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1 Universidad Nacional Autónoma de México PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN PSICOLOGÍA DESINHIBICIÓN ALIMENTARIA, ANSIEDAD, VALOR PSICOLÓGICO DE LOS ALIMENTOS Y EMOCIONES EN UNIVERSITARIOS CON ANTECEDENTES HEREDOFAMILIARES DE DIABETES MELLITUS 2 TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE DOCTORADO EN PSICOLOGÍA PRESENTA: PEÑA FERNÁNDEZ ELIZABETH DIRECTORA: DRA. LUCY MARÍA REIDL MARTÍNEZ FACULTAD DE PSICOLOGÍA COMITÉ: DR. SAMUEL JURADO CÁRDENAS FACULTAD DE PSICOLOGÍA DRA. ROSALÍA VÁZQUEZ ARÉVALO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA DRA. CLAUDIA UNIKEL SANTONCINI INSTITUTO NACIONAL DE PSIQUIATRÍA DRA. MARTHA KAUFER HORWITZ INSTITUTO NACIONAL DE NUTRICIÓN Ciudad Universitaria, Cd. Mx. Octubre 2017 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 ÍNDICE Resumen 4 Introducción 8 1. Capítulo 1. Enfermedades Crónico-Degenerativas: El Caso de la Diabetes Mellitus 11 2. Capítulo 2. Sobrepeso y Obesidad 31 2.1. Factores Biológicos 34 2.2. Factores Sociales 34 2.3. Factores Psicológicos 39 3. Capítulo 3. Emociones y Alimentación 44 4. Capítulo 4. Ansiedad, Alimentación y Desinhibición Alimentaria 55 5. Capítulo 5. Valor Psicológico de los Alimentos 64 6. Capítulo 6. Metodología 67 6.1. Justificación 67 6.2. Objetivos 70 6.3. Cuadro de variables 72 6.4. Hipótesis 75 6.5. Diseño 76 6.6. Método general 78 6.7. Participantes 78 6.8. Instrumentos 78 6.9. Procedimiento 79 7. Análisis estadísticos 80 8. Estudio previo 1 82 8.1. Método 82 8.2. Resultados 83 8.3. Discusión 94 9. Estudio previo 2 98 9.1. Método 98 9.2. Resultados 102 9.3. Discusión 104 10. Estudio 3 (estudio principal) 109 10.1. Método 109 10.2. Resultados 112 10.3. Discusión 120 11. Discusión general 127 12. Referencias 139 13. Apéndices 159 3 Resumen La conducta alimentaria se refiere a todo el comportamiento que ocurre en relación con la ingesta de los alimentos. En la literatura sobre conducta alimentaria, se han detallado tres componentes individuales que afectan la elección de los alimentos: cognitivo, conductual y afectivo (Herman & Polivy, 1975). En este sentido, la conducta alimentaria no es sólo un acto reflejo para evitar o eliminar la aparición de sensaciones fisiológicas de hambre, sino que implica una serie de factores que actúan para influir en la elección de las personas en relación con lo que van a comer, dónde o con quién van a comer y cuánto van a comer. En la elección de los alimentos intervienen variables socioculturales como las costumbres, épocas del año, nivel socioeconómico, estilos de crianza, costumbres familiares y relaciones con los otros; pero además influyen variables relacionadas con el propio individuo como sus gustos, preferencias, recuerdos, experiencias previas y necesidades. Por lo tanto en los estudios que integran esta investigación, se exploraron algunas variables psicológicas y su relación con la alimentación; para eso, se trabajó con un diseño no experimental con alcance correlacional, de muestras independientes con dos fases: Fase 1 (estudios previos). Determinación del valor psicológico de los alimentos comunes en la dieta de universitarios y las emociones asociadas. Fase 2 (estudio principal). Identificación de las relaciones entre las variables de desinhibición alimentaria, ansiedad, valor psicológico de los alimentos y emociones, más variables adiciones de control como son: restricción alimentaria, susceptibilidad al hambre e índice de masa corporal. Finalmente, se compararon las puntuaciones de las variables estudiadas entre los universitarios con antecedentes heredofamiliares de diabetes mellitus tipo 2 (DM2) y universitarios sin antecedentes heredofamiliares de DM2. Los estudios se trabajaron de 4 forma independiente, cada uno con su propio método y con su respectiva muestra. Sin embargo, el método general fue el siguiente: Participaron 1,327 universitarios distribuidos en las dos fases del estudio, hombres y mujeres mexicanos, con un promedio de edad de 21 años, residentes en la Ciudad de México a quienes se les aplicaron los siguientes instrumentos: Cuestionario de datos generales: edad, sexo, autorreporte de peso, talla, y antecedentes heredofamiliares de diabetes mellitus tipo 2. Lista de los alimentos consumidos frecuentemente en la dieta de los universitarios, generada en este estudio. Valor Psicológico de los Alimentos (VPA): término propuesto y generado en este estudio. Alimentos y emociones: Instrumento desarrollado en este estudio. Inventario de los tres factores de la alimentación (restricción alimentaria, susceptibilidad al hambre, desinhibición alimentaria) de Stunkard y Messick, (1985) adaptado a la población mexicana (López-Aguilar et al., 2011). Inventario de Ansiedad Rasgo -Estado (IDARE) de Spielberger, González, Martínez, Natalicio y Díaz-Guerrero (1971). En cada una de las etapas de esta investigación, se acudió a una universidad pública, se invitó a los alumnos a participar en el estudio y se les entregó un consentimiento informado, así como los instrumentos correspondientes. Los resultados de los estudios previos, mostraron los tipos de alimentos que constituyen la dieta habitual de los universitarios (cereales, grasas, proteínas, azúcares, frutas y verduras). Además, al incorporar estrategias de medición de la Psicofísica a la Psicología de la Salud, se desarrolló un instrumento de medición que evalúa cuantitativamente la experiencia subjetiva de las preferencias de las personas por ciertos 5 alimentos, independientemente de su valor nutricional; es decir evalúa el Valor Psicológico de los Alimentos (VPA). También, se desarrolló y se llevó a cabo un piloteo del instrumento para identificar las emociones asociadas a la alimentación; se encontró que los participantes experimentan más emociones agradables durante el consumo de los alimentos que emociones desagradables; las emociones experimentadas durante el consumo del 85% de los alimentos fueron en su mayoría emociones agradables tales como disfrute, placer, alegría, felicidad y amor. Las emociones tanto agradables como desagradables que los universitarios experimentan durante la alimentación son: alegría, alivio, amor, arrepentimiento, asco, culpa, disfrute, felicidad, placer, remordimiento, repulsión y ternura. En el estudio principal se encontró que los universitarios que refirieron experimentar mayores sentimientos subjetivos de hambre y deseo por la comida, también refirieron mayores niveles de ansiedad, le asignaron un grado de preferencia mayor a los alimentos y refirieron una tendencia a comer en exceso. Finalmente, se encontró que los universitarios con antecedentes heredofamiliares de DM2 puntuaron más alto en la escala de desinhibición alimentaria, susceptibilidad al hambre, intensidad de emociones agradables durante la alimentación y valor psicológico de los alimentos que los universitarios sin antecedentes heredofamiliares. En otras palabras, los universitarios cuyos padres o abuelos tienen diagnóstico de DM2 comen más, son más susceptibles a experimentar hambre, disfrutan más de los alimentos y asignaron un VPA mayor quelos universitarios sin antecedentes heredofamiliares de DM2. En conclusión, los resultados más importantes de los estudios realizados que hay que destacar son que se encontraron algunas variables psicológicas (ansiedad, valor psicológico de los alimentos y emociones) que se asocian con la pérdida del control en la alimentación (desinhibición alimentaria) en una muestra no clínica y que además los 6 universitarios con antecedentes heredofamiliares de DM2, comparten cierta tendencia a puntuar más alto en dichas variables psicológicas que los universitarios sin antecedentes heredofamiliares de DM2. 7 Introducción Realizar una dieta balanceada para lograr un peso saludable y mantenerlo, es una costumbre que preocupa a las personas y que no siempre logran. Resistirse a los alimentos apetecibles, no es tarea fácil. Tradicionalmente, se ha considerado que para mantener el peso corporal debe haber un equilibrio entre la cantidad de calorías que se consumen y las que se gastan. Para Ozier, et al., (2008) esta ecuación es reduccionista, debido a que existen múltiples factores que inciden en la conducta alimentaria y frecuentemente no se explora la relación de los individuos con la comida. Muchas personas tienen el conocimiento para implementar un estilo de vida saludable, pero frecuentemente no operacionalizan su conocimiento y más del 80% de los individuos que pierden peso, gradualmente lo recuperan. Una variable importante a considerar, es cómo los individuos frecuentemente usan la comida como un mecanismo para enfrentar o lidiar con el estrés y las emociones, ya sea aumentando o disminuyendo su consumo de alimentos. Así, se ha identificado que comer en respuesta a las emociones es una variable predictiva de cambio a largo plazo. Por ejemplo, se ha encontrado que los individuos que controlan su alimentación en respuesta a sus emociones, pierden sustancialmente más peso que aquellos que no lo hacen (Blair, Lewis y Booth, 1990). Actualmente en México, existe un incremento en las tasas de sobrepeso y obesidad en la población; con ello también se ha registrado un incremento en la proporción de adultos con diabetes y enfermedades cardiovasculares, además de sus respectivas complicaciones (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). Tanto la diabetes como la obesidad son problemas de salud pública que generan un costo personal y social muy 8 alto, en donde el tipo de alimentación influye en la presencia y evolución de ambos padecimientos. A pesar de que las enfermedades