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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO FACULTAD DE PSICOLOGIA EFECTO DE LA INCORPORACION DE UN COMPONENTE INSTRUMENTAL A UN TALLER PARA MADRES QUE MALTRATAN EMOCIONALMENTE ESTE ESTUDIO SE REALIZO CON APOYO DEL PROYECTO PAPIIT IN302207 MEXICO, D.F. 2009. T E S I S QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADO EN PSICOLOGIA P R E S E N T A N: ERÉNDIRA GUERRERO DURÁN IVETT ARELI SÁNCHEZ DE LA TORRE DIRECTOR: DR. ARIEL VITE SIERRA REVISOR: DR. JORGE R. PEREZ ESPINOSA UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1 AGRADECIMIENTOS A: El Dr. Ariel Vite Sierra, gracias por habernos permitido colaborar con usted en el Proyecto PAPIIT IN302207, por haber sido el director de esta tesis, por su invaluable guía, supervisión y apoyo constante en la elaboración de este trabajo. Gracias por la confianza y ayuda mostrada en todo momento, así también por la corrección profesional y por los momentos de convivencia inolvidables. Fue un privilegio haber trabajado, aprendido y crecido con usted, nunca lo olvidaremos. Nuestro revisor el Dr. Jorge Rogelio Pérez Espinosa por su tiempo, atención, interés y valiosas aportaciones que enriquecieron este trabajo. Nuestros sinodales, la Dra. Mariana Gutiérrez Lara, Eva Ma. Esparza Meza y Aída Araceli Mendóza Ibarrola por su tiempo, atención y valiosas aportaciones que enriquecieron este trabajo. Agustín Negrete Cortés, Catalina Cuevas Gutiérrez, Abril Rea Amaya y Miriam Ortiz Ortiz, por su gran apoyo en la realización de este trabajo. El Dr. Horacio Quiroga Anaya y la Mtra. Guadalupe Vital Cedillo por su tiempo, apoyo, aportaciones y por todos los momentos que convivimos con ustedes, nunca olvidaremos la alegría que nos trasmitieron y el amor por la Psicología. ERENDIRA Y ARELI 2 DEDICATORIAS ARELI A EL GRAN YO SOY Gracias Dios por la vida que nos has dado, por permitirnos conquistar esta tierra prometida, por estar con nosotras en todo momento y bendecirnos con tu presencia y dirección, sin ti este sueño no habría sido posible, para ti lo mejor de nuestras vidas. A TI ERE Gracias por tu amistad, dedicación y esfuerzo constante, gracias por los gratos momentos compartidos y sigamos a la siguiente meta. A TI MAMA Que eres una mujer sabia y virtuosa, gracias por la vida que me has dado, eres mi motivación continua, te quiero mucho. A EL AMADO DE MI CORAZON Agradezco a Dios por tu vida, porque el simple hecho de pensar en ti me alegra el corazón, eres mi propulsor y motivación, sigamos recorriendo juntos este camino, pues mejor son dos que uno. A MIS HERMANOS, A NORMIS, A LOS PRECIOSOS REGIS E ISAI. Gracias por todos los momentos que hemos compartido juntos, sigamos avanzando y recuerden que los quiero mucho. A MIS ABUELOS Los quiero y son un gran ejemplo para mí, Dios los bendiga. A MIS PASTORES, LÍDERES Y AMIGOS Gracias por todo su apoyo y comprensión. A TI PAPA Gracias por todo tu apoyo, esfuerzo y por el amor que me has dado, eres único, de gran valor para mí, sencillamente eres el mejor papa del mundo. 3 DEDICATORIA ERENDIRA A DIOS que me permitió alcanzar este logro, sin él nada sería posible. A MIS PADRES: Roberto y Angelina que son mi mayor impulso y ejemplo; gracias por apoyarme siempre en todo lo que he querido y darme la mejor de las herencias, a ustedes todos mis logros. A MIS HERMANOS: Alejandro, Irma y Roberto, por ser mi familia, los quiero mucho. A MIS TÍAS: Gregoria, Amelia y Bertha por su apoyo y consejo en todo momento. A MARÍA: Gracias por tu interés, afecto, enseñanzas y todos los momentos que compartimos. Sé que desde el cielo te alegras y celebras este logro. A TODAS LAS DE LA OBRA QUERIDA: Especialmente a Charis, Adela, Naty, Alejandra y Cristina, gracias por su amistad, enseñanzas e interés. A MIS AMIGOS: Especialmente a Viridiana, Nayeli, Margarita, Jacaranda, Nancy, Diana, Enrique y Morise, por su apoyo, amistad y por todos los momentos inolvidables. ATI ARELI: Por ser el otro gran pilar de este logro, por todos los momentos que compartimos; comenzaste por ser una gran compañera y ahora eres una de mis mejores amigas. Agradezco haberte conocido. 4 ÍNDICE Resumen…………………………………………………………………………………………………………………………………………5 Maltrato Infantil……………………………………………………………………………………………………………………………..6 Estadísticas……………………………………………………………………………………………………………………………………11 Etiología………………………………………………………………………………………………………………………………………..14 Consecuencias del Maltrato Infantil………………………………………………………………………………………………16 Interacción Social……………………………………………………………………………………………………………………..…..19 La Prevención del Maltrato Infantil……………………………………………………………………………………………….22 Programas de Intervención dirigidos a Padres………………………………………………………………………………24 Método………………………………………………………………………………………………………………………………………..32 Resultados……………………………………………………………………………………………………………………………………44 Discusión……………………………………………………………………………………………………………………………………..72 Conclusiones………………………………………………………………………………………………………………….…………...79 Limitaciones y Sugerencias…………………………………………………………………………………………………….…...80 Referencias…………………………………………………………………………………………………………………………………83 Anexo A……………………………………………………………………………………………………………………………….……..90 5 Resumen El objetivo de este estudio fue evaluar la efectividad de un componente instrumental incorporado a un taller psicoeducativo dirigido a madres que maltratan emocionalmente a su sus hijos respecto a la reestructuración de sus patrones conductuales. Para lograr el objetivo se trabajó con 11 madres que tenían hijos entre 6 y 10 años de edad, pertenecientes a una escuela primaria pública ubicada al Sur de la Ciudad de México, las cuales se dividieron en dos grupos de 6 y 5 participantes cada uno, mismos que conformaron el grupo control y experimental respectivamente. El grupo control recibió el taller psicoeducativo con duración de 10 sesiones que abordó temas en relación al desarrollo infantil, la disciplina positiva, técnicas para el manejo de conducta problemática, solución de problemas, manejo de estrés y control de enojo. Por su parte el grupo experimental recibió además del taller psicoeducativo el componente instrumental, con duración de 3 sesiones que incluyó procedimientos conductuales tales como instrucciones, retroalimentación visual, modelamiento y ensayo conductual para la enseñanza de conductas apropiadas, reforzamiento de conductas maternas adecuadas y reorientación de conductas maternas inapropiadas para mejorar la interacción con su hijo. Se utilizó un diseño de grupos de comparación bajo una estrategia metodológica constructiva, la cual consiste en desarrollar una intervención a la que se añaden uno o más componentes para incrementar los resultados. Los resultadosse discuten en términos de la inclusión del componente instrumental para incrementar la eficacia del taller psicoeducativo en la reestructuración de patrones conductuales. 6 MALTRATO INFANTIL La violencia es un fenómeno mundial que tiene sus orígenes desde la existencia del hombre, todo ser humano es susceptible al maltrato; pero existen grupos con mayor vulnerabilidad hacia esta situación como son los niños. El maltrato infantil es un fenómeno universal que no tiene límites culturales, sociales, ideológicos ni geográficos; no existe país ni comunidad que escape a él, mismo que se presenta tanto en países industrializados como en aquellos en vías de desarrollo (Loredo, 2004). El derecho a la vida no siempre le ha sido reconocido al niño. Son múltiples las culturas de la antigüedad en las que la infancia carecía completamente de derechos y los niños eran considerados como propiedad privada de sus progenitores y, en algunas épocas, propiedad de la sociedad en la que vivían (Gallegos, 2001). Lo normal, era que los niños no recibieran lo que se entiende por un “un buen trato” tanto de sus padres y la sociedad (Arruabarrena y de Paúl, 1994). Actualmente el maltrato infantil no constituye simplemente una calidad de crianza menor que la óptima sino un patrón de conducta que viola drásticamente las normas sociales, morales y científicas relacionadas con el cuidado de los niños (Garbarino y Eckenrode, 1999). DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN DEL MALTRATO INFANTIL No existe una única definición sobre el maltrato infantil aceptada generalmente, lo cual hace que los investigadores desarrollen definiciones particulares para sus investigaciones, que a su vez hace difícil hacer comparación de resultados obtenidos. Sin embargo, para el objeto del presente trabajo se tomará la definición de Roig y de Paúl (2000) dado que es una definición que menciona al sujeto receptor, objetiviza sus manifestaciones, refleja una conducta, describe las repercusiones sobre el desarrollo y menciona a los responsables: Maltrato infantil es definido como: Las lesiones físicas o psicológicas no accidentales ocasionadas por los responsables del desarrollo, que son consecuencia de acciones físicas, emocionales o sexuales, de comisión u omisión 7 y que amenazan al desarrollo físico, psicológico y emocional considerado como normal para el niño (Roig y De Paúl, 2000, p. 11). Algunos autores como Arruabarrena y de Paúl (1994), Azaola, (2005) y Villanueva y Clemente (2002), proponen una tipología de cuatro principales formas de maltrato, misma que muestra practicidad y sencillez. Maltrato Físico.