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Bici Varios Tips - Cesar Guillermo Limones Calderón

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ENTRENAMIENTO
Lograr un motor más potente estableciendo metas, 
periodización, levantamiento de pesas
y yoga específico para ciclismo
¡LARRY, LARRY! ¡Despierta, despierta! ¡Vas a morir!
No estaba exagerando. Era la una de la madrugada, en lo profundo de High Sierra en Cali-
fornia, después de 27 horas seguidas montando en bicicleta, mi amigo Larry Lawson y yo y
otros sesenta estábamos bajando una montaña de 3.000 metros a 72 km/h, y se estaba dur-
miendo. Así que conseguí que él y yo nos mantuviéramos despiertos gritándole todo el camino
de descenso hasta la pequeña localidad de Susanville, donde por fin podríamos dormir un poco
antes de volver a nuestro coche, a casi 500 kilómetros en Davis, cerca de Sacramento. Era junio
de 1991, y era la última prueba de clasificación para la madre de todas las pruebas ciclistas, la
París-Brest-París, que se celebraría el mes siguiente en Francia. Aunque todas las fibras de mi
ser se estaban consumiendo por el desafío más monumental de mi vida deportiva, no se me
pasó por la cabeza en aquel momento que sólo estaba a medio camino de una ruta de entrena-
miento. Una ruta de entrenamiento de 992 kilómetros.
Ésa era una distancia muy larga para alguien que, cuatro meses antes, pocas veces había
cubierto la distancia de una centuria y que nunca había entrenado formalmente sobre la bici-
cleta.
Durante la década de los ochenta, corría para mantenerme en forma y montaba en bicicle-
ta para buscar aventuras, y sólo sacaba mi fiable Univega del garaje el día antes de una ruta
turística de dos semanas o dos meses. No pensaba en participar en ninguna prueba extrema
organizada, y mucho menos en entrenarme para una. Pagaba el precio ocasionalmente, en una
ocasión saliendo apuradamente de una ruta de cinco días desde San Francisco hasta Los Ánge-
les, o en el tercer día en la estación de autobuses Greyhound en San Luis Obispo, porque tenía
tantos dolores que no podía caminar, ya que en las excursiones de ritmo más lento siempre con-
seguía ponerme en forma sobre la marcha. ¿Entrenar, para qué? Entonces Larry, que había reco-
rrido todo el Misisipi conmigo en 1989, me sugirió que participáramos en la París-Brest-París.
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CICLISM
O DE POR VIDA
9ENTRENAMIENTO
La quinta fase maligna: el sobreentrenamiento
¿ES segura la periodización? En teoría, aplicar fuerzas que generen estrés de forma progresiva,
intercalando descansos y variación, compelen siempre a los músculos a adaptarse volviéndose más
fuertes. Pero ¿qué ocurre cuando aplicas un factor estresante excesivo durante demasiado tiem-
po? Después de todo, el ciclismo es un deporte que tiende a favorecer días de entrenamiento duro.
Y la carga media de un año tal vez sea excesiva el siguiente, si las circunstancias personales han
cambiado.
Respuesta. Cuando el cuerpo carece de fuentes de energía y/o tiempo de recuperación para
seguir adaptándose, se ve superado y se rinde. Se trata de una fase de agotamiento, por lo gene-
ral denominada «sobreentrenamiento». En el caso de las ratas de laboratorio, el sobreentrenamien-
to a menudo se traduce en la muerte de los animales. En el caso de los humanos, puede manifes-
tarse mediante tendinitis, resfriados frecuentes, nerviosismo sin causa aparente o, peor aún, un mal
rendimiento en las carreras. Es necesario que estés alerta ante cualquier signo para poder introdu-
cir ajustes antes de que se declare una crisis.
En el libro Andy Pruitt’s Medical Guide for Cyclists, escrito en colaboración por Pruitt, director
del Boulder Center for Sports Medicine, y Fred Matheny, cofundador de Roadbikerider.com, Pruitt
identifica cuatro causas y siete síntomas del sobreentrenamiento:
Causas del sobreentrenamiento
1. Trabajar duro sin interrupción. Un entrenamiento excesivo y carreras sin suficiente descanso
ni recuperación.
2. Rodar aunque estés indispuesto. Hacer ejercicio a pesar de enfermedades y lesiones.
3. Demasiado, demasiado pronto. Entrenamiento intenso sin suficiente kilometraje de base.
4. El depósito de gasolina vacío. Mala nutrición, sobre todo escasa ingesta de hidratos de car-
bono y proteínas después de una salida para recuperar las reservas de glucógeno.
Signos del sobreentrenamiento
Los signos descritos a continuación son premonitorios de que necesitas bajar el ritmo.
1. Deterioro ininterrumpido del rendimiento. Vas rindiendo peor a pesar –y en todo caso por
culpa– de los entrenamientos duros.
2. Depresión. «Todavía no he visto a un deportista sobreentrenado que no manifestara síntomas
clínicos de depresión», afirma el doctor William Morgan, que en la década de 1970 fue uno de
los primeros en establecer un vínculo entre el sobreentrenamiento y la depresión.
