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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO POSGRADO EN HISTORIA DEL ARTE FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS LA LOZA ESTANNÍFERA DE PUEBLA, DE LA COMUNIDAD ORIGINAL DE LOCEROS A LA FORMACIÓN DEL GREMIO (1550-1653). TESIS QUE PARA OBTAR POR EL GRADO DE DOCTORA EN HISTORIA DEL ARTE PRESENTA: EMMA YANES RIZO TUTOR PRINCIPAL: DRA. MONTSERRAT GALÍ BOADELLA Benemérita Universidad Autónoma de Puebla COMITÉ TUTORAL: DRA. MARÍA DEL CONSUELO MAQUÍVAR MAQUÍVAR Dirección de Estudios Históricos, INAH DR. SERGIO NICCOLAI SALVADORI Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM DRA.PAULA MUES ORTS Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, INAH DR. ALFONSO PLEGUEZUELO HERNÁNDEZ Universidad de Sevilla, España MÉXICO, DF., JULIO 2013. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 A Emma Rizo, jacaranda imperial. A Sergio Mastretta, artesano de mis sueños. A Alicia, Paulina y Ana, las vasijas fruto de esos sueños. 3 AGRADECIMIENTOS Desde niña disfruté jugando con el lodo, qué fortuna saber después que de ese juego podían resultar piezas de cerámica y que para ello debía controlar también el agua, el aire y el fuego, nada menos que los cuatro elementos que conforman el universo. He vivido hasta hoy aligerando mis días con ese juego. Sólo con el tiempo entendí que había en todo ello también un aprendizaje laboral, es decir, que poseía una serie de conocimientos técnicos acumulados en mi memoria, en el movimiento de mis manos y en las libretas, casi sin darme cuenta. La cerámica la aprendí de Abel Ramírez, Rafaela Varajas, Luis Mérigo, Pepe Albert, Javier Cervantes y María Bretón, en talleres donde siempre trabajé con libertad. El gusto por la ―talavera‖ poblana me viene también desde la infancia, tal vez inculcado por mis padres que disfrutaban los domingos de la buena mesa en su vajilla policroma. De ahí quizás mi atracción por saber quiénes fueron los primeros loceros que llegaron a Puebla y de tratar de entender cómo le hicieron desde el punto de vista técnico, para dejarnos la loza estannífera como herencia cultural. Sin embargo, estudiosa como soy del siglo XX mexicano, tratar de entender ese proceso me llevó a elaborar una propuesta metodológica integral que rebasaba mis límites como historiadora de otras épocas. Para comprender los siglos XVI y XVII poblanos, desde el punto de vista de la historia del arte, conté con el apoyo y la paciencia de Montserrat Galí, María del Consuelo Maquívar y Paula Mues, quienes me enseñaron a comprender la impronta de la época. A su vez, la investigación de archivo que me permitió llegar a un nuevo cuerpo documental, distinto del de Enrique A. Cervantes, me hubiera sido imposible sin el catálogo por oficio, del archivo de notarías de la ciudad de Puebla, realizado por la Fundación Manuel Toussaint, que me fue generosamente proporcionado. De igual manera, para la lectura y transcripción de documentos clave, conté con el apoyo de los paleógrafos Arturo Córdoba Durana, Evelyn Huitron y Lucero Rodríguez Velázquez. En el Archivo General de Indias en Sevilla, por su parte, la investigadora Esther Acevedo, me mostró derroteros impensables para localizar los documentos anhelados. La localización de documentos escritos me permitió armar una parte fundamental de la tesis: la de la red de loceros, sus relaciones sociales y la dirección de algunas locerías de los siglos XVI y XVII. Sólo que la nomenclatura de esos siglos era muy distinta de la actual. Para lograr ubicar las locerías de los artesanos, recurrí entonces a una revisión general de 4 planos de la ciudad de Puebla, de los siglos XVII al XX, facilitados para tal efecto por el arquitecto Carlos Montero, de la Benemérita Univeridad Autónoma de Puebla. Pero a pesar de tener localizados las locerías, un factor seguía en el aire: el conocimiento de cuál había sido la producción de loza estannífera en el periodo de estudio. Ese escollo lo logré superar, al menos en parte, gracias al apoyo de los arqueólogos Arnulfo Allende, Carlos Cedillo y Citlalli Reynoso Ramos, quienes me dieron acceso a su material arqueológico y a informes inéditos, bajo custodia del INAH, Puebla. También conté con la colaboración de Fernanda Gamboa, que me facilitó de su colección particular, tiestos de los siglos XVI y XVII. De igual manera fui apoyada por Ramón Lozano, quien me dio acceso a su colección de mayólica de la Casa del Mendrugo, desde el momento mismo en que lo tiestos eran rescatados del subsuelo. Lograr transformar un pequeño tiesto arqueológico en la forma y ornamentación hipótetica de la pieza completa, fue un trabajo posible gracias a la participación del arqueológo Arnulfo Allende y la dibujante Jessica Lara. Para comprender la metodología propia del mundo de los arqueólogos, conversé con Patricia Fournier. Pero una cosa es la tipología cerámica arqueológica y otra distinta, a la que yo quería acceder, la de la intepretación de las piezas de loza, desde el estudio propio de la historia del arte, es decir, atendiendo a su forma y ornamentación. Para dicha interpretación conté con el apoyo de Montserrat Galí y Alfonso Pleguezuelo, junto con quienes busqué armar una lectura múltiple de algunas piezas. Alfonso Pleguezuelo me alentó a su vez a diferenciar las formas cerámicas de Puebla, de las de España y Génova, atendiendo también a la manera en que fueron estibadas en el horno. Con él recorrí los hornos de loza del barrio de Triana, lo que me permitió diferenciar esa arquitectura cerámica de la de Puebla. Para el conocimiento del proceso técnico de la loza estannífera, partiendo de la situación actual, conté de igual forma con el apoyo de Fernanda Gamboa, propietaria del taller Talavera de Santa Catarina y directora de la agrupación de talleres de ―talavera‖ con denominación de origen. Así como con la experiencia y compañía de la ceramista María Bretón, en su taller de ―talavera‖ en Tonanzintla, Puebla, donde trabajé. La búsqueda de una metodología para entender los conocimientos técnicos cerámicos, como parte de la historia cultural de Puebla, fue discutida en varias sesiones con Sergio Niccolai. 5 Sin embargo, un punto clave faltaba aún por resolverse: el análisis científico de los materiales tiestos y piezas seleccionadas, que nos permitiera definir con mayor precisión el origen poblano o foráneo de los vestigios encontrados, así como los parámetros de producción que de su análisis se derivaba. Y eso lo trabajé con la colaboración de José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física de la UNAM, con quien compartí muy gratos momentos. La ciudad de Sevilla y sus acervos los conocí gracias a Álvaro Recio, con quien pasé agradables tardes. Manuel Fernández Chaves, me mostró el antiguo sistema hidráulico de la misma ciudad,con tuberías de barro, lo que me permitió comparar ese sistema con el de la Puebla colonial. En Madrid, la directora del Instituto Valencia de don Juan, Cristina Partearroyo, me facilitó el acceso a la colección de cerámica de ese Instituto, así como al archivo y la biblioteca del mismo. Y en Toledo, Alfonso Caballero Klink, director del Museo de Santa Cruz, que alberga la colección Carranza de Talavera, me proporcionó facilidades para conocer dicha colección. Por último, Hugo Vargas, me apoyó en la quisquillosa labor de la corrección de estilo. Buena fortuna ha tenido entonces esta tesis, al encontrar tantos colaboradores y nuevos amigos, tantas puertas y corazones abiertos, sin más. Me reí a cada rato, de nuevo me volví a ensuciar las manos con el lodo y en un delicioso ritual pisé la arcilla para amasarla. Una relación de camaradería en la academia fue quizás la mejor sorpresa con la que me encontré al realizar esta tesis. A todos ellos mi agradecimiento. Habrá que señalar, por último, que esta tesis fue respaldada por la Dirección de Estudios Históricos del INAH, bajo la dirección de la Dra. Inés Herrera Canales y que contó con la beca de doctorado de excelencia académica del CONACYT. 6 ÍNDICE ABREVIATURAS INTRODUCCIÓN CAPÍTULO 1.FORTUNA CRÍTICA. CAPÍTULO 2. MARCO TEÓRICO METODOLÓGICO. CAPÍTULO 3. LA CIUDAD DE PUEBLA Y LOS LOCEROS (1550-1653). 3.1 Puebla como centro receptor de loceros europeos. 3.2 Puebla como centro comercial. 3.3 El acceso de los loceros a la materia prima. 3.4 El acceso de los loceros a la fuerza de trabajo. CAPÍTULO 4. DE LA COMUNIDAD ORIGINAL DE LOCEROS A LA FORMACION DEL GREMIO. 4. 1 Antecedentes. 4.2 La comunidad original de loceros y el clan de los Encinas-Gaytán. 4.3 La comunidad original de loceros: maestros, oficiales y aprendices (1573-1653). 4.4 Ubicación de los talleres de la comunidad original de loceros (1595-1653). 4.5 De la comunidad original de loceros a la formación del gremio: maestros, oficiales y aprendices. 4.6 La formación del gremio y la competencia de otros artesanos. 4.7 Las ordenanzas de 1653. 4.8 Comparación de las ordenanzas de loceros de la ciudad de Puebla, la ciudad de México y las de Talavera de la Reina CAPÍTULO 5. LOS TALLERES DE LOS LOCEROS Y LA PRODUCCIÓN. 5.1 La loza estannífera como técnica. 5.2 Los talleres poblanos. 5.3 La organización del trabajo. 5.4 La producción. 5. 4.1 Las cañerías de barro y la loza vidriada. 5.4.2 La loza estannífera. 