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1 Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Filosofía y Letras Colegio de Historia Guerra sanguinaria y previsión política. La construcción del sistema contrainsurgente de José de la Cruz (1810-1813) Tesis profesional que para obtener el título de Licenciado en Historia Presenta Jesús Fidel Hernández Galicia Directora de Tesis Dra. Cristina Gómez Álvarez Ciudad Universitaria, México, 2011. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 “El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. *…+ No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. ¿Pero qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma?” Milan Kundera. La insoportable levedad del ser. 3 A mis padres, base de mis aspiraciones y fuente de mi coraje: † Cleofas Hernández Zamora y Julia Galicia Labarrios; por su perenne amor, profunda comprensión e inquebrantable apoyo. A mi familia: Rosalina Hernández Galicia, Rodrigo Martínez Rodríguez y, mi querido Etálides, Axel Rodrigo Martínez Hernández; porque sin importar a donde el Bóreas, el Noto o el Euro me lleven, sé que siempre tendré a dónde retornar y una palabra de Temis que escuchar. A mi amigo: Ulises Martínez Rodríguez por la honestidad fraterna, la confianza, la complicidad, el conocimiento y el respaldo que en su compañía he podido encontrar. HOEC NUBILA TOLLUNT OBSTANTIA SICUT SOL 4 Agradecimientos En primera instancia externo mi inestimable deuda y compromiso con la Universidad Nacional Autónoma de México y su Colegio de Historia, de la Facultad de Filosofía y Letras, por haberme admitido en su seno para mi formación como profesionista en beneficio de la sociedad mexicana. También agradezco al Centro de Estudios de Historia de México-Carso y a su director, el Doctor Manuel Ramos Medina, por haberme financiado como becario en el marco de los festejos del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana. Apoyo sin el cuál el presente estudio no hubiera logrado la profundidad ni amplitud presentes. Debo agradecer de manera especial a la Dra. Cristina Gómez Álvarez por aceptarme para realizar esta tesis bajo su guía; y, particularmente por estimular y confrontar mis ideas con la rigurosidad profesional y compromiso que le caracterizan. Agradezco también su entrañable amistad y sapiente dirección. Ideas, responsabilidad, ética y visión que durante la licenciatura tuvieron fuerte influjo sobre mí y definieron el nacimiento de éste manuscrito. Del mismo modo, quiero manifestar mi gratitud al Dr. Bernardo Manuel Ibarrola Zamora por su franca amistad y certeras sugerencias para la conclusión de este trabajo, aún cuando no tuve el gusto ni honor de ser alumno suyo dentro de las aulas de la Facultad. El Dr. Ignacio Sosa Álvarez y su seminario de tesis del año 2009 merecen mi reconocimiento por hacerme desentender de múltiples prejuicios debidos a un “idealismo ilustrado” mal enfocado. Corrección que, sin duda, creó la fiel simiente para las ideas depositadas en este documento. Evidentemente, un apoyo importante también lo recibí de la Mtra. Laura Martínez Domínguez que amablemente se aprestó a compartir conmigo su experiencia profesional como crítica investigadora de la historia. 5 De la misma manera, tengo un vínculo intelectual importante con el Dr. Enrique Rajchenberg Sznajer. En su cátedra “Historia y Política” me mostró un variado, complejo e interesante panorama de enfoques para el estudio del poder, la guerra, la legitimidad, la autoridad, la democracia, los sistemas de partido, la dominación, la resistencia, el liberalismo y el populismo. Temas que sin duda han orientado mi interés reciente por la Economía y el estudio de las Políticas Públicas. Debo reconocer que una plétora de personas, múltiples formas de trabajo, ideas, experiencias, apoyos y enfoques convergieron para la génesis de éste trabajo. Por lo tanto, sólo se me ocurre hacer una lista con sus nombres, sin ningún tipo de jerarquía u orden, para que cualquiera de ellos, si lo quiere, pueda negar su afinidad con mi trabajo. No obstante, debe quedar claro que tengo un adeudo intelectual con todos ellos: Dra. Virginia Guedea Rincón Gallardo, Dra. María Alba Pastor Llaneza, Dr. Alfredo Ávila Rueda, Dr. Sergio Miranda Pacheco, Dr. Mario Rafael Vázquez Olivera, Dra. Eva Alexandra Uchmany Weill, Dra. Patricia Galeana Herrera, Lic. Ernesto Antonio Francisco Schettino Maimone, Mtro. Miguel Ángel Ramírez Batalla, Lic. Rodrigo Martínez Rodríguez; Profra. María Paz Mendoza Sánchez; Lic. Alfredo Velázquez Urbina; Ma. de los Ángeles Anzo Escobar; Lic. Marcos Josué Vargas Estrada y, desde luego, conspicuus Ulises Martínez Rodríguez. De igual forma, merecen especial crédito las deudas intelectuales y herramientas teóricas abrevadas de los investigadores del Departamento de Administración Pública del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE): Dr. Mauricio Merino Huerta, Dr. David Arellano Gault, Dra. Judith Mariscal Avilés y Dr. José Ramón Gil García. 6 INDICE Introducción 9 Repensar los actores de la guerra de Independencia 11 Ilustrar los actos del oficial olvidado 16 Insurgencia y contrainsurgencia: Definiendo los términos de la guerra 21 Capítulo 1. Un ejército en el papel 39 1.1. Génesis del ejército virreinal 44 1.2. La reforma de las fuerzas armadas 52 1.3. La jornada previa al Grito de Dolores. Condición de las fuerzas armadas novohispanas 63 Capítulo 2. En defensa del deber. José de la Cruz frente a la insurrección (septiembre-diciembre de 1810) 73 2.1. Táctica y práctica de un ensayo contrainsurgente. La marcha hacia Huichapan 88 2.2. Legítima defensa y obediencia jerárquica. Huichapan y Acámbaro 101 2.3 Autoridad local y control poblacional en la contrainsurgencia. Por Querétaro y Valladolid en diciembre de 1810 116 Capítulo 3. Nueva Galicia: Calibración del sistema contrainsurgente y organización de una base de operaciones 128 3.1. La seguridad: Columna de la geografía contrainsurgente (febrero-junio de 1811) 142 3.2. La insurgencia neogallega y el Plan Calleja (junio de 1811-junio de 1812) 153 3.2.1 Cruz y las vicisitudes en la implementación del sistema estratégico 164 3.3. Reestructuración del escenario militar y cambio de liderazgos (octubre de 1812-julio de 1813) 170 3.3.1.- El distanciamiento del comandante regional y el poder central (marzo-julio de 1813) 180 Conclusiones 196 Anexos 205 AnexoI. Escala de la oficialidad en el ejército virreinal a principios del siglo XIX 205 Anexo II. Composición de las unidades de las fuerzas armadas novohispanas de tierra que componen un cuerpo de ejército 206 Anexo III. Ilustración del uniforme de gala de Brigadier 207 Anexo IV. El brigadier don José de la Cruz publica un bando en Huichapan imponiendo penas muy severas a los que infrinjan sus mandatos 208 7 Anexo V. Instrucción a que deben arreglarse los comandantes de los destacamentos volantes, 5 de diciembre de 1810 209 Anexo VI. Cuenta de cargo y data que da el sargento mayor Don Juan Felipe de Alva al Sr. General Brigadier Don José de la Cruz, de los caudales recibidos y distribuidos en dicho ejército hasta hoy día de la fecha 210 Anexo VII. Oficialidad del ejército de Reserva bajo el mando del Brigadier Don José de la Cruz. Guadalajara, 28 de Diciembre de 1811 211 Anexo VIII. Informe de los reos sentenciados por el Consejo de Guerra Permanente Ejecutivo establecido por José de la Cruz hasta el mes de marzo de 1811 215 Anexo IX. Noticias de las gavillas de rebeldes que existen en los pueblos, y puntos que se expresan, y del número de cañones que tienen, según han declarado Don José Carrasco y Francisco Vergara, Teniente Coronel y Sargento entre los rebeldes que se me han presentado esta noche a gozar del indulto 216 Mapas 217 Mapa I. “División Antigua” de Nueva España 217 Mapa II. Intendencias de Nueva España 218 Mapa III. Ruta del ejército de la Derecha entre noviembre de 1810 - enero de 1811 219 Mapa IV. La laguna de Mezcala 221 Mapa V. Plano de la laguna de Chapala (Mezcala) 222 Mapa VI. Detalle aéreo de la Isla Mayor e Isla Menor en la laguna Mezcala 223 Fuentes y bibliografía 224 Foto: Comandante General del Ejército de la Derecha, Brigadier José de la Cruz. Foto: Comandante General del Ejército de la Derecha, 8 Foto: Comandante General del Ejército de la Derecha, Brigadier José de la Cruz. Fuente: Lucas ALAMÁN, Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente, 3ª ed., México, Editorial JUS, 1942, Vol. II, p. 199. 9 Introducción “Romper con las certezas de las historiografías nacionalistas tradicionales nos ha puesto en un mar de dudas. No hay que preocuparse por ello. Ofrece nuevos temas para el futuro y, en todo caso, así funciona cualquier ciencia”. François Xavier Guerra. Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. “Nuestros conceptos, nos dice Giovanni Sartori, son nuestras ‘unidades de pensamiento’. Si los tenemos revueltos y en desorden, nuestros modos de pensamiento estarán revueltos y en desorden también. Y muy probablemente, nuestros modos de hablar y actuar estarán afectados por el mismo síndrome”. Andreas Schedler. ¿Qué es la rendición de cuentas? “En efecto, como dice el cómico, al varón sabio conviene experimentar todas las cosas antes con las palabras que con las armas y aconsejarse con varones probos y sabios, los cuales le hablen con entera libertad y sin ira, odio ni pasión. Y es que, como dice Crispo, no se ve fácilmente la verdad donde con esas pasiones se tropieza”. Francisco de Vitoria. Relectiones de Indis. En la historiografía actual todavía falta ampliar y profundizar los estudios del sistema de operar de las fuerzas realistas durante los primeros años de la guerra de Independencia. En consecuencia, el presente es un estudio de caso de la contrainsurgencia como historia militar operativa que incluye una revisión y análisis de la táctica, la estrategia y el liderazgo aplicado a las operaciones castrenses por el brigadier José de la Cruz. Un estudio del poder militar realista ejercido, y en su momento pensado, como un factor correccional extraordinario y transitorio hasta el total retorno a la hegemonía del régimen virreinal en Nueva España. Pero también es un trabajo de análisis donde, durante las horas de revisión de los manuscritos, las noches de redacción y las tardes de reflexión; dos ideas del quehacer del historiador fueron los focos de la elipse sobre los que mi mirada se centro. Por un lado, Vivian Galbraith fue continúo acicate en la investigación desde aquellas palabras donde decía: 10 La historia, desde luego, es un conocimiento vivo en cerebros vivos, una conciencia del pasado, común a educadores y educandos, una búsqueda siempre cambiante de la verdad, al ir corrigiendo errores e ir descubriendo cosas. El pasado mismo ha muerto, y los libros que escribimos son tumbas de erudición, a menos que vivan en la conciencia de sus lectores1. Esta necesidad, sin lugar a dudas inherente al historiador comprometido con la profesión, me llevó a intentar aportar algunos trazos sobre uno de los temas más vivos, durante los meses recientes, en la conciencia de los mexicanos, las universidades, las aulas e incluso los círculos políticos: el replanteamiento historiográfico y discursivo de la carga histórica y semántica que al día de hoy posee el proceso de la revolución de Independencia de México. Esta ansiedad personal, porque no tengo otro modo de llamarle, me invitó a investigar una particular parcela de la historia moderna de México que no ha sido abordada con la amplitud requerida: el sistema de operaciones contrainsurgente implementado en Nueva España. Ahora bien, la segunda idea que motivó nuestro proceder fue reconocer que: No se aprende a ser historiador rumiando el alimento que ya ha sido digerido por otros estudiosos. [Y] Tampoco se aprende a pensar y escribir con un concepto de la historia enfrentándose a problemas abrumadoramente grandes, que fácilmente pueden mover a una inteligencia joven e inexperta a hacer generalizaciones superficiales2. De esta forma, el día de hoy nos reconocemos conscientes del reto que nos impusimos y del que todavía no tenemos certeza de haber salvado de modo formidable. Todavía hay omisiones y cabos que no se han resuelto acerca del tema que nos propusimos resolver. Sin embargo, después de meses de lecturas, transcripciones, cientos de notas y correcciones sabemos que satisfice, en su mayoría, los cuestionamientos originales que 1 Vivian GALBRAITH, “Reflexiones” en CURTIS, L. P. (comp.), El Taller del Historiador, (trad. Juan José Utrilla), México, Fondo de Cultura Económica (FCE), 1975, (Sección de Obras de Historia), p. 30. 2 Carlo M. CIPOLLA, “Fortuna plus homini quam consilium valet” en CURTIS, L. P. (comp.), Op. Cit., p. 91. 11 impulsaron este estudio del primer sistema operativo contrainsurgente diseñado bajo el liderazgo militar de José de la Cruz. Repensar los actores de la guerra de Independencia Mi acercamiento con éste líder contrainsurgente fue casi fortuito a través de la Cátedra Extraordinaria “Maestros del exilio Español”, titulada “La Revolución de Independencia y la Revolución Mexicana a discusión”, coordinada por la Dra. Cristina Gómez Álvarez y la Dra. Josefina Mac Gregor Gárate. En estas sesiones confirmé la multitud de estudios referentes a la guerra suscitada en Nueva España. Enormes ríos de tinta derramados hasta hoy para analizar aquellos años de la contienda iniciada por el cura Hidalgo donde, no obstante, se halla un vacío en la historiografía de los siglos XIX y XX al buscar estudios de las operaciones contrainsurgentes y la figura político-militar de José de la Cruz. Desde las Memorias de la Revolución Mexicana de William Robinson, el primer texto histórico referente ala revolución de Independencia que modestamente menciona al brigadier José de la Cruz, hasta la Historia de Méjico de Alamán, el Cuadro Histórico de Bustamante, México y sus Revoluciones de José María Luis Mora y el Ensayo Histórico de las Revoluciones de México de Lorenzo de Zavala nos encontramos con el pálido dibujo de una contrainsurgencia liderada por Cruz en Valladolid, Guadalajara, Guanajuato y Querétaro como un escenario meramente secundario o accesorio del que ocasionalmente se reconoce su significación3. Una serie de referencias historiográficas donde se mira el rostro difuminado de un José de la Cruz ante el que Félix María Calleja se sobrepuso en el escenario de guerra y protagonismo político tras ser éste el arquitecto del triunfo en Puente 3 Sin embargo, y casi con obviedad, hemos de acusar a Alamán como uno de los autores contemporáneos más ricos, tanto en extensión como en el manejo de una eximia pluma, ya para referir las operaciones del brigadier Cruz o para describir el origen, conformación, privilegios y poder del sector militar en Nueva España desde 1764. 12 de Calderón. Triunfo que terminó con la amenaza de la primera flama insurgente; y con el que alcanzó el máximo puesto político del Virreinato hacia marzo de 1813. Estas perspectivas historiográficas, así como los ejemplos de los padres median en el actuar de los hijos, limitaron o por lo menos influyeron en la dirección de los estudios posteriores. Ello explica, por lo menos en parte, porqué la historiografía decimonónica y la del siglo XX mantuvieron un panorama y un horizonte que no difiere ampliamente en la omisión dada al papel que jugó la mayoría los jefes militares realistas durante la guerra. En los años recientes, los estudios militares de las fuerzas realistas emergieron con los trabajos de Christon Archer, Günter Kahle, Frederick Chabot, Lyle McAlister, Brian Hamnett, Antonio Serrano y Ortiz Escamilla4. Autores coincidentes en posturas referentes a los orígenes y configuración de las fuerzas armadas virreinales, la relevancia de los fueros militares, las implicaciones de la creación e inserción tardía de una corporación más en la sociedad novohispana del siglo XVIII, y la manera cómo los privilegios dinamizaron la construcción del ejército y el fortalecimiento de las milicias en los dominios ultramarinos españoles. Sin embargo, aunque poseen gran erudición, amplias explicaciones descriptivas y dan cuenta de factores que propiciaron la debilidad, falta de articulación y preparación de 4 Los textos aludidos son Christon Irving ARCHER, El Ejército en el México Borbónico 1760-1810, México, FCE, 1983, 414 pp. (Sección Obras de Historia); Frederick C. CHABOT, “El ejército de la Nueva España a fines del siglo XVII” en Boletín del Archivo General de la Nación, IX, Núm. 2, 1938, pp. 236-275; Günter KAHLE, El Ejército y la Formación del Estado en los comienzos de la Independencia de México, (trad. María Martínez Peñaloza), México, FCE, 1997, 278 pp.; Lyle N. MCALISTER, El fuero militar en la Nueva España, (trad. José Luis Soberanes), México, UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1982, 120 pp. [Especialmente, éste último resultó pionero en la materia que aborda y por la acertada interpretación que hace del papel que jugaron las fuerzas castrenses –y los fueros- como posible disolvente activo del poder y prestigio de las instituciones virreinales, así como por sus efectos en la formación del carácter privilegiado y estamental del ejército en la vida política del México Independiente, donde la instituciones mostraban una abierta naturaleza “pretoriana”+; y Brian HAMNETT, “Anastasio Bustamante y la Guerra de Independencia, 1810- 1821” en Virginia GUEDEA RINCÓN GALLARDO (comp.), La Revolución de Independencia, México, COLMEX- Centro de Estudios Históricos, 1995, pp. 99-129 [este trabajo es importante modelo para el estudio de un líder contrainsurgente –distinto en convicciones e intereses a José de la Cruz-, pues se expone la trayectoria político-militar de un personaje pragmático que supo contender y hacerse del apoyo de distintos factores reales de poder que, en el México independiente, lo llevarían a la presidencia tras la caída del caudillo insurgente Vicente Guerrero]. 