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 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
DE LA GLORIA AL DESENCANTO: 
LA TRANSFORMACIÓN DE PARADIGMAS DE REPRESENTACIÓN BÉLICA EN 
LA LITERATURA DE GUERRA BRITÁNICA, SIGLOS XIX Y XX. 
 
TESIS 
Que para obtener el título de: 
Licenciada en Historia 
 
Presenta: 
 LAURA ELISA MARTÍNEZ AINSWORTH 
 
ASESOR: 
DR. IVÁN VALDEZ BUBNOV 
 
Ciudad Universitaria, Enero 2016 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
	
	 	
	
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To Mum, for teaching me to love books and 
the importance of translation with “Modo gato”. 
 
 
A Baboncio, porque siempre estás ahí 
aunque tenga que decirte “Papi, ven”. 
	
	 	
	
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AGRADECIMIENTOS 
 
Quizá este sea el apartado más importante de cualquier tesis, si no por el contenido, 
por el hecho de que es el único que la gente lee, de ahí que sea el más difícil de 
escribir. Quiero agradecer a mis papás, por ser tan increíbles seres humanos, por 
quererme y apoyarme en todo; a Natalia y a Camila por llenar mi vida de alegría y 
de risas incontrolables; a Olivo, mi mejor amigo y la mejor persona que he conocido. 
A Iván, por todo su apoyo, por las asesorías que terminaban convirtiéndose en 
terapias, por hacerme ver que estudiar historia vale la pena, por ayudarme a 
problematizar el mundo y buscar conexiones más profundas. Gracias por la 
paciencia, el interés, la dedicación y por creer en mí. 
También quiero agradecer a mis sinodales, Leonor García, José Enrique 
Covarrubias, Lucrecia Infante y Enrique Plasencia, por su cuidadosa y atenta 
lectura y revisión de este trabajo; estoy segura de que sus comentarios 
contribuyeron al mejoramiento de la tesis. Por su apoyo, disposición y compromiso, 
muchas gracias. 
A la Universidad Nacional Autónoma de México por ser un espacio de aprendizaje 
extraorinario, por abrirme los ojos al mundo y a mi país. A mis profesores de la 
carrera por su pasión, entrega y dedicación a nuestra formación. 
Finalmente, quiero agradecer a mis amigos de siempre y para siempre: Fer, Ana, 
Vale, Pablo, Sebas, Nico, Jordi, Beto, Chinto, Liz y a los intensos. Gracias por hacer 
que mi vida sea tan divertida. 
	
	 	
	
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ÍNDICE 
 
Introducción_______________________________________________________ 5 
1. REPRESENTACIONES DE LA GUERRA EN LA CULTURA POPULAR EN 
EL SIGLO XIX.____________________________________________________ 12 
Percepciones del ejército____________________________________________ 16 
Discurso de guerra_________________________________________________ 18 
Ethos caballeresco_________________________________________________ 26 
Artefactos culturales________________________________________________ 29 
Literatura juvenil___________________________________________________ 31 
Militarismo popular_________________________________________________ 37 
1914____________________________________________________________ 42 
2. LA RUPTURA DEL PARADIGMA__________________________________ 45 
Principio de la guerra_______________________________________________ 46 
Mecanización y brutalidad___________________________________________ 49 
Desfase: expectativas y realidad______________________________________ 60 
Poesía de guerra__________________________________________________ 63 
Nuevos valores___________________________________________________ 71 
3. EL NUEVO PARADIGMA_________________________________________ 74 
Sociedad en la posguerra___________________________________________ 75 
Monumentos_____________________________________________________ 83 
Desilusión_______________________________________________________ 86 
Boom literario_____________________________________________________ 89 
Autores__________________________________________________________ 97 
Edmund Blunden__________________________________________________108 
Siegfried Sassoon_________________________________________________116 
Robert Graves____________________________________________________129 
REFLEXIONES FINALES__________________________________________ 138 
BIBLIOGRAFÍA__________________________________________________ 144 
	
	 	
	
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INTRODUCCIÓN 
 
La Primera Guerra Mundial fue un enfrentamiento militar moderno de dimensiones 
globales. Fue una guerra brutal, sanguinaria y de desgaste, sin precedentes, en la 
que los horrores de las trincheras en el Frente Oeste, registrados en poemas y 
memorias de guerra, marcaron la memoria colectiva de toda una generación, al 
igual que la de generaciones sucesivas. Estos textos, piedra angular de un nuevo 
paradigma de representación bélica, hicieron de la guerra no sólo un evento militar, 
sino un evento cultural y literario. 
 El impacto que esta guerra tuvo sobre la imaginación literaria inglesa fue 
mucho mayor que el de cualquier guerra previa. Según Andrew Rutherford,1 las 
razones de ello son principalmente sociológicas: fue la primera vez que en Gran 
Bretaña tantos autores, o autores potenciales, tuvieron una experiencia de primera 
mano en la lucha armada, e incluso en el servicio militar.2 Un segundo factor que 
influyó las reacciones literarias fue la naturaleza especial de la Primera Guerra 
Mundial. Muchas de sus características fueron una sorpresa para sus participantes, 
tanto para los profesionales como para los amateurs. Los avances tecnológicos en 
armamento y comunicaciones revolucionaron las posibilidades de guerra; sin 
embargo, no sólo el público en general, sino también las autoridades militares 
europeas, fueron incapaces de aprehender las implicaciones de esta revolución, lo 
que llevó a una inmovilización de la lucha armada y al desarrollo de la guerra de 
																																																								
1 Andrew Rutherford, The Literature of War: Studies in Heroic Virtue, New York, Barnes & 
Noble Books, 1978, p. 65. 
2 A diferencia de los países continentales en los cuales los sistemas de reclutamiento y 
entrenamiento militar obligatorio abastecieron a los ejércitos masivos necesarios para una guerra 
moderna e industrializada, Inglaterra, que introdujo un sistema de leva por primera vez en su 
historia en 1916, tuvo que improvisar su ejército con voluntarios al comienzo de la guerra. 
	
	 	
	
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trincheras,3 cuyas condiciones – agotantes, enervantes, repugnantes, horrorosas, 
así como peligrosas – fueron experimentadas por un alto porcentaje de los 
soldados, lo que convirtió al Frente Oeste en la principal matriz de donde emergió la 
literatura de guerra.4 
La historia y la literatura de la Primera Guerra Mundial son dos caras de una 
misma moneda, la una explicando y afectando a la otra. No obstante, la 
historiografía sobre la guerra no siempre ha defendido esta postura. Durante 
muchos años los historiadores se enfocaron en buena medida a trabajar cuestiones 
relacionadas con la historia militar, política y diplomática de la Gran Guerra, dejando 
de lado aproximaciones literarias y culturales. 
Hacia los años sesenta la historiografía sobre la guerra presenció lo que Jay 
Winter ha llamado un “Cultural Turn”,5 lo que implicó un giro hacia temas 
relacionados con el legado cultural y la memoria de la guerra. En las últimas 
décadas los historiadores culturales se han interesado en lascicatrices físicas, 
psicológicas y emocionales evidenciadas en los movimientos culturales producidos 
por la guerra; en los signos y consecuencias del luto masivo y en las políticas de las 
conmemoraciones públicas y privadas de la guerra.6 
																																																								
3 Andrew Rutherford, The Literature of War, p. 66. 
4 Si bien es cierto que existieron otros frentes de donde emergieron fenómenos literarios 
similares, por ejemplo en el Frente de Medio Oriente con el texto autobiográfico de Lawrence of 
Arabia, Seven Pillars of Wisdom, no obstante, el Frente Oeste se mantuvo como la cuna de la 
literatura de guerra de la Primera Guerra Mundial. 
5 Jay Winter, Remembering War: The Great War between Memory and History in the 20th 
Century, New Haven, Yale University Press, 2006. 
6 Stephen Heathorn, “The Mnemonic Turn in the Cultural Historiography of Britain’s Great 
War.”, Historical Journal 48 no 4, 2005, p. 1104 
	
	 	
	
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Por otro lado, y en dirección “contraria”, los historiadores militares han 
llevado a cabo un proceso de revisión historiográfica con el objetivo de desplazar la 
visión popular de la guerra como un evento trágico, de pérdida y futilidad - visión 
promovida por historiadores culturales, críticos literarios, periodistas y artistas. Para 
algunos historiadores militares es importante resaltar que, a pesar de los costos, la 
Primera Guerra Mundial fue uno de los mayores logros militares británicos.7 Sin 
embargo, estas aproximaciones no logran explicar por qué la guerra dejó semejante 
legado cultural y descartar el mito tampoco explica el significado cambiante de la 
guerra para sus supervivientes ni para generaciones sucesivas. 
Así, en el seno de la historiografía cultural de la guerra se ha vuelto de 
primordial importancia analizar de qué manera ha sido recordada la guerra. De 
forma específica, se han realizado varios estudios sobre la conmemoración de la 
guerra en la literatura, los rituales, los monumentos y la cultura material; sobre el 
papel de la guerra en el surgimiento del modernismo y sobre algunos marcos 
metodológicos acerca de la memoria colectiva, los sitios de memoria y la relación 
entre la historia y la memoria. Se trata pues, de entender la construcción de la 
memoria de la guerra en el contexto más amplio de la historia del siglo XX. 
Para 1964 la literatura de la Primera Guerra comenzó a volverse cada vez más 
relevante en la academia. Las publicaciones académicas de la primera ola de 
críticos (1964-1975) tuvieron como objetivo principal el establecimiento y defensa 
de un canon de textos literarios, la gran mayoría de los cuales representaban 
experiencias de combatientes en el Frente Oeste. La base de este canon 
rápidamente fue definida como la poesía lírica de los oficiales británicos con figuras 
																																																								