- Este es el tipo de maltrato mas distinguido y suele conocerse con el nombre de “niño apaleado”, fue descubierto por primera vez por Kempe, Silverman, Steele, Droegmueler y Silver (1962). Se trata de una acción no accidental que provoca daño físico o enfermedad en el niño, o bien que lo coloca en grave riesgo de padecerlo (Villanueva y Clemente, 2002). Estas acciones de tipo no accidental provocan lesiones en el niño, de esta forma los indicadores en el menor que se han considerado producto de este tipo de maltrato son los siguientes: a) Moretones que aparecen en el rostro, labios o en la boca, zonas extensas del torso, la espalda, las nalgas o los muslos, suelen estar en diferentes fases de cicatrización fruto de repetidas agresiones o tienen formas no normales, están agrupados o con formas o marcas del objeto. b) Quemaduras con formas definidas de objetos concretos o de cigarrillos o puros, que cubren las manos o los pies, o que son en expresión de haber sido realizadas por inmersión de agua caliente. c) Fracturas de nariz y mandíbula o en espiral de los huesos largos. d) Torceduras o dislocaciones. e) Heridas o raspaduras en la boca, labios, encías y ojos o en la parte superior de los brazos, piernas o torso. f) Señales de mordedura humana, claramente realizadas por un adulto. g) Cortes o heridas producidas por objetos punzocortantes. h) Lesiones internas, fracturas de cráneo, daños cerebrales, hematomas subdurales, asfixia y ahogamiento. 8 Negligencia o Abandono Físico.- En este caso las necesidades físicas básicas de un niño no son atendidas de forma temporal o permanente. Este tipo de maltrato es el que con mayor frecuencia suele producirse de forma inconsciente, como una manifestación más de la ignorancia e incapacidad parental para proteger y criar a los hijos (Martínez y de Paúl, 1993). Los indicadores que pueden aparecer en el niño son los siguientes: a) No se le proporciona la alimentación adecuada, está hambriento. b) Vestuario inadecuado al tiempo atmosférico. c) Constantemente sucio, escasa higiene corporal. d) Problemas físicos o necesidades médicas no atendidas o ausencia de cuidados médicos rutinarios. e) El niño pasa largos periodos de tiempo sin la supervisión y la vigilancia de un adulto f) Condiciones higiénicas y de seguridad del hogar que son peligrosas para la salud y seguridad del menor. g) Inasistencia injustificada y repetida a la escuela. Abuso sexual.- Utilización de un menor para satisfacer los deseos sexuales de un adulto o de un igual, basándose en una posición de autoridad o de poder. Los abusos sexuales se deben definir a partir de dos grandes conceptos la coerción o asimetría de poder y la asimetría de la edad. Estos conceptos tienen también ventaja de incluir las agresiones sexuales que cometen unos menores sobre otros. Además se tiene que tener en cuenta que la clasificación de abuso sexual incluye no solo las conductas tradicionales con contacto físico (violación, penetración, coito, caricias, contacto oral, etc.) sino también aquéllas conductas que no implican contacto físico (exhibicionismo, acoso, exhibición de películas, solicitudes sexuales, etc.). Los indicadores que pueden aparecer en el niño son: a) Dolor o molestia en los genitales y la boca; sangrados genitales o rectales; presencia de enfermedades de transmisión sexual y embarazo. Sin embargo, en muchos casos no existen huellas corporales de esos abusos y es más posible identificarlos por los síntomas emocionales y los comportamientos del menor (Domínguez, Nelke y Perry, 2002). 9 b) Entre los síntomas emocionales se encuentran las regresiones, el aplanamiento afectivo o la falta de respuesta emocional, la depresión, la ansiedad, la irritabilidad o el temor, las fobias, los sentimientos de culpa o de desamparo, la baja autoestima, las ideas obsesivas, el autorrechazo y la disociación. c) Entre los síntomas conductuales se encuentran los cambios abruptos en el comportamiento o la personalidad, la agresión, el llanto excesivo, las quejas excesivas, las dificultades en el aprendizaje, la tendencia a abandonar la escuela o la casa, los actos de automutilación, la tendencia al suicidio o los intentos de hacerlo, las pesadillas, la falta de confianza en los adultos que lo rodean, la dificultad para entablar amistad, los sentimientos de aislamiento y de rechazo y la actitud hipervigilante. Desde luego que la presencia de cualquiera de estos indicadores no necesariamente significa que el niño o la niña ha sido abusado. Cuando se presentan varios de estos síntomas, el niño debe ser evaluado por especialistas (Domínguez, Connie, y Bruce, 2002). Maltrato emocional o psicológico.- Para Hart y Brasard (1987) comprende el rechazo de los padres y el desalentar la ocurrencia normal y natural de las conductas, las cuales reflejan el desarrollo de las competencias del niño, lo que representa una amenaza para el desarrollo emocional de éste. Afectando el punto de vista que tiene el niño de sí, de otros, y de las relaciones humanas en general. Mientras que Clark y Clark, (2001) definen el maltrato emocional como actos u omisiones cometidos por padres o cuidadores quehan provocado o pueden provocar trastornos de comportamiento, cognitivos, emocionales o mentales serios. Por su parte Garbarino, Guttman y Seeley (1989), definen el maltrato emocional como un ataque realizado por un adulto sobre el desarrollo de la personalidad y de la competencia social del niño mediante un patrón de conducta psicológicamente destructivo y que se manifiesta mediante cinco formas: rechazar, aislar, aterrorizar, ignorar y corromper. a) Rechazo: implica conductas que comunican o constituyen abandono, por ejemplo la exclusión del niño en actividades familiares, inducción constante en el niño de una valoración negativa de sí mismo, crítica y ridiculización, descalificación frecuente delante de 10 otras personas, así como la manifestación por parte de los padres de no quererle y apreciarle (frialdad afectiva). b) Aterrorizar: involucra situaciones en las que se amenaza al niño con castigos extremos e injustificados muy vagos pero fatales que intentan crear un miedo intenso. También se le puede aterrorizar creando en él expectativas exageradas con amenaza de castigo físico por no alcanzarlas. El agresor puede utilizar gestos y palabras exageradas que tratan de intimidar, amenazar y castigar al niño. c) Aislar: hace referencia a los comportamientos que tienden a privar al niño de las oportunidades para establecer relaciones sociales. Es la negación de poder interactuar con los padres o los adultos o con sus iguales, es decir, se le mantiene socialmente aislado d) Ignorar: comprende situaciones en las que hay una ausencia total de disponibilidad del padre o madre para el niño, se muestran inaccesibles e incapaces para responder a las necesidades emocionales y de estimulación (Villanueva y Clemente, 2002). Por otro lado, Iwaniec (1995) añade que no se le reconoce al menor cuando realiza conductas positivas, no se le aprecia ni valora cuando intenta agradar a sus padres y se le ignora o desanima cuando intenta atraer la atención o el afecto tanto de ellos como de otras personas. e) Corromper: Implica favorecer conductas que impiden la normal integración del niño en la sociedad al reforzar pautas de conducta antisocial (fomentar o alentar el cometer conductas delictivas, premiar conductas agresivas, exponer al niño a pornografía). Sin embargo, solo se puede considerar como maltrato emocional, siempre y cuando estos indicadores sean observables y se presenten de manera reiterada y continua Según Garbarino (1989) y Gómez de Terreros (2006) este tipo de maltrato presenta dificultad en su concepción y detección, ya que puede aparecer de forma aislada, acompañar a otros tipos de maltrato y las consecuencias de esos malos tratos entenderse como maltrato emocional o puede confundirse con perturbaciones emocionales o psicológicas del niño. Sin embargo el hecho de manifestarse solo, no implica que tenga consecuencias menos severas, puesto que este tipo de maltrato como sugieren otros autores puede tener efectos aún más negativos en el desarrollo posterior que por ejemplo el maltrato físico (Claussen, Crittenden 1991). 11 A este respecto Musitu y Gracia (1997) realizaron una investigación en la que trabajaron con familias “saludables” en sus relaciones paternas filiales y familias en donde se habían presentado eventos de malos tratos físicos, emocionales y negligencia. Los resultados señalaron una estrecha relación entre el maltrato emocional y el resto de las tipologías de malos tratos al menor. Lo cual corrobora que no existe una delimitación clara y radical en cuanto a las distintas tipologías del maltrato, sino que pueden encontrarse más de una presente. ESTADÍSTICAS El maltrato infantil ha llegado a constituir un grave problema de salud mundial, debido a su presencia en prácticamente todos los países, incluyendo tanto los desarrollados como aquellos en vías de desarrollo, aunado a los efectos que provoca en la integridad física y psicológica de millones de niños, la prevalencia con la que tiene lugar y su incremento de forma alarmante con el paso del tiempo (OMS, 1997). De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, presentados en el reporte mundial sobre violencia y salud se estima que en el año 2000 murieron 57 mil niños menores de 15 años a consecuencia del maltrato infantil (World Health Organization, 2002). Por su parte, en América Latina y el Caribe en 1999, alrededor de 6 millones de niños, niñas y adolescentes fueron objeto de agresiones severas y se calcula que más de 80 mil menores mueren cada año por violencia intrafamiliar (UNICEF, 1999). La OMS (1997) también considera que uno de cada 1,000 niños requiere de hospitalización o atención debido a las repercusiones físicas o psicológicas, producidas por la