9 18 39 56 56 72 86 131 142 147 155 178 203 216 238 244 256 269 270 275 317 325 325 342 7 CONCLUSIÓN ARCHIVOS BIBLIOGRAFÍA GLOSARIO ÍNDICE DE MAPAS, PLANOS, LÁMINAS, CUADROS E ILUSTRACIONES ANEXO: ANÁLISIS DE MATERIALES DE LA LOZA ESTANNÍFERA DE PUEBLA, SIGLOS XVI-XIX 422 445 446 473 493 (DISCO) 8 ABREVIATURAS. AGMP Archivo General Municipal de Puebla. AGI Archivo General de Indias, Sevilla. AGN Archivo General de la Nación, México. AGNP Archivo General de la Notarías del estado de Puebla. AHJP Archivo Histórico Judicial del INAH, Puebla. ARHIMP Archivo Histórico Municipal de Puebla. ARPP Y CP Archivo del Registro Público de la Propiedad y del comercio del estado de Puebla. ASMP Archivo del Sagrario Metropolitano. BUAP Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. CEHM-CARSO Centro de Estudios de Historia de México, grupo Carso. HATC Historical Archaeology Type Collectiones. ICSYH Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (BUAP). INAA Instrumental Neutron Activation Analyses, Análisis Instrumental de Activación Neutrónica. INAH Instituto Nacional de Antropología e Historia. ININ Instituto Nacional de Investigación Neutrónica. PARES Portal de Archivos Españoles. PIXE Particle Induced X-Ray Emisson, Partículas Emitidas por Emisión de Rayos X. 9 INTRODUCCIÓN En México el estudio de las artes aplicadas, antes consideradas industriales, mecánicas o vulgares, es una tarea primordial de los historiadores del arte, ya que en algunos casos, los objetos de uso cotidiano por su calidad estética, entendiendo por esta la perfección en la forma y la ornamentación, se han convertido en piezas artísticas paralelamente a su función de carácter utilitario. Con su análisis, los historiadores podemos entender tanto las distintas maneras de producción de dichas piezas, como plantear hipótesis sobre el impacto económico y social de esa producción, lo que se conoce como una historia social de la tecnología. Así mismo, se pueden analizar las implicaciones utilitarias, artísticas y culturales que esas piezas tuvieron en los diversos momentos históricos y en los diferentes sectores de la población. La investigación sobre las artes aplicadas nos permite acercarnos a una historia más integral, en la que se entrelazan la historia de la producción y de las diversas técnicas, así como de la sensibilidad cotidiana y de la cultura, que convergen en la constitución de nuestro patrimonio tangible e intangible. Y aún más, ese conocimiento puede ser de gran utilidad para los artesanos de hoy y de mañana, en particular en Puebla, en busca de una mejor realización de su trabajo siguiendo la tradición artesanal regional, como buscan hacer los talleres actuales de ―talavera‖ con denominación de origen. La ciudad de Puebla se forma con un objetivo particular: demostrar que la vida económica de la Colonia se podía desarrollar sin recurrir a las encomiendas, es decir, al sistema de tributos que aplicaban los españoles a los indígenas, a los que prácticamente tenían esclavizados, sino con base en el esfuerzo personal de una nueva comunidad que trabajara la tierra y se dedicara al trabajo manufacturero, para establecer una ―República‖, en el sentido clásico del término. En l531 la Segunda Audiencia de la Nueva España, integrada por los oidores Juan de Salmerón, Vasco de Quiroga, Francisco de Ceynos y Alonso Maldonado, se abocan a la tarea de levantar una población, la Puebla, formada por vecinos no encomenderos, con lo que buscan resolver además el hondo problema social de los numerosos españoles ―sueltos y vagabundos‖ que recorrían el país sin ―oficio ni beneficio‖. 1 1 Efraín Castro Morales, Puebla a través de los siglos, Puebla, Ediciones Culturales García Valseca, 1962, p. 11. 10 Desde su fundación, Puebla es entonces una ciudad de artesanos peninsulares más tarde agrupados en gremios: en ella se asentaron herreros, plateros, vidrieros, loceros, carpinteros, tejedores, por mencionar a algunos. Puebla es considerada durante la época colonial la segunda ciudad en importancia de la Nueva España, centro comercial y manufacturero estratégico, tanto por su posición geográfica: es decir, como lugar de paso de los productos del Galeón de Manila, desde Acapulco, rumbo a Veracruz y de ahí luego a Europa y también de España hacia la capital del virreinato, vía ese último puerto, así como de la ciudad de México hacia Centroamérica; como por la calidad de sus manufacturas y lo profesional de sus artesanos en el trabajo de vidrio, herrajes, loza, plata, mobiliario, arte plumario, etc. De ahí que desde el siglo XVI, tanto la Iglesia como los particulares, tuvieran acceso a piezas de gran calidad y de distintas partes del mundo. Con lo cual se estimuló además la producción local y la creciente mejoría en la calidad de las manufacturas. Durante ocho siglos, la dominación islámica en la Península Ibérica, trajo consigo, entre otras cosas, el aprendizaje dela cerámica de loza estannífera, utilizada desde siglos atrás en el Medio Oriente, especialmente para la manufactura de azulejos. Una vez asimilada la técnica en España, floreció en diversos sitios como Sevilla, Toledo, Valencia y Talavera de la Reina, ciudades que tuvieron influencia también de los loceros de Génova, Liguria y Pesaro, en la actual Italia. Con la consolidación del asentamiento de españoles en la ciudad angelopolitana, desde su fundación, el establecimiento de alfares que produjeran la loza estannífera no se hizo esperar. La constante inmigración de españoles a la zona en los dos siglos XVII y XVIII, trajo consigo también un mercado importante para surtir sus necesidades. Los principales loceros que llegaron a Puebla en los siglos XVI y XVII, según consta en nuestra investigación, provienen fundamentalmente de Talavera de la Reina y la zona de Andalucía en España, así como de la región de Génova en la hoy Italia y formaban parte de importantes familias de loceros de esas zonas. Ya en Puebla, realizan un sinfín de actividades relacionadas con la industria cerámica, antes o paralelamente a la producción de loza estannífera: como son la producción de cañerías para la canalización del agua de la naciente ciudad y la manufactura de de ―loza basta‖ o corriente. Es decir, cubren inicialmente las necesidades básicas de la población, para posteriormente especializarse en la loza fina o estannífera, dejando la producción de loza corriente a los talleres de indígenas y mestizos. 11 Consideramos, como parte de nuestras hipótesis, que en 1653 con el establecimiento de las ordenanzas de loceros, se institucionaliza el saber y la práctica de ese oficio. Dichas ordenanzas anteceden a las de Talavera de la Reina en España y a las de la ciudad de México, lo que para nosotros, como intentaremos demostrar a lo largo de esta investigación, derivó en la importancia de la industria de la loza en Puebla para la Nueva España, creando parámetros específicos de producción. Las ordenanzas de 1653, desde nuestro punto de vista, son resultado de un proceso de adaptación técnica de la loza española a las necesidades locales y de aprendizaje regional, así como de la incorporación de los conocimientos indígenas de los pueblos cercanos a la capital poblana, en el manejo del barro. En las ordenanzas se estipula que el nombramiento de maestro lo deben tener exclusivamente españoles, aunque se sabe que en Puebla durante el XVII y XVIII, el cargo lo ocupan fundamentalmente criollos y mestizos, dejando establecido para los indígenas las funciones de menor jerarquía, aunque en la práctica, como veremos a lo largo de la tesis, no ocurrió así. Este hecho es fundamental para comprender el mercado al que estaba dedicado este tipo de cerámica: españoles, criollos, mestizos. Del siglo XVI al XVIII, a la hoy denominada coloquialmente ―talavera‖ se la conoció, según los documentos revisados, ya sean testamentos, dotes o contratos, como ―loza fina‖, ―entrefina‖ o ―de estaño‖. De ahí que en el título de nuestro trabajo se haga referencia a la loza estannífera de Puebla, siendo el esmalte de estaño y plomo su característica principal, o al nombre genérico de mayólica, utilizado comúnmente por los historiadores del arte para referirse a ese tipo de loza y no al de ―talavera‖, 2 apelativo que al parecer se introdujo en México durante el porfiriato. La producción de diversas formas elaboradas con la técnica de la loza mencionada, fue muy prolífica desde el siglo XVI y destinada tanto para la arquitectura civil y religiosa con gran diversidad de azulejos, como al mercado de las clases media y alta novohispana, 2 La palabra mayólica se deriva de Mallorca, isla española situada en el Mediterráneo, durante la Edad Media el centro más importante de comercio de loza estannífera. De ahí derivó el nombre genérico de mayólica para la cerámica de plomo y estaño, con sus diferentes apelativos en cada país o región: mayólica faience, mayólica de ―delf‖, mayólica de ―talavera‖, etc. El término mayólica se utiliza aún en la actualidad en la mayor parte del mundo para referirse a la cerámica con esmalte estannífero decorado con óxidos. Para evitar confusiones en nuestra tesis utilizaremos el término de mayólica o loza estannífera y no el de ―talavera‖ que abarca sólo la producción mayólica de cierta región de España. Cabe aclarar que en la etapa Colonial tanto en España como en México el término más utilizado para ese tipo de cerámica fue el de loza común, entrefina y fina o simplemente el de loza, con la especificación de la región correspondiente: loza de Triana, loza blanca de Génova, etc. 12 incluido desde