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Historia-literatura-y-ensayo--la-revista-humanismo-en-su-primera-epoca-1952-1954

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN LETRAS 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS 
 
 
Historia, literatura y ensayo: la revista Humanismo 
en su primera época (1952-1954) 
 
 
TESIS 
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: 
MAESTRO EN LETRAS (LETRAS LATINOAMERICANAS) 
 
 
PRESENTA: 
 
RICARDO CADENA SOLÍS 
 
 
Tutora: 
Dra. Regina Aída Crespo Franzoni 
Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe-UNAM 
 
 
 
 
 
Ciudad Universitaria, CD. MX. Noviembre, 2018 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
2 
 
Índice 
Introducción..........................................................................................................4 
I. Cultura, sociedad y política en América Latina............................................9 
I.1 Intención.....................................................................................................................9 
I.2 El panorama sociopolítico en América Latina en el medio siglo XX......................10 
I.3 Aspectos culturales. Humanismo y el medio editorial latinoamericano...................12 
I.4 Desde la perspectiva mexicana. La consolidación del desarrollo.............................17 
I.5 Los intelectuales y el desarrollo editorial mexicano.................................................20 
II. Historia de un proyecto editorial.................................................................25 
II.1 Intención..................................................................................................................25 
II.2 Humanismo. Primera época (1952-1954)................................................................26 
II.2.1 Mario Puga y la ruta del exilio.................................................................26 
II.2.2 La fundación.............................................................................................29 
II.2.3 La primera crisis.......................................................................................33 
II.2.4 Visión empresarial: nace la Editora y Distribuidora Humanismo............37 
II.2.5 El director se separa..................................................................................40 
II.3 Humanismo. Segunda época (1954-1958)...............................................................42 
II.3.1 Replanteamientos y nuevas perspectivas..................................................42 
II.3.2 Un director desde la distancia. Roa vuelve a Cuba..................................49 
3 
 
II.4 Humanismo. Tercera época (1959-1961)...............................................................51 
II.4.1 De México a La Habana...........................................................................51 
III. La voz de una revista: el ensayo como género organizador....................56 
III.1 Intención.................................................................................................................56 
III.2 La concepción de una línea editorial......................................................................57 
III.3 El ensayo: una caracterización genérica................................................................62 
III.4 El ensayo en la práctica y el debate entre géneros.................................................66 
III.5 Humanismo y sus ejes rectores..............................................................................72 
III.5.1 Humanismo.............................................................................................80 
III.5.2 Crisis social y de valores.........................................................................86 
III.5.3 Latinoamérica y México..........................................................................87 
III.5.4 Literatura.................................................................................................93 
III.5.5 Arte..........................................................................................................97 
III.5.6 Artista y Estado.....................................................................................102 
III.5.7 Varios....................................................................................................104 
Conclusiones.....................................................................................................106 
Bibliografía.......................................................................................................111 
Hemerografía................................................................................................................115 
Archivo.........................................................................................................................116 
4 
 
Introducción 
Las páginas de este trabajo proceden de un acercamiento paulatino a la historia y la lectura de 
las revistas culturales latinoamericanas. Son resultado, también, del interés por revalorizarlas a 
partir de su relación directa con su presente social, histórico y cultural, interés ejemplificado 
en los estudios críticos que en los últimos años han colocado a las revistas ya no como objetos 
relacionados tangencialmente con una época, un personaje, una institución, etc., sino como 
sujetos de investigación a partir de los cuales se organizan metodologías específicas.
1
 
El tema que aquí se aborda, la revista Humanismo, está estrechamente relacionado con la idea 
de revalorización de las publicaciones periódicas en sí mismas y dentro de una época histórica 
determinada. Humanismo fue fundada en 1952 como revista cultural por el exiliado peruano 
Mario Puga, residente en México durante el régimen de Manuel Odría en Perú (1948-1956), y 
en ella participaron tanto intelectuales mexicanos de ideología afín a los gobiernos 
revolucionarios, como latinoamericanos adscritos a las izquierdas democráticas y exiliados 
españoles adheridos a la República derrocada. Tales figuras intelectuales y políticas 
conformaron un proyecto plural. En 1954, Puga dejó la dirección en manos de Raúl Roa 
García, exiliado cubano que había arribado a México como perseguido político durante el 
segundo gobierno de Fulgencio Batista, y con él la publicación adquirió un tono político de 
objetivos continentales. De regreso en Cuba, en 1955, Roa se alejó físicamente de Humanismo 
pero no de su dirección, que mantuvo hasta 1958 junto al político venezolano Ildegar Pérez 
Segnini. La revista permaneció en México hasta el triunfo de la Revolución de Castro, tras de 
 
1 En ese sentido, han sido útiles los trabajos de Regina Crespo (coord.), Revistas en América Latina: proyectos literarios, políticos y 
culturales, México, UNAM/Eón, 2010; Aimer Granados (coord.), Las revistas en la historia intelectual de América Latina: redes, política, 
sociedad y cultura, México, UAM-Juan Pablos Editor, 2012; así como el volumen especial “Revistas literarias/culturales latinoamericanas del 
siglo XX”, coordinado por Jorge Schwartz y Roxana Patiño, en Revista Iberoamericana, vol. LXX, núm. 208-209, julio-diciembre de 2004; y 
los volúmenes de América: Cahiers du CRICCAL, coordinados por Claude Fell, núm. 4-5, 1990; núm.9-10, 1992; núm. 15-16, 1996. 
5 
 
lo cual se trasladó a La Habana para editar allí sus últimos números, bajo la dirección del 
puertorriqueño Juan Juarbe y Juarbe, antes de desaparecer a principios de 1961. 
En el panorama histórico de las publicaciones periódicas, Humanismo se ubica en el cruce de 
dos factores contrastantes: por un lado, participó ampliamente en su época al construir una red 
de colaboradores de reconocimiento internacional; sin embargo, a pesar de este rango de 
importancia en el contexto editorial y cultural de mitad del siglo XX, su estatus no trascendió 
el paso de los años y en la actualidad la revista es casi desconocida. Su bibliografía crítica se 
circunscribe únicamente a los trabajos de Andrés Kozel
2
 –a los cuales esta investigación debe 
su origen y fueron guía para la recopilación de nuevos datos–, y se complementa con las 
anotaciones de algunos índices hemerográficos, esforzados aunque inexactos,
3
 y ciertas 
referencias incluidas en semblanzas y perfiles biográficos sobre Raúl Roa.
4
 Esta notable 
carestía de fuentes directas, en contraste con la dinámica histórica de la propia publicación, 
reforzó la idea de emprender una investigación que alimentara este campo de estudio. 
¿Bajo qué parámetros establecer la estructura de trabajo? La respuesta a este cuestionamiento 
partió de los antecedentes críticos disponibles. Kozel define los suyos a partir de una 
perspectiva social-política que explica, desde la propia idea de América Latina, la vocación de 
la revista enmarcada por una historia de Humanismo a través del recuento cronológico de sus 
protagonistas y su división en tres etapas claramente diferenciadas. Este trabajo, por su parte, 
 
2 Andrés Kozel, “América Latina en Humanismo (México-La Habana, 1952-1961)”, en Regina Crespo (coord.), Revistas en América Latina: 
proyectos literarios, políticos y culturales, México, UNAM/Eón, 2010, pp. 319-352; así como el artículo “Latinoamérica en la primera etapa 
de Humanismo (México, 1952-1954)”. En 
http://www.cialc.unam.mx/Revistas_literarias_y_culturales/PDF/Articulos/Latinoamerica_en_la_primer_etapa_de_Humanismo.pdf 
3 Véase, por ejemplo, Fernando Curiel, Carlos Ramírez y Antonio Sierra, Índice de las revistas culturales del siglo XX (Ciudad de México), 
México, UNAM, 2007, pp. 147, 326. En esta recopilación, los registros correspondientes a Humanismo indican un periodo de publicación 
erróneo de 1952-1962, periodicidad bimestral y dirección de Raúl Roa e Ildegar Pérez Segnini, datos tomados, sin duda, de los últimos 
números editados en México, ignorando sus etapas previa y posterior. 
4 El historiador Rafael Rojas hace una semblanza de Humanismo a partir de su papel como documento antológico del pensamiento de la 
izquierda revolucionaria no comunista, y como mapa de los exilios latinoamericanos en México, con base en los datos que sobre la revista y 
sobre Raúl Roa aportan Andrés Kozel (“Latinoamérica en la primera etapa de Humanismo (México, 1952-1954)”) y Salvador E. Morales y 
Laura del Alizal (Dictadura, exilio e insurrección. Cuba en la perspectiva mexicana. 1952-1958, México, Secretaría de Relaciones 
Exteriores, 1999). Véase Rafael Rojas, “México y las dictaduras caribeñas, 1934-1959”, en Mercedes de Vega (coord.), Historia de las 
relaciones internacionales de México, 1821-2010. Caribe, (Volumen 3), México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2011, pp. 120-121. 
6 
 
