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la rama hacia el este - Cecilia Santillana Méndez

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Centro de Publicaciones / Universidad Nacional del Litoral 
La rama hacia el este 
1940 
Esta edición electrónica reproduce por escaneo la parte correspondiente a este poemario, 
de la monumental edición de las Obras Completas, realizada por el Departamento de 
Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, hoy lamentablemente muy difícil, 
sino imposible, de hallar. Se ha dejado el número de página original para referencia 
en citas. 
Puesto que la sección de notas está al final de la poesía editada y antes de la inédita 
y la prosa, no sigue la secuencia de números de página. 
Los poemas de Juanele exigen una cuidadosa disposición en la página, tipografía, 
interlineados, a veces sangrados, cuestiones en la que el autor era minucioso y 
exigente; vaya por tanto todo el mérito que corresponde a esa gran obra que fue 
la edición de la UNL. 
Índice 
(se indica el número de página del papel, 
seguido del número de página en el pdf) 
En la noche un ruido de agua... 257 5) 
Cielos de Abril... 258 6) 
Es apenas Agosto... 259 7) 
Jornada 260 8) 
Septiembre 262 10) 
En el celeste... 264 12) 
No es tu luz, Octubre... 266 14) 
Luna deshojada en el viento... 267 15) 
Marzo 269 17) 
Sobre el sitio baldío... 271 19) 
Para que los hombres... 272 20) 
Sentado entre vosotros... 273 21) 
¡Oh! la fragancia... 274 22) 
Invierno 276 24) 
Sí, el nocturno en pleno día 277 25) 
Octubre, ya pesado de hojas... 279 27) 
Ante la casa en que se ha vivido 280 28) 
Sí, la lucha de las fuerzas oscuras... 281 29) 
Luego de las poesías se encuentran las notas de la edición 
En el aura del sauce La rama hacia el este 257 
En la noche un ruido de agua... 
En la noche un ruido de agua. 
¿Ruido? Escuchad el canto. 
El agua choca contra el sauce caído 
y deshace bajo la luna toda su red melódica: 
canta un triunfo sereno e iluminado, 
sola, toda la noche, sola, 
por entre el follaje abatido. 
¿Canta un triunfo o es la queja 
agreste por la gracia vencida 
que en ella se miraba o temblaba en el día? 10 
Ah, es triunfo y es queja pero por momentos 
cobra tal serenidad que ya no tiene de nuestros sentimientos, 
y es un canto de pájaro nocturno 
que sale del río para encantar la soledad 
hasta que ésta al este palidece y se franja... 
Juan L. Ortiz Obra Completa 258 
Cielos de Abril... 
Ah, como una música os desplegáis, 
o sonreís, o cambiáis, o morís entre la lejanía de los vapores bajos. 
Cielos, sois una música. No sois todavía el pensamiento 
ni la alta serenidad. 
Cambiáis en movimientos de una armonía encantadora, 
aunque son los acordes suaves los que más os gustan: 
matices de celeste, cómo cantan o suspiran, 
o se doblan ahondados en la minuciosa mirada del agua. 
Cielos, sois una música, y no estaba atento a vuestra llegada, 
pero os hicisteis oír como en la sombra angustiada de la noche 10 
en la angustia esperanzada del día que ha de alzarse en vuelo seguro detrás del bosque, 
se oye un canto que se afirma y llena de pronto toda la sombra. 
Pero, no! Vuestra música llena la misma luz con su dulzura ondulante, 
la luz viva y real, llena de milagros y de luchas, 
de misterios apasionados, 
que componen también una sinfonía, 
nuestra sinfonía, llena de nobleza y de dignidad, 
porque se abre sobre la riqueza ilimitada de la creación humana, 
sobre el rico jardín de los destinos futuros, 
libres al fin o fieles a su ritmo, 20 
a su íntima medida, musical y sagrada. 
En el aura del sauce La rama hacia el este 259 
Es apenas Agosto... 
Es apenas Agosto. 
15 de Agosto. 
Pero ya el día es 
de pájaros. 
Todo no es aún pájaros, no. 
Es apenas una tímida 
cristalería 
que abre la mañana 
entre las ramas moradas, 
y las nieblas ya dulces. 10 
No se sabe ubicarla. 
Tiembla no se sabe dónde. 
Espíritu musical, 
¡qué delicadamente transparente! 
que sale de la tierra, 
y flota, y sube, 
sin fijarse aún 
como el ensayo de una melodía. 
