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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO Facultad de Filosofía y Letras Colegio de Historia De la sífilis a los modelos astronómicos. Dispositivos de análisis de la historiografía de la ciencia Tesis que para obtener el título de Licenciado en Historia presenta: Daniel Guzmán Vázquez Director de Tesis: Dr. Fernando Betancourt Martínez UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Agradecimientos La disposición de las piezas que ha culminado en el engranaje de esta tesis comenzó a tomar forma al inicio de mis estudios profesionales, cuando me intrigaron algunas preguntas sobre la disciplina histórica: ¿es la historia una ciencia, de qué tipo?, ¿es la supuesta “subjetividad” del historiador un criterio suficiente para demeritar su carácter científico?, ¿corresponden las ciencias experimentales y matemáticas con la descripción que de ellas se suele hacer en las humanidades y artes: conocimientos racionales de orden objetivo, tendientes a la búsqueda de verdades apodícticas y en cuyo proceso los factores sociales y culturales no juegan un papel relevante como sí lo hace la naturaleza? Desde entonces las preguntas han adquirido trazos y formas muy diversas, todo ello gracias a la lectura de obras, clases y conversaciones con diferentes personas. Un hito al respecto fue el curso del Dr. Fernando Betancourt que bajo el título de “filosofía de la historia” tomé en la Facultad de Filosofía y Letras, pues me ofreció una multiplicidad de matices y tintes que ayudó a rediseñar mi empobrecida imagen sobre la epistemología de la historia, la lectura de sus textos y su asesoría en la dirección de esta tesis ha renovado considerablemente mi interés de lo que por economía de la palabra se denomina teoría de la historia. A él le debo mucho más de lo que escuetamente señalan algunos pasajes de este escrito. Agradezco también la disposición del Dr. Ambrosio Velasco para formar parte del jurado, su cordialidad y sencillez en conjunto con su perspicacia han mejorado la tesis en general y me han ofrecido claves insoslayables en el desarrollo de los problemas investigados. Doy también las gracias a la Dra. Luz F. Azuela por la atención dedicada a la lectura de mi trabajo, sus sugerencias de libros y sus comentarios me han conducido a lecturas exquisitas. Los valiosos comentarios críticos del Dr. Roberto Fernández, con quien además tomé clases, me permitieron puntualizar algunas de los argumentos del escrito; la velocidad y atención con las que revisó el borrador de la tesis no pueden ser sino motivo de agradecimiento de mi parte. Estoy en deuda por la disposición y fraternidad con la cual recibió el texto el Mtro. Rodrigo Vega, de manera amigable señaló aspectos que mejoraron la versión final y también preguntas que me han abierto nuevas posibilidades de investigación. Debo agradecer también al Dr. Luis Vergara, con quien tuve la oportunidad de trabajar en la Beca O´Gorman para jóvenes en teoría de la historia, germen de la presente investigación; él ha seguido de cerca mis primeros pasos en esta materia y su guía me ha resultado de gran ayuda, su generosidad me permitió además abusar de su tiempo para que leyera el borrador de la tesis. Parte de las preguntas señaladas en el primer párrafo fueron resultado del contacto con profesionales de la ciencia de la biología que son mis padres (caecus amor prolis); Sin el apoyo de mi madre, doctora en ciencias, sencillamente no hubiera podido realizar esta tesis, su participación abarca todos los planos de la investigación, especialmente su tiempo para escuchar y hacer propuestas sobre diversas cuestiones del trabajo, espero algún día corresponder a una parte de su inconmensurable apoyo. Algunas de las inquietudes sobre la ciencia surgieron en los trabajos de campo a los que he acompañado a mi padre, su destreza para recorrer diferentes paisajes, hallar “ejemplares” y ver aspectos naturales vedados para mí, me hizo intuir que él se hallaba en presencia de un mundo que por mi carácter de no iniciado en la ciencia me resultaba inaccesible, a él le agradezco además impulsar persistentemente mis estudios universitarios. A mi hermana, brillante estudiante de la Facultad de Ciencias, le agradezco su apoyo en la consecución de importante material bibliográfico, algunos aspectos de nuestras polémicas conversaciones están reflejados en la tesis. Agradezco (ab imo pectore) a Alejandra, su compañía es lo mejor que hallé en mi paso por la Facultad, pacientemente ha prestado gran atención a mis inquietudes académicas y de todo tipo, sus consejos sinceros y valiosas opiniones han sido fundamentales. Su participación en esta tesis es mucho mayor incluso de lo que ella puede suponer. En la Facultad encontré también a mi amigo y colega Isaac (amicus fidelis protectio fortis), como parte de las amenas conversaciones con él se cuentan algunas relacionadas con la presente investigación. Las condiciones de posibilidad para la realización de este trabajo suponen prácticas institucionales y quehaceres sociales inasibles, agradezco los procesos que dentro de la UNAM me permitieron no sólo estudiar gratuitamente un bachillerato privado, sino una licenciatura con muchas opciones de formación. Ahí el primer texto que me dejaron leer fue el de Gaos sobre la historiografía, al que se le dedica un capítulo en esta tesis, esto ocurrió en la clase de la Dra. Evelia Trejo, a ella le agradezco sinceramente haber motivado mi interés en la teoría de la historiografía. En la universidad disfruté media carrera asistiendo como inscrito y oyente a los extraordinarios cursos del Dr. Antonio Rubial, y casi también el mismo tiempo a los de la Dra. Margarita Peña, aún tuve la oportunidad de escuchar de viva voz al Dr. Adolfo Sánchez Vázquez y al Dr. Bolívar Echeverría. De estos y otros cursos disfruté al lado de mis colegas, quienes conforman la comunidad necesaria que permite sobrellevar una carrera universitaria. Cuius rei demonstrationem mirabilem sane detexi. Hanc marginis exiguitas non caperet. Pierre Fermat […] las grandes mutaciones científicas quizás puedan leerse como consecuencias de un descubrimiento, pero pueden leerse también como la aparición de formas nuevas de la voluntad de verdad. M. Foucault El “descubrimiento de América” nace de esta confusión. Digo “confusión” cuando en realidad debemos hablar de la visión científica de aquellos siglos. Carlos Montemayor En sentido riguroso la traducción no existe: hay que escribir de nuevo las novelas en la lengua a la que son trasladadas. José Emilio Pacheco Índice INTRODUCCIÓN 9 1. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA: LA CONSTRUCCIÓN DE LA OBSERVACIÓN WHIG Y SUS ALTERNATIVAS 19 1.1. LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA: RUPTURA Y TRADICIÓN 19 1.2. LA HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA: EL POSITIVISMO Y SUS CRÍTICAS 31 1.3. ¿QUÉ ES UN DISPOSITIVO HISTORIOGRÁFICO? 44 2. DISPOSITIVOS HISTORIOGRÁFICOS SOBRE LOS ESPACIOS DE PRODUCCIÓN DELCONOCIMIENTO 49 2.1. DISPOSITIVO DE LA ESTRUCTURA OPERATIVA DE LA CIENCIA 49 2.1.2. COLECTIVO DE PENSAMIENTO Y COMUNICACIÓN 50 2.1.3. COMUNIDAD Y PARADIGMA 58 2.2. DISPOSITIVO DEL SISTEMA DE OBSERVACIÓN 65 2.2.1. OBSERVACIONES Y GENEALOGÍA DE LA SÍFILIS 65 2.2.2 LOS CAMBIOS OBSERVACIONALS EN LOS MODELOS ASTRONÓMICOS 70 3. DISPOSITIVOS HISTORIOGRÁFICOS SOBRE EL CAMBIO EN LA CIENCIA 87 3.1 DISPOSITIVO SEMÁNTICO O CONCEPTUAL 87 3.2 DISPOSITIVO DE DISCONTINUIDAD O REVOLUCIÓN CIENTÍFICA 96 4. SUJETO E HISTORIOGRAFÍA. EL MODELO DE JOSÉ GAOS. 109 4.1. EL MODELO HISTORIOGRÁFICO DE GAOS 109 4.2. SUJETO Y OBJETO, LA RELACIÓN DEL CONOCIMIENTO 116 5. DE LA HISTORIOGRAFÍA O PORQUÉ ARISTÓTELES SÍ FUE UN FÍSICO BRILLANTE 121 5.1. “GAVAGAI”: HISTORIOGRAFÍA ¿TRADUCCIÓN O INTERPRETACIÓN? 122 5.2. LA DIMENSIÓN “FILOSÓFICA” DE LA HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 128 5.3. HISTORIOGRAFÍA: TAXONOMÍA Y FUNCIONES 136 CONCLUSIONES 145 APÉNDICE 153 IMAGEN 1 153 IMAGEN 2 153 IMAGEN 3 153 IMAGEN 4 154 ESQUEMA 1 154 ESQUEMA 2 155 BIBLIOGRAFÍA 157 INTRODUCCIÓN “La búsqueda histórica de sentido, no es sino la búsqueda del Otro”, pero esta acción contradictoria trata de envolver y ocultar en el “sentido” la alteridad de este extraño, o, lo que es lo mismo, trata de calmar a los muertos que todavía se aparecen y ofrecerles tumbas escriturísticas. Michel De Certeau ¿Qué se puede hallar en el espacio interno de un análisis historiográfico?, por más íntegro que pueda ser ¿ofrece la lectura concluyente de un texto por medio de un enterramiento escriturístico?, ¿o de acuerdo con la paráfrasis de De Certeau, la obra, su objeto de estudio continúa apareciendo cual fantasma, como una entidad imposible de aprehender, como si fuera un extraño después de cada relectura?. Los criterios de estudio de un texto histórico, el énfasis que se pone en ciertos pasajes, las conexiones que ofrecen los pies de nota con otros textos o las comparaciones que se hacen entre obras que guardan una filiación endeble, la del autor, son todas ellas variables que afectan el resultado de un análisis historiográfico. En el trabajo que sigue se ofrece un intento de este ejercicio, en lo básico se trata de un análisis de la historiografía de la ciencia guiado por un criterio organizacional simple: el de dos autores, Ludwik Fleck y Thomas Samuel Kuhn, cuyas obras forman parte de un paisaje de textos que modificaron el modelo de desarrollo de