tiene una perspectiva eminentemente literaria-cultural que se asocia, a partir de ella, a una 
serie de enfoques multidisciplinarios. Dicha perspectiva tuvo una dificultad central para su 
consolidación: ¿cómo definir y estructurar un trabajo de tema literario sin dejar que lo político 
trasminara, y dominara, el análisis? Luego de distintas tentativas se llegó a la conclusión de 
que, para la revista, la fórmula cultura-política-sociedad era indisoluble y así esta tenía que ser 
estudiada. Se corroboró como necesario el recuento histórico de la publicación en sí misma, 
contrastado por una valoración cultural, política y social del contexto latinoamericano. Se 
pensó la revista desde su concepción integral, tal y como había sido definida por sus 
fundadores en su carácter de revista cultural. La división cronológica de sus etapas hecha por 
Kozel resultó pertinente para establecer periodos de estudio. Luego de una lectura general, del 
hallazgo de variables en el uso de distintos géneros literarios, y de sus funciones específicas 
dentro de la publicación, se determinó que este afán integrador, plural y cultural correspondía 
a la primera de las etapas de publicación, la dirigida por Mario Puga y su consejo editorial 
entre 1952 y 1954, etapa que comprende veinte números editados. 
De esta manera, el texto gira en torno a ciertas hipótesis planteadas al respecto: que el 
contexto político-social latinoamericano definió el lugar de los intelectuales como sujetos 
participantes de la coyuntura social y política, a la vez que sujetos en búsqueda por la 
autonomía de su campo; que Humanismo, en su primera etapa, cumplió en su línea editorial 
con los principios definidos por su cuerpo directivo, que comprenden una visión humanista 
integral reflejada en su variedad temática, y una postura política que se pronunciaba como 
democrática y alejada de radicalismos; y que el ensayo, como género literario, es un tipo de 
texto recurrente en la revista y el que sirve de guía para conocer sus principios editoriales y 
entender el cumplimiento de su línea editorial en los veinte primeros números. 
7 
 
Tres capítulos conforman esta investigación. El primero define, en términos generales y bajo 
el concepto de campo intelectual de Bourdieu, un contexto político, social y cultural 
latinoamericano correspondiente a la década de 1950, como marco histórico referencial para 
ubicar, temporal y geográficamente, el lugar de Humanismo y las coyunturas que sobre ella 
influyen: las tensiones políticas en América Latina derivadas de la Guerra Fría; la 
participación social de los intelectuales y las nuevas perspectivas literarias; la relación de 
aquellos con los grupos de dominación política, y el papel de los exilios como articuladores de 
redes de participación cultural. Este marco histórico desemboca en el panorama mexicano 
político, literario y editorial en el cual habitó Humanismo en los más de seis años de 
publicación en este país. 
El segundo capítulo se organiza en torno a una noción de red intelectual, tomada de Eduardo 
Devés-Valdés, y aborda la crónica de Humanismo como parte activa de un periodo histórico 
ya conocido y, a través de ella, las relaciones que intervinieron en su progresivo desarrollo 
editorial, temático, ideológico y material. Segmentado por sus principales épocas directivas 
(Puga 1952-1954, Roa-Pérez Segnini 1954-1958, Juarbe y Juarbe 1959-1961), el recorrido 
incluye lugares, personajes, proyectos alternos y circunstancias históricas que incidieron en la 
fundación de la revista, pero también en sus virajes ideológicos y su abrupta desaparición. 
El tercer capítulo analiza, específicamente, la primera de las épocas de publicación, con base 
en los argumentos ya referidos –contenido temático plural, orientación cultural y literaria 
destacada–. Explica de qué manera el ensayo sirvió como género organizador de una línea 
editorial y como eje articulador del seguimiento de la misma durante el periodo analizado. Es, 
indudablemente, el capítulo que representa mayor complejidad teórica. Define, en primer 
lugar, los parámetros de una línea editorial dentro de un medio comunicativo. Debate, más 
8 
 
adelante, los alcances del concepto ensayo tanto en el campo literario como en el periodístico, 
para condensar una caracterización que justifica la elección del material textual analizado. 
Definidos los términos, el análisis avanza hacia un repaso de los postulados: explica la formaen que el ensayo construye unos principios editoriales a partir de ciertas reflexiones en torno al 
humanismo, concepto de amplios alcances que está presente como tema de reflexión y que le 
da nombre a la revista; más adelante, se aborda la línea editorial derivada de aquellos 
principios en relación a los temas, coyunturales o no, que la publicación adoptó en esos veinte 
números. 
Cabe añadir que la visión latinoamericanista de Humanismo es limitada. Se inscribe, más bien, 
en un hispanoamericanismo que toca, fugazmente, la coyuntura de países como Haití o, más 
reducidamente, Brasil. Bajo los términos de “Indoamérica”, primero, y “Nuestra América”, 
más tarde, esas ausencias quedaron relativamente cubiertas. Este trabajo, sin embargo, retoma 
en distintos momentos la totalidad de conceptos con los que la revista intentó condensar un 
fenómeno de conjunto. 
 
 
 
 
 
9 
 
I. Cultura, sociedad y política en América Latina 
I.1 Intención 
Este capítulo aborda el estudio del panorama cultural latinoamericano en el que la revista 
Humanismo participó durante su periodo de publicación (1952-1961). No se circunscribe 
específicamente a este lapso de tiempo sino, de manera general, al recorrido por la década de 
los cincuenta –con algunas necesarias regresiones–, a partir de una mirada a la figura de los 
intelectuales, cuya labor en distintos sectores de la cultura estuvo relacionada directamente 
con el contexto social y político y la influencia que los círculos de poder ejercían sobre su 
actividad. 
El objetivo es describir el contexto político, social y cultural situado en la medianía del siglo 
XX en Latinoamérica y, particularmente, en México, y así reflejar que este panorama definió 
el lugar de los intelectuales, simultáneamente, como sujetos participantes en la coyuntura 
social y política y como sujetos en búsqueda por la autonomía de su campo. 
Por la naturaleza de sus propósitos, este capítulo se ha estructurado a partir del concepto de 
campo intelectual, desarrollado por Pierre Bourdieu, pues su sentido abarcador incluye 
elementos centrales de este estudio, como las figuras del autor y del editor en la producción de 
bienes culturales. El campo intelectual no delimita un espacio físico, sino que tiene, mejor 
dicho, un alcance teórico y metodológico.
1
 Se describe como “un sistema de líneas de fuerza” 
formado por lo que Bourdieu llama agentes (individuos, creadores) o sistemas de agentes 
(academias, instituciones, cenáculos) que, al surgir, se interrelacionan de distintas maneras, 
adquiriendo una estructura específica en un momento dado del tiempo.
2
 Explica, a su vez, 
 
1 Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Conceptos de sociología literaria, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1980, pp. 14-16. 
2 Pierre Bourdieu, Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto, Buenos Aires, Montressor, 2002, p. 9. 
10 
 
cómo las relaciones entre elementos (un escritor con su obra, un autor con la sociedad) no son 
directas, sino que están mediadas por el propio campo y por la posición que cada uno ocupe 
dentro de él. Altamirano y Sarlo lo sintetizan como un “sistema de relaciones que incluye 
obras, instituciones y un conjunto de agentes intelectuales (desde el escritor al editor, desde el 
artista al crítico, etc.)” regido por una lógica, “la de la lucha o competencia por la legitimidad 
cultural”.
3
 El campo intelectual exige una autonomía que le confiera el ejercicio de leyes 
propias y la completa libertad en la producción de bienes simbólicos; autonomía relativa –que 
no total– porque sobre ella influyen el poder adquirido por otros campos que tratan de legislar, 
discreta o abiertamente, sobre él. 
I.2 El panorama sociopolítico en América Latina en el medio siglo XX 
La revista Humanismo fue un producto derivado de distintas circunstancias históricas que 
tienen sus antecedentes en el desarrollo político y social en América Latina desde los 
comienzos del siglo XX. Los procesos modernizadores iniciados a principios del siglo en los 
países del área tuvieron diferentes ritmos evolutivos, condicionados por crisis políticas, 
económicas y reiteradas etapas de violencia que elevaron la participación social de los 
ciudadanos en distintos niveles de la vida pública. Esta primera mitad del siglo atestigua el 
surgimiento de una nueva etapa del nacionalismo latinoamericano, que tiene su base 
constitutiva en los debates intelectuales sobre identidad nacional, y que se caracterizó por la 
recuperación de un pasado histórico común y por el progresivo rechazo a las políticas 
intervencionistas de los Estados Unidos. En ese sentido, el intelectual latinoamericano 
reafirmó la función social de su quehacer humanista, al acrecentar la participación de su 
campo en los procesos históricos globales. Son décadas, asimismo, definidas por la entrada a 
 
3 Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, op. cit., p. 15. 
11 
 
la vida política de las clases populares a través de nuevos partidos de orientación radical, 
producto de la conformación de un proletariado que en la década de los cuarenta ya agrupaba 
una base social importante.
4
 
Las condiciones políticas se dividían en casos particulares. Para la llegada del medio siglo, 
México había conformado una maquinaria gubernamental de sólida dominación política, a 
través de un partido –transformado de Partido de la Revolución Mexicana a Partido 
Revolucionario Institucional en 1946– que se legitimaba como heredero de los principios de la 
revolución ocurrida en las dos primeras décadas del siglo. Argentina, por su parte, había 
atravesado décadas convulsas entre gobiernos radicales, conservadores y militares, cuyos 
constantes cambios, democráticos y de facto, no habían logrado acelerar el crecimiento 
económico nacional; este proceso político desembocó en el primer gobierno nacionalista de 
Juan Domingo Perón (1946-1955) y la subsecuente crisis económica que lo llevaría a su caída. 
En Perú, la primera mitad del siglo no tenía otro recuento más que el de una serie de 
regímenes militares –Leguía, Sánchez Cerro y Benavides– combinados con efímeros 
gobiernos democráticos –Manuel Prado y José Luis Bustamante y Rivero–, con impactos poco 
alentadores en el proceso modernizador que derivaron en un nuevo gobierno militar, el 
llamado Ochenio presidencial de Manuel Odría (1948-1956). En Colombia, la pugna entre 
liberales y conservadores tampoco favoreció la inversión, que se vio después frenada por los 
disturbios urbanos y la crisis del campo durante el periodo de la Violencia a partir de 1948, 
durante el gobierno de Mariano Ospina; los subsecuentes gobiernos del conservador Laureano 
Gómez y el general Gustavo Rojas Pinilla agudizaron ese proceso. Venezuela también había 
experimentado una sucesión de gobiernos democráticos y golpes de Estado; en 1948, un nuevo 
golpe militar derrocó al gobierno de Rómulo Gallegos, colocando a Marcos Pérez Jiménez en 
 
