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Desinhibicion-alimentaria-ansiedad-valor-psicologico-de-los-alimentos-y-emociones-en-universitarios-con-antecedentes-heredofamiliares-de-diabetes-mellitus-2

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Universidad Nacional Autónoma de México 
PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN PSICOLOGÍA 
 
DESINHIBICIÓN ALIMENTARIA, ANSIEDAD, VALOR PSICOLÓGICO DE LOS 
ALIMENTOS Y EMOCIONES EN UNIVERSITARIOS CON ANTECEDENTES 
HEREDOFAMILIARES DE DIABETES MELLITUS 2 
TESIS 
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE 
DOCTORADO EN PSICOLOGÍA 
 
PRESENTA: 
PEÑA FERNÁNDEZ ELIZABETH 
DIRECTORA: 
DRA. LUCY MARÍA REIDL MARTÍNEZ 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
COMITÉ: 
DR. SAMUEL JURADO CÁRDENAS 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
DRA. ROSALÍA VÁZQUEZ ARÉVALO 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA 
DRA. CLAUDIA UNIKEL SANTONCINI 
INSTITUTO NACIONAL DE PSIQUIATRÍA 
DRA. MARTHA KAUFER HORWITZ 
INSTITUTO NACIONAL DE NUTRICIÓN 
 
Ciudad Universitaria, Cd. Mx. Octubre 2017 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
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ÍNDICE 
Resumen 4 
Introducción 8 
1. Capítulo 1. Enfermedades Crónico-Degenerativas: El Caso de la Diabetes 
Mellitus 11 
2. Capítulo 2. Sobrepeso y Obesidad 31 
2.1. Factores Biológicos 34 
2.2. Factores Sociales 34 
2.3. Factores Psicológicos 39 
3. Capítulo 3. Emociones y Alimentación 44 
4. Capítulo 4. Ansiedad, Alimentación y Desinhibición Alimentaria 55 
5. Capítulo 5. Valor Psicológico de los Alimentos 64 
6. Capítulo 6. Metodología 67 
6.1. Justificación 67 
6.2. Objetivos 70 
6.3. Cuadro de variables 72 
6.4. Hipótesis 75 
6.5. Diseño 76 
6.6. Método general 78 
6.7. Participantes 78 
6.8. Instrumentos 78 
6.9. Procedimiento 79 
7. Análisis estadísticos 80 
8. Estudio previo 1 82 
8.1. Método 82 
8.2. Resultados 83 
8.3. Discusión 94 
9. Estudio previo 2 98 
9.1. Método 98 
9.2. Resultados 102 
9.3. Discusión 104 
10. Estudio 3 (estudio principal) 109 
10.1. Método 109 
10.2. Resultados 112 
10.3. Discusión 120 
11. Discusión general 127 
12. Referencias 139 
13. Apéndices 159 
 
 
 
3 
 
Resumen 
La conducta alimentaria se refiere a todo el comportamiento que ocurre en relación 
con la ingesta de los alimentos. En la literatura sobre conducta alimentaria, se han 
detallado tres componentes individuales que afectan la elección de los alimentos: 
cognitivo, conductual y afectivo (Herman & Polivy, 1975). En este sentido, la conducta 
alimentaria no es sólo un acto reflejo para evitar o eliminar la aparición de sensaciones 
fisiológicas de hambre, sino que implica una serie de factores que actúan para influir en la 
elección de las personas en relación con lo que van a comer, dónde o con quién van a 
comer y cuánto van a comer. En la elección de los alimentos intervienen variables 
socioculturales como las costumbres, épocas del año, nivel socioeconómico, estilos de 
crianza, costumbres familiares y relaciones con los otros; pero además influyen variables 
relacionadas con el propio individuo como sus gustos, preferencias, recuerdos, 
experiencias previas y necesidades. 
Por lo tanto en los estudios que integran esta investigación, se exploraron algunas 
variables psicológicas y su relación con la alimentación; para eso, se trabajó con un diseño 
no experimental con alcance correlacional, de muestras independientes con dos fases: 
Fase 1 (estudios previos). Determinación del valor psicológico de los alimentos comunes 
en la dieta de universitarios y las emociones asociadas. Fase 2 (estudio principal). 
Identificación de las relaciones entre las variables de desinhibición alimentaria, ansiedad, 
valor psicológico de los alimentos y emociones, más variables adiciones de control como 
son: restricción alimentaria, susceptibilidad al hambre e índice de masa corporal. 
Finalmente, se compararon las puntuaciones de las variables estudiadas entre los 
universitarios con antecedentes heredofamiliares de diabetes mellitus tipo 2 (DM2) y 
universitarios sin antecedentes heredofamiliares de DM2. Los estudios se trabajaron de 
4 
 
forma independiente, cada uno con su propio método y con su respectiva muestra. Sin 
embargo, el método general fue el siguiente: 
Participaron 1,327 universitarios distribuidos en las dos fases del estudio, hombres y 
mujeres mexicanos, con un promedio de edad de 21 años, residentes en la Ciudad de 
México a quienes se les aplicaron los siguientes instrumentos: 
 Cuestionario de datos generales: edad, sexo, autorreporte de peso, talla, y 
antecedentes heredofamiliares de diabetes mellitus tipo 2. 
 Lista de los alimentos consumidos frecuentemente en la dieta de los universitarios, 
generada en este estudio. 
 Valor Psicológico de los Alimentos (VPA): término propuesto y generado en este 
estudio. 
 Alimentos y emociones: Instrumento desarrollado en este estudio. 
 Inventario de los tres factores de la alimentación (restricción alimentaria, 
susceptibilidad al hambre, desinhibición alimentaria) de Stunkard y Messick, (1985) 
adaptado a la población mexicana (López-Aguilar et al., 2011). 
 Inventario de Ansiedad Rasgo -Estado (IDARE) de Spielberger, González, Martínez, 
Natalicio y Díaz-Guerrero (1971). 
En cada una de las etapas de esta investigación, se acudió a una universidad 
pública, se invitó a los alumnos a participar en el estudio y se les entregó un 
consentimiento informado, así como los instrumentos correspondientes. 
Los resultados de los estudios previos, mostraron los tipos de alimentos que 
constituyen la dieta habitual de los universitarios (cereales, grasas, proteínas, azúcares, 
frutas y verduras). Además, al incorporar estrategias de medición de la Psicofísica a la 
Psicología de la Salud, se desarrolló un instrumento de medición que evalúa 
cuantitativamente la experiencia subjetiva de las preferencias de las personas por ciertos 
5 
 
alimentos, independientemente de su valor nutricional; es decir evalúa el Valor Psicológico 
de los Alimentos (VPA). También, se desarrolló y se llevó a cabo un piloteo del instrumento 
para identificar las emociones asociadas a la alimentación; se encontró que los 
participantes experimentan más emociones agradables durante el consumo de los 
alimentos que emociones desagradables; las emociones experimentadas durante el 
consumo del 85% de los alimentos fueron en su mayoría emociones agradables tales 
como disfrute, placer, alegría, felicidad y amor. Las emociones tanto agradables como 
desagradables que los universitarios experimentan durante la alimentación son: alegría, 
alivio, amor, arrepentimiento, asco, culpa, disfrute, felicidad, placer, remordimiento, 
repulsión y ternura. 
En el estudio principal se encontró que los universitarios que refirieron experimentar 
mayores sentimientos subjetivos de hambre y deseo por la comida, también refirieron 
mayores niveles de ansiedad, le asignaron un grado de preferencia mayor a los alimentos 
y refirieron una tendencia a comer en exceso. Finalmente, se encontró que los 
universitarios con antecedentes heredofamiliares de DM2 puntuaron más alto en la escala 
de desinhibición alimentaria, susceptibilidad al hambre, intensidad de emociones 
agradables durante la alimentación y valor psicológico de los alimentos que los 
universitarios sin antecedentes heredofamiliares. En otras palabras, los universitarios 
cuyos padres o abuelos tienen diagnóstico de DM2 comen más, son más susceptibles a 
experimentar hambre, disfrutan más de los alimentos y asignaron un VPA mayor quelos 
universitarios sin antecedentes heredofamiliares de DM2. 
En conclusión, los resultados más importantes de los estudios realizados que hay 
que destacar son que se encontraron algunas variables psicológicas (ansiedad, valor 
psicológico de los alimentos y emociones) que se asocian con la pérdida del control en la 
alimentación (desinhibición alimentaria) en una muestra no clínica y que además los 
6 
 
universitarios con antecedentes heredofamiliares de DM2, comparten cierta tendencia a 
puntuar más alto en dichas variables psicológicas que los universitarios sin antecedentes 
heredofamiliares de DM2. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 
 
