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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS EL EVOLUCIONISMO ECLÉCTICO DE H.G. WELLS A TRAVÉS DE SUS ROMANCES CIENTÍFICOS, 1895-1901. T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: LICENCIADA EN HISTORIA P R E S E N T A: ANA MAGDALENA GARCÍA CUETO TUTOR: DR. RODRIGO ANTONIO VEGA Y ORTEGA BAEZ CIUDAD UNIVERSITARIA, CDMX 2017 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 Agradecimientos Agradezco a Dios por haberme permitido llegar hasta aquí. Proporcionándome fe, paciencia y valor para enfrentar día con día todo lo que tiene guardado para mí. A mi madre por nunca haber dejado de creer en mí. Por siempre tener la palabra precisa en el momento adecuado. Por otorgarme una educación y enseñarme a luchar. En ti conocí el amor incondicional, la franqueza y humildad. Sin ti no soy nada de lo que soy. A Jerónimo por ser más que un hermano para mí, te has convertido en todo este tiempo en mi amigo, en mi confidente, en mi consejero, en mi doctor, en mi paño de lágrimas y angustias y en un ejemplo de inteligencia combinada con disciplina. En pocas palabras, significas una pieza clave y dispensable en mi vida. A mi madrina Martha Arellano por todo su apoyo incondicional desde mi niñez. Eres el ejemplo de que aún existen seres nobles en este mundo. Al Sr. Rodrigo Sarmiento por sus consejos y orientación que han esclarecido mi camino, convirtiéndose así en un gran amigo de la familia. A mi abuelito Rubén que ya no alcanzó a ver este trabajo. Sin embargo de él aprendí a vivir como un truhán como un señor. A la Sra. Emma Olvera que más por su buen sazón sino por su buen corazón se ha ganado mi cariño y respeto. Más que una vecina se ha convertido en parte de mi familia. 3 A Romi que su experiencia y madurez en la vida me han servido como un eje en tiempos difíciles. A esas personas que en ciertos momentos de mi vida significaron una pieza clave, una prueba de solidaridad, cariño y comprensión: Mi madrina Lidia, Ruth, Laurita, Gema y Aranza junto con su familia. Agradezco a Andrés por su sencillez, apoyo, comprensión, paciencia, risas, la música, comentarios y pláticas que a través de ellas me han definido como persona. No es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos. Siempre hay misterios y sincronías en esta vida. Agradezco a Abi por la confianza de abrirme las puertas de su casa y la calidez de su familia. Tú amistad significó un soporte en tiempos adversos. Y a pesar de esas vivencias lejanas, todo recuerdo de ti tiene un significado para mí. A Saúl porque mis mejores risas las has sacado y por todas nuestras aventuras de adolescencia. Contigo puedo ser yo, sin sentirme criticada. A los amigos que por diversas situaciones hemos tomado caminos diferentes, sin embargo el cariño aún existe: Diana, Brian, Juls, Rosita, Jeidi, Pável, Vic, Dani, Marina, Karen, Dianita, Ale, Xime, Fivi y Esther. A Irlanda por enseñarme que una amistad se construye y significa compromiso. A Ehe por su amistad transparente e incondicional y escucharme sin juzgarme. A esas personas que estuvieron en algún tiempo de mi vida, otorgándome buenos momentos: Elian y Fabián. 4 A mi asesor Rodrigo Vega por creer desde un inicio en los romances científicos como fuente para la historia. Por su paciencia, comprensión, labor y alentarme a lograr esta investigación. Y también por hacerme participe en los proyectos que me han mantenido siempre en actividad dentro de la historia de las ciencias. A la Biblioteca Rosario Castellanos como a su bibliotecaria Lucecita que me otorgó un espacio, su apoyo y su amistad durante el desarrollo de esta investigación. Al profesor Emmanuel Rodríguez Vaca por su sencillez, su carisma, amabilidad y apoyar a su alumnado. En ti más que un profesor encontré un buen amigo. A la profesora Martha Tinoco que sin su ayuda no habría podido comprender el mundo evolutivo. A la Dra. Noemí Novell Monroy por apoyarme y sugerirme lecturas y espacios que me han introducido al universo de la ciencia ficción. Por su humildad y ser una persona accesible. A Daniel Serrano por las pláticas, por las críticas constructivas y el compañerismo que se desarrolló todo este tiempo. A mis sinodales, Dra. Luz Fernanda Azuela Bernal, Dra. Lucrecia Infante Vargas, Dra. Lilián Álvarez Arellano y el Maestro Juan Aurelio Fernández Meza por su tiempo y comentarios que retroalimentaron no sólo el sentido de esta investigación sino mi formación como humanista. Agradezco a la Dra. Luz Fernanda Azuela Bernal, del Instituto de Geografía de la UNAM, por la Beca de elaboración de tesis de Licenciatura en 5 Historia que me fue otorgada por parte del proyecto PAPIIT núm. IN 301113: “La Geografía y las ciencias naturales en algunas ciudades y regiones mexicanas, 1787-1940”, de la Dirección General de Apoyo al Personal Académico (DGAPA-UNAM), entre el 1° de agosto y el 31 de diciembre de 2013 y del 1° de enero al 30 de julio de 2014. 6 ÍNDICE Introducción .............................................................................................................. 7 Capítulo 1: H. G. Wells: la lucha por la vida ..................................................... 25 Capítulo 2: Los años tardíos de la era victoriana en la Gran Bretaña 1874- 1901 ........................................................................................................................... 31 Evolucionismo, libros y encuentros ..................................................................... 36 Capítulo 3: Una teoría, el revuelo y la convivencia. El evolucionismo inglés 1870-1900 ..................................................................................................... 40 Capítulo 4: La visión de Lamarck y Darwin en los romances científicos ... 47 Jean Baptiste Lamarck: Teoría general .............................................................. 48 Sentido interno de perfección .............................................................................. 49 La necesidad ......................................................................................................... 50 El uso y desuso de los órganos .......................................................................... 51 Los caracteres adquiridos-hábitos ...................................................................... 52 Charles Robert Darwin: Teoría general .............................................................. 53 El origen común de las especies (Teoría de la filiación común) ...................... 54 La selección natural .............................................................................................. 55 La lucha por la supervivencia .............................................................................. 56 Especiación-aislamiento geográfico ................................................................... 59 El medio ambiente ................................................................................................60 Capítulo 5: El evolucionismo ecléctico de H. G. Wells................................... 63 El caso de Thomas Huxley .................................................................................. 63 Los otros factores ................................................................................................. 66 Definiendo la naturaleza de lo ecléctico en un novelista inglés ....................... 69 Conclusiones generales ....................................................................................... 73 Bibliografía .............................................................................................................. 84 7 Introducción El hábito de la lectura se estaba entendiendo entre las nuevas clases, debido a diversas exigencias y curiosidades. Estas nuevas clases no comprendían ni gozaban las convenciones y las frases de Trollope ni de Jane Austen, ni la sátira suave de Thackeray […] jamás les agitaron las pasiones sombrías y las prohibiciones de Brönte de Wessex […] Se buscaban libros nuevos y nuevos escritores. Había más facilidades en todas partes, arriba y abajo; había más público, más publicidad, más editores y más mecenas […] Pero a fines del siglo pasado se buscaba a los nuevos escritores […] La literatura “crecía de precedente en precedente”. Los editores querían que fuésemos nuevos, pero no extraños.1 En 1859 se publicó El origen de las especies de Charles Darwin (1809-1882), uno de los hombres de ciencia de Gran Bretaña de mayor renombre entre los naturalistas de la segunda mitad de la centuria. Darwin, a mediados del siglo XIX, dio un giro epistemológico a la vieja idea del “evolucionismo”, una forma diferente de explicar el mundo natural a través de nuevos principios científicos y leyes naturales. En la década de 1860 se dieron a conocer las primeras críticas contra la propuesta de Darwin, por ejemplo el concepto de la “selección natural”, señalándola como un mecanismo ineficaz para explicar la diversidad de las especies y el problema de la herencia. Entre 1870 y 1900 surgieron otras teorías que trataron de descifrar el enigma de la variación de los organismos. En esta época, algunos naturalistas complementaron a la selección natural con argumentos teístas, saltacionistas o con la teoría del naturalista francés Jean Baptiste Lamarck (1744-1829), conocida como “transformismo”. De esta 1 Herbert George Wells, “La lucha por la vida” en Experimento de autobiografía, Trad. de Felipe León, Argentina-México, Espasa-Calpe-Argentina, 1944, pp.116-117. 