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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO POSGRADO EN HISTORIA DEL ARTE FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS DISOCIACIÓN, HETEROTOPÍA E ILUSIÓN EN LA VIVENCIA DEL ZOOLÓGICO DE CHAPULTEPEC. Aproximación a una definición de lo urbano. ENSAYO ACADÉMICO PARA OPTAR POR EL GRADO DE: MAESTRA EN HISTORIA DEL ARTE PRESENTA: SARA GARCÍA FERNÁNDEZ TUTOR PRINCIPAL: DR. JOSÉ LUIS BARRIOS LARA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA TUTORES: DR. CARLOS MOLINA POSADAS POSGRADO EN HISTORIA DEL ARTE. UNAM DR. LARS WILLIAM BRINKMAN CLARK UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO, ENERO DE 2017 Veronica Texto escrito a máquina Veronica Texto escrito a máquina CIUDAD UNIVERSITARIA UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 ÍNDICE AGRADECIMIENTOS 3 INTRODUCCIÓN 4 Nuevos nombres para nuevas urbes Contexto espacial del Zoológico de Chapultepec La vivencia como punto de partida Tres rasgos constitutivos Acerca de Why do we go to the zoo? Communication, animals, and the cultural-historical experience of zoos de Erik Garrett 1. DISOCIACIÓN 24 La epojé y el residuo El fundamento físico y su correlato 2. HETEROTOPÍA 34 Localización, alocalización y deslocalización Tres textos, tres versiones de heterotopía Heterotopología del zoológico 3. ILUSIÓN 47 El modo de visibilidad del panorama Contextualidad e inmersión La muerte del zoológico EPÍLOGO 62 BIBLIOGRAFÍA 64 IMÁGENES 70 3 AGRADECIMIENTOS Quiero dedicar unas palabras de sincero agradecimiento hacia aquellos que han contribuido a la salida a la luz de este ensayo. En primer lugar, destacar el apoyo inestimable de CONACyT y la UNAM como instituciones que han puesto a mi disposición recursos sin los cuales esta investigación no habría fructificado. La gestión de la Dra. Deborah Dorotinsky Alperstein al frente de la Coordinación del Posgrado en Historia del Arte merece una mención especial. A ella le debo haberme alentado en mi regreso a la vida académica y mi disposición firme de continuar en ella. En el transcurso de la Maestría en Historia del Arte he tenido la oportunidad de enriquecerme con las aportaciones de numerosos profesores. Entre ellos me gustaría destacar al Dr. Carlos Molina Posadas, también tutor de este ensayo, y al Dr. Daniel Montero Fayad. Las minuciosas apreciaciones de ambos sobre mi trabajo han supuesto una orientación y un avance significativo para el mismo. Agradezco enormemente al Dr. Lars William Brinkman Clark como tutor y al Dr. José Luis Barrios Lara como tutor principal haber accedido a integrar el Comité Académico, así como sus comentarios durante este proceso. De igual manera, compartir el interés por el zoológico con nuestro grupo de trabajo formado por compañeros investigadores como Clara Bolívar, Regina Tattersfield, Martí Gil y Miguel Álvarez ha sido de gran estímulo. A este último y a Joshua Sánchez debo agradecerles también su compañía y observaciones en nuestras visitas conjuntas al Zoológico y al Bosque de Chapultepec. Por último, un reconocimiento especial al profesor que durante mi Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Sevilla me abrió las puertas de la fenomenología. El Dr. César Moreno Márquez ha sido el interlocutor imaginario, lejano y cercano a la vez, de mis reflexiones sobre el zoológico. 4 INTRODUCCIÓN Nuevos nombres para nuevas urbes La urbe es uno de los fenómenos más complejos y fascinantes de la contemporaneidad. Desde mediados del s. XX, el factor fundamental de transformación ha sido el paso de una economía basada en la mercancía a una nueva versión en la que la producción de bienes es reemplazada por los intercambios simbólicos. En consecuencia, el sector servicios ha pasado a ser el centro de la actividad por delante del sector primario y secundario. Esta terciarización —y ahora también la cuaternarización que nace de las sociedades de la información— ha supuesto una metamorfosis radical tanto en la apariencia de los componentes (hardware), como en el funcionamiento interno (software) de las urbes globales 1 . Filósofos, sociólogos, urbanistas, historiadores, escritores y arquitectos se esfuerzan por encontrar denominaciones aplicables a la urbe postmoderna, tomando a Los Ángeles como caso paradigmático, y así surgen conceptos como los de edge cities de Joel Garreau, soft cities de Jonathan Raban, exopolis de Edward William Soja o los junkspaces de Rem Koolhaas, entre otras decenas de neologismos producidos en los últimos años. La disolución de la díada centro-periferia y la proliferación de dinámicas centrífugas en las manchas urbanas desestabilizan la visión clásica e impiden aplicar las categorías tradicionales. Así lo entendió el estadounidense Kevin Lynch, uno de los primeros urbanistas en proponer formas alternativas de leer el espacio. En su obra The Image of the City publicada en 1960, define cinco elementos urbanos constitutivos—senderos, bordes, 1 Esta terminología informática aplicada a la urbe es empleada por el sociólogo urbano Giandomenico Amendola, que apunta: “Si en el pasado una de las metáforas más difundidas para describir la ciudad era aquella de la máquina, hoy si se quiere mantenerla, es necesario actualizarla introduciendo conceptos como la modulación de las partes y los sistemas de retracción y control”. Giandomenico Amendola, La ciudad postmoderna (Madrid: Celeste ediciones, 1997), 35. 5 distritos, nodos e hitos. La novedad aquí es que no sólo se trata de elementos estructurales que pueden ser proyectados y señalados en un mapa, sino que éstos aluden de manera específica a la vivencia del habitante. Son zonas que producen una manera de situarse en el espacio urbano del que está ahí. Esta teoría de Lynch está enraizada en lo que se ha denominado vista desde abajo, cuyo origen se remonta al concepto de flanêur de Charles Baudelaire, tipificado posteriormente por Walter Benjamin. La mirada del que camina por las calles de la urbe se contrapone a la habitual vista desde arriba practicada por la tradición arquitectónica. Así la macroperspectiva deja lugar a la microperspectiva, los landscapes a los mindscapes y nociones emanadas de la vivencia de los habitantes como espacio público, ocupacióno territorio entran hoy en debate abierto como síntoma de la ampliación de los límites de la urbe. Sin intramuros, ni extramuros, la urbe se expresa desde la expansión (pero ya no sobre plano, ni maqueta sino de forma multidimensional) y se abre desde la grieta, la fractura, el intersticio y el espacio negativo. ¿Acaso esta apertura no exige la reinterpretación de todos nuestros conocimientos urbanísticos hasta la fecha? A consecuencia de esto, la urbe aparece como ingobernable. No existe planificación posible para ella. Se excede en sus materializaciones como consecuencia del uso de sus habitantes. En su historial se acumulan los proyectos fallidos, que comenzaron como posibilidades reales y terminaron como utopías. Pareciera que todo proyecto concebido desde su interior es irrealizable en los términos en los que fue pensado. Tanto sus manifestaciones como sus potencialidades se expresan desde el desbordamiento de manera que todo esquema, categoría o visión resulta dependiente exclusivamente de su esencia heterogénea. A su fisicidad se suman hiperrealidades y realidades aumentadas que conforman el paisaje más complejo jamás conocido. 6 Y aquí una breve digresión biográfica. En México he tenido la excepcional oportunidad de conocer la selva, concretamente la selva lacandona. Avituallada con todo lo imprescindible me he internado en días sucesivos por senderos poco transitados. Mi vivencia es todavía hoy muy confusa. Desde el primer momento, se impuso mi incapacidad para interpretar todo aquello que me rodeaba. Los movimientos de la vegetación sugerían animales que no lograba ver y los sonidos me resultaban completamente extraños. Sólo podía deducir algunos como los del agua precipitándose por cascadas cuando ya estaban muy próximas o los de las primeras gotas de las lluvias periódicas sobre las hojas de los árboles. El resto era una masa imposible de desentrañar. Más allá de la fascinación que me producía estar en esta insólita situación, percibía que aquel paisaje me amenazaba constantemente y me impedía permanecer en él. En una de las ocasiones conté con un guía. Observé como sus conocimientos de cada una de las plantas del entorno y de los sonidos, olores y apariencia de los animales, de la dirección del viento y de la posición del sol le permitían decodificar absolutamente todo lo que estaba a su alrededor. Sin embargo, a mi vuelta a la Ciudad de México, aquella que consideraba “mi selva”, percibí que no lograba el mismo grado de orientación que mi guía en su lugar de origen, ni tampoco podía asimilar el paisaje en su totalidad. El aparecer de la selva resulta unitario en comparación a la apariencia fragmentada de la urbe. No sólo por el tamaño de esta sino, más bien, por su velocidad de mutación. La novedad de los paisajes naturales es relativa (incluso en un caso extremo como el de la profusión selvática) se puede establecer un catálogo de lo que existente y seguiría actualizado durante años, sin embargo, ¿cómo emprender el proyecto de catalogar la urbe? La Ciudad de México se metamorfosea a ritmo frenético de manera que su comprensión escapa a la visión de conjunto. El ser humano es el mayor agente transformador de nuestro planeta y la urbe es su campo de operaciones. 