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Isidora-Rufete-personaje-galdosiano--desheredada-social-heredera-degenerada

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN LETRAS 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
 
 
ISIDORA RUFETE, PERSONAJE GALDOSIANO: 
DESHEREDADA SOCIAL, HEREDERA DEGENERADA 
 
 
 
T E S I S 
 
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE 
 
MAESTRO EN LETRAS (LETRAS ESPAÑOLAS) 
 
 
PRESENTA: 
 
RUBÉN ISAÍ ESPINOSA SOTO 
 
 
 
TUTORA: MA. DE LOURDES FRANCO BAGNOULS 
 
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
 
 
 
 
Ciudad Universitaria, Cd.Mx. Junio 2017 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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2 
 
 
ÍNDICE 
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................. 3 
CAPÍTULO I ......................................................................................................................................... 5 
1.1 LA ESPAÑA DE GALDÓS.......................................................................................................... 5 
1.2 EL AMBIENTE POLÍTICO E IDEOLÓGICO EN EL XIX ..................................................... 6 
1.2.1 KRAUSISMO ESPAÑOL ........................................................................................................... 13 
1.3 ENTORNO ESTÉTICO EN ESPAÑA ...................................................................................... 16 
1.3.1 REALISMO ............................................................................................................................. 18 
1.3.2 NATURALISMO ...................................................................................................................... 20 
1.3.2.1 ÉMILE ZOLA Y “LE ROMAN EXPÉRIMENTAL” ........................................................................ 20 
1.3.3.2 NATURALISMO ESPAÑOL .................................................................................................... 28 
1.4 CONTEXTO CIENTÍFICO ...................................................................................................... 32 
1.4.1 LA MEDICINA ......................................................................................................................... 33 
1.4.2 LA PSIQUIATRÍA ..................................................................................................................... 34 
1.4.3 TEORÍA DE LA DEGENERACIÓN, DEGENERACIONISMO O DEGENERESCENCIA. ........................ 36 
1.4.4 PSIQUIATRÍA Y LA TEORÍA DE LA DEGENERACIÓN O DEGENERESCENCIA EN ESPAÑA ............. 42 
1.5 CONDICIÓN DE LA MUJER ................................................................................................... 48 
1.5.1 UN POCO DE HISTORIA…........................................................................................................ 49 
1.5.2 LA MUJER ESPAÑOLA ............................................................................................................. 52 
CAPÍTULO II ...................................................................................................................................... 56 
2.1 BENITO PÉREZ GALDÓS Y LA DESHEREDADA ................................................................ 56 
2.2 LA HEROÍNA: ISIDORA ......................................................................................................... 58 
2.3 LA HERENCIA: LOS RUFETE, LOS ARANSIS .................................................................... 59 
2.4 ISIDORA, LA HEREDERA ...................................................................................................... 91 
2.5 ISIDORA, LA DESHEREDADA ............................................................................................. 123 
CONCLUSIÓN .................................................................................................................................. 138 
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................................... 141 
 
 
 
 
3 
 
INTRODUCCIÓN 
 
Benito Pérez Galdós publica, en 1881, la historia de una provinciana llamada Isidora, joven bella, 
noble, pobre y desheredada, siendo esta última característica el punto de partida para sumergirse 
en las vicisitudes de la heroína. La desheredada, título de la novela, y al mismo tiempo antecedente 
de la protagonista, narra el camino seguido para recobrar aquello que se le ha arrebatado. Pero 
aquel trayecto significará, además del intento por recuperar el reconocimiento, la exploración del 
yo interno que habita el alma de Isidora. 
 Para alcanzar tal propósito, Galdós indaga las posibilidades ofrecidas por los avances científicos 
y los nuevos aires literarios, de tal suerte que el lector se enfrenta a un texto polifónico y de 
extraordinarios tejidos discursivos. Así, La desheredada es, además de novela, una pesquisa de 
corte cientificista para incursionar en el inhóspito universo de la mente humana; espacio literario 
en el que se conjugan preceptos médicos, religiosos, filosóficos, sociales, políticos y de género, 
porque para don Benito el individuo y la novela son un entramado de distintas perspectivas y 
recursos, los cuales deben llevarse más allá de sus funciones tradicionales. 
 Ahora bien, he dividido esta investigación en dos partes: en el capítulo I, presento los 
antecedentes de la España de Galdós (políticos, ideológicos, literarios, médicos, y situación de la 
mujer), con la finalidad de contextualizar la novela, y comprender las circunstancias imperantes en 
el momento de creación y publicación de La desheredada. Debo subrayar mi particular interés en 
el texto de Zola, Le roman expérimental, ya que considero importante escrutar en la propuesta del 
autor los conceptos de herencia y determinismo. De igual manera, atiendo a la idea médica de la 
degeneración porque la unión de estas nociones, naturalismo-psiquiatría, son la base para afirmar 
4 
 
que Isidora está mentalmente enferma por degeneración hereditaria, y predispuesta, mas no 
condenada, a degenerar. 
 La segunda parte corresponde propiamente al análisis de la novela. Mi acercamiento inicia por 
desvelar la subjetividad del individuo llamada Isidora, para ello examino el primer capítulo de La 
desheredada, complementándolo con los capítulos II, III y IV, pues en ellos se halla al individuo 
previo a la experimentación. En ese sentido, en el capítulo I de la novela se establecen las bases de 
la investigación naturalista, así como el posicionamiento ideológico, científico y estético que 
permean a la novela. Mientras que en los otros capítulos se completa el perfil de Isidora, pues se 
ofrecen tres perspectivas figurales puntuales sobre ella y la familia Rufete: La Sanguijuelera (la tía 
Encarnación), Pecado (Mariano, el hermano menor), y Miquis (testigo fidedigno de los hechos 
contados). 
 Luego, rastreo las huellas del discurso científico-médico, ya que es la objetivación y 
complementación del individuo subjetivo. Parto de los postulados psiquiátricos de la teoría de la 
degeneración, pues sostengo que el estudio galdosiano de la enfermedad mental se apoya 
directamente en aquella visión médico-psiquiátrica del siglo XIX. 
 Por último, analizo a Isidora, la mujer, como parte de un contextodeterminado, para comprender 
cómo la mujer-individuo se desarrolla socialmente, y las consecuencias de sus decisiones. Presto 
especial atención a los consejos del Canónigo contenidos en una misiva a la sobrina, pues tras los 
cambios económico-políticos en España, surge la necesidad de formar e instaurar a una mujer que 
responda al liberalismo burgués recién implementado. 
 
5 
 
CAPÍTULO I 
1.1 LA ESPAÑA DE GALDÓS 
 
¿Continuismo o modernización? Fue el gran dilema que afrontó España al inicio del siglo XIX. 
Cualquier opción elegida implicaba distintos retos y una sola meta: mantener a España como 
potencia en la nueva realidad geopolítica mundial. La situación se antojaba verdaderamente difícil, 
sus vecinos europeos se habían transformado profunda y vertiginosamente debido al impacto que, 
de manera substancial, la Revolución francesa e Industrial habían provocado. Por otro lado, las 
colonias en América habían iniciado sus procesos independentistas, presionando aún más la 
estabilidad del país. 
 Se necesitaban soluciones contundentes, porque los problemas se multiplicaban, y las respuestas 
eran pocas, contradictorias y alimentadas por los posicionamientos ideológicos. Ante tal escenario 
se miró hacia el pasado, porque de alguna manera ahí se hallaba la explicación para el devenir de 
la nación. Prominentes personajes escudriñaron la historia nacional porque el espíritu español se 
encontraba vivo y esparcido a través de los tiempos. Intentaron definirlo para construir un futuro 
más prometedor que el pasado inmediato. Benito Pérez Galdós, interesado en aquella tarea, 
participó activamente desde su flanco, Joan Oleza afirma: 
Su novela es, qué duda cabe, una novela en movimiento, una novela que avanza constantemente en dirección a las 
preguntas: ¿qué es, cómo es, cómo se ha formado la sociedad española?, y ¿cuál es el lugar, la misión, del hombre 
en ella? (del hombre español en la sociedad española), una novela que se responde a sí misma con muy diversas, 
aunque consecuentes respuestas a lo largo de su evolución1. 
Tanto Galdós como su obra literaria son producto de la riqueza que emana del siglo XIX, momento 
en que, en el caso español, se concretan tardíamente preceptos dieciochescos combinados con las 
 
1 “Galdós y la ideología burguesa en España: de la identificación a la crisis”, en Biblioteca Virtual Cervantes. 
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/galds-y-la-ideologa-burguesa-en-espaa---de-la-identificacin-a-la-crisis-
0/html/ff8381a4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_14.html#I_0_ 
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/galds-y-la-ideologa-burguesa-en-espaa---de-la-identificacin-a-la-crisis-0/html/ff8381a4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_14.html#I_0_
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6 
 
novedades científicas, ideológicas, culturales y estéticas decimonónicas existentes en Europa. Así, 
el autor canario interesado por desentrañar su sociedad desplegó un importante proyecto literario, 
que lo catapultaría a la cima. 
 Pérez Galdós como hombre de claras tendencias liberales, no resistió la tentación de participar 
en la transformación de su país. Con aquella particular personalidad de innato observador palpó 
cada instante de la cotidianidad española, la diseccionó, y la erigió protagonista de su narrativa. La 
España de Galdós, sin duda, es el personaje principal de su obra: harto compleja, heterogénea, 
cambiante a través del tiempo, de la historia. 
 Por estas razones la patria es observada cuidadosamente en su cotidianidad, en cada rincón de 
su geografía espiritual. La escritura de Galdós persigue asir la realidad del ser español, por lo que 
se compromete, desde ya, con la veracidad, y echa mano de los recursos estéticos que mejor le 
conviene para alcanzar su idea de lo bello, reflejando al creador ecléctico (pensador, escritor, 
periodista, dramaturgo, liberal, progresista, capitalista, burgués, etcétera). Por tanto, el estudio de 
la obra galdosiana exige reconstruir toda una época para comprender a cabalidad su riqueza, porque 
Galdós trata, habla, y retrata todo, claro está que desde su muy particular perspectiva. Así, el 
entretejido diegético está conformado por distintos hilos que proporcionan texturas diversas a las 
narraciones, los colores con que se tiñen refieren a las distintas áreas que conforman su entorno, y 
la realidad de su pueblo. 
1.2 EL AMBIENTE POLÍTICO E IDEOLÓGICO EN EL XIX 
 