3. Dolores persistentes en músculos y articulaciones. Como el ciclismo no genera impactos
sobre las articulaciones, los músculos no deberían estar muy doloridos después de una ruta
dura, dice Pruitt.
4. Pérdida brusca de peso. Una pérdida del 5% del peso corporal en un lapso de varios días
puede significar dos cosas, dice Pruitt: deshidratación crónica o falta de glucógeno durante
los entrenamientos duros, en cuyo caso el cuerpo empieza a consumir tejido muscular para
obtener energía.
5. Diarrea y estreñimiento. La fatiga crónica puede alterar la función del sistema digestivo.
6. Aumento de la frecuencia cardíaca en reposo. Un aumento de 7 a 10 latidos en la lectura
normal de la frecuencia cardíaca por la mañana significa que el cuerpo está cansado y el cora-
zón trata de bombear más oxígeno y nutrientes.
7. Aumento de la incidencia de enfermedades y del recuento de leucocitos. Un cuerpo débil
no puede luchar bien contra los virus. Pruitt recomienda a los ciclistas serios que se hagan un
hemograma completo cuatro veces al año para establecer la lectura normal de todos los valo-
res hemáticos.
TÉCNICA
Destrezas para rodar más rápido, más seguro y con estilo
«FRENA CON EL PIE exterior, no lo dejes colgar sin más. Frena en seco.» Sus palabras rever-beraban en mi cerebro mientras cortaba el camino de descenso por las serpenteantes
carreteras montañosas y traicioneras del Norte de California un día de junio de 1994, a veloci-
dades que me habrían dejado muerto de miedo 2 meses atrás, antes de acudir al curso de fin de
semana en la Cycling School of Champions de John Howard en San Diego. No tenía otra elec-
ción que aplicar lo que había aprendido de este ciclista perteneciente al selecto grupo del Cycling
Hall of Fame. Por una lectura equivocada del mapa, llegué 90 minutos tarde a Santa Rosa para
el inicio del Terrible Two, una de las dobles centurias más duras y hermosas del mundo, con un
ascenso de 5.000 metros a través de los condados de Napa y Sonoma. Pasé otra hora siguien-
do caminos equivocados. Mi única esperanza de alcanzar el pelotón y ganar mi cuarto maillot
consecutivo de «California Triple Crown» (que representa la consecución de tres dobles centu-
rias en un año) era olvidarme de las precauciones
Cuando me dejé llevar y seguí las instrucciones de Howard –levanta el pie interior, inclína-
te hacia la curva, y carga sobre el pie externo la mayor parte del peso–, sorprendentemente me
sentí más seguro, como si no estuviera arriesgando. Tal y como John prometió, «sacar» el pie
externo me dio mucho control a gran velocidad, pegándose la rueda a la carretera como un
vehículo sobre un raíl. Por primera vez en mi vida, no estaba nervioso en las cuestas y estaba
ganando mucho tiempo en ellas. Tras 4 horas de oír a los organizadores decirme que abando-
nara, comencé a pasar a algunos rezagados.
A las 10 de la noche, tras 14 horas de una de las mejores carreras de mi vida, quizá la pri-
mera vez que me sentí un ciclista competente, había culminado los cuatro puertos principa-
les, algunos de un desnivel del 11%, y me acercaba a la meta cuando fui descubierto en la
oscuridad y me obligaron a dejarlo por razones de seguridad. Maldición, había hecho el traba-
jo: 321 kilómetros. Pero aquel año fue la última vez que el Terrible Two consistía en 337 kiló-
metros. A partir de entonces se redujo exactamentea 200 millas (320 kilómetros).
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ENTRENAMIENTO INDOOR
Cómo usar las clases de spinning indoor
para ser un mejor ciclista al aire libre
EES UNA NOCHE fresca del otoño de 1994 en el oeste de Los Ángeles, pero dentro del garajela cosa es bien distinta. Las luces están apagadas. La música varía alternativamente entre
zen, disco, mística, zumbante. El aire es denso por el sudor, el aire viciado, el incienso y un
zumbido mecánico familiar. Es el sonido del pedaleo, un pedaleo duro, lento y laborioso, de pie
y sobre el sillín, más rápido de lo que nunca lo habías hecho hasta sentirte como un pasajero
en un avión, sentado y pedaleando frenéticamente con el movimiento perpetuo de la máquina,
con las piernas desdibujadas, independientes del cuerpo. Sudas como nunca lo habías hecho,
el sudor cae del cuerpo como si fueras un boxeador en el octavo asalto, con la esperanza de
inundar un río durante unos segundos. Casi imperceptible delante de ti, como recortado, se ve
un círculo de diez personas sobre otras bicicletas estáticas sin perifollos y de aspecto industrial.
En una de ellas, un ciclista musculoso con una melena ondulada, emite una voz con acento,
atrevida y sedante, apremiante, motivadora, un acicate con la potencia de la convicción pura.
