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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA TESIS Que para obtener el título de: LICENCIADA EN PSICOLOGÍA PRESENTA Haro Rivera Eloisa Haide DIRECTOR DE TESIS Dr. Alfredo Guerrero Tapia Ciudad Universitaria, Cd. Mx, 2018 El arquetipo del héroe en la novela El nombre de la rosa Un análisis hermenéutico de la novela de Umberto Eco. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 3 A Orchestra Artes Escénicas El bosque de las mil melodías. 4 Agradecimientos Desde los hombros de gigantes cruzo un gran umbral para construir uno mayor. Gigantes en mi vida no han sido muchos, ni pocos, han sido los precisos, la gran maravilla de la infancia consiste en dejarse envolver en la inmensidad de lo que nos rodea, descubrí mi trascendencia en la muerte espontánea de una mariposa y comprendí mi efímera existencia en la vida de una estrella, dichoso aquel que conserva la capacidad de sorprenderse ante lo cotidiano. Dichosa mi existencia por permitirme seguir viendo con ojos de infante a los gigantes que me rodean, mi familia, mis amigos y mis maestros, grandes maestros que también son mi familia y familiares que también son grandes maestros, grandeza que no es posible medir ni siquiera con la unidad de los eones, porque trascienden en aquello que no es asequible ni conmensurable, grandeza que se congratula por edificar sus cimientos en tiempo, aquel que Kant no tuvo suficiente para describirlo, estructuras forjadas por pensamientos que Descartes no logró separar de su cuerpo y ornamentos de sueños que Freud no logró atrapar. Aquí estoy, sintiéndome en la cima de la pirámide de Maslow, sumamente aterrada por el vértigo, tratando de dirigir unas palabras de agradecimiento a todos aquellos que me han dado un empujón, pero no hacia arriba, porque en este punto Árneth Cohen es más sabio al asegurar que la vida no se construye en vertical sino en horizontal, hacia ese horizonte donde parece que el mar se traga al sol y la luna te persigue, en un eterno retorno donde más vale nunca olvidar el principio de Copérnico: “los humanos no somos observadores privilegiados del universo”, claro que el orgullo tendencioso de este momento me indica con mayor persistencia las palabras de Galileo “Y sin embargo, se mueve” puesto que llegar aquí sí es un privilegio, porque en este momento he adquirido una ventaja, pero no sobre los demás sino respecto a mi Yo del pasado que atendiendo una llamada a la aventura se dispuso a cruzar un umbral, enfrentarse a un dragón, morir y resucitar desde el vientre de una ballena para obtener el elixir, cuyo poder ahora es mi obligación retribuir a mi gente porque citando a Stan Lee “Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad” y hoy me siento tan poderosa como Sansón o como Hércules, sólo que mi fuerza no recae ni en mi cabello ni en mis músculos sino en la gente que amo. 5 6 Índice Resumen 1 Introducción 2 Capítulo I Los arquetipos. 4 1.1 10 1.2 12 1.3 14 1.4 17 1.5 21 Capítulo II La mitología. 16 2.1 23 2.2 28 2.3 31 Capítulo III Sobre El nombre de la rosa 41 3.1 47 3.2 48 3.3 49 3.4 51 Capítulo IV Análisis hermenéutico y psicológico 62 4.1 68 7 4.2 72 4.3 75 Capítulo V Método 73 Capítulo VI El arquetipo del héroe en El nombre de la rosa 75 6.1 La Partida 75 6.2 Iniciación 84 6.3 Regreso 98 Conclusiones 106 Referencias 108 Índice de ilustraciones 112 Índice de tablas 112 Resumen El mito nos remonta al origen del cosmos a través del eterno retorno, el ciclo cosmogónico que plante Joseph Campbell. Tanto a nivel cultural como a nivel individual, los humanos, formamos nuestra identidad con base a la forma en que significamos los símbolos que nos rodean. El mito del héroe es el más común y mejor conocido del mundo contemporáneo, no por eso es el mejor entendido, para llegar a este punto requerimos llevar el arquetipo del inconsciente colectivo a la interpretación de sus simbolismos de manera consciente. 8 En el libro El héroe de las mil caras, Joseph Campbell plantea la importancia de las teorías psicológicas para comprender el mito del héroe, especialmente de la psicología arquetipal planteada por Jung, a través de la cual plantea el proceso de individuación, el cual consiste en la interpretación de símbolos con los cuales nos sentimos identificados. La literatura permite que la expresión artística trabaje desde el inconsciente para generar toda clase de símbolos comprendidos universalmente. El interés surgió al observar que la jornada del héroe puede ser identificado como un arquetipo que es capaz de expresar en todas las culturas la necesidad del proceso de individuación. Para la síntesis de estos conceptos tomamos como base el análisis de la novela El nombre de la Rosa del italiano Umberto Eco, novela policiaca e histórica que, a través de la figura de Adso de Melk nos permite utilizar la hermenéutica analógica para indagar sobre la presencia del arquetipo del héroe. Este método consiste en interpretar los símbolos arquetípicos desde un punto de vista equilibrado entre una hermenéutica unívoca y una hermenéutica equívoca, presentando así la posibilidad de ser aplicado para el estudio de otras obras literarias, incluso en nuestra propia vida, en búsqueda del arquetipo del héroe. Con base, a este método se llevó a cabo el análisis de la novela El nombre de la rosa de Umberto Eco, en el cual se encontraron símbolos arquetípicos análogos a las etapas del monomito, a través de la hermenéutica analógica planteada por Beuchot. Con lo cual podríamos corroborar la importancia de la interpretación de obras literarias como reflejo de un proceso psicológico que permite a los individuos significar los demonios a los que se 9 enfrenta, metafóricamente hablando, como parte de un proceso de individuación. Introducción Los humanos estamos hechos de historias, no sólo aquellas que provienen de los medios del cine o la televisión, sino también, de aquellas que nos contamos a nosotros mismos día con día y a las cuales hemos decidido llamarles recuerdos. En Occidente, antes de inventarse la escritura, los juglares, los actores y los cuentacuentos eran elementos sumamente importantes en la sociedad para la transmisión de conocimientos de generación en generación, la Historia humana se divide de la Prehistoria por la aparición de la escritura, pero aún pasaron muchos años más para que la escritura se convirtiera en la forma más usada para contarnos historias, con la invención de la imprenta en 1440, nació una nueva forma acceder a uno de los más grandes mitos en la humanidad, es decir, el mito del héroe. El análisis de la presencia de la jornada del héroe en las mitologías antiguas de diferentes civilizaciones, da muestra de la presencia de un arquetipo, el arquetipo del héroe, éste no se ha planteado de tal manera, por lo que el objetivo general de la investigación fue analizar la presencia del arquetipo del héroe en la novela Elnombre de la rosa, como muestra de esta presencia simbólica arquetípica. Para alcanzar dicho objetivo hemos dividido la tesis en seis capítulos. En el primer capítulo se presentan los antecedentes históricos de la conceptualización de los arquetipos, pertenecientes al inconsciente colectivo presentado por Jung y estudiado por otros autores que describen los 10 arquetipos primordiales, de los cuales parten muchos otros y que nos servirán como guía para interpretar los símbolos presentes en la novela estudiada. En el segundo capítulo, conceptualizamos la mitología, especialmente el mito del héroe y su relevancia para la psicología, donde explicamos la necesidad de la creación de nuevos mitos que nos ayuden a llevar un proceso de individuación. El héroe es una figura presente en todas las culturas de todos los tiempos, representa uno de los ideales del ser humano. Esta figura mítica ha sido inspirada en figuras históricas y viceversa. En los últimos 50 años los súper héroes, gestados en los cómics, han tenido un alcance en el pópulo sumamente vertiginoso, lo cual ha impactado considerablemente la cultura y la psique. En el tercer capítulo, presentamos las características más relevantes de la novela, el autor, el género y una síntesis que nos ayudará a realizar la analogía entre las etapas de la jornada del héroe y los momentos que vive Adso de Melk en la novela. En el cuarto capítulo, se plantean las bases metodológicas del análisis con base a la hermenéutica analógica presentada por Beuchot. Posteriormente, en el capítulo cinco, se plantean los objetivos, el general y los particulares. Los cuales se desarrollan en el sexto y último capítulo que implica el análisis per se de la novela, donde, tomando como base la estructura de la travesía del héroe y se presentan las interpretaciones de los símbolos presentes. Capítulo I Los arquetipos. 