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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
—————————————————— 
Facultad de Filosofía y Letras 
Colegio de Letras Hispánicas 
 
Discurso poético y discurso histórico en la 
Relación fúnebre de Luis de Sandoval Zapata y el 
Tratado del descubrimiento de las Indias de Juan Suárez de 
Peralta 
 
T E S I S 
Que para obtener el título de 
Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas 
 
 
Presenta: 
David Alejandro Boyás Gómez 
 
Asesora: Dra. María Dolores Bravo Arriaga 
 
 
 
Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2017 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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AGRADECIMIENTOS 
 
La realización de esta tesis representa para mí la culminación de un gran esfuerzo colectivo. 
Por eso quiero agradecer primero a mis padres, Martha y Gelacio, sin cuyo amor y 
motivación constante, no hubiera podido concluir este trabajo. Agradezco mucho el apoyo 
de mis hermanos, Monserrat y Carlos, así como del resto de mi familia, mis tíos Gerardo y 
Lourdes, mi abuela Martha, y mi cuñado Antonio, de quienes siempre he recibido cariño y 
comprensión. 
 Deseo agradecer profundamente a mi maestra, la Dra. María Dolores Bravo Arriaga 
por toda su paciencia, su sabiduría y su amistad, que nunca ha dudado en compartir 
conmigo. Gracias a ella, esta investigación llegó a buen término, pues me proporcionó 
muchas de las armas que a partir de ahora siempre utilizaré en mi vida académica. Además 
agradezco el poder colaborar con ella de una forma tan agradable. 
 Externo mi reconocimiento sincero a los miembros del sínodo, a mi querida maestra 
la Dra. María Águeda Méndez, por su apoyo constante, y por su generosidad, y por 
supuesto a los maestros Sebastián Santana Jiménez, Daniel Castañeda y Jorge Gutiérrez 
Reyna por su dedicación y por haberme guiado durante este tiempo. A todos los profesores 
que me acompañaron en el camino y cuyas enseñanzas me han movido a realizar este 
trabajo: Israel Ramírez, Eugenia Revueltas, Javier Cuétara, Carmen Galindo, Juan Miguel 
de Mora, Gustavo Humberto Lizárraga, Jeanette Reynoso, Huberto Bátis, Ana María 
Maqueo, Beatriz Espejo, Jaime Cárdenas Rodríguez, Martha Pérez, Cynthia Villicaña, 
Pedro Fletes Rentería, María Chávarri, María Luisa Díaz, Inés Vargas y a muchos más que 
no caben aquí. A todos ellos, todo mi agradecimiento por su confianza y su sabiduría. 
3 
 
 Quiero reconocer a todos los amigos que desinteresadamente me han acompañado a 
lo largo de esta aventura y que han sido mis guías en la vida: Por supuesto a Diego Medina. 
A Arturo, Gabriel, Sebastián, Rodrigo y a su familia. También a mis queridos amigos, 
Adrián, Liliana, Jessica, Marysol, Marian, Carolina, Indira, Óscar, Luis Manuel Butrón, 
Dan, Luis Ángel, Alan; a Gabriela, Mariel, Yolitzma, a Carlos Mendoza Bustos, a 
Fernando, Emiliano, Selene, a Jazmín, Arely, Donají, Emmanuel, Raúl y David. A Champi. 
A Ernesto Reséndiz, A Alejandro Hernández y Martín Peralta por su ayuda y su paciencia. 
Muy especialmente a María Luisa Amezcua por su compañía y amistad. A todos ellos, 
gracias por estar. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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A mis padres, 
A Dolores Bravo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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7 
 
ÍNDICE 
 
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………......9 
LOS HECHOS HISTÓRICOS………………………………………………………………….23 
PARALELISMO ENTRE LA RELACIÓN FÚNEBRE Y EL TRATADO DEL DESCUBRIMIENTO DE LAS 
INDIAS…………………………………………………………………………………………...........33 
ANÁLISIS DEL POEMA……………………………………………………………………....43 
CONCLUSIONES…………………………………………………………………………….77 
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………......85 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
8 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
9 
 
INTRODUCCIÓN 
 
El presente trabajo tiene como propósito estudiar la Relación fúnebre a la infeliz, trágica 
muerte de dos caballeros de lo más ilustre de esta Nueva España, Alonso de Ávila y 
Álvaro
1
 Gil González de Ávila, su hermano, degollados en la nobilísima Ciudad de México 
a 3 de agosto de 1566 de Luis de Sandoval Zapata (¿1618, 1620? - 1671), y el Tratado del 
descubrimiento de las Indias
2
 de Juan Suárez de Peralta (¿1540, 1544? - 1613
3
). El primer 
texto es un romance con variados registros, uno de los grandes poemas del Barroco 
novohispano. El segundo es una crónica histórica del siglo XVI. 
La comparación de estas obras, la Relación y el Tratado, realza la importancia del 
romance de Luis de Sandoval, que representa uno de los poemas más relevantes del siglo 
XVII y de los de elaboración y temática más originales en la poesía novohispana. Además, 
afortunadamente contamos con la crónica histórica, con profunda cercanía a los hechos, 
narrada por Juan Suárez de Peralta como testigo principal. Aunque este trabajo se centrará 
más en el análisis del poema, no se evadirá el intento de compararlo con la fuente histórica 
elegida, pues reviste un gran interés. 
 
1 Manuel Orozco y Berra escribe que aquí debería decir Alvarado y todos los editores modernos lo anotan. Se 
trata de un error de los copistas, seguramente. Es de sobra conocido el nombre histórico del caballero en 
cuestión, Alonso de Ávila Alvarado. 
2
 El nombre completo de la obra es Tratado del descubrimiento de Yndias y su conquista, y los ritos y 
sacrificios, y costumbres de los yndios; y de los virreyes y gobernadores que las han gobernado, 
especialmente en la Nueva España, y del suceso del Marqués del Valle, segundo, Don Martín Cortés: del 
rebelión que se le ynputó y de las justicias y muertes que hizieron en México los Juezes comisarios que para 
ello fueron por su magestad; y del rompimiento de los ingleses, y del principio que tuvo Francisco Draque 
para ser declarado enemigo. 
3
 Para más información de la biografía de Juan Suárez de Peralta, véase Esteban Mira Caballos, Padre 
conquistador e hijo cronista: aportes a la biografía de los Suárez de Peralta (Siglo XVI), 2009. 
http://www.motecuhzoma.de/Peraltas.htm consultado el 27 de marzo de 2016. El autor justifica las fechas así: 
“Para ello nos basaremos fundamentalmente en dos documentos inéditos localizados en el Archivo General de 
Indias, a saber: uno, la probanza de méritos que presentó Luis Suárez de Peralta, con la intención de conseguir 
una regiduría en la ciudad de México, y dos, el expediente e información para pasar a las Indias de Lorenzo 
Suárez de Peralta.” Luis Suárez de Peralta era hermano del cronista. Lorenzo, su hijo. 
10 
 
Al respecto de los sentidos histórico y literario, cabe recordar las palabras de 
Aristóteles, en las que habla sobre la diferencia entre la poesía y la historia: 
Resulta claro no ser oficio del poeta el contar las cosas como sucedieron sino cual 
desearíamos hubieran sucedido, y tratar lo posible según verosimilitud o según 
Necesidad. Que, en efecto, no está la diferencia entre poeta e historiador el que uno 
escriba con métrica y el otro sin ella, […] empero diferéncianse en que el unodice 
las cosas tal como pasaron y el otro cual ojalá hubieran pasado.
4
 
 
Trataremos, pues, de observar las diferencias y similitudes al comparar discursos, puntos de 
enunciación, grados de objetividad, épocas y registros para comprobar cómo se creaban 
estas obras de arte en su siglo. 
La aparición del texto de Juan Suárez de Peralta y la difusión del poema de Luis de 
Sandoval Zapata (siglos XIX y XX), nos brindan ahora una oportunidad de analizar y 
comparar el romance y la crónica, la poesía y la historia, dos siglos y dos épocas artísticas 
distintas. Y nos sorprenderemos tal vez más de las similitudes que de las diferencias entre 
los dos discursos y entre las dos obras. 
Para ello se revisarán las tendencias de los géneros poético e histórico durante la 
escritura del romance y de la crónica que son analizados en este escrito. Se verán las 
intenciones de los historiadores de los siglos XVI y XVII, así como de los poetas criollos 
en la Nueva España. Se realizará un contraste entre los contenidos temáticos, su forma de 
enunciación y las intenciones de los autores, como ejercicio de estudio literario. 
 
 
 
 
 
 
4
 Aristóteles, Poética, Parágrafo 1451 b. 
11 
 
Contexto histórico 
 
Ambas obras abordan el mismo tema, el poema de principio a fin y el Tratado, en 
un largo fragmento. Se trata de la conjuración encabezada por el hijo de Hernán Cortés y de 
Juana de Zúñiga, Martín Cortés, segundo marqués del Valle. Éste, llegado a México en 
1563 (pues había nacido aquí y luego había sido criado en España), era la figura principal 
de una conspiración de la que formaban parte varios pobladores, entre ellos algunos 
religiosos y, en su mayoría, criollos descendientes de conquistadores. La intención, difícil 
de conseguir, era convertir en rey a Martín Cortés y liberar el territorio novohispano, 
apenas conquistado por la monarquía de España. Esta conjura detonó por las repetidas 
órdenes reales de terminar con la Encomienda. Ésta, como institución reguladora de los 
bienes, territorios y población de indígenas –y su consecuente mano de obra–, fue muy útil 
para la economía y para la administración de la nueva riqueza, desde que España se 
encontró con América. Pero, con el paso del tiempo, este sistema dejó de ser del todo 
conveniente para las arcas de la Corona, por lo que el rey prefirió ver a los indios como sus 
vasallos y no como propiedad de un encomendero: 
Si la encomienda llegaba a la última generación, legalmente admitida, los indios en 
cuestión eran considerados como liberados de la encomienda y quedaban como 
vasallos directos de la Corona. Así, la encomienda era una figura transitoria, […] se 
extinguía poco a poco, en beneficio de la Corona, que a fines del siglo XVI ya tenía 
las tres quintas partes de los pueblos indios bajos su poder.
5
 