«Aumentad la resistencia –ordena, y todos giran el dial hacia la derecha, demasiado posible-
mente, porque están demasiado cansados–. Sed uno con la montaña, con la bicicleta, con vues-
tros sueños –implora esa voz ligeramente británica. Atreveos a soñar… a tener hambre… a
creer… a conseguir… a encontrar… a sentir… el campeón que hay en vuestro interior.»
A medida que íbamos desfilando al final hacia el patio, la intensidad despiadada y el marco
teatral me habían dejado agotado pero muy animado. Estoy sorprendido. Es una mezcla extra-
ña, todos con la toalla en el camino de entrada a la casa: duros atletas y amas de casa. Todos
están resplandecientes, bañados por la victoria, aunque por distintas razones. Los ciclistas
hicieron un trabajo impresionante para mantener su entrenamiento. Las mujeres ricas del
Westside son más emocionales. Te dicen abiertamente que nunca habían disfrutado del ejerci-
cio antes del spinning, o que han perdido 20 kilogramos, que compraron unos pedales automá-
ticos y unas zapatillas en Helen’s, o que acaban de comprar su primera bicicleta para ir a la
montaña, o que se han convertido en algo que no formaba parte de la imagen de sí mismas: en
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CIC
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IDA
62 ENTRENAMIENTO INDOOR
Equipo: llevarse una bicicleta de spinning a casa
El spinning en casa elimina la última excusa para no entrenar, sobre todo porque existen seis
categorías distintas de máquinas indoor entre las que elegir, algunas tan baratas que están entre las
mejores ofertas del mundo del fitness. Relativamente baratas en comparación con los tapices
rodantes, las máquinas de step y otras, a veces se ofrecen bicicletas indoor muy baratas en distin-
tas categorías. La bicicleta Spinner de Johnny G y otras, como los modelos LeMond, Kettler, Sch-
winn, Monarch y muchos otros, suelen costar mil dólares o menos. La última novedad es la bicicle-
ta X Trixter (1.299 dólares), con manillares articulados y una rueda libre con la que es posible
avanzar sin pedalear con el fin de replicar las sensaciones de las bicicletas de montaña. Aunque un
tapiz rodante de última generación pueda costar hasta 35.000 dólares, con sólo cien dólares se
puede comprar un soporte de los que se usan en ciclismo, el soporte más sencillo, fiable y seguro
para entrenar en casa, donde la rueda trasera de tu bicicleta se monta sobre un pequeño volante
de inercia. Los rodillos de entrenamiento, el medio orginal para entrenar con la bicicleta a comien-
zos del siglo XX y favorecidos por los ciclistas de raza, tampoco han desaparecido. Y si te gusta
esa sensación propia de los clubes de salud (antes de la aparición del spinning), la venerable Lifecy-
cle y similares, en configuraciones erguida o reclinada, sigue gozando de buena salud. He aquí una
rápida revisión de lo que hay por ahí, sus características, sus ventajas e inconvenientes.
Máquina: bicicletas de spinning
Categoría: bicicleta estática con un pesado volante de inercia que permite llegar a una velocidad
de piernas aproximada a 200 rpm.
Ejemplo 1: Star Trac Spinner® (varios modelos)
Dónde comprar. www.StarTrac.com
Detalles. La última versión de la bicicleta original de Johnny G. Incluye un volante de 21,5 kg,
resistencia con dial de giro, sillín y manillar ajustables, y soporte para dos bidones de agua.
El nuevo modelo Elite de Spinner permite el pedaleo hacia atrás y frenado Smart Release. 
A favor. La inercia del enorme volante desarrolla una velocidad de piernas imposible de conse-
guir en una bicicleta de calle. A diferencia de las Lifecycle, las Spinner se pueden ajustar
igual que las bicicletas normales y permiten el empleo de sistemas de pedales de alto ren-
dimiento.
En contra. Tal vez suspires por el ambiente musical de las clases en grupo de spinning en un
club. Solución: el vídeo de Johnny G que vende Madd Dogg Athletics.
Modelos en competencia. Lemond RevMaster (www.LeMondFitness.com); Schwinn Indoor
Cycling Pro (www.SchwinnFitness.com); Ironcompany ICS-1 Indoor Cycle Sport Bike,
www.ironcompany.com). Para todo tipo de marcas, entra en www.exercise-bikes-
direct.com/catalog/buy/Indoor_Group_Cycling_Bike/
COMIDAS SOBRE RUEDAS
Ciencia y estrategia de la alimentación
CUANDO ME PARÉ en la línea de salida la mañana del segundo día de La Ruta de los Con-quistadores de 1997, alguien me preguntó qué le había pasado a John Rodham, un tío
muy agradable y parlanchín que había conocido un par de noches antes. Aquel profesor de
35 años de Nueva York fue el primer estadounidense en llegar a la línea de meta el primer día,
una proeza impresionante tras 126 kilómetros por montañas a través de la selva, con barro y
humedad. Pero ahora, no se le veía por ninguna parte. Al final del día, supimos lo ocurrido:
Rodham se había ido a la cama y no había despertado. Una sirvienta del hotel había abierto la
puerta a media mañana y lo había encontrado en coma. Estuvo cerca de la muerte 4 días y al
final despertó.
