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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ZARAGOZA PSICOLOGIA PROPUESTA DE TALLER: LA IDENTIDAD DE GÉNERO EN EL BIENESTAR INTEGRAL DE LA PAREJA T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADA EN PSICOLOGÍA P R E S E N T A IRMA GONZALEZ NÙÑEZ JURADO DE EXÁMEN TUTOR: LIC. RICARDO MEZA TREJO LIC. GERMÁN GÓMEZ PÉREZ MTRA. ALMA LIDIA MARTÍNEZ OLIVERA LIC. EDUARDO CORTÉS MARTÍNEZ LIC. JOSÉ ALBERTO MONTAÑO ÁLVAREZ MÉXICO, D. F. SEPTIEMBRE 2010 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGRADECIMIENTOS. Papá y Mamá…… ¡Gracias!.... por darme la vida y por enseñarme a vivir con Respeto, honestidad, libertad y confianza hacia mí y Hacia los Demás…… Hermanos y Hermanas……… ¡Gracias!.....por enseñarme que con perseverancia, tenacidad y Decisión se pueden conseguir tus más profundos anhelos…….. Salvador……. ¡Gracias!.....por permitirme compartir mi vida con la tuya….por Escucharme, apoyarme, guiarme, comprenderme…..por Acompañarme en las facetas más importantes de mi vida……. Por enseñarme a ser como quiero y no como debo ser…….. Chavita……… ¡Gracias!.......por enseñarme a tener calma, a creer en mí y en mí Valor mientras pasaba la tormenta……… Dany………… ¡Gracias!.......por enseñarme que las personas pueden crecer en Todos los sentidos……. a ser fuerte en las adversidades………. Rodrigo………… ¡Gracias!.......por enseñarme la alegría por vivir………… ¡GRACIAS……MIL………GRACIAS! INDICE RESUMEN…………………………………………………………………………………..1 INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………...2 II.. EELL SSEERR HHUUMMAANNOO YY SSUU IIDDEENNTTIIDDAADD DDEESSDDEE UUNNAA PPEERRSSPPEECCTTIIVVAA PPSSIICCOOSSOOCCIIAALL.. 1.1 EL SER HUMANO: INDIVIDUAL Y COLECTIVO, SOCIAL Y NATURAL…………………………………………………………................................4 1.1.1 Objetualidad y subjetividad………………………………………………………………………..4 1.1.2 Subjetividad individual y social…………………...…………………………………………………………..6 1.2 LA CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO……………….……………………………………………………….7 1.2.1 El carácter constructivo – interpretativo del conocimiento………………………………………………..……….…………….8 1.2.2 Lo singular en la construcción del conocimiento……………………………..……………………………………..…8 1.2.3 El proceso de comunicación como principio epistemológico…………..………………………………………………………...9 1.3 LA CONSTRUCCIÓN PSICOSOCIAL DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO…………………………………………………………………..……………10 1.3.1 Subjetividad y Objetualidad en la identidad individual…….…………………….……………………………….10 1.3.1.1 La interpretación de experiencias tempranas y autoconcepto………………...….…………………………………...11 1.3.1.2 Socialización y familia………………………………………………13 1.3.2 La perspectiva de género…………………….………………………………...15 1.3.2.1 Supuestos básicos y objetivos….….…………………………………………………….....16 1.3.2.2 El género en la identidad individual…………………….………....18 1.3.2.3 La alienación en la identidad de género…………………………..19 IIII.. IIDDEENNTTIIDDAADD YY SSUUBBJJEETTIIVVIIDDAADD DDEE GGÉÉNNEERROO.. 22..11 CONFIGURACIÓN DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO…………………………………………………………………………..……22 2.1.1 Atribución de género…………………………………………………….……..22 2.1.2 Núcleo de identidad………………………………….…..………………….…23 2.1.3 Roles de género……….………………………………..….…………………..24 2.1.4 Preferencia genérica u orientación sexual….………………………….…....26 2.2 SUBJETIVIDAD FEMENINA……………………………..……….………...…….....27 2.2.1 Maternidad y sexualidad………………………………..….……………….…27 2.2.2 La represión de la hostilidad………………………………………...………..30 2.3 SUBJETIVIDAD MASCULINA……………………………………………...……..…31 2.3.1 Autonomía y dominio………………………………………………………..…32 2.3.2 La sexualidad masculina………………………….……….………………..…33 2.3.3 Represión de emociones……………………………….……..….…………...34 2.4 SUBJETIVIDAD Y ALIENACIÓN…………………………………….……………....35 2.4.1 Efectos del género en la subjetividad individual………………………….…36 IIIIII.. EELL GGÉÉNNEERROO EENN LLAA RREELLAACCIIÓÓNN DDEE PPAARREEJJAA YY EENN SSUU BBIIEENNEESSTTAARR IINNTTEEGGRRAALL.. 3.1 CONSTRUCCIÓN PSICOSOCIAL DE LA PAREJA…...…………………………..40 3.1.1El matrimonio y la familia……………………………………..…………………40 3.1.2La pareja como vínculo psico-afectivo…………………………………….…..42 3.2 EL GÉNERO EN LA RELACIÓN DE PAREJA……………………………………..44 3.2.1 El amor y el poder…………………………………………………..…………44 3.2.2 Efectos alienantes del género en la convivencia de pareja…………...….46 3.2.2.1 La codependencia………………………………………………..…47 3.2.2.2 La violencia recíproca en la pareja……………………………..…49 3.3 EL BIENESTAR DE LA PAREJA A PARTIR DE LA APROPIACIÓN DEL SER 3.3.1 La apropiación del ser………………………………………………………...51 3.3.2 La reconstrucción de la sexualidad…………………………...…………….53 3.3.2.1 El vínculo afectivo en la relación de pareja……………….…...55 3.3.3 La comunicación de la pareja………………………….…………………….56 IIVV.. MMEETTOODDOOLLOOGGÍÍAA.. 4.1 PLANTEAMIENTODEL PROBLEMA……………………………………….……..…60 4.2 OBJETIVO GENERAL…………………………………………….…………………..60 4.3 HIPÓTESIS……………………………..………………………………………………60 4.4 VARIABLES………………………...…………………………………………………..61 4.5 TIPO DE ESTUDIO……..……….…………………………………………………….61 4.6 ESCENARIO……………..……………………………………………………………..61 4.7 PARTICIPANTES………………………………………………………………………62 4.8 PROCEDIMIENTO……………………….………………………………………….…62 VV.. RREESSUULLTTAADDOOSS……………………………………………………………………………………………………………………………………..6655 VVII.. DDIISSCCUUSSIIÓÓNN YY CCOONNCCLLUUSSIIOONNEESS 6.1 DISCUSIÓN…………………………………………………………………………..79 6.2 CONCLUSIONES………………………………………………………………………81 6.3 ALCANCES Y LIMITACIONES……………………………………………………..83 BIBLIOGRAFÍA………….…………………………………………………………………84 PPRROOPPUUEESSTTAA DDEE TTAALLLLEERR:: LLAA IIDDEENNTTIIDDAADD DDEE GGÉÉNNEERROO EENN EELL BBIIEENNEESSTTAARR IINNTTEEGGRRAALL DDEE LLAA PPAARREEJJAA SESIÓN 1: Un ser individual y colectivo…………………….…………………………..90 SESIÓN 2: Soy hombre, soy mujer……………………………………………………...93 SESIÓN 3: Mi niño(a) interior…………………………………………………………….96 SESIÓN 4: La pareja………………..…………………………………………………….99 SESIÓN 5: El género en la pareja………………………………………………………102 SESIÓN 6: La codependencia…………………………………………………………..105 SESIÓN 7: La violencia doméstica………………………………………..…………...108 SESIÓN 8: Laapropiación del ser……………………………………………………..111 SESIÓN 9: Control de emociones…………………..…………………………………114 SESIÓN 10: Mi sexualidad…………….……………………………………………….117 SESIÓN 11: Comunicación afectiva…………………………………………………...120 SESIÓN 12: Cerrando ciclos: proyecto de vida……………………………………….123 ANEXOS…………………………..……………………………………………………....126 RESUMEN La presente propuesta de taller parte del análisis de la subjetividad femenina conformada en la construcción psicosocial de la identidad de género de 10 mujeres que asistieron a la Clínica Multidisciplinaria Los Reyes seleccionadas de manera intencional, así como del análisis de su bienestar integral derivado de su convivencia cotidiana en pareja. Se llevó a cabo un estudio de campo de tipo exploratorio en un ambiente de interacción discursiva grupal utilizando las técnicas de grupo focal, observación participante y análisis del discurso para revisar emociones, pensamientos y comportamientos sobre el ser mujer, además de la implementación de un taller que informó sobre la necesidad de construir una identidad dentro de los parámetros de bienestar integral a través de la intervención psicológica. Los resultados encontrados refieren una identidad femenina caracterizada por el rol maternal, rol pasivo y represión de emociones y una forma de alienación que las coloca como opuestas/complementarias con respecto a los varones y que deriva en malestar mental, corporal y convivencial. De ahí que se proponga un taller en donde se analice la identidad masculina y femenina de 5 parejas de orientación heterosexual utilizando las técnicas metodológicas mencionadas y propiciar la identificación de los parámetros de bienestar integral. 2 INTRODUCCIÓN. Las cualidades del ser humano que lo definen como sujeto se refieren a su individualidad, a su capacidad y necesidad para relacionarse con otros, a su posición activa para elaborar conocimiento, interpretarlo y aplicarlo en la construcción de un mundo material, social e institucional para su transformación, control y/o manipulación. Así, el conocimiento se construye en el proceso de interacción entre el individuo y su medio colectivo y cultural, por lo tanto investigar científicamente lo cualitativo del sujeto, como lo ha hecho la psicología social, implica tomar en cuenta los procesos mentales e individuales en interacción permanente y determinación mutua con lo producido por él mismo como la cultura y las instituciones (lo social) en un ambiente colectivo (las relaciones y contactos con otros sujetos) (Gómez, 2002; González, 2007). Desde esta perspectiva psicosocial, abordar el concepto de ser humano implica considerar el concepto de subjetividad como el conjunto de cogniciones y emociones que le permiten construir conocimiento sobre sí mismo e interpretar sus variadas experiencias y que le otorgan una identidad que a su vez hace posible la integración cognitiva y emocional a espacios colectivos como la familia, así como llevar a cabo el proceso de socialización. Por otro lado, abordar el tema de la identidad desde un punto de vista psicológico implica considerar a la categoría sexo/género como sistema de organización que la sociedad utiliza para su funcionamiento y que otorga a los individuos una identidad masculina y una femenina. La configuración de la identidad de género, que inicia desde el momento del nacimiento de las personas incluye la formación de una subjetividad masculina y femenina, es decir, valores, ideas y creencias derivadas de los mandatos sociales diferentes para ambos géneros. Por lo tanto, la enseñanza del