Espíritu musical 
de la tierra que aún sueña! 20 
Sueño, anhelo 
de la tierra 
pronta a abrir 
sus párpados verdes. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 260 
Jornada 
El sol sobre la helada. 
Diamante que pronto se va a vaporizar 
en separados hálitos azules. ¿En el río? 
Me iría al río, a la orilla del río, al sol de la orilla. 
Pero un cuarto helado me espera. Celda con gentes extrañas. 
El mediodía es dulce con el sol. 
Sol del jardín tan suave hasta las 3, 
pero con los fantasmas ensangrentados de los pueblos, que se levantan de los diarios. 
El regreso al crepúsculo. El aire rosado 
quiere tener una dulzura. 10 
Es delicado entre las ramas secas 
como entre un encaje morado, 
y se abisma en el río, extasiado, 
hasta una hondura pálida de casi más allá. 
Lejanías ya frías 
entre los sauces. 
Quiere tener una dulzura. 
Apaga sus tenues alardes 
y es casi ya un nimbo tras el occidente del pueblo. 
Podría yo casi sonreír como sonreía antes 20 
a este celeste adiós de cristal amarillo. 
¿Podría? 
La calle tiene una paz espectral, con mujeres silenciosas, con niños silenciosos. 
Antes hubiera sonreído a esta elegía. 
¿No es noble aquel árbol oscuro, 
En el aura del sauce La rama hacia el este 261 
y aquella pared que se apaga, no es acaso noble? 
¿Y este silencio y casi esta soledad? 
Pero la sombra sale de la tierra, 
una sombra cruel para los que no tienen fuego, 
para los que no tienen calor porque no han trabajado. 30 
Para tantos frágiles cuerpos, o maduros, o envejecidos, ay! maduros cuerpos. 
¿Cuerpos sólo? 
Para las llamas tímidas de sus almas, 
para sus almas perdidas o larvadas. 
La sombra fría que sube para mis hermanos. 
La noche desvelada junto a las ramillas carbonizadas. 
Esta sombra que sube ahoga pronto 
los finos y fríos espíritus del cielo, 
los gestos desnudos o hieráticos de las cosas, 
el pensamiento grave y casi metafísico de las cosas últimas. 40 
Tantas almas perdidas y tantos cuerpos sufrientes, 
con tanta preciosa fuerza ignorada! 
La sombra fría que sube sobre el arrabal, 
que invade las casas ¿las casas? y tanta criatura inocente, oh, hombres. 
No amaré más el arrabal, con árboles y con calles verdes, como le amaba antes. 
Su silencio está lleno del silencio terrible de las almas ignoradas y de los cuerpos sufrientes. 
Salud! ciudades radiosas y fraternales del mañana! 
Juan L. Ortiz Obra Completa 262 
Septiembre 
¡Qué aparición de gracias! 
La tierra toda se nevó de gracias 
con un olvido, 
con una indiferencia, 
puros, como de música, extraños o celestes. 
La tierra toda se nevó de gracias 
en un milagro delicado 
que sorprendió 
a la tierna, primer mirada, de la mañana. 
Las ramas con luz propia, blanca y rosa! 10 
La tierra no se estremece con el dolor de los hombres, 
y con gesto alado 
Septiembre 
nieva, nieva sobre los árboles. 
La dicha de la tierra 
prende 
a las sensibles ramas 
alusiones de rosa y blanco, ah, tan puras, 
como si las nubes del alba se hubiesen puntillado 
y flotaran sobre las quintas y los jardines. 20 
Pero, no. 
La tierra tiene el cielo dentro. 
Ved la revelación de ese cielo accesible. 
Cómo emociona, ah, su gentileza rítmica 
En el aura del sauce La rama hacia el este 263 
entre el drama de vuestro nacimiento, oh hombres, 
pero ya os bañaréis en él entre las colinas plantadas, 
entre las llanuras y las faldas en que aparecerá mañana para todos 
como la misma imagen adorable de la total comunión. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 264 
En el celeste... 
En el celeste 
nocturno 
del este 
tres árboles. 
Tres reflejos 
ligeros. 
Pero las orillas 
están sonoras. 
Septiembre. 
Las orillas sonoras: 10 
canto perdido 
del chingolo, 
grillos, grillos. 
Sin embargo, 
el azul 
de la noche tierna 
en el río 
con esos dobles pálidos de sauce, 
y esa luz sola en la ya tenue orilla, 
hecha un temblor dorado 20 
—cómo, no era 
que las ramas profundas se fijaban...? 
Ese azul gris, 
ese celeste, 
En el aura del sauce La rama hacia el este 265 
infinito, infinito, 
sobrela isla. 