13 las fuerzas armadas novohispanas, no proporcionan una interpretación completa sobre la emergencia de la contrainsurgencia en el periodo de 1810-1813 ni una visión de la insurgencia desde los planes operativos de las fuerzas realistas bajo el mando de Cruz. Ahora bien, la compilación Soldados del Rey. El Ejército Borbónico en la América Colonial en Vísperas de la Independencia, de Allan Kuethe es un texto que expone avances documentales e interpretativos respecto a la guerra y las fuerzas armadas participantes. Éste es un trabajo colectivo notable en cuanto a interpretación y claridad en el estudio de las fuerzas realistas; es una obra que da pie para trabajos de historia comparada entre los movimientos revolucionarios hispanoamericanos, pues explica el financiamiento, composición, orígenes, proyección y articulación estratégica de los contendientes bélicos de Nueva España, Nueva Granada y Río de la Plata. Christon Archer después de El Ejército en el México Borbónico, en lo particular, me parece el autor que individualmente avanzó más en la precisión y especificidad de sus estudios, sin llegar al marasmo de nimias parcelas carentes de relevancia en el complejo escenario total de la guerra. Su trabajo es un esfuerzo que tiene la intencionalidad de rescatar la contrainsurgencia y a algunos altos mandos de la oficialidad militar virreinal que han sido sumidos prácticamente en el anonimato. Ensayos con este derrotero son “„La causa buena‟: the counterinsurgency army of New Spain and the Ten Year’s War”; “La revolución militar en México: estrategias, tácticas y logísticas durante la guerra de Independencia, 1810-1821”; “Where all the royalist go? New light on the military collapse of New Spain, 1810-1821”; y “The Royalis Army in New Spain: civil-military relationship, 1810-1821”5. Principalmente, “La revolución militar en México…” es el trabajo donde 5 Christon I. ARCHER, “‘La ‘causa buena’: The counterinsurgency Army of New Spain and the Ten Year’s War”, en Jaime E. Rodriguez O. (ed.), The Independence of México and the creation of the New Nation, Los 14 Archer hace una extensa referencia a José de la Cruz y el sitio que sostuvo contra las partidas insurgentes enclavadas en la laguna de Mezcala entre 1813-1816. Un brete de la lucha donde la falta de pertrechos de guerra, la carencia de capacidades tácticas y una estrategia mal implementada propiciaron una victoria pírrica para las tropas novogallegas. Empero, éste es un estudio que carece de simetría al enfocarse mayormente en la logística y la táctica de múltiples campañas militares en distintas regiones del Virreinato novohispano; un hecho del que se intenta dar coherencia y seguimiento al proceso contrainsurgente, pero que no manifiesta la realidad compleja de las múltiples contrainsurgencias ni las necesidades y adaptabilidad con que cada operación tuvo que lidiar en lo particular. Asimismo, un autor que ha explorado este tipo de temáticas es Juan Ortiz Escamilla en Guerra y Gobierno, donde realizó un interesante trabajo sobre las formas cómo la guerra transformó a la sociedad novohispana, creó una cultura ligada a las armas y a nuevas formas de participación política ocasionadas por la constitución de 1812 y el “Plan Calleja” de junio de 1811. Aspectos que, desarrollados más tarde, influyeron en el juego político y proyecto de Estado constituido en 1824, desde luego sin desalentar la difícil gobernabilidad de los años venideros. Ortiz Escamillaanaliza los intentos de “reconstrucción” del orden virreinal; pero por la extensión temporal de su investigación y enfoque en los cambios políticos y sociales, a partir de los gobiernos y modelos militares insurgentes y realistas, deja de lado el proceso mismo de perfeccionamiento y mejora de la contrainsurgencia y aquellos aspectos militares Angeles, University of California, 1989, pp. 85-108; ARCHER, “Where all the royalist go? New light on the military collapse of New Spain, 1810-1921” en Jaime E. Rodriguez O. (ed.), The Mexican and Mexican American Experience in the 19 th century, Tempe, Arizona, Bilingual Press-Editorial Bilingüe, 1989, pp. 24-43; ARCHER, “La revolución militar en México: estrategias, tácticas y logísticas durante la guerra de Independencia, 1810-1891” en Josefina Zoraida Vázquez (Coord.), Interpretaciones de la Independencia de México, México, editorial Patria, 1997, pp. 123-176; y ARCHER, “The Royalis Army in New Spain: civil- military relationship, 1810-1821”, en Journal of Latin American Studies, 13, núm. 1, mayo, 1981, pp. 57-82. 15 que brindaron los primeros éxitos al ala realista. Asimismo, el autor incurre en atribuir los avances estratégicos realistas al Plan Calleja de junio de 1811 y a las posteriores disposiciones de este militar, dejándose de lado la particularidad de otros escenarios y tipos de contrainsurgencia, como la de José de la Cruz6. Ante este panorama historiográfico, y la obligación de abandonar los lineamientos establecidos por la literatura patriótico-nacionalista subyacentes todavía en estudios del siglo pasado, es que existe la necesidad de estudiar al español José de la Cruz y la lidia que libró en la búsqueda de una formula estratégica contrainsurgente efectiva mediante un aprendizaje militar en la práctica. La actuación de José de la Cruz, siendo parte de la alta oficialidad novohispana, fue capital en una época donde la marcha de los acontecimientos militares influía en los proyectos políticos y el devenir de Nueva España; por lo tanto, estudiándola se busca explicar una fracción significativa de las carencias y logros que enfrentó el Virreinato para articular su ejercicio legítimo de la violencia en el intento de aplastar a los rebeldes7; pues 6 Juan ORTIZ ESCAMILLA, Guerra y Gobierno. Los Pueblos y la Independencia, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luís Mora-COLMEX-Universidad de Sevilla, 1997, 256 pp. (Colección Nueva América). Este trabajo, como los previamente referidos, es erudito y sólidamente argumentado, pero nos da la impresión de carecer de un bagaje de teoría militar –cómo se corrobora al analizar la bibliografía consultada por el autor-. Una situación común en estos estudios, de entre los que se puede exceptuar el formidable trabajo de Brian Hamnett, Raíces de la Insurgencia en México, Historia regional 1750-1824. [Trad. Agustín Barcena. México, FCE, 1990, 264 pp.] que constantemente ostenta los axiomas teórico- militares sobre los que basa su estudio y análisis histórico. 7 Apud. Max WEBER, Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (Traducción de José Medina Echavarría et al ), 2ª ed., México, FCE, 1964 (Sección Obras de Sociología), pp. 43-44. En este punto, cabe señalar que más adelante utilizaremos el término rebeldes, destructores del orden o canalla para hacer más amable la lectura, pero en realidad aludimos al concepto de insurgentes. Estos fueron los términos empleados en la correspondencia realista para nombrar a la insurgencia en general o a las gavillas, pero en nuestro caso canalla debe identificarse como un concepto carente de toda carga peyorativa y el nombre de rebelde no debe leerse en la acepción de aquellos grupos que meramente ejercen actos de resistencia violenta contra la autoridad como vía de sustraerse o esquivar las determinaciones del poder político. Una rebelión generalmente busca sacudirse o negarse a someter al yugo de la autoridad, pues sus fines suelen ser tácticos al obligar al poder establecido a cambiar de conducta o política mediante una demostración de fuerza; en tanto, una insurgencia “is an organized, protracted politico-military struggle designed to weaken government control and legitimacy while increasing insurgent control. Insurgencies normally seek to either 16 ¿acaso puede ser profesional y veraz un panorama histórico donde se mira la revolución de Independencia desde una única postura? ¿Cuán crítico puede resultar un debate donde sólo se han escuchado los argumentos de los Morelos, los Hidalgos, los López Rayón y los Minas, en tanto se deja que el viento del tiempo silencie la voz de los José de la Cruz, de los Ciriaco de Llano, de los Javier Venegas e inclusive los Calleja? Ilustrar los actos del oficial olvidado La guerra de Independencia debe ser comprendida y explicada a partir de una visualización que conjugue analíticamente a sus diversos actores y los complejos intereses que estos defendieron. Sólo conociendo a los actores, sus motivaciones, sus ideas, sus mentalidades y sus ambiciones será factible advertir el porqué de una u otra actitud histórica8, según términos de Villoro, en los individuos, corporaciones y sectores de la sociedad novohispana que se dispusieron a defender al régimen virreinal. Y, dada la complejidad del estudio de la revolución de Independencia, es relevante investigar la lucha contrainsurgente, porque de ella dependieron los fracasos y éxitos militares de un régimen virreinal que continuamente reformuló sus operaciones en la búsqueda de incrementar la eficacia en los distintos escenarios de guerra. overthrow the existing social order and reallocate power within the country, or to break away from state control form an autonomous area”. Así pues, se entenderá rebelión, como tal, o actitud rebelde sólo cuando así se indique de manera explícita. Umberto MELOTTI, Revolución y Sociedad (Trad. José Luis Pérez Hernández), México, FCE, 1971, p. 34; HEADQUARTERS, DEPARTAMENT OF THE ARMY, Counterinsurgency (Final Draft-not for implementation), Washington, D.C., Marine Corps Development Comand-Departament of the Navy, June 2006, p. 1-2. 