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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE HISTORIA LA GUARDIA NACIONAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO DURANTE LA GUERRA ENTRE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS, 1846-1848 TESIS QUE PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADO EN HISTORIA PRESENTA OMAR URBINA PINEDA ASESOR DR. BERNARDO IBARROLA CIUDAD DE MÉXICO 2014 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 A la Universidad Nacional Autónoma de México Por dar forma a lo que fui, soy y seré 3 Agradecimientos Primero que nada quiero agradecer a nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México. En 2005 tuve el privilegio, honor y orgullo de haber sido acogido en sus brazos —en el Colegio de Ciencias y Humanidades Naucalpan— y desde ese entonces todas sus enseñanzas me han formado como ser humano. Mi gratitud a la Universidad es infinita y espero honrar su nombre al ejercer mi actividad profesional. También quiero agradecer a mis profesores. Al pofr. Carlos Cruzado quien me mostró por primera vez la forma de hacer historia y me impulsó a tomar la mejor decisión de toda mi vida: estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras. A la Dra. Josefina Mac Gregor, el Dr. Martín Ríos Saloma —me disculpo por haber abandonado las filas del medievalismo—, y al Dr. Pedro Salmerón, quienes me dotaron de las herramientas necesarias para ejercer el oficio del historiador. Siempre me han brindado su ayuda —tanto personal como académica— y han sido fundamentales en todas las etapas de mi formación universitaria. Luis González y González mencionó en alguna ocasión que el asesor y los sinodales no deberían estar presentes en lo agradecimientos; no obstante, este trabajo no habría sido posible sin sus valiosísimos consejos. Primero que nada gracias a mi asesor el Dr. Bernardo Ibarrola —y junto con él a la señora Alice y a las pequeñas Laura Inés y Clara Irene quienes me dieron parte del tiempo que en principio estaba destinado para ellas— bajo su guía me acerqué al siglo XIX mexicano, a las instituciones militares y a las fuentes primarias; ha tenido una paciencia infinita con mis constantes errores y crisis temporales, sin su dirección este trabajo no habría podido concluirse. Por otro lado, gracias a mis sinodales: al Dr. Miguel Soto por sus sabios consejos, su guía bibliográfica y por ayudarme a ubicar a mis personajes en un contexto más amplio; a la Dra. Georgette José Valenzuela quien no sólo fue la profesora que me ayudó a sacar el proyecto de tesis, con su minuciosa lectura salieron a la luz numerosos problemas que habrían quedado sin respuesta; y a la Mtra. Fabiola García Rubio, aunque no fue mi profesora durante la carrera, se mostró dispuesta a leer mi texto y me dio inestimables críticas y consejos que enriquecieron enormemente la tesis. Asimismo quiero agradecer al Dr. Oscar Sánchez Rangel quien me dio mi primera oportunidad laboral. Gracias a la Dra. Graciela Márquez Colín por confiar en mí para uno de sus proyectos y darme una mayor experiencia en el mundo de los archivos. Y evidentemente estoy profundamente agradecido con la Mtra. María del Rayo González Vázquez por todo su apoyo durante mi estancia en El Colegio de México y a Dr. Javier Garciadiego por enseñarme de primera mano el mundo del historiador. A mis padres, Lilia Pineda Villanueva y Guillermo Urbina Estrada. Han sido mi sostén en todo momento, sin ustedes todo esto no habría sido posible. Agradezco profundamente por todo el cariño, amor y apoyo que me han brindado aunque mis decisiones no siempre hayan sido lo que ustedes esperaban de mí. Gracias por su infinita comprensión y siempre los llevo en mi corazón. A mi hermano Ricardo Urbina Pineda, tuviste que soportar a un chiquillo melindroso que llegó intempestivamente a tu vida pero siempre cumpliste con tu papel de hermano: para ti, un cariño infinito. A Marifer, mi adorada sobrina, no sólo por 4 iluminar mi existencia, sino por haber tenido la fortaleza y voluntad de quedarte con nosotros. A mi abuelo Juvencio Pineda Rodríguez (†) y a mi abuela Blanca Estrada Olvera (†) ambos son grandes ejemplos de lo que la perseverancia puede lograr y sus enseñanzas siempre están conmigo. Me disculpo con ustedes por haber sido un pésimo nieto, pero tengan por seguro que siempre están en mi corazón. A mis padrinos Pepe y Soco, a mis tíos Chio, Hector, Raul, María, Javier, Víctor, Verónica y Luz María (†) —esta última habría dado todo por haber estado conmigo en estos momentos— quienes me cuidaron desde pequeño y confiaron en mí cando decidí seguir el camino de la historia. También a mis tías Irma, Áurea y Gloria, gracias por todo el apoyo que siempre me han dado. A Nicolás Olivos Bonilla, persona extraordinaria, brillante y leal, contigo he pasado una gran cantidad de buenos momentos en clases, reuniones y celebraciones. Siempre has sido un excelente amigo y te deseo lo mejor para lo venidero. A Karina V. Terán, que puedo decir de mi comadre, una excelente persona —aunque ella diga lo contrario—. Siempre ha cuidado de mí, me ha ayudado en mis peores momentos, y ha hecho lo posible por que alcance la felicidad. Es una de las personas más brillantes que conozco y no hay duda que la casa de Clío recibirá a una excelente integrante. Tu amistad sincera y tu cariño son cosas que siempre atesoraré. Jediael Garduño Aguilar, uno de mis hermanos, prácticamente me has adoptado en tu hogar y me has apoyado en momentos de duda y tristeza, También contigo he pasado grandes momentos de felicidad y diversión, es decir, rápidamente te has convertido en parte fundamental de mi ciclo vital y sin tus consejos —tanto los buenos como los malos— este camino habría sido mucho más difícil y poco ameno. Francisco Méndez Lara, no sólo eres mi colega, mi mejor amigo y mi compadre: eres mi hermano. Algo que jamás olvidaré fue aquella primera charla que tuvimos en la línea 3 del metro en la que después de 5 minutos ninguno tenía nada que decir. ¿Quién podría haber imaginado que aquellos dos individuos podrían llegar a entablar una amistad? En nuestro afán de siempre llevar la contraria lo conseguimos. En mis momentos de mayor desesperación has estado ahí. Nuestras largas conversaciones, tus sabios consejos y nuestras discusiones de carácter histórico, y no, me han ayudado e influenciado enormemente en este camino. Te auguro un futuro brillante guiado por tu pasión a la prensa. Son tantas las personas e instituciones con las que me siento agradecido que quiero pedir una disculpa a todos aquellos que deberían estar aquí. No obstante, no puede quedar fuera una importantísima integrante de mi vida. Ella me hizo confiar, me levantó de mi letargo, me ha brindado todo su amor y toda su comprensión. Estás conmigo desde hace tres años, una parte bastante complicada de mi vida, pero tu cariño y apoyo han sido fundamentales para poder salir adelante y seguir avanzando. Tú siempre has sido la persona indicada, me has apoyado, soportas mis locuras y no te importan mis defectos. Mi vida te pertenece y quiero que sea así hasta que lo inevitable tenga que ocurrir. Rosalba Alvarado Pérez: te amo. 5 ÍNDICE Introducción………………………………………………………………………………7 1.- Breve historiade las fuerzas armadas en México, 1762-1846 .................... 25 1.1.- El reformismo borbónico y las fuerzas armadas novohispanas ......... 25 1.2 Transformaciones de las fuerzas armadas durante la Guerra de Independencia, 1811-1821 ............................................................................... 28 1.3 Milicia Cívica vs. Ejército permanente durante el Imperio de Iturbide, 1821-1823 .......................................................................................................... 31 1.4 Vicisitudes de la Milicia Cívica, 1824-1846 .............................................. 32 1.5 La ciudadanía armada, la Guardia Nacional ............................................ 38 2.- La primera organización de la Guardia Nacional. La politización de la institución, septiembre de 1846 a marzo de 1847 ............................................ 42 2.1 La creación institucional de la Guardia Nacional: el reglamento del 11 de septiembre de 1846 .................................................................................... 42 2.2 La organización de la Guardia Nacional por parte del Ayuntamiento de la ciudad de México y el gobierno del Distrito Federal ................................ 45 2.3 Organización de los batallones “puros”, fuerzas armadas de los federalistas radicales ...................................................................................... 53 2.4.- La ofensiva de los federalistas moderados, la creación de los batallones “polkos” ......................................................................................... 66 2.5.- La Rebelión de los Polkos ...................................................................... 81 3.- La reorganización de la Guardia Nacional de la ciudad de México. Abril- agosto de 1847 .................................................................................................... 91 3.1.- To the halls of Montezuma. El camino hacia la guerra ......................... 91 3.2.- Disolución, reacomodos y fusión de los cuerpos de Guardia Nacional después del levantamiento de los “polkos” ................................................. 95 3.3 Reclutamiento masivo y disminución de exentos en el servicio de la Guardia Nacional de la ciudad de México ................................................... 