Al iniciar la centuria, el reto político para España implicaba, primeramente, el conflicto armado 
contra Francia, conocido como la Guerra de Independencia, que orilló al pueblo español a tomar 
las armas para defenderse de la invasión napoleónica, y a las élites a buscar alternativas para 
7 
 
salvaguardar sus intereses. En segundo, la confrontación político-ideológica, pues por un lado se 
situaron los personajes aferrados al continuismo absolutista, y por el otro los que proponían la 
apertura a un nuevo sistema político apuntalado por el liberalismo. 
 El proceso de cambio político-económico tardó más de una década, y aunque se intentó en algún 
momento del reinado de Fernando VII, es en el periodo isabelino que se afianza. La introducción 
del liberalismo consolidó el escenario para quienes posteriormente se definirán como clase media, 
y al mismo tiempo, produjo una guerra civil alentada por los reticentes a las reformas. Tras la 
ascensión de Isabel II al trono, los partidarios del absolutismo y de Carlos María Isidro la 
desconocen como sucesora, lo que originó la 1ª Guerra Carlista: “el enfrentamiento se venía 
preparando años atrás, de modo que su estallido no fue ninguna sorpresa. Hubo intentos de 
remediar la situación […]. Sin embargo, no se pudo evitar el trágico desenlace; no fue posible 
remediar una situación general aplicando soluciones locales”2. La guerra civil en su primera etapa 
se prolongó hasta 1839; para enfrentarla, Isabel tuvo que aliarse con los liberales, enemigos de los 
carlistas; quedando circunstancialmente unidos3. De esta manera la reina es investida como liberal 
e, indudablemente, desde aquel momento Isabel II y liberalismo serán una misma cosa4. 
 La década de 1844-1854 se caracterizó por la bonanza económica propiciada por la estabilidad 
política y la expansión industrial, factores que vigorizaron la presencia burguesa en la realidad de 
España, consolidando su lugar en la estructura social5. A pesar de la simbiosis entre nobleza y 
burguesía, en la década de los 60 el reinado de Isabel finaliza. El desenlace se explica por la 
 
2 Javier Paredes Alonso, La España liberal del siglo XIX, p. 76. 
3Ibid., p. 81. 
4Ibid., p. 76. 
5 Arnold Toynbee, De Isabel II al desastre del 98, p. 82. 
8 
 
participación activa de los jóvenes burgueses (nacidos en la primera mitad del siglo) en la toma de 
decisiones políticas. 
 Entre los años de 1868 y 1874, el sistema político español enfrentó intentos de democratización, 
pues la transición de un sistema monárquico constitucional a uno monárquico democrático 
significó: “la primera singladura en la navegación de la Gloriosa, al desenlace inmediato de la 
Revolución, cuando aquel experimento fracase en febrero de 1873, tendrá lugar una nueva 
singladura revolucionaria: la República” 6 . El Sexenio Democrático resultó un periodo 
complicadísimo en el rubro político. Del triunfo de la Revolución al Pronunciamiento de 1874, que 
supuso el inicio de la etapa conocida como la Restauración, se vivieron momentos turbulentos, 
violentos y de división entre las clases en el poder; a pesar del caos, se abrieron oportunidades de 
avance y progreso7. 
 Los ideólogos burgueses, y el descontento de los ciudadanos españoles, propiciaronla caída de 
la monarquía. Factores como la crisis económica europea (1865-1866), la ley de desamortización 
Madoz (que profundizó el empobrecimiento de la población rural), el descontento burgués, debido 
a que la Iglesia recuperaba espacios arrebatados por el liberalismo, y, los ataques armados de la 
unión de progresistas y demócratas contra el Estado, coadyuvaron al hartazgo. 
 Bajo estas condiciones, la contienda revolucionaria sirvió como “expresión de la coincidencia 
entre unionistas, progresistas y demócratas. La revolución se iniciará en Cádiz, recibirá de 
Barcelona su mayor impulso, y tendrá su plataforma en todo el litoral mediterráneo: Cataluña, 
 
6 Vicente Palacio Atard, La España del siglo XIX, p. 395. 
7 Este periodo suele dividirse históricamente en tres etapas: la primera se conoce como La Gloriosa (1868-1871); la 
segunda es el reinado de Amadeo I (1871-1873); la tercera, la I República Española, proclamada tras la abdicación de 
Amadeo de Saboya; ésta a su vez se divide entre el periodo de la República Federal, que finaliza en 1874 por el golpe 
de Pavía, y la República unitaria (conocida también como la Dictadura de Serrano), que tras un brevísimo periodo, y 
con el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos, termina, e inicia la Restauración borbónica. 
9 
 
Valencia, Andalucía”8. La recta final del Sexenio Democrático se caracterizó por la confusión y la 
lucha encarnizada por el poder; la constante del periodo fue la contradicción ideológica y política 
de los distintos participantes que avivaron los levantamientos armados, el descontento y la 
desilusión ciudadana. El retorno a la monarquía pareció la única alternativa de gobernabilidad. 
 En 1874 se inviste al hijo de Isabel, Alfonso XII, e inicia la Restauración. En este periodo, según 
Palacio Atard, España fue dotada de normas, equilibrio y estabilidad 9 . Cierto es que el 
levantamiento carlista se posterga al quedar sin un apoyo real, ya que la investidura de Alfonso 
desarmó cualquier argumento para continuar el enfrentamiento. A la muerte del monarca, fallecido 
en 1885, y previendo el posible reclamo de la corona por parte de Isabel II, se toma juramento 
como regente a María Cristina de Austria (segunda esposa de Alfonso XII). 
 Así, España termina el siglo como lo inició: en medio de una crisis internacional, con un 
gobierno monárquico, y con los mismos deseos de gloria. Finalmente, 1898 fue el año en que 
confluyeron los mayores temores del espíritu imperialista español, se pierden las últimas colonias. 
El gobierno español fue obligado a otorgar la independencia a Cuba, y ceder, por presión de Estados 
Unidos, los derechos de las islas de Puerto Rico, Guam y Las Filipinas. El fin del siglo XIX para 
los españoles fue verdaderamente traumático, cuestionaron su lugar en la historia mundial, el caos 
y la desilusión se apoderaron de sus espíritus; buscaron explicar la razón por la que España se 
volvía irrelevante en el plano mundial. 
 Ahora bien, el liberalismo transformó de una vez y para siempre la vida de Occidente, su 
influencia se hizo sentir en todos los campos de la actividad humana, ya que reconfiguró las 
relaciones económicas, sociales, y también las culturales. Toda expresión intelectual fue expuesta 
 
8 Arnold Toynbee, op. cit., p. 168. 
9Antonio Ubieto, Juan Regla, José María Jover, Introducción a la historia de España, op. cit., p. 489. 
10 
 
a las fuerzas de la oferta y la demanda, e hizo de la obra artística un bien de consumo, es decir, 
producto y mercancía netamente comercializable. 
 Con el cambio operado, el artista burgués asignó a la obra de arte la tarea primordial de propagar 
su ideología. Así, el nuevo mercado cultural brindó la fuerza suficiente al pensador, artista, y 
profesionista de la clase media para exponer sus inquietudes y pensamientos. La apertura había 
sido impetuosa, sin embargo sus frutos eran un oasis para el desarrollo intelectual y el intercambio 
entre distintas disciplinas; de ahí que las innovaciones iniciadas en la Ilustración se consoliden en 
el siguiente siglo, y no sólo eso, se multiplicaron los descubrimientos, así como las propuestas 
estéticas. 
 Un ámbito beneficiado fue el filosófico, cuyos frutos fueron vitales para Occidente. El siglo 
XVIII fue valioso para la transformación de esta disciplina, nombres como Hegel, Fitche o 
Schelling se hicieron indispensables, pues sin ellos el nacimiento del Idealismo hubiese sido 
impensable. Esta corriente de pensamiento postuló esencialmente que la realidad debía ser 
entendida como acontecimiento espiritual, «disolviendo» lo real dentro de lo ideal10. Es decir, la 
realidad que se halla fuera de la propia mente no es comprensible por sí misma, porque el objeto 
es construido a partir de la acción cognoscitiva del hombre. La filosofía del XIX continuó con la 
labor iniciada por Hegel y su escuela, filósofos como Marx, Nietzsche o Schopenhauer surgieron 
gracias a la labor intelectual dieciochesca. En el caso español, el Idealismo, como otras formas de 
reflexión, llegaron a destiempo11. 
 
