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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN FILOSOFÍA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS “LA ÉTICA DE FRENTE AL PROBLEMA MEDIOAMBIENTAL. CONSTRUYENDO UNA ÉTICA AMBIENTAL DESDE UNA POSTURA NO ANTROPOCÉNTRICA MODERADA” T E S I S QUE PARA OBTENER EL GRADO DE: M A E S T R A E N F I L O S O F Í A P R E S E N T A : MARÍA DEL CARMEN GARCÍA MORÁN MÉXICO DISTRITO FEDERAL, NOVIEMBRE DE 2011. DIRECTOR DE TESIS: DR. MARK DE B. PLATTS UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. En la naturaleza no hay nada superfluo. Averroes Esta tesis la dedico a mis padres por apoyarme en el largo camino que han representado los años de estudio que me permitieron llegar hasta el día de hoy en el que termino mi Tesis de Maestría. Muchas gracias Fidel García Esquivel y María del Carmen Morán Pérez. Los amo y sepan que siempre estarán conmigo a donde quiera que vaya. ÍNDICE INTRODUCCIÓN …………………………………………………………………... 1 CAPÍTULO I. ÉTICAS ANTROPOCÉNTRICAS RECALCITRANTES………………………… 7 I.1 La ética de Aristóteles …………………………………………………… 8 a) El ergón, el bien como fin último del hombre y el ergón humano ………………………………………………… 9 b) Los tres tipos de vida que hay en el hombre …………………….. 11 c) La Eudemonía ……………………………………………………. 12 I.2 Utilitarismo ……………………………………………………………… 19 Los principios generales del utilitarismo y sus diferentes tipos ……. 22 El utilitarismo de J. Bentham ……………………………………….. 23 El utilitarismo de J.S. Mill ………………………………………….. 25 I.3 La ética de Kant …………………………………………………………. 29 La Autonomía kantiana ……………………………………………... 30 La Ley Moral kantiana y los Imperativos Categórico e Hipotético …………………………………………….. 32 I.4 La ética contractualista de Tomas Hobbes ……………………………… 36 CAPÍTULO II. ÉTICAS ANTROPOCÉNTRICAS “AMPLIADAS” Y NO ANTROPOCÉNTRICAS ……………………………………………………… 44 II.1 Éticas antropocéntricas ampliadas ……………………………………... 45 Ética ambiental de la virtud. El análisis y la propuesta de Philip Caffaro …………………………………………………… 45 II.2 Éticas no antropocéntricas …………………………………………….. 50 El enfoque biocéntrico de Paul Taylor …………………………….. 50 Tom Regan y su fundamentación de la ética ambiental ……………. 58 CAPÍTULO III. CONSTRUYENDO UNA PROPUESTA ÉTICA NO ANTROPOCÉNTRICA MODERADA ……………………………………….. 68 BIBLIOGRAFÍA …………………………………………………………………… 75 1 INTRODUCCIÓN La interacción de la humanidad con la naturaleza, o para decirlo mejor, la interacción de la humanidad con lo que A. Leopold (1949) llama la pirámide biótica1, suscita problemas que sólo hasta nuestra época empiezan a hacerse evidentes y a preocupar por sus consecuencias en lo que se refiere al futuro, tanto de la naturaleza como de la humanidad misma. Pese a que el tema del deterioro ambiental ya fue introducido como problema desde hace varias décadas, puede decirse que hoy es de particular importancia. En realidad hoy son más sobresalientes los factores implicados (como la sobrepoblación, la industrialización desmedida, la tecnificación sin control, por mencionar sólo algunos) así como sus efectos (contaminación, deforestación, extinción de especies animales y vegetales, etc.) de mayores repercusiones, todo lo cual hace que la reflexión sobre las relaciones entre el hombre y la naturaleza se practique en dirección a la problemática surgida de los factores de deterioro ambiental y sus efectos en los seres humanos y en la naturaleza en general. ¿Cuál es el lugar del hombre en la naturaleza y en su relación con ella?, ¿qué papel ocupa el hombre en la escena biológica y en consecuencia qué actitud debe asumir ante la intervención que pudiera tener en el mundo natural? ¿Cómo justifica el hombre su intervención en la naturaleza y cuáles han sido las consecuencias de tener una concepción antropocentrista de la ética2? ¿Cuál es el valor que tiene el hombre y cuál el que tiene la naturaleza? Todas estas son preguntas directrices en la persecución del objetivo principal que pretendo acometer con esta tesis, el cual es por una parte exponer cuáles son las dos grandes posturas éticas desde las cuales se puede abordar la problemática medio ambiental, a saber, la postura antropocéntrica y la no antropocéntrica, y por la otra explicar cuál de las posturas anteriores es la que creo que, desde mi punto de vista, resulta más adecuada para enfrentarse y en última instancia resolver los problemas éticos que surgen de la relación del hombre con la naturaleza. La concepción antropocéntrica y la no antropocéntrica de la ética ambiental se distinguen entre sí por su objeto principal de valoración moral. En el caso de la primera el centro de valoración moral es el hombre, mientras que en el caso de la segunda éste puede ser desde la vida en general, la naturaleza silvestre, la vida sensible, hasta las especies y los ecosistemas como tales3. No obstante es importante señalar que el mismo concepto de “ética ambiental” es relativamente nuevo y en cierto sentido representa una redefinición de la ética pues, como veremos más adelante, tradicionalmente la ética ha venido ocupándose únicamente de los valores y las normas emanados y dirigidos del y para el ser humano y en donde preguntas acerca de la felicidad o la justicia tenían que ver únicamente con los seres humanos y sus relaciones entre sí. Así es como después de la segunda mitad del siglo XX la ética ambiental “abre” su campo reflexivo y vuelve la mirada hacia la naturaleza, 1 La cual no es otra cosa más que el conjunto de las relaciones entre todos los miembros de un ecosistema y de la biósfera en general; el suelo, el agua, los microorganismos como bacterias, etc., los animales herbívoros, carnívoros, todos ellos constituirán la biota que dará lugar a las relaciones descritas por la pirámide biótica.. 2 como ya bien veremos más adelante, una concepción antropocentrista o antropocéntrica de la ética es aquella en donde el centro de valoración moral es única y exclusivamente el ser humano, por lo que solamente éste será sujeto de consideración moral. 3 Así es como dependiendo de su centro de valoración moral encontramos dentro de la concepción moral de la naturaleza no antropocéntrica al biocentrismo, el ecocentrismo, el zoocentrismo, la ecología profunda, etc. 2 planteándose la posibilidad de que en ella se puedan encontrar valores morales y preocupándose al mismo tiempo por sentar las bases para el establecimiento de normas en la relación del hombre y al resto de los seres vivos, sobrepasando así los límites de la ética occidental “tradicional” que hasta entonces podía considerarse como exclusivamente antropocéntrica4. En general la concepción moral antropocéntrica clásica le concede a la naturaleza sólo un valor instrumental en contraste con el valor intrínseco que se le otorga al ser humano. En este sentido la naturaleza sólo tiene valor en la medida en que sirve como instrumento para la satisfacción de los deseos, necesidades e intereses de los seres humanos y en donde dicho valor dependerá de la cantidad de satisfacción o de utilidad que aquella le pueda proporcionar a éstos últimos. Es importanteseñalar que esta concepción ética antropocéntrica ha sido la que ha prevalecido en occidente prácticamente desde que la humanidad comenzó a tener preocupaciones morales; no obstante esto no quiere decir que en otros lugares esta concepción haya determinando la relación hombre-naturaleza, un ejemplo es oriente, en donde existen algunas religiones y/o filosofías como el Budismo, el Hinduismo, el Jainismo, el Shintoismo, por mencionar sólo algunas, que escapan a una concepción moral antropocéntrica de la naturaleza5. Por una parte en dichas filosofías el ser humano no ocupa un lugar privilegiado como centro de valoración moral pues se le considera como un miembro más de la naturaleza; por otra, el hombre le deberá al mundo natural una actitud de respeto que será necesaria para construir un tipo de relación en donde se tratará de infringir el menor sufrimiento posible a sus integrantes incluido el mismo ser humano6. Así, hasta el día de hoy, en occidente la interacción de la humanidad con el mundo natural se ha visto determinada principalmente por la tradición judeo-cristiana en donde prevalece una concepción moral antropocéntrica de la naturaleza; ya desde el Génesis7 a la naturaleza se la entiende como un mero instrumento para satisfacer los deseos y necesidades del hombre quien es considerado como el “rey” del mundo natural. Así, si hay deberes morales del hombre hacia la naturaleza, éstos dependerán de si los intereses y deseos propios de aquél le dictan ciertas conductas para con ésta última con el fin de satisfacerlos, por ejemplo, desde esta perspectiva el hombre tendrá la obligación moral de preservar la existencia de los bosques solamente en la medida en que pueda seguir obteniendo de éstos algún beneficio como lo puede ser la madera necesaria para construir casas, lo que en última instancia cubre su necesidad de protegerse de la intemperie. De esta manera la naturaleza tendrá un valor instrumental para el hombre en el sentido de “medio” para satisfacer sus necesidades e intereses. Desde esta perspectiva una persona tendrá el deber de cuidar un árbol frutal pues éste le puede proporcionar los frutos necesarios para 4 Podemos decir que dicha concepción tradicional puede catalogarse como “dura” o “fuerte”. A medida que la esfera de consideración moral se ha ido “ensanchando” es que podemos decir que la concepción “dura” tradicional se ha “moderado” o “ampliado” al incluir dentro de aquella a seres no humanos, si bien no quitándole al ser humano un lugar “privilegiado”. Más adelante veremos a que me refiero con esto y en qué consisten dichas caracterizaciones de la ética antropocéntrica. 