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rrr •Terapia familiar feminista Thelma Jean Goodrich Cheryl Rampage Barbara Ellman Kris Halstead Terapia Familiar PAIDOS Terapia familiar feminista Grupos e instituciones / Terapia familiar 1. A. Dellarossa - Grupos de reflexión 2. J. Chazaud - Introducción a la terapéutica institucional 3. M. Grotjhan - El arte y la técnica de la terapia grupal analítica 4. W.R. Bion - Experiencias en grupos 5. R. de Board - El psicoanálisis de las organizaciones 6. F. Moccio - El taller de terapias expresivas 7. D. Anzieu - El psicodrama analítico en el niño y en el adolescente 8 .1.L. Luchina y col. - El grupo Balint. Hacia un modelo “clínico-situado- nal” 9. S. Minuchin y H. Ch. Fishman - Técnicas de terapia familiar 10. M. Andolfi - Terapia familiar 11. B. Shert'er y otros - Manual para el asesoramiento psicológico 12. M. Andolfi e I. Zwerling - Dimensiones de la terapia familiar 13. S. Minuchin - Calidoscopio familiar 14. M. Selvini Palazzoli y otros - Al frente de la organización 15. A. Schlemenson - Análisis organizacional y empresa unipersonal 16. J.S. Bergman - Pescando barracudas. Pragmática de la terapia sistémi- ca breve 17. B.P. Keeney - Estética del cambio 18. S. de Shazer - Pautas de terapia familiar breve. Un enfoque ecosistémi- co 19 .1. Butelman - Psicopedagogía institucional. Una formulación analítica 20. P. Papp - El proceso de cambio 21. M. Selvini Palazzoli y otros - Paradoja y contraparadoja. Un nuevo modelo en la terapia familiar con transacción esquizofrénica 22. B.P. Keeney y O. Silverstein - La voz terapéutica de Olga Silverstein 23. M. Andolfi y C. Angelo - Tiempo y mito en la psicoterapia familiar 24. J.L. Etkin y L. Schvarstein - Identidad de las organizaciones 25. W.H. O’Hanlon - Raíces profundas. Principios básicos de la terapia y de la hipnosis de Milton Erickson 26. R. Kaes y otros: La institución y las instituciones. Estudios psicoanalíti- cos 27. H. Ch. Fishman: Tratamiento de adolescentes con problemas 28. M. Selvini Palazzoli y otros: Los juegos psicóticos en la familia 29. M. Goodrich y otros: Terapia familiar feminista Thelma Jean Goodrich Cheryl Rampage . Barbara Ellman Kris Halstead Terapia familiar feminista PAIDOS Buenos Aires - Barcelona - México Título original: Feminist Family Therapy. A casebook W. W. Norton & Co., New York, London © Copyright 1988 by Thelma Jean Goodrich, Cheryl Rampage, Barbara Ellman, and Kris Halstead ISBN 0-393-70050-X Traducción de Beatriz López Cubierta de Gustavo Macri la . edición, 1989 Impreso en la Argentina — Printed in Argentina Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 Î a reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema “multigraph”, mimeógrafo, impreso, por fotocopia, fotoduplicación, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. © Copyright de todas las ediciones en castellano by Editorial Paidós SAICF Defensa 599, Buenos Aires Ediciones Paidós Ibérica S.A. Mariano Cubí 92, Barcelona Editorial Paidós Mexicana S.A. Guanajuato 202, México DF ISBN 950 - 12 - 4629 - 9 Y a menudo me he preguntado Cómo los años y yo sobrevivimos Tuve una madre que me cantaba Una canción de cuna que no mentía Joan Baez, “Honest Lullaby" Dedicamos este libro a nuestras madres, Thclma Quillian Goodrich Lois Mae Rampage Francés Ellman Mary Grzymkowski, cuyo amor nos dio el valor necesario para cuestionar lo establecido. LAS AUTORAS Las autoras son fundadoras y docentes del Instituto de las Mujeres para Estudios sobre la Vida de Houston, Texas. Chcryl Rampage y Barbara Ellman son autoras asociadas que com parten igual responsabilidad por este trabajo. Thelma Jean Goodrich, Doctora en Filosofía, es profesora auxiliar en el Departamento de Medicina Familiar del Baylor College of Medicine, de Houston. Cheryl Rampage, Doctora en Filosofía, es profesora asociada de Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Houston-Clear Láke. Barbara Ellman, Licenciada en Estudios Sociales, es profesora adjun ta en el Departamento de Graduados de Estudios Sociales de la Univer sidad de Houston. Kris Halstead, Licenciada en Ciencias de la Educación, es superviso- ra asociada en el Centro de Prácticas de Terapia Familiar, de Washing ton, D. C. INDICE Prólogo, de Rachel T. Hare-Muslin............................................. 9 Prefacio.................................................................. . ................... 13 Agradecimientos......................................................................... 15 1. El feminismo y la familia..................................................... 19 Los estereotipos de los roles de los géneros y la familia ...23 La ideología de la familia “normal” .....................................26 El planteo feminista.............................................................27 2. Terapia familiar feminista: hacia una reforma....................... 31 La teoría..............................................................................34 La capacitación...................................................................48 3. Trabajo feminista, proceso feminista.................................55 4. El matrimonio empresarial................................................... 63 Linda y Ricardo................................................................... 65 La consulta.......................................................................... 68 El análisis...................................................... ;..................71 El tratamiento......................................................................76 Ricardo y Linda...................................................................78 Fernanda y Javier............. ...................................................79 Los riesgos.......................................................................... 84 5. La familia de un solo progenitor...........................................87 Paulina y sus hijos............................................................... 89 La consulta......................................................................... 93 El análisis........................................................................... 96 El tratamiento....................................................................103 Paulina y sus hijos............................................................. 105 Los riesgos............................................................ ..........110 113 ,114 120 .122 129 .131 139 141 144 145 149 151 155 156 161 163 164 165 168 170 180 181 188 191 193 195 197 200 204 206 209 211 ,217 .223 INDICE La pareja corriente................................... Gabriel y Julia.......................................... La consulta............................................... El análisis................................................. El tratamiento........................................... Julia y Gabriel.......................................... Los riesgos............................................... El acuerdo sobre la prestación de cuidados Esteban y Sandra...................................... La consulta............................................... La segunda consulta................................. El análisis................................................. El tratamiento.......................................... Sandra y Esteban...................................... Los riesgos............................................... La pareja lesbiana..................................... Cora y Cata / Ruth y R ita......................... La consulta............................................... La segunda consulta................................. El análisis............ ............ ....................... El tratamiento.......................................... Cata, Cora, Rita, Ruth.............................. Los riesgos............. ..................................La relación abusiva.................................. Angélica................................................. . La consulta.............................................. La segunda consulta................................. El análisis................................................. El tratamiento.......................................... Angélica.................................................. Los riesgos .............................................. Su participación en la reforma................. Referencias bibliográficas........................ Indice analítico PROLOGO Terapia Familiar Feminista es un libro de historias de casos en el que se presenta una nueva manera de conceptualizar y practicar la terapia familiar. Constituye un paradigma en el que se reconoce el carácter de la familia basado en el género y la intersección de éste con los recursos materiales y psíquicos de la familia. Me ha causado honda impresión la manera en que las autoras, Thelma Jean Goodrich, Cheryl Rampage, Barbara Ellman y Kris Halstead, se han dedicado a desarrollar un método que prescinde de los modelos estáticos de la teoría de los roles sexuales, el funcionalismo y las etapas del desarrollo psicosexual. Al reconocer valientemente que la familia existe en el contexto de una sociedad patriarcal, van más allá de los gestos rituales que suelen hacerse en este campo ante la importancia del contexto social más amplio. ¿Por qué “valientemente”? Porque en una sociedad en la que tratamos de ocultar las desigualdades entre los hombres y las mujeres, nos resulta incómodo incluso el uso del término “patriarcado”. A veces nos olvidamos de que la terapia familiar nació en un movimiento revolucionario, el de la teoría de las comunicaciones y los planteos sistémicos frente a los modelos lineales. En lugar del método psicoanalítico centrado en el individuo, la terapia familiar ofrecía un punto de vista sistémico de las relaciones e interés por el contexto. Pero toda revolución con el tiempo está destinada a volverse conservadora a ser “algo más de lo mismo”. La genialidad