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Rostros-de-la-migracion-centroamericana

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 Facultad de Estudios Superiores Aragón 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Rostros de la migración centroamericana 
 
 Crónica 
 
 
 Trabajo periodístico comunicacional 
 
 
 PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
 Licenciada en Ciencias de la Comunicación y 
 Periodismo. 
 
 
P R E S E N T A : 
 
 
 Guadalupe Laura Durán Delgadillo 
 
 
 
 
 
 Asesor: Dr. Edgar Ernesto Liñán Ávila 
 
Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, 2019 
 
	
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
	 1	
	
	
Agradecimientos 
 
A mi familia por su amor y enseñanza. 
A mi madre por su bondad y fortaleza. 
A mi padre, Arturo Durán (†), mi inspiración para estudiar periodismo. 
A Susana y Cristina quienes me apoyaron en mis estudios. 
Al doctor Edgar Liñán por su paciencia y motivación. 
A las ONG que protegen a los migrantes por su ayuda para este trabajo. 
 
 
 
 
 
 
Para Jimmy (†) 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Índice Página 
	
Introducción 	 4	
Capítulo I 
	
	
Llegar a la Ciudad de México	 13 	
El asedio de las maras, la muerte de todos los días	 15 
	
Menores en busca de “El sueño americano”	 18 
	
Ex policías también migran	 20	
Capítulo II 
	
	
Caravana viacrucis migrante 	24	
“El oreja”	 29	
Capítulo III 
	
	
Caravana migrante por el diálogo	 35	
Territorios de terror y muerte	 37 
	
	 3	
Capítulo IV 
	
	
Instituto Nacional de Migración, el monstruo	 51	
El refugio mexicano	 65 
	
Capítulo V 
	
	
Caravana de madres en busca de sus hijos	 69	
Capítulo VI 
	
	
La Bestia	 72	
Capítulo VII 
	
	
Plan Mérida y Plan Frontera Sur	 84 
	
Donald Trump, la amenaza	 88 
	
Migrantes varados en México	 90	
Caravana víacrusis “Migrantes en la Lucha 2018”	 91 
	
Consideraciones finales	 96	
Fuentes consultadas 	 100	
 
	 4	
 
Introducción 
 
 
El fenóneno migratorio puede analizarse desde el costo de las vidas humanas que 
se pierden y el de las políticas antimigrantes adoptadas por los países de destino. 
En Estados Unidos residen legalmente 55 millones de latinos, los que representan 
el 17 por ciento total de habitantes del país. 
 El 63 por ciento es de origen mexicano, con 35 millones de personas; el 10 por 
ciento son puertorriqueños con alrededor de 5 millones. Los salvadoreños y 
cubanos representan el 3.8 y 3.7 por ciento de la comunidad latina 
respectivamente, cada uno con cerca de 2 millones. Los dominicanos, con 1.7 
millones se ubican en 3 por ciento, y los guatemaltecos, el 2.3 por ciento con 1.3 
millones de personas. 
No se cuentan con datos exactos de cuántos migrantes indocumentados viven en 
Estados Unidos. El Departamento de Seguridad Nacional estimó entre 2005 y 
2012 había 10.5 y 11.8 millones de habitantes sin papeles. La cifra coincide con 
otras obtenidas por diversos estudios. Pew Research Center informó que para 
2014 la población de indocumentados era de 11.3 millones, el Center for Migration 
Studies calculó 10.9 millones de indocumentados para ese mismo año. Al 
respecto, el Migration Policy Institute indicó que en 2013 había unos 11 millones 
de migrantes sin papeles (De Bastos H., 2016). 
De acuerdo con el Center for Migration Studies de los 11 millones de 
indocumentados que se encontraban en 2014 en Estados Unidos provenían en 
primer lugar de México con casi 6 millones de personas, seguido por El Salvador 
con 631 mil migrantes, Guatemala con 499 mil migrantes, a la lista se sumaban 
India, Honduras, China, Filipinas, así como migrantes provenientes de 
Sudamérica, África y Europa. 
En septiembre del 2018 académicos de la Universidad de Yale y el Instituto de 
Tecnología de Massachusetts publicaron un informe en la revista científica PLOS 
One, en donde estimaron que la población sin documentos podría ser del doble de 
lo estimado. De acuerdo con esta investigación sus cifras conservadoras son de al 
menos 16.7 millones de inmigrantes sin papeles en 2016, pero la cifra podría 
rondar los 22.1 millones (Mohammad M., et al., PLOS One). 
Sin embargo, la cifra de mexicanos indocumentados en Estados Unidos bajó con 
relación a los de otros países en 2016. Para aquel año creció el número de 
inmigrantes indocumentados de otras partes del mundo, especialmente de 
Centroamérica y de Asia informó Pew Research Center. Entre 2009 y 2015, el 
número de centroamericanos que viven de manera irregular pasó de 1.6 a 1.8 
millones en ese periodo. 
	 5	
La frontera entre Estados Unidos y México es una de las zonas con mayor 
dinamismo por el comercio entre ambas naciones, esto tras la firma del TLCAN o 
NAFTA en 1994, al que también se unió Canadá. Este mismo acuerdo hizo de la 
frontera más permeable “a capital, información, servicios, mercancías, bienes y, 
finalmente, personas. Las dos naciones comparten una historia de 60 años de 
migración ininterrumpida, puesta en marcha en 1942 por un programa de 
trabajadores invitados patrocinado por Estados Unidos que importó cerca de 4.6 
millones de trabajadores”. (Massey et al., 2009). 
A principios de 1900 la llegada y el auge del ferrocarril en la frontera sur planteó 
en Estados Unidos la necesidad de conectar los campos agrícolas con los 
mercados y con ello la mano de obra. En esta época surgió lo que se conoce 
como “enganche”, quienes las aplicaban “enganchadores” y “enganchado” a los 
migrantes. Los enganchadores recorrían estados mexicanos pobres, a cuyos 
posibles migrantes ofrecían empleos, sueldos altos y préstamos de dinero para el 
viaje. Sin embargo, al llegar a Estados Unidos esto no ocurría, los empleos eran 
en condiciones precarias, sueldos bajos y las tasas de interés de los préstamos 
eran mucho más altas. 
La misma dinámica ocurrió durante la Primera Guerra Mundial. En 1920 el 
nacionalismo estadounidense provocó que los migrantes comenzaran a ser vistos 
como una amenaza. “Para enfrentar el volumen cada vez mayor de inmigración 
procedente de México, el Congreso eligió un mecanismo diferente: la Patrulla 
Fronteriza estadounidense. Fundada en 1924, esta nueva fuerza organizó la 
primera campaña de deportaciones sistemática y dirigida por el gobierno federal 
en la historia de Estados Unidos” (Massey et al., 2009, p. 40). 
Con la Segunda Guerra Mundial el Congreso y el presidente tuvieron que 
asegurarse de que no existiera desabasto de alimentos en la movilización por la 
falta de trabajadores en el campo. En 1942 la administración de Franklin Delano 
Roosevelt negoció un tratado de trabajadores, el que se conoció como Programa 
Bracero, el primer grupo estuvo conformado por 500 mexicanos entregados a 
cultivadores en California. 
Entre 1953 y 1954 la inmigración sin papeles nuevamente fue uno de los temas 
políticos más relevamentes, se exigía el control de la frontera, en respuesta el 
Servicio de Inmigración y Naturalización del Departamento de Justicia (Justice’s 
Immigration and Naturalization Service-INS) lanzó “Operación Mojados”, con 
redadas masivas de migrantes. 
La política del gobierno de Estados Unidos sobre lamigración ha sido de un doble 
discurso, por un lado, su necesidad de mano de obra barata para abastecer su 
mercado de consumo y, por el otro, tranquilizar a un gran sector xenófobo. Las 
promesas y la aplicación de medidas más duras también ha atraído simpatizantes 
del electorado estadounidense, lo que aumenta el peso político en contra de la 
migración indocumentada. 
	 6	
La frontera entre México y Estados Unidos mide tres mil 152 kilómetros. El primer 
muro entre ambos países comenzó a construirse durante la administración de Bill 
Clinton en 1994, cubre mil kilómetros en zonas de California, Arizona y Nuevo 
México, en algunos puntos como en Texas, el Río Bravo sirve de frontera natural. 
Tras la edificación del muro fronterizo, las rutas migratorias tuvieron que 
trasladarse a otros puntos de mayor riesgo. “La estrategia provocó la muerte de 
más de 5.000 personas entre 1995 y 2000, según datos de la Patrulla Fronteriza y 
organizaciones civiles como la Fundación de Asistencia Legal de la California 
Rural” (Najar, 2016). 
Con los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente Geoge 
Bush convirtió el tema de la frontera con México en un tema de seguridad nacional 
y antiterrorista, pese a que los autores del atentado habrían entrado por la frontera 
con Canadá. 
Entre 2008 y 2016, durante la administración de Barack Obama, aumentaron las 
deportaciones a 2 millones 571 mil 860 personas de acuerdo con el Departamento 
de Seguridad Nacional. 
Del lado de la frontera mexicana, el gobierno federal estima que “debido a su 
posición geográfica, a México se internan de manera indocumentada alrededor de 
140 mil extranjeros al año, procedentes principalmente de Centroamérica con el 
objetivo de cruzar hacia Estados Unidos” (Gobierno de la República. Plan Nacional 
de Desarrollo 2013-2018, p. 97). 
De acuerdo con el documento Narrativas de la Transmigración centroamericana 
en su paso por México, los migrantes son víctimas principalmente de robo, 
extorsión, secuestro, lesiones, abuso sexual y asesinato. La investigación 
elaborada por organizaciones defensoras de los derechos humanos encontró que 
las mujeres migrantes, que, aunque son menor en número, también son víctimas 
de diversos delitos entre ellos: abusos sexuales y trata con fines de explotación 
sexual (Red de documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes. 
2013). 
El gobierno mexicano firmó una gama de tratados y convenios internacionales que 
reconocen una serie de derechos mínimos para la seguridad de las personas y 
que, por lo tanto, protegen los derechos de migrantes, ante la omisión de estos 
tratados, México ha sido objeto de observaciones y recomendaciones a nivel 
internacional, sin embargo, el avance a la protección de los derechos de los 
migrantes ha sido nulo. 
Cifras de organizaciones defensoras de los derechos humanos en México estiman 
que hay cerca de 70 mil migrantes desaparecidos en México en los últimos 30 
años. Entre septiembre de 2008 y febrero del 2009 la Comisión Nacional de 
Derechos Humanos documentó 9 mil 758 casos de secuestro de migrantes, en los 
que se vieron relacionados policías y diversas autoridades en complicidad con el 
crimen organizado como Zetas y La Mara Salvatrucha. 
	 7	
Ante el panorama, en este momento un joven centroamericano está decidiendo 
dejar su país. Un hombre centroamericano está dejando a su familia. Una mujer 
víctima de la violencia decide tomar a sus hijos y huir. Una mujer centroamericana 
está siendo violada en la ruta migrante. Un joven está siendo secuestrado en 
algún punto de México. Otros más, que fueron víctimas del crimen organizado o 
que sufrieron alguna amputación por La Bestia, están tratando de reconstruir sus 
vidas. Y decenas de madres más esperan tener noticias sobre sus hijos 
desaparecidos. 
Cada historia es distinta, pero su origen está en países empobrecidos, con 
violencia generalizada, corrupción e impunidad y modelos económicos basados en 
la explotación. 
 