103 3.4 La Guardia Nacional se prepara para repeler al invasor ...................... 110 3.5.- Las campañas militares del valle de México ....................................... 116 4.- La Guardia Nacional de la ciudad de México durante y después de la ocupación estadunidense. Septiembre de 1847 a julio de 1848. .................. 124 4.1.- Los últimos días de la Guardia Nacional de la capital. 14, 15 y 16 de septiembre. ..................................................................................................... 124 4.2.- La seguridad pública durante los meses de la ocupación. Septiembre de 1847 a julio de 1848. ................................................................................. 129 6 4.3.- El nuevo reglamento de la Guardia Nacional ...................................... 136 Conclusión ......................................................................................................... 142 Anexo 1 .............................................................................................................. 147 Reglamento para organizar, armar y disciplinar la Guardia Nacional en los Estados, Distritos y territorios de la Federación. 11 de septiembre de 1846. ............................................................................................................................ 147 Anexo 2 .............................................................................................................. 158 Ley Orgánica de la Guardia Nacional. 15 de julio de 1848. ............................ 158 Fuentes............................................................................................................... 170 7 Introducción La guerra con Estados Unidos estalló en un momento de inestabilidad política en México. Enfrentarla fue responsabilidad de cuatro gobiernos nacionales diferentes. Fue declarada formalmente por el Congreso estadunidense el 13 de mayo de 1846 —días después de iniciarse las hostilidades en el Rancho de Carricitos, 25 de abril, y en Resaca de la Palma, 9 de mayo— y el gobierno mexicano hizo lo mismo meses después, el 7 de julio. A la cabeza del poder ejecutivo nacional estaba Mariano Paredes y Arrillaga, quien junto con Lucas Alamán y Salvador Bermudez de Castro habían fraguado un pronunciamiento cuyo fin era instaurar una monarquía en el país.1 El 4 de agosto un nuevo golpe militar quitó del poder al monarquista Paredes e instauró, de nueva cuenta, la República federal; el encargado del poder ejecutivo fue Mariano Salas, cuya administración se caracterizó por las luchas internas entre federalistas radicales y moderados. En diciembre del mismo año, se llevaron a cabo las elecciones para presidente y vicepresidente de la República, resultaron electos el general Antonio López de Santa Anna y el abogado jalisciense Valentín Gómez Farías, respectivamente; en realidad este último fue el encargado de facto del ejecutivo. Las políticas radicales del vicepresidente Gómez Farías provocaron un conflicto armado en la ciudad de México, razón por la cual Santa Anna fue llamado a tomar las riendas del gobierno; el desembarco de las tropas estadunidenses en Veracruz, propició que el presidente delegara su cargoal general Pedro María Anaya.2 Es en este marco de inestabilidad, pugnas políticas e intervención extranjera fue que el 11 de septiembre de 1846 surgió un ―Reglamento para organizar, armar y disciplinar a la Guardia Nacional en los estados, distritos y territorios de la federación.‖ Su objetivo era crear una fuerza armada para la defensa del territorio mexicano contra las tropas invasoras, sin embargo, la difícil situación política del país impidió que cumpliera con su misión y sirviera como instrumento de las ambiciones de los grupos que controlaban el ámbito público de 1 Miguel Soto Estrada, La conspiración monárquica en México, 1845-1846, México, Offset, 1988, 282 p. y Jaime Delgado, La monarquía en México, 1845-1846, México, Porrúa, 1990, 275 p. 2 Pedro Santoni, ―Los federalistas radicales y la guerra del 47‖, México, El Colegio de México, 1987, 484 p. (tesis de doctorado en Historia). 8 la capital del país. Después de más de un año de guerra, 17 meses para ser exactos, las tropas estadunidenses finalmente entraron triunfantes —pero no sin resistencia de la población de la ciudad de México y su Guardia Nacional— a la capital. Durante los nueve meses que la ciudad estuvo ocupada por los estadunidenses, se desató una ola de violencia a la que no pudo hacer frente la autoridad política y militar de la capital, pero a su vez los capitalinos tuvieron que aprender a convivir con los nuevos residentes.3 El 2 de febrero de 1848 fue firmado el Tratado Guadalupe-Hidalgo por medio del cual México cedió más de la mitad de su territorio a cambio de 15 millones de pesos por indemnizaciones, mas no por concepto de compra de territorio. El documento fue enviado a Estados Unidos para su ratificación, lo que ocurrió el 10 de marzo de 1848. La paz se firmó entre ambas naciones y las tropas de ocupación se dispusieron a abandonar territorio mexicano. En este contexto de derrota, vacío de poder y desocupación del ejército estadounidense fue que el 15 de julio de 1848 se decretó una Ley Orgánica de la Guardia Nacional que presentaba muchas diferencias con respecto al reglamento de 1846. Esta ley presentaba a una institución militar mucho más depurada, clara en sus objetivos y obligaciones, una división más precisa y con métodos organizativos mucho más definidos. El objetivode esta investigación no es hacer una historia de cómo se desarrolló la guerra con Estados Unidos, ni mucho menos dar una explicación de las razones por las que se perdió el conflicto bélico. Los objetivos de este trabajo son más concretos, pues hablaré sobre aquella institución que he mencionado en las líneas anteriores: la Guardia Nacional. Los límites temporales de la investigación me los dan el reglamento y la ley ya aludidos, el primero de 1846 y la segundo de 1848. Entre ambos documentos existen diferencias muy claras que pueden explicarse mediante el estudio de la forma en que se organizaron esos cuerpos militares durante aquellos años conflictivos.4 3 Cristóbal Alfonso Sánchez Ulloa, ―La vida en la ciudad de México durante la ocupación del ejército estadounidense. Septiembre de 1847-junio de 1848‖, México, Facultad de Filosofía y Letras-Universidad Nacional Autónoma de México, 2012, 257 p. (tesis de licenciatura en Historia). 4 En el anexo a este trabajo se puede encontrar una transcripción íntegra de ambos documentos. 9 El estudio académico sobre la Guardia Nacional surgió a partir de los trabajos realizados en el seno de una disciplina distinta a la historia pero íntimamente ligada a ella: el derecho. Esta institución militar ha despertado el interés de los juristas debido a que en el texto constitucional vigente en la República sigue estando presente como una obligación tanto de los mexicanos como de los ciudadanos.5 La nula aplicación de una fracción de un artículo constitucional atrae a los especialistas en las leyes —sobre todo cuando están en proceso de profesionalización— ya que les permite realizar una serie de aproximaciones jurídicas así como propuestas legislativas que, si bien es probable que no lleguen a influir en la aplicación práctica de la ley, otorgan al abogado una valiosa experiencia para sus futuros estudios. Tan temprano como 1945, en la Facultad de derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México apareció el primer trabajo que tiene como tema principal a la Guardia Nacional. Miguel Márquez Gutiérrez presentó la tesis ―La Guardia Nacional: ensayo histórico, sociológico y jurídico militar para su reorganización en el Estado Mexicano.‖6 Como buena tesis de licenciatura en derecho, la parte jurídica tiene un mayor peso, sin embargo, el estudio histórico merece mencionarse. El autor se remonta a los orígenes de la institución durante 5 Mientras que la fracción III del artículo 31 constitucional establece como una obligación de los mexicanos el ―alistarse y servir en la Guardia Nacional conforme a las ley orgánica respectiva, para asegurar y defender la independencia, el territorio, el honor, los derechos e intereses de la Patria, así como la tranquilidad y el orden interior…‖; la fracción III del artículo 35 de la Constitución establece que el ciudadano tiene la prerrogativa de ―tomar las armas en el Ejército o Guardia Nacional, para la defensa de la República y de sus instituciones, en los términos que proscriben las leyes.‖ Ambas fracciones no han sido reformadas desde su elaboración en el Congreso de 1917, aún así su aplicación ha sido nula debido a que ―hasta la fecha, el Congreso de la Unión no se ha molestado en expedir una ley orgánica que constituya y regule las funciones de la Guardia nacional…‖ Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Comentada y concordada, 19ª ed., V t., México Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Jurídicas- Porrúa, 2006, t. II, pp. 33, 43 y 111. Sobre este punto cabe señalar que los gobiernos postrevolucionarios se enfrentaron a un proceso doble de profesionalización y, sobre todo, de despolitización del Ejército Nacional. La institucionalización del Estado requería que las fuerzas armadas fueran leales a él y no a un caudillo regional o a alguna autoridad estatal. El proceso culminó con la eliminación del sector militar del PRM y la presidencia del último general revolucionario Manuel Ávila Camacho. En éste sentido, el aparente ‗descuido‘ que los legisladores han mostrado al no reglamentar la Guardia Nacional responde a la necesidad de mantener al ejército fuera de la política del país. 6 Miguel Márquez Gutiérrez, ―La Guardia Nacional: ensayo histórico, sociológico y jurídico militar para su reorganización en el Estado Mexicano‖, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Derecho, 1945, 112 p. (tesis de licenciatura en Derecho). 