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1 
 
 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL 
AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
COLEGIO DE HISTORIA 
 
 
LA GUARDIA NACIONAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO 
DURANTE LA GUERRA ENTRE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS, 
1846-1848 
 
 
TESIS 
 
QUE PARA OPTAR AL GRADO DE 
LICENCIADO EN HISTORIA 
 
PRESENTA 
OMAR URBINA PINEDA 
 
 
ASESOR 
DR. BERNARDO IBARROLA 
 
 
CIUDAD DE MÉXICO 2014 
 
 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
2 
 
 
 
 
A la Universidad Nacional Autónoma de México 
Por dar forma a lo que fui, soy y seré 
3 
 
Agradecimientos 
Primero que nada quiero agradecer a nuestra máxima casa de estudios, la 
Universidad Nacional Autónoma de México. En 2005 tuve el privilegio, honor y 
orgullo de haber sido acogido en sus brazos —en el Colegio de Ciencias y 
Humanidades Naucalpan— y desde ese entonces todas sus enseñanzas me han 
formado como ser humano. Mi gratitud a la Universidad es infinita y espero honrar 
su nombre al ejercer mi actividad profesional. 
 También quiero agradecer a mis profesores. Al pofr. Carlos Cruzado quien 
me mostró por primera vez la forma de hacer historia y me impulsó a tomar la 
mejor decisión de toda mi vida: estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras. A la 
Dra. Josefina Mac Gregor, el Dr. Martín Ríos Saloma —me disculpo por haber 
abandonado las filas del medievalismo—, y al Dr. Pedro Salmerón, quienes me 
dotaron de las herramientas necesarias para ejercer el oficio del historiador. 
Siempre me han brindado su ayuda —tanto personal como académica— y han 
sido fundamentales en todas las etapas de mi formación universitaria. 
 Luis González y González mencionó en alguna ocasión que el asesor y los 
sinodales no deberían estar presentes en lo agradecimientos; no obstante, este 
trabajo no habría sido posible sin sus valiosísimos consejos. Primero que nada 
gracias a mi asesor el Dr. Bernardo Ibarrola —y junto con él a la señora Alice y a 
las pequeñas Laura Inés y Clara Irene quienes me dieron parte del tiempo que en 
principio estaba destinado para ellas— bajo su guía me acerqué al siglo XIX 
mexicano, a las instituciones militares y a las fuentes primarias; ha tenido una 
paciencia infinita con mis constantes errores y crisis temporales, sin su dirección 
este trabajo no habría podido concluirse. Por otro lado, gracias a mis sinodales: al 
Dr. Miguel Soto por sus sabios consejos, su guía bibliográfica y por ayudarme a 
ubicar a mis personajes en un contexto más amplio; a la Dra. Georgette José 
Valenzuela quien no sólo fue la profesora que me ayudó a sacar el proyecto de 
tesis, con su minuciosa lectura salieron a la luz numerosos problemas que habrían 
quedado sin respuesta; y a la Mtra. Fabiola García Rubio, aunque no fue mi 
profesora durante la carrera, se mostró dispuesta a leer mi texto y me dio 
inestimables críticas y consejos que enriquecieron enormemente la tesis. 
 Asimismo quiero agradecer al Dr. Oscar Sánchez Rangel quien me dio mi 
primera oportunidad laboral. Gracias a la Dra. Graciela Márquez Colín por confiar 
en mí para uno de sus proyectos y darme una mayor experiencia en el mundo de 
los archivos. Y evidentemente estoy profundamente agradecido con la Mtra. María 
del Rayo González Vázquez por todo su apoyo durante mi estancia en El Colegio 
de México y a Dr. Javier Garciadiego por enseñarme de primera mano el mundo 
del historiador. 
 A mis padres, Lilia Pineda Villanueva y Guillermo Urbina Estrada. Han sido 
mi sostén en todo momento, sin ustedes todo esto no habría sido posible. 
Agradezco profundamente por todo el cariño, amor y apoyo que me han brindado 
aunque mis decisiones no siempre hayan sido lo que ustedes esperaban de mí. 
Gracias por su infinita comprensión y siempre los llevo en mi corazón. A mi 
hermano Ricardo Urbina Pineda, tuviste que soportar a un chiquillo melindroso 
que llegó intempestivamente a tu vida pero siempre cumpliste con tu papel de 
hermano: para ti, un cariño infinito. A Marifer, mi adorada sobrina, no sólo por 
4 
 
iluminar mi existencia, sino por haber tenido la fortaleza y voluntad de quedarte 
con nosotros. 
A mi abuelo Juvencio Pineda Rodríguez (†) y a mi abuela Blanca Estrada 
Olvera (†) ambos son grandes ejemplos de lo que la perseverancia puede lograr y 
sus enseñanzas siempre están conmigo. Me disculpo con ustedes por haber sido 
un pésimo nieto, pero tengan por seguro que siempre están en mi corazón. 
A mis padrinos Pepe y Soco, a mis tíos Chio, Hector, Raul, María, Javier, 
Víctor, Verónica y Luz María (†) —esta última habría dado todo por haber estado 
conmigo en estos momentos— quienes me cuidaron desde pequeño y confiaron 
en mí cando decidí seguir el camino de la historia. También a mis tías Irma, Áurea 
y Gloria, gracias por todo el apoyo que siempre me han dado. 
A Nicolás Olivos Bonilla, persona extraordinaria, brillante y leal, contigo he 
pasado una gran cantidad de buenos momentos en clases, reuniones y 
celebraciones. Siempre has sido un excelente amigo y te deseo lo mejor para lo 
venidero. 
A Karina V. Terán, que puedo decir de mi comadre, una excelente persona 
—aunque ella diga lo contrario—. Siempre ha cuidado de mí, me ha ayudado en 
mis peores momentos, y ha hecho lo posible por que alcance la felicidad. Es una 
de las personas más brillantes que conozco y no hay duda que la casa de Clío 
recibirá a una excelente integrante. Tu amistad sincera y tu cariño son cosas que 
siempre atesoraré. 
Jediael Garduño Aguilar, uno de mis hermanos, prácticamente me has 
adoptado en tu hogar y me has apoyado en momentos de duda y tristeza, 
También contigo he pasado grandes momentos de felicidad y diversión, es decir, 
rápidamente te has convertido en parte fundamental de mi ciclo vital y sin tus 
consejos —tanto los buenos como los malos— este camino habría sido mucho 
más difícil y poco ameno. 
Francisco Méndez Lara, no sólo eres mi colega, mi mejor amigo y mi 
compadre: eres mi hermano. Algo que jamás olvidaré fue aquella primera charla 
que tuvimos en la línea 3 del metro en la que después de 5 minutos ninguno tenía 
nada que decir. ¿Quién podría haber imaginado que aquellos dos individuos 
podrían llegar a entablar una amistad? En nuestro afán de siempre llevar la 
contraria lo conseguimos. En mis momentos de mayor desesperación has estado 
ahí. Nuestras largas conversaciones, tus sabios consejos y nuestras discusiones 
de carácter histórico, y no, me han ayudado e influenciado enormemente en este 
camino. Te auguro un futuro brillante guiado por tu pasión a la prensa. 
Son tantas las personas e instituciones con las que me siento agradecido 
que quiero pedir una disculpa a todos aquellos que deberían estar aquí. No 
obstante, no puede quedar fuera una importantísima integrante de mi vida. Ella me 
hizo confiar, me levantó de mi letargo, me ha brindado todo su amor y toda su 
comprensión. Estás conmigo desde hace tres años, una parte bastante 
complicada de mi vida, pero tu cariño y apoyo han sido fundamentales para poder 
salir adelante y seguir avanzando. Tú siempre has sido la persona indicada, me 
has apoyado, soportas mis locuras y no te importan mis defectos. Mi vida te 
pertenece y quiero que sea así hasta que lo inevitable tenga que ocurrir. Rosalba 
Alvarado Pérez: te amo. 
5 
 
ÍNDICE 
 
Introducción………………………………………………………………………………7 
1.- Breve historiade las fuerzas armadas en México, 1762-1846 .................... 25 
1.1.- El reformismo borbónico y las fuerzas armadas novohispanas ......... 25 
1.2 Transformaciones de las fuerzas armadas durante la Guerra de 
Independencia, 1811-1821 ............................................................................... 28 
1.3 Milicia Cívica vs. Ejército permanente durante el Imperio de Iturbide, 
1821-1823 .......................................................................................................... 31 
1.4 Vicisitudes de la Milicia Cívica, 1824-1846 .............................................. 32 
1.5 La ciudadanía armada, la Guardia Nacional ............................................ 38 
2.- La primera organización de la Guardia Nacional. La politización de la 
institución, septiembre de 1846 a marzo de 1847 ............................................ 42 
2.1 La creación institucional de la Guardia Nacional: el reglamento del 11 
de septiembre de 1846 .................................................................................... 42 
2.2 La organización de la Guardia Nacional por parte del Ayuntamiento de 
la ciudad de México y el gobierno del Distrito Federal ................................ 45 
2.3 Organización de los batallones “puros”, fuerzas armadas de los 
federalistas radicales ...................................................................................... 53 
2.4.- La ofensiva de los federalistas moderados, la creación de los 
batallones “polkos” ......................................................................................... 66 
2.5.- La Rebelión de los Polkos ...................................................................... 81 
3.- La reorganización de la Guardia Nacional de la ciudad de México. Abril-
agosto de 1847 .................................................................................................... 91 
3.1.- To the halls of Montezuma. El camino hacia la guerra ......................... 91 
3.2.- Disolución, reacomodos y fusión de los cuerpos de Guardia Nacional 
después del levantamiento de los “polkos” ................................................. 95 
3.3 Reclutamiento masivo y disminución de exentos en el servicio de la 
Guardia Nacional de la ciudad de México ................................................... 103 
3.4 La Guardia Nacional se prepara para repeler al invasor ...................... 110 
3.5.- Las campañas militares del valle de México ....................................... 116 
4.- La Guardia Nacional de la ciudad de México durante y después de la 
ocupación estadunidense. Septiembre de 1847 a julio de 1848. .................. 124 
4.1.- Los últimos días de la Guardia Nacional de la capital. 14, 15 y 16 de 
septiembre. ..................................................................................................... 124 
4.2.- La seguridad pública durante los meses de la ocupación. Septiembre 
de 1847 a julio de 1848. ................................................................................. 129 
6 
 