8 manera, el discurso evolucionista inglés que circulaba a finales de siglo se convirtió en una heterogénea explicación sobre la naturaleza. Es importante destacar que El origen de las especies fue ampliamente leído en Gran Bretaña. Por ejemplo, la primera edición constó de 1,250 ejemplares y se agotó el primer día de publicación. En pocos días, los impresores vendieron un segundo tiraje de 3,000 ejemplares que se acabó esa misma semana, lo que se tradujo en una de las obras científicas más leídas en el siglo XIX, a pesar de que de los 4,250 lectores no todos eran hombres de ciencia en sentido estricto, aunque no por ello ajenos a la actualidad de las disciplinas científicas.2 El efecto de la obra fue amplio e instantáneo por varias razones, principalmente porque sus explicaciones científicas marcaron como referente las doctrinas económicas y sociales de Thomas Robert Malthus (1766-1834)3 y Herbert Spencer (1820-1903),4 de quienes Darwin reformuló los conceptos de “lucha por la vida” y “supervivencia del más apto”. 2 Máximo Sandín, “Sobre una redundancia: el darwinismo social” en Pensando la evolución, pensando la vida, España, Herder, 2009, p.146. 3 Thomas Robert Malthus fue un clérigo anglicano inglés con gran influencia en la economía política y la demografía. Educado según los principios pedagógicos de Jean-Jacques Rousseau, completó sus estudios en el Jesus College de Cambridge. Fue miembro desde 1819 de la Royal Society. Su principal estudio fue el An Essay on the Principle of Population (1798), en el que afirmaba que la población tiende a crecer en una progresión geométrica, mientras que los recursos solo aumentaban en progresión aritmética, por lo que la población se encontraba siempre limitada por los medios de subsistencia. El pensamiento de Malthus fue influyente, principalmente para los naturalistas Charles Darwin y Alfred Russel Wallace (1823- 1913), para quienes el malthusianismo era una especie de vía intelectual a fin a la idea de la selección natural y a la teoría de la evolución. Véase J. Templado, “Capítulo 9: Darwin” en Historia de las teorías evolucionistas, España, Alhambra, 1982, p.68. 4 Herbert Spencer fue un naturalista, filósofo, psicólogo, antropólogo y sociólogo inglés. Contribuyó a una amplia gama de temas, incluyendo la ética, la religión, la economía, la teoría política, la ciencia, la filosofía, entre otras disciplinas. Era un exponente de la evolución, e incluso escribió acerca de la evolución antes de que lo hiciera Darwin. Spencer es mejor conocido por la expresión “supervivencia del más apto”, que acuñó en Principles of Biology 9 De acuerdo con algunas investigaciones, la clase media y alta británica se identificaba con el discurso del naturalista inglés, ya que aludía a la situación de su mundo y entorno a través de explicaciones científicas. Parece obvio que el éxito de ventas del libro de Darwin tuvo lugar dentro de esta clase social.5 Es importante destacar que a partir de 1870, gran cantidad de lectores británicos de clase media y alta estuvieron interesados en adquirir novelas, poesías, relatos de viaje, folletos y publicaciones periódicas que incluyeron contenidos científicos para mostrar la vanguardia de la ciencia. En la época se consideraba que cualquier hombre, e incluso la mujer, era capaz de adentrarse en varias disciplinas científicas de su preferencia como profesional o amateur,6 tan sólo se requería un grado aceptable de alfabetización y deseo por conocer las “maravillas” de la naturaleza. El lenguaje de tales impresos fue ameno, entretenido y sencillo, al alcance de casi cualquier lector que disponía de tiempo para leer. En general, la popularización científica apeló a hombres y mujeres adultos que residían en las ciudades y que estaban interesados en la ciencia y la tecnología. Sin embargo, para finales del siglo XIX se dio un cambio de preferencia entre los lectores británicos. Obras clásicas como Vanity Fair (1848) de William Makepeace Thackeray (1811-1863), The Macdermots of (1864), con ello se le asoció con el darwinismo social. Entre 1870 y 1880, Spencer había alcanzado una popularidad sin precedentes, convirtiéndose así en una autoridad en el ámbito académico de habla inglesa. Para conocer su pensamiento evolucionista social véase Chris Buskes, “Darwinismo social y eugenesia” en La herencia de Darwin. La evolución en nuestra visión del mundo, Trad.de Catalina Ginard, España, Herder, 2009, pp.417-422. 5 Máximo Sandín, op.cit., pp.146-149. 6 Se define al amateur como el aficionado a cualquier área del conocimiento o actividad, aunque especializado en un determinado campo. Defendía una retórica empírica y baconiana donde todos los hombres poseían igual capacidad para asimilar el conocimiento científico. Véase Agustí Nieto-Galan, “La ciencia impresa” en Los públicos de la ciencia. Expertos y profanos a través de la historia, Madrid, Ambos Mundos, 2001, p.64. 10 Ballycloran (1847) de Anthony Trollope (1815-1882), Jane Eyre (1847) de Charlotte Brönte (1816-1855), al igual que Pride and Prejudice (1813) de Jane Austen(1755-1817) y The School of the Heart (1835) de Henry Alford (1810- 1871) dejaron de tener el mismo impacto entre el público inglés que unas décadas antes.7 Este fenómeno estaba reforzado por un público que compartía las inquietudes, necesidades y preocupaciones del momento. Como también por una industria editorial en expansión que se diversificaba con rapidez a través de nuevas técnicas publicitarias, nuevas encuadernaciones y diferentes tipos de formatos. Un ejemplo de ello fue el fin del monopolio de las Bibliotecas circulantes y en 1893 la desaparición de publicación de las novelas de tres volúmenes (tripledecker).8 En su lugar un gran mercado para las ediciones baratas en volúmenes individuales y flexibles, trajo mayores beneficios a la cultura de masas. Estos nuevos formatos en ocasiones servían como reimpresiones baratas de novelas serias que habían sido publicadas previamente como tripledecker.9 Dentro de estos nuevos formatos de publicación y distribución surgió el romance científico en 1880, un género que relacionaba la narrativa de ficción con especulaciones científicas. El término fue estandarizado en Gran Bretaña entre 1890 y 1950 por sus pioneros Charles Howard Hinton (1853-1907) que 7 Kate Flint, “The victorian novel and its readers” en David Deirdre, The Cambridge Companion to the Victorian Novel, United Kingdom, Cambridge University Press, 2001, p.36. 8 Roger Luckhurst, “Conditions of emergence” en Science Fiction, UK, Polity Press, 2005, p.26. 9 Es importante destacar que la novela inglesa decimonónica abarca una variedad de formatos. Para mediados del siglo XIX el patrón más frecuente eran las novelas en tres volúmenes (tripledcker), un formato ideal para las Bibliotecas circulantes. Algunas de estas novelas de tres volúmenes fueron propiedad de Bibliotecas Mude (fundada en 1842). Kate Flint, “Lectores victorianos” en El descubrimiento de Literatura. Románticos y victorianos (sitio web), 15 de mayo de 2014, consultado 21 de julio de 2016, www.bl.uk./romantics-and-victorians/articles/victorian-readers. http://www.bl.uk./romantics-and-victorians/articles/victorian-readers 11 introducía en su relato una cuarta dimensión en 1886; George Chesney (1830- 1895) en The Battle of Dorkin (1873) inundaba a Gran Bretaña con la invasión y las fantasías de la futura guerra y otros autores como George Griffith (1853- 1906) y William Le Quex (1864-1927). Reflejándonos cada uno, que la fusión de la ficción y la ciencia no era inusual. Es importante destacar en este trabajo que el romance científico fue una expresión literaria que surgió en la Gran Bretaña victoriana diferenciándose en cierta manera del género ciencia ficción estadounidense. La diferencia radicó principalmente en que el relato de los romances científicos aludió a una crítica moral o filosófica sobre su entorno social mientras que la tradición literaria estadounidense exaltaba el carácter tecnológico, de invención y aventura a través de sus relatos conocidos como la Edad del Espacio (Age Space).10 Esta separación perduró hasta después de la Bomba Atómica, ya que la visión científica estadounidense se convirtió pesimista y apropió el sentido reflexivo y crítico del romance científico. Y es que ambos países concebían la ciencia de forma distinta. Para los ingleses el quehacer científico recaía en teorizarlo, mientras para los estadounidenses estaba ligado con la invención, donde el ingeniero era elevado al nivel de héroe cultural. Así se comparó a Thomas Alva Edison (1847-1922), Alexander Graham Bell (1847-1922) y Henry Ford (1863- 1947) como hombres que trabajaban con sus manos y no sólo con la mente como los de Oxford y Cambridge.11 10 Brian Stableford, Science fact and Science Fiction: an Encyclopedia, New York, Routledge Taylor & Francis Group, 2006, pp.468-469. Como también Jean Gattegno, La ciencia ficción, Trad. de Diana Luz Sánchez, México Fondo de Cultura Económica, 1983, pp.13-17. 11 Roger Luckhurst, ibídem, p.51. 