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Memoria, escritura y culturas de Antioquia
Antología
Memorias y archivos literarios
Literaturas y culturas de Antioquia
Memoria, escritura y culturas de Antioquia
Antología
Memorias y archivos literarios
Literaturas y culturas de Antioquia
Coordinadora General y Académica
María Stella Girón López
Memoria, escritura y culturas de Antioquia. Antología
Memorias y archivos literarios - Literaturas y culturas de Antioquia
© Universidad de Antioquia
© José María Salazar Morales, María Martínez de Nisser, Rafael Uribe Uribe, Gabriel Arango Mejía, 
Federico Velásquez Caballero, Gregorio Gutiérrez González, Rosario Grillo de Salgado, María Cano, 
Blanca Isaza de Jaramillo Meza, Enrique Restrepo, Dolly Mejía, Mery Calle, Mara Agudelo, Marga López 
Díaz, Augusto Escobar Mesa, Óscar López Castaño, Alonso Sepúlveda, Jaime Alberto Vélez, Víctor Raúl 
Jaramillo, Gloria Posada, Jacobo Cardona Echeverri, Luis Arturo Restrepo, David Marín-Hincapié.
 
ISBN papel: 978-958-5413-70-2
ISBN digital: 978-958-5526-52-5
Primera edición: marzo de 2018
Apoyan 
Fundación Universidad de Antioquia . Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia . 
Centro de Investigaciones y Extensión (CIEC) de la Facultad de Comunicaciones . Grupo de 
Estudios Literarios (GEL) . Biblioteca Carlos Gaviria Díaz
Investigadora: María Stella Girón López. Integrante del Grupo de Estudios Literarios GEL, 
Departamento de Literatura y Lingüística, Centro de Investigaciones de Comunicaciones CIEC, 
Facultad de Comunicaciones, UdeA. Dirección: calle 67 N.° 53-108. 
Producto derivado del proyecto Memorias y archivos literarios - Literaturas de subregiones de 
Antioquia, Convenio N.° 07-2016 de apoyo y cooperación entre la Universidad de Antioquia y la 
Fundación Universidad de Antioquia, Estrategia de Sostenibilidad del Grupo de Investigación GEL.
Impresión y terminación
Extrategia Ecoprint / Diagonal 80 A # 45-320 . Medellín - Teléfono: (054) 411 21 20
Digitación de textos: Deisy Arroyave Arenas, Walter Parra Cardona y Alfonso Girón López
Diseño y diagramación: Hilo de Plata Editores
Composición de carátula: mapa de la provincia de Antioquia, 1775 (dominio público)
Fotografía Vista posterior Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción de Santa Fe de Antioquia: 
licencia CC 3.0, Wikimedia Commons
En el momento de edición de este volumen de la colección Memorias y archivos literarios - Literatu-
ras y culturas de Antioquia están en discusión límites que eventualmente podrían modificar el mapa de 
Antioquia. / Los fragmentos de obras citadas en el presente libro se reproducen con fines educativos, 
culturales y académicos, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 31-32 de la Ley 23 de 
1982. Así mismo, algunas de las obras reproducidas pertenecen al dominio público, de acuerdo con el 
numeral 1) del artículo 187 de la misma ley. Las opiniones expresadas en este libro son de exclusiva 
responsabilidad de los autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Institución. 
Editado en Medellín, Colombia
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio y con cualquier propósito, sin la auto-
rización escrita de los titulares de los derechos.
Mauricio Alviar Ramírez 
Rector
David Hernández García
Secretario General 
Luis Fernando Múnera Díez
Director Ejecutivo 
Fundación Universidad de Antioquia
Edwin Alberto Carvajal Córdoba
Decano Facultad de Comunicaciones
Elvia Elena Acevedo Moreno 
Jefa Centro de Investigación y Extensión, CIEC
María Stella Girón López
Coordinadora General y Académica
Selección y compilación
“La codicia del río”, 1919. Cuaderno manuscrito de Julio Toro. 
Autorización Centro de Historia de Jericó
Contenido
Memoria, escritura y culturas de Antioquia. Antología
Introducción
María Stella Girón López 13
José María Salazar Morales
(1784-1830) 21
María Martínez de Nisser
(1812-1872) 52
Rafael Uribe Uribe
(1859-1914) 58
Gabriel Arango Mejía
(1872-1958) 78
Federico Velásquez Caballero
(1819-1884) 106
Gregorio Gutiérrez González
(1826-1872) 138
Rosario Grillo de Salgado
(1866-1947) 143
María Cano
(1887-1967) 151
Blanca Isaza de Jaramillo Meza
(1898-1967) 156
Enrique Restrepo
(1882-1947) 161
Dolly Mejía
(1920-1975) 175
Mery Calle
(s. f.) 194
Mara Agudelo
(1931) 207
Marga López Díaz
(1946) 215
Augusto Escobar Mesa
(1949) 227
Óscar López Castaño
(1955) 261
Alonso Sepúlveda
(1949) 284
Jaime Alberto Vélez
(1950-2003) 291
Víctor Raúl Jaramillo
(1966) 299
Gloria Posada
(1967) 308
Jacobo Cardona Echeverri
(1978) 317
Luis Arturo Restrepo
(1983) 328
David Marín-Hincapié
(1990) 334
13
Memoria, escritura y culturas de Antioquia
Antología
Un contexto para esta edición
Esta publicación constituye la tercera entrega de la serie editorial que 
lleva el nombre del programa Memorias y archivos literarios. Literatu-
ras y culturas de Antioquia. La preceden los libros Letras desde el Atrato 
y el Cauca y Literaturas del Páramo: Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral, 
ambos publicados en el año 2017. 
El primero, dedicado al suroeste, reúne estudios sobre Antonio 
José Restrepo (Concordia 1855-Barcelona, 1933), Efe Gómez (Fredo-
nia, 1873-Medellín, 1938), Manuel Mejía Vallejo (Jericó, 1923-El Retiro, 
1998), Mario Escobar Velásquez (Támesis, 1928-Medellín, 2007) y Amíl-
car Osorio (Santa Rosa de Cabal, 1940-Jericó, 1985), en los cuales, ade-
más del análisis e interpretación desde diversos enfoques a sus vidas 
y obras, los artículos aportan apreciables fuentes documentales y refe-
renciales de los legados en relación con la producción literaria, crítica, 
política, traductiva y demás perfiles del hacer social y cultural de los 
autores. Contiene también la relación periodismo y literatura explícita 
en la trayectoria periodística de Javier Darío Restrepo, quien propone 
una ética y una poética de la crónica para mostrar su proximidad con la 
literatura, que bien puede ser el testimonio de la actividad periodística 
y literaria de este escritor; la estancia de León de Greiff en Bolombolo 
durante los años 1926 y 1927 como uno de los momentos trascendenta-
les para su vida y obra, en la que su expresión poética encuentra cauce 
en vivencias en esa zona del río Cauca; y referentes de la pluralidad 
étnica y cultural de este territorio, expresados en cantos ancestrales, 
fundacionales y de denuncia de la cultura êbêrâ chami, en lengua cha-
mí con versión al español y notas de presentación. 
In
tr
od
u
cc
ió
n
14
El segundo libro, orientado al suroriente, con el propósito de dar a co-
nocer estudios sobre literaturas y culturas de la Zona Páramo, presenta 
elaboraciones sobre los contextos histórico, cultural y literario. Al mirar 
la primera mitad del siglo xix, explica el usufructo de las propiedades 
agrarias, la explotación de los lechos auríferos, la construcción de cami-
nos y algunos antecedentes del inicio de las guerras civiles en la región. 
La educación, enfocada desde la creación de Sonsón, se constituye en el 
fundamento de la vida cultural y literaria que explica el origen ancestral 
de las letras, la creación temprana de escuelas y colegios, el surgimiento 
de ilustres educadores, la creación de la imprenta, la fundación de pe-
riódicos y revistas y el horizonte de autores y de obras. Conocedores de 
lenguas clásicas y modernas, del papel de la traducción y del poder de la 
prensa, periódicos de Sonsón y de Abejorral hacen uso de este potencial, 
para plantear puntos de vista sobre aspectos de la realidad. Del amplio 
espectro de autores del sur de Antioquia, se estudian vidas y obras de 
Blanca Isaza de Jaramillo Meza, Benigno A. Gutiérrez Panesso, integran-
tes de la familia Naranjo Villegas, Miguel María Calle Gutiérrez, Esteban 
Jaramillo, Félix Betancourt y Jaime Jaramillo Uribe; igualmente se hacen 
aproximaciones a obras de Marco A. Jaramillo, Carlos Framb y Patricia 
Nieto, en las que se desarrollan asuntos relacionados con laguerra civil 
de 1860-1862 en Antioquia, episodios de la batalla de Cascajo, la expre-
sión de la poeticidad del universo mediado por el lenguaje y la ciencia 
y el alcance esperanzador para las víctimas al difundir los relatos del 
conflicto armado.1 
El tercer libro, Memoria, escritura y culturas de Antioquia. Antología, es 
una invitación a la lectura de textos de veintidós autores nacidos entre 
1784 y 1990, escritos desde el siglo xix hasta 2017. Publicados aproxi-
madamente a partir de 1819, en su historial de recepción padecen el 
1 Participan en estas publicaciones: Claudia Acevedo Gaviria, Andrés Esteban 
Acosta Zapata, Ana María Arango Parra, Julia Escobar Villegas, María Stella Girón 
López, Alejandro González Tascón, Esteban Hincapié Atehortúa, Juana Alejandra 
Gómez Uribe, Paula Andrea Montoya Arango, Javier Darío Restrepo, Nicolás Na-
ranjo Boza, Juan Carlos Restrepo Botero, Juan Guillermo Ramírez Giraldo, Rafael 
Iván Toro Gutiérrez, Marta Lucía Ospina Echeverri, Olga Echavarría Ruiz, Luis 
Fernando Macías, Sergio Peralta Rodas, Yamile Ríos Sánchez y Juan Carlos Vélez 
Rendón. 
15
olvido en salas patrimoniales y en estantes de bibliotecas o perviven 
por la avidez del lector investigador o son de circulación relativamente 
reciente. Gracias a familiares e instituciones se cuenta con obras inédi-
tas de autores fallecidos; también son inéditas muchas de las colabora-
ciones de quienes nos acompañan en esta oportunidad. Algunas obras 
que se consideran de importancia capital para esta publicación no se 
lograron obtener en bibliotecas y catálogos de Medellín y Bogotá. 