Por supuesto, todos pensamos que fue debido a una fuerte deshidratación. Incluso en la
era de las mochilas cantimplora, en que los oficinistas van con su botellita de agua y los niños
deportistas de 6 años saben definir la palabra «hidratarse», es fácil no beber lo suficiente duran-
te una carrera cuando hace calor, y más con una distancia tan larga y tanta intensidad. Inclu-
so podemos deshidratarnos nadando. Cuando participé en mi primer Ironman en Hawai en
1982, nos avisaron de antemano antes de la prueba de natación que sufriríamos una deshidra-
tación leve cuando llegáramos a tierra. «Bebed en cuanto comencéis a pedalear hacia los cam-
pos de lava –nos aconsejaron los veteranos–, sabio consejo que seguí ese año y en 1993. Cada
año el 20% de los participantes en los Ironman requieren atención médica intravenosa para
reponer líquidos y minerales. Pero no yo, me atiborré de café Kona en La Ruta.
Por eso fue una sorpresa descubrir, meses después, que John Rodham no se había deshi-
dratado. Había bebido suficiente agua o, más bien, demasiada. Sufrió un exceso de hidrata-
ción, lo que se conoce médicamente como hiponatremia o «intoxicación por agua», y que
supone beber demasiado sin reemplazar los electrólitos perdidos: sales y minerales que se rem-
plazan tomando Gatorade y aperitivos salados. Los síntomas comprenden náuseas, mareos y
calambres, pero el peligro potencialmente mortal es la inflamación cerebral.
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EL PLAN ANTIENVEJECIMIENTO
¿Quieres mantenerte joven y sin lesiones a los 40, 60 u 80
años? Consejo: haz algo más que montar en bicicleta
UN DÍA DE INVIERNO de 1997-1998, el espejo del baño me dejó helado. El reflejo me devol-vía algo inesperado, algo que daba miedo, y todo mi pensamiento estuvo de repente
dominado por una imagen que me persiguió: la desesperada y decadente bruja del Mago deOz,
deshaciéndose en la nada mientras gritaba: «¡Me derritoooo!».
Se trataba de mi cuerpo. Tres meses después de luxarme el hombro en La Ruta de los Con-
quistadores —esa durísima y alocada carrera ciclista del Pacífico al Atlántico a través de 400
kilómetros por las montañas de Costa Rica— sufrí una metamorfosis de «joven» a persona de
«mediana edad». Mis pectorales se habían convertido en pechos. Mi estómago plano ahora se
desbordaba sobre el cinturón. Sin ejercicio con el hemicuerpo superior —la natación, el remo,
el frontón y las flexiones de brazos que habían preservado mi físico de luchador— había sufri-
do el ataque de la ley de la gravedad. A pesar de montar en bicicleta 5 días a la semana, mi torso
estaba adquiriendo el aspecto propio de mis 41 años, como una mariposa volviendo a ser un
gusano. Fue más que un ataque a mi vanidad; era una advertencia visual: para gozar de buena
forma de por vida, el ciclismo no es suficiente.
El hecho: Cuando se cumplen los 35 años, la flexibilidad empieza a declinar y la masa
muscular se marchita, incluso la de las piernas. Los hombros se echan hacia delante y la pos-
tura pierde gallardía. A cualquier edad, los períodos de inactividad causan un pronunciado
efecto de «desentrenamiento». Si no luchas con ejercicio aeróbico diario y con levantamiento
de pesas y estiramientos, algún día te convertirás en uno de esos ciclistas de 72 años, con una
frecuencia cardíaca de superhombre, pero que se caen y se rompen la cadera por falta de fuer-
za y flexibilidad musculares para reaccionar con rapidez cuando un coche se cruza en su cami-
no. Sumemos el riesgo de osteoporosis (véase el capítulo 9) y tu plan de ir pedaleando hasta la
puesta de sol de tu vida podría completarse en una silla de ruedas.
Irónicamente, llevo escribiendo años sobre este tema. Pero desde 1998, lo estoy viviendo:
entrenamiento cruzado, estiramientos, trabajo postural y levantamiento de pesas 45 minutos
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CICL ISMO Y SEXO
Ciclismo e impotencia:
soluciones sencillas para un problema complicado
«El sexo es maravilloso. Mi mujer me gasta bromas sobre mi capacidad.» –Mike Miller, 53 años,
rodador de 12.800 kilómetros anuales, agosto de 2004 (Ciclismo de por vida, capítulo 12).
El 19% de los ciclistas que recorren semanalmente más de 640 kilómetros sufre disfunción eréc-
til. –Estudio realizado por el doctor Frank Sommer en 2001 con 40 ciclistas alemanes.
Cuando no monto en bicicleta, estoy con Jody dándole lo que ella llama «placer sexual sin fin».