Introducción 
 
Realizar una dieta balanceada para lograr un peso saludable y mantenerlo, es una 
costumbre que preocupa a las personas y que no siempre logran. Resistirse a los 
alimentos apetecibles, no es tarea fácil. 
Tradicionalmente, se ha considerado que para mantener el peso corporal debe 
haber un equilibrio entre la cantidad de calorías que se consumen y las que se gastan. 
Para Ozier, et al., (2008) esta ecuación es reduccionista, debido a que existen múltiples 
factores que inciden en la conducta alimentaria y frecuentemente no se explora la relación 
de los individuos con la comida. Muchas personas tienen el conocimiento para 
implementar un estilo de vida saludable, pero frecuentemente no operacionalizan su 
conocimiento y más del 80% de los individuos que pierden peso, gradualmente lo 
recuperan. Una variable importante a considerar, es cómo los individuos frecuentemente 
usan la comida como un mecanismo para enfrentar o lidiar con el estrés y las emociones, 
ya sea aumentando o disminuyendo su consumo de alimentos. Así, se ha identificado que 
comer en respuesta a las emociones es una variable predictiva de cambio a largo plazo. 
Por ejemplo, se ha encontrado que los individuos que controlan su alimentación en 
respuesta a sus emociones, pierden sustancialmente más peso que aquellos que no lo 
hacen (Blair, Lewis y Booth, 1990). 
Actualmente en México, existe un incremento en las tasas de sobrepeso y obesidad 
en la población; con ello también se ha registrado un incremento en la proporción de 
adultos con diabetes y enfermedades cardiovasculares, además de sus respectivas 
complicaciones (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). Tanto la diabetes como 
la obesidad son problemas de salud pública que generan un costo personal y social muy 
8 
 
alto, en donde el tipo de alimentación influye en la presencia y evolución de ambos 
padecimientos. 
A pesar de que las enfermedades crónicas, son las causas principales de muerte e 
incapacidad alrededor del mundo, las personas pueden actuar para prevenir o detectar en 
etapas tempranas el desarrollo de la enfermedad y son precisamente los procesos 
psicosociales los que rigen estas acciones. 
Debido a que los gustos y preferencias por determinados alimentos también influyen 
en la conducta alimentaria, en ésta investigación se trabajó con algunas variables 
psicológicas implicadas en el proceso de la alimentación. Para ello se desarrollaron tres 
estudios (dos estudios previos y un estudio principal). En el capítulo 1 de este trabajo, se 
pone en contexto al lector, sobre las enfermedades crónico degenerativas, 
específicamente el caso de la Diabetes Mellitus tipo 2, así como la epidemiología de dicha 
enfermedad. En el capítulo 2, se explican los aspectos más importantes del sobrepeso y la 
obesidad, así como los factores que intervienen en dichos padecimientos, como lo son: 
factores biológicos, sociales y psicológicos. En el capítulo 3, se exponen los antecedentes 
encontrados en la literatura sobre la relación entre las emociones y la alimentación. El 
capítulo 4 se dedica indagar sobre la ansiedad y su relación con la alimentación, así como 
con la pérdida del control en la alimentación. En el capítulo 5 se exponen los antecedentes 
relacionados con la técnica de la Psicofísica de Stevens y se propone la adaptación de 
dicha técnica de medición para desarrollar el termino de Valor Psicológico de los Alimentos 
(VPA). En el capítulo 6, se presenta la metodología general, utilizada en esta investigación, 
la descripción de las variables que se midieron, así como los instrumentos y el 
procedimiento general que se siguió. Posteriormente, en el apartado 7, se incluye la 
descripción de los procedimientos estadísticos realizados a fin de llevar a cabo el análisis 
9 
 
de los datos y después se detallan cada uno de los estudios realizados en esta 
investigación, con su propio método, resultados y discusión. 
En el primer estudio, se identificaron los alimentos que constituyen la dieta habitual 
de una muestra de universitarios. En el segundo estudio se propuso desarrollar el Valor 
Psicológico de los Alimentos (VPA) como una alternativa cuantitativa para evaluar las 
preferencias por dichos alimentos. En el estudio principal, se evaluó la relación entre las 
variables psicológicas de ansiedad, valor psicológico de los alimentos, emociones y 
desinhibición alimentaria, más las variables de control: restricción alimentaria, 
susceptibilidad al hambre e índice de masa corporal en una muestra no clínica. 
Posteriormente, se compararon las puntuaciones de dichas variables psicológicas por sexo 
y entre universitarios con antecedentes heredofamiliares de diabetes mellitus tipo 2 y 
universitarios sin esos antecedentes heredofamiliares. Finalmente se presenta la discusión 
general de los principales resultados encontrados en los estudios y se detallan las teorías 
que podrían explicarlos. 
Es importante recordar que el funcionamiento del organismo eficiente, efectivo y 
saludable depende de la forma en la que los componentes anatómicos y fisiológicos 
interactúan entre sí para mantener la homeostasis en el organismo y preservar la vida. 
Pero esos componentes a su vez son modificados por la interacción del individuo con su 
entorno, nuevamente para preservar la vida, incluso aunque la vida no esté realmente en 
peligro. 
 
 
 
 
 
10 
 
Capítulo 1 
Enfermedades Crónico-Degenerativas: El caso de la Diabetes 
 
Las enfermedades crónicas son enfermedades de larga duración y por lo general de 
progresión lenta. Las enfermedades cardíacas, los infartos, el cáncer, las enfermedades 
respiratorias y la diabetes, son las principales causas de mortalidad en el mundo y son 
responsables del 63% de las muertes (Organización Mundial de Salud, 2017). 
Comúnmente, las personas piensan en su salud en términos de ausencia de 
síntomas, daño, enfermedad o señales que indican que el cuerpo por sí mismo no está 
funcionando adecuadamente. Pero la enfermedad, la salud y el bienestar no son 
conceptos totalmente separados, teóricamente se consideran como parte de un mismo 
continuo en el que la muerte y el bienestar óptimo son los puntos extremos. Debido a que 
ninguna persona puede estar absolutamente sana o total y absolutamente enferma, 
pueden ubicarse en algún punto a lo largo de ese continuo y gozar de cierto grado de 
bienestar. Así, la salud se refiere a un rango de estados físicos, mentales y sociales 
positivos, caracterizados por signos de bienestar en los estilos de vida, no sólo a la 
ausencia de daño o enfermedad (Organización Mundial de Salud, 1999). 
A partir de la definición de la OMS, se destaca que la salud física y psicológica 
están relacionadas en más de una forma y se afectan mutuamente. En la actualidad se 
admite que los factores psicológicos como el comportamiento, cogniciones y emociones, 
pueden ser causa necesaria pero no suficiente para la aparición de determinados 
trastornos físicos. Ya sea por la presencia de conductas de riesgo para la salud, 
cogniciones y emociones que guían dicho comportamiento, que deprimen el sistema 
inmunológico o por el desgaste y mal funcionamiento de los órganos generado por el 
déficit de conductasde autocuidado (Oblitas, 2004). 
11 
 
Actualmente se señala la multicausalidad y la interrelación entre los diversos 
factores causales como la explicación etiológica más plausible. Esta multicausalidad, 
centrada en considerar simultáneamente los factores genéticos, ambientales, 
psicofisiológicos y principalmente el peso de la interacción como elemento de 
predisposición del individuo a padecer una determinada enfermedad, es el centro de 
atención de la investigación psicológica actual en este campo y que es el resultado 
consecuente de los cambios históricos y sociales en orden cronológico (Bisogni, Jastron, 
Shen & Devine, 2005). 
Por ejemplo, durante los siglos XVII, XVIII y XIX, las personas en Norte América 
morían por infecciones y enfermedades asociadas con su dieta. Desde finales del siglo 
XIX, la muerte por enfermedades infecciosas ha disminuido; aunque los avances en la 
medicina son los responsables de algunos de esos cambios, las causas principales de 
esos cambios probablemente fueron medidas preventivas, como la higiene personal, 
mejorar la nutrición e innovaciones en salud pública tales como la purificación del agua y 
tratamiento de desechos. A pesar de contar actualmente con ese conocimiento, las 
medidas preventivas no se han adoptado en varios países del mundo y las enfermedades 
infecciosas continúan siendo las principales causas de muerte en varias partes del mundo 
(Organización Mundial de la Salud, 2012). 
El modelo biomédico 
En el modelo biomédico se establece que los trastornos físicos pueden ser 
explicados por perturbaciones en los procesos fisiológicos, los cuales son el resultado de 
posibles daños, desequilibrio bioquímico, bacterias, infecciones virales, etc. (Engel, 1977; 
Leventhal et al., 1985). En el modelo biomédico se asume que la enfermedad es una 
afección del cuerpo y que los procesos psicológicos y sociales tienen poca relevancia. El 
uso de este modelo como guía, ha permitido a los investigadores realizar grandes avances 
12 
 
médicos, como el desarrollo de vacunas, antibióticos y otros procesos médicos efectivos. 
No obstante, existen dos razones por las cuales el modelo biomédico está incompleto 
(Sarafino, 2002). Primero, la conducta de las personas puede incidir en la prevención o 
detección en etapas tempranas, el desarrollo de la enfermedad y los procesos psicológicos 
del aprendizaje contribuyen al desarrollo de los estilos de vida. Aunque las enfermedades 
crónicas son las causas principales de muerte alrededor del mundo, pueden ser 
prevenidas o demorar su aparición, y actualmente existe una necesidad de encontrar 
formas para mejorar la práctica de estas medidas de prevención debido al costo creciente 
destinado a la atención de la salud en todo el mundo. Segundo, existe evidencia 
considerable de que los procesos de personalidad juegan un papel importante en el 
desarrollo de determinadas enfermedades, así como en la salud. El papel de los hábitos, 
estilos de vida y las diferencias en la personalidad, no están contemplados en el modelo 
biomédico (Engel,1977, 1980). 
El modelo biopsicosocial 
Como complemento del modelo biomédico, en el modelo biopsicosocial, se propone 
que no solo el factor biológico influye en la salud, sino que además los factores 
psicológicos y sociales afectan y son afectados por la salud de las personas. 
Los hábitos de las personas son patrones de comportamiento que pueden influir en 
la prevención, desarrollo o control de las enfermedades, como la actividad física, 
sedentarismo, visitas al médico, tipo de alimentos que consumen, etc., y podrían 
representar factores protectores o de riesgo para su salud. Las condiciones que están 
asociadas con el desarrollo de una enfermedad o daño, son factores de riesgo. Algunos 
factores de riesgo son biológicos como los antecedentes heredofamiliares; otros son 
conductuales como consumir alimentos con alto contenido de grasa saturada. Algunos 
13 
 