4 Véase Edwin Williamson, Historia de América Latina, México, FCE, 2013, pp. 309-371. 
12 
 
el poder hasta 1958. En las repúblicas centroamericanas hubo asimismo este tipo de 
alternancia en los gobiernos, con un bajo desarrollo económico, casi siempre bajo la influencia 
estadounidense en la toma de decisiones políticas. En las Antillas, Rafael Leónidas Trujillo 
mantenía desde 1930 un gobierno dictatorial en República Dominicana, y Cuba había 
enumerado gobiernos militares y civiles luego de su tardío paso hacia la independencia; entre 
la dictadura de Gerardo Machado (1925-1933), la primera etapa de Fulgencio Batista (1940-
1944) y los gobiernos de Ramón Grau San Martín (1944-1948) y Carlos Prío Socarrás (1948-
1952), hubo débiles avances hacia la democracia. Esta secuencia culminó con la llegada del 
segundoperiodo de Batista, entre 1952 y 1958. 
Bajo estos antecedentes, los países de la región llegaron a la mitad del siglo en medio de una 
serie de factores determinantes: 1) un proceso industrializador en marcha, impulsado 
fuertemente durante los años de la Segunda Guerra Mundial, pero con capacidad de satisfacer 
únicamente sus mercados nacionales; 2) una restructuración demográfica, reflejada en el 
crecimiento de las ciudades y en la conformación de nuevas clases sociales dentro de estas; 3) 
una coexistencia de ideologías antagónicas que reiteradamente asumieron posturas 
beligerantes y que en distintas ocasiones promovieron drásticos cambios gubernamentales. 
Este clima político propició, además, una ola de intentos injerencistas de los Estados Unidos 
en contra de las soberanías nacionales de la región, derivada de las tensiones generadas por la 
Guerra Fría. 
I.3 Aspectos culturales. Humanismo y el medio editorial latinoamericano 
El campo intelectual intervino en distintos niveles dentro de los procesos políticos y sociales. 
Fue, por su naturaleza reflexiva, analítica y creadora, un medio que articuló ejes 
interpretativos de los sucesos coyunturales, a la vez que persistió en la búsqueda por la 
13 
 
autonomía de su campo respecto a los círculos de poder que, históricamente, lo han 
subordinado. Al acrecentar su participación social y política, artistas y pensadores 
experimentaron mayores retos por defender una libertad inherente al acto de razonar y de 
crear, pues este grado de intervención los hizo elevar la tensión entre su campo y los grupos 
dominantes. En las tomas de postura del intelectual no solamente intervinieron filiaciones 
propias sino, al mismo tiempo, coyunturas políticas, valoraciones a corto y mediano plazos o, 
más aún, la simple supervivencia personal. Represión, exilio, muerte y encarcelamiento fueron 
consecuencias de las sucesiones gubernamentales y de su incrustación en una ideología 
determinada. Las movilizaciones ocasionadas por el exilio latinoamericano durante la primera 
mitad del siglo reflejaron el carácter social del pensamiento contemporáneo y su vinculación 
directa con los agitados acontecimientos políticos. 
Identidad, libertad, igualdad y democracia fueron conceptos que entraron a formar parte de 
una gran cantidad de las obras producidas en el terreno artístico, filosófico y literario. En el 
plano de lo estético, la literatura y el arte latinoamericanos se enriquecieron a partir de una 
asimilación de las ideas de las vanguardias europeas aplicadas a los temas y al panorama 
histórico propiamente regional. Las letras se valieron de esta combinación novedosa, pero 
también del uso frecuente del realismo social, utilizado entre cuentistas y novelistas que 
profundizaron en los debates de su presente. Floreció un indigenismo que rescataba una de las 
figuras protagónicas del continente que de la novela de José María Arguedas, Jorge Icaza y 
Ciro Alegría, transitó hacia el ensayo y el discurso de Víctor Raúl Haya de la Torre, José 
Carlos Mariátegui o Antenor Orrego. Esta América indígena que trataba de reivindicar su 
estatus compartió el tiempo con otra literatura que, desde la ciudad, trató de asumir al hombre 
latinoamericano como parte de la modernidad. El protagonismo de las clases urbanas medias y 
14 
 
populares en las letras tiene su antecedente, entre otros, en Roberto Arlt, o en el primer Jorge 
Luis Borges, y culmina en la década del cincuenta con Carlos Fuentes. Por su parte, el ensayo 
es el género que quizás sustenta más directamente el debate sobre la identidad y la modernidad 
latinoamericanas a partir de su ubicación en la periferia del contexto internacional: ya para el 
medio siglo, la obra de pensadores como Leopoldo Zea, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Mariano 
Picón Salas, Ezequiel Martínez Estrada y Francisco Romero había sido asimilada por el campo 
intelectual y aportaba un cuerpo teórico que antes no existía. 
El surgimiento de Humanismo se ubicó en la intersección de esta serie de factores. Por sus 
propósitos y objetivos, fue una revista cultural, concebida así por su fundador y primer 
director, Mario Puga, y por el círculo de intelectuales que lo secundaron en el proyecto. 
Palabra general la de cultura, si se atiende a la variedad de temas que la revista trató de 
englobar. Su perspectiva incluyó una definición política, caracterizada por un apego a las 
doctrinas democráticas y una adherencia a las ideas nacionalistas en boga. La primera de esas 
definiciones provenía de su ascendencia aprista, en cuya aspiración latinoamericana (o 
indoamericana) Puga encontró el encauzamiento ideal para definir a Humanismo como una 
revista continental, si bien en los hechos atendió específicamente las coyunturas de los países 
de habla española. La segunda, aunque estaba a tono con las políticas de control estatal 
adoptadas en distintos países, tenía su origen en la propia política mexicana y en los resabios 
del llamado nacionalismo revolucionario. No debe olvidarse tampoco que Humanismo fue, 
desde la figura de Puga y de buena parte de los colaboradores, una revista del exilio que tuvo 
en México el sitio de articulación de su red intelectual, acrecentada luego por las relaciones de 
contacto académico y artístico con otros grupos en América Latina. 
15 
 
El papel de México como país receptor de exiliados fue el elemento principal para que la 
revista adquiriera su perspectiva latinoamericanista. Cumplió esta tarea durante la etapa 
directiva de Puga, en la que se integraron miembros mexicanos y de la intelectualidad 
latinoamericana, principalmente peruana, así como personajes del exilio republicano español 
que aportaron una valoración externa al plano de las vicisitudes americanas. Después, 
Humanismo expandió esta perspectiva unificadora en la época en que Raúl Roa, miembro del 
exilio cubano en México, tomó la dirección y abrió las páginas de la revista a intelectuales de 
las migraciones caribeña y venezolana. 
Si Humanismo se concibió como una “institución al servicio de los valores del espíritu en el 
Continente”
5
 tuvo, por supuesto, el objetivo de circular y hacerse conocer en el panorama 
internacional de las publicaciones periódicas. Esto la llevó a enfrentarse con las restricciones 
de los mercados que condicionaban al medio editorial, que incluía no solamente a la 
producción de revistas culturales, sino también a la industria del libro, dos sectores que, a 
pesar de tener distintas motivaciones de producción, compartían públicos y vías distributivas.
6
 
El medio editorial no solamente colaboró en la lucha por la autonomía del campo intelectual 
en relación a la producción de obras; también se enfrentó a la problemática empresarial que 
representaba el bajo número de lectores al que lograba llegar este tipo de productos culturales. 
Esta restricción tuvo que ver, principalmente, con el analfabetismo que prevalecía en América 
 
5 “La presentación de Humanismo”, Humanismo, núm. 2, agosto de 1952, p. 42. 
6 Mientras que la edición de libros tiende a realizarse como una operación de mediano y largo plazo, las publicaciones periódicas tienen en su 
circulación inmediata la razón de su existencia, al funcionar como una voz y un órgano de influencia en la discusión de la coyuntura. A estas 
se suma la edición de periódicos, que colabora a favor del desarrollo cultural no solamente como transmisor de datos noticiosos, sino también 
con la elaboración de suplementos culturales o literarios que coexisten, junto a las revistas, como cuerpos de vasta presencia en el mercado 
que apuntan al corto plazo. Las publicaciones periódicas han funcionado, asimismo, como canales de transmisión de bienes culturales de 
carácter masivo, inmediato y constante, no solamente en su papel de órganos o tribunas de debate, sino también como un conector entre el 
autor y el público, y mediante sunaturaleza antológica exponen lo que de otra manera no llegaría a materializarse bajo la forma de libro. Al 
respecto, Regina Crespo señala: “Se puede afirmar que las revistas ocupan un lugar intermedio entre la trascendencia de los libros y la 
transitoriedad de los periódicos. Hacen la crónica de su propia circunstancia, pero a partir de una perspectiva un poco más pausada. Además, 
se colocan en una zona por así decir híbrida, pues pertenecen simultáneamente al espacio periodístico y al campo artístico-intelectual” [la 
traducción es mía]. Regina Crespo, “Revistas culturais e literárias latino-americanas: objetos de pesquisa, fontes de conhecimento histórico e 
cultural”, en Mary Anne Junqueira y Stella Maris Scatena Franco (coords.), Cadernos de Seminarios de Pesquisa (Volume II), São Paulo, 
USP-FFLCH-Editora Humanitas, 2011, pp. 99-100. 
16 
 