–Dan Cain, 46 años, ciclista de montaña que está sobre la bicicleta 20 a 30 horas semanales,
septiembre de 2004 (Ciclismo de por vida, capítulo 12).
La práctica frecuente del ciclismo de montaña puede reducir la fertilidad de los hombres, según
un estudio australiano. De 55 fervientes ciclistas de montaña que ruedan al menos 4.800 kiló-
metros anuales, con una medida de dos horas diarias seis días a la semana, casi el 90% pre-
sentaban un recuento bajo de espermatozoides y anomalías escrotales, unas tres veces más que
personas que no montan en bicicleta. El investigador Ferdinand Frauscher, urólogo y radiólo-
go del Hospital Clínico de Innsbruck, sugiere que la causa son los brincos frecuentes y las vibra-
ciones de la bicicleta por terreno accidentado. –Presentación en la Radiological Society of
North America, diciembre de 2002.
Montar en bicicleta puede ser un sustituto de la Viagra para algunos hombres con el músculo
cardíaco debilitado según el doctor Romualdo Belardinelli, director del Instituto Cardíaco Lan-
cisi de Ancona, Italia. «El ciclismo mejora la función sexual», afirma. Los cuestionarios entre-
gados a 29 pacientes varones con problemas cardíacos y sus parejas demostraron que los hom-
bres que montaban en bicicleta tenían mejores erecciones en comparación con el estudio
realizado con personas que no se ejercitaban. –12 de noviembre de 2001, conferencia para la
American Heart Association en Anaheim, California.
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AJUSTE DE LA BIC ICLETA:
LOS C IMIENTOS 
Ajuste correcto para lograr comodidad, potencia 
y prevenir lesiones
ALOS 160 KOLÓMETROS sentí una punzada, pero no tenía tiempo para preocuparme. A los320 kilómetros se convirtió en dolor, pero no podía romper el ritmo. En el kilómetro
600, me rechinaban los dientes por la agonía como si tuviera agujas clavadas en la rótula y me
pincharan en cada pedalada. Pasé el registro en el punto de giro en redondo de la París-Brest-
París de 1999, una prueba cuatrienal de 1.200 kilómetros desde París hasta el océano Atlánti-
co y vuelta. Por primera vez en mi vida tuve que abandonar una carrera ciclista. Eso o arries-
garme a sufrir daños permanentes en la rodilla.
En el tren de vuelta a París, rezumaba ironía, porque estaba mucho más en forma que en
1991, cuando completé la prueba en una hora menos, en 88 horas y 55 minutos. Pero tal vez
no estaba tan en forma para mi bicicleta. En vez de usar la bicicleta y las zapatillas con las que
había entrenado durante años y completado todas las pruebas de clasificación, me planté en
Francia con un equipo nuevo que no había probado antes. Más tarde, de vuelta en casa, lo com-
paré con el material antiguo y descubrí que el sillín de la bicicleta nueva estaba 25 mm más
bajo, que el manillar estaba 25 mm más alto, y que el calapié izquierdo se había deslizado hacia
el arco plantar y estaba un poco doblado. Unos 50 milímetros de desviación de mi postura
correcta echaron por la borda la preparación de dos años. –RMW
«He sufrido mucho hoy», se puede oír a algún
ciclista decir. «Sufrir» es un término extraño
y venerado, extrañamente específico del
ciclismo, que puede tener muy distintos sig-
nificados, buenos o malos. La salud del ciclis-
ta a largo plazo puede depender del estableci-
miento de unas buenas bases que conviertan
el sufrimiento en una bendición. Esas bases
son un ajuste correcto de la bicicleta.
Por lo general, el sufrimiento se define
como un dolor positivo, cuando todo funcio-
na con velocidad y eficacia, cuando los pul-
mones trabajan con fuerza y las piernas
como cables, y formas parte del grupo de
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161
PREVENCIÓN Y REHABIL ITACIÓN
Prevención y rehabilitación de las dos principales lesiones
de ciclismo: la rodilla y la espalda del ciclista
VEINTISÉIS DE JULIO DE 2000, quinto día de la TransAlp: «¿Por qué hacéis siempre eso enlos puntos de control?» nos pregunta un ciclista alemán de mountain bike. Le resulta
curioso que mi compañero Rich White y yo nos estemos pasando un disco volador en Forcella
Ambrizzola, a 2.200 metros de altitud, la parada más alta de esta carrera de ocho etapas y 
640 kilómetros a través de los Alpes.
«Es una forma natural de estirar y fortalecer el cuerpo –explica Rich–. Debido a que el
ciclismo es una actividad lineal en la que te mueves hacia delante sin apenas movimientos de
giro del tronco, la espalda es lo primero que falla. Se debilita, se vuelve rígida y soporta una ten-
sión continua. Lanzar el disco volador exige movimientos transversos que trabajan los abdo-
minales y los músculos de la columna, y así se protege la espalda.»
