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Historia Mexicana
El Colegio de México, A.C.
histomex@colmex.mx 
ISSN (Versión impresa): 0185-0172
MÉXICO
 
 
 
 
2002 
Ismael Ledesma Mateos
LA INTRODUCCIÓN DE LOS PARADIGMAS DE LA BIOLOGÍA EN MÉXICO Y LA 
OBRA DE ALFONSO L. HERRERA 
Historia Mexicana, julio- septimbre, año/vol. LII, número 001 
El Colegio de México, A.C. 
Distrito Federal, México 
pp. 201-240 
 
 
 
 
Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal
Universidad Autónoma del Estado de México
 
mailto:histomex@colmex.mx
http://redalyc.uaemex.mx/
LA INTRODUCCIÓN 
DE LOS PARADIGMAS 
DE LA BIOLOGÍA EN MÉXICO 
Y LA OBRA 
DE ALFONSO L. HERRERA
Ismael LEDESMA MATEOS
Universidad Nacional Autónoma de México
Campus Iztacala
Centre de Sociologie de l'Innovation,
École Nationale Supérieure des Mines de Paris
PARTIENDO DEL PENSAMIENTO DE THOMAS S. KUHN la biología se
constituye como ciencia hasta el momento en que cuen-
ta con verdaderos paradigmas, lo cual ocurre en un proce-
so que tiene lugar durante la segunda mitad del siglo XIX y
el inicio del XX. Estos paradigmas son: la teoría celular de
Schleiden y Schwann (1836), la teoría de la homeostasis
de Claude Bernard (1856 y 1878), la teoría de la evolu-
ción de Darwin (1859) y la teoría de la herencia de Mendel
(1866) y de Correns, Tschermack y De Vries (1900).1
Este proceso ocurre en diferentes países de Europa don-
de existen comunidades científicas2 consolidadas y no debe
HMex, LII: 1, 2002 201
1 LEDESMA-MATEOS, 1993, pp.70-77 y LEDESMA-MATEOS, 2000, pp. 6-24.
2 Una comunidad científica es un conjunto de científicos que se
mantienen unidos por ciertos compromisos, reglas y valores. Los cientí-
ficos tienden a formar comunidades autorreguladas, y existe una mul-
tiplicidad de esas comunidades por la existencia de una norma de
individualismo y de una diversidad de especialidades que hacen que sus
miembros se estimen incapaces de juzgar las especialidades vecinas. En
las comunidades científicas existe una estratificación que involucra un
Fecha de recepción: 13 de septiembre de 2001
Fecha de aceptación: 18 de febrero de 2002
pensarse que se trata de eventos únicos que llevaron a la
aceptación inmediata de tal o cual teoría en cada país. Así,
la teoría celular es formulada por Scheleiden y Schwann en
Alemania, donde pocos años después es complementada
por Virchow o la teoría de la evolución por selección natu-
ral es propuesta por Darwin —y Wallace— en Inglaterra,
sin que eso signifique su conocimiento y aceptación inme-
diata en los demás países. Por ello debe entenderse que lo
que se llama constitución de una ciencia —el surgimiento
de los paradigmas que le permiten presentarse como un
cuerpo conceptual coherente— es diferente al fenómeno
de su introducción en distintos ámbitos, lo que tampoco es
sinónimo de su asimilación o su consolidación lo que invo-
lucra su plena aceptación y utilización por parte de las co-
munidades científicas locales, procesos sujetos a dinámicas
sociológicas complejas.
Partiendo de lo anterior, estudiar la manera en que se
da la movilización de ideas, conceptos y en suma de para-
digmas entre distintas comunidades científicas —y en dife-
rentes países— resulta de gran importancia para entender
la historia de las ciencias y la dinámica en la que se entre-
teje con la historia y la realidad de cada país, yendo más allá
de las descripciones cronológicas tradicionales y permitien-
do acercarnos a la posibilidad de entender la manera en la
que realmente la ciencia se hace y cómo operan las comu-
nidades científicas.
Dado que México es un país donde los paradigmas de la
biología no se produjeron, sino que fueron introducidos,
el estudio de la manera cómo ocurrieron estos procesos es
de gran interés para entender la manera cómo se constitu-
yen las comunidades científicas y el papel preponderante
202 ISMAEL LEDESMA MATEOS
sistema diferencial de recompensas. Son comunidades establecidas en
torno a un cuerpo estabilizado de conocimientos. Se trata de agrupa-
mientos de investigadores que piensan y trabajan según determinados
esquemas y que comparten ciertos conceptos, compromisos, modelos o
valores. Desde una perspectiva kuhniana, a partir del momento en que
una ciencia se ha constituido como tal, una comunidad científica está
constituida por individuos que comparten un mismo paradigma. Véan-
se al respecto BARBER, 1952; KUHN, 1971, y VINCK, 1995.
de individuos que, como Alfonso L. Herrera, son el vehícu-
lo para la movilización y transformación de las ideas cientí-
ficas entre diferentes países, tal como se verá más adelante.
DE LA CONSTITUCIÓN DE UNA DISCIPLINA
HASTA SU INSTITUCIONALIZACIÓN Y PROFESIONALIZACIÓN: 
LA COMPLEJA ARTICULACIÓN DE COMPONENTES
INTRACIENTÍFICOS Y EXTRACIENTÍFICOS
Una representación simplificada de los procesos que van de
la constitución de una disciplina hasta su institucionalización
y profesionalización sería la de un esquema de círculos con-
céntricos, en el que al centro se encuentre el proceso de
constitución de una ciencia que involucra tanto componen-
tes lógicos y epistemológicos (intracientíficos) como histó-
ricos y sociales (extracientíficos), en tanto que los niveles
exteriores: introducción, asimilación, consolidación, institu-
cionalización y profesionalización, implican una mayor par-
ticipación de componentes extracientíficos.
Sin embargo, la realidad es mucho más compleja, dado
que existe todo un gradiente de influencias y zonas de
intersección entre lo que se ha dado en llamar intracien-
tífico y lo denominado extracientífico, como el caso de la
aceptación o rechazo de una teoría por parte de una co-
munidad científica, lo que por sí mismo es un fenómeno
sociológico, pero con dinámicas particulares propias de las
ciencias o de las disciplinas con un tipo específico de comu-
nidades que son las científicas y que es diferente a la acep-
tación o rechazo de una teoría por parte de la sociedad en
general. Tal fue el caso del pensamiento evolucionista, que
en un determinado país pudo ser aceptado por la comuni-
dad científica, pero no por el conjunto de la sociedad en
función de ideas religiosas o políticas.
Al estudiar la historia de una ciencia y las condiciones
en que ocurre, nos enteramos de que la separación entre
factores intracientíficos y extracientíficos resulta artificial
debiendo entenderse que en el proceso de construcción de
la ciencia hay operaciones de traducción “que transforman
203LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
por ejemplo las cuestiones políticas en cuestiones técnicas
y viceversa”,3 existiendo múltiples vínculos, heterogéneos e
impredecibles.
El problema de la producción y reproducción de las co-
munidades científicas en diversos lugares del mundo no es
algo trivial y no puede explicarse como la simple traslación
mecánica de ideas, teorías, textos, modelos o estilos de tra-
bajo. No se trata de una simple difusión, sino por el con-
trario, de una serie de fenómenos más complicados que
involucran operaciones de traducción, esto es de ajustes,
adecuaciones, alianzas, movilizaciones hacia tal o cual idea
o intención, fusión de intereses, incluso contradictorios,
que permitan la composición de una nueva mezcla. Siguien-
do las operaciones de traducción es posible ver “como en la
práctica, las dos historias (social e intelectual) se mezclan
la una con la otra”.4
De igual forma, participan operaciones de convicción, que
[…] movilizan en una misma controversia [sobre la forma de
la Tierra, por ejemplo] una mezcla de actores humanos y no
humanos [instrumentos, cartas, tablas de cifras, ecuaciones,
etc.], con el propósito de transformar un enunciado […] en
un hecho científico aceptado por los otros. El gran principio
de esta movilización, principio que constituye en cierta mane-
ra la base de toda la historia social, es el carácter necesariamen-
te colectivo de esta convicción.5
Dicha colectividad tiene como sustrato a cada comunidad
científica con su propia y particular historia. Esta visión,
completamente alejada de la ingenuidad, nos permitever
a las ciencias de otra manera, más real, cruda y descarnada,
la “ciencia tal como ella se hace”,6 con todas sus dimensiones.
De acuerdo con esto, un modelo más complejo para
explicar la interacción de los diferentes factores que parti-
cipan en la construcción de una ciencia ha sido plasmado
204 ISMAEL LEDESMA MATEOS
3 LATOUR, 2001, p. 120.
4 LATOUR y POLANCO, 1990, p. 55.
5 LATOUR y POLANCO, 1990, p. 56.
6 A este respecto véanse LATOUR, 1987 y CALLON y LATOUR, 1990.
por Bruno Latour en un modelo en forma de rosácea que
muestra la “circulación de los hechos científicos” como una
intrincada conjugación de componentes que los estudios
sobre la ciencia deben considerar para empezar a compren-
der de qué trata una disciplina científica dada: instrumen-
tos, colegas, aliados, público; así como los vínculos o nudos
del esquema, que son: la movilización del mundo (que im-
plica los instrumentos), la autonomización (que involucra
la formación y la existencia de colegas), las alianzas, la re-
presentación pública de la ciencia y los vínculos, elementos
vinculantes o nudos7 que implican el contenido conceptual
de las ciencias y que unifican y dan coherencia al conjun-
to de bucles de la rosácea e impiden que se desmadeje.