10 la Revolución Francesa, así como a la manera en que se tomaron en cuenta reglamentos y prácticas estadunidenses para la creación de la Guardia Nacional. Posteriormente estudia los reglamentos, leyes y decretos que se han expedido en México y que están relacionados con la formación de la Guardia. Cuatro décadas pasaron para que en el marco del IV Congreso de Historia del Derecho Mexicano —realizado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1986— el licenciado José Manuel Villalpando presentara un trabajo titulado ―La evolución histórico-jurídica de la Guardia Nacional en México‖.7 Si bien el objetivo del texto es mostrar la inviabilidad de la Guardia Nacional en el marco jurídico mexicano de aquel entonces, la aproximación jurídica y el breve contexto histórico en el que enmarca el tema son una novedad entre los textos elaborados por especialistas del derecho. Al año siguiente, 1987, en la antigua Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán, la aspirante a abogado María Teresa Rodríguez Alonso presentó otro trabajo relacionado con la Guardia Nacional: ―La guardia nacional dentro del proceso constitucional mexicano‖8; al igual que la tesis de Miguel Márquez Gutiérrez el marco histórico es la recopilación de leyes, reglamentos, disposiciones y demás documentos jurídicos expedidos en torno a la Guardia Nacional. Probablemente la década de los noventa fue la más prolija en cuanto a la producción de tesis de licenciatura en derecho sobre la Guardia Nacional. En los años de 1997, 1998 y 1999 tres aspirantes a abogados decidieron elaborar sus trabajos de titulación sobre temas militares, en orden cronológico fueron Alejandro Rojel Martínez9 de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón; José 7 José Manuel Villalpando Cesar, ―La evolución histórico-jurídica de la Guardia Nacional en México‖ en Beatriz Bernal (coord.), Memoria del IV Congreso de Historia del Derecho Mexicano, 2 t., México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1988, t. II, pp. 1117-1162. 8 María Teresa Rodríguez Alonso, ―La guardia nacional dentro del proceso constitucional mexicano‖ México, Universidad Nacional Autónoma de México-Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán, 1987, 251 p. (tesis de licenciatura en Derecho). 9 Alejandro Rojel Martínez, ―Análisis jurídico del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional‖, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón, 1997, 94 p. (Tesis de licenciatura en Derecho). 11 Gildardo Gutiérrez Bravo10 y Leonardo de Jesús Baez Fuente,11 ambos de la Facultad de Derecho. Si bien estas tesis siguen la misma estructura que los trabajos anteriores, es decir la compilación y análisis de fuentes jurídicas en torno a la institución castrense, hay que llamar la atención sobre el trabajo de Leonardo Baez, que no sólo hace una propuesta legislativa para la restitución de la Guardia Nacional en la República Mexicana, sino también un análisis comparativo entre las legislaciones de Estados Unidos, España, Costa Rica, Italia y Suiza relativas a cuerpos militares similares a la Guardia Nacional. Como se ha notado, los estudios elaborados desde el derecho se concentran principalmenteen las legislaciones, discusiones y proyectos expedidos por el Estado para poner en práctica o regular a la Guardia Nacional. Salvo en casos como los trabajos de Márquez, Villalpando y, en menor medida, el de Báez, la institución militar se encuentra descontextualizada y sólo vista desde el reglamento. Es evidente que a los juristas, o aspirantes a serlo, les interesan las leyes, no el contexto en que fueron concebidas, por lo que no les podemos pedir algo que no estaba dentro de sus intenciones al elaborar sus trabajo. En el ámbito de la historia el interés por el estudio de la Guardia Nacional se gestó en la década de los ochenta del siglo XX. Aunque podemos encontrar tres excepciones temporales: en 1949 lo que pretendía ser un voluminoso estudio sobre los Ingenieros Militares, un trabajo general sobre el Ejército Mexicano de 1970 y una breve tesis sobre Guardias Nacionales realizado en 1975. Miguel Ángel Sánchez Lamego estableció el vínculo entre los ingenieros militares del siglo XX y los batallones de zapadores del XIX, por lo tanto, tuvo que inmiscuirse en el tema de la Guardia Nacional. Su texto titulado Apuntes para la historia del arma de ingenieros en México12 se concentra en las operaciones 10 José Gildardo Gutiérrez Bravo, ―Análisis socio-jurídico sobre las fuerzas armadas no permanentes en México; la Guardia Nacional‖, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Derecho, 1998, 146 p. (tesis de licenciatura en Derecho). 11 Leonardo de Jesús Báez Fuente, ―Propuesta legislativa para la creación de la Ley federal de guardia nacional‖, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Derecho, 1999, 153 p. (tesis de licenciatura en Derecho). 12 Miguel Ángel Sánchez Lamego, Apuntes para la historia del arma de ingenieros en México. Historia del Batallón de Zapadores, México, Secretaría de la Defensa Nacional, 1949, 226 p. Al parecer este libro formaría parte de un grupo de ―cinco tomos de la Historia del Batallón de Zapadores‖. Miguel Ángel Sánchez Lamego, El Origen de los Ingenieros Militares en el Mundo y en 12 militares del ejército permanente —tanto el organizado en San Luis Potosí como el reorganizado en la ciudad de México— y la participación de los ingenieros en las batallas más importantes —La Angostura y Cerro Gordo— así como en la fortificación y defensa de la capital del país. Tiene un capítulo dedicado únicamente a la ―rebelión de los polkos‖ que es de enorme valor para el estudio de las Guardias Nacionales; no sólo realiza una descripción de lo acaecido en aquel mes de marzo de 1847, sino que también hizo una minuciosa descripción de los batallones y del plan en que se basaron para sublevarse. Por otro lado, en su reconstrucción de las batallas del centro del país no omitió la participación de la Guardia Nacional, es decir, para los fines de éste trabajo, el libro de Sánchez Lamego es de gran utilidad. Uno de los primeros estudios históricos relativo a las fuerzas armadas del país —elaborado académicamente— es el de Jorge Alberto Lozoya, El Ejército Mexicano13 publicado en 1970. Este texto tiene una característica particular: el concebir al ejército como una entidad monolítica ―hizo casi imposible, tanto en el siglo XIX como en el XX, no observar a los fenómenos militares a través del filtro que los identificaba e interpretaba como las expresiones armadas de un Estado consolidado.‖14 Es decir, carece del análisis de los demás cuerpos militares que existían a la par del ejército permanente; en las 128 páginas que tiene el libro sólo se mencionan las palabras ―Guardia Nacional‖ en dos ocasiones, una en la página 22 y otra en la 23. Cinco años después, el estudiante de historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, David Serrato Delgado, presentó un trabajo de titulación México, México, Offset Vera, 1949, 125 p., p. 5. Sin embargo, Bernardo Ibarrola mostró cómo en la obra de Sánchez Lamego, los demás tomos no existieron o nunca fueron publicados. Bernardo Ibarrola, Juan Manuel Torrea: biógrafo de banderas. Una aproximación a la historiografía militar mexicana, Ciudad Victoria, Tamaulipas, Gobierno del estado de Tamaulipas, 2010, 207 p., pp. 202- 207. 13 Jorge Alberto Lozoya, El Ejército Mexicano (1911-1965), México, El Colegio de México, 1970, 128 p. (Jornadas, 66). 14 Bernardo Ibarrola, ―Las fuerzas militares y la fundación del Estado liberal mexicano, 1848-1877‖ en Josefina Mac Gregor (coord.), Miradas sobre la nación liberal: 1848-1948. Proyectos debates y desafíos.3 vols., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, vol. 3, pp. 75-104, p. 80. 13 llamado ―La rebelión de los polkos‖.15 Más de la mitad de la tesis está dedicada a la guerra con Texas y a las relaciones entre Estados Unidos y México; la parte en la que habla sobre la rebelión de los polkos es una breve crónica que sigue en todas sus partes el texto de Carlos María de Bustamante sobre el mismo tema. Aun así es uno de los primeros trabajos que reproduce y analiza —aunque superficialmente— el reglamento de la Guardia Nacional del 11 de septiembre de 1846; además de que realizó una breve descripción de los batallones polkos apoyado en los Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados Unidos —escritos por varios autores entre los que destacan Manuel Payno y Guillermo Prieto— y en Memorias de mis tiempos escritas por éste último. Fue hasta 1987 que en El Colegio de México se presentó la tesis titulada ―Los federalistas radicales y la guerra del 47‖16 del entonces doctorando Pedro Santoni. Si bien es un trabajo sobre la actividad política de los federalistas radicales —sobre todo los acaudillados por Valentín Gómez Farías— a partir el establecimiento de la República, más de la mitad de la tesis se concentra en aquella ―hacina de combustible‖17 que, según Fernando Ramírez, era la política mexicana del segundo semestre de 1846 y principios de 1847. Al estudiar los conflictos entre federalistas moderados y radicales, necesariamente se involucró en el estudio de la Guardia Nacional, primero como uno de los proyectos para restituir el federalismo y, posteriormente, como el brazo armado de ambos bandos. La Guardia Nacional aparece en el texto de Santoni como un ente pasivo que únicamente sirvió como vehículo de los intereses partidistas, aun así, siempre está presente en los conflictos, es decir, va apareciendo como una entidad política. Al parecer, Santoni comenzó a sentir interés en el tema de la Guardia Nacional a partir de su tesis doctoral. Al año siguiente, en la Hispanic American Historical Review se publicó un artículo titulado ―A fear of the people: The Civic 15 David Serrato Delgado, ―La rebelión de los polkos‖ México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras, 1975, (Tesis de licenciatura en Historia). 