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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala PRÁCTICAS DIDÁCTICAS EN EL AULA ACTIVIDAD DE INVESTIGACIÓN – REPORTE QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE L I C E N C I A D A E N P S I C O L O G Í A P R E S E N T A : ERIKA OCAÑA VELÁZQUEZ Directora: Dra. Carmen Yolanda Guevara Benítez Dictaminadores: Mtro. Ulises Delgado Sánchez Lic. Ángela Hermosillo García Los Reyes Iztacala, Edo de México. 10/03/2009 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGREDECIMIENTOS Agradezco a la Dra. Yolanda por integrarme al proyecto, asesorarme en la construcción de mi trabajo y su apoyo personal; al Mtro. Ulises y a la Lic. Ángela por sus consejos y a Juan Pablo por ayudarme. A dios por estar conmigo y no dejarme caer. A mi familia por estar conmigo siempre, contar con su apoyo sobre todo con mi mamá y mi hermana Elvia. A mi hijo por tener la paciencia y la comprensión mientras realizaba mi trabajo, a Héctor por impulsarme a seguir y no dejarme vencer ante las adversidades Al los chicos del “ciber” por ayudarme cuando se me perdía mi información, por enseñarme a manejar mejor los programas de la computadora y sobre todo tener paciencia conmigo. A Elizabeth por brindarme su amistad, darme el tiempo para poder terminar mi tesis en el trabajo y su apoyo. A todos mis amigos y amigas que han estado conmigo al pendiente de mi tesis y los ánimos que me brindaron ÍNDICE CAPITULO 1. Investigación General: La línea de fracaso escolar en educación básica primaria 6 CAPITULO 2. Estilos de interacción y práctica didáctica en el aula 14 CAPITULO 3. Descripción del proyecto especifico 42 RESULTADOS 44 DISCUSIÓN 68 REFERENCIAS 76 ANEXOS 85 Anexo 1. Taxonomía Funcional Anexo 2. Formato para el registro de la Taxonomía Funcional Anexo 3. Formato para el registro de la Conducta Social y Práctica Didáctica RESUMEN La investigación tuvo como objetivo dar cuenta de los niveles de interacción que promueven las profesoras de grados educativos iniciales, preescolar y primer grado de primaria, y de los niveles interactivos que sus alumnos muestran en el aula. Participaron nueve profesoras (tres de primer grado matutino, tres de primer grado vespertino y tres de preescolar) y sus respectivos grupos de alumnos; de escuelas públicas de estrato sociocultural bajo. Se filmó a cada grupo durante una hora de clase, en dos ocasiones, a un mes de iniciado el ciclo escolar y tres meses después. En los dos momentos de evaluación la mayoría de las profesoras mostró altos porcentajes de tiempo sin entablar ningún tipo de interacción con su grupo. Cuando interactuaron con los niños durante sus clases, lo hicieron promoviendo frecuentemente comportamientos que correspondieron al nivel contextual, especialmente durante la primera evaluación. Los datos sugieren que las profesoras promueven niveles de interacción un poco más complejos conforme avanzan en su curso y que hay concordancia entre los niveles promovidos por las profesoras y los desarrollados por los alumnos. Palabras clave: interacciones en el aula, educación preescolar, educación primaria, profesores, alumnos. INTRODUCCIÓN El presente proyecto forma parte de una línea de investigación general que se denomina “Fracaso Escolar en Educación Básica Primaria” y que está incorporada en el Proyecto de Aprendizaje Humano de la Unidad de Investigación Interdisciplinaria en Ciencias de la Salud y la Educación (UIICSE) de la Facultad de Estudios Superiores, Iztacala. El proyecto general y la línea de investigación están a cargo de la Dra. Carmen Yolanda Guevara Benítez, con la colaboración de los siguientes profesores: Dra. Blanca Huitrón Vázquez, Mtro. Ulises Delgado Sánchez, Lic. Ángela Hermosillo García, Lic. Alfredo López Hernández y Lic. Juan Pablo Rugerio Tapia. El registro del proyecto general y de la línea de investigación se realizó por los responsables ante la División de Investigación y Posgrado de la FES Iztacala. 6 CAPÍTULO 1. INVESTIGACIÓN GENERAL: LÍNEA DE FRACASO ESCOLAR EN EDUCACIÓN BÁSICA PRIMARIA JUSTIFICACIÓN Las cifras que informa la Secretaría de Educación Pública para el ciclo escolar 2003-2004 muestran algunos indicadores del mejoramiento en la educación básica primaria en México: el logro de una cobertura del 93%, una eficiencia terminal del 89% y una disminución en la deserción (1.3%). Estos datos son importantes dado que el 77.5% de la matricula escolar total corresponde al nivel primaria, lo cual equivale a 15 millones de alumnos. Sin dejar de lado la importancia de los avances cuantitativos, es necesario señalar que estos datos no son indicadores de un incremento en la calidad de la educación impartida o del logro de los objetivos curriculares a nivel de primaria. Los indicadores de la calidad de la educación básica en México muestran otra cara del sistema educativo mexicano. En las evaluaciones llevadas a cabo por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2003 y 2005), con jóvenes de 15 años de edad pertenecientes a 42 países, se observa que en México poco menos del 7% de los estudiantes evaluados pueden considerarse buenos lectores, la gran mayoría de ellos son catalogados como lectores regulares o malos; de hecho, los niveles académicos de los alumnos mexicanos estuvieron entre los más deficientes. Coincidentemente, el informe del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, 2003), después de la aplicación de pruebas nacionales a una muestra de 48 mil alumnos de sexto grado de primaria, al final del ciclo escolar 2002-2003, da a conocer algunas cifras preocupantes: es significativamente baja la proporción de estudiantes que obtuvieron un nivel satisfactorio en lectura (37.2 %) y aún más baja (13.4%) para el caso de las matemáticas. Al comparar los puntajes de los alumnos tomando en consideración el contexto sociocultural de sus escuelas de pertenencia, se encontró que en los contextos socioculturales 7 desfavorables la gran mayoría de los alumnos obtuvo niveles considerados como “insatisfactorios”. 8 En países como México, donde un gran número de niños pertenece a familias de nivel sociocultural y económico bajo, resulta importante que la investigación psicológica se dirija a aportar programas para prevenir o disminuir el fenómeno del fracaso escolar, como ya lo han señalado diversos autores (González, 2004; Schmelkes, 1994; Zorrilla, 1999). ANTECEDENTES Una de las contribuciones de la psicología a la educación se relaciona con el planteamiento de que las habilidades que un alumno desarrolla tienen como base sus conocimientos previos o conductas cognitivas de entrada, lo cual ha sido argumentado desde diferentes perspectivas teóricas. Ortiz (2006)señala que tales conductas son excelentes predictores del aprovechamiento escolar, y su efecto no se debe a características innatas y estables de los estudiantes, sino que son habilidades que los alumnos pueden desarrollar a través de la educación formal e informal. Wallace, Larsen y Elksnin (1992) utilizan aprestamiento para la instrucción escolar como un término genérico que incluye habilidades cognoscitivas, sociales y de lenguaje que se requieren para un aprendizaje escolar eficiente; señalan que no puede decirse que un niño esté preparado para enfrentar la instrucción escolar sin niveles aceptables de dichas habilidades. Tales planteamientos guardan una estrecha relación con los hallazgos de la investigación psicológica acerca de la secuencia que sigue el desarrollo académico inicial, así como de los factores que influyen dicho desarrollo (Adams, Treiman y Pressley, 1998). En estudios previos, llevados a cabo con niños mexicanos de estrato sociocultural bajo durante el ciclo escolar 1999-2000, se evaluó el nivel de competencia preacadémica con que los alumnos ingresaron a la educación primaria, a través de la aplicación individual de pruebas conductuales referidas a criterio, que cumplieron requisitos de objetividad. Los resultados indicaron que los alumnos evaluados ingresaron a la primaria con niveles deficientes en habilidades preacadémicas de comprensión verbal, relaciones espaciales, orientación espacial, así como en aptitud perceptiva de letras, números y figuras (Guevara y 9 Macotela, 2002). Y que los alumnos que ingresaron sin preescolar mostraron mayores deficiencias. La evaluación de los avances académicos de los alumnos a lo largo del primer grado de primaria, en habilidades de lectura, escritura y matemáticas, confirmó la estrecha relación que existe entre los niveles de aptitud en habilidades preacadémicas y los logros de los niños en estas tres áreas académicas básicas (Guevara y Macotela, 2000, 2005). Siguiendo esa línea de investigación, durante el ciclo escolar 2004-2005 se evaluó a 262 alumnos de estrato sociocultural bajo, para conocer su nivel de competencia preacadémica y lingüística al iniciar el primer grado de primaria (Guevara, Hermosillo, Delgado y López, 2007), llevándose a cabo también el seguimiento académico de los alumnos en lo relativo a habilidades de lectura, escritura y matemáticas (Guevara, Hermosillo, García, Delgado y López, 2007). Los resultados del nivel de aprestamiento y del seguimiento académico en los alumnos permiten corroborar la estrecha relación que existe entre el nivel de los repertorios conductuales con que ingresan a primaria y las habilidades académicas que desarrollan. Las fallas académicas de los alumnos se relacionaron estrechamente con las deficiencias preacadémicas y lingüísticas que mostraron al inicio del ciclo escolar. Los hallazgos expuestos coinciden con los reportados por Guevara y Macotela en los estudios