Latina, pues si bien las campañas educativas tuvieron progresos sustanciales en países como 
Argentina o Uruguay, para la década de los cincuenta la región continuaba con una tasa de 
analfabetismo promedio ubicada en 40%.
7
 Otras naciones, como México, Perú y Cuba, 
también proyectaron extensos programas alfabetizadores, aunque estos redujeron el problema 
de manera muy paulatina.
8
 
Esta serie de factores restrictivos definió el reducido campo de operación de las revistas 
culturales que, sin embargo, adquirieron papeles protagónicos tanto en el debate público, 
como en el desarrollo editorial de América Latina. Humanismo se colocó junto a proyectos 
como Sur, Cuadernos Americanos o Repertorio Americano en la tarea de entablar diálogos a 
nivel cultural y político pero, además, en el hecho de trascender su carácter de revista para 
funcionar también como sello editorial de perspectiva continental, coadyuvando al crecimiento 
de la industria del libro llevado a cabo por editoriales de gran importancia a nivel internacional 
como Losada, Eudeba y el Fondo de Cultura Económica.
9
 
Estos avances en la producción y circulación de libros y revistas en distintos países de 
América Latina no significaron un progreso del campo intelectual respecto a su autonomía. Si 
bien muchos de los grandes proyectos de publicaciones periódicas recibieron financiamiento 
privado, frecuentemente estos tuvieron relaciones ideológicas específicas a las cuales tenían 
que someter sus líneas editoriales. Los cambios gubernamentales experimentados en este 
periodo tampoco modificaron esa realidad. Tanto gobiernos democráticos, de izquierda o 
 
7 Miguel Soler Roca, El analfabetismo en América Latina. Reflexiones sobre los hechos, los problemas y las perspectivas, París, UNESCO, 
1989, p. 33. 
8 Las crecientes clases medias urbanas, por otra parte, elevaron progresivamente su nivel educativo y de esa manera participaron, junto a las 
elites intelectuales, en el desarrollo cultural latinoamericano al expandir los grupos de consumidores de productos culturales. 
9 La progresiva popularización del llamado “libro de masas”, de gran tirada y bajo costo de compra, favoreció los proyectos editoriales, que 
pudieron ampliar sus mercados de venta, toda vez que los índices de analfabetismo iban siendo lentamente disminuidos. Véase Robert 
Escarpit, La revolución del libro, Madrid, UNESCO/Alianza Editorial, 1968. 
17 
 
derecha, como los militarismos establecidos de facto, reafirmaron la subordinación del campo 
intelectual y, por ende, limitaron la libertad que el medio editorial demandaba. 
I.4 Desde la perspectiva mexicana. La consolidación del desarrollo 
Para los inicios de la década de 1950, México transitaba por un periodo de estabilidad política 
iniciado aproximadamente dos décadas atrás. El gobierno de Adolfo Ruiz Cortines (1952-
1958), continuador del modelo político-económico de Miguel Alemán,
10
 aceleró los ritmos de 
crecimiento y desarrollo nacional enfocados en la industria interna y en la cooperación política 
y comercial con los Estados Unidos. Esta relación, en el panorama de la Guerra Fría, significó 
también un trabajo paralelo en la lucha contra la influencia soviética en territorio mexicano, 
enfocada en el monitoreo interno de ciertos sectores proclives a la izquierda radical.
11
 La 
cooperación cercana entre los dos países le permitió a México adquirir autonomía en el 
ejercicio de su política interna respecto a la tradicional injerencia estadounidense, aun cuando 
existieron casos de reconvención de este gobierno hacia el Estado mexicano por su “excesiva 
tolerancia” con los comunistas dentro del país.
12
 En el panorama social, las clases obreras 
urbanas experimentaron periodos de crecimiento, definiendo así su condición de proletariado 
industrial enfrentado a las clases medias, si bien este fenómeno no les fue suficiente para 
establecer garantías de participación dentro de los círculos de poder.
13
 Ruiz Cortines ejerció un 
programa sistemático de control obrero con el objetivo de reducir los riesgos de 
desestabilización económica a causa de movimientos generados en el sector industrial. La 
 
10 La continuidad Alemán-Ruiz Cortines marca una de las mayores etapas de crecimiento durante el “milagro mexicano”: avanza en 
infraestructura urbana y agrícola, regula un salario mínimo y reconoce el derecho a voto de las mujeres en elecciones federales (1954), entre 
otros, aunque los actos de represión y la corrupción gubernamental fueron temas constantes. 
11 Véase Soledad Loaeza, “Modernización autoritaria a la sombra de la superpotencia, 1944-1968”, Nueva historia general de México, 
México, El Colegio de México, 2010, p. 677. 
12 El gobierno de Washington, como es sabido, mantenía vigilancia en las embajadas de países socialistas en México, especialmente la de la 
URSS, que era usada como base de planeación para actividades en el Caribe y Sudamérica. Roberta Lajous Vargas, Historia mínima de las 
relaciones exteriores de México (1821-2000), México, El Colegio de México, 2016, p. 267. 
13 José Luis Reyna y Raúl Trejo Delarbre, La clase obrera en la historia de México. De Adolfo Ruiz Cortines a Adolfo López Mateos (1952-
1964), México, Siglo XXI, 1996, p. 14. 
18 
 
ocupación de ciertos puestos de la burocracia sindical fue clave para mantener la paz social y 
elevar la capacidad de operación del gobierno. 
Desde el contexto latinoamericano, México ofrecía seguridad interior en épocas de 
contingencia política y expulsión masiva de opositores en América Latina. El sector 
intelectual, que por su exposición a la vida pública había sido uno de los grupos mayormente 
perseguidos desde las cúpulas de poder, tuvo en México una permanente opción de refugio, no 
solo en la parte media del siglo XX, sino también durante las décadas previas y posteriores. Al 
exilio español de fines de los treinta se habían sumado otras olas de refugiados 
latinoamericanos disidentes del ubiquismo guatemalteco, los militarismos peruanos, el 
régimen de Pérez Jiménez en Venezuela, los autoritarismos centroamericanos y la dictadura 
cubana de Fulgencio Batista, principalmente.
14
 
A partir de 1940, México había articulado una política internacional basada, por un lado, en la 
doctrina Estrada y, por otro, en los acuerdos sobre el derecho de asilo vinculados con las 
resoluciones de La Habana (1928) y Montevideo (1933), con lo que, a decir de Rubén Ruiz 
Guerra, buscaba “construir en alguna medida una política independiente y antiimperialista que 
serviría para establecer una zona de influencia que contrarrestara de alguna manera la 
creciente presencia estadounidense, en particular en Centroamérica y el Caribe”.
15
 Este 
enfoque de la diplomacia mexicana permitió establecer una política de permanencia que 
gravitaba entre dos niveles: en la superficie, mostraba un sentido de inclusión y tolerancia 
irrestricta; en el fondo, a partir de una recomendada mesura política dentro del país,mantenía 
una cercana vigilancia a ciertos emigrados catalogados como posibles alteradores del clima 
social, una actividad en la que, como ya se ha señalado, colaboró el gobierno estadounidense 
 
14 Véase, entre otros, Carlos Véjar Pérez-Rubio (coord.), El exilio latinoamericano en México, México, UNAM, 2008. 
15 Rubén Ruiz Guerra, Más allá de la diplomacia. Relaciones de México con Bolivia, Ecuador y Perú, 1821-1994, México, Secretaría de 
Relaciones Exteriores, 2007, p, 161. 
19 
 
pero que no dejó de otorgar libertades de acción a elementos radicales cuyas actividades no 
amenazaran la estabilidad interna. 
Para el aprismo ilegalizado por el régimen de Manuel Odría (1948-1956), México no era un 
destino ajeno.
16
 Ya desde los años veinte, en periodos previos de persecución hacia el partido, 
los apristas habían optado por el refugio dicho país. Su propio líder, Víctor Raúl Haya de la 
Torre, había vivido periodos de exilio en territorio mexicano en esa década. Desde finales de 
los cuarenta y durante los años cincuenta, México no solamente recibió a miembros de la 
izquierda peruana, sino también a simpatizantes del derrocado presidente venezolano Rómulo 
Gallegos –él mismo residió en México luego de su paso por Cuba–, a exiliados tras los golpes 
de Estado en Centroamérica –Jacobo Árbenz, por ejemplo, cruzó la frontera hacia México tras 
el golpe de Castillo Armas en Guatemala–, y a opositores del régimen de Batista. Mario Puga, 
Raúl Roa García, Andrés Eloy Blanco y demás participantes de Humanismo lograron 
concertar en el país una red de colaboración y debate, de política y cultura, que supo 
relacionarse con las altas esferas de la cultura mexicana y los grupos del exilio europeo. Las 
cenas organizadas anualmente por Jesús Silva Herzog en honor a Cuadernos Americanos 
reflejan perfectamente la articulación de esta red internacional de intelectuales, plural por sus 
orígenes y cercana al Estado mexicano por sus ideales. 
Más allá de un lugar de residencia, México funcionó como un centro de organización. Por una 
parte, la interacción de los exiliados con artistas y escritores mexicanos permitió el desarrollo 
de agendas culturales –desde la realización de ciclos de conferencias y cursos, hasta la 
 