16 Santoni, ―Los federalistas radicales…‖ op. cit. 17 José Fernando Ramírez, México durante su guerra con los Estados Unidos en Genaro García, Documentos inéditos o muy raros para la Historia de México, 3a ed., México, Porrúa, 1991, pp. 411-548, p. 473. 14 Militia of Mexico in 1845.‖18 En sus 20 páginas se estudia la breve administración de José Joaquín Herrera —de diciembre de 1844 hasta el mismo mes de 1845— y las discusiones en torno al levantamiento de fuerzas milicianas para sostener al nuevo gobierno. En él se hace énfasis en los temores de la clase política capitalina relativos a entregar armas a los grupos populares de la ciudad de México debido al recuerdo del saqueo de El Parián. En vista de que el proyecto de organización de Herrera fue el antecedente directo del reglamento de la GuardiaNacional de 1846 y varios de los temores expresados en 1845 se reflejaron en la organización del año siguiente, el artículo de Santoni es una fuente obligada. Por otro lado, Santoni hizo un pequeño análisis retrospectivo sobre las milicias cívicas vinculándolas con las milicias nacionales creadas en las cortes gaditanas. En el verano de 1989, en la edición de la revista Historia Mexicana dedicada a Silvio Zavala, apareció un artículo de Alicia Hernández Chávez titulado ―Origen y ocaso del ejército porfiriano‖.19 Cabe preguntarse: ¿Qué tiene que ver un texto sobre el México de finales del siglo XIX con el desarrollo de la Guardia Nacional en 1847? Haciendo uso de las hojas de servicio de más de 250 oficiales que acompañaron al general Díaz en la rebelión de Tuxtepec, Alicia Hernández concluye que ―en su gran mayoría los tuxtepecanos fueron miembros de la Guardia Nacional, y el éxito del golpe militar de Díaz obedeció, en parte, al fuerte arraigo de este sector en los diferentes estados de la República.‖20 Este hecho conduce a la investigadora a remontarse en el tiempo y estudiar los orígenes de la Guardia Nacional. El artículo se limita a un sintético estudio del reglamento del 11 de septiembre de 1846 —esto es obvio ya que el protagonista era el ejército porfiriano—; el texto marcó el inicio de los trabajos cuyo tema es la Guardia Nacional a mediados del siglo XIX. 18 Pedro Santoni, ―A fear of the people: The Civic Militia of Mexico in 1845‖ en Hispanic American Historical Review, Durham, Carolina del Norte, Duke University Press, vol. 68, núm. 2, mayo de 1988, pp. 269-288. 19 Alicia Hernández Chávez, ―Origen y ocaso del ejército porfiriano‖ en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. XXXIX, núm. 1 (153), julio-septiembre de 1989, núm. 1, pp. 257-296. Una versión corregida y aumentada se encuentra en la ―Serie Antologías‖ de El Colegio de México; Alicia Hernández Chávez, Las fuerzas armadas mexicanas. Su función en el montaje de la República, México, El Colegio de México, 2012, 165 p., pp. 53-84. Para fines prácticos y temporales, se citará la versión que original que apareció en Historia Mexicana. 20 Alicia Hernández, ―Origen y ocaso del ejército porfiriano‖, op. cit., p. 268. 15 La década de los noventa del siglo XX fue muy prolífica en estudios que versan sobre la Guardia Nacional. En 1990 Guy Thomson publicó un artículo que puede considerarse uno de los primeros acercamientos regionales al tema de la Guardia Nacional. En ―Bulwarks of patriotic liberalism: the National Guard, philarmonic corps and patriotic juntas in Mexico‖21; el objetivo principal es analizar cómo el liberalismo se fue transmitiendo entre los diversos sectores de la población. La Guardia Nacional, según Thomson, fue uno de los mecanismos para trasmitir la idea de ciudadanía y, por lo tanto, el liberalismo. El autor no se limita a un estudio de aquellos postulados liberales que se presentan en el reglamento del 11 de septiembre de 1847, es decir, la obligatoriedad de servicio, los derechos de ciudadanía, la elección de mandos, etc; sino que centra su estudio en el caso concreto de Puebla, en particular, Tetela de Ocampo. Si bien el texto de Thomson se centra en los años posteriores a la Intervención Francesa y, sobre todo, en toda la ritualidad y la memoria colectiva en torno a las Guardias Nacionales que defendieron la plaza de Puebla contra el ejército expedicionario francés, es un buen ejemplo de la necesidad de acercarse a la Guardia Nacional regionalmente. En 1991 Alicia Hernández publicó el libro Anenecuilco,22 que básicamente es la historia de aquel pueblo de Morelos que vio nacer a Zapata, desde el siglo XVII hasta el levantamiento zapatista de 1911. La importancia de este libro para el estudio de la Guardia Nacional radica en que el pueblo de Anenecuilco tuvo una larga tradición de cuerpos milicianos que defendieron los derechos de los pueblos frente a la expansión de las haciendas. Es decir, a pesar de que no es un libro que trate a la Guardia Nacional en específico, la institución se encuentra presente en la vida del pueblo de Anenecuilco, y la autora no puede pasarla por alto y le dedica unas cuantas páginas al estudio de la actuación y organización de la Guardia en Morelos. 21 Guy P. C. Thomson, ―Bulwarks of patriotic liberalism: the National Guard, philarmonic corps an patriotic juntas in Mexico, 1847-88‖ en Journal of Latin American Studies, Cambridge, Cambridge University Press, vol. 22, febrero de 1990, pp. 31-68. 22 Alicia Hernández Chávez, Anenecuilco. Memoria y vida de un pueblo, 2ª ed., México, El Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, 1993, 130 p. El libro fue publicado primero por El Colegio de México y se reedito en 1993 en el Fondo de Cultura Económica. 16 Siguiendo esta misma línea, Alicia Hernández publicó un artículo llamado ―La Guardia Nacional y la movilización política de los pueblos‖23 que retoma lo ya adelantado en su libro Anenecuilco. Comienza con los antecedentes gaditanos de la Guardia Nacional —es decir, las milicias nacionales establecidas por las Cortes de Cádiz—, las milicias cívicas de los primeros años de vida independiente y el surgimiento de la guardia en 1846. Lo que a la autora le interesa es mostrar cómo la Guardia Nacional sirvió para defender los intereses políticos de las élites locales o de los pueblos y para demostrarlo utiliza el caso de Anenecuilco. En dicho pueblo, la guardia fue organizada para defender a los pueblos de las haciendas y la institución jamás levantó las armas en contra sus habitantes; y por lo común se pronunciaban usando como bandera las reivindicaciones agrarias. En síntesis, el artículo de Hernández es otro ejemplo del estudio regional o local de la Guardia Nacional. En 1993 fue publicado uno de los trabajos fundamentales, no sólo para la historia de los cuerpos militares dependientes de las fuerzas políticas locales, sino para los estudios militares decimonónicos. El contingente de sangre24 de José Antonio Serrano Ortega, estudia las pugnas entre los gobiernos estatales y el federal o central, a partir del análisis de los reglamentos de reclutamiento para el contingente de reemplazos que se debían enviar para alimentar las filas del ejército permanente. El autor observa cómo los estados prefirieron llenar las filas de sus cuerpos militares —las milicias cívicas— por medio de sorteos entre la población económicamente activa, mientras que la leva fue el método utilizado para llenar el contingente que exigía el gobierno general. De esta manera, los estados no sólo protegían sus intereses económicos sino que evitaban la conformación de un ejército federal o central fuerte capaz de violentar su soberanía. En el trabajo de Serrano aparecen las milicias cívicas y el ejército permanente como dos cuerpos diferenciados perfectamente e incluso en pugna 23 Alicia Hernández Chávez, ―La Guardia Nacional y la movilización política de los pueblos‖ en Jaime E. Rodríguez O., Patterns of Contention in Mexican History, Wilmington, Delaware, A Scholarly Resources Inc. Imprint, 1992, 393 p., pp. 207-225. 24 José Antonio Serrano Ortega, El contingente de sangre. Los gobiernos estatales y departamentales y los métodos de reclutamiento del ejército permanente mexicano, 1824-1844, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1993, 150 p. 17 entre sí. Ambas corporaciones tienen sus propios intereses políticos y defienden un sistema de organización nacional distinto. Si bien el texto llega sólo a los umbrales de la guerra con Estados Unidos, 1844 casi 1845, es fundamental para todo estudio sobre las corporaciones militares mexicanas del siglo XIX en México. En 1996, Pedro Santoni de nuevo dirigió su atencióna la Guardia Nacional. En la revista Mexican Studies se publicó el texto titulado ―The Failure of Mobilization. The Civic Militia of Mexico in 1846.