crónicas, son las causas principales de muerte e incapacidad alrededor del mundo, las personas pueden actuar para prevenir o detectar en etapas tempranas el desarrollo de la enfermedad y son precisamente los procesos psicosociales los que rigen estas acciones. Debido a que los gustos y preferencias por determinados alimentos también influyen en la conducta alimentaria, en ésta investigación se trabajó con algunas variables psicológicas implicadas en el proceso de la alimentación. Para ello se desarrollaron tres estudios (dos estudios previos y un estudio principal). En el capítulo 1 de este trabajo, se pone en contexto al lector, sobre las enfermedades crónico degenerativas, específicamente el caso de la Diabetes Mellitus tipo 2, así como la epidemiología de dicha enfermedad. En el capítulo 2, se explican los aspectos más importantes del sobrepeso y la obesidad, así como los factores que intervienen en dichos padecimientos, como lo son: factores biológicos, sociales y psicológicos. En el capítulo 3, se exponen los antecedentes encontrados en la literatura sobre la relación entre las emociones y la alimentación. El capítulo 4 se dedica indagar sobre la ansiedad y su relación con la alimentación, así como con la pérdida del control en la alimentación. En el capítulo 5 se exponen los antecedentes relacionados con la técnica de la Psicofísica de Stevens y se propone la adaptación de dicha técnica de medición para desarrollar el termino de Valor Psicológico de los Alimentos (VPA). En el capítulo 6, se presenta la metodología general, utilizada en esta investigación, la descripción de las variables que se midieron, así como los instrumentos y el procedimiento general que se siguió. Posteriormente, en el apartado 7, se incluye la descripción de los procedimientos estadísticos realizados a fin de llevar a cabo el análisis 9 de los datos y después se detallan cada uno de los estudios realizados en esta investigación, con su propio método, resultados y discusión. En el primer estudio, se identificaron los alimentos que constituyen la dieta habitual de una muestra de universitarios. En el segundo estudio se propuso desarrollar el Valor Psicológico de los Alimentos (VPA) como una alternativa cuantitativa para evaluar las preferencias por dichos alimentos. En el estudio principal, se evaluó la relación entre las variables psicológicas de ansiedad, valor psicológico de los alimentos, emociones y desinhibición alimentaria, más las variables de control: restricción alimentaria, susceptibilidad al hambre e índice de masa corporal en una muestra no clínica. Posteriormente, se compararon las puntuaciones de dichas variables psicológicas por sexo y entre universitarios con antecedentes heredofamiliares de diabetes mellitus tipo 2 y universitarios sin esos antecedentes heredofamiliares. Finalmente se presenta la discusión general de los principales resultados encontrados en los estudios y se detallan las teorías que podrían explicarlos. Es importante recordar que el funcionamiento del organismo eficiente, efectivo y saludable depende de la forma en la que los componentes anatómicos y fisiológicos interactúan entre sí para mantener la homeostasis en el organismo y preservar la vida. Pero esos componentes a su vez son modificados por la interacción del individuo con su entorno, nuevamente para preservar la vida, incluso aunque la vida no esté realmente en peligro. 10 Capítulo 1 Enfermedades Crónico-Degenerativas: El caso de la Diabetes Las enfermedades crónicas son enfermedades de larga duración y por lo general de progresión lenta. Las enfermedades cardíacas, los infartos, el cáncer, las enfermedades respiratorias y la diabetes, son las principales causas de mortalidad en el mundo y son responsables del 63% de las muertes (Organización Mundial de Salud, 2017). Comúnmente, las personas piensan en su salud en términos de ausencia de síntomas, daño, enfermedad o señales que indican que el cuerpo por sí mismo no está funcionando adecuadamente. Pero la enfermedad, la salud y el bienestar no son conceptos totalmente separados, teóricamente se consideran como parte de un mismo continuo en el que la muerte y el bienestar óptimo son los puntos extremos. Debido a que ninguna persona puede estar absolutamente sana o total y absolutamente enferma, pueden ubicarse en algún punto a lo largo de ese continuo y gozar de cierto grado de bienestar. Así, la salud se refiere a un rango de estados físicos, mentales y sociales positivos, caracterizados por signos de bienestar en los estilos de vida, no sólo a la ausencia de daño o enfermedad (Organización Mundial de Salud, 1999). A partir de la definición de la OMS, se destaca que la salud física y psicológica están relacionadas en más de una forma y se afectan mutuamente. En la actualidad se admite que los factores psicológicos como el comportamiento, cogniciones y emociones, pueden ser causa necesaria pero no suficiente para la aparición de determinados trastornos físicos. Ya sea por la presencia de conductas de riesgo para la salud, cogniciones y emociones que guían dicho comportamiento, que deprimen el sistema inmunológico o por el desgaste y mal funcionamiento de los órganos generado por el déficit de conductasde autocuidado (Oblitas, 2004). 11 Actualmente se señala la multicausalidad y la interrelación entre los diversos factores causales como la explicación etiológica más plausible. Esta multicausalidad, centrada en considerar simultáneamente los factores genéticos, ambientales, psicofisiológicos y principalmente el peso de la interacción como elemento de predisposición del individuo a padecer una determinada enfermedad, es el centro de atención de la investigación psicológica actual en este campo y que es el resultado consecuente de los cambios históricos y sociales en orden cronológico (Bisogni, Jastron, Shen & Devine, 2005). Por ejemplo, durante los siglos XVII, XVIII y XIX, las personas en Norte América morían por infecciones y enfermedades asociadas con su dieta. Desde finales del siglo XIX, la muerte por enfermedades infecciosas ha disminuido; aunque los avances en la medicina son los responsables de algunos de esos cambios, las causas principales de esos cambios probablemente fueron medidas preventivas, como la higiene personal, mejorar la nutrición e innovaciones en salud pública tales como la purificación del agua y tratamiento de desechos. A pesar de contar actualmente con ese conocimiento, las medidas preventivas no se han adoptado en varios países del mundo y las enfermedades infecciosas continúan siendo las principales causas de muerte en varias partes del mundo (Organización Mundial de la Salud, 2012). El modelo biomédico En el modelo biomédico se establece que los trastornos físicos pueden ser explicados por perturbaciones en los procesos fisiológicos, los cuales son el resultado de posibles daños, desequilibrio bioquímico, bacterias, infecciones virales, etc. (Engel, 1977; Leventhal et al., 1985). En el modelo biomédico se asume que la enfermedad es una afección del cuerpo y que los procesos psicológicos y sociales tienen poca relevancia. El uso de este modelo como guía, ha permitido a los investigadores realizar grandes avances 12 médicos, como el desarrollo de vacunas, antibióticos y otros procesos médicos efectivos. No obstante, existen dos razones por las cuales el modelo biomédico está incompleto (Sarafino, 2002). Primero, la conducta de las personas puede incidir en la prevención o detección en etapas tempranas, el desarrollo de la enfermedad y los procesos psicológicos del aprendizaje contribuyen al desarrollo de los estilos de vida. Aunque las enfermedades crónicas son las causas principales de muerte alrededor del mundo, pueden ser prevenidas o demorar su aparición, y actualmente existe una necesidad de encontrar formas para mejorar la práctica de estas medidas de prevención debido al costo creciente destinado a la atención de la salud en todo el mundo. Segundo, existe evidencia considerable de que los procesos de personalidad juegan un papel importante en el desarrollo de determinadas enfermedades, así como en la salud. El papel de los hábitos, estilos de vida y las diferencias en la personalidad, no están contemplados en el modelo biomédico (Engel,1977, 1980). El modelo biopsicosocial Como complemento del modelo biomédico, en el modelo biopsicosocial, se propone que no solo el factor biológico influye en la salud, sino que además los factores psicológicos y sociales afectan y son afectados por la salud de las personas. Los hábitos de las personas son patrones de comportamiento que pueden influir en la prevención, desarrollo o control de las enfermedades, como la actividad física, sedentarismo, visitas al médico, tipo de alimentos que consumen, etc., y podrían representar factores protectores o de riesgo para su salud. Las condiciones que están asociadas con el desarrollo de una enfermedad o daño, son factores de riesgo. Algunos factores de riesgo son biológicos como los antecedentes heredofamiliares; otros son conductuales como consumir alimentos con alto contenido de grasa saturada. Algunos 13 factores de riesgo están asociados con ciertos tipos de enfermedades, pero no necesariamente las causa, al menos no directamente (Grau y Victoria, 2004). Las personas viven más, si practican conductas saludables o factores protectores, estas son actividades que mantienen o mejoran su salud, como obtener un diagnóstico oportuno, seguir un tratamiento cuando se enferman, seguir un programa completo para recuperarse de las enfermedades o de los daños, patrones adecuados de sueño, alimentación y actividad física (Novoa, 2004). Los patrones de enfermedad