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Disociacion-heterotopa-e-ilusion-en-la-vivencia-del-Zoologico-de-Chapultepec--aproximacion-a-una-definicion-de-lo-urbano

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
POSGRADO EN HISTORIA DEL ARTE 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS 
 
 
 
DISOCIACIÓN, HETEROTOPÍA E ILUSIÓN EN LA VIVENCIA DEL 
ZOOLÓGICO DE CHAPULTEPEC. 
Aproximación a una definición de lo urbano. 
 
 
 
ENSAYO ACADÉMICO 
PARA OPTAR POR EL GRADO DE: 
MAESTRA EN HISTORIA DEL ARTE 
 
 
PRESENTA: 
SARA GARCÍA FERNÁNDEZ 
 
TUTOR PRINCIPAL: 
DR. JOSÉ LUIS BARRIOS LARA 
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA 
TUTORES: 
DR. CARLOS MOLINA POSADAS 
POSGRADO EN HISTORIA DEL ARTE. UNAM 
DR. LARS WILLIAM BRINKMAN CLARK 
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA 
 
 
CIUDAD DE MÉXICO, ENERO DE 2017 
Veronica
Texto escrito a máquina
Veronica
Texto escrito a máquina
CIUDAD UNIVERSITARIA
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
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fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
	
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ÍNDICE 
 
 
AGRADECIMIENTOS 3 
 
INTRODUCCIÓN 4 
 
Nuevos nombres para nuevas urbes 
Contexto espacial del Zoológico de Chapultepec 
La vivencia como punto de partida 
Tres rasgos constitutivos 
Acerca de Why do we go to the zoo? Communication, animals, and the 
cultural-historical experience of zoos de Erik Garrett 
 
1. DISOCIACIÓN 24 
 
La epojé y el residuo 
El fundamento físico y su correlato 
 
2. HETEROTOPÍA 34 
 
Localización, alocalización y deslocalización 
Tres textos, tres versiones de heterotopía 
Heterotopología del zoológico 
 
3. ILUSIÓN 47 
 
El modo de visibilidad del panorama 
Contextualidad e inmersión 
La muerte del zoológico 
 
EPÍLOGO 62 
 
BIBLIOGRAFÍA 64 
 
IMÁGENES 70 
 
 
 
 
 
	
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AGRADECIMIENTOS 
 
Quiero dedicar unas palabras de sincero agradecimiento hacia aquellos que han contribuido 
a la salida a la luz de este ensayo. En primer lugar, destacar el apoyo inestimable de 
CONACyT y la UNAM como instituciones que han puesto a mi disposición recursos sin 
los cuales esta investigación no habría fructificado. La gestión de la Dra. Deborah 
Dorotinsky Alperstein al frente de la Coordinación del Posgrado en Historia del Arte 
merece una mención especial. A ella le debo haberme alentado en mi regreso a la vida 
académica y mi disposición firme de continuar en ella. En el transcurso de la Maestría en 
Historia del Arte he tenido la oportunidad de enriquecerme con las aportaciones de 
numerosos profesores. Entre ellos me gustaría destacar al Dr. Carlos Molina Posadas, 
también tutor de este ensayo, y al Dr. Daniel Montero Fayad. Las minuciosas apreciaciones 
de ambos sobre mi trabajo han supuesto una orientación y un avance significativo para el 
mismo. Agradezco enormemente al Dr. Lars William Brinkman Clark como tutor y al Dr. 
José Luis Barrios Lara como tutor principal haber accedido a integrar el Comité 
Académico, así como sus comentarios durante este proceso. De igual manera, compartir el 
interés por el zoológico con nuestro grupo de trabajo formado por compañeros 
investigadores como Clara Bolívar, Regina Tattersfield, Martí Gil y Miguel Álvarez ha sido 
de gran estímulo. A este último y a Joshua Sánchez debo agradecerles también su compañía 
y observaciones en nuestras visitas conjuntas al Zoológico y al Bosque de Chapultepec. Por 
último, un reconocimiento especial al profesor que durante mi Licenciatura en Filosofía en 
la Universidad de Sevilla me abrió las puertas de la fenomenología. El Dr. César Moreno 
Márquez ha sido el interlocutor imaginario, lejano y cercano a la vez, de mis reflexiones 
sobre el zoológico. 
	
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INTRODUCCIÓN 
 
Nuevos nombres para nuevas urbes 
La urbe es uno de los fenómenos más complejos y fascinantes de la contemporaneidad. 
Desde mediados del s. XX, el factor fundamental de transformación ha sido el paso de una 
economía basada en la mercancía a una nueva versión en la que la producción de bienes es 
reemplazada por los intercambios simbólicos. En consecuencia, el sector servicios ha 
pasado a ser el centro de la actividad por delante del sector primario y secundario. Esta 
terciarización —y ahora también la cuaternarización que nace de las sociedades de la 
información— ha supuesto una metamorfosis radical tanto en la apariencia de los 
componentes (hardware), como en el funcionamiento interno (software) de las urbes 
globales 1 . Filósofos, sociólogos, urbanistas, historiadores, escritores y arquitectos se 
esfuerzan por encontrar denominaciones aplicables a la urbe postmoderna, tomando a Los 
Ángeles como caso paradigmático, y así surgen conceptos como los de edge cities de Joel 
Garreau, soft cities de Jonathan Raban, exopolis de Edward William Soja o los junkspaces 
de Rem Koolhaas, entre otras decenas de neologismos producidos en los últimos años. 
La disolución de la díada centro-periferia y la proliferación de dinámicas centrífugas 
en las manchas urbanas desestabilizan la visión clásica e impiden aplicar las categorías 
tradicionales. Así lo entendió el estadounidense Kevin Lynch, uno de los primeros 
urbanistas en proponer formas alternativas de leer el espacio. En su obra The Image of the 
City publicada en 1960, define cinco elementos urbanos constitutivos—senderos, bordes, 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
1 Esta terminología informática aplicada a la urbe es empleada por el sociólogo urbano Giandomenico 
Amendola, que apunta: “Si en el pasado una de las metáforas más difundidas para describir la ciudad era 
aquella de la máquina, hoy si se quiere mantenerla, es necesario actualizarla introduciendo conceptos como la 
modulación de las partes y los sistemas de retracción y control”. Giandomenico Amendola, La ciudad 
postmoderna (Madrid: Celeste ediciones, 1997), 35. 
 
	
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distritos, nodos e hitos. La novedad aquí es que no sólo se trata de elementos estructurales 
que pueden ser proyectados y señalados en un mapa, sino que éstos aluden de manera 
específica a la vivencia del habitante. Son zonas que producen una manera de situarse en el 
espacio urbano del que está ahí. Esta teoría de Lynch está enraizada en lo que se ha 
denominado vista desde abajo, cuyo origen se remonta al concepto de flanêur de Charles 
Baudelaire, tipificado posteriormente por Walter Benjamin. La mirada del que camina por 
las calles de la urbe se contrapone a la habitual vista desde arriba practicada por la 
tradición arquitectónica. Así la macroperspectiva deja lugar a la microperspectiva, los 
landscapes a los mindscapes y nociones emanadas de la vivencia de los habitantes como 
espacio público, ocupacióno territorio entran hoy en debate abierto como síntoma de la 
ampliación de los límites de la urbe. Sin intramuros, ni extramuros, la urbe se expresa desde 
la expansión (pero ya no sobre plano, ni maqueta sino de forma multidimensional) y se abre 
desde la grieta, la fractura, el intersticio y el espacio negativo. ¿Acaso esta apertura no 
exige la reinterpretación de todos nuestros conocimientos urbanísticos hasta la fecha? 
A consecuencia de esto, la urbe aparece como ingobernable. No existe planificación 
posible para ella. Se excede en sus materializaciones como consecuencia del uso de sus 
habitantes. En su historial se acumulan los proyectos fallidos, que comenzaron como 
posibilidades reales y terminaron como utopías. Pareciera que todo proyecto concebido 
desde su interior es irrealizable en los términos en los que fue pensado. Tanto sus 
manifestaciones como sus potencialidades se expresan desde el desbordamiento de manera 
que todo esquema, categoría o visión resulta dependiente exclusivamente de su esencia 
heterogénea. A su fisicidad se suman hiperrealidades y realidades aumentadas que 
conforman el paisaje más complejo jamás conocido. 
	