10 E. Coreth, P. Ehlen, J. Shmiedt, La filosofía del siglo XIX, p. 11. 
11 Históricamente es explicable por dos razones: 1) la guerra contra Francia; 2) la reticencia a la europeización. Los 
posicionamientos políticos condicionaron, muchas veces, el desarrollo o estancamiento de la cultura y la ciencia en 
España. La Guerra de Independencia, entre otras cosas, provocó la polarización ideológica. Por un lado, se alinearon 
los liberales o afrancesados, y del otro, los españoles nacionalistas. Los primeros se definían como españoles 
identificados con las corrientes de pensamiento y estilo de vida franceses; mientras que los segundos eran patriotas 
defensores de la tradición española. 
11 
 
 Debido a los momentos políticos que se vivían bajo el mando de Fernando VII, muchos 
intelectuales, identificados como liberales o afrancesados, se vieron forzados a abandonar el país. 
A este momento se le conoce como la Década Ominosa, que se caracterizó “[…] por la implacable 
persecución de cualquier forma de oposición política en general y de los liberales en particular”12. 
La consecuencia inmediata del exilio fue el contacto intelectual y cultural con Europa, ya que 
muchos de los perseguidos viajaron principalmente a Francia, otros a Inglaterra, y otros pocos a 
Alemania, tres de los centros culturales más importantes del momento. Aquellos hombres alejados 
de España se empaparon con las novedades filosóficas y estéticas europeas (el Idealismo y el 
Romanticismo vivían su máximo apogeo). 
 Por otro lado, el ejercicio de las nuevas propuestas de pensamiento hizo consciente al hombre 
de su propio devenir, motivándolo a explorar su entorno y su mismo espíritu. Pensadores como 
Marx, Kierkegaard, Schopenhauer y Nietzsche traerán nuevos aires a la reflexión filosófica, 
polemizando abiertamente con los preceptos kantianos, y sobre todo con los hegelianos. Hubo 
algunos otros filósofos que retomaron la enseñanza de Hegel, y la reformularon para perfeccionar 
su propia reflexión, tal es el caso de Krause13. 
 Me detengo en este autor, porque si bien no fue uno de los filósofos más influyentes en Europa, 
si lo fue en España. El contexto histórico español explica el porqué Krause y sus postulados fueron 
bien recibidos. La Península inició el siglo con la prerrogativa del casticismo, es decir, defender 
todo aquello que definía al espíritu español. El enemigo a vencer era el estilo de vida e ideología 
provenientes principalmente de Francia, y por extensión del resto de Europa. Esta actitud marginó 
 
12 Andrés Amorós, Antología comentada de la literatura española,p. 88. 
13Karl Christian Friedrich Krause nació en Alemania en 1781. Fue coetáneo de Hegel, y alumno de Fitche y Schelling. 
El pensamiento krausista giró en torno al concepto del Ideal. Juan López-Morillas, “Estudio preliminar”, en Krausismo: 
estética y literatura, p. 9. 
12 
 
a España del continente, que se profundizó con la diáspora intelectual. Si bien es cierto que el 
regreso de los exiliados aceleró el proceso democratizador y la apertura hacia el liberalismo, 
también es verdad que algunos grupos conservadores, principalmente la Iglesia, se opusieron 
abiertamente. 
 A pesar de la reticencia, el anhelo de cambio fue más fuerte, así “[…] los espíritus más inquietos, 
viajeros o husmeadores de novedades intelectuales habían presentado a la sociedad madrileña la 
existencia de una filosofía alemana constitutiva de un sistema completo que, partiendo de 
principios superiores, ofrecía soluciones concretas en el campo de la moral, la economía y 
política”14. Aquella filosofía fue el krausismo, que ingresó en el periodo isabelino, y se consolidó 
durante el Sexenio Democrático. 
 El interés del pensador español hacia la filosofía alemana se comprende por el constante 
sentimiento antifrancés, y también, por la diversificación cultural operado en Europa, que hizo de 
otros países, además de Francia, fuentes de novedades. Asimismo, por la gran similitud con el 
carácter del pensamiento español, ya que “la filosofía krausista no es más que la manifestación 
visible de un conjunto de inquietudes y aspiraciones que, individuales en su raíz, son, sin embargo, 
lo bastante representativas de un estado de ánimo general para encontrar eco inmediato en espíritus 
afines”15. En este sentido, el ambiente intelectual se hallaba deseoso por elevar los espíritus hasta 
la culminación de las ideas que produjeran el progreso de sí mismos y de su patria. 
 El krausismo estipulaba que las ideas y la historia eran ocupación de la filosofía. Para los hechos 
no filosóficos estaban otras ciencias; y la política, era responsable de transformar la realidad para 
 
14 Manuel Andrino Hernández, “Navarro Zamorano y los orígenes del krausismo en España”, en Revista de estudios 
políticos (Nueva época), p. 87. 
15 Juan López-Morillas, op. cit., p. 9. 
13 
 
adecuarla (de manera progresiva y pacífica) al Ideal1617. Todo lo anterior conducía al individuo 
hacia la perfección, y a la humanidad a su plenitud. La idea de progreso y redención tocaba cada 
una de las aristas del pensamiento krausista, pues advertía que el perfeccionamiento sólo podía 
gestarse por y desde el mismo hombre. Para alcanzar dicho objetivo era indispensable alentar el 
desarrollo de diferentes disciplinas, de ahí que se enfatizara en la pedagogía, el derecho y el arte. 
1.2.1 KRAUSISMO ESPAÑOL 
El Idealismo alemán fue representado en España por Hegel, a quien se conoció casi al mismo 
tiempo que a Krause; no obstante, su recepción causó poco entusiasmo, y con el fracaso de la I 
República quedó marginado del ambiente cultural español18. En cambio, el éxito del Krausismo 
fue rotundo, la forma en cómo se leyó es la clave para comprender en qué medida se adecuó al 
espíritu español. 
 Usualmente, la crítica adjudica a Sanz del Río la implantación del krausismo, y se deja de lado 
un antecedente importante que explica el interés por esta propuesta. El primer contacto de España 
con el krausismo fue por medio del Curso de Derecho Natural de Ahrens, discípulo de Krause. 
Esta obra fue traducida por Navarro Zamorano sólo un año después que Ahrens lo publicara, y dos 
antes del viaje de Sanz del Río a Alemania19. 
 
16 Gonzalo Capellán de Miguel, “La renovación de la cultura española a través del pensamiento alemán: Krause y el 
krausismo”, en Brocar, p. 140. 
17 Para Krause la teoría del conocimiento no puede desconocer ni la observación, los hechos, ni la especulación, las 
ideas. Antes bien, debe componerse de una adecuada combinación de ambas. De aquí que nace la teoría del "Ideal", 
noción clave de su filosofía. El ideal expresa lo que debe ser de acuerdo a la razón, con el orden divino de la vida, 
mientras que los hechos muestran la realidad, lo que es. Id. 
18 Rafael Serrano García, “Aspectos de la cultura española durante el Sexenio democrático (1868-1874)”, en Anales 
de historia contemporánea, p. 401. 
19 “[…] la traducción de Navarro Zamorano aparecería ya en 1841 —el prólogo está fechado el 20 de junio de 1841— 
y con esta traducción se iniciaría manifiestamente la estela del krausismo español, no sólo por la obra de Ahrens en sí, 
sino también por las aportaciones del traductor, ya que, inaugurando lo que sería una práctica común en los krausistas 
españoles, no se trataba de una mera traducción, sino que recogía numerosas aportaciones de Navarro Zamorano, 
viniendo a ser, pues, la vanguardia del movimiento, […]”. Manuel Andrino Hernández, op. cit., p. 75. 
14 
 
 Si consideramos que las obras escritas por los alumnos de Krause fueron enriquecidas por las 
aportaciones del traductor, necesariamente, la propuesta original varió su sentido, dando origen al 
krausismo español. Capellán de Miguel señala que tanto españoles como latinoamericanos 
conocieron la filosofía por terceros y no de manera directa20, debido, en primera instancia, a la 
prematura muerte del maestro; segundo a que la gran mayoría desconocía el alemán, incluido Sanz 
del Río; tercero, por la tensión entre la renovación ideológica de España y la naturaleza misma de 
la doctrina krausista. 
 El momento cumbre para el krausismo español fue en el Sexenio Democrático, pues los 
burgueses ávidos de renovación, creyeron tener la alternativa ideológica perfecta, porque la 
proponían: “[…] liberal y progresista, pero moderada antes que radical; social y organicista, antes 
que individualista; reformista antes que revolucionaria; intelectualista (no olvidar que son una 
minoría, una "elite": la intelligentsia) y moralista”21. 
 La oposición de los grupos conservadores fue inmediata; la Iglesia, por medio de su poder e 
influencia, buscó desprestigiar tanto a la doctrina krausista como a sus seguidores22. De la misma 
forma algunos intelectuales que enarbolaban la tradición y el espíritu castizo, como Menéndez 
Pelayo, criticaron repetidamente, y señalaron a Sanz del Río como principal responsable23. 
Para aminorar las críticas negativas que se les adjudicaba: 
[…] los krausistas, con no menor sutilidad que sus detractores, se presentaron ante la sociedad no como ateos, sino 
como algo que continuaba la tradición española antes que algo completamente nuevo. De hecho, su pensamiento 
 