previos ya citados, lo cual sugiere que, a seis años de haberse declarado la obligatoriedad del nivel preescolar, no se observan evidencias de que haya mejorado el nivel de preparación que se logra en los cursos preescolares respecto a las conductas preacadémicas y lingüísticas evaluadas, ni en los logros académicos de los estudiantes de primer grado en lectura, escritura y matemáticas. Estos resultados sugieren la necesidad de llevar a cabo una evaluación para detectar a los alumnos con deficiencias y poner en marcha un programa compensatorio antes de que se presenten o se agudicen los problemas en el aprendizaje de las materias básicas. Cabe recordar que es en los primeros grados de primaria donde se presentan los mayores riesgos de fracaso escolar, no sólo en México sino en todos los países. Sin embargo, al estudiar el fenómeno del fracaso escolar es necesario tomar en consideración otros factores que tienen un gran impacto en el 10 aprovechamiento de los alumnos, que se relacionan con las prácticas didácticas, el ambiente que se vive dentro del salón de clases, así como el ambiente físico del aula. Según Travers (1985), la actuación del profesor y de los alumnos suele presentarse dentro de un esquema de educación tradicional, en donde el profesor proporciona al alumno un cúmulo de información para lograr desarrollar conocimientos, lo cual implica concebir que el proceso de aprendizaje se promueve desde el exterior y hacia el interior del alumno. En directa relación con lo anterior, generalmente se parte de un concepto de roles del profesor y del alumno dentro del aula, en el cual el maestro es el responsable del orden y la disciplina, lo que frecuentemente puede llevar a un sistema autoritario. La base de este sistema es partir de que el profesor posee ciertas habilidades y conocimientos que lo colocan en su posición de profesor dentro de una institución escolar. Por su parte, los alumnos esperan que el maestro indique los objetivos, la forma como se va a trabajar y los instrumentos para realizar una actividad o tarea (Klausmeier y Goodwin, 1980). El papel que asuman el profesor y los alumnos tiene un fuerte impacto en el logro de objetivos académicos y en el ambiente de aprendizaje. Esto es importante, porque una atmósfera de amabilidad y confianza propician un mejor aprendizaje en el alumno, pero si existe un ambiente hostil y autoritario puede llevar al alumno a poner poco interés en las clases y, a la larga, a un fracaso escolar (Skinner, 1990). Dado que la educación primaria juega un papel muy importante para el desarrollo de competencias en los niños, y que lo aprendido en este nivel les servirá para su futuro desarrollo personal y profesional, es necesario que los profesores tengan claros sus objetivos, utilicen materiales didácticos que apoyen el desarrollo académico de los alumnos, y sobre todo, tomen en cuenta los aspectos conductuales, académicos, ambientales e interactivos que favorecen o interfieren el aprendizaje en el aula. En una investigación previa, Guevara, Rivas, Rueda y Macotela (1999) realizaron filmaciones en aulas de primer grado en escuelas primarias públicas, 11 encontrando: que los profesores impartieron sus clases de forma tradicional; que los alumnos frecuentemente se concretaban a copiar y repetir la información que daba el profesor; que se dieron situaciones que dificultan el aprendizaje, tales como ruidos externos e internos del aula; poco material y pocas actividades en las que participaran los alumnos durante la clase; poco interés del profesor para guiar y revisar tareas que les encargó a los alumnos. El resultado de todo ello fue que muchos de los alumnos fueran promovidos al grado siguiente sin haber cubierto los objetivos académicos del primer grado de primaria. Otras investigaciones han aportado datos acerca de las interacciones entre profesores y alumnos dentro del aula. Una de ellas fue realizada por Mares, Guevara, Rueda, Rivas y Rocha (2004) en donde se analizaron las actividades académicas para la materia de ciencias naturales, basándose en la taxonomía de los cinco niveles de interacción de Ribes y López (1985). Tales niveles ubicados en el ámbito educativo son: - Nivel 1 (contextual). Los alumnos participan en actividades, ajustándose a los estímulos que se les presentan; tales actividades requieren desligamiento mínimo del aquí y el ahora, de tal manera que los niños juegan un papel de escuchas o de repetidores de la información. Se dice que un profesor promueve el nivel contextual de comportamiento en sus alumnos, cuando expone un tema para que ellos lo escuchen, o cuando la actividad en que los involucra se refiere exclusivamente a leer o repetir información. - Nivel 2 (suplementario). Los niños se involucran en interacciones produciendo cambios en el ambiente físico y social, lo cual implica un mayor grado de desligamiento del aquí y elahora, porque las regularidades del ambiente son modificadas por el niño. Se dice que el profesor promueve el nivel suplementario en sus alumnos, cuando organiza situaciones para que ellos realicen actividades prácticas de manipulación del ambiente. - Nivel 3 (selector). Los niños pueden comportarse lingüísticamente o actuar sobre un objeto de maneras diversas, la conducta pertinente en cada caso es cambiante de momento a momento, en función de la presencia de otros elementos del ambiente. De este modo, el niño se desliga de una relación fija 12 entre un objeto y una acción y elige cómo comportarse en cada caso. Se dice que un profesor promueve el nivel selector, cuando involucra a sus alumnos en tareas que requieren seleccionar un producto lingüístico que responda a preguntas particulares del tipo “qué”, “quién”, “dónde”, “cuándo”, o bien cuando plantea un problema que implica seleccionar y ejecutar la operación adecuada para resolverlo. - Nivel 4 (sustitutivo referencial). Los estudiantes tienen interacciones que implican un desligamiento casi absoluto de las situaciones presentes, refiriendo eventos pasados o futuros y describiendo situaciones ausentes; el papel del lenguaje es esencial en este tipo de intercambios interactivos. Se dice que un profesor promueve el nivel sustitutivo referencial cuando pide que los alumnos refieran o describan situaciones no presentes en tiempo y espacio, donde el contenido del discurso sustituye a los eventos; es decir, cuando se logra que los presentes se comporten como si estuvieran presentes los aspectos referidos lingüísticamente. - Nivel 5 (sustitutivo no referencial). En este último nivel las interacciones lingüísticas entre los participantes no se limitan a referir y describir eventos, sino que se manejan juicios argumentados o explicaciones sobre relaciones entre eventos. Se dice que un profesor promueve este nivel de interacción en sus alumnos, cuando les pide que analicen fenómenos relacionándolos entre sí, con un lenguaje técnico o científico, concretando relaciones de causalidad, comparación, correspondencia o diferencia, es decir, analizando los fenómenos. A partir de observaciones se analizaron los cinco niveles de interacciones de nueve grupos de diferentes grados de primaria (tres de segundo, tres de cuarto y tres de sexto grado). Encontraron que seis grupos se involucraron casi exclusivamente en actividades de tipo contextual, en el que su comportamiento se basó solamente en ser lectores y repetidores de información, dejando a un lado las actividades experimentales y analíticas que les permiten a los alumnos estar más cerca de los objetos de conocimiento. Esto se traduce en dificultades para el desarrollo e integración de habilidades observacionales, instrumentales y 13 lingüísticas. Los otros tres grupos se involucraron en interacciones de nivel selector y sustitutivo no referencial, adquiriendo mayores niveles de comprensión de los temas de la clase y la adquisición de competencias. Por otro lado, se encontraron buenos niveles de atención de los alumnos, se involucraron en actividades que la maestra planeó, se observó un clima social adecuado, lo revisado en clase correspondió a los temas definidos en el programa de estudio y se utilizaron materiales de apoyo. Esta investigación es útil para retroalimentar a la práctica didáctica, aunque es difícil llevarla a cabo con poblaciones grandes. Siguiendo con este tipo de investigaciones Guevara, Mares, Rueda, Rivas, Sánchez y Rocha (2005) realizaron análisis basándose en la taxonomía de Ribes y López (1985) en los cinco niveles de interacciones, durante clases relacionadas con la materia de Español. Se observó a nueve grupos de escuelas primarias (tres de segundo, tres de cuarto y tres de sexto grado), encontrando que las profesoras que participaron organizaron actividades que promovieran interacciones de tipo contextual y selector. Alternaban actividades que promovieron interacciones contextuales, en donde los alumnos se comportaron como repetidores de información, con aquellas que promovieron un nivel selector, en las que los alumnos seleccionaron partes de la lección para contestar preguntas específicas. Se descuidaron los niveles de interacción suplementaria, se presentaron algunas actividades que promovían el nivel sustitutivo no referencial en los tres grupos de cuarto y en uno de segundo grado, y las interacciones de tipo sustitutivo referencial no se presentaron. Estos autores realizan una comparación entre los resultados obtenidos en las el análisis de las interacciones durante la enseñanza de las materias Español y Ciencias Naturales. Aclaran que un problema que se da en ambos casos se relaciona con el hecho de que los profesores no estructuran sus cursos de