7 Stephen Heathorn, “The Mnemonic Turn”, p. 1104 
	
	 	
	
8	
	
	
como Wilfred Owen, Siegfried Sassoon y Charles Sorley. Las autobiografías de la 
Primera Guerra fueron tratadas como un género secundario en donde, de nuevo, 
predominaron las memorias de oficiales con Goodbye to All That de Robert Graves 
como la más representativa. La ficción ocupó el tercer lugar, y cuando llegaron a 
discutirse, las novelas de Ford Madox Ford Parade’s End y Death of a Hero de 
Richard Aldington se convirtieron en piedras angulares.8 
La poesía fue privilegiada por su inmediatez: era un género que permitía 
acercarse a la experiencia de las trincheras en “tiempo real”. La poesía que recibió 
especial atención por parte de los académicos fue aquella que fue escrita durante la 
guerra, lo que por extensión era la voz de la guerra misma, tanto geográfica como 
temporalmente. Además, cuando uno considera el número de poetas asesinados 
en la guerra (Rupert Brooke, Julian Grenfell, Wilfred Owen, Isaac Rossenberg, 
Charles Sorley, Edward Thomas, entre otros) la lógica se vuelve aún más clara: 
sólo la poesía capta el momento, no recolectado en la tranquilidad, pero 
experimentado justo cuando el poema está siendo escrito.9 
El acceso a la guerra misma era el valor primordial de la literatura en esta 
primera ola de crítica académica. El texto inaugural de esta ola fue English Poetry 
of the First Wold War (1964) de John H. Johnstons seguido por Heroes' Twilight 
(1965) de Bernard Bergonzi, el cual a su vez se convirtió en la base para el texto de 
Paul Fussell The Great War and Modern Memory (1975). Éste último rápidamente 
se volvió un clásico en la historiografía de la Primera Guerra y es difícil subestimar 
su influencia: "The book’s ambition and popularity move interpretation of the war 
																																																								
8 James Campbell, “ Interpreting the war”, en Sherry, Vincent, ed. The Cambridge Companion 
to the Literature of the First World War, Cambridge ; New York, Cambridge University Press, 2005, 
p. 264 
9 James Campbell, “ Interpreting the war”, p. 264. 
	
	 	
	
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from a relatively minor literary and historical specialization to a much more 
widespread cultural concern.”10 
Fussell estableció el programa para el estudio literario de la Gran Guerra. Para 
él, la literatura dejó de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio con el 
cual interpretar a la guerra como un texto literario: "The war is to be read as an 
artifact, full of symbolic resonance and prophetic power. It fulfills the dark 
forebodings of the literary nineteenth century and provides the vocabulary through 
which the postwar world will articulate itself.”11 
Para Fussell, si la Primera Guerra Mundial es un fenómeno que puede ser leído, 
entonces debe ser leído como un trabajo específicamente literario, poniendo 
especial atención a la forma, los símbolos y ante todo, a la ironía. Fussell 
argumentó que el impacto de la Primera Guerra Mundial no se debió solamente al 
número de muertos y heridos sino a la manera en que el conflicto reconfiguró la 
imaginación británica, de forma que el peso de la investigación de Fussell se puso 
no sobre la experiencia misma de los soldados sino sobre cómo recordaron y 
escribieron esa experiencia. 
Después de 1975 la crítica académica comenzó a enfocarse en cuestiones de 
género, sexualidad y la relación de la guerra con la cultura modernista, algunos 
temas que fueron dejados de lado en la primera ola de estudios.12 Muchos trabajos 
acerca de la memoria literaria de la Gran Guerra han complejizado, mas no 
desplazado, el argumento esencial de Fussell: que los terrores de las trincheras 
																																																								
10 James Campbell, “ Interpreting the war”, p. 267. 
11 James Campbell, “ Interpreting the war”, p. 267. 
12 Véase: Patrick J. Quinn (ed.), The Literature of the Great War Reconsidered: Beyond Modern 
Memory, Houndmills, Basingstoke, Hampshire ; New York, Palgrave, 2001. 
	
	 	
	
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crearon una gran ruptura en la cultura, entre lo que existía antes del estallido y lo 
que podía existir después; entre combatientes y no-combatientes; entre la 
decadencia Eduardiana y la desilusión de la posguerra.13 
 Mi estudio forma parte de un movimiento historiográfico que intenta ubicar la 
literatura de la Primera Guerra Mundial más allá de una versión simple de historia 
literaria para situarla en un recuento histórico cultural mucho más amplio. De 
manera específica, mi trabajo tiene como objetivo trazar la construcción y 
deconstrucción de paradigmas de representación bélica en la literatura de guerra 
británica a lo largo del siglo XIX y principios del XX. 
 En un primer capítulo expongo la construcción del paradigma decimonónico 
de representación, según el cual la guerra era una cosa romántica, valerosa, 
gloriosa y emocionante. Planteo la construcción de este paradigma en la cultura 
popular a través del uso de artefactos culturales - como el arte, la poesíay 
sobretodo la literatura juvenil – y analizo varios elementos que fueron claves para 
generar una visión positiva de la guerra durante el siglo XIX, como fueron las 
características específicas de las guerras imperiales, el discurso evangélico, el 
darwinismo social, la creación de organizaciones juveniles paramilitares, entre 
otros. 
 En el segundo capítulo me enfoco en describir cómo fue la Primera Guerra 
Mundial, su brutalidad y mecanización. La Gran Guerra fue mucho peor de lo que 
cualquiera pudo haber imaginado en la preguerra. Aquí muestro cómo el desfase 
entre el discurso heredado en el siglo XIX y las realidades de la guerra de 
trincheras imposibilitaron la continuación del paradigma decimonónico y obligaron a 
																																																								
13 Stephen Heathorn, “The Mnemonic Turn”, p. 1106. 
	
	 	
	
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sus participantes a buscar nuevas formas de hablar sobre la guerra. Analizo aquí el 
uso de la poesía como nuevo vehículo interpretativo y como reacción a las “viejas 
mentiras” del siglo XIX. 
 Finalmente, en el tercer capítulo, analizo el periodo de la posguerra y su 
producción literaria. En primer lugar, describo las principales características de la 
posguerra y del sentimiento de tragedia y desilusión que la acompañó y que fue 
parte fundamental de ella. Presento una serie de interpretaciones que se le dieron a 
la guerra, al mundo que dejó y a la historia. Después, analizo lo que ha sido 
llamado el boom de la literatura de la Gran Guerra en donde, gracias a la 
publicación de autobiografías y novelas - de manera específica las obras de Robert 
Graves, Edmund Blunden y Siegfried Sassoon - fue formulado de manera definitiva 
el nuevo paradigma de representación bélica que tiene vigencia hasta nuestros 
días. 
	
	 	
	
12	
	
	
CAPÍTULO I 
Representaciones de la guerra en la cultura popular en el siglo XIX 
 
Hacia finales del verano de 1915 más de dos millones de británicos se habían 
ofrecido como voluntarios para pelear en la Gran Guerra.14 La mayoría de ellos 
nunca habían servido en la milicia y definitivamente no habían experimentado el 
combate, sin embargo, a pesar de esta falta de experiencia, esa generación había 
estado expuesta a la guerra a través de una educación militar llena de discursos 
sociales y nacionales que, a lo largo del siglo XIX y con particular intensidad en sus 
últimas décadas, definieron el carácter de la lucha armada como una experiencia 
heroica, honrada, moral, legítima y sobre todo emocionante y romántica. 
 Cuando los jóvenes se inscribieron como voluntarios durante los primeros años 
de la guerra, lo hicieron equipados con una determinación estoica inspirada en un 
sentido patriótico y en la necesidad de cumplir con las expectativas de su identidad 
masculina y de su clase.15 Se unieron al ejército con una idea de la guerra basada 
en representaciones alejadas de la realidad. De acuerdo con estas representaciones 
había poco que temer y mucho que glorificar en la experiencia de batalla. 
 Ahora bien, ¿cómo es que en Gran Bretaña, esa nación “pacífica” que no 
perdía oportunidad alguna en condenar el uso de la violencia, se logró generar un 
discurso militarista tan efectivo? 
																																																								
14 Christopher Barry Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel: representations of warfare in 
British mass culture, 1870-1914”. PhD diss., Simon Fraser University, 2009, p. 1. 
15 Christopher Barry Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”, p. 1. 
	
