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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN LETRAS EL LENGUAJE SIMBÓLICO EN EL CÁNTICO ESPIRITUAL DE SAN JUAN DE LA CRUZ TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: MAESTRO EN LETRAS ESPAÑOLAS PRESENTA: MARTÍN ALBERTO DÁVILA BELLO DIRECTORA DE TESIS: DRA. JESSICA LOCKE INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS CIUDAD UNIVERSITARIA, CD MX SEPTIEMBRE 2019 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Í N D I C E Introducción……………………………………………………………………………1 CAPÍTULO I Misticismo y Mística…………………………………………………………….……16 1.1.- Clasificación de escuelas místicas…………………………………………….…25 1.2.- Escuela ecléctica…………………………………………………………….…...27 1.3.- Precedentes históricos de la mística española……………………………….…...28 1.4.- Las fuentes del Cántico espiritual………………………………………………..36 1.5.- Interpretación del concepto del amor de santo Tomás y de san Juan de la Cruz…39 CAPÍTULO II Símbolo…………………………………………………………………………….….46 2.1.- El lenguaje simbólico.………………………………………………….………..54 2.2.- Alegoría………………………………………………………………………….60 2.3.- Una introducción al matrimonio místico…………………………..…………….66 CAPÍTULO III Análisis simbólico……………………………………………………………………..69 3.1.- El ciervo………………………………………………………………………….71 3.2.- La paloma…………………………………………………………………….….77 3.3.- El agua…………………………………………………………………………...82 3.4.- El vino……………………………………………………………………….…...90 CONCLUSIONES…………………………………………………………………….96 BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………….....103 DEDICATORIA A mi madre, María del Refugio Bello Contreras por todo lo que me ha dado, por demostrarme siempre su cariño, por sus consejos y apoyo incondicional sin importar nuestras diferencias de opiniones. A mi amada esposa, Teresa Mora González, por su respaldo, ternura, confianza y comprensión, quien ha estado a mi lado compartiendo mis alegrías y angustias. A los que ya no están conmigo, pero que los llevo presentes en mi mente y corazón. A mis hermanos de sangre y de ideales. AGRADECIMIENTOS Mi reconocimiento a los catedráticos de posgrado por sus enseñanzas, así como a mis sinodales por darme la oportunidad y por el tiempo que me obsequiaron a leer este trabajo. Al Dr. Miguel Guadalupe Rodríguez Lozano, en su momento Coordinador del Programa de Maestría y Doctorado en Letras, quien me brindó su apoyo y confianza sin conocerme. A la Mtra. Brenda Franco, quien estuvo siempre dispuesta a ayudarme con una agradable sonrisa. A la Dra. Ana Castaño Navarro y el Mtro. Jorge Gutiérrez Reyna, quienes intervinieron en otorgar sus amables consejos y atinadas reflexiones para la redacción de esta tesis. Finalmente quiero expresar mi más grande y sincera gratitud a mi tutora y directora de tesis la Dra. Jessica Locke, por su guía y generosidad para la correcta realización de este trabajo, por compartir su conocimiento, por sus amables consejos y aliento, pero sobre todo por la infinita paciencia que ha tenido conmigo. A todos ellos mi más profundo agradecimiento. 1 INTRODUCCIÓN Al hablar de la obra de san Juan de la Cruz y, en particular, tratar de entender su Cántico espiritual en el terreno misterioso de lo inefable o de la unión con Dios, es casi ineludible recordar lo que Allison Peers expresa en su libro El misticismo español para comprender un aspecto del ambiente que forma el alma de España: “Ningún viajero consciente puede pasar unas semanas en España sin darse cuenta de que el misticismo es algo innato en su pueblo”1. Por tanto, resulta sumamente coherente que, a 427 años de su muerte y a pesar de las diferencias que se guardan con la situación social y cultural de hoy, san Juan de la Cruz y su Cántico espiritual siguen siendo vigentes. Prueba de ello son sus innumerables traducciones, las ediciones ininterrumpidas de la misma y el estudio por parte de religiosos y seglares de su obra. Juan de Yepes Álvarez nació en Fontiveros, Ávila, el 24 de junio de 1542, en una familia de conversos cristianos venidos a menos; cuentan sus biógrafos que su infancia y adolescencia se desarrolla en un ambiente de marcada pobreza. De niño trabajó en el hospital de enfermos contagiosos de Nuestra Señora de la Concepción de Medina, a la vez que realizó sus primeros estudios en el Colegio de los Niños de la Doctrina, donde aprendió a leer. Entre 1559 y 1563 asistió al Colegio jesuita donde recibió conocimientos de Retórica, Gramática y Filosofía, además de aprender a escribir en latín, a construir versos en este idioma y a traducir a los clásicos grecorromanos2. Su vocación religiosa hace que, en 1563, a los 21 años en Medina del Campo, tome los hábitos carmelitas con el nombre de Juan santo Matía en el convento de santa Ana. Ya 1Allison Peers, E. El misticismo español. Trad. Carlos Clavería. Espasa-Calpe, Buenos Aires-México, 1947, pág. 215. 2 De Jesús Sacramento, Crisógono. Vida y Obras de San Juan de la Cruz. B.A.C., Madrid, 1964, págs. 30-38. 2 como novicio recibe una intensa formación espiritual y después, como fraile, de 1564 a 1567 asiste a la Universidad de Salamanca donde toma los tres cursos preceptivos para bachillerarse en Artes, con el fin de ampliar conocimientos de Filosofía, y estudiar Lógica, Moral, Derecho y Lenguas Orientales. Durante este periodo, reside en el Colegio Andrés de los Cármenes donde es probable que haya empezado a estudiar Teología3. En la primavera de 1567 se ordena sacerdote y retorna a Medina del Campo a ofrecer su primera misa; en este mismo año vuelve a Salamanca a continuar su formación teológica y para estudiar, sobre todo, exégesis bíblica4. A los 25 años sufre una crisis de vocación y decide ingresar a la orden de los Cartujos5, para intentar llevar una vida de oración y contemplación alejado de la “inestabilidad” de la orden de los carmelitas, la cual para él consistía en que, al ser los carmelitas una orden mendicante, pasaban un tiempo considerable ayudando a la población y por consecuencia fuera de sus cenobios, alejados de la idea original de sus fundadores, que era la de estar en rezo y silencio. En estos años conoció a Teresa de Jesús, quien había iniciado una reforma en su orden, ya que en la mayoría de los conventos se vivía de forma disipada: las monjas salían del claustro con cualquier pretexto, pasando horas en reuniones sociales, y algunas de ellas tenían doncellas a su servicio; además, el número elevado de monjas no ayudaba a crear un espíritu de recogimiento y oración. Juan coincide con la propuesta de la reformadora6, la 3Moliner, José María. San Juan de la Cruz. Su presencia mística y su escuela poética. Palabra, Madrid, 1991, págs. 77-78. 4Ibid. Pág. 65. 5Diccionario de la Mística. Monte Carmelo, Burgos, 2000, pág. 204. “La Orden de los Cartujos nació de las dos comunidades de ermitaños que San Bruno de Colonia, antiguo profesor en Reims, fundó en la Cartuja, cerca de Grenoble (Grande Chartreuse, 1084) y en Santa María dellaTorre en Calabria (Serra San Bruno, 1091/1092). La finalidad de estas comunidades consistía en renovar la vida cenobítica partiendo de sus mismas fuentes, que fueron la vida eremítica”. 6Vevia Romero, Fernando Carlos. San Juan de la Cruz: un místico poeta. Secretaría de Cultura de Jalisco, México, 199, págs. 49-57. 3 cual era hacer de sus conventos un lugar de reflexión donde se podría encontrar a Dios. Teresa de Jesús lo invita a esa aventura instauradora y en agosto de 1568 abandona Salamanca para acompañarla en la fundación del convento de Valladolid; en este viaje se familiariza con el nuevo talante de la reforma. Poco después funda el primer convento masculino de la orden del Carmelo Descalzo, y el 28 de noviembre de 1568, en solemne ceremonia, cambia su nombre por el de fray Juan de la Cruz. En España reinaba Felipe II, para quien la religión y la política guardaban una estrecha relación. Se sabe que mantenía relación epistolar con santa Teresa, estaba al tanto de la reforma carmelita7 y de cómo Teresa de Ávila quería regresar a la Regla Primitiva fijada por san Alberto en 1209 y confirmada por Inocencio IV, pero que fue atenuada en 1432 por una bula de mitigación de Inocencio IV. También el rey estaba enterado de que Juan de la Cruz buscaba introducir esa reforma entre los hombres y acentuar su rigor8. Esto trajo como consecuencia un enfrentamiento entre los descalzos apoyados por el rey y los calzados apoyados por el Papa. Los carmelitas no le perdonaron a Juan de la Cruz que se hubiera metido a reformar la orden, y que los hubiera considerado gente relajada. Por tal motivo el Vicario General lo mandó apresar el 3 de diciembre de 1577 y trasladar a Toledo donde estará prisionero casi nueve meses antes de lograr escapar. San Juan de la Cruz fue incomprendido, perseguido, encarcelado y maltratado, pero a pesar de haber atravesado por esas vicisitudes, no se encuentran en su obra rastros de amargura o rencor. Por el contrario, fue durante estos difíciles momentos, en que estuvo recluido, que empezó a redactar una de las obras más sublimes y representativas, no sólo en la mística sino en la literatura en general: el Cántico espiritual. 7San Juan de la Cruz. Su presencia mística y su escuela poética. Op. cit. pág. 21. 8San Juan de la Cruz: un místico poeta. Op. cit. pág. 51. 