Es esta vaga música 
que se va estrellando 
la más penetrante. 
Perdón, Septiembre. 30 
De la otra ardiente 
de tus orillas 
la casi secreta 
intervención 
de algún grillo 
y del chingolo. 
Pero no el coro, 
perdón! 
Sé que fermenta 
tu dulzura. 40 
Pero tu noche, ah, tu noche 
con su primer matiz 
en el agua 
y entre las ramas 
y sobre la isla, es toda 
de melodía íntima, a pesar 
de las pocas estrellas o con éstas 
como frases inevitables. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 266 
No es tu luz, Octubre. 
Ni son los pájaros y las flores. 
Ni tampoco es el verde nuevo, no. 
Es el silencio del canto. 
Un silencio que casi nos angustia de tan puro 
y nos hunde 
en vértigos delicados 
hasta las presencias secretas 
o las fisonomías adorables e indecisas 
de una dicha que sube y las excede. 
Es tu silencio, Octubre, el que yo amo. 
¿De dónde surgieron 
mi niñez 
y mi adolescencia? 
Sí, es también tu luz en la tarde quieta. 
Silencio iluminado y transparente 
con los vagos rostros 
recuperados 
de un niño extraviado 
y de un adolescente a la ventana. 
No es tu luz, Octubre... 
10 
20 
En el aura del sauce La rama hacia el este 267 
Luna deshojada en el viento... 
Luna deshojada en el viento de la medianoche 
que ha apagado el río 
y da a aquellos árboles 
cercanos de la isla 
una forma huyente 
casi desesperada 
hacia el sur. 
Gráciles mujeres con sus agitadas vestiduras de ceniza, 
hacia dónde? 
sobre el flotante y casi inquieto 10 
infinito que se corona allá abajo de estrellas. 
La noche, sin embargo, da una ligera paz al corazón. 
La noche se busca más allá de sí misma en el viento que la deshoja, 
sin detenerse demasiado en el repentino camino de lirios 
que la luna reintegrada hace brotar un momento en el agua. 
Seguir la noche sentado en la barranca, 
una ligera paz en el corazón... 
Pero la noche se busca más allá de sí misma, amigos, 
y aquellas huyentes criaturas que no alcanzarán las estrellas... 
Pero hay otras criaturas que huyen esta noche bajo el fuego de los hombres 20 
porque los suyos defienden las formas inmediatas y sencillas 
de su acuerdo con el universo: su paisaje y su casa, 
con todo lo que surgiera de su inocente y honda amistad con éstos, 
destacándose o disolviéndose en su sangre cantante; 
porque ellos defienden las formas de su alma, oh estetas, 
Juan L. Ortiz Obra Completa 268 
o la eternidad viva de su alma, oh poetas amantes de una eternidad rígida, 
muerte mezquina que os impusieran a vuestros sueños que creíais soberanos. 
Las criaturas que huyen bajo el fuego de los hombres, 
esta noche, esta misma noche, en que el viento aquí deshoja la luna 
y agita hacia el sur fantasmas grises sobre un infinito palpitante! 30 
Esta noche, esta misma noche aquí deshecha en una búsqueda angustiada! 
Esta noche, esta misma noche, con transversal y efímero florecimiento de luna líquida. 
Esta noche, esta misma noche, las criaturas que huyen bajo alas de espanto, 
mientras los suyos entre la tormenta 
de hierro, bien derechos, bien derechos se yerguen sobre las cimas del ser. 
En el aura del sauce La rama hacia el este 269 
Marzo 
En el más transparente sueño de pureza 
vacila el arrabal. ¿Vacila o se extasía? 
Gracia azul o celeste, etérea, hecha con 
los más ligeros fluidos del pensamiento o del 
anhelo de la tierra en su más delicado 
límite. Oh, primera, infinita mañana! 
Paisaje de una infancia que no hemos tenido, 
o sueño de paisaje que se fija en el último 
duermevela, en la musical aspiración 
de la angustia nocturna, en la sed de equilibrio 10 
casi celeste que sufre nuestro caos, 
cuando el grillo y la estrella sus latidos acuerdan. 
Vapores del atardecer en la serenidad 
pensativa de una perfección que se quema 
como las rosas próximas. Humos de qué infinita 
joya que ardió con fuego sereno, casi íntimo? 
Juan L Ortiz 
Marzo, rocío, rocío, Marzo puro. 