12 Actualmente el concepto de romance científico es visto como un medio de relieve hacia las diferencias marcadas entre las tradiciones británicas y estadounidenses con respecto a la especulación basada en la ciencia.12 Donde el género inglés se preocupó en hacer reflexionar a su lector mientras que el género estadounidense se encaminaba a emocionarlo. Es valorada la tradición literaria inglesa también como antecedente o preludio a la conformación de la ciencia ficción como género, así como se conoce hoy en día.13 En tal contexto, destacó la figura de Herbert George Wells (1866-1946) escritor y naturalista amateur que dominó el carácter y estilo del romance científico hasta 1945. Retomó el pensamiento y la sensibilidad naturalista de su tiempo y aludió a la cultura científica. En sus primeras obras, de las que se hablará adelante, se refiere al proceso evolutivo de una manera ecléctica, es decir, apropiaba elementos de Lamarck como de Darwin. Por lo que sus relatos se insertan en esta atmósfera de diversas interpretaciones evolucionistas que se expresaron en la literatura finisecular. Esta investigación se sustenta en tres romances científicos del novelista inglés: La máquina del tiempo (1895), La guerra de los mundos (1898) y Los primeros hombres en la luna (1901). La hipótesis que orienta este trabajo es que la visión de la naturaleza de H. G. Wells expuesta en sus obras publicadas entre 1895 y 1901 da elementos para comprender la cultura científica que se vivía en los ambientes urbanos de Gran Bretaña al final del XIX, en especial en los rubros evolucionistas, 12 Brian Stableford, op.cit., p.17. 13 Noemí Novell Monroy, Literatura y cine de ciencia ficción. Perspectivas teóricas, Tesis de Doctorado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Departamento de Filología Española- Universidad Autónoma de Barcelona, 2008, pp.21-67. 13 paleontológicos, microbiológicos, eugenésicos y los relacionados a la diversidad de los seres vivos. Dichos relatos retomaron postulados teóricos de Lamarck y Darwin y contribuyeron a conformar una propuesta naturalista ecléctica que fue base de las narraciones de Wells. El objetivo principal de esta investigación es caracterizar los contenidos referentes de las teorías evolucionistas de Lamarck y Darwin en los tres romances científicos de Wells publicados entre 1895 y 1901 como reflejo del carácter heterogéneo del pensamiento evolutivo inglés de finales del siglo XIX. Un objetivo secundario es comprender el énfasis naturalista en la obra de Wells como parte de la cultura científica fomentada en las ciudades europeas mediante actividades de carácter divulgativo (literatura, prensa, exhibiciones públicas y conferencias). Por último, también se pretende interpretar la visión de la naturaleza de Wells mediante transformaciones sociales, económicas, tecnológicas y filosóficas de finales de siglo XIX. La investigación está respaldada por la historiografía sobre el tema. Acerca del carácter ecléctico de la evolución en el período 1870-1900 se han publicado diversos trabajos como The Eclipse of Darwinism: Antidarwinian Evolution Theories in the Decades around 1900 (1983)14 e Historia fontana de las ciencias ambientales (1998)15 de Peter J. Bowler. En el mismo sentido se encuentra el trabajo de Ernst Mayr, Una larga controversia: Darwin y el 14 Peter J. Bowler, The eclipse of darwinism: Antidarwinian evolution theories in the decades around 1900, Baltimore, Johns Hopkins University, 1983, pp.291. 15 Peter J. Bowler, Historia Fontana de las ciencias ambientales, Trad. de Roberto Elier, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, pp.467. 14 darwinismo (1992).16 También se incorporaa este trabajo las aportaciones de Michael Ruse en La Revolución darwinista (1983)17 ayudaron a comprender la dinámica de las ciencias naturales antes, durante y después de la publicación de El origen de las especies, así como también el trabajo de Rodrigo Vega y Ortega “Microbios fósiles y genes en una revista catalana en México: El Mundo Científico (1899-1911)” (2013),18 el cual reflejó la importancia de las ciencias descriptivas (Historia natural) para la construcción del pensamiento evolutivo y de igual forma el trabajo que realizó en conjunto con Sofía González Díaz titulado “Metodismo y evolución en México (1880-1910)” (2014),19 el cual facilitó a comprender el impacto de la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin en la sociedad inglesa. Por último, la tesis de doctorado de Martha Susana Esparza Soria “La cultura científica en México: Imágenes del pensamiento evolutivo en el periodo porfiriano” (2014)20 ayudó a comprender el discurso evolutivo en diversos ámbitos: políticos, sociales, culturales y económicos. 16 Ernst Mayr, Una larga controversia: Darwin y el darwinismo, Trad. de Santos Casado de Otala, Barcelona, Crítica, 1992, pp.209. 17 Michael Ruse, La Revolución darwinista, Madrid, Alianza Universidad, 1983, pp.355. 18 Rodrigo Vega y Ortega, “Microbios, fósiles y genes en una revista catalana en México: El mundo científico (1899-1911)” en Adriana Pineda Solar y Fausta Gantús (coords.), Miradas y acercamientos a la prensa decimonónica, Morelia, México, Centro de Estudios sobre la Cultura Nicolaila, Red de Historiadores de la prensa y el periodismo en latinoamérica, 2013, pp.437. 19 Rodrigo Vega y Ortega y Sofía González Díaz, “Metodismo y evolución en México (1880- 1910) en Lucero Morelos Rodríguez y Rodrigo Vega y Ortega (coords.), Estudios históricos sobre la cultura mexicana (siglos XIX y XX), México, Historiadores de las Ciencias y Humanidades, 2014, pp.133 20 Martha Susana Esparza Soria, La cultura científica en México: Imágenes del pensamiento evolutivo en el periodo porfiriano, Tesis de Doctorado en Filosofía de la Ciencia, Posgrado en Filosofía de la Ciencia-UNAM, 2014, pp.133. 15 Los trabajos de Robert Scholes, La ciencia ficción: Historia, ciencia, perspectiva (1982),21 Jean Gateggno, La ciencia ficción (1983)22 y Brian Stableford, Science Fact and Science Fiction: An Encyclopedia (2006)23 contribuyeron a entender el carácter del género literario tanto de la ciencia ficción como del romance científico. De Beatriz Villacañas se encuentra “De Doctores y monstruos: La ciencia como transgresión en Dr. Faustus, Frankenstein y Dr. Jekyll and Mr. Hyde” (2001),24 que concilia las líneas de estudio de la ciencia y literatura. Como también la tesis de doctorado de Noemí Novell Monroy, “Literatura y cine de ciencia ficción. Perspectivas teóricas” (2008)25 que fue de gran apoyo para la comprensión en general sobre el carácter, visión y sentido del género literario ciencia ficción. Por otro lado, los trabajos de Kate Flint, “The victorian novel and its readers” (2001)26, Ruth Richardson, “Chapbooks” (2000)27 y Matthew Taunton, “Print culture” (2009)28, reflejaron el carácter de la actividad lectora y el dinamismo de los lectores ingleses durante el periodo victoriano. Los estudios de Agustí Nieto-Galan, Los públicos de la ciencia. Expertos y profanos a través 21 Robert E. Scholes, La ciencia ficción: Historia, ciencia, perspectiva, Madrid, Taurus, 1982, pp.283. 22 Jean Gateggno, op.cit., pp.138. 23 Brian Stableford, op.cit., pp.729. 24 Beatriz Villacañas, “De Doctores y monstruos: La ciencia como transgresión en Dr. Faustus, Frankenstein y Dr. Jekyll and Mr. Hyde” en Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia (sitio web), 2001, consultado 13 de noviembre de 2015, http://www.asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/view/177/173. 25 Noemí Novell Monroy, op.cit., pp.304. 26 Kate Flint, op.cit., pp.288. 27 Ruth Richardson, “Chapbooks” en El descubrimiento de Literatura. Románticos y victorianos (sitio web), 15 de mayo de 2014, consultado 21 de julio de 2016, www.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/chapbooks. 28 Mateo Taunton, “La cultura impresa” en El descubrimiento de Literatura. Románticos y victorianos (sitio web), 15 de mayo de 2014, consultado 21 de julio de 2016, www.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/print-culture. http://www.asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/view/177/173 http://www.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/chapbooks http://www.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/print-culture 16 de la historia (2011)29, Máximo Sandín, “Sobre una redundancia: el darwinismo social” (2006)30 y Janet Browne, La historia de El origen de las especies de Charles Darwin (2007)31 contribuyeron a conocer y entender el efecto del ambiente cultural científico inglés después de la publicación de El origen de las especies. La obra Experimento de Autobiografía (1944)32 escrita por el propio H. G. Wells aportó el pensamiento y circunstancias del novelista inglés. También los estudios de sus críticos Robert M. Philmus y David Y. Hughes en la obra H. G. Wells Early Writings in Science and Science Fiction (1975)33 llevaron a descubrir las inclinaciones del escritor inglés con respecto a las ciencias naturales y el evolucionismo. Por otro lado es importante destacar que alternativas diferentes a la historia económica, social y política empezaron abordar con una óptica distinta, aspectos antes ignorados de la realidad, dando cabida a manifestaciones culturales, como fue el caso de la literatura. Tanto historia como literatura utilizan el lenguaje para penetrar y traducir la realidad. Con respecto a ello, Margarita Alegría y Graciela Sánchez Guevara indican en su artículo “Historia y Literatura. Dos disciplinas complementarias” que las relaciones entre historia y literatura podrían concretarse en un intercambio de información. Las obras 29 Agustí Nieto-Galan, op.cit., pp.407. 30 Máximo Sandín, op.cit., pp.408. 31 Janet Browne, La historia de El origen de las especies de Charles Darwin, Trad. de Ricardo García Pérez, Barcelona, Random House Mondadori, 2007, pp.187. 