que distinguía a los pioneros de este campo, como Gregory Bateson, Paul Watzlawick y Virginia Satir, se ha desvanecido y hoy es un método oficial en el que nos interesa perfeccionar y dar forma a su circularidad misma. Algunos consideran que en la actualidad la terapia familiar no hace más que dar vueltas y vueltas en un circuito recurrente. Además, nuestra muy admirada y alabada metaposición ha ignorado sistemáticamente el género, demostrándose una vez más qué difícil es 10 PROLOGO comprender un sistema del cual formamos parte. Como señaló Judy Libow, hemos tratado al género como un secreto de familia. En conse cuencia, la terapia familiar tradicional no ha podido hacer ver a las familias la conexión que tienen sus problemas con los estereotipos culturales relativos al género y con las relaciones de poder. Creo que la terapia familiar está dando un paso gigantesco al'comenzar a develar ese secreto, como lo ponen en evidencia el presente libro, el de Marianne Ault-Riche y otros que se publicarán. ¿Cómo se puede lograr un cambio paradigmático? Las terapeutas feministas presentan un desafío al campo de la terapia familiar, declaran do que la revolución no ha terminado. Pero, como sucede con todas las revoluciones, hay resistencias, opuestas incluso por los viejos revolucio narios. Algunos teóricos y profesionales no estarán dispuestos a aceptar estas nuevas maneras de pensar sobre las familias y de trabajar con ellas, y dirán que el motivo del cambio es político. Ahora bien, toda organiza ción social es política, lo mismo que todo significado es semántico; toda posición implica “adoptar un punto de vista”. No se trata de preguntar si el punto de vista es correcto o equivocado, pregunta imposible de contestar en una sociedad posmodemista, sino cuáles son las consecuen cias de un punto de vista determinado. La perspectiva de las terapeutas feministas se traduce en un modelo en el que las quejas de las mujeres no son consideradas insignificantes, no se culpa a las mujeres por los problemas de la familia y no se las alienta a soportar matrimonios malsanos y peligrosos. Como nos recuerdan las autoras, la terapia familiar es una empresa moral basada en una visión de la vida humana, y las cuestiones de índole moral no deben ser ocultadas. La terapia familiar persigue la transforma ción tanto como la adaptación a las normas sociales. Las autoras señalan cómo el problema de la subordinación de las mujeres en la sociedad ha sido marginado, malentendido e ignorado en la terapia familiar. Ponen a la vista la dicotomía masculino-femenino. Van de la evaluación y la crítica a la práctica. Admiro su buena voluntad para exponer sus propios objetivos y dudas en las historias de casos que presentan. Asimismo, tienen una exquisita sensibilidad ante sus propias actitudes, valores y respuestas frente a las normas y expectativas culturales. Al exponer con honestidad los riesgos y las ventajas de su método terapéutico, han fijado un nuevo patrón para evaluar la práctica de la terapia familiar que otros terapeutas bien podrían emular. La metaposición adoptada en este libro es una posición que da cuenta de una diferencia. ¿Qué diferencia es más universal que la del género? Empero, diferencia no tiene porqué significar déficit, como en las teorías psicoanalíticas sobre la mujer, ni dominación, como en las teorías estructurales y estratégicas en las que los límites protegen las jerarquías. La terapia dcscripta en este libro se opone a otros enfoques y verdadera mente coloca ala familia y al individuo dentro del contexto social de una manera que rara vez han logrado los métodos anteriores. Las autoras han trabajado en equipo, formándose, apoyándose y criticándose mutuamente para lograr este nuevo método. Han basado su trabajo en las ideas y los artículos sobre terapia familiar feminista que comenzaron a aparecer en los últimos años de la década de 1970. Sus historias de casos ilustran cómo pueden rcencuadrarse los problemas para incorporar el género. En el caso de un matrimonio empresarial, las autoras demuestran cómo las estructuras de trabajo despersonalizadas afectan a la familia. En otro caso examinan los estereotipos relativos a las familias a cargo de un solo progenitor. El perimido lema de la comple mentariedad es analizado en otro ejemplo donde las autoras señalan que no es lo mismo adoptar una posición de inferioridad, que ser inferior. Otros casos tienen que ver con la familia de origen y las exigencias de atención y cuidado, con una pareja lesbiana y con una relación abusiva. A través de las historias clínicas las autoras revelan muy elocuentemente de qué manera los estereotipos de los roles de los géneros sofocan los deseos, la conducta y el desarrollo de todos los miembros de la familia. Toman términos agotados como fusión, límite y triángulo, que han sido vaciados de contenido, y les dan un nuevo significado. Asimismo, revalorizan la dependencia y la resistencia equiparándolas al heroísmo y el honor. Y al llamar la atención sobre la posición de las mujeres, nos recuerdan que nuestras teorías sistémicas no pueden explicar todos los fenómenos: “ya sea que el cuchillo caiga sobre el melón o el melón caiga sobre el cuchillo, es el melón el que se corta”. ¿Puede continuarla revolución en la terapia familiar? Sospecho que únicamente si asimila una concepción verdaderamente nueva, como la que brinda la terapia familiar feminista. Las autoras mencionan que son las primogénitas en sus familias de origen. ¿Quién no desearía que una hermana mayor así le señalara el camino? Este libro será de utilidad para muchos profesionales de la terapia familiar dispuestos a adoptar un TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 11 12 PROLOGO nuevo paradigma. Terapia familiar feminista nos ofrece una visión ampliada y transformada de la terapia familiar del futuro. Rachel T. Hare-Mustin Noviembrede 1987 PREFACIO Sólo mujeres que se escuchen mutua mente podrán crear un mundo que con trarreste el sentido predominante de la realidad. Maiy Daly, Beyond God the Father Somos cuatro terapeutas de familias que hemos luchado, cada cual a su modo, para comprender nuestro trabajo y a nuestros pacientes, in sertas como estamos en esta sociedad patriarcal. Somos cuatro mujeres que hemos reconocido en nuestras propias vidas los efectos insidiosos del sexismo y la opresión originada por teorías que nos degradan. Nos identificamos como amigas y colegas porque nos hemos fijado el mismo objetivo: comprender qué hacemos y cómo sobrevivimos. Nos identifi camos a través de nuestra común adhesión al feminismo. Nos identifica mos al reconocer el fracaso de nuestros respectivos programas de formación en lo que se refiere a preparamos para responder a las complejidades de la familia norteamericana y de cada uno de sus miembros, en particular las mujeres. Con gran alivio nos unimos, compartiendo la oficina y las ideas, escribiendo monografías, haciendo presentaciones, analizando nuestro trabajo desde nuestro punto de vista feminista. Con el tiempo, llegamos a establecer un foro para que las mujeres investigaran los intereses y los lemas feministas que nos pertenecen a todas. Llamamos a este foro Instituto de las Mujeres para Estudios de la Vida. Mediante talleres, seminarios, retiros, grupos de consulta, tertulias y conmemoraciones, creamos un espacio para que las mujeres se hicieran conscientes, para elevar su nivel de conciencia. Sólo cuando aceptamos el desafío que nos planteó Susan Barrows, de W. W. Norton, comprendimos las ramificaciones de todo lo que confor ma el trabajo de las mujeres. Nuestra decisión de escribir un libro se pareció mucho a la decisión de tener un bebé entre todas. Este libro forma parte de todas nosotras y el hecho de haber pasado juntas por la experiencia de su alumbramiento estimuló nuestros instintos de prote 14 PREFACIO ger, dar un nombre, alimentar, poseer, perfeccionar y crear a nuestra imagen y semejanza. Cuando decidimos escribir este libro juntas, nos comprometimos a desarrollar un proceso colegiado, respetuoso y consensúala No quisimos dividir el libro de modo que cada una escribiera una parte, sino más bien esforzamos en producir una teoría originada en nuestro análisis colecti vo. Nos reuníamos semanalmente para examinar nuestras opiniones sobre los pacientes con los que estábamos trabajando en ese momento. Nuestro objetivo era respetar el aporte y la manera de comprender los dilemas terapéuticos de cada una, sin abdicar, no obstante, del propio punto de vista: esto no siempre resultó fácil. Somos mujeres, madres, hermanas, hijas, amantes y educadoras. Procedemos de la costa atlántica, el centro y el sudoeste de los Estados Unidos y del catolicismo y el protestantismo. Todas nos hemos casado, algunas se han divorciado, algunas han vivido en comunidad. Todas tenemos hijas; dos de nosotras tienen hijos varones. Las cuatro somos las primogénitas en nuestra familia de origen. Las cuatro sentimos un gran amor y devoción por las mujeres. Todo esto afecta el trabajo que hemos realizado juntas. Ninguna de nosotras es una mujer de color y esto también afecta al trabajo que realizamos juntas. Ninguna de nosotras se llama a sí misma lesbiana, lo cual influye en nuestro trabajo en común. Mientras escribíamos este libro, una de nosotras perdió a su padre, otra a su madre, una tercera dio a luz un bebé, otra adoptó un bebé, y hubo otra que se alejó. Estos sucesos afectaron a nuestra tarea en común. El entrelazamiento de nuestras vidas profesionales y nuestras realidades personales —así como el conocimiento de este hecho y su utilización— hacen que este proyecto, nuestro libro, sea inherentemente feminista. Junto con otras mujeres de todo el país, estamos apenas comenzando a aprender lo que significa para las mujeres trabajar juntas, crear juntas, cooperar y competir, confrontar y nutrir. Durante demasiado tiempo todas nosotras hemos sido privadas de esa experiencia. AGRADECIMIENTOS Muchas personas han