Cielo, Marzo, de infancia o de juventud tímida 
en la mañana o pálido como frente febril 
cuando la tarde flota en una luz de flores 
lo mismo que en un templo. Rocío, Marzo puro, 
sobre un mundo con mujeres y con niños 
ametrallados, con criaturas ajenas 
a la dicha primera, toda húmeda y radiosa! 
En el aura del sauce La rama hacia el este 271 
Sobre el sitio baldío... 
Sobre el sitio baldío, 
verde, 
el cielo de las cinco, 
plateado en una extática dulzura. 
Mujeres pasan 
en la luz blanca. 
¿Blanca la luz? 
Una melodía profunda, 
abierta y concentrada 
delicadamente, a la vez, 10 
hecha de pastos iluminados, 
de puras nubes quietas, 
de figuras rítmicas. 
Mujeres cruzan el silencio argentino 
sobre un tapiz por un momento mágico. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 272 
Para que los hombres... 
Para que los hombres no tengan vergüenza de la belleza de las flores, 
para que las cosas sean ellas mismas: formas sensibles o profundas 
de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo 
por penetrar el mundo, 
con el semblante emocionado y pasajero de nuestros sueños, 
o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro pensamiento, 
para que podamos mirar y tocar sin pudor 
las flores, sí, todas las flores, 
y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada, 
para que las cosas no sean mercancías, 10 
y se abra como una flor toda la nobleza del hombre: 
iremos todos hasta nuestro extremo límite, 
nos perderemos en la hora del don con la sonrisa 
anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra. 
En el aura del sauce La rama hacia el este 273 
Sentado entre vosotros... 
Sentado entre vosotros, compañeros sencillos y simples, 
pero fervientes de un amor que ahora se nombra con una palabra viril, 
miro el otoño palidecer tras de la enredadera. 
Me distraigo de vuestro juicio tan flexible y claro, 
de vuestro sentimiento tan vivo de la realidad que queréis enternecer, 
hacia el crepúsculo quieto, asombrosamente quieto entre las hojas 
como un éxtasis febril que dorara el mundo maravillado. 
Perdón! Quisiera mirar la calle en este momento, 
y el cielo, y las casas, y las figuras lentas y claras 
transfiguradas en el adiós largo y amarillo... 10 
Y el río, y los últimos vuelos en el vacío infinito, 
en el vacío infinito que ya empieza a absorbernos en el límite de las tardes, 
como una pausa profunda, casi vertiginosa, de un pensamiento musical, 
o de una música final que nos sumerge y en que, débiles hojas, flotamos... 
Juan L. Ortiz Obra Completa 274 
Oh! la fragancia... 
Oh, la fragancia 
de los viejos jardines 
nocturnos 
en los barrios sin luz, 
en que el tiempo se ha como fijado! 
¿Es la respiración 
tenue 
de un pasado 
entre sentimental y voluptuoso? 
Flores, plantas de antes, 10 
humedad agridulce. 
Niñez. 
Adolescencia. 
Mujeres, flores girando? 
Adolescencia 
en el vértigo suave 
del perfume, 
en el infinito del perfume 
llorando. 
Jardines viejos en la sombra llena 20 
de adorables fantasmas 
bajo las estrellas del otoño. 
Jardines profundos, 
jardines casi agrestes ya, 
En el aura del sauce La rama hacia el este 275 
casi perdidos. 
Tiempo 
de lejanía 
como con una palidez 
de diamela 
medio ahogada en la noche. 30 
Tiempo de flores blancas 
que aún respira, 
con qué frágil respiración, 
en el rocío. 
Y yo iba hacia vosotros, camaradas, 
alertas en la noche, en la noche de los pueblos y en la noche del mundo, 
hacia los menores 
signos transparentes 
del amanecer 
sobre los despojos 40 
encantadores 
u odiosos. 
Y yo iba hacia vosotros en la noche 
sensible de jardines, 
viejos, viejos. 
Hacia vosotros, sí, 
vueltos, todos vueltos hacia la luz primera de los jardines comunes, 
hecha de la sustancia de nuestro amor seguro. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 276 
Invierno 
Ámbar frío del cielo, 
soledad de la plaza, 
casas frías y oscuras, 
soledad. 
El cielo, sólo, pálido, 
con un infinito anhelo 
de belleza, 
que no llega a encenderse, 
en una transparente 
desesperación, 10sobre el pueblo desierto 
en el crepúsculo rápido. 
Invierno. Soledad. La noche fría 
sobre los otros, 
sobre los sin fuego 
y sin pan. 