	 	
	
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 Cuando hacemos referencia a la Gran Bretaña decimonónica no podemos 
evitar caer en lugares comunes. Inmediatamente pensamos en la Inglaterra de Jane 
Austen, de las grandes propiedades en el campo, de los bailes, de la hora del té, 
con muchas reglas de comportamiento y sociabilidad, de la Reina Victoria y de su 
exótico imperio. Pensamos, asimismo, en la otra cara de este siglo, en la 
industrialización, la injusticia social, las hambrunas, en Charles Dickens, en la 
creación del proletariado, el ferrocarril y el crecimiento económico. Sin embargo, en 
lo que no solemos pensar es en el carácter bélico y violento de la sociedad británica. 
La consideramos una nación pacífica y enfocada más bien en el intercambio 
comercial, que rechazaba toda forma de actividad guerrera - la cual era vista como 
un impedimento desastroso para el intercambio y el progreso humano - y que tenía 
poco, si es algún respeto por su ejército. 
 Los victorianos denunciaban la agresión y se engañaban a sí mismos al 
asegurar que sus guerras y expediciones punitivas únicamente se peleaban cuando 
resultaban absolutamente necesarias, e incluso entonces las justificaban como 
actos nobles y humanitarios. Este, llamémoslo “auto-engaño” se reforzaba por una 
sociedad dominada por el civilismo,16 el cual se puede definir como el rechazo de 
																																																								
16 Vale la pena mencionar que además del civilismo, en Gran Bretaña ha existido una tradición 
pacifista muy importante, la cual tuvo un gran impulso a partir de la Primera Guerra Mundial. En 
Pacifism in Britain, 1914-1945: The Defining of a Faith, Martin Ceadel plantea la importancia de 
definir lo que se entiende por pacifismo, pues existen dos “ramas” mas o menos delimitadas; por un 
lado está el “pacifism” que entiende como “the belief that war is always wrong and should not be 
resorted to, whatever the consequences of abstaining from fighting”; y por el otro está el “pacificism” 
que es “the assumption that war, though sometimes necessary, is always an irrational and inhumane 
way to solve disputes and that its prevention should always be an overrinding political priority.” 
Después de la Gran Guerra, el movimiento pacifista adquirió mucha mayor fuerza pues había una 
creencia generalizada de que una guerra como esa y a tal escala no debería ocurrir nunca más. 
 Peter Brock, Review of Pacifism in Britain, 1914-1945: The Defining of a Faith, The Journal of 
Modern History 54 (2), University of Chicago Press, 1982, pp. 362–64. 
http://www.jstor.org/stable/1906178. 
	
	 	
	
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cualquier forma de conscripción militar y la exclusión del ejército en la política.17 
Estas ideas, producto de la historiografía británica y de la propia ideología 
victoriana, nos han sido heredadas hasta nuestros días. Este retrato idealizado sólo 
nos muestra una cara de la moneda, una que los británicos y sobre todo los ingleses 
se han inculcado a sí mismos. 
 La guerra siempre ha sido un factor fundamental en la historia de Gran 
Bretaña, pero nunca tanto como en los últimos 150 años, a partir de la segunda 
mitad del siglo XIX. Durante este periodo los británicos se involucraron en una 
interminable sucesión de ‘pequeñas guerras’ imperiales, sucedidas por dos guerras 
mundiales, operaciones de contra-insurgencia en los procesos de descolonización y 
por las peculiaridades de la Guerra Fría.18 
 Si bien es cierto que los británicos han rechazado públicamente el uso de la 
violencia, ha existido una aceptación tácita de que el uso de la fuerza es a veces 
necesario cuando es aplicado a causas justas. Pero qué es lo que constituye una 
causa justa invariablemente ha sido definido en función de los intereses 
económicos, políticos y sociales británicos. En la cultura popular, las guerras 
británicas siempre fueron legítimas y los hombres que las pelearon agentes heroicos 
que alzaron la espada de justicia únicamente cuando los medios pacíficos de 
resolución habían fallado.19 Sin embargo, como argumenta Michael Paris en su libro 
Warrior Nation, “war has always been an acceptable extension of national policy, 
																																																								
17 No obstante, es importante aclarar que las élites militares eran muchas veces parte de las 
élites políticas. 
18 Michael Paris, Warrior Nation: Images of War in British Popular Culture,1850-2000, London, 
Reaktion Books, 2000, p. 7. 
19 Michael Paris, Warrior Nation, p. 8. 
	
	 	
	
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and that acceptance of conflict was so commonplace that war and preparation for 
war became deeply embedded in popular culture.”20 
 Paris extiende esta postura al plantear que lejos de ser aquel pueblo amante 
de la paz y con mentalidad comercial, como lo había planteado la historiografía 
liberal, los británicos, al igual que la mayoría de las naciones que han denunciado,21 
han recurrido a la guerra bajo los más nimios pretextos cuando se creía que el 
conflicto aseguraría sus objetivos, y deliberadamente han sumergido a su juventud 
en una cultura que promueve el espíritu marcial, eleva al guerrero a un status 
heroico y convierte a la guerra en un ideal romántico. “In much of the popular 
entertainment created for the nation’s youth, the overriding national image is of an 
aggresively militant warrior nation.”22 
 Los orígenes y el desarrollo del “militarismo” británico en el siglo XIX aún es un 
tema poco conocido.23 En las siguientes páginas pretendo hacer un breve esbozo 
de las transformaciones en las representaciones y percepciones populares de la 
guerra, del soldado y del ejército en Gran Bretaña a lo largo del siglo XIX. 
 
																																																								
20 Michael Paris, Warrior Nation, p. 8. 
21 Alemania, por ejemplo. 
22 Michael Paris, Warrior Nation, p. 11. 
23 Es importante enfatizar que el militarismo en Gran Bretaña no equivale de ninguna manera a 
lo que se conoce como militarismo en en el continente europeo en el siglo XIX, pues en Gran Bretaña 
nunca se aclamó al ejército para limpiar la política nacional, ni se exaltó el honor del ejército por 
encima del derecho de justicia individual. El militarismo es la elevación y celebración de valores y 
virtudes militares como principios admirables de la vida nacional y estuvo muy presente en la cultura 
británica a través del discurso de dominación imperial. Véase Brian Bond, War and Society in 
Europe, 1870-1970, New York, Oxford University Press, 1986, p. 63; Jay Winter, Joseph Canning, y 
Lehmann Hartmut, eds., “Representations of War on the Western Front, 1914-1918: Some 
Reflections on Cultural Ambivalence”, en Power, Violence and Mass Death in Pre-Modern Times, 
Farnham, Surrey, Ashgate, 2004, pp. 205-216. 
	
	 	
	
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Percepciones del ejército 
Es imposible negar que durante la primera mitad del siglo XIX el ejército y la guerra 
no eran elementos populares en la imaginación colectiva británica. Si bien es cierto 
que algunos autores24 han planteado que incluso los conflictos bélicos de principios 
de siglo fueron populares ya que, por ejemplo, las guerras napoleónicas se 
convirtieron en una fuente de orgullo nacional y las victorias se celebraban en 
canciones, pinturas, grabados, poesía, estatuas y espectáculos, ello no significó que 
la sociedad británica tuviera un verdadero aprecio por su ejército o por sus 
soldados. Aún así, los estadistas militares desarrollaron un discurso y una 
representación idealizada de la batalla basada en las guerras napoleónicas,25 pero 
es importante diferenciar entre el imaginario del ejército y aquel de la población civil, 
pues fue más fácil convencer a los propios miembros de la milicia que la guerra era 
una cosa notable que a aquellos miembros de la sociedad que no tenían nada que 
ver con ella. 
 También es necesario hacer una distinción entre el ejército regular y la marina. 
Ésta última gozaba de un mayor reconocimiento y representaba el poderío británico 
frente a sus competidores continentales y frente a sus súbditos imperiales. La 
marina, a diferencia del ejército, funcionaba como un factor determinante en la 
balanza de poderes entre las potencias y como instrumento de política exterior.26 El 
ejército, por su parte, era la principal herramienta de la política imperial, montaba 
																																																								
24 Linda Colley, Britons: Forging the Nation, 1707-1837, New Haven, Yale University Press, 
2005; Gillian Russell, The Theatres of War: Performance, Politics, and Society, 1793-1815, Oxford, 
Oxford University Press, 1995. 
25 Véase: John A. Lynn, Battle: a history of combat and culture, Rev. and updated ed, New 
York, Basic Books, 2008, pp. 179-217. 
26 Véase: Edward M. Spiers, “The Armed Forces”, en A Companion to Nineteenth-Century 
Britain, ed. Chris Williams, Oxford, Blackwell Publishing Ltd, 2007, 79–92. 
	
	 	
	
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campañas de conquista o anexión, suprimía el desorden y llevaba a cabo 
expediciones punitivas para vengar algún mal, suprimir un insulto o derrocar a algún 
enemigo peligroso. En mi estudio únicamente me enfocaré en el lugar que ocupaba 
el ejército regular en la cultura popular británica, pues fue precisamente esta rama 
de las fuerzas armadas el que jugó el papel más importante durante la Gran Guerra. 
 Durante la primera mitad del siglo XIX los soldados, esto es, los soldados 
rasos, eran vistos con malos ojos por la sociedad civil;27 los percibían como 
alcohólicos, peleoneros, groseros, insubordinados y focos de violencia. Según 
Edward Spiers, el soldado común no mejoró ante la opinión pública durante ese 
periodo. A pesar de su creciente popularidad gracias a su papel en las guerras 
imperiales, los soldados siguieron siendo objeto de discriminación en teatros, 
restaurantes, autobuses y muchas familias consideraban que era una verdadera 
deshonra que alguno de sus miembros estuviera enlistado.28 
 De ahí que, durante todo el siglo XIX, el ejército haya sufrido por su falta de 
voluntarios.29 Gran Bretaña fue, hasta 1916, la única potencia europea que nunca 
había tenido un sistema de reclutamiento obligatorio;30 la falta de voluntarios fue un 
																																																								
27 Esto es un relfejo del carácter clasista de la sociedad británica, pues se hacía una clara 
distinción entre el soldado razo y el oficial. Véase p. 24. 
28 Edward M. Spiers, «The Late Victorian Army 1868-1914», en The Oxford History of the 
British Army, ed. David Chandler y Ian Frederick William Beckett, Oxford, Oxford University Press, 
2003, p. 190. 
29 También es posible atribuir esta falta de voluntarios a las malas condiciones que se tenían 
en el ejército. La paga era mala y se tenía además la constante amenaza de muerte. Los servicios 
eran largos, cerca de diez años, y debían prestarse en ultramar en lugares lejanos y completamente 
diferentes a Gran Bretaña. Después de la guerra de Crimea se buscó reformar el ejército, reduciendo 
los años de servicio y mejorando la paga, de manera que éste se volviera más atractivo y poder 
captar un mayor numero de voluntarios. 
30 Para un análisis de los motivos por los cuales Gran Bretaña introdujo un sistema de 
reclutamiento obligatorio véase David Silbey, The British Working Class and Enthusiasm for War, 
1914-1916, London, Routledge, 2012. 
	
