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Musica-su-funcion-y-su-naturaleza-en-la-cognicion-humana

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
ESCUELA NACIONAL DE MÚSICA 
 
Programa de Maestría y Doctorado en Música 
 
MÚSICA: SU FUNCIÓN Y SU NATURALEZA 
EN LA COGNICIÓN HUMANA 
 
TESIS 
 PARA OBTENER EL GRADO DE MAESTRO EN MÚSICA 
ÁREA DEL CONOCIMIENTO: COGNICIÓN MUSICAL 
 
 
PRESENTA: 
OMAR SIXTO LUNA GÓMEZ 
 
 
TUTOR: 
Dr. ENRIQUE OCTAVIO FLORES GUTIÉRREZ 
 
Ciudad de México, mayo 2012 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
ESCUELA NACIONAL DE MÚSICA 
 
Programa de Maestría y Doctorado en Música 
 
MÚSICA: SU FUNCIÓN Y SU NATURALEZA 
EN LA COGNICIÓN HUMANA 
 
TESIS 
 PARA OBTENER EL GRADO DE MAESTRO EN MÚSICA 
ÁREA DEL CONOCIMIENTO: COGNICIÓN MUSICAL 
 
PRESENTA: 
OMAR SIXTO LUNA GÓMEZ 
 
TUTOR: 
Dr. ENRIQUE OCTAVIO FLORES GUTIÉRREZ 
 
 
 
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Agradecimientos: 
 
A mi madre, Ana María Gómez Rodríguez, 
por su gran paciencia, comprensión y 
apoyo incondicional en todo momento. 
 
A mis hermanos, sobrinos, tíos y tías, 
primos, sobrinos, por su apoyo constante y cotidiano. 
 
 
 
 ________________________________________ 
 _____________________________________________________________________ 
 
Agradezco a las siguientes personas e instituciones que hicieron posible 
la realización de este trabajo. 
 
Dr. Enrique Octavio Flores Gutiérrez, profesor y tutor de la tesis, por su paciencia, amabilidad y 
enorme orientación e importantes contribuciones formativas durante los cursos en el Posgrado. 
 
Dr. Eduardo Castro-Sierra, por su amabilidad y gran riqueza en la impartición de los 
conocimientos durante los cursos del Posgrado. 
 
Dr. José Luis Vera Cortés, por sus consejos, amables consideraciones y, por supuesto, por sus 
enormes contribuciones académicas en mi formación antropológica en la ENAH. 
 
Mtro. Luis Gonzaga Pastor Farill, por sus consejos y comentarios, así como por su colaboración 
en el Laboratorio de Informática Musical y Música Electrónica, (LIMME), de la Escuela 
Nacional de Música. 
 
Dr. Mario Stern Feitler, por sus aportaciones y enriquecedores comentarios a lo largo de las 
sesiones en el seminario Multidisciplinar: Música y Mente. 
 
A las instancias universitarias, STUNAM (C. Gustavo A. Rodríguez Martínez y adjuntos) y a la 
UNAM (Lic. Marco A. Domínguez Méndez), por su apoyo y puntualidad en los trámites 
administrativos para la autorización de las becas por estudios de Posgrado y titulación. 
 
Mtro. David Cobo Domínguez por su amabilidad y consejos, así como por la oportunidad de 
aplicar la prueba definitiva con sus alumnos. 
 
Al Lic. José Luis Chávez, Director del Centro de Estudios Tecnológicos Industrial y de 
Servicios, CETYS-No. 2, “ David Alfaro Siqueiros”, por su amabilidad y contribución en la 
realización de la prueba con los alumnos del plantel. 
 
Finalmente, agradezco a mis sobrinos, Geog. Yaquir Sagal Luna y Filosf. Fabian Arroyo Luna, 
por sus asesorías en el manejo de los programas de computo, sin ellos estaría en la prehistoria 
tecnológica. A ambos, muchas, muchas gracias. 
 
 
Índice 
 
Resumen 
Introducción………………………………………………………………….....1 
Planteamiento del problema………………………………………………….....5 
Hipótesis 
Objetivo 
Capítulo 1. La música y la mente. Marco teórico ……………………………...6 
Capítulo 2. La música y el cerebro humano:....………………………………..17 
 Consideraciones filogenéticas y ontogenéticas. 
Capítulo 3. Música y memoria. Percepción y conocimiento .…………………29 
Capítulo 4. Diseño metodológico de la etapa experimental:…………………..40 
 Programa Experimental: Música y Causalidad. 
Capítulo 5. Resultados: análisis y discusión…………………………………..54 
Capítulo 6. Música: su función y su naturaleza. ...……………………………66 
 Consideraciones finales. 
Bibliografía……………………………………………………………………83 
Anexos………………………………………………………………………...90 
Anexo 1 Análisis estructural tradicional de la música………………………...91 
Anexo 2 Control de diapositivas……………………………………………...93 
Anexo 3 Instrumentos de medición (Formatos)………………………………97 
Anexo 4 Resultados preliminares……………………………………………101 
 
 
 
 
 
Resumen 
 
En este trabajo se presenta la investigación realizada en torno a la función y la 
naturaleza de la música en la cognición humana, haciendo énfasis en la relación música 
y memoria. Se trata de un caso que puede considerarse como una contribución a la 
investigación, dentro del área de la Cognición Musical. 
A partir de las características de la relación entre música y memoria, así como de los 
alcances y limitantes -tanto teóricos como prácticos- en cuanto a una metodología para 
su conocimiento, fue planteada la hipótesis y el objetivo a desarrollar en este estudio. La 
primera plantea que: la función y la naturaleza de la música expresan contenidos 
simbólicos y conceptuales que establecen una relación causal con la memoria. El 
objetivo fundamental de este estudio fue analizar la importancia y trascendencia de esta 
relación. 
Las pruebas aplicadas consistieron en presentar tres secuencias audiovisuales. La 
muestra estuvo integrada por músicos y no músicos. Se realizó una clasificación 
jerárquica de los conceptos, para facilitar el manejo de la información, y se aplicó un 
índice de funcionalidad para ambos, basado en tres indicadores: la relación música y 
mente, la relación música y cerebro y, por supuesto, la relación música y memoria. 
De esta manera, se pretende así, por un lado, abordar la relación música y memoria, 
desde el enfoque de la causalidad, a partir del conocimiento de cada uno de los 
conceptos, desde diferentes enfoques teóricos y, por otro lado, sentar las bases para 
estructurar una metodología de investigación, para los finesespecíficos de la Cognición 
musical; en particular, sobre la relación teórica y práctica de la música con respecto de 
la memoria. 
Los resultados indican que la relación música y memoria está constituida por factores 
contingentes y causales definidos por los tipos de memoria- largo y corto plazo- y los 
subtipos de cada una de éstas. La expresión de ambos tipos de memoria tiende a ser 
mayor cuando hay estímulos audiovisuales, debido a que las capacidades y habilidades 
cognitivas se retroalimentan. En contraste, la memoria a largo plazo tiene un alto 
significado debido, únicamente, a los estímulos sonoros, lo cual favorece la 
intensificación de las capacidades cognitivas, y el incremento en la concentración y la 
atención, visual y/o sonora. El método implementado en este estudio permitió 
caracterizar el balance entre la funcionalidad de la música, a partir de su misma 
naturaleza, y los factores neurofisiológicos, así como también los indicadores del 
significado social. 
 
 
 
Abstract 
 
The present paper presents the research on the function and nature of music in the 
human cognition process, emphasizing the relationship between music and memory. 
This paper can be taken as a contribution to the research on the musical cognition field 
work. 
This paper presents the hypothesis and the aim of the research based on the 
characteristics of the relationship between music and memory, and based also on their 
scope and limits at a theoretical and practical level on the proposed methodology. On 
the one hand, the hypothesis is that the function and the nature of music express 
symbolic and conceptual contents that establish a causal relationship with memory. On 
the other hand, the principal aim is to analyze the importance and transcendence of such 
relationship. 
The tests consisted on presenting three audiovisual sequences. The sample was 
integrated by musicians and no-musicians. A hierarchical classification of the concepts 
was created in order to facilitate the use of the information, and an index of 
functionality was applied for both concepts. Such index was based on three indicators: 
the relationship between music and mind, the relationship between music and brain, and 
the relationship between music and memory. 
On the one hand, the paper deals with the relationship between music and memory 
focusing on causality approach for each of the posed concepts from a theoretical level. 
On the other hand, this paper sets down the basis to structure a research methodology 
for the specific aims of music cognition, particularly for the relationship between theory 
and practice of the music regarding memory. 
The results indicate that the relationship between music and memory is shaped by 
contingent and causal factors defined by the sorts of memory- long and short term- and 
the subtypes of each one. The expression of both types of memory tends to be higher in 
the presence of audiovisual stimulus due to the fact that cognitive capacities and 
abilities are feedback. In contrast, the long term memory has a high meaning due to the 
sound stimulus; this favors the intensification of the sonorous capacities, and the 
increase of the concentration and attention, both visual and sonorous. The implemented 
method on the research allowed characterizing the balance between the functionality of 
the music, beginning with its own nature, and the neurophysiological factors, as well as 
those indicators with social significance. 
 
