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Mutilacion-genital-femenina-en-Egipto--logros-y-retos-de-la-comunidad-internacional-ante-su-erradicacion-para-el-Siglo-XXI-una-crtica-desde-los-feminismos

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
“MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA EN EGIPTO: LOGROS Y 
RETOS DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL ANTE SU 
ERRADICACIÓN PARA EL SIGLO XXI. UNA CRÍTICA DESDE 
LOS FEMINISMOS.” 
T E S I S 
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE: 
LICENCIADO EN RELACIONES INTERNACIONALES 
PRESENTA 
JOSÉ ALBERTO ARISTA SAN 
ASESORA: DRA. MARÍA DOLORES MUÑOZCANO SKIDMORE 
MAYO, 2017 
Veronica
Texto escrito a máquina
CIUDAD UNIVERSITARIA, CD.MX.
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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El camino natural hacia la soledad es el dolor. Hablo del dolor 
físico, ese que no se puede compartir, que nadie puede sentir 
por otro ni llevar un rato al lomo ese saco de piedras que no es 
suyo. El dolor moral es más tolerable: se comparte. Hay otro 
amigo al lado, un hermano tal vez llorando al mismo muerto, 
una mano en el hombro que siente compasión, otro par de 
ojos mirando al mismo punto donde yace un perro atropellado 
a media calle. El dolor del cuerpo, en cambio, se sufre en 
soledad. Es cuando ella aparece magnífica y todopoderosa 
mostrando su soberanía. 
Hemos nacido para compartir, para ser al lado de otros; 
tenemos una tendencia innata a buscar un espejo que nos 
muestre cómo somos, quiénes somos. Pero qué pasa cuando 
no hay nadie que refleje eso que siento aquí, justo aquí, en 
esta carne que no puede ser de nadie más que mía, cuyos 
pliegues y lisuras se han ido marcando conforme a quien he 
ido siendo: una parte heredada, otra parte, los caminos que he 
elegido, otra porción de mí no se sabe cómo la adquirí. Pero 
esa soy. Ese hueso que se quiebra me impide caminar tan sólo 
a mí; la sangre que me riega por dentro sólo a mí me sangra, 
este dolor que duele penetrante, es tan astuto y taimado que 
no tiene memoria. Recuerdo que me dolía tanto, se dice, pero 
no se recuerda al dolor mismo […]” 
- María Esther Núñez - 
“A genuine change must first come from within the individual, 
only then can he or she attempt to make a significant 
contribution to humanity." 
- Tenzin Gyatso- 
A mi amada Universidad, por abrirme sus puertas para 
adentrarme en la búsqueda de ése que realmente soy. 
A mis familias: la del árbol genealógico y aquélla que he 
elegido por convicción. Gracias por tanta creatividad para 
demostrar el amor de mil y un maneras. 
A todos aquellos valientes que, desde sus propios espacios, 
han hecho suyas las luchas por la libertad y la justicia. Gracias 
por el coraje de nunca desistir. 
Introducción 5 
Capítulo 1. Teoría Feminista 
1.1 Contra los discursos esencialistas: aportaciones teóricas del Feminismo 11 
1.1.1 Discurso de la Inferioridad 13 
1.1.2 Los Discursos del Androcentrismo y de la Misoginia 16 
1.1.3 El discurso de la Excelencia 24 
1.2 La gestación del movimiento. Cronología del Feminismo 28 
1.2.1 La primera ola: el Feminismo Ilustrado 29 
1.2.2 La segunda ola: el Feminismo Liberal-Sufragista 38 
1.2.3 De la transición a la tercera ola: el Feminismo Contemporáneo 49 
Capítulo 2. La Mutilación Genital Femenina: aproximaciones conceptuales 
2.1 Generalidades de la MGF: tipología y consecuencias de su práctica 65 
2.1.1 Tipología y consecuencias 69 
2.2 La MGF en la Historia: orígenes, procedimientos y fundamentos 
Socioculturales 74 
Capítulo 3. El Feminismo en la Organización Internacional: logros y alcances para 
la erradicación de la MGF 
3.1 Sistema internacional de protección jurídica para las mujeres 83 
3.1.1 Declaración Universal de los Derechos Humanos 84 
3.1.2 Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de 
 Discriminación contra la Mujer (CEDAW) 86 
3.1.3 Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer 92 
3.1.4 Conferencia Internacional sobre Derechos Humanos 96 
3.2 Instrumentos regionales y legislación egipcia contra la práctica 97 
3.2.1 Carta Africana sobre los Derechos Humanos y de los Pueblos 97 
3.2.2 Protocolo de Maputo 102 
3.3 Evolución de la legislación nacional egipcia contra la MGF 105 
Capítulo 4. La Mutilación Genital Femenina en Egipto hoy: retos para su 
erradicación 
4.1 El papel del Estado y las nuevas generaciones ante la MGF 113 
4.1.1 Despliegue del FGM Free Village Model como estrategia nacional 115 
4.1.2 Mutilación genital femenina en Egipto: tendencias actuales 122 
4.2 Las mujeres egipcias y la Política del Lugar. Creación de nuevos espacios 
de lucha contra la MGF desde los Feminismos poscoloniales 129 
Conclusiones 138 
5 
INTRODUCCIÓN 
África se ha caracterizado por ser un continente repleto de tradiciones y 
costumbres que, desde la óptica occidental, suelen parecer incomprensibles, 
consideradas crueles e incluso con alto grado de barbarismo, aunque para muchas 
de las etnias y pueblos africanos, estas prácticas posean gran relevancia y 
significado por ser parte de su herencia y construcción cultural. 
Dentro de este amplio conjunto, una de las prácticas que ha sido llevada a 
cabo de manera ancestral es la mutilación genital femenina (MGF), la cual consiste 
en la extirpación parcial o total de los genitales de mujeres y niñas a través de 
procedimientos diversos. Hasta la actualidad, la mutilación genital femenina ha 
fungido como un rito de iniciación o transición hacia la vida adulta en 29 países 
africanos, estando también presente en algunos otros de Europa, Asia y América 
Latina como consecuencia de movimientos migratorios. 
Particularmente en Egipto, al ser practicada como un rito de iniciación, la 
MGF ha sido un procedimiento con una enorme carga sociocultural e ideológica 
mediante el cual las mujeres reafirman su femineidad, su identidad social y su valía 
como miembros de la comunidad, mostrándose ante el colectivo como sujetos 
aptos para desempeñar roles esenciales y de alto valor —como el matrimonio, la 
crianza y el compromiso religioso—, según lo establecido por las mismas 
sociedades: así, la mutilación genital se ha percibido, se ha practicado y se ha 
transferido generacionalmente casi como un requisito para todas ellas. 
Es preciso mencionar que esta práctica, al ser ampliamente realizada en 
condiciones extremas de insalubridad y escasa higiene, generalmente en un 
entorno de coerción y violencia física y psicológica, conlleva un conjunto de 
estragos en la salud física y mental de las mujeres cercenando, más allá del cuerpo 
físico, su integridad como seres humanos. 
En la actualidad, se calcula que no menos de 125 millones de mujeres y 
niñas en todo el mundo han sufrido algún tipo de mutilación genital. Egipto se ha 
considerado la capital mundial de la mutilación genital femenina, siendo uno de los 
países que registra los más altos índices de incidencia en su población, con el 87% 
6 
 
de sus mujeres y niñas para 2015: una cifra aún alarmante, a pesar de haber 
alcanzado hasta el 98% casi una década atrás.1 
 Aunque a partir de los años ochenta ha sido desplegada, con mayor fuerza, 
una serie de esfuerzos nacionales, regionales y mundiales para su erradicación, 
culminando en su condena en diversos instrumentos internacionales de derechos 
humanos y en su penalización por las leyes egipcias en 2008, luego de complejas 
transiciones políticas y religiosas, la MGF en Egipto sigue siendo una dura realidad 
hasta el día de hoy. 
 La hipótesis queha dado origen a esta investigación busca una respuesta 
ante la incesante necesidad de comprender qué es todo aquello que ha propiciado 
la supervivencia de esta práctica y por qué su erradicación continúa siendo una 
lucha lenta y complicada: desde el Feminismo, como principal herramienta teórica, 
se explica cómo la MGF es una representación de la violencia y la desigualdad 
hacia las mujeres ejercida de forma común en todo el orbe desde hace cientos de 
años, alentada y permitida por un sistema patriarcal que opera en todas las 
estructuras sociales: desde el hogar hasta la comunidad internacional, atravesando 
por redes más pequeñas como las familias, las comunidades y los Estados. 
 Asimismo, se explica cómo la Organización Internacional ha hecho suyos los 
logros alcanzados por mujeres organizadas en busca de libertad, emancipación y 
derechos fundamentales, como resultado de un movimiento feminista ahora 
mundial que comenzó a gestarse desde dos siglos atrás. 
 De forma paralela, esta tesis tiene el propósito de exponer las generalidades 
en torno a la mutilación genital femenina, sus posibles orígenes, su tipología, sus 
causas y consecuencias; pero tiene también la intención de explicar cómo los 
logros que se han alcanzado en pro de su erradicación desde la vía del Derecho 
(nacional e Internacional) y desde la movilización social, han sido posibles gracias 
a los aportes del Feminismo clásico y las corrientes feministas posteriores, surgidas 
a fin de dar solución a las nuevas problemáticas tan cambiantes de las mujeres 
como su realidad misma. Estos hallazgos permiten la identificación de aquellas 
 
1 Vid. Data and Analytics Section, Female Genital Mutilation/Cutting: A Global Concern, UNICEF, Febrero 
2016, [en línea]: data.unicef.org/child-protection/fgmc.html, fecha de consulta: Julio 21, 2016. 
 