‖25 Desde el artículo de 1988, Santoni advierte al lector que utiliza los términos ―milicia‖, ―milicia cívica‖ y ―Guardia Nacional‖ como sinónimos, esto explica que, a pesar de ser un trabajo que versa sobre 1846, siga llamando a la Guardia Nacional, milicia cívica. Su narración comienza en 1845 con el recelo de Herrera para armar fuerzas milicianas que defendieran a su gobierno; continúa con la administración de Paredes —durante el primer semestre de 1846—, estudiando someramente las organizaciones militares que se formaron sin su consentimiento y que terminaron deponiéndolo en agosto de ese año. Sin embargo, el texto se concentra en la organización de la Guardia Nacional capitalina durante los últimos meses de 1846, estudia los decretos que se expidieron para su mejor armado y los intereses políticos que había detrás de su organización. El artículo detalla de forma general el estado precario en que se encontraban las Guardias de la ciudad de México y como, al final, la movilización de estos cuerpos fracasó. Este nuevo trabajo de Santoni es otro ejemplo del estudio regional de la Guardia Nacional; a pesar de que el autor trata de incluir algunas opiniones de las legislaturas estatales sobre los reglamentos expedidos en la ciudad, la Guardia capitalina es el principal actor. Ese mismo año en El Colegio de Sonora apareció la tesis ―Sonorenses en armas: la Guardia Nacional en Sonora durante el siglo XIX, 1821-1882‖,26 por desgracia este trabajo es de difícil acceso y sólo he sabido de su existencia por 25 Pedro Santoni, ―The Failure of Mobilization: The Civic Militia of México in 1846‖ en Mexican Studies/Estudios Mexicanos, Berkeley, California, University of California Press, vol. 12, núm. 2, 1996, pp. 169-194. 26 José René Córdova Rascón, ―Sonorenses en armas: la Guardia Nacional en Sonora durante el siglo XIX, 1821-1882‖ Sonora, El Colegio de Sonora, 1996, 168 p. (tesis de Maestría en Historia Regional). 18 referencias externas, sin haber podido acceder a su contenido. A pesar de ello, es evidente que estudia otro caso regional sobre la Guardia Nacional. Dos años después, para culminar con el siglo XX, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, Rubén Amador obtuvo el grado de licenciado en historia con ―El manejo del fusil y la espada. Los intereses partidistas en la formación de la guardia nacional en la ciudad de México agosto-octubre, 1846.‖27 En él, Amador hace un estudio de la prensa capitalina en busca de las opiniones de los grupos políticos en torno a la organización de la Guardia Nacional. El autor observa cómo las dos facciones federalistas de la capital —puros y moderados— vieron con recelo y preocupación que sus contrincantes políticos se estaban armando para cualquier contingencia. Es decir, se hace énfasis en el hecho de que los intereses faccionales de los partidos federalistas condicionaron la organización de la Guardia Nacional. De esta manera, la tesina de Amador es un precedente obligado para el trabajo que estoy proponiendo. Ya en el siglo XXI, en la Facultad de Filosofía y Letras, Noemi Luna se tituló con un catálogo de documentos del Archivo Histórico del Distrito Federal relativos a la Guardia Nacional.28 Además del catálogo de los dos volúmenes que contienen documentación sobre la Guardia Nacional de la ciudad de México —y que fueron consultados frecuentemente para la presente investigación—, el trabajo de Luna está acompañado de un estudio introductorio de gran utilidad. En él habla sobre los antecedentes de la institución, sus reglamentos y la importancia política que tuvo, apoyándose no sólo en la documentación que describe, sino también en la gran mayoría de los textos que antes se han mencionado. 27 Rubén Octavio Amador Zamora, ―El manejo del fusil y la espada. Los intereses partidistas en la formación de la guardia nacional en la ciudad de México, agosto-octubre 1846‖ México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras, 1998, 96 p. (Tesina de licenciatura en Historia). 28 Noemi Luna Arellanes, Catálogo del Archivo Histórico del Distrito Federal. Ramo militares, guardias nacionales ¿una historia para qué?, México, Universidad Nacional Autónoma de México- Facultad de Filosofía y Letras, 2002, 637 p. (Tesis de licenciatura en Historia). 19 En 2004 apareció la primera edición de la obra de Luis Medina Peña, La invención del sistema político mexicano.29 Medina estudia las variantes institucionales para comprender cómo se fue conformando, o como lo dice su título, inventando el sistema político que rigió durante el porfiriato. Lo importante del texto —por lo menos para el presente trabajo— es que presenta a la Guardia Nacional como un actor político fundamental para entender el siglo XIX mexicano. Las élites políticas locales —por medio de la elaboración de un plan— captan los intereses de los pueblos —representados por las Guardias Nacionales— quienes se adhieren a un plan, y mediante la dinámica del pronunciamiento consiguen ejercer presión sobre las autoridades centrales para conseguir el cumplimiento de sus demandas, las que en la mayoría de los casos se convertirán en leyes constitucionales. Siguiendo la lógica de Serrano, Medina contrapone al ejército con las milicias cívicas, el primero busca el centralismo, las segundas el federalismo, aquel quiere controlar a los estados, éstas defender su soberanía. Igual que en Serrano, ambas corporaciones son diferentes, incluso antípodas, y no hay posibilidad de que puedan cooperar juntas; buscan cosas diferentes y es imposible que actúen al unísono cuando de intereses políticos se trata. Alicia Hernández retomó el tema de la Guardia Nacional en un artículo publicado en 2007 titulado ―La Guardia Nacional en la construcción del orden republicano‖30 en donde la estudia como una institución transmisora de la idea de ciudadanía, de principios democrático-liberales ―como el voto directo― y el baluarte de la forma federal de gobierno. La autora hace un análisis del reglamento de la Guardia Nacional y con base en él explica los ideales de ciudadanía que se tenían en ese entonces. Concretando el acercamiento general en el caso específico de Saltillo, Hernández afirma que todos los individuos que formaron parte de la Guardia Nacional eran posibles ciudadanos y que, efectivamente, la institución fungió como transmisora y defensora del sistema republicano de gobierno. La autora hace generalizaciones a partir del estudio de 29 Luis Medina Peña, La invención del sistema político mexicano. Forma de gobierno y gobernabilidad en el siglo XIX mexicano, 2ª ed., Fondo de Cultura Económica, 2007, 422 p. 30 Alicia Hernández Chávez, ―La Guardia Nacional en la construcción del orden republicano‖ en Manuel Chust y Juan Marchena (coord.), Las armas de la nación. Independencia y ciudadanía en Hispanoamérica (1750-1850), Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2007, 347 p., pp. 224-246. 20 un sólo caso: Saltillo, por lo que aún queda la posibilidad de comprobar, matizar o desmentir su hipótesis con base en el estudio de otras regiones. En el marco del centenario de la Revolución mexicana apareció un artículo de Laura Brondino titulado ―La Guardia Nacional en Yucatán: del servicio público indígena al servicio público ciudadano 1847-1905.‖31 Este trabajo es otra de las pocas aportaciones regionales para el estudio de la Guardia Nacional. En él se presenta la variante organizativa de Yucatán, en donde el servicio de los indígenas fue de gran importancia. Asimismo está presente la vinculación entre el servicioen la Guardia Nacional y la ciudadanía, es decir, es la aplicación de los precedentes planteados en todos los textos antes descritos en un caso concreto. Ese mismo 2009 Luis Medina Peña publicó un trabajo que, al igual que el texto de Brondino, estudió una variante regional, en este caso, Nuevo León.32 Medina comienza con un análisis general de los postulados manejados en el reglamento del 11 de septiembre de 1846, es decir, el deber ser de la Guardia Nacional. Posteriormente, estudia el caso concreto de Nuevo León, estado en el que no había una organización miliciana similar a la de los estados del centro del país; que por su lejanía no recibió a tiempo el reglamento de 11 de septiembre de 1846 y en donde la organización de la Guardia Nacional comenzó después de la guerra con Estados Unidos sin ningún antecedente al cual seguir. Resumiendo, los trabajos que existen sobre la Guardia Nacional son, en primer lugar, artículos que han salido en revistas especializadas o en libros sobre temas militares o cuestiones de ciudadanía. En segundo lugar, son principalmente acercamientos generales que analizan el reglamento de 11 de septiembre de 1846 —salvo el caso de Hernández de 2007, o el de Medina de 2009, quienes también mencionan la ley orgánica de 1848— y con base en él caracterizan el funcionamiento y objetivo de la Guardia Nacional. Y en tercer lugar, los 31 Laura Brondino, ―La Guardia Nacional en Yucatán: del servicio público indígena al servicio público ciudadano 1847-1905‖ en Eduardo N. Mijangos Díaz y Marisa Pérez Domínguez (coords.), Voces del Antiguo Régimen. Representaciones, sociedad y gobierno en México contemporáneo, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2009, 400 p., pp. 83-125. 