 
Los individuos pertenecientes al estamento criollo –que ya desde mediados del siglo XVI 
constituían una minoría numérica en crecimiento, con cada vez más pretensiones de poder– 
vieron afectados sus intereses y consideraron injusto que se les quitaran los frutos de una 
tierra que sus antepasados habían conquistado y les habían heredado después de haberse 
 
5
 Guillermo Floris Margadant, Introducción a la historia del derecho mexicano, pp. 78-79. 
12 
 
encontrado con un mundo nuevo y una cultura desconocida. Era una empresa arriesgada 
digna de caballeros medievales y además, un negocio particular: 
Como es sabido, la conquista de América no fue hecha, por lo común, a base de 
ejércitos de Estado, sino por medio de capitulaciones concertadas con particulares, 
en las cuales se establecía que los propios expedicionarios pondrían las costas de la 
empresa.
6
 
 
Esta coyuntura de desaires propició la formación de un estamento noble en la Nueva 
España –la mayoría eran hidalgos en la Península– y el inicio de un sentimiento de 
pertenencia a una tierra distinta a la española, dos fenómenos que desembocarían tres siglos 
después en los levantamientos armados por la Independencia de México en 1810. No en 
vano analiza el historiador Luis González Obregón los hechos en un libro llamado Los 
precursores de la independencia mexicana en el siglo XVI, publicado en 1906.
7
 
Las dos obras a tratar en este trabajo son de géneros y siglos distintos, mas ambas 
discurren en paralelo, con sus características peculiares, sobre un tema en común de 
identidad de un sector social: los criollos de la Nueva España en el siglo XVI. Bien dice 
José Pascual Buxó: “Sandoval Zapata es la única voz de un poeta novohispano que declara 
abiertamente el „derecho‟ de los criollos a disfrutar sin mengua los bienes y la condición 
alcanzados por sus antepasados los conquistadores”.
8
 
Además, la Relación fúnebre ha sido considerada por varios críticos como uno de 
los primeros poemas en los que se deja ver una posición política más radical al interior de 
la sociedad de la Nueva España. Sobre lo anterior ha dicho Pascual Buxó: “para Sandoval 
Zapata los hermanos Ávila, de haber visto triunfante su rebelión, pudieron no sólo haber 
 
6
 Silvio Zavala, “La encomienda como institución política”, p. 9. 
7
 Ver Luis González Obregón, Los precursores de la Independencia mexicana en el siglo XVI. México, 
Antigua Librería Robredo, 1906. 
8
 José Pascual Buxó, “Sobre la relación fúnebre a la infeliz, trágica muerte de dos caballeros”, p. 477. 
13 
 
puesto término a la contraria política metropolitana, sino –aún más– haberse convertido en 
los héroes de una soñada monarquía criolla”.
9
 
 
Luis de Sandoval Zapata, criollo. 
 
El legado poético del escritor nos revela una postura criollista. Sandoval Zapata fue 
autor, entre otros escritos, del soneto A la transubstanciación admirable de las rosas en la 
peregrina imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Según Arnulfo Herrera: “el romance 
de los Ávila y el soneto guadalupano fueron banderas criollas hasta el inicio de la 
Independencia”
10
 y concluye, al referirse a los dos poemas lo siguiente: “por los puros 
temas de su poesía se puede deducir con relativa seguridad que Sandoval Zapata fue un 
militante de las causas que promovían los criollos”.
11
 Lo anterior comprueba la intensa 
lucha, cuando menos ideológica, en favor de la causa criolla que ocupó a nuestro poeta. 
 Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por Ignacio Osorio
12
 sabemos que el 
poeta descendía de una “de las más ilustres familias de Nueva España”,
13
 numerosa estirpe 
con antepasados universitarios, y religiosos, con cargos civiles y militares. Se sabe que el 
matrimonio formado por Gerónimo de Sandoval y Bernardina (para Osorio) o Beatriz (para 
Herrera) de Porras tuvo dos hijos, una niña y un varón en los años de 1618 y 1620. No se 
sabe la fecha en que nació Mariana ni en qué año llegó al mundo Luis, por lo que queda en 
 
9
 José Pascual Buxó, op. cit., p. 478. 
10
 Arnulfo Herrera, Tiempo y muerte en la poesía de Luis de Sandoval Zapata, p. 22. 
11
 Ibid., p. 43. 
12
Ignacio Osorio, “Luis de Sandoval y Zapata: poeta de dos ingenios”, pp. 1-4. 
13
 José Mariano Beristáin de Souza citado de su Biblioteca Hispanoamericana Septentrional, por Osorio, 
Ignacio, loc. cit. 
14 
 
duda el año del natalicio del poeta. Lo que sí sabemos es que su lugar de nacimiento fue la 
Villa de Colima del Obispado de Michoacán, como lo ha demostrado Arnulfo Herrera.
14
 
 Muere de causas desconocidas en 1671. Durante su vida fue un hombre de fama, 
con no muy buena suerte en los negocios, pero sobre todo un prolífico escritor y, aunque no 
conocemos todas sus obras, sabemos de muchas por sus títulos y comprobamos que los 
géneros en los que escribe son tan variados como la filosofía, la poesía o el teatro.15
 
A pesar de no gozar hoy de la fama de contemporáneos suyos como Carlos de 
Sigüenza y Góngora o sor Juana Inés de la Cruz, varios fueron los autores que vertieron 
comentarios sobre su prestigiada persona y acerca de su labor literaria, pues en vida se 
distinguió por pertenecer a una familia ilustre, de contar con negocios como haciendas y un 
ingenio azucarero. Además, habría intentado ganar reconocimiento al concursar en 
certámenes, en los que brillaba su talento entre poetas y piezas de ocasión, la mayoría poco 
atractivos desde el punto de vista estético. Había estudiado con los jesuitas en San 
Ildefonso, por lo que tuvo una sólida preparación intelectual desde joven. En el Triunfo 
parténico,
16
 Carlos de Sigüenza y Góngora habla del hijo de Sandoval Zapata como 
participante en un certamen y no pierde oportunidad de aludir a nuestro poeta: “el numen 
 
14
 Cfr. Arnulfo Herrera, loc. cit. 
15
 Sandoval Zapata publicó en 1645 la única obra suya que sabemos que se imprimió mientras estaba con 
vida, el Panegírico a la paciencia donde se libaron las flores estudiosamente escogidas para la vía espiritual 
en la erudición de las Divinas letras, Santos padres e Intérpretes, discurso de talante filosófico-moral, en 
cuyo “Advertimiento” explica que tenía escritas las siguientes obras: Misceláneas Castellanas, Tiberio César 
político, Apología por la novedad, Información panegírica por Orígenes, Epicteto cristiano, De magia, 
Examen Vanitatis, Doctrinae Gentium et Haereticorum y Quaestiones Selectae, ninguna de las cuales se 
conserva actualmente. Se conocen a su vez un soneto y una décima incluido en el poema heroico de Francisco 
Corchero Carreño, Desagravios de Cristo en el triunfo de su cruz contra el judaísmo, impreso en México en 
1649. Escribió la obra de teatro Lo que es ser predestinado que la Inquisición prohibió representar. En el 
mismo expediente inquisitorial se asienta que el poeta fue autor de los autos sacramentales Los triunfos de 
Jesús sacramentado y Andrómeda y Perseo, la comedia Gentil hombre de Dios y dos comedias sobre santa 
Tecla. (cfr. Arnulfo Herrera, Tiempo y muerte en la poesía de Luis de Sandoval Zapata, p.39-49). También 
escribió los 29 bellísimos sonetos que son considerados de los más bellos del periodo novohispano; uno más 
dedicado al escritor Juan Francisco de Montemayor de Cuenca y por supuesto el célebre Guadalupano. 
16
 Carlos de Sigüenza y Góngora, Triumpho parthénico que en glorias de María, Santísima inmaculadamente 
concebida, celebró la Pontificia, Imperial, y Regia Academia Mexicana en el bienio, que como su Rector la 
gobernó el Doctor Don Juan de Narváez, p. 21. 
15 
 
de D. Francisco, como heredero del heroico, y sublime espíritu de D. Luis Zapata su Padre, 
Homero Mexicano, no acertó a ajustarse con el asunto menos grave de este metro: por lo 
cual se le dio este lugar”. El padre Francisco de Florencia lo llama “Fénix inmortal de 
América” y “excelente filósofo, teólogo, histórico y político”.
17
 Los anteriores son 
testimonios de contemporáneos suyos, difundidos en su tiempo por escritores que también 
brillaron en nuestro Barroco literario. 
Pasada la segunda mitad del siglo XIX, en el cual lo novohispano era visto con ojos 
temerosos de una política que se inclinase a enaltecer lo hispano, llega el siglo XX con 
ansias de volver a estudiar el arte de la Colonia. 
Cabe señalar que lo dicho anteriormente sobre la interpretación decimonónica de la 
cultura de la Nueva España requiere de una justa aclaración. Hubo excepcionales intentos 
por rescatar aunque sea un halo romántico de la vida novohispana. Durante los primeros 
años del México independiente, el joven escritor Ignacio Rodríguez Galván estrenó el 27 de 
septiembre de 1838, en el Teatro Principal Muñoz, visitador de México, el primer drama 
histórico de nuestro país. Ambientado en los tiempos de la conjuración, retoma el tema del 
autoritarismo español y constituye el telón de inicio del romanticismo en las letras 
hispanoamericanas. El autor, contemporáneo de Víctor Hugo y el Duque de Rivas escribió 
teatro y poesía con un profundo y novedoso sentido nacionalista. Guillermo Prieto hará lo 
propio en 1842 con su obra Alonso de Ávila y José Peón y Contreras aportará en 1876 la 
pieza Gil González de Ávila. Como vemos, el tema permaneció en las mentes de un 
pequeño círculo intelectual. 
 