32 Herbert George Wells, “Experimento en Autobiografía” en The University of Adelaide (sitio web), diciembre 2014, consultado 5 de septiembre de 2015, https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography/. 33 Robert M. Philmus y David Y. Hughes, H. G. Wells: Early writings in science and science fiction, Berkeley- Los Angeles-Londres, University of California Press, 1975, p.248. https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography 17 literarias representan un tipo de “documento” particular, tal vez poco fiable por su carácter ficticio, pero que plasma experiencias cotidianas, costumbres y creencias que conforman el imaginario cultural, para el literato, en cambio, la historia proporciona los elementos informativos de aspectos referenciales respecto de las obras estudiadas.34 Por estas razones es importante enfatizar en este trabajo la importancia de la literatura como documento de estudio para la historia. Las imágenes literarias servirán para el investigador como elementos para reinterpretar y cuestionar el devenir histórico. En este caso H. G. Wells, como otros literatos británicos del siglo XIX, por ejemplo Charles Dickens (1812-1870), Robert Louis Stevenson (1850-1894), Mary Shelley (1797-1851), Arthur Conan Doyle (1859-1930), Joseph Conrad (1857-1924) y Wilkie Collins (1824-1889), incluyó elementos de la vanguardia científica en varias de sus novelas para interesar al público en la reflexión y crítica en torno a ella. En este sentido, los romances científicos son una fuente histórica valiosapara los estudios socioculturales de la ciencia, debido a que las narraciones se basaban en aspectos científico-técnicos del presente de cada autor y de las posibilidades futuras previstas por la ciencia. En base a lo que menciona Juan Pimentel en su artículo “¿Qué es la historia cultural de la ciencia?” se entiende cultura científica cuando la ciencia es vista como cultura, es decir, como una realidad mutable que se comunica y 34 Margarita Alegría y Graciela Sánchez Guevara, “Historia y Literatura. Dos disciplinas complementarias” en Biblat. Bibliografía Latinoamericana en revistas de investigación científico y social (sitio web), julio-diciembre de 1999, consultado 20 de abril de 2017, biblat.unam.mx/fr/revista/fuentes-humanisticas/articulo/historia-y-literatura-dos-disciplinas- complementarias. 18 desplaza a través de sus prácticas y representaciones. Es la nueva historia cultural la que hace parecer a la ciencia más tangible como un producto que circula en el espacio y con el que se comercia. Una práctica física parte de la conducta humana, a diferencia de una narrativa historiográfica que se concentraba en los descubrimientos, teorías, ideas y palabras, convirtiendo al conocimiento científico en una versión estática, progresiva y universalista. La noción de práctica brinda una versión dinámica de la ciencia, permite estudiar el comportamiento de los científicos mediante sus prácticas médicas, experimentales o de historia natural. Estas prácticas trascienden fuera del laboratorio repercutiendo en el aspecto social. Observando de esta manera que hay tanta ciencia fuera como dentro del laboratorio y tanta sociedad fuera como en su seno. Otro término que aborda esta nueva historia cultural de la ciencia son las representaciones, las cuales hacen notable, la cercanía entre la actividad científica, la pintura, la poesía, la narración de ficción, el teatro y en general cualquier actividad humana impregnada por la poética y la retórica. Las imágenes como relatos se tratan como fuentes, susceptibles de ser interrogados, leídos e interpretados, ya que recogen o reconstruyen elementos y perfiles de las formas y los significados con que las sociedades o grupos humanos emprenden cualquier actividad. Por ello es importante en esta investigación insertar los romances científicos de H. G. Wells como una representación cultural de la actividad científica. En este caso se observó como los textos literarios se apropiaron de la idea de evolución, reflejando que dicha 19 idea se encontraba dentro de un amplio sistema de valores y referencias culturales en la época victoriana.35 En términos metodológicos, los estudios sociales de la ciencia reconocen que para la comprensión de la actividad científica no sólo se requiere de un cientificismo estático sino de una metodología que proporcione las herramientas para abordar contextos sociales y las políticas científicas, porque de esta manera se podrán estudiar los “comportamientos” de la ciencia, es decir, su práctica social, su lado subjetivo y su relación con la sociedad.36 El aspecto cultural resulta útil para caracterizar el ambiente intelectual de finales del siglo XIX que se reflejó en las novelas de Herbert George Wells, ya que toma en cuenta los procesos de adaptación de la cultura erudita y popular en los medios de comunicación impresa. La historia social de la ciencia permite analizar las prácticas naturalistas de las que abrevó Wells para conformar las novelas señaladas a partir de los postulados de Lamarck y Darwin.37 Ambas perspectivas historiográficas dan pie a reflexionar acerca de los temas de zoología, botánica, paleontología, morfología, fisiología y herencia presentes en los romances científicos de finales del siglo XIX. 35 Juan Pimentel, “¿Qué es la historia cultural de la ciencia?” en Arbor. Ciencia, Pensamiento y Cultura (sitio web), mayo-junio de 2010, consultado 24 de abril de 2017, arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/viewFile/809/816. 36 Ignacio Sánchez Valle, “Historia, historia de la ciencia y epistemología pedagógica” en Perspectivas culturales para historia de la ciencia en Colombia (sitio web) , 2001, consultado 23 de enero de 2016, http://www.academia.edu/807429/perspectivas_culturales_para_hacer_historia_de_la_ciencia_ en_colombia. 37 Agustí Nieto-Galan, ibídem, pp.74-80. http://www.academia.edu/807429/perspectivas_culturales_para_hacer_historia_de_la_ciencia_en_colombia http://www.academia.edu/807429/perspectivas_culturales_para_hacer_historia_de_la_ciencia_en_colombia 20 Es importante señalar que en base a los estudios de la ciencia que prevalecen, los problemas de definición se hacen aún más patentes cuando se trata de buscar una asociación íntima entre los términos “darwiniano”, “darwinismo”, “darwinista” y “lamarckiano”, “lamarckismo” y “lamarckista”, principalmente porque cada uno alude a interpretaciones, intereses y fines abiertamente contradictorios entre sí. Los estudios en relación a la historia evolutiva no proponen una idea coherente con respecto a estos términos y más bien se encuentran como una categoría de difícil manejo. Tanto el vocabulario evolutivo de Darwin como el de Lamarck se reflejan como entidades dinámicas y flexibles. Por ejemplo Álvaro Girón Sierra, en su texto “Darwinismo, darwinismo social e izquierda política (1859-1914). Reflexiones de carácter general”, alude al término darwinismo para referirse a connotaciones sociopolíticas y económicas como justificación del laissez-faire, el imperialismo o la apología de la guerra.38 En este sentido, el autor le adscribe carácter de darwinismo social al término del darwinismo. Para Ernst Mayr en Una larga controversia: Darwin y el darwinismo, el término darwinismo significaba simplemente la negación de la creación especial y su sustitución por la teoría de la evolución y en particular por la teoría del origen común de las especies, es decir, la inclinación a una explicación del mundo viviente mediante causas naturales.39 Michael Ruse en La revolución darwinista se refiere al darwinismo como la teoría que incluye de modo fundamental la acción de selección 38 Álvaro Girón Sierra, “Darwinismo, darwinismo social e izquierda política (1859-1914). Reflexiones de carácter general” en Marisa Miranda y Gustavo Vallejo (coords.), Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Buenos Aires, Siglo Veintiuno de Argentina Editores, 2005, p.45. 39 Ernst Mayr, op.cit., pp.111-118. 21 natural, y también señala al darwinista como alguien que se identificaba con Darwin aunque no aceptara todas sus ideas.40 Con respecto a Lamarck, estudiosos sobre el tema como Marcel Prenant, Emilio J. López Caballero, José Leonel Torres e Ismael Ledesma hablan de lamarckismo, lamarckiano y lamarckista para referirse al pensamiento evolutivo general del naturalista francés y a sus seguidores. Sin embargo, Radl E. M. en Historia de las teorías biológicas, señala que son llamados lamarckianos aquellos quienes la función es más primaria que el órgano, pero también significaba a quienes se inclinaban por la herencia de los caracteres adquiridos.41 Para Jordanova, en su libro Lamarck menciona que el término lamarckiano era quién adoptaba las ideas de Lamarck, así fuera conscientemente o no, a pesar de que no todos los lamarckianos compartían las mismas creencias.42 Por las razones anteriormente desarrolladas, en este trabajo se ha preferido reducir la mención de los términos “darwiniano”, “darwinismo”, “darwinista” y “lamarckiano”, “lamarckismo” y “lamarckista”. . Por otro lado, apegándose a la línea de investigación que propone Álvaro Girón Sierra usa el término de “apropiación” –y no influencia– de conceptos evolucionistas.Girón señala al término de apropiación como una herramienta metodológica para comprender el impacto, los alcances y límites de cada teoría evolucionista de acuerdo con los intereses de cada intelectual (incluyendo Wells). El concepto de apropiación auxiliará a definir el carácter 40 Michael Ruse, op.cit., p.256. 