género juega un papel muy importante en la socialización de los individuos. Ahora bien, en un proceso histórico de evolución cultural se ha determinado cómo deben ser las relaciones y contactos entre los géneros masculino y femenino, específicamente las relaciones de pareja, las cuales son consideradas como un vínculo psico/afectivo natural, necesario e indispensable para la organización política-económica de la sociedad a través de la familia, compuesto por esposo- esposa, marido-mujer, o dos cónyuges. En este proceso se ha desarrollado una subjetividad colectiva que define lo ideal, lo bueno, lo deseable y lo necesario para obtener satisfacción, desarrollo, compañía y bienestar en la convivencia con el otro. Es decir, se ha determinado cómo deben llevarse a cabo las capacidades humanas de reproducirse (ser madre o ser padre), de obtener placer erótico y de vincularse afectivamente. Sin embargo, se han formado sujetos alienados en su género inhabilitados para reconocer las capacidades y necesidades propias de todo ser humano independientemente del género al que pertenezcan. Específicamente en la sociedad mexicana el proceso evolutivo cultural del machismo ha derivado en relaciones de pareja marcadas por el género: para ellas el amor, para ellos el poder, esto genera confusión entre los géneros que lleva a situaciones que alteran el bienestar integral de los individuos como la codependencia y la violencia. Tales fenómenos han llevado a la pareja actual a un aumento en el índice de divorcios, de hogares monoparentales, de violencia intrafamiliar, de vínculos 3 menos duraderos y más destructivos para las personas (INMUJERES, 2008; INEGI, 2007; CONAPO, 2009). Ante tal situación el objetivo del presente trabajo fue revisar la relación entre la identidad de género acompañada de su correspondiente subjetividad que proporciona una manera específica de ser, sentir, actuar y pensar a los individuos en tanto varón o mujer y el bienestar integral de las personas que conviven en pareja como seres opuestos/complementarios, como sujetos incompletos, limitados, alienados de sí mismos, diferentes corporalmente, desiguales en cuanto a valor social e impedidos de la capacidad para desarrollar aquellas cualidades humanas que propician su crecimiento y la transformación de su medio. Para tal efecto se revisó el discurso de diez mujeres que acudieron a la Clínica Multidisciplinaria Los Reyes presentando indicadores de trastornos emocionales generados en la convivencia cotidiana con su pareja, a través del grupo focal, la observación participante y el análisis del discurso. Los resultados obtenidos mostraron a la subjetividad femenina muy relacionada con el malestar corporal, mental y convivencial experimentado en dicha convivencia. De ahí la propuesta de implementar un taller que proporcione información a hombres y mujeres que conviven en pareja sobre la relación entre la identidad masculina/femenina y las dimensiones de bienestar integral. Tal información permitirá a los sujetos sensibilizarse sobre la terapia psicológica individual o de pareja necesaria en la construcción de relaciones afectivas menos conflictivas en su convivencia o en su separación o más estables al margen del ideal de amor romántico vendido por los medios masivos de información; relaciones basadas en el entendimiento, el respeto y la individualidad o en un amor que derive en comportamientos constructivos. 4 I. EL SER HUMANO Y SU IDENTIDAD DESDE UNA PERSPECTIVA PSICOSOCIAL. El concepto para definir al sujeto humano ha sido abordado desde diferentes disciplinas científicas como la antropología, la filosofía o la sociología con el fin de tratar de entender lo que es el ser humano y la manera en que obtiene conocimiento sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea. Sin dejar a un lado una perspectiva filosófica, la psicología ha mediado la idea de sujeto humano por conceptos, teorías y discursos, construidos sobre las personas, su psiquismo, su comportamientoy su convivencia con los demás, con todo lo que esto último implica: maneras de convivir, establecimiento de reglas y fines para hacerlo. En tales fenómenos se presentan formas de organización y expresión bastante complejas, su abordaje implica el reconocimiento de un sistema dinámico de integración entre diferentes aspectos de la psique: la subjetividad. Al dar la merecida importancia al análisis de la subjetividad se pueden conocer e investigar fenómenos psicosociales como la identidad, la cual está en la base de diversos comportamientos sociales al integrar emocionalmente al ser humano en los espacios sociales y colectivos. Así, el conocimiento teórico elaborado sobre el concepto de identidad está construido a partir del análisis de la subjetividad humana dentro de una concepción teórico-metodológica de interacción recíproca o dialéctica entre el individuo y su ambiente. 1.1 EL SER HUMANO: INDIVIDUAL Y COLECTIVO, SOCIAL Y NATURAL. La psicología social ha abordado una visión multidimensional de la integridad humana y de los fenómenos psíquicos que lo llevan a crear su realidad, a obtener conocimiento a través de su vivencia directa para lograr la explicación objetiva del origen, constitución y función de su vida. Esta ciencia ha elaborado y desarrollado enormemente el concepto de hombre como producto de lo natural y lo social, de las transacciones entre el individuo integrado por lo corporal, lo subjetivo mental y su medio ambiente integrado por la naturaleza, la transformación que hace de ella humanizándola, el contacto y relación con más personas y el resultado de tal convivencia (Gómez, 2002). Así, la manera en que se integra el ser humano refiere dos dimensiones distintas pero relacionadas complejamente para definir a un individuo fundamentalmente social y parcialmente natural: Objetualidad y Subjetividad. 1.1.1 Objetualidad y subjetividad. El ser humano está integrado por una corporeidad, es decir un cuerpo tangible orgánico que incluye lo físico, lo biológico, lo químico para su funcionamiento neurológico y fisiológico a través del sistema nervioso central comandado por el cerebro. Busca su sobrevivencia a través del mantenimiento en equilibrio de estos aspectos de lo orgánico; sin embargo a diferencia de los animales, en el ser humano la directividad en el comportamiento es esencialmente social y no sólo para la conservación de la especie. Es decir, busca la manera de modificar su ambiente natural para su beneficio, de conocer sus características y encontrarles un uso humano. Entonces se apropia del curso de su propia evolución y de la relación ambiente-especie (Sánchez, 1980). Necesariamente el cumplimiento de estos objetivos implica el contacto, la relación, la convivencia con sus congéneres contemporáneos y ancestrales. Para Gómez (2002), la objetualidad del ser humano se refiere a la convivencialidad y corporeidad, a partir de las cuales llega a la vivencia directa de los hechos, de los contactos 5 interpersonales y de la trasformación de la naturaleza; la actividad práctica es la que permite interpretar su realidad. De la convivencia humana entre grupos o colectivos, se deriva un conjunto de reglas de comportamiento que guían al sujeto de manera individual y colectiva establecido y modificado históricamente a través de simbolizaciones en donde el lenguaje juega un papel importante. Esto es lo que se conoce como social, que es lo contrario a lo natural; lo social es el resultado de la convivencia humana, lo hecho por el hombre para mantener un orden y/o equilibrio en esas relaciones y así tener mayores posibilidades de dirigir su evolución transformando su ambiente. Así, lo social se expresa en los ámbitos político, económico, ideológico, moral, estético, y gnósico y es construido por el hombre para guiar el comportamiento de dichas congregaciones de manera individual y colectiva, esto es lo que comúnmente se conoce como la cultura de una sociedad; se culturaliza como especie enseñando a cada nuevo individuo las reglas a seguir para su sobrevivencia en la sociedad. Por otro lado, el ser humano también está integrado por una mente, un psiquismo que ha sido colocado en el funcionamiento anatómico y neurológico del cerebro y que presenta un sistema complejo de estructuración, organización en donde se procesa la información cognitiva y emocional: la subjetividad. Por mucho tiempo el concepto de subjetividad había sido abordado desde perspectivas filosóficas como el mentalismo y subjetivismo como fenómeno especulativo que no tenía bases científicas de su existencia. Sin embargo a partir de trabajos como los de Freud (1923), citado en Arteaga (2005), que presentó a la psique como un sistema estructurado y dinámico que superaba la idea del comportamiento como una reacción a estímulos internos o externos; los de Vygotsky (1987) que presentó un concepto de mente inseparable de la cultura; el estudio de la mente iniciado por el cognoscitivismo de la década de los 60‟s cobró importancia para el abordaje de procesos que conducen al conocimiento de la realidad propia del ser humano; analizó las dimensiones cognitivas (atención, memoria, lenguaje, pensamiento, percepción, etc.) mediante métodos como el procesamiento de información para saber cómo se construyen en representaciones mentales y cómo éstas guían los actos del sujeto (Frawley, 1997). Además, investigaciones sobre el funcionamiento de estructuras del sistema nervioso central sobre procesos cognitivos, emocionales y del comportamiento individual realizadas principalmente por Luria (1975), citado en Ardila y Ostrosky- Solís (1991), abrió la posibilidad de