que afectan a las personas, han continuado cambiando, particularmente en naciones desarrolladas y el promedio de la expectativa de vida ha aumentado, aunado a esto y al efecto combinado de los factores de riesgo, se ha generado un mayor número de personas con algún grado de discapacidad como consecuencia de la presencia de enfermedades de larga evolución y asociadas con los estilos de vida, como lo son las enfermedades crónico degenerativas. En los países desarrollados, las principales causas de muerte son enfermedades cardiovasculares, cáncer e infartos que representan dos terceras partes de todas las muertes en estas naciones (Organización Mundial de la Salud, 2012). Debido a que estas enfermedades afectan principalmente a las personas mayores, antes del siglo XX estos padecimientos causaban la muerte en proporciones mucho menores porque pocas personas alcanzaban a vivir lo suficiente para llegar a la edad en la que existe mayor riesgo de contraerlas. El estilo de vida actual de las comunidades urbanas como; la falta de actividad física, la modificación acelerada en patrones de dieta, junto con una susceptibilidad genética, han impactado en el aumento de la prevalencia de sobrepeso y obesidad en la población mexicana. Estos cambios se han acompañado de un incremento en la prevalencia de enfermedades crónicas asociadas con la obesidad como la Diabetes 14 Mellitus tipo 2 (DM2), la hipertensión arterial sistémica, dislipidemias y algunos tipos de cáncer (Honeycutt et al., 2003). En relación con la incidencia de las enfermedades crónico degenerativas en México, en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT, 2012) se indica que los avances en la reducción de la mortalidad infantil, el control relativo de enfermedades infecciosas y el aumento en la esperanza de vida al nacimiento, han impactado en el peso que las enfermedades crónicas tienen en la carga global de las enfermedades de adultos mexicanos así como el uso de los servicios médicos tanto preventivos como curativos. Por ejemplo, las enfermedades clasificadas en el grupo de diabetes, enfermedad cardiovascular y obesidad, fueron la segunda causa de consulta ambulatoria, que concentran el 11.5% de las causas de consulta nacionales. Además, el motivo más frecuente de hospitalización tanto en hombres como en mujeres, es el tratamiento no quirúrgico de enfermedades como diabetes, infarto, crisis hipertensiva, etc., que representan un 31.5% del total de las causas de hospitalización nacionales; 40.3% para el caso de los hombres y 27% para el caso de las mujeres (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2012). En los últimos años, se han generado múltiples investigaciones relacionadas con la interacción entre salud física y psicológica, y se ha proporcionado mayor comprensión sobre cómo es que los procesos psicológicos (pensamientos, conducta y emociones) afectan y son afectados por el continuo salud-enfermedad. Diabetes Mellitus Una de las enfermedades crónico-degenerativas que mayor impacto tiene en el sector salud en México debido a los costos sociales, familiares, económicos, psicológicos y personales que genera, es la diabetes mellitus. La diabetes mellitus es una enfermedad sistémica con grados variables de predisposición hereditaria asociada a estilos de vida 15 poco saludables, que se caracteriza por una insuficiencia absoluta o relativade la secreción de insulina y por una resistencia de los tejidos a los efectos de la misma. La hiperglucemia es la consecuencia directa de estas deficiencias de secreción y de acción de la insulina, lo que afecta el metabolismo de los carbohidratos, proteínas y grasas. Los principales síntomas de la hiperglucemia son la poliuria, polidipsia, pérdida de peso, algunas veces polifagia y visión borrosa (Pineda et al., 2004). La obesidad es uno de los principales factores de riesgo de diabetes mellitus. La relación fisiopatológica entre obesidad y diabetes, surge cuando la obesidad visceral genera un estado de hiperinsulinemia e hiperglucemia, tanto en estado de alimentación como en ayuno. Las células beta del páncreas tratan de compensar la resistencia a la insulina de los órganos, sintetizando una mayor cantidad de la hormona insulina, hasta que se agotan y sobreviene la diabetes mellitus. Ésta secuencia de eventos se puede prevenir en el momento de la detección de la hiperinsulinemia, ya que una disminución de peso y de ingesta de carbohidratos revierte el fenómeno a niveles normales de insulina (González, Sandoval & Román, 2001). A medida que la destrucción de las células beta del páncreas progresa, los niveles de insulina decrecen produciendo un aumento en la concentración de glucosa en la sangre. La falta de la hormona insulina produce una disminución de la entrada de glucosa a las células del músculo y al tejido adiposo. El exceso en la concentración de glucosa en sangre sobrepasa la capacidad de reabsorción en el riñón y como consecuencia se elimina la glucosa por la orina arrastrando consigo agua y sales. La escasez de glucosa como fuente de energía en las células, da como consecuencia la necesidad de utilizar las grasas y degradar las proteínas, principalmente musculares, para la obtención de dicha energía. Los pacientes presentan un alto contenido de triglicéridos plasmáticos, presión arterial 16 elevada y distribución del tejido adiposo en la parte superior del cuerpo, especialmente en la parte intra–abdominal (Guzmán & Madrigal, 2003). Existen dos formas básicas de diabetes: la diabetes mellitus insulino-dependiente o Tipo 1 (DM1) y la diabetes mellitus no insulinodependiente o Tipo 2 (DM2). La DM1, se desarrolla con mayor frecuencia en niños y adolescentes y representa entre el 10% y el 15% de todos los casos de diabetes. Por el contrario, la DM2, se presenta principalmente en adultos y es la forma más habitual de la diabetes, pues representa entre el 85 y el 90% de todos los casos de diabetes (Pineda et al., 2004). En la DM1, existe destrucción de las células beta del páncreas, con deficiencia absoluta de insulina. Mientras que en la DM2, predomina la incapacidad para incorporar glucosa a las células musculares y al tejido adiposo (resistencia a la insulina), aunado a una relativa deficiencia de la secreción o acción de la insulina. La susceptibilidad familiar en la DM2 es muy alta, como lo sugiere la concordancia promedio en gemelos monocigóticos de 50-75%. La influencia genética es de 12.5% para la tercera generación, 25% para el segundo grado y puede lograr hasta 100% en gemelos monocigóticos. Además de la DM tipo 1 y la DM tipo 2, existen otros tipos de diabetes, entre ellas está la diabetes gestacional que se presenta por intolerancia a la glucosa debido a cambios metabólicos de origen hormonal, sin embargo, las dos primeras son las que se presentan con mayor frecuencia en la población (Pascua, 2006). El diagnóstico de diabetes, se establece al cumplirse cualquiera de los siguientes criterios: 1. Presencia de los síntomas clásicos (poliuria, polidipsia y polifagia), y una glicemia plasmática casual mayor o igual a 200 mg/dL. 2. Una glicemia plasmática en ayuno, mayor o igual a 126 mg/dL. 3. Una glicemia mayor o igual a 200 mg/dL, 2 horas después de una carga oral de 75 g de glucosa disuelta en agua (Pineda et al., 2004). 17 La interpretación de los resultados del nivel de glucosa plasmática en ayuno es la siguiente: Menor o igual a 110mg/dL= glucosa normal. Mayor o igual a 110mg/dL y menor o igual a 126 mg/dL= intolerancia a la glucosa. Mayor o igual a 126 mg/dL= diagnóstico provisional de diabetes Epidemiología de la Diabetes De acuerdo con la OMS, actualmente existen 422 millones de adultos en todo el mundo con diagnóstico de diabetes, en comparación con los 108 millones que había en 1980. La prevalencia mundial de la diabetes, casi se ha duplicado desde ese año, pues ha pasado del 4.7% al 8.5% en la población adulta (OMS, 2014). Existen estudios de proyecciones a futuro en donde se predice que el número de personas con diagnóstico de diabetes en Estados Unidos aumentará de 12.0 millones en 2000 a 39.0 millones en 2050, lo que implica un incremento en la prevalencia de diabetes de 4.4% en 2000 a 9.7% en 2050. Se identificó que en blancos no hispanos crecerá de 4.1% a 8.4%. En negros no hispanos crecerá de 5.9 a 12.8% y entre hispanos será de 4.2 a 10.6% (Honeycutt et al., 2003). En México, de acuerdo a los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino (ENSANUT MC 2016), la prevalencia nacional de diabetes mellitus en hombres y mujeres adultos mayores de 20 años es de 9.4% (10.3% de las mujeres y 8.4% de los hombres). En la figura 1 se muestra la comparación de las encuestas realizadas en el 2006, 2012 y 2016. Figura 1. Prevalencia de diagnóstico médico previo de diabetes por sexo y edad ENSANUT 2006, ENSANUT 2012 y ENSANUT MC 2016. 18 Se observó un ligero aumento en la prevalencia de diabetes por diagnóstico médico previo con respecto a la ENSANUT 2012 (9.2%) y un mayor aumento con respecto a la ENSANUT 2006 (7.2%) (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). En México, la DM2 ocupa el primer lugar en número de defunciones por año, tanto en hombres como en mujeres las tasas de mortalidad muestran una tendencia ascendente en ambos sexos con más de 70 mil muertes y 400,000 casos nuevos anuales. En la figura 2, se muestran las tendencias de las comparaciones de las tres encuestas por grupo de edad en hombres y mujeres. 