El contenido de esta serie editorial está respaldado por un trabajo 
de recuperación de tradiciones y nuevas expresiones literarias y cul-
turales realizado en los territorios, ampliado por la sistematización de 
inventarios sobre municipios del suroeste, suroriente y nordeste dis-
ponible en http://comunicaciones.udea.edu.co/literaturas y en el blog 
http://comunicaciones.udea.edu.co/memoriasliter/, así mismo, como 
memoria viva, por los encuentros de escritores y de académicos en las 
localidades, por las exposiciones itinerantes y los programas radiales. 
Lo anterior apenas es una muestra de lo gestado en esta región, que tes-
timonia que sus escritores y escritoras han pensado el entorno propio 
y el externo porque han sido lectores de sí mismos y del mundo. Y se 
une al interés que desde el siglo xix ha sido vocación: conservar e in-
vestigar esta tradición tanto por instituciones públicas como privadas 
e iniciativas personales.
Plan de composición de la obra
La diversidad de géneros, la pluralidad temática, los estilos de las 
épocas y los contextos caracterizan esta publicación. Aunque prima la 
organización cronológica por fecha de nacimiento de autores, surge 
la variedad que da sentido de unidad a este libro, con el propósito de 
traer a la memoria escrituras del repertorio literario y cultural de esta 
región, y contribuir a la recuperación de otras, en el que se aprecia 
una producción del siglo xix y otra del siglo xx, esta recibe las tradi-
ciones del siglo xix y proyecta las expresiones contemporáneas del 
siglo xxi.
La organización del siglo xix reúne textos de José María Salazar, Ma-
ría Martínez de Nisser, Rafael Uribe Uribe, Gabriel Arango Mejía, Fe-
16
derico Velásquez Caballero, Gregorio Gutiérrez González, Rosario Gri-
llo de Salgado, María Cano, Blanca Isaza de Jaramillo Meza y Enrique 
Restrepo. Puede ilustrarse una literatura de las guerras: la producida 
en el contexto de la guerra de la independencia y las de las guerras ci-
viles en Antioquia. Una evocación a los romances del aprovechamien-
to de la tierra y un registro de narrativas y acercamiento a lo poético, 
como enlace entre los siglos xix y xx. 
Algunas escrituras que origina el siglo xix son testimonios de la par-
ticipación en el acontecer nacional o local. José María Salazar, integran-
te del último Congreso de la Nueva Granada, en el contexto de la gue-
rra de la independencia, en “Artículo comunicado Memoria biográfica 
de la Nueva Granada, escrita por un miembro de su último Congreso”, 
y en “A las víctimas de Cundinamarca” con acento neoclásico y fervor 
romántico rinde tributo por su digna marcha al patíbulo a los compa-
triotas sacrificados por la crueldad y barbarie del gobierno español en 
la cabeza del general Morillo: Camilo Torres, Manuel Rodríguez Tori-
ces, Francisco José de Caldas, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, 
Fruto Joaquín Gutiérrez, José María Gutiérrez, Custodio García Rovira, 
José María Dávila, Miguel Pombo y Francisco Ulloa. 
María Martínez de Nisser en “Diario de los sucesos de la revolución 
en la provincia de Antioquia en los años 1840 y 1841” narra episodios 
del campo de batalla de la guerra de los Supremos en la provincia de 
Antioquia, en la cual participa. Rafael Uribe Uribe es el autor de la bio-
grafía de Camilo Antonio Echeverri (Medellín, 1828-Medellín, 1887), y 
de la extensa carta “Las guerras civiles ante el criterio patriótico”, escri-
ta desde Río de Janeiro en diciembre 17 de 1906 a Leovigildo Hernán-
dez, en la que evalúa la insensatez de las guerras. En el fragmento del 
“Diario” contemplado entre octubre de 1895 y el 30 de junio de 1904, 
Gabriel Arango Mejía cuenta el día a día en el vaivén de las circunstan-
cias personales y su afinidad hacia los republicanos en el contexto de la 
guerra de los Mil Días. 
En los textos antiguos se actualizan los usos ortográficos conservan-
do la forma original del registro, la sintaxis, el estilo, el tono y el sentido, 
con el cuidado de atender las actitudes de los autores, surgidos por las 
exaltaciones o los estados melancólicos a que dan lugar los contextos 
17
social, cultural y la formación literaria. Gabriel Arango Mejía en su Dia-
rio reitera su abatimiento y melancolía, y en sus palabras expresa estar 
permeado por el spleen de París, el spleen inglés, el spleen antioqueño “y 
el de todo el mundo”.
Puede hablarse de un segundo segmento con “Un veraneo en Porce” 
de Federico Velásquez Caballero, dedicado a Camilo Antonio Echeve-
rri, y tres poemas de Gregorio Gutiérrez González: “Las dos noches” a 
Demetrio Viana, de actitud lírica; su poema sin discusión en la temá-
tica de las guerras civiles, “A los EE. UU. de Colombia”, y “El vulgo”. 
Comparte Velásquez Caballero con Gutiérrez González sus romances 
sobre el aprovechamiento de la tierra, el del primero, sobre las minas 
del nordeste que pudiéramos concebir como el romance de la saca del 
Porce, y el del segundo, el romance del cultivo del maíz en Antioquia. 
No cabrían dudas para caracterizar a Gregorio Gutiérrez como vate de 
las guerras; textos suyos que no pudieron localizarse y a los cuales alu-
dimos antes nos confirman esta apreciación con sus títulos “La espon-
sión de Manizales. Poesía dedicada a los héroes de San Agustín, i otras 
composiciones por Adherbal” y “A los federalistas; canción aregando a 
los valientes y bravos federales”, con firma de Adherbal,2 seudónimo 
del poeta según Héctor Orjuela en Bibliografía de la poesía colombiana. 
Un tercer segmento con narrativas, ensayo y poéticas, enlace entre 
siglos y consolidación de la obra un poco más allá de la primera mitad 
del siglo, se encuentra en Rosario Grillo de Salgado, María Cano, Enri-
que Restrepo y Blanca Isaza de Jaramillo Meza. Rosario, al parecer de 
ambiente familiar pero hija de médico y hermana de Max Grillo, este 
último partícipe de la vida cultural del país en su época; ella cuenta 
historias de su inspiración a la abuela lectora en su lecho de enferma, 
quien le reclama por la extraña autoría de esos relatos, al no reconocer 
en ellos sus lecturas pasadas. María y Blanca son, por el contrario, de 
conocidos ambientes políticos y culturales; María Cano en su autobio-
2 Los textos referidos son “La esponsión de Manizales. Poesía dedicada a los héroes 
de San Agustín, i otras composiciones por Adherbal” (1863). Popayán: Imprenta 
del Colegio Mayor; y “A los federalistas, canciónaregando a los valientes y bravos 
federales” (1861). Bogotá: Imprenta de González, 1 hoja, firma Adherbal. En Or-
juela, Héctor (1975). Bibliografía de la poesía colombiana. Bogotá: Instituto Caro y 
Cuervo, p. 202. 
18
grafía confiesa escribir poesía en prosa a los 30 años y Blanca Isaza par-
ticipa de la actividad cultural del país y el universo de su obra sobrepa-
sa los límites del entorno nacional. Enrique Restrepo, colaborador de 
la revista Voces.3 Con él aparece en este libro una actitud que se nutre 
en formulaciones filosóficas y reflexiones de la cotidianidad elevadas 
hasta la creación poética que pasan por el aforismo, el pensamiento 
poético, los aforemas, el relato poético y la poesía en prosa. 
La organización del siglo xx comienza con Dolly Mejía y Mery Ca-
lle, aunque de esta no se ha podido encontrar la fecha de nacimiento 
y muerte, sus publicaciones entre 1950 y 1963 nos autorizan esta dis-
posición. Y continúa con Mara Agudelo y Marga López. Todas de una 
depurada elaboración poética y dueñas de su propio estilo; Mery Calle 
con sus textos breves sigue en algunos casos la línea de Enrique Restre-
po, al abandonar el verso y acogerse a la prosa.
En la medianía del siglo están Augusto Escobar Mesa, Alonso Se-
púlveda, Jaime Alberto Vélez y Óscar López, quienes representan una 
trayectoria desde la investigación literaria y científica y la elaboración 
literaria. Augusto Escobar, reconocido investigador y crítico de la li-
teratura antioqueña; Alonso Sepúlveda incursiona en el mundo de la 
física y desde allí encuentra los lazos que unen la ciencia y el arte; Jaime 
Alberto Vélez el escritor de la palabra exacta; y Óscar López se mueve 
tanto en el campo crítico como en el creativo. Sus obras aquí expuestas 
ilustran estos dominios.
El último segmento del libro, muy cercano al anterior por el desem-
peño en el ámbito universitario y de alta formación académica de los 
autores, con reconocimientos locales, nacionales e internacionales, al-
gunos con diferentes distinciones en las comunicaciones o en las artes, 
y nacidos entre 1966 y 1990 cuenta con Víctor Raúl Jaramillo, Gloria 
Posada, Jacobo Cardona Echeverri, Luis Arturo Restrepo, David Ma-
3 Ramón Illán Bacca, en el prólogo a la edición íntegra de la revista Voces 1917-
1920 (2003, Ed. Uninorte), dice que Enrique Restrepo es otro de los nombres 
fundamentales en la creación de Voces. Habla de su origen antioqueño, su forma-
ción de autodidacta, y de su actividad en la primera década del siglo xx como 
funcionario contador en una empresa de libaneses. Sus colaboraciones en la re-
vista aparecen bajo el título “Comentarios y paradojas”, también artículos críticos 
y de divulgación literaria y filosófica y en las Notas. (N. de las E.) 
19
rín-Hincapié: en su diversidad de géneros y estilos hacen parte del ca-
mino de la contemporaneidad. 
