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traducción de JUAN ALMELA MITOLÓGICAS *** EL ORIGEN DE LAS MANERAS DE MESA por CLAUDE LÉVI-STRAUSS )J((J ~ eátOres M~XICO ESPAÑA ARGENTINA COLOMBIA siglo veintiuno editores, s.a, de c.v. CERRODELAGUA 2"'8, DELEGACiÓN COYOACÁN, 04310, MEXICO,D.F. siglo xxi editores argentina, s.a. LAVALLE1834 PISO 110A C-1048AAN,BUENOSAIRES,ARGENTINA cultura Libre portada de anhelo hemández primera edición en español, 1970 novena edición en español, 2003 tf) siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 968-23-<l434-2 primera edición en francés, 1968 © Iibrairie plon, parís título original: mythologiques, ííi, L'origíne des maniers de table derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico/printed and made in méxico !NDICB Prefacio, 3 PRIMERA PARTE: EL MISTERIO DE LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS I En el escenario del crimen, 11 u Una pegajosa mitad, 37 SEGUNDA PARTE: DEL MITO A LA NOVELA I Las estaciones y los días, 67 u El correr de los días, 89 TERCERA PARTE: EL VIAJE EN PIRAGUA DE LA LUNA Y EL SOL I Amores exóticos, 109 11 El curso de los astros, 141 CUARTA PARTE: LAS MUCHACHITAS MODELO I Cuando se es señorita, 167 U Las instrucciones del puercoespín, 191 QUINTA PARTE: UN HAMBRE DE LOBO I No saber con cuál quedarse, 235 u Un plato de callos a la mandan, 259 SEXTA PARTE: LA BALANZA EQUILIBRADA I Las décadas, 279 11 Tres atuendos, 323 Sl!PTlMA PARTE: LAS REGLAS DE LA BUENA EDUCACIÓN I El transportador susceptible, 377 11 Breve tratado de etnología culinaria, 410 IU La moral de los mitos, 433 BIBLIOGRAFíA, 445 TABLA DE LOS SíMBOLOS, 469 íNDICE DE MITOS, 470 íNDICE DE FIGURAS, 480 íNDICE ANALíTICO, 482 [VII) PARA MATTHlBU Roe quicquid est munerís, fili chartssime, uni- verso puerorum sodalitio per te donatum esse volui: quo statim hoc congiario simul et eom- militonum tuorum animes tíbi concilies, et il1is liberalium artium ac morum studia commendes. ERASMO, De civilitate morum puerilium (conclusio operis ). PREFACIO Aunque pueda parecer repentino su principio, este libro forma un todo, como los dos que le preceden. Para leerlo en primer lugar, basta con saltar el preámbulo de seis líneas que remite a De la miel a las cenizas y entrar desde luego en el mito amazó- nico que inmediatamente inicia la indagación. Este mito, que lleva el número 354, servirá de hilo conductor tanto mejor cuanto que no habrá oportunidad de soltarlo hasta el final de la obra, en la cual desempeña el papel de mito de referencia. Ocupa así una posición estratégica comparable a la del primerísimo mito (M,), con cuyo análisis comenzaba Lo crudo y lo cocido, análisis que apuraba asimismo hasta el fin. Incluso a lo mejor el mito de los indios Tukuna que propor- ciona el argumento del presente libro representa un terreno más acogedor para el lector novicio. Pues al parecer ningún otro mito ha sido objeto por nuestra parte de un análisis tan hondo, desde varios puntos de vista, sucesivos o simultáneos: textual, formal, et- nográfico, semántico ... A este respecto, la primera parte del libro tiene alcances didácticos. Permite iniciarse en nuestro método sobre un ejemplo preciso. familiarizarse progresivamente con sus procedimientos y sus vías. juzgar sus méritos por los resultados. Pero hay más. Siguiendo paso a paso el desenvolvimiento de un mito se llega a otros muchos que lo aclaran y permiten per- cibir los nexos orgánicos que ligan a todos. Y como el universo mitológico de una sociedad, o de un conjunto de sociedades juntas por la geografía y la historia, forma siempre un sistema cerrado, fuerza es volver a encontrar al final los mitos con cuyo examen se inició la indagación. De esta suerte el lector llegado a la quinta parte del libro podrá verificar (p. 259) que el mito número 428 se reúne al 10 de Lo crudo y lo cocido. Apreciará luego, en la sexta parte, que el mito 495 coincide con un grupo {MI' M 7- 12 • M"f que sirvió a la vez de punto de partida y de hilo conductor al volumen que inauguró esta Mitológicas. Por consiguiente nada prohibe abordar el conjunto leyendo el tercer volumen, y luego pasar al primero, en cuyo principio se inserta el final del presente. Después, si el interés persiste, podrá leerse el segundo. Igualmente, sería posible, comenzando por el segundo, pasar al primero y de ahí al tercero. De hecho hay disponibles varios programas, que responden a las fórmu- las 1, 2, 3; 2, 3, 1; 2, 1, 3 o 3, 1, 2. Los únicos órdenes que acaso complicaran la faena del lector serían, 1, 3, 2 V 3, 2, I. Dicho de otro modo, la lectura del segundo volumen después de la del [ 3 ] 4 PREFACIO PREFACIO 5 tercero supone la del primero, si bien puede leerse el segundo ano tes y luego el primero, pero a condición de acabar por el tercero. Esta anomalía se explica por dos razones. En primer lugar. el primero y el segundo volumen por una parte, el primero y el tercero por otra, cumplen misiones complementarias. Como explicamos en De la miel a las ceniz-as, el libro recorre al revés el mismo trayecto que -al derecho- el volumen anterior. En cambio El origen de las I11wneras de Imesa devuelve también al punto de donde se partió en Lo crudo y lo cocido pero por un trayecto diferente y que obliga a cruzar los inmensos espacios que separan los hemisferios del Nuevo Mundo. En segundo lugar, la tarea que nos hemos asignado en el tercer volumen es más compleja que aquellas que los otros dos pretendían desempeñar. Se emprende un tránsito simultánea- mente en tres planos. Este curso será analizado detalladamen- te en las pp. 404-9, pero para que el lector no corra el riesgo de perderse no estará de más dar una visión de conjunto desde el principio. Desde un punto de vista estrictamente geográfico primero, será cosa de seguir ciertos esquemas míticos, ilustrados ante- riormente por ejemplos sudamericanos, hasta América del Nor- te, donde reaparecen transfigurados, y de explicar tal transfi- guración. Pero al mismo tiempo que se cambia de hemisferio se mani- fiestan otras diferencias, tanto más significativas cuanto que la armadura misma de los mitos permanece intacta. En tanto que los mitos ya estudiados hacían intervenir oposiciones espaciales -arriba y abajo, cielo y tierra, sol y humanidad-, los ejemplos sudamericanos que mejor se prestan a la comparación recurren sobre todo a oposiciones temporales -lento y rápido, duracio- nes igualo desigual, día y noche, etc. En tercer lugar, varios mitos examinados aquí difieren de los otros desde un punto de vista que pudiera llamarse literario, por el estilo y la construcción del relato. En vez de que éste se halle firmemente estructurado, adopta el aspecto de un relato "con cajones", cuyos episodios parecen calcados unos de otros sin que se discierna a primera vista por qué no son más o me- nos numerosos. No obstante, analizando un mito de este tipo, que servirá de referencia a lo largo de toda la obra (M,354)' se aprecia que una sucesión de episodios parecidos no es tan uniforme como pudiera creerse. La serie cubre un sistema, cuyas propiedades trascienden el plano formal en que nos acantonamos al comien- zo. En efecto, el relato de aire serial refleja los valores límite que adoptan transformaciones engendradas a partir de otros mi- tos pero cuyos caracteres estructurales, conforme aquéllos se suceden, se van amortiguando al apartarse de sus referencias etnográficas primeras. Sólo subsiste al final una forma postrada, sede de una energía residual que le permite reproducirse ella misma cierto número de veces, mas no de manera ilimitada. Dejando por un momento el dominio americano y reflexionan- do en fenómenos comparables tomados de nuestra civilización, así la novela por entregas, las historias de episodios o las novelas policiacas de un mismo autor -en las que figuran siempre el mismo héroe, los mismos protagonistas, y cuya trama preserva la misma construcción-, géneros literarios que entre nosotros se han apartado muy poco de la mitología, tendremos que pre- guntarnos si este tránsito no constituirá una articulación esen- cial del género mítico y del géneronovelesco y no ofrecerá el modelo de cómo pudiera haber sido la transición de uno al otro. Por otra parte, sobresale en el primer plano del mito tukuna elegido como referencia un episodio en el cual una esposa hu- mana, cortada en dos pedazos, sobrevive parcialmente aferrán- dose a la espalda de su marido. Este episodio, imposible de interpretar según la cadena sintagmática y que el conjunto de la mitología sudamericana no aclara, sólo puede elucidarse refi- riéndolo a un sistema paradigmático extraído de los mitos de América del Norte. La trasferencia geográfica se impone, pues, empíricamente. Falta justificarla desde el punto de vista teórico. Ahora, por el mero hecho de que los mitos de las llanuras septentrionales conciban una equivalencia entre la mujer-grapa y. una rana, todas las consideraciones del anterior volumen, ins- piradas por mitos de América tropical que tienen por heroína una rana, se enriquecen con una dimensión suplementaria. En este nuevo contexto se reanudan, desarrollándolos, viejos análí- sis, con rendimiento acrecentado que garantiza ya que la inter- pretación generalizada de los mitos, abarcando los dos hemis- ferios, no constituye una empresa ilegítima. Vueltos asimila- bles a otras tantas variantes recíprocas no obstante el aparta- miento geográfico, todos estos mitos norte y sudamericanos ilus- tran una transformación de naturaleza, diríamos, retórica: la mujer-grapa no es otra, en su acepción literal, que un personaje femenino que, también entre nosotros, el lenguaje familiar cali- fica m~tafóricamentede "pegajosa". Esta validación a distancia, por mitos procedentes de poblaciones muy diversas y alejadas unas de otras, y por giros figurados de nuestro propio lenguaje popular (pero que cualquier otra lengua ilustraría del mismo modo o de otros), nos aparece como un modo de prueba etno- gráfica que no es indigno de los que utilizan ciencias más ade- lantadas. En efecto, se afirma con frecuencia que a diferencia de las ciencias humanas, las ciencias de la naturaleza poseen, ellas solas. el privilegio de poder renovar sus experiencias en con- diciones idénticas en otros' lugares y en otros momentos. Ni hay que decir que no preparamos nuestras experiencias, pero el des- pliegue múltiple de las culturas humanas permite buscarlas don- de estén. 