La crónica, “El ornitorrinco de la prosa” 
 
Este trabajo no pretende sólo dar cifras y datos duros que a la distancia no 
reflejarían el drama individual. Esta investigación está centrada en testimonios de 
lo que significa ser migrante, víctima de la violencia, de las decisiones que llevan a 
cada uno a dejar su país. 
Se eligió el género periodístico de la crónica por los elementos que brinda para 
entender los contextos en los que se dio cada historia y mostrar de forma 
particular el fenómeno migratorio. La crónica permite mostrarle al lector lo que 
vemos, escuchamos, sentimos y percibimos; olores, sabores, sensaciones. A 
través de la crónica recreamos escenarios, momentos, conversaciones. Alberto 
Salcedo Ramos, señala que, “la crónica es, además, la licencia para sumergirse a 
fondo en la realidad y en el alma de la gente” (Jaramillo 2012). 
La crónica latinoamericana tiene como uno de sus antecedentes las Crónicas de 
Indias cuando los europeos relataban lo que encontraban en los territorios 
ocupados. Martín Caparrós señala que la crónica es, desde su origen, un género 
latinoamericano. 
 “La crónica tuvo su momento, y ese momento fue hace mucho. América se hizo 
por sus crónicas: América se llenó de hombres y de conceptos y de ideas a partir 
de esas crónicas (de Indias) … Así escribieron América los primeros: narraciones 
que partían de lo que esperaban encontrar y chocaban con lo que se encontraban. 
Lo mismo que nos sucede cada vez que vamos a un lugar, a una historia, a tratar 
de contarlos. Ese choque, esa extrañeza, sigue siendo la base de una crónica” 
(Caparrós, p. 608, citado por Jaramillo 2012). 
La crónica, como hoy la conocemos, también tiene influencia de un movimiento 
literario que surgió a finales del Siglo XIX en España y en Hispanoamérica 
conocido como “Modernismo” encabezado por José Martí, Manuel Gutiérrez 
Nájera y Rubén Darío. Los escritores de la época encontraron en el periodismo 
	 8	
una forma de subsistir, aunque con un bajo salario, que les permitió llegar a un 
público más amplio. 
“La crónica modernista fue un laboratorio de ensayo permanente, el espacio de 
difusión y contagio de una sensibilidad y una forma de entender lo literario que 
tiene que ver con la belleza, con la selección consciente del lenguaje, con el 
trabajo con imágenes sensoriales y los símbolos … Las crónicas modernistas son 
los antecedentes directos de lo que en los años 50 y 60 de este siglo habría de 
llamarse ‘nuevo periodismo’ y ‘literatura de no ficción’”, (Rotker, 1992, p. 203). 
Juan Villoro hace referencia a la multiplicidad de ideas dentro de la crónica: “Si 
Alfonso Reyes juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la crónica 
reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa. De la novela extrae 
la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y 
crear una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del 
reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio 
corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, 
con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la 
forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos 
entendidos como debates: la ‘voz de proscenio’ como la llama Wolfe, versión 
narrativa de la opinión pública cuyo antecedente fue el coro griego; del ensayo, la 
posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; de la autobiografía, el 
tono memorioso y la reelaboración en primera persona. El catálogo de influencias 
puede extenderse y precisarse hasta competir con el infinito…. La crónica es un 
animal cuyo equilibrio biológico depende de ser como los siete animales distintos 
que podría ser. De acuerdo con el dios al que se debe, la crónica trata sucesos en 
el tiempo” (Villoro, p. 579 citado por Jaramillo 2012). 
 
Periodismo Narrativo y Nuevo Periodismo 
 
Tal como se señaló anteriormente, SusanaRotker decía que la crónica modernista 
es el antecedente directo del ‘nuevo periodismo’ y ‘literatura de no ficción’. En 
1722 el periodista y escritor Daniel Defoe publicó Diario del año de la peste donde 
narró lo ocurrido durante la epidemia de peste bubónica que se propagó en 
Londres en 1665, esta obra se considera como la primera en donde se mezclan lo 
literario con el periodismo. Destaca la reconstrucción de escenas, la narración, la 
recuperación de testimonios. 
Periodismo Narrativo o Periodismo Literario, como también se le conoce, fusiona 
elementos de la literatura con la información: 
“Se llama periodismo narrativo a aquel que toma algunos recursos de la ficción 
⎯estructuras, climas, tonos, descripciones, diálogos, escenas⎯ para contar la 
historia real y que, con esos elementos, monta una arquitectura tan atractiva como 
la de una buena novela o un buen cuento… Porque el periodismo narrativo es 
	 9	
muchas cosas, pero no es un certamen de elipsis cada vez más raras, ni una 
forma de suplir la carencia de datos con adornos, ni una excusa para hacerse el 
listo o para hablar de sí… El periodismo narrativo tiene sus reglas y la principal, 
perogrullo dixit, es que se trata de periodismo. Eso significa que la construcción de 
estos textos musculosos no arranca con un brote de inspiración, ni con la ayuda 
del divino Buda, sino con eso que se llama reporteo o trabajo de campo” 
(Guerriedo, 2010). 
En Estados Unidos surgió el movimiento conocido como Nuevo Periodismo. Tom 
Wolfe publicó en 1973 su libro titulado New Journalism con textos de Rex Reed, 
Terry Southern, Nicholas Tomalin, Barbara L. Goldsmith, Norman Mailer, Joe 
McGinnis y John Gregory Dunne. En estos relatos destacan los diversos recursos 
narrativos, los personajes y la recreación de escenas. 
“Hay otra diferencia fuerte entre la prosa informativa y la prosa crónica: una 
sintetiza lo que (se supone) sucedió; la otra lo pone en escena. Lo sitúa, lo 
ambienta, lo piensa, lo narra con detalles: contra la delgadez de la prosa fotocopia, 
el espesor de un buen relato. No decirle al lector esto es así; mostrarlo. Permitirle 
al lector que reaccione, no explicarle cómo debería reaccionar. El informador 
puede decir ‘la escena era conmovedora’, el cronista trata de construir esa escena 
y conmover. 
Yo lo llamo crónica; algunos lo llaman nuevo periodismo. Es la forma más reciente 
de llamarlo, pero se anquilosó. El nuevo periodismo ya está viejo” (Caparrós, p. 
612 citado por Jaramillo 2012). 
Y así, mientras en las décadas de los sesentas y setentas se consolidaba el 
Nuevo Periodismo en los Estados Unidos, con sus escritores representativos, en 
América Latina también ocurría un fenómeno importante al que se le llamó “el 
Boom Latinoamericano, liderado por escritores como Gabriel García Márquez, 
Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti y Carlos 
Fuentes. La mayoría de los autores del Boom, encasillados no sólo en la literatura, 
incursionaron en el periodismo” (Benavides, 2015, p. 38). 
Hay que destacar, que a lo que se llamó Nuevo Periodismo “fue rebautizada en 
1984 como Periodismo Literario por Norman Sims, profesor de periodismo en la 
Universidad de Massachusetts” (Benavides, 2015, p. 37). 
 
