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0 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO POSGRADO EN HISTORIA DEL ARTE FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS Cuando el arte ocupa la calle. El tiempo, la memoria y el espacio público en dos estrategias para construir dispositivos disidentes. TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: DOCTORA EN HISTORIA DEL ARTE PRESENTA: MAITE MÁLAGA IGUIÑIZ TUTOR PRINCIPAL: MTRA. KAREN CORDERO REIMAN UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA TUTORES: DRA. HELENA CHÁVEZ MAC GREGOR INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS DR. DANIEL MONTERO FAYAD INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS LECTORES: DRA. NASHELI JIMÉNEZ INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS DR. IVÁN RUIZ INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS CIUDAD UNIVERSITARIA, CD.MX., MAYO DE 2018 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1 ÍNDICE GENERAL INTRODUCCIÓN 3 1. Las acciones artísticas exploradas 3 2. El problema. la relación entre arte y política 12 3. Los objetivos, preguntas e hipótesis 19 4. El archivo 22 5. Los capítulos 26 CAPÍTULO 1. MEMORIA, ESPACIO Y TIEMPO 31 1. Memoria y tiempo, o el problema historiográfico de la discontinuidad 32 2. El montaje de lo performático 42 3. Lo público y el espacio público; formas de apropiación de la ciudad 48 CAPÍTULO 2. LAVA LA BANDERA 68 1. La victoria de Alberto Fujimori y el golpe de Estado 69 La intensificación de los movimientos opositores 73 La oposición dentro del campo artístico 75 2. El inicio del fin y el surgimiento del Colectivo Sociedad Civil 84 3. Formas de recordar la intervención de Lava la Bandera 89 El llamado a la acción 89 El lugar de la memoria 96 4. Modos de ocupar el espacio público 105 El espacio público antes de la acción y las razones de elegir la bandera. 105 Transformar el espacio público a partir de la acción cotidiana y colectiva de lavar 111 5. Tiempo de excepción: lo cotidiano irrumpe en la movilización social 120 CAPÍTULO 3. ¡NO?, TODAS LA GENERACIONES QUIEREN SU 68 128 1. Antecedentes y cómo llegó a materializarse ¡No? 129 2 2. Ejercicios de la memoria 136 Memorias colectivas: entre las memorias singulares y los archivos de la memoria 142 La activación y amplificación de la memoria 157 3. El espacio a partir de los recorridos urbanos 162 4. Presentimiento de tiempos futuros 173 Tiempo dilatado, suspendido 174 Yuxtaposición de tiempos 178 Tiempos futuros 183 CAPÍTULO 4. DISPOSITIVOS DISIDENTES. 193 1. Dispositivos de participación 197 2. Dispositivos de enunciación colectiva 203 3. Dispositivos disidentes 208 CONCLUSIONES 217 BIBLIOGRAFÍA 226 3 INTRODUCCIÓN En esta investigación me propongo analizar dos acciones-intervenciones artísticas que parecen tan distantes y tan distintas que imposibilitarían cualquier tipo de comparación entre ellas. Sin embargo, ambas acciones fueron realizadas en la primera década del siglo XXI y comparten la particularidad de intervenir el espacio público. Lava la bandera se realizó en el 2000 en la Plaza de Armas de la ciudad de Lima, Perú, y ¡NO?, cada generación quiere su 68, en el año 2008, en diversas zonas de la ciudad de México. La acción de Lava responde a una coyuntura histórica particular y acompaña un movimiento social más amplio; en cambio, ¡NO? trabaja a partir de la memoria de un movimiento social, el Movimiento Estudiantil de 1968, en México1. Esta investigación busca mostrar cómo cada una de esas acciones plantea, desde su propia práctica, una estrategia de montaje, un modo de hacer, en el que se entrelazan las nociones de tiempo, memoria y espacio público, para construir dispositivos disidentes de participación. Dichos procesos, a su vez, ponen sobre la mesa dos polémicos problemas dentro de la Historia del Arte, como son la relación del arte con lo público y con lo político. En otras palabras, esta investigación busca entender la articulación entre arte y política, arte y espacio público, donde lo político encuentra en lo público un lugar. 1. Las acciones artísticas exploradas 1Al conversar con las personas que conceptualizaron y realizaron ambas acciones me di cuenta que estas prácticas artísticas podrían ser nombradas de muy diversas formas. Mientras que para Teatro Ojo existía el consenso de llamar a ¡NO? como un conjunto de acciones-intervenciones, para el Colectivo Sociedad Civil, Lava la bandera fue desde una actividad performativa en la calle, pasando por un acto de dignificación, hasta un ritual participativo. Para que haya cierta consistencia a lo largo de esta investigación, ambas prácticas serán referidas como acciones y/o intervenciones. 4 Entre el 20 de mayo y el 24 de noviembre del 2000 el Colectivo Sociedad Civil (CSC) encabezó la acción de Lava la bandera después de sacar una convocatoria invitando a la ciudadanía a reunirse y lavar el máximo símbolo patrio: la bandera. Bancos, bateas, jabón y banderas fueron repartidos entre los interesados en limpiar un país manchado por la alarmante corrupción y violación de derechos humanos del gobierno de Alberto Fujimori, en Perú. El agua con la que se lavaba provenía de la fuente central de la Plaza de Armas, levantada durante la colonia, y entre los árboles fueron amarradas las cuerdas que funcionaron como un gran tendal. A medida que transcurrían las semanas fueron sumándose más personas a la labor y el Colectivo Sociedad Civil tuvo que confeccionar tres mil banderas para cubrir las ganas de participar. La gente hacía pacientemente una larga fila y, en los últimos meses, no era raro que las banderas tuvieran que ser descolgadas mojadas para volverse a lavar. Lavar la bandera se volvió una insistencia, al punto de convertirse en un ritual semanal. Además, las reivindicaciones sociales de la acción traspasaron la plaza de la capital peruana para replicarse en otras ciudades del país. Todos los viernes durante siete meses fue repetida la misma acción que había sido pensada para unos pocos días. En la ciudad de México, el 27 de agosto de 2008 el grupo Teatro Ojo inició la primera de ocho acciones que concluirían el 2 de octubre y que fueron agrupadas con el nombre de ¡NO?, cada generación quiere su 68. El año 2008 marcaba el cuarenta aniversario del Movimiento Estudiantil que fue violentamente reprimido el 2 de octubre por las fuerzas del orden lideradas por el presidente Gustavo Díaz Ordaz. El grupo presentó diversas acciones-intervenciones en sitios y fechas emblemáticas para el Movimiento. La primera tuvo lugar en el Zócalo y recordaba la marcha más grande del Movimiento Estudiantil que terminó disuelta por tanquetas militares. La segunda consistió 5 en repartir libros viejos comprados en las librerías de Donceles, en el centro de la ciudad, con una portada falsa que aludía al libro emblemático de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco, pero en la que a su vez se infiltraba la frase del discurso de Díaz Ordaz: “Estaremos obligados a llegar hasta donde sea necesario”. Un tercer momento de ¡NO?, se desarrolló a un costado de la Rectoría de la UNAM. Ahí fue montada una estructura metálica que recordaba el andamio queprotegió la escultura dinamitada del presidente Miguel Alemán y sobre la cual los estudiantes y artistas de la época pintaron el Mural Efímero2. En la parte más alta de la estructura negra fue colocado el cartón del caricaturista Abel Quezada que salió el 3 de octubre después de la matanza; el cartón negro sólo se preguntaba: “¿Por qué?”. La intervención número cuatro se realizó en los microbuses que salían del Auditorio Nacional hacia el Zócalo, recorrido que siguieron los estudiantes durante la Marcha del Silencio en 1968. Para realizar la quinta acción, sobre 300 almohadas, compradas con ese fin, fue pintada la frase que apareció en 1968 en un muro de la Facultad de Ingeniería: “y nos levantaremos cuando se nos dé la gana”. Las almohadas fueron colocadas en las islas, una extensa área verde que rodea varias facultades, la biblioteca central y la rectoría, dentro de la UNAM. La intervención número seis se hizo en la Zona Rosa, lugar de reunión de artistas e intelectuales durante la década de 1970 y 1980. Ahí, Teatro Ojo trabajó con las cortinas metálicas de comercios abandonados, donde dispuso fotos ampliadas e intervenidas del archivo de aquél l968. Para la penúltima intervención, la glorieta de la estación del metro Insurgentes se ocupó con mariachis cantando consignas del Movimiento Estudiantil, esa Línea del Metro fue inaugurada por el presidente Díaz Ordaz, guarda en sus muros una placa conmemorativa de quien era jefe de la policía durante ese periodo y una estatua del sereno. La última pieza no se realizó en la 2Lila Carrillo, José Luis Cuevas y Manuel Felguérez, entre otros, participaron en la realización del mural. 