	 	
	
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problema grave y recurrente para las autoridades militares, sobre todo si tomamos 
en cuenta que, lejos de evitar la guerra, durante el siglo XIX hubo rara vez algún año 
en que los soldados británicos no estuvieran en acción en alguna parte del mundo 
defendiendo o extendiendo el imperio. 
 Por otro lado, es importante mencionar el uso de “proxies” en las guerras 
británicas, sobre todo en contra de Francia y España a partir de la segunda mitad 
del siglo XVIII, como por ejemplo en la Guerra de los Siete Años. Gran Bretaña hizo 
uso estratégico de sus aliados continentales para asegurar que ellos se encargaran 
de enfrentarse a sus enemigos mientras que los británicos controlaban los mares. 
Esto anulaba la necesidad de contar con ejércitos británicos más grandes y de tener 
un sistema de reclutamiento obligatorio. 
 
Discurso de guerra 
Para 1850, muchos británicos llegaron a creer en el destino imperial de su país. Las 
victorias sucesivas de Gran Bretañaa finales del siglo XVIII trajeron enormes 
ganancias territoriales para el imperio así como oportunidades ilimitadas para la 
explotación comercial. La dramática expansión entre 1763 y 1815 implicó que el 
imperio ya no sólo estaba compuesto por emigrantes británicos, ya no era 
predominantemente protestante, ni siquiera predominantemente cristiano, sino que 
incluía a una enorme diversidad de “razas paganas”, la mayoría de las cuales no le 
tenían cariño a sus nuevos amos.31 Si la explotación comercial del imperio era la 
sangre que nutría a Gran Bretaña (como era entendido por los contemporáneos), 
																																																								
31 Michael Paris, Warrior Nation, p. 16 
	
	 	
	
19	
	
	
entonces resultaba esencial mantener dicho imperio unido y sólo la fuerza militar era 
capaz de hacerlo. El disgusto de los victorianos hacia la guerra y el soldado y la 
exclusión de los militares de la política esconde el grado de aceptación que la 
guerra tenía en la sociedad como elemento central del bienestar nacional. 
 El discurso que desarrollaron los británicos a lo largo del siglo XIX para 
justificar sus actividades imperialistas era en realidad mucho más complejo. La 
expansión imperial, y la ideología que la acompañaba, estaba íntimamente 
relacionada con el evangelismo, el nacionalismo y la actividad militar.32 Los 
evangélicos desarrollaron una serie de convicciones que culminaron en una 
creencia mística, según la cual, los británicos se habían convertido en una especie 
de “pueblo elegido” que tenía una relación especial con Dios.33 Así, al tener una 
posición privilegiada en el orden universal, los británicos tenían también una 
responsabilidad hacia los menos afortunados, en particular aquellos que no 
conocían la palabra de Dios. Estas ideas dieron pie al desarrollo de una actividad 
misionera agresiva y proveían a su vez un discurso que aprobaba la visión 
imperialista: los británicos tenían un destino manifiesto. 
 El nacionalismo agresivo, combinado con una fuerte creencia en un deber 
religioso y moral hacia los desfavorecidos, ayudó a justificar la guerra y el ejército 
																																																								
32 Linda Colley, en su libro ganador del premio Wolfson, argumenta que la guerra fue la partera 
de la unidad nacional y que Gran Bretaña fue una invención forjada ante todo por la guerra. Los 100 
años de guerra que terminaron con Waterloo fueron testigos del surgimiento de la nación moderna. 
Los recurrentes conflictos con Francia obligaron a los británicos a enfrentarse a un “otro” hostil, lo 
que favoreció la definición de un “nosotros” que luchaba colectivamente en contra del enemigo 
externo. Se definieron a sí mismos como protestantes luchando por su supervivencia frente a la 
potencia católica. 
Linda Colley, Britons. 
33 Michael Paris, Warrior Nation, p. 14; Para un análisis del evangelismo véase: John Wolffe, 
“Evangelicalism in Mid-Nineteenth Century England”, en Patriotism: The Making and Unmaking of 
British National Identity, ed. Raphael Samuel, London, Routledge, 1989. 
	
	 	
	
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como elementos esenciales en el plan divino.34 Los evangélicos hicieron intentos 
conscientes de crear un ejército cristiano y desarrollaron un aparato propagandístico 
que representaba al soldado como un guerrero cristiano. Esto indudablemente 
favoreció la imagen del soldado frente a la sociedad. 
 Anderson analiza la relación entre el militarismo y algunos aspectos de la vida 
religiosa británica a mediados del siglo XIX en lo que denomina “militarismo 
cristiano”.35 Al igual que otros autores,36 plantea que la Guerra de Crimea fue un 
evento paradigmático en la transformación de las actitudes civiles hacia el ejército. 
Por primera vez las tropas fueron aclamadas como “el ejército del pueblo” y 
nociones idealizadas sobre los motivos por los que estaban peleando, junto con una 
identificación pública sin precedentes de las dificultades que enfrentaba el ejército 
en Sebastopol, se combinaron para darles un inmenso atractivo emocional.37 Aún 
más importante que la promoción de simpatías populares hacia el sufrimiento de los 
soldados fue la manera en que la guerra favoreció la creación de una noción del 
ejército como un instrumento de la voluntad nacional. 
 En la guerra de Crimea (1853-1856), una alianza de naciones, principalmente 
Gran Bretaña, Francia, el Imperio Otomano y Cerdeña, pelearon en contra de la 
Rusia imperial. Las causas de la guerra fueron complejas, pero esencialmente, 
Rusia estaba tratando de expandir su área de influencia en los Balcanes y la zona 
este del Mediterráneo a expensas de Turquía. Sus objetivos amenazaban 
																																																								
34 Michael Paris, Warrior Nation, p. 15. 
35 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”, The English 
Historical Review LXXXVI, no. CCCXXXVIII (1 de enero de 1971): 46-72. 
36 Michael Paris, Warrior Nation; Michael C. C. Adams, Echoes of War: A Thousand Years of 
Military History in Popular Culture, Lexington, University Press of Kentucky, 2002. 
37 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”, p. 46. 
	
	 	
	
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directamente los intereses imperiales y comerciales británicos y ponían en juego la 
política tradicional del “balance de poder” según la cual ningún estado debía 
volverse demasiado dominante en un área geográfica vital. Napoleón III, emperador 
de Francia, necesitaba éxitos en el extranjero para legitimar su poder por lo que 
apoyó a Gran Bretaña. 
 Adams hace una observación interesante en torno a algunos aspectos de la 
guerra de Crimea, de forma particular sobre el Charge of the Light Brigade of British 
Cavalry en Balaclava el 25 de octubre de 1854, la cual considera fue una acción que 
claramente resultó en la derrota, y postula que probablemente no debió haberse 
peleado de la forma en la que se hizo: “[It] involved poor judgement or weak 
communication, and yet it came to be seen by important cultural interpreters as 
examples of sublime heroism in the service of important common values,38 and 
therefore worth the price in lives.”39 Para Adams, este evento impulsó un cambio 
significativo hacia una postura mucho más positiva en torno a los beneficios 
culturales de la guerra. 
 Incluso el gran poeta Alfred Tennyson escribió un poema titulado The Charge 
of the Light Brigade. Reproduzco los fragmentos que me parecen más significativos 
y que podemos caracterizar como representaciones heroicas de los soldados 
británicos: 
“Forward, the Light Brigade!" 
Was there a man dismay'd? 
Not tho' the soldier knew 
																																																								
38 Compárense, por ejemplo, con las reacciones de la gente a la Batalla del Somme, otra 
maniobra militar mal planeada y una derrota incuestionable. 
39 Michael C. C. Adams, Echoes of War, p. 110. 
	
