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ResumenDisciplina Foucault (1)

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Disciplina 
Michel Foucault 
 
I. Los cuerpos dóciles 
 
Foucault comienza relatando, por medio del ejemplo del soldado, cómo el cuerpo se ha vuelto 
en la segunda mitad del siglo XVII un objeto y blanco de poder; se ha convertido en algo que se 
fabrica y corrige poco a poco. Se generan un conjunto de reglamentos (militares, hospitalarios, 
escolares, etc.) para corregir y controlar las operaciones del cuerpo, con lo que se vuelve útil y 
sumiso. “Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser 
transformado y perfeccionado” (p. 140). 
 Pero no es la primera vez que el cuerpo constituye un objeto de poder. Sin embargo, este 
control tiene varios elementos que resultan novedosos: (i) la escala del control: no se somete al 
cuerpo como si fuera una masa indivisible, sino que se trabajan sus partes (gestos, movimientos, 
actitudes o tiempo) de forma analítica. También es novedoso (ii) el objeto del control: ya no se 
trata de los signos sino de la eficacia de los movimientos. Finalmente se puede mencionar la (iii) 
modalidad que adoptan estas sujeciones: implican una coerción ininterrumpida, constante, que 
vela sobre los procesos de la actividad más que sobre su resultado. 
 Estas nuevas formas de dominación se les denomina disciplinas: “métodos que permiten 
el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus 
fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad” (p. 141). Y son distintas a las 
relaciones que se generan con la esclavitud, con la domesticidad, con el vasallaje o con el 
ascetismo. En efecto, las disciplinas no se apoderan del cuerpo ni lo dominan de forma global. Se 
trata de un arte del cuerpo humano. Se forma un vínculo que hace al cuerpo tanto más obediente 
cuanto más útil, y al revés. 
 
El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo 
recompone. Una anatomía política, que es igualmente una mecánica del poder, está 
naciendo; define cómo se puede hacer presa en el cuerpo de los demás, no simplemente 
para que ellos hagan lo que se desea, sino para que operen como se quiere, con las 
técnicas, según la rapidez y la eficacia que se determina (Ibíd.). 
 
Cabe destacar que las disciplinas no por dominar a los cuerpos los reprimen y extraen sus 
fuerzas. Por el contrario, éstas aumentan las fuerzas del cuerpo en términos de económicos 
(eficacia), pero sí es cierto que reducen estas mismas fuerzas en un sentido político-moral (son 
más obedientes/menos autónomos). 
 Si bien se puede evidenciar el despliegue de las disciplinas en distintas esferas (colegios, 
regimientos, hospitales, cárceles o conventos), no son producto de un descubrimiento ni nada por 
el estilo; son resultado de una multiplicidad de procesos que de una u otra manera convergen. De 
hecho, por lo general han surgido como una respuesta a exigencias de una coyuntura específica. 
 Las disciplinas son técnicas minuciosas que definen cierto modo de adscripción política y 
detallada del cuerpo. Son una anatomía política del detalle. Esta observación minuciosa del 
detalle, más una consideración política de estas pequeñas cosas para el control y la utilización de 
los seres humanos, ha sido el factor fundamental para el nacimiento del hombre del humanismo. 
 
§ El arte de las distribuciones (celular) 
 