alentado y apoyado nuestros esfuerzos para escribir este libro. A todas ellas queremos expresarles nuestro reconoci miento. Los trabajos de Jean Baker Millcr, Dorothy Dinnerstein y Rachel Hare-Mustin estimularon nuestras primeras ideas sobre los puntos de contacto existentes entre el feminismo y la terapia familiar. Las integran tes del Proyecto de Terapia Familiar de las Mujeres —Betty Cárter, Peggy Papp, Olga Silverstein y Marianne Walters— fueron pioneras en lo que respecta a relacionar las cuestiones del género con la terapia familiar. Y han sido generosas en sus elogios a nuestro trabajo. Agradecemos asimismo a Susan Barrows, nuestra redactora en Nor ton. Su convicción de que estábamos preparadas para escribir este libro nos brindó la inspiración inicial, y su constante entusiasmo nos animaba cuando nuestra energía empezaba a flaquear. Nuestras colegas Lisa Balick y Linda Walsh demostraron tener una paciencia y un buen humor infinitos durante meses de distracción mientras trabajamos para terminar el proyecto. La reflexiva lectura que hicieron del manuscrito redundó en muchísimas sugerencias valiosas. Carol Snydcr leyó varios de los capítulos más dificultosos; su capa cidad para dominar la palabra escrita agregó claridad cuando el texto corría el riesgo de ser oscuro. Margaret Nobles, nuestra mecanógrafa, fue capaz de transformar pilas de páginas ajadas, garabateadas con cuatro tipos de letra diferentes e ilegibles, en páginas bien presentadas de prosa comprensible. Su buen ánimo y su sorprendente eficiencia fueron una inmensa bendición mientras nos esforzábamos por cumplir los plazos de entrega. Por último, queremos manifestar nuestro reconocimiento a los pa- 16 AGRADECIMIENTOS cientes, tanto a aquellos cuyas historias aparecen en este libro como a muchos otros que durante años nos han enfrentado al desafío de tener que reformar nuestras ideas sobre el proceso de la terapia. T. J. G., C. R., B. E., K. H. El reconocimiento de los demás ha constituido mi fortaleza y sostén: el de Marianne Walters, que ratificó mi trabajo en una de las primeras ' presentaciones y siguió alentándome en presentaciones posteriores con su manera tan especial y personal; el de Betty Cárter, que tanto en publicaciones como en foros públicos me hizo saber que estaba bien encaminada; el de Lisa Balick y Loyce Baker, quienes me aseguraban diariamente que había un punto final para todo mi sufrimiento, y el de mis hijos, mis maravillosos hijos —Dolly, Davey, Kelly y Mila— que de muy buena gana se hicieron a un lado mientras duró todo el trabajo extra de los dos últimos años. T. J. G. Agradezco a mi esposo, Larry LaBoda, por considerar desde el comienzo que este trabajo era importante. Su absoluta confianza en que saldría bien y su buena voluntad para aceptar el aflojamiento del ritmo hogareño me brindaron un enorme apoyo. Mis hijos, Scott y Elizabeth, fueron pacientes durante mi ausencia y comprensivos a mi regreso. La distracción que me causaron ocasionalmente es insignificante compara da con la alegría que siempre me han brindado. C. R. Quiero darle las gracias a mi esposo, Mitchcll Aboulafia, que me apoyó con sus planteos intelectuales, su amistad, su amor y la intensifi cación de sus obligaciones paternas mientras estuve casada con el libro. A Lauren, que de la noche a la mañana se convirtió en la más estupenda criatura de cinco años y fue mi maravilloso regalo cuando salí de la cueva. A Sara, que compitió con el libro en cuanto al embarazo y el parto pero tiene la diferencia bien nítida de haber emergido como la inmensa alegría que es. A mi hermana Susan y mi padre Abe, que no se cansaban nunca de preguntar por “el libro”. A mis amigos, especialmente Hilary TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 17 Karp y SusanThal, que supieron excusar las citas incumplidas, las fechas canceladas y lasllamadas telefónicas sin respuesta. Y porúltimo, a mis vecinas, Nancy George y Sue Kellogg, que hicieron de familia ampliada ayudando a mi familia cuando yo no estaba. B.E. Dos personas aportaron sus ideas y su tiempo para criticar algunas partes del manuscrito. Caroline Whitbcck y Laurie Leitch contribuyeron de manera importante a mi comprensión de la integración de la teoría y la práctica feministas. Expreso mi gratitud a Lauro Halstead por haber compartido conmigo su sabiduría sobre el arte de vivir y de crear. K. H. C a p itu lo i EL FEMINISMO Y LA FAMILIA Esta revolución es la más universal y la más humana de todas las revolucio nes. Nadie puede oponerse a una revolu ción que pregunta: “¿Cómo vivimos con los demás? ¿Cómo educamos a nuestros niños? ¿Cómo se comparte la vida y el trabajo de la familia? ¿Cómo podemos ser humanos todos nosotros?” Jcssie Bemard, Women and the Public Interest En su misión de transformar la índole del orden social, el feminismo empieza en el hogar. La familia ocupa un lugar central en el pensamiento feminista por varias razones. En primer lugar, es la fuente fundamental de la transmisión de las normas y valores de la cultura; una cultura cuestionada por las feministas en su base misma. En segundo lugar, la familia es considerada tradicionalmente como el dominio de las mujeres y, por consiguiente, merece ser analizada en detalle por parte de quienes se interesan por la condición de la mujer. Por último, es en la familia donde los individuos aprenden por primera vez lo que significa ser masculino o femenino, definiciones de sí mismo que para las feministas son muy problemáticas en nuestra sociedad. Cuando hablamos de feminismo nos referimos a la filosofía que reconoce que las mujeres y los hombres tienen diferentes experiencias de sí mismos, del otro, de la vida, y que la experiencia de los hombres ha sido ampliamente enunciada mientras que la de las mujeres ha sido omitida o mal explicada. Cuando hablamos de feminismo nos referimos a la filosofía que reconoce que esta sociedad no permite la igualdad a las mujeres; por el contrario, está estructurada de tal manera que oprime a las mujeres y glorifica a los hombres. Esta estructura se denomina patriarcado. Cuando hablamos de feminismo nos referimos a una filoso fía que reconoce que todos los aspectos de la vida pública y privada 20 EL FEMINISMO Y LA FAMILIA llevan la marca de la teoría y la práctica patriarcales y, por consiguiente, es necesario someterlos a una revisión. Los análisis feministas de la familia empiezan por situarla en el tiempo, porque las definiciones sobre la validez de los miembros de la familia y de su participación en ella han variado en las distintas épocas, de acuerdo con las necesidades políticas, económicas, sociales e indivi duales (Mintz y Kellogg, 1987; Morgan, 1966; Rabb y Rotberg, 1973). Esta perspectiva cuestiona la creencia corriente de que la familia existe fiiera de la historia, que trasciende la historia. Se supone erróneamente, por ejemplo, que la “infancia” como período de desarrollo socialmente reconocido ha existido siempre. En realidad, el origen del concepto de infancia tal como lo conocemos está relacionado con el desarrollo de la “familia moderna” durante la era de la Revolución Industrial y, por consiguiente, está ligado a los cambios producidos también en esa época en la estructura familiar, las clases sociales, la economía y la demografía (Artes, 1960/1962). Este hecho de que una condición, al parecer tan fundamental como la niñez, sea en realidad un concepto detenninado por el contexto y sujeto a cambios, no ha sido incoiporado en la conciencia del lego ni en la del profesional. El origen de otras características de la vida familiar es igualmente dejado de lado, haciendo así que parezcan características naturales y constantes. Examínese la clara división existente entre el hogar (dominio de las mujeres) y el lugar de trabajo (el mundo de los hombres). Fue la era industrial con su economía capitalista la que bifurcó a la sociedad occidental en dos esferas separadas y sustentadas por una ideología, haciendo que una de ellas fuese privada y correspondiese a las mujeres, y que la otra fuese pública y correspondiese a los hombres. En el período previo a la era industrial las mujeres y los hombres trabajaban juntos, aun cuando existía cierta división del trabajo. Durante la era industrial se le enseñó sistemáticamente a la mujer que debía llegar a ser una excelente ama de casa y madre antes que alcanzar cualquier otra identidad posible (por ejemplo, trabajadora, amante, amiga). La propaganda sobre la familia entraba en el hogar desde todos los sectores, porque se creó un cuadro de expertos para educar, aconsejar e inducir a las mujeres para que asumieran sus nuevos roles. Médicos, pastores y economistas domésticos, recién inventados, se encargaron de prescribir a las esposas modalidades adecuadas de comportamiento. Estos expertos autonombrados crearon un montón de manuales y otras series de instrucciones sobre el cuidado de los niños y del hogar, para consumo de las mujeres. El amor mismo se invocaba como una manera de galvanizar las actitudes y conductas de la mujer a favor de su rol exclusivo como ama de casa y madre. De hecho, el término “ama de casa” no fue creado hasta el periodo industrial. Del mismo modo, aunque las madres siempre han existido, la Maternidad como institución no se conocía anteriormente (Rich, 1976). Se les enseñaba a las mujeres, desde la página impresa y desde el pulpito, que harían un gran daño a sus maridos (que estaban en el mundo procurando el sustento) y a sus hijos (quienes, por primera vez en la historia, eran vistos como seres que necesitaban un cuidado especial) si no seguían los consejos y las advertencias de los expertos. A causa de la división de la vida en compartimientos que trajo consigo la industrialización, el rol de la mujer como guardiana del fuego del hogar empezó a ser considerado esencial para la cultura. Las esposas tenían que hacer tolerables los nuevos empleos industriales y burocráticos que desempeñaban los hombres creando y