4.3.- El nuevo reglamento de la Guardia Nacional ...................................... 136 
Conclusión ......................................................................................................... 142 
Anexo 1 .............................................................................................................. 147 
Reglamento para organizar, armar y disciplinar la Guardia Nacional en los 
Estados, Distritos y territorios de la Federación. 11 de septiembre de 1846.
 ............................................................................................................................ 147 
Anexo 2 .............................................................................................................. 158 
Ley Orgánica de la Guardia Nacional. 15 de julio de 1848. ............................ 158 
Fuentes............................................................................................................... 170 
7 
 
Introducción 
La guerra con Estados Unidos estalló en un momento de inestabilidad política en 
México. Enfrentarla fue responsabilidad de cuatro gobiernos nacionales diferentes. 
Fue declarada formalmente por el Congreso estadunidense el 13 de mayo de 
1846 —días después de iniciarse las hostilidades en el Rancho de Carricitos, 25 
de abril, y en Resaca de la Palma, 9 de mayo— y el gobierno mexicano hizo lo 
mismo meses después, el 7 de julio. A la cabeza del poder ejecutivo nacional 
estaba Mariano Paredes y Arrillaga, quien junto con Lucas Alamán y Salvador 
Bermudez de Castro habían fraguado un pronunciamiento cuyo fin era instaurar 
una monarquía en el país.1 
El 4 de agosto un nuevo golpe militar quitó del poder al monarquista 
Paredes e instauró, de nueva cuenta, la República federal; el encargado del poder 
ejecutivo fue Mariano Salas, cuya administración se caracterizó por las luchas 
internas entre federalistas radicales y moderados. En diciembre del mismo año, se 
llevaron a cabo las elecciones para presidente y vicepresidente de la República, 
resultaron electos el general Antonio López de Santa Anna y el abogado 
jalisciense Valentín Gómez Farías, respectivamente; en realidad este último fue el 
encargado de facto del ejecutivo. Las políticas radicales del vicepresidente Gómez 
Farías provocaron un conflicto armado en la ciudad de México, razón por la cual 
Santa Anna fue llamado a tomar las riendas del gobierno; el desembarco de las 
tropas estadunidenses en Veracruz, propició que el presidente delegara su cargoal 
general Pedro María Anaya.2 
 Es en este marco de inestabilidad, pugnas políticas e intervención 
extranjera fue que el 11 de septiembre de 1846 surgió un ―Reglamento para 
organizar, armar y disciplinar a la Guardia Nacional en los estados, distritos y 
territorios de la federación.‖ Su objetivo era crear una fuerza armada para la 
defensa del territorio mexicano contra las tropas invasoras, sin embargo, la difícil 
situación política del país impidió que cumpliera con su misión y sirviera como 
instrumento de las ambiciones de los grupos que controlaban el ámbito público de 
 
1
 Miguel Soto Estrada, La conspiración monárquica en México, 1845-1846, México, Offset, 1988, 
282 p. y Jaime Delgado, La monarquía en México, 1845-1846, México, Porrúa, 1990, 275 p. 
2
 Pedro Santoni, ―Los federalistas radicales y la guerra del 47‖, México, El Colegio de México, 
1987, 484 p. (tesis de doctorado en Historia). 
8 
 
la capital del país. Después de más de un año de guerra, 17 meses para ser 
exactos, las tropas estadunidenses finalmente entraron triunfantes —pero no sin 
resistencia de la población de la ciudad de México y su Guardia Nacional— a la 
capital. Durante los nueve meses que la ciudad estuvo ocupada por los 
estadunidenses, se desató una ola de violencia a la que no pudo hacer frente la 
autoridad política y militar de la capital, pero a su vez los capitalinos tuvieron que 
aprender a convivir con los nuevos residentes.3 El 2 de febrero de 1848 fue 
firmado el Tratado Guadalupe-Hidalgo por medio del cual México cedió más de la 
mitad de su territorio a cambio de 15 millones de pesos por indemnizaciones, mas 
no por concepto de compra de territorio. El documento fue enviado a Estados 
Unidos para su ratificación, lo que ocurrió el 10 de marzo de 1848. La paz se firmó 
entre ambas naciones y las tropas de ocupación se dispusieron a abandonar 
territorio mexicano. 
 En este contexto de derrota, vacío de poder y desocupación del ejército 
estadounidense fue que el 15 de julio de 1848 se decretó una Ley Orgánica de la 
Guardia Nacional que presentaba muchas diferencias con respecto al reglamento 
de 1846. Esta ley presentaba a una institución militar mucho más depurada, clara 
en sus objetivos y obligaciones, una división más precisa y con métodos 
organizativos mucho más definidos. 
 El objetivode esta investigación no es hacer una historia de cómo se 
desarrolló la guerra con Estados Unidos, ni mucho menos dar una explicación de 
las razones por las que se perdió el conflicto bélico. Los objetivos de este trabajo 
son más concretos, pues hablaré sobre aquella institución que he mencionado en 
las líneas anteriores: la Guardia Nacional. Los límites temporales de la 
investigación me los dan el reglamento y la ley ya aludidos, el primero de 1846 y la 
segundo de 1848. Entre ambos documentos existen diferencias muy claras que 
pueden explicarse mediante el estudio de la forma en que se organizaron esos 
cuerpos militares durante aquellos años conflictivos.4 
 
3
Cristóbal Alfonso Sánchez Ulloa, ―La vida en la ciudad de México durante la ocupación del 
ejército estadounidense. Septiembre de 1847-junio de 1848‖, México, Facultad de Filosofía y 
Letras-Universidad Nacional Autónoma de México, 2012, 257 p. (tesis de licenciatura en Historia). 
4
 En el anexo a este trabajo se puede encontrar una transcripción íntegra de ambos documentos. 
9 
 
El estudio académico sobre la Guardia Nacional surgió a partir de los 
trabajos realizados en el seno de una disciplina distinta a la historia pero 
íntimamente ligada a ella: el derecho. Esta institución militar ha despertado el 
interés de los juristas debido a que en el texto constitucional vigente en la 
República sigue estando presente como una obligación tanto de los mexicanos 
como de los ciudadanos.5 La nula aplicación de una fracción de un artículo 
constitucional atrae a los especialistas en las leyes —sobre todo cuando están en 
proceso de profesionalización— ya que les permite realizar una serie de 
aproximaciones jurídicas así como propuestas legislativas que, si bien es probable 
que no lleguen a influir en la aplicación práctica de la ley, otorgan al abogado una 
valiosa experiencia para sus futuros estudios. 
 Tan temprano como 1945, en la Facultad de derecho de la Universidad 
Nacional Autónoma de México apareció el primer trabajo que tiene como tema 
principal a la Guardia Nacional. Miguel Márquez Gutiérrez presentó la tesis ―La 
Guardia Nacional: ensayo histórico, sociológico y jurídico militar para su 
reorganización en el Estado Mexicano.‖6 Como buena tesis de licenciatura en 
derecho, la parte jurídica tiene un mayor peso, sin embargo, el estudio histórico 
merece mencionarse. El autor se remonta a los orígenes de la institución durante 
 
5
 Mientras que la fracción III del artículo 31 constitucional establece como una obligación de los 
mexicanos el ―alistarse y servir en la Guardia Nacional conforme a las ley orgánica respectiva, para 
asegurar y defender la independencia, el territorio, el honor, los derechos e intereses de la Patria, 
así como la tranquilidad y el orden interior…‖; la fracción III del artículo 35 de la Constitución 
establece que el ciudadano tiene la prerrogativa de ―tomar las armas en el Ejército o Guardia 
Nacional, para la defensa de la República y de sus instituciones, en los términos que proscriben las 
leyes.‖ Ambas fracciones no han sido reformadas desde su elaboración en el Congreso de 1917, 
aún así su aplicación ha sido nula debido a que ―hasta la fecha, el Congreso de la Unión no se ha 
molestado en expedir una ley orgánica que constituya y regule las funciones de la Guardia 
nacional…‖ Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Comentada y concordada, 19ª 
ed., V t., México Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Jurídicas-
Porrúa, 2006, t. II, pp. 33, 43 y 111. Sobre este punto cabe señalar que los gobiernos 
postrevolucionarios se enfrentaron a un proceso doble de profesionalización y, sobre todo, de 
despolitización del Ejército Nacional. La institucionalización del Estado requería que las fuerzas 
armadas fueran leales a él y no a un caudillo regional o a alguna autoridad estatal. El proceso 
culminó con la eliminación del sector militar del PRM y la presidencia del último general 
revolucionario Manuel Ávila Camacho. En éste sentido, el aparente ‗descuido‘ que los legisladores 
han mostrado al no reglamentar la Guardia Nacional responde a la necesidad de mantener al 
ejército fuera de la política del país. 
6
 Miguel Márquez Gutiérrez, ―La Guardia Nacional: ensayo histórico, sociológico y jurídico militar 
para su reorganización en el Estado Mexicano‖, México, Universidad Nacional Autónoma de 
México-Facultad de Derecho, 1945, 112 p. (tesis de licenciatura en Derecho). 
10 
 