relacionar científicamente al cerebro (órgano) con la mente (función). Ahora se sabe que más allá de una mente o psiquismo en donde varias dimensiones cognitivas procesan la información recibida, existe un sistema que las integra y que permite al ser humano crear intenciones o motivos para actuar, o para vivir. En tal sistema se incluyen procesos mentales y fisiológicos sensoriales, éstos últimos más ligados a la dimensión objetual del sujeto. Esto es, desde que nace el individuo es colectivo por su convivencia con los demás, después es social pues interpreta y da un significado a los objetos, a los hechos o actos, los cuales quedan asociados a símbolos, entonces lo que reconoce en ellos es el significado que les atribuye. Dicho proceso es lo que guía su comportamiento, es un sistema dinámico de integración entre los diferentes aspectos de la psique, que guía al ser humano a construir su mundo, actuar en él y a darle sentido. Este sistema era ya mencionado por Vygotsky (1987: 275-276) al definir el término sentido como: “…un agregado de todos los hechos psicológicos que surgen en nuestra conciencia como resultado de la palabra. El sentido es una formación dinámica, fluida y compleja que tiene innumerables zonas que varían en su estabilidad. El significado 6 es apenas una de esas zonas de sentido que la palabra adquiere en el contexto del habla. Es la más estable, unificada y precisa de estas zonas”. Otros autores como Bratus (1982), Leontiev y González (2003), citados en González (2007), redefinieron el término sentido como un sistema de integración de lo afectivo y lo cognitivo, un sistema dinámico integral que refleja la interacción de un conjunto de motivos dentro de un subsistema motivador en que se expresan las relaciones hacia el mundo con un sentido personal para el sujeto. “…la unidad inseparable de los procesos simbólicos y las emociones en un mismo sistema, en el cual la presencia de uno de esos elementos evoca al otro, sin que sea absorbido por el otro” (González, 2007: 127). Así, el concepto de subjetividad denomina a aquellos procesos mentales relacionados con las cogniciones y las emociones (Gómez, 2002). Como se puede ver, el ser humano no está compuesto sólo de lo llamado físico- mental, sino que está integrado por dos dimensiones: Objetualidady subjetividad, las cuales no son opuestas/complementarias entre sí, sino más bien son interdependientes. Estudiar al hombre tomando en cuenta estas dimensiones permite comprender la construcción histórico-social de su conocimiento sobre el medio y sobre sí mismo. Tal conocimiento le da una identidad para presentarse en la sociedad, actuar en ella y activar su desarrollo entendido por Montero (1984) como el proceso por el cual el individuo adquiere mayor control de sí mismo y de su medio ambiente, para obtener bienestar integral. Esto implicaría la conjunción de: Bienestar orgánico.- salud estructural y funcional del sustrato orgánico humano. Bienestar convivencial.- conjunto de interacciones fraternas críticas, no subordinadas ni subordinantes que una persona establece tanto con sus congéneres cercanos como los lejanos. Bienestar o integridad mental.- “…conjunto de los actos ideacional- emocionales, representacionales… cuya manifestación o expresión es diversa, coherente y cotejable con hechos reales…” (Gómez, 2006: 6). 1.1.2 Subjetividad individual y colectiva. La subjetividad entendida como el binomio cognición/emoción, como el conjunto de unidades distintas que coexisten interdependientemente en la psique humana, implican actividad mental o intelectual, actividad sensorial y perceptual y procesos simbólicos producidos en los espacios colectivos. Esto es, a través de la percepción, el ser humano capta y organiza la información recibida a través de la actividad sensorial, proceso meramente fisiológico, información que es tratada por un aparato psíquico que la recibe, la selecciona, la organiza y la transforma en cogniciones, en unidades mentales que refieren ideas, simbolizaciones o representaciones de la realidad. Para tal efecto se necesita el manejo de símbolos, la capacidad para atribuir ideas, conceptos o imágenes a objetos o hechos que antes no tenían significado, es decir, la adquisición del lenguaje (Vygotsky, 1987). Ahora bien, según Guisa (2006) y Mejía (2006), la cognición implica una operación intelectual asociada con alguna emoción, la cual permite emitir un juicio sobre la realidad. La palabra emoción deriva del latín emotio – önis, que significa impulso que induce a la acción y es considerada como una reacción compleja en la que se interrelacionan mente y cuerpo porque incluye un estado emocional subjetivo („me siento bien‟ o „me siento mal‟), una conducta impulsiva (llorar, huir, reír, etc.) y respuestas fisiológicas (sudar, aceleración del ritmo cardiaco, etc.). Por lo tanto es posible que la emoción se relacione con la percepción, interpretación y organización que hace el individuo sobre las experiencias vividas. 7 La subjetividad individual es entonces una compleja unidad en donde circulan los diferentes tipos de emociones que se asocian de múltiples formas con diversos procesos simbólicos producidos por el lenguaje. Hace que el hombre transforme los sucesos experimentados, en relación a otros, a la naturaleza y a sí mismo, en conocimiento, en pensamiento. Esta capacidad humana se va formando a través del desarrollo de las estructuras neurológicas y psíquicas a lo largo de la vida del sujeto, a través de etapas evolutivas de desarrollo; en especial cuando se supera la etapa llamada por Piaget (1981) sensorio-motriz, es cuando comienza el manejo de símbolos o la formación de conceptos o imágenes en relación a objetos o hechos que antes no tenían significado. En etapas iniciales de desarrollo, la emoción aparece instintivamente antes que el pensar, una vez desarrolladas las estructuras neuropsicológicas del pensamiento fisiológicamente la emoción aparece después del pensar, la actividad mental se hace reflexiva, el hombre percibe sus mentalizaciones, se da cuenta de ellas y aparece la conciencia. La conciencia es entonces la parte reflexiva del psiquismo (Vygotsky, 1987). Sin embargo, también influye la cultura en la formación de la subjetividad, es decir, el aprendizaje e internalización de las reglas a seguir en la convivencia con los demás que se da a través del lenguaje, detonan el desarrollo de un lenguaje interno lleno de simbolismos. Así, a través del desarrollo cognitivo emocional se propicia la diferenciación progresiva y gradual del sí mismo para conformarse un sentido de identidad, en donde las experiencias vividas por el sujeto en su propia colectividad y cultura, así como su propio ritmo de desarrollo fisiológico, hacen única y personal a la subjetividad. Por otro lado, el carácter relacional e institucional de la vida del sujeto implica no sólo una configuración subjetiva del individuo y de sus momentos de interacción, sino también de los espacios colectivos en que éstas relaciones se producen. Así la subjetividad colectiva se encuentra en las creencias, los mitos, las representaciones sociales, la moral, la sexualidad y los valores que utilizan los colectivos para su organización (González, 2007). Esto no significa que los espacios colectivos tengan vida con independencia de los sujetos que en ellos se relacionan. Estos espacios generan formas de subjetivación que se concretan en las diferentes actividades compartidas por los sujetos y que se convierten, con sentidos subjetivos diferenciados en parte de la subjetividad individual de quienes comparten esos espacios. Son sentidos subjetivos constituidos de forma diferenciada por aspectos únicos de las personas. Al estar implicado constantemente en los espacios colectivos, tanto la subjetividad individual como la colectiva actualizan permanentemente la condición de sujeto del ser humano pues le permiten la construcción del conocimiento. 1.2 LA CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO. La compleja relación entre lo colectivo y lo individual permite ver que el ser humano no es un reflejo de lo social, sino que por su constitución objetual/subjetiva y su posición activa para producir conocimiento, el individuo se lo apropia, lo mediatiza, lo filtra y lo traduce en subjetividad para actuar en él, lo cual va más allá de lo interactivo. Objetualidad y subjetividad van de la mano para planear las acciones mediante la búsqueda de conocimiento, para dirigir su comportamiento principalmente en función de la información aprendida en los sucesos experimentados, en función del pensamiento concentrado en símbolos (lenguaje) acompañado de la emoción. 