6 calle sino en un espacio doméstico, un departamento en el edificio Chihuahua ubicado en la Unidad Habitacional Tlatelolco, desde donde fueron atacados los estudiantes. Cuarenta años después, desde el mismo lugar, fue observada la marcha que se realiza todos los años para recordar la matanza. Y el grupo sus acompañantes velaron toda la noche. Lava la bandera ha sido considerada dentro de la Historia del Arte como una práctica artístico-política que logró una potente visibilidad en el espacio público; muchos escritos han construido esa particular visión sobre la acción. Una de las primeras reflexiones en torno a la intervención la realizó Víctor Vich como parte del grupo de trabajo de Cultura y Poder en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. El ensayo titulado: “Desobediencia simbólica. Performance, participación y política al final de la dictadura fujimorista”3 plantea, a partir de una visión sociológica influenciada por los estudios de performance, que en momentos de crisis política ciertos grupos sociales tomaron creativamente el espacio público y lo transformaron en un lugar privilegiado de comunicación ciudadana, al intervenirlo simbólicamente resignificando el sentido de la política y de lo comunal. El escrito, luego de observar los alcances materiales y simbólicos de las performances callejeras, pregunta: ¿hubo un cambio de subjetividad? Vich señala que si bien las performances peruanas sentaron un precedente simbólico en la construcción de nuevos sujetos sociales, son sólo un primer paso que no implica la formación de un nuevo sujeto político. Un par de años después, en el 2006, uno de los miembros del Colectivo Sociedad Civil, Gustavo Buntinx escribió en la revista Quehacer el ensayo: “Lava la bandera. El 3El ensayo de Víctor Vich se puede encontrar en la biblioteca virtual del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/gt/20100918085432/4vich.pdf (última consulta 23 de octubre de 2017). También ha sido publicado en Estudios avanzados de performance, Diana Taylor y Marcela Fuentes, eds., (México: Fondo de Cultura Económica, 2011). 7 Colectivo Sociedad Civil y el derrocamiento cultural de la dictadura de Fujimori y Montesinos”4. A la par salió una entrevista en la revista del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona realizada por Ana Longoni5. En su ensayo, Buntinx plantea que la acción de Lava participó del derrocamiento cultural de la dictadura de Alberto Fujimori porque logró construir un ritual participativo de limpieza patria que llegó a ser multitudinario. La acción de lavar ritualmente la bandera nacional, en alusión a la corrupción del gobierno, fue para Buntinx una práctica simbólica que redefinió el sentido del espacio público al lograr la interacción crítica entre la ciudad y la ciudadanía, la polis y la política, la ética y la estética. En la entrevista con Longoni, Buntinx establece nexos interesantes que permiten entender la acción de Lava vinculada con otras estrategias simbólicas, otras experiencias que articulan prácticas artísticas y movimientos sociales, como las de El siluetazo en Argentina o la de No+ en Chile. Además del indiscutible vínculo con la práctica del colectivo de artistas Estética de Producción Social (E.P.S) Huayco que actúa en la escena limeña a finales de 1970 y principios de 1980 y cuya práctica reformuló los vínculos entre arte y política, cultura letrada y cultura popular. En 2007 se publicó en la revista Ramona un dossier sobre prácticas visuales, comunicación y activismo en América Latina. En él apareció un ensayo de David Flores- Hora el cual daba cuenta de diez años (1997-2007) de intervenciones artísticas en los espacios públicos peruanos 6 . Entre el mapeo de acciones que realiza Flores-Hora encontramos mencionadas varias de las intervenciones realizadas por el Colectivo Sociedad 4Buntinx, Gustavo. “Lava la bandera. El Colectivo Sociedad Civil y el derrocamiento cultural de la dictadura de Fujimori y Montesinos”, Quehacer 158 (Lima: DESCO, enero-febrero 2006): 96-109. 5Longoni, Ana, Revista, (Barcelona: MACBA, verano 2006): 1-5 http://macba.es/uploads/20061008/longoni_cas.pdf (última consulta 23 de octubre de 2017) 6David Flores-Hora, “Arte en el mapa de la ciudad, diez años de intervenciones en espacios públicos en el Perú”, Ramona 73 (agosto 2007): 43-45. 8 Civil y otros grupos contemporáneos como el de Los Aguitones o la Resistencia que, en ese lapso de tiempo, lograron incorporar en sus propuestas el malestar generalizado tras veinte años de violencia. Este acercamiento a un universo, que no es abordado en su totalidad, intenta tomar el pulso de los artistas y colectivos que, en palabras de Flores-Hora, asumen un compromiso social, coyuntural y político. Desde fuera del contexto peruano y a partir de un enfoque sobre los escenarios liminales que entrelazan los problemas actuales sobre las teatralidades, el performance y la política en diferentes contextos latinoamericanos, Ileana Diéguez dedica a los escenarios peruanos un capítulo de su libro Escenarios Liminales7. En él aparecen analizadas las acciones del Colectivo Sociedad Civil como rituales situacionistas en los que podemos reconocer una construcción evidentemente relacional, y donde las intervenciones tienen sentido al ser rituales públicos participativos. Diéguez plantea que esas situaciones apuestan a una politización radical del arte en un contexto de alto nivel de espectáculo de la política del Estado. Entre las propuestas del Colectivo Sociedad Civil, la acción más incluyente y festiva para Diéguez fue, definitivamente, Lava la bandera, en la que el ritual de cuerpo presente configuró diversas políticas del cuerpo para la rearticulación simbólica de la memoria. En 2013, Emilio Santisteban, otro miembro del Colectivo Sociedad Civil escribe un ensayo en el libro Agenciamiento, Expresión, Afecto. La resignificación de enunciados afectivos en Latinoamérica, editado por Tom Waible y Hansel Sato y publicado por el Instituto de Ciencia Política dela Universidad de Viena. En su escrito, “Subjetividad cultural implícita en política y performance. El Colectivo Sociedad Civil a fines de la 7Diéguez, Ileana, Escenarios Liminales. Teatralidades, performances y política, (Buenos Aires: Atuel, 2007). 9 dictadura fujimorista en el Perú”8, Santisteban centra su análisis en tratar de entender cómo los aspectos emocionales, afectivos y culturales convergen con los políticos, no sólo en la realización de las acciones-intervenciones performáticas sino en la misma constitución del grupo, en el proceso de conceptualización de las acciones que pondrían en marcha y las relaciones con el contexto más amplio de movimientos ciudadanos que estaban teniendo lugar en esa particular coyuntura política. Para Santisteban es importante ver qué es hacer simbólica política y qué sucede en el imaginario social cuando los ciudadanos toman las calles, las plazas y los medios de comunicación. Sobre las intervenciones que forman parte de ¡NO?, muy poco se ha escrito, sólo dos artículos y ambos forman parte del Archivo Virtual de Artes Escénicas (ARTEA) desde 2016. En “Escenarios y teatralidades de la memoria”9, Ileana Diéguez aborda varias de las acciones de Teatro Ojo desde la centralidad que puede adquirir la memoria, como escenario, un espacio comunicativo con su propia teatralidad. Para Diéguez, en la propuesta de ¡NO?, la memoria tiene una dimensión performativa que involucra al cuerpo individual y colectivo, a espectadores participantes, en situaciones en las que se interroga y provoca el tejido social y urbano. En su texto, “A Ghost Wanders About México: Tlatelolco 1968- 2008”10, Cuauhtémoc Medina aborda !NO? como parte de esa memoria del Movimiento Estudiantil del 68 que ha marcado la vida cultural de México. Las acciones-intervenciones son vistas como asaltos a los transeúntes casuales en diferentes lugares de la ciudad de 8Santisteban, Emilio, “Subjetividad cultural implícita en la política y performance. El Colectivo Sociedad Civil a fines de la dictadura fujimorista en el Perú”, en Agenciamiento, Expresión y Afecto. La resignificación de enunciados afectivos en Latinoamérica, eds. Tom Waibel, Hansel Sato (Viena: Universidad de Viena, 2013), 57-78. 9Diéguez, Ileana, “Escenarios y teatralidades de la memoria”, AERTEA, (2016): 1-4. http://artesescenicas.uclm.es/index.php?sec=texto&id=498 (última revisión, agosto de 2017) 10Medina, Cuauhtémoc, “A Ghost Wanders About México: Tlatelolco 1968-2008”, AERTEA, (2016): 1-27. http://artesescenicas.uclm.es/index.php?sec=texto&id=499 (última revisión, agosto de 2017) 10 México. La participación espontánea involucra a las personas en situaciones donde su memoria personal dialoga con la memoria del 68. A partir de diferentes archivos y objetos, Medina considera que ¡NO? busca infiltrar una poética del extrañamiento dentro de la textura ficticia de aquello que llamamos vida cotidiana. Lo interesante de Lava, y en lo que coinciden todas las reflexiones en torno a la acción, es que puso en juego nuevas formas de ocupar y apropiarse de un espacio urbano y que, al instalarse en la plaza sede de los poderes del Estado, transformó radicalmente el espacio público. La acción marcó uno de esos momentos en donde una iniciativa artístico- ciudadana coincidió con la demanda de un movimiento social y adquirió dimensiones impensadas por el apoyo que brindó el ciudadano común con su participación. ¿NO!, como podemos ver en los ensayos, hizo uso de la tradición artística del paseo urbano, del desvío o la deriva, para crear un relato a partir del montaje de objetos extraños y memorias olvidadas del movimiento estudiantil del 68 y que aparecieron en las calles otra vez recorridas. Tanto en Lava como en ¡NO?, se le yuxtapusieron objetos y relatos a la ciudad y, al hacerlo, cada nueva intervención fue creando formas alternativas de leer la historia y la ciudad. Interrupción del tiempo, ocupación no habitual de los espacios, remembranza del pasado lejano y cercano, entraron a jugar como formas extrañas que convocaron al público a ser lector al mismo tiempo que productor de memoria colectiva y de usos no convencionales del espacio. Lava la bandera ocupó la plaza a partir de la realización de una acción cotidiana que pertenece al ámbito del hogar y, al