7 
 
áreas en que los aportes del Feminismo clásico no han sido suficientes para lograr 
la erradicación de la MGF, dando cabida a la creación de nuevos enfoques teóricos 
que aparecen en escena para ofrecer alternativas de cambio emergidas desde los 
feminismos poscoloniales y las teorías sobre el lugar. 
 En el primer capítulo de esta investigación se abordan las aportaciones 
teóricas del Feminismo, identificando los cuatro principales discursos esencialistas 
en que el patriarcado ha basado su existencia y a partir de los cuales ha detonado 
su poderío sobre las mujeres: el Discurso de la Inferioridad, el Discurso de la 
Misoginia, el Discurso del Androcentrismo y el Discurso de la Excelencia. Por otra 
parte, en este capítulo se presenta, de forma cronológica, la transición del 
feminismo, emergido como un movimiento social y derivado en una de las teorías 
críticas contemporáneas más importantes sobre la cual comenzarán a fundarse 
otras más en torno al cuerpo y al género. 
 Considerando que el origen del feminismo, como movimiento social, se sitúa 
en un contexto europeo de reconfiguraciones económicas, sociales y políticas, 
como respuesta ante la negación para las mujeres de las promesas que trajo 
consigo la Ilustración: libertad, igualdad y derechos universales, todos ellos, 
conceptos derivados de la razón, este primer capítulo explica cómo es que, una vez 
que el movimiento feminista se consolidó como teoría, las contribuciones, vías y 
mecanismos de lucha fueron adaptándose de acuerdo a las necesidades de cada 
una de sus etapas, dando origen a diversos feminismos, explicando también las 
principales tesis de cada uno de ellos, clasificados dentro de tres grandes olas: el 
Feminismo Ilustrado, el Feminismo Liberal-Sufragista y el Feminismo 
Contemporáneo, analizando la forma en que cada uno de ellos ha contribuido a la 
lucha contra los discursos esencialistas mediante los cuales el patriarcado opera. 
 El segundo capítulo de esta investigación proporciona herramientas 
conceptuales en torno a la mutilación genital femenina, mismas que permiten 
construir un análisis integral de la práctica. En primer lugar, se exploran 
generalidades como la tipología, los procedimientos para realizarla y las 
consecuencias físicas y psicológicas que conlleva. Posteriormente, se ofrece un 
análisis que permite ubicar los orígenes de la MGF en distintos momentos 
8 
 
históricos y en distintas civilizaciones, revisando los principales fundamentos 
socioculturales que han dado pie y han fomentado su preservación hasta hoy. 
 Todos los elementos anteriores permiten arribar al tercer capítulo, donde se 
analiza la manera en que diversos actores internacionales han reaccionado ante la 
mutilación genital femenina. Tomando en cuenta las labores emprendidas por 
organizaciones internacionales, organismos regionales, organizaciones no 
gubernamentales y los propios Estados, se explica cómo la MGF ha llegado a ser 
prohibida, condenada y en algunos casos sancionada por diversos instrumentos 
internacionales y leyes nacionales, tras una larga lucha con improntas feministas 
incluidas en un enfoque de Derechos Humanos, adoptadas como principales ejes 
de acción y cristalizadas en dichos instrumentos. Por lo anterior, en este capítulo se 
enfatiza también cómo el Feminismo ha logrado insertarse, paulatinamente, en las 
dinámicas y agendas de importantes actores internacionales como la Organización 
de las Naciones Unidas, principalmente. 
 Por último, en el cuarto capítulo de esta investigación, se evalúa la situación 
actual de la MGF en Egipto. Apoyado en un análisis estadístico se exponen las 
tendencias de esta práctica, además de la forma en que su percepción/aceptación 
ha ido transformándose generacionalmente gracias a las campañas y acciones 
globales para erradicar este problema. Entre dichas acciones, particularmente, se 
aborda el caso del FGM Free Village Model, una estrategia nacional desplegada en 
Egipto desde 2003, a partir de una concientización y preocupación gestada fuera 
de sus fronteras. En él se aborda también la construcción de una nueva percepción 
de la MGF desde un enfoque de empoderamiento para las mujeres, una 
sensibilización sobre la práctica que involucra a la comunidad médica y la sociedad 
en general, una concientización sobre enfoques de género y derechos humanos y 
una nueva postura adoptada por las autoridades islámicas que se han sumado a la 
erradicación de la práctica a partir de derribar los fundamentos religiosos sobre los 
cuales, equívocamente, se ha erguido. Asimismo, la última parte de este capítulo 
cuestiona los retos de la Organización Internacional ante la dificultad con que las 
metas se han alcanzado en torno a la práctica, dando lugar a nuevos enfoques 
teóricos surgidos a partir de recientes concepciones sobre el cuerpo y el lugar. 
9 
 
 El planteamiento anterior sobre la problemática de la mutilación genital 
femenina resulta de gran interés para los estudiosos de las Relaciones 
Internacionales debido a la gravedad que implica y al potencial que la disciplina 
posee para contribuir a erradicarla. Desde una perspectiva crítica hacia los debates 
y la concepción tradicionales de Relaciones Internacionales, al enfocar su atención 
a las formas de interacción entre los Estados y otros actores internacionales, se ha 
asumido erróneamente que, éstas se presentan neutrales y asexuadas con afán de 
preservar la objetividad de la disciplina. Sin embargo, desde un enfoque de género, 
han parecido olvidar que las relaciones entre los actores internacionales inician en 
un nivel de abstracción mucho menor, un nivel micropolítico: es decir, de sujeto a 
sujeto. Todos estos sujetos a partir de los cuales inicia cualquier tipo de vínculo, se 
encuentran subordinados a Estados, empresas, regímenes, instituciones y otros 
actores internacionales, en los cuales, al tratarse de conceptos estructurales, 
impactan aspectos como el género y las desigualdades entre los sexos. 
 Por lo anterior, seenfatiza cómo es que desde el origen institucionalizado de 
Relaciones Internacionales —como disciplina—, cuyo contexto posbélico 
demandaba la formulación de acuerdos políticos, primando asuntos como la paz, la 
seguridad y la guerra, las mujeres quedaron, desde un inicio, fuera de esa esfera 
de la high-politics, siempre dominada por estrategas, soldados y diplomáticos 
hombres, relegando a las mujeres a algún otro lugar. En ese sentido, el Feminismo 
ha buscado algunas fisuras sistémicas a través de las cuales pueda penetrar en la 
disciplina, con el objetivo de aumentar la participación (realmente efectiva) 
femenina en las áreas económica, social, política y jurídica a nivel mundial. 
 Aun delimitado a Egipto en esta investigación documental, el estudio de la 
MGF es la cristalización de un problema mundial que llama con urgencia la 
atención de internacionalistas y otros científicos sociales: la postergación de la 
desigualdad y la violencia contra las mujeres dentro de la agenda de la 
Organización Internacional. 
 Aunque la MGF está presente en muchas otras naciones, el estudio y la 
problematización de esta práctica únicamente al interior de sus fronteras, está 
basada en diversas razones. Entre ellas sobresalen: los altos índices de mujeres 
10 
 
que han sido sometidas a algún tipo de mutilación genital, las inestables 
transiciones por las que ha atravesado el sistema jurídico egipcio respecto de la 
erradicación de esta práctica, su aparición en distintos estudios como la civilización 
pionera de la MGF desde épocas remotas, la presencia del Islam como religión 
predominante cuyo papel se convierte en una errónea justificación ante ella y la 
contradicción entre su participación en un número significativo de organizaciones y 
convenios internacionales a favor de los derechos de las mujeres y la permisibilidad 
de la violencia en su contra. 
 El estudio de la mutilación genital femenina adquiere una importancia vital 
para las Relaciones Internacionales en tanto que, desde sus herramientas 
analíticas, permite observar las posturas que dan pie a importantísimos debates; 
particularmente, respecto de esta práctica, se contraponen principios como la 
autodeterminación de los pueblos frente a teorías universales como los Derechos 
Humanos interpretándose, equívocamente, como una dicotomía entre la 
occidentalización de la sociedad internacional y la soberanía de las naciones. 
 No obstante ser considerada una violación a los derechos humanos, la MGF 
tiene también una causa que rebasa los límites geográficos, políticos, económicos 
y sociales de los Estados, convirtiéndola en un problema global, que atañe a todas 
las sociedades y a todos los estratos del mundo: se trata, pues, de la inequidad de 
género y la presencia del patriarcado como principales represores del desarrollo 
pleno de las mujeres. 
De este modo y desde una óptica de género, el presente estudio significa un 
aporte hacia la transformación de las relaciones sociales entre los seres humanos, 
hacia la igualdad de derechos y hacia la justicia. Aun si de manera limitada, esta 
investigación es un llamado a la reflexión sobre una posibilidad de cambio en el 
comportamiento de los actores internacionales respecto de la MGF, cuyo reto 
consistirá en desentrañar el vínculo aparentemente imperceptible entre la 
comunidad internacional y el patriarcado: un vínculo que legitima, justifica y 
perpetúa la situación de desventaja en que viven las mujeres frente a los hombres 
todavía. 
11 
 
Capítulo 1 
Teoría Feminista 
 
1.1 Contra los discursos esencialistas: aportaciones teóricas del Feminismo 
¿Qué es una mujer? —se preguntó Simone de Beauvoir al iniciar sus 
observaciones expuestas en “Le deuxième sexe”, publicado en la década de los 
cuarenta, explicando la relación entre el elemento sexual y la situación de las 
mujeres en asuntos sociales, políticos, económicos y culturales en la Francia de 
entonces —Una mujer es un ser humano, pero que no es un hombre—desentrañó 
después.2 
 Aunque su respuesta pudiera parecer obvia, el feminismo —entendido como 
un movimiento social que, como cualquier otro, busca objetivos específicos para 
obtener mejores condiciones de vida— ha sido desde siempre consciente de las 
grandes desigualdades en que han vivido las mujeres en relación con los hombres. 
 Etimológicamente, la palabra feminismo proviene del vocablo francés femme 
y del latín fémina (mujer). Muchas han sido las definiciones que se han ofrecido 
para el término con la intención de integrar, en un solo concepto, lo que es y lo que 
busca. Existen definiciones muy completas, como la ofrecida por Victoria Sau 
Sánchez en su Diccionario Ideológico Feminista, entendiéndolo como 
 