la Revolución Francesa, así como a la manera en que se tomaron en cuenta 
reglamentos y prácticas estadunidenses para la creación de la Guardia Nacional. 
Posteriormente estudia los reglamentos, leyes y decretos que se han expedido en 
México y que están relacionados con la formación de la Guardia. 
 Cuatro décadas pasaron para que en el marco del IV Congreso de Historia 
del Derecho Mexicano —realizado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la 
Universidad Nacional Autónoma de México en 1986— el licenciado José Manuel 
Villalpando presentara un trabajo titulado ―La evolución histórico-jurídica de la 
Guardia Nacional en México‖.7 Si bien el objetivo del texto es mostrar la 
inviabilidad de la Guardia Nacional en el marco jurídico mexicano de aquel 
entonces, la aproximación jurídica y el breve contexto histórico en el que enmarca 
el tema son una novedad entre los textos elaborados por especialistas del 
derecho. Al año siguiente, 1987, en la antigua Escuela Nacional de Estudios 
Profesionales Acatlán, la aspirante a abogado María Teresa Rodríguez Alonso 
presentó otro trabajo relacionado con la Guardia Nacional: ―La guardia nacional 
dentro del proceso constitucional mexicano‖8; al igual que la tesis de Miguel 
Márquez Gutiérrez el marco histórico es la recopilación de leyes, reglamentos, 
disposiciones y demás documentos jurídicos expedidos en torno a la Guardia 
Nacional. 
 Probablemente la década de los noventa fue la más prolija en cuanto a la 
producción de tesis de licenciatura en derecho sobre la Guardia Nacional. En los 
años de 1997, 1998 y 1999 tres aspirantes a abogados decidieron elaborar sus 
trabajos de titulación sobre temas militares, en orden cronológico fueron Alejandro 
Rojel Martínez9 de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón; José 
 
7
 José Manuel Villalpando Cesar, ―La evolución histórico-jurídica de la Guardia Nacional en México‖ 
en Beatriz Bernal (coord.), Memoria del IV Congreso de Historia del Derecho Mexicano, 2 t., 
México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1988, t. 
II, pp. 1117-1162. 
8
 María Teresa Rodríguez Alonso, ―La guardia nacional dentro del proceso constitucional 
mexicano‖ México, Universidad Nacional Autónoma de México-Escuela Nacional de Estudios 
Profesionales Acatlán, 1987, 251 p. (tesis de licenciatura en Derecho). 
9
 Alejandro Rojel Martínez, ―Análisis jurídico del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional‖, México, 
Universidad Nacional Autónoma de México-Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón, 
1997, 94 p. (Tesis de licenciatura en Derecho). 
11 
 
Gildardo Gutiérrez Bravo10 y Leonardo de Jesús Baez Fuente,11 ambos de la 
Facultad de Derecho. Si bien estas tesis siguen la misma estructura que los 
trabajos anteriores, es decir la compilación y análisis de fuentes jurídicas en torno 
a la institución castrense, hay que llamar la atención sobre el trabajo de Leonardo 
Baez, que no sólo hace una propuesta legislativa para la restitución de la Guardia 
Nacional en la República Mexicana, sino también un análisis comparativo entre las 
legislaciones de Estados Unidos, España, Costa Rica, Italia y Suiza relativas a 
cuerpos militares similares a la Guardia Nacional. 
 Como se ha notado, los estudios elaborados desde el derecho se 
concentran principalmenteen las legislaciones, discusiones y proyectos expedidos 
por el Estado para poner en práctica o regular a la Guardia Nacional. Salvo en 
casos como los trabajos de Márquez, Villalpando y, en menor medida, el de Báez, 
la institución militar se encuentra descontextualizada y sólo vista desde el 
reglamento. Es evidente que a los juristas, o aspirantes a serlo, les interesan las 
leyes, no el contexto en que fueron concebidas, por lo que no les podemos pedir 
algo que no estaba dentro de sus intenciones al elaborar sus trabajo. 
 En el ámbito de la historia el interés por el estudio de la Guardia Nacional 
se gestó en la década de los ochenta del siglo XX. Aunque podemos encontrar 
tres excepciones temporales: en 1949 lo que pretendía ser un voluminoso estudio 
sobre los Ingenieros Militares, un trabajo general sobre el Ejército Mexicano de 
1970 y una breve tesis sobre Guardias Nacionales realizado en 1975. 
Miguel Ángel Sánchez Lamego estableció el vínculo entre los ingenieros 
militares del siglo XX y los batallones de zapadores del XIX, por lo tanto, tuvo que 
inmiscuirse en el tema de la Guardia Nacional. Su texto titulado Apuntes para la 
historia del arma de ingenieros en México12 se concentra en las operaciones 
 
10
 José Gildardo Gutiérrez Bravo, ―Análisis socio-jurídico sobre las fuerzas armadas no 
permanentes en México; la Guardia Nacional‖, México, Universidad Nacional Autónoma de 
México/Facultad de Derecho, 1998, 146 p. (tesis de licenciatura en Derecho). 
11
 Leonardo de Jesús Báez Fuente, ―Propuesta legislativa para la creación de la Ley federal de 
guardia nacional‖, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Derecho, 1999, 
153 p. (tesis de licenciatura en Derecho). 
12
 Miguel Ángel Sánchez Lamego, Apuntes para la historia del arma de ingenieros en México. 
Historia del Batallón de Zapadores, México, Secretaría de la Defensa Nacional, 1949, 226 p. Al 
parecer este libro formaría parte de un grupo de ―cinco tomos de la Historia del Batallón de 
Zapadores‖. Miguel Ángel Sánchez Lamego, El Origen de los Ingenieros Militares en el Mundo y en 
12 
 
militares del ejército permanente —tanto el organizado en San Luis Potosí como el 
reorganizado en la ciudad de México— y la participación de los ingenieros en las 
batallas más importantes —La Angostura y Cerro Gordo— así como en la 
fortificación y defensa de la capital del país. Tiene un capítulo dedicado 
únicamente a la ―rebelión de los polkos‖ que es de enorme valor para el estudio de 
las Guardias Nacionales; no sólo realiza una descripción de lo acaecido en aquel 
mes de marzo de 1847, sino que también hizo una minuciosa descripción de los 
batallones y del plan en que se basaron para sublevarse. Por otro lado, en su 
reconstrucción de las batallas del centro del país no omitió la participación de la 
Guardia Nacional, es decir, para los fines de éste trabajo, el libro de Sánchez 
Lamego es de gran utilidad. 
Uno de los primeros estudios históricos relativo a las fuerzas armadas del 
país —elaborado académicamente— es el de Jorge Alberto Lozoya, El Ejército 
Mexicano13 publicado en 1970. Este texto tiene una característica particular: el 
concebir al ejército como una entidad monolítica ―hizo casi imposible, tanto en el 
siglo XIX como en el XX, no observar a los fenómenos militares a través del filtro 
que los identificaba e interpretaba como las expresiones armadas de un Estado 
consolidado.‖14 Es decir, carece del análisis de los demás cuerpos militares que 
existían a la par del ejército permanente; en las 128 páginas que tiene el libro sólo 
se mencionan las palabras ―Guardia Nacional‖ en dos ocasiones, una en la página 
22 y otra en la 23. 
Cinco años después, el estudiante de historia de la Facultad de Filosofía y 
Letras de la UNAM, David Serrato Delgado, presentó un trabajo de titulación 
 
México, México, Offset Vera, 1949, 125 p., p. 5. Sin embargo, Bernardo Ibarrola mostró cómo en la 
obra de Sánchez Lamego, los demás tomos no existieron o nunca fueron publicados. Bernardo 
Ibarrola, Juan Manuel Torrea: biógrafo de banderas. Una aproximación a la historiografía militar 
mexicana, Ciudad Victoria, Tamaulipas, Gobierno del estado de Tamaulipas, 2010, 207 p., pp. 202-
207. 
13
 Jorge Alberto Lozoya, El Ejército Mexicano (1911-1965), México, El Colegio de México, 1970, 
128 p. (Jornadas, 66). 
14
 Bernardo Ibarrola, ―Las fuerzas militares y la fundación del Estado liberal mexicano, 1848-1877‖ 
en Josefina Mac Gregor (coord.), Miradas sobre la nación liberal: 1848-1948. Proyectos debates y 
desafíos.3 vols., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, vol. 3, pp. 75-104, p. 
80. 
13 
 
llamado ―La rebelión de los polkos‖.15 Más de la mitad de la tesis está dedicada a 
la guerra con Texas y a las relaciones entre Estados Unidos y México; la parte en 
la que habla sobre la rebelión de los polkos es una breve crónica que sigue en 
todas sus partes el texto de Carlos María de Bustamante sobre el mismo tema. 
Aun así es uno de los primeros trabajos que reproduce y analiza —aunque 
superficialmente— el reglamento de la Guardia Nacional del 11 de septiembre de 
1846; además de que realizó una breve descripción de los batallones polkos 
apoyado en los Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados 
Unidos —escritos por varios autores entre los que destacan Manuel Payno y 
Guillermo Prieto— y en Memorias de mis tiempos escritas por éste último. 
 Fue hasta 1987 que en El Colegio de México se presentó la tesis titulada 
―Los federalistas radicales y la guerra del 47‖16 del entonces doctorando Pedro 
Santoni. Si bien es un trabajo sobre la actividad política de los federalistas 
radicales —sobre todo los acaudillados por Valentín Gómez Farías— a partir el 
establecimiento de la República, más de la mitad de la tesis se concentra en 
aquella ―hacina de combustible‖17 que, según Fernando Ramírez, era la política 
mexicana del segundo semestre de 1846 y principios de 1847. Al estudiar los 
conflictos entre federalistas moderados y radicales, necesariamente se involucró 
en el estudio de la Guardia Nacional, primero como uno de los proyectos para 
restituir el federalismo y, posteriormente, como el brazo armado de ambos bandos. 
La Guardia Nacional aparece en el texto de Santoni como un ente pasivo que 
únicamente sirvió como vehículo de los intereses partidistas, aun así, siempre está 
presente en los conflictos, es decir, va apareciendo como una entidad política. 
 Al parecer, Santoni comenzó a sentir interés en el tema de la Guardia 
Nacional a partir de su tesis doctoral. Al año siguiente, en la Hispanic American 
Historical Review se publicó un artículo titulado ―A fear of the people: The Civic 
 