la ciencia del siglo XX. El objetivo que persigue el trabajo es establecer algunas líneas de parentesco en una parte del pensamiento sobre la ciencia que permitan explicar la emergencia de la llamada “nueva filosofía de la ciencia”1 y particularmente, el papel que la historia desempeñó en este proceso. Se trata por lo tanto de un estudio sobre las cualidades de la historiografía, de sus mecanismos y las consecuencias que generan en un ámbito particular: el de la epistemología. La imagen de la ciencia, la naturaleza de su proceder y su evolución histórica, han sido modificadas sensiblemente durante la segunda mitad del siglo XX. Hasta ese 1 Entendiendo por nueva filosofía de la ciencia aquella que se opuso a algunas de las tesis “clásicas” o “tradicionales” del empirismo lógico y del racionalismo crítico, para lo cual destacó la existencia de marcos teóricos en la producción de la ciencia y la importancia del estudio histórico de estos, lo que le mereció la adjudicación de los términos -no sin cierto toque peyorativo- de filosofía “teoreticista” e “historicista.” Vid. Ana Rosa Pérez Rasanz, Kuhn y el cambio científico, México, Fondo de Cultura Económica, 2000. p.16. La filosofía de la ciencia anterior a la década de 1960 era profundamente normativa, autores como Ludwik Fleck y Karl Mannheim desistieron además del modelo acumulativo del conocimiento regulado por un método científico general. Vid. Alexander Bird, Thomas Kuhn. trad. de Carmen García Trevijano, Madrid, Tecnos, 2002, p 19-53. INTRODUCCIÓN 10 momento existía una gran confianza en el ámbito de la epistemología acerca de la capacidad del llamado método científico. La aplicación de las reglas que permitían evaluar las hipótesis y las teorías con las cuales trabajaban las academias científicas, así como el análisis de las características específicas de esta metodología eran algunas de las tareas principales de la filosofía de la ciencia. Frente a este proyecto autores como Norwood Hanson, Paul Feyerabend, Stephen Toulmin y Thomas Kuhn, entre otros, ofrecieron diversas alternativas; concepciones como la neutralidad de las observaciones científicas y que la ciencia en lo básico o en lo general podía ser analizada como una actividad lógica, fueron cuestionadas al tiempo que se enfatizó la importancia de los marcos teóricos y el enfoque histórico para entender el proceso de desarrollo del conocimiento. Mientras que algunos autores como Hans Reichenbach asumían que la filosofía de la ciencia tenía por objeto la reconstrucción de “los procesos de pensamiento como deberían suceder si han der ser ordenados en un sistema coherente”, independientemente de los “procesos efectivos” del pensamiento, las nuevas observaciones desconfiaron de las reconstrucciones racionales que poco a nada se relacionaban con los datos históricos.2 Por lo que se refiere a las obras de los autores que se estudiarán hay que mencionar que se encuentran vinculadas por un tipo curioso de simbiosis sociocultural. El libro de Ludwik Fleck La génesis y el desarrollo de un hecho científico (Entstehung und Entwicklung einer wissenschaftlichen Tatsache),3 dedicado a explicar el surgimiento del concepto moderno de la sífilis, fue publicado por primera vez en el año de 1935 en la ciudad suiza de Basilea, frontera con Francia y Alemania; tuvo la mala suerte –según explican sus prologuistas Löthar Schäfer y Thomas Schnelle- de circular en una época y geografía con desprecio a los autores judíos.4 La obra no logró despuntar en el ambiente intelectual del centro de Europa en tiempos del ascenso del movimiento nazi. Hubo que esperar casi tres décadas hasta el año de 1962 para que la obra de Fleck apareciera como uno de los antecedentes 2 Pérez Rasanz, op.cit., p.17. 3 Ludwik Fleck, La génesis y el desarrollo de un hecho científico. Introducción a la teoría del estilo de pensamiento y del colectivo de pensamiento, trad. de Luis Meana, pról. de Lothar Schäfer y Thomas Schnelle, Madrid, Alianza Editorial, 1986, 200 p. 4 Ibid., p.10. INTRODUCCIÓN 11 más importantes de la exitosa obra de Thomas Kuhn, The estructure of scienfific revolutions.5 En el prefacio de ésta Kuhn escribió que el libro de 1935 sobre la historia de la sífilis era un ensayo que anticipaba muchas de sus propias ideas y que además fue clave en la conformación de la sociología de la comunidad científica.6Una parte importante del renombre que alcanzó la obra de 1962- más de veinte millones de ejemplares vendidos y la traducción a más de treinta lenguas, entre las que se cuentan el chino, ruso, árabe, malayo, thai, vascuence, islandés y japonés-7 se debe a la influencia del lúcido ensayo de Fleck, el cual prologó Kuhn en la edición del año de 1979. Por su parte el texto sobre las concepciones de la sífilis de Fleck fue rescatado del olvido en el que se hallaba, tuvo la suerte de que su primera mención tras la segunda guerra mundial se realizara en el mayor best seller de teoría de la ciencia del siglo XX. La tesis que sigue trata en buena parte de la relación de estos dos textos y de la función de la historia en su articulación.8 Por supuesto en el caso de Thomas Kuhn, se ha ampliado el análisis de los casos de astronomía con el texto de La revolución copernicana, apenas su segunda obra, escrita en el año de 1957. Asimismo se han utilizado artículos básicos en el desarrollo de su posición intelectual, tanto en lo que se refiere a las comunidades científicas, los paradigmas y las revoluciones científicas, contenidas en libros como La tensión esencial (1977) y El camino desde la estructura (2000). Para exponer las características de estas historiografías primero se describen algunos aspectos del contexto en el que surgieron: la epistemología de la primera mitad del siglo 5 Para la elaboración del presente trabajo se ha usado la traducción española: Thomas Samuel Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, 3ed., tr., Carlos Solís Santos, México, Fondo de Cultura Económica, 2006. 360 p.(Breviarios, 213) 6 “Esta es la clase de exploración aleatoria que permite la Society of Fellows y sólo gracias a ella pude dar con la monografía casi desconocida de Ludwik Fleck, Entstehung und Entwicklung einer wissenschaftlichen Tatsache (Basilea, 1935), un ensayo que anticipa muchas de mis propias ideas. Junto con una observación de otro Junior Fellow, Francis X. Sutton, la obra de Fleck me hizo darme cuenta de que podría ser necesario situar esas ideas en la sociología de la comunidad científica.” Ibid. p.48. 7 Según Gustavo Pardo es probablemente la obra filosófica más influyente que se haya escrito en lengua inglesa durante la segunda mitad del siglo XX, aunque es un dato que por tratarse también de un libro de historia, tal vez no entusiasme mucho a los núcleos más cerrados de filósofos. Gustavo Pardo. La formación intelectual de Thomas S. Kuhn. Una aproximación biográfica a la teoría del desarrollo científico, Pamplona, Universidad de Navarra, 2001, p.10. Vid. Carlos Solís, “Una revolución del siglo XX” en Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, op.cit., p.32. 8 Schäfer y Schnelle, prologuistas del libro de Fleck aseveran que: “A pesar del gran número de trabajos realizados en torno a la posición de Kuhn, su origen y afinidades, la relación con Fleck sigue hasta ahora –sobre todo porque en el texto mismo no aparece referencia alguna a Fleck– sin tratarse. ”. Cfr., Fleck, op.cit., p.39. El presente trabajo pretende, en parte, paliar este vacío comparativo. INTRODUCCIÓN 12 XX, es decir, la influencia en la filosofía del conocimiento del programa del Círculo de Viena y la historiografía de la ciencia de tradición comteana. Destaca como una interpretación común de esta época el avance del conocimiento científico –esto es, su historia- como si se tratara de una marcha ascendente y progresiva (mayor y mejor conocimiento), una concepción que servirá de contrapunto a una parte de la filosofía de la ciencia de la segunda mitad del siglo XX. Los apartados en los que se ensaya el análisis historiográfico propiamente dicho, capítulos 3 y 4, se apoyan en una herramienta que permite reconstruir los textos una vez que su arquitectura9 ha sido segmentada: los dispositivos de análisis. La función de esta técnica para el estudio historiográfico es la de “recortar” los textos estudiados para ofrecer posteriormente una versión (un análisis y una interpretación) reconstruida, pretendidamente coherente de las obras. Un dispositivo de análisis habrá que entenderlo en lo que sigue como el mecanismo que dentro de un texto permite enlazar sus diferentes partes de tal manera que el resultado sea un entramado semántico, su papel es el de organizar el discurso y presentarlo como unidad. Dicho de manera breve ésta noción define una herramienta del análisis historiográfico, mediante la cual se establecen ciertas claves para asir la arquitectura de un texto, pero principalmente trata de delimitar qué disposiciones han delineado ese tipo particular de arquitectura, o sea, mediante cuáles aspectos es posible definir la estructura semántica de una obra.10 Los criterios mediante los cuales los dispositivos seccionan los textos historiográficos son cuatro que corresponden a las siguientes preguntas: ¿quién o qué produce el conocimiento científico y qué tipo de operaciones se ponen en marcha para este propósito?, ¿cuál es el circuito cultural que se relaciona con el conocimiento especializado (científico o no), cómo afecta el primero al segundo.?, ¿qué tipo de discurso es el científico, cuál es el papel que los conceptos juegan en él? y finalmente ¿cuáles son las 9 La noción de arquitectura aplicada a la historiografía es de origen gaosiano y se refiere sencillamente al proceso de construcción o composición de un texto, una de las seis operaciones de la investigación historiográfica según este modelo. La arquitectura de la historiografía es por lo tanto lo que hace a la organización de su contenido, a su estructuración. José Gaos, “Notas sobre la historiografía” en Historia Mexicana, El Colegio de México, v. IX, n.4, abril-junio, 1960, p.493. 