4 San Juan de la Cruz ocupó puestos importantes en la orden: maestro de novicios, rector de los colegios de Alcalá y Baeza, prior de Segovia y Granada, vicario de Andalucía, definidor y consejero de la Consulta9. Antes de su muerte, en un breve10 emitido por Gregorio XII el 22 de junio de 1780, se decreta la separación de los carmelitas descalzos de los calzados. Posteriormente, en un breve de Sixto V, se fijará el nuevo estatuto de la reforma carmelita, sometiendo a unos y otros a un consejo de religiosos: la consulta11. Debido a la influencia de san Juan, otro breve de Sixto V hace a los carmelitas descalzos independientes, es decir, son reconocidos como orden12. Situemos ahora la obra de san Juan de la Cruz en su contexto histórico, cultural, económico, político y social. En el siglo XVI, España tuvo un gran florecimiento que la colocó en un lugar importante en el escenario mundial, haciendo grandes aportaciones a la humanidad en las artes y la literatura: es el primero de los Siglos de Oro, son los años de Boscán y Garcilaso de la Vega, influenciados por Petrarca, Dante y Boccaccio. Simultáneamente, en estos años la prosperidad económica de España aumentaba gracias al descubrimiento de las Indias. Los objetivos políticos de la Corona eran: el acceso a los bienes americanos, oro y plata principalmente, y a los asiáticos, porcelana, especias y seda. También se proponía atacar el poder de Francia y detenerla en sus fronteras orientales, así como defender a Europa contra el islam. Además, se buscaba neutralizar la piratería berberisca que asolaba sus posesiones mediterráneas. Pero también, en el primer tercio de este siglo, en el reinado de Felipe II, España es testigo de un debate teológico conocido como la reforma, en donde se produce una confrontación y posterior rompimiento con la 9San Juan de la Cruz. Su presencia mística y su escuela poética. Op. cit. pág. 67. 10 “Documento emitido por el Papa y redactado en forma menos solemne que las bulas”. (D.R.A.E.). 11 “Dictamen que los consejos, tribunales u otros cuerpos daban por escrito al rey, sobre un asunto que requería su real resolución”. (D.R.A.E.). 12San Juan de la Cruz: un místico poeta. Op. cit. pág. 53. 5 Iglesia Católica Romana, desencadenado por las críticas de un monje agustino, Martín Lutero, desde Alemania. Una de las principales fue la referente a que no era necesario una mediación apostólica entre Dios y los hombres, en oposición a la Iglesia católica, para la que los intermediarios entre Dios y los hombres eran, y son, el Papa y sus representantes. Además, se dirigía una crítica a los altos jerarcas de la Iglesia por su escasa preparación, y por la comercialización de la fe mediante la venta de indulgencias al mejor postor, conocida como simonía. La preocupación mayor, sin embargo, fue debido a que, para Lutero y sus seguidores, se había perdido el sentido evangelizador en la Iglesia. En este tiempo también se inició un movimiento religioso, cultural y político destinado a neutralizar los efectos de la reforma protestante, conocido como la contrarreforma, y la Iglesia católica responde con el Concilio de Trento (1545-1563)13, en donde inicialmente se intentaba reconciliar a la Iglesia católica con los protestantes. No obstante, ganaron las posturas más intransigentes, no se aprobó ninguna de las reformas de Lutero u otros protestantes y, por el contrario, éstas fueron condenadas. De esta manera, se acentuó la división del cristianismo con diferentes reformistas. El Concilio de Trento iniciado por Pablo III y clausurado por Pío IV trajo consigo una serie de normas para los ritos y organización de la Iglesia, por ejemplo, se ordenó que las misas fueran en latín, la interpretación de la Biblia era a través de clérigo, y cualquier cristiano que sustentara su propia interpretación era considerado hereje14. Para hacer guardar lo acordado en el concilio se echó mano de dos herramientas para conservar la fe: la Inquisición, institución creada por el Papa Gregorio IX en el siglo XIV para evitar la proliferación de herejes, y la creación del Índice de libros prohibidos. 13Jedin, Hubert. Historia del Concilio de Trento. Universidad de Navarra, Navarra, 1981. 14Ibid. 281. 6 El Concilio de Trento trajo la fundación de la Compañía de Jesús, que en 1540 quedó aprobada por el Papa. Surge entonces el nombre de Íñigo López de Recalde, mejor conocido como Ignacio de Loyola del que, para algunos estudiosos, se tiene hoy en día una lectura equivocada, tal como lo menciona en su artículo Olegario González: La figura de san Ignacio nos ha llegado releída por el Barroco, adaptada a la contrarreforma, haciendo de él un anti-lutero, un puro y duro asceta; lo cual no tiene nada que ver con la realidad. Hay que tener claro que lo determinante en él es una experiencia mística, una voluntad de tener caudal de letras para servir al Reino de Dios15. En efecto, no hay que olvidar que él fue soldado imperial, que incluso fue herido en batalla y, a semejanza de Paulo de Tarso, tuvo una revelación que lo llevó a escribir su libro de meditaciones y oraciones llamado Ejercicios espirituales, en el que comparte sus experiencias a través de consejos que permitirán descubrir la presencia de Dios. Es sumamente probable que tuvo conocimiento de esta obra san Juan de la Cruz, y se puede deducir que la lectura de estos Ejercicios pudo ayudarlo a moldear mejor sus ideas al escribir el Cántico espiritual, pues al igual que éste último, en los Ejercicios se busca profundizar y enriquecerla relación con Dios. Esta contextualización nos puede servir para ahondar en las características de la obra de san Juan de la Cruz. Las canciones entre el alma y el esposo, denominación original del Cántico espiritual, es la obra más completa, y junto con las otras tres (Noche oscura, Subida al monte Carmelo, La llama del amor vivo), bastó para hacer de Juan de la 15González de Cardenal. Olegario. La Reforma Católica. Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2013, pág. 7. 7 Cruz un clásico de la literatura española. El Cántico espiritual originalmente consta de 39 canciones o estrofas denominadas liras16, cada estrofa de cinco versos, heptasílabos (primero, tercero y cuarto) y endecasílabo (segundo y quinto) con dos rimas consonantes: una entre primero y tercero; otra entre segundo, cuarto y quinto versos. Las primeras 31 liras fueron redactadas y, para algunos, memorizadas entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, estando san Juan prisionero en Toledo. Compuso otras tres siendo rector del Colegio de san Basilio en Baeza entre 1579 y 1581, y las cinco últimas, siendo prior en Granada entre 1582 y 1584. A esta composición se le conoce como Cántico A (CA)17. Existe una segunda redacción llamada Cántico B (CB)18, en donde se agrega una lira, la número 11: “Descubre tu presencia…”. A mi parecer se trata del resultado de una reflexión y relectura del Cántico por parte de Juan de la Cruz, quizá con dos fines: el primero, que fuera el poema lo más completo y apegado a sus experiencias, y el segundo, que en el poema quedaran perfectamente encajadas las tres vías clásicas (purgativa, iluminativa y unitiva)19 del itinerario espiritual, por las que es obligatorio atraviese el alma 16 Domínguez Caparrós, José. Diccionario de la métrica española. Alianza, Madrid, 2016, págs. 224-225. “Este esquema estrófico ya había sido utilizado en italiano por Bernardo Tasso, y en castellano es introducido por Garcilaso en la canción A la flor de Gnido, en donde del primer verso toma el nombre esta estrofa: Si de mi baja lira / tanto pudiese el son que en un momento / aplacase la lira/del animoso viento / y la furia del mar y el movimiento [...] La armonía y el éxito de esta combinación se debe a que responde perfectamente al intento renacentista por encontrar un molde breve que se ajuste a la limitación característica del modelo horaciano que se intenta imitar[...] La lira, es una constante advertencia al refreno, una invitación a la poda de todo lo eliminable. La lira con sus cinco versos no permite los largos engarces sintácticos: la frase se hace enjuta, cenceña, y el verso tiende a concentrarse, a nutrirse, apretándose, de materia significativa”. 17 San Juan de la Cruz. Cántico espiritual. Traducción e Introducción José Vicente Rodríguez. De espiritualidad, 5ª edición. Madrid, 2008, págs. 9-10. 18Ibid. 19Diccionario de la Mística. Op. cit. pág. 342. “En el análisis de la vida contemplativa aparece un modelo de tres etapas, que constituye el fundamento de toda interpretación de la ascensión mística: 1) la purificación [en latín, purgatio], en la cual el hombre se purifica de todos sus pecados y se guarda de cometerlos en el futuro[…]; 2) La iluminación [en latín, illuminatio],que por medio de la contemplación religiosa de lo creado[…] se va acercando cada vez a la meta; 3) la unitiva o iluminación [en latín, perfectio], que conduce al sujeto religioso al contacto y a la unión con la Alteridad religiosa [Dios, la Palabra, el Espíritu Santo] y, con ello a la cumbre y al término final de su camino místico”. 8 para llegar a la unión con el Amado, que es Dios. A esta experiencia mística se le conoce como boda espiritual. Esta segunda versión quedó estructurada en 40 liras, ordenada en una introducción para cada estrofa, que sirve de nexo con la canción precedente, una parte histórica narrativa, conocida como “Declaración” y una explicación doctrinal, que se denomina “Comentario”. Se dice que esta versión del Cántico espiritual fue realizada con fines pedagógicos20 y como guía para los novicios y monjas, para hacer más accesible la experiencia del místico. Sobre este punto dice Domingo Ynduráin: Hay críticos que propugnan una lectura conjunta de poesía y declaraciones. De esta manera, la interpretación que se da en el comentario gravita sobre los poemas y los explica: no sería ya posible una lectura aislada de los poemas, se impone la lectura doctrinal, dirigida desde los comentarios21. El Cántico espiritual describe los estadios del alma para llegar a la cima y unirse con el Amado-Dios; es el resultado de los arrebatos, de los contrastes de razón y emoción que experimentaba san Juan de la Cruz en esos momentos de éxtasis22. Pareciera que trata de asemejar en su extenso poema a un largo camino en donde encontrará un placentero descanso al final del mismo, es decir en lo más profundo de su ser, como si una fuerza de atracción lo llevara a la presencia fascinadora del Amado. Pero como Él no puede ser poseído por amor humano en su totalidad, y el místico lo sabe, éste sólo espera la muerte 20Cuevas, Cristóbal. Cántico espiritual. Poesías. Alhambra, Madrid, 1979, págs. 15-16. “…Todo se adapta ahora a una lógica, ya que el autor, que había elaborado la primera redacción vuelto hacia Dios y hacia sí mismo, ha de hacerlo ahora de cara a los hombres…algunos versos, en fin, ven cambiada por completo su significación mística…” 21Ynduráin, Domingo. San Juan de la Cruz, Poesía. Ed. Catedra, Madrid, 2006, pág. 23. 