 
17
 Francisco de Florencia, La Estrella del Norte de México, aparecida al rayar el día de la luz evangélica, en 
este Nuevo Mundo en la cumbre del cerro del Tepeyac, pp. 700-701. 
16 
 
Estudiosos del poema y primera publicación 
 
Tras analizar la obra de don Luis sin sesgos críticos colonialistas, asunto común 
entre los críticos de España y México, es que Alfonso Méndez Plancarte lo llama “el 
príncipe de nuestro barroco” y “gran poeta, […] aunque bajo un desdén u olvido 
universal”.
18
 La opinión de José Pascual Buxó al analizar el romance es la siguiente: 
No hay en toda la poesía novohispana otro caso en que un escritor haya sido capaz 
de desbordar –siquiera por una vez– los tópicos literarios oficiales y que ahonde en 
las vivas rencillas de criollos y españoles, y ello no utilizando el recurso de la 
sátira”.
19
 
 
Mientras que para Arnulfo Herrera: “Hasta es posible que sea el poeta del desengaño más 
importante de Hispanoamérica”.
20
 
 En 1937, Alfonso Méndez Plancarte dio a conocer un manuscrito conservado por 
los jesuitas que llamó “Manuscrito jesuita de los veintinueve sonetos”. Luego publicó en el 
segundo tomo de Poetas novohispanos, la Relación fúnebre, aunque no completa. Fue 
Ignacio Osorio el que halló un manuscrito del poema en la Biblioteca Nacional. Al preparar 
las Obras de Luis de Sandoval Zapata, José Pascual Buxó informa que se basa en la versión 
del romance dada por Niceto de Zamacois en 1878 que, entonces se creía, era la primera 
aparición impresa del texto. A lo largo de mi investigación, al buscar fuentes históricas, 
encontré que el gran historiador Manuel Orozco y Berra lo incluyó al final de su interesante 
obra Noticia histórica de la conjuración del marqués del Valle. Años de 1565-1568. 
Formada en vista de nuevos documentos originales, y seguida de un estracto [sic] de los 
 
18
 Alfonso Méndez Plancarte, “Para la historia de nuestra poesía colonial. Don Luis de Sandoval y Zapata. 
Siglo XVII”, pp. 37-54. 
19
 José Pascual Buxó, Muerte y desengaño en la poesía novohispana. Siglos XVI y XVI. 
20
 Arnulfo Herrera, loc. cit. 
17 
 
mismos documentos,
21
 como parte de los apéndices. Los estudiosos posteriores a Orozco y 
Berra no consignan este documento. Fue después de la aparición de este libro que, como ya 
dije, lo publicó Niceto de Zamacois en España dentro de su enciclopédica obra llamada 
Historia de México desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días,
22
 quien tampoco 
refiere la fuente de Orozco y Berra y, como él, incluye el poema casi como curiosidad de la 
época colonial. Presumiblemente, se habría basado en la publicación del historiador 
mexicano, hecho visible, por ejemplo, al comparar la siguiente nota aclaratoria. Manuel 
Orozco y Berra escribe en una nota al pie del verso 115: “Me parece que no debe decir 
Pedro, sino Hernán”. Exactamente lo mismo dice la aclaración de Niceto de Zamacois, 
quien la habría copiado textualmente. La misma situación se presenta en la aclaración del 
título: “se debe leer Alonso de Ávila Alvarado y Gil González de Ávila”, así lo escribe 
Orozco y Berra, así lo copia Zamacois. 
 Lo anterior es importante porque los investigadores literarios a quienes ha 
sorprendido el romance como Alfonso Méndez Plancarte, José Pascual Buxó, Enrique 
Serna y Arnulfo Herrera, siempre consignan como primera aparición impresa del poemala 
del volumen de Niceto de Zamacois. Tal vez se deba a que éste, si bien cita a Manuel 
Orozco y Berra páginas antes de la inserción del poema, no refiere específicamente de 
dónde obtuvo la Relación fúnebre de Luis de Sandoval Zapata. Creemos lógico pensar que 
Zamacois se basa en el libro de Orozco y Berra, pues el estudioso español publicó su obra 
en 1878, mientras que el gran historiador mexicano dio al público el poema en 1853. Así 
 
21
 Manuel Orozco y Berra, Noticia histórica de la conjuración del marqués del Valle. Años de 1565-1568. 
Formada en vista de nuevos documentos originales, y seguida de un estracto [sic] de los mismos documentos, 
México, Edición del Universal, México, 1853. 
22
Niceto de Zamacois, Historia de México desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días, 18 volúmenes, 
J. F. Parres y Compañía Editores, Barcelona, México, 1878; tomo V, pp. 745-759. Es la versión en la que se 
basa Pascual Buxó. 
 
18 
 
pues, hasta donde sabemos ahora, fue Orozco y Berra el que dio a las prensas primero la 
Relación fúnebre. 
Cabe destacar que el mismo historiador advierte desde el prólogo que los 
documentos añadidos al final de su libro –es decir, las actas de los procesos contra los 
conjurados, y el último, el romance de Sandoval Zapata– se los brindó Lucas Alamán, que 
los tenía en su archivo personal. Son ellos, pues, junto con Méndez Plancarte, Osorio y José 
Pascual Buxó, sus descubridores y primeros estudiosos modernos. 
 
El Tratado del descubrimiento de las Indias de Juan Suárez de Peralta 
 
 En cuanto al Tratado del descubrimiento de las Indias, se sabe que Juan Suárez de 
Peralta (¿1540, 1544? - 1613) lo escribió en 1589 tras haber sido testigo presencial del 
ajusticiamiento de los Ávila, en 1566. Para Agustín Yáñez esta relación de hechos es “una 
de las crónicas más deleitosas del siglo XVI”
23
 y tiene razón. La narración contiene un 
profundo tono afectivo y es suficientemente realista, ello sin dejar de incluir leyendas como 
la de la hermana monja de los Ávila que se suicidó por un amor imposible. Tal vez para 
tratar estos temas sin censura, escribió su crónica en España, lejos de la mirada inquisidora 
de alguna autoridad virreinal. 
 Sin embargo, el texto permaneció inédito hasta que en 1878 fue publicado por don 
Justo Zaragoza bajo el nombre de Noticias históricas de la Nueva España, en la imprenta 
de Manuel G. Hernández de Madrid. El texto original fue hallado en la Biblioteca 
Provincial de Toledo por Marco Jiménez de la Espada.
24
 En el siglo XX y lo que llevamos 
 
23
 Agustín Yáñez, “Prólogo” a La conjuración de Martín Cortés, p.VII. 
24
 Idem. 
19 
 
del XXI se ha estudiado más, aunque generalmente no se integra en las antologías más 
conocidas de crónicas del siglo XVI. 
 Al no conocerse esta obra, la fuente histórica había sido siempre, para los 
interesados en el tema, De los veinte y un libros rituales y monarquía indiana, de fray Juan 
de Torquemada, quien le dedica unas cuantas páginas y es citado por varios historiadores. 
Otros autores novohispanos escribieron sobre el tema pero muy someramente, tal vez 
porque era muy polémico y generaba cierto temor entre los habitantes de la ciudad. 
 
Pedro de Trejo 
 
Escritor español, nacido en Plasencia, Extremadura en 1534, Pedro de Trejo se 
estableció en la Nueva España en el año de 1556. Fue acusado de blasfemo y en 1574 el 
Tribunal de la Santa Inquisición lo condenó a trabajos forzados como soldado en el Castillo 
de San Juan de Ulúa. Es lo último que se sabe de él. Fue autor del Cancionero general de 
obras del poeta Pedro de Trejo, plasenciano, dirigidas al muy alto y poderoso señor y 
monarca don Phelipe, segundo de este nombre (1569). Legó una variedad de versos en los 
poemas que se incluyeron en las actas de su proceso inquisitorial. Entre ellos encontramos 
el titulado Del autor al tiempo que se procedía contra los que fueron en el Rebelión de 
M[é]x[i]co, año de 1566. Por el título, se presume que es un texto escrito mientras se 
juzgaba a los hermanos Ávila en la Ciudad de México, o por lo menos, durante los 
siguientes tres años. Esto lo haría el poema más cercano al suceso. Lo transcribo a 
continuación: 
 
Mueran los traydores, 
20 
 
biva siempre el Rey 
pues que con su ley 
da a todos favores. 
 
Fue considerado 5 
en trino consejo, 
modo y aparejo 
para que el peccado 
fuese castigado 
con pena y Rigores, 10 
pues que... 
 
Desde el rey primero, 
Saúl el nombrado, 
Dios tiene acordado 
darnos, y esto es vero, 15 
un Rey derechero 
señor de señores, 
pues que... 
 
Godos libertaron, 
con fuerga y co[n] maña, 20 
nuestra patria España 
y a moros ganaron; 
por Reyes quedaron 
y sus sussesores, 
pues que... 25 
 
Condes, cavalleros, 
duques y marqueses, 
con sus yntereses 
temen a sus fueros, 
también escuderos 30 
grandes y menores, 
pues que... 
 