19 Figura 2. Prevalencia de diagnóstico médico previo de diabetes por sexo y edad. ENSA 2000, ENSANUT 2006, ENSANUT 2012 y ENSANUT MC 2016. Al hacer las comparaciones por grupo de edad en las encuestas de 2000, 2006, 2012 y 2016, tanto en hombres como en mujeres, en la Figura 2 se puede observar un ligero incremento en el diagnóstico médico previo de diabetes conforme aumenta la edad; se observó un ligero aumento en la prevalencia de diabetes por diagnóstico médico previo con respecto a la ENSANUT 2012 (9.2%) y un mayor aumento con respecto a la ENSANUT 2006 (7.2%). El mayor aumento de la prevalencia de diabetes, al comparar la ENSANUT 2012 con la ENSANUT MC 2016, se observó entre los hombres de 60 a 69 años de edad y entre las mujeres con 60 o más años de edad. En esta encuesta, la mayoría de los diabéticos con diagnóstico médico previo tiene entre 60 y 79 años de edad después de los 50 años este aumento es mayor en 2012. Para los grupos de 60 a 69 años se observó una prevalencia ligeramente mayor en mujeres que en hombres (26.3 y 24.1%, respectivamente) que se acentuó en el grupo de 70 a 79 años (27.4 y 21.5%, respectivamente). Causas de la Diabetes Existen diversos factores de riesgo para desarrollar DM, entre los cuales se encuentran la obesidad, dislipidemias, hipertensión arterial, historia familiar de diabetes, dieta rica en grasa y carbohidratos, factores hormonales y vida sedentaria (Guzmán & 20 Madrigal, 2003). No obstante, en la DM2 influyen principalmente dos componentes importantes, los antecedentes heredofamiliares y los estilos de vida, por lo que se le considera un padecimiento multifactorial (Reynoso, González & Salgado, 2007). En adultos mexicanosmayores de 20 años, el antecedente de tener familiares directos, padre o madre, con diagnóstico de diabetes mellitus es común en la población. De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública, el 22.3% de los participantes mencionaron que uno de sus padres había tenido o tenía diabetes mellitus, 3.3% de los casos tuvo este antecedente en ambos padres, y 63.9% afirmó no tener padres con diabetes (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2012). En diversos estudios se ha señalado que los factores de riesgo que más contribuyen al desarrollo de DM2, además de los antecedentes heredofamiliares, son la alimentación y la actividad física. Sin embargo, no ha sido fácil estimar cuál de los factores de riesgo, es el que tiene un peso específico mayor (Guzmán & Madrigal, 2003; Reynoso, González & Salgado, 2007). En México, se realizó un estudio sobre las atribuciones causales de la diabetes en pacientes con DM2. Los pacientes presentaron consenso en cuanto a las causas de la DM2, quienes indicaron tres conceptos básicos: emociones (negativas y positivas), condiciones personales (herencia, obesidad) y conductas inapropiadas (consumo de alcohol, diversión y comida). En lo referente a las complicaciones, señalaron problemas orgánicos específicos (la vista, el riñón, el pie diabético, la piel), agravamiento de condiciones patológicas (heridas que no cierran, atrofia de la piel, azúcar elevada o baja, muerte, piernas hinchadas y gangrena, derrames en los ojos); o también entidades tales como la infección y la impotencia sexual, incluyendo procedimientos quirúrgicos como la amputación. Los investigadores sugieren que la falta de conocimiento sobre la enfermedad por parte de los pacientes, favorece su falta de control glicémico (García de Alba, Salcedo & López, 2006). 21 Costo personal, social y psicológico de la Diabetes La afección de DM2 tiene una gran repercusión personal, social y económica en nuestro país, debido a que se encuentra entre las cinco enfermedades más frecuentes y su presencia puede derivar hacia numerosas complicaciones clínicas. La diabetes se asocia a complicaciones graves que afectan el riñón, la retina y las arterias. Estas complicaciones son la causa de que la diabetes ocupe el segundo lugar como motivo de consulta en las instituciones públicas de salud y que represente la primera causa de muerte en los hospitales públicos del país (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2012). Entre las complicaciones de la diabetes mellitus más frecuentes se encuentra la ceguera, amputación de extremidades inferiores, enfermedad renal y cardiovascular. Dicho deterioro, constituye una carga considerable para el sistema de salud en México, Estados Unidos y el mundo (Honeycutt et al., 2003). Como se muestra en la Figura 3, en México las complicaciones que los pacientes con diabetes reportaron en mayor proporción fueron: visión disminuida (54.5%), daño en la retina (11.2%), pérdida de la vista (9.9%), úlceras (9.1%) y amputaciones (5.5%). Todas éstas, excepto daño en la retina, se reportaron en mayor proporción en comparación a lo reportado en la ENSANUT 2012 (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). 22 Figura 3. Complicaciones reportadas por los pacientes con diabetes (en proporción del total de pacientes) ENSANUT 2006, ENSANUT 2012 y ENSANUT MC 2016. Dichas complicaciones ocurren como resultado de daños en la microcirculación, los cuales se pueden manifestar como nefropatía, neuropatía y retinopatía. Adicionalmente, en esta encuesta se le preguntó a los pacientes con diabetes sobre otras complicaciones como consecuencia de su enfermedad. El 41.2% reportó ardor, dolor o pérdida de la sensibilidad en la planta de los pies, 20.4% no poder caminar más de seis minutos sin sentir fatiga, 16.0% haber estado hospitalizado por más de 24 horas, 14.8% haber acudido al servicio de urgencias en el último año y 10.3% presentó hipoglucemias que requirieron ayuda de una tercera persona para su resolución. Estos resultados se muestran en la figura 4. 23 Figura 4. Otras complicaciones reportadas por los pacientes con diabetes. La hiperglucemia crónica se asocia con una insuficiencia renal crónica en el 40% de los casos; también se estima que hasta el 70% de los pacientes con diabetes, sufren de alguna forma de neuropatía, y se sabe que los sujetos con antecedentes familiares de hipertensión arterial desarrollan de manera temprana complicaciones microvasculares. Las anomalías macrovasculares se asocian con un trastorno metabólico originado por la resistencia a la insulina más que por la hiperglucemia, en este sentido, se ha determinado que la resistencia a la insulina induce un 40% de pacientes con enfermedades coronarias. En general, la enfermedad cardiovascular está vinculada a un estado de ateroesclerosis acelerada y un mayor riesgo de trombosis, lo que explica que las personas con diabetes tengan una frecuencia de infarto al miocardio 2 a 4 veces mayor que la población normal (Pascua, 2006). El papel del propio paciente en su autocuidado es de vital importancia para prevenir complicaciones. Un control metabólico y nutricional inadecuado, genera un riesgo mayor de desarrollar complicaciones micro y macrovasculares, con las consecuencias que ello tiene en la situación económica tanto de las familias como del sistema de salud (Enríquez 24 et al, 2010). Como se observa en la figura 5, en México el 46.4% de los pacientes con diabetes no realiza medidas preventivas para evitar o retrasar las complicaciones de la enfermedad. Las medidas preventivas implementadas en mayor proporción por los diabéticos en el último año fueron: revisión de pies (20.9%), medición de colesterol y triglicéridos (15.2%), aplicación de vacunas contra influenza (15.1%), examen general de orina y microalbuminuria (14.2%), y revisión oftalmológica (13.1%) Figura 5. Medidas preventivas seguidas por los pacientes diabéticos para evitar complicaciones en el último año. Se ha identificado que las complicaciones de la DM2 afectan la calidad de vida de las personas que la padecen. Por ejemplo, Jennings, Ragucci, Chumney y Wessell (2007), realizaron un estudio observacional durante un año para evaluar la calidad de vida de pacientes atendidos por un clínico educador de diabetes. Encontró que los pacientes más satisfechos con su tratamiento actual, tenían valores menores de colesterol, así como de presión arterial sistólica y diastólica. Los pacientes que tomaban más medicamentos estaban más insatisfechos con el tiempo empleado en cuidar de su enfermedad, sentían 25 más dolor asociado al tratamiento de su enfermedad y estaban más preocupados de que su cuerpo pareciera diferente por causa de la diabetes. Estudios llevados a cabo en México, señalan que las personas con diabetes experimentan una pobre calidad de vida con respecto a individuos saludables, el área más afectada ha sido el rol de funcionamiento físico. Las personas que reportan la más baja calidad de vida son: mujeres, personas de edad mayor que viven solas, sin seguridad social y bajo ingreso económico. En cuanto a variables clínicas se han reportado como predictoras de mala calidad de vida: el tiempo de padecimiento de la enfermedad, el presentar complicaciones relacionadas con la enfermedad, la inactividad física y el llevar sólo tratamiento farmacológico como parte de su atención médica (Cárdenas, Pedraza, & Lerma, 2005). En los participantes del estudio de Cárdenas et al. (2005), se identificó que el tiempo promedio de padecimiento de la enfermedad fue de 9 años. El 53% refirió que tomaban hipoglucemiantes orales e insulina como tratamiento, el 40% refirió que presentaba complicaciones relacionadas con la diabetes. El 80% de los pacientes mostró un pobre control de peso y control glicémico. Lospacientes con diabetes DM2 reportaron una moderada afección en su calidad de vida. El área de la calidad de vida más afectada fue la satisfacción con el tratamiento. A diferencia de los estudios anteriores sobre calidad de vida en pacientes diabéticos, Alfaro, Rayo y González (2006) identificaron que el 60% de los pacientes perciben una buena calidad de vida. Tratamiento de la Diabetes El