luego el clero, tanto de Puebla, como de la Ciudad de México, Guadalajara, Oaxaca y Michoacán. Llegó de igual manera a los obispados del norte de la Nueva España a través de las misiones, se usó también para abastecer la necesidad de loza de las nuevas regiones mineras e incluso su consumo se extendió a Guatemala, Cuba y Perú. Además de su uso arquitectónico, entre las piezas de loza estannífera más comunes están las de uso doméstico, como platos, platones, tazas y jarras en todas sus variantes, sin dejar atrás los ―tibores‖, ―aguamaniles‖, ―lebrillos‖, ―bacías‖ o ―sangradores‖, ―albarelos‖ o ―canillas‖, “bacines”, tinteros, macetas y posteriormente lozas funerarias. El tipo de piezas estanníferas de uso doméstico y arquitectónico creció y se diversificó a lo largo de la etapa colonial y en algunos casos, a partir básicamente del siglo XVIII, las piezas de mayólica pasaron de ser objetos de uso cotidiano a objetos suntuarios. La producción de loza y mosaicos estanníferos poblanos tuvo su mayor desarrollo de mediados de siglo XVII hasta finales del XVIII. Siguió produciéndose, aunque en menor escala, en el siglo XIX y la primera década del XX. Fue retomada en los años veinte de ese siglo por la arquitectura neocolonial y tuvo un nuevo auge a finales del siglo XX, hasta que en 1997 se estableció su denominación de origen, reconociéndose de manera oficial, la importancia de la loza estannífera poblana como técnica novohispana y como elemento de identidad regional. 3 El argumento para tal denominación es el de qué se trata de una tradición 3 El 17 de marzo de 1995, se publicó en el Diario Oficial de la Federación, la resolución mediante la cual se otorga la protección prevista en los artículos 157, 158 y demás aplicables de la Ley de la Propiedad Industrial, a la Denominación de origen Talavera de Puebla, para ser aplicada a la artesanía de ―talavera‖, surtiendo sus efectos al día siguiente de su publicación. El 10 de septiembre de 1996, se solicita el cambio de nombre de ―talavera de Puebla‖ por sólo ―talavera‖. El 20 de febrero de 1997, se define según la protección prevista por los artículos 157, 158 aplicables de la Ley de la Propiedad Industrial, la Denominación de origen Talavera de Puebla, para ―ser aplicada a la artesanía de talavera‖. El decreto condiciona el uso de la denominación de origen a la mayólica con ―marcas previamente registradas en favor del usuario autorizado, para que exista un control por parte de este Instituto responsable de la denominación, de la manera con la que se comercializa el producto en el mercado nacional e internacional, así mismo, esta comercialización se sujetará a que dichas marcas que se acompañen con la denominación de origen, cumplan con las disposiciones legales mexicanas aplicables‖. Delimita para tal efecto la ―región geográfica en la que se ubica el distrito judicial de Puebla, en donde se ha desarrollado la artesanía de ―talavera‖ desde el inicio del siglo XVI hasta la fecha, lo que permite la identificación del producto con el nombre de dicha región‖. Además, indica el decreto, ―las materiasprimas principales para la elaboración de la artesanía se extraen de los distritos judiciales ubicados en la región geográfica ―talavera‖. A saber: ―Descripción del producto: la materia prima que se utiliza en la elaboración de la ―talavera‖ es la arcilla extraída de las minas de la región, para constituirse en el barro negro y blanco, agregándose arenilla, plomo, estaño y óxido de metales; una vez constituido el barro, se inicia el proceso de torneo y moldeo de los objetos de la loza (vajillas), azulejos, mosaicos, tibores, macetas, retablos y todo tipo de ornamentos, de manera manual o en moldes de yeso; e inmediatamente se lleva a cabo la cocción de las piezas; ya horneadas, de éstas se hace una revisión de calidad a fin de identificar las piezas deterioradas o aquellas que 13 artesanal histórica, que se inicia en el siglo XVI, realizada en el área geográfica de la jurisdicción de Puebla de la que se obtienen las materias primas fundamentales, como son el barro y la arenilla. Para estipular dicha denominación, se partió de la información existente hasta entonces, pero se carecía de un cuerpo documental sobre la primera etapa de la producción de la loza estannífera, aspecto al que pretende colaborar nuestra investigación. El principal objetivo de esta tesis, es entonces el de tratar de entender cómo y porqué se asentó en Puebla en los siglos XVI y XVII el oficio de la loza estannífera, que se convertirá más tarde en un elemento de identidad, defendido en el siglo XX como parte del patrimonio industrial de los poblanos. Para estudiar este proceso, centramos nuestra investigación en los inicios y consolidación de la técnica de la loza estannífera en Puebla; periodo que abarca de 1550, en que se establecen los primeros loceros a 1653, cuando se decretan las ordenanzas y se crea el gremio de manera formal. Hasta ahora, el estudio de esta etapa por numerosos investigadores ha partido de suposiciones, por ejemplo, en cuanto al origen de los primeros loceros de Talavera de la Reina traídos por los dominicos, manejado por Edwin A. Barber, 4 que fue cuestionada por Carlos Hoffman en 1922, 5 y Enrique A. Cervantes en 1939; 6 o sobre el desarrollo de la industria cerámica de Puebla luego de la inundación de la ciudad de México de 1629, según Robert y Florence Lister; 7 afirmaciones que se han repetido a lo largo del tiempo por otros estudiosos, sin sustento documental. Ello se debe a que luego de la investigación de Enrique A. Cervantes de 1939, que incluye un importante cúmulo de documentos originales de los tienen rupturas; posteriormente, las piezas son cubiertas con esmalte cuyas características deben ser el ――craquelado‖‖, color, brillo y acabado vidriado. Este esmalte, denominado ―alarca‖, se prepara mezclando plomo, estaño y arenilla en la siguiente forma: en un horno de fuego directo se funde el plomo y en seguida se le añade el estaño, moviendo la mezcla hasta que se oxide y tome un color amarillento que cristalice; una vez fría, se muele y combina con agua. La decoración de las piezas se lleva a cabo con pinceles hechos a mano y con los colores a base de minerales diluidos en agua, lo que le da a la ―talavera‖ las características con las que se ha logrado la originalidad e identificación de esta artesanía; una vez esmaltadas y decoradas las piezas se prosigue con la segunda cocción‖. Se otorga a los talleres de Puebla entonces la denominación de origen, por tratarse de una tradición histórica, cuya extracción de las materias primas se desarrolló en un área geográfica específica. Véase: ―Resolución mediante la cual se otorga la protección prevista en los artículos 157, 158 y demás aplicables de la ley de la propiedad industrial a la Denominación de origen Talavera de Puebla, para ser Aplicada a la artesanía de la Talavera‖, en Diario Oficial de la Federación, 1 de septiembre de 1997. 4 Edwin Atlee, Barber, The maiolica of Mexico, Filadelfia, Pensilvania Museum, 1908, pp. 50 y 59. 5 Carlos Hoffmann, ―Verdades y errores de la Talavera Poblana‖, México, Revista de la Sociedad Científica Antonio Alzate, t. IV, núm. 1, 1922. 6 Enrique A. Cervantes, Loza blanca y azulejo de Puebla, México, s/e, t. I y II, 1939. 7 Cfr. Lister Florence C. and Robert H Lister, Sixteenth Century Maiolica Pottery in the Valley of Mexico, Tucson, Arizona, Anthropological Papers of the Univerity of Arizona Press, núm. 39, 1982., pp. 4-8. 14 siglos XVI al XVIII, los historiadores no habíamos retomado, salvo algunos materiales compliados por Efraín Castro Morales, la búsqueda minuciosa de documentos sobre los loceros en los archivos. Nuestra investigación está basada en un nuevo cuerpo documental que si bien incorpora algunos de los textos ya publicados por Cervantes, integra en su mayoría, información de documentos hasta ahora inéditos. Esta labor que fue posible, entre otras cosas, gracias a mi consulta del catálogo del Archivo de Notarías de la Ciudad de Puebla, organizado por oficio, realizado por la Fundación Manuel Toussaint, bajo la dirección de doctora Montserrat Galí. De igual manera, para el análisis sobre los estándares de producción de la loza estannífera entre 1550 y 1653, nuestra tesis cuenta con los estudios arqueológicos, hasta ahora inéditos, de los últimos yacimientos, con tiestos y piezas de mayólica, rescatados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Puebla, entre 1996 y el 2012, facilitados generosamente para nuestro trabajo por los arqueólogos Arnulfo Allende y Citlalli Reynoso Ramos. A su vez, para el análisis composicional de las piezas seleccionadas de dichos rescates arqueológicos, que contribuyen a esclarecer de manera científica las técnicas de trabajo y abastecimiento de materias primas utilizadas en el periodo, contamos con el apoyo de José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física de la UNAM, quien nos apoyó con la investigación requerida con base en el método Particle Induced X-Ray Emission, PIXE. En nuestra investigación, partimos del supuesto que para que la técnica de la loza estannífera se asentara en Puebla y se convirtiera posteriormente en un elemento de identidad regional como lo es hoy, tuvieron que ocurrir y entrelazarse de manera armónica un conjunto de circunstancias en el periodo de tiempo ya señalado: 1) La fundación de Puebla en 1531 como una ciudad para españoles no encomenderos y a la vez la existencia de Cholula, Tlaxcala y Huejotzingo, como regiones cerámicas prehispánicas. 