8 Respecto a este concepto, Villoro, partiendo de una idea de la historia como ciencia humana impregnada con elementos ideológicos, expone: “el ´lugar’ de lo humano en la historia no podrá encontrarse fuera de los límites que le señala su situación. Cada individuo es inseparable del mundo de relaciones en que vive y que constituye un contexto común de referencias de tejido por el trabajo y la convivencia”; en consecuencia, “la situación es responsable del horizonte de posibilidades reales que se abren ante un individuo o un grupo social; constituye, por tanto, el límite y punto de partida de cualquier actitud histórica”. Luis VILLORO, El Proceso Ideológico de la Revolución de Independencia, 2ª ed., México, CONACULTA, 1999, pp. 15-16; y VILLORO, “El concepto de actitud y el condicionamiento social de las creencias” en El Concepto de Ideología y Otros Ensayos, México, FCE, 1985, pp. 15-40 y 111. 17 Frente a la amplitud de este panorama todavía por descubrir, la figura del militar español José de la Cruz ha sido relegada a un escenario secundario dentro de la oficialidad realista. No obstante, este oficial fue protagonista entre las fuerzas armadas virreinales: porque, siendo un alto mando del ejército, arribó a Nueva España junto con el virrey Francisco Javier Venegas en 1810; porque, sustentado en la experiencia de lucha contra los franceses en España,se aprestó a enfrentar una insurgencia poseedora de elementos semejantes a la sostenida por el pueblo español ante los invasores galos; porque tuvo que desarrollar un método contrainsurgente prácticamente improvisado para un escenario de guerra donde desconocía los juegos de poder locales, las formas tradicionales de autoridad y las practicas políticas (institucionales y extrainstitucionales) del Occidente novohispano; porque después de Javier Venegas y Félix María Calleja fue, de jure, el hombre con mayor rango dentro del Virreinato, dado que, luego del Virrey, era el oficial con más alto grado y con mayor antigüedad en el mismo; porque tuvo la posibilidad, según Alamán, de haber sido nombrado virrey en 1813 y, luego, en 18169; porque fue nombrado oficialmente presidente de la Audiencia de Guadalajara y gobernador de Nueva Galicia, desde 1812; y porque creó un espacio estable de gobierno y una base permanente de operaciones militares en Nueva Galicia, a pesar de los reductos insurgentes y los enfrentamientos de autoridad con el virrey Calleja, a partir de 181310. Al estudiar el sistema11 operativo contrainsurgente de José de la Cruz nuestro interés se centra sobre las formas cómo organizó el combate contra los “destructores del orden” 9 Vid. ALAMÁN, Op. Cit., vol. IV, p. 302, 307. 10 Ibid., vol. III, pp. 315-316. Vid. también Ibid., vol. IV, p. 306. 11 En este punto deseamos aclarar que utilizaremos el término sistema en el entendido de que “Los sistemas son instrumentos que permiten analizar de forma conjunta el comportamiento global de elementos que están relacionados, así como sus efectos en el tiempo”. Por ende, el término sistema será utilizado para referir un conjunto de elementos que se relacionan entre sí teniendo un objeto determinado dentro de una 18 entre 1810-1813; por lo tanto, se busca mirar analíticamente –y menos descriptivamente- al ejército realista, su estrategia y operatividad frente al reto impuesto por las gavillas insurgentes12. El presente trabajo se enfoca en una fracción temporal de la prolongada acción militar que éste realista inició con la implementación práctica de un sistema contrainsurgente desde noviembre de 1810, en el poblado de Huichapan, hasta el establecimiento y organización de su base de operaciones permanente en Guadalajara, en 1813. A pesar de que este jefe realista abandonó Nueva España en el año de 182113, esta periodización se encuentra destinada a enmarcar, por un lado, el inicio de los éxitos estrategia general. J. Ramón GIL-GARCÍA, “Enfoque sistémico y simulación para el análisis de políticas públicas” en Mauricio Merino y et. al., Problemas, decisiones y soluciones. Enfoques de política pública, México, FCE-CIDE, 2010, pp. 239, 244. 12 Para alcanzar este análisis, el lector encontrará que utilizamos conceptos, axiomas, ideas y enfoques del campo de la historia, pero también de la teoría militar contemporánea o del enfoque estratégico y análisis organizacional propio del estudio de las políticas públicas o conceptos de la filosofía política. Sin embargo, so pena de caer en errores de apreciación, consideramos que para el análisis e investigación histórica rigurosa es válido abrevar, con sus apostillas y aclaraciones, posturas o ideas que configuren la “caja de herramientas” con que abordaremos nuestro tema. Desde luego, procurando persistentemente evitar anacronismos, generalizaciones o visiones pueriles e ideologizadas ¿Acaso no es válido que el orfebre utilice las herramientas de otros oficios que le permitirán producir y dar forma a esa pieza que su mente ha diseñado? ¿Por qué no habría el historiador de tomar conceptos y modelos de análisis de otras disciplinas y ciencias, aún cuando ellas podrían facilitarle la comprensión y explicación de un proceso? Por supuesto, es válido; lo que no es permisible es perder de vista el rigor metodológico ni hundirse en un marasmo de términos inconexos que respondan a ideas preconcebidas y no manifiesten lo que las fuentes y pruebas señalan. Fue así que para nuestra materia procuramos una visión interdisciplinaria que acotara cada concepto o idea que pudiera parecer anacrónica. Naturalmente, este no fue un capricho nuestro, sino el destino al que nos llevó la búsqueda de la respuesta más adecuada para nuestras interrogantes. 13 Sobre este punto, consideramos que la actitud de éste personaje fue la de un militar-legitimista adicto a la Monarquía española, de ahí que en 1821 se mantuvo, incluso por vía de las armas, opuesto al Plan de Iguala. Y del todo contrario a la posición tomada por Celestino Negrete y la clerecía de Guadalajara; ya que hasta el obispo Cabañas apoyó al Movimiento Trigarante de manera económica, aunque sólo juró la Independencia hasta que el Ayuntamiento guadalajareño ordenó que se hiciera. [Gómez Álvarez, Cristina, El Alto clero Poblano y la Revolución de Independencia, México, UNAM-BUAP, 1997, p. 207]. El mismo Iturbide intentó modificar la postura de Cruz a quien le escribió en 1821: “¡…para obrar, las circunstancias deben ser el norte de los hombres que raciocinan! El año de 10 exigía de los hombres honrados, de juicio y de alguna ilustración cierta conducta, y el año de 21 exige a los mismos otra muy diversa”. *Villoro, Luis. El Proceso Ideológico de la Revolución de Independencia, 2ª ed., México, CONACULTA, 1999, (Cien de México). p. 213.]. Y, precisamente, la consecuencia natural de esta postura legitimista fue que el nombre de José de la Cruz no aparezca entre los fundadores del Estado soberano mexicano. Es decir, Cruz pagó con el anonimato histórico por haber apostado su fortuna al bando perdedor en el momento decisivo. 19 militares y el inicio del poder político de Cruz hasta la abierta rivalidad sostenida con su subalterno, y luego comandante capitán general y virrey de Nueva España, Félix María Calleja; y, por otra parte, se sigue a José de la Cruz en el proceso constante de configuración y organización de un sistema contrainsurgente eficiente. La dimensión geográfica básicamente comprende el recorrido de la zona Centro- Occidente de Nueva España que realiza este oficial hasta asentarse en el Reino de Nueva Galicia. Esta última, región donde mantuvo su base de operaciones y desde donde implementó una estrategia contrainsurgente que adaptó ex profeso a las diversidades geográficas, las diferencias organizativas de las comunidades y las disposiciones de recursos y pertrechos militares. Hilar la historia militar de la guerra por la Independencia –a pesar del rechazo de aquellos que la identifican como histoire évènementielle- es requisito para comprender lo prolongado de la lucha; pues necesariamente una explicación compleja, diversificada, multifactorial y que dé razón del proceso de Independencia de México requiere antes una labor de filigrana. Particularmente una profunda labor de indagación sobre una guerra que historiográficamente ha tenido el acento en lo político sin acabar de lograr un equilibrio analítico que vincule clara y explicativamente política y guerra; negociación y ejercicio de la fuerza como dos vías de producir el cambio y la transformación de una realidad existente. En el caso de este trabajo, se desea aportar a esa labor una explicación que fortalezca la comprensión de la contrainsurgencia desde el particular escenario que encabezó José de la Cruz. He ahí que se mira preciso proponer otras formas de comparación y análisis político-militar que estudien la violencia, la resistencia, la organización contrainsurgente, la toma de decisiones y el ejercicio del poder desde el régimen durante los inicios de la 20 revolución de Independencia; replantear o reafirmar conceptosque se han utilizado para describir y explicar las operaciones de contrainsurgencia; y rescatar los testimonios relegados que permitan reconstruir la perspectiva militar de este jefe realista enfrentado a la revolución14. No es esfuerzo vano el proseguir los estudios sobre la Independencia, y aún más cuando se posee gran cantidad de materiales inéditos y todavía existen temáticas que se mantienen condenadas en el “limbo historiográfico”. Si bien ya no perdura la producción de la “historia ensayo político”, sí perviven algunos viejos vicios que simplifican, esquematizan e ideologizan los procesos históricos antes que presentarlos en su real y compleja magnitud15. El argumento principal del presente trabajo consiste en reconocer (dado que la insurrección de 1810 fue la puesta a prueba de la solidez de las instituciones y la organización militar del régimen) cómo la oficialidad y fuerzas armadas novohispanas, carentes de pertrechos e inexpertas en operaciones castrenses, tuvieron que contemporizar y buscar empíricamente una estrategia contrainsurgente efectiva. Por lo tanto, se defiende la tesis de que en las operaciones contrainsurgentes de José de la Cruz, entre 1810-1813, hubo un continuo proceso de organización16 estratégica que cristalizó en un triunfo militar 14 A este respecto, Jiménez Codinach ha recordado cómo Lucas Alamán, a mediados del siglo XIX, advertía la dificultad que era comprender “el proceso emancipador” para las generaciones mexicanas que no habían vivido la coyuntura de 1810-1821. Sin embargo, todavía hoy, dos centurias más tarde, “Entre los mexicanos sigue dificultando el análisis maduro un falso respeto a la ‘historia de bronce’”. Guadalupe JIMÉNEZ CODINACH, “Hacia una visión realista de la insurgencia y una visión insurgente de los realistas” en Memorias del Simposio de Historiografía Mexicanista, México, Comité Mexicano de Ciencias Históricas- Gobierno del Estado de Morelos-IIH-UNAM, 1990, p. 117. 