5 Cfr. Los caminos de la ética ambiental, Kwiatkowska e Issa (comps.) prefacio, pp. 7-10 6 Cfr. Mosterín, Jesús, Historia de la filosofía, volumen 2, Ed Alianza, México , 1985 7 Cfr., Génesis, Capítulo I ver 26-31. En el Cap. I vers. 28, el Génesis dice: “Dios los bendijo [a los hombres], diciéndoles: ‘Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”. 3 saciar su hambre, así el deber de cuidarlo derivará del provecho que para esa persona pueda representar ese árbol, más no derivará del valor que el árbol en sí mismo pueda tener. Por otra parte, desde los orígenes de la cultura occidental, en Grecia, la ética ha tenido como objetivo principal la reflexión moral sobre las personas y las relaciones entre ellas. Un ejemplo de lo anterior es la ética aristotélica de la virtud según la cual una persona puede ser virtuosa si realiza de manera excelente el bien que le es propio, esto es, si actúa racionalmente y de manera excelente con vistas a alcanzar la felicidad. Esta ética tiene un claro carácter antropocéntrico pues sólo los humanos podrán ser sujetos de consideración moral ya que son los únicos capaces de actuar racionalmente en busca de una vida buena, excluyendo así dentro de la esfera de consideración moral a cualquier otro tipo de ser (incluso humano) que no posea una capacidad racional que le permita actuar conforme a ella. Dentro de la tradición ética antropocéntrica, además de la ética aristotélica existen, a mi juicio, tres doctrinas clave en el desarrollo del pensamiento moral occidental, a saber, el contractualismo de T. Hobbes, la ética kantiana y el utilitarismo “clásico” de J. Bentham y de J. Stuart Mill. A continuación, brevemente caracterizaré cada una de ellas a manera de esbozo de lo que será mi exposición en los capítulos siguientes. La teoría clásica contractualista de Thomas Hobbes postula como tesis central la creación de un “contrato social” que en última instancia permitiría la creación de un Estado que normaría las relaciones entre los seres humanos racionales. Dicho contrato solamente incluiría como contrayentes del mismo, y por ende como sujetos de consideración moral, a los seres con la capacidad racional necesaria para celebrarlo y respetarlo, esto es, excluye de la esfera de consideración moral a los seres no racionales que por carecer de razón no pueden ser partícipes de celebrarlo. En la teoría de Hobbes el mundo “natural” no es tomado en cuenta más que para caracterizar la descripción del estado humano previo a la celebración del contrato, en donde en un primer momento el ser humano es parte de él, siendo su actuar parecido al de las “bestias” pues se deja llevar por sus pasiones8. Posteriormente y gracias a que el hombre se distingue por su capacidad racional es cuando crea un pacto o contrato social que le permitirá crear un Estado normativo que regule las relaciones humanas. De esta manera en Hobbes se distinguen tres momentos en la historia del devenir humano: 1. El estado de naturaleza, 2. La creación y celebración del pacto y 3. La constitución del Estado. El contractualismo de Hobbes, resulta una teoría antropocéntrica en donde la naturaleza en general, sus integrantes, así como incluso los seres humanos no racionales, quedarán excluidos del contrato social; por otra parte Hobbes parece considerar de manera instrumentalista a las plantas y a los animales, pues nos dice que una de las partes primordiales para la constitución del Estado serán los materiales o materias primas que se encuentran en la naturaleza9. Por su parte la ética kantiana considera que los sujetos que forman parte de la esfera moral son aquellos que pueden ejercer su capacidad racional y en esa medida ser capaces de autogobernarse y autoimponerse a sí mismos la Ley moral o Imperativo Categórico. La preocupación central de Kant en su teoría moral es encontrar una ley que norme la conducta de todo ser racional y sus relaciones con los demás seres humanos en donde el deber moral de tratar estos como fines en sí mismos se convierta en Imperativo. La ética kantiana nos dirá que nunca se deberá de tratar a otro ser humano como medio para obtener algún fin, 8 Cfr. Hobbes, Thomas, Leviatán, FCE, México 13ª reimpresión, 2004, pp137-141,.202-208 9 Ibidem pp. 202 4 no obstante, en lo que respecta a la naturaleza, el deber moral que tengamos para con ella o sus integrantes será “indirecto” o “derivado” de este Imperativo kantiano, por ejemplo, Kant nos dirá que quien maltrata a un animal en última instancia acabará maltratando a otro ser humano, en este sentido el maltratar a un animal resultará malo puesto que una conducta de este tipo afectaría la dignidad del ser humano (ser tratado como fin en sí mismo)10. Vemos pues que si dentro de la ética kantiana pudiera considerarse moralmente a la naturaleza sólo sería en la medida en que el tipo de interacción con ella afectara o no al ser humano, resultando así este planteamiento de corte antropocéntrico. En lo que respecta a la teoría ética utilitarista, podemos decir lo siguiente. El utilitarismo clásico se basaen dos principios básicos: i) el principio de utilidad, el cual nos dice que lo que determina el valor de una acción es la cantidad de dolor o de placer que ésta pueda producir, y ii) el principio consecuencialista que nos dice que la corrección o incorrección de las acciones está determinada por la maldad o bondad de sus consecuencias, las cuales serán buenas en la medida en que proporcionen placer o ausencia de dolor, malas si no lo hacen. Por lo tanto, el principio utilitarista por excelencia se podría formular como: “procurar el mayor bien, o mayor felicidad, para el mayor número posible”. No obstante, el utilitarismo, al menos en su formulación clásica, tiene la particularidad de poder aplicarse a seres sensibles que no sean necesariamente humanos. Si bien es cierto que tanto Bentham como Mill a lo largo del desarrollo de su ética utilitarista sólo se refirieron a cómo el principio de utilidad y en general la ética utilitarista era aplicable a los seres humanos, es cierto también que en el corazón mismo del planteamiento utilitarista se encuentra la clave para ser aplicado a otros seres no humanos con capacidades sensitivas. El mismo Bentham, como más adelante lo veremos, habla sobre la necesidad de tomar en cuenta el sufrimiento de los animales que tienen evidentemente la capacidad de experimentar dolor y placer, aún cuando se les siga tratando de una manera instrumental. El abordar problemáticas medioambientales actuales a la luz de estas teorías éticas antropocéntricas puede, desde mi punto de vista, resultar no del todo satisfactorio en lo que a la resolución de las mismas se refiere. Problemas como el deterioro ambiental, la extinción de especies animales y/o vegetales, el maltrato y la crueldad hacia los animales, la destrucción de paisajes naturales, la grave contaminación del aire, tierra y agua, por mencionar sólo algunos de los problemas ambientales actuales, son el resultado del comportamiento humano que muchas veces no mide las consecuencias de sus acciones y no toma en cuenta a la naturaleza y a sus integrantes como centros de valor más allá de la utilidad que éstos puedan aportarle. Podríamos preguntarnos entonces, ¿son estas teorías antropocéntricas, que última instancia fundamentan una actitud instrumentalista hacia la naturaleza, entre otras cosas, las más adecuadas para abordar y eventualmente solucionar los problemas medio ambientales antes señalados? ¿No tendríamos que cambiar nuestra concepción moral antropocéntrica de la naturaleza y de nuestra relación con ella, para solucionarlos? ¿No habría que repensar a la ética desde una concepción no antropocéntrica, y considerar que puede haber valor intrínseco en seres sensibles no humanos o incluso en entidades como los ecosistemas o la biosfera, y modificar así nuestra conducta con la naturaleza y el medio ambiente? La respuesta a estas preguntas la encontraremos en diversos pensadores que han replanteado la ética “tradicional” proponiendo nuevas teorías morales no antropocéntricas para abordar problemas naturales o medio ambientales. 10 Cfr. Kant, Imannuel, Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, Porrúa, México, 2000 5 Contrariamente a lo que la concepción moral antropocéntrica plantea, la concepción no antropocéntrica parte de la premisa principal de otorgar valor intrínseco a la naturaleza y/o a los diversos integrantes que la constituyen, i.e. reconoce un valor intrínseco en entidades naturales diferentes del ser humano. La teoría ética no antropocéntrica deja de considerar al hombre como su centro de valoración moral y la relación que éste guarda con la naturaleza es replanteada desde sus inicios. Dependiendo de a qué entidades está concepción ética le otorgue valor intrínseco es de lo que resultará que la concepción moral no antropocéntrica de la naturaleza tome diversas formas; de esta manera es como existen el biocentrismo, el ecocentrismo, la ecología profunda, por mencionar algunas de las más representativas11. La ética ambiental misma surge cuando los límites delimitados entre el ser humano y el mundo natural, previamente estipulados por la ética antropocéntrica occidental son derribados. Cuando la ética “tradicional” reflexiona sobre la relación hombre-naturaleza ya no podrá considerársele más como recalcitrante o “dura” pues les concede un espacio dentro del campo reflexivo moral a entidades naturales no humanas y a la relación del hombre con ellas; si bien una ética de este tipo puede seguir siendo considerada antropocéntrica, es