Estos planteamientos deben ser tomados en cuenta al
momento de abordar el problema de la introducción de las
teorías científicas en diferentes países, para poder así com-
prender cuáles son los obstáculos o las condiciones favora-
bles para que tal fenómeno ocurra. Éste es sin duda un
campo de estudio prolífico para la investigación en histo-
ria y sociología de las ciencias, en el que se han obtenido
avances interesantes para el caso de la teoría de la evolu-
ción en biología,8 sin que se haya abundado al respecto de
otros paradigmas fundamentales de esta ciencia.
El término introducción implica entrada, que algo llega
de fuera, que penetra, de ahí que si hablamos de una teo-
ría o de una disciplina se entienda que fue generada en
otro sitio desde donde siguió un camino para llegar al lugar
en cuestión. Así, aunque el pensamiento darwinista surge en
Inglaterra, su introducción en un país vecino como Fran-
cia tardó un tiempo mayor que en Alemania, país donde
Ernest Haeckel9 desempeñó un papel determinante para
su llegada y aceptación.
La introducción de una disciplina, un concepto o una
teoría implica la participación de otros componentes socio-
205LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
7 LATOUR, 1989, pp. 504-513 y LATOUR, 2001 pp.120-136.
8 Tal como se encuentra en las obras de CONRY, 1974; PAUL, 1979; MO-
RENO DE LOS ARCOS, 1984; RUIZ, 1987, o GLICK, 1988.
9 RADL, 1988 y LEDESMA-MATEOS, 1992 y 2000.
lógicos como son la “difusión” y la “traducción”. De tal forma,
estos procesos de introducción no dependen ni de la carga
conceptual ni de la veracidad de las teorías o conceptos, ni de
la distancia geográfica entre el punto de origen —o de emi-
sión— y el de recepción, sino de fenómenos sociales comple-
jos que involucran la historia particular de las comunidades
científicas y de las sociedades donde esto ocurra.
La introducción de un concepto, de una teoría o de un
paradigma involucra su presencia real en el momento de
la historia que se aborda, y no solamente su instrumen-
tación o práctica generalizada en el seno de una comunidad
científica, debiendo entenderse que existen introduccio-
nes fallidas, donde una asimilación no ocurrió, o bien que
los procesos de traducción y de convencimiento tomaron
otros caminos. Así, la introducción de una teoría no puede
ser reducida, como lo propuso Yvette Conry, a su “valor
operativo”, y si por ejemplo se acepta su postulado de que
“el darwinismo será introducido donde y cuando haya de-
venido en instrumental”,10 tal como señala Harry W. Paul,
“puede concluirse que el darwinismo no fue introducido
en ninguna parte en el siglo XIX”, lo cual considera una te-
sis absurda.11
EL CASO DE MÉXICO
Si entre los países de la Europa del siglo XIX hay divergen-
cias en los tiempos y las formas de introducción y en los gra-
dos de asimilación de las diferentes teorías que condujeron
la constitución de la biología como ciencia, más complejo
es el planteamiento de su introducción en países periféri-
cos —o semiperiféricos— como son los americanos, entre
los que se encuentra México.12 A este respecto debe consi-
206 ISMAEL LEDESMA MATEOS
10 CONRY, 1974, p. 23.
11 PAUL, 1979, p. 22.
12 Siguiendo el planteamiento de POLANCO, 1990, pp. 16-17, los países
europeos más desarrollados, como, Francia aparecerían como un “cen-
tro”, España como una “semiperiferia”, y países como Colombia o Mé-
xico serían “periferias” dentro de su modelo de “Ciencia-Mundo”, 
derarse tanto las situaciones histórica, política, económica,
social, cultural del país, como las influencias a las que puede
ser susceptible.
En el México independiente, una de las reacciones con-
tra España fue el acercamiento a la cultura francesa, lo cual
además se fortaleció por la influencia que tuvieron en el
inicio de la revuelta las ideas tomadas de las obras filo-
sóficas de Rousseau y Voltaire. Cuando se removieron los
obstáculos para recibir obras extranjeras, los textos france-
ses fueron los preferidos.13
Como sostiene Pérez Siller, la presencia francesa en Mé-
xico se inscribe en la tendencia de las inmigraciones en el
sentido amplio (personas, capitales, objetos, ideas) que se
dan en contextos geopolíticos determinados. Si bien desde
el siglo XIX hasta principios del XX Inglaterra fue el centro
de la economía del mundo, en el ámbito cultural, entre la
época de la Ilustración y la revolución de 1879, Francia se
convirtió en el faro de los modelos políticos y sociales de la
modernidad. París se transformó en la “ciudad luz”, en
la capital mundial de la cultura, a la que todos debían ir
para cultivarse y estar en el grado más alto de civilización.14
El filósofo Samuel Ramos sostuvo que:
Francia llamó la atención de los mexicanos por sus ideas polí-
ticas a través de las cuales el interés se generaliza a toda la cul-
tura francesa. La pasión política actuó en la asimilación de esta
cultura, del mismo modo que antes la pasión religiosa en la asi-
milación de la cultura española.
207LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
inspirado en la noción de “Economía-Mundo” presente en las obras de
Braudel y Wallerstein. España, aun en los tiempos en que era la metró-
poli de un imperio colonial era una “semiperiferia” de la Europa sapien-
te. No obstante, en el caso de México, valdría la pena preguntarse y
discutir si durante el siglo XX ocurre una transformación en la que se
convierte en periferia de un nuevo centro científico que es Estados Uni-
dos. Véase SALDAÑA, 1990 o incluso, durante la parte final del siglo XIX y
los inicios del XX, pudo ser, para el caso de algunas ciencias, una perife-
ria de Europa, idea que esbozo en este artículo. 
13 BELTRÁN, 1982, pp. 60-61.
14 PÉREZ SILLER, 1998, p.11.
Ante la pregunta ¿cuáles son esas afinidades entre el me-
xicano y el francés? Ramos responde:
El espíritu revolucionario de Francia ofrece a la juventud avan-
zada de México los principios necesarios para combatir
el pasado. Contra la opresión política, el liberalismo; contra el
Estado monárquico, la república democrática; contra el cleri-
calismo, el jacobinismo y el laicismo. El grupo más inteligente
y activo de la sociedad mexicana se propone utilizar la ideolo-
gía francesa como arma para destruir las viejas instituciones.15
Como señala Pérez Siller:
El afrancesamiento fue el curso más idóneo que adoptaron las
elites mexicana y latinoamericana durante el siglo XIX para
integrarse en los procesos de mundialización. Esto se debe a
que ambas culturas, ibérica y francesa, comparten raíces co-
munes: católicas y latinas, pero también al papel que jugó la
experiencia histórica francesa como paradigma para las anti-
guas colonias ibéricas […] entre los modelos anglosajón —ma-
terialista, liberal, dinámico y eficiente— y español —fanático,
despótico y decadente— las elites prefirieron el afrancesa-
mientopara acompañar la independencia, encaminarse hacia
el “progreso” y alcanzar así lo que se llamó “la civilización”.16
La influencia francesa se da en diversos ámbitos de la cul-
tura, pero de manera muy importante en el campo de la
medicina y las ciencias. De tal manera, durante el gobier-
no de Valentín Gómez Farías, médico de profesión, se dio
una reforma de la enseñanza de la medicina, creando en
1833 el “Establecimiento de Ciencias Médicas”, de acuerdo
con las tendencias de la educación imperantes en Francia,
incluyendo una cátedra de fisiología e higiene, apoyada
por textos y prácticas utilizadas en aquel país;17 en ese mis-
mo año, la reforma educativa decretada por el mismo
Gómez Farías sustituyó el Colegio de Minería por el Esta-
blecimiento de Ciencias Físicas y Naturales, donde se ins-
208 ISMAEL LEDESMA MATEOS
15 RAMOS, 1951, pp. 41-42.
16 PÉREZ SILLER, 1998, p.12.
17 FLORES Y TRONCOSO, 1888, p. 481.
tauraron cátedras de zoología, geología y zoología, y poste-
riormente de zoología comparada (en 1859),18 que tuvieron
una clara influencia francesa.
A pesar de los graves problemas del México independien-
te, de la efervescencia política, de las guerras de invasión,
de los descalabros económicos, durante el siglo XIX existía
una actividad incipiente de docencia e investigación cien-
tífica, con destacados personajes como Joaquín Velázquez
de León, Pío Bustamante y Rocha, Javier Stavoli, Agustín
Barroso, Próspero J. Goyzueta, Rafael Chovell, Juan Luis
Berladier —de origen suizo y discípulo de De Candolle—
J. J. Arriaga, Antonio del Castillo, F. del P. Cordero y Hoyos,
Alfonso Herrera, Gumesindo Mendoza, Antonio Peñafiel,
Leopoldo Río de la Loza, Jesús Sánchez, Manuel Urbina o
Manuel María Villada, muchos de ellos mantuvieron un
estrecho contacto con el extranjero, particularmente con
Francia. Debe destacarse que dos de los principales natura-
listas del siglo XIX en México, Alfredo Dugès y Eugenio Du-
gès eran de origen francés, y el primero fue corresponsal
de la Société de Biologie de France.
