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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DE LA GLORIA AL DESENCANTO: LA TRANSFORMACIÓN DE PARADIGMAS DE REPRESENTACIÓN BÉLICA EN LA LITERATURA DE GUERRA BRITÁNICA, SIGLOS XIX Y XX. TESIS Que para obtener el título de: Licenciada en Historia Presenta: LAURA ELISA MARTÍNEZ AINSWORTH ASESOR: DR. IVÁN VALDEZ BUBNOV Ciudad Universitaria, Enero 2016 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 To Mum, for teaching me to love books and the importance of translation with “Modo gato”. A Baboncio, porque siempre estás ahí aunque tenga que decirte “Papi, ven”. 3 AGRADECIMIENTOS Quizá este sea el apartado más importante de cualquier tesis, si no por el contenido, por el hecho de que es el único que la gente lee, de ahí que sea el más difícil de escribir. Quiero agradecer a mis papás, por ser tan increíbles seres humanos, por quererme y apoyarme en todo; a Natalia y a Camila por llenar mi vida de alegría y de risas incontrolables; a Olivo, mi mejor amigo y la mejor persona que he conocido. A Iván, por todo su apoyo, por las asesorías que terminaban convirtiéndose en terapias, por hacerme ver que estudiar historia vale la pena, por ayudarme a problematizar el mundo y buscar conexiones más profundas. Gracias por la paciencia, el interés, la dedicación y por creer en mí. También quiero agradecer a mis sinodales, Leonor García, José Enrique Covarrubias, Lucrecia Infante y Enrique Plasencia, por su cuidadosa y atenta lectura y revisión de este trabajo; estoy segura de que sus comentarios contribuyeron al mejoramiento de la tesis. Por su apoyo, disposición y compromiso, muchas gracias. A la Universidad Nacional Autónoma de México por ser un espacio de aprendizaje extraorinario, por abrirme los ojos al mundo y a mi país. A mis profesores de la carrera por su pasión, entrega y dedicación a nuestra formación. Finalmente, quiero agradecer a mis amigos de siempre y para siempre: Fer, Ana, Vale, Pablo, Sebas, Nico, Jordi, Beto, Chinto, Liz y a los intensos. Gracias por hacer que mi vida sea tan divertida. 4 ÍNDICE Introducción_______________________________________________________ 5 1. REPRESENTACIONES DE LA GUERRA EN LA CULTURA POPULAR EN EL SIGLO XIX.____________________________________________________ 12 Percepciones del ejército____________________________________________ 16 Discurso de guerra_________________________________________________ 18 Ethos caballeresco_________________________________________________ 26 Artefactos culturales________________________________________________ 29 Literatura juvenil___________________________________________________ 31 Militarismo popular_________________________________________________ 37 1914____________________________________________________________ 42 2. LA RUPTURA DEL PARADIGMA__________________________________ 45 Principio de la guerra_______________________________________________ 46 Mecanización y brutalidad___________________________________________ 49 Desfase: expectativas y realidad______________________________________ 60 Poesía de guerra__________________________________________________ 63 Nuevos valores___________________________________________________ 71 3. EL NUEVO PARADIGMA_________________________________________ 74 Sociedad en la posguerra___________________________________________ 75 Monumentos_____________________________________________________ 83 Desilusión_______________________________________________________ 86 Boom literario_____________________________________________________ 89 Autores__________________________________________________________ 97 Edmund Blunden__________________________________________________108 Siegfried Sassoon_________________________________________________116 Robert Graves____________________________________________________129 REFLEXIONES FINALES__________________________________________ 138 BIBLIOGRAFÍA__________________________________________________ 144 5 INTRODUCCIÓN La Primera Guerra Mundial fue un enfrentamiento militar moderno de dimensiones globales. Fue una guerra brutal, sanguinaria y de desgaste, sin precedentes, en la que los horrores de las trincheras en el Frente Oeste, registrados en poemas y memorias de guerra, marcaron la memoria colectiva de toda una generación, al igual que la de generaciones sucesivas. Estos textos, piedra angular de un nuevo paradigma de representación bélica, hicieron de la guerra no sólo un evento militar, sino un evento cultural y literario. El impacto que esta guerra tuvo sobre la imaginación literaria inglesa fue mucho mayor que el de cualquier guerra previa. Según Andrew Rutherford,1 las razones de ello son principalmente sociológicas: fue la primera vez que en Gran Bretaña tantos autores, o autores potenciales, tuvieron una experiencia de primera mano en la lucha armada, e incluso en el servicio militar.2 Un segundo factor que influyó las reacciones literarias fue la naturaleza especial de la Primera Guerra Mundial. Muchas de sus características fueron una sorpresa para sus participantes, tanto para los profesionales como para los amateurs. Los avances tecnológicos en armamento y comunicaciones revolucionaron las posibilidades de guerra; sin embargo, no sólo el público en general, sino también las autoridades militares europeas, fueron incapaces de aprehender las implicaciones de esta revolución, lo que llevó a una inmovilización de la lucha armada y al desarrollo de la guerra de 1 Andrew Rutherford, The Literature of War: Studies in Heroic Virtue, New York, Barnes & Noble Books, 1978, p. 65. 2 A diferencia de los países continentales en los cuales los sistemas de reclutamiento y entrenamiento militar obligatorio abastecieron a los ejércitos masivos necesarios para una guerra moderna e industrializada, Inglaterra, que introdujo un sistema de leva por primera vez en su historia en 1916, tuvo que improvisar su ejército con voluntarios al comienzo de la guerra. 6 trincheras,3 cuyas condiciones – agotantes, enervantes, repugnantes, horrorosas, así como peligrosas – fueron experimentadas por un alto porcentaje de los soldados, lo que convirtió al Frente Oeste en la principal matriz de donde emergió la literatura de guerra.4 La historia y la literatura de la Primera Guerra Mundial son dos caras de una misma moneda, la una explicando y afectando a la otra. No obstante, la historiografía sobre la guerra no siempre ha defendido esta postura. Durante muchos años los historiadores se enfocaron en buena medida a trabajar cuestiones relacionadas con la historia militar, política y diplomática de la Gran Guerra, dejando de lado aproximaciones literarias y culturales. Hacia los años sesenta la historiografía sobre la guerra presenció lo que Jay Winter ha llamado un “Cultural Turn”,5 lo que implicó un giro hacia temas relacionados con el legado cultural y la memoria de la guerra. En las últimas décadas los historiadores culturales se han interesado en lascicatrices físicas, psicológicas y emocionales evidenciadas en los movimientos culturales producidos por la guerra; en los signos y consecuencias del luto masivo y en las políticas de las conmemoraciones públicas y privadas de la guerra.6 3 Andrew Rutherford, The Literature of War, p. 66. 4 Si bien es cierto que existieron otros frentes de donde emergieron fenómenos literarios similares, por ejemplo en el Frente de Medio Oriente con el texto autobiográfico de Lawrence of Arabia, Seven Pillars of Wisdom, no obstante, el Frente Oeste se mantuvo como la cuna de la literatura de guerra de la Primera Guerra Mundial. 5 Jay Winter, Remembering War: The Great War between Memory and History in the 20th Century, New Haven, Yale University Press, 2006. 6 Stephen Heathorn, “The Mnemonic Turn in the Cultural Historiography of Britain’s Great War.”, Historical Journal 48 no 4, 2005, p. 1104 7 Por otro lado, y en dirección “contraria”, los historiadores militares han llevado a cabo un proceso de revisión historiográfica con el objetivo de desplazar la visión popular de la guerra como un evento trágico, de pérdida y futilidad - visión promovida por historiadores culturales, críticos literarios, periodistas y artistas. Para algunos historiadores militares es importante resaltar que, a pesar de los costos, la Primera Guerra Mundial fue uno de los mayores logros militares británicos.7 Sin embargo, estas aproximaciones no logran explicar por qué la guerra dejó semejante legado cultural y descartar el mito tampoco explica el significado cambiante de la guerra para sus supervivientes ni para generaciones sucesivas. Así, en el seno de la historiografía cultural de la guerra se ha vuelto de primordial importancia analizar de qué manera ha sido recordada la guerra. De forma específica, se han realizado varios estudios sobre la conmemoración de la guerra en la literatura, los rituales, los monumentos y la cultura material; sobre el papel de la guerra en el surgimiento del modernismo y sobre algunos marcos metodológicos acerca de la memoria colectiva, los sitios de memoria y la relación entre la historia y la memoria. Se trata pues, de entender la construcción de la memoria de la guerra en el contexto más amplio de la historia del siglo XX. Para 1964 la literatura de la Primera Guerra comenzó a volverse cada vez más relevante en la academia. Las