 
 
 
MÚSICA: 
 
 
SU FUNCIÓN Y SU NATURALEZA 
 
 
EN LA COGNICIÓN HUMANA 
 
 
 
1 
 
 
Introducción 
 
En la actualidad existe un amplio interés por los estudios que evalúan la estructura, 
funcionamiento y dinámica de la memoria bajo la consideración de los aspectos 
neurofisiológicos, pero también desde expresiones culturales que en él convergen, como 
lo es, por ejemplo, la música. Desde esta perspectiva, el enfoque de la Cognición 
musical hace posible sintetizar, caracterizar e integrar los aspectos estructurales y 
funcionales de la memoria, entre otras capacidades y habilidades cognitivas, en relación 
con la música, en condiciones específicas y en momentos determinados. Estudios 
realizados con técnicas de resonancia magnética han mostrado, por ejemplo, cómo el 
cerebro reacciona en circunstancias específicas, por ejemplo, ante estímulos físicos del 
exterior y recepciones biológicas del interior. Pero también, mediante la utilización de 
otras técnicas experimentales se ha demostrado cómo es que reacciona nuestro cerebro 
ante estímulos audiovisuales. 
Al respecto, una de las tantas líneas de investigación en Cognición musical se centra en 
el estudio y análisis de la música y su relación con habilidades y capacidades cognitivas 
como la atención, la percepción, el lenguaje, la inteligencia y la memoria. Es evidente 
que esta última función cognitiva, la memoria, tiene un lugar fundamental en el 
comportamiento humano, la cual se asocia, comúnmente, al recuerdo de sucesos, 
imágenes, objetos, etc., pero también tiene relación con otras funciones cerebrales, 
como las auditivas. Sin embargo, la memoria no trabaja sola, asilada, ni separada de 
otras funciones; al contrario, esta función está vinculada a otras funciones mediante 
redes y circuitos neurales. 
Pero hablar de música no es nada trivial, ni mucho menos en cuanto a la relación con la 
memoria. Para entender la relación música y memoria, se han generado diversas 
estrategias y métodos, cuyo objetivo es conocer cómo es que la música permea y, 
muchas de las veces puede determinar el comportamiento de los seres humanos. 
En 1977, Critchley y Henson, en el libro, Music and the Brain, aportan datos que son 
bastante significativos al respecto de la música y su importancia en la conducta humana. 
Como compiladores retoman una serie de trabajos, con varios enfoques y metodologías. 
Sin embargo, hay dos trabajos que son de fundamental importancia e interés para la 
investigación que se presenta. El primer artículo es de Diana Deutsch, quien aborda la 
relación música y habilidades cognitivas, en específico sobre la memoria, pero desde el 
enfoque de la Psicología y la Musicología. El segundo artículo es de Antonio y Hanna 
Damasio, quienes igualmente, abordan el tema música y memoria, pero desde un 
enfoque de las neurociencias. Este libro, Music and the Brain, es fundamental en los 
estudios sobre Cognición musical. 
 
2 
 
Posteriormente, en el año 2000, Bob Snyder, compositor, artista en video y presidente 
de la Escuela de Arte del Instituto de Chicago, publicó el libro, Music and Memory, en 
el cual aporta datos significativos al respecto de la relación entre música y la memoria. 
Los puntos centrales de su propuesta consisten en conocer, por un lado, a grandes 
rasgos, cómo la música influye en el comportamiento humano, particularmente en la 
memoria, pero también entender cómo podemos aproximarnos a dicha expresión desde 
los enfoques de la psicología, las neurociencias y la música. Para el autor, la memoria se 
encuentra implícita en la conducta del ser humano desde etapas tempranas. Para ello, 
sugiere realizar una serie de pruebas, con test, o formatos, para registrar e interpretar 
esas posibles capacidades y habilidades. A lo largo de diez capítulos, Snyder(2000), nos 
introduce en los métodos y estrategias diseñados por él, así como sus interpretaciones al 
respecto. 
Por otro lado, tampoco es trivial hablar de temas como la causalidad, tanto por lo vasto 
del tema, lo amplio que es, cronológicamente y culturalmente, así como por las 
singularidades fenoménicas de esta expresión y sus correlatos cognitivos fundamentales 
en toda la especie humana, como bien lo afirman Juan Carlos Gómez, de la Universidad 
de Madrid, y también, en su momento, el filósofo David Hume. Y más aun cuando la 
música se introduce en este contexto. Durante mucho tiempo, e incluso actualmente,la 
música ha sido considerada como un factor importante y fundamental en el desarrollo y 
consolidación del comportamiento humano, tanto en lo individual como en su contexto 
entorno-cultural. Existen varios motivos, entre los cuales hay dos que llaman la 
atención. Primero, la mayor parte de los argumentos respalda la idea que la música 
influye, de manera directa e indirecta, en las relaciones humanas. La cohesión social y 
la música ha sido, por ejemplo, un tema muy recurrente. El segundo punto tiene que ver 
con la relación de la música y las funciones cognitivas. De todos es conocido que la 
música mantiene una relación directa con las emociones; además, influye y genera 
estados de ánimo y motivaciones muy particulares. 
Existen infinidad de trabajos antropológicos, filosóficos sociológicos, musicológicos, 
etc., que han profundizado sobre el concepto, sus debates y mismas polémicas. El 
concepto de música es, por supuesto, mucho más que eso debido a las características y 
la singularidad del fenómeno desde sus orígenes, posibles y múltiples, hasta el 
desarrollo y consolidación de este objeto de estudio, tal y como lo conocemos 
actualmente. 
Para Leonard B. Meyer (1999), la música es, ante todo, mucho más que una simple 
connotación simbólico-conceptual, cuyo objetivo fundamental y final sería la 
ordenación de sus diversos planos y estructuras sonoras. El análisis de la música, cuyo 
propósito es el de identificar sus elementos y sus implicaciones simbólicas, así como 
una descripción de sus elementos conceptuales fundamentales y derivados, constituye al 
mismo tiempo su misma naturaleza, lo cual no la generaliza, ni tampoco limita sus 
alcances. Es por ello que la relación música y memoria, desde el enfoque de la 
causalidad, puede redimensionar y generar un nuevo plano de acercamiento en cuanto a 
su importancia en la conducta humana. 
3 
 
Como lo veremos a lo largo de este trabajo, hay algunos y diversos supuestos acerca de 
la relación música y memoria, así como sus implicaciones y connotaciones en la 
conducta de las personas, y como todas estas líneas de investigación tienen 
correspondencia con la relación música y memoria, así como las repercusiones e 
implicaciones biológicas y las posibles estrategias adaptativas, siendo todo esto 
resultado del estudio y análisis minucioso de esta relación desde los fundamentos 
teóricos como en la práctica de esta importante cualidad cognitiva: la memoria. 
En el presente trabajo, el objetivo fundamental es analizar las connotaciones e 
implicaciones de la música en la cognición humana, a partir de su función y su 
naturaleza, las cuales expresan contenidos simbólicos y conceptuales, pero 
particularmente en la memoria, siendo ésta una habilidad cognitiva fundamental en el 
comportamiento humano, haciendo énfasis en la relación causal que mantienen entre sí, 
así como su lugar y su papel. 
Para lograr lo anteriormente expuesto, se diseñó un modelo teórico-metodológico que 
permitiera llevar a cabo una investigación sencilla, ordenada y eficaz. Este modelo 
consiste en dos etapas. La primera es con respecto de la parte teórica-bibliográfica, 
particularmente sobre la relación música y memoria. La segunda etapa consiste en un 
trabajo práctico-experimental que abarca desde el diseño y estructura de las actividades, 
hasta la aplicación misma de las pruebas. La información obtenida a lo largo de la 
investigación, y en la ejecución de las dos etapas, se estructuró en seis capítulos. 
En el capítulo 1 se establecen de manera detallada las bases teóricas sobre las cuales fue 
fundamentado el estudio, así como las definiciones de los conceptos que se plantean 
para realizar la investigación. También se presentan los enfoques de las distintas áreas 
de estudio que contribuyen al conocimiento de la relación música y mente. 
En el capítulo 2 se abordan los aspectos teóricos fundamentales de la relación del 
cerebro humano con la música, de acuerdo con el modelo planteado para desarrollar este 
estudio, con el fin de ubicar, espacial y temporalmente, la relación música y memoria, 
con particular énfasis en las consideraciones filogenéticas y ontogenéticas. 
El capítulo 3 aborda la importancia de la relación música y memoria, en específico 
desde el enfoque de la Cognición musical, pero también se retoman aportaciones 
realizadas desde otras disciplinas tales como la Musicología, Neurociencias, la 
Etnomusicología e incluso la Arqueología. Se presenta la información básica, pero 
necesaria, para la comprensión de la naturaleza conceptual de la relación música y 
memoria. 
El capítulo 4 se centra en el estudio práctico-experimental. Se describen, de manera 
detallada, cada uno de los pasos que se siguieron durante la realización de este proceso 
práctico-experimental, para cada una de las etapas y fases planteadas, desde el diseño 
hasta la aplicación de las pruebas. 
4 
 
Posteriormente, en el capítulo 5, se presenta el análisis y la discusión de los resultados 
obtenidos de la investigación experimental, estableciendo como de fundamental 
importancia realizar una investigación básica ordenada y sistemática, pues de ella se 
obtiene información esencial para la comprensión de la unidad que lo conforma, tanto a 
nivel teórico como práctico. 
Por último, en el capítulo 6, se presentan las reflexiones finales, en donde se establece 
una propuesta de investigación aplicada, derivada del conocimiento de los mecanismos 
que influyen, mas no determinan, la relación música y memoria, desde el enfoque de la 
causalidad. Asimismo, se presentan algunas consideraciones sobre la relación música y 
memoria, desde etapas tempranas, así como sus implicaciones y sus connotaciones. 
No hay duda alguna de que en nuestro país hacen falta investigaciones al respecto, más 
aun con carácter interdisciplinario. Las ciencias no pueden estar aisladas y el objeto de 
estudio requiere del trabajo entre disciplinas. Los retos son grandes, incluso titánicos. 
Es difícil unificar criterios; sin embargo, los mismos trabajos realizados por Bob Snyder 
y Critchley-Henson demuestran la importancia de estos estudios y, particularmente, 
sobre los estudios enfocados hacia la relación música y memoria. 
Lo expresado anteriormente no ha sido, ni será, un tema agotado, por el contrario, estoy 
plenamente convencido de que, a la luz de nuevos hallazgos y propuestas, las cuales se 
realizan constantemente, así como de nuevas propuestas interdisciplinarias, el tema 
seguirá generando intensos e interesantes debates y polémicas, lo cual, seguramente, 
enriquecerá y ampliará el panorama sobre la discusión. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
 
 
Planteamiento del problema. 
 