Las disciplinas implican una distribución de los individuos en el espacio. Para esto emplea 
distintas técnicas: (i) la clausura, (ii) el espacio analítico, (iii) los emplazamientos funcionales y 
(iv) el rango. 
 Primero la disciplina exige la clausura, la especificación de un lugar heterogéneo a todos 
los demás y cerrado sobre sí mismo (como los hospitales o las cárceles); esto para mantener a los 
cuerpos en orden y para que puedan responder a las disciplinas. Lo que a su vez significa un 
cambio de escala, el cual también es un nuevo tipo de control. “Se trata, a medida que se 
concentran las fuerzas de producción, de obtener de ellas el máximo de ventajas y de neutralizar 
sus inconvenientes [optimizar]” (p. 146). 
 Pero la mera clausura no es suficiente para los aparatos disciplinarios. Éstos deben operar 
en un marco mucho más flexible. Necesitan operar con una división en zonas: a cada individuo 
su lugar. El espacio disciplinario tiende a dividirse en tantas parcelas como cuerpos o elementos 
que repartir hay. En resumidas cuentas, procedimientos para conocer, para dominar y para 
utilizar [saber-poder]. La disciplina organiza un espacio analítico. 
 Para esto comienza a tener vital importancia la arquitectura y cómo ésta no sólo permite 
vigilar y romper las comunicaciones peligrosas, sino también crear un espacio útil. Es a este 
aprovechamiento del espacio lo que Foucault denomina la regla de los emplazamientos 
funcionales. 
 En las fábricas, por ejemplo, se generan una serie de talleres especificados de acuerdo 
con tipo de operaciones. Talleres que cuentan con un pasillo central que permite una vigilancia 
general e individual a la vez. Vigilancia que permite comparar y clasificar. Con esto la fuerza de 
trabajo puede analizarse en unidades individuales. 
 A todo esto se suma que en la disciplina los elementos deben ser intercambiables. La 
unidad en los mecanismos disciplinarios no es ni el territorio (unidad de dominación) ni el lugar 
(lugar de residencia), sino que el rango: el lugar que se ocupa en una clasificación (hileras en el 
colegio por ejemplo). 
El rango de a poco comienza a ser decisivo al momento de identificar un cierto orden o 
jerarquía en una distribución de individuos. Por ejemplo, en el colegio estar en una hilera u otra 
marca una jerarquía del saber o de la capacidad: deben traducir materialmente en el espacio de la 
clase la distribución de los valores o de los méritos. Al asignar lugares individuales ha hecho 
posible el control de cada cual y el trabajo simultáneo de todos. Ha organizado una nueva 
economía del tiempo de aprendizaje. 
Al organizar en rangos, las disciplinas fabrican espacios complejos, funcionales y 
jerárquicos a la vez. Son unos espacios que establecen la fijación y permiten la circulación; 
garantizan la obediencia de los individuos, pero también una mejor economía del tiempo y de los 
gestos. La primera de las grandes operaciones de la disciplina es: la constitución de cuadros 
vivos que transforman las múltiples confusas, inútiles o peligrosas, en multiplicidades 
ordenadas. Se trata de organizar lo múltiple, de procurarse un instrumento para recorrerlo y 
dominarlo; se trata de imponerle un orden. 
 
Pero en la forma de la distribución disciplinaria, la ordenación en cuadro tiene como 
función [...] tratar la multiplicidad por sí misma, distribuirla y obtener de ella el mayor 
número de efectos posibles. [...] La táctica disciplinaria se sitúa sobre el eje que une lo 
singular con lo múltiple. Permite a la vez la caracterización del individuo como 
individuo, y la ordenación de una multiplicidad dada. Es la condición primera para el 
control y el uso de un conjunto de elementos distintos; la base para una microfísica del 
poder que se podría llamar celular (p. 153). 
 
§ El control de la actividad (orgánica) 
 
