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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN PSICOLOGÍA Psicología y Salud HABILIDADES DE COMUNICACIÓN EN ENFERMERAS Y SU EFECTO EN EL CUIDADO PROFESIONAL HUMANÍSTICO. TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: DOCTORA EN PSICOLOGÍA PRESENTA: MARÍA CRISTINA MÜGGENBURG Y RODRÍGUEZ VIGIL TUTOR PRINCIPAL Dra. Angélica Riveros Rosas. Facultad de Contaduría y Administración UNAM MIEMBROS DEL COMITÉ TUTOR Dra. Judith Marina Ménez Díaz. Facultad de Psicología UNAM Dra. Rebeca Robles García. Programa de Maestría y Doctorado en Psicología Dr. Samuel Jurado Cárdenas. Facultad de Psicología UNAM Dr. Francisco Juárez García. Programa de Maestría y Doctorado en Psicología. México, D.F. Mayo 2015. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. ÍNDICE Resumen Introducción………………………………………………......................................1 Capítulo 1 Práctica profesional en enfermería y su relación terapéutica en la interacción enfermera-paciente………………………………………….................5 Capítulo 2 Calidad y satisfacción derivada del cuidado…………………............18 Capítulo 3 Entrenamiento en habilidades para la comunicación enfermera paciente………………………………………………………………....................25 Planteamiento del Problema....................................................................................36 Objetivos…………………………………………………………………………..37 Fase I………………………………………………………………………………38 Método Resultados Discusión Fase II……………………………………………………………………………...49 Método Resultados Discusión Conclusiones.............................................................................................................90 Referencias………………...………………………………………………….........91 Apéndices RESUMEN. Introducción. La relación interpersonal que ejercen las enfermeras con el paciente en su práctica profesional es fundamental para propiciar la calidad de la atención de la salud, así como la capacidad de fomentar el desarrollo de habilidades para la comunicación en programas de actualización sustentan la propuesta de esta tesis: Valorar el efecto del entrenamiento en habilidades para la comunicación verbal y no verbal aplicado a las enfermeras, sobre el paciente que recibe su cuidado y sobre las mismas enfermeras. Método. Se realizó en dos fases, la primera para el diseño y validación de un instrumento que evalúa relación interpersonal enfermera-paciente, en la segunda se realizó un entrenamiento en 14 enfermeras sobre habilidades de comunicación verbales y no verbales, involucradas en la comprensión empática y respeto a los pacientes. Antes y después de esta intervención, se evaluaron dos grupos de 30 pacientes y de las enfermeras respecto a la forma de comunicación. Resultados. El puntaje alcanzado en la percepción de los pacientes antes y después del entrenamiento mejoró en los comportamientos: “me apapacha para animarme y “me platica cuando me toma la presión” (p<.05). La autoevaluación de las enfermeras mostró mejoría en el puntaje total en los comportamientos. “los apapacho para animarlos” y “uso palabras para motivarlos” (p<.05), “le platico cuando le tomo la presión” (p= .06). Conclusiones. Se observa similitud entre los comportamientos que presentaron cambios significativos observados por los pacientes y autoevaluados por las enfermeras. Experiencias similares informadas por otros investigadores sustentan el beneficio pueden conseguir los entrenamientos en habilidades de comunicación. ABSTRACT Introduction: The personal interaction between nurses and patients in their professional practice is essential to enhance the quality of health care, as well as the capacity to promote the development of skills that can improve the communication achieved in updated programs that support this theory: To value the effect on the training of verbal and non- verbal communication abilities applied to patient’s care and on the nurses themselves. Method: The procedure was performed in two phases. Firstly, through the design and validation of an instrument that was able to assess the interpersonal relationship between the nurse and the patient. Secondly, 14 nurses took a training workshop on verbal and non- verbal communication skills. All nurses were involved in empathic understanding and respect for patients. Before and after this procedure, two groups of 30 patients were assessed with the nurses' supervision who applied their communication skills. Outcome: The score achieved on the patients’ perception before and after the procedure improved on the behavior observed: “The nurses pampered me and cheered me up” and “Nurses talk to me when they take my blood pressure” (p<.05). Self-assessment by nurses showed improvement on the total score of the patients’ behavior: “I pamper my patients to cheer them up” and “I use comforting language to increase the patients’ motivation” (p<.05) “I talk to them when I take their blood pressure” (p=.06) Conclusions: Similar behaviors between patients and nurses were observed by the nurses as well as meaningful changes. Also, similar experiences were noticed by other researchers that support the benefit of the outcome achieved by the nurses. The outcome obtained support the benefits on the communication skills that nurses were trained for. 1 INTRODUCCIÓN. La enfermería es una profesión de carácter científico y humanístico, se apoya en ciencias biológicas y del comportamiento, orientada a la promoción, prevención, curación y rehabilitación del individuo en el campo de salud, estas características se comparten con las de otras profesiones de la salud, sin embargo, en ella recae el cuidado directo relacionado con el estado de salud y con el apoyo para la satisfacción de las necesidades básicas de origen biológico, mismos que van acompañados de la interacción personal continua; en las últimas décadas se ha hecho énfasis en el objeto de estudio de la disciplina de la Enfermería (Raile & Marriner, 2011), es decir, el cuidado para la salud de la persona sana o enferma, en su dimensión integral. El cuidado es de naturaleza universal, sin embargo, en el caso de la Enfermería se han establecido diversos niveles, de acuerdo con la clasificación establecida por Leininger (como se citó en Medina, 1999) son tres principales: cuidado