Todo parece indicar, entonces, desde el enfoque de lo humano, que el hombre, como 
especie, expresa una actividad cultural tan particular que es inherente a su mismo 
comportamiento: la música. Por otro lado, la memoria, una de las funciones biológicas 
también inherentes al ser humano, tiene un papel fundamental en su comportamiento. 
Ambas, música y memoria, seguramente se relacionan y se retroalimentan, de eso no 
hay duda alguna, pero bajo ciertas condiciones muy específicas y en contextos muy 
particulares. Pero lo anterior no nos permite responder con certeza cómo se establece la 
relación entre ambas y, por otro lado, cuáles son, en su caso, las condiciones específicas 
y contextos particulares. Sin embargo, a partir de la naturaleza de la música y su misma 
función ¿será posible inferir y explicar cuál es su relación con la memoria y, por otro 
lado, cuáles son las condiciones específicas y contextos particulares que influyen en la 
relación entre ambas? 
 
 
Hipótesis: 
 
La función y la naturaleza de la música expresan contenidos simbólicos y conceptuales 
que establecen una relación causal con la memoria. 
 
 
Objetivo General: 
 
El propósito fundamental es analizar las connotacionese implicaciones de la música en 
la memoria por medio de una prueba audiovisual aplicada a dos poblaciones (músicos y 
no músicos), haciendo énfasis en el lugar y el papel de la música y la memoria en el 
comportamiento humano. 
 
 
 
6 
 
Capítulo 1 
 
La música y la mente. 
Marco teórico. 
 
 
Una de las tantas expresiones reflejo de la actividad de la especie humana tiene que ver 
con las manifestaciones artísticas, independientemente de las múltiples connotaciones 
culturales y étnicas que éstas pueden contener por sí mismas. Dentro de ese conjunto de 
actividades artísticas, la música, por sus contenidos y su diversidad, ha llamado la 
atención de muchos investigadores de varios campos del conocimiento. 
La música, por lo tanto, ha sido considerada, durante mucho tiempo, e incluso 
actualmente, un factor importante en el desarrollo y consolidación del comportamiento 
humano, tanto en lo individual como en su contexto entorno-cultural. Existen varios 
motivos, sin embargo, hay dos que llaman la atención. 
El primer motivo consiste en que la mayor parte de los argumentos generados en 
disciplinas como Psicología, Sociología, Musicología, Neurociencias y Antropología, 
respaldan la idea que la música influye, de manera directa e indirecta, en las relaciones 
humanas. Es importante precisar que la mayor parte de los estudios, sin embargo, 
aclaran que no necesariamente la música determina la conducta. 
El segundo motivo tiene que ver con la relación entre la música y las capacidades y 
habilidades cognitivas de la especie humana. De todos es conocido que la música 
mantiene una relación directa con el comportamiento de las personas; por lo tanto se 
afirma que la música no sólo influye en el comportamiento de los individuos, sino 
también puede generar estados de ánimo y motivaciones muy particulares. Al respecto, 
llama la atención la diversa cantidad de estudios sobre la relación de la música con la 
percepción, la inteligencia, la atención, el lenguaje y, por supuesto, la memoria. Es 
evidente que esta última función cognitiva, la memoria, tiene un lugar fundamental en el 
comportamiento humano. La memoria se asocia, comúnmente, al recuerdo de sucesos, 
imágenes, objetos, etc., pero también tiene relación con otras funciones cerebrales, 
como las auditivas. Pero la memoria no trabaja sola, aislada, ni separada de otras 
funciones, al contrario, esta función está vinculada a otras funciones mediante redes y 
circuitos neurales. En este sentido, por ejemplo, hay estudios sobre las habilidades para 
ejecutar un instrumento, las cuales tienen que ver con las capacidades y habilidades, no 
solamente anatómico-morfológicas, sino también en cuanto a las neuromusculares y las 
condiciones neurofisiológicas. 
Durante el periodo 1924-1930, el psicólogo L. S. Vigotsky escribió una serie de trabajos 
-más de cien- de entre los cuales conocemos uno que lleva como título: Psicología del 
Arte. Esta obra sentaría, en mi opinión, las bases para el análisis y estudio no sólo de los 
aspectos estéticos de las manifestaciones artísticas, sino también sobre la forma y el 
contenido de estas expresiones, tomando en consideración el análisis del contexto 
histórico, tanto del sujeto creador como del sujeto receptor. 
 
7 
 
Para quienes estamos familiarizados con la obra de Vigotsky, ésta es una propuesta 
metodológica que puede ser aplicada tanto al estudio del Arte como tal, ya sea literatura, 
música, pintura, etc., así como a la psicología de los individuos, es decir su 
comportamiento, pero describiendo la relación entre las manifestaciones o las 
expresiones artísticas y los procesos básicos desde la teoría incipiente de la mente. En 
este sentido, para Vigotsky es necesario, por ejemplo, precisar la diferencia entre la 
experiencia musical y la expresión musical. Ambas están condicionadas por factores 
socio-culturales, pero también por los procesos mentales de cada una de las personas, y 
más aun cuando se escuchan estímulos auditivos, acústicos u ópticos específicos. 
Para Leonard B. Meyer (1956, 2000), como para los musicólogos John Blacking(1973), 
y Ian Cross(2003), los factores socio-culturales y los procesos mentales, planteados por 
Vigotsky en su momento, son fundamentales para entender cómo la música mantiene 
una relación con las habilidades cognitivas, cuyo carácter puede ser multidireccional y 
multidimensional. La memoria, como proceso fisiológico, opera en estas dos maneras, 
ya que mantiene una relación con otras áreas y funciones corticales. 
Pero en La Psicología del Arte (Vigotsky, 2005), hay otras consideraciones y otros 
indicadores que son fundamentales y que deben abordarse. Una de éstas se centra en 
una idea muy generalizada a lo largo de su obra, la cual denomina como estética del 
arte, asumiendo que esta idea conlleva, necesariamente, varios aspectos. Uno de ellos, 
considerado como uno de los más importantes, es la relación esencial y fundamental 
entre el creador y el espectador. Pero la concepción de esta relación, para Vigotsky, no 
tiene solamente una relación espacio-temporal, ya que las expresiones artísticas, en lo 
general, pueden o no tener esa connotación. Por el contrario, el contenido y la forma se 
expresan, entonces, a partir de la expresión misma de la obra(en este caso lo puede ser 
la música), y la experiencia misma de quien la escucha. Ambos, contenido y forma, son 
los componentes fundamentales que definen la estética del arte, en donde confluyen los 
factores socio-culturales y los procesos mentales. 
La estética del arte, por otro lado, puede entenderse, en términos generales, como el 
contenido y la forma de las expresiones artísticas per se, así como los aspectos 
psicológicos de la misma obra. Pero para Vigotsky, en la Psicología del Arte, es muy 
importante observar no sólo los aspectos fundamentales de las expresiones artísticas, 
presentes en todos los contextos históricos, los cuales pueden observarse de manera 
empírica, sino también los aspectos fundamentales en el comportamiento del individuo 
y de su contexto, a través del arte, cuyas implicaciones están inmersas en el modo de 
vida de los grupos humanos en lo general, y de la mente en lo particular. Por esta razón, 
para Vigotsky(2005), es muy clara la crítica de los puntos de vista unilaterales acerca 
de la especificidad de la función humana y social del arte. Por lo tanto, y cito 
textualmente, Vigotsky se encuentra contrario a reducir el arte a su función propiamente 
cognitiva, por un lado, pero también, al enfoque socio-cultural-contextual. 
 