	 	
	
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Someone had blunder'd: 
Theirs not to make reply, 
Theirs not to reason why, 
Theirs but to do and die: 
Into the valley of Death 
Rode the six hundred. [...] 
Volley'd and thunder'd; 
Storm'd at with shot and shell, 
Boldly they rode and well, 
Into the jaws of Death, [...] 
When can their glory fade? 
O the wild charge they made! 
All the world wondered. 
Honor the charge they made, 
Honor the Light Brigade, 
Noble six hundred.40 
 La alusión al desapego con el que los soldados se entregaron al valle de la 
muerte habla de un heroísmo y valor extraordinarios. Tennyson nos presenta a un 
grupo de hombres obedientes, que no cuestionan los motivos ni las órdenes (“Theirs 
not to make reply, Theirs not to reason why,”) sino que las llevan a cabo con la 
mayor de las valentías (“Boldly they rode and well, Into the jaws of Death”). Como se 
puede observar en la última estrofa, el autor los llena de honor, nobleza y gloria y en 
cierto sentido exige que sus contemporáneosles otorguen un lugar predominante en 
su memoria como agentes heroicos. 
 Por su parte, Anderson profundiza en las interpretaciones religiosas de la 
Guerra de Crimea como factores fundamentales en la transformación de las 
actitudes hacia lo bélico. Los evangélicos anglicanos llevaban tiempo intentado 
																																																								
40 Alfred Tennyson, Selected Poems, New York, Dover Publications, 1992, pp. 52-53. 
	
	 	
	
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demostrar la compatibilidad de una piedad devota y una actividad militar distinguida 
en la figura del “santo-soldado”.41 La actitud del público británico ante la guerra de 
Crimea les brindó una extraordinaria oportunidad para llevar esto a cabo. Así, las 
experiencias de la guerra y sus secuelas literarias ofrecieron al público religioso 
pruebas plausibles de que un soldado podía ser un buen cristiano y que podía existir 
algo así como “la Iglesia en el ejército”.42 
 Sin embargo, según Anderson, aún más que la guerra de Crimea fue el Motín 
Indio de 1857 el que permitió a los evangélicos desarrollar un discurso que vinculara 
al cristianismo con el ejército.43 Las dramáticas circunstancias de dicho evento ⎯ lo 
repentino, su ferocidad y el hecho de que hubieran niños y mujeres involucrados ⎯ 
creó un ambiente de inquietud y tensión en Gran Bretaña. En el caso de los 
cristianos esto se vio intensificado por su convicción de que el motín era en realidad 
una amenaza hacia la cristiandad misma. Los oficiales que participaron en el 
aplacamiento del motín se convirtieron en héroes británicos, como fue el caso de 
Henry Havelock. Paris nos dice que: “The importance of the events of the 1850’s, 
the Crimean War and the Indian Mutiny was that they provided dynamic examples of 
																																																								
41 No obstante, exisitieron otros grupos de cristianos que estaban en contra de este tipo de 
militarismo religioso y que, por el contrario, defendían la idea de que podía haber un cristianismo 
pacífico, compasivo y persuasivo. Un defensor de esta postura fue Zachary Macaulay - padre del 
reconocido historiador Thomas Macauley – miembro de la “Church Missionary Society” y de “The 
Clapham Sect” que era un grupo de reformadores sociales dentro de la Church of England que 
defendían, entre otras cosas, la abolición de la esclavitud. 
42 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”, p. 49. 
43 El motín indio fue una rebelión generalizada pero infructuosa en contra del dominio británico 
en India. Comenzó en Meerut con las tropas indias al servicio de la British East India Company y 
luego se extendío a Delhi, Agra, Kanpur y Lucknow. En India es conocida como la Primera Guerra de 
Independencia. 
	
	 	
	
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the Christian warrior in action – the idealized image given flesh and blood and 
fighting the just war.”44 
 La década posterior a la guerra de Crimea fue testigo del rápido crecimiento de 
varios tipos de trabajo voluntario de los grupos religiosos entre las tropas: 
In its origins this novel development was primarily an expression of the 
changing attitudes inspired by that war and by the Mutiny. But there is no doubt 
that as the conviction spread, that these efforts were proving successful, they 
powerfully encouraged the growth of feelings of direct concern, sympathy and 
pride towards the army in those who supported them.45 
 Para la década de 1860 el término “soldado cristiano” se había convertido en 
un lugar común y es posible asegurar que la actitud de diversos sectores del público 
religioso hacia los oficiales y soldados se había vuelto más positiva, al igual que 
hacia los aspectos externos y el ethos de la milicia: 
The Crimean War and the Indian Mutiny did much to legitimize war. Both events 
were portrayed as righteous acts and appeared to justify evangelical convictions 
that Britons were indeed the chosen people. British aggression was 
hypocritically portrayed as a chivalric defence of the weak or a religious crusade 
against the forces of darkness, while conquest brought order to chaos and took 
the benefits of civilization to the unenlightened.46 
 Los grupos religiosos no sólo favorecieron la creación de una imagen mucho 
más positiva hacia el ejército, sino que proveyeron una serie de argumentos que 
permitieron a la sociedad británica justificar sus acciones y proyecciones 
																																																								
44 Michael Paris, Warrior Nation, p. 32. 
45 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”, p. 60. 
46 Michael Paris, Warrior Nation, p. 42. 
	
	 	
	
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imperialistas. Esto puede observarse en el caso de las Guerras del Opio en contra 
de China (Primera Guerra del Opio 1839-1842 y Segunda Guerra del Opio 1856-
1860). Si bien es cierto que algunos victorianos expresaron algunas dudas morales 
en torno a la política británica en China, la opinión mayoritaria, de forma bastante 
hipócrita, vio a la guerra como moralmente justificada, peleada no por adquirir algún 
tipo de ganancia comercial, sino para llevar la ilustración a los paganos.47 “Most 
nineteenth-century men and women could quote the Evangelical creed and justify 
the increasing use of military force as ‘necessary for the greater good’, and 
‘Heaven’s Command’ to spread Christianity and civilization.”48 
 La guerra de Crimea, además de promover la transformación de las actitudes 
de la sociedad civil hacia la milicia, también revivió el interés en las reformas del 
ejército.49 Durante su periodo como Secretario de Estado para la Guerra (1868-74) 
Edward Cardwell se encargó de realizar una reforma en la administración y 
organización del ejército,50 buscó hacer de este una institución más económica y 
eficiente, pero sus propuestas rindieron pocos frutos.51 Las reformas no fueron 
efectivas en parte porque algunas de las medidas necesarias eran realmente 
																																																								
47 Michael Paris cita un artículo del Ilustrated London News del 18 de febrero de 1843 que me 
parece muy revelador: “The Chinese war was not a war of mighty prowess, it was not a war of trophy, 
vanity, and pride, but it was a great war for mankind. It opened the eyes of millions of human beings 
who were buried in the dark recesses of idolatry and unfurled the wings of commerce . . . It shed the 
glorious gleam of Christianity upon an almost pagan world.” 
48 Michael Paris, Warrior Nation, p. 23. 
49 Véase Gwyn Harries-Jenkins, “The Development of Professionalism in the Victorian Army”, 
Armed Forces & Society 1, no 4 (10 de enero de 1975): pp. 472-489 
50 Para un recuento detallado de sus reformas véase: David Chandler y Ian Frederick William 
Beckett. The Oxford History of the British Army. Oxford University Press, 2003. pp. 187; Brian Bond, 
“The Late Victorian Army”, History Today 11, pp. 616-624. 
51 La historiografía revisionista comenzó a cuestionar la efectividad de las reformas militares 
durante la segunda mitad del siglo XIX 
	
	 	
	
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disparatadas52 y muy costosas y en parte porque el ejército redimió su reputación en 
el Motín Indio.53 
 
Ethos Caballeresco 
En el proceso de aceptación de la guerra tuvo un lugar importante el 
redescubrimiento del ethos caballeresco a principios del siglo XIX, el cual ablandó y 
romantizó la concepción de la guerra. El ethos caballeresco, desarrollado en la Edad 
Media como un código de comportamiento, removía los elementos más brutales de 
la guerra al crear un estricto código moral para el guerrero. De tal forma, el acto de 
matar a otro ser humano se convertía en un juego emocionante, jugado de acuerdo 
a un código de comportamiento noble. En la década de 1820 el interés en lo 
caballeresco se limitaba a las élites, pero pronto se volvió popular en círculos de 
clase media. Se interpretó como una guía para el comportamiento de un verdadero 
“caballero”54y apropiado para la vida civil. 
 En este proceso jugaron un papel fundamental la novelas medievalistas, como 
por ejemplo El talisman de Walter Scott, en donde se combinaban las ideas de 
caballería, raza sajona y cristianismo para hacer frente a un Oriente bárbaro y 
despótico. De una manera un tanto anacrónica, el ethos caballeresco, fue 
																																																								
52 Véase: Edward Spiers, “The Armed Forces”, pp. 84-87. 
53 Harries-Jenkins plantea que una de las principales razones por las que las reformas de 
profesionalización del ejército fueron inefectivas tienen que ver con la tradición de amateurismo de 
las fuerzas armadas y con las particularidades de la sociedad británica que veía con recelo cualquier 
tipo de profesionalización, sobre todo en el grupo de las élites que consideraban que su lugar en la 
estructura social tenía que ver con la tradición y no con la preparación, un claro contraste con 
Alemania en la misma época. 
54 En inglés, a diferencia del español, existe una clara distinción entre los términos de 
gentleman y knight. En este trabajo utilizo la palabra caballero para referirme al primero. 
	