La entrevista como método 
 
Alberto Dallal (1988), en Lenguajes periodísticos, incluye a la entrevista como 
género, y los enumera así: nota informativa, artículo, nota o reseña descriptiva, 
nota o reseña crítica, reportaje, entrevista, crónica. Precisamente en medio de las 
diferencias en las definiciones de los géneros periodísticos, los grandes 
	 10	
periodistas como Gabriel García Márquez o Ryszard Kapuscinski llegaron a 
reconocer que ellos mismos en muchas ocasiones se perdieron en los géneros: 
“En resumen: mi vocación y mi aptitud son de narrador nato. Como los cuenteros 
de los pueblos, que no pueden vivir sin contar algo. Real o inventado, eso no 
importa. La realidad para nosotros no es sólo lo que sucedió, sino también y sobre 
todo, esa otra realidad que existe por el sólo hecho de contarla. Sin embargo, 
cuanto más he escrito menos he logrado distinguir los géneros del periodismo. 
Los he enumerado de memoria ⎯y no todos los de comunicación, que ya son 
demasiados⎯ y he omitido a conciencia la entrevista como género, porque 
siempre la he tenido aparte, como esos floreros de las abuelas que cuestan una 
fortuna y son el lujo de la casa, pero nunca se sabe dónde ponerlos. Sin embargo, 
es imposible no reconocer que la entrevista ⎯no como género sino como 
método⎯ es el hada madrina de la cual se nutren todos. Pero no me parece un 
género en sí mismo, como no me parece tampoco que lo sea el guión en relación 
con el cine” (Márquez, G. 2001). 
El mismo Kapuscinski no creía en los géneros "cuando me preguntan qué es lo 
que yo escribo, yo les digo que escribo textos. El problema de los géneros y las 
terminologías es que tienen diferentes sentidos en diferentes idiomas y culturas… 
Cuando me sentaba, no pensaba en que iba a escribir una novela o un reportaje o 
un ensayo. Yo sólo quería escribir bien” (La Nación 2001). 
Para esta investigación se utilizaron las técnicas de investigación periodística y los 
pasos sistematizados para la crónica: identificación del objeto de estudio, 
ubicación histórica, investigación documental, observación directa, fuentes vivas. 
El fenómeno migratorio fue visto y abordado como un fenómeno social, si se 
hubiera planteado la investigación periodística como investigación científica no 
hubiera propiciado la flexibilidad narrativa que requiere la crónica: el relato, la 
narración. Por lo que se llevó a cabo un proceso sistemático bajo criterios 
periodísticos. 
Las conclusiones del trabajo están dentro del marco de una problemática social 
específica: la migración. Esta investigación relata el paso de las caravanas 
integradas por migrantes centroamericanos por la Ciudad de México y la zona 
metropolitana. Además de conocer los motivos por los que salieron de sus países 
de origen. Mi primer acercamiento con el fenómeno migratorio se dio por el año 
2005, vivo en el Estado de México, cerca de las vías del ferrocarril, antes de llegar 
a Lechería, por aquellos años el tren pasaba con decenas de personas trepadas 
en las góndolas, en su mayoría hombres, así que comencé a preguntar ¿quiénes 
eran ellos?, ¿por qué viajaban de esa manera? 
En este trabajo de investigación el contexto del fenómeno es atendido y estudiado 
a través de los documentos, de las entrevistas y de la observación directamente 
como una red de acciones, prácticas y convivencias sociales, dentro de un 
contexto específico y temporal desencadenado por las condiciones sociales 
específicas de los lugares de origen de los migrantes. El desplazamiento responde 
	 11	
a una motivación casi irreal porque responde al anhelo de cambiar una condición 
precaria por otra que les ha sido construida por el relato propio y recibido del 
deseo. Lo que los otros cuentan y lo que el migrante se cuenta a sí mismo y que 
alimenta su penoso peregrinaje. 
El fenómeno estudiado no es ajeno al fenómeno contemporáneo de las 
migraciones masivas. Los testimonios fueron recogidos durante las caravanas de 
migrantes centroamericanos que llegaron a la Ciudad de México: Caravana 
Viacrucis migrante, Caravana Diálogo por las y los migrantes, Caravana de 
Madres migrantes en búsqueda de sus desaparecidos, Caravana Migrantes 
mutilados, se incluyen tres entrevistas realizadas en albergue casa Tochan. Las 
entrevistas se realizaron del 23 de abril del 2014 al 20 de marzo 2015. Pese a la 
llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y sus amenazas 
contra la migración indocumentada cientos de centroamericanos continúan 
intentado llegar a territorio estadounidense y cada vez lo hacen por rutas más 
peligrosas. Para esta última parte se anexan entrevistas realizadas en abril de 
2017 del víacrucis migrante así como la Caravana de Marzo del 2018.12	
Capítulo I 
 
Para entender la migración centroamericana en México es importante entender los 
contextos. La Bestia es el tren de carga que atraviesa México, sus diferentes rutas 
conectan al sur con el norte del país, por ello que los migrantes lo montan para 
acercarse a la frontera con Estados Unidos. Lo llaman así por sus dimensiones, el 
ruido que genera a su paso, pero sobre todo por su capacidad de cercenar 
extremedidades de quienes tienen la desgracia de caer de su lomo. 
Una de las principales razones del éxodo de centroamericanos actualmente es 
generado por la violencia que provocan las pandillas en la región. La más 
importante es la Mara Salvatrucha, y su principal enemigo Barrio 18, quienes 
extorsionan a comerciantes y cometen la mayoría de los delitos donde tienen 
presencia. 
En México la ley de migración estable el respeto de los derechos humanos de los 
migrantes, nacionales y extranjeros, sea cual fuere su origen, nacionalidad, 
género, etnia, edad y situación migratoria, señala que en ningún caso una 
situación migratoria irregular preconfigurará por sí misma la comisión de un delito 
ni se prejuzgará la comisión de ilícitos por parte de un migrante por el hecho de 
encontrarse en condición no documentada. 
Al respecto, la Secretaría de Gobernación ha aclarado que la migración irregular 
sólo puede ser una falta administrativa y, por lo tanto, no se puede imponer una 
sanción penal. 
Uno de los defensores más visibles de los migrantes es el sacerdote Alejandro 
Solalinde, nacido en el Estado de México en 1945. Graduado de dos licenciaturas 
universitarias Historia y Psicología, además de estudios sacerdotales y con una 
maestría en Terapia Familiar. A lo largo de su trayectoria como defensor de los 
migrantes, que inició cuando cumplió los 60 años, ha denunciado agresiones 
contra la población migrante. Por su labor ha recibido amenazas de muerte e 
intimidaciones. 
Hasta ahora ha logrado instalar seis albergues con el nombre Hermanos en el 
Camino. El primero nació en la ciudad de Ixtepec, Oaxaca; luego creó el de 
Chahuites también en Oaxaca; dos en Ciudad de México, otro en Toluca y en 
Veracruz. 
 
 
 
 
 
	 13	
 
Llegar a la Ciudad de México 
Desde la entrada no podría identificarse como un albergue de la delegación Álvaro 
Obregón, en la Ciudad de México. La calle luce semi vacía, Casa Tochan tiene el 
aspecto de una casa más. Hay una puerta negra, estrecha, pasándola hay una 
escalera que conduce a un pasillo, la cocina, y luego una salita, en la mesa un 
mapa de la República Mexicana que señala los puntos por los que transita La 
Bestia y los tiempos de recorridos, mientras que una televisión entretiene a un par 
de centroamericanos que descansan en el sillón, una niña, que no debe pasar los 
dos años, corre por todos lados. 
Casa Tochan, que significa “Nuestra Casa” en náhuatl, a donde llegan migrantes 
centroamericanos canalizados por diferentes organizaciones. En un principio la 
casa fue habilitada para recibir a guatemaltecos que huían de la guerra civil de la 
década de los 80, años después se pensó en el sitio como un albergue para 
atender a migrantes que huyen, ahora, de la violencia, de las pandillas y la 
pobreza. 
“Casa de los Amigos, Casa del Refugiado y del comité Monseñor Romero nos 
conocemos porque siempre hemos trabajado con refugiados centroamericanos 
tras la guerra en El Salvador y Guatemala. Esta casa es el reflejo del trabajo de 
ese tiempo, se abrió, no como albergue como está ahora”, señala Gabriela 
Hernández, encargada del albergue. (Entrevista personal realizada el 1 de junio de 
2014). 
A diferencia de otros sitios para migrantes que están junto a las vías del tren, Casa 
Tochan brinda apoyo a centroamericanos que buscan asilo, refugio en México, sin 
embargo, la mayoría después de un tiempo, prefiere marcharse debido al largo 
tiempo de espera para regularizar su situación migratoria, aunado a la falta de 
oportunidades laborales. 
A veces, también los consulados canalizan migrantes, pero señala Gabriela, pese 
a que deberían tener más responsabilidades con sus connacionales, menos 
ayudan. En Casa Tochan los migrantes pueden estar de quince días, tres meses o 
hasta más tiempo. Por ello se han creado proyectos autogestivos como venta de 
comida preparada por los propios migrantes o artesanías. 
“Cuando los migrantes llegan a la Ciudad de México, se les acabó el sueño, se les 
volvió pesadilla porque sufrieron algún delito y se hicieron más inestables, se les 
terminó la idea de ‘salgo de mi país, cruzo México y llego a Estados Unidos y 
empiezo a mandar dólares’. Ya los secuestraron, los asaltaron, les dieron una 
paliza, que es lo menos, obviamente tardaron más tiempo de lo que pensaban y 
no tienen ninguna posibilidad de mandar dinero”. 
 
⎯¿Cuántas personas reciben? 
	 14	
⎯En tres meses hemos recibido ciento noventa y siete, hay personas que se 
quedan más. Hay una persona que ya casi cumple un año. No pierden la idea de ir 
a Estados Unidos, y yo creo que no la pierden porque no encuentran 
oportunidades aquí. Recuerdo que estuvieron dos mujeres que las violaron, las 
secuestraron, las tenían por Tacuba encerradas, la Organización Internacional 
para las Migraciones las trajo para acá. Estas mujeres cumplieron tres meses, y 
no les daban la visa humanitaria, se desesperaron y se fueron. Una de ellas decía 
“yo tengo hijos y les tengo que mandar dinero”, ya tenían trabajo, en unas fonditas 
de comida, pero obviamente no es lo ideal, y decían, “mejor me voy” y se fueron, 
dos meses después ya venían a buscarlas para entregarles la visa, pero ya 
estaban en Estados Unidos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
	 15	
El asedio de las maras, la muerte de todos los días 
Crónica. 
Jefry vivía en Chamalecón, Honduras. Cada que salía del colegio era asediado por 
maras para que formara parte de la pandilla, a lo que él siempre se negó. Don 
Miguel, su padre, en varias ocasiones se mostró preocupado, lo que el joven de 
diecisiete años respondía, “no papi, no pasa nada, sólo me dicen, nada más”. Un 
día las amenazas se cumplieron, Jefry desapareció el 10 de julio del 2011, cinco 
días después fue encontrado por una mujer cuando cortaba leña, tenía un disparo 
en la sien, su cuerpo estaba junto con el de otros dos jóvenes. 
Las pandillas comienzan a acechar a los niños a la edad de diez años para que 
ingresen a sus filas, de negarse corren con el mismo destino de Jefry. Don Miguel 
sabía del peligro que enfrentarían sus otros dos hijos adolescentes, iba a dejarlos 
y a recogerlos a la escuela, un día fueron rodeados por unos veinte maras, “qué 
pensás si no te pones claro ya sabes lo que te toca, te haces humo de acá o sino 
ya sabes. ¿Qué onda con tus hijos, van a andar con nosotros, sí o no?”, gritó uno 
de los pandilleros. 
 