principal objetivo del tratamiento de la diabetes es la prevención de complicaciones crónicas y agudas. El tratamiento de la DM 1 se basa en la administración de insulina, aunque también se pueden usar otros fármacos para sustituir la función de las 26 células beta del páncreas. También se utiliza la inmunosupresión para reducir el curso de la destrucción de las células beta del páncreas, pero los efectos adversos imposibilitan su uso por tiempo prolongado. El tratamiento para la DM2 usualmente es progresivo, desde un manejo adecuado de la dieta e incremento del ejercicio, hasta el uso de uno o más agentes hipoglucemiantes y finalmente, combinaciones de éstos con insulina (Loewe & Freeman, 2000). La investigación médica sugiere que la DM2 puede ser controlada con base en un tratamiento farmacológico adecuado y el autocuidado de la enfermedad. Pero la adherencia terapéutica a un régimen dietético bajo en glucosa y el seguimiento de las conductas de apoyo al tratamiento recomendado continúan siendo problemáticos para la mayoría de los pacientes (Cox & Gonder-Frederick, 1992; Johnson, 1992; Kurtz, 1990; Loewe & Freeman, 2000). La diabetes mellitus influye en el funcionamiento psicológico y psicosocial de quienes la padecen. La educación del paciente sobre su propia enfermedad sigue siendo la herramienta fundamental para el control de la diabetes. Cuanto mejor conozcan los efectos de estos factores, mejor será el control que puedan ganar sobre su condición. Cualquier diferencia en la dieta, el ejercicio, el nivel de estrés emocional u otros factores psicológicos o personales pueden afectar el nivel de glucosa en la sangre (Pineda et al., 2004). Se ha identificado que uno de los grupos vulnerables es la población de bajos recursos económicos. El acceso a alimentos baratos pero altos en contenido energético se ha incrementado notablemente, lo cual correlaciona con una alta prevalencia de diabetes en este estrato social. En un estudio realizado con personas diabéticas que se alimentaron durante 6 semanas con una dieta mexicana de bajo índice glicémico, se observó una 27 disminución del índice de masa corporal acompañado de un mejor control metabólico de dichos pacientes (Reynoso, González & Salgado, 2007). Los resultados de la ENSANUT 2012 muestran que ha habido un progreso importante en la atención a este padecimiento, con un incremento en el porcentaje de pacientes con control adecuado de 5.2% en 2006 a 24.5% en 2012. No obstante, esta misma cifra indica que aún tres de cada cuatro diabéticos requieren mayor control del padecimiento que permita reducir las complicaciones que se presentan. Esta mejoría en el control se asocia igualmente con un diagnóstico más temprano y con un incremento en el uso de insulina para el tratamiento, Prevención de la Diabetes La diabetes mellitus es un padecimiento complejo que lleva implícito una serie de situaciones que comprometen el control en los pacientes, lo cual favorece el desarrollo de complicaciones, con los consecuentes trastornos en la calidad de vida, muertes prematuras e incremento en los costos de atención y tasas de hospitalización. Al igual que otros países, México enfrenta problemas diversos que limitan la eficacia de los programas institucionales para la contención de esta enfermedad. Destacan por su importancia el insuficiente abasto de medicamentos, equipo inadecuado y obsoleto en las unidades de salud, la inaccesibilidad a exámenes de laboratorio, deficiencias en el sistema de referencia y contrarreferencia de pacientes, limitaciones de los servicios de apoyo psicológico, nutricional, automonitoreo deficiente de los pacientes y escasa supervisión de los servicios para alcanzar la adherencia terapéutica. La práctica de un estilo de vida saludable puede prevenir la DM2, así como sus enfermedades asociadas. Los investigadores recomiendan el consumo regular de alimentos bajos en grasa, almidón y azúcar, así como consumir alimentos saludables. También indican la práctica regular de ejercicio debido a que el exceso de glucosa puede 28 ser gastado de ésta forma. Mantener un peso saludable y el uso de bebidas alcohólicas moderadamente, así como supervisar regularmente los niveles de glucosa y colesterol en la sangre. La diabetes no tiene cura, pero con un diagnóstico precoz, un cambio en la forma de vida, la atención de la dieta adecuada, el cuidado de la dieta y la medicación, puede ser controlada, pero sobre todo prevenida (Secretaría de Salud, 2007). Algunas variables psicológicas asociadas con la diabetes Algunos investigadores han identificado una relación entre eventos vitales estresantes y la DM2 (Edstrom & Devine, 2001). Los autores sugieren que algunas personas son más vulnerables que otras a los efectos del estrés. El estrés crónico en una persona predispuesta a padecer diabetes puede constituir uno de los elementos coadyuvantes para desarrollar la enfermedad. Así, los factores estresantes pueden precipitar su inicio afectando la regulación del metabolismo de los hidratos de carbono en el paciente, tanto asintomáticamente como produciendo hiperglucemias. En lo referente al papel de las emociones en la DM2, algunos estudios han señalado que la presencia de síntomas depresivos incrementa el riesgo de desarrollar diabetes en un 22%, pero otros estudios no han encontrado esta relación. Se ha identificado que la tendencia de los pacientes a experimentar menos emociones negativas y el enfocar las necesidades de los demás antes de las de ellos mismos demostraron ser un factor de riesgo para el inadecuado control de la glicemia. También se ha encontrado que los peores controles de la glicemia se han asociado con ansiedad, depresión, rabia, hostilidad, y vulnerabilidad (Pineda et al., 2004). Los componentes emocionales, cognitivos y conductuales influyen en la evolución de la enfermedad al condicionar la forma de adaptarse a los estresores sociales (el primero de los cuales es el propio diagnóstico de la diabetes). En estos componantes confluyen circunstancias variadas, como las primeras experiencias en relación con la 29 diabetes, la respuesta de la familia de origen ante el diagnóstico, los rasgos de personalidad, el apoyo sociofamiliar, el inicio temprano del proceso, las consecuencias familiares de la enfermedad, la responsabilidad de la intervención activa del paciente en su tratamiento y control, la certeza de cronicidad y de posibles complicaciones graves, y la dificultad para mantener un control dietético (Edstrom & Devine, 2001). 30 Capítulo 2 Sobrepeso y Obesidad Muchas de las enfermedades crónico degenerativas como la diabetes mellitus tipo 2 (DM2), se encuentran asociadas con la obesidad. Tanto la obesidad como el sobrepeso, pueden acompañarse de alteraciones en el metabolismo que predisponen al deterioro progresivo de la salud y al desarrollo de otras patologías crónico degenerativas como: aterosclerosis y enfermedades cardiovasculares (González, Sandoval & Román, 2001). Consumir alimentos con alto contenido de colesterol, dietas bajas en fibra y realizar poca actividad física está asociada con el desarrollo de la obesidad. La obesidad se caracteriza por un aumento anormal del peso corporal debido a una acumulación excesiva de grasa. La cantidad de tejido adiposo es el resultado acumulativo de la diferencia entre la ingesta de energía y el gasto energético. La obesidadse origina por la interacción de múltiples factores, tanto biológicos como culturales (OMS, 2014). Es importante hacer una distinción entre sobrepeso y obesidad, para lo cual se tiene que considerar el Índice de Masa Corporal (IMC). Tanto en el sobrepeso como en la obesidad, se considera la determinación del IMC como auxiliar en su diagnóstico. El IMC se calcula al dividir el peso corporal entre la estatura al cuadrado (Chambers et al., 2008). En México, la Norma Oficial para la prevención, control y tratamiento de la diabetes mellitus (2010), establece que la clasificación del peso corporal se determina de la siguiente forma: cuando en las personas adultas existe un IMC > 18.5 y < 24.9, se considera peso normal; cuando existe un IMC > 25 y < 29.9 se considera con sobrepeso y cuando es un IMC > 30 se considera obesidad (Diario Oficial, 2010). Otro indicador cuantitativo de obesidad es el exceso de grasa visceral, que también es considerado un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónico 31 degenerativas y se determina mediante la relación de la circunferencia de la cintura y de la cadera o Índice Cintura/Cadera (ICC). El ICC se determina con la siguiente fórmula, ICC=circunferencia de la cintura (cm)/circunferencia de cadera (cm). En la población mexicana, los valores de ICC asociados a riesgo de padecimientos son: ICC >.93 en hombres e ICC >.84 en mujeres (Guzmán & Madrigal, 2003). Epidemiología del sobrepeso y la obesidad De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino (ENSANUT MC, 2016), aproximadamente siete de cada diez mexicanos tienen problemas de sobrepeso u obesidad. En la figura 6 se muestra la prevalencia del estado nutricio de adultos mexicanos (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). Figura 6. Prevalencia de sobrepeso y obesidad en población de 20 o más años de edad en la ENSANUT 2012 y ENSANUT MC 2016. Como se muestra en la Figura 6, en adultos de 20 o más años de edad la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad fue de 71.2% en la ENSANUT 2012 y de 72.5% en la ENSANUT MC 2016. Esta diferencia de 1.3 puntos porcentuales no fue estadísticamente significativa. Al categorizar por sexo en la ENSANUT MC 2016, se 32 observa que la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad (IMC ≥25 kg/m2) es