2) La localización geográfica estratégica de Puebla, entre Veracruz y la ciudad de México; y la existencia de barro, agua y leña en la región, por lo tanto la facilidad de abastecimiento de materias primas locales, pero también de los productos foráneos como estaño y cobalto que llegaban vía Veracruz. 15 3) La crisis europea de finales del siglo XVI a mediados del XVII, en contrapartida el desarrollo económico de la Nueva España y del crecimiento de la ciudad de Puebla, con la consecuente demanda de cañerías, azulejos y de loza corriente y fina. 4) La adaptación, por parte de los loceros foráneos, de la técnica de la loza estannífera a las posibilidades locales y a la demanda regional y la existencia previa del manejo del barro por los indígenas. 5) La utilidad de la cerámica de plomo y estaño para una diversidad de usos, debido a la impermeabilidad de esa loza y a su versatilidad. 6) La facilidad del trabajo ornamental en la cubierta estannífera con la aplicación de óxidos. Para tratar de explicar el pasado productivo colonial de la mayólica poblana, hemos recurrido, a pesar de sus limitaciones, básicamente a cuatro procedimientos: 1) análisis de testamentos y documentos; 2) vestigios industriales,como son los hornos de cerámica del siglo XVII en el Paseo de San Francisco en la ciudad de Puebla y su comparación con otros hornos coloniales en la ciudad de México, así como con los hornos cerámicos del barrio de Triana en Sevilla, de la misma época; 3) análisis composicional de los tiestos de cerámica de los últimos rescates arqueológicos de Puebla, con base al método científico, Particle Induced X- Ray Emisson o PIXE ; 4) selección de piezas de mayólica y reconstrucción de las principales formas y ornamentación de algunas de las mismas, que provienen de los rescates aequeológicos del INAH, Puebla. Creemos, por último, que aclarar hasta donde las fuentes documentales nos lo permitan, cuál fue el desarrollo de la loza estannífera de Puebla, en el periodo de 1550 a 1653, nos permitirá comprender a su vez algunos de los elementos de ruptura y continuidad posteriores de dicha técnica; y visualizar ciertos aspectos para entender la permanencia del gusto social poblano por dicha técnica. Creo que mi trabajo ofrece nuevos aportes al estudio de la loza estannífera en Puebla, que en algunos casos coincide y en otros contradice las propuestas de otros historiadores de la loza, como Edwin Barber, Robert Lister y Florence Lister, Enrique A. Cervantes, Margaret Connors y Alfonso Pleguezuelo, entre otros, por ello los comentarios a la obra de dichos autores los menciono a lo largo del texto o en las notas respectivas. 16 Así, de acuerdo con los objetivos, dividí la investigación en cinco capítulos, una conclusión y el anexo con el análisis de materiales. En el primer capítulo o Fortuna Crítica, se hace referencia a los estudios anteriores al mío sobre la loza estannífera poblana, destacando sus principales aportes, pero también señalando nuestras dudas o diferencias. En el segundo capítulo o Marco Teórico Metodológico, menciono las herramientas analíticas que utilizamos a lo largo de nuestra investigación. Posteriormente, en el capítulo 3, La Ciudad de Puebla y los Loceros, explicamos las probables razones de la migración de los loceros foráneos a la ciudad angelopolitana en los siglos XVI y XVII y las ventajas de Puebla para el establecimiento de la industria cerámica debido, desde nuestro punto de vista, a la ubicación geográfica de Puebla; la facilidad de acceso para los loceros a las materias primas; la demanda de contenedores de barro en la ciudad, dado su lugar estratégico para el comercio, así como por ser una ciudad manufacturera y cabeza del obispado respectivo. En el capítulo 4, De la Comunidad Artesanal de Loceros a la Formación del Gremio, estudiamos las principales redes sociales de los loceros y la ubicación de sus talleres en la de la ciudad de Puebla; así como la formación de un nuevo grupo de loceros, de origen criollo, que se deriva de la comunidad orignal; y analizamos las posibles razones del paso de la comunidad artesanal al gremio de loceros, con la estipulación de las ordenanzas de 1653. Nos detenemos en estas últimas ordenanzas y las comparamos con las de Talavera de la Reina, las de Sevilla y las de la ciudad de México, en la misma época, para demostrar su originalidad. En el capítulo 5, Los Talleres de Loceros y la Producción, explicamos con detalle, hasta donde las fuentes documentales nos lo permiten, en qué consistió la técnica de la loza estannífera, entre 1550 y 1653, así como las características particulares de esa producción en los talleres poblanos. Se analizan en el mismo capítulo las implicaciones de las ordenanzas de 1653 en la loza poblana, desde el punto de vista de la manufactura. Más adelante, se estudian a través de los tiestos arqueológicos y el sistema PIXE, ya antes mencionado, los estándares de producción de la loza estannífera poblana y sus particularidades. Para pasar, posteriormente, al análisis de una selección de piezas que consideremos representativas de la loza poblana, por su originalidad en cuanto a forma y ornamentación. 17 Por su parte, en la Conclusión recogemos los que consideramos los principales aportes de nuestra investigación. Finalmente, incorporaremos la bibliografía y las fuentes consultadas, así como el glosario y el anexo con el análisis de materiales con el método PIXE. Las palabras propias del lenguaje cerámico, mencionadas a lo largo del texto, aparecen entre comillas y pueden consultarse en el glosario. Para facilitar la lectura del texto, las fuentes de donde fueron tomadas las ilustraciones, aparecen completas en el índice de las mismas con su número respectivo. De igual manera, en lo que se refiere a la autoría de las fotografías y los dibujos, sólo se señalan las iniciales del autor, cuyo nombre completo puede consultarse también en el índice. 18 CAPÍTULO 1. FORTUNA CRÍTICA En general, en lo que al estudio de la loza estannífera en Puebla se refiere, salta a la vista la falta de una historia integral. Es decir, de un cruce de información de las diversas disciplinas y una propuesta metodológica que conduzca a entender las causas del asentamiento de esa industria en Puebla y su posterior desarrollo, asunto al que pretende contribuir esta tesis. El estudio de la mayólica poblana se inicia en el siglo XX y continúa hasta la actualidad; en rasgos generales abarca los siguientes temas o propuestas metodológicas: 1) Trabajos que centran su atención en los estilos e influencias decorativas de algunas piezas únicas o de colección, para establecer una clasificación de la misma con base en la ornamentación; 2) Estudios de investigación histórica, que ubican el origen y producción de la loza estannífera en Puebla desde la época colonial al siglo XIX; 3) Textos sobre el uso del azulejo en la arquitectura poblana; 4) Investigaciones arqueológicas, que centran su atención más en los objetos de mayólica de uso cotidiano que en las piezas únicas o de colección. A lo que habrá que agregar las investigaciones de los cuerpos cerámicos con el Análisis Instrumentales de Activación Neutrónica (INAA) y el método PIXE (ya citado), para conocer la composición material de las piezas. 1) Estudios basados en la ornamentación de la loza estannífera y sus estilos El libro del norteamericano Edwin Atlee Barber Maiolica of Mexico publicado en 1908, 8 es la primera investigación académica sobre la historia de la loza estannífera en Puebla. Según su estudio, con base en las afirmaciones del cónsul norteamericano en la ciudad de México A.M. Gott Scchalk de 1908, los primeros loceros llegaron a Puebla en 1526, originarios de Talavera de la Reina y fueron traídos por los dominicos, dice: En los primeros días de la historia de Puebla los frailes dominicos, impactados por la actitud de sus colegas aztecas en la producción de la alfarería nativa y deseosos de obtener azulejos para el monasterio y la iglesia que construían, 8 Edwin Atlee, Barber, The maiolica of Mexico, Filadelfia, Pensilvania Museum, 1908. El estadunidense Edwin A. Barber (1851-1916) es a principios del siglo XX un experto en cerámica primitiva y director del Pennsylvania Museum and school of industrial art. Continuando con el tema de la mayólica Barber publica en 1911 el Catalogue of Mexican Maiolica Belonging to Mrs Robert W De Forest: Exhibite by The Hispanic Society of Americ, The Hispanic Society of America, 1911. Y en 1915: Mexican Maiolica in the Collection of the Hispanic Society of America, The Hispanic Society of America. Entre otras de sus publicaciones sobre ceramica destacan: Marks of American Potrees, Patterson and White Company, 1904; Salt Glazed Stoneware Germany Fladers England and the United State, Doubleday, Page and Company, 1907; Tin enamelled Pottery: Maiolica, Delft, and Other StamiferrosFaience, Doubleday, Page and Company, 1907; Lead Glazed Pottery, Doubleday, Page and Company, 1907. 19 pidieron al establecimiento dominico en Talavera de la Reina, provincia de Toledo en España, los servicios de cinco o seis de sus hermanos conocedores del proceso español de la alfarería. De esa manera un grupo de dominicos familiarizados con el proceso de trabajo de la ―talavera‖, fueron asignados a la casa de la orden en Puebla y bajo su mando se entrenó a una generación de trabajadores, quienes por los siguientes exitosos años produjeron excelentes piezas. 