15 Apud. Idem. 16 Para nuestro estudio este concepto lo retomamos de la teoría de la organización aplicada a la gestión y políticas públicas. El concepto proceso de organización, o mejor dicho organizando (organizing), lo interpretamos, para el ámbito militar, como un actuar constante que habla de un devenir y no sólo de una finalidad. El proceso de organización es aquel aprendizaje progresivo que se presenta en la relación sinérgica y necesaria donde las experiencias militares previas y la previsión castrense se conjugan para resolver los retos operativos y estratégicos que cada nuevo escenario de guerra impone a la oficialidad militar. Y es que una visión común de los estudios estratégicos militares asume que las organizaciones de los ejércitos siguen 21 (coerción) carente de un éxito político (persuasión) equivalente ante la insurgencia y sus simpatizantes. Condición resultante de una coordinación bélica autocrática (por los altos decisores militares) que no alcanzó a vislumbrar la sincronía que debía existir entre las medidas políticas reivindicatorias desde el régimen y el diseño ex profeso de la contrainsurgencia según el carácter y condiciones de la región de lucha. Condición que, por un lado, imposibilitó la sofocación plena de las partidas insurgentes en la región Occidental de Nueva España; y, por otra parte, impidió transmitir una experiencia castrense exitosa a otros escenarios de guerra. Insurgencia y contrainsurgencia: Definiendo los términos de la guerra En 1939 Sigmund Freud, al configurar la disciplina del psicoanálisis, se planteó una pregunta medular acerca de la conducta humana: “¿Qué fines y propósitos de vida expresan los hombres en su propia conducta; qué esperan de la vida, qué pretenden alcanzar en ella?”17. Este lúcido autor nos legó también su respuesta: “Los hombres aspiran a la felicidad [la buena vida], quieren llegar a serlo o no quieren dejar de serlo”. Esta aspiración, decía, pretende evitar el dolor y el displacer. Sin embargo, y a pesar de que teóricamente la órdenes, obedecen como autómatas y poseen, en automático, las capacidades y los recursos técnicos para llevar a cabo, en una lógica causa-efecto, todo lo que se les pide como objetivos o logros a alcanzar. Sin embargo, tomar decisiones no sólo es “un proceso paramétrico o estratégico de diagnostico y definición en abstracto de un comportamiento o acción. Es también un asunto de cognición, motivación y compromiso”. Los actores del campo de batalla no sólo obedecen órdenes, según una jerarquía y un juramento, sino en la búsqueda de hacerlo calculan el nivel de la apuesta, los recursos que poseen, las reacciones formales e ideológicas de otros actores (también organizativos), el grado de incertidumbre y los riesgos probables o potenciales. De este modo, el organizing en la contrainsurgencia es “un proceso cuyas bases son el riesgo y la discrecionalidad acotada”; un proceso de construcción dinámica, casi siempre empírica, que va más allá del mero proceso de implementación; es en realidad un proceso constante de “ires y venires” donde no existe un manual o una experiencia previa que pueda aplicarse perfectamente igual a dos casos de guerra contrainsurgente. Apud. ARELLANO GAULT, David, “Enfoque organizacional en la política y la gestión publicas. Entendiendo las organizaciones gubernamentales” en Mauricio Merino y et. al., Problemas, decisiones y soluciones. Enfoques de política pública, México, FCE-CIDE, 2010, pp. 61-92, (Sección Obras de Administración Pública). 17 Sigmund, FREUD, “El Malestar en la Cultura” en El Malestar en la Cultura y otros ensayos (Trad. Ramón Rey Ardid), México, Alianza, 1989, p. 19. 22 respuesta es sencilla, como la historia lo ha demostrado: a los hombres les resulta difícil alcanzar su objetivo. Tres son las fuentes del sufrimiento humano: “la supremacía de la naturaleza, la caducidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, el Estado y la sociedad”18. Y, en efecto, el proceso histórico que abordaremos no escapa a éste básico planteamiento del perenne conflicto al interior de la sociedad y el Estado. La revolución de Independencia, la guerra por la Independencia, fue un proceso que catalizó un complejo nudo gordiano de conflictos políticos, económicos, sociales y culturales que se habían sostenido insolutos. Fue una guerra de descolonización donde se manifestó una complejidad de antiguos y nuevos agravios, escasez y privaciones locales entre múltiples actores y sectores; rivalidades personales y pugnas ancestrales por tierras, pastos, aguas, herencias, desigualdades, ambiciones frustradas o aspiraciones coartadas que incapaces de resolverse en la paz, encontraron la oportunidad de intentar dirimirse bajo el fenómeno de la violencia; es decir, de la guerra. Una guerra que, en su amplitud, se definió a sí misma revolucionaria e independentista19; sin embargo, para analizar las actividades 18 Ibid. p. 29. 19 A esta guerra acaecida en Nueva España durante 1810-1821 adelante la llamaremos ‘guerra’ o ‘lucha’, pero cabe aclarar que la consideramos revolucionaria e independentista. Para aplicar el primer calificativo partimos de que una revolución es la manifestación más acabada y concentrada de insostenibles tensiones que, reaccionando en un determinado contexto internacional o por elementos coyunturales (crisis económicas o políticas, como la Peninsular de 1808-1814), se convierten en una ocasión de choque entre fuerzas políticas y militares con propuestas y soluciones divergentes que buscan la oportunidad de implementarlas a través del ejercicio del poder gubernamental.En este sentido, “la revolución se presenta como una transmisión de poder diversa de la contemplada por la lógica del sistema jurídico vigente. Como tal, presupone generalmente la violencia cruenta o incruenta”. Pero de ningún modo es simplemente la sustitución de una élite de poder por otra, pues una revolución es una reestructuración del poder difuso. En sí misma, es un fenómeno jurídico que por sus aspiraciones, de pretender reemplazar al régimen vigente, implica una cierta organización que consta de autoridad, poderes y funciones análogas a las de un Estado. Es una “organización estatal en embrión” que sí alcanza la victoria continuará desarrollándose y reformándose en ese mismo sentido. [Umberto MELOTTI, Revolución y Sociedad (Trad. José Luis Pérez Hernández), México, FCE, 1971, pp. 9, 15, 41. Cfr.]. Por la otra parte, y como se acepta, la definimos como independentista porque tal fue el logro político y jurídico alcanzado tras la firma de los Tratados de Córdoba y tal fue, como lo ha demostrado Herrejón Peredo, el sentido que tuvo la lucha de Miguel Hidalgo en 1810. Vid. 23 militares contrainsurgentes de esta lucha, antes debemos responder ¿Qué enfoque daremos a un proceso tan complejo?; y definiremos un concepto sagital, ¿Qué es la guerra? Una fuente reza “[esa mañana] todo era confusión, nadie obedecía a nadie; sólo la tropa seguía reconociendo a sus jefes, pero con deseos de volteárseles. Todos mandaban, gritaban, pedían clemencia y confesión. Unos pedían rendición otros defenderse hasta morir”. Así redactadas, estas pocas líneas describen grosso modo una escena atemporal del fenómeno de la guerra. En ellas encontramos el temor, la experiencia y el paroxismo propio de quien fue testigo de una escena de batalla. Pues bien, este es un fragmento testimonial de la toma de la alhóndiga de Granaditas (28 de septiembre de 1810)20; sin embargo, por el momento, contrario a la imagen creada por esas palabras, nosotros deseamos abordar la guerra desde otra perspectiva. Nuestra intención es pensar la guerra desde la racionalidad operativa de la contrainsurgencia liderada por Cruz; es decir, buscamos hacer comprensible el juicio militar de este brigadier, explicar la lógica tomada en el decurso de los acontecimientos y, en última instancia, comprender y legitimar (pero de ningún modo justificar) desde lo exclusivamente militar y desde los términos de la época, la necesidad histórica de cómo el régimen novohispano plantó cara a la insurgencia21. Carlos HERREJÓN PEREDO, “Hidalgo y la nación” en Relaciones, Vol. XXV, 99, 2004, pp. 257-285; y “Carta de Miguel Hidalgo y Costilla al señor intendente de la provincia de Guanajuato, don Juan Antonio Riaño, Celaya, 21 de septiembre de 1810” en Carlos HERREJÓN PEREDO (ensayo, selección y notas), Hidalgo. Razones de la insurgencia y biografía documental, México, SEP, 1986, pp. 207-209. 