6 PREFACIO PREFACIO 7 Al mismo tiempo se precisan la función lógica y la posición semántica de otra figura imaginaria, simétrica con respecto a la precedente y que la acompaña a menudo: hombre, y no ya mu- jer, apartado en vez de próximo, pero cuya asiduidad no es me- nos real ni menos insidiosa, ya que este personaje posee un pene de longitud desmesurada que le permite superar los obstáculos que resultan de su alejamiento. Después de haber resuelto el problema planteado por el episo- dio terminal del mito de referencia, pasaremos a otro episodio no menos oscuro del mismo mito: se trata de un viaje en pira- gua, cuyo sentido ayudan a deslindar mitos guayaneses, al pre- cisar que los pasajeros son en realidad el sol y la luna con los papeles respectivos de timonel y de remero, que les imponen a la vez estarse juntos (en el mismo esquife) y separados (uno detrás, otro adelante): a /mena distancia, pues, como deben estarlo los dos cuerpos celestes para garantizar la alternación regular del día y la noche; y como deben estarlo el día y la no- che mismos en tiempo de los equinoccios. Se establece así que un mito amazónico se refiere por una parte a una esposa-rana, por otra a dos protagonistas masculi- nos que personifican cuerpos celestes; por último, que el motivo de la mujer-grapa puede y debe interpretarse por referencia a una rana, gracias a la consolidación en un solo grupo de mitos procedentes unos de América del Sur, otros de la del Norte. Ahora bien, resulta que en las propias regiones de América del Norte que hubo que traer a cuento -llanuras septentriona- les y centrales, cuenca del alto Misuri-, mitos célebres asocian explícitamente todos estos motivos, en una historia en el curso de la cual los hermanos Sol y Luna, en pos de esposas ideales, disputan a propósito de los méritos respectivos de las humanas y de las ranas. Después de haber resumido y discutido la interpretación de este episodio por un eminente mitógrafo, Stith Thornpson, ex- ponemos nuestras razones contrarias a las suyas para no ver en él una variante local y tardía sino una transformación ínte- gral de las otras lecciones conocidas de un mito cuya área de distribución es enorme, puesto que va de Alaska al Canadá oriental, y de las regiones al sur de la bahía de Hudson hasta los confines del golfo de México. Analizando todas las variantes de la disputa de los astros, una decena, sacamos a luz una axiomática de tipo "equinoccial", que a veces los mitos invocan explícitamente, y validamos así hipótesis que desde antes sugeria el estudio de los solos mitos sudamericanos, sobre el paso de un eje espacial o un eje tem- poral. Pero verificamos asimismo que este paso ofrece un as- pecto más complejo que el requerido por un simple cambio de eje. Pues los polos del eje temporal no se presentan en forma de términos: consisten en tipos de intervalos oponibles según su duración relativa -respectivamente más largos o más cor- tos-, de suerte que forman ya sistemas de relaciones entre tér- minos desigualmente acercados. Comparados con los estudia- dos en los otros volúmenes, los mitos nuevos atestiguan una complejidad mayor. Hacen intervenir relaciones entre relacío- nes y no simplemente relaciones entre términos. Para desarrollar el análisis estructural del pensamiento mí- tico comprendemos entonces que debe recurrirse a varios tipos de modelos, entre los cuales no deja de ser posible el tránsito y cuyas diferencias siguen siendo interpretables en función de los contenidos míticos particulares. En el caso que nos ocupa, el tránsito decisivo parece caer al nivel del código astronómico, donde las constelaciones. -caracterizadas por una periodicidad lenta, por estacional, y estructurada por el contraste que refuer- za entre los géneros de vida o las actividades tecnoeconómicas- ceden el puesto, en los mitos recién introducidos, a cuerpos ce- lestes singulares como el sol y la luna, cuya alternación diurna y nocturna define otro tipo de periodicidad: a la vez más corta e indiferente en su principio a los cambios estacionales. Esta periodicidad en el seno de una periodicidad contrasta, por su aire serial, con la otra periodicidad que la engloba, aunque está exen- ta sin embargo de la misma monotonía. Este carácter tópico del código astronómico no impide que esté engranado con varios otros. Pone así en marcha una filo- sofía aritmética, a profundizar en la cual está consagrada la sexta parte casi entera. El lector acaso se asombre, pero nosotros fuimos los primeros sorprendidos, de que las especulaciones más abstractas del pensamiento mítico den la clave de otras especu- laciones, puestas no obstante sobre ejes de conductas concretas, así las costumbres guerreras y el uso de arrancar el cuero cabe- lludo a los enemigos, por una parte, y las recetas de cocina, por otra; y, en fin, de que la teoría de la numeración, la de la cace- na de cabezas y el arte culinario se unan para fundar de con- suno una moral. Al mismo tiempo, pues, que nos preparamos para ampliar nuestro campo de indagación y apoyamos el pie entre los mitos de América del Norte, de los que nos ocuparemos sobre todo en el cuarto volumen -y último-- de esta serie, obtenemos varios resultados de alcance teórico. Para un vasto conjunto de mitos consolidamos simultáneamente el fondo y la forma, la cualidad y la cantidad, las circunstancias de la vida material y la ética. Mostramos, por último, que estas reducciones, tal como se ope- ran en los mitos, siguen las mismas vías por las que, en muy otro plano, asoma un estilo novelesco en el seno de la mitología misma. Pese a su carácter formal, este nuevo estilo está vinculado a transformaciones que afectan el contenido de los relatos. El lector familiarizado conlos dos precedentes volúmenes advertirá sin duda una inflexión en el método, que se explica por la obligación que hemos debido imponernos de abarcar mayor núm ero de mi tos, procedentes de regiones alejadas, y de llevar adelante el análisis en varios planos simultáneos entre los que se manifiestan asimismo separaciones de cons ideración. Por ha- blar el lenguaje de los expe rtos en electrónica . a veces hemos tenido que aumentar la amplitud de nuestro "barrido" del campo mít ico -así para comparar mitos procedentes de las dos Améri- cas- a riesgo de distensión de sus ciclos. En vez, pues, de que un número relativamente restringido de mit os procedentes de re gion es limítrofes o no demasiado lej an as sean objeto de un barrido metódico cuyas alternaciones guarden más o menos siempre e l mismo alcance, estudiamos aquí a fondo algun os mi- tos y, por 10 que toca a otros que hay que ir a buscar muy lejos. nos conte ntamos con tocarlos de paso, si no es que inclusi- ve con breves alusiones. Este retorno a lo que, forzando apenas el sentido téc nico de los términos , podría llamarse modulaci ón de amplitud, que remplazará la modulación de frecuencia cuyas nonnas respetaban más los volúmenes anteriores, no cons tituye un abandono definitivo de nuestro viejo uso sino un someti- miento provisional que nos ha impu esto el traslado progresivo de nuestros métodos de investigación de los mit os de América del Sur a los de América del Norte. Pero como, de hecho, en el próximo volumen restringiremos la indagación de un sector limitad o, aunque aún vasto, de l hemisferio boreal, podremos re- tornar a un método analítico fino con mayor regularidad, y sus resultad os validarán de man era retroactiva las simplificaciones audaces a que pudo conducirnos alguna vez la amplitud misma de nuestra intención . Lo m ismo que los volúmenes precedentes, éste habría vis to más tarde el día sin la ayuda de varias pers onas que merecen nuestra gratitud. Las notas tomadas en nuestros cursos de 1963~ 1964 po r Jea n Pou illon nos han prestado un gran servicio. La señorita Jacqueline Bolens tradujo las fu entes alemanas, la seño- rita Nicole Belmont nos asistió en la recopilación de la documen- tación y la elaboración de los índices . La señora Évelyne Guedj cargó con la pesada tarea de mecanografiar el manuscrito. La señorita Monique Verkamp, de l lab oratorio de cartografía de la Maison des Sciences de I'Homme, dibujó los mapas y d ía- gramas. Roberto Car doso de Oliveira, del Mu seo Nacional de Río de Janeiro, nos hizo el favor de comunicarnos el texto de un vocabulario inédito de Curt Nimuendaju, que ha completado con inapreciables com ent arios, fruto de sus propias investigaciones entre los indios Tukuna. Dentro del libro reconoc emos otras deu- das tocantes a puntos más preci so s. Por último, la Smithsonian Instit ution de Washington, D. C., Y el University Museum de Filadelfi a nos han proporcionado amablemente varias ilustracio- ne s en negro y en colores . Mi esposa y el señor 1. Chiva leyeron las pruebas. Agradezco a todas y a todos. 8 PREFACIO LÁMINA 1. Danzantes mandan que personifican respectivamente la noche ( izquie rda) y el día (derecha) . , • ÚMINA 3 . El m ito del marído-estrella : tlt ... .• X ·.. •- ¡LAMINA 2 . Un pueblo mandan con su arca santa en el centro de laplaza de las danzas, y danzan te mandan que personi- fica al "Loco", Oxinhede , en la fiesta del Okipa (se- gún G. Catlin, O-Kee-Pa, Filadelfia, 1867). Episodio del pu ercoespin, Evasi6n y muert e de la heroina Llegada del "nielo" a casa de su "abuela". (Dibujos de un in- dio Kiowa recogidos en 1835 por James Mooney, ms, núm. 2531 , vo\. 2, Smithsonian Insti tution, Washington, D. C. Ca- lografías de la Smithsonian Institution.) PRIMERA PARTE EL MISTERIO DE LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS Se trataba de una estadounidense excéntrica y de cierta categoría, a quien atribuían fantasías extrañas. GUY DE TÉRAMOND, La [emme coupée en morceaux, París, 1930, p. 14. 