*** 
Eran los años 70 cuando miles de salvadoreños huyeron de la guerra y llegaron a 
Estados Unidos. Para sobrevivir a las pandillas locales en California, incluida la de 
mexicanos del Barrio 18, los salvadoreños se organizaron para al menos tener 
control en el suroeste de Los Ángeles. A la pandilla se unieron hondureños, 
guatemaltecos y otros centroamericanos. Durante la administración del presidente 
George Bush, veinte años después, se dio una de las mayores deportaciones de 
migrantes indocumentados, una limpia de cárceles de aquellos que pertenecían a 
la Mara Salvatrucha (Sala Negra de El Faro 2014, p.39). 
Una vez en sus países de origen, los jóvenes deportados comenzaron a unirse 
con las pandillas locales, agregaron sus códigos, organización y hasta vestimenta. 
Actualmente las maras tienen monopolizada la violencia, el narcotráfico y son una 
de las principales razones de la migración en Centroamérica. 
En el año 2000 fuentes oficiales estimaban 31 mil miembros de pandillas, para el 
año 2002 habían alcanzado los 36 mil miembros en 475 grupos y más de 75 mil 
simpatizantes. La organización Jóvenes Hondureños Adelante, Juntos Avancemosestima que el número de integrantes de pandillas y maras ha ido decreciendo con 
los años debido que los líderes son encarcelados, muchos de ellos mueren o 
prefieren huir de su lugar de origen. 
Pese a que los integrantes de estos grupos están en el anonimato y la 
clandestinidad, en 2011, la UNICEF contabilizó a más de 4 mil 728 integrantes de 
maras y pandillas en Honduras. Las más numerosas la MS 13 y la Pandilla 18. De 
acuerdo con esta investigación, el rango de edad de sus integrantes es de 11 a los 
	 16	
20 años, sin embargo, existen casos de ingresos desde los 8 años de edad 
(UNICEF 2012). 
 
Testimonio. 
Don Miguel, en Honduras, se dedicaba a arreglar aparatos electrónicos antes de 
que las maras empezaran a “cobrar renta”. Mientras cuenta su historia en Casa 
Tochan, se sienta y se pone a fumar. Habla lento y con voz baja. 
 “Tiene uno que tomar una decisión ahí, salirse de donde vive o andar con ellos, 
porque si no, lo matan. De ahí decidí irme para una montaña y me hice el perdido 
dos años, anduve trabajando, llegaron allá unos, no sé cómo le hacen para 
encontrarte. Andaban cuatro en una camioneta negra y yo conocí a uno de ellos, 
hasta me dijo cuando me miró, ¿qué onda ruco?, ¿crees que no te conozco?, sí sé 
que eres de Chamelecón’” 
⎯¿Qué le decían las autoridades? 
⎯No, las autoridades no, porque son cómplices de los mareros. Tiene que 
pagarles para que anden investigando. 
Don Miguel recuerda sus anteriores viajes a Estados Unidos. La primera vez que 
decidió dejar Honduras fue en 1976, no pagaba pollero, era más sencillo, lo hacía 
por tren, luego caminaba; Nogales, Santa Mónica, no había Zetas ni Maras. Una 
vez conocida la ruta en los siguientes años ayudó a cruzar a sus cinco hermanos, 
la última de sus hermanas ingresó en 1990. Pese a tener veintiún hijos, unos en 
Estados Unidos y otros en Honduras, don Miguel se dedicó a cuidar de sus tres 
hijos menores. La última vez que visitó Estados Unidos, fue en 1996. Con el paso 
de los años y una operación a cuestas se pregunta si podrá volver a cruzar, ahora, 
dice, “tengo miedo, ya no soy el mismo, ya no tengo tanta fuerza, todo cambia”. 
Antes de que las pandillas tuvieran tanto dominio, reparaba aparatos, llegaba a 
ganar hasta 10 mil lempiras diarios. Una vez que las maras tomaron el control, 
tenía que, además de pagarle a la municipalidad, pagarles a los pandilleros la 
“renta”. Mil lempiras semanales era la cuota, de retrasarse, a la tercera visita, los 
comerciantes son asesinados. 
“Si usted los denuncia con la policía, ellos van a matarlo, muchos han muerto así. 
Irse es lo mejor que se puede hacer. No es tan fácil. Para vivir en Honduras hay 
que irse a vivir a un monte y de repente te pueden ir a buscar, porque es lo que 
hacen, te buscan. Los pandilleros son miles. De Chamelecón, un barrio de San 
Pedro Sula, me fui para Laja, una montaña cafetalera, a los seis meses ya 
estaban allá, me voy para otra montaña, al año estaban allá otra vez. Uno no 
puede estar allá, hasta que se muera alguno de ellos. En dos años esos se 
mueren, entre ellos se matan”. 
	 17	
El 16 de enero del 2014, ingresó a México con sus dos hijos. En Tabasco trabajó 
como panadero para juntar dinero para el viaje. En Coatzacoalcos, Veracruz, 
detuvieron su camino luego de ver una violación en contra de una mujer y una 
niña. Eran al menos veinte hombres que esperaban su turno mientras golpeaban 
al esposo. 
⎯Nos queríamos meter, pero no podíamos porque eran muchos. Lo que nosotros 
tuvimos que hacer fue escondernos. Es como un basurero ahí y esa gente iba 
pasando a pie. Entonces uno de mis hijos se puso como nervioso y me dijo “papá 
yo mejor voy a agarrar un autobús, sea como sea me voy para Chiapas, allá me 
buscas”. 
⎯ ¿Qué piensa hacer? 
⎯Pues si me dan papeles para estar acá, sí quiero llegar a Estados Unidos. 
Porque aquí trabajo no hay, ya he salido varias veces. Me preguntan que si tengo 
papeles, ellos piden la credencial de elector, si la tienes trabajas. La otra vez fui, 
me dicen “quieres chambiar, pero una semana de regalado”. Fui a unos talleres de 
electrónica, lo mismo. Siempre tratan de esquivarlo. Mis hijos quieren seguir 
estudiando, los dos quieren estudiar computación. 
Jerry tiene dieciséis años, es amable, es fácil que se gane simpatía, no pareciera 
que fuera uno de los protagonistas de esta historia, siempre tiene una sonrisa. Es 
alto, delgado, como su padre. Su sueño es ir a Alemania. Durante uno de los 
robos que sufrieron en el camino, tuvo que tirarse del tren cuando los Zetas 
comenzaron a asaltar a los migrantes, quedó lesionado de un brazo, por lo que de 
necesitar una operación, la familia tendrá que buscar apoyos para su 
recuperación. 
Don Miguel dejó su casa en Honduras, dice que los maras ya se adueñaron de 
ella, incluso hasta la puerta se llevaron. Cuando don Miguel relata la muerte del 
mayor de su hijo se detiene, se seca las lágrimas, enseña el acta de defunción 
que guarda con recelo. La tiene en una bolsa de plástico, muy bien cuidada, dice 
que la trae para que le crean y le puedan dar asilo. 
⎯Uno cuida de sus hijos hasta la muerte y si me pongo a cuidar mi casa me van a 
matar a mis hijos, no vale la pena, lo material se construye otra vez. 
 
 
 
 
 