publicaciones académicas de la primera ola de críticos (1964-1975) tuvieron como objetivo principal el establecimiento y defensa de un canon de textos literarios, la gran mayoría de los cuales representaban experiencias de combatientes en el Frente Oeste. La base de este canon rápidamente fue definida como la poesía lírica de los oficiales británicos con figuras 7 Stephen Heathorn, “The Mnemonic Turn”, p. 1104 8 como Wilfred Owen, Siegfried Sassoon y Charles Sorley. Las autobiografías de la Primera Guerra fueron tratadas como un género secundario en donde, de nuevo, predominaron las memorias de oficiales con Goodbye to All That de Robert Graves como la más representativa. La ficción ocupó el tercer lugar, y cuando llegaron a discutirse, las novelas de Ford Madox Ford Parade’s End y Death of a Hero de Richard Aldington se convirtieron en piedras angulares.8 La poesía fue privilegiada por su inmediatez: era un género que permitía acercarse a la experiencia de las trincheras en “tiempo real”. La poesía que recibió especial atención por parte de los académicos fue aquella que fue escrita durante la guerra, lo que por extensión era la voz de la guerra misma, tanto geográfica como temporalmente. Además, cuando uno considera el número de poetas asesinados en la guerra (Rupert Brooke, Julian Grenfell, Wilfred Owen, Isaac Rossenberg, Charles Sorley, Edward Thomas, entre otros) la lógica se vuelve aún más clara: sólo la poesía capta el momento, no recolectado en la tranquilidad, pero experimentado justo cuando el poema está siendo escrito.9 El acceso a la guerra misma era el valor primordial de la literatura en esta primera ola de crítica académica. El texto inaugural de esta ola fue English Poetry of the First Wold War (1964) de John H. Johnstons seguido por Heroes' Twilight (1965) de Bernard Bergonzi, el cual a su vez se convirtió en la base para el texto de Paul Fussell The Great War and Modern Memory (1975). Éste último rápidamente se volvió un clásico en la historiografía de la Primera Guerra y es difícil subestimar su influencia: "The book’s ambition and popularity move interpretation of the war 8 James Campbell, “ Interpreting the war”, en Sherry, Vincent, ed. The Cambridge Companion to the Literature of the First World War, Cambridge ; New York, Cambridge University Press, 2005, p. 264 9 James Campbell, “ Interpreting the war”, p. 264. 9 from a relatively minor literary and historical specialization to a much more widespread cultural concern.”10 Fussell estableció el programa para el estudio literario de la Gran Guerra. Para él, la literatura dejó de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio con el cual interpretar a la guerra como un texto literario: "The war is to be read as an artifact, full of symbolic resonance and prophetic power. It fulfills the dark forebodings of the literary nineteenth century and provides the vocabulary through which the postwar world will articulate itself.”11 Para Fussell, si la Primera Guerra Mundial es un fenómeno que puede ser leído, entonces debe ser leído como un trabajo específicamente literario, poniendo especial atención a la forma, los símbolos y ante todo, a la ironía. Fussell argumentó que el impacto de la Primera Guerra Mundial no se debió solamente al número de muertos y heridos sino a la manera en que el conflicto reconfiguró la imaginación británica, de forma que el peso de la investigación de Fussell se puso no sobre la experiencia misma de los soldados sino sobre cómo recordaron y escribieron esa experiencia. Después de 1975 la crítica académica comenzó a enfocarse en cuestiones de género, sexualidad y la relación de la guerra con la cultura modernista, algunos temas que fueron dejados de lado en la primera ola de estudios.12 Muchos trabajos acerca de la memoria literaria de la Gran Guerra han complejizado, mas no desplazado, el argumento esencial de Fussell: que los terrores de las trincheras 10 James Campbell, “ Interpreting the war”, p. 267. 11 James Campbell, “ Interpreting the war”, p. 267. 12 Véase: Patrick J. Quinn (ed.), The Literature of the Great War Reconsidered: Beyond Modern Memory, Houndmills, Basingstoke, Hampshire ; New York, Palgrave, 2001. 10 crearon una gran ruptura en la cultura, entre lo que existía antes del estallido y lo que podía existir después; entre combatientes y no-combatientes; entre la decadencia Eduardiana y la desilusión de la posguerra.13 Mi estudio forma parte de un movimiento historiográfico que intenta ubicar la literatura de la Primera Guerra Mundial más allá de una versión simple de historia literaria para situarla en un recuento histórico cultural mucho más amplio. De manera específica, mi trabajo tiene como objetivo trazar la construcción y deconstrucción de paradigmas de representación bélica en la literatura de guerra británica a lo largo del siglo XIX y principios del XX. En un primer capítulo expongo la construcción del paradigma decimonónico de representación, según el cual la guerra era una cosa romántica, valerosa, gloriosa y emocionante. Planteo la construcción de este paradigma en la cultura popular a través del uso de artefactos culturales - como el arte, la poesíay sobretodo la literatura juvenil – y analizo varios elementos que fueron claves para generar una visión positiva de la guerra durante el siglo XIX, como fueron las características específicas de las guerras imperiales, el discurso evangélico, el darwinismo social, la creación de organizaciones juveniles paramilitares, entre otros. En el segundo capítulo me enfoco en describir cómo fue la Primera Guerra Mundial, su brutalidad y mecanización. La Gran Guerra fue mucho peor de lo que cualquiera pudo haber imaginado en la preguerra. Aquí muestro cómo el desfase entre el discurso heredado en el siglo XIX y las realidades de la guerra de trincheras imposibilitaron la continuación del paradigma decimonónico y obligaron a 13 Stephen Heathorn, “The Mnemonic Turn”, p. 1106. 11 sus participantes a buscar nuevas formas de hablar sobre la guerra. Analizo aquí el uso de la poesía como nuevo vehículo interpretativo y como reacción a las “viejas mentiras” del siglo XIX. Finalmente, en el tercer capítulo, analizo el periodo de la posguerra y su producción literaria. En primer lugar, describo las principales características de la posguerra y del sentimiento de tragedia y desilusión que la acompañó y que fue parte fundamental de ella. Presento una serie de interpretaciones que se le dieron a la guerra, al mundo que dejó y a la historia. Después, analizo lo que ha sido llamado el boom de la literatura de la Gran Guerra en donde, gracias a la publicación de autobiografías y novelas - de manera específica las obras de Robert Graves, Edmund Blunden y Siegfried Sassoon - fue formulado de manera definitiva el nuevo paradigma de representación bélica que tiene vigencia hasta nuestros días. 12 CAPÍTULO I Representaciones de la guerra en la cultura popular en el siglo XIX Hacia finales del verano de 1915 más de dos millones de británicos se habían ofrecido como voluntarios para pelear en la Gran Guerra.14 La mayoría de ellos nunca habían servido en la milicia y definitivamente no habían experimentado el combate, sin embargo, a pesar de esta falta de experiencia, esa generación había estado expuesta a la guerra a través de una educación militar llena de discursos sociales y nacionales que, a lo largo del siglo XIX y con particular intensidad en sus últimas décadas, definieron el carácter de la lucha armada como una experiencia heroica, honrada, moral, legítima y sobre todo emocionante y romántica. Cuando los jóvenes se inscribieron como voluntarios durante los primeros años de la guerra, lo hicieron equipados con una determinación estoica inspirada en un sentido patriótico y en la necesidad de cumplir con las expectativas de su identidad masculina y de su clase.15 Se unieron al ejército con una idea de la guerra basada en representaciones alejadas de la realidad. De acuerdo con estas representaciones había poco que temer y mucho que glorificar en la experiencia de batalla. Ahora bien, ¿cómo es que en Gran Bretaña, esa nación “pacífica” que no perdía oportunidad alguna en condenar el uso de la violencia, se logró generar un discurso militarista tan efectivo? 14 Christopher Barry Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel: representations of warfare in British mass culture, 1870-1914”. PhD diss., Simon Fraser University, 2009, p. 1. 15 Christopher Barry Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”, p. 1. 