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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE CIENCIAS POLíTICAS Y SOCIALES 
Movimiento poselectoral contra el fraude 
de 2006 en México 
Sujetos en lucha por la transformación 
de las relaciones estatales 
Tesis 
Que para obtener el título de: 
Licenciada en Sociología 
Presenta 
ALEJANDRA GARCíA CRUZ 
Ing. Daniel Corte
Texto escrito a máquina
Cd. Universitaria, D.F. 2013
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
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del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
Movimiento poselectoral 
contra el fraude de 2006 en México
Sujetos en lucha por la transformación 
de las relaciones estatales
Presenta
Alejandra García Cruz
Asesora
Mina Lorena Navarro Trujillo
Agradecimientos
Esta tesis cuenta con inmensos y fuertes apoyos; columnas que sostuvieron la 
investigación, así como a la investigadora. En primer lugar quiero agradecer a 
Roberto Oseguera por su amor, aliento, soporte, confianza e insistencia durante 
la realización de estas páginas; y, claro, por caminar y correr junto a mí.
A mi familia –a mis padres– por el espacio de confort de largos años, por sus en-
señanzas y paciencia. A mi hermana Gaby por estar y crecer conmigo, con todo 
lo que eso implica, pasando por la corrección de estilo de prácticamente todo el 
texto. Agradezco a mis tíos Polo y Juan, por ser parte de esto que llamamos vida 
y a mi abuela Petra porque alguna vez estuvo con nosotros.
A mis queridas amigas de la facultad sin cuya compañía y complicidad, la forma-
ción no habría tenido sabor e incluso estaría incompleta: Edna, Grisel, Liliana, 
Paty y Lupe, gran equipo de estudios, de viajes, de baile, de fiesta y de trabajo.
A mis amigos encontrados en diferentes lugares: Yeni, por su alegría; Adriana, por 
su entusiasmo y energía; Iván, por sus preguntas insistentes sobre el final de mi 
tesis. Eunice, Tania, Edurne, Sandra, Rashid y Audra, por compartir su danza y 
su música.
A mis profesores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y a mi asesora 
Mina Lorena por sus lecturas detenidas, su guía y dedicación. Y por último, a 
las personas que proporcionaron su testimonio; en especial a Meche, quien abrió 
nuevas perspectivas.
Índice
Introducción.................................................................................................... 
1. Capítulo I. La forma Estado y la dominación...........................................
 1.1. Escisiones y dominación..................................................................
 1.1.1. Política-economía................................................................. 
 1.1.2. Sociedad política-sociedad civil............................................
 1.1.3. Democracia-clase social........................................................ 
 1.1.4. Interés público-interés privado............................................. 
 1.2. Escisiones, dominación en México y movimientos.......................... 
2. Capítulo II. La dominación y la enajenación de lo político en México.....
 2.1. Estado corporativo........................................................................... 
 2.2. Ruptura del Estado corporativo....................................................... 
 2.3. Cambio de época............................................................................. 
 2.3.1. Recomposición de relaciones laborales..................................
 2.3.2. Desmantelamiento de la propiedad ejidal.............................
 2.3.3. Privatización y desmantelamiento de la estructura 
 productiva............................................................................
 2.3.4. Integración subordinada a la economía y mercados 
 de Estados Unidos................................................................ 
 2.4. Antagonismo y dirección política en el cambio de época.................. 
 2.5. Escisiones y movilizaciones..............................................................
 2.5.1. Política-economía................................................................. 
 2.5.2. Sociedad política-sociedad civil............................................ 
 2.5.3. Democracia-clase social........................................................ 
 2.5.4. Interés público-interés privado.............................................. 
3. Capítulo III. El movimiento poselectoral. Sujetos, horizontes y alcances..
 3.1. Movilizaciones y subjetividades........................................................ 
 3.2. Etapas del conflicto. Construcción de sujetos.................................. 
 3.2.1. Sujetos de lucha...................................................................
 3.3. Construcción de horizontes.............................................................
 3.3.1. Sujetos de lucha.................................................................
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 3.4. Construcción negada de la CND...................................................
 3.4.1. Sujetos de lucha..................................................................
 3.4.2. Horizontes en conflicto.......................................................
 3.4.3. Informe de gobierno...........................................................
 3.4.4. Entrega de constancia.........................................................
 3.4.5. Grito de Independencia......................................................
 3.4.6. Convención Nacional Democrática....................................
 3.5 Contrastes entre alcances prácticos y horizonte interior..................
Conclusiones................................................................................................ 
Epílogo.........................................................................................................
Anexos. Cronología......................................................................................
Bibliografía................................................................................................... 
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7Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
Introducción
El dos de julio de 2006 en México, luego de la jornada electoral para elegir presi-
dente de la República, la gente salió a las calles a protestar por los resultados que 
consideró fraudulentos en contra de Andrés Manuel López Obrador, candidato 
de la Coalición Por el Bien de Todos. Exigió el recuento total de los votos, pues 
rechazaba que los resultados dados a conocer por el Instituto Federal Electoral 
reflejaran los contabilizados en las urnas. Entre otras acciones, se realizaron mar-
chas multitudinarias, clausuras simbólicas y efectivas de instituciones y empresas, 
obstrucción de vialidades y, la más visible, un campamento en el Zócalo de la 
Ciudad de México que pasaba las calles principales del Centro Histórico y avenida 
Paseo de la Reforma, hasta entroncar con Periférico.
El conflicto logra que se postergue la elección de presidente de la República hasta 
septiembre. En ese lapso de tiempo se gesta un movimiento social, dondese abren 
distintos frentes, y se articulan diferentes sujetos y demandas. Una de las razones 
que dan pie a esta tesis es escudriñarlas, no solamente a través de las expresiones 
más explícitas ni únicamente mediante la acción de los líderes, sino en la búsqueda 
de “horizontes de deseo”1 surgidos en la condición de “subalternidad”.2 En otras 
palabras, nuestro primer objetivo es indagar en el movimiento poselectoral de 
2006 –esto es, los “movimientos-deslizamientos [en los que se pone en juego] 
la capacidad humana, individual y colectiva, de modificar el lugar asignado o 
1 Raquel Gutiérrez Aguilar. “Conocer las luchas y desde las luchas. Reflexiones sobre el despliegue 
polimorfo del antagonismo: entramados comunitarios y horizontes políticos”, Acta sociológica, núm. 
62, UNAM-FCPS, octubre-noviembre, 2013.
2 Massimo Modonesi. Subalternidad, antagonismo y autonomía, CLACSO, Buenos Aires, 2010.
8 Alejandra García Cruz
heredado en una organización social y busca ampliar sus espacios de expresión”– 3 
los anhelos políticos algunas veces pronunciados y otras, llevados a las acciones 
de protesta pero sin una clara manifestación de las aspiraciones construidas en 
diferentes formas de organización social de los subalternos; categoría con la que 
nos referimos a los dominados en la relación capitalista, y como parte de esta con-
dición, la experiencia de su consentimiento, y al mismo tiempo de su resistencia.
A través de la defensa del voto y de la lucha por esclarecer los comicios presidencia-
les de ese año se hace visible un conflicto y una demanda que tienen largo tiempo 
en el país: la lucha en contra del autoritarismo y la demanda de democracia. Un 
segundo objetivo de este trabajo es precisamente ubicar el conflicto poselectoral 
como parte de un movimiento de larga data en la demanda de democracia, cuyo 
antecedente lo remitimos al periodo de tiempo que denominamos ruptura del 
Estado corporativo.
Este conflicto y movimiento social poselectoral lo contextualizamos en una forma 
de dominación que despliega relaciones estatales en las que se exaltan los meca-
nismos electorales como los propicios para dirimir conflictos y elegir a los gober-
nantes, principios a los cuales se ha acotado la democracia formal. Sin embargo, 
durante el movimiento se somete a revisión y crítica este discurso desde diferen-
tes aristas, la primera de ellas, que el derecho a elegir a nuestros gobernantes sea 
efectivo. El tercer y primordial objetivo es rastrear las formas y potencialidades de 
esta inconformidad.
La hipótesis de trabajo para realizar esta exposición giró en torno a dicha apuesta. 
Emprendimos el camino bajo el supuesto de que aun cuando se ha asumido a la 
república como una democracia o como una transición hacia ella, los espacios de 
participación política no pueden considerarse democráticos, pues se encuentran 
dominados por elites y por prácticas que aseguran su reproducción. Así pues, 
comenzamos por ver en las movilizaciones poselectorales muestras de que la po-
lítica institucional se encuentra acotada y dominada por aquellos grupos; lo cual 
dio pie al segundo supuesto: las movilizaciones son una expresión de numerosos 
3 Esta noción es retomada de Raúl Zibechi, la cual a su vez está asentada en la propuesta de Porto 
Gonçalves. (Zibechi, Autonomías y emancipaciones. América latina en movimiento, Lima, Universidad 
Nacional Mayor de San Marcos, Programa Democracia y Transformación Global, 2007, p. 32.) 
9Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
malestares, quejas y demandas que al no encontrar cauce en lo institucional –en 
la democracia formal– adquieren un espacio de lucha en las acciones colectivas.