16 Fundada por el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre en 1924, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) nació como una 
organización política de izquierda, no comunista, y de aspiración internacional latinoamericana bajo los principios de lucha contra el 
imperialismo estadounidense, unidad política de América Latina, nacionalización de tierras e industrias y solidaridad con las clases oprimidas 
del mundo, entre otras. Más tarde concentró sus actividades hacia el Perú, conformándose el Partido Aprista Peruano, de gran convocatoria 
nacional, aunque ilegalizado por varios gobiernos desde los años de su creación. Para la década de los cincuenta, el aprismo experimentaba 
disputas internas entre sus miembros, en desacuerdo con Haya de la Torre por la transformación ideológica que este daba al partido, 
alejándose de sus políticas iniciales. 
20 
 
organización conjunta de la revista–; por otra, sus nexos políticos internacionales configuraron 
oposiciones que, desde la distancia, planificaban acuerdos para el retorno a sus países. La 
organización cubana para el derrocamiento de Fulgencio Batista, de la que Roa García formó 
parte activa y que terminaría con el triunfo de Fidel Castro en 1959 y el traslado de 
Humanismo a La Habana, fue un ejemplo de ello. 
I.5 Los intelectuales y el desarrollo editorial mexicano 
En la producción cultural del país, la participación política tanto del sector nacional como del 
exiliado tendió hacia una crítica conservadora de la gestión interna del gobierno nacional, 
aunque en la visión hacia el exterior había una mayor libertad de elaborar reflexiones más 
profundas. En México, los intelectuales de esta época habitaron en un cruce de fenómenos 
coyunturales: 1) una modernidad en auge favorecida por la estabilidad política dada por un 
partido dominante; 2) una vida social eminentemente urbana, fruto de la industrialización y de 
la migración del campo; 3) un ambiente de relativa tolerancia social que, sin embargo, era 
amplia respecto a una gran parte de las sociedades latinoamericanas. Este panorama estableció 
la convención
17
 en que se desenvolvieron dichos actores de la cultura nacional. El 
nacionalismo y su ideario artístico mantuvieron su debate frente a la vanguardia tal y como lo 
venían sosteniendo desde la pacificación del país tras la Revolución mitigada. En medio de la 
compleja relación entre modernidad y nacionalismo, entre la vanguardia y un provincianismo 
todavía muy actual, incluso entre la creciente clase burguesa capitalina, los intelectuales 
definen posturas. Son los años en que surge la Generación de medio siglo, cuya obra marca los 
límites, en literatura, de una ya superada novela del campo y la Revolución, en favor de 
nuevos escenarios urbanos en los que ya no predomina la descripción, sino el examen interno 
 
17 Convención, entendida como la combinación de una tradición cultural y un sistema literario, que establece el contexto en el cual la obra es 
concebida y realizada por el autor: su género, sus temas, su ideología, sus referencias, etcétera. Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, op. cit., pp. 
21-24. 
21 
 
del personaje en búsqueda de su lugar dentro de la nueva configuración de los estratos 
sociales. En ese sentido se debatieron otros escritores adscritos a una literatura de corte 
plenamente social, que anotaron en sus obras los efectos de esa transición de épocas, reflejada 
en los usos y costumbres de las clases y su interacción dentro del medio urbano. Estas nuevas 
perspectivas de la literatura protagonizaron el choque contra los moldes del tradicionalismo 
nacional en términos no solamente circunscritos al debate intelectual, sino también situados en 
el orden político: grupos que a través de la cuestión artística reclaman y disputan un poder 
simbólico cultural, traducido después en la ostentación de cargos públicos. 
El medio editorial mexicano era, entonces, relativamente amplio y variado, y su relevancia 
continental estaba sustentada en dos circunstancias: financiamiento estatal y participación 
activa del sector exiliado, tanto profesional como económicamente. En cuanto al primero, la 
colaboración oficial en el desarrollo cultural fue la más amplia base de apoyo para los 
proyectos organizados a partir de la consolidación de los gobiernos revolucionarios en el país; 
dos de las mayores casas editoriales del siglo XX mexicano, el Fondo de Cultura Económica y 
la Editorial Universitaria, consolidaron sus estructuras por medio de las aportaciones del 
sector público o, en el segundo caso, de la universidad pública. La primera de ellas, fundada 
en 1934 y orientada originalmente hacia las ciencias sociales, abrió definitivamente sus 
puertas a las humanidades en la década de los cincuenta con la creación de las colecciones 
Letras Mexicanas (1952), y Vida y Pensamiento de México (1956), ya con Arnaldo Orfila 
Reynal como director. La Editorial Universitaria, por su parte, tuvo también una labor 
destacada en estos mismos años, a la par de las actividades impulsadas por la Universidad 
Nacional a través de la oficina de Difusión Cultural y de la Revista de la Universidad de 
México, entonces dirigidas por Jaime García Terrés. Estos dos grandes proyectos editoriales 
22 
 
compartieron espacio en el tiempo con distintos sellos independientes de sólida trayectoria en 
el campo, como Cvltvra, Porrúa, Botas, UTEHA o Séneca.
18
 En casi todas ellas el sector 
exiliado mantuvo una notable presencia que se reflejó tanto en la organización de susequipos 
técnicos, encargados de la planeación y dirección de sus actividades, como en la inversión de 
tipo económico. Los exiliados provenientes de la República española vinieron a fortalecer la 
comunidad editorial hispana que residía en México desde años previos, cuya experiencia les 
permitió no solo desarrollar carrera en este sector de la cultura, sino como editores de revistas 
y semanarios que reconfiguraron los mapas de proyectos editoriales en el país, incrementando 
el número de publicaciones entre finales de los treinta y hasta la década de los cincuenta. 
Nombres como los de Eugenio Ímaz, Javier Márquez, Joaquín Diez-Canedo, Luis Alaminos, 
Francisco Giner de los Ríos y Manuel Andújar se incorporaron al Fondo de Cultura 
Económica en puestos claves que, en el corto y mediano plazos, activaron a esta casa editorial 
como una notable empresa a nivel continental, a la vez que entraron en contacto con otros 
grupos afines y aportaron nuevas publicaciones a la hemerografía nacional, como las revistas 
España Peregrina (1940), Las Españas (1946-1956) y Romance (1940-1941).
19
 Fueron años 
en que las nuevas visiones empresariales de los editores, aunadas a su vocación cultural y 
humanista, contribuyeron a su profesionalización en México y al desarrollo de la industria del 
libro hecho en el país. 
En los mismos años, las publicaciones periódicas tienen abundantes motivos sociales y 
artísticos para intervenir en su presente. Al lado de estos proyectos germinados entre los 
 
18 El apoyo gubernamental en la promoción y apertura de mercados en América Latina fue impulsado no solamente para las editoriales 
públicas; en 1941, por ejemplo, la cancillería mexicana organizó una “Exposición del Libro Mexicano” que tuvo la finalidad de recorrer 
distintos países latinoamericanos para promover los circuitos de venta del libro editado en el país. Véase Guillermo Palacios, “México y 
América del Sur en la Segunda Guerra: ¿„El paladín del latinoamericanismo‟ o „La lengua hispánica de Estados Unidos‟?”, en Mercedes de 
Vega (coord.), Historia de las relaciones internacionales de México, 1821-2010. América del Sur, (Volumen 4), México, Secretaría de 
Relaciones Exteriores, 2011, p. 330. 
19 Véase al respecto Víctor Díaz Arciniega, Historia de la Casa. Fondo de Cultura Económica (1934-1996), México, FCE, 1996, pp. 62-84, y 
Javier Garciadiego, El Fondo, La Casa y la introducción del pensamiento moderno en México, México, FCE, 2016, pp. 97-107. 
23 
 
integrantes del exilio se ubican también expresiones de diversos grupos intelectuales que 
tratan de exponer una postura desde su lugar en el medio nacional. La Revista de la 
Universidad de México encabeza esta serie de publicaciones ocupadas por expresar una visión 
cosmopolita que intenta conjugarse con lo propio; al mismo tiempo, esta época atestigua el 
nacimiento de la Revista Mexicana de Literatura (1955-1965), que se sumó a publicaciones 
fundadas en la década anterior, como la Revista de Filosofía y Letras (1941-1958), y a los 
grandes proyectos de Fernando Benítez, específicamente el suplemento México en la cultura 
del periódico Novedades, editado entre 1949 y 1961. Lugar especial merece la obra cultural de 
Jesús Silva Herzog, cuyo trabajo, sumado a la colaboración de los exiliados españoles que 
habían participado en España Peregrina, condujo a Cuadernos Americanos al reconocimiento 
internacional. Su relación cercana con Humanismo se reflejó en una inclusión de esta última 
como parte de las publicaciones relacionadas a su persona, que a su vez representaba una 
cercanía con los círculos de poder en México. En esta época, el mercado periodístico 
mexicano estaba representado, entre otros, por El Universal y Excélsior, dos periódicos de 
línea liberal conservadora, fundados en 1916 y 1917, respectivamente, así como La Prensa, 
fundado en 1928, de corte populista; El Nacional, periódico oficial fundado también en los 
años veinte, órgano del Partido Revolucionario Institucional, y Novedades y El Popular, 
ambos creados en los años treinta. Todos, proyectos rentables que incluían semanarios y 
ediciones vespertinas, y que funcionaban bajo distintas formas de financiamiento, ya fuera 
bajo la administración de un solo propietario o ya, como Excélsior y La Prensa, bajo el 
modelo de cooperativas.
20
 Aun cuando El Nacional cumplía el papel de órgano de partido y de 
gobierno, el financiamiento estatal a otros diarios sirvió como método de control, a la vez que 
como forma de solvencia económica para los propios medios. 
 