20 Op. cit., pp. 140-141. 
21Ibid., p. 145. 
22 “Ello era lógico si tenemos en cuenta que el krausismo se le identificaba en el plano político con el liberalismo 
(condenado en el Syllabus de Pío IX), considerándolo responsable de la revolución de 1868; en el religioso con 
anticatolicismo, y en el plano social con la secularización de la enseñanza, que socavaba de forma manifiesta los 
resortes fundamentales del poder de la Iglesia”. Gonzalo Capellán de Miguel, op. cit., pp. 145-146. 
23 Rafael Serrano puntualiza: “Todo ello no implica que sea éste un periodo que se singularice por la riqueza de las 
aportaciones brindadas por la ciencia o el pensamiento españoles (entre otras razones, por su corta duración), pero 
resulta indudable que posibilitó una suerte de emancipación del pensamiento científico respecto de las trabas impuestas 
por la Iglesia y el Neocatolicismo”. Op. cit., p. 401. 
15 
 
entroncaba con la mística española del siglo XVI y su filosofía no difería de la ortodoxia cristiana de los padres de 
la Iglesia: eran pues muy religiosos. El más avispado intento de la escuela krausista en este sentido fue laidentificación llevada a cabo por Tiberghien entre el panenteísmo de Krause y la máxima de San Pablo "in deo 
sumus, vivmus et movemur". Si ambos decían esencialmente lo mismo o la Iglesia atacaba su propia doctrina o 
Krause no podía ser calificado de panteísta24. 
Lo cierto es que el krausismo español encontró el momento, los hombres y el lugar idóneos para 
incidir de manera determinante. Dentro de sus principales objetivos resaltaba su nulo deseo de 
desestabilización, pues buscaba el progreso del país a través de la paz y el orden, defendiendo el 
nacionalismo y el espíritu español por sobre las ideas extranjerizantes, sin abandonar la 
subordinación del hombre a Dios. La conjunción de los anteriores puntos conformó la versión 
española del Ideal krausista. 
 La teoría de Krause, al fin y al cabo, proponía a los españoles una alianza fraternal entre los 
hombres, mediante el principio de hacer el bien por el bien: “este hecho es de importancia porque 
el rasgo definitorio por excelencia de los krausistas españoles será el rigor ético con que regirán 
sus vidas. Este aspecto está en relación directa con la gran característica de nuestro krausismo: su 
énfasis en la educación”25. 
 La enseñanza para ellos fue vital, creían que para progresar era necesario educar a los ciudadanos. 
Es importante señalar que la aplicación de los ideales krausistas logró ampliar el derecho de la 
mujer a la educación, es cierto también, que fue un paso muy tímido, y, en esencia, no pretendían 
transformar el papel social de la mujer26. 
El krausismo influyó, 
 
24 Gonzalo Capellán de Miguel, op. cit., p. 148. 
25Ibid., p. 144. 
26 “Así, del entorno krausista nacieron algunas iniciativas que aunque no supusieron una quiebra del modelo doméstico 
propuesto a las mujeres de clase media, se preocuparon sin embargo, a partir de unas concepciones armonicistas que 
buscaban la dignificación de los colectivos sociales excluidos de la vida pública, por mejorar la formación intelectual 
de las mujeres y capacitarlas para ejercer otras profesiones distintas del magisterio, pero también al objeto de 
sustraerlas del influjo tan dominante de la Iglesia, una institución que ya había tomado posiciones en lo que se refiere 
a la organización de las actividades caritativas de las mujeres seglares, integradas por ejemplo en las Conferencias de 
San Vicente de Paúl”. Rafael Serrano García, op. cit., p. 413. 
16 
 
quizá más que en realizaciones prácticas, en ciertos componentes ideológicos que informaron el proyecto de 
transformación democrática de España, tales como la intensa carga ética, la afirmación de los derechos del 
individuo, el organicismo, el laicismo, el humanitarismo, el armonicismo en los terrenos social y político que 
tiñeron algunas de las decisiones de las Juntas y del Gobierno Provisional así como, por supuesto, de la I República; 
en la instauración de una inédita libertad de conciencia, necesaria para que la ciencia y el pensamiento pudieran 
formularse sin cortapisa alguna […]27. 
Su alcance irá más allá del Sexenio Democrático, aún en el ambiente más conservador de la 
Restauración proseguirá su influencia ‒como recientemente se ha demostrado‒, pues sus 
contribuciones siguieron vigentes en muchas áreas, e incluso se adaptará a las circunstancias 
intelectuales y científicas prevalentes en aquella nueva realidad. 
1.3 ENTORNO ESTÉTICO EN ESPAÑA 
 
En los albores del XIX Europa experimentaba la oleada romántica, mientras España, reticente, 
continuaba con la estética neoclasicista. De la misma manera que el liberalismo rompió la 
continuidad política e ideológica, lo hizo con la estética. La renovación se debió primordialmente 
a la combinación de la muerte de Fernando VII, y el retorno de los exiliados que aceleró la 
transición política, pues los románticos liberales rechazaban firmemente al absolutismo heredado 
de la Ilustración. 
 Liberalismo y Romanticismo conformaron el dúo perfecto, ambos se oponían a la falta de libertad 
de elección, y miraban al individuo como centro de partida para comprender al mundo. El 
Romanticismo, en contraposición a la Ilustración, propuso que el hombre entendiera que la 
satisfacción se hallaba en su ser interno e individual, es decir, en el “yo” cambiante, relativo, 
contingente28. La nueva concepción romántico-idealista halló eco, tanto en los españoles exiliados, 
como en los dirigentes del sino político del país: “la Santa Alianza encontró viable el fomentar el 
Romanticismo historicista, que servía a sus planes místico-políticos de mantenimiento del antiguo 
 
27Ibid., p. 400. 
28 Arnold Toynbee, op. cit., p. 68. 
17 
 
régimen. Era lógico impulsar lo lírico, lo caballeresco, lo religioso, el sentimiento en suma, siempre 
que no desbaratara el sistema”29. 
 Entonces, el Romanticismo se convirtió en continuación de la tradición artística española, 
despojándose de su carácter de extranjero. A la postre se transmutó en el vehículo idóneo de los 
objetivos liberales: la exaltación de la idea de nación, de burguesía, de libertad apoyada en la 
exacerbación del libre comercio, la libertad de consciencia, y en la unión del espíritu humano a 
través de la abolición de diferencias culturales y sociales. 
 El régimen isabelino, auspiciador de las renovaciones, vio apagarse lentamente la llama 
romántica, mientras ascendía el Realismo, movimiento que llegaba del otro lado de los Pirineos: 
“en torno a 1860 en Francia nadie es ya partidario, en el terreno de la obra de arte, de la imaginación 
o el sentimiento, y se busca, al contrario, la reproducción fiel, exacta y única de la realidad”30. 
 Hacia finales de la década de los 60, el tiempo de transformación, más que de renovación había 
llegado; el Sexenio Democrático partiría la historia de la España decimonónica, en este periodo se 
intentará materializar los deseos ideológicos de una generación educada como liberal. Aquellos 
jóvenes, comprometidos con su ideología, deciden abandonar definitivamente el Romanticismo, 
principalmente en la literatura, como vía de expresión, y miran al Realismo como la mejor opción 
para transmitir sus creencias y valores31. 
 
29Ibid., p. 69. 
30 Rosa de Diego, “Introducción”, en Emilia Pardo Bazán, La cuestión palpitante, p. 17. 
31 “[…] el Sexenio ha sido interpretado también como una especie de frontera cultural entre el Romanticismo 
languideciente y las nuevas corrientes realistas o positivistas nacidas sobre todo en los campos literario o filósofico 
(sic.). El género novelístico ha resultado especialmente estudiado desde esta perspectiva: en efecto, el Sexenio, en que 
salió a la palestra una nueva y brillante generación literaria a la que iban a pertenecer, entre otros, Benito Pérez Galdós, 
Emilia Pardo Bazán, Armando Palacio Valdés, Leopoldo Alas y a la que se vinculan José María de Pereda, o Juan 
Valera (que no se dió a conocer como novelista hasta entonces), marcó el inicio de un cambio verdaderamente 
trascendental al rescatar y nacionalizar un género que aún contando con importantes precedentes españoles, se había 
apoyado hasta entonces en traducciones extranjeras principalmente –como prueba la reivindicación constante en lo 
que se llevaba de siglo, de una novela española– pero del que la crítica advirtió de su importancia de cara a la 
18 
 
1.3.1 REALISMO 
Definir cualquier movimiento artístico no siempre es sencillo, en el caso del Realismo es tarea 
complicada: “para algunos [críticos], el Realismo no es un invento del siglo XIX, sino que ha 
existido desde la antigüedad en el arte occidental una cierta tradición de imitación de la realidad, 
que tiene su origen en la famosa noción platónica y aristotélica de mimesis”32. Normalmente, la 
crítica enfrenta obstáculos para la unificaciónde criterios, aunque debe reconocerse que las 
desavenencias han enriquecido el estudio y análisis de este. 
 Por ejemplo, Rosa de Diego dice: “El Realismo se preocupa en cierto modo de reflejar y contar 
lo real y sería, en este sentido, la antítesis del Idealismo”33. Jakobson y Robbe-Grillet aseguran que: 
“el Realismo no tiene unos rasgos específicos y no sería más que la manifestación de una transición 
[…]”34. R. Wellek “[…] considera que tras el Romanticismo surge un movimiento realista que 
termina en Europa en la segunda mitad del siglo XIX; se trata de un período fundamental y concreto 
dentro de la historia literaria”35. Para Javier Prado el Realismo está conformado por Los tres 
Realismos: Realismo romántico, Realismo objetivo y Realismo científico [en donde se contempla 
al Naturalismo]36. Esta categorización se fundamenta en la noción del efecto realista, “porque, 
siendo imposible una reproducción exacta y objetiva, total de la realidad, más que copiarla, los 
novelistas ofrecen una visión que intenta esconder lo más posible la imaginación”37. 
 Obviamente, las posturas anteriores no abarcan la totalidad de las propuestas; no obstante, 
ilustran la dificultad para delimitar y definir a dicha corriente. Esta circunstancia no es nueva, y 
 