Un elemento que contribuyó a consolidar la presencia
de la influencia francesa en la ciencia mexicana fue la ins-
tauración, en 1864, de la Comisión Científica, Literaria y
Artística de México creada por el imperio de Maximiliano,
así como la Commision scientifique du Mexique, creada en
París por decreto de Napoleón III, que trabajaría sobre la
base de la información enviada por los “corresponsales”
que formaban parte de la expedición colonialista, quienes
eran extranjeros residentes en México o bien mexicanos in-
corporados al gabinete imperial.19
Con la caída del imperio de Maximiliano y la restaura-
ción de la República, que coincide con alguna diferencia
de tiempo con la caída del imperio de Napoleón III y el es-
tablecimiento de la tercera República francesa, los nexos
intelectuales entre los dos países se hicieron más estrechos,
de acuerdo con la influencia de la ideología liberal y la ma-
209LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
18 BELTRÁN, 1982, p. 59.
19 MALDONADO-KOERDELL, 1964, pp. 242-243.
sonería. Durante el gobierno de Juárez, la Escuela Nacional
Preparatoria fue fundada por Gabino Barreda, discípulo de
Augusto Comte, siendo el positivismo la filosofía dominan-
te en el mundo intelectual mexicano.
En el porfiriato, el nexo fue también estrecho y en 1883
se creó la Comisión Científica Mexicana20 dirigida por Al-
fonso Herrera, que aprovechó el modelo de la Commission
scientifique du Mexique en beneficio del conocimiento de los
recursos naturales de nuestro país. Como es bien sabido, la
afinidad de Porfirio Díaz con Francia llegó al grado de que
cuando fue desterrado decidió establecerse en París y sus
restos reposan hasta la fecha en el cementerio de Montpar-
nasse. El vínculo con Francia en esta segunda mitad del si-
glo XIX y los inicios del XX no es algo trivial pues tendrá un
fuerte peso en los fenómenos de introducción de los para-
digmas de la biología en nuestro país.
Hay dos vertientes en las que es necesario abordar la in-
troducción de los paradigmas de la biología en la nación.
Una es la relativa a la importación de algunos de ellos por
parte de la comunidad médica antes de que sea posible re-
ferirse a la biología (durante el siglo XIX), y la otra, que se
ubica en los inicios del siglo XX y que tiene que ver con la
emergencia de la primera cátedra y el primer libro de
la materia, es su mención en los programas de estudios y
el intento por establecer instituciones de enseñanza e in-
vestigación expresamente dedicadas a la biología, con ese
nombre.
ALFONSO L. HERRERA Y LA CONCEPCIÓN DE LA BIOLOGÍA
COMO UNA NUEVA CIENCIA
En sentido estricto, la introducción de los paradigmas de
la biología en México tiene que ubicarse en el siglo XX e im-
plica referirse a la obra de Alfonso L. Herrera, quien es el
personaje determinante para comprender el desarrollo de
la biología en nuestro país durante el periodo que se es-
210 ISMAEL LEDESMA MATEOS
20 Memoria, 1887, pp. 443-445.
tudia. A. L. Herrera, hijo del naturalista Alfonso Herrera
Fernández, marca una ruptura con la tradición naturalista,
descriptiva y taxonómica representada por su padre; trans-
forma la cátedra de la historia natural, sustituyéndola por
la primera cátedra de biología, que establece en la Escuela
Normal para profesores en 1902. Ante la carencia de un li-
bro de texto para la misma escribió Nociones de Biología, que
se editó en 1904, siendo el primer libro de la disciplina en
el país. En dicha obra Herrera da cuenta del cúmulo de co-
nocimientos biológicos existentes en el país, que paradóji-
camente no se encuentran asentados en una comunidad
científica y que pueden considerarse producto de la inicia-
tiva personal de búsqueda y de comunicación científica del
autor, que afirma es el resumen de sus estudios iniciados
desde 1888.
Considerado el principal introductor del pensamiento
darwinista en el país, y autor del primer texto estrictamen-
te darwiniano, Recueil des lois de la biologie générale, publica-
do en 1897, pugnó toda su vida por el desarrollo de una
biología entendida como una disciplina autónoma. Luchó
por el establecimiento de una instancia específica dedica-
da a la investigación biológica: la Dirección de Estudios Bio-
lógicos de la Secretaría de Fomento (1915-1929), que al
desaparecer dio origen al Instituto de Biología de la UNAM,
pero con la correlativa exclusión de Herrera, tal como se
ha detallado en otros trabajos.21
El libro Nociones de Biología es determinante para com-
prender la orientación que Herrera pretende dar a la bio-
logía que se aboca a introducir, de ahí el valor de analizar
tanto el contenido del texto como sus fuentes. Afortunada-
mente el autor anota una relación de las obras que le sirvie-
ron de base para su redacción y que son las siguientes: La
Biologie por Letourneau, Le Darwinisme por Ferrière, Nocio-
nes de Biología por Conn, Principes de Biologie por Spencer,
L'origine des espèces por Darwin, La descendence de l'homme por
211LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
21 Para mayor información acerca de la obra de A. L. Herrera y su im-
portancia, véanse LEDESMA-MATEOS, 1999; LEDESMA-MATEOS y BARAHONA,
1999, y LEDESMA-MATEOS, 2002.
Darwin, La variación por Darwin, Le Darwinisme por Walla-
ce, L'evolution du sexe por Geedes y Thomson, Animal Life
por Jordan y Kellog, La Cellule por Henneguy, The proto-
zoa por Calkins, Histoire de la Création por Haeckel, Antropo-
genie por Haeckel, La science experimentale por Bernard, La
forme et la vie por Houssay, L'espèce humaine por Quatrefa-
gues, y las revistas Botanisches Centralblatt y Biochemisches Cen-
tralblatt, aclarando que otras obras se mencionarán donde
les corresponda.
Bien puede afirmarse que para 1902 —cuando se esta-
bleció la primera cátedra de la materia— o 1904 —cuando
se publicó el libro—, Herrera tenía ya una visión propia cla-
ramente definida de la biología como una nueva ciencia di-
ferente a la historia natural, que hizo explícita en Recueil des
lois de la biologie générale, pequeño folleto editado en1897 y
que, de acuerdo con Moreno de los Arcos, fue el primer
texto claramente darwinista que se escribió en México; en
él “a manera de catecismo, expone las leyes que rigen el
mundo de lo viviente”.22 Sin embargo, el establecimiento
de una clase formal en la Escuela Normal, donde se forman
los profesores, indica un movimiento tendiente a la difu-
sión de esta concepción, novedosa en el campo educativo
mexicano, con la posibilidad de que otros hagan suyas sus
ideas y las transmitan a sus educandos. Desgraciadamente,
como ya se ha discutido en otros trabajos,23 este proyecto
se vio interrumpido, debiendo pasar muchos años para su
recuperación parcial.
Al inicio de Nociones de Biología, Herrera enuncia su “pro-
posición fundamental”, que implica una definición de bio-
logía: “Todos los fenómenos materiales del organismo, en
el pasado y en el presente, han tenido o tienen por causa
las fuerzas físico-químicas conocidas. La biología es la cien-
cia que estudia estos fenómenos”.24 A continuación sigue
una sección titulada “Definición, objeto y utilidad de la bio-
212 ISMAEL LEDESMA MATEOS
22 MORENO DE LOS ARCOS, 1984, p. 38 y LEDESMA-MATEOS y BARAHONA, 1999,
pp. 635-674.
23 LEDESMA-MATEOS, 1999 y LEDESMA-MATEOS y BARAHONA, 1999.
24 HERRERA, 1904, p. 11.
logía”, donde se discuten las acepciones dadas a la palabra
por Auguste Comte o Letourneau, pero —siguiendo a Pas-
cal— sostiene que para poder definir la biología y fijar sus
límites es necesario definir antes la expresión vida. Para eso
toma como base las definiciones analizadas por Claude
Bernard en La science experiméntale.25 La figura 1 del libro es
precisamente la imagen de Claude Bernard, a quien curio-
samente llama “filósofo y fisiologista francés” y no médico,
detalle que sugiere una postura al respecto de los alcances
y la ubicación de su obra para el posicionamiento de la bio-
logía como disciplina autónoma; de hecho, en otra parte
del libro calificará a la medicina como “la ciencia de los ig-
norantes”,26 posición que coincide con la que en los hechos
sostenía el gran fisiólogo francés.