15
 David Serrato Delgado, ―La rebelión de los polkos‖ México, Universidad Nacional Autónoma de 
México-Facultad de Filosofía y Letras, 1975, (Tesis de licenciatura en Historia). 
16
 Santoni, ―Los federalistas radicales…‖ op. cit. 
17
José Fernando Ramírez, México durante su guerra con los Estados Unidos en Genaro García, 
Documentos inéditos o muy raros para la Historia de México, 3a ed., México, Porrúa, 1991, pp. 
411-548, p. 473. 
14 
 
Militia of Mexico in 1845.‖18 En sus 20 páginas se estudia la breve administración 
de José Joaquín Herrera —de diciembre de 1844 hasta el mismo mes de 1845— y 
las discusiones en torno al levantamiento de fuerzas milicianas para sostener al 
nuevo gobierno. En él se hace énfasis en los temores de la clase política capitalina 
relativos a entregar armas a los grupos populares de la ciudad de México debido 
al recuerdo del saqueo de El Parián. En vista de que el proyecto de organización 
de Herrera fue el antecedente directo del reglamento de la GuardiaNacional de 
1846 y varios de los temores expresados en 1845 se reflejaron en la organización 
del año siguiente, el artículo de Santoni es una fuente obligada. Por otro lado, 
Santoni hizo un pequeño análisis retrospectivo sobre las milicias cívicas 
vinculándolas con las milicias nacionales creadas en las cortes gaditanas. 
En el verano de 1989, en la edición de la revista Historia Mexicana 
dedicada a Silvio Zavala, apareció un artículo de Alicia Hernández Chávez titulado 
―Origen y ocaso del ejército porfiriano‖.19 Cabe preguntarse: ¿Qué tiene que ver un 
texto sobre el México de finales del siglo XIX con el desarrollo de la Guardia 
Nacional en 1847? Haciendo uso de las hojas de servicio de más de 250 oficiales 
que acompañaron al general Díaz en la rebelión de Tuxtepec, Alicia Hernández 
concluye que ―en su gran mayoría los tuxtepecanos fueron miembros de la 
Guardia Nacional, y el éxito del golpe militar de Díaz obedeció, en parte, al fuerte 
arraigo de este sector en los diferentes estados de la República.‖20 Este hecho 
conduce a la investigadora a remontarse en el tiempo y estudiar los orígenes de la 
Guardia Nacional. El artículo se limita a un sintético estudio del reglamento del 11 
de septiembre de 1846 —esto es obvio ya que el protagonista era el ejército 
porfiriano—; el texto marcó el inicio de los trabajos cuyo tema es la Guardia 
Nacional a mediados del siglo XIX. 
 
18
 Pedro Santoni, ―A fear of the people: The Civic Militia of Mexico in 1845‖ en Hispanic American 
Historical Review, Durham, Carolina del Norte, Duke University Press, vol. 68, núm. 2, mayo de 
1988, pp. 269-288. 
19
 Alicia Hernández Chávez, ―Origen y ocaso del ejército porfiriano‖ en Historia Mexicana, México, 
El Colegio de México, vol. XXXIX, núm. 1 (153), julio-septiembre de 1989, núm. 1, pp. 257-296. 
Una versión corregida y aumentada se encuentra en la ―Serie Antologías‖ de El Colegio de México; 
Alicia Hernández Chávez, Las fuerzas armadas mexicanas. Su función en el montaje de la 
República, México, El Colegio de México, 2012, 165 p., pp. 53-84. Para fines prácticos y 
temporales, se citará la versión que original que apareció en Historia Mexicana. 
20
 Alicia Hernández, ―Origen y ocaso del ejército porfiriano‖, op. cit., p. 268. 
15 
 
La década de los noventa del siglo XX fue muy prolífica en estudios que 
versan sobre la Guardia Nacional. En 1990 Guy Thomson publicó un artículo que 
puede considerarse uno de los primeros acercamientos regionales al tema de la 
Guardia Nacional. En ―Bulwarks of patriotic liberalism: the National Guard, 
philarmonic corps and patriotic juntas in Mexico‖21; el objetivo principal es analizar 
cómo el liberalismo se fue transmitiendo entre los diversos sectores de la 
población. La Guardia Nacional, según Thomson, fue uno de los mecanismos para 
trasmitir la idea de ciudadanía y, por lo tanto, el liberalismo. El autor no se limita a 
un estudio de aquellos postulados liberales que se presentan en el reglamento del 
11 de septiembre de 1847, es decir, la obligatoriedad de servicio, los derechos de 
ciudadanía, la elección de mandos, etc; sino que centra su estudio en el caso 
concreto de Puebla, en particular, Tetela de Ocampo. Si bien el texto de Thomson 
se centra en los años posteriores a la Intervención Francesa y, sobre todo, en 
toda la ritualidad y la memoria colectiva en torno a las Guardias Nacionales que 
defendieron la plaza de Puebla contra el ejército expedicionario francés, es un 
buen ejemplo de la necesidad de acercarse a la Guardia Nacional regionalmente. 
En 1991 Alicia Hernández publicó el libro Anenecuilco,22 que básicamente 
es la historia de aquel pueblo de Morelos que vio nacer a Zapata, desde el siglo 
XVII hasta el levantamiento zapatista de 1911. La importancia de este libro para el 
estudio de la Guardia Nacional radica en que el pueblo de Anenecuilco tuvo una 
larga tradición de cuerpos milicianos que defendieron los derechos de los pueblos 
frente a la expansión de las haciendas. Es decir, a pesar de que no es un libro que 
trate a la Guardia Nacional en específico, la institución se encuentra presente en la 
vida del pueblo de Anenecuilco, y la autora no puede pasarla por alto y le dedica 
unas cuantas páginas al estudio de la actuación y organización de la Guardia en 
Morelos. 
 
21
 Guy P. C. Thomson, ―Bulwarks of patriotic liberalism: the National Guard, philarmonic corps an 
patriotic juntas in Mexico, 1847-88‖ en Journal of Latin American Studies, Cambridge, Cambridge 
University Press, vol. 22, febrero de 1990, pp. 31-68. 
22
 Alicia Hernández Chávez, Anenecuilco. Memoria y vida de un pueblo, 2ª ed., México, El Colegio 
de México/Fondo de Cultura Económica, 1993, 130 p. El libro fue publicado primero por El Colegio 
de México y se reedito en 1993 en el Fondo de Cultura Económica. 
16 
 
Siguiendo esta misma línea, Alicia Hernández publicó un artículo llamado 
―La Guardia Nacional y la movilización política de los pueblos‖23 que retoma lo ya 
adelantado en su libro Anenecuilco. Comienza con los antecedentes gaditanos de 
la Guardia Nacional —es decir, las milicias nacionales establecidas por las Cortes 
de Cádiz—, las milicias cívicas de los primeros años de vida independiente y el 
surgimiento de la guardia en 1846. Lo que a la autora le interesa es mostrar cómo 
la Guardia Nacional sirvió para defender los intereses políticos de las élites locales 
o de los pueblos y para demostrarlo utiliza el caso de Anenecuilco. En dicho 
pueblo, la guardia fue organizada para defender a los pueblos de las haciendas y 
la institución jamás levantó las armas en contra sus habitantes; y por lo común se 
pronunciaban usando como bandera las reivindicaciones agrarias. En síntesis, el 
artículo de Hernández es otro ejemplo del estudio regional o local de la Guardia 
Nacional. 
En 1993 fue publicado uno de los trabajos fundamentales, no sólo para la 
historia de los cuerpos militares dependientes de las fuerzas políticas locales, sino 
para los estudios militares decimonónicos. El contingente de sangre24 de José 
Antonio Serrano Ortega, estudia las pugnas entre los gobiernos estatales y el 
federal o central, a partir del análisis de los reglamentos de reclutamiento para el 
contingente de reemplazos que se debían enviar para alimentar las filas del 
ejército permanente. El autor observa cómo los estados prefirieron llenar las filas 
de sus cuerpos militares —las milicias cívicas— por medio de sorteos entre la 
población económicamente activa, mientras que la leva fue el método utilizado 
para llenar el contingente que exigía el gobierno general. De esta manera, los 
estados no sólo protegían sus intereses económicos sino que evitaban la 
conformación de un ejército federal o central fuerte capaz de violentar su 
soberanía. En el trabajo de Serrano aparecen las milicias cívicas y el ejército 
permanente como dos cuerpos diferenciados perfectamente e incluso en pugna 
 