Pero hay un punto que es fundamental en la obra de Vigotsky, y el cual es de suma 
importancia para este trabajo, y en especial para este primer capítulo. El arte ejerce una 
función cognitiva, en cuanto a nuestros procesos mentales básicos como la atención y la 
memoria, pero también ejerce una función cognoscitiva, es decir, en cuanto a cómo 
situamos la música en su contexto socio-cultural, la cual puede ser una función de 
conocimiento peculiar, realizada por procedimientos peculiares, y no únicamente a 
partir de un conocimiento de las imágenes, símbolos, signos y expresiones sonoras. 
8 
 
 
Pero para Vigotsky, quien asume una postura similar a la de Ernst Cassirer, es el 
hombre, definido como un individuo que expresa su modo de vida dentro de un grupo 
humano, quien percibe el fenómeno, o expresión artística, quien realiza la abstracción 
respectiva de esa misma expresión, con toda la carga subjetiva del sujeto. Considero que 
éste es un punto importante en la obra de Vigotsky, ya que en la mayor parte de las 
veces, independientemente de las características de una obra artística, ésta puede ser 
catalogada o definida como arte o no arte; estética o no estética. Me parece que 
Vigotsky nos presenta una perspectiva diferente no sólo por su contexto histórico, su 
formación como psicólogo y su postura ideológica, sino porla forma de abordar y 
deconstruir el concepto de arte. Esta propuesta redimensionaría la concepción clásica-
histórica del arte y sus implicaciones cognitivas. 
De acuerdo con el autor, podemos suponer que, a partir de expresiones como la música 
en lo particular, y en el arte, en lo general, e incluso en el lenguaje, en la actualidad 
parecen obvias muchas pautas de comportamiento de nuestra especie. La actividad 
mental, estaremos de acuerdo, es una facultad inorgánica, mediante la cual, percibimos 
y conocemos la esencia, las particularidades y las propiedades concretas e inasibles de 
los objetos y el conocimiento es, en esencia, la captación de algo mediante el 
entendimiento (Gómez, 2004; Tomasello, 1999). No hay duda alguna de que el hombre 
percibe con los sentidos el medio que le rodea, pero también sus mismas condiciones. 
Al respecto, y como un ejemplo paralelo a la música, normalmente se hace referencia al 
lenguaje, o el habla, en su manifestación vocal, como una facultad o habilidad cuando 
en realidad se trata de un sistema complejo compuesto de distintas partes o subsistemas. 
Para dominar una lengua hay que adquirir su fonología(los sonidos con los que se 
construyen las palabras), su léxico (las palabras y sus significados, lo que también se 
conoce como semántica), y las reglas gramaticales mediante las cuales se componen 
oraciones complejas, combinando palabras individuales (también conocida como 
sintaxis). La lengua consiste, parafraseando a Tomasello(1999), en una “exquisita” 
integración de estos elementos. Pero, coincidiendo con el musicólogo Ian Cross (2003), 
a quien veremos más adelante, con más detalle y más calma, las consideraciones acerca 
del lenguaje podrían encajar muy bien en al análisis de la música y su relación con la 
mente, ya que la música, entendida como un sistema multidimensional, opera a varios 
niveles. Por lo tanto, la música puede tener estas mismas connotaciones. 
Creo que es muy importante considerar que la Psicología del Arte, desde la perspectiva 
de la sensibilidad y las capacidades cognitivas, ha aportado nuevos datos en el estudio 
del comportamiento del hombre, como especie. En este sentido, las ideas de Vigotsky 
son todavía mucho más interesantes. 
Por lo anterior, como lo hemos visto hasta el momento, la música tiene, más que una 
simple connotación simbólico-religiosa, cuyo objetivo fundamental sería la ordenación 
del comportamiento humano enmarcado en ella, en donde la concepción religiosa del 
mundo, conocida ésta en la mayor parte de los estudios antropológicos, como 
cosmovisión y/o la cosmogonía es el marco explicativo. Por eso al iniciar este trabajo 
propuse el ejemplo, o el enfoque socio-culturalista de Vigotsky, en cuanto al Arte, en 
general, y la música, en lo particular, como una referencia bien conocida. 
 
9 
 
 
Aunado a lo anterior, considero que el análisis de la música y su relación con la mente, 
cuyo propósito es el de identificar sus elementos y sus implicaciones simbólicas, puede 
tener similitudes con el análisis de la cultura, en términos generales, así como una 
descripción de sus elementos fundamentales y derivados que constituyen al mismo, 
porque ello generaliza y no limita sus alcances. 
Desde la perspectiva de Vigotsky, como la de Blacking, Meyer y Cross, la música 
también puede, por lo tanto, estar llena de metáforas, y consecuentemente, narraciones; 
y esto podría implicar muchas funciones más, como, por ejemplo, su función religiosa, 
pero no se reduce a ella. Pero entonces parecería obvio que la música, tal y como la 
conocemos en la actualidad, rige la vida e instituciones de las sociedades, las tradiciones 
sociales y sus costumbres, de ahí entonces la función religiosa de la música (Blacking, 
1973; Turrent, 1996); sin embargo, según las propuestas de Vigotsky y de John 
Blackig(1973), la música redimensiona las prácticas socio-culturales, incluyendo la 
función religiosa. 
Al respecto, considero que la propuesta de Leonard Meyer (2000), coincide plenamente 
con las realizadas por Blacking y Tourrent, así como una herramienta más de 
aproximación al estudio de la música, y en este caso de la causalidad. En su libro, La 
teoría del estilo, Meyer analiza la importancia de la música en las tradiciones sociales, 
siendo un regulador por excelencia de la forma de vida en los grupos humanos. 
Para John Blacking(1973) y Leonard B. Meyer(1956; 2000), quienes desarrollarían 
metodologías muy particulares para el estudio de la música y los grupos humanos, las 
cuales continuarían, con pequeñas modificaciones e interesantes aportaciones, hasta Ian 
Cross y Bruno Nettl, entre otros, la música es una expresión más de la cultura, 
entendiéndose que es el resultado de un conjunto de particularidades que se expresan en 
el fenómeno de lo humano. Para los autores anteriores, la música tiene sentido, si y solo 
si, se entiende en un contexto básicamente humano. 
Sin embargo, lo anterior no es tan simple como parece. Para Leonard B. Meyer (2000), 
la música es como un sistema de pensamiento con sentido y significado que influye en, 
más no determina la conducta humana. Pero la música no sólo permea de manera 
sistemática la mente de los individuos, sino la deconstruye. Asimismo, la música está 
conformada como un lenguaje, cuyo propósito no sólo es la “expresión” pura de algún 
evento de origen, sino también de las prácticas cotidianas; sustentando y cohesionando 
las estructuras sociales. Pero aquí llama la atención lo siguiente. La música puede tener, 
al parecer, “leyes propias”, ya que está fundamentada en un conjunto de experiencias y 
conocimientos concretos, al igual que la mente, entendida ésta únicamente como 
proceso fisiológico. Sin embargo, lo anterior no es superficial; de acuerdo con Blacking 
y Meyer, el hombre mediante la música puede integrarse, simbólicamente, al cosmos en 
donde se asigna a los dioses un lugar y funciones específicas y diversas, de ahí la 
relación directa de la música con expresiones religiosas y sociales tales como el 
totemismo, shamanismo, los roles sociales, etc. Por lo tanto, como bien lo expresa Ian 
Cross (2003), el papel y el lugar de la música en la mente de los individuos tiene un 
lugar definido antropohistóricamente. 
A partir de lo anterior, la deconstrucción del concepto de música, desde el enfoque 
culturalista implica, según Leonard Meyer (2000), Ian Cross(2003), John 
Blackingn(1973) y Jean Molino (2001), entonces, no sólo desmenuzar y/o separar sus 
10 
 
diferentes elementos o contenidos, sino también entender cómo se interrelacionan esos 
elementos y cómo se retroalimentan constantemente. Coincido, plenamente, con Meyer 
(1998), cuando afirma y asegura que, “el hombre se adapta, o rechaza a ciertas pautas 
culturales heredadas en virtud de su pertenencia a sociedades configuradas por la 
historia”. En esencia, este autor está negando, primero, la idea del innatismo y lleva 
implícita, por lo tanto, la idea de causalidad, en donde la mente tiene su papel 
fundamental, pero más aun cuando la música se inserta en el mismo contexto. Además, 
es obvia también la importancia y la trascendencia de la sistematización de las 
experiencias y la función de la transmisión social, o la cultura. 
Para John Blacking (1973), esto no es tan fácil o tan evidente. El etnomusicólogo afirma 
en su ya conocido ¿Hay música en el hombre? que la importancia del movimiento 
corporal, como parte constituyente del comportamiento musical, ha sido subestimado, y 
ello configura la mente del individuo. A este respecto destaca el hecho de que a los 
niños de hasta cuatro o cinco años les cuesta cantar sin mover las manos y los pies, y la 
música no sólo se expresa en momentos de aburrimiento o de descanso. Por otra parte, 
puesto que la música influye físicamente a tantas personas y también a la estructuración 
del tiempo, en ocasiones se utiliza en los momentos en los que ungrupo realiza 
acciones físicas repetitivas. Blacking sugiere, y cito textualmente: “que la música es una 
síntesis de procesos cognitivos”, entonces ésta surgió a partir del descubrimiento de que 
el trabajo organizado de forma rítmica era más efectivo y, por lo tanto, el efecto de la 
música en las acciones físicas repetitivas es ante todo rítmico. 
De esta manera, el ritmo está arraigado en el cuerpo más que la melodía y la armonía. 
La respiración, el acto de caminar, los latidos y el acto sexual son aspectos rítmicos de 
nuestros cuerpos. En algunas culturas primitivas, el ritmo se ha desarrollado hasta un 
punto tal que los músicos occidentales no pueden reproducir su complejidad. El ritmo 
está organizado por los elementos que crean y dan forma a los procesos musicales y, a 
su vez, organiza estos elementos. De esta manera, se puede dar por sentado que el ritmo 
impuesto afecta a nuestra capacidad para organizar nuestros movimientos y nuestros 
pensamientos (Blacking, 1973; Meyer, 2000; Cross, 2003). Instrumentos, como el 
electromiógrafo, que miden los potenciales de actuación muscular, reflejan un 
considerable aumento de la actividad eléctrica de los músculos de las piernas mientras 
se escucha música, incluso cuando el sujeto ha recibido la orden de permanecer quieto 
(Castro Sierra, 2011; comunicación personal). 
En una sala de conciertos, por ejemplo, la quietud física inducida por la sensación de 
estímulo suele resultar difícil de controlar. Algunas personas sienten el impulso de 
marcar el ritmo con los pies o tamborilear con los dedos (Storr, 1992). Al respecto, 
expertos de otras áreas, siguiendo al propio Darwin, creen que la selección sexual 
desempeña un papel importante. Geoffrey Miller (2001), sostiene, por ejemplo, que el 
motor de la música es la elección de pareja. 
Howard Gardner (2000), en La Estructura de la Mente, en su apartado sobre las 
inteligencias musicales, nos dice que existe un consenso generalizado en lo tocante al 
efecto musical de estimulación que se produce en las personas interesadas en la música 
que la escuchan con cierto grado de concentración. Con estimulación, se refiere Gardner 
a la capacidad de la música para agudizar el estado de alerta, la conciencia, el interés y 
la excitación: una sensación realzada en general. La estimulación se encuentra en su 
mínima expresión durante el sueño y en su máxima expresión en los momentos en que 
11 
 