1.1 Antecedentes históricos. De la edad antigua, se identifica a Platón como uno de los primeros pensadores de lo que hoy entendemos como arquetipo. En la alegoría de la caverna nos explica la existencia de dos mundos: el de los sentidos y el de las 11 ideas. Cuando Platón quiso nombrar esta realidad, no encontró en el lenguaje una palabra que significara exactamente lo que él quería decir; entonces inventó una, tomó el verbo griego ver y uso su participio pasado, lo visto, formando la palabra eidos: idea. El mismo Carl Gustav Jung, en su libro Arquetipos y el inconsciente colectivo, reconoce que fue Platón el primero en hacer referencia a las imágenes primordiales, las cuales se hacen visibles en los productos de la fantasía. Para comprender mejor esta relación Quero y Silva, en Una aproximación a la teoría de los arquetipos, explican que la palabra eidos deriva en símbolo para representarla, en virtud de que no podemos verla ni tocarla. Para Platón, entre más abstracta sea la idea, entre más lejana esté de lo que podemos percibir con los sentidos, más cerca está de la verdad. Lo cual resulta una concepción muy primordial de lo que hoy conocemos como arquetipos, en el cual se reconoce su naturaleza abstracta. En la edad media, la palabra arquetipo fue usada por los escolásticos, sobre todo por aquellos que se acercan al sentido platónico combinado con la doctrina aristotélica. Santo Tomás de Aquino, lo usaba para referirse al prototipo o ejemplar en el sentido religioso, como la idea primordial, previa a la creación del mundo. De la edad moderna, Jung reconoce a Adolf Bastian, como el primero en el campo de la psicología de los pueblos que, a finales del siglo XIX, señaló la existencia de ciertas ideas primordiales universalmente difundidas. En 1989, Otto Rank escribió El mito del nacimiento del héroe, donde describe las diferentes teorías sobre las cuales se explican la existencia de mitos con la misma estructura en todas las culturas. Muestra un gran interés por explicar la teoría de los pensamientos elementales, la cual supone que la coincidencia unánime de los mitos en diferentes culturas sería un resultado necesario de la disposición uniforme de la mente humana y del modo de su manifestación que, dentro de ciertos límites, serían esencialmente similares en todo tiempo y lugar. Puesto que su estudio no se trata de si una teoría es mejor que otra, hay evidencias muy claras de la creación de mitos a partir de las migraciones, el comercio, las invasiones, etcétera. Sin embargo, la importancia radica en los orígenes de los mitos, es decir, en saber cómo, en primera instancia, surgieron. Para ello analiza los símbolos alrededor del nacimiento de 12 diversos héroes en las más antiguas civilizaciones, aplicando las técnicas que habían sido desarrolladas por el psicoanálisis para interpretar los sueños, con lo cual afirma que los mitos contienen las fantasías y los deseos de naciones enteras, (Duch, 2002). En Arquetipos y el inconsciente colectivo, Jung afirma que si alguna parte le toca de estos descubrimientos es haber demostrado que los arquetipos no se difunden meramente por la tradición, el lenguaje o la migración, sino que pueden volver a surgir espontáneamente en toda época y lugar sin ser influidos por ninguna transmisión exterior, es decir, tienen un origen universal al cual él denominó inconsciente colectivo. No obstante, a su modestia, es bien conocido como uno de los pioneros en la identificación de los arquetipos, Umberto Eco, el autor de la novela a analizar, en su libro Sobre literatura, reconoce que: “Jung, ha sido el primero en explicarnos cómo las imágenes arquetípicas fascinan la imaginación del místico, arrastrándolo hacia una deriva infinita de los sentidos, interviene inmediatamente alguna autoridad religiosa para glosar estos objetos totémicos, someterlos a un código, convertirlos en parábola” (2002:158). Posteriormente, en 1949, inspirado en las teorías psicoanalíticas, Joseph Campbell escribe El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. Obra centrada en la travesía del héroe, explica cómo, en todas las grandes culturas, se sigue un patrón narrativo parecido encontrado en narraciones o leyendas populares, al cual le llama monomito, esta estructura ocupa la primera parte del libro de Campbell, la segunda está consagrada al ciclo cosmogónico o creación y destrucción del mundo. Este ciclo es una ampliación, a escala mundial, de la aventura del héroe. En este trabajo analizamos la travesía del héroe planteada por Campbell, como un arquetipo mitológico: el arquetipo del héroe. 1.2 Diferencias entre la psicología de Jung y Freud. A principios del siglo XX, Jung y Sigmund Freud iniciaron un intercambio epistolar en el que compartieron ideas sobre el psicoanálisis y, con el tiempo, formaron una fraterna relación intelectual y personal, en la que Freud llegó a designar a Jung como su sucesor. En marzo de 1910, Jung es designado 13 presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional y dirige sus intereses hacia los símbolos, los arquetipos y la antropología. Es entonces cuando empiezan a notarse varias diferencias teóricas entre ellos, hasta que su relación finalmente se fragmentó. Aquí mencionamos sólo aquellas diferencias que consideramos más importantes para nuestra investigación. A) Inconsciente Freud considera que el inconsciente personal se compone de materiales vivenciales individuales cuyo origen es el deseo. Por su parte, Jung, además de la presencia del inconsciente personal, reconoce la existencia del inconsciente colectivo, el cual consta de las formas arcaicas típicas de los modos de vivenciar y comportarse de la especie humana. Por ello Jacobi (1983) explica que el término colectivo nace de su carácter universal, o sea, de que sus contenidos y modos de comportamiento son, esencialmente, los mismos en todas partes y en todos los individuos.B) Arquetipos De acuerdo con Storr (1973) el desacuerdo entre ellos se debió a que Freud consideraba que los motivos arcaicos eran recuerdos de elementos constituidos por los antepasados a los cuales el individuo acudía para comprender, con elementos históricos, su verdad individual, mientras que Jung las veía como manifestaciones espontáneas, formas de carácter impersonal y atemporal que provenían de un fondo colectivo. C) Complejos y libido Para Freud, los complejos surgen como producto del mecanismo de represión, que intenta eludir el conflicto entre las pulsiones provocadas por el deseo y las obligaciones morales. De ahí la necesidad que muestra Jung de ampliar el concepto del término libido, en lugar de verlo con una connotación puramente sexual, lo concibe como energía psíquica de vida. Jung, en Símbolos de transformación, escribe que el sí-mismo es de carácter numinoso, lo considera partícipe de la naturaleza divina. De tal manera que, los complejos son una serie de elementos procedentes de la experiencia personal, agrupados en torno a un suceso emocionalmente significativo, generalmente traumático que forman parte de la intimidad de la vida anímica. D) Símbolos 14 Robertson, en el libro Arquetipos junguianos, explica que Freud consideraba a los símbolos de los sueños como simples signos que podían reducirse a una interpretación sexual, independientemente de la prioridad, la reducción de todos los símbolos oníricos a imágenes sexuales es un empobrecimiento terrible del rico abanico de los sueños. Solamente, a través de investigaciones muy recientes, en algunos campos diversos, empezamos a darnos cuenta porqué los sueños nos hablan a través de símbolos, tal y como los concibe Jung. Beuchot, en su libro, La hermenéutica y el ser humano, también reflexiona al respecto al escribir: “Jung le atribuía al símbolo un significado formal, mientras que Freud sólo le atribuía un significado material, esto es, vinculado a cosas o personas reales”, (2015:94). Presentamos un resumen de las diferencias conceptuales en la tabla 1. Tabla1. Diferencias conceptuales entre Freud y Jung. Tabla 1 Diferencias conceptuales entre Freud y Jung. Elaboración propia 1.3 El inconsciente colectivo En la teoría de Jung podemos identificar la existencia del inconsciente personal cuyo centro está constituido por complejos, y el inconsciente colectivo cuyo núcleo está conformado por arquetipos. Antes de explicar a profundidad la definición del arquetipo e identificar sus formas primordiales, es necesario entender la formación del inconsciente colectivo, como se muestra en la ilustración 1. 15 Ilustración 1 Consciente e inconsciente. Elaboración propia de Jung (1984). Mucho se ha estudiado sobre la adquisición del conocimiento, durante años nos hemos preguntado sobre aquellas cosas que son innatas o son adquiridas, por ello es importante aclarar que cuando se habla de una herencia arquetípica no es necesario recurrir a un estudio genético para comprobar dicha afirmación, porque su herencia no responde a necesidades directamente biológicas, sino más bien como construcciones sociales. Es universal el cuidado de la madre, la necesidad de un maestro que nos guíe ante lo desconocido y, por supuesto, la eterna lucha entre el bien y el mal, así lo expresa el teólogo Lluis Duch en Mito: interpretación y cultura: “Es un hecho sobradamente reconocido que el ser humano nunca edifica su mundo material y espiritual sobre una tabula rasa, sino que siempre lo hace sobre su pasado individual y colectivo” (2002:343). Así mismo, El investigador israelí Nahum Megged, en su libro Traspasando la sombra y el umbral, afirma "Hace tiempo sospechamos de la existencia de experiencias que provienen de nuestra clave genética, las cuales son independientes de nuestras experiencias individuales y culturales" (Megged, 1992). Estas sospechas han sido reflejadas en cientos de historias donde se ve a los humanos comunicarse en un lenguaje universal proveniente de un origen común. A partir del análisis de estos hechos es que Jung reconoce el inconsciente colectivo como aquel que abarca las experiencias que se han 16 repetido constantemente en todos los seres humanos y que han dejado una huella indeleble. Semejante a la idea de Jung, el psicólogo Otto Rank, habla de la idea del pueblo, como aquella existencia de pensamientos elementales, a través de los cuales la coincidencia unánime de los mitos sería un resultado necesario de la disposición uniforme de