La soledad nuestra sufre con el cielo desangrado y vacío, 
con la agonía amarilla, 
—ángel de los anocheceres, herido por la muerte del cielo, 
perdido en el vago horror de la sombra que sube 20 
fría y desamparada— 
¿Pero la noche sólida, 
cárcel de hielo negro para mis hermanos desnudos, para nuestros hermanos desnudos? 
En el aura del sauce La rama hacia el este 277 
Sí, el nocturno en pleno día 
Sí, el "nocturno en pleno día". Qué reposante 
la sombra, el baño de la sombra. 
Algunos brillos, algunas florescencias. Y, ah, 
reencontrar el centro de relación. Delicias 
de las flores submarinas, frágiles delicias. 
La noche íntima está llena del mundo. En la primera 
capa del reposo, sólo. Acaso en la segunda. 
La fatiga de la luz y del ruido, sonríe, sí, al silencio iluminado 
apenas, muy apenas de un pálido cielo abisal. 
Silencio, silencio, sombra y silencio reposantes y ah, indispensables. 10 
El nocturno delicado para oír nuestro silencio y el silencio del mundo, 
curvados sobre la sombra opaca, sin reflejos mezquinos o complacientes. 
Nuestro silencio y el silencio del mundo, tan musicales, ah, tan musicales, 
en sus primeras zonas. Porque en cuanto descendemos más nos sorprende el grito de la vida. 
La vida grita, hermanos, en lo profundo del mundo y de nosotros mismos. 
La vida herida grita y es inútil nuestro intento de eludir el grito 
en el adorable y reposante refugio de nuestra soledad o de nuestra comunión con las criaturas 
[ secretas del mundo. 
Ah, cómo quisiéramos encontrar la paz absoluta de la sombra o de la armonía total 
cuando bajamos hacia nuestro silencio en el día o en la noche! 
Por unos minutos sólo, aunque fuera por unos minutos, ver alzarse una tenue constelación de las 
[ profundidades últimas. 20 
Subiríamos con una sonrisa más segura, hermanos, para los deberes del amor. 
No el vértigo de la sombra, no, sino el canto de la sombra. 
Ah, cómo quisiéramos en el silencio de nuestro paisaje ver sólo los juegos de la luz y del agua. 
Una impalpable presencia, casi una música, sobre las colinas olvidadas. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 26 
Cómo quisiéramos que el canto nuestro fuera el del pájaro, el del arroyo, acaso el del grillo en el alba: 
una perdida aspiración hacia una dicha que casi no es de este mundo o el cristal de esa dicha ubicuo 
[ como el cielo. 
Cómo quisiéramos, sí, contar con una breve seguridad en la noche de nosotros mismos o en la 
[ armonía de las cosas. 
Fuera agradable, verdad, hermanos míos? estrechar el universo en el límite del ser, en el último 
[ límite tembloroso del ser. 
Pero la vida, el mundo, nos han penetrado tanto que en nuestras profundidades sólo hay sangre 
[y gritos. 
Nuestro silencio último está lleno de llantos y de desgarramientos. 
El paisaje manchado de injusticia y de desolación. 
En la sonrisa de las lomas criaturas amarillas con su pregunta terrible de animales acosados. 
Y en el polvo de los caminos la inseguridad de pies llagados, y junto a los alambrados el desamparo 
[ ante la noche. 
Ah, nuestro querido Supervielle, nuestro nocturno, nuestro delicado "nocturno en pleno día" gime 
[ con el dolor del mundo. 
Pero, pero, 
más allá de la sangre y de las lágrimas, más allá de la muerte y del espanto, el día como una nave 
con su carga preciosa para las soledades ya seguras frente al canto de la sombra, 
y menos indefensas ante el vértigo de la sombra. 
En el aura del sauce La rama hacia el este 279 
Octubre, ya pesado de hojas... 
Octubre ya pesado de hojas, en la tarde, 
hacia el filo de una dulzura aún inquieta, 
se evade hacia arriba y se fija un momento en un pálido jardín. 
Sonrisa celeste, quizás última, de Octubre ya con fuertes raíces. 
Alado, Octubre, libre un instante sobre su dicha demasiado verde, 
nos mira desde su cielo ligero e iluminado 
como en un equilibrio misterioso que es ya casi del sueño, 
triunfante de sí mismo, tenue llama doblada hacia la sombra, 
a cuyo resplandor nuestra inquietud se serena en una gracia eterna, 
triste por fugitiva? 
Juan L. Ortiz Obra Completa 280 
Ante la casa en que se ha vivido 
Solas las flores en el sol y en el viento. 
Solas. 