Sin embargo, no debe pensarse que Herrera hace una
traslación mecánica de los planteamientos de Bernard, pues
los discute y complementa. Así, señala que éste hace la crí-
tica de todas esas definiciones y concluye que la vida no
puede definirse, aunque “sus caracteres principales son la
creación y la destrucción orgánicas”. Más adelante Herre-
ra propone “una fórmula, no decimos definición, que es
enteramente positiva: La vida consiste en la actividad físico-
química de un protoplasma o emulsión especialmente constituida
y tiene una condición fundamental: las corrientes osmóticas”, ha-
ciendo notar que “otras definiciones no hacen alusión al
protoplasma, la base física de la vida, sin lo cual todas son
insuficientes, pues la consideran un fenómeno extraordi-
nario sin base primordial. De ahí concluye: La vida consiste
en la actividad del protoplasma.27
Salvando la condición previa, continúa diciendo que:
La biología tiene por objeto el estudio del protoplasma, en todas sus ma-
nifestaciones. Podría llamarse también plasmogenia general. Estas
manifestaciones son físico-químicas, y la biología es la ciencia de
213LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
25 HERRERA, 1904, pp. 12-13.
26 HERRERA, 1904, p. 16.
27 HERRERA, 1904, p. 14 (las cursivas son del original).
los fenómenos del organismo, que en el pasado y en el presente han
tenido y tienen por causa las fuerzas físico-químicas conocidas28
lo que al inicio había enunciado como “proposición funda-
mental.”
Acerca del carácter de la biología como ciencia, Herrera
cita a Preyer y dice:
Si la biología es una ciencia exacta deberá admitirse que sus
leyes son invariables y que son lo que siempre han sido.
La física es independiente de la historia; sus leyes no encie-
rran ningún elemento que dependa de la época. Ha llegado
el caso en que la biología queda establecida como ciencia
exacta.
[…] las leyes biológicas tienen el mismo carácter que las
leyes físicas, son absolutas. Independientes de toda idea de
origen y de fin, de toda consideración de época y de lugar, y
por lo mismo la biología es una ciencia exacta.29
Para Herrera
[…] a biología es una ciencia nueva, no porque sean nuevos
los objetos en que se ocupa, sino porque los considera de un
nuevo punto de vista […] los zoólogos y los botánicos de las
pasadas edades se limitaban a mirar las plantas y los animales
como ejemplares de museos,30 donde las ordenaban y clasifica-
ban con nombres arbitrarios. El biólogo de nuestros días los
considera como seres activos, como partes de un todo que
siempre está modificándose y cambiando. Para los que hace
cincuenta años se dedicaban a la historia natural, los reinos
orgánicos se componían de individuos que había que clasificar :
para el biólogo de hoy, de individuos que hay que explicar.31
214 ISMAEL LEDESMA MATEOS
28 HERRERA, 1904, p. 15.
29 HERRERA, 1904, p. 79.
30 En este párrafo el autor inserta véase A. L. Herrera, “Les musées de
l'avenir”, en Mémoires de la Société Alzate, t. IX, p. 221.
31 HERRERA, 1904, p. 18.
LOS PARADIGMAS INICIALES DE LA BIOLOGÍA
La teoría celular
En la parte titulada “Hechos de la unidad fundamental”,
Herrera dedica una sección a la “Unidad de los organis-
mos. El protoplasma”, donde aborda el tema de la célula
(la celdilla), enfatizando que es la que contiene el proto-
plasma. Escribe:
Una vez demostrado que la pared celular era hasta cierto pun-
to inactiva, fijóse la atención en los contenidos de la celdilla.
Veinte años después de formulada la teoría celular, se consi-
deraron el núcleo y la sustancia celular como esenciales para
las actividades de la celdilla […] en 1860 formulóse una teo-
ría que constituyó lo que muchas veces se ha llamado el pun-
to de partida de la biología moderna. Desde entonces la idea
del protoplasma se elevó a gran altura. Fue perfectamente de-
finido por Schultze, quien sostuvo que la parte verdaderamen-
te activa de la celdilla era la sustancia celular, idéntica en todas
las celdillas de los animales y de los vegetales superiores e in-
feriores. Es realmente la única cosa que tiene vida. No obstan-
te su sencillez, posee todas las propiedades fundamentales de
los seres vivos —irritabilidad, contractilidad, asimilación y re-
producción—. Huxley la llamó base física de la vida […]
Para comprender la naturaleza de la vida: “no se necesi-
taba ya ocuparse de la masa confusa de órganos complejos,
que nos ofrecen los seres orgánicos, ni aun de las estruc-
turas menos confusas de las celdillas individuales. Bastaba
estudiar el protoplasma”.32
Como puede verse, no mencionar a Schleiden y Schwann,
ni a Virchow, poniendo el énfasis en la sustancia —el pro-
toplasma— y no en la integridad física de la estructura,
abre precisamente el camino a la idea de la generación de
lo viviente como producción de protoplasma, que implica
la idea de blastema presente en Claude Bernard y en Haec-
kel, de manera discrepante con Pasteur, cuya confronta-
215LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
32 HERRERA, 1904, p. 34.
ción con la generación espontánea asume el principio de
Virchow de que toda célula procede de una preexistente,
siendo la célula la unidad de origen de todos los seres vivos.
En otros documentos Herrera se refiere despectivamente
al “dogma de Pasteur”,33 aunque acepta las conclusiones de
los experimentos pasteurianos, pero en las condiciones
de los laboratorios.34
La idea de la “celdilla” como almacén del protoplasma
forma parte de la polémica en torno a la teoría celular y a
la continuidad o discontinuidad de la sustancia viviente
que se hace presente en Europa en la segunda mitad del si-
glo XIX y los inicios del XX, y de la que incluso forma parte
el debate entre la teoría reticular (sostenida por Camilo
Golgi) y la teoría de la neurona (sostenida por Santiago Ra-
món y Cajal). El autor al que hace referencia es Max Jo-
hann Segismund Schultz, quien discrepó de la importancia
que los creadores de la teoría celular daban a la pared o en-
voltura,basándose en el estudio del tejido muscular y su
aparente continuidad, obteniendo importantes seguidores
a partir de 1861.35 Cabe mencionar que uno de los más des-
tacados microscopistas franceses, cofundador con Claude
Bernard de la Société de Biologie de Francia, Charles Robin,
fue también un adversario de la teoría celular en su versión
final apoyada por Virchow.36
En consecuencia Herrera retoma el argumento de que
[…] los últimos estudios de los microscopistas han demostrado
que las paredes de las celdillas tienen casi siempre pequeños
poros, por donde salen filamentos protoplásmicos, que esta-
blecen una comunicación íntima entre las diversas partes del
organismo, de manera que éste no podría ser una pluralidad y
sí una unidad anatómica y funcional.
Para apoyarse coloca una imagen de la comunicación de
las celdillas que establecen la continuidad y unidad del pro-
216 ISMAEL LEDESMA MATEOS
33 Carta a Enrique Beltrán en BELTRÁN, 1978, p. 60.
34 HERRERA, 1904, p. 74.
35 GEISON, 1975, pp. 230-232.
36 GRMEK, 1975, pp. 491-492.
toplasma en el organismo, tomada de la obra General Bio-
logy de Sedgwick y Wilson.37
En Francia, Felix le Dantec utilizaba también la idea de
continuidad para referirse a las uniones de la masa proto-
plasmática, “uniones en el espacio y en el tiempo […] que
constituyen la unidad del cuerpo viviente”.38
En otra parte del libro encontraremos un apartado com-
pleto con el título “Hechos de la vida celular o fundamen-
tal”, donde aborda las “propiedades físico-químicas del
protoplasma y la celdilla”, “la estructura osmótica del pro-
toplasma”, sus “movimientos”, “crecimiento”, “reproducción
de la celdilla y el papel del núcleo”.39 Se basa, como clara-
mente lo señala, en las Nociones de Biología de Conn, así
como en numerosos trabajos entre los que destacan los de
Houssay, Calkins, Strasbuguer y Guignard.
Será hasta al final de esta parte cuando introduzca la idea
de “las imitaciones del protoplasma y la celdilla por me-
dio de reactivos orgánicos o inorgánicos”, que forma par-
te de su teoría de la plasmogenia, que por razones de
espacio no abordaré aquí.
Para el caso de la teoría celular, puede pensarse en su in-
troducción previa a la obra de Herrera, que estaría ligada a
la comunidad médica y a la aceptación primero del concep-
to de tejido procedente de Bichat —que llega de Francia vía
la obra de Magendie y más adelante el de celdilla. Aparte
de la posición de Herrera, ampliamente documentada de
acuerdo con textos europeos, hasta donde se ha podido in-
vestigar, la teoría celular no causó gran polémica o rechazo
y se integra a nivel de estudios microscópicos al darse el es-
tablecimiento de la bacteriología y la microbiología con
personajes como Eduardo Liceaga, quien reprodujo en Mé-
xico los trabajos de Pasteur acerca de la rabia y aprovechan-
do su amistad con Porfirio Díaz, fundo el laboratorio de
bacteriología del Consejo Superior de Salubridad, y Ángel
217LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
37 HERRERA, 1904, pp. 35-36.
38 LE DANTEC, 1907, p. 96.
39 HERRERA, 1904, pp. 91-113.
Gaviño quien instaló el primer laboratorio de bacteriología
en la Escuela Nacional de Medicina.
Evidentemente, el único ámbito donde se podía prestar
atención a la teoría celular es el de la enseñanza y la prác-
tica médica, donde se tomaría como un nuevo conoci-
miento asociado a la patología de Virchow y entendido en
términos eminentemente pragmáticos, además de su uso
corriente en los cursos de fisiología, a partir de que Igna-
cio Alvarado tomó a su cargo la cátedra de fisiología como
se verá más adelante.
Es interesante que —al menos en las investigaciones
documentales directas realizadas hasta la fecha— no se re-
gistran textos de polémica en torno a la teoría celular en
México, por lo que planteamientos críticos como los de He-
rrera no generaron un debate, pues se insertan en el seno
de una problemática propia de la biología europea, a la
que desgraciadamente no se prestaba atención en el país.