tal manera que los alumnos vayan más allá de la repetición de los contenidos vistos en clase, lo cual es una limitación para desarrollar sus competencias académicas. Siguiendo con esta línea basada en la Psicología interconductual, Guevara (2006) analiza algunos aspectos que constituyen la enseñanza, tales como el currículum escolar, las actividades y materiales, el discurso didáctico, así como el 14 contexto físico y social del aula. Señala que el sistema educativo mexicano atraviesa por serios problemas como la baja calidad, la ineficiencia escolar y social, la desarticulación educativa, una evaluación deficiente y rezagos escolares. Propone que el sistema educativo mexicano se apoye en los planteamientos de la psicología educativa y del desarrollo, dada la necesidad de orientar la enseñanza para ir más allá de la repetición de contenidos, concebir el aprendizaje como un proceso interactivo, y que dentro o fuera del aula se lleven a cabo evaluaciones objetivas de diferentes aspectos del proceso enseñanza-aprendizaje. Tomando como base los avances en la investigación educativa, puede lograrse que el alumno alcance niveles académicos óptimos. Las investigaciones referidas constituyen los antecedentes del presente proyecto de investigación. Como se observa, algunas se han centrado en el estudio de las prácticas didácticas y el clima social dentro del aula, otras han estudiado los niveles funcionales que los profesores promueven en sus alumnos y los logrados por los niños. Sin embargo, hasta ahora no se han analizado todos esos factores conjuntamente, y tampoco se han analizado, desde una perspectiva interconductual, las normas de disciplina dentro del aula. CAPÍTULO 2. ESTILOS DE INTERACCIÓN Y PRÁCTICA DIDÁCTICA EN EL AULA La educación básica es uno de los niveles educativos en que se presenta con mayor frecuencia el fenómeno de fracaso escolar. Bazán (1999) señala que en los países latinoamericanos casi el 40% de los niños que ingresan a la escuela repiten el primer grado; mientras que en México, de cada 1000 alumnos que inician la primaria, apenas 630 llegan al cuarto grado y menos del 50% completan el ciclo escolar (Vega, 1998). Estos datos dejan claro que el fracaso escolar se presenta desde los primeros años de la educación básica, lo que ocasiona que los alumnos no avancen a otros niveles, o que sigan avanzando con grandes deficiencias en las habilidades que necesitan para un desempeño escolar adecuado. Andere (2003) agrega que es difícil explicar por qué la educación en México ha generado tan pobres resultados. Aunque menciona que el Plan Nacional de Educación tendría que haber considerado una serie de aspectos a ser modificados, y no centrarse solamente en el programa de estudios y en superar la cobertura. Menciona que la educación en México es deficitaria y aclara que si no se toman medidas para mejorarla se corren muchos riesgos. Este panorama ha hecho que la investigación educativa en México se enfoque al estudio de diversos aspectos que pueden llevar al fracaso escolar y al bajo rendimientoen los estudiantes durante los primeros años de primaria. Ferreiro (2002) argumenta que el fracaso en esos primeros años implica fracasar en la adquisición de los conceptos básicos que son la base para el desarrollo de una persona a lo largo de toda su vida; agrega que los factores socioeconómicos no son los únicos que contribuyen al fracaso escolar, que es necesario analizar diversos factores, porque es probable que estén fallando las prácticas didácticas de los profesores y las interacciones que éstos promueven dentro del salón de clases. Es probable que al interior de las escuelas estén fallando los mecanismos institucionales y los marcos conceptuales, lo que impide a los niños la adquisición de repertorios académicos esenciales. Guevara, Ortega y Plancarte (2005) presentan una comparación de los 16 enfoques sobre la educación, señalan que un enfoque tradicional implica: buscar el origen de los problemas educativos en el propio alumno, tratando de ubicar causas y etiologías, así como basar la evaluación educativa en pruebas normativas para comparar a cada alumno con la norma y conocer el grado de dificultades del niño para ajustarse a dicha norma. En contraposición, los enfoques actuales enfatizan: delimitar las necesidades educativas del alumno, tener muy claro que las necesidades educativas se ubican en el proceso interactivo alumno-situación de aprendizaje, así como una tendencia a llevar a cabo evaluaciones objetivas para conocer las necesidades que tienen los alumnos y determinar el grado y tipo de ayudas que requieren para el cumplimiento de los objetivos curriculares. Estas autoras argumentan a favor de evaluar la situación de enseñanza aprendizaje, considerando los elementos físicos del aula, los elementos personales y su organización, los objetivos y contenidos curriculares, la metodología y actividades involucradas, y los sistemas de evaluación. La literatura psicológica ha analizado el importante papel de los profesores en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y se ha señalado la necesidad de realizar estudios sistemáticos con el objetivo de identificar las fortalezas y debilidades en las prácticas que los profesores adoptan para impartir la educación. Como señalan Guevara et al. (2005), en la actualidad, e independientemente de la corriente teórica psicológica o pedagógica que se adopte, puede ubicarse una tendencia general hacia la concepción del desarrollo psicológico como un fenómeno donde confluyen aspectos individuales, educativos y sociales muy diversos; pero uno de los aspectos de mayor influencia en la calidad educativa y en los logros académicos de la población estudiantil, se refiere a las condiciones bajo las cuales los niños aprenden, y por ello se hace necesario el estudio de los elementos que componen el proceso enseñanza-aprendizaje, específicamente los relativos al comportamiento del docente dentro de las aulas (sus estilos de interacción y de enseñanza), que influyen de manera decisiva sobre el comportamiento específico y el aprendizaje de los alumnos. 17 PRINCIPALES PLANTEAMIENTOS TEÓRICOS SOBRE ESTILOS DE INTERACCIÓN Y DE ENSEÑANZA La perspectiva cognoscitiva Dentro de la perspectiva cognoscitiva se define el aprendizaje escolar como un proceso de socialización que implica la adquisición de nuevas formas de comprender y explicar la realidad, de acuerdo con los conceptos y reglas de las materias escolares, así como de nuevos modos de discurso. Por ello, Mata (1993) señala que dentro de las responsabilidades del profesor debe considerarse la promoción de la interacción social y del aprendizaje en el aula, contraponiendo dos formas de intervención del profesor: como transmisor de un conocimiento que el alumno se limita a recibir, o como facilitador del aprendizaje de los alumnos. De acuerdo con este planteamiento, para que el alumno aprenda no basta con que el profesor enseñe, el tipo de aprendizaje que se logre en los alumnos estará en directa relación con el tipo de enseñanza y motivación que el profesor logre con ellos, y se verá reflejado en los resultados de aprendizaje. “Partimos de la base de que la comunicación escolar genera modos de interpretar las materias y los contenidos escolares, por ello, una comunicación en la que el alumno interviene de forma ritual, sin compartir el sentido de lo que se está haciendo, difícilmente favorecerá el aprendizaje de conocimientos significativos para el alumno” (p. 28). El profesor será un facilitador del aprendizaje cuando permita que la intervención de los alumnos no se limite a una repetición de información o a ejercicios rutinarios, y cuando desarrolle la capacidad de analizar su propia labor docente y de modificar estrategias o actitudes que sean poco eficaces. Es por ello que las prácticas didácticas, las estrategias disciplinarias y la eficacia del profesor guardan una estrecha relación. En concordancia con los señalamientos anteriores, Solar y Ségufre (1996) mencionan que las estrategias docentes deben estar orientadas a favorecer el aprendizaje significativo de los estudiantes, a través del conocimiento de los estilos cognitivos particulares de cada alumno; señalan la necesidad de que los profesores utilicen un conjunto de estrategias para lograr que los alumnos amplíen 18 las suyas, convirtiéndose así en alumnos que aprenden de modo más creativo y multidimensional. Mencionan que el impulsar instancias innovadoras en las estrategias docentes puede mejorar la calidad educativa. Moral (1998) enfatiza la necesidad de que los profesores desarrollen un buen sistema motivacional dentro del salón de clases, encaminando sus prácticas educativas con base en la consideración de los intereses de los aprendices, lo que evita la fatiga y promueve el aprendizaje; comenta que la motivación y la comprensión están ligadas, y que si éstas son deficientes, entonces se presentará un rendimiento académico pobre. Covarrubias (1999) agrega que para lograr el aprendizaje es esencial iniciar la enseñanza favoreciendo las facultades perceptivas de los niños, para ejercitar después sus facultades reflexivas y comparativas; el incentivo más natural y provechoso en los niños, para estimular la atención y la adquisición de conocimientos, consiste en asociar lo agradable con lo instructivo. Cuando no existe la satisfacción en el proceso de enseñanza es porque hay algo erróneo, probablemente en la materia o en la forma de enseñarla. Por su parte, Langford (1999) argumenta que el niño de primaria desarrolla su aprendizaje conceptual al elaborar conjeturas y probarlas en situaciones