro diferentes acepciones del concepto de representación. Cada una de ellas considera elementos distintos y exige diversos requisitos a las y los representantes, puesto que su relación con la sociedad representada varía en cierta medida a partir del tipo de representación que se ocupe. 23 En realidad las cuotas establecen un porcentaje máximo de representantes de algún género, no de hombres en específico, sin embargo, en la práctica ningún congreso ha estado compuesto mayoritariamente por mujeres y los varones nunca han necesitado acciones afirmativas que les ayuden a participar activamente en el espacio público. 24 Phillips, Anne, Género y teoría democrática, PUEG-IIS-UNAM, México, 1996, pp. 147 25 Pitkin, Hanna F., El concepto de representación, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1985 28 El primer tipo es la representación formal, ésta se refiere a los arreglos institucionales en los que se basa la representación y consta de dos dimensiones: autorización, que incluye la manera en la que el o la representante obtiene su puesto, es decir, de dónde proviene su autorización para ejercer el poder y tomar decisiones, y rendición de cuentas, o sea, la relación de quien representa con el individuo representado y la forma en la que los últimos premian o castigan la actuación de la o el primero. El segundo tipo, la representación simbólica, tiene que ver con la manera en la que las y los representados perciben a sus representantes, el significado que le asignan aquéllos a éstos y el tipo de respuesta que se espera de quienes representan ante las exigencias, problemáticas e intereses sociales. El tercer tipo es la representación descriptiva, también conocida como representación espejo, alude a la necesidad de que todos los sectores sociales estén representados en los entes legislativos. El cuerpo de representantes debe reflejar la composición de la sociedad representada, tomando en cuenta aquellas características que definen a sus integrantes. Por último, la representación sustantiva versa sobre la forma en la que las y los representantes tienden a privilegiar los intereses de un sector de la población. La creación de la agenda política y la defensa de beneficios específicos para un grupo social les otorgan la base de su legitimidad. De inicio, las cuotas se insertan dentro de la representación descriptiva, su sustento primario se refiere a la inclusión de la mitad de la población, tradicionalmente excluida, en los puestos de tomade decisiones. Aunque se basan en que no existe una razón válida para la exclusión del género femenino de la vida política, su primer resultado es un aumento cuantitativo de mujeres en los parlamentos. Su objetivo es abrir espacios que garanticen dicho incremento para que, con el tiempo, la representación descriptiva derive en simbólica y sustantiva. El paso de representación descriptiva a simbólica implica un cambio en la percepción social, se pretende que las cuotas ayuden a derrumbar la creencia de 29 que las mujeres no son aptas para desempeñar cargos públicos, ello a partir de que su presencia y actuación se hagan visibles para la ciudadanía. En cuanto a la representación sustantiva, la presencia de mujeres debería asegurar la inclusión de sus intereses en la agenda política. Es decir, que el aumento del número de mujeres tendría que derivar en una diversificación de los temas que tratan los cuerpos legislativos y en el intento de resolver problemáticas sociales que antes no hubieran sido tomadas en cuenta. El problema radica en que esta transición no resulta tan simple como parece, no es sólo cuestión de tiempo y de modificar la integración de los congresos. En el primer caso, el incremento de mujeres no es suficiente, pues deben probar que merecen estar ahí y que las cuotas no sólo responden a la necesidad de hacer lo que es “políticamente correcto”, o sea, que la inclusión de las cuotas en la normatividad no es sólo una medida política para ganar votos, sino que busca eliminar una verdadera barrera estructural que no tiene un argumento válido para subsistir. El hecho de que las mujeres lleguen al congreso gracias a una norma que obliga a los partidos a postularlas puede perjudicar la percepción que tiene la sociedad al respecto, dado que la mayor parte de las personas no tienen una conciencia real sobre el machismo y sus implicaciones, es fácil que concluyan que la única razón por la que las mujeres están ahí es la inviolabilidad de la ley que estipula las cuotas de género y no una necesidad real de que formen parte de los procesos políticos. Por tanto, el paso de una representación descriptiva a una simbólica requiere que los ciudadanos y las ciudadanas comprendan la justificación real de las cuotas de género. Es necesario que el machismo se entienda cabalmente, desde su origen hasta sus últimas consecuencias, de forma que exista una apreciación de las mujeres en el Congreso como verdaderas representantes y no como parte de un comportamiento “políticamente correcto” que acatan los partidos para aumentar el número de votos que obtienen. 