violencia ejercida en su contra. A este respecto añade que el abuso cuyas consecuencias no son fatales resulta aún mayor. En lo que respecta a nuestro país datos de UNICEF indican que México ocupa el primer lugar entre las naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en violencia física, abuso sexual y homicidios hacia menores de 14 años, principalmente por parte de sus padres o progenitores (Gómez, 2008). Por su parte González 1(2008) añade que en México el 1 Jefe del Departamento de Equidad y Género de los Centros de Integración Juvenil a Nivel Nacional 12 maltrato infantil es una de las principales causas de muerte en los niños al mismo tiempo que ocupa el segundo lugar en Maltrato Infantil en Latinoamérica al presentar el índice más alto de violencia contra la infancia solo por debajo de Venezuela. También considera al maltrato infantil como un grave problema social para el que las estadísticas solo reflejan una mínima parte del problema debido a que las denuncias realizadas no corresponden con la realidad y magnitud del mismo. A este respecto estudiosos indican que en México, por cada caso de maltrato infantil descubierto existen siete más no detectados (Loredo, 2004). Otros datos sugieren que en diversos casos no se comprueba el maltrato porque no hay evidencia física, casos que omiten a la agresión emocional, verbal, la negligencia y el abandono como formas que también constituyen maltrato (Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, 2005). También resulta preocupante que de cada cinco casos de maltrato que son comprobados, únicamente uno o ninguno se presentan ante el Ministerio Público, ello indica que en una gran proporción de menores el maltrato se repite. En México durante el año 2002, el Programa de Prevención al maltrato Infantil del Sistema Nacional de Desarrollo Integral de la Familia (DIF-PRENAM), señala que se recibieron 23 mil 585 denuncias sobre maltrato infantil, comprobándose 13 mil 332 casos y atendiéndose en todo el país a 22 mil 463 infantes. Por su parte para el 2004, el número de denuncias sobre maltrato infantil ascendió a 38 mil 554; de las cuales, en 59.2% de los casos se comprobó la existencia de maltrato (INEGI, 2005). Algunos de los datos estadísticos reportados a continuación en torno al maltrato infantil, pese a que pueden no constituir la realidad del fenómeno, si conforman un estimado de la prevalencia en México. Específicamente durante el periodo 1999 - 2003 a nivel nacional, el maltrato a menores mostró un patrón en el que se recibieron 140 mil 102 denuncias sobre maltrato infantil, de las cuales cerca del 60% fueron comprobadas, mientras que poco más del 40% no se comprobó; en promedio únicamente el 20% de los casos comprobados de maltrato infantil fueron presentados ante el Ministerio Público, en tanto que 133 mil 961 menores maltratados recibió atención constituyendo aproximadamente un 89%. Por su parte los datos también indican que alrededor del 13 40% de los maltratados fueronmenores de entre 6 y 12 años, conformando niños que reciben educación en nivel básico y el grupo de edad que recibe mayores maltratos, seguido de niños en edad preescolar y en tercer término los lactantes. Por su parte el tipo de maltrato más frecuente es el físico, mismo que representa en promedio el 30% de los casos, seguido por orden de frecuencia de la omisión de cuidados y el maltrato emocional. Los otros tipos de maltrato (explotación laboral, negligencia y abuso sexual) presentan menores frecuencias, pero no por ello deben subestimarse. El panorama sobre el maltrato a menores es desolador, no solo por lo que implica para quienes son víctimas del mismo, sino porque en la mayoría de los casos los principales agresores se encuentran en el entorno más cercano a los mismos. Por ejemplo, en 1999, en el 65% de los eventos de maltrato estuvo implicado alguno de los progenitores, porcentaje que se elevó a 71% en el 2003. Al considerarse los cinco años que comprenden el periodo en cuestión en casi el 50% de los casos, las madres se ubican como las perpetradoras del maltrato hacia el menor y en poco más del 25%, los padres (Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública, 2005). Datos de la Dirección General del Servicio Público de Localización Telefónica (LOCATEL) de Enero a Junio de 2008 reflejan un incremento sustancial en lo que respecta al parentesco del agresor que ejerce el maltrato al menor, ya que del total de casos reportados el 81% fue perpetrado por alguno de los dos progenitores, específicamente de este porcentaje el 62% de los agresores fueron las madres de los menores. Los datos también muestran que la edad de las madres maltratadoras oscila entre 21 y 40 años, estas edades representan el 56% del total de ellas; particularmente, el rango de edad que permanece en primer lugar es el de 26 a 30 años (Locatel, 2008). Particularmente datos de INEGI (2005) sugieren que en el Distrito Federal el tipo de maltrato que predomina es el emocional ya que en 2002, 2003 y 2004 ocupó el primer lugar, años en que se atendió a 63.3%, 59.1% y 82.2% de niños respectivamente. 14 Cabe mencionar que los estados con mayor índice de maltrato infantil en nuestro país en todas sus modalidades son: Coahuila, Distrito Federal, Estado de México, Guanajuato y Nuevo León, principalmente (Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública, 2005). ETIOLOGÍA Factores de riesgo en padres y/o cuidadores. Entre estos destacan el ser padre o madre no biológica, mostrar dificultad de adaptarse al recién nacido, por ejemplo tener un embarazo difícil, complicaciones en el nacimiento, etc. Formar parte de una familia monoparental o desintegrada, problemas económicos y contar con una educación elemental o carecer de la misma lo cual dificulta la crianza del menor (Sanmartín, 2005). Otro factor importante es el contar con una historia de maltrato, (Wolfe, 1985, citado en Arrabarruena y de Paúl, 1994) la cual provoca una ausencia de habilidades para el manejo adecuado de las conductas de los niños, donde el padre o cuidador emplea el castigo físico como única estrategia aprendida para hacer frente a situaciones infantiles difíciles. Simon y Linaza (2000) agregan que las personas que fueron maltratadas en su infancia carecen de modelos de interacción adecuados que guíen la forma de relacionarse con sus hijos y tienden a reproducir modelos que han tenido desde su infancia. Según Martín (1995), el aislamiento social constituye otro desencadenante del maltrato infantil, debido a las dificultades que conlleva el establecer intercambios con todo aquello que resulta exterior a la familia. Esto impide que se reconozcan modelos alternativos de crianza y comportamiento, e impide que se contrasten los modos propios con aquellos de otros grupos familiares. Por su parte Gracia y Musitu (1993), confirman la presencia de aislamiento social en familias maltratadoras, al reportar que aquellas familias donde se confirma una situación de maltrato infantil, están socialmente más aisladas que las familias no maltratadoras, además de que dichas familias maltratadoras muestran actitudes y sentimientos más negativos hacia la comunidad, una menor participación en las actividades comunitarias y un menor grado de vinculación con aquellas asociaciones u organizaciones de carácter voluntario. 15 El modelo psicológico-psiquiátrico menciona que los padres o cuidadores maltratan a sus hijos porque padecen de alteraciones psiquiátricas, ya sea esquizofrenia o psicosis maniaco depresiva. En las investigaciones realizadas se señala que entre un 10% y 15% de los casos de maltrato los padres tienen algún tipo de trastorno mental. En otros estudios se ha logrado establecer que los padres agresores de sus hijos tienen más síntomas depresivos, ansiedad y baja autoestima así como escasas estrategias de afrontamiento ante problemas (Morales y Costa, 1997). También se ha identificado que el autoconcepto de las madres maltratadoras se encuentra inferior comparativamente con madres sin problemas de maltrato, aunado a una mayor incongruencia en la forma en que se perciben así mismas, menor autoestima y problemas maritales (Cantón y Cortés, 2002; Pham, 2000, citado en Pons-Salvador, Cerezo y Bernabé, 2005). Por su parte Caselles y Milner (2000 y Milner, 2000) señalan que los estados negativos producto de una inadecuada autorregulación materna ante distintos estresores, repercuten en sus habilidades atencionales en relación a las señales del niño, por lo cual la madre actúa de una manera menos sensible e inapropiada lo que podría generar conflictos y actos abusivos. Así mismo se ha encontrado presencia de problemas en el procesamiento de la información y creencias negativas acerca de sus hijos, por ejemplo, las madres maltratadoras consideran que sus hijos están menos dotados intelectualmente, que son más hiperactivos, problemáticos, traviesos, agresivos y desobedientes. De esta forma la madre presenta una codificación errónea de la información que recibe sobre la conducta infantil, aunado a la existencia de expectativas inadecuadas de los niños, generalmente espera conductas más maduras de las que son normales para su edad, carencia de conocimiento sobre el desarrollo infantil, poca empatía y altos niveles de afecto negativo (Sanmartín, 2005). Por su parte Newman (1997) agrega que este tipo de madres realizan atribuciones más negativas de sus hijos, inculpándoles más intenciones hostiles a su conducta. Papalia, Wendkos y Dushin (2001) refieren que muchos padres maltratadores son solitarios, infelices, ansiosos, depresivos, irascibles o agresivos, además de tener una baja autoestima, un deficiente control de impulsos y carencia de habilidades de afrontamiento. Los hogares pueden estar desorganizados y los padres experimentar niveles mayores de estrés en comparación a otros padres. Casado (1997) añade la carencia de habilidades en la crianza infantil y posible uso de alcohol y drogas. 