41 Radl E. M., “Los lamarckianos” en Historia de las teorías biológicas, Madrid, Editorial Alianza, 2008, p.334. 42 J. Jordanova, “El legado de Lamarck” en Lamarck, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, p.153. 22 general del pensamiento evolucionista de la época victoriana al final de la centuria decimonónica.43 El cuerpo de este trabajo se divide en cinco capítulos. En el primer capítulo se describe la figura de Wells, su pensamiento y carácter. En el segundo capítulo se analiza el contexto social de Gran Bretaña a finales del siglo XIX, resaltando la lectura de divulgación como medio para el discurso ecléctico evolucionista. El tema abordado en el tercer capítulo versa sobre la situación del evolucionismo victoriano entre 1870 y 1900. En el cuarto capítulo se exponen las definiciones de los conceptos evolucionistas de Lamarck y Darwin, como también de los que se apropió Wells en sus tres romances científicos. En el quinto capítulo se analiza el carácter del discurso evolucionista ecléctico del novelista inglés. En la última parte de este trabajo se presentan las conclusiones finales de la investigación. Finalmente, se indica la bibliografía consultada en apoyo de este trabajo. Por último, los conceptos en los que se basa metodológicamente esta investigación son los siguientes: Evolución: Es el cambio gradual y acumulativo en el tiempo donde todos los seres vivos descienden de antepasados comunes lejanos. Las huellas de este parentesco son múltiples y de diversos tipos: embriológicas, morfológicas, bioquímicas, inmunológicas, entre otras. La evolución proporciona una explicación científica de por qué existen especies diferentes 43 Álvaro Girón Sierra, op.cit., pp.54-58. 23 de organismos sobre la Tierra y de qué manera todas forman parte de una estirpe evolutiva.44 Herencia: Es el fenómeno asociado a la transmisión de las características particulares y generales de los padres a su descendencia de una generación a otra. Actualmente, la genética es la ciencia que estudia este conjunto de caracteres transmisibles a los descendientes y las leyes que lo regulan.45 Transformismo: La teoría transformista clásica basada en el desarrollo del organismo individual. La forma y el tamaño de un organismo cambiaba en el curso de su vida. Esas modificaciones se consideraron como el desarrollo de un programa interno, desencadenado por las señales exteriores al organismo y siempre modulado por las circunstancias ambientales. Jean Baptiste Lamarck consideró que la idea central del proceso evolutivo era la transformación de los organismos. Para él era importante comprender cuáles eran las causas de las modificaciones a la que estos organismos fueron sometidos, cuáles eran las relaciones de estos mismos seres entre sí, y con todos los demás que se conocen.46 Variación: Se denomina variación al conjunto de diferencias entre individuos de la misma especie, fenómeno inherente a los seres vivos. Asimismo es la primera magnitud que define el potencial evolutivo de una 44 Carlos Hernández Pibernat y Francese Limona, Enciclopedia de las ciencias naturales, España, Ediciones Nauta, 1984, p.125. Como también Francisco J. Ayala, Evolución. Grandes cuestiones, Trad. de Joan Doménec Ros, Barcelona, Ariel, 2012, p.11. 45 Carlos López Beltrán, El sesgo hereditario. Ámbitos históricos del concepto de herencia biológica, México, Coordinación de Humanidades: Estudios sobre la ciencia, 2004, pp.141-143. 46 Richard C. Lewontin, “La evolución” en Juan J. Morrone y Patricia Magaña (coords.), Evolución biológica. Una visión actualizada desde la revista Ciencias, México, UNAM: Facultad de Ciencias, 2009, p.1. 24 población biológica, principalmente porque es un elemento tangible del proceso evolutivo, que se puede cuantificar, observar y percibir en el mundo natural.47 47 Víctor R. Hernández Marroquín y Ricardo Noguera Solano, “Variación: el universo infinito de las entidades biológicas” en Revista Digital Universitaria (sitio web), 10 de junio de 2009, consultado 14 de julio de 2016, http://www.revista.unam.mx/vol.10/num6/art35/int35.htm. http://www.revista.unam.mx/vol.10/num6/art35/int35.htm 25 Capítulo 1 H. G. Wells: la lucha por la vida Herbert George Wells nació el 21 de septiembre de 1866, fue el tercer hijo varón de Joseph Wells y su esposa Sarah Neal. Fue educado en el ambiente pooterish48 de Bromley, lugar cercano a Londres, donde sus padres eran propietarios de una pequeña tienda de objetos de porcelana y productos domésticos. En Experimento de Autobiografía, el novelista inglés se describía como alguien de clase media, “pequeño burgués”, de hecho cuenta, que su madre era una ferviente lectora de Queens, un libro que se adentraba en las peripecias de la Reina Victoria, provocando envidia en el escritor británico, principalmente por el estilo de vida que llevaba la aristocracia, como las “ropas abundantes” y las “magníficas viviendas” que disfrutaban.49 Mediante este libro, Wells se percató de la existencia de una sociedad dividida en clases, donde los peldaños más altos de la pirámide se apoyaban en la clase trabajadora. En pocas palabras, fue consiente de su lugar en la sociedad victoriana. Al igual que Charles Dickens, Wells se convirtió en aprendiz de pañero de 1881 a 1883, dentro de la tienda Southsea Dropery Emporium, señalando 48 Mateo Taunton nos indica en su artículo sobre el acotamiento geográfico victoriano, que pooterish se denomina a los suburbios que acogían a clases medias bajas decimonónicas. Véase Mateo Taunton, “Suburbios” en El descubrimiento de Literatura. Románticos y victorianos (sitio web), 15 de mayo de 2014, consultado 17 de junio de 2015, www.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/suburbia. 49 Herbert George Wells, “Experimento en autobiografía” en The University of Adelaide (sitio web), diciembre 2014, 5 de septiembre de 2015, https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography/. http://www.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/suburbia https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography/ 26 que este periodo fue “sin esperanza y el más infeliz de su vida”.50 A partir de ese momento, Wells desempeñó varios oficios como aprendiz, tutor escolar (assistant schoolmaster), contador y boticario. Sin despegarse de sus estudios, continuó su educación en un colegio local, conocido como la Academia de Bromley. En el año de 1881, Wells se casó con su prima Isabel Wells. La precocidad intelectual del novelista de Bromley le dio la oportunidad de estudiar de 1884 a 1887, mediante una beca, en la Escuela Normal de Ciencias de South Kensington, encontrándose por una guinea a la semana, inscrito como alumno en las materias de ciencias naturales, zoología, física y geología. Aunque el joven inglés quedó desilusionado de estas dos últimas cátedras, principalmente por la visión de la ciencia hermética y ortodoxa de sus docentes, se dejó envolver por la “solidez y belleza” de la naturaleza que le inspiraron los profesores Thomas Henry Huxley (1825-1895),51 de ciencias 50 Herbert George Wells, “Experimento en autobiografía” en The University of Adelaide (sitio web), diciembre 2014, consultado 5 de septiembre de 2015, https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography/.51 Herbert George Wells, “Experimento en autobiografía” en The University of Adelaide (sitio web), diciembre 2014, consultado 5 de septiembre de 2015, https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography/. Thomas Henry Huxley fue un importante anatomista comparado y paleontólogo inglés de la segunda mitad del siglo XIX. Se convirtió en uno de los principales partidarios de Charles Darwin tras la publicación de El origen de las especies, pues acogió con beneplácito la teoría de éste porque le ofreció una nueva hipótesis que confirmaba el derecho del científico de tratar el origen de los seres vivos como problema susceptible de explicación natural y ya no desde el punto de vista teológico. Huxley puso toda su elocuencia y experiencia en la defensa de dicha teoría escribiendo referencias favorables, dando a conocer sus doctrinas a las masas, prestando su apoyo en los periódicos y asambleas, rechazando con destreza los ataques teológicos como lo reflejó en el debate de la British Association en junio de 1860 con el obispo de Oxford, Samuel Wilberforce (1805-1873). Huxley también sostuvo la discusión con el anatomista inglés Richard Owen (1804-1892) al confirmar las similitudes anatómicas entre los humanos y los grandes monos surgiendo así una brecha marcada entre ambos científicos. También su extenso trabajo público en la educación científica tuvo un efecto edificante en la sociedad británica. Véase Peter J. Bowler, op.cit., p.239. https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography/ https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography/ 27 naturales y Edwin Ray Lankester (1847-1929)52, de zoología; logrando de esta manera en 1890 sus primeros honores en la clase de dicha ciencia y con ello su grado de Licenciatura en la Escuela Normal de Ciencias. Años más tarde, a Wells se le diagnosticó tisis,53 por lo que se convirtió en maestro por correspondencia del área de ciencias naturales entre 1890 y 1893. Sin embargo, sus necesidades económicas lo orillaron al periodismo, y ¡cómo no hacerlo!, si se encontraba en la ciudad que hizo