La teoría de la homeostasis
Es evidente que, por su ligazón con la medicina, a finales del
siglo XIX e inicios del XX la fisiología tenía mayor grado de
desarrollo, lo que permitió más fácil introducción del para-
digma de la homeostasis. Con la fundación de la primera
cátedra de fisiología en la Escuela de Medicina, de la que fue
profesor Manuel Carpio (quien la impartió de 1833 a 1860),40
se introdujo el estudio de la obra de Magendie que implica
una orientación experimental y que sirvió de base empíri-
ca para el inicio de la construcción del edificio intelectual
bernardiano, aunque el verdadero introductor de las ideas
de Claude Bernard en México fue Ignacio Alvarado, quien
obtuvo la cátedra de fisiología de la Escuela de Medicina a
finales de 1861, aunque ya la impartía en la Escuela de Me-
dicina Veterinaria desde 1856. Fue él quien introdujo en la
docencia la lectura de las obras de Claude Bernard y propu-
218 ISMAEL LEDESMA MATEOS
40 IZQUIERDO, 1934, p. 139.
so que la medicina fuera considerada en su acepción más lata
como “Biología dinámica y patológica”.41
Alvarado era el médico de Benito Juárez, por lo que man-
tuvo la cátedra sólo hasta 1863, y fue sustituido por Luis Hi-
dalgo y Carpio de 1863 a 1866, y luego, en 1867 por Manuel
Carmona y Valle, quien había obtenido fama por haber rea-
lizado una estancia de investigación en Francia, trabajando
como colaborador de Brown-Sequard quien más tarde se-
ría el heredero de la cátedra de Claude Bernard en el Collè-
ge de France.42 De acuerdo con Izquierdo, la orientación
filosófica de Carmona y Valle era vitalista43 y por eso, aun-
que poseía experiencia en la realización de preparaciones
experimentales fisiológicas, no coincidía con el conjunto
de la concepción bernardiana.
Alvarado recuperó en breve tiempo la cátedra de la que
era propietario y la mantuvo hasta el triunfo de Porfirio
Díaz, luego de lo cual se impidió que la ocuparan sus más
destacados discípulos (Ramón López Muñoz, Porfirio Pa-
rra y Manuel Rocha).44 A continuación la ocupó José Ma-
ría Bandera, quien se alejó del pensamiento bernardiano y
estuvo a cargo de la materia hasta 1909.45
No fue sino hasta los inicios del siglo XX cuando se en-
contró otro fuerte impulsor de la visión bernardiana: Da-
niel Vergara-Lope, colaborador de Alfonso L. Herrera en
la escritura de la magnífica obra “La vie dans les hautes pla-
teaux” —La vida en las altitudes—, la cual fue galardonada
por el Instituto Smithsoniano46 y en la que la idea del ajus-
te homeostático está claramente presente.
Vergara-Lope ocupó la cátedra de fisiología de la Escue-
la de Medicina de 1909 a 1914 y con anterioridad trabajó
en la instalación del primer laboratorio de investigación en
219LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
41 IZQUIERDO, 1934, pp.174-175 y LEDESMA-MATEOS, 1997, p. 42. Véase
también IZQUIERDO, 1951 (esta fuente es un CD Rom, cuyo diseño no per-
mite definir páginas).
42 IZQUIERDO, 1934, pp. 139 y 187-188.
43 IZQUIERDO, 1934, pp. 192-193.
44 IZQUIERDO, 1934, pp. 228-230.
45 IZQUIERDO, 1934, pp. 231-232 y LEDESMA-MATEOS, 1997, p. 42.
46 BELTRÁN, 1968, p. 38.
fisiología del país, el cual se ubicó en el Instituto Médico
Nacional, que estuvo a cargo de Fernando Altamirano —mé-
dico de cabecera de Porfirio Díaz—, quien también era
el director fundador de ese instituto, que se formó en 1888.
Vergara-Lope fue enviado a visitar los laboratorios de fisio-
logía de Dastre y Reignard en París, los de Bruselas y los de
Pavlov en San Petersburgo, luego de lo cual elaboró los pla-
nos para el laboratorio del instituto en México.47 Altamirano
y Vergara-Lope tenían una idea más completa del desarro-
llo de la fisiología en el mundo, aunque lamentablemente
no tuvieron desde un principio la responsabilidad de la for-
mación de los estudiantes.48 Sin embargo, en 1900 Altami-
rano y Vergara-Lope montaron el laboratorio de fisiología
de la Escuela de Medicina.49
A juzgar por la presencia de las obras de Bernard en la
Biblioteca Nicolás de León del Palacio de Medicina, es evi-
dente que éstas fueronla base de la enseñanza de la fisio-
logía médica por muchos años, por lo que la teoría de la
homeostasis fue bien introducida y asimilada en nuestro
país. De igual forma, en el terreno del pensamiento estric-
tamente biológico, donde nuevamente nuestro referente
es Alfonso L. Herrera, el análisis de Nociones de Biología cla-
ramente nos deja ver la orientación bernardiana no sólo
en lo que a los aspectos fisiológicos se refiere, sino tam-
bién en el rechazo al naturalismo contemplativo y a la idea
de una ciencia de la vida autónoma, con la diferencia de
que para Herrera claramente ella es la biología, en tan-
to que para Bernard lo es la fisiología.
En la lista de obras consultadas para la redacción de No-
ciones de Biología, se encuentra La Science experimentale de
Claude Bernard, que es precisamente una compilación
de diversos trabajos —realizada por Paul Bert, en homena-
je a su maestro— que incluye “Du progrès dans les sciences
physiologiques” (1865), “Le problème de la physiologie
générale” (1867) y “Définition de la vie” (1875), textos
220 ISMAEL LEDESMA MATEOS
47 IZQUIERDO, 1934, pp. 245-248.
48 LEDESMA-MATEOS, 1997, p. 42.
49 IZQUIERDO, 1951.
muy contundentes y beligerantes, en los que su autor arre-
mete contra los médicos tradicionales y los naturalistas.
En “Le problème de la physiologie générale” Bernard
escribe:
[…] Uno de los obstáculos que la fisiología experimental ha
debido encontrar necesariamente en su evolución, es el anta-
gonismo de los naturalistas —zoólogos, botánicos y anatomis-
tas— que piensan que la fisiología entraba en su dominio y les
pertenecía, reclamando para sus museos y sus coleccio-
nes todas las mejoras a hacer en las ciencias biológicas, y se
oponen a la creación de laboratorios independientes y de cá-
tedras especiales de fisiología.50
La actitud de Herrera en lo referente a la búsqueda de
la biología como una ciencia autónoma y a su rechazo al na-
turalismo descriptivo es completamente similar a la postu-
ra bernardiana, con la diferencia de que el enfoque que
propone va más allá, separándose completamente de la me-
dicina, cuestión que tendrá particulares repercusiones en
el desarrollo de la biología durante el proceso de su insti-
tucionalización, tal como ya se ha tratado en otro trabajo.51
De manera similar, otro de los libros que Herrera enlista es
La biologie de Charles Letourneau,52 que es un manual esco-
lar con una clara posición bernardiana aplicada a la totali-
dad de lo viviente. Se trata de un libro muy diferente al de
Herrera, con un enfoque distinto, aunque evidentemente
le sirvió como una base de contrastación, tomando de él
sólo lo correspondiente a las cuestiones fisiológicas.
La influencia de Vergara-Lope también se dejó ver en
el momento de la fundación de la Dirección de Estudios
Biológicos (DEB) por Alfonso L. Herrera, quien planeó el
establecimiento de una sección de fisiología orientada al es-
tudio de la adaptación homeostática a la altitud y los cam-
bios en la composición del aire respirado. Esta sección
221LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
50 BERNARD, 1878, pp. 144-145.
51 LEDESMA-MATEOS, 1999.
52 LETOURNEAU, 1900.
quedó a cargo de Fernando Ocaranza, quien más adelante
sería uno de los más acérrimos enemigos de Herrera.53
La tradición bernardiana continuó gracias a la forma-
ción de una nueva generación de fisiólogos en la que des-
taca José Joaquín Izquierdo, quien inició sus actividades de
investigación en la DEB y luego realizó una estancia de in-
vestigación en Estados Unidos con Walter W. Cannon,54
creador del término homeostasis —que no de la concep-
ción o la teoría.
Como se ve, el paradigma de la homeostasis es uno de
los que tuvieron mejor recepción, habiendo sido introdu-
cido de manera temprana y asimilado plenamente forman-
do parte de las líneas normales de investigación en el país,
hecho que se explica por su estrecha vinculación con las
perspectivas médicas y la enseñanza e investigación ligadas
con la medicina, cosa muy diferente de lo ocurrido con el
paradigma de la evolución.