22Diccionario de la Mística. Op. cit. págs. 373-374. “Del griego ekstasis, ‘estar fuera de sí’. El éxtasis puede definirse como la experiencia de ser poseído con extrema intensidad, al mismo tiempo que se pierde la sensibilidad corporal y la relación con la realidad del mundo circundante”. 9 para alcanzarlo plenamente. Para transmitir estas ideas, san Juan de la Cruz echa mano de recursos poéticos como el símbolo, metáforas e imágenes, utilizando la alegoría del matrimonio y aprovechando la naturaleza en toda su riqueza. Para la presente investigación se tomará como referencia la versión del Cántico B (CB), editada por Domingo Ynduráin23, por considerarla una versión más cuidada y completa. Asimismo, para la elaboración de este trabajo, ha sido necesario investigar y reflexionar sobre el símbolo como una herramienta del poeta, ya que por definición lo místico es inefable24, y la poesía a través de sus alegorías y metáforas llega a vislumbrar ese misterio, tratándolo de trasmitir. Es el símbolo el vínculo entre la experiencia mística y la experiencia intelectual, el camino a seguir entre el Cántico espiritual y el lector de cualquier época, ya que como dijera Ángel Valente: “la poesía arranca allí donde el decir se vuelve imposible”25. De ahí que el símbolo en la poesía es un puente que permite conectar el interior de la conciencia humana con el exterior de la realidad en sí. Para profundizar en este tema, se consultó a varios autores y pensadores como: Georg Friedrich Creuzer, que menciona que el símbolo “representa el camino más corto para alcanzar la realidad […] y es especialmente significativo en el terreno de las emociones”26; Carl Gustav Jung, quien por su parte señala que: “cuando la mente explora el 23 San Juan de la Cruz, Poesía. Op cit. 24Jankélévitch, V. La música y lo inefable. Alfa Decay. Barcelona. 2005, pág. 118. En su obra establece el deslinde de fronteras entre lo indecible y lo inefable, afirmando que lo realmente relevante para expresar el misterio es lo inefable: “Lo indecible…es un muro infranqueable, nos impide acceder a su misterio: indecible porque sobre ello no hay nada absolutamente nada que decir, y hace que el hombre enmudezca, postrando su razón y petrificando el discurso. Lo inefable, por el contrario, es inexpresable por ser infinito e interminable cuanto sobre ello hay que decir. Éste es el insondable misteriode Dios, en el inexpugnable misterio del amor, que es el misterio poético por excelencia”. 25Valente, J. Ángel. “La hermenéutica y la cortedad del decir”. Las palabras de la tribu. Tusquets, Barcelona, 2002, págs. 61-69. 26Mencionado por Duch, Lluis. Mito, interpretación y cultura. Herder, Barcelona, 2002. 10 símbolo se ve llevada a ideas que yacen más allá del alcance de la razón”27 y; Lotman, para quien: “el símbolo es un intermediador entre distintas esferas de la semiosis y también entra en la realidad semiótica […] es intermediador entre la sincronía del texto y la memoria de la cultura”28. San Juan busca nuevas palabras para “decir” lo que propiamente no puede decirse; su lenguaje se halla en oposición al pensamiento racional, pues al no encontrar vocablos para contar su genuina experiencia, sólo alcanza a musitar su sentir, y eso lo hace a través del símbolo, que trata de acercarse a lo inenarrable, pues la experiencia de Dios sobrepasa toda posibilidad humana de hablar acerca de Él. Por su parte, López-Baralt sustenta que “todo escritor es siempre un mosaico de las influencias más diversas y san Juan no constituye caso aparte en este sentido”29. En efecto, no se puede abordar la riqueza de la literatura mística española si no es desde el entramado de contactos culturales, entiéndase hebraico y musulmán; esto, debido al mestizaje que vivió san Juan30. Por otro lado, es también importante tomar en cuenta que san Juan fue un constante lector de la Biblia, y fue influenciado por los poetas italianos, de los que copia la forma de versificar al más puro estilo manierista31. Por esto, no es de extrañar que la columna vertebral del Cántico espiritual sea un genial arreglo del Cantar de los cantares, 27Jung, Carl Gustav. El hombre y sus símbolos. Paidós, Barcelona, 1995. pág. 20. 28 Lotman, Yuri Mijáilovich. “El símbolo en el sistema de la cultura”. Trad. Rubén Florez Arcila. Revista Forma y Función, No. 15. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, diciembre 2002, págs. 90-91. 29López-Baralt, Luce. San Juan de la Cruz y el islam. Estudio sobre las filiaciones semíticas de su literatura mística. COLMEX/Universidad de Puerto Rico, México, 1985. 30Incluso en la misma familia del carmelita corría sangre judía. 31 Hauser, Arnold. Historia social de la literatura y el arte. Vol. I. Debate, Madrid, 1998, págs. 420-423. “El manierismo es un estilo que prevalece entre el tercer decenio y el fin del siglo XVI que se inicia en Italia […] es la expresión artística de la crisis que conmueve en el siglo XVI a todo occidente. En este sentido es la primera orientación estilística moderna, la primera que está ligada a un problema cultural y que estima que la relación entre la tradición y la innovación es tema que ha de resolver por medio de la inteligencia[…]no se comprende el manierismo si no se entiende que su imitación de los modelos clásicos es una huida del caos inminente, y que la agudización subjetiva de sus formas expresa el temor a que la forma pueda fallar ante la vida y apagar el arte en una belleza sin alma”. 11 el texto canónico32 judío con mayor número de interpretaciones místicas. Tampoco resultaría extraño que el Cantar fuera el libro favorito del carmelita, y que fuera verdad la leyenda popular que señala que, estando en su lecho de muerte Juan de la Cruz, sus compañeros le recitaban salmos de penitencia, pero él los interrumpió y les pidió que le leyeran el Cantar. Esta historia adquiere credibilidad si se piensa que en la corriente mística la muerte es el momento en que el matrimonio espiritual se consuma y el alma entra en la gloria o en contacto con Dios. Sir ha-Sirim33, el Cantar de los cantares, expresa, en sus ciento diecisiete versículos recopilados en ocho capítulos, la historia de amor entre el rey Salomón y la Sulamita. Un dato curioso es que es el único libro de la Biblia en donde la mujer es vocera de sí misma, ya que habla en primera persona. El Cantar narra la mutua búsqueda de los amantes, la belleza que cada uno ve en el otro, así como la pasión del encuentro que ansían y la recíproca entrega. Las sugerentes palabras del texto y el manantial de imágenes que recrea guían al lector a ambientes palaciegos y campestres, llevándolo por montañas y bosques, pasando por olores a especias y flores perfumadas, a la dulzura de frutos, elementos que también vemos en el Cántico de san Juan de la Cruz y, en particular, por cuatro imágenes: el ciervo, la paloma, el agua y el vino, símbolos en los que profundizaremos en la presente investigación. 32El cantar más bello. Traducción y comentario de Emilia Fernández Tejero. Trotta, Madrid, 2007. Un factor determinante para la inclusión en el canon fue la interpretación alegórica, claramente aceptada en el siglo I, que identificaba al amado y la amada con el dios de Israel y su pueblo. La simbología esposo/esposa fue un tópico de los profetas que identificaron las fases de amor, abandono, adulterio y reconciliación, con las tortuosas relaciones de Yahve e Israel a lo largo de la historia. 33Traducción literal del título hebreo es: El cantar más bello. 