   6	
  
Y aquí una breve digresión biográfica. En México he tenido la excepcional 
oportunidad de conocer la selva, concretamente la selva lacandona. Avituallada con todo lo 
imprescindible me he internado en días sucesivos por senderos poco transitados. Mi 
vivencia es todavía hoy muy confusa. Desde el primer momento, se impuso mi incapacidad 
para interpretar todo aquello que me rodeaba. Los movimientos de la vegetación sugerían 
animales que no lograba ver y los sonidos me resultaban completamente extraños. Sólo 
podía deducir algunos como los del agua precipitándose por cascadas cuando ya estaban 
muy próximas o los de las primeras gotas de las lluvias periódicas sobre las hojas de los 
árboles. El resto era una masa imposible de desentrañar. Más allá de la fascinación que me 
producía estar en esta insólita situación, percibía que aquel paisaje me amenazaba 
constantemente y me impedía permanecer en él. En una de las ocasiones conté con un guía. 
Observé como sus conocimientos de cada una de las plantas del entorno y de los sonidos, 
olores y apariencia de los animales, de la dirección del viento y de la posición del sol le 
permitían decodificar absolutamente todo lo que estaba a su alrededor. Sin embargo, a mi 
vuelta a la Ciudad de México, aquella que consideraba “mi selva”, percibí que no lograba el 
mismo grado de orientación que mi guía en su lugar de origen, ni tampoco podía asimilar el 
paisaje en su totalidad. El aparecer de la selva resulta unitario en comparación a la 
apariencia fragmentada de la urbe. No sólo por el tamaño de esta sino, más bien, por su 
velocidad de mutación. La novedad de los paisajes naturales es relativa (incluso en un caso 
extremo como el de la profusión selvática) se puede establecer un catálogo de lo que 
existente y seguiría actualizado durante años, sin embargo, ¿cómo emprender el proyecto 
de catalogar la urbe? La Ciudad de México se metamorfosea a ritmo frenético de manera 
que su comprensión escapa a la visión de conjunto. El ser humano es el mayor agente 
transformador de nuestro planeta y la urbe es su campo de operaciones. 
	
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Tomando en cuenta este aprendizaje sobre las posibilidades de aprehensión de la 
realidad urbana, patente tanto en la producción teórica como en mi propia vivencia, este 
ensayo decide aproximarse al fenómeno desde un segmento, un espacio acotado (cuyas 
transformaciones actuales sean asimilables a la pequeña escala que estas páginas alcanzan) 
que, a pesar de y desde su particularidad, comparte rasgos con otros espacios y motiva 
reflexiones que funcionan a la manera de conectores especulativos entre los diferentes 
fragmentos de la urbe multidimensional. 
 
Contexto espacial del Zoológico de Chapultepec 
El espacio seleccionado para este estudio es el zoológico. Debido a la especificidad radical 
de cada urbe, el ensayo se dedica al Zoológico de Chapultepec en la Ciudad de México. En 
la actualidad, este es uno los zoológicos más visitados del mundo con una media de tres 
millones y medio de visitantes anuales2. Abierto al público en 1924 por iniciativa de 
Alfonso L. Herrera, director de la Dirección de Estudios Biológicos (DEB), contaba en el 
año de su apertura con 243 ejemplares. El diseño a cargo del ingeniero Fortunato Dozal se 
basaba en el creado por Carl Hagenbeck para el Giardino Zoologico de Roma. Estaba 
concebido desde el comienzo por Herrera como un proyecto ligado al Jardín botánico, de 
forma que ambos constituyesen una aproximación al mundo natural capaz de suscitar 
reflexiones profundas sobre la vida y, al mismo tiempo, representar la coyuntura histórica a 
la que pertenecía. Tal y como fue ideado, “el zoológico proyecta los ideales de la 
modernidad posrevolucionaria, que se materializa en la ciencia, la tecnología (la máquina), 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
2 3.813.814 en 2013; 3.418.030 en 2014 y 3.385.952 visitantes en 2015 según los datos facilitados que me han 
sido facilitados por la Bióloga Adriana Fernández Ortega, directora actual del Zoológico de Chapultepec, a 
través de correo electrónico enviado el 4 de noviembre de 2016. 
	
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en la arquitectura y en el museo como aparato que configura el medio "natural" que 
albergará a la nueva civilización heredera de la revolución mexicana”3 
Resulta evidente que el Zoológico de Chapultepec en su concreción funciona como 
símbolo y su emplazamiento dentro del Bosque de Chapultepec lo adscribe además a una 
empresa mayor y más ambiciosa que había comenzado cuarenta y ocho años antes con la 
llegada al poder de Porfirio Díaz. Él será el artífice de la transformación que dará identidad 
al Bosque de Chapultepec como un complejo de esparcimiento para el disfrute de la clase 
alta mexicana y extranjera. Para ello se instalan las rejas que delimitan el perímetro, se 
construyen los lagos, se proyectan paseos y se provee de arquitectura como el Restaurante 
Chapultepec o el Club del Automóvil (la casona hoy conocida como Casa del Lago) a la 
altura de los eventos de élite que allí tenían lugar. Se reforesta y se ornamenta con especies 
traídas de diferentes partes de la República y del extranjero e incluso se contrata a un 
paisajista formado en Versalles4. El empleo generoso de estos recursos materiales estaba 
justificado por una construcción ideológica, tanto así que todavía hoy se puede percibir la 
exaltación que impregnaba el plan de Porfirio Díaz en un paseo cotidiano por los senderos, 
las avenidas y los lagos. 
Para explicar el modo en el que se configura tan particular espacio, la investigación 
sobre el Bosque de Chapultepec a finales del s. XIX de Clara Bolívar se refiere a un 
concepto de Pierre Nora: 
(…) una clase privilegiada construyó Chapultepec como un lugar de memoria. Ello a 
partir de un proceso de mitificación que pretendió crear relatos que suponían una 
continuidad de aquel lugar como “centro” de la nación, a partir de la construcción de 
una historia mítica de los antiguos emperadores, grandes virreyes y sus respectivas 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
3 Miguel Álvarez, "Zoológico de Chapultepec 1923: proyecciones de la modernidad.". Conferencia. Actividad 
paralela a la exposición Desastre Natural de los artistas Jonathan Hernández y Alberto Baraya. Casa del 
Lago, UNAM, Octubre, 2014.	
  
4 Clara Bolívar Moguel, “Chapultepec: paseo de fin de siglo. Una experiencia decimonónica.” (Tesis de 
maestríaen Historia, Universidad Iberoamericana, 2013), 44-45. 
	
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cortes, y su presente en el cual se pretendía ligar esta idea de pasado a la construcción 
de la identidad de una élite porfiriana que intentaba constituirse como heredera y 
guardiana de aquel pasado.5 
 
Resulta, por tanto, imposible disociar la elección de situar el Zoológico en Chapultepec de 
las connotaciones adquiridas por ese emplazamiento en las décadas anteriores. La inserción 
del Zoológico en esos terrenos supuso la renovación del espíritu ideológico que impregnaba 
el Bosque en un nuevo mensaje político: el programa de la modernidad pertenece al 
conjunto de la sociedad. 
Así, los valores humanistas y la apuesta por el conocimiento a través del mundo 
natural de Herrera que alentaron la creación del Zoológico de Chapultepec6 vinieron a 
sumarse a un espacio previamente edificado por el sistema de creencias del porfiriato sobre 
la bondades del estilo de vida europeo. Y a su vez, estos vestigios del devenir histórico se 
imantan in situ con otros anteriores y posteriores en su cronología dando como resultado 
una densa gramática espacial. Chapultepec y sus alrededores es uno de los lugares de la 
Ciudad de México que, debido en gran medida a esta espesura simbólica, se constituye 
como hito dentro de la urbe policéntrica. 
Otro elemento que determina el aparecer de este espacio es el Paseo de la Reforma. 
Proyectado como el Paseo de la Emperatriz en tiempos de Maximiliano I estaba destinado a 
abrir una vía de acceso que comunicase Chapultepec con el corazón de la urbe. En 1910, 
este eje urbano se carga de un nuevo significado al instituirse como lugar emblemático de 
la Independencia durante los festejos del Centenario, de manera que se hace evidente su 
papel protagonista en la utopía urbanística porfiriana. La focalización en el Paseo de la 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
5 Bolívar Moguel, Chapultepec, 9. 
6 Anterior al inaugurado en 1924, existió en Chapultepec otro zoológico del que Alberto Icaza fue promotor. 
Sin embargo, y a pesar de su popularidad entre los habitantes de la urbe y su impacto en Chapultepec, este 
ensayo no lo considera un antecedente suficientemente directo del actual por no contar con una planificación 
teórica de la colección. El Zoológico actual es heredero del proyecto de Herrera. 
	
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Reforma, “no era sino un eco del proceso de urbanización que la Ciudad de México 
experimentó desde 1890. La antigua ciudad colonial fue abandonada por una élite que se 
trasladó a la periferia que crecía hacia el oeste de la ciudad. De hecho, el Centenario en su 
totalidad fue un episodio en el desarrollo de esta ciudad ideal.” 7 Convertido hoy en centro 
financiero, el Paseo integra tótems de la nueva economía como la Torre Mayor en el paisaje 
de Chapultepec. 
De igual manera, la construcción e inauguración del Museo de Arte Moderno y del 
Museo de Antropología durante el gobierno de Adolfo López Mateos (a los que se suma el 
Museo Tamayo en el sexenio de José López Portillo y Pacheco) forma parte de otro tipo de 
estructuración espacial en base a símbolos culturales e ideológicos. Esta es similar a la 
realizada en las inmediaciones con la construcción del Auditorio Nacional y el Centro 
Cultural del Bosque durante los años cincuenta que dinamizaron una zona menos transitada 
de Chapultepec y contribuyeron a conectar la primera sección del Bosque con la segunda. 
El poder de las instalaciones culturales como herramienta estratégica de rehabilitación 
urbana era conocido, sin embargo, a partir de 1997 debido al sonado Efecto Guggenheim la 
creación de museos ha comenzado a tener cifras concretas de beneficios inmobiliarios 
asociados y los proyectos que utilizan este tipo de operaciones han sido cada vez más 
ambiciosos. Un buen ejemplo es la isla de Saadiyat en Abu Dhabi que incorpora sucursales 
del Guggenheim y del Louvre o, en el caso de México, el afamado Museo Soumaya 
inaugurado en 2011 y junto al que, tan sólo dos años después, se ubicó el Museo Jumex. 
Considerando esto, no parece casual que en el perímetro del Bosque de Chapultepec se 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
7 “This was but an echo of the process of urbanisation that Mexico City underwent beginning in 1890. The old 
colonial city was abandoned by the elite who moved to the new suburbs growing to the west of the city. In 
fact, the entire Centenario was an episode in the development of this ideal city”. Mauricio Tenorio Trillo, 
“1910 Mexico City: Space and Nation in the City of the Centenario”, Journal of Latin American Studies Vol. 
28 (1996), 81-82 [mi traducción] [énfasis del autor]. 
	
