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.¡ '1 i' 1 ' grijalbo1 ~. ·• ALBERTO L. MERAN! ~ ' 11 ~-·------- - -- . ~· HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA k . . \\ ... DE LA ANTIGÜEDAD GRIEGA A NUESTROS DÍAS .. ¡ r ''! 1 ~¡ . } '¡ !· " i :¡l. /~ .. JI . k ' l:J:,· " «BIOLOGÍA Y .. PSICOL(X;ÍA DE HOY)) Serie mayor EDICIONES GRIJALBO, S. A. BARCELONA - BUENOS AIRES- l\1ÉXICO, ·D. F. 1976 © 19i6, ALBERTO L. MER.ANI © 1976, EDICIONES GRIJALBO, S. A. Deu y Mata, 98, Barcelona, 14 (España) "'~' Primera edición Reservados todos los derechos PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA ISBN: 84-253-0681-7 (rústica) Depósito Legal: B. 24.413 - 1976 · Impreso en' Gráficas Marina, S. A. Paseo de Carlos I, 149 - Ba;celona - 13 ¡ l " ÍNDICE i:refacio Introducci6n epistemológica. I. Significado de la Historia de la Psicología II: Las tendencias de la Psicología . PARTE PRIMERA EL CONCEPTO DE NATURALEZA HUMANA. ENTRE LOS GRIEGOS Capítulo 1 I. Los orígenes: desde los tiempos homéricos hasta Diógenes 9 11 39 de Apolonia . 67 ll. La fase hipocrática Capítulo 2 . I. El descubrimiento de la subjetividad\ y la psicología subor- 91 dinada a la ética de Sócrates . · 103 Capítulo 3 I. Platón y la objetividad ideal del universo II. Aristóteles y el alma como forma del individuo orgánico . III. La escuela alejandrina y el resurgimiento de la psicofisio- logía . Capítulo 1 PARTE SEGUNDA ROMA, O LA TRANSFORMACIÓN DE LA cOUSfA:) EN ~LEX» I. La antropología_ griega bajo el dominio romano II. El pensamiento romano y su antropología . 940423 •• ~· ;.J 114 128 142 .. \ J; l. _, 6 ALBERTO L. JIERANI Capítu'Lo 2 I. La fase galépica II. Irrupción del pensamiento hebraico Ill. La culminación del neoplatonismo PARTE TERCERA LA RUINA "DEL MUNDO ANTIGUO Y ·EL DOMINIO DEL PENSAMIENTO TEOLóGICO Capítu'Lo l La búsqueda de una ciencia superior . Capítu'Lo 2 San Agustín y los últimos pensadores de Oriente Capítu'Lo 1 PARTE Ct!ARTA EL MUNDO MODERNO: LA REVOLUCIÓN DE LAS INTELIGENCIAS Los orígenes del mundo moderno . Capítu'Lo 2 La antropología concreta del Renacimiento Capítu'Lo 3 Descartes y el problema de la esencia del alma·. . · Capítu'Lo 4 La oposición a Descartes PARTE QUIN'rA EL HOMBRE DEL SIGLO DE LAS LUCES Capítu'Lo 1 Confluencia y renovación . Capítulo 2 Psicología, teología y políttca . Capítu'Lo 3 La filosofía del espíritu y la filosofía crítica 171 181 185 195 209 239 248 280 303 321 345 C -"'-CA DE LA PSICOLOGÍA BISTOBIA iu·u PARTE sEX'rA y sus IDEALES EL HOMBRE DE LA BURGUEStA .. Capitulo 1 . ' 1 . . y contrarrevoluc1on Revo uc1on Capítulo 2 · · 'n . 1 ' . glesa de la asoc1ac10 . La ps1co ogia m Capítulo 3 . · 1 ' experimental alemana La ps1co og1.a Capitulo 4 1 "dad de .la psicología francesa .. La comp e11 Capítulo 5 Los epígonos . pARTE si:PTJ:MA . .ALIENACióN LA pSICOLOGtA DE LA. Capítulo 1 d r Psicología y relaciones de po e Ca..ritulo 2' filosofía. del espíritu· ,.. · logía como Henri Bergson o la ps1co , . . Capitulo 3 • d la inteligencia práctica La psicolog1a e · · Capítulo 4 lí . El cboom> psicoana tico LOS PARTE OCTAVA AMENTOS DE LA pSICOLOGtA FUND ..-Tl'fTT-mQ DEL 1' VJ."""" 7 363 379 417 .449 494 523 541 562 583 Capítulo 1 como búsqueda del sujeto epistémico: Jean. 609 La psicología Piag~t Capítulo 2 La dialéctica en psicología 641 ¡ r ii '¡ j PREFACIO En lengua castellana no existe una verdadera historia de la psicolo- gía; todas las que circulan, traducciones del inglés, del francés y del alenián, están relacionadas con presupuestos y datos relati~os a los res- pectivos países. Para decir la verdad, no se puede escribir una historia de la psicología que se relacione con m evoluci6n en nuestros países: carecemos de hechos. teóricos o positivos que lo justifiquen. Pero tam:.. · poco se puede escribir sobre un tema que es parte de la cultura y del saber universales ciñéndonos al presupuesto de su desarrollo allá o acuHá. Ef conocimiento del hombre como antropología concreta es obra de todos los hombres, y los casiUeros nacionalistas ponen anteojeras y crean dificultades, cuando no impiden~ lisa y llanamente, la visión en perspectiva. Por ello nos hemos atenido a un criterio metodológico que estimamos sano: sin prescintlir del espacio, del tiempo, hemos desarro- llado el tema sobre la trama de la historia universal, o, mejor dicho, para expresarlo con palabras de Giam Battista Vico, en función del ccorso e ricorso> de las ideologías que expresan, entre muchas otras c08as, el concepto de naturaleza humana peculiar a la época~ La psico- logía les es tributaria en mayor grado que cualquier otro saber; el lazo que une cideología» y «psicología» es tan estrecho, ajustado, que ~y momentos, como en la acm.alidad, que la psicología representa la praxis de la ideología reinante, y otros, como en el siglo pasado, en que es la · ideologfa misma en abstracto. Aceptado esto, nuestro trabajo tiene la pretensión de ofrecer una relación crítica, que juzga los valores d~_ !as ideas y de ias obras de los psicólogos. El método que empleamos· es el histórico-crítico, que engloba como procedimientos indispensables los conceptos genético y dialéctico en la formación del saber y en la estructuración de la cultura. La psicología es una necesidad cultural; es la necesidad imprescindible que tiene el hombre de saber cómo y por qué es hombre, cómo y por qué la hominización se concret,6 en la humanización. Con espíritit crítico no admitimos ninguna afirmación sin haber reconocido su legitimidad; tampoco hacemos la cronologfa de los hombres o de las escuelas que bien o mal se ·ocuparon de psicolo- gía, sir.o que historiamos la génesis de las grandes ideas en psicología a .. 10 ALBERTO L. MERANI través de las figuras o escuelas que las lom circu'laci6n. Por esto nuestra histor' cong eraron o pusieron en que transcurre; de entonces hasta J..~ concluyedaen la mitad del siglo Wall p· '· "'"''"o, para r dos nombres desde on Y. w.get, ningún nuevo contexto teórico apareció en z' . . que nos ocupa, y aunque las premisas estén dada e . campo cualitativo que las justifique no se produjo. s todavía, el salto ALBERTO L. MERANI INTRODUCCIÓN EPISTEMOLóGICÁ. I. SIGNIFICADO DE LA HISTORIA DE LA PSICOLOGíA l. Contexto ideológico del concepto de la psicología. - Las historias de la psicología representan el reinado de la arbitrariedad. Hasta hoy el historiador de la psicología ha !sido hombre de una sola doctrina: --4,dealista o realista,· racionalista o empirista, y, además, por encima de', la doctrina se ha mostrado demasiado orgulloso de una tradición psico- lógica, la de su mundo cultural, y ha considerado la psicología como ciencia típicamente anglosajona, como únicamente germana, o exdu- sivamente gala. Sin embargo, la psicología, y menos todavía en su forma moderna, no se deja encerrar en ninguna doctrina ni enclaustrar en patios nacionalistas. Para comprender sus progresos efectivos, para seguir eri ella el tral;>ajo y los pasos de la razón, se requiere coordinar varias filosofías y diversas ciencias. Pe: este moclo-filosofía y ciencia se convierten en _sus pilares, y sus respectivos cambios o progresos, en ~lles po~· do;;cf;· ¡.uedan sus resultados. El psicólogo no puede ser menos osado, menos ingenioso ni menos completo que el científico o el filósofo; por el contrario, la situación muy especial de su saber como ciencia conjetural 1 lo obliga, de una manera u otra, a s.er tan osado . como el científico y tan ingenioso como el filósofo. Por esta razón se debe admitir un principio de complementariedad en.Ja-historia .. de .. Ja ~~(!Ología, como . en' la psicología misma~ «La ciencia -escribió Gaston Bachelard 2-, suma de pruebas y de experiencias, suma de reglas y de leyes, suma de evidencias y de hechos, requiere de unafilosofía eón doble polo.> Esta filosofía bipolar, e¡¡t11 conciencia de la reciprng!_g-ª_Q._.d~ la convalidación que une empirismo y racionali.Smo en la psicología, que óbliga a comprender el empirismo y a aplicar el racionalismo, se'expresa a través de la dialéctica propia del fenómeno psíquico. La manifestación de un progreso. psicológico, en la historia de la psicología, se entiende únicamente así. Un tema de epistemología fundamental en la psicología contempo- ránea ~~!ª-.oposición entre racionalismo y empirismo. En su enfoque histórico el problema se concreta, para la psicología de los últimos cien \ \ 1 i ! '· 1 ¡ i 1 11 12 ALBERTO L. MERANI años, en la tarea que iniciaron dos investigadores: Wilhelm Wundt, quien trabajó dentro del contexto de la tradición empirista-asociacio- nista, y Franz Brentano, que ofreció una concepción alternativa, repre- sentando la tradición empirista con un muy fuerte acento racionalista. En los dos casos, tanto empirismo como racionalismo connotan las expresiones clásicas del siglo XVIII, de ambas corrientes, y su labor se . e~tiende desde los últimos decenios del siglo . pasado hasta la primera decada del actual. De la misma manera, el trasfondo ideológico de los actuales tipólogos y de los psicólogos diferenciales acusa predomi- nante origen racionalista, así como l~ muy reciente psicolingüística en sus tramos iniciales .con Osgood y Sebeok,ª arranca de motivos e~pi ristas sin haberse podido sustraer, hasta hoy, de la matriz originaria. Por supuesto, no se trata de una filiación directa de escuelas, de que empirismo y racionalismo constituyan la trama sobre la cual y respec"". tivamente estos o aquellos psicólogos tejen el cañamazo de sus elucu- braciones. Los hechos no son porque la justificación de nuestras nece- sidades pueda encontrarse en nuestra experiencia sensorial como sos-,. " . ' tenia John Locke; tampoco cabe reconocer la aparente contingencia de la mayoría de las situaciones que solamente conoceríamos, a la ·manera de Descartes, siempre que aceptemos algunas verdades necesarias de las cual.es la contingencia aparente depende en última instancia. En resumidas cuentas, frente aí mismo hecho psicológico, la inteligencia por caso, empiristas y racionalistas acuerdan ·aceptarlo como tal. En retornando al ejemplo de 'Y_l.!!1~ BrenJano .. p,1m1 §l_mbos la-intelig~ncia es_unª--~!El~!!lta.d», en la cual \lÍoes~conservan íntegra la orga~ nización jerárquica que ~l pensamiento medieval otorgara a las facul- tades; más aún, respetan la distinción que hiciera Aristóteles entre funcignes noéticas y orésic~~~!E~ ... gQito.cimiento-y- dese.o- Sin embargo, hay una diferencia capital entre los sistemas psicológicos de Wundt y de Brentano que los contrapone e impide cualquier asimilación sintética de 13.