12 Durante siglos los rabinos y los padres de la Iglesia interpretaron en el Cantar la más acabada alegoría de los amores entre Yahve y su pueblo Israel, o entre Jesús y su comunidad. El amor que se destila en este libro tuvo que atraer a los místicos, pues representa la fusión de dos amantes, del Amado y la amada, la fusión del alma con Dios, para hacerse uno en Él. No se sabe a ciencia cierta si san Juan intentó hacer una adaptación del Cantar de los cantares; lo que sabemos es que él toma muchos de los símbolos y los desarrolla en su Cántico espiritual, y así concibe un poema completamente nuevo. Dicha obra ha sido motivo de análisis de investigadores y alumnos en diferentes épocas quienes intentan dialogar con ella. Al leer sus versos inevitablemente se ahonda en lo simbólico, y por consiguiente hace evocar nuevas ideas y obliga a reformular opiniones. Sus versos hacen la función de un taladro que penetra conceptos petrificados que impiden abrirse a otras formas de pensamientos que han sido cubiertas por capas de prejuicios, y que sólo se desbloquean por las emociones, con lo cual puede darse una creación artística. El objeto de esta investigación es tener un acercamiento al Cántico espiritual y poner en relieve el lenguaje simbólico atemporal que hace del poema una obra vigente para cualquier lector interesado, toda vez que el conocimiento de dicha inspiración artística ilumina el mundo de las ideas. Para ello, será necesario precisar los términos mística, alegoría, metáfora y símbolo, los últimos tres en lo referente sobre todo a la mística, ya que hasta hace poco se consideraba como un fenómeno paranormal; algunos incluso lo enmarcaron dentro de las patologías34. Se recurrió a diccionarios especializados de mística 34Ver el artículo Santa Teresa de Jesús vista por un médico de Avelino Serna Varela, Catedrático de Patología General y Propedéutica Clínica de la Universidad de Cádiz. O el artículo “Los éxtasis de Santa Teresa eran 13 para definirla, así como a autores occidentales y orientales que han analizado, reflexionado y escrito sobre san Juan de la Cruz, y diferentes artículos de investigación académica. Por ejemplo, se consultó la obra de académicos como Dámaso Alonso, para tener una idea de cómo escribía poesía san Juan, y a Víctor García de la Concha para conocer la estética y el estilo del carmelita. Asimismo, se recurrió a Jean Baruzi para entender el problema de la experiencia mística; a Karl Rahner para concebir la espiritualidad antigua y actual; a Raimon Panikker y Helmut Hatzfeld sobre la mística; y religiosos como Juan Martín Velasco, José María Moliner, Javier Garrido y Ciro García, todos especializados en el místico, solo por citar algunos. De ellos se obtuvieron ideas, opiniones y fuentespara cimentar y dar origen a los tres capítulos de la presente tesis. En el primero se considerarán los precedentes históricos del misticismo y la mística española, así como la clasificación de las escuelas místicas, las fuentes del Cántico espiritual, y el concepto del amor visto por santo Tomás y san Juan de la Cruz. En el segundo se abordará al símbolo como una unidad poética, como el vehículo universal que permite la reconciliación de los opuestos: lo afectivo con lo intelectivo, lo material con lo espiritual y, en caso de los místicos, de lo inmanente con lo trascendente. En el tercer capítulo se tocará cómo san Juan utiliza la alegoría para dar mayor claridad expositiva a su poema y se destacará el lenguaje simbólico del ciervo en las liras I y XIII; de la paloma en las liras XIII y XXXIV; del agua en las liras XII, XX, XXXVI y XL, y por último, del vino en la lira XXV. La presente investigación se limitó a estas nueve liras ya que pretende demostrar que los símbolos de la naturaleza representados en el ciervo, la paloma, el agua y el vino, vistos por separado y tomados en su significado primigenio, a pesar de ser todos símbolos epilépticos, según un estudio médico”, escrito por Rafael Ruiz, secc. Sociedad, publicado en el periódico El País del 24 de enero de 1996. 14 bíblicos, no necesariamente guardan una relación obvia entre sí, pero al ser usados por san Juan como símbolos místicos, se refieren a una sola realidad: la gracia35 transformada en palabra, y esa gracia se manifiesta de diferentes formas. Uno de los méritos del fraile carmelita fue captar esas variadas formas y trasmitirlas en un sentido alegórico, que va más allá de los versos. Como dijo su guía y compañera de reforma, santa Teresa: “porque una merced es dar el Señor la merced […] otra es saber decirla y dar a entender cómo es”36. La metodología que se llevó a cabo fue el análisis del binomio estrofa-declaración, y las maneras en las que la poesía trasmite lo inefable. V. Jankélévitch, por ejemplo, piensa que para enunciar un misterio hay que hacerlo a través de lo inefable, y Friedrich Schlegel está convencido de que hay realidades a las que se accede sólo por la poesía. De una u otra manera, estos filósofos, con diferencia de más de un siglo entre ellos, así como san Juan, intuían que lo sublime de una experiencia mística únicamente se puede expresar en un lenguaje que vaya más allá de lo racional, expresado en símbolos e imágenes, y que sólo llegará a la antesala de lo inefable. También se consultó textos especializados en mística, y se abordó el símbolo de cada una de las liras a desarrollar desde perspectivas tanto occidentales como orientales. A partir de estos elementos, y con la interpretación crítica y directa del poema, se establecen las bases de la presente tesis. El objetivo es demostrar que san Juan de la Cruz, para transformar sus experiencias místicas en palabras y traspasar el umbral del lenguaje convencional, recurrió a imágenes y símbolos como medios de unión entre el mundo interior del poeta y la realidad. 35Diccionario de la Mística. Op. cit. pág. 449. “Es aquel proceso, aquella comunicación del Espíritu y de la Palabra, del conocimiento y del amor de Dios al alma humana, por el que ésta descubre la grandeza y la presencia del Absoluto, y llega a entenderse a sí misma, al mundo y a Dios a la luz de este Absoluto, que a la vez es inmanente y trascendente. Hay que tener en cuenta que la gracia no es nunca por completo objeto de la experiencia, sino que actúa sobre todo haciendo que el hombre sobrepase toda la experiencia habitual y salga de sí mismo”. 36Santa Teresa de Jesús. Libro de la vida. Obras completas. B.A.C., Madrid, 1979. Vida 17.5. 15 Por último, es necesario aclarar que el acercamiento al poema, a san Juan y a la mística en general se realiza predominantemente desde la óptica literaria. Sin embargo, con frecuencia la misma investigación vira hacia las fronteras de la teología, ya que el carmelita era un teólogo que utilizó el género poético como un medio de meditación. 16 CAPÍTULO I MISTICISMO Y MÍSTICA Es natural que al comienzo no sientas más que una especie de oscuridad sobre tu mente o, si se quiere, una nube del no-saber […] Hagas lo que hagas, esta oscuridad y esta nube se interpondrán entre tú y tu Dios. Pero aprende a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces como puedas, dejando que tu espíritu grite en aquel a quien amas. Pues si en esta vida esperas sentir y ver a Dios tal como es, ha de ser dentro de esa oscuridad y de esta nube37. Durante siglos el hombre se ha esforzado en hallar respuestas a las preguntas filosóficas: ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo? y ¿adónde voy? Esto lo ha llevado a interiorizarse consigo mismo y a descubrir lo Otro divino que habita en él, el cual le da un sentido de “salvación” al no poder estar del todo satisfecho con las respuestas previamente encontradas. Antes de abordar los precedentes históricos del misticismo, es menester ofrecer una definición de la mística. En el Diccionario de uso del español el sustantivo “místico” es la “persona que se dedica a la contemplación de Dios y a las cosas divinas: particularmente a la que alcanza en esa contemplación el estado de éxtasis, y el adjetivo como la persona que escribe mística”38, mientras que en el Diccionario de la Real Academia Española, el 37Anónimo inglés del siglo XIV: The Cloud of Unknowing: La nube del no-saber. Paulinas, Madrid, 1981, pág. 69. 38Moliner, María. Diccionario de uso del español. Gredos, Madrid, 1998, pág. 361. 17 adjetivo “místico” se utiliza para referirse a lo que incluye misterio o razón oculta39o para quienes se dedican a la vida espiritual. La acepción de razón oculta proviene de la etimología griega, cuyo significado es secreto, relativo a los misterios. Juan Martín Velasco escribe que esos misterios eran las ceremonias de las religiones mistéricas en las que quien se iniciaba (mystes) se incorporaba al proceso de muerte-resurrección del dios propio de cada uno de esos cultos40. “Todas estas palabras, más el adverbio mystikos (secretamente), componen una familia de términos, derivados del verbo myo, que significa la acción de cerrar aplicada a la boca y a los ojos”, y que tienen en común el referirse a realidades secretas, ocultas, es decir, misteriosas41. Desde la perspectiva cristiana, este misterio es el Dios revelado en Jesucristo. En la Sagradas Escrituras no aparece el término mystikós, ni el sustantivo de mística; sí, en cambio, la palabra mysterion ya se lee en el Antiguo Testamento42. Pero ésta adquiere un relieve especial en san Pablo, cuando habla del mysterion para significar el plan de salvación de Dios Padre, manifestado en Cristo43. En la época patrística44 encontramos el adjetivo mystikós referido siempre al mysterion paulino; 39Diccionario de la Real Academia Española. “[místico] como sustantivo posee tres acepciones: 1.- parte de la teología que trata de la vida espiritual y contemplativa y del conocimiento y dirección de los espíritus. 2.- Experiencia de lo divino. 3.- Expresión literaria de esta experiencia. Como adjetivo se aplica a la palabra teología para designar una parte de la misma”. 40 Sobre este punto en particular véase a Hernández Catalá, Vicente. La expresión de lo divino en las religiones no cristianas. B.A.C., Madrid, 1972, pág. 206. “Todas las religiones mistéricas estaban impregnadas de la dialéctica coimplicante vida-muerte, por la cual el iniciado debía sufrir en carne propia la experiencia arquetípica del dios o diosa, reviviendo íntegramente su muerte y resurrección”. 41Velasco, Juan Martín. El fenómeno místico. Estudio comparado. Trotta, Madrid, 2003, págs. 19-20. 42Zolla, Elémire. Los místicos de Occidente. Vol. I. Paidós, México, 2000, pág. 245: “los dos Testamentos, elAntiguo y el Nuevo, y con ellos los Hechos y las Epístolas, son textos sagrados, y resucitan en cada experiencia mística, en la cual viven en cuanto reviven; son en cuanto niegan su ‘no saber’. De ellos parten las experiencias místicas que en ellos encuentran apoyo, confirmación, explicación. Una antología es imposible, pues todas las Escrituras son materia inflamable, pretextos del místico”. 43García, Ciro. La mística del Carmelo. Monte Carmelo. Madrid. 2002, págs. 83-84. 