  
	
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encuentren zonas de alto valor inmobiliario: Las Lomas extendiéndose hacia el oeste, 
Polanco hacia el norte y Condesa hacia el sureste. 
Y en medio de todas estas apariciones: el Zoológico de Chapultepec. Estos 
alrededores forman parte importante de su vivencia. Como lugar de entretenimiento 
popular, el Zoológico recibe el mayor número de visitantes durante el domingo. La gran 
mayoría de ellos utilizan el transporte público para trasladarse hasta allí, de manera que la 
entrada de público habitual se realiza tanto por la Puerta de los Leones como por la 
Avenida Heroico Colegio Militar desde la salida del metro Chapultepec, ahí donde 
confluyen el Paseo de la Reforma con la Avenida Chapultepec y el Circuito Interior. El 
tráfico incesante del torrente sanguíneo de la urbe y el ruido y polución asociados a él 
aportan aún una liminalidad extra a la entrada en el simbólico Bosque de Chapultepec. 
Una vez dentro del espacio arbolado se inicia la peregrinación obligada por el 
aproximadamente kilómetro y medio de la Avenida Heroico Colegio Militar dejando a un 
lado el Castillo y atravesando el Lago de Chapultepec hasta la entrada del Zoológico. Es un 
camino plagado de puestos de alimentos, bebidas y souvenirs de animales. Este tránsito por 
el espacio y lo que allí se encuentra forma parte de la vivencia común. 
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de vivencia? 
 
La vivencia como punto de partida 
Este ensayo es una aproximación filosófica al espacio urbano del zoológico que utiliza 
materiales de análisis tomados de la teoría fenomenológica. La decisión de utilizar el 
término vivencia, propuesto por Ortega y Gasset como traducción del Erlebnis husserliano, 
se debe a que lo considero más certero respecto a las intenciones de Husserl que la palabra 
experiencia (otra de sus traducciones posibles). En ella la raíz peri- apunta a prueba, 
	
   12	
  
ensayo, a algo que se intenta y que en el caso de “perito” o “pericia” se habría 
efectivamente logrado8. Sin embargo, vivencia señala más directamente a la vida, algo que 
Husserl quiso dejar patente en otro de sus conceptos claves asociado en su pensamiento a 
Erlebnis como es el Lebenswelt (mundo de la vida). 
Al plantear el estudio del Zoológico de Chapultepec desde la vivencia se reconocen 
ciertos presupuestos que conviene explicitar: el sujeto fenomenológico se piensa aquí no 
como aquel que encuentra el mundo ante sí en tanto realidad independiente (este es el 
mundo pre-dado de la actitud natural), sino como el que construye sentidos de realidad a 
través de la intencionalidad de su conciencia. En fenomenología, la conciencia del sujeto 
posee un movimiento hacia la cosa misma (no confundir con la cosa en sí) que queda 
contenido por el principio de todos los principios: “que toda intuición en que se da algo 
originariamente es un fundamento de derecho del conocimiento; que todo lo que se nosbrinda originariamente (por decirlo así en su realidad corpórea) en la “intuición”, hay que 
tomarlo simplemente como se da, pero también sólo dentro de los límites en que se da”.9 
Esta concesión de fundamento a la intuición es el origen de la fenomenología y señala, al 
mismo tiempo, la vivencia como punto de acceso de todo conocimiento. 
 Este principio acota nuestra comprensión del fenómeno al simplemente como se da 
y sólo dentro los límites en los que se da, pero lo que podría entenderse como una 
restricción inicial produce, en realidad, una gran apertura ya que nos permite atender al 
aparecer del fenómeno desprovisto de prejuicios, es decir, un momento antes de que nuestra 
facultad de juzgar sume al fenómeno todos aquellos conocimientos adquiridos sobre las 
cosas. El principio husserliano genera así las condiciones de posibilidad para la primera 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
8	
  	
  Joan	
  Corominas.	
  Diccionario	
  crítico	
  etimológico	
  castellano	
  e	
  hispánico	
  (Madrid:	
  Gredos,	
  1984),	
  Tomo	
  
II,	
  825.	
  
9	
  Edmund	
  Husserl,	
  Ideas	
  relativas	
  a	
  una	
  fenomenología	
  pura	
  y	
  una	
  filosofía	
  fenomenológica,	
  trad.	
  José	
  
Gaos	
  (México,	
  D.	
  F.:Fondo	
  de	
  Cultura	
  Económica,	
  1949),	
  58.	
  [énfasis	
  del	
  autor]	
  
	
   13	
  
reducción del método fenomenológico: la epojé. En ella el sujeto “inhibe el valor de 
realidad del mundo objetivo, y con ello lo elimina plena y totalmente del campo del juicio, 
y por consiguiente, lo mismo que inhibe el valor de realidad de todos los hechos percibidos 
objetivamente, así inhibe también el de la experiencia interior”10. 
De manera que el ejercicio sobre el que se sustenta el ensayo es precisamente el 
asistir al desenvolvimiento fenomenológico del Zoológico de Chapultepec, a la vivencia 
despojada de prejuicios, a la epojé de todo contenido vinculado al yo psicológico. La 
vivencia se toma aquí como método de aproximación a la comprensión de la urbe y en, en 
este sentido, la entiendo como un procedimiento opuesto al que realiza la crónica. Podría 
parecer, por el uso que ésta última hace de la primera persona, que se fundamenta 
igualmente en un método vivencial. Sin embargo, la crónica sólo existe a través de la 
narración. No le basta para constituirse la vivencia del mundo por sí misma sino que 
requiere ser contada y, por tanto, tiene en la narratividad su condición sine qua non. 
A continuación explicaré en qué medida disociación, heterotopía e ilusión forman 
parte fundamental de mi vivencia del Zoológico. 
 
Tres rasgos constitutivos 
La motivación fundamental para ir al Zoológico es ver animales. Esta parece una 
afirmación simple pero dentro de su sencillez contiene información relevante. En la urbe 
existen diferentes especies que conviven de manera cotidiana con los humanos, sin 
embargo, debido a su adaptación al medio han modificado su comportamiento hasta 
convertirse en parasitarias. El alimento con el que se nutren no es generado por la 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
10	
  Edmund	
  Husserl,	
  Meditaciones	
  cartesianas,	
  trad.	
  José	
  Gaos	
  y	
  Miguel	
  García-­‐Baró	
  (México:	
  Fondo	
  de	
  
Cultura	
  Económica,	
  1996),	
  68.	
  
	
   14	
  
naturaleza sino por el medio artificial de lo urbano. Esto hace que no sean considerados 
como animales para ver por carecer de la autenticidad necesaria. Algo similar sucede en el 
caso de los animales domésticos. Estos han sido resignificados dentro de lo humano y en 
esa operación de domesticación milenaria han asumido un rol de dependencia supresor de 
ciertas características que sus especies tuvieron en un pasado remoto. Por lo tanto, los 
animales del Zoológico aparecen como auténticos animales y en este sentido funcionan 
como arquetipos de naturalidad. El que sepamos que incluso éstos tienen su 
comportamiento alterado por el cautiverio no evita que nos parezcan animales salvajes. 
¿Qué produce nuestra asunción de lo salvaje en el Zoológico? 
Aquí es donde mi vivencia aporta claves: 
! “No me puedo acercar a ellos. Existen vallas, rejas, fosos y cristales que impiden 
que los pueda tocar”. 
! “Cada uno de ellos tiene su espacio. Yo también tengo el mío junto al resto de los 
humanos. No camino entre animales”. 
! “Tengo que ir al Zoológico para verlos. Ahí es donde se encuentran”. 
 