determinadas, por lo que los profesores requieren promover este tipo de estrategias en los alumnos, para favorecer el aprendizaje significativo. Barreiro (2000) refiere que, al ser el profesor la persona que está al frente de un grupo, que sugiere o propone con sus actitudes un determinado modelo vincular, va marcando de diversas formas las pautas de comunicación; a veces en forma evidente o manifiesta, otras veces a través de gestos más sutiles. De ese modo, las actitudes del profesor van definiendo la situación del aula. El maestro propone un patrón de conductas (reglas del juego de la comunicación y de la interacción), y si el modelo vincular establecido por el coordinador (o maestro) obedece a una tendencia de descalificación, enjuiciadora o marcadamente competitiva, el clima que genera es de tensión. Cuando por lo contrario, las actitudes tienden a alentar una matriz cooperativa, de aceptación y confianza mutua, se va generando una atmósfera distendida, donde se abandonan 19 progresivamente las actitudes de agresión y de defensa, y comienzan a florecer conductas de mutuo aliento y apoyo. Gotzens (1997) menciona que existe una vinculación entre el clima emocional y la disciplina en el aula. El clima emocional positivo dentrodel salón incluye relaciones interpersonales favorables, un lugar donde se respire confianza y estímulo, capaz de ofrecer modelos de interacción positiva entre las personas, en el que la acción correctiva sobre los comportamientos no signifique rechazo a las personas, y donde las relaciones de armonía entre sus miembros no sean obstáculo para asumir los roles que a cada uno competen. Este autor agrega que existen diferentes estilos de enseñanza, como el democrático, que es indirecto y progresista, que se centra en el alumno; el otro estilo es autoritario, que es directo y tradicional, que se centra en el maestro. El estilo democrático requiere capacidad del docente, implica cualidades para crear un ambiente agradable en el aula, mientras que el estilo autoritario se vincula estrechamente con ambientes o atmósferas destempladas. La perspectiva conductual La psicología conductual, por su parte, también señala que la interacción del maestro con sus alumnos es uno de los aspectos más importantes del proceso educativo y posiblemente el más descuidado. Plantea que el tipo y calidad de interacción determinará, no sólo las diferencias en los niveles de aprendizaje, sino también los intereses, actitudes, e incluso parte de la personalidad de los alumnos. El papel del maestro no consiste solamente en la organización de la clase y los materiales, también es importante su forma de relacionarse con los alumnos. Philip (1975) ubica tres estilos de enseñanza: 1) dominante, donde el profesor mantiene todo el control dentro del salón de clases, normalmente acompañado de poco contacto con los alumnos; 2) democrático, donde el profesor permite la participación de los alumnos en la toma de decisiones, disciplinarias y de organización, lo que promueve que los alumnos tengan iniciativa y les permite tener mejores relaciones, y 3) indiferente, donde el profesor no se relaciona mucho con sus estudiantes, no es organizado, ni crea estrategias de aprendizaje. Este 20 autor considera que el estilo más eficiente es el segundo, porque propicia la motivación de los alumnos y los involucra en su propio proceso educativo; cuando el profesor logra entusiasmar e interesar a los alumnos estará propiciando un buen ambiente de aprendizaje, si por el contrario hace sentir mal a sus alumnos o no toma en cuenta sus intereses, estará disminuyendo su motivación y sus posibilidades de aprender, incluso al grado de propiciar el fracaso escolar. Biehler y Snowman (1992) coinciden en que, cuando los estudiantes se sienten asustados, inseguros o rechazados, les resulta sumamente difícil concentrarse en el aprendizaje; si sienten que serán castigados por un fracaso, o que tienen poca probabilidad de éxito, dejarán de intentar el crecimiento académico. Martens, Halperin, Rummel y Kilpatrick (1990) comparten esa perspectiva, al señalar que las conductas verbales (premios e instrucciones) y no verbales (sonreír, proximidad) del maestro, influyen sobre muchas conductas del estudiante, tales como el tiempo dedicado a la tarea, las conductas sociales y académicas, así como la motivación para el aprendizaje. La atención del maestro es reconocida generalmente como un determinante potencial de la conducta de los estudiantes. Refiriéndose a la psicología conductual, Guevara y Macotela (2005) exponen que hace mucho tiempo que los maestros eficientes saben que elogiar las conductas deseadas e ignorar sistemáticamente las perturbadoras pueden ser procedimientos útiles para mantener la disciplina adecuada y favorecer el aprendizaje dentro del salón de clases. Además, para poder generar progresos académicos en los alumnos, el profesor requiere una serie de estrategias educativas: dar instrucciones claras, proporcionar ayudas e instigaciones en los inicios de una unidad o tema de enseñanza, presentar modelos adecuados que el estudiante pueda seguir para dominar una tarea, dar a los alumnos retroalimentación que le permita saber en qué falló y en qué acertó al realizar una tarea, corrección de errores y reforzamiento verbal de los intentos y aciertos de los alumnos. Desde esta perspectiva, dado que las conductas del maestro tienen efectos importantes sobre las conductas sociales y académicas de los alumnos, dentro del salón de clases se deben combinar estrategias de manejo de disciplina 21 y estrategias instruccionales, encaminándolas siempre a lograr la motivación y el aprendizaje de habilidades y competencias de los alumnos. Varela (1999) sugiere además, que los profesores recurran a temas y actividades que les gusten a los alumnos, y respecto de los cuales tengan experiencia e interés, para lograr que la enseñanza no sea aburrida; señala la importancia de presentar el material y las actividades de estudio dentro de un contexto explícito, que tenga significado para los alumnos. Cuando el profesor involucra a sus alumnos en este tipo de actividades está comunicando algo que realmente tiene sentido para el niño, lo cual permite además, enriquecer el acto lingüístico entre profesor y alumno. Para los autores conductuales es muy importante el estilo de conducta del profesor, en especial su estilo lingüístico para dirigirse a sus alumnos, porque de éste dependerá la formación de los conceptos y el aprendizaje, así como un buen entendimiento de las reglas de convivencia en el aula. Cuando el maestro habla en términos que el alumno no alcanza a entender bien, esto puede generar una mala interpretación conceptual y conductual. Curwin y Mendler (2000) coinciden en que manejar la conducta de los alumnos es una tarea compleja, porque se requiere un balance entre atender las necesidades del grupo, manteniendo el orden social, y atender las necesidades individuales de cada alumno. Agregan que cada decisión que afecte al manejo del comportamiento dentro del grupo también afectará a la enseñanza; por ello, para manejar la conducta de los alumnos es recomendable basarse en un sistema de valores que mantenga la dignidad de cada alumno en cualquier situación. Se requiere que el profesor no pierda de vista que comportarse responsablemente tiene más valor que comportarse obedientemente; esta actitud permitirá mantener la motivación de los alumnos, más que un sistema de rígida disciplina. Los mejores maestros se caracterizan por escuchar bien, por interesarse en sus alumnos, por evitar gritar para disciplinar, y por utilizar con inteligencia su sentido del humor. A los niños les es más agradable y aceptable un profesor con estas características, porque el saber que se interesan por ellos les genera una actitud positiva hacia la escuela. Entonces, el carácter del maestro influye en el clima social del salón de clases, en la enseñanza y en la forma en que los 22 alumnos perciben todo esto. Desde luego, ocuparse de los sentimientos es una tarea ardua para la mayoría de las personas, y cuando el profesor tiene a su cargo 25 o 30 alumnos, las dificultades pueden agrandarse. Curwin y Mendler (2000) sugieren identificar los sentimientos y necesidades de los alumnos y del maestro, para lo cual es necesario lograr la comunicación de todos dentro del aula. Algunas de las necesidades de los alumnos son: aprobación de los compañeros, aprobación del profesor, éxito académico (buenas calificaciones), popularidad, un ambiente justo con sentimiento de dignidad e importancia, tener voz en la vida escolar (opinar), sentimientos de pertenencia, habilidades y conocimientos. Como necesidades de los maestros se pueden ubicar: respeto de los alumnos, la impresión de que los alumnos van aprendiendo, autoridad para conducir la clase sin interrupciones, tener voz en el gobierno escolar, ser aceptado por los alumnos, sentimientos de dignidad e importancia. Coincidencias entre planteamientos Como se puede observar, dentro de los planteamientos teóricos de las dos aproximacioneshasta ahora expuestas, se encuentran marcadas coincidencias. Una primera coincidencia se refiere al concepto de interacción, entendiéndose por ella a la relación entre dos unidades o sistemas de cualquier clase, donde la actividad de cada una está en parte determinada por la actividad de la otra; interacción es el intercambio de aspectos favorables y desfavorables, así como de normas, que traen como consecuencia relaciones positivas, negativas o indiferentes entre dos o más personas. Según Del Valle (1997), el concepto de interacción es fundamental en los fenómenos