[…] un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del 
siglo XVIII y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo 
o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han 
sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del 
patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo 
cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las 
transformaciones de la sociedad que aquélla requiera.3 
 
 
2Cfr. Simone de Beauvoir, Le Deuxième Sexe, Francia, Gallimard, 1949. 
3Victoria Sau Sánchez, Diccionario Ideológico Feminista, Barcelona, Icaria, 2000, p. 121. 
12 
 
Jane Mansbridge, por su parte, brinda una definición mucho más simple pero no 
distinta: es el compromiso para terminar con la dominación masculina4. 
 Definir un origen certero del feminismo resultaría insensato pues, en 
palabras de la antropóloga Ana de Miguel, éste “ha existido siempre en tanto que 
las mujeres, individual o colectivamente, se han quejado de su injusto y amargo 
destino bajo el patriarcado y han reivindicado una situación diferente, una vida 
mejor.”5 Sin embargo, la gestación del movimiento ha sido identificada en el 
contexto de la Revolución Francesa dados los importantes alcances que las 
mujeres obtuvieron y su trascendencia hasta los estudios feministas de la 
actualidad. 
Aunque iniciado como movimiento sociopolítico de mujeres, el Feminismo 
es también un conjunto de teorías que se ha dado a la tarea de autodefinirse a 
través de identificar a su enemigo, algo que lo niega, pero que no sólo niega a 
éste, sino a las mujeres en general. Aquello que los niega no es sólo un grupo de 
personas, es un adversario mucho más potente: es una ideología, un sistema, una 
cultura, una civilización, un orden económico, una organización política y un largo 
etcétera que cabe en una sola palabra: patriarcado. 
Gerda Lerner define al patriarcado como “la manifestación e 
institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niños/as de la 
familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en 
general.”6 
Habiéndose definido a sí mismo a partir de definir a aquél enemigo que lo 
subyuga, el Feminismo posee tres características básicas: es descriptivo, es 
prescriptivo y es práctico. En este sentido, el Feminismo identifica un problema 
para describir después una situación real: las mujeres se han encontrado en 
peores condiciones frente a los hombres en todas las sociedades del mundo. 
Luego prescribe, valora en qué condiciones, posiciones y situaciones se 
encuentran los sujetos que analiza; ello le permite tomar una postura frente a los 
 
4Vid. Manuel Castells, La era de la información: economía, sociedad y cultura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, 7a 
ed., p. 201. 
5Ana de Miguel, “Los feminismos a través de la Historia”, en Celia Amorós (Dir.), Diez palabras clave sobre 
mujer, Pamplona, Verbo Divino, 1995, p. 26. Cursivas mías. 
6Vid. Gerda Lerner, The Creation Of Patriarchy, New York, Oxford University Press, 1986, p. 26.13 
 
fenómenos sociales que enfrentan las mujeres, para sugerir después que algo está 
mal, que debe cambiar. Finalmente, tras haber hallado una posibilidad de cambio, 
no se limita a la toma de una postura, ¡actúa! El ejercicio práctico del feminismo, 
precisamente, consiste en visibilizar —para erradicar— el problema de la 
desigualdad femenina como un fenómeno que debe y puede cambiar en tanto que 
no es natural, pues no es algo inherente a los seres humanos ni forma parte de un 
ciclo vital para las hembras de la especie.7 Así, la exhibición de la desigualdad en 
que viven las mujeres hoy día resulta el primer paso para la lucha feminista, pues 
mientras más invisibilizado se encuentra un conflicto, éste opera con mayor 
potencia. 
El proceso para desnaturalizar la situación en que viven las mujeres aún en 
la actualidad no ha sido sencillo. El Feminismo ha trazado una línea de acción con 
base en la identificación y erradicación de los discursos esencialistas en los cuales 
se cimienta y legitima el patriarcado. El poder de dichos discursos es tal, que se 
encuentra arraigado en la idiosincrasia de distintas sociedades y culturas, siendo 
transmitido de forma oculta, casi imperceptible, entre un bagaje de conocimientos 
que, tras haber sido interiorizados, aceptados y socializados por los individuos de 
un grupo, permite construir aprendizajes incuestionables sobre el mundo. Dichos 
discursos son explicados a continuación. 
 
 1.1.1 Discurso de la Inferioridad 
Al igual que el resto de los discursos esencialistas contra los que lucha el 
Feminismo, el discurso de la inferioridad tiene como fundamento la asignación de 
características a partir del cuerpo. Tal como apunta Diana Maffía: 
 
[…] Todo cuerpo está atravesado por (…) ‘zonas de clivaje’ que 
estructuran (aunque no determinan) las identidades; factores como la 
clase, la raza, la etnia, la religión, el sexo, la edad, son condiciones 
materiales a partir de las cuales se configura el universo de sentido que va 
 
7Cfr. Diana Maffía, Contra las dicotomías: feminismo y epistemología crítica, [en línea], 9 pp., Universidad de 
Buenos Aires, 2008, Dirección URL: http://dianamaffia.com.ar/archivos/Contra-las-dicotom%C3%ADas.-
Feminismo-y-epistemolog%C3%ADa-cr%C3%ADtica.pdf., Fecha de consulta: Octubre 26, 2015. 
http://dianamaffia.com.ar/archivos/Contra-las-dicotom%C3%ADas.-Feminismo-y-epistemolog%C3%ADa-cr%C3%ADtica.pdf
http://dianamaffia.com.ar/archivos/Contra-las-dicotom%C3%ADas.-Feminismo-y-epistemolog%C3%ADa-cr%C3%ADtica.pdf
14 
 
a delinear los territorios del yo, del nosotros y de lo ajeno. Es la relevancia 
que otorgamos a estos factores, y no su mera existencia, lo que produce 
esa acción preformativa del nombrar. Así se establece nuestra comunidad 
de pertenencia, como identidad, y se expulsa al diferente fuera del 
colectivo, como alteridad. Al ser materiales, muchas de estas condiciones 
actúan como razones objetivas y tangibles que establecen fronteras 
‘naturales’ entre los cuerpos.8 
 
En este sentido, resulta necesario definir la categoría de la que parte cualquier 
diferenciación entre los cuerpos humanos: el sexo. Por sexo debe entenderse al 
conjunto de características físicas, biológicas y anatomofisiológicas de los seres 
humanos, las cuales permiten definirlos como machos o hembras a partir del 
reconocimiento de sus datos corporales genitales.9 
 Siguiendo esta línea, la primera diferenciación por excelencia entre los 
cuerpos humanos es de carácter biológico y sexual: incluso antes de nacer, el 
primer dato que se tendrá de nuestra existencia será si nuestro sexo corresponde 
al de un macho o al de una hembra. Es a partir de ese instante que a nuestro 
cuerpo le es asignada una serie de características aparentemente innatas que, con 
el paso de los años, nos irán determinando como un hombre o como una mujer: por 
ejemplo, en las culturas occidentales, si se nace mujer, muy probablemente sus 
orejas serán horadadas, la dotarán de identidad a través de un nombre femenino y 
usará sus primeros atuendos en color rosado. Ya más tarde, los aprendizajes 
necesarios que adquiera para su existencia como mujer en el mundo, dependerán 
de la cultura y el contexto en que se desarrolle. De ahí devendrán una serie de 
comportamientos, aficiones, gustos, roles, límites, deberes y actividades a 
desempeñar cuyo único fundamento será la determinación biológica que obtuvo su 
cuerpo al nacer. A este proceso se le conoce como construcción del género. 
 
8Diana Maffía, Los cuerpos como frontera, [en línea], 7 pp., Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 2010, 
Dirección URL: http://dianamaffia.com.ar/archivos/Los-cuerpos-como-frontera.pdf. Fecha de consulta: 
Octubre 26, 2015. 
9Portal oficial de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 
Vocabulario referido a género, [en línea], s/lugar de edición, s/editor, s/fecha de publicación, Dirección URL: 
http://www.fao.org/docrep/x0220s/x0220s01.htm. Fecha de consulta: Octubre 21, 2015. 
http://www.fao.org/docrep/x0220s/x0220s01.htm
15 
 
 En palabras de Marcela Lagarde, el género es “el conjunto de atributos, de 
atribuciones, de características asignadas al sexo. (…) El género es una categoría 
que abarca, efectivamente, lo biológico, pero es, además, una categoría bio-socio-
psico-econo-político-cultural.”10 De esta manera, al ser un producto de la cultura y 
no de la naturaleza, dichos atributos, atribuciones y características serán diferentes 
en cada una de las sociedades y de los contextos históricos en que se desarrollan 
los individuos: serán construidas por el colectivo. 
 El discurso de inferioridad, consciente de estas diferencias genéricas, no 
sólo marca una brecha tajante entre las características propias de una mujer y las 
de un hombre, sino que las valoriza, las jerarquiza de forma tal que presenta a 
unas por encima de las otras. Quizá uno de los ejemplos más evidentes gira en 
torno al parámetro de la fuerza física: desde pequeños se enseña que el cuerpo de 
un varón es más fuerte que el de una hembra. Y se aprende de manera 
automática, casi lógica, sin que nos detengamos a pensar qué parámetros se 
tienen del concepto fuerza. Entonces aparece la carga valorativa: un cuerpo fuerte 
(el de un hombre) resultará más útil/productivo/resistente que uno débil (el de una 
mujer): inmediatamente, el cuerpo femenino es desplazado a una segunda 
posición. Lo mismo ocurre con otros conceptos/calificativos que la cultura ha 
catalogado como positivos y superiores, tales como valiente, audaz, rápido, grande, 
objetivo, racional, resistente; todos ellos asociados, casi inconscientemente, a un 
cuerpo masculino, desplazando a una posición inferior y negativa a todos aquellos 
opuestos que, por el contrario, se atribuyen a una mujer: cobarde, recatada, lenta, 
pequeña, subjetiva, emotiva, débil. 
 Es preciso mencionar que el discurso de inferioridad actúa de diferentes 
maneras de acuerdo a los momentos históricos en que es empleado. Por ejemplo, 
continuando con el parámetro de la fuerza física, la diferencia entre los niveles de 
fuerza de hombres y mujeres ha sido un factor determinante para establecer un 
listado de actividades —incluso económicas—masculinas y otro de actividades 
femeninas. Dicha diferencia pudo ser razonable décadas atrás, cuando las 
 