7 Tomando en cuenta este aprendizaje sobre las posibilidades de aprehensión de la realidad urbana, patente tanto en la producción teórica como en mi propia vivencia, este ensayo decide aproximarse al fenómeno desde un segmento, un espacio acotado (cuyas transformaciones actuales sean asimilables a la pequeña escala que estas páginas alcanzan) que, a pesar de y desde su particularidad, comparte rasgos con otros espacios y motiva reflexiones que funcionan a la manera de conectores especulativos entre los diferentes fragmentos de la urbe multidimensional. Contexto espacial del Zoológico de Chapultepec El espacio seleccionado para este estudio es el zoológico. Debido a la especificidad radical de cada urbe, el ensayo se dedica al Zoológico de Chapultepec en la Ciudad de México. En la actualidad, este es uno los zoológicos más visitados del mundo con una media de tres millones y medio de visitantes anuales2. Abierto al público en 1924 por iniciativa de Alfonso L. Herrera, director de la Dirección de Estudios Biológicos (DEB), contaba en el año de su apertura con 243 ejemplares. El diseño a cargo del ingeniero Fortunato Dozal se basaba en el creado por Carl Hagenbeck para el Giardino Zoologico de Roma. Estaba concebido desde el comienzo por Herrera como un proyecto ligado al Jardín botánico, de forma que ambos constituyesen una aproximación al mundo natural capaz de suscitar reflexiones profundas sobre la vida y, al mismo tiempo, representar la coyuntura histórica a la que pertenecía. Tal y como fue ideado, “el zoológico proyecta los ideales de la modernidad posrevolucionaria, que se materializa en la ciencia, la tecnología (la máquina), 2 3.813.814 en 2013; 3.418.030 en 2014 y 3.385.952 visitantes en 2015 según los datos facilitados que me han sido facilitados por la Bióloga Adriana Fernández Ortega, directora actual del Zoológico de Chapultepec, a través de correo electrónico enviado el 4 de noviembre de 2016. 8 en la arquitectura y en el museo como aparato que configura el medio "natural" que albergará a la nueva civilización heredera de la revolución mexicana”3 Resulta evidente que el Zoológico de Chapultepec en su concreción funciona como símbolo y su emplazamiento dentro del Bosque de Chapultepec lo adscribe además a una empresa mayor y más ambiciosa que había comenzado cuarenta y ocho años antes con la llegada al poder de Porfirio Díaz. Él será el artífice de la transformación que dará identidad al Bosque de Chapultepec como un complejo de esparcimiento para el disfrute de la clase alta mexicana y extranjera. Para ello se instalan las rejas que delimitan el perímetro, se construyen los lagos, se proyectan paseos y se provee de arquitectura como el Restaurante Chapultepec o el Club del Automóvil (la casona hoy conocida como Casa del Lago) a la altura de los eventos de élite que allí tenían lugar. Se reforesta y se ornamenta con especies traídas de diferentes partes de la República y del extranjero e incluso se contrata a un paisajista formado en Versalles4. El empleo generoso de estos recursos materiales estaba justificado por una construcción ideológica, tanto así que todavía hoy se puede percibir la exaltación que impregnaba el plan de Porfirio Díaz en un paseo cotidiano por los senderos, las avenidas y los lagos. Para explicar el modo en el que se configura tan particular espacio, la investigación sobre el Bosque de Chapultepec a finales del s. XIX de Clara Bolívar se refiere a un concepto de Pierre Nora: (…) una clase privilegiada construyó Chapultepec como un lugar de memoria. Ello a partir de un proceso de mitificación que pretendió crear relatos que suponían una continuidad de aquel lugar como “centro” de la nación, a partir de la construcción de una historia mítica de los antiguos emperadores, grandes virreyes y sus respectivas 3 Miguel Álvarez, "Zoológico de Chapultepec 1923: proyecciones de la modernidad.". Conferencia. Actividad paralela a la exposición Desastre Natural de los artistas Jonathan Hernández y Alberto Baraya. Casa del Lago, UNAM, Octubre, 2014. 4 Clara Bolívar Moguel, “Chapultepec: paseo de fin de siglo. Una experiencia decimonónica.” (Tesis de maestríaen Historia, Universidad Iberoamericana, 2013), 44-45. 9 cortes, y su presente en el cual se pretendía ligar esta idea de pasado a la construcción de la identidad de una élite porfiriana que intentaba constituirse como heredera y guardiana de aquel pasado.5 Resulta, por tanto, imposible disociar la elección de situar el Zoológico en Chapultepec de las connotaciones adquiridas por ese emplazamiento en las décadas anteriores. La inserción del Zoológico en esos terrenos supuso la renovación del espíritu ideológico que impregnaba el Bosque en un nuevo mensaje político: el programa de la modernidad pertenece al conjunto de la sociedad. Así, los valores humanistas y la apuesta por el conocimiento a través del mundo natural de Herrera que alentaron la creación del Zoológico de Chapultepec6 vinieron a sumarse a un espacio previamente edificado por el sistema de creencias del porfiriato sobre la bondades del estilo de vida europeo. Y a su vez, estos vestigios del devenir histórico se imantan in situ con otros anteriores y posteriores en su cronología dando como resultado una densa gramática espacial. Chapultepec y sus alrededores es uno de los lugares de la Ciudad de México que, debido en gran medida a esta espesura simbólica, se constituye como hito dentro de la urbe policéntrica. Otro elemento que determina el aparecer de este espacio es el Paseo de la Reforma. Proyectado como el Paseo de la Emperatriz en tiempos de Maximiliano I estaba destinado a abrir una vía de acceso que comunicase Chapultepec con el corazón de la urbe. En 1910, este eje urbano se carga de un nuevo significado al instituirse como lugar emblemático de la Independencia durante los festejos del Centenario, de manera que se hace evidente su papel protagonista en la utopía urbanística porfiriana. La focalización en el Paseo de la 5 Bolívar Moguel, Chapultepec, 9. 6 Anterior al inaugurado en 1924, existió en Chapultepec otro zoológico del que Alberto Icaza fue promotor. Sin embargo, y a pesar de su popularidad entre los habitantes de la urbe y su impacto en Chapultepec, este ensayo no lo considera un antecedente suficientemente directo del actual por no contar con una planificación teórica de la colección. El Zoológico actual es heredero del proyecto de Herrera. 10 Reforma, “no era sino un eco del proceso de urbanización que la Ciudad de México experimentó desde 1890. La antigua ciudad colonial fue abandonada por una élite que se trasladó a la periferia que crecía hacia el oeste de la ciudad. De hecho, el Centenario en su totalidad fue un episodio en el desarrollo de esta ciudad ideal.” 7 Convertido hoy en centro financiero, el Paseo integra tótems de la nueva economía como la Torre Mayor en el paisaje de Chapultepec. De igual manera, la construcción e inauguración del Museo de Arte Moderno y del Museo de Antropología durante el gobierno de Adolfo López Mateos (a los que se suma el Museo Tamayo en el sexenio de José López Portillo y Pacheco) forma parte de otro tipo de estructuración espacial en base a símbolos culturales e ideológicos. Esta es similar a la realizada en las inmediaciones con la construcción del Auditorio Nacional y el Centro Cultural del Bosque durante los años cincuenta que dinamizaron una zona menos transitada de Chapultepec y contribuyeron a conectar la primera sección del Bosque con la segunda. El poder de las instalaciones culturales como herramienta estratégica de rehabilitación urbana era conocido, sin embargo, a partir de 1997 debido al sonado Efecto Guggenheim la creación de museos ha comenzado a tener cifras concretas de beneficios inmobiliarios asociados y los proyectos que utilizan este tipo de operaciones han sido cada vez más ambiciosos. Un buen ejemplo es la isla de Saadiyat en Abu Dhabi que incorpora sucursales del Guggenheim y del Louvre o, en el caso de México, el afamado Museo Soumaya inaugurado en 2011 y junto al que, tan sólo dos años después, se ubicó el Museo Jumex. Considerando esto, no parece casual que en el perímetro del Bosque de Chapultepec se 7 “This was but an echo of the process of urbanisation that Mexico City underwent beginning in 1890. The old colonial city was abandoned by the elite who moved to the new suburbs growing to the west of the city. In fact, the entire Centenario was an episode in the development of this ideal city”. Mauricio Tenorio Trillo, “1910 Mexico City: Space and Nation in the City of the Centenario”, Journal of Latin American Studies Vol. 28 (1996), 81-82 [mi traducción] [énfasis del autor]. 