32 Luis Medina Peña, ―La organización de la Guardia Nacional en Nuevo León‖, en Documentos de Trabajo, México, Centro de Investigación y Docencia Económica, núm. 61, noviembre de 2009, 28 p. 21 acercamientos regionales son muy pocos, sólo los estados de Sonora, Nuevo León, Puebla, Yucatán y la ciudad de México — esta última de manera parcial— están estudiados. Es decir, hacen falta trabajos sobre la Guardia Nacional en las entidades federativas que maticen los postulados generales que se han rescatado a través del estudio de los reglamentos y ver cómo fueron aplicados, o no, en la práctica. En este marco se encuentra mi investigación: realizar una historia de la organización de la Guardia Nacional en la ciudad de México. Cabe preguntarse el por qué la ciudad de México si ésta ya ha sido estudiada por Santoni en 1996 y por Amador dos años después. La respuesta se halla en los alcances cronológicos de ambos trabajos: en el caso de Santoni comienza en 1845 y termina en los últimos meses de 1846, sin embargo, la parte medular del texto se encuentra entre agosto y diciembre de 1846; es decir, tiempos de convulsión política. El caso de Amador es similar, aunque sus límites temporales son menores, él estudia únicamente dos meses de 1846, septiembre y octubre. Si nos quedamos con el análisis del último semestre de dicho año, se obtiene una visión parcial de la Guardia Nacional capitalina. De esto se desprende que tanto Amador como Santoni lleguen a la conclusión de que la institución únicamente sirvió a los intereses de partido y que cualquier intento de movilización militar efectiva fracasó en la ciudad de México. A su vez se pueden contrastar apreciaciones como la de Medina, en La invención del sistema político mexicano, y la de Serrano en El contingente de sangre, obras en las que la Guardia Nacional aparece como la antítesis del ejército permanente. Como se verá en el caso de la ciudad de México, ejército y Guardia no necesariamente entraban en contradicción, en muchas ocasiones sus intereses coincidían, cooperaban entre sí e incluso se fundían. Por otro lado, los estudios generales ofrecen explicaciones que requieren ser matizadas. Comencemos por el texto de Alicia Hernández de 2007: ―mi estudio entonces se centra en el ciudadano armado bajo la denominación de Guardia Nacional de mediados de 1840, que se afilia en defensa de valores republicanos 22 federales-liberales.‖33 Esta apreciación se sostiene sólo si se da por hecho que el reglamento se cumplió a cabalidad. En el caso de la ciudad de México, la Guardia Nacional se movilizó por diversas razones, a veces en defensa de la federación, otras en contra de ella y, en muchas más, por intereses que muy poco tenían que ver con la forma de gobierno del país. Es decir, el estudio de caso sobre la Guardia Nacional nos ayudará a comprender la compleja situación político-militar del país durante la guerra con Estados Unidos. Por su parte, Luis Medina menciona que: ―El decreto del 46 no llegó a ponerse en vigor porque la toma de la ciudad de México por el ejército americano lo dejó sin propósito inmediato, pero constituyó la base para la legislación definitiva.‖34 Esta apreciación también puede ser contrastada, ya que en la ciudad de México el reglamento tuvo una clara vigencia. Si bien en una primera etapa, la Guardia Nacional no cumplió con su objetivo principal —la defensa de la nación contra el ejército invasor—, en una segunda sí lo hizo ―aunque al final de cuentas haya perdido contra el ejército invasor―. No hay que olvidar que, aun cuando la Guardia de la ciudad de México se negó a marchar a Veracruz en febrero de 1847, combatió a las tropas estadunidenses por lo menos hasta el 14 de septiembre de ese mismo año, es decir, intentó proteger a la capital de los invasores. Estos cuerpos militares que combatieron fueron creados bajo el respaldo del reglamento de septiembre de 1846. En este sentido, a lo largo del trabajo explicaré cómo se organizó la Guardia Nacional de la ciudad de México,35 qué intereses políticos estuvieron detrás de su creación y de qué manera cumplió con el objetivo militar que tenía asignado. Así podré explicar que la Guardia Nacional capitalina tuvo diferentes etapas de 33 Hernández Chávez, ―La Guardia Nacional en la construcción…‖ op. cit., p. 227. 34 Medina Peña, ―La organización…‖, op. cit., p. 7. 35 Lo que en la actualidad —marzo de 2014— se conoce con el nombre de ‗centro histórico‘ era el límite geográfico de la ciudad de México en 1846-1848, es decir ―una superficie de 14 kilómetros cuadrados que limitaba, hacia el norte con la garita de Peralvillo, al sur con la de San Antonio Abad, la actual avenida Fray Servando Teresa de Mier; al suroeste con la de Belén; al este con la de San Lázaro, y al oeste con la calzada y garita de San Cosme, lo que hoy es Bucareli y Rosales.‖ Por lo tanto, únicamente se hablará de los batallones de Guardia Nacional creados dentro de dicha demarcación. Fabiola García Rubio, La entrada de las tropas estadunidenses a la ciudad de México. La mirada de Carl Nebel, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2002, 132 p., p. 79. 23 organización, una primera en la cual su objetivo fue más político que militar, en ella fungió como club político que albergaba a los individuos que tenían algo que ganar o perder en el caso de que alguna facción federalista —moderada o radical— adquiriera preeminencia en la capital del país. Y una segunda etapa en la que su objetivo fue a la inversa, más militar que político, con el enemigo extranjero cerca de la ciudad, la Guardia Nacional tuvo que reconfigurarse para servir a su objetivo primigenio: defender al país de las amenazas internas y externas. El trabajo está dividido en cuatro partes. En la primera de ellas se hace un breve recorrido por la historia de las fuerzas armadas de carácter ciudadano o popular en México. Con el reformismo borbónico es que se sientan las bases para la conformaciónde organizaciones milicianas diferentes a las tropas regulares españolas. En la época virreinal podemos encontrar elementos que se fueron acumulando durante las últimas décadas del siglo XVIII y que estuvieron presentes en la organización de los cuerpos milicianos y de Guardia Nacional del México independiente. De esta manera, se hará énfasis en el carácter regional de dichas corporaciones militares y como éstas supuestamente fungirían como muro de contención en cualquier intento de violentar la soberanía de alguna entidad federativa. El segundo apartado está dedicado al estudio del primer proceso de organización de la Guardia Nacional, y abarca los meses de agosto de 1846 a marzo de 1847. Se analiza el reglamento de 11 del septiembre de 1846 y la forma en que fue puesto en práctica. Esta época se caracteriza por la existencia de una institución militar formada con base en intereses partidistas. La organización estuvo permeada por las discusiones políticas entre federalistas radicales y moderados. Es decir, en estos meses nos encontramos con una Guardia Nacional cuyo fin último era la discusión política. El tercer capítulo corresponde al estudio de la reorganización de la Guardia Nacional ocurrida en marzo-septiembre de 1847. Una vez que se tranquilizó el ambiente político de la ciudad, las autoridades capitalinas pudieron concentrar sus esfuerzos en conseguir que la Guardia Nacional cumpliera con su labor de 24 defensora de la nación en caso de invasión extranjera. Aquí también se menciona la participación militar de la institución, pues la llegada del ejército comandado por Winfield Scott a la ciudad de México, lo cual implicó la participación activa de la Guardia Nacional de la capital en la defensa de la misma. El cuarto y último capítulo está dedicado a la desmovilización de la Guardia Nacional —cuando la ciudad de México fue tomada por las tropas estadunidenses— y la nueva ley que se promulgó para la organización de la institución, una vez que se retiraron las fuerzas invasoras. Se hace énfasis en cómo el ayuntamiento de la ciudad de México tuvo que delegar las funciones de la Guardia Nacional a otros cuerpos específicos. Por otro lado, se analiza la manera en que el nuevo reglamento resolvía las problemáticas que se habían presentado en la organización de la Guardia durante la guerra con Estados Unidos. 25 1.- Breve historia de las fuerzas armadas en México, 1762-1846 1.1.- El reformismo borbónico y las fuerzas armadas novohispanas Durante los dos primeros siglos de dominio español, el tema de las fuerzas armadas fue marginal. La defensa de la Nueva España se limitaba a la protección de los puertos —Veracruz principalmente ya que los del océano Pacífico no representaban un verdadero problema—, y las fronteras del norte novohispano. Las depredaciones de piratas y corsarios, así como la amenaza de ejércitos expedicionarios enviados por el Atlántico, no eran un peligro inminente para las ciudades populosas que se ubicaban tierra adentro. El puerto de Veracruz era el punto mayormente fortificado en toda la costa del Golfo, contaba con una serie de particulares defensas naturales que eran aprovechadas al máximo: ―los elementos como las enfermedades, los abastos y las comunicaciones eran utilizados totalmente por los que planeaban la defensa. Todos, excepto los más inexpertos o audaces de los invasores potenciales, consideraban el virreinato un objetivo inalcanzable.‖36 El resto de la costa del Golfo era defendida por cuerpos milicianos irregulares encargados de vigilar y perseguir a los contrabandistas que desembarcaban para la búsqueda de provisiones. Por otro lado, cualquier necesidad de tropas en las ciudades del virreinato: ―podía satisfacerse reclutando a los comerciantes, a los hacendados y a los artesanos, que eran capaces de suprimir los desórdenes civiles, como los que ocurrieron en la ciudad de México en 1692 y 1693.