Estoy mudo de asombro. Durante años, había considerado a Rich un astuto gerente de una
tienda de bicicletas y no una especie de fisioterapeuta. ¿Pasarse un disco volador realmente
ayuda a curar la «espalda de ciclista», una de las afecciones más extendidas en el mundo de la
bicicleta? Loco pero… lógico. Y pensar que durante todo ese tiempo creí que simplemente lo
estábamos pasando bien.
•
Cuatro de mayo de 2002, tercer día en la TransGabriel: Rich y yo acabamos de concluir la ruta
más dura de nuestras vidas, una expedición de 200 kilómetros en bicicleta de montaña por una
ruta marcada sólo en el mapa a través de las montañas San Gabriel. Pensamos que podríamos
ser los primeros ciclistas en conquistar el fabuloso «techo de Los Ángeles», ese inmenso territo-
rio salvaje al norte de esta ciudad donde los conductores gritan en aisladas carreteras de mon-
taña y los asesinos en serie arrojan cadáveres. Nuestra ruta consistía en 7.600 metros de ascen-
soy sólo dos remotos puntos de abastecimiento de agua. Nos cargamos con el material de
acampada y 11 litros de agua en un remolque arrastrado por la bicicleta.
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CICL ISMO Y OSTEOPOROSIS
Cómo vencer el –hasta ahora desconocido– temible vínculo
entre el ciclismo y la pérdida de densidad ósea
EN LA PRIMAVERA de 2003, mientras investigaba sobre bicicletas tándem para mi columnasobre equipamiento en el L. A. Times, llamé a Rob Templin, un viejo amigo que trabaja-
ba de gerente de ventas en Burley, una buena marca de tándems y bicicletas recostadas de Euge-
ne, Oregón. Conocía a Rob desde 1988, cuando era uno de los mejores competidores seleccio-
nados en la Race Across America (RAMM) de aquel año, y al que estaba estorbando para la
revista California Bicyclist. Corredor con experiencia, Templin nunca ganó la terrible carrera
de 4.800 kilómetros, apenas sin descanso, entre California y el océano Atlántico, pero terminó
una vez segundo y la completó cuatro veces. Luego empezó a trabajar con Burley, lo que le per-
mitió seguir vinculado al mundo de la bicicleta. Rodaba 640 kilómetros semanales en bicicle-
ta para ir a trabajar, tomándose tiempo libre en los meses de invierno para ir a las carreras del
hemisferio Sur, y representando a la empresa en docenas de pruebas transestatales y carreras de
resistencia, como la Davis Double Century de 1993, en la que montamos los dos en un tándem.
(Este hombre es un motor con piernas. No he vuelto a correr esta prueba en 10 horas antes ni
después de entonces.)
—¿Cómo te va? –le pregunté cuando se puso al teléfono.
—Oh, no muy bien –replicó–. Tengo osteoporosis.
Guardé silencio, estaba conmocionado. Templin tenía 47 años, una edad en la que la
mayoría de los hombres no muestra ninguna pérdida de densidad ósea. Bueno, la mayoría de
los hombres que no son ciclistas. –RMW
El ciclismo y la osteoporosis parecen extra-
ños compañeros de cama. Personas en
forma extraordinaria, con poderosos cora-
zones y piernas de acero, muestran esquele-
tos quebradizos y endebles que anticipan la
rotura de huesos que se producirá.
Rob Templin seguramente no lo espera-
ba. Siempre había sido muy delgado, huesu-
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MOTIVACIÓN Y PREPARACIÓN MENTAL
Tener éxito mediante el pensamiento positivo, la visualización, 
el control respiratorio, las revistas de entrenamiento, 
el ciclismo creativo y el aprovechamiento del tiempo
SUPUSO UN AGRADABLE descanso de los estudios. Durante mi penúltimo año en la univer-sidad de Michigan, a menudo dejaba de estudiar para hojear el grueso y enorme atlas
Rand McNally de Estados Unidos. Estaba planeando viajar en solitario desde Ann Arbor, en
Michigan, hasta la Costa Oeste ese verano, y así examiné, Estado por Estado, las posibles rutas
de ciclismo de montaña que parecían una tela de araña en el mapa, pero que determinarían un
largo viaje en solitario. Cuando llegó el momento de iniciar el periplo a finales de junio de 1978,
me veía a mí mismo, sin importar la ruta que me llevara al oeste (todavía no me había decidi-
do), corriendo por la playa para meterme en el mar en algún lugar del noroeste del Pacífico.
Por mi sangre corría un poco la sangre exploradora de Lewis y Clark. No es que estuviera
buscando el Estrecho de Anián. Lo que no había previsto es que algunos días, sobre todo los
solitarios y calurosos días a través del mar de maíz verde de Iowa, pedaleando por caminos ári-
dos y polvorientos del este de Wyoming, pondrían a prueba mis reservas de voluntad y determi-
nación. Aparte de los vientos de frente, un peligro constante fue el aburrimiento, el estar pega-
do al sillín interminables horas. La tentación de abandonar fue grande, sobre todo cuando se
levantaban fuertes vientos de frente. Así que inventé medios para combatir la fatiga mental.