hacerlo, liberó un espacio físico y temporal de creación colectiva que, podemos pensarlo, como una redefinición tanto del espacio público como de la práctica artística en espacios urbanos vinculados con la acción política. En ¡NO?, como diría Graciela Speranza sobre los paseos urbanos de Francis Alÿs: “…no hay 11 búsqueda del encuentro erótico ni de la maravilla, no hay apunte digresivo del hallazgo azaroso, sino la voluntad de interpelar la vida de la ciudad con un relato breve que interrumpa por un momento el ritmo, la marcha productiva o la historia política de las ciudades, los distancie y los extrañe”11. Pero a diferencia del trabajo de Alÿs que invita a caminar sin rumbo, ¡NO? pauta sus recorridos, los apega a una memoria histórica de la ciudad y, al hacerlo, apuesta a interrumpir el flujo habitual, a crear disenso modificando lo visible urbano, los modos de percibir la ciudad y las formas de recordar la historia olvidada. En ambas intervenciones parece desplegarse como estrategia compartida la reelaboración de nociones como el tiempo, el espacio y la memoria. ¿Cómo reunir esos hilos sueltos? En el trabajo de ¡NO?, encontramos una ruta de exploración que bien podría problematizarse para ambos casos: la formación de un conocimiento por montaje. El pensamiento dinámico, que posibilita el collage y las constelaciones, ha sido parte de la herencia formal, del dispositivo que atraviesa el arte contemporáneo y que, al hablar de imágenes, se vincula con el Atlas Mnemosyne de AbyWarburg. Pero el montaje también trabaja desde la lógica de los archivos y las prácticas, formando nuevas reconfiguraciones entre tiempos, espacios y la memoria y sus objetos. Reconfiguraciones que parecer sin sentido, pero hacen surgir un modo inesperado de entendimiento. Aquí podemos pensar que las formas de ocupar o recorrer la ciudad, que a su vez son un montaje, redefinen la práctica artística misma y su potencial público y político. Toda caminata, escribe Michel de Certeau, "es también un salto continuo, como el del niño que salta en una pierna: reúne lugares 11 Speranza, Graciela, Atlas portátil de América Latina. Arte y ficción errantes, (Barcelona: Editorial Anagrama, 2012), 99-100. 12 dispersos, intersticios en el continuo espacial urbano, elige fragmentos y omite otros, amplificando detalles y miniaturizando el todo”12. Cada caso, a su manera, propone cierta dinámica de creación colectiva haciendo comunes los medios de producción y circulación artísticos, en la medida en que el espectador se incorpora como productor de la intervención. La acción es realizada por todos y, en ese proceso, pertenece a todos. Aunque la apropiación fuera unipersonal (algunas acciones de ¡NO?) o masiva (en el caso de Lava) permite el montaje de saberes. Vinculada a los procesos de configuración de nuevos sentidos espaciales surge una ciudad que no refleja los usos que tradicionalmente le fueron asignados. Un escenario urbano móvil que abre pasajes y dibuja límites porosos, que puede también ser entendido desde el marco de un “arte público” y que consigue configurarse como escenario político. Vale reiterar que durante toda esta investigación serán cuestionadas las nociones limitadas de un arte público que hace referencia sólo a aquellos objetos artísticos impuestos a un espacio, aunque no tengan una vinculación clara con él, y de un arte político que toma su nombre sólo porrepresentar las crisis sociales y realizar una crítica explícita de la realidad. La relación arte y política, en prácticas que tienen lugar en espacios públicos, es un tema central para esta investigación. 2. El problema: la relación entre arte y política Lava la bandera fue pensada, ideada, como una acción ciudadana directamente relacionada con un movimiento social y ¡NO? como un acción “teatral” vinculada a la memoria del Movimiento Social Estudiantil de 1968. Ambas intervenciones es necesario abordarlas a 12De Certeau, Michel, The Practice of Everyday Life, (Berkeley: University of California Press, 1988), 110. 13 partir de sus diferencias, de las tensiones que puede generar entender sus particularidades y responder, así, a preguntas más generales y abarcativas para la disciplina de la Historia del Arte. Además, cada una de las acciones asume su trabajo a partir de generar procesos colectivos que implican la re-elaboración de las nociones del tiempo, la memoria y el espacio público para construir dispositivos disidentes que desbordan el campo de la disciplina artística. Aunque los casos de estudio son actuales, Lava se realizó en el 2000 y ¡NO? en el 2008, es importante tener en cuenta que durante la década de 1970 y 1980, en el contexto latinoamericano de represión política y violencia, las neo-vanguardias, el arte conceptual, el arte-acción, los movimientos contraculturales, etc., fueron protagonistas de acciones y definiciones que los colocaron fuera de y en oposición a la institución del arte. Las décadas posteriores han mostrado diferentes lecturas y formas de apropiación de lo que ha sido catalogado historiográficamente como situacionismo13 y conceptualismo14. Este tipo de 13El situacionismo ha tomado muchas formas dependiendo de su contexto, pero tiene su origen en la Internationale Situationnist fundada en 1957. Este grupo de intelectuales y creadores que veían el arte como una extensión de la vida y estaban en contra del espectáculo que separaba espectadores y actores, plantearon las “situaciones” como acciones que transformarían los ambientes cotidianos, acciones para ser vividas. Los textos de Guy Debord son clave si se quiere profundizar en este movimiento. 14Cuando se habla de conceptualismo, se hace referencia a una corriente artística que desde los 50 regresa a las propuestas planteadas durante las vanguardias históricas. En el arte conceptual hay un desplazamiento del objeto hacia la idea o hacia el proceso de concepción de la obra, es la culminación de la estética procesual. Un texto clásico para entender el arte conceptual y como el arte latinoamericano queda encasillado dentro del “conceptualismo ideológico” es el libro de Simón Marchán Fiz, Del arte objetual al arte de concepto, (Madrid: Akal, 2012). Otro término para hablar de arte conceptual, en el contexto norteamericano y europeo, es el de “desmaterialización”, introducido por Lucy Lippard y John Chandler desde 1968. Ver: Lucy R. Lippard y John Chandler, ̳”The Dematerialization of Art”, Art International, vol. 12, no.2, (Febrero, 1968): 31-36; y Lucy R. Lippard (ed.), Six Years: The Dematerialization of the Art Object from 1966 to 1972, (Nueva York: Praeger, 1973). Sin embargo teóricos como Oscar Masotta y Juan Acha propusieron otras nociones para hablar del arte conceptual, como el de arte no-objetual, considerado como un medio de transformar el arte, de cuestionar, subvertir y reemplazar las ideas fundamentales sobre arte que Occidente había difundido. Para Ana Longoni, el primer conceptualismo latinoamericano “no es tanto una tendencia artística como un modo de actuar desde el arte que desnuda (y socava) la separación moderna entre arte y vida. En gran medida, su identidad y su programa de intervención artístico-político asocian las ideas-fuerza vanguardia y revolución (…). Es el estatuto de la relación instituida y convencionalizada entre el arte y la política lo que está puesto aquí en cuestión (…). Está puesto en discusión el lugar atribuido al arte en las dinámicas colectivas de transformación de la existencia ”. Una discusión interesante sobre qué es el conceptualismo, más allá del contenido ideológico, en el contexto latinoamericano se puede encontrar el 14 acciones plantearon, y lo siguen haciendo, formas de resistencia alejadas de los cauces de la militancia política tradicional de izquierda e irrumpieron e irrumpen creativamente en las calles, creando un extrañamiento sobre las identidades socialmente aceptadas, tanto en el mundo del arte como en el de su contexto social. Y también, han problematizado la siempre polémica relación entre arte y política. En un foro abierto que planteaba la pregunta: ¿por qué seguir hablando sobre la relación entre arte y política?15, Cuauhtémoc Medina desarrolló varias ideas. En una de ellas propuso que la práctica artística tiene que ser comprendida desde una visión más amplia, la de la práctica cultural, y a partir de ahí entender que lo que está en juego es la formación de un complejo territorio de subjetividades, entendiendo por subjetividad la condición de posibilidad de la experiencia. Entonces, si la práctica artística produce experiencias, “probablemente estamos hablando de algo que tiene dos condiciones: de tener enormes consecuencias y de ser incalculable”16. Es por eso que el campo artístico como lugar para la construcción de sentido ha servido de refugio de la radicalidad política en diferentes crisis del siglo XX. Más allá de probar su eficacia o ineficacia para concretar una práctica política capaz de materializar proyectos alternativos de vida, parece que lo político no deja de resonar en la práctica artística y el problema de cómo se establece la relación arte-política sigue siendo un tema vivo. Pero entonces, ¿desde dónde es necesario partir para hablar de la relación entre arte y política? Para Cuauhtémoc Medina no debemos partir de predeterminar que la relación ensayo de Ana Longoni, ”Otros inicios del conceptualismo (argentino y latinoamericano)”, Papers d’Art, no.93, (Girona, 2007): 155-158, del cual se tomó la cita anterior, y el escrito de Miguel Ángel López, “¿Es posible reconocer el conceptualismo latinoamericano?”, Actoral, No. 23, (primavera 2010): 5-21. 