el ser humano experimenta sentimientos intensos, tales como el deseo, la rabia o la 
excitación (Bartra, 2006; Patel, 2008; Gardner, 2003). 
En este sentido, llaman la atención las propuestas o reflexiones que en su momento 
realizaron Aristóteles y Platón, acerca de cómo la música influye en la conducta del 
hombre. Sorprende lo vigentes que pueden resultar dichas afirmaciones. 
En el año 2008, el neurólogo Anirudh Patel, experto en el tema de la música y el 
cerebro, publica el libro Music, Language and the Brain. En el referido libro, 
fundamental para las neurociencias, pero también para la Cognición musical, aporta 
datos significativos acerca de la relación música y cerebro. Para el neurólogo, los 
estados de estimulación suelen vivirse como algo desagradable o doloroso; sin embargo, 
los niveles menos intensos de estimulación pueden contribuir a una mejora de la 
existencia. El autor afirma que todos deseamos tener cierto grado de estimulo en la vida 
y, si nuestro entorno no nos ofrece estímulo alguno, podemos buscarlo, siempre que 
tengamos la libertad de hacerlo. No todas las piezas musicales se han compuesto para 
resultar estimulantes. La mayor parte de la obras están enfocadas a generar una 
sensación por lo general agradable. Al parecer las finalidad, según Patel (2008), ha sido 
satisfecha por las características de la música que tiende a ser más decorativa y que 
suena en gran parte del medio que nos rodea, como en los centros comerciales, que 
puede tranquilizar a algunos, pero puede desagradar a otros. 
Pero, como bien lo afirma Patel (2008), los estímulos no siempre son piezas musicales, 
que pueden resultar agradables o desagradables. Los estímulos se manifiestan en 
diversas formas y cambios físicos, muchos de los cuales pueden medirse. Un 
electroencefalograma (EEG), puede reflejar los cambios en la amplitud y la frecuencia 
de las ondas cerebrales que capta, aun cuando no sea música propiamente. Además, en 
comunicación personal del Dr. Enrique Flores, en 2011, en el momento en el que se 
produce cualquier estímulo, que también puede ser un estímulo visual, la resistencia 
eléctrica de la piel disminuye, las pupilas se dilatan, la frecuencia respiratoria puede 
acelerar o ralentizarse o incluso ser irregular. La tensión suele subir y también aumenta 
la frecuencia de los latidos. Por lo tanto, se produce un aumento del tono muscular que 
puede estar acompañado por inquietud física. En términos generales, los cambios que 
acontecen son los característicos de un animal que puede estar preparándose para la 
acción, ya sea la huida o el ataque, o incluso el apareamiento (Patel, 2008). 
Incluso puede ser, como lo afirma Patel (2008), que el desarrollo de la especialización 
hemisférica está sin duda relacionado con el desarrollo del lenguaje como fenómeno 
exclusivo del ser humano. El lenguaje no es sólo un medio superior de comunicación 
entre los seres humanos, sino también una herramienta para entender el mundo y 
reflexionar sobre él. No siempre pensamos con palabras. La interpretación y la selección 
de la información se producen de forma subconsciente como parte de un proceso 
creativo y pueden realizarse, sin duda, durante el sueño. 
Al respecto, no existe razón alguna, según Patel (2008) y Cross (2003), para limitar el 
pensamiento musical al terreno de la deliberación consciente. No obstante, para 
expresar pensamientos y transmitirlos a quienes nos acompañan, utilizamos, 
fundamentalmente palabras. Entonces, aunque al parecer ambos hemisferios 
comprenden el lenguaje hasta cierto punto, la traducción de los pensamientos en 
palabras, así como la construcción de nuevas frases, son funciones del hemisferio 
izquierdo. Al respecto, Dean Falk(2001), sugiere que la música y el lenguaje comparten, 
12 
 
de manera esquemática, un lugar similar en la evolución de nuestro cerebro. La 
hipótesis del musilenguaje (Brown, 2001), puede aportar datos interesantes al respecto. 
 
De lo anterior, se desprende que es muy posible que la respuesta emocional a la música 
se encuentre localizada en el hemisferio derecho (Falk, 2001; Patel, 2008; Cross, 2010). 
Pero, bien afirma Cross, son necesarios muchos más estudios para entender y 
determinar los correlatos neurológicos requeridos tanto para las respuestas emocionales 
de la música como para las diferentes aptitudes musicales; lo que sí se puede afirmar 
con certeza es que no existe una única aptitud, localizada en el cerebro, que englobe a 
todas las demás, lo cual es todavía más interesante. Sin embargo, para Patel (2008), la 
experiencia puede enseñarnos qué sonidos son peligrosos o amenazadores y cuáles son, 
con toda probabilidad, inofensivos. Lo anterior es posible ya que el sistema auditivo, en 
cuanto a la percepción, está diseñado para captar información sobre la naturaleza y la 
localización de las vibraciones de aire que nosotros percibimos como sonidos. El 
aparato auditivo no sólo está relacionado con la simetría, sino que está altamente 
vinculado con el equilibrio. El laberinto del oído interno contiene el complejo órgano 
vestibular que nos orienta en la gravedad y nos proporciona la información esencial 
sobre la postura del cuerpo mediante el registro de la aceleración y la desaceleración. 
Esta información interna es necesaria para controlar los movimientos y relacionarlos 
con los cambios del entorno (Patel, 2008; Cross, 2003) 
Ian Cross (2003), coincide con la propuesta de Patel; no obstante, para Cross, el punto 
centralconsiste no sólo en conocer a grandes rasgos cómo la música influye en el 
comportamiento humano, desde la perspectiva de las emociones particularmente, sino 
también cómo podemos aproximarnos a dicha expresión bio-cultural, la cual está 
implícita en el ser humano desde etapas tempranas. Cross nos introduce en los métodos 
y estrategias diseñados por él, así como sus interpretaciones al respecto. Ello implica 
analizar desde varias perspectivas este asunto, desde compositores y oyentes, así como 
la variabilidad misma de éstos. Los aspectos fundamentales de la música (timbre, altura, 
ritmo, etc.) son el primer parámetro de aproximación. Posteriormente, está la discusión 
sobre hasta qué punto factores como la herencia, el innatismo y el fenómeno cultural de 
la música, es decir, cómo se transmite, permanece y trasciende, pueden ser observables 
e interpretados a partir de los aspectos melódicos, y su papel en la mente y, en 
particular, en la memoria, ya que tanto en los adultos como en los niños la música puede 
ampliar las capacidades y habilidades, a partir de la experiencia. Esto me parece 
fundamental, ya que es la experiencia la que muchas veces determina nuestras pautas de 
conducta. 
No hay duda alguna de que la música, como el lenguaje, provoca respuestas físicas 
similares en diversas formas, incluyendo las posibles respuestas adaptativas. Ese es el 
motivo por el cual se puede inducir a la reunión de un grupo y crear la sensación de 
unidad. 
Para Jean Molino (2001), Dean Falk(2001) y Maria Ujhelyi(2001), en The origins of 
music, por ejemplo, afirman que la función social de la música puede estar arraigada 
filogenéticamente e incluso ontogenéticamente. La palabra, como la música, implica 
sonido, pero no queda claro qué surgió primero, si fue la música o el lenguaje. Al 
respecto, en el referido libro, se ha trabajado sistemáticamente el tema de la hipótesis 
del musilenguaje. Se podrían estudiar los cambios producidos en el tracto vocal a 
medida que evolucionaban los seres humanos primitivos, pero no quedan rastros de los 
sonidos (Falk, 2001; Ujhelyi, 2001)). Los estudios de Dean Falk sobre el cerebro 
13 
 