20 Isauro RIONDA ARREGUÍN, Don Miguel Hidalgo y Costilla en la Intendencia de Guanajuato, Texas, Universidad de Texas, 2003, p. 199. 21 En este derrotero es que se debe mirar la lógica de las acciones de José de la Cruz, hay que mirarlo como un hombre de guerra, un militar destinado a alcanzar su objetivo mediante los recursos que posee a su alcance. No deseamos, por tanto, evaluar su moral o conciencia, sino conocer el escenario y las decisiones que tomó durante su aprendizaje operativo contrainsurgente entre 1810-1813. Karl Von Clausewitz deja clara esta lógica que referimos cuando argumenta: “En asuntos tan peligrosos como la guerra, las ideas falsas inspiradas en el sentimentalismo son precisamente las peores. Como el uso máximo de la fuerza física no excluye en modo alguno la cooperación de la inteligencia, el que usa esta fuerza con crueldad, sin retroceder ante el derramamiento de sangre por grande que sea, obtiene una ventaja sobre el adversario, 24 A pocos años de consumada la independencia de Nueva España, en Prusia la guerra fue definida, en sentido práctico, como “un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario”; es decir, es “un duelo en una escala más amplia” donde imponer la voluntad al enemigo es el objetivo y la fuerza física el medio para lograrlo. Pero la guerra no es sólo un golpe de fuerza aplastante y sin duración. La guerra es un acto y un medio eminentemente político, “un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad de la política, una realización de la misma por otros medios”22. Imponer la voluntad al adversario es el objetivo de la guerra. Por regla general, esto se logra destruyendo o desarmando a las fuerzas militares enemigas; apoderándose del territorio que funge como escenario de guerra y fuente de recursos; y sometiendo la voluntad del contrincante hasta inducirle a firmar la paz (convenciéndole de lo improbable de su éxito) u obligarle por la fuerza a rendirse (al hacerle pagar un precio excesivamente alto a cambio del triunfo) 23. Matizando un poco los conceptos de Clausewitz, se puede aseverar que la guerra es política complementada, o adicionada, con el uso de la fuerza militar. Es una lucha violenta resultado de posturas irreconciliables, donde cada actor busca imponer sus intereses al oponente. No obstante, la guerra no es unívoca en su definición, y puede cobrar diferentes siempre que este no haga lo mismo”. Karl Von CLAUSEWITZ, De la guerra, (trad. Julio Tello), México, Colofón S.A., 2006, p. 10. Vid. infra nota 21. 22 Karl Von CLAUSEWITZ, Op. Cit., p. 9. Damos especial importancia a los planteamientos teóricos y estratégicos de Clausewitz porque sentó los principios de la teoría moderna de la guerra y remarcó el planteamiento explícito para entenderla como una actividad racional dado su carácter como medio que persigue un fin político. 23 Ibid. p. 24-25, 27. La guerra, por antonomasia, es la forma más explícita de la violencia, puesto que es la más rotunda negación de la voluntad y autonomía del ‘otro’ a través de la fuerza y la amenaza de muerte. Y, justamente, el término violencia proviene del latín clásico violentia, un sustantivo referido al verbo violo, que tiene su origen en el griego via que remite a la noción de fuerza vital. Por lo tanto, violentia originalmente “connota la vida, el instinto de vida, de sobrevivencia”. En el contexto que estudiamos, la violencia (a través de la contrainsurgencia) fue utilizada para restablecer, sostener, defender y hacer funcionar el poder político del régimen; así se hacía hincapié en que el derecho no existe sin fuerza y el derecho es siempre una fuerza autorizada. Cfr. María Concepción DELGADO PARRA, “Dionisos y Prometeo: la antinomia. La violencia ritualizada como nueva forma de socialidad” en Acta Sociológica, Nueva Época, Núm. 41-42, FCPyS-UNAM, México, Mayo-Diciembre de 2004, pp. 25-46. 25 calificativos según las formas y grados del espectro de un conflicto dado. Y es ahí en donde nace la insurgencia y la contrainsurgencia como dos métodos de lucha no convencionales. Teórica y tradicionalmente, hasta el siglo XIX, las guerras terrestres del mundo judeocristiano, ya entre Estados, ciudades o familias de la realeza, se realizaban como guerras convencionales, esto es, conflictos bélicos librados bajo estrategias y tácticas24 definidas y llevadas a cabo por ejércitos coordinados en cuerpos plenamente diferenciables respecto de la población civil sin entrenamiento militar. Las batallas, del mismo modo, se realizaban en un tiempo y campo abierto definido, donde los cuerpos armados regulares de cada ejército se desplegaban para presentar combate e intentar destruirla infraestructura castrense y efectivos enemigos25. En el caso de Nueva España, la guerra librada desde 1810 no tuvo totalmente la cualidad de una guerra convencional. En primera instancia, porque no hubo un enfrentamiento entre dos ejércitos regulares, puesto que las tropas lideradas por Hidalgo y Allende fueron improvisadas y en su mayoría carecían de entrenamiento, pertrechos 24 La dirección de la guerra es la preparación y conducción del combate; un combate que está compuesto por múltiples encuentros aislados, pero completos en sí mismos. De este entramado surgen dos labores sagitales: “preparar y conducir individualmente estos encuentros aislados y combinarlos unos con otros para alcanzar el objetivo de la guerra”. Esta combinación es la estrategia, y aquella preparación y conducción es la táctica; dos conceptos que por su importancia no deberán confundirse entre sí [Karl Von CLAUSEWITZ, Op. Cit., p. 66]. De manera más general, seguimos a Arellano Gault, al entender que la estrategia sería la forma más consecuente de evaluar las distintas aristas de un problema para discernir diferentes posibles soluciones, y sus consecuencias, que faciliten la elección de la opción más óptima. Ahora, una reflexión tal es propia de un pensamiento con enfoque estratégico; es decir, aquel que considera la relación sujeto- contexto donde la información no siempre es precisa y la realidad es turbulenta (donde hay la existencia de un ‘otro’ u ’otros’ autónomos que se mueven según su visión del mundo e intereses), incrementándose los índices de incertidumbre y de dificultad para alcanzar la meta preconcebida. “La estrategia…es resultado de una combinación de la capacidad de pensamiento contextual dirigido al ‘otro’, con la capacidad de interpretar la realidad, su pasado y su futuro”. David ARELLANO GAULT, Gestión estratégica para el sector público. Del pensamiento estratégico al cambio organizacional, México, FCE, 2004, pp.12, 14, 19-20 y 26. 25 Cfr. John A. LYNN, “Las Tendencias de la Insurgencia y la Contrainsurgencia” en Military Review, Edición Hispanoamericana, Noviembre-Diciembre de 2005, pp. 36-37. Este tipo de guerra convencional fue el analizado por Karl von Clausewitz y Nicolás Maquiavelo, puesto que ambos pensaban en una guerra donde hay una línea de combate definida entre los ejércitos en pugna. Para ejemplos descriptivos vid. Karl Von CLAUSEWITZ, Op. Cit., pp. 169-189; y Nicolás MAQUIAVELO, El arte de la Guerra, México, Ediciones Leyenda, S.A., 2008, Libros II-IV, pp. 37-107. 26 militares y una oficialidad experimentada26, a excepción de algunos cuerpos de milicia desertores a la Corona; en segunda instancia, porque no fue una guerra formal entre Estados, sino fue una guerra revolucionaria, lo que impidió la plena demarcación de un frente de batalla y, consecuentemente, la existencia de frentes y teatros de guerra bien definidos27; y, en tercer lugar, porque durante los meses de septiembre de 1810 a enero de 1811, a pesar de que las tropas de Hidalgo y Allende fueron el principal ejército rival a vencer, hubo una significativa y creciente actividad metastásica de gavillas insurgentes que, desperdigadas, causaron importantes daños a los mercados regionales y a las vías de comunicación novohispanas. Y, de hecho, contra tales grupos rebeldes fue que se envió a pelear al brigadier José de la Cruz desde noviembre de 1810. En esta guerra novohispana no convencional, que se definió más claramente como tal luego de la victoria realista en Puente de Calderón, encontramos la, cada vez mayor, definición de la insurgencia y la contrainsurgencia; dos fenómenos antagónicos propios de las guerras de tipo revolucionario28; un tipo de conflicto asimétrico en donde los bandos involucrados se caracterizan por una desigualdad en fuerza militar y política, desobedeciendo, por consiguiente, las principales formas de batalla convencional. Una insurgencia es un movimiento eminentemente político-militar que tiene por objetivo apoderarse, derrocar o transformar al gobierno establecido por medio de la subversión y el conflicto armado; es una prolongada lucha organizada y diseñada para debilitar la legitimidad y el control del régimen imperante en una ecuación casi 26 Aunque formalmente el 22 de Octubre de 1810 se estructuró el gran ejército insurgente de Hidalgo y se otorgaron o refrendaron grados militares, ha de sospecharse que la mayor parte de la oficialidad nombrada carecía de un entrenamiento militar, sin considerar la falta de experiencia propia de quienes han cruzado armas en el campo de batalla. 