manteniendo un clima hogareño cálido y revitalizante. Se promocionaba a la familia como un “refugio” privado para compensar el clima “inhumano” de las fábricas. El hogar de un hombre tenía que parecer su castillo y él tenía que sentir su nuevo privilegio de jugar al rey para compensar la alienación que experimen taba ahora en su lugar de trabajo. ¿Qué sucedía con las mujeres? ¿La familia se había convertido para ellas en un refugio, en un lugar seguro y acogedor? Las feministas han escrito sobre la posición vulnerable e insatisfactoria del ama de casa ya a partir de la década de 1890, cuando Charlotte Perkins Gilman escribió The Yellow Wallpaper (1973 b). La historia de Gilman cuenta la declinación emocional de una esposa a medida que ve imágenes aluci nadas sobre el papel que cubre las paredes de la habitación en la que está confinada dentro de su protegida casa. Casa de muñecas de Ibscn es otro ejemplo de la infantilización impuesta a la esposa por su marido (1985). A estas dos mujeres sus maridos paternalistas les dicen que lo que les está sucediendo es “por su propio bien”, a pesar de que ellas se sienten mal. Y lo que resulta aun más significativo, les dicen que su bondad y su identidad de mujer se verán cuestionadas si no aceptan con buen ánimo y calladamente el lugar que se les ha asignado. Algunas feministas contemporáneas también han tratado de aclarar las extrañas sensaciones de descontento, aislamiento y degradación TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 21 22 EL FEMINISMO Y LA FAMILIA experimentadas por las amas de casa, siendo la primera Betty Friedan con The Feminine Mystique, publicado en 1963, donde expuso “el pro blema que no tiene nombre” para que todos lo vieran (Ehrenreich y English, 1978; Oakley, 1974; Swerdow, 1978). Sin embargo, todavía es una creencia comenteque las amas de casa gozan de una buena situación, que son bien cuidadas y que no podrían tener quejas legítimas. Cuando en las películas y en las novelas aparece “la feliz ama de casa” agobiada por la depresión, el alcohol o las drogas, la situación se muestra como si fuese algo idiosincrásico y personal, nunca político. El hogar no ha sido enriquecedor para las mujeres, y lo que es peor, ni siquiera ha sido seguro para ellas, ni para sus hijos. Una de cada cuatro mujeres es golpeada por su marido, y se estima que hay 400.000 casos de incesto anuales, el 97 por ciento de los cuales son perpetrados por hombres (Kosof, 1985; Straus, Gelles y Steinmetz, 1980). Se considera que estas aterradoras cifras se encuentran bien por debajo de la incidencia real, y otros hechos de violencia en el hogar como, por ejemplo, la violación por parte del marido y el castigo físico de los hijos son igualmente difíciles de registrar. Lo que es declarado hace imposible sostener el pensamiento consolador de que los hombres violentos y abusivos son un elemento periférico. Nuestra cultura no sólo ha permi tido que los hombres creyesen que tienen poder sobre sus esposas e hijos; ha creado y reforzado intensamente la posición dominante del hombre. Las feministas han develado la relación entre la violencia —sexual, física y emocional— y la intimidad del hogar como ámbito propicio para el ejercicio de la prerrogativa masculina (Dobash y Dobash, 1979; Hermán, 1982; Russell, 1982; Schecter, 1982). Esta ideología de la intimidad sigue silenciando a miles de víctimas de la violencia domés tica. Los partidarios de esta ideología reclaman una política de prescin- dencia por parte del Estado y afirman que la intromisión del gobierno en la vida familiar se opone a la esencia de lo norteamericano. Las feminis tas señalan, sin embargo, que el gobierno norteamericano ha intervenido (y debe intervenir) en la vida familiar de muchas maneras: la educación obligatoria, la inmunización contra ciertas enfermedades, las reglamen taciones relativas a la vivienda, las normas sobré salud y seguridad, la fiscalización de la información sobre el control de la natalidad y el aborto y sobre el acceso a ambos, y las leyes sobre el trabajo de menores (Norgren, 1982). Más recientemente, la posición que considera a la familia como una isla ha sido socavada por leyes que requieren la TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 23 intervención en familias en las que existen “motivos para creer” que se descuida a los niños o se abusa de ellos. Una disposición adicional aunque retrasada permite a una mujer defenderse de su marido. El supuesto de que lo que sucede “detrás de las puertas cerradas” no es asunto de la sociedad debe ser rechazado mediante el compromiso de hacer respetar más los derechos individuales o humanos fundamentales. Ningún marido tiene derecho a golpear a su mujer. Ningún progenitor tiene derecho a golpear a sus hijos. Preguntar cómo les va a las mujeres y a los niños en el hogar sólo es posible si se produce un cambio de perspectiva, pues por lo general se ha dado por supuesto que lo que es bueno para la familia (léase: el marido) es bueno para todos (léase: la esposa y los hijos). Véase el contraste que presenta de Beauvoir (1974): “Afirmamos que el único bien público es el que asegura el bien privado de los ciudadanos; juzgaremos a las instituciones de acuerdo con su eficacia para dar oportunidades concre tas a los individuos” (pág. xxxiii). Es esta posición la que adoptamos aquí al juzgar la institución llamada familia. Evaluamos todas las actividades, actitudes, políticas y conductas en cuanto afectan a los individuos en la familia, proceso que implica reconocer no sólo al marido-padre-hombre sino también a la esposa-madre-mujer y a cada hijo. Al verlos como individuos en lugar de verlos como una familia reificada, nos vemos forzadas a reconocer que los individuos de la familia no son iguales, no lo son en status, ni en recursos, ni en poder. El marido-padre-hombre es el que más tiene de todo. Mientras las mujeres y los niños ocupen una posición inferior en una cultura y una familia donde dominan los hombres, las mujeres y los niños estarán en peligro. Acudir a la sociedad para pedir la protección de sus miembros más débiles es pedirle al zorro que cuide a los pollos porque, a pesar de las últimas reformas, la sociedad fomenta la debilidad y el peligro. LOS ESTEREOTIPOS DE LOS ROLES DE LOS GENEROS Y LA FAMILIA El sexo es una categoría biológica referida a lo masculino o lo femenino. El género es un concepto social y entraña la asignación de ciertas tareas sociales a uno de los sexos y de otras, al otro sexo. Estas asignaciones definen lo que se rotula como masculino o femenino y constituyen las creencias sociales sobre lo que significa servarón y mujer en una sociedad dada y en un período determinado. Los estereotipos de 24 EL FEMINISMO Y LA FAMILIA los géneros son el resultado de considerar que determinadas actitudes, conductas y sentimientos son apropiados sólo para uno de los sexos. Todos n®sotros actuamos como si estas diferencias fueran reales, es decir, naturales, y no establecidas por la sociedad; nos olvidamos de que el sexo se refiere sólo a una diferencia anatómica.1 Los roles de los géneros han sido otganizados de manera que se coloca a los hombres en una posición dominante y a las mujeres en una posición subordinada (Miller, 1976). Esta organización subraya todas las diferencias superficiales entre hombres y mujeres y da origen a la asignación de casi todas las tareas. Las tareas que los que dominan eligen para ellos son las que tienen más reconocimiento y más status; a las que les confieren a sus subordinadas se las considera de menor valor y menor status. Las subordinadas tradicionalmente no pueden elegir, a menos que los que dominan se lo permitan, lo cual no constituye una elección real. Esta organización excluye la posibilidad de igualdad y reciprocidad entre los sexos, reduce la gama de conductas posibles de los dos sexos y termina por producir rigidez y polarización. Y, lo que es más significa tivo, afirma y mantiene el poder de los hombres y la impotencia de las mujeres. La familia es una unidad social que expresa los valores de la sociedad, y sus expectativas, roles y estereotipos. Enseña los roles de los géneros aprobados por la cultura, tratando y respondiendo a las niñas y los varones de una manera diferente, manteniendo distintas expectativas para ellos y ejerciendo diferentes presiones sociales para unos y otras. Produciendo así al varón-hombre y a la niña-mujer, la familia realiza una función decisiva para la sociedad. Otra manera en que la familia funciona como el lugar de formación de los roles de los géneros es representando estos roles. El padre como “jefe” de la familia refuerza la noción de padre como “jefe” del país, conductor del pueblo, y autoridad reconocida en el mundo. La madre 1 En su libro Feminism Unmodified, Catharine A. MacKinnon (1987) afirma que los hombres, el genero dominante, asumieron el poder para definir tanto la diferencia como la diferencia que determina el género. Como nuestros conocimientos de las diferencias sexuales son conceptos masculinos, aunque se presentan normalmente como teorías vy descubrimientos objetivos, esta autora llega a la conclusión de que lo biológico y lo social son inseparables en este ámbito. No obstante, para nuestros objetivos, seguiremos empleando el término sexo para referimos a la categoría biológica, y género para referimos a la categoría social. TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 25 como “guardiana” de la familia refuerza el estereotipo de la mujer como educadora, armonizadora, guardiana de la paz del mundo. Los métodos de la cultura para formar a los niños en sus roles según el género nos enseñan desde una edad temprana a no ver el género como un concepto social sino, por el contrario, a verlo como profundamente arraigado en la naturaleza humana. “Losvarones no juegan con muñe cas” tiene el objetivo de avergonzar a un niño haciéndole creer que no está comportándose correctamente como varón si exhibe