el hábito de la prensa una necesidad: Londres. Jacques Chastenet indica en su libro La vida cotidiana en Inglaterra al comienzo del reinado de Victoria de 1837-1851, que el oficio era duro, sin ninguna seguridad en el empleo e irregularmente pagado.54 A pesar de ello, Wells intentó abrirse camino en este campo. En 1891 logró publicar su primer cuento titulado The Stolen Bacillus en la Strand Magazine y de ahí en adelante su carrera de periodista fue en ascenso, sumándose así semanarios, periódicos y revistas, entre los principales: Educational Times, Pearsons Magazine y Pall Magazine. Muchos de estos ensayos y reseñas se convirtieron en esbozos para sus futuras novelas. En 1895, Wells se divorció de su prima y en ese mismo año se casó con su 52 Edwin Ray Lankester pertenece a la generación de naturalistas que se formó después de la publicación de El origen de las especies, fue catedrático de zoología en el University College de Londres entre 1874 y 1890, catedrático de anatomía comparada en la Universidad de Oxford entre 1891 y 1898, y director del Museo de Historia Natural entre 1898 y 1907. En 1884 fundó la asociación marina en Plymouth. Los trabajos de Lankester estuvieron dirigidos hacia temas de zoología y anatomía comparada aunque a través de su teoría de la degeneración en los seres vivos abordó planteamientos evolucionistas. Encyclopedia Britannica (sitio web), “Sir Edwin Ray Lankester”, 4 de febrero de 2016, consultado 9 de julio de 2016, www.britannica.com/biography/Edwin-Ray-Lankester. 53 Luis Rutiaga, “Prólogo” a Herbert George Wells, Los primeros hombres en la Luna, Colombia, Editorial Tomo, 2003, p.7. 54 Jacques Chastenet, “Capítulo XII: Lecturas y lectores” en La vida cotidiana en Inglaterra al comienzo del reinado de Victoria de 1837-1851, Trad. de Horacio A. Maniglia, Argentina, 1961, pp.204-205. http://www.britannica.com/biography/Edwin-Ray-Lankester 28 alumna Amy Catherine Robbins (1827-1927). Consiguió publicar La máquina del tiempo. Esta fue la primera de una serie de romances científicos que lograron otorgarle un renombre y posición en esa sociedad victoriana sumamente clasista y competitiva. De acuerdo con la historiografía, Wells leyó las obras de Herbert Spencer (1820-1903), Mary Shelley, Heinrich Heine (1797-1856), Walt Whitman (1819-1892), Charles Lamb (1775-1834), Robert Louis Stevenson, Nathaniel Hawthorne (1804-1864), Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) y Thomas Carlyle (1795-1881). Entre sus detractores destacaron el novelista Henry James (1843-1916), quién lo acusó de escribir de manera “chapucera con vulgaridades gratas al mal gusto popular y con personajes ligeros y contradictorios”.55 Wells se defendió en su calidad de “testigo de la vida”, que no quería jugar al “artista” y que una prosa brillante y vívida era símbolo de pose elitista.56 Wells también señaló que su condición de periodista y de profesor de ciencias naturales determinó el carácter de sus obras convirtiéndolas así en una visión sólida y crítica de la realidad. De hecho, la influyente Virginia Woolf (1882-1941) reprendió a Wells por usar la novela como vehículo para la entrega de sus ideas.57 Por lo tanto, los relatos de Wells significaron el pretexto perfecto para ser los portavoces de sus intereses. 55 Orlando Mejía Rivera, “H. G. Wells y las semillas de la imaginación científica” en Cronistas del futuro. Ensayos sobre escritores de ciencia ficción, Medellín, Editorial Universidad de Antioquía, 2012, p.2. 56 Herbert George Wells, op.cit., p. 207. 57 Mateo Taunton, “La política de H. G. Wells” en El descubrimiento de literatura. Románticos y victorianos (sitio web), 15 de mayo de 2014, consultado 17 de diciembre de 2014, 29 Es importante mencionar que para Wells, desde su etapa periodística, las ciencias naturales fueron una parte esencial de su discurso literario, pues era conocedor de dicha materia, como científico amateur. Algunos de sus intereses se aprecian en su viajero del tiempo, quien comparaba la visión de los morlocks con la de los animales nocturnos: En primer lugar, estaba el aspecto lívido común a la mayoría de los animales que viven prolongadamente en la oscuridad; el pez blanco de las grutas de Kentucky, por ejemplo. Luego, aquellos grandes ojos con su facultad de reflejar la luz son rasgos comunes en los seres nocturnos, según lo demuestra el búho y el gato.58 Si bien la historia natural era un referente de su literatura, esto no significó que fuera exclusivo referente de su narrativa, ya que para finales del siglo XIX el centro de su pensamiento giraba alrededor de la evolución y se atrevería a calificar a la morfología, fisiología, botánica, filogenia y zoología como ciencias descriptivas o auxiliares en la comprensión del mundo natural.59 Para ese entonces, el novelista inglés encontraba incitante reflexionar sobre el origen y devenir del hombre; y en torno de las relaciones naturaleza-universo y hombre-especie. Por ello, todas esas inquietudes, suposiciones y preocupaciones que nacieron del evolucionismo se convirtieron en escenario de sus tempranos romances científicos. http://.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/h-g-wells-politics#authorBlock1. 58 Herbert George Wells, “Explicación” en La máquina del tiempo, Trad. de Nellie Manso de Zúñiga, Madrid, Editorial Alianza, 2002,p.72 59 Herbert George Wells, “Experimento en autobiografía” en The University of Adelaide (sitio web), diciembre 2014, consultado 5 de septiembre de 2015, https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography.Historia natural, término usado para designar disciplinas que entonces eran principalmente descriptivas como la botánica, la zoología y la geología. Véase Javier Ordoñez y Alberto Elena (comps.), La ciencia y su público, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, p.311. http://.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/h-g-wells-politics#authorBlock1 https://ebooks.adelaide.edu.av/w/wells/hg/experiment_in_autobiography 30 Por último, los cambios de la nueva centuria, entre ellos dos guerras mundiales, repercutieron en la personalidad del escritor inglés y salieron a la luz en obras como La historia de Mr. Polly (1910), El nuevo Maquiavelo (1911), Anticipaciones (1901) o Historia breve del mundo (1922). Estas obras empezaron a dirigirse a otro tipo de asuntos, más de índole político-social, ideológica e histórica alejándolos de esta manera del “primer Wells” (como lo denominó José Luis Borges (1899-1986)).60 Las obras del primero, como del posterior Wells tuvieron un carácter diferente, sin embargo compartieron una aspiración: hacer una crítica de su entorno para crear una conciencia común entre los pobladores, no sólo ingleses, sino del resto del mundo. H. G. Well se refugió durante sus últimos años en su finca de Easton Glebe, dedicado a la revisión de sus obras completas, falleciendo el 13 de agosto de 1946. 60 Orlando Mejía Rivera, op.cit., p.3. 31 Capítulo 2 Los años tardíos de la era victoriana en la Gran Bretaña 1874-1901 El señalado reinado de Victoria I (1819-1901) abarcó de 1837 a 1901. En la historiografía se denomina los años tardíos al periodo 1874-1901. Éste se caracterizó por la depresión económica causado por el declive de la agricultura, ya que las tierras dejaron de ser óptimas para el cultivo del trigo. También se agudizaron los problemas con Irlanda, a donde el líder Charles Stewart Parnell (1846-1891), trató de boicotear la Cámara de los Comunes, con el fin de reclamar las antiguas tierras en manos de los landlords61 británicos, y sobre todo, recuperar la autonomía política de la isla (Home rule).62 A la vez, Gran Bretaña se vio afectada en su primacía industrial al ser opacada por países que ascendían aceleradamente, como Alemania y Estados Unidos. Así lo dejó ver Wells en un pasaje de La guerra de los mundos: Mucha gente había oído hablar del cilindro, por supuesto, y charlaba sobre ello en sus ratos libres, pero ciertamente no causó la sensación que hubiera provocado un ultimátum de Alemania.63 El país germano tomó una fuerza importante entre las demás naciones europeas, considerándola éstas como país fuerte y amenazador. Era el tiempo 61 Los landlords conformaban un régimen agrario británico que proporcionaba el fundamento económico o la preponderancia social irlandesa. Eran aristócratas que rentaban sus tierras a pequeños agricultores irlandeses. Rosario de la Torre, “Primera Parte: 1830/37-1850. Los primeros años” en La Inglaterra victoriana: política y sociedad, Madrid, Arco Libros, 1997, pp.10-11. 62 Ibíd, p.39. 63 Herbert George Wells, “El viernes por la noche” en La guerra de los mundos, Trad. de Mercedes Rosua, Editorial Castalia, Madrid, 2006, p.69. 