~~mos. La unidad final de todo lo expuesto y experimentado por <~unq) está en que considera los fenómenos psicológicos como siendo contingentes en el sentido de que, representando simples con- junciones, no dependen, sin embargo, de nada que por sí mismo no sea contingente:, Idéntica unidad encontramos en la obra de -Brentano, pero con la diferencia esencial de que la contingencia. de las conjunciones (o sea de los procesos de asociación, que ambos aceptan) depende de principios racionales que valen· por sí mismos y que no tienen nada de contingentes. De aquí que Wundt y Brentano coincidieran en la aceptación y la necesidad de una psicología de laboratorio, de que es iniciador el primero, y se ubicaran en campos opuestos en cuanto a la interpretación de los hechos y de las consecuencias teóricas o prácticas que de los mismos derivan. A lo largo de la historia de la psicología, el psicólogo empirista y HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 13 e.l psicólogo racionalista -cpnsiderando siempre empirismo y raciona"." lismo como contexto del pensamiento-- conocen los mismos hechos experimentan las mismas situaciones, afrontan al mismo y único hom~ bre real, el de su época, pero cuando llegan a la etapa del discurso que ordenará los resultados sieriten la obligapió~ de responder de manera opuesta a dos cuestiones fundamentales. )fa primera se refiere a la fueri.~-~!~.,p~esk._Q_co~o.c· .'ento¡(.1a segun_da, al respaldo que se le debe ~· El ~Slcolo rac1onalis rmqm~ _pertenezca a la 99Lzi~p,iCL~~ rrmen ta a ultranza, acepta que mucho de nuestro conocimiento en particular nuestro ~imiento de la axiomática, es innato, y deciara que dentro de los aspectos contingentes del mismo conocemos desde un comien±o y no que comenzamos a conocer a partir de nuestras obser- vaciones de acont~cimiéntos ... Con este ~ntido es que antes nos referi- mos a las tipologías, porque incluso las más experimentales -y recal- camos lo de experimental porque a menudo y sin motivo se opone racionalismo y experimentalismo- aceptan trasfondo innato que vertebra el perfil tipológico. Por su l~do, el si 'l · empkGt~'v:;iJ~ -~asegurando qu~ sus obsei¡a~i~nes y experie?cias muestran clara- mente que nada existe en el mdividuo que previamente no haya sido grabado por la experiencia. Tal es el caso que acotamos antes de la psicolingüística, que analiza las interrelaciones de la comunicación hu- mana como fenómeno que depende exclusivamente de la experiencia de esa comunicación. 4 A la segunda cuestión los psicólogos racionalis- tas y empiristas todavía responden a la manera de Descartes y de Locke. En paralelo· con la distinción entre «necesario> y «contingente> está la distinción entre una clase fundamental de existencia, que es la .uJmcia.. o raíz inmutable de la ·cosa,. y la ~. que es manifes- · tación cambiante de la. realidad subyacente. Dicho con otros términos se trata de si conocemos la realidad del fenómeno, la «cosa en sh, · ~ simplemente percibimos un reflejo fenomenológico del mismo. El racio.,. nalista juzga que la razón es el instrumento de acceso a la realidad del fenómeno fundamental, que la sensopercepción únicamente permite conocer la realidad superficial dependiente.· El empirista, por su parte, se opone a esa distinción, y la mayoría de las veces acepta como cono- cimiento fundamental la realidad sensoperceptiva, tal como hace, por ejemplo, el conductismo originario de Watson. Si realizáramos un balance de la presencia de racionalismo y empi- rismo en el contexto de .la historia de la psicología moderna encontra- ríamos que en espíritu resulta predominantemente.empirista' y que está directamente influida por el racionalismo cuando alguna parte de su doctrina que proviene de un trasfondo netamente empirista debe ser formulada como discurso coherente o hipótesis. Veamos un ejemplo típico. ~enría de las cfacnltades>, que arranca de la distinción que hiciera Aristóteles entre sustancia y forma, distiD.ción que no era entre 14 ALBERTO L. MERANI dos entidades separadas, como es común leer en muchas historias de la psicolo~ía cuando se refieren al estagirita, sino que eran caspectos> de una nusma y sola cosa, esto es, la distinción entre lo potencial y lo actual, ?ª sido completamente borrada en nombre de la psicología con- temporanea. No obstante, el problema al que concernía reformulado ~s~á. en la base de la psicología diferencial, y tanto que fiancis Galton: miciador de esta rama de la psicología moderna, conserva y emplea la palabra cfacultad:.. Todavía más, dentro de un contexto coherente- me~te em~irista ubica muchas de las, concepciones de la clásica y mile- naria teoria de las facultades. Tambien Spearman, el primer sistemati- zad~r de la psicología diferencial, aunque rechaza explícitamente la teoria de las facultades, adopta conscientemente muchos de sus com- ponentes, como la distinción entre noético y· orético con el uso de los términos Y no. solamente de los conceptos, así como la definición rela- tivista de factores (facu~tades) en tén'nino de lo que más bien. pueden ser Y no de lo que son. Podemos agregar como índices de racionalismo dentro del empirismo a ultranza deSpearman el rechazo a un. conte- nido elementarista, la consideración de los factores como inmutables o sea innatos en su perspectiva, y la preferencia bien manifiesta po~ una clasificación jerárquica. Si estuviéramos ·obligados a brindar ·una caracterización distintiva entre el psicólogo y el filósofo, diríamos que mientras el filósofo es ~o~~re de un~ ~ola doctrina; e.s idealista o realista, racionalista o po- sitivista, el psicologo es eclectico, y aunque no haga ostentación de eclecticismo éste aparece a fortiOTi en el resultado de sus trabajos. Pero ocurre que la psicología, elaborada por los psicólogos termina por des- prenderse de ellos y adquiere significado propio. Hoy en día ya no es s~ber que los psicólogos construyen pacientemente y pieza por pieza, sino estructura conceptual que no se deja encerrar en ninguna doc- trina exclusiva aunque sea ecléctica, y dentro de la cual trabajan na-. tura1:1°ente los psicólogos. Para comprender sus métodos efectivos, para seguir el trabajo de la experimentación y la marcha de. la razón dentro de la psicología, se requiere coordinar dialécticamente varias filosofías y diversas ciencias. La psicología resulta de este modo una ciencia con- jetural y que depende, tal vez más que cualquier otra de la ideología de la época. ' Si aceptamos que una ideología es un pe~samiento teórico que se desarrolla abstractamente, pero que en realidad es expresión de hechos sociales de los cuales quienes la construyen no tienen conciencia o por lo menos no se dan cuenta en cuál medida determina sus pensamientos comprendemos fácilmente la dependencia ideológica de la psicología. ~ efecto, el ·hecho psicológico está determinado· por el hombre, por su existencia en sí, como categoría zoológica, y por sus modos .de acción que son sociales, de manera que una vez asentada y aceptada· la reali- msTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 15 dad concreta de la naturaleza humana como expresión biológica, lo que ha sido obra del darwinismo dentro de la psic.ología,5 • queda la interpretación del fenómeno. humano que es tarea casi exclusiva de las ideologías. El fenómeno húmano es producto de hechos sociales Y nada tiene de común con las interpretaciones axiológicas o existenciales de los filósofos ni con la biología corpuscular moderna. El hombre es un individuo y, por consiguiente, no está pre_sei;te com~ tal en la ~ntro pología abstracta de la filosofía, que es una smtesis, m en el corpusculo de la biología, que es un elemento. La síntesis antropológica puede ser negada, el corpúsculo aniquilado, y lo que subsiste alguna cosa que no es cosa. El individuo, por el contrario, no puede ser negado en sus características de época, tampoco aniquilado, porque su esencia, esto es, su inteligibilidad, es permanente. En consecuencia, al hodmbre. no se le niega ni se le destruye, sino que se le interpreta en su evemr, que es un autoconstruirse tarea esta de antropología concreta que corres- ' f , ' ponde fundamentalmente a la psicología. Ahora bien, el enomeno ps1- quico no es un pleonasmo de la experiencia, ni el psicólogo puede analizarlo sin preconceptos, porque como pensador no está completR- mente libre de ellos en la medida que depende de una ideología, o, dicho de otra manera, del conjunto de ideas que pertenecen a la época, di: -- pendencia de la que no es consciente porque sin esa actitud de los hombres las ideolog{as no existirían. Es de esta manera y no de otra como el psicoanálisis freudiano, con su carácter de teología negativa, 6 corresponde a la ideología de la burguesía centroeuropea en franca de- cadencia, y el conductismo de Watson, su contemporáneo, a la ideología del industrialismo norteamericano en emergencia.7 y una ideología, en última instancia, prejuzga el significado del descubrimiento, al que pretende poner límites de aplicación y también heurísticos. En efecto, la ciencia ¿dice la verdad o la refleja? Y la verdad ¿está en la verificación o en la necesidad de la época que las ideologías codifican? El trabajo, en su consideración última, es una anti- physi.s, o sea que la realidad de sus efectos 1a encontramos en los cambios que introduce en la materia, y la ciencia, que recibe un dato, ¿comprueba su existencia o lo rehace, con lo que prueba su capacidad de poder? Más allá de estas consideraciones, el pensamiento científico es también ·anti-logia, rechazo de recibir conceptos, objetivos p;ev.ia- mente designados, decisi.