transmisión de unos valores y unos ideales estéticos ajustados a las necesidades de la clase media, principal 
protagonista y modelo del nuevo género”. Rafael Serrano García, op. cit., p. 398 
32 Rosa de Diego, op. cit., p. 12. 
33Ibid., pp. 12-13. 
34Ibid., p. 13. 
35Id. 
36Ibid., p. 14. 
37Id. 
19 
 
mucho menos en el ambiente estético español, el cual siempre se ha jactado de “realista”. Manuel 
de la Revilla escribió al respecto: “Para ellos [los realistas] el arte ha de arrancar de las entrañas 
mismas de la realidad; ha de ser la realidad percibida y sentida por el artista y reproducida por su 
libre actividad en formas sensibles, tal como ella es, pero marcada con el imborrable sello de la 
original personalidad del que la reproduce”38. Más adelante agrega: “El arte no es la simple 
imitación de la naturaleza; es algo más y precisamente porque lo es se explica el placer que su 
contemplación despierta”39. 
 De la Revilla cuestiona las características que definen a tal corriente, intuye una cualidad que va 
más allá de la imitación de la naturaleza, y sublima la mimesis de la realidad convirtiéndola en arte, 
dificultando la conceptualización del Realismo dentro de la historia del arte. 
 Por otro lado, de Diego plantea: 
Si bien es cierto que ha existido en todos los países una tradición literaria que se preocupa de referir lo real, tras el 
Romanticismo, en la primera mitad del siglo XIX, se produce un movimiento generalizado de rechazo de los 
cánones clásicos con una tendencia a que los temas ya no procedan de la imaginación sino de la mera observación 
de la vida cotidiana y banal, que hasta entonces únicamente había sido considerada de modo irónico, satírico o 
didáctico40. 
La forma de explicar el lugar histórico del Realismo supone, desde ya, la cancelación de distintos 
factores que influenciaron el cambio estético, reduciéndolo a una sencilla protesta; no obstante, 
ejemplifica perfectamente el óbice para abordar este periodo artístico que se diferencia del 
Romanticismo. Es entendible que desde la perspectiva española sea problemático, pues en la 
tradición francesa parece ocupar un sitio y momento específicos, para ella significó: “una nueva 
forma de introducirse dentro del personaje. […] es decir, de la realidad cotidiana, desmitificada, 
 
38 “El naturalismo en el arte”, en Juan López-Morillas, Krausismo: Estética y literatura, p.165. 
39Ibid., p. 173. 
40Op. cit., p. 15. 
20 
 
que se aprende a través de la documentación y de la observación”41. En España, en cambio, el 
Realismo no representó novedad alguna. 
1.3.2 NATURALISMO 
Naturalismo y naturalista eran palabras que ya se hallaban en el vocabulario científico y literario: 
“En 1848, Baudelaire comparó a Balzac con «un naturaliste qui connaît également la loi de 
génération des idées et des êtres visibles» […]. Taine aplicó el término «naturaliste» también a 
Balzac en el estudio que le dedicó en el Journal des Débats de febrero de 1858"42. Este vocablo 
fue utilizado para definir a la persona que estudiaba y describía al mundo natural43. 
 En el prólogo a la segunda edición de Thérèse Raquin (1867), Zola calificó a distintos novelistas 
(Stendhal, Balzac, Flaubert y a sí mismo) como naturalistas, de esta manera: “El mismo autor 
esgrimió la palabra «Naturalisme» para designar, en definitiva, la estética literaria que tomaba 
como materia de arte la verdad objetiva de la vida sensible, basándose fundamentalmente en la 
observación”44. 
1.3.2.1 ÉMILE ZOLA Y “LE ROMAN EXPÉRIMENTAL” 
Para acercarse a la novela como expresión artística del Naturalismo, me parece adecuado mirar a 
Le roman expérimental, ya que es el espejo apropiado para confrontar y analizar cualquier obra 
que se pretenda naturalista. Si las novelas del mismo Zola u otros escritores cumplieron 
cabalmente la preceptiva no es el objetivo principal de mi aproximación, mi interés se centra en 
extraer las nociones que construían su propuesta de literatura. 
 
41 Champfleury, en 1850 al utilizar el término Réalisme, se convierte en portavoz del movimiento “[…] y se convierte 
de hecho en el primer novelista que se limita a la descripción exacta de la normalidad de la vida cotidiana”. Ibid., pp. 
13-14. 
42 Luis López Jiménez, El naturalismo y España. Valera frente a Zola, p. 7. 
43Id. 
44Id. 
21 
 
 En general, la crítica define al Naturalismo literario a partir del Realismo; se suele entender 
como: 
La evolución desde el Realismo objetivo al Realismo científico [que] se produce, por una parte, por la elección e 
investigación de ciertos ambientes sociales marginales y por otra parte, por la actitud cientificista dentro de la 
escritura: las leyes de la evolución, las del determinismo y las de la herencia45. 
En otros casos se reduce a un cambio simplista en la función del escritor: “La observación y 
descripción verídica era ya propia del realismo, pero el antiguo observador realista pasará ahora en 
la nueva novela a ser científico”46. 
 Estos criterios se desprenden ‒me parece‒ por priorizar el aspecto literario, minimizando otros 
factores que influenciaron, y contribuyeron, en la conformación del programa de la novela 
experimental, tales como: el pensamiento filosófico, la medicina, las ideas políticas, las sociales, 
y, sobre todo, el entusiasmo avivado por los hallazgos de orden científico-experimental. 
 Ahora bien, al iniciar Le roman expérimental, Zola establece como cimiento al Naturalismo 
desde su concepción filosófica y científica47, y así sustenta la concreción literaria, es decir, la 
novela experimental: 
A menudo he hablado –dice Zola-, en mis estudios literarios, del método experimental aplicado a la novela y al 
drama. El retorno a la naturaleza, la evolución naturalista que arrastra consigo el siglo, empuja poco a poco todas 
las manifestaciones de la inteligencia humana hacia una misma vía científica. Pero la idea de una literatura 
determinada por la ciencia ha podido causar sorpresa, por falta de ser precisada y comprendida. Por eso me parece 
útil decir con toda claridad qué es lo que, en mi opinión, debe entenderse por novela experimental48. 
Este fragmento ilustra la intención principal de Zola por establecer el origen de la novela 
experimental a través del cruce del Naturalismo con la literatura. Más adelante en el texto apunta: 
 
45 Rosa de Diego, op. cit., pp. 17-18. 
46 Ma. Ángeles Valera Olea, “Destino y determinación en elnaturalismo decimonónico”, p. 2. 
47 Javier López Quintáns nos recuerda que: “El influjo del Positivismo en sus tesis es innegable; para esta corriente, se 
debe hacer imperativo el estudio físico del ser humano y de la naturaleza, con especial interés por las ciencias físico-
naturales. […] En palabras de Comte (que se inspira en Saint-Simon), se debe alcanzar el estadio positivo, superando 
el teológico y el metafísico, procesos previos en el desarrollo de la humanidad”. “El movimiento naturalista en España: 
los autores de la segunda mitad del XIX ante Zola”, en Per abbat, p. 34. 
48 Emile Zola, “La novela experimental”, en Obras selectas, p. 825.Todas las citas de la obra se basan en esta edición. 
22 
 
"[…] Hay que modificar la teoría para adaptarla a la naturaleza, y no la naturaleza para adaptarla a 
la teoría" (861). El Naturalismo, entonces, es el sustento metodológico e ideológico. 
 Pero, ¿qué es el Naturalismo? Francisco Soler lo define como: “la realidad [que] se agota en la 
naturaleza, sin contener nada “sobrenatural”, y […] el método científico debe utilizarse para 
investigar todos los aspectos de la realidad, incluyendo el “espíritu humano”49. La realidad, por 
tanto, no tiene preeminencia dentro del Naturalismo, ¿prevalece? Sí, indudablemente; no obstante, 
está supeditada y limitada a la naturaleza, que es el verdadero interés del científico o del escritor. 
 Al respecto la crítica comparte habitualmente la idea de que: “el escritor observa la realidad y 
emprende un camino hacia el conocimiento; este camino llega a su término cuando al fin alcanza 
la observación de una realidad regida por las leyes de la naturaleza”50. Este criterio ignora que la 
naturaleza contiene la realidad, y a partir de ella se define, no a la inversa; el científico o el escritor 
centra su interés en desentrañar primeramente la naturaleza, porque allí residen las leyes, la realidad 
puede o no ser una manifestación que refleje o no la naturaleza, porque la realidad se agota en la 
naturaleza, y no en sentido contrario. 
 Ahora, Zola entendió que el Naturalismo al rechazar lo sobrenatural implícitamente lo acepta, 
aunque lo niega constantemente, por eso se previene y aclara: “[El naturalismo] no sólo sacude el 
yugo filosófico y teológico, sino que tampoco admite ninguna autoridad científica personal” (862). 
Todo está a prueba, todo es susceptible de comprobación, incluso los procesos mentales son 
susceptibles de transformarse en fenómenos naturales, y como tal es abordable5152. Luego, la novela 
 