30 En el segundo caso la transformación es menos compleja en el sentido de que no requiere una modificación del imaginario colectivo per se, aunque sí apunta a que ésta se genere. Sin embargo, parte de un supuesto más probabilístico que determinista, que es que las mujeres en realidad representan a las mujeres. Las mujeres son un grupo tan amplio y plural que no se puede hablar de los “intereses de las mujeres”, el concepto resulta bastante ambiguo dada la diversidad de las sujetas a las que refiere. No obstante, entre más mujeres haya en los puestos de representación popular, más probable es que sus intereses se vean representados. La representación descriptiva permite que se tomen en cuenta intereses que de otra manera ni siquiera serían visibles para los legisladores, pues es innegable que la experiencia de los varones es distinta a la de las mujeres como grupo, más aún si se toman en cuenta las vivencias particulares. Lo anterior implica que los legisladores hombres desconocen las problemáticas a las que se enfrentan las mujeres, lo que los imposibilita a legislar al respecto. Las cuotas no parten de la idea de que los intereses de las mujeres sean los mismos, si fueran homogéneos no importaría quién los representara, más bien parten de la idea de que al aumentar el número de mujeres en los puestos de toma de decisión, se incrementa la cantidad de intereses representados. Lo anterior no reduce la necesidad de las cuotas ni las hace menos efectivas, ya que éstas se basan en el establecimiento de las diferencias entre los intereses de los hombres y los de las mujeres. La diversidad del grupo responde al hecho de que “mujer” es sólo una de las categorías a la que pertenecen, más allá de ello, cada una es parte de un sector socioeconómico, de una raza, de un nivel cultural y educativo, etc. No obstante, es una categoría que las define como personas, por tanto, según Anne Phillips, es relevante para la integración de la representación política; ella asume que el único interés común a todas las mujeres es la posibilidad de tener acceso a todas las esferas. 31 Esta autora llama la atención sobre la importancia de la ambigüedad de los “intereses de las mujeres”, afirma que es precisamente por ello que es importante la inclusión de un número elevado de mujeres en las asambleas, argumento con el cual niega que la representación sustantiva se contraponga a la descriptiva: “es en la relación entre ideas y presencia que podemos esperar encontrar un sistema más justo de representación, no en una falsa oposición entre una y otra”.26 Pero eso no es todo lo que implica la consecución de una representación sustantiva, más bien, debido a lo anterior, esta transición busca la redefinición de la agenda política. Para ello, no sólo es necesario incluir mujeres en los parlamentos, sino que también deben tener la capacidad de formular iniciativas que transformen el terreno político. Sólo así se puede asegurar una verdadera representación. Las cuotas per se no pueden garantizar un cambio en este sentido, pero sí lo hacen posible. Al respecto, Phillips nos dice que “la esperanza (si no la expectativa) es que incrementar la proporción de representantes provenientes de grupos en excluidos y en desventaja retará y subsecuentemente modificará las bases definitorias de las políticas públicas”27 o de la política gubernamental. Además de ello, permitirá el enriquecimiento del debate político, al diversificar las posturas al interior de los cuerpos legislativos. Claro que todo eso sólo es posible en una democracia en la que quienes representan a la ciudadanía gocen de cierta autonomía con respecto de los partidos políticos, pues de otra forma el quién ocupe el escaño resulta insignificante. En resumen, la transición de una representación descriptiva a una sustantiva derivaría en una redefinición de la agenda política que incluyera la perspectiva de ciudadanos hasta ahora no tomados en cuenta, lo que eventualmente llevaría a una resignificación del espacio público y el privado. 26 Phillips, Anne, Politics of presence, Oxford University Press, New York, EEUU, 1995, pp. 25. Traducción del autor. 27 Op. Cit. Pp. 182. 32 No obstante, nada de lo anterior resulta posible si no se alcanza una “masa crítica” de mujeres en los espacios parlamentarios, esto es, que todo lo anterior depende de que haya un número de mujeres en espacios de toma de decisiones que realmente pueda llegar a representar una diferencia. El concepto de masa crítica “se refiere al tamaño que una minoría debe tener para hacer posible un cambio en la estructura del poder y, por lo tanto, en su propio estatus de minoría”.28 Es en este punto en donde radica la mayor contribución de las cuotas de género, su inclusión en la legislación deriva en un aumento importante del número de mujeres en los congresos, a partir del cual es posible vislumbrar una tendencia transformadora de la vida política. 