13 Cuando hacemos referencia a la Gran Bretaña decimonónica no podemos evitar caer en lugares comunes. Inmediatamente pensamos en la Inglaterra de Jane Austen, de las grandes propiedades en el campo, de los bailes, de la hora del té, con muchas reglas de comportamiento y sociabilidad, de la Reina Victoria y de su exótico imperio. Pensamos, asimismo, en la otra cara de este siglo, en la industrialización, la injusticia social, las hambrunas, en Charles Dickens, en la creación del proletariado, el ferrocarril y el crecimiento económico. Sin embargo, en lo que no solemos pensar es en el carácter bélico y violento de la sociedad británica. La consideramos una nación pacífica y enfocada más bien en el intercambio comercial, que rechazaba toda forma de actividad guerrera - la cual era vista como un impedimento desastroso para el intercambio y el progreso humano - y que tenía poco, si es algún respeto por su ejército. Los victorianos denunciaban la agresión y se engañaban a sí mismos al asegurar que sus guerras y expediciones punitivas únicamente se peleaban cuando resultaban absolutamente necesarias, e incluso entonces las justificaban como actos nobles y humanitarios. Este, llamémoslo “auto-engaño” se reforzaba por una sociedad dominada por el civilismo,16 el cual se puede definir como el rechazo de 16 Vale la pena mencionar que además del civilismo, en Gran Bretaña ha existido una tradición pacifista muy importante, la cual tuvo un gran impulso a partir de la Primera Guerra Mundial. En Pacifism in Britain, 1914-1945: The Defining of a Faith, Martin Ceadel plantea la importancia de definir lo que se entiende por pacifismo, pues existen dos “ramas” mas o menos delimitadas; por un lado está el “pacifism” que entiende como “the belief that war is always wrong and should not be resorted to, whatever the consequences of abstaining from fighting”; y por el otro está el “pacificism” que es “the assumption that war, though sometimes necessary, is always an irrational and inhumane way to solve disputes and that its prevention should always be an overrinding political priority.” Después de la Gran Guerra, el movimiento pacifista adquirió mucha mayor fuerza pues había una creencia generalizada de que una guerra como esa y a tal escala no debería ocurrir nunca más. Peter Brock, Review of Pacifism in Britain, 1914-1945: The Defining of a Faith, The Journal of Modern History 54 (2), University of Chicago Press, 1982, pp. 362–64. http://www.jstor.org/stable/1906178. 14 cualquier forma de conscripción militar y la exclusión del ejército en la política.17 Estas ideas, producto de la historiografía británica y de la propia ideología victoriana, nos han sido heredadas hasta nuestros días. Este retrato idealizado sólo nos muestra una cara de la moneda, una que los británicos y sobre todo los ingleses se han inculcado a sí mismos. La guerra siempre ha sido un factor fundamental en la historia de Gran Bretaña, pero nunca tanto como en los últimos 150 años, a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Durante este periodo los británicos se involucraron en una interminable sucesión de ‘pequeñas guerras’ imperiales, sucedidas por dos guerras mundiales, operaciones de contra-insurgencia en los procesos de descolonización y por las peculiaridades de la Guerra Fría.18 Si bien es cierto que los británicos han rechazado públicamente el uso de la violencia, ha existido una aceptación tácita de que el uso de la fuerza es a veces necesario cuando es aplicado a causas justas. Pero qué es lo que constituye una causa justa invariablemente ha sido definido en función de los intereses económicos, políticos y sociales británicos. En la cultura popular, las guerras británicas siempre fueron legítimas y los hombres que las pelearon agentes heroicos que alzaron la espada de justicia únicamente cuando los medios pacíficos de resolución habían fallado.19 Sin embargo, como argumenta Michael Paris en su libro Warrior Nation, “war has always been an acceptable extension of national policy, 17 No obstante, es importante aclarar que las élites militares eran muchas veces parte de las élites políticas. 18 Michael Paris, Warrior Nation: Images of War in British Popular Culture,1850-2000, London, Reaktion Books, 2000, p. 7. 19 Michael Paris, Warrior Nation, p. 8. 15 and that acceptance of conflict was so commonplace that war and preparation for war became deeply embedded in popular culture.”20 Paris extiende esta postura al plantear que lejos de ser aquel pueblo amante de la paz y con mentalidad comercial, como lo había planteado la historiografía liberal, los británicos, al igual que la mayoría de las naciones que han denunciado,21 han recurrido a la guerra bajo los más nimios pretextos cuando se creía que el conflicto aseguraría sus objetivos, y deliberadamente han sumergido a su juventud en una cultura que promueve el espíritu marcial, eleva al guerrero a un status heroico y convierte a la guerra en un ideal romántico. “In much of the popular entertainment created for the nation’s youth, the overriding national image is of an aggresively militant warrior nation.”22 Los orígenes y el desarrollo del “militarismo” británico en el siglo XIX aún es un tema poco conocido.23 En las siguientes páginas pretendo hacer un breve esbozo de las transformaciones en las representaciones y percepciones populares de la guerra, del soldado y del ejército en Gran Bretaña a lo largo del siglo XIX. 20 Michael Paris, Warrior Nation, p. 8. 21 Alemania, por ejemplo. 22 Michael Paris, Warrior Nation, p. 11. 23 Es importante enfatizar que el militarismo en Gran Bretaña no equivale de ninguna manera a lo que se conoce como militarismo en en el continente europeo en el siglo XIX, pues en Gran Bretaña nunca se aclamó al ejército para limpiar la política nacional, ni se exaltó el honor del ejército por encima del derecho de justicia individual. El militarismo es la elevación y celebración de valores y virtudes militares como principios admirables de la vida nacional y estuvo muy presente en la cultura británica a través del discurso de dominación imperial. Véase Brian Bond, War and Society in Europe, 1870-1970, New York, Oxford University Press, 1986, p. 63; Jay Winter, Joseph Canning, y Lehmann Hartmut, eds., “Representations of War on the Western Front, 1914-1918: Some Reflections on Cultural Ambivalence”, en Power, Violence and Mass Death in Pre-Modern Times, Farnham, Surrey, Ashgate, 2004, pp. 205-216. 16 Percepciones del ejército Es imposible negar que durante la primera mitad del siglo XIX el ejército y la guerra no eran elementos populares en la imaginación colectiva británica. Si bien es cierto que algunos autores24 han planteado que incluso los conflictos bélicos de principios de siglo fueron populares ya que, por ejemplo, las guerras napoleónicas se convirtieron en una fuente de orgullo nacional y las victorias se celebraban en canciones, pinturas, grabados, poesía, estatuas y espectáculos, ello no significó que la sociedad británica tuviera un verdadero aprecio por su ejército o por sus soldados. Aún así, los estadistas militares desarrollaron un discurso y una representación idealizada de la batalla basada en las guerras napoleónicas,25 pero es importante diferenciar entre el imaginario del ejército y aquel de la población civil, pues fue más fácil convencer a los propios miembros de la milicia que la guerra era una cosa notable que a aquellos miembros de la sociedad que no tenían nada que ver con ella. También es necesario hacer una distinción entre el ejército regular y la marina. Ésta última gozaba de un mayor reconocimiento y representaba el poderío británico frente a sus competidores continentales y frente a sus súbditos imperiales. La marina, a diferencia del ejército, funcionaba como un factor determinante en la balanza de poderes entre las potencias y como instrumento de política exterior.26 El ejército, por su parte, era la principal herramienta de la política imperial, montaba 24 Linda Colley, Britons: Forging the Nation, 1707-1837, New Haven, Yale University Press, 2005; Gillian Russell, The Theatres of War: Performance, Politics, and Society, 1793-1815, Oxford, Oxford University Press, 1995. 25 Véase: John A. Lynn, Battle: a history of combat and culture, Rev. and updated ed, New York, Basic Books, 2008, pp. 179-217. 26 Véase: Edward M. Spiers, “The Armed Forces”, en A Companion to Nineteenth-Century Britain, ed. Chris Williams, Oxford, Blackwell Publishing Ltd, 2007, 79–92. 17 campañas de conquista o anexión, suprimía el desorden y llevaba a cabo expediciones punitivas para vengar algún mal, suprimir un insulto o derrocar a algún enemigo peligroso. En mi estudio únicamente me enfocaré en el lugar que ocupaba el ejército regular en la cultura popular británica, pues fue precisamente esta rama de las fuerzas armadas el que jugó el papel más importante durante la Gran Guerra. Durante la primera mitad del siglo XIX los soldados, esto es, los soldados rasos, eran vistos con malos ojos por la sociedad civil;27 los percibían como alcohólicos, peleoneros, groseros, insubordinados y focos de violencia. Según Edward Spiers, el soldado común no mejoró ante la opinión pública durante ese periodo. A pesar de su creciente popularidad gracias a su papel en las guerras imperiales, los soldados siguieron siendo objeto de discriminación en teatros, restaurantes, autobuses y muchas familias consideraban que era una verdadera deshonra que alguno de sus miembros estuviera enlistado.28 De ahí que, durante todo el siglo XIX, el ejército haya sufrido por su falta de voluntarios.29 Gran Bretaña fue, hasta 1916, la única potencia europea que nunca había tenido un sistema de reclutamiento obligatorio;30 la falta de voluntarios fue un 27 Esto es un relfejo del carácter clasista de la sociedad británica, pues se hacía una clara distinción entre el soldado razo y el oficial. Véase p. 24. 28 Edward M. Spiers, «The Late Victorian Army 1868-1914», en The Oxford History of the British Army, ed. David Chandler y Ian Frederick William Beckett, Oxford, Oxford University Press, 2003, p. 190. 