ón de crear una nueva estructura semantica, de sustituir la coherencia obtenida con el dato por una coherencia com- probada. En una palabra, la ciencia produciría fenómenos en lugar ~e registrarlos. Con una expresión de Bachelard, que a menudo se repite con formas diversas, «la ciencia no es .una fenomenología, es una feno- menotécnica», ª lo cual haría que la ciencia por excelencia de nuestra época, la física, no sea una ciencia de fen6menos. sino de efectos investigados sin que fenómenos semejantes hayan sido encontrados en 16 ALBERTO L. MERANI la experiencia. Este corrimiento de la ciencia contemporánea, que re- ' chaza en la prehistoria los datos sensibles, ¿representa una ruptura con la ideología reinante o es su aceptación como reordenadora del orden sintáctico del conocimiento? Es evidente que la respuesta no puede provenir de una ciencia que· piensa con los aparatos. en l~gar de emplear los órganos de los sentidos, y naturalmente el mteres se vuelca en procura de la misma hacia el conocimiento del hombre, antro- pológico o psicológico. En efecto, si la prueba cien~ífica e~ trab~jo porque reorganiza el dato, porque provoca efectos sm ~~u1valen~~as natura~es, porque construye sus propios órganos de percepc~on Y ~c~1on, ·cuál es el papel que en semejante contexto cabe a la ps1colog1a. La dLscusión está por ·comenzar; antes de haberse formalizado el ~lan.;. teamiento de su carácter de ciencia y del tipo a que. corresponderia, se erigieron los dogmas del fracaso definitivo y del éxito definitivo> Los buscadores de efectos, que en los últimos tiempos son la mayo:ia de los psicólogos, amarrados por la ideología del momento, encammados por un afán fisicalista, se han dedicado exclusivamente al terreno de la eficiencia. Trabajan en base de un acuerdo discursivo que excluye la cÍiscu5ión del hombre como ·dato a reinterpretar y cuya n~turaleza aceptan como dada de. una vez para siempre. Para ellos, el hombre ~s una teoría materializada y actúan en base de un pretendido determi- nismo universal, como si el hombre de las circunstancias fuera defini- tivamente el hombre, y como si ·un determinismo univer~a~ no fuera el determinismo de lo insignificante. De este modo, el ps1cologo muy a menudo se encuentra agarrotado por su propia labor Y es incapaz de respónder a la pregunta muy símple del «dime. a q~é tien?e~ ~ara que yo sepa quién eres». La finalidad de su invesb~ac1on esta. ~nicamen~e preinscrita en los preconceptos de una · ideolog1a que le exige definll" y comprender dentro de límites axiom,áticos precisos y estr~~hos. Impo- sibilitado de cumplir una tarea científica de reestructuracrnn del dato hombre, de analizar objetivamente los hechos y las normas que com- porta la idea de hombre, el psicólogo suplanta la psicolo~ía, como saber, por una élite corporativa de especialistas que determina con sus. de- cisiones su misión y objetivos. A la pregunta ¿quién reglamenta la competencia para analizar al hombre como viviente que se autocons- truye?, responde sin más «es misión del psicólogo». Esta concepción corporativa de la actividad del psicólogo Y de los fines de la psicología excluye a ésta del campo de la ciencia y la trans- forma . en instrumento. ¿Instrumento de quién? Los hechos prueban que de la ideología, que soberana determina los caminos de la inves- tigación psicológica, la necesidad de considerar problemas, y establece los criterios de hecho y de verdad.9 La historia de la psicología se nos presenta como el desarrollo de una antropología, esto es, ~in~as inter- pretaciones ambiguas que hoy por hoy se suelen dar al termino, como ... HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 17 una filosofía concreta del hombre. En Kant y en Maine de Biran ·el• hecho aparece indudable. Para Kant, la teoría· general de la habilidad~ humana está en relación directa con una teoría de la sabiduría. Tanto en su discurrir como en el de Maine de Biran, la psicología aparece al nivel de una. teoría general de la habilidad, es instrumentalista, y al margen del conocimiento. En tanto no podamos definir esta psicología por una idea del hombre, situarla en el contexto de la filosofía y .de la ciencia, no se puede impedir a nadie llamarse psicólogo y denominar psicología lo qué hace. Este status mal definido tanto del lado de la filosofía como de la ciencia y de la técnica, introduc~ un motivo de confusión en la historia de la psicología. Nada ímpide naturalmente al epistemólogo de continuar interrogándose acerca de los fundamentos del conocimiento psicológico, ninguna interdicción sanciona al que define, m,otu propio, su quehacer como psicología, y el historiador de la psicología descubre que se encuentra frente a un problema metodo- lógico fundamental. Si lo descuida, o con cierto cinismo provisorio lo pone entre paréntesis, cae dentro de la crónica anecdótica con disfraz de historia.· La · psicología aparece en sus páginas como conocimiento suplementario que bien' pqdría integrarse, como postulaba Comte, en la biología y la .. sociología, o como género literario cuyos significados deben interpretarse ~omo una «fa~on de parlen sobre el hombre y sus problemas. Así, cuando llega, por ejemplo, a la psicología de la reacción y del comportamiento, de los siglos XIX y xx, doctrina que pretende - erigirse en independiente separándose abruptamente de cu.alquier idea · del hombre que vaya más allá de los datos brutos de la biología y la sociología, solamente puede presentarla a través de la recurrencia de sus resultados acerca del comportamiento sobre los resultados que úni- camente ella obtiene, y la cuestión de historia ¿dónde ubicarla con sus resultados? se resuelve con la antihistórica solución de crearle arbitra- riamente un lugar y un campo específicos dentro del conocímiento ge- neral del hombre. La historia de la .Psicología se resuelve por este ca- mino en «historias paralelas» de las «psicologías», o, mejor dicho, de una multitud de proyectos metodológicos cuya unidad, como propu- siera Daniel Lagache,1° se busca en su definición posible como teoría general de la conducta, síntesis de los proyectos experimentales, c11- nicos, psicoanalíticos, psicosociales y etnológicos. Esta «unidad» semeja más bien a un pacto de coexistencia pacífica concluido entre profesio- nales que a una esencia lógica, producto del descubrimiento de una constancia en una variedad de casos. Bien miradas las cosas, se podría concluir que cualquier intento de una historia verdadera de la psicología estaría destinado al fracaso. Mas nuestro punto de vista, que nos autoriza a escribir una historia de la psicología, exige un proceder de investigación especial: buscar en la unidad del concepto de hombre proyectos que se encuentran y 2 18 ALBERTO L. MERANI descubrir, cuando trascienden la situación que los suscita, en qué me- dida sus consecuencias dejan de ser circunstanciales y apuntan a la elaboración de una antropología concreta. Encontrar una respuesta a esta pregunta se convierte en la necesidad de bosquejar una historia de la psicología; pero, bien entendido, no se trata únicamente de pun- tualizar sus Ol'.ientaciones, sus relaciones con la historia de la filosofía y de la ciencia, lo cual sería necesariamente una historia teleológica, sino de establecer los avatares del único y gran personaje· de esa historia: el concepto de naturaleza humana en su evolución de lo abstracto a le> concreto, y de. las implicaciones teóricas y prácticas que del mismo se desprenden. Proceder de otra manera sería rastrear hasta los orí- genes planteamientos particulares para reunir sincréticamente sus con- secuencias disciplinarias y metodológicas, de por sí tan dispares y dispersas. 2. El sujeto en la historia de la psicalogía. - De los historiadores de la ciencia, el historiac;lor de la psicología es el que se enfrenta di- recta y únicamente con ~l ,problema del historicismo o antihistoricismo del sujeto del saber cuya._historia escribe .. Las ciencias de la naturaleza están libres de este planteamiento; el sujeto de sus investigaciones corresponde directamente a la physis, y la cuestión de la historicidad o antihistoricidad corresponde al análisis de las ideas y de los con- ceptos, sin que afecte la materia analizada o interpretada. El físico, el biólogo, el químico están, como científicos, sometidos a la pugna y pre- sión de las ideologías, son hombres de sus épocas, pero la «materia> que estudian, sea fuerzas, células o moléculas, no está determinada, e.orno tal, por ningún contexto histórico. Entre el concepto de átomo de Demócrito y Leucipo y la moderna teoría atómica media un abismo histórico; tomado lo histórico como evolución del pensamiento concep- tual, pero los átomos en sí, como expresión de un fenómeno, han per- manecido invariables. Lo único que cambió, aun en el supuesto de que los griegos hubieran podido observar los movimientos atómicos en una hipotética cámara de Wilson, es la historia de los conceptos en función de los datos encontrados y de los efectos comprobados. La cé- lula que concebía Virchow no se asemeja en lo más mínimo a la célula de la biología corpuscular y, sin. embargo, comG. objeto de la naturaleza, la célula continúa invariable. Este objeto natural, aparte de cualquier discurso sobre el mismo, no es, bien entendido; el objeto del historiador de la biología. La naturaleza misma no es considerada como objetos y fenómenos por los historiadores de la ciencia, porque la ciencia es lo que constituye su objetivo desde el momento en que habiendo i~ven tado un método consigue elaborar proposiciones y una teoría de su conocimiento que debe ser verificada, corregida o rechazada. Es bien evidente que el objeto de la historia de la ciencia