 
	 18	
Menores en busca de “El sueño americano” 
 
Testimonio. 
(Entrevista realizada el primero de junio de 2014) 
Luis tiene dieciocho años, aunque duda de su edad porque su madre no recuerda 
bien cuándo nació, dice que igual y tiene diecisiete. Es bajo de estatura, 
efectivamente, aparenta menos de dieciocho. Está en Casa Tochan junto con su 
hermano de dieciseís años en su segundo intento por llegar a Estados Unidos. 
“Tuve una pelea con un chavalo, que casi lo mato. Cerca de mi casa, me hicieron 
una ronda, yo andaba tomado, al día siguiente me estaba buscando con machete”. 
Luis es un menor no acompañado que viene huyendo de la violencia. Los pleitos 
callejeros son cosa seria, se definen con la muerte. En un país como Honduras 
con 8 millones de habitantes, con un 60 por ciento de su población en la pobreza 
del cual 39 por ciento se encuentra en pobreza extrema, es fácil entender que sus 
jóvenes, 50 por ciento, se involucre con las pandillas. 
“Nosotros veníamos con coyote, con guía, y nos dejó botados, siendo familia de 
nosotros el hijo de puta, nos dejó en Córdova, Veracruz, no sé de dónde putas es. 
Gracias a Dios estamos aquí, eso es lo bueno”. 
Luis es de tez morena, es de Santa Rita Yoro, Honduras, estudió hasta sexto año. 
Allá trabajaba en fincas de banano, lo que ganaba, la mayoría, se lo daba a su 
madre para la comida, con lo demás compraba sus cosas. 
“Ella, cuando se despidió de mí lo hizo llorando porque nos veníamos, me dio 
lástima y todo eso, pero qué le voy a hacer, dije yo. La verdad es que mi hermano, 
el hijo de puta, andaba en la calle, por eso mi mamá lo mandó. A mí me mandó 
porque me iban a matar, es que la vida es bonita, y uno de pendejo con tanta 
estupidez. En estos caminos, sólo una vez me tocó tirarme del tren, porque lo 
venían asaltando antes de llegar a Palenque, hasta dejé que se fuera la maldita 
maleta, vale más mi vida que la mierda que llevaba, que se vaya a la verga. Me 
tiré porque venía en la primera góndola, miré cómo mataron a tres. Llegué a la 
frontera y me entregué a migración, no me gustó cómo estaba todo ahí, lo vi 
difícil”. 
En migración los deportaron de nuevo a Honduras pese a la amenaza de muerte 
que enfrentan en su país, por lo que así como bajaron del autobús que los llevó de 
nuevo a las calles hondureñas, Luis y su hermano tomaron nuevamente camino 
hacia México a intentarlo por segunda vez. 
Poco conocen de leyes. Organizaciones defensoras de derechos humanos 
señalan que a los menores no acompañados no se les informa que si son víctimas 
o testigos de un delito pueden permanecer en México por motivos humanitarios, 
por el contrario, se les regresa a sus países de origen dejándolos en la indefensión 
	 19	
(CatholicRelief Services 2010). Tan sólo en 2014 fueron deportados de México 7 
mil 600 menores centroamericanos que viajaban sin compañía (Castellanos L. 
2014). 
Pero estos hermanos hondureños prefieren El sueño americano. “En Córdova 
conocimos un chavalo y nos trajo hasta acá. Nos estuvimos como tres días, de 
otra vuelta nos montamos en tren. Nunca he cruzado a Estados Unidos, pero 
pienso hacerlo, cueste lo que me cueste, voy a cruzar”. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
	 20	
Ex policías también migran 
Crónica 
En 2013, en Honduras, en sus 24 centros penitenciarios, se tenían registrados 12 
mil 263 detenidos, todos ellos en conjunto con una capacidad real de 8 mil 120 
reclusos. En cinco de ellos hay una sobre población de hasta 230 por ciento. 
En enero del 2011, la unidad de Maras y Pandillas de la Dirección General de 
Investigación Criminal estimó que había 787 personas en prisión por el delito de 
asociación delictiva, de los cuales 447 eran miembros activos de maras y 
pandillas, el resto 340, se habían retirado de estas agrupaciones. Así que además 
de peleas entre maras y dieciochoeros, las cárceles de Honduras también las 
disputan reos comunes. Por ello resulta que los enfrentamientos entre internos 
terminan en masacres. 
Tan sólo el 14 de febrero de 2012, en la Penitenciaría Nacional de Comayagua, 
murieron 362 personas en un incendio, como ocurrió en mayo de 2004, cuando 
fallecieron 107 internos en la Penitenciaría Nacional de San Pedro Sula. En menos 
de una década 469 muertos en centros de detención (CIDH 2013). 
Pero si alguien sabe cómo es la violencia tras las rejas en Honduras es Rudy, un 
ex oficial de policía. A los diecisiete años cumplió su sueño de niño. Después de 
graduarse comenzó a trabajar, entre los años 2003 y 2007, en la Penitenciaría 
Nacional Marco Aurelio Soto, en el Valle de Támara, la cárcel más grande del país 
y sobrepoblada en un 353 por ciento de su capacidad. (Entrevista personal 
realizada el 1 de junio de 2014) 
“Una vez que me gradué, entré a los presidios, comencé a trabajar: pasar lista, 
abrirle en la mañana la puerta a los presos, me dejaban un muerto en la entrada, 
cuando abría la puerta me caía uno. Empecé a ver infinidad de cosas, empecé a 
ponerme duro, no me daba lástima. Miraba muertos, cómo mataban personas y no 
sentía valor, lástima por nada, ahí pierdes el amor a la vida, ya no vives normal. 
Ves que tus compañeros cómo mueren, te da rabia. En un lugar así sabes que en 
cualquier día puede pasar algo. Las cárceles de Honduras son una bomba de 
tiempo. Las cárceles están divididas: pandillas, reos comunes, hay muchas 
bandas. Tú no sabes quién es de cuál banda. Hay una cárcel con cinco mil presos, 
capacitada para mil ochocientos. La cárcel es un lugar donde hay muerte a diario.” 
Él cuenta la vida en prisión a base de rutina. “Tú cuidas que no se vayan, el llavero 
anda sin arma, en la mañana contar que estén completos, contar en la tarde que 
estén completos y si mueren están las personas encargadas de hacer lo demás, 
los de las torres que no se salten el muro y el que está adentro de llevar el conteo. 
Es una situación donde se te va yendo el miedo”. 
Rudy tiene veintinueve años y es de los que más tiempo tienen en Casa Tochan, 
aunque no ha logrado estabilizarse en México pese a que regularizó su situación 
migratoria, consiguió un trabajo, pero los fines de semana llega al albergue porque 
	 21	
dice, “son su única familia”, aunque le toca dormir en una colchoneta en el suelo 
porque el albergue está lleno. 
“De Honduras salí hace veintidos meses. Salí por problemas de seguridad en el 
trabajo. Ser oficial de policía me trajo problemas. Trabajé en Tegucigalpa, me 
aguanté diez años. La policía allá está como desprotegida, hay una gran cantidad 
de gente que está aliada con la delincuencia. Es una guerra campal que no se va 
a terminar. Hay corrupción dentro de la policía, que no es justificable tampoco. 
Allá, por así decirlo, los delincuentes atacan a alguien y el delincuente es 
capturado, difícilmente el afectado va a acusarlo por miedo o lo que sea, al día 
siguiente está libre y es un problema para el policía. Me cuidé, no disfruté de mi 
familia, no salía a la calle sin una pistola, me han pasado un chorro de cosas. 
En ciertas colonias controladas por pandilleros, la mayor parte de la gente está a 
favor de ellos. No precisamente porque quieran, pero de cierta manera los 
pandilleros les cuidan su casa, porque si el vecino tiene un problema le habla al 
pandillero, y el pandillero mata al otro o lo golpea, es una guerra, una situación 
muy crítica. 
El policía de Honduras no tiene auxilio de nada, ser policía implica poner en riesgo 
a tu familia, a veces cuando te pones el uniforme sabes que en cualquier rato te 
van a matar. Si me matan a mí, pues ya es a mí, pero cuando dices a tu hermano, 
ves que a familiares de otros policías los matan, entonces es complicado. 
Los policías de Honduras son mi familia, estuve diez años con ellos, se creó un 
vínculo muy fuerte, y a veces tengo mis días tristes al saber que a diario muere un 
compañero”. 
Rudy venía buscando la Ciudad de México, de Lechería llegó a Indios Verdes, 
durmió en la calle, en tres días sólo comió una vez. Para él lo mejor que ha 
pasado hasta ahora es haber encontrado Casa Tochan. Dice que lo último que 
pasó y que lo motivó para dejar Honduras fue muy grave, prefiere no contarlo, 
pese a que lo declaró a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, dice, en un 
principio los encargados de sus trámites rechazaron su declaración para no darle 
refugio. 
“No me ha ido bien en México, sé que los organismos en darte documentos, no 
ven con buenos ojos que estés aquí. Estoy preparado para lo que venga. Allá no 
somos así, en Honduras, te aseguro que un mexicano ni papeles ocupa, nadie lo 
juzga o desprecia. 
Trabajé con una juez de México que quería que me comiera la comida que 
echaban a la basura y me decía que era así como el perro de la casa. Son cosas 
que te hacen pensar en que no estás siendo tratado como gente, hay quien te ha 
tratado bien pero ya hicieron lo que pudieron y que debes irte con la alegría de 
haber conocido a gente linda, que te echó la mano, te hizo sentir en familia, es 
momento de dar ese paso y que termine la situación en México. 
	 22	
Mis amigos policías están pensando en salir también. Porque no se vive una vida 
de rosas allá, hay mucha gente muriéndose, matándose, ¿a dónde pides auxilio? 
no hay solución. Te pones a matarte con la gente que te quiere matar o te vienes, 
así es. Vendrán muchos compañeros. 
Quiero Irme a Estados Unidos. Aquí encuentras trabajos con gente que te 
demuestra odio ⎯Rudy se detiene en su comentario, hace una larga pausa, 
respira profundo tratando de agarrar suficiente aire para poder seguir y no llorar, 
se quiebra, después continúa⎯ entonces es así, porque te sientes que has venido 
a donde no debes estar. Tu vida siempre ha estado en riesgo y mientras estás 
aquí vas a seguir estándolo, es tiempo que te arriesgues a todo. Si algo sale bien 
vas a ganar mucho. Si sale mal, tampoco tienes mucho, considero que es el 
momento de atreverse a algo, que salga bien o que salga mal”. 
 
*** 
(Entrevista personal realizada en junio del 2014). 
Magda es una religiosa encargada de la Casa de Acogida, Formación y 
Empoderamiento de la Mujer Indígena e Inmigrante (CAFEMIN) coincide en lo 
difícil que es brindar ayuda a la población migrante, aunque reconoce las ventajas 
de que CAFEMIN se encuentre en la Ciudad de México. 
CAFEMIN hace labor de acompañamiento a los migrantes. Como parte del apoyo 
que brinda ofrece tres días para quienes buscan un lugar para descansar. Para los 
que buscan obtener una visa estadounidense les ofrecen como máximo tres 
meses de estancia, la cual se puede negociar dependiendo de cómo avancen los 
trámites migratorios. La mayoría de las personas que reciben son mujeres aunque 
también reciben a migrantes mutiladospor el tren. Además de solicitantes de 
refugio. 
Explica que la mitad de los migrantes que reciben vienen con niños, son familias 
completas que se les complica la travesía, en caso de que decidan quedarse en 
México no les es fácil conseguir un lugar para vivir y obtener un trabajo. 
Señala que, si bien la Ciudad de México cuenta con una Ley de interculturalidad, 
atención a migrantes y movilidad humana que establece que ninguna persona 
será discriminada o excluida por su condición migratoria, esta ley no se cumple. 
Relata que cuando reciben a mujeres embarazadas y las llevan a un hospital se 
les niega la atención médica. 
“No veo la voluntad a ningún nivel de gobierno, creo que mucho tendríamos que 
hacer la sociedad civil, las universidades, las organizaciones, hay un vacío en la 
incidencia, el hacer cumplir la ley. A veces las Comisiones de Derechos Humanos 
sólo son para justificar presupuesto. La misma sociedad es ingenua, los casos 
resueltos son porque los centros de derechos humanos estuvieron presionando 
como el Centro Pro o Fray Victoria. 
	 23	
El apoyo social, es muy disperso, todo mundo quiere sacar para sí, por ejemplo, 
ustedes de las universidades. No hay seguimiento, no hay una incidencia, fue un 
tema de tesis y se acabó, hay intereses personales e institucionales, pero no para 
resolver el problema. Somos muy afectivos, de repente hasta en lo ideológico, 
pero en la práctica, nadie se involucra. 
Las políticas migratorias no responden al interés del Estado mexicano, Estados 
Unidos ya no quiere más migrantes, México es su muro de contención. México si 
se distinguió antes por ser hospitalario, que acogía, ahora no” indica. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
	 24	
Capítulo II 
Caravana Viacrucis del Migrante 
Crónica 
 