Esta boz Real, 
con ánimo fuerte, 
apregona muerte 35 
para cada qual 
y assí no ay mortal 
q[ue] esté sin temores, 
pues que con su ley 
da a todos favores.
25
 40 
 
 
25
 Luis Carlos Arredondo Treviño, Obra completa de Pedro de Trejo, pp. 114-116. 
21 
 
En este corto poema, Pedro de Trejo proclama su lealtad al rey Felipe II y, a través 
de varios periodos y aliteraciones, inserta la grandeza de la monarquía hispana en la 
Historia universal, recuerda el deber de España de proteger la fe y su potestad de castigar al 
hereje. El testimonio poético anterior, es un escueto espaldarazo al soberano, que sufre la 
afrenta de intentar ser traicionado por los no mencionados hermanos Ávila. Estudiar más a 
fondo este poema no es el objetivo ahora, baste con observar el contenido que contrasta con 
los sentimientos criollos, la expresividad barroca y la extensión lírica de la Relación 
fúnebre de Luis de Sandoval Zapata. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
22 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
23 
 
LOS HECHOS HISTÓRICOS 
 
Los sucesos presentados en la Relación fúnebre por el poeta Luis de Sandoval Zapata 
también fueron descritos por Juan Suárez de Peralta, asimismo criollo, con una diferencia 
temporal en el punto de enunciación. Mientras el romance fue creado por lo menos más de 
setenta años después de acaecidos los acontecimientos,
26
 la crónica de Suárez de Peralta fue 
escrita a los pocos años y por alguien que no sólo fue contemporáneo de lo sucedido, sino 
que lo presenció en primera fila: “porque estaba tan cerca del tablado que tenía mi caballo 
la frente pegada a él”.
27
 Así lo asegura en su prosa, y además refiere que ha escrito su 
crónica desde 1589 y durante el periodo del virrey Luis de Velasco hijo, quien gobernó de 
1590 a 1595 y luego de 1607 a 1611: “Pues no fue el que menos se holgó el virrey don Luis 
de Velasco y su hijo, que es hoy el virrey, dando como dio muchas albricias y mandando se 
le hiciese muy gran recibimiento como se le hizo”,
28
 dice Suárez al hablar de la llegada de 
Martín Cortés, segundo marqués del Valle, a la Nueva España. 
 Tal vez esto sea el primer punto interesante por el cual abordar los dos textos a la 
vez; por la distancia temporal entre crónica y romance, pero también por la diferencia de 
géneros. La reconfiguración hecha por Sandoval Zapata representa al arte en su más 
elevada expresión, la poesía, que transforma y crea nuevas realidades. Así, ésta no pretende 
ser testigo, sino intérprete de la realidad. 
 
26
 Para Alfonso Méndez Plancarte, la Relación fúnebre pudo haber sido compuesta hacia 1645, fecha en que 
el poeta no pasaría de los veinticinco años. Por otro lado, Enrique Serna ha propuesto que la obra pudo serescrita hacia 1660-1663, como advertencia política al recién llegado virrey conde de Baños. Éste fue famoso 
en su siglo por el descontento que provocaron, entre el pueblo y la sociedad colonial, sus conductas arrogantes 
y las de su hijo, reviviendo las querellas entre peninsulares y americanos presentes desde el comienzo de la 
colonia. Con este poema, Sandoval habría querido hacer un recordatorio y advertencia hacia las autoridades 
desde su punto de vista criollo. Ver Enrique Serna La paradoja en la poesía de Sandoval Zapata. México, 
UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1985. Pp. 22-24. Tesis de licenciatura 
27
 Juan Suárez de Peralta, Tratado de descubrimiento de Indias y su conquista, p. 24. 
28
 Ibid., p. 4. 
24 
 
 En cambio, por más vuelos literarios que tenga el género conocido como crónica, 
sobre todo en el texto de Suárez de Peralta en el que lo literario se aprecia más bien en el 
estilo, destaca más lo riguroso de la composición histórica. Alfonso Reyes opina sobre ese 
talante y el tipo de pensamiento con el que Suárez de Peralta haría la crónica: 
Aunque intentó la historia pasada –Tratado del descubrimiento de las Indias y su 
conquista–, interesa más como testigo de sucesos contemporáneos. Oscuro Saint-
Simon
29
 mexicano, conocía el palacio y sus secretos; sin duda vio más de lo que 
cuenta. En el habla media de la buena sociedad colonial, sin mucho arte pero sin 
malicia y con naturalidad que conmueve, resucita ante nuestros ojos la conjura de 
don Martín Cortés.
30
 
 
La prosa del Tratado del descubrimiento de Indias y su conquista se sujeta a las preceptivas 
predominantes en la época, como De Historia, para entenderla y escribirla, escrita por Luis 
Cabrera de Córdova, que apelaban a retratar los hechos como ocurrieron en la realidad. Los 
poetas escriben sobre cómo debieron o cómo podrían ser las cosas. La historia es sobre 
veracidad, la poesía se mueve en la verosimilitud. Dice el preceptista Luis Cabrera: “Sale 
bien el mentir al poeta cuando mezcla lo verdadero con lo verosímil”.
31
 
La comparación en este trabajo es entre obras de dos géneros con características y 
objetivos diferentes, escritas en dos siglos distintos. Además, son de los pocos textos 
novohispanos que tratan ampliamente la conjuración de Martín Cortés. En su tiempo el 
escándalo debió de ser mayúsculo y seguramente corrieron ríos de tinta sobre el asunto. 
Pero pocos se atrevieron a perpetuar como crónica lo sucedido y muchos menos lo 
poetizaron. Fray Agustín de Vetancurt apenas menciona la conjura en el Teatro mexicano: 
[…] y en ese tiempo nacieron dos hijos de un vientre al Marqués del Valle, y en las 
fiestas que se hicieron de bailes, y saraos con un pasadizo a la Catedral, nació la 
sospecha por ponerles guirnaldas, y coronas de laurel, y de salvillas de plata y de 
 
29
 Alfonso Reyes se refiera a Louis de Rouvroy, (1675-1755) duque de Saint-Simon, par de Francia y Grande 
de España, amigo de Montesquieu y cortesano prominente. 
30
 Alfonso Reyes, Letras de la Nueva España, p. 60. 
31
 Luis Cabrera de Córdova, De Historia, para entenderla y escribirla, p. 15. 
25 
 
alfeñique diciendo que les estaban bien las coronas, prendieron al Marqués en el 
Acuerdo, a muchos caballeros, y al Dean D. Juan Chico de Molina, y a D. Alonso 
de Ávila, y a su hermano Gil González de Ávila. A estos dos por billetes que les 
hallaron los sentenciaron a degollar, y en la plaza se ejecutó, y poniendo en las casas 
del Cabildo de la Ciudad las cabezas, no lo consintieron, y las pasaron a la plaza.
32
 
 
 El único que con Juan Suárez de Peralta dedica un escrito más extenso es fray Juan de 
Torquemada en sus obra De los veintiún libros rituales y monarquía indiana.
33
 Como ya se 
dijo, es mucho más cercano a los hechos Suárez de Peralta, pues atestiguó lo sucedido, pero 
el testimonio de Torquemada es una fuente muy utilizada por los estudiosos del tema: 
Sacaron a los dos hermanos de la cárcel, en sendas mulas, vestido Alonso de Ávila 
de negro y una ropa o Turca de Damasco pardo, con gorra de terciopelo, con una 
pluma negra y una cadena de oro al cuello que es el traje en que estaba cuando le 
prendieron; y a su hermano Gil González, vestido de pardo porque en este traje 
había llegado a la ciudad cuando fue preso. Sacáronlos después de las siete de la 
noche, llevándolos derechamente a un cadalso que estaba junto a las Casas de 
Cabildo con mucha guarda y ahí los subieron y los degollaron sin valerle sus 
excusas y declarar su inocencia, en especial Gil González de Ávila (que según 
muchos dijeron, no debía nada en el caso).
34
 
 
En los siglos posteriores grandes historiadores como Luis González Obregón, Manuel 
Orozco y Berra y Jorge Ignacio Rubio Mañé dedicaron amplios y documentados estudios a 
la conspiración. 
 La narración hecha por Suárez de Peralta sobre lo concerniente a la conjuración 
abarca de 1565 a 1568, desde la llegada de Martín Cortés, hijo del conquistador Hernán 
Cortés y de Juana de Zúñiga. Luego repasa la extinción de la herencia de la Encomienda 
ordenada por Carlos I en 1542 en las Leyes Nuevas, y refrendada posteriormente en una 
cédula real por Felipe II; asimismo, relata la trama de la conspiración llevada a cabo por los 
criollos; el descubrimiento de la misma por parte de las autoridades judiciales; los 
 
32
 Agustín de Vetancurt, Tratado de la Ciudad, p. 9. 
33
 Juan de Torquemada, Monarquía Indiana. De los veinte y un libros rituales y monarquía indiana, con el 
origen y guerras de los indios occidentales, de sus poblazones, descubrimiento, conquista, conversión y otras 
cosas maravillosas de la mesma tierra, Madrid, Imprenta de Nicolás Rodríguez Franco, 1723. 
34
 Juan de Torquemada, op. cit., p. 632. 
26 
 
ajusticiamientos perpetrados por la Real Audiencia, la llegada del virrey Gastón de Peralta, 
Marqués de Falces y la partida de Martín Cortés hacia la Península, ya exculpado por el 
nuevo representante del monarca. 
 El Tratado fue escrito en España, cuando Suárez de Peralta se trasladó allá. El 
cronista tendría motivos para evitar un escándalo en la Nueva España, pues él mismo 
pertenecía al partido encomendero y además había sido cercano a Hernán Cortés, pues éste 
estuvo casado con la tía del cronista, Catalina Suárez (o Xuárez) Marcayda. Las situaciones 
que rodearon tanto el matrimonio como la muerte de Catalina aún generan polémica entre 
los historiadores. Parece que el capitán no deseaba tanto ese matrimonio, pues se sabe que 
Diego de Velázquez lo presionó para consumarlo. Tiempo después, la esposa de Cortés 
murió cuando estaban ellos dos solos en la habitación. Esto despertó sospechas y entre los 
enemigos políticos del conquistador comenzó a correr el rumor de que el capitán habría 
matado a Catalina.
35
 De ser ciertos los rumores, Suárez de Peralta no sería muy devoto de la 
figura del marqués del Valle. 
Los miembros de esta familia eran nobles y tenían parentesco y negocios con 
Hernán Cortés. Don Juan Suárez de Peralta, padre de nuestro autor, había sido conquistador 
y por lo tanto, le correspondió una Encomienda. Esto podría ser un buen argumento para 
situar al cronista del lado de los criollos y del conquistador. Por estas relaciones, el escritor 
podría ser tachado de intentar ser juez y parte, de escribir en contra de la autoridad real o de 
parecer simpatizante de la conjuración. La objetividad del escritor es, desde luego, 
cuestionable. 
Juan Suárez de Peralta comparte el hecho de ser descendiente de hidalgos con el 
autor del poema y también con sus protagonistas. Los hermanos Alonso de Ávila Alvarado 
 