1.3.1 Posturas en torno a las cuotas de género Vale la pena ahora retomar las críticas que se han hecho al respecto de las cuotas de género con el propósito de evidenciar que, a pesar de que son medidas que apuntan a eliminar una discriminaciónhistórica innegable con miras a alcanzar una igualdad real, han encontrado numerosa oposición alrededor del mundo. Esto ratifica la presencia de una cultura machista que no ha logrado ser superada y demuestra, con ello, que las cuotas son necesarias para modificar las prácticas políticas. Uno de los argumentos de quienes se oponen a las cuotas es que éstas minan la igualdad, afirman que resultan discriminatorias para los hombres, pues reducen sus posibilidades de competir equitativamente por la totalidad de los escaños disponibles. A lo anterior, quienes defienden las cuotas responden que precisamente la intención es eliminar una discriminación que se da exactamente igual pero a la inversa; las mujeres, en la práctica, no tienen las mismas posibilidades que los varones para competir por los escaños, pues parten de 28 Lamas, Marta y Maite Azuela, “Con la cultura en contra. Algunas consideraciones sobre los obstáculos que las mexicanas enfrentan para ejercer sus derechos político-electorales”, en Ansolabehere Sesti, Karina y Daniela Cerva Cerna (dir.), Género y derechos políticos. La protección jurisdiccional de los derechos político- electorales de las mujeres en México, TEPJF, México, 2009, pp. 53 33 situaciones distintas. Si las discriminaciones no se atienden con medidas concretas, más que permitir la igualdad, fomentan la desigualdad. La crítica también argumenta que las cuotas no son neutrales, que el derecho, por principio, no debería atender a características personales, sino que debe ser general. El contraargumento para esto es que en teoría sí, el derecho debería ser neutral, pero que en la práctica el sexo sí tiene un peso determinante y un impacto específico en la vida de las personas. La búsqueda por eliminar los estereotipos de género no puede ser neutral porque el género no lo es, privilegia la masculinidad. Otra manifestación en contra, que de hecho hacen las feministas, es que las cuotas son paternalistas. De cierta forma, implican que las mujeres no son capaces de ganar un escaño por sí mismas; pero es que en realidad no lo son, si bien algunas mujeres lo han conseguido, en general las relaciones de poder existentes dificultan el acceso de las mujeres a puestos de elección. Además, si se considerara que las mujeres no tienen la capacidad, las cuotas no tendrían razón de ser, debido a que su exclusión tendría un sustento válido. También se dice que las cuotas no respetan criterios de mérito entre los posibles candidatos y candidatas, que reservan escaños a personas por el simple hecho de pertenecer a un sexo. La respuesta a esta crítica consta de dos partes, la primera versa sobre la subjetividad de los méritos en política, éstos son jerarquizados dependiendo de la perspectiva de quien resulte responsable de armar las listas de aspirantes; por otro lado, se argumenta que los méritos no son comparables cuando las personas parten de diferentes pisos sociales. Claro que esto sólo funciona en los casos en que los méritos políticos de los y las legisladoras son la razón por la cual éstas ganan sus curules. Por parte de quienes apoyan las cuotas encontramos un argumento a favor que concentra todos los demás y resume lo dicho hasta ahora. La consecución de una sociedad en la que el género carezca de importancia a la hora de distribuir cargos políticos se muestra lejana. Las cuotas son sólo un medio, entre tantos 34 otros necesarios, para modificar este proceso y deconstruir los estereotipos y roles existentes. El acceso a espacios de toma de decisiones, es también una herramienta para conseguir la eliminación de la desigualdad en otras áreas de la vida social, a partir del empoderamiento político las mujeres estarán más cerca de alcanzar una distribución equitativa de otros tipos de recursos, como económicos, sociales, educativos y laborales, entre otros. “En cuanto al fin, las cuotas pretenden una sociedad más igualitaria en la que la pertenencia a la categoría de los hombres o de las mujeres sea irrelevante para el reparto de los papeles públicos y privados, un proceso que se está mostrando muy lento y en buena parte reacio a producirse por mera maduración; en cuanto al medio, facilitar el acceso a puestos socialmente importantes puede ser un instrumento eficaz para lograr ese fin, si no de manera directa y completa, sí al menos como forma de simbolización de la posibilidad de romper el techo de cristal que obstruye a las mujeres formar parte de la inmensa mayoría de los centros de decisión... ofreciendo nuevos modelos de rol más igualitarios para las generaciones más jóvenes.”29 A continuación revisaremos el proceso de formación del feminismo, tanto en México como en el mundo, con el propósito de comprender el paulatino reconocimiento de la subordinación del género femenino al masculino y la lucha que han encabezado las mujeres por eliminar la discriminación y reducir la brecha que las diferencia de los varones. Esto es importante porque gracias a ese proceso, medidas como las cuotas de participación por