de la naturaleza y en los de la sociedad, y por ello es universal; aunque este autor también plantea que no se dispone de un marco teórico único para explicar la interacción dentro de contextos específicos, sino paradigmas que han ido cambiando a medida que se dispone de nuevos conocimientos del tema. Una segunda coincidencia consiste en concebir que los estilos de interacción se refieren a los comportamientos que los profesores realizan para 23 conducir a sus grupos, es decir, para interactuar con sus alumnos, lo cual genera un ambiente social particular en el aula; mientras que los estilos de enseñanza o práctica didáctica se refieren a las estrategias que los profesores utilizan para enseñar a sus alumnos, las cuales pueden favorecer o entorpecer el aprendizaje. En general puede decirse que, independientemente de la perspectiva que se asuma para caracterizar los estilos de interacción y de enseñanza (o de práctica didáctica) que los profesores deben asumir, es claro que dentro de los planteamientos básicos se señala la necesidad de que los docentes promuevan en sus alumnos un aprendizaje adecuado: 1) permitiendo la participación de los alumnos en la toma de decisiones, así como en interacciones que creen un ambiente motivante y agradable de aprendizaje, 2) promoviendo que los alumnos tengan iniciativa y participen activamente en su propio aprendizaje, 3) exponiendo claramente los conceptos, utilizando un lenguaje que los alumnos comprendan y proporcionando ayudas a los alumnos para su desempeño, 4) dándole más énfasis a la comprensión de los alumnos que a la práctica de tareas repetitivas. Font (2004), al definir el perfil que debe tener el maestro de educación básica, señala que, ante todo, debe ser un maestro en el sentido amplio de la palabra; es decir, un educador por encima de un mero instructor. Su perfil profesional puede sintetizarse alrededor de tres ejes: 1) tutor, 2) miembro de un equipo docente y 3) miembro de la comunidad educativa. Es importante que posea los conocimientos necesarios en las diferentes áreas que enseñará, así como habilidades didácticas e interactivas. Sólo así podrá atender las diversas posibilidades de sus alumnos. Además, debe tener la capacidad de reflexión y de autoanálisis sobre su propia actuación. Según este autor, es necesario reconocer explícitamente el papel crucial del profesor en la organización, dirección y promoción de los aprendizajes de los estudiantes. “Una instrucción adecuada debe atribuir un papel clave a la interacción social, a la cooperación, al discurso del profesor, a la comunicación, además de a la interacción del sujeto con las situaciones problemas.” “Será necesario diseñar y gestionar una variedad de tipos de situaciones didácticas, implantar una variedad de patrones de interacción y 24 tener en cuenta las normas, con frecuencia implícitas, que regulan y condicionan la enseñanza y los aprendizajes” (p. 17). En directa relación con lo anterior, Wattíez, Quiñónez y Gamarra (2003) señalan que un currículo de educación escolar básica debe ser elaborado con base a competencias, y que la práctica didáctica debe estar centrada en el desempeño de los estudiantes, para construir conocimientos y desarrollar destrezas y actitudes. Esos dos aspectos le dan direccionalidad, racionalidad y significatividad a la práctica educativa. Badilla (2003) menciona que en la actualidad los planes y programas de estudio se basan en promover las competencias, definidas como la actuación eficaz en situaciones determinadas, que se apoyan en los conocimientos adquiridos y en otros recursos cognitivos. Citando a Schmelckes, la autora señala que la competencia es un complejo que implica cuatro componentes: información, conocimiento (en cuanto apropiación, procesamiento y aplicación de la información), habilidad y actitud o valor. Según esta autora, a pesar de la reconocida importancia de que los planes y programas de estudio se basen en competencias, en realidad la educación formal descuida ciertas capacidades para lograr el pensamiento autónomo, la solución de problemas y la creatividad, y lo que priva es la transmisión de conocimientos. Plantea la necesidad de que en las aulas se abandone ese método clásico de enseñanza donde el alumno repite contenidos para pasar a promover el aprendizaje donde el estudiante va elaborando y reelaborando redes conceptuales de conocimientos específicos. Badilla agrega que, en la educación básica y media, los alumnos deben adquirir competencias básicas, incluyendo específicamente la lectura comprensiva y rápida, la escritura, la expresión oral y las matemáticas básicas. Dada la importancia de estas competencias, la autora las ubica como conocimientos fundamentales para la vida, abarcando en éstas: competencias comunicativas, formular y resolver problemas y operaciones, sin olvidar el desarrollo de habilidades mentales como observar, describir, argumentar, interpretar y proponer. 25 Desde una perspectiva interconductual, el concepto de competencia refiere la disposición de una persona para actuar efectivamente en situaciones específicas, con base en habilidades y aptitudes funcionales previas. Y dado que los fenómenos psicológicos consisten en interacciones entre el individuo y seres, objetos o eventos ambientales en un campo relacional de interdependencia, las habilidades y aptitudes implicadas en las competencias deben ser entendidas como aquellas que se ajustan de una manera dada a una situación, de acuerdo a los criterios funcionales de cumplimiento o logro. En el marco de los planteamientos anteriores, Fuentes (2007) analiza las diferencias entre la educación tradicional y la educación basada en competencias. Explica que la primera presenta las características siguientes: los programas están centrados en temas, indicando “sobre qué” han de aprender los alumnos, por lo que el criterio de logro se centra en los contenidos temáticos de las materias; el aprendizaje se reduce a la reproducción literal de la información; las estrategias didácticas se centran en la presentación de la información del tema, pretendiendo que los alumnos la escuchen, la lean o la escriban al dictado o a la copia; la evaluación del aprendizaje se centra en la reproducción de la información “vista” en clase, y los logros académicos tan sólo corresponden con los aspectos reproductivos de la información contenida en los libros de texto. La educación basada en competencias podría ser una buena alternativa a la educación tradicional, y tendría que presentar características muy distintas, entre ellas: los programas estarían centrados en competencias respecto al desempeño a lograr por parte de los alumnos, indicando “qué, sobre qué” han de aprender, por lo tanto el criterio de logro ha de indicar el resultado a obtener y la manera de obtenerlo, el “cómo” aprender esas competencias; en vez de capacitar a los alumnos para repetir información, se debe favorecer su interacción con los referentes de los temas tratados, y capacitarlos para relacionar éstos con otros relativos a temas y materias distintos, así como con las situaciones de la vida cotidiana; lo anterior facilita que los alumnos comprendan el contenido del tema en un contexto más amplio y aprendan a aplicarlo en diferentessituaciones, teóricas y reales; las estrategias didácticas tendrán que propiciar las condiciones ambientales y 26 materiales, y las acciones pertinentes para que los alumnos puedan interactuar con el referente indicado en la competencia a lograr, así como la manera en la que se requiera que los alumnos interactúen; todo esto implica que la evaluación del aprendizaje incluya tanto el procedimiento llevado a cabo como los resultados obtenidos, en comparación con lo estipulado en las competencias a lograr. Como puede observarse, a pesar de las coincidencias entre los planteamientos teóricos antes expuestos, también hay diferencias muy obvias entre las maneras de concretar los conceptos en propuestas educativas. Tales diferencias se observan, además, en las maneras de llevar a cabo las investigaciones empíricas y en los objetivos que plantean los investigadores. Para ilustrar lo anterior, expondremos que Rex, Steadman y Graciano (2005) llevan a cabo una revisión de los reportes de investigación realizados durante los últimos 40 años, para analizar las interacciones en el salón de clases, llevados a cabo desde diferentes enfoques. Categorizan los estudios dentro de siete perspectivas: Proceso–producto, Cognoscitiva, Sociocognitiva, Etnográfica, Sociolingüística, Crítica e Investigación del profesor. Los autores explican que las investigaciones realizadas desde la perspectiva Proceso–producto analizan la relación entre las prácticas y estrategias pedagógicas del profesor con el trabajo o rendimiento de los alumnos; la metodología principal de este tipo de estudios es la observación de las interacciones profesor-alumnos, centrándose en las estrategias de enseñanza directa y de control dentro del salón de clases. Los trabajos ubicados dentro del enfoque Cognoscitivo estudian las interacciones en el salón de clases tomando una perspectiva constructivista y asumiendo que los procesos individuales de cambio conceptual se favorecen por medio de la interacción en el salón de clases, y que están influenciados por procesos individuales, sociales, motivacionales e históricos. En forma concreta, dichos estudios exploran la forma en la cual los estudiantes asumen el curriculum a través del proceso cognitivo, transformando o traduciendo los mensajes instruccionales a sus propias estructuras cognitivas, así mismo se interesan por conocer en qué forma los