en este momento cuando se vuelve “flexible” o “moderada”. Esto es, dentro de las dos grandes clasificaciones de las teorías éticas, dependiendo de su objeto de valoración moral principal, a saber, antropocéntricas y no antropocéntricas, podemos distinguir versiones “extremas” o “duras” de otras “flexibles” o “moderadas”. De esta manera es cómo podemos agrupar las tendencias más importantes de la ética ambiental en 4 grupos principales: antropocentrismo moderado, antropocentrismo fuerte, no antropocentrismo fuerte y no antropocentrismo moderado. Veamos brevemente a continuación en qué consiste cada una de estas teorías. La ética de tipo antropocéntrico “duro” o recalcitrante, como bien vimos, es la que en occidente ha predominado hasta nuestros días y la que le niega a los seres no humanos integrantes del mundo natural cualquier tipo de consideración moral, i.e se les excluye de la esfera de consideración moral y a lo más se les concede un valor de tipo instrumental/utilitario que respalda la búsqueda por la satisfacción de las necesidades y/o deseos humanos. Por otro lado, las teorías éticas antropocéntricas “flexibles” o moderadas que retoman los conceptos fundamentales de la ética antropocéntrica y los adaptan a las particularidades de los problemas de la ética ambiental, incluyen a seres no humanos dentro de la esfera de consideración moral e incluso reconocen la existencia de un tipo de relación entre el hombre y la naturaleza que no está mediada por el instrumentalismo12. Por su parte, las éticas no antropocéntricas recalcitrantes le atribuyen un valor en sí a las entidades naturales no humanas, la mayoría de las veces de manera individual, en donde este valor es del mismo tipo y tiene el mismo alcance que el valor en sí que se le pueda otorgar a cualquier otra entidad natural, sea humana o no. En este tipo de planteamiento igualitarista podríamos decir sin duda que una hormiga tiene el mismo valor que un elefante o que un hombre, tornándose imperativo el “(…) no utilizar nunca, bajo 11 Más adelante veremos en qué consisten algunas de estas propuestas. Cabe señalar que debido en su mayor parte a la diversidad y diferencia en su objeto de valoración moral, algunas de las teorías no antropocéntricas pueden contraponerse unas con otras en lo que se refiere a sus criterios de valoración principales, por ejemplo, una ética ecocéntrica valorará en sí mismos a los diferentes ecosistemas en su conjunto mientras que existen éticas biocéntricas que valorarán intrínsecamente la vida de organismos individuales. 12 Un ejemplo de esto es la ética ambiental de la virtud de Philip Cafaro 6 ningún punto de vista ni bajo ninguna valoración superpuesta a otros seres, en virtud de su realización teleológica y florecimiento de su physis”13. Paul Taylor con su teoría biocéntrica y Arne Naess con su teoría de la Ecología profunda, pueden considerarse como representantes de este tipo de la ética no antropocéntrica “dura” o recalcitrante. Por último, el no antropocentrismo moderado, al igual que el recalcitrante, le otorga un valor en sí a los seres no humanos; la diferencia es que en el caso del no antropocentrismo moderado la jerarquización entre estos seres se hace patente respetando siempre el télos14 de cada individuo15. Dicha jerarquización podrá estar basada endiferentes criterios de valoración moral dependiendo de la teoría no antropocéntrica en cuestión16. Una vez que hayamos examinado las teorías éticas anteriores podemos pensar en encontrar la más conveniente que nos ayude, no solamente a incluir dentro de la esfera de consideración moral a la naturaleza, ya sea en su conjunto o de manera individual a sus integrantes, sino a despertar una actitud de respeto hacia la misma; al cuestionar qué tipo de valores y de conducta tenemos para con la naturaleza podremos encontrar el camino hacia las soluciones de diversas problemáticas ambientales surgidas de la relación del hombre con la naturaleza. Así, el objetivo principal de la presente tesis queda delineado. Me propongo analizar algunas teorías éticas que han existido en lo que se refiere a la relación del hombre con la naturaleza mediante la exposición de los argumentos de algunos de sus principales representantes. Igualmente pretendo exponer a manera de conclusión la postura ética que creo más conveniente para ayudar a resolver las problemáticas antes mencionadas. En el primer capítulo expondré brevemente las teorías éticas antropocéntricas duras o recalcitrantes de Aristóteles, Mill, Kant y Hobbes. En el segundo capítulo pretendo exponer en qué consisten, por una parte, una teoría ética antropocéntrica “moderada” o “ampliada” y por otra, una no antropocéntrica recalcitrante y una moderada. En el tercer capítulo expondré el argumento principal en el que se basa una teoría no antropocéntrica moderada así como argumentaré porque creo que una teoría ética de este tipo resultaría la más conveniente para hacer frente a la problemática medioambiental. 13 Cfr. Leyton, Fabiola, “Ética medioambiental: una revisión de la ética biocentrista” en Revista de Bioética y Derecho, Número 16, Abril 2009, pp.42 14 Cfr. Ídem 15 Más adelante veremos qué es lo que se considera como el telos de un ser natural no humano. 16 Aldo Leopold puede considerarse como un exponente este tipo de teoría con su “ética de la tierra”. 7 CAPÍTULO I ÉTICAS ANTROPOCÉNTRICAS RECALCITRANTES Las teorías éticas de corte antropocéntrico sitúan al ser humano en el centro del universo de la moralidad y lo convierten en el único sujeto digno de consideración moral. Dentro de ésta visión sólo a los seres humanos o a las experiencias humanas en sí mismas se les otorga valor intrínseco; en contraste, a los seres no humanos y en general al mundo natural en general se les otorga un mero valor instrumental en la medida en la que éstos puedan resultar útiles para la satisfacción de las necesidades y/o deseos humanos. De esta manera, en las concepciones éticas antropocéntricas de la moralidad reconocemos las siguientes características: i) los juicios morales son exclusivamente relativos a las personas y a las relaciones entre ellas; ii) los únicos seres que son valorados intrínsecamente son los humanos; iii) encontraste, la naturaleza tiene un valor instrumental, pues ésta sólo tiene valor en la medida que sirve como instrumento para la satisfacción de los deseos, necesidades e intereses de los seres humanos (ya sea el lograr la felicidad, o el cumplimiento del deber moral), de esta manera, el valor que la naturaleza tenga depende de qué tan útil pueda ser para el hombre, quien a final de cuentas será el que decida otorgarle o no valor; iv) nuestros deberes morales hacia otras personas son incondicionados, mientras que las obligaciones o deberes morales para con la naturaleza, son derivadas o condicionadas; v) los sujetos de consideración moral son únicamente los seres humanos. vi) las capacidades humanas como la racional o la sensitiva (que nos permite experimentar dolor y placer) resultan capitales en lo que la construcción de la moralidad y de la propias teorías antropocéntricas se refiere17. Pero ¿qué significa estar dentro de la esfera de consideración moral? ¿Qué significa ser un sujeto moral o un sujeto de consideración moral? Entendemos aquí por “sujeto moral” a una entidad que se encuentra dentro de la esfera de consideración moral y que tiene obligaciones y/o derechos morales, i.e. que se somete a la normatividad de una concepción establecida de la moral. Por otro lado, es necesario hacer una distinción entre los conceptos de “agente” y “paciente” moral. En este sentido un agente moral sería un sujeto racional que posee la capacidad para evaluar y tomar decisiones respecto de cualquier curso de acción enmarcada dentro de una concepción moral establecida; por su parte un “paciente” moral será el individuo que sufre las consecuencias de las acciones del agente. Es importante señalar que no todos los pacientes morales son sujetos de consideración moral, por ejemplo, a los seres no humanos y a los demás entes naturales 17 Como veremos más adelante cuando exponga las tesis antropocéntricas del pensamiento ético de Aristóteles, Hobbes ,Kant, Bentham y Mill, ninguno de ellos considerará como sujetos morales a otros seres que no sean los humanos en uso de sus capacidades racional o sensitiva. No obstante y como bien veremos en el capítulo II de esta tesis, han existido intentos de “expandir” o “extender” la esfera de consideración moral por parte de algunos autores que toman como punto de partida teorías antropocéntricas como el Utilitarismo y la teoría ética de Kant para incluir a los animales no humanos y demás entidades naturales. En el caso del Utilitarismo, por ejemplo, podemos expandir la esfera de consideración moral para abarcar a los animales si postulamos que la capacidad sensitiva no es exclusiva del ser humano, i.e. que también los animales no humanos (al menos los animales superiores) poseen dicha capacidad. 