¿Sienten ellas la ausencia del homenaje tímido? 
En el polvo y en el sol se agitan entre el vuelo de algunas hojas secas. 
No era el homenaje sólo: 
vegetal casi yo estaba en cada íntimo estremecimiento 
de tanto silencio vivo e iluminado que cantaba o se exhalaba o se descomponía en bisbíseos nocturnos. 
Las adorables criaturas tiemblan ahora 
en una luz cruel sin conciencia, 
como perdidas en un tiempo que no es el habitual. 10 
Ah, infundir en las cosas, en los paisajes y en los jardines, la medida de nuestro amor 
para salvarlos de la eternidad o de la fugacidad en que parecen vacilar sin ella. 
¿Pero no es el miedo al ángel o un abuso o una pretensión? 
En el aura del sauce La rama hacia el este 281 
Sí, la lucha de las fuerzas oscuras... 
Sí, la lucha de las fuerzas oscuras entre sí, 
y estas fuerzas oscuras pugnando por unirse contra la estrella, sí, contra la estrella. 
Bajo los cielos lejanos prontos para el gran drama, 
en los paisajes lejanos prontos a desgarrarse bajo el metal de los apetitos, 
o asistir a la vana coalición del oro pérfido contra la estrella ya común en el equilibrio del cielo: 
el destino de todos, la figura indecisa de nuestra futura relación o de nuestra alma integrada. 
Pero Marzo de pensamientos y de pálidas nieblas viene, vino ya. 
(Perdón por esta debilidad mía por Marzo, poetas amigos y sencillos compañeros). 
Como una ligera concentración se apagó el cielo de pronto 
para encenderse en las 10 
últimas rosas de la fiebre íntima 
que un insensible viento, un viento casi hecho de silencio se apresura a deshojar, 
y luego sube, azul, en los primeros vahos de perla, sobre la orilla del anochecer. 
Marzo de pensamientos y de nieblas vino ya. 
Yo sé que este paisaje no es tan sólo un silencio celeste o un silencio dorado 
con las figuras perfectas de un recuerdo. Yo sé 
de otras criaturas arrancadas a las cosas y empujadas cruelmente a los caminos 
de la mañana ingrávida o la tarde infinita 
hasta hacernos desaparecer la mañana o la tarde bajo una angustia ambulante. 
¿Podemos ser descorteses, sin embargo, con el mundo de Marzo, 20 
por pensativo y frágil, ah, tan nuestro, a pesar de la pureza imposible de sus rasgos, 
y de la final melancolía de sus imágenes? 
Densidad de las cosas pero con una ligereza y una gentileza tales 
que como nunca las sentimos en nosotros, 
Juan L. Ortiz Obra Completa 282 
o como nunca, cosas, nosotros vacilamos en un gran esplendor húmedo o abierto. 
Es el momento adorable de una amistad delicada y triste con el mundo. 
Luchamos por afirmar esta amistad profunda para todos. 
¿Por qué aún en la lucha de las sombras entre sí o de las sombras unidas contra la estrella, 
en la humana angustia de nuestras colinas puras y otoñales, 
hemos de despreciar el gesto envolvente o musical de la común dicha indefensa frente al sueño 
[ o la muerte, 30 
el gesto amigo y triste de las cosas que respiran con nuestro mismo sueño, 
con el sueño en que todos, criaturas salidas de la noche y asidas de la mano, podrán entrar mañana? 
En el aura del sauce Notas 889 
La rama hacia el este 
El 15 de agosto de 1940 Luis Emilio Soto 
publica, en Argentina Libre, un artículo titula-
do "En sus poemas J. Ortiz dramatiza el paisa-
je", donde sostiene que el paisaje en Ortiz, 
esfumado hasta entonces en un "vaho de liris-
mo", gana, a partir de La rama hacia el este, en 
la medida que "lo humaniza y, especialmente, 
lo dramatiza". 
En la lectura de Soto es interesante señalar, en 
primer lugar, la idea de seguir el crecimiento 
de la poesía de Ortiz, idea presente también 
en un trabajo de Pisarello de 1942 y, mucho 
después, en Veiravé (en su "EstudioPrelimi-
nar...", de 1965, hablará, estando todavía la 
mitad de la obra inédita, de una "pirámide de 
crecimiento" cuyo vértice sería el primer li-
bro). 