1 EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN Rogamos a los ejecutantes (es decir, al lector) que vuelvan a: Mitotágicas Ll, De la miel a las cenizas, II, 1 (tercera variación), M24 1 . Este mito trataba de una rana raptora de un niño, perdida por un festín de miel -alimento exquisito situado en las lindes del veneno. En forma muy debilitada y de manera episódica vuelven a hallarse estos motivos asociados en un mito tukuna gracias al cual nuestra indagación podrá recibir un nuevo sesgo. Marw Tukuna : el cazador Monmaneki y sus mujeres. En tiempos de la primera humanidad pescada por los de- miurgos (M", CC, p. 173)' vivía un indio cuya única ocupación era la caza. Se llamaba Monmaneki. A menudo tropezaba en su camino con una rana que, al acercarse él, saltaba a su agujero, y el hombre se divertía orinando allí. Un día apareció en el lugar una graciosa joven. Monmaneki se asombró de verla encinta : -Tú eres el causante -explicó ella-, pues apuntabas siempre tu pene hacia mí. De modo que la tomó por compañera. La madre del héroe encontraba muy bonita a su nuera. Los esposos iban juntos de caza, pero no se alimentaban de la misma manera. Monmaneki comía carne; para su mujer atrapaba coleópteros negros, pues no quería otro' alimento. Al ver los insectos, la vieja, que no estaba al tanto, exclamó un día: -¿Por qué se ensucia la boca mi hijo con esta ba- sura? Los tiró y puso chiles en su lugar. Llegada la hora de comer, la mujer puso a calentar su oIlita personal y empezó a comer, pero los chiles le abrasaron la boca. Huyó y se tiró al agua con forma de rana. Una rata le reprochó haber aban- donado a su pequeño lloroso. Respondió ella que haría otro, pero volvió por la noche y arrebató el niño de brazos de su abuela. Monmaneki volvió a cazar. Un día encontró un pájaro ara- paco subido a una palma en un bosquecillo de bacaba (Oeno- carpus sp.). -j Dame una cantimplora llena de tu brebaje! -le dijo al pasar. Al regresar había allí una linda joven, que le 1 Las páginas de Mitológicas 1, Lo crudo y lo cocido, remiten a la edi- ción de esta obra publicada por el Fondo de Cultura Económica, México, 1968. rr.i [ 11 J 12 LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN 13 ofreció una calabaza de vino de palmera. Se casó con ella. Era encantadora pero tenía feos pies. Al verla, la madre del héroe exclamó que ya podría haber elegido mejor. Molesta, la mujer desapareció. y Monmaneki volvió a salir de caza. Un día tuvo la ocurren- cia de acuclillarse a hacer sus necesidades precisamente en- cima de un agujero que estaba abriendo una lombriz de tierra. Sacó la cabeza y dijo: -j Oh, que bonito pene! Monmaneki bajó la vista y descubrió una muchacha maravillosamente formada. Cohabitó con ella y se la llevó a casa, donde no tardó en dar a luz un niño. Antes de partir a cazar, Monmaneki le dijo a la mujer que confiase el crío a la abuela y que fuera a escardar la plantaclón.s Mas como la criatura no dejaba de llorar, la vieja resolvió devolvérsela a la madre. Se dirigió pues a la plantación, que encontró llena de malas hierbas pues la mujer había cortado las raíces como hacen las lombrices cuan- do abren galerías. Las hierbas comenzaban a ajarse, pero la suegra no se dio cuenta e hizo observaciones hirientes sobre la pereza de su nuera. Con una concha fluvial de bordes cor- tantes se puso ella a escardar y le cortó los labios a la mujer, que estaba royendo las raíces a flor de tierra. La desventurada volvió cuando hubo caído la noche. Su hijo lloraba. Rogó a su marido que se lo dejara, pero no podía expresarse con clari- dad. Humillada por estar desfigurada, huyó. Monmaneki volvió a sus ocupaciones habituales. Interpeló a una banda de guacamayos, pidiéndoles cerveza de maíz. Al regresar lo esperaba una muchacha-guacamaya con el brebaje deseado. Se casó con ella. Un día la madre del cazador des- colgó del armazón todas las mazorcas puestas a secar y pidió a su nuera que preparase cerveza mientras ella iba en perso- na a los campos. Bastó a la joven una sola mazorca para llenar cinco grandes jarras.Cuando volvió la vieja, tropezó con el montón de mazorcas no usadas y acusó a la nuera de no haber hecho nada. Ésta había ido a bañarse al río pero oyó los reproches. Se negó a penetrar en la choza y cuando volvió su marido arguyó que se le había perdido el peine al meterlo (que así guardan los indios los objetos de uso corriente) en la paja del techo. Trepó cantando: -Me regañaste, suegra, así que ahora bébete sola la cerveza. La vieja vio su error y se disculpó pero la nuera no se dejó convencer. Subida a la viga maestra, había recuperado la forma de guacamaya. Al alba gritó a su marido: -j Si me amas, sígueme! Busca el laurel /a iru-pana/, cuya viruta echada al agua se convierte en peces. 2 El término es tan cómodo que me resigno a emplearlo, sin tomar en consideración el sentido técnico que le dan los geógrafos, con el más general, admitido por el diccionario francés de Littré, de "lugar donde se planta" ("Conjunto de lo plantado", dice la Academia Española). Haz una piragua con el tronco y sígueme río abajo hasta el monte Vaipi. Dicho lo cual voló hacia el este. Desesperado, alocado, Monmaneki corrió de aquí para allá en busca del laurel /a :ru-pana/. Abatió en balde varios árboles a hachazos. Por fin encontró uno cuya viruta se convirtió en peces al caer en el agua que bañaba el pie del árbol. Al volver todas las noches, después de trabajar el día entero en su piragua, traía tal cantidad de pescado que su cuñado," que e,;" un pillo, lo espió. Esta indiscreción tuvo por consecuencia interrumpir la metamorfosis de la viruta en peces. Monmaneki adivinó la causa y gritó a su cuñado que más le valiera acudir a ayudar. Acabaron la piragua entre los dos y la echaron al agua. Aprovechando que el cuñado estaba en pie en agua poco profunda, Monmaneki volvió bruscamente la piragua y lo en- cerró debajo del casco, donde el hombre pasó la noche gimien- do. Su perseguidor no consintió en liberarlo hasta el otro día, y lo invitó a acompañarlo río Solimóes abajo. Monma~eki iba detrás, el cuñado adelante. Se dejaron llevar por la cornen- te sin usar la pagaya. Llegaron por fin a la comarca donde se había refugiado la mujer guacamaya. Toda la población acudió a la orilla para ver la piragua y sus pasajeros, pero la mujer de Monmaneki se disimuló en.re la multitud. Mudado en pá- jaro /rnonan/, el cuñado fue a posársele en el, hombro.. La piragua siguió su curso, pero de pronto se levanto perpendicu- larmente y Monmaneki, convertido en pájaro /aicha/, fue a posarse en el otro hombro de la mujer. La corriente se llevó a la piragua hasta un gran lago donde se transformó en mons- truo acuático /ríyévaé/, señor de los peces del río Solimóes, y más especialmente de los bancos de piracemas [tupí: "peces- nacimiento"?], que remontan periódicamente el río para ir a desovar. Después de esta aventura, Monmaneki desposó a una com- patriota. Cuanta vez iba ella al embarcadero, que estaba bastan- te lejos de la choza, su cuerpo se escindía en dos por la cintura: el vientre y las piernas quedaban en la orilla; el pe- cho, la cabeza y los brazos se metían en el agua. Atraídos por el olor de la carne, acudían los peces matrinchan y la mujer, reducida a la mitad superior, los atrapaba con las manos desnudas y los ensartaba en un bejuco. El torso ganaba.enton- ces la arilia arrastrándose y se ajustaba a la parte inferior, de la que salía un trecho de médula espinal que servía de espiga. A la madre de Monmaneki le maravillaba tener una nuera tan buena pescadora. Un día que preparaba cerveza de maíz rogó a la joven que fuera a sacar agua del río. Como tardaba en volver, la vieja se impacientó y salió a buscarla. Descubrió 3 En tukuna el mismo término, /chaua-áne/, designa al hermano del marido, al hermano de la mujer y al marido de la hermana (Nim. 13, p. 155). A primera vista, nada impediría que el relato continuase. Consta de episodios sucesivos, cada uno de los cuales relata el fracaso de talo cual matrimonio de un héroe que parece no tener más meta que variar sus experiencias conyugales. ¿Por qué en- tonces la quinta esposa es también la última? La mitología sud- americana ofrece numerosos ejemplos de historias de este tipo, en que episodios. cortados todos con el mismo patrón, se suceden en número mucho mayor. Sin embargo, cuando se examina des- de un punto de vista formal, se aprecia que la estructura de M3 !>4 es a la vez abierta y cerrada. Abierta. ya que después de su úl- timo percance Monmaneki podría volverse a casar; y cerrada en la medida en que el último matrimonio presenta un carácter original que lo distingue netamente de los otros cuatro, de suerte que el mito parece considerar las dos soluciones extremas de un solo problema, entre las cuales dispone cierto número de formas intermedias que ofrecen entre ellas, y con las formas extremas. varias relaciones de correlación y de oposición. Los cuatro primeros matrimonios del héroe son exógamos. Inclusive lo son de un modo que pudiera calificarse de hiper- bólico, pues unen a un hombre con hembras de animales, más apartadas aún de un marido humano que una simple extraña. En cambio el último matrimonio es endógamo, como se despren- de claramente del texto: "Entonces Monmaneki se casó con una muchacha del mismo pueblo que él". Observemos sin embargo que entre los dos tipos el último matri~onio de la serie exógama sirve de bisagra, lo cual expresa el mito con pasmosa nqueza de medios. Los tres primeros episodios contienen cada uno dos series: 1) encuentro y matrimonio; 2) separación por causa de la mad;e del héroe. Sólo los episodios cuarto y quinto prolongan la hIS- toria más allá. Pero ellos mismos empiezan a divergir desde la segunda serie: como en los episodios anteriores, en el cuarto la vieja separa a su nuera de su hijo; en el quinto la separa de ella misma, puesto que impide la reconstitución de las dos mita- des del cuerpo de la mujer. Pero es sobre todo luego cuando aparece la simetría. O bien la mujer escapa y su marido la sigue, o bien sigue a su