15Medina, Cuauhtémoc, “Conversatorio: La posibilidad de lo político en el arte contemporáneo”, en http://gastv.mx/relatoria-conversatorio-iii-la-posibilidad-de-lo-politico-en-el-arte-contemporaneo/(última revisión, agosto de 2017) 16Medina,“Conversatorio: La posibilidad de lo político…” 15 entre arte y política va a estar dada por la eficacia, por el cumplimiento de una promesa. En esta relación estamos frente a “expectativas no cumplidas y posiblemente no cumplibles”17, así que es necesario aceptar que no existe una ruta metodológica segura para hablar de su vínculo y necesitamos “asumir, lo que es un hecho dado, de que por motivos prácticos pero también por motivos teóricos, no sea posible establecer alguna lógica de progresión clara, sino simplemente un abordaje de problemas y de posiciones en el momento presente”18. La idea de que no es realizable la expectativa de poner en marcha prácticas artístico- políticas eficaces que cumplan con alcanzar ciertos objetivos en el campo de la acción política directa, que sean instrumentales, nos ubica en un campo de indefinición. El problema de la tensión que existe entre arte y política sigue siendo un tema en discusión, lo que ha quedado vacía es la categoría estática de “arte político”. Las formas politizadas de arte parecen salirse de la lógica programática y responder más a la contingencia, a la coyuntura histórica.Que una práctica artística cumpla con ciertos fines depende menos de su autodefinición, o planeación previa, que de su desarrollo y condición en el presente y su revisión futura. Entonces, la politicidad de ciertas prácticas artísticas, o que éstas se vuelvan prácticas politizadas escapa tanto de la autodefinición como de que queden inscritas dentro de una genealogía particular, y más si se vincula con ciertas prácticas que acontecen en el espacio público. Entonces, estaríamos frente a un doble problema: ¿cómo entendemos el arte político que, a su vez, es un arte público? o ¿el arte público es político? Por eso en las siguientes páginas reviso qué están proponiendo y cómo operan cada una de las acciones en su articulación de la memoria, el tiempo y el 17Medina,“Conversatorio: La posibilidad de lo político…” 18Medina,“Conversatorio: La posibilidad de lo político…” 16 espacio público. Y sobre todo, al relacionarse estos tres elementos, qué tipo de experiencia configuran, y qué tipo de narrativas construyen. El insistente interés por definir qué es “arte público” ha sufrido como el “arte político” una suerte de vaciamiento. De un arte público institucionalizado que lo entendía como las esculturas e instalaciones salidas del museo y situadas en un lugar no privado, totalmente descontextualizadas y sin la intención de generar un diálogo con el entorno, se dio un giro de 180 grados para pensar el arte público sólo en términos de su compromiso con el contexto social. En el caso de México, Daniel Garza-Usabiaga19 propone dos formas de entender el arte público durante el siglo XX. Por un lado el Muralismo y por otro la Escultura Monumental que tomó centralidad a mediados del siglo; ambas manifestaciones estrechamente vinculadas con un arte público al servicio o por encargo del Estado. Por otro lado, José Manuel Spinger sugiere que el arte público mexicano tiene una suerte de continuidad desde el Muralismo pero lo que perduró no es la técnica artística, que empieza a ser olvidada en la década de 1960, sino cierto principio contestatario. Después del Muralismo, Springer propone que tiene lugar un Arte Mural Público que incorpora elementos de la contracultura y la cultura popular en la década de 1970 y 1980. A éste le sigue un Arte Urbano, en las últimas década del siglo XX, y un Arte Mediático que muestra un arte público diversificado y “no como una práctica aislada, dependiente de las subvenciones estatales o de los discursos didácticos e ideológicos emanados de 19Garza-Usabiaga, Daniel, “Las Torres de Satélite: ruina de un proyecto que nunca se concluyó”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, no. 94 (2009): 127-152. 17 instituciones públicas y privadas, sino como un todo orgánico que funde diversas técnicas y estrategias con contenidos críticos”20. En el contexto norteamericano, en un intento por desmarcarse de las genealogías del arte público institucionalizado, se le renombró como “nuevo género de arte público”21 (new genre public art). El nuevo título trató de fijar otro punto de partida para las discusiones, y si bien fue gestado durante la década de 1990 dialoga con prácticas artísticas comprometidas con sus entornos desde la década de 1960. El nuevo cimiento que construye es el de pensar el “arte público” como proceso o práctica generada desde el lugar y en el interés público22. Aquí lo que interesa señalar no es la categoría de arte comprometido o no comprometido, en cualquiera de los dos casos, sino cómo el arte realizado en espacios públicos urbanos invita a pensar, en distintos términos, lo que se entiende por lugar y por lo público. Como propone Jeff Kelley en "Common Work”, los emplazamientos son como los marcos físicos. Los lugares son lo que llena tales marcos y los hacen funcionar. Los emplazamientos son como mapas o minas, mientras que los lugares son las reservas de contenido humano, como la memoria o los jardines. Un emplazamiento es útil, y un lugar es utilizado23. Entonces, el trabajo artístico desde el lugar implica tener en cuenta que éste es un emplazamiento social con contenido humano y es casi imposible considerar que el arte no se relacione con él. Para Lucy Lippard, por ejemplo, es necesario profundizar en la relación del arte con la sociedad, reinstaurar la dimensión mítica y cultural de la experiencia pública. 20Springer, José Manuel, “Traducciones y variaciones sobre el Muralismo y el arte público en México”, Replica 21, (2006). http://replica21.com/archivo/articulos/s_t/399_springer_1mural.html (última revisión 15 de agosto de 2017) 21El contexto artístico y político estadounidense es un ámbito en el que se ha discutido ampliamente el problema de la producción de “arte público”. 22Dos ensayos claves para acercarse al “nuevo arte público” son los de Lucy R. Lippard, “Looking Around. Where We Are, Where We Could Be" y el de Suzannne Lacy, “Cultural Pilgrimages and Metaphoric Journeys". Ambos publicados en: Suzanne Lacy, ed., Mapping the Terrain. New Genre Public Art, (Seattle: Bay Press, 1994). 23Kelly, Jeff, “Common Work” en Suzannne Lacy, “Cultural Pilgrimages and Metaphoric Journeys", Suzanne Lacy, ed., Mapping the Terrain. New Genre Public Art, (Seattle: Bay Press, 1994), 142. 18 Lo público entendido como eso que agrupa el interés común. Antes que el nuevo arte público irrumpiera, en 1980 Lippard escribía: Una nueva forma de práctica artística va a tener lugar, al menos parcialmente, fuera del mundo del arte. Y aunque sea difícil establecerse dentro del mundo del arte, territorios menos acotados son los que están más cargados de peligros. Allá afuera, muchos artistas no son bien recibidos, ni eficaces, pero aquí hay un capullo potencialmente sofocante en el que los artistas son convencidos a sentirse importantes por hacer lo que se espera que hagan. Continuamos hablando de “nuevas formas” porque lo nuevo ha sido el fetiche fertilizante desde que el avant-garde se desmarcó de la infantería. Pero tal vez estas nuevas formas sólo pueden ser encontradas enterradas dentro de energías sociales que todavía no son reconocidas como arte24. Lo interesante de la cita anterior es pensar en qué términos la práctica artística sale de su entorno conocido y cómo funciona fuera de él. Aunque es preciso aclarar que la calle ya se ha vuelto lugar común para el arte y creemos saber de qué hablamos cuando hacemos referencia a un arte público. Sin embargo, el espacio público sigue siendo ese lugar inhóspito e impredecible, que plantea Lippard, donde el artista es un incomprendido social, y más el artista contemporáneo. Lo que importa recuperar es que, en el arte, el campo de indefinición mencionado por Lippard treinta años atrás, y en la actualidad por Medina, sigue siendo el lugar de discusión porque tal vez ahí es donde están teniendo cabida nuevas prácticas artísticas. Entonces, cuando hablamos sobre lo que hace el arte en espacios públicos y en contextos políticos intentamos identificar y definir lo que es y cuáles son las características de esa fuerza artística y su potencial transformador. Sin embargo, la potencia política del 24Lucy R. Lippard, "Hot Potatoes: Art and Politics in 1980", Block, no. 4 (1981):17. En el texto original se lee: Any new kind of art practice is going to have to take place at least partially outside of the art world. And hard as it is to establish oneself in the art world, less circumscribed territories are all the more fraught with peril. Out there, most artists are neither welcome nor effective, but in here is a potentially suffocating cocoon in which artists are deluded into feeling important for doing only what is expected of them. We continueto talk about "new forms" because the new has been the fertilizing fetish of the avant- garde since it detached itself from the infantry. But it may be that these new forms are only to be found buried in social energies not yet recognized as art. [traducción propia] 19 arte, o su “politicidad”, no existe fuera de su contexto, de su momento presente. Esa potencia, a su vez, no responde a clasificaciones predeterminadas, ni podemos circunscribirla en ciertas genealogías cerradas dentro de la Historia del Arte. No es posible llegar a una caracterización de lo que es arte público o arte político sino a describir que en un contexto específico es posible hablar de un tipo particular de relación entre el arte, lo público y lo político. Como ha explorado Rosalyn Deutsche, algunos sectores críticos del mundo del arte “han intentado rescatar el término público (…) definiendo el espacio público como una arena de actividad política y redefiniendo el arte público como el arte que participa en o crea un espacio para la política”25. Lo que de cierta forma ancla a lo político con el lugar, y es ahí desde donde podemos ver que el arte, o algún tipo de arte, más allá de su eficacia y el cumplimiento de promesas, dialoga con su entorno y genera otras categorías para explicar sus propias prácticas. 