La teoría de la evolución
En cuanto a la teoría de la evolución, el proceso es de ma-
yor complejidad, pues posee implicaciones que van más
allá del ámbito académico, cruzando lo religioso, ideológi-
co y político. En su magnífica obra La polémica del darwinis-
mo en México, siglo XIX, Roberto Moreno de los Arcos aborda
los debates ocurridos en el seno de la Sociedad Metodófi-
la Gabino Barreda, donde el problema de la evolución se
confronta a dos posiciones dentro de la filosofía positivis-
ta, la estrictamente derivada de Auguste Comte, sostenida
por el propio Barreda, y la vertiente inspirada en Spencer,
apoyada por los hermanos Justo y Santiago Sierra. El posi-
tivismo comtiano rechaza la teoría darwiniana de la evolución
por considerarla imposible de demostrar positivamente, en
tanto que los spencerianos la adoptan asociándola a la idea
de progreso. Puede considerarse que el darwinismo se in-
222 ISMAEL LEDESMA MATEOS
53 LEDESMA-MATEOS, 1999.
54 LEDESMA-MATEOS, 1997.
trodujo en México durante las últimas décadas del siglo
XIX, existiendo una polémica en tres órdenes: el filosófico,
el religioso y el científico.
A juzgar por las evidencias documentales analizadas por
Moreno de los Arcos,55 el darwinismo ciertamente fue in-
troducido en nuestro país en la década de los setenta del
siglo XIX, y su irrupción puede asociarse con la publicación,
en 1871, del nuevo libro de Darwin: El origen del hombre, el
cual causó un gran revuelo social en Europa y un fuerte re-
pudio de parte del catolicismo, en tanto que el relativo
retraso de su introducción puede deberse a la situación del
darwinismo en Francia, que fue rechazado y luego lenta y
confusamente aceptado, además de la animadversión de
la corriente positivista de Barreda.
En 1875 tenemos la primera cita conocida acerca de Dar-
win, que procede de Justo Sierra, y aparece en un debate
contra el espiritismo. En 1878, Santiago Sierra decía que:
“tenemos en nuestro poder y hemos leído todas las obras
de Charles Darwin y aún tenemos traducida una: la filiación
del hombre que pronto trataremos de publicar y popularizar
entre nosotros” luego de lo cual proporcionaba una lista de
textos darwinistas que recomendaba: La descendencia y dar-
winismo de Schmidt, La historia de la creación natural y la An-
tropogenia de Haeckel, Anatomía de los vertebrados, Lugar del
hombre en la naturaleza, Fisiología y Sermones laicos de Huxley,
además de citar a Wallace, a Vogt y Martins, mencionando
también a los que considera detractores del darwinismo,
como Blanchard, Baer y Perrier, sugiriendo su lectura a los
católicos.56
En 1882 Dugès clasificó al hombre con los primates; ade-
más de mencionar a Huxley y Haeckel entre sus fuentes, en
1884 el general Vicente Riva Palacio, en su texto “El virrey-
nato” en México a través de los siglos, cita La descendance de
l'homme y De la variation de animaux et des plants à l'état domes-
tique de Darwin; Generelle Morphologie de Haeckel y Leçons sur
l'homme de Vogt. En 1895, Agustín Aragón expresó su anti-
223LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
55 MORENO DE LOS ARCOS, 1984, p. 19.
56 MORENO DE LOS ARCOS, 1984, pp. 19 y 22.
darwinismo desde su postura positivista, pero también cita
importantes obras al respecto, y ni qué decir de los textos
relativos al darwinismo —a favor y en contra— apareci-
dos entre 1882 y 1884 en La Naturaleza y traducidos de la
Revue Scientifique de Francia, todo lo cual permite afirmar
que “el darwinismo llegó a México y se difundió en los gru-
pos cultos en gran medida” y que de ninguna manera
su presencia fue débil,57 aunque vale la pena introducir el
matiz de que si bien fue introducido, eso no significa que
fuera asimilado plenamente, pues durante el siglo XX su
presencia en la biología mexicana se vio nulificada.58
En el contexto estrictamente científico, según Moreno
de los Arcos, “el darwinismo modificó en buen número de
personas la orientación de la investigación científica”,59 pu-
diéndose destacar varios trabajos, comoel de Francisco Pa-
tiño, considerado el primer texto científico con clara
mención de las ideas de Darwin: “Las plantas carnívoras”,
publicado en la Gaceta Médica en 1876; el de José Ramírez
“El origen teratológico de las variedades, razas y especies”,
donde afirma que “[…] está perfectamente demostrado
por Darwin y admitido por los naturalistas que todas las ra-
zas de palomas descienden de la paloma silvestre (Columba
livia) […]”, siendo para él fundamental el estudio de las
monstruosidades para comprender el origen de nuevos
grupos taxonómicos,60 tal como el de nuevas especies, por
herencia de los caracteres monstruosos, ideas que también
extendió a las plantas anormales.
José Ramírez es sin duda uno de los naturalistas más pro-
líficos que aceptó el pensamiento evolucionista y lo aplicó al
problema del origen de las razas, tanto vegetales como ani-
males y humanas, por lo que en 1896 publicó el trabajo “Las
leyes biológicas permiten asegurar que las razas primitivas
de América son autóctonas”, aportando elementos para de-
sechar la idea de que las razas del Nuevo Continente pro-
224 ISMAEL LEDESMA MATEOS
57 MORENO DE LOS ARCOS, 1984, pp. 19-22.
58 Al respecto véanse LEDESMA-MATEOS, 1999 y PIÑERO, 1996, pp. 13-17.
59 MORENO DE LOS ARCOS, 1984, p. 35.
60 FLORES OLVERA y OCHOTERENA BOOTH, 1991, pp. 28-29.
venían de Europa. Sostuvo que en América el reino vege-
tal se desarrolló como en el resto el mundo, al igual que el
reino animal, que alcanzó los mismos grados de evolución,
en tanto que las razas humanas también evolucionaron y
debieron desarrollarse independientemente. Con base en
ello, se alejó del asunto de la superioridad o inferioridad
de las razas, buscando argumentaciones biológicas para
apoyar la idea de su origen autóctono.61
Sin embargo, en el ámbito de la ciencia, una plena intro-
ducción de la teoría darwiniana de la evolución queda evi-
denciada con la publicación en 1897 de la obra Recueil des
lois de la biologíe générale por Alfonso L. Herrera, considera-
do el primer texto darwinista escrito en el país.62
En los inicios del siglo XX, la cátedra de Biología de He-
rrera y su libro Nociones de biología tendrán una orientación
eminentemente darwiniana, aunque con una tendencia
inspirada en la obra de Haeckel, como él mismo lo decla-
ra, conjugada con una orientación ligada a la filosofía de la
naturaleza del romanticismo alemán. Herrera dedica una
buena parte de su libro a la exposición de lo que llama las
leyes de la evolución, que son: 1) Ley de la reproducción;
2) Ley de la correlación del crecimiento y de compensa-
ción orgánica; 3) Ley de la herencia; 4) Ley de la multipli-
cación geométrica de las especies y la multiplicación
aritmética de los alimentos; 5) Ley de la constancia de las
formas en razón de la sencillez de la estructura; 6) Ley de
la lucha por la vida, y 7) Ley de la selección natural.
Con toda contundencia, en las leyes 4, 6 y 7 encontramos
la clara filiación darwinista de Herrera,63 quien a continua-
ción argumentará en favor de la evolución, integrando su
muy particular versión del darwinismo con una evolución
total del universo. Más adelante, y con un enorme sentido
didáctico, pone una serie de cuadros de resumen, el prime-
ro de ellos dedicado a las objeciones a la teoría de Darwin,
para darles respuesta puntualmente. En seguida expone las
225LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
61 FLORES OLVERA y OCHOTERENA BOOTH, 1991, pp. 31-33.
62 MORENO DE LOS ARCOS, 1984, p. 39.
63 LEDESMA-MATEOS, 1999, p. 90.
pruebas geológicas de la evolución, utilizando el clásico
ejemplo de la genealogía del caballo; después presenta las
pruebas experimentales que dice: “son muy contadas, por-
que la mayoría de los naturalistas y muy particularmente los
enemigos de la teoría darwinista se ocupan de asuntos bala-
díes, como la descripción de especies y cortes histológicos,
en vez de consagrarse a los experimentos”, como debiera
hacerse en una ciencia experimental, luego de lo cual des-
cribe experimentos donde se ha cambiado el género y la
especie de algunos crustáceos, por medio de modificacio-
nes en la concentración salina de su cultivo, indicando que
los nacientes estudios de plasmogenia demuestran que la
variedad de formas y estructuras se debe a causas físico-quí-
micas y a detalles de preparación.64
Al hablar de la evolución humana, discute las diferencias
y semejanzas anatómicas entre el hombre y los demás prima-
tes, si bien apunta que “el origen del hombre es algo incier-
to, pero últimamente se han encontrado esqueletos fósiles
muy interesantes, sobre todo el que se descubrió en Java y llá-
mase —Pithecantropus erectus—: establece la transición entre
el mono y el hombre primitivo de Neanderthal […]”. Plantea
la existencia del hombre fósil y expone el árbol genealógico
o filogenético propuesto por Ernst Haeckel, que parte de los
monera y protozoarios, hasta llegar al hombre. Basándose en
autores franceses como Lubbock y Letourneau, concluye que
“el hombre, la civilización y la sociedad actuales se han desa-
rrollado progresivamente por vía de evolución”.65
Mas adelante en su libro, Herrera señala el tercer periodo
del evolucionismo, el de la transformación, mencionan-
do como elementos característicos: la lucha intraorgánica, la
formación de los organismos por las condiciones internas,
la ley de la nutrición y las contribuciones de W. Roux, I.