44 Beuchot, Mauricio. Historia de la filosofía medieval. F.C.E. México. 2014, pág. 99: “Se conoce como Patrística al conjunto de escritos doctrinales de los primeros siglos del cristianismo, cuya intención era definir el dogma, unificar las distintas interpretaciones del cristianismo y promocionar la doctrina cristiana, en la mayoría de los casos exponiéndola en un lenguaje filosófico que la hiciera aceptable para las clases cultas del mundo grecorromano. […] En sentido estricto, la Patrística pertenece al periodo antiguo de la 18 designa, por una parte, la realidad divina y, por otra, la experiencia de esta realidad, pero siempre están unidas. En el prólogo de su libro Western Mysticism, Cuthbert Butler apunta que la palabra mística proviene de Dionisio y que no era corriente en Occidente hasta la Edad Media tardía, en tanto que misticismo es un término bastante moderno. Por consiguiente, continúa, “contemplación es la palabra que nos vamos a encontrar en san Agustín, san Gregorio y san Bernardo para designar lo que hoy se llama en general ‘experiencia mística’”.45 El sustantivo “mística” no se comenzará a utilizar hasta la primera mitad del siglo XVII; es en esta época cuando se habla de los “místicos” para referirse a las personas que tienen una experiencia especial o poseen un conocimiento de Dios denominado como “místico”46. La mística surgió como una respuesta humana a la inquietante necesidad de comunicación y unión entre el hombre y lo divino. El místico, como lo dice William Jhonston, era “el iniciado que bajo juramento de secreto prometía callar o, literalmente, tener cerrada la boca (myo) sobre la actividad interna de su recién fundada religión”47. Es significativo recalcar que mystes tiene la misma raíz que mysterion, esto es, misterio, dogma, secreto, objeto sagrado; y que, a su vez, ambas palabras, mystes y mysterion, derivan del verbo myo, que significa cerrarse, cerrar los ojos, callar. El “cerrar filosofía, ya que se desarrolla entre el siglo I y el V D.C. Pero dado que la filosofía medieval es fundamentalmente filosofía cristiana, y dado que dicha filosofía tiene su base en la obra de los autores de este periodo, sobre todo en la doctrina de S. Agustín, es preferible estudiar la patrística junto a las escuelas filosóficas medievales, ya que forman un conjunto orgánico bien diferenciado tanto de la filosofía grecorromana anterior como de la filosofía moderna posterior que, a partir del humanismo renacentista, deja de tener por tema central la teología, lo cual constituía una característica clave de la filosofía escolástica medieval”. 45Butler, Cuthbert. Western Mysticism. Routledge. Londres. 1992. 46Velasco, Juan Martín. El fenómeno místico. Op. cit. pág. 21. 47Johnston, William. El ojo interior del amor. Paulinas, Madrid, 1984. pág. 13. 19 los ojos” al mundo, a todas las cosas externas, se constituyó así en el primer significado profundo de la misticidad. Se puede entender que un místico es quien vive una experiencia interna, que ha realizado una procesión en las profundidades del alma, que atiende un llamado personal y que responde al deseo y a la experiencia intransferible e incontrolable48. Para Jorge González : “místico es quien ha pasado del abismo al éxtasis, pero ha recorrido un largo proceso de renuncias, esfuerzos, luchas, purificaciones, sacrificios, oración y, sobre todo, amor sin barreras”49, mientras que para Rosa de Lera “el espiritualismo es un llamado profundo a la conciencia: allí se encuentra la verdadera libertad, la que surge del espíritu, no de la materia […] Y la expresión más completa y elevada del espiritualismo es el misticismo”50. Considera que “el místico entabla un combate no con los demás sino consigo mismo, el verdadero combate, el válido, el que apunta a la esencia del ser humano, el que libera el alma. La experiencia mística se concibe como el combate entre la luz y las tinieblas […] El místico busca la luz interior […] Lo íntimo de lo íntimo”51. Para el Pseudo-Dionisio Areopagita52, el término “místico” adquiere carta de naturaleza. Él fue quien introdujo en el cristianismo la terminología de teología mística con 48Javier Garrido en su libro Relectura de San Juan de la Cruz. Verbo divino, Navarra, 2002, pág. 31. “La mística, por lo tanto, se caracterizaría por lo ‘pasivo’ es decir, por lo que la persona siente como acción de Dios que se le impone y a la que, en todo caso, ella sólo consiente”. 49González, Luis Jorge. Psicología de los místicos. Teresianum, México, 2001, pág. 14. 50De Lera, María Rosa. La sombra y la Llama. Limusa, México, 2004, pág. 28. 51Ídem. Pág. 37. 52El primer tratado conocido de teología mística fue escrito a finales del siglo V o principios del VI por un anónimo monje siriaco muy influido por el neoplatonismo, que firmó su obra con el nombre de Dionisio el Areopagita. También fue conocido como el pseudo Dionisio, pues tomó el nombre del pasaje bíblico Hechos de los Apóstoles, Cap. 17, versículo 34 donde se lee: “De esta suerte, Pablo salió de en medio de aquellas gentes. Sin embargo, algunos se le juntaron y creyeron, entre los cuales fue Dionisio el Areopagita”. Dice Ramón Xirau, en De Mística. Ed. Joaquín Mortiz, México, 1992. Pág. 12. que: “[…] y Dionisio el Pseudo Areopagita, que fue mucho tiempo confundido como algún discípulo de San Pablo. La verdad es que 20 su tratado Sobre la teología mística. Dionisio ha sido una figura controvertida. Su identidad es discutida y su ortodoxia ha sido cuestionada. Aunque hubo dudas con respecto a su autenticidad, los escritos de Dionisio llegaron a tener una gran influencia en el mundo oriental, y fueron recibidos con entusiasmo en occidente después de que, en el siglo IX, el irlandés Juan Escoto, conocido como Erígena, los tradujera al latín. Louis Bouyer afirma que “Buenaventura llama a Dionisio el príncipe de los místicos; Tomás de Aquino53 le cita más de setecientas veces; Dante canta alabanzas del Areopagita. Su Teología mística influyó desde Eckhart y Taulero pasando por san Juan de la Cruz hasta nuestros días”54. En esencia, la Teología mística es una obra de guía espiritual, en donde Dionisio, el maestro, instruye a su discípulo Timoteo sobre cómo penetrar en el silencio, en la vacuidad, en la nada. Debe imitar a Moisés, que subió a la montaña y penetró en la nube, pero no vio a Dios ˗˗puesto que nadie ha visto jamás a Dios˗˗, sino sólo el lugar donde mora. Le dice: “Esto te pido, Timoteo, amigo mío, entregado por completo a la contemplación mística, renuncia a los sentidos, a las operaciones intelectuales, a todo lo sensible y lo inteligible. Despójate de todas las cosas que son y aun de las que no son”55. Pero aun entonces no se habla de una experiencia o conocimiento místico al margen de la realidad revelada: lo místico es a la vez el mysterion revelado y su inefable desconocemos su identidad aun cuando sepamos que ‘sus’ escritos provienen de los siglos IV y V bizantinos”. Su teología mística, estructurada en forma de carta a un discípulo, es un conjunto de consejos prácticos sobre cómo ascender al monte de la oración. Conduce al contemplativo más allá de la imaginación, de la razón y del pensamiento hasta una nube del no saber dónde, como Moisés, se encuentra con Dios en una oscuridad impenetrable. 53Diccionario de la Mística. Op. cit. págs. 974-976. La tradición mística latina, conformada por Aquino, afirma que, aunque no conocemos aDios a través de la razón, sí le podemos conocer a través del amor. A través del amor podríamos, si esto nos fuera dado, tocar la esencia misma de Dios. 54Bouyer, Louis. A History of Christian Spirituality. Vol. I: The Spirituality of the New Testament and the Fathers. Burns and Oates, New York, 1968, pág. 525. La traducción es mía. 55Mystica Theologia. Cap. I. Obras completas del Pseudo Dionisio Areopagita. Edición preparada por Teodoro H. Martín-Lunas, B.A.C., Madrid, 1990, págs. 371-373. 21 experiencia; se entiende como unidad del misterio objetivo y de la experiencia del misterio56. La mística carmelita se sitúa en este momento de la historia en que se produce un desplazamiento de la mística objetiva a la mística subjetiva. Ella misma, además, es actora de este cambio, que tiene lugar como consecuencia inmediata del divorcio entre la teología y la espiritualidad, entre el misterio y la mística57. San Juan de la Cruz comienza su exposición mística del Cántico espiritual contraponiendo la “teología escolástica” y la “teología mística”58. La primera es teórica y doctrinal; la segunda, práctica y experiencial. A este respecto escribe Jorge González: “Si algo caracteriza a los místicos es la experiencia. Ellos viven, sienten, experimentan. En lugar de teorizar acerca del Misterio, como hacen los teólogos, corren decididos en su búsqueda”59. Los místicos carmelitas definen la experiencia como una forma de conocimiento misterioso de Dios, que llaman teología mística. Es una ciencia que se sabe por amor. Se trata de un conocimiento inmediato por contacto amoroso, que consiste en padecer y gustar a Dios presente en el alma. “No es un conocimiento sensible, ni deductivo, que aumente el caudal de conocimientos conceptuales sobre Dios, sino una toma de conciencia de Dios mismo presente en su ser y comunicándose amorosamente a él”60. El sujeto no conoce sabiendo, sino padeciendo la presencia de Dios. Es otro tipo de saber, que no es el de la ciencia, sino de la sabiduría que comunica la experiencia contemplativa: la sabiduría 56Moioli, Giovanni. Mística cristiana en Nuevo Diccionario de Espiritualidad. Paulinas, Madrid, 1991, pág. 1266. 57García, Ciro. La mística del Carmelo. Op. cit. pág. 84. 58Cántico espiritual. Prólogo pág. 3. 59González, Luis Jorge. Psicología de los místicos. Op. cit. pág. 31. 