A lo largo de la investigación la primera parte de la hipótesis la problematizamos 
como una enajenación-apropiación de lo político. Sustentamos que el Estado mo-
derno se construye sobre una confiscación de las capacidades de los sujetos para 
regir la vida social, por lo tanto, vemos la democracia formal como parte de esas 
relaciones estatales en las que se entra en constante conflicto por la apropiación, 
resistencia y recuperación de poder; de tal manera que de la noción “espacios do-
minados por elites” nos desplazamos a concebir relaciones estatales, que en su 
“forma Estado” y en su apropiación de lo político se asegura la reproducción del 
capital. Los procesos electorales entonces los concebimos como resultado de es-
tas luchas por la enajenación de lo político, y las movilizaciones en torno a ellos, 
como resistencias y construcciones de formas de apropiación de las capacidades 
para regir la polis. Por medio de un recorrido histórico sostenemos que estas mo-
vilizaciones, en particular el movimiento poselectoral de 2006 es parte de estas 
luchas que, a partir del movimiento estudiantil de 1968, y con antecedente en la 
ruptura del Estado corporativo, irrumpen como una demanda de democracia y en 
contra del autoritarismo.
En la segunda parte de la hipótesis nos adentramos echando mano de categorías 
que enfatizan la acción política para la transformación: sujetos en lucha, subal-
ternidad, memoria colectiva, repertorios, horizontes políticos (nacional-popular 
y comunitario-popular), política prefigurativa, alcances prácticos y horizonte in-
terior.4 A través de ellas indagamos en la acción política y el devenir del conflicto; 
la constitución de los sujetos, así como las posibilidades y limitantes. Y por medio 
de notas periodísticas y entrevistas recogimos las distintas voces que mantuvieron 
4 Sujetos en lucha, memoria colectiva, horizontes políticos, alcances prácticos y horizonte interior son 
categorías retomadas de Raquel Gutiérrez Aguilar (óp. cit). Subalternidad, de Massimo Modonesi 
óp. cit.). Memoria colectiva, de Sergio Tischler y Mina Lorena Navarro (“Tiempo y memoria en las 
luchas socioambientales en México”, Desacatos, núm. 37, septiembre-diciembre 2011). Repertorios 
de Sidney Tarrow. El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y política, Ma-
drid, Alianza Editorial, 2009. Y política prefigurativa, de Hernán Ouviña, “La política prefigurativa 
de los movimientos populares en América Latina. Hacia una nueva matriz de intelección para las 
Ciencias Sociales”, Acta sociológica, núm. 62, UNAM-FCPS, octubre-noviembre, 2013.
10 Alejandra García Cruz
el movimiento poselectoral, ellas brindaron el material para hacer el recorrido cro-
nológico del movimiento, recuperar las expresiones, acciones y anhelos.
Ambos aspectos de la investigación constituyen un esfuerzo por ahondar en la 
for ma de dominación existente, en sus constantes luchas por oponerla y sus posi-
bilidades de transformación. Es decir, se trata de adentrarnos desde la teoría crítica 
que no pretende ser sobre la lucha, sino parte de ella, con lo cual nos remitimos 
a Sergio Tischler, para quien “la teoría crítica es la que piensa contra el sistema y 
produce categorías de no identidad, las cuales son categorías de negación de las 
formas dominantes”.5 
Así pues, consideramos que el tema que presentamos guarda su relevancia en que 
encuentra referentes concretos de categorías y propuestas de esta tradición teórica, 
a la vez que los reactiva y constituye una posibilidad de enriquecimiento, con lo 
que se muestra su capacidad para dar cuenta y problematizar una lucha a propósito 
de la democracia formal. De igual forma, el mismo referente concreto hoy nos 
presenta una perspectiva más de análisis de las apuestas y alcances de la democra-
cia formal en relación con los horizontes políticos gestados desde la condición de 
subalternidad y en el antagonismo, además de una posibilidad para comparar lo 
ocurrido con otras luchas, como la de las elecciones seis años después que también 
dieron pie a un movimiento, pero con diferentes actores.6
El trabajo está dividido en tres capítulos. Al primero de ellos lo denominamos La 
forma Estado y la dominación, donde caracterizamos al Estado como una forma 
del capital y como una síntesis de relaciones.Consideramos al capital como una 
totalidad que se nos presenta a través de formas: la forma mercancía, la forma 
valor, la forma política, la forma ciudadanía. El Estado entonces lo mostramos 
5 Sergio Tischler, “Tres notas sobre el sujeto anticapitalista polimórfico”, Acta sociológica, núm. 62, 
UNAM-FCPS, octubre-noviembre, 2013.
6 Aunque este movimiento no corresponde al periodo de estudio, es necesario señalar que esta in-
vestigación se realiza a la luz de las elecciones y del movimiento #132 en el 2012, por lo que la atra-
viesa una perspectiva desde desenlaces de las acciones y posturas políticas tanto de los actores como 
de las formas electorales. Sin embargo, sobre esta coyuntura sólo alcanzamos a aventurar algunas 
preguntas en forma de epílogo.
11Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
como una forma que a través de la apropiación-enajenación de lo político asegura 
la reproducción del capital, que también es una relación de dominio. El propósito 
es destacar el conjunto de relaciones al que se enfrentan los movimientos sociales 
que resisten la dominación y la pugna por las capacidades en determinar la vida 
de la polis.
En el segundo capítulo, La dominación y la enajenación de lo político en México, 
retomamos las categorías del apartado uno para referirnos al proyecto de domina-
ción en el que se inserta y contra el cual se enfrenta el movimiento poselectoral de 
2006. En el curso de esta exposición, describimos al Estado mexicano y la forma de 
dominación que situamos en el “cambio de época”; propuesta retomada de Rhina 
Roux7 con la que aludimos los grandes cambios en la organización del capital 
desde los años setenta y ochenta, con los que se busca reconfigurar la correlación 
de fuerzas entre clases a favor del capital. 
Hacemos un recorrido histórico de la configuración y reconfiguración de la co-
munidad estatal a partir de la época que nombramos corporativa, la cual ubicamos 
en el periodo posrevolucionario. Después identificamos la ruptura del Estado cor-
porativo en la década de 1940 hasta finales de 1960. Finalmente nos adentramos 
en el cambio de época, que de manera particular, en México, situamos su inicio en 
el año de 1968, a raíz del movimiento estudiantil. A lo largo de este itinerario 
encontramos los antecedentes de la demanda que hemos descrito como de largo 
tiempo: de democracia y en contra del autoritarismo. 
En el tercer capítulo, El movimiento poselectoral. Sujetos, horizontes y alcances, ha-
cemos un recuento del movimiento del 2 de julio al 16 de septiembre de 2006. El 
periodo inicia con la demanda del recuento de votos después de la jornada electoral 
y culmina con la creación de la Convención Nacional Democrática (CND), que 
da salida al conflicto, constituye la respuesta y toma de postura ante la validación 
del Tribunal Electoral del Poder Judicial sobre la elección, e incorpora demandas y 
resoluciones para continuar en la lucha: combatir la pobreza y la desigualdad; de-
fender el patrimonio de la nación; hacer valer el derecho público a la información; 
7 Rhina Roux, “Marx y la cuestión del despojo. Claves teóricas para iluminar un cambio de época”, 
Revista Herramienta, Buenos Aires, núm. 38, junio, 2008.
12 Alejandra García Cruz
enfrentar la corrupción y la impunidad (denominado Estado patrimonialista); y 
renovar las instituciones civiles. 
En este recuento proponemos tres etapas del movimiento: Construcción de sujetos, 
Construcción de horizontes y Construcción negada de la CND. Con ayuda de esta 
periodización exploramos subjetividades, dispositivos para la lucha, horizontes 
políticos y potencialidades, para lo que recurrimos a notas periodísticas, primor-
dialmente de los diarios El Universal y La Jornada, y a entrevistas abiertas a 
miembros de algunos de los actores que identificamos en el movimiento. A partir 
de la consulta hemerográfica construimos una cronología que detalla día a día los 
eventos que marcan el rumbo de la resistencia, las acciones, declaraciones y diver-
sas expresiones de los actores. Nuestro propósito ha sido identificar el rumbo de las 
movilizaciones, no sólo en lo institucional o de las dirigencias, sino dar cuenta del 
conjunto de sujetos, por lo que consideramos esta parte de la investigación como 
una de las contribuciones para considerar las acciones de los diferentes actores en 
su especificidad.
En el mismo sentido realizamos las entrevistas: procuramos explorar en los acto-
res que identificamos como la gente común; esto es, las personas que se unen a 
ciertas expresiones y con ciertas expectativas, donde también se efectúan cambios 
políticos a través de las relaciones sociales ahí tejidas, de creaciones y recreaciones 
no siempre visibles u opacadas al lado de los discursos de los grandes líderes o 
académicos. En suma, quisimos “comprender el mundo de los de abajo que en la 
cotidianeidad resulta imposible reconocer”.8
Consultamos a un anciano y a su nieto, simpatizantes de López Obrador y del 
Partido de la Revolución Democrática (PRD) sin llegar a ser militantes; a una 
joven simpatizante de López Obrador e integrante del Movimiento ciudadano de 
Torres de Satélite, gestado en Naucalpan, Estado de México, durante el periodo de 
estudio; a una mujer perteneciente a las Redes Ciudadanas del mismo municipio; 
a una trabajadora administrativa y a un funcionario del Gobierno del Distrito 
Federal; a un líder de la organización Flor y Canto; una estudiante universitaria 
de filiación perredista; tres miembros de ese partido en la delegación Magdalena 
8 Raúl Zibechi, óp., cit., p. 51.
13Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
Contreras en el Distrito Federal; un trabajador de la Cámara de Diputados en el 
grupo parlamentario de este partido; un simpatizante de López Obrador y coor-
dinador de la campaña proselitista en el estado de Chiapas; y a un colaborador 
del grupo Movimiento Izquierda Libre El Mil, además de incorporar el registro del 
grupo Brigada Contra Informativa, adherente a La Otra Campaña. 