8 1.2.1 El carácter constructivo-interpretativo del conocimiento. La dimensión objetual lleva al sujeto a la actividad práctica y la subjetiva lleva a la actividad teórica, y ambas hacen que la subjetividad anticipe a la ejecución para darle dirección. El conocimiento se elabora a partir de procesos internos humanos que permiten una intervención práxica en el mundo para construir una realidad, la cual es cognoscible e interpretable a partir de las prácticas humanas (Sánchez, 1980). Esto significa que el mundo no es externo e independiente al ser humano, sino que forma parte de él al mismo tiempo que el sujeto se encuentra implicado de forma orgánica a su propio funcionamiento. La dimensión de lo real se genera con la acción humana intencional, precedida por la subjetividad, en los diferentes dominios del mundo. El conocimiento resultante de la acción del sujeto sobre el objeto modifica al mismo objeto en sus ideas previas y a la vez modifica al sujeto en sus ideas previas; el sujeto se convierte parcialmente en objeto y éste en sujeto en un proceso continuo e infinito. Por lo tanto, el conocimiento es una construcción, una producción humana y no una aprehensión lineal de una realidad ordenada de acuerdo con categorías universales. Cuando el ser humano se aproxima a la realidad a través de sus prácticas, se forma un nuevo campo de realidad haciendo que el conocimiento se legitime no por su correspondencia lineal e inmediata con lo real, sino en su continuidad, ya que es un proceso permanente de construcción con capacidad para generar nuevasconstrucciones en el curso de la confrontación del pensamiento (subjetividad) con la variedad de eventos empíricos (convivencialidad + corporeidad) que coexisten con la realidad, nuevos campos de inteligibilidad que permite nuevas zonas de acción sobre la realidad. Ya el construccionismo social de Gergen (1985, 1997, 2001), citado en Álvaro y Garrido (2003), consideraba a los procesos psicosociales no como naturales, sino como construcciones históricas y culturales, refería al lenguaje como convenciones lingüísticas y específicamente al discurso como el medio que articula al yo y al mundo, colocaba a las relaciones humanas en el funcionamiento de dicho discurso. Es decir, consideraba que todo conocimiento es producto de convenciones lingüísticas posibles de analizar como prácticas discursivas, producto de una convención social articulada en torno al lenguaje. Sin embargo, deja a un lado al sujeto como productor de pensamiento reduciéndolo a sólo el reflejo de los efectos discursivos, puesto que el lenguaje no es considerado como expresión de una condición interna cognitiva o emocional sino como una forma de relación con los demás. En la investigación científica, el carácter constructivo-interpretativo del conocimiento hace que lo empírico (los hechos) se deje de pensar como algo estático que puede ser sometido a dominio, como si fuera una cosa u objeto y lo coloca junto a lo teórico (subjetividad) como un momento inseparable del proceso de producción teórica. Tanto los procesos internos del sujeto como sus prácticas observables son aspectos inseparables en la construcción de conocimiento científico y la subjetividad como concepto elaborado para abordar los fenómenos psicológicos humanos integra los aspectos que intervienen en la producción y reproducción del conocimiento en la construcción de la realidad humana. 1.2.2 Lo singular en la construcción del conocimiento. La sociedad como sistema lleva a los sucesos que en ella ocurren, a un sistema de interrelaciones y consecuencias tan complejos que están más allá de las representaciones conscientes de las personas implicadas en esos eventos, pero que sólo pueden ser estudiados en su real y compleja dimensión a través de los 9 elementos diferenciados de información de los sujetos que permiten articular la significación de lo social (lo creado por el hombre) y lo colectivo (la convivencia e interacción con los demás) en la vida humana. La singularidad es una característica de la subjetividad humana configurada en la cultura y constituyente de ésta, es la diferenciación marcada de los individuos y de los diferentes espacios de vida social. Es lo que hace posible la convivencia, la cual es un intercambio de contactos y de subjetividades de personas únicas, con una propia historia de vida derivada de su propio colectivo y de su peculiar desarrollo estructural y funcional de lo orgánico (cuerpo), así como del cognitivo-emocional. De ahí que el punto de vista particular de cada uno de los individuos sobre su medio sea fuente de conocimiento científico para la producción teórica. La investigación psicológica de lo cualitativamente humano, es decir la subjetividad, produce teoría, ya que lo teórico es una construcción intelectual permanente y un hecho se construye como objeto de conocimiento por su carácter empírico y en medida semejante por la acción subjetiva - teórica de la cual procede. Así, la producción teórica se caracteriza por ser una producción intelectual sistemática que organiza las diferentes formas de material empírico y que integra las ideas del investigador, puesto que la información que otorga el caso singular se da por medio del modelo teórico que el investigador va desarrollando en el transcurso de la investigación (González, 2007). De ahí que la singularidad de la subjetividad individual se revierta de mucha importancia en el estudio del ser humano, la cultura y la sociedad ya que son dimensiones que se constituyen permanentemente entre sí en la condición subjetiva que define la ontología de esos tres sistemas complejos de la realidad relacionados por un proceso de comunicación de manera permanente. 1.2.3 El proceso de comunicación como principio epistemológico. El individuo se encuentra en una relación de comunicación dentro de los diferentes espacios sociales y colectivos en los que vive. A través de ella se puede conocer no sólo acerca de los diferentes procesos simbólicos, sino que también conocer otro nivel diferenciado de la producción social, un estudio diferenciado de los sujetos que comparten un evento o condición social. Por lo tanto, la comunicación es una vía para el conocimiento de los procesos de producción simbólicos que caracterizan a los sujetos individuales y a través de ellos conocer la forma en que diferentes condiciones de la vida colectiva y social los afectan (González, 2007). A diferencia del construccionismo social descrito en Álvaro y Garrido (2003), que privilegia a la organización y significación de una producción discursiva como base del conocimiento científico, González Rey (2007), va más allá al considerar necesario el estudio tanto de las diferentes expresiones simbólicas del sujeto como de las consecuencias que tienen sobre su constitución subjetiva los eventos o condiciones sociales y colectivas y que le permiten la construcción de conocimiento; es decir, coloca al sujeto y a su realidad social en un vínculo de interacción dialéctica en donde a uno se le conoce a través del otro y viceversa a partir de la comunicación como una forma de expresión simbólica. Esto es, el abordaje de los procesos subjetivos y sociales que caracterizan la producción humana del conocimiento a través de la comunicación permite el análisis de la manera en que el individuo se relaciona con lo que ha construido colectiva e históricamente, la forma en que esas producciones sociales lo determinan y el papel que juega la subjetividad entre ambos procesos. 10 Tal es el caso del género, que como construcción psicosocial determina para cada individuo una identidad masculina o femenina y a su vez lo integra cognitiva y emocionalmente a sus espacios colectivos. 1.3 LA CONSTRUCCIÓN PSICOSOCIAL DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO. El concepto de identidad ha sido construido a lo largo de la historia a partir de teorías y discursos que utilizan diferentes métodos para observarlo y el uso del lenguaje para describirlo. Es considerada por Richards (1996), citado en Páramo (2008), como una elaboración social construida históricamente que refiere a las características que tiene un individuo mediante las cuales es conocido por los demás; el conocimiento de tales características construido en la diferenciación progresiva y gradual del sí mismo, lo define como persona distinta a las demás. Por lo tanto en la construcción de la identidad intervienen de manera importante la objetualidad y subjetividad del sujeto, ya que tal construcción está muy ligada al autoconcepto considerado como el producto de la interacción e influencia que el sujeto tiene y percibe al ser parte de los grupos colectivos en los que se desenvuelve y a partir de los roles que comúnmente desempeña en la vida cotidiana (Vera, Hernández y Garza, 2008). Por otro lado, las diferentes disciplinas científicas han hecho su aporte para la construcción de la identidad a lo largo de su evolución histórica social. Han elaborado categorías e instrumentos que miden conceptos creados para definir una identidad: el ser inteligente, el tipo de personalidad, el estar sano o enfermo mental, el definir como deben ser las relaciones humanas, el ser asertivo, etc. En especial se ha creado la categoría de género para clasificar y estudiar a la especie humana como hombres y mujeres con base en las diferencias anatómicas sexuales de los individuos. 1.3.1 Objetualidad y subjetividad en la identidad individual. En la construcción de una identidad intervienen de una manera determinantelos ámbitos cognitivo emocional y convivencial del sujeto que interactúan mutuamente en las distintas agrupaciones a las que pertenece a lo largo de su vida. Ambos procesos son mediados por el lenguaje, pues gracias a esos códigos simbólicos se puede orientar el comportamiento e influenciar el de los demás, se transmite información a los demás sobre los hechos y se evalúa la propia conducta a través de instrucciones o reglas explícitas o tácitas, en el hogar, en la escuela, en el trabajo, etc., creándose las condiciones para identificar a las personas y para reconocerse a sí mismo. Así, desde la perspectiva de la relación con los otros, la identidad es producto de las relaciones y encuentros con los demás sujetos, es construida y no descubierta, a lo largo de la historia individual y colectiva. Las influencias culturales dan lugar a las identidades colectivas que llevan al sujeto a identificarse como perteneciente a un entorno social significativo como la familia, la religión, la escuela, etc. (Turner, 1990, citado en Páramo, 2008). Así, las interacciones con los demás desde etapas tempranas de la vida, por ser significativas para el sujeto influyen de manera decisiva en el desarrollo de su identidad personal, ya que generan visiones de sí mismo y de los demás, determinando una subjetividad relacionada, en el mejor de los casos, con la auto confianza, el desarrollo psíquico y en general la autonomía, independencia y autorrealización. 