Manifiestación de migrantes en el Ángel de la Independencia para exigir el respeto a sus derechos humanos. 
El 15 de abril del 2014 salió de Guatemala el Víacrucis Migrante para denunciar la 
tragedia que padecen los indocumentados a su paso por México. La caravana 
ingresó por el Naranjo, Guatemala. Por lo menos cuarenta personas, migrantes y 
activistas, pasaron por el río San Pedro hasta llegar a Tabasco. Ahí partieron a la 
72, albergue que dirige Fray Tomás González, en Tenosique, y quien cada año 
organiza el Víacrucis Migrante. 
Al llegar a Palenque, Chiapas, sumaban cerca de cuatrocientas personas. En su 
intento por seguir, la empresa Ferrosur impidió que la caravana continuara en el 
lomo del tren y suspendió las salidas del ferrocarril, la caravana siguó a pie. A su 
avance, seguían integrándose más migrantes así como defensores de los 
derechos humanos como el padre Alejandro Solalinde. A bordo de diecisiete 
camiones, con apoyo de organizaciones sociales, y en algunas ocasiones, de los 
propios estados, siguieron su marcha, cansados, hombres, mujeres, niños y 
activistas continuaron su camino para evidenciar las condiciones que enfrentan los 
centroamericanos en su paso por México hacia Estados Unidos. 
Caminaron por horas, exigiendo tránsito libre, alto a la criminalización, a las 
extorsiones y a los secuestros que sufren en México. Continuaron por días, sin 
importar que muchos de ellos estuvieran enfermos, cansandos, con ampollas en 
	 25	
los pies, incluso sufrieran diarreas y fiebres. A veces soportando lluvias, 
durmiendo en el pasto en plena calle, teniendo que repartirse los pocos alimentos 
que lograban conseguir gracias a la población. Algunos voluntarios tuvieron que 
tocar casa por casa para conseguir un poco de alimento, había quienes no abrían 
pero otros más ofrecían lo poco que tenían en sus alacenas. Visitaron 
Coatzacoalcos, Puebla, Tlaxcala y como punto principal, la Ciudad de México. 
Cuando llegaron a la Ciudad de México, eran más de ochocientas personas 
quienes integraban la caravana. Por primera vez salían del anonimato, 
demostraron que son cientos los que ingresan a terrotorio mexicano en busca del 
sueño americano y que tienen que caminar por lugares poco transitados, 
escondidos por miedo al crimen organizado, a las pandillas y a migración. 
Tomaron las calles para exigir respeto a sus derechos humanos. Hicieron 
escuchar su voz con consignas como “ninguna persona es ilegal”, “alerta, alerta al 
que camina la lucha del migrante por América Latina”. 
Todos lucían cansados, la mayoría cargaba una mochila, algunos llevaban una 
muda de ropa, una cobija, identificaciones. Eran seicientas sesenta y siete 
hombres y doscientas mujeres, algunas de ellas con sus hijos, los más pequeños 
no rebasaban los dos años de edad. Hubo quien aprovechó la caravana para 
buscar a sus familiares desaparecidos, madres que portaban fotografías de sus 
hijos que habían abandonado años atrás centroamérica. Iban acompañados por 
activistas, defensores de derechos humanos así como Fray Tomás, el padre 
Alejandro Solalinde, la hermana Leticia Gutiérrez, de la misión Scalabriniana que 
brinda apoyo a migrantes y refugiados. 
Con pancartas denunciaban el sistema migratorio actual, a los gobiernos estatales 
por los asesinatos registrados en contra de migrantes. En otras más se leía 
“Somos migrantes, no somos delincuentes”. Caminaron con las banderas de sus 
respectivos países, en sus mayoría, Honduras y El Salvador. Un grupo también 
llevaba la bandera de la comunidad lésbico, gay, bisexual, transexual (LGBT), 
para denunciar la serie de abusos y violaciones que son víctimas. A su llegada, 
cuando bajaban de los autobuses, fueron recibidos por activistas y voluntarios con 
un poco de agua y comida, para los defensores, el principal problema, como en los 
otros lugares que había visitado la caravana, fue la comida. Alimentar a casi mil 
personas era el principal reto. 
Caminaron sobre Reforma, del Ángel de la Independencia hacia los Pinos para 
pedir una reunión con el presidente Enrique Peña Nieto, pero fue en vano. La 
comisión, de seis representantes integrada por hondureños, salvadoreños y 
guatemaltecos, sólo fue recibida por funcionarios de atención ciudadana de la 
Secretaría de Gobernación. 
(Entrevista personal realizada el 29 de abril de 2014). 
Para el padre Alejandro Solalinde, esta caravana “no fue una más”, porque dijo, 
“los migrantes ya empezaron a tomar conciencia”. “Este no es un grupo de bola 
así, es un grupo con conciencia organizado, en la experiencia se va a seguir 
	 26	
organizando, esto va a sentar un precedente. La migración nadie la va a parar, 
van a seguir pasando y además van a ser cada vez más, hasta que se tenga una 
solución. Los defensoras y defensores que acompañamos estamos listos para 
seguir caminando con ellos cuantas veces sea necesario”. 
Se reunieron con gobernadores, legisladores, autoridades del gobierno federal, 
organizaciones defensoras de los derechos humanos para pedir protección 
continúa en toda la ruta para las personas migrantes. 
“México ha sido por muchos años el hermano mayor de Centroamérica y me gusta 
decirlo, se ha portado bien ojete. Los centroamericanos nos acaban de dar una 
gran lección porque tanto en el Senado como en la Secretaría de Gobernación 
dijeron ‘no sabemos por qué México nos trata así, no le hemos hecho nada, por 
qué nos secuestra, por qué nos desaparece, por qué nos asesina, por qué viola a 
nuestras mujeres, por qué todo, por qué hace todo esto con nosotros. Sin 
embargo, México es nuestro hermano mayor y lo amamos’, así dijeron ellos, se 
me hace hermosísimo que todavía haya personas que crean en México, pero 
México, el gobierno de México, no se lo merecen porque no se ha portado a la 
altura de la situación histórica”, señaló el padre Solalinde tras estos encuentros. 
“Honduras es un Estado fallido y México no ha hecho lo conducente para 
ayudarlo, irse a tomar la foto allá, el presidente Peña Nieto, para hablar de 
seguridad, es más lo que le interesa a Estados Unidos, como no hablar allá para 
que le den la mano, para que tengan un plan de crecimiento y de desarrollo. Como 
no le preocupael estado de salud de Honduras, por ahí tiene que caminar México, 
pero estos políticos no piensan más que en el norte que no tienen más que 
intereses de bolsillo, no les interesan sus hermanos. 
Se me hace una de las cobardías de las más grandes, un crimen muy grave, 
andar asegurando a nuestros hermanos pobres, que no los ayudamos en sus 
lugares de origen que cuando los detenemos acá los tratamos como delincuentes 
y como ilegales aunque no lo sean, y allá dentro, cuando ya los tenemos 
agarrados cobardemente y que no pueden hacer nada allá dentro los golpeamos, 
les ponemos policías y los torturamos, los extorsionamos, aún a los menores de 
edad. 
Es cierto, tengo que reconocer, migración me ha ayudado como para resolver 
algunos casos aislados, pero no es solucionar cosas estructuralmente cosas que 
sí pueden hacer. Hay mucho por hacer, pero no hay ganas, no hay voluntad, no 
hay creatividad. Si este gobierno sintiera al migrante, estaría haciendo algo que 
valga la pena”. El padre Alejandro Solalinde insisitió que es necesario acudir a 
instancias internacionales para hacer incidencia internacional y condenar al 
gobierno de México. 
 
 
	 27	
 
Caravana migrante caminando sobre Paseo de la Reforma hacia Los Pinos. 
 
 
 
 
 
Madre de migrante desaparecido. 
	 28	
 
 
Migrante mutilado por el tren marcha sobre Reforma. 
 
 
Defensores de derechos humanos, entre ellos Fray Tomás, acompañan la 
Caravana. 
 
 
	 29	
“El Oreja” 
Crónica. 
La antigua estación del tren de Huehuetoca, en el Estado de México, es un edifico 
viejo, blanco con decorado en rojo, ahí esperan los migrantes para subir al 
siguiente tren. Cerca de ahí se encuentra el albergue, es un camino difícil de 
terracería. 
El albergue San Juan Diego fue abierto en el 2009, en un inicio operaba en el 
municipio de Tultitlán, sin embargo, cerró en el 2012 ante la insistencia de vecinos 
quienes argumentaban que la presencia de migrantes generaba inseguridad en la 
zona. En 2011 se registraron al menos dos asesinatos de centroamericanos. 
La Diócesis de Cuautitlán decidió reubicarlo en Huehuetoca. Cuando se anunció 
su reapertura, se informó que iba a construir en un terreno de una hectárea, con 
un costo de cinco millones trescientos setenta mil pesos y en el que los migrantes 
iban a poder descansar por dos días. 
 