Por último, en el anexo incorporamos la cronología, donde también señalamos los 
momentos del proceso jurídico, esto es, los fallos del Tribunal del Poder Judicial 
de la Federación, de la Suprema Corte de Justicia, la Procuraduría General de la 
República y las impugnaciones y demandas hechas por los actores institucionales 
de la Coalición.
15Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
Capítulo I
La forma Estado y la dominación
El conflicto poselectoral de 2006 para elegir presidente de la República en México 
se identifica en este trabajo como parte de una serie de luchas por la “apropiación 
de lo político” a contracorriente de la enajenación de las capacidades humanas de 
gestionar la reproducción de la vida que impera en los estados modernos bajo la 
forma de la política que monopoliza en sí las instituciones sociales, concretamente, 
las instituciones que Bolívar Echeverría caracteriza como el estrato más alto de la 
institucionalidad social, esto es, el Estado. 
Enajenación de lo político quiere decir suspensión en el sujeto social –debido 
a su atomización, descomposición o privatización– de su capacidad de totalizar 
prácticamente su socialidad (el conjunto de las relaciones de trabajo y disfrute 
que interconectan y definen a los individuos sociales) dentro de una figura o una 
identidad histórica determinada. La enajenación de lo político implica una para-
lización en el sujeto de la facultad de autoproyectarse y autorrealizarse reflexiva 
o conscientemente –es decir, mediante un proceso de comunicación realmente 
discursivo y político–.9
Más allá de la misma democracia representativa, pero a propósito de ella, en el 
conflicto que se desata a partir de un fraude electoral se erigen “sujetos de lucha”10 
9 Bolívar Echeverría, Ensayos políticos, Ensayos políticos, Quito, Ministerio de Coordinación de la 
Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados, Colección Pensamiento Político Ecuatoriano, 
2011, p. 83.10 Raquel Gutiérrez enfatiza que es en la lucha donde se constituyen estos sujetos y no al revés; iden-
tificar primero a los sujetos y después averiguar cómo luchan, implica anteponer los conceptos a la 
realidad. Óp. cit.
16 Alejandra García Cruz
que disputan lo político para influir en su futuro, en sus condiciones de vida y en 
la forma de organizar la vida social, la polis; en contra del monopolio que implica 
la política “definida por la relación de los grupos concretos con el Poder”.11
A pesar de que nos encontramos al menos en este contexto con formas de legiti-
mación del ejercicio del poder basadas en elecciones libres, secretas y universales 
–principio con el que se identifica a la democracia formal o democracia liberal–, en 
el 2006 se muestran agotadas para cumplir su cometido ante el antagonismo que se 
venía manifestando desde años anteriores. Por un lado, evidencian resquebraduras 
en las abstenciones y el rechazo abierto a la acción política parlamentaria; y por 
otro, no logra reproducir consenso –o “dirección política” como más adelante lo 
denominaremos– ante la desconfianza y la incertidumbre que se genera alrededor 
de los comicios presidenciales. 
De estas hipótesis se desprende, además de una suerte de caracterización del régi-
men político mexicano, una concepción del mismo Estado que busca hacer énfasis 
en la enajenación de lo político, no por parte de una cosa u objeto que se encarga 
de apropiarlo-absorberlo, sino de una forma de relaciones sociales, para ser más 
específicos, de relaciones de desigualdad y dominación. 
Estas relaciones las “leemos” o las articulamos desde un marxismo crítico,12 que 
retomamos en dos sentidos:
1. El reconocimiento del carácter central del conflicto
2. El énfasis en la creación y recreación de totalidad
11 Bolívar Echeverría, óp. cit., p. 31.
12 Eduardo Grüner, “Lecturas culpables. Marx(ismos) y la praxis del conocimiento”, en La teoría 
marxista hoy. Sobre esta tradición y el carácter central del conflicto estamos de acuerdo con Atilio 
Boron y Eduardo Grüner en que la actualidad del marxismo la brindan las misas contradicciones 
del capital, su incapacidad de resolver los problemas, desafíos originados en su funcionamiento, po-
tencialidad de cambio, y por tanto su necesidad de crítica; y la reactualización constate en corres-
pondencia con las luchas y el devenir de las sociedades, donde en un ir y venir los presupuestos y 
conceptos son resignificados de cara a las experiencias. Atilio Boron y Eduardo Grüner (comp.), La 
teoría marxista hoy, CLACSO, Buenos Aires, 2006.
17Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
El primero hace hincapié en las posibilidades de transformación y el constante mo-
vimiento de las relaciones de dominación. Mientras que el segundo busca abstraer 
la relación entre la particularidad y la totalidad, las cuales también implican un 
conflicto, una dialéctica. Visto de este modo, buscamos reconstruir la particulari-
dad del Estado y su relación con la totalidad que es el capital; así como la particu-
laridad del conflicto del movimiento poselectoral y sus conexiones con las relacio-
nes de dominación. Situar en el centro al conflicto nos ofrece conseguir nuestro 
objetivo primordial: escudriñar las potencialidades del movimiento poselectoral.
Ahora bien, pensar al Estado o al movimiento poselectoral o a cualquier otra sin-
gularidad como parte de un todo no significa ser totalizante, esto es, anular las 
especificidades; sino pensar a la particularidad inserta en una serie de procesos a 
los que le es inherente el conflicto, conocer el todo por medio de las partes y así 
enriquecer el conocimiento de sus especificidades “mediante el examen de sus 
significaciones polivalentes”.13
Así pues, nos ubicamos en las coordenadas del pensamiento de Karl Marx, quien 
a partir de una interpretación histórica, en el siglo XIX describe el surgimiento del 
Estado moderno como la absorción de privilegios de los poderes feudales por parte 
de una nueva clase, la burguesía, y el fortalecimiento y financiamiento del Estado 
absolutista.
Si observamos las conjuraciones de los muertos de la historia universal, vemos 
una diferencia ostensible. Camille Desmoulins, Dantón, Robespierre, Saint-Just, 
Napoleón y todos los heroicos partidarios y el pueblo de la antigua revolución fran-
cesa, cumplieron, con túnicas y consignas romanas, la misión de su tiempo: romper 
las cadenas que aprisionaban a la sociedad burguesa moderna y fundarla. Unos ani-
quilaron el basamento feudal y azadonaron las cabezas feudales que habían brotado 
sobre él. Los otros crearon en el interior de Francia las condiciones para que pudiera 
desarrollarse la libre competencia, expropiarse la propiedad territorial segmentada, 
utilizarse las fuerzas productivas de la nación que habían sido liberadas, y más allá 
de los límites franceses destruyeron en todo lugar los cimientos feudales.14
13 Eduardo Grüner, “Lecturas culpables. Marx(ismos) y la praxis del conocimiento”, ibíd., p. 132.
14 Karl Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Andrómeda, Buenos Aires, 2007, p. 18.
18 Alejandra García Cruz
No obstante, en los procesos revolucionarios donde las clases proletarias irrumpen 
crece la absorción de poderes, de tal forma que se construye una “centralización”15 
de poder, y no sólo de los poderes feudales, sino de estas nuevas clases que en medio 
de los conflictos y en una posición de opresión se revelan frente a las recientes clases 
dominantes, quienes ante la necesidad de garantizar el orden se resguardan entre 
el statu quo anterior y entre un nuevo aparato de administración que se perfec-
ciona entre grupos burocráticos, policía, leyes y otras instituciones, de tal manera 
que se erige un lugar donde se disciplinan o coaccionan a todos los actores, los 
del viejo orden, las nuevas clases dominantes en sus diferentes grupos y las clases 
dominadas, o subalternos. 
Es decir, el Estado se funda bajo la apropiación de poder, ya de poderes locales, 
de sociedad civil, de sociedad de clases para asegurar el control del conflicto, 
tanto de los subordinados como de las diferentes fracciones de la burguesía. La 
“centralización” contiene o busca contener a los sujetos en lucha. Éste es uno de 
los principios del Estado moderno; constituye una forma que ha necesitado el 
capital y las clases hegemónicas para su reproducción. En su devenir, este carácter 
del Estado se rehace y actualiza de cara a los conflictos que presentan resistencia y 
oponen a las relaciones de dominación o a alguna específica correlación de fuerzas.
Aunque esta afirmación puede considerarse una interpretación instrumentalista 
del Estado, es decir, concebirlo como un artefacto que puede ser manipulado por 
una clase social para asegurarse la dominación; aquí, recurriendo a Gramsci, se 
intenta hacer otra lectura para verlo como una síntesis de relaciones que siempre 
está sujeta a conflictos, y por tanto a transformaciones. Un lugar donde la clase 
dominante se unifica para hacer efectiva su dominación, no solamente mediante la 
coerción sino en medio de una serie de procesos que garantizan el consentimiento 
de las clases subalternas. A estos procesos Gramsci les denomina “dirección”.