11 1.3.1.1 Interpretación de experiencias tempranas y auto concepto. Al compartir la realidad con otros que la legitiman o validan el individuo logra dar sentido a su mundo, a las acciones de los demás y a sus propias acciones de manera indirecta; el punto de vista particular que le otorga la familia y el general que es aportado por la sociedad, basados ambos en los valores y normas propios de cada cultura, le impone una definición de las situaciones y así su concepción de sí mismo y del mundo es influida y determinada por la interpretación que hacen los demás de sus propias experiencias y que transmiten en forma de conductas, creencias o emociones. El interpretar y dar significado a las experiencias lleva a complejas relaciones ínter subjetivas que permiten el intercambio de significados, símbolos e interpretaciones que a su vez forman patrones de conductas o creencias que se asimilan a la identidad personal. La subjetividad individual elaborada a partir de las experiencias tempranas otorgadas por la interacción familiar, sobre sus causas y consecuencias, permite la comprensión de los demás, la percepción individual y sienta las bases para la construcción de la identidad. Dichas experiencias tempranas están regidas por la subjetividad colectiva concretizada en las reglas de interacción en el núcleo familiar a través de una serie de ideas expuestas o planeadas para que se conozcan y se acepten en dicho núcleo, las cuales no necesitan comprobarse, si no que se deducen fácilmente de lo experimentado e interpretado con anterioridad por las personas. Tales proposiciones o constructos familiares (Corsi, 2003), permean de emociones a las experiencias y son transmitidos de una generación a otra, pues dividen las interpretaciones del mundo en categorías bipolares (bueno/malo, sano/enfermo, etc.) para anticipar una cantidad infinita de sucesos, para organizarlas jerárquicamente y para tomar elecciones de acción. Dichos constructos deben ser flexibles pues de lo contrario pueden producir contradicciones en las personas, pues hacen que la subjetividad colectiva se convierta en cogniciones individuales de lo que se considera real o cierto, en aceptación de las afirmaciones u observaciones que hacen los demás sobre el sujeto y en la predicción de algún suceso futuro; pero además dado el componente emocional que las acompaña permite su transmisión como algo que debe ser cierto, perdurable y que guíe las conductas. Estos constructos determinan la autopercepción individual de las experiencias, acciones, pensamientos y emociones propias, para distinguirla de la percepción de los demás y crear un autoconcepto (Dilts, 1990 y Kelly, 1995, citados en Mejía, 2006). En este proceso, la identidad se interioriza de diferentes maneras según sean las condiciones de sostén, afecto y contención, es decir, a partir de la interpretación cognitiva emocional que se hagan de las experiencias en el entorno familiar, la aparición de un Yo eficaz depende de la frecuencia con la que se han tenido experiencias positivas de control y de poder sobre el medio ambiente durante el crecimiento (Montero, 1984). De acuerdo con Mejía (2006), las experiencias vividas en etapas tempranas de desarrollo son muy significativas puesto que dejan huellas emocionales profundas que dan dirección a la subjetividad de la identidad, en el sentido de que generan confianza o desconfianza ante el mundo y la vida, autonomía, vergüenza o duda de sí mismo. Referidas por esta autora como improntas, esas huellas dejan una impresión en la subjetividad individual que determina la manera de interpretar el mundo y validar los pensamientos y actos en etapas posteriores. Por lo tanto determinan también un auto concepto y pueden ser: Improntas a nivel biológico.- experiencias sensoriales generadas cuando el niño debe resolver como dominar su funcionamiento biológico para la supervivencia. 12 Improntas emocionales.- experiencias y creencias generadas en los vínculos afectivos que se refieren al sentido de pertenencia a algo o a alguien, en donde el individuo se responde a las preguntas: ¿A quién pertenezco?, ¿Dónde están mis lazos?, ¿Cuál es mi territorio? Improntas intelectuales.- se relacionan con el desarrollo de aptitudes para entender los símbolos y significados y procesarlos eficientemente. Improntas colectivas.- se refieren al papel del individuo en sus relaciones con los demás. Impronta estética.- se relacionan con la capacidad de percibir la belleza y las formas de las cosas. Improntas espirituales o de identidad.- se enfoca la conciencia en las etapas anteriores con la que el individuo se responde cuestiones como ¿Qué me hace ser como soy?, ¿Cómo quien me gustaría ser? Sobra decir que estas improntas suelen involucrar juicios negativos sobre sí mismo que sesgan la percepción del sí mismo y de las capacidades propias determinando el camino de la diferenciación e individuación de los demás. Por otro lado, a partir de la identidad adquirida en los diferentes contextos sociales del sujeto, especialmente en la familia, a través del lenguaje se construye una conciencia de sí mismo, un autoconcepto o self (Taylor, 1998, citado en Páramo, 2088) derivado del pensamiento reflexivo que acompaña a las experiencias humanas como una sombra, pues el hombre no sólo vive y actúa en el mundo, sino que es consciente de sí mismo viviendo y actuando. El autoconcepto no es algo estable e invariable, se va construyendo a lo largo del tiempo a partir del proceso de diferenciar, por medio de la percepción, la propia conducta en la misma forma que se reconoce la conducta de otros. Cuando este proceso toma la forma de reglas verbales, las personas llegan a describir su propio comportamiento, a aprender a auto observarse y a reconocer su cuerpo a partir de las consecuencias ligadas a estas auto observaciones y de las reglas que derivan de estas experiencias. Entonces el autoconcepto o idea, juicio y representación mental de sí mismo, surge cuando la persona aprende a describir su cuerpo y su propia conducta, sus intereses y motivaciones y a auto observarse de la misma manera como describe el cuerpo y la conducta de otros. Progresivamente se aprende a hacer observaciones más complejas del propio comportamiento dependiendo de los modelos que se observe, las reglas que se sigan al hacer dichas observaciones y las consecuencias ligadas a dichas auto observaciones. (Páramo, 2008). Es decir, elauto concepto (subjetividad) surge cuando el sujeto organiza y estructura su ser, su hacer y su pensar sobre sí mismo y sobre sus relaciones con los demás, a través de la percepción e interpretación de las experiencias vividas con un cuerpo sexuado permeadas de cogniciones y emociones (constructos familiares e improntas) con las que se reconoce sí mismo para insertarse en la sociedad a partir de una identidad autoidentificada por su corporeidad y convivencialidad (objetualidad) con los demás. Para Valdez (1994), citado en Vera, Hernández y Garza (2008), el autoconcepto es el conjunto organizado de actitudes que el individuo tiene hacia sí mismo, en donde se distingue un componente cognoscitivo (autoimagen) referido como la representación o percepción mental que el sujeto tiene de sí mismo; un componente afectivo (autoestima) referido como la evaluación que efectúa el sujeto de sí mismo y un componente comportamental (motivación) que hace referencia a la importancia de la motivación en la autorregulación de conducta. 13 El tercer componente estará determinado por la autoimagen y la autoestima, en el entendido que si son positivas se producirá un bienestar subjetivo (Reyes-Lagunes, 1993) necesario para asumir una posición frente a los retos y expectativas de la vida. De ahí la importancia de abordar el autoconcepto para la comprensión del propio comportamiento, pues es un elemento que afecta la autoevaluación que de sí mismo hace el individuo así como de la calidad de las relaciones que él establece con los demás. También se reviste de importancia la interacción familiar, pues genera auto observación, auto evaluación y supone el conocimiento claro y preciso de las capacidades, intereses, actitudes, objetivos, normas y valores propios, es decir, saber quien se es y estar a gusto con ello, el conocer lo que se quiere y luchar por obtenerlo dentro de las reglas que dictan los propios valores. La subjetividad colectiva que otorga la familia da lugar a un conjunto de creencias y valores organizados sobre sí mismo. Por lo que el auto concepto resulta de la combinación de la historia personal, los roles impuestos (soy hombre, soy hija, soy padre, soy macho), los intereses y actividades, los aspectos existenciales (soy una persona única, soy valioso), la autodeterminación, las creencias y valores interiorizados, la diferencia social (soy de clase media, soy heterosexual); sumado al reconocimiento como miembro de una cultura, por seguir las reglas, por pertenecer a ese grupo y compartir religión, tradiciones, valores, etc. Al pensarse a sí mismo como perteneciente a un grupo y a un lugar, su entorno lo define ante otros y se convierte en parte integral del reconocimiento que hace de sí mismo. Así, la parte interna de la identidad (autoconcepto) y la parte externa (objetualidad) son construidas a partir de las interacciones sociales y el lenguaje como proceso simbólico y subjetivo en la interpretación de dichas interacciones a lo largo de la vida del sujeto pero con un mayor impacto en los primeros años de existencia en el núcleo familiar. 