Delage y el propio Herrera (que muy modestamente refie-
re diciendo “nosotros en muy pequeña escala”). En esta
parte encontramos con claridad las características de su
concepción evolutiva, pues dice:
226 ISMAEL LEDESMA MATEOS
64 HERRERA, 1904, pp. 219-221.
65 HERRERA, 1904, p. 222.
[…] hemos insistido en la imposibilidad de explicar los he-
chos de la evolución por las razones de conveniencia o por los
resultados de la lucha y la selección. Había en esto un error
profundo, pues se confundían las causas internas, las fuerzas
formadoras del organismo que evoluciona, con las necesida-
des, las razones de ser y los resultados: Todo es o ha sido pro-
toplasma en el mundo de los organismos y todo hecho de
adaptación, herencia, selección se relaciona en primer lugar
con la actividad y modificaciones del protoplasma, es de-
cir, con las causas fisicoquímicas.66
Su pensamiento toma una vía centrada en el individuo y
en los procesos fundamentales que ocurren en él, y en una
lógica de búsqueda de la “unidad de la naturaleza” parte de
la idea de la plasmogenia, una nueva ciencia, su ciencia, pa-
ra sostener que pueden formarse estructuras análogas a un
ovocito o al proceso de segmentación a partir de sustancias
químicas; es así que, casi al final del libro, enlaza su visión
del evolucionismo con las consideraciones iniciales de es-
tructuración de la materia. Esto lo lleva a proponer que
[…] el óvulo natural, el feto, el ser adulto, deben sus estructu-
ras y modificaciones a la lucha interna de las celdillas y los ór-
ganos por el espacio, la luz, el calor, el alimento. W. Roux ha
podido explicar la formación de muchos órganos por razones
de resistencia, de presión de compensación orgánica […] es-
ta nueva ciencia, la biomecánica, acaba de nacer.67
Insertado en una concepción de lo biológico, estrecha-
mente vinculada a Haeckel, la biología del desarrollo, la
embriología experimental se vuelve un pilar de sosteni-
miento de su evolucionismo; con ello relaciona su idea de
la vida con un proceso de recambio, de asimilación y des-
asimilación, tal como Federico Engels la plantea en la
Dialéctica de la naturaleza, que es una obra de inspiración cla-
ramente haeckeliana. Así afirma: “todos los fenómenos del
organismo se relacionan con un mecanismo de nutrición
227LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
66 HERRERA, 1904, p. 226.
67 HERRERA, 1904, p. 227.
[ley de la nutrición]”. Nutrición entendida como el conjun-
to de relaciones de la célula con los medios externo e in-
terno. Aquí adivinamos también la influencia de la visión
de Claude Bernard.68
En ese esquema ve que la teoría de la evolución consta
“de efectos” como son: la evoluciónmisma, la lucha por la
vida, la variación y la selección, todo ello formulado por el
darwinismo, y “causas”, que son para él, las fisicoquímicas
y de nutrición. Para terminar su segundo libro, continúa
con una serie de ocho páginas de cuadros que resumen la
teoría de la evolución con las leyes planteadas, objeciones,
respuestas y pruebas, que permiten entender las caracterís-
ticas del pensamiento de don Alfonso y su papel en la in-
troducción del darwinismo, en una síntesis muy particular
de él, que sin embargo, es valiosa por el contexto en el cual
se da y por cómo la integra al esquema de una ciencia, la
biología, que se encuentra apenas en una etapa naciente.69
Todo lo anterior apunta sobradamente a dejar asentado
el valor de la obra herreriana en la introducción del darwi-
nismo en México.
A pesar de todo este esfuerzo intelectual y presencia aca-
démica, en 1906, la cátedra de biología fue suprimida “por
considerarla peligrosa para la juventud y las creencias”,
por lo que Herrera abandona la actividad docente dedicán-
dose sólo a la investigación. Este momento es muy signifi-
cativo para la introducción de los paradigmas de la biología
en México, pues representa una interrupción de la forma-
ción de individuos con la idea de una biología autónoma.
Y aunque Herrera no era el único evolucionista mexicano,
eso marcará un tropiezo que sólo intentará restablecerse
hasta la fundación de la Dirección de Estudios Biológicos
de la Secretaría de Fomento en 1915, y que se verá refren-
dado en 1929 con el establecimiento del Instituto de Bio-
logía de la UNAM, donde toda investigación sobre el origen
de la vida y la evolución quedó excluida, al igual que el pro-
pio Herrera.
228 ISMAEL LEDESMA MATEOS
68 LEDESMA-MATEOS, 1999, p. 96.
69 LEDESMA-MATEOS, 1999, p. 96.
La teoría de la herencia
En el campo de la medicina mexicana, durante el siglo XIX
prevalecieron las teorías de “la herencia mezclada” que
imperaban en Europa, de acuerdo con las versiones acep-
tadas por los autores franceses, cuyos libros eran la base de
la educación. Efectivamente poco es el interés que tal pro-
blema puede presentar en una comunidad científica inci-
piente dominada por el naturalismo descriptivo, aunque en
diversos textos aparecen referencias a la noción de he-
rencia, de manera vaga y poco rigurosa. Entre los escritos
científicos en los que aparece un tratamiento sistemático
de los fenómenos de la herencia se encuentra el de José
Ramírez “Origen teratológico de las variedades, razas y
especies”70 —ya mencionado en relación con el darwinis-
mo—, donde trata las formas de reproducción de los orga-
nismos, para luego proponer dos formas de herencia con
sus respectivas leyes: la herencia conservadora y la heren-
cia progresiva. La primera ley es de la herencia conserva-
dora y la define como continua; la segunda, de la herencia
intermitente, latente o alternante; la tercera es la ley de la
herencia sexual; la cuarta, de la herencia mezclada o bila-
teral, que explica el hibridismo y mesticismo, y la quinta,
de una herencia abreviada o simplificada, que es muy im-
portante en embriología, pues es una modificación de la
ley de la recapitulación de Haeckel.
Ramírez sostenía que las leyes de la herencia conserva-
dora están en contradicción con las leyes de la herencia
progresiva, las cuales consisten en que el organismo no le-
ga a su descendencia sólo las propiedades que ha recibido
de sus antecesores, sino que también, en un cierto momen-
to, incorpora lo adquirido y lo transmite, por lo que “la adap-
tación se enlaza con la herencia”.71 La primera ley de la
herencia progresiva sostiene que la herencia es “adaptada
o adquirida”, la segunda es de la herencia fijada o consti-
tuida, que se refiere a la seguridad de transmisión de las
229LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
70 RAMÍREZ, 1878, pp. 235-247.
71 RAMÍREZ, 1878, pp. 235-247.
modificaciones si es mayor el tiempo de acción de la cau-
sa modificadora; la tercera es de la “herencia homocrona”,
llamada por Darwin “herencia de las edades correspondien-
tes”, muy frecuente en la transmisión de enfermedades, y
la cuarta ley es la de la “herencia homotrópica o herencia
de las mismas regiones, o de las regiones correspondien-
tes del cuerpo, muy evidente en la herencia patológica.72
Durante la parte final del siglo XIX y los inicios del XX
existió en el seno de la comunidad médica una fuerte ten-
dencia a encontrar explicaciones para las enfermedades
hereditarias y las monstruosidades; en esta actividad desta-
có Juan María Rodríguez Arangoity, quien siendo médico
obstetra se interesó por la teratología, pero al mismo tiem-
po trató de encontrar explicaciones químicas al origen de
las monstruosidades, dado que era profesor de química
en la Escuela Nacional Preparatoria. Interesado en la fe-
cundación, sostenía que el desarrollo embrionario era una
transfiguración y que las variaciones —y las enfermedades
hereditarias— se debían a reacciones químicas de los ele-
mentos constituyentes del óvulo y el espermatozoide. Las
variaciones serían el efecto de las reacciones químicas que
utilizan los mismos elementos en igual cantidad, pero que se
realizan en diferentes circunstancias del entoro conservan-
do una composición similar, por lo que el tipo específico
se mantiene, pero con diferentes aspectos.73
Existen otros médicos interesados en los aspectos de la
herencia, con la intención primordial de entender la pre-
disposición a ciertas enfermedades, tal como José Olvera,
sin embargo, en todos estos casos no hay una integración
del problema de la herencia al conjunto conceptual inte-
gral de la biología, y en el caso de la comunidad médica
tampoco se le asimila plenamente.
En sus trabajos de finales del siglo XIX, nuevamente He-
rrera le da alguna importancia a la herencia, asunto que
será retomado en pocas páginas en su libro de 1904, don-
230 ISMAEL LEDESMA MATEOS
72 RAMÍREZ, 1878, pp. 235-247.
73 RODRÍGUEZ, 1892, pp. 170-171.
de deja ver sobradamente que tiene conocimiento de los
avances de la ciencia europea de su momento.