sexo se vuelven fundamentales y ganan terreno. De igual forma, se resume toda la legislación internacional que habla sobre participación política de las mujeres y su importancia; además de aquella que trata específicamente sobre medidas de acción afirmativa y la relevancia de su adopción. Por otro lado, se detallan las diversas reformas hechas en México al 29 Ruiz Miguel, Alfonso, “Paridad electoral y cuotas femeninas”, Aequalitas: Revista Jurídica de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, Madrid, 1999, pp. 48 35 Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) en materia de cuotas de género. Todo ello permitirá contextualizar lo revisado hasta ahora y trasladarlo a la situación actual de nuestro país para así poder reflexionar sobre las consecuencias que han tenido las cuotas en México, sus logros y sus retos. 36 Capítulo 2. Las cuotas en contexto: evolución de los derechos políticos de las mujeres 2.1 Aportaciones del movimiento feminista a la realidad política de las mujeres Formalmente, los inicios del movimiento feminista datan de finales del siglo XVIII y se sustentan en los ideales de la Ilustración y la Revolución Francesa. El reconocimiento de la razón individual como característica innata de todos los hombres durante la Ilustración deriva en un primer intento por alcanzar la vindicación de los derechos y la igualdad, ello a partir de una pretensión de universalidad de dichos principios. Es decir, que el liberalismo, como filosofía política representativa de la época, propugna por la igualdad de derechos entre todos los individuos basándose en la idea de que todos son racionales. Tomando como referencia la teoría del contrato social de Rousseau, los teóricos liberales concluyen que es el conjunto de racionalidades individuales, autónomas por definición, lo que constituye la sociedad. De acuerdo con el liberalismo, el ser humano tiene dos partes constitutivas, el cuerpo, que refiere a su naturaleza; y la mente (racionalidad) que determina su capacidad creadora, tanto de sí mismo, como de la sociedad. Por tanto, los derechos humanos son inherentes a todos aquellos seres que compartan estas dos características. Desde esta perspectiva, las mujeres no son sujetas de derechos en tanto no son completamente racionales, son personas, no individuos; naturaleza, no mente.30 Es decir, no cumplen cabalmente con la definición de ser humano. Por ello, el espacio público, que deviene del contrato social, es reservado exclusivamente para los varones, mientras que las mujeres son relegadas al espacio privado y subordinadas al “cuidado” de seres más capaces que ellas, los hombres.30 Pateman, Carole, El contrato sexual, Ed. Anthropos, Madrid, 1995. 37 En este contexto ideológico comienza la Revolución Francesa, cuyo lema, “Igualdad, libertad y fraternidad”, se convirtió en uno de los estandartes de la democracia moderna. No obstante, dada la concepción que se tenía entonces de las mujeres, estos principios eran aplicables únicamente a los varones, tan es así, que el documento emanado del movimiento armado se tituló Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. En respuesta a lo anterior, Olympe De Gouges publica, en 1791, su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en un intento por demostrar que los principios defendidos por la Revolución no eran ni universales ni inclusivos. Argumenta que, desde el lenguaje, es evidente que los derechos no están pensados para todos, pues la acepción “hombre” no es equivalente a “ser humano”. Este texto da origen a la primera ola del feminismo y es pionero en el reconocimiento del derecho de las mujeres a formar parte de la vida pública, el status de ciudadanas implica posibilidad de participar en los procesos de toma de decisiones, por sí mismas o a través de representantes, y de ocupar cargos públicos31. En 1792, Mary Wollstonecraft publica el libro Vindicación de los derechos de la mujer, considerada la obra fundacional del feminismo liberal (primera corriente teórica del movimiento), cuya importancia reside en inaugurar la puesta en duda de la “naturalidad” del género y sus características. La autora afirma que las mujeres no son inferiores a los hombres por naturaleza, sino que lo son porque la sociedad les ha asignado roles que les impiden competir con los varones: “todos los escritores que han tratado el tema de la educación y los modales femeninos […] han contribuido a hacer a las mujeres más artificiales, caracteres débiles que de otro modo no habrían sido y, como consecuencia, miembros más inútiles de la sociedad”.32 31 Varela, Nuria, Feminismo para principiantes, Ediciones B S.A., Barcelona, España, 2005, pp. 23-42 32 Wollstonecraft, Mary, Vindicación de los derechos de la mujer, Ediciones Cátedra-Universitat de València- Instituto de la Mujer, España, 2000, pp. 131-132 38 En este sentido, plantea la necesidad de modificar los estereotipos sociales y asegurar a las mujeres los mismos derechos que a los hombres y la igualdad de oportunidades. En consecuencia, acuña la idea de la discriminación positiva como medio