35
 Cfr. Francisco Fernández del Castillo, Doña Catalina Xuárez Marcayda, p. 23. 
27 
 
y Gil González de Ávila y Alvarado eran hijos del matrimonioconformado por Gil 
González de Ávila, compañero de lucha de Hernán Cortés durante la Conquista, y Leonor 
de Alvarado, sobrina del afamado Pedro de Alvarado.
36
 Luis de Sandoval Zapata era hijo de 
Gerónimo de Sandoval y Beatriz (o Bernardina) de Porras. El abuelo del poeta Luis de 
Sandoval era don Luis de Villanueva Zapata, hijo del oidor del mismo nombre. He aquí un 
dato curioso: el investigador Ignacio Rubio Mañé refiere que al bisabuelo del poeta lo 
suspendió el visitador Jerónimo de Valderrama, quien al llegar a México fue recibido por 
Martín Cortés. La Real Audiencia, que gobernó en ausencia de virrey y que se encargó del 
ajusticiamiento de los hermanos Ávila, estaba originalmente integrada, junto con don 
Francisco de Ceynos, Pedro de Villalobos, Jerónimo de Orozco y Vasco de Puga, por el 
bisabuelo de Luis de Sandoval Zapata, Luis de Villanueva Zapata.
37
 
Después de los ajusticiamientos, Juan Suárez de Peralta se retiró a España y allí 
escribió su obra. Casi es seguro que estemos ante un autor, como décadas después sería 
Luis de Sandoval Zapata, partidario del estamento criollo en enfrentamiento constante con 
las autoridades civiles. 
Lo que sí sabemos es que el hecho debió impresionar al cronista, quien narra lo 
sucedido a detalle y con la pasión y sentimiento propios de un escritor inmiscuido en los 
sucesos. Sin embargo, Juan Suárez de Peralta es muy precavido y se atiene, en la medida de 
sus posibilidades, al rigor que tiene la historia de denotar hechos. Lo anterior contrasta con 
el romance de Sandoval que se toma diversas licencias poéticas y desborda el sentimiento 
de desengaño e inexorable paso del tiempo en sus versos barrocos en los que se connota, 
sugiere y poetiza. 
 
36
 Cfr. Jorge Ignacio Rubio Mañé, El virreinato II. Expansión y defensa, p. 13. 
37
 Ibid., pp. 12-13. 
28 
 
 Los miembros de la clase gobernante son sin duda unos de los destinatarios para los 
que escribe Juan Suárez de Peralta; para las preceptivas de la época, las altas jerarquías 
debían siempre echar mano del género para ejercer un buen gobierno. De ellos se esperaba 
una imitación de la conducta de los grandes hombres del pasado, tal como Alejandro 
Magno que intentó emular a Aquiles: “Historias leen los príncipes […] La imitación, buena 
maestra, enseña la historia”
38
 y “son príncipes, emperadores, reyes, gobernadores de 
Repúblicas y capitanes, a quien por la imitación es necesaria”.
39
 No debemos olvidar que la 
historia ha sido difundida también como código de conducta y cohesión social. 
 En este mismo libro, Historia, Luis Cabrera de Córdova plantea desde el inicio una 
diferencia sustancial entre nuestros dos géneros comparados: “La historia es más antigua, 
pues desde el principio del mundo muestra las cosas acaecidas, de tiempo en tiempo: y es 
fuente y origen del aparato poético”.
40
 Incluso brinda varios ejemplos, entre ellos el de la 
Ilíada, en la que argumenta que la poesía de Homero está basada en hechos acaecidos y 
descritos anteriormente por los historiadores. No es gratuito que, en este paralelo entre 
historia y poesía, sor Juana Inés de la Cruz describa al autor de la Odisea como ejemplo, al 
mismo tiempo, de historiador y poeta en su silva El sueño. Si Homero es citado por los 
historiadores es por su calidad de gran poeta, y porque en él se junta el concepto de 
imitación en las dos disciplinas: 
éstas, que glorias ya sean Gitanas, 379 
o elaciones profanas, 
bárbaros jeroglíficos de ciego 
error, según el Griego 
ciego también, dulcísimo Poeta, 
–si ya, por las que escribe 
Aquileyas proezas 385 
 
38
 Luis Cabrera de Córdova, op. cit., p. 11. 
39
 Ibid., p.17. 
40
 Ibid., p. 14. 
29 
 
o marciales de Ulises sutilezas, 
la unión no le recibe 
de los Historiadores, o le acepta 
(cuando entre su catálogo le cuente) 
que gloria más que número le aumente–, 390 
de cuya dulce serie numerosa 
fuera más fácil cosa 
al temido Tonante 
el rayo fulminante 
quitar, o la pesada 395 
a Alcides clava herrada, 
que un hemistiquio sólo 
de los que le dictó propicio Apolo.
41
 398 
 
En el Discurso IV de su tratado, Luis de Cabrera habla sobre las partes y la definición de la 
historia. Ahí designa como pieza clave la retórica de la imitatio como definición del género 
poético, no reproducción de una conducta, como la historia, sino imitación de una realidad 
compleja que resulta en una transformación: 
Yo digo, es la historia narración de verdades por hombre sabio, para enseñar o 
bien vivir. […] El género es narración. La diferencia es verdades, con que excluye 
la narración de la poesía, que es de mentiras: y así es mucha la diferencia y 
desconveniencia, entre la historia y la poesía. […] si bien el verso es propio de la 
poética facultad; él no, la imitación sí, hace la poesía.
42
 
 
Bien apunta Cabrera las diferencias sustanciales entre los dos géneros y también algunas 
coincidencias. Aunque ambos son demostrativos, la historia se apega a la enseñanza de 
virtudes y defectos mientras que la poesía, sobre todo, da conclusiones estéticas a partir de 
construcciones libérrimas. Estas características se dilucidarán al comparar el romance de 
Sandoval con la crónica del historiador Suárez de Peralta. 
 Cabe señalar que las coincidencias y diferencias entre historia y literatura han sido 
debatidas ampliamente, por lo que las concepciones de esos discursos se han visto 
modificadas a lo largo del tiempo. La diferencia genérica era más marcada en el 
 
41
 Sor Juana Inés de la Cruz, El Sueño, México, Biblioteca del Estudiante Universitario, Universidad Nacional 
Autónoma de México, 2009. 
42
 Ibid., p. 24. 
30 
 
Renacimiento y el Barroco. En los siglos XVI y XVII, en España, los cronistas se 
organizaban en torno a los modelos que habían dejado san Isidoro de Sevilla en 
Etymologiae (siglo VII) y Alfonso X, el Sabio, en Estoria general de España (siglo XIII). 
Estos autores dividían la Historia del mundo en Divina, Natural y Moral, y se basaban en 
los grandes historiadores griegos, Heródoto y Tucídides y en los latinos Tito Livio, 
Suetonio y Tácito, que daban preeminencia a la veracidad al escribir historia. Durante el 
Renacimiento, España tuvo varios cronistas que se preocuparon por teorizar sobre el 
ejercicio de esta escritura. Todos ellos se preocuparon por acercar esta disciplina a la 
búsqueda de la verdad, sin distracciones de pasión personal del autor. Elaboraban la historia 
en orden cronológico y siempre en busca de una reflexión racionalista, pues su actividad 
respondía a la inclinación natural del hombre a poseer una memoria colectiva. Todo lo 
anterior, mientras se confrontaban documentos, se adquiría una amplia cultura general y, 
por supuesto, al obedecer razones políticas, se insertaba a la propia patria como centro de la 
Historia universal. A decir de Dominique de Courcelles, Luis Cabrera: 
aparece como el más innovador, pero sigue la línea de Juan Luis Vives, Juan Páez 
de Castro y Sebastián Fox Morcillo. A menudo cita a Juan Costa. Para él, la historia 
es “narración de verdades por hombre sabio para enseñar a bien vivir” […] Las 
“verdades”, en su plural, pueden designar, según la definición dada por Aristóteles 
en la Poética, el conjunto de los objetos singulares de la historia en oposición a la 
poesía, que tiene como objeto lo universal. De hecho, Luis de Cabrera no deja de 
subrayar inmediatamente que la historia es claramente distinta de la poesía.
43
 
 
Es decir, Juan Suárez de Peralta será cronista a distancia y bajo las perspectivas teóricas de 
sus contemporáneos, quienes separaban del todo la veracidad de la historia de la fantasía 
propia de la poesía. Aunque sabemos que esa objetividad no resulta fácil de alcanzar enningún estudio humanístico. 
 
43
 Dominique de Courcelles, Escribir la historia, escribir historias en el mundo hispánico, p. 295. 
31 
 
En los siglos XIX y XX, literatura e historia convivían en el auge de la novela 
histórica,
44
 matizada por el rigor del positivismo decimonónico que desterraría la épica y 
otros géneros antes considerados “históricos”, al terreno de la lírica, separándolos del resto. 
Luego que la humanidad se percató de que nunca podría presumir de saber la verdad 
absoluta sobre el pasado y que ningún hombre puede evitar insertar algún rasgo de su 
personalidad o su ideología en cualquier estudio, incluyendo el histórico, es que estos 
géneros se rozan, sobre todo, en las crónicas de la Conquista de México. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
44
 Ver Amado Alonso, Ensayo sobre la novela histórica. El Modernismo en «La gloria de don Ramiro», 
Buenos Aires, Instituto de Filología, 1942. 
32 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
33 
 