3. Los objetivos, preguntas e hipótesis Este proyecto plantea dos cuestiones que, al mismo tiempo, definen sus objetivos. El primero es reflexionar sobre de qué manera el arte puede llegar a incidir en la transformación de la sociedad, una transformación que se manifestaría a partir de la construcción de sentido y de la posibilidad de conformar un espacio de experiencias compartidas. Toda experiencia que cuestione o modifique una narrativa oficializada de la historia, una forma particular de mirar el pasado y el presente, ciertas normas que rigen la conductas de las personas o un significado naturalizado de la realidad, sienta las bases para una transformación. 25Deutsche, Rosalyn, “Agorafobia”, Quaderns portatils, no. 12 (Barcelona: MACBA): 21-22. 20 Por otra parte, el objetivo particular de esta investigación es tratar de entender, a partir de esas estrategias de montaje de las acciones artísticas analizadas, cómo se articula el arte con lo público y lo político. Cada una de las acciones-intervenciones analizadas aborda, desde su particular modo de hacer, las nociones de tiempo, memoria y espacio público para construir dispositivos de participación disidentes. Y así como toda meta por alcanzar se levanta sobre un problema, toda posible solución plantea una serie de preguntas. Tiempo, memoria y espacio público son los temas que atravesarán todas estas páginas y a partir de los cuales se generan las preguntas que nos formulamos frente a estas dos acciones-intervenciones. Tres preguntas son las que haremos sobre el tiempo. La primera, vinculada a la coyuntura histórica y a sus implicaciones como tiempo de ruptura, abre el interrogante: ¿podemos entender la coyuntura histórica como un tiempo discontinuo? En la segunda, el tiempo del acontecer cotidiano es puesto en espera y es central saber: ¿qué pasa cuando una acción interrumpe el transcurrir habitual del tiempo? Y la tercera pregunta es, cuando el tiempo pasado reaparece como un fantasma: ¿qué pasa cuando traemos al presente el tiempo pasado? Con respecto a la memoria, las preguntas están vinculadas con los procesos de construcción de la memoria individual y colectiva en el presente, por ejemplo: ¿qué lugar ocupa la memoria en una acción artística que responde a una coyuntura histórica?, qué papel juegan las memorias individuales y colectivas sobre un movimiento social en la realización de las intervenciones?, y ¿qué sucede cuando los archivos de la memoria del movimiento social son alterados para que adquieran un nuevo orden? 21 Y, por último, acerca del espacio público interesan las preguntas sobre ¿cómo puede reconfigurarse el espacio a partir de cada acción?, ¿qué sentido cobra lo público? y ¿qué sucede cuando una práctica del ámbito doméstico es llevada al espacio público? La hipótesis es que tanto Lava la bandera como ¡NO? abren un espacio público de encuentro que permite construir dispositivos de participación disidentes. El armado de dichos dispositivos es posible a partir de una estrategia, común en las dos acciones, que consiste en el montaje de un escenario urbano dislocado que rompe con la continuidad cotidiana de los participantes y los vuelve creadores de las intervenciones artísticas. Pensar en términos de dispositivos es central para este trabajo porque lo que ellos buscan es juntar y reordenar, poner en relación cosas que de otra forma hubieran seguido siendo extrañas unas de otras. Por medio de las intervenciones, las personas encuentran que esos lugares cotidianos por los que transitaban todos los días ya no son iguales; observan objetos que no le pertenecen a esos sitios, escuchan relatos de otros tiempos, historias que han escuchado en repetidas ocasiones pero que evocan su propio recuerdo sobre momentos pasados, sobre realidades violentas aún presentes; se les invita a realizar acciones que son propias del ámbito doméstico, una y otra vez; el tiempo por un corto periodo se suspende, se abre un vacío. Pero además, los dispositivos de participación involucran procesos de discusión sobre los problemas e intereses comunes, sobre lo público. Y si los dispositivos plantean cierta forma de hacer, acciones puntuales a realizar, entonces es posible manifestar un malestar común y el consenso que se necesita, para realizar una acción conjunta, se transforma en una poderosa muestra de que es posible enunciar colectivamente el disenso. Además, tanto Lava como ¡NO?, desde sus estrategias para construir dispositivos de participación disidentes, proponen dos formas distintas de entender el arte, maneras que desbordan la clasificación tradicional impuesta, tanto por el arte político como por el arte 22 público. Y puesto que esta es una tesis de Historia del Arte es necesario hacer las siguientes preguntas: ¿cómo se leen estos casos desde la Historia del Arte?, ¿con que otras prácticas dialogan?, ¿pueden sumarse a alguna historiografía o simplemente rompen los encuadres?, ¿puede el arte generar una transgresión, una ruptura?, ¿qué tipo de espacio de crítica abren esos escenarios?, ¿pueden esta clase de acciones artísticas abrir una posibilidad de cambio? Frente a este sentido ampliamente desbordado hay otro tema a discutir y es que ambas intervenciones pueden considerarse efímeras puesto que el objeto artístico ya no está, nunca estuvo, y sólo queda el registro del proceso. Esa condición abre las siguientes preguntas: ¿Qué pasa cuando no fuimos espectadores/testigos de las acciones artísticas que estudiamos?, ¿cómo podemos hablar de lo que no vimos ni vivenciamos?, ¿qué pasa cuando nos acercamos a ciertas acciones artísticas y encontramos que hay muy poco escrito sobre ellas desde el campo de la investigación, y los documentos y registro que tenemos están en los archivos de los grupos?, ¿cómo entendemos una serie de prácticas que son contemporáneas pero que no vivimos, no presenciamos? Para atender esas preguntas, el proyecto echa mano de la entrevista como herramienta metodológica central y con ellas conforma su archivo. 4. El archivo La entrevista puede ser una herramienta metodológica central para entender y salvar la distancia que inevitablemente existe cuando no presenciamos las acciones. Las publicaciones de entrevistas o conversaciones con artistas, curadores o críticos tienen un papel importante a la hora de hacer historia y en particular Historia del Arte Contemporáneo. Por citar sólo un ejemplo, encontramos el libro Crítica y política que 23 publica una entrevista a la crítica dearte Nelly Richard con el objetivo de “situar un pensamiento, corporizarlo, exponerlo en sus relaciones de hospitalidad y hostilidad con otros corpus y cuerpos”26. La entrevista la entendemos como un proceso dinámico de construcción de conocimiento donde se genera toda una experiencia de intercambio y de creación colectiva. Pero antes de ahondar un poco en la relación que se establece a partir de la entrevista, despierta la pregunta: ¿cómo asir eso que es contemporáneo pero nos parece tan ajeno? Giorgio Agamben, en el curso que dictó en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia en el 2008, definía la condición de contemporaneidad en los siguientes términos: La contemporaneidad es, entonces, una singular relación con el propio tiempo, que adhiere a él y, a la vez, toma distancia; más precisamente, es aquella relación con el tiempo que adhiere a él a través de un desfasaje y un anacronismo. Aquellos que coinciden demasiado plenamente con la época, que encajan en cada punto perfectamente con ella, no son contemporáneos porque, justamente por ello, no logran verla, no pueden tener fija la mirada sobre ella27. Es interesante pensar, a partir de la propuesta de Agamben, que la entrevista establece ese desfasaje y anacronismo con el tiempo de las acciones vividas por unos (en estos casos, los entrevistados) y no vividas por otros (los entrevistadores). En esa toma de distancia en la que aparece la pregunta sobre cómo pasó un acontecimiento cercano es donde reside la singularidad de entender algo como contemporáneo, algo que no encaja y que se encuentra fuera de un orden fijo. La interacción establecida en las entrevistas se hace, necesariamente, a partir de un tiempo dislocado. Al ser la entrevista un acto comunicativo, previamente pactado, representa una herramienta flexible y mediada por la construcción que hacen los involucrados con base en 26Richard, Nelly, Crítica y política, (Santiago: Palinodia, 2013), 8. 