‖37 Toda esta situación hizo que no se requiriera de una fuerza militar mayor en el virreinato, sólo pequeñas guarniciones de tropa regular y algunas compañías de milicias reclutadas en caso de ser necesario. Esto cambió cuando en 1761 España entró en el conflicto bélico conocido como la Guerra de los Siete Años. Con la toma de las ciudades de La Habana y Manila, y, por consiguiente, el fracaso de las tropas regulares y milicianas existentes en dichos lugares, la Corona española recibió un duro golpe. Los tiempos comenzaban a cambiar y con ellos, la forma en que se había planeado la 36 Christon Irving Archer, El ejército en el México Borbónico, 1760-1810, trad. Carlos Valdés, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 16. 37 Ibid., p.15. 26 defensa del virreinato hasta ese momento. Veracruz ya no era tan inexpugnable como hasta entonces lo había sido. La política de la corona española había estado encaminada a desarmar a la población indígena colonizada así como a las instituciones militares no esenciales, ante el temor de que tales armas fueran puestas en contra de la autoridad real. Los descalabros de 1762 provocaron que se hiciera patente la necesidad de que existieran fuerzas armadas permanentes en el virreinato. Sin embargo, las constantes guerras libradas en Europa impidieron el envío de tropas españolas regularmente. Las colonias tenían que sustentar su propia defensa y eso implicaba que los novohispanos fueran armados. En 1764 se creó un comité de defensa que elaboró un plan con el cual se formaría un ejército en la Nueva España. ―Estos [los cuerpos defensivos estacionados en las posesiones americanas] serían dirigidos por la infantería regular y los regimientos de dragones creados en las colonias y apoyados por unidades europeas selectas que se alternarían.‖38 El encargado de llevar a cabo la organización fue Juan de Villalba y Angulo a quien se le dio el título de comandante general e inspector general del ejército de la Nueva España y se le otorgó una fuerza europea que se encargaría de entrenar e inculcar valores marciales en el ejército regular que se formaría en el virreinato. Este plan, sin embargo, no fue fácil. El primer problema surgió con el virrey Cruillas y consistió en discusiones en torno a los honores que tendría Villalba. Unos de los títulos que tenía el virrey era el de comandante general, por lo tanto, a la llegada de Villalba, no había claridad sobre los límites de la jurisdicción de cada uno. Ante esto, ambos personajes se dedicaron a entorpecer las decisiones del otro provocando el retraso en la organización de las fuerzas armadas. En segundo lugar, ―las instrucciones de Villalba eran aceptar a todos los hombres de las castas, exceptuando sólo a los indígenas y a los negros, que no eran de confiar cuando portaban armas.‖39 A su vez, una tercera parte de las 38 Ibid., p. 25. 39 Ibid., p. 27. 27 compañías tenía que ser de extracción blanca. Pero los españoles reclutados en las milicias provinciales se negaban a estar junto a las castas, argumentando su superioridad racial. El conflicto se resolvió mediante la creación de batallones separados de blancos y de castas. A pesar de los conflictos, se lograron crear seis regimientos de infantería provincial: los de México, Puebla, Tlaxcala, Toluca, Córdoba-Orizaba y Veracruz; que junto con los cuerpos militares ya existentes, el Regimiento Urbano del Comercio y la compañía de Lanceros de Veracruz fueron el primer ejército novohispano. En 1768, el marqués de Torre llegó a la Nueva España con el fin de inspeccionar al ejército novohispano. Para su sorpresa se encontró con un caos total, los regulares españoles dejados por Villalba a cargo de los regimientos del virreinato se habían casado y tenido hijos, por lo que, según la tradición española, ahora eran inútilespara el servicio militar. Los regimientos denotaban un desorden generalizado ya que las asambleas40 se llevaban a cabo muy irregularmente; los soldados no tenían un entrenamiento adecuado, a veces era nulo, y no existían padrones de reclutamiento para efectuar la inspección. Esta situación provocó que empezaran a surgir una serie de prejuicios sobre los novohispanos como el expresado por Pascual Cisneros en 1783 quien calificaba a la Nueva España como ―un desierto virtual habitado por población inútil.‖41 Se llegaron a hacer proposiciones que destinaban a las milicias provinciales a la tarea de servir como refuerzos sin entrenamiento para las compañías regulares enviadas de España. Matías de Gálvez —virrey de la Nueva España— encargó en 1783 a Francisco Crespo un nuevo estudio sobre la organización del ejército novohispano. A pesar de que Crespo compartía los prejuicios contra los novohispanos, era consciente de que el envío de una tropa regular desde España era un gasto que la corona no podía permitirse, por lo tanto la columna vertebral de la defensa del virreinato debía ser la milicia provincial. Los regulares españoles debían fungir como 40 Una Asamblea es aquel momento en el que un cuerpo militar se encuentra descansando, es decir, no presta servicio activo; sin embargo, se reúne para realizar ejercicios o recibir instrucción. 41 Archer, op. cit., p. 34. 28 instructores de una elite de guerreros fieles que servirían como ejemplo para las milicias provinciales. Por otro lado, se comenzó a caer en cuenta de que si se quería llevar a cabo una buena organización de las fuerzas armadas, se debía recurrir a dos sectores que antes se consideraban como inaceptables: las castas y los criollos. Un último impulso a la organización armada de la Nueva España fue dado por el virrey Branciforte en 1794. ―Un examen de los planes militares convenció a Branciforte de que el fracaso de crear un ejército podía encontrarse directamente en el énfasis excesivo que se había hecho en las unidades regulares.‖42 Para él, el plan Crespo, con su énfasis en las milicias provinciales de extracción criolla, era la mejor forma de organizar las fuerzas armadas. A pesar de que en 1796 la guerra con Inglaterra hizo necesario trabajar con lo que se tenía, es decir, formando las milicias provinciales con criollos y castas ―los cargos más destacados eran designados desde la península y normalmente ocupados por algún peninsular; de este modo el rey se aseguraba el control de la fuerza armada mientras la élite criolla quedaba excluida, con el consecuente descontento de este grupo social.‖43 1.2 Transformaciones de las fuerzas armadas durante la Guerra de Independencia, 1811-1821 En este periodo el acontecimiento más relevante respecto de las unidades militares fue la aparición de las tropas milicianas creadas a partir del llamado Plan Calleja. Estás unidades tuvieron gran importancia en la forma en que se organizaron las fuerzas armadas posteriores a la independencia. La primera etapa de la insurgencia es bien conocida, las huestes de Hidalgo estaban conformadas por grupos populares que se iban añadiendo a la causa conforme los insurgentes tomaban los pueblos. En el otro bando, la actuación de los cuerpos provinciales fue muy diversa: ―…durante la crisis de 1810 los oficiales 42 Ibid., p. 55 43 Ángeles Mosquera, ―Ejército y Milicia Cívica. Fuerzas armadas y pugna de poderes en el primer parlamentarismo mexicano, 1821-1824‖, en Secuencia, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, núm. 63, septiembre-diciembre, 2005, pp. 98-126, p. 99. 29 y hombres de los ejércitos y milicias coloniales brindaron una protección impredecible a los gobiernos coloniales: en ocasiones defendieron la causa realista, y respaldaron a los juntistas que derrocaron a los gobiernos de las colonias…‖44 Las pocas milicias existentes en la Nueva España no fueron suficientes para contener el furor insurgente. También había una imposibilidad de las autoridades virreinales de aumentar el gasto en el ámbito militar. Este contexto propició que la situación de las fuerzas armadas novohispanas cambiara. La base social que hasta entonces las formaba se diversificó echando mano de los grupos que Francisco Crespo ya había contemplado en 1783. En junio de 1811, Félix María Calleja diseñó un plan político y militar en el que ―toda la sociedad tenía la obligación de tomar las armas para defenderse de los rebeldes.‖45 A diferencia de los otros cuerpos coloniales, que se distinguían por estar formados por propietarios, la tropas que el plan Calleja reglamentaba incorporaban a la población indígena, los mulatos, pardos y blancos sin ningún tipo de distinción. Es decir, estos cuerpos militares podrían ser considerados como una aplicación tardía del Plan Crespo. Por otro lado, se estableció que la elección de mandos se debía hacer por medio del voto directo de sus miembros, este será un elemento crucial que heredará la Milicia Cívica mexicana. La medida fue tomada ante la necesidad de atraer a las tropas hacia la causa realista, pero las fuerzas militares, debido a su composición y forma de designar mandos, comenzaron a actuar conforme a los designios de las élites locales. El panorama general sugiere que ahí donde las élites aceptaron y defendieron a los gobiernos coloniales existentes —como en Lima y otras ciudades del Perú o en 44 Anthony McFarlane, ―Los ejércitos coloniales y la crisis del Imperio Español, 1808-1810‖, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, t. 229, vol. LVIII, núm. 1, julio-septiembre 2008, pp. 229-285, p. 268. 