marido (se ha visto con 9ué t.ena~idad). y es éste quien escapa. Sin duda el cuarto matnrnomo sigue Siendo exógamo en tanto que el quinto es endógamo, mas en el ~rimer caso el hombre decide ir a residir con la gente de su mujer, lo cual no había pensado antes. Apenas lo consigue temporalmente y mudado en pájaro, subido al hombro de la mujer. que por tanto conservó la forma humana (aunque empezase por ser un pájaro l. La mujer endógama del quinto episodio, por su parte, no renuncia definitivamente a residir con los suyos hasta des- pués de transformarse en pájaro. Y las montañas río abajo donde irá a refugiarse son las mismas que aquellas donde ya se refu- giara su congénere (mujer-guacamaya en vez de mujer-l.oro, ~ero silvestre, en tanto que la segunda se conduce como s~ hubiese sido domesticada). Las dos mujeres son amas, respectivamente, del pescado y de la pesca. Desde este último punto de vista, en los dos episodios se agrega un miembro ocioso: ora un macho, incapaz de pescar a diferencia de su cuñado; ora la mitad infe- rior -la más femenina de las dos- del cuerpo de la heroína, incapaz de pescar, a diferencia de la otra mitad. . Más adelante aparecerán más vínculos entre los dos últimos episodios. De momento nos basta haber reunido algunos para mostrar que el cuarto episodio, relativo a un matrimonio exógamo como los precedentes. pero construido exactamente como el que le sigue. forma el pivote de un relato que posee por este hecho una estructura doble. a la vez binaria y ternaria: 15 5432 exógamos P parte 1 endó- gamo ---------- ---- ---1 \ tran- 2- arte '[ sición P construcción del relato: episodios: matrimonios: EN El. ESCENARIO DEL CRIMEN LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS la mitad ínferior del cuerpo que yacía y arrancó el trozo de médula protuberante. Cuando la otra mitad subió a la orilla, la mujer no consiguió reconstituirse. A fuerza de brazos, la mitad superior trepó a una rama suspendida sobre el sendero. Caía la noche. Inquieto al ver que su mujer no volvía. Mon- maneki encendióuna antorcha y salió a buscarla. Al pasar debajo de la rama, la media mujer se dejó caer sobre la es- palda de su marido y allí se fijó. Desde entonces no le dejó comer; le arrebataba la comida de la boca para devorarla. ~I adelgazaba a ojos vistas y llevaba la espalda sucia de los excrementos de la mujer. 'Monmaneki discurrió una treta para liberarse. Dijo que tenía que meterse en el agua para revisar su represa de pescar. pero si la mujer no tenía cerrados los ojos durante ese tiempo, los peces pirañas que infestaban el río a lo mejor se los sacaban. Para dar mayor verosimilitud a su tesis, se desolló él mismo con una mandíbula de pez que había escon- dido. Asustada, la mujer prefirió permanecer en la orilla y liberó momentáneamente a su víctima. Monmaneki aprovechó para zambullirse y escapar a nado. Reducida aún a la mitad superior, la mujer desamparada fue a subirse a un poste de la presa. Algunos días después se había convertido en loro, "tan hablador como si fuese doméstico". Oculto en la maleza, su marido la vio al fin echar a volar y desaparecer, charlando, hacia las montañas, Solimóes abajo (Nim. 13, pp. 151-153). 14 16 LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN 17 Establecido esto, comencemos por examinar los matrimonios exógamos. Son, en orden, con cuatro animales alternativamente de "abajo" (ya que viven en madrigueras) y de "arriba" (son entonces pájaros): 2) pájaro arapa90 4) guacamayo + + + ++ + + rana arapaco lombriz guaca- piragua poste mayo arribar + J/abaja{ - J: ( +) o (-) marcado en lo tocante a arriba y abajo: móvii( + J/inmóvil( -) No introducimos en el diagrama el sistema completo de las oposiciones relativas a la piragua y al poste, tal como acabamos de formularlo. En apariencia, también él parece redundante, pero como veremos luego, la razón está en que codifica no solamente los caracteres distintivos de dos objetos sino una parte importan- te del mensaje que el grupo de mitos al que corresponden M 3 5 4 - M3 5 5 tiene por función comunicar. Limitado primero a los cuatro primeros episodios de los ma- trimonios exógamos, el análisis alcanza, pues, ahondándose, un plano en que los caracteres pertinentes se tornan comunes al conjunto del relato. Esta permanencia de un sustrato lógico va a salir ahora a plena luz. Los matrimonios exógamos tienen cuatro- causas ocasionales, dos de las cuales interesan a las funciones de excreción, las otras dos a las de nutrición, pero siempre confundidas, sea con una cópula entendida en el sentido físico (yen estos dos casos la mujer se hace madre), sea con una unión que es más bien de orden moral (pues la mujer desempeña entonces el papel de vi- vandera para su esposo). Monmaneki orina sobre la rana, defeca encima de la lombriz, y recibe la savia de palmera del pájaro arapaco, la cerveza de maíz de la guacamaya. La cerveza es cocida, según atestigua un detalle del relato: "Asando una sola mazorca, la mujer hizo suficiente cerveza para llenar cinco grandes ja- precedentes, la piragua abierta en un tronco de árbol que usa el héroe para reunirse con su cuarta esposa, y el poste de madera en que se encarama la quinta antes de dejar definitivamente a su marido: un tronco hueco, horizontal, móvil en la superficie del agua, y un tronco lleno, vertical, inmóvil en el agua. A este respecto la piragua, levantada verticalmente y arrastrada por la corriente, hace de transición entre la embarcación (que deja de ser) y el poste (cuyo aspecto prefigura). En fin, la piragua in- cluye un cuñado dos veces inútil: primero aprisionado bajo el casco, luego compañero de viaje pasivo de otro hombre. De ma- nera simétrica, el poste, opuesto a la piragua, excluye una mitad de cuerpo dos veces inútil: yace primero pasivamente en la orilla y después no acompaña el viaje de la misma mujer (de la cual sin embargo es parte) : 3) lombriz de tierra1) rana FIG. 1. El pájaro ara- paco (arapassu). (Según Ihering, pá- gina 363.) El término arapaco (arapassu, uirapassu), derivado del tupí, Nasica sp. (Nim. 13, p. 57), designa varios pájaros trepadores que se alimentan de larvas 0, como en este caso, de savia de los árboles. Los mitos sudamericanos los asocian al mundo me- dio al mismo tiempo que los pájaros car- pinteros, cuyo modo de vida comparten: anidan en cavidades de los troncos, que recorren en busca de comida. Subido a una palmera, el pájaro arapaco de nuestro mito está relativamente más bajo que el guacamayo, pues el héroe' ve a esta última ave volando por el cielo. Asimis- mo, la rana que se refugia en su agujero está relativamente más baja que la lom- briz, que el mito empieza por describir cavando y luego abriendo túneles a flor de tierra. Desde este punto de vista el segundo término de cada pareja aparece, desde el mismo punto de vista funcional, más fuertemente marcado que el primero. Por lo demás, una pequeña variante hixkaryána (M,,,; Derbyshire, pp. 100- 103), reducida al puro episodio de la rana, presta a ésta un comportamiento oscuro, pero que recuerda el trabajo de la lombriz en la plantación. Los dos animales subte- rráneos tendrían por cierto el papel de va- riantes combinatorias, propias para ilus- trar la misma función en contextos poco diferentes. Cuando el héroe se desahoga en el agujero de la rana, ésta no 'Se mueve. Cuando hace otro tanto en el otro agujero, la lombriz saca la cabeza y mira. El pájaro arapaco está subido en el árbol, el guacamayo vuela. Así, dos animales son inmóviles, dos móvi- les. Tenderíamos a considerar redundante esta tercera pareja de oposiciones, ya que las otras dos bastan para distinguir entre ellos los cuatro animales. Pero la tercera pareja se torna única pertinente para calificar, en un plano común con los términos rras .. ," Cerveza y excrementos están más "cocidos" --en el sen- tido de elaboración- que la savia y la orina; y los dos primeros términos evocan también materias más consistentes que las otras. Se obtiene entonces una tabla de tres encabezados: En los dos casos inscritos en la hilera superior, la mujer co- mete una confusión física entre excreción y cópula: queda encin- ta y da a luz un niño. En los dos casos de la hilera inferior, ocurre triplemente lo inverso: el marido comete una confusión moral, esta vea. entre nutrición y cópula; basta que la muchacha que encuentra lo aprovisione y haga de ella su esposa, aunque sin fecundarla con ello. Si se examina ahora el quinto y último episodio se aprecia que persisten las mismas relaciones, desdoblándose. Primero, el cuerpo mismo de la esposa se separa en dos mitades. La mitad inferior es femenina por contigüidad física (induye las partes sexuales), masculina por semejanza (se inserta mediante una es- piga en el agujero de la otra). En virtud del mismo razonamien- to, la mitad superior es hembra en sentido figurado, pese a que desde el punto de vista sociológico se entregue a una actividad masculina: la pesca. Ahora, según la primera serie, estas dos mitades copulan metafóricamente entre ellas cuando se adaptan una a otra; y la mitad que puede llamarse masculina por conti- güidad social nutre a la parte femenina de su marido (su madre, que recibe el pescado, como el mito cuida de explicar). A la inversa, en la segunda serie es con el hombre con quien esta mitad copula en sentido metafórico (agarrada a él, pero en la espalda) en tanto que se nutre en sentido propio con los alimen- tos que él trata en vano de consumir. Por consiguiente, en tanto que, en los cuatro episodios exógamos, aparece el contraste ma- yor ora entre excreción y cópula, ora entre nutrición y cópula, se manifiesta en el episodio endógamo con la forma doble de autocópula y exoalimentación, luego de exocópula y endoalimen- tación, cada vez opuestas una a otra. Para los humanos los coleópteros negros, alimento exclusivo de la rana, son una basura que la madre del héroe clasifica con los excrementos. La rana comete el error inverso de tomar por alimento básico los chiles, que sirven a los hombres de condi- mento. Como decimos nosotros en sentido