10 Se describirán otros aspectos sobre el dispositivo de análisis justamente en el apartado inmediato anterior al estudio de los textos de historiografía de la ciencia. Vid. infra. p.44. INTRODUCCIÓN 13 características del desarrollo de la ciencia, la continuidad y las rupturas de su historia?. Por ello los dispositivos no sólo se asumen en lo subsecuente como parte del método de esta tesis, sino como elementos estructurales de las mismas obras historiográficas que permiten que los enunciados contenidos en ellas respondan entre otras, cuestiones como las anteriores y ofrezcan un tipo de interpretación específica al respecto. Los últimos dos apartados de la tesis esbozan algunas posibles consecuencias que pueden derivarse de las obras estudiadas para la teoría historiográfica. El supuesto que se pretende demostrar en el capítulo quinto dedicado al modelo de José Gaos es, que algunos principios cardinales de la teoría de la historia, como la distinción entre la historia y la historiografía y la relación cognitiva entre el investigador y el pasado, derivan de esquemas epistemológicos más amplios que han sido tratados por la filosofía. Por lo cual es válido establecer que la revisión de los fundamentos tradicionales en la epistemología supone su revisión dentro de la disciplina histórica, máxime si tal revisión fue generada en parte por un ejercicio escriturístico del pasado, es decir, por historiografías de la ciencia. ¿Por qué el modelo de Gaos y no otros? Porque sintetiza quizá como ningún otro, en unas cuantas páginas, un conjunto importante de aspectos relativos a la teoría de la historia, y también debido a que se sitúa en un conflicto particularmente interesante: la divergencia entre el esfuerzo por superar la independencia del “objeto histórico” del sujeto cognoscente, y simultáneamente la utilización de este supuesto y de ésta dialéctica para proponer la organización del saber historiográfico en tres diferentes niveles. En el último apartado se estudian algunos aspectos particulares de la historiografíade la ciencia, especialmente lo que se refiere a la organización del contenido histórico y a los procedimientos propios de su investigación. Se destacan dos principios metódicos; por un lado la historización como un quehacer primordialmente interpretativo antes que un ejercicio de traducción de lenguajes pasados; y por el otro, la presencia de un “cuerpo teórico (si se prefiere, filosófico)” dentro de los textos de historia, acompañando sus contenidos descriptivos y narrativos. De esta manera se llega al último subcapítulo, en donde se ensayan algunas respuestas de una pregunta que únicamente el desarrollo de los capítulos precedentes ha permitido formular: si el quehacer historiográfico, al menos el de Kuhn y Fleck, admite como necesarias para su desarrollo las herramientas de la INTRODUCCIÓN 14 interpretación y de la teoría, y si por ende el objeto de su estudio -“la realidad pasada”- depende de estos procesos, ¿es viable aún la distinción entre la historia y la historiografía, resulta posible este tipo de separación? Ante el esbozo del contenido de trabajo surgen preguntas que requieren ser respondidas sin mayor dilación. ¿Por qué se ha optado por estudiar la relación entre Fleck y Kuhn, y no entre éste último con Alexandre Koyré, Hélène Metzger, A.O Lovejoy, Benjamin Lee Whorf, Jean Piaget? Cada uno de estos autores junto con otros forman parte de la historia intelectual de la historiografía contemporánea de la ciencia, sin embargo, son dos las razones por las cuales se han preferido los autores mencionados. Por un lado Fleck, al estudiar una serie de eventos médicos permite ampliar el rango de los objetos historiográficos más allá de los casos de la física, centrales por lo menos en el trabajo de Kuhn y así dar cabida a ejemplos provenientes de otro ámbito de las ciencias. En segundo lugar, la versión sociohistórica del conocimiento compartida por estos autores ofrece claves para superar los marcos de discusión sobre la objetividad y subjetividad en la historia, esto es, la discusión sobre el estatuto cognitivo de la historia basado en las dificultades que supone un objeto de estudio, el histórico, al cual se le adjudica una naturaleza dual, la de ser hecho histórico objetivo y hecho para una representación mental (subjetiva), o sea conocimiento.11 ¿Por qué una tesis sobre teoría e historiografía sin historia? El camino que sigue el trabajo en realidad es circular, no comienza con la descripción de problemas específicamente teóricos de la historia, sino con el estudio de escritos sobre el pasado de la ciencia y la discusión epistemológica a la que se enfrentaron y finalmente, la reflexión a partir de estos antecedentes de algunas características propias del ejercicio historiográfico en general. Se dirige de la historiografía hacia la historiografía. ¿Y la historia? Habrá quiénes hubieran preferido una descripción de la historia real de la sífilis, la de sus primeras apariciones (¿en Europa o en América?), los diferentes criterios sintomatológicos con los que se clasificó –incluso en los tiempos premodernos-, su relación con el arte y la religión y desde luego su taxonomía moderna: su “origen” bacteriológico. Y posteriormente 11 Cfr. Adam Shaff, Historia y verdad. Ensayo sobre la objetividad del conocimiento histórico, trad. de Ignasi Vidal Sanfeliu, México, Grijalbo, 1974, p. 273. INTRODUCCIÓN 15 ofrecer una historia de la historia de la sífilis, sobre las diferentes interpretaciones que los historiadores han hecho de la enfermedad, por ejemplo estudiando el grado de continuidad o de ruptura adjudicado por los eruditos entre la idea del mal venéreo del siglo XVI y la contemporánea como enfermedad de transmisión sexual. Pero estudiar la historia de la sífilis sin su historiografía ofrece una peculiar dificultad: revisar el contenido factual de una obra historiográfica, por ejemplo La génesis y el desarrollo de un hecho científico de Ludwik Fleck, sólo podría lograrse mediante otro intento historiográfico, con otro ejercicio de historización. Si hipotéticamente se pretendiera “corregir” el texto de Fleck argumentando que existen indicios arqueológicos para situar las primeras fuentes históricas de la sífilis en la América precolombina sería necesario construir un nuevo relato historiográfico. De tal modo que –y esta es una de las conclusiones principales del escrito- nada puede decirse de lo histórico que no dependa de lo historiográfico. Toda vez que los objetivos del escrito se dirigen al problema del conocimiento histórico, se ha enfatizado el análisis historiográfico de las obras más que su condición de documentos, -sobre la sífilis, la física newtoniana o la historia de la electricidad-, se ha priorizado (sin descartar) el estudio de su integridad textual más que su función de dato o de fuente histórica. Por lo mencionado anteriormente será evidente que este trabajo no es sino otro camino, el de la historia de la ciencia, que se dirige a problematizar viejas preguntas sobre el saber histórico. Cuestiones que han sido comunes en obras clásicas de autores como Marc Bloch, Lucien Febvre o E.H. Carr: ¿en qué consiste el discurso histórico?, ¿es objetiva la historia?, ¿cuál es la relación entre el pasado y el conocimiento histórico? Llamará la atención que el camino hacia la teoría historiográfica, hacia el espacio autónomo y diferenciado de la epistemología de la historia se enlace con el de la filosofía de la ciencia, específicamente con el de la física, la química, la astronomía o la medicina. Si bien es cierto que parece abandonado el intento de justificar el estatuto científico de la historia por su similitud con las “ciencias duras” hoy que el discurso histórico reivindica una mayor relación con la literatura por su función narrativa que con los experimentos de laboratorio, el conocimiento del pasado sigue siendo un problema disciplinario. Y en cuanto INTRODUCCIÓN 16 tal, se trata de un tema que comparten no sólo las ciencias sociales sino también la filosofía. Por otro lado no han sido las cuestiones gnoseológicas las que han vuelto a la teoría de la historia, sino las obras historiográficas las que han ido a la filosofía de la ciencia, para impactarla, trastocarla o también enriquecerla. Los dos autores estudiados coinciden en que han recurrido al discurso histórico como vía para reflexionar las funciones cognitivas de sus propias profesiones; Fleck como médico abordó los problemas del conocimiento mediante la escritura de la historia de las concepciones de la sífilis; Thomas Kuhn, físico teórico egresado de Harvard, recurrió al estudio histórico de las revoluciones científicas para cuestionar las nociones clásicas sobre el método científico y la evolución del conocimiento. Es probable que los estudios sobre la teoría del conocimiento evolucionen a un tratamiento