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El-ser-humano-y-el-tiempo--un-analisis-desde-las-novelas-de-Ana-Mara-Matute

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
COLEGIO DE LETRAS HISPÁNICAS 
 
 
EL SER HUMANO Y EL TIEMPO: 
UN ANÁLISIS DESDE LAS NOVELAS DE ANA MARÍA MATUTE 
 
 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE 
 
L I C E N C I A D A E N L E N G U A 
Y L I T E R A T U R A S H I S P Á N I C A S 
 
 
PRESENTA 
 
CARLA ALEJANDRA GONZÁLEZ DE PEDRO 
 
 
 
ASESOR: DR. MANUEL SEGUNDO GARRIDO VALENZUELA 
 
 
 
 MEXICO. DF. 2014 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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A mi familia: 
mi abuela, siempre allí con su cariño único, aunque no sepa cocinar; 
 mi abuelo, que me heredó su amor a la lectura y me surtió de libros durante toda la carrera; 
mi mamá, lectora de novelas interminables rusas y francesas, que desde niña alentó mi gusto 
por la literatura; 
mi papá, orgullosamente puma y con quién puedo siempre platicar y tomar café; 
y mi hermano, loco, listo, ingenioso, con alma de artista, capaz de absolutamente todo lo que 
se propone. 
 
 
 
Al Doctor Garrido, 
 mi maestro, 
 por aguantar mis ires y venires en este trabajo que pareció eterno y por otorgarme su 
perspectiva siempre inteligente, no sólo acerca de mi tesis, 
sino del mundo y de la vida, que es lo más importante. 
 
 
 
A mis amigos, 
quienes compartieron conmigo este camino: 
Luis Alberto, Nallely, Viry, Tita, Baham, Cynthia, Izcóatl, 
Raúl, Lázaro, Daniel (Choko), Ricardo (Juaaan), Lydia… 
 y todos aquellos que me brindaron algún instante valioso, 
sin importar si siguen o no a mi lado. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sabía que todas las llaves guardan una historia que sólo 
ellas pueden desvelar: abrir o cerrar misteriosas zonas 
donde se ocultan los deseos, la esperanza, el horror, la 
memoria. 
O un gran vacío. 
 
Ana María Matute 
 Paraíso inhabitado
 
 
Índice 
 
Justificación y breve exposición del tema .......................................................... 1 
Introducción ........................................................................................................ 4 
1. Antes del tiempo .......................................................................................... 9 
1.1. El mundo total de los cuentos de hadas ........................................... 11 
1.1.1. Once .............................................................................................. 13 
1.1.2. Tontina .......................................................................................... 15 
1.2. La expulsión del Edén ...................................................................... 19 
1.2.1. Matia ............................................................................................. 20 
1.3. El mundo total adulto: la locura de Ilé Eroriak ................................ 22 
1.4. Conclusiones del capítulo ................................................................ 25 
2. Dentro del tiempo ....................................................................................... 27 
2.1. La guerra .......................................................................................... 30 
2.1.1. La guerra civil española ............................................................... 31 
2.1.2. El fantasma de la guerra civil española ........................................ 36 
2.1.3. La utopía de la guerra ................................................................... 37 
2.1.4. Los resultados de la guerra ........................................................... 40 
2.1.5. Cainismo ....................................................................................... 41 
2.1.6. La gloria de la guerra .................................................................... 47 
2.2. Falsos sentidos ................................................................................. 50 
2.2.1. El trabajo, el dinero y el éxito ...................................................... 50 
 
 
2.2.2. La sociedad y sus máscaras .......................................................... 55 
2.3. El amor ............................................................................................. 59 
2.3.1. El nacimiento del amor: Matia y Manuel ..................................... 60 
2.3.2. La totalidad del amor: Sol y Cristián............................................ 63 
2.3.3. El amor dentro y fuera del tiempo: Olvidado rey Gudú ............... 64 
2.3.3.1. Del sintiempo al tiempo ............................................................ 64 
2.3.3.2. En el tiempo .............................................................................. 67 
2.3.3.3. Del tiempo al sintiempo ............................................................ 68 
2.4. Huidas .............................................................................................. 71 
2.4.1. Niños que huyen ........................................................................... 71 
2.4.2. Adultos que huyen ........................................................................ 72 
2.4.2.1. Jorge de Son Major ................................................................... 72 
2.5. Conclusiones del capítulo ................................................................ 74 
3. Después del tiempo .................................................................................... 76 
3.1. Los niños que mueren ...................................................................... 77 
3.2. La muerte de Manuel ....................................................................... 78 
3.3. La muerte como salvación del amor: Tontina y Predilecto ............. 80 
3.4. Conclusiones del capítulo ................................................................ 81 
Conclusiones finales ......................................................................................... 82 
Anexos .............................................................................................................. 87 
Ana María Matute: sucesión de errores ..................................................... 87 
Bibliografía ....................................................................................................... 92 
1 
 
 
Justificación y breve exposición del tema 
 
Partiendo de la idea de que la novela, como expongo en la introducción de este trabajo, es el género 
literario que problematiza los grandes dilemas existenciales del ser humano, busco, mediante la 
elaboración de esta tesis, responder a la siguiente interrogante: ¿qué dice del hombre1 Ana María Matute 
en sus novelas? 
Matute señala que el hombre es hombre dentro del tiempo, afirmando a éste como la 
característica primordial a partir de la cual se genera la esencia de lo humano; pero propone otra forma 
de ser fuera del tiempo, rescatando así la idea del tiempo mítico. 
A partir de esta afirmación, organizo el presente trabajo en una división temporal, en la que hablo 
de un ser antes del tiempo, del ser dentro del tiempo y de un ser después del tiempo; para ello intento 
responder, por medio de las novelas de Ana María Matute, a las siguientes preguntas: 
 
1. ¿Quién o qué es el hombre antes del tiempo?2. ¿Quién o qué es el hombre dentro del tiempo? 
3. ¿Quién o qué es el hombre después del tiempo? 
 
Para dar una respuesta a la primera interrogante, en el capítulo inicial analizo la concepción que 
de la infancia tiene Matute como de un ser anterior al tiempo. Así también, abordo el tema del tiempo 
mítico de los cuentos de hadas, ya que para la escritora barcelonesa éstos tienen una importancia 
primordial para la comprensión del ser humano y son un eje complementario dentro del tema de la 
infancia. 
Para contestar a la segunda pregunta, hablo del ser humano como un ente en busca de sentido. 
Dicha búsqueda, como expongo en el capítulo dos –capítulo que sirve como columna vertebral de la 
tesis– se genera cuando el hombre, al separarse de la naturaleza, se vuelve consciente del tiempo y de la 
muerte, lo cual le devela su propia insignificancia y lo hace buscar el significado2 de la vida. 
 
1 En este trabajo usaré el término hombre para referirme al ser humano y no al individuo de género masculino. 
2 En esta tesis se usarán los conceptos de significado y de sentido de la vida casi como sinónimos, puesto que ambos hacen 
referencia a una misma necesidad humana: dotar la vida de significado o que la vida tenga sentido; no obstante cabe aclararse 
que estos términos no son equivalentes. 
El sentido de la vida hace referencia a un sentido per se, es decir, a algo que la vida tiene desde su inicio. En su ensayo El 
existencialismo es un humanismo, Sartre dice que la silla tiene un fin desde su nacimiento, se crea para sentarse en ella, el 
sentido de la silla sería pues éste. El hombre, por su parte, que, como afirma Sartre, no ha sido creado con un fin específico, 
tendría una existencia que no tiene sentido per se, pero podría dotar esta existencia de significado. 
 
2 
 
 
En este segundo capítulo abarco primeramente el tema de la guerra, pues me parece que funge 
como símbolo de la búsqueda de sentido del hombre en la narrativa de Matute. 
Para calmar la angustia de la insignificancia y la soledad, el hombre intenta imponer un 
significado, para lo cual fabrica una serie de sentidos que Ana María Matute desenmascara y muestra 
como engaños. Estos sentidos, a los que denomino falsos sentidos y que sirven únicamente como 
calmantes de la angustia existencial, son abordados en la segunda parte del capítulo dos. 
Finalmente, para concluir el capítulo, hablo de dos temas sumamente relevantes dentro de la 
narrativa de Matute: primero, del amor como conciencia de la miseria y posibilidad de sentido; y 
después, de la huida, como una liberación de los falsos sentidos y, por tanto, un camino hacia la libertad. 
En el último capítulo me enfoco en el tema de la muerte. Aquí busco responder a la tercera 
pregunta a partir de las hipótesis de Matute, planteando a la muerte como un tiempo mítico de retorno 
que salva de la insignificancia de la vida. 
Para poder abordar estos temas, a lo largo de este trabajo me he basado en varias novelas de Ana 
María Matute, con ello, deseo exponer diversas ideas a las que la escritora regresa continuamente, para 
poder trazar así un hilo conductor dentro de su narrativa y, sobretodo, dentro de su pensamiento, 
mostrando así su concepción del hombre y de la relación de éste con el mundo. 
A su vez, he tenido en cuenta a diversos pensadores; entre estos, cabe destacar a la filósofa 
española María Zambrano, de quien retomo varias ideas a lo largo de esta tesis. Ella, siguiendo la 
escuela de Miguel de Unamuno, establece un vínculo entre literatura y filosofía con el fin de rescatar la 
visión del mundo española, la cual, plantea ella, se encuentra más en la literatura que en cualquier otro 
tipo de escritura o ciencia. 
 