11 encuentren zonas de alto valor inmobiliario: Las Lomas extendiéndose hacia el oeste, Polanco hacia el norte y Condesa hacia el sureste. Y en medio de todas estas apariciones: el Zoológico de Chapultepec. Estos alrededores forman parte importante de su vivencia. Como lugar de entretenimiento popular, el Zoológico recibe el mayor número de visitantes durante el domingo. La gran mayoría de ellos utilizan el transporte público para trasladarse hasta allí, de manera que la entrada de público habitual se realiza tanto por la Puerta de los Leones como por la Avenida Heroico Colegio Militar desde la salida del metro Chapultepec, ahí donde confluyen el Paseo de la Reforma con la Avenida Chapultepec y el Circuito Interior. El tráfico incesante del torrente sanguíneo de la urbe y el ruido y polución asociados a él aportan aún una liminalidad extra a la entrada en el simbólico Bosque de Chapultepec. Una vez dentro del espacio arbolado se inicia la peregrinación obligada por el aproximadamente kilómetro y medio de la Avenida Heroico Colegio Militar dejando a un lado el Castillo y atravesando el Lago de Chapultepec hasta la entrada del Zoológico. Es un camino plagado de puestos de alimentos, bebidas y souvenirs de animales. Este tránsito por el espacio y lo que allí se encuentra forma parte de la vivencia común. Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de vivencia? La vivencia como punto de partida Este ensayo es una aproximación filosófica al espacio urbano del zoológico que utiliza materiales de análisis tomados de la teoría fenomenológica. La decisión de utilizar el término vivencia, propuesto por Ortega y Gasset como traducción del Erlebnis husserliano, se debe a que lo considero más certero respecto a las intenciones de Husserl que la palabra experiencia (otra de sus traducciones posibles). En ella la raíz peri- apunta a prueba, 12 ensayo, a algo que se intenta y que en el caso de “perito” o “pericia” se habría efectivamente logrado8. Sin embargo, vivencia señala más directamente a la vida, algo que Husserl quiso dejar patente en otro de sus conceptos claves asociado en su pensamiento a Erlebnis como es el Lebenswelt (mundo de la vida). Al plantear el estudio del Zoológico de Chapultepec desde la vivencia se reconocen ciertos presupuestos que conviene explicitar: el sujeto fenomenológico se piensa aquí no como aquel que encuentra el mundo ante sí en tanto realidad independiente (este es el mundo pre-dado de la actitud natural), sino como el que construye sentidos de realidad a través de la intencionalidad de su conciencia. En fenomenología, la conciencia del sujeto posee un movimiento hacia la cosa misma (no confundir con la cosa en sí) que queda contenido por el principio de todos los principios: “que toda intuición en que se da algo originariamente es un fundamento de derecho del conocimiento; que todo lo que se nosbrinda originariamente (por decirlo así en su realidad corpórea) en la “intuición”, hay que tomarlo simplemente como se da, pero también sólo dentro de los límites en que se da”.9 Esta concesión de fundamento a la intuición es el origen de la fenomenología y señala, al mismo tiempo, la vivencia como punto de acceso de todo conocimiento. Este principio acota nuestra comprensión del fenómeno al simplemente como se da y sólo dentro los límites en los que se da, pero lo que podría entenderse como una restricción inicial produce, en realidad, una gran apertura ya que nos permite atender al aparecer del fenómeno desprovisto de prejuicios, es decir, un momento antes de que nuestra facultad de juzgar sume al fenómeno todos aquellos conocimientos adquiridos sobre las cosas. El principio husserliano genera así las condiciones de posibilidad para la primera 8 Joan Corominas. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (Madrid: Gredos, 1984), Tomo II, 825. 9 Edmund Husserl, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, trad. José Gaos (México, D. F.:Fondo de Cultura Económica, 1949), 58. [énfasis del autor] 13 reducción del método fenomenológico: la epojé. En ella el sujeto “inhibe el valor de realidad del mundo objetivo, y con ello lo elimina plena y totalmente del campo del juicio, y por consiguiente, lo mismo que inhibe el valor de realidad de todos los hechos percibidos objetivamente, así inhibe también el de la experiencia interior”10. De manera que el ejercicio sobre el que se sustenta el ensayo es precisamente el asistir al desenvolvimiento fenomenológico del Zoológico de Chapultepec, a la vivencia despojada de prejuicios, a la epojé de todo contenido vinculado al yo psicológico. La vivencia se toma aquí como método de aproximación a la comprensión de la urbe y en, en este sentido, la entiendo como un procedimiento opuesto al que realiza la crónica. Podría parecer, por el uso que ésta última hace de la primera persona, que se fundamenta igualmente en un método vivencial. Sin embargo, la crónica sólo existe a través de la narración. No le basta para constituirse la vivencia del mundo por sí misma sino que requiere ser contada y, por tanto, tiene en la narratividad su condición sine qua non. A continuación explicaré en qué medida disociación, heterotopía e ilusión forman parte fundamental de mi vivencia del Zoológico. Tres rasgos constitutivos La motivación fundamental para ir al Zoológico es ver animales. Esta parece una afirmación simple pero dentro de su sencillez contiene información relevante. En la urbe existen diferentes especies que conviven de manera cotidiana con los humanos, sin embargo, debido a su adaptación al medio han modificado su comportamiento hasta convertirse en parasitarias. El alimento con el que se nutren no es generado por la 10 Edmund Husserl, Meditaciones cartesianas, trad. José Gaos y Miguel García-‐Baró (México: Fondo de Cultura Económica, 1996), 68. 14 naturaleza sino por el medio artificial de lo urbano. Esto hace que no sean considerados como animales para ver por carecer de la autenticidad necesaria. Algo similar sucede en el caso de los animales domésticos. Estos han sido resignificados dentro de lo humano y en esa operación de domesticación milenaria han asumido un rol de dependencia supresor de ciertas características que sus especies tuvieron en un pasado remoto. Por lo tanto, los animales del Zoológico aparecen como auténticos animales y en este sentido funcionan como arquetipos de naturalidad. El que sepamos que incluso éstos tienen su comportamiento alterado por el cautiverio no evita que nos parezcan animales salvajes. ¿Qué produce nuestra asunción de lo salvaje en el Zoológico? Aquí es donde mi vivencia aporta claves: ! “No me puedo acercar a ellos. Existen vallas, rejas, fosos y cristales que impiden que los pueda tocar”. ! “Cada uno de ellos tiene su espacio. Yo también tengo el mío junto al resto de los humanos. No camino entre animales”. ! “Tengo que ir al Zoológico para verlos. Ahí es donde se encuentran”. De aquí se desprende el primer concepto con el que este ensayo quiere trabajar para realizar una aproximación a lo urbano: la disociación. Esta es, por un lado, parte constitutiva de mi vivencia por ser necesaria para el aparecer del Zoológico. Y por otro lado, es constituyente porque genera mundo. Las nociones de lo salvaje, de seguridad o la contraposición urbe- naturaleza se derivan de ella. Volveré a esto en páginas sucesivas. Anteriormente hacía referencia al espacio liminal del Bosque de Chapultepec respecto a sus alrededores. Adentrarse en él es asumido vivencialmente como una salida de la urbe (aunque criterios fácticos como los mapas lo desmientan) y a esta primera deslocalización se le suma inmediatamente otra, la producida por la recreación en el Zoológico de 15 diferentes biomas: pastizales, desiertos, costas, bosques templados y bosques tropicales. En mi vivencia no aparecen exclusivamente los fosos y las rejas, sino que al mismo tiempo encuentro un paisaje que asumo como perteneciente a lo real aunque se encuentre desconectado respecto a la realidad adyacente. Mi vivencia: ! “Estoy en el Bosque de Chapultepec, estoy en el bosque tropical del Zoológico”. ! “No estoy en el Bosque de Chapultepec, no estoy en el Zoológico, estoy frente al gorila”. ! “Aquí, este es el lugar en el que (me) encuentro al león”. ! “Junto al desierto está la selva. Puedo abandonar ambas si camino hacia la salida”. Al igual que sucede con la disociación, la deslocalización es intrínseca a la vivencia del Zoológico. Su asunción es inmediata, no genera conflicto alguno a la conciencia. Ahora bien, esta espacialidad particular