20 Antonio Checa Godoy, Historia de la prensa en Iberoamérica, Sevilla, Alfar, 1993, pp. 427-429. 
24 
 
Las revistas culturales no representaron la rentabilidad que, en esta época, llegaban a mantener 
los diarios dentro del mercado de consumo, pues su venta era mínima respecto de aquellos, y 
su circulación debía trasladarse al plano internacional. Estos mercados internacionales, como 
en el caso del libro, sufrieron restricciones en países dominados por la censura.
21
 Humanismo 
la experimenta en Venezuela, donde, según el editorial del número 14, es decomisada en junio 
de 1953. Sin embargo, pese a estos obstáculos, las redes intelectuales progresaron 
favorablemente. Hacia México se establecieron puentes de colaboración tanto por la 
reputación editorial adquirida en las décadas más recientes, como por los lazos de las 
comunidades del exilio dentro del país; relaciones fortalecidas a través de la lectura antológica 
que propiciaban las revistas, y de las nutridas correspondencias entre autores y editores, 
minimizando así la necesidad de encuentros personales. 
De esta forma, las revistas culturales fungieron como órganos de influencia en dos sentidos: 
por un lado, propiciaron el fortalecimiento de las redes entre escritores, pensadores y artistas 
no solo dentro de una revista determinada, sino en la interrelación de cada una de las planas de 
colaboradores de diversas publicaciones; por otro, lograron mantener abierta la disputa del 
campo intelectual referente a sus aspiraciones autonómicas. Esta voluntad obtuvo, en los 
debates realizados en las páginas de las revistas, la prueba de su vigencia y, en ese sentido, la 
validación de un campo intelectual latinoamericano consciente de las responsabilidades 
propias de su ser colectivo. 
 
 
 
 
21 Véase, como ejemplo, Luis Suárez, “El pequeño gigante contra los dictadores de América (Entrevista con Jesús Silva Herzog)”, Cuadernos 
Americanos, núm. 6, noviembre-diciembre de 1983, pp. 7-14. 
25 
 
II. Historia de un proyecto editorial 
II.1 Intención 
Situado desde la perspectiva del cronista, este capítulo es una incorporación de personajes y 
rutas por los cuales Humanismo transitó en sus casi nueve años de existencia, y explica la 
ondulación de su línea ideológica a través de sus tres fases evolutivas: 1) la fundación y 
dirección de la revista a cargo de Mario Puga y su consejo editorial, en la Ciudad de México, 
entre 1952 y 1954; 2) la dirección de Raúl Roa y un grupo de colaboradores ubicados en la 
coyuntura política, de 1954 a 1958; 3) la etapa de su traslado a La Habana en 1959, tras el 
triunfo de la revolución castrista, y su desaparición en 1961. 
La revista, en su sentido abstracto, es un ente conformado por aspiraciones y circunstancias y 
refleja, a través de su articulación y desarrollo, la red de relaciones y vínculos humanos que 
trazan el proyecto. De ahí que las conexiones intelectuales y políticas sean el vehículo por el 
que este capítulo esboce una historia de Humanismo que ayude a comprender la historia de las 
doctrinas y las ideas dentro de su propio contexto temporal, a partir del concepto de red 
intelectual. El manejo del término y su aplicación en este trabajo procede de ladefinición 
sintética de Eduardo Devés-Valdés: red intelectual es “un conjunto de personas ocupadas en la 
producción y difusión del conocimiento, que se comunican en razón de su actividad 
profesional, a lo largo de los años”.
1
 Por su característica abarcadora, este concepto sirve 
como soporte al estudio de un campo intelectual que tiene, en las relaciones entre agentes 
(escritores, intelectuales, editores) su base constitutiva. 
 
1 Eduardo Devés-Valdés, Redes intelectuales en América Latina. Hacia la constitución de una comunidad intelectual, Santiago de Chile, 
Universidad de Santiago de Chile, 2007, p. 30. 
26 
 
Desde las causas que la anteceden, hasta los sucesos posteriores a su desaparición, 
Humanismo está aún marcada por pasajes oscuros que, sin embargo, no impiden una revisión 
general de las redes que en ella intervinieron, y las que la propia revista formó; por lo que esta 
historia ubica a Humanismo como parte de un proceso intelectual y político externo, a la vez 
que como un “germen de comunidades académicas en sentido amplio”, en palabras de Aimer 
Granados, que incluye académicos, editores, empresas culturales y a los autores mismos.
2
 
II.2 Humanismo. Primera época (1952-1954) 
II.2.1 Mario Puga y la ruta del exilio 
Para 1952, Mario Puga sumaba tres años de residencia en México. Había arribado entre abril y 
mayo de 1949,
3
 cuando el recrudecimiento de la persecución a los apristas en Perú por el 
régimen de Manuel Odría lo obligó a solicitar permiso de viaje en la embajada mexicana en 
Lima, representada entonces por el diplomático José María Ortiz Tirado. 
Puga nació en Trujillo, Perú, en 1915. Estudió en la Universidad de San Marcos, por la que en 
1942 obtuvo el grado de bachiller en Derecho.
4
 Para esa misma década ya había publicado 
varios trabajos literarios y políticos y era miembro de la Alianza Popular Revolucionaria 
Americana (APRA).
5
 Cercano a varios intelectuales de filiación aprista, como Alberto Hidalgo 
y Gustavo Valcárcel, partió al exilio, como ellos, durante el régimen militar. Su estancia en 
 
2Aimer Granados (coord.), Las revistas en la historia intelectual de América Latina: redes, política, sociedad y cultura, México, UAM-Juan 
Pablos Editor, 2012, p. 10. 
3 Expediente “Mario Alberto Puga Imaña”, Archivo Histórico Genaro Estrada, Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante AHGE, SRE). 
A principios de abril de 1949 Puga se presenta en la embajada de México en Perú a solicitar asilo en dicho país. La premura del caso hizo que 
entrara a México, junto con su esposa Carmen Mendoza, y sus dos hijos, Alberto y José del Carmen, en calidad de turista, pues en oficio del 
22 de junio de 1949 girado por el Departamento de Asuntos Políticos de la Dirección General del Servicio Diplomático, se procede a analizar 
la solicitud hecha por el mismo Puga para cambiar su estatus al de “inmigrante”, por ser un perseguido político en su calidad de afiliado al 
Partido Aprista y estar imposibilitado de regresar al Perú. Al respecto, la embajada de México en Lima corroboró esta información y la 
ratificó al Estado mexicano. 
4 Véase Carlos Augusto Ramos Núñez, Historia del derecho civil peruano. Siglos XIX y XX, Tomo V, volumen 2, Lima, Pontificia 
Universidad Católica del Perú, 2006, p. 222. 
5 No es claro en qué momento Puga se afilió al APRA, aunque es probable que esto ocurriera antes de 1940. No pudo recabarse información 
sobre su estatus en periodos previos al régimen de Odría en los que el APRA, como en este último caso, también fue ilegalizado. 
27 
 
México coincidió casi en su totalidad con el Ochenio odriista (1948-1956),
6
 y desde este país 
combatió en los medios el proceso político peruano. Para el momento en que Puga abandona 
el Perú, el líder del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre, ya se encontraba refugiado en la 
embajada de Colombia en Lima, donde permanecería hasta 1954 en medio de un sonado 
proceso internacional debido a la negación del gobierno por otorgar el salvoconducto que le 
permitiera salir al exilio,
7
 mientras que numerosos miembros del partido ya se encontraban 
asilados en otros países latinoamericanos, especialmente en México, Argentina y Chile. 
A su llegada a México, Puga ingresó a laborar a la Nacional Financiera, como lo constatan 
distintas fuentes.
8
 Para Andrés Kozel, probablemente esta incorporación haya sido decisiva en 
la articulación de la red que dio vida a la revista Humanismo.
9
 Y aunque sin duda su labor 
profesional en este organismo del Estado mexicano fue útil al entablar relaciones políticas e 
intelectuales, su condición de exiliado también debió haber funcionado como conector de esa 
red intelectual. En este periodo mantiene relación con la célula aprista en México,
10
 y a partir 
de allí con otros grupos del exilio latinoamericano –provenientes de Venezuela, Bolivia, Cuba, 
entre otros–; realiza labor política y cultural dentro del medio periodístico, y poco a poco 
establece lazos con el sector intelectual propiamente mexicano.
11
 Una figura determinante 
 