 
 
Dentro de esta lógica probablemente sólo podemos conocer el sentido de los objetos creados por el hombre, ningún ser no 
creado por él, como una piedra o un árbol, tiene un verdadero fin cognoscible, pues si bien los árboles generan oxígeno no 
podemos afirmar que ese sea el fin con el que nacieron. No podemos, como diría Kant en su libro Crítica de la razón pura, 
conocer la cosa en sí, sino nuestra interpretación de la cosa, que sería el significado. 
El significado surgiría pues de la separación entre el objeto y el sujeto, el sentido estaría dado de por sí. 
Si no hago en este trabajo distinción entre sentido y significado es porque en diversas ocasiones pueden usarse estos 
términos como sinónimos. Octavio Paz afirma que el mundo del hombre es el mundo del sentido, refiriéndose más bien al 
significado, o bien a la necesidad de sentido que hace que éste se fabrique; de no ser así, este pensador estaría afirmando que 
el hombre conoce la cosa en sí. Puesto que el hombre no puede conocer la cosa en sí, y así como Paz son muchos los autores 
que utilizan sentido por significado, puesto que el significado es la creación humana de sentido, entonces también lo utilizo 
yo así, al menos en este trabajo. 
El hombre busca el sentido de la vida y puede encontrar un significado; el sentido se busca, el significado se genera. 
En este trabajo se utiliza sentido en general más bien como aquello que se busca y significado como aquello que se genera, 
pero en tanto que lo que se busca y lo que se da sirven para cubrir una misma angustia existencial, podría decirse que de 
cierta manera son lo mismo: la necesidad de sentido genera la angustia, la creación de significado busca resolver esa angustia. 
 
3 
 
 
Es importante incluir el pensamiento español en este trabajo, considerando que Matute es 
española y que, por tanto, su visión del mundo parte de dicha sociedad. Además, cabe resaltar que pocas 
filosofías se han encargado tanto de conciliar la razón con el sentir y con la poesía; brindando así al arte 
y a la literatura el valor de conocimiento que, como bien dicen Adorno y Horkheimer3, se le ha negado a 
lo largo de la tradición imperante europea. 
 La literatura, y en particular la novela, como exponen algunos pensadores, entre ellos George 
Lukács y Milan Kundera, es un medio de conocimiento. Estudiar las novelas de una sociedad nos 
permite conocer las angustias y dilemas que en ésta se generan. 
María Zambrano dice que el poeta, en el sentido amplio de la palabra, tiene un secreto y que su 
intención, al escribir, es comunicarlo. 
Lo que deseo hacer pues en este trabajo, es trazar un recorrido por el pensamiento de Ana María 
Matute4, intentando comprender lo que ella quiso comunicar acerca de la existencia humana, acerca de 
la vida humana, en sus novelas. 
 
3 ADORNO, Theodor y HORKHEIMER, Max. Dialéctica de la ilustración. Trotta. Valladolid. 1998. 
4 Para no omitir la biografía de la autora he decidido anexarla al final del trabajo con el propósito de que el lector pueda saber 
quién es Ana María Matute. No he colocado la biografía dentro del trabajo porque pienso que ésta no concierne al desarrollo 
del mismo. 
 
4 
 
Introducción 
 
El espíritu de la novela es el espíritu de la complejidad. Cada novela dice al lector: 'Las 
cosas son más complicadas de lo que tú crees'. Esa es la verdad eterna de la novela que 
cada vez se deja oír menos en el barullo de las respuestas simples y rápidas que preceden 
a la pregunta y la excluyen. 
 
Milan Kundera 
 
En su libro Teoría de la Novela5, George Lukács divide la historia de la humanidad en tres grandes 
etapas. Para él cada época histórica tiene necesidad de crear un género literario correspondiente a su 
forma de ver la vida. Estas tres etapas cuentan con tres géneros diferentes: la epopeya, la tragedia y, 
desde luego, la novela.6 
En la visión de la epopeya, el hombre es uno con el mundo. En esta visión no hay una toma de 
concienciaque enfrente al sujeto con el objeto. Esta unidad mundo-hombre genera un sentimiento de ser 
completo, de totalidad, que impide la angustia que permita el surgimiento de la pregunta por el 
significado. 
En el mundo de la tragedia existe ya una separación entre sujeto y objeto. No obstante, este 
sujeto depende de una fuerza natural que lo sobrepasa y que se revela en forma de dioses. Pese a estar 
separado del mundo, este individuo está irremediablemente ligado a él mediante un destino. Para dicho 
sujeto su vida tiene un fin determinado por los dioses; para él, el mundo tiene en sí sentido. Este ser es 
parte de un mecanismo que se articula con su entorno, por lo que cada uno de sus actos significan 
anticipadamente. 
La última división de la que Lukács habla es la visión filosófica del mundo. Filosofía, afirma este 
teórico citando a Novalis, significa precisamente nostalgia, aspiración a estar por doquier en sí mismo. 
Esta nostalgia originada mediante la clara separación entre el sujeto y el objeto, entre el ser humano y el 
mundo, entre la esencia del hombre y las acciones que éste genera en su entorno –visión que muestra 
más claramente con el ensalzamiento de la razón, el endiosamiento del hombre, la muerte de dios, y 
otros actos que inician durante el Renacimiento– hace que surja un nuevo género literario: la novela. 
 
5 LUKÁCS, George. Teoría de la novela. SXX. Buenos Aires. 1920. 
6 En una sociedad abierta como la que define Lukács podríamos afirmar que la totalidad que busca el hombre es el sentido y 
que la que coloca es el significado. En una epopeya el héroe podría encontrar el verdadero sentido de la vida, en tanto que 
tiene relación con lo divino y se afirma que ha encontrado la verdad. En una novela el hombre va generando significados y, 
en tanto que no hay un dios que avale el significado, queda una incertidumbre de si se está o no encontrando la verdad. 
5 
 
La novela, a diferencia de las anteriores, es la literatura de una sociedad problematizada en la que 
el individuo se separa de su entorno y se sitúa en la incertidumbre de un tiempo que depende, no de las 
estrellas, sino de sus acciones. 
Así, estos géneros literarios muestran el tipo de sociedad que los produce. La novela devela la 
visión del mundo contemporáneo, un mundo sin dioses donde el hombre busca el significado de la vida. 
Desde un panorama menos amplío, Milan Kundera en su libro El arte de la Novela7 habla de la 
novela europea como un sucederse de visiones humanas que, atravesando la Historia de Europa desde el 
Renacimiento hasta la Modernidad, llegan a nosotros como la parte del conocimiento que ha sido 
omitida. 
La novela es, pues, aquella parte del saber que en lugar de abstraerse o fragmentar la realidad en 
partes mínimas, se ha concentrado en la vida, en la vida del individuo dentro de una época determinada, 
descubriendo así los grandes problemas que ha presentado para éste cada gran salto dentro de la visión 
europea/occidental del mundo. 
Siguiendo esta lógica que expone a la novela como una forma de conocimiento, María 
Zambrano8 afirma que –a pesar de la ausencia de pensadores en España, cuando el resto de Europa se 
caracterizaba por la abundancia de los mismos y por el creciente surgimiento de diversas tendencias 
filosóficas– la novela representa el pensamiento español. 
Kundera inaugura su línea del pensamiento europeo precisamente con una novela española: El 
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Para él, Cervantes inicia la historia de la novela 
planteándose tres grandes preguntas existenciales. 
Al colocarse una bacía en la cabeza y decir que es un yelmo, don Quijote no hace obvia su locura 
sino que cuestiona la realidad de un objeto. Este cuestionamiento llega al extremo cuando los 
parroquianos, para su propia diversión, deciden, mediante el voto secreto, determinar si el objeto es o no 
un yelmo. Esta votación resulta en una broma ontológica admirable: el objeto es reconocido como un 
yelmo. ¿Qué es la realidad?, sería pues la primera pregunta. 
Al enamorarse don Quijote de una mujer desconocida, ¿no está más bien decidiendo que está 
enamorado?, ¿no amamos los hombres, se cuestiona Kundera, por el simple deseo de amar, o por el 
deseo de imitar a quienes admiramos, en este caso, a los caballeros andantes? La segunda pregunta sería 
entonces ¿qué es el amor? 
Y la última y más importante cuestión del libro sería ¿quién es en verdad don Quijote, un 
caballero andante o un hombre que ha perdido la razón? 
 
7 KUNDERA, Milan. El arte de la novela. Tusquets Editores. México, DF.2009. 
8 ZAMBRANO, María. Pensamiento y poesía en la vida española. Edición digital. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de 
Cervantes, 2000. 
 
 
6 
 
¿No se convirtió Alonso Quijano en quien quiso ser?, ¿no andamos por la vida todos los seres 
humanos intentando ser lo que no somos para llegar a ser lo que en verdad somos?, ¿acaso no asociamos 
todos los lectores a don Quijote con un caballero andante e idealista más que con un Alonso Quijano 
senil y solitario? 
Miguel de Unamuno, quien relaciona el pensamiento español de una manera casi indisociable al 
caballero de la triste figura, da un paso más y se pregunta: ¿por qué Alonso Quijano cuestiona la 
realidad impuesta?, ¿por qué cuestiona la verdad hasta el grado de dudar de su propia identidad? 
 
La ciencia no le da a Don Quijote lo que éste le pide. «¡Qué no le pida eso –dirán–; que se resigne, que 
acepte la vida y la verdad como son!» Pero él no la acepta así, y pide señales, a lo que le mueve Sancho, 
que está a su lado. Y no es que Don Quijote no comprenda lo que comprende quien así le habla, el que 
procura resignarse y aceptar la vida y la verdad racionales. No; es que sus necesidades efectivas son 
mayores.9 
 
La novela es aquel instrumento de conocimiento a través del cual el ser humano cuestiona lo 
verdaderamente humano. Es la forma de conocimiento de aquél que no se resigna a aceptar la realidad 
racional, pues sus necesidades van más allá de lo puramente físico y comprobable. 
 El poeta, dice Zambrano, es capaz de llorar algo que no existe, como la ausencia de su amada. La 
ausencia de un ser amado es para los hombres más importante que la presencia de los átomos en la 
palma de la mano. Esa presencia no nos dice nada, esa ausencia marca toda nuestra existencia. 
“…cuando algo se ha ido, lo más verdadero es lo que nos deja, pues que es lo imborrable: su pura 
esencia.”10 
 La poesía es capaz de cantar lo que hay en el alma del hombre. La novela problematiza ese canto, 
lo vuelve algo digno de ser pensado; al contrario del hombre racional capaz de ignorar y minimizar al 
máximo la importancia de las cuestiones esenciales de la existencia humana, la novela retoma estas 
cuestiones. 
 El hombre es incapaz de retornar a un estado puro e inconsciente. La poesía logra ese retorno por 
instantes, a través de una embriaguez que, sin pensarse casi, más bien sintiéndose, hace fluir el alma a 
través de conceptos. La novela, desde el mundo de acá, el mundo separado del entorno, el mundo 
racional, mira la esencia del hombre, piensa lo que es casi impensable y lo piensa porque lo sitúa en un 
plano que, si bien es abstracto, es una imitación de la realidad en su totalidad. 
 El novelista sitúa a sus personajes dentro de la experiencia misma de la vida, los hace sufrir, 
amar, reír, llorar; y luego, analiza estas cuestiones y se dice ¿por qué el hombre ama, llora, piensa, 
busca, anhela, desea?, ¿por qué el hombre es hombre dentro de todo lo que este concepto involucra? 
 