regional del saber disciplinario. Más que el intento de hallar características generales en el método de las ciencias físico-matemáticas y experimentales, las directrices de las investigaciones epistemológicas quizá coincidirán con los límites de una determinada disciplina y no con el de una racionalidad científica general.12 Tal y como lo definen ya algunos programas en las instituciones universitarias al estudiar la “filosofía de la física”, la “teoría de la historia”, la “historia y filosofía de la biología” o incluso la “filosofía del derecho”; la investigación de la epistemología pasa por el estudio de casos específicos toda vez que el proceso de conocimiento no es el mismo en las distintas disciplinas científicas. De lo anterior deriva una advertencia: las caracterizaciones de la ciencia que se hacen en las páginas siguientes no permiten definir la dinámica general de las ciencias, sino algunas de ellas en cierta geografía y tiempo. Otras regiones de laciencia escapan por mucho de los alcances de este trabajo. Aunque es cierto que incluso las comunidades que trabajan con situaciones del tipo más normativo, como las de matemáticos, también se organizan a partir de estructuras colectivas y de comunicación de las que hablan Fleck y Kuhn, existen 12 Me apoyo en las conclusiones de Fernando Betancourt derivadas de su investigación sobre la metáfora y la disciplina histórica. “Si bien desaparece la epistemología como núcleo de creencias compartidas, emergen epistemologías regionales que buscan fundamentar a las ciencias desde los núcleos de creencias compartidas en cada matriz disciplinaria. ”Fernando Betancourt Martínez, El retorno de la metáfora en la ciencia histórica contemporánea. Integración, discurso historiográfico y matriz disciplinaria, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, 2007. p.226. INTRODUCCIÓN 17 fenómenos enigmáticos que sólo las investigaciones históricas y filosóficas permitirán profundizar. Uno de estos fenómenos es sumamente representativo acerca de los problemas de los que trata el presente trabajo: el último teorema de Fermat. Matemático francés del siglo XVII, Jean Fermat se hizo famoso, entre otras cosas, por glosar el libro de La Aritmética de Diofanto, en él estableció que las ternas pitagóricas (como la famosa ecuación del cuadrado de la hipotenusa, h2= c2 + c2), en las que el exponente fuera un número entero mayor a dos no tenían solución (c n>2 + c n>2 ≠ h n>2 ). Durante tres siglos no se logró demostrar este teorema, sencillamente porque había que probarlo con un número infinito de soluciones. Fue en el año de 1995 cuando el matemático británico Andrew Wiles tras una épica investigación pudo demostrar el último teorema de Fermat, una de las mayores hazañas de la historia de la ciencia, sobre todo si se toma en cuenta que bajo paradigmas anteriores se consideraba prácticamente un problema irresoluble. Para efectos de este trabajo es preciso señalar que la demostración de Wiles fue posible en palabras de él mismo y sus colegas -según puede verse en documentales para televisión-, gracias a una larga trayectoria de trabajos matemáticos que van desde el siglo XVIII hasta el siglo XX, de hecho la vía por la que llegó Wiles a la prueba del teorema de Fermat fue más bien indirecta. Es decir, fue necesaria una cadena acumulativa de conocimiento para alcanzar una demostración del que con probabilidad era el problema más difícil de matemáticas. Sin las investigaciones previas de Euler, Sophie Germain, Krummer, Galois, Taniyama, Shimura y muchos más, la gloria de Wiles no sería posible. Y sin embargo, lo enigmático es que el propio Fermat aseguró, más de trescientos años antes, tener una demostración de su teorema, pero no tener espacio suficiente en el margen para escribirla (hanc marginis exiguitas non caperet). ¿Sólo un proceso acumulativo de conocimientos matemáticos a lo largo de tres centurias permitió un progreso de esta magnitud?, ¿cuál es el papel del azar en esta demostración, una variación en el desarrollo de la matemática moderna habría llevado igualmente (teleológicamente) a esta demostración?, ¿qué hay de Fermat, tenía efectivamente una demostración?, ¿el pasado genera condiciones de posibilidad, logros y avances de los que sólo nosotros, -situados en la plataforma de nuestra actualidad-, nos consideramos capaces? INTRODUCCIÓN 18 Por lo que respecta a la disciplina histórica hay que establecer que su carácter de cientificidad no puede negarse simplemente argumentando que no ha establecido un corpus definido de leyes, por carecer de métodos experimentales o debido a que sencillamente el observador es un copartícipe de su objeto de estudio al pertenecer a un contexto social. Las constantes que anteriormente permitían delimitar un circuito científico, como las de ser un discurso verdadero, verificable, con respaldo empírico, han cambiado durante la segunda mitad del siglo XX, en buena parte gracias al papel que la historia ha desempeñado dentro de la epistemología. Este trabajo sin embargo no pretende responder la cuestión sobre la cientificidad de la disciplina histórica, sino describir su función como elemento de ruptura en los modelos de la filosofía de la ciencia. Después de todo si hoy se habla de las revoluciones en la física, en la química o en la biología es por el efecto de una transposición, del traslado de un conjunto de modelos históricos (historiográficos) al ámbito de las ciencias. 1. FILOSOFÍA E HISTORIAGRAFÍA DE LA CIENCIA: LA OBSERVACIÓN WHIG Y SUS ALTERNATIVAS. En este primer apartado se esbozan algunas de las líneas del pensamiento filosófico e historiográfico entre los que surgieron, -bien como crítica o sucesión-, los textos de Fleck y Kuhn que son objeto de esta investigación. Más que reconstruir el panorama intelectual y sociocultural en los que respectivamente surgieron obras como La estructura de las revoluciones científicas (1962) o La génesis de un hecho científico (Basilea, 1935), -un esfuerzo que está muy por encima del presente trabajo-, se trata básicamente de exponer algunas de las valoraciones realizadas sobre estas obras durante la segunda mitad del siglo XX. A grandes rasgos se describirán estos balances en su tránsito de una versión “revolucionaria” o de ruptura de los textos estudiados, hacia una imagen más “continuista” que señalará ciertas deudas con la tradición anterior, especialmente con el empirismo lógico. En el segundo apartado, se describen sucintamente alguos aspectos del desarrollo de la historiografía de la ciencia que permitirán contextualizar las obras de Fleck y Kuhn como parte de un mundo historiográfico más amplio. Finalmente se presentan algunos caracteres definitorios de la noción de dispositivo de análisis historiográfico que se pondrán en marcha en los próximos dos capítulos. El objetivo del capítulo es por lo tanto, presentar pequeños trazos contextuales, apenas introductorios, con miras al desarrollo de los apartados posteriores. • 1.1 La filosofía de la ciencia: ruptura y tradición. Es casi un lugar común referirse a la década de 1960 como un tiempo “revolucionario” en el ámbito continental y anglosajón de la filosofía de la ciencia. Una parte considerable de esta caracterización descansa en la importancia atribuida con justa razón al libro de Kuhn de 1962, sin duda un hito para debates y líneas de investigación posteriores. Una de las nociones más llamativas de este texto, la de revolución científica, ha sido utilizada curiosamente para signifcar la propia historia de la obra y de otros trabajos de la época.1 La importancia de estos, incluido el texto de Fleck, reside básicamente en los tipos de observaciones realizadas y los apuntes registrados acerca de sus valores y consecuencias; en otras palabras, el carácter discontinuo de los trabajos sobre la estructura de la ciencia, - su desapego con una 1 En este sentido sobresale la obra: Paul Hoyningen-Huene, Reconstructing scientific revolutions: Thomas S. Kuhn´s philosophy of science, Chicago, University of Chicago Press, 1993. 310 p. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 20 tradición- responde más bien a una serie de balances y a un conjunto específico de lecturas sobre estos. En lo que sigue se realizará una descripción en el plano de una observación de segundo orden, es decir, acerca de las observaciones que a su vez observaron el desarrollo de los trabajos académicos en este período, atendiendo a sus valoraciones y críticas.2 La tercera edición en español de La estructura de las revoluciones científicas contiene una introducción de su traductor Carlos Solís, -historiador de la ciencia y alumno de Thomas Kuhn-, titulada “Una revolución del siglo XX”. En ella se presentanlos trabajos de este último como los de un innovador cuya revolución habría que localizarla en el modo de concebir la ciencia a partir de su historia.3 El tipo de tradición con la que rompe la visión kuhniana se identifica con “filosofías positivistas” cuyo común denominador sería ofrecer una imagen de la marcha científica en términos lineales y acumulativos, lo cual supondría la existencia de un lenguaje universal válido para cualquier tiempo y geografía. Dicho lenguaje permitiría considerar a los problemas científicos, sus objetos de estudio y los términos asociados a ellos como equivalentes más allá de las diferencias en el orden histórico. La de Kuhn sería según esta postura, una revolución en el modo de comprender la ciencia.4 El positivismo al que se refirió anteriormente coincide con la visión “whig” sobre la ciencia, un término de uso corriente en las academias anglosajonas, muy probablemente debido a la obra del historiador Herbert Butterfield.5 Según Kuhn la historia como la antropología, busca encontrar y difundir los vocabularios específicos de otros tiempos y otras culturas, a los antropólogos renuentes a aceptar este principio se les llama “etnocentristas” y a los historiadores se les llama “whig”,6 para él un ejemplo de historiador whig sería George Sarton, para quien sencillamente la ciencia era el máximo logro humano, y su historia, una constante expansión del conocimiento.7 Sólo cuatro años después de la publicación de La estructura de las revoluciones científicas, Dudley Shapere caraterizaba su época en términos de un viraje revolucionario en la filosofía de la ciencia, o cuando menos una “revuelta contra el positivismo” ocasionada por 2 Sobre la noción de observación y de sus niveles. Vid. infra. p.51. 