PARALELISMO ENTRE LA RELACIÓN FÚNEBRE Y 
EL TRATADO DEL DESCUBRIMIENTO DE LAS INDIAS 
 
El poema de Luis de Sandoval Zapata es el eco artístico de la tentativa de rebelión contra el 
dominio español ocurrida en la Ciudad de México en 1566. Guarda interesantes vínculos 
con la crónica de los hechos escrita por Juan Suárez de Peralta y a continuación se ofrece 
una descripción de algunos fragmentos que ejemplifican claramente el espíritu criollo que 
tenían los dos autores. 
 Don Luis creía en la poesía como una verdad estética: la vía para redimir la 
memoria de su sector social. El siglo XVII se destaca por la gran cantidad de textos 
notables con rasgos de audaz criollismo. Pero creo que éste, además de político, se trata de 
una cualidad estética. Por ejemplo, el poeta novohispano se sirve de técnicas dramáticas y 
algunas de estilo “tremendista” en los momentos más álgidos, uno de los cuales es, por 
supuesto, la degollación. El ánimo de Suárez de Peralta no es menos efectivo con su relato 
de la acción, aunque sus propósitos son más objetivos y descriptivos. 
 En los siguientes párrafos se verán éstas y otras técnicas que revelan a un joven gran 
poeta experimentando con el estilo, el género, el lenguaje y utilizando todo el poder de la 
poiesis –creación, en griego–, para inventar su propio mundo donde incluso el pasado 
puede resarcir sus daños a través del arte. 
 El primero de los hechos destacables es que el romance es secuencial y avanza 
linealmente. Eso lo hermana con la crónica, que por ser un relato histórico presenta los 
hechos sucesivamente. 
 Después del esperado arribo del segundo marqués del Valle, Martín Cortés, los hijos 
de los conquistadores y el mismo virrey se volcaron en aparatosas fiestas, suntuosas 
34 
 
bienvenidas y carísimas demostraciones de cortesanía. Pero un festejo en especial terminó 
por obviar las ganas de rebelión de aquellos criollos acostumbrados a la grandilocuencia del 
ceremonioso trato caballeresco. 
 La marquesa había tenido un hijo y para el bautizo se organizó un lujoso aparato 
festivo en la ciudad. Ahí sucedió algo que prende los focos rojos de la Real Audiencia, pues 
los oidores interpretaron la letra “R” como una afrenta al monarca: 
[…] se sirvieron unos vasos, que allá llaman alcarrazas
45
 y unos jarros de barro, y 
éstos se hicieron en el pueblo de Alonso de Ávila, en Cuautitlán, que se hace allí 
mucho barro, y por gala les mandaron poner a todos unas cifras, de esta manera: una 
ERRE y encima una corona. Ésta [la] tenían todos los jarros y alcarrazas, y púsole 
Alonso de Ávila, él por su mano, una alcarraza mayor que las otras con esta cifra, a 
la marquesa. No creo, habían bien empezado la comida, cuando ya una de aquellas 
tenían los oidores y decían que quería decir la cifra REINARÁS…
46
 
 
En su poema, don Luis de Sandoval Zapata rescata el símbolo de la corona y la adjetiva con 
vocablos de ostentación al mismo tiempo que acusa la envidia de los enemigos de los 
Ávila. Nunca ataca al rey ni al virrey, sino la vileza de los oidores. Además, la insignia 
monárquica convive con la idea de que la muerte iguala a todos, nobles y plebeyos, como lo 
expresará en otra parte del poema. En este fragmento las coronas se convierten en “floridas 
de claveles y azucenas”. Lo anterior enuncia de forma muy lírica la inocencia del 
sacramento del bautismo. Se verá en estos versos cómo la envidia se convierte en el sujeto 
del enunciado: 
Y como entre la soberbia 116 
abundancia de lo rico 
fue la envidia quien acecha, 
porque en sus grandes convites 
y en aparatosas mesas 
miró coronas floridas 
de claveles y azucenas, 
 
45
 Vasija de arcilla porosa y poco cocida, que tiene la propiedad de dejar rezumarse cierta porción de agua, 
cuya evaporación enfría la mayor cantidad del mismo líquido que queda dentro. DRAE. s. v. „alcarrazas‟. 
46
 Juan Suárez de Peralta, op. cit., p.19. 
35 
 
la sospecha de la envidia 
pasando por evidencia 
afirmó que eran aleves 
y que contra el grande César, 
esclarecido Felipe, 
conjuraba su nobleza.
47
 128 
 
Unos cuantos versos adelante se menciona, a fuerza de no olvidar la afrenta, al encargado 
de apresar a los hermanos Ávila, pues como poeta, Sandoval sabe que nombrar da origen a 
la existencia, crea realmente al personaje y con ello destaca su antagonismo. Se ha hecho 
antes referencia a la calidad dramática que posee el poema. De ahí la necesidad de destacar 
la oposición entre el alcalde y los protagonistas presentados como héroes: 
le dieron la comisión 135 
para que luego los prenda 
a un caballero ordinario, 
alcalde Manuel de Villegas. 
Los dos Ávilas hermanos, 
ya su grandeza depuesta, 
entre prisiones y bretes 
 las cárceles los hospedan. 142 
 
En cuanto a la focalización, una diferencia clara entre la Relación y el Tratado radica en 
que el poema se centra en los hermanos Ávila, mientras que la crónica trata principalmente 
de Martín Cortés. Sin embargo, las páginas que les dedica Suárez de Peralta a los Ávila no 
dejan de tener mucho interés como se verá a continuación, para establecer el paralelismo, 
pues en muchas partes relata lo mismo que poetizó después Sandoval Zapata: 
Diósele otro mandamiento a un caballero, que se llamaba Manuel de Villegas, el 
cual era alcalde ordinario, para que fuera a prender a Alonso de Ávila Alvarado, y a 
su hermano Gil González; […] Al marqués le metieron en unos aposentos muy 
fuertes de la casa real y con muchas guardas, y a Alonso de Ávila y su hermano en 
la cárcel de corte. 
48
 
 
 
47
 Todos los versos del poema de la Relación fúnebre se encuentran en Obras, Estudio y edición de José 
Pascual Buxó, México, Fondo de Cultura Económica, 1986. pp.81-93. 
48
 Ibid., p. 23. 
36 
 
La inusitada rapidez con la que se efectuaron los procesos en contra de los conjurados 
culminó en el degollamiento de los hermanos Ávila. Contra esta presteza escribe Luis de 
Sandoval de una forma exaltada, y da una fuerza heroica a nuestros personajes con un halo 
de ostracismo político: 
La severidad togada 143 
¡con qué priesa los procesa, 
con qué ardor que los fulmina 
y con qué ira los sentencia! 
Ya sus descargos no valen, 
ya se frustran sus promesas, 
ya los abogados callan, 
que el furor los atropella. 
Ya esta gran corte se pasma 151 
 
En contraste, Juan Suárez de Peralta expresa mayor mesura al relatar estas dos 
desavenencias. El silencio de las personas que podían ayudarlos revela que de hecho se 
estaba montando la escena de ajusticiamiento como escarmiento público y ejemplo de 
conducta: 
Los oidores dejaron todos los negocios ordinarios y pleitos, y dieron en solo éste;procediendo contra los dos hermanos Alvarados [sic], dándoles por horas los 
términos, […] pues esto no fue de ver y de notar, cómo los pobres caballeros no 
hallaban quien les ayudase, letrado
49
 ni procurador, pensando deservían al rey.
50
 
 
La confesión, momento sagrado para cualquier buen cristiano, y más importante para el que 
va a morir, es delineada en unas bellísimas metamorfosis por un poeta dulce e imbricado, 
que demuestra su audacia al escribir que lo que muere es la inocencia y que la confesión no 
es una confirmación del crimen, sino una lamentación y una protesta. Para hacer ésta más 
trágica, se recurre a una metáfora en la cual se configura al llanto como palabras vueltas 
lágrimas que descienden de “tormentas” de tristeza: 
Ya los sagrados ministros 159 
 
49
 En su sexta acepción: Abogado, licenciado o doctor en derecho. DRAE., s.v. „letrado‟. 
50
 Juan Suárez de Peralta, op. cit., p. 28. 
37 
 
contra sus dos vidas muertas 
van ayudando a morir 
a su acusada inocencia. 
Nubes fúnebres los ojos 
en tristes lluvias se anegan 
y tartamudos los labios 
no saben formar la queja, 
y sustituyen los ojos 
con el llanto que despeñan 
las sílabas de la voz 
con dos cristalinas lenguas. 170 
 
Suárez es detallista al titular el siguiente fragmento “Lo que dijo Alonso de Ávila”. Es 
como si quisiera dar a entender que lo que escribe sucedió como él lo cuenta, pues el autor 
suele guardar distancia en otros pasajes como cuando les notifican a los hermanos su 
sentencia de muerte y asevera: “Dicen, el Alonso de Ávila, en acabándola de leer, se dio 
una palmada en la frente…”.
51
 A continuación, lo que se supone que dijo el mencionado 
caballero en presencia de los que Sandoval llamó “sagrados ministros”, que revela en 
medio de la crónica dos asuntos reiterados en el poema: el vuelco de fortuna y el hecho de 
que la deshonra caiga sobre individuos de la alta esfera moral o jerárquica como se requiere 
en la tragedia (pues es común que los que son de abolengo sientan que, por serlo, también 
son superiores moralmente): 
¡Ay, hijos míos, y mi querida mujer! ¿Ha de ser posible que esto suceda en quien 
pensaba daros descanso y mucha honra, después de Dios, y que haya dado la fortuna 
vuelta tan contraria, que la cabeza y rostro regalado, vosotros habéis de ver en la 
picota, al agua y al sereno, como se ven las de los muy bajos e infames que la 
justicia castiga por hechos atroces y feos?
52
 
 
Algunas descripciones del poema han sido calificadas por Pascual Buxó, por su exacerbado 
realismo, como naturalistas.
53
Ese espíritu pesimista, fatal, es un recurso utilizado en los 
 
51
 Ibid., p. 29. Las cursivas son mías. 
52
 Ibidem. 
53
 Cfr. José Pascual Buxó, “Sobre la Relación fúnebre a la infeliz trágica muerte de dos caballeros” en 
Anuario de Letras IV, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1964, pp. 243-244 
38 
 
tiempos del Barroco en que no se escatima en la representación realista y detallada de los 
sucesos que más aversión provocan a los seres humanos, como es el sacrificio de la muerte. 
Lo anterior se ha dicho de muchos textos barrocos como éste, debido a la sordidez con la 
que están descritas las imágenes; por la violencia con la que el lenguaje acompaña al 
mundo que se está creando dentro de la obra; por la viveza de los actos crueles y por lo 
conmovedoras que resultan las estampas sangrientas. 
Para el poeta, la sangre puede transfigurarse en flores triunfantes, como si fuera la 
de los mártires del cristianismo, que anuncian que su muerte puede existir en el campo 
semántico de lo terrible y funesto, pero también en el de la virtud y el triunfo, si se muere 
inocente o por una causa justa. Para Sandoval la muerte es transformación, sacrificio bien 
recompensado, pues acerca al hombre a su estado más bello moralmente, como se observa 
en la transfiguración de la sangre en flores, símbolos de virtudes: 
Ya al cadalso vil se llegan, 182 
ya sentados en las sillas 
el verdugo cauto llega 
y con negros tafetanes 
la visiva luz les venda; 
ya sobre el cuello del uno, 
con sangrienta ligereza, 
descarga el furor del golpe 
e intrépido lo degüella, 
y para poder quitar 
de los hombros la cabeza 
una y otra vez repite 
la fulminada dureza; 
y al ver tan aleves golpes 
el otro hermano se queja 
de mirar que en un cadáver 
aún dure la rabia fiera. 
Después de estar ya difunto, 
al segundo hermano llega 
la cólera del verdugo, 
y las rosas aún no muertas 
del rojo humor desatado 
tiñe otra vez en sus venas. 
39 
 