factores de riesgo están asociados con ciertos tipos de enfermedades, pero no 
necesariamente las causa, al menos no directamente (Grau y Victoria, 2004). 
Las personas viven más, si practican conductas saludables o factores protectores, 
estas son actividades que mantienen o mejoran su salud, como obtener un diagnóstico 
oportuno, seguir un tratamiento cuando se enferman, seguir un programa completo para 
recuperarse de las enfermedades o de los daños, patrones adecuados de sueño, 
alimentación y actividad física (Novoa, 2004). 
Los patrones de enfermedad que afectan a las personas, han continuado 
cambiando, particularmente en naciones desarrolladas y el promedio de la expectativa de 
vida ha aumentado, aunado a esto y al efecto combinado de los factores de riesgo, se ha 
generado un mayor número de personas con algún grado de discapacidad como 
consecuencia de la presencia de enfermedades de larga evolución y asociadas con los 
estilos de vida, como lo son las enfermedades crónico degenerativas. 
En los países desarrollados, las principales causas de muerte son enfermedades 
cardiovasculares, cáncer e infartos que representan dos terceras partes de todas las 
muertes en estas naciones (Organización Mundial de la Salud, 2012). Debido a que estas 
enfermedades afectan principalmente a las personas mayores, antes del siglo XX estos 
padecimientos causaban la muerte en proporciones mucho menores porque pocas 
personas alcanzaban a vivir lo suficiente para llegar a la edad en la que existe mayor 
riesgo de contraerlas. 
El estilo de vida actual de las comunidades urbanas como; la falta de actividad 
física, la modificación acelerada en patrones de dieta, junto con una susceptibilidad 
genética, han impactado en el aumento de la prevalencia de sobrepeso y obesidad en la 
población mexicana. Estos cambios se han acompañado de un incremento en la 
prevalencia de enfermedades crónicas asociadas con la obesidad como la Diabetes 
14 
 
Mellitus tipo 2 (DM2), la hipertensión arterial sistémica, dislipidemias y algunos tipos de 
cáncer (Honeycutt et al., 2003). 
En relación con la incidencia de las enfermedades crónico degenerativas en México, 
en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT, 2012) se indica que los avances 
en la reducción de la mortalidad infantil, el control relativo de enfermedades infecciosas y 
el aumento en la esperanza de vida al nacimiento, han impactado en el peso que las 
enfermedades crónicas tienen en la carga global de las enfermedades de adultos 
mexicanos así como el uso de los servicios médicos tanto preventivos como curativos. Por 
ejemplo, las enfermedades clasificadas en el grupo de diabetes, enfermedad 
cardiovascular y obesidad, fueron la segunda causa de consulta ambulatoria, que 
concentran el 11.5% de las causas de consulta nacionales. Además, el motivo más 
frecuente de hospitalización tanto en hombres como en mujeres, es el tratamiento no 
quirúrgico de enfermedades como diabetes, infarto, crisis hipertensiva, etc., que 
representan un 31.5% del total de las causas de hospitalización nacionales; 40.3% para el 
caso de los hombres y 27% para el caso de las mujeres (Instituto Nacional de Salud 
Pública [INSP], 2012). 
En los últimos años, se han generado múltiples investigaciones relacionadas con la 
interacción entre salud física y psicológica, y se ha proporcionado mayor comprensión 
sobre cómo es que los procesos psicológicos (pensamientos, conducta y emociones) 
afectan y son afectados por el continuo salud-enfermedad. 
Diabetes Mellitus 
Una de las enfermedades crónico-degenerativas que mayor impacto tiene en el 
sector salud en México debido a los costos sociales, familiares, económicos, psicológicos y 
personales que genera, es la diabetes mellitus. La diabetes mellitus es una enfermedad 
sistémica con grados variables de predisposición hereditaria asociada a estilos de vida 
15 
 
poco saludables, que se caracteriza por una insuficiencia absoluta o relativade la 
secreción de insulina y por una resistencia de los tejidos a los efectos de la misma. La 
hiperglucemia es la consecuencia directa de estas deficiencias de secreción y de acción 
de la insulina, lo que afecta el metabolismo de los carbohidratos, proteínas y grasas. Los 
principales síntomas de la hiperglucemia son la poliuria, polidipsia, pérdida de peso, 
algunas veces polifagia y visión borrosa (Pineda et al., 2004). 
La obesidad es uno de los principales factores de riesgo de diabetes mellitus. La 
relación fisiopatológica entre obesidad y diabetes, surge cuando la obesidad visceral 
genera un estado de hiperinsulinemia e hiperglucemia, tanto en estado de alimentación 
como en ayuno. Las células beta del páncreas tratan de compensar la resistencia a la 
insulina de los órganos, sintetizando una mayor cantidad de la hormona insulina, hasta que 
se agotan y sobreviene la diabetes mellitus. Ésta secuencia de eventos se puede prevenir 
en el momento de la detección de la hiperinsulinemia, ya que una disminución de peso y 
de ingesta de carbohidratos revierte el fenómeno a niveles normales de insulina 
(González, Sandoval & Román, 2001). 
 A medida que la destrucción de las células beta del páncreas progresa, los niveles 
de insulina decrecen produciendo un aumento en la concentración de glucosa en la 
sangre. La falta de la hormona insulina produce una disminución de la entrada de glucosa 
a las células del músculo y al tejido adiposo. El exceso en la concentración de glucosa en 
sangre sobrepasa la capacidad de reabsorción en el riñón y como consecuencia se elimina 
la glucosa por la orina arrastrando consigo agua y sales. La escasez de glucosa como 
fuente de energía en las células, da como consecuencia la necesidad de utilizar las grasas 
y degradar las proteínas, principalmente musculares, para la obtención de dicha energía. 
Los pacientes presentan un alto contenido de triglicéridos plasmáticos, presión arterial 
16 
 
elevada y distribución del tejido adiposo en la parte superior del cuerpo, especialmente en 
la parte intra–abdominal (Guzmán & Madrigal, 2003). 
Existen dos formas básicas de diabetes: la diabetes mellitus insulino-dependiente o 
Tipo 1 (DM1) y la diabetes mellitus no insulinodependiente o Tipo 2 (DM2). La DM1, se 
desarrolla con mayor frecuencia en niños y adolescentes y representa entre el 10% y el 
15% de todos los casos de diabetes. Por el contrario, la DM2, se presenta principalmente 
en adultos y es la forma más habitual de la diabetes, pues representa entre el 85 y el 90% 
de todos los casos de diabetes (Pineda et al., 2004). 
En la DM1, existe destrucción de las células beta del páncreas, con deficiencia 
absoluta de insulina. Mientras que en la DM2, predomina la incapacidad para incorporar 
glucosa a las células musculares y al tejido adiposo (resistencia a la insulina), aunado a 
una relativa deficiencia de la secreción o acción de la insulina. 
La susceptibilidad familiar en la DM2 es muy alta, como lo sugiere la concordancia 
promedio en gemelos monocigóticos de 50-75%. La influencia genética es de 12.5% para 
la tercera generación, 25% para el segundo grado y puede lograr hasta 100% en gemelos 
monocigóticos. 
Además de la DM tipo 1 y la DM tipo 2, existen otros tipos de diabetes, entre ellas 
está la diabetes gestacional que se presenta por intolerancia a la glucosa debido a 
cambios metabólicos de origen hormonal, sin embargo, las dos primeras son las que se 
presentan con mayor frecuencia en la población (Pascua, 2006). 
El diagnóstico de diabetes, se establece al cumplirse cualquiera de los siguientes 
criterios: 1. Presencia de los síntomas clásicos (poliuria, polidipsia y polifagia), y una 
glicemia plasmática casual mayor o igual a 200 mg/dL. 2. Una glicemia plasmática en 
ayuno, mayor o igual a 126 mg/dL. 3. Una glicemia mayor o igual a 200 mg/dL, 2 horas 
después de una carga oral de 75 g de glucosa disuelta en agua (Pineda et al., 2004). 
17 
 
La interpretación de los resultados del nivel de glucosa plasmática en ayuno es la 
siguiente: 
Menor o igual a 110mg/dL= glucosa normal. 
Mayor o igual a 110mg/dL y menor o igual a 126 mg/dL= intolerancia a la glucosa. 
Mayor o igual a 126 mg/dL= diagnóstico provisional de diabetes 
Epidemiología de la Diabetes 
De acuerdo con la OMS, actualmente existen 422 millones de adultos en todo el 
mundo con diagnóstico de diabetes, en comparación con los 108 millones que había en 
1980. La prevalencia mundial de la diabetes, casi se ha duplicado desde ese año, pues ha 
pasado del 4.7% al 8.5% en la población adulta (OMS, 2014). 
Existen estudios de proyecciones a futuro en donde se predice que el número de 
personas con diagnóstico de diabetes en Estados Unidos aumentará de 12.0 millones en 
2000 a 39.0 millones en 2050, lo que implica un incremento en la prevalencia de diabetes 
de 4.4% en 2000 a 9.7% en 2050. Se identificó que en blancos no hispanos crecerá de 
4.1% a 8.4%. En negros no hispanos crecerá de 5.9 a 12.8% y entre hispanos será de 4.2 
a 10.6% (Honeycutt et al., 2003). 
En México, de acuerdo a los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y 
Nutrición de Medio Camino (ENSANUT MC 2016), la prevalencia nacional de diabetes 
mellitus en hombres y mujeres adultos mayores de 20 años es de 9.4% (10.3% de las 
mujeres y 8.4% de los hombres). En la figura 1 se muestra la comparación de las 
encuestas realizadas en el 2006, 2012 y 2016. 
 