Quiero concluir con Eduardo Zuleta, que en este caso refuerza nues-
tro proyecto de hacer memoria cuando dice: 
Ahí quedan estas impresiones sobre los literatos de nuestro 
pueblo en una época. De Zea, José Manuel Restrepo, Alejan-
dro Vélez, Aranzazu, José María Salazar y otros que comen-
zaron la vida literaria en Antioquia, han hablado ya escritores 
de competencia indiscutible; […] los que nosotros recorda-
mos, hemos querido hacerlo, por revivir ese tiempo olvidado, 
y consagrar un tributo de gratitud a los que nos precedieron 
en esas labores del espíritu. Y como es cierto que la literatura 
universal cambia de orientaciones en casi todos los siglos, sea 
cual fuere la escuela que reine en un momento dado, quedan 
viviendo los que vinieron a la vida con fuerza mental sufi-
ciente para seducir a las multitudes, o a los hombres de cere-
bro privilegiado. Del mismo modo que las obras de algunos 
literatos o artistas, que en una época dada gozaron de gran 
popularidad, pasan al olvido al correr del tiempo, así a los no 
comprendidos en su hora los revalúa con frecuencia la poste-
ridad y no hay esfuerzo perdido ni en las letras, ni en la músi-
ca, ni en la pintura. El cine y las óperas de Wagner, la zarzuela 
española y el Fausto de Gounod, los tangos y rumbas de la ra-
diodifusión, el cubismo y los cuadros de los grandes pintores 
de la Europa fecunda, la poesía que el pueblo canta al son de 
las guitarras y bandolas, o las de Shakespeare y Víctor Hugo, 
tienen su público (Zuleta, 2000, pp. 85-86).4
4 Antecede a la publicación de Eduardo Zuleta (2000. Manuel Uribe Ángel y los litera-
tos antioqueños de su época. Medellín: Colección Autores Antioqueños), que prologa 
Augusto Escobar Mesa, Manuel Uribe Ángel y los letrados antioqueños de su época, edi-
tada en 1937 por Mundo al Día, en Bogotá, 131 p.
20
Agradecimientos
A la Facultad de Comunicaciones y a su decano Edwin Carvajal 
Córdoba; a Luis Fernando Múnera Díez, director de la Fundación 
Universidad de Antioquia, su apoyo fue decisivo en la publicación de 
la serie. Los propósitos del programa de recuperación, preservación, 
divulgación y valoración del patrimonio cultural y literario de Antio-
quia para el servicio a la comunidad académica y a la sociedad, fa-
vorecidos por los ejes misionales de la Universidad de Antioquia, de 
docencia, investigación y extensión, fueron altamente beneficiados por 
el Convenio N° 07-2016 de apoyo y cooperación entre la Universidad 
de Antioquia y la Fundación Universidad de Antioquia. 
A la Editorial Hilo de Plata y a su directora Janeth Posada Franco 
por su esmero constante en la búsqueda de la calidad de la edición de 
los libros del proyecto. A los que nos facilitaron y autorizaron la publi-
cación de obras que contribuyen al carácter patrimonial de este trabajo: 
Luis Carlos Rodríguez Álvarez, Teresita Arias de Ojalvo, Eduardo Do-
mínguez Gómez, Monseñor Nabor Suárez Alzate, Roberto Ojalvo Prie-
to, Nelson Restrepo y Simón Ospina Vélez. A los que nos ofrecieron sus 
estudios críticos, Augusto Escobar Mesa y Óscar López Castaño, y a to-
dos los autores que entregaron sus obras para bien de esta publicación. 
A la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz de la Universidad de Antioquia y al 
Centro de Historia de Jericó. 
María Stella Girón López
Profesora Titular, Facultad de Comunicaciones. Grupo de Estudios Litera-
rios GEL, Universidad de Antioquia.
21
José María Salazar Morales
(Rionegro, 1784–París, 1830) 
Presentación a “Memoria biográfica de la Nueva Granada 
y otros textos revolucionarios”
Esta selección está integrada por una serie de textos, que son muestra 
de la poesía y de la prosa de uno de nuestros más injustamente olvida-
dos escritores: el abogado, poeta y diplomático antioqueño José María 
Salazar Morales.
Todos estos artículos aparecieron originalmente entre septiembre 
de 1819 y marzo de 1820, en las páginas del periódico Correo del Orino-
co, semanario fundado por el Libertador Simón Bolívar, en Angostu-
ra (Venezuela). El periódico, que salía los sábados, en cuatro páginas, 
circuló con algunas breves interrupciones entre junio de 1818 y marzo 
de 1822. En plena campaña libertadora, alcanzó 128 números con 5 edi-
ciones extraordinarias, e informó a las naciones acerca de los logros 
militares y políticos de la república de Colombia. El letrado José María 
Salazar hizo parte de su muy selecto grupo de redactores.
Los textos que integran la “Memoria biográfica de la Nueva Gra-
nada” son los primeros escritos que rinden homenaje a algunos de 
los patriotas muertos, en el año de 1816, durante el llamado régimen 
del terror por órdenes del “pacificador” Pablo Morillo. Los biogra-
fiados por Salazar fueron, en su orden, Camilo Torres, Manuel Ro-
dríguez Torices, Francisco José de Caldas, Joaquín Camacho, Jorge 
Tadeo Lozano, Frutos Joaquín Gutiérrez, José María Gutiérrez, Cus-
todio García Rovira, José María Dávila, Miguel Pombo y Francisco 
Ulloa. Salazar, verdadero cantor y poeta de la revolución, alcanzó a 
escaparse por la vía de los Llanos Orientales, hacia Venezuela, lle-
S
ig
lo
 x
v
ii
i
22
gando a la isla de Margarita, donde se residencióy ejerció su profe-
sión de abogado. 
Escritos apenas un par de años después de ocurridas las muertes, 
estas reseñas vitales son, como su nombre lo indica, una “memoria”, 
una forma de recuerdo escrito que se convierte casi que en mito funda-
cional del culto a los héroes de la patria, desde la pluma del amigo, el 
colega, el patriota republicano que llora la pérdida de toda una gene-
ración de brillantes hombres de la ciencia, del derecho y de la carrera 
militar.
Aunque no se publica en este libro, el canto heroico “La campaña de 
Bogotá” apareció en el original inmediatamente después (en la misma 
columna) de la novena biografía (la dedicada al Dr. Dávila). Este canto 
fue publicado unos meses más tarde, y de manera independiente, en 
la imprenta del ciudadano Bruno Espinosa, y muchos años después 
fue incluido en el libro La Colombiada ó Colón, el amor a la patria y otras 
poesías líricas. 
Según lo que se menciona en el mismo periódico, el ciclo se cerró 
con una elegía titulada “A las víctimas de Cundinamarca” y con el 
“Himno de la muerte”, formando una pieza formal y única, clave de la 
literatura de nuestra primera república. 
Cantor de nuestras primeras luchas revolucionarias, pero también 
animador de nuevas experiencias literarias, y en un lenguaje que nos 
suena deliciosamente arcaico, de acuerdo con los estudiosos de su pro-
ducción, el estilo de Salazar Morales se puede ubicar entre el llamado 
neoclasicismo y una especie de prerromanticismo o protorromanticis-
mo, que lo hace a veces un poco ajeno a los gustos de hoy. 
Luis Carlos Rodríguez Álvarez
Profesor de cátedra e investigador, Facultad de Artes, Universidad de 
Antioquia.
23
Artículo comunicado
Memoria biográfica de la Nueva Granada, escrita por un 
miembro de su último Congreso
Etsi enim flemus, cum legimus, tamen
 non, miserabiliter vir clarus emoritur.
 Cicer. Tuscul. 1
Un varón ilustre no muere lamentablemente (o miserablemente) 
si bien cuando lo leemos lloramos.
Marco Tulio Cicerón, Tusculanas, I: 961
Voy a tratar de algunos de mis compatriotas sacrificados inhumana-
mente por la crueldad del Gobierno Español para prestar a su memo-
ria el tributo que le es debido, y enjugar las lágrimas de sus deudos y 
amigos con el recuerdo de sus virtudes. La simplicidad será el mérito 
de esta relación y un dolor justo todo el ornamento de su estilo. Si doy 
algún consuelo a las familias huérfanas de estos ilustres desgraciados, 
y logro excitar un odio eterno a los feroces agentes de la tiranía obten-
dré el fruto que deseo.
1. Doctor Camilo Torres
El Doctor Torres nació en la ciudad de Popayán, capital de la Pro-
vincia de este nombre, de padres de escasa fortuna y de una familia 
distinguida. Recibió su educación primera en el país de su nacimien-
to y también los principios clásicos de la latinidad y filosofía que se 
enseñaban en el Colegio por doctos profesores, particularmente la se-
gunda dictada por el Doctor Restrepo, tan versado en las matemáticas 
como en las ciencias naturales. También se dedicó al conocimiento de 
la lengua Griega bajo la dirección del Doctor Grijalva, sabio conocido 
1 Traducción de Luis Javier Villegas Botero. (N. de las E.)
24
de la Universidad de Lima hasta adquirir suficiente instrucción en 
todos los ramos.
Como la enseñanza de las facultades mayores, y la autoridad de 
conferir grados, eran peculiares de los Colegios y Universidad de San-
tafé, Torres dejó su país, para ir a aquella capital con el fin de con-
cluir su carrera: cultivó el estudio de la jurisprudencia Romana que fue 
siempre su objeto favorito, aprendió los cánones y el derecho Español 
hasta cumplir el tiempo señalado para graduarse en estas facultades. 
Doctor en la primera practicó las leyes para ser abogado, y es notable 
que el tiempo de cuatro años que otros ocupan en placeres, más que 
en adelantar sus principios, y en que por lo común nada se adquiere, y 
mucho se disipa, el Sr. Torres lo empleaba ya en procurarse un nombre, 
en ganar una decente subsistencia, y en mantener decorosamente a su 
virtuosa madre en la ciudad de Popayán.
El título de abogado añadió poco a su reputación; había sido maes-
tro desde la clase de discípulo, conservando puras y austeras las cos-
tumbres de su tierra natal, y perfeccionando las luces de su espíritu. 
Obtuvo del Gobierno comisiones honrosas, fue asesor algún tiempo 
del Cabildo de Santafé, y catedrático muchos años de derecho civil; y 
aunque mirado por los Oidores y Virreyes con particular distinción, 
jamas humilló su carácter al ascendiente de la autoridad.
Si me atrevo a decir que el Señor Torres era el primer Jurisconsul-
to de la Nueva Granada, sin temor de ofender a muchos otros dig-
nos émulos de su mérito, doy mi opinión particular unida al voto de 
multitud de inteligentes; y creo que si hubiera vivido en una capital 
de Europa teniendo un teatro en que ejercitarse más proporcionado a 
sus talentos, ciertamente hubiera brillado al lado de D’Agueseau y de 
Linguet; ¡ojalá que algún amante de la elocuencia para comprobar este 
juicio, haya conservado sus alegatos que honraban el foro!
El Señor Torres siguió la causa de su Patria desde el día de su revo-
lución, con aquella constancia y firmeza que era su carácter peculiar. 
Desde luego ocupó los primeros puestos hasta ser presidente del Con-
greso, y fue siempre el sujeto de más influjo en las deliberaciones de 
aquel cuerpo.