9 UNAMUNO, Miguel de. Del sentimiento trágico de la vida. Espasa-Calpe. Buenos Aires, 1943. p.265. 
10ZAMBRANO, María. Filosofía y poesía. FCE. México, DF. 2000. p.120. 
7 
 
 La novela es el deseo de mostrar lo que es el ser humano, lo que siente; no dejar ese pensaro ese 
sentir allá en un concepto abstracto, sino materializarlo en la realidad que es la vida. Esa vida está allí 
encerrada en un mundo alterno que nos permite existir en universos paralelos, pensar desde la visión del 
otro y quizás comprenderlo. 
 La novela pide, antes que nada, comprensión. 
 
El hombre –dice Kundera– desea un mundo en el cual sea posible distinguir con claridad el bien del mal 
porque en él existe el deseo, innato e indomable, de juzgar antes que de comprender. En este deseo se han 
fundado religiones e ideologías. No pueden conciliarse con la novela sino traduciendo su lenguaje de 
relatividad y ambigüedad a un discurso apodíctico y dogmático. Exigen que alguien tenga la razón; o bien 
Ana Karenina es víctima de un déspota de cortos alcances o bien Karenin es víctima de una mujer 
inmoral; o bien K., inocente, es aplastado por un tribunal injusto, o bien tras el tribunal se oculta la 
justicia divina y K. es culpable. En este «o bien - o bien» reside la incapacidad de soportar la relatividad 
esencial de las cosas humanas, la incapacidad de hacer frente a la ausencia de Juez supremo. Debido a 
esta incapacidad, la sabiduría de la novela (la sabiduría de la incertidumbre) es difícil de aceptar y 
comprender.11 
 
Así pues, toda novela digna de ese nombre descubre algo esencial del hombre, algo esencial y 
relativo, porque cada ser humano es diferente a los otros y a sí mismo. El ser humano es hoy un hombre 
viejo leyendo en el rincón de su casa y mañana un caballero andante en busca de aventuras; y no por ser 
una cosa hoy y otra mañana significa que alguna de sus existencias no sea, o haya sido o será cierta. 
 
El poeta lírico dijo ayer: la vida es vana como el llanto, y hoy: la vida es alegre como la risa y en las dos 
ocasiones tuvo razón. Hoy dice: todo termina y cae en el silencio, mañana dirá: nada termina y todo sigue 
sonando eternamente y las dos aseveraciones son válidas. El poeta lírico no está obligado a demostrar 
nada; la única demostración es el sentimiento de su vivencia.12 
 
Y es que el papel de la poesía, como he dicho, es sólo nombrar lo esencial del sentimiento 
humano; el papel de la novela no es juzgar dicho sentimiento sino colocarlo en un contexto y demostrar 
que, dentro de la vida, dos afirmaciones contradictorias son justificables y comprensibles. 
Lo que busco hacer mediante este trabajo, como expuse anteriormente, es simplemente mostrar 
lo que del ser humano intenta descubrir Ana María Matute con la creación de todo un universo 
novelesco. 
 
11 KUNDERA, Milan. Op.cit. pp.17-18. 
12 KUNDERA, Milan. La vida está en otra parte. Seix Barral. México, DF. 1987. p.268. 
8 
 
El poeta, dice Zambrano, “…entrevee (sic) algo en la niebla y a esto que entrevee (sic) es fiel 
hasta la muerte.”13 Ana María Matute, poeta de la vida y del lenguaje, ha visto por el agujero de una 
piedra azul la felicidad del hombre, el instante, la totalidad…y en sus libros habla de ello; como habla de 
la soledad, de la miseria, de la angustia, del sinsentido y de todos los problemas que han acechado al ser 
humano desde que el hombre es hombre. 
 No se trata de una idea original, todo –ya lo decía hace miles de años el libro del Eclesiastés– ya 
se ha dicho antes; se trata más bien de una manera más de decirlo: la manera de Ana María Matute, su 
forma personal y subjetiva de plantear el problema esencial del ser humano: el significado. 
 Este trabajo es un análisis que no busca ser verdad ni filosofía, sino simplemente valorar a una 
autora que ha descubierto a mis ojos lo que ya había sido descubierto, pero que sólo cuando yo lo vi se 
convirtió, para mí, en verdad. 
Ésta no es la verdad; puesto que hablo de literatura y del hombre y acepto su relatividad y con 
esto, la sabiduría de la incertidumbre que, en palabras de Kundera, posee la novela; ésta es mi verdad, la 
he descubierto en el universo de Matute y aquí la dejo para que otros se aventuren a leer, y leerse, en la 
narrativa de Ana María Matute. 
 
13 ZAMBRANO, María. Filosofía y poesía. FCE. México, DF. 2000. p.45. 
 
9 
 
1. Antes del tiempo 
 
¡Bienaventurados los tiempos que pueden leer en el cielo estrellado el mapa de los 
caminos que les están abiertos y que deben seguir! ¡Bienaventurados los tiempos 
cuyos caminos son esclarecidos por la luz de las estrellas! Para ellos todo es nuevo 
y no obstante familiar; todo significa aventura y no obstante todo les pertenece. El 
mundo es vasto y, sin embargo, ellos se sienten cómodos, pues el fuego que arde en 
sus almas es de la misma naturaleza que las estrellas. 
 
George Lukács 
 
Antes del tiempo, según la Biblia, Adán y Eva vivían en un paraíso terrenal llamado Edén. Eso dijeron 
los hebreos y desde entonces el hombre ha venido repitiendo la misma idea bajo distintas fórmulas. Esto 
no se debe a que los hombres se copien los unos a los otros, esto es sólo porque el hombre es hombre y 
sabe en lo más profundo de su ser, cuando se sienta y reflexiona, que ha perdido el Paraíso. 
 Lo que la Biblia no dice, o sí lo dice pero poco lo pensamos, es que ese paraíso no estaba fuera 
de nuestro espacio sino fuera de nuestro tiempo; es decir, el Paraíso sería aquí en la Tierra, pero el 
tiempo nos lo ha vetado. 
 En su libro Teoría de la Novela14, Lukács siente nostalgia por lo que denomina civilizaciones 
cerradas. En dichas sociedades, al contrario de en la nuestra que es abierta, los individuos viven en unión 
directa con el mundo (no hay separación Sujeto - Objeto) y, sobre sus hombros, no cae la insoportable 
libertad sino el destino, es decir, el futuro no depende de ellos, no deben preocuparse por sus elecciones 
pues todo ya está escrito de antemano, lo único que tienen que hacer es dejarse vivir. 
 Para mirar estos dos mundos desde una perspectiva más poética podemos recurrir a la metáfora 
del escritor argentino Julio Cortázar15, quien, a través de dos personajes, contrasta entre estas visiones 
opuestas: el mundo de la Maga, que nada los ríos de la realidad; y el mundo de Oliveira, que desea los 
ríos, los mira desde afuera, los mide, mas no puede nadarlos. 
 Ir por la vida como nadando: ésa es la inconciencia del Edén, la totalidad de la sociedad cerrada 
de Lukács16, la levedad del ser, diría Kundera17: la hermosa levedad de la existencia sin la gravedad del 
tiempo, que es la gravedad de la Historia; no la insoportable levedad que habría de surgir tras la 
expulsión del Paraíso para el hombre atrapado en el tiempo. 
 
14 LUKÁCS, George. Op.cit. 
15 CORTÁZAR, Julio. Rayuela. Punto de lectura. México, DF. 2006. 
16 LUKÁCS, George. Op.cit. 
17 KUNDERA, Milan. La insoportable levedad del ser. Tusquets Editores. México, DF. 2005. 
10 
 