mayor en las mujeres (75.6%) que en los hombres (69.4%); y la prevalencia de obesidad (IMC ≥30 kg/m2) es también más alta en el sexo femenino (38.6%) que en el masculino (27.7%). Asimismo, la categoría de obesidad mórbida (IMC ≥ 40.0 kg/m2) es 2.4 veces más alta en mujeres que en hombres (Instituto Nacional de Salud Pública [INSP], 2016). El que siete de cada diez adultos presenten sobrepeso y que de estos la mitad presenten obesidad constituye un serio problema de salud pública, por lo que es indispensable modificar los patrones de comportamiento alimentario de la población, que están aumentando el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles, generando grandes costos sociales y económicos. El conocimiento de la presencia de factores de riesgo en la población, incluidos los factores ambientales que favorecen la obesidad, debe permitir planificar acciones y políticas para su prevención y control. La obesidad y el sobrepeso son condiciones multifactoriales en donde existe una interacción entre factores biológicos, sociales y psicológicos; los cuales en conjunto pueden llegar a predisponer a las personas de padecerlas, así como presentar complicaciones físicas y psicológicas asociadas (Pascua, 2006). Uno de los factores primordiales que predisponen a las personas a desarrollar obesidad son las prácticas alimentarias que a su vez son el resultado de diversos factores. Y es que la conducta alimentaria no solo obedece a la satisfacción momentánea de procesos fisiológicos, sino que también se refiere a todo el comportamiento relacionado con: los hábitos de alimentación, la selección de los alimentos, las preparaciones de los mismos, los horarios en los que se consumen y las cantidades ingeridas; y son múltiples los factores que intervienen en su desarrollo. 33 Factores biológicos de la conducta alimentaria Se ha postulado la existencia de un sistema neuroendocrino regulador del hambre y la saciedad. Los mecanismos que regulan la homeostasis y el balance energético en los organismos superiores incluyen señales moleculares centrales y periféricas, tales como hormonas gastrointestinales, citocinas, intermediarios metabólicos y nutrientes. Los procesos biológicos de hambre-saciedad que están regulados por el sistema neuroendócrino y el mantenimiento del balance energético, motivan al individuo a buscar alimento para preservar la vida. El sistema consiste de una compleja red de circuitos neurohormonales, que incluyen señales moleculares de origen periférico y central, de corta y de larga duración; así como, otros factores de tipo sensorial, mecánico y cognoscitivo. El sistema minimiza el impacto de fluctuaciones de la ingesta y el gasto energético sobre la masa, grasa y el peso corporal. Las señales de corta duración, en su mayoría hormonas del tracto gastrointestinal, regulan la cantidad de alimento consumida en cada tiempo de comida. Las señales de larga duración reflejan el tamaño de la reserva de grasa (Holsen, et al., 2012). Éstos son los mecanismos normales de los procesos fisiológicos de hambre y saciedad, pero desde el enfoque biopsicosocial no son los únicos mecanismos que regulan la conducta alimentaria y al incluirse los factores sociales y psicológicos la conducta alimentaria presenta cambios que a su vez modificarán dichos procesos fisiológicos y podrían predisponer a las personas al desarrollo de obesidad y sobrepeso. Factores sociales asociados con la conducta alimentaria Desde la perspectiva psicosocial, en la literatura se ha reportado que los principales factores que llevan al desequilibrio energético característico de la obesidad son: mayor disponibilidad y menor costo de los alimentos, consumo de alimentos con alta densidad 34 energética, aumento en el tamaño de las porciones, disminución de la actividad física y los factores psicológicos que influyen sobre el apetito (Guzmán & Madrigal, 2003). Existen estudios que indican que los factores culturales influyen en la conducta alimentaria. Por ejemplo, al compartir valores, creencias y emociones asociadas a la conducta alimentaria (lenguaje, relaciones sociales, religión, creencias y tipo de comidas). Pero, la cultura es un constructo dinámico que continúa cambiando en el tiempo. Los patrones culturales alimentarios influyen en el consumo de alimentos en diversas formas: se comparten las preferencias y percepciones de tipos de alimentos saludables y no saludables, y se establece qué comer, cuándo comer, y cómo se prepara la comida (Larson & Story, 2009). Por ejemplo, algunos alimentos están más disponibles en la casa, trabajo o escuela que otros y exponer a las personas a determinados alimentos, puede incrementar su preferencia por ellos. El modelamiento también es importante debido a que permite a las personas desarrollar cierta preferencia por determinados alimentos si ven que otros individuos los consumen y les gusta (Whitesite, et al., 2007). Así, se pueden realizar categorías de los diferentes niveles de influencias externas a los mecanismos biológicos del organismo, que afectan la conducta alimentaria. El nivel más general es el macronivel que se refiere a los factores ambientales que juegan un papel indirecto sobre las elecciones de los alimentos que las personas hacen. También se encuentra el entorno físico que incluye los múltiples escenarios donde la gente come o se procura los alimentos. El entorno físico incluye la influencia de la comunidad, es decir qué alimentos están disponibles y accesibles. Se ha identificado que las elecciones delos alimentos y la conducta alimentaria están influidas por la disponibilidad física de comida en los sitios de trabajo y en los alrededores del vecindario. Muchos empleados tienen pocas oportunidades de comer saludablemente en el trabajo y enfrentan un gran 35 número de barreras que limitan su participación en programas de salud. Existen estudios que han demostrado que hacer cambios en el espacio alimentario de trabajo, puede permitir mejoras significativas en la dieta entre los empleados, por ejemplo, la venta de frutas y ensaladas (Wardle, Carnell & Cooke, 2005). Existen estudios que indican que la accesibilidad de diversos restaurantes que proveen opciones limitadas para comer fuera de casa, puede impactar las elecciones de la comida, así como el riesgo de obesidad. Frecuentemente comer en restaurantes de comida rápida se asocia con menos salud, patrones de dieta hipercalóricos y riesgo de obesidad. Frecuentemente en los restaurantes de comida rápida existe una baja oferta de frutas y verduras (Larson & Story, 2009). Por su parte, Betts (1995) identificó que en Estados Unidos de América (EUA), las limitaciones de tiempo, barreras financieras, y cuestiones de salud, impactan en la elección de los alimentos y que existe una falta de preocupación por la salud en relación con la elección de una alimentación saludable. Además, Croll et al. (2001) identificaron que la falta de tiempo y la disponibilidad limitada de alimentos saludables en la escuela actúan como barrera principal para que los adolescentes se alimenten sanamente. El nivel socioeconómico también ha sido una variable estudiada en la elección de los alimentos. En diversas investigaciones se ha encontrado que las personas de nivel socioeconómico bajo casi no consumen granos, vegetales, frutas, leche descremada y carne magra. También se ha reportado que los participantes con un bajo ingreso, consideran una pérdida de tiempo y dinero consumir una dieta saludable (Sobal & Bisogni, 2009). Además, el nivel socioeconómico bajo se ha asociado con altos niveles de obesidad, mayor consumo de alimentos relacionados con enfermedades y dietas pobres, así como un alto riesgo de presentar DM2, enfermedad cardiovascular, osteoporosis y algunas formas de cáncer (Sobal & Bisogni, 2009). También se ha identificado que el nivel 36 académico influye en la elección de los alimentos, por ejemplo (Larson & Story, 2009) reportaron que el porcentaje de niños que consumen bebidas no endulzadas fue 11 veces mayor entre madres con una educación universitaria comparado con madres con preparatoria. Las investigaciones como la de Weingarten (1993) y la de Forzano y Logue (1992) también han sugerido que la conducta alimentaria podría estar regulada por los estímulos ambientales. Pero también, Forzano & Logue (1992) identificaron que la comida actúa como estímulo para que algunas personas coman en exceso impulsivamente (si existe comida presente), independientemente de su necesidad fisiológica de comer. Realizaron un experimento en donde identificaron que las mujeres que obtuvieron puntuaciones altas en un cuestionario que medía su tendencia de comer en presencia de alimentos, de hecho, también en el laboratorio, comían en presencia de comida a pesar de no tener hambre. No sólo la comida actúa como estímulo para que se realice la conducta de comer, sino también otros estímulos ambientales que en el pasado ocurrieron al mismo tiempo que la comida, adquieren un efecto parecido. Por ejemplo, Weingarten (1993) mostró que si se les presentaba a las ratas un estímulo compuesto por una luz y un sonido que predecía la presencia de alimento, las ratas comerían, aunque no estuvieran privadas de alimento. En este sentido, se ha identificado que los individuos consumen grandes cantidades de comida cuando los contenedores de la misma son grandes. Incluso en niños se ha encontrado que cuando las porciones son grandes, los niños consumen bocados más grandes de comida (Wardle, Carnell & Cooke, 2005). El entorno social incluye las interacciones con la familia, amigos, pares y otras personas en la comunidad que pueden impactar en la elección de los alimentos a través de mecanismos tales como el modelamiento social, el apoyo social y las normas sociales. 