8 podría considerárseles como “pacientes” morales aún dentro de un pensamiento ético antropocéntrico, no obstante dentro de este mismo tipo de pensamiento no se les considera como “sujetos de consideración moral”. No ocurre así en lo que respecta a los individuos que consideramos como agentes morales pues a éstos sí se les considerará siempre como “sujetos de consideración moral” ya que su actuar moral o sus decisiones llevadas a cabo como agentes morales, siempre estarán sujetos a la normatividad de la moralidad18. Para algunas teorías éticas, como las que veremos en este capítulo, los animales no humanos o incluso la naturaleza en general (por ejemplo en el caso de los ecosistemas) no son considerados como sujetos morales con derechos y/o obligaciones (no se les ve ni como agentes ni como pacientes morales).De igual manera, como veremos en el capítulo III, existen concepciones éticas que considerarán no sólo a las personas sino a los animales no humanos, e incluso a las plantas y/o ecosistemas en general como sujetos morales de cierto tipo. A continuación expondré brevemente las tesis centrales de algunas de las teorías éticas antropocéntricas pilares en la tradición del pensamiento filosófico occidental como lo son el Aristotelismo, el Utilitarismo, el Kantianismo y el Contractualismo de Thomas Hobbes, para que de esta manera podamos entender mejor porque las éticas antropocéntricas de este tipo no admiten dentro de la esfera de consideración moral a seres diferentes de los humanos. I.1 LA ÉTICA DE ARISTÓTELES La ética de Aristóteles es catalogada como una ética de la virtud pues define la vida buena humana19 al identificarla con una vida virtuosa. Así, una vida buena será una vida virtuosa y conceptos como el de ergon y eudemonia serán fundamentales para explicar qué es y en qué consiste, por lo que si queremos entender qué es una vida buena tendremos que definir primero dichos conceptos. Por otro lado, al saber qué es y qué constituye una vida virtuosa podemos entender porque decimos que la ética aristotélica es antropocéntrica20. A continuaciónveremos qué entiende Aristóteles cuando habla de ergon, eudemonia y en última instancia de una vida buena o virtuosa, así como también veremos por qué su teoría se considera antropocéntrica. 18 Es importante mencionar que no solamente en las éticas antropocéntricas sino también en las llamadas biocéntricas y ecocéntricas existe una distinción entre “agente” y “paciente” moral. En este sentido un “agente” moral es aquel que posee derechos y obligaciones morales no solo para con sus semejantes sino también para con los “pacientes” morales quienes son el objeto de dichas obligaciones (un paciente moral, no obstante, no contraerá dichas obligaciones). De esta manera la idea de “sujeto de consideración moral” comprende tanto a la idea de agente como a la de paciente moral y la utilizo pues creo que puede resultar más amplia al momento de hablar de la consideración moral de los seres humanos así como en algunos casos de los no humanos y de las entidades naturales en general. 19 El concepto de vida buena en este caso es aplicable sólo a los seres humanos pues son los únicos que dentro del sistema ético de pensamiento de Aristóteles son dignos de consideración moral. 20 Existen algunos autores como Stephen Clark, Daniel Dombrowski o Rosalind Hursthouse (Cfr. Oscar Horta, “El cuestionamiento del Antropocentrismo, distintos enfoques normativos” en Revista de Bioética y Derecho , No, 16, abril 2009) que proponen una ética de la virtud “ampliada” en donde los animales pueden ser incluidos dentro de la esfera de consideración moral al poder llevar a cabo éstos un tipo particular de vida “virtuosa”. 9 a) El ergon, el bien como fin último del hombre y el ergon humano ¿Qué es el ergon en general de una cosa? Nagel en su artículo “Aristotle on Eudaimonia”21 (1980) nos dice al respecto: “(...) si algo tiene un ergon, el bien de esa cosa es una función de su ergon. El ergon de una cosa en general, es lo que hace que eso sea lo que es. (...)”22. De esta manera, siguiendo a Nagel podemos decir que cuando algo tiene un ergon, el bien de esa cosa es especificado por él. Esto es, por un lado, el ergon de cada cosa hace a esa cosa ser lo que es, y por el otro, al saber el ergon de cada cosa, i.e. al saber cuál es la actividad característica de cada una, sabremos si dicha actividad en un ser concreto contribuye a realizar el bien supremo de ese ser. De igual manera, el saber cuál es el ergon específico de una cosa nos permitirá realizar juicios valorativos acerca de dicha acción. Según A. Gómez-Lobo esto significa que, “(...) para determinar, por ejemplo, si alguien es un buen escultor lo que hay que hacer es observar la calidad de sus obras”23. En este sentido, la mera producción de obras no es el bien del individuo, pues si, por ejemplo las estatuas de dicho escultor son de mala calidad, el individuo será un mal escultor “(...) y no es bueno para un escultor ser un mal escultor”24. Siguiendo a Gómez-Lobo podemos decir que el principio anterior para establecer el ergon de una cosa es el siguiente: ‘Para todo x, si x tiene una actividad característica y, entonces x será un buen x, si y sólo si x produce buenas instancias de y’.25 Dicho todo lo anterior podemos construir de manera tentativa el argumento del ergon siguiente26: El ergon de cualquier X es la función o actividad característica que éste tiene. Dicha función o actividad de X es lo que la hace ser justo lo que es, y si por alguna razón X se vuelve incapaz de realizar su ergon, entonces ya no puede seguir considerándosele un X. Pero, ¿qué significa que todas las cosas, o que toda acción humana tienda hacia un bien? Al inicio del Libro I de la Ética Nicomaquea, Aristóteles nos dice que toda acción y elección tienden hacia un fin, el cual es su propio bien, nos dice “Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección parecen tender a algún bien (...)”27. De esta manera todos los actos tienden hacia un bien. No obstante si bien hay, según Aristóteles, diferentes tipos de fines o bienes según las artes y ciencias que existan, existirá un fin unitario que no se querrá en función de nada más sino que se querrá en sí mismo (EN I 1-228). Este fin de nuestros actos que es querido por sí mismo, y en esa misma 21 en Oksenberg Rorty, A., (ed.) 1980 22 Nagel Thomas, “Aristotle on Eudaimonia”, en Essays on Aristotle´s Ethics, Rorty Oksenberg Amélie (ed.), University of California Press, London, England, 1980. pp. 8 23 Gómez-Lobo Alfonso, “La fundamentación de la ética aristotélica”, en Revista “Dianoia”, IIF-UNAM, 1991 No. 37, pp. 7 24 Ídem 25 ver Ibídem. pp. 9 26 El siguiente es una reconstrucción del argumento del ergon aristotélico basada en las interpretaciones de T. Nagel (Op. Cit.1980) y K. Wilkes “The good man and the good for a man” en Essays on Aristotle´s Ethics, Rorty Oksenberg Amélie (ed.), , University of California Press, London, England, 1980. 27 Aristóteles, Ética Nicomaquea., Libro I 1094 a 1-10. pp. 107 28 cabe señalar que a lo largo del texto utilizaré las siglas EN para referirme a la Ética Nicomaquea 10 medida los demás actos queridos por él, es el “bien soberano o supremo”; en EN 1094 a 10-30 Aristóteles nos dice: “Siendo como son en gran número las acciones y las artes y ciencias, muchos serán por consiguiente los fines” (...) Cuando de las ciencias y artes algunas están subordinadas a alguna facultad unitaria (...) en todos estos casos los fines de todas las disciplinas gobernadoras son preferibles a los de aquellos que les están sujetas, pues es en atención a los primeros por lo que persiguen los demás. (...) Si existe un fin de nuestros actos querido por sí mismo y los demás por él; y si es verdad que también que no siempre elegimos una cosa en vista de otra (...) es claro que ese fin último será entonces no sólo el bien, sino el bien soberano. (EN 1094 a 10-30)”. No obstante, ¿no podríamos objetar a Aristóteles y decir que no necesariamente todas nuestras acciones tienden a un bien? Bien podemos pensar que existen ocasiones en las que realizamos acciones que no necesariamente tienden a ser buenas o benéficas, pues pueden existir fines que a pesar de ser deseables para algunas personas, resulten ser de hecho ‘malos’ o perjudiciales (pensemos, por ejemplo, en un masoquista que persigue como fin supremo una sensación placentera mediante la automutilación). En este sentido, si bien es cierto que una objeción así es posible, debemos de entender que lo que Aristóteles quiere decir cuando dice que todas las cosas tienden a un bien es que en general, la gente realiza acciones por el bien o el beneficio que esa acción pueda brindarles o creen que puede brindarles; como lo apunta J.O. Urmson (1988) a este respecto: “El punto esencial es que generalmente cuando una persona hace algo, habrá una respuesta a la pregunta de por qué lo hace”29, la idea aquí, es que Aristóteles al decir que todas las cosas tienden a un bien, implicaría que, por lo general, estas cosas no son sin sentido, “la acción en general no es sin sentido30. Ahora bien, sabemos ya que todas las acciones tienden a un bien supremo, y a reserva de decir más adelante cuando hablemos de la eudemonia, en qué consiste dicho bien, podemos ver que en el siguiente pasaje Aristóteles se pregunta cuál es el acto propio del hombre. En EN 1097b22-33 Aristóteles nos dice: “Quizá empero parezca una perogrullada decir que la felicidad es el bien supremo; y lo que se desea, en cambio, es que se diga con mayor claridad en qué consiste. Lo cual podía tal vez hacerse si pudiésemos captar el acto del hombre. Pues así como para el flautista y para el escultor y para todo artesano, y en general para todos aquellos que producen obras o que desempeñan una actividad, en la obra que realizan se cree que residen el bien y la perfección,así también parece que debe acontecer con el hombre en caso de existir algún acto que le sea propio. ¿O es que sólo habrá ciertas obras y acciones que sean propias del carpintero y del zapatero, y ninguna del hombre, como si este hubiera nacido como cosa ociosa ¿O que así como es notorio que existe algún acto del ojo, de la mano, del pie, y en general de cada uno de los miembros, no podríamos constituir para el hombre ningún acto