45 Juan Ortiz Escamilla, ―La nacionalización de las fuerzas armadas en México, 1750-1867‖, en Manuel Chust y Juan Marchena (coord.), Las armas de la nación: independencia y soberanía en Hispanoamérica, Madrid, Iberoamérica Vervuet, 2007, p. 294. Este artículo fue fruto del trabajo que Ortiz Escamilla presentó para obtener el grado de doctor en historia. Juan Ortiz Escamilla, Guerra y gobierno: los pueblos y la independencia de México, Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía-Universidad de Sevilla-Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1997, 256 p. 30 la capital de la Nueva España y en varias ciudades importantes como Puebla, Veracruz y las ciudades del sur mexicano—, los militares solían permanecer leales al gobierno establecido. Y ahí donde las élites civiles tomaron acciones decisivas para establecer juntas autónomas —como en Caracas, Cartagena o Bogotá—, invariablemente las apoyaron algunos o todos los cuerpos de oficiales locales.46 Mientras tanto, del otro lado del Atlántico, en 1812 en las cortes gaditanas se empezó a diseñar una nueva institución militar destinada a la defensa del régimen liberal en contra de los embates de la facción absolutista. ―La milicia nacional, nació en la Constitución de 1812 como cuerpo armado que garantizaba las bases del Estado nacional, primero del hispano que surgía desde las cortes de Cádiz e inmediatamente después del mexicano tras su independencia.‖47 Sin embargo, el proyecto de reglamentación no se concretó debido a la restauración en el poder de Fernando VII. El 24 de abril de 1820, durante el llamado Trienio Liberal, la milicia nacional fue aprobada para su formación en la Nueva España. Este hecho implicaba que todas las milicias urbanas y provinciales, así como los cuerpos milicianos creados por el Plan Calleja fueran desmovilizadas. No obstante: ―ni los caudillos guardacampos ni los oficiales de estos cuerpos permitirían que se alterara la influencia política que habían ganado.‖48 Tal fue el caso, por ejemplo, de las milicias de Veracruz. En 1821 el ayuntamiento del puerto dirigióuna nota al virrey comunicándole que era imposible la organización de las milicias nacionales si en ellas ―no incorporaba a los antiguos realistas, puesto que la mayor parte de la población susceptible de ser miliciana lo había sido previamente en estos 46 McFarlane, op. cit., p. 278. Bernardo Ibarrola menciona que ante la imposibilidad que la corona española tenía para enviar tropas a reprimir a los insurgentes, las milicias americanas fueron las que se ocuparon de hacer frente a los sublevados: ―ejércitos locales, vinculados económica y socialmente con las poblaciones de las regiones en las que opera[ban].‖ Bernardo Ibarrola, ―Un siglo de guerra civil en Hispanoamérica‖, en Cristina Gómez Álvarez, Josefina Mac Gregor y Mariana Ozuna Castañeda (coords.), 1810, 1910: Reflexiones sobre dos procesos históricos. Memoria. México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras, 2010, 547 p., pp. 319-328. 47 Manuel Chust, ―Milicia, milicias, y milicianos: milicianos y cívicos en la formación del Estado- nación mexicano, 1812-1835‖ en Juan Ortiz Escamilla (coord.), Fuerzas Militares en Iberoamérica, siglo XVIII y XIX, El Colegio de México-El Colegio de Michoacán-Universidad Veracruzana, 2005, pp. 179-197. 48 Mario Alberto Zúñiga Campos, ―El fracaso de la ciudadanía armada: La milicia cívica de la ciudad de México, (1823-1834)‖, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras, 2013, 218 p., pp. 51-52. (tesis de licenciatura en historia) 31 cuerpos.‖49 Es decir, tanto la milicia nacional como las unidades realistas del Plan Calleja coexistieron durante la etapa final de la Guerra de Independencia y contribuyeron a la complejidad y dificultad de comprensión del panorama militar de la primera mitad del siglo XIX mexicano. En 1821, Agustín de Iturbide logró reunir a las unidades del ejército español, las elites locales y la enorme cantidad de los cuerpos militares de los que se ha venido hablando bajo el Plan de Iguala. Esta diversidad de los miembros del Ejército Trigarante trajo consigo una infinidad de problemas al momento de haber alcanzado la Independencia de México,. 1.3 Milicia Cívica vs. Ejército permanente durante el Imperio de Iturbide, 1821-1823 La forma como se desarrolló la lucha por la independencia propició la formación de varios y diversos cuerpos militares que, al momento de la consumación, hizo que se unieran al Ejército Trigarante: ―oficiales y tropas realistas del ejército permanente, de las milicias provinciales, de un sinnúmero de milicias locales y, por supuesto, los antiguos insurgentes del sur.‖50 Sin embargo, una vez alcanzada la emancipación, no todos estos grupos fueron tomados en cuenta para ser la base del nuevo ejército permanente mexicano. En realidad, ―El Plan de Iguala consiguió la unidad necesaria entre las diversas facciones para alcanzar la anhelada libertad, pero una vez conseguida, los diferentes intereses no tardaron en enfrentarse.‖51 Aquellos hombres armados que quedaron fuera del ejército permanente, y algunos oficiales dentro del mismo, se encargaron de derrocar al hombre que habían ayudado a llegar al poder. A su vez, existía un claro distanciamiento entre los proyectos de Iturbide y los del Congreso, lo que se hizo patente con las discusiones sobre la creación de una institución en particular: la Milicia Cívica. ―El Congreso vio en la milicia el cuerpo armado que defendería los intereses del nuevo Estado constitucional y pondrían freno a los intentos de instalar un gobierno 49 Chust Calero, ―Milicia, milicias y milicianos…‖ op. cit., p. 185. 50 Ortiz Escamilla, ―La nacionalización…‖, op. cit., p. 297 51 Mosquera, op. cit., p. 99. 32 absoluto o disolver el Congreso, rumores todos ellos que llegaban a oídos de los diputados.‖52 La Milicia Cívica era percibida como un cuerpo militar que serviría al poder legislativo en contra del ejecutivo. El imperio de Iturbide no pervivió mucho tiempo. El 2 de diciembre de 1822 el brigadier Antonio López de Santa Anna y el ex insurgente Guadalupe Victoria proclamaron el Plan de Veracruz en contra del emperador. Meses después, el 1 de febrero de 1823, los sublevados junto con José Antonio Echávarri lanzaron el Plan de Casa Mata desconociendo a Iturbide. Esto puso punto final al imperio; sin embargo no hizo lo mismo con los debates en torno a las Milicia Cívicas, que fueron retomados posteriormente pero, como se verá, con un matiz muy importante. 1.4 Vicisitudes de la Milicia Cívica, 1824-1846 Una vez derrocado el Imperio de Iturbide, la cuestión militar volvió a cobrar importancia. La recién formada y endeble república necesitaba garantizar la defensa del territorio nacional ante la posibilidad de una invasión extranjera, proveniente de la antigua metrópoli o de otra potencia. Para ello, no podía relegar a todos los cuerpos militares que habían participado en la caída del emperador por lo que se revivió una discusión que ya había sido planteada en el primer parlamento mexicano: ¿ejército permanente o Milicia Cívica? Ambas instituciones tenían características muy distintas y respondían a dos concepciones diversas sobre la organización militar y administrativa del país. El ejército permanente constituía una fuerza castrense reglamentada, organizada y mantenida por el gobierno federal, por lo que su mando estaba concentrado en el presidente de la república. En cambio, ―La milicia cívica definía su condición de cuerpo armado de clase, dirigida, controlada y armada por propietarios, por los poderes provinciales y por la burguesía local.‖53 En este caso, se hablaba de una Milicia Cívica diferente a la planteada en el Congreso de 1822, pues no se trataba 52 Ibid., p. 110. 53 Manuel Chust y José Antonio Serrano Ortega, ―Milicia y revolución liberal en España y en México‖, en Manuel Chust y Juan Marchena, op. cit., pp. 81-110, p. 94. 33 de un cuerpo supeditado al legislativo, sino de una institución militar controlada por las autoridades locales, principalmente por los gobernadores de los estados. El que las fuerzas armadas estuvieran exclusivamente organizadas en Milicias Cívicas supeditadas a los gobernadores de los estados respondía a un tipo de organización federalista. Los gobiernos estatales veían con buenos ojos esta medida, de hecho ―su representación [de la milicia] era popular, tenía una legitimidad que le confería la elección de sus mandos mediante comicios y una soberanía que le transmitía la institución de la cual dependía, a saber, […] los estados con la República Federal a partir de 1824.‖54 Por contraste, el fortalecimiento del ejército permanente respondía a un tipo de organización centralista en la que el poder ejecutivo federal era la principal autoridad. El constituyente de 1824 recurrió a una opción salomónica en apariencia: tanto el ejército como las Milicias Cívicas serían la forma de organizar a las fuerzas armadas. Esto respondió a tres factores. Primero, y más inmediato, el gobierno federal se encontraba en bancarrota y no tenía la capacidad de organizar, armar, entrenar ni uniformar a un ejército con sus propios recursos. Segundo, los estados defendían su soberanía frente al gobierno federal, que había sido consignada en la Constitución y les daba derecho de organizar y mantener sus propias organizaciones castrenses. Tercero, de alguna manera había que darle cabida a todos los grupos militares que habían sido relegados del ejército de Iturbide durante el Imperio. La solución tomada mostró que ninguno de los poderes regionales, estatales, locales y federales quería ceder terreno en el ámbito político. Al existir los dos cuerpos militares, ambos podían hacer uso de las fuerzas bélicas para defender
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