10Marcela Lagarde, "La multidimensionalidad de la categoría género y del feminismo”, en María Luisa 
González Marín (Coord.), Metodología para los estudios de Género, México, IIEc-UNAM, 1996, p. 51. 
16 
 
actividades del campo o de la industria demandaban una mayor resistencia del 
cuerpo humano ante el trabajo. Hoy en día, debido a los avances tecnológicos, la 
fuerza física ya no representa una limitante para quelas mujeres puedan ejercer 
determinadas actividades, pues con el paso del tiempo la fuerza aportada por los 
cuerpos humanos ha sido sustituida por maquinaria o nuevos equipos 
perfectamente manejables por hombres y mujeres. No obstante, la idea ‘los 
hombres son más fuertes que las mujeres’ continúa siendo empleada como una 
barrera para la capacidad femenina debido al gran impacto que el discurso de 
inferioridad ha causado. 
Por lo anterior, este discurso se encuentra estrechamente ligado con la 
construcción del género y la creación de estereotipos sexuales, pues no sólo 
diferencia los atributos que se asignan a lo masculino y a lo femenino, sino que 
refuerza una jerarquización entre los sexos. Así, no sólo se dice que débil es 
distinto de fuerte, ni que lo débil es femenino y lo fuerte es masculino, sino que lo 
fuerte resulta más valioso que lo débil y, por tanto, lo masculino es más valioso que 
lo femenino: éstas deducciones refuerzan la posición de inferioridad de las mujeres 
respecto de los varones de una forma casi incuestionable.11 
 
 1.1.2 Los Discursos del Androcentrismo y de la Misoginia 
 El segundo discurso esencialista contra el que ha luchado el Feminismo es 
el discurso androcéntrico. El androcentrismo es el “enfoque unilateral que toma al 
varón/hombre como centro y medida de todas las cosas”12, creando así una “visión 
del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino”.13 
 El discurso androcéntrico ha permeado de forma brutal en la historia de la 
humanidad debido a dos razones elementales14. La primera de ellas es su 
 
11Cfr. Diana Maffía, Contra las dicotomías: feminismo y epistemología crítica, Op. Cit. 
12Victoria Sau Sánchez, Op. Cit., p. 19. 
13 Portal oficial de la Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, [en línea], España, s/editor, 
octubre de 2014, Dirección URL: http://lema.rae.es/drae/?val=androcentrismo. Fecha de consulta: 
noviembre 7, 2015. 
14Cfr. Claudia Gómez Cañoles, "Discurso feminista y literatura: antecedentes bibliográficos", [en línea], s/lugar 
de edición, UACH, 2002, Dirección 
URL:www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=138. Fecha de consulta: 
noviembre 8, 2015. 
17 
 
antigüedad: desde los inicios de la religión cristiana el hombre ha sido considerado 
como el origen, el punto de partida de todas las cosas. Ya en el Génesis del 
universo, según los pasajes bíblicos, puede leerse: 
 
Dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a 
nuestra imagen y semejanza. Que tenga 
autoridad sobre los peces del mar y 
sobre las aves del cielo, sobre los animales 
del campo, las fieras salvajes y los reptiles 
que se arrastran por el suelo.’ 
Y creo Dios al hombre a su imagen. 
[…] Dijo Yavé Dios: ‘No es bueno que 
el hombre esté solo, voy a hacerle 
una auxiliar a su semejanza.’ 
[…] Entonces Yavé hizo caer en 
un profundo sueño al hombre y éste 
se durmió. Le sacó una de sus costillas 
y rellenó el hueco con carne. De la 
costilla que Yavé había sacado al 
hombre, formó una mujer y la llevó 
ante el hombre. Entonces el hombre 
exclamó: ‘Ésta sí es hueso de mis 
huesos y carne de mi carne. Ésta será 
llamada varona, porque del varón ha 
sido tomada.’15 
 
La presencia del discurso androcéntrico en el origen del hombre, según la religión 
cristiana, es tan sólo uno de los tantos ejemplos que lo sitúan como el origen y el 
centro de todo lo humano. El elemento androcéntrico en los versos anteriores no es 
tan obvio como parece, pues más allá de narrar la creación de la mujer como un 
hecho posterior a la creación del hombre, sitúa de forma explícita la creación de la 
 
15Extractos del Génesis, según la Biblia cristiana, versículos 1:26, 1:27, 2:21, 2:22 y 2:23. 
18 
 
mujer como una intención secundaria, como una finalidad de complementariedad 
que no habría sido necesaria si no hubiese existido anteriormente un varón. 
 La segunda razón a la cual le es atribuido el impacto de este discurso en el 
pensamiento de las sociedades aún en la actualidad es que éste opera, a través 
del lenguaje, en múltiples esferas que atañen a la humanidad: la literatura, la 
religión, la ciencia y muchas de sus ramas, como la antropología y la Historia 
misma. Dentro de la tradición occidental, uno de los ataques más poderosos del 
discurso androcéntrico es el uso de la palabra “hombre” como sinónimo de todo lo 
humano.16 Lo anterior puede notarse en importantes postulados científicos como 
“La evolución del Hombre”, que nos coloca como actual resultado de un largo 
proceso de evolución de una especie de los simios; o como importantes 
documentos que significaron un hito en el ámbito social y jurídico de los individuos, 
tal como la “Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”. En ambos 
casos, la mujer y todo lo femenino no tenían lugar. 
 La consecuencia última del discurso androcéntrico es la aceptación de la 
perspectiva masculina como la única posible y generalizada para la humanidad, sin 
importar si se es un hombre o una mujer. De esta manera, el androcentrismo 
conlleva a la invisibilización de las mujeres y su entorno, la negación de su 
perspectiva y la ocultación de sus aportes. 
Muy similar y de una manera ligada a éste, se encuentra el tercero de los 
discursos contra los que ha luchado el feminismo: el discurso de la misoginia. Este 
discurso da un paso más: tras situar al varón como el centro del todo y establecer 
una relación de valor entre los sexos (inferioridad-superioridad) a partir de las 
claras diferencias entre las características atribuidas a lo masculino y a lo 
femenino, no sólo sitúa a la mujer en un nivel inferior, sino que la coloca allí porque 
la desprecia, la rechaza: la considera peligrosa para la situación privilegiada en que 
siempre se ha encontrado el varón. Para ejemplificar la forma en que actúa este 
discurso, podrían citarse innumerables acontecimientos a lo largo de la Historia; 
quizás el más representativo nos remonta a los relatos bíblicos donde se acusa a 
 
16Cfr. Amparo Moreno Sardá, El Arquetipo Viril protagonista de la historia, Barcelona, Editions de les 
Dones,1986, p. 23. 
19 
 
Eva como la primera pecadora, al dar de comer a Adán el fruto prohibido y traer así 
todas las desgracias al mundo terrenal. 
Al respecto, la antropóloga Ana de Miguel hace especial énfasis en la lucha 
de Guillermine de Bohemia, una valiente mujer quien, tras afirmar que la redención 
de Cristo no había alcanzado a la mujer todavía y que Eva aún no había sido 
perdonada, fundó una iglesia a finales del siglo XIII a la que acudían mujeres de 
bajos estratos, burguesas y aristócratas para buscar un acercamiento con Dios sin 
tener que aceptar las diversas formas de sumisión impuestas estrictamente por la 
religión.17 La Inquisición determinó que aquella congregación era una secta, y que 
de Bohemia era una bruja, quemándola en la hoguera en una plaza pública en 
1300.18 
 Al igual que G. de Bohemia, muchas otras mujeres enfrentaron el mismo 
destino al ser acusadas de practicar brujería, difundir artes adivinatorias o 
mantener pactos con entidades malignas. En algunos casos, las mujeres 
condenadas a morir en la hoguera eran sabias de la herbolaria que, dada la 
exclusividad que tenía el clero sobre los conocimientos en Medicina, extendían a la 
comunidad las propiedades curativas de las plantas; algunas otras eran parteras y, 
otras más, simplemente eran mujeres que comenzaban a ser conscientes de un 
injusto destino que querían evitar a toda costa.19 
 Aunque en la actualidad el discurso de la misoginia no recurre a 
mecanismos como la hoguera, continúa operando de diferentes formas según las 
distintas sociedades. Sin embargo, el objetivo es aún el mismo: desvalorizar y 
castigar a lasmujeres por poseer “características femeninas”—y 
consecuentemente negativas—que, supuestamente, han adquirido de manera 
natural desde su nacimiento. 
El discurso de la misoginia rechaza todo lo que es femenino pero no sólo 
desde una posición (masculina) de poder; es un discurso que también ataca entre 
iguales, desde una víctima a otra, o sea, de mujer a mujer. Así, ello es visible en 
 