De aquí se desprende el primer concepto con el que este ensayo quiere trabajar para realizar 
una aproximación a lo urbano: la disociación. Esta es, por un lado, parte constitutiva de mi 
vivencia por ser necesaria para el aparecer del Zoológico. Y por otro lado, es constituyente 
porque genera mundo. Las nociones de lo salvaje, de seguridad o la contraposición urbe-
naturaleza se derivan de ella. Volveré a esto en páginas sucesivas. 
Anteriormente hacía referencia al espacio liminal del Bosque de Chapultepec respecto a 
sus alrededores. Adentrarse en él es asumido vivencialmente como una salida de la urbe 
(aunque criterios fácticos como los mapas lo desmientan) y a esta primera deslocalización 
se le suma inmediatamente otra, la producida por la recreación en el Zoológico de 
	
   15	
  
diferentes biomas: pastizales, desiertos, costas, bosques templados y bosques tropicales. En 
mi vivencia no aparecen exclusivamente los fosos y las rejas, sino que al mismo tiempo 
encuentro un paisaje que asumo como perteneciente a lo real aunque se encuentre 
desconectado respecto a la realidad adyacente. 
Mi vivencia: 
! “Estoy en el Bosque de Chapultepec, estoy en el bosque tropical del Zoológico”. 
! “No estoy en el Bosque de Chapultepec, no estoy en el Zoológico, estoy frente al 
gorila”. 
! “Aquí, este es el lugar en el que (me) encuentro al león”. 
! “Junto al desierto está la selva. Puedo abandonar ambas si camino hacia la 
salida”. 
Al igual que sucede con la disociación, la deslocalización es intrínseca a la vivencia del 
Zoológico. Su asunción es inmediata, no genera conflicto alguno a la conciencia. Ahora 
bien, esta espacialidad particular posee un cierto tipo de provisionalidad y algunos rasgos 
más que hacen de ella un caso muy particular dentro de la conceptualización filosófica del 
espacio. Michel Foucault reunió estos rasgos bajo el nombre de heterotopía. Ella será el 
segundo concepto vertebrador del ensayo. 
Dado que el zoológico es el lugar dispuesto en la urbe para ver animales, es preciso 
considerar su condición de dispositivo de exhibición. Hoy en día conviven diferentes 
modelos de zoológicos, concretamente el de Chapultepec está basado en un diseño creado 
por Carl Hagenbeck en 1896 y que denominó panorama. Este sistema se popularizó 
rápidamente y en la actualidad es la forma más habitual de exhibición de animales en 
cautividad en todo el mundo. Consiste en integrar diferentes especies de animales en un 
mismo exhibidor incluyendo, además, ejemplares de flora de la región autóctona que se 
	
   16	
  
quiere recrear. Respecto al modelo anterior de jaulas, el panorama produce un cambio en la 
visibilidad que transforma notablemente la vivencia. 
En el Zoológico de Chapultepec: 
! “Veo al tigre paseando entre las rocas”. 
! “No veo al panda. Lo busco entre las plantas”. 
! “El oso está escondido”. 
El animal se encuentra en exhibición, sin embargo, el tipo de dispositivo no garantiza que 
pueda verlo. Tengo que buscarlo porque el Zoológico no hace de él algo central, sino que 
está contextualizado y puede que no lo encuentre porque los animales no participan de las 
intenciones de su exhibición,al contrario, esconderse es connatural a ellos. ¿Por qué el 
Zoológico sacrifica la visibilidad del animal a cambio de la recreación de su entorno? ¿No 
es esta una operación extraña en un dispositivo de exhibición? La respuesta pasa por la 
reflexión sobre el tercero de los conceptos a los que se dedica este ensayo: la ilusión. 
Con esta breve introducción a mi vivencia del Zoológico, quiero hacer explícito 
cómo los contenidos que abordaré en las páginas siguientes emanan directamente de la 
participación de mi conciencia en el encuentro con las cosas. Disociación, heterotopía e 
ilusión son contenidos derivados de cogitaciones (de actos de conciencia del cogito11) que 
sólo la epojé podría propiciar. 
Ahora bien, si estos tres elementos son constitutivos y constituyentes de la vivencia 
del Zoológico y por tanto encuentran en el propio aparecer su razón de ser, deben estar 
conectados entre sí de alguna manera. Personalmente, veo en ellos una progresión. 
Considero a la disociación más inmediata que al resto. El emplazamiento específico del 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
11 “(…) los simples actos del yo en que tengo conciencia del mundo al volverme espontáneamente hacia él y 
aprehenderlo como algo que está inmediatamente ahí delante, están comprendidos en la sola palabra 
cartesiana cogito.” Edmund Husserl, Ideas, 67 [énfasis del autor]. 
	
  	
  
	
  
	
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Zoológico en un espacio “natural” abre una brecha inicial en el acercamiento desde lo 
urbano. De igual manera, las barreras físicas que evitan el contacto se imponen desde que 
acepto que mi visita tiene un recorrido bien delimitado. El animal aparece como lo otro 
diferente a mí. Este extrañamiento es, a su vez, la base de la heterotopía12. 
Foucault define a los espacios heterotópicos como “lugares reales, lugares efectivos, 
lugares dibujados en la institución misma de la sociedad y que son especies de 
contraemplazamientos (…) suertes de lugares que, estando fuera de todos los lugares son, 
sin embargo, efectivamente localizables”13. De forma que la otredad del animal y la del 
emplazamiento se imbrican en el aparecer. Al mismo tiempo, la heterotopía en tanto 
espacio de excepción autolegitima lo que se da en él, es decir, es consistente en sí mismo y 
esta potestad deshace la disociación. Este sería el paso de “el animal tiene su espacio y yo 
tengo el mío” a “estoy frente al gorila”. Las barreras físicas desaparecen en presencia del 
animal. 
Sucede entonces un momento de desvanecimiento de la disociación avalado por la 
excepción heterotópica y que es, a su vez, reforzado por la ilusión. Esta entra a generar un 
espacio completamente nuevo que, a diferencia de la heterotopía, no está radicado. La 
ilusión zoológica está en relación con la arcadia, con la convivencia idílica entre seres 
humanos y animales como paradigma de comunión universal nunca realizado. Como se 
tratará en un capítulo dedicado específicamente al concepto de ilusión, esta inaugura un 
modo de visibilidad propio basado en la parcialidad y la contextualidad que conduce a una 
transición paulatina y no concluida del zoológico moderno (surgido del panorama de 
Hagenbeck) al actual bioparque. 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
12	
  A	
  este	
  respecto,	
  la	
  otredad	
  referida	
  es	
  epistemológica	
  y	
  política.	
  La	
  otredad	
  ontológica	
  del	
  animal,	
  
aunque	
  también	
  digna	
  de	
  consideración,	
  no	
  me	
  ocupa	
  en	
  este	
  caso.	
  Por	
  este	
  motivo,	
  este	
  ensayo	
  se	
  
encuentra	
  dentro	
  del	
  campo	
  de	
  una	
  fenomenología	
  topológica.	
  
13 Michel Foucault, “Espacios otros”, Biblioteca Digital, Universidad Autónoma Metropolitana, 1999, 19. 
	
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De esta manera, disociación, heterotopía e ilusión son tratadas por este ensayo como 
tres formas fundamentales en la progresión de la vivencia del Zoológico. Antes de 
comenzar un recorrido más en profundidad por cada una de ellas, me gustaría comentar uno 
de los libros con los que mi investigación coincide en el planteamiento inicial y que ha 
servido como material de diálogo interior en la conceptualización de este ensayo. 
 
Acerca de Why do we go to the zoo? Communication, animals, and the cultural-
historical experience of zoos de Erik Garrett 
La relevancia de la reflexión sobre la animalidad para nuestro tiempo la ha convertido en 
una de las cuestiones que encabeza los debates teóricos contemporáneos desde una gran 
diversidad de enfoques. Campos especializados como la bioética, la biopolítica, las HAR 
(human-animal relationship) o la psicología de la conservación han dotado de contenidos al 
denominado giro animal. Como consecuencia, el zoológico se ha situado en el punto de 
mira de muchas de estas aportaciones que se han materializado en infinidad de textos, 
producidos en su mayoría en las últimas dos décadas y en Estados Unidos. 
Para este ensayo, quise aportar un punto de vista diferente al habitual en estas 
discusiones sobre el zoológico. Mi formación en Filosofía y mi interés particular por la 
fenomenología me llevó a tomar la vivencia como eje de la investigación. Para mi sorpresa, 
en el proceso de documentación encontré un libro de 2013 escrito por Erik Garrett, filósofo 
y profesor en la Duquesne University, que miraba al zoológico desde la fenomenología. 
Hasta la fecha, no conozco ningún otro material con una aproximación tan similar a la que 
pretendí para este ensayo. Sin embargo, el texto no cumplió con mi principal expectativa 
que era, concretamente, presenciar un ejercicio fenomenológico de base. En su lugar, 
encontré un conjunto de teoría fenomenológica bien descrita y ejemplos sobre el zoológico 
	