25
Yo no sé si me engaño; pero me parece que el Señor Torres no había 
nacido para ser gran político, no por que le faltasen las luces de mu-
chos libros excelentes de esta materia que hacían parte de su escogida 
biblioteca, ni por que careciese de datos estadísticos o topográficos de 
nuestro país; mas no conocía por experiencia las pasiones humanas; no 
era lo que se llama un hombre de mundo, ni tenía las miras atrevidas 
de un Ministro de Estado; su inflexible carácter le adquirió el nombre 
de Catón dado con burla por sus enemigos; ¡es raro que no le gusten los 
hombres de mérito! Y debe confesarse que tocaba en tenacidad, y no 
cedía a las circunstancias, siempre que la prudencia lo requería, como 
si se gravasen a su alma las impresiones con carácter indelebles. En 
lugar de dar a su Patria un Gobierno propio de su presente situación fí-
sica y moral fue uno de los que más contribuyeron a copiar casi literal-
mente el sistema federativo del Norte de América, hasta que una triste 
y tardía experiencia hizo conocer su mala aplicación, y concentrar las 
fuerzas y el poder. Pero sean cuales fueran los defectos políticos del Sr. 
Torres, eran de entendimiento, no de corazón; y como el arte de gober-
nar ha sido tan nuevo entre nosotros, él como los demás funcionarios 
públicos estaban expuestos a error.
También poseía conocimientos generales, sabiendo bien las rela-
ciones de la jurisprudencia con los ramos que otros descuidan, y era 
versado en las bellas letras, con la lectura de buenos modelos Griegos 
y Latinos en sus propios idiomas: el estilo de sus escritos respira digni-
dad, llevando el sello de su carácter naturalmente fuerte; y su juicio era 
tan seguro en materias de literatura, que se tenía su voto por decisivo.
Yo no necesito hacer el elogio de sus virtudes públicas y privadas 
para aquellos que lo han conocido. Buen hijo, buen padre, buen esposo, 
y mejor ciudadano, jamás desmintió la probidad de sus costumbres, ni 
se puede citar un rasgo de su vida que haya degradado su reputación, 
a pesar de que no le faltaban enemigos como sujeto de mucho mérito.
Tal era el hombre que fue conducido como delincuente a la presen-
cia del General Morillo, y que un consejo de asesinos creado por este 
monstruo, destinó al patíbulo, a donde marchó conservando siempre la 
firmeza de su carácter, y llevando impresa en su frente la serenidad de 
la inocencia. Se ha afirmado que el odio del Gobierno Español se ha ce-
26
bado hasta en su cadáver, levantando sus miembros y poniéndolos en 
escarpias para aterrar al pasajero; mejor se hubiera dicho, para inspirar 
horrorcontra los tiranos, y extinguir hacia ellos la última centella de 
afecto que pudiera quedarle a algún mal patriota: por solo este crimen 
merecería acabarse en estos países la dominación Española, aprobado 
como lo está con otros semejantes por el despotismo del trono. Yo co-
nozco bien a mis conciudadanos: aman la virtud, y son sensibles a su 
propio honor. Exhalando suspiros con tan doloroso espectáculo, ellos 
habrán jurado vengar la causa de la virtud y al mártir de la Patria: ¡y 
cuántas veces no habrán cubierto de ósculos y de lágrimas a los peque-
ños hijos de este grande hombre, consolando su desgraciada viuda!
2. El Señor Manuel Rodríguez Torices
Se nos ha repetido por relaciones fidedignas que al lado de los restos 
insepultos del Señor Camilo Torres están colocados con el mismo fin 
los del Señor Torices último Vicepresidente de Nueva Granada. Así 
como ocuparon un mismo lugar estos individuos después de la muer-
te, lo tendrán igualmente en este humilde escrito, y ¡ojalá sean también 
inseparables en la memoria de la posteridad!
El Señor Torices fue nativo de la ciudad de Cartagena, y pertenecía 
por su origen a una familia rica, y decente: unía a la ventaja del naci-
miento de las prendas naturales, un entendimiento nada vulgar, una 
figura interesante, carácter amable y circunspecto. Educado en el Co-
legio del Rosario de la Capital de la Nueva Granada (establecimiento 
que se ha hecho célebre por el amor que le profesan sus individuos que 
creen estar allí en la casa paterna) fue siempre reputado por un joven 
de mucho provecho hasta completar su estudio de leyes; pero no aspi-
rando a ejercerlas, sino a otra carrera más conforme a la inclinación, y 
al buen estado de su fortuna, dedicó sus tareas privadas a otros ramos, 
más agradables. En la escogida sociedad de algunos jóvenes literarios 
ocupaba Torices los días más bellos de la vida en el estudio de las hu-
manidades y ciencias naturales, en mejorar su espíritu y su corazón con 
interesantes lecturas. El oro del país, más poderoso que la Inquisición 
de Cartagena, hacía venir de Francia los mejores libros, y con muchos 
27
otros que se encontraban en la Biblioteca de los sabios Jesuitas, y en 
librerías particulares no faltaba pábulo al buen gusto, ni a la aplica-
ción. La envidia, perseguidora del mérito, no perdona a esa juventud 
que con sarcasmo era llamada en Santafé compañía de los sabios; pero 
la conducta irreprehensible, y la dulzura y fuerza de carácter de sus 
individuos, hizo al fin callar la maledicencia. El joven Torices se separó 
de tan buenos amigos cuando ellos empezaron a publicar el Semanario 
de Nueva Granada, papel que atrajo subscriptores de toda la América, 
y aun de todos los países extranjeros, y que los amantes de las letras, y 
ciencias naturales, recibieron con mucho aprecio.
Torices llevaba en Cartagena la vida de un Filósofo hasta que la re-
volución política le hizo brillar, y ser conocido: se le renombró por el 
Gobierno para la redacción de un papel público en unión de Don José 
Madrid, un joven de talento extraordinario, y de conocimientos gene-
rales. El Argos de Cartagena de Indias hará siempre honor a estos dos in-
dividuos por la propiedad de su estilo, y los asuntos que comprehende: 
no parecía un periódico de manos tan nuevas en escribir sobre política, 
sino de otros ya ejercitados en este género de escritos.
Otra revolución que sobrevino en la Ciudad de Cartagena, condu-
cida por el Ciudadano Piñeres, genio emprendedor y de una viveza 
singular, no contra el Gobierno de España que ya había caído, sino para 
reformar lo existente, y cuyos resultados fueron los más felices, elevó 
a Torices al más alto puesto de la República. Era ciertamente un bello 
ejemplo para animar la emulación de un joven sin la edad constitu-
cional que fue preciso dispensarle, fuese colocado en primer lugar, en 
una Provincia que no carecía de hombres de mérito; y como el nuevo 
Presidente no sabía manejar la intriga, es menester atribuir su elección 
al concepto que había adquirido.
Este jefe era lento en deliberar, tímido para determinarse, pero in-
flexible, una vez resuelto. Un decreto suyo excitó cierto día una con-
moción popular; y se presentó solo a impedirla, imponiendo silencio a 
la multitud; pero no tenía contra los Españoles la severidad necesaria 
y quiso domar Tigres con halagos. Era infatigable en el trabajo, más 
pareciendo Secretario que Presidente; y no se permitía otro recreo que 
tomar el fresco de la tarde en el paseo público, y conversar de noche 
28
con dos o tres amigos. Su probidad era ejemplar; no hubiera podido el 
Potosí entero sacar de su pluma una orden injusta. Era amado de los 
extranjeros: protegió el sistema de Corsarios que tanto daño ha hecho 
a los enemigos, aunque no ha estado libre de abusos; y estableció re-
glas convenientes para mantener en su deber a los que habían obtenido 
patentes. Salvó mas de una vez la República, y la entregó a su sucesor 
íntegra y segura. Con más resolución, más conocimientos del mundo, 
menos confianza en los aduladores hubiera acertado siempre en los 
importantes empleos que obtuvo.
El Congreso de Nueva Granada, invitado por el voto común 
expresado solemnemente y por la pluma de algunos escritores, al-
teró la forma de Gobierno, concentrando todos los recursos de las 
Provincias y las extraordinarias facultades de las legislaturas en la 
autoridad general; pero por motivos y miramientos que creyó de 
importancia, puso en tres personas el Poder Ejecutivo, que falto de 
unidad natural, se debilita. Elegido el Señor Torices para ser uno de 
los miembros, dejó la Presidencia de Cartagena y partió al lugar en 
donde residía el Congreso, a tomar su asiento en aquel triunvirato. 
Poco podía hacer para la salvación de la Patria en la espantosa crisis 
en que se hallaba un cuerpo así constituido, y cuyo Presidente en 
turno era nombrado cada trimestre con varias facultades privativas: 
hoy se obraba de un modo, mañana de otro; más se discutía que se 
determinaba, y en vano recibía nueva autoridad del Congreso que 
embarazaba más el despacho diario de los negocios, hasta que por 
fin se nombró un solo hombre de Jefe del Estado, de quien Torices 
fue Vicepresidente.
Muy tarde se adoptó esta reforma, y se empezaron a tomar medidas 
de salud proporcionadas a la entidad del mal: desfallecida la República 
debía caer a los pies del tirano para levantar algún día, y no volver a 
caer jamás. Estaba decretado que este hermoso suelo fuese teatro de 
horrores, y que su grandes hombres expirasen en los suplicios.
Virtuoso Torices, ¡oye en la mansión de los justos los suspiros de tus 
Conciudadanos!
¡Ellos celebraron tu valor el día que te vieron marchar al patíbulo 
con el aire de un Ángel y la sonrisa del inocente; tu alma voló a los cie-
29
los, y quedó tu cuerpo mortal presa de los tiranos para que combatas 
después de muerto por la causa de tu país! 
3. El Señor Francisco Josef Caldas
Si la muerte de un sabio es mal general, y no pertenece solamente al lu-
gar que le vio nacer, sino a todos aquellos que saben apreciar el mérito, 
yo me atrevo a decir que la del eñor Caldas debe ser llorada por todos 
los amigos de las ciencias, aunque lo sea más particularmente por su 
Patria.
Popayán se honra con razón de haber producido este hombre céle-
bre, y su respetable familia de tenerle por deudo.