La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como “dominio” y 
como “dirección intelectual y moral”. Un grupo social es dominante respecto de 
los grupos adversarios que tiende a “liquidar” o a someter incluso con la fuerza 
15 José Ernesto Castillo, “La genealogía del Estado en Marx”, en Estado y marxismo. Un siglo y medio 
de debates, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2007.
19Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
armada, y es dirigente de los grupos afines o aliados. Un grupo puede y hasta tiene 
que ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernativo […]; luego, cuando 
ejerce el poder y aunque lo tenga firmemente en las manos, se hace dominante, 
pero tiene que seguir siendo también dirigente.16
La dirección ala que se refiere Gramsci es la dirección política; ésta, al definirla 
como una función de dominio, se encamina a recomponer relaciones contradic-
torias que bajo diverso signo se disputan lo político en una correlación de fuerzas 
en constante cambio, donde las clases subalternas se adhieren de forma pasiva o 
crítica, y luchan para incorporar sus reivindicaciones o modificar los mismos pro-
yectos dominantes, influyendo así en los procesos estatales. Desde esta perspectiva 
también se define la acción política: es una lucha por la regulación social, donde 
los sujetos se enfrentan a la centralización de poder de las clases dominantes, tanto 
en la forma coercitiva como en la dirección política.
En el análisis de la comunidad estatal, las luchas y las relaciones de poder son las 
que tienen el papel primordial en esta investigación. Esto es retomado de Poulant-
zas, para quien las relaciones político-ideológicas desempeñan un papel esencial en 
las relaciones de producción, pues éstas se encuentran –en una relación dialécti-
ca– en todo su proceso de consolidación: al tiempo que las reproduce, los mismos 
procesos productivos y de explotación reproducen las relaciones de dominación.17
 
La dominación, nos dice Rhina Roux, es una “interacción entre voluntades”,18 
y no de cosas. Por lo tanto, a este tipo de relaciones le es inherente el conflicto, 
donde los subordinados constantemente desafían y someten a renegociaciones 
el orden vigente. El énfasis de estos procesos para entender el Estado nos lleva 
a cuestionarnos sobre su unidad: si en él se juegan todas estas batallas, cómo es 
que se logra recomponer el Estado, y cómo es que en él se unifican y disciplinan 
los actores. Así pues, con la intención de destacar ambos procesos, las relaciones 
16 Antonio Gramsci, “El problema de la dirección política en la formación y el desarrollo de la na-
ción y del Estado moderno en Italia”, Antología, Siglo XXI, México, 2007, p. 486. Las comillas per-
tenecen al original.
17 Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, Siglo XXI, México, 2005, págs. 25 y 26.
18 Rhina Roux, El príncipe mexicano, Era, México, 2005, p. 37.
20 Alejandra García Cruz
de dominio-subordinación y la reconstitución de una sociedad desgarrada por 
conflictos, se retoma la definición que da Rhina Roux:
El Estado es el proceso de reconstitución, como comunidad, de la unidad de una 
sociedad internamente desgarrada por las relaciones de dominio-subordinación. 
Es el permanente –y siempre inestable– proceso de unificación de seres humanos 
que, relacionados entre sí por lazos no simétricos, supera –al unificarlos– el po-
tencial conflicto entre ellos, conservando la fragmentación interna de la sociedad 
cohesionada.19
Esto nos lleva a poner de relieve la correlación de fuerzas, lo que implica identi-
ficar triunfos y repliegues de los diferentes sujetos y clases en un Estado que no 
es neutral, que garantiza la reproducción del capital, pero también la del trabajo, 
donde los actores, los sujetos en lucha, pugnan por su configuración o incluso por 
trascenderlo, es decir, en términos de Raquel Gutiérrez,20 construyen horizontes 
políticos, ya sea para transformar las relaciones estatales (horizonte nacional-po-
pular) o para transformar la vida política en torno a nuevas o antiguas formas de 
relaciones no capitalistas (horizonte comunitario-popular).
Si las luchas tienen el papel fundamental, explicar el Estado también requiere 
pensar cómo es que se recompone la comunidad ante todos estos conflictos y bajo 
qué procesos de legitimación y qué formas de coerción. La comunidad estatal 
supone principios y reglas colectivamente aceptadas, que mediante lazos como 
“rituales, creencias y mitos compartidos”21 ordenan la vida social y la cohesionan 
momentáneamente, aunque guardando sus quiebres y así únicamente aplazando 
las posibilidades de conflicto. 
El establecimiento de principios y reglas colectivamente aceptados es parte de la 
“comunidad ilusoria” que señalaba Marx para referirse al Estado, donde la ena-
jenación de lo político se impone bajo la ilusión de la voluntad general. Sobre la 
19 Ibíd., p. 30. Las cursivas pertenecen al original.
20 Raquel Gutiérrez, Los ritmos del Pachakuti: Levantamiento y movilización en Bolivia (2000-2005), 
Sísifo ediciones, Bajo Tierra Ediciones, BUAP, México, D. F., 2009. Ver capítulo 3.
21 Óp. cit., p. 35.
21Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
enajenación, cabe mencionar, Marx desarrolla parte de su crítica a las sociedades 
capitalistas. Retomada de Hegel, la enajenación (y el extrañamiento) es una pro-
piedad de la modernidad, un proceso por el que se sale de sí mismo “un aspirante a 
sujeto que todavía no se sabe y que, en su periplo por reconocerse, se hace extraño 
de sí mismo y deposita su ser en otro”.22 Así entendida la enajenación, en la recu-
peración-apropiación de lo político se juega el retorno de la política a los sujetos 
que se erigen en las luchas, el cuestionamiento de ese depósito en otros: en el 
Estado, en su cuadro administrativo –es decir, instituciones como los encargados 
de vigilar los comicios, los tribunales, los políticos profesionales–, en el ejército, 
la policía, en los poderes oficiales.
La enajenación junto al fetichismo han jugado un papel primordial en los Estados 
modernos, este último es igualmente una de las formas de dominación del Esta-
do capitalista. Por medio de la fetichización se otorga al Estado atributos como 
el pacto social, la voluntad general, la representación, entre otros, que sostienen 
una forma de relación social. Y ya que “lo central del fetichismo es que los seres 
humanos, aun sabiendo que son los auténticos creadores, se comportan y actúan 
como si verdaderamente fueran dominados por las cosas”,23 ocurre una suerte de 
constantes irrupciones que desdibujan aquellas formas de dominación, pues he-
mos dicho la “interacción” de la dominación implica conflictos, luchas, rebeldías y 
antagonismo, que nos remite al énfasis que hace Holloway24 sobre la fetichización, 
ésta es dinámica, existe un proceso constante de desfetichización y refetichización.
Tanto la enajenación como la fetichización en el Estado capitalista se han presenta-
do bajo diferentes escisiones: política-economía; sociedad política-sociedad civil; 
interés público-interés privado; democracia-clase social, las cuales paradójicamen-
te son parte de la reconstitución de la comunidad. A través de ellas se componen 
momentáneamente los lazos entre los diferentes sujetos y sus formas de reproducir 
la vida; y en ellas se legitiman las formas particulares de Estado, su correlación 
de fuerzas y los candados para asegurar el mayor tiempo posible la dominación.
22 Gerardo Ávalos, “La corona y la bolsa”, en La política del capital, UAM, México, 2007, p. 47.
23 Ibíd., p. 48.
24 John Holloway, “Crisis, fetichismo y composición de clase”, Relaciones, UAM-Xochimilco, núm. 
3, 1990.
22 Alejandra García Cruz
Escisiones y dominación
La propuesta de recomposición del Estado por medio de escisiones procede de la 
tradición marxista. A través de los ojos de diferentes autores que desentrañan estas 
escisiones, aquí son reunidas para dar cuenta de ellas como una forma de asegurar 
el dominio a través de la enajenación de lo político, así como de las creaciones 
fetichizadas, procesos mediante los cuales hacemos mitos y atribuciones al Estado 
que aseguran una forma de dominación. Por el contrario, la acción política de los 
sujetos en lucha es planteada como una apuesta a la recuperación de lo político 
que desdibuja o cuestiona aquellas escisiones. En este sentido, aquí se propone 
que el movimiento poselectoral de 2006 se enfrenta a aquellas formas de escisión/
fetichización; las cuestiona, sin embargo no siempre las combate ni trasciende.
El análisis de las escisiones en la dominación intenta ser una prolongación de 
la idea de totalidad de Marx. Siguiendo este razonamiento a través de Sergio 
Tischler,25 la totalidad es la forma del sistemacapitalista, sin embargo ésta no se 
nos presenta inmediatamente; lo hace a través de formas: las mercancías, el valor, 
el Estado, la política, la ciudadanía. Tampoco se presenta como dada de una vez 
y para siempre, pues es una lucha, una relación social por la dominación y por 
resistirla, con sus consecuentes mediaciones. 