49 Francisco Soler Gil, “La imposible travesía del naturalismo entre el dualismo y la irrelevancia de lo mental”, en 
Naturaleza y libertad. Revista de estudios interdisciplinares, p. 176. 
50 Javier López Quintáns, op. cit., p. 35. 
51Francisco Soler Gil, op. cit., p. 176. 
52 Dice Zola: “[…] somos simplemente novelistas que nos apoyamos en las ciencias. Nuestras pretensiones no son, 
desde luego, hacer descubrimientos en la fisiología, que no practicamos; pero, al tener que estudiar al hombre, creemos 
no poder dejar de tener en cuenta verdades fisiológicas nuevas. Y añadiré que los novelistas son, desde luego, los 
23 
 
experimental expone las costuras entre la causa y el efecto: “[…] admitimos que hay una relación 
necesaria entre los actos y su causa” (833). Y se pregunta: ¿Cuál es esa causa? 
 Esa es la cuestión principal que “le roman experiméntal” desvelará. Para tal propósito Émile 
Zola atrae hacia la literatura los principios del método experimental, y no en sentido inverso. 
Habitualmente, la crítica ha considerado al Naturalismo como adaptación casi simplista de la 
literatura a la ciencia, pues leemos: “La mayoría de las veces me bastará con sustituir la palabra 
"médico" por la palabra "novelista", para aclarar mi pensamiento y aportarle el rigor de una verdad 
científica” (825). La sustitución de vocablos a primera vista parece la sujeción de la literatura a las 
fuerzas del discurso científico sin más trabajo que la implantación. No obstante, para Zola el 
método experimental es la oportunidad de conocer la verdad, incluyendo la intangible (intelectual 
y pasional)53. 
 Demostrar que la literatura es campo fértil para aplicar y desarrollar los principios científico-
experimentales es vital para Zola. No se trata de una operación de palimpsesto, sino del cruce 
sistematizado y concienzudo de dos disciplinas. Para ello, la literatura y el escritor requieren del 
método e interacción con otros conocimientos, por eso pregunta: “[…] en literatura, donde hasta 
ahora la observación parece haber sido la única herramienta utilizada, ¿es posible la experiencia?” 
(829). Su respuesta es afirmativa. 
 Ahora bien, de las numerosas características atribuidas a la novela naturalista se halla su rasgo 
realista, entendiéndose como el gusto por la mimesis de la naturaleza54. Pero la realidad y lo real 
 
trabajadores que se apoyan a la vez en mayor número de ciencias, porque tratan de todo y necesitan saber todo, porque 
la novela se ha convertido en una investigación general sobre la naturaleza y sobre el hombre” (856-57). 
53 Dice Zola: “A mi vez, voy a tratar de probar que, si el método experimental conduce al conocimiento de la vida 
física, también debe conducir al conocimiento de la vida pasional e intelectual” (826). 
54 Francisco Ayala decía: "Se entendía por naturalismo la visión de los aspectos más sórdidos de la vida y una expresión 
cruda de esa sordidez, como antes había ocurrido con el realismo desde la esfera del conservadurismo". Los ensayos. 
Teoría y crítica literaria, p. 404. De acuerdo con esta afirmación, las fronteras entre ambas corrientes eran 
24 
 
se sumergen en la experiencia de lo racional-experimental, se pretende ante todo la objetividad, 
más que la imitación. Por tal razón rechaza la experiencia sobrenatural y al Idealismo55 porque 
ambos se identifican con la imaginación y lo subjetivo56. En cuanto a las diégesis experimentales, 
los hechos contados serán verdaderos antes que reales, así como verosímiles para extraer la verdad 
contenida en la naturaleza, porque las obras más importantes son “las obras de verdad”57. 
 En la novela experimental, el escritor es un científico, su objetivo es desentrañar a la naturaleza 
sustentándose en la experimentación. Se evita alentar la pasividad de la observación –no altera la 
realidad‒, y se cuida la objetividad de la investigación. Zola supone que el hombre está conformado 
por fenómenos del tipo: físicos y no físicos, naturales y sobrenaturales, tangibles e intangibles. 
¿Cómo abordar los fenómenos no físicos, sobrenaturales e intangibles? Este es el punto más débil 
de la propuesta zolesca, mucho más trascendente y vital para la preceptiva naturalista que el 
determinismo o la herencia. El Naturalismo –debía saberlo Zola‒ se sostiene en: 
[…] el postulado del cierre causal físico del mundo, que viene a decir que nada que no sea físico puede tener 
consecuencias físicas. De esta forma lo sobrenatural queda descartado desde el principio. Lo mental no tiene poder 
causal en el mundo, sino que simplemente acompaña al despliegue de ciertas configuraciones materiales, según las 
leyes que están por descubrir. Sin embargo, lo mental, aunque impotente, es real, y no virtual58. 
Inmediatamente surgen las preguntas: ¿cómo resolverlo? Y ¿cómo lo resuelve Zola?59 Él ya intuía 
este inconveniente, y aunque no lo explicita, soslaya la materialidad de los procesos mentales, 
adjudicándoles la posibilidad de trascender al plano físico (en donde se resuelve la causa-efecto). 
 
prácticamente inexistentes, la diferencia entre ellas radicaba en el qué y cómo se miraba a la realidad, siendo el 
Naturalismo la exacerbación del lado obscuro de la realidad,sin dejar de retratarla tal cual es (este criterio, a decir 
verdad, continúa vigente). 
55 Si se mira escrupulosamente, Zola es muy cuidadoso al criticar a los idealistas, no señala el alejamiento de la realidad, 
sino su regocijo por partir de una tesis sin validez comprobable. 
56 “Ahí radica nuestra querella con los escritores idealistas. Siempre parten de una fuente irracional cualquiera, como 
una revelación, una tradición, o una autoridad convencional” (855). 
57 “[…] experimentamos, lo cual quiere decir que durante mucho tiempo todavía debemos emplear lo falso para llegar 
a lo verdadero” (858). 
58 Francisco Soler Gil, op. cit., pp. 182-183. 
59 La importancia de sumergirse en el texto zolesco es capital para dejar atrás la idea de una operación casi pueril de 
borrar y trasladar ideas sin más. Como vemos detrás de la construcción de la novela experimental hay ideas con 
25 
 
 Luego, el único plano para asir la realidad se halla en el marco físico-químico de los fenómenos, 
y Zola, sin poder resolver las consecuencias de este supuesto, llega a concebir el dualismo mente-
materialidad, pues en el grado que los fenómenos sobrenaturales se determinan materialmente, es 
decir, la manifestación de las consecuencias de lo intangible en el mundo tangible, hay oportunidad 
de convertirse en el amo de sí mismo, es decir del ser humano60. 
 Por otra parte, los fenómenos no tangibles pueden y deben ser cognoscibles a través de la 
determinación del cómo y no del porqué: “Para un sabio experimentador, el ideal que trata de 
reducir, lo indeterminado, nunca está más que en el cómo” (857). Entonces, el ideal es un fenómeno 
susceptible de explicación, porque si nos quedamos “[…] en la idea a priori y en el sentimiento, 
sin sostenerlo en la razón y sin verificarlo por la experiencia, sois un poeta, aventuráis hipótesis 
que no prueban nada, os debatís en el indeterminismo penosa e inútilmente, de una forma 
perjudicial muchas veces” (854). 
 La experimentación, para Zola, implica tomar el fenómeno, aislarlo, reproducirlo, someterlo a 
distintas pruebas, bajo esas reglas ¿por qué mantener la mimesis de la realidad como única 
posibilidad estética? Emilia Pardo Bazán bien lo había percibido, afirmó que el escritor naturalista 
debía seleccionar los motivos para determinar la voluntad del ser humano61. Zola no fundamenta 
exclusivamente la novela en la realidad observable previa a la aplicación del método, sino en la 
 
dificultad de orden filosófico y metodológico, sí, quizá inacabadas y contradictorias, pero que complican y enriquecen 
la propuesta de Émile Zola. Además de que va más allá de la utilización de conceptos sin reflexión alguna 
(determinismo, por ejemplo) de que casi siempre se le acusa. Si bien no trato de desentrañar está enorme dificultad, la 
dejo apuntada, pues los fines del presente trabajo son distintos. 
60“El día que tengamos el mecanismo de esa pasión, podremos tratarla y reducirla o al menos volverla lo más inofensiva 
posible. Ahí es donde se encuentran la utilidad práctica y la alta moral de nuestras obras naturalistas, que experimentan 
sobre el hombre, que desmontan y vuelven a montar pieza a pieza la máquina humana, para hacerla funcionar bajo la 
influencia de los medios” (845-846). 
61La cuestión palpitante, p. 147. 
26 
 
capacidad del escritor para crear un ambiente verosímil que contenga los resultados de la 
investigación62. 
 Ahora, la dinámica literaria-experimental obedece a la persecución del cómo. Para alcanzarlo se 
sirve de dos conceptos: determinismo y herencia. Zola se apoya en Claude Bernard y dice: “Bernard 
llama «determinismo» a la causa que determina la aparición de los fenómenos. Esta causa próxima, 
como lo llama, no es otra cosa que la condición física y material de la existencia o de la 
manifestación de los fenómenos” (31). De la herencia dice: “Sin arriesgarme a formular leyes, 
considero que la cuestión de la herencia tiene un gran influjo en las manifestaciones intelectuales 
y pasionales del hombre. También concedo una importancia considerable al medio” (841). Estos 
conceptos, conocidos ampliamente por la medicina del XIX, son enlazados con el medio: “Pues 
bien, en el estudio de una familia ‒Dice Zola‒, de un grupo de seres vivos, creo que el medio social 
tiene asimismo una importancia capital” (841). 
 El autor francés estaba convencido que el determinismo era la herramienta más eficaz, 
adicionalmente, era un arma poderosa para vislumbrar el comportamiento del ser humano. Las 
críticas hacia su convicción se centraron fundamentalmente en el fatalismo permeante en las 
historias naturalistas; él respondió: 
Llego así al mayor reproche con el que creen abrumar a los novelistas naturalistas tratándolos de fatalistas. ¡Cuántas 
veces han querido probarnos que, desde el momento en que no aceptábamos el libre albedrío, desde el momento 
en que el hombre sólo era para nosotros una máquina animal que actuaba bajo la influencia de la herencia y de los 
medios, caíamos en un fatalismo grosero, rebajábamos a la humanidad al rango de un rebaño trashumante bajo el 
cayado del destino! (849) 
Y continúa: “Hay que precisar: nosotros no somos fatalistas, somos deterministas, que no es lo 
mismo”. (849. El subrayado es mío). Aclara: “El fatalismo supone la manifestación necesaria de 
 