37 Se ha identificado que la elección de los alimentos de los individuos, está influida por las interacciones con compañeros de trabajo, familiares, pares y amigos cercanos. Las conductas de personas cercanas influyen en la elección de los alimentos. Por ejemplo, en un estudio experimental con niños de 10 a 12 años de edad, unos con peso normal y otros niños con sobrepeso, tenían acceso ilimitado a botanas saludables y botanas no saludables mientras participaban en un juego. Se encontró que la preferencia por botanas saludables o no saludables, se asocia significativamente con el consumo de ésas mismas botanas por otros niños cercanos a ellos (Young, Fors, & Hayes, 2004). Se ha encontrado evidencia de que tanto jóvenes como adultos tienden a consumir grandes cantidades de alimentos cuando comen en grupos a diferencia de cuando comen solos. Éste fenómeno es conocido como facilitación social de la alimentación y es especialmente fuerte cuando el grupo está constituido por amigos o familiares cercanos (Young, Fors, & Hayes, 2004). En estudios con niños se ha referido que su entorno social puede determinar las elecciones de sus alimentos. Cullen et al. (2000) identificaron que respuestas negativas de los amigos impiden que los niños consuman alimentos saludables. No obstante, la presencia de los otros se ha asociado diferencialmente para las personas con sobrepeso y con peso normal. En un estudio se trabajó con niños de 6 a 10 años de edad quienes tenían acceso ilimitado a porciones de pizza durante un juego en grupo y durante un juego individual durante 45 minutos. Se encontró que los niños con sobrepeso comían menos porciones de pizza en presencia de otros niños con peso normal y comían más en presencia de otros niños con sobrepeso. Pero, cuando los niños con sobrepeso estaban solos, consumían en promedio 144 calorías adicionales que cuando estaban con sus pares. A diferencia de los niños con peso normal quienes comían solos 38 en promedio 163 calorías menos, que cuando estaban con sus pares (Chambers et al., 2008). En cuanto al entorno del hogar y familiar, se ha reportado que los padres sirven como modelo para la conducta alimentaria de sus hijos. En diversos estudios observacionales y de intervención se ha identificado una relación directa entre la disponibilidad o accesibilidad de frutas y verduras en el hogar, con el consumo de las mismas. En un estudio longitudinal se encontró evidencia que sugiere que la influencia del modelado parental en la conducta alimentaria de los niños, continúa aún durante la transición a la adolescencia e incluso en la adultez. El restringir el acceso a comida poco saludable en los niños, generalmente se asocia con una pobre autorregulación alimentaria en la adolescencia y la adultez, así como con comer de más y un disgusto por los alimentos a los que se les presionó a comer. Las prácticas de alimentación coercitivas pueden tener un impacto positivo inmediato en la dieta, pero un impacto negativo en el desarrollo de las preferencias por la alimentación saludable. En contraste, las prácticas de alimentación caracterizadas por expectativas claras de los padres y por responsabilizar sobre la alimentación a los niños, está asociada con patrones alimentarios saludables y bajo riesgo de tener sobrepeso y por consiguiente enfermedades crónicas asociadas al mismo (Larson & Story, 2009). En investigaciones en niños y adolescentes se ha reportado que el comer con la familia frecuentemente, favorece un consumo elevado de frutas, verduras, alimentos ricos en calcio, proteínas y fibra. Así como un consumomenor de refrescos, comida frita y con grasa saturada, si es lo que se acostumbra en la familia. (Wardle, Carnell & Cooke, 2005). Factores psicológicos asociados con la conducta alimentaria En diversas investigaciones se han examinado los factores individuales que predicen las prácticas alimentarias, tales como gustos, preferencias, actitudes, estados de 39 ánimo, pensamientos, preocupaciones, conocimiento sobre alimentación y se han encontrado cambios en esas variables en función de la edad y el sexo. Así, los patrones de comportamiento alimentario van cambiando con el paso del tiempo. En estudios con niños, Kearney et al. (2000), encontraron que, para los participantes más jóvenes, no era importante consumir una dieta saludable y que en consecuencia lo intentaban con menor frecuencia que los participantes mayores. Por su parte Sztainer et al. (1999) encontraron que los adolescentes consideran como factores más importantes para elegir los alimentos al hambre, los antojos, la disponibilidad de tiempo de los padres y la comida preparada. En cuanto a los adultos, Falk et al. (1996) encontraron que el contexto social, las percepciones sensoriales, las consideraciones monetarias y el bienestar, son tomados en cuenta al momento de elegir los alimentos (Chambers et al., 2008). Bogue et al. (2005) encontraron que los participantes que se encontraban alrededor de los 35 años, fueron los que se preocupaban más por su salud al momento de elegir los alimentos. También identificaron que los participantes en el bloque de edad de los 35-54 años tenían mayor conocimiento sobre tópicos de dietas que los jóvenes y adultos mayores. Aunque los adultos se preocupan más por consumir una dieta saludable, la evidencia sugiere que se preocupan menos por su apariencia que las personas jóvenes (Hayes & Ross, 1987). El sexo, también ha mostrado ser una variable que influye en la elección de los alimentos. Beardsworth et al. (2002) encontraron diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres en las áreas de comida y salud, elecciones de los alimentos y cambio de dieta. Reportaron que las mujeres se preocupan más por la comida que consumen que los hombres. También encontraron que, al momento de elegir los alimentos, las mujeres se preocupaban más por su peso y los hombres se preocupaban más por crecer y desarrollar masa muscular. En este sentido, Bauer (2004), identificó que 40 un tema recurrente en las preocupaciones de las mujeres a diferencia de los hombres adolescentes, eran las dietas y reportaban sentirse incómodas al comer frente a los hombres. Wardle et al (2005) encontraron que las mujeres a diferencia de los hombres, tienden a evitar consumir comida grasosa, procuran comer frutas y fibras y limitan su consumo de sal. Las investigaciones revisadas sugieren que grupos sociales particulares presentan diferentes actitudes, motivaciones y conductas en relación con la alimentación saludable. Por ejemplo, Chambers et al. (2008) identificaron que tanto hombres como mujeres, en el rango de edad de 18-30 años y los hombres en el rango de 31-59 años, consumen pocos alimentos saludables y prefieren consumir comida poco saludable. También Indicaron que los participantes de 60 años saben cocinar comida saludable y no reportan dificultades financieras que afectan su alimentación. Los autores indicaron que todos los participantes presentaron conciencia de la relación entre comer sanamente y tener una buena salud, sin embargo, este conocimiento no siempre resulta en una conducta alimentaria saludable. Así mismo todos los participantes coinciden en el papel de la familia para fomentar una alimentación saludable y la necesidad de balancear las elecciones de los alimentos. También coinciden en que el mejor lugar para educar a los niños sobre la alimentación saludable es en la familia. Los participantes mayores de 60 años refirieron que eligen sus alimentos basados principalmente en consideraciones de salud, a diferencia de los participantes con edades entre 18 y 30 años quienes se basan principalmente en los precios y el tiempo. Las mujeres más jóvenes indican tener más energía cuando consumen dietas saludables, sin embargo, frecuentemente sus elecciones se enfocan en mantener una apariencia física adecuada. Wolfe et al (2003) identificaron que los adultos mayores presentan dificultad para obtener comida saludable debido al costo, a la accesibilidad y la falta de habilidad 41 para preparar alimentos saludables. Chen y Qian (2012) encontraron un incremento moderado en el riesgo de obesidad, especialmente en mujeres y personas mayores. En los estudios citados previamente se identifican los cambios que existen en la alimentación a lo largo del tiempo y dependiendo de la etapa de desarrollo en la que se encuentran las personas; pero Edstrom y Devine (2001) en un estudio longitudinal que llevaron a cabo durante 10 años, encontraron que los pensamientos, creencias y estrategias en relación con la comida y la nutrición, no mostraron cambios durante ese periodo de tiempo y enfatizaron en la importancia de la educación alimentaria en la familia desde la niñez. Finalmente, en la literatura se ha mencionado que existen algunos periodos críticos en la vida de las personas, en los que el riesgo de ganar peso se incrementa; como el periodo posparto en el que el peso ganado de algunas mujeres durante el embarazo se mantiene después de da a luz (Provencher, et al., 2009). Otro periodo crítico es la transición de los jóvenes del bachillerato a la universidad, dicho periodo se ha asociado con una alteración en el peso, debido a que es una etapa en la que experimentan diversos cambios en su vida. Sin embargo, también existen factores psicosociales predictores de los cambios en el peso. En un estudio longitudinal, encontraron que tanto hombres como mujeres ganaban en promedio 1.5 kilos durante el primer año de universidad (Zellner, Saito, & González, 2007). En lo que se refiere a la elección de los alimentos, Sobal