 Dice Kant18 que el ser humano no puede vivir tranquilo como en una arcadia perfecta, pues, 
desde su condición humana, elige siempre renunciar a la felicidad del Paraíso en pro al desarrollo total 
de su persona. Y en efecto, el hombre es hombre precisamente porque se separó de la naturaleza. Pero, 
antes de ser hombre, ¿qué es? 
 Podemos ponernos a teorizar acerca de los primeros hombres, aquellos que, como los animales, 
sólo existían, sin necesidad de significado, pero estamos ya muy lejos de ellos; la sociedad, tras la 
búsqueda interminable de sentido (que después se convertiría en una absurda carrera hacia el progreso), 
se ha apartado tanto de su entorno natural que aquella época se nos aparece borrosa, desdibujada, como 
un sueño. 
 La única manera de entender a aquellos individuos, más allá, o mejor dicho más acá, de las 
teorías, es a través de la infancia. 
 La infancia es un tema recurrente en la narrativa de Matute. Para ella, esta etapa no hace 
referencia a un estado idílico de bondad y felicidad, y si se distingue de la edad adulta, no es por esa 
alegría impuesta desde la visión nostálgica del adultopara quien todo tiempo pasado fue mejor. 
 El niño ha sido arrojado a la vida y su rasgo distintivo es que aún no logra habituarse a ese 
mundo que ha venido fabricándose por siglos y al cual el recién llegado debe adaptarse a toda costa 
como si fuera un mundo natural y el extraño fuera el niño. 
 Este ser ha venido a dar con un mundo complejo en el que, en vez de correr por el pasto, comer, 
beber agua y sencillamente existir como cualquier cachorro, debe aprender una serie de valores, de 
creencias, de comportamientos: debe vestir de cierta manera, debe rezarle a un ente abstracto, debe 
aprender a hablar y, cuando lo logra, debe limitar el habla; no es fácil, pues, para un niño adaptarse a un 
sitio donde todo ha sido ordenado, dividido, clasificado. 
El niño aún no cree en el mundo adulto, aún no comprende esa escala de valores que no es sino 
una imposición social: lo bueno y lo malo, lo valioso y lo vulgar, lo bello y lo feo. 
 En el mundo humano no solamente se han fabricado valores, también se han fabricado roles 
sociales, necesidades y realidades. En este mundo se ha dividido lo racional de lo irracional, la ciencia 
de la superstición; en este mundo las ideas han separado a liberales de conservadores, las creencias han 
separado a cristianos de musulmanes; en este mundo hay casas, tiendas, collares y vajillas regaladas por 
el rey. 
El niño, que aún no ha aprendido a hacer estas divisiones, carece de conciencia del bien y del 
mal; puesto que aún no mide todo lo que le rodea, no tiene tampoco visión del tiempo (es decir de su 
tiempo: de su finitud y de su muerte); por tanto, es como un individuo que habita una sociedad cerrada. 
El tiempo no es aún una carga sobre sus hombros, y, si bien no habita en un Edén, por lo menos disfruta 
 
18 KANT, Immanuel. Crítica de la razón práctica. FCE. México, DF. 2005. 
11 
 
aún de su levedad sin necesidad de obtener un sentido, un peso. Que el mundo tenga o no significado no 
le angustia y, por tanto, no es aún un hombre. 
Esto no significa que no sea un ser completo, pues, al parecer, como plantea en diversas 
entrevistas Ana María Matute, el niño es más completo que el hombre, que es fragmentado y que anda, 
podríamos añadir, de aquí para allá buscando completarse a través de un sentido existencial. 
 
 
1.1. El mundo total de los cuentos de hadas 
 
Que los cuentos de hadas comiencen fuera del tiempo “Érase una vez…” y terminen fuera del mismo 
“…para siempre.”, les da un halo de mitología; pues al situarse fuera del tiempo humano, ocurren 
dentro de un tiempo sin tiempo como, en las religiones, sería el tiempo sagrado. 
Si recurrimos a la definición original del mito, donde éste, como plantea Eliade19, no es una 
mentira sino una verdad sagrada, vemos que dotar de una carga mitológica al cuento no es cualquier 
cosa. 
 Cabe recalcar que, como Tolkien20 expone, muchos cuentos de hadas surgieron, inicialmente, 
como parte de diversas mitologías de antiguos pueblos y, si están cargados de símbolos, es porque la 
mitología busca siempre revelar la condición humana. 
 Así también, los cuentos de hadas conforman una parte esencial del ser humano, pues 
constituyen su capacidad de imaginar y, por tanto, de trascenderse. 
 En un mundo regido por el deber del trabajo, sumergido en realidades preconcebidas donde la 
ciencia se cree poseedora de la verdad; mundo heredero de una Ilustración descalificadora de todo 
aquello que es incapaz de comprender, cuyo fin “…era el desencantamiento del mundo… (así como) 
…disolver los mitos y derrocar la imaginación mediante la ciencia.”21; en un mundo donde todo aquello 
que intenta ver al hombre y su entorno desde otra perspectiva, como el arte, es tan sólo tolerado en tanto 
que “… renuncie a valer como conocimiento y se aísle de ese modo de la praxis.” 22; en este mundo, los 
cuentos de hadas representan un refugio de los niños ante ese universo incomprensible de verdades 
absolutas que ponen en entredicho el concepto de verdad, pues hay que dudar siempre de los absolutos 
si lo que buscamos es no caer en un autoengaño. 
 En un ensayo que Octavio Paz escribe sobre el surrealismo, habla de la capacidad imaginativa 
del hombre de la siguiente manera: 
 
 
19 ELIADE, Mircea. Mito y Realidad. Editorial Labor. Barcelona. 1991. 
20 TOLKIEN, J.R.R. Tree and Leaf. George Allen & Unwin LTD. London. 1964. 
21 ADORNO, Theodor y HORKHEIMER, Max. Op.cit. p.59. 
22 Ibídem. p.86. 
12 
 
 
Seguir a esa muchacha que sonríe y delira, internarse con ella en las profundidades de la espesura verde y 
oro, en donde cada árbol es una columna viviente que canta, es volver a la infancia. Seguir ese llamado es 
partir a la reconquista de los poderes infantiles. Esos poderes −más grandes quizá que los de nuestra 
ciencia orgullosa− viven intactos en cada uno de nosotros. No son un tesoro escondido sino la misteriosa 
fuerza que hace de la gota de rocío un diamante y del diamante el zapato de Cenicienta. Constituyen 
nuestra manera propia de ser y se llaman: imaginación y deseo. El hombre es un ser que imagina y su 
razón misma no es sino una de las formas de ese continuo imaginar. En su esencia, imaginar es ir más allá 
de sí mismo, proyectarse, continuo trascenderse.23 
 
Y es que el surrealismo buscaba “…poner en radical entredicho todo aquello que ha sido 
considerado inmutable en nuestra sociedad…”24. Si este movimiento, de la duda de todo lo 
preconcebido, busca regresar al sueño y a la imaginación como formas de conocimiento, habrá de 
retornar, como dice Paz, al mundo de la infancia. 
 Ana María Matute tiene esta misma perspectiva de la infancia en unión directa con la 
fantasía; no mira ella los cuentos de hadas solamente como una huida, sino como un medio de 
conocimiento que permite ver más allá de lo que el hombre desea, o más bien se limita a, ver. 
En su discurso de agradecimiento de ingreso a la RAE, la escritora española muestra claramente 
su visión de la fantasía: 
 
…desearía […] hacer un elogio, y acaso también una defensa, de la fantasía y la imaginación en la 
literatura, que son para mí algo tan vital como el comer y el dormir, y que opongo a la aridez del espíritu 
que tan a menudo nos rodea, que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material.25 
 
Sirvan estas palabras como base para afirmar que para Matute los cuentos de hadas, por el 
contrario de lo que algunos críticos han creído, no son para sus personajes un deseo de no ver la 
realidad, sino que, por el contrario de aquellos que se niegan a ver la dimensión espiritual de lo material, 
sus personajes ven más allá de lo que tienen enfrente. 
 
 
 
 
23 PAZ, Octavio. Estrella de tres puntas: el surrealismo en Las palabras y los días. FCE, CONACULTA. México, DF. 2008. 
p.120. 
24 Ibídem. p.119. 
25 MATUTE. Ana María. En el bosque, Discurso leído el 18 de enero de 1998 en la Real Academia Española. 
 
 
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/matute/academika.htm
13 
 
1.1.1. Once 
Sólo él y Peter Pan no crecieron jamás… 
 
Ana María Matute 
Prólogo a un libro de Andersen 
 
Sacado del cuento de Hans Christian Andersen Los cisnes salvajes, el príncipe Once aparece en la 
novela fantástica26 de Ana María Matute Olvidado rey Gudú (1996). Primo y guardián de la princesa 
Tontina, Once habrá de desaparecer tras la muerte de la misma, sin embargo, reaparecerá a lo largo de la 
novela para jugar y cuidar de los niños hasta que estos, generación tras generación, crecerán y lo 
olvidarán. 
 
26 En su libro Introducción a la literatura fantástica, Todorov hace una distinción matizada entre lo extraño, lo fantástico y lo 
maravilloso, diferenciando a su vez géneros literarios en que estos elementos se mezclan. Mientras que en una narración 
fantástica, así como en unaextraña, surge un fenómeno que genera en el personaje y/o en el lector un sentimiento de 
perplejidad (siendo la diferencia que en la narración extraña los problemas se resuelven mediante un procedimiento racional 
y probable dentro de la realidad humana, mientras que en la fantástica el lector y el personaje deben admitir una explicación 
sobrenatural, o bien una realidad distinta a la racional), en una narración maravillosa, los fenómenos sobrenaturales no 
ocasionan ninguna sensación de extrañeza, por el contrario, se asumen como normales dentro de la historia narrada. Todorov 
ejemplifica el género de lo maravilloso mediante los cuentos de hadas, en los que no es extraño que una mujer duerma cien 
años o que un lobo hable. La novela de Matute, dentro de las clasificaciones de Todorov, se acerca más a la narración 
maravillosa; no obstante, en algún momento, los personajes provenientes de los cuentos de hadas generan extrañeza en los 
personajes que pertenecen al mundo humano real y temporal, no así en el lector, por lo que existe un entrecruzamiento entre 
lo fantástico y lo maravilloso (nunca con lo extraño pues no hay una solución racional y el lector siempre debe aceptar la 
posibilidad de realidades alternas). 
Por su parte, Tolkien, en su libro Árbol y hoja, define fantasía distinguiéndola de imaginación al afirmar que esta última 
brinda imágenes de cosas que no están presentes pero que existen en el mundo primario, denominación que él da al mundo 
humano racional; mientras que la fantasía no sólo habla de cosas no presentes, sino de cosas que no se encuentran en el 
mundo primario, o que generalmente se cree que no se encuentran allí. Tolkien habla de la fantasía como una necesidad 
humana y remite también a los cuentos de hadas, no como meros inventos, sino como creaciones que surgen originalmente 
como mitos que el hombre genera, de forma alegórica, para materializar una realidad invisible. La novela de Matute encaja 
con la definición que Tolkien hace de la fantasía, pues habla de realidades que se cree que no existen en el mundo humano 
racional. 
Cabe resaltar, que Tolkien sitúa a los cuentos de hadas en el género fantástico y que hace hincapié en el hecho de que los 
fenómenos que allí ocurren son creídos tanto por el personaje como por el lector –incluso da un valor primordial a la 
verosimilitud– es decir que no ocasionan ningún sentimiento de extrañeza. Al decir esto, Tolkien concuerda con la definición 
que da Todorov de lo maravilloso, si bien bajo el término de fantasía. Así entonces, la novela de Matute, se encuentra en el 
terreno de lo maravilloso de Todorov y de lo fantástico de Tolkien, pero a la vez, se cruza con el concepto de lo fantástico de 
Todorov. Así entonces, es el término de novela fantástica el más adecuado para esta obra. 
 