29 También es posible atribuir esta falta de voluntarios a las malas condiciones que se tenían en el ejército. La paga era mala y se tenía además la constante amenaza de muerte. Los servicios eran largos, cerca de diez años, y debían prestarse en ultramar en lugares lejanos y completamente diferentes a Gran Bretaña. Después de la guerra de Crimea se buscó reformar el ejército, reduciendo los años de servicio y mejorando la paga, de manera que éste se volviera más atractivo y poder captar un mayor numero de voluntarios. 30 Para un análisis de los motivos por los cuales Gran Bretaña introdujo un sistema de reclutamiento obligatorio véase David Silbey, The British Working Class and Enthusiasm for War, 1914-1916, London, Routledge, 2012. 18 problema grave y recurrente para las autoridades militares, sobre todo si tomamos en cuenta que, lejos de evitar la guerra, durante el siglo XIX hubo rara vez algún año en que los soldados británicos no estuvieran en acción en alguna parte del mundo defendiendo o extendiendo el imperio. Por otro lado, es importante mencionar el uso de “proxies” en las guerras británicas, sobre todo en contra de Francia y España a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, como por ejemplo en la Guerra de los Siete Años. Gran Bretaña hizo uso estratégico de sus aliados continentales para asegurar que ellos se encargaran de enfrentarse a sus enemigos mientras que los británicos controlaban los mares. Esto anulaba la necesidad de contar con ejércitos británicos más grandes y de tener un sistema de reclutamiento obligatorio. Discurso de guerra Para 1850, muchos británicos llegaron a creer en el destino imperial de su país. Las victorias sucesivas de Gran Bretañaa finales del siglo XVIII trajeron enormes ganancias territoriales para el imperio así como oportunidades ilimitadas para la explotación comercial. La dramática expansión entre 1763 y 1815 implicó que el imperio ya no sólo estaba compuesto por emigrantes británicos, ya no era predominantemente protestante, ni siquiera predominantemente cristiano, sino que incluía a una enorme diversidad de “razas paganas”, la mayoría de las cuales no le tenían cariño a sus nuevos amos.31 Si la explotación comercial del imperio era la sangre que nutría a Gran Bretaña (como era entendido por los contemporáneos), 31 Michael Paris, Warrior Nation, p. 16 19 entonces resultaba esencial mantener dicho imperio unido y sólo la fuerza militar era capaz de hacerlo. El disgusto de los victorianos hacia la guerra y el soldado y la exclusión de los militares de la política esconde el grado de aceptación que la guerra tenía en la sociedad como elemento central del bienestar nacional. El discurso que desarrollaron los británicos a lo largo del siglo XIX para justificar sus actividades imperialistas era en realidad mucho más complejo. La expansión imperial, y la ideología que la acompañaba, estaba íntimamente relacionada con el evangelismo, el nacionalismo y la actividad militar.32 Los evangélicos desarrollaron una serie de convicciones que culminaron en una creencia mística, según la cual, los británicos se habían convertido en una especie de “pueblo elegido” que tenía una relación especial con Dios.33 Así, al tener una posición privilegiada en el orden universal, los británicos tenían también una responsabilidad hacia los menos afortunados, en particular aquellos que no conocían la palabra de Dios. Estas ideas dieron pie al desarrollo de una actividad misionera agresiva y proveían a su vez un discurso que aprobaba la visión imperialista: los británicos tenían un destino manifiesto. El nacionalismo agresivo, combinado con una fuerte creencia en un deber religioso y moral hacia los desfavorecidos, ayudó a justificar la guerra y el ejército 32 Linda Colley, en su libro ganador del premio Wolfson, argumenta que la guerra fue la partera de la unidad nacional y que Gran Bretaña fue una invención forjada ante todo por la guerra. Los 100 años de guerra que terminaron con Waterloo fueron testigos del surgimiento de la nación moderna. Los recurrentes conflictos con Francia obligaron a los británicos a enfrentarse a un “otro” hostil, lo que favoreció la definición de un “nosotros” que luchaba colectivamente en contra del enemigo externo. Se definieron a sí mismos como protestantes luchando por su supervivencia frente a la potencia católica. Linda Colley, Britons. 33 Michael Paris, Warrior Nation, p. 14; Para un análisis del evangelismo véase: John Wolffe, “Evangelicalism in Mid-Nineteenth Century England”, en Patriotism: The Making and Unmaking of British National Identity, ed. Raphael Samuel, London, Routledge, 1989. 20 como elementos esenciales en el plan divino.34 Los evangélicos hicieron intentos conscientes de crear un ejército cristiano y desarrollaron un aparato propagandístico que representaba al soldado como un guerrero cristiano. Esto indudablemente favoreció la imagen del soldado frente a la sociedad. Anderson analiza la relación entre el militarismo y algunos aspectos de la vida religiosa británica a mediados del siglo XIX en lo que denomina “militarismo cristiano”.35 Al igual que otros autores,36 plantea que la Guerra de Crimea fue un evento paradigmático en la transformación de las actitudes civiles hacia el ejército. Por primera vez las tropas fueron aclamadas como “el ejército del pueblo” y nociones idealizadas sobre los motivos por los que estaban peleando, junto con una identificación pública sin precedentes de las dificultades que enfrentaba el ejército en Sebastopol, se combinaron para darles un inmenso atractivo emocional.37 Aún más importante que la promoción de simpatías populares hacia el sufrimiento de los soldados fue la manera en que la guerra favoreció la creación de una noción del ejército como un instrumento de la voluntad nacional. En la guerra de Crimea (1853-1856), una alianza de naciones, principalmente Gran Bretaña, Francia, el Imperio Otomano y Cerdeña, pelearon en contra de la Rusia imperial. Las causas de la guerra fueron complejas, pero esencialmente, Rusia estaba tratando de expandir su área de influencia en los Balcanes y la zona este del Mediterráneo a expensas de Turquía. Sus objetivos amenazaban 34 Michael Paris, Warrior Nation, p. 15. 35 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”, The English Historical Review LXXXVI, no. CCCXXXVIII (1 de enero de 1971): 46-72. 36 Michael Paris, Warrior Nation; Michael C. C. Adams, Echoes of War: A Thousand Years of Military History in Popular Culture, Lexington, University Press of Kentucky, 2002. 37 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”, p. 46. 21 directamente los intereses imperiales y comerciales británicos y ponían en juego la política tradicional del “balance de poder” según la cual ningún estado debía volverse demasiado dominante en un área geográfica vital. Napoleón III, emperador de Francia, necesitaba éxitos en el extranjero para legitimar su poder por lo que apoyó a Gran Bretaña. Adams hace una observación interesante en torno a algunos aspectos de la guerra de Crimea, de forma particular sobre el Charge of the Light Brigade of British Cavalry en Balaclava el 25 de octubre de 1854, la cual considera fue una acción que claramente resultó en la derrota, y postula que probablemente no debió haberse peleado de la forma en la que se hizo: “[It] involved poor judgement or weak communication, and yet it came to be seen by important cultural interpreters as examples of sublime heroism in the service of important common values,38 and therefore worth the price in lives.”39 Para Adams, este evento impulsó un cambio significativo hacia una postura mucho más positiva en torno a los beneficios culturales de la guerra. Incluso el gran poeta Alfred Tennyson escribió un poema titulado The Charge of the Light Brigade. Reproduzco los fragmentos que me parecen más significativos y que podemos caracterizar como representaciones heroicas de los soldados británicos: “Forward, the Light Brigade!" Was there a man dismay'd? Not tho' the soldier knew 38 Compárense, por ejemplo, con las reacciones de la gente a la Batalla del Somme, otra maniobra militar mal planeada y una derrota incuestionable. 39 Michael C. C. Adams, Echoes of War, p. 110. 22 Someone had blunder'd: Theirs not to make reply, Theirs not to reason why, Theirs but to do and die: Into the valley of Death Rode the six hundred. [...] Volley'd and thunder'd; Storm'd at with shot and shell, Boldly they rode and well, Into the jaws of Death, [...] When can their glory fade? O the wild charge they made! All the world wondered. Honor the charge they made, Honor the Light Brigade, Noble six hundred.40 La alusión al desapego con el que los soldados se entregaron al valle de la muerte habla de un heroísmo y valor extraordinarios. Tennyson nos presenta a un grupo de hombres obedientes, que no cuestionan los motivos ni las órdenes (“Theirs not to make reply, Theirs not to reason why,”) sino que las llevan a cabo con la mayor de las valentías (“Boldly they rode and well, Into the jaws of Death”). Como se puede observar en la última estrofa, el autor los llena de honor, nobleza y gloria y en cierto sentido exige que sus contemporáneosles otorguen un lugar predominante en su memoria como agentes heroicos. Por su parte, Anderson profundiza en las interpretaciones religiosas de la Guerra de Crimea como factores fundamentales en la transformación de las actitudes hacia lo bélico. Los evangélicos anglicanos llevaban tiempo intentado 40 Alfred Tennyson, Selected Poems, New York, Dover Publications, 1992, pp. 52-53. 