la mente humana y del modo de su manifestación que, dentro de ciertos límites, serían idénticos en todo tiempo y lugar. El filósofo francés, Gilbert Simondon, en La individuación a la luz de las nociones de forma y de información, utiliza una analogía muy sencilla para explicar la naturaleza de esta consciencia: “La consciencia colectiva no está hecha de la reunión de las conciencias individuales, del mismo modo que el cuerpo social no proviene de los cuerpos individuales”, (2009:453). Es decir, la consciencia colectiva se forma de todo aquello que pensamos, actuamos y vivimos a través de los símbolos arquetípicos por la incapacidad de sobrevivir todas las realidades de la humanidad en una sola vida, es por ello que la existencia de lo colectivo es necesaria para que una información sea significativa, de tal forma que la capacidad de vivir todos estos mundos pueda delinear nuestra vida. Por ello, más adelante, añade: "La personalidad colectiva del individuo es lo que puede tomar significación en relación a otras personalidades colectivas suscitadas en el mismo momento por un juego de causalidad recíproca", (2009:464). De tal manera que, cuando no logramos significar los símbolos arquetípicos a partir de esta compleja colectividad, surgen las patologías, así lo entienden Quero y Silva: “El inconsciente colectivo también puede convertirse en el refugio de los conflictos culturales, de las crisis existenciales de uno o varios grupos sociales” (2013:83). La experiencia nos puede decir que los arquetipos existen y sabemos lo suficiente como para distinguir entre un inconsciente personal, comprender todas las adquisiciones de nuestras experiencias directas, y un inconsciente colectivo, al que pertenecen todos los contenidos que ya están inherentes en el funcionamiento de la psique. 17 1.4 Los primeros arquetipos. Arquetipo, del griego compuesto de arkho, soy el primero, y typon, tipo, es decir, modelo original. Cuando la influencia de los contenidos del inconsciente colectivo se hace consciente, los arquetipos se caracterizan por la numinosidad, es decir, por su potencial divino o superior, (Asis, 2008). Jung, en Arquetipos e inconsciente colectivo define los arquetipos de la siguiente manera: Los arquetipos están dados en la estructura psíquica del individuo tanto en forma de posibilidades latentes como de factores biológicos e históricos, los cuales surgen como un producto preformado de la fantasía creadora donde se hacen visibles las imágenes primordiales, de las cuales surge el carácter universal y son observables en los temas mitológicos […] El arquetipo es un elemento formal, en sí vacío, una posibilidad dada a priori de la forma de representación. No se heredan las representaciones sino las formas, que desde este punto de vista corresponden exactamente a los instintos, los cuales también están determinados formalmente. Es un factor psicoide que pertenece, podríamos decir, a la parte invisible, ultravioleta del espectro psíquico, (1984:159). Inspirada en esta teoría, la psicóloga Jolande Jacobi en el libro Complejo, arquetipo y símbolo en la psicología de Carl Gustav Jung, define a los arquetipos como aquellas “formas típicas del captar y del contemplar, del vivenciar y del reaccionar, de losmodos de comportamiento y del sufrimiento, réplicas de la vida misma, que se complace en generar formas, deshacerlas y en producirlas de nuevo con el antiguo sello con el que las marca”, (1983:61). Es decir, dentro de las posibilidades dadas por los arquetipos, Jacobi ve la esencia de los más elevados valores del alma humana, dentro de lo material, lo psíquico y lo espiritual. Por eso, para evitar la pérdida de estos valores debemos aprender a identificar y significar a partir de los símbolos. Por otra parte, James Hillman, psicólogo y analista junguiano, al proponer una base poética de la psicología dice del arquetipo: “[…] es el modelo sobre el que plasmaremos la variedad de nuestras experiencias psíquicas, toda nuestra representación arquetípica. […] El arquetipo es espíritu, es divinidad, es impulso”, (Hillman, 2017). Aquí debemos entender que Hillman 18 habla de una psicología arquetipal como el estudio de los procesos individuales de un proceso universal donde encontramos el mito en todas sus variedades. Debido a esta concepción de los arquetipos, no nos es posible hacer una lista de todos ellos, ni siquiera es prioridad hablar de todos los arquetipos que Jung menciona en sus distintos libros, más bien, hemos decidido hablar de cuatro arquetipos que consideramos esenciales en el ser humano en el proceso de individuación: la persona, la sombra, el ánima y el animus. La persona El término latino persona remite a la máscara que llevaban los antiguos actores en los solemnes rituales del teatro clásico. Jung, emplea el término para referirse a las expresiones de energía arquetípica encaminada a una adaptación a la realidad externa y a la colectividad. En Espejos del yo, Whitmont, explica que el arquetipo de la persona es una metáfora de las máscaras que usamos para representar los papeles que desempeñamos en el teatro del mundo: “La persona, como imagen representativa del arquetipo de adaptación, aparece en los sueños bajo el aspecto de ropas, uniformes y máscara”, (2010:39). Muy semejante a esta idea, Quero y Silva, definen el arquetipo persona, como "Rol social o actividad que tiene el individuo en la comunidad donde vive o interactúa" (2013:100). Por lo tanto, entendemos este arquetipo como la conexión que tiene el individuo entre su identidad personal y su identidad social. En consecuencia, si se omite el desarrollo de una persona se corre el riesgo de convertirse en antisocial y esto genera trastornos. La sombra En el libro El hombre y sus símbolos, la célebre analista junguiana, Marie Von Franz, explica que cuando un individuo hace un intento para ver su sombra, se da cuenta de cualidades e impulsos que niega en sí mismo, pero que puede ver claramente en otras personas tales como las fantasías. Aquí surge la gran importancia de reconocer la presencia de este arquetipo, puesto que la sombra contiene valores necesitados por la consciencia, pero existen en una forma que hace difícil integrarlas en nuestra vida, esto se debe a que, así mismo, Quero y Silva explican que el arquetipo de la sombra se compone por los pensamientos, sentimientos y conductas insociables que poseemos en 19 potencia y otras características que el individuo no acepta. Es el lado obscuro, opuesto de la persona, son los deseos prohibidos, reprimidos por normas sociales y la personalidad ideal, aunque puede ser canalizada con fines positivos, no puede ser evitada y como forma parte de cada uno de nosotros, la psique estaría incompleta si no existiera. Jung, en Arquetipos e inconsciente colectivo declara: Si uno está en situación de ver su propia sombra y soportar el saber que la tiene, sólo se ha cumplido una pequeña parte de la tarea: al menos se ha trascendido lo inconsciente personal. Pero la sombra es una parte viviente de la personalidad y quiere entonces vivir de alguna forma. No es posible rechazarla ni esquivarla inofensivamente. Este problema es extraordinariamente grave, pues no sólo pone en juego al hombre todo, sino también le recuerda al mismo tiempo su desamparo y su importancia. Por lo tanto, el hombre sin sombra es precisamente el tipo de hombre estadísticamente más común, que se imagina que él es sólo aquello que se digna saber de sí mismo. Desgraciadamente, ni el hombre al que se acostumbra a llamar religioso, ni el que fuera de toda duda está orientado científicamente constituyen excepciones a esta regla, (1984:26-152). Esta dualidad la podemos reconocer también en lo colectivo y lo individual constituyen un par de opuestos polares; por eso hay una relación opuesta y compensatoria entre la persona y la sombra. Cuanto más reluciente la persona, más oscura la sombra. Cuanto más nos identificamos con nuestro maravilloso y glorificado rol social, cuanto menos lo representamos y reconocemos como mero rol, más oscura y negativa será nuestra individualidad genuina a consecuencia de haber sido descuidada. Sin embargo, Whitmont, advierte que demasiada preocupación por la sombra, “puede conducir a una persona a convertirse en alguien bastante negativa, defensiva y miserable”, (2010:44). Dentro del ámbito de los opuestos que se complementan, veremos que el ánima es el lado femenino de la psique masculina y el arquetipo del animus es el lado masculino de la psique femenina. A continuación, describimos las representaciones de cada uno de ellos y sus relaciones. El ánima y el animus Como patrón de conducta, el arquetipo del ánima representa aquellos elementos impulsivos que se relacionan con la vida, en cuanto 20 fenómeno impremeditado, espontáneo y natural, con la vida de los instintos, la vida de la carne, la vida de lo concreto, de la tierra de la emocionalidad, dirigida hacia la gente y hacia las cosas. Es el impulso hacia la entrega, la conexión instintiva a otra gente y las cosas. El ánima está condicionada fundamentalmente por eros, el principio de unión, de intimidad, de subjetividad. El animus está más identificado con logos, el principio discriminador o diferenciador de la palabra, la ley, la objetividad. Joseph Campbell, en El héroe de las mil caras, dice sobre el arquetipo del ánima: “La figura mitológica de la Madre Universal imputa al cosmos los atributos femeninos de la primera presencia, nutritiva y protectora. La fantasía es en principio espontánea, porque existe una correspondencia obvia y estrecha entre la