1.3.1.2 Socialización y familia. Todas las condiciones que el hombre ha construido a lo largo de su historia para regular su existencia colectiva e individual es lo conocido como cultura, ésta es aprendida por las nuevas generaciones a través del proceso de socialización. A través de éste, las personas adultas enseñan a los infantes las reglas para la convivencia y sobrevivencia en sociedad; así como también posibilitan la adquisición y desarrollo de una conciencia personal (autoconocimiento, autonomía y autocontrol), una participación social (capacidad de establecer relaciones con los demás basadas en el respeto, la tolerancia, honradez, etc.) y una interiorización de las normas, valores y actividades propias de la cultura en la que están inmersos (Martínez, Sanz y Cosgaya, 2005). Cabe mencionar que los valores transmitidos en la socialización son principios ideológicos y morales presentados en forma de normas, reglas, creencias, criterios de juicio por los que se guía una sociedad y otorgan sentido, finalidad y concepción de lo deseable (Gómez, 2008). Como conjunto de significados, interpretaciones y premisas, los valores inciden en la forma de actuar del sujeto, en sus expectativas, en sus objetivos y aspiraciones. Al asignar valor a las experiencias cotidianas se obtiene conocimiento sobre qué acciones, emociones o pensamientos son buenos, malos, agradables, desagradables, aceptables o intolerables, etc., es decir, se crean espacios de reflexión que guían el comportamiento. Así, aunque las experiencias se vivan de forma interna y subjetiva, la cultura a través de los valores determina cuándo y cómo se deben experimentar. Los comportamientos, pensamientos y emociones son 14 evaluados por el propio sujeto y por los demás para ser corregidos o fomentados a propósito de los valores de cada cultura. Ejemplo de ello son los valores que transmiten las instituciones sociales como la religión que determina lo bueno y lo malo en la conducta de las personas; el fomento de la nacionalidad a través del culto a los símbolos patrios en las escuelas; los valores que fomentan los medios masivos de información como el compartir en familia, rendir culto a la virilidad del hombre mexicano, venerar a la madre amorosa y abnegada (día de las madres), pertenecer a un equipo de trabajo o partido político („ponte la camiseta‟), etc. Especialmente en la convivencia familiar, la socialización de valores contribuye al sentido de pertenencia, seguridad e identidad ya que se propician el desarrollo de la capacidad del individuo para integrar la percepción que tiene de sí mismo, del mundo y de sus actos, en un proceso que, como refiere Erickson (1993) conlleva un sentido de rectitud, satisfacción y comodidad de lo que se hace y acerca de quien se es de acuerdo a ciertos valores. Lo cual proporciona la posibilidad de incorporarse a la sociedad con conocimiento de sus habilidades y capacidades para satisfacer necesidades, aspiraciones, ideas e intereses y así decidir e intervenir activamente para el beneficio propio y común (Valdés, 2007). La socialización inicia en la familia. Por algunos autores es considerada como la unidad básica de la sociedad y la primera institución de educación formal del infante cuya principal finalidad es propiciar el crecimientos de los hijos, cubrir adecuadamente sus necesidades, enseñar las formas de reaccionar ante los distintos sucesos de la vida, a entablar relaciones con los demás e implementar una serie de elementos que permitan su incorporación a la sociedad en calidad de sujetos autoidentificados como autónomos, independientes y diferenciados de los padres (Arranz, 1989; Myers, 2000; Corsi, 2003; Valdés, 2007 y Vega, Díaz- González y Gutiérrez, 2008). Así, la familia es la representación del núcleo primario convivencial compuesto por madre, padre e hijos con límites de parentesco y consanguineidad muy bien delimitados. Sin embargo al ser una elaboración social construida históricamente, la familia no fue siempre así. De acuerdo con Engels (1986), en la antigüedad existían colectivos llamados tribus o clanes que en sus estadios primitivos predominaba el comercio sexual promiscuo denominado por Bachofen citado en Engels (1986) como matrimonios por grupos y en donde los lazos de parentesco y consanguineidad estaban determinados por intereses político- económicos para conservar la identidad de la tribu o clan. Al evolucionar la historia, la familia se ha convertido en la institución formadora por excelencia de individuos socializados, es la institución ideológica encargada de transmitir las normas y valores culturales a las nuevas generaciones y como tal, genera en el sujeto visiones y juicios de sí mismo y sobre los demás que le rodean que le servirán para construir su identidad. Los valores y normas, elementos subjetivos y abstractos, productosde la subjetividad social, se concretizan en los hechos en la interacción familiar e inciden en la subjetividad individual. Cabe mencionar que a partir de la década de los 60‟s la estructura familiar nuclear (padre, madre, hijos) se ha ido modificando dado el aumento de divorcios, la formación de familias mono parentales, aumento de parejas sin hijos, etc., al mismo tiempo que ha cedido gradualmente su función a los medios de información masiva, especialmente a la televisión que funge, cada vez con más fuerza, como transmisora de valores, ideales, modelos de comportamiento y pensamiento (Gómez, 2008). De ahí que una de las maneras en que la familia, y de cierta manera también la televisión, determina una identidad al individuo es a través de la transmisión de 15 reglas y prescripciones para los papeles que se actúan en diferentes ámbitos de la vida pero especialmente en el familiar. Se comienza a construir la identidad cuando el sujeto asume los distintos papeles que debe desempeñar en la convivencia familiar cotidiana otorgados por los encargados de socializar a propósito de los rasgos distintivos del infante, determinados por los mismos, de manera que le permitan diferenciarse de los demás y la primera diferenciación que viven los seres humanos es la sexual. A partir de esa diferenciación anatómico/biológica, los valores y reglas de interacción son específicos para cada sexo. Cabe mencionar que en México la construcción una identidad se ve determinada por algunos hechos históricos culturales importantes que se concretizan en la familia. Por un lado, está la marcada transición de las políticas de un Estado de Bienestar iniciada por el gobierno mexicano en la década de los 80‟s hacia un marco de políticas de Estado de corte neoliberal, de libre mercado, que con el paso del tiempo ha traído graves consecuencias en las personas. Dichas políticas consideran a los individuos como seres de producción y consumo, como usuarios y proveedores o como mano de obra barata y no como actores sociales con aspiraciones concretas como seres humanos. Esto genera una creciente exclusión y marginalización de ciertos grupos de la población con respecto a los supuestos beneficios del crecimiento económico que prometen dichas políticas, además de un control (a través de la familia y los medios masivos de información) sobre las personas en cuanto a las habilidades que deben desarrollar en cuanto a pensamientos, emociones, estilos de vida, necesidades, etc. (De los Ríos, 1995; Carbajal 2007). Por otro lado el machismo predominante en la cultura mexicana, que aunque ha evolucionado en las últimas cuatro décadas hacia un machismo menos autoritario, ha influido de manera importante en la construcción de la identidad de hombres y mujeres mexicanos. La evolución del machismo hacia maneras menos autoritarias y dominantes y el desarrollo del feminismo que impulsa la individuación de la mujer, ha generado una visión tradicional que otorga a ambos géneros reglas para la obtención de poder; los mandatos sociales impuestos al varón son aquellos relacionados al poder, mientras que para la mujer son aquellos relacionados al amor a través de los cuales obtiene poder (Díaz-Guerrero, 2008). Bajo estas condiciones, ambos géneros construyen una subjetividad encaminada hacia el poder o hacia el amor que los limita en su capacidad de decisión para la satisfacción de sus propias necesidades y en muchas ocasiones cuando llegan a la convivencia en pareja se encuentra determinada una relación de poder que lleva a la confusión entre las expresiones de amor y poder afectando de una manera importante la satisfacción conyugal y la convivencia propia de un progreso individual y social. Dentro de la psicología social, ha sido la perspectiva de género quien ha retomado el análisis de la construcción de una identidad individual utilizando la teoría de género para fundamentar el hecho de que mujeres y hombres se han visto forzados a aceptar un patrón de vida social impuesto culturalmente a través de la socialización. 