23 demostrar la compatibilidad de una piedad devota y una actividad militar distinguida en la figura del “santo-soldado”.41 La actitud del público británico ante la guerra de Crimea les brindó una extraordinaria oportunidad para llevar esto a cabo. Así, las experiencias de la guerra y sus secuelas literarias ofrecieron al público religioso pruebas plausibles de que un soldado podía ser un buen cristiano y que podía existir algo así como “la Iglesia en el ejército”.42 Sin embargo, según Anderson, aún más que la guerra de Crimea fue el Motín Indio de 1857 el que permitió a los evangélicos desarrollar un discurso que vinculara al cristianismo con el ejército.43 Las dramáticas circunstancias de dicho evento ⎯ lo repentino, su ferocidad y el hecho de que hubieran niños y mujeres involucrados ⎯ creó un ambiente de inquietud y tensión en Gran Bretaña. En el caso de los cristianos esto se vio intensificado por su convicción de que el motín era en realidad una amenaza hacia la cristiandad misma. Los oficiales que participaron en el aplacamiento del motín se convirtieron en héroes británicos, como fue el caso de Henry Havelock. Paris nos dice que: “The importance of the events of the 1850’s, the Crimean War and the Indian Mutiny was that they provided dynamic examples of 41 No obstante, exisitieron otros grupos de cristianos que estaban en contra de este tipo de militarismo religioso y que, por el contrario, defendían la idea de que podía haber un cristianismo pacífico, compasivo y persuasivo. Un defensor de esta postura fue Zachary Macaulay - padre del reconocido historiador Thomas Macauley – miembro de la “Church Missionary Society” y de “The Clapham Sect” que era un grupo de reformadores sociales dentro de la Church of England que defendían, entre otras cosas, la abolición de la esclavitud. 42 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”, p. 49. 43 El motín indio fue una rebelión generalizada pero infructuosa en contra del dominio británico en India. Comenzó en Meerut con las tropas indias al servicio de la British East India Company y luego se extendío a Delhi, Agra, Kanpur y Lucknow. En India es conocida como la Primera Guerra de Independencia. 24 the Christian warrior in action – the idealized image given flesh and blood and fighting the just war.”44 La década posterior a la guerra de Crimea fue testigo del rápido crecimiento de varios tipos de trabajo voluntario de los grupos religiosos entre las tropas: In its origins this novel development was primarily an expression of the changing attitudes inspired by that war and by the Mutiny. But there is no doubt that as the conviction spread, that these efforts were proving successful, they powerfully encouraged the growth of feelings of direct concern, sympathy and pride towards the army in those who supported them.45 Para la década de 1860 el término “soldado cristiano” se había convertido en un lugar común y es posible asegurar que la actitud de diversos sectores del público religioso hacia los oficiales y soldados se había vuelto más positiva, al igual que hacia los aspectos externos y el ethos de la milicia: The Crimean War and the Indian Mutiny did much to legitimize war. Both events were portrayed as righteous acts and appeared to justify evangelical convictions that Britons were indeed the chosen people. British aggression was hypocritically portrayed as a chivalric defence of the weak or a religious crusade against the forces of darkness, while conquest brought order to chaos and took the benefits of civilization to the unenlightened.46 Los grupos religiosos no sólo favorecieron la creación de una imagen mucho más positiva hacia el ejército, sino que proveyeron una serie de argumentos que permitieron a la sociedad británica justificar sus acciones y proyecciones 44 Michael Paris, Warrior Nation, p. 32. 45 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”, p. 60. 46 Michael Paris, Warrior Nation, p. 42. 25 imperialistas. Esto puede observarse en el caso de las Guerras del Opio en contra de China (Primera Guerra del Opio 1839-1842 y Segunda Guerra del Opio 1856- 1860). Si bien es cierto que algunos victorianos expresaron algunas dudas morales en torno a la política británica en China, la opinión mayoritaria, de forma bastante hipócrita, vio a la guerra como moralmente justificada, peleada no por adquirir algún tipo de ganancia comercial, sino para llevar la ilustración a los paganos.47 “Most nineteenth-century men and women could quote the Evangelical creed and justify the increasing use of military force as ‘necessary for the greater good’, and ‘Heaven’s Command’ to spread Christianity and civilization.”48 La guerra de Crimea, además de promover la transformación de las actitudes de la sociedad civil hacia la milicia, también revivió el interés en las reformas del ejército.49 Durante su periodo como Secretario de Estado para la Guerra (1868-74) Edward Cardwell se encargó de realizar una reforma en la administración y organización del ejército,50 buscó hacer de este una institución más económica y eficiente, pero sus propuestas rindieron pocos frutos.51 Las reformas no fueron efectivas en parte porque algunas de las medidas necesarias eran realmente 47 Michael Paris cita un artículo del Ilustrated London News del 18 de febrero de 1843 que me parece muy revelador: “The Chinese war was not a war of mighty prowess, it was not a war of trophy, vanity, and pride, but it was a great war for mankind. It opened the eyes of millions of human beings who were buried in the dark recesses of idolatry and unfurled the wings of commerce . . . It shed the glorious gleam of Christianity upon an almost pagan world.” 48 Michael Paris, Warrior Nation, p. 23. 49 Véase Gwyn Harries-Jenkins, “The Development of Professionalism in the Victorian Army”, Armed Forces & Society 1, no 4 (10 de enero de 1975): pp. 472-489 50 Para un recuento detallado de sus reformas véase: David Chandler y Ian Frederick William Beckett. The Oxford History of the British Army. Oxford University Press, 2003. pp. 187; Brian Bond, “The Late Victorian Army”, History Today 11, pp. 616-624. 51 La historiografía revisionista comenzó a cuestionar la efectividad de las reformas militares durante la segunda mitad del siglo XIX 26 disparatadas52 y muy costosas y en parte porque el ejército redimió su reputación en el Motín Indio.53 Ethos Caballeresco En el proceso de aceptación de la guerra tuvo un lugar importante el redescubrimiento del ethos caballeresco a principios del siglo XIX, el cual ablandó y romantizó la concepción de la guerra. El ethos caballeresco, desarrollado en la Edad Media como un código de comportamiento, removía los elementos más brutales de la guerra al crear un estricto código moral para el guerrero. De tal forma, el acto de matar a otro ser humano se convertía en un juego emocionante, jugado de acuerdo a un código de comportamiento noble. En la década de 1820 el interés en lo caballeresco se limitaba a las élites, pero pronto se volvió popular en círculos de clase media. Se interpretó como una guía para el comportamiento de un verdadero “caballero”54y apropiado para la vida civil. En este proceso jugaron un papel fundamental la novelas medievalistas, como por ejemplo El talisman de Walter Scott, en donde se combinaban las ideas de caballería, raza sajona y cristianismo para hacer frente a un Oriente bárbaro y despótico. De una manera un tanto anacrónica, el ethos caballeresco, fue 52 Véase: Edward Spiers, “The Armed Forces”, pp. 84-87. 53 Harries-Jenkins plantea que una de las principales razones por las que las reformas de profesionalización del ejército fueron inefectivas tienen que ver con la tradición de amateurismo de las fuerzas armadas y con las particularidades de la sociedad británica que veía con recelo cualquier tipo de profesionalización, sobre todo en el grupo de las élites que consideraban que su lugar en la estructura social tenía que ver con la tradición y no con la preparación, un claro contraste con Alemania en la misma época. 54 En inglés, a diferencia del español, existe una clara distinción entre los términos de gentleman y knight. En este trabajo utilizo la palabra caballero para referirme al primero. 