nada tiene en común " "., ffiSTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 19 con el objeto de la ciencia. El objeto científico .está constituido por un discurso metódico directo sobre el objeto natural; la historia de la ciencia se ejercita sobre objetos secundarios, que no son naturales sino culturales y que en gran parte no derivan del ·objeto natural. En efecto, el discurso histórico tiene por base la historicidad del discurso cien- tífico, y en la medida que este discurso representa la interiorización de un proyecto realizado, su ulterior expansión, los accidentes por que atra- viesa los obstáculos que debió superar, las crisis que lo afectaron, o sea los ~omentos de juicio y de verdad que precedieron y sucedieron al descubrimiento, a la teoría, hasta su afirmación u olvido. Sin duda en muchísimos casos un objeto natural es también objeto especial de 'experiencia corriente y de percepCión de la cultura; pero de este objeto se ocupa el discurso de la ciencia en tanto que natural y el discurso de la historia general en cuan.to a su significado dentro de una cultura o de las etapas de evolución de la humanidad. Así es como los cristales, desde el momento en que la cristalografía, la óptica cristalina, la química mineral se constituyeron como ciencias, poseen una naturaleza que pasa a ser objeto de la ciencia de los cristales Y queda de lado, para otro tipo de historia, la naturaleza de los mine- rales dentro de las actividades sociales, la historia de la cultura, o de la explotación minera, de su uso o significado cultural. La historia de la piedra como instrumento de la civilización está al margen de la historia de la cristalografía.u Además la historia de la ciencia como género aparte tiene un ori- ' ' d gen relativamente reciente, pues se remonta al siglo xvm, epocacuan o recién aparecen las condiciones históricas de posibilidad que le permi- ten adquirir carácter de género literario, y que, según Canguilhem,12 fueron dos revoluciones científicas y dos revoluciones filosóficas. En matemáticas la geometría algebraica de Descartes primero, después el , ' l cálculo del infinito de Leibniz-Newton; en mecánica y cosmolog1a, os Principes de Descartes y los Principia de Newton. En filosofía, o mejor dicho en teoría del conocimiento, lo cual para el discurso científico equivale a decir teoría del fundamento de la ciencia, el innatismo car- tesiano y el sensualismo de Locke. Estas dos revoluciones permitieron comprender por primera vez que las ciencias son discursos críticos 'Y progresivos para la determinación de aquello que, en la experiencia, debe ser tenido poT real. únicamente de tal manera es como resulta claro que el objeto de la ):listoria de la ciencia es un objeto que no está dado, y para cuyo desarrollo se requiere más todavía: que sea un objeto inacabado. Antes del siglo XVIII, la «historia> de la ciencia era la histo- ria natural de un objeto cultural acabado, y se identificaba con la des- cripción de los hechos científicos a la manera de Plinici el Viejo (23-79), del cual nos han llegado !os 37 libros de su Naturalis historia, registro acucioso de todo lo que se decía sobre el objeto de la ciencia, de quie- 1 . ¡ 1 ! 20 ALBERTO L. MERANI nes lo decían, sin establecer críticamente lo que podía ser tenido por real o no. La teoría aparecía contenida en la teoría del conocimiento común o absorbida por el sentido común. Todavía hoy, y demasiado a menudo, la historia de la ciencia, incluida la psicología, es pensada y escrita como una historia natural. Unas veces porque ·se identifica la ciencia con los científicos, y a los científicos con su biografía, civil o académica, de manera que siempre se sacan consecuencias, como por ejemplo para el futuro posible de la quúnica, del hecho que Lavoisier fuera «fermier générab y que la Re- volución lo guillotinara, de que R<intgen o Einstein no tuvieran grado universitario, etc. ·Otras veces ocurre que se identifica la ciencia con sus resultados, y los resultados con su enunciado pedagógico actual, de manera que pareciera que teleológicamente los hechos científicos estuvieron ab initio dirigidos por vías convergentes y con una progre- sión absoluta hacia los enunciados pedagógicos actuales y los resulta- dos técnicamente útiles hoy en día. Es la imagen de la ciencia como cbenefactora> de la humanidad.. · · Si bien la teleología dentro de la historia de la ciencia es su pri- mera y mayor negación, no lo es menos cuando se hace un registro cronológico de los resultados del saber y se insiste. en sus mínimos detalles sobre la labor de los epígonos o de quienes con sus técnicas colaboraron en la realización de proyectos. Es verdad que Descartes necesitó de Ferrier para tallar cristales ópticos, pero fue él quien ideó la ,teoría de las curvas a obtener con la talla. ¡También Wolft, el perro de Rontgen, fue el único testigo del descubrimiento de los rayos X! No cabe duda que una historia de la ciencia no puede ser una crono- logía de los resultados del saber, tampoco una pragmática. En este último caso, la historia de la psicología se convertiría en futurología que tiende a esclarecer el porvenir del hombre por el conocimiento de su pasado. La historia de la ciencia concierne a una actividad axioló- gica, la búsqueda de la verdad, que no es un lugar teórico natural en el cual esta o aquella. ciencia irían a ubicarse, sino que es particular y se encuentra en la historia misma de cada ciencia y determinado por los interrogantes teóricos planteados por la práctica científica en su devenir, como ha visto con claridad Althusser.13 De aquí que la fun- ción del científico y la del historiador, aunque ambos papeles coincidan en el mismo individuo,· sean diyersas frente al problema del cono- cimiento y al mismo tiempo representen, cuando a uno falta la pers- pectiva histórica y al otro el equilibrio científico, la fuente de muchos errores. Por ello en algunas historias modernísimas de la psicología, como son las de Reuchlin,14 Mueller,15 Thomson,16 O'Neil,17 encon- tramos tanto la actitud del pensador científico que ve al sujeto de demasiado cerca, o solamente ve una parte, o la del historiador o del filósofo a los que falta la percepción profunda de los diversos mecanis- HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 21 mos que hacen de un sujeto histórico: el hombre, el sujeto de la ciencia que historian. La naturaleza humana aparece en sus libros como una hipótesis metafísica cuya verdad, de acuerdo con la concepción antigua de la ciencia, buscan en principios absolutos que creen definitivos y que algunos, como Alexander y Selesnick,18 llegan a identificar con los postulados de una doctrina: el psicoanálisis. El real, afirma Ullmo, no es una hipótesis metafísica, sino un instrumento de pensamiento, la hipótesis de trabajo por excelencia para la ciencia en acto.19 -· Al mismo tiempo, el historiador debe comprender que la ciencia busca en el real sus objetos, los construye, los elabora dentro del mismo, y que no los' encuentra «hechos>, dados en la percepción o en la experiencia inmediata. El mundo de la ciencia es una construcción lógica con materiales del real: cualquiera sabe que la física es la ma- tematización de la naturaleza, y todo científico de la nat~ale:z:a acepta hoy en día que cuando la ciencia define no son los objetos mismos los definidos, sino que se trata de una definici6n ope-ratoria, porque la verdadera definición de un concepto no se hace en términos de pro- piedades, sino en términos de operaciones efectivas,20 lo _cual comporta el.postulado de la repetición. Se requiere que cualquiera pueda repetir las operaciones y llegue a las mismas comprobaciones que inicialmente estuvieron comprendidas en ellas. Este hecho, fundamental para el experimento científico, abre un abismo entre la experiencia científica considerada cexacta> y cualquier otro tipo de experiencia, como por ejemplo la introspectiva, peculiar de la psicología. Dentro del contexto de las ciencias físicas, la introspección es rechazada por irrepetible y de ninguna manera como irreal, lo cual crea a la psicología y a sus historiadores lo que Poincaré caracterizaba como «dificultades inextri- cables>.21 En efecto, .si las cualidades elementales (calor, forma, peso, etcétera) las debiéramos a sensaciones inmediatas, la introspección caería dentro del conocimiento sensoperceptivo ·trivial y no sería más qúe la expresión de un sentimiento interno oscuro y aleatorio que de ninguna manera correspondería a una operación efectiva. En este caso, si el historiador de la psicología trabaja en función del concepto de ciencia exacta, está obligado, como los historiadores antes citados, a dejar fuera de la historia de ia psicología la introspección, y con ella largos y fecundos períodos de actividad, Es de esta manera como Maine de Biran aparece reducido al papel de un escolástico en medio · de un saber que se vuelve experimental, y se infl.a desmesuradamente el significado de la psicofisiología, sin comprender que en realidad su valor operativo reside en el hecho de que se trata de una física senso- rial y no de una psicología con el sentido de antropología concreta. Esos historiadores no alcanzan a comprender que desde la demostra- ción por Piaget, 22 de que las cualidades elementales resultan de la coordinación progresiva de acciones repetidas del cuerpo, cualquier co- 22 ALBERTO L. MERANI nocimiento proviene de nuestras acciones, y que la acción introspectiva es, en consecuencia y de la misma manera que la medición en física, una definición oper¡¡toria que tiene su lugar gnoseológico particular .dentro de la psicología. Este proceder en la historia de la psicología no representa la actitud de un verdadero historiador, sino la defensiva de un psicólogo apabu-llado por el predominio soberano de las ciencias físicas modernas, que constantemente usurpan sus dominios y le imponen soluciones. Con un ejemplo de nuestros días, la psicología está