Figura 1. Prevalencia de diagnóstico médico previo de diabetes por sexo y edad 
ENSANUT 2006, ENSANUT 2012 y ENSANUT MC 2016. 
18 
 
 
Se observó un ligero aumento en la prevalencia de diabetes por diagnóstico médico 
previo con respecto a la ENSANUT 2012 (9.2%) y un mayor aumento con respecto a la 
ENSANUT 2006 (7.2%) (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). 
En México, la DM2 ocupa el primer lugar en número de defunciones por año, tanto 
en hombres como en mujeres las tasas de mortalidad muestran una tendencia ascendente 
en ambos sexos con más de 70 mil muertes y 400,000 casos nuevos anuales. 
En la figura 2, se muestran las tendencias de las comparaciones de las tres 
encuestas por grupo de edad en hombres y mujeres. 
 
 
 
 
 
 
 
 
19 
 
Figura 2. Prevalencia de diagnóstico médico previo de diabetes por sexo y edad. ENSA 
2000, ENSANUT 2006, ENSANUT 2012 y ENSANUT MC 2016. 
 
Al hacer las comparaciones por grupo de edad en las encuestas de 2000, 2006, 
2012 y 2016, tanto en hombres como en mujeres, en la Figura 2 se puede observar un 
ligero incremento en el diagnóstico médico previo de diabetes conforme aumenta la edad; 
se observó un ligero aumento en la prevalencia de diabetes por diagnóstico médico previo 
con respecto a la ENSANUT 2012 (9.2%) y un mayor aumento con respecto a la 
ENSANUT 2006 (7.2%). El mayor aumento de la prevalencia de diabetes, al comparar la 
ENSANUT 2012 con la ENSANUT MC 2016, se observó entre los hombres de 60 a 69 
años de edad y entre las mujeres con 60 o más años de edad. En esta encuesta, la 
mayoría de los diabéticos con diagnóstico médico previo tiene entre 60 y 79 años de edad 
después de los 50 años este aumento es mayor en 2012. Para los grupos de 60 a 69 años 
se observó una prevalencia ligeramente mayor en mujeres que en hombres (26.3 y 24.1%, 
respectivamente) que se acentuó en el grupo de 70 a 79 años (27.4 y 21.5%, 
respectivamente). 
Causas de la Diabetes 
Existen diversos factores de riesgo para desarrollar DM, entre los cuales se 
encuentran la obesidad, dislipidemias, hipertensión arterial, historia familiar de diabetes, 
dieta rica en grasa y carbohidratos, factores hormonales y vida sedentaria (Guzmán & 
20 
 
Madrigal, 2003). No obstante, en la DM2 influyen principalmente dos componentes 
importantes, los antecedentes heredofamiliares y los estilos de vida, por lo que se le 
considera un padecimiento multifactorial (Reynoso, González & Salgado, 2007). 
En adultos mexicanosmayores de 20 años, el antecedente de tener familiares 
directos, padre o madre, con diagnóstico de diabetes mellitus es común en la población. 
De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública, el 22.3% de los participantes 
mencionaron que uno de sus padres había tenido o tenía diabetes mellitus, 3.3% de los 
casos tuvo este antecedente en ambos padres, y 63.9% afirmó no tener padres con 
diabetes (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2012). 
En diversos estudios se ha señalado que los factores de riesgo que más 
contribuyen al desarrollo de DM2, además de los antecedentes heredofamiliares, son la 
alimentación y la actividad física. Sin embargo, no ha sido fácil estimar cuál de los factores 
de riesgo, es el que tiene un peso específico mayor (Guzmán & Madrigal, 2003; Reynoso, 
González & Salgado, 2007). En México, se realizó un estudio sobre las atribuciones 
causales de la diabetes en pacientes con DM2. Los pacientes presentaron consenso en 
cuanto a las causas de la DM2, quienes indicaron tres conceptos básicos: emociones 
(negativas y positivas), condiciones personales (herencia, obesidad) y conductas 
inapropiadas (consumo de alcohol, diversión y comida). En lo referente a las 
complicaciones, señalaron problemas orgánicos específicos (la vista, el riñón, el pie 
diabético, la piel), agravamiento de condiciones patológicas (heridas que no cierran, atrofia 
de la piel, azúcar elevada o baja, muerte, piernas hinchadas y gangrena, derrames en los 
ojos); o también entidades tales como la infección y la impotencia sexual, incluyendo 
procedimientos quirúrgicos como la amputación. Los investigadores sugieren que la falta 
de conocimiento sobre la enfermedad por parte de los pacientes, favorece su falta de 
control glicémico (García de Alba, Salcedo & López, 2006). 
21 
 
Costo personal, social y psicológico de la Diabetes 
La afección de DM2 tiene una gran repercusión personal, social y económica en 
nuestro país, debido a que se encuentra entre las cinco enfermedades más frecuentes y 
su presencia puede derivar hacia numerosas complicaciones clínicas. La diabetes se 
asocia a complicaciones graves que afectan el riñón, la retina y las arterias. Estas 
complicaciones son la causa de que la diabetes ocupe el segundo lugar como motivo de 
consulta en las instituciones públicas de salud y que represente la primera causa de 
muerte en los hospitales públicos del país (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 
2012). 
Entre las complicaciones de la diabetes mellitus más frecuentes se encuentra la 
ceguera, amputación de extremidades inferiores, enfermedad renal y cardiovascular. Dicho 
deterioro, constituye una carga considerable para el sistema de salud en México, Estados 
Unidos y el mundo (Honeycutt et al., 2003). 
Como se muestra en la Figura 3, en México las complicaciones que los pacientes 
con diabetes reportaron en mayor proporción fueron: visión disminuida (54.5%), daño en la 
retina (11.2%), pérdida de la vista (9.9%), úlceras (9.1%) y amputaciones (5.5%). Todas 
éstas, excepto daño en la retina, se reportaron en mayor proporción en comparación a lo 
reportado en la ENSANUT 2012 (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). 
 
 
 
 
 
 
22 
 
Figura 3. Complicaciones reportadas por los pacientes con diabetes (en proporción del 
total de pacientes) ENSANUT 2006, ENSANUT 2012 y ENSANUT MC 2016. 
 
Dichas complicaciones ocurren como resultado de daños en la microcirculación, los 
cuales se pueden manifestar como nefropatía, neuropatía y retinopatía. 
Adicionalmente, en esta encuesta se le preguntó a los pacientes con diabetes sobre 
otras complicaciones como consecuencia de su enfermedad. El 41.2% reportó ardor, dolor 
o pérdida de la sensibilidad en la planta de los pies, 20.4% no poder caminar más de seis 
minutos sin sentir fatiga, 16.0% haber estado hospitalizado por más de 24 horas, 14.8% 
haber acudido al servicio de urgencias en el último año y 10.3% presentó hipoglucemias 
que requirieron ayuda de una tercera persona para su resolución. Estos resultados se 
muestran en la figura 4. 
 
 
 
 
 
 
23 
 
Figura 4. Otras complicaciones reportadas por los pacientes con diabetes. 
 
 
La hiperglucemia crónica se asocia con una insuficiencia renal crónica en el 40% de 
los casos; también se estima que hasta el 70% de los pacientes con diabetes, sufren de 
alguna forma de neuropatía, y se sabe que los sujetos con antecedentes familiares de 
hipertensión arterial desarrollan de manera temprana complicaciones microvasculares. Las 
anomalías macrovasculares se asocian con un trastorno metabólico originado por la 
resistencia a la insulina más que por la hiperglucemia, en este sentido, se ha determinado 
que la resistencia a la insulina induce un 40% de pacientes con enfermedades coronarias. 
En general, la enfermedad cardiovascular está vinculada a un estado de ateroesclerosis 
acelerada y un mayor riesgo de trombosis, lo que explica que las personas con diabetes 
tengan una frecuencia de infarto al miocardio 2 a 4 veces mayor que la población normal 
(Pascua, 2006). 
El papel del propio paciente en su autocuidado es de vital importancia para prevenir 
complicaciones. Un control metabólico y nutricional inadecuado, genera un riesgo mayor 
de desarrollar complicaciones micro y macrovasculares, con las consecuencias que ello 
tiene en la situación económica tanto de las familias como del sistema de salud (Enríquez 
24 
 
et al, 2010). Como se observa en la figura 5, en México el 46.4% de los pacientes con 
diabetes no realiza medidas preventivas para evitar o retrasar las complicaciones de la 
enfermedad. Las medidas preventivas implementadas en mayor proporción por los 
diabéticos en el último año fueron: revisión de pies (20.9%), medición de colesterol y 
triglicéridos (15.2%), aplicación de vacunas contra influenza (15.1%), examen general de 
orina y microalbuminuria (14.2%), y revisión oftalmológica (13.1%) 
 
Figura 5. Medidas preventivas seguidas por los pacientes diabéticos para evitar 
complicaciones en el último año. 
 