27 El término teatro de guerra, en el lenguaje castrense, describe a toda un área o esfera de operación estratégica, a menudo a nivel regional o continental, caracterizado por tener, prácticamente, fronteras definidas respecto a otros centros de gravedad militares. Karl Von CLAUSEWITZ, Op. Cit., pp. 444-447. 28 Vid. Supra nota al pie número 18. 27 inversamente proporcional al nivel de poder y control territorial alcanzado por los insurgentes29. Ahora bien, cada insurgencia es, por condición propia, endémica. No obstante, en la doctrina militar se reconocen tres etapas político-militares comunes no sucesivas e inherentes al fenómeno insurgente. Dentro de este tipo de guerras un primer momento se caracteriza por la estrategia defensiva, que es el tiempo en donde germina la lucha. Esta es una etapa con un escenario asimétrico donde el enemigo estatal es más fuerte en la correlación de fuerza; por lo tanto, la insurgencia se concentra en sobrevivir y fomentar el apoyo entre los sectores populares descontentos. Se establecen bases, se reclutan líderes locales, se organizan redes celulares y se establece una estructura de gobierno paralela al del régimen instituido. En esta etapa, la principal actividad militar consiste en realizar ataques atemorizantes para ganar el apoyo popular, mostrándose de este modo la debilidad institucional del Estado para protegerse a sí mismo y al imperio del orden30. La llamada estrategia de paralización o de estancamiento es la etapa más desgastante para ambos bandos. En ella, la insurgencia ha demostrado su fortaleza y capacidad de supervivencia, en tanto el régimen establecido denota su debilidad táctica e incapacidad estratégica para aplastar al enemigo interno que rechaza la legitimidad del poder gubernamental y la posibilidad de mantener el mismo orden estatuido. En esta etapa, la guerra de guerrillas31 comienza su más importante actividad y, la mayoría de las ocasiones, 29 Cfr. HEADQUARTERS, DEPARTAMENT OF THE ARMY, Counterinsurgency (Final Draft-not for implementation), Washington, D.C., Marine Corps Development Comand-Departament of the Navy, June 2006, p. 1-1:1-4; y U.S. GOVERNMENT, Counterinsurgency guide, United States Government-Interagency Counterinsurgency Initiative, enero de 2009, p. 6, [texto disponible en www.state.gov/t/pm/ppa/pmppt ]. 30 HEADQUARTERS, DEPARTAMENT OF THE ARMY, Counterinsurgency (Final Draft-not for implementation), pp. 1-6. 31 En lo posterior, cuando se refiera “guerra de guerrillas” deberá entenderse una táctica militar de resistencia, propia de la guerra asimétrica, en donde los habitantes de una región hostigan a las fuerzas enemigas regulares mediante destacamentos irregulares que producen ataques rápidos y sorpresivos con el 28 torna más cercana la correlación de fuerzas entre los combatientes. En la arena política, los insurgentes se concentran en distanciar a la población respecto del gobierno y expandir las áreas de control e ingobernabilidad. Las tácticas comunes implementadas para enfrentar al régimen son la subversión, la propaganda, el terrorismo y la guerra de guerrillas. Otra etapa es la llamada estrategiaofensiva, cuando los insurgentes se encuentran fortalecidos militarmente y pasan a combinar operaciones de guerra convencionales con el sistema de guerrillas para destruir la capacidad militar del gobierno, mientras que las acciones políticas son diseñadas para incrementar los apoyos multisectoriales de la población y, simultáneamente, prepararse para remplazar a las autoridades gubernamentales32. En contrapartida, la contrainsurgencia es una compleja red de acciones y medidas políticas, económicas, militares, sociales y psicológicas tomadas por el gobierno existente para derrotar la insurgencia y restablecer el orden y ejercicio del poder institucional. La contrainsurgencia, en lo estrictamente militar, no es clasificable simplemente como una guerra defensiva en el interior de una entidad estatal, aunque incluye un espectro de operaciones como cualquier otra campaña militar. Ello se debe a que en todos los casos las insurgencias no pueden ser simplemente vencidas eliminando a los insurgentes, pues desde el inicio del conflicto las contrainsurgencias son usualmente envueltas en operaciones objetivo de desmoralizar, atemorizar y debilitar la capacidad de movimiento y despliegue del rival. Por lo tanto, no lo deberemos de confundir con la voz “guerrilla” que dentro del léxico militar realista servía para denominar a una sección de tropa de caballería enviada como vanguardia de los ejércitos para hacer las descubiertas, romper las primeras escaramuzas y evaluar estratégicamente la geografía del país enemigo. 32 HEADQUARTERS, DEPARTAMENT OF THE ARMY, Counterinsurgency (Final Draft-not for implementation), pp. 4-6. Este planteamiento estratégico maoísta, por la naturaleza del tema que trata, no implica que tales momentos ocurran necesariamente en una secuencia o que acaso sucedan todas las etapas al pie de la letra como lo demostró el desarrollo de la insurgencia novohispana. Sin embargo, este planteamiento lo hemos referido como vía expositiva que clarifique el concepto y desarrollo teórico de una lucha insurgente. Obviamente, más adelante referiremos el desarrollo de la insurgencia y la contrainsurgencia durante los años de 1810-1813 a partir del contexto y la manera como se suscitó el enfrentamiento. 29 defensivas antes que ofensivas. Para recuperar la iniciativa dentro del teatro bélico, la contrainsurgencia se centra en la estabilidad de las operaciones abordando, con todos los recursos proporcionados por la estructura gubernamental y los asequibles de emplearse dada la urgencia, la raíz del descontento social a través de reformas, proyectos de reconstrucción o la implementación de medidas coercitivas que de manera positiva influyan en la lucha contra las partidas insurgentes33. Frente a una insurgencia, y como el Plan de Iguala lo demostró en el caso de Nueva España, resulta militarmente imposible eliminar completamente a los sujetos y sus medios de resistencia; pues siempre habrá un soldado armado con un machete o un fúsil dispuesto a dar su vida para continuar la lucha. Por ende, la victoria en la guerra consiste en someter la voluntad del enemigo para obligarle a rendirse o disponerse a pactar34. Es así que en estos enfrentamientos la victoria no puede ganarse hasta que la población es persuadida u orillada a aceptar la legitimidad del régimen establecido y a impedir, activa o pasivamente, el apoyo dado a los actores corrosivos del Estado. Y, en efecto, este es el punto de quiebre de la compleja paradoja contrainsurgente, ya que la pacificación “no es el mero empleo de la fuerza, sino una mezcla prudente de fuerza y persuasión, de severidad y moderación”35. Cómo lo ha señalado Clausewitz, uno de los axiomas más comunes relacionado con la acción militar es el uso de una fuerza abrumadora para derrotar al adversario, pero el uso aplastante de la fuerza puede generar el deseo de venganza o retribución en los adversarios derrotados. Entonces, para el tema que nos atañe, cabe preguntarse ¿si para José de la Cruz fue posible someter una insurgencia, que per se atentaba contra la ley y el orden, mediante 33 Cfr. Idem. 34 Apud. Idem. y Karl Von CLAUSEWITZ, Op. Cit., p. 77. 35 Andrew J. BIRTLE, “Persuasión y coerción en las guerras de contrainsurgencia” en Military Review, EU, noviembre-diciembre de 2008, p. 32. 30 el puro manejo de la fuerza militar y el terror? O, si no fue así, ¿cómo el Brigadier debió neutralizar a una fracción insurgente, de manera eficaz y eficiente, sin generar ansías retributivas de justicia ex post? Coerción y persuasión son dos formas de actuar que necesariamente deben coexistir en una operación contrainsurgente y, según el contexto, estratégicamente se debe definir a cuál de ellas darle mayor peso o de lo contrario hallar la vía de conjugarlas. Y, efectivamente, este fue un dilema que José de la Cruz debió enfrentar al implementar empíricamente un sistema de contrainsurgencia. La complicada confección de tal plan de ataque requirió un análisis detallado del país, de las características culturales de la política, de las prácticas del poder, de las creencias, de las inquietudes, las ambiciones y los deseos de la población subvertida. Elementos que lentamente el Brigadier y sus hombres fueron aprendiendo para aprovecharlos en la permanente batalla. La primera, y más importante, acción de un comandante y gobernante frente a una crisis bélica es la de entender la naturaleza de la guerra en la cual está a punto de entrar36; y, precisamente, José de la Cruz pretendió desde el inicio indagar aquello, de lo contrario, no sabría quién es el enemigo a vencer ni la manera cómo se debe hacer sentir la mano de hierro del ejército37. 36 Apud. J. BOONE BARTHOLOMEES, “Teoría de la Victoria” en Military Review, EU, Marzo-Abril de 2009, p. 76. 