6 Entre 1945 y 1948 el APRA vivió un periodo de legalidad durante el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, pero la relación entre el 
partido y el presidente se deterioró en este último año, por lo que los mandos apristas promovieron una rebelión militar que, sin embargo, fue 
aplazada repetidas ocasiones, hasta que un grupo de partidarios, tanto civiles como militares, decidieron realizarla. El 3 de octubre de 1948, 
apristas y militares se alzaron en el Callao pero fueron sometidos por el ejército al no ser apoyados por Haya de la Torre, quien desautorizó la 
rebelión. El APRA fue ilegalizado por el gobierno de Bustamante, quien semanas después sería derrocado por Manuel Odría, férreo opositor 
de los apristas en esta época, que mantuvo la condición ilegal para el partido hasta su caída en 1956. 
7 Sobre el caso Haya de la Torre, véase Francisco A. Ursúa, El asilo diplomático, México, Cvltvra, 1952, y la hemerografía sobre el proceso 
en Expedientes III-2060-1 (II) y III-2060-1 (III), AHGE, SRE. 
8 Véase Andrés Kozel, “América Latina en Humanismo (México-La Habana, 1952-1961)”, en Regina Crespo (coord.), Revistas en América 
Latina: proyectos literarios, políticos y culturales, México, UNAM/Eón, 2010. La embajada del Perú en México tenía conocimiento de la 
existencia del Comité Aprista en este país, y de sus integrantes, entre los cuales Manuel Vázquez Díaz y Mario Puga eran empleados de 
Nacional Financiera. Véase Expediente III-2060-1 (II), AHGE, SRE. 
9 Andrés Kozel, op. cit., p. 327. 
10 La célula aprista de México editó desde fines de 1948 El Perú en el extranjero, periódico mensual de duración no esclarecida pero que se 
extiende, al menos, hasta 1950, compuesto por artículos de opinión sobre la situación peruana y por noticias procedentes de la Agencia 
Columbus. En este último año aparece en El Universal un artículo emitido por el Comité Aprista de México, firmado por “Mario Pujas G.”, al 
parecer, seudónimo de Puga. Véanse expedientes III-2060-1 (II) y III-1128-1 (I), AHGE, SRE. 
11 Puga había publicado, hasta la fecha, 3 poemas civiles (1940, poemas), Elegía a la muerte de León Trotsky (1941, poemas), Fraternidad 
frente a dolor (1943, poemas), Lo humano distante (1946, poemas), La ecuación espacio-tiempo histórico del Perú pre-hispánico (1949, 
historia/teoría política), El ayllu: su naturaleza y régimen (1950, historia), y Ternura (1951, poemas). 
28 
 
dentro del campo cultural mexicano para que esta red de relaciones se expandiera fue Jesús 
Silva-Herzog (1892-1985), economista, profesor, exdiplomático, y fundador y director de la 
revista Cuadernos Americanos; la amplia red intelectual que a lo largo de toda su carrera 
cultural y diplomática logró establecer dentro y fuerade México, funcionó asimismo como 
matriz de otras redes similares de menor envergadura. Cuadernos Americanos dio paso al 
establecimiento de lazos, directos o a la distancia, con elementos del medio cultural de 
América Latina y España, principalmente, convirtiéndose a la vez en vehículo de la 
conformación de relaciones intelectuales, pero también en protagonista del diálogo y del 
debate, de la interrelación de elementos culturales y en una entidad autónoma de opinión 
pública. Al hablar de la significación específica de Cuadernos Americanos, y de dos de sus 
figuras centrales (Reyes y Silva-Herzog), Liliana Weinberg señala: 
Cuadernos Americanos actúa como “bisagra” entre ese clima cultural heredero del arielismo, el 
juvenilismo, el reformismo universitario y parcialmente del unionismo, el aprismo, el liberalismo social 
y el socialismo, así como con el camino de vínculo entre escritores abierto por las revistas del 
modernismo, el primer hispanoamericanismo y las tempranas manifestaciones antiimperialistas y 
espiritualistas anteriores a los años 30 y las nuevas circunstancias que implicó el estallido de la Guerra 
Civil Española y de la segunda Guerra Mundial, con la reconfiguración del viejo panamericanismo en 
ese momento de cambio de la agresiva política norteamericana en favor de una política de buena 
vecindad, que buscaba además constituir una alianza con las otras naciones americanas en vistas de las 
demandas de la guerra.
12
 
A través de este proyecto, Silva-Herzog agrupó una élite cultural latinoamericana. Guardaba 
estrecha relación con sus colaboradores más asiduos, así como con los editores mejor 
 
12 Liliana Weinberg, “El encuentro de un escritor y una revista: Alfonso Reyes y Cuadernos Americanos”, en Regina Crespo, op. cit., pp. 308-
309. 
29 
 
valorados en el medio mexicano y latinoamericano, a través de un espíritu integrador expuesto 
también en su obra escrita.
13
 
II.2.2 La fundación 
Para 1952, y gracias a las relaciones establecidas en los tres años anteriores, Puga había 
conformado un círculo de colaboradores que le permitió iniciar el proyecto editorial de 
Humanismo. La revista surgió bajo la guía de su director y de un Consejo de Redacción 
compuesto por Andrés Eloy Blanco, Alfonso Caso, Miguel Ángel Cevallos, Juan de la Encina, 
Carlos Lazo, Rafael Loera y Chávez, Margarita Paz Paredes y Manuel Sánchez Sarto; todos, 
en aquel entonces, radicados en México, aunque de orígenes diversos. 
El escritor y político venezolano Andrés Eloy Blanco había llegado a este país tras el golpe 
militar que derrocó a Rómulo Gallegos como presidente, de cuyo gobierno Blanco era 
ministro de Relaciones Exteriores y miembro del partido Acción Democrática; en México 
dedicó sus esfuerzos a la escritura y la promoción cultural, y allí permaneció hasta su muerte, 
ocurrida en 1955.
14
 Juan de la Encina y Manuel Sánchez Sarto, exiliados republicanos 
españoles, habían desembarcado en México en 1939. De la Encina (1883-1963), seudónimo de 
Ricardo Gutiérrez Abascal, era crítico de arte y había desarrollado carrera asimismo como 
periodista y museólogo; en su exilio se desempeñó como catedrático de historia del arte en la 
Universidad Nacional Autónoma de México hasta su fallecimiento en 1963.
15
 Sánchez Sarto 
(1897-1980), por su parte, educado en Derecho y Filosofía y Letras por la Universidad de 
Madrid, y con una amplia trayectoria en la docencia e investigación económica, era profesor 
 
13 Sobre estas relaciones de asiduidad, véase Jesús Silva Herzog, Una vida en la vida de México, México, Siglo XXI, 1972, y Mis últimas 
andanzas 1947-1972, México, Siglo XXI, 1973. 
14 Andrés Eloy Blanco formó parte del consejo de redacción hasta su fallecimiento, y publicó diversos textos en la revista, el último de ellos 
aparecido en el número 26 (diciembre de 1954). Asimismo, el número doble 31-32 (julio-agosto de 1955) incluye un homenaje a su vida y 
obra. 
15 En Humanismo, Juan de la Encina publicó dos ensayos: “El enigma de Leonardo” (núm. 1, julio de 1952) y “Venecia, su pintura y 
D‟annunzio (núm. 4, octubre de 1952). 
30 
 
de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM, con intervalos fuera del país como 
investigador o profesor visitante.
16
 
De los miembros mexicanos, el arqueólogo y antropólogo Alfonso Caso (1896-1970) ya era 
una figura prestigiosa en el medio cultural nacional por sus estudios sobre civilizaciones 
prehispánicas, conocido por sus trabajos de rescate en Monte Albán y por su carrera en el 
servicio público. Entre sus cargos figuraban los de jefe de Arqueología del Museo Nacional de 
Arqueología, Historia y Etnografía (actual Museo Nacional de Antropología) y posteriormente 
director del mismo, así como por su periodo como rector de la UNAM, de 1944 a 1945, y 
como director del Instituto Nacional Indigenista, desde 1948 hasta su fallecimiento. Miguel 
Ángel Cevallos era escritor y profesor en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Universidad 
Nacional Autónoma de México, reconocido por sus obras de investigación pedagógica y por 
su novela Un hombre perdido en el universo (1954).
17
 Por su parte, Carlos Lazo (1914-1955), 
era miembro en esta época del grupo de arquitectos que dirigían la construcción de la Ciudad 
Universitaria de la UNAM, y a partir de la toma de posesión de Adolfo Ruiz Cortines como 
presidente, en diciembre de 1952, fue nombrado secretario de Comunicaciones y Obras 
Públicas, cargo que mantuvo hasta su muerte prematura en 1955, en un accidente aéreo.
18
 
Margarita Paz Paredes (1922-1980), seudónimo de Margarita Camacho Baquedano, era autora 
de varias obras de poesía publicadas a partir de la década de los cuarenta; también ejercía la 
 