Dividí cada jornada en pequeños incrementos de fácil consecución para motivarme: una hora
rodando antes de desayunar; dos horas más antes del almuerzo; un descanso para comer, tal
vez con una siesta, y luego tres o cuatro horas pedaleando antes de que cayera la noche. O ele-
gía una ciudad como objetivo del día en vez de intentar calcular cuántos kilómetros me queda-
ban hasta el siguiente Estado. Me ceñí a este programa lo mejor que pude, promediando 
104 kilómetros diarios. Una de esas mañanas en que estaba desesperado y buscaba una excu-
sa para no montar, visualicé el océano Pacífico. Aunque faltaban semanas, el ruido de las olas
rompiendo llenaba mi cabeza, sintiendo la espuma lo suficiente como para que se me pusiera
la carne de gallina a medida que avanzaba inexorablemente.
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CICL ISMO Y PSICOSIS
El ciclismo ayuda a conjurar las depresiones o a provocarlas.
Cómo equilibrar los altibajos psicológicos del deporte
HABIENDO SIDO TODA MI VIDA practicante de muchos deportes, siempre en la cola del pelo-tón, puedo decir que me identifico más con la tortuga que con la liebre. Al final consigo
cruzar la línea de meta, aunque tal vez lo consiga ya de noche en el Ironman de Hawai. Así pasó
la segunda vez que no conseguí completar La Ruta de los Conquistadores, una carrera de mon-
taña de tres etapas en Costa Rica, en 1998, cuando entré en un período difícil y extraño de mi
vida. Perdí el interés por el ciclismo. Ponerme la ropa y pedalear hasta el monte Tam en Marin
County (que es como decir mi patio trasero) se convirtió en una tarea rutinaria y sin interés.
La motivación se esfumó y llegó la depresión. Estaba apático, mis cuádriceps se volvieron blan-
dos. Pasé meses sin pedalear por primera vez en dos décadas.
Pensé que había entrenado lo suficiente para la carrera de 1998 yendo a varias salidas de
fin de semana en bicicleta de montaña. Pero estaba equivocado; una vez más había infravalo-
rado la dureza de esta tortura de 402 kilómetros, con 6.600 metros de subida y una tasa de
abandonos del 50%. Mi coautor de Ciclismo de por vida Roy Wallack, que terminó la carrera,
fue más claro: «Bill, no entrenaste con dureza suficiente, no te preocupaste lo suficiente.»
¿Estaba en lo cierto? ¿Me labré mi propia tumba? ¿Eran mis aspiraciones demasiado altas?
¿Era mi conducta autodestructiva? ¿Había castigado demasiado un cuerpo deshabituado?
¿Me había rendido inconscientemente a fuerzas psicológicas que no había sido capaz de
medir? –BK
En leer esta frase estás empleando una por-
ción generosa de tus doce mil millones de
neuronas. Aunque el cerebro es un órgano
maravillosamente complejo que sigue des-
concertando a los científicos con el misterio
de sus reacciones químicas y propiedades
físicas que implican a receptores y neuro-
transmisores, ¿no debería estar garantizado
que los investigadores logren aislar e identi-
ficar todos los genes del estado de ánimo?
¿No nos ayudaría a comprender mejor nues-
tras emociones? ¿Por qué nos sentimos
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RELACIONES SOBRE RUEDAS
Reglas para conciliar el ciclismo y las personas queridas
EN EL MOMENTO EN QUE oyeron que mi mujer y yo habíamos recorrido 900 kilómetros desdeMontecarlo hasta Roma durante la luna de miel en 1994, empezaron a reprochármelo.
«La obligaste –me acusaron, calibrando mi obsesión por el ciclismo con su rechazo a cualquier
actividad que fuera más pesada que poner en marcha el coche–. Por eso es tan divertido ver sus
caras de pasmo cuando Elsa sonríe y suelta a bocajarro: “Un momento, que fue idea mía”.»
La explicación. Elsa odia montar en bicicleta pero le encanta montar en tándem.
De hecho, fue idea suya el que comprara nuestra Santana Sovereign de tres mil seiscientos
dólares. En principio se trataba de un modelo experimental. La había traído a casa para estu-
diarla y escribir un artículo para la revista Bicycle Guide. Pero tras una sola salida en el tán-
dem ella quedó enganchada: una máquina de preparación física para mí, un tonificador de
piernas para ella y «momentos de calidad» para nuestra relación. Aunque la Santana me dejó
pelado (era redactor), sigue siendo la compra más cara que he hecho. Pero valió la pena. Con-
seguí a la chica.
Ahora la Santana está llena de telarañas, pero monto en tándem más que nunca,pero en
una Raleigh Companion de 650 dólares. Mi compañero es mi hijo Joey, cuyas piernas se ajus-
tan a la perfección al asiento trasero adaptado para niños. Montamos casi todos los días, de ida
y vuelta a la escuela, por paseos, caminos escarpados de tierra, incluso en una bicicletada de
38 millas, la L.A. Fun Ride entre Downtown y Hollywood, donde fue uno de la media docena
de niños que hubo entre dos mil ciclistas. Es un entrenamiento estupendo para mí, y una
audiencia prisionera para Joe; habla y hace preguntas sin cesar.