fuera de todos los indicados? ¿Y cuál podría entonces ser?.31 El pasaje anterior es clave para entender los conceptos de ergon humano y de felicidad. En él se encuentra el argumento de Aristóteles que nos marca la necesidad de encontrar el acto propio del hombre para poder definir de manera clara en qué consiste la felicidad. Según el pasaje anterior, todas las cosas tienen ergon, no obstante, así como para 29 Urmson J.O., Aristotle’s Ethics, 1988 30 Ídem. 31 Aristóteles, Ética Nicomaquea., trad. de Antonio Gómez Robledo, UNAM, 1954 11 todos los artesanos o para todos los que desarrollan una actividad específica, en la obra que realizan puede residir el bien y la perfección, así también parece que debe de acontecer con el hombre en caso de existir algún acto que le sea propio. Por esta razón podemos decir que lo que calificamos de bueno y de perfecto son las obras que realiza cada cosa, en este caso el ser humano, más no la mera producción de las mismas. Si la función o actividad propia del hombre es la actividad de su alma racional i.e. es el ejercicio de su razón, su felicidad será este ejercicio llevado a cabo de manera excelente y en este sentido se podrá decir que una vida feliz es una vida virtuosa, pues la felicidad es una actividad según la virtud más alta (la razón) (EN VII 1177 a 13-15) , como Aristóteles lo dice “(...) cada obra se ejecuta bien cuando se ejerce según la perfección que le es propia, de [lo que] se sigue que el bien humano resulta ser una actividad del alma según su perfección; y si hay varias perfecciones, según la mejor y más perfecta, y todo esto, además es una vida completa”32. Es así como el ergon del hombre es la actividad del alma según la razón, la cual es una actividad racional no impulsiva que dirige las acciones del hombre. El verdadero bien del hombre, consiste en esta “obra” o “actividad” de la razón, y más precisamente, en la explicación y actuación perfecta de esta actividad. Ésta es, pues, “la virtud del hombre” y aquí deberá buscarse la felicidad. Aristóteles en 1168 b34-1169 a4 nos dice: “Cosa clara, por tanto, es que el ser de cada hombre consiste en la razón, o en ella principalmente (...).” De igual manera nos dirá en 1178 a2-7: “(...) que este principio o elemento [la inteligencia] es el verdadero ser de cada uno de nosotros” Por lo tanto, podemos decir que la discusión aristotélica de las características formales de la felicidad tiene que ver directamente con su concepto de ergon, como Sarah Broadie (1991) nos dice: “Aristóteles formula su respuesta en términos de la función propia del hombre”33. Por su parte también la felicidad es el bien supremo, lo cual no es otra cosa más que realizar de manera excelente el ergon que le es propio al hombre (el cual es la actividad de su alma racional, i.e. es el ejercicio de su razón), por lo tanto, la felicidad del hombre será este mismo ejercicio. b) Los tres tipos de vida que hay en el hombre Aristóteles explica que la naturaleza humana está constituida por tres tipos diferentes de “vida” 34. Estos tres tipos de vida son los siguientes35: i) El mero vivir biológico que tiene que ver con la vida de nutrición y crecimiento, propia no sólo del hombre sino también de plantas y animales; en este nivel de vida, existen dos necesidades primarias sin las cuales, según Aristóteles, los seres vivos en su conjunto no podrían sobrevivir, las cuales son el mantener la propia vida y el reproducirse. ii) La vida sensitiva o sensible que el hombre comparte con los animales, la cual consiste en poseer y ejercer una capacidad sensible que en última instancia permitirá 32 EN 1098 a 12-19 33 Broadie, Sarah, Ethics with Aristotle, Oxford University Press, New York–Oxford, 1991 pp. 342 34 para ver una descripción explicación de estos tres tipos de vida, ver Urmson, J.O. Aristotle´s ethics, pp. 38- 40 35 Cfr., Aristóteles, EN 1097 b 33-35, 1098 a 1-20 12 experimentar sensaciones de gusto y disgusto, placer y displacer. En este tipo de vida, las motivaciones para actuar ya no serán las mismas que en el tipo de vida biológico, si bien dijimos que en el tipo de vida biológico éstas serían el preservar la vida y reproducir la especie. En el tipo de vida sensible las motivaciones para actuar tendrán que ver con obtener lo que a los animales o al mismo hombre les resulte agradable, lo que les parezca placentero o lo que no les guste y les resulte no placentero. De esta manera, podemos hablar ya de “apetitos” que los animales y el hombre poseen, en el sentido de desear lo placentero y evitar lo no placentero. Con respecto a los apetitos, Urmson (1988) nos dice: “El placer es, simplemente, lo que es el objeto del apetito; el apetito es lo que lleva a los animales a comportarse como lo hacen, y una de las cosas que lleva a los hombre, quienes también son animales, a comportarse como lo hacen36. Por otra parte, las pasiones, que Urmson (1988)37 traduce como emociones, incluyen también gustos y disgustos, placer y displacer, por lo que en este sentido también éstas nos motivan a actuar. iii) Por último, la vida activa de la parte racional del hombre, la cual sólo es propia del ser humano. Según Aristóteles el hombre es un ser que realiza tanto la vida biológica en donde comparte necesidades básicas de supervivencia con plantas y animales, como la sensible o sensitiva en donde comparte pasiones (o emociones) y apetitos con otros animales; no obstante, el hombre difiere de los demás seres vivos, pues tiene algo que ni las plantas ni los animales tienen: la razón o capacidad racional. Urmson (1988) nos dirá que para Aristóteles, “(...) el hombre se distingue de otros animales por tener algo que ellos no, sin que le falte nada que ellos no tengan”38. Este tipo de vida es de suma importancia en el desarrollo de la explicación sobre la eudemonia pues, como veremos a continuación, ésta se identifica a final de cuentas con la vida virtuosa. c) La Eudemonia A continuación, expondré uno de los conceptos principales en la ética de Aristóteles: el de eudemonia. Primero expondré y explicaré los argumentos aristotélicos para introducirla. Luego expondré las interpretaciones de dos comentaristas sobre el tema: Thomas Nagel y John MacDowell. Del primero, retomaré su argumento39 sobre la posibilidad de interpretar la eudemonia en la Ética Nicomaquea de dos maneras distintas, a saber la intelectualista y la comprensiva, así como su tesis en donde explica porque parece que Aristóteles terminó por aceptar la interpretación intelectualista. Por su parte, de la interpretación de MacDowell (1980)40 expondré su tesis donde nos dice que la eudemonia al ser el bien supremo del hombre (entendido como fin último) puede tener al menos dos interpretaciones diferentes: una que llamará tesis descriptiva o indicativa (indicative thesis), y la otra una tesis prescriptiva o necesaria (gerundive thesis). En la Ética Nicomaquea (EN), Aristóteles expone su teoría sobre la felicidad o eudemonia en la mayor parte del libro I y en gran parte del libro X; en su exposición el estagirita nos explicará qué es y en qué consiste ésta y por qué el hombre la busca como fin 36 Urmson, J.O., “Aristotle´s Ethics”, pp. 39. La traducción es mía 37 Cfr., pp. 39 38 Urmson, Op. Cit., pp. 39-40 39 encontrado en “Aristotle on Eudaimonia”39 (1980) 40 McDowell,John, “The Role of Eudaimonia in Aristotle´s Ethics” en Rorty, Amélie, Essays on Aristotle´s Ethics, 1980 13 en sí mismo (EN I 7-12, X 7-8). Pero antes que nada hay que señalar que para Aristóteles la eudemonia es una actividad, una actividad conforme a la virtud, “(...) la felicidad es, pues, la actividad conforme a la virtud (...)”41 por lo que al intentar explicar en qué consiste y qué tipo de actividad es ésta, primero averigua cuál es esta actividad o ergon propio del hombre, i.e. averigua cuál es el ergon humano, el cual hemos visto ya en qué consiste. Por su parte, y como ya hemos dicho, todos los actos aspiran a un algún bien: “Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección parecen tender a algún bien (...)” 42, de igual manera vimos que según Aristóteles hay diferentes tipos de fines o de bienes según las artes y ciencias que existen y que se quieren en función de algún otro bien, no obstante, existe un fin unitario que no se querrá en función de nada más, pues se querrá por sí mismo (EN I 1-2) el cual es el “bien soberano o supremo” (EN 1094 a 10- 30). Pero, ¿cuál es este bien supremo? Pues bien, según Aristóteles este bien es la Felicidad o Eudemonia43 (EN 1095 a 14-22). La felicidad “(...) es algo final y autosuficiente, y (...) es el fin de cuanto hacemos”44. Este bien es final puesto que es último, en el sentido que es un fin que queremos por sí mismo y no en función de nada más. A su vez, la felicidad es autosuficiente puesto que quien tiene la felicidad no necesita de nada más que ella misma para convertirse en fin. Podemos decir que, según Aristóteles, la eudemonia es el bien supremo, el fin de todo lo que hacemos. Así, en la mayor parte del libro I y en gran parte del libro X, el estagirita explica qué es y en qué consiste la eudemonia, así como por qué el hombre la busca como fin en sí mismo (EN I 7-12, X 7- 8). Para Aristóteles pues, la eudemonia no es más que el tipo de actividad característica del ser humano (ergon)45 realizada de manera excelente, es decir, realizada conforme a la razón, i.e. de manera virtuosa. Así, podemos decir que si la felicidad es el bien supremo del hombre, lo cual no es otra cosa más que realizar de manera excelente el ergon que le es propio (el cual es la actividad de su alma racional, i.e. es el ejercicio de su razón) por lo tanto, la felicidad del hombre será este mismo ejercicio. Según T. Nagel en su Artículo “Aristotle on Eudaimonia”46, podemos interpretar el concepto aristotélico de eudemonia encontrado en la Ética Nicomaquea de dos maneras distintas. Por una parte, Nagel nos dice que en el capítulo 7 del Libro X podemos ver una definición de eudemonia más apegada a lo que él llama una explicación “intelectualista” mientras que por otra parte en el mismo libro X, específicamente en 1178a9, nos dice que aparece una explicación “comprensiva” de la eudemonia (a la que Aristóteles describe como “secundaria”). Veamos ambas interpretaciones. Según la interpretación intelectualista defendida por T. Nagel, la eudemonia es la actividad de la parte más “divina” del hombre cuando se realiza con excelencia (de la mejor manera posible), es decir, cuando se realiza virtuosamente47. La virtud consiste en 41 EN 1177a13 42 Aristóteles, Ética Nicomaquea., Libro I 1094 a 1-10. pp. 107 43 es preciso señalar que de ahora en adelante, el término que se utilizará en el presente, será el de Eudemonia, a excepción de las veces en donde se cite directamente la traducción española del texto aristotélico (realizada por Antonio Gómez Robledo), pues en ésta el término es traducido como felicidad. 