27Agamben, Giorgio, “Paradoja del tiempo que se escabulle”, Ñ Revista de Cultura, (21 de marzo, 2009). http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2009/03/21/_-01881260.htm (última revisión, mayo de 2015) 24 su experiencia. Esto implica que la interacción y la situación en la que sucede dicho intercambio es central a la hora de que el sujeto entrevistado revisita el tema o los temas propuestos. En este tipo de ejercicio de la memoria, al no haber una estructura intrínseca de las cosas, ocurre una ruptura teórica ya que en el acto de rememorar tiene lugar una experiencia particular de la práctica misma. Cada entrevista genera una nueva experiencia y da más información sobre lo que puede o no puede ser conocido, por lo que, durante el mismo proceso, siempre surgen nuevas posibilidades de interpretación. En ese sentido la entrevista es un acto negociado porque, a pesar de que está inserto dentro del marco de determinados objetivos de investigación, tanto las preguntas como las respuestas están construidas y contextualizadas de manera conjunta por el entrevistador y el entrevistado. Es así que en este proyecto se entiende la entrevista como una herramienta de exploración colectiva en la que se irán superponiendo capas de información respecto a lo recordado y escrito de las acciones-intervenciones, haciendo emerger un conocimiento distinto de los temas que luego serán abordados teóricamente. Para desarrollar el estudio de Lava la bandera entrevisté, entre septiembre del 2013 y marzo del 2015, a dos grupos de personas que vivieron, uno directa y otro indirectamente, la acción. El primer grupo estaba integrado, en su mayoría, por artistas que conformaban el Colectivo Sociedad Civil que fue el que convocó a la intervención. Entre ellos están: Natalia Iguiñiz (artista visual), Claudia Coca (artista visual), Abel Valdivia (pintor y vestuarista) Susana Torres (pintora y artista visual), Gustavo Buntinx (curador e historiador de arte), Juan Infante (sociólogo), Karin Elmore (bailarina y gestora cultural) y Emilio Santisteban (artista visual y profesor de arte). Lo que fue llamado como “núcleo duro” no superó las diez personas, sin embargo, a medida que pasaban los meses se fueron sumando personas y el colectivo llegó a estar integrado por más de cuarenta, y la mayoría no 25 pertenecían al mundo del arte. El segundo grupo entrevistado fueron activistas, en esa época, o fueron y actualmente son parte activa de la vida académica, ellos son: Catalina Romero (socióloga, profesora de la Pontificia Universidad Católica del Perú y actualmente miembro del Consejo Ejecutivo de la Latin American Studies Association (LASA)), Javier Iguiñiz (economista, profesor emérito de la Pontificia Universidad Católica del Perú y miembro por muchos años del partido político Izquierda Unida) y Oscar Ugarteche (economista e investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, fue jefe del equipo asesor de la vicepresidencia del congreso de la república del Perú en la Comisión Investigadora de delitos económicos del periodo de Alberto Fujimori). También integran este grupo: María Eugenia Ulfe (antropóloga visual y coordinadora del posgrado de antropología en la Pontificia Universidad Católica del Perú), Javier Torres (director del Servicio de Educación Rural) y Karen Bernedo (miembro del movimiento estudiantil de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad de San Marcos). Y la entrevista estudiantil de 1998 es de Inés Kurdó (estudiante de sicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú). Como aproximación a la intervención ¡No?, todas las generaciones quieren su 68 además de entrevistar a sus integrantes realicé una revisión crítica del trabajo del grupo. A diferencia del Colectivo Sociedad Civil conformado como tal a partir de una coyuntura histórica que los impulsó a la acción, Teatro Ojo es de esos grupos de largo aliento que han ido definiendo y re-definiendo su quehacer a lo largo de casi 15 años. Por eso hago una revisión del trabajo de Teatro Ojo y de cómo han sido leídas sus acciones a partir de la crítica de arte. Además, analizo ¡NO?, todas las generaciones quieren su 68 a partir de entrevistas realizadas con tres miembros: Laura Furlan, Patricio Villarreal y Héctor 26 Bourges, para dar sentido al itinerario de la intervenciones artísticas montadas sobre las acciones del movimiento del 68. 5. Los capítulos El capítulo uno hace un recorrido sobre las inquietudes que subyacen a esta investigación y que, de cierta forma, trata de clarificar: ¿por qué planteo ciertas preguntas?, ¿cuáles son los intereses que me motivan para realizarla? y ¿por qué abordo intervenciones artísticas que acontecen en espacios públicos y que sólo son realizables por la acción de espectadores- participantes? Este capítulo, entonces, entreteje una historia pasada con intereses presentes y articula, en una especie de itinerario, cuáles son los puntos de partida para poder hablar y problematizar las nociones de memoria, espacio y tiempo de cada una de las acciones. Así, esbozo el problema de la memoria y el tiempo desde la perspectiva del anacronismo y la discontinuidad, qué es lo que sucede, lo que hacemos, cuando escribimos la historia, cómo la construimos, qué es lo que se evoca, cuál es el tiempo que se cuela por los intersticios del pasado que sólo es posible asir gracias a la memoria. El capítulo aborda la memoria como un conocimiento por montaje sobre el pasado, caracterizado por sus anacronismos. Aquí echo mano de varios autores que me ayudan a pensar sobre la memoria, el tiempo y sus discontinuidades como Paul Ricoeur28, George Didi-Huberman29 y Michel Foucault30. Otro problema que planteo en este primer capítulo es si el montaje puede ser entendido como performático, y aquí entran en juego dos cosas cuando presento las ideas28Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, (Madrid: Editorial Trotta, 2003). 29Didi-Huberman, George, Ante el tiempo. Historia del tiempo y anacronismo de la imagen, (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2008), La imagen superviviente. Historia del arte y tiempo de los fantasmas según AbyWarburg. (Madrid: Abada Editores, 2009) y Didi-Huberman, G., Imágenes pese a todo, (Barcelona: Paidós, 2004). 30Foucault, Michel, Arqueología del saber, (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2002). 27 de John L Austin31, Erika Fischer-Lichte32 y Judith Butler33: que tanto las acciones de ¡NO? y Lava son actos performativos y que trabajan sobre una memoria viva. Ambos son capaces de proponer relaciones y experiencias en el proceso colectivo de realizar un montaje. Por último, el capítulo aborda el problema del espacio público y cómo ha sido pensado lo público y lo privado desde planteamientos clásicos como los de Hannah Arendt34y Jürgen Habermas35, hasta reflexiones más vinculadas con la vida en el espacio público urbano como las de Norbert Elías36, Richard Sennett37, Erving Goffman38, Michel De Certeau39y Miguel Delgado40. El espacio público se configura aquí como un territorio de experiencias compartidas. Una vez sentadas las bases de lo que entendemos por memoria, espacio público y tiempo, en el capítulo dos analizo la intervención de Lava la bandera, y cómo la acción fue realizada en una coyuntura histórica tan particular como la tercera reelección de Alberto Fujimori. Además, me detengo un poco a narrar las condiciones que llevaron a Fujimori al poder y las que permitieron también su caída. Sobre todo, pongo atención en el surgimiento de los movimientos de oposición fuera y dentro del campo artístico, así como la conformación del Colectivo Sociedad Civil. 31 Austin, John L., Cómo hacer cosas con palabras, citado en Erika Fischer-Lichte, Estética de lo performativo, (Madrid: Abada Editores, 2011). 32Fischer-Lichte, Erika, Estética de lo performativo, (Madrid: Abada Editores, 2011). 33Butler, Judith, “Performative Acts and Gender Constitution: an Essay in Phenomenology and Feminist Theory”, Performing, Feminism, Feminist Critical Theory and Theater, Sue-Ellen Case, ed., (Baltimore/Londres: JHU Press, 1990). 34Arendt, Hannah, La condición humana, (Buenos Aires: Paidós, 2009). 35Habermas, Jürgen, Historia y crítica de la opinión pública, (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1981). 36Elias, Norbert, El proceso de civilización, (México: Fondo de Cultura Económica, 1994). 37Sennett, Richard, The Fall of Public man, (London: Pinguin Books, 1978), y “La ciudad abierta”, Otra parte, no.11 ( otoño 2007): 26-32. 38Goffman, Erving, Bahavior in Public Places, (New York: The Free Press, 1966). 39De Certeau, Michel, La invención de lo cotidiano… 40Delgado, Manuel, Sociedades movedizas. Pasos hacia una sociología de la calle. (Barcelona: Editorial Anagrama, 2007). 28 La acción de Lava, al intervenir el espacio público sede del poder y tocar temas públicos de interés común, propuso desde la coyuntura histórica ciertas formas de entender y trabajar sobre la memoria. La primera, es una memoria de la violencia, de los años marcados por el terrorismo del grupo armado Sendero Luminoso y por el terrorismo de Estado fujimorista. Aquí el acto testimonial es un receptáculo tanto de memoria individual como colectiva; como memoria colectiva le da cuerpo a una memoria de la violencia que se niega a desaparecer, y como memoria individual se liga al acto de interpretar la acción artística por medio de las voces de los miembros del grupo. La manera en que Lava ocupó el espacio público no sólo cambió, durante los meses que duró la acción, las fisonomías del espacio sino también la forma en que se entendió y practicó lo público. La acción, al alejarse de las formas tradicionales de movilización social para hacer una demanda explícita, optó por tomar una acción simple y cotidiana y llevarla a la plaza como una forma de recuperar el derecho ciudadano de ocupar el espacio público. Un ritual doméstico y muy popular invadió la plaza involucrando a la bandera nacional, que desde la década de 1980 había sido un tema central para hablar del terror y la violencia, desde la producción artística. Así, la plaza fue ocupada no sólo por la acción cotidiana de lavar sino por cientos de banderas que escurrían después de ser lavadas. En este capítulo propongo que el tiempo, en Lava la bandera, está marcado por un tiempo de excepción, es el tiempo de la ruptura, de la crisis. Pero también el tiempo de la oportunidad, de las posibilidades abiertas gracias a lo quebrado, lo que parece no tiene arreglo. Aquí advierto cómo dos estrategias temporales permitieron al colectivo lograr el apoyo y la participación del ciudadano de a pie: la permanencia y la persistencia. La persistencia volvió la acción en algo repetitivo, casi ritual, y la permanencia la convirtió en una acción capaz de movilizar. 