posee un cierto tipo de provisionalidad y algunos rasgos más que hacen de ella un caso muy particular dentro de la conceptualización filosófica del espacio. Michel Foucault reunió estos rasgos bajo el nombre de heterotopía. Ella será el segundo concepto vertebrador del ensayo. Dado que el zoológico es el lugar dispuesto en la urbe para ver animales, es preciso considerar su condición de dispositivo de exhibición. Hoy en día conviven diferentes modelos de zoológicos, concretamente el de Chapultepec está basado en un diseño creado por Carl Hagenbeck en 1896 y que denominó panorama. Este sistema se popularizó rápidamente y en la actualidad es la forma más habitual de exhibición de animales en cautividad en todo el mundo. Consiste en integrar diferentes especies de animales en un mismo exhibidor incluyendo, además, ejemplares de flora de la región autóctona que se 16 quiere recrear. Respecto al modelo anterior de jaulas, el panorama produce un cambio en la visibilidad que transforma notablemente la vivencia. En el Zoológico de Chapultepec: ! “Veo al tigre paseando entre las rocas”. ! “No veo al panda. Lo busco entre las plantas”. ! “El oso está escondido”. El animal se encuentra en exhibición, sin embargo, el tipo de dispositivo no garantiza que pueda verlo. Tengo que buscarlo porque el Zoológico no hace de él algo central, sino que está contextualizado y puede que no lo encuentre porque los animales no participan de las intenciones de su exhibición,al contrario, esconderse es connatural a ellos. ¿Por qué el Zoológico sacrifica la visibilidad del animal a cambio de la recreación de su entorno? ¿No es esta una operación extraña en un dispositivo de exhibición? La respuesta pasa por la reflexión sobre el tercero de los conceptos a los que se dedica este ensayo: la ilusión. Con esta breve introducción a mi vivencia del Zoológico, quiero hacer explícito cómo los contenidos que abordaré en las páginas siguientes emanan directamente de la participación de mi conciencia en el encuentro con las cosas. Disociación, heterotopía e ilusión son contenidos derivados de cogitaciones (de actos de conciencia del cogito11) que sólo la epojé podría propiciar. Ahora bien, si estos tres elementos son constitutivos y constituyentes de la vivencia del Zoológico y por tanto encuentran en el propio aparecer su razón de ser, deben estar conectados entre sí de alguna manera. Personalmente, veo en ellos una progresión. Considero a la disociación más inmediata que al resto. El emplazamiento específico del 11 “(…) los simples actos del yo en que tengo conciencia del mundo al volverme espontáneamente hacia él y aprehenderlo como algo que está inmediatamente ahí delante, están comprendidos en la sola palabra cartesiana cogito.” Edmund Husserl, Ideas, 67 [énfasis del autor]. 17 Zoológico en un espacio “natural” abre una brecha inicial en el acercamiento desde lo urbano. De igual manera, las barreras físicas que evitan el contacto se imponen desde que acepto que mi visita tiene un recorrido bien delimitado. El animal aparece como lo otro diferente a mí. Este extrañamiento es, a su vez, la base de la heterotopía12. Foucault define a los espacios heterotópicos como “lugares reales, lugares efectivos, lugares dibujados en la institución misma de la sociedad y que son especies de contraemplazamientos (…) suertes de lugares que, estando fuera de todos los lugares son, sin embargo, efectivamente localizables”13. De forma que la otredad del animal y la del emplazamiento se imbrican en el aparecer. Al mismo tiempo, la heterotopía en tanto espacio de excepción autolegitima lo que se da en él, es decir, es consistente en sí mismo y esta potestad deshace la disociación. Este sería el paso de “el animal tiene su espacio y yo tengo el mío” a “estoy frente al gorila”. Las barreras físicas desaparecen en presencia del animal. Sucede entonces un momento de desvanecimiento de la disociación avalado por la excepción heterotópica y que es, a su vez, reforzado por la ilusión. Esta entra a generar un espacio completamente nuevo que, a diferencia de la heterotopía, no está radicado. La ilusión zoológica está en relación con la arcadia, con la convivencia idílica entre seres humanos y animales como paradigma de comunión universal nunca realizado. Como se tratará en un capítulo dedicado específicamente al concepto de ilusión, esta inaugura un modo de visibilidad propio basado en la parcialidad y la contextualidad que conduce a una transición paulatina y no concluida del zoológico moderno (surgido del panorama de Hagenbeck) al actual bioparque. 12 A este respecto, la otredad referida es epistemológica y política. La otredad ontológica del animal, aunque también digna de consideración, no me ocupa en este caso. Por este motivo, este ensayo se encuentra dentro del campo de una fenomenología topológica. 13 Michel Foucault, “Espacios otros”, Biblioteca Digital, Universidad Autónoma Metropolitana, 1999, 19. 18 De esta manera, disociación, heterotopía e ilusión son tratadas por este ensayo como tres formas fundamentales en la progresión de la vivencia del Zoológico. Antes de comenzar un recorrido más en profundidad por cada una de ellas, me gustaría comentar uno de los libros con los que mi investigación coincide en el planteamiento inicial y que ha servido como material de diálogo interior en la conceptualización de este ensayo. Acerca de Why do we go to the zoo? Communication, animals, and the cultural- historical experience of zoos de Erik Garrett La relevancia de la reflexión sobre la animalidad para nuestro tiempo la ha convertido en una de las cuestiones que encabeza los debates teóricos contemporáneos desde una gran diversidad de enfoques. Campos especializados como la bioética, la biopolítica, las HAR (human-animal relationship) o la psicología de la conservación han dotado de contenidos al denominado giro animal. Como consecuencia, el zoológico se ha situado en el punto de mira de muchas de estas aportaciones que se han materializado en infinidad de textos, producidos en su mayoría en las últimas dos décadas y en Estados Unidos. Para este ensayo, quise aportar un punto de vista diferente al habitual en estas discusiones sobre el zoológico. Mi formación en Filosofía y mi interés particular por la fenomenología me llevó a tomar la vivencia como eje de la investigación. Para mi sorpresa, en el proceso de documentación encontré un libro de 2013 escrito por Erik Garrett, filósofo y profesor en la Duquesne University, que miraba al zoológico desde la fenomenología. Hasta la fecha, no conozco ningún otro material con una aproximación tan similar a la que pretendí para este ensayo. Sin embargo, el texto no cumplió con mi principal expectativa que era, concretamente, presenciar un ejercicio fenomenológico de base. En su lugar, encontré un conjunto de teoría fenomenológica bien descrita y ejemplos sobre el zoológico 19 a modo de ilustración de esta. Garrett aclara en las primeras páginas que su interés se centra en la exploración de la experiencia que tienen los niños del zoológico, dado que en ella aparecen los vínculos con el mundo animal que permanecerán en nuestra vida de adultos, e identifica dos objetivos del libro: Arrojar luz sobre la pregunta ¿por qué vamos al zoo?14 y aportar un ejemplo metodológico del quehacer fenomenológico. Veamos cómo trata este último objetivo, similar al de este ensayo. Tras una introducción a conceptos básicos de la fenomenología en los tres primeros capítulos, el autor entra en materia en el cuarto al referirse, por un lado, a la fenomenología descriptiva (descriptive phenomenology) que es posterior a la epojé y por otro, a la fenomenología práctica (praxis phenomenology), más centrada en la estructura eidética de la vivencia del zoológico. Las dos páginas dedicadas por el autor a la fenomenología descriptiva son las únicas que considero un auténtico ejercicio fenomenológico en todo el libro. En ellas Garrett habla del encuentro con un tigre. La descripción comienza muy acertadamente desde la puerta de entrada del zoológico: “Atraviesas la puerta con tu familia. De la entrada cuelgan carteles y fotografías de grandes animales como delfines, osos, leones y simios. Todo lo anterior a este momento consiste en la anticipación de los animales que vas a ver. El recinto del zoo tiene varios acres y habrá que caminar mucho hoy”15. La visita en familia, el impacto 14 Garrett aborda en el siguiente capítulo las motivaciones de los visitantes para acudir al zoológico en base a su experienciade campo como entrevistador dentro del Departamento de Investigación de la Comunicación en el Zoo de Brookfield. “Las palabras de los visitantes, sus sentimientos y valoraciones son lo importante. La verdad objetiva “real” (signifique eso lo que signifique) es inconsecuente porque esta experiencia trata sobre las percepciones de los visitantes acerca de porqué vienen al zoo”. “The words of visitors, their feelings, and assessment are what matter. The “real” objective truth (whatever that means anyway) is inconsequential because this experience is about visitors’ perceptions of why they came to the zoo.” Erik A. Garrett, Why do we go to the zoo? (Maryland. Fairleigh Dickinson University Press, 2014), 54 [mi traducción]. Así encuentra que los motivos principales son entretenerse, relajarse, encontrar algún tipo de goce estético o inspiración, para aprender sobre los animales, socializar, por su compromiso con los animales o, un paso más allá, con el medioambiente. Y por último, lo que el autor introduce en otros: sadismo y suicidio, esto es, disfrutar viendo sufrir a los animales o intentar morir en manos de los animales del zoológico. 