1.3.2 La perspectiva de género. La perspectiva de género fue implantada inicialmente por el feminismo y ha sido un paradigma transformador tanto del pensamiento como de los comportamientos sociales y políticos del siglo XX, pues ha otorgado una visión científica, crítica y explicativa con respecto a la organización genérica de la sociedad, analizando y comprendiendo las características que definen a las seres humanos en tanto hombre o mujer de manera específica, así como sus semejanzas y diferencias, sus 16 posibilidades vitales, el sentido de sus vidas, sus expectativas, sus oportunidades y sus complejas relaciones entre ambos (Lagarde, 1996). A pesar de que las mujeres de México ante su incorporación al mercado de trabajo iniciada en los años 40‟s, su integración a espacios como la política a través del derecho a votar y ser elegidas para cargos públicos, su inserción a la educación que permitió elevar su nivel de escolaridad durante la década de los 50‟s, ya habían adquirido una visión crítica ante la doble jornada de trabajo (dentro y fuera del hogar), la ausencia femenina en los puestos de mando o dirección y la notable presencia en el sector servicios de mujeres con baja escolaridad, el feminismo como movimiento social inició hasta la década de los 70‟s a partir de un despertar social que abanderaba un no a la subordinación y un sí a la emancipación derivado de los movimientos sociales de los 60‟s en contra de un gobierno autoritario/represor (Luis Echeverría) y sus efectos (en especial el movimiento y matanza del 68). Este movimiento logró la toma de conciencia en las mujeres acerca de la subordinación, sometimiento y marginación que vivían por el simple hecho de ser mujer y por las redes sociales de poder derivadas del machismo mexicano que había imperado fuertemente hasta los inicios de esa década y que otorgaba al hombre superioridad en cuanto a valor, fuerza o cualquier otra condición humana y a la mujer como un ser útil por sus tareas en la familia, la reproducción y la moral y como un ser que necesariamente debía estar bajo el dominio y la protección del hombre (Serret, 2000; Ochoa, 2000). El feminismo mexicano tuvo su evolución pasando por pequeños grupos de mujeres de clase media, universitarias, profesionistas o militantes de partidos político que al compartir sus experiencias descubrieron que los problemas considerados privados e individuales en realidad eran compartidos por muchas mujeres; por grupos de mujeres instigadas por el feminismo norteamericano que impulsaba demandas de liberación sexual y de conocimiento-control del propio cuerpo, que reivindicaban la asociación del auto conocimiento con la propia capacidad de goce, que cuestionaban la sexualidad tradicional y la exclusión de la homosexualidad y que demandaban la despenalización del aborto; por grupos asistencialistas con forma de asociación civil que combatían la violencia contra la mujer, en especial la agresión sexual, que permitían a través de su financiamiento, la popularización de organismos internacionales preocupados por fomentar el desarrollo en zonas marginadas en las áreas del cooperativismo, la salud y la educación; hasta grupos retroalimentados en instituciones de educación superior que otorgaban investigación teórica sobre la existencia de una equivalencia humano-masculino que asumía la forma de una lógica binaria, jerárquica y tributaría, que instituía a uno de los sexos, el masculino, como modelo positivo del comportamiento humano y desde este modelo configuraba al otro sexo en términos de negatividad. Con todo esto, las mujeres lograron colocar el término de género en el lenguaje gubernamental y cotidiano para llegar a nuevas formas de democracia y crear centros de investigación y docencia en las universidades (Bedolla, Bustos, Flores y García, 2000ª; Carbajal, 2007). 1.3.2.1 Supuestos básicos y objetivos.La perspectiva de género presenta la necesidad de revisar los fundamentos de la civilización, la modernidad y sus dispositivos, en el centro de dicho análisis la categoría género guía hacia una crítica general a la modernidad capitalista, a la razón, la ciencia, el progreso, la familia, el individuo, el amor, la intimidad, etc., partiendo de los siguientes supuestos: La relación entre capitalismo y patriarcado ha generado una concepción androcéntrica de la humanidad que ha producido y reproducido una 17 dominación por parte de los hombres y una opresión de las mujeres, ambas obstaculizan la construcción de una humanidad diversa y democrática con seres humanos diferentes a lo que hasta hoy han sido: seres limitados en sus capacidades y habilidades, discriminados por sus diferencias sexuales y genéricas. El papel de la familia como reproductora de la ideología dominante y el papel de la madre en la educación de sus hijos. La necesidad de desmitificar la maternidad para darle a la mujer maneras diferentes de ser y de llevar a cabo proyectos personales; además de revisar el tema de la maternidad que debería ser voluntaria, gozosa, compartida y con apoyo social. La importancia del trabajo doméstico en la economía capitalista y su trascendencia en la opresión de la mujer. La situación de la mujer en México con relación a las clases sociales y a la prostitución. La mujer en los medios masivos de información, específicamente la televisión que promueve la violencia sexual y doméstica contra las mujeres al mostrar una imagen de mujer-objeto sexual en la publicidad. Así como la emergente figura masculina preocupada por aspectos que anteriormente eran propios de la mujer como el arreglo personal (Gutiérrez, 2002; Nínive, Millán, Pech, 2007; Carbajal, 2007; Gómez, 2008). En general la perspectiva de género ha desarrollado una teoría emancipadora y reflexiva que ayuda a mujeres y varones para superar sus vidas permeadas de explotación, opresión, violencia, etc. En dicha teoría, el género es la constitución simbólica e interpretación socio-histórica de las diferencias anatómicas entre los sexos y es un factor importante en la explicación científica de cómo hombres y mujeres construyen su identidad individual y cómo a partir de ésta se da la convivencia en pareja. Por lo que sus objetivos primordiales son: Investigar la manera en que la organización patriarcal del mundo y sus correlativas condiciones femenina y masculina facilitan o impiden a las mujeres y los hombres la satisfacción de sus necesidades vitales, la realización de sus aspiraciones y el sentido de la vida. Indagar sobre el desarrollo y el avance de los hombres respecto a las mujeres y viceversa. Revisar la posibilidad de que las relaciones entre géneros marcadas por el dominio y la opresión, de que las formas de ser mujer y ser hombre promuevan el desarrollo social, la realización de los derechos humanos y el mejoramiento de la calidad de vida. Deconstruir el orden del discurso dominante para proponer un lenguaje alternativo al que ordena binaria y jerárquicamente al género con las subordinaciones que ello implica, a la vez que contribuir a la construcción subjetiva y social a partir de la re significación de la historia, la sociedad, la cultura y la política. Contabilizar los recursos y la capacidad de acción con que cuentan mujeres y hombres para enfrentar las dificultades de la vida y la realización de sus propósitos (Lagarde, 1996; García, 2004). A través del análisis del género, esta perspectiva explica cómo la socialización propia para cada individuo según su sexo biológico determina la construcción de una identidad en tanto hombre o mujer con valores, reglas y normas específicos para cada uno; analiza los aspectos nocivos, destructivos, opresivos y enajenantes que 18 se producen por esta organización social. De ahí que Serret (2001) considere al ser humano como un sujeto diferenciado por una identidad construida socialmente a partir del proceso de subjetividad, en donde el género juega un papel muy importante. 1.3.2.2 El género en la identidad individual. El género es un conjunto de roles y estereotipos considerados como juicios de valor inmutables que indican lo que se aprueba y se prohíbe a cada individuo según su sexo y todos los aspectos psicológicos y culturales que se le asignan a cada sexo de acuerdo a variables espacio-temporales de cada sociedad que simbolizan lo femenino y lo masculino (Nogues, 1998; Barrios, 2003; García, 2004 y Castro, 2004). Para Díaz-Loving y Sánchez-Aragón (2002), citados en Pozos (2007: 29), el género es “…una construcción social en términos de papeles sociales, y una elaboración psicológica de lo que es masculino y femenino…. de lo que esperamos que es bueno o malo, normativo, ideal o típico, para hombres y mujeres…”, refiriéndose así a todos los aspectos psicológicos y culturales que conforman la masculinidad y la feminidad, adquiridos en el proceso de socialización otorgado en el grupo familiar, en las instituciones educativas, por la influencia de los medios masivos de información, las costumbres y tradiciones, etc. En donde el aspecto psicológico se condensa en las actitudes, los valores y comportamientos asignados por la sociedad a toda persona de acuerdo a su sexo que se aprenden mediante un procesamiento cognitivo y emocional de las experiencias y teniendo el modelado como fuente principal de información. Por su parte, el aspecto sociocultural se refiere a los roles o tareas diferenciales que cada cultura o grupo humano prescribe y asigna a cada ser humano según su sexo, otorgándole diferente valor a cada uno; la socialización diferencial de estos roles tienen repercusiones en áreas de la vida como: vestimenta y arreglo personal, forma de caminar y hablar, rituales de cortejo y noviazgo, juegos y juguetes, oportunidades laborales, deportes, actividades domésticas, modos de ejercer el erotismo, papeles asignados en el vínculo de pareja, etc. Desde recién nacido, de acuerdo con Lamas y Saal (1991), el individuo es sumergido en un mundo adulto, que no solo le impone un camino a seguir, sino además le muestra una oposición de lo femenino contra lo masculino propuesta en forma