   19	
  
a modo de ilustración de esta. Garrett aclara en las primeras páginas que su interés se centra 
en la exploración de la experiencia que tienen los niños del zoológico, dado que en ella 
aparecen los vínculos con el mundo animal que permanecerán en nuestra vida de adultos, e 
identifica dos objetivos del libro: Arrojar luz sobre la pregunta ¿por qué vamos al zoo?14 y 
aportar un ejemplo metodológico del quehacer fenomenológico. Veamos cómo trata este 
último objetivo, similar al de este ensayo. Tras una introducción a conceptos básicos de la 
fenomenología en los tres primeros capítulos, el autor entra en materia en el cuarto al 
referirse, por un lado, a la fenomenología descriptiva (descriptive phenomenology) que es 
posterior a la epojé y por otro, a la fenomenología práctica (praxis phenomenology), más 
centrada en la estructura eidética de la vivencia del zoológico. 
Las dos páginas dedicadas por el autor a la fenomenología descriptiva son las únicas 
que considero un auténtico ejercicio fenomenológico en todo el libro. En ellas Garrett habla 
del encuentro con un tigre. La descripción comienza muy acertadamente desde la puerta de 
entrada del zoológico: “Atraviesas la puerta con tu familia. De la entrada cuelgan carteles y 
fotografías de grandes animales como delfines, osos, leones y simios. Todo lo anterior a 
este momento consiste en la anticipación de los animales que vas a ver. El recinto del zoo 
tiene varios acres y habrá que caminar mucho hoy”15. La visita en familia, el impacto 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
14 Garrett aborda en el siguiente capítulo las motivaciones de los visitantes para acudir al zoológico en base a 
su experienciade campo como entrevistador dentro del Departamento de Investigación de la Comunicación 
en el Zoo de Brookfield. “Las palabras de los visitantes, sus sentimientos y valoraciones son lo importante. La 
verdad objetiva “real” (signifique eso lo que signifique) es inconsecuente porque esta experiencia trata sobre 
las percepciones de los visitantes acerca de porqué vienen al zoo”. “The words of visitors, their feelings, and 
assessment are what matter. The “real” objective truth (whatever that means anyway) is inconsequential 
because this experience is about visitors’ perceptions of why they came to the zoo.” Erik A. Garrett, Why do 
we go to the zoo? (Maryland. Fairleigh Dickinson University Press, 2014), 54 [mi traducción]. Así encuentra 
que los motivos principales son entretenerse, relajarse, encontrar algún tipo de goce estético o inspiración, 
para aprender sobre los animales, socializar, por su compromiso con los animales o, un paso más allá, con el 
medioambiente. Y por último, lo que el autor introduce en otros: sadismo y suicidio, esto es, disfrutar viendo 
sufrir a los animales o intentar morir en manos de los animales del zoológico. 
15 “You walk through the gate with your family. Banners and pictures of large animals such as dolphins, 
bears, lions, and apes hang in the entrance. Everything prior to this momento is about the anticipation of the 
	
   20	
  
publicitario en la entrada, la preferencia por los grandes mamíferos, la anticipación y la 
vinculación del zoológico con la acción de caminar son elementos de la vivencia común 
para la mayoría de los visitantes. En ellos sin duda hay material valioso para un análisis 
fenomenológico pero Garrett continúa añadiendo otros igualmente importantes cuando 
narra la llegada al exhibidor del tigre. Aquí destaca la localización del animal por el color 
incluso desde la distancia y cómo se completa con la forma a medida que uno se acerca al 
animal. De nuevo opera la anticipación, uno de los estados más frecuentes en la vivencia 
del zoológico. Comenta la estructura del recinto y cómo esta favorece que la mirada del 
tigre quede a la altura de la suya, siente la proximidad aunque esta no sea efectiva y señala 
que hay una parte del exhibidor que permite estar con el tigre cara a cara separados tan sólo 
por un cristal. Repara en la cédula con información sobre el ejemplar. Ve a otro tigre 
parcialmente escondido entre la vegetación. Percibe la emoción de un niño que grita el 
nombre del animal. Atiende a los comentarios de su hija sobre cómo se parecen las 
manchas del tigre a las de su antiguo gato y ve a su hijo menor de un año señalar e imitar su 
sonido. Recoge el instante de su familia parada mirando al tigre. El olor de la orina, la 
duración de aquel momento, la expectación por que el animal se mueva. Y, al mismo 
tiempo, los recuerdos de vivencias anteriores cuando el tigre sí se movió. Aprecia la 
singularidad del evento. 
Esta narración es un excepcional ejemplo de la vivencia del zoológico. Contiene 
intuiciones tan precisas que podrían dar lugar a páginas y páginas de análisis. Sin embargo, 
el autor no profundiza en ello. Mi impresión es que, más que hacer fenomenología del 
zoológico, la intención del libro es formular una nueva orientación teórica resultante de 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
animals you will see. The grounds of the zoo are several acres and there will be lots of walking today.” 
Garrett, Why do we…, 77 [mi traducción]. 
	
   21	
  
sumar a la fenomenología práctica la teoría comunicativa y retórica, campo de 
especialización actual del autor y desde la que hace su aportación más original desarrollada 
en el capítulo cinco y seis, aunque no por ello menos problemática. Veamos a continuación 
la argumentación que desarrolla. 
El capítulo cinco está dedicado a explicar cómo para los niños el animal, y muchas 
veces un animal concreto, funciona como sinécdoque del zoo. Las condiciones previas de 
esta sinécdoque son tres: la habituación, producida por las visitas frecuentes al zoo; la 
individuación, entendida como personificación y antropomorfismo y motivada en gran 
medida por la asignación de nombre a los animales y, por último, la experiencia 
memorable, que está vinculada según el autor con una estructura fenomenológica derivada 
del “contacto cercano, de haber sido testigo de una actividad peculiar o una descripción 
mística de armonía con el animal”16. 
La complicación que subyace en la extracción de estas tres condiciones previas es 
que requieren, a su vez, de otras condiciones previas. No tanto así en el caso de la 
individuación (que se puede dar incluso sin visitar el zoológico y sucede también con 
animales domésticos y, por tanto, no es exclusiva del zoológico) sino en referencia a la 
habituación y a la experiencia memorable. No creo que ninguna de estas condiciones de la 
sinécdoque sean rasgos constitutivos de la vivencia del zoológico, puesto que ésta se da de 
manera independiente a ellas y, por tanto, la afirmación que de ahí se deriva—el animal es 
una sinécdoque del zoológico para los niños— pierde su fundamento fenomenológico. 
Sobre esta base resbaladiza, Garrett construye el resto de su argumentación: el niño 
asimila el zoológico como lugar de cuidado y como espacio de confinamiento (sabe que los 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
16 Garrett, Why do we…,.86 [mi traducción]. 
	
   22	
  
animales están encerrados) de manera que asume con ello las paradojas contenidas en el 
zoológico visto como lugar de lo salvaje y como espacio al aire libre. 
La pregunta “¿cómo se ha convertido el zoo en una sinécdoque paradójica en la 
imaginación del niño?”17 abre el capítulo seis. Garrett sostiene que la asimilación de esta 
narrativa propia del zoológico por el niño se realiza en base a la estructura histórica del 
zoológico radicada en su psique. En base a la fenomenología genética de Husserl, el autor 
postula la existencia de una estructura generativa del juego y la imitación como una de las 
experiencias originarias del zoológico. 
“Los niños de preescolar que visitan el zoo no han realizado las complejas 
conexiones cognitivas de la paradoja del confinamiento individual y libertad de especies a 
través de las prácticas de conservación. La génesis del zoo tiene lugar en un contexto de 
ocio y diversión”18. De esta manera, el juego imitativo del niño con el animal recupera un 
nexo ancestral. Llegado este punto, el autor introduce tres componentes de la “estructura 
apodíctica de constitución del zoológico”19: la provocación (teasing), la intención emotiva 
y la imitación. Mientras que el primero no se relaciona con el juego sino que es una forma 
de autogratificación para el niño, el segundo y el tercero forman parte de un intento 
deliberado de comunicación del niño con el animal a través del juego. Aquí Garrett utilizará 
la noción de kinestesia en Husserl para profundizar en el vínculo niño-animal aplicando los 
conceptos extraídos de La Tierra no se mueve del filósofo alemán: movilidad y reposo, 
apercepción analógica y la Tierra como “arca originaria”. De esta manera cierra la 
argumentaciónconstruida para fundamentar el animal como sinécdoque del zoológico. 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
17 “How does the zoo become a paradoxical synecdoche in the imagination of the child?”. Ibid., 95 [mi 
traducción]	
   
18 “Those preschoolers who visit the zoo have not made the more complex cognitive connections of the 
paradox of individual confinement and species freedom through conservation practices. The genesis of zoo is 
in a context of leisure and playfulness” Garrett, Why do we…, 97 [mi traducción]. 
19 “apodictic structure of zoo constitution” Ibid. [mi traducción]. 
	
   23	
  
Se entiende, por tanto, que el juego es la condición de posibilidad de la sinécdoque 
paradójica, sin embargo, mis dudas respecto a esta idea principal que vertebra el libro 
provienen de que el juego es una relación que el niño establece no sólo con el animal del 
zoológico, sino con gran parte de su realidad. Digamos que es su manera natural de 
interactuar con el mundo y, en este sentido, no es algo que contribuya a definir la vivencia 
del zoológico desde la fenomenología. Por otro lado, no encuentro en el texto de Garrett la 
descripción concreta de las intuiciones de las que emana la afirmación “el animal es el 
zoo”, tan sólo una parca referencia al comentario de un niño20 y un alusión autobiográfica21 
de pocas líneas cuando es en ella donde debería encontrarse la clave fenomenológica capaz 
de sostener su tesis. 
El último capítulo del libro está dedicado a una breve historia del modelo zoológico 
desde Hagenbeck hasta los centros de conservación con un apunte añadido sobre 
zoológicos humanos y una justificación de la existencia de los zoológicos a través del 
concepto de biofilia de E. O. Wilson en contraste con el lebensneid nietzscheano (envidia 
de la vida). En las últimas páginas, Garrett subraya la necesidad un giro biofílico en la 
filosofía y un retorno al mundo de la vida a través de una conciencia ecológica y ética 
capaz de promover la responsabilidad sobre la herencia que dejamos a nuestros hijos. 
Resulta interesante saber que para el autor la reflexión fenomenológica sobre el zoológico 
conduce a esta última llamada. 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
20 “Pide a un niño menor de diez años que defina el zoo y estoy seguro de que muchas veces la respuesta será 
“un lugar donde se guardan los animales” y cuando insistes un poco más responderán con “la casa de mi 
panda favorito—Tai Shan”. “Ask a child under the age of ten to define a zoo and I believe that many times 
you will get the answer that it is “a place where animals are kept,” and when pressed further they will respond 
with “the home for my favorite panda—Tai Shan”. Garrett, Why do we…, 81 [mi traducción]. 
21 “Mencioné que mi animal favorito del zoo con el que crecí era la morsa Olga. Para mí, Olga era el zoo. Me 
gustaba tanto que siempre tenía que ir a verla y hablar con ella.” “I mentioned that my favorite animal at the 
zoo growing up was Olga the Walrus. For me, Olga was the zoo. She was my favorite animal that I always 
had to see and talk to.” Ibid, 96 [mi traducción]. 
 