14 
 
 Atrapado en el tiempo, imposibilitado, como Peter Pan, de crecer y cambiar, Once representa la 
infancia y la fantasía desde su nivel más puro, abstracto e incorruptible. Once no es un personaje vivo 
sino un símbolo y, como tal, no podemos penetrar, como sí en casi todos los personajes matuteanos, en 
su sentir, en su pensar, en su pasado ni en su futuro. Once es un personaje plano, no sabemos nada de él 
pero, gracias a él, podemos saber más del mundo novelístico que lo rodea y de los personajes que se 
enfrentan con él, o que a través de él huyen de la trampa en la que han sido encerrados; la trampa que es 
el mundo humano. 
 En el cuento de Andersen, el menor de los once príncipes encantados (por eso el nombre de 
príncipe Once) queda condenado a tener un brazo de cisne. Elisa, hermana de los príncipes que por la 
noche se convierten en cisnes, logra romper el hechizo al elaborar cotas de malla con un tipo de ortigas 
mágicas, no obstante, no logra terminar la última cota y el menor de los hermanos debe portar una cuya 
ausencia de manga lo deja atrapado entre el mundo real (sin hechizos) y el mundo fantástico (donde el 
hechizo prevalece). Es por eso que Once representa un puente entre el mundo real y el de la fantasía; 
cuando un personaje de la novela cree en él, puede verlo, cuando deja de creer, Once desaparece. 
 Once, como Peter Pan, representa el mundo habitado por los niños, quienes, al convertirse en 
adultos, deciden abandonarlo; sin embargo, son los adultos los que lo abandonan, no los niños, a su lado 
permanecen por tanto: Ardid niña, Tontina niña, Gudú niño, etc. Los personajes dejan de ser ellos 
mismos para convertirse en otros, otros que habitan otro mundo y se olvidan de ese donde fueron felices, 
y si no felices, por lo menos auténticos. Son ellos, los adultos, los que van por el mundo incompletos 
mientras que, junto a Once, yacen sus verdaderos espíritus: su infancia. 
 Once es el símbolo de la sociedad total, la sociedad completa que, para Matute, es la infancia: el 
Edén, la Isla de Nunca Jamás. El tiempo mítico representado por Once es, como todo tiempo mítico, un 
tiempo sin tiempo, es por eso que quien escribirá la historia de los príncipes encantados todavía no nace, 
y así, los adultos no saben quién es este príncipe, pero los niños, o los adultos que no han podido 
entregarse del todo al tiempo humano, como Almíbar y Predilecto, sí conocen su historia; el tiempo, que 
a veces teje al revés, se las ha contado. 
 Once, pues, es visible para todo el reino de Olar, cuando la sociedad, encabezada por la reina 
Ardid, madre del rey Gudú, decide creer en la princesa Tontina y en su mágico séquito; pero, cuando las 
personas se dan cuenta de que Tontina no era más que un personaje fantástico, descubrirán que sus 
sirvientes no son sino muñecos; sus joyas, piedras de río; y Once, un cuento que aún no ha sido escrito. 
 La imaginación, dice Kierkegaard27, es el primer paso hacia la individualidad (término que 
algunos filósofos han calificado de incorrecto ante la traducción del danés y que prefieren llamar lo 
único, que sería algo así como el sí mismo singular en contraste a un yo conformado por las 
circunstancias sociales). La imaginación acerca más al ser humano a sí mismo, que es quizás lo único 
 
27 KIERKEGAARD, Søren. Etapas en el camino de la vida. Santiago. Buenos Aires. 1952. 
15 
 
importante; no obstante, los hombres, tras la expulsión del Paraíso, o la separación de la naturaleza, 
abandonan su propia esencia y dirigen su energía al exterior; esto es, abandonan su imaginación: al 
príncipe Once. 
 El hombre, diría Emile Ciorán, “…en vez de trabajar por encontrarse, por reconciliarse consigo, 
con su fondo intemporal, ha dirigido sus facultades hacia el exterior, hacia la Historia.” 28 
 Así comienza el tiempo humano, del cual Once no entenderá nunca nada, pues está condenado (o 
bendecido) a nadar los ríos. 
 
 
1.1.2. Tontina 
 
La princesa Tontina aparece en el libro de Ana María Matute Olvidado rey Gudú; mágica, como es, 
llama la atención por ser un personaje que, a pesar de ser real y profundo, por el contrario de Once que 
es un símbolo, ha sido también sacada de los cuentos de hadas. Descendiente, según el “Libro de los 
linajes”29 de “Aquella princesa del cabello negro como el ébano y la piel blanca como la nieve…30”, 
por línea materna, y “…de aquella otra hermosísima princesa que durmió durante cien años.”31, por 
línea paterna, Tontina ha dado un extraño salto de “las Remotas Regiones de Los De Siempre”32 al reino 
físico y medieval de Olar. 
 La oportunidad perfecta se le presenta a Ana María Matute en ésta, su gran novela del género 
fantástico, para jugar con la realidad y la ficción de una manera peculiar. Ana María deja entrever la 
mezcla de los tiempos profano y mítico a través de sus personajes reales y fantásticos, mostrándonos 
cómo la visión del hombre es parcial y cómo su verdad es relativa. El humano, nos dice a lo largo de 
toda la novela, es un ente limitado en todos los aspectos. 
 Para sobrepasar los límites del entendimiento humano, Matute introduce a este personaje 
idealizado y puro:el personaje de la infancia perfecta y prototípica. Al venir de un mundo de cuentos de 
hadas, Tontina desconoce todo lo que al mundo humano se refiere. 
 Hay que aclarar que Ana María Matute nos presenta a los niños de este libro, en general, como 
niños abandonados por una sociedad adulta que los mira realmente hasta que pueden serle útiles: útiles 
como guerreros, como usurpadores en potencia de la corona por su sangre real, o como simples criados 
o concubinas. Mientras estos niños crecen son casi indignos de atención y, por tanto, su infancia 
 
28 CIORAN, E. M. La caída en el tiempo. Edición Digital. p.4. 
29 MATUTE, Ana María. Olvidado rey Gudú. Espasa Calpe. Madrid. 1996. p.316. 
30 Ídem. 
31 Ídem. 
32 Ibídem. p.302. 
 
16 
 
transcurre en soledad o a escondidas, así como a veces es interrumpida por los fines de sus padres: para 
brindarles entrenamiento guerrero o inculcarles conocimientos e ideas específicas. 
A dicho mundo sangriento, violentado por el hombre, llega esta princesa de cuento como 
prometida del rey Gudú. Su primera aparición es ya una clara revelación de su naturaleza pues, al 
presentarse el encargado de recibir a la princesa frente al barco, para su sorpresa, y para sorpresa de todo 
el reino, Tontina y su séquito se niegan a desembarcar. 
 ¿Cuál es la razón para ese comportamiento? No la hay. “La princesa Tontina y su séquito se 
encuentran muy bien en la nave y no tienen ganas de bajar a tierra: pero no por un motivo especial, 
sino simplemente porque no tienen ganas de hacerlo.” 33 
Esta respuesta podría impactar no sólo a los habitantes de Olar, sino a los de éste y cualquier 
otro reino o nación civilizada donde no tener ganas de hacer las cosas no es nunca un motivo 
suficientemente fuerte. 
 No obstante, en los cuentos de hadas no existe este deber ser y ese mundo carente de grandes y 
complicadas explicaciones no es solamente el mundo de los cuentos de hadas, sino el mundo de la 
verdadera infancia. 
 Dice Rousseau34 que para que un niño crezca de forma natural es necesario alejarlo de la 
sociedad y de sus costumbres, y, aunque esto en la práctica es imposible (la sociedad está representada 
por la madre o el tutor allí donde crezca el niño), la literatura es el mundo de las realidades alternas: la 
infancia perfecta es la infancia de Tontina, una niña que desconoce completamente el mundo humano, 
pues, aunque en su mundo haya reyes y castillos, todos estos están fuera del tiempo y por tanto no son 
reales. Si hay alguien, en consecuencia, que no sabe nada de la realidad, ésa es Tontina. 
 Hay que creer en los cuentos de hadas para que estos existan; y es por eso que Ardid, reina y 
madre de Gudú, así como toda su corte, pueden ver llegar a Tontina y a su séquito como si se tratase de 
una comitiva real y hermosa, más hermosa que las jamás vistas. Para desgracia de Tontina el mundo al 
que ha ido a caer no tiene nada de hermoso y mágico. 
Tontina, ante el asombro de Ardid, se comporta de una manera irracional y absurda, corre por el 
palacio, juega con los niños de su séquito y, a pesar de haber entregado a Ardid un cofre lleno de 
diamantes y esmeraldas, parece gustar más de piedras de río, ramas, hojas y otros objetos 
insignificantes. 
El colmo de su infantilidad llega cuando Ardid, seriamente, decide hablar con ella sobre su 
futura boda con Gudú, la reacción, al contrario de lo que la reina espera, es una conversión de la futura 
boda en un juego. 
 
 
33 MATUTE, Ana María. Olvidado rey Gudú. Espasa Calpe. Madrid. 1996. p.354. 
34 ROUSSEAU, Jean Jaques. Emilio o de la educación. Fontanella. Barcelona. 1973. 
 