3 Carlos Solís, “Una revolución del siglo XX” en La estructura de las revoluciones científicas, op.cit., p. 18. 4 Ibid., p.16. 5 Vid. infra. p. 40. Butterfield, Herbert, The Whig Interpretation of History, 1931, versión en internet: http://www.eliohs.unifi.it/testi/900/butterfield 6 Thomas Kuhn, “Racionalidad y elección de teorías” en El camino desde la estructura, trad. de Antonio Beltrán y José Romo, Barcelona, Paidós, 2002. p.253. 7 Kuhn, “Una conversación con Thomas S. Kuhn” en El camino desde la estructura, op.cit., p. 328-329. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 21 la influencia de autores como el segundo Wittgenstein, S. Toulmin, R. Hanson, P. Feyerabend y Kuhn. Mientras que el ancien régime estaría representado por el neopositivismo, especialmente aquel atribuido a Carnap y Hempel. Otro autor, Frederick Suppe, criticaba la “tradición heredada” del positivismo particularmente la distinción entre contexto de descubrimiento y de justificación y establecía como contraparte de ésta received view al enfoque histórico y sociológico de la ciencia. En el mismo tenor, Mary Hesse afirmaba ya en los ochenta que la nueva filosofía postempirista de la ciencia era el resultado de un tránsito de los modelos lógicos a los históricos. El análisis sobre la justificación de la ciencia se asociaba con nombres como Nagel, Braithwaite y Popper, además de los ya mencionados Carnap y Hempel. Al igual que Hessen, en 1980 también Pierre Jacob definió la “rebelión contra el empirismo” como un conjunto de tesis mediante las cuáles se establecía que: la lógica (ni deductiva ni inductiva) no funcionaba para explicar el crecimiento de la ciencia, el rechazo a la experiencia como el camino fundamental de la ciencia en detrimento de la creatividad intelectual, el énfasis en la subdeterminación empírica de la teoría, la oposición al modelo acumulativo de la historia y el desplazamiento de las fronteras entre la racionalidad científica y otros fenómenos culturales (arte, religión, mito) con los que se encontraron mayores puntos convergencia. Los precursores de estos cambios se ubicaban en la década de los años cincuenta: Hanson y Toulmin. A éste último se le responsabilizaba de acometer el “primer asalto contra el empirismo” y a Thomas S. Kuhn se le reconocía como el autor del “manifiesto más conocido del movimiento antiempirista”.8 Así, las valoraciones sobre las transformaciones de la filosofía e historia de la ciencia de mediados del siglo XX fueron configurando paulatinamente una brecha entre la “imagen tradicional” del análisis lógico del lenguaje adjudicado al Círculo de Viena (Weiner Kreis) y la nueva perspectiva más cercana a los aspectos históricos y sociológicos. Derek L. Phillips en un libro sobre Wittgenstein del año de 19779 delimitaba el campo anterior de discusión sobre la ciencia como un “enfoque ahistórico” que había insistido en la lógica, la unidad de la ciencia, las bases del empirismo y el análisis formal. Frente a este propósito de 8 Rossi, Paolo, Las arañas y las hormigas. Una apología de la historia de la ciencia, trad. de Juana Bignozzi, Barcelona, Editorial Crítica, 1990. p.59-60. 9 Derek L. Phillips, Wittgenstein and the Scientific Knowledge: a Sociological Perspective, Macmullin, 1977. Citado por: Rossi, op.cit., p.60. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 22 dilucidar las leyes de la naturaleza, se encontraría una nueva imagen de la ciencia con un fuerte arraigo en la sociología del conocimiento, cuyos máximos representantes además de los señalados Hanson, Toulmin, Kuhn, estarían Michael Polanyi y Paul Feyerabend. Más recientemente, al despuntar el siglo XXI Alexander Bird en su biografía intelectual sobre Thomas Kuhn presentaba las visiones de los años sesenta sobre la ciencia bajo el aspecto de un “nuevo paradigma” y eran contrastadas con el “viejo racionalismo”. Dentro de éste se incluye una descripción dedicada a algunos de los trabajos del empirismo lógico, -al que describe bajo la estela de la tesis semántica relativa al contenido del pensamiento y a los significados de las palabras-, particularmente de textos firmados por nombres como Rudolph Carnap y Carl Hempel. 10 Esta investigación es relevante además porque dibuja algunas líneas de continuidad entre las tradiciones mencionadas. Según Bird “la propia revolución de Kuhn retuvo mucho de ese empirismo lógico contra el cual se estaba reaccionando”, por ejemplo sus comentarios criticos a la teoría de la verdad como correspondencia tienen como precursores, entre otros, a positivistas lógicos como Neurath y Carnap.11 Ciertamente se admite que Kuhn rechazó un tipo de positivismo apoyado en el primer Wittgenstein, como el de Moritz Schlick, no obstante se indica que compartió una tradición positivista y empirista como la de los autores mencionados a propósito del problema de la verdad.12 La tesis general establece lo siguiente: La impresión ususal, especialmente a la luz del enorme impacto de Kuhn, es que la ruptura debió ser masiva, un rechazo total, una verdadera revolución. Yo creo que ésta es una impresión errónea […] Por otra parte, yo sostengo que es precisamente este rechazo parcial del positivismo y el empirismo lo que explica la aparente radicalidad de la perspectiva kuhniana –la inconmensurabilidad, la concepción del progreso, el rechazo de los conceptos de verdad y de verosimilitud y, posiblemente la tesis del cambio del mundo, son todas ellas consecuencias de las concepciones positivistas y empiristas que Kuhn conservó. Si Kuhn hubiera cortado por lo sano rechazando realmente al empirismo, el resultado, aunque superficialmente menos dramático, habría sido entonces una revolución verdaderamente más profunda.13 En los últimos años debido al estudio más específico de los trabajos del Círculo de Viena y la comparación de éstos con la filosofía de la ciencia de la segunda mitad del siglo XX, la imagen de la revolución en la filosofía de la ciencia ha sido matizado. Por consiguiente10 Bird, op.cit., p. 29. 11 Ibid., p.315-316. 12 Ibid., p.317. 13 Ibid., p.15. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 23 la historia del empirismo lógico se ha tornado todavía más compleja de lo que valoraciones anteriores habían señalado. De manera especial el estudio del proceso de recepción de éste movimiento en las academias estadounidenses ha ofrecido claves importantes sobre el mismo. La historia acerca de la formación del Círculo de Viena era mucho más clara que la de su destino intelectual en el exilio. Como bien se sabía el grupo había iniciado en la capital austriaca durante la década de 1920 a la par de los cursos de Moritz Schlick sobre la filosofía de la ciencia y que en un texto publicado en el año de 1929 titulado “La visión científica del mundo. El Círculo de Viena”, habían presentado entre sus principales antecesores a Hume, Leibnitz, Mach, Russell y Einstein.14 Lo importante es que algunas de las características de su programa de trabajo fueron consideradas como la carta de presentación del positivismo lógico, esto en detrimento –como se señalará a continuación- de otros aspectos igualmente relevantes.15 Así, se destacó el rechazo de los problemas de la metafísica (como la disputa entre las posiciones idealistas y realistas), la unidad de las ciencias en términos de una estructura lingüística con una lógica particular y el llamado principio de verificabilidad que establecía tal y como lo indica su nombre, un criterio de verificación empírica, directa o indirecta, de las proposiciones que asumen una pretensión cognitiva.16 Según el criterio de demarcación de las ciencias empíricas y de los marcos metafísicos, los enunciados científicos eran los que derivaban de la experiencia, o sea aquellos reducibles a sensaciones, impresiones y 14 Ruy Pérez Tamayo, La estructura de la ciencia, México, Fondo de Cultura Económica/ El Colegio Nacional, 2008, p.7. 