genérico profesional de orden asistencial, esencialmente dirigido al apoyo y resolución de necesidades básicas de tipo biológico como comer, dormir, eliminar; cuidado profesional técnico que implica acciones fundamentadas en conocimientos científicos y en habilidades prácticas, con el fin de propiciar condiciones de salud a través del diagnóstico, tratamiento y rehabilitación; y cuidado profesional enfermero o cuidado humanístico, dirigido a la oferta de servicios personalizados para mantener y desarrollar la salud y el bienestar de las personas, este nivel de cuidado implica a la comunicación o interacción enfermera-paciente. Este último es propio de la enfermería, lo realiza en forma independiente, no requiere de la indicación del médico, por lo que se constituye como elemento fundamentalde la identidad profesional de la enfermera, mientras que los otros dos niveles del cuidado, asistencial y técnico, generan relaciones dependientes y/o interdependientes que se dan en el ámbito del equipo de trabajo de la salud; la comunicación o interacción enfermera- paciente se convierte en el eje de los cuidados, en el sentido de que es a la vez el medio de conocer al enfermo y de comprenderlo, es fuente de información para distinguir la necesidad de cuidados no técnicos, evaluando la ayuda que se debe aportar y a la vez 2 contribuye a individualizar los cuidados técnicos y a facilitar su comprensión e incluso su aceptación (Colliere, 1993). Jean Watson (1985) define al núcleo de la enfermería como la relación enfermera paciente, considerando que ésta en sí misma produce un resultado terapéutico, más que sus elementos periféricos relacionados con los procedimientos, tareas y técnicas que usualmente practican las enfermeras; el sistema conceptual de Watson induce a la reflexión mediante un mayor acento en las técnicas de comunicación y en el empleo del desarrollo total de la persona. La formación de las enfermeras implica el acopio de conocimientos y el desarrollo de habilidades prácticas. Las ciencias biológicas, sociales, psicológicas y antropológicas proporcionan herramientas para desarrollar la capacidad de comunicación e interacción, pero en ocasiones se observa que la enfermera no ha desarrollado la capacidad de comunicación o la ha desarrollado en forma deficiente, por lo que será necesario reforzarla con programas de actualización (Colliere, 1993; Escurero, 2003; González, 2007). La formación de las enfermeras es una estrategia para mejorar la calidad del cuidado (Labeau, 2008); y aún cuando todos los responsables de la salud de la población tienen un compromiso de las acciones destinadas a mejorar la calidad, las enfermeras que laboran en las instituciones hospitalarias permanecen al lado del paciente las 24 horas, ocupándose de las dos dimensiones que Donabedian (1988) propone como esenciales para la calidad de la atención a la salud: la técnica y la interpersonal. Ambas son consideradas por los pacientes que reciben la atención de la enfermera en los mecanismos de evaluación de la calidad del servicio como la satisfacción. La satisfacción del paciente es uno de los indicadores de la calidad, se mide en lo general en todas las profesiones de la salud y en lo particular en los cuidados de enfermería (Flores-Rivera, 2002; McGilton, Irwin-Robinson, Bostard, & Spanjevic, 2006; Ramírez, Nájera & Nigenda, 1998; Thomas, McColl, Priest, Bond, & Boys, 1996). El lugar que ocupa la comunicación en el ejercicio profesional de la enfermera y la importancia que ésta representa para la dimensión interpersonal de la calidad de la atención en salud, así como la posibilidad de desarrollar las habilidades de comunicación en programas de actualización, sustentó la propuesta de un proyecto que se aboca al estudio de las relaciones interpersonales enfermera-paciente y su efecto en el cuidado profesional. 3 Las razones mencionadas anteriormente motivaron al análisis de revisiones sistemáticas y publicaciones relacionadas con la interacción o comunicación enfermera-paciente, el entrenamiento en técnicas de comunicación y la efectividad de estos programas, lo que permitió reconocer aportaciones como la exploración de actitudes y comportamientos observados principalmente con metodologías de tipo cualitativo (Beltrán-Salazar, 2008, 2009; Leewen, Tiesinga, Post & Jochemsen, 2006; McCabe, 2004; Mok & Chiu, 2004; Williams & Irurita, 2004; Wysong & Diver, 2009); con instrumentos validados y confiables (Chan, Lou, Arthur, Cao, Wu, Li et al., 2008; Cossette, Pepin Coté & Courval, 2008; Duffy, Hoskins & Furst-Seifert, 2007; McGilton et al., 2006; Pytel, Fielden, Meyer & Albert, 2009; Thomas et al., 1996; Wyatt, 2007); a través de la descripción de programas y estrategias educativas afines al tema (Chant, Jenkinson, Randle, Russell & Webb, 2002; Charlton, Dearing, Berry & Johnson, 2008; Marín-Sánchez & León-Rubio, 2001; Mullan & Khote, 2010; Nikendei, Kraus, Schrauth, Sipfel, Herzog & Junger, 2007). Otros estudios destacan por la búsqueda de factores que afectan la comunicación efectiva (Bengoechea, 2001; Finke, Light & Kitko, 2008; Tay & Hegney, 2011); por la forma de percepción de los pacientes acerca de su cuidado (Torres-Contreras, 2010; Williams & Kristianson, 2009); y por la evaluación del efecto de los entrenamientos sobre técnicas de comunicación (Bowles, Mackintosh & Torn, 2001; De los Ríos & Sánchez- Sosa, 2002; Langewitz, Heydrich, Nübling, Szirt, Weber & Grossman, 2010). El reconocimiento y la intervención sobre la comunicación enfermera-paciente puede tener efecto benéfico para la percepción de la calidad de atención recibida (McGilton et al., 2006; Thomas et al., 1996), sobre indicadores fisiológicos (De los Ríos & Sánchez-Sosa, 2002; Ranmal, Prictor & Scott, 2008) y sobre indicadores hospitalarios como la reducción de los días de estancia (De los Ríos & Sánchez-Sosa, 2002). Los estudios revisados también muestran carencias y limitaciones, cuya identificación puede impulsar al desarrollo de nuevos estudios que complementen y sustenten resultados favorables, y ofrezcan alternativas nuevas. Entre estas limitaciones se mencionan las siguientes: pocos estudios con enfoque cuantitativo abordan la opinión y percepción de los pacientes (Chant et al., 2002; Kruijver, Kerkstra, Francke, Bensing & Wiel, 2000), lo que si bien permite la identificación de elementos relevantes, imposibilita estudios amplios y generalizables. 