9 Esta aseveración es cuestionada en 1922 por Carlos Hoffman en su artículo ―Verdades y errores de la Talavera Poblana”, ya citado. El autor considera que no existía hasta el momento en que el realiza su investigación, ningún documento que demostrara tal afirmación, además que desde su punto de vista los azulejos de la iglesia de Santo Domingo en Puebla y de la Capilla del Rosario, no correspondían a ese estilo decorativo. 10 Dicha crítica es retomada en 1939 por Enrique A. Cervantes en su libro Loza blanca y azulejo de Puebla, como se verá posteriormente. 11 Barber señala además que ―por cerca de tres siglos la ciudad de Puebla continúo como el único centro de mayólica del hemisferio occidental‖, lo cual también es rebatido en su momento por Hoffman quien demuestra la presencia de mayólica colonial en la Nueva España en los siglos XVII y XVIII en Oaxaca, Guanajuato y Michoacán. 12 La propuesta metodológica de Barber tiene como sustento el seguimiento de la historia de la loza estannífera en Puebla, a través de los diversos estilos decorativos que la misma adopta, hasta conformar uno propio. Barber defiende a lo largo de libro, tanto la autenticidad de la loza poblana en cuanto técnica, es decir, el revestimiento del esmalte de plomo y estaño y el uso de óxidos decorativos en sobre cubierta, como su originalidad y valor artístico. Pero como él mismo indica, para su trabajo no contó con información previa sobre la mayólica en México. Basa entonces su investigación en textos de los siglos XVII, XVIII y XIX que hacen referencia de una u otra manera a la loza estannífera en Italia y 9 Edwin A. Barber, op. cit., p. 50. Traducción para esta tesis de Sergio Mastretta. 10 Carlos Hoffman, op. cit., p. 622. Carlos C. Hoffman (1876-1942) fue un naturalista alemán que se dedicó en México fundamentalmente al estudio de los artrópodos. Fue catedrático de la UNAM e investigador del Instituto de Biología de la misma universidad. Su interés en la ―talavera poblana‖ fue el de documentar la falta de ―rigor científico‖ en el análisis de Edwin A. Barber. 11 A lo largo de nuestra tesis doctoral se demostrará con documentos de archivo el origen de los primeros loceros a partir básicamente de 1550 provenientes tanto de Talavera de la Reina, como de Sevilla y la región de Génova, en la hoy Italia. 12 Carlos Hoffmann, op. cit., pp. 627 y 628. 20 España. Entre sus fuentes menciona también a viajeros extranjeros, como el inglés Thomas Gage, que estuvo en Puebla en 1625, así como a cronistas e historiadores mexicanos reconocidos por consolidar lo que se conoce como la identidad criolla local y nacional, de los siglos XVII al XIX: Juan de Torquemada, Fray Juan de Villa Sánchez y Joaquín García Icazbalceta, entre otros. En lo que se refiere al material documental, su libro incluye por primera vez las ordenanzas de los loceros de Puebla y sus leyes regulatorias de 1653 a 1676, localizadas por el Reverendo Francis S. Bortón en el archivo del Ayuntamiento de la ciudad de Puebla, que es un gran aporte. Su análisis estilístico parte de las colecciones hasta entonces existentes en los Estados Unidos, la de Robert W. Forest de Nueva York, la del Museo de Pennsylvania y la de Albert Pepper. Con base en las que propone la siguiente periodización: Estilo morisco, de 1575 a 1700; español, de 1600 a 1780; chino, de 1650 a 1790; hispano poblano de 1800 a 1860. Su propuesta por lo tanto, válida o no a la luz de la nueva documentación, hay que considerarla sólo para las piezas de esas colecciones. 13 Ya que, como veremos a lo largo de la tesis, dicha periodización se ve modificada si atendemos a los últimos hallazgos de tiestos arqueológicos y documentos de archivo. Al igual que el texto de Barber también en 1908, Antonio Peñafiel edita Cerámica mexicana y Loza de Talavera de Puebla. Época colonial y moderna, 14 que según el autor estaba próxima a imprimirse cuando recibió de su amigo Edwin A. Barber el texto ya citado. 13 Sobre los motivos que llevaron a Edwin A. Barber a la realización de su trabajo sobre la mayólica poblana es importante leer el artículo de Margaret E. Connors McQuade, ―El redescubrimiento de la cerámica de Puebla en el siglo XX: colecciones mexicanas y estadunidenses‖, en Talaveras de Puebla, Cerámica Colonial mexicana, siglos XVII a XXI. Barcelona, Museu de cerámica de Barcelona, Lunwerg Editores, 2007. En dicho artículo Margaret E. Connors explica que los coleccionistas estadunidenses mostraron interés en la loza de Puebla desde finales del siglo XIX y principios del XX, etapa de la paz porfiriana en la que México era promovido para el turismo extranjero como un país exótico y romántico. A finales del siglo XIX Houghton Sawyer y Herbert Pickering Lewis, crearon importantes colecciones de loza poblana. En 1903 el ingeniero norteamericano Robert H. Lamborn a su vez donó parte de su extensa colección de arte virreinal, que incluía mayólica de Puebla, al hoy Museo Metropolitano de Arte. Sin embargo, la persona más influyente que en ese período viajó a México y coleccionó loza de Puebla fue Emily Johnston de Forest destacada mujer de la alta sociedad neoyorquina que visitó México en 1904 con su marido, Robert de Forest, abogado, filántropo, nombrado posteriormente presidente del Museo Metropolitano de Nueva York. De Forest estableció contactos con expertos, coleccionistas y anticuarios que la ayudaron a reunir la colección de mayólica poblana. A su interés se sumó el del arquitecto norteamericano Albert Pepper, quien había decorado su casa con cerámica virreinal de Puebla. Fue De Forest quien a finales de 1906 invitó a Edwin Atlee Barber, experto estadounidense de cerámica primitiva y director del Museo de Pensylvania, a conocer su colección de cerámica primero y a viajar a México después para estudiar la loza de Puebla y adquirir algunas obras para el Museo. Queda claro entonces que el objetivo de Barber, al investigar la mayólica de Puebla, era tanto enriquecer la colección del Museo que él mismo dirigía, como darle un valor histórico y económico a la misma. Esto desde luego no le resta méritos a su investigación, sólo explica su contexto. 14Antonio Peñafiel, Cerámica mexicana y loza de Talavera de Puebla. Época Colonial y moderna, México, Imprenta Fototipia de la Secretaría de Fomento, 1910. 21 El libro de Peñafiel incluye un glosario de términos de origen árabe sobre la cerámica y referencias a la presencia del azulejo en diversas construcciones de la ciudad de México y Puebla. Parte de los historiadores de la loza estannífera en México han retomado la propuesta cronológica de Barber sin cuestionarla y aplicándola a cualquier colección. Tal es el caso de Antonio Peñafiel, Manuel Romero de Terreros, Manuel Toussaint, Rafael H. Valle, Diego Ángulo Iñiguez, José Franco Carrasco, Patricia Eugenia Acuña y Delia del C. Domínguez Cuanalo. 15 Por el contrario estudios como los de Robert Lister, Pérez de Salazar, Gustavo Curiel y Margaret E. Connors aportan nuevos elementos para dicha clasificación, como veremos posteriormente. Como bien dice Leonor Cortina, la revaloración del arte y la cultura virreinal se empieza a gestar en nuestropaís desde finales del siglo XIX ―como parte de la búsqueda de un lenguaje estético acorde con los valores y las tradiciones de México‖, 16 posición que asumen entre otros los miembros del Ateneo de la Juventud en la ciudad de México, con una amplia repercusión en la literatura, la arquitectura, la pintura y las artes aplicadas, lo que provoca entre otras cosas el interés en el estudio de dichas artes en Puebla, en particular sobre la mayólica. Debemos en esa época a José Juan Tablada y a Manuel Toussaint, la revaloración de la mayólica poblana, en particular de los azulejos, como parte sustancial del arte colonial mexicano. El primero en su libro Historia del arte en México, 17 el segundo en su obra Arte colonial en México. 18 Ambos ubican a la producción de loza estannífera de 15 Cfr. Manuel Romero de Terreros, Las artes industriales en la Nueva España, México, Librería de Pedro Robredo, 1923. Rafael H Valle, ―The Ceramic s of Puebla de los Angeles‖, Bulletin, Pan American Union, vil 61, núm. 6, pp. 591-3, Washington, DC. Diego Ángulo Iñiguez, La cerámica de Puebla, Publicaciones de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, núm. 24, Madrid, 1946. José Franco Carrasco, Loza funeraria de Puebla, UNAM, México, DF, 1979. Patricia Eugenia Acuña, Talavera de Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, Puebla 1983. Delia Domínguez Cuanalo, ―La Talavera‖ en Raúl Gil, La Talavera en las calles del centro histórico de Puebla, Puebla, BUAP, 2006. 16 Leonor Cortina ―La Talavera de Puebla‖en: Talavera contemporánea, Puebla, Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, Universidad de las Américas, Puebla, Uriarte Talavera, Puebla, primera edición 1999, p. 23. 17 José Juan Tablada, Historia del arte en México, México, Compañía Nacional, Editora Águilas, 1927. José Juan Tablada nació en la ciudad de México en 1871, muere en Nueva York en 1945. Poeta, periodista y diplomático. Funda la Academia Mexicana de la Lengua. Se considera el primer mexicano en estudiar el arte hispanoamericano, precolombino y contemporáneo. 