El empleo del tiempo es un elemento fundamental de las disciplinas. El manejo de éste es algo ya 
antiguo, algo que se puede atribuir a ciertas órdenes religiosas que eran especialistas en su 
manejo. Ahora, las disciplinas, si bien heredan estos procedimientos de regulación temporal, 
ellas mismas los modifican. 
 Se busca asegurar la calidad del tiempo empleado: control ininterrumpido, presión de los 
vigilantes, supresión de todo lo que pueda distraer, se trata de constituir un tiempo íntegramente 
útil. La exactitud y la aplicación son, junto con la regularidad, las virtudes fundamentales del 
tiempo disciplinario. 
 Asimismo, el cuerpo también ha sido sometido a imperativos temporales por medio de la 
descomposiciónde los gestos y los movimientos. Pero no es un tiempo impuesto desde el 
exterior: es un programa que asegura la elaboración del propio acto; controla desde el interior. 
Esto es posible únicamente por medio de una descomposición de los elementos del acto. El 
tiempo penetra el cuerpo, y con él todos los controles minuciosos del poder. 
 Cabe destacar que el control disciplinario no consiste simplemente en enseñar o imponer 
ciertos gestos; “impone la mejor relación entre un gesto y la actitud global del cuerpo, que es su 
condición de eficacia y rapidez. [...] Un cuerpo bien disciplinado forma el contexto operatorio 
del menor gesto” (p. 156). El gesto finalmente es resultado y expresión de todo un control del 
cuerpo en su conjunto. 
 Pero el disciplinamiento no sólo supone una eficacia de las fuerzas del cuerpo, sino 
también en la relación del cuerpo con los objetos que manipula. Se genera un cifrado 
instrumental del cuerpo, el cual consiste en una descomposición del gesto global en dos series 
paralelas: (i) de los elementos del cuerpo que hay que poner en juego (mano, pie, dedo, etc.) y 
(ii) la de los elementos del objeto que se manipula. Después pone en correlación los unos con 
otros. Y finalmente se fija una serie en que cada una de estas correlaciones ocupa un lugar. Así el 
poder disciplinario tiene una función productiva antes que extractiva. 
 Y este último elemento es algo fundamental y, digamos, característico de las disciplinas: 
es un poder que produce, un poder positivo. De esta forma la optimización del tiempo que 
anteriormente se mencionó no sólo se reduce a la fórmula tradicional-negativa: no ociosidad. La 
disciplina, en cambio, procura una economía positiva. Se trata de extraer del tiempo cada vez 
más instantes disponibles y, de cada instante, cada vez más fuerzas útiles. 
 Con todo esto se forma un nuevo objeto de poder: el cuerpo susceptible de operaciones 
especificadas, que tienen su orden, su tiempo, sus condiciones internas, sus elementos 
constitutivos. Esto, a su vez, ofrece nuevas formas de saber. 
 
Los controles disciplinarios de la actividad se sitúan entre todas las investigaciones, 
teóricas o prácticas, sobre la maquinaria natural de los cuerpos; pero comienzan a 
descubrir procesos específicos; el comportamiento y sus exigencias orgánicas van a 
sustituir poco a poco la simple física del movimiento. El cuerpo, al que se pide ser dócil 
hasta en sus menores operaciones, opone y muestra las condiciones de funcionamiento 
propias de un organismo. El poder disciplinario tiene como correlato una individualidad 
no sólo analítica y celular, sino natural y orgánica (p. 160). 
 
§ La organización de las génesis (genética) 
 
Aquí se trata sobre el aprendizaje corporativo: relación de dependencia individual y total a la 
vez respecto del maestro. De esta forma la servidumbre va mezclada con una transferencia de 
conocimiento. No se trata de una mera dominación que somete a los individuos, sino que una 
relación que además los instruye. Se premia a aquellos que aprenden y mejoran. En resumidas 
cuentas, las disciplinas, además de descomponer y recomponer las actividades, deben ser 
aparatos para sumar y capitalizar el tiempo. Esto es realizado por cuatro procesos: (i) dividir la 
duración en segmentos, (ii) descomponer el tiempo en trámites separados y ajustados (no enseñar 
todo a la vez), (iii) dar término a estos segmentos por medio de una prueba que tiene tres 
funciones: (a) indicar si el sujeto ha alcanzado el nivel estatutario, (b) garantizar la conformidad 
de su aprendizaje con el de los demás y (c) diferenciar los dotes de cada uno. Finalmente el 
tiempo es capitalizado por medio de la (iv) disposición de series de series: una serie da origen a 
otra, de tal forma que cada individuo se encuentra inmerso en una y, entonces, es posible definir 
su nivel o rango. 
 
La disposición en serie de las actividades sucesivas permite toda una fiscalización de la 
duración por el poder: posibilidad de un control detallado y de una intervención puntual 
[...] en cada momento del tiempo; posibilidad de caracterizar, y por lo tanto de utilizar a 
los individuos según el nivel que tienen en las series que recorren; posibilidad de 
acumular el tiempo y la actividad (p. 164). 
 