Él descubrió desde temprano su gusto por las matemáticas, y ciencias 
naturales, haciendo tan lentos progresos en el estudio de las leyes, que 
al fin abandonó esta carrera: dejó el culto de Teusís por el de Urania y 
Flora, la vista poco grata de un tribunal por el espectáculo de los Cielos y la 
naturaleza. ¡Ojalá cada hombre consultase su genio para dedicarse solo 
a lo que es a propósito, y los Gobiernos adoptasen reglas convenientes 
sobre un punto tan importante! Caldas era pobre como tantos sabios lo 
han sido; pero no trató de hacerse rico a costa de su inclinación. Care-
ciendo de estímulos y de grandes méritos, llegó a adquirir por supropio 
estudio conocimientos superiores a su educación y a su país, en ramos 
generalmente descuidados. El Doctor Mutis, Director del jardín botáni-
co, un sabio conocido en Europa, y según la expresión de Linneo, nomen 
inmortale quod milla æ las delebit, le dio una plaza en aquel establecimiento 
y le ordenó viajar al sur y recorrer los bosques del Ecuador.
Caldas logró asociarse al famoso Barón de Humboldt y a su com-
pañero M. Bonpland en este viaje memorable que tanto bien ha hecho 
a las ciencias. Mucho estimó el Barón sus talentos, admirado de ver un 
astrónomo por su propio esfuerzo; y como el verdadero sabio es como 
el sol que brilla más mientras más comunica su luz, no dudó aquel 
viajero adelantar los conocimientos de su nuevo amigo, obteniendo en 
cambio sus observaciones y la cooperación a sus trabajos.
Felizmente para tan buena compañía ella caminaba sobre los pa-
sos de La Condamine y Buguer, aquellos sabios que habían venido 
30
antes a Quito a verificar la idea del gran Newton sobre la figura de 
la tierra. Nuestros viajeros confirmaron la exactitud de muchos de 
sus cálculos, reformaron otros, hicieron nuevos adelantos, subieron 
a las altas cimas del Pitchincha del Chimborazo, &c. terribles mara-
villas de la creación, con el valor que infunde el amor de la ciencia, 
sin temer el hielo excesivo, ni la lavas de estos volcanes. De allí ba-
jaron a las vastas selvas que adornan los valles de Ecuador, lugares 
encantados para el amigo de la naturaleza, en donde la vegetación 
es tan activa, y siempre lisonjea sus ojos la corpulencia y verdor de 
los árboles.
Caldas tuvo la pena de ver embarcar en Guayaquil a sus compa-
ñeros y amigos: quedó solo continuando sus tareas, colectando y de-
terminando plantas nuevas, levantando cartas geográficas, y hacien-
do observaciones de astronomía. Regresó a Santafé, cargado de ricos 
despojos de esta campaña literaria y científica, y fue recibido por su 
protector Mutis con un afecto paternal.
Ya estaba concluido el observatorio de astronomía, primer templo 
que se ha erigido a Urania en estos lugares, y que promete por su si-
tuación las más interesantes observaciones. Mutis le había provisto los 
instrumentos necesarios, esperando la venida de Caldas, y este tuvo el 
honor de que se pusiese a su cargo, y se le encomendase un ramo que 
era su pasión favorita.
Muy pocos hombres pueden dedicarse con más esmero a las ocupa-
ciones que apetecen. Las ciencias exactas absorben la atención del que 
se dedica a su estudio, y Caldas fue obligado a suspender sus trabajos 
botánicos, dejando las plantas por las estrellas; pero la Flora bogotana 
le quedó deudora de muchos descubrimientos útiles que no solo au-
mentaban su nomenclatura, sino también la parte médica y filosófica 
de las plantas, que es una ciencia nueva.
Era el observatorio el punto de reunión de la mejor sociedad. En él 
instruyó Caldas a muchos jóvenes aplicados y allí se formó el plan del 
seminario de Nueva Granada, papel de que hemos hablado en otro 
lugar, el cual tenía por principal objeto hacer conocer el país y mejorar 
su agricultura, artes, y comercio.
31
Caldas fue el redactor, dando su pluma en el primer discurso, un 
cuadro geográfico de la Nueva Granada. Si se le había creído por algu-
nos un frío matemático, fue menester que mudasen su juicio con la lec-
tura de esta memoria en que va a la par por la exactitud con la rapidez 
y elevación de estilo.
¡Qué imaginación para representar los objetos! ¡Qué viveza y fuerza 
de espíritu para ver de un golpe sus relaciones! ¡Qué exactitud de cálculo 
y miras sublimes sobre el país! ¡Cuando leo este y otros papeles suyos 
que honran el semanario y que contienen varios objetos de ciencias natu-
rales, me parece estar leyendo a Lacepede, o el Plinio de la Francia!
No le faltaba al modesto Caldas la humildad del sabio. Díjome, sin 
embargo, en la confianza de la amistad, que deseaba ir a Europa y que 
poseía muchos manuscritos con que poder dar un papel nuevo algunos 
años sobre objetos originales del Nuevo Mundo.
Caldas en la revolución política fue creado Capitán de Ingenieros, 
lo que era una desgracia para los ramos que profesaba: obtuvo comi-
siones que desempeñó con puntualidad; fundó útiles fábricas en la rica 
Provincia de Antioquia, particularmente la casa de moneda que es un 
magnífico edificio y fue Director de Ingenieros con grande utilidad de 
la juventud; sin embargo su gloria no era la de las armas, no brilló en 
la campaña como militar.
Los Generales ilustrados respetan la sabiduría aun cuando entran a 
sangre y fuego en los pueblos vencidos: vemos en nuestros días hon-
rada la Patria de Virgilio por el último conquistador de la Europa, y 
continuamente se han presentado iguales ejemplares. Pero Morillo, se-
mejante al Bárbaro que quemó la Biblioteca de Alejandría, no podía 
perdonar a los sabios; y Caldas en ese sentido era su gran criminal: 
pagó con su muerte ese delito inexcusable en un Americano, negán-
dosele el tiempo como a Lavoasier y Bailly de dejar a la humanidad el 
precioso legado de sus descubrimientos.2
2 El desalmado Boves perdonaba la vida a los prisioneros pífanos, tambores y ciruja-
nos para servirse de ellos. La misma conducta siguieron los dependientes de Morillo 
en Venezuela; y siendo muy superiores a los músicos y practicantes de Cirugía los 
conocimientos de Caldas e incomparables sus ventajas a las de aquellos, no mereció 
del Bárbaro conquistador de la Nueva Granada una indulgencia igual, a lo menos. 
32
4. Doctor Joaquín Camacho
Sigo a tratar de un hombre lleno de virtudes y de un sabio universal, de 
un Magistrado respetable en la época del Gobierno Español, y aun mas 
venerado en el tiempo de la República. Mi país sabe bien que no exa-
gero cuando hablo del Señor Camacho, último miembro del Congreso. 
Sus deudos de la ciudad de Tunja, y sus hijos y virtuosa viuda verán en 
estas líneas la exacta pintura de su carácter, y sus compañeros de letras, 
si perdonó alguno la barbarie Española, confirmarán este justo elogio.
Camacho cultivó en la escuela una mala filosofía, si se puede dar 
este nombre a las sutilezas de Aristóteles desfigurado por sus comen-
tadores. Nombrado Vicerrector en el Colegio del Rosario tuvo la des-
gracia de ser lo que se llama un buen Ergotista, y aun de viciar su gran 
talento con el furor de frívolas disputas.
Este fue felizmente, un mal pasajero. Su trato frecuente con los jó-
venes de Popayán que traían de la escuela del sabio Restrepo conoci-
mientos útiles, despertó su razón, y la convirtió a la sana filosofía. De 
Peripatético pasó a ser Geómetra, y de las calidades ocultas a los prin-
cipios de la atracción. Entonces era un crimen separarse del plan de 
estudios, obra de la política del Gabinete de Madrid, y era también un 
embarazo en el camino de la fortuna. Pero el nuevo alumno de Euclides 
no la apeteció a expensas del saber. Tuvo compañeros que despertaron 
con él las banderas del Peripatismo, y el nombre de Newton conjuró las 
fantasmas escolásticas.
Camacho se graduó en las leyes, y las enseñó después con el mejor 
método. Formó discípulos que le han hecho bastante honor, y lo hizo 
él mismo al cuerpo de Abogados, siendo uno de ese número. Natural-
mente justo y amigo de lo bueno, odiaba el arte de enredar, consultan-
do cándidamente el hecho, la razón y la ley. No hacía, como algunos 
letrados, un vil comercio de una de las más nobles profesiones. Creía 
que el defensor de la justicia debía ser tan puro como el que la dispen-
sa, y que no es lícito ostentar ingenio a costa del derecho que se litiga.
El Gobierno Español hizo el debido aprecio de este letrado, admi-
rando con la voz pública la fuerza y la belleza de sus alegatos y sobre 
todo sus virtudes. Le confirió corregimientos o pequeñas gobernacio-
33
nes, elevándolo a la clase de Magistrado, y nunca tuvo que arrepentirse 
de haber dispensado esta gracia, a pesar de ser él Americano.
Dedicaba el tiempo, que las funciones de su estado le dejaban li-
bre, en adornarsu espíritu de conocimientos generales, observando 
el conveniente método para no confundir las ideas, amaba con pa-
sión el estudio de la naturaleza, poseyendo un genio de observación, 
capaz de elevarle al rango de inventor, si se hubiese empeñado en 
serlo, y llevaba correspondencia familiar con el célebre Mutis, y con 
el Director del ramo de Zoología en las materias de su encargo. Hizo 
una buena colección de libros antiguos y modernos para el estudio de 
la historia, y aunque podía su feliz memoria repetir el texto original 
de Livio y de Tácito, cultivó con provecho estos ramos que enseñan a 
conocer los hombres y negocios, y no podía ostentar erudición como 
los pedantes. Daba otras horas de recreo al estudio de las bellas letras, 
compañeras, como decía Tulio, de toda edad y de cualquier estado, de 
la buena y mala fortuna.
¡Ojalá que la pasión de instruirse se contuviese siempre con sus jus-
tos límites, y que nunca contase el sacrificio de la salud! Camacho debi-
litó su constitución y perdió gran parte de su vista con la continuación 
de la lectura. Semejante al desgraciado Homero, la luz interna de su 
espíritu se aumentó por grados mientras sus ojos perdían la exterior.
Corre en el Semanario de Nueva Granada un papel de Camacho 
intitulado “Descripción de la Provincia de Pamplona”. Allí se ve al 
hombre general; al Geógrafo, al Político, al Naturalista. Su estilo es tan 
simple y natural en esta memoria como en todos los demás escritos de 
su composición, y como sus costumbres. 
Parecía en el aspecto y en el lenguaje un Filósofo antiguo, y no se 
podía ver su aire modesto por el amigo de comparaciones sin figurarse 
que tal sería Sócrates. ¡Qué dignidad en su semblante! ¡Qué unidad 
en sus expresiones, qué docilidad de carácter! Si las letras doman la 
fiereza de un genio altivo y duro, ellas perfeccionan un buen natural, y 
como que imprimen su encanto en la fisonomía.