Si bien es cierto que el tema social, sobre todo 
el tema de la Segunda Guerra Mundial, ad-
quiere una presencia significativa en el libro, 
Soto lo pone en relación con el paisaje. Una 
relación cuyo eje es la mirada: 
Abundan pues, en La rama hacia el este alusio-
nes a un mundo de hombres y de cosas que el 
poeta no tiene delante de su mirada, pero cuya 
presencia interior le hace descubrir relaciones 
sutiles. El pueblo, la calle y el rio abren rutas 
imaginarias que el sentimiento y la fantasía de 
Ortiz proyectan en otros planos no menos reales. 
En sus libros anteriores, el paisaje se desplegaba 
en presencia de un poeta contemplativo, sensible 
a la pura y gozosa representación de los objetos. 
Ahora el sentimiento poético se enriquece en 
perspectiva y profundidad. 
Es evidente la relación particular que se esta-
blece, desde El agua y la noche, entre la posi-
ción del poeta y el objeto mirado. Basta ver la 
abundancia de demostrativos: "[Qué bien es-
toy aqufl", "¡Oh, vivir aqufí","Aquí estoy a tu 
lado", "Mi hijo se duerme aquí", "esta mañana 
tengo","este día de verano","este mediodía de 
primavera". Una relación que nunca deja de 
ser "dramática". El paisaje no se despliega 
delante del poeta que, en el momento de escri-
bir el poema, lo está contemplando, sino más 
bien los "aquí" y "ahora" organizan, en el poe-
ma, una puesta en escena. Lo que en La rama 
hacia el este se acentúa, y que es advertido por 
Soto, es un juego donde un contraste más 
agudo entre el "aquí" y el "allá" brinda mayor 
dramatismo a la escena. Este mismo recurso 
puede encontrarse, por ejemplo, en poemas 
del último libro, La orilla que se abisma, como 
"Ah, miras al presente". Piccoli y Retamoso, en 
su trabajo de Capítulo, analizan este juego 
entre aquí/ allá/ allí, en otro poema de La 
orilla que se abisma, el poema "Oh, allá mira-
rías...": 
El poema se abre, se despliega, y se cierra sobre 
los ejes de la deixis, en un movimiento triádico 
de oposición o, si se quiere, determinación suce-
siva constituido por el conjunto de los significan-
tes ALLÁ / ALLÍ / AQUÍ. Desde la apertura misma 
Juan L. Ortiz Obra Completa 890 
("Oh, allá mirarías..."), el sujeto de la enuncia-
ción, merced al deíctico, se "sitúa", es decir, se 
emplaza "escénicamente" para significar un es-
pacio representado. Esta significación o repre-
sentación, empero, la concretará fundamental-
mente [...] señalando. 
En el poema "Jornada" esta relación aquí/allá 
varía a lo largo del poema: en un primer mo-
mento, en la oficina (aquí) son "los fantasmas 
ensangrentados de los pueblos, que se levan-
tan de los diarios" ( allá); luego, con el regreso, 
en el crepúsculo (aquí), el aire rosado se abis-
ma en el río "hasta una hondura pálida de casi 
más allá"; y finalmente el aquí se diluye, es una 
"sombra fría que sube sobre el arrabal". Pese 
a esta variación, la distancia entre el aquí y el 
allá no puede recomponerse. La mirada se 
posa sobre objetos precisos, un árbol, una 
pared, pero se trata de "aquel árbol oscuro" o 
de "aquella pared que se apaga". El arrabal 
mismo es un barrio impreciso y, en este senti-
do, es pertinente la reflexión de Veiravé res-
pecto a la aparición, en La rama hacia el este, 
de la palabra arrabal: 
En una ciudad pequeña como Gualeguay, la pa-
labra "arrabal" no tiene significación local. Más 
preciso es Ortiz cuando designa en otro poema 
de este libro a "los barrios sin luz". Entre estas 
dos versiones de "los barrios apartados" o "los 
barrios sin luz", existe una razón más profunda 
que unlversaliza el paisaje entrerriano en los 
"arrabales"... 
Jornada 
Es la primera y única vez que aparece una 
mención al trabajo en el Registro Civil de Gua-
leguay que Ortiz desempeña desde 1915. "En 
grandes libros anotaba esos acontecimientos 
que corresponden o conciernen a todos los 
hombres: los nacimientos, las nupcias y las 
muertes, que es como decir lo más privado y 
al mismo tiempo lo más universal", escribió 
Mastronardi en Memorias de un provinciano. 
Pero este trabajo carecía de significación para 
Ortiz. En un reportaje que se le hizo en 1971 
confesó: "aquel trabajo de oficina nunca me 
perturbó, me limpiaba las sandalias cuando 
volvía a casa". 