y Bisogni (2009) identificaron que las experiencias de la vida, tales como la enfermedad, la amenaza de enfermarse y el matrimonio, son elementos que influyen en la elección de sus alimentos, lo cual sugiere que las actitudes, motivaciones y conductas asociadas con la conducta alimentaria, pueden cambiar con el transcurso de la vida. 42 Hacer dieta, generalmente se define como la restricción intencional y sostenida del consumo calórico con el propósito de bajar o mantener el peso (Herman y Mack, 1975). Mientras que existe evidencia de que, en algunos casos, estar a dieta conduce a intentos exitosos de perder peso (Wadden, Foster, & Letizia, 1994), varios estudios muestran que hacer dieta restrictiva, frecuentemente es inefectiva a largo plazo (Heatherton, Mahemedi, Striepe, Field, & McGree, 1997; Mann et al., 2007) e incluso puede generar patrones alimenticios desadaptativos como trastorno por atracón o patologías alimentarias (Stice, Presnell, Groesz, & Shaw, 2005). Las personas continuamente realizan elecciones de qué comer, cuándo comer y cuánto comer (Haerguer & Mace, 2006), y es posible que estas elecciones se vean afectadas por el contexto en el que se llevan a cabo; además de las propias percepciones y preocupaciones por bajar de peso o mantener un peso saludable. Es por esto que hacer dietas es una conducta frecuente en las personas, por ejemplo, De Ridder, Adriaanse, Evers, y Verhoeven (2014) identificaron que en una muestra de 1113 participantes 63.2% de los hombres y 62.7% de las mujeres obtuvieron puntuaciones elevados en una escala de restricción alimentaria. También identificaron que las mujeres, las personas mayores y las personas con mayor peso, son más propensas a hacer dietas restrictivas; así como las personas con preocupaciones por la alimentación y el peso. Si bien es cierto queen la literatura se refieren diferentes tipos de influencias ambientales que operan en múltiples dominios, también existe el nivel individual que se refiere a factores personales asociados con la elección de los alimentos como actitudes, gustos, preferencias, factores biológicos y emociones. 43 Capítulo 3 Emociones y alimentación Uno de los aspectos psicológicos más importantes en el estudio de la conducta alimentaria, es el de las emociones. Las emociones son estados afectivos del individuo que nacen de las impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos y que generan una alteración orgánica notable, siempre compuesta por un factor cognoscitivo y otro fisiológico (Salguero & Panduro, 2001); y se ha encontrado que la conducta alimentaria puede ocurrir en respuesta a toda una gama de emociones (Faith, Allison, y Geliebter, 1997). Para Piqueras, Ramos, Martínez y Oblitas (2009) las emociones son reacciones psicofisiológicas de las personas ante determinadas situaciones con una finalidad adaptativa. Dichas reacciones son independientes de la cultura, producen cambios en la dimensión cognoscitivo-subjetiva, fisiológica-adaptativa y en la dimensión conductual- expresiva. Las emociones como la alegría, el miedo, la ansiedad o la ira son emociones básicas, poseen un sustrato biológico considerable, activan al organismo, forman parte de la comunicación con los demás y pueden actuar como poderosos motivos de la conducta. El contexto teórico de esta aproximación puede encontrarse en los modelos cognoscitivos de las emociones. Por ejemplo, Beck (1999) y Lazarus (1991) defendieron la noción de que las emociones se entienden como resultado de atribuir un significado a determinada situación. Las emociones involucran diferencias en la forma en que los individuos evalúan su medio; en este sentido, la experiencia de la emoción activa una predisposición cognoscitiva de evaluar el medio a través de varias dimensiones, por ejemplo, la dimensión de certidumbre (el grado en el cual eventos futuros parecen más o menos predecibles y comprehensibles). 44 Las emociones, no son agentes externos al organismo y necesariamente obedecen a reacciones fisiológicas generadas en el mismo. Así, el sistema límbico es un área del cerebro que incluye al hipotálamo, amígdala, hipocampo y cuerpos mamilares. Este sistema controla el estado del ánimo, las emociones y la motivación. Una emoción nace de la activación de un conjunto de neuronas del sistema límbico como una especie de circuito. Este circuito requiere de la secreción de mensajeros neurotransmisores. Los neurotransmisores llevan el mensaje en la comunicación entre las neuronas a través de las sinapsis para producir un cambio electroquímico. Se adhieren a unas proteínas de la superficie de la membrana de la neurona receptora, que se llaman receptores y cada receptor es selectivamente específico para cada neurotransmisor (Piqueras, Ramos, Martínez & Oblitas, 2009). La activación emocional se asocia con una elevada actividad del eje hipotálamo- hipofisario (eje HPA), con reacciones fisiológicas biológicamente diseñadas para preparar al individuo a generar una reacción de lucha o huida, dichas reacciones suprimen el hambre. Un menor consumo de alimentos y pérdida de peso son las respuestas típicas y evolutivas de adaptación al estrés. Por lo tanto, se ha sugerido que la conducta alimentaria en respuesta a estados emocionales intensos, es aprendida, tal vez como un resultado de los factores psicosociales asociados, por ejemplo, los estilos de crianza y prácticas parentales. (Bruch, 1973; Snoek, Engels, Janssens, y van Strien, 2007; Topham et al., 2011; van Strien y Bazelier, 2007). Las emociones suelen provocar sensaciones agradables o desagradables y pueden ser más o menos intensas. La dimensión agrado-desagrado es exclusiva y característica de las emociones, de forma que todas las reacciones afectivas se clasifican en dicha dimensión en alguna medida (Piqueras, Ramos, Martínez & Oblitas, 2009). 45 La función motivacional de las emociones se refiere principalmente a que la conducta motivada tiene dos características que son la dirección y la intensidad. Una conducta cargada emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. La emoción tiene la función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. La emoción dirige la conducta, es decir facilita el acercamiento o la evitación del objetivo de la conducta motivada en función de las características de agrado-desagrado de la emoción (Plutchik, 1987). Plutchik (1987) destaca ocho funciones principales de las emociones: miedo- protección; ira-destrucción; alegría-reproducción; tristeza-reintegración; confianza- afiliación; asco-rechazo; anticipación-exploración; sorpresa-exploración. Existen autores que señalan que la expresión de las emociones en los animales y en el hombre cumple una función universal adaptativa, social y motivacional. Las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permiten que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas. La función adaptativa de las emociones consiste en preparar al organismo para ejecutar eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, dirigiendo la conducta hacia un objetivo determinado (Bisogni, Jastron, Shen & Devine, 2005). La función social de las emociones consiste en facilitar la comunicación social, facilitar la interacción social, controlar la conducta de los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos y promover la conducta prosocial. La felicidad favorece los vínculos sociales, la ira puede generar respuestas de evitación o de confrontación. La expresión de las emociones podría considerarse como una serie de estímulos discriminativos que indican la realización de determinadas conductas por parte de los demás (Piqueras, Ramos, Martínez & Oblitas, 2009). 46 Cuando se presentan estados emocionales negativos, es más probable desarrollar enfermedades relacionadas con el sistema inmune, o adquirir determinados hábitos poco saludables, que a la larga pueden minar la salud. Las emociones negativas que más se han estudiado en cuanto a sus relaciones con trastornos de la salud son la ansiedad y la depresión. También se ha estudiado la ira y su relación con los trastornos cardiovasculares (Plutchik, 1987). El estudio de las emociones no ha sido fácil, incluso en la actualidad existe controversia entre los investigadores, sobre lo que se debe o no considerar como emoción o sobre la distinción entre emoción y estados emocionales, incluso la distinción entre emoción y conducta por ejemplo la risa o el interés. En este sentido Scherer, (2005) propuso un modelo para el estudio de las emociones The Geneva Emotion Wheel (GEW), que incluye 35 emociones en un diseño visual que pueden ser evaluadas en cuanto a su intensidad e indicó que las emociones predisponen a los individuos a actuar en formas específicas para enfrentar los problemas del medio. La relación entre emociones y alimentación no es simple: por un lado, los estados emocionales y de ánimo pueden influir en la conducta alimentaria, por otro lado, la alimentación puede modificar las emociones y estados de ánimo. Por ejemplo, se ha encontrado un incremento en el consumo de alimentos dulces y/o grasosos en mujeres comedoras emocionales y que están estresadas, así como en mujeres con niveles altos de cortisol en respuesta al estrés (Gibson, 2006) La evidencia que existe en la literatura sobre la relación entre las emociones y los trastornos de conducta alimentaria es basta. Por ejemplo, López, Mancilla, Álvarez y Vázquez (2003) evaluaron a un grupo de comedoras compulsivas para identificar algunos factores cognoscitivo - conductuales, sintomatología de bulimia, influencia de los modelos teórico corporales y personalidad.
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