60García, Ciro. La mística del Carmelo. Op. cit. pág. 88. 22 mística “es por amor”61, y “nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el mismo amor la infunde”62. Como se ha dicho, la sabiduría de los místicos tiene su origen en la vida más que en los libros; es conocimiento de connaturalidad63, que es fruto del amor. Platón ya hablaba acerca de este tema en el Symposium64 en donde Sócrates y Diotima mantienen un dialogo sobre los grados del amor, que van desde lo humano hasta lo divino. La explicación del amor que se adquiere por la contemplación divina de las almas superiores está contenida en el diálogo conocido como Fedro65. El místico, al acallar el dialogo interior, descubre una realidad distinta, pues la realidad es creación de la mente y de la voluntad. Cierra los ojos del cuerpo y abre los ojos interiores del alma para elevarse hasta el Uno. Descubre el valor mágico del silencio, como una energía concentrada que lo inunda de un amor inigualable, que lo sublima a niveles sensoriales e intelectuales que interpreta como el Dios revelado. Como explica Svami Shivananda: El silencio es el lenguaje del corazón. El silencio es el lenguaje del sabio. El silencio tiene una gran fuerza, es de gran elocuencia. Tras todos los ruidos y sonidos del mundo se halla el silencio, que es la voz de tu alma. El silencio es tu verdadero 61San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, Prólogo. pág. 2. 62San Juan de la Cruz, Noche oscura, Cap. 12.2. 63En la Summa teológica, Tomás de Aquino habla de dos clases de conocimiento. Hay un conocimiento que proviene de la investigación empírica o del uso perfecto de la razón, y hay otro tipo de conocimiento por la connaturalidad. Este conocimiento proviene del amor y de la unión con Dios. Tal conocimiento por connaturalidad es especialmente importante en el área de la moralidad. Mientras que el profesor, que razona, piensa y elabora una teología moral, puede no tener virtud alguna, la persona que posee la virtud conoce intuitivamente y con extraordinaria certeza, porque esta connaturalizada con la virtud y la vive. Iª Qu. 1, artº 6; IIª-II, Qu. 45, artº 2; IIª-II Qu. 45, artº 4. Nota: Al citar la Summa, se sigue un método que consiste en indicar la parte, la cuestión, el artículo, y la parte del artículo. 64Platón. Symposium en Diálogos. Porrúa, México, 2006. Colección “Sepan cuantos” No. 13. 65Ibid. pág.115. 23 nombre. No existe ningún bálsamo curativo mejor que el silencio para quienes se sienten heridos en su corazón66. Por otra parte, para definir el misticismo también debe decirse que aunque está asociado en parte a las religiones de los misterios ocultos o mistéricos de Grecia, donde se usaron específicamente los términos “misterio” y “místico”, fueron los primeros escritores cristianos como Orígenes, Teodoreto y san Nilo quienes dieron a la palabra “misticismo” su peculiar sentido, el sentido que hoy, en general, atribuimos al término67. Retomando a Grecia, es necesario recordar que la palabra místico se remonta a los cultos órficos, dionisíacos y eleusinos68; éstos legaron para la espiritualidad de Occidente un nuevo modelo de religiosidad. San Juan se aproxima a la definición de mística cuando escribe: “La «ciencia sabrosa» que dice aquí se la «enseñó» es la teología mística, que es ciencia secreta de Dios, que llaman los espirituales contemplación, la cual es «muy sabrosa», porque es ciencia por amor, el cual es el maestro de ella y el que todo lo hace sabroso”69. Más adelante menciona: Mística teología, que quiere decir sabiduría escondida y secreta de Dios, en la cual, sin ruido de palabras y sin servicio y ayuda da algún sentido corporal y espiritual ˗˗como en silencio y quietud de la noche˗˗, a oscuras de todo lo sensitivo y natural, enseña Dios ocultísima y secretísimamente al alma, sin ella saber cómo”70. 66Panikkar, Raimon. De la Mística, Experiencia plena de la Vida. Heder, España, 2005. Pág. 201. 67Bouyer, Louis."Misticism. An essay on the history of the Word”. In Undertanting mysticism. Richard Woods, Doubleday, 1980, págs. 42-55. 68 Burkert, Walter. De Homero a los Magos. La tradición oriental en lo cultura griega. Acantilado, Traducción Xavier Riu. Barcelona, 2001. Cap. III ‘Orfismo redescubierto’. pág. 85. 69San Juan de la Cruz, “Declaración de las canciones que tratan del ejercicio del amor entre el alma y el esposo Cristo” en Cántico espiritual. Textus, Edición crítica de Paola Elia. Italia, 1999, pág. 215. 70Ibid. pág. 351. 24 San Juan se acerca a Dios en su obra no desde la materialidad de los conceptos, sino desde ˗˗el amor experiencial que mueve su voluntad, que lo lleva a penetrar “otro lugar”, donde intuye que mora el origen del amor buscado y hacia donde siente que va su vida. En donde está esa fuente de la que se puede sacar el agua cristalina y de la que se hablará en nuestro capítulo III, agua que purifica y precede al matrimonio espiritual, que calma la sed terrenal, pero aumenta la sed “celestial”. Concluyendo, se puede decir que la palabra mística empezó a ser utilizada como adjetivo, se habló de la experiencia mística, del conocimiento místico de Dios y sólo comenzó a utilizarse la palabra mística como sustantivo, en el siglo XVII cuando se cayó en cuenta que la mística era todo un ámbito, que sólo se describía bien con este sustantivo. La mística es una experiencia, no es un conocimiento intelectual de Dios, no procede como procede la teología, sino procede a partir de la experiencia de sujetos que se han puesto en contacto con Dios, y que a un determinadonivel de ese contacto lo han denominado conocimiento o experiencia mística. Mientras que el misticismo es la concepción muy particular de cada persona y de cada religión. Esto es así porque el misticismo es entendido como un fenómeno que se relaciona con el sentir más profundo de cada persona, por lo cual no hay reglas o parámetros que puedan guiar de manera completa tales sensaciones. 25 1.1.- Clasificación de escuelas místicas La clasificación de las diferentes escuelas místicas tiene que ver con la técnica que en estas escuelas se enseñaba y practicaba para llegar a la ansiada unión divina. Helmut Hatzfeld71 fijó cinco teorías principales al respecto: [1] La teoría Ahistórica propuesta por Jean Baruzi, donde sostiene la originalidad de los místicos españoles en el hecho de que descubren sus símbolos decisivos independientemente de las condiciones históricas. […2] La teoría Sintética del francés Gaston Etchegoyen, estudioso de la obra de santa Teresa donde supone que toda producción de la mística española puede explicarse como una fusión sintética de formas más antiguas, todas exclusivamente occidentales. Las metáforas que utiliza santa Teresa son síntesis de metáforas latinas o de escritores que ella conocía. […3] La teoría Secular de Dámaso Alonso, quien propone que los numerosos simbolismos de los místicos españoles se derivan de las formas de la poesía profana, popular o culta, de tratar “a lo divino” y, sobre todo, de la poesía de Garcilaso, del romancero y del cancionero. […4] La teoría Árabe del arabista español Miguel Asín Palacios. Éste ha visto afinidades entre los escritos de san Juan de la Cruz y los del místico mahometano Abenarabi de la primera mitad del siglo XIII. Está comprobada la influencia del misticismo musulmán en el catalán Raimundo Lulio. […5] La teoría Germánica: ésta propone que el influjo mayor de los místicos españoles proviene de los místicos alemanes como el maestro Eckart, el flamenco Jan Van Ruysbroeck, o Thomas de Kempis72. 71Hatzfeld, Helmut. Estudios literarios sobre mística española. Gredos, Madrid, 1955. 72Ibid. págs. 93-119. 26 En resumen, de acuerdo con esta clasificación de Hatzfeld, tanto Oriente como Occidente han contribuido en parte en la formación del lenguaje de los místicos españoles. Sin embargo, se ha preferido para la presente investigación tomar en cuenta la clasificación por escuelas según las órdenes religiosas que hace Menéndez y Pelayo en su ensayo “La poesía mística en España”. Éstas son, específicamente: [1] La escuela afectivista, cuyos practicantes fueron los franciscanos como fray Juan de los Ángeles y Francisco de Osuna, quien ejerció gran influencia sobre santa Teresa y san Juan de la Cruz, así como los agustinos. En esta escuela predomina lo sentimental y se tiene presente la imitación de Cristo hombre como vía para llegar a la divinidad. […2] La escuela intelectualista representada por los dominicos y los jesuitas, entre los que sobresalieron, por el lado dominico, Luis de Granada y, por los jesuitas, su fundador, Ignacio de Loyola; en esta escuela se busca el conocimiento de Dios por la elaboración de una doctrina metafísica. […3] La Escuela ecléctica encabezada por los carmelitas, cuyos representantes máximos fueron santa Teresa y san Juan de la Cruz. Esta escuela representa la síntesis de lo afectivo e intelectual, de la actividad y la contemplación73. Ahora nos detendremos brevemente en esta última escuela para revisar sus características más sobresalientes. 73Menéndez y Pelayo, M. La poesía mística en España, en Edición nacional de las obras de Menéndez Pelayo. VII. Santander. 1954, págs. 69-110. 27 1.2.