figurado,le "arrancan la boca": suerte que tocará, pero en sentido propio, a la esposa- lombriz cuando le corten los labios. La mujer-rana era encanta- dora de pies a cabeza; sobre su belleza no formula reservas la madre del héroe. La rnujer-arapaco que le sucede es a medias LA ~UJFR CORTADA EN PEDAZOS bonita (por arriba), a medias fea (por abajo): en efecto las dendrocolapttdas tienen dedos alargados, con uñas fuertes y' tor- cidas. La tercera mujer, que al principio fue bonita del todo se vuelve fea después de ser mutilada por su suegra. De espacial (que afect~ a las partes del cuerpo), la oposición bonita/fea se torna aqui, por tanto, temporal. Por último, lo mismo que la primera mujer era físicamente perfecta, pero tenía el defecto moral de alimentarse de basura, la cuarta será moralmente per- fecta, .capaz por su industria de realizar milagros: virtud que no aprecia su suegra, que la acusa de perezosa (=moralmente fea), en. tanto que admiraba la belleza física de la primera esposa. El primer episodio y el cuarto funcionan, entonces, enteramente so- bre la op?,sición de 10 físico y lo moral; el segundo y el tercero la subordinan a otra, entre los aspectos espacial y temporal que la misma oposición es susceptible de adoptar. E~ este cas? también el últ~mo episodio toma y articula estos ?os ejes. Considerados en la SImultaneidad, una mitad de la rnu- jer es perezosa (yace inerte en la orilla mientras la otra se afana en el agua), la otra es industriosa. Cada vez por consiguiente las cualidades invocadas son de orden moral. 'Pero esta segunro: ~itad .cambia también de naturaleza física en la duración: nutrí- cia primero, luego inmunda. Se verifica así que la sucesión de l~s c~atro primeros episodios engendra de manera dialéctica los términos de un sistema que el último episodio integra y con los que forma un sistema estructurado. Si ~e des~iende u~,grad<;> I?~s en el análisis se aprecia que en este nivel la íntegración se InICIa desde el cuarto episodio. El he- ch? n~ de,?e sorpreI?der, puesto que hemos mostrado que dicho episodio SIrve de bisagra entre los dos primeros y el último: hasta el presente estaba hecho como aquéllos; en adelante los caracteres formales que posee en común con el último resulta- rán más manifiestos. La rana se alimenta de coleópteros, o sea de un alimento que los human~s no consumen. El pájaro arapaco recoge la savia de palmera, alimento consumido también por los hombres. A dife- r:nCIa de los humanos, la lombriz de tierra consume las malas hierbas y favorece así (pero pasivamente en vez de activamente como elpájaro) la producción de las plantas alimenticias. Ante el alimento, la posición de la mujer-guacamaya es más compleja: sobre-produce la ~erveza de maíz, consumida por los humanos, pero que es un alimento de segundo grado; pues su fabricación supone el cultivo previo del maíz (con lo cual no se mete para nada la mujer). Activamente responsable del aumento de la cer- ve~~ en la primera serie, se vuelve pasivamente responsable (tras- rnitiendo el sec.reto ~e su producción a su esposo, que hará el resto) de la existencia de los peces. l!stos ni siquiera constitu- yen todavía un alimento, ya que por cierto han de aparecer antes de que pueda pensarse en comerlos. 19EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN (de hombre a mujer) (de mujer a hombre) heces cerveza COCIDO: orina savia CRUDO: EXCRECIÓN: NUTRICIÓN: 18 20 LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN 21 La caza constituye la actividad propia del héroe. Un mito taulipang (M",,: K.-G. 1, pp. 81-91) atestigua que las psitacifor- mes -loros, cotorras, guacamayos- son los dueños de la cerveza de maíz. Si se considera que el héroe recoge coleópteros, alimen- to de la rana, en ocasión de sus expediciones de caza; que las malas hierbas crecen en los jardines cuando se ponen en cultivo; y que la viruta se forma al vaciar la piragua que es ella misma me~io de pesca, aparece un,a r~lación de orden con tanto mayor clandad entre todos estos termmos cuanto que el primero citrdo -los coleópteros negros, basura para el gusto humano pero que la rana convierte en alimento-- halla su réplica en el término que cierra la serie: inmundicia que ensucia la espalda del héroe, en la cual la mujer-tronco convierte la comida que hubiera de- bido ser alimento para su marido. La serie de los términos "ali- menticios" se presenta a fin de cuentas así: En efecto, el quinto episodio se abre después de la creación de los peces. No es cosa ya de crearlos sino de pescarlos: fun- c~~n en que la mujer-tronco sobre-pasa a los humanos, pero ofre- ciéndose ella misma como cebo, o sea el primer grado del alimen- to: condición de la pesca, del mismo modo que antes la cerveza desempeñaba el papel de consecuencia de la agricultura. La rnu- jer-tronco, activamente responsable del acrecentamiento de la pesca en la primera serie, se torna, en la segunda, responsable de su .continuación con una forma pasiva (gracias a la presa que retiene los peces), cuando consiente en liberar a su marido para que pueda -tal pretende- hacer lo demás sin su ayuda. La mujer abandonada se transforma entonces en loro hablador que dic~ cosas despojadas de significación: réplica doblemente peyo- rati 'la de la precedente esposa. Pues ésta recupera su naturaleza de guacamaya cantando palabras llenas de sentido a su suegra, y revelando una [ormula eficaz (la de la creación de los peces) para uso de su marido. Descendamos ahora el último peldaño. Se recordará que la primera y la tercera esposa consumen; que la segunda y la cuarta producen; y que la quinta empieza por sólo producir, acaba no haciendo sino consumir. ¿A qué afecta esta serie de operaciones? RECOLECCIÓN: coleópteros savia de palmera coleópteros La posición de las malas hierbas, entre la agricultura y la pes- ca, parece extraña. Se advertirá sin embargo que los hombres, únicos que pueden plantar el maíz entre los Tukuna, empiezan por sumergir en agua los granos que servirán de simiente, y des- pués quedan sometidos a prohibiciones rigurosas que afectan a varias especies de peces, sobre todo herbívoros. Todo contacto con los vegetales que sirven de veneno de pescar les está tam- bién prohibido (Nim. 13, pp. 21-22). Se desprende de este análisis que a pesar de su apariencia lineal, el relato se despliega simultáneamente en varios planos entre los cuales se descubren articulaciones bastante numerosas y comple- jas para hacer del conjunto un sistema cerrado. Cuando se abor- da el mito por la superficie, el plano más fácil de leer ofrece un carácter sociológico. Reagrupa, en efecto, las experiencias ma- trimoniales del héroe. Pero, tratando de alcanzar planos más y más profundos, hemos descubierto finalmente la descripción ana- lítica de géneros de vida que guardan entre sí relaciones recípro- cas. Entre ellos, dos parecen marcados con más fuerza: la caza y la pesca. Cuando comienza el mito, el héroe es un cazador puro, ya que los peces, e ipso [acto la pesca, no existen. El texto lo subraya desde la primera frase, situando la historia en la época en que los peces primordiales, pescados en el río, se transformaron en seguida en animales terrestres y en humanos (Nim. 13, pp. 128- 129). Los dos protagonistas, madre e hijo respectivamente, pero tenecen a esta primera humanidad. En cuanto a la pesca, está claro que ocupa un lugar esencial: suministra el tema común de los dos episodios más desarrollados, y entra en el cuarto que, como vimos, forma el pivote del relato. El mito hace intervenir tres clases de peces: matrinchan, piraña y piracema. Las dos primeras pertenecen a la misma familia zoológica, la de los characínidos. El mito los describe en ambos casos como carnívoros: el matrinchan (Characinus amazonious, Brycon sp.) se deja atraer por el olor de la carne de la mujer-tronco (cf. sin embargo Ihering, arto "piracanjuba", que afirma que este con- génere meridional de los Bryeon amazónicos come ocasionalmen- te frotas, granos y otras sustancias vegetales); las pirañas (Se- rrasalmus sp., Pygocentrus sp.) atacan alhombre. Difieren, con todo, en que sólo las segundas son caníbales. De donde el cam- bio de actitud de la mujer-tronco, que se ofrece como cebo a unos peces, pero evita todo contacto con los otros. Correlacio- nados por su proximidad zoológica, los dos tipos de peces se oponen así por el régimen alimenticio. En cambio los peces piracemas no son calificados por estos dos lados, sino solamente por otro. En efecto, el término pira- PESCA: viruta peces RECAPITULACIÓN: ALIMENTO EXCREMENTOviruta AGRICULTURA : malas hierbas cerveza de maíz malas hierbas peces AGRIClTTt.:R\ : cerveza chiles savia IlECOLEccróN:CAZA: piezas de caza Lnconsurnible : Consumible: 22 LA MUJER OORTADA EN PEDAZOS EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN 23 " Las páginas de Mitológicas 11, De la miel a las cenizas! remiten ~ la edición de esta obra publicada por el Fondo de Cultura Económica, MéXICO, 1m. rr.i suciedad parecida a la sangre menstrual. El hombre organiza la muerte de su suegra; sólo subsisten las vísceras, en forma de plantas acuáticas. En otro mito guayanés las vísceras de un hom- bre con la pierna cortada se elevan hasta el cielo, donde se vuel- ven las Pléyades, constelación anunciadora de la llegada de los peces (M,••-M,se, CC, pp. 241-242). Pasando del mito tukuna a los mitos guayaneses, la armadura sociológíca permanece idéntica, si bien los sexos se permutan entre dos términos: (madre - hijo, esposa) ~ (madre - hija, esposo). Pero, según los casos, las partes del cuerpo y las cons- telaciones a las que dan nacimiento no son las mismas: la pierna, con o sin muslo, se vuelve Orión; las vísceras, las PIé· yades; el torso, la cabeza y los brazos forman la Cabellera de Berenice. Ningún mito realiza enteramente esta tripartición. Se contentan con separar del cuerpo ora las vísceras, ora un miem- bro inferior, ora el torso con cabeza y brazos. Pero si nos quedamos con los mitos tukuna y kalína cuya heroína es una mujer-tronco (los otros han sido discutidos en otras partes, cf. CC, loco