Al enunciar sus leyes de la biología, la tercera es la de la
herencia, que divide en dos partes: a) herencia de las modi-
ficaciones adquiridas y b) herencia a la edad correspondien-
te. Cuando se refiere a la primera, lo hace en consonancia
con el conocimiento científico de su época, puesto que, como
sabemos, el mismo Darwin utiliza este mecanismo como ex-
plicación válida. Herrera asienta sin embargo, que “las mo-
dificaciones adquiridas son hereditarias cuando ejercen una
influencia muy grande en todo el organismo, y no lo son en
el caso contrario”.74
La herencia a la edad correspondiente es una idea muy
enraizada en la época en que este libro fue escrito y con-
siste en pensar que “una particularidad de organización
tiende a reaparecer en los descendientes a la edad co-
rrespondiente”, esto sucede con el tamaño y sabor de las
semillas o con los cambios en las estructuras corporales.
También en esta parte acepta la idea del “atavismo” o “re-
trogradación”, que consiste en heredar los rasgos no de los
progenitores, sino de antecesores remotos, situación que
asocia con las condiciones de nutrición. Aquí, y con letra
cursiva, nos plantea que
[…] los vicios constitucionales y las grandes perturbaciones
de la nutrición como la escrofulosis, la tisis, la epilepsia, el al-
coholismo, ciertas enfermedades del corazón, el cáncer, las
afecciones nerviosas graves, particularmente la locura, son
hereditarias o repercuten en los descendientes, que resultan
raquíticos y desgraciados.
Es por ello que señala a los profesores normalistas, a quie-
nes está dedicado el libro, su deber de comunicar las ideas
relacionadas con el conocimiento de la herencia, para orien-
tar decisiones como el matrimonio.75
231LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
74 LEDESMA-MATEOS, 1999, p. 89.
75 LEDESMA-MATEOS, 1999, pp. 90-91.
Al hablar de la consanguinidad, indica las razones bioló-
gicas para la prohibición del matrimonio por las leyes civi-
les y religiosas, aunque en ciertascondiciones ésta pueda ser
ventajosa. Relaciona con ello la partenogénesis e indica que
a fin de cuentas se requiere la participación de otro indivi-
duo para dar vigor a la prole, lo mismo que en el caso se los
infusorios con reproducción asexual, donde la conjugación
es necesaria para mejorar las condiciones individuales.76
A pesar de que se refiere a las leyes de la herencia y da
como cierta la herencia de caracteres adquiridos, más tar-
de comentará las teorías de Mendel y De Vries, al respec-
to de las cuales aclara a manera de nota que éstas “no son
obligatorias para los alumnos”.77 Esto nos revela la valora-
ción del problema, en un momento cuando aún se debate
su redescubrimiento en Europa. Herrera conocía estas teo-
rías, y tuvo incluso, correspondencia personal con Hugo de
Vries, que le envió un ejemplar de su libro con una dedica-
toria; sin embargo, no asimila estas ideas, pues rompen con
el esquema de continuidad Lamarck-Darwin en el desarro-
llo de una teoría evolutiva, claramente influida por la filo-
sofía de la naturaleza alemana y por la obra de Haeckel.78
Herrera expone el mutacionismo de De Vries, pero a
continuación, de manera por demás modesta, dice:
En nuestra desautorizada opinión esta teoría no tiene base,
puesto que nadie ha podido establecer la definición de la
especie y de la variedad. En la naturaleza sólo hay individuos.
¿Cómo aplicar la teoría de las mutaciones a lo que sólo existe
en la imaginación?79
El sistema teórico de Herrera tiene una base físico-quími-
ca y fisiológica, reconoce procesos individuales, formas par-
ticulares, que pueden tener parámetros comunes, pero no
una abstracción como es la noción de grupo, la cual será fun-
232 ISMAEL LEDESMA MATEOS
76 LEDESMA-MATEOS, 1999, p. 91.
77 HERRERA, 1904, p. 216.
78 LEDESMA-MATEOS, 1992, p. xviii.
79 HERRERA, 1904, p. 216.
damental para que el pensamiento darwiniano pueda re-
montar sus limitaciones, lo que quedará claro hasta el esta-
blecimiento de la teoría sintética. La idea de la herencia de
caracteres adquiridos se centra en la individualidad y va liga-
da a la adaptación de los individuos, por eso Darwin, que asu-
me la herencia de los caracteres adquiridos, no puede salir
adelante sin contar con una teoría de la herencia particula-
rizada como la de Mendel. En el origen de las especies por
medio de la selección natural, los individuos son los que so-
breviven, ésos son los más aptos, y aunque intuye la noción de
grupo, no queda clara su integración en la teoría. Ni los
lamarckianos ni el darwinismo original pueden resolver el
problema de la continuidad y el cambio en la especie, y He-
rrera, sometido a las dos influencias, al igual que los evolucio-
nistas franceses, no puede clarificar la cuestión.
Curiosamente, la referencia a Mendel es posterior a la que
hace de De Vries, mencionando sólo una ley de Mendel, la cual
expone sin crítica alguna, pero sin comentarios positivos.80
Es muy interesante constatar que en un Boletín de Instruc-
ción Pública de 1905 aparece en su sección “Variedades
universitarias” una extensa traducción de un artículo de
C.W. Saaleby, 81 “Los problemas de la herencia”. De mane-
ra similar, en la citada sección de dicho boletín, en 1908,
se reproduce un texto de F. Mesnil y M. Caullery, titulado
“Revista anual de zoología”82 donde se trata el problema de
la herencia, las leyes de Mendel y las mutaciones, que dejan
ver el interés, por parte de algún sector de la comunidad
académica, por este importante aspecto de la biología.
¿PARADIGMAS DE LA BIOLOGÍA EN EL SIGLO XIX
Y LOS INICIOS DEL XX EN MÉXICO?
Definitivamente, el establecimiento de un paradigma re-
quiere la existencia de una comunidad científica capaz de
233LA OBRA DE ALFONSO L. HERRERA
80 LEDESMA-MATEOS, 1992, p. xviii.
81 SALEEBY, 1905, pp. 330-342.
82 MESNIL y CAULLERY, 1908, pp. 202-217.
su discusión, valoración, aceptación o rechazo. En el caso
de México en el siglo XIX, la comunidad científica es muy
incipiente, siendo lo predominante el trabajo erudito indi-
vidual y aislado. Las primeras agrupaciones científicas liga-
das con los aspectos biológicos —Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, y Sociedad Mexicana de Historia
Natural— están inmersas en la tendencia naturalista y des-
criptiva, de manera que, a pesar de que existen numero-
sos estudiosos interesados en el campo de lo viviente, pocos
poseen un enfoque realmente biológico, tal como fueron
Ignacio Alvarado, Daniel Vergara-Lope y, fundamental-
mente, Alfonso L. Herrera.
Si en Europa la aceptación de los paradigmas fundamen-
tales de la biología se dio en un proceso que llega hasta los
inicios del siglo XX, con mayor razón en un país periférico
como México. De ahí que el referente fundamental para el
análisis y discusión del proceso de introducción de la bio-
logía en México deba ser la obra de Alfonso L. Herrera, a
partir de sus primeros trabajos, con un corte netamente
biológico, en los que rompe con el naturalismo cultivado
por muchos sabios mexicanos, incluido su padre, Alfon-
so Herrera, lo cual se da en la década de los noventa del si-
glo XIX y tiene como principal expresión su texto Recueil des
lois de la biologie générale, de 1897, que marca la orientación
que seguirá en la preparación de su cátedra de 1902 y que
plasmará en su libro de 1904.
A pesar de haber apoyado ideas que hoy se consideran
erróneas, Herrera deja ver en su libro —que es la muestra
de la enseñanza de su curso— la puesta al día de conceptos
y debates en torno a los paradigmas fundamentales de la bio-
logía —los que pudiéramos llamar paradigmas globales—, lo
que, de haber tenido continuidad, habría permitido un de-
sarrollo más armónico de esta ciencia, su enseñanza y su
investigación en nuestro país.
No obstante, cabe resaltar que el proceso de introducción
de algunos paradigmas de la biología en México se vio entor-
pecido o incluso interrumpido como consecuencia de las
complejas circunstancias que acompañaron a la revolución
mexicana y al establecimiento de los regímenes posrevolucio-
234 ISMAEL LEDESMA MATEOS
narios. Así, puede decirse que finalmente ocurre una “no-asi-
milación” de la teoría evolucionista en la biología mexicana,
producto de la exclusión de A. L. Herrera del ámbito institu-
cional de la biología, en el momento en que se establece el
Instituto de Biología de la UNAM en 1929.83
La apropiación de ciertos paradigmas de la biología por
parte del dominio médico, en particular las teorías celular,
de la homeostasis y de la herencia, así como el abandono
del evolucionismo, son factores determinantes en el cam-
bio del panorama intelectual entre el México del porfiria-
to y el que se construye a partir de la revolución mexicana,
de ahí que la visión biologicista presente durante el apogeo
del pensamiento positivista y la asimilación de la visión
spenceriana de la evolución queden a un lado, cambiando
sustancialmente las implicaciones de lo biológico en la re-
presentación misma de la nación, como es el caso de las de-
finiciones raciales que imperaron durante el porfiriato,
que con un corte “darwinista social” fueron sostenidas por
Justo Sierra y Emilio Rabasa, y aunque se encuentra presen-
te en algunos autores posrevolucionarios, como Andrés
Molina Enríquez84 y José Torres,85 va perdiendo presencia
en el ámbito intelectual mexicano.
La manera como prosiguió la historia de la introducción
de los paradigmas de la biología en México durante el si-
glo XX es un tema de gran riqueza que será motivo de otros
trabajos.
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