15 El término positivismo lógico se víncula con un grupo dentro del propio Círculo de Viena que incluía a investigadores como Schlick, Waismann, Feigl y otros, se trata de un sector que insistió en el dualismo entre filosofía y ciencia Dicha fórmula se refiere a dos importantes tradiciones; los fundamentos de la física derivados de los trabajos de Einstein y Poincaré, y los fundamentos de las matemáticas de Frege y Rusell, se trataba entonces de un ejercicio de conjunción de una perspectiva empirista y de las investigaciones sobre la lógica científica. Las proposiciones sintéticas de la ciencia, por lo que se refiere a su estructura lógica, no serían consideradas de manera independiente de su relación con lo empírico, o sea con los enunciados de hechos. Si las proposiciones sintéticas a priori habían sido un referente fundamental de la empresa filosófica durante una parte de su historia, el nuevo programa del Círculo de Viena afirmaba exclusivamente como posibles, los enunciados del tipo sintético a posteriori. Vid. Friederich Stadler, El Círculo de Viena. Empirismo lógico, ciencia, cultura y política, trad. de Luis Felipe Segura Martínez, México, Fondo de Cultura Económica/ Universidad Autónoma Metropolitana, 2011.p.38. 16 Pérez Tamayo, op.cit., p. 9. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 24 percepciones. 17 El papel del análisis lógico del lenguaje consistía por lo tanto, en transparentar dichas unidades atómicas, finalmente los enunciados de la actividad científica tendrían que ser verificables según su característica determinante.18 Igualmente se enfatizó que la búsqueda por imitar el procedimiento de las ciencias exactas y naturales, el empirismo de tradición vienesa podía considerarse como una filosofía de la ciencia (por lo que respecta al estudio de la lógica y teoría de la ciencia), pero también –y más concretamente- como una filosofía científica.19 Frente a las valoraciones dominantes acerca del empirismo lógico como una corriente del “viejo racionalismo”, dedicada primordialmente a la investigación acerca de la estructura lógica del lenguaje científico, estudios sociales referentes al Cículo de Viena han presentado una interpretación diferente. El trabajo de George A. Reisch destaca en este sentido al estudiar la evolución en la filosofía de la ciencia en los Estados Unidos durante el contexto de la Guerra Fría.20 De acuerdo con esta obra el positivismo lógico fue un proyecto variopinto en el que sobresalió no sólo el compromiso por la indagación sobre la racionalidad científica en términos de un análisis formal de los enunciados científicos, sino también por el desarrollo social y cultural progresista. Ésta fue la propuesta original cuando menos desde la década de 1920 hasta el final de los años cuarenta. Esta situación se corresponde con los objetivos del grupo por hacer llegar a un público amplio su “concepción científica del mundo” (Wissenschaftliche Weltauffassung) por medio de la Sociedad Ernst Mach y diversas conferencias tanto en Europa como en los Estados Unidos, también a través del movimiento de Unidad de la Ciencia de Otto Neurath. El propósito era unificar las ciencias de tal modo que fuera posible planear y gestionar las sociedades modernas. No hay que olvidar que el proyecto de Círculo de Viena se inscribía en el horizonte de la Ilustración (Aufklärung), y que por lo tanto se trataba de emparentar los avances en el conocimiento científico con el pensamiento político-social. La 17 Ibid., p.42-44. 18 “A proposiciones atómicas corresponderán realidades atómicas. De esta correspondencia surgirá la verdad. El mundo se presenta como una pluralidad de entidades que pueden captarse mediante una pluralidad de frases atómicas”. Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, 13a. ed., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, p. 484. 19 Stadler, op.cit., p.36. 20 Georg A. Reisch, Cómo la guerra fría transformó la filosofía de la ciencia. Hacia las heladas laderas de la lógica, trad. de Daniel Blanco, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2009. 479 p. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 25 creación de la International Encyclopedia of Unified Science (1938) que comenzó a tomar forma desde 1934 según Carnap, permitiría presentar a la ciencia como un elemento vivo y continuar así la obra iniciada por D´Alembert con su aversión por los sistemas, sólo que esta vez en manos de unos “antisistémicos” más rigurosos que sus antepasados.21 El quiebre se produjo en la década de 1950 cuando el programa del Círculo de Viena (ya en el exilio) adquirió un semblante que sería moneda común en balances posteriores. Después de ese momento se concibió básicamente como una tradición semántica y de lógica aplicada a la que se asoció precisamente el término de “empirismo lógico” y “positivismo lógico”. Fue soslayada la creencia de autores como Otto Neurath, Philipp Frank y Charles Morris de que la filosofía de la ciencia necesitaba abordar no sólo los estudios formales de la teoría y el lenguaje científico, sino también temáticas sociales y políticas tales como los valores presentes en la ciencia y el contenido evidencial de las ideologías. De acuerdo con el estudio de Reisch la paulatina marginación y posterior desaparición del proyecto cultural del Círculo de Viena se explica por la presión de todo tipo experimentada por el grupo durante la posguerra. Una agenda ilustrada de ese estilo generó desconfianza y reticencia en un país en el que crecía exponencialmente el temor a los regímenes soviéticos. Además la filiación política de los empiristas lógicos distaba mucho de ser aceptada en un ambiente académico influenciado por el macartismo. Si bien era cierto que el empirismo lógico fue bien aceptado durante la década de 1930, particularmente en la ciudad de Nueva York, la histeria anticomunistade los años cincuenta dejó sentir fuertes sospechas sobre la actuación de sus representantes. Destacados participantes del movimiento de Unidad de la Ciencia, como Malisoff y Blumberg fueron investigados desde finales de la década de 1940 por el FBI y no tardaría 21 Stadler, op.cit., p.46. La noción de sistema habrá que delimitarla al contexto de un saber o teoría con un apego débilmente empírico. En el ámbito ilustrado dicho término era usado de manera más bien peyorativa, como por ejemplo cuando Diderot reprochaba al espíritu sistemático el trazar planes y formas del universo a los que se les pretendía posteriormente, adaptar los fenómenos por la fuerza o por algún tipo de derecho. D´Alembert en el siglo XVIII escribía sobre el “sistema del mundo” en relación con las teorías cosmológicas o con “el sueño de los filósofos”, Abbagnano, op.cit., p.983. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 26 mucho en que los nombres de Philipp Frank y Rudolph Carnap llegaran a los archivos de la agencia de J. Edgar Hoover.22 Hay que tener presente que en este época no sólo el ambiente de tensión frente a la “amenaza comunista” impactó por igual al ámbito de la filosofía de la ciencia como al quehacer mismo de las ciencias. Fue un tiempo en el que la actividad científica ya despuntaba como una cuestión de seguridad nacional. Parte de este contexto fue tratado por la película A beautiful mind (2001), en la que se retrata la esquizofrenia del premio nobel de economía, John Forbes Nash (representado por Russell Crowe), acompañada de delirios sobre supuestos grupos y planes “criptocomunistas” operando en los Estados Unidos. Nash realizó su doctorado en matemáticas en la Universidad de Princeton desde 1947, tiempo en que aún trabajaban ahí científicos como Einstein y J. Von Neumann. No es fortuito que el filme comience con la plática a un grupo selecto de univeristarios a quienes se les impulsa -frente al peligro de un “comunismo global”- a desarrollar investigaciones de alto nivel que pudieran ser publicadas y aplicables tecnológicamente. El propio Thomas Kuhn participó en los “esfuerzos bélicos” desde que su mentor James Bryant Conant, lo condujo a la Office of Scientific Research and Development (OSRD), cuya función era facilitar el vínculo de personal e investigaciones científicas con los propósitos de la defensa nacional. También laboró como adjunto de investigación en el American British Laboratory tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra, y en Radio Research Laboratory de Harvard, donde se dedicó a elaborar contramedidas para radar en la cobertura de Kamchatka.23 De esta manera lo que sobreviviría hacia 1960 sería el empirismo lógico sin el movimiento de Unidad de la Ciencia. Había perdido así su efervescente capacidad para influir en un amplio debate académico y popular acerca de problemas relativos a la estructura de la ciencia; no se puede omitir que fue este movimiento el encargado de realizar diversos congresos internacionales en Europa y Estados Unidos para la Unidad de la Ciencia, así como de publicar obras como la International Encyclopedia of Unified Science, 22 Reisch, op.cit., p.150. 23 Kuhn, “Una conversación con Thomas S. Kuhn” en El camino desde la estructura, op.cit., p. 315. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 27 Journal of Unified Science y periódicos como Philosophy of Science Synthese, además de que lograron atraer la atención de medios como Time y New York Times.24 A contrapelo de la versión revolucionaria de la década de 1960 en relación con el empirismo lógico como una filosofía eminentemente “formal” y “ahistórica”, la monografía de Reisch señala que ésta corresponde a una imagen deformada y se puede agregar, a la de un movimiento que por su abstraccionismo resultaba fácil de vencer por parte de los estudiosos y filósofos de la ciencia posteriores apelando a la importancia de la historia y sociología de la ciencia. Si algo condicionó que la tradición vienesa de la filosofía de la ciencia fuera descrita como un catálogo de errores y deficiencias en los debates intelectuales fue precisamente la influencia de políticas encaminadas a extirpar la “amenza roja” de los Estados Unidos que terminaron por abarcar la vida pública. También es preciso incluir la pérdida de apoyo del movimiento por parte de la izquierda política a raíz del pacto Hitler-Stalin (1939), injustamente se culpó –en voz de Horace Kallen por ejemplo- a la Unidad de la Ciencia de ser un movimiento “totalitario”. La preocupación por parte de los positivistas lógicos, - Otto Neurath es paradigmático al respecto-, por “las implicaciones políticas del desarrollo científico”,25 se identificaron equivocadamente en ciertos círculos intelectuales como parte de la “marea roja” de filiación stalinista. A ello se sumó el despreció por parte de autores “anticolectivistas” muy influyentes en la cultura política de mediados del siglo, quienes antepusieron el individualismo ante cualquier tipo de organización colectiva y de planeación estatal de la sociedad y la economía. Un proyecto como el de Neurath de extender el lenguaje fisicalista en toda la sociedad,26 -de modo que se lograra un popularización del tipo de comprensión científica-, no encajaría en el nuevo paradigma político del liberalismo.27 24 Ibid., p. 30. 25 Ambrosio Velasco Gómez, “Ciencia, democracia y multiculturalismo” en J. Miguel Esteban y Sergio Martínez (comp.) Normas y prácticas en la ciencia, México, Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Históricas, 2008. p.172. 26 Ibid., p.173 27 Este ambiente se nutrió de libros tan influyentes como The Road to Serfdom (1944) de Friedrich Hayek y God and Man at Yale (1951) de William F. Buckley. Vid. Reisch, op.cit., p. 283-290. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 28 Por otro lado, la dinámica interna de los debates del movimiento de la Unidad de la Ciencia dejan entrever diferencias insoslayables entre las posiciones intelectuales de sus miembros, muchas veces obviadas a favor de un esquema interpretativo simple del grupo en su conjunto. De hecho, algunas de las primeras críticas contra el formalismo del empirismo lógico pueden situarse al interior de este movimiento. Neurath por ejemplo advertía que las teorías del significado de enunciados, sobre la verdad y de las relaciones lenguaje-mundo, “alentaban peligrosamente la creencia en verdades absolutas y trascendentales”.28 Indicaba además que la sistematización de los lenguajes científicos no descansaba en la elucubración de modelos ideales sobre estos, sino que debería partir de las ciencias existentes y del modo en que eran practicadas.29 Otro destacado miembro como Phillip Frank, uno de quienes se esforzaron por continuar con el proyecto del movimiento de la Ciencia Unida a través de su nuevo instituto, contemplaba como parte de su programa de investigación la historicidad de la ciencia, el holismo teórico y la subdeterminación de las teorías por la evidencia.30 Además señalaba la importancia de estudiar los contextos económicos y sociales de la práctica científica. En este sentido la génesis de los textos que se estudian en el presente trabajo se encuentran mucho más vinculadas de lo que las valoraciones posteriores sobre la revolución en la filosofía de la ciencia sugerían. El famoso ensayo de Thomas Kuhn sobre las revoluciones científicas del año 1962, se publicó originalmente como parte de uno de los proyectos del movimiento de la Unidad de la Ciencia, en la serie Foundations of the Unity of Science. Towards an International Encyclopedia of United Science. Desde 1957 Thomas Kuhn había recibido la invitación por parte de Charles Morris para participar en laenciclopedia internacional, los otros miembros del consejo editorial, Otto Neurath y Rudolf Carnap habían dado su beneplácito para su participación. Un lustro más tarde llegaría el famoso manuscrito que aparecería finalmente como un capítulo introductorio de la enciclopedia. El escrito de Kuhn fue muy bien recibido por Carnap, quien destacó como parte de sus 28 Reisch, op.cit., p.218 29 Ibid., p.237. 30 Para Frank el significado teórico de una palabra podía derivarse sólo a partir de un “sistema de enunciados”, es decir de una doctrina o de un esquema significativo más amplio. Reisch. op.cit., p.258. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 29 virtudes el papel de las nuevas estructuras conceptuales en la historia de la ciencia y el paradigma de una evolución no teleológica influenciada por la obra de Darwin.31 El proyecto de una monagrafía histórica para la enciclopedia, que desembocó en el libro de 1962, fue comisionado originalmente como una monografía histórica al filósofo e historiador italiano Federigo Enriques, quien al no aceptar cedió sucesivamente la posibilidad a George Sarton y a I.B. Cohen (quienes también desistieron), hasta que finalmente Kuhn se hizo cargo del trabajo. Se ha descartado la intepretación de que La estructura de las revoluciones científicas habría atacado al empirismo lógico en su propio seno a la manera de un “caballo de Troya”, pues el proyecto de la Encycolpedia se hallaba en ese momento en franca decadencia.32 Curiosamente Kuhn llegó al texto de Fleck sobre la sífilis no sólo gracias a su membresía como junior fellow de la Harvard Society of Fellows, tal y como indica en el prefacio de La estructura,33 sino fortuitamente por una cita de nota al pie del libro de Hans Reichenbach, Experience and Prediction, otro autor vinculado con el denominado “viejo racionalismo”.34 Por su parte, el libro de Ludwik Fleck La génesis y el desarrollo de un hecho científico, escrito en el contexto convulso del período entre guerras, llegó a manos de Moritz Schlick en 1933, quien recibió una misiva por parte de su autor en el que expresaba su inconformidad acerca de que la teoría del conocimiento no se investigara según los hechos, sino más bien “su figura ideal imaginaria”, además indicaba que el origen del conocimiento no debía localizarse en los sentidos sino en los “libros o en otros artículos y ensayos”. Schlick correspondió el gesto proponiendo el texto para su publicación en la serie “Estudios sobre la concepción científica del mundo” (Schriften zur wissenschaftlichen Weltauffassunng), ante lo cual no consiguió una respuesta positiva.35 En la ciudad natal del Fleck, Lwów, originalmente polaca y posteriormente ucraniana, tenían gran influencia los círculos científicos en los que convergían estudiosos y especialistas de diversas disciplinas. En materia filosófica resaltó el círculo dirigido por Kazimierz Twardowski, alumno de 31 Pardo, La formación intelectual de Thomas S. Kuhn, op.cit., p. 58-60. 32 Reisch, op.cit., p.31. 33 Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, op.cit., p.46. 34 R.K. Merton, “Los colegios invisibles en el desarrollo cognitivo de Kuhn” en Carlos Solís (comp.), Alta tensión: Historia, filosofía y sociología de la ciencia, Barcelona, Paidós, 1998. p.35. 35 Vid. Friederich Stadler, op.cit., p.50. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 30 Franz Brentano, cuyos discípulos consolidaron “la escuela de Lwów (o Lemberg) - Varsovia”, un grupo con una orientación clara hacia el neopositivismo en especial sus alumnos Kazimierz Adjukiewicz y Leon Chwistek. Otro destacado grupo relacionado con Brentano fue el de la corriente fenomenológica, consolidada por Edmund Husserl, un de sus alumnos más importantes.36 No sólo en Viena también en ciudades como Berlín y Praga los centros de estudio de la ciencia se disolvieron antes del año de 1940, especialmente aquellos que tenían en su seno a eminentes pensadores de origen judío. Fue entonces cuando los miembros del Círculo de Viena optaron por el exilio. En el caso de Fleck, su condición judía, lo condujo sucesivamente al ghetto de Lwów, al campo de concentración de Auschwitz y finalmente al de Buchenwald.37 Su obra no tuvo ningún éxito en vida del autor, de una tirada total de 640 ejemplares se vendieron aproximadamente 200 no obstante que ya era reconocido por sus contribuciones en serología, inmunología y bacteriología. A la edición en inglés de 1979 a cargo de Thaddeus Brenn y Robert K. Merton, con prólogo de Kuhn, siguió la publicación en alemán de 1980.38 Con la fama adquirida a causa de aparecer como una de las obras precursoras de La estructura de las revoluciones científicas, la obra de Fleck podría presentarse igualmente como parte de los textos que revolucionarion la filosofía de la ciencia de la segunda mitad del 36 La influencia filosófica de Franz Brentano (1838-1917) fue de orden mayor en el contexto de las academias austriacas. Con su libro Psicología desde un punto de vista empírico (1874) marcó un hito en los estudios de la psicología y filosofía empírica, nutridos de la lógica aristotélica y escolástica, así como de la influencia de Leibniz y Bolzano, todo ello en el marco de un rechazo al idealismo alemán y al criticismo kantiano. Algunas de sus investigaciones anunciaban prematuramente ciertos principios del empirismo lógico, por ejemplo en relación con los fenómenos psíquicos, los que por definición se indicaba contenían intencionalmente a un objeto, aunque éste no existiera. Una de las tesis más importantes de Brentano, por lo que se refiere a la influencia en el Círculo de Viena, establecía que el verdadero método de la filosofía no era sino el de las ciencias naturales. Ibid., p.98-103. 37 Lo relativo a la información biográfica de Ludwik Fleck está tomada de la introducción “Los fundamentos de la visión sociológica de L. Fleck de la teoría de la ciencia”, de Lothar Schäfer y Thomas Schnelle, en la edición en castellano de Ludwik Fleck, , op.cit., p.9-42. 