	 	
	
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presentado mediante un lenguaje que lo acercaba a las ideas de progreso y 
civilización que esgrimía la Gran Bretaña del siglo XIX para promover su labor 
imperial en Oriente Próximo y Tierra Santa.55 
 Según Stefan Goebel el concepto de lo caballeresco56 operaba en dos niveles 
interrelacionados. Por un lado se mantuvo como un fenómeno estético dentro de las 
clases gobernantes, pues ofrecía una especie de redención estética frente a la 
supuesta fealdad de la época moderna y por otro, las imágenes románticas de lo 
caballeresco se transformaron en una fuerza normativa: “The concept of the 
gentleman came into being in part as an adoption of the medieval idea of chivalry 
designed for modern everyday life.”57 El paradigma caballeresco era, en esencia, un 
código de comportamiento que prescribía una serie de virtudes como la justicia, la 
amabilidad y la lealtad. El lenguaje de pelea permeó la comunidad de caballeros, de 
forma que algunos historiadores han sugerido que los caballeros británicos de 
principios del siglo XX estaban mentalmente equipados para el combate cuando 
estalló la guerra en 1914. 
 Resulta importante hacer algunas distinciones en lo que se refiere a las 
actitudes de la sociedad civil hacia el ejército, pues una cosa era el soldado raso y 
otra muy distinta el oficial; este último gozaba de respeto, admiración y status. El 
grupo de los oficiales estaba compuesto por la aristocracia británica, la cual fue 
capaz de convencerse a sí misma, y al resto de la sociedad, de que era un élite 
																																																								
55 David Spurr, The Rhetoric of Empire: Colonial Discourse in Journalism, Travel Writing, and 
Imperial Administration, Durham, NC, Duke University Press, 1993, p. 114 
56 Chivalry 
57 Stefan Goebel, The Great War and Medieval Memory: War, Remembrance and Medievalism 
in Britain and Germany, 1914-1940, Cambridge ; New York, Cambridge University Press, 2007, p. 
189. 
	
	 	
	
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dedicada al servicio de la nación y que estaba preparada para sacrificar su sudor y 
sangre por la grandeza nacional. Su heroísmo se convirtió en el objeto de pinturas, 
poemas y grabados. Tal fue el caso de varios de los héroes imperiales victorianos 
como Lord Wolseley, Lord Roberts o incluso Lord Kitchener.58 En ellos quedaron 
plasmados todos los conceptos de lo que era un héroe, con virtudes caballerescas y 
se representaron como los guerreros ideales defensores del gran imperio británico. 
Los oficiales generaron una identidad de grupo y una serie de normas que 
reflejaban su preferencia por una autoimagen tradicional, elitista y heroica: “Officers 
thought themselves superior to the remainder of society in their organization, social 
importance, code of ethics, sense of community, and acquired skill.”59 
 La guerra proveía a la aristocracia no solo de status, sino de trabajo y 
propósito. A sus hijos (y los hijos de aquellas familias ricas que podían costearlo) se 
les daba una educación de caballero y atendían escuelas públicas y universidades 
donde se educaban con los clásicos y se apreciaba el heroísmo masculino.60 El 
ethos de la escuela pública había sido construido en torno al ideal caballeresco con 
énfasis en las cualidades de deber, lealtad, sacrificio y honor. Los valores militares y 
las nociones de servicio impregnaron el ethos, los textos, las lecturas y la 
iconografía de las escuelas públicas: 
Thus the heroic virtues of war and the soldier were continually reinforced and 
even more widely disseminated with the rapid growth of the public school system 
																																																								
58 Edward Spiers, “The Late Victorian Army 1868-1914”, p. 192. 
59 Gwyn Harries-Jenkins, “The Development of Professionalism in the Victorian Army”, p. 472. 
60 En Inglaterra las escuelas públicas o public schools eran escuelas privadas, costosas y 
exclusivas. El término público implicaba que no se restringía acceso en función de la religión, 
ocupación o lugar de origen. Estas escuelas tenían una fuerte asociación con las clases gobernantes 
y educaban a las clases altas y medias-altas. En una de las más conocidas, Charterhouse, fue donde 
estudió Robert Graves. 
	
	 	
	
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[...] War then was central to the continued existence of the nation and of the 
patrician elite, but it was also a subject of considerable interest for the common 
people.61 
 
Artefactos culturales 
Paris muestra cómo el proceso de aceptación de la guerra se vio impulsado de 
manera extraordinaria por los artefactos culturales ⎯ tales como novelas, cuentos, 
juguetes, juegos e imágenes ⎯ creados para la juventud, que convirtieron a la 
guerra en un espectáculo entretenido que reconstruía la batalla como una aventura 
emocionante.62 La cultura masiva que comenzó a desarrollarse en ese periodo 
reflejaba esta nueva actitud hacia la guerra y el público manifestó su fascinación por 
la guerra y los guerreros a través del consumo de la ficción, la poesía, las artes 
visuales e incluso en imágenes de publicidad.63 
 Todo lo anterior reforzó las ideas sobre la legitimidad de la guerra y el romance 
de la batalla, lo que llevó al desarrollo de lo que Graham Dawson ha llamado “the 
pleasure culture of war”,64 en donde la guerra y las heroicas, aunque violentas, 
																																																								
61 Michael Paris, Warrior Nation, 18. 
62 En este sentido, Michael Paris coincide con la propuesta de Christopher Leach en torno al 
papel que jugó la youth culture, en la reconfiguración de la representación de la guerra. 
63 Vale la pena hacer una reflexión acerca del surgimiento de la sociedad de masas en Gran 
Bretaña, pues se trató, en términos culturales, de un proceso en muchos sentidos contradictorio. 
Para mediados del siglo XIX la Revolución Industrial comenzó a rendir frutos dando un mayor acceso 
al consumo y mejorando el estado de bienestar de varias clases sociales. Sin embargo, los valores 
británicos se mantuvieron esencialmente conservadores, tradicionales y clasistas. El tradicionalismo 
británico se vio en la necesiadad de adaptarse a las nuevas realidades socioeconómicas y buscar la 
manera de conciliar estas contradicciones y mantener un espíritu político y moral conservador y 
aristocrático. 
64 Dawson la define de la siguiente manera: “Images and stories about military war, [...] clearly 
provided pleasure and exitement for very large numbers of men and boys, to the extent that it seemed 
feasible to speak of a popular masculine pleasure-culture of war.” Graham Dawson, Soldier Heroes: 
	
	 	
	
30	
	
	
acciones del guerrero se volvieron un tema popular en la industria del 
entretenimiento masivo lo que además favoreció el desarrollo del militarismo popularque afectó a la sociedad británica hacia finales del siglo XIX. “The pleasure culture 
of war was in part a spontaneous celebration of the nation’s millitary prowess, but 
more importantly it was a reflection of the realities of the agressive expansion of 
empire.”65 
 Los medios impresos, las imágenes y los desfiles proveían representaciones 
de guerra llevadas a cabo por el pequeño ejército profesional británico en diversos 
lugares del imperio. Era una representación basada en la historia, la tradición y 
ceremonia militar y el voluntarismo doméstico, pero sobre todo era una 
representación vista a través de la lente imperialista.66 Era un producto ávidamente 
consumido, sobre todo después de 1870 cuando la industria de la cultura proveyó 
aún más productos y las guerras imperiales proliferaron. La guerra era popular. Esto 
se vio facilitado además por el hecho de que los victorianos no tenían ninguna 
experiencia directa de los sufrimientos o la brutalidad de la guerra, pues la última 
batalla peleada en tierra británica había sido en 1745 y este distanciamiento de las 
realidades de la batalla permitió a los británicos disfrutar de las emociones de la 
guerra.67 La idea de la guerra como un espectáculo entretenido convirtió al conflicto 
en algo aceptable y atractivo. 
																																																																																																																																																																												
British Adventure, Empire, and the Imagining of Masculinities, London ; New York, Routledge, 1994, 
p. 4. 
65 Michael Paris, Over the Top: The Great War and Juvenile Literature in Britain, Westport, 
Conn, Praeger, 2004, p. XVII. 
66 Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”, p. 1. 
67 Michael Paris, Over the Top, p. XVII. 
	
	 	
	
31	
	
	
 Todo esto culminó hacia finales del siglo XIX, cuando la mayoría de la 
sociedad llegó a considerar que las guerras de expansión imperial o de defensa 
nacional eran inevitables, y por tanto, que los británicos debían estar preparados 
para actuar ante estos conflictos. El ejército británico tuvo que hacer frente a los 
crecientes compromisos en torno a la defensa y manutención del imperio con las 
limitantes del sistema de enlistamiento voluntario y el bajo presupuesto que les era 
asignado. Tuvo que adaptarse a las demandas de la guerra colonial, los retos del 
nuevo armamento y los requerimientos organizacionales que implicaba enviar 
fuerzas expedicionarias a ultramar con poco tiempo de preparación.68 
 Incluso durante la década de 1890 muchos británicos creyeron que su nación 
enfrentaba una terrible amenaza frente a los intereses comerciales agresivos de los 
imperios continentales que desafiaban directamente la supremacía británica. 
Preparar a los jóvenes para servir y defender al imperio y enfrentarse a los rivales 
europeos era considerado como una cuestión de vital importancia, pues el destino 
del imperio pronto estaría en sus manos.69 
 
Literatura juvenil 
Durante el siglo XIX, y sobre todo a partir de 1870, Gran Bretaña presenció un 
“boom” en la literatura juvenil. Se ha vuelto un lugar común asumir que la verdadera 
masificación de la cultura fue posible gracias a los medios de comunicación masiva 
como la radio y la televisión, no obstante, hay que matizar esta postura pues las 
																																																								
68 Edward Spiers, “The Armed Forces”. 
69 Michael Paris, Warrior Nation, p. 8. 
	
	 	
	