4 Algunos estudios se enfocan exclusivamente a las técnicas empleadas para el entrenamiento (Chant et al., 2002) o las desarrollan en grupos de estudiantes (Cossette, Coté, Pepin, Ricard & D’Aoust, 2006; Marín-Sánchez et al., 2001), o con pacientes simulados (Mullan et al., 2010), lo que no garantiza su impacto en el escenario real del trabajo cotidiano de la enfermera. Las intervenciones, diseños y selección de participantes referidas en la mayoría de los estudios presentan una gran variabilidad (Barth & Lanen, 2011; Ranmal et al., 2008) que limita el establecimiento de evidencias que marquen una política para los servicios de salud que en el afán de alcanzar altos niveles de calidad proponen estrategias de formación continua y diseño de indicadores que retroalimentan los programas de calidad en los servicios de salud. Hay publicaciones que muestran experiencias exitosas, éstas fueron únicas sin continuidad en el tema, ni seguimientos (De los Ríos & Sánchez-Sosa, 2002). Respecto al efecto de los entrenamientos sobre la ansiedad se advierten hallazgos a favor (Wilkinson, Perry, Blanchard & Linsell, 2008) y resultados inconsistentes (Merckaert, Libert & Razavi, 2005; Uitterhoeve, Bensing, Grol, Demulder & Achterberg, 2010). Pocos estudios exploran las similitudes entre la percepción que tienen las enfermeras y los pacientes de la interacción que ellos experimentan día con día (McGilton et al., 2006). En otros casos los resultados presentados son muy generales y las conclusiones establecidas carecen de sustento estadístico (Sánchez-Saldívar, Aguirre, Córdoba, Campos & Arboleya, 2009). Con base en los hallazgos encontrados en la literatura, considerando sus aportaciones y limitaciones, así como, la importancia de este tema para el crecimiento profesional en la enfermería, se elaboró un proyecto para analizar el efecto del entrenamiento de las enfermeras en habilidades para la comunicación en el cuidado profesional humanístico, atendiendo la percepción de los pacientes sobre el cuidado brindado por las enfermeras y su satisfacción por la atención recibida; así como el efecto en las participantes del entrenamiento a través desu autoevaluación. 5 CAPÍTULO 1 PRÁCTICA PROFESIONAL EN ENFERMERÍA Y SU RELACIÓN TERAPÉUTICA EN LA INTERACCIÓN ENFERMERA-PACIENTE. Conceptualización de Enfermería. La Enfermería ha sido definida como un conjunto de tareas y técnicas, como un servicio humano que implica compasión y apoyo, como una disciplina inmersa en el área de la salud y del comportamiento que tiene bajo su responsabilidad el cuidado habitual de las personas, desde el nacimiento hasta la muerte, implicando cuidados de la vida cotidiana, prácticas alimentarias y habilidades relacionadas con el cuerpo: aseos, masajes, cuidados estéticos, así como cuidados dirigidos a la recuperación de la salud del individuo con el desarrollo de intervenciones físicas e interpersonales para la asistencia de los pacientes con el fin de reducir las consecuencias adversas de la enfermedad (Colliere, 1993; Durán de Villalobos, 2001). La Enfermería se ha venido practicando como profesión desde hace más de un siglo, a mediados del siglo XIX, Florence Nightingale expresó que el conocimiento de la enfermería era intrínsecamente distinto del de la ciencia médica y afirmó que esta profesión se basaba en el conocimiento de las personas y su entorno (Nightingale, traducido en 1991). Sin embargo, fue hasta la década de 1950 cuando las enfermeras empezaron a plantearse la necesidad de desarrollar, articular y contrastar una teoría global en esta disciplina (Marriner & Raile, 2008). Fundamentación teórica de la Enfermería. Las principales representantes de la enfermería han sugerido que esta disciplina tenga una doctrina que oriente el ejercicio profesional, que se constituya con hechos conocidos, ordenados y coherentes que permitan explicar los hechos pasados, comprender sucesos actuales, predecir las situaciones futuras y tener la posibilidad de controlarlas, favoreciendo el mejoramiento del ejercicio de la enfermería (Raile & Marriner, 2011). Entre estos fundamentos se han desarrollado filosofías, modelos conceptuales y teorías; sin profundizar en la discusión de cada uno de estos términos, vale la pena resaltar los fundamentos teóricos de algunas expertas que orientan y a la vez nutren el desarrollo de la 6 investigación en enfermería, como Joyce Travelbee, Hidelgard Peplau, Virginia Henderson y Jean Watson, entre otras (Marriner & Raile, 2008). Travelbee (como se citó en Marriner & Raile, 2008) definió a la enfermería como un proceso interpersonal por el cual el profesional de enfermería ayuda a una persona, una familia o una comunidad a prevenir y afrontar la experiencia de la enfermedad y el sufrimiento. Peplau (1990) propone un modelo para las relaciones interpersonales basado en las ideas de la ciencia conductual con cuatro fases: orientación, identificación, explotación y resolución. Identifica habilidades para la escucha, habilidades para el lenguaje, habilidades para formular preguntas con adecuación y frecuencia oportuna. Henderson (1994) establece la necesidad de elaborar un plan de cuidados de enfermería orientado a la consecución de las necesidades básicas relacionadas con la fisiología: respiración, alimentación, eliminación, movimiento, sueño y reposo, ropa apropiada, temperatura, higiene corporal y protección de riesgos; necesidades de afecto: comunicación y creencias; y necesidades de autorrealización: trabajo, juego y aprendizaje. Watson (1985, 2009) define al núcleo de la enfermería como la relación enfermera- paciente, considerando que ésta en sí misma produce un resultado terapéutico, más que sus elementos periféricos relacionados con los procedimientos, tareas y técnicas que usualmente practican las enfermeras. El sistema conceptual de Watson induce a la reflexión mediante un mayor acento en las técnicas de la comunicación y en el empleo del desarrollo transpersonal (Marriner & Raile, 2008). El enfoque de las enfermeras mencionadas es compartido, por lo menos parcialmente, con la fundamentación teórica de la mayoría de las estudiosas de la enfermería. La relación terapéutica en la interacción enfermera-paciente. La relación terapéutica puede ser considerada tanto un instrumento de la interacción como una de sus consecuencias, pues se basa en el fenómeno de comunicación e interacción. Aun cuando la información que se transmita no sea relevante, siempre se está informando algo a través del lenguaje verbal y no verbal, no es posible no comunicarse (Cormier & Cormier, 2000). La enfermera interactúa constantemente con el paciente, cuando imparte cuidados tanto asistenciales y técnicos, como personalizados. 