 
 
§ La composición de fuerzas (combinatoria) 
 
La optimización de los cuerpos, es decir, hacer de cada individuo una unidad útil, ha necesitado 
de una transformación técnica. Se ha necesitado, también, de un paso del modelo de masa a uno 
en que se distribuyan a los cuerpos de forma más flexible. Un modelo en que la unidad se 
convierte en una especie de máquina de piezas múltiples que se desplazan las unas respecto a las 
otras (coordinación). De ahí la necesidad de encontrar toda una práctica calculada de los 
emplazamientos individuales y colectivos. En resumidas cuentas, el objetivo es tratar de 
constituir una fuerza productiva cuyo efecto debe ser superior a la suma de las fuerzas 
elementales que la componen; componer unas fuerzas (unidades) para obtener un aparato 
(totalidad) eficaz. 
Esto se traduce en tres cosas: (i) el cuerpo singular se convierte en un elemento que se 
puede colocar, mover y articular sobre otros. El cuerpo se constituye como pieza de una máquina 
multisegmentaria. (ii) El tiempo de los unos debe ajustarse al tiempo de los otros (normalización) 
de manera que la cantidad máxima de fuerzas pueda ser extraída de cada cual y combinada en 
resultado óptimo. Finalmente (iii) esta combinación cuidadosamente medida de las fuerzas exige 
un sistema preciso de mando. Toda la actividad del individuo disciplinado debe ser fruto órdenes 
terminantes cuya eficacia reposa en la brevedad y la claridad. Se trata no de comprender la orden 
sino de percibir la señal; se sitúa a los cuerpos en un pequeño mundo de señales a cada una de las 
cuales les está adscrita una respuesta obligada (no necesita explicación). Con todo esto se genera 
una individualidad combinatoria. 
 
En resumen, puede decirse que la disciplina fabrica a partir de los cuerpos que controla 
cuatro tipos de individualidad, o más bien una individualidad que está dotada de cuatro 
características: es celular (por el juego de la distribución espacial), es orgánica (por el 
cifrado de las actividades), es genética (por la acumulación del tiempo) y es combinatoria 
(por la composición de fuerzas). Y para ello utiliza cuatro grandes técnicas: (i) construye 
cuadros; (ii) prescribe maniobras; (iii) impone ejercicios; [...] y (iv) dispone tácticas (p. 
172). 
 
II. Los medios del buen encauzamiento 
 
Como anteriormente se mencionó: el poder disciplinario es un poder que, en lugar de sacar y 
retirar, tiene como función principal la de enderezar conductas. No encadena las fuerzas para 
reducirlas, sino que para multiplicarlas y usarlas. “La disciplina ‘fabrica’ individuos, es la técnica 
específica de un poder que se da los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su 
ejercicios” (p. 175). Y el éxito de la disciplina radica en el uso de tres instrumentos: (i) la 
vigilancia jerárquica, (ii) la sanción normalizadora y, la combinación de las dos primeras, (iii) el 
examen. 
 
 
§ La vigilancia jerárquica 
 
La disciplina supone un dispositivo que coacciona por el juego de la observación. Pero se trata 
de miradas que no deben ser vistas. Se trata entonces de un poder que debe tener tanto mayor 
intensidad, pero también discreción. “Desarróllese entonces toda una problemática: la de una 
arquitectura que ya no está hecha simplemente para ser vista, o para vigilar el espacio exterior, 
sino para permitir un control interior, articulado y detallado” (p. 177). 
 De esta forma las instituciones disciplinarias han generado una maquinaria de control que 
ha funcionado como un microscopio de la conducta: permiten observar, registrar y encauzar la 
conducta. El aparato disciplinario perfecto permitiríaa una sola mirada verlo todo 
permanentemente. 
 Vigilar pasa a ser entonces una función definida, pero que debe formar parte integrante 
del proceso de producción; debe acompañarlo en toda su duración. Se hace indispensable un 
personal especializado, constantemente presente y distinto de los vigilados. La vigilancia pasa a 
ser un operador económico decisivo, en la medida en que es a la vez una pieza interna en el 
aparato de producción y un engranaje especificado del poder disciplinario. 
 El poder disciplinario, gracias a la vigilancia jerárquica, se convierte en un sistema 
integrado vinculado del interior a la economía y a los fines del dispositivo en que se ejerce. 
 
Este sistema hace que resista el conjunto, y lo atraviesa íntegramente por efectos de poder 
que se apoyan unos sobre otros: vigilantes perpetuamente vigilados. El poder en la 
vigilancia jerarquizada de las disciplinas no se tiene como se tiene una cosa, no se 
transfiere como una propiedad; funciona como una maquinaria. [...] Lo cual permite al 
poder disciplinario ser a la vez absolutamente indiscreto, ya que está por doquier y 
siempre alerta; [...] y absolutamente discreto, ya que funciona permanentemente y en una 
buena parte en silencio (p. 182). 
 