No hay que preguntar qué partido siguió Camacho en la revolución 
política. ¿Podía ser otro que el de su Patria? Ella le dio puestos que 
34
desempeñó dignamente, y le puso la pluma en la mano para hacer su 
defensa y combatir la tiranía. Corren los escritos de Camacho en diver-
sos periódicos de la revolución, y él mismo fue redactor de la Aurora 
que abraza y desempeña objetos importantes.
No me atreveré a darle el título de excelente político, a pesar de sus 
vastas luces. Como Estadista tenía el defecto de creer a los hombres tan 
buenos como él: bello sentimiento para un Filósofo: perjudicial para un 
hombre de Estado. Sus cartas de Ibagué son semejantes a La República de 
Platón: honran la virtud del Autor, y harían la desgracia del pueblo con 
sus bellezas ideales. A pesar de todo, fue uno de los que más sostuvie-
ron la Patria.
Reducido por las enfermedades y por la edad a un lecho de dolor 
cuando ya estaba cerca de expirar la libertad pública, los bravos guerre-
ros de España fueron allí a vencer a este anciano ciego e indefenso, y 
a disputar a la naturaleza el triunfo de su muerte. Él la recibió con el 
mayor valor, no queriendo sobrevivir a la esclavitud de su país. Profe-
tizó los altos destinos de la América, y cubrió de perpetua infamia a los 
verdugos de todo mérito y de toda virtud. 
5. Jorge Tadeo Lozano
La antigua casa de San Jorge, una de las primeras de Nueva Granada 
por sus riquezas y relaciones, llora la muerte del Señor Lozano, her-
mano del Marqués de aquel título. El General Morillo lo condenó al 
suplicio por haber sido un buen hijo de América, y para vulnerar en su 
persona las principales familias de Santafé.
Siguió en Madrid desde su juventud la ilustre carrera de las armas 
en las guardias de corps. Estuvo en la campaña de Rosellón a las ór-
denes del Conde de la Unión, y alcanzó el grado de Capitán: luego se 
separó del servicio por el mal estado de su salud, y regresó a su Patria, 
a donde le llamaban asuntos de familia.
Santafé recibió con placer a uno de sus primeros hijos, y la Corpo-
ración Municipal le honró inmediatamente con el empleo de Alcalde 
ordinario, que supo ejercer con dignidad. Después verificó su matri-
35
monio con una de las hijas del Marqués su hermano, y esa ocurrencia le 
merece aquí ser mencionada por haber obtenido la dispensa Canónica, 
a precio de hacer el bien de todo un pueblo,3 deber que se impuso el 
pretendiente, y le valió la mano de su sobrina.
Lozano había sido militar, pero más parecía por sus grandes luces 
profesor de las letras que de las armas.
El sabio Mutis, de quien se ha hablado en otro lugar, le encargó el 
ramo de Zoología. Retirado a sus ricas haciendas del país cálido, dedi-
có su tiempo al estudio y a la observación de los animales, enriquecien-
do sucesivamente el gabinete de Historia Natural hasta obtener por sus 
adelantamientos la real aprobación de su encargo.
Temo que la barbarie de sus enemigos haya quemado los manus-
critos de este hombre observador, creyéndolos culpables del nuevo or-
den de las cosas. Pero si algún amante de ellas los ha salvado del furor 
de estos bárbaros, los amigos de Plinio y de Buffon encontrarán allí 
muchas observaciones útiles. El tratado de las culebras se empezó a 
publicar en el Semanario de la Nueva Granada. Por este ensayo puede 
calcularse la instrucción de su Autor, y si lo demás del asunto pereció 
con él, sus injustos jueces son responsables a la humanidad de secretos 
interesantes.
Yo espero que no hayan corrido la misma suerte sus escritos polí-
ticos multiplicados en la imprenta por todas partes, varios discursos 
públicos y algunos periódicos como el Anteojo de Larga Vista, &c. Mu-
chos ejemplares habrán caído en manos de la Inquisición; pero otros 
sin duda han alcanzado hasta los países extranjeros, o permanecerán 
sin duda ocultos en el lugar donde se formaron.
Lozano fue el primer Presidente de Cundinamarca, y el principal 
autor de la constitución de este pueblo, papel que contiene ideas fe-
lices aunque mezcladas con defectos, como era preciso en la infancia 
de nuestra política. El Autor había sido llamado de su retiro filosófico 
para presidir el Colegio constituyente más por el respeto debido a su 
carácter que por la ventajosa idea que pudiese formarse de sus conoci-
3 El pueblo de Zerrezuela carecía de agua necesaria, y Lozano la hizo conducir a sus 
expensas desde la Hacienda del Marquesado llamada El Novillero.
36
mientos en materias de Gobierno. No había sido un profesor de leyes 
ni un diplomata; pero fue grande la sorpresa cuando se le oyó discurrir 
sobre estos asuntos con el mayor acierto; y convencía de cuanto pro-
ponía con su elocuencia natural, graciosa y abundante. Su principal 
talento era hablar en público en el tono más persuasivo, y divertir sin 
pretenderlo en la conversación familiar. Se le cedía el primer lugar en 
cualquier círculo sin humillación del amor propio.
Le faltaba a este funcionario la fuerza de carácter para un tiempo de 
revolución. Todos los hombres no obedecen a la razón y a la autoridad 
de las leyes por medio del convencimiento. La justicia del Sur de Amé-
rica es tan clara como la luz; pero sus enemigos cierran sus ojos para 
no percibirla, y cuando encuentran una administración débil como la 
de Lozano, su atrevimiento crece en razón compuesta de esta lenidad 
y del odio que nos profesan. 
Más a propósito era Lozano para un cuerpo deliberante. Fue dipu-
tado por la Provincia del Chocó en el Congreso último de la Nueva 
Granada. Propuso planes de economía muy calculados, y proyectos 
políticos y militares, que habrían hecho al país muy bien, si antes se 
hubiesen adoptado, pero ya era tarde para emprenderlos, y en vano 
desplegó este representante los recursos de su ingenio inventivo para 
salvar sin fuerzas suficientes la combatida República.
Él sobrevivió pocos días a la pérdida de Santafé. Fue víctima de su 
propia clemencia, y siempre había hecho bien a los que lo sacrificaron.
6. Fruto Joaquín Gutiérrez4
El Doctor Gutiérrez, antiguo Secretario del Congreso, tuvo bastante 
cálculo para escapar del primerfuror del enemigo en su entrada a la 
Capital de Nueva Granada, retirándose oportunamente a los Llanos de 
San Martín; pero no tuvo bastante constancia para continuar su viaje a 
Casanare, en donde nuestras armas estaban victoriosas; y sorprendido 
en un pequeño pueblo por algunos traidores fue conducido a Pore, y 
ejecutado públicamente, cuando se dice lo iba a ser en efigie en Santafé.
4 El nombre es Frutos, pero se conserva la escritura original usada por el autor. 
(N. de las E.)
37
El Colegio de San Bartolomé debe llevar luto por la pérdida de ese 
hijo benemérito, defensor de sus rentas, y antiguo preceptor de ley canó-
nica: El Clero igualmente por este celoso protector de su dignidad y pri-
vilegios, maestro de muchos párrocos, amigo y consejero de los Prelados 
de la Iglesia: Cúcuta lugar de su nacimiento, cuyos derechos sostuvo en 
el Congreso como Representante de esta Provincia, y multitud de clien-
tes felices, a quienes defendió como Abogado, y que hoy disfrutan por el 
influjo de su crédito y de su ilustración una fortuna considerable.
Era un literato de mucho gusto y de general instrucción: un estilo 
corriente y puro distingue sus escritos, fina erudición y solidez en el 
discurso. Léanse las causas célebres que ha defendido o las vistas que 
ha dado en otras como Agente Fiscal, empleo que ejerció algunos años; 
y para contraerme a un ejemplo, examínese la defensa del Colegio de 
San Bartolomé contra los canónigos, papel que valió doce mil duros 
de renta anual al establecimiento literario, y se hallará una prueba de 
lo que expongo. Las actas del Congreso insertas en los papeles públi-
cos, y otros escritos suyos de la recolección, confirman este juicio. Entre 
ellos merecen el mayor elogio las cartas de Suba, que circularon desde el 
tiempo del Gobierno Español, y que por expresar verdades desagrada-
bles a la tiranía, fueron perseguidas en su origen. 
Como hombre público y privado poseía las mismas cualidades, 
muchos principios de religión y vasta Doctrina, espíritu sagaz, a veces 
demasiado sutil, carácter muy condescendiente y siempre amable; ge-
nio capaz de proyectar, pero tímido; grande afluencia para hablar en 
público, mucho agrado en la conversación, amigo de fiestas, y de tertu-
lias particulares, que sabía divertir con sus chistes, y con la instrucción 
propia del caso.
Ningún dolor es más justo por su memoria que el de su desgraciada 
viuda, una de las Damas literatas de Santafé. Siempre la amó con la 
mayor ternura a pesar del tiempo y de un país de hermosuras tem-
pranas. Pudo ser superado en otro género de mérito; pero difícilmente 
igualado como buen esposo: por desgracia no ha dejado un hijo que la 
consuele en la adversidad, y nos indemnice de algún modo a sus ami-
gos de una pérdida tan sensible.
38
7. Doctor José María Gutiérrez
El joven Gutiérrez, hermano del sujeto benemérito que se describió en 
nuestro anterior número, fue Abogado de la antigua Audiencia Espa-
ñola, y después Coronel de Ingenieros al servicio de la República. Muy 
diferentes por carácter estos dos individuos, pero semejantes por ser de 
un entendimiento nada común, tuvieron un mismo origen, y un mismo 
fin, víctimas ambos de la libertad de su Patria.
Gutiérrez siguió la carrera de letras, siendo un ejemplo de lo que 
valen para ablandar un genio indómito. Mientras era desaplicado y no 
gustaba de la instrucción, era también de un trato insufrible; pero a me-
dida que se iba ilustrando, adquiría modales agradables y docilidad de 
carácter. Pasó por un mal estudiante el primer año de filosofía; y no sé 
quién perdió más el tiempo, si él con no aprender las sutilezas de una 
mala lógica, o los demás con cargar la memoria de la jerga escolástica 
que llamábamos con orgullo arte de pensar.