	
  
	
   24	
  
Por mi parte, revelo desde ahora que no existen conclusiones parecidas en este 
ensayo, sino que la intención es realizar un ejercicio fenomenológico de corto alcance (no 
se trata de llegar a la reducción eidética) con especial cuidado en la epojé y dejar apuntada 
una posible vía de definición en el debate sobre lo urbano. 
 
1. DISOCIACIÓN 
 
La epojé y el residuo 
Regresemos ahora al Zoológico de Chapultepec y acerquémonos a la epojé. Para Husserl 
esta supone la puesta ente paréntesis del mundo de la actitud natural, de todo aquello que se 
encuentra “ahí delante”. Se trata de dejar en suspenso nuestros juicios sobre lo que concurre 
ante nosotros, aunque “no por ello niego “este mundo”, como si yo fuera un sofista, ni dudo 
de su existencia, como si yo fuera un escéptico, sino que practico la ἐποχή 
“fenomenológica” que me cierra completamente todo juicio sobre existencias en el espacio 
y en el tiempo”22. Las teorías, así como las ciencias, quedan igualmente excluidas. 
“Mantenemos, pues, la mirada fenomenológica firmemente dirigida a la esfera de la 
conciencia y estudiamos lo que encontramos de inmanente en ella”23. Con esta desconexión 
fenomenológica se accede a una nueva región, pero para ello es necesario ir paso a paso. 
En primer lugar, es necesario tomar la vivencia del Zoológico tal y como se da en la 
actitud natural. En la introducción se mencionaron algunos de los contenidos de la 
conciencia previos a cualquier reducción y que forman parte intrínseca de la vivencia. El 
Paseo Reforma, Circuito Interior, los museos, el Bosque de Chapultepec, el lago, la 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
22	
  Husserl,	
  Ideas,	
  73	
  [énfasis	
  del	
  autor].	
  
23	
  Ibid.,76	
  [énfasis	
  del	
  autor].	
  
	
  
	
   25	
  
distribución espacial, la historia de todos esos lugares, los recuerdos de visitas anteriores, 
incluso la luz precisa de ese momento del día y la temperatura de la época del año, el olor a 
tortas, elote, algodón de azúcar de los puestos, los zapatos con los que se camina, las 
conversaciones que se oyen al pasar, las expectativas a la entrada, la conmoción al oír los 
rugidos del tigre, la decepción ante el exhibidor vacío, la emoción por el oso que se acerca, 
la tristeza por el animal trastornado, la reflexión sobre el encierro, la contemplación de la 
piel de las serpientes, el frescor de la sombra de los árboles, los gritos de los niños 
exaltados, la presencia de la multitud agolpada a la salida determinan el aparecer y 
producen sentimientos, representaciones, percepciones y pensamientos que configuran el 
campo de intuición diverso y complejo que es nuestra vida. De todo esto hay que 
desprenderse en la actitud fenomenológica. La intención es atender a lo que Husserl 
denomina como “la conciencia en tanto de suyo”, es decir, a la conciencia en el ser propio 
que esta posee. Esto significa concentrarse en el residuo que permanece tras la epojé, en 
aquellas cogitaciones que revelan una parte esencial de la vivencia. Así, una vez realizada 
la epojé, aparecen todavía en mi conciencia ciertos contenidos que han permanecido 
intactos a la reducción. Fueron introducidos en páginas anteriores pero ha llegado el 
momento de profundizar en ellos. 
“No me puedo acercar a los animales”. 
Esta imposición no pertenece a ninguno de mis prejuicios sobre el zoológico, tampoco es 
una sensación de mi yo psicológico, ni un contenido inducido por el contexto que me rodea. 
La imposibilidad de acercarme a los animales está dada de suyo en la vivencia del 
Zoológico. Hay un fondo empírico que produce esta vivencia en mi campo de intuición. 
“Existen vallas, rejas, fosos y cristales que impiden que los pueda tocar”. 
	
   26	
  
Estas barreras me conducen intencionalmente hacia los objetos. Mi vivencia repara en ellos, 
en su materialidad en tanto perceptos. No existe el Zoológico sin estas cualidades. Sin ellas 
los animales estarían libres. No puedo acercarme lo suficiente como para alcanzarlos con 
las manos. Es patente para mí la intención que rige la existencia de aquellas barreras. 
“Cada uno de ellos tiene su espacio”. 
Igual que aparece la delimitación entre los animales y yo, se dan las separaciones entre 
ellos. No tienen contacto, no se ven, tal vezse huelan. No se concibe el Zoológico si los 
animales estuvieran reunidos en un mismo espacio. 
“Yo también tengo mi espacio junto al resto de los humanos. No camino entre animales”. 
Mi espacio junto a los de mi especie está contrapuesto al de los animales. Este 
enfrentamiento me permite observarlos frontalmente, visitar sus espacios recorriendo una 
hilera. Aparece el recorrido en mi vivencia. Sin él no hay Zoológico. Hay que caminarlo 
para que sea. 
“Tengo que ir al Zoológico para verlos. Ahí es donde se encuentran”. 
A pesar de las separaciones entre ellos y de ellos conmigo y mis congéneres, estamos todos 
reunidos en un mismo lugar. Sin embargo, yo estoy ahí de paso y ellos habitan. La 
permanencia de los animales en el lugar y mi transitoriedad en él forma parte igualmente de 
la esencia del Zoológico. Ese lugar suyo no es el mío. 
¿Cuál es el punto de encuentro de estas intuiciones? Este ensayo considera a la 
disociación como un concepto que reúne parte de mi vivencia del Zoológico de 
Chapultepec. Pero ya que a través de la epojé estamos un paso más cerca de la esencia, 
debería poder pensar en la disociación a través de otras descripciones fenomenológicas, no 
exclusivamente de la mía. Arriba comentábamos aquella sobre el tigre transmitida por 
Garrett en su libro Why do we go to the zoo? ¿Existe algún rastro de la disociación en su 
	
   27	
  
descripción? Aunque el autor no la desarrolla en extenso hay algunas frases que apuntan a 
ella. 
Concretamente: “Atraviesas la puerta con tu familia.”24Aquí marca la llegada a un 
lugar, un límite que le define a él y a los que le acompañan como foráneos. A continuación, 
“el recinto del zoo tiene varios acres y habrá que caminar mucho hoy.”25 De manera que, 
existe un perímetro y en él hay zonas de paso para los visitantes, lugares para transitar. El 
recorrido implica cierta fatiga porque en él no se permanece. Se entra y se sale. Por último, 
“hay carteles con el nombre en latín del animal que te hablan sobre su hábitat, así como 
acerca de conductas como la alimentación y hábitos de apareamiento.” 26 Así, la 
información dispuesta para el visitante en carteles permite tender un puente entre el otro-
animal y aquel que ha ido a visitarlo. Estas cédulas se conciben como herramienta de 
vinculación porque, en efecto, existen dos partes separadas que se quiere acercar. 
 
El fundamento físico y su correlato 
Veo aquí que la disociación emanada de la vivencia se presenta, además, como plenamente 
corporal. Las vallas, los muros, los fosos son impedimentos pretendidamente 
infranqueables para el cuerpo animal y humano27. Se perciben intuitivamente desde la 
corporalidad y configuran espacialmente mi vivencia. 
En una ocasión entramos furtivamente en una zona clausurada del Zoológico, 
concretamente en el bosque tropical donde se encuentran la gran mayoría de primates. 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
24 “You walk through the gate with your family” Garrett, Why do we…, 77 [mi traducción]. 
25 “The grounds of the zoo are several acres and there will be lots of walking today.” Ibid. [mi traducción]. 
26 “There are signs that provide the Latin name of the animal, tell you about its habitat, as well as about 
behaviors such as eating and mating habits.” Ibid [mi traducción]. 
27 A pesar de la pretensión, no son pocos los casos —todos ellos recogidos puntualmente por la prensa— en 
los que los animales escapan de sus exhibidores por una falla en el sistema o en los que los humanos penetran 
en ellos por diversos motivos, siendo frecuente el robo de ejemplares, los intentos de suicidio o la incursión 
nocturna simplemente por diversión.	
  