17 
 
Y así casáronse todos infinidad de veces y de las más variadas formas: Tontina y Once, Once y un paje, 
dos pajes y una paloma, la misma Tontina y tres pajes, un paje y dos muchachas, una muchacha y una 
codorniz…35 
 
Ante esta actitud controversial y, para Ardid, incomprensible, la reina madre decide enviar al 
príncipe predilecto, medio hermano, por parte de padre de Gudú y fiel sirviente de éste, a vigilar a la 
princesa y a buscar una razón que explique dicho comportamiento. 
La respuesta dada por Predilecto a la reina tras haber hablado con Tontina es la siguiente: “… a 
lo que creo, todo lo extraordinario que parece rodear a la princesa, se debe a algo muy simple: la 
princesa es una niña.”36 
Con esta revelación, que parece tan insignificante, la reina se tranquiliza, y, puesto que Gudú 
parece alargar más y más su regreso a Olar, Ardid decide que la niña tendrá tiempo de crecer y madurar 
conforme a la voluntad de la reina. 
Aún antes de la planeación meticulosa de Ardid, este proceso ya está en marcha y, muy pronto, la 
princesa dejará de ser una niña. 
El primer paso que lleva a Tontina de la infancia a la madurez es, como indica Soledad Puértolas, 
el momento en que su cofre secreto cae abierto ante la mirada de todos. Este cofre representa la 
intimidad infantil de Tontina, una intimidad pura en la 
que piedritas de río y cuentas de vidrio son apartados de las miradas ajenas como un preciado 
tesoro de valor personal. 
En el mundo infantil las cosas valen desde diferente perspectiva, son valiosas por ser hermosas y 
no por lo que los demás han dicho que valen. 
Ardid se asombra cuando descubre el contenido del cofre; ella, que creía que en éste Tontina 
escondería diamantes y esmeraldas, se desconcierta y a la vez se arrepiente de lo que ha hecho: ha 
dejado desamparada y despojada de la protección de la fantasía a una inocente niña. 
 
En este preciso momento, con el cofre abierto a sus pies y el tesoro desparramado; Tontina pasa al otro 
lado de la línea. El tesoro se ha desvanecido, el secreto ha sido desvelado. La vergüenza ocupa el lugar 
que el secreto ha dejado vacío. Es la misma vergüenza que embargó a Adán y a Eva… 37 
 
Y con esta vergüenza, completamente desnuda ante las miradas ajenas, Tontina ya no podrá 
jamás ser la misma, desde este momento desconfiará de todo y de todos, comenzará a mentir, a fingir 
protocolos, a actuar como un adulto. 
 
35 MATUTE, Ana María. Olvidado rey Gudú. Espasa Calpe. Madrid. 1996. pp.387-388. 
36 Ibídem. p.425. 
37 PUERTÓLAS, Soledad. Prólogo en MATUTE, Ana María. Olvidado rey Gudú. Espasa Calpe. Madrid. 1996. 
18 
 
En su libro Pequeño tratado de las grandes virtudes38, André Comte-Sponville dedica el primer 
capítulo a la cortesía debido a que ser cortés no es una virtud en sí, sino la apariencia de virtud. En 
palabras de Aristóteles aprendemos a hacer las cosas haciéndolas, por tanto, tendríamos que ser 
virtuosos para llegar a serlo, lo cual es imposible, entonces, antes de creer en la virtud, que no es sino 
una construcción social, el niño tiene que fingir creer en ella para complacer a los adultos, este fingir 
creer es la cortesía. 
 El paso de la cortesía a la virtud es el que a la larga irá convirtiendo al niño en un ser humano 
que cree en los valores que el mismo ser humano ha construido a través de los siglos. Éste es el paso que 
divide la infancia del mundo adulto. Este es el paso que cruza Tontina: el paso de la cortesía, en el que 
se finge ser y luego se cree. 
 Para que Tontina pueda terminar de creer, para que esta princesa pueda dejar de ser una niña del 
todo, Ana María Matute recurre a la ya conocida metáfora de la bella durmiente. Tontina, al igual que la 
princesa del cuento hecho famoso por Perrault, dormirá para despertar a la vida adulta; abrirá los ojos 
como Adán y Eva, y, al abrirlos, tendrá que enfrentarse a la dura realidad humana. 
 Recordemos que el cuento de la bella durmiente – que originalmente era un mito germánico – 
hace referencia a una joven que, a punto de convertirse en adulta, cae en un hechizo (el cual en la 
versión original es ocasionado por su padre que desea protegerla del mundo adulto), este hechizo 
consiste en hacerdormir a la princesa (cerrarle los ojos y conservarla inocente); de éste, ella habrá de 
salir sólo para enfrentarse con toda la maldad del mundo. 
 En la versión de Perrault una suegra ogresa y en la versión mítica una esposa celosa, habrá de 
hacerle la vida imposible a la princesa, quien, a pesar de salir triunfante, entenderá que el mundo no es 
simple y hermoso. 
 Así Tontina dormirá un largo tiempo y abrirá los ojos a la responsabilidad, al papel que le ha sido 
asignado, al destino lejos del hombre a quien ella ama (Predilecto). “Con súbita congoja, Tontina se dijo 
por primera vez que, acaso, contrariamente a lo que siempre creyó, el mundo no era hermoso.”39 
 Pero, después de todo, Tontina es una princesa de cuento y, si bien el mundo humano puede 
destruirla, el mundo de la fantasía puede salvarla nuevamente. Así, tras su trágica muerte, Tontina, que 
por su propia naturaleza fantástica no había podido sobrevivir en un mundo adulto humano, regresa al 
tiempo mítico. El tiempo fuera del tiempo acepta de vuelta a esa hermosa princesa que ahora habrá de 
dormir para siempre (de permanecer inocente, cumpliendo con la meta original de la bella durmiente) 
congelando así a Tontina en una eternidad que no avanza nunca en un mundo total e inconsciente. 
 
 
38 COMPTE-SPONVILLE, André. Pequeño tratado de las grandes virtudes. Paidós. Barcelona. 2005. 
39 MATUTE, Ana María. Olvidado rey Gudú. Espasa Calpe. Madrid. 1996. p.430. 
 
19 
 
 A pesar de todo, el paso por el mundo humano deja huellas. Y, así como Ana María Matute 
explica aquél sentimiento extraño que a veces llega al corazón de los humanos, “recuerdo, melancolía o 
deseo”40,con el paso por el mundo de una Ondina enamorada; así, aunque quede como un recuerdo de 
algo que jamás sucedió o que no ha sucedido aún, Tontina permanece como una fuerte huella en la 
novela de Matute y, a su vez, en su existencia eterna y dormida hay una leve marca de su paso por el 
mundo humano y por el reino de Olar: una marca hecha por una pequeña piedra azul, una piedra azul 
que representa su infancia, su madurez (su amor) y su muerte: todo lo que tuvo que sufrir y enfrentar 
para regresar a su cuento de hadas en el que el amor eterno es posible y se vive feliz para siempre. 
 
Pero debe suponerse que, tal y como suelen terminar estas historias, fueron todos muy felices. Aunque la 
princesa nunca más sería tan cándida, ni el Príncipe tan Azul, ni los niños tan ignorantes e indefensos. 41 
 
 
1.2. La expulsión del Edén 
Dijo Dios al hombre: de todo árbol del jardín puedes 
comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol 
del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer 
de él, porque en el día que comas de él, seguramente 
morirás. 
 
 Gen. 2,17 
 
En varias mitologías, como expone Mircea Eliade42, podemos encontrar a un héroe que lucha contra un 
monstruo para obtener la inmortalidad que se encuentra generalmente en un árbol. El mito bíblico del 
Génesis hace referencia precisamente a ese momento en que el héroe (Adán) pierde la lucha contra el 
monstruo (la serpiente) perdiendo así lo más preciado y divino: la inmortalidad. 
Que Adán y Eva abran los ojos no es sino la metáfora de la conciencia, conciencia de su 
condición humana y como tal vergüenza de su cuerpo (de la parte finita de su yo diría Kierkegaard). La 
expulsión del Edén marca el inicio del tiempo humano, en tanto que al ser consciente de su yo finito el 
ser humano adquiere la necesidad de medir ese algo al que ha sido arrojado. Ese algo no es sino el 
tiempo, el tiempo humano. 
 
 
40Ibídem. p. 540. 
41 MATUTE, Ana María. El verdadero final de la bella durmiente. Espasa Calpe. España. 1999. p.121. 
42 ELIADE, Mircea. Tratado de historia de las religiones. Era. México, DF. 2004. 
20 
 
 
1.2.1. Matia 
 
Como hemos visto, para Ana María Matute la infancia no forma parte del tiempo adulto y es por eso que 
sus personajes infantiles casi siempre se sienten como extraños en ese mundo desconocido que es el 
mundo humano. “Qué extranjeros y absurdos, nosotros. Qué fuera del mundo y hasta del tiempo.”43 
 Primera memoria (1960) es una novela que narra la historia de una niña que lucha por no 
adentrarse en un mundo adulto pues, a pesar de haber sufrido el divorcio de sus padres, una guerra civil 
y la muerte de su madre, aún posee algo: su inocencia. La inocencia de Matia se refiere al no 
entendimiento del mundo humano y al aislamiento de éste a través de un armario, de cuentos de hadas y 
de un muñeco negro llamado Gorogó. 
 El mundo del que huye Matia es un mundo patético y terrible: un mundo lleno de guerras 
absurdas donde se enfrentan los fantasmas de su padre y del tío Álvaro (sombras cuya ausencia los 
vuelve más fuertes: los vuelve ideas, anhelos, esperas, odios…); un mundo fundado sobre muertos, 
como sobre el abuelo, con sus valores materiales y empolvados como la vajilla, regalo del rey; un 
mundo lleno de abuelas que obligan a todos a creer lo que ellas dicen; un mundo donde las tías Emilias 
se barnizan las uñas y esperan a sus maridos blandos y sebosos, podridos de dinero; un mundo lleno de 
secretos vergonzosos que ella no quiere conocer; ese mundo con el que todos la amenazan como con un 
arma y la obligan a sofocarse “Borja con sus burlas, la abuela con sus rígidas costumbres y su pereza y 
despreocupación de nosotros y tía Emilia con su inutilidad pegajosa.” 44 
 Y es que, desde la mirada de Matia, ese mundo que los hombres han creado es insoportable, 
ridículo y temible. Por eso, ella se aferra a su Edén y hará todo lo posible por no comer la manzana que 
la acecha a toda hora como una gran amenaza. 
Un elemento importante dentro de la narrativa de Matute es la luz del día. En varios cuentos ella 
relaciona la noche con el tiempo de los niños, mientras que el día está asociado al tiempo de los adultos. 
 