23
 Alicia Hernández Chávez, ―La Guardia Nacional y la movilización política de los pueblos‖ en 
Jaime E. Rodríguez O., Patterns of Contention in Mexican History, Wilmington, Delaware, A 
Scholarly Resources Inc. Imprint, 1992, 393 p., pp. 207-225. 
24
 José Antonio Serrano Ortega, El contingente de sangre. Los gobiernos estatales y 
departamentales y los métodos de reclutamiento del ejército permanente mexicano, 1824-1844, 
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1993, 150 p. 
17 
 
entre sí. Ambas corporaciones tienen sus propios intereses políticos y defienden 
un sistema de organización nacional distinto. Si bien el texto llega sólo a los 
umbrales de la guerra con Estados Unidos, 1844 casi 1845, es fundamental para 
todo estudio sobre las corporaciones militares mexicanas del siglo XIX en México. 
En 1996, Pedro Santoni de nuevo dirigió su atencióna la Guardia Nacional. 
En la revista Mexican Studies se publicó el texto titulado ―The Failure of 
Mobilization. The Civic Militia of Mexico in 1846.‖25 Desde el artículo de 1988, 
Santoni advierte al lector que utiliza los términos ―milicia‖, ―milicia cívica‖ y 
―Guardia Nacional‖ como sinónimos, esto explica que, a pesar de ser un trabajo 
que versa sobre 1846, siga llamando a la Guardia Nacional, milicia cívica. Su 
narración comienza en 1845 con el recelo de Herrera para armar fuerzas 
milicianas que defendieran a su gobierno; continúa con la administración de 
Paredes —durante el primer semestre de 1846—, estudiando someramente las 
organizaciones militares que se formaron sin su consentimiento y que terminaron 
deponiéndolo en agosto de ese año. Sin embargo, el texto se concentra en la 
organización de la Guardia Nacional capitalina durante los últimos meses de 1846, 
estudia los decretos que se expidieron para su mejor armado y los intereses 
políticos que había detrás de su organización. El artículo detalla de forma general 
el estado precario en que se encontraban las Guardias de la ciudad de México y 
como, al final, la movilización de estos cuerpos fracasó. Este nuevo trabajo de 
Santoni es otro ejemplo del estudio regional de la Guardia Nacional; a pesar de 
que el autor trata de incluir algunas opiniones de las legislaturas estatales sobre 
los reglamentos expedidos en la ciudad, la Guardia capitalina es el principal actor. 
Ese mismo año en El Colegio de Sonora apareció la tesis ―Sonorenses en 
armas: la Guardia Nacional en Sonora durante el siglo XIX, 1821-1882‖,26 por 
desgracia este trabajo es de difícil acceso y sólo he sabido de su existencia por 
 
25
 Pedro Santoni, ―The Failure of Mobilization: The Civic Militia of México in 1846‖ en Mexican 
Studies/Estudios Mexicanos, Berkeley, California, University of California Press, vol. 12, núm. 2, 
1996, pp. 169-194. 
26
 José René Córdova Rascón, ―Sonorenses en armas: la Guardia Nacional en Sonora durante el 
siglo XIX, 1821-1882‖ Sonora, El Colegio de Sonora, 1996, 168 p. (tesis de Maestría en Historia 
Regional). 
18 
 
referencias externas, sin haber podido acceder a su contenido. A pesar de ello, es 
evidente que estudia otro caso regional sobre la Guardia Nacional. 
Dos años después, para culminar con el siglo XX, en la Facultad de 
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, Rubén Amador 
obtuvo el grado de licenciado en historia con ―El manejo del fusil y la espada. Los 
intereses partidistas en la formación de la guardia nacional en la ciudad de México 
agosto-octubre, 1846.‖27 En él, Amador hace un estudio de la prensa capitalina en 
busca de las opiniones de los grupos políticos en torno a la organización de la 
Guardia Nacional. El autor observa cómo las dos facciones federalistas de la 
capital —puros y moderados— vieron con recelo y preocupación que sus 
contrincantes políticos se estaban armando para cualquier contingencia. Es decir, 
se hace énfasis en el hecho de que los intereses faccionales de los partidos 
federalistas condicionaron la organización de la Guardia Nacional. De esta 
manera, la tesina de Amador es un precedente obligado para el trabajo que estoy 
proponiendo. 
Ya en el siglo XXI, en la Facultad de Filosofía y Letras, Noemi Luna se tituló 
con un catálogo de documentos del Archivo Histórico del Distrito Federal relativos 
a la Guardia Nacional.28 Además del catálogo de los dos volúmenes que contienen 
documentación sobre la Guardia Nacional de la ciudad de México —y que fueron 
consultados frecuentemente para la presente investigación—, el trabajo de Luna 
está acompañado de un estudio introductorio de gran utilidad. En él habla sobre 
los antecedentes de la institución, sus reglamentos y la importancia política que 
tuvo, apoyándose no sólo en la documentación que describe, sino también en la 
gran mayoría de los textos que antes se han mencionado. 
 
27
 Rubén Octavio Amador Zamora, ―El manejo del fusil y la espada. Los intereses partidistas en la 
formación de la guardia nacional en la ciudad de México, agosto-octubre 1846‖ México, 
Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras, 1998, 96 p. (Tesina de 
licenciatura en Historia). 
28
Noemi Luna Arellanes, Catálogo del Archivo Histórico del Distrito Federal. Ramo militares, 
guardias nacionales ¿una historia para qué?, México, Universidad Nacional Autónoma de México-
Facultad de Filosofía y Letras, 2002, 637 p. (Tesis de licenciatura en Historia). 
19 
 
En 2004 apareció la primera edición de la obra de Luis Medina Peña, La 
invención del sistema político mexicano.29 Medina estudia las variantes 
institucionales para comprender cómo se fue conformando, o como lo dice su 
título, inventando el sistema político que rigió durante el porfiriato. Lo importante 
del texto —por lo menos para el presente trabajo— es que presenta a la Guardia 
Nacional como un actor político fundamental para entender el siglo XIX mexicano. 
Las élites políticas locales —por medio de la elaboración de un plan— captan los 
intereses de los pueblos —representados por las Guardias Nacionales— quienes 
se adhieren a un plan, y mediante la dinámica del pronunciamiento consiguen 
ejercer presión sobre las autoridades centrales para conseguir el cumplimiento de 
sus demandas, las que en la mayoría de los casos se convertirán en leyes 
constitucionales. Siguiendo la lógica de Serrano, Medina contrapone al ejército 
con las milicias cívicas, el primero busca el centralismo, las segundas el 
federalismo, aquel quiere controlar a los estados, éstas defender su soberanía. 
Igual que en Serrano, ambas corporaciones son diferentes, incluso antípodas, y no 
hay posibilidad de que puedan cooperar juntas; buscan cosas diferentes y es 
imposible que actúen al unísono cuando de intereses políticos se trata. 
Alicia Hernández retomó el tema de la Guardia Nacional en un artículo 
publicado en 2007 titulado ―La Guardia Nacional en la construcción del orden 
republicano‖30 en donde la estudia como una institución transmisora de la idea de 
ciudadanía, de principios democrático-liberales ―como el voto directo― y el 
baluarte de la forma federal de gobierno. La autora hace un análisis del 
reglamento de la Guardia Nacional y con base en él explica los ideales de 
ciudadanía que se tenían en ese entonces. Concretando el acercamiento general 
en el caso específico de Saltillo, Hernández afirma que todos los individuos que 
formaron parte de la Guardia Nacional eran posibles ciudadanos y que, 
efectivamente, la institución fungió como transmisora y defensora del sistema 
republicano de gobierno. La autora hace generalizaciones a partir del estudio de 
 
29
 Luis Medina Peña, La invención del sistema político mexicano. Forma de gobierno y 
gobernabilidad en el siglo XIX mexicano, 2ª ed., Fondo de Cultura Económica, 2007, 422 p. 
30
 Alicia Hernández Chávez, ―La Guardia Nacional en la construcción del orden republicano‖ en 
Manuel Chust y Juan Marchena (coord.), Las armas de la nación. Independencia y ciudadanía en 
Hispanoamérica (1750-1850), Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2007, 347 p., pp. 224-246. 
20 
 
un sólo caso: Saltillo, por lo que aún queda la posibilidad de comprobar, matizar o 
desmentir su hipótesis con base en el estudio de otras regiones. 
En el marco del centenario de la Revolución mexicana apareció un artículo 
de Laura Brondino titulado ―La Guardia Nacional en Yucatán: del servicio público 
indígena al servicio público ciudadano 1847-1905.‖31 Este trabajo es otra de las 
pocas aportaciones regionales para el estudio de la Guardia Nacional. En él se 
presenta la variante organizativa de Yucatán, en donde el servicio de los indígenas 
fue de gran importancia. Asimismo está presente la vinculación entre el servicioen 
la Guardia Nacional y la ciudadanía, es decir, es la aplicación de los precedentes 
planteados en todos los textos antes descritos en un caso concreto. 
Ese mismo 2009 Luis Medina Peña publicó un trabajo que, al igual que el 
texto de Brondino, estudió una variante regional, en este caso, Nuevo León.32 
Medina comienza con un análisis general de los postulados manejados en el 
reglamento del 11 de septiembre de 1846, es decir, el deber ser de la Guardia 
Nacional. Posteriormente, estudia el caso concreto de Nuevo León, estado en el 
que no había una organización miliciana similar a la de los estados del centro del 
país; que por su lejanía no recibió a tiempo el reglamento de 11 de septiembre de 
1846 y en donde la organización de la Guardia Nacional comenzó después de la 
guerra con Estados Unidos sin ningún antecedente al cual seguir. 
Resumiendo, los trabajos que existen sobre la Guardia Nacional son, en 
primer lugar, artículos que han salido en revistas especializadas o en libros sobre 
temas militares o cuestiones de ciudadanía. En segundo lugar, son principalmente 
acercamientos generales que analizan el reglamento de 11 de septiembre de 1846 
—salvo el caso de Hernández de 2007, o el de Medina de 2009, quienes también 
mencionan la ley orgánica de 1848— y con base en él caracterizan el 
funcionamiento y objetivo de la Guardia Nacional. Y en tercer lugar, los 
 