actitud del niño hacia su madre y la del adulto hacia el mundo material que lo rodea” (2014:132). Es decir, el arquetipo del ánima es madre, hermana, amante, esposa. Todo lo que se ha anhelado en el mundo, todo lo que ha parecido promesa de júbilo, es una premonición de su existencia, ya sea en la profundidad de los sueños, o en las ciudades y bosques del mundo. Jung explica que desarrolló el concepto de ánima a partir de su propia experiencia, sin embargo, no podría saber lo que es el lado masculino desde una perspectiva femenina. Ante tal aparente limitación, Wehr nos recuerda que tanto hombres como mujeres hemos crecido en el vientre de una mujer y, excepto en casos de severa privación, hemos sido nutridos, cuidados y alimentados principalmente por mujeres en, por lo menos, nuestros primeros años de vida, es por ello que el arquetipo de lo femenino tiene numinosidad para ambos sexos, (Espejos del yo, 2010). Además, Quero y Silva añaden que hay una parte de la psique que tiene características de hombre y de mujer, no sólo desde el punto de vista de la biología, sino también de las actitudes psicológicas. Así es como ambos arquetipos pueden ser reconocidos e identificados universalmente. La manera en que estos arquetipos primarios se conjuntan para el proceso de individuación puede ser explicada por el análisis que hace Jung en Espejos del yo, pues afirma que empezamos a descubrir el ámbito arquetípico a medidaque avanzamos hacia una comprensión más compleja de nuestro yo interior. 21 1º Aprendemos que nuestra personalidad total no sólo incluye el ego fácilmente reconocible, sino también la máscara que nos ponemos para obtener aceptación social (la persona). 2º De mala gana trabamos relación con una figura interior del mismo sexo que incorpora esos atributos nuestros que el ego ignora (la sombra). 3º También podemos encontrar un alter ego del mismo sexo que nos ofrece compañía y apoyo (el doble). Encontramos una figura interior del sexo opuesto que nos enseña que las fuerzas y debilidades que pensábamos que pertenecían a las mujeres, si somos hombres, o a los hombres, si somos mujeres, son en realidad parte de nuestro propio potencial psicológico, (el ánima y el animus). De esta manera, descubrimos que llevamos en nuestro interior una insinuación de un Yo completo que nunca puede volverse completamente consciente o actualizado, pero que nos conduce hacia una vida más rica y plena. Por lo tanto, la psicología arquetipal es aquella que considera a la conciencia como el objeto que refleja la realidad como en un espejo, por ello, tiene que ser un proceso imaginativo capaz de leer lo simbólico, (Hillman, 2017). 1.5 Los arquetipos como símbolos. “Lo simbólico es la mediación universal del espíritu entre nosotros y lo real; lo simbólico quiere expresar ante todo, el carácter no inmediato de nuestra aprehensión de la realidad” (Ricoeur, 2004:13). Ya hemos visto que los arquetipos se identifican desde sus opuestos, los cuales debemos significar para evitar caer en la patología, para ello necesitamos saber que, tal como explica Jung, en Introducción a la esencia de la mitología, “El conflicto no se supera si la consciencia sigue ligada a los opuestos; esa es la razón por la que necesita un símbolo que le muestre la necesidad de que se separe del origen”, (2004:113). Jacobi, explica que cuando los contenidos los arquetipos pasan de la esfera inconsciente a la consciente, se deben considerar auténticos símbolos, ya que proceden de la biografía del universo y no la de un individuo aislado, por lo que 22 han de exceder también de la capacidad de comprensión de la consciencia, aun cuando se hacen perceptibles mediante un ropaje adquirido por asimilación de material representativo, cuyo origen está tomado indiscutiblemente del mundo de las manifestaciones exteriores. Por ello, si el arquetipo aparece en el aquí y en el ahora, si puede ser percibido de alguna forma por la consciencia, hablamos de la presencia de símbolos. La palabra símbolo deriva del griego symbolon que significa contraseña, es conocida como la representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con ésta, por una convención socialmente aceptada. El símbolo es un puente entre el significado y el misterio, si es una evocación del infinito, no será la razón la que lo recorra, o por lo menos no la razón sola, sino la imaginación, para la cual no existe ni la barrera de tiempo, ni la del espacio, sino la invitación del sentido. El símbolo es un lenguaje universal, lo encontramos en la religión, la literatura, el arte, está presente tanto en el estudio del inconsciente personal biográfico, en el caso de Freud, como en el estudio del inconsciente colectivo de Jung. Forma parte de la expresión del imaginario cultural de todos los pueblos, de todos los mitos, de todas las culturas, se presenta como constante obsesionada en darnos pistas. Cuanto más nos abramos a los significados presentes en estos símbolos, más podremos profundizar la realidad, (Asis, 2008). El simbolismo es el modo de representación indirecta y figurada de una idea, o de un conflicto, o de un deseo inconsciente Paraíso escribe: “[...] es también un modo de representación caracterizado por la relación constante entre el símbolo y lo simbolizado [inconsciente]” (Paraíso, 1995). Esta relación constante aparece tanto en el individuo como en el conjunto de personas, y también en las áreas culturales del hombre. Parte importante del manejo del símbolo es la representación de las imágenes, ya que la vida psíquica, según Hillman debe ser analizada por imágenes las cuales no sólo son visuales sino de muchos tipos, imágenes provocadas por distintas emociones “Por lo tanto, el punto de partida tendrá que ser el de tomar los procesos de la imaginación, reteniendo los 23 fundamentos de la psicología y del funcionamiento mismo de la psique”, (Hillman, 2017:32). Más adelante, en el capítulo de Metodología, veremos con mayor detalle el método por medio del cual se reconocen los símbolos arquetípicos y los aplicaremos en el análisis de la novela El nombre de la rosa. Capítulo II La mitología. 2.1 Conceptualización de la mitología. Mauricio Beuchot (2015), en Elementos esenciales de una hermenéutica analógica, nos ayuda a conceptualizar la palabra mitología desde su raíz etimológica, el concepto griego mythología que, originariamente, parece proceder de la expresión griega mythous logos (estudiar mitos), lo cual realmente no nos dice mucho, por lo que más adelante nos explica que el término griego mythos no tiene una etimología definida, más bien le han dado diferentes significados a lo largo de la historia según su contexto. Muchos autores reconocen su origen en Homero, el cual la usaba como un sinónimo de contar o narrar algo. Posteriormente, se empezó a limitar el término a las historias fantásticas que narran las acciones de los héroes y dioses de la antigüedad, más aún, se usa la palabra mito como sinónimo de mentira. No obstante, Duch dice: “El mito llega a hacerse actual en todas las épocas y en todos los espacios, porque ha de ser incesantemente reinterpretado en función de las nuevas variables que surgen en los nuevos trayectos vitales de los individuos y de las colectividades”, (2002:27). De esta forma hemos de identificar los mitos no sólo en la época antigua y no sólo en los relatos fantásticos, sino como parte de nuestra formación como individuos. Tal y como dice Eliade (1994), en El mito del eterno retorno: “Sólo son falsas aquellas actividades que no tienen significación mítica, es decir, que carecen de modelos ejemplares [arquetipos]”. Porque: “para las sociedades tradicionales, todos los actos importantes de la vida corriente han sido revelados por dioses o héroes.” (1994:26-38). Ahora bien, ¿cómo es que se deben presentar estos mitos?, ¿cómo diferenciarlos del resto de las historias? Para guiarnos un poco en este cosmos de dudas, Mircea Eliade, explica cómo, de una manera general, se puede decir 24 que el mito, tal como es vivido por las sociedades arcaicas, tiene las siguientes características: es sagrado, verdadero, sobrenatural, nos remonta al origen a través del eterno retorno y es el medio por el cual formamos nuestra identidad, a continuación, las explicamos con mayor detalle. Sagrado Sagrado no quiere decir necesariamente religioso o místico, se refiere sobre todo al nivel de importancia, a la capacidad de trascender y transformar. Joseph Campbell, afirma: “El mito es la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas. Las religiones, las filosofías, las artes, las formas sociales del hombre primitivo e histórico, los primeros descubrimientos científicos y tecnológicos, las propias visiones que atormentan el sueño, emanan del fundamental anillo mágico del mito” (2014:17). Es por ello que se vive el mito, en el sentido en que se está dominado por una fuerza sagrada, que exalta los acontecimientos que se rememoran y se reactualizan a través de todas estas manifestaciones humanas. Verdadero Debemos aprender a diferenciar lo verdadero de lo real y lo ficticiode la mentira. Recordemos que, en el lenguaje ordinario, el termino mito es usado como sinónimo de mentira, lo cual se remonta a la edad media en la que se reconocía como mito a todas las historias paganas que hablan de otros dioses, por ello la necesidad de asociarlos con la mentira, es decir, el engaño. En la novela de Umberto Eco se discute este asunto en el que Adelmo, que estudia la retórica, defiende que los escritos paganos no deben leerse de forma literal sino desde la metáfora, pues ahí encontramos los mismos valores del Dios cristiano. Mardones en El retorno del mito, menciona: “No hay una sola manera de representación o de acceso a la realidad, hay varias, dependiendo de las formas simbólicas que medien dicho acceso: las mítico – religiosas, las lingüísticas, las históricas, artísticas o científicas”, (2000:71). 