moderno muestran que determinadas regiones se relacionan tanto con la comprensión 
del lenguaje como con la interpretación musical, pese a lo cual hay personas que no 
tienen oído musical, y sin embargo no cesan de hablar más o menos adecuadamente. 
En lo general, coincido plenamente con Cross (2001), en que analizar cada uno de los 
aspectos de la música es como realizar una etnografía; pero, no basta con describirlos, 
sino hay que redimensionar a cada uno de ellos. Igualmente, para Meyer (2000), resulta 
interesante observar que las pulsaciones reflejan un mayor aumento durante los pasajes 
que se consideran más conmovedores y no durante aquellos para los que se realiza el 
máximo esfuerzo físico. Lo que parece indiscutible, para Cross, es la existencia de una 
relación más estrecha entre el escucha, la experiencia musical y el estímulo emocional, 
que la existente entre la percepción y ese mismo estímulo. Como bien lo afirma Meyer 
(2000), estamos tan acostumbrados a escuchar música durante una película, que un 
breve periodo de silencio produce un efecto diferente (chocante), en donde los pasajes 
utilizan el silencio para avisarnos que ocurrirá un horrible incidente. Igualmente, una 
escena romántica resulta prácticamente inconcebible sin música. De igual manera, 
cuando hay ausencia de un estimulo musical el nivel de estímulo es menos intenso que 
el experimentado anteriormente. 
En opinión de Patel (2008), todos hemos experimentado y somos conscientes de lo 
anterior, es decir de que hay una condición estimulante en la música, la cual puede 
resultar inquietante dependiendo de sus características, tal como su intensidad, pero, 
además, también de su mismo contexto. Para Patel(2008) y Meyer(2000), no hay duda 
alguna de que la música puede provocar verdadera estimulación intensa, sincera y 
emocionada, desde la felicidad eufórica hasta el llanto. Pero lo anterior no le puede 
ocurrir a cualquiera. Como era de esperarse, señalan los autores, el individuo no musical 
se siente menos estimulado en el aspecto psicológico que el individuo con sensibilidad 
para la música. Las reacciones emocionales varían incluso entre las personas para 
quienes la música es algo de suma importancia. 
En las investigaciones de Cross(2003), Cross-London-Himberg(2006) y Patel(2008), 
también han estudiado las diferentes reacciones que se producen al escuchar música. 
Sus investigaciones han demostrado que existe un consenso generalizado entre los 
oyentes sobre el contenido emocional de diversas piezas musicales, incluso en los casos 
en que esos oyentes desconocen dichas piezas o no saben identificarlas. Es decir, el 
hecho de que una obra musical se considere patética, nostálgica, tempestuosa, rústica o 
de otra característica no depende del conocimiento previo de la pieza musical en 
cuestión, ni de la identificación del contexto en el que ha sido expuesta. Pese a todo, 
resulta simplista e inapropiado que los sentimientos expresados a través de la música, 
como la tristeza y el placer, sean los mismos que experimenta el oyente al escucharla. 
La propuesta de Vigotsky aparece nuevamente. 
En este sentido, es interesante la consideración que nos ofrece el músico y psicólogo 
John Sloboda, la cual consiste en distinguir la afirmación de que la música puede 
emocionarnos a partir de la afirmación de que la música puede ser triste, airada, 
terrorífica. 
Una pieza musical puede conmovernos, en parte, porque expresa tristeza, pero no nos 
conmueve entristeciéndonos (Sloboda, 2000). Desde la perspectiva de Steven 
Mithen(2005), esta caracterización, cito textual, sobre la música como “lenguaje de las 
emociones”, es una de las razones por las cuales muchos investigadores han estado poco 
dispuestos a conceder a la música demasiada importancia, ya que tradicionalmente se 
14 
 
han concebido las emociones como antítesis de la racionalidad humana. Pero, Ian Cross 
(2003), afirma: “una misma pieza musical puede tener sentidos muy distintos para el 
intérprete y un oyente, o para dos oyentes distintos; incluso puede tener sentidos 
múltiples para un único participante u oyente, en un momento concreto”. 
Pese a que Patel (2008) ha demostrado que diversos oyentes pueden apreciar el mismo 
tono emocional de una pieza, siempre existirá la polémica sobre los detalles de dicha 
apreciación cuando se realiza una crítica más profunda. Lo dicho no implica que un 
oyente sea más o menos perceptivo que otro. Ambos pueden haber experimentado la 
estimulación y, por tanto, ambos estarán de acuerdo en que la música ha tenido un 
efecto en la mente e incluso en la conducta. Dada la diversidad de la experiencia 
musical en los diversos oyentes, y la gran diversidad de sus experiencias personales, es 
bastante natural entender que hay una interpretación y, por lo tanto, las imágenes que 
pueden proyectar en la mente a partir de una determinada obra o pieza musical, puedan 
ser también bastante diferentes. 
La idea de que la música provoca una sensación general de estimulación y no 
sentimientos específicos explica por qué se ha utilizado para acompañar una variedad 
tan amplia de actividades humanas, entre otras, las ceremonias de cualquier índole 
(Tourrent, 1993; Blacking, 1973; Nettl, 2001). La música, lo vimos anteriormente, 
estructura el tiempo. Lo que el cerebro busca, en esencia, son patrones, y la cultura, así 
como el medio que nos rodea, nos ofrece esos patrones. Mediante la imposición de 
orden, la música garantiza la presencia de los sentimientos generados por el instante 
crítico de un acontecimiento determinado en el mismo momento (Blacking, 1973). No 
importa que la clase de sentimientos evocados por personas diferentes pueda variar. Lo 
que importa es el estado general de estímulo y su simultaneidad.La música tiene una 
función similar a la del orador por su capacidad de intensificar el sentimiento público. 
Ciertos estudios han demostrado que si se reproducen dos melodías distintas a un 
tiempo y se escuchan a la vez por el oído derecho y el izquierdo con auriculares, la 
melodía escuchada a través del oído izquierdo se recordará mejor que la escuchada a 
través del oído derecho. Esto ocurre porque el oído izquierdo tiene mayor 
representación en el hemisferio izquierdo del cerebro. El hemisferio derecho procesa la 
percepción de la melodía con mayor eficacia que el izquierdo. Si se reproducen palabras 
aplicando el mismo sistema, ocurre lo contrario, ya que el hemisferio izquierdo se 
especializa en procesar el lenguaje. Los afectados por lesiones o enfermedades 
cerebrales pueden perder la capacidad de comprender o utilizar el lenguaje sin perder la 
competencia musical (Mithen, 2005; Flores, 2011, en comunicación personal) 
Para Critchley y Henson (1977), por ejemplo, los efectos de la música en las personas 
afectadas por enfermedades neurológicas que repercuten en la motricidad pueden 
resultar sorprendentes. Mientras escuchan música, algunos pacientes son capaces de 
realizar movimientos voluntarios que no podían acometer sin su mediación. La música y 
el habla se encuentran representadas por separado en ambos hemisferios cerebrales. 
Pese a la importante relación entre la música y el habla, como ocurre en el caso de 
muchas funciones cerebrales, el lenguaje se procesa sobre todo en el hemisferio 
izquierdo, mientras que la música se interpreta y se aprecia en el hemisferio derecho. La 
división funcional no se produce entre las palabras y la música, sino más bien entre la 
lógica y la emoción (Bartra, 2006; Patel, 2008). 
 
15 
 
Cuando las palabras tienen una relación directa con los sentimientos, como ocurre en el 
caso de poemas y canciones, el hemisferio derecho se pone en marcha. Sin embargo, el 
hemisferio izquierdo es que el que opera el lenguaje del pensamiento conceptual. La 
diferencia entre ambos hemisferios puede demostrarse de diversas formas. 
Cualquier intento de entender la naturaleza de la música debe emprenderse teniendo en 
cuenta los aspectos expresivos de este arte. A lo largo de los textos de Cross(2003), 
Patel(2008) y Meyer(1956; 2000), podemos observar cómo se tratan aspectos tan 
básicos e inherentes a la música y su aparente correlato con la mente de las personas, lo 
cual incide en la conducta misma de los individuos. 
No podemos negar que hay sustratos o bases culturales de la música. Ello implica 
entonces hacer referencia a la musicalidad en el hombre y, por lo tanto, a la idea 
implícita de la universalidad de la música. Por ello, no hay duda alguna de que la 
música puede provocar respuestas físicas similares, pero en diversas circunstancias. 
La mayor parte de los expertos en el tema de la mente y la música coinciden en que no 
importa que un canto fúnebre o alguna pieza alegre se pueda apreciar de distinta forma 
por un músico o por un oyente inexperto. Sin duda alguna, ambos individuos 
compartirán ciertos aspectos de la misma experiencia física, así como los sentimientos 
evocados por las características de éstas. Pero, como afirma Blacking: “¿qué sucede si 
la persona no conoce el título de la pieza o, en su caso, desconoce la obra y su 
contexto?”. La asociación podría ser diferente, sin embargo, la música provocará, 
seguramente, el efecto de intensificar y subrayar el sentimiento que evoca un 
acontecimiento en especial, a la vez que coordina los sentimientos de un grupo de 
personas. La experiencia de Blacking con los Venda es fundamental. 
Pero John Blacking, cuya obra revisaremos con más calma en el último capítulo, cree 
que el concepto de sentir la música con el cuerpo es lo más parecido a resonar en otra 
persona. Muchos de los procesos musicales, si no todos, pueden encontrarse en la 
constitución del cuerpo humano y en los modelos de interacción de los cuerpos en la 
sociedad. “Durante mi convivencia con los Venda, dice Blacking (1973), empecé a 
entender cómo la música puede convertirse en un componente intrincado en la mente, 
del cuerpo y de las armoniosas relaciones sociales”. 
Durante mucho tiempo, desde los egipcios, por ejemplo, la música ya era considerada 
como esa parte mágica del hombre que se expresa a través de los instrumentos o los 
artefactos, y mediante la cual se relacionaba el hombre terrenal con los dioses y con los 
astros. 
En la antigua Grecia, por otra parte, la música igualmente tenía un papel fundamental en 
la vida cotidiana de esta civilización. No se diga más sobre la importancia de la música 
en etapas más cercanas como la Edad Media y el Renacimiento, así como en las etapas 
contemporáneas, es decir, siglos XIX, XX y XXI. Sin embargo, todavía faltan muchos 
trabajos de expertos en el tema de la música, tanto de profesionales en el área, músicos, 
pedagogos y psicólogos de la música, así como de otras áreas de la investigación. Aquí 
es necesario precisar, en especial, en los trabajos interdisciplinarios en donde colaboran 
músicos profesionales con otros expertos (antropólogos, neurólogos, e incluso biólogos, 
etc), dedicándose, estos grupos, a la investigación sobre las implicaciones de la música 
en la mente y en el comportamiento humano. 
16 
 