Se ha identificado que las complicaciones de la DM2 afectan la calidad de vida de 
las personas que la padecen. Por ejemplo, Jennings, Ragucci, Chumney y Wessell (2007), 
realizaron un estudio observacional durante un año para evaluar la calidad de vida de 
pacientes atendidos por un clínico educador de diabetes. Encontró que los pacientes más 
satisfechos con su tratamiento actual, tenían valores menores de colesterol, así como de 
presión arterial sistólica y diastólica. Los pacientes que tomaban más medicamentos 
estaban más insatisfechos con el tiempo empleado en cuidar de su enfermedad, sentían 
25 
 
más dolor asociado al tratamiento de su enfermedad y estaban más preocupados de que 
su cuerpo pareciera diferente por causa de la diabetes. 
 Estudios llevados a cabo en México, señalan que las personas con diabetes 
experimentan una pobre calidad de vida con respecto a individuos saludables, el área más 
afectada ha sido el rol de funcionamiento físico. Las personas que reportan la más baja 
calidad de vida son: mujeres, personas de edad mayor que viven solas, sin seguridad 
social y bajo ingreso económico. En cuanto a variables clínicas se han reportado como 
predictoras de mala calidad de vida: el tiempo de padecimiento de la enfermedad, el 
presentar complicaciones relacionadas con la enfermedad, la inactividad física y el llevar 
sólo tratamiento farmacológico como parte de su atención médica (Cárdenas, Pedraza, & 
Lerma, 2005). 
En los participantes del estudio de Cárdenas et al. (2005), se identificó que el 
tiempo promedio de padecimiento de la enfermedad fue de 9 años. El 53% refirió que 
tomaban hipoglucemiantes orales e insulina como tratamiento, el 40% refirió que 
presentaba complicaciones relacionadas con la diabetes. El 80% de los pacientes mostró 
un pobre control de peso y control glicémico. Lospacientes con diabetes DM2 reportaron 
una moderada afección en su calidad de vida. El área de la calidad de vida más afectada 
fue la satisfacción con el tratamiento. 
A diferencia de los estudios anteriores sobre calidad de vida en pacientes 
diabéticos, Alfaro, Rayo y González (2006) identificaron que el 60% de los pacientes 
perciben una buena calidad de vida. 
Tratamiento de la Diabetes 
El principal objetivo del tratamiento de la diabetes es la prevención de 
complicaciones crónicas y agudas. El tratamiento de la DM 1 se basa en la administración 
de insulina, aunque también se pueden usar otros fármacos para sustituir la función de las 
26 
 
células beta del páncreas. También se utiliza la inmunosupresión para reducir el curso de 
la destrucción de las células beta del páncreas, pero los efectos adversos imposibilitan su 
uso por tiempo prolongado. El tratamiento para la DM2 usualmente es progresivo, desde 
un manejo adecuado de la dieta e incremento del ejercicio, hasta el uso de uno o más 
agentes hipoglucemiantes y finalmente, combinaciones de éstos con insulina (Loewe & 
Freeman, 2000). 
La investigación médica sugiere que la DM2 puede ser controlada con base en un 
tratamiento farmacológico adecuado y el autocuidado de la enfermedad. Pero la 
adherencia terapéutica a un régimen dietético bajo en glucosa y el seguimiento de las 
conductas de apoyo al tratamiento recomendado continúan siendo problemáticos para la 
mayoría de los pacientes (Cox & Gonder-Frederick, 1992; Johnson, 1992; Kurtz, 1990; 
Loewe & Freeman, 2000). 
La diabetes mellitus influye en el funcionamiento psicológico y psicosocial de 
quienes la padecen. La educación del paciente sobre su propia enfermedad sigue siendo 
la herramienta fundamental para el control de la diabetes. Cuanto mejor conozcan los 
efectos de estos factores, mejor será el control que puedan ganar sobre su condición. 
Cualquier diferencia en la dieta, el ejercicio, el nivel de estrés emocional u otros factores 
psicológicos o personales pueden afectar el nivel de glucosa en la sangre (Pineda et al., 
2004). 
Se ha identificado que uno de los grupos vulnerables es la población de bajos 
recursos económicos. El acceso a alimentos baratos pero altos en contenido energético se 
ha incrementado notablemente, lo cual correlaciona con una alta prevalencia de diabetes 
en este estrato social. En un estudio realizado con personas diabéticas que se alimentaron 
durante 6 semanas con una dieta mexicana de bajo índice glicémico, se observó una 
27 
 
disminución del índice de masa corporal acompañado de un mejor control metabólico de 
dichos pacientes (Reynoso, González & Salgado, 2007). 
Los resultados de la ENSANUT 2012 muestran que ha habido un progreso 
importante en la atención a este padecimiento, con un incremento en el porcentaje de 
pacientes con control adecuado de 5.2% en 2006 a 24.5% en 2012. No obstante, esta 
misma cifra indica que aún tres de cada cuatro diabéticos requieren mayor control del 
padecimiento que permita reducir las complicaciones que se presentan. Esta mejoría en el 
control se asocia igualmente con un diagnóstico más temprano y con un incremento en el 
uso de insulina para el tratamiento, 
Prevención de la Diabetes 
La diabetes mellitus es un padecimiento complejo que lleva implícito una serie de 
situaciones que comprometen el control en los pacientes, lo cual favorece el desarrollo de 
complicaciones, con los consecuentes trastornos en la calidad de vida, muertes 
prematuras e incremento en los costos de atención y tasas de hospitalización. Al igual que 
otros países, México enfrenta problemas diversos que limitan la eficacia de los programas 
institucionales para la contención de esta enfermedad. Destacan por su importancia el 
insuficiente abasto de medicamentos, equipo inadecuado y obsoleto en las unidades de 
salud, la inaccesibilidad a exámenes de laboratorio, deficiencias en el sistema de 
referencia y contrarreferencia de pacientes, limitaciones de los servicios de apoyo 
psicológico, nutricional, automonitoreo deficiente de los pacientes y escasa supervisión de 
los servicios para alcanzar la adherencia terapéutica. 
La práctica de un estilo de vida saludable puede prevenir la DM2, así como sus 
enfermedades asociadas. Los investigadores recomiendan el consumo regular de 
alimentos bajos en grasa, almidón y azúcar, así como consumir alimentos saludables. 
También indican la práctica regular de ejercicio debido a que el exceso de glucosa puede 
28 
 
ser gastado de ésta forma. Mantener un peso saludable y el uso de bebidas alcohólicas 
moderadamente, así como supervisar regularmente los niveles de glucosa y colesterol en 
la sangre. La diabetes no tiene cura, pero con un diagnóstico precoz, un cambio en la 
forma de vida, la atención de la dieta adecuada, el cuidado de la dieta y la medicación, 
puede ser controlada, pero sobre todo prevenida (Secretaría de Salud, 2007). 
Algunas variables psicológicas asociadas con la diabetes 
Algunos investigadores han identificado una relación entre eventos vitales 
estresantes y la DM2 (Edstrom & Devine, 2001). Los autores sugieren que algunas 
personas son más vulnerables que otras a los efectos del estrés. El estrés crónico en una 
persona predispuesta a padecer diabetes puede constituir uno de los elementos 
coadyuvantes para desarrollar la enfermedad. Así, los factores estresantes pueden 
precipitar su inicio afectando la regulación del metabolismo de los hidratos de carbono en 
el paciente, tanto asintomáticamente como produciendo hiperglucemias. En lo referente al 
papel de las emociones en la DM2, algunos estudios han señalado que la presencia de 
síntomas depresivos incrementa el riesgo de desarrollar diabetes en un 22%, pero otros 
estudios no han encontrado esta relación. Se ha identificado que la tendencia de los 
pacientes a experimentar menos emociones negativas y el enfocar las necesidades de los 
demás antes de las de ellos mismos demostraron ser un factor de riesgo para el 
inadecuado control de la glicemia. También se ha encontrado que los peores controles de 
la glicemia se han asociado con ansiedad, depresión, rabia, hostilidad, y vulnerabilidad 
(Pineda et al., 2004). 
Los componentes emocionales, cognitivos y conductuales influyen en la evolución 
de la enfermedad al condicionar la forma de adaptarse a los estresores sociales (el 
primero de los cuales es el propio diagnóstico de la diabetes). En estos componantes 
confluyen circunstancias variadas, como las primeras experiencias en relación con la 
29 
 
diabetes, la respuesta de la familia de origen ante el diagnóstico, los rasgos de 
personalidad, el apoyo sociofamiliar, el inicio temprano del proceso, las consecuencias 
familiares de la enfermedad, la responsabilidad de la intervención activa del paciente en su 
tratamiento y control, la certeza de cronicidad y de posibles complicaciones graves, y la 
dificultad para mantener un control dietético (Edstrom & Devine, 2001). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
30 
 
Capítulo 2 
Sobrepeso y Obesidad 
 
Muchas de las enfermedades crónico degenerativas como la diabetes mellitus tipo 2 
(DM2), se encuentran asociadas con la obesidad. Tanto la obesidad como el sobrepeso, 
pueden acompañarse de alteraciones en el metabolismo que predisponen al deterioro 
progresivo de la salud y al desarrollo de otras patologías crónico degenerativas como: 
aterosclerosis y enfermedades cardiovasculares (González, Sandoval & Román, 2001). 
Consumir alimentos con alto contenido de colesterol, dietas bajas en fibra y realizar poca 
actividad física está asociada con el desarrollo de la obesidad. 
La obesidad se caracteriza por un aumento anormal del peso corporal debido a una 
acumulación excesiva de grasa. La cantidad de tejido adiposo es el resultado acumulativo 
de la diferencia entre la ingesta de energía y el gasto energético. La obesidadse origina 
por la interacción de múltiples factores, tanto biológicos como culturales (OMS, 2014). 
Es importante hacer una distinción entre sobrepeso y obesidad, para lo cual se tiene 
que considerar el Índice de Masa Corporal (IMC). Tanto en el sobrepeso como en la 
obesidad, se considera la determinación del IMC como auxiliar en su diagnóstico. El IMC 
se calcula al dividir el peso corporal entre la estatura al cuadrado (Chambers et al., 2008). 
En México, la Norma Oficial para la prevención, control y tratamiento de la diabetes 
mellitus (2010), establece que la clasificación del peso corporal se determina de la 
siguiente forma: cuando en las personas adultas existe un IMC > 18.5 y < 24.9, se 
considera peso normal; cuando existe un IMC > 25 y < 29.9 se considera con sobrepeso y 
cuando es un IMC > 30 se considera obesidad (Diario Oficial, 2010). 
Otro indicador cuantitativo de obesidad es el exceso de grasa visceral, que también 
es considerado un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónico 
31 
 
degenerativas y se determina mediante la relación de la circunferencia de la cintura y de la 
cadera o Índice Cintura/Cadera (ICC). El ICC se determina con la siguiente fórmula, 
ICC=circunferencia de la cintura (cm)/circunferencia de cadera (cm). En la población 
mexicana, los valores de ICC asociados a riesgo de padecimientos son: ICC >.93 en 
hombres e ICC >.84 en mujeres (Guzmán & Madrigal, 2003). 
Epidemiología del sobrepeso y la obesidad 
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 
(ENSANUT MC, 2016), aproximadamente siete de cada diez mexicanos tienen problemas 
de sobrepeso u obesidad. En la figura 6 se muestra la prevalencia del estado nutricio de 
adultos mexicanos (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). 
 