7 Las actitudes y destrezas en la relación terapéutica desempeñadas por la enfermera son determinantes para el logro de una relación efectiva que garantice la elección del comportamiento idóneo, considerando las necesidades del paciente derivadas del padecimiento, sus competencias para el establecimiento de relaciones interpersonales, así como las técnicas específicas que aplica la enfermera y las situaciones ambientales que experimenta el paciente hospitalizado. La enfermera es el personal de salud en contacto con el paciente con mayor frecuencia, cuando está en ambiente extraño, con poco control, procedimientos dolorosos e incómodos, vulnerable y en riesgo potencial de daño (Beltrán- Salazar, 2009). Vale la pena mencionar que el estrés psicosocial se relaciona con el sistema biológico pudiendo afectar la salud, ya que la respuesta fisiológica del estrés conduce a una activación generalizada del organismo que implica liberación de hormonas que interfieren con algunos procesos de recuperación como el efecto de las catecolaminas, que se liberan ante el estrés sostenido, con desórdenes como hipertensión y deterioro del sistema inmune (Lundberg, 2005), o en la liberación de sustancias inflamatorias como las citoquinas (McEwen, 2008). Por otra parte, algunos autores también destacan el papel que juega la vulnerabilidad biológica previa del individuo (Nieto, Abad, Esteban & Tejerina, 2004), o el de las características de la personalidad que pueden predisponer a ciertos estados emocionales ante las situaciones que enfrenta. Las estrategias inadecuadas de afrontamiento (como las evitativas) favorecen la ansiedad y el estrés sostenidos (Stone, Cohen, Adler & Associates, 1979). Las situaciones de vida estresantes, como la hospitalización, pueden demandar grandes esfuerzos; el desarrollo de habilidades antes innecesarias, falta de privacidad o enfrentar situaciones extrañas que interactúan con las experiencias previas del paciente, sus creencias, su entorno social. En particular bajo condiciones de percepción de incapacidad para afrontar las situaciones generadoras de estrés, se producen reacciones o estados emocionales negativos, en el caso particular de estar hospitalizados, como los derivados de restricciones, dolor, modificación de rutinas o la percepción de peligro inminente, que generan tensión en las áreas de funcionamiento personal (Shumaker & Reisenztein, como se citó en Evans, 1984). Por lo que los estados de salud estarán mutuamente afectados por 8 factores personales, ambientales y sociales que interactúan constantemente (Stone et al., 1979). Se han sugerido algunas variables como causantes de enfermedades en virtud del estrés sostenido que generan: situaciones que involucran pérdida o eventos que producen pérdida de gratificadores importantes; acumulación de eventos de vida estresantes u ocurrencia de eventos que demandan ajustes y ocurrencia de eventos de vida que el individuo valora como estresantes (Stone et al., 1979). La relación entre los factores psicológicos y las condiciones de salud conllevan a la búsqueda de relaciones terapéuticas que disminuyan condiciones de riesgo en los pacientes. En el caso del personal de enfermería setrata de personal de salud con más oportunidades para confortar y atender los estresores de los pacientes hospitalizados a través de la relación terapéutica. Entre las características que favorecen la relación terapéutica de la enfermera, se pueden mencionar las siguientes: competencia intelectual, implica conocimiento global y adecuado de diversas áreas que repercuten en la toma de decisiones acertadas en beneficio del paciente, tanto de carácter técnico como personal. Las primeras impactan la atención de las condiciones de salud del paciente, pero también la tranquilidad del paciente al percibir estar al cuidado de personal competente en aspectos como su precisión para no requerir repeticiones de procedimientos o generar lesiones a través de éstos, identificar señales de recuperación o deterioro de la condición (Wysong & Diver, 2009). Entre las variables personales que impactan la relación terapéutica de la enfermera destacan la energía, emocional y física que propicia la seguridad del paciente; la flexibilidad, necesaria para adaptar actitudes y técnicas en cada caso; el apoyo, para propiciar esperanza, reducir ansiedad y proporcionar seguridad emocional; los buenos deseos, suponen intenciones positivas, fundamentadas en un comportamiento ético y responsable; el conocimiento de sí misma, refiere la habilidad de implicarse en una relación interpersonal efectiva, influida por los sentimientos y actitudes que se tienen con uno mismo, por ejemplo, cuando la enfermera no se estima o desconfía de sus habilidades puede transmitir este sentimiento al paciente (Cormier & Cormier, 2000). También existen condiciones facilitadoras de la relación como son: la empatía, el respeto y la genuinidad. 