sometida al asalto de una ciencia nueva derivada de la física más clásica: la cibernética, que al estudiar los mecanismos autorreguladores y las máquinas electónicas aptas para el cálculo analítico y provistas de cmemoria>, pretende encerrar en su dominio las funciones mentales, de las que procura encontrar los censamblamientos:. y la cfuncionalidad>. Entonces el psi- cólogo cae en una trampa y convierte a sus objetos naturales, para de- fenderse del reproche de que no hace ciencia, en objetos metafísicos a los que puede dar apariencia de seres objetivos, y a su vez el historia- dor que no se detiene en semejante artilugio determina valores inexac- tos dentro del contexto gnoseológico de la psicología. Los trabajos de Spearman están, por ejemplo, exactamente de acuerdo con el esquema que acabamos de exponer. En ellos el espíritu humano está tratado como un objeto científico, constituido por un conjunto de seres objeti- vos que son el factor general G y los factores específicos s relativos a cada individuo. Son parámetros en las correlaciones repetibles entre varias aptitudes; correlaciones repetibles porque se expresan siempre por la misma fórmula, cualquiera que sea el grupo de individuos estu- diados. Para comprender hasta qué punto Spearman hace cfisicismo> 23 en psicología, nada mejor que citarlo in extenso: cPrimero se debe destacar que el factor general G no es algo esencialmente concreto, sino solamente un valor o una magnitud. También se debe destacar que las medidas que conciernen a esta magnitud no fueron definidas especificando en qué consiste esa magnitud, sino solamente indicando dónde se la puede encontrar. únicamente personifica ese constituyente, de cualquier naturaleza que sea, que es común a todas las aptitudes y satisface a la ecuación tétrada. Es precisamente a esta definición de G por su posición más bien que por su naturaleza, en la que pensamos cuando. dijimos que su determinación era únicamente objetiva. En el peor de los casos podemos encontrar o no encontrar razones para con- cluir que G mide algo que es legítimo llamar inteligencia. Sin embargo, tal conclusión no constituirá jamás la definición de G, sino solamente una comprobación de su sujeto.> 24 • Por último, sólo nos queda por considerar las repercusiones en la psicología y en su historia, del sujeto científico considerado como hecho bruto y hecho científico, distinción que planteara Edmond Le HIS'IORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 23 Roy a propósito del nominalismo operatorio, reacción curiosa dentro de la reflexión epistemológica contra el exceso de cientificismo en el rea- lismo operatorio. No hablaremos del nominalismo, que se resuelve en un exceso de convencionalismo y resulta en fin de cuentas una doctrina paradoja!, pero sí queda en pie la cuestión del hecho bruto y del hecho científico, que en psicología asume importancia muy particular. En las ciencias físicas y naturales, el hecho bruto adquiere sentido con la teoría que le subyace, en las experiencias e instrumentos que permi- tieron encontrarlo. No se trata de la realidad supuesta de un hecho (un rayo, una comunidad ecológica), sino de la presencia de un fenó- meno en función de una teoría rudimentaria, confusa casi siempre, y que en cualquier caso se revela como conocimiento precientífico.25 Por consiguiente se· puede afirmar que los hechos brutos no existen fuera de una actividad previa del espíritu: todo lo que conocemos de la naturaleza, cualquiera que sea el fenómeno, su contenido o expresión, nos es conocido a través de una elaboración cultural. Ni el más primi- tivo de los humanos, frente a la lluvia o la oscuridad, las conoce sin recibir el conocimiento dentro del contexto de una elaboración aunque sea mágica o mítica del conocimiento. Esto equivale a decir que frente a la negación del hecho científico por el nominalismo, que sería «fabri- cado> por el investigador, debemos aceptar la realidad de. los hechos encontrados por la experiencia científica, y de los sujetos que los sus- tentan, realidad de la misma naturaleza que la de. los objetos vulgares, únicamente que más preci.sada, más definida, mejor verificada.26 En la psicología es curioso comprobar la situación peculiar, y que hasta hoy no ha sido señalada por ninguno de sus historiadores, de la negación del hecho bruto primero, y de su reintroducción posterior como categoría pretendidamente superior al hecho científico. En efecto, la psicología experimental se inicia negando lo que llamamos hecho bruto al negar cualquier significado a los resultados de la introspección y de la experiencia mística. Al descalificar a ambos procederes como sub- jetivos y carentes de significado gnoseológico científico, por su forma in- tuitiva, desecha al mismo tiempo sus resultados, que relega al archivo de las supersticiones. A principios de siglo, esta reacción es tan grande que Watson al estructurar el conductismo, ·expresa que únicaménte utili- zará el' vocabulario de las ciencias naturales, sus métodos, y que de todos los fenómenos psicológicos sólo a uno considera natural y digno de tratamiento científico: el comportamiento. La conciencia, por ejem- plo, que no puede explicar con la interacción estúnulo-respuesta, queda fuera de su esquema como resabio de un pasado mítico del saber o, a lo sumo, como ilusión filosófica. Toda la psicología de la eficiencia asienta después sobre este procedimiento y desconoce directamente al hecho bruto. Pero he aquí que el sujeto de la psicología es mucho más grande que ese lecho de Procusto, y que lo amputado no adquiere por 24 ALBERTO L. MERANI ello carácter de inexistente y se reintroduce. Primero aparece en los planteamientos psicopatológicos,21 luego con el renacimiento· de la metapsíquica bajo la denominación de parapsicología, para cobrar al mismo tiempo carácter de búsqueda esencialista con la· simbología de Carl Gustav Jung, y finalmente recubrirse cor.. apariencia de hecho científico en las investigaciones. de la psicosoci,ología, ya sea en la orien- tación analítica de la escuela americana o la estructuralista de Lévy- Strauss. 3. Ca'USaliclad, determinismo y verdad. - El problema de la causa- lidad, el determinismo y la verdad está satisfactoriamente planteado en la ciencia contemporánea, pudiéndose afirmar que cada uno de esos tres aspectos está deslindado dentro del discurso epistemológico y su discusión libre de los galimatías que hace un siglo o menos pudieron introducir confusiones heurísticas. Fue principalmente por la tarea de estructuración de la física contemporánea que se llegó a tales resulta- dos. Y si gracias· a ello un físico, un químico, un matemático o un bió- logo pueden decir ahora· que lo transformado por la ciencia después de una centuria no. es únicamente el conocimiento sino el pensamiento mismo, la suma de a priori sobre la que construimos la imagen del mundo, y que sin darse cuenta la gente una mutación se produjo ante nuestros ojos; mutación intelectual gracias a la cual son posibles las nuevas interpretaciones de la naturaleza. Lo mismo no puede afirmar por desgracia el psicólogo. en relación con su saber porque su discurso sobre el hombre, aunque tienda a insertarse dentro de los marcos de la ciencia moderna, presenta sorprendentes anacronismos epistemológicos. Esta situación, que corresponde al epistemólogo de la psicología aclarar,2s repercute de hecho en la historia de la psicología, puesto que no solamente plantea diferencias de grado sino también de naturaleza entre objetos científicos que nos parecen permanentes, como un reflejo en biología, y la relación estímulo-respuesta en la teoría del aprendi- zaje de Skinner, o transitorios, como un estadio de crecimiento y otro de desarrollo. En estos casos únicamente conocemos al ser por la acción y ·aiobjeto por las relaciones en que se encuentra con otros objetos, interrelaciones estas que a la vez que· 10 revelan fo modifican.29 De este modo, y a manera de ejemplo, como hay sólo una diferencia de grado entre el color del· hilo de cobre (tipo de cualidad permanente para el conceptualismo vulgar) y la intensidad de la corriente que lo recorre, efecto de la relación del objeto con un campo de luz que lo ilu- mina, el cual modifica al objeto por las excitaciones de moléculas (efecto Raman) o de átomos y los efectos fotoeléctricos que entonces . se pro- ducen, habría entre el reflejo y la relación estímulo-respuesta también una relación de objeto y de hecho. Pero, como ya destacara Bergson,80 objeto y hecho no se distinguen radicalmente. La física de hoy puede HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 25 hacerlo porque en una relación repetible los términos en relación co- rresponden a los fenómenos o hechos, los parámetros constantes a los objetos, aunque en una relación repetible el objeto pueda convertirse en fenómeno de otra. . Esta situación fundamental y epistemológicamente comprensible está esclarecida en las ciencias de la naturaleza gracias a una definición precisa del concepto de causalidad. En psicología, por el contrario, este punto de arranque de la ciencia moderna continúa nebulosamente imbricado y confundido con otros dos conceptos no menos fundamen- tales: el de detenninismo y el de verdad. En efecto, en . la física la . , . ' umon casi necesaria que establece entre el antecedente y el conse- cuente aparece completamen.te necesaria cuando el gran número de sistemas simples combinados y la aproximación limitada de las obser- vaciones permiten descuidar las fluctuacioneS: Se obtiene entonces la concepción de una determinación rigurosa del porvenir por el pre- sente entrañando posibilidad perfecta. Se trata de un determinismo de estados globales que ha sido precisado por la mecánica estadística apli- cada a la teoría atómica.31 Sin embargo, basta con introducir lo que en psicología nosotros denominamos estructuras' conscientes,a2 desig- nando así, por ejemplo, el rechazo motivado a determinados aprendi- zajes, para que se produzca un hecho muy importante: la indiferencia de las conclusiones en relaci6n con los estados globales (causalidad y determinmno del aprendizaje) frente a las propiedades supuestas para los sistemas simples que los constituyen (estímulo y respuesta). El mismo fenómeno podemos observar!