27 presentado mediante un lenguaje que lo acercaba a las ideas de progreso y civilización que esgrimía la Gran Bretaña del siglo XIX para promover su labor imperial en Oriente Próximo y Tierra Santa.55 Según Stefan Goebel el concepto de lo caballeresco56 operaba en dos niveles interrelacionados. Por un lado se mantuvo como un fenómeno estético dentro de las clases gobernantes, pues ofrecía una especie de redención estética frente a la supuesta fealdad de la época moderna y por otro, las imágenes románticas de lo caballeresco se transformaron en una fuerza normativa: “The concept of the gentleman came into being in part as an adoption of the medieval idea of chivalry designed for modern everyday life.”57 El paradigma caballeresco era, en esencia, un código de comportamiento que prescribía una serie de virtudes como la justicia, la amabilidad y la lealtad. El lenguaje de pelea permeó la comunidad de caballeros, de forma que algunos historiadores han sugerido que los caballeros británicos de principios del siglo XX estaban mentalmente equipados para el combate cuando estalló la guerra en 1914. Resulta importante hacer algunas distinciones en lo que se refiere a las actitudes de la sociedad civil hacia el ejército, pues una cosa era el soldado raso y otra muy distinta el oficial; este último gozaba de respeto, admiración y status. El grupo de los oficiales estaba compuesto por la aristocracia británica, la cual fue capaz de convencerse a sí misma, y al resto de la sociedad, de que era un élite 55 David Spurr, The Rhetoric of Empire: Colonial Discourse in Journalism, Travel Writing, and Imperial Administration, Durham, NC, Duke University Press, 1993, p. 114 56 Chivalry 57 Stefan Goebel, The Great War and Medieval Memory: War, Remembrance and Medievalism in Britain and Germany, 1914-1940, Cambridge ; New York, Cambridge University Press, 2007, p. 189. 28 dedicada al servicio de la nación y que estaba preparada para sacrificar su sudor y sangre por la grandeza nacional. Su heroísmo se convirtió en el objeto de pinturas, poemas y grabados. Tal fue el caso de varios de los héroes imperiales victorianos como Lord Wolseley, Lord Roberts o incluso Lord Kitchener.58 En ellos quedaron plasmados todos los conceptos de lo que era un héroe, con virtudes caballerescas y se representaron como los guerreros ideales defensores del gran imperio británico. Los oficiales generaron una identidad de grupo y una serie de normas que reflejaban su preferencia por una autoimagen tradicional, elitista y heroica: “Officers thought themselves superior to the remainder of society in their organization, social importance, code of ethics, sense of community, and acquired skill.”59 La guerra proveía a la aristocracia no solo de status, sino de trabajo y propósito. A sus hijos (y los hijos de aquellas familias ricas que podían costearlo) se les daba una educación de caballero y atendían escuelas públicas y universidades donde se educaban con los clásicos y se apreciaba el heroísmo masculino.60 El ethos de la escuela pública había sido construido en torno al ideal caballeresco con énfasis en las cualidades de deber, lealtad, sacrificio y honor. Los valores militares y las nociones de servicio impregnaron el ethos, los textos, las lecturas y la iconografía de las escuelas públicas: Thus the heroic virtues of war and the soldier were continually reinforced and even more widely disseminated with the rapid growth of the public school system 58 Edward Spiers, “The Late Victorian Army 1868-1914”, p. 192. 59 Gwyn Harries-Jenkins, “The Development of Professionalism in the Victorian Army”, p. 472. 60 En Inglaterra las escuelas públicas o public schools eran escuelas privadas, costosas y exclusivas. El término público implicaba que no se restringía acceso en función de la religión, ocupación o lugar de origen. Estas escuelas tenían una fuerte asociación con las clases gobernantes y educaban a las clases altas y medias-altas. En una de las más conocidas, Charterhouse, fue donde estudió Robert Graves. 29 [...] War then was central to the continued existence of the nation and of the patrician elite, but it was also a subject of considerable interest for the common people.61 Artefactos culturales Paris muestra cómo el proceso de aceptación de la guerra se vio impulsado de manera extraordinaria por los artefactos culturales ⎯ tales como novelas, cuentos, juguetes, juegos e imágenes ⎯ creados para la juventud, que convirtieron a la guerra en un espectáculo entretenido que reconstruía la batalla como una aventura emocionante.62 La cultura masiva que comenzó a desarrollarse en ese periodo reflejaba esta nueva actitud hacia la guerra y el público manifestó su fascinación por la guerra y los guerreros a través del consumo de la ficción, la poesía, las artes visuales e incluso en imágenes de publicidad.63 Todo lo anterior reforzó las ideas sobre la legitimidad de la guerra y el romance de la batalla, lo que llevó al desarrollo de lo que Graham Dawson ha llamado “the pleasure culture of war”,64 en donde la guerra y las heroicas, aunque violentas, 61 Michael Paris, Warrior Nation, 18. 62 En este sentido, Michael Paris coincide con la propuesta de Christopher Leach en torno al papel que jugó la youth culture, en la reconfiguración de la representación de la guerra. 63 Vale la pena hacer una reflexión acerca del surgimiento de la sociedad de masas en Gran Bretaña, pues se trató, en términos culturales, de un proceso en muchos sentidos contradictorio. Para mediados del siglo XIX la Revolución Industrial comenzó a rendir frutos dando un mayor acceso al consumo y mejorando el estado de bienestar de varias clases sociales. Sin embargo, los valores británicos se mantuvieron esencialmente conservadores, tradicionales y clasistas. El tradicionalismo británico se vio en la necesiadad de adaptarse a las nuevas realidades socioeconómicas y buscar la manera de conciliar estas contradicciones y mantener un espíritu político y moral conservador y aristocrático. 64 Dawson la define de la siguiente manera: “Images and stories about military war, [...] clearly provided pleasure and exitement for very large numbers of men and boys, to the extent that it seemed feasible to speak of a popular masculine pleasure-culture of war.” Graham Dawson, Soldier Heroes: 30 acciones del guerrero se volvieron un tema popular en la industria del entretenimiento masivo lo que además favoreció el desarrollo del militarismo popularque afectó a la sociedad británica hacia finales del siglo XIX. “The pleasure culture of war was in part a spontaneous celebration of the nation’s millitary prowess, but more importantly it was a reflection of the realities of the agressive expansion of empire.”65 Los medios impresos, las imágenes y los desfiles proveían representaciones de guerra llevadas a cabo por el pequeño ejército profesional británico en diversos lugares del imperio. Era una representación basada en la historia, la tradición y ceremonia militar y el voluntarismo doméstico, pero sobre todo era una representación vista a través de la lente imperialista.66 Era un producto ávidamente consumido, sobre todo después de 1870 cuando la industria de la cultura proveyó aún más productos y las guerras imperiales proliferaron. La guerra era popular. Esto se vio facilitado además por el hecho de que los victorianos no tenían ninguna experiencia directa de los sufrimientos o la brutalidad de la guerra, pues la última batalla peleada en tierra británica había sido en 1745 y este distanciamiento de las realidades de la batalla permitió a los británicos disfrutar de las emociones de la guerra.67 La idea de la guerra como un espectáculo entretenido convirtió al conflicto en algo aceptable y atractivo. British Adventure, Empire, and the Imagining of Masculinities, London ; New York, Routledge, 1994, p. 4. 65 Michael Paris, Over the Top: The Great War and Juvenile Literature in Britain, Westport, Conn, Praeger, 2004, p. XVII. 66 Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”, p. 1. 67 Michael Paris, Over the Top, p. XVII. 31 Todo esto culminó hacia finales del siglo XIX, cuando la mayoría de la sociedad llegó a considerar que las guerras de expansión imperial o de defensa nacional eran inevitables, y por tanto, que los británicos debían estar preparados para actuar ante estos conflictos. El ejército británico tuvo que hacer frente a los crecientes compromisos en torno a la defensa y manutención del imperio con las limitantes del sistema de enlistamiento voluntario y el bajo presupuesto que les era asignado. Tuvo que adaptarse a las demandas de la guerra colonial, los retos del nuevo armamento y los requerimientos organizacionales que implicaba enviar fuerzas expedicionarias a ultramar con poco tiempo de preparación.68 Incluso durante la década de 1890 muchos británicos creyeron que su nación enfrentaba una terrible amenaza frente a los intereses comerciales agresivos de los imperios continentales que desafiaban directamente la supremacía británica. Preparar a los jóvenes para servir y defender al imperio y enfrentarse a los rivales europeos era considerado como una cuestión de vital importancia, pues el destino del imperio pronto estaría en sus manos.69 Literatura juvenil Durante el siglo XIX, y sobre todo a partir de 1870, Gran Bretaña presenció un “boom” en la literatura juvenil. Se ha vuelto un lugar común asumir que la verdadera masificación de la cultura fue posible gracias a los medios de comunicación masiva como la radio y la televisión, no obstante, hay que matizar esta postura pues las 68 Edward Spiers, “The Armed Forces”. 69 Michael Paris, Warrior Nation, p. 8. 