§ La sanción normalizadora 
 
Es fundamental que en todos los sistemas disciplinarios funcione un pequeño sistema penal: 
forman un espacio que las leyes dejan vacío; califican y reprimen un conjunto de conductas que 
su relativa indiferencia hacia sustraerse a los grandes sistemas de castigo (por ejemplo los 
deberes/prohibiciones que hay en la sala de clases, el taller o la cárcel). La idea es que todo 
pueda servir para castigar la menor cosa; que cada sujeto se encuentre dentro de una 
universalidad castigable-castigante. 
 Pero la disciplina lleva consigo una manera específica de castigar, no es el mero tribunal. 
El castigo disciplinario apunta a todo aquello que no se ajuste a la regla, todo lo que se aleja de 
ella, las desviaciones. Y este castigo supone una doble referencia jurídico-natural: es, primero, 
un orden artificial, dispuesto de manera explícita por la ley; y, segundo, es un orden definido por 
procesos naturales y observables. 
 Y como el castigo tiene por función el reducir las desviaciones, debe ser entonces 
esencialmente correctivo. Y a partir de estas correcciones de los defectos permite obtener un 
progreso. “Tanto que el efecto correctivo que se espera no pasa sino de una manera accesoria por 
la expiación y el arrepentimiento; se obtienen directamente por el mecanismo de un 
encauzamiento de la conducta. Castigar es ejercitar” (p. 185). 
 Asimismo, el castigo se lleva a cabo por un sistema doble: gratificación-sanción. Pero es 
importante mencionar que se debe tratar de hacer que las recompensas sean más frecuentes que 
las penas. Además, este mecanismo de dos elementos permite cierto número de operaciones 
características de la penalidad disciplinaria: (i) la clasificación de las conductas y de las 
cualidades a partir de dos valores opuestos del bien y el mal; y además (ii) es posible establecer 
una cuantificación y una economía cifrada, esto es, una contabilidad penal que permite obtener el 
balance cuantitativo de cada cual. Y gracias a estas dos características los aparatos disciplinarios 
pueden jerarquizar los unos con relación a los otros: a las “buenas” y a las “malas” personas. “La 
disciplina, al sancionar los actos con exactitud, calibrar los individuos ‘en verdad’; la penalidad 
que pone en práctica se integra en el ciclo de conocimiento de los individuos” (p. 186). 
 Esta distribución jerarquizada permite dos cosas: (i) señalar las desviaciones, jerarquizar 
las cualidades, las competencias y las aptitudes; pero también (ii) castiga y recompensa. ¿Cómo 
lo hace? Premia permitiendo ganar rangos y puestos; castiga haciendo retroceder y degradando. 
Se ejerce sobre los cuerpos una presión constante que somete a todos al modelo; consigue que 
todos se asemejen. 
 En resumidas cuentas, el arte de castigar utiliza cinco operaciones, no represivas, bien 
distintas: (i) referir los actos en un campo de comparación; (ii) diferenciar a los individuos unos 
respecto de otros y en función de esta regla de conjunto se genera un término medio al cual 
acercarse; (iii) medir en términos cuantitativos y jerarquizar en términos de valor las 
capacidades; (iv) coaccionar por medio de esta media “valorizante”; y (v) trazar un límite que 
habrá de definir la diferencia respecto de todas las diferencias, la frontera exterior de lo anormal. 
 Se diferencia entonces de la penalidad judicial, en tanto que ésta hace referencia, no a un 
conjunto de fenómenos observables, sino a un cuerpo legal que hay que conservar en la 
memoria; no se jerarquiza en términos valóricos, sino que se genera la mera oposición binaria de 
lo permitido y lo prohibido. 
 El poder de normalización obliga a la homogeneidad; pero individualiza al permitir las 
desviaciones, determinar los niveles, fijar las especialidades y hacer útiles las diferencias 
ajustando unas a otras. 
 