Troncos los cuerpos quedaron, 
difuntas púrpuras yertas, 
deshojadas clavellinas 
y anochecidas pavesas. 208 
 
En la crónica de Juan Suárez de Peralta encontramos convincente realismo y sugerente 
atrocidad. Mas en él no es un ejercicio de creación sino de observación y descripción, pues 
recordemos que él fue testigo de los hechos, a diferencia de Sandoval Zapata, que 
reconfigura la realidad con su arte varias décadas después. Además, el cronista está 
consciente de que está haciendo historia, políticamente comprometida, causal y 
comprobable, se apega más a la objetividad. A pesar de estas diferencias, es relevante cómo 
los dos autores coinciden en la inexperiencia del verdugo que prolongó la agonía de Gil y 
provocó el horror del hermano. Sandoval les da un carácter de víctimas a sus personajes 
principales, y de antagonista al verdugo, que realza el carácter dramático del romance. A 
continuación, cito el fragmento que da constancia de los sucesos para observar el 
paralelismo con la parte del poema anteriormente aludida, en el que, además, se compara a 
Gil con un cordero de sacrificio, metáfora con la que también se ha descrito a Cristo: 
[…] y después la cabeza en la picota, atravesado un largo clavo desde la coronilla 
de ella, e hincado, metido por un regalado casco, atravesando los sesos y carne 
delicada […] hicieron a Gil González que se tendiese en el tablado, habiendo el 
verdugo apercibídose, y se tendió como un cordero, y luego le cortó la cabeza el 
verdugo, el cual no estaba bien industriado y fue haciéndole padecer un rato, que 
fue otra lástima, y no poca. […] Después de cortada, con la grita y lloros, y sollozos, 
volvió la cabeza Alonso de Ávila y como vio a su hermano descabezado dio un muy 
gran suspiro, […] y el cruel verdugo le dio tres golpes, como quien corta la cabeza a 
un carnero.
54
 
 
Como vemos en estos y otros fragmentos, en ambos autores la descripción es muy similar. 
En un interesante pasaje del romance, Luis de Sandoval introduce otra voz poética que no 
aparece en el resto de la obra. Se trata de las palabras de la viuda de Alonso de Ávila, con 
 
54
 Juan Suárez de Peralta, op. cit., pp. 31, 36. 
40 
 
los lamentos y maldiciones propias de una mujer que llora la muerte tan indigna de su 
esposo: 
“¡Oh, Alonso de Ávila! ¿Quién 291 
con impiedad tan sangrienta 
separó la dulce unión 
que en tan finos lazos era 
de nuestro amor la bisagra? 
¿Cuál fue la mano que, fiera, 
con despiadado impulso 
tiñó el acero en sus venas? 
¿Cuál fue el aleve tirano 
que con villana fiereza 
salpicó el cuchillo limpio 
con tiernas púrpuras muertas? 
¿Cuál fue? ¡Oh malhaya el golpe, 
el brazo tirano muera! 
Una víbora de lumbre 
con veneno de centellas 
la región del aire vibre, 
porque a sus ímpetus muera. 
Un rayo, porque a su golpe 
impulsos y vida pierda”, 
dijo, y en sollozos tristes, 
difunta la voz apenas, 
pegándose en la garganta 
y a sus sílabas postreras, 
suplió el llanto de los ojos 
el defecto de la lengua. 316 
 
El poeta es muy audaz al soltar, en boca de la viuda, la maldición en contra de la raza de 
envidiosos que provocaron la tragedia. Y no deja de sorprendernosla capacidad lírica del 
autor al usar por segunda vez la metáfora del llanto: la grandilocuencia de la voz de la 
viuda, muda por la indignación y la tristeza, es sustituida por la fluidez de las lágrimas. 
Al establecer el vínculo con el texto de Suárez de Peralta, encontramos que las 
únicas veces que el cronista deja que hable un personaje es justamente para que intervenga 
Alonso de Ávila en dos ocasiones. La primera ya se citó antes (p. 37) y se puede apreciar 
claramente que la lamentación inicial es muy parecida. Tanto la viuda en el poema, como el 
41 
 
esposo muerto de la crónica se expresan de manera similar: “– ¡Ay, hijos míos, y mi 
querida mujer, y cuáles os dejo!”.
55
 El romance tiene una variedad y riqueza temáticas 
mayor pues no sólo nos pone al tanto sobre las preocupaciones de un varón ilustre sobre su 
honra y su hacienda, sino que muestra en un largo fragmento ya citado la relación con su 
esposa, como un lazo amoroso profundo. Esto también es reflejado por el cronista, quien 
hace ver que dos veces Alonso de Ávila apeló a su mujer y a su hijo. Sandoval Zapata hizo, 
sin saber que coincidía con Suárez de Peralta, que la viuda respondiera a los llamados de su 
marido momentos antes de morir, como se ha referido en el fragmento anteriormente 
citado. El hecho de que la voz de la viuda sea introducida en el poema, le confiere aun un 
mayor patetismo del que se puede observar en la crónica. Además, nos recuerda a las 
grandes voces femeninas de la tragedia, cuyas lamentaciones son frecuentes en el género 
clásico, bien conocido por nuestro poeta. 
El autor es arriesgado y utiliza todas las armas retóricas que domina como el 
dramatismo, extensas metáforas, aliteraciones, cambio de voz enunciadora y 
enumeraciones, entre otras, para proclamar su desengaño ante la injusticia y para intentar 
cambiar la historia con la fuerza de la creación artística. 
 
 
 
 
 
 
 
 
55
 Ibid., p. 35. 
42 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
43 
 
ANÁLISIS DEL POEMA 
 
Ya desde el primer verso, Luis de Sandoval Zapata le da preeminencia al género trágico al 
invocar, en la parte que funciona como exordio –versos 1 al 20–, a Melpómene, la musa de 
la tragedia, y alude a lo dicho por el propio Aristóteles “Es, pues, tragedia reproducción 
imitativa de acciones esforzadas, perfectas, grandiosas, en deleitoso lenguaje”.
56
 En ocho 
versos sintetiza de manera magistral toda la fuerza de la lamentación presente en el género 
trágico: 
Tú, Melpómene sagrada, 1 
que presides en la esfera 
de los cristales del Pindo 
al coturno y la tragedia; 
tú que a los varones grandes, 
en sus lástimas postreras, 
eternizas sus memorias 
contra fúnebres tinieblas; 8 
 
Con imágenes soberbias y confianza en el poder de la poesía nos describe que sólo el arte 
rescata al hombre de caer en el olvido, como sólo a través de la poesía se puede lograr 
vencer el frío de la amnesia: 
tú que a los helados polvos 9 
que gastados bronces sellan, 
de la prisión del olvido 
los vuelves a vida nueva; 12 
 
La crítica ha estudiado los tópicos de prisión de amor en la Edad Media y el Renacimiento 
español. En la literatura novohispana aparece don Luis con la prisión del olvido, cárcel 
terrible para caballeros de tan alta estirpe, los primeros nobles con los que contó aquella 
incipiente nación llamada Nueva España que, en el siglo en que Sandoval escribe, está en 
 
56
 Aristóteles, op. cit., p. 8. 
44 
 
medio de un proceso de adquisición de voz e identidad propias. Es pues, para nuestro autor, 
reflejo del desengaño y del cambio de fortuna. 
Como en los grandes poemas del Siglo de Oro, –recuérdese el Polifemo, de Luis de 
Góngora–, Luis de Sandoval adscribe su inspiración a una intencionalidad representada 
simbólicamente por una musa, en esta caso, la de la tragedia. Lo anterior le da un carácter 
dramático a la Relación fúnebre y, además, implica una renuncia a realizar la composición 
del poema bajo un rigor histórico: Clío no hará su aparición como inspiradora de este 
romance, pues más que ser estrictamente histórico, se trata de una composición más 
cercana a lo épico; en cuanto a la reconstrucción de los hechos, aspira a concretar en el 
escrito los valores de un estamento social de la época, los criollos. Alan Deyermond 
discurre sobre esas características en el romancero español: 
Los romances […] es fácil clasificarlos en tres grandes grupos: históricos (nacidos 
directamente al arrimo de un suceso histórico, épicos y literarios (procedentes de un 
cantar de gesta de otra fuente ya elaborada literariamente, aunque versen sobre un 
motivo con realidad histórica) y novelescos o de aventuras.
57
 
 
Las licencias poéticas son más abundantes y orientadas hacia lo trágico de nuestros héroes, 
que al apego de la rememoración de los sucesos, misma que intentan cronistas como Juan 
Suárez de Peralta, autor del referente histórico como se ha mencionado. 
 Sólo la tragedia, como fuerza del destino de los héroes, puede trocarlo al ser 
reescrita; sólo ella es capaz de sacar a “vida nueva” a los “helados polvos” del recuerdo que 
purgan su pena en “la prisión del olvido”. Hasta aquí se ha dejado clara la intención de 
restituir a sus héroes para la posteridad. 
El olvido es un castigo para el que no supo prever un posible vuelco de fortuna. 
Cierra nuestro poeta la elocuente invocación con los siguientes versos: 
 