Son formas que se proponen como pares de escisiones con el afán de acentuar a lo 
que se enfrenta el movimiento poselectoral. Al separar la economía de la política, 
la sociedad política de la sociedad civil, la democracia de la clase social y el interés 
privado del general, se evocan discursos y formas de relaciones sobre los cuales 
se erige el Estado y los procesos por los que se legitiman o se intenta asegurar la 
dirección política que, como veremos en el siguiente capítulo, apela a recomponer 
la comunidad estatal desde la democracia liberal–formal, misma que en las últimas 
25 Lo que propone este autor en realidad es construir categorías que rompan con aquella totalidad, 
pues éstas también son una lucha. Desde la teoría crítica, Tischler plantea romper con las catego-
rías totalizantes, y en cambio construir categorías antagónicas, de la crisis de la totalidad y no que 
la reproduzcan. Conferencia “Movimientos sociales y teoría crítica”, Curso Acción colectiva y movi-
mientos sociales. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Autónoma de México, 2012.
23Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
décadas ocupa un lugar en el “cambio de época”,26 iniciado a finales de los setentas 
en la forma de dominio y dirección política.
Política-economía
La política, al igual que el Estado, se nos presenta separada de la economía, a la 
vez que esta última se muestra como una cosa en sí misma. Sin embargo, todas 
ellas son formas del capital,27 son abstracciones que nos dominan. La política es 
una de las manifestaciones de la dominación, no externa o extraña a la economía 
y mucho menos al capital. La economía deslindada de la política naturaliza las 
relaciones sociales de desigualdad, y desvincula la explotación del mantenimiento 
del orden o statu quo que asegura en sí el Estado. Por medio de esta escisión, el 
Estado garantiza la igualdad jurídica y oculta la desigualdad material.
La dominación política escindida de la dominación económica es un aspecto 
pro pio de las relaciones capitalistas; es decir no se tiene precedente alguno, de 
hecho esta separación posibilita su reproducción. Al aislar ambas esferas, se crea 
la ilusión de una comunidad (estatal y política) de igualdad; y una economía de 
desigualdad “naturalizada” en la que los procesos políticos nada o poco tienen que 
hacer. Si en lo político se puede definir únicamente la polis, lo económico queda 
lejos de sus atribuciones; es decir, lo que es público, común a todos, pierde poder 
sobre lo económico. 
A partir del liberalismo clásico –y también ahora en el neoliberalismo– en los 
Estados modernos economía y política se presentan bajo lógicas diferentes. La 
primera adquiere prioridad bajo el supuesto de que en esta esfera se desarrolla la 
libertad individual y la distribución de la riqueza, de tal manera que es trasladada e 
impuesta a la resolución de conflictos políticos.28 La separación entonces también 
26 Nos referimos a un nuevo ciclo de acumulación del capital que busca expandir o restablecer el 
dominio de clase. Como hemos advertido, es una propuesta que retomamos de Rhina Roux y de-
tallaremos en el segundo capítulo.
27 John Holloway, óp. cit.
28 Gerardo Ávalos, óp. cit.
24 Alejandra García Cruz
es una colonización de lo económico sobre lo político, que despoja a los sujetos de 
su capacidad para dar dirección a sus vidas: la lógica económica aparece como algo 
inevitable y neutral; así que a cualquier conflicto político se impone la producción 
de mercancías, una forma de resolver los conflictos.
La separación también puede presentarse en sentido inverso, es decir, ponderar lo 
político sobre lo económico, lo cual lleva a concebir al Estado como algo autóno-
mo que puede tomarse y de ahí transformar la economía. En esta concepción, las 
relaciones políticas se descontextualizan y terminan simulando una configuración 
de voluntades, donde el análisis se reduce a la administración pública. 
Tal separación no debe hacernos creer que existe una exterioridad real entre el 
Estado y la economía, como si el Estado no interviniese en la economía más que 
de fuera. No es –esta separación– más que la forma precisa revestida bajo el capitalis-
mo por la presencia constitutiva de lo político en las relaciones de producción y, por lo 
mismo, en su reducción.29 
Ahora bien, al estar conectada esta escisión con el resto de las formas del capital, 
no significa que no existan dichas escisiones, pues son “abstracciones reales que 
nos dominan”,30 sino que son fetichizadas. Siguiendo a Holloway tampoco es que 
la tarea del intelectual sea develar las conexiones y así superarlas; la cuestión no 
es percibirlas o iluminarlas, sino detener su reproducción; lo cual se logra bajo la 
acción política entendida ya no como esta forma de escisión, sino como la lucha 
por la regulación social. En palabras de este autor, “es mediante la organización 
práctica y la lucha de la clase trabajadora como se establecen las interconexiones 
sociales, tanto en la práctica como en la percepción”;31 y no solo en las luchas 
sociales, también en la “economía vulgar” se desdibujan las escisiones, pues en 
ellas las formas del capital son vividas como un mismo sistema de dominación. 
29 Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, Siglo XXI, México, 2005, p. 15. Las cursivas perte-
necen al original.
30 Sergio Tischler, óp. cit.
31 John Holloway, óp. cit.
25Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
Sociedad política-sociedad civil
Desde sus primeras concepciones sobre el Estado, Karl Marx retoma de Hegel la 
teoría sobre el carácter rasgado de las sociedades modernas. Ésta señala que a dife-
rencia de los antiguos, los Estados modernos están marcados por la escisión entre 
la sociedad política y la sociedad civil, donde –aquí rompe con Hegel– la última es 
la que hace a la primera, y no al revés; la familia y la sociedad civil se convierten en 
el Estado. Esta escisión se resuelve aparentemente en las instituciones del Estado 
bajo la ilusión de la representación política. 
“lo más profundo en Hegel es que ve una contradicción entre la separación de la 
sociedad civil y la sociedad política […] pero su error está en contentarse con la 
apariencia de esta solución, presentándola como la cosa misma”. La solución no está 
en la burocracia, tampoco está en el elemento político constituyente, o sea en la 
idea de la república.32
A través de la república, la sociedad política representa a la sociedad civil con un 
discurso que separa una sociedad dedicada a los quehaceres estatales y una socie-
dad civil pasiva en espera de la correcta administración. La república fundada en 
la tradición liberal se legitima en el supuesto de un pacto entre hombres libres que 
renuncian al derecho de hacerse justicia por su propia mano, así como a gober-
narse por sí mismos a cambio de la garantía del derecho a la vida y a la propiedad 
privada.33 De este modo se legitima la sociedad política ajena a los individuos 
libres, quienes además adquieren la condición de ciudadanos como premisa del 
pacto social. 
La escisión sociedad política-sociedad civil resuelta aparentemente con la repre-
sentación implica que la sociedad civil sea despojada de su actuar político, de 
tal forma que –en términos de Weber– también el monopolio de la violencia se 
legitima. El pacto social otorga legitimidad a la sociedad política, así como a la 
enajenación de lo político. Esto implica un desafío a los movimientos sociales, 
32 José Ernesto Castillo, óp. cit., p. 38. Como señala este autor, en escritos posteriores, Marx identi-
ficaría las propias escisiones de la sociedad civil, que de hecho se convertiríaen la sociedad de clases.
33 Rhina Roux, óp. cit., p. 120.
26 Alejandra García Cruz
pues en su actuar enfrentan una constante lucha por desvanecer esta escisión, 
apropiarse de lo político, de su capacidad de regular lo social, y de trascender las 
formas que en momentos de mayor algidez viven como opresión o simplemente 
como oposición a formas establecidas como válidas y correctas para actuar políti-
camente, ya sea por medio de lo legal o de la práctica.
De esta separación se nutre el hecho de que los seres humanos formen parte de 
una doble organización: la burocrática y la organización social, es decir, la sociedad 
civil.34 En la primera adquieren su condición de ciudadanos35 y en la segunda de 
hombres privados. Para adquirir la condición de ciudadanos, los seres humanos 
deben salir de la sociedad civil y entrar a la “comunidad ilusoria” fundada en el 
mito del pacto social. Es un desdoblamiento que lleva consigo dos tipos de com-
portamiento, dos temporalidades y dos espacialidades distintas. 
En el pacto social y en la ciudadanía se erige la igualdad del derecho a gobernarse 
en el ámbito político, pero escindido de lo económico, que es parte fundamental 
de la democracia liberal o democracia formal. Es decir, la ciudadanía se traduce en 
la garantía a elegir libremente a los gobernantes; sin embargo, no huelga decir que 
éste no es un derecho per se en la conformación de la sociedad política y sociedad 
civil, sino que ha sido una conquista que ha establecido la ciudadanía amplia, 
esto es, el derecho de todos, y no solamente de quienes se habían adjudicado la 
sociedad política.
En la sociedad civil en cambio se encuentra la reproducción de la vida que, escin-
dida de la ciudadanía, se encuentra gobernada y sometida a los tiempos y espacios 
del capital. Los tiempos y espacios de la vida privada son los de la producción, los 
laborales y los de la recreación; los cuales subsumidos a los del capital por medio 
de la expropiación de sus medios de producción se presentan como “objetos ajenos 
a nosotros, [que] es en sí mismo la negación de la libertad en el sentido de autode-
34 José Ernesto Castillo, óp. cit, p. 39
35 Aunque ahora podemos inferir que la expresión incluye ciudadanas-mujeres privadas, es un he-
cho que esto no es algo inherente al voto universal, en tanto que los procesos del capital implican la 
emancipación de los hombres, pero no de las mujeres, esta hubo de darse años después.
27Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
terminación”.36 La vida privada despojada de la ciudadanía, de lo político, asegura 
la despolitización del trabajo, de los festejos, de las creaciones cotidianas y de cual-
quier forma de organización. Siguiendo a Meiksins Wood, los aspectos de la vida 
privada separados de la ciudadanía se convierten más fácilmente en mercancía: 
[…] la existencia del capitalismo depende de la sujeción a los dictados de la acu-
mulación capitalista y las “leyes” del mercado de las condiciones básicas de vida 
y reproducción social como condición irreductible contraria al ánimo democráti-
co. Esto significa que el capitalismo necesariamente sitúa cada vez más esferas de 
la vida cotidiana por fuera del parámetro según el cual la democracia debe rendir 
cuentas de sus actos y asumir responsabilidades. Toda práctica humana que 
pueda ser convertida en mercancía deja de ser accesible al poder democrático.37
Lo que subyace a este rompimiento es la necesidad de dispersión y absorción de 
poder por parte de la sociedad política.38 La escisión sociedad política-sociedad 
civil hace efectivo el despojo de poder; y la ciudadanía lo permite mediante la 
dispersión de distintos tipos de comunidades que al convertirse en individuos 
aislados, adquieren derechos y responsabilidades abstractas que aparentemente 
tienen su mediación en la sociedad política y burocrática. Meiksins menciona 
que la ciudadanía logra desagregar “individuos particulares cuyo aspecto público 
[es] representado por un Estado central distante”;39 lo que permite un simulado 
apoyo de multitudes.
Esto se materializa en el constante actuar político que concibe una sociedad civil 
desterrada de los menesteres del Estado; ya sea por falta de aptitudes y profesio-
nalización, o por ser “buena” frente a un Estado “corrupto”, lo que lleva a afian zar 
la enajenación de lo político. Asimismo, se materializa en una ciudadanía acotada 
a los momentos y lugares relativos a los procesos electorales, que han logrado 
identificarse como los únicos válidos para la participación democrática; cualquier 
36 John Holloway, óp. cit.
37 Ellen Meiksins Wood, “Estado, democracia y globalización”, en La teoría marxista hoy, CLACSO, 
Buenos Aires, 2006, p. 396.
38 Ellen Meiksins Wood, Democracia contra capitalismo, Siglo XXI, México, 2000, p. 260.
39 Ibíd., p. 255.
28 Alejandra García Cruz
participación fuera de ellos se presenta como perturbadora del orden público, así 
como de los tiempos y espacios destinados por antonomasia a lo laboral; facilitan-
do así discursos de desprestigio de la protesta como los relacionados a la laxitud, 
vagancia, actos vandálicos, entre otros.
Recordemos que estos espacios y tiempos de vida privada y ciudadanía no son ina-
movibles. Los movimientos sociales, los sujetos en lucha, apuestan no sólo a ensan-
char los espacios de participación sino a mezclarlos, intercambiarlos y abigarrarlos 
con los de la vida privada. De tal manera que los movimientos apuntan también 
a apropiarse de tiempos que por ser definidos como privados se convierten en 
mercancía, para convertirlos en tiempos de ciudadanía, de lucha, de democracia.
Democracia-clase social
De estas escisiones surge la democracia en los Estados capitalistas, de la cual Meik-
sins Wood, al compararla con la antigua Grecia, esgrime que lo que en realidad se 
instaura bajo el sustantivo democracia es el liberalismo, esto es, el goce pasivo de 
libertades. El liberalismo despoja a la democracia de su contenido social, es decir, 
de su clase que bajo el demos (pueblo) en Atenas se refería a una clase social que, 
aunque con otro estatus frente a los esclavos, no dejaba de tener una posición rela-
cionada con los muchos y los no privilegiados, pues eran campesinos con pequeñas 
propiedades. Sin embargo, la autora señala que el trabajo libre en las sociedades 
capitalistas ha perdido su estatus político y cultural.
En Atenas, la posición de ciudadanos campesinos y artesanos relacionaba el trabajo 
a la posición política: los pequeños productores podían de hecho influir en asuntos 
públicos como los ritmos y objetivos de la guerra, la esclavitud y sus limitaciones 
en la agricultura y en la concentración de la propiedad. En cambio, en la demo-
cracia capitalista la ciudadanía se encuentra separada de la posición de clase. Pro-
pietarios y productores tienen el mismo estatus político en la democracia liberal, 
que implica una ciudadanía amplia, es decir, el derecho al voto universal, pero éste 
es incapaz de modificar las relaciones de propiedad y los poderes de apropiación; 
deja intactas la acumulación, la expropiación y la desposesión. 
29Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
En la democracia capitalista, la separación entre el estatus y la posición de clase 
opera en ambas direcciones: lo posición socioeconómica no determina el derecho 
a la ciudadanía […] sino que, debido al poder del capitalista para apropiarse del 
trabajo excedente de los obreros no depende de un estatus jurídico o cívico privi-
legiado, la igualdad civil no afecta directamente ni modifica significativamente la 
desigualdad de clases; justamente eso limita a la democracia en el capitalismo.40
La democracia desvinculada de la clase social por medio de la ciudadanía universal 
ha actuado como una forma de desagregar los poderes que se erigen en los con-
flictos; a la vez que se ha convertido en una forma de legitimar el abandono o la 
simple omisión de las demandas de estos conflictos. Se trata de una transferenciade poder a los representantes, a la sociedad política. La democracia deja de ser un 
poder popular para transformarse en la ciudadanía caracterizada por su pasividad; 
de estar relacionada con un poder popular, para estar confinada a la esfera política, 
es decir, a la sociedad política.
No obstante, de esto no se arguye que la democracia liberal sea únicamente un 
instrumento de legitimación, pues al igual que nuestra concepción de Estado, 
apelamos a que la democracia como la conocemos es parte de las relaciones de 
dominio en constante conflicto. No es una mera concesión o estrategia, sino una 
conquista que a veces legitima y otras se le vincula con derechos o libertades enca-
minadas a conseguir-recuperar poderes frente a las clases dominantes; se trata de 
vincularla y dotarla de otros contenidos, lo cual también implica una correlación 
de fuerzas en la que están en juego los alcances de esta forma de democracia.
Los movimientos sociales se enfrentan a la asociación de la democracia al liberalis-
mo y a la idea establecida en el sentido común y en algunos sectores –para decir lo 
con Gramsci– de intelectualidad orgánica de que la democracia es una creación 
únicamente capitalista. Evocar la democracia en la antigua Grecia nos permite, 
además de comparar las relaciones entre trabajo y democracia, recordar que, como 
otras formas de civilización, la democracia como la conocemos es una creación 
humana y por tanto susceptible de ser transformada y redefinida. El significado 
de la democracia entonces también es una lucha; y ya que es traducida como el 
40 Ibíd., p. 248.
30 Alejandra García Cruz
gobierno del pueblo, o el gobierno de los muchos, la batalla de igual forma va 
dirigida a definir quién es el pueblo y a quién se excluye de él; aún más, quién 
encarna o encabeza el bien del pueblo, el bien público.
Interés público-interés privado
La autora Meiksins Wood de igual forma compara las sociedades precapitalistas en 
las que el interés de la comunidad política es congruente con el interés particular 
de una clase privilegiada, es decir, donde la desigualdad política corresponde a la 
desigualdad económica; con las sociedades modernas, donde el interés público 
para legitimarse debe abarcar al “pueblo”, esto es, al conjunto de relaciones capi-
talistas y las desigualdades que le son inherentes.
Cuando la nación política era privilegiada y exclusiva, la “mancomunidad” en gran 
medida correspondía a una comunidad real de interés entre la aristocracia terrate-
niente. En las democracias modernas, en que la comunidad civil une los extremos 
de desigualdad social e intereses en conflicto, el “bien común” compartido por los 
ciudadanos debe ser más sutilmente abstracto.41
La voluntad general o interés público en el Estado moderno supone una autoridad 
suprema que es reconocida colectivamente; ésta es la única capaz de establecer 
la ley común y ejercer la fuerza de manera legítima. Esta voluntad general se 
construye en conflicto bajo las formas descritas anteriormente. Por medio de la 
representación y de la ciudadanía, las voluntades quedan enajenadas y adscritas 
a lo público; hay una transferencia de decisiones que pasan tanto por un aparato 
coercitivo como por rituales, creencias y mitos legitimadores, que simbolizan el 
acotado consentimiento de los diferentes actores.
A esto nos referimos con la escisión interés público- interés privado; el interés 
legítimo se traslada a lo político, a lo público, pero como hemos visto, esta esfera 
se encuentra desvalorizada. El bien público se garantiza por medio de la repre-
sentación, de la democracia liberal, y por la enajenación del interés privado. La 
41 Ibíd., p. 247
31Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
invocación del “pueblo” –y del interés del pueblo– es simplemente un medio de 
investir al gobierno (no al Estado) de una verdadera soberanía popular.42
Escisiones, dominación en México 
y movimientos sociales
La enajenación de lo político es uno de los procesos por medio de los cuales se 
han asegurado diferentes proyectos de dominación en los Estados capitalistas. 
La enajenación, por medio de estas escisiones, posibilita la recomposición de la 
comunidad estatal atravesada por conflictos que la desgarran y hacen de ella una 
cambiante correlación de fuerzas en la que se juegan las condiciones de vida de 
los diferentes grupos y clases sociales; no en una concomitancia lineal donde las 
clases anteceden a las luchas, sino donde en un ir y venir éstas últimas tienen el 
papel prioritario.