§ El examen 
 
Como se mencionó anteriormente: el examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las 
de la sanción que normaliza. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se 
los diferencia y se los sanciona; se une el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la 
verdad [saber-poder]. Porque en el examen se concentra todo un dominio de saber, todo un tipo 
de poder. Y este poder no opera simplemente al nivel de la conciencia, de las representaciones y 
en lo que se cree saber, sino al nivel de lo que hace posible un saber dónde se realiza la actuación 
política. 
 El examen en la medicina, por ejemplo, tiene dos consecuencias: (i) el médico comienza 
a adquirir preeminencia en la jerarquía interna, con lo que aparece la categoría del “enfermo”. 
(ii) El hospital, que hasta ahora había sido un lugar de asistencia, se convierte en un lugar de 
formación y de confrontación de conocimientos: inversión de las relaciones de poder y 
constitución de un saber. 
 El examen no se limita a sancionar un aprendizaje; es uno de sus factores permanentes, 
subyacentes, según un ritual de poder constantemente prorrogado. Permite al maestro: transmitir 
un saber y establecer sobre sus discípulos todo un campo de conocimientos. La técnica del 
examen lleva consigo todo un mecanismo que une una cierta forma de ejercicio de poder y un 
cierto tipo de formación de saber. Además implica: (i) una inversión en la economía de la 
visibilidad en el ejercicio de poder, (ii) un ingreso de la individualidad en un campo documental 
y, con esto, (iii) hace de cada individuo un caso. 
 [Visibilidad] Tradicionalmente era el poder lo que se mostraba (el rey, por ejemplo), 
mientras que aquellos sobre los que se ejercía el poder se mantenían en las sombras. En cambio, 
el poder disciplinario se ejerce haciéndose invisible y, al mismo tiempo, impone el principio de 
visibilidad obligatorio a aquellos que somete. “Los ‘súbditos’ son ofrecidos en él como ‘objetos’ 
a la observación de un poder que no se manifiesta sino tan sólo por su mirada” (p. 192). La 
visibilidad apenas soportable del monarca se vuelve visibilidad inevitable de los súbditos. 
 [Individualidad documentada] Los procedimientos del examen han ido acompañados de 
un sistema de registro y de acumulación documental. ¿Para qué? Porque el registro sirve para 
recurrir a él en el tiempo y lugar oportunos, para conocer las costumbres de los sujetos. De ahí la 
formación de toda una serie de códigos que sirven para homogeneizar los rasgos individuales 
establecidos por el examen. 
 Este aparato de escritura que ha acompañado al examen permite dos posibilidades que 
son correlativas: (i) la construcción del individuo como objeto descriptible y (ii) la constitución 
de un sistema comparativo que permite la medida de fenómenos globales,la descripción de 
grupos, la caracterización de hechos colectivos, la estimación de las desviaciones de los 
individuos unos respectos de otros, y su distribución en una “población” [normalización]. Así, se 
genera un desbloqueo epistemológico: se constituye al sujeto como un objeto de saber. 
 Finalmente, el examen hace de cada sujeto un caso: un caso que a la vez constituye un 
objeto para un conocimiento y una presa para un poder. Individuos cuya conducta hay que 
encauzar y corregir, a quienes hay que clasificar, normalizar y excluir. 
 Con las disciplinas se rebaja el umbral de la individualidad descriptible y hacen de esta 
descripción un medio de control y un método de dominación. Se invierte así la idea del registro 
de la actividad individual, que en algún minuto era considerado un honor. Ahora, en cambio, ya 
no es un monumento para la memoria futura, sino documento para una utilización. 
 
El examen como fijación a la vez ritual y “científica” de las diferencias individuales, 
como adscripción de cada cual al rótulo de su propia singularidad [...] indica la aparición 
de una modalidad nueva de poder en la que cada cual recibe como estatuto su propia 
individualidad [que ahora no es más que un “caso”]. [...] Finalmente el examen se halla 
en el centro de los procedimientos que constituyen el individuo como objeto y efecto de 
poder, como efecto y objeto de saber (pp. 196-197). 
 
Las disciplinas marcan el momento en que se efectúa lo que se podría llamar la inversión del eje 
político de la individualización. En la sociedad feudal, por ejemplo, la individualización es 
máxima del lado en que se ejerce la soberanía. En un régimen disciplinario, en cambio, la 
individualización es “descendente”: a medida que el poder se vuelve más anónimo y más 
funcional, aquellos sobre los que se ejerce tienden a estar más fuertemente individualizados. 
 