32 donde las naciones empezaban a enfrentar una carrera sumamente competitiva en periodos políticos y militares, convirtiéndose así cada una en rival económico. Erick Hobsbawm menciona en La Era del imperio que ante esta crisis, los ingleses quisieron actualizar su primera revolución industrial, pero más que renovarla terminaron reforzándola.64 Gran Bretaña no participó en inventos como la radio, el cine, el tranvía eléctrico, el avión, la bicicleta y el automóvil. Tanto los inventores como los jóvenes aristócratas buscaban en otros países lo que su mater patria no les podía ofrecer: un porvenir esperanzador. Para finales del siglo XIX, la creciente influencia de la ciencia en la esfera pública inglesa fue notable. El carácter de la divulgación del saber científico era heterogéneo, pues se valió de la prensa, revistas, folletos, boletines y novelas. Tanto autores como editores y lectores se movieron entre diferentes ocupaciones, gustos, clases sociales e intereses. Los lectores iban desde el refinado aristócrata hasta el obrero del East End de Londres, como también estaban los editores, quienes adaptaban diferentes contenidos y formatos para cada lector. La necesidad de vulgarizar los conocimientos que se discutían en el ambiente científico no sólo se respondió con impresos sino que también se encontraron otros espacios, como fueron los museos, jardines botánicos, asociaciones cultas y zoológicos. Algunos se caracterizaron por tener un carácter académico y otros de estilo popular, cada uno de los cuales se adaptó a los alcances de cada espectador. Estos espacios se erigieron 64 E. J. Hobsbawm, “La economía cambia de ritmo” en La Era del imperio (1875-1914), Trad. de Juan Faci Lacasta, Barcelona, Editorial Labor Universitario, 1989, p.52. 33 como lugares emblemáticos de intereses de la cultura científica, como lo refleja la red de más de doscientos jardines botánicos que se extendieron entre las metrópolis y las colonias victorianas a finales de la centuria. Tanto, todos estos lugares respondieron en buena parte a las diferentes percepciones de la naturaleza de la sociedad burguesa y capitalista de la era victoriana.65 La sociedad victoriana seguía manteniendo a una aristocracia que disfrutaba de su status gracias a sus actividades financieras. A la par, los obreros empezaban a defender su identidad como clase a través de la organización colectiva66, que recaía en los sindicatos. Sin embargo, la fuerza de la burguesía persistía, pues el número de personas de esta clase había aumentado a seis millones para 188067 y constituía el estrato social preponderante, aún por encima de la nobleza. Esta clase seguía demostrando la capacidad para desarrollar su proyecto económico y político, lo que le permitía asumir el papel dirigente en distintas actividades de la población británica. Tampoco hay que olvidar que el peldaño más bajo de la pirámide social se conformaba por hombres y mujeres dedicados a la prostitución, las viudas cargadas de hijos, los ancianos, los inválidos, los enfermos, los delincuentes68 y los consumidores del opio. En los años tardíos de la era victoriana se respiraba en los medios letrados un aire de malestar; corría un sentimiento de crisis que obligó a dudar a los intelectuales sobre los principios en los que se organizaba la sociedad 65 Agustí Nieto-Galan, op.cit., p.95 y 98. 66 E. J. Hobsbawm, ibídem, p.126. 67 Rosario de la Torre, ibídem, p.29. 68 Rosario de la Torres, ibídem, p.29. 34 victoriana;69 no sólo eso, el futuro provocaba inquietud al surgir pensamientos pseudocientíficos como el darwinismo social y la eugenesia. La primera fue la ideología que aplicaba el principio de la selección natural a cuestiones socio- políticas. Dicha corriente era preponderante a través del sociólogo y filósofo inglés Herbert Spencer (1820-1903) proponía “la supervivencia del más apto” para justificar el capitalismo decimonónico, la estratificación de las clases sociales y el imperialismo colonialista.70 La eugenesia fue una doctrina introducida por el naturalista y estadista inglés Francis Galton (1822-1911) en 1883. Su principal objetivo era el perfeccionamiento de las cualidades de la especie humana a través del estudio de la herencia. Tal perfeccionamiento requería detectar a los seres mejor dotados física y mentalmente, para favorecer su reproducción, así como también identificar a todos aquellos que pudieran contribuiral deterioro de la especie, como serían los enfermos, los delincuentes, los pobres, los endémicos, los débiles mentales y evitar su matrimonio y aumento.71 Ante este panorama, la literatura y la filosofía no tardaron en expresar esas inseguridades que ni la propia religión pudo calmar, pues ambas ideologías tomarían fuerza y poder para el siguiente siglo. Victoria I, reina de Gran Bretaña y de Irlanda, de las Colonias y de las Dependencias de Europa, de Asia, de África, de América y de Australia, emperatriz de la India, defensora de la fe, muere el 22 de enero de 1901 en el 69 Rosario de la Torre, ibídem, p.45. 70 Chris Buskes, op.cit., pp.415-433. 71 Raquel Álvarez Peláez, “Prólogo” a Francis Galton, Herencia y Eugenesia, Madrid, Alianza, 1988, p.15. 35 silencioso castillo de Osborne, llevándose consigo una época y dejando a una nación llena de incertidumbres. Es importante destacar otro aspecto de este período, principalmente cómo el carácter del sistema capitalista sufrió un giro, al entrar a una nueva fase económica.72 Ésta consistió en que las naciones se convirtieron en economías rivales, iniciando así una competitividad “salvaje” para expandir su capital con fines monopolistas sobre el mundo colonial, surgiendo de esta manera, el imperialismo. En la década de 1880, África y el Pacífico fueron divididas entre británicos, franceses, alemanes, neerlandeses, estadounidenses y todavía en una escala modesta los japoneses.73 De hecho, Wells retrató esta nueva etapa económica por la que atravesaba Gran Bretaña a través en su capítulo “La historia natural de los selenitas”: En aquel planeta hay nuevos elementos, nuevas aplicaciones, nuevas tradiciones, un abrumador alud de ideas nuevas, una extraña raza con la cual tendremos inevitablemente que luchar por el dominio…del oro, que es allí tan común, como aquí el hierro o madera.74 El Sr. Bedford (personaje principal de Los primeros hombres en la Luna) representaba el espíritu imperialista de la época victoriana al querer colonizar el territorio lunar y explotar su oro como lo hizo la Corona inglesa con el marfil africano, los diamantes de Sierra Leona, el oro de Sudáfrica, el café de Tanzania y un largo etcétera. La empresa imperialista no significó un derrumbamiento de la economía inglesa sino una metamorfosis. De hecho, fue Gran Bretaña la más beneficiada 72 E. J. Hobsbawm, op.cit., p.59. 73 E. J. Hobsbawm, op.cit., p.58. 74 Herbert George Wells, “La historia natural de los selenitas” en Los primeros hombres en la Luna, Trad. de Luis Rutiaga, Colombia, Editorial Tomo, 2003, p.507. 36 en esta competencia debido a su experiencia económica en ultramar. Fue así como pudo mantener su status ante las demás naciones contendientes. Para finales del siglo XIX, el imperialismo se convirtió en el hecho central de la historia inglesa, que incluía en su seno muchas y dispares actividades. La novela contribuyó significativamente a forjar estas actividades y referencias;75 viajeros, soldados, colonos, comerciantes, diplomáticos, artistas, oficiales navales y periodistas británicos, reflejaban los efectos políticos, económicos, culturales y científicos del imperialismo. Por ello, es importante destacar algunos relatos de viaje que están ligados al discurso científico, a la expresión y descripción de la naturaleza y la geografía de las colonias inglesas como fue Westward Ho! (1855) de Charles Kingsley (1819-1875), Heart of Darkness (1899) de Joseph Conrad (1857-1924), The Portrait of a Lady (1881) de Henry James (1843-1916), Kim (1901) de Joseph Rudyard Kipling (1865-1936) y The Lost World (1912) de Arthur Conan Doyle (1859-1930). Por lo tanto, la novela se convirtió en uno de los principales elementos de la visión cultural y científica de esta empresa victoriana. Evolucionismo, libros y encuentros En la segunda mitad del siglo XIX, la actividad de la lectura se benefició durante el reinado de Victoria I. Este beneficio se puede explicar haciendo referencia a las mejoras tecnológicas en la impresión y en la producción de papel; a los avances en las redes de distribución, como lo fue la llegada del 75 Edward W. Said, “Narrativa y espacio social” en Cultura e imperialismo, Trad. de Nora Catelli, Barcelona, Editorial Anagrama, 1996, pp.128-133. 37 ferrocarril;76 al crecimiento de las ciudades que proporcionaron mercados concentrados de lectores; al aumento de las tasas de alfabetización en las clases trabajadoras y clases media; al abaratamiento de los costos de producción; a la conformación de bibliotecas públicas gratuitas y a una industria editorial en expansión.77 Todos estos factores vieron su florecimiento a finales del siglo XIX, cuando por ejemplo, las bibliotecas públicas gratuitas tuvieron un rápido desarrollo. También se reconocía una amplia gama de preferencias entre lectores, al punto de que las obras añejas dejaron de tener el mismo impacto entre el público y el entusiasmo por las nuevas obras se extendió.78 Para finales del siglo XIX, el hábito de la lectura atravesaba por nuevas exigencias e inquietudes que demandaba el público. En este contexto, la ciencia gozó del público más numeroso y agradecido del que jamás había disfrutado, y el apetito de ese público se veía estimulado por nuevos vehículos de comunicación impresa como enciclopedias, diccionarios, artículos en revistas generales, revistas de divulgación y folletos. Algunos de sus autores, escribieron desde su posición de científico profesional79 o amateur. 76 Mateo Taunton, “La cultura impresa” en El descubrimiento de literatura. Románticos y victoriano (sitio web), 15 de mayo de 2014, consultado 21 de julio de 2016, www.bl.uk/romantics-and-victorian/articles/print-culture. 77 Kate Flint, op.cit., p.17. 78 Kate Flint, op.cit., p.35. 