cit.; MC, pp. 219-222, 229, 264),' se ve bien de dónde viene: la mujer-tronco se separa voluntariamente (M.54 ) o no (M".) del resto de su cuerpo; renuncia así a una parte que reúne el abdomen (con las vísceras) y las piernas, o sea los símbolos anatómicos de las Pléyades y de Orión, no menos solidarios a titulo de constelaciones, puesto que se ven juntos en el cielo. La parte alta del cuerpo se torna así símbolo anatómico de la Cabe- llera de Berenice, cuya ascensión recta es la misma que la de la Osa Mayor y el Cuervo, grupo de constelaciones que, tomado en conjunto, está en oposición de fase con el otro. Las Pléyades, cuyo orto es poco anterior al de Orión, prometen pesca abundante; el orto de la Cabellera de Berenice revoca tal promesa, pues ocu- rre cuando desaparece el pescado de los lagos temporales y de los riachuelos, por falta de agua. Ahora bien, la mujer-tronco del caza- dor tukuna desempeña el mismo papel, cuando es definitivamente despojada de su mitad inferior y se convierte en loro y no en estrella. En adelante no pescará más, aunque antes le incumbiera reabastecer de pescado a los indios: cerna no tiene valor taxonómico. Se aplica indistintamente a to- das las especies que remontan el curso de los ríos para desovar (Rodrigues, Vocabulario, p. 30; Stradelli 1, p. 602); y aquí, sin duda, Ha los bancos de peces que invaden el Solimóes en cantida- des increíbles y que desovan en los afluentes en los meses de mayo y junio" (Nim. 13, p. 25). La oposición secundaria, entre characínidos caníbales y no caníbales, se inscribe pues en el seno de una oposición principal entre peces periódicos y no periódi- cos. Ahora aparecerá el interés de esta observación. Aun si el análisis estructural restituye a la historia del cazador su organización secreta, ésta no existe todavía para nosotros más que en un plano formal. El contenido del relato sigue siendo ar- bitrario a nuestros ojos. Por ejemplo, ¿de dónde puede venir la noción extraña de una mujer capaz de partirse a voluntad en dos pedazos? Un mito de la Guayana (MVI.O) ' brevemente discutido en Lo crudo y lo cocido (p. 232), aclara tanto mejor este paradigma cuanto que también se refiere a la pesca y, como MSM ' saca a es- cena un marido, una esposa y la madre de uno de los cónyuges. Según M130 esta última, hambrienta, robó un pez de la red de su yerno. Para castigarla, invitó a los peces jpatakaj a devo- rarla. Pero no pudieron acabar con la parte superior del tórax, los brazos y la cabeza. Reducida así al busto, la vieja se convir- tió en la Cabeliera de Berenice, cuyo nombre kalina, /ombatapo/, significa "el Rostro". Esta constelación aparece por la mañana, en octubre, al acabar la gran estación seca, y hace que perezcan los peces (Ahlbrinck, arto "ombatapo" y "sirito", § 5, b). La es- pecie mencionada (Hoplias malabaricus}, llamada /huri/ en el río Pomeroon de la Guayana inglesa, constituye en efecto una pesca de estación seca: matan este pez carnívoro a cuchilladas mientras reposa dormido en fondos donde casi no hay agua (Roth 2, pp. 192-195). Los Kalina creen que el alma del muerto recorre una angosta pasarela; si cae al agua, dos peces caníbales la des- garran por el medio. Después de lo cual los dos pedazos vuelven a soldarse (Goeje 1, p. 102). A diferencia de M3fi4 , MVJO motiva la historia de la mujer cor- tada en pedazos. Sabemos cómo llegó ahí, y por qué. Este proto- tipo de la última esposa de Monmaneki trasluce una lógica in- terna. ¿Tendrá también una externa, dicho de otro modo, se aprecia una razón de que la Cabellera de Berenice sea figurada por una mujer-tronco? Mt.'Jo posee elementos comunes con M28 , mito warrau que pretende explicar el origen de las Pléyades, de las Hiades y del cinturón de Orión, figurados respectivamente por la esposa, el cuerpo y la pierna cortada del héroe (Roth 1, pp. 263-265; CC, pp. 112-114 y passim). Estos mitos se insertan asi en un vasto conjunto paradigmático del cual nos quedaremos también con M13 6 , donde una suegra alimenta a su yerno con peces, en vez de robárselos; pero se los saca del útero, lo cual los asimila a una MALA PESCA (octubre: Cabellera de Berenice): BUENA P1!SCA (junio: Orión y Plé- yades): [ cabeza y torso ... [,km. I-.,... ...de mujer] 24 LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN 25 Orión ------,1'------ Pléyades Se ha visto que los mitos sobre el origen de la Cabellera de Berenice y de la mala estación para la pesca invierten, al norte Existe una oposición del mismo tipo más al sur. Así, los Cadu- veo hacen que el origen del bosque y de la sabana se remonte a dos niños, derivados respectivamente de la mitad superior y de la mitad inferior de un crío que la madre partió en dos con esperanza de destruirlo. Los gemelos hurtan granos y los dis- persan. Germinan y dan árboles fáciles o imposibles de arrancar, según el hermano sembrador. El "de abajo" se vuelve así creador del bosque; el "de arriba", creador de la sabana. Un poco des- pués, los hermanos roban frijoles cocinados por una vieja sucia, cuyo sudor escurría en la marmita. El hermano H de arriba" teme envenenarse, el "de abajo" no vacila y prueba el guiso, que en- cuentra delicioso (M 357 : Baldus 2, pp. 37-39). Así, por dos veces el hermano "de arriba" se muestra tímido e ineficaz, el "de aba- jo" audaz y eficaz, lo cual corrobora los valores respectivos, negativo y positivo, de la mitad del cuerpo que simboliza la Cabellera de Berenice y de la que simboliza las Pléyades y Orión, en la mitología de los índios de la Guayana. Se advertirá, por último, que en la Guayana misma y en la cuenca amazónica hay otra oposición, segunda, que cruza la que acabamos de esbozar. Orión, la Cabellera de Berenice, caen jun- tos del lado del sol como "su mano derecha" (M 13 0 ) o su "so- porte" (M2 79 ) . En compensación, las Pléyades están del lado de la luna: variante combinatoria de la aureola lunar (M 82 ) a la cual se opone Orión cuando, con forma de jaguar, devora la luna en ocasión de los eclipses (Núm. 13, p. 142): del Amazonas,los procedentes de la Guayana que conciernen al origen de Orión (o de las Pléyades), y de la buena estación para pescar. Pero también es verdad que el mito tukuna invierte este último grupo, durante su cuarto episodio, en el que la mujer- tronco se entrega a una pesca sobrenatural y más bien siniestra, gracias a su cuerpo mutilado, que ofrece a guisa de cebo a los peces, que obtiene en cantidades prodigiosas. En la realidad, parecida abundancia no se da más que en los meses de mayo y junio (época del orto matinal de las Pléyades), cuando los ban- cos de peces migratorios remontan el río e invaden los afluentes. El mito trae a cuento este fenómeno, pero atribuye todo el cré- dito al héroe cuya piragua se levanta perpendicularmente en el agua (transformación de la pierna cortada en pleno cielo), y se muda en otro ser celeste: no ya una constelación como la pierna sino el arcoíris del oriente; pues tal es la verdadera identidad del monstruo acuático nacido de la piragua y que, precisa el mito, es también amo de los peces (Nim, 13, p. 120 Y n. 16). Aparte de su código estacional que es manifiesto, M354 recurre pues a un código astronómico latente. Esta verificación debe con- centrar particularmente nuestra atención en un detalle del cuar- to episodio que aún no hemos discutido. Alcanzada por los per- seguidores en piragua, la mujer se esconde tras de la muchedum- bre acudida a la orilla, de suerte que su marido y el cuñado que lo acompaña no consiguen llegar a ella sino en forma de pája- ros, que se posan cada uno en uno de sus hombros. No parece, de plano, posible interpretar esta serie en función de la cadena sintagmática sola. ¿ Conseguiremos aclararla por medio del para. digrna astronómico, como hicimos con la mujer cortada en pe- dazos, cuyo caso planteaba una dificultad del mismo tipo? La vieja heroína de M",o, doblete de la mujer-tronco de M..., padece su triste suerte pese a las amonestaciones de un pájaro familiar /petoko/ (Pitangus sulphuratus }, tiraniforme cuyo grito interpretan hoy los indios como invitación a zambullirse (Ahl- brínck, art. "ornbatapo", "petoko"). Para los campesinos brasi- leños, dice bem-te-vi, "[ bien te veo!"~ Es un pájaro carnívoro, piscívoro e insectívoro que gusta de ponerse en el lomo de las piezas de ganado y se come las garrapatas hartas de sangre (lhering, arto "bem-te-vi"; Brehm, Vage/, r, p. 549). Un mito guayanés acerca del origen de Orión, discutido en el anterior volumen y del que se conocen distintas variantes (~78. M27 9"_,¡ ; MC, pp, 232-234), echa a dos cuñados a perseguir al marido asesino de la hermana de ellos. Este último crea tres pájaros que le advierten del peligro. En una versión recogida por Penard y reproducida por Koch-Grünberg (1, p. 269), son el "carneara preto" (lbycter americanus}, que es una rapaz, y dos granívoros de la especie Cassidix oryzivora. Pese a este nombre s Cf. "bienteveo" en el diccionario de la Academia Espaiiola. (T.J / / / / / / / / / LUNA Cabellera de Berenice / / / / / / / (relación acti ....a' "meno" SOl (r./ación pasiva: "saporte'" 26 LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN 27 FIG. 2. El pataro Pitangus sulphuratus. (Según Brehm, vogel. vol. 1, p. 548.) ci~tífi~o~ las aves d:l género Cassidix parecen tener un régimen alimenticio muy variado, que no excluye los insectos parásitos de los grandes mamíferos, que también buscan otros pájaros pertenecientes, como aquellas aves, a la familia de las icteri- form~s. Del norte al ~ur del continente se diría que la mitología amencana se ha dedicado metódicamente a buscar los géneros o especies de esta familia para confiar a sus representantes más diversos, que sirven de variantes combinatorias de un mismo mi- tema, la función de vigilante, de protector o de consejero. A las icteriformes de América del Sur corresponden al norte las estur- nelas [Sturnella magna), los bo- bolinks (Dolichonyx oryzivorus ) y biackbirds (AgeÚlius sp.). Volve- remos a encontrarlos más tarde. Las versiones publicadas por Ahlbrinck (art. "peti", § 