una conducta supuestamente adecuada sólo para las niñas. En este mandato es evidente la idea de “ir contra la naturaleza” y queda oculto el hecho de que la cultura y no la naturaleza determina la conducta adecuada para cada sexo. Crecemos sin percibir el aprendizaje social y creemos que somos lo que debemos ser según lo predestinado por nuestra estructura anató mica. En el fundamento de las tarcas basadas en el género existen tres supuestos centrales sobre los roles masculinos y femeninos: 1) los hombres creen que deben tener siempre el privilegio y el derecho de controlarla vida de las mujeres; 2) las mujeres creen que son responsa bles de todo lo que va mal en una relación humana, y 3) las mujeres creen que los hombres son esenciales para su bienestar (en lugar de simplemen te deseables o gratificantes). Estos tres supuestos se combinan para crear casi todas las interacciones y también los problemas de los hombres con las mujeres. Los dos primeros son, evidentemente, manifestaciones del individuo (varón) poderoso sobre el individuo (mujer) impotente, y los dos individuos adquieren su status únicamente en virtud de su género. Percibirse como varón en esta sociedad es percibir el privilegio, mientras que percibirse como perteneciente al género femenino es sentir una responsabilidad personal por el funcionamiento de las relaciones. El tercer supuesto explica parcialmente por qué las mujeres se mantienen conectadas a los poderosos. Los subordinados tienen que gozar del favor de los que dominan para poder existir. Si bien es cierto que el amo necesita al esclavo para poder ser amo de la misma manera que el esclavo necesita al amo para ser esclavo, la existencia material real y la experien cia de cada uno dista mucho de ser idéntica. La perspectiva feminista pone en claro no sólo las diferencias entre los géneros sino también el poder que ejerce uno sobre el otro. Los estereotipos de los roles basados en los géneros son perjudiciales para las familia. Oprimen y limitan los deseos, las expectativas, la 26 EL FEMINISMO Y LA FAMILIA conducta y el desarrollo de los individuos de la familia. En las parejas casadas, los estereotipos de los roles basados en los géneros suelen traducirse en un resentimiento mutuo entre los cónyuges precisamente porque cumplen los roles basados en los géneros. Por ejemplo, la esposa se enoja porque su esposo no le cuenta sus problemas. Lo que visto a la distancia parecía ser el hombre fuerte y silencioso, en la interacción diaria se convierte en el marido aislado, reservadó. O bien, el marido se enoja porque su mujer está siempre criticándolo. Lo que a la distancia parecía ser la mujer que dispensa tenazmente sus cuidados, en primer plano se ve como la esposa obstinada y rezongona. LA IDEOLOGIA DE LA FAMILIA “NORMAL” Los conceptos predominantes de la familia “normal” constituyen una ideología basada en los estereotipos de los roles de los géneros: el padre como sostén económico y jefe de la familia; la madre como ama de casa de dedicación exclusiva, buena compañera de su esposo, encargada del cuidado de todos. Al igual que puede decirse de todas las ideologías, ésta crea una concepción hacia la cual se orientan los esfuerzos, un programa sociopolítico de afirmaciones, teorías y objetivos. En ese sentido ejerce una enorme influencia en las expectativas y evaluaciones de los obser vadores de la familia, ya sean legos o profesionales. El hecho de que el número de las familias “normales” se haya reducido normalmente tiene poco efecto en el campo de la ideología, campo que las feministas consideran perjudicial en varios sentidos. En primer lugar, el rol estipulado para la mujer en la familia “normal” es opresivo. Sin duda, el rol establecido para el marido también le produce peijuicios, pero no son iguales. Si bien tanto el marido como la mujer se ven privados de experimentar aspectos de ellos mismos no permitidos por el sistema, la mujer tiene otras cargas. La división común del trabajo excluye a la mujer del acceso directo a recursos valiosos como, por ejemplo, tener un ingreso, ejercer autoridad y realizar tareas refrendadas por el status. Su trabajo no remunerado (el cuidado de la casa, la crianza de los hijos, el trabajo voluntario en la comunidad) no es valorado. Aun en los casos en que la mujer trabaja fuera del hogar, sigue soportando la carga de la inmensa mayoría de las responsabilidades de la casa y el cuidado de los niños, lo cual hace que su apego a la fuerza laboral sea leve y que tenga poca movilidad ascendente. En general, la TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 27 mujer ha abandonado más cosas al casarse que el hombre (ocupación, amigos, lugar de residencia, familia, nombre). Tiene que adaptarse a la vida del marido. Los estudios realizados al respecto señalan que mientras que el matrimonio acrecienta el bienestar físico de los hombres, dismi nuye el de las mujeres. (Véanse los estudios presentados en Bemard, 1982.) En segundo lugar, la ideología de la familia “normal” es perniciosa en cuanto a los efectos que ejerce sobre otras formas familiares. Las parejas homosexuales, las familias de un solo progenitor, las parejas sin hijos, las organizaciones de vida comunal, todas estas formas son denominadas “alternativas”, aun cuando superan en número a las organizaciones “normales” (Masnick y Bañe, 1980). Estas “alternativas” conllevan implícitamente el rótulo de subcultura divergente. La pobreza y el aislamiento que suelen caracterizar a estas familias —falsamente atri buidos a una estructura deficiente— en realidad tienen su origen en el prejuicio creado por la estricta definición de lo “normal”, y aplicado en el lugar de trabajo tanto económica como socialmente. Las feministas, por consiguiente, están consagradas a contrarrestar la ideología de la familia “normal” debido a su inexacta representación de las familias reales, a la perniciosa limitación que impone a la mujer, a su estigmatización de otras organizaciones familiares, en síntesis, porque se basa en una sola idea de clase (media), raza (blanca), religión (protes tante), preferencia afectiva (heterosexual) y privilegio basado en el género (masculino). En su planteo y explicación, el análisis feminista de la familia nos enseña a ver a las familias tal como son y no como algo sacrosanto. El análisis feminista también nos enseña a examinar todas las organizaciones en cuanto se refiere a la competencia y el perjuicio, la grandeza y la perversidad. El objetivo de las feministas no es salvar ninguna forma determinada de familia sino asegurar que las necesidades de cada individuo estén bien satisfechas. EL PLANTEO FEMINISTA Las feministas exigen la rcclaboración del lenguaje y la creación de modelos que puedan iluminar mejorías contradicciones y consecuencias del punto de interacción entre el género, el poder, la familia y la sociedad. El lenguaje y los modelos contemporáneos se basan en conceptos dualistas como, por ejemplo, instrumental/expresivo, racional/emotivo, 28 EL FEMINISMO Y LA FAMILIA objetivo/subjetivo, mente/cuerpo. Las feministas reconocen que estas interpretaciones son esencialmente evaluativas y que funcionan real mente como una jerarquía en la cual una parte es considerada superior a la otra. Los calificativos “masculino/femenino”, fijados como categorías opuestas y ligadas a las categorías biológicas macho/hembra, constitu yen un ejemplo más de la jerarquía dualista que impregna la vida, el pensamiento y el lenguaje cotidianos. En los capítulos 4, 6 y 7 se demuestra que la polarización, la ignorancia, el resentimiento, la deni gración y los desequilibrios de poder están directamente relacionados con esta dualidad del género. Las feministas señalan el prejuicio presente en la sociedad occidental que dicta qué serie de características essuperior a la otra. Las categorías instrumental, racional, objetivo y mente se tienen en mayor estima que expresivo, emotivo, subjetivo y cuerpo. No es accidental que la serie superior se relacione con lo masculino y la inferior, con lo femenino. Esta valoración aparece con mayor claridad en el lenguaje burocrático de nuestra época, dominado como está por la tecnología. Es un lenguaje en el que se reflejan los valores masculinos; los partidarios del instrumen- talismo resuelven el problema del dualismo eliminando la esfera expre siva por completo. A la vez abrupto y retorcido, vaciado de emoción, con pretensiones de objetividad, abrumadoramente mecánico y sin sujeto, este lenguaje se basa en una construcción impersonal y pasiva, creando el efecto de que no hay actores, que nadie está influyendo en nada ni en nadie, que las cosas suceden absolutamente al margen de la voluntad humana (French, 1985). La eliminación de lo personal tiene lugar, por ejemplo, en la siguiente expresión de la jerga hospitalaria: “accidente terapéutico con desenlace terminal”, en lugar de muerte provocada por negligencia de los médicos (Satchell, 1987). Las feministas cuestionan la afirmación de que este lenguaje es objetivo y avalorativo y, además, cuestionan la afirmación de que es deseable no tener valores, es decir, no tener una moralidad explícita. Se produce una confusión que nos lleva a violentar nuestro propio conoci miento para poder ser coherentes con lo que hemos llegado a creer que es un pensamiento “imparcial”. La batalla por la tenencia del Bebé M es un ejemplo de esto. A la madre genética, la que lo dio a luz, se la denominó “madre sustituta” porque se estimó que el proceso —alquiler mediante un contrato— era una realidad más esencial que la realidad biológica misma (Safire, 1987). La mistificadora objetividad del lengua TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 29 je oficial tiene por objeto ocultar las desigualdades, la violencia, las personas, las pasiones, el “Yo y Tú”, y ha llegado a invadir incluso los campos referidos alas relaciones humanas, los encuentros humanos y los sentimientos humanos. Por ejemplo, los terapeutas