III. El Panoptismo 
 
En este capítulo se analiza el Panóptico de Bentham y cómo éste encierra en sí las lógicas de la 
sociedad disciplinaria. Un modelo en que básicamente existe una inspección que funciona sin 
cesar. Para introducir esta propuesta, Foucault muestra la diferencia que existe entre las medidas 
que buscan corregir un hecho concreto (exiliar a los leprosos) y la sociedad disciplinaria que 
persigue un sueño político. Una sociedad en que el “exilio de los leprosos” ocurre día a día. Una 
sociedad en que estas exclusiones (criminales, dementes, normales, etc.) sirven para (i) generar 
una división binaria y (ii) una distribución diferencial. 
 En cuanto al Panóptico de Bentham, es un recinto penitenciario que permite a un guardia 
vigilar a todos los reclusos en sus celdas, pero uno a la vez. Y esto es fundamental: tiene la 
posibilidad de ver a todos los criminales, pero es una posibilidad; no puede de hecho verlos a 
todos al mismo tiempo. Las celdas se convierten así en pequeños teatros en que cada actor está 
perfectamente individualizado y constantemente visible. La visibilidad es una trampa. 
 Es importante también que cada cual esté en su celda e incomunicado de los demás. Es 
visto pero él no ve. Y ésta es la garantía del orden: no hay peligro de que exista complot o 
evasión colectiva. La multitud se anula en beneficio de una colección de individualidades 
separadas. 
 
De ahí el efecto mayor del Panóptico: generar en el individuo un estado consciente y 
permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Hacer 
que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en su acción. 
[...] Los detenidos se hallen insertos en una situación de poder de la que ellos mismos son 
los portadores (p. 204). 
 
Lo más importante es que el individuo se sepa vigilado, pero no necesita serlo efectivamente. Por 
esto el poder debe ser visible e inverificable. Visible porque el individuo debe ver la silueta de la 
torre de donde es espiado. Pero inverificable porque el detenido no debe saber jamás si en efecto 
está siendo vigilado; sólo debe estar seguro que siempre puede ser mirado. Así el Panóptico es 
una máquina que disocia la pareja ver-ser visto. 
 Esto trae consigo una automatización y desindividualización del poder. No importa quién 
lo ejerce. Es una máquina que funciona constantemente, sin necesitar de un “líder” que la 
maneje. 
 
El que está sometido a un cambio de visibilidad, y que lo sabe, reproduce por su cuenta 
las coacciones del poder; las hace jugar espontáneamente sobre sí mismo; inscribe en sí 
mismo la relación de poder en la cual juega simultáneamente los dos papeles; se 
convierte en el principio de su propio sometimiento [el alma como cárcel del cuerpo] (p. 
206). 
 