32	
	
	
novelas y publicaciones periódicas para jóvenes llegaron a captar a millones de 
lectores semanalmente y en el caso de algunos autores las ventas alcanzaron cifras 
en decenas de millones. Esto fue posible gracias al aumento en la educación y a la 
alfabetización masiva, lo que generó las condiciones necesarias para el desarrollo 
del mercado de literatura juvenil.70 
 Desde principios del siglo XIX la literatura para niños había formado parte del 
proceso de socialización, al ofrecer instrucción, guía y modelos a seguir en el 
comportamiento, los valores y las actitudes que la sociedad consideraba deseable 
promover entre los infantes. Las novelas para jóvenes, conocidas simplemente 
como juveniles representaban al mundo de una forma mucho más ingenua que las 
novelas para adultos, pero en su ingenuidad eran a la vez más directas. Según 
Hugill en su estudio de la literatura juvenil británica, las publicaciones juveniles eran 
todas iguales en tanto que todas estaban dirigidas a lectores jóvenes que aún no 
podían lidiar con ideas y cuestiones complejas, y buscaban simplificar el mundo 
adulto para hacerlo inteligible.71 Se caracterizaban por utilizar un lenguaje sencillo, 
personajes psicológicamente simplistas y tramas con morales y motivos infantiles. 
Hugill define a los “boy’s juveniles” como “simple prescriptions for how boys ought to 
behave in an idealized adult world.”72 
																																																								
70 Según las cifras que aporta Paris, para 1830 dos tercios de las clases trabajadoras podían 
leer y escribir. 
Michael Paris, Warrior Nation, p. 49. 
71 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”, Cultural Geographies 
6, no 3 (1999), pp. 318–340. 
72 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”, p. 319. 
Es importante destacar que las publicaciones juveniles estaban dirigidas principalmente al 
sexo masculino, La sociedad victoriana desarrolló un fuerte sentido de diferenciación de género y de 
	
	 	
	
33	
	
	
 El origen de los cuentos de aventura para niños y su vínculo con el romance 
del ascenso individual es inherentemente imperial: era en la frontera imperial en 
donde las aventuras eran posibles debido a que las constricciones de la rígida 
estructura de clases británica eran mucho menos efectivas. El imperio era el sitio 
dominante en el avance social individual. “Adventure fictions, generally written for 
boys and young men aged between 10 and 18 years, were intended to inculcate 
patriotism, manliness, and a sense of duty to Crown and Empire among readers.”73 
 Por otro lado, los reportes periodísticos de los emisarios británicos eran leídos 
ávidamente en Gran Bretaña. Fue durante la guerra de Crimea cuando esta práctica 
se volvió particularmente popular. Las acciones de los soldados eran recontadas 
gráficamente por corresponsales de guerra quienes, al igual que los ilustradores de 
guerra y pintores de batallas, se concentraban en el heroísmo, el drama y la gloria 
de la guerra. La escritura militar en biografías, libros de historia y ficción sobre 
campañas, incluyendo fantasías de invasión, resultó sumamente popular: “Juvenile 
fiction catered for a widespread interest in war and militarism.”74 
 Las novelas de George Alfred Henty son el prototipo de todos los romances 
imperiales británicos.75 Sus definiciones de lo que implicaba el comportamiento 
masculino al que todo niño debía aspirar estaban fuertemente limitadas por la 
estructura de la vida familiar y la responsabilidad imperial. Muchos autores76 
																																																																																																																																																																												
los roles asignados a cada sexo. Así, estas publicaciones semanales inculcaban valores 
relacionados con el “deber ser” masculino. 
73 Michael Paris, Over the Top, p. XIII. 
74 Edward Spiers, “The Armed Forces”, p. 89. 
75 Ex-soldado y corresponsal de guerra para el London Standard. 
76 Michael Paris, Warrior Nation; Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ 
novels”; Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”. 
	
	 	
	
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coinciden en nombrar a Henty, más que a ningún otro individuo, como el agente 
fundamental en el proceso de convertir a la guerra en un instrumento literario 
aceptable. Adoptó al guerrero como el portadordel ideal masculino en sus 
inmensamente exitosos77 y patrióticos cuentos para niños.78 
 Henty heredó mucho de escritores de aventuras previos como Kingston, 
Ballantyne y Kingsley quienes habían desarrollado ideas sobre la masculinidad y el 
destino imperial británico, pero a esto le agregó su propia visión romántica de la 
guerra. Enseñó a sus lectores que la guerra era inevitable si la nación habría de 
preservar y extender su imperio, pero también les enseñaba que era más que una 
necesidad de supervivencia imperial, era también una aventura emocionante y al 
experimentarla los niños se convertían en hombres, marcaban su lugar en el mundo 
y adquirían honor y posición: “Almost single-handedly, Henty created a new sub-
genre of juvenile adventure fiction, the war story.”79 
 Henty, defensor del imperio y de la masculinidad caballeresca, unió estas ideas 
en un retrato idealizado del guerrero imperial, el instrumento por medio del cual el 
imperio había sido forjado y sus fronteras se habían mantenido. Según Paris, Henty 
se vio influenciado por visiones contemporáneas de la historia y veía a la historia 
británica como una serie de guerras inevitables que habían creado “Greater Britain”, 
																																																								
77 Henty publicó más de 80 novelas para jóvenes, varias de las cuales alcanzaron ventas de 
decenas de miles de ejemplares. Incluso hay anécdotas que mencionan que las bibliotecas no 
permitían que un mismo usuario solicitara la misma novela más de una vez, para permitir que más 
jóvenes pudieran tener acceso a ellas. 
78 Traduje el término boy`s stories como cuentos para niños, sin embargo esta traducción no 
conlleva el mismo mensaje que el concepto original. Un boy story o story paper es una publicación 
periódica similar a una revista literaria que presenta ilustraciones y textos dirigidos a niños y jóvenes 
de sexo masculino. En Gran Bretaña también eran conocidos como 'Boys' Weeklies'. 
79 Michael Paris, Warrior Nation, p. 9. 
	
	 	
	
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y creía que las futuras generaciones debían estar preparadas para la guerra 
constante en la defensa del imperio.80 
 El éxito de Henty fue tan evidente que muchos otros siguieron sus pasos, 
deseosos de, por un lado, mostrar su patriotismo al inculcar los valores que 
consideraban necesarios para asegurar la supervivencia del imperio y por el otro, de 
generar las ganancias que prometía este nuevo mercado. Estos autores estresaban 
los vínculos ente la masculinidad,81 el deporte, la responsabilidad cristiana y 
comunal y el imperio.82 La literatura de guerra no sólo reflejó el interés público en la 
guerra sino que ayudó a establecer nociones positivas de la violencia al convertir el 
combate en una cruzada moral entretenida y creando imágenes heroicas del 
guerrero. 
 Resulta revelador que este tipo de novelas no solamente eran populares entre 
los niños y jóvenes, sino que también eran aprobadas tanto por los padres de familia 
como por los maestros de escuela, quienes distribuían estos libros entre los niños 
como regalos y premios ya que reflejaban el espíritu de la época y reforzaban los 
valores victorianos. Parte de esa aprobación tenía que ver también con el hecho de 
que a través de las novelas y publicaciones juveniles sobre la guerra, se promovía 
un sentido del deber y un espíritu marcial en los niños quienes tenían en sus manos 
el futuro del imperio. “Through words and illustrations the boys’ papers created 
																																																								
80 Michael Paris, Over the Top, p. XIV. 
81 Manliness 
82 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”, p. 318. 
	
	 	
	
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powerful myths about the nature of war and the British soldier, and [...] they 
translated imperial ideology into an accessible code.”83 
 Además de las novelas, en Gran Bretaña existían muchas publicaciones 
ilustradas semanales, conocidas como Weeklies, o en el caso de los jóvenes, Boy’s 
Weeklies. Estas variaban en calidad y contenido, pero era común a todas el tema 
del imperialismo y de la guerra. Las de menor calidad que eran conocidas como 
“penny-dreadfuls” relataban aventuras sensacionalistas, y fue precisamente debido 
a sus bajos niveles de calidad que se favoreció la aparición de otras publicaciones 
semanales. Tal fue el caso de Chums o del Boy’s Own Paper, una de las más 
famosas y con mayor circulación, fundada en 1879 por el Religious Tract Society.84 
Estas nuevas publicaciones dirigían la agresión juvenil en canales aceptables de 
violencia. Las representaciones de la guerra antes de 1914 eran en esencia 
coloniales; describían la manera en la que una de las grandes potencias europeas 
exportaba violencia organizada a sus posesiones imperiales. 
 Además de la literatura imperial, en el último cuarto del siglo XIX tuvo un éxito 
enorme la llamada literatura de invasión, en donde Francia, el enemigo histórico de 
Gran Bretaña, fue suplantado en la ficción por la nueva Alemania expansionista. En 
estas novelas se presentaban historias de invasiones terribles y a la par se hacía 
una crítica a las autoridades militares por no estar preparadas ante esa posible 
eventualidad. Así, a través de la literatura se promovió la formación de una paranoia 
colectiva. 
																																																								
83 Michael Paris, Warrior Nation, p. 69. 
84 En esto podemos observar otro ejemplo de la interrelación entre el militarismo británico y los 
grupos religiosos. 
	