32 novelas y publicaciones periódicas para jóvenes llegaron a captar a millones de lectores semanalmente y en el caso de algunos autores las ventas alcanzaron cifras en decenas de millones. Esto fue posible gracias al aumento en la educación y a la alfabetización masiva, lo que generó las condiciones necesarias para el desarrollo del mercado de literatura juvenil.70 Desde principios del siglo XIX la literatura para niños había formado parte del proceso de socialización, al ofrecer instrucción, guía y modelos a seguir en el comportamiento, los valores y las actitudes que la sociedad consideraba deseable promover entre los infantes. Las novelas para jóvenes, conocidas simplemente como juveniles representaban al mundo de una forma mucho más ingenua que las novelas para adultos, pero en su ingenuidad eran a la vez más directas. Según Hugill en su estudio de la literatura juvenil británica, las publicaciones juveniles eran todas iguales en tanto que todas estaban dirigidas a lectores jóvenes que aún no podían lidiar con ideas y cuestiones complejas, y buscaban simplificar el mundo adulto para hacerlo inteligible.71 Se caracterizaban por utilizar un lenguaje sencillo, personajes psicológicamente simplistas y tramas con morales y motivos infantiles. Hugill define a los “boy’s juveniles” como “simple prescriptions for how boys ought to behave in an idealized adult world.”72 70 Según las cifras que aporta Paris, para 1830 dos tercios de las clases trabajadoras podían leer y escribir. Michael Paris, Warrior Nation, p. 49. 71 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”, Cultural Geographies 6, no 3 (1999), pp. 318–340. 72 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”, p. 319. Es importante destacar que las publicaciones juveniles estaban dirigidas principalmente al sexo masculino, La sociedad victoriana desarrolló un fuerte sentido de diferenciación de género y de 33 El origen de los cuentos de aventura para niños y su vínculo con el romance del ascenso individual es inherentemente imperial: era en la frontera imperial en donde las aventuras eran posibles debido a que las constricciones de la rígida estructura de clases británica eran mucho menos efectivas. El imperio era el sitio dominante en el avance social individual. “Adventure fictions, generally written for boys and young men aged between 10 and 18 years, were intended to inculcate patriotism, manliness, and a sense of duty to Crown and Empire among readers.”73 Por otro lado, los reportes periodísticos de los emisarios británicos eran leídos ávidamente en Gran Bretaña. Fue durante la guerra de Crimea cuando esta práctica se volvió particularmente popular. Las acciones de los soldados eran recontadas gráficamente por corresponsales de guerra quienes, al igual que los ilustradores de guerra y pintores de batallas, se concentraban en el heroísmo, el drama y la gloria de la guerra. La escritura militar en biografías, libros de historia y ficción sobre campañas, incluyendo fantasías de invasión, resultó sumamente popular: “Juvenile fiction catered for a widespread interest in war and militarism.”74 Las novelas de George Alfred Henty son el prototipo de todos los romances imperiales británicos.75 Sus definiciones de lo que implicaba el comportamiento masculino al que todo niño debía aspirar estaban fuertemente limitadas por la estructura de la vida familiar y la responsabilidad imperial. Muchos autores76 los roles asignados a cada sexo. Así, estas publicaciones semanales inculcaban valores relacionados con el “deber ser” masculino. 73 Michael Paris, Over the Top, p. XIII. 74 Edward Spiers, “The Armed Forces”, p. 89. 75 Ex-soldado y corresponsal de guerra para el London Standard. 76 Michael Paris, Warrior Nation; Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”; Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”. 34 coinciden en nombrar a Henty, más que a ningún otro individuo, como el agente fundamental en el proceso de convertir a la guerra en un instrumento literario aceptable. Adoptó al guerrero como el portadordel ideal masculino en sus inmensamente exitosos77 y patrióticos cuentos para niños.78 Henty heredó mucho de escritores de aventuras previos como Kingston, Ballantyne y Kingsley quienes habían desarrollado ideas sobre la masculinidad y el destino imperial británico, pero a esto le agregó su propia visión romántica de la guerra. Enseñó a sus lectores que la guerra era inevitable si la nación habría de preservar y extender su imperio, pero también les enseñaba que era más que una necesidad de supervivencia imperial, era también una aventura emocionante y al experimentarla los niños se convertían en hombres, marcaban su lugar en el mundo y adquirían honor y posición: “Almost single-handedly, Henty created a new sub- genre of juvenile adventure fiction, the war story.”79 Henty, defensor del imperio y de la masculinidad caballeresca, unió estas ideas en un retrato idealizado del guerrero imperial, el instrumento por medio del cual el imperio había sido forjado y sus fronteras se habían mantenido. Según Paris, Henty se vio influenciado por visiones contemporáneas de la historia y veía a la historia británica como una serie de guerras inevitables que habían creado “Greater Britain”, 77 Henty publicó más de 80 novelas para jóvenes, varias de las cuales alcanzaron ventas de decenas de miles de ejemplares. Incluso hay anécdotas que mencionan que las bibliotecas no permitían que un mismo usuario solicitara la misma novela más de una vez, para permitir que más jóvenes pudieran tener acceso a ellas. 78 Traduje el término boy`s stories como cuentos para niños, sin embargo esta traducción no conlleva el mismo mensaje que el concepto original. Un boy story o story paper es una publicación periódica similar a una revista literaria que presenta ilustraciones y textos dirigidos a niños y jóvenes de sexo masculino. En Gran Bretaña también eran conocidos como 'Boys' Weeklies'. 79 Michael Paris, Warrior Nation, p. 9. 35 y creía que las futuras generaciones debían estar preparadas para la guerra constante en la defensa del imperio.80 El éxito de Henty fue tan evidente que muchos otros siguieron sus pasos, deseosos de, por un lado, mostrar su patriotismo al inculcar los valores que consideraban necesarios para asegurar la supervivencia del imperio y por el otro, de generar las ganancias que prometía este nuevo mercado. Estos autores estresaban los vínculos ente la masculinidad,81 el deporte, la responsabilidad cristiana y comunal y el imperio.82 La literatura de guerra no sólo reflejó el interés público en la guerra sino que ayudó a establecer nociones positivas de la violencia al convertir el combate en una cruzada moral entretenida y creando imágenes heroicas del guerrero. Resulta revelador que este tipo de novelas no solamente eran populares entre los niños y jóvenes, sino que también eran aprobadas tanto por los padres de familia como por los maestros de escuela, quienes distribuían estos libros entre los niños como regalos y premios ya que reflejaban el espíritu de la época y reforzaban los valores victorianos. Parte de esa aprobación tenía que ver también con el hecho de que a través de las novelas y publicaciones juveniles sobre la guerra, se promovía un sentido del deber y un espíritu marcial en los niños quienes tenían en sus manos el futuro del imperio. “Through words and illustrations the boys’ papers created 80 Michael Paris, Over the Top, p. XIV. 81 Manliness 82 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”, p. 318. 36 powerful myths about the nature of war and the British soldier, and [...] they translated imperial ideology into an accessible code.”83 Además de las novelas, en Gran Bretaña existían muchas publicaciones ilustradas semanales, conocidas como Weeklies, o en el caso de los jóvenes, Boy’s Weeklies. Estas variaban en calidad y contenido, pero era común a todas el tema del imperialismo y de la guerra. Las de menor calidad que eran conocidas como “penny-dreadfuls” relataban aventuras sensacionalistas, y fue precisamente debido a sus bajos niveles de calidad que se favoreció la aparición de otras publicaciones semanales. Tal fue el caso de Chums o del Boy’s Own Paper, una de las más famosas y con mayor circulación, fundada en 1879 por el Religious Tract Society.84 Estas nuevas publicaciones dirigían la agresión juvenil en canales aceptables de violencia. Las representaciones de la guerra antes de 1914 eran en esencia coloniales; describían la manera en la que una de las grandes potencias europeas exportaba violencia organizada a sus posesiones imperiales. Además de la literatura imperial, en el último cuarto del siglo XIX tuvo un éxito enorme la llamada literatura de invasión, en donde Francia, el enemigo histórico de Gran Bretaña, fue suplantado en la ficción por la nueva Alemania expansionista. En estas novelas se presentaban historias de invasiones terribles y a la par se hacía una crítica a las autoridades militares por no estar preparadas ante esa posible eventualidad. Así, a través de la literatura se promovió la formación de una paranoia colectiva. 83 Michael Paris, Warrior Nation, p. 69. 84 En esto podemos observar otro ejemplo de la interrelación entre el militarismo británico y los grupos religiosos. 