44 EN 1097 b 20-21 45 Cfr., Ética Nicomaquea, libros I, X principalmente 46 Nagel Tomas, “Aristotle on Eudaimonia” en Rorty, Amélie, Essays on Aristotle´s Ethics, 1980, pp. 7-13 47 Cfr., Aristóteles, EN 1098 a10-20, 1098 b 32, 1099 b 17-34, 1103 a 15-28, 1177 a 1-5, 1106 a 23-26 14 actuar conforme a la razón, esto es, los apetitos no deben ser el motivo para la acción, como dice Aristóteles: “la virtud pertenece a la actividad conforme a la razón” 48. Por otra parte, la virtud es caracterizada como un hábito de actuar racionalmente en las distintas esferas de la vida humana que hay que cultivar a lo largo de toda la vida49. Respecto de la caracterización de la virtud como un hábito, Aristóteles nos dice en 1106 a 23-26: “(...) la virtud del hombre será entonces aquél hábito por el cual el hombre se hace bueno y gracias al cual realizará bien la obra que le es propia”50, y como hemos visto ya líneas arriba, dicha actividad a la que se refiere Aristóteles es la actividad racional. Como dijimos, Aristóteles explica que la naturaleza humana está constituida por tres tipos diferentes de “vida”, a saber51: el mero vivir biológico, la vida sensitiva o sensible y la vida activa de la parte racional del hombre, la cual sólo es propia del ser humano. Este último tipo de vida ocupa un lugar central en la explicación de la eudemonia aristotélica, pues como argumentaremos en la siguiente sección, la eudemonia se identifica a final de cuentas con la vida virtuosa. Al principio del capítulo 7 del Libro X, en 1177a13-20, Aristóteles escribe: “Si la felicidad es, pues, la actividad conforme a la virtud, es razonable pensar que ha de serlo conforme a la virtud más alta, la cual será la virtud de la parte mejor del hombre. Ya sea ésta la inteligencia, ya alguna otra facultad a la que por naturaleza se adjudica el mando y la guía y el cobrar noticia de las cosas bellas y divinas; y ya sea eso mismo algo divino o lo que hay de más divino en nosotros en todo caso la actividad de esta parte ajustada a la virtud que le es propia, será la felicidad [eudemonia] perfecta. Y ya hemos dicho antes que esta actividad es contemplativa.”52 De esta manera, esta actividad sería ni más ni menos que la contemplación teórica53, la cual nos dice Aristóteles es una actividad que supera a otro tipo de actividades humanas, pues “es la única que se ama por sí misma”54. Según Nagel, la explicación comprensiva de la eudemonia supone que ésta última comprende no sólo a la actividad teórica del intelecto, sino que además abarque “(...) la esfera completa de la vida y de la acción humana”55. Nagel dice que estas acciones que componen la eudemonia, incluyendo la actividad teórica, son realizadas de una manera excelente, i.e. que son acciones virtuosas. Así, la eudemonia se conecta con la visión de la naturaleza humana como un compuesto, esto es, “(...) incluyendo la interacción de la razón, emoción, percepción, y acción en un cuerpo animado.”56 Habiendo expuesto las dos interpretaciones anteriores, Nagel nos dice que a lo largo de la Ética Nicomaquea Aristóteles parece mostrar una especie de indecisión al momento de inclinarse por alguna definición de eudemonia que corresponda ya sea con la interpretación intelectualista o con 48 Aristóteles, EN, 1098 b 33-34 49 Cfr. Aristóteles, EN, 1105 b 20-33 50 Aristóteles, Ética Nicomaquea., trad. de Antonio Gómez Robledo, UNAM, 1954. pp. 177. Además Cfr. 1107 a 1-7 51 Cfr., Aristóteles, EN 1097 b 33-35, 1098 a 1-20 52 Aristóteles, Ética Nicomaquea., trad. de Antonio Gómez Robledo, UNAM, 1954. pp. 607 53 a este respecto Cfr., Aristóteles, EN 1176 b 18-23, 1177 a 18-21 54 Aristóteles, EN 1177 b 1-5. 55 Nagel Thomas, “Aristotle on Eudaimonia”, en Rorty, Amélie, Essays on Aristotle´s Ethics, 1980, pp. 7 (la traducción es mía y siempre lo será así a menos que señale lo contario). 56 Ídem 15 la interpretación comprensiva, no obstante, según Nagel, a final de cuentas Aristóteles parecería decidirse por una interpretación intelectualista. Veamos a continuación por qué Nagel dice esto. Para poder decir que la felicidad es el bien supremo del hombre tenemos que establecer cuál es el acto propio delhombre, el cual es, como ya hemos visto, la actividad de su alma racional, i.e. es el ejercicio de su razón. Por lo tanto, su felicidad consistirá en ese mismo ejercicio. La felicidad pues, no es ni el placer ni la diversión, ni la riqueza, ni el honor; la felicidad tendrá que ver más con las actividades conforme a la virtud57. Aristóteles nos dice que así como para todos los artesanos o para todos los que desarrollan una actividad específica, en la obra que realizan reside el bien y la perfección, así también parece que debe de acontecer con el hombre en caso de existir algún acto que le sea propio (EN 1097 b 22-29). Siguiendo a Aristóteles, podemos decir que el acto propio del hombre no es el mero vivir58 pues éste acto le es común tanto al hombre como a las plantas y animales, “(...) por tanto es preciso dejar de lado la vida de nutrición y crecimiento”59. De igual manera, la vida sensitiva es dejada de lado por Aristóteles pues ésta será común también a cualquier animal (EN 1098 a 1-3). Habiendo dicho lo anterior, Aristóteles nos dice que “la vida activa de la parte racional del hombre”60, i.e. la vida racional, es el acto propio del hombre, así “(...) el acto del hombre es la actividad del alma según la razón”61. Por lo tanto, si la función o actividad propia del hombre es la actividad de su alma racional i.e. es el ejercicio de su razón, su felicidad será este mismo ejercicio y en este sentido se podrá decir que una vida feliz es una vida virtuosa, pues la felicidad es una actividad según la virtud más alta (la razón) (EN VII 1177 a 13-15) , como Aristóteles lo dice “(...) cada obra se ejecuta bien cuando se ejerce según la perfección que le es propia, de [lo que] se sigue que el bien humano resulta ser una actividad del alma según su perfección; y si hay varias perfecciones, según la mejor y más perfecta, y todo esto, además es una vida completa”62. Ahora bien, otra manera de hablar acerca de la actividad que le es propia a algo, es hablar acerca de su ergon. Nagel nos dice que el ergon de algo es lo que hace a ese algo ser lo que es, que “si algo tiene un ergon, el bien de ese algo es una función de su ergon”63. Por lo tanto podemos decir que cuando algo tiene un ergon, el bien de esa cosa es especificado por él. De igual manera nos dice: “El correcto o verdadero ergon del hombre, por el cual la excelencia humana es medida, es el que lo hace hombre en lugar de cualquier otra cosa”64. Según Nagel, parecería que los humanos realizan algunos actos que pueden ser igualmente realizados, o hasta mejor, por las plantas o por lo animales (no humanos), lo cual hace que no estén entre los actos distintivos de una persona que hacen que esa persona 57 Cf. EN 1097b22-33 58 respecto de las distinciones entre los distintos tipos de vida que hace Aristóteles, ver mi exposición en este mismo texto Supra pp. 15 59 EN 1097 b 34 – 1098 a 2 60 EN 1098 a 5 61 EN 1098 a 7 62 EN 1098 a 12-19 63 Nagel Thomas, “Aristotle on Eudaimonia”, en Rorty, Amélie, Essays on Aristotle´s Ethics, 1980, pp.8 64 Ídem 16 sea lo que es, i.e. humana. Actividades como la nutrición o la reproducción podrían ser un ejemplo de actos no exclusivos del hombre; inclusive los mismos actos de la “vida sensitiva” como la llama Aristóteles no son un ejemplo del acto o ergon propio del hombre (ver EN 1097 b 34 – 1098 a 2), por ejemplo, tocar o escuchar no es una acción exclusiva del hombre. Para Nagel pensar de la manera anterior, como si existiera un único ergon que hace a cada cosa ser lo que es, parece insostenible. Pensemos por ejemplo en intentar definir la naturaleza humana; si creemos que existe un único ergon que hace al ser humano ser “lo que es”, prescindiendo de las características que comparte con las “bestias”65 y quedándose solamente con el ejercicio de su capacidad racional, no se estaría definiendo realmente el ergon humano sino el de un ser diferente. La cuestión aquí es si la explicación de lo que una persona es en función de su actividad característica o ergon debería de incluir o excluir las funciones del cuerpo que comparte con los animales. Para Aristóteles, si bien es cierto que las actividades, como la nutrición o la percepción son un elemento de la vida