15 “You walk through the gate with your family. Banners and pictures of large animals such as dolphins, bears, lions, and apes hang in the entrance. Everything prior to this momento is about the anticipation of the 20 publicitario en la entrada, la preferencia por los grandes mamíferos, la anticipación y la vinculación del zoológico con la acción de caminar son elementos de la vivencia común para la mayoría de los visitantes. En ellos sin duda hay material valioso para un análisis fenomenológico pero Garrett continúa añadiendo otros igualmente importantes cuando narra la llegada al exhibidor del tigre. Aquí destaca la localización del animal por el color incluso desde la distancia y cómo se completa con la forma a medida que uno se acerca al animal. De nuevo opera la anticipación, uno de los estados más frecuentes en la vivencia del zoológico. Comenta la estructura del recinto y cómo esta favorece que la mirada del tigre quede a la altura de la suya, siente la proximidad aunque esta no sea efectiva y señala que hay una parte del exhibidor que permite estar con el tigre cara a cara separados tan sólo por un cristal. Repara en la cédula con información sobre el ejemplar. Ve a otro tigre parcialmente escondido entre la vegetación. Percibe la emoción de un niño que grita el nombre del animal. Atiende a los comentarios de su hija sobre cómo se parecen las manchas del tigre a las de su antiguo gato y ve a su hijo menor de un año señalar e imitar su sonido. Recoge el instante de su familia parada mirando al tigre. El olor de la orina, la duración de aquel momento, la expectación por que el animal se mueva. Y, al mismo tiempo, los recuerdos de vivencias anteriores cuando el tigre sí se movió. Aprecia la singularidad del evento. Esta narración es un excepcional ejemplo de la vivencia del zoológico. Contiene intuiciones tan precisas que podrían dar lugar a páginas y páginas de análisis. Sin embargo, el autor no profundiza en ello. Mi impresión es que, más que hacer fenomenología del zoológico, la intención del libro es formular una nueva orientación teórica resultante de animals you will see. The grounds of the zoo are several acres and there will be lots of walking today.” Garrett, Why do we…, 77 [mi traducción]. 21 sumar a la fenomenología práctica la teoría comunicativa y retórica, campo de especialización actual del autor y desde la que hace su aportación más original desarrollada en el capítulo cinco y seis, aunque no por ello menos problemática. Veamos a continuación la argumentación que desarrolla. El capítulo cinco está dedicado a explicar cómo para los niños el animal, y muchas veces un animal concreto, funciona como sinécdoque del zoo. Las condiciones previas de esta sinécdoque son tres: la habituación, producida por las visitas frecuentes al zoo; la individuación, entendida como personificación y antropomorfismo y motivada en gran medida por la asignación de nombre a los animales y, por último, la experiencia memorable, que está vinculada según el autor con una estructura fenomenológica derivada del “contacto cercano, de haber sido testigo de una actividad peculiar o una descripción mística de armonía con el animal”16. La complicación que subyace en la extracción de estas tres condiciones previas es que requieren, a su vez, de otras condiciones previas. No tanto así en el caso de la individuación (que se puede dar incluso sin visitar el zoológico y sucede también con animales domésticos y, por tanto, no es exclusiva del zoológico) sino en referencia a la habituación y a la experiencia memorable. No creo que ninguna de estas condiciones de la sinécdoque sean rasgos constitutivos de la vivencia del zoológico, puesto que ésta se da de manera independiente a ellas y, por tanto, la afirmación que de ahí se deriva—el animal es una sinécdoque del zoológico para los niños— pierde su fundamento fenomenológico. Sobre esta base resbaladiza, Garrett construye el resto de su argumentación: el niño asimila el zoológico como lugar de cuidado y como espacio de confinamiento (sabe que los 16 Garrett, Why do we…,.86 [mi traducción]. 22 animales están encerrados) de manera que asume con ello las paradojas contenidas en el zoológico visto como lugar de lo salvaje y como espacio al aire libre. La pregunta “¿cómo se ha convertido el zoo en una sinécdoque paradójica en la imaginación del niño?”17 abre el capítulo seis. Garrett sostiene que la asimilación de esta narrativa propia del zoológico por el niño se realiza en base a la estructura histórica del zoológico radicada en su psique. En base a la fenomenología genética de Husserl, el autor postula la existencia de una estructura generativa del juego y la imitación como una de las experiencias originarias del zoológico. “Los niños de preescolar que visitan el zoo no han realizado las complejas conexiones cognitivas de la paradoja del confinamiento individual y libertad de especies a través de las prácticas de conservación. La génesis del zoo tiene lugar en un contexto de ocio y diversión”18. De esta manera, el juego imitativo del niño con el animal recupera un nexo ancestral. Llegado este punto, el autor introduce tres componentes de la “estructura apodíctica de constitución del zoológico”19: la provocación (teasing), la intención emotiva y la imitación. Mientras que el primero no se relaciona con el juego sino que es una forma de autogratificación para el niño, el segundo y el tercero forman parte de un intento deliberado de comunicación del niño con el animal a través del juego. Aquí Garrett utilizará la noción de kinestesia en Husserl para profundizar en el vínculo niño-animal aplicando los conceptos extraídos de La Tierra no se mueve del filósofo alemán: movilidad y reposo, apercepción analógica y la Tierra como “arca originaria”. De esta manera cierra la argumentaciónconstruida para fundamentar el animal como sinécdoque del zoológico. 17 “How does the zoo become a paradoxical synecdoche in the imagination of the child?”. Ibid., 95 [mi traducción] 18 “Those preschoolers who visit the zoo have not made the more complex cognitive connections of the paradox of individual confinement and species freedom through conservation practices. The genesis of zoo is in a context of leisure and playfulness” Garrett, Why do we…, 97 [mi traducción]. 19 “apodictic structure of zoo constitution” Ibid. [mi traducción]. 23 Se entiende, por tanto, que el juego es la condición de posibilidad de la sinécdoque paradójica, sin embargo, mis dudas respecto a esta idea principal que vertebra el libro provienen de que el juego es una relación que el niño establece no sólo con el animal del zoológico, sino con gran parte de su realidad. Digamos que es su manera natural de interactuar con el mundo y, en este sentido, no es algo que contribuya a definir la vivencia del zoológico desde la fenomenología. Por otro lado, no encuentro en el texto de Garrett la descripción concreta de las intuiciones de las que emana la afirmación “el animal es el zoo”, tan sólo una parca referencia al comentario de un niño20 y un alusión autobiográfica21 de pocas líneas cuando es en ella donde debería encontrarse la clave fenomenológica capaz de sostener su tesis. El último capítulo del libro está dedicado a una breve historia del modelo zoológico desde Hagenbeck hasta los centros de conservación con un apunte añadido sobre zoológicos humanos y una justificación de la existencia de los zoológicos a través del concepto de biofilia de E. O. Wilson en contraste con el lebensneid nietzscheano (envidia de la vida). En las últimas páginas, Garrett subraya la necesidad un giro biofílico en la filosofía y un retorno al mundo de la vida a través de una conciencia ecológica y ética capaz de promover la responsabilidad sobre la herencia que dejamos a nuestros hijos. Resulta interesante saber que para el autor la reflexión fenomenológica sobre el zoológico conduce a esta última llamada. 