~ en todo lo relativo al problema· del ca- rácter Y la personalidad en relación con la simplificación estadística de las tipologías .. se trata, en todo caso, que en la psicología algunas pro- · piedades .de los conjuntos son independie,ntes {la conciencia, por ejem- plo) y solo contienen en relación con el conjunto la afirmación de la complejidad del mismo. Todavía podemos ir más lejos, y es introdu- ciendo una alternativa para esta interacción: ¿la relación estímulo- respuesta, o carácter-personalidad, seguirá con la intervención de la conciencia una ley determinista o una probabilística? De manera simple y llana, esto quiere decir: si «concebimos:. que la estructura interna del estímulo y la respuesta, del carácter y de la personalidad, sea per- fectamente conocida, y las condiciones espacio-temporales de su rela• ción perfectamente definidas, ¿su separación después de la interacción ocurrirá siempre de manera idéntica o habrá diversas posibilidades? Lo que aquí nos interesa no es la respuesta al problema, que en nues- tro ejemplo diverge en el conductismo y el neoconductismo, en la Ges:alt, en las biotipologías y .las psicotipologías, étc., sino que el hectio de la respuesta no es indiferente para la historia de la psico- logía, porque para establecer el probabilismo nos- basta con saber cuántas complexiones lo realizan, y para establecer el determinismo, 26 ALBERTO L. MERANI c6mo una de esas complexiones se realiza. Con otras palabras, si el problema en las ciencias físicas es el del indeterminismo esencial o determinismo de las interacciones últimas, para la psicología se tr~ta del indeterminismo esencial o determinismo de las interacciones pri- meras. En tanto para las ciencias físicas es un problema de conse- cuencias, para la psicología es de antecedentes. De aquí que el histo- riador de la psicología deba apartarse de la visi6n ya clásica desde hace medio siglo del historiador de la ciencia y ubicarse en una pers- pectiva diversa so pena de falsear los resultados. No obstante, con esto no se agota la cuesti6n, que exige mayor precisi6n si queremos justificar nuestra nueva manera de encarar la historia de la psicología. Hasta ahora hemos expuesto el problema de la causalidad conjuntamente con el del determinismo, pero para nuestro objetivo es necesario separarlos. La causalidad es una exigencia fun- damental de la raz6n humana que afronta al mundo exterior y pro- cura darse cuenta del mismo.33 Propia tanto de los objetos vulgares como de los científicos, está en la base de cualquier conducta humana y es condici6n de su éxito como ajuste a la realidad. Los estudios de psicología animal demuestran que es, precisamente, la exigencia de la causalidad la que distingue las conductas humana y animal, y sin duda de la exigencia de esta conducta naci6 la ciencia, cuando adquirió el conocimiento de las formas de la causalidad, esto es, de reglas que explican en la sucesi6n de los hechos una relaci6n de antecedente y consecuente que elimina cualquier sospecha de ~tencionalidad en los mismos, como es el caso del animismo. De este modo la causalidad se nos aparece como el motor mismo de la investigaci6n y la exigencia racional más profunda del conocimiento científico. Hoy por hoy, nadie discute de que únicamente el pensamiento.asentado en el concepto de causalidad merece el calificativo de racional y de científico. Afirmada primero en la física, la causalidad como concepto riguroso y necesario entr6 tardíamente en la biología y, sobre todo, en las ciencias del hom- bre. En biología, la afirmación más explícita, entre las primeras, per- tenece a Claude Bernard,34 al afirmar que dicha ciencia resulta del método científico, contra los que pensaban que los caracteres propios de la vida introducían en ella imprevisibilidad, una singularidad irre- mediable de los procesos, que convertían al método científico en impo- tente para el caso.35 El finalismo implícito en los estudios de biología se reafirm6 en el campo psicol6gico, cuya tendencia general era fina- lista, con la aplicaci6n del darwi'nismo. No se trata ahora de discutir la influencia de la teoría ·de la evoluci6n sobre la psicología, hecho que veremos en su momento, ni tampoco plantear el problema del fina- lismo en Darwin, sino de establecer un hecho epistemol6gico funda- mental: que el darwinismo entró en la psicología por obra de epígonos de Darwin, sobre todo de Haeckel, que a diferencia del maestro no HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 27 hicieron antropología sin antropocentrismo. En efecto, cuando Darwin publica en 1871 La descendencia del hombTe, su idea de establecer la identidad naturalmente fundada de las dos relaciones de anterioridad a posterioridad y de inferioridad a superioridad, establece el primer sistema de antropología expurgado sistemáticamente de antropocen- trismo. No obstante, la confusi6n que hasta entrado nuestro siglo reinó al respecto en la biología, hizo olvidar que Darwin mismo había reafir- mado el antifinalismo de La descendencia, al publicar en 1872 La ex¡yre- si6n de las emociones en el hombre y en el animal, base de lo· que con el correr del tiempo sería la psicologfa comparada y que representaba una alerta contra las teorías evolucionistas de Spencer y de Lewes, que fueron las que privaron en la psicología de fines del siglo pasado y comienzos de éste, reafirmando el finalismo psicol6gico con la intro- ducci6n de un finalismo evolucionista que, apoyando las reservas de Wallace concernientes a· la acci6n de la selecciónnatural sobre el desarrollo del hombre, hicieron que la psicología se aferrara cada vez más al finalismo y se apartara de la causalidad como «relación satis- factoria para el espíritu entre las etapas sucesivas del devenir», de lo cual es ejemplo típico el psicoanálisis y, sobre todo, en su aplicación a la psicología infantil. Por otro lado, una parte de la psicología, o, mejor dicho, aquélla de orientación conductista, se aferra estrechamente a .la causalidad. Mas su problema no es el de la causalidad que hemos defi- nido, sino el de la causalidad como determinismo universal. En efecto, con Laplace y Poisson, a comienzos del siglo pasado, se llega a consi- derar al mundo como una. máquina, con lo cual se introduce la con- cepci6n de un determinismo del Universo que retoma con sentido me- canicista ideas ya presentes en el siglo XVIII y presentadas entonces con los nombres de fatalidad o de necesidad.3º Así se instaura una afirmación totalitaria que, en su fondo, es ajena a la ciencia porque representa una hipótesis metafísica, y se introduce una confusión entre el determinismo como metodología científica, de 1a que al mismo título es un ejemplo el de la entropía universal,' y .el mecanicismo como dogma. Lo que históricamente engendró esta confusión fue, sin duda, el pre- dominio de la mecánica en el siglo xrx, predominio que en la segunda mitad de dicho siglo fustigara Cournot 37 entre los primeros. La diferencia radical y que a nosotros nos interesa entre ambas for- mas de determinismo es que la primera se opone a una concepción metafísica del azar como contingencia pura, como ley de lo arbitrario, y que la segunda violenta al espíritu al negar su intuición de libertad, la que arruina con una previsibilidad absoluta. Es evidente que si únicamente existen interacciones mecánicas previsibles, no queda lugar para la espontaneidad humana,as y esta confusión clarificada en la fí- sica y la matemática por los estudios sobre el azar 39 perdura en la biología y la psicología. Con respecto a la biología, el problema ha sido 23 ALBERTO L. MERANI recientemente planteado por Monod; 4º en la psicología, a pesar de re- petidas advertencias de Henri Wallon,41 el determinismo universalista actúa con la tendencia a elaborar una concepción pesimista del fenó- meno humano en la cual la conciencia aparece como un reflejo pasivo , 1 , sin alcances ni significación posibles. Naturalmente, esta antropo ogia se acompaña de una psicología que subordina radi,calmente .los he~?s de conciencia al devenir mecánico de la fisiologia de la mteraccion estímulo-respuesta como procede el conductismo, de las «pulsiones:. instintivas y de la líbido como pretende el psicoanálisis, de la adecua- ción preformista de las estructuras biológicas y psicológicas que afirma b Gestalt, o, en última instancia, de la conciencia «epifenómeno»; como aparece en toda la psicología de la efici.enci~, c':alquiera que s;a su orientación doctrinaria. Estas consecuencias, implicadas en la tesis del determinismo absoluto .Y que actúan en psicología, son, aparte del pro- blema de an~lisis epistemológico,42 punto de referencia crucial para la historia de la psicología. En efecto, si el historiador de las ciencias físicas y matemáticas apenas está obligado a referirse al problema como ruptura epistemológica superada, el de la, P!licología n? pued~ soslayarlo al considerar el status de la psicolo~ia contemp?r~ea. S1 prescinde de su importancia, su estudio no refleJa la tr~bazon interna del conocimiento cuya evolución despliega ante los OJOS del lector. Ningún historiador contemporáneo de la psicología se detiene o por lo menos se acerca al problema; todos lo ignoran y sus historias se transforman así en antihistoria. ·Desde siempre la crítica interna de la ciencia denunció la existencia de una falacia e~ el problema de la verdad, cuya concepción sufrió una transformación casi radical en el curso de los tres últimos siglos. No se trata para nosotros de la «Verdad» como fundamento de la vida social y de la vida pérsonal, sino del problema .de una verdad absolu~, a la que accede el espíritu