para conseguir un cambio social. La segunda ola del feminismo33 abarca desde el surgimiento del sufragismo, a mediados del siglo XIX, hasta la publicación de la obra de Simone de Beauvoir El segundo sexo, fechada en 1949. El periodo se caracteriza, además, por el surgimiento del feminismo marxista y la continuación del feminismo liberal, representado por John Stuart Mill. El sufragismo es un movimiento político de origen anglosajón que demanda principalmente el derecho a la educación de las mujeres y el derecho al sufragio, tanto activo, como pasivo. A pesar de que éstas no son las únicas peticiones del movimiento, sus integrantes ponen énfasis en el derecho al voto, pues es una de las pocas demandas que atañe a las mujeres de todas las clases sociales34. Es a partir del sufragismo que se visibilizan las diferencias entre las mujeres, es decir, que se reconoce que las mujeres no son un grupo social homogéneo, cada una de ellas vive distintas situaciones en las que además de la subordinación por razón de sexo, entran en juego otros factores discriminatorios, como raza, condición socioeconómica, estado civil, entre otros. En 1869, Mill publica El sometimiento de la mujer, la principal aportación de este autor a la teoría feminista es la analogía que éste hace entre la sujeción femenina y la esclavitud. Afirma que la dominación masculino-femenina es diferente a cualquier otro tipo de subordinación, pues además de servicios, se exigen sentimientos. Esto significa que el poder que ejercen los varones sobre las mujeres parte del cariño que ellas sienten por ellos, lo que las convierte en esclavas voluntarias. 33 Varela, op. Cit., pp. 43-88 34 Ídem 39 No obstante, Mill no logra romper con los estereotipos establecidos, propugna por la libertad del género femenino, y exalta sus cualidades; sostiene que es necesario para la sociedad que las mujeres sean autónomas, dice que “se les enseña a no tener iniciativa y a no conducirse según su voluntad consciente, sino a someterse y a consentir en la voluntad de los demás”35, está en contra de obligarlas a consagrarse al espacio doméstico, pero asevera que si las mujeres tuvieran la posibilidad de decidir sobre su propia vida, elegirían libremente dedicarse al ámbito privado. Por otra parte, el feminismo marxista plantea que la dominación femenina es producto de la jerarquía de clases, no de causas biológicas, por lo que contradice la teoría de Mill. Por esta razón, la corriente marxista no logra priorizar la causa de las mujeres, pues desde este punto de vista, la situación femenina sólo puede cambiar a partir de la revolución del proletariado. Tanto la corriente liberal como la marxista continúan discutiendo la sujeción de las mujeres durante décadas, cada una desde su propia visión del mundo, hace importantes aportaciones a la teoría feminista y contribuye a la comprensión del fenómeno. Poco antes del fin de la segunda ola, Simone de Beauvoir realiza su análisis interdisciplinario de la situación de las mujeres y concluye que “no se nace mujer, se llega a serlo”. Con esta frase describe lo que hoy en día se conoce como género, la construcción social del sexo que designa roles y estereotipos basados en las diferencias entre los sexos; Scott lo define como “un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y […] es una forma primaria de poder”36. La tercera ola del movimiento surge en el último tercio del siglo XX y está marcada por el desarrollo de la corriente radical de la teoría feminista, bajo el lema 35 Mill, John Stuart, “El sometimiento de la mujer”, en Mill, John Stuart y Harriet Taylor Mill, Ensayos sobre la igualdad de los sexos, Antonio Machado Libros, Madrid, España, 2000, pp. 164 36 Scott, Joan W., “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Lamas, Marta (comp.), El Género: la construcción cultural de la diferencia sexual, PUEG, México, 1996, pp. 289. 40 “lo personal es político” el feminismo radical rompe con el liberal para exigir la participación del Estado en la vida privada. Desde esta perspectiva, la dominación empieza en la vida doméstica: la sexualidad de la mujer es lo primero que no le pertenece.37 La principal representante de esta corriente es Kate Millet, quien en La política sexual, redefine el espacio de lo político para caracterizarlo no como aquel en el que se dan las relaciones entre autoridades, sino como cualquier espacio en el que existan relaciones de poder. La política es “el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro grupo”.38 Desde este punto de vista, la sociedad estructura al individuo, es a partir de las relaciones sociales que se crean marcos simbólicos para el ejercicio del poder. Las radicales afirman que el género lo atraviesa todo, es una relación política que se da en todos los niveles de la sociedad. De ahí la noción de patriarcado, que es un organizador social previo a cualquier otro sistema de poder del que se tengan referencias, sobre él se levantan absolutamente todos los demás sistemas de dominación. De igual forma,
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