Más adelante, en el poema "Gualeguay", no 
hace ninguna mención a la oficina cuando 
vuelve sobre estos años, al final de la estancia 
en la ciudad, en que vivía en la "casa en el 
barrio": 
v.398 Y fue otra casa en el barrio, honda, ella, 
[ con los dones del año: 
en todas las dulces hijas del jardín y del 
[ huerto amadas por la luz. 
A diferencia del poema "Gualeguay", en el 
poema "Jornada" la visión del barrio (arrabal) 
no es precisamente luminosa; se alinea, más 
bien, junto al trabajo como cárcel, y junto a la 
guerra, del lado de la sombra. 
En la edición Vigil hay una variante respecto 
al libro: se ha sacado un verso entre los versos 
45 y 46: 
No amaré más el arrabal, con árboles y con 
[ calles verdes, como le amaba antes. 
En su silencio no podré escuchar las voces 
[ simples y profundas. 
Su silencio está lleno del silencio terrible de las 
[ almas ignoradas y de los 
[ cuerpos sufrientes. 
Con la palabra arrabal, cuya aparición y cuyo 
uso es destacado por Veiravé, sucede un pro-
ceso inverso al mencionado en las notas al 
poema "Rama de sauce" del Protosauce, res-
pecto del neologismo celistia. La palabra arra-
bal aparece por primera vez en este libro, 
vuelve a aparecer en los libros El álamo y el 
viento. La mano infinita y en La brisa profun-
da, y luego desaparece definitivamente. Es 
una palabra expulsada del "idioma" Ortiz. 
Septiembre 
En "Gualeguay y su paisaje" (ver Los amigui-
tos), Ortiz cita unas líneas de Rilke a propósito 
de Worpswede: 
Vivimos bajo el signo de la llanura y del cielo. 
Estas son dos palabras pero comprenden en rea-
lidad una experiencia (Erlebnis) única: la llanura. 
En el aura del sauce Notas 891 
La llanura es el sentimiento que nos engrandece. 
Ortiz relaciona a la ciudad de Gualeguay con 
la llanura predéltica en cuyos márgenes se 
sitúa. En la llanura el cielo lo penetra todo en 
"una suave tensión entre algo que parece irse 
y algo que se ensimisma". En cambio en el 
paisaje de colinas que comienza hacia el este 
y el norte se establece una relación de juego 
(también de "encantamiento") entre la tierra y 
la luz, como se dice en "Primavera de las 
colinas" (Los amiguitos). 
Es la primera vez que aparece la palabra colina 
en la poesía de Ortiz (v.26). Y en este mismo 
libro vuelve a aparecer en los poemas "Sí, el 
nocturno en pleno día" (v.24) y "Sí, la lucha de 
las fuerzas oscuras" (v.29). 
Puede pensarse que, así como la poesía se ha 
ido abriendo hacia el dolor de la guerra y hacia 
las "criaturas empujadas cruelmente a los ca-
minos" ("Sí, la lucha de las fuerzas oscuras", 
v.17), también se abre a un territorio mayor. 
Hasta ahora los objetos de la poesía habían 
sido, exclusivamente, el pueblo, el río, el árbol, 
la calle, el cielo, las islas. 
Luna deshojada en el viento... 
Tanto en el libro como en la edición Vigil, los 
v.25/6 figuran de la siguiente manera: 
porque ellos defienden las formas de su alma, o 
[ estetas, 
o la eternidad viva de su alma, o poetas amantes 
[ de una eternidad rígida 
Considerándolo una errata, corregimos como 
interjecciones ("oh") las conjunciones disyun-
tivas señaladas. 
Sentado entre vosotros... 
Hay una variante con el libro: 
v.4 Me distraigo de vuestro juicio, tan recto y 
[ claro 
que en el mismo libro está tachado y corregido 
a mano: "flexible". 
Oh! la fragancia... 
Hay una diferencia de puntuación entre el 
título y el primer verso que se da tanto en el 
libro como en la edición Vigil. 
Sí, el nocturno en pleno día 
Aparecen versos largos (de más de veinte 
sílabas como en el v.34), y en la mayoría de los 
casos la extensión de estos versos coincide 
con la extensiónde la oración. 
Octubre, ya pesado de hojas... 
Se da el mismo caso que en el poema "Oh! la 
fragancia...". 
Ante la casa en que se ha vivido 
Ver, con referencia al tema de "la casa", las 
notas al poema "La casa de los pájaros" de El 
álamo y el viento. 
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Santa Fe, Argentina, 19%. 
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