17 Cfr. Ana de Miguel, Los feminismos a través de la Historia, Op. Cit. p. 38. 
18Vid. Luisa Muraro, "Margarita Porete y Guillermine de Bohemia (la diferencia femenina, casi una herejía)", 
Revista de Estudios Feministas, núm. 9, vol. I, Barcelona, DUODA, 1995, p. 81. 
19Ídem. 
20 
 
culturas occidentales, con el uso de la palabra ‘puta’ para insultar de la manera 
peor a una mujer. Puta abarca todo aquello negativo que ninguna mujer quiere ser. 
Y no quiere serlo porque dicha condición la convierte en un ser aún más perverso y 
despreciable ante los hombres y ante sus semejantes. 
Aunque el Diccionario de la Real Academia Española define como puta, 
despectivamente, a una “mujer que ejerce la prostitución”20, la realidad es que la 
cultura y el sentido común en sociedades no exclusivamente occidentales, asocian 
dicha connotación a una mujer que elige el número de sus parejas sexuales, que 
toma la iniciativa para el sexo, que decide la longitud de su vestido y/o la 
pronunciación de su escote, que luce su cuerpo: en sencillas palabras, a una mujer 
sexualmente liberada que, mediante la toma de decisiones sobre su propio cuerpo, 
escapa a una serie de obligaciones que, sin saber cuándo ni cómo, le fueron 
impuestas por el hecho de nacer mujer. De este modo, la palabra ‘puta’ se 
convierte en un castigo lingüístico, social, cultural y moral para toda aquella mujer 
que se rebela contra lo impuesto por el patriarcado. 
En algunas culturas el discurso misógino opera más radicalmente, pues las 
agresiones no se limitan a percibir y nombrar de forma peyorativa todo aquello que 
es femenino, sino que atenta físicamente en su contra. En América Latina, uno de 
los ejemplos más claros es el feminicidio21, cuando ser mujer es la característica 
primordial de la víctima que motiva al asesino a cometer el crimen en su contra. Por 
otra parte, en algunos países de Medio Oriente, Asia y África, los “castigos” 
impuestos a las mujeres alcanzan niveles sumamente violentos en actos como la 
lapidación, la desfiguración del rostro con ácido y la mutilación genital femenina. 
Cabe mencionar que este discurso se encuentra extremadamente enraizado 
en la mente de hombres y mujeres debido, también, al enorme respaldo que ha 
 
20Vid. Diccionario de la Real Academia Española, [en línea], España, RAE, Dirección URL: 
http://buscon.rae.es/drae/srv/search?val=puta. Fecha de consulta: Octubre 30, 2015. 
21Para efectos de esta investigación, se entenderá el feminicidio como el asesinato de mujeres motivado por 
el sexismo y la misoginia, porque implican el desprecio y el odio hacia ellas, porque ellos sienten que tienen el 
derecho de terminar con sus vidas, o por la suposición de propiedad sobre las mujeres, apegándome al 
concepto ofrecido por Diana Rusell. Para mayor referencia, vid. Instituto de las Mujeres, ¿Qué es el 
feminicidio?, [en línea], México, INMUJERES, Dirección URL: 
http://www.inmujer.df.gob.mx/wb/inmujeres/que_es_el_feminicidio. Fecha de consulta: octubre 30, 2015. 
http://buscon.rae.es/drae/srv/search?val=puta
21 
 
recibido por parte de poderosísimas instituciones, como la religión y la ciencia 
misma. Hablemos de Freud. 
Durante los siglos XIX y XX, Sigmund Freud (1856-1939) realizó importantes 
estudios en el campo del psicoanálisis, cuyos aportes lo llevaron a ser considerado 
uno de los científicos más reconocidos y respetados. Resulta que, dentro de las 
investigaciones en torno al inconsciente humano, los principales aportes de Freud 
sugieren que éste se construye de forma distinta para los hombres que para las 
mujeres. 
La tesis freudiana parte de un concepto elemental para nombrar el proceso 
en que se adquiere la feminidad: la ansiedad fálica o envidia del pene, el cual se 
detallará posteriormente. Freud asegura que es en la tercera etapa —etapa fálica, 
entre los 3 y 6 años— del desarrollo psicosexual de los niños, en que los seres 
humanos (machos y hembras) se enfrentan a una fase edípica, o sea, la 
experiencia conocida como el Complejo de Edipo22. Antes de experimentar el 
Complejo de Edipo, los niños de ambos sexos poseen/expresan actitudes 
masculinas y femeninas simultáneamente (de acuerdo con lo que la cultura ha 
definido como masculino y femenino), es decir, se encuentran en una fase donde 
su género es, al menos psíquicamente, imposible de identificar.23 El Complejo de 
Edipo ocurre cuando los niños toman consciencia sobre la posesión de sus 
genitales: el niño, en las etapas de su desarrollo anteriores a la fase edípica, se 
encuentra profundamente enamorado de su madre, a quien luego entiende que 
debe renunciar; el momento en que asume esta inevitable renuncia surge cuando 
es consciente de que posee un pene, mismo que, por venganza de su padre, 
podría serle arrancado si no abandona el deseo que siente por la madre. En la 
niña, la experiencia edípica resulta más compleja: en un primer momento, tras 
haber tomado consciencia de que ella no posee un pene, abandona la idea de 
poseer a la madre, pues al estar castrada nunca será capaz de satisfacerla; luego 
 
22Vid. Juan Carlos Volnovich, “Para releer a Freud: cien años de los Tres Ensayos para una teoría sexual”, [en 
línea], Revista Topía, vol. III, no. 64, Agosto de 2005. Dirección URL: http://www.topia.com.ar/articulos/para-
releer-freud-cien-a%C3%B1os-de-los-tres-ensayos-para-una-teor%C3%AD-sexual. Fecha de consulta: octubre 
31, 2015. 
23Cfr. Gayle Rubin, “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, 1986, p.29. En Marta 
Lamas (compiladora), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, México, PUEG/UNAM, 1996. 
22 
 
entonces, debe cambiar su objeto de deseo hacia el padre, a quien más tarde 
deberá también renunciar por miedo a que su madre la castigue al intentar quitarle 
su amor.24 Lo anterior implica que, en un primer instante, el deseo de la niña hacia 
su madre es activo y agresivo, pero al convertir al padre en su nuevo objeto de 
deseo, su instinto deberá ser pasivo: ha adquirido una feminidad que la hará sentir 
inferior ante su padre y ante cualquier hombre, pues haga lo que haga, jamás 
tendrá un pene de manera natural. 
En este sentido, de acuerdo con la teoría freudiana, el pene es el objeto de 
disputa entre las mujeres desde las primeras etapas de su desarrollo. Al respecto, 
Gayle Rubin identifica y explica el elemento misógino y heteronormativo presente 
en esta teoría. La envidia del pene de la que habla Freud no es, realmente, la 
envidia por un órgano genital, sino por una imagen simbólica del falo. El falo es la 
representación del miembro masculino y de todo lo que él significa; es la llave de 
acceso a un sistema de parentesco a partir del cual se van configurando el resto de 
los sistemas sociales. El falo representa poder: a él se atribuye la capacidad de 
complementar a seres incompletos, las mujeres, quienes no poseen un falo y, por 
tanto, no gozan del mismo poder que los hombres ni acceden a un sistema social 
de la misma manera.25 Así, la ausencia del falo en las mujeres es entendida como 
una expresión de carencia e inferioridad determinadas por la naturaleza. 
Rubin entiende la fase edípica de las mujeres como la construcción de una 
identidad femenina injusta, pues las desvaloriza, desprecia y transforma en objetos 
de intercambio. La propuesta de Rubin es un atentado contra el discurso de lamisoginia en que estuvo basada la tesis de Freud. Explica que durante la fase 
edípica, el niño renuncia a su madre por temor a que, de no hacerlo, el padre lo 
castre, es decir, se niegue a transferirle el falo y lo convierta en una niña. Mediante 
ese acto de renuncia, el niño asume que, si llega a ser un hombre, debido a la 
posesión de un falo, podrá tener una mujer propia. De esta manera, cuando el niño 
afirma el derecho de su padre sobre su madre, el padre afirma la existencia del falo 
en su hijo y no lo castra. El primer intercambio ocurre en este momento, pues el 
 
24Vid. Juan Carlos Volnovich, Op. Cit. 
25Gayle Rubin, Op. Cit. p.34. 
23 
 
niño cambia a su madre por el falo, el cual funge como prenda simbólica para que 
más tarde, en un segundo intercambio, pueda cambiarlo nuevamente por otra 
mujer para él. Sólo debe ser paciente. Así, el niño mantiene su organización 
libidinal y el sexo del objeto original que ama no cambia: finalmente, el contrato 
social que ha aceptado le proporcionará eventualmente ciertos derechos y le dará 
una mujer propia.26 
Lo que sucede con la niña es muy distinto. Además de descubrir el tabú del 
incesto y la diferencia de los géneros, descubre una verdad desagradable sobre el 
género en el que la están categorizando: mientras que al hombre el tabú del 
incesto le impide desear sólo algunas mujeres, a la niña le impide desear a todas. 
Al estar en una posición homosexual hacia su madre, la heterosexualidad impuesta 
le ocasiona un profundo dolor. La madre —y en consecuencia, todas las mujeres— 
sólo pueden ser amadas/deseadas por alguien que posee un pene, o sea, un falo. 
Como la niña no lo tiene, tampoco tiene “derecho” a amar a su madre y a ninguna 
mujer, pues ella misma está siendo reservada para un hombre. Ella no tiene esa 
prenda simbólica que pueda cambiar, en el futuro, por una mujer.27 
La niña concluye así la inferioridad de sus genitales. Concluye que el falo es 
indispensable para poseer a la madre, porque sólo quienes lo tienen pueden 
acceder a una mujer a través de la prenda de intercambio. Cabe mencionar que 
esa conclusión no se deriva de la superioridad natural del pene por el simple hecho 
de serlo, sino que se debe a un ordenamiento jerárquico de los genitales 
masculinos y femeninos, mismo que es resultado de un sistema heteronormativo 
obligatorio y de la desvalorización de las mujeres —castradas, sin falo— frente a 
sus opuestos, los hombres, quienes sí poseen uno. Entonces la niña no tiene más 
alternativa que apartarse de la madre, volviéndose hacia el padre: convierte al 
enemigo en el ser amado.28 
Finalmente, Gayle Rubin concluye: 
 