16 Moreno (2004) en su investigación con el propósito de demostrar la asociación del maltrato infantil con variables como las practicas de crianza parentales, atención y cuidado al niño, encontró que los responsables de su cuidado (padres o cuidadores) no tenían una conciencia clara acerca de las necesidades físicas y afectivas de los menores, existía confusión en cuanto a los roles en la estructura familiar, la comunicación entre los responsables y los menores era deficitaria, los responsables apenas pasaban tiempo con los menores, y los apoyaban menos. En general los hábitos de crianza, atención y cuidados hacia el menor eran bastante problemáticos y negativos. Factores de Riesgo en el Niño. Entre estos podemos mencionar a niños prematuros o con hospitalización precoz prolongada, recién nacidos con malformaciones, portadores de patología crónica, con discapacidadfísica o psíquica que no cumplen con las expectativas y deseos de los padres, niños no deseados, niños con conducta difícil, niños no escolarizados y niños con bajo rendimiento o que muestran fracaso escolar (Basto, 1999). También puede ser un hijo de muchos otros, que ha colmado la capacidad de los padres, que exhibe o está expuesto a conductas peligrosas, como violencia conyugal, abuso hacia los animales o agresión persistente a sus pares (Butchart y Phinney, 2006). Belsky (1993) agrega que los niños muy pequeños al tener mayor dificultad en la regulación de sus emociones, pueden aumentar las posibilidades de provocar irritación en los padres y pérdida de control de modo que hagan uso de la fuerza física en lugar del razonamiento. Este autor también menciona que otro factor que hace susceptible de maltrato a los niños consiste en ser dependientes física y psíquicamente, lo cual hace que permanezcan más tiempo con los adultos. CONSECUENCIAS DEL MALTRATO INFANTIL Los niños que han sido maltratados por sus cuidadores próximos durante el periodo de consolidación del vínculo afectivo, no logran la seguridad ambiental y emocional que necesitan, desarrollando así un apego inseguro, caracterizado por una escasa exploración del entorno, reacción de angustia por la separación, respuesta ambivalente durante el reencuentro, ya que por 17 un lado el niño puede mostrarse buscando proximidad y contacto con la madre y por el otro mostrar oposición a ella (Cantón y Cortés, 2000). Al encontrarse el niño en un ambiente que no favorece las situaciones de aprendizaje e interacción, se originan en él expectativas bajas sobre su rendimiento, baja autoestima, tendencia a no enfrentarse a tareas nuevas por miedo al rechazo o fracaso y si lo hacen, está muy presente la ansiedad (Beeghly y Cicchetti, 1994). En lo que respecta a los problemas conductuales, estos niños presentan más conductas externalizantes (agresividad, hostilidad, oposición, mentiras, ausentismo escolar) e internalizantes (retraimiento, excesiva timidez, hipersensibilidad) (Hollenstein, Granic, Stoolmiller y Snynder, 2004). Estos niños también carecen de habilidades sociales o muestran problemas en la interacción social, ya que parecen retraídos, aislados y reaccionan inadecuadamente a situaciones de estrés (Villanueva y Clemente , 2002). En cuanto al retraso en el desarrollo cognitivo-conductual los niños maltratados se encuentran dos años por debajo de la media en capacidades verbales y matemáticas. Respecto al habla, esta es caracterizada por ser redundante, con pobreza de contenido y dificultad para expresar conceptos abstractos (Cantón y Cortés 2002). Algunos autores (Pollak, Cicchetti, Horung y Reed, 2000) han encontrado en cuanto a la imagen que estos niños tienen de sí mismos, la tendencia a atribuir los sucesos positivos a factores externos (por ejemplo, al hacer algo bien y recibir elogios o alabanzas), creen que dichos sucesos positivos son debido a la buena suerte o a que la otra persona puede encontrarse de buen humor, pero nunca hacen atribución a factores internos (por ejemplo, que son capaces de lograr metas, que son guapos, etc.). Así también, cuando se presentan los malos tratos tienden a explicarlos por su mala conducta, justificando así a sus padres. Por su parte, Cerezo (1995) encontró que estos niños presentan dificultades para interpretar de manera adecuada la conducta e intenciones de los demás, así también muestran menos conductas empáticas y sociales, dificultad para reconocer y expresar emociones básicas (alegría, tristeza, ira), lo cual repercute trayendo consigo más problemas emocionales y sociales en el niño. 18 Por su parte, Claussen y Crittenden (1991) en una investigación realizada con niños físicamente maltratados y abandonados encontraron que un 90% de los niños, también habían sido maltratados emocionalmente. Además hallaron que este tipo de maltrato predecía mejor posteriores alteraciones del desarrollo del niño que la gravedad del maltrato físico. Así mismo Azaola (1999, citado en Azaola, 2005) reporta que el origen de ciertos estados depresivos que se hacen manifiestos en la edad adulta son en cierta parte el resultado del vínculo establecido entre el niño y sus padres, particularmente el impacto que tuvieron sobre el psiquismo del niño ciertas expresiones de maltrato tales como palabras gestos o miradas, que han quedado inscritas de manera indeleble y dolorosa en su memoria y que a pesar de no ser agresiones físicas dejan heridas muy profundas. Y es que probablemente el maltrato emocional puede no causar un daño inmediato o evidente como es en el caso del maltrato físico, sin embargo constituye la forma más esquiva y dañina de maltrato en la infancia y sus consecuencias son tan o más perjudiciales como en el maltrato físico o negligencia, dado que estas consecuencias constituyen un obstáculo que inhibe, coarta, limita y, en casos extremos paraliza completamente el desarrollo físico, mental, espiritual moral y social del niño (Egeland y Erickson, 1987; Hart y Brassard, 1987; Azaola, 2005 y WHO, 2006). De acuerdo con Hart, Binggeli y Brassard (1998) algunas de las consecuencias del maltrato emocional son: 1) Pensamientos negativos, sentimientos de baja autoestima (incluyendo las conductas asociadas al mismo), visión negativa de la vida, síntomas de ansiedad y depresión, así como ideas de suicidio. 2) Inestabilidad emocional, personalidad borderline o límite, falta de respuestas emocionales apropiadas, problemas de control de impulsos, ira, conductas auto lesivas, trastornos de la alimentación y abuso de sustancias. 3) Repercusiones en las habilidades sociales, incluyendo conducta antisocial, problemas de vinculación afectiva, competencia social limitada, falta de simpatía y empatía, aislamiento social, dificultad para ajustarse a las normas, mala adaptación sexual, dependencia, agresividad y violencia y delincuencia o criminalidad. 4) Bajo rendimiento escolar, dificultades de aprendizaje y dificultades en el desarrollo moral 5) Respecto a la salud física, quejas somáticas, un estado pobre de salud y alta mortalidad. 19 INTERACCION SOCIAL Anteriormente se mencionaron algunos de los factores tanto del padre como del niño que se encuentran asociados al fenómeno del maltrato infantil, sin embargo, bajo el supuesto de que ningún fenómeno surge de manera aislada, esas características por sí solas no son suficientes para comprender porqué surge y se mantiene. De este modo la perspectiva de la interacción social es digna de mencionarse dado que nos permite analizar a nivel microsocial lo que sucede en la relación madre/padre-hijo donde tiene lugar el maltrato infantil. El fundamento de bidireccionalidad en que se basa la perspectiva de interacción social conceptualiza las relaciones madre-hijo como resultado de transacciones simultáneas, recíprocas y dinámicas, dónde ambas partes de la relación, estimulan las respuestas y actúan en respuesta al estímulo, es decir, ambas partes dan origen activamente al curso de acción que guía su comportamiento. De esta manera, la conducta de la madre está en función de la conducta del niño y viceversa. La bidireccionalidad considera que el niño es un participante activo dentro del proceso de interacción con su progenitor y no exclusivamente el objeto reactivo de las intervenciones parentales, es decir, el niño y el padre son miembros de sistemas socio-psico-biológicos implicados en un proceso en marcha de modificación mutua (Kadushin y Martín, 1981). Al tomar como referencia la interacción social y hacer uso de una metodología observacional los episodios de interacción entre padre-hijo pueden segmentarse para identificar así los factores responsables de la forma en que se estructuran las conductas de esa relación, lo cual a su vezpermite conocer la ocurrencia o secuencia de conductas particulares en cada uno de los miembros de la díada (Santoyo y López, 1990). Dicho modelo puede identificar las diversas secuencias de la interacción entre los miembros de la familia que facilitan o promueven diversas conductas de maltrato, así como también el evaluar los cambios que se den en las mismas a partir de una intervención. De esta manera es posible inferir la dirección de los efectos en la interacción, así como los antecedentes y consecuentes en el tiempo, los patrones conductuales, por