29 El capítulo tres busca también entender, a partir de la intervención de ¡NO? cada generación quiere su 68, las nociones de memoria, espacio público y tiempo. Pero antes reviso algunos de las trabajos que permitieron a Teatro Ojo llegar a proponer y materializar un proyecto como ¡NO? que escapa de una teatralidad tradicional en que se ficcionaliza la realidad y donde el ejecutante y espectador son sujetos diferenciados. Pero sobre todo, planteo que ¡NO?, como un conjunto de acciones realizadas en lugares específicos de la ciudad de México, está inmerso en una memoria del Movimiento Estudiantil que no se ha normalizado, oficializado y que va y viene entre las memorias singulares, recuerdos de los espectadores-participantes y la memoria de archivo que se yuxtapone en los momentos que suceden las intervenciones. Y que da como resultado una memoria que se reactiva y amplifica por medio del montaje. El espacio, en el capítulo tres, participa como con la memoria, en un juego insistente de montaje, al que lo moviliza un impulso cartográfico de ubicar la historia en términos espaciales. A su vez, el sentido territorial lo van configurando los recorridos urbanos pautados por las acciones, donde los vínculos entre lugares múltiples también conforman lazos heterogéneos entre memorias singulares y colectivas. Por otro lado, en este capítulo, el tiempo aparece al final, aunque es el que desde un inicio determina, en gran medida, las formas en que aparece la memoria y los sentidos que van cobrando los espacios. Además, lo que permite hablar de un cocimiento por montaje, un conocimiento sobre el espacio y la memoria, es la discontinuidad, el anacronismo, el desacomodo del tiempo como presentes y pasados, intercalados, fracturados para proponer nuevos escenarios, para poder presentir posibles futuros. En el capítulo cuatro busco atar cabos y realizar una toma de posición a partir de mirar las dos intervenciones como dispositivos. Más que una comparación de los aspectos 30 comunes sobre las nociones construidas de memoria, espacio público y tiempo, es una confrontación de dos modos distintos de hacer, dos procesos artísticos que proponen abrir territorios de experiencias compartidas. Los dispositivos moldean y orientan los gestos, las conductas, las opiniones y discursos de las personas a partir de una red de relaciones y saberes; en otras palabras, determinan nuestra experiencia y cómo pensamos y entendemos la realidad. Por eso me resulta muy sugerente entender ambas prácticas como dispositivos disidentes que, a partir de la participación y de lograr una enunciación colectiva, proponen ciertas formas de pensar lo político y lo público desde el arte. Por último están las conclusiones. Allí en realidad no intento cerrar nada porque espero haber podido amarrar todos los hilos sueltos en la discusión sobre los dispositivos. La intenciónaquí, es ver qué aspectos dan lugar a nuevos debates, a futuras investigaciones, y qué quedó por hacer. 31 CAPÍTULO 1. MEMORIA, ESPACIO Y TIEMPO Tanto la acción de Lava la bandera como ¿NO! cada generación quiere su 68, hablan de ciertas inquietudes, de ciertos intereses que llevan tiempo dando vueltas por mi cabeza y que han estado presentes en otros proyectos profesionales, tanto académicos como de gestión cultural, que he abordado. Por eso creo que la pregunta que podría abrir este capítulo es, ¿cómo llegué hasta aquí? ¿cómo llegué a darle forma a este trabajo que titulé: Cuando el arte ocupa la calle. El tiempo, la memoria y el espacio público en dos estrategias para construir dispositivos disidentes. ¿Cómo llegué a interesarme, a involucrarme con ciertas prácticas artísticas, realizadas en el espacio público, que desbordan el campo disciplinar, cuestionan el canon de la Historia del Arte y que, a su vez, problematizan la relación siempre compleja entre arte, política y espacio público? Para elaborar una o varias respuestas a esas preguntas iniciales podemos reconocer un itinerario que va recuperando, a modo de arqueólogo, objetos del pasado, quehaceres de una historiadora que llegó al doctorado con una maleta llena de diferentes saberes; saberes propios que fueron articulándose con el paso de los años. Un conocimiento que fue necesario recuperar porque en esos cimientos es donde este proyecto cobra sentido y a partir de los cuales es posible empezar a atar cabos, plantarse frente a lo investigado y tomar posición41. 41Cuando menciono en este párrafo un “saber propio” o un “conocimiento propio”, estoy haciendo eco del concepto de “conocimiento situado” propuesto por Donna J. Haraway en su libro Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, (Madrid: Ediciones Cátedra, 1995). Para Haraway ningún conocimiento puede separarse de su contexto y siempre debe especificarse el punto de vista de la persona que emite una explicación sobre cualquier objeto de estudio. Al ser el contexto tan importante y considerar no neutrales los enfoques empleados o las perspectivas desde las que nos explicamos las cosas, el conocimiento siempre será parcial y situado. El “conocimiento situado” para Haraway permite que el sujeto que produce conocimiento sea visto en su capacidad de acción y que su punto de vista sea considerado no como algo predeterminado, 32 1. Memoria y tiempo, o el problema historiográfico de la discontinuidad Uno empieza, por convicción propia o impulsada por el entorno familiar, escogiendo una carrera. La mía fue la de historia y concluyó con una tesis poco ortodoxa dirigida por Federico Navarrete del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. En esa investigación, en la que el objeto de análisis fue el lenguaje gestual representado en los códices coloniales y elaborados por los tlaxcaltecas después de la conquista de México, buscaba entender cuáles habían sido las relaciones de poder entre aliados. Lo interesante fue ver cómo en esa lectura de su pasado reciente, los tlaxcaltecas se las ingeniaron para mandar, a partir de ciertos códigos gestuales, un doble mensaje. Un mensaje oculto a los ojos de los españoles y que hablaba de la autonomía y poderío tlaxcalteca, y otro más evidente, que le recordaba al conquistador ibérico que gracias a su sumisión y alianza habían logrado la conquista. Así, el cabildo indígena de Tlaxcala debía ser visto como una provincia más del Imperio español. La continuidad que los tlacuilos (pintores-escribanos) tlaxcaltecas le dieron a la tradición historiográfica indígena fue lo que posibilitó la construcción de los discursos históricos tlaxcaltecas, aunque sabemos que la destrucción de códices prehispánicos fue masiva a lo largo del siglo XVI. Sin embargo, la fructífera elaboración de códices después de la conquista muestra que la re-escritura de sus libros era algo a lo que estaban acostumbrados y que la destrucción de las pictografías prehispánicas no significó la desaparición de la tradición historiográfica indígena. Claro ejemplo de ello es que para mediados y finales del siglo XVI muchos pintores nahuas seguían dominando sino como algo que se está produciendo y nos responsabiliza; reconocer que sólo es posible un conocimiento “objetivo”, sin caer en relativismos, si se es parte de una perspectiva colectiva, parcial, interesada y consciente de las violaciones y reivindicaciones que ella misma induce; y sensibilizar que toda producción de conocimiento está cruzada por cuestiones de clase, raciales y sexuales y que es necesario disolver las dicotomías entre raza y etnia, sexo y género, organismo y marco cultural, etc. 33 la forma y el significado del repertorio básico de la escritura pictográfica. Así, el repertorio prehispánico fue influenciado por las concepciones artísticas europeas y la forma de representar el cuerpo tendió a ser más naturalista. Pero esto no fue todo, los tlacuilos tlaxcaltecas incorporaron nuevas convenciones europeas para representar el cuerpo, según fuera necesario, y crearon un repertorio de gestos que incluía elementos europeos asimilados a los antiguos, y otros adoptados por su familiaridad. La construcción de esta nueva compilación tenía la finalidad de aprovechar al máximo los significados simbólicos de los gestos para crear dos discursos tlaxcaltecas sobre la conquista. Había ahí un problema historiográfico que me parecía, y me sigue pareciendo, central y es que en los recuentos o narrativas sobre el pasado realizamos un acto deliberado de selección. O, dicho de otra manera, nuestra memoria nunca recuerda las cosas tal y como sucedieron sino que armamos historias como una serie de montajes de diferentes momentos. Y esos montajes o esas narrativas se relacionan, por supuesto, con