de la familia que emplean la expresión “abuso conyugal” participan en el ocultamiento de la realidad predominante: el marido violento es el ejecutor, la mujer es la víctima. Deseosos de mantenerse actualizados con el lenguaje de la tecnología, la ciencia y los negocios, muchos terapeutas de la familia han incluso dejado de emplear la palabra “familia” y utilizan “cibernética”, y han reemplazado a “individuos” por “consumidores”. (Véase Watzla- wick, Weakland y Fisch, 1974.) En el feminismo existen varias ideas sobre la manera de resolver el dualismo y su representación en el lenguaje. Algunas feministas sugieren que se considere superior a la categoría opuesta, inviniendo así la jerarquía establecida por el modo de pensar dualista. Consideran que la expresividad es superior al instrumentalismo, y todo lo que está relacio nado con ser mujer, superior a lo que está relacionado con ser varón. En este plan, lo subjetivo es predominante y se subraya especialmente el imaginario femenino, las referencias corporales y los sentimientos. En la experimentación con la sintaxis, las palabras y la puntuación se ve este reordenamiento fundamental (por ejemplo, Mary Daly, 1978; Susan Griffin, 1978). Otras feministas desean revalorizar y alabarlas cualidades femeninas a través del lenguaje, pero sin afirmar que son superiores. Sostienen que beneficiaría a todos (a los hombres tanto como a las mujeres, a los niños, al planeta) si el término menos valorizado de la relación jerárquica fuese elevado a un nivel de estima equivalente al de su opuesto (Miller, 1976; Dinnerstein, 1977). La revalorización es nuestra finalidad en el capítulo 7 en el cual la dependencia, que ha sido considerada por la cultura como femenina y mala, es calificada como humana y buena, y en el capítulo 9, en el que la tolerancia es entendida como el equivalente femenino del heroísmo y el honor. De este modo, tomamos cualidades consideradas inferiores, que no por casualidad son relacionadas con lo femenino, y las hacemos ver como buenas. La revalorización de los rasgos típicamente femeninos nunca pasará de ser parcial mientras el potencial humano esté dividido en tarcas, unas para las mujeres, otras para los hombres. Con toda seguridad, evidente mente, será así si las mujeres siguen subordinadas a los hombres. Algunas feministas sugieren una solución diferente: el sintctismo, “una fusión dialéctica de la razón y la emoción” (Glennon, 1983, pág. 263). El pensamiento dualista nos enseña a elegir entre categorías opuestas, mientras que un enfoque dialéctico nos permite un camino de síntesis, de unión. En el capítulo 5 se ilustra el sintetismo, concentrándose en las madres solteras, en general, y la madre negra, en particular, como modelos de la conjunción expresivo/instrumental. Por último, las feministas reclaman la elaboración de nuevos signifi cados, con el fin de permitirle a cada persona ser más inteligible para sí misma (Elshtain, 1982). El capítulo 8 es nuestro intento al respecto. Fusión, límite, triángulo —términos que han ocupado el centro de la terapia familiar— son reclaborados por nuestro estrecho contacto con la experiencia subjetiva de nuestras pacientes. Comenzamos este capítulo observando que las feministas toman la familia como punto fundamental de análisis y cuestionamiento. En realidad, las acciones más provocadoras de las feministas han sido las que se relacionan con la vida familiar: trabajar para redistribuir las responsabilidades de la casa y la maternidad, legitimar sistemas de convivencia y relaciones sexuales no tradicionales, insistir en la impor tancia de terminar con la dependencia económica que tienen las mujeres con respecto a los hombres, luchar por los derechos de la reproducción, rechazar la autoridad y los privilegios de los hombres. El interés por el tema de la familia obliga a las feministas a enfrentarse estrecha y muy críticamente con otros proyectos organizados centrados en la familia, por ejemplo, con la terapia familiar. En el capítulo 2 abordamos este tema. 30 EL IlíMINISMO Y LA FAMILIA C a p itu lo 2 TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA: HACIA UNA REFORMA ...si no tenemos en cuenta la condición de la mujer, es probable que no valga la pena hacer nuestra terapia familiar. Y, sugiero, una terapia que no vale la pena hacer, tampoco vale la pena hacerla bien. Rachcl Harc-Mustin, Family Therapy of the Future: A Feminist Critique La terapia familiar feminista es la aplicación de la leoría feminista y sus valores a la terapia familiar. Más concretamente, la terapia familiar feminista examina de qué manera los roles de los géneros y los estereo tipos afectan a: 1) cada miembro de la familia, 2) las relaciones entre los miembros de la familia, 3) las relaciones entre la familia y la sociedad, y 4) las relaciones entre la familia y el terapeuta. Hacer explícitos estos efectos permite a la familia considerar una gama más amplia de perspec tivas, conductas y soluciones, una gama menos limitada por definiciones rígidas de los roles y de la identidad, por modos rígidos de definir, poseer y ejercer el poder. La terapia familiar tradicional no ha hecho nada para instruir a las familias sobre la conexión existente entre sus propios problemas y los estereotipos culturales de los géneros y las relaciones de poder y, además, no tiene una teoría que vincule las interacciones de los miembros de la familia con el sistema social que la contiene. La teoría feminista presenta ese vínculo. El objetivo es el cambio, no la adaptación: cambio social, cambio familiar, cambio individual, con la intención de transformar las relacio nes sociales que definen la existencia de los hombres y las mujeres. Mientras tanto, es inevitable reformarla terapia familiar. Es preciso decir dos cosas sobre esto. Primero, que la reformase caracteriza por el conflicto adentro y afuera, y también por la pasión, la esperanza y la devoción. Y segundo, que el resultado producido por la reforma de un 32 TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA: HACIA UNA REFORMA corpus establecido de doctrina y práctica a menudo guarda menos parecido con el original de lo que se imaginaba en el comienzo. Así sea. Nuestra tesis es que la terapia familiar ha aceptado los roles de los géneros vigentes y un modelo familiar tradicional, haciendo caso omiso de la opresión que impone a las mujeres. Esta falta de percepción se ha traducido en una teoría, una práctica y umformación que son opresivas paralas mujeres. En el resto de este capítulo y, en realidad, de este libro, se analizan los términos fundamentales de nuestra tesis.1 Los roles de los géneros. La terapia familiar ha trabajado con el supuesto de los roles de los géneros según han sido constituidos tradicionalmen te, sin cuestionar, sin criticar y sin evaluar su efecto. Esta desatención sistemática del contenido, proceso y resultados reales de los roles de los géneros proscriptos es curiosa en un campo que tiene por centro a la familia; curiosa además porque los roles de los géneros son determinan tes clave de la estructura y funcionamiento de la vida familiar, y curiosa también puesto que la familia es el lugar donde los roles de los géneros son enseñados y presentados compulsivamente. Además, los roles de los géneros dan forma a las relaciones de la familia, creando los dilemas que se encuentran en la base de la mayor parte de lo que se oye en la terapia. La relación padre-hija, madre-hijo, madre-hija, padre-hijo llega a ser el enredo que en realidad es, precisamente porque la madre y el padre están representando los roles tradicionales de los géneros y enseñándoles al hijo y a la hija a que hagan lo mismo. Estos roles de los géneros no han sido cuestionados por la terapia familiar. Resulta irónico que, en un campo en el que se preconiza el cambio de segundo orden, nunca se haya abordado este nivel de análisis. Aun con respecto a la familia clínica prototipo caracterizada por una madre excesivamente apegada, un padre periférico e hijos genéricos, en donde el mismo sexo sigue desempeñando la misma parte, familia tras familia, la terapia familiar no ha planteado preguntas fundamentales: 1 Parte de nuestro análisis concuerda con los análisis hechos por otras terapeutas feministas de la familia, los cuales a veces son coincidentes entre sí. Para no hacer citas reiterativas, enumeramos todas las referencias pertinentes más adelante en este mismo capítulo bajo la denominación de recursos para la capacitación. TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 33 ¿Qué significa que esta configuración sea tan omnipotente? ¿Qué supuestos incorporados siguen produciéndola? ¿Estos supuestos deben ser dejados en paz o no? La formulación de estas preguntas podría poner de manifiesto el prejuicio presente en la formulación “madre excesiva mente apegada/padre periférico”. Como señala Walters, la descripción es “implícitamente crítica con respecto a la madre y ventajosa para el padre” (Walters, 1984, pág. 25). Según las expectativas culturales, la madre será la principal dispensadora de los cuidados y el padre, el principal sostén económico; por consiguiente, será periférico en la vida familiar diaria, excepto cuando se trata de tomar decisiones o de ejercer el poder, que será central. La concreción sincera de estas expectativas suele desembocar en graves problemas. La respuesta de la terapia familiar ha sido culpar a los actores (casi siempre a la madre) y no al guión, sin abordar las prescripciones dictadas por los roles de los géneros que forman definiciones del sí-mismo que producen el problema. Las terapeutas feministas de la familia están acometiendo esta tarea. Modelo familiar. La aceptación de los roles tradicionales de los géneros por parte de la terapia familiar va unida a la aceptación del modelo tradicional de la familia con su división del trabajo basada en los géneros. En la actualidad, menos del quince por ciento de las familias norteame ricanas están constituidas