maestros pueden mediar el aprendizaje (a través de la 27 transformación de las estructuras cognitivas) con instrucciones entendibles e interesantes para los alumnos. Se menciona que algunos trabajos se han llevado a cabo a través de la observación directa dentro del salón de clase, así como con el establecimiento de laboratorios escolares en donde se realizan intervenciones longitudinales bajo un marco constructivista. Los resultados de este tipo de trabajos sugieren que se debe considerar el tipo de conocimiento a enseñar, así como la o las estructuras cognitivas involucradas, con la finalidad de poder ajustar tanto los contenidos curriculares como las estrategias de enseñanza para que sean más adecuados a los alumnos. Dentro de los estudios de corte sociocognitivo se observa como punto en común la influencia del enfoque sociocultural aportado por los trabajos de Vygotsky, así como el concepto denominado “zona de desarrollo próximo”. Los investigadores bajo esta perspectiva ocupan una gran diversidad de métodos con el objetivo de generar y probar demandas en relación con las formas de interacción entre la concepción grupal y la influencia individual con respecto al aprendizaje de habilidades y conocimientos, todo esto dentro de comunidades de conocimiento situadas. También se mencionan trabajos como los de Putnam y Borko (2000, en Rex et al., 2005) quienes analizan la posible relación entre los diferentes contextos de enseñanza, la formación o aprendizaje del maestro y las prácticas de enseñanza del profesor. Bajo la premisa de que las interacciones dentro del salón de clases no ocurren en un vacío, los investigadores bajo la perspectiva etnográfica observan dichas interacciones en conjunto con la carga cultural que acompaña al contexto donde ocurren. De esta forma el investigador estudia el contexto donde se observan los procesos de interacción para ver cómo ocurren y analizar cómo el individuo posee una cultura y disposición para tener un rol en la interacción. De acuerdo a esta perspectiva, las interacciones en el salón de clases tienen características específicas que las distinguen de otras interacciones sociales, por lo tanto es de gran importancia analizar en su totalidad la forma en que se llevan a cabo, pero sin olvidar que las interacciones en otras situaciones sociales influyen en éstas. En la mayoría de los casos, los estudios dentro de esta perspectiva se 28 realizan a través de la observación por largos periodos de tiempo, tratando de no influir o cambiar el contexto en donde se desarrollan las interacciones. Un estudio representativo de esta perspectiva es el trabajo de Tapia (1998, en Rex et al., 2005) quien observó las interacciones escolares y su relación con el contexto familiar; para ello exploró diversos aspectos del contexto familiar -como la pobreza, las estrategias de sobrevivencia de los miembros de la familia, el constante cambio de residencia de la familia y las conexiones entre casa y escuela-, así como la influencia de cada uno de estos aspectos sobre el aprendizaje del estudiante. Los resultados de este estudio dan cuenta de que el nivel de pobreza afecta de forma diferente a los miembros de la familia, sin embargo no es un elemento que influya de forma sustancial en el desempeño escolar de los estudiantes pertenecientes a este tipo de familias. El autor afirma que al parecer la estabilidad familiar y su interacción son más importantes que el estatus económico en relación con el desempeño académico. Por su parte la perspectiva sociolingüística toma en cuenta trabajos en lingüística, antropología, análisis del discurso, sociología y teoría literaria, así como el trabajo seminal de los filósofos interesados en lengua, por ejemplo Mikhail Bakhtin (1981, 1986, en Rex et al., 2005). Los investigadores sociolingüísticos examinan procesos lingüísticos y las estructuras de la participación para obtener una comprensión de las interacciones comunicativas que se asocian con la enseñanza y el aprendizaje. Sobre esta línea, algunos autores consideran que el ambiente dentro del salón de clases está dotado de un sinnúmero de eventos comunicativos que se presentan durante las interacciones; los investigadores están interesados en encontrar las diferencias en cuanto a las interpretaciones comunicativas que dan como consecuencia un aprendizaje diferencial entre los escolares, para ello, se basan en la observación del discurso entre maestros y alumnos, y se plantean como objetivo entender en qué parte de este proceso se crean las condiciones para que algunos alumnos puedan aprender más que otros. Según Rex y colaboradores, las investigaciones dentro de la perspectiva crítica hacen énfasis en observar en qué forma se da la interacción en el aula como una manera de ejercer el poder, donde profesor y estudiantes asumen 29 identidades y conocimientos particulares dentro del salón de clases. Se trata de distinguir y entender aquellas prácticas que son inequitativas entre profesores y alumnos, dando lugar al análisis de las circunstancias que hacen posible la permanencia de dichas prácticas en la interacción escolar; con todo lo mencionado se llega a promover el cambio tanto pedagógico como curricular. Para cumplir con tal objetivo, los investigadores toman en cuenta la relación entre el ejercicio del poder, el capital social y la identidad/subjetividad, todo ello retomado del discurso dentro del salón de clases, utilizandotécnicas como las notas de campo, el análisis de audio y video, así como las entrevistas a los participantes. Finalmente, el artículo citado contempla la perspectiva referida a la investigación del profesor, el interés principal de este tipo de investigaciones es conocer la interacción escolar desde una óptica interna, es decir, en este caso quien hace la investigación es el propio profesor. Este tipo de investigación puede ser tan simple como la sola descripción de la interacción utilizada por el mismo profesor. Algunos trabajos sugieren que la investigación debe de ir más allá de la simple descripción, por lo que mencionan la necesidad de conocer toda la interacción iniciando con una pregunta en concreto que, al ser respondida, pueda dar origen a nuevas interacciones, de esta forma se podrían predecir interacciones futuras. Como se mencionó anteriormente, a pesar de las coincidencias que pueden encontrarse entre los modelos psicopedagógicos, también es necesario reconocer que existen diferencias, tanto de índole teórica como metodológica, y es por ello que los estudios realizados para analizar los estilos de interacción y las prácticas didácticas de los profesores han variado en función de sus puntos de partida. Cuando se lleva a cabo una revisión de las investigaciones en el campo, resulta obvio que el tipo de datos obtenidos y las metodologías utilizadas pueden diferir mucho entre sí, aunque también pueden darse coincidencias en el planteamiento del problema, los hallazgos y las conclusiones de dichas investigaciones. El siguiente apartado pretende mostrar los resultados de algunas investigaciones que se han realizado para dar cuenta del tipo de interacciones y prácticas didácticas que se presentan dentro de las aulas. 30 ESTUDIOS QUE ANALIZAN LOS ESTILOS DE INTERACCIÓN Y LA PRÁCTICA DIDÁCTICA EN LAS AULAS Velasco (2007) señala que frecuentemente se da por sentado que la interacción en el aula es de carácter dialógico, que es un diálogo lo que se desarrolla en el salón, y que los estudiantes se encuentran en un constante intercambio con el docente como facilitador y promotor de los procesos de pensamiento, amén de transmisor objetivo de conocimientos. Sin embargo, después de realizar una revisión de las investigaciones llevadas a cabo dentro del contexto del aula, en diferentes países, con distintos sistemas educativos, concluye que ese modo de ver la interacción en el aula no corresponde a la realidad, que se trata de una visión idealizada, que el sistema escolar en general no está diseñado por promover el pensamiento y la capacidad cognitiva aunada a la creatividad. Retomando datos cuantitativos, Velasco menciona que, del total del habla que se presenta en las aulas, sólo pueden considerarse diálogos entre el 3% y el 5% en los grados de primaria y del 4% al 9% en los grados medios; “los resultados empíricos que se acaban de mostrar… confirman… que el monólogo mitigado es la forma privilegiada de la comunicación en el aula” (p. 3). Ello tiene como consecuencia que los alumnos, más que educandos, deban ser considerados “oyentes”. En Estados Unidos, Colwell y Lindsey (2003), desde una perspectiva interaccionista simbólica, llevaron a cabo un estudio para examinar los efectos que los tipos de interacción maestro alumnos pueden tener sobre las conductas de los niños dentro y fuera del aula, así como sobre la percepción que los niños tienen sobre sí mismos y sus compañeros. A lo largo de cuatro meses analizaron las interacciones, dentro y fuera del aula, de 47 alumnos y alumnas de preescolar (de diferentes etnias); también analizaron las interacciones de los alumnos con sus profesores, en el contexto de clases dentro de las aulas, en diferentes grupos escolares. Además de la observación directa utilizaron entrevistas aplicadas a los niños. Sus hallazgos confirmaron que las conductas de los profesores hacia los 31 alumnos (expresiones emocionales positivas o negativas, y promover entre los alumnos la cooperación o la competencia), así como el clima social dentro del aula, afectan la cantidad y calidad de las interacciones de los alumnos con el profesor y de los alumnos entre sí. También se observó un efecto sobre el concepto que