 
*** 
Al albergue San Juan Diego no entran periodistas, así lo ha establecido el 
sacerdote Juan Antonio Torres Tapia encargado del lugar. Es un lugar grande, en 
la entrada hay unos lavaderos. En la carpa hay unas veinte literas, enfrente un 
viejo televisor que sirve para entretener de vez en cuando a los migrantes que 
llegan hasta allí. Más al fondo se construye el albergue con tabique, la obra ya va 
más adelantada. 
(Entrevista realizada el 23 de abril de 2014). 
Leonel ya había pasado varias veces por ahí. Era septiembre, él, junto con un 
grupo de personas, esperaban que pasara el siguiente tren, habían descansado 
ahí la noche anterior. Cuando uno de ellos comenzó a gritar “ya viene el tren 
vámonos, vámonos”, todos salieron corriendo hasta el basurero. 
La vista en esta parte es la misma, al fondo, de lado derecho se ve una fila de 
cerros cubiertos de árboles, matorrales, árboles de pirul, pencas de maguey. Más 
adelante montículos de eso: basura y más basura. Uno a uno los hombres fueron 
subiendo en el lomo de La Bestia aprovechando la curva que se forma en el 
basurero y que hace que el tren disminuya la velocidad. 
Antes de llegar a Celaya, el tren pasó por un lugar solitario. Las maras, que se 
habían hecho pasar por migrantes para ingresar al albergue, y que se les conoce 
como “Orejas”, porque vigilan lo que traen y le sacan información a los migrantes, 
comenzaron a asaltar a los que venían en las góndolas. 
	 30	
Leonel cuenta cómo comenzaron a golpear a todos y al único salvadoreño que iba 
en el grupo casi le sacan el ojo con un cuchillo. 
“Entre nosotros éramos cinco hondureños y el salvadoreño, eramos seis, y de los 
maras eran seis. Ellos andaban armados, cuchillos y pistola. Al muchacho lo 
golpearon hasta más no poder, uno de ellos dijo, déjenlo. Todo el mundo le rogó a 
Dios que no pasara nada. Nosotros pensamos que al chamaco le habían sacado 
el ojo. 
Cuando llegamos a Celaya ellos se tiraron, se fueron del tren, se bajaron cuando 
iba más despacio. Era de noche y nosotros nos bajamos en una estación para 
pedir ayuda para el muchacho, le dimos los primeros auxilios, nada más fue el 
corte que le dieron arriba del ojo, quedó cicatrizado, quedó bien, a salvo”. 
Desde que salió de Honduras, Leonel fue asaltado en Palenque, Chiapas; Tierra 
Blanca, Veracruz; Huehuetoca, Estado de México y Mazatlán, Sinaloa. Para 
conseguir dinero tuvo que agarrar un trabajo a medida que le iban quitando lo 
poco que llevaba. 
Leonel, ya sin dinero, tenía como única opción para ingresar a Estados Unidos 
aceptar participar en la “Burreada”, veinte kilos de marihuana colgados en su 
espalda serían su pase al sueño americano. El objetivo era llegar a Peña Blanca, 
Arizona, por lo que ingresó por Las Cruces, y de ahí lo llevaron hasta Utah, antes 
de eso ya había hecho dos viajes, en el tercero, decidió quedarse. 
“Ellos te pagan una feria, si quieres seguir trabajando te regresas para México, si 
no quieres te la llevas arriba a Estados Unidos. El traslado se hace en carro 
particular. Las autoridades de allá son más pícaras que las que están aquí abajo, 
en la frontera de México con Estados Unidos pasan dos carros llenos de droga, los 
detienen, y, por otro lado, pasan como veinte furgones llenos de droga”. 
Dice que el pago depende de los lugares y del tiempo en llegar, “hay de cinco o de 
seis horas, te dan seicientos u ochocientos dólares, pero si ya es de nueve, siete, 
te dan dos mil o dos mil quinientos dólares”. Sin embargo, los veinte kilos de 
marihuana que llevaba Leonel en la espalda tenían el valor en el mercado negro 
de Estados Unidos de entre los diecisiete mil y veintidós mil dólares, es decir, 
entre doscientos y trescientos mil pesos. 
Además de arriesgar su vida en el intento de cruzar, los migrantes corren el riesgo 
de ser detenidos por la patrulla fronteriza. 
“El helicóptero siempre pasa, hay que esperar la orden desde allá arriba para 
seguir. Ellos, los narcotraficantes, no te voy a negar, no nos hacen nada, ellos se 
portan bien con nosotros. Sólo tienes que hacer eso, nos dan comida, donde estar 
y dormir”. 
—¿Cómo los contactan? 
	 31	
—Tú vas en el tren, te preguntan si quieres trabajar, nos dan de comer, medicinas, 
un lugar para descansar, todo, y nosotros tenemos que pasar la droga. El pago no 
lo hacen en Estados Unidos, tienes que regresar de nuevo, para que te paguen 
acá abajo, te ayudan a entrar, si quieres puedes quedarte o decirle al patrón que 
quieres irte y ellos te llevan sin ningún problema. 
—¿No hay peligro de que algún cártel rival los descubra? 
—No, un cártel se agarra la primera quincena del mes y el otro la segunda 
quincena. La primera quincena nosotros ingresábamos, la segunda quincena los 
del otro cártel lo hacían, por eso no había problema, no te pasaba nada. Ellos a ti 
te cuidan. Está más seguro allá que acá abajo. 
Leonel también forma parte del Viacrucis Migrante, llegó al albergue de 
Huehuetoca, está nervioso, uno de los policías que resguarda el albergue tuvo que 
salir por él para que entrara. Duda, camina más despacio mientras otros migrantes 
continúan entrando. Dice que tiene miedo, no quería volver a este lugar, asegura 
que más de uno de los que están aquí es un “oreja”, como los maras que se 
hicieron pasar por migrantes aquella vez que lo asaltaron antes de llegar a Celaya. 
Huehuetoca es peligroso para los migrantes, señala. 
Pero no sólo Leonel advierte de la inseguridad en Huehuetoca, también lo hacen 
organizaciones defensoras de los derechos de los migrantes. Luego del cierre del 
albergue San Juan Diego en Tultitlán, defensores y activistas colocaron una carpa 
enlas vías del tren para continuar dando asistencia a migrantes, así abrieron el 
albergue improvisado Hermano San José. Para los activistas Tultitlán es un punto 
importante para los migrantes centroamericanos, que de igual forma, como otros 
lugares en el centro del país, no se le ha puesto tanto interés pese a ser una zona 
en la que se registran graves violaciones a los derechos humanos así como delitos 
en contra de migrantes. 
Señalan que la presión en contra de la labor humanitaria que realizan es 
constante, ya sea por parte de bandas delictivas como de las propias autorides. A 
finales de octubre y a principios de diciembre del 2012 tuvieron que cerrar el 
albergue que atendía a doscientas personas diariamente, luego que la Mara 
Salvatrucha se metiera a cobrar cuota, los integrantes de los colectivos recibían 
amenazas directas e indirectas por coyotes, polleros, todas las redes de tráfico de 
personas que operaban en la zona. 
 
(Entrevista personal realizadada el 19 de mayo de 2014). 
“El papel del Estado de México en cuestión de seguridad es totalmente nulo, 
entonces de ahí cerramos a finales de noviembre y a principios de diciembre y 
volvimos a abrir a finales de enero del 2013, pero ya como comedor. Tuvimos 
pláticas con las comisiones estatales y la nacional de Derechos Humanos, y el 
gobierno del Estado de México y el ayuntamiento de Huehuetoca, para pedir 
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garantías mínimas de seguridad para seguir trabajando”, señala Andrea González, 
integrante del Colectivo Ustedes Somos Nosotros. 
La zona del Estado de México es muy importante porque es un punto al que llegan 
los trenes procedentes de Chiapas y Tabasco, de ahí salen las rutas de los 
ferrocarriles hacia el norte. Las velocidades en el tren son un factor importante en 
la ruta migratoria. En Lechería, Tultitlán, los centroamericanos tomaban el tren 
para continuar hacia el norte, sin embargo, ante la decisión de las compañías 
ferrocarrileras de subir la velocidad para impedir que la gente los abordara, los 
migrantes tuvieron que cambiar la ruta de ascenso a Huehuetoca, donde por 
cuestión geográfica los trenes disminuyen la velocidad. 
Para los migrantes llegar de Tultitlán a Huehuetoca implica cuatro horas 
caminando o cuarenta minutos en transporte público, donde los choferes les 
cobran el doble o el triple de pasaje al ver que se trata de personas 
indocumentadas. 
En el basurero de Huehuetoca, en el límite con otro municipio mexiquense, 
Tequixquiac, existe una curva que hace que el tren baje de velocidad y que 
permite que los migrantes puedan subir y seguir hacia San Luis Potosí, pasando 
por Querétaro o hacia Piedras Negras y Coahuila, así como a Tamaulipas. 
“Hay dos tipos de trenes, dos compañías. Una de las compañías es Kansas City 
que es gringo y otro es Ferromex que es mexicano. El que pasa por Lechería de 
Kansas City no se puede tomar porque trae guardias armados. La gente tiene que 
tomar Ferromex, pero en todo el trayecto del tren, incluido el Estado de México, 
los garroteros o los guardias del tren cobran cuota a los migrantes, están 
coludidos con el crimen organizado, los asaltan, los extorsionan, les cobran cuota 
por subir. En el Estado de México cobran entre cincuenta y cien dólares para que 
la gente pueda subirse al tren y no la tiren más adelante”, señala la defensora. 
Andrea González indica que pese a los incidentes continuaron atendiendo a más 
de cien personas diariamente, ofrecían desayuno, comida y algo de cena, atención 
médica y levantaban denuncias sobre violaciones a derechos humanos y otros 
delitos. Pero continuaron las agresiones y las amenazas por lo que tuvieron que 
cerrar de nuevo en julio del 2013. 
“La diócesis de Cuautitlán fue la que ordenó cerrar el albergue en Lechería y 
tienen una posición muy poco empática con el migrante. El albergue que está en 
Huehuetoca fue una orden y lo tuvieron que abrir porque la Pastoral de Movilidad 
Humana de la Iglesia Católica quedaría muy mal si no tuviera un albergue ahí, 
pero no es un albergue en el que la gente le interesen los migrantes y eso ha sido 
desde siempre”. 
Los centroamericanos se quejan que en el albergue San Juan Diego en 
Huehuetoca les dan la comida echada a perder, les cobran por la ropa que 
deberían entregar en donación. No pueden entrar y salir, si pasa el tren enfrente 
del albergue y pasa despacio, la gente del albergue no les abren la puerta, hasta 
	 33	
el día siguiente que pueden salir, además que está lleno de coyotes, por lo que 
prefieren dormir en la calle. 
“Cuando me cuentan algo y les pregunto si ya metieron la denuncia cuando los 
han entrevistado personal de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de 
México, señalan que sólo preguntaron que si les habían dado de comer, dónde 
dormir. La Comisión no tiene ningún interés de nada y es una preocupación muy 
grande por parte de las asociaciones de la sociedad civil que trabajamos con 
migrantes. No están haciendo su trabajo y eso dificulta mucho las cosas. A partir 
de que cerramos, nos dedicamos a dar ayuda humanitaria a otros espacios que 
estaban funcionando como un comedor que está en Tultitlán, no es de la iglesia, 
es iniciativa de un defensor que varios colectivos les apoyamos”. 
Pero las intimidaciones continuaron, el 5 de abril del 2014, al medio día, siete 
personas, entre integrantes del colectivo y voluntarios, llevaron ropa, comida y 
llegaron a la estación, cerca de Lechería, junto a las vías del tren, donde había un 
grupo numeroso de migrantes, cuando de la calle principal un hombre llegó y les 
disparó directamente, hiriendo a una voluntaria y a un guatemalteco, ambos con 
heridas leves. 
“Fue caótico, porque no llegaron los peritos, las pruebas se levantaron de manera 
poco profesional, nunca llegó el Ministerio Público a levantar la denuncia, se pidió 
a la Policía Federal para que nos sacaran de ahí, llegaron seis horas después. 
Una de las voluntarias estaba herida, tuve que llegar al lugar y llevarla al hospital. 
Al final la voluntaria decidió no denunciar. A raíz de eso se hizo una acción 
urgente por parte de Amnistía Internacional”, relata. 
“Al final, las autoridades dijeron que había sido un ataque entre gente del crimen 
organizado. Pero la reconstrucción de los hechos, tanto los voluntarios como los 
migrantes que estaban ahí señalaron que no había fuego cruzado, fue una 
persona que directamente los atacó. Entonces consideramos que no podemos 
poner en riesgo a la gente así y nunca hemos tenido la vocación de mártires por la 
causa”. 
Los integrantes del colectivo están integrados al Mecanismo Federal de Protección 
a Defensores y Periodistas. “Ese día, el mecanismo no sirvió de nada”. Como 
parte del mecanismo tiene que haber reacción inmediata, sin embargo, “no somos 
parte de una institución como la Iglesia, digamos Fray Tomás, Solalinde, el padre 
Pantoja. No somos parte de la Iglesia, los albergues de la Iglesia y que la propia 
Iglesia a veces reniegue de ellos y digan ‘hay que padres revoltosos’, tienen una 
institución súper fuerte detrás que es la Iglesia. Nosotros no tenemos esa fuerza, 
somos la sociedad civil. El problema de México en general, es que la gente de 
Derechos Humanos, la gente de la sociedad civil y los periodistas están en una 
situación tan vulnerable”, detalla la defensora. 
Las agresiones contra defensores de migrantes en el Estado de México cobraron 
la vida de dos de ellos el 23 de noviembre del 2014 en el municipio de 
Tequixquiac. Adrián y Wilson fueron asesinados en el interior de su vehículo por 
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agresores que después de dispararles en varias ocasiones huyeron del lugar. 
Ambos activistas habían recibido amenazas luego de lograr detener un robo de 
maras contra migrantes en la zona de basureros. 
Defensores alertan sobre la peligrosidad del corredor que va de Lechería, Tutitlán, 
Huehuetoca, Tequixquiac, Apaxco, en el Estado de México, así como Bojay, 
Atitalaquia en el estado de Hidalgo (Jiménez, 2014).35	
Capítulo III 
 