los cuales surgen y la forma en que son mantenidos y eliminados (Lytton, 1980). Particularmente debe tenerse en cuenta que las prácticas parentales presentan importantes componentes interaccionales. La dinámica de interacción entre los padres e hijos se puede 20 entender desde lo que se denomina la matriz relacional o “matriz interpersonal”, en la que juegan un papel fundamental las características de los padres, las características de los hijos y, especialmente, la propia interacción que se establece entre ambos (Cerezo y Pons-Salvador, 1999). De esta forma tanto las características de los padres como la de los niños van estableciendo las bases sobre las que se producirá la interacción. La sensibilidad que los padres muestren ante las necesidades de los hijos y la consecuente respuesta de los hijos ante esta sensibilidad, irán dando lugar a una dinámica interaccional que puede ser más o menos sincrónica en función de la compenetración que se produzca entre ambos. Cómo perciben los padres/madres a sus hijos/as, las atribuciones que realizan sobre las conductas del niño/a, las creencias que tengan sobre su hijo/a o sobre los niños/as en general, constituyen algunos de los elementos cognitivos de los padres/madres que son claves para determinar la calidad de la interacción (Cerezo y Pons-Salvador 1996). Por ejemplo algunos investigadores han señalado el carácter interactivo de los procesos que intervienen en el abuso a menores y la importancia de contar con una perspectiva interaccional en el desarrollo y mantenimiento del mismo (Reid, Taplin, y Lorber, 1981; Ammerman, 1990 y Wolfe, 1987, citados en Cerezo, D´Ocon, y Dolz, 1996). Otros autores indican que en el maltrato infantil la interacción padre-hijo se caracteriza por la carencia de habilidades en el manejo efectivo de confrontaciones disciplinarias cotidianas y altas tasas de conducta aversiva tanto de los padres como de los niños (Reid, Lorber y Felton, 1981). De acuerdo con Cerezo, et. al. (1996) y Dolz, Cerezo y Milner (1997) las prácticas observadas a nivel microsocial en la interacción continua muestran un perfil conductual en el que las madres maltratadoras llevan a cabo conductas más aversivas (como regañar, amenazar y humillar), menos conductas positivas, altos niveles de conductas instruccionales. Además de mostrar conductas más indiscriminadas en respuesta a la conducta prosocial del niño, conductas indiscriminadas que provocan en el menor un incremento de conductas coercitivas. 21 Otros autores señalan que las madres maltratadoras se muestran en la interacción con sus hijos, más críticas, directivas y menos capaces de proporcionar atención positiva a la actividad de juego que las no maltratadoras (Cantón y Cortés, 2002). De esta forma cuando la interacción padre-hijo, es inapropiada tiene la probabilidad de convertirse en una situación de alto riesgo para el niño (Hernández-Guzmán, Barranco y González, 1989; Hollenstein, et. al, 2004). Quiroz del Valle, Villatoro, Juárez, Gutiérrez, Amador y Medina (2007) en su estudio sobre la relación existente entre haber vivido situaciones de maltrato o crecido en ambientes familiares poco proveedores de protección y buen desarrollo y la presencia de conducta antisocial en adolescentes, identificaron que el ambiente familiar de quienes cometen actos antisociales era poco favorable en comparación con quienes no los cometen, al presentar índices más altos de hostilidad y rechazo, menor apoyo y comunicación por parte de los padres y a su vez menor apoyo y comunicación de los adolescentes hacia sus padres. En lo que respecta al maltrato señalaron que quienes cometían actos antisociales habían tenido una mayor disciplina negativa que quienes no los cometían. También identificaron diferencias entre género al concluir que los hombres son quienes cometen más actos antisociales, mismos que presentaron un riesgo 1.6 veces mayor que las mujeres. Finalmente al evaluar el impacto de predictores para la conducta antisocial, concluyeron que por cada año que el adolescente crece, se incrementa casi 11% la probabilidad de incurrir en actos antisociales. Cuando la comunicación de los hijos hacia los padres es menor, la presencia de conductas antisociales se incrementa 36%; a menor apoyo significativo de los hijos, las conductas antisociales se incrementan en 14%, mientras que la presencia de disciplina negativa las incrementa en 74%. Por otra parte, llevar a cabo una adecuada integración de la historia vivida, presencia de una figura de apoyo en la infancia, participación en algún tipo de actividad psicoterapéutica, estabilidad y apoyo emocional de la pareja actual son aspectos que diferencian a sujetos maltratados que reproducen este problema de los que no lo hacen (Belsky, 1993). De esta forma se observa que cuando las relaciones familiares no son funcionales, sino que prevalecen relaciones desadaptativas se producen múltiples consecuencias negativas en los niños 22 poniéndose en riesgo su salud física y mental. Sin embargo, son también los padres mismos quienes alcanzarán consecuencias negativas de dichas relaciones disfuncionales cuando estas forman parte de la dinámica familiar si se piensa en un efecto de bidireccionalidad. Por tanto la presencia de conocimientos, actitudes, valores, disposiciones, habilidades específicas y estilos de interacción positivos deberán ser incompatibles con problemáticas como el maltrato infantil. Ello sugiere que el incrementar las experiencias positivas tanto en las primeras etapas del desarrollo como en las subsecuentes dentro de las interacciones padre-hijo al intervenir proporcionando conocimientos y habilidades a los padres es algo que permitiría prevenir el maltrato infantil y sus consecuencias (Hernández-Guzmán, 1999). LA PREVENCIÓN DEL MALTRATO INFANTIL De acuerdo con lo revisado en relación a las consecuencias individuales, sociales e inclusive económicas producto del maltrato infantil, se hace necesario el trabajo preventivo tanto en los aspectos más cercanos y más directamente asociados al fenómeno como en aquellos que indirectamente ejercen influencia sobre el mismo. De esta forma al hablar de prevención y ser conceptualizada desde sus raíces etimológicas praevenire (prae antes, y venire venir), sería adelantarse, llegar antes o evitar algo anticipándose; en definitiva se entiende como anticiparse a, o impedir que suceda algo. En su aspecto práctico, prevención involucra un conjunto de actividades (programas, políticas públicas, movimientos sociales, etc.) que a través de una serie de procesos (aumento de autoeficacia, habilidades sociales, estrategias de afrontamiento, información, etc.), persiguen el logro de objetivos determinados que hacen referencia a la identificación y modificación de variables directamente relacionadas con el problema a prevenir (Fernández y Gómez, 2007). En otras palabras, las acciones de prevención consisten principalmente en la identificación de riesgos, predicción de sucesos indeseables y la manipulación de factores que eviten, pospongan o aminoren los efectos de dichos factores (Hernández-Guzmán y Sánchez-Sosa, 1994). A este respecto, si bien el objeto de la prevención es adelantarse a los problemas para evitar que aparezcan, el único procedimientopara operar sobre una realidad que aún no existe es a través de modificar aquellos aspectos que la preceden y determinan en cierto grado. De esta manera se 23 hace alusión a los denominados factores de riesgo y su contraparte, los factores de protección, los cuáles serán la base para dirigir las intervenciones preventivas en tanto que atenuar los factores de riesgo y potenciar los factores protectores (Soriano, 2001). Los factores de riesgo hacen referencia a aquellas variables que anteceden o se producen simultáneamente con la problemática y que están asociados con el incremento en la probabilidad de que éste llegue a manifestarse. Esto sugiere que un factor de riesgo y el acontecimiento en sí no conforman una relación de tipo causal, sino más bien probabilística, que en términos estrictos no proporciona explicación del por qué surge dicho problema, sino cómo el o los factores de riesgo contribuyen a su aparición. Por otra parte debe tenerse en cuenta que los efectos de los factores de riesgo son acumulativos, ya que cuanto más factores de riesgo relacionados con una problemática converjan, mayor será la probabilidad de que este se produzca (Fernández y Gómez, 2007). Particularmente en lo que concierne a la prevención en el campo del maltrato hacia el menor, a través del análisis a nivel microsistémico de las relaciones e interacciones entre padres e hijos pueden observarse aspectos que sugieran presencia de riesgo para la disfunción de dichas relaciones (Belsky, 1993). Así la identificación de factores de riesgo en las relaciones madre-niño, es decir, de factores que aumenten la probabilidad de convertir las interacciones entre la madre y el niño en relaciones disfuncionales que puedan dar lugar a problemáticas como el maltrato infantil, y la identificación de factores protectores que predigan por el contrario bienestar, serían necesarios para desarrollar intervenciones preventivas, puesto que en la medida en que se conozcan los factores que pueden poner a un niño en riesgo de padecer algún tipo de maltrato puede también incidirse en ellos emprendiendo acciones para contrarrestarlos o modificarlos. Una aproximación a la prevención del maltrato infantil es trabajar en promover un trato apropiado hacia los niños, mismo que estaría inmerso al interior de las prácticas de crianza y del