El plan de estudios se mejoró el año siguiente, gracias al atrevimien-
to feliz del maestro de filosofía; y el primer ensayo de Gutiérrez fue un 
acto público de aritmética tan bien sostenido, que no solo supo resolver 
y demostrar los más dificultosos problemas, mas aún inventar un mé-
todo más simple para la extracción de las raíces, el cual fue apreciado 
por el profundo Mutis, y que por esta recomendación merece ser men-
cionado en este lugar.
Gutiérrez fue considerado posteriormente como uno de los mejo-
res discípulos de todas las clases, y dedicaba el tiempo de descanso 
con otros jóvenes aprovechados, a una junta privada llamada buen 
gusto: allí se estudiaba la historia y otros ramos de la literatura, se 
componían discursos y poemas estimulados por premios de honor 
propuestos por los protectores de esta virtuosa sociedad, y todos sus 
miembros han figurado luego en los destinos públicos, y en clase de 
finos literatos.
Gutiérrez fue recibido por la Audiencia en el número de los 
abogados, y el Virrey le confirió luego una comisión muy importante 
para la Villa de Mompox, nada menos que poner en planta el Colegio 
Universidad que allí se había erigido por Cédula Real a expensas del 
39
filántropo Español Don Pedro Pinillos, hombre bienhechor de aquel 
país, a quien había debido su alta fortuna, y digno de las bendiciones 
de sus habitantes.
Gutiérrez cumplió exactamente con su encargo; y el establecimiento 
se hubiera adelantado mucho, si no hubiese sobrevenido la revolución 
de la Nueva Granada, que obligó al Director a partir a la capital con 
otro joven maestro de leyes, compañero de su fortuna.
Gutiérrez llenó con su acostumbrada honradez varios destinos pú-
blicos, y se decidió luego por la carrera de las armas en el ramo científi-
co de Ingenieros: satisfacía a la vez con esta elección su amor a la gloria 
militar, y su gusto habitual de las ciencias exactas, que siempre había 
seguido cultivando: diósele el grado de Capitán en consideración a su 
elevado mérito, y después por varios servicios, llegó a obtener el de 
Coronel, empleado alternativamente en varias Provincias.
Gutiérrez ha escrito memorias útiles, de las cuales algunas han sido 
publicadas: discursos elegantes de diversas materias, entre los que ocu-
pa el primer lugar su oración de estudios de la Universidad Mompox, y 
alegatos de mucha fuerza y solidez. Ha levantado cartas topográficas, y 
planes de fortificación en puntos a propósito.
He aquí un relato fiel de este sujeto. Un joven de una figura noble, 
con el paso y aire marcial, ojos brillantes que descubrían el fuego de 
su espíritu; talento extraordinario y observador, rasgos de un gran 
carácter, valor de momentos, mucha constancia en el trabajo, luces 
generales, estilo lleno de fuerza y brillantez, imaginación desarregla-
da, pero juicio para reprimirla: mucho amor a la vida; pero grandes 
sentimientos de honor: pasiones exaltadas, y aún mas exaltado pa-
triotismo.
Él expiró en un patíbulo por el crimen de opinión, que siempre fue 
el de los grandes hombres, y él mismo hubiera sido uno de ellos en el 
teatro del mundo sin una muerte prematura.
40
8. Doctor García María Rubira5
Se ha dicho que le falta constancia al carácter Americano, y que activo 
al principio en sus empresas, deja fácilmente de continuarlas. Entre 
la multitud de ejemplos que pueden presentarse para falsificar este 
concepto no solo de individuos, sino también de pueblos enteros, el 
Doctor Rubira es uno de los mas a propósito. Educado con él en un 
mismo Colegio (porque la causa principal fue la de las letras), le vi de-
dicarse privadamente a varios ramos de instrucción, y superar cuantas 
dificultades se le oponían. Nacido para todo género de conocimientos 
ora profundos o agradables, fue el primer discípulo de la escuela teo-
lógica, y uno de los mejores de las aulas de leyes. Descansaba de la 
aridez de estas ciencias con amenidad de otros ramos; se ejercitaba en 
las humanidades Latinas, en cuya lengua se perfeccionó, y en tomar 
del Griego una tintura para hacerse al menos una idea de la más bella 
lengua de los hombres. Aprendió sin maestro el Francés, que se va 
haciendo el idioma más común, y el Italiano que es el lenguaje de las 
musas. Después se dedicó ala pintura, y luego a la música, llegando 
a componer piezas delicadas sobre el gusto de Hayden y de Pleyell. 
Rubira fue uno de los miembros de la sociedad literaria, de que he 
hablado en el artículo anterior; y sus discursos fueron premiados mu-
chas veces. Un estilo simple y vigoroso era el carácter de sus escritos. 
Él fue Abogado, pero practicó poco las leyes; la Cátedra de Filosofía 
del Colegio de San Bartolomé absorbía la mayor parte de su tiempo. 
Él enseñaba a sus discípulos los principales elementos de las mate-
máticas, una buena Física, y lo que es menester saber de Metafísica y 
Moral. Mucho se ha extendido en Nueva Granada el gusto filosófico, y 
fue uno de los que más contribuyeron a reformar el plan de estudios. 
Rubira ha pasado en la revolución de Nueva Granada por empleos 
civiles y militares a que su mérito era acreedor, siendo Gobernador del 
Socorro, miembro del Poder Ejecutivo, y últimamente General. Si tuvo 
defectos políticos, y sostuvo con demasiado ardor la causa del Con-
greso contra el sabio Nariño, y la Provincia de Cundinamarca, le excu-
sa el haber siempre obrado conforme a sus principios, por mantener la 
5 El apellido es Rovira, pero se conserva la escritura original usada por el autor. 
(N. de las E.)
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dignidad del Cuerpo Nacional. Si cometió yerros como militar, jamás 
procedieron de falta de valor, o de ignorancia de las ordenanzas, y de 
los principios de la guerra, sino de haber carecido de la práctica de 
algunos años de buenos maestros, y de la escuela de la campaña. La 
guerra no es un arte para el cual es bastante el conocimiento especula-
tivo, y es raro sobresalir en él cuando no se empieza como en todas las 
cosas desde los grados inferiores, que enseñan los detalles de la disci-
plina. —Como la buena o mala terminación de un proyecto decide casi 
siempre la alabanza, o el vituperio de su autor, la pérdida de la batalla 
de Cachirí, posterior a un pequeño triunfo, que había hecho esperar 
una victoria general, esta pérdida lamentable, que decidió la suerte 
del país, excitó el odio contra Rubira en vez de excitar la piedad—. 
Se le quitó el mando de las reliquias del ejército hasta el día en que 
volvió a mandar otra acción con los restos de las tropas del Sur, muy 
inferiores al enemigo, quedando prisionero después de combatir con 
el mayor honor. El General Rubira es uno de los primeros de aquella 
lista de proscritos, cuyas angostas líneas recuerdan a la humanidad los 
días desgraciados de Sila y Mario, sin renovar la memoria de sus gran-
des hechos……. Rubira, el estudiante, fusilado por la espalda como traidor, 
es la expresión con que aparece escrita su muerte. Se le da por título 
de oprobio su carácter de hombre ilustrado, y se le apellida traidor por 
haber sido fiel a su Patria.
9. Doctor José María Dávila
Hacer el elogio del Doctor Dávila es hacer el elogio de la virtud, y de-
rramar lágrimas por su muerte es tributarle el homenaje que merece.
Siguió la carrera literaria desde sus tiernos años, y aún no había 
completado su estudio de Filosofía cuando un pleito ruinoso de su fa-
milia le privó de toda asistencia. En vez de dejar las escuelas por falta 
de medios de vivir, tomó el penoso oficio de preceptor de primeras 
letras, dividiendo su tiempo en los extremos opuestos de aprender y 
enseñar. Así ganaba una pequeña subsistencia, exigiendo muy poco di-
nero de cada padre de familia, y dando a los pobres lecciones gratuitas. 
Como era desgraciado se compadecía de sus semejantes.
42
Mejor alabarán a su buen maestro los virtuosos niños que le de-
bieron su primera instrucción, aquellos principios indelebles que se 
graban en nuestras almas, y que casi siempre deciden la dicha, o des-
gracia de la vida. Habiendo habitado bajo un mismo techo con el esti-
mable sujeto de que voy hablando, tenía ocasión frecuente de ver sus 
alumnos, y su método de enseñanza. Desde temprano instruidos sin 
orgullo, acostumbrados a la virtud sin fausto, y a la modesta caridad 
por el ejemplo de su preceptor, eran las delicias de sus familias, y la 
esperanza de la Patria.
 Tal vez se me critica haber dedicado una página a la alabanza de 
un maestro de escuela, y que habiendo pasado el Doctor Dávila por 
los grados más altos de la Universidad, habiendo sido un abogado 
de bastante crédito, y después, en la revolución política, un Repre-
sentante en el Congreso Nacional, no me haya fijado exclusivamente 
en estas épocas de su vida. Pero me agrada buscar a la virtud en la 
oscuridad en que se oculta, y sacarla del humilde puesto que ocupa 
para honrar este humilde escrito. Los grandes hombres sorprenden 
de imaginación, y elevan el espíritu. Un mérito simple va más dere-
cho al corazón, y desanima menos al que le imita. 
El Doctor Dávila fue dos veces Diputado de Antioquia (su patria) 
en el Congreso general, y no es pequeño honor haber representado 
una Provincia que tiene muchos hijos beneméritos, no por influjo de 
familia, o de la fortuna, sino por la consideración de un buen hombre. 
Él no vino a aumentar el número sino las luces del Congreso, fue un 
miembro muy útil, y siempre se condujo dignamente.
En cuanto a sus virtudes privadas, ¿quién fue mejor hijo, mejor 
padre, mejor esposo, y sobre todo mejor amigo? Si alguno le supera 
en estas cualidades, porque todo mérito puede ser excedido, merece 
que la sociedad le dedique una estatua.
Su mente fue como su vida “le soir d’un beau jour”, según la ex-
presión de un Poeta, que habla de la muerte del justo; y aunque ha 
expirado, su Patria sabe bien que no fue delincuente.
[...]
43
10 y 11. Doctores Miguel Pombo y Francisco Ulloa 
Entre la multitud de hombres ilustres que llorará siempre la Nueva 
Granada, le merecerán un lugar distinguido los Señores Pombo y Ulloa 
hijos ambos de la ciudad de Popayán, y de sus primeras familias.
La edad, el homenaje, el parentesco, una misma carrera, y una mis-
ma suerte identifican la memoria de estos dos individuos, hasta de-
dicarles aquí un solo artículo, y reunirlos en nuestro corazón por un 
dolor común.