9 La empatía, se refiere a la capacidad de comprender (percibir) correctamente lo que experimenta la otra persona, ponerse auténticamente en el lugar del paciente y ver el mundo como él lo ve, no solo entender sus palabras, sino los sentimientos y emociones que hay detrás de éstas, valorar sus preocupaciones y sus problemas, implica capacidad para dejar de lado, en esos momentos, los valores propios para entrar en el mundo del paciente con tolerancia con el fin de entender sus necesidades y ofrecer la mejor forma de atención a sus demandas que aun cuando derivan de su padecimiento no se circunscriben a éste (Cormier & Cormier, 2000). La empatía se transmite mediante los mensajes verbales reflexivos y aditivos, mediante conducta no verbal y el uso de palabras que inciden sobre los sistemas afectivos del paciente. Entre los medios verbales de transmisión de empatía se citan: transmitir el deseo de comprender al paciente desde su mundo, tratar lo importante para él, darle respuestas afines a sus sentimientos; entre los medios no verbales se refieren: contacto directo con los ojos, posición corporal directa, brazos abiertos hacia el paciente y movimientos sincrónicos con él (Cibanal, Arce & Carballal, 2010; Cormier & Cormier, 2000). Con fines pedagógicos se pueden mencionar cuatro fases para el logro de la empatía en relaciones terapéuticas: fase de identificación, fase de repercusión (sobre el que ayuda), fase de incorporación o auto-observación de lo que tienen de común las historias de paciente y el terapeuta y fase de separación o restablecimiento de la distancia física, psicológica y afectiva (Bermejo & Carabias, 1998).La capacidad de mostrar una respuesta empática a las necesidades del paciente está cercanamente vinculada con el respeto. El respeto, implica aceptación positiva, manifestando disposición de tiempo y energía, valorando al paciente como persona única, con cualidades y recursos que pueden estar bloqueados por la enfermedad, por la educación o que no han sido estimulados para ser ejercidos. Requiere de una actitud no enjuiciadora y comprensiva. Entre las señales no verbales que coadyuvan se mencionan: tono de voz, escucha activa, contacto ocular, expresiones faciales, frases de elogio, gestos y contacto físico (Cibanal et al., 2010; Cormier & Cormier, 2000). Empatía y respeto, si bien se refieren a expresiones abiertas hacia el paciente, son influidas por aspectos personales como la intención del cuidado o genuinidad. 10 La genuinidad, implica la capacidad de ser sincero y honrado consigo mismo y la capacidad de ser honesto con el otro. Contribuye al establecimiento de una relación terapéutica efectiva reduciendo la distancia emocional entre la enfermera y el paciente. Se transmite mediante el uso apropiado de conductas no verbales como contacto ocular intermitente, sonrisa discreta y disposición corporal frontal flexible, todo esto acompañado de espontaneidad (Cibanal et al., 2010; Cormier & Cormier, 2000). Cabe destacar la cercanía comportamental de los aspectos de lenguaje no verbal descritos y su interacción. Así la comunicación o interacción enfermera-paciente es un elemento sutil y fundamental en el desempeño de la práctica profesional de la enfermera, específicamente Watson (1985, 2009) señala que ésta produce un efecto terapéutico. Los diez factores de la teoría del ejercicio profesional de Watson (como se citó en Marriner & Raile, 2008), permiten identificar que el cuarto factor se aboca específicamente a dicha relación señalando la necesidad de desarrollar una relación de ayuda-confianza que implica congruencia, empatía, afecto no posesivo y comunicación efectiva. Especifica cómo la congruencia supone una conducta real, honesta, genuina y auténtica sobre cada componente de la relación ayuda-confianza. La empatía remite a la capacidad de comprender las percepciones y sentimientos de la otra persona y comunicarle esta comprensión. El afecto no posesivo se muestra mediante un tono moderado de hablar, un gesto abierto y relajado y expresiones faciales congruentes con otras formas de comunicación. La comunicación efectiva comprende elementos cognitivos, afectivos y de respuesta conductual. Los supuestos derivados de la filosofía de Watson (1985), manifiestan que el cuidado (care o caring), solo puede demostrarse y practicarse con eficacia a través de las relaciones interpersonales, ya que el cuidado (care) genera más salud que la curación (cure) y el cuidado es el punto central que unifica a la enfermería, es la esencia de esta disciplina. Así los elementos que componen una relación terapéutica eficaz coinciden en la importancia de la comunicación y la expresión genuina y coherente de empatía y respeto en una atmósfera afectiva y relajada. 11 Hallazgos en la literatura sobre la interacción enfermera-paciente. Esta interacción ha sido analizada a través de revisiones sistemáticas como la de Bengoechea (2001), quien recogió los 20 estudios más significativos sobre la comunicación enfermera-paciente en áreas de cuidados críticos. La mayoría con enfoque de tipo cualitativo, teniendo como criterio el análisis de las características de la forma de comunicación empleada por la enfermera en su interacción con el paciente, dichos estudios fueron realizados entre 1980 y 1999. Entre los hallazgos destacan los siguientes: la enfermera emplea el lenguaje verbal técnico, establece contactos físicos breves y no planificados basados en el cuidado físico y tecnológico sin considerar las emociones y reacciones de los pacientes (Stovsky, Rudy & Dragonette, como se citó en Bengoechea, 2001). Se observaron pocas enfermeras facilitadoras de las relaciones, aunque esta situación se atenuó cuando las enfermeras eran expertas, mientras que las novatas se centraron en la tecnología buscando la seguridad del paciente (Salyer & Stuart, como se citó en Bengoechea, 2001). Las enfermeras refirieron estrés ante las necesidades emocionales del enfermo, miedo ante las situaciones críticas, así como carencia en habilidades para la comunicación, situaciónque las centraba en la aplicación de cuidados técnico profesionales (Wesson, como se citó en Bengoechea, 2001). También se identificaron obstáculos como: carga excesiva de trabajo y falta de habilidad en el manejo de las relaciones terapéuticas. En el caso de los estudios de tipo cualitativo, se concedió mayor énfasis a la observación del contacto visual, de las posturas relajadas y del tono de voz, que destacaron por su baja frecuencia (Beltrán-Salazar, 2009). Frich (2003) también llevó a cabo una revisión de la literatura que comprendió el periodo de 1993 a 2003 e identificó algunos resultados de las intervenciones de enfermería en adultos mayores con enfermedades crónicas cuyos padecimientos no estuvieran en etapas muy avanzadas. Entre los hallazgos destacan: las intervenciones mejoraron los resultados clínicos como discapacidad, presión arterial, glucosa en sangre y síntomas de depresión (Campbell, Redman, Moffitt & Sanson-Fisher, como se citó en Frich, 2003). Disminuyeron costos a partir de la reducción de días estancia o aumentaron algunos resultados del paciente como su satisfacción personal (Campbell et al., como se citó en Frich, 2003), el autoreporte de adherencia al tratamiento y la autoeficacia (Piette, Weinberger & McPhee, como se citó en Frich, 2003). 