tipo de relación establecida entre los padres y el hijo. Para ello será primordial identificar cuándo se llevan acciones hacia los menores que no favorecen o apoyen su desarrollo y bienestar físico, psicológico y emocional, de esta forma los padres y las madres deben utilizar habilidades y estrategias “competentes” que permitan conseguir un desarrollo óptimo del niño. La competencia parental podría considerarse entonces como un continuo que va desde las condiciones de crianza 24 más apropiadas para él, hasta las más perjudiciales o inapropiadas (Cerezo, Dolz, Pons-Salvador, y D’Ocon, 1995, citado en Pons-Salvador, 2007). De acuerdo a lo anterior, es lógico pensar en incidir sobre las prácticas de riesgo que pueden utilizar los padres y madres en la crianza y educación de sus hijos. Desde esta perspectiva, al hablar de prevención del maltrato infantil particularmente a nivel indicada, las acciones pueden dirigirse a detectar estas prácticas de riesgo, y promocionar la utilización de prácticas paternales adecuadas. En la prevención al maltrato infantil, también es conveniente trabajar desde una edad muy temprana del niño, y partir de un trabajo centrado en los padres. Además es importante tener presente que las madres en riesgo de ser maltratadoras también emplean estrategias adecuadas, siendo prioritario identificarlas y apoyarlas para que se mantengan. Así mismo, estas estrategias positivas pueden servir como verdaderas alternativas a las prácticas inadecuadas que utilicen, dado que ya se encuentran en el repertorio conductual de las madres. Desde esta perspectiva se fortalecen sus recursos y se trabaja a partir de ellos, reduciendo los riesgos de que se produzcan situaciones de maltrato (Pons Salvador, 2007). Motivo por el cual surge la necesidad de implementar intervenciones preventivas que se dirijan a madres en riesgo de maltratar a sus hijos al involucrar aspectos actitudinales, cognitivos y conductuales los cuales según la literatura constituyen factores de riesgo que repercuten en la calidad de las relaciones madre-hijo, de esta forma los padres o quienes fungen como tales deben ser capacitados en conocimientos y habilidades para así promover un cambio en el comportamiento parental que a su vez repercuta positivamente en el menor. PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN DIRIGIDOS A PADRES En un primer momento las intervenciones se enfocaban fundamentalmente en los niños, al considerar la conducta inapropiada como producto del desarrollo “desviado”. Sin embargo, planteamientos que cambiaron el foco de interés de las intervenciones se centran en la idea de que si bien cada niño nace con características propias que determinan en gran parte su desarrollo futuro, son las experiencias que tenga al interactuar con las personas que le rodean las que van a darle forma a dicho desarrollo, siendo los padres quienes en primer instancia tendrán influencia en 25 ello, aún cuando no se lo propongan (Hernández-Guzmán, 1999). Es por esto que el foco de interés de las intervenciones se vuelca cada vez con mayor fuerza a aquellas dirigidas o centradas en los padres. Una de las intervenciones dirigidas a los padres enfocado sobre factores de riesgo lo constituye la psicoeducación, la cual se basa en un modelo educacional en contraste con un modelo médico que tiene como objetivo educar al los padres desde el punto de vista psicológico sobre los factores relacionados con la problemática particular experimentada al interior de las relaciones con los hijos que enmarcan el maltrato infantil, los papeles de pacientes y profesionales de asistencia médica (como psicólogos, médicos, y enfermeras) son redefinidos en términos de estudiantes y profesores respectivamente. En términos generales, se explica a los padres cómo surgen, desarrollan y se mantienen patrones disfuncionales, así como explicación de estrategias relacionados al tratamiento o modificación de conductas con el objetivo de mejorar la comprensión y el comportamiento que puedan llevar a problemas extremos, al mismo tiempo que se corrige posible información errónea (Bouman y Buwalda, 2008; Glick, 1994). De esta forma se espera que los padres tengan un comportamiento basado en la información proporcionada. Defensores de la psicoeducación sostienen que para ponerla en práctica y beneficiarse de ella es suficiente asistir a algunos cursos, con poca inversión temporal y económica. Generalmente sesiones llevadas a cabo por el especialista abarcando grandes grupos de asistentes, con duraciones cortas inclusive de un solo día (Bertrando y Toffanetti, 2004). A este respecto se ha demostrado que el tiempo de duración de las intervenciones en programas preventivos es un factor importante a considerar, por ejemplo, los resultados obtenidos a través de un programa de prevención de un solo día sobre adicciones indicaron que no fue suficiente para cambiar actitudes y conductas en los asistentes, así mismo se confirmó que una conferencia de 50 minutos tampoco tiene impacto después de nueve días (Consejo Nacional Contra las adicciones, 1989). Por su parte Ronald (1983) señala que el promedio de sesiones necesarias para promover cambios es de 8 a 12 con una duración mayor a una hora cada una. Otros autores consideran que las sesiones educativas son un componente necesario, pero no suficiente para provocar modificaciones en el clima familiar o para prevenir recaídas (Belloso, 26 García y Prado, 2000; De Groot, Lloyd y King 2003). Así mismo, diversos autores concluyenque los abordajes de tipo educativo o informativo por sí solos a largo plazo son menos eficaces que los enfoques basados en métodos de resolución de problemas y en técnicas cognitivo-conductuales que sean dirigidos y supervisados por un especialista (Hernández-Guzmán, 1999; Montero, 1990 y Sanz, 1994, citados en Belloso, et. al, 2000). De acuerdo a lo anterior los programas psicoeducativos si bien cuentan con ventajas tales como evitar una connotación psicoterapéutica que pueda estigmatizar a los participantes, no ser intrusiva, por el contario de fácil acceso y estar a disposición de una gran parte de la comunidad, así como ser benéfica en tiempo y costo y poder abarcar a grandes grupos de asistentes, también es cierto que cuentan con desventajas tales como carecer de diseños metodológicos bien estructurados que no cuentan con grupos de comparación aleatorizados, y con evaluaciones rigurosas respecto a la efectividad del mismo, mostrando poca evidencia acerca de su utilidad. Además la creación de programas de prevención nuevos obstaculiza dar continuidad a otros programas ya existentes que pudieron parcialmente mostrar resultados favorables, impidiendo su trascendencia y con ello la posibilidad de ser sujetos a retroalimentación, mejoras, perfeccionamiento y en última instancia debilitando su impacto en la población objetivo (Larimer y Cronce, 2002; Moskowitz, 1989; Swisher, 2000). Otro aspecto a considerar respecto a este tipo de programas de prevención es la carencia de componentes enfocados en la enseñanza y desarrollo de habilidades, y por el contrario centrarse en proporcionar rígidamente información; es así que perspectivas como la cognitivo conductual que se fundamentan en evidencias consistentes de efectividad califican a programas psicoeducativos como de segunda categoría es decir, “posiblemente eficaz” o en su defecto como útil en una fase inicial o introductoria a una intervención propiamente cognitivo-conductual (Bouman y Buwalda, 2008). Como enfoque alterno a las intervenciones psicoeducativas se encuentran los programas de desarrollo de habilidades como base para proporcionar a los padres estrategias básicas de aplicación práctica en problemas específicos, favoreciendo aspectos de la interacción padre-hijo (Tavormina, 1980). 27 Los programas de entrenamiento a padres que incorporan además de psicoeducación el empleo de procedimientos para el desarrollo de habilidades en los padres, vienen a ser una alternativa de intervención altamente reconocida para abordar, entre otras problemáticas el maltrato infantil. No obstante, el trabajo de intervención ha ido evolucionando a lo largo del tiempo en sus poblaciones objetivo y sus componentes. Algunos de los problemas para los cuales se ha aplicado el enfoque de entrenamiento a padres varían desde desórdenes de ansiedad, enuresis, problemas de sueño, dificultades en la alimentación, hasta intervención con niños con retardo mental, autismo o problemas de conducta, así como en el abuso y negligencia por parte de los padres (Kazdin, 1995). El entrenamiento a padres puede definirse como un enfoque terapéutico que consiste en capacitar a madres, padres u otros cuidadores en principios, técnicas y estrategias que les permitan entender y abordar de manera directa los problemas de comportamiento de sus hijos (Rey, 2006). De esta forma los padres son entrenados por un terapeuta para cambiar el comportamiento de sus hijos a través de enseñarle a usar procedimientos específicos para cambiar interacciones con el niño, promover el comportamiento prosocial, y disminuir el comportamiento anormal (Kazdin, 1995). Particularmente en situaciones identificadas de riesgo al maltrato y la existencia de comportamiento problemático por parte de los niños, el entrenamiento a padres además de poseer un carácter psicoeducativo, al permitir a los usuarios comprender el origen y mantenimiento de las dificultades de comportamiento de sus hijos, a la luz de los principios de conducta y el comportamiento encontrados por medio de la investigación básica, brinda los conocimientos y habilidades necesarias para afrontar dichas dificultades. Estas habilidades no solo hacen referencia a la crianza de los hijos, sino a otras esferas de la vida relacionadas con la crianza y se enseñan por medio de la metodología por etapas conocida como aprendizaje estructurado, en la que se siguen por esencia los siguientes pasos: (1) la instrucción didáctica de la habilidad, (2) modelamiento de la misma, (3) juegos de roles para poner en práctica la habilidad, (4) retroalimentación y (5) asignación de ejercicios. Elementos propios de las técnicas conductuales (Rey, 2006). 