—¿Por qué te gusta tanto montar en bicicleta? –me preguntó durante una salida en agos-
to de 2004, cuando tenía 9 años.
—Me ha traído muchas cosas buenas –le dije–. Aventuras, salud, un trabajo y... a ti.
—¿A mí, qué quieres decir? –preguntó.
Joey nació justo 9 meses después de que su madre y yo fuéramos a Roma en tándem. Eso
nos llevó a hablar de geografía, óvulos, esperma y períodos de gestación. Pronto se aventuró en
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Superv ivenc ia
Seguridad frente a pumas, ladrones de bicicletas,
tormentas eléctricas, conductores descuidados, 
plantas venenosas, perros rabiosos
y otros peligros inesperados
LLÁMALO PLAN DE CONTINGENCIA, procedimientos de urgencias o plan B. Porque incluso sihaces todo lo que te aconsejamos en Ciclismo de por vida –montar en una bicicleta per-
fecta con un ajuste perfecto con una forma perfecta y un plan perfecto de entrenamiento que
aumente tu forma física sin lesiones–, el destino puede intervenir en el proceso. Tu salud
ganada a pulso puede irse de repente al garete durante semanas o para siempre si se te cruza
un coche, te ataca un perro o un puma, te roban la bicicleta o te salen rozaduras por el sillín
o te envenenas con un arbusto venenoso. Tu mejora puede ralentizarse de repente cuando te
azotan vientos de cara, te ves en medio de una tormenta, o sufres un pinchazo sin llevar el
kit de reparaciones. Después de todo, no se puede desprogramar la mala suerte, pero pue-
des y deberías estar preparado para cuando sobrevenga. Este capítulo te enseña a sobrevivir
a algunos de los obstáculos inesperados que surgen en el ciclismo.
• 1 •
CÓMO SOBREVIVIR...
Al ataque de un puma
El 8 de enero de 2004, Anne Hjelle de Mis-
sion Viejo, California, de 30 años, escapó
literalmente de las garras de la muerte.
Durante una salida en bicicleta de montaña
en el parque Whitting Ranch, a unos pocos
kilómetros de su casa en Orange County, la
preparadora personal y ex marine fue ataca-
da por un puma de 60 kilogramos que había
matado y despanzurrado unas horas antes a
otro ciclista de montaña de 35 años llamado
Mark Reynolds. Mientras Hjelle descendía
por la tortuosa pista llena de cactus de Ridge
Trail a 24 km por hora, el animal saltó sobre
su hombro derecho y le mordió con fuerza
en la nuca.
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EL VIAJE
Centurias. Vueltas por etapas. Escaladas.
Relevos de 24 horas. Rutas transestatales.
Con su inmensa variedad, el ciclismo ofrece
motivación a todo el mundo
MEDIADA MI tercera década de vida, solía pensar que había dos tipos de ciclistas en estemundo: las personas a las que les gustan las Donut Shop Rides, y las personas a las
que no. Yo era una de las segundas. Solía pensar que eran personas de mente estrecha, sobre
todo porque parecían no ser conscientes de la existencia de otros tipos de ciclismo aparte de las
rutas de 48 kilómetros por su vecindario, mientras que el ciclismo para mí era escapar del
vecindario y ver mundo.
No supe de la existencia de aficionados a las Donut Shop Rides hasta finales de 1992. Un
día a comienzos de ese año, había ido con la bici hasta mi nuevo trabajo de redactor en la revis-
ta Bicycle Guide, algo muy normal en un redactor de una revista de ciclismo, pensé. Al volver
de almorzar, vi a varios miembros de la editorial, todos ciclistas avezados, alrededor de mi bici-
cleta, una Trek 1200 con parachoques, grandes manillares Scott de triatlón, así como manetas
de cambio integradas en los acoples, una alforja en el cuadro para llevar comida, tres bidones
de agua, y una repisa especial para luces y un timbre. Todos miraban perplejos y negaban con
la cabeza. «Sí, corrí con ella la París-Brest-París el año pasado» –dije como por casualidad al
pasar–. «Lo más duro que jamás haya hecho.»
Nadie dijo ni pío, lo cual es extraño, porque la P-B-P es probablemente la carrera de ultra-
distancia más dura del mundo, aparte de la Race Across America: 1.200 kilómetros en tres días
y medio casi sin dormir, desde París hasta la costa atlántica y vuelta. Para los más de 5.000
corredores de fondo que se congregan en París cada cuatro años, terminar una P-B-P es como
licenciarse en Harward.
Semanas después, el jefe me llamó a su despacho y me dijo que varias personas de la orga-
nización habían pedido que me despidiera. Parece ser que no les gustaba la idea de que un mie-
dica que llevaba parachoques en la bicicleta fuera la voz cantante de la revista. Fue en ese
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