9) citan dos pájaros, Ibycter sp. y Croto- phaga ani, que se comen los pará- sitos del tapir I Goeje 1, pp, 56-57) Y son pues, desde el punto de vista de la alimentación, congruos con el bem-te-vi de MulO. Si el pájaro en que se transfor- ma el héroe del mito tukuna o su cuñado fuera también un Cro- . ,. tophaga, lo cual por desgracia Ignora~os, tendríamos un hilo conductor que pudiera ponernos en la pista de un ~,:,radigmaastronómico, pues los Tukuna IM358 ) hacen que este pajaro, azu.l oscuro o negro, nazca de las hojas con las que un hermano Incestuoso se limpió la cara que su hermana le había embadurnado de zumo de genipa I Nim. 13, p. 143). Como en la mayor parte de las versiones de este mito co~ocido de un extremo a otro del continente americano y má~ alla Id. CC, p. 292), el hermano marcado se convierte en la luna. La versión tukt;lua asocia, pues, el género Crotophaga a las manchas del astro, dicho de otro modo, a su oscurecimiento rela- tivo; y se recordará que la mujer-guacamaya de M3 54 se "eclipsa" cuando se le unen los dos pájaros. Los Bakairi 'atribuyen los eclipses de sol a un Crotophaga que tapa el astro con las alas I Steinen 2, p. 459). En el texto precitado, Nimuendaju describe el ave de M3 58 de una manera vaga: l/A [orest turkey an anum [CrotopJwlla minor, Gm.], or sorne other black-colored bird", Pero Crotophaga minor es el mismo pájaro que C. ani I Brehm, Vogel II, p. 125), y la denominación "turkey" no le va nada, pues todo~ los crotófagos pertenecen a la familia de las cuculiformes. En cambio, el gran crotófago anú-guassú, C. major, que mide 45 cm de largo, se asemeja más en dimensiones a un pavo silvestre, y sus hábitos están mejor de acuerdo con el cuarto episodio de M.s54' que concluye con la aparición de los peces migratorios: "Cuando los peces remontan los cursos de agua, las noches de la piracema," los anu-peixe, como los llaman a veces, acompa- ñan la migración y se alimentan pescando" (Ihering, arto "anú- guassú"). . . ,-............1.............. , FIG, 3. El parara Crotophaga minar. (Según Brehm, Vagel, vol. u, p. 126.) El alejamiento geográfico es tal que se vacila antes de cotejar estas indicaciones con las que ofrece un mito puelche (M3 59 ) que, por eso, resumiremos muy brevemente. Dos pájaros negros pro- vocaron la oscuridad comiéndose al hijo del sol. Para capturar los pájaros, la luna y después el sol adoptaron la apariencia de una carroña. La luna fracasó, el sol consiguió apoderarse de uno de los pájaros, mas no del otro, que había tragado dos huese- citos del niño y vuelto imposible la resurrección. Visto lo cual, el sol convocó a los animales para decidir las longitudes respectivas del día y de la noche, y también de las estaciones. Cuando se llegó a un acuerdo, la luna y el sol Ique eran hermanos) subie- 6 "Piracema. f. Bros, Estación en que llegan los peces fluviales en gran- des cardúmenes..... (Cándido de Figueiredo, Novo dicionário da lingua portuguesa, s. v. Cf. pp. 22 Y 87. [T.l.) 28 LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN 29 ron al cielo, pero la luna gritaba de tal modo que los armadillos, fastidiados, salieron de las madrigueras y le arañaron la cara: tal es el origen de las manchas del astro (Lehmann-Nitsche 9, pp. 183-184). Por el momento nos bastará, a propósito de este mito, con tomar nota. Más adelante apreciaremos que los problemas tra- tados en el presente volumen obligan a recurrir a los mitos de las regiones meridionales y andinas de América del Sur. Por otra parte, cómo no sorprenderse ante la presencia simultánea en M3 59 de varios temas cuya ilustración sería más fácil de buscar en mitos procedentes de las regiones septentrionales de América del Norte: así la deliberación de los animales sobre las longitudes respectivas del día y de la noche, de las estaciones, el obstáculo impuesto a una resurrección por el animal que ha devorado el cadáver y no quiere devolver un huesecillo (de los Salish de la costa a los Ojibwa); en fin,el doble tema del origen de la muer- te y de la periodicidad estacional, asociado a una configuración celeste de tipo muy particular que dispone a uno y otro lado de un astro -sol o luna- dos estrellas, dos planetas o dos fenó- menos meteóricos (parhelias). Este rápido repaso, que atestigua la presencia de los mismos motivos míticos en regiones muy apartadas, parecerá menos azaroso si se nota que el mito tukuna, cuyo comentario llevamos adelante en este momento, ofrece él mismo sorprendente afinidad con temas que se encuentran en las regiones septentrionales de América del Norte y hasta en Siberia (cf', Bogaras 1). Los Koryak, Esquimales, Tsimshían y Kathlamet conocen, con formas diver- sas, la historia de un hombre que desposa sucesivamente varias criaturas animales y las pierde una tras otra, a menudo a conse- cuencia de un mal entendimiento provocado por su régimen ali- menticio, que no es el de los humanos. Así, la esposa-pato del mito tsimshian (M"",; Boas 2, pp. 184-185) se ha provisto de abundantes mejillones, pero el jefe de la tribu, ofendido a la vista de semejante alimento plebeyo, ordena que la echen al mar; después de lo cual desaparece la mujer. Reconocemos el princi- pio de M3á4• No es esto todo. Igual que M;¡:';4, las versiones norteamericanas tienen cuidado de referir la historia a las primeras edades de la vida de la humanidad: "Otrora, hace mucho, los habitantes de esta costa casaban con mujeres animales, aves, ranas, caracolas, ratonas y otras más. Tal fue lo que ocurrió una vez a un gran jefe ... " t ibid.; p. 179). Asimismo, una versión procedente de los Cree orientales empieza así: "Había un hombre, en tiempos muy antiguos, que probaba todas las hembras de animales, una tras otra, para ver cuál era la más hábil, para hacerla su compañera. Así ensayó el reno, el lobo, el alce, el pecan, la marta, el lince, la nutria, el buba, el arrendajo, el castor... " (M3 ri4...; Skinner 1, pp. 104-107). El héroe de M354 vive solo con su madre, el de una versión menomini vive solo con su hermana mayor y, cuando pierde su mujer-castor, enloquece de desesperación y se conduce de un modo que recuerda curiosamente el que describe el mito tukuna después de la desaparición de la esposa-guacamaya del cazador Monmaneki: "Estaba tan abrumado por el dolor que resolvió dejarse morir de hambre" (M354d ; Skinner-Satterlee, p. 377). Volveremos con más detalle, en el próximo volumen, a los problemas que plantean los códigos astronómicos en los mitos de los dos hemisferios. Notemos solamente aquí que la aureola verdosa del sol, signo de epidemia para los Tukuna (Nim, 13, p. 105), bien pudiera ser una parhelia; que el monte Vaipi, donde se sitúa el final del cuarto episodio de M3 54 , es la residencia de los inmortales (ibid., p. 141); por último, que la confíguración tripartita sugerida por los dos pájaros posados en los hombros de un personaje sobrenatural que trata de eclipsarse se asemeja singularmente a la que es empleada sistemáticamente por mitos norteamericanos. Ahora bien, Amazonia y la Guayana también proponen a nuestra atención triadas astronómicas. M.oo. Taulipang: las dos hijas de la luna. En otro tiempo la luna, que era un hombre, vivía en la tie- rra con sus dos hijas adultas. Ocurrió que Luna robó el alma de un bello niño que admiraba y la aprisionó debajo de una marmita vuelta. Mandaron a un brujo curandero a buscarla. Luna creyó prudente esconderse debajo de otra marmita, no sin haber pedido a sus hijas que no revelasen su escondite. Pero el brujo rompió todas las marmitas, descubrió el alma y el ladrón. Luna decidió retirarse al cielo con sus hijas, a quienes encargó alumbrar el camino de las almas, es decir la Vía Láctea (K.-G., 1, pp. 53-54). El informador explica que estas hijas son dos planetas, cada una de las cuales tiene un hijo de su padre común. Retornan en otro mito que precisa que se trata de Venus y Júpiter: M,o,. Taulipang: las dos esposas de la luna. Kapei, la luna, tiene dos mujeres llamadas ambas Kaiuanóg, una al este, la otra al oeste. Vive alternativamente con ellas. Una lo alimenta bien, y él engorda; la otra mal, y adelgaza. Va a echar barriga donde la primera, vuelve a la segunda y así suce- sivamente. Las mujeres se tienen celos y se odian; por eso viven alejadas. -i Siempre será así! -proclama la buena co- cinera. Por eso los indios tienen hoy varias mujeres (K.-G. 1, p. 55). bro se cambió en pez surubim y el resto del cuerpo subió al cielo para juntarse a Epepim, hermano de la víctima (Rodri- gues 1, p. 231). ORIÓN HIADES PLÉYADES M.o: pierna cuerpo 11 esposa (Warrau) M28~: 11 marido 11 tapir macho esposa (Caribe? ) M..: pierna 11 tapir hembra 1/ cuerpo (Caribe} o sea, de arriba ahajo: la pierna y el cuerpo de un marido mutilado y su esposa (la cuñada criminal queda en tierra); un marido mutilado, el seductor con la mujer seducida (esta vez la pierna cortada queda fuera del sistema); por último, la pierna y el cuerpo de un mismo héroe, disyuntos por un tapir hembra egoísta (que es por tanto una no-esposa). Así será más cómodo representar el conjunto de las conmutaciones: Este Epepim, dicen, no es otro que el hermano feo de Ma62 convertido en el cinturón de Orión. Barbosa Rodrigues parece identificar el marido asesino con la estrella Canopo. Koch-Grün- berg se inclina por Sirio que, según él, los Taulipang y los Macushí llaman /pijoso/. Resultaría que la estrella /itenha/ a la que se alude en M3 62 no podría ser Sirio (K.