los alumnos tienen de sí mismos y de sus compañeros. Colwell y Lindsey exponen que, a lo largo de diversos estudios, se ha comprobado que el nivel de cercanía y la cantidad de conflictos entre maestro y alumno son dos determinantes del éxito escolar. La evidencia empírica demuestra que la calidad de las interacciones tempranas maestro-alumnos predice el nivel de ajuste que los niños muestren en la escuela a lo largo de los años. Agregan que, en especial durante los primeros años escolares, los alumnos son muy sensibles a los comentarios de sus profesores y a los tipos de interacción que se presenten en sus aulas. Shomoossi (2004) menciona que, desde los años sesenta, se ha llevado a cabo una serie de investigaciones con el propósito de analizar el tipo de habla que los profesores emplean dentro de las aulas para llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje con sus alumnos, centrando su atención en aspectos como las instrucciones y explicaciones, la corrección de errores y el tipo de preguntas que realizan a sus educandos. Resaltan que los resultados de tales investigaciones han sugerido que las respuestas de los estudiantes pueden diferir, no sólo cuantitativa sino cualitativamente, dependiendo del tipo de preguntas que el profesor les hace. Cuando las preguntas implican que los alumnos respondan exclusivamente repitiendo la información contenida en la lección, sus respuestas son cortas y concretas, mientras que, cuando se les hacen preguntas que implican un juicio o interpretación de la información sus respuestas son más largas y pueden considerarse como auténticas interacciones lingüísticas. Este autor llevó a cabo una investigación en cuatro salones de clase en Teherán para observar dicho fenómeno. Su investigación le permitió ubicar varios factores y situaciones que redujeron la cantidad y calidad en las interacciones: cuando el profesor realizó la misma pregunta en repetidas ocasiones para que varios alumnos la contestaran, 32 cuando el trabajo en clase se limitó al libro de texto (en su contenido o en la solución de sus ejercicios o problemas), y cuando el maestro exponía o era el único hablante. También encontró que se propiciaron más y mejores interacciones cuando los temas abordados resultaron de interés para la mayoría de los alumnos, cuando el profesor preguntaba y mostraba atención hacia las respuestas de los estudiantes, y cuando incluía un poco de humor dentro de la atmósfera del salón de clases. Los resultados de Shomoossi también indicaron que, si bien no todas las preguntas de juicio o interpretación generaron interacciones en el aula, en general este tipo de preguntas del profesor sí tuvo dicho efecto sobre profesores y alumnos. Sin embargo, la cantidad de preguntas que pueden entrar dentro de esta clasificación fueron poco frecuentes en las aulas, la mayoría de las preguntas que los maestros dirigían a sus educandos implicaron respuestas cortas y literales, limitándose con ello las interacciones lingüísticas en el aula. Concluye que cada contexto puede requerir una estrategia diferente, pero que es importante que el maestro ajuste su estilo de enseñanza para favorecer interacciones en el aula; aclara que si los profesores dirigen a sus alumnos más preguntas que requieren interpretación, elaboración, opinión y juicio, se propiciará con ello un mejor desarrollo lingüístico, porque este tipo de respuestas deben ser más complejas tanto cognoscitiva como sintácticamente. En España, Rosemberg y Borzone (2004) analizaron los patrones de conversación entre la maestra y los alumnos dentro de lasactividades de enseñanza-aprendizaje en el aula, y ver las diferencias entre la escuela infantil (preescolar) y la escuela primaria de 1º y 3º grados. Seleccionaron 13 grupos de los tres niveles; utilizaron grabaciones de audio y descripciones detalladas; en total fueron 60 observaciones con una duración de 2 a 3 horas. En su análisis encontraron que el 40% de los turnos de ¿quién habla en el salón? corresponde a la maestra en los tres niveles, más acentuado en 1º y 3º de primaria. Al analizar sobre qué hablan las maestras se encontró que en la escuela infantil la maestra tiende a complementar las respuestas de los niños para expandirlas, aclararlas, reestructurarlas y reconceptualizar, en los grupos de primaria sólo es repetición. 33 Además de ver el tipo de información que pide las maestras en escuela infantil es sobre conocimientos y experiencias de los niños, mientras que en primaria piden información instrumental. Stahl y Yaden (2004), investigadores del centro estadounidense denominado “Center for the Improvement of Early Reading Achievement” (CIERA), mencionan que las investigaciones empíricas realizadas a lo largo de muchos años han demostrado que los inicios de la alfabetización, y el desarrollo adecuado de la lectura y la escritura durante los primeros años escolares, se ven afectados de manera significativa por una serie de factores, entre los que destacan las variaciones en la instrucción formal, la estructura escolar, los materiales de enseñanza y evaluación, los tipos de texto y las interacciones de profesores y alumnos dentro del aula. Entre los estudiosos del campo educativo existe un consenso en que el desarrollo de los procesos cognitivos y afectivos de los niños se ve dramáticamente afectado por sus experiencias durante los primeros años escolares. Con dichas bases, los autores proponen que los profesores de preescolar y primaria promuevan actividades e interacciones con sus alumnos, dirigidas a desarrollar el uso del lenguaje, la lectura y la escritura. Tales interacciones, para ser promotoras del desarrollo, han de propiciar que los niños: a) atiendan las claves visuales, figuras y palabras repetidas, contenidas en los textos; b) anticipen o imaginen lo que ocurrirá en la historia, o texto; c) recuerden información acerca de la misma, y d) aporten sus ideas acerca de ella, relacionándola con sus propias vivencias. Promover o no este tipo de interacciones dentro de las aulas por parte de los profesores, puede hacer la diferencia entre alumnos que desarrollen niveles adecuados de habilidades lingüísticas, lectoras y escritoras, y alumnos que no lo logren. Algunos estudios realizados en nuestro país proporcionan una idea de cuál es el estilo de interacción y de enseñanza dentro de las aulas de educación básica, en diferentes momentos y analizando distintos aspectos de este tema de estudio. Trillo (1994) llevó a cabo un estudio para identificar diversos estilos de enseñanza en las aulas mexicanas, pero reporta que el predominante es aquél 34 que denomina “estilo técnico”, caracterizado porque al maestro le preocupa el cómo hacer lo que digan que haga, sin presentar interés alguno por lo que está enseñando, ni profundizar en ello. Según este autor, el modelo constructivista de enseñanza-aprendizaje, que sirve de base al Plan y Programas de Estudio para la Educación Básica en México, es desconocido por la mayoría de los maestros, muchos de ellos no lo entienden e incluso lo rechazan. Ello implica que, en las aulas, el profesor se comporte de manera autoritaria, prohibiendo a sus alumnos hablar, para mantener el orden, y con ello se trunca la iniciativa en los alumnos. En consecuencia, se deja de lado el principio de procurar que todos los alumnos logren aprender. Imáz (1995) también llevó a cabo un análisis de los estilos de enseñanza que se pueden ubicar en las escuelas primarias mexicanas, a través de una serie de entrevistas aplicadas a profesores de dicho nivel. Encontró dos tipos de maestros, los que utilizan un estilo tradicional y los maestros innovadores. Estos últimos se identificaron con base en trece características de su práctica docente: diálogo, reflexión, cooperación, ausencia de miedo, actitud crítica, delegación de autoridad, trabajo en equipo, estímulo a la libre expresión, tolerancia ante el desacuerdo, compartir las decisiones, utilización de diversas fuentes de conocimiento, validación de la experiencia personal y respeto para la autonomía de los alumnos. El autor reporta que en los primeros niveles escolares, los maestros innovadores suelen encaminar sus esfuerzos a que los niños aprendan a leer de corrido (por palabras y no por sílabas), o a que entiendan los conceptos implicados en las operaciones, más que en elaborar planas y planas de estas operaciones, porque saben que, a la larga, este tipo de enseñanza les dará más ventajas a los alumnos que el ejercicio de memorización intensivo y aburrido. Sin embargo, según Imáz parecen ser más numerosos los profesores que se mueven dentro de la educación tradicional, porque la mayoría de los maestros entrevistados reconoció que, dado que su propio desempeño como docentes es medido en términos de los aciertos que alcance a producir en sus alumnos en diversas pruebas de ejecución académica, dar esas respuestas correctas se convierte en una demostración de que sus alumnos saben, por lo que encaminan 35 más sus esfuerzos a lograr dicho objetivo, en detrimento del desarrollo de ideas significativas que se pudieran alcanzar. El autor concluye que la estructura burocrática del sistema escolar, que presiona al maestro en momentos formales y terminales, no se preocupa por los procesos desarrollados y lleva a los profesores a educar a los alumnos a través de la acumulación de información. En suma, que con raras excepciones, la enseñanza está caracterizada por el énfasis en la memorización mecánica sin comprensión, y dentro de este sistema, el maestro emplea una imagen de autoridad. Schmelkes (1995) concuerda con lo anterior al señalar que el salón de clases se ha