 
26Cfr. Ibídem. P. 38. 
27Ídem. 
28Ídem. 
24 
 
El reconocimiento de la castración obliga a la niña a redefinir sus 
relaciones consigo misma, con su madre y con su padre. Se aparta de la 
madre porque no tiene un falo que darle. Además se aparta de la madre 
con rabia y frustración porque la madre no le dio a ella un pene (falo). Pero 
la madre, que es una mujer en una cultura fálica, no tiene el falo para darlo 
(pues ella misma pasó la crisis edípica una generación antes). Entonces la 
niña se vuelve hacia el padre porque sólo él puede ‘darle el falo’, y es sólo 
a través de él que ella puede entrar en el sistema de intercambio simbólico 
en que circula el falo. Sin embargo, el padre no le da el falo en la misma 
forma en que se lo da al varón. El falo es afirmado en el varón, que 
después tendrá que darlo. La niña nunca consigue el falo: pasa por ella y 
en su pasaje se transforma en un hijo. Cuando ella reconoce su 
‘castración’, accede al lugar de una mujer en una red de intercambio fálica. 
Puede ‘conseguir’ el falo —en la relación sexual o en forma de hijo— pero 
sólo como regalo de un hombre. Nunca lo obtiene para darlo.29 
 
De esta manera, la mujer asume e interioriza una posición inferior y una serie de 
características pasivas, postergadas y degradadas que, más tarde, la cultura 
llamará feminidad. La tesis de Freud es un ejemplo sumamente útil para 
comprender la forma en que ha operado el discurso misógino debido al impacto y 
aceptación que tuvo durante todo el siglo XX por la comunidad científica, cuyo rigor 
y objetividad dejaron mucho que desear desde un ángulo feminista. 
 
 1.1.3 El discurso de la excelencia 
El discurso de la excelencia es, quizá, el más peligroso en tanto que opera de 
forma radicalmente distinta al resto de los discursos esencialistas en los que el 
patriarcado basa su existencia: transforma en virtudes todas aquellas condiciones y 
características que reafirman y perpetúan el sometimiento de la mujer. “Es el más 
viejo de los trucos. Se utiliza desde la Edad Media.”30 
 
29Ibídem. P. 42. 
30Nuria Varela, Los tópicos: las mujeres, las peores, [en línea], España, s/editor, agosto 2013, Dirección URL: 
http://nuriavarela.com/los-topicos-las-mujeres-las-peores/. Fecha de consulta: noviembre 9, 2015. 
http://nuriavarela.com/los-topicos-las-mujeres-las-peores/
25 
 
 También basado en las categorías de diferenciación sexo y género, a modo 
de halago, este discurso determina una serie de cualidades supuestamente 
femeninas que toda mujer debería conservar para poder llegar a un status de 
excelencia y virtud absoluta. En este sentido, elementos como la belleza, la ternura, 
el recato, la fidelidad, la discreción, los buenos modales, la delicadeza, la decencia, 
el decoro, la bondad, la pureza y demás adjetivos calificados como positivos, en 
conjunto, constituyen aquello que, según se ha creído, hace distintas y especiales 
a las mujeres por el solo hecho de serlo: la feminidad. 
 A través de dichas “cualidades” el discurso de la excelencia construye, en 
cada cultura, un modelo de la “mujer perfecta” frente al cual, toda mujer, en todas 
las etapas de su vida, estará comparándose con la intención de llegar a ser: “una 
buena hija”, “una excelente madre”, “la esposa perfecta”: la mujer incapaz de 
cometer errores. Y será incapaz de cometerlos no porque su naturaleza la 
mantenga exenta, sino porque el patriarcado así se lo exige. 
 Uno de los mecanismos más importantes de coerción de los que se vale 
este discurso es la moral. Esta moral es un conjunto de valores y posturas 
transmitidos y exigidos por hombres mediante tintes paternalistas, galantes o 
seductores, remarcando las cualidades y diferencias que sólo las mujeres tienen y 
que es mejor no estropear adquiriendo actitudes y anhelos fuera de lo que para 
ellas dicta la norma. Por otra parte, es esta misma moral la que transforma a las 
propias mujeres en cómplices del discurso de la excelencia: primero, durante la 
crianza, son las madres y abuelas quienes se aseguran de enseñar a sus hijas y 
nietas aquello que se les dijo significaba ser una mujer, aquellos comportamientos, 
valores y características considerados como la feminidad de toda mujer virtuosa; 
luego, una vez que lo han aprendido, se convierten en vigilantes y verdugos de 
otras mujeres a quienes aún no les ha quedado claro de qué se trata ser mujer, 
imponiéndoles castigos a través de la misma moral, como el rechazo, la crítica o la 
negación misma.31 
 El discurso de la excelencia crea también un ideal de felicidad para las 
mujeres, el cual las aglutina y trata como idénticas, como si fuese una especie que 
 
31Cfr. Ídem. 
26 
 
comparte los mismos sueños y las mismas metas para su realización: el 
matrimonio y la reproducción. Sobre ese eje, la educación, la religión y los medios 
de comunicación se transforman también en mecanismos útiles para perpetuar el 
sometimiento de las mujeres haciéndoles creer que las condiciones de su 
subordinación son, en realidad, cualidades a las que sólo tienenacceso las 
mujeres, como seres privilegiados. En algunos casos más agresivos, es la política y 
el propio Estado quien pone en marcha ese dispositivo. Al respecto, citaré el caso 
del Servicio Social realizado por mujeres en la Sección Femenina de la Falange 
Española, fundada en 1934. 
Dirigida desde sus inicios por Pilar Primo de Rivera —hermana de José 
Antonio Primo, fundador del Partido—, esta rama del Partido Falange Española 
tuvo la misión de brindar asistencia a los militantes masculinos de la Falange y a 
sus familias, durante la Guerra Civil. 
La Sección Femenina tenía también el control absoluto sobre la formación e 
instrucción de las mujeres jóvenes con el objetivo de convertirlas en buenas 
patriotas, buenas cristianas y buenas esposas. “Para la mujer casada, lo primero es 
la vida familiar, es la vida en matrimonio y es el cuidado de los hijos. Ya lo demás 
es secundario: si tiene que trabajar, debe trabajar, pero sin perder su virtud 
primordial, que es todo eso”32, pronunció Pilar Primo de Rivera durante uno de sus 
discursos. 
Tras la excusa de hacer a la mujer partícipe de la vida pública en la España 
de los años cincuenta, la intención real era que, tanto lo que se enseñaba a las 
mujeres de la época, como sus aportes al Estado, relegaran todas sus capacidades 
a un plano secundario, al espacio privado, limitando su aprendizaje a la crianza de 
los hijos, lo nutricio, las tareas domésticas, la enseñanza de la religión católica y la 
vida en matrimonio:“[…]se les enseñaba cómo se baña un niño, cómo se le da la 
papilla, cómo se prepara, cómo tiene que ir al médico, las vacunas que hay que 
 
32Vid. Noticiero RTVE España, ¿Te acuerdas?: La ‘mili’ de las mujeres, [en línea], España, 20 de marzo de 2011, 
Dirección URL: http://www.rtve.es/alacarta/videos/te-acuerdas/acuerdas-mili-mujeres/1057307/. Fecha de 
consulta: noviembre 9, 2015. 
27 
 
ponerle, cómo hay que cuidar de él”33. Entre otros aspectos, “se enseñaban cosas 
propias de la mujer: bordar, coser, aprender a obedecer; planchar una camisa, fijar 
un botón, preparar un buen platillo, decorar tartas; orar, hablar con tacto a nuestros 
maridos: poner en práctica nuestras virtudes. Y lo aprendíamos con gusto, porque 
ello nos hacía mejores madres y esposas para la patria”34, relata una ex-militante 
de la Sección. 
En relación con lo anterior, un dato impresionante es la reafirmación de 
dichas “virtudes femeninas” mediante publicaciones masivas de panfletos y otros 
materiales destinados a las mujeres militantes con una finalidad expansiva; ello 
soportado y desplegado por el propio Partido, mismo que representa una extensión 
del aparato estatal. 
Para 1953 fue impreso un manual denominado “Guía de la buena esposa”, 
que contenía las consideraciones básicas para llegar a ser una esposa perfecta. En 
él, se ensalzaban dichas virtudes y se aconsejaba a las mujeres los pasos a seguir 
para alcanzar la excelencia al interior del hogar. A modo de instructivo, 
recomendaba lucir siempre bella, mantener ordenada la casa, atender al marido, 
cuidar a los hijos, opinar con moderación y ser siempre sumisa. ¿La recompensa?: 
alcanzar la excelencia en todos los aspectos.35 
 Hasta su desaparición en 1977, las clases, prácticas y materiales repartidos 
por “la Mili” —como se conocía a la Sección Femenina—, en conjunto, quizá 
contribuyeron a la colaboración de la mujer en aspectos sociales a los que se 
enfrentaba España en aquéllos años, sin embargo, “cercenó la toma de conciencia 
de la mujer sobre su individualidad, sobre sus capacidades y sobre sus derechos, 
haciéndole creer que su condición era privilegiada y determinada por su 
naturaleza.”36 
 La característica principal del discurso de la excelencia es la forma oculta en 
que se dispara, imperceptible a primera vista, que supone exaltar e idolatrar las 
 
33 Testimonio de Mercedes Alonso Rodríguez de Tembleque delegada Provincial de la Sección Femenina en 
Almería entre 1942 y 1954. En Sofía Rodríguez López, El patio de la cárcel. La Sección Femenina de FET-JONS 
en Almería (1937-1977), España, Centro de Estudios Andaluces, 2010, p. 205. 
34Testimonio de una mujer ex-militante de la Sección Femenina. Vid. Noticiero RTVE España, Op. Cit. 
35Vid. Noticiero RTVE España, Op. Cit. 
36 Rosa María Capel, Ídem. 
28 
 
características categorizadas como femeninas para perpetuar una situación de 
desigualdad entre hombres y mujeres. 
 La lucha feminista contra los cuatro discursos esencialistas sobre los que se 
erige el patriarcado ha sido un proceso que se ha enfrentado, constantemente, a 
diversos cambios que van desde su propia definición hasta la forma de plantear sus 
reivindicaciones. Las diferencias al interior del mismo movimiento y los cambios 
que han sufrido las relaciones sociales fuera de éste, han sido también factores 
determinantes para que el Feminismo, sus demandas y sus mecanismos de acción 
se encuentren reconfigurándose día a día, con el paso de las generaciones. 
 