El Panóptico además permite ser utilizado como una máquina de hacer experiencia, de modificar 
el comportamiento y normalizar a los individuos. Permite probar diferentes castigos y buscar los 
más eficaces. Es un lugar privilegiado para hacer posible la experimentación sobre los individuos 
y analizar las transformaciones que se pueden obtener de ellos [saber-poder]. 
 Es importante notar que, si bien el Panóptico es un diseño penitenciario, el esquema 
puede ser utilizado siempre que se trate de imponer una conducta a una multiplicidad de 
individuos. Y en cada una de las posibles aplicaciones permite un perfeccionamiento del 
ejercicio del poder. ¿Por qué? Porque permite: reducir el número de personas que lo ejercen, 
multiplicar el número de aquellos sobre quienes se ejerce e intervenir a cada instante (incluso 
antes de que las desviaciones se generen). En resumidas cuentas, garantiza la economía del 
poder; especialmente porque no hace que éste se ejerza desde el exterior del cuerpo, sino que 
esté en él lo bastante sutilmente presente como para que se genere un autodisciplinamiento. 
 Y es por esta optimización de las fuerzas que el Panóptico consigue, que está destinado a 
difundirse en el cuerpo social. No se trata meramente de un aparato con fines penitenciarios, sino 
de volver más fuertes las fuerzas sociales: aumenta la producción, desarrolla la economía, eleva 
el nivel de la moral pública; hace crecer y multiplicar. 
El panoptismo es el principio general de una nueva anatomía política cuyo objetivo y fin 
no son las relación de soberanía sino las relaciones de disciplina. Se trata también de mostrar 
cómo se puede “desencerrar las disciplinas y hacerlas funcionar en el cuerpo social entero. Hacer 
un sistema de dispositivos siempre y por doquier alerta, que recorren la sociedad sin laguna ni 
interrupción. 
Foucault diferencia dos disciplinas: la disciplina-bloqueo y la disciplina-mecanismo. La 
primera busca, antes que todo, reprimir, establecer límites, detener el mal y suspender el tiempo. 
La segunda, en cambio, consiste en un dispositivo funcional que debe mejorar el ejercicio del 
poder volviéndolo más rápido y por medio de coerciones más sutiles. Son este tipo de disciplinas 
las que se extendieron y dieron origen a la sociedad disciplinaria. 
Pero esta extensión es fruto de procesos más profundos, como son: (i) la inversión 
funcional de las disciplinas y (ii) la “desinstitucionalización” de mecanismos disciplinarios. 
El primer proceso guarda relación con el paso que hay de un poder negativo (neutralizar 
peligros) a uno positivo (aumentar la utilidad de los individuos). Las disciplinas funcionan cada 
vez más como unas técnicas que fabrican individuos útiles. 
Además las disciplinas comienzan a desinstitucionalizar sus mecanismos, a salir de las 
fortalezas discursivas en las que funcionaban y circular de forma más libre. La escuela, por 
ejemplo, que institucionalmente busca educar a los estudiantes, también funciona como un 
observador social para penetrar hasta los adultos (apoderados) y ejercer sobre ellos un poder 
regular. 
 
La disciplina no puede identificarse ni con una institución ni con un aparato. Es un tipo 
de poder, una modalidad para ejercerlo,implicando todo un conjunto de instrumentos, de 
técnicas, de procedimientos, de niveles de aplicación, de metas; es una física o una 
anatomía del poder, una tecnología (p. 218). 
 
La disciplina puede ser considerada como una solución a un problema técnico (dónde dejamos a 
los criminales, qué hacemos con los enfermos, cómo educamos, etc.), pero a través de ella se 
dibuja todo un tipo de sociedad; de ahí que anteriormente se hiciera mención a la sociedad 
disciplinar como un sueño político. Una sociedad donde los elementos principales no son la 
comunidad y la vida pública, sino que los individuos privados por un lado, y el Estado por otro. 
 El individuo es cuidadosamente fabricado de acuerdo con toda una táctica de las fuerzas 
y de los cuerpos. “No estamos ni sobre las gradas ni sobre la escena, sino en la máquina 
panóptica, dominados por sus efectos de poder que prolongamos nosotros mismos, ya que somos 
uno de sus engranajes” (p. 220) [descentramiento del sujeto]. 
 Y como se mencionó en un comienzo: la sociedad disciplinaria no es efecto de una 
decisión o de un suceso concreto; es producto de un número de procesos históricos en el interior 
de los cuales cumplió algún papel (económicos, jurídico-políticos, científicos, etc.). 
 Se puede decir que las disciplinas son unas técnicas para garantizar la ordenación de las 
multiplicidades humanas; hacer que los efectos del poder social alcance su máximo de intensidad 
y se extienda lo más lejos posible. Aumentar la docilidad y la utilidad de todos los elementos del 
sistema. 
 Y este desarrollo de las disciplinas responde a: (i) el aumento de la población flotante, (ii) 
un cambio de escala cuantitativa de los grupos que se trata de controlar y (iii) un crecimiento del 
aparato de producción, cada vez más extenso y complejo, cada vez más costoso también y cuya 
rentabilidad se trata de hacer crecer. De ahí que tenga sentido que las disciplinas tengan como 
resultado un crecimiento de la eficacia: la economía del poder disciplinar es regida por el 
principio de “suavidad-producción-provecho”. 
 
La disciplina tiene que hacer jugar las relaciones de poder no por encima, sino en el 
tejido mismo de la multiplicidad, de la manera más discreta que se pueda. [...] En una 
palabra, las disciplinas son el conjunto de las minúsculas invenciones técnicas que han 
permitido hacer que crezca la magnitud útil de las multiplicadas haciendo decrecer los 
inconvenientes del poder que, para hacerlos justamente útiles, debe regirlas (p. 223).

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