57
 Alan Deyermond, La Edad media, p. 266. 
45 
 
tu trágico ardor me influye, 13 
dame tus puras centellas 
para el argumento triste 
que mi helada pluma intenta. 16 
 
No sólo la petición de la venia de Melpómene representa una declaración de principios. Lo 
es también el hecho de que Sandoval revela desde los primeros versos la intención de su 
texto, propósito con el cual también va a cerrar el poema y que es un tópico del 
Renacimiento y de la literatura barroca: 
Oirá mis lúgubres versos 17 
la Fama, porque sus lenguas, 
en sus ecos inmortales, 
organizan mis cadencias. 20 
 
La Fama, con mayúscula porque se trata de la diosa clásica de la cual dependen la memoria 
de los héroes y su honor ante la opinión pública, representa aquello que en la sociedad 
novohispana del siglo XVII importaba sobremanera por una razón: la vida después de la 
muerte es la promesa para un cristiano, porque es la verdadera. La salvación o la condena 
dependen de la conducta observada durante la existencia en la Tierra, y la Fama no es otra 
cosa que la diosa enunciadora de los comportamientos de los grandes hombres; de aquéllos 
cuya hidalguía los obliga a ser superiores moralmente, caso en el que, para Sandoval 
Zapata, se encuentran los hermanos Alonso de Ávila y Gil González de Ávila. 
Creo que en esta sección se halla inmersa una de las claves del poema: su rasgo 
político. La palabra “argumento” se usa aquí como narración, como hilo conductor, 
“Asunto o materia de que se trata en una obra”.
58
 Pero el intento va más allá de una 
narración. “Argumento”, quiere decir, en su sentido más filosófico, según el Diccionario de 
la Lengua: “Razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien 
 
58
 DRAE, s.v. „argumento‟. 
46 
 
para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega”.
59
 El poeta intenta que la 
misma Fama hable a través de su pluma para restituir por fin la dignidad manchada de sus 
antecesores y de su propio estamento. Más adelante se verá con mayor claridad la 
intencionalidad poética del joven escritor. 
Los siguientes veinticuatro versos sirven de breve introducción y ambientación del 
poema. Tal vez se antoja que hubieran sido más largas, perola manera tradicional del 
romancero prefiere desarrollar más el tema dejando tópicos adyacentes en breves, pero 
intensas imágenes poéticas, que son como centellas para el lector. Apunta el especialista 
Alan Deyermond: “Al dar breve idea del estilo romancístico, tomando como base la 
tradición antigua por mas originaria y más original observamos que [lo más corriente en los 
romances tradicionales viejos] es que la narración se anime y actualice mezclando buena 
parte del diálogo sin que abarque una sucesión larga de sucesos”.
60
 Este es un segmento 
descriptivo del romance: 
En el nuevo mundo 21 
pira del mayor planeta, 
pues sobre sus grandes montes 
 difunto fanal se acuesta; 24 
 
En América se pone el Sol, lo que provoca una pira, que es sitio de purificación y sacrificio. 
El poeta menciona aquí una imagen con fuego. A lo largo de su obra reiterará que el fuego 
es origen de purezas extraordinarias. El criollo Sandoval recuerda, con una imagen no poco 
profunda y poética, el episodio de la Conquista; origen del intento de sublevación en 1566 a 
causa de la abolición de la Encomienda. 
 
59
 Ibidem. 
60
 Alan Deyermond, op. cit., p. 266. 
47 
 
Nuestro continente viene a ser la novedad y la perduración de la fe católica en un 
mundo acosado por la herejía protestante. Los soldados españoles han dado ejemplo de su 
heroísmo al conquistar, para el más católico de los monarcas, todo el hemisferio occidental. 
La imagen es ambigua, pues el ser criollo no es algo aún definido, más bien es un 
sentimiento de pertenencia a la tierra novohispana. Sobre este asunto escribe Edmundo 
O´Gorman: 
Será un proceso mediante el cual el novohispano hizo suyas las circunstancias 
americanas con la consiguiente transformación de su ser. Se trata, pues, de un 
proceso dialéctico que se resuelve en la progresiva americanización de su ser 
hispánico originalmente trasplantado al Nuevo Mundo.
61
 
 
El poeta se acerca al recuerdo prehispánico y se afianza al mismo tiempo en su principal fin 
ideológico: 
entre tanto ilustre pecho 25 
 de la escogida nobleza, 
 que supo dar todo un mundo 
 al más católico César. 28 
 
Tan grandes son, no sólo los vencidos, los antiguos mexicas, que son a su vez “escogida 
nobleza”, sino también los conquistadores que ampliaron decenas de veces en tamaño y 
riquezas el poder del rey. Por vez primera en nuestro poema se alude al soberano español, 
reiteración que regresará al final con lo que quisiéramos señalar una correspondencia 
temática entre los primeros y los últimos versos, misma que se observa en cada uno de los 
temas desarrollados por el autor, quien los cierra perfectamente en los postreros versos del 
romance. 
 La mención por parte de Sandoval es más que un ensalzamiento de la monarquía. Es 
claramente un recuerdo del “favor” y las mercedes hechas tanto para España, como para la 
 
61
 Edmundo O´Gorman, Meditaciones sobre el criollismo. Discurso de ingreso a la academia mexicana de la 
lengua, p.22. 
48 
 
persona del monarca. Los que realizaron la Conquista, igual que en la reconquista española, 
eran hidalgos definidos por su función social de soldados. Estos caballeros actúan en 
nombre de la persona real y constituyen la que posteriormente será la alta nobleza 
conquistadora, precisamente a la que pertenecen los hermanos Ávila. Los soldados son 
identificados con Marte, el dios romano de la guerra, palabra que curiosamente se parece a 
Martín. 
 Tras recordar el episodio de la Conquista, el poeta cierra esta parte con la imagen 
del indígena, personaje necesario en el trazo de esta sección, aseverando que los soldados 
españoles quitaron la vida a los mexicas, sujetos dignos y merecedores de la epopeya. Que 
valore estas hazañas como purpúreas, es decir, sangrientas, pero de alta dignidad, me 
parece un rasgo temprano de declaración de criollismo: 
donde tanto español Marte 29 
con la espada y la escopeta 
quitó más vidas en indios 
 que ellos dispararon flechas, 
 cuya sangre derramada 
 en el papel de la arena 
 fue corónica purpúrea 
 a sus hazañas eternas. 36 
 
El fragmento me parece deliberadamente ambiguo porque recupera laudatoriamente la 
Fama de ambos lados, el conquistado y el conquistador. Nadie duda que la imagen aquí es 
la de la sangre de los indígenas que sirvió de tinta púrpura, sagrada, para escribir la crónica 
de los criollos, estamento minoritario al que pertenecía Luis de Sandoval y que no era ya un 
mero trasplante de la sociedad española. Los naturales, como los recién llegados, dieron su 
sangre en esas batallas y ambos debieron ser igual de heroicos, para constituir el rasgo 
épico de la lucha entre dos grandes pueblos. Al respecto ha escrito Edmundo O‟Gorman: 
Estamos en la segunda mitad del siglo XVII en que los escritores, ya en plena 
madurez criolla, parecen imantados por la interna e incontenible necesidad de 
49 
 
ponderar, en extremos de lo inverosímil, todo cuanto pertenece a la naturaleza y a la 
cultura de la que, dotada de un pasado clásico propio, ya llaman patria”.
62
 
 
Recordemos que el color morado ha servido siempre para simbolizar el poder civil, real y 
religioso, tonalidad reservada para las altas dignidades y para momentos sagrados. 
El posesivo “sus” en el verso 36, ¿se refiere a las hazañas de los indígenas o a las 
proezas de los españoles? La aventura caballeresca de conquistar la Gran México-
Tenochtitlan y la defensa hecha por los mexicas cuyo talante y físico, cuya sangre también 
fue la tinta con la cual se escribieron estos sucesos, nos revelan que la imagen es aplicable a 
ambos contendientes. Los dos bandos para Sandoval son sagrados y de esencia grandiosa. 
Para que exista una gran guerra de épicas proporciones, sin duda no puede haber 
combatiente pequeño; las dos partes son suficientemente elevadas en dignidad para 
enfrentarse. 
Cabe señalar que las referencias al mundo indígena no son tema principal del 
poema. De hecho, este trabajo intenta demostrar la profunda raigambre política criolla del 
texto. Por lo anterior, la apenas asida figura épica del mexica encuentra aquí su última 
mención dentro de la Relación fúnebre. La imagen es muy bella y barroca. Contiene una 
contradicción aceptable en una época que gustaba de poner en armonía aspectos tan 
contrarios en apariencia. El asunto tiene lógica: sí, el poema es un grito para salvar de la 
ignominia a los encomenderos, pero también a dos hombres, los hermanos Ávila, que 
derramaron su sangre por sus creencias y por su pueblo. ¿No hicieron acaso lo mismo los 
vencidos en la Conquista? 
Creo que el poeta nos guiña el ojo en estos versos. Y lo que algunos ilustres 
historiadores han visto –como Luis González Obregón o Manuel Orozco y Berra– es que lo 
 
62
Ibid., p. 26. 
50 
 
mismo hicieron Miguel Hidalgo y otros a principios del siglo XIX. De los hermanos Ávila 
dice Orozco y Berra: “Estos dos jóvenes desgraciados […] fueron las primeras víctimas de 
la Independencia: el tiempo había hecho olvidar hasta sus nombres; paguémosles el justo 
tributo de nuestro reconocimiento, recordando su memoria”.
63
 
La concisión temática de la forma romance, hecho para ser cantado, a veces con 
imágenes muy directas permite al autor enaltecer la ciudad, pues una gran nobleza necesita 
una gran sede. Aquí aparece el halago a la Ciudad de México. Aunque Sandoval era de 
Colima, no deja el poeta de adscribirse a un tópico literario de nuestras letras, que es 
precisamente esa alabanza: 
En su metrópoli insigne, 37 
de la América cabeza, 38 
 
Este engrandecimiento de la capital de la Nueva España aparece en innumerables poetas 
novohispanos de los siglos XVI y XVII, desde Bernardo de Balbuena hasta sor Juana Inés 
de la Cruz. Pero al usar

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