37 La reflexión del tipo de guerra a la que se enfrentaba la encontramos en su correspondencia (donde también se percibe cómo va equilibrando el binomio coerción-persuasión tras algunas semanas de lucha) cuando días después de iniciada su participación bélica escribe a Javier Vengas: “Quisiera, en fin hacer conocer a Vuestra Excelencia…que mi sistema particular [de hacer la guerra] no es del moderado sino el de sangre en mucha abundancia para que laven las maldades y crueldades cometidas. Podré equivocarme en los medios, y quizá erraré el mismo pero este yerro será de entendimiento y nunca los resultados dejarán de ser cual Vuestra Excelencia desea y yo anhelo [sic]”. Un mes más tarde declaraba en un tono más moderado, también al virrey: “V. E. no puede figurarse el estado de insurrección que domina en todos los corazones de estos pueblos y la profunda raíz del mal que se halla gravada entre ellos. Es necesario usar de una política refinada, y de una astucia que al paso que los intimide, les dé confianza. Las reuniones por toda la tierra caliente se hacen hasta el día, y acostumbrada ya la canalla al robo, y al desorden, vive contenta con la 31 Y, desde luego, un sistema de batalla irregular que no toma en cuenta la primacía de las fuerzas propias y enemigas está condenado al fracaso. Por lo tanto, la victoria en una guerra contrainsurgente es una evaluación continua de dos ejes, eficacia (lograr el efecto que se espera) y eficiencia (forma de obtener los resultados deseables dentro de lo realmente posible); en tres niveles: el táctico, el operacional y el estratégico. De este modo, mientras cada operación contrainsurgente (ya por métodos de coerción o persuasión) tiene mayores alcances o triunfos verificables su variable de éxito se acercará más a una realidad de lucha donde eldominio estatal gane espacio en el escenario político-militar. Por el contrario, si las operaciones fracasan habrá un incremento en la confianza y poder de los insurgentes que será verificable en el apoyo que encuentran en el seño la población. Ahora, la variable de éxito contrainsurgente depende de la capacidad táctica de las fuerzas del régimen; la capacidad operacional (organizativa) del ejército y el diseño del plan estratégico para conjugar factores y encuentros armados que lleven a la victoria (véase Figura 1) 38. rebelión [sic]”. Archivo General de la Nación [AGN], Infidencias, vol. 134, José de la Cruz a Javier Venegas, Huichapan, 26 de noviembre de 1810; y AGN, Operaciones de Guerra [OG], vol. 142, ff. 246-247, José de la Cruz a Javier Venegas, Valladolid, 31 de diciembre de 1810, 12:00 hrs. 38 Ibid. p. 75. Estos tres niveles los retomaremos más adelante al explicar los medios y métodos cómo José de la Cruz realizó su despliegue de fuerzas mediante un proceso permanente de evaluación, valoración y reformulación (el gráfico es de nuestra autoría). 32 Por supuesto, al inicio de la lucha, este sistema de proceder militarmente no lo conoció José de la Cruz, ya que entonces la doctrina no había teorizado acerca de las insurgencias o la guerra de guerrillas; y el Brigadier no sería el encargado de esa labor. Sin embargo, ello no fue impedimento alguno para que en la práctica desarrolle un sistema de ataque y operación que en la manera de desplegar fuerzas tácticas, construir su estrategia, mantener la logística y formular elementales labores de inteligencia se calibrará como un sistema efectivo para repeler al fenómeno bélico que Cruz conoció durante la resistencia española sostenida contra Napoleón. Un sistema que, después de varias semanas y meses de permanente y asimétrica guerra, se organizará en lo que denominamos el sistema de despejar-mantener-restaurar (que será descrito en los apartado 2.1 y 3.2). Ahora bien, por otro lado, hemos de indicar que la simiente que facilitó el desarrollo arquitectónico del presente trabajo fue abrevada de dos grandes fuentes documentales primarias. Por un lado, la robusta obra recopilada por Hernández y Dávalos. Fuente donde 0 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 1 2 3 Estrategia Operacionalidad Táctica Dominio estatal Dominio insurgente0 insurgenteinsurgenteinsurgenteinsurgente Eficacia E f i c i e n c i a Variable de Éxito + _ _ + Fig. 1. Desempeño de un sistema contrainsurgente. 33 pudimos retomar parte de la extensa correspondencia oficial de José de la Cruz con el virrey Javier Venegas, y una significativa cantidad de epístolas de Cruz y Félix María Calleja, entre 1810-1813. Documentos de esta recopilación que merecen especial mención son: el bosquejo de la batalla de Calderón enviado a México por Calleja en enero de 1811; el bando publicado por Cruz en Huichapan hacía noviembre de 1810, que será el prolegómeno del sistema contrainsurgente aplicado a Guadalajara; la relación de la marcha del Brigadier a Tepic y San Blas (enero de 1811) junto con la proclama para el decomiso de armas en el apostadero; las sentencias pronunciadas en Guadalajara contra los insurgentes aprehendidos (marzo de 1811); el bando donde Cruz ofrece recompensas a los pobladores que entreguen las cabezas de jefes u oficiales insurgentes (25 de junio de 1811); el Plan Calleja para la organización de compañías patrióticas en cada poblado, villa y hacienda; y las instrucciones giradas a Linares para la organización y aseguramiento militar de Nueva Galicia (noviembre de 1811). Todos documentos con los que es verificable el proceso de organización contrainsurgente y la continúa calibración de los métodos de guerra implementados. El otro corpus documental importante lo obtuvimos, principalmente, de los ramos de Infidencias y Operaciones de Guerra del Archivo General de la Nación. Del primero utilizamos el volumen 134 donde se localizan más de 250 fojas referentes a la marcha que Cruz realizó desde noviembre de 1810 hasta el año de 1812. Del segundo ramo revisamos los volúmenes 139 a 151 (aunque se dio prioridad en detalle y profundidad a los de los años que nos competen) que resguardan la correspondencia, oficios, partes de guerra, disposiciones, bandos, publicaciones o nombramientos de oficialidad que fueron signados, dictados o redactados por el mismo José de la Cruz. Una amplitud de testimonios de los 34 que, nuevamente, destaca la correspondencia del Brigadier con Javier Venegas entre noviembre-diciembre de 1810. Epístolas que testimonian las primeras impresiones de Cruz sobre el país y su gente; además de registrar las disposiciones de castigo y seguridad en Huichapan y Acámbaro (vols. 141-142). Lugares donde se dieron los primeros pasos encaminados a organizar un sistema de contrainsurgencia. En esta misma temporalidad son importantes “Las instrucciones” dadas a los destacamentos volantes en Huichapan que fueron el primer desplante dinámico de fuerzas armadas destinadas a mantener el orden mediante la búsqueda y choque con las miméticas gavillas insurgentes. Otro documento notable es el oficio del 19 de enero de 1813, donde Cruz cristalizó la reforma operativa de las labores contrainsurgentes en el extenso territorio comprendido por Nueva Galicia, la provincia de Valladolid y la de Guanajuato39. Tampoco se pueden dejar de mencionar las cartas y contestaciones de Cruz y Calleja entre mayo y julio de 1813, en las que se manifiesta la creciente rivalidad entre ambos jefes militares (vol. 149). Desde luego, los documentos del Archivo General de la Nación fueron el maná y sustento más importante de nuestro trabajo. Un par de millares de fojas que permitieron la reconstrucción de las operaciones militares de José de la Cruz. Un derrotero no siempre seguido a través de una revisión cronológica y ordenada de epístolas u oficios; sino también mediante un largo proceso de triangulación, oposición y comparación de información entre estos documentos y los guardados por Hernández y Dávalos o el mismo Lucas Alamán. Labor obligada ante partes de guerra e informes desaparecidos o faltantes por los robos y el obstáculo de las comunicaciones entre Guadalajara y la Ciudad de México o entre Cruz y 39 AGN, OG, vol. 143, f 54, José de la cruz ordena a Linares y Francisco Rodríguez, Huichapan, 1 de diciembre de 1810; y AGN. OG, vol. 149, f. 6, José de la Cruz a Venegas, Guadalajara, 19 de enero de 1813. 35 sus oficiales durante la lucha o por el simple extravío de los papeles a lo largo del tiempo. Ese panorama, no siempre completo, donde algunos sucesos quedaban muchas veces faltos del preciso detalle o únicamente esbozados en otras cartas o informes que daban la pista de qué debíamos rastrear o sólo manifestar cómo de conocimiento, fue la base del presente escrito. Un trabajo, recordando las palabras de Martín Casillas, “de hacer a un lado una pieza y encontrar la otra, justo la que tiene su lugar, ahí mismo, en el tiempo y el espacio, [un ejercicio que] es divertido, agotadoramente divertido, es un reto, es aplicar una ciencia, como la óptica que se requiere para ver las cosas desde las alturas y luego llegar al lugar de los hechos, al corazón mismo de mis protagonistas, estos hombres que vivieron un siglo de batallas sin fin”40. Un trabajo arduo que, finalmente, consideramos en algo ilustrará la forma de operar del ala realista y la respuesta militar implementada por el régimen virreinal. El presente estudio está organizado en tres capítulos. En el primero abordaremos las cualidades y conformación de
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