25 Pensemos, entonces, en el mito como una forma de acceso a la realidad. Desde este punto, el psicólogo estadounidense Rollo May, define el mito como: “Una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene. Los mitos son patrones narrativos que dan significado a nuestra existencia. Tanto si el sentido de la existencia es sólo aquello a lo que damos vida, merced a nuestra propia fortaleza, como si es un significado que hemos de descubrir”, (1992:17). Es decir, no se requiere que se compruebe empíricamente que lo que se narra pasó o pasará en el mundo físico donde nos encontramos, se trata de entender que, al contar y contarnos estos relatos, la ficción es parte de nosotros y lo vivimos en un nivel distinto, en el nivel del simbolismo, mismos que toman significado a partir de nuestras propias experiencias. Duch, afirma: “El mito habla de aquello que nunca ha sucedido pero que siempre está presente”, (2002:84). Muy semejante, Panikkar y Soto, explican: “El mito nos proporciona un punto de referencia que nos orienta en la realidad” (2002:45). Un mito considerado y vivido desde dentro es un conjunto de hechos, que compone nuestra forma de ver la vida. El mito sirve, entonces, como punto de referencia última, como criterio de verdad con base al cual los hechos son reconocidos como verdaderos. Por ejemplo, Eco, en su libro Sobre literatura, explica que la forma en que Napoleón Bonaparte cayó en la batalla de Waterloo, puede ponerse en duda dependiendo de quién lo narra, no así, en el caso de la muerte de Anna Karenina, porque Leon Tolstoi así lo escribió y es algo que nadie más lo puede cambiar. Más allá de lo comprobable, el mito no se trata de lo que dice textualmente, sino de lo que nos dice simbólicamente, Megged, afirma: “Verdadera historia es la fantasía. Sólo así se vence al miedo, usando sus antídotos, y la realidad puede ser otra cuando la cambiamos por la realidad simbólica, y cada hecho significa otro, nosotros significamos otros”, (1992:83). Así mismo, Eliade explica que el mito cosmogónico es verdadero porque expresa la plena manifestación del ser en el interior del ámbito del hombre, esta es la razón por la que, mientras que las historias falsas se pueden contar en cualquier momento y en cualquier lugar, los mitos no se deben recitar más que durante un lapso de tiempo sagrado, y eso los convierte en una experiencia con una verdad sumamente significativa. 26 Sobrenatural El mito constituye la historia de los actos de seres sobrenaturales: dioses, héroes, criaturas mágicas, todo aquello que aspiramos a ser. Por el mismo hecho de relatar el mito las gestas de los seres sobrenaturales y la manifestación de sus poderes sagrados, se convierte en el modelo ejemplar de todas las actividades humanas significativas. La presencia del destino en el mito se inscribe en la inconsciencia general que ofrecen en el mito sus héroes o protagonistas simbólicos. Entendemos, entonces, que el mito relata la relación del hombre ante sus límites o destino, ante estos obstáculos el personaje necesita de grandes habilidades o poderes, para poder enfrentarlos a su nivel, así pues, la confrontación de la vida con la vida y, en consecuencia, con la muerte. Ortiz-Osés, en Arquetipos y símbolos colectivos, resume de manera muy precisa esta antigua problemática del origen del mito: Porque hay mito allí donde el hombre experimenta el desgarro y la juntura de los extremos simultáneamente: dios y hombre, hombre y destino, destino y libertad […] Frente a la ingenuidad racionalista que descalifica al mito por irracional, así como a la concepción postracionalista que intenta recalificarlo desde la razón científica, nuestra postura concebiría lo mítico como el ámbito abierto del sentido trascendental del mundo, pueden verificarse las verdades ontológicas con sus significados regionales. Aquí el sentido precede y funda la verdad, pues mientras ésta dice mera conformidad o adecuación de nuestra razón con lo real, aquel códice de correlación primordial del ente con el ser, del tipo con el arquetipo, del objeto con su sujeto trascendental. Esto quiere decir que el símbolo se funda primariamente en el mito, el cual da cuenta y relación pre-lógica de la juntura ontológica del hombre en su mundo y cosmos, (1994:296). Los mitos obedecen a necesidades biológicas, psicológicas, sociales, históricas, por eso no se pliegan a ninguna de esas explicaciones reduccionistas, por eso va más allá de la naturaleza simbólica y, por lo tanto, es así como debe estudiarse. Origen No sólo nos referimos a los poemas de la creación en el que se relata el origen del mundo, sino también al origen de las emociones, de un descubrimiento, e incluso el origen de cosas que han sido destruidas, y de todo aquello que, irremediablemente, llega a su final, es esta razón por la que los 27 mitos constituyen paradigmas de todo acto humano significativo, a consecuencia de los cuales el hombre ha llegado a ser lo que es hoy. Panikkar y Soto, explican: “El mito seduce y deja entrever, sorprende, excita y fascina, porque en el mito el hombre descubre sus raíces, y sus orígenes, como partes integrantes de su propio ser” (2007:157). Los humanos descubrimos en el mito nuestra verdadera memoria, que no se limita sólo a nuestra vida individual, sino una memoria primitiva ligada a toda nuestra historia evolutiva que es, precisamente, de donde surgen los arquetipos. Con relación a éstos Beuchot, nos explica: El hombre vive repitiendo mitos, con lo cual rebasa el tiempo, se une a la eternidad, supera la muerte y apaga su angustia. Pero hay que comprender y vivir el sentido del mito desde el arquetipo celeste del universo mismo, si no, sólo será algo vacío y sin sentido, no tendrá esa fuerza para dar vida, porque no se trata sólo de regresar simplemente a lo arcaico, sino de reactualizarlo en este tiempo, con su novedad diferente, (2015:144-145). Es un eterno retorno en el que vemos lo mismo una y otra vez, sino con diferentes matices, porque nuestro tiempo humano es de la diferencia. Por eso Beuchot, defiende en su hermenéutica analógica que el mito no es el eterno retorno de lo igual, sino el eterno retorno de lo análogo, término que explicaremos más adelante. Identidad El mito o el relato, lleva consigo los valores de la sociedad: mediante él, el individuo encuentra su sentido de la identidad. Los mitos nos confieren nuestro sentido de la identidad personal al formular la pregunta ¿Quién soy?, e invitarnos a un viaje para responderla, hacen posible nuestro sentido de comunidad, afianzan nuestros valores morales y constituyen una forma de enfrentarnos al inescrutable misterio de la creación, (May, 1992). También se habla de una identidad cultural, todos los pueblos han tenido sus mitos, ya que estos son el fundamento de toda cultura. El lenguaje de los mitos está escrito en símbolos. Si no conocemos nuestros mitos, puede que nuestras acciones no sean muy distintas, pero ya noseremos conscientes de 28 ellas desde nuestro interior, sino desde fuera como destino, volviéndonos intérpretes de historias ajenas a nosotros, (Asis, 2008). Es por ello que, tal como afirma Rollo May, “Los mitos son la auto- interpretación de nuestra identidad en relación con el mundo exterior” (1992:22). Sobre la misma línea, Panikkar y Soto, afirman: Mi mito es lo que me hace único y, por tanto, insustituible; está en la base de mi historia personal y en las raíces de mi lenguaje. Se expresa y manifiesta a través de mi ser sin que yo me dé cuenta; es lo que la otra persona ve cuando establece una relación plenamente personal conmigo, que trasciende el nivel puramente dialéctico, (2007:45). Entre todos los mitos que creamos y que nos crean, el mito del héroe es el que, en el sentido más profundo, ha sido creado por nosotros como nuestro gran mito colectivo. Pensemos en las estrellas de rock, en los medallistas olímpicos, en los premios nobel; en todas aquellas personas que representan los más grandes valores humanos, los convertimos en nuestros héroes, pues llevan el nombre de nuestro país, o de la humanidad misma, a un lugar desde el que nos podemos sentir orgullosos y, entonces, generar una identidad de la que aspiramos a ser parte y moldea nuestro propio heroísmo. 