A lo largo de la historia de México, los conflictos también se han encarnado por 
definir quién y cómo se representa el interés público; y por medio de qué demo-
cracia y ciudadanía. En estas batallas los sujetos se han enfrentado a diferentes 
abstracciones, que sin embargo, en momentos de algidez o radicalidad tienden a 
desdibujarse pues, recordemos a Holloway, la fetichización no es algo dado. 
Es así que, como detallaremos más adelante, a lo largo del movimiento poselec-
toral desde una condición de subalternidad se erigen sujetos que en su lucha por 
recuperar lo político, se enfrentan a las escisiones antes mencionadas. Desde un 
horizonte de deseo opone cuestionamientos, aunque no sin contradicciones. Por 
ejemplo, ataca la colonización de lo político por lo económico, indaga conexiones 
entre estas dos esferas al cuestionar el discurso de una economía neutra que no 
puede ser trastocada porque es la única o la mejor forma de los procesos produc-
tivos, pero al mismo tiempo plantea la subordinación de éstos a la política, al 
Estado, como la única forma de transformación. Cuestiona el monopolio del IFE 
y del TEPJF sobre la decisión y validación de la elección, y reproduce al interior 
los privilegios de la sociedad política –expresada por los partidos y funcionarios– a 
42 Ibíd., p. 255.
32 Alejandra García Cruz
nombrar y organizar. Asume que la democracia puede cambiar las condiciones de 
vida y condiciones materiales de los ciudadanos, pero no la relaciona con poderes 
colectivos y redunda en votaciones que dividen poderes, lo cual permite que en el 
mismo movimiento un grupo adquiera un “poder soberano”. 
En otras palabras, cada uno de estos rasgos nos ayuda a interpretar algunos de los 
procesos sobre los que se erige el proyecto de dominación en la historia reciente 
de México, así como las diferentes formas en que se les enfrenta el movimiento 
poselectoral. En el siguiente capítulo se da cuenta de esos procesos del proyecto 
de dominación y en el tercero se hace un balance de los que Raquel Gutiérrez 
denomina contrastes entre horizontes de deseo y alcances prácticos, 43 de tal forma 
que podamos evaluar hasta qué punto se logra o no desfetichizar cada una de las 
escisiones.
43 Raquel Gutiérrez, óp. cit.
33Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
Capítulo II
La dominación y la enajenación de lo político en México
Pensar el proyecto de dominación en el que se inserta la lucha poselectoral de 2006 
requiere evocar conflictos, sujetos de lucha y correlaciones de fuerzas en los que 
se inserta, de los que se rodea y aquellos que la atraviesan. Así vinculado, el mo-
vimiento poselectoral se nos presenta como parte de una larga batalla de manera 
general por la democratización del régimen político o la República, y de manera 
particular por el derecho efectivo al voto.
Presentes en diferentes coyunturas, como la de los movimientos de 1968 y 1988, 
los signos de estas batallas también son los de una “crisis prolongada”44 o de un 
“cambio de época”45 ocurrido no sólo en los límites nacionales, sino en la organi-
zación mundial del capital que ha guardado múltiples transformaciones políticas, 
sociales y económicas que bien pueden traducirse desde esta lógica como una 
correlación a favor y en ascenso del capital; y en detrimento de diferentes sectores 
sociales, el primero de ellos, el trabajo.
Uno de estos grandes cambios en el Estado mexicano se exhibe en la forma de 
alcanzarconsenso y legitimación. La forma estatal construida luego de la Revo-
lución de 1910 erige su dirección política en una compleja red de complicidades, 
lealtades y vigilancias, todas bajo un mando vertical en el partido de Estado. Esta 
forma de recrear la comunidad perdura durante largo tiempo, primero en torno 
al Partido Nacional Revolucionario, luego convertido en Partido de la Revolución 
Mexicana y posteriormente, desde 1946, en Partido Revolucionario Institucio-
nal (PRI). Durante este largo periodo, las formas republicanas contenidas en la 
44 Arturo Anguiano, El ocaso interminable. Política y sociedad en el México de los cambios rotos, Era, 
México, 2010.
45 Rhina Roux, El príncipe mexicano, Era, México, 2005.
34 Alejandra García Cruz
Constitución que preveían una democracia representativa se mantienen solamente 
como una formalidad, sobre todo en lo que refiere a la elección de gobernantes. 
En cambio, insertas en las tendencias y conflicto mundiales, se apela a formas co-
lectivas que en diferentes países imperaban para recomponer la comunidad, pues 
este periodo coincide con los estados de bienestar.
En el cambio de época se pasa de una dirección política fundada en lealtades y 
tutelajes a otra basada en algunas de las concepciones del liberalismo, concreta-
mente en su forma de democracia formal. Tras largos periodos de sublevaciones 
y antagonismos, no sólo en los límites nacionales, se erige o se apela a otra forma 
de recomponer la comunidad. Por un lado, actores hegemónicos apuestan a la 
democracia liberal como una forma de reproducir las escisiones descritas en el 
capítulo anterior; y por otro, los sujetos luchan por ampliar la concepción de 
democracia, dotarla de un sentido de clase, incorporarle distintas demandas. Ese 
ha sido uno de los grandes conflictos en el cambio de época, la modificación en el 
consenso estatal, que en realidad es una modificación en las formas de recrear la 
misma comunidad estatal en la reorganización del capital global. 
En las líneas que siguen haremos un recorrido histórico de las formas de recom-
poner la comunidad del Estado mexicano, destacando los procesos de dirección 
política y legitimidad. Planteamos primero la configuración del Estado corporati-
vo, identificado con la antigua forma de obtener legitimidad; después su quiebre 
en los años cuarenta y finalmente, el cambio de época, donde se renueva la forma 
de obtener consenso. En todas ellas vislumbramos conflictos que atraviesan la 
comunidad estatal, donde los sujetos la desafían y la interpelan de tal manera que 
en la última época, la forma de conseguir dirección política es apenas efímera, pues 
entra en una crisis que se manifiesta de diversas formas, entre ellas, las elecciones 
de 2006.
35Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
Estado corporativo
El Estado que nace de la Revolución de 1910 hubo de integrar derechos, símbolos 
y socialidades de las clases subalternas.46 Después del periodo armado donde se 
imbrican levantamientos y enfrentamientos, la reconstitución de la comunidad 
estatal conjunta dos lógicas: la liberal, y la de trabajadores y comunidades agrarias 
que se encontraban en disputa. El resultado es el Constituyente de 1917 que incor-
pora el derecho a la tierra así como los derechos laborales y sindicales, con lo que 
se reconoce a los campesinos y a los trabajadores como sujetos de derecho público.
El ingreso de ambas lógicas corresponde a la interacción que le es inherente a la 
dominación, cuyo resultado o consenso –siempre momentáneo– es la convivencia 
entre la propiedad privada y la comunitaria en diferentes formas, entre ellas el ejido 
y la transmisión de dominio.47 Estas formas protegidas por la Constitución son 
establecidas después de continuos desgarramientos y antagonismos en el problema 
de la tierra. Los actores identificados con el carrancismo y obregonismo apelaban 
a la propiedad privada desde la lógica mercantil; en contrapartida, los zapatistas, 
sus herederos agraristas y otros grupos identificaban la tierra con la comunidad, 
demandando derechos colectivos. De aquí surge la nación como propietaria no 
sólo de la tierra, sino del territorio, aguas, fuentes energéticas, minerales, etcétera; 
ella es quien cede o supedita las concesiones.
De igual forma, en la década de los veinte el trabajo se incorpora a la comunidad 
estatal con un pacto de lealtad y protección. Durante los todavía inestables años 
posrevolucionarios, los trabajadores organizados en la Confederación Regional 
de Obreros de México (CROM) se adhieren a la reelección de Álvaro Obregón, 
y pactan la fundación de una secretaría y una ley del trabajo, y el reconocimiento 
jurídico del comité central de la CROM a cambio de apoyo electoral y logística 
militar en la rebelión contra Carranza. Es decir, parte de la recomposición de la 
comunidad y su unificación se basa en acuerdos y alianzas con el trabajo, recono-
cido como actor estatal. 
46 Ibídem.
47 Ibídem.
36 Alejandra García Cruz
Estos dos grandes ejes marcan el carácter del Estado corporativo; rompen con el 
principio liberal según el cual los únicos sujetos de derecho son los individuos, y 
otorgan este carácter –sujetos de derecho– a los actores colectivos. Las relaciones 
que habían sido comerciales como la de la posesión de la tierra y la del trabajo con 
el capital se convierten en relaciones estatales. La incorporación de estos actores 
no es fija o inamovible; por el contrario, su devenir es accidentado e inestable 
según las correlaciones de fuerza a lo largo de todo el Estado corporativo; desde 
su constitución hasta su quiebre en los años cuarenta, los subalternos y grupos 
antagónicos se fortalecen, debilitan, resisten, organizan, y establecen alianzas con 
diferentes clases gobernantes.