-G. 1, p. 273). Para resolver la dificultad habria que saber también qué estrella se oculta detrás del nombre de la mujer-sapo, siguiendo una indicación de Barbosa-Rodrigues (M,3,. ; p. 224, n. 2) a propósito de otro mito: "Veré designa una estrella". A pesar de estas incertidum- bres ~6.3 devuelve al mito tukuna que nos sirvió de punto de partida: una mujer-batracio es cortada en dos y su mitad inferior encarna en una especie de peces (sea por metamorfosis o por absorción), como pasa también en MUlO, variante de M3M • Por otra parte, la mujer-tronco de M..'l54 es una variante combinatoria de una mujer-batracio ladrona de niño (el suyo, la verdad sea dicha; volveremos en la p. 43); ahora, en el grupo que estamos discu- tiendo, la luna figura a título de ladrón de infante (M,,;o)· Koch-Grünberg (loe. cit.) ciertamente ha tenido razón al con- frontar estos mitos con los que explican el origen de Orión, las Hiades y las Pléyades. Sin embargo, no es posible descuidar diferencias que parecen significativas. Como los mitos guayane- ses sobre el origen de estas tres constelaciones (M2 R ; M134-136; M2 79a , o, e; M.2ü4; M 2Rti ) han sido ampliamente discutidos en los tomos precedentes de estas Mitoíogicas, nos contentaremos con ilustrar sus modalidades mediante un diagrama: 31 esposa (Pléyades) cuerpo (Hiades) pierna (Orión) EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN M3 112 • Macushi: origen del cinturon de Orión, de Venus y de Sirio. Había tres hermanos, de los cuales sólo uno era casado. Uno de los solteros estaba bien formado, el otro era tan feo que' el primero decidió matarlo; Le hizo subirse a un árbol urucú ( Bixa orellana}, so pretexto de recolectar las semillas, y aprovechó que se pusiera a caballo en una rama para atrave- sarlo con la jabalina. El herido cayó y murió. El asesino cortó las piernas al cadáver y se fue. Algo más tarde regresó al escenari? del crimen y tropezó con su cuñada. -Estas pier- nas no SIrven para nada -dijo él-; sólo son buenas para que coman los peces. Las tiró al agua, donde se volvieron peces surubim [grandes silúridos ], El resto del cadáver fue abando- nado, pero el alma subió al cielo y se convirtió en las tres estrellas del cinturón de Orión: el cuerpo en medio, una pierna a cada lado. El asesino se transformó en Caiuanon, el planeta Venus [comparar M<!Gl: Kaiuanóg, nombre de las dos mujeres de la luna); el hennano casado, en Itenha, Sirio; o sea dos astr?s vecinos del lugar ocupado por el hermano, al cual, para castigo de ellos, contemplarán por siempre (Rodrigues 1, pp. 227-230). Hay otro mito que continúa:M363' Macushi : origen de algunas estrellas. Un indio llamado Pechioco casó con una mujer-sapo que se llamaba Veré. Como no dejaba de gritar: -r--¡ Cua! j cua! i cua ! ... , él se encolerizó y le infligió una herida que le arran- có la pierna por encima del muslo. Arrojado al agua, el miem- 30 LA MUJER CORTADA EN PEDAZOS La triada formada por dos astros secundarios, que flanquean a derecha e izquierda un astro mayor, parece homóloga de la que ilustran en M3 54 los dos pájaros posados en los hombros de la heroína. El parecido resultará aún mayor cuando se advierta que, 10 mismo que una de las esposas celestes es buena cocinera y la otra no, los dos pájaros del mito tukuna resultan de la trans- formación de un marido buen cazador y pescador milagroso, y de un cuñado incapaz. La configuración que evocan los mitos de Amazonia y la Guayana reaparece en el extremo sur del conti- nente, entre los Ona de Tierra del Fuego, cuyo demiurgo Kwonyi- pe se convirtió en la estrella Antares, de la constelación del Escorpión. donde se le ve, flanqueado por dos estrellas, sus espo- sas, en tanto que su adversario Chash-Kilchesh brilla solitario muy lejos hacía el sur, con la forma de la estrella Canopo (Brid- ges, p. 434). He aquí, ahora, otras triadas, procedentes de mitos cuyo mensaje pertenece al mismo grupo que el trasmitido por M 354 0 ORIÓN HIAOES PL1!YADES M18~: entrañas (Akawai?) del marido M13~-138 : pierna cuerpo (T'aulípang- del marido Arekuna) M2~: cuerpo hermano (Vapidiana) del marido del marido 32 1 I ~ (maridO)( .¡ ORtN\o ~venus (hermano) 1pierna/cuerpo/pierna f) (maridO») testrellac (esposa) .: MJ63: estrello» EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN 33 de Ma62~M36s, pero simétrica desde un punto de vista formal con la triada interna gracias a la cual estos últimos mitos describen el cinturón de Orión, constelación que está -no lo olvidemos- "del lado" del sol, y opuesta a la luna por este hecho (supra, p. 23). ¿Qué pasa entonces con las Pléyades en la teoría macushí? Su origen participa de un mito del todo diferente, pero bien conocido en América del Norte, donde las Híades reaparecen con forma de mandíbula animal (M,,,: cf. CC, p. 240 y n. 7). Este mito existe también entre los Kalina, que hacen de Orión el avatar celeste de un hombre con la pierna cortada (M13 1c ; Ahl- brinck, arto "sirito", "peti"). ¿Qué debe concluirse de esta discusión? Se aprecia, tierra adentro en la Guayana, la coexistencia de dos tradiciones presen- tes también en las regiones septentrionales de América del Nor- te: por una parte, la relativa a una triada astronómica formada por dos términos secundarios que encuadran simétricamer;te un término principal; por otra, la que hace proceder las Pleyades de la ascensión de siete personajes, niños las más de las veces, ora glotones, ora hambrientos. En otras partes de la Guayana, esta segunda tradición (igualmente atestiguada más al sur, cf. ce, pp. 238-240) desaparece a favor de otra, que utiliza l~ noción de triada, tomada de la primera tradición, para dar una mterpre- tación solidaria del origen de las Pléyades, de las Hiades y de FIG. 4 Triadas astronómicas y anatómicas. Orión. Nos guardaremos mucho de afirmar que una fórmula sea más arcaica que la otra. Como señalábamos ya en Lo crudo y lo cocido (p. 226, n. 7), el esquema Warrau-Caribe existe también entre los Esquimales. Así que estaríamos ante dos transforma- ciones independientes, que se habrían producido en el Artico y bajo el ecuador a partir de los mismos materiales.. Pero en s~ ,uida se ve qué interés tiene para la teoría etnológica desc~~~r tales casos. A condición de llevar bastante adelante el análisis estructural las ciencias humanas podrían esperar, como las cien- cias físicas: alcanzar un plano en que, en regiones y épocas dife- esposa (Pléyades) tapir macho (Hiades) LA MUJER OORTADA EN PEDAZOS cuerpo (Orión) cuerpo (Pléyades) tapir hembra (Hiades) pierna (Orión) 32 Este grupo, donde el hermano remplaza a la esposa en el pa- pel de las Pléyades, cuando el cuerpo (parte que contiene las vísceras) sustituye a la pierna en el de Orión, es transición a otro, tercero, caracterizado también por la desaparición de la mujer o su paso al papel de víctima, la intervención de uno o dos her- manos y la ausencia de toda mención de las Pléyades, que re- fuerza la ausencia de mención de las Hiades en el grupo prece- dente (fig. 4). Por consiguiente, al tiempo que las Hiades y luego las Pléya- des desaparecen del sistema, se observan dos fenómenos. Ante todo, la triada astronómica, que constituye el elemento invarian- te, se restringe al solo cinturón de Orión, que analiza en tres estrellas distintas. Luego, otra triada, nacida del desdoblamiento de la primera, se agranda hasta más allá del sistema Orión-Hia- des-Pléyades. De éste conserva tan sólo la parte central de la conste!aci~n de Orión, es decir el cinturón, y lo flanquea a dere- cha e izquierda con dos astros más alejados: estrellas anónimas en M~63' estrella anónima y planeta Venus en M36 .¡. El planeta V~nus es el mismo astro que acompaña a la luna wen M.'1Go-M36 1> mitos que describen una triada externa de igual amplitud que la La pierna es siempre Orión, la esposa siempre Pléyade, el ta- pir siempre Hiade. Sólo el cuerpo mutilado parece conmutable can no importa cuál de las tres constelaciones. Para Orion-: pierna, el culpable, que se conduce cada vez a la inversa de una esposa, está sea fuera de sistema, sea en sistema. Para Hiades = tapir, el animal es macho o hembra, seductor (sexual) o anti- seductora (alimenticia). Para Pléyades = esposa, ésta es sea fa- vorable a su marido, sea hostil. Así que obtenemos cuando me- nos un esbozo de sistema. Consideremos ahora otro grupo de mitos de la misma familia, pero. en los que l~ esposa se muda en animal terrestre: agutí, serpiente o armadillo, y no en constelación. La dejaremos, pues, fuera del diagrama: (Brett 1, p. 193.) 7 "Vieron entonces muchos frutos maduros; había plátanos dulces; pero aun así el hombre quiso subir al árbol donde veía su fruto favorito: el aguacate.' rr.i rentes, las mismas experiencias se desarrollarían de la misma manera. Así estaríamos en condiciones de controlar y verificar nuestras hipótesis teóricas. Aún no hemos llegado a tanto, y por el momento nos bastará haber confirmado, mediante un rodeo demasiado largo, que, con- siderados desde un punto de vista particular, los mitos tukuna M 3 54 y kalina M13Q siguen apareciendo como una transformación negativa de los que ligan el origen absoluto o la abundancia re- lativa de la pesca con varias -separaciones diferenciales, maní- fiestas simultáneamente en los planos sociológico, meteorológico y astronómico. Admitido esto, puede expresarse de manera mu- cho más sencilla la relación que une los mitos guayaneses sobre el origen de ciertas constelaciones y de la buena pesca, y el cuar- to episodio de M 3 ¡)4 , consagrado al origen de los peces. Estos mitos de la Guayana cuentan, en efecto, la historia de un héroe mutilado j por su cuñada (M~H)' su esposa (M I3:n .3 e, 1\1,2.0' M",,), su hermano (M",) o su cuñado (Mm) (pese al árbol sobre el que se ha elevado, o pese a la piragua en que intenta alejarse (Mm) (, mutilación de donde resulta directa o indirec- tamente la abundancia de los peces en el agua ( y, en el cielo nocturno, la presencia de la constelación de Orión/. La segunda serie del cuarto episodio de M 3:"i4 ofrece una construcción simé- trica, pues se refiere a un árbol, futura piragua], mutilado (=aba· tido y vaciado) por el héroe ( pese a su cuñado (que trastorna el trabajo espiando) (; mutilación de la que resulta la abundan- cia de los peces en el agua j y, en el cielo diurno, la presencia del arcoíris. J. A fin de cuentas, la doble transformación Orión ~ ar- coiris, noche ~ día, refleja una permutación circular: héroe ~ árbol, árbol ~ cuñado, cuñado -~ héroe. Se notará que si, en M2 79 • el héroe mutilado por su cuñado logra escapar en una piragua, en M,354 el cuñado es aprisionado debajo de una piragua, o sea
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