cuando alcanza la realidad, y qu.e . t?davia al comenzar el siglo XIX, sometido a este concepto en sus inicios, se expresaba con la fórmula: adequatio rei et intellectus, qu~ reafirma~a el carácter absoluto que tradicionalmente le fuera conferido. Todavia un siglo atrás era difícil reconocer en lo que creemos son verdades por sí mismas, y de alguna manera exteriores como los axiomas de la matemática y de la geometría, la parte que corresponde a nuestro espíritu,43 confusión a la que contribuían las tesis simétricas del ;ea-. lismo y del idealismo filosóficos, ya sea atribuyendo con el realismo la primacía a una realidad exterior completamente dada,. ya planteando con el idealismo la prioridad de un espíritu completamente formado Y capaz por lo mismo de pensar el real. En uno y otro caso, espíritu Y realidad estaban frente a frente, cara a cara, y por un paralelismo inexplicable la verdad resultaba el testimonio de su acuerdo. Esta noción de verdad, tan simple y tan majestuosa, que se apoyaba sobre msTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 29 un absoluto anterior a cualquier experiencia y a cualquier pensamiento humé\Ilo, chocó inevitablemente con el método científico que buscaba una relación, y quería deliberadamente ignorar lo absoluto. La ciencia que se elabora en el siglo XIX requiere de una norma para juzgar del valor de lo que realiza, y muchos fueron los intentos para encontrarla fuera de los criterios brindados por la idea de verdad. Es de este modo como Mach 44 propone la «economía del pensamiento» como criterio, y el pragmatis~o los conceptos de utilidad o de comodidad. No obs- tante, esa norma, y lo saben todos los' epistemólogos, está aún brin- dada por la idea d~ verdad, que aunque parezca paradójico debe encontrar su definición y su criterio en el seno mismo de los campos científicos donde actúa.411 Mientras espíritu y realidad fueron admitidos como entidades inde- pendientes y separadas, se requería una noción de verdad absoluta previamente establecida para que sirviera de punto de referencia a su unión en el conocimiento. Por el contrario, cuando se llega a concebir que espíritu y realidad se constituyen y unen por el esfuerzo del conocimiento,46 la verdad se vuelve relativa a la simultaneidad de la conquista del pensamiento y del mundo, o, con palabras de Ullmo 47 «significa el éxito de esa conquista». En consecuencia, la verdad se di- cotomiza y cobra dos aspectos: uno que juzga del valor del cono- cimiento ohjetivo por medio de la verificación y la coherencfo., que son mecanismos de su interioridad, inherentes a la cuestión misma; otro que juzga de la actividad racional del sujeto que piensa por medio de la consistencia, también criterio interno e inherente a la cuestión, y de lo cual resulta la verdad-verificación, o sea el acuerdo con el objeto, y la verdad-consistencia, esto es, el acuerdo del sujeto consigo mismo. Está de más decir que el concepto de verdad se aplica exclusiva- mente a los juicios y jamás a los hechos o fenómenos cuya verificación ·corresponde al concepto de realidad. La verdad concierne a la idea, y se aplica justamente al discurso científico, que puede ser verdadero o falso aunque los hechos o fenómenos de que se ocupa correspondan al concepto de realidad. Pero sabemos que establecer un juicio de verdad es tarea difícil, porque la complejidad del real nunca es inde- pendiente de quien observa, y las interpretaciones varían con las per- cepciones de los observadores y las condiciones de observación. Ade- más, el reconocimiento de algunos objetos o fenómenos no depende de la percepción de los mismos, sino de las interpretaciones adopta- das. De aquí que el problema de la verdad se descomponga en dos problemas diferentes, que corresponden, respectivan;iente, a las pre- guntas: ¿Es exacto que en tal punto del tiempo y del espacio haya ocurrido«algo indeterminado» que dio lugar a determinadas interpre- taciones?; y, ¿Cuál interpretación adoptamos o con cuál sustituimos las que elaboraron los testigos del acontecimiento? La primera cuestión 30 ALBERTO L. MERANI 'se refiere exclusivamente a la verdad hist6rica, siendo relativa a los testimonios humanos y concerniente a las sensaciones e interpretacio- nes. Se trata de la crítica del testimonio y alcanza por igual a cual- quier trabajo hist6rico. La segunda es problema exclusivamente cien- tífico: dadas las interpretaciones actuales- del hecho o del fenómeno, Y conociendo las leyes científicas, ¿cuál interpretaci6n adoptamos? O dicho de otra manera y en relaci6n con el quehacer del historiador, dada la verdad del hecho histórico ¿dentro del contexto de cuál criterio lo explicaremos? Tomemos un ejemplo clave de la historia de la psicología: Oliver Lodge, premio Nobel de física, dedicó sus últimos años al problema del más allá y lleg6 a aceptar la materializaci6n de los espíritus, pues, según sus palabras, cno digo que eso es posible, digo que es>. Por su parte, Charles Richet, premio Nobel de fisiología y medicina, se ocupó también y muy especialmente de la cuestión. Lodge, como lo hiciera otro físico también famoso, Williams Crookes, rodeó sus experiencias con médiums del mismo cuidado técnico que tuvo para con sus trabajos de laboratorio, y en su discurso emple6 el mismo rigor que en los estudios de física que tanto renombre le dieran. Richet procedió a un examen crítico con el mismo celo y rigor, pero llegó a conclusiones opuestas: Lodge -y eso desencadenó una larga polémica entre ambos 4s_ sostenía la verdad de la doctrina ,espiritista, que para Richet 411 apenas era hipótesis de trabajo, mediocremente valedera, sólo útil por lo cómoda, pero inútil para establecer la verdad de los hechos. La historia posterior de la cuestión demostró que Lodge había sido engañado por sus médiums, mientras que los puntos meto- dológicos de Richet todavía son válidos. No caben dudas de que gno• seológicamente apreciada la cuestión ambos procedieron de buena fe Y dominaban una técnica de investigación irreprochable, pero tam- poco caben dudas de la influencia decisiva de un factor psicológico: Lodge tenía necesidad de creer y Richet no. Y fae precisamente ese contexto: la necesidad de creer, el que desvirtuó el discurso científico del físico inglés. Cuando Lodge presentaba sus admirables memorias de física, se tratara del radium, de la relatividad, de la naturaleza de la inercia mecánica, se atenía al criterio de la verdad y de la verifica- ción, pero cuando pasó al campo de la metapsíquica lo hizo apoyándose en un a priori: el espiritismo, y en su necesidad de creer en el más allá. Richet, ya se ocupara de la anafilaxia o de la metapsíquica, sólo tenía una preocupación: establecer la verdad de los hechos, y todo queda explicado con esto y nada más que con esto. 4. Sustancialismo y homología de sujeto y objeto. - Pocos· con- ceptos tienen en la evolución del pensamiento una historia tan curiosa como el de sustancia. La ambigüedad de esa noción ya era considera- ble en la época de Aristóteles, tanto que se manifiesta en la fórmula msTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 31 muy frecuente en sus escritos, con que nos dice que la ousía. es la materia, Hyl~, y la forma," eidos, siendo el compuesto de ambos el indi- viduo.50 Esta indeterminación se continúa con el latín, lengua en la cual no se puede dudar que originariamente la substantia representó de Hypóstasis griega, pero que' también desde sus comienzos el término fue adoptado para expresar el concepto de ousía., cuya traducción lite- ral essentia no entró en el uso corriente. Aún en el siglo v, para San Agustín essentia es un término raro y del qUe desconfía. Finalmente el concepto de substantia se vuelve importantísimo para la filosofía, la ciencia, y fundamental para el desarrollo de la psicología hasta nuestros días con Descartes. En efecto, cuandÓ Cartesio hace la distin- ción entre res extensa y res cogitans, da dos conceptos unívocos y complementarios de sustancia. El primero se refiere a lo que hay" de permanente en las cosas que cambian, siempre que esa permanencia sea considerada como sujeto lógico, aquello de que se habla, que mo- dificado por el cambio continúa siendo el mismo y que sirve de so- porte común a sus cualidades sucesivas. La res extensa es, pues, la cosa única, necesaria, eterna, que desarrolla al infinito las propiedades inherentes a su naturaleza, y que poco a poco será identificada con el elemento potencial, indeterminado, que constituye la materia de las ciencias físicas. Se la puede medir, pesar, someter a experiencias repe- tibles, y es el fenómeno cuyos cambios estudiados por el invesÚgador constituyen el substracto del hecho científico. Hoy diríamos que la res extensa se define por su valor operativo.51 El segundo concepto car- tesiano, la Tes cogitans, es la ccosa> opuesta a la res extensa; no es medi- ble, no es pesable, y aunque necesaria, eterna, y desarrollando también al infinito las propiedades inherentes a su naturaleza, únicamente existe por sí misma, sin suponer un ser diferente del que sería un atributo o una relación. El Cogito ergo sum 52 del Discurso del método, repre- senta para Descarte el argumento que saca de la existencia del pen- samiento actual como res cogitans la realidad del alma en tanto que sustancia individual. Cuando en las Meditaciones metafísicas 53 afirma csoy una cosa que piensa>, nos expresa que cada sustancia posee un atributo principal y que el del alma es el pensamiento, como la exten- sión es del cuerpo.54 Esta dicotomía cartesiana ha sido básica para el desarrollo del pen- samiento científico. En tanto señala la cosa cmateriah --empleamos el sentido actual de materia- como campo de la ciencia, reserva la cosa cespirituah -con el sentido actual de psicol6gica_..;. para la filosofía. De aquí arranca en primer término el paralelismo psicofísico, o sea la necesidad de establecer un punto de relación entre cuerpo y espíritu, entre lo vegetativo