79 Se le llama científico profesional a la persona que dedica su vida a la ciencia, trabajando en alguna universidad o institución, que cuenta con un título reconocido y a menudo una formación o nivel de posgraduado, además de pertenecer a las sociedades profesionales pertinentes e investiga y publica. Véase Michel Ruse, op.cit. , pp.51-52. http://www.bl.uk/romantics-and-victorian/articles/print-culture 38 En este escenario estuvieron transitando las diversas interpretaciones alrededor del evolucionismo, especialmente el tema de la variación natural. Estas posturas o debates encontraron lugar en libros de plumas especializadas, como la obra de Edwin Ray Lankester, Degeneration: a Chapter in Darwinism (1880), o amateurs como Samuel Butler (1835-1902)80 en Life and Habit (1877); reseñas en revistas como Philosophical Transactions (1662 a la actualidad) de la Royal Society y críticas en la Quarterly Review (1809-1967) o Essays and Reviews (1860). Los encuentros que se suscitaron en las asociaciones científicas fueron parte integrante de la cultura de la época, ya que se intercambiaban opiniones o ideas entre científicos profesionales; se entraba en contacto con las nuevas teorías y polémicas; y se formaba parte de los debates, coloquios o conferencias que se producían en el medio científico. En Londres, las más activas en este quehacer fueron la Royal Society (1660), la Geological Society) (1807), la British Association for the Advancement of Science (1831) y la Entomological Society (1833). Como producto de esta atmósfera cultural aparece otro medio para divulgar el conocimiento científico: la literatura. Ésta era una vía popular para que la cultura científica llegara sutilmente a los lectores de clases media y alta. 80 Samuel Butler fue un escritor y filólogo inglés. Cursó estudios en elSt. John´s College de Cambridge. Estuvo inclinado a los temas religiosos por tradición familiar. A través de sus libros Erewhon (1892) y Erewhon revisited (1901) satirizó las tradiciones religiosas, las convenciones morales y los sistemas educativos de la sociedad victoriana. En su posición de aficionado realizó estudios sobre el pensamiento evolucionista, reflejados en su obra Life and Habit (1848) donde exaltó la teoría del naturalista francés Jean Baptiste Lamarck y se opuso a los principios evolutivos de Charles Darwin. Por último, es importante mencionar que realizó traducciones en prosa de la Ilíada(VIIIa. C.) y la Odisea (VIII a. C.). Véase Oscar Altamirano, “Samuel Butler” en Letras Libres (sitio web), 30 de septiembre de 2001, consultado 12 de julio de 2016, http://www.letraslibres.com/revista/entrevista/samuel-butler. http://www.letraslibres.com/revista/entrevista/samuel-butler 39 Estas narrativas se basaban en los conocimientos científicos de la época: astronomía, geología, física, ciencias naturales y evolucionismo, que también exaltaron el avance tecnológico. Para finales del siglo XIX el público de literatura aumentó lo suficiente para facilitar su disponibilidad a través de diferentes formatos y diversos puntos de venta.81 Por estas razones, es importante destacar cómo los medios impresos, no sólo fueron vehículo para vulgarizar el conocimiento sino también para fortalecer la cultura científica victoriana. Es por ello que deben tomarse en consideración dentro de los estudios sociales de la ciencia de carácter histórico. 81 Kate Flint, op.cit., pp.17-36. 40 Capítulo 3 Una teoría entre el revuelo y la convivencia: el evolucionismo inglés 1870-1900 A partir de 1859, el revuelo que provocó el pensamiento de Darwin fue amplio. Entre los conceptos evolutivos del naturalista inglés, la selección natural a partir de 1870 empezó a recibir fuertes críticas. Algunos ponían en duda que la variación pudiera ser simplemente al azar, por lo que se le señaló como un mecanismo ineficaz para explicar el problema de las diferenciaciones en los seres vivos. Ante semejante situación, surgieron diferentes posturas con respecto a la selección natural, unos la aceptaron, otros la rechazaron tajantemente, algunos se dedicaron solamente a atacarla y otra parte complementó esta teoría con otros mecanismos evolutivos. El discurso teológico fue el primero en manifestar su inconformidad. Los evolucionistas teístas sostenían que habían estructuras y relaciones en el mundo que no podían haber surgido por casualidad. Estas relaciones delataban un propósito que subyacía en las operaciones de la naturaleza y las leyes naturales no eran más que los medios por los cuales se alcanzaban sus objetivos. Este fenómeno sólo podía explicarse como la manifestación directa de Dios en el curso del desarrollo de la naturaleza.82 82 Peter J. Bowler, op.cit., p.45. 41 Algunos ejemplos de este discurso teísta fueron los del naturalista católico George Jackson Mivart (1827-1900),83 quién rechazó la selección natural de Darwin y recurrió a la ley del paralelismo para explicar las variaciones naturales como efecto del Diseñador.84 De forma semejante pensaron John George Campbell (1845-1914) y William Benjamin Carpenter (1813-1885).85 Algunos complementaron a la selección natural con dicho discurso, como en el caso de Charles Lyell (1797-1875)86 que nunca aceptó del todo dicho mecanismo, porque a su juicio, Dios, siempre era la causa última.87 Por su parte, Alfred Russel Wallace (1823-1915)88 aceptó la selección natural, 83 George Jackson Mivart fue un naturalista inglés. Comenzó sus estudios en varios colegios, entre ellos el King´s College de Londres y el St. Mary´s College de Oxford, el cual abandonó en 1844 al convertirse a la religión católica. Sus inclinaciones hacia la historia natural se acentuaron con el conocimiento y trato de figuras como Richard Owen y Thomas Henry Huxley. Entre 1836 y 1844 enseñaba anatomía en la Escuela de Medicina del Hospital Santa María en Londres. En 1884, por invitación del episcopado belga, Mivart pasó a ser profesor de historia natural en la Universidad Católica de Lovaina, en ese mismo año obtiene su doctorado. También se dedicó al estudio del pensamiento evolucionista a través de artículos y obras como el Genesis of Species (1871), dichos trabajos le ocasionaron su excomunión por el cardenal Herbert Vaughan. Mivart perteneció a relevantes asociaciones científicas de la época como la Royal Institution, la Zoological Society y la Royal Society. Para conocer su postura evolucionista véase Michael Ruse, ibídem, p.47. 84 Peter J. Bowler, ibídem, p.49. 85Peter J. Bowler, ibídem, p.49. 86 Charles Lyell fue un geólogo escocés. Fue a la Universidad de Oxford, al colegio de Exeter. Estudió abogacía, pero como su miopía le impedía ser un buen profesional su trabajo se centraba cada vez más en la geología, ciencia a la que se vio atraído, influenciado por William Buckland (1784-1856). Su importante obra los Principles of Geology, apareció en 1830, en el libro se destacaba la teoría de la uniformidad. En ésta se estableció que las formaciones geológicas son el resultado de un largo proceso continuo de miles de años. Esta obra fue un soporte fundamental para el desarrollo de la teoría evolucionista de Darwin. En 1830 se le nombró profesor encargado de geología del recién formado King´s College de Londres. Lyell formó parte de ciertas asociaciones científicas británicas como la Royal Society y la Linnean Geological Society. Véase Michael Ruse, ibídem, p.47. 87 Ernst Mayr, op.cit., pp.112-113. 88 Alfred Russel Wallace fue un naturalista, explorador y geógrafo inglés. Realizó un amplio trabajo de campo por la cuenca del río Amazonas en 1848, y entre 1854, y 1862 por el archipiélago malayo, obteniendo de estos viajes un amplio conocimiento sobre la distribución geográfica de las especies animales. Es conocido, principalmente porque propuso una teoría de evolución a través de la selección natural independiente de la de Charles Darwin que motivó a éste a publicar su propia teoría. Tras la publicación de la obra El origen de las especies, Wallace realizó varios aportes al desarrollo de la teoría de la evolución. Véase Alejandro P. 42 pero no consideraba que había repercutido en ciertas características principales del hombre, como su cerebro, mente, voz, entre otras. Wallace deducía el desarrollo del ser vivo a través de una “inteligencia superior”.89 Sin embargo para 1880, de acuerdo con Peter J. Bowler, este discurso teísta fue perdiendo vigor aunque las objeciones de diferente carácter se mantuvieron.90 Por otro lado, los argumentos que se alejaron del discurso teleológico fueron de carácter científico, por ejemplo el paleontólogo y morfólogo Thomas Huxley –el más fuerte partidario de Darwin–, quién se negó a aceptar la variación gradual y continua de la selección natural, pues se inclinaba a la teoría saltacionista. Dicha teoría explicaba cómo una especie evolucionaba bruscamente hacia otro tipo de especie, debido a una mutación impulsada desde el interior de la estructura de cada ser vivo. Señalaba que las nuevas especies no surgen de forma gradual debido a la acumulación de pequeños cambios, como defendía Darwin, sino que se originaba a “grandes saltos” como consecuencia de la súbita aparición de modificaciones capaces de producir cambios evolutivos.91 En la misma línea, se retomó la figura del francés Jean Baptiste Lamarck, apropiándose algunos de sus conceptos transformistas: los caracteres adquiridos; el ambiente como modulador del proceso evolutivo; la concepción idealista sobre la “finalidad” evolutiva; los hábitos; el uso y
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