humana, no las considera como integrantes de la eudemonia, pues a estás las considera actividades “inferiores”66. Tal parece que para Aristóteles existe una idea de jerarquía de capacidades. Las capacidades de un organismo no están todas al mismo nivel; algunas sirven como sustento de otras, por ejemplo, la nutrición es el sustento de la actividad intelectual, pues si pensamos en desarrollar ésta última de manera correcta, tenemos que procurar primero estar bien alimentados. Por esta razón, la correcta excelencia de ese organismo no es la conjunción de las excelencias de las funciones de dichas capacidades, sino el funcionamiento óptimo del sistema total de dicho organismo67. En el caso de los humanos “(...) no solamente la percepción y la locomoción son empleadas al servicio de la nutrición y de la reproducción, sino también la razón lo es”68. De igual manera la razón está involucrada en el control de la percepción, la locomoción y el deseo; no obstante, Nagel siguiendo a Aristóteles, dice que todas estas funciones junto con todas las demás de la de vida práctica sirven de soporte o apoyo a la actividad racional. Nos dice que si bien este tipo de funciones, consideradas “inferiores”, sirven a la razón y en cierta medida están bajo su control, la característica dominante de un ser humano debe de relacionarse con su razón. Ahora bien, sabemos que muchos de los usos de la razón son prácticos, o tienen que ver más con la vida cotidiana, que con un uso contemplativo, no obstante el ejercicio propio de esta facultad racional, nos señala Nagel, va más allá de los usos prácticos que pueda tener: “las posibilidades humanas relevan un uso que está más allá del orden de la vida práctica”69. El mutuo apoyo que explicábamos líneas arriba, entre la razón, la nutrición y la locomoción, tiene que, en última instancia, proporcionarle un sustento al individuo para que éste lleve a cabo una “(...) actividad que trascienda completamente (...) [las] preocupaciones mundanas”70. De esta manera, podemos decir junto con Nagel, que gracias al uso de su razón, el hombre se ha convertido en la única creatura capaz de concentrarse en cosas que lo trascienden. Nagel concluye diciendo que nos debemos de identificar con la parte más elevada de nosotros mismos, i.e. la razón, en lugar de con el todo, i.e. una conjunción de las 65 Utilizo el término que le mismo Aristóteles usa para referirse a los animales. 66 Cfr., Aristóteles EN 1095 b 14-33, 1096 a 1-7 67 Ver Ibídem., pp. 10 68 Ibídem., pp. 11 69 Ibídem pp. 11 (al final) 70 Ídem 17 diversas actividades y funciones realizadas por el ser humano. Nos dice que las otras funciones, incluyendo el uso práctico de la razón misma, proveen un soporte para la forma más elevada de actividad, que, según Aristóteles es la contemplativa. Por otra parte nos dice: “uno podría simplemente negar que el ergon del hombre es único y argumentar que es una colección de funciones o actividades subordinadas sin orden de prioridad (...) [o podríamos] preservar la suposición de que el ergon humano es uno, pero ofreciendo una explicación diferente de su organización, de acuerdo con la cual el nivel superior de especificación de las capacidades humanas no es solamente intelectual, sino que implica tanto preocupaciones teóricas como prácticas”71. ******* Un segundo autor que explora la noción de eudemonia en Aristóteles es John MacDowell. McDowell (1980), comentando a Anthony Kenny, explica que la tesis aristotélica según la cual la eudemonia es el bien supremo, es decir, el fin de todo lo que hacemos, puede tener al menos dos interpretacionesdiferentes: una, que llamará tesis descriptiva o indicativa (indicative thesis), en donde se entiende a la eudemonia como si fuese aquel fin por el cual, de hecho, toda acción es llevada a cabo; y la otra, una tesis prescriptiva o necesaria (gerundive thesis) en donde la eudemonia es aquella por lo que toda acción debe ser llevada a cabo72. No obstante la reticencia que según McDowell el mismo Kenny tiene para atribuir cualquiera de las dos tesis anteriores a Aristóteles, puede decirse que la tesis descriptiva es la que Aristóteles parecería aceptar, pues él mismo en I.12.8 1102 a 2-3 nos dice que “(...) por causa de ella [de la felicidad73] hacemos todo lo demás (...) ”, por lo que McDowell sostiene que no parece haber nada que forme parte de una tesis prescriptiva (gerundive tesis) y que esta es la tónica general de todo el libro I. Ahora bien, en otra caracterización que Aristóteles ofrece del bien supremo o soberano en I.2.1 1094 a 18-22 nos dice: “Si existe un fin de nuestros actos querido por sí mismo, y los demás por él (...) es claro que este fin último será entonces no sólo el bien, sino el bien soberano”. Teniendo en cuenta lo anterior, McDowell dice que si la tesis indicativa acerca de un fin único de nuestras acciones es verdadera, entonces el fin único de quien su existencia se afirma es el bien supremo. Y es difícil resistirse a la impresión de que la eudemonia que es explicada en los capítulos posteriores del Libro I verifica el antecedente de ese condicional, primero, con base en el consenso general en I.4.2 1095a17-20 y luego en I.7.3- 8 1097a25-b21 con base en la satisfacción de dos condiciones, a saber el carácter final y la autosuficiencia de la eudemonia, las cuales, según argumenta Aristóteles, debe satisfacer el bien supremo o soberano. Si decimos que todas las personas persiguen un fin último único en todas sus acciones, entonces debemos preguntar qué significa esto, ya sea i) hay algún fin de la acción común a todas las personas, o ii) todos tienen su propio fin, pero uno que difiere del de su prójimo. A lo anterior podría responderse que Aristóteles considera que las dos interpretaciones anteriores son posibles, como también lo señala McDowell: “I.4.2-3 1095a17-28 indica que la respuesta de Aristóteles sería ‘ambas’”74. Ahora bien, cuál es la apropiada depende, según McDowell, del nivel de especificidad con el que los fines son 71 Ibídem., pp. 13 72 ver McDowell, pp. 359 73 entiéndase eudemonia 74 McDowell, Op. cit., pp. 360. La traducción es mía y en lo subsecuente todas las citas que realice de McDowell también lo serán. 18 formulados, pues las personas tienen concepciones diferentes de lo que la eudemonia representa en detalles que les resultan significativos, por lo que entonces ex hypothesi no podemos considerar que todos comparten ese mismo fin, por ejemplo, la felicidad o el fin último que persiga un taxista no será el mismo que persiga un director de Ópera. No obstante, McDowell escribe que es posible sostener una tesis del tipo de i) en virtud de la disponibilidad del término mismo de eudemonia como una especificación del fin común, esto es que no necesariamente el taxista y el director de Ópera, y en general todos los seres humanos, tienen que compartir el mismo fin pero en última instancia todos tendrán como fin común el buscar la satisfacción de sus propios fines. Según McDowell el mismo Aristóteles posee una visión específica acerca de qué tipo de vida constituye la eudemonia, aunque él no sostenga que todos se propongan llevar ese tipo de vida: “El mismo Aristóteles tiene una visión específica acerca de qué tipo de vida constituye la eudemonia. Él ciertamente no sostiene que todo el mundo tenga como objetivo llevar a cabo ese tipo de vida”75. Pero lo anterior no proporciona ningún argumento en contra de atribuirle una tesis como i), pues sería un error, como McDowell lo señala, pensar en un argumento de este tipo: “la eudemonia es de hecho tal y tal tipo de vida; existen personas que no tienen ese tipo de vida como su finalidad, por lo tanto existen personas que no tienen a la eudemonia como su finalidad”. McDowell concluye diciendo que, si es posible especificar qué es la eudemonia para que esto nos permita la unificación de fines de vida sustantivamente diferentes, habrá que preguntarse de qué tipo de unificación estamos hablando. Así, después de haber explicado brevemente en qué consisten dos de los conceptos capitales en la ética aristotélica como lo son la eudemonia y el ergon podemos decir que la ética aristotélica es una ética que se centra en el modo en que los agentes morales humanos han de actuar para tener una vida buena que como fin último y supremo persigue la felicidad, la cual para el hombre será el ejercicio de la actividad que le es propia, es decir la actividad racional. Desde este punto de vista, la considerabilidad moral abarcará únicamente a los seres humanos76 pues son ellos los únicos que poseen la capacidad de desarrollar dicha actividad racional, que según Aristóteles es la más alta de entre el resto de las actividades que el ser humano comparte con el resto de los animales. En este sentido, la definición aristotélica de felicidad se sostiene sobre la definición del hombre como ser racional, lo que en última instancia resultaría problemático pues no solamente restringe el dominio de la idea de hombre limitándolo justamente por esta caracterización de lo “racional” sino que por ende no incluye dentro de la considerabilidad moral a ningún otro ser integrante del mundo natural diferente de él. Si bien es cierto que Aristóteles reconocerá tres tipos de vida como parte integrante de lo que significa ser hombre (racional), admitiendo que comparte las dos primeras (la vida biológica y la vida sensible) con los animales, es cierto también que la vida racional será la que en última instancia tendrá capital importancia sobre las otras dos y no sólo distinguirá al ser humano del resto de los animales (e incluso de los humanos que no fueran considerados 75 Ídem 76 En este sentido estaremos hablando de seres humanos de cierto tipo, es decir de los seres humanos que posean dicha capacidad racional y que sean capaces de ejercerla. Así, los niños, los esclavos, los discapacitados, e incluso las mujeres no podrían entrar dentro de esta definición aristotélica de “ser humano racional” (Cfr. Aristóteles, Política Libro II) Por consiguiente, ni los animales, ni mucho menos cualquier otro integrante del mundo natural, podrá ser considerado moralmente dentro de esta concepción ética Aristotélica. 