Figura 6. Prevalencia de sobrepeso y obesidad en población de 20 o más años de edad en 
la ENSANUT 2012 y ENSANUT MC 2016. 
 
Como se muestra en la Figura 6, en adultos de 20 o más años de edad la 
prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad fue de 71.2% en la ENSANUT 2012 y de 
72.5% en la ENSANUT MC 2016. Esta diferencia de 1.3 puntos porcentuales no fue 
estadísticamente significativa. Al categorizar por sexo en la ENSANUT MC 2016, se 
32 
 
observa que la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad (IMC ≥25 kg/m2) es 
mayor en las mujeres (75.6%) que en los hombres (69.4%); y la prevalencia de obesidad 
(IMC ≥30 kg/m2) es también más alta en el sexo femenino (38.6%) que en el masculino 
(27.7%). Asimismo, la categoría de obesidad mórbida (IMC ≥ 40.0 kg/m2) es 2.4 veces 
más alta en mujeres que en hombres (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). 
El que siete de cada diez adultos presenten sobrepeso y que de estos la mitad 
presenten obesidad constituye un serio problema de salud pública, por lo que es 
indispensable modificar los patrones de comportamiento alimentario de la población, que 
están aumentando el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles, generando 
grandes costos sociales y económicos. 
El conocimiento de la presencia de factores de riesgo en la población, incluidos los 
factores ambientales que favorecen la obesidad, debe permitir planificar acciones y 
políticas para su prevención y control. 
La obesidad y el sobrepeso son condiciones multifactoriales en donde existe una 
interacción entre factores biológicos, sociales y psicológicos; los cuales en conjunto 
pueden llegar a predisponer a las personas de padecerlas, así como presentar 
complicaciones físicas y psicológicas asociadas (Pascua, 2006). Uno de los factores 
primordiales que predisponen a las personas a desarrollar obesidad son las prácticas 
alimentarias que a su vez son el resultado de diversos factores. Y es que la conducta 
alimentaria no solo obedece a la satisfacción momentánea de procesos fisiológicos, sino 
que también se refiere a todo el comportamiento relacionado con: los hábitos de 
alimentación, la selección de los alimentos, las preparaciones de los mismos, los horarios 
en los que se consumen y las cantidades ingeridas; y son múltiples los factores que 
intervienen en su desarrollo. 
 
33 
 
Factores biológicos de la conducta alimentaria 
Se ha postulado la existencia de un sistema neuroendocrino regulador del hambre y 
la saciedad. Los mecanismos que regulan la homeostasis y el balance energético en los 
organismos superiores incluyen señales moleculares centrales y periféricas, tales como 
hormonas gastrointestinales, citocinas, intermediarios metabólicos y nutrientes. Los 
procesos biológicos de hambre-saciedad que están regulados por el sistema 
neuroendócrino y el mantenimiento del balance energético, motivan al individuo a buscar 
alimento para preservar la vida. El sistema consiste de una compleja red de circuitos 
neurohormonales, que incluyen señales moleculares de origen periférico y central, de corta 
y de larga duración; así como, otros factores de tipo sensorial, mecánico y cognoscitivo. El 
sistema minimiza el impacto de fluctuaciones de la ingesta y el gasto energético sobre la 
masa, grasa y el peso corporal. Las señales de corta duración, en su mayoría hormonas 
del tracto gastrointestinal, regulan la cantidad de alimento consumida en cada tiempo de 
comida. Las señales de larga duración reflejan el tamaño de la reserva de grasa (Holsen, 
et al., 2012). 
Éstos son los mecanismos normales de los procesos fisiológicos de hambre y 
saciedad, pero desde el enfoque biopsicosocial no son los únicos mecanismos que regulan 
la conducta alimentaria y al incluirse los factores sociales y psicológicos la conducta 
alimentaria presenta cambios que a su vez modificarán dichos procesos fisiológicos y 
podrían predisponer a las personas al desarrollo de obesidad y sobrepeso. 
Factores sociales asociados con la conducta alimentaria 
Desde la perspectiva psicosocial, en la literatura se ha reportado que los principales 
factores que llevan al desequilibrio energético característico de la obesidad son: mayor 
disponibilidad y menor costo de los alimentos, consumo de alimentos con alta densidad 
34 
 
energética, aumento en el tamaño de las porciones, disminución de la actividad física y los 
factores psicológicos que influyen sobre el apetito (Guzmán & Madrigal, 2003). 
Existen estudios que indican que los factores culturales influyen en la conducta 
alimentaria. Por ejemplo, al compartir valores, creencias y emociones asociadas a la 
conducta alimentaria (lenguaje, relaciones sociales, religión, creencias y tipo de comidas). 
Pero, la cultura es un constructo dinámico que continúa cambiando en el tiempo. Los 
patrones culturales alimentarios influyen en el consumo de alimentos en diversas formas: 
se comparten las preferencias y percepciones de tipos de alimentos saludables y no 
saludables, y se establece qué comer, cuándo comer, y cómo se prepara la comida 
(Larson & Story, 2009). 
Por ejemplo, algunos alimentos están más disponibles en la casa, trabajo o escuela 
que otros y exponer a las personas a determinados alimentos, puede incrementar su 
preferencia por ellos. El modelamiento también es importante debido a que permite a las 
personas desarrollar cierta preferencia por determinados alimentos si ven que otros 
individuos los consumen y les gusta (Whitesite, et al., 2007). 
Así, se pueden realizar categorías de los diferentes niveles de influencias externas a 
los mecanismos biológicos del organismo, que afectan la conducta alimentaria. 
El nivel más general es el macronivel que se refiere a los factores ambientales que 
juegan un papel indirecto sobre las elecciones de los alimentos que las personas hacen. 
También se encuentra el entorno físico que incluye los múltiples escenarios donde la gente 
come o se procura los alimentos. El entorno físico incluye la influencia de la comunidad, es 
decir qué alimentos están disponibles y accesibles. Se ha identificado que las elecciones 
delos alimentos y la conducta alimentaria están influidas por la disponibilidad física de 
comida en los sitios de trabajo y en los alrededores del vecindario. Muchos empleados 
tienen pocas oportunidades de comer saludablemente en el trabajo y enfrentan un gran 
35 
 
número de barreras que limitan su participación en programas de salud. Existen estudios 
que han demostrado que hacer cambios en el espacio alimentario de trabajo, puede 
permitir mejoras significativas en la dieta entre los empleados, por ejemplo, la venta de 
frutas y ensaladas (Wardle, Carnell & Cooke, 2005). 
Existen estudios que indican que la accesibilidad de diversos restaurantes que 
proveen opciones limitadas para comer fuera de casa, puede impactar las elecciones de la 
comida, así como el riesgo de obesidad. Frecuentemente comer en restaurantes de 
comida rápida se asocia con menos salud, patrones de dieta hipercalóricos y riesgo de 
obesidad. Frecuentemente en los restaurantes de comida rápida existe una baja oferta de 
frutas y verduras (Larson & Story, 2009). 
Por su parte, Betts (1995) identificó que en Estados Unidos de América (EUA), las 
limitaciones de tiempo, barreras financieras, y cuestiones de salud, impactan en la elección 
de los alimentos y que existe una falta de preocupación por la salud en relación con la 
elección de una alimentación saludable. Además, Croll et al. (2001) identificaron que la 
falta de tiempo y la disponibilidad limitada de alimentos saludables en la escuela actúan 
como barrera principal para que los adolescentes se alimenten sanamente. 
El nivel socioeconómico también ha sido una variable estudiada en la elección de 
los alimentos. En diversas investigaciones se ha encontrado que las personas de nivel 
socioeconómico bajo casi no consumen granos, vegetales, frutas, leche descremada y 
carne magra. También se ha reportado que los participantes con un bajo ingreso, 
consideran una pérdida de tiempo y dinero consumir una dieta saludable (Sobal & Bisogni, 
2009). Además, el nivel socioeconómico bajo se ha asociado con altos niveles de 
obesidad, mayor consumo de alimentos relacionados con enfermedades y dietas pobres, 
así como un alto riesgo de presentar DM2, enfermedad cardiovascular, osteoporosis y 
algunas formas de cáncer (Sobal & Bisogni, 2009). También se ha identificado que el nivel 
36 
 
académico influye en la elección de los alimentos, por ejemplo (Larson & Story, 2009) 
reportaron que el porcentaje de niños que consumen bebidas no endulzadas fue 11 veces 
mayor entre madres con una educación universitaria comparado con madres con 
preparatoria. 
Las investigaciones como la de Weingarten (1993) y la de Forzano y Logue (1992) 
también han sugerido que la conducta alimentaria podría estar regulada por los estímulos 
ambientales. Pero también, Forzano & Logue (1992) identificaron que la comida actúa 
como estímulo para que algunas personas coman en exceso impulsivamente (si existe 
comida presente), independientemente de su necesidad fisiológica de comer. Realizaron 
un experimento en donde identificaron que las mujeres que obtuvieron puntuaciones altas 
en un cuestionario que medía su tendencia de comer en presencia de alimentos, de hecho, 
también en el laboratorio, comían en presencia de comida a pesar de no tener hambre. 
No sólo la comida actúa como estímulo para que se realice la conducta de comer, 
sino también otros estímulos ambientales que en el pasado ocurrieron al mismo tiempo 
que la comida, adquieren un efecto parecido. Por ejemplo, Weingarten (1993) mostró que 
si se les presentaba a las ratas un estímulo compuesto por una luz y un sonido que 
predecía la presencia de alimento, las ratas comerían, aunque no estuvieran privadas de 
alimento. En este sentido, se ha identificado que los individuos consumen grandes 
cantidades de comida cuando los contenedores de la misma son grandes. Incluso en niños 
se ha encontrado que cuando las porciones son grandes, los niños consumen bocados 
más grandes de comida (Wardle, Carnell & Cooke, 2005). 
El entorno social incluye las interacciones con la familia, amigos, pares y otras 
personas en la comunidad que pueden impactar en la elección de los alimentos a través 
de mecanismos tales como el modelamiento social, el apoyo social y las normas sociales. 
37 
 