La incorporación de lo particular a lo público, la dirección política fundada en la 
red corporativa, el acogimiento de demandas y vigilancias de clases populares, o 
en su defecto las coerciones permiten prescindir de una de las partes del liberalis-
mo, con uno de los derechos identificados con la República y la representación: 
el voto efectivo en elecciones libres, secretas y periódicas. En palabras de Rhina 
Roux, la exclusión de los gobernados de la selección de los gobernantes es desde 
1929 “una regla no escrita, pero aceptada por todos”.48 Los gobernados ceden este 
derecho político y otros como las libertades de asociación, expresión, organización 
en partidos políticos, división de poderes, y a cambio exigen derechos corpora-
tivos vigilados a través de redes de lealtades. Aunque esto no significaba que se 
eliminaran “oficialmente” las elecciones y que la forma republicana prevista por la 
Constitución fuera representativa, democrática y federal.
Las redes de lealtad y tutelaje tienen sus orígenes en el contractualismo de la 
época colonial,49 donde las tierras pertenecían a la Corona, quien otorgaba las 
prebendas sobre ellas con mediaciones de fidelidad y protección entre el rey y las 
poblaciones originarias. En esto se fundaba la legitimidad durante la Colonia, en 
la incorporación de las comunidades indígenas mediante personalidades jurídicas 
de comunidades agrarias, pero reconfiguradas y sometidas; las viejas socialidades 
eran reconocidas jurídicamente como pueblos dotados de tierras no enajenables.
48 Ibíd., p. 168.
49 Ibíd., p. 115 y 118.
37Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
Así pues, el surgimiento del Estado posrevolucionario funda su legitimidad en esas 
antiguas formas de socialidad política que durante los años del porfiriato, y aun 
antes, se habían mantenido en lucha A pesar de que la Constitución reconoce 
una república representativa, las formas políticas colectivas deben ser incorpora-
das para asegurar dirección y estabilidad, pues además, el cumplimiento de estos 
derechos requiere de la movilización y organización de los subalternos. Estas rela-
ciones brindan el carácter corporativo; a través de ellas se logra el reconocimientode actores y derechos colectivos, bajo nuevas relaciones de lealtad con los nuevos 
grupos y en torno a los caudillos y a la nueva clase política. 
La pieza que articula formas colectivas y liberalismo es el interés público, funda-
mental en la conformación de esta forma de Estado:
En eso consistía la magia del Estado corporativo: en el reconocimiento e incorpo-
ración de los intereses del mercado en el ámbito de lo público-estatal conservando 
los intereses particulares y conciliándolos como momentos del proceso político de 
unificación de la sociedad.50
En el Estado corporativo, la subordinación del interés privado y de la lógica 
mercantil a lo público rehace las conexiones entre los intereses público y privado, 
es decir, no aparecen como algo completamente independiente o escindido. Tal 
forma política, la supremacía del interés público al que deben supeditarse todos 
los actores, resuena hasta nuestros días en la percepción de lo justo y lo injusto. 
Entonces, en la protesta desde un “horizonte nacional-popular”51 la definición y el 
contenido del interés y bien público se convierten en una batalla. Tal va a ser parte 
de la lucha del movimiento poseletoral de 2006, la definición del interés público 
que apela a lo nacional como parte reconciliatoria de las relaciones de dominio 
que atraviesan la comunidad estatal.
50 Ibíd., p. 134.
51 Raquel Gutiérrez Aguilar. “Conocer las luchas y desde las luchas. Reflexiones sobre el despliegue 
polimorfo del antagonismo: entramados comunitarios y horizontes políticos”, Acta sociológica, núm. 
62, UNAM-FCPS, octubre-noviembre, 2013.
38 Alejandra García Cruz
Ahora bien, el estado corporativo también hereda formas políticas del régimen que 
había destruido,52 el autoritarismo en el ejercicio del poder y en la recomposición 
de la comunidad. Perdura la politicidad de las comunidades agrarias, a la vez que 
las formas de entender el mando presidencial y en general las formas de hacer po-
lítica de las clases gobernantes, reproduciendo una verticalidad dirigida ahora por 
los antiguos caudillos revolucionarios. Ligado a ello encontramos el surgimiento 
del presidencialismo y de la centralización del poder. 
Después del periodo armado de 1910 y de la creación de la Constitución de 
1917, durante los vaivenes del acomodo de la clase ganadora los poderes de los 
revolucionarios se encontraban dispersos, armados y organizados en diferentes 
partidos locales. A esto se debe la creación del partido de Estado en 1929 durante 
la administración de Plutarco Elías Calles, el Partido Nacional Revolucionario 
(PNR), que congrega a los caudillos, y se convierte en el lugar donde se disciplina 
y reproduce la nueva clase gobernante. 
La creación de este partido es el inicio de una centralización de los poderes regio-
nales y subalternos, quienes seguían luchando para hacer efectivas las promesas o 
conquistas de la Revolución. De aquí deriva otra de las características y razones 
del centralismo, los constantes levantamientos y organizaciones para demandar 
la repartición de tierras, mejores condiciones laborales, entre otras reivindicacio-
nes. Es decir, ya que la estabilidad dependía del cumplimiento de los derechos 
constitucionales, la recomposición de la comunidad estatal pasaba por enfrentar 
movilizaciones y guerrillas agrarias. Al igual que las relaciones de lealtad y tutelaje 
de la colonia, el autoritarismo se recrea bajo nuevas condiciones, sujetos y corre-
laciones de fuerzas. Las nuevas relaciones se establecen con una sociedad política 
que a diferencia de su antecesora proviene en gran medida de la clase media que 
había sido relegada. Si traducimos esto a nuestros términos, podemos decir que la 
escisión sociedad política y sociedad civil se ve interrumpida por el periodo revo-
lucionario pues no termina de erigirse una clase política hegemónica; sin embargo, 
a su instauración, en el Estado posrevolucionario se busca recrear esta escisión con 
los nuevos actores ganadores, algunos de ellos más allegados a las clases populares. 
52 Rhina Roux, óp. cit.
39Movimiento poselectoral contra el fraude de 2006 en México
La nueva clase queda constituida por actores heterogéneos provenientes del cons-
titucionalismo, el agrarismo, el liberalismo radicalizado de la Revolución, clases 
medias y antiguos funcionarios relegados; y es institucionalizada en el partido de 
Estado, el PNR. Tanto el centralismo como el corporativismo son recreados en 
torno a los caudillos revolucionarios, los caudillos triunfadores y nuevas organiza-
ciones favorecidas por las conquistas revolucionarias: el ejido y el fortalecimiento 
de los sindicatos. Así que los grupos gobernantes no son elegidos en las formas 
republicanas electorales, sino en el seno de este partido con las formas colectivas 
y centralistas; con algunas organizaciones y demandas subalternas y con los con-
se cuentes compromisos necesarios para constituirse como gobernantes; con la 
vigilancia a los nuevos funcionarios y la renuncia a formas independientes de 
organización; con nuevos grupos campesinos, urbanos, sindicales, y con redes de 
lealtades.
Toda esta red queda articulada de manera decisiva alrededor de la presidencia de 
Lázaro Cárdenas, caudillo revolucionario proveniente del ala agrarista. Este es el 
periodo que mejor muestra aquellas redes de protección-lealtad, y disputa de lo 
colectivo y lo autónomo; pues es el periodo donde se derrota a la oligarquía agraria, 
se modifica la propiedad de la tierra bajo la forma del ejido, que brinda un carácter 
democrático al corporativismo, pues se convierte en una forma de organización no 
impuesta desde arriba.53 Los trabajadores se reorganizan y robustecen en sindica-
tos, logrando conquistas históricas que hoy en día aun derrumbadas se apela a ellas 
como una forma de legitimidad, y todavía en el 2006, el movimiento poselectoral 
aspira y evoca aquellos derechos.
Sin embargo también se recrea el presidencialismo, todas estas redes y batallas 
quedan subsumidas a la figura presidencial y contenidas en el partido de Estado, el 
cual en 1938 incorpora a diferentes organizaciones subalternas que construyen un 
frente para lograr las demandas de la Revolución; desterrar al expresidente Calles 
que encabezaba otro proyecto de país así como de propiedad de la tierra; y para 
lograr la expropiación petrolera, con lo que se configura una nueva faceta de parti-
do de Estado, ahora denominado Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Por 
medio del partido se integraba al Estado organizaciones como la Confederación 
53 Rhina Roux, óp. cit., p. 190.
40 Alejandra García Cruz
de Trabajadores de México, con más de 20 sindicatos y el 75% de los asalariados; 
la Confederación General de Trabajadores, la Confederación General de Obreros 
y Campesinos de México, trabajadores electricistas y mineros, la Confederación 
Campesina Mexicana, federaciones de empleados del Estado, maestros, pequeños 
propietarios agrícolas, profesionales y mujeres.
La expropiación petrolera por la que dan batalla estos actores no sólo modifica la 
correlación de fuerzas frente a Estados Unidos, sino que se convierte en un acto 
fundador de la nación.
La afirmación de la soberanía del Estado mexicano frente a unidades estatales 
externas coincidió con la constitución de la institución presidencial como represen-
tación unitaria y exclusiva del poder estatal. Con el cardenismo se afirmó el poder 
presidencial como mando supremo dentro del territorio nacional y se realizó la 
subordinación de todos los poderes del Estado la institución presidencial.54
El conjunto del partido, los poderes estatales y locales, así como los grupos ex-
tranjeros quedan por debajo de la figura presidencial, que en el siguiente periodo 
se convierte en la institución articuladora y monopolizadora de lo político, cuya 
máxima expresión se da en la designación por el presidente de la República de 
su propio sucesor, pasando por encima de las formas republicanas que se habían 
previsto: sistema de representación

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