12 En contraparte algunos autores como Boehm, Schelenk, Raleigh y Ronis (como se citó en Frich, 2003), no encontraron diferencia en el mejoramiento de los resultados clínicos pero lo atribuyeron a que no se controlaron variables como edad, género y situación laboral, Kirkman y colaboradores (como se citó en Frich, 2003), hallaron poca mejoría en los autoreportes de los pacientes y poco efecto en la satisfacción con el cuidado de las enfermeras, explicando esto por la carencia de intervenciones multidisciplinarias. Entre las recomendaciones generales emitidas por el autor, se mencionó la necesidad de hacer más explícitas las intervenciones realizadas por el personal y estar atentos a los antecedentes educativos de las profesionales involucradas en éstas. Finke et al. (2008) hicieron una revisión de artículos desde 1990 hasta 2007, estableciendo como criterio de búsqueda la comunicación de enfermeras y pacientes con necesidades complejas de comunicación para identificar barreras y apoyos para la comunicación efectiva. Localizaron 23 artículos, de los cuales se eliminaron 11 porque no señalaron criterios de inclusión; el análisis de los 12 restantes correspondió a ocho publicaciones de tipo cualitativo, tres desarrollados con enfoque cuantitativo y uno mixto. Entre los hallazgos se encontró que la baja comunicación afecta la recuperación y consecuentemente a los días de estancia, además los pacientes reportaron frustración por las barreras en la comunicación. Tay & Hegney (2011) seleccionaron 8 artículos relacionados con factores que afectan la comunicación en pacientes con cáncer, desarrollados entre los años 2009 y 2010, de los cuales tres correspondieron al enfoque cuantitativo y cinco al cualitativo. Los pacientes fueron estudiados con el apoyo de videograbaciones y autoreportes, se evaluaron aspectos como la depresión, la ansiedad y la satisfacción con la comunicación. Entre los hallazgos principales se señaló que las características personales de las enfermeras son factores clave para la comunicación. En este mismo eje de estudio se encontraron diversas investigaciones de campo entre las que destacaron los estudios realizados por: Cossette et al. (2006, 2008) y Duffy et al. (2007), porque diseñaron instrumentos para la medición de la interacción enfermera- paciente y demostraron su validez y confiabilidad. Fundamentados ambos en la filosofía de Watson (como se citó en Marriner & Raile, 2008), midieron conductas interpersonales asociadas al cuidado (caring), Cossette et al. (2006, 2008) con aplicaciones llevadas a cabo 13 en estudiantes de enfermería y Duffy et al. (2007) lo midieron en situaciones reales con pacientes. En el primer artículo de Cossette et al. (2006) se describió el desarrollo de una versión corta de la escala CNPI (escala de interacción enfermera paciente, por sus siglas en inglés) con 23 reactivos que integran cuatro dominios: cuidado clínico, con nueve reactivos; cuidado relacional con siete; cuidado humanístico con cuatro y cuidado para el confort con tres. Se aplicó a 377 estudiantes de enfermería y se encontró que el cuidado clínico se identifica como el factor más tangible en el trabajo hospitalario de las enfermeras. Esta escala tuvo como antecedente el estudio de diversos instrumentos como el de Larson y Ferketich, y Stanfield (como se citó en Cossette, 2006) que retoman aspectos psicológicos del cuidado, fundamentados en Watson (1985). En el segundo artículo, Cossette et al. (2008) se abocaron a la validación de constructo de las cuatro dimensiones de la escala. El cuidado clínico comprendió cuidados técnico profesionales. El cuidado relacional se concentra en la ayuda para explorar la importancia de la conservación de la vida y la resolución eficiente de los problemas. El cuidado humanístico considera al paciente como individuo completo ofreciendo un apoyo que va más allá del padecimiento que sufre. Finalmente el cuidado para el confort se relaciona con el respeto, la privacidad y la resolución de necesidades básicas. A partir de la aplicación del instrumento a 531 estudiantes de enfermería se llevó a cabo una validación de constructo por medio del análisis factorial, mostrando que la escala corta refleja los cuatro factores propuestos; se encontraron relaciones importantes entre el factor humanístico y el relacional (r = .73), el humanístico con el confort (r = .78) y el clínico con el confort (r = .83). Los autores hacen énfasis en la necesidad de estudiar y aplicar este tipo de escalas validadas con el fin de demostrar el impacto del cuidado, considerando no solamente los cuidados técnico-profesionales. La aportación de Duffy et al. (2007, 2009), en cuanto al diseño y validación de instrumentos, se destaca en el Caring Assessment Tool (CAT, por sus siglas en inglés), diseñado para medir la percepción del cuidado desde el punto de vista del paciente. El CAT fue inicialmente desarrollado en 1990 con el enfoque de la Teoría del Cuidado Humano de Watson, aplicando una escala tipo Likert, usada para medir la experiencia de 14 los pacientes durante su hospitalización, los reactivos fueron calificados de 1 a 5, con el valor nunca en el primer caso y con el valor siempre en el último. Se contó con un banco de 130 reactivos surgidos de la Teoría de Watson (Watson, 1985, 2009), y un panel de ocho expertos que estudiaron el contenido y la validez de facie; los panelistas fueron instruidos hacia tres aspectos: a) pertinencia de cada reactivo como una conducta de cuidado de enfermería b) que cada reactivo representara algún factor cuidativo de la teoría y c) claridad del reactivo. Cada reactivo fue valorado como: 1, de muy bajo cuidado o 5, de muy alto cuidado. Los reactivos de 3.5 o más fueron retenidos, quedando 100, para los cambios de palabras se les pidió a los panelistas que se apegaran a los factores de la teoría. A partir de esta recomendación hicieron una segunda revisión en cuanto al contenido de los 100 reactivos. Se midió