- Escuela ecléctica La convivencia de las culturas judía, islámica y cristiana marcó profundamente la impronta de la escuela ecléctica sobre España hasta el fin del siglo XV. Tan sólo una vez finalizada la reconquista, con la toma de Granada y la expulsión de los judíos no conversos (ambos en 1492) y la posterior supresión a comienzos del siglo XVI de la garantía que aseguraba el libre ejercicio de su religión a los moros que habían permanecido en España, se cimentó la unidad religiosa del país. Pero habían precedido siglos en los que España había sido un importante centro de espiritualidad islámica y judía. El sufismo puede interpretarse como el primer antecedente de la mística española74. La doctrina de la escuela ecléctica consiste en poner en la pureza del alma y en la contemplación divina el doble fin de la vida sobrenatural. No son estos, sin embargo, fines paralelos; el primero será el resultado continuo del hombre por liberarse de todo lo que mancha el espíritu, mientras que el otro responde a una gracia liberal y gratuita de Dios que da a gustar al alma las dulzuras de su divina presencia. Según la escuela carmelita, no hay contraposición entre la contemplación adquirida y la infusa75. Esta mezcla ecléctica de ideas islámicas, gnósticas, protocristianas, neoplatónicas e hindúes fueron amalgamadas por la escuela carmelita. La aportación de la escuela carmelita al argumento de la mística es la de sus maestros fundadores, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, cuya doctrina es considerada como 74Diccionario de la Mística. Op. cit. pág. 351. 75Johnston, William. Teología mística. Herder, Barcelona, 2003, pág. 15: “Se llega a la contemplación adquirida mediante el proceso ordinario del conocimiento, con la ayuda de la gracia divina, mientras que la segunda es un don que procede de Dios, y que de ninguna manera se puede alcanzar por méritos propios. Comienza con lo que Santa Teresa llama la oración de silencio en la que uno descansa calladamente en presencia de Dios, sin atender a las distracciones errantes de la mente inquieta: luego se produce a través de moradas al interior del castillo hasta alcanzar la meta, que es el matrimonio espiritual”. 28 máxima autoridad y como punto de referencia obligado sobre el tema. Consiste en situar al matrimonio espiritual como la etapa más alta de la vida de oración y de la ascensión mística76. Antes de ahondar en sus contribuciones, haremos un breve repaso de los precedentes históricos de la mística española. 1.3.- Precedentes históricos de la mística española El movimiento monástico del que habría de alimentarse la oración mística tuvo su origen en la decisión de los primeros hombres que se retiraron a cenobios en el desierto de Egipto a orar a finales del siglo IV77. Ellos no dejaron tratados de mística, pero fueron ascetas inquebrantables, de profunda fe, que legaron las primeras ideas de la mística tal como ha llegado hasta nuestros días. El primer teólogo que llegó al desierto a orar fue Evagrio de Ponto (345-399), griego culto con una fuerte influencia de Orígenes. Evagrio dijo que: “teólogo es quien ora, y quien ora es teólogo”78, y que se recibe de Dios el verdadero conocimiento a través de la oración. Otro hombre sabio que llegó al desierto, desde lo que hoy es Rumania, fue Juan Casanio (356-435); siguió de cerca de Evagrio pero creó su propia terminología. Él habla de pureza de corazón, término bíblico que se utiliza desde entonces. Enseñó, como su contemporáneo, la oración de la repetición que más tarde habría de florecer en el mundo 76 Crisógono de Jesús Sacramento. La escuela mística carmelita. Ávila, España, 1930, págs. 355-365. 77Colombás, García M. El monacato primitivo I. B.A.C., Madrid, 1974, pág. 32. “En Egipto se declararon pronto las principales formas de vida monástica: el anacoretismo y, sobre todo, el cenobitismo. Por su número, sus proezas ascéticas, su doctrina y sus virtudes, los monjes de Egipto alcanzaron pronto gran celebridad; incluso se emprenden largas y penosas peregrinaciones para visitarlos. A finales del siglo IV es Egipto el paraíso de los monjes”. 78Maloney, George. God’s Exploding Love. Alba House, Nueva York,1987, pág. 17. La traducción es mía. 29 oriental con el nombre de hesicasmo79, y también la oración silenciosa y carente de imágenes del no-pensamiento, afirmando que “cara a cara con Dios la persona no precisa palabras”80. En el siglo IV vivieron tres eminentes teólogos griegos que se conocieron como padres capadocios81 y su doctrina sobre la incomprensibilidad de Dios tuvo gran resonancia 79Diccionario de la Mística. Op. cit. pág. 488. “Se denomina [hesicasmo] al esfuerzo por dedicarse por completo a la pura contemplación y unión con Dios. Este empeño existió siempre, incluso en las religiones no cristianas. Dentro del cristianismo, se manifestó principalmente entre los monjes del desierto en el Oriente, desde el siglo IV. Cuando la oración se simplifica hasta convertirse en una repetida jaculatoria, el hesicasmo llegaba a adquirir el sentido de una oración del corazón en sus diversas formas. El hesicasmo, en su forma pura, está caracterizado por la quietud, la serenidad, la concentración y la constante atención de Dios. La quietud (hesychia) es exterior e interior”. 80Moloney, George. God’s Exploding Love. Op. cit. pág. 22. 81 Capadocia es una región de Asia Menor (hoy Turquía) que fue, durante el siglo IV, un importante centro de reflexión teológica. Su valor reside en que es la cuna de cuatro figuras señeras de la teología y la filosofía de su época.Joseph Mc Sorley en su libro St. Basil the Great. The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. Traducido por Alfonso Enríquez. New York. 1907 señala a: “San Basilio, obispo de Cesarea en Capadocia (330-379), Gregorio Nazianceno (330-390), Gregorio, obispo de Nisa (335-394) y su amigo Amphilochius, obispo de Iconium. San Basilio y Gregorio de Nisa eran hermanos. Gregorio Nazianceno llegó a ser muy amigo del obispo Basilio, con quien compartió sus estudios clásicos en lo que era considerada la ciudad universitaria del siglo IV, la Cesarea «marítima» de Palestina […] La preocupación doctrinal de los Padres Capadocios está vinculada a los esfuerzos para interpretar cabalmente la naturaleza trinitaria de Dios[…] Los Padres Capadocios irrumpieron en el pensamiento de la antigüedad tardía con una solución original, gracias a su insistencia en la integridad ontológica de cada una de las personas de la Trinidad[…] En contraste con la teología del Concilio de Nicea, Gregorio Nazianceno insiste en el 381, durante el Concilio de Constantinopla (que él preside por un tiempo), que Dios no debe entenderse como una «sustancia» que se divida en tres modos, sino como una integridad divina que debe concebirse como la comunión amorosa de tres personas ontológicamente distintas. Para enfatizar este carácter de ser, no una persona en el sentido griego de la palabra (una máscara o prosopon), sino una persona ontológicamente densa, los Padres Capadocios utilizan el vocablo hipóstasis – un vocablo griego cuyo significado es equivalente al de ousía, «sustancia» – para referirse a las personas de la Trinidad”. Blanca Castilla y Cortázar, en su libro Noción de persona, una aproximación al género. Ed. Rial. Madrid. 1996. Págs. 28-32. Menciona: “…La idea de Dios en la que quieren insistir es que Dios está constituido por la misma ousía (sustancia), pero conformado por tres hipóstasis claramente distinguibles: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El énfasis aquí se pone, como es evidente, en poder dar cuenta cabalmente y en sentido filosófico, de la densidad ontológica del ser persona […] Así pues, les debemos a los Capadocios la siguiente revolución conceptual: la identificación de la idea de persona o prosopon con el de hipóstasis. Los Capadocios sugieren que la sustancia (ousia) o naturaleza en Dios debe ser entendida como una categoría general que se aplicaría a varias personas. Pero la sustancia entendida no como ousía, sino como hipóstasis, debe ser vista en sentido aristotélico como una categoría que se aplica en la misma medida a todos los seres humanos y a cada ser humano concreto, tal y como lo decía el párrafo citado del libro V de la Metafísica. Este tipo de categorías las llama San Basilio hipóstasis y no ousías o sustancias”. 30 en toda la teología mística subsiguiente. Los hermanos Basalio de Cesarea y Gregorio de Nisa, junto con su amigo común, Gregorio Nizianceno82, supieron a través de sus profundas oraciones y lecturas contemplativas de la Biblia que Dios es el misterio de los misterios que mora en la luz inaccesible o en la oscuridad impenetrable, y que nadie ha visto a Dios, ni nadie verá jamás a Dios. La teología de la negación o teología apofática derivada de los capadocios alcanza su cúspide a finales del siglo V con la divina oscuridad de Dionisio, conocido, como se ha dicho antes, como Pseudo-Dionisio. También durante la Edad Media hubo un auge de escuelas de espiritualidad asociadas a las grandes órdenes religiosas, y cada una de ellas tenía su propia clase de misticismo. La más antigua fue la escuela benedictina, que tiene sus raíces en la regla de san Benito (480-550). La escuela franciscana fue inspirada en el poverello83, el estigmatizado de Asís, cuyo representante más prominente fue Buenaventura (1221-1274), el doctor seráfico, que ha sido llamado el Tomás de Aquino de la teología mística84. También se puede mencionar a los victorianos de la abadía de san Víctor en París85. Ahí 82Santo Gregorio de Nisa. Sobre la vida de Moisés. Ciudad Nueva. Traducción Lucas F. Mateo Seco. Madrid. 1993. Dice que: “se debe tomar el ejemplo del hebreo que subió a la montaña y penetró en una nube de oscuridad. Él lo dejó todo, incluyendo el pensamiento, para adentrarse en lo desconocido y encontrar a Dios, ya que no hay otra forma para encontrar a Dios”. 83Pobrecito en italiano. Francisco de Asís, de ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los evangelios. La seducción de Dios, en el encuentro con Cristo pobre, llevó a Francisco a la conversión absoluta. Este acontecimiento radical y determinante produjo en él un cambio de valores, sin causar, con todo, trastorno alguno en la estructura de su carácter. A causa de la pobreza estaba siempre sereno, libre de toda ansiedad y preocupación, sin afanarse por el futuro. Actualmente es un estilo de vida encaminada a la sencillez. 