Pocos jóvenes lograron en nuestro país más señalada educación 
—debieron al sabio Restrepo sus conocimientos matemáticos, y una 
filosofía, propiamente dicha, al profundo Torres. Sólidas nociones de 
jurisprudencia civil, al docto Tenorio, antiguo profesor de cánones, 
extensa erudición de esta facultad, y a la amistad particular de los 
Señores Mutis y Caldas luces de ciencias naturales.
Ambos poseían libros selectos de todo género de materias, particu-
larmente de literatura política, y legislación para formarse Abogados 
de mérito. Como luego lo verificaron no solo conociendo las leyes con 
exactitud y criterio; pero aún elevándose a la inteligencia de sus moti-
vos, que es lo que se llama con propiedad “Jurisprudencia”.
Salían continuamente de la pluma de estos Letrados alegatos que 
hacían honor al foro. —Acaso se les puede reprochar algunas veces un 
estilo florido que no conviene a este género de elocuencia —muchas 
discusiones legales solo propias de una asamblea legislativa— más de-
clamación que persuación, y más pasión que raciocinio. El tiempo hu-
biera corregido estos defectos de la juventud, si la segur de los tiranos 
no la hubiese cortado en flor.
Brillaron estos dos individuos en la revolución de su, y familiariza-
dos con la lectura de los Griegos, y de los Romanos, supieron practi-
car sus lecciones de libertad. —Ambos han sido escritores públicos de 
mucho crédito, y han obtenido empleos importantes de la Represen-
tación Nacional. Ulloa era Fiscal de la Alta Corte de Justicia, y Pombo 
desde joven había ya encanecido en el estudio; Ulloa lo abrazaba con 
moderación teniendo más facilidad de aprender. El primero gustaba 
44
de contradecir, y era sobrado ingenuo, el segundo de complacer, y su 
conversación era tan agradable como su persona. Aquel amaba más lo 
sólido, siendo más a propósito para las ciencias; este lo brillante, y era 
más propio para las letras, y las bellas artes —dio prueba de este último 
talento enla pintura.
Ambos terminaron su carrera en la flor de sus años, y en un suplicio, 
manteniendo un carácter firme, y con el consuelo de una muerte que 
algún día debía ser vengada. La historia de los héroes les había ense-
ñado a morir.
La siguiente Elegía e Himno, que publicamos al mismo tiempo, fueron com-
puestos el año pasado, cuando Cundinamarca no había sido aún rescatada. No 
debemos privar a nuestros Lectores de este bello pedazo de elocuencia: y sí en el 
se supone que aquel gran departamento de Colombia sufra todavía los rigores 
de la dominación Española, regocijémosnos de que no sea así, y bendigamos la 
mano Libertadora, que supo despedazar sus cadenas antes de lo que nos prome-
tíamos. Fue nuestra intención publicar al mismo tiempo la lista de los ilustres 
Compatriotas asesinados por la cuchilla de Murillo: mas ¿qué añadiría esto a la 
idea que el mundo debe ya haberse formado de este antropófago? El carácter de 
la guerra en la América Meridional es demasiado conocido: y se sabe muy bien 
que los presentes Pacificadores han excedido en crueldad al Duque de Alba, y 
casi han hecho olvidar los horrores que se cometieron al tiempo de la conquista:
A las víctimas de Cundinamarca
Elegía
Yo no invoco la Musa de la Tragedia para llorar la ruina de mi Patria: 
mi propio dolor me servirá de inspiración, y el espectáculo de sus des-
gracias dará fuerza a mi voz.
El país de los antiguos Zipas6 había roto un yugo de tres centurias, 
y todo el territorio Granadino entonó el himno de la libertad. Saludó el 
6 Santafé.
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esclavo el día de su emancipación, y el ciego alzó los ojos, y vio la luz 
del Sol.
El continente de Colombia7 obró de acuerdo sin comunicarse por-
que la naturaleza y la virtud animaron a sus moradores de un mismo 
espíritu. El clamor simultáneo del Nuevo Mundo demuestra la justicia 
de su causa, como la voz unánime del Universo, prueba la existencia 
de un Dios.
Por un sentimiento de generosidad no abjuraron los Granadinos la 
autoridad del trono,8 por un Príncipe desgraciado, tenía derecho a la 
compasión: mas ellos no sabían que coronaban un ingrato. Iberia9 dio 
a Colombia el nombre de hermana, es decir que el Tigre, y el Cordero, 
se dieron el ósculo paternal.
La representación política de Colombia, de un gran Continente, fue 
siempre inferior a la Iberia —Gobiernos tiránicos se sucedieron con ra-
pidez y se nos hizo una guerra de exterminio porque desconocimos su 
autoridad: se nos dio el título de Insurgentes, porque no quisimos ser 
esclavos; se nos llamó Rebeldes, como si las naciones se rebelaran.
Repelimos la fuerza con la fuerza, declaramos rotos los lazos que 
nos ligaban a una nación pérfida. —La victoria premió a los ensayos de 
la naciente Libertad, y la juventud Granadina ciñó su frente de laurel.
Yo os saludo guerreros de Sulia,10 héroes de Calivío,11 vencedores 
intrépidos de las escarpadas rocas del Juanambú. —¡Oh si mi voz pu-
diese llevar vuestro nombre a las extremidades de la tierra, excitando 
por todas partes la admiración de vuestro valor! El perfume de la ala-
banza es grato al heroísmo, y el que sacrifica su vida no tiene otro bien 
que la gloria.
Mas, ¡ay! que un combate de oprobio ofusca la belleza de este cua-
dro. El espíritu de sistema fue más fatal para nosotros que el caballo 
troyano, y fue el soplo de la discordia que agitó sus teas encendidas en-
7 Nombre más justo de América.
8 La declaración de independencia fue posterior.
9 Nombre de España.
10 En Sulia triunfó el General Bolívar.
11 En Calivío y Juanambú el General Nariño.
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tre ejércitos, y pueblos hermanos. —El verde campo de Cundinamar-
ca12 es teatro de combates civiles, y los muros de Calamar13 son teñidos 
de sangre de sus moradores.
¡Oh días de horror y luto para la Patria! Su seno maternal es des-
pedazado por sus propios hijos, y el odio ocupó en nuestros pechos 
el lugar del amor. El enemigo se abre paso a la sombra de nuestras 
divisiones, y el valor que debíamos reservar para su escarmiento, lo 
empleamos contra nosotros mismos.
En vano el pabellón tricolor tremola con gloria en los campos del 
Sur —en vano las aguas del Atrato y de Nare reflejan el brillo de nues-
tras armas: la suerte está echada, es preciso que caiga la República, y 
que la adversidad la enseñe a ser feliz: las páginas del libro de su des-
tino son escritas con nuestra sangre.
Promesas falaces de un Caníbal completan la obra de la destrucción, 
y esta fiera de cara humana engaña a los incautos en nombre del trono. 
Entra en la apacible capital, seducida por tramas viles, y turba las fies-
tas de alegría que celebraban sus Agentes, con todos los horrores que 
ha inventado el género del mal.
Lóbregas cárceles sirven de morada a los más virtuosos Ciudada-
nos: el ruido de sus grillos, y de sus cadenas, forma una dulce música 
a los oídos del feroz Morillo; y los clamores de las madres y de las 
esposas completan la armonía. Las plazas públicas son erizadas de 
cadalsos, y multitud de ilustres víctimas han de rendir en ellos el úl-
timo aliento.
Se solemnizaba en el palacio del moderno Atila el aniversario del 
monarca Español, y como se dice que en tales días los tiranos conceden 
gracia; el bello sexo Cundinamarqués se presentó cubierto de luto a 
pedirla por los oprimidos. Las lágrimas dan a sus ojos mayor expre-
sión, y la tristeza natural realza sus divinos atractivos……… ¿Es posi-
ble que el bárbaro apenas le conceda una mirada desdeñosa? Las furias 
habrían sido sensibles a un espectáculo tan interesante; pero su alma 
inhumana es peor que las furias.
12 Antiguo nombre de Santafé.
13 Antiguo nombre de Cartagena.
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Los héroes marcharon al patíbulo con la serenidad de Foción, y con 
la cara risueña de Sócrates al beber la cicuta.14 —Superiores al temor 
que inspira al hombre la cercanía de su última hora se resintieron de la 
fortaleza que infunde el amor de la Patria, y se diría que iban al tribu-
nal o al campo de batalla. Teme el malvado el término de la existencia, 
la virtud no tiembla en el cadalso, ni es manchada por la injusticia de 
los hombres.
Mas, ¡Oh mis queridos compatriotas! —¿por qué habéis preferido 
un heroísmo estéril a la salvación de vuestra vida, cuando su pérdida 
solo servía para arrancarnos lágrimas? —¿por qué no os reservasteis 
para vengar la Patria, buscando un asilo en las tribus salvajes, prefi-
riendo los montes, y las soledades de las fieras a la cara de vuestros 
verdugos?
¿Quién nos volverá esos mártires generosos de la Libertad Colom-
biana, esos venerables varones que pagaron tan caro su filantropía, y 
nuestra juventud ilustrada y guerrera cortada en su flor? Todos nues-
tros suspiros no pueden levantar del sepulcro una sola víctima, no vol-
veremos a ver nuestros tiernos amigos sino en la mansión de los justos: 
allá no hay tiranos y el SER OMNIPOTENTE es un Dios bienhechor.
Pero, ¿qué escena trágica se presenta a la vista? Un guerrero15 mar-
cha con paso firme al lugar de las ejecuciones, exhortando enérgica-
mente al pueblo espectador a la constancia, y odio a los tiranos, y su 
joven esposa corre a abrazarle al través de las bayonetas, en medio del 
tumulto de la soldadera brutal, suelto el cabello, y bañada en lágrimas. 
Ella dirige a su infeliz amante expresiones patéticas, imprecaciones a 
sus verdugos, y como leona privada de su hijuelo pasa de la ternura al 
furor. En medio de sus convulsiones, y no pudiendo sobrevivir al ob-
jeto de su amor conyugal, la sombra de la muerte está sobre sus ojos, y 
exhala su último suspiro, “Acelerad, bárbaros mi suplicio”, exclama el 
desdichado esposo, “ y haced que me reúna a la mitad de mi triste ser”. 
El héroe recibe la muerte, y el tirano y sus bárbaros satélites, superiores 
en crueldad a los tigres, ven con sangre fría estos objetos de dolor.
14 Así han muerto los Torres, los Torices, los Ulloa.
15 Esta historia del ilustre Villavicencio se nos ha referido por personas fidedignas.
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Las nobles Damas de Cundinamarca salen desterradas de la ciudad 
de su nacimiento sin que su hermosura

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