Se ha identificado que la elección de los alimentos de los individuos, está influida 
por las interacciones con compañeros de trabajo, familiares, pares y amigos cercanos. Las 
conductas de personas cercanas influyen en la elección de los alimentos. Por ejemplo, en 
un estudio experimental con niños de 10 a 12 años de edad, unos con peso normal y otros 
niños con sobrepeso, tenían acceso ilimitado a botanas saludables y botanas no 
saludables mientras participaban en un juego. Se encontró que la preferencia por botanas 
saludables o no saludables, se asocia significativamente con el consumo de ésas mismas 
botanas por otros niños cercanos a ellos (Young, Fors, & Hayes, 2004). 
Se ha encontrado evidencia de que tanto jóvenes como adultos tienden a consumir 
grandes cantidades de alimentos cuando comen en grupos a diferencia de cuando comen 
solos. Éste fenómeno es conocido como facilitación social de la alimentación y es 
especialmente fuerte cuando el grupo está constituido por amigos o familiares cercanos 
(Young, Fors, & Hayes, 2004). En estudios con niños se ha referido que su entorno social 
puede determinar las elecciones de sus alimentos. Cullen et al. (2000) identificaron que 
respuestas negativas de los amigos impiden que los niños consuman alimentos 
saludables. 
No obstante, la presencia de los otros se ha asociado diferencialmente para las 
personas con sobrepeso y con peso normal. En un estudio se trabajó con niños de 6 a 10 
años de edad quienes tenían acceso ilimitado a porciones de pizza durante un juego en 
grupo y durante un juego individual durante 45 minutos. Se encontró que los niños con 
sobrepeso comían menos porciones de pizza en presencia de otros niños con peso normal 
y comían más en presencia de otros niños con sobrepeso. Pero, cuando los niños con 
sobrepeso estaban solos, consumían en promedio 144 calorías adicionales que cuando 
estaban con sus pares. A diferencia de los niños con peso normal quienes comían solos 
38 
 
en promedio 163 calorías menos, que cuando estaban con sus pares (Chambers et al., 
2008). 
En cuanto al entorno del hogar y familiar, se ha reportado que los padres sirven 
como modelo para la conducta alimentaria de sus hijos. En diversos estudios 
observacionales y de intervención se ha identificado una relación directa entre la 
disponibilidad o accesibilidad de frutas y verduras en el hogar, con el consumo de las 
mismas. En un estudio longitudinal se encontró evidencia que sugiere que la influencia del 
modelado parental en la conducta alimentaria de los niños, continúa aún durante la 
transición a la adolescencia e incluso en la adultez. El restringir el acceso a comida poco 
saludable en los niños, generalmente se asocia con una pobre autorregulación alimentaria 
en la adolescencia y la adultez, así como con comer de más y un disgusto por los 
alimentos a los que se les presionó a comer. Las prácticas de alimentación coercitivas 
pueden tener un impacto positivo inmediato en la dieta, pero un impacto negativo en el 
desarrollo de las preferencias por la alimentación saludable. En contraste, las prácticas de 
alimentación caracterizadas por expectativas claras de los padres y por responsabilizar 
sobre la alimentación a los niños, está asociada con patrones alimentarios saludables y 
bajo riesgo de tener sobrepeso y por consiguiente enfermedades crónicas asociadas al 
mismo (Larson & Story, 2009). 
En investigaciones en niños y adolescentes se ha reportado que el comer con la 
familia frecuentemente, favorece un consumo elevado de frutas, verduras, alimentos ricos 
en calcio, proteínas y fibra. Así como un consumomenor de refrescos, comida frita y con 
grasa saturada, si es lo que se acostumbra en la familia. (Wardle, Carnell & Cooke, 2005). 
Factores psicológicos asociados con la conducta alimentaria 
En diversas investigaciones se han examinado los factores individuales que 
predicen las prácticas alimentarias, tales como gustos, preferencias, actitudes, estados de 
39 
 
ánimo, pensamientos, preocupaciones, conocimiento sobre alimentación y se han 
encontrado cambios en esas variables en función de la edad y el sexo. Así, los patrones 
de comportamiento alimentario van cambiando con el paso del tiempo. 
En estudios con niños, Kearney et al. (2000), encontraron que, para los 
participantes más jóvenes, no era importante consumir una dieta saludable y que en 
consecuencia lo intentaban con menor frecuencia que los participantes mayores. 
Por su parte Sztainer et al. (1999) encontraron que los adolescentes consideran 
como factores más importantes para elegir los alimentos al hambre, los antojos, la 
disponibilidad de tiempo de los padres y la comida preparada. 
En cuanto a los adultos, Falk et al. (1996) encontraron que el contexto social, las 
percepciones sensoriales, las consideraciones monetarias y el bienestar, son tomados en 
cuenta al momento de elegir los alimentos (Chambers et al., 2008). Bogue et al. (2005) 
encontraron que los participantes que se encontraban alrededor de los 35 años, fueron los 
que se preocupaban más por su salud al momento de elegir los alimentos. También 
identificaron que los participantes en el bloque de edad de los 35-54 años tenían mayor 
conocimiento sobre tópicos de dietas que los jóvenes y adultos mayores. Aunque los 
adultos se preocupan más por consumir una dieta saludable, la evidencia sugiere que se 
preocupan menos por su apariencia que las personas jóvenes (Hayes & Ross, 1987). 
El sexo, también ha mostrado ser una variable que influye en la elección de los 
alimentos. Beardsworth et al. (2002) encontraron diferencias estadísticamente 
significativas entre hombres y mujeres en las áreas de comida y salud, elecciones de los 
alimentos y cambio de dieta. Reportaron que las mujeres se preocupan más por la comida 
que consumen que los hombres. También encontraron que, al momento de elegir los 
alimentos, las mujeres se preocupaban más por su peso y los hombres se preocupaban 
más por crecer y desarrollar masa muscular. En este sentido, Bauer (2004), identificó que 
40 
 
un tema recurrente en las preocupaciones de las mujeres a diferencia de los hombres 
adolescentes, eran las dietas y reportaban sentirse incómodas al comer frente a los 
hombres. Wardle et al (2005) encontraron que las mujeres a diferencia de los hombres, 
tienden a evitar consumir comida grasosa, procuran comer frutas y fibras y limitan su 
consumo de sal. Las investigaciones revisadas sugieren que grupos sociales particulares 
presentan diferentes actitudes, motivaciones y conductas en relación con la alimentación 
saludable. 
Por ejemplo, Chambers et al. (2008) identificaron que tanto hombres como mujeres, 
en el rango de edad de 18-30 años y los hombres en el rango de 31-59 años, consumen 
pocos alimentos saludables y prefieren consumir comida poco saludable. También 
Indicaron que los participantes de 60 años saben cocinar comida saludable y no reportan 
dificultades financieras que afectan su alimentación. Los autores indicaron que todos los 
participantes presentaron conciencia de la relación entre comer sanamente y tener una 
buena salud, sin embargo, este conocimiento no siempre resulta en una conducta 
alimentaria saludable. Así mismo todos los participantes coinciden en el papel de la familia 
para fomentar una alimentación saludable y la necesidad de balancear las elecciones de 
los alimentos. También coinciden en que el mejor lugar para educar a los niños sobre la 
alimentación saludable es en la familia. 
Los participantes mayores de 60 años refirieron que eligen sus alimentos basados 
principalmente en consideraciones de salud, a diferencia de los participantes con edades 
entre 18 y 30 años quienes se basan principalmente en los precios y el tiempo. Las 
mujeres más jóvenes indican tener más energía cuando consumen dietas saludables, sin 
embargo, frecuentemente sus elecciones se enfocan en mantener una apariencia física 
adecuada. Wolfe et al (2003) identificaron que los adultos mayores presentan dificultad 
para obtener comida saludable debido al costo, a la accesibilidad y la falta de habilidad 
41 
 
para preparar alimentos saludables. Chen y Qian (2012) encontraron un incremento 
moderado en el riesgo de obesidad, especialmente en mujeres y personas mayores. 
En los estudios citados previamente se identifican los cambios que existen en la 
alimentación a lo largo del tiempo y dependiendo de la etapa de desarrollo en la que se 
encuentran las personas; pero Edstrom y Devine (2001) en un estudio longitudinal que 
llevaron a cabo durante 10 años, encontraron que los pensamientos, creencias y 
estrategias en relación con la comida y la nutrición, no mostraron cambios durante ese 
periodo de tiempo y enfatizaron en la importancia de la educación alimentaria en la familia 
desde la niñez. 
Finalmente, en la literatura se ha mencionado que existen algunos periodos críticos 
en la vida de las personas, en los que el riesgo de ganar peso se incrementa; como el 
periodo posparto en el que el peso ganado de algunas mujeres durante el embarazo se 
mantiene después de da a luz (Provencher, et al., 2009). Otro periodo crítico es la 
transición de los jóvenes del bachillerato a la universidad, dicho periodo se ha asociado 
con una alteración en el peso, debido a que es una etapa en la que experimentan diversos 
cambios en su vida. Sin embargo, también existen factores psicosociales predictores de 
los cambios en el peso. En un estudio longitudinal, encontraron que tanto hombres como 
mujeres ganaban en promedio 1.5 kilos durante el primer año de universidad (Zellner, 
Saito, & González, 2007). 
En lo que se refiere a la elección de los alimentos, Sobal y Bisogni (2009) 
identificaron que las experiencias de la vida, tales como la enfermedad, la amenaza de 
enfermarse y el matrimonio, son elementos que influyen en la elección de sus alimentos, lo 
cual sugiere que las actitudes, motivaciones y conductas asociadas con la conducta 
alimentaria, pueden cambiar con el transcurso de la vida. 
42 
 