62“Para el escritor, el genio no se encuentra sólo en el sentimiento, en la idea a priori, sino que también está en la forma, 
en el estilo. […] Y el naturalismo, lo repito una vez más, consiste únicamente en el método experimental, en la 
observación y la experiencia aplicadas a la literatura. Por el momento, la retórica no tiene nada que hacer aquí” (865). 
27 
 
un fenómeno independiente de sus condiciones, mientras que el determinismo es la condición 
necesaria de un fenómeno cuya manifestación no es forzada” (849). Es decir, el fatalismo es una 
manifestación inevitable, el determinismo es una manifestación evitable. Por tanto para descubrir 
el determinismo de los fenómenos es imprescindible que el escritor se centre en el estudio del cómo 
de sus manifestaciones, y los posibles efectos. La herencia y el medio, entonces, son las 
demostraciones del influjo del determinismo. 
 La confusión entre fatalismo y determinismo derivó en la acusación perniciosa de que el 
Naturalismo limitaba la libertad del ser humano y, al mismo tiempo, encarcelaba a la novela en un 
solo argumento. Este cuestionamiento surgió de la aparente contradicción entre la idea de un único 
futuro físicamente posible y la libertad. Ahora, esta última en el Naturalismo no se entiende “[…] 
como posibilidad real de la mente de influir en el curso de los acontecimientos, sino como un 
concepto que ayuda a describir la acción de ciertos agentes naturales de un modo conciso, a un 
nivel en el que no tenemos en cuenta la determinación de todo lo existente en el plano 
fundamental”63. 
 Dos aspectos básicos de la libertad son las opciones para elegir y la posibilidad de decisión para 
evitar fenómenos no deseables. Estos rasgos entran en conflicto con el determinismo, pero como 
apunta Dannet: “El determinismo no implica inevitabilidad, ni elimina la posibilidad de que 
contemos con verdaderas opciones a la hora decidir (sic.)”64. Pero, ¿se ha resuelto la contradicción? 
¿Cómo puede existir conciliación entre estos términos? Zola establece la libertad como el beneficio 
máximo del conocimiento, supeditada o no a la condición del fenómeno (el determinismo), 
 
63 Francisco Soler Gil, op. cit., p. 178. 
64Id. 
28 
 
permitiendo la posibilidad de transformación para eludir el fatalismo, razón capital para conocer el 
cómo, y alcanzar la alternativa real-verdadera. 
 Sin duda, hay mucho más que decir; sin embargo,para los fines perseguidos es suficiente lo 
abordado hasta aquí. Puedo por lo pronto afirmar: la novela naturalista, definida a partir de Le 
roman experiméntal, es la respuesta a las necesidades de una época que creía haber encontrado la 
posibilidad de explicarlo todo a través del método experimental. Entonces, el Naturalismo es la 
práctica del profundo deseo de borrar las fronteras de la literatura, y llevarla hasta sus últimas 
consecuencias; fue el resultado de entrelazar el mundo tangible y comprobable con el mundo 
intangible y contingente de la sensibilidad, que sólo puede expresarse mediante el arte, en este caso 
la literatura. 
1.3.3.2 NATURALISMO ESPAÑOL 
Mientras languidecía el Romanticismo, el Realismo proveniente de Francia cubría el ambiente 
literario en España. Numerosas fueron las objeciones para el intruso francés, aunque halló rápida 
aceptación, en cambio para el Naturalismo fue distinto. Luis López apunta que en el año de 1876 
ya se hablaba del Naturalismo65, y dos años más tarde, tras el éxito de L’Assommoir, la crítica 
española presta atención finalmente a la novela naturalista: “Federico Moja escribió 
favorablemente sobre esa novela en la Revista Europea (junio de 1879)”66. En 1880 se publica la 
primera traducción de Zola, El ataque del molino, y con ello inicia la utilización de los términos 
naturalista y naturalismo como sinónimos de realista y realismo67. 
 
65Luis López Jiménez, op. cit., p. 17. 
66Ibid., p. 18. 
67Id. 
29 
 
 Desde entonces, el Naturalismo perdió su carácter de propuesta independiente: “El movimiento 
revolucionario –dice Manuel de la Revilla‒ que en el terreno de las ciencias experimentales y 
filosóficas se realiza bajo los diferentes nombres de positivismo, realismo, naturalismo, 
evolucionismo y otros semejantes, no se limita al espacio en que se produjo primeramente, sino 
que se extiende a la vida entera y a todas parte lleva su influencia”68. 
 La diferencia entre cada término o corriente era mínima, muy poco interesaban sus discrepancias, 
pues obedecían a la misma intensión doctrinaria: “[…] como toda doctrina revolucionaria [dice de 
la Revilla], peca de exagerada y de exclusivista. […] La escuela realista o naturalista desconoce la 
variedad que existe en el arte en general y que trasciende a las artes particulares, variedad que se 
refiere a la finalidad de la producción artística” 69 . Y más adelante: “Entre el realismo y el 
naturalismo no hay verdadera diferencia de principios, como su mismo nombre lo indica, pues 
realidad y naturaleza son términos idénticos. El naturalismo, tal como lo formulan en pintura los 
llamados impresionistas y tal como lo mantienen en la novela la escuela de que Zola se reputa jefe, 
no es en rigor otra cosa que la demagogia del realismo” 70 . Este tipo de críticas subyugaron 
definitivamente al Naturalismo del lado decadente del arte, convirtiéndolo en el hermano malvado 
del Realismo, la oveja negra de la literatura; claro está, para cierta parte de la crítica. 
 En el año de 1880 llegan las primeras traducciones de las novelas de Zola: Una página de amor, 
L’Assommoir y Naná. Las críticas negativas despertaron el interés del consumidor-lector en vías 
de expansión y, también, abrió paso al debate público en torno a la propuesta literaria zolesca71. 
 
68 Manuel de la Revilla, op. cit., p. 164. 
69Ibid., p. 170. 
70Ibid., p. 179. 
71 “Críticas y reseñas de novelas, discusiones sobre aspectos teóricos, aparecen no sólo en las grandes revistas 
culturales, algunas de las cuales publican novelas en sus páginas, sino en los periódicos políticos. Se crea así un interés 
por los problemas de la narrativa que trasciende los límites de un público minoritario, interés que encuentra su máxima 
expresión en la polémica en torno al naturalismo iniciada hacia 1877, y con su momento cumbre en la discusión sobre 
30 
 
Asimismo, comenzó la etapa de producción naturalista española con la publicación de La 
desheredada. 
 Es importante señalar que la recepción del Naturalismo estuvo marcada por: “[…] la existencia 
de una burguesía poco consolidada, el fracaso de la Revolución del 68, las discusiones todavía 
latentes en torno a lo que se debía entender como Realismo (lo que permite hablar de escritores 
conservadores frente a liberales), el influjo del Krausismo y La Institución Libre de Enseñanza, o 
la importancia de la filosofía de Schopenhauer”72. Hay que añadir la tardanza de su llegada a 
España73, aunque fue relativamente más rápida en comparación con sus antecesores; también, la 
muy poderosa idea nacionalista cristalizada en la protección y exaltación de lo castizo, y el 
consiguiente recelo a propuestas extranjerizantes. Francisco Giner de los Ríos, krausista declarado, 
señaló al respecto: 
Prender, pues, modelar nuestra literatura sobre la suya [la francesa] es empobrecernos nosotros sin enriquecerla a 
ella. Desgraciadamente, no siempre hemos resistido ese funesto poder de la imitación, […] ha caminado nuestra 
literatura de vacilación en vacilación, de extravío en extravío, y si no se ha perdido para siempre es porque nuestro 
pueblo tiene tradiciones y elementos de vida propios […]74 . 
Giner, gran defensor de la apertura de España hacia Europa, y entusiasta de las novedades 
intelectuales, no esconde su desconfianza hacia la nueva escuela literaria, en sus palabras se 
trasminan aquel sentimiento nacionalista, aunque tiende a una posición más propositiva y menos 
beligerante. Pardo Bazán también habla de ese espíritu único: “¿Quién duda que también España 
 
esta escuela literaria que se desarrolla, en el Ateneo de Madrid, durante el curso 1881-1882”. Sergio Beser, “Clarín y 
La Regenta”, en Verba manent. Estudios y ensayos literarios, p. 206 
72 Javier López Quintáns, op. cit., p. 51. 
73 Según Pattison, el contacto con esta escuela gala, a excepción de algunos críticos, fue ignorada en España hasta 1879 
y 1880. Por lo tanto, la corriente se dio a conocer en España con cierto atraso y su asimilación ideológica fue mucho 
más tardía e incompleta, para 1882 ya hay un contacto verdaderamente fructífero con el Naturalismo y a lo largo de la 
época se editarán diversas obras naturalistas. En Fernando Villareal Barajas, Las relaciones de poder en La Regenta, 
p.3. 
74 “Consideraciones sobre el desarrollo de la literatura moderna”, en Juan López-Morillas, op, cit., p. 117. 
31 
 