consistencia interna seleccionando 86 pacientes hospitalizados en un servicio de médico quirúrgico y el alfa de Cronbach fue de .97; la redacción de los reactivos fue revisada en el año 2000 para capturar la realidad de los resultados y la consistencia interna permaneció alta, así como la validez de facie y de contenido. Sin embargo empíricamente el instrumento era demasiado largo y cansaba a los pacientes por lo que se buscó un instrumento más corto. Se hizo un análisis en 557 pacientes, aplicando una rotaciónde Varimax permaneciendo 64 reactivos, luego se aplicó un análisis de factores con rotación ortogonal. Al final quedaron 36 reactivos que valoraban ocho factores del cuidado. El instrumento con 36 reactivos fue probado en 365 pacientes para conocer su confiabilidad y el alfa de Cronbach fue de .96, validando la consistencia interna del instrumento corto. Dicho instrumento quedó constituido con ocho factores o componentes del cuidado: 1) resolución mutua de problemas (siente que la enfermera le ayuda a resolver sus problemas); 2) atención al consuelo o reconfortamiento (disponibilidad e interés de la enfermera, da esperanzas, sensibilidad ante sus problemas); 3) respeto (acepta al paciente, le pone atención); 4) promoción del ánimo (demuestra empatía, calidez); 5) apreciación de significados únicos (percibe cómo los pacientes ven las cosas); 6) ambiente de sanación (tiene una visión holística); 7) adhesión a las necesidades (reconoce y apoya ante carencias); 8) necesidades básicas humanas (resuelve necesidades de carácter fisiológico). El instrumento mostró una consistencia teórica y empírica creada por el panel de expertos, 15 a la vez fue contrastado con teorías de enfermería existentes y diversos estudios realizados en la práctica. La consistencia teórica tuvo como referentes a: Leininger (como se citó en Medina, 1999), Watson (1985), Peplau (1990), Nightingale (traducido en 1991), Roy (como se citó en Raile & Marriner, 2011), Swanson (como se citó en Raile & Marriner, 2011), Henderson (1994) y King (como se citó en Raile & Marriner, 2011), quienes coinciden en la importancia de la interacción enfermera-paciente como elemento fundamental en el desempeño de la práctica profesional cotidiana. La evidencia empírica se fundamentó en Wolf y Cossette (como se citó en Duffy, 2009). Sin embargo, posteriormente el CAT fue sometido a nuevas pruebas, ampliando el número de casos y la diversidad de instituciones hospitalarias, en busca de su simplificación para facilitar su aplicación en los hospitales; el análisis confirmatorio motivó el rechazo de los ocho factores identificados en 2007, se encontró un solo factor que explicó el 73% de la varianza con un alfa de 0.977, dicho factor correspondió a la relación interpersonal, misma que se mediría solamente con 27 reactivos, seleccionando los de mayor peso (Duffy, Brewer & Weaver, 2010). El trabajo publicado por Pytel et al. (2009) también ofrece un aporte en el diseño y aplicación de un instrumento relacionado con la interacción enfermera-paciente. Valoraron la percepción del paciente respecto a sus necesidades de comunicación, comparando la percepción de la enfermera con la del paciente. Identificaron habilidades importantes como el contacto visual, el tono de voz, el lenguaje adecuado al paciente, la información sobre terapéuticas, la actitud de escucha, el respeto, y la compasión. Se observó coincidencia entre ambas percepciones con prioridad en los indicadores: ofrece confianza ante sus temores, ofrece confort y lo mantiene informado sobre pruebas y tratamientos; y menor similitud entre la importancia del contacto ocular y el uso de voz templada, estos dos últimos con mayor reconocimiento por parte de la enfermera. La mayoría de estos indicadores también han sido reconocidos por Beltrán (2008, 2009) pero a través de estudios con enfoque cualitativo. González (2011) diseñó un instrumento de 20 reactivos, distribuidos en tres dimensiones: aspectos cognitivos, aspectos de comportamiento y comunicación, para apoyar la observación de indicadores de pericia de la enfermera clínica con el objeto de 16 identificarla al proporcionar cuidado de relación interpersonal al paciente hospitalizado. Se encontró que en muchas ocasiones las enfermeras no han desarrollado esta capacidad de comunicación, por lo que es necesario introducir habilidades de de comunicación en los procesos de formación profesional y durante la actualización del personal. Williams e Irurita (2004) describieron el contexto terapéutico de confort emocional a través de un estudio cualitativo que explica la percepción terapéutica del efecto de la interacción personal experimentada por los pacientes hospitalizados. Años más tarde Williams y Kristianson (2009) desarrollaron un instrumento psicométrico que describe la experiencia emocional del paciente, lo aplicaron a 132 enfermos en busca de características de pacientes que requieren cuidado emocional, entre las que abordaron: edad, género, motivo de admisión, lugar de residencia, presencia de algún problema de comunicación, necesidad de ayuda en las necesidades diarias, disponibilidad de familiares y amigos para asistirlo. Realizaron validez de contenido y de facie, validez de constructo y consistencia interna. En este mismo eje de estudio, a través de metodologías con enfoque cualitativo, McCabe (2004), Leewen et al. (2006), Beltrán-Salazar (2008, 2009) y Quintero y Gómez (2010), exploraron el significado del cuidado de enfermería. Describieron que la enfermedad trae consigo sufrimiento debido a que genera dolor, alteraciones físicas, psicológicas, proximidad con la muerte y desesperanza; que el sufrimiento varía en intensidad, duración y profundidad y que cada persona lo vive a su manera; por lo que la enfermera tendrá que acompañar, dar ánimo, esperanza y consuelo; y contrarrestar la soledad, la tristeza, la incertidumbre, la angustia y el dolor. También encontraron que el cuidado de enfermería depende de la presencia de las enfermeras al lado de los pacientes, de quienes por lo menos esperan un saludo; que en muchas ocasiones el acercamiento con el enfermo se circunscribe a la realización de procedimientos dirigidos al cuidado físico y no a la asistencia emocional o psicológica. Entre las