18 Manuel Toussaint Arte Colonial en México, México, Imprenta Universitaria, 1948. Manuel Toussaint nació en 1890 en la ciudad de México y murió en 1955 en Nueva York. Es pionero de la cátedra de Historia del Arte en México. En 1934 fundó, junto con otras personalidades, el Laboratorio de Arte de la UNAM, el cual se transformó en 1936 en el Instituto de Investigaciones Estéticas. Fue director del mismo de 1939 a 1955. De 1944 a 1954 ocupó el cargo de director de la Dirección de Monumentos Coloniales y de la República del 22 Puebla dentro de lo que se conoce como las artes aplicadas, es decir, la platería, los hierros forjados, los textiles, etc, y como un elemento de identidad en el contexto del arte novohispano. Toussaint coincide con Barber sobre el origen de la loza poblana a fines del siglo XVI, aunque afirma que éste ―no se apoyaba ciertamente sobre documentos históricos sino, sobre la tradición y ciertas razones de lógica‖. 19 Ubica su apogeo en la etapa del renacimiento y el barroco en Puebla, en los siglos XVII y XVIII. Partiendo de la propuesta de Toussaint sobre la importancia del estudio de las artes aplicadas, en México se continúa el análisis sobre los estilos decorativos de la ―talavera‖ o mayólica, con base en piezas de las colecciones tanto de México como del extranjero: Museo José Luis Bello y González y Bello y Zetina en la ciudad de Puebla, Museo Franz Mayer en la ciudad de México, colección Pérez de Salazar, hoy en el Fondo Cultural Banamex, Colección de Ramón Alcázar, dispersa en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec y el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlan. De las colecciones en el extranjero destacan las de los museos norteamericanos: Chicago, Santa Fe en Nuevo México, la Hispanic Society en Nueva York, la de Emily Johnston de Forest en el Metropolitan Museum de Nueva York y la del Pennsylvania Museum en Filadelfia, esta última base de los estudios de Barber. En conjunto, dichas colecciones abarcan objetos de loza estannífera de uso cotidiano y suntuario, tanto en la vida civil como religiosa, desde el siglo XVI a principios del siglo XX. La curaduría de esas piezas, al estar integradas por objetos que se adquirieron en un mercado de propietarios diversos, refleja en buena parte el gusto de las clases adineradas por la loza poblana desde la época colonial hasta, por lo menos, la primera década del siglo XX. Sobre las interpretaciones de dichas colecciones, hay que destacar las reflexiones de Carmen Pérez de Salazar de Ovando, Leonor Cortina, José Luis Pérez de Salazar, Gustavo Curiel, Ana Paulina Gámez, María de la Cruz Ríos y Margaret Connors. Y en lo que se refiere a la decoración en azulejos o paneles, los trabajos de Roberto Álvarez Espino y Jorge Enciso, Erwin Walter Palm, Rosa Guadalupe de la Peña y Montserrat Galí. Carmen Pérez de Salazar de Ovando, en su libro Talavera Poblana de 1979, luego de INAH. Ingresó al Colegio Nacional en enero de 1946. Y fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua de 1954 a 1955, año en el que falleció. 19 Manuel Toussaint, op. cit., p. 184. 23 presentar un catálogo con una selección de piezas de la colección Pérez de Salazar de los siglos XVII al XIX, coincide con lo dicho por otros autores respecto a la originalidad de la mayólica poblana. 20 Leonor Cortina, quien conoce con detalle la colección Franz Mayer, hace referencia, en diversos artículos, a la influencia de Talavera de la Reina y de las series chinescas azul y blanco en la loza poblana. 21 Desde su punto de vista, desde el siglo XVII los artesanos poblanos de origen español y mestizo, a pesar de que las ordenanzas establecen que su loza debe ser ―contrahecha a la de Talavera de la Reina‖ o a la de ―la China‖, en la práctica hacen una interpretación libre de esos estilos. Estas interpretaciones, indica la autora, se romperán de manera definitiva después de 1812, cuando la Constitución de Cádiz permite la abolición de los gremios y por lo tanto la libertad de estilos en la producción cerámica, la cual lejos de ―decaer‖ deriva en ―nueva incorporación de estilos decorativos e interpretaciones costumbristas y neoclásicas, perfección del uso del torno e incluso invención de nuevos colores como el azul punche‖. 22 José Luis Pérez de Salazar por su parte, buen conocedor justamente de la colección Pérez de Salazar, señala que la misma cuenta con una gran diversidad de piezas de loza estannífera de distintas épocas históricas y estilos decorativos. 23 Y menciona también cómo en el ornato de éstas se fueron incorporando los temas mexicanos. Hace referencia, por ejemplo, a un lebrillo de mediados del siglo XVII ―con el motivo de encaje de bolillo en los bordes y un medallón naturalista en la parte central de la pieza. En uno aparece un guajolote, animal originario de México, esponjando su cola, entre motivos florales y en el otro un retrato de mujer con los atuendos propios de la época‖. 24 Pérez de Salazar menciona también la influencia en piezas de dicha colección de la escuela renacentista en una diversidad de piezas. Los motivos renacentistas, indica,‖ fueron asimilados a su vez de manera particular 20 Carmen Pérez de Salazar de Ovando, Talavera poblana, Fomento Cultural Banamex, AC, septiembre-octubre 1979, p. 12. Carmen Pérez Salazar de Ovando es coleccionista de arte mexicano. 21 Leonor Cortina, ―Polvos azules de oriente‖ en Artes de México, La Talavera de Puebla, núm. 3, 1989, pp. 62 y 64. Leonor Cortina es maestra en Historia del Artepor la Universidad Iberoamericana en la ciudad de México. Colaboradora y curadora de la colección de mayólica mexicana en el Museo Franz Mayer. 22 Ibidem., p. 104. 23 José Luis Pérez de Salazar y Solana, un coleccionista de arte mexicano, médico de profesión, ha publicado varios libros relacionados con la pintura mexicana de la época Colonial. 24 José Luis Pérez de Salazar, ―La colección Pérez de Salazar‖, Artes de México, La Talavera de Puebla , núm. 3, México, 1989, p. 74. 24 por los artesanos poblanos‖. 25 Gustavo Curiel, por su parte, ha estudiado el ajuar doméstico del tornaviaje, dando a conocer la diversidad de piezas que fueron y vinieron de España a la Nueva España a lo largo de la época colonial. 26 En su propuesta metodológica, el objeto de uso cotidiano o suntuario es estudiado como parte del gusto social de las elites, reflejo por lo tanto de modos y costumbres específicos. En su artículo ―El ajuar doméstico del tornaviaje‖, documenta que en el galeón San Antonio, cuyo trayecto iba de la Nueva España a la Península Ibérica, hundido en el siglo XVII, aparecieron objetos de carey, palillos de oro, cucharitas escarbaorejas y una vajilla de loza de Puebla, lo que puede indicar el gusto por la loza estannífera poblana de los habitantes de la propia España. Desde su punto de vista, ya desde el siglo XVII, ―la casa y el ajuar doméstico se convirtieron en embriones del coleccionismo moderno y de la identidad hispana‖. 27 Los comentarios de Curiel, indican una vez más, cómo los artesanos novohispanos adaptaron la decoración de la loza estannífera al gusto particular de la sociedad virreinal. Otro trabajo interesante es el de Ana Paulina Gámez, ―La influencia de la Real Fábrica de loza blanca y porcelana de Alcora en la cerámica mexicana‖ 28 en el que analiza durante la segunda mitad del siglo XVIII los profundos cambios tipológicos, formales y decorativos de la mayólica poblana, bajo la etiqueta de las formas francesas establecidas por el nuevo protocolo que asumió La Real Fábrica de Loza Blanca y Porcelana de Alcora, fundada en 1727 por el Conde de Aranda. 29 Vale la pena destacar el catálogo de 1999, hasta ahora inédito, sobre la colección de ―talavera‖ del Museo José Luis Bello y González elaborado por María de la Cruz Ríos. 30 25 Ibidem, p. 64. 26 Gustavo Curiel ―El ajuar doméstico del tornaviaje México‖, en: México en el mundo de las colecciones de arte, Nueva España, Col Azabache, 1994, t. III, p. 157. Gustavo Curiel es doctor en Historia del Arte por la UNAM e investigador titular del Instituto de Investigaciones Estéticas. Se ha especializado desde hace varios años en el estudio de las artes decorativas o aplicadas en nuestro país. 27 Gustavo Curiel, op. cit., p. 159. 28 En María Antonia Casanovas (coord.), Talaveras de Puebla, Cerámica Colonial mexicana, siglos XVII al XXI, Barcelona, Museu de Cerámica de Barcelona, Lunwerg Editores, 2007, p. 100. Ana Paulina Gámez es historiadora del arte, ha realizado importantes curadurías en museos de México y de los Estados Unidos relacionados con la cerámica, los textiles y la vida cotidiana. 29 Op. cit., p. 101. 30 María de la Cruz Ríos, Catálogo preliminar de la colección de ―talavera‖ del Museo de Arte José Luis Bello y González, inédito, p. 8. Revisado y anotado por el historiador José Luis Pérez de Salazar. Puebla, 2001. María de la Cruz Ríos es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de las Américas Puebla. Formó parte del 25 Este se basa en las categorías estilísticas propuestas por Barber y respeta su propuesta cronológica, pero hace hincapié en objetos únicos y originales encontrados en la colección, piezas firmadas o selladas antes no detectadas, así como en el estudio de las distintas formas cerámicas y sus cambios en los diversos periodos históricos. 