Caravana Migrante por el diálogo 
Crónica. 
El 2 de junio de 2014 partió otra caravana, esta vez del albergue Hermanos en el 
Camino del Padre Alejandro Solalinde en Ixtepec, Oaxaca. 
La Caravana Migrante por el diálogo salió rumbo a la Ciudad de México, pasando 
por Ixtepec y Juchitán, Oaxaca, así como por Apizaco, Tlaxcala. La integraban 
sesenta migrantes acompañados por voluntarios y defensores de derechos 
humanos. El objetivo era sostener encuentros con los embajadores de Guatemala, 
de Honduras, de El Salvador, y de Nicaragua, así como con funcionarios de la 
Secretaría de Gobernación y del Instituto Nacional de Migración. 
Testimoio. 
(Entrevista personal realizada el 26 de junio de 2014). 
Guadalupe es hondureña, del departamento de Colón. Salió de su país ya que por 
nueve años sufrió la violencia de su esposo. Ahora lo ha dejado. Pequeñita, de 
pelo castaño y crespo, ojos cafés claros, Lupe llegó a la Ciudad de México en la 
caravana. 
Se lleva bien con todos los integrantes de la caravana, pero su hijo de ocho meses 
de edad, Miguelito, es el que le abre las puertas en todos lados. Un niño 
regordete, con el cabello negro, de piel blanca. Anda en brazos de todo el mundo. 
A veces con las voluntarias, otras con los sacerdotes, seminaristas, es el más 
pequeño del grupo. 
En un país como Honduras, o como México, la violencia no sólo se vive en las 
calles, también en el hogar. En el año 2012, el Observatorio Estadístico del 
Ministerio Público de aquel país reportó más de dieciseis mil denuncias por 
violencia contra las mujeres. 
Guadalupe interpuso una demanda a su esposo la cual no funcionó. “Cuando me 
casé tenía veintiún años y él tenía como cincuenta y ocho. Al principio cuando me 
junté con él bebía, consumía droga, cocaína. Me dijo que iba a quemar la casa en 
donde yo vivía, y me amenaza con matar a mi hija mayor que es de mi primer 
esposo. 
La maltrataba y la golpeaba. “No soporté eso, era demasiado, él me humillaba 
delante de la gente. Siete años duré con el señor. Cuando lograba huir, a los 
cuatro o cinco días volvía por mí, le pagaba la gasolina a mi papá para que fuera a 
dejarme”, relata. 
	 36	
 
Guadalupe tiene cuatro hijos. Tres niñas y un niño. La mayor tiene once, la 
segunda de siete y la menor de cinco años. El más pequeño de ocho meses viaja 
con ella. 
“Después que yo me alejé de él, a los seis meses me volví a casar para quitármelo 
de encima. Encontraba a mi esposo con el que me casé y lo amenazaba con arma 
o con machete, el papá de mi niño, guardaba distancia porque es mucho más 
joven que él. Lo que después hizo fue apartarse de mí porque la situación era 
demasiado difícil. Nos íbamos a otro barrio y siempre se aparecía. 
Las autoridades me dijeron que no podrían hacer nada en contra de él y que debo 
entregarles a mis niñas. Habíamos ido a tres audiencias, la siguiente iba a ser 
para decidir la custodia. Eso fue cuando yo tenía siete meses de embarazo de 
Miguel”. 
Lupe decidió dejar a sus hijas, se las encargó a su madre, pensó los peligros que 
correrían si las llevaba con ella. Esa noche esperó hasta que estuvieran dormidas, 
a las cinco de la mañana, le dio un beso a cada una, luego partió con Miguel en 
brazos. Busca llegar a Estados Unidos para mejorar su situación económica y así 
obtener la custodia de sus hijas. 
Esta vez la caravana se encuentra en un albergue de scalabrinianos. Lupe cada 
vez está más preocupada, han pasado ya varios días desde que salieron de 
Oaxaca, no ha podido enviar dinero a Honduras. Pero este día es diferente, es el 
cumpleaños de su hija menor, cumple seis años. Está ansiosa, sabe que si habla 
con ella la rebasaría, aún así llama a casa. No consigue un teléfono público que 
funcione, se traga su dinero, la tarjeta telefónica no funciona. El dinero que le 
queda es poco, cada peso es vital. Por fin, le contesta su madre. Su cara cambia, 
se emociona. Desde el teléfono organiza la pequeña fiesta, el pastel, quién lo 
llevará, a qué hora. Asegura que ella y Miguel están bien. Cuelga. Ahora parece 
estar más en calma, contenta, no deja de sonreír. 
“Mi idea es volver a Honduras. Mis hijas son mi mayor tesoro. Me pongo a pensar 
muchas cosas, lo que no quiero es caer en manos de secuestradores con mi hijo. 
Es lo que más le pido a Dios, que nos guíe. La meta que llevo es trabajar dos años 
en Estados Unidos y regresar a Honduras. Lo que necesito es que cambien las 
leyes de mi gobierno”. 
 
 
 
 
 
	 37	
Territorios de terror y muerte 
 
En agosto de 2010 quedó al descubierto el horror que enfrentan los migrantes en 
su camino hacia Estados Unidos al darse a conocer una de las peores masacres 
que han puesto a nuestro país como uno de los más violentos del mundo tras el 
hallazgo de setenta y dos cuerpos apilados con signos de tortura. Los cincuenta y 
ocho hombres y catorce mujeres, tenían las manos amarradas y un tiro de gracia. 
El 24 de agosto, la Secretaría de Marina emitió un comunicado en el que informó 
que en un puesto de control carretero que mantenía en las inmediaciones de San 
Fernando, Tamaulipas, un hombre, quien presentaba una herida por arma de 
fuego, llegó a pedir ayuda y denunció haber sido agredido en un rancho cercano. 
Personal de infantería arribó al lugar donde les había indicado el migrante quien 
se había hecho pasar por muerto para salvar su vida. Los marinos, apoyados con 
unidades aeronavales, fueron agredidos al llegar, por lo que repelieron varias 
agresiones. En el enfrentamiento fue detenido un menor de edad, un elemento de 
la Armanda falleció y así como tres presuntos delincuentes (Semar. 2010). 
“Sin embargo, según investigaciones independientes, la policía municipal fue la 
primera en llegar al rancho El Huizache, la escena del crimen. Incluso los 
reporteros que cubren la zona tuvieron conocimiento de este hecho desde el 23 de 
agosto en la mañana y habían acudido al rancho a tomar fotografías, antes de la 
llegada de las autoridades federales. 
En la información oficial no queda claro quién fue la autoridad que tuvo primer 
conocimiento sobre el crimen, ni cómo fue el hallazgo y quiénes participaron en 
éste. También se plantean dudas sobre el tiempo en que los marinos tardaron en 
reaccionar al relato del sobreviviente ecuatoriano. No se ha informado tampoco 
cómo se preservó el lugar. Tampoco hay datos sobre la comunicación entre 
autoridades y cuál fue la cadena de mandos. Incluso, si fueron las autoridades 
locales llegaron primero al rancho, se desconoce si alteraron la escena del crimen” 
(Másde72). 
De acuerdo con el periodista José Reveles (2011) las autoridades coinciden en 
señalar a Los Zetas como responsables de la masacre. El grupo delictivo de Los 
Zetas se formó a finales de los 90 con desertores de un grupo de élite del Ejército, 
Grupos Aerotransportados de Fuerzas Especiales (GAFES). En un principio brazo 
armado del cártel del Golfo en alianza con Osiel Cárdenas Guillén, tras su captura, 
decidieron separse del cártel, dando origen a una lucha encarnizada entre ambos 
grupos (p. 18). 
Por los hechos de San Fernando, fue detenido el presunto jefe de plaza de Los 
Zetas en Tamaulipas, Édgar Huerta Montiel, El Wache, desertor del Ejército de 
entonces 22 años de edad y quien confesó los crímenes. De acuerdo con la 
declaración de El Wache por lo menos 600 cadáveres fueron desaparecidos en 
fosas clandestinas en Tamaulipas. Narró que fue orden de Lazcano –Heriberto 
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Lazcano Lazcano o el Z-3, líder de Los Zetas– que los pasajeros de autobuses 
que cruzaban San Fernando fueran bajados e “investigados”. “Todos los días 
llegaba un autobús y todos los días bajaban a la gente y la investigaban, los que 
sí, –que pertenecían al cártel del Golfo– los mataban–. Fueron como seis 
autobuses” (Video de la Policía Federal publicado por La Jornada). 
Pese a estas declaraciones, las versiones no coinciden: los asesinatos ocurrieron 
ante la sospecha de que las víctimas fueran sicarios enviados por el

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