Porque las noches le pertenecían. No eran como el día, inundado de seres envejecidos y perversos, duras 
personas burlándose […] únicamente la noche era suya […] el día traería el pavor, la claudicación, el desaliento 
de ser un muchacho.45 
 
Matia y Borja también son dueños de la noche: en la logia, cuando el sol se oculta, ellos hablan 
de su soledad y su tristeza. Pero el día no les pertenece, el día es de los adultos con su mundo racional y 
luminoso. El sol, como podemos observar a lo largo de la novela, es siempre una amenaza: “… y detrás 
 
43 MATUTE, Ana María. Primera memoria. Plaza & Janes. Barcelona. 1999. p.118. 
44 Ibídem. p.139. 
45 MATUTE, Ana María. Algunos muchachos en Algunos muchachos y otros cuentos. Salvat. Navarra. 1970. pp.45-47. 
21 
 
el sol feroz y maligno empujando con su fulgor el rojo rubí…”46 Matia no puede defenderse de ese sol 
desde su llegada a la isla donde su habitación tiene unas persianas que no se pueden cerrar. Ese sol 
representa el despertar al mundo adulto, mundo que, como podemos observar en las constantes alusiones 
al sol, no deja de estar acechando a Matia continuamente. 
A lo largo de la narración descubrimos que Matia se traiciona a sí misma puesto que está 
creciendo y no quiere darse cuenta, ya no puede querer a Gorogó, la isla de Nunca Jamás queda cada vez 
más lejos y se va deslizando hacia ese precipicio al que todos vamos cayendo sin importar que Manuel 
intente clavarle la mano en una tierra aún limpia. 
Finalmente, Matia acabará traicionando a su primo Borja, que es como su hermano (tienen 
cadenitas gemelas); y a Manuel, su mejor amigo, su única comunicación verdadera. 
Así, al traicionar a su propia sangre, y también a Manuel –el bueno, el mártir, casi equiparado, 
dentro de esta novela y también en Los soldados lloran de noche (1964), con Jesucristo– Matia será 
como Judas y su pecado la hará crecer: la expulsará del Paraíso. “De un tirón se rasgó la sutil neblina, 
el velo que aún me manteníaapartada del mundo. De un brutal tirón apareció todo aquello que me 
resistía a conocer.”47 Matia abrirá los ojos y se avergonzará de sí misma como Adán y Eva y, como 
ellos, también será consciente. 
 
Y de pronto estaba allí el amanecer, como una realidad terrible, abominable. Y yo con los ojos abiertos, 
como un castigo. […] ¿Acaso nunca podría cerrar los ojos? “Estas cosas, dicen, son la conciencia.”48 
 
 Termina entrando Matia al mundo adulto, mundo dentro del tiempo donde la inmortalidad es 
inconcebible. Dios condenó a la muerte a aquel que probara el fruto del árbol del conocimiento de lo 
bueno y lo malo, es decir, lo condenó al tiempo. Dios alejó también a Adán y a Eva del árbol de la vida 
que, en concepción de Eliade, es el árbol de la inmortalidad, colocando a su alrededor querubines con 
espadas llameantes para cuidarlo. El rasgo esencial del ser humano es su finitud o, más bien, la 
conciencia de su finitud. “Porque la joven sirena no consiguió un alma inmortal”49 
 Matia no creerá ya nunca más que la muerte es un engaño de los padres para que los niños se 
porten bien. Ahora ha sido expulsada a un mundo donde debe ganar el pan con el sudor de la frente, 
donde los hermanos se matan los unos a los otros, donde el hombre se miente para esconderse la muerte 
creándose una sociedad ficticia, artificial y absurda. 
 
46 MATUTE, Ana María. Primera memoria. Plaza & Janes. Barcelona. 1999. p.44. 
47 Ibídem. p.241. 
48 Ibídem. p.252. 
49 Ídem. 
22 
 
 Éste es el nuevo mundo al que pertenece Matia, sin posibilidad de regreso, el sol ha salido ya y el 
gallo canta. En el mundo de los cuentos de hadas la princesa puede salvarse a través del amor, pero en el 
mundo de los hombres “…los unicornios nunca vuelven.”50 
 Su lucha, una lucha que no era evasiva de la verdad sino que evitaba caer en la mentira del 
hombre, ha fracasado. Ahora Matia deberá convertirse en ser humano, deberá sumergirse en esa 
sociedad tan temida, deberá creerse la mentira. Nada ilustra mejor el reproche que Ana María Matute 
hace a la sociedad a través de esta novela que el epígrafe de la misma: “A ti el Señor no te ha enviado y, 
sin embargo, tomando Su nombre has hecho que este pueblo confiase en la mentira.” Jeremías, 28-15. 
 
 
1.3. El mundo total adulto: la locura de Ilé Eroriak 
 
En el primer libro de Ana María Matute Pequeño teatro (1954)51 se observa ya la obsesión que la 
escritora barcelonesa tiene por la inocencia. La inocencia como la capacidad, diría Cortázar52, de nadar 
los ríos: de ir por el mundo sin la complicación de buscar un significado, sin la necesidad de mentir un 
sentido para poder sobrevivirse. Sí: sobrevivirse, porque nadar los ríos se trata simplemente de 
sobrevivir, pero lo que hace el hombre es llevarse a sí mismo, como individuo, sobre los hombros y 
dirigirse, con su persona encima hacia la sobrevivencia. La locura es, para Matute, esta inocencia: la 
locura como la inocencia, como la sociedad cerrada dentro del mundo adulto. 
 La RAE define locura como “Privación del juicio o del uso de la razón.”53 En esta definición 
encaja muy bien el loco inocente. Empero, existe también un tipo de locura consciente. ¿Encajaría este 
tipo de locura con esta definición? Si dividimos los términos conciencia de razón nos daremos cuenta 
que la razón es externa mientras que la conciencia es interna. Así pues, la razón es un orden social, un 
orden que, como observaron los románticos, se derrumba fácilmente. 
 En su libro Filosofía y poesía, María Zambrano distingue entre la razón filosófica y la conciencia 
poética. 
 Esta razón filosófica es descrita como un sistema: “El sistema es lo único que ofrece seguridad al 
angustiado, castillo de razones, muralla cerrada de pensamientos invulnerables frente al vacío.”54 La 
razón la entenderemos aquí, pues, como esta construcción social, todo aquél que se sale de este sistema, 
ése es el loco. 
 
50 MATUTE, Ana María. Paraíso inhabitado. Destino. Barcelona. 2008. p. 396. 
51 Primera en ser escrita mas no en ser publicada. 
52 CORTÁZAR, Julio. Op.cit. 
53 www.rae.es 
54 ZAMBRANO, María. Filosofía y poesía. FCE. México, DF. 2000. p. 87. 
23 
 
 La razón conlleva control sobre la realidad, poderío, seguridad. Mas la conciencia poética es 
descrita por Zambrano como un martirio del conocimiento. La conciencia en ella (en la poesía) no 
significa poderío.55 
 Ser consciente equivale a darse cuenta de su condición humana. Ser racional equivale a 
organizar la realidad circundante al hombre. Tanto la conciencia como la razón separan al hombre de la 
naturaleza. Pero la conciencia le muestra su condición finita, la razón, como una herramienta, le oculta 
dicha condición intentando brindar sentido a la existencia. 
 Hago este pequeño análisis para no limitar el término locura a la inocencia. Para los románticos, 
la locura representa conciencia. Si nos remontamos, también, a los inicios de la novela, en específico de 
la novela española, encontramos a otro loco sabio que se ha convertido en el prototipo del loco que mira 
más allá de lo que todos miran: el hidalgo don Quijote de la Mancha. 
 Sin embargo, Ilé Eroriak, al menos en un inicio, no es un loco sabio, es un loco inocente. Su 
locura, a diferencia de la locura romántica es una locura inconsciente. “Su grande, su extraordinaria 
imaginación le salvaba milagrosamente de la vida. También su ignorancia, y sobre todo, aquella fe 
envidiable y maravillosa.”56 
 Ilé, como los niños, se salva de la vida a través de la imaginación. Su ignorancia lo salva del 
tiempo, de la conciencia, de la muerte, del sinsentido. Su fe lo levanta de entre los hombres materiales 
elevándolo a un nivel espiritual. Su fe no es una fe en Dios sino en el mundo, cree, como Tontina, que el 
mundo es hermoso. 
 