20 “Pide a un niño menor de diez años que defina el zoo y estoy seguro de que muchas veces la respuesta será “un lugar donde se guardan los animales” y cuando insistes un poco más responderán con “la casa de mi panda favorito—Tai Shan”. “Ask a child under the age of ten to define a zoo and I believe that many times you will get the answer that it is “a place where animals are kept,” and when pressed further they will respond with “the home for my favorite panda—Tai Shan”. Garrett, Why do we…, 81 [mi traducción]. 21 “Mencioné que mi animal favorito del zoo con el que crecí era la morsa Olga. Para mí, Olga era el zoo. Me gustaba tanto que siempre tenía que ir a verla y hablar con ella.” “I mentioned that my favorite animal at the zoo growing up was Olga the Walrus. For me, Olga was the zoo. She was my favorite animal that I always had to see and talk to.” Ibid, 96 [mi traducción]. 24 Por mi parte, revelo desde ahora que no existen conclusiones parecidas en este ensayo, sino que la intención es realizar un ejercicio fenomenológico de corto alcance (no se trata de llegar a la reducción eidética) con especial cuidado en la epojé y dejar apuntada una posible vía de definición en el debate sobre lo urbano. 1. DISOCIACIÓN La epojé y el residuo Regresemos ahora al Zoológico de Chapultepec y acerquémonos a la epojé. Para Husserl esta supone la puesta ente paréntesis del mundo de la actitud natural, de todo aquello que se encuentra “ahí delante”. Se trata de dejar en suspenso nuestros juicios sobre lo que concurre ante nosotros, aunque “no por ello niego “este mundo”, como si yo fuera un sofista, ni dudo de su existencia, como si yo fuera un escéptico, sino que practico la ἐποχή “fenomenológica” que me cierra completamente todo juicio sobre existencias en el espacio y en el tiempo”22. Las teorías, así como las ciencias, quedan igualmente excluidas. “Mantenemos, pues, la mirada fenomenológica firmemente dirigida a la esfera de la conciencia y estudiamos lo que encontramos de inmanente en ella”23. Con esta desconexión fenomenológica se accede a una nueva región, pero para ello es necesario ir paso a paso. En primer lugar, es necesario tomar la vivencia del Zoológico tal y como se da en la actitud natural. En la introducción se mencionaron algunos de los contenidos de la conciencia previos a cualquier reducción y que forman parte intrínseca de la vivencia. El Paseo Reforma, Circuito Interior, los museos, el Bosque de Chapultepec, el lago, la 22 Husserl, Ideas, 73 [énfasis del autor]. 23 Ibid.,76 [énfasis del autor]. 25 distribución espacial, la historia de todos esos lugares, los recuerdos de visitas anteriores, incluso la luz precisa de ese momento del día y la temperatura de la época del año, el olor a tortas, elote, algodón de azúcar de los puestos, los zapatos con los que se camina, las conversaciones que se oyen al pasar, las expectativas a la entrada, la conmoción al oír los rugidos del tigre, la decepción ante el exhibidor vacío, la emoción por el oso que se acerca, la tristeza por el animal trastornado, la reflexión sobre el encierro, la contemplación de la piel de las serpientes, el frescor de la sombra de los árboles, los gritos de los niños exaltados, la presencia de la multitud agolpada a la salida determinan el aparecer y producen sentimientos, representaciones, percepciones y pensamientos que configuran el campo de intuición diverso y complejo que es nuestra vida. De todo esto hay que desprenderse en la actitud fenomenológica. La intención es atender a lo que Husserl denomina como “la conciencia en tanto de suyo”, es decir, a la conciencia en el ser propio que esta posee. Esto significa concentrarse en el residuo que permanece tras la epojé, en aquellas cogitaciones que revelan una parte esencial de la vivencia. Así, una vez realizada la epojé, aparecen todavía en mi conciencia ciertos contenidos que han permanecido intactos a la reducción. Fueron introducidos en páginas anteriores pero ha llegado el momento de profundizar en ellos. “No me puedo acercar a los animales”. Esta imposición no pertenece a ninguno de mis prejuicios sobre el zoológico, tampoco es una sensación de mi yo psicológico, ni un contenido inducido por el contexto que me rodea. La imposibilidad de acercarme a los animales está dada de suyo en la vivencia del Zoológico. Hay un fondo empírico que produce esta vivencia en mi campo de intuición. “Existen vallas, rejas, fosos y cristales que impiden que los pueda tocar”. 26 Estas barreras me conducen intencionalmente hacia los objetos. Mi vivencia repara en ellos, en su materialidad en tanto perceptos. No existe el Zoológico sin estas cualidades. Sin ellas los animales estarían libres. No puedo acercarme lo suficiente como para alcanzarlos con las manos. Es patente para mí la intención que rige la existencia de aquellas barreras. “Cada uno de ellos tiene su espacio”. Igual que aparece la delimitación entre los animales y yo, se dan las separaciones entre ellos. No tienen contacto, no se ven, tal vezse huelan. No se concibe el Zoológico si los animales estuvieran reunidos en un mismo espacio. “Yo también tengo mi espacio junto al resto de los humanos. No camino entre animales”. Mi espacio junto a los de mi especie está contrapuesto al de los animales. Este enfrentamiento me permite observarlos frontalmente, visitar sus espacios recorriendo una hilera. Aparece el recorrido en mi vivencia. Sin él no hay Zoológico. Hay que caminarlo para que sea. “Tengo que ir al Zoológico para verlos. Ahí es donde se encuentran”. A pesar de las separaciones entre ellos y de ellos conmigo y mis congéneres, estamos todos reunidos en un mismo lugar. Sin embargo, yo estoy ahí de paso y ellos habitan. La permanencia de los animales en el lugar y mi transitoriedad en él forma parte igualmente de la esencia del Zoológico. Ese lugar suyo no es el mío. ¿Cuál es el punto de encuentro de estas intuiciones? Este ensayo considera a la disociación como un concepto que reúne parte de mi vivencia del Zoológico de Chapultepec. Pero ya que a través de la epojé estamos un paso más cerca de la esencia, debería poder pensar en la disociación a través de otras descripciones fenomenológicas, no exclusivamente de la mía. Arriba comentábamos aquella sobre el tigre transmitida por Garrett en su libro Why do we go to the zoo? ¿Existe algún rastro de la disociación en su 27 descripción? Aunque el autor no la desarrolla en extenso hay algunas frases que apuntan a ella. Concretamente: “Atraviesas la puerta con tu familia.”24Aquí marca la llegada a un lugar, un límite que le define a él y a los que le acompañan como foráneos. A continuación, “el recinto del zoo tiene varios acres y habrá que caminar mucho hoy.”25 De manera que, existe un perímetro y en él hay zonas de paso para los visitantes, lugares para transitar. El recorrido implica cierta fatiga porque en él no se permanece. Se entra y se sale. Por último, “hay carteles con el nombre en latín del animal que te hablan sobre su hábitat, así como acerca de conductas como la alimentación y hábitos de apareamiento.” 26 Así, la información dispuesta para el visitante en carteles permite tender un puente entre el otro- animal y aquel que ha ido a visitarlo. Estas cédulas se conciben como herramienta de vinculación porque, en efecto, existen dos partes separadas que se quiere acercar. El fundamento físico y su correlato Veo aquí que la disociación emanada de la vivencia se presenta, además, como plenamente corporal. Las vallas, los muros, los fosos son impedimentos pretendidamente infranqueables para el cuerpo animal y humano27. Se perciben intuitivamente desde la corporalidad y configuran espacialmente mi vivencia. En una ocasión entramos furtivamente en una zona clausurada del Zoológico, concretamente en el bosque tropical donde se encuentran la gran mayoría de primates. 24 “You walk through the gate with your family” Garrett, Why do we…, 77 [mi traducción]. 25 “The grounds of the zoo are several acres and there will be lots of walking today.” Ibid. [mi traducción]. 26 “There are signs that provide the Latin name of the animal, tell you about its habitat, as well as about behaviors such as eating and mating habits.” Ibid [mi traducción]. 27 A pesar de la pretensión, no son pocos los casos —todos ellos recogidos puntualmente por la prensa— en los que los animales escapan de sus exhibidores por una falla en el sistema o en los que los humanos penetran en ellos por diversos motivos, siendo frecuente el robo de ejemplares, los intentos de suicidio o la incursión nocturna simplemente por diversión. 