según la fórmula sostén económico del hogar/ ama de casa (Masnicky Bañe, 1980), pero esta versión de la familia y su distribución de los roles, derechos y responsabilidades sigue predomi nando ideológicamente. Aun cuando la madre trabaje fuera de la casa, en terapia familiar se considera que le corresponde la responsabilidad fundamental por los hijos, y su carrera y necesidades personales ocupan el segundo lugar en importancia con respecto a las de su marido. (Los estudios que fundamentan esta afirmación son citados en Avis, en prensa.) El escándalo que supone mantener esta versión de la familia trasciende su marginalidad estadística. El escándalo estriba en que la terapia familiar ha sostenido esta versión a pesar de lo injusta que resulta para la mujer y a pesar de las dos décadas, por lo menos, de estudios y teorías que explican en detalle los efectos destructivos y distorsionantes del sistema que describe. (Gran parte de estos estudios y teorías son examinados enThome, 1982.) Independientemente de que las esposas trabajen fuera de la casa o no, sigue siendo una realidad corriente que el marido funcione como jefe del 34 TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA: HACIA UNA REFORMA hogar y tenga la parte del león en lo que se refiere al ejercicio del poder. La distribución del poder no es un suceso casual ni un asunto interper sonal. Es un asunto de clases y está predeterminado estructuralmente: la clase de los hombres domina a la clase subordinada de las mujeres. Los terapeutas de la familia generalmente han hecho caso omiso de este diferencial de poder, incluso algunos han recomendado trabajar dando por sentado que los hombres y las mujeres tienen igual poder hasta que se compruebe lo contrario (Pittman, 1985). Sin embargo, la prueba de que la distribución del poder es desigual no parece haber apuntado nunca a una modificación de la teoría. Cada incidente es tratado como un hecho único, o tal vez un hecho natural, que no acrecienta nunca la opresión de las mujeres. Piénsese en el poder económico, donde el diferencial entre las mujeres y los hombres es tan tremendo. La mayoría de los terapeutas de la familia no han incluido esta realidad en sus formulaciones, y han guardado silencio sobre los efectos que tiene en la interacción familiar. Como observa Goldner: “Las mujeres han estado siempre enterradas en la familia...” (1985a, pág. 45). Las mujeres también han estado enterradas en la terapia familiar. Los obstáculos psicológicos, legales y sociales que se han opuesto al logro de la igualdad de las mujeres —in cluso en la familia misma— han estado ausentes en la teoría, la práctica y la capacitación correspondientes a este campo. LA TEORÍA Si no es intencional, resulta al menos conveniente que la terapia familiar haya adoptado la teoría de los sistemas como forma fundamental de ver y pensar, una teoría demasiado abstracta y demasiado concreta al mismo tiempo para generar algún tipo de cuestionamiento a la perspec tiva patriarcal. Cuando decimos “conveniente” nos referimos a que la teoría de los sistemas permite a los profesionales trabajar sin perturbar su aparente compromiso de no enterarse de la condición de la mujer en la familia o en el mundo. La teoría de los sistemas es tan abstracta que proporciona un informe aparentemente coherente mientras que, en realidad, omite variables decisivas. Las variables decisivas que tenemos en mente son el género y el poder. Puesto que la teoría de los sistemas se centra totalmente en los movimientos y no en los jugadores, nunca hace falta darse cuenta de quién tiene poder sobre quién. La teoría de los sistemas es también demasiado concreta porque mantiene un estrecho enfoque sobre cada familia en particular, conside rada individualmente. Por consiguiente, a las configuraciones que sur gen del examen general de las familias yen las que se refleja la opresión en gran escala que padecen las mujeres en la sociedad se les impide que ingresen en el campo de visión y en el discurso o que los perturben. Asimismo, se excluye el trabajo académico de otras disciplinas sobre la condición de la mujer y su conexión con el modelo convencional de la familia (por ejemplo, Bcmard, 1973; Rich, 1976; Thome, 1982; Tilly y Scott, 1978). Los teóricos y terapeutas de la familia que cierran los ojos ante estos datos tienen una perspectiva distorsionada y distorsionante. Al margen de las críticas a la teoría de los sistemas, la condición de la mujer en la familia —aun cuando se considere una familia por vez— debería haber sido evidente. La razón por la cual no lo fue —o si lo fue, no se lo mencionó— es objeto de mucha reflexión por parte de las feministas. Y debería ser objeto de un honesto examen de sus propias motivaciones por parte de los terapeutas de la familia, porque lo que estamos señalando aquí no es sólo un fracaso académico sino también un fracaso moral. Y lo es porque los teóricos y los profesionales han producido y siguen defendiendo una teoría y una práctica que permiten que la opresión esté borrada de la conciencia de todos: de los terapeutas, de los opresores y, lo que es más grave, de las víctimas. Las consecuencias son amplias. Como ha señalado Hare-Mustin: “Cuando alteramos el funcionamiento interno de las familias sin preocu pamos del contexto social, económico y político, somos cómplices de la sociedad en lo que se refiere a mantener a la familia en el mismo estado” (1987, pág. 20). Además, cuando nos interesamos por el funcionamien to interno de las familias sin modificar las diferencias de poder, somos cómplices de la sociedad para que las mujeres sigan siendo oprimidas. Examinemos algunos conceptos específicos que fundamentan esta in validación de la teoría de los sistemas. La complementariedad, un con cepto sistémico aplicado a una desigualdad observada entre las partes de una interacción, es el primer ejemplo. Cuando se aplica a la interacción conyugal, encubre con facilidad el hecho de que son las esposas las que por lo regular y en última instancia se encuentran en desventaja, al vivir en un sistema que ha sido estructurado por la ley, la costumbre social, y la doctrina religiosa para asegurar esa situación. Esta realidad no encuen tra ningún punto de entrada en el concepto de complementariedad. En este concepto se da por supuesto que una desigualdad observada TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 35 36 TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA: HACIA UNA REFORMA en una interacción es sólo temporaria y representada. En un nivel más profundo de la realidad (así se dice), las partes son realmente iguales; comenzaron siendo iguales, volverán a ser iguales y, en realidad, probablemente cambiarán de lugar en el próximo intercambio desigual. Una situación constante de cualquiera de las partes, si es que se llega a notar, es descartada con el argumento de que no tiene consecuencias perjudiciales porque hay un poder encubierto en el desamparo y una fortaleza paradójica en la debilidad. Este es el tipo de reencuadre útil para hacer que la parte menos poderosa se sienta muy bien de serlo. Según la complementariedad, la realidad de la opresión estructurada queda ex cluida de la existencia.2 La circularidad es otro concepto sistémico que funciona en contra de la mujer. La idea de que la gente incurre en pautas de conducta re currentes, instigadas por reacciones y reforzadas mutuamente, termina por hacer que todos sean igualmente responsables de todo, o bien, que nadie sea responsable de nada. Este concepto discrimina a las mujeres porque una esposa no tiene el poder ni los recursos para ser igual a su marido en cuanto a la influencia que puede ejercer en lo que sucede en la vida familiar y, sin embargo, se la considera igualmente responsable o no hay ningún responsable. Con este razonamiento se culpa a la mujer falsamente y el hombre queda liberado del hogar. ¿Ella rezonga porque él bebe o él bebe porque ella rezonga? Esta pregunta familiar pasa por ser un profundo enigma filosófico, pero para que funcione cómo adivinanza requiere una enorme desconsideración por la situación difícil de la mujer. Una lectura trivializa su queja poniéndola en el mismo nivel de “recoge tus zoquetes”. La otra lectura sugiere que las consecuencias de las protestas son tán malas como las de la bebida. De cualquiera de las dos formas, ella no es más o menos partícipe, responsable u obstaculizada que él. Podríamos explicar las diferencias en la distribución desequilibrada de las opciones favorables de un esposo y una esposa en esa situación, pero se destacan más lo absurdo y perjudicial puestos de manifiesto en las explicaciones circu lares una vez examinados el género y el poder. 