En la isla donde yo vivo hay grandes pájaros de vuelo lento y bajo. En la isla donde yo vivo, los 
muchachos cuelgan de los árboles grandes bolas de color de plata, de color de oro, de color de sueño. 
Dentro de las esferas de plata, el mundo es muy distinto. El mundo es muy hermoso.57 
 
 Esto es porque Ilé, como una isla, está separado del mundo humano. La metáfora de la isla es 
muy frecuente en Ana María Matute, la utiliza como escenario de Primera memoria, para brindarle un 
aislamiento de la guerra civil, en Olvidado rey Gudú la usa como lugar de salvación materializado en la 
isla de Leonia, y Gudulín, el solitario, al morir, se convierte en una isla navegante. 
 La felicidad dentro del mundo humano no es un estado sino un instante (o varios). Sin embargo, 
Ilé Eroriak es un ser feliz, pero es feliz, precisamente, porque no razona su felicidad. “Nunca hubiera 
podido decir por qué era feliz. Ni siquiera lo sabía”.58 
 
 
55 Ibídem. p.88. 
56 MATUTE, Ana María. Pequeño teatro. Edición Digital. p.6. 
57 Ibídem. p.98. 
58 Ibídem. p.10. 
 
24 
 
 
 
–¿No es cierto que nadie hay más feliz que tú? –continuó el hombre del hotel–. ¿Acaso no acierto? 
Naturalmente, tú no puedes apreciarlo. Eso es bien cierto. En la inconsciencia está el secreto.59 
 
 La separación hombre/mundo, sujeto/objeto, hace del ser humano un ente racional, pero también 
lo vuelve incompleto, miserable, le arrebata la totalidad, le devela el sinsentido. 
 Ilé, dentro de su ignorancia, no se siente separado del mundo, aunque sí de los hombres; no es un 
ente racional mas tampoco incompleto, no necesita completarse y por tanto no busca un sentido. Ilé 
Eroriak es un individuo leve y feliz. Sin embargo, su propio misterio; así como aquel que posee la Maga 
de Cortázar60, ese misterio de individuo total e inconsciente que atrae a Oliveira, en este caso también 
atrae la atención de un individuo que busca, de un individuo que, como Oliveira, mira los ríos, los mide, 
los desea, pero no los nada. Marco, el extranjero, el invasor que ha llegado en búsquedade un sentido, 
posa sus ojos en Ilé Eroriak. 
 
Tal vez mi corazón esté siempre en lo más profundo de las sombras, y nunca le llegará el sol de tu pureza, 
de tu gran sabiduría. ¡Ay, Ilé, cuánto veneno hay en mí, todavía, que me consume! 61 
 
 Marco, incapaz de nadar los ríos, es capaz de mirar desde afuera, con la mirada del foráneo, lo 
que para todos ha pasado desapercibido. Ilé, no es tan sólo un loco, como la sociedad de Oiquixa lo ha 
calificado, sociedad incapaz de mirar más allá de su propia escenificación de la vida; Ilé posee el 
misterio de la pureza, la completud que Marco anhela. 
 Es por eso que Marco lo busca, se convierte en su amigo, lo incluye en sus planes de soñador 
pues, a pesar de su decepción y desencanto del mundo, Marco aún no se ha dado por vencido. Él solía 
tirarse en una barca vieja cuando niño y miraba el cielo y soñaba largas travesías. “Por los cerrados 
ojos de Marco navegaban tristes barquillos de papel. Esos barquitos abandonados por los niños en el 
agua.”62 Y es que Marco, lleno de nostalgias de infancia, lleno de sueños que no desea interrumpir, 
anda por el mundo en busca de algo que justifique su existencia. “Hay una vida, es indudable. En 
alguna parte andará escondida la vida.”63 
 El continuo contacto de este insaciable caminante chocará de pronto con el interior antes intacto 
y puro de Ilé. Ilé comenzará a esperar el día en que Marco y él –como Marco ha prometido– navegarán 
juntos lejos de Oiquixa. 
 
59 Ibídem. p.19-20. 
60 CORTÁZAR, Julio. Op.cit. 
61 MATUTE, Ana María. Pequeño teatro. Edición Digital. Ibídem. p.29. 
62 Ibídem. p.31. 
63 Ibídem. p.32. 
25 
 
 Empezará a creer, como los hombres, en un sentido más allá de sí mismo. Abandonará la fantasía 
del pequeño teatro del titiritero Anderea, y empezará a creer en el mundo humano. Desde luego, el 
mundo humano, lo decepcionará. 
 Así como los protagonistas de Esperando a Godot, Ilé se quedará esperando y la promesa de 
Marco no llegará. Ilé se convertirá en traidor –al igual que Matia– y traicionará al hombre que le ha 
mentido: al hombre que le ha hecho creer que la vida es más que sólo andar por ahí viviéndola. 
 Ilé siente por primera vez odio, odio por quien le arrebató su felicidad (aquella que él ignorara) y 
le vendió la idea de una felicidad ficticia. 
 Finamente, Ilé caerá en la conciencia. Pero su conciencia será la conciencia de un hombre loco, 
la conciencia a la que Zambrano denomina conciencia poética. Como el hombre lunático de Nietzsche 
en La Gaya Ciencia64, Ilé irá por Oiquixa llorando la muerte de Dios (aquella parte infinita de su yo que 
Marco le ha arrebatado), y aquellos que se han conformado con un Dios mentido, con un falso sentido, 
con la mentira de la sociedad de Oiquixa (esa pequeña farsa, ese pequeño teatro prefabricado) se 
mofarán de él porque está loco, porque siempre ha estado loco y siempre lo estará. 
 Ilé regresará a su fantasía, se refugiará en los títeres del viejo Anderea, no obstante, no los verá 
ya desde su infantil visión del hombre que no ha perdido el Edén; ahora, junto con el titiritero, se mofará 
de esa sociedad a la que desprecia, de esa sociedad risible y que, sin embargo, es la causa de su 
desgracia, la causa de la conciencia de su soledad y de su sinsentido. 
 Ilé, como el loco romántico, ha dado un vistazo a la sociedad y ha visto demasiado. No ha 
caminado paulatinamente desde la inconciencia, pasando por la ausencia que lleva al hombre a buscar 
un sentido, por el sentido mentido que puede hacerlo de cierta forma feliz, a la decepción de la mentira 
que puede alejarlo de la sociedad. Ilé no es una madame Bovary decepcionada de su meta y creándose 
una nueva meta, Ilé no obtiene jamás lo que quiere y se decepciona antes de tiempo, pasa de la 
inconciencia a la conciencia y a la decepción demasiado pronto, y habrá de vivir el resto de su vida sin 
creer en el mundo y sin poder regresar a su sí mismo, a lo que era él en un principio: un ser leve, un ser 
feliz y completo. 
 
 
1.4. Conclusiones del capítulo 
 
Ana María Matute nos habla de lo que es la infancia: la inconciencia, esa capacidad de vivir sin 
necesidad de colocar un sentido a la existencia. 
 Ser niño es situarse del otro lado de la línea, no sentirse finito y, por tanto, insignificante. 
 
64 NIETZSCHE, Friedrich. La Gaya Ciencia. Yerico. Madrid, 1990. 
26 
 
Los niños, desde el lado de allá, no pueden creer en los valores adultos puesto que aún no han 
tenido la necesidad de engañarse. Para ellos, estos valores son absurdos y lo son puesto que no encajan 
con la realidad que observan. 
El mundo humano en el que estos seres han caído es un mundo superficial que contrasta con todo 
lo natural, incluyendo aquí sus propios instintos y sentimientos que aún no han sido adaptados a la 
superficialidad humana. 
Sin embargo, como nos muestra Matute, los niños deben pasar por ese proceso de conciencia 
que, posteriormente, los llevará al autoengaño. Dicho autoengaño será generado no por la conciencia, 
sino por la fabricación racional de sentido cuyo fin es olvidar la propia finitud e insignificancia. 
El hombre, dice Heidegger65 , se ha construido todo un mundo artificial cuyo único objetivo es 
ocultarse la propia muerte. 
Con este ocultamiento el hombre, como plantea Erich Fromm66, ha olvidado un lenguaje básico, 
el de los mitos y los cuentos de hadas, lenguaje que sobrevive en el subconsciente humano a través de 
los sueños, pero que el hombre trata de omitir restándole importancia, calificándolo de insignificante, 
mientras que, como dice Fromm, es éste el lenguaje que le dice quién es en verdad, el que pone en 
relieve su pensar y su sentir antes de ser moldeado por los cánones sociales. 
La locura se presenta en Matute también como inocencia, no obstante, toda inocencia que 
subsiste en la narrativa de la escritora catalana es cruzada a causa de la conciencia humana. 
Sólo el tiempo sagrado, es decir el tiempo sin tiempo, puede salvar a los hombres de la 
conciencia, es así que sólo los personajes de los cuentos de hadas pueden vivir felices para siempre. 
 
65 HEIDEGGER, Martin. El ser y el tiempo. FCE. México, DF. 1974. 
66 FROMM, Erich. El lenguaje olvidado. Hachette. Buenos Aires. 1980. 
 
27 
 
2. Dentro del tiempo 
 
Como sería de esperar, es siempre la misma lucha contra el Tiempo, la 
misma esperanza de librarse del peso del «Tiempo muerto», del Tiempo que 
aplasta y que mata. . 
 
Mircea Eliade 
 
Todos sabemos que el hombre busca sentido para vivir. Como dice Octavio Paz: “El 
mundo del hombre es el mundo del sentido”67. Efectivamente, que el mundo signifique, que 
la vida signifique, es elemental para el ser humano. 
 En su libro Estar de más en el globo, Manuel S. Garrido68 afirma que la creación de 
una realidad aparte se debe a un instinto de sobrevivencia, pues el hombre no puede vivir 
sin la continua tarea de construir para algo, de proyectar; este proyectar es la búsqueda de 
hacer y que ese hacer signifique. El hombre, por el contrario al resto de los animales, no 
puede existir por existir, necesita existir para algo o por algo. Este rasgo es esencial del ser 
humano, pues si la vida del hombre no tiene sentido es para él como no tener agua, por 
ende, el sentido es para el hombre un instinto de sobrevivencia, pero de sobrevivencia 
humana. 
 En El mito de Sísifo, Camus describe el concepto de absurdo de la siguiente manera: 
 
Si veo a un hombre atacar con arma blanca a un grupo de ametralladoras, juzgaré que su 
acto es absurdo. Pero no lo es sino en virtud de la desproporción que existe entre su 
intención y la realidad que le espera, de la contradicción que puedo advertir entre sus 
fuerzas reales y el fin que se propone. Del mismo modo, estimaremos que un veredicto es 
absurdo oponiéndolo al veredicto que, al parecer, imponían los hechos.

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