31 Por su parte, Margaret Connors Mc Quade, en su tesis doctoral Loza poblana: the emergence of a mexican ceramic tradition, 32 hace un nuevo recuento histórico sobre la mayólica poblana agregando nombres de loceros sobre todo en el siglo XVIII y propone las atribuciones de algunos azulejos en México y la ciudad de Puebla, a los talleres de los reconocidos loceros sevillanos Alonso García y Fernando de Valladares. Además, realiza un análisis comparativo de las colecciones mexicanas y norteamericanas. Pero su investigación no se centra en nuestro periodo de estudio (1550-1653); abarca de manera general la etapa colonial sin destacar sus diferencias a lo largo de tres siglos; y parte básicamente del mismo cuerpo documental de Enrique A. Cervantes. Sin embargo, incorpora ya información arqueológica de los últimos hallazgos del corredor de San Francisco, aunque carece del análisis de materiales. Lamentablemente no existe todavía en México un catálogo razonado del conjunto de las distintas colecciones, que permitan manejar con certeza influencias y periodizaciones con sus variables específicas. Yo me inclino por creer que se debe partir de los estudios de caso para llegar a ese punto. Es sin duda una tarea pendiente. 2) Estudios de carácter histórico y técnico Existen sólo dos investigaciones que ponen atención en el estudio de la producción de la loza estannífera, su historia y su desarrollo en Puebla. Se trata del folleto Cerámica para artistas de Enrique Luis Ventosa de 1922 33 y el libro de Enrique A. Cervantes Loza Blanca y equipo de investigación sobre el edificio y la colección del Museo José Luis Bello y González, en la ciudad de Puebla, de 1999 al 2001, bajo la coordinación de la maestra Teresa Márquez. 31 Ibidem, p. 15 32 Margaret Connors Mc Quade, Loza poblana: the emergence of a mexican ceramic tradition. A dissertation submitted to the Graduate Faculty in Art History in partial fulfillment of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy, The City University of New York, 2005. 33 Enrique Luis Ventosa, Cerámica, libro para artistas, prólogo de José López Portillo y Rojas. Puebla, Litotipografía Guadalupana, 1922. El ceramista Enrique Luis Ventosa originario de Barcelona, España, estudió en la Academia de Bellas Artes de Barcelona. Llegó a Puebla en 1897 y empezó a rescatar la industria de la loza local. 26 Azulejos de Puebla de 1939, 34 que detallan el proceso de trabajo de la loza estannífera en un recuento que se inicia en la época colonial. La presencia del barcelonés Enrique Luis Ventosa en Puebla resulta fundamental, por dos motivos: no sólo compila información histórica sobre la mayólica de Puebla con los propios artesanos y los libros a su alcance y publica reseñas en periódicos locales y españoles, también se propuso rescatar dicha técnica trabajando él mismo en los talleres. Ventosa nace en Barcelona en 1868, hijo del notario Andrés Ventosa y Dolores Fina. Ingresa a los doce años a la Academia de Bellas Artes de su ciudad natal, donde estudia bajo la dirección de Francisco Miquel y Badía. Desde muy joven viaja por Europa, Asia y América. Llega a Puebla en 1897 y se queda en la ciudad entre otras razones, según narra Cervantes, por ―la impresión que le causara en Puebla la profusa y variada aplicación de los azulejos en las construcciones‖. 35 Fue amigo personal de José Juan Tablada y pronto forma parte del grupo de intelectuales y artistas locales como Manuel Rivadeneira, Enrique Gómez Haro, Eduardo Gómez Haro, José Miguel Sarmiento entonces director de la Academia de Bellas Artes, Francisco Neve, Eduardo San Martín, el doctor Rafael Serrano, los empresarios Dimas y Uriarte, Ignacio Romero y Mariano Bello y Acedo, entre otros. 36 Apoyado por este grupo nacionalistaque buscaba destacar los valores locales y contratado como maestro por la Academia de Bellas Artes de Puebla, inicia una investigación técnica sobre la mayólica poblana: recorre casonas y templos definiendo diseños, entrevista a los trabajadores de la loza y conoce los talleres más antiguos: ―clausurados unos, con insignificante actividad los menos, y en donde se producía solamente obra corriente‖. 37 Además de la Academia de Bellas Artes, donde ejerce la docencia, Ventosa trabaja en los talleres de Antonio Espinosa y Dimas Uriarte. Desde ahí propuso el retorno a los diseños virreinales e introdujo nuevos estilos decorativos pronto adoptados por otros talleres. La labor de rescate de Ventosa no se limita a la técnica, las fórmulas y los diseños, también compila parte de la historia de la alfarería poblana. En 1906 aparece una nota sobre su trabajo en Boletín del Museo de Pensilvania. 38 Y en 1908, basado en su labor, el periódico Hojas Sueltas de Barcelona publica un estudio sobre la mayólica de Puebla, que no hemos 34 Enrique A. Cervantes, Loza blanca y azulejo de Puebla, México: s/e, t. I y II, 1939. 35 Ibidem, t. I, p. 290. 36 Enrique Luis Ventosa, op. cit., p. XII. 37 Enrique A Cervantes, op. cit., tomo I, p. 290. 38 Enrique Luis Ventosa, op. cit., p. VI. 27 podido localizar. Al espíritu creativo de Ventosa y al apoyo que recibe en Puebla por empresarios e intelectuales, se debe el nuevo impulso a la mayólica de Puebla en las primeras décadas del siglo XX que enriqueció, entre otras cosas, colecciones privadas. Enrique Luis Ventosa muere en la ciudad de Puebla en 1935. La investigación de Ventosa, al parecer fue paralela a los trabajos de Barber, aunque desconocemos si éste último conoció los textos de Ventosa, ya que en ninguno de sus trabajos lo cita. Corresponde al mexicano Enrique A Cervantes en los años treinta, la publicación de dos importantes estudios que son un hito en la historia de la loza en Puebla: Nómina de loceros poblanos durante el periodo virreinal de 1933 y el ya mencionado Loza Blanca y azulejo de Puebla de 1939. 39 Ambos basados en un detallado trabajo en el Archivo Municipal de Puebla y el de Notarías de la misma ciudad. Enrique A. Cervantes (1898-1953), fue ingeniero de profesión y funcionario del gobierno federal, además de editor, dibujante, fotógrafo e historiador autodidacta. Reunió una importante colección de documentos históricos salvándolos de su destrucción durante el gobierno del Dr. Alfonso Cabrera y publicó entre otros textos, Álbumes de Ciudades Coloniales, Bosquejos del desarrollo de la ciudad de Puebla y Herreros y forjadores poblanos. 40 En Nómina de loceros poblanos, Cervantes presenta una considerable lista de alfareros poblanos desde 1580 hasta 1772 y una relación de la ubicación de los talleres de 1580 a 1930, a la que nosotros hemos agregado nuestras propias referencias. Posteriormente, en su segundo texto, sobre Loza blanca y azulejo de Puebla, Cervantes retoma lo documentado en su primer trabajo y busca explicar el desarrollo de la industria de la loza en Puebla durante la época colonial. Para ello se remite a ordenanzas, relaciones notariales y exámenes. Demuestra así con base en documentos de archivo, la existencia de esa industria en el siglo XVI, aunque para entonces no se había encontrado aún piezas como testigos de esa producción. Cervantes además indica que no existían hasta el momento de la publicación de su libro, elementos para probar que los primeros loceros hayan llegado a la ciudad de Puebla 39 Enrique A. Cervantes, Loza blanca…, op. cit. Y Nómina de loceros poblanos durante el período virreinal, edición del autor, Puebla, 1933. 40 Enrique A. Cervantes, Herreros y forjadores poblanos, Puebla, edición facsimilar Gobierno del Estado de Puebla, Secretaría de Cultura, 1991, presentación de Efraín Castro Morales, p. 2. 28 desde Talavera de la Reina, por lo que propone que se le denomine a dicha técnica simple y llanamente loza blanca y azulejo, título de su libro, en lugar del coloquial nombre de ―talavera‖. 41 Otra de las grandes aportaciones de Cervantes es la descripción del proceso de producción de la mayólica en Puebla, basado tanto en lo establecido en las ordenanzas de 1653 y 1682, como en su propia observación y conocimiento de los procesos de trabajo en los talleres vigentes en años treinta del siglo XX. Su texto incluye un compendio documental de testamentos de loceros y actas de exámenes del siglo XVI al XVIII. Los libros de Cervantes son una importante compilación de documentos originales por lo que ofrece material de primera mano al investigador. Es una pena que parte de los mismos hoy sean ilocalizables. Su exposición no posee una metodología específica de investigación, por lo que los documentos expuestos no son analizados con suficiente rigor. Sorprende, por ejemplo, que dentro de la producción de los loceros estanníferos no incluya referencias también a la producción de loza vidriada o de baño con plomo en los mismos talleres de la mayólica. Y sobre todo, su texto no ubica el desarrollo de la loza de Puebla dentro de la historia de la ciudad en sus diferentes etapas históricas; ni su relación con las otras artes aplicadas y con las corrientes artísticas del momento. Por otra parte, en lo que a métodos de producción se refiere, pareciera que hay una línea de continuidad del siglo XVI al XX, sin ningún cambio. Hoy sabemos que hay grandes semejanzas en la manufactura de la loza estannífera en los distintos momentos de la etapa colonial y las del siglo XIX y XX, pero al no marcar también sus diferencias, su estudio puede resultar atemporal. 