37 Militarismo popular Hacia mediados de siglo, la guerra incluso se comenzó a legitimar a través de un darwinismo social que predicaba la necesidad biológica de la guerra como el medio por el cual un pueblo dinámica y racialmente superior podía acceder a su verdadero destino.85 Al igual que los animales, las naciones se encontraban en una constante lucha por la supervivencia y únicamente a través de la guerra podían darse las condiciones para la supervivencia del más fuerte. Para la década de 1890 la unión de la idea de una misión imperial divina, la influencia de la teoría social darwiniana y el creciente antagonismo entre los grandes poderes que hacían que la guerra fuera cada vez más probable, favoreció la creación de lo que Anne Summers ha llamado militarismo popular.86 Éste consistía en una aceptación generalizada de que la guerra era una práctica natural y legítima y era un medio por el cual se podían lograr metas nacionales. Ello tuvo como consecuencia el desarrollo de un nuevo respeto por el ejército y por la organización militar y en una admiración del soldado como portador ideal masculino. El ideal de masculinidad de la época victoriana incluía cualidades de valor físico, ideales caballerescos, fortaleza y connotaciones de virtud militar y patriótica.87 A lo largo del siglo XIX el concepto sufrió una serie de transformaciones; en un inicio 85 Michael Paris, Over the Top, p. XVII. 86 Anne Summers, “Militarism in Britain before the Great War”, en History Workshop Journal, vol. 2, 1976, p. 104–123 87 Véase: J. A. Mangan y James Walvin, Manliness and Morality: Middle-class Masculinity in Britain and America, 1800-1940, Manchester, Manchester University Press, 1987. 38 se encontraba íntimamente relacionado con el concepto de muscular christianity88 y con la idea de un proceso de ascenso y madurez en donde los jóvenes se transformaban en adultos. Hacia finales de esa época el ideal de masculinidad “stood for neo-Spartan virility as exemplified by stoicism, hardiness and endurance- the pre-eminent qualities of the famous English public school system [...]”89 Según algunos autores, hubo una crisis de masculinidad hacia fines del siglo XIX.90 Cada vez era más difícil mantener el orden en el imperio y reclutar voluntarios para el ejército debido a lasdeficiencias físicas e intelectuales de los jóvenes británicos, deficiencias que eran producto de las condiciones provocadas por la vida urbana y el trabajo industrial. Esto se vio exacerbado por la desastrosa guerra Boer, en donde los británicos sufrieron terribles pérdidas en una guerra impopular y en contra de un ejército guerrillero e improvisado. La sociedad, al igual que las autoridades, interpretaron el fracaso bélico como una muestra de la decadencia social, física y moral de los británicos. Al mismo tiempo, las ambiciones territoriales de los otros poderes europeos se percibían como una amenaza a los intereses británicos y esto, combinado con una creciente competencia económica con las economías en ascenso de naciones como Alemania o los Estados Unidos, provocaron una profunda sensación de inquietud. 88 “A central, even definifng chararcteristic of muscular christianity is an association between physical strength, religious certainty, and the ability to shape and control the world around oneself.” en Donald E. Hall, Muscular Christianity: Embodying the Victorian Age, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, p. 7. 89 J. A. Mangan y James Walvin, Manliness and Morality, p. 1. 90 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels” p. 319; Michael Paris, Over the Top p. XVIII; Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”; Jay Winter, Joseph Canning, y Lehman Hartmut, “Representations of War on the Western Front, 1914-1918”. 39 La solución a estos problemas se encontraba en la expansión de una nueva doctrina imperialista y masculina entre las clases recién alfabetizadas de donde se debían reclutar a los nuevos funcionarios militares y administrativos del imperio. Las novelas para jóvenes y las publicaciones periódicas ayudaron a lograr este objetivo: “Edwardian juveniles leave us in no doubt about what manly boys were supposed to think and how they should act. They were wholeheartedly to embrace imperialism and the ‘white man’s burden’91 with a simple patriotism.”92 Lo que se aprende en la infancia comúnmente se vuelve extraordinariamente influyente en la edad adulta y esto puede aplicarse a la literatura, las imágenes, los juegos etc. los cuales desempeñan un papel fundamental en la formación de actitudes y creencias. La literatura y la educación no fueron los únicos medios por los que se buscó solucionar esta supuesta crisis en la masculinidad.93 Hacia finales del siglo XIX, Gran Bretaña presenció el surgimiento de varias organizaciones juveniles de carácter paramilitar. Tal fue el caso de The Boy’s Brigade, the Lads’ Drill 91 Este concepto se refiere a la supuesta obligación que tiene el hombre blanco de colonizar y regir otras naciones. La frase “White man’s burden” fue acuñada por Rudyard Kipling en un poema y utilizada para justificar el imperialismo como una noble empresa. Take up the White Man's burden, Send forth the best ye breed Go bind your sons to exile, to serve your captives' need; To wait in heavy harness, On fluttered folk and wild— Your new-caught, sullen peoples, Half-devil and half-child. (fragmento) Rudyard Kipling, The White Man’s Burden, Doubleday and McClure Company, 1899. Véase: David Spurr, “Chapter VII. Affirmation: The White Man’s Burden” en The Rhetoric of Empire, pp. 109-124. 92 Peter J. Hugill, “Imperialism and manliness in Edwardian boys’ novels”, p. 319. 93 Algunos autores como Mangan y Walvin se inclinan más a considerar el surgimiento de las organizaciones paramilitares como un antídoto a la crisis en la masculinidad, mientras que otros como Anderson y Paris plantean que se trató más bien de una expresión del creciente militarismo británico de finales de siglo. 40 Association, the Salvation Army y the Church Army, entre otras. Incluso los Boy Scouts de Baden-Powell surgieron como resultado de la creencia de su fundador de que una guerra europea era inevitable y que los niños necesitaban tener conocimiento básico en cuestiones de exploración y actividades de supervivencia si habían de servir para algo en la guerra futura. Estas organizaciones no sólo fungieron como promotores de la masculinidad sino que también buscaron instaurar un espíritu marcial, una disciplina y un patriotismo entre los jóvenes. Al mismo tiempo, promovían actividades físicas y un estilo de vida saludable que contrarrestaría la degeneración de la población urbana, creando así una generación de jóvenes que estaría preparada para la guerra no sólo psicológicamente sino también físicamente. El militarismo británico de finales del siglo XIX no sólo era un asunto de actitudes adulatorias hacia los soldados profesionales sin precedente, sino también de una imitación civil de la organización, disciplina y parafernalia militar, y de la difusión de sentimientos y el uso de retórica militar en general.94 Si bien es cierto que resulta sumamente difícil establecer qué pensaba la gente sobre la guerra antes de experimentarla, podemos definir cómo el discurso de guerra subyacente fue modelado por la cultura de masas. Christopher Leach se propuso hacer esto en su tesis doctoral;95 al analizar una diversa selección de prensa ilustrada, novelas juveniles, pinturas y soldados de juguete, Leach plantea que las representaciones de guerra convergieron en un grupo de formas 94 Olive Anderson, “The growth of Christian militarism in mid-Victorian Britain”. 95 Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”. 41 identificables, conformado por ideales que comúnmente estaban sustentados por las peculiaridades de las campañas coloniales. Según Leach, estas representaciones diferían de la realidad no por tergiversaciones deliberadas o celebración indebida, eran “falsas” debido a su ámbito narrativo estrecho que enfatizaba lo familiar y a construcciones históricamente perdurables del discurso que, como un objeto socialmente definido, confirmaban el valor más amplio de la guerra y la conservadora institución que la peleaba.96 Para los voluntarios de 1914 sus motivos para enlistarse no se vieron complicados por una visión desafiante de la naturaleza de la batalla. El discurso de guerra formulado entre 1870 y 1914 se vio influenciado por la cultura masiva juvenil y adulta, definida a su vez, por la prensa ilustrada, el arte, la pintura y la literatura. Lo que resulta determinante para mi estudio es que las representaciones de guerra no coincidían con la naturaleza cambiante de la guerra moderna e industrializada. El contraste entre la realidad y representación de la guerra es algo que sucede en cualquier cultura en cualquier periodo; sin embargo, en el caso de Gran Bretaña este fenómeno se presentó con particular intensidad desde finales del siglo XIX. Mientras que el discurso de guerra resultó ser fiel respecto a cuestiones superficiales como el tipo de armamento y narrativas generales de batallas, no sucedió lo mismo al transmitir la experiencia de guerra. Al contrario, estas representaciones estaban basadas predominantemente en las peculiaridades de las guerras coloniales y en un discurso de justificación de la dominación imperialista. 96 Christopher Leach, “Scarlet and khaki, fire and steel”, p. 4. 42 Era una visión que se acomodaba a la elite conservadora del ejército y a los valores e intereses de la sociedad victoriana, con sus ideales de civilidad, masculinidad, heroísmo y educación. Sin embargo, fue una época en la que el carácter de la guerra cambió de forma drástica. Al expandirse en escala y en sofisticación tecnológica, la guerra moderna se diferenciaba cada
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