28 Con el enfoque de entrenamiento a padres es posible brindarles a éstos últimos los conocimientos y habilidades que les permitan enfrentar con éxito problemas de comportamiento en el ambiente natural, de manera que esto reditúe en el bienestar y sano desarrollo de sus hijos, al contrario de lo que haría un enfoque de tratamiento centrado no en los padres sino en los hijos (Rey, 2006). Al respecto Dore y Lee (1999), señalan que el crecimiento exponencial de este enfoque ha sido influenciado por varios factores, como el desarrollo de la terapia, la desintitucionalización que ha regresado el cuidado de los niños y jóvenes con serios problemas de conducta a sus familias y comunidades; la preocupación sobre la paternidad adolescente con la carencia de habilidades para una crianza adecuada; el creciente cuerpo de investigación en el desarrollo del niño y de la psicopatología enfocada en el apego temprano padres-hijo y sus implicaciones, y como último factor el alarmante incremento en los últimos 20 años de casos de abuso infantil y negligencia. Lo anterior sugiere que una intervención efectiva no solo se dirija a reestructurar esquemas para generar cambios cognoscitivos, sino también a la adquisición de habilidades dirigidas y supervisadas por especialistas, que propicie un cambio conductual y su mantenimiento. A este respecto se señala que básicamente los principales componentes de los programas de intervención dirigidos a padres se encuentran la capacitación en la crianza, a través de recibir conocimientos y habilidades para entender y afrontar el comportamiento problemático de los hijos, así como conocimientos que les permitan entender los cambios que operan en los mismos a lo largo del desarrollo e identificar el efecto de sus patrones de crianza sobre ellos. Paralelamente otro eje dirigido particularmente a los padres se centra en proporcionar al padre entrenamiento en habilidades de solución de problemas, manejo del estrés y control de la ira y habilidades sociales que repercutan en el fortalecimiento del rol paterno, los cuales generan beneficios en relación a la disminución de malos tratos hacia los hijos, o inexistencia de los mismos, menor utilización de castigos físicos, mejor manejo del estrés en relación al niño, mayor nivel de competencia conductual, mejor satisfacción vital, y una mejor adaptación general (Cantón y Cortés, 1997; Rey, 2006). 29 Un ejemplo de lo anterior lo constituye un estudio que señaló que el enseñar a los padres a interactuar con sus hijos en la realización de las tareas escolares en el hogar, propició un impacto positivo en sus calificaciones, sobre todo en aquellos niños en riesgo de reprobar el año escolar (Hoover-Dempsey, Battiato, Walker, Reed, De Jong y Jones, 2001; citados en Bailey, 2006). Asimismo, se observó que la participación paterna mejoró sus percepciones de competencia personal, y auto-control. Por consiguiente, cuando estos atributos personales se optimizaron, los logros académicos también fueron impactados positivamente, al mismo tiempo, se ha comprobó que los problemas en el aprendizaje para aquellos niños que experimentaban dificultades delectura disminuyeron. En esta misma línea, Bailey (2006) mostró que al implementar talleres dirigidos a padres de niños de segundo año de primaria y clasificados como en riesgo académico, mejoraron la capacidad inferencial en lecturas escolares y con ello el rendimiento académico. Por otra parte, los programas de entrenamiento a padres han mostrado ventajas sobre el enfoque tradicional de psicoterapia infantil (Thorley y Yule, 1982, McMahon, 1991; citados en Rey, 2006), en aspectos tales como 1) fortalecimiento de la labor de crianza de la madre y el padre de manera que pueda afrontar con éxito los problemas de comportamiento y prevenir la aparición de otros, 2) empleo de técnicas con gran respaldo empírico, 3) posibilidad de efectuarse de manera grupal y 4) ser más ecológica pues toma en cuenta que el tratamiento de los problemas de comportamiento infantil ocurre en el ambiente natural y por parte de las personas que están a cargo de los niños. El objetivo de los programas de intervención tendrá que encaminarse a la promoción de los estilos de crianza que promuevan el ajuste y la salud psicológica de niños y de adolescentes, a través de razonamiento, la demostración de interés, afecto y apoyo, y de la erradicación de los golpes, las comparaciones negativas y las ofensas (Sánchez Sosa & Hernández-Guzmán, 1992), así los infantes tendrán una mayor probabilidad de lograr un desarrollo integral saludable, en la medida que los adultos que los cuiden sean sensibles a sus necesidades y capaces de proporcionarles el cuidado emocional y físico que necesitan (Velázquez, 1996). 30 Justificación. Como se puede apreciar, en la actualidad los programas de entrenamiento a padres, pretenden transmitir no solo conocimientos, sino enseñar habilidades que permitan a los padres afrontar de manera exitosa los diversos problemas que se manifiestan en la niñez. Sin embargo, los programas de entrenamiento a padres también se han desarrollado para prevenir los problemas, es decir, tienen la finalidad de reducir la incidencia en una población dada una problemática en particular. Subrayando especialmente el desarrollar y fortalecer los aspectos positivos, más que tratar directamente los negativos, en edades tempranas (Harder, 2005). Si bien es cierto que en la actualidad los programas de entrenamiento a padres ya se desarrollan con un enfoque preventivo, como pudo observarse en párrafos precedentes, la mayoría de ellos se han empleado con un enfoque correctivo, mostrando consistentemente evidencia de efectividad la cual es atribuida a que además del aspecto teórico o informativo contienen componentes que se enfocan en los déficits y excesos conductuales en las madres. De tal forma resulta prometedor hacer uso de estos componentes conductuales propios de los programas de entrenamiento en programas psicoeducativos con la finalidad de incrementar su eficacia y con ello potenciar el impacto de preventivo en la población. Respecto a esto, la evidencia de diversas investigaciones (Cerezo et. al., 1996; Dolz et. al., 1997; Gracia, 2002; Hollenstein et. al., 2004; Quiroz del Valle et. al., 2007), sugieren que además del trabajo con madres respecto a la modificación de creencias erróneas, expectativas inadecuadas, escaso conocimiento acerca del desarrollo del niño y prácticas de crianza positivas, manejo de estrés y auto control emocional, se trabaje incidiendo de manera directa en el aspecto conductual puesto que las madres en riesgo de maltratar a sus hijos, también presentan patrones interaccionales inapropiados. De esta forma las intervenciones preventivas hacia el maltrato infantil apuntarían al trabajo con padres respecto a la capacitación en conocimientos pero además en el desarrollo de habilidades en la crianza de los hijos con la finalidad de optimizar los resultados en el fortalecimiento del rol paternal. Lo anterior aporta bases para el presente estudio al incorporar las características para la capacitación ya mencionadas en una intervención de tipo preventiva a nivel indicada, la cual pretendería evitar que las madres del presente estudio escalaran a un nivel de maltrato emocional severo y en última instancia al maltrato físico hacia el menor. 31 Pregunta de Investigación ¿La incorporación de un componente instrumental a un taller psicoeducativo incrementa la efectividad en la restructuración del patrón conductual en madres que maltratan psicológicamente a sus hijos? Objetivo General: Evaluar la efectividad de un componente instrumental a un taller psicoeducativo dirigido a madres que maltratan psicológicamente a sus hijos respecto a la reestructuración del patrón interaccional madre-hijo. Objetivos específicos: Identificar nivel de depresión, áreas de funcionamiento familiar y áreas de estrés en la crianza asociadas al maltrato psicológico en las dos muestras. Evaluar el impacto del programa de prevención (taller psicoeductaivo más componente instrumental) en las áreas de estrés en la crianza. Hipótesis Hipótesis de trabajo Ht: La incorporación de un componente instrumental a un taller psicoeducativo propicia una reestructuración del patrón interaccional madre-hijo en díadas con historia de maltrato psicológico en contraste con el taller psicoeducativo. Hipótesis Nula Ho: La incorporación de un componente instrumental a un taller psicoeducativo no propicia una reestructuración del patrón interaccional madre-hijo en díadas con historia de maltrato psicológico en contraste con el taller psicoeducativo. 