múltiple y variada, además de una gama de papeles sociales, de actividades y hábitos, de apariencias físicas, de vestimentas, pero sobre todo variedad en su nominación diferencial dada por el lenguaje. Tempranamente el niño(a) percibe una forma lingüística distintiva para hombres y mujeres: „la mamá‟, „el papá‟, la cual es el ingrediente esencial para identificar el mundo diferente de lo masculino y femenino construyéndose así el género; dicha percepción se lleva a cabo antes del descubrimiento de la diferencia anatómica, quedando discriminado y delimitado el Yo porque el niño(a) aprende que es igual al papá o a la mamá. De ahí que Gutiérrez (2002) considere al género como un producto de las construcciones semánticas que cobran materialidad a través del imaginario simbólico de una sociedad. Es obvio que el género no es un hecho natural sino una construcción social que clasifica a la especie humana en hombres y mujeres basándose en las diferencias anatómicas sexuales, e implica la experiencia de vida del propio individuo sujeto a su sociedad, a su cultura: tradiciones religiosas-filosóficas de su grupo familiar y de su generación, idioma, nación y momentos históricos en que se desarrolla su vida. La cultura asigna los roles o patrones a seguir, creándose la mayoría de las veces, una relación psicológica en el individuo entre su sexo biológico, lo que la cultura le dicta hacer y su psique. Tal relación le otorga satisfacción permitiéndole la 19 construcción de lo masculino o lo femenino como una norma perdurable en el desarrollo personal. Así, en el transcurso de la vida del individuo el género está presente: cada persona reconoce a otra por medio dela mirada de su cuerpo, de su vestimenta y de escuchar su voz, así constata que es un hombre o una mujer; además lo corrobora con las acciones, los comportamientos, las actitudes, las maneras de actuar, de relacionarse y por lo que puede o no hacer, decir y pensar. Por lo tanto, el género determina: Las actividades y las creaciones del sujeto. La intelectualidad y la afectividad, las concepciones, los valores, la subjetividad del sujeto. La identidad del sujeto, la percepción de sí, de su corporalidad, de sus acciones, de su sentido del Yo, sentido de pertenencia, de semejanza y de diferencia. Los bienes del sujeto: materiales y simbólicos, sus recursos vitales, su espacio y lugar en el mundo. El poder del sujeto: capacidad para vivir, para relación con otros, su posición jerárquica (prestigio y estatus). El sentido de la vida y los límites del sujeto (Lagarde, 1996). Por lo tanto, los roles sociales asignados a las personas y la subjetividad construida a partir de su sexo, permea todas las formas de organización humana y se concretizan en el ámbito individual, en ideas, sensaciones, percepciones, sentimientos, mitos, estereotipos, conductas y expectativas normativas diferenciadas para ambos géneros, así como las sanciones sociales respectivas si tales expectativas no son cumplidas. 1.3.2.3 La alienación en la identidad de género. Con el propósito de convivir con los demás y tener una mejor manera de enfrentar la vida, el hombre ha creado históricamente una gran diversidad de productos tanto materiales, ideológicos, institucionales, etc. (cultura). En un determinado mecanismo social y sometido a las leyes que rigen ese mecanismo, estos productos funcionan en ocasiones de una manera que no estaban en la intención del hombre, presentando una manera autónoma de funcionar ante las metas fijadas por su creador. Los productos se transforman así en un poder ajeno al hombre, que se enfrenta a la voluntad de éste, frustra sus planes y llega incluso a amenazar su existencia, sometiéndolo bajo su dominio. Este fenómeno hace que los sujetos dependan de aquello que han producido a lo largo de su historia cultural, los productos controlan a su propio creador y los efectos de tal fenómeno definido por Schaff (1975) como alienación, son eje central de muchos fenómenos psicosociales que afectan el bienestar integral del ser humano. Pues a partir de la alienación objetual se genera la alienación sujetual (Gómez, 2009), en donde el sujeto pierde el control de su propio sentir, pensar y por lo tanto del actuar para consigo mismo y para con los demás sujetos. Surge la indiferencia, el rechazo o el alejamiento de los sujetos ante las instituciones, la colectividad y/o ante sí mismos, como producto de la alienación. Uno de estos productos creados por el hombre es la familia que como institución social, cumple la función de formar y proteger a seres caracterizados por su desvalimiento al nacer (García y Musitu, 2000), lo cual la lleva a convertirse históricamente en una institución natural que legitima y enseña sus reglas y valores como verdades absolutas, que muestra el camino que „debe‟ tomar el sujeto (en 20 tanto hombre o mujer), el cual es considerado como único, inamovible, verdadero, correcto y necesario para su sobrevivencia. Entonces al considerarla natural y necesaria, la convivencia familiar (entre madre, padre e hijos) y lo que en ella se aprende adquiere el poder, control o dominio sobre la subjetividad del hombre. Así la familia y el género como productos elaborados por el ser humano se sustraen del control del hombre independientemente de lo que piense o sienta su creador. Es decir, a través de la socialización de género, la familia en particular y la sociedad en general, de acuerdo con Serret (2001), transforma la sexualidad biológica (las experiencias humanas atribuidas al sexo y definidas por la diferencia sexual y la significación que se hace de ella) en productos de actividad humana que se comercializan para satisfacer necesidades y proporcionar condiciones de vida predeterminada dando un camino específico a seguir para ser hombre o mujer. Por lo que es indiscutible para las personas el significado de ser hombre o ser mujer y el significado de las relaciones entre ellos, ya que cada quien a lo largo de su vida ha sabido qué y cómo hacer para ser leal al orden, asumirlo, recrearlo y defenderlo, ha aprendido que son las únicas formas de vida, aunque ello no le permita experimentar satisfacción, auto conocimiento, crecimiento, desarrollo y en general un bienestar integral (Gutiérrez, 2002). La identidad y subjetividad masculina y femenina predeterminada desde los primeros años de vida del individuo, a pesar de proporcionar rasgos que individualizan e identifican al sujeto, también tiene sus efectos en la construcción de un auto concepto limitado en cuanto a las verdaderas capacidades y habilidades del ser humano para la promoción de su satisfacción y desarrollo personal. Es decir, el género, a pesar de otorgar una identidad importante y perdurable, si se asume rígidamente como la única posibilidad de vida, aleja del sujeto las características individuales propiamente humanas, propiciando que anule su sentir, pensar, actuar y su capacidad de decisión, es decir, a deshumanizarse, a sentirse ajeno a su pensar e indiferente ante su sentir. Es obvio entonces el hecho de que la identidad de género influye en el bienestar integral en la medida en que el ser humano se encuentre alienado. Esto se traduce en una serie de creencias y valores sobre sí mismo que generan: un visión distorsionada sobre la auto eficacia ante las situaciones de la vida diaria que conlleva la incapacidad de actuar ante lo que le resulta indeseable pues el sujeto no posee poder y control sobre su vida; y/o tensión por las contradicciones subjetivas entre lo que siente, piensa o desea y lo que le exige la sociedad o por la incongruencia entre su conducta y los resultados de ella. De esa manera se propicia escasa percepción de bienestar integral. Se puede decir entonces que la alienación es la real causante de las diferencias y desigualdades entre hombres y mujeres, pues en la medida en que ambos sexos se encuentren alienados del género son seres que no poseen poder sobre sí mismos, pues están alienados de sí mismos. Pero además dentro de su alienación, el hombre percibe un sistema binario de oposición entre lo masculino y lo femenino que se internaliza durante el proceso de adquisición de la identidad a través de la socialización diferencial y que deriva en una jerarquía asimétrica que otorga diferente valor social a cada uno. Esto lleva a los sujetos (en el mejor de los casos si es que no se han convertido en seres autómatas, apáticos, desmotivados, etc.) a buscar el poder de una manera predeterminada socialmente para cada uno y utilizando características individuales creadas e impuestas por el género. Todo esto en la creencia de que un sexo tiene que ser mejor que el otro, que tener poder implica estar a la altura del otro, que tener poder equivale a tener los mismos derechos, roles, o posibilidades de vida que el 21 otro, etc. Por ejemplo, la mujer pretende obtener poder a través de fortalecer su debilidad para obtener igualdad delante del hombre, mientras que éste establece relaciones de dominio que lo fortalecen reforzando su agresión, su poder adquisitivo y su dominación del mundo. Así, en su búsqueda de poder y control sobre su medio solo refuerzan sus condiciones de género, de tal manera que generan entre ellos relaciones de subordinación/dominación (Lozoya, 1999). Lo mejor sería entonces, de acuerdo a los objetivos de la perspectiva de género, colocar el poder en sí mismo, no tomando como punto de referencia al otro, sino para apropiarse de la propia vida, del propio Yo y de la propia actividad; lo cual implicaría estar a gusto con lo que se es, con lo que se siente y
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