19 “racionales”) sino que lo hará superior. Podemos decir entonces que la ética aristotélica es antropocéntrica pues tiene como criterio principal de consideración moral a la actividad racional la cual es exclusiva del hombre. Desde una perspectiva ética aristotélica un animal, una planta o alguna entidad natural distinta de un ser humano no podrá ser objeto de consideración moral, pues aquella se basa en una idea específica de racionalidad que es exclusiva de cierto tipo de seres humanos, resultando así en una teoría ética de tipo antropocéntrico fuerte. No obstante, cabe señalar que para algunos autores sería posible rescatar algunos planteamientos aristotélicos para aplicarlos a problemas de ética ambiental sin caer en un antropocentrismo fuerte77. En la actualidad existen diversas teorías neoaristotélicas y otras que retoman conceptos de la propuesta teórica aristotélica en general que pueden catalogarse como antropocéntricas ampliadas o moderadas pues si bien retoman planteamientos aristotélicos que son parte de un planteamiento antropocéntrico fuerte, los utilizan para aplicarlos a entidades naturales no humanas, incluyendo a estas dentro de la esfera de consideración moral78; ejemplo de éstas es la ética de la virtud propuestapor P. Cafaro que más adelante expondré. La teoría ética aristotélica no incluye dentro de sus planteamientos a seres carentes de “razón” o que no pueden llevar cabo la actividad racional/contemplativa propia del hombre aristotélico de quien su bien supremo es justamente el ejercicio excelente de dicha capacidad. Por lo tanto, si queremos aplicar la teoría ética aristotélica a problemas éticos derivados de la problemática medio ambiental, nos enfrentaremos a las limitaciones que una teoría ética antropocéntrica fuerte nos ofrece y que tienen que ver principalmente con la no considerabilidad moral de seres diferentes a los humanos, que en el caso de la ética aristotélica además son racionales. I.2 UTILITARISMO. Sobra decir que el utilitarismo ha sido una de las teorías morales más representativas del siglo XIX y una de las que más ha influido en la construcción de la ética inglesa (y anglosajona en general) de prácticamente todo el siglo XX. Esta teoría moral ha perdurado hasta nuestros días, si bien no intacta en su formulación original, pues el utilitarismo hoy en día asume diversas modalidades, sí como cimiente en la construcción de teorías “neoutilitaristas”79. No obstante la variedad de versiones, todas ellas aceptan el principio de utilidad como central en su planteamiento aunque en diferentes acepciones, además de que por lo general, en su mayoría, asumen un utilitarismo de corte antropocentrista80. Como parte del análisis de las teorías del valor que se encuentran dentro de una concepción antropocéntrica de la moralidad, expondré qué es y en qué consiste el utilitarismo y cuáles son sus principales argumentos, para que de esta manera podamos 77 Cfr. Marcos Martínez, Alfredo, Ética ambiental, Universidad de Valladolid, 2001 78 Ídem 79 Por nombrar algunos de los filósofos considerados como “neoutilitaristas” más importantes y que resultan para nuestro estudio de especial interés por los temas que han trabajado relacionados con la ética ambiental, se encuentran Peter Singer y Tom Regan. 80 Si digo que en la mayoría de estos planteamientos se asume una postura antropocéntrica es porque no en todas las teorías de corte utilitarista el hombre es sujeto único de consideración moral. En algunos planteamientos neoutilitaristas, por ejemplo el de Peter Singer, los animales no humanos también son sujetos de consideración moral. 20 entender por qué, la mayoría de las veces, éste se inscribe dentro de dicha concepción. Dentro de la exposición antes mencionada, también explicaré lo que sus principales formuladores argumentaron al construir la teoría del “Principio de la mayor utilidad” o utilitarismo, es decir, veremos los argumentos utilitaristas de J. Bentham y J. S. Mill. No obstante, antes de empezar con la tarea anterior, es importante rastrear históricamente, aunque sea de manera breve, el concepto mismo del utilitarismo. Puede decirse que el primero que utilizó y definió el “principio de Utilidad” como tal fue Jeremy Bentham en su libro titulado An Introduction to the Principles of Morals and Legislation (1789); sin embargo, si somos atentos lectores, podemos darnos cuenta que Bentham retoma los planteamientos de Hume en lo que respecta a su concepción del dolor y del placer (conceptos fundamentales en la teoría utilitarista) y en la relación tan importante que estos guardan con la realización de acciones. Hume en el Libro segundo de su Tratado de la Naturaleza Humana (1740) nos dice que el placer y el dolor son impresiones originales o impresiones de la reflexión las cuales emergen en el espíritu sin ninguna percepción antecedente, siendo en este sentido originales puesto que son originadas por “la constitución del cuerpo, por los espíritus animales o por la impresión de los objetos sobre los órganos externos”81. Para Hume tanto el placer como el dolor corporales son el origen de varias pasiones, las cuales pueden ser directas o indirectas82. Hume nos dirá: “Si echamos una ojeada de conjunto a las pasiones, se presenta por sí misma la división en directas e indirectas. Entiendo por pasiones directas las que nacen inmediatamente del bien o el mal, del placer o el dolor; por indirectas las que proceden de estos mismos principios, pero mediante la combinación con otras cualidades”83 En la mayoría de la filosofía escrita hasta el tiempo de Hume, por ejemplo en la filosofía Aristotélica, la “lucha” pasión-razón había estado presente de manera importante sobre todo en la construcción de teorías éticas. En dicha disputa, la razón siempre había resultado vencedora, dándosele preferencia y estableciendo que los hombres virtuosos son los que se someten a sus mandatos. No obstante, en el pensamiento de Hume podemos encontrar que las pasiones cobran una enorme importancia frente a la razón, pues según él la razón es inerte para producir acciones y sólo las pasiones pueden mover a alguien a actuar, esto es, son precisamente las pasiones las que determinan a la voluntad: vemos que “la razón es y sólo puede ser la esclava de las pasiones y no puede pretender otro oficio mas que servirlas y obedecerlas”84. Según él, las acciones humanas sólo se producirán si existe un deseo y este deseo derive de la pasión, i.e. de la emoción de aversión o inclinación que pueda producirnos la esperanza de dolor o placer que un objeto pueda engendrar. Así, las acciones humanas no serán originadas por la razón. Como Hume nos dice: “es claro que cuando esperamos dolor o placer de un objeto, sentimos, en consecuencia de ello, una emoción de aversión o inclinación y somos llevados a evitar o a buscar lo que nos produce sufrimiento o placer”85. Esta esperanza de dolor o placer será de donde nacerá la aversión o inclinación hacia un objeto, o lo que es lo mismo, el impulso de la voluntad de realizar o no una acción en particular. 81 Hume, David, Tratado de la Naturaleza Humana, pp. 183 82 En este momento será suficiente simplemente señalar éstos dos tipos generales de pasiones, pues por no ser de nuestra competencia, al menos en este momento, no ahondaremos en la clasificación que Hume hace de las mismas. 83 Hume, Tratado de la Naturaleza Humana, pp. 184. 84 Ibídem, pp. 265 85 Ídem 21 El impulso que nos lleva a actuar no surge de la razón, sino que, como nos dirá Hume, sólo será “guiado por ella” pues las emociones de aversión o inclinación por un objeto se extenderán por sí mismas “(...) a las causas y los efectos de este objeto tal y como nos son indicadas por la razón y la experiencia”86. De esta manera la razón por sí sola nunca podrá producir una acción de la voluntad, i.e., la razón no tiene la capacidad de producir por sí sola una acción, o como diría Hume, de dar lugar a una volición: “la razón por sí sola no es capaz jamás de producir una acción o dar lugar a la volición, infiero que la misma facultad es incapaz de evitarla o de disputar sobre su preferencia con una pasión o emoción”87. Sabiendo lo anterior podremos entender por qué Hume nos dice lo siguiente: “El resorte capital o principio propulsor de las acciones del espíritu humano es el placer o el dolor, y cuando estas sensaciones se suprimen en nuestro pensamiento y en nuestro sentimiento somos en gran medida incapaces de pasión o acción y de deseo o volición”88. En este sentido, las acciones del espíritu de aproximarse a algo o de apartarse de algo son de los efectos inmediatos del placer y del dolor. Éstas acciones “(...) se hallan diversificadas en volición, deseo y aversión, pena y alegría, esperanza y temor”89, de acuerdo a cómo el placer y el dolor caractericen la situación en donde éstas se lleven a cabo. Vemos, por lo tanto, que en la concepción humeana de la moralidad, los sentimientos de dolor y de placer son capitales en la determinación, no sólo de la voluntad, sino de las diversas distinciones morales que
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