En la actualidad, empezamos a entender algunos de los mecanismos fisiológicos por los 
cuales nos afecta la música. Sin embargo, el cerebro humano es sumamente complejo y 
nuestro conocimiento de la forma en la que la música incide en este órgano es elemental 
e incompleto. 
Sabemos que el desarrollo cerebral está determinado, en parte, por los estímulos 
externos a los que está expuesto. Por ello, no es sorprendente saber que el hecho de 
escuchar música de estructura compleja facilitará el establecimiento de conexiones 
neuronales que mejorarán el funcionamiento cerebral. Esto aún no se ha demostrado; 
pero podemos afirmar con certeza que Platón y Aristóteles estaban en lo cierto acerca de 
que la música influye y permea la conducta de los individuos. 
La música, como bien lo afirmaron Platón y Aristóteles hace poco más de dos mil años, 
es un poderoso instrumento educativo que puede utilizarse para hacer el bien o el mal, y 
debemos asegurarnos de que todos los miembros de la sociedad tengan la oportunidad 
de participar de la amplia variedad de géneros musicales. Aparentemente, el modo frigio 
se utilizaba en los ritos dionisiacos como en los de la era arcaica. Ambos autores 
parecen basarse en la noción de catarsis, es decir, en la idea de que es posible purgar al 
individuo de impulsos irracionales y curar su locura si pierde de forma pasajera sus 
inhibiciones y se deja llevar por el éxtasis. 
En 1763, el filósofo David Hume afirmó, en su obra Tratado de la Naturaleza Humana, 
la idea de que la humanidad atravesó por una serie de etapas, en donde tanto los 
aspectos económicos y sociales como las artes son las expresiones básicas de ese 
proceso. Hume afirmó que, “los hombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus 
pensamientos, en lugar de buscar esta explicación en sus necesidades”. Sorprende lo 
vigente que pueden ser sus ideas. 
 
Podemos estar de acuerdo o no con Meyer, cuando asegura que la música no es en 
esencia un sistema de creencias. A mi parecer, la importancia y atractivo de la música 
dependen del hecho de ser una forma de ordenación de la experiencia y la expresión 
humana, es decir de su mente y de su comportamiento. La mente humana, señala 
Mithen, ha sido hasta ahora considerada como un mecanismo general de aprendizaje, 
modelado en cada individuo por la cultura en la que está inmerso, y la música no solo 
está en la mente, sino la redimensiona. Respaldo las propuestas de Cross(2003), Cross-
Tolbert(2008) y Patel(2008), en que no hay buena o mala música, o música popular y 
música culta. Tampoco está claro si la músicadetermina la vida, la modela, la mejora y 
le da sentido. Lo que sí es seguro es que es personal y puede trascender. 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 2. 
 
La música y el cerebro humano: 
Consideraciones filogenéticas y ontogenéticas. 
 
En la actualidad entendemos algunos de los mecanismos fisiológicos por los cuales nos 
interesa e influye la música; sin embargo, el cerebro humano es sumamente complejo y 
nuestro conocimiento de la forma en que los diversos estímulos sonoros y visuales, 
entre otros más, inciden en este órgano es todavía un tanto incompleto. Lo que sí 
sabemos y conocemos por diversos estudios es que el desarrollo cerebral está 
determinado, en parte, por los estímulos externos a los que está expuesto. Por ello, a 
muchos no sorprende saber que el hecho de escuchar música, independientemente de 
que su estructura pueda considerarse sencilla o compleja, buena o mala, etc., facilita y, 
en su caso, fortalece el establecimiento de conexiones neuronales que mejoran el 
funcionamiento cerebral (Bartra, 2006; Sloboda, 1985; Patel, 2008; Gardner, 2000). 
 Al respecto de lo anterior, algunos estudios han demostrado que diversos oyentes 
pueden apreciar el mismo tono emocional de una pieza, sin embargo, siempre existirá la 
polémica sobre los detalles de dicha apreciación cuando se realiza una crítica más 
profunda. Lo dicho no implica que un oyente sea más o menos perceptivo que otro. 
Ambos pueden haber experimentado la estimulación y, por tanto, ambos estarán de 
acuerdo en que la música ha tenido un efecto poderoso en ellos (Bentley, 1956; Meyer, 
2000; Deutsch, 1999) 
Dada la diversidad de la experiencia musical en los diversos oyentes y la gran 
diversidad de sus experiencias personales, es bastante natural que lo que interpretan o 
las imágenes que proyectan a partir de una determinada obra o pieza musical sea 
también bastante diferente. Esto aun no se ha demostrado de manera convincente, sin 
embargo, podemos reafirmar y retomar que Platón y Aristóteles, posiblemente, estaban 
en lo cierto, en cuanto a que la música influye y permea la conducta. 
Pero a diferencia de Platón y Aristóteles, actualmente los especialistas en neurociencias 
emplean técnicas modernas de resonancia magnética como la magnetoencefalografía 
(MEG), los estudios con tomografía por emisión de positrones (PET) y la resonancia 
magnética funcional (fMRI), así como la electroencefalografía (EEG), las cuales 
muestran como el sistema nervioso central, en especifico áreas como la corteza 
prefrontal y el cerebellum, reaccionan ante condiciones y en circunstancias muy 
específicas como, por ejemplo, ante la exposición de los estímulos sonoros y visuales. 
Sin embargo, la historia del cerebro humano es larga y compleja, pero más aun cuando 
se relacionan aspectos tales como las habilidades cognitivas con expresiones culturales 
tan fundamentales como lo es la música. 
En el siglo XVIII, Carolus Linneus (Linneo), presentó lo que son ahora los fundamentos 
del sistema moderno de clasificación de los organismos, en donde se incluye, por 
supuesto, a la especie humana. De esta manera, los seres vivos se clasifican en géneros, 
familias, orden, clase, tipos y el reino. Es así como el ser humano se clasifica como 
Homo sapiens, en género y especie. Una de las características en este orden de ideas en 
cuanto a las semejanzas es la capacidad craneal y su mismo desarrollo. Es así como, por 
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ejemplo, la teoría moderna de la evolución nos proporciona una explicación de las 
similitudes existentes entre los seres vivos, en donde los organismos evolucionan a 
través de un proceso de descendencia con modificación, entendiendo que los cambios y 
las diferencias se acumulan generacionalmente a través del tiempo. Es entonces que las 
afinidades filogenéticas y ontogenéticas pueden inferirse a partir de los grados de 
semejanza, mediante el análisis comparado entre los organismos. El análisis comparado 
conlleva los estudios anatómicos, taxonómicos, biológicos, etc. Es de mencionarse que 
la clasificación realizada por Linneo se basó únicamente en las semejanzas y diferencias 
que presentan los organismos en términos generales, los cuales se pueden agrupar según 
sus grados de semejanzas; de hecho, la mayor parte de los estudios referentes a la 
conducta humana, como los realizados en Antropología, Sociología, e incluso, en 
Etnomusicología y Musicología, retoman sus consideraciones por obvias razones. 
Algunos ejemplos son los trabajos de Nettl, Huron, Cross, entre otros más. 
En este sentido, hay una postura que es sumamente interesante, aun cuando no la 
comparten en términos generales la gran mayoría de los expertos en el tema. Es una 
propuesta, hay que decirlo, que ha generado, y seguramente seguirá generando, intensos 
debates y polémicas, no sólo en el tema de la música y su relación con la evolución 
misma del hombre, sino también en cuanto al desarrollo mismo de la música a través 
del tiempo. 
Para el psicólogo experimental de Harvard, Steven Pinker, por ejemplo, el cerebro de 
nuestra especie evolucionó para procesar el lenguaje sonoro -como una consecuencia 
colateral de lo cual podemos apreciar la música, la que se ha conservado porque, 
además, puede aportar placer. Sin embargo, desde el punto de vista evolutivo, la música 
no tiene papel alguno. La consideración fundamental de Pinker (1997), es que la 
evolución proporcionó al ser humano todas las herramientas necesarias para su misma 
evolución. Entre ellas, se posibilitó el manejo de varias estrategias adaptativas, tales 
como la reproducción biológica (claro énfasis a la postura darwinista), y las condiciones 
físico-mecánicas para procesar alimentos, entre otras más, como lo serían los mismos 
procesos de hominización. El cerebro del Homo sapiens está dotado, según Pinker, para 
un sinnúmero de funciones. 
En contraposición a lo planteado por Pinker, Ian Tattersall(1995), sugiere que, “si hubo 
alguna vez un gran salto adelante en la historia de la cultura humana, fue el que tuvo 
lugar entre el Paleolítico Medio(200.000 y 30,000 a.c.) y el Paleolítico Superior( más o 
menos desde hace 40,000 a hace 10,000 años). Ese salto fue tan grande que es 
imposible rechazar la conclusión de que se vieron implicadas distintas sensibilidades y 
capacidades”. 
Las consideraciones planteadas por Ian Tattersall forman parte del modelo explosivo en 
torno del arte en lo general, sin embargo, el hallazgo en la cueva de Dibje Babe I, en 
1995, en donde se encontró un hueso que presenta las características de una flauta 
moderna, redimensiona las consideraciones, las cuales son todavía más interesantes. 
En el año 2001, aparece el libro, The origins of music. En esta publicación realizada por 
Nils Wallin, Bjorn Merker y Steven Brown, aparecen una serie de artículos referentes a 
la evolución de la música y su papel en la evolución humana. En particular, para este 
capítulo, resalta el interesante artículo de Dean Falk, “hominid brain evolution and the 
origins of music”, acerca de la evolución del cerebro y su relación con la música. 
19 
 