28 Queríamos saber si después de tantos meses de cierre los animales seguían allí en los exhibidores o permanecían en sus instalaciones de noche, ya que no teníamos noticia de que hubieran sido trasladados. A pesar de haber vulnerado la norma de acceso y de encontrarnos caminando de manera ilícita por los corredores entre exhibidores, tardamos en darnos cuenta de que, una vez generada esta excepcionalidad, tampoco teníamos por qué seguir el recorrido estipulado. En el comienzo de nuestra incursión estuvimos siguiendo los pasillos y senderos planificados hasta que reparamos en que no estábamos obligados a ver los animales (muchos de los cuales estaban en sus lugares de día habituales aunque no hubiera público) desde la asunción de las vallas como límites y podíamos, por ejemplo, pegarnos por completo a los vidrios o caminar entre la vegetación y descubrir los exhibidores, ya no desde la perspectiva frontal sino desde los laterales o la parte de atrás. Esta nueva espacialidad generada en relación a nuestros cuerpos transformó completamente la vivencia del Zoológico pero no deshizo la disociación. Esta sigue permaneciendo esencial. Para deshacernos de ella tendríamos, en primer lugar, que deshacernos del cuerpo. Ahora bien, la fisicidad de las barreras que lleva a intuir la disociación en la vivencia corporal del Zoológico tiene un correlato en el plano teórico. Pensemos, por ejemplo, en nuestra conceptualización de lo salvaje. En ella hay inserto, en un primer plano, el aparataje construido histórica, genealógica y culturalmente que sustenta esta categoría y la convierte en inteligible para una comunidad. Y al mismo tiempo, aunque en un grado un tanto latente, poco protagonista, se encuentra la relación con las coordenadas espaciales establecidas por el cuerpo del sujeto fenomenológico como centro, esto es, como portador de la deixis que instituye el sentido de lo próximo y lo lejano. Así, cuando Gauguin pronunciaba su famoso “Je veux aller chez les sauvages” antes de viajar a Tahití estaba incluyendo en su acepción de salvajes, por un lado, la lejanía física del otro, inaccesible a 29 su cotidianidad y, por otro, un referente común, compartido con la sociedad de su época y adscrito a un significado determinado. En el referente común de lo salvaje encuentro una cuestión que me gustaría resaltar y es su definición como contrapuesto a lo doméstico. La procedencia etimológica de domesticación remite al latín domus (casa)28, un espacio próximo a diferencia de la lejanía de lo salvaje, pero también un espacio interior. De manera que nuestra comprensión de animales domesticados construye, por oposición, lo salvaje como exterior. En el zoológico antes de la llegada del panorama, las jaulas propiciaban la vivencia de lo salvaje al visibilizar la seguridad necesaria para mantener a los ejemplares en cautividad. Pero con la eliminación de los barrotes, la simulación de una exterioridad naturalista29 pasa ahora a ser la encargada de salvaguardar lo salvaje. Esta operación de resignificación del concepto de salvaje a través de su exterioridad y en contraste con lo doméstico es otro de los rasgos disociativos del zoológico. La disociación tiene, por tanto, un fundamento físico en el que el cuerpo es central y un correlato teórico de este fundamento del que emanan categorías como lo salvaje o lo urbano, que no pierden nunca su anclaje a lo físico. En este sentido, considero que el fundamento de lo urbano es la separación entre lo humano y lo animal y el aislamiento de este último. La urbe es, antes que nada, un espacio de y para el ser humano donde el animal sobrevive gracias a su adaptación a las zonas de confinamiento que se le han asignado. Desde este punto de vista, el zoológico aparece como ejemplo paradigmático de la materialización de esa separación en el corazón del espacio urbano.28 Joan Corominas. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (Madrid: Gredos, 1984), Tomo II, 514 29 Garrett intuye el problema aquí contenido aunque no lo explicita cuando alude en su texto al zoológico como “lugar pseudo-exterior”. Garrett, Why do we…, 91 [mi traducción]. 30 Aquí emana un matiz paradójico, por un lado, el zoológico es un dispositivo de inserción de lo animal en la urbe, en tanto genera un espacio propio para ciertos ejemplares que de otra manera no podrían coexistir junto a los seres humanos; y, por otro, es un dispositivo de aislamiento dado que no genera una convivencia efectiva, sino que inserta a los animales desde una dinámica basada en la disociación. Esta ambivalencia genera dos posturas: los partidarios del zoológico, que defienden su valor con argumentos derivados de la coexistencia de lo humano y lo animal y los detractores, que aducen la ausencia de una convivencia real entre ambos como razón de peso para su eliminación. El objetivo del análisis fenomenológico de este ensayo es poder reflexionar en torno a la disociación sin tener que optar por una de estas dos vías, que han quedado puestas entre paréntesis para atender a la esencialidad del fenómeno disociativo. No se trata de obviar el aislamiento de lo animal, que viene dado en la intuición del zoológico de manera constitutiva, sino de situarnos especulativamente en un momento antes de la entrada en juego de posiciones a favor o en contra. La vivencia de la disociación a través de la corporalidad se rige, como decía arriba, por la relación entre lejanía y proximidad. El dispositivo permite una cierta cercanía del animal pero impide el contacto físico con el visitante. ¿A qué se debe este límite? ¿Qué está regulando el establecimiento de las distancias en el zoológico? Aquí es donde el término dispositivo adquiere importancia. Aunque Foucault ha teorizado en profundidad sobre esta cuestión, para lo que ahora nos ocupa resulta más apropiada la asimilación que hace Agamben de este término en su texto ¿Qué es un dispositivo? ya que está construida sobre una genealogía teológica que conduce a la partición en dos clases, los seres vivos y los dispositivos: 31 (…) llamo dispositivo a todo aquello que tiene, de una manera u otra, la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos. No solamente las prisiones, sino además los asilos, el panoptikon, las escuelas, la confesión, las fábricas, las disciplinas y las medidas jurídicas, en las cuales la articulación con el poder tiene un sentido evidente; pero también el bolígrafo, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarro, la navegación, las computadoras, los teléfonos portátiles y, por qué no, el lenguaje mismo30. Resumo la capacidad de capturar, orientar, determinar, etc. bajo el verbo gestionar. De modo que el dispositivo zoológico es aquí asimilado como un instrumento de gestión. Este ensayo contempla tres modos de gestión relacionados con los tres conceptos que vertebran mi reflexión sobre el zoológico. En primer lugar, la gestión de la inserción/aislamiento de lo vivo en conexión directa con la disociación. En segundo lugar, la gestión de la localización/deslocalización de lo vivo, punto en el que enlaza con el concepto de heterotopía. Y, por último, la gestión de la visibilidad/invisibilidad de lo vivo que queda recogida bajo lo que aquí entiendo como ilusión. Tal vez existan otros modos añadidos pero el valor de estos tres es que están en relación directa con la vivencia del zoológico. Tras esta aclaración, que adelanta en parte los contenidos de las páginas siguientes, me centro de nuevo en la disociación zoológica. Se observa que ella participa de los dos niveles que apunta Agamben. Las vallas, los muros, los fosos constituyen el dispositivo de inserción/aislamiento del zoológico en tanto es entendido como el bolígrafo, la escritura, la navegación, es decir, como instrumento portador de una metodología aplicada que hace de él un gestor de lo vivo. Pero también es posible pensar el zoológico en su articulación con el poder en el mismo sentido que las prisiones, las fábricas o el panoptikon. La manera en la que este dispositivo de inserción/aislamiento se vincula con el poder es a través de la noción de seguridad. Esta garantiza la conservación de lo vivo, de forma que la separación 30 Giorgio Agamben, “¿Qué es un dispositivo?”, Sociológica, Vol. 73 (2011): 257. 