	
   28	
  
Queríamos saber si después de tantos meses de cierre los animales seguían allí en los 
exhibidores o permanecían en sus instalaciones de noche, ya que no teníamos noticia de 
que hubieran sido trasladados. A pesar de haber vulnerado la norma de acceso y de 
encontrarnos caminando de manera ilícita por los corredores entre exhibidores, tardamos en 
darnos cuenta de que, una vez generada esta excepcionalidad, tampoco teníamos por qué 
seguir el recorrido estipulado. En el comienzo de nuestra incursión estuvimos siguiendo los 
pasillos y senderos planificados hasta que reparamos en que no estábamos obligados a ver 
los animales (muchos de los cuales estaban en sus lugares de día habituales aunque no 
hubiera público) desde la asunción de las vallas como límites y podíamos, por ejemplo, 
pegarnos por completo a los vidrios o caminar entre la vegetación y descubrir los 
exhibidores, ya no desde la perspectiva frontal sino desde los laterales o la parte de atrás. 
Esta nueva espacialidad generada en relación a nuestros cuerpos transformó completamente 
la vivencia del Zoológico pero no deshizo la disociación. Esta sigue permaneciendo 
esencial. Para deshacernos de ella tendríamos, en primer lugar, que deshacernos del cuerpo. 
Ahora bien, la fisicidad de las barreras que lleva a intuir la disociación en la 
vivencia corporal del Zoológico tiene un correlato en el plano teórico. Pensemos, por 
ejemplo, en nuestra conceptualización de lo salvaje. En ella hay inserto, en un primer plano, 
el aparataje construido histórica, genealógica y culturalmente que sustenta esta categoría y 
la convierte en inteligible para una comunidad. Y al mismo tiempo, aunque en un grado un 
tanto latente, poco protagonista, se encuentra la relación con las coordenadas espaciales 
establecidas por el cuerpo del sujeto fenomenológico como centro, esto es, como portador 
de la deixis que instituye el sentido de lo próximo y lo lejano. Así, cuando Gauguin 
pronunciaba su famoso “Je veux aller chez les sauvages” antes de viajar a Tahití estaba 
incluyendo en su acepción de salvajes, por un lado, la lejanía física del otro, inaccesible a 
	
   29	
  
su cotidianidad y, por otro, un referente común, compartido con la sociedad de su época y 
adscrito a un significado determinado. 
En el referente común de lo salvaje encuentro una cuestión que me gustaría resaltar 
y es su definición como contrapuesto a lo doméstico. La procedencia etimológica de 
domesticación remite al latín domus (casa)28, un espacio próximo a diferencia de la lejanía 
de lo salvaje, pero también un espacio interior. De manera que nuestra comprensión de 
animales domesticados construye, por oposición, lo salvaje como exterior. En el zoológico 
antes de la llegada del panorama, las jaulas propiciaban la vivencia de lo salvaje al 
visibilizar la seguridad necesaria para mantener a los ejemplares en cautividad. Pero con la 
eliminación de los barrotes, la simulación de una exterioridad naturalista29 pasa ahora a ser 
la encargada de salvaguardar lo salvaje. Esta operación de resignificación del concepto de 
salvaje a través de su exterioridad y en contraste con lo doméstico es otro de los rasgos 
disociativos del zoológico. 
La disociación tiene, por tanto, un fundamento físico en el que el cuerpo es central y 
un correlato teórico de este fundamento del que emanan categorías como lo salvaje o lo 
urbano, que no pierden nunca su anclaje a lo físico. En este sentido, considero que el 
fundamento de lo urbano es la separación entre lo humano y lo animal y el aislamiento de 
este último. La urbe es, antes que nada, un espacio de y para el ser humano donde el animal 
sobrevive gracias a su adaptación a las zonas de confinamiento que se le han asignado. 
Desde este punto de vista, el zoológico aparece como ejemplo paradigmático de la 
materialización de esa separación en el corazón del espacio urbano.28 Joan Corominas. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (Madrid: Gredos, 1984), Tomo II, 
514 
29 Garrett intuye el problema aquí contenido aunque no lo explicita cuando alude en su texto al zoológico 
como “lugar pseudo-exterior”. Garrett, Why do we…, 91 [mi traducción]. 
	
   30	
  
Aquí emana un matiz paradójico, por un lado, el zoológico es un dispositivo de 
inserción de lo animal en la urbe, en tanto genera un espacio propio para ciertos ejemplares 
que de otra manera no podrían coexistir junto a los seres humanos; y, por otro, es un 
dispositivo de aislamiento dado que no genera una convivencia efectiva, sino que inserta a 
los animales desde una dinámica basada en la disociación. Esta ambivalencia genera dos 
posturas: los partidarios del zoológico, que defienden su valor con argumentos derivados de 
la coexistencia de lo humano y lo animal y los detractores, que aducen la ausencia de una 
convivencia real entre ambos como razón de peso para su eliminación. El objetivo del 
análisis fenomenológico de este ensayo es poder reflexionar en torno a la disociación sin 
tener que optar por una de estas dos vías, que han quedado puestas entre paréntesis para 
atender a la esencialidad del fenómeno disociativo. No se trata de obviar el aislamiento de 
lo animal, que viene dado en la intuición del zoológico de manera constitutiva, sino de 
situarnos especulativamente en un momento antes de la entrada en juego de posiciones a 
favor o en contra. 
La vivencia de la disociación a través de la corporalidad se rige, como decía arriba, 
por la relación entre lejanía y proximidad. El dispositivo permite una cierta cercanía del 
animal pero impide el contacto físico con el visitante. ¿A qué se debe este límite? ¿Qué está 
regulando el establecimiento de las distancias en el zoológico? Aquí es donde el término 
dispositivo adquiere importancia. Aunque Foucault ha teorizado en profundidad sobre esta 
cuestión, para lo que ahora nos ocupa resulta más apropiada la asimilación que hace 
Agamben de este término en su texto ¿Qué es un dispositivo? ya que está construida sobre 
una genealogía teológica que conduce a la partición en dos clases, los seres vivos y los 
dispositivos: 
	
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(…) llamo dispositivo a todo aquello que tiene, de una manera u otra, la capacidad de 
capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las 
conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos. No solamente las prisiones, 
sino además los asilos, el panoptikon, las escuelas, la confesión, las fábricas, las 
disciplinas y las medidas jurídicas, en las cuales la articulación con el poder tiene un 
sentido evidente; pero también el bolígrafo, la escritura, la literatura, la filosofía, la 
agricultura, el cigarro, la navegación, las computadoras, los teléfonos portátiles y, por 
qué no, el lenguaje mismo30. 
 
Resumo la capacidad de capturar, orientar, determinar, etc. bajo el verbo gestionar. De 
modo que el dispositivo zoológico es aquí asimilado como un instrumento de gestión. Este 
ensayo contempla tres modos de gestión relacionados con los tres conceptos que vertebran 
mi reflexión sobre el zoológico. En primer lugar, la gestión de la inserción/aislamiento de 
lo vivo en conexión directa con la disociación. En segundo lugar, la gestión de la 
localización/deslocalización de lo vivo, punto en el que enlaza con el concepto de 
heterotopía. Y, por último, la gestión de la visibilidad/invisibilidad de lo vivo que queda 
recogida bajo lo que aquí entiendo como ilusión. Tal vez existan otros modos añadidos pero 
el valor de estos tres es que están en relación directa con la vivencia del zoológico. 
Tras esta aclaración, que adelanta en parte los contenidos de las páginas siguientes, 
me centro de nuevo en la disociación zoológica. Se observa que ella participa de los dos 
niveles que apunta Agamben. Las vallas, los muros, los fosos constituyen el dispositivo de 
inserción/aislamiento del zoológico en tanto es entendido como el bolígrafo, la escritura, la 
navegación, es decir, como instrumento portador de una metodología aplicada que hace de 
él un gestor de lo vivo. Pero también es posible pensar el zoológico en su articulación con 
el poder en el mismo sentido que las prisiones, las fábricas o el panoptikon. La manera en 
la que este dispositivo de inserción/aislamiento se vincula con el poder es a través de la 
noción de seguridad. Esta garantiza la conservación de lo vivo, de forma que la separación 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
30 Giorgio Agamben, “¿Qué es un dispositivo?”, Sociológica, Vol. 73 (2011): 257. 
	