propende, si no tan resueltamente como Inglaterra, por lo menos con fuerza bastante, a recobrar en 
literatura su carácter castizo y propio, más realista que otra cosa?”75. 
 De una u otra forma los escritores españoles, afines o no al Naturalismo, tuvieron el cuidado 
suficiente para alejar de sí la imagen de naturalistas fanáticos. Ni Galdós, ni Clarín o Pardo Bazán 
se calificaron a sí mismos como naturalistas; partidarios, sí; oportunistas también: ‘Clarín llega a 
negar incluso que la escuela de Zola no era ni siquiera "solidaria del positivismo", ni tampoco "una 
doctrina exclusiva cerrada", se trataba más bien de "un oportunismo literario… la literatura más 
adecuada a la vida moderna…"’ 76. Don Benito escribe en el prólogo a La Regenta: “Todo lo 
esencial del Naturalismo lo teníamos en casa desde tiempos remotos, y antiguos y modernos 
conocían ya la soberana ley de ajustar las ficciones del arte a la realidad de la Naturaleza y del 
alma, representando cosas y personas, caracteres y lugares como Dios lo ha hecho”77. 
 Como vemos, estos autores parecen eludir la novedad del Naturalismo; en sus distintas 
disquisiciones sobre la propuesta de Zola, cada uno busca explicar la pre existencia de aquél, y a 
través de extraordinarios giros lo encuentran dentro de la tradición española, no explícitamente, 
sino como rasgos que aquíy allá han habitado en el arte español. Lo cierto es que partidarios y 
detractores coincidían en confundir, premeditadamente o no, Realismo y Naturalismo. 
 Evidentemente, el Naturalismo se adaptó al espíritu y pensamiento español, y en este caso, el 
ambiente de la Restauración impuso nuevas formas de publicar, lo que redundó en el 
enriquecimiento de la propuesta zolesca, y al mismo tiempo, matizó los preceptos estéticos 
franceses tan rechazados por el nacionalismo español. Esta corriente literaria, si bien su éxito fue 
 
75Op. cit., p. 170. 
76Mariana García-Farré Semitel, La sexualidad y el deseo en La regenta de Clarín, p. 15. 
77 Benito Pérez Galdós, “Prólogo a La Regenta”, en Leopoldo Alas, La Regenta, p. 83. 
32 
 
breve, pervivió hasta finales del siglo XIX. Asimismo se diversificó al coexistir con el pensamiento 
krauso-positivista y el misticismo español. 
1.4 CONTEXTO CIENTÍFICO 
 
Los avances científicos de la Ilustración viabilizaron el control y transformación del medio 
ambiente, el hombre occidental confirmó que los fenómenos naturales respondían a leyes 
comprobables. A partir de ese momento sus esfuerzos se encaminaron a descifrar los secretos de 
la naturaleza que, hasta entonces, habían sido explicados teológicamente en su mayoría. Una vez 
iniciada la secularización de las distintas disciplinas del conocimiento científico, el ser humano 
quiso responsabilizarse de su existencia. 
 Aquella actitud, reforzada por el entorno económico, catalizó la transfiguración de las sociedades 
occidentales, porque “el cambio económico es quien lleva a la transformación de las costumbres”78, 
las cuales fueron puestas bajo presión gracias al crecimiento descontrolado de ciudades, el cambio 
en las relaciones de trabajo, y el surgimiento de diversas demandas de servicios (sanitarios, médicos 
y de vivienda). En consecuencia, la convivencia se tornó difícil; hallar soluciones fue primordial 
porque la nueva realidad exigía prontitud de acciones, y, afortunadamente, se contaba con las 
herramientas efectivas: la ciencia y la tecnología. 
 La principal preocupación de los gobiernos liberales fue mejorar el nivel de vida de sus 
ciudadanos, porque un alto porcentaje vivía bajo condiciones de pobreza extrema, carencia 
educativa y de salubridad, representando el peligro “real” para el progreso; idea que sintetizaba el 
potencial humano. Pobreza y pobres habían existido desde siempre, sin embargo, la perspectiva 
liberal los tomó e institucionalizó, para luego convertirlos en estandarte de políticas progresistas; 
 
78 Jorge Campos, en Antonio Flores, La sociedad de 1850, p. 12. 
33 
 
se desplegaron discursos científicos con miras a controlar sus efectos y alcances, y de esta manera 
asegurar el progreso: 
Le società borghesi, sotto molti aspetti, sono anzi piú (sic.) “umane” di quelle che le hanno precedute. Il fatto è che 
assai piú (sic.) di quelle hanno bisogno di tenere sotto controllo i comportamenti “diversi”, per assicurare un 
regolare funzionamento delle loro strutture, assai piú (sic.) complesse e delicate di quelle proprie, ad esempio, allo 
stato feudale, e per impedire che esso sia messo in pericolo da interventi anomali, quale che possa essere il tipo di 
questa anomalia79. 
Aquellas anomalías implicaban serios riesgos, pues la clase obrera, desde la perspectiva burguesa, 
contenía la semilla de enfermedades y vicios, por tanto, se le debía controlar. La medicina, que 
desde la Ilustración había incrementado su prestigio, se convirtió en la herramienta precisa. 
1.4.1 LA MEDICINA 
El desarrollo de la medicina fue constante desde el siglo XVIII; en la siguiente centuria, que se 
bautizó como el siglo de la medicina, reafirmó su lugar dentro la ciencia. Higienistas, fisiólogos, 
alienistas, frenópatas y psiquiatras se volvieron piezas insoslayables del progreso humano; 
asimismo gestionaron y construyeron un discurso médico válido con la intensión de incidir en las 
políticas públicas de las naciones. Ante los miedos del retroceso civilizatorio, medicina y médicos 
fueron el pilar ineluctable para la apertura de discusiones, tanto para aprobar, como para justificar 
muchos de los prejuicios ideológicos sobre las clases trabajadoras, grupos raciales, etcétera. 
 Para atacar los efectos de las enfermedades derivadas del hacinamiento, la falta de higiene, la 
desnutrición y la pobreza, se implementaron distintas políticas encaminadas principalmente a la 
higienización de las ciudades y sus habitantes. Para hallar curas y tratamientos, la medicina tuvo 
que romper sus propios paradigmas, y apoyarse con mayor rigor en el empirismo científico. 
 
79 “Las sociedades burguesas, por muchas razones, son las más “humanas” respecto a sus predecesoras. El hecho es 
que, a diferencia de las otras sociedades, las burguesas tienen la necesidad de controlar toda clase de comportamiento 
“distinto” para asegurar el funcionamiento de sus estructuras, mucho más complejas y delicadas en comparación a las 
del estado feudal. Así como para impedir que sea puesta en peligro debido a situaciones anómalas, independientemente 
de sus características”. (La traducción es mía). Romano Canosa, Storia del manicomio in Italia. Dall’unità a oggi, p. 
16. 
34 
 
1.4.2 LA PSIQUIATRÍA 
La persecución del progreso, por un lado, catapultó la preocupación por la estabilidad mental y 
física de los habitantes. Por el otro, alentó la investigación psiquiátrica, con el objetivo de conocer 
las causas físicas de la locura, y sus efectos sociales. La locura desde siempre había sido tema 
central para la medicina; no obstante, poco se había hecho para curarla o prevenirla, y continuaba 
siendo un problema latente, no se tenía explicación certera, ni se conocía tratamiento efectivo para 
sanar a quienes la padecían. Aquella situación no era nueva, desde la Antigüedad se había 
manifestado80. 
 Con el propósito de reintegrar al loco, el hombre ilustrado instigó la profesionalización de las 
distintas disciplinas del saber, Comelles asegura: “El nacimiento, el desarrollo y la diversificación 
de las disciplinas superiores es el fruto de los cambios que han seguido a la Revolución Industrial 
y a la implantación del Estado liberal-capitalista”81. De este modo, la medicina se convirtió en una 
profesión prestigiosa y reconocida socialmente, y engendró disciplinas como la psiquiatría. 
 La emancipación, o mejor dicho, el reconocimiento de la psiquiatría como disciplina autónoma 
se logró por “[…] su peculiar situación entre las ciencias biomédicas y las sociales”82, Comelles 
cree que en el desarrollo de esta, probablemente, pesaron más los intereses corporativos o políticos 
 
80 “Accanto ai tentativi della medicina greca e romana di costituirla appunto in “malattia” [la locura] ed in qualche 
modo assimilarla alla malattia somatica, vedendone l’origine nella “perversione degli umore” e curandola con rimedi 
che sarebbero stati utilizzati fino ai giorni nostri (elleboro di Melampo, giusquiamo, mandragora, belladonna, oppio, 
ecc.), sussiste un filone più ampio, proprio di tutte le culture, che esclude di fatto la medicina del campo dei disturbi 
mentali e ne identifica l’origine in una causa non somatica, ma “spirituale”: violazione di un tabù, possessione 
demoniaca, maleficio, contatto con un oggetto magico e che predispone due interventi per così dire paralleli, l’uno 
affidato ad un “esorcista”, l’altro alla collettività tutta intera. La cura si propone non solo la “guarigione” del malato, 
ma anche e soprattutto la sua purificazione, che ne consenta la reintegrazione nella comunità”. Ibid., p.9. 
81 Josep Ma. Comelles, La razón de la sinrazón. Asistencia psiquiátrica y desarrollo del

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