En el referido artículo, Dean Falk considera que el desarrollo de la especialización 
hemisférica, por ejemplo, puede estar sin duda relacionado con el desarrollo del 
lenguaje como fenómeno exclusivo del ser humano. Para Falk, el lenguaje no es sólo un 
medio superior de comunicación entre los seres humanos, sino también una herramienta 
para entender el mundo y reflexionar sobre él. De esta manera, no siempre pensamos 
con palabras. La interpretación y la selección de la información se producen de forma 
subconsciente como parte de un proceso creativo y pueden realizarse, además, sin duda, 
durante el sueño. En este sentido, el planteamiento coincide con lo afirmado por 
Bartra(2006), ya que no existe razón alguna para limitar el término pensamiento al 
terreno de la deliberación consciente. No obstante, paraexpresar pensamientos y 
transmitirlos a quienes nos acompañan, utilizamos comúnmente palabras. 
Lo cierto es que ambos hemisferios comprenden el lenguaje hasta cierto punto, pero la 
traducción de los pensamientos en palabras, así como la construcción de nuevas frases, 
son funciones del hemisferio izquierdo. (Patel, 2008; Gardner, 2000; Tomasello, 1999; 
Gómez, 2004). Sin embargo, a partir del registro fósil, como bien lo considera Falk, esto 
complicaría un poco lo anterior, ya que con base únicamente en la morfología del 
cerebro, y dependiendo de la especie, la situación si sería muy similar. 
Uno de los investigadores que han explorado las posibilidades del registro arqueológico 
como fuente de información sobre la mente y la evolución del cerebro, y los correlatos 
con la música, es Steven Mithen, arqueólogo de la Universidad de Reading. En 1996 
publica el libro, La Prehistoria de la Mente, en el cual analiza los datos arqueológicos 
del Paleolítico y propone una interpretación interesante de los mismos. Mithen trata de 
unificar las teorías de los psicólogos de la evolución, las neurociencias, las aportaciones 
desde la musicología, los enfoques filosóficos, entre otras disciplinas más, para explicar 
y entender los orígenes de la mente moderna. 
Para Mithen, la mente humana ha sido hasta ahora considerada como un mecanismo 
general de aprendizaje que opera en varios niveles cognitivos que al mismo tiempo se 
retroalimentan, el cual está modelado por cada individuo, así como por la cultura en la 
cual se encuentra inmerso. De esta manera, en términos generales, para Mithen la mente 
humana está constituida por áreas, inteligencias o módulos que están especializados en 
distintos campos, que se corresponden en tiempos muy particulares. 
En esencia lo que considera e identifica Mithen tiene que ver con los cambios que se 
han realizado en el cerebro humano y la mente durante un largo periodo de su 
evolución. Entonces, para intentar dar respuesta a estas interrogantes, lo que propone 
Mithen, de manera esquemática, es conformar la arquitectura de la mente moderna; ello 
para discernir y entender cuál fue el proceso por el cual se llegó a ella. Con el fin de 
elaborar un panorama general sobre la arquitectura de la mente, el autor profundiza en 
las diversas ideas que han expuesto los estudiosos de la cognición como Howard 
Gardner, Merlin Donald, Thomas Wynn, Jerry Fodor, entre otras más. Una 
aproximación muy importante y de fundamental trascendencia está centrada en la 
hipótesis de Jerry Fodor. Según esta, la mente esta conformada por sistemas de 
percepción. Estos sistemas están concebidos como módulos que pueden actuar de 
manera independiente unos de otros, pero los cuales a partir de un disparador común 
pueden retroalimentarse. La arquitectura de estos módulos, según Mithen, se desconoce, 
pero se les puede atribuir la realización de procesos diversos tales como imaginar y el 
resolver problemas. 
 
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Por lo tanto, el cerebro humano es un conjunto de inteligencias que se relacionan 
constantemente entre sí. Por otra parte, la fluidez cognitiva se entiende como un estado 
de la mente en el cual las múltiples inteligencias que posee la especie mantienen 
comunicación e interactúan entre sí, sirviendo unas a otras y es esta una característica 
que, a su juicio, distingue a nuestra mente de la de nuestros ancestros. 
Hay consideraciones que podríamos discutir sobre la propuesta de Mithen, como las 
propuestas de los psicólogos evolucionistas como Cosmides y Tooby, quienes 
consideran que la mente se compone de módulos mentales especializados que el ser 
humano posee en cuatro áreas de la cognición, como el lenguaje, la biología, la física y 
la psicología (Mithen, 1998). Estas ideas son las fuentes principales con las que Mithen 
comienza a elaborar su hipótesis sobre cómo pudo haberse originado la mente humana. 
Posiblemente existen sistemas cognitivos centrales que realizan procesos diversos y 
cuya arquitectura se desconoce (Mithen, 1996; Ponce de león, 2004). Podemos coincidir 
no sólo con Mithen, sino incluso con Gardner(2009), en que hay múltiples inteligencias, 
aunque Mithen trabaja con cinco inteligencias básicas: la general, la social, la de la 
historia natural, la técnica y la lingüística. 
A partir de ello, Mithen considera que la evolución del cerebro y de la mente humana 
pudo presentarse en tres posibles fases. Cabe resaltar que la manera de abordar su 
propuesta es un tanto esquemática, sin embargo, nos presenta un panorama interesante 
que debe valorarse, ya que el arte y la música tienen un lugar importante en ella. 
En la primera fase aparecieron mentes que poseían una inteligencia general, la cual 
puede entenderse como el diseño de una habitación única, con un par de puertas de 
entrada y salida. 
En una segunda fase Mithen añade un conjunto de inteligencias especializadas, las 
cuales están orientadas a distintas facetas de la vida, cuyo valor es evidentemente 
adaptativo. Esta segunda fase Mithen la representa como una misma habitación, con 
entrada y salida, pero rodeada por otras pequeñas habitaciones, las cuales expresan 
varios tipos de inteligencias (técnica, social, lingüística y de la historia natural). Entre 
estas inteligencias no hay intercomunicación. Cada una de las inteligencias tiene 
únicamente puertas de entrada y salida. 
Por último, Mithen presenta una tercera fase, la cual es muy similar a la segunda, pero 
en esta fase las habitaciones sí tienen puertas de intercomunicación entre ellas. Para 
Mithen, se representa así la fluidez cognitiva alcanzada entre las inteligencias, las cuales 
se retroalimentan constantemente. 
La inteligencia social, por ejemplo, está basada en el conocimiento intuitivo; en áreas de 
la psicología compuesta por los procesos cognitivos que permiten a los individuos 
interactuar en los grupos sociales a los que pertenecen, ya sea en busca de compañía 
sexual, alimento, protección y cohesión social, así como el cuidado mutuo. La 
inteligencia lingüística estaría relacionada con los procesos cognitivos que posibilitarían 
la adquisición y uso de reglas gramaticales complejas y de un amplio vocabulario. 
Por otra parte, Mithen también nos presenta otra manera de entender cómo es que se 
conformó este proceso, en donde el cerebro y la mente pasaron por diversas etapas. Sus 
límites son, fundamentalmente, temporales que se sitúan, de manera esquemática, en 
varios periodos. En esta división cronológica, Mithen desglosa cuatro periodos o actos, 
los cuales son importantes en el proceso evolutivo que condujo a la aparición de la 
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especie humana. Abordaré los tres primeros actos de manera tangencial, es decir, 
brevemente, pero haré énfasis en el último acto ya que es el que nos interesa en este 
trabajo. 
La primera etapa que es considerada como la más larga, pero en la cual hay mucha 
información, comienza entre los 6 y los 4.5 millones de años atrás. En esa etapa habría 
existido un antepasado común a simios y al hombre contemporáneo, el Ardipitecus 
ramidus. El cerebro de ese ejemplar es muy inferior al nuestro; a pesar de todo, en lo 
general, coinciden los expertos, la morfología del cerebro de aquel es muy parecida a la 
del nuestro. En este caso Mithen considera, por ejemplo, que el chimpancé posee una 
mente compuesta por una inteligencia general, una inteligencia social y una incipiente 
pero muy importante inteligencia de la historia natural. La primera hace referencia a la 
asociación, ensayo y error. La segunda es la relación con su entorno y de mapas 
mentales enfocados a actividades básicas. 
El primer acto lo sitúa Mithen, entre 6 y 4.5 millones de años. En este periodo vivieron 
en África diversas especies de homínidos, entre las que se encuentran los 
australopitécidos, los cuales son los más conocidos. De esta especie, se sabe de su 
modo de locomoción, la posible elaboración de artefactos

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