y lo inteligente, que el mismo Descartes creyera encontrar en la glándula o cuerpo pineal. Toda la psicología moderna, hasta nuestros días con las doctrinas psicosomáticas de corte psico- 32 ALBERTO L. MERANI analítico, y las corticoviscerales de raigambre reflexológica, dependerá en más o en menos, incluso a: veces por su oposición, de la dicotonúa cartesiana. Pero más todavía, la ciencia física al ocuparse de la res extensa no confronta problemas en lo referente a la cualidad del objeto que descubre permanente .en su esencia a través de todos los cambios y cuyas difrencias representan sus atributos. El científico representa al «Cogito:. que seguro de existir, «porque piensa>, se ocupa de la existencia y de las transformaciones de la sustancia. En cambio, el psicólogo se enfrenta con catributos:. de una sustancia: la espiritual, que existe por sí misma, con la sustancia que «piensa> y a la que se debe analizar en siendo el instrumento de análisis esa misma sustancia. Descartes es considerado a justo título el iniciador de la psicología moaerna. Con su «Cogito:1> se inicia la reflexión psicológica tal como ahora la entendemos, pero también y desde el punto de vista histórico su contribución representa la carga heurística más ·pesada que es dable imaginar. En otra ocasión 115 ·demostramos que la etapa más importante de la psicología moderna va de Descartes a Bergson, y que todas sus oposiciones internas, mejor dicho, las cpsicologías:1> que de una u otra manera pretendieron erigirse en scientia scientiarum dentro del desarro- llo de la antropología concreta, derivan de la existencia de dos esque- mas de la psicología, esquemas que arrancan de una y misma posi- ción: el dualismo sustancialista de Cartesio. En tanto la psicología como teoría de los hechos- psíquicos sienta sus reales en la csustancia pensante:1>, la psicología experimental se amuralla en la«sustancia ex- tensa>. Psicología de la conciencia en un caso, psicología de las con- d~ctas y de las motivaciones en el otro, la separación continúa irre- ductible y el punto de unión mecánica de ambas sustancias, aunque ya no sea el cuerpo pineal, aparece, como dijimos antes, en las corre- laciones mecanicistas de las teorías psicosomática o corticovisceral. La transposición del criterio sustancialista al plano psicológico ha signi- ficado, en primer lugar, que se trata de «conocer> una sustancia y que los datos cuya verificación determinará el conocinüento fenoménico de dicha sustancia emergen, necesariamente, de ésta para transformarse en objeto de comprobación. Tal sustancia es el pensamiento, la res cogitans cartesiana, y por definición constituye el soporte de cualida- des susceptibles de cambios, aunque ella misma no cambia ni está soportada por otra cosa .. Su existencia se confirma por sí misma. Tiene, pues, carácter permanente; de este modo, las expresiones de la vida psíquica son accidentes, o sea algo que no existe por sí mismo sino en otro, en la sustancia pensante en este caso, de manera que sus cambios, transformaciones, adaptaciones, no alteran en absoluto a: la sustancia pensante que a través de sus variaciones continuaría siendo idéntica a sí misma. Los «accidentes emergerían> de la sustancia, y es a través de ellos que la conocemos.· Captamos la manifestación de la ccosa en HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 33 si> pero nunca a ésta. Ninguna de· las manifestaciones psíquicas ten- dría, por consiguiente, carácter esencial, y cualquiera puede revestir en un momento dado esa importancia, e incluso la podemos conceder a factores determinados a priori, como hace, por ejemplo, el análisis multifactorial de la inteligencia. El cartesianismo en psicología está todavía tan vivo que la renuncia del conductismo a considerar los fenómenos de conciencia, la aceptación por parte de la Gestaltpsycho- logie de que para cada clase de fenómenos existe una jerarquía de for- mas posibles, y que·si las condiciones exteriores lo permiten se realiza una transformación hacia una forma «mejor> que no haya sido reali- zada, sanciona en nuestros días la posición sustanciali~ta. Para el con- ductista, la psicología debe determinar 'aceidentes, para el gestaltista conocer las leyes de «emergencia:. de los fenómenos, y para ambos la sustancia pensante queda como «cosa en sÍ», autónoma, sin soporte. Que ambas posiciones acudan en última instancia a la biología no significa que busquen la relación intrínseca entre sustancia extensa y pensante: el conductismo considera en lo biológico «instrumentos:1> a través de los cuales emergen accidentes de la sustancia pensante. Cuando estudia una conduéta analiza un accidente de la materia vi- viente: una relación estímulo..-:respuesta que hace viable un accidente de la materia pensante. La relación entre ambos es mecanicista y fina- lista, y su actitud de psicólogo frente a la actividad psíquica es idén- tica a la del médico cuando lee en la columna mercurial del ter- mómetro la traducción en grados del «síntoma:1> fiebre: se procura un punto de referencia objetivo, ajeno al síntoma mismo y convencional como la escala misma. El gestaltista, por su parte, ni siquiera busca en lo biológico un punto de referencia objetivo; su teoría, al principio exclusivamente psicológica, terminó por convertirse en concepción filo- sófica de los hechos biológicos y psicológicos. Aplica a ambas «Sustan- cias» un criterio análogo para considerar sus accidentes: el concepto de que el elemento no preexiste al conjunto no es más inmediato ni más antiguo, y pol," ello el conocimiento del todo y de sus leyes no puede ser deducido del conocimiento separado de las partes que en él se encuentran. Claro está que se refiere al «todo» biológico y al «todo» psicológico como sustancias autónomas, desligadas y coexistentes, aun- que llegue posteriormente, con el neoconductismo de Lewin, a la con- fluencia de Watson y de Koffka a través de la «Umwelb de von Uexküll, el medio subjetivo y psicológico que convierte los aconte- cimientos «físicos» en hechos de «selección» psicológica, y la reacción deje de ser mecánica para convertirse en síntesis. En cualquiera de sus formas, el. sustancialismo se tevela en psico- logía necesariamente teleológico. En la sustancia, extensa o pensante, existiría, por definición, una finalidad. Para lo biológico se presentaría como una diTecci6n psíquica, esto es, necesidades dirigidas, fuerzas que ·3 34 ALBERTO L. MERANI tienden a una realización predeterminada. Tal fue la cidea directriz> de Claude Bernard, 56 para cuya expresión no se crean órganos según necesidades, sino que dada de una vez por todas la realización, en el :fenómeno que capta el observador, será lenta o rápida, completa o abortada, según las condiciones fisicoquímicas que encuentre. La misma concepción aparece en lo psicológico cuando la Gestaltpsychologie nos plantea, por ejemplo, el problema de la transformación de las for- mas posibles en una forma «mejor> que no se haya realizado y siem- pre que el medio· lo permita. El su5tancialismo finalista convierte al principio de finalidad en absoluto y universal, con lo cual el princi- pio de causalidld queda reducido a la simple comprobación del mo- mento en que los accidentes revelan la actividad de la sustancia. Los corganizadores> en biología, las «aptitudes> en psicología, con el sen- tido de fuerzas que se dirigen ellas mismas hacia una dirección deter- minada cuando no están contrabalanceadas por una fuerza contraria, se revelan como causas que producen los medios para su propia reali- zación, esto es, la causa final de los filósofos_ escolásticos. De aquí al providencialismo ni siquiera media un paso, o mejor dicho es su punto de arranque: la a~ción de una fuerza superior que dirige el curso de los acontecimientos, de manera que las sustancias realicen su fin. De esta manera es como se produce la separación entre teoría y práctica que caracteriza a la psicología contemporánea; el conocimiento, en alejándose de la realidad, termina por quedar clausurado en el mundo de la especulación. No corresponde a los hechos y se convierte en superestructura ideal, cuya armonía y equilibrio responden al impe- rio de lo subjetivo. Por su parte, la práctica corre suerte inversa: queda inseparablemente unida a los hechos y deriva hacia la simple com- probación, jerarquización y sistematización de datos. El análisis adquiere significado particular y su integración en un sistema concluye con la elaboración de diadas en que las parejas de elementos están enlaza- das por un mecanismo externo que constituye uno de los tantos fenó- menos aparentes a que da lugar esa unión metodológicamente forzada, o aparece como vulgar puente «pro forma> entre la irreductibilidad intrínseca de los hechos. Es así como teoría y práctica resultan divor:- ciadas; en tanto la primera se ocupa de la «sustancia pensante», la segunda capta sus atributos a través de la actividad de la «sustancia extensa>. El ejemplo más claro lo presenta el psicoanálisis, para el cual las manifestaciones somáticas de las neurosis representan un síntoma aleatorio del fenómeno por corresponder a la fisiología del organismo, mientras que la etiología debe buscarse en mecanismos propios de la «Sustancia pensante>: represiones, conflictos, complejos, etc., que ·reac- cionan con plena autonomía. Así, ·cada vez que el psicoanálisis provoca una «Conversión> moral habla de una «Cura> obtenida. La situación es todavía más patente en el psicoanálisis existencial, que, según su pro- HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA 35 pío propulsor, Sartre, es un método destinado a poner en claro bajo una forma rigurosamente objetiva la elección definitiva por la que cada persona se hace persona, o sea se anuncia a sí misma.11'1 Se trata- ría, en suma, de descubrir el cproyecto original> que dirige incons- cientemente nuestras determinaciones particulares:
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