3) Estudios de caso sobre el uso del azulejo en la arquitectura poblana Dada la importancia del azulejo dentro de la arquitectura poblana, señalada inicialmente por Manuel Toussaint, varios investigadores se han interesado en ese tema y lo han estudiado con detalle: Jorge Enciso y Roberto Álvarez Espino, Erwin Walter Palm, Luz de Lourdes Velázquez Thierry, Rosa Guadalupe de la Peña, Montserrat Galí y José Antonio Terán. El libro Una casa habitación del siglo XVIII en la ciudad de México, de Roberto Álvarez Espino y Jorge Enciso, 42 escrito en 1953, se refiere a la casa número 18 de la antigua 41 Enrique A. Cervantes op. cit., t. 1, pp. X y XI. 42 Roberto Álvarez Espino y Jorge Enciso, Una casa habitación del siglo XVIII en la ciudad de México, México, Secretaría de Educación Pública, INAH, Dirección de Monumentos Coloniales, 1955. El Instituto 29 calle de la Monterilla en la ciudad de México. Los autores ubican la construcción de la casona a mediados del siglo XVIII cuando ―en el virreinato floreció una típica manera constructiva con ornamentación exuberante y libertad en la interpretación de los modelos hispanos‖. 43 Luego de describir la composición arquitectónica de la casa, detallan en la parte superior lo que será una de las características principales del inmueble: diversos paneles de azulejos con retratos fidedignos de los moradores de la casa, el señor y la señora vestidos con la ropa de la época, la lavandera, el mayordomo, el jardinero, la costurera y un esclavo negro. Su manufactura de intenso colorido, indican los autores, denota influencia de los paneles italianos, pero incluye también elementos en azul y blanco propios de la loza poblana. Dicho trabajo resulta particularmente interesante por dos motivos: permite una lectura de la azulejería dentro de un conjunto arquitectónico y social específico; y representa una imagen o retrato costumbrista de carácter civil, sobre la vida cotidiana, en una etapa en la que por lo común en los paneles de loza estannífera se referíana temas religiosos. Inmortalizar a los propios moradores del inmueble, propietarios y sirvientes en un panel cerámico, demuestra el uso diverso que de esta técnica cerámica realizó la sociedad novohispana. Queda la pregunta de si para dicha obra el artesano se basó en una pintura previa, cosa muy posible, o en sus propios apuntes. Por su parte, en 1978 Erwin Walter Palm, 44 publica su artículo ―La fachada de la Casa de los Muñecos en Puebla. Un trabajo de Hércules en el Nuevo Mundo‖, en la revista Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, de la UNAM. Su trabajo explica, por primera vez en la historia de Puebla, la representación del mito de Hércules en los dieciséis tableros de azulejos de la casa construida en la calle 2 Norte, por Agustín de Ovando y Villavicencio, Regidor del Ayuntamiento de la ciudad, de 1769 a 1773, conocida como ―de los muñecos‖. Cabe agregar que salvo por los azulejos azul y blanco que rodean las imágenes, en nada Nacional de Antropología e Historia fue creado en 1938. El primer director de la institución fue el licenciado Alfonso Caso Andrade. El arquitecto Ignacio Marquina, el señor Jorge Enciso y el doctor Daniel Rubín de la Borbolla formaron parte de ese primer equipo de trabajo. La casa reseñada fue propuesta por Jorge Enciso para realizar el Museo de la Cerámica, pero la idea no logró concretarse. Hoy la casona es una vecindad donde todavía permanecen los paneles mencionados. 43 Roberto Álvarez Espino y Jorge Encisco, op. cit., p. 10. 44 Erwin Walter Palm, ―La fachada de la Casa de los Muñecos en Puebla. Un trabajo de Hércules en el Nuevo Mundo‖ Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, número 48, México, UNAM, 1978. El doctor Edwin Walter Palm nació en Frankfurt, Alemania, en 1910. Estudió filología, arqueología, filosofía e historia de la ciencia. En 1935 se traslada a la República Dominicana e inicia sus estudios sobre asuntos históricos y artísticos hispanoamericanos. A partir de 1964 se desempeña como organizador del proyecto cultural Puebla-Tlaxcala. En 1982 la UNAM le otorgó el título de profesor emérito. 30 coincide la decoración de los doce paneles de la casa referida, con los estilos tradicionales mencionados por Barber. Aquí la mayólica local es utilizada como un elemento de identidad: retrato de los objetos de la vida cotidiana familiar, emblema o alegoría a Hércules como patrono de los reyes de España y de la propia familia Ovando y Villavicencio. Por su parte, Luz de Lourdes Velázquez Thierry, desde tu tesis de licenciatura de 1984, ha señalado la importancia del rescate y conservación del azulejo como parte del patrimonio cultural nacional; posteriormente en su artículo ―Perfil del azulejo” nos ofrece un repaso conciso sobre la historia del azulejo en Puebla. En dicho artículo retoma a la ciudad de Puebla como la cuna del azulejo en la Nueva España y menciona como los primeros loceros a Alberto de Ojeda y Bartolomé de la Reina, en 1574. 45 En 1988 Rosa Guadalupe de la Peña 46 publica el artículo ―Azulejos encontrados in situ: Primera catedral de México”, en el que se refiere a los azulejos localizados en la primera catedral de México. De la Peña habla brevemente de la historia de dicha catedral ya construida en 1555 y menciona también su reconstrucción primero en 1585 y después en 1601 y 1602. En 1982, con las excavaciones hechas para el tendido de la línea férrea del Metro, como señala la autora, se encontraron materiales de relevancia justamente de la reconstrucción de la catedral en 1602, entre los que destacan azulejos de tipo morisco en los escalones para subir al altar que ―representan a niños agarrados a un jarrón con flores y a unos pequeños arcos; llevan entre las piernas unas caras que expresan fealdad‖. 47 La fecha de la reconstrucción de la catedral y del altar, coincide según ella, con el pedido de azulejos hecho por el canónigo de la referida iglesia don Francisco de Paz al locero poblano Gaspar de Encinas en 1601, por lo que considera muy probablemente que los azulejos descubiertos 45 Luz de Lourdes Velásquez Thierry ―Perfil del azulejo‖, Artes de México, Azulejos, núm. 24, México, mayo junio 1994, p. 12. Velázquez Thierry es licenciada en conservación de bienes muebles, por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, con la tesis ―Conservación del azulejo en México‖, tesis de licenciatura en Conservación y Restauración de Bienes Muebles, México, Escuela Nacional de Conservación, Restauración, y Museografía ―Manual del Castillo Negrete‖, INAH, 1984. Publicó el libro El azulejo y su aplicación en la arquitectura poblana. Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, Colección V Centenario, 1991. Y en 1995 publicó para la revista Artes de México su artículo ―Fabricación de la ―talavera‖ y origen del término‖. Su libro más reciente junto con Antonio Terán se denomina Templo de San Francisco Acatepec, Antología del barroco poblano, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, Secretaría de Cultura, 2010. 46 Rosa Guadalupe de la Peña, ―Azulejos encontrados in situ: primera catedral de México‖ en Ensayos de alfarería prehispánica e historia mesoamericana, Homenaje a Eduardo Noguera Auza, México, UNAM, 1988, Serie Antropológica 82, p. 337. Rosa Guadalupe de la Peña es egresada de la Universidad Iberoamericana en la ciudad de México, con maestría en museos, en el 2004. Investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia. 47 Ibid., p. 420. 31 pertenezcan a la manufactura de dicho artesano. Hoy sabemos por la investigación de Margaret E. Connors y los documentos que se expondrán más adelante en esta tesis, la posible manufactura de dichos paneles por el sevillano Alonso García, casado con la hija de Gaspar de Encinas. Posteriormente Montserrat Galí en su artículo ―Puebla de los Ángeles, ciudad de azulejos‖, 48 analiza la tradición del azulejo dentro del contexto de la arquitectura barroca poblana, situando su aplicación en las fachadas de los inmuebles hasta el siglo XVIII. Por último, habrá que mencionar el reciente libro de Luz de Lourdes Velázquez Thierry y José Antonio Terán: Templo de San Francisco Acatepec, Antología del barroco poblano, 49 en el que se refieren entre otros elementos decorativos a los paneles de la fachada de la iglesia de San Francisco Acatepec, ejemplo clásico del barroco poblano y documentan por primera vez la autoría de sus azulejos como obra del locero español José María Hernández, veedor del gremio poblano en 1791. 50 Desde nuestro punto de vista entonces el estudio de piezas específicas y su ornamentación contribuye en gran parte a un conocimiento más preciso de influencias decorativas y sus aportaciones regionales. 4) Estudios arqueológicos Las investigaciones arqueológicas de nuestro país son fundamentales para entender la importancia que tuvo la loza estannífera y también la cerámica vidriada, es decir, la de esmalte con base de plomo, dentro de la vida social de la etapa virreinal. A diferencia de los estudios sobre piezas únicas o colecciones privadas, los descubrimientos arqueológicos nos permiten conocer la producción cerámica masiva y sus principales características: ornamentación, uniformidad en la producción como son los tipos de barro, colores, 48 Montserrat Galí, ―Puebla de los Ángeles, ciudad de azulejos‖ en Talaveras de Puebla, Cerámica Colonial mexicana, siglos XVII a XXI, op. cit., Monserrat Galí Boadella es licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, maestra en Historia del Arte por la Universidad de Zagreb, Croacia, doctora en historia del Arte
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