qué queremos decir en el presente de lo acontecido en el pasado pero, sobre todo, con cómo queremos que ciertas cosas sean leídas en el futuro. Nuestro pasado presente es aquello que desde el presente construimos y por esa acción retrospectiva deja de ser pasado tal cual fue cuando era presente. Esto no implica que exista una falta de correspondencia con el acontecimiento pasado, pero sí que con los ojos puestos en un pasado, parcialmente asequible, es posible introducir una perspectiva nueva y distinta que no existía antes. Estamos frente a distintas formas o modos de producir el pasado, y en ese proceso juegan un papel central, evidentemente, el tiempo pero también la memoria. Para Paul Ricoeur, en su libro La memoria, la historia, el olvido, el punto de partida para conocer el pasado es el recuerdo, y es justamente la memoria la comprobación de que 34 algo tuvo lugar, que aconteció42. Más de cincuenta años antes, Marc Bloch se refería a ella como parte de los “mediocres aparatos registradores” de la mayoría de los cerebros con los que las personas pretenden dar cuenta de sus experiencias y el mundo que los rodea. Para Bloch, “los testimonios no son propiamente sino la expresión de recuerdos, los errores iniciales corren siempre el riesgo de complicarse con errores de memoria, de esa memoria incansable, ‘chorreante’”43. Lo interesante del planteamiento de Ricoeur, y que se opone a la desconfianza expresada por Bloch, es que la memoria se recupera como un modo de conocimiento, aunque no por ello pierde esa cualidad de desbordarse e infiltrarse en ámbitos que no sólo nos hablan del pasado presente. Para poder entender a la memoria como forma de conocimiento Ricoeur se pregunta desde la fenomenología, que apela a la experiencia intuitiva y evidente para encontrar explicaciones, ¿cómo aparece el recuerdo? La respuestapone el foco en la imagen como la manera en que la representación del pasado se hace presente. Eso vuelve a la memoria, peligrosamente, en una región de la imaginación. Entonces, frente a este problema para Paul Ricoeur “debe procederse a la separación lo más posible de la imaginación y la memoria” y, para lograrlo, hay que distinguir entre dos intencionalidades: “uno el de la imaginación dirigida hacia lo fantástico, la ficción, lo irreal, lo posible, lo utópico; otro, el de la memoria, hacia la realidad anterior”44. Y aunque la imagen mental como registro del recuerdo traiga consigo la presencia de una amenaza constante, “no tenemos nada mejor que la memoria para garantizar que algo ocurrió antes de que nos formásemos el recuerdo 42Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, 40-41. 43Bloch, Marc, Apología para la historia o el oficio de historiador. Edición crítica preparada por Étienne Bloch, (México: Fondo de Cultura Económica, 1996), 203. 44Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, 21-23 35 de ello”45. Por eso la historiografía tiene que asumir, como uno de sus mayores problemas, los modos en que se construye el pasado y “la convicción de que el referente último de la memoria sigue siendo el pasado, cualquiera que pueda ser la significación de la ‘paseidad’ del pasado”46. Otras lecturas se han realizado en torno al problema del tiempo pasado que se materializa en el presente como memoria y que se representa como imagen. En su libro Ante el tiempo47 George Didi-Huberman plantea que hacer historia y en particular Historia del Arte es formular por lo menos un anacronismo que busca conciliar el tiempo pasado del acontecimiento histórico con el tiempo presente que cuestiona dicho acontecimiento. El anacronismo deja de ser entendido como un error historiográfico para pasar a ser parte central del método histórico. Pero antes de entrar de lleno al problema del tiempo cabe hacer una aclaración importante sobre los planteamientos de Didi-Huberman: no es el pasado, el tiempo pasado, lo que el historiador convoca e interroga; en realidad, es la memoria lo que el historiador estudia y es ella la que introduce el anacronismo mediante un proceso que relega los datos documentales frente a las supervivencias, que son todo aquello que se resiste a desaparecer. En palabras de Didi-Huberman: “es ella la que humaniza y configura el tiempo, entrelaza sus fibras, asegura sus transmisiones, consagrándolo a una impureza esencial. Es la memoria lo que el historiador convoca e interroga, no es exactamente el pasado”48. La tarea del historiador, entonces, es conciliar “el tiempo diferencial de los instantes de proximidad empática, intempestivos e inverificables, y los 45Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, 21-23 46Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, 21-23 47 Junto con otros libros de George Didi-Huberman, Ante el tiempo, va sumando al aporte teórico para pensar la historia del arte como una disciplina anacrónica a partir de la lectura de tres grandes historiadores del arte: Walter Benjamin, Carl Einstein y AbyWarburg. Al entender el anacronismo como un montaje dialéctico de las imágenes, Didi-Huberman problematiza la periodicidad progresiva en la historia del arte y propone una alternativa epistemológica para aproximarse a las imágenes en tanto saber sobre el arte y la cultura. 48Didi-Huberman, Ante el tiempo, 60. 36 momentos de rechazo críticos, escrupulosos y verificadores”49. Tanto para Didi-Huberman como para Ricoeur el receptáculo que va a permitir acercarnos al pasado, es la memoria. O, podríamos decir que lo que queda vivo del pasado en el pasado presente, que tratamos de aprehender, es la memoria y ésta es producto de la anacronía, de remontarnos al pasado a partir de nuestro conocimiento de él en el presente. Quiero hacer una pequeña pausa y volver al tema de los códices, no sólo porque ellos abren mi interés sobre el tema de la memoria como uno de los elementos clave para entender distintas formas de reconstruir la historia, sino porque el doble mensaje de los códices tlaxcalteacas evidencia otros problemas. Por un lado, tenemos que, en sí misma, la memoria es una construcción anacrónica y en ella ciertos aspectos del pasado quedan ocultos y otros sobreviven y se resisten a desaparecer; por otro, que al estar frente a un discurso construido en imágenes pictográficas que son tomadas tanto de la tradición indígena como española, el problema de la construcción de la imagen y del discurso historiográfico, a partir del montaje, es un tema que no quiero eludir. En el caso de los tlaxcaltecas, el mensaje se ocultaba para lograr su supervivencia y para que pudiera ser leído por aquellos que compartían los mismos referentes culturales. Entonces, si la memoria es una selección de momentos pasados construidos también a partir de supervivencias, podríamos decir que lo más actual del pasado presente es la memoria y ésta nunca es única ya que dependerá del montaje que realicemos. Por lo tanto, el tiempo pasado tampoco es único y lineal sino un cúmulo de discontinuidades. 49Didi-Huberman, Ante el tiempo, 45. 37 En diversos textos de Michel Foucault 50 aparecen reflexiones en torno a la importancia que las discontinuidades tienen como enfoque para la construcción de una “nueva historia”, propuesta que formula durante las décadas de 1960-1970. En Arqueología del saber51 Foucault retoma el problema de la discontinuidad en la historia como un elemento positivo que determina el objeto y la validez de su análisis. El tiempo discontinuo deja de ser eso que comúnmente era desestimado, borrado, evitado frente al predominio de la continuidad de los acontecimientos. Como él mismo menciona, “la discontinuidad era ese estigma del desparramamiento temporal que el historiador tenía la misión de suprimir de la historia”52. El papel protagónico de la discontinuidad se debe, para Foucault, a que el historiador realiza una operación deliberada al ubicarse frente a sus fuentes como frente a un grupo heterogéneo en el que es posible “distinguir los niveles posibles de análisis, los métodos propios de cada uno y las periodizaciones de su descripción”53, así se exige al historiador un método plural de análisis. La discontinuidad, por otro lado, también es el resultado de su descripción y no lo que tiene que ser eliminado “porque lo que trata de descubrir son los límites de un proceso, el punto de inflexión de una curva, la inversión de un movimiento regulador, los límites de una oscilación, el umbral de un funcionamiento, el instante de dislocación de una causalidad circular”. Lo discontinuo rompe, por ende, con el tiempo lineal y progresivo y con la unicidad del discurso, y lo vuelve una noción plural. Pero también para Foucault es una noción paradójica “ya que es a la vez instrumento y objeto de investigación ya que delimita el campo cuyo efecto es; ya que permite individualizar los dominios, pero que no 50En libro como Arqueología del saber, o ensayos como “Historia, discurso y discontinuidad”, entre otros, se puede revisar el concepto de discontinuidad propuesto por Foucault. 51Foucault, Michel, Arqueología del saber. 52Foucault, Michel, Arqueología del saber, 13. 53Foucault, Michel, Arqueología del saber, 13. 38 se lo puede establecer sino por la comparación de estos”54. La historia aparece aquí como un cúmulo de tiempos discontinuos a ser entendidos a partir de las relaciones que entablan bajo la lógica de que cualquier pretensión de linealidad será interrumpida, desbordada, contaminada. Pensando en el “desparramamiento temporal” que propone Foucault me detengo un instante en las intervenciones
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