32 de lo animal y lo humano en el zoológico encuentra en ella su justificación. En otras palabras, que aquello que está vivo, siga vivo —y aquí se incluyen tanto animales como humanos— requiere una gestión y esta se estructura en base a la disociación. Así, la seguridad es la que establece los límites, la que estipula las relaciones de lejanía y proximidad y la que, por tanto, determina la relación con el cuerpo en el zoológico. El mito de la arcadia, que late tras las aspiraciones fundacionales del proyecto zoológico, es en realidad la antítesis del zoológico moderno como dispositivo de inserción/aislamiento. La comunión armónica entre seres humanos y animales en un entorno natural no precisa de autoridad ninguna que garantice la conservación de lo vivo pues posee, por así decirlo, una autonomía propia. Sin embargo, el zoológico resulta insostenible sin la existencia de un poder instituido como garante de la seguridad. Seguir apelando a la arcadia como ideal regulativo del zoológico supone invisibilizar la estructura de poder que lo posibilita. La pregunta aquí es ¿la pretensión del zoológico hoy en día pasa por evidenciar la disociación —que, entre otras cosas, ha dado lugar a las urbes tal y como las conocemos— o por promover, reafirmar y comunicar el vínculo entre lo humano y lo animal representado en su máximo esplendor por el mito de la arcadia? Lo cierto es que el zoológico, a pesar de ser planificado y construido como dispositivo de inserción/aislamiento, persevera en el intento de mostrarse aspiracionalmente. No corresponde a este ensayo determinar las causas de esta voluntad malograda, sino solamente evidenciar que el hecho de encubrir la estructura garante de la seguridad proviene de la motivación de perpetuarse como lugar de encuentro carente de conflicto entre el ser humano y el animal. Hasta ahora al referirme a la dimensión corporal de la disociación sólo he mencionado barreras físicas. Con la transición del uso de jaulas al panorama que tuvo lugar 33 en la gran mayoría de zoológicos del mundo durante los últimos años del s. XIX y comienzos del s. XX gran parte de estas quedaron ocultas. Los fosos de contención se excavaron por debajo del punto de vista del visitante, los muros se camuflaron con vegetación y las vallas, gracias al uso combinado de los elementos anteriores, pudieron rebajarse lo suficiente como para no levantarse frente a los ojos del público. La distancia respecto a los animales aumentó considerablemente, pero con la aparición de los cristales de seguridad se pudo volver a recuperar la cercanía que ofrecían las jaulas, ahora sí, sin el obstáculo visual de los barrotes. Este perfeccionamiento de las barreras físicas ha sido fundamental para el desarrollo de lo que desde la década de los setenta se conoce como exhibiciones de inmersión31, un modelo que invisibiliza el entramado de medidas de seguridad mejor que ninguno hasta la fecha. Pero además de estas barreras físicas que podríamos denominar arquitectónicas, el zoológico utiliza otros elementos como la electricidad, la luz o la temperatura,estas últimas indicadas especialmente para aves y reptiles respectivamente32. A este conjunto se añaden las barreras definidas por Bernard Harrison con el nombre de restricción psicológica y que Gustavo Collados Sariego recoge en su texto como consistentes en “suplir las necesidades biológicas del animal para construir un territorio, en términos físicos dentro del zoológico (…) el territorio una vez establecido, y no teniendo éste ninguna deficiencia en ningún aspecto importante, será mantenido siempre por el(los) animal(es).”33 31 En 1978, el parque zoológico Woodland en Seattle, Washington, abre su nuevo exhibidor de gorilas —el primer ejemplo de lo que se conoce como diseño de “paisaje de inmersión”. Jeffrey Hyson, “Jungles of Eden: The Design of American Zoos,” en Environmentalism in Landscape Architecture, ed. Michel Conan (Washington, D.C.: Dumbarton Oaks, 2000), 23. En la actualidad, uno de los mejores ejemplos de inmersión reconocidos internacionalmente es el Congo Gorila Forest del Zoológico del Bronx en Nueva York. 32 Gustavo Collados Sariego, “El rol de los zoológicos contemporáneos” (Tesis de Licenciatura en Ciencias y Artes Ambientales, Universidad Central de Chile, 1996), 41. 33 Collados, El rol, 41. En alusión al texto A Study of the Planning and Design Principles Involved in Development of Mammal Exhibits in a Tropical Zoo de Bernard Harrison. 34 En base a esto, se puede concluir que el desarrollo hacia barreras cada vez menos visibles que ha experimentado el zoológico moderno desde su creación hasta hoy propician que no tenga que evidenciarse como dispositivo de inserción/aislamiento, factor que le permite insertarse en un relato distinto al de la gestión de lo vivo. En resumen, aquella vivencia inicial que me condujo a considerar la disociación como elemento constitutivo del aparecer del Zoológico ha desvelado relaciones, inaccesibles para la actitud natural, que nos acercan a la esencia del zoológico. La correspondencia con el cuerpo a través de las barreras físicas y las relaciones de lejanía y proximidad ha conducido a la reflexión sobre su carácter de dispositivo de gestión basado en la seguridad y a una valoración fenomenológica de nuestra concepción sobre lo salvaje y lo urbano. 2. HETEROTOPÍA Localización, alocalización y deslocalización La decisión de escribir este ensayo tomando como punto de partida mi vivencia del Zoológico de Chapultepec supuso desde un inicio que la investigación y el proceso de documentación no estarían basados tanto en materiales de archivo y bibliografía, como en un peculiar trabajo de campo que concebí en forma de paseos. Durante un año y medio, he recorrido el Bosque de Chapultepec y el Zoológico en busca de las ideas que finalmente han tomado forma en estas páginas pero que, en un principio, comenzaron siendo anotaciones de mis intuiciones primeras, datos sobre la zona, rutas de acceso y fotografías que tomaba con mi teléfono mientras caminaba en —lo que intenté que fuera— una actitud 35 fenomenológica. En uno de estos paseos, concretamente en dirección al Museo de Historia Natural, encontré frente a mí un cartel que decía: “Bienvenidos a la 2a. Sección del Bosque de Chapultepec. Inicia calle peatonal. El Bosque es tuyo, respétalo y consérvalo” (FIG. 1) Con el tiempo descubrí que en diversas zonas del perímetro del Bosque habían sido colocadas estas ad-vertencias34, que en unas ocasiones refuerzan y en otras provocan la intuición de estar traspasando un umbral. Ahora bien, ¿por qué el espacio urbano de la Ciudad de México no dispone de carteles de bienvenida para cada uno de sus lugares delimitados? ¿por qué no un cartel en la Plaza de la Constitución, en el Ángel de la Independencia o en la Avenida Insurgentes? En el prefacio de Las palabras y las cosas, Michel Foucault menciona tres “lugares”: La enciclopedia china de Borges, la saliva de Eustenes y la mesa de disección del Conde de Lautréamont. Lo particular aquí es que estos son yuxtaposiciones imposibles para el pensamiento, que encuentran su lugar común tan sólo en el no-lugar del lenguaje. El caso de la enciclopedia china es el más radical de los tres, porque en ella se ha sustraído todo emplazamiento, algo que en los otros dos casos todavía permanece en las preposiciones: en la saliva, sobre la mesa. Los elementos que integran todos ellos son irreductibles en su aparecer a un espacio concreto, son monstruosos en su yuxtaposición. Mientras que la enciclopedia china afirma “los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) 34 Altero la ortografía de la palabra para aludir más claramente a su raíz etimológica latina ad- (hacia) vertere (girar, volver). 36 fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello (…) ”35 y la saliva de Eustenes alberga “Áspides, Amfisbenas, Anerudutes, Abedesimones, Alartraces, Amobates, Apinaos, Alatrabanes, Aractes, Asteriones, Alcarates (…)”36, también sucede que el Lago, el Panteón, la Feria, la Presidencia de la República, el Tótem canadiense, el Pabellón coreano, el Altar a la Patria, el Zoológico, el Monumento a Copérnico, el Castillo, la Casa de los Espejos, la Fuente Monumental de Nezahualcóyotl, etcétera, encuentran su lugar común tan sólo en la preposición del “Bienvenidos a”. La sensación inquietante al leer el cartel y la duda que provocó en mí se concretaron finalmente en la certeza de que el Bosque de Chapultepec no es un bosque, ni un Bosque (sea esto lo que sea), ni tan siquiera es un lugar. Pero para llegar a este punto, donde surge la pregunta por la urbe, tuve que comenzar por mi vivencia del Zoológico. “Estoy en el Bosque de Chapultepec, estoy en el bosque tropical del Zoológico”. No estoy en un bosque tropical de un zoológico en un lugar cualquiera sino en el bosque tropical del Zoológico del Bosque de Chapultepec. Asumo estos emplazamientos en los que me encuentro porque he entrado en ellos. Están vinculados por un mismo recorrido, el que me ha conducido hasta allí. Mi vivencia está intrínsecamente localizada. “No estoy en el Bosque de Chapultepec, no estoy en el Zoológico, estoy frente al gorila”. Reparo en el gorila. Durante un momento, la localización en la que me encuentro pasa a un segundo plano. Mi conciencia se vuelca en el gorila. Destaca por encima de lo demás y acapara mi atención. “Aquí, este es el lugar en el que (me) encuentro al león”. 35 Michel Foucault, Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas, trad. Elsa Cecilia Frost (México: Siglo XXI, 2010), 9. 36 Foucault, Las palabras,10. 37 Aún en ausencia del animal, el lugar sigue ligado a él. El espacio me convoca en tanto está designado para la aparición. Aquí y sólo aquí puedo ver al león. Esta demarcación es constitutiva del Zoológico. “Junto al desierto está la selva. Puedo abandonar ambas si camino hacia la salida”. Asumo la convivencia de lugares correlativos que se relacionan en el Zoológico de manera distinta a fuera de él. Desierto y selva están convocados formando
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