38 Rossi, p.70-71. Una suerte parecida fue la de Popper con La lógica de la investigación científica. La cual se publicó originalmente en alemán (Logik der Forschung) en Viena durante el otoño de 1934, pero curiosamente con la fecha del año siguiente. Su postura crítica con el positivismo lógico predominante en la capital austriaca, -al grado de ser considerado por Otto Neurath como la “oposición oficial”-, lo marginó del debate intelectual. La Lógica fue su primera obra publicada y apareció en una versión muy recortada del texto original. A pesar de que Popper se trasladó a Inglaterra en 1946, no apareció la versión inglesa del libro sino hasta el año de 1959, pero su influencia no fue reconocida sino quizá hasta que él mismo fue nombrado Sir y recibió críticas favorables de los académicos, incluso de algunos ganadores del premio Nobel ya en la década de los setenta (Sir Peter Medawar, Jacques Monod, Sir John Eccles), quienes reconocieron sus deudas con las investigaciones popperianas sobre filosofía de la ciencia. Bryan Magee, Popper, 2a. ed., trad. De Luis Pujadas, México, Colofón, 2000. p.11-17. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 31 siglo XX, también es cierto que muchos de los méritos del texto bien pueden rastrearse en ciertos principios de la filosofía de Neurath. Por ejemplo en relación con las condiciones dentro de las cuales se afirman las teorías, la búsqueda por estudiar el entrecruzamiento de epistemología y de psicología-sociología. 39 Aunque Fleck criticará la teoría del convencionalismo de Mach acerca de la elección epistemológica, 40 su descripción historiográfica de la sífilis encuentra correspondencia con la gnoseología de Mach según la cual el conocimiento humanopresenta las características de un fenómeno biológico en evolución desde sus etapas primitivas, y del pensamiento como de un continuo proceso de adaptación a la realidad y de los pensamientos entre ellos. Por esta razón se ha argumentado que es posible sostener que su obra se mueve dentro de la “versión biológico-psicológica del empirismo”.41 1.2 La historiografía de la ciencia: el positivismo y sus críticas Vinculadas a un objeto de estudio común, la historia y la epistemología han coincidido en estudiar el conocimiento científico, aunque no precisamente a partir de las mismas preguntas ni de los mismos medios para resolverlas. La noción epistemología proviene según Georges Canguilhem del año de 1854,42 mientras que los primeros ejemplos de historias de la ciencia pueden ubicarse hacia finales del siglo XVIII e incios del siglo XIX.43 El nombre 39 Rossi, p.76. 40 Se identifica en este caso al convencionalismo con la posibilidad de elegir con cierta libertad entre diferentes conceptos de sífilis, independientemente de la condicionalidad-histórico cultural tan cara para la perspectiva de Fleck. Según este autor, reconocer la economía del pensamiento como la facultad de elegir entre las conexiones activas libres se sitúa en el terreno de la teoría de Mach. Ibid, p.55. El convencionalismo coincide así con un tipo de validez por convención. La verdad de las proposiciones válidas en algún campo específico se debería al acuerdo común de los que se sirven de las mismas preposiciones. En el Círculo de Viena el convencionalismo adquirió la forma de una tesis general acerca de la estructura lógica del lenguaje, según la cuál dicha lógica tiene que ver con estipulaciones convencionales sobre el uso de los signos que funcionan como criterios delimitativos en la elección de las proposiciones iniciales de un sistema deductivo, la determinación de las reglas de la deducción, y finalmente con la delimitación del objeto de la investigación y el compromiso de cada uno de los investigadores. Abbagnano, op.cit., p.230-231. 41 Rossi, op.cit., p.79. 42 Georges Canguilhem, “El papel de la epistemología en la historiografía científica contemporánea” en Ideología y racionalidad en la historia de las ciencias de la vida, trad. de Irene Agoff, Buenos Aires, Amorrutu, 2005, p.15. 43Rafael Guevara afirma: “De hecho la palabra científico tiene esa antigüedad, aunque en la realidad pueda ser tan antigua como el siglo VI antes de nuestra era; así, el científico, como lo conocemos hoy en día, es relativamente reciente, y tiene un proceso de desarrollo que comienza desde el siglo XVIII hasta nuestros días”. Y párrafos más adelante añade: “Hasta el siglo XVIII, los diccionarios, al definir la palabra ciencia, hacían énfasis en la idea de que la verdadera ciencia era la teología, es decir aquello que Dios infunde en los hombres a través del conocimiento en saberes institucionalizados y formales como la medicina, la abogacía, la teología.” FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 32 de “científico” que sustituyó a palabras como sabio, filósofo natural u “hombre de ciencia”, fue propuesto por el inglés William Whewell en el año de 1834 –según afirma Helge Kragh- medio en broma y sin que se lo tomaran en serio. El término fue propuesto nuevamente seis años más tarde y enfrentó una gran oposición, especialmente entre los eruditos de clases altas quienes se mostraban renuentes a aceptar una definición que se asociaba con una “actitud moderna de saber remunerado”, aún en los años noventa del siglo XIX autores como Thomas Huxley, Kelvin y Rayleigh, eran reacios al uso de un término que sin embargo sí tuvo aceptación popular.44 Hasta qué punto la historia de la ciencia ha sido el labortorio de trabajo de la epistemología y la historiografía supone un estudio puramente descriptivo (independiente de marcos normativos), es una cuestión en cierto modo indefinible. Por el momento acordemos con Canguilhem en que la “epistemología no ha sido más que histórica”,45 es decir que los marcos de la teoría del conocimiento no pertenencen exclusivamente al espacio abstracto y formal del pensamiento, sino que al igual que la historia de la ciencia, muestra variaciones temporales y temáticas. Aunque hoy en día resulte habitual considerar a la historiografía como un espacio dedicado a describir el cambio o la ruptura de la ciencia, los primeros ejemplos modernos de historiografía de la ciencia distaban mucho del carácter “rupturista” que adquiriría en la década de 1960, por el contrario se elaboraron con base en un paradigma en el que la ciencia se asumía como el ejemplo del progreso humano y del avance del conocimiento. Destacan al respecto obras como Histoire des Mathématiques de Jean Etienne Montucla (1758) y la Histoire de l´Astronomie de Bailly (1775-1782). Para Canguilhem dichos textos proceden de “una conciencia de época” consistente en la: […] perfectibilidad indefnida del espíritu humano, que se apoya en una sucesión muy continua de revoluciones en cosmología, matemática y fisiología, realizadas por Copérnico, Galileo, Versión en Internet: Rafael Guevara Fefer, “Sobre la historiografía de la ciencia latinoamericana” http://www.economia.unam.mx/historiacultural/hist_rev_guevara.htm (Última revisión 15/05/11) 44 Helge Kragh, Introducción a la historia de la ciencia, trad. de, Teófilo de Lozoya, Barcelona, Crítica, 2007, p. 39-40. 45 Canguilhem, “El papel de la epistemología en la ciencia histórica contemporánea”, op.cit., p.26. FILOSOFÍA E HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA 33 Descartes, Harvey, Newton, Lavoiser, para no anticipar más que bajo el aspecto de la continuidad el progreso científico por venir.46 Montucla por ejemplo consideraba la historia de las ciencias –particularmente de las matemáticas- como la narración del desarrollo del espíritu humano, en el cual los “obstáculos” y “errores” del saber científico eran muestras vergonzosas de una historia que reclamaba para sí un avance ascendente.47 Durante el siglo XIX europeo para autores como Mach, Berthelot, Ostwald y Whewell, la investigación histórica sólo revestía un papel secundario mientras que los intereses filosóficos acerca del método científico eran prioritarios. Whewell al analizar la historia de la ciencia propuso que existían ideas fundamentales para el surgimiento del conocimiento científico que eran formas generales de entendimiento similares a las categorías kantianas, las cuales se encargarían de regular las sensaciones: tiempo, causa, realidad externa, polaridad, composición química, afinidad, simetría, semejanza, poderes vitales (asimilación e irritabilidad), etc.48 Además propuso las nociones de conciliación de las inducciones (fenómenos distintos que se explican a partir de la misma teoría) y de coligación de las observaciones (diversas observaciones se retroalimentan para generar nuevos resultados de investigación) 49 como procedimientos centrales del quehacer científico. Aunque la propuesta de Whewell acerca de las ideas fundamentales se asemeja a la imagen de una plataforma filosófica como trasfondo del desarrollo científico, es importante mencionar que dicha propuesta era resultado del estudio de diversos pasajes de la historia de la ciencia. La historiografía de los siglos XVIII y XIX trabajó sin un interés prioritario por resolver o crear problemás epistemológicos, hasta cierto punto la relación entre el sujeto y objeto de conocimiento, la veracidad de las afirmaciones científicas, la validez y cualidades 46 Idem. 47 “Pues en el avance del espíritu humano, un error es un paso atrás […] Pero no es así en las matemáticas
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