31
 Laura Brondino, ―La Guardia Nacional en Yucatán: del servicio público indígena al servicio 
público ciudadano 1847-1905‖ en Eduardo N. Mijangos Díaz y Marisa Pérez Domínguez (coords.), 
Voces del Antiguo Régimen. Representaciones, sociedad y gobierno en México contemporáneo, 
México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Instituto de Investigaciones Dr. José 
María Luis Mora, 2009, 400 p., pp. 83-125. 
32
Luis Medina Peña, ―La organización de la Guardia Nacional en Nuevo León‖, en Documentos de 
Trabajo, México, Centro de Investigación y Docencia Económica, núm. 61, noviembre de 2009, 28 
p. 
21 
 
acercamientos regionales son muy pocos, sólo los estados de Sonora, Nuevo 
León, Puebla, Yucatán y la ciudad de México — esta última de manera parcial— 
están estudiados. Es decir, hacen falta trabajos sobre la Guardia Nacional en las 
entidades federativas que maticen los postulados generales que se han rescatado 
a través del estudio de los reglamentos y ver cómo fueron aplicados, o no, en la 
práctica. 
En este marco se encuentra mi investigación: realizar una historia de la 
organización de la Guardia Nacional en la ciudad de México. Cabe preguntarse el 
por qué la ciudad de México si ésta ya ha sido estudiada por Santoni en 1996 y 
por Amador dos años después. La respuesta se halla en los alcances cronológicos 
de ambos trabajos: en el caso de Santoni comienza en 1845 y termina en los 
últimos meses de 1846, sin embargo, la parte medular del texto se encuentra entre 
agosto y diciembre de 1846; es decir, tiempos de convulsión política. El caso de 
Amador es similar, aunque sus límites temporales son menores, él estudia 
únicamente dos meses de 1846, septiembre y octubre. Si nos quedamos con el 
análisis del último semestre de dicho año, se obtiene una visión parcial de la 
Guardia Nacional capitalina. De esto se desprende que tanto Amador como 
Santoni lleguen a la conclusión de que la institución únicamente sirvió a los 
intereses de partido y que cualquier intento de movilización militar efectiva fracasó 
en la ciudad de México. 
A su vez se pueden contrastar apreciaciones como la de Medina, en La 
invención del sistema político mexicano, y la de Serrano en El contingente de 
sangre, obras en las que la Guardia Nacional aparece como la antítesis del 
ejército permanente. Como se verá en el caso de la ciudad de México, ejército y 
Guardia no necesariamente entraban en contradicción, en muchas ocasiones sus 
intereses coincidían, cooperaban entre sí e incluso se fundían. 
Por otro lado, los estudios generales ofrecen explicaciones que requieren 
ser matizadas. Comencemos por el texto de Alicia Hernández de 2007: ―mi estudio 
entonces se centra en el ciudadano armado bajo la denominación de Guardia 
Nacional de mediados de 1840, que se afilia en defensa de valores republicanos 
22 
 
federales-liberales.‖33 Esta apreciación se sostiene sólo si se da por hecho que el 
reglamento se cumplió a cabalidad. En el caso de la ciudad de México, la Guardia 
Nacional se movilizó por diversas razones, a veces en defensa de la federación, 
otras en contra de ella y, en muchas más, por intereses que muy poco tenían que 
ver con la forma de gobierno del país. Es decir, el estudio de caso sobre la 
Guardia Nacional nos ayudará a comprender la compleja situación político-militar 
del país durante la guerra con Estados Unidos. 
Por su parte, Luis Medina menciona que: ―El decreto del 46 no llegó a 
ponerse en vigor porque la toma de la ciudad de México por el ejército americano 
lo dejó sin propósito inmediato, pero constituyó la base para la legislación 
definitiva.‖34 Esta apreciación también puede ser contrastada, ya que en la ciudad 
de México el reglamento tuvo una clara vigencia. Si bien en una primera etapa, la 
Guardia Nacional no cumplió con su objetivo principal —la defensa de la nación 
contra el ejército invasor—, en una segunda sí lo hizo ―aunque al final de cuentas 
haya perdido contra el ejército invasor―. No hay que olvidar que, aun cuando la 
Guardia de la ciudad de México se negó a marchar a Veracruz en febrero de 1847, 
combatió a las tropas estadunidenses por lo menos hasta el 14 de septiembre de 
ese mismo año, es decir, intentó proteger a la capital de los invasores. Estos 
cuerpos militares que combatieron fueron creados bajo el respaldo del reglamento 
de septiembre de 1846. 
En este sentido, a lo largo del trabajo explicaré cómo se organizó la Guardia 
Nacional de la ciudad de México,35 qué intereses políticos estuvieron detrás de su 
creación y de qué manera cumplió con el objetivo militar que tenía asignado. Así 
podré explicar que la Guardia Nacional capitalina tuvo diferentes etapas de 
 
33
 Hernández Chávez, ―La Guardia Nacional en la construcción…‖ op. cit., p. 227. 
34
 Medina Peña, ―La organización…‖, op. cit., p. 7. 
35
 Lo que en la actualidad —marzo de 2014— se conoce con el nombre de ‗centro histórico‘ era el 
límite geográfico de la ciudad de México en 1846-1848, es decir ―una superficie de 14 kilómetros 
cuadrados que limitaba, hacia el norte con la garita de Peralvillo, al sur con la de San Antonio 
Abad, la actual avenida Fray Servando Teresa de Mier; al suroeste con la de Belén; al este con la 
de San Lázaro, y al oeste con la calzada y garita de San Cosme, lo que hoy es Bucareli y Rosales.‖ 
Por lo tanto, únicamente se hablará de los batallones de Guardia Nacional creados dentro de dicha 
demarcación. Fabiola García Rubio, La entrada de las tropas estadunidenses a la ciudad de 
México. La mirada de Carl Nebel, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 
2002, 132 p., p. 79. 
23 
 
organización, una primera en la cual su objetivo fue más político que militar, en 
ella fungió como club político que albergaba a los individuos que tenían algo que 
ganar o perder en el caso de que alguna facción federalista —moderada o 
radical— adquiriera preeminencia en la capital del país. Y una segunda etapa en 
la que su objetivo fue a la inversa, más militar que político, con el enemigo 
extranjero cerca de la ciudad, la Guardia Nacional tuvo que reconfigurarse para 
servir a su objetivo primigenio: defender al país de las amenazas internas y 
externas. 
El trabajo está dividido en cuatro partes. En la primera de ellas se hace un 
breve recorrido por la historia de las fuerzas armadas de carácter ciudadano o 
popular en México. Con el reformismo borbónico es que se sientan las bases para 
la conformaciónde organizaciones milicianas diferentes a las tropas regulares 
españolas. En la época virreinal podemos encontrar elementos que se fueron 
acumulando durante las últimas décadas del siglo XVIII y que estuvieron 
presentes en la organización de los cuerpos milicianos y de Guardia Nacional del 
México independiente. De esta manera, se hará énfasis en el carácter regional de 
dichas corporaciones militares y como éstas supuestamente fungirían como muro 
de contención en cualquier intento de violentar la soberanía de alguna entidad 
federativa. 
 El segundo apartado está dedicado al estudio del primer proceso de 
organización de la Guardia Nacional, y abarca los meses de agosto de 1846 a 
marzo de 1847. Se analiza el reglamento de 11 del septiembre de 1846 y la forma 
en que fue puesto en práctica. Esta época se caracteriza por la existencia de una 
institución militar formada con base en intereses partidistas. La organización 
estuvo permeada por las discusiones políticas entre federalistas radicales y 
moderados. Es decir, en estos meses nos encontramos con una Guardia Nacional 
cuyo fin último era la discusión política. 
 El tercer capítulo corresponde al estudio de la reorganización de la Guardia 
Nacional ocurrida en marzo-septiembre de 1847. Una vez que se tranquilizó el 
ambiente político de la ciudad, las autoridades capitalinas pudieron concentrar sus 
esfuerzos en conseguir que la Guardia Nacional cumpliera con su labor de 
24 
 
defensora de la nación en caso de invasión extranjera. Aquí también se menciona 
la participación militar de la institución, pues la llegada del ejército comandado por 
Winfield Scott a la ciudad de México, lo cual implicó la participación activa de la 
Guardia Nacional de la capital en la defensa de la misma. 
 El cuarto y último capítulo está dedicado a la desmovilización de la Guardia 
Nacional —cuando la ciudad de México fue tomada por las tropas 
estadunidenses— y la nueva ley que se promulgó para la organización de la 
institución, una vez que se retiraron las fuerzas invasoras. Se hace énfasis en 
cómo el ayuntamiento de la ciudad de México tuvo que delegar las funciones de la 
Guardia Nacional a otros cuerpos específicos. Por otro lado, se analiza la manera 
en que el nuevo reglamento resolvía las problemáticas que se habían presentado 
en la organización de la Guardia durante la guerra con Estados Unidos. 
 
25 
 
1.- Breve historia de las fuerzas armadas en México, 1762-1846 
1.1.- El reformismo borbónico y las fuerzas armadas novohispanas 
Durante los dos primeros siglos de dominio español, el tema de las fuerzas 
armadas fue marginal. La defensa de la Nueva España se limitaba a la protección 
de los puertos —Veracruz principalmente ya que los del océano Pacífico no 
representaban un verdadero problema—, y las fronteras del norte novohispano. 
Las depredaciones de piratas y corsarios, así como la amenaza de ejércitos 
expedicionarios enviados por el Atlántico, no eran un peligro inminente para las 
ciudades populosas que se ubicaban tierra adentro. 
 El puerto de Veracruz era el punto mayormente fortificado en toda la costa 
del Golfo, contaba con una serie de particulares defensas naturales que eran 
aprovechadas al máximo: ―los elementos como las enfermedades, los abastos y 
las comunicaciones eran utilizados totalmente por los que planeaban la defensa. 
Todos, excepto los más inexpertos o audaces de los invasores potenciales, 
consideraban el virreinato un objetivo inalcanzable.‖36 El resto de la costa del Golfo 
era defendida por cuerpos milicianos irregulares encargados de vigilar y perseguir 
a los contrabandistas que desembarcaban para la búsqueda de provisiones. 
 Por otro lado, cualquier necesidad de tropas en las ciudades del virreinato: 
―podía satisfacerse reclutando a los comerciantes, a los hacendados y a los 
artesanos, que eran capaces de suprimir los desórdenes civiles, como los que 
ocurrieron en la ciudad de México en 1692 y 1693.‖37 Toda esta situación hizo que 
no se requiriera de una fuerza militar mayor en el virreinato, sólo pequeñas 
guarniciones de tropa regular y algunas compañías de milicias reclutadas en caso 
de ser necesario. 
 Esto cambió cuando en 1761 España entró en el conflicto bélico conocido 
como la Guerra de los Siete Años. Con la toma de las ciudades de La Habana y 
Manila, y, por consiguiente, el fracaso de las tropas regulares y milicianas 
existentes en dichos lugares, la Corona española recibió un duro golpe. Los 
tiempos comenzaban a cambiar y con ellos, la forma en que se había planeado la 
 