 
1.2 La gestación del movimiento. Cronología del Feminismo 
El Feminismo, iniciado como un movimiento sociopolítico que adquirió después 
elementos que lo dotaron de un carácter teórico, espacialmente, es una lucha con 
orígenes netamente europeos, cuyos puntos de inflexión fueron adaptándose en 
diversos sitios según sus hallazgos, alcances y prerrogativas cambiantes. 
En cuanto a sus orígenes temporales, el Feminismo se ubica de manera 
formal en el siglo XVIII. Es, precisamente, de forma cronológica que puede 
realizarse una primera clasificación de los feminismos. Cabe mencionar que, a 
partir de este apartado, hablar de feminismos—así, en plural— tiene el objetivo de 
hacer visibles todas y cada una de las alternativas de lucha, derivadas de un 
mismo problema de desigualdad femenina para lograr, a través de distintas vías, 
una meta común: la liberación de la mujer en todos los aspectos en que se 
encuentre oprimida. 
La existencia del Feminismo puede explicarse de forma cronológica en tres 
grandes momentos cuyas luchas y objetivos alcanzados significaron un parteaguas 
en algún aspecto de la vida de las mujeres: el Feminismo Ilustrado (primera ola), el 
Feminismo liberal-sufragista (segunda ola) y el Feminismo contemporáneo (tercera 
ola).37 
 
37 No obstante la clasificación anterior, existen autoras como Ana de Miguel, quienes hablan de la existencia 
de un feminismo premoderno como gran antecedente del Feminismo. De Miguel afirma, por ejemplo, la 
existencia de una iglesia para mujeres, fundada por Guillermine de Bohemia, cuyo objetivo era llevar cultura, 
29 
 
 1.2.1 La primera ola: el Feminismo Ilustrado 
 
“Mujer, despierta; el arrebato de la razón se hace escuchar en 
todo el universo; reconoce tus derechos. El poderoso imperio 
de la naturaleza ya no está más rodeado de prejuicios, de 
fanatismo, de superstición y de mentiras. La antorcha de la 
verdad ha disipado todas las nubes de la tontería y de la 
usurpación. El hombre esclavo ha multiplicado sus fuerzas, ha 
tenido necesidad de recurrir a las tuyas para romper sus 
hierros. Volviéndose libre, él se volvió injusto hacia su 
compañera. ¡Oh, mujeres!” 
-Olympe de Gouges- 
 
Si hay que denominar con un solo concepto el gran legado que dejó la Ilustración a 
la humanidad, éste es “la razón”. El uso de la razón propia se convirtió, a finales 
del siglo XVII, en el garante de todas las bondades hasta entonces ocultas para el 
hombre por lo religioso y lo místico en que se encontraba envuelto durante los 
siglos precedentes. 
 La Ilustración, como gran movimiento intelectual, arrasó con todo, penetró 
en áreas que iban desde las ciencias hasta las artes; en palabras de uno de sus 
más grandes exponentes, Jean-Le-Rond D’Alambert, fue un movimiento que:lo discutió, analizó y agitó todo, desde las ciencias profanas a los 
fundamentos de la revelación, desde la metafísica a las materias del gusto, 
desde la música hasta la moral, desde las disputas escolásticas de los 
teólogos hasta los objetos del comercio, desde los derechos de los 
príncipes a los de los pueblos, desde la ley natural hasta las leyes 
 
educación y religión a las mujeres de todas las clases sociales. A partir de la idea de que la redención de Cristo 
no había alcanzado a la mujer ni había limpiado el pecado de Eva, era posible explicar la situación de 
inferioridad en que vivían las mujeres del siglo XIII; cuando dicha idea comenzó a ser propagada fuera de esta 
iglesia, la burguesía y la aristocracia, alarmadas, denunciaron este descubrimiento ante la Inquisición, dando 
así origen a una persecución en contra de “brujas” y “hechiceras”, quienes por propagar una idea desafiante 
de lo natural y lo divino, fueron condenadas a morir en la hoguera. La feminista Ana de Miguel traduce dicho 
acontecimiento como uno de los primeros intentos del colectivo femenino para lograr, de forma organizada, 
la reivindicación de su existencia. Cfr. Ana de Miguel, Op. Cit. 
30 
 
arbitrarias de las naciones, en una palabra, desde las cuestiones que más 
nos atañen a las que nos interesan más débilmente.38 
 
Fue a partir de la razón que los pensadores ilustrados como Rousseau 
desentrañaron los conceptos libertad e igualdad: ambas, elementales para la 
trascendencia del hombre. Así, por una parte, la libertad fue concebida como una 
garantía innata que se ejerce al tomar una decisión racional de manera voluntaria; 
por otra parte, es la misma razón el elemento único que haría iguales a los 
hombres ante Dios y, posteriormente, ante el Estado a través del Derecho. 
 Luego de estos avances intelectuales se arribó a dilucidaciones más 
complejas propias del liberalismo: el derecho sobre el cuerpo como propiedad 
primera y el derecho al trabajo, ambos inherentes al ser humano, pero aplastados 
por los gobiernos monárquicos. Con ello, se fueron creando los cimientos 
intelectuales, sociales y políticos que comenzarían a formar las exigencias de 
importantes movimientos como la Guerra de Independencia en Estados Unidos y la 
Revolución Francesa a finales del siglo XVIII. 
 Tras lograr la independencia de las Trece Colonias en Norteamérica (1783) y 
proclamar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano como uno 
de los documentos fundamentales de la Revolución Francesa (1789), la forma de 
entender la naturaleza del hombre a partir de un verdadero Estado de Derecho hizo 
posible la construcción del espacio público con el cual todo individuo se encontraría 
vinculado, irremediablemente, a través de un nuevo contrato social. 
En apariencia, todo lo anterior se encontraba en un proceso histórico que 
conduciría hacia una evolución nunca antes vista: por fin se alcanzarían los ideales 
de igualdad y justicia de los cuales todos los hombres hablaban, pero que sólo 
algunos conocían. En apariencia, el Derecho finalmente fungiría como garante de 
una dignidad a la cual no todos los hombres habían accedido alguna vez. En 
muchos aspectos, el hombre estaba alcanzando una libertad nunca antes vivida. 
 
38Jean-Le-Rond D’Alambert, en Juan José Ferrero, Teoría de la Educación: lecciones y lecturas, España, 
Universidad de Deusto, 2009, p. 34. 
31 
 
Pero justo ése fue el problema identificado de inmediato por las pioneras del 
feminismo: todas aquellas bondades estaban siendo construidas por y para el 
hombre. Sólo para él. 
A partir del momento en que las feministas europeas comenzaron a ser 
conscientes de que, por su condición de mujeres, ellas no gozarían de los 
beneficios heredados por la Revolución, a la usanza de los grandes teóricos y 
pensadores del siglo XVIII comenzaron a revalorar el concepto de razón y todo lo 
que en torno a ella giraba para poner las cartas sobre la mesa y debatir aquello que 
escondían las premisas de contractualistas de la talla de Lock, Hobbes y el mismo 
Rousseau. 
El término de la Revolución Francesa, al crear las bases para un nuevo 
contrato social, bien puede ser traducido como el proceso de construcción del 
espacio público: se establecieron las normas elementales de convivencia, de un 
acceso a derechos naturales, de una autonomía individual, etc. Sin embargo, no 
resulta extraño que las primeras feministas, al encontrarse fuera de la esfera 
pública, comenzaran a ser conscientes de su opresión desde el único ámbito que 
conocían: el espacio privado, lo doméstico. 
Una de las más importantes autoras del Feminismo Ilustrado es Olympe de 
Gouges (1748-1793). Con una frase fulminante y retadora para la misoginia 
imperante del siglo XVIII, de Gouges demanda al iniciar su Declaración de los 
Derechos dela Mujer y de la Ciudadana en 1791: “Hombre, ¿eres capaz de ser 
justo? Es una mujer quien te hace la pregunta; no le quitarás, por lo menos, este 
derecho. Dime, ¿quién te ha dado el soberano poder de oprimir mi sexo? ¿Tu 
fuerza? ¿Tu talento?”39 
El pensamiento de de Gouges posee una impronta revolucionaria y feminista 
puesto que defiende siempre la igualdad entre hombres y mujeres en aspectos de 
la vida pública y privada. Planteó la inclusión de la mujer en la vida política del 
Estado mediante el derecho al voto, la posibilidad de externar en público sus 
 