32 MÉTODO Participantes Participaron 11 díadas madre-niño que presentaron un nivel de maltrato emocional leve, medido a través de la Escala de Detección de Maltrato Infantil (Pérez, 2006). Las madres presentaron un nivel de escolaridad principalmente de secundaria, en un par de casos de primaria y en otro par más de carrera técnica; un nivel socioeconómico bajo y reportaron como principal problema desobediencia en sus hijos. La edad promedio de las madres fue de 38 años, mientras que la de los niños fue de 7 años. El total de menores lo conformaron nueve niños y dos niñas. Las díadas se dividieron aleatoriamente en dos grupos de seis y cinco integrantes cada uno, las cuales conformaron los grupos control y experimental respectivamente. Escenario Las sesiones de observación y video grabación correspondientes a las fases de Línea Base y Seguimiento se llevaron a cabo en casa de las participantes; se les pidió contar con una mesa y dos sillas para trabajar. El taller psicoeducativo y el programa de entrenamiento a padres se efectuaron en una aula de una escuela pública de educación básica de la zona Sur de la Cuidad de México. Materiales Videocámara, tripié, mini dvd´s, reproductor de DVD, cronómetro, bolígrafos, lápices, sacapuntas, colores, hojas de papel bond, plumones, formatos y materiales impresos Instrumentos Ficha de identificación Recopila información referente a identificación personal y sociodemográfica de los padres e hijos. 33 Entrevista Psicosituacional (Walker y Shea, 1987) Contiene nueve apartados, en los cuales se identifica la conducta problema del niño, describe las situaciones en las cuales ocurre la conducta, explica las contingencias que estimulan y mantienen la conducta, determina la relación de interacción tanto positiva como negativa entre el niño y el padre, determina los métodos empleados para el control de la conducta, detalla las formas de castigo o elogio y su efecto, comunicación al niño de expectativas y consecuencias, así como un apartado de detección de ideas irracionales. Escala de Detección de Maltrato Infantil (Pérez, 2006) Consta de 107 reactivos, de los cuales, 23 evalúan el maltrato físico, y 80 el maltrato emocional. Los reactivos constituyen acciones yreacciones de la madre hacia sus hijos, tanto negativas como positivas. Índice de Estrés Parental (Abidin, 1983) Es un cuestionario de escala tipo Likert, que consta de un total de 101 reactivos, con 19 reactivos de la Escala Opcional de Estresores de Vida. Evalúa dos dimensiones como fuentes estresoras en la relación padre-hijo: la Dimensión del Niño y la Dimensión de los Padres. Dentro de la dimensión del niño se tienen 6 subescalas que exploran los siguientes aspectos: Adaptabilidad, Aceptabilidad, Demanda, Humor, Distractibilidad-hiperactividad y Reforzamiento a los padres. En la dimensión de los padres se tienen 7 subescalas que exploran aspectos tales como: Depresión, Apego, Restricción al rol, Sentido de competencia, Aislamiento social, Relaciones con el cónyuge y Salud parental. Para cada uno de estos aspectos existe un número determinado de reactivos. Cada reactivo puede tener un puntaje que va de 1 a 5. La puntuación de las subescalas se obtiene sumando los puntajes obtenidos por los reactivos que la conforman. Los puntajes de las dimensiones se obtienen sumando el puntaje de las dos dimensiones. Puntajes altos en las subescalas o en las dimensiones permiten identificar las fuentes estresoras que interfieren en la relación padre-hijo. Cuando en la escala se obtiene un puntaje total de 260 se sugiere remitir a los pacientes a ayuda profesional. Dicho instrumento fue validado en México, los resultados señalan que los coeficientes de confiabilidad para las dos dimensiones fueron .89 y .93; 34 el coeficiente de confiabilidad para el puntaje total del instrumento fue de .91 (Ayala, Pedroza, Morales, Chaparro y Barragán, 2002). Inventario de Depresión de Beck (Beck y cols., 1961) El instrumento de Depresión de Beck estandarizado por Jurado, Villegas, Méndez, Rodríguez, Loperena y Varela, (1998) para personas a partir de los 13 años de edad, consta de 2 factores constituidos por un total de 21 reactivos. El factor de síntomas afectivos-cognoscitivos está compuesto por 14 reactivos referentes a: Tristeza, Pesimismo, Sensación de fracaso, Insatisfacción, Culpa, Expectativas de castigo, Auto desprecio, Auto acusación, Idea suicidas, Episodios de llanto, Irritabilidad, Retirada social, Indecisión y Cambios en la imagen corporal. Por su parte el factor de síntomas vegetativos y somáticos se encuentra conformado por 7 reactivos referentes a: Enlentecimiento, Insomnio, Fatiga, Pérdida de apetito, Pérdida de peso, Preocupaciones somáticas y Bajo nivel de energía. El inventario maneja una escala tipo likert de 0 a 3 donde 0 indica que no hay síntoma depresivo, 1 síntoma leve, 2 síntoma moderado y 3 síntoma grave. El punto de corte para el diagnóstico es de 14 o más. Evaluación de los Padres la Familia y el Niño (Bloomquist, 1996) Este instrumento basado en una aproximación de entrenamiento en habilidades se enfoca en aumentar la competencia de los niños y sus familias. Se pueden enseñar habilidades a los niños para hacerlos más competentes, sin embargo, los individuos importantes en la vida de los niños también deben involucrarse. En este sentido los padres fundamentalmente, y otras personas, incluyendo maestros, entrenadores, vecinos, pares, hermanos, etc., también pueden ayudar la niño. Es esencial para los padres no solo aprender sus propias habilidades, sino también servir de maestros para ayudar al niño a aprender habilidades. Este instrumento abarca 10 áreas importantes que pueden ayudar a los padres a aprender a ayudarse a sí mismos o a sus hijos. La investigación así como la experiencia clínica sugieren que estas áreas son críticas para los niños y las familias que luchan contra problemas de conducta disruptivos. Las 10 áreas de enfoque son las siguientes: 35 1. Estrés Parental 2. Pensamientos de los Padres 3. Involucramiento Parental y Reforzamiento Positivo 4. Interacciones Familiares 5. Disciplina relacionada a la Obediencia y al Seguimiento de Reglas 6. Habilidades Sociales del Niño 7. Habilidades Sociales y de Solución de Problemas del Niño 8. Habilidad del Niño para Afrontar la Ira/Enojo 9. Habilidad del Niño para Involucrarse en Conductas Académicas 10. Bienestar Emocional y Nivel de Autoestima del Niño Cuestionario de Conocimientos de Prácticas de Crianza Positivas (CPCP) El cuestionario ex profeso contiene 20 reactivos de opción múltiple con tres respuestas a elegir, que evalúan conocimientos referentes al desarrollo infantil, la disciplina positiva, manejo conductual infantil, control de estrés, solución de problemas. La forma de calificación consiste en sumar el puntaje total del instrumento y ubicarlo en una clasificación, con base en un rango percentil de acuerdo al nivel de conocimientos. Catálogo Conductual Se empleó el Sistema de Observación Interaccional Madre-niño derivado de estudios previos (Vite y Parra, 2005), que incluye conductas tanto para la madre como para el niño, constituyendo un total de 18 conductas. Incluye diez conductas para la madre: atención social y/o aproximación, Instrucción, Obedecer, Rehusarse, Amenazar, Desaprobar, Regañar, Aprobar, Supervisar y Otras. Mientras que ocho para el niño: Atención y/o proximidad social, Obedecer, Desobedecer, Petición, Repelar, Quejarse, Realizar la actividad y Otras (Para una descripción detallada ver anexo A). 36 Sistema de registro Se empleó el Sistema de Captura de Datos Observacionales (SICDO) (Vite, Rosas y García, 2005), que permite capturar segundo a segundo la conducta observada durante un tiempo determinado, a través de categorías conductuales. Los registros de las conductas observadas en las díadas bajo una situación de actividad escolar, se realizaron por un periodo de 30 minutos. Se obtuvo un total de 12 registros de 30 minutos para cada díada. Confiabilidad Para la obtención del índice de concordancia entre observadores se empleó el coeficiente Kappa de Cohen del 30% de las videograbaciones madre-niño, tanto en la fase de Línea Base como en la de Seguimiento utilizando la clasificación de Fleiss (1981) superior a .75. Se obtuvo un índice de confiabilidad global de .86 para la madre y .85 para el niño en la condición de línea base, mientras que un índice de confiabilidad de .82 para la madre y .81 para el niño en la condición de seguimiento. Definición de Variables Definición Conceptual Variables Dependientes: 1. Maltrato Psicológico: Consiste en acciones y omisiones, como rechazo, indiferencia, hostilidad, coerción, castigos, disciplina inapropiada, ridiculizar y denigrar. Dichos actos han de ser cometidos por figuras parentales que estando en distinta posición de poder hacen al niño vulnerable. Tales hechos dañan inmediata y en última instancia el funcionamiento cognitivo, afectivo, social, psicológico y comportamental del niño (Hart, Brassard y Germain 1987). 37 2. Conocimientos Teóricos: Conocimientos adecuados relativos al desarrollo del niño, disciplina positiva, técnicas de manejo conductual, solución de problemas, manejo de estrés y control de ira. Definición Operacional 1. Maltrato Psicológico: Patrón Interactivo Madre-Niño, entendido como la conductas emitidas por la madre y por el niño durante la interacción, comprende las siguientes conductas: Niño Mamá Atención - Desaprobar Atención - Amenazar Atención - Regañar Obedecer - Regañar Obedecer - Desaprobar Obedecer - Amenazar Petición - Rehusar Realizar Actividad - Desaprobar Realizar Actividad - Regañar Realizar Actividad - Amenazar 2. Conocimientos Teóricos: Puntaje obtenido en la evaluación del Cuestionario de conocimientos teóricos relativos al desarrollo del niño, disciplina positiva, técnicas de manejo conductual, manejo de estrés, solución de problemas, control de ira,
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