2.2 El mito del héroe "La tarea del héroe tiene un objetivo que sobrepasa el ajuste biológico y material: es liberar al ánima como a ese componente íntimo de la psique que es necesario para toda obra verdaderamente creadora”, (Henderson, 1995). El mito del héroe es el más común y mejor conocido del mundo. Lo encontramos en la mitología griega y romana, en la edad media, también en la mitología oriental, en las novelas contemporáneas y hasta en los cómics de los puestos de revistas. En realidad, es difícil pensar en una cultura que no tenga entre sus mitos alguna representación heroica, puesto que tiene un evidente atractivo dramático y una importancia psicológica sumamente profunda. En Símbolos de transformación, Jung, revela: “El héroe representa el sí- mismo inconsciente del hombre, y éste se presenta empíricamente como la suma y compendio de todos los arquetipos, […] con su divinidad se expresa 29 que el sí-mismo es numinoso, es decir, casi un dios o partícipe de la naturaleza divina”, (1990:341). En esta importante frase encontramos un gran fundamento para nuestra tesis, por esta razón recalcamos que, al hablar del arquetipo del héroe, hablamos simbólicamente del sí- mismo. Ahora bien, ¿qué significa este arquetipo? En primera instancia, es la realización de nuestros deseos, fantasías y más profundos sueños, es la materialización del ideal, de todo aquello que aspiramos a ser y que, por ende, es loable y digno de admiración. Jung, recalca que la principal hazaña del héroe es: “el triunfo sobre el monstruo de las tinieblas: es la victoria esperada, anhelada, de la consciencia sobre lo inconsciente”, (2004:112). Sobre esta misma línea, el psicólogo Rollo May, identifica esta hazaña heroica a partir de que el héroe “[…] resume en sí mismo, nuestras aspiraciones, ideales y creencias, desde una perspectiva individual, hasta una colectiva. Además de que el héroe es el producto máximo de la libertad del espíritu que niega o se desentiende de la realidad”, (1992:53). De esta manera, el héroe posee una autoridad ideológica que no se percibe como un objeto de la visión artística conclusiva sino que es independiente al autor, (Bajtín, 2012). Megged, ve también en el héroe: “la encarnación de todas las normas consideradas loables por la sociedad, cuya realización provoca el reconocimiento general que compensa la soledad de la gesta heroica, ya que toda gesta heroica, como todo poder, es soledad”, (1992:238). Pero la soledad no entendida como desolación sino como condición arquetípica la cual, Hillman explica, no se le debe connotar necesariamente como desesperante y negativa, sino como algo que nos pertenece y que nos permite encontrarnos en el mundo. Es, entonces, donde deseamos destacar que, más allá de la gracia última, es la ausencia de ésta la que conforma al héroe. Esta ausencia puede identificarse de muchas formas, puede ser la soledad, la ansiedad, o cualquier otro demonio que pueda ser representado por el dragón o el monstruo de las tinieblas; puesto que el héroe, más que ser símbolo de triunfo, éxito y prosperidad, es aquel ente que se encuentra en constante lucha y búsqueda de sí mismo, es el viajero, es la transformación, es la lucha contra el dragón que siempre está presente. Por tanto, el héroe es héroe no en cuanto a sus logros, 30 sino en cuento está incompleto y sigue en el ciclo de transformación de una meta que se alcanza sólo con la muerte del sí - mismo. Henderson, nos ayuda a entender desde un sentido psicológico, que la necesidad de símbolos de héroes surge cuando el ego necesita fortalecerse, es decir, cuando la mente consciente necesita ayuda en alguna tarea que no puede realizar sola o sin recurrir a las fuentes de fortaleza que yacen en el inconsciente. Por ello el mito del héroe se describe como aquellos “medios simbólicos por los cuales el ego se separa de los arquetipos evocados por las imágenes paternas en la infancia.” (1995:120). Los cuales, desde el sentido más profundo, representan el apoyo y la ayuda básica requerida en la infancia para lograr sobrevivir. Sin embargo, no debe creerse que estos deseos son siempre conscientes, todo lo contrario, son reprimidos, por ello requieren de la figura del héroe para lograr exteriorizarse; Jung, lo explica de la siguiente manera: “El héroe, en calidad de figura del animus, actúa en representación del individuo consciente, es decir, hace lo que el sujeto debería, podría o desearía hacer y no hace. Lo que podría ocurrir en la vida consciente y no ocurre, se desarrolla en lo inconsciente y aparece, por ende, en figuras proyectadas” (1990:319). Megged, escribe: “El que cree en la gesta heroica, viéndose como héroe, es quien proyecta su yo incógnito, su espíritu superior sobre todos sus actos y pensamiento. Es el que identifica su redención existencial con la redención humana o de un grupo a través de la toma de consciencia para darle un sentido al mundo” (1992:234). Hoy en día, conocemos muchos superhéroes, sabemos sus nombres, súper poderes, romances e historias trágicas, pero para que el mito del héroe tenga una verdadera significancia en nuestras vidas, más que conocerlo debemos ser capaces de creer en él y vivirlo. En este mismo sentido el psicólogo James Hillman asegura: “Bajo el arquetipo del héroe podemos considerar algunos comportamientos hacia la vida y el mundo, podemos identificarnos con las grandes figuras de la literatura del pasado y del cine de hoy en día, podemos considerarlo de alguna manera para regular nuestros valores, podemos leernos la tragedia de algunas psicopatologías que empujan a este modelo a extremos destructivos” es por 31 todos estos motivos que “Estamos tan enamorados de la actitud heroica que le hemos llamado yo”, (2017:34). Por último, es importante recalcar que no todas las historias, cuentos, narraciones, ni siquiera todos los mitos, tienen una estructura arquetípica del héroe, en el sentido que lo plasma Campbell en la jornada. Ejemplo de ello es el caso de Dostoievski, a quien, según Bajtín, “le interesa el héroe no como un fenómeno de la realidad que posea rasgos típico – sociales y caracterológicamente individuales, definidos y firmes, ni como una imagen determinada, compuesta de atributos objetivos con un sentido unitario que en su conjunto contestarían la pregunta ¿quién es?”, (2012:125). A Dostoievski le interesa en cuanto punto de vista particular sobre el mundo y sobre sí mismo, como una posición plena de sentido que valore la actituddel hombre hacia sí mismo y hacia la realidad circundante. Sin embargo, hemos decidido estudiar este arquetipo no sólo por su popularidad sino por su importancia psicológica entre las que resalta el proceso de individuación, lo cual explicaremos a continuación. 2.3 La importancia del mito para la psicología. Existen varias razones por las cuales el estudio del mito es importante para la psicología, veamos algunos puntos esenciales destacados por los autores que hemos revisado. Clínico Dentro de un ámbito terapéutico, Gustavo Corra, resalta la función proyectiva del mito: “El mito es una creación destinada a resolver deseos utilizando fantasías que los disfrazan y los revelan a la vez” (2005:34). El psicólogo Rollo May, profundiza sobre este hecho: La creación de mitos es un proceso esencial para la adquisición de la salud mental, y el terapeuta sensible no puede despreciarlo. En realidad, el nacimiento y el desarrollo de la psicoterapia en nuestra era contemporánea tuvieron su origen en la desintegración de nuestros mitos. La creación de mitos es fundamental en psicoterapia. Es esencial que el terapeuta permita al cliente tomarse en serio sus mitos, ya sea que aparezcan éstos en forma de sueños, asociaciones libres o en fantasías […] Algunas personas acuden a la terapia 32 simplemente porque están insoportablemente solas, la soledad es una expresión de nuestra falta de raíces, (1992:17-92). En este sentido, el mito sirve para generar, como ya lo hemos mencionado, el sentido de identidad que nos ayude a crear esas raíces, Duch nos dice: El universo mítico pertenece al reino de lo implícito que acostumbra a hacer acto de presencia, justo en el centro de nuestra vida, en aquella que queremos decir más que lo que explícitamente decimos de manera consciente […] el mito nos dice, a pesar nuestro, por qué, en el fondo, nuestra biografía no es una construcción objetiva, fría, aséptica, sino que al contrario, se trata de una narración plagada de modulaciones y características narrativas muy diversas, donde el deseo, las ilusiones, la bondad, la mentira, los sueños y la realidad se mezclan y se conjugan irregularmente en unas proposiciones que, casi siempre, resultan imposibles de discernir, (2002:26-28). Por su parte, Megged, entiende la importancia del mito a partir de que “El hombre busca la solución de sus problemas existenciales, el encuentro con lo desconocido, la paradoja de vivir para morir, el sentido de la vida, la extraña individualidad de las leyes de la existencia: debo envejecer” (1992:69). De esta manera, crear y conocer mitos nos permite comprender el ciclo inexorable de la vida misma, donde nosotros somos caos y cosmos, porque cuando hay cosas inevitables no hay más opción que ser el héroe de tu propia historia. Según Jung, muchos de los neuróticos son personas que necesitan simbolismo; tan es así que, en tiempos anteriores, cuando entendíamos la mitología, las patologías no se basaban en la ausencia de raíces, porque el mito nos conectaba con la realidad. Desde este punto de vista, la neurosis se trata de hombres que no soportan la pérdida del mito y no hallan el camino a un mundo meramente externo, es decir, a la concepción de las ciencias, de la naturaleza, ni puede satisfacerlos el fantástico juego de palabras intelectuales que no tiene nada que ver con la sabiduría. Social Dentro de la psicología arquetipal, debemos recordar que los arquetipos son el reflejo de una psicología universal, por lo tanto, nos encontramos que, tal y como afirma Hillman, “la psicopatología del mundo es indistinguible de la 33 psicopatología del individuo”, (2017:57). De tal manera que intentar tratar al individuo sin tomar en cuenta los procesos sociales, culturales y mitológicos que le rodean resulta en un paliativo destinado a perder progresivamente su eficacia a menos que ampliemos la actuación de la psicología al mundo social. En este sentido, Duch habla de la relación del mito con la sabiduría de la sociedad: Por regla general, los románticos asociaban de forma muy directa mito y sabiduría. Era preciso estudiar los mitos porque eran la voz majestuosa de un tiempo original, que