16 Durante estos años realiza un viaje de estudios por Holanda, Inglaterra e Italia, gracias a una beca otorgada en 1952 por la Administración 
de Asistencia Técnica de Naciones Unidas. Es, asimismo, profesor visitante en las universidades de Costa Rica y Asunción, Paraguay, además 
de sus responsabilidades como asesor en distintas instituciones bancarias y financieras de América Latina. Es difícil determinar hasta qué 
punto tuvo injerencia en las decisiones editoriales de la revista, aunque contaba con experiencia como editor de libros, tanto en España como 
en México, donde fue director de la Editorial Atlante entre 1939 y 1945. Véanse Roberto Escalante y Josefina Valenzuela, “Dr. Manuel 
Sánchez Sarto”, en Fernando Serrano Migallón (coord.), Los maestros del exilio español en la Facultad de Derecho, México, Porrúa/Facultad 
de Derecho, 2003, pp. 389-392; y VV. AA., El exilio español en México 1939-1982, México, Salvat/FCE, 1983, pp. 855-856. En Humanismo, 
Sánchez Sarto publicó un solo texto, “La filosofía de las cosas grandes” (núm. 1). 
17 Amigo cercano de Antonio Caso, que prologó varios de sus trabajos. Entre sus obras sobresalen La escuela Nacional Preparatoria (1933), 
Estancias espirituales (1936), La lógica de las ciencias (1938) y Teoría y práctica de la escuela de bachilleres (1942), estas dos últimas en 
colaboración con Francisco Larroyo. En el número 4 de Humanismo (octubre de 1952) se incluyó el primer capítulo de Un hombre perdido en 
el universo, con ilustraciones de José Perea. La novela vio la luz dos años después bajo el sello de Cvltvra, con prólogo de José Gaos. 
Cevallos publicó un artículo más en la revista, “La psicología en México” (núm. 1). 
18 De Lazo, la revista publicó dos textos: “Humanismo actual” (núm.1) e “Hidalgo: símbolo de México” (núm. 11-12, mayo-junio de 1953). 
31 
 
docencia y el periodismo.
19
 Rafael Loera y Chávez (1890-1962), ingeniero y editor, fue uno de 
los fundadores de la Colección Cvltvra en 1916, y el propietario de la editorial del mismo 
nombre desde su creación en 1921; fue, también,un hombre cercano a Silva Herzog, y fungió 
como encargado de la edición de Cuadernos Americanos desde su fundación hasta el 
fallecimiento del editor.
20
 
Puga intentó condensar una publicación integradora, no solo en variabilidad temática, sino 
también en la conformación de su directorio de colaboradores, procedentes de distintos 
campos de conocimiento y de labor profesional. Humanismo fue una empresa que reunió a 
elementos de las izquierdas latinoamericanas, a miembros del exilio republicano español y a 
una base de intelectuales mexicanos relacionados, la mayoría de ellos, con el aparato 
gubernamental. Fue definida como una revista de vocación democrática y progresista, y 
combatió el intervencionismo en América Latina y la persecución de gobiernos elegidos 
constitucionalmente, pero debe atenderse la evolución de sus afinidades ideológicas y políticas 
y la selección de su material publicado. El Consejo de Redacción, y Loera y Chávez 
particularmente, parecen haber tenido suficiente influencia en la selección de textos. Loera 
forma parte del proyecto durante los doce primeros números y es justamente en este periodo 
en el cual Humanismo fue, más claramente, una revista cultural, aun cuando seguía una línea 
ideológica de apoyo al aprismo peruano y a gobiernos revolucionarios, como el boliviano de 
Víctor Paz Estenssoro emanado del Movimiento Nacionalista Revolucionario, y el 
guatemalteco de Jacobo Árbenz. Puede entenderse que Loera proveía un gran porcentaje del 
financiamiento de la publicación. La revista, de julio de 1952 a junio de 1953, se imprimió en 
los talleres de la Editorial Cvltvra, de su propiedad, razón por la que durante este lapso 
 
19 Paz Paredes no publica en Humanismo, aunque en el número 3, de septiembre de 1952, se informa de la reciente aparición de su poema 
extenso Canto a México, y en el 9-10 hay una reseña de su nuevo libro, Dimensión del silencio, editado por Cuadernos Americanos. 
20 Véase Jesús Silva Herzog, Mis últimas andanzas, p. 157. 
32 
 
mantiene una relación de parentesco con Cuadernos Americanos, no en cuanto a rasgos 
técnicos, estructurales y de diseño, sino en ciertas coincidencias de orden distinto: se 
imprimen en las mismas máquinas de los talleres de Cvltvra, en el centro de la Ciudad de 
México; comparten publicidades y, al mismo tiempo, dan aviso de los índices de números 
recientes, una respecto de la otra; además, en cuanto a sus sendas vocaciones 
latinoamericanistas, diversos autores publican en ambas revistas, mismos que provienen del 
círculo intelectual en el que se integran tanto Loera como Puga. 
Humanismo salió a la luz en julio de 1952. Resaltan las particularidades en su formato de 
diseño: utilizaba un color dominante en portada, distinto por cada número publicado, y una 
imagen en gran tamaño alineada sobre el lado izquierdo.
21
 Su título aparece siempre en la 
parte superior, en un tamaño de fuente que sobrepasa los límites del formato; su lema o 
subtítulo –“Revista Mensual de Cultura”– se ubica en la parte inferior, siempre, como el título, 
rebasando el borde.
22
 En el periodo de participación de Loera y Chávez cuenta con un papel de 
buena calidad, tanto en interiores como en cubiertas, y un cuidadoso trabajo de edición y 
corrección de pruebas. Cada número contaba con seis u ocho páginas de publicidad inicial y 
una final, con anunciantes variados.
23
 La revista fue mensualmente consecutiva entre el 
número 1 y el número 6, es decir, entre julio y diciembre de 1952, con precio de 4 pesos 
mexicanos por ejemplar y suscripción anual de 42 pesos, por doce números, dentro del país. 
Para el extranjero, la revista fijaba una suscripción anual de 5.25 dólares, según datos 
 
21 En cinco de los primeros seis números, las imágenes ubicadas en portada son fotografías de Ursel Bernath, que colaboró en la revista hasta 
el número 6 con una sección especial. 
22 A lo largo de toda la etapa de Mario Puga, tiene un formato de 22.5 por 16 cm. 
23 Los anunciantes provenían tanto del sector público como del privado. Entre los más frecuentes se encontraron Petróleos Mexicanos, 
Nacional Financiera, Ferrocarriles Nacionales de México, Bonos del Ahorro Nacional, Banco Nacional de Comercio Exterior, Fundidora de 
Fierro y Acero de Monterrey, Coca Cola, así como distintas casas comerciales de la Ciudad de México. También se publicitaban editoriales, 
librerías y revistas, como el Fondo de Cultura Económica, Porrúa, Talleres Gráficos Cvltvra, Antigua Librería Robredo, Librería Británica y 
Cuadernos Americanos, entre otros. 
33 
 
especificados por la propia revista, que fijaba sus oficinas en Avenida Juárez núm. 30, 
despachos 115-116, en la Ciudad de México.
24
 
II.2.3 La primera crisis 
El número 7-8 aparece en febrero de 1953, y abre con un aviso de la dirección acerca del 
cambio de periodicidad, que pasa a ser bimestral –y por tanto el lema se transforma a “Revista 
Bimestral de Cultura”–, modificando el precio del ejemplar a 6 pesos en México y 0.75 
dólares en el extranjero.
25
 Diversas causas justifican la decisión: 
Como HUMANISMO se compone solamente de colaboraciones escogidas, se ha visto obligada a 
emplear más tiempo en reunir el material de la calidad que el buen gusto y la orientación del público 
exigen. 
Además, la circulación de la revista, mensualmente, era incompleta, ya que los servicios de correos 
generalmente emplean varias semanas para entregarla en los países de su destino. Y no podemos 
emplear el correo aéreo porque, en pocas palabras, no somos una empresa capitalista sino cultural.
26 
Dentro del cuerpo administrativo y editorial también hubo cambios. En el número 6 
(diciembre de 1952) Rafael Loera y Chávez salió del Consejo de Redacción para convertirse 
en Consejero-Editor, y a partir del 7-8, en Gerente-Editor ante la retirada del gerente anterior 
Juan Grepe (John Grepe). En este mismo número, Mario Monteforte Toledo
27
 fue incluido 
como subdirector, aunque esta es la única ocasión que figura con tal puesto. La situación 
obedece a un reajuste financiero, que se manifiesta también en el traslado de sus oficinas de la 
avenida Juárez a las propias instalaciones de la Editorial Cvltvra, en avenida República de 
 
24 La revista mantiene un costo que se sitúa en el promedio de precios de otras publicaciones periódicas (las revistas publicitadas por 
Humanismo rondaban entre tres y cinco pesos, con número similar de páginas, entre 100-120, a excepción de Cuadernos Americanos, que 
tenía precio de diez pesos, aunque con casi 300 páginas) y que se asemeja al de los libros de bajo costo. 
25 El aviso también informa del aumento de páginas, que en promedio pasa de 120 a 140 entre los números 7-8 y 11-12. 
26 Humanismo, núm. 7-8, enero-febrero de 1953, p. 12. 
27 Monteforte Toledo (1911-2003), escritor y político guatemalteco, había ocupado la vicepresidencia de su país entre 1948 y 1950, durante el 
mandato de Juan José Arévalo. Entre 1951 y 1954 vivió su primera etapa en México, laborando como profesor, para luego regresar a 
Guatemala a mediados de ese último año. Monteforte colaboró en la revista con el cuento “Babel” (núm. 2, agosto de 1952), el ensayo “James 
Thurber, señor de la risa” (núm. 6, diciembre de 1952), y los anecdotarios de los números 5 y 6. 
34 
 
Guatemala, número 96. Durante este lapso de números dobles, la periodicidad fue adecuada y 
no existieron retrasos de salida. Sin embargo, en el número 11-12, de mayo-junio de 1953, 
Humanismo abre con un nuevo aviso de reorganización estructural, con la salida de Loera y 
Chávez como patrocinador.
28
 Este informe cierra un primer momento de la publicación, que 
había logrado circunscribirse a los postulados iniciales; la revista fue un compendio de 
materias heterogéneas que confirmaron

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