84Zolla, Elémire. Los místicos de Occidente. Vol. II. Paidós, México, 2000, pág. 179. 85 Zerafino González en Historia de la filosofía, Tomo II hace referencia a la Escuela Media Hugo de san Víctor: “Importante escuela teológica de los s. XII y XIII. Su origen se debe a Guillermo de Champeaux, profesor en la escuela catedralicia de París, quien al abandonar en 1108 su cátedra, se retiró a la Abadía de San Víctor, situada en la orilla izquierda del Sena, en las proximidades de la montaña de Genoveva y del claustro de Notre-Dame. Movido por las insistentes demandas de sus antiguos alumnos, decidió después reemprender sus lecciones, fundando de esta forma la célebre escuela de San Víctor[...] Los grandes hombres que se formaron ahí justifican el prestigio que tan rápidamente alcanzó la escuela entre los maestros de su época. La Abadía dio siete cardenales a la Iglesia, dos arzobispos, seis obispos, 54 abades y 31 vivieron Hugo de San Víctor y su discípulo Ricardo de San Víctor; éste último comenzó el estudio sistemático de la vida espiritual y es conocido por su doctrina del éxtasis, del fuego interior y del amor apasionado86. Por su parte, Aelred de Rievaulx (1109-1167),87 conocido con el nombre de Bernardo Inglés, se fundamentó en el amor al Creador e impregnó toda la tradición cisterciense. Bernardo de Claraval (1091-1153)88, como menciona Étienne Gilson, basa su doctrina mística en el amor, y ésta se centra en el capítulo cuarto de la primera Epístola de san Juan, donde se puede leer que Dios es amor, que fue Dios quien nos amó primero, y que aquel que ama conoce a Dios89. La teología mística deldoctor melífluo, como se llamaba a Claraval, comienza y finaliza con este texto y tiene resonancia en el Cantar de hombres que adquirieron justo renombre en todas las ramas de las ciencias cultivadas en aquella época […] Su fama decae como consecuencia del esplendor que fue adquiriendo la naciente Universidad de París, que pasó a ser el centro intelectual de mayor atracción. Edward Myers, en Hugh of St. Victor. The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. Traducido por Pedro Royo. New York. 1910.Menciona: “Hugo de San Víctor (ca. 1096- 1141) nacido en Sajonia, fue prior y director de la escuela del monasterio de San Víctor. Existía la necesidad de una teoría educativa sencilla, más acá de las controversias entre los eruditos. Siguiendo a Agustín, Hugo creía que la contemplación era la aspiración suprema del hombre. En el esquema de Hugo, esto resulta del estudio del mundo exterior, el siguiente paso es meditar sobre ese conocimiento, lo que revela el orden divino del cosmos y permite contemplar a Dios mismo. Para educar al clero y que siga estos caminos místicos, elabora un programa en tres tratados, siendo el Didascalon el más trascendente”. 86Zolla, Elémire. Los místicos de Occidente. Op. cit. págs. 39 y 90 respectivamente. 87 M.A. Calabrese. Aelredo en la Biblioteca Sanctorum Vol. I. Roma. 1961. págs. 276-278. Monje Cisterciense, nació en Hexam (Northumberland, Inglaterra) de una familia noble, en “todas sus obras, su alma efectiva es reconocida. Él trata de mover lo sensible para conducir al amor e imitar a Cristo. El monje, que lleva dentro de sí la imagen de Dios, se esfuerza por hacerlo más visible en sí mismo; su propósito es llegar a una experiencia espiritual tan profunda que es el preludio de la posesión definitiva de Dios en el cielo. Por lo tanto, las obras ascéticas de Aelred, aunque están destinadas a los monjes, pueden servir a cualquier creyente, ayudarlo a cultivar en sí mismo este parecido con Dios y evitar los obstáculos que se oponen a la perfección cristiana”. 88Zolla, Elémire. Los místicos de Occidente. Op. cit. Vol. II. pág. 21. “Nació en Fontaines, cerca de Dijón, hijo de un vasallo del duque de Borgoña. En 112 entró en el monasterio benedictino de Cíteaux; en 1115 guío a un grupo de monjes a la busca de una nueva sede, y encontró Claraval, en las cercanías de Langres. En 1130, el cisma entre los seguidores de Anacleto II, apoyado en Italia, e Inocencio II, ayudado por el rey de Francia, llevó a Bernardo a participar en las vicisitudes del siglo, defendiendo con elocuencia a Inocencio II y acompañándolo por Europa, hasta la muerte del opositor. No dejó de tomar parte de las vicisitudes políticas, promoviendo la creación de la orden de los templarios y, en la esfera doctrinal, combatiendo a Abelardo. Escribió para su discípulo Eugenio III el De consideratione. Murió el 20 de agosto de 1153”. 89Gilson, Étienne. The Mystical Theology of St. Bernard. Londres. 1995, pág. 21. 32 los cantares, pues escribió 86 sermones sobre el Cantar que no sólo influyeron en los cistercienses, sino también en todas las demás órdenes religiosas. Posteriormente, en los siglos XIII y XIV, hubo un grupo de extraordinarios místicos en Renania, Flandes e Inglaterra que fueron asimismo maestros y guías espirituales. El maestro Eckhart (1260-1327) de la escuela dominica basaba su pensamiento en la soledad para encontrar a Dios90, y sus discípulos que continuaron con su doctrina fueron Juan Taulero, con su obra El amor loco, y Enrique Suso con su Libro de la sabiduría eterna91. Sus ideas místicas y carismáticas llegaron a los Países Bajos, donde Jan Ruysbroeck (1293- 1381) vivó décadas en soledad para acabar convirtiéndose en canónigo de san Agustín. Fue un gran místico teólogo y escritor; entre sus obras más reconocidas están: Los siete escalones de la escala de amor espiritual, El reino de los amantes de Dios y El ornato de las bodas espirituales92, por mencionar algunas. Por último, pero no por ello menos significativo, se encuentra Thomas Hemerken, conocido como Thomas de Kempis (1380- 1471), con sus obras Del amor a la soledad y al silencio y La conversación en silencio93. El jesuita Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea, señala a los ejercitantes el camino que él mismo siguió para llegar a Dios, y que tiene dos etapas: la primera es ahondar en el propio conocimiento, en el reconocimiento de las propias faltas y el sincero arrepentimiento. La segunda etapa es entrar en el corazón de Cristo. 90Zolla, Elémire. Los místicos de Occidente. Op. cit. Vol. II, pág. 295. 91Ibid. págs. 324 y 314 respectivamente. 92Ibid. pág. 280. 93Ibid. pág. 349. 33 De los franciscanos, son importantes el influyente Francisco de Osuna y su Tercer abecedario espiritual, el libro más difundido en el siglo XVI que usa la forma del abecedario y que facilitaba a los lectores la memorización de los contenidos presentados, las sentencias morales y las indicaciones en cuanto a la técnica del recogimiento. Además, esa forma tenía un valor simbólico puesto que las letras de A hasta Z representan la idea de una totalidad, del cosmos. Pedro de Alcántara, en su Tratado sobre la oración y la meditación, expresa con pocas palabras lo esencial para una vida de contemplación y santidad. Del sacerdote diocesano, Juan de Ávila, tenemos el Epistolario espiritual, en el que invitaba a obrar mucho y hablar poco. También abrevó del dominico fray Luis de Granada y su Guía de pecadores, en el cual se enseña todo lo que el cristiano debe hacer, desde el principio de su conversión hasta el fin de la perfección. La carmelita descalza Teresa de Ávila escribió su obra máxima Las Moradas o el Castillo interior. Otros dos franciscanos, fray Diego de Stella y Juan de los Ángeles redactaron sus textos Meditaciones devotísimas del amor de Dios, y Lucha amorosa y espiritual entre Dios y el alma y Diálogos sobre la conquista del espiritual y secreto Reino de Dios, respectivamente. Y por último, del agustino, fray Luis de León con La vida del cielo y su libro más representativo, De los nombres de Cristo94. Los autores mencionados profundizaron en la mística buscando la “presencia del Amado”, tomada la imagen desde luego del Cantar de los cantares. San Juan de la Cruz no estuvo libre de esta influencia desde el punto de vista religioso y tampoco desde la perspectiva literaria de ese tiempo, ya que él, de acuerdo con la tradición, retoma proposiciones platónicas en cuanto a la belleza y a la exaltación de las cualidades del 94Zolla, Elémire. Los místicos de Occidente. Op. cit. Vol. IV. págs. 181-292. 34 Amado. Ya en el siglo XV Juan Rodríguez del Patrón95 esbozaba en sus versos cierta vaguedad mística: ¡Oh dolorosa partida! ¡Oh triste amador que pido licencia que me despido de tu vista y de mi vida!96 Boscán, imitador de Petrarca, y Garcilaso de la Vega trazaron la línea de la perfección en la poesía castellana. El auge de la divinización de la poesía popular en España coincide con el Renacimiento del siglo XVI; se puede encontrar tanto en los cantos populares como en la poseía culta y surge como respuesta a las necesidades de una nueva espiritualidad, que vino “a remplazar el vacío que dejaban los ideales medievales”97. La mística sanjuanista está íntimamente enlazada con las tradiciones místicas patrísticas. Basta enumerar las lecturas directas comprobadas en san Juan para convencerse de ello: la Biblia, san Jerónimo, san Agustín, san Gregorio Magno, Ludolfo de Sajonia, 95Dolz I Ferrer, Enric. “Juan Rodríguez del Padrón, Juan de Cervantes y Gonzalo de Medina. Apuntes biográficos”. Revista de Literatura Española Medieval y del Renacimiento. No. 9. Universidad de Valencia, Valencia. 2005. págs. 1-7. “Se acepta comúnmente que Juan Rodríguez del Padrón nació en Padrón o sus alrededores
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