36
Christon Irving Archer, El ejército en el México Borbónico, 1760-1810, trad. Carlos Valdés, 
México, Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 16. 
37
Ibid., p.15. 
26 
 
defensa del virreinato hasta ese momento. Veracruz ya no era tan inexpugnable 
como hasta entonces lo había sido. 
 La política de la corona española había estado encaminada a desarmar a 
la población indígena colonizada así como a las instituciones militares no 
esenciales, ante el temor de que tales armas fueran puestas en contra de la 
autoridad real. Los descalabros de 1762 provocaron que se hiciera patente la 
necesidad de que existieran fuerzas armadas permanentes en el virreinato. Sin 
embargo, las constantes guerras libradas en Europa impidieron el envío de tropas 
españolas regularmente. Las colonias tenían que sustentar su propia defensa y 
eso implicaba que los novohispanos fueran armados. 
En 1764 se creó un comité de defensa que elaboró un plan con el cual se 
formaría un ejército en la Nueva España. ―Estos [los cuerpos defensivos 
estacionados en las posesiones americanas] serían dirigidos por la infantería 
regular y los regimientos de dragones creados en las colonias y apoyados por 
unidades europeas selectas que se alternarían.‖38 El encargado de llevar a cabo la 
organización fue Juan de Villalba y Angulo a quien se le dio el título de 
comandante general e inspector general del ejército de la Nueva España y se le 
otorgó una fuerza europea que se encargaría de entrenar e inculcar valores 
marciales en el ejército regular que se formaría en el virreinato. Este plan, sin 
embargo, no fue fácil. 
El primer problema surgió con el virrey Cruillas y consistió en discusiones en 
torno a los honores que tendría Villalba. Unos de los títulos que tenía el virrey era 
el de comandante general, por lo tanto, a la llegada de Villalba, no había claridad 
sobre los límites de la jurisdicción de cada uno. Ante esto, ambos personajes se 
dedicaron a entorpecer las decisiones del otro provocando el retraso en la 
organización de las fuerzas armadas. 
En segundo lugar, ―las instrucciones de Villalba eran aceptar a todos los 
hombres de las castas, exceptuando sólo a los indígenas y a los negros, que no 
eran de confiar cuando portaban armas.‖39 A su vez, una tercera parte de las 
 
38
Ibid., p. 25. 
39
Ibid., p. 27. 
27 
 
compañías tenía que ser de extracción blanca. Pero los españoles reclutados en 
las milicias provinciales se negaban a estar junto a las castas, argumentando su 
superioridad racial. El conflicto se resolvió mediante la creación de batallones 
separados de blancos y de castas. 
A pesar de los conflictos, se lograron crear seis regimientos de infantería 
provincial: los de México, Puebla, Tlaxcala, Toluca, Córdoba-Orizaba y Veracruz; 
que junto con los cuerpos militares ya existentes, el Regimiento Urbano del 
Comercio y la compañía de Lanceros de Veracruz fueron el primer ejército 
novohispano. 
En 1768, el marqués de Torre llegó a la Nueva España con el fin de 
inspeccionar al ejército novohispano. Para su sorpresa se encontró con un caos 
total, los regulares españoles dejados por Villalba a cargo de los regimientos del 
virreinato se habían casado y tenido hijos, por lo que, según la tradición española, 
ahora eran inútilespara el servicio militar. Los regimientos denotaban un desorden 
generalizado ya que las asambleas40 se llevaban a cabo muy irregularmente; los 
soldados no tenían un entrenamiento adecuado, a veces era nulo, y no existían 
padrones de reclutamiento para efectuar la inspección. 
Esta situación provocó que empezaran a surgir una serie de prejuicios sobre 
los novohispanos como el expresado por Pascual Cisneros en 1783 quien 
calificaba a la Nueva España como ―un desierto virtual habitado por población 
inútil.‖41 Se llegaron a hacer proposiciones que destinaban a las milicias 
provinciales a la tarea de servir como refuerzos sin entrenamiento para las 
compañías regulares enviadas de España. 
Matías de Gálvez —virrey de la Nueva España— encargó en 1783 a Francisco 
Crespo un nuevo estudio sobre la organización del ejército novohispano. A pesar 
de que Crespo compartía los prejuicios contra los novohispanos, era consciente 
de que el envío de una tropa regular desde España era un gasto que la corona no 
podía permitirse, por lo tanto la columna vertebral de la defensa del virreinato 
debía ser la milicia provincial. Los regulares españoles debían fungir como 
 
40
Una Asamblea es aquel momento en el que un cuerpo militar se encuentra descansando, es 
decir, no presta servicio activo; sin embargo, se reúne para realizar ejercicios o recibir instrucción. 
41
Archer, op. cit., p. 34. 
28 
 
instructores de una elite de guerreros fieles que servirían como ejemplo para las 
milicias provinciales. Por otro lado, se comenzó a caer en cuenta de que si se 
quería llevar a cabo una buena organización de las fuerzas armadas, se debía 
recurrir a dos sectores que antes se consideraban como inaceptables: las castas y 
los criollos. 
Un último impulso a la organización armada de la Nueva España fue dado por 
el virrey Branciforte en 1794. ―Un examen de los planes militares convenció a 
Branciforte de que el fracaso de crear un ejército podía encontrarse directamente 
en el énfasis excesivo que se había hecho en las unidades regulares.‖42 Para él, el 
plan Crespo, con su énfasis en las milicias provinciales de extracción criolla, era la 
mejor forma de organizar las fuerzas armadas. 
A pesar de que en 1796 la guerra con Inglaterra hizo necesario trabajar con lo 
que se tenía, es decir, formando las milicias provinciales con criollos y castas ―los 
cargos más destacados eran designados desde la península y normalmente 
ocupados por algún peninsular; de este modo el rey se aseguraba el control de la 
fuerza armada mientras la élite criolla quedaba excluida, con el consecuente 
descontento de este grupo social.‖43 
 
1.2 Transformaciones de las fuerzas armadas durante la Guerra de 
Independencia, 1811-1821 
En este periodo el acontecimiento más relevante respecto de las unidades 
militares fue la aparición de las tropas milicianas creadas a partir del llamado Plan 
Calleja. Estás unidades tuvieron gran importancia en la forma en que se 
organizaron las fuerzas armadas posteriores a la independencia. 
 La primera etapa de la insurgencia es bien conocida, las huestes de Hidalgo 
estaban conformadas por grupos populares que se iban añadiendo a la causa 
conforme los insurgentes tomaban los pueblos. En el otro bando, la actuación de 
los cuerpos provinciales fue muy diversa: ―…durante la crisis de 1810 los oficiales 
 
42
Ibid., p. 55 
43
 Ángeles Mosquera, ―Ejército y Milicia Cívica. Fuerzas armadas y pugna de poderes en el primer 
parlamentarismo mexicano, 1821-1824‖, en Secuencia, México, Instituto de Investigaciones Dr. 
José María Luis Mora, núm. 63, septiembre-diciembre, 2005, pp. 98-126, p. 99. 
29 
 
y hombres de los ejércitos y milicias coloniales brindaron una protección 
impredecible a los gobiernos coloniales: en ocasiones defendieron la causa 
realista, y respaldaron a los juntistas que derrocaron a los gobiernos de las 
colonias…‖44 
 Las pocas milicias existentes en la Nueva España no fueron suficientes 
para contener el furor insurgente. También había una imposibilidad de las 
autoridades virreinales de aumentar el gasto en el ámbito militar. Este contexto 
propició que la situación de las fuerzas armadas novohispanas cambiara. La base 
social que hasta entonces las formaba se diversificó echando mano de los grupos 
que Francisco Crespo ya había contemplado en 1783. 
En junio de 1811, Félix María Calleja diseñó un plan político y militar en el 
que ―toda la sociedad tenía la obligación de tomar las armas para defenderse de 
los rebeldes.‖45 A diferencia de los otros cuerpos coloniales, que se distinguían por 
estar formados por propietarios, la tropas que el plan Calleja reglamentaba 
incorporaban a la población indígena, los mulatos, pardos y blancos sin ningún 
tipo de distinción. Es decir, estos cuerpos militares podrían ser considerados como 
una aplicación tardía del Plan Crespo. Por otro lado, se estableció que la elección 
de mandos se debía hacer por medio del voto directo de sus miembros, este será 
un elemento crucial que heredará la Milicia Cívica mexicana. 
 La medida fue tomada ante la necesidad de atraer a las tropas hacia la 
causa realista, pero las fuerzas militares, debido a su composición y forma de 
designar mandos, comenzaron a actuar conforme a los designios de las élites 
locales. 
 