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de lo animal y lo humano en el zoológico encuentra en ella su justificación. En otras 
palabras, que aquello que está vivo, siga vivo —y aquí se incluyen tanto animales como 
humanos— requiere una gestión y esta se estructura en base a la disociación. Así, la 
seguridad es la que establece los límites, la que estipula las relaciones de lejanía y 
proximidad y la que, por tanto, determina la relación con el cuerpo en el zoológico. 
El mito de la arcadia, que late tras las aspiraciones fundacionales del proyecto 
zoológico, es en realidad la antítesis del zoológico moderno como dispositivo de 
inserción/aislamiento. La comunión armónica entre seres humanos y animales en un 
entorno natural no precisa de autoridad ninguna que garantice la conservación de lo vivo 
pues posee, por así decirlo, una autonomía propia. Sin embargo, el zoológico resulta 
insostenible sin la existencia de un poder instituido como garante de la seguridad. Seguir 
apelando a la arcadia como ideal regulativo del zoológico supone invisibilizar la estructura 
de poder que lo posibilita. La pregunta aquí es ¿la pretensión del zoológico hoy en día pasa 
por evidenciar la disociación —que, entre otras cosas, ha dado lugar a las urbes tal y como 
las conocemos— o por promover, reafirmar y comunicar el vínculo entre lo humano y lo 
animal representado en su máximo esplendor por el mito de la arcadia? Lo cierto es que el 
zoológico, a pesar de ser planificado y construido como dispositivo de 
inserción/aislamiento, persevera en el intento de mostrarse aspiracionalmente. No 
corresponde a este ensayo determinar las causas de esta voluntad malograda, sino 
solamente evidenciar que el hecho de encubrir la estructura garante de la seguridad 
proviene de la motivación de perpetuarse como lugar de encuentro carente de conflicto 
entre el ser humano y el animal. 
Hasta ahora al referirme a la dimensión corporal de la disociación sólo he 
mencionado barreras físicas. Con la transición del uso de jaulas al panorama que tuvo lugar 
	
   33	
  
en la gran mayoría de zoológicos del mundo durante los últimos años del s. XIX y 
comienzos del s. XX gran parte de estas quedaron ocultas. Los fosos de contención se 
excavaron por debajo del punto de vista del visitante, los muros se camuflaron con 
vegetación y las vallas, gracias al uso combinado de los elementos anteriores, pudieron 
rebajarse lo suficiente como para no levantarse frente a los ojos del público. La distancia 
respecto a los animales aumentó considerablemente, pero con la aparición de los cristales 
de seguridad se pudo volver a recuperar la cercanía que ofrecían las jaulas, ahora sí, sin el 
obstáculo visual de los barrotes. Este perfeccionamiento de las barreras físicas ha sido 
fundamental para el desarrollo de lo que desde la década de los setenta se conoce como 
exhibiciones de inmersión31, un modelo que invisibiliza el entramado de medidas de 
seguridad mejor que ninguno hasta la fecha. 
Pero además de estas barreras físicas que podríamos denominar arquitectónicas, el 
zoológico utiliza otros elementos como la electricidad, la luz o la temperatura,estas últimas 
indicadas especialmente para aves y reptiles respectivamente32. A este conjunto se añaden 
las barreras definidas por Bernard Harrison con el nombre de restricción psicológica y que 
Gustavo Collados Sariego recoge en su texto como consistentes en “suplir las necesidades 
biológicas del animal para construir un territorio, en términos físicos dentro del zoológico 
(…) el territorio una vez establecido, y no teniendo éste ninguna deficiencia en ningún 
aspecto importante, será mantenido siempre por el(los) animal(es).”33 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
31 En 1978, el parque zoológico Woodland en Seattle, Washington, abre su nuevo exhibidor de gorilas —el 
primer ejemplo de lo que se conoce como diseño de “paisaje de inmersión”. Jeffrey Hyson, “Jungles of Eden: 
The Design of American Zoos,” en Environmentalism in Landscape Architecture, ed. Michel Conan 
(Washington, D.C.: Dumbarton Oaks, 2000), 23. En la actualidad, uno de los mejores ejemplos de inmersión 
reconocidos internacionalmente es el Congo Gorila Forest del Zoológico del Bronx en Nueva York. 
32 Gustavo Collados Sariego, “El rol de los zoológicos contemporáneos” (Tesis de Licenciatura en Ciencias y 
Artes Ambientales, Universidad Central de Chile, 1996), 41. 
33 Collados, El rol, 41. En alusión al texto A Study of the Planning and Design Principles Involved in 
Development of Mammal Exhibits in a Tropical Zoo de Bernard Harrison. 
	
  
	
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En base a esto, se puede concluir que el desarrollo hacia barreras cada vez menos 
visibles que ha experimentado el zoológico moderno desde su creación hasta hoy propician 
que no tenga que evidenciarse como dispositivo de inserción/aislamiento, factor que le 
permite insertarse en un relato distinto al de la gestión de lo vivo. 
En resumen, aquella vivencia inicial que me condujo a considerar la disociación 
como elemento constitutivo del aparecer del Zoológico ha desvelado relaciones, 
inaccesibles para la actitud natural, que nos acercan a la esencia del zoológico. La 
correspondencia con el cuerpo a través de las barreras físicas y las relaciones de lejanía y 
proximidad ha conducido a la reflexión sobre su carácter de dispositivo de gestión basado 
en la seguridad y a una valoración fenomenológica de nuestra concepción sobre lo salvaje y 
lo urbano. 
 
2. HETEROTOPÍA 
 
Localización, alocalización y deslocalización 
La decisión de escribir este ensayo tomando como punto de partida mi vivencia del 
Zoológico de Chapultepec supuso desde un inicio que la investigación y el proceso de 
documentación no estarían basados tanto en materiales de archivo y bibliografía, como en 
un peculiar trabajo de campo que concebí en forma de paseos. Durante un año y medio, he 
recorrido el Bosque de Chapultepec y el Zoológico en busca de las ideas que finalmente 
han tomado forma en estas páginas pero que, en un principio, comenzaron siendo 
anotaciones de mis intuiciones primeras, datos sobre la zona, rutas de acceso y fotografías 
que tomaba con mi teléfono mientras caminaba en —lo que intenté que fuera— una actitud 
	
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fenomenológica. En uno de estos paseos, concretamente en dirección al Museo de Historia 
Natural, encontré frente a mí un cartel que decía: 
 
“Bienvenidos a la 2a. Sección del Bosque de Chapultepec. 
Inicia calle peatonal. El Bosque es tuyo, respétalo y consérvalo” (FIG. 1) 
 
Con el tiempo descubrí que en diversas zonas del perímetro del Bosque habían sido 
colocadas estas ad-vertencias34, que en unas ocasiones refuerzan y en otras provocan la 
intuición de estar traspasando un umbral. Ahora bien, ¿por qué el espacio urbano de la 
Ciudad de México no dispone de carteles de bienvenida para cada uno de sus lugares 
delimitados? ¿por qué no un cartel en la Plaza de la Constitución, en el Ángel de la 
Independencia o en la Avenida Insurgentes? 
En el prefacio de Las palabras y las cosas, Michel Foucault menciona tres 
“lugares”: La enciclopedia china de Borges, la saliva de Eustenes y la mesa de disección 
del Conde de Lautréamont. Lo particular aquí es que estos son yuxtaposiciones imposibles 
para el pensamiento, que encuentran su lugar común tan sólo en el no-lugar del lenguaje. El 
caso de la enciclopedia china es el más radical de los tres, porque en ella se ha sustraído 
todo emplazamiento, algo que en los otros dos casos todavía permanece en las 
preposiciones: en la saliva, sobre la mesa. Los elementos que integran todos ellos son 
irreductibles en su aparecer a un espacio concreto, son monstruosos en su yuxtaposición. 
Mientras que la enciclopedia china afirma “los animales se dividen en a) 
pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
34 Altero la ortografía de la palabra para aludir más claramente a su raíz etimológica latina ad- (hacia) vertere 
(girar, volver). 
	
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fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, 
j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello (…) ”35 y la saliva 
de Eustenes alberga “Áspides, Amfisbenas, Anerudutes, Abedesimones, Alartraces, 
Amobates, Apinaos, Alatrabanes, Aractes, Asteriones, Alcarates (…)”36, también sucede 
que el Lago, el Panteón, la Feria, la Presidencia de la República, el Tótem canadiense, el 
Pabellón coreano, el Altar a la Patria, el Zoológico, el Monumento a Copérnico, el Castillo, 
la Casa de los Espejos, la Fuente Monumental de Nezahualcóyotl, etcétera, encuentran su 
lugar común tan sólo en la preposición del “Bienvenidos a”. La sensación inquietante al 
leer el cartel y la duda que provocó en mí se concretaron finalmente en la certeza de que el 
Bosque de Chapultepec no es un bosque, ni un Bosque (sea esto lo que sea), ni tan siquiera 
es un lugar. Pero para llegar a este punto, donde surge la pregunta por la urbe, tuve que 
comenzar por mi vivencia del Zoológico. 
“Estoy en el Bosque de Chapultepec, estoy en el bosque tropical del Zoológico”. 
No estoy en un bosque tropical de un zoológico en un lugar cualquiera sino en el bosque 
tropical del Zoológico del Bosque de Chapultepec. Asumo estos emplazamientos en los que 
me encuentro porque he entrado en ellos. Están vinculados por un mismo recorrido, el que 
me ha conducido hasta allí. Mi vivencia está intrínsecamente localizada. 
“No estoy en el Bosque de Chapultepec, no estoy en el Zoológico, estoy frente al gorila”. 
Reparo en el gorila. Durante un momento, la localización en la que me encuentro pasa a un 
segundo plano. Mi conciencia se vuelca en el gorila. Destaca por encima de lo demás y 
acapara mi atención. 
“Aquí, este es el lugar en el que (me) encuentro al león”. 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
35 Michel Foucault, Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas, trad. Elsa Cecilia 
Frost (México: Siglo XXI, 2010), 9. 
36 Foucault, Las palabras,10. 
	
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Aún en ausencia del animal, el lugar sigue ligado a él. El espacio me convoca en tanto está 
designado para la aparición. Aquí y sólo aquí puedo ver al león. Esta demarcación es 
constitutiva del Zoológico. 
“Junto al desierto está la selva. Puedo abandonar ambas si camino hacia la salida”. 
Asumo la convivencia de lugares correlativos que se relacionan en el Zoológico de manera 
distinta a fuera de él. Desierto y selva están convocados formando

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