Hacer dieta, generalmente se define como la restricción intencional y sostenida del 
consumo calórico con el propósito de bajar o mantener el peso (Herman y Mack, 1975). 
Mientras que existe evidencia de que, en algunos casos, estar a dieta conduce a intentos 
exitosos de perder peso (Wadden, Foster, & Letizia, 1994), varios estudios muestran que 
hacer dieta restrictiva, frecuentemente es inefectiva a largo plazo (Heatherton, Mahemedi, 
Striepe, Field, & McGree, 1997; Mann et al., 2007) e incluso puede generar patrones 
alimenticios desadaptativos como trastorno por atracón o patologías alimentarias (Stice, 
Presnell, Groesz, & Shaw, 2005). 
Las personas continuamente realizan elecciones de qué comer, cuándo comer y 
cuánto comer (Haerguer & Mace, 2006), y es posible que estas elecciones se vean 
afectadas por el contexto en el que se llevan a cabo; además de las propias percepciones 
y preocupaciones por bajar de peso o mantener un peso saludable. Es por esto que hacer 
dietas es una conducta frecuente en las personas, por ejemplo, De Ridder, Adriaanse, 
Evers, y Verhoeven (2014) identificaron que en una muestra de 1113 participantes 63.2% 
de los hombres y 62.7% de las mujeres obtuvieron puntuaciones elevados en una escala 
de restricción alimentaria. También identificaron que las mujeres, las personas mayores y 
las personas con mayor peso, son más propensas a hacer dietas restrictivas; así como las 
personas con preocupaciones por la alimentación y el peso. 
Si bien es cierto queen la literatura se refieren diferentes tipos de influencias 
ambientales que operan en múltiples dominios, también existe el nivel individual que se 
refiere a factores personales asociados con la elección de los alimentos como actitudes, 
gustos, preferencias, factores biológicos y emociones. 
 
 
 
43 
 
Capítulo 3 
Emociones y alimentación 
 
Uno de los aspectos psicológicos más importantes en el estudio de la conducta 
alimentaria, es el de las emociones. Las emociones son estados afectivos del individuo 
que nacen de las impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos y que generan una 
alteración orgánica notable, siempre compuesta por un factor cognoscitivo y otro fisiológico 
(Salguero & Panduro, 2001); y se ha encontrado que la conducta alimentaria puede ocurrir 
en respuesta a toda una gama de emociones (Faith, Allison, y Geliebter, 1997). 
Para Piqueras, Ramos, Martínez y Oblitas (2009) las emociones son reacciones 
psicofisiológicas de las personas ante determinadas situaciones con una finalidad 
adaptativa. Dichas reacciones son independientes de la cultura, producen cambios en la 
dimensión cognoscitivo-subjetiva, fisiológica-adaptativa y en la dimensión conductual-
expresiva. Las emociones como la alegría, el miedo, la ansiedad o la ira son emociones 
básicas, poseen un sustrato biológico considerable, activan al organismo, forman parte de 
la comunicación con los demás y pueden actuar como poderosos motivos de la conducta. 
El contexto teórico de esta aproximación puede encontrarse en los modelos 
cognoscitivos de las emociones. Por ejemplo, Beck (1999) y Lazarus (1991) defendieron la 
noción de que las emociones se entienden como resultado de atribuir un significado a 
determinada situación. Las emociones involucran diferencias en la forma en que los 
individuos evalúan su medio; en este sentido, la experiencia de la emoción activa una 
predisposición cognoscitiva de evaluar el medio a través de varias dimensiones, por 
ejemplo, la dimensión de certidumbre (el grado en el cual eventos futuros parecen más o 
menos predecibles y comprehensibles). 
44 
 
Las emociones, no son agentes externos al organismo y necesariamente obedecen 
a reacciones fisiológicas generadas en el mismo. Así, el sistema límbico es un área del 
cerebro que incluye al hipotálamo, amígdala, hipocampo y cuerpos mamilares. Este 
sistema controla el estado del ánimo, las emociones y la motivación. Una emoción nace de 
la activación de un conjunto de neuronas del sistema límbico como una especie de circuito. 
Este circuito requiere de la secreción de mensajeros neurotransmisores. Los 
neurotransmisores llevan el mensaje en la comunicación entre las neuronas a través de las 
sinapsis para producir un cambio electroquímico. Se adhieren a unas proteínas de la 
superficie de la membrana de la neurona receptora, que se llaman receptores y cada 
receptor es selectivamente específico para cada neurotransmisor (Piqueras, Ramos, 
Martínez & Oblitas, 2009). 
La activación emocional se asocia con una elevada actividad del eje hipotálamo-
hipofisario (eje HPA), con reacciones fisiológicas biológicamente diseñadas para preparar 
al individuo a generar una reacción de lucha o huida, dichas reacciones suprimen el 
hambre. Un menor consumo de alimentos y pérdida de peso son las respuestas típicas y 
evolutivas de adaptación al estrés. Por lo tanto, se ha sugerido que la conducta alimentaria 
en respuesta a estados emocionales intensos, es aprendida, tal vez como un resultado de 
los factores psicosociales asociados, por ejemplo, los estilos de crianza y prácticas 
parentales. (Bruch, 1973; Snoek, Engels, Janssens, y van Strien, 2007; Topham et al., 
2011; van Strien y Bazelier, 2007). 
Las emociones suelen provocar sensaciones agradables o desagradables y pueden 
ser más o menos intensas. La dimensión agrado-desagrado es exclusiva y característica 
de las emociones, de forma que todas las reacciones afectivas se clasifican en dicha 
dimensión en alguna medida (Piqueras, Ramos, Martínez & Oblitas, 2009). 
45 
 
La función motivacional de las emociones se refiere principalmente a que la 
conducta motivada tiene dos características que son la dirección y la intensidad. Una 
conducta cargada emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. La emoción tiene la 
función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada 
exigencia. La emoción dirige la conducta, es decir facilita el acercamiento o la evitación del 
objetivo de la conducta motivada en función de las características de agrado-desagrado de 
la emoción (Plutchik, 1987). 
Plutchik (1987) destaca ocho funciones principales de las emociones: miedo-
protección; ira-destrucción; alegría-reproducción; tristeza-reintegración; confianza-
afiliación; asco-rechazo; anticipación-exploración; sorpresa-exploración. 
Existen autores que señalan que la expresión de las emociones en los animales y 
en el hombre cumple una función universal adaptativa, social y motivacional. Las 
emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permiten que el sujeto ejecute 
con eficacia las reacciones conductuales apropiadas. La función adaptativa de las 
emociones consiste en preparar al organismo para ejecutar eficazmente la conducta 
exigida por las condiciones ambientales, dirigiendo la conducta hacia un objetivo 
determinado (Bisogni, Jastron, Shen & Devine, 2005). 
La función social de las emociones consiste en facilitar la comunicación social, 
facilitar la interacción social, controlar la conducta de los demás, permitir la comunicación 
de los estados afectivos y promover la conducta prosocial. La felicidad favorece los 
vínculos sociales, la ira puede generar respuestas de evitación o de confrontación. La 
expresión de las emociones podría considerarse como una serie de estímulos 
discriminativos que indican la realización de determinadas conductas por parte de los 
demás (Piqueras, Ramos, Martínez & Oblitas, 2009). 
46 
 
Cuando se presentan estados emocionales negativos, es más probable desarrollar 
enfermedades relacionadas con el sistema inmune, o adquirir determinados hábitos poco 
saludables, que a la larga pueden minar la salud. Las emociones negativas que más se 
han estudiado en cuanto a sus relaciones con trastornos de la salud son la ansiedad y la 
depresión. También se ha estudiado la ira y su relación con los trastornos cardiovasculares 
(Plutchik, 1987). 
El estudio de las emociones no ha sido fácil, incluso en la actualidad existe 
controversia entre los investigadores, sobre lo que se debe o no considerar como emoción 
o sobre la distinción entre emoción y estados emocionales, incluso la distinción entre 
emoción y conducta por ejemplo la risa o el interés. En este sentido Scherer, (2005) 
propuso un modelo para el estudio de las emociones The Geneva Emotion Wheel (GEW), 
que incluye 35 emociones en un diseño visual que pueden ser evaluadas en cuanto a su 
intensidad e indicó que las emociones predisponen a los individuos a actuar en formas 
específicas para enfrentar los problemas del medio. 
La relación entre emociones y alimentación no es simple: por un lado, los estados 
emocionales y de ánimo pueden influir en la conducta alimentaria, por otro lado, la 
alimentación puede modificar las emociones y estados de ánimo. Por ejemplo, se ha 
encontrado un incremento en el consumo de alimentos dulces y/o grasosos en mujeres 
comedoras emocionales y que están estresadas, así como en mujeres con niveles altos de 
cortisol en respuesta al estrés (Gibson, 2006) 
La evidencia que existe en la literatura sobre la relación entre las emociones y los 
trastornos de conducta alimentaria es basta. Por ejemplo, López, Mancilla, Álvarez y 
Vázquez (2003) evaluaron a un grupo de comedoras compulsivas para identificar algunos 
factores cognoscitivo - conductuales, sintomatología de bulimia, influencia de los modelos 
teórico corporales y personalidad.

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