El panorama general sugiere que ahí donde las élites aceptaron y defendieron a 
los gobiernos coloniales existentes —como en Lima y otras ciudades del Perú o en 
 
44
 Anthony McFarlane, ―Los ejércitos coloniales y la crisis del Imperio Español, 1808-1810‖, en 
Historia Mexicana, México, El Colegio de México, t. 229, vol. LVIII, núm. 1, julio-septiembre 2008, 
pp. 229-285, p. 268. 
45
 Juan Ortiz Escamilla, ―La nacionalización de las fuerzas armadas en México, 1750-1867‖, en 
Manuel Chust y Juan Marchena (coord.), Las armas de la nación: independencia y soberanía en 
Hispanoamérica, Madrid, Iberoamérica Vervuet, 2007, p. 294. Este artículo fue fruto del trabajo que 
Ortiz Escamilla presentó para obtener el grado de doctor en historia. Juan Ortiz Escamilla, Guerra y 
gobierno: los pueblos y la independencia de México, Sevilla, Universidad Internacional de 
Andalucía-Universidad de Sevilla-Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1997, 256 
p. 
30 
 
la capital de la Nueva España y en varias ciudades importantes como Puebla, 
Veracruz y las ciudades del sur mexicano—, los militares solían permanecer leales 
al gobierno establecido. Y ahí donde las élites civiles tomaron acciones decisivas 
para establecer juntas autónomas —como en Caracas, Cartagena o Bogotá—, 
invariablemente las apoyaron algunos o todos los cuerpos de oficiales locales.46 
 
Mientras tanto, del otro lado del Atlántico, en 1812 en las cortes gaditanas se 
empezó a diseñar una nueva institución militar destinada a la defensa del régimen 
liberal en contra de los embates de la facción absolutista. ―La milicia nacional, 
nació en la Constitución de 1812 como cuerpo armado que garantizaba las bases 
del Estado nacional, primero del hispano que surgía desde las cortes de Cádiz e 
inmediatamente después del mexicano tras su independencia.‖47 
Sin embargo, el proyecto de reglamentación no se concretó debido a la 
restauración en el poder de Fernando VII. 
 El 24 de abril de 1820, durante el llamado Trienio Liberal, la milicia nacional 
fue aprobada para su formación en la Nueva España. Este hecho implicaba que 
todas las milicias urbanas y provinciales, así como los cuerpos milicianos creados 
por el Plan Calleja fueran desmovilizadas. No obstante: ―ni los caudillos 
guardacampos ni los oficiales de estos cuerpos permitirían que se alterara la 
influencia política que habían ganado.‖48 Tal fue el caso, por ejemplo, de las 
milicias de Veracruz. En 1821 el ayuntamiento del puerto dirigióuna nota al virrey 
comunicándole que era imposible la organización de las milicias nacionales si en 
ellas ―no incorporaba a los antiguos realistas, puesto que la mayor parte de la 
población susceptible de ser miliciana lo había sido previamente en estos 
 
46
 McFarlane, op. cit., p. 278. Bernardo Ibarrola menciona que ante la imposibilidad que la corona 
española tenía para enviar tropas a reprimir a los insurgentes, las milicias americanas fueron las 
que se ocuparon de hacer frente a los sublevados: ―ejércitos locales, vinculados económica y 
socialmente con las poblaciones de las regiones en las que opera[ban].‖ Bernardo Ibarrola, ―Un 
siglo de guerra civil en Hispanoamérica‖, en Cristina Gómez Álvarez, Josefina Mac Gregor y 
Mariana Ozuna Castañeda (coords.), 1810, 1910: Reflexiones sobre dos procesos históricos. 
Memoria. México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras, 2010, 
547 p., pp. 319-328. 
47
 Manuel Chust, ―Milicia, milicias, y milicianos: milicianos y cívicos en la formación del Estado-
nación mexicano, 1812-1835‖ en Juan Ortiz Escamilla (coord.), Fuerzas Militares en Iberoamérica, 
siglo XVIII y XIX, El Colegio de México-El Colegio de Michoacán-Universidad Veracruzana, 2005, 
pp. 179-197. 
48
 Mario Alberto Zúñiga Campos, ―El fracaso de la ciudadanía armada: La milicia cívica de la ciudad 
de México, (1823-1834)‖, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía 
y Letras, 2013, 218 p., pp. 51-52. (tesis de licenciatura en historia) 
31 
 
cuerpos.‖49 Es decir, tanto la milicia nacional como las unidades realistas del Plan 
Calleja coexistieron durante la etapa final de la Guerra de Independencia y 
contribuyeron a la complejidad y dificultad de comprensión del panorama militar de 
la primera mitad del siglo XIX mexicano. 
 En 1821, Agustín de Iturbide logró reunir a las unidades del ejército 
español, las elites locales y la enorme cantidad de los cuerpos militares de los que 
se ha venido hablando bajo el Plan de Iguala. Esta diversidad de los miembros del 
Ejército Trigarante trajo consigo una infinidad de problemas al momento de haber 
alcanzado la Independencia de México,. 
 
1.3 Milicia Cívica vs. Ejército permanente durante el Imperio de Iturbide, 
1821-1823 
La forma como se desarrolló la lucha por la independencia propició la formación 
de varios y diversos cuerpos militares que, al momento de la consumación, hizo 
que se unieran al Ejército Trigarante: ―oficiales y tropas realistas del ejército 
permanente, de las milicias provinciales, de un sinnúmero de milicias locales y, por 
supuesto, los antiguos insurgentes del sur.‖50 Sin embargo, una vez alcanzada la 
emancipación, no todos estos grupos fueron tomados en cuenta para ser la base 
del nuevo ejército permanente mexicano. En realidad, ―El Plan de Iguala consiguió 
la unidad necesaria entre las diversas facciones para alcanzar la anhelada 
libertad, pero una vez conseguida, los diferentes intereses no tardaron en 
enfrentarse.‖51 
Aquellos hombres armados que quedaron fuera del ejército permanente, y 
algunos oficiales dentro del mismo, se encargaron de derrocar al hombre que 
habían ayudado a llegar al poder. A su vez, existía un claro distanciamiento entre 
los proyectos de Iturbide y los del Congreso, lo que se hizo patente con las 
discusiones sobre la creación de una institución en particular: la Milicia Cívica. ―El 
Congreso vio en la milicia el cuerpo armado que defendería los intereses del 
nuevo Estado constitucional y pondrían freno a los intentos de instalar un gobierno 
 
49
 Chust Calero, ―Milicia, milicias y milicianos…‖ op. cit., p. 185. 
50
 Ortiz Escamilla, ―La nacionalización…‖, op. cit., p. 297 
51
 Mosquera, op. cit., p. 99. 
32 
 
absoluto o disolver el Congreso, rumores todos ellos que llegaban a oídos de los 
diputados.‖52 La Milicia Cívica era percibida como un cuerpo militar que serviría al 
poder legislativo en contra del ejecutivo. 
El imperio de Iturbide no pervivió mucho tiempo. El 2 de diciembre de 1822 el 
brigadier Antonio López de Santa Anna y el ex insurgente Guadalupe Victoria 
proclamaron el Plan de Veracruz en contra del emperador. Meses después, el 1 
de febrero de 1823, los sublevados junto con José Antonio Echávarri lanzaron el 
Plan de Casa Mata desconociendo a Iturbide. Esto puso punto final al imperio; sin 
embargo no hizo lo mismo con los debates en torno a las Milicia Cívicas, que 
fueron retomados posteriormente pero, como se verá, con un matiz muy 
importante. 
 
1.4 Vicisitudes de la Milicia Cívica, 1824-1846 
Una vez derrocado el Imperio de Iturbide, la cuestión militar volvió a cobrar 
importancia. La recién formada y endeble república necesitaba garantizar la 
defensa del territorio nacional ante la posibilidad de una invasión extranjera, 
proveniente de la antigua metrópoli o de otra potencia. Para ello, no podía relegar 
a todos los cuerpos militares que habían participado en la caída del emperador por 
lo que se revivió una discusión que ya había sido planteada en el primer 
parlamento mexicano: ¿ejército permanente o Milicia Cívica? 
 Ambas instituciones tenían características muy distintas y respondían a dos 
concepciones diversas sobre la organización militar y administrativa del país. El 
ejército permanente constituía una fuerza castrense reglamentada, organizada y 
mantenida por el gobierno federal, por lo que su mando estaba concentrado en el 
presidente de la república. En cambio, ―La milicia cívica definía su condición de 
cuerpo armado de clase, dirigida, controlada y armada por propietarios, por los 
poderes provinciales y por la burguesía local.‖53 En este caso, se hablaba de una 
Milicia Cívica diferente a la planteada en el Congreso de 1822, pues no se trataba 
 
52
Ibid., p. 110. 
53
 Manuel Chust y José Antonio Serrano Ortega, ―Milicia y revolución liberal en España y en 
México‖, en Manuel Chust y Juan Marchena, op. cit., pp. 81-110, p. 94. 
33 
 
de un cuerpo supeditado al legislativo, sino de una institución militar controlada por 
las autoridades locales, principalmente por los gobernadores de los estados. 
El que las fuerzas armadas estuvieran exclusivamente organizadas en Milicias 
Cívicas supeditadas a los gobernadores de los estados respondía a un tipo de 
organización federalista. Los gobiernos estatales veían con buenos ojos esta 
medida, de hecho ―su representación [de la milicia] era popular, tenía una 
legitimidad que le confería la elección de sus mandos mediante comicios y una 
soberanía que le transmitía la institución de la cual dependía, a saber, […] los 
estados con la República Federal a partir de 1824.‖54 Por contraste, el 
fortalecimiento del ejército permanente respondía a un tipo de organización 
centralista en la que el poder ejecutivo federal era la principal autoridad. 
El constituyente de 1824 recurrió a una opción salomónica en apariencia: tanto 
el ejército como las Milicias Cívicas serían la forma de organizar a las fuerzas 
armadas. Esto respondió a tres factores. Primero, y más inmediato, el gobierno 
federal se encontraba en bancarrota y no tenía la capacidad de organizar, armar, 
entrenar ni uniformar a un ejército con sus propios recursos. Segundo, los estados 
defendían su soberanía frente al gobierno federal, que había sido consignada en 
la Constitución y les daba derecho de organizar y mantener sus propias 
organizaciones castrenses. Tercero, de alguna manera había que darle cabida a 
todos los grupos militares que habían sido relegados del ejército de Iturbide 
durante el Imperio. 
La solución tomada mostró que ninguno de los poderes regionales, estatales, 
locales y federales quería ceder terreno en el ámbito político. Al existir los dos 
cuerpos militares, ambos podían hacer uso de las fuerzas bélicas para defender

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