39Olympe de Gouges, "Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana", 1791, Vid. Ana Marradés 
Puig, Los Derechos Políticos de las mujeres: evolución y retos pendientes, España, Universidad de Valencia, p. 
195. 
32 
 
opiniones políticas, el acceso al trabajo, a la educación, el derecho a la propiedad y 
su capacidad para ocupar cargos públicos y eclesiásticos. 
La obra de Olympe de Gouges significó un avance valiosísimo para el 
feminismo de la primera ola —y aún para el feminismo contemporáneo— en 
términos de derechos civiles y políticos de las mujeres. Fue a partir de la 
Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano, documento que fungió como 
estandarte durante la Revolución Francesa que de Gouges, luego de identificarlo, 
lanzó un importante ataque contra el discurso androcéntrico que operaba detrás de 
la política y todo lo tocante al espacio público, pues acusaba a los revolucionarios 
de falsos e impostores cuando hablaban de principios "universales" (libertad, 
igualdad, propiedad): Olympe sostenía que dichos preceptos no eran tan 
universales ahí donde las mujeres se encontraban excluidas. Aún en 1793, cuando 
tras ser condenada por adherirse al movimiento revolucionario y advertir sobre los 
riesgos de instaurar una dictadura, subió a la guillotina con honor y valentía con la 
firme convicción de que "si la mujer puede subir al cadalso, también debería tener 
el derecho de subir a la Tribuna."40 
Otra brillante autora cuyo pensamiento surge a la luz del Feminismo 
Ilustrado, es Mary Wollestonecraft (1759-1797). A través de su obra, “Vindicación 
de los Derechos de la Mujer”, publicada en 1792, Wollestonecraft revalora y expone 
sus observaciones sobre lo que significaba ser mujer en la Europa del siglo XVIII, 
durante los primeros años de la Revolución. 
A diferencia de otras pensadoras de su época, el tinte de su obra no es mera 
y tajantemente político—aunque en el trasfondo lo sea—, pues el motor de un 
cambio para la situación femenina lo apuesta a la educación. La filósofa y escritora 
inglesa afirma: 
 
He repasado varios libros sobre educación y he observado pacientemente 
la conducta de los padres y la administración de las escuelas. ¿Cuál ha 
sido el resultado? La profundaconvicción de que la educación descuidada 
de mis semejantes es la gran fuente de la calamidad que deploro y de que 
 
40Ibídem, p. 97. 
33 
 
a las mujeres, en particular, se las hace débiles y despreciables por una 
variedad de causas concurrentes, originadas en una conclusión 
precipitada. […] Atribuyo una de las causas (…) a un sistema de educación 
falso, organizado mediante los libros que sobre el tema han escrito 
hombres que, al considerar a las mujeres más como tales que como 
criaturas humanas, se han mostrado más dispuestos a hacer de ellas 
damas seductoras que esposas afectuosas y madres racionales; y este 
homenaje engañoso ha distorsionado tanto la comprensión del sexo, que 
las mujeres civilizadas de nuestro siglo, con unas pocas excepciones, sólo 
desean fervientemente inspirar amor, cuando debieran abrigar una 
ambición más noble y exigir respeto por su capacidad y sus virtudes.41 
 
A partir de la razón como gran herencia de la Revolución Francesa, la autora 
comienza una serie de deducciones filosóficas que la llevan a comprender la 
situación de sus contemporáneas. Comienza preguntándose: 
 
¿En qué consiste la preeminencia del hombre sobre la creación animal? La 
respuesta es tan clara como que una mitad es menos que un todo: en la 
Razón. 
 ¿Qué dotes exaltan a un ser sobre otro? La Virtud, replicamos con 
espontaneidad. 
¿Con qué propósitos se implantaron las pasiones? Para que el 
hombre, al luchar contra ellas, pudiera obtener un grado de conocimiento 
negado a los animales, susurra la Experiencia. 
En consecuencia, la perfección de nuestra naturaleza y la 
capacidad de felicidad deben estimarse por el grado de razón, virtud y 
conocimiento que distinguen al individuo y dirigen las leyes que obligan a 
la sociedad. Y resulta igualmente innegable que del ejercicio de la razón 
manan naturalmente el conocimiento y la virtud, si se considera al género 
humano en su conjunto.42 
 
 
41Mary Wollestonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer, España, Cátedra-Universidad de Valencia-
Instituto de la mujer, 2000, p. 99. 
42Ibídem, pp. 115-116. 
34 
 
Wollestonecraft identifica despojadas de este elemento del que todo parte, la razón, 
a las mujeres de su época. De igual manera, identifica la forma en que los hombres 
han entendido y utilizado la división natural/biológica que existe entre los sexos. Al 
respecto, la autora explica cómo ha sido trazado el rumbo que debe seguirse para 
convertirse en seres virtuosos y lograr así la felicidad en la vida y la trascendencia 
después de la muerte. Sin embargo, nota que aquello que se denomina virtud no 
adquiere el mismo sentido para un varón que para una mujer. 
 Un hombre alcanzará la virtud si, gracias al ejercicio de su razón, con 
absoluta libertad, autonomía, buen juicio y la educación adquirida a lo largo de su 
experiencia, es capaz de tomar decisiones sobre la forma en que vivirá su vida al 
tiempo que huye y rechaza todos los vicios que podrían hacerlo perderse en sí 
mismo. 
Una mujer, por el contrario, no. Ella será virtuosa en la medida que adquiera 
algunas otras cualidades que sí estén a su alcance. Al estar excluida de la esfera 
pública y ser situada en el ámbito privado, una mujer no podrá desarrollar de forma 
potencial su racionalidad para adquirir los mismos conocimientos que un varón: ella 
aprenderá habilidades nutricias, elementos para la crianza, buenos modales y 
valores que se consideraban propios de una mujer del siglo XVIII—austeridad, 
sobriedad, fidelidad, recato—. Mary Wollestonecraft asegura que la causa de esa 
diferenciación se encuentra en la educación, pero no en una educación académica, 
sino en una educación entendida como un proceso de socialización cultural e 
histórica donde desde los primeros años de vida se enseña lo que se tiene que 
hacer, sin un cuestionamiento crítico ni una reflexión detenida. Al respecto sostiene 
que: 
 
[…] Desde su infancia se les dice a las mujeres, y lo aprenderán con el 
ejemplo de sus madres, que un pequeño conocimiento de la debilidad 
humana, denominado justamente astucia, un carácter suave, obediencia 
externa y una atención escrupulosa a una especie de decoro pueril les 
obtendrá la protección del hombre; y si son hermosas, no se necesita nada 
más, al menos durante veinte años de sus vidas. […] ¡De qué modo tan 
35 
 
grosero nos insulta quien así nos aconseja convertirnos sólo en animales 
gentiles y domésticos!43 
 
En ese sentido, al criticar de manera explícita las cualidades que entonces eran 
atribuidas a las mujeres como elementos para alcanzar la virtud, la obra de 
Wollestonecraft significa el hallazgo temprano del discurso de la excelencia y, al 
mismo tiempo, un duro golpe para él. 
Por otra parte, su análisis sobre el modelo educativo del siglo XVIII resulta 
sumamente importante para el Feminismo de la Primera Ola en tanto que deja al 
descubierto las dicotomías que, entonces, imperaban en torno al tesoro más 
valioso que se había hallado: la razón. 
 Vale la pena detenerse un poco para explicar la importancia de las 
dicotomías en la construcción teórica feminista. Dentro de la Filosofía, una 
dicotomía es definida como una “División en dos partes” o como el “Método de 
clasificación en que las divisiones y subdivisiones sólo tienen dos partes.”44 Desde 
siglos atrás, el pensamiento de distintas culturas se ha caracterizado por la 
utilización de dicotomías para entender al universo; así ha creado una serie de 
conceptos que se oponen entre sí: masculino-femenino, racional-emocional, 
objetivo-subjetivo, mente-cuerpo, sujeto-objeto, público-privado, seguidos de un 
largo etcétera que podría extenderse al infinito. 
 Para que una dicotomía pueda ser considerada como tal, es necesario que 
se cumplan dos características: que ésta sea exhaustiva y que sea excluyente; es 
decir, que los dos conceptos conformen una totalidad, pero que, si se pertenece a 
uno de los elementos del par, no pueda pertenecerse al otro; así, lo que es de 
interés público, no puede ser de interés privado. 
 El problema con la utilización de las dicotomías es que éstas, tal como fue 
notado por el Feminismo Ilustrado, a menudo son sexualizadas y, posteriormente, 
adquieren cargas valorativas; esto es, que uno de los conceptos tiene una posición 
 
43Ibídem, pp. 128. 
44 Portal oficial de la Real Academia Española, Op. Cit., Dirección URL: 
http://lema.rae.es/drae/srv/search?key=dicotom%C3%ADa. Fecha de consulta: octubre 12, 2015. 
http://lema.rae.es/drae/srv/search?key=dicotom%C3%ADa
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jerárquica superior: lo que es racional es más valioso que lo que es emocional, se 
ha creído prejuiciosamente, produciendo así un estereotipo social. 
De este modo, el hallazgo lógico y más grande de las feministas de la 
primera ola consiste en que, si se piensa en la razón como un elemento propio de 
los hombres para desenvolverse en un espacio público cuya creación resultaba, 
entonces, lo más importante; sería la emoción un elemento propio de las mujeres 
para desenvolverse en un espacio privado de cuya creación ni siquiera se estaba 
siendo consciente, pues dentro de lo privado/doméstico cabía todo aquello que no 
tenía lugar en lo público. 
Habiendo descubierto la forma en que funcionaba la dicotomía en torno a la 
razón, la tesis de Wollestonecraft significó un cimiento importante sobre el que se 
fundaron los primeros hallazgos teóricos del Feminismo Ilustrado, mismos que 
lograron trascender hasta el Feminismo Contemporáneo: las ideas sobre el género 
y la discriminación45, pues aseguraba que la división natural que hacía a unos 
seres racionales—los hombres— distintos de aquéllos otros, que eran en su 
totalidad emocionales —las mujeres— era, en realidad, la más grande falacia

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