considerado un espacio donde sólo el docente debe cumplir con los objetivos curriculares, lo que trae como resultado que el profesor trabaja aislado y es presionado con la responsabilidad de sacar adelante a su grupo, sin el apoyo de su director, sin el apoyo pedagógico de su supervisor y sin el apoyo ni intercambio de ideas de otros maestros que atraviesan las mismas circunstancias. Schmelkes agrega que el maestro tiene pocas probabilidades de actualizarse en los aspectos didácticos que realmente le son útiles, en función de su problemática, y que cuenta con poco material de lectura, lo que implica que son pocas sus oportunidades de reflexionar. Al carecer de apoyos, el maestro cuenta sólo con su propia experiencia y formación. Concluye que, si los maestros mexicanos trabajan bajo un sistema de educación tradicional, donde están bajo presión y no hay lugar para la iniciativa, esto trae como resultado un bajo nivel de aprendizaje. Ortega (1998) coincide en que la interacción entre maestros y alumnos es un aspecto muy importante para la educación, y agrega que el diálogo y el desarrollo socio-afectivo dentro del contexto escolar deben favorecer la intervención educativa. Que la educación escolar, sobre todo en los niveles básicos, debe ir dirigida a mediar positivamente todos los desarrollos posibles, y de éstos, el socio-afectivo, por su influencia en la personalidad del alumno, es uno de los más importantes. Sin embargo, dice, con frecuencia los centros escolares y las aulas no ofrecen a sus profesores y alumnos el mejor escenario para disfrutar de relaciones afectivas y de comunicación social lo suficientemente ricas y creativas para mediar el proceso de adquisición de valores, hábitos, actitudes, 36 conocimientos y destrezas,que contribuyan al desarrollo progresivo y positivo del “ser humano del futuro” (p.30). Carvajal (2006) realizó un estudio sobre la interacción en las aulas de tres Tele-secundarias mexicanas, con el objetivo de registrar las interacciones lingüísticas en el salón de clases de primer grado y tercer grado, durante tres sesiones de la clase de matemáticas; para ello utilizó grabaciones de audio y notas precisas de los actos de habla (lo que se dice, lee y escribe). Encontró que las actividades en el aula están determinas exclusivamente por la Guía de Aprendizaje y el Libro de Conceptos Básicos, limitando así los contenidos de aprendizaje, porque no se utilizan los programas televisivos u otro tipo de materiales de enseñanza. También encontró que dentro de las actividades de las clases predominan aquellas que promueven destrezas y procedimientos matemáticos, en especial se realizan ejercicios cerrados, en donde las respuestas son únicas y correctas, por lo que la reflexión puede quedar de lado. En general, los materiales y las actividades predominantes llevan a una enseñanza basada en la repetición y la ejercitación; también se observó que hay errores de los alumnos que no son corregidos por el docente, por lo que puede decirse que no hay una retroalimentación. Carvajal recomienda promover el uso de diferentes medios de expresión matemática en la resolución de problemas, así como favorecer un aprendizaje de competencias y más significativo. Desde una perspectiva conductual se han llevado a cabo estudios más sistemáticos, para analizar las características de los salones de clase, las prácticas didácticas de los profesores y los materiales de enseñanza utilizados en las escuelas primarias públicas algunos de ellos se describen a continuación. Al analizar las prácticas didácticas de profesores de primer grado, en salones de escuelas públicas primarias, Guevara y Macotela (2005) encontraron indicadores de dificultades que merecen atención: los alumnos no participan activamente en las aulas, donde priva un sistema de enseñanza tradicional, en que el profesor expone y los alumnos reciben la información. La enseñanza está centrada en el desarrollo de aspectos formales y no funcionales, con lo que descuidan el lenguaje oral y la comprensión. Sólo trabajan como grupo o 37 individualmente, con lo que descuidan el trabajo en equipos. Hay poca supervisión de las tareas individuales y la retroalimentación del trabajo académico de los niños está casi ausente. Hallaron también serias carencias de materiales didácticos y condiciones físicas inadecuadas de los salones de clase. Guevara y Macotela agregan que todos los aspectos deficitarios de la puesta en práctica del currículo constituyen una incongruencia, no sólo con los planteamientos de la psicología cognoscitiva que supuestamente le da origen, sino con los señalamientos de la psicología educativa en general: por un lado, el programa de español indica que los niños pueden llevar hasta dos años en el aprendizaje de la lectura y la escritura, y que no deben presionarlos ni reprobarlos si no cumplen todos los objetivos; y, por otro lado, programan que el niño lea y escriba palabras y textos demasiado complejos en forma y concepto, desde el primer bloque del “avance programático”. Para finales del ciclo escolar, el niño debe leer materiales extensos, con palabras cuyo significado no siempre comprende, con una estructura muy compleja, con todos los signos de puntuación, y con letras de molde y cursiva; es decir, con un nivel de complejidad que parece alto aun para alumnos de segundo grado. Además, según el programa, el niño debe realizar escritos (también con letras de molde y cursiva) que implican narración, descripción, cuentos y poemas, si bien las aulas no encaminan actividades para esos fines en cuanto a lenguaje oral o escrito. Y, por último, el sistema de evaluación aplicado en las escuelas (antes, durante y después de la instrucción del primer grado) tampoco corresponde al modelo constructivista. Todos esos factores deficitarios del programa de estudio y su aplicación pueden explicar en buena parte que los objetivos educativos no hayan sido cubiertos satisfactoriamente al final del ciclo escolar, al menos en la población estudiada (Guevara y Macotela, 2005). Además de lo anterior, Mares, Guevara, Rueda, Rivas y Rocha (2004), mencionan que, a pesar del énfasis que se ha puesto en estudiar las prácticas didácticas, las investigaciones en el campo no han sido dirigidas a explorar el tipo de interacciones que los profesores propician en los estudiantes de educación básica, con respecto a los contenidos educativos de la clase. Según estos autores, 38 es muy importante distinguir los tipos de contacto que se propician en los salones de clase con los contenidos educativos, porque existe evidencia experimental que demuestra que el nivel de interacción que un alumno establece con los objetos de conocimiento (contenido de la clase) repercute en la posibilidad de generalizar las habilidades y destrezas ejercitadas. Diversos estudios (Mares, 1988; Mares, Guevara y Rueda, 1996; Mares, Ribes y Rueda, 1993; Mares, Rivas y Bazán, 2002; Mares, Rueda y Luna, 1990; Mares, Rueda, Plancarte y Guevara, 1997, citados en Mares et al., 2004) demostraron que: 1) cuando los niños son instruidos de manera exclusivamente verbal (por ejemplo, copiar y repetir información), se dificulta que entren en contacto con los aspectos referidos, lo cual a su vez disminuye la probabilidad de que el niño integre y aplique dicho conocimiento en temas diferentes o en situaciones que le requieren habilidades distintas a la repetición, y 2) cuando los alumnos entran en contacto con los fenómenos en estudio, a través de actividades que les permiten elaborar relaciones entre eventos, son capaces de aplicar y generalizar su conocimiento a otras situaciones. Mares et al. (2004) llevaron a cabo un estudio para analizar los tipos de interacción que se propician en escuelas mexicanas de educación básica, en nueve grupos de segundo, cuarto y sexto grados de escuelas públicas primarias, durante las clases de Ciencias Naturales. Los resultados de dicho estudio mostraron: 1) en los grupos de segundo y cuarto grados, la manera de llevar a cabo las clases de esta materia promovió que los alumnos se comportaran principalmente como lectores, escuchas y repetidores de información, y 2) las interacciones más complejas sólo se presentaron en un grupo de cuarto y dos de sexto grado. Esto implica un descuido de las actividades experimentales y analíticas que hubieran permitido a los alumnos tener una relación más cercana con los objetos de conocimiento. Los datos arriba reportados constituyen un avance para conocer lo que sucede en los salones de clase, sus implicaciones para el aprendizaje y las posibilidades de generalización por parte de los alumnos. No obstante, mencionan los autores, se requiere realizar observaciones que, siguiendo la misma lógica, den cuenta de lo que ocurre en el aula durante la enseñanza de otras materias, 39 porque existe evidencia que demuestra que un mismo educador promueve diferentes niveles interactivos, dependiendo del contexto en el cual se desarrolla la interacción. Por tales razones, Guevara, Mares, Rueda, Rivas, Sánchez y Rocha (2005) llevaron a cabo un estudio para analizar las interacciones en grupos de segundo, cuarto y sexto grados de primaria, en lo relativo a las clases de Español, en escuelas primarias públicas. Sus resultados indicaron que la forma como los profesores estructuraron sus clases implicó frecuentemente alternar la lectura o exposición de una parte de la lección con un serie de preguntas dirigidas a que los alumnos eligieran términos, conceptos o ejemplos para contestar preguntas relacionadas con la lección. La mayoría de los grupos estudiados
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