era más sabio y más creador; los mitos podrían ser considerados como emanaciones de la sabiduría original, los cuales permitían comprender la profunda realidad del ser humano todavía sin malograr por las degradaciones producidas por los procesos históricos, (2002:129). Además, resalta su papel en la comunicación, es decir, para comunicar la verdad que es significativamente simbólica y que nos permite vivir en sociedad bajo ciertas normas culturales: El mito constituye un antídoto muy eficaz contra la incomunicación mortal de los individuos porque él mismo es, primordialmente, comunicación. Su mensaje no gira en torno a los aspectos aleatorios y circunstanciales de la existencia humana, sino que tiene como misión centrar al individuo y a la comunidad alrededor de las verdaderas motivaciones para vivir y para morir, las cuales a menudo, permanecen para una gran mayoría en la oscuridad más negra, (2002:156). De manera específica, para la psicología junguiana, no debemos olvidar un hecho fundamental para nuestro estudio y es que, tal y como afirma la psicóloga Jacobi, “Las mitologías de los distintos pueblos proporcionan el más impresionante ejemplo de símbolos colectivos”, (1983:101). Por otra parte, James Hillman nos recuerda que los arquetipos son algo lejano, desconectados de la realidad de los fenómenos “Y si lo que queremos representar es la misma multiplicidad de la naturaleza humana, entonces no podemos fijar la mirada sobre el voluminoso yo heroico, perpetuamente comprometido en la lucha que la psicología quiere reforzar”, (2017:34). La mayoría de los psicólogos, interesados en este tema, deseamos encontrar la importancia de los mitos para la psicología, pero también hay un psicólogo, que habla de la importancia de la psicología para la mitología, al escribir: “[…] el estudio psicológico del contenido esencial de los mitos podría 34 contribuir a revelar la fuente de la cual ha manado uniformemente, en todo tiempo y lugar, un contenido idéntico de los mitos” (Rank:14). En realidad lo uno corresponde a lo otro en un círculo virtuoso, que nos permite enriquecer ampliamente ambas disciplinas. 2.3.1 Un mundo sin mitología En este pequeño apartado nos limitamos a citar algunos autores que afirman la imposibilidad de la existencia de una humanidad sin mitología y del peligro que corremos al subestimar su importancia. Dumézil escribe: El pueblo que no tuviera mitos estaría ya muerto. La función de la clase particular de leyendas que son los mitos es expresar dramáticamente la ideología de que vive la sociedad, mantener ante su conciencia no solamente los valores que reconoce y los ideales que persigue de generación en generación, sino ante todo su ser y su estructura mismos, los elementos, los vínculos, los equilibrios, las tensiones que la constituyen, justificar, en fin, las reglas y las prácticas tradicionales sin las cuales todo lo suyo se dispersaría, (2008:15). Desde este punto de vista se entiende al mito como el sistema de creencias con el cual significamos lo que nos rodea. Así, Panikkar y Soto, en Mito, fe y hermenéutica coincide en que no es posible vivir sin creencias por lo que escribe: El hombre no puede vivir sin mitos, es más, sin una pluralidad de mitos que se entrecruzan y se siguen uno a otro de manera que permiten el continuo paso del mito al logos y la constante regeneración de logos en mitos. Habría que subrayar aquí que los mitos no tienen posibilidad de ser superados. Cuando superamos un mito, otro entra en su lugar, aunque quizá a un nivel más profundo, (2007:119). Por otra parte, es posible que la sociedadcaiga en una patología al no identificarse con su mitología May, en La necesidad del mito, lo explica de la siguiente manera: El lenguaje abandona el mito sólo a costa de la pérdida de la calidez humana, el color, el significado íntimo, los valores: todo lo que da un sentido personal a la vida. Nos comprendemos mutuamente identificándonos con el significado subjetivo del lenguaje del otro, experimentando lo que significan las palabras 35 importantes para él en su mundo. […] no puede haber prueba más definitiva del empobrecimiento de nuestra cultura contemporánea que la definición popular del mito como falsedad, (1992:24). Muy semejante a todos estos pensamientos, Duch rectifica: “El mito no puede morir: la muerte del mito significaría, en realidad, la muerte del hombre” (2002:43). Si no es posible la existencia del hombre sin mitología, entonces tendríamos que preguntarnos: cómo es que la mitología puede ser transgredida al punto en que, dentro de su existencia, se deshumaniza, o como lo veía Jung, surge la neurosis. Eco, escribe en la novela El nombre de la rosa, “Nunca como en nuestros días se han alzado, en medio de las procesiones de flagelantes, alabanzas más intensas, inspiradas en los dolores de Cristo y de la Virgen; nunca como hoy se ha insistido en excitar la fe de los simples describiéndoles las penas del infierno” (Eco, 1980:112). Por su puesto que la historia está ambientada en el medioevo, sin embargo, es difícil verse ajeno a esta situación. Así pasa, año tras año, con distintos pensadores de distintas épocas y distintos lugares. En 1990, Jung muestra su preocupación al escribir: Nuestro mito ha enmudecido y ha dejado de dar respuestas a nuestras preguntas. Como dicen las sagradas escrituras, la culpa no es suya sino exclusivamente nuestra ya que no sólo hemos dejado de desarrollarlo sino que hemos reprimido todos los intentos realizados en ese sentido. La versión original del mito nos ofrece un amplio punto de partida y múltiples posibilidades de desarrollo, (1990:245). Más adelante, Robertson también externa esta preocupación: En nuestra época, en la que los símbolos vivientes no abundan, la gente se vuelve hacia símbolos muertos, como la cruz o la bandera, intentando creer que todavía tienen energía. Los que son demasiado honrados para engañarse de esta manera, suelen perder la esperanza de que pueda surgir otra vez algo que tenga significado. Se engañan a su vez con las letanías de desesperanza, como el existencialismo o el nihilismo, como si el decir que todo carece de sentido poseyera también algún significado inherente, (1998:181-201). Como hemos visto, desde inicios del siglo pasado se consideraba que el mito había perdido sentido y significado, actualmente, con el apogeo de los medios de comunicación, la globalización y otras situaciones (que rebasan los 36 límites de esta investigación), nos es inevitable pensar que nuestros mitos se encuentran en crisis. Pero, lejos de desanimarnos hemos de pensar en las oportunidades que surgen de esta situación, así lo señala Mardones: Vivimos tiempos de malestar psicológico, de crisis de identidad y de comunidad; de carencia de conocimiento de sí mismo. Hay sed de sí y son muchos los dragones, la sombra, que acechan al caballero andante a la búsqueda de sí mismo […] El mito no sería el lenguaje del alma ni jugaría un papel tan importante si el ser humano no habitara un mundo desgarrado y roto. No tendría nada que unir o ligar; sería una función inútil en un mundo completo o donde la evidencia de la bondad y el sentido estaría dada a la mano, o donde las cosas y acontecimientos se agotaran en la explicación de las dimensiones de superficie. Sólo un mundo propio y externo, complejo y profundo hasta el misterio, permite que los efectos lleguen a nuestros sentidos antes de que las aclaraciones hayan emergido en nuestra consciencia, (2000:114-186). El ser humano tiene la experiencia del desgarro, durante toda su vida está atravesado por la contradicción, por lo tanto, nos encontramos en una constante búsqueda de integración, en este caso le llamamos, proceso de individuación. No estamos perdidos, psicología y mitología son lenguajes que se complementan en más de un sentido, así lo expresa Hillman: Los griegos no tenían la psicología de lo profundo. Los griegos tenían la mitología. A partir de los relatos de las divinidades y de sus gestas, podemos descender al relato del género humano. En una vida en la que lo patológico siempre está activo, en lo que se refiere a la condición esencial del alma y de sus movimientos y de sus dificultades para encontrar su propio espacio en el mundo con sus reglas, el mito nos proporciona un telón de fondo. Aquí encontramos las semejanzas arquetípicas en aquellas divinidades arcaicas y en los comportamientos que nosotros mismos ponemos en práctica. Esto quiere decir que el mito se convierte en un catálogo. Quiere decir que podemos leer los problemas cotidianos desde un ángulo más amplio en el que reconocer los acontecimientos. He aquí que nuestro problema no es sólo nuestro. No es sólo fruto de nuestro pecado o de nuestra enfermedad. En esta herida nos hablan los dioses y nos llevan a la unidad con la dimensión arquetípica de la que formamos parte. No nos curamos. Reevaluamos. El mito, en su ficción real, acerca nuestra alma al alma del mundo, (Hillman, 2017:37). Así, la psicología arquetipal, leída en las imágenes plasmadas en la mitología, nos permite resignificar los acontecimientos individuales en un 37 proceso universal que nos llevan a la formación del sí - mismo, a este proceso se le conoce como individuación. 