	 	
	
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Militarismo popular 
 Hacia mediados de siglo, la guerra incluso se comenzó a legitimar a través de 
un darwinismo social que predicaba la necesidad biológica de la guerra como el 
medio por el cual un pueblo dinámica y racialmente superior podía acceder a su 
verdadero destino.85 Al igual que los animales, las naciones se encontraban en una 
constante lucha por la supervivencia y únicamente a través de la guerra podían 
darse las condiciones para la supervivencia del más fuerte. Para la década de 1890 
la unión de la idea de una misión imperial divina, la influencia de la teoría social 
darwiniana y el creciente antagonismo entre los grandes poderes que hacían que la 
guerra fuera cada vez más probable, favoreció la creación de lo que Anne Summers 
ha llamado militarismo popular.86 Éste consistía en una aceptación generalizada de 
que la guerra era una práctica natural y legítima y era un medio por el cual se 
podían lograr metas nacionales. Ello tuvo como consecuencia el desarrollo de un 
nuevo respeto por el ejército y por la organización militar y en una admiración del 
soldado como portador ideal masculino. 
 El ideal de masculinidad de la época victoriana incluía cualidades de valor 
físico, ideales caballerescos, fortaleza y connotaciones de virtud militar y patriótica.87 
A lo largo del siglo XIX el concepto sufrió una serie de transformaciones; en un inicio 
																																																								
85 Michael Paris, Over the Top, p. XVII. 
86 Anne Summers, “Militarism in Britain before the Great War”, en History Workshop Journal, 
vol. 2, 1976, p. 104–123 
87 Véase: J. A. Mangan y James Walvin, Manliness and Morality: Middle-class Masculinity in 
Britain and America, 1800-1940, Manchester, Manchester University Press, 1987. 
	
	 	
	
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se encontraba íntimamente relacionado con el concepto de muscular christianity88 y 
con la idea de un proceso de ascenso y madurez en donde los jóvenes se 
transformaban en adultos. Hacia finales de esa época el ideal de masculinidad 
“stood for neo-Spartan virility as exemplified by stoicism, hardiness and endurance- 
the pre-eminent qualities of the famous English public school system [...]”89 
 Según algunos autores, hubo una crisis de masculinidad hacia fines del siglo 
XIX.90 Cada vez era más difícil mantener el orden en el imperio y reclutar voluntarios 
para el ejército debido a lasdeficiencias físicas e intelectuales de los jóvenes 
británicos, deficiencias que eran producto de las condiciones provocadas por la vida 
urbana y el trabajo industrial. Esto se vio exacerbado por la desastrosa guerra Boer, 
en donde los británicos sufrieron terribles pérdidas en una guerra impopular y en 
contra de un ejército guerrillero e improvisado. La sociedad, al igual que las 
autoridades, interpretaron el fracaso bélico como una muestra de la decadencia 
social, física y moral de los británicos. Al mismo tiempo, las ambiciones territoriales 
de los otros poderes europeos se percibían como una amenaza a los intereses 
británicos y esto, combinado con una creciente competencia económica con las 
economías en ascenso de naciones como Alemania o los Estados Unidos, 
provocaron una profunda sensación de inquietud. 
																																																								
88 “A central, even definifng chararcteristic of muscular christianity is an association between 
physical strength, religious certainty, and the ability to shape and control the world around oneself.” 
en Donald E. Hall, Muscular Christianity: Embodying the Victorian Age, Cambridge, Cambridge 
University Press, 2006, p. 7. 
89 J. A. Mangan y James Walvin, Manliness and Morality, p. 1. 
90 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels” p. 319; Michael Paris, 
Over the Top p. XVIII; Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”; Jay Winter, Joseph 
Canning, y Lehman Hartmut, “Representations of War on the Western Front, 1914-1918”. 
	
	 	
	
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 La solución a estos problemas se encontraba en la expansión de una nueva 
doctrina imperialista y masculina entre las clases recién alfabetizadas de donde se 
debían reclutar a los nuevos funcionarios militares y administrativos del imperio. Las 
novelas para jóvenes y las publicaciones periódicas ayudaron a lograr este objetivo: 
“Edwardian juveniles leave us in no doubt about what manly boys were supposed to 
think and how they should act. They were wholeheartedly to embrace imperialism 
and the ‘white man’s burden’91 with a simple patriotism.”92 Lo que se aprende en la 
infancia comúnmente se vuelve extraordinariamente influyente en la edad adulta y 
esto puede aplicarse a la literatura, las imágenes, los juegos etc. los cuales 
desempeñan un papel fundamental en la formación de actitudes y creencias. 
 La literatura y la educación no fueron los únicos medios por los que se buscó 
solucionar esta supuesta crisis en la masculinidad.93 Hacia finales del siglo XIX, 
Gran Bretaña presenció el surgimiento de varias organizaciones juveniles de 
carácter paramilitar. Tal fue el caso de The Boy’s Brigade, the Lads’ Drill 
																																																								
91 Este concepto se refiere a la supuesta obligación que tiene el hombre blanco de colonizar y 
regir otras naciones. La frase “White man’s burden” fue acuñada por Rudyard Kipling en un poema y 
utilizada para justificar el imperialismo como una noble empresa. 
Take up the White Man's burden, Send forth the best ye breed 
Go bind your sons to exile, to serve your captives' need; 
To wait in heavy harness, On fluttered folk and wild— 
 Your new-caught, sullen peoples, Half-devil and half-child. 
 (fragmento) 
Rudyard Kipling, The White Man’s Burden, Doubleday and McClure Company, 1899. 
Véase: David Spurr, “Chapter VII. Affirmation: The White Man’s Burden” en The Rhetoric of Empire, 
pp. 109-124. 
92 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”, p. 319. 
93 Algunos autores como Mangan y Walvin se inclinan más a considerar el surgimiento de las 
organizaciones paramilitares como un antídoto a la crisis en la masculinidad, mientras que otros 
como Anderson y Paris plantean que se trató más bien de una expresión del creciente militarismo 
británico de finales de siglo. 
	
	 	
	
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Association, the Salvation Army y the Church Army, entre otras. Incluso los Boy 
Scouts de Baden-Powell surgieron como resultado de la creencia de su fundador de 
que una guerra europea era inevitable y que los niños necesitaban tener 
conocimiento básico en cuestiones de exploración y actividades de supervivencia si 
habían de servir para algo en la guerra futura. 
 Estas organizaciones no sólo fungieron como promotores de la masculinidad 
sino que también buscaron instaurar un espíritu marcial, una disciplina y un 
patriotismo entre los jóvenes. Al mismo tiempo, promovían actividades físicas y un 
estilo de vida saludable que contrarrestaría la degeneración de la población urbana, 
creando así una generación de jóvenes que estaría preparada para la guerra no 
sólo psicológicamente sino también físicamente. 
 El militarismo británico de finales del siglo XIX no sólo era un asunto de 
actitudes adulatorias hacia los soldados profesionales sin precedente, sino también 
de una imitación civil de la organización, disciplina y parafernalia militar, y de la 
difusión de sentimientos y el uso de retórica militar en general.94 
 Si bien es cierto que resulta sumamente difícil establecer qué pensaba la gente 
sobre la guerra antes de experimentarla, podemos definir cómo el discurso de 
guerra subyacente fue modelado por la cultura de masas. Christopher Leach se 
propuso hacer esto en su tesis doctoral;95 al analizar una diversa selección de 
prensa ilustrada, novelas juveniles, pinturas y soldados de juguete, Leach plantea 
que las representaciones de guerra convergieron en un grupo de formas 
																																																								
94 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”. 
95 Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”. 
	
	 	
	
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identificables, conformado por ideales que comúnmente estaban sustentados por las 
peculiaridades de las campañas coloniales. 
 Según Leach, estas representaciones diferían de la realidad no por 
tergiversaciones deliberadas o celebración indebida, eran “falsas” debido a su 
ámbito narrativo estrecho que enfatizaba lo familiar y a construcciones 
históricamente perdurables del discurso que, como un objeto socialmente definido, 
confirmaban el valor más amplio de la guerra y la conservadora institución que la 
peleaba.96 Para los voluntarios de 1914 sus motivos para enlistarse no se vieron 
complicados por una visión desafiante de la naturaleza de la batalla. El discurso de 
guerra formulado entre 1870 y 1914 se vio influenciado por la cultura masiva juvenil 
y adulta, definida a su vez, por la prensa ilustrada, el arte, la pintura y la literatura. 
 Lo que resulta determinante para mi estudio es que las representaciones de 
guerra no coincidían con la naturaleza cambiante de la guerra moderna e 
industrializada. El contraste entre la realidad y representación de la guerra es algo 
que sucede en cualquier cultura en cualquier periodo; sin embargo, en el caso de 
Gran Bretaña este fenómeno se presentó con particular intensidad desde finales del 
siglo XIX. 
 Mientras que el discurso de guerra resultó ser fiel respecto a cuestiones 
superficiales como el tipo de armamento y narrativas generales de batallas, no 
sucedió lo mismo al transmitir la experiencia de guerra. Al contrario, estas 
representaciones estaban basadas predominantemente en las peculiaridades de las 
guerras coloniales y en un discurso de justificación de la dominación imperialista. 
																																																								
96 Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”, p. 4. 
	
	 	
	
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Era una visión que se acomodaba a la elite conservadora del ejército y a los valores 
e intereses de la sociedad victoriana, con sus ideales de civilidad, masculinidad, 
heroísmo y educación. Sin embargo, fue una época en la que el carácter de la 
guerra cambió de forma drástica. Al expandirse en escala y en sofisticación 
tecnológica, la guerra moderna se diferenciaba cada

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