2 En otros capítulos de este libro se sigue analizando la complementariedad. En el capítulo 6 damos un ejemplo más del potencial de prejuicio contra las mujeres que se oculta en este concepto aparentemente neutral. En el capítulo 7 demostramos cómo el empleo de la complementariedad puede encubrir un problema complejo para los dos sexos, relacionado con el estereotipo de los roles de los géneros. “Esta mujer ha sido golpeada por su marido” es un buen comienzo para dar una explicación lineal (es decir, “equivocada”) de un caso de castigo corporal de la mujer, más conocido en este campo, lamentable mente, como abuso conyugal o violencia en la pareja. “¿Qué había hecho ella?” es la respuesta corriente. El ultraje del acto y la violencia del actor se pierden en discusiones teóricas que tratan de puntualizar una regresión infinita de hechos. Esta táctica también descarta el sufrimiento. Como enseña el viejo proverbio: ya sea que el cuchillo caiga sobre el melón o el melón sobre el cuchillo, es el melón el que se corta. De cualquier forma que se combinen las dos primeras cláusulas del proverbio y que se describa el hecho, el resultado sigue siendo la ingrata realidad. La neutralidad, o parcialidad multilateral, es una posición que los teóricos de los sistemas recomiendan que adopte el terapeuta para que cada miembro de la familia se sienta aliado con y ninguno se sienta aliado contra. Esta posición evidentemente concuerda con los otros conceptos sistémicos analizados aquí, que tienen por objeto sostener que todos o ninguno son responsables. Cada vez que los temas en la terapia son claramente sexistas, el terapeuta perpetúa la desigualdad con su impar cialidad. Por ejemplo, el terapeuta puede tratar de hacer que los cambios sugeridos resulten equitativos o que las consecuencias del cambio lo sean. Dos personas que se encuentran en una relación de poder desigual, cada una de las cuales cede de alguna manera el diez por ciento de su poder, siguen estando en la misma relación de poder que antes. Además, las consecuencias de los cambios necesarios para lograr la igualdad no son igualmente atractivas. Cuando el objetivo es la igualdad, el marido necesariamente dejará la terapia con la sensación de que es menos privilegiado que cuando la empezó, y la mujer se sentirá más privilegia da. En situaciones de castigo corporal de la esposa y otros abusos, el prejuicio contra las mujeres implícito en la actitud de permanecer neutral o ser imparcial ha sido explicado. Es importante observar que aun en situaciones menos terribles, el terapeuta que adopta una posición neutral suma peso al aspecto sexista. Incluso el silencio proveniente de una persona de autoridad, como es el caso del terapeuta, puede interpretarse fácilmente como un asentimiento ante la desigualdad presentada, admita o no la familia que se trata de una relación problemática. La inocencia implícita en los conceptos de complementariedad y TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 37 38 TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA: HACIA UNA REFORMA neutralidad, que ocultan un prejuicio contra las mujeres cuando se aplica a la violencia física contra la esposa, sucumbepor completo cuando la Madre puede ser objeto de crítica. El ejemplo más ultrajante es culparla por el abuso sexual cometido por su marido en perjuicio de sus hijos. El incesto es un testimonio patente del viejo adagio según el cual el poder corrompe. Concentrándose en la conducta de la Madre —por no satisfa cer a su marido, por no desempeñar un rol ejecutivo adecuado, por no estar en guardia, por no saber— un terapeuta oculta el reproche verda dero de que el dominio del Padre puede terminar por causar el abuso. El poder absoluto del Padre como jefe de familia puede corromper total mente. No sólo el incesto, sino muchas y variadas enfermedades de la vida familiar y de la conducta individual son cargadas a la responsabilidad de la Madre. Se trata de un resultado predecible cuando la teoría psicológica sitúa la formación del carácter en la niñez y la terapia familiar sostiene la opinión de que la niñez es una etapa que corresponde a la madre. Las encuestas de las revistas especializadas en terapia familiar muestran que nuestro campo está invadido por culpas atribuidas a la madres (Caplan y Hall-McCorquodale, 1985). Al buscar la culpa en la Madre se ignora al Padre, el principio del poder y la moralidad del poder. (Véase un análisis más extenso en el capítulo 6.) Además de la teoría de los sistemas, existe también un problema en la terapia familiar con respecto a las descripciones y prescripciones de lo que constituye la adultez y las relaciones maduras. Nos referimos a los conceptos de fusión, apego excesivo, individuación, diferenciación y límites, todos los cuales subrayan cuán importante es para el individuo mantener una saludable distancia de las demás personas y de los aspectos emocionales propios. Estas formulaciones están impregnadas de valores masculinos y describen un ethos independiente que sostiene que la autonomía es el bien supremo, que la emoción y la intimidad la ponen en peligro y que el poder sobre los demás es una señal inequívoca de haberla logrado. Esta perspectiva masculina toma forma en el proceso que desarrolla el hombre hacia el logro de su identidad (Chodorow, 1978; Dinnerstein, 1976). El hombre sólo llega a ser él mismo y toma conciencia de su identidad como ser masculino al separarse de su madre. Aprende a conocerse a sí mismo a través de la renunciación: “Soy la suma de las características de lo no-femenino”. La importancia que cobra entonces la autonomía no sólo es aceptada sin críticas por la terapia familiar como unideal para los hombres, sino que también se preconiza para las mujeres y, por consiguiente, se presenta como el ideal de todos los seres humanos. Puesto que el proceso que siguen las mujeres hacia el logro de su identidad es tan diferente del de los hombres, si se usan los valores y el desarrollo de éstos como paradigmas las mujeres parecen fracasadas. A las mujeres también las edúcala Madre; empero, crecen junto a alguien que se parece a ellas, alguien cuyas cualidades son alentadas a imitar e incorporar. En consecuencia, las mujeres experimentan la relación como dadora de vida. Una mujer se conoce a sí misma a través de un otro con quien está relacionada a través de una sensibilidad recíproca. La autono mía y la diferenciación se incluyen como aspectos de la conexión, no como fuer/as opuestas. Ella llega a conocerse a sí misma mediante un estrecho compromiso (Chodorow, 1978; Dinncrstcin, 1976). Las mujeres tienen razón en este aspecto. No existe un sí-mismo sin un otro, y el desafío es integrar la autonomía y la conexión. Uno de los motivos por los cuales un hombre puede parecer tan envidiablemente fuerte e independiente es que las mujeres están desempeñando la otra parte por él. La madre, la hermana, la hija, la esposa, la secretaria y la amante están absorbidas en su realidad, haciendo el trabajo de apoyar, sostener y conectar mientras él se mete valientemente en el mundo, aparentemente solo. Las mujeres serán capaces de presentarse como personas fuertes e independientes como los hombres, tan sólo si son apoyadas como ellos. Ahora bien, las mujeres hemos de proporcionamos ese sostén mutuamente o tendremos que esperar hasta que los hombres sean educados de otra manera para que sepan cómo brindamos esc apoyo a nosotras, y quieran hacerlo. Gran parte de lo escrito sobre terapia familiar se refiere a lograr la independencia y mantenerla, y muy poco a lograr la conexión y mante nerla. Esta insistencia en la primera sugiere que la gente, habiendo aprendido cómo separarse, puede realizar la tarea relativamente más simple de conectarse, habilidad menos valorizada y, evidentemente, relacionada con las mujeres. La terapia familiar no ha cuestionado la dicotomía de las categorías (autonomía frente a conexión), no ha cues tionado la jerarquía (autonomía por encima de la conexión) y no ha cuestionado el resultado: el hombre aparentemente independiente con siderado superior a la mujer a quien puede confiársele la conexión. Dado el notable potencial de perjuicio que hemos esbozado, es una TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 39 40 TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA: HACIA UNA REFORMA tarea urgente la que han emprendido las terapeutas feministas de la familia de analizar, reformar y reescribir la teoría. Hasta la fecha, la crítica feminista de la terapia familiar ha sido elaborada más plenamente que la propuesta feminista, pero el trabajo ya ha comenzado. Nosotras hacemos nuestro aporte con los capítulos de este libro. Tratamos de evitar el error de no mencionar lo importante. Por lo tanto, decimos con claridad en cada caso clínico cuáles son los valores en los que se fundamenta el análisis teórico que orienta nuestra terapia. Decimos que: — Tanto los hombres como las mujeres son responsables de la calidad de la vida conyugal y familiar. —r Las buenas relaciones no se caracterizan por una definición rígida de los roles y por la diferencia sino por la mutualidad, la reciprocidad y la interdependencia. — Las pacientes que son informadas sobre el origen y la significación de sus creencias adquieren claves para su liberación. — Todas las personas responsables de fomentar el crecimiento de nuestros hijos están encargadas tanto de educarlos como de ayudarlos a ser competentes en el mundo que se extiende fuera del hogar. — La estructura familiar no tiene por qué ser jerárquica para llevar a cabo las funciones familiares; en cambio ha de ser democrática, sensible, consensual. — El respeto, el amor y la seguridad necesarios para el óptimo desarrollo y goce humanos son igualmente posibles en diferentes cons telaciones: relaciones lesbianas, familias de un solo progenitor, parejas de profesionales y otras. — Tienen que buscarse por igual la conexión y la autonomía, cada una de ellas es una condición necesaria para la otra. — El poder, como el hasta ahora ejercido por los hombres, padres y maridos, ya no va a ser igualmente compartido sino prohibido por completo y reemplazado por otra actitud: la de brindar la capacidad e influencia propias para lograr el bienestar de los demás, del mismo modo que se hace para lograr el bienestar propio. LA PRÁCTICA Un concepto equivocado que sigue encontrándose con frecuencia TERAPIA FAMILIAR FEMINISTA 41 sobre la terapia familiar feminista da por supuesto que se trata de un conjunto de técnicas usadas para rescatar a las mujeres “buenas” que son víctimas de los hombres “malos”. Este supuesto contiene dos errores esenciales. En primer lugar, la terapia familiar feminista no es un conjunto de técnicas, sino un punto de vista político y filosófico que produce una metodología terapéutica al inspirar las preguntas que formula el terapeuta y el conocimiento que éste desarrolla. En segundo lugar, este enfoque no tiene nada que ver con culpas y rescates, pues estas técnicas son simplemente indicativas de malas terapias, y no pueden ser nunca justificadas sobre la base de su supuesta corrección política. La práctica de la terapia familiar feminista
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