2.3.2 El proceso de individuación Jung ha dicho que cada ser humano tiene originariamente una sensación de totalidad, una sensación poderosa y completa del sí mismo, el cual emerge cuando se desarrolla el individuo. Cada ser humano, a partir del contexto del inconsciente colectivo y de los arquetipos existentes, debe llevar a cabo una selección de símbolos con los que sienta identificación. Jung llama a ese proceso individuación. “Esta diferenciación es lo que hace único a cada sujeto y se produce en el curso de un ciclo vital o tránsito evolutivo”, (Quero, 2013:108). El proceso de individuación anticipa la figura que resulta de la síntesis de los elementos conscientes e inconscientes de la personalidad. Es, por eso, un símbolo que une los opuestos, un mediador, un salvador, es decir, un hacedor de la totalidad. “A esa totalidad que trasciende la consciencia la he denominado el sí-mismo. La meta del proceso de individuación es la síntesis del sí-mismo”, (Jung, 2004:109). De esta manera, La regencia del yo, hacia la cual la individuación hace girar gradualmente nuestra consciencia, busca desarrollar nuestra maduración minando las viejas formas de usar el poder y de relacionarnos. El Yo actúa detrás de nuestro poder; nos aporta modelos, armonizándonos adecuadamente con la naturaleza del cosmos y buscando encarnar una verdad paradójica de opuestos reconciliados. Es decir, el proceso de individuación supone una confrontación transformadora entre los contenidos de lo inconsciente, constituyendo los símbolos entre ambos. La psicóloga Jacobi explica que la vía de individuación está profundamente grabada en el curso de la vida del hombre, y apartarse de ella va unido al riesgo de trastornos psíquicos. Esto se debe a que cuando empieza la individuación, nuestra personalidad y nuestra vida inconsciente atraviesan una reorganización. Debus, explica esta situación en el capítulo El arquetipo de la individuación: El Yo empieza a ejercer influencia sobre energías inconscientes personales y colectivas. A medida que se reorganiza, la vida inconsciente se expresa a sí misma a través de símbolos. Los símbolos apuntan más allá de sí mismosy su significado nunca sucumbe del todo a las formulaciones 38 racionales. Suelen tener numerosas capas de significado y trayectorias de desarrollo. Experimentamos los símbolos en sueños y visiones, y debemos llevar a ellos nuestra aportación, es decir, nuestro lado consciente del diálogo con el inconsciente y con el Yo, a través del inconsciente, (2010:94). Así mismo, Megged, asegura: “Todo nuestro mundo interno no existe sino para dar lugar a nuestro mundo consciente y externo, para la cristalización de un Yo entre muchos, para ser único, uno y diferente para ser un mundo no sólo en la diversidad sino en la peculiaridad, para ser individuo” (1992:149). Por otro lado, Beuchot, escribe: "La obediencia al sí mismo es lo que permite una integración armoniosa de todas las virtualidades psíquicas. Es la confrontación de la consciencia y el inconsciente, que adquiere su culminación en la individuación", (2015:34). Sin embargo, no debemos confundir la formación del individuo con el ostracismo, porque la individuación no aísla a las personas de otras sino que, tal y como lo explica Simondon: La individuación diferencia los seres entre sí, pero también teje relaciones entre ellos, los relaciona porque los esquemas según los cuales se prosigue la individuación son comunes a un cierto número de circunstancias que pueden producirse para varios sujetos […] Es debido a que la individuación es universal como fundamento de la relación entre el objeto y el sujeto que el conocimiento se ofrece de manera válida como universal, El individuo encuentra en la sociedad una exigencia determinada de porvenir y una conservación del pasado; el futuro del individuo en la sociedad es un futuro reticulado, condicionado según puntos de contacto, y que posee una estructura muy análoga a la del pasado individual, (2009:391-435). También así lo explica Beuchot, “Jung llamó individualización al proceso por el cual una persona se convierte en individuo psicológico, unidad indivisible o totalidad. No es egoísmo, al contrario, es fusión de capacidades individuales y colectivas” (2015:105). La regencia del yo, hacia la cual la individuación hace girar gradualmente nuestra consciencia, busca desarrollar nuestra maduración minando las viejas formas de usar el poder y de relacionarnos. Debus, explica que el yo actúa detrás de nuestro poder; nos aporta modelos, armonizándonos adecuadamente con la naturaleza del cosmos y buscando encarnar una verdad paradójica de opuestos reconciliados. Y el yo actúa tras nuestro anhelo de 39 relaciones, pues contiene potencialmente el matrimonio interior. Cuando empieza la individuación, nuestra personalidad y nuestra vida inconsciente atraviesan una reorganización. El yo empieza a ejercer influencia sobre energías inconscientes personales y colectivas. A medida que se reorganiza, la vida inconsciente se expresa a sí misma y al transformado papel del yo, a través de símbolos. Los símbolos apuntan más allá de sí mismos y su significado nunca sucumbe del todo a las formulaciones racionales. Suelen tener numerosas capas de significado y trayectorias de desarrollo. Experimentamos los símbolos en sueños y visiones, y debemos llevar a ellos nuestra aportación, es decir, nuestro lado consciente del diálogo con el inconsciente y con el yo, a través del inconsciente. En este proceso, el mito tiene un importante papel, así lo afirma Simondon, al escribir: El mito es el lugar común de las opiniones en tanto obedecen a una sistemática de interioridad del grupo, y por esta razón el mito sólo puede tomar su curso de modo perfecto, bajo su forma pura, en el grupo de interioridad, supone una lógica de participación y un cierto número de evidencias de base que forman parte de la individuación de grupo, (2009:446). Ya hemos mencionado la importancia de que el mito sea sagrado, por lo que, a continuación, describiremos el ritual, uno de los medios más trascendentales para hacer del mito un acontecimiento sagrado. 2.3.3 El ritual “Hay muchas cosas que confluyen en los mitos. La función de éstos es múltiple, por eso hubo sociedades enteras que creían en ellos, ponían toda su confianza en ellos y los revivían mediante ritos.” (Beuchot: 130). Hemos visto que, en la psicología, estudiar el mito es principalmente importante para entender el proceso de individuación, que es, en pocas palabras, la formación de una identidad a partir de los otros, a partir de comprender una realidad individual en la sociedad, (Debus, 2010). Ahora profundizaremos sobre los motivos por los cuales los mitos no se pueden narrar en cualquier momento ni de cualquier forma, es decir, sobre cómo se crea el mito a través del ritual. 40 El ritual, es la expresión física del mito, por lo tanto, se convierte en el mecanismo por excelencia para vivir el proceso de individuación; aquí presentamos algunas razones. Mardones, en El retorno del mito, menciona que el rito tiene las siguientes funciones: 1. Espíritu de la comunidad: para entrar en comunión con los otros para sumergirnos en lo transhistórico. 2. Camino o senda: lleva a la imitación ejemplar del héroe o dios mítico, ya que el mundo de los seres sobrenaturales es el mundo en el que las cosas sucedieron por primera vez. 3. Escudo u hogar: protege al individuo y al grupo frente a los peligros de lo desconocido Espíritu de la comunidad Megged, en el libro Traspasando la sombra y el umbral, nos explica "En el rito, lo personal se hace grupal, debido a que la necesidad es colectiva y las mismas imágenes viven en muchos, al externar estas imágenes a través de acciones colectivas nos que nos permiten expresarnos simbólicamente" (1992:71). Estos símbolos proporcionan puntos de referencia estables en un mundo de cambios y decepciones desconcertantes, porque son parte de la comunidad, son algo que nos une a las tradiciones, a los ancestros. El mito es un magnífico depósito de experiencias colectivas e individuales inconscientes. Su adecuada interpretación permite el acceso privilegiado a una dimensión de la realidad humana que, de otro modo, quedaría oculta. Camino o senda La concepción del mito como un camino que se forma al tiempo que se recorre va muy de la mano con las ideas que hemos planteado anteriormente sobre la naturaleza del héroe, al decir que su existencia depende de su transformación, por tal motivo, es muy común ver a las figuras heroicas más emblemáticas emprender un viaje, ya sea a la tierra prometida, al lugar deseado o al hogar del que partió o fue exiliado. En este camino, viajamos a otros mundos, a otras tierras y en cada una de ellas nos encontramos con nosotros mismos, con el significado del constante devenir, al respecto Beuchot, 41 explica: “El rito, que actualiza el mito, detiene la historia, nos saca de ella, y nos hace asomarnos al mundo arquetípico. Nos lleva a ese otro mundo que sí tiene significado y, por ende, lo puede dar al nuestro” (2015:144). No sólo se viaja en el espacio, también se viaja en el tiempo y se va siempre a aquel tiempo primordial donde se origina todo y el mundo es un descubrimiento constante, porque lo que se conocía anteriormente cambia por completo en esta nueva jornada, nada es igual porque viajamos al origen, en otras palabras, Eliade explica: La fundación principal del mito es revelar los modelos ejemplares de todos los ritos y actividades humanas significativas: tanto la alimentación o el matrimonio, como el trabajo, la educación, el arte o la sabiduría. No se trata de una conmemoración de los acontecimientos míticos, sino de su reiteración. Las personas del mito se hacen presentes, uno se hace su contemporáneo. Esto implica también que no se vive ya en el tiempo cronológico, sino en el tiempo primordial, en el tiempo en que el acontecimiento tuvo
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