razones por las cuales las enfermeras no ofrecen calor humano y afecto durante las interacciones del cuidado identificaron que el paciente es considerado como una labor por cumplir, una tarea y un tratamiento por realizar, una enfermedad, un diagnóstico, un número de cama. Y que aún cuando la realización de procedimientos establecidos para la curación y recuperación de la salud de los pacientes pone en contacto directo a la enfermera 17 con sus pacientes, no siempre observa ni interpreta los gestos, movimientos y posiciones con los cuales los pacientes comunican sus sentimientos, emociones y percepciones. Adicionalmente las dificultades para escuchar generan informaciones difusas incompletas o falsas que pueden conducir a decisiones o conclusiones erróneas. Wysong y Diver (2009) también con el apoyo de metodologías cualitativas exploraron técnicas interpersonales, pensamiento crítico y habilidades técnicas identificadas por los pacientes. En cuanto a las técnicas interpersonales positivas los pacientes describieron a las enfermeras como: amigables, amables, afectuosas, compasivas, interesadas en su persona, confiables, alegres, les gusta su trabajo, con sentido del humor, organizadas, buena memoria, buena apariencia, con buena escucha y confortadoras; en cuanto a técnicas negativas: tímidas, bruscas, rudas en sus respuestas, tensas, con actitud negativa: nerviosas, están de malas y que deben dejar sus problemas en otro lado. Respecto al pensamiento crítico afirmaron que toman decisiones clínicas rápidas y correctas, tienen habilidad para explicar signos y síntomas, complicaciones, intervenciones y uso de medicamentos. En cuanto a habilidades técnicas describieron aspectos positivos y fallas en la aplicación de inyecciones intravenosas y en el uso del equipo. Por último, concluyeron que la percepción del paciente sobre la enfermera tiene un fuerte componente para la construcción del significado del cuidado de enfermería (Wysong & Diver, 2009) que necesariamente repercute en la percepción de la calidady satisfacción con el cuidado. La comunicación o interacción enfermera-paciente es fundamental en el desempeño de la práctica profesional de la enfermera y es elemento esencial en la evaluación de los servicios de salud. 18 CAPÍTULO 2 CALIDAD Y SATISFACCIÓN DERIVADA DEL CUIDADO. Calidad del cuidado en salud. Los sistemas de salud proveen de acciones de salud para mejorar y mantener la salud, estas acciones se dan en un contexto político, cultural, social e institucional. Los factores demográficos y socioeconómicos afectan el estado de salud de los individuos y la demanda de su atención (Peabody, Taguiwalo, Robalino & Frenk, 2006). Los sistemas de salud tienen el compromiso de ofrecer cuidados de calidad que optimicen sus recursos materiales y humanos con el fin de preservar y en su caso recuperar la salud (Peabody et al., 2006). La calidad de los servicios de salud comprende tres elementos: estructura, proceso y resultados; la calidad de este último, se mide en términos de mortalidad, morbilidad, incapacidad, esperanza de vida, etc. Entre los resultados también se evalúa la satisfacción del paciente (Frenk, Ruelas, Lara, Arroyo & Jiménez, 2003; Peabody et al., 2006), aspecto que ha sido motivo de estudio en el ámbito de enfermería, a nivel internacional y nacional (Carrillo-Martínez, Martínez-Coronado, Mendoza-López, Sánchez-Moreno, Yáñez-Torres, Rivera-Sáenz & Caballero-Escamilla, 2009; Miaofen & Li-Hua, 2004; Thomas et al., 1996; Torres-Contreras, 2010). La calidad de los sistemas de salud puede verse desde diversos ángulos: cobertura, equidad en la prestación de los servicios, percepción de la calidad de los servicios, trato brindado a los usuarios principalmente. En México, desde 1950 se emprendió la auditoría médica en el IMSS, en 1980 en el Instituto Nacional de Pediatría crearon círculos de calidad y en los diez años siguientes se intensificaron las acciones para mejorar la calidad de todo el sistema de salud, en 1990 la Secretaría de Salud establece un Programa de Mejora de Calidad, en 1999 se estableció el Programa de Certificación de Hospitales y en 2006 se implementa la Cruzada Nacional por la Calidad de los Servicios, dirigida a la creación de una cultura de calidad de las organizaciones de salud con los objetivos de mejorar significativamente la salud de la población, proporcionar atención oportuna y de calidad pero con reducción de costos (Ortega et al., 2014). 19 Es innegable que hay avances en los servicios de salud en México, logros que se ven reflejados en indicadores como disminución de la mortalidad e incremento de la esperanza de vida, sin embargo, aún es necesario mejorar la calidad de los servicios de salud (Ortega et al., 2014). En cuanto a indicadores relacionados con el cuidado que brindan las enfermeras, vale la pena destacar el indicador trato digno, que se define como la percepción que tiene el paciente o el familiar, del trato y de la atención proporcionada por el personal de enfermería durante su estancia hospitalaria. Se mide través de 11 criterios que exploran amabilidad, respeto, información, interés y satisfacción del paciente; todos vinculados con la dimensión interpersonal (Frenk et al., 2003). Carrillo et al. (2009) realizaron un estudio descriptivo transversal con 114 pacientes, en una Unidad de Medicina Familiar del estado de Nuevo León, relacionado con el trato digno. Identificaron que más del 50% de los pacientes encuestados afirmaron que el trato digno es excelente, sin embargo, por otra parte señalaron que la enfermera no se presenta por su nombre, ni se dirige al paciente por el suyo. Sánchez Saldívar et al. (2009), en un estudio descriptivo en una delegación política de la ciudad de México, se propusieron conocer el tipo de comunicación enfermera-paciente en unidades de primer nivel de atención en 244 pacientes y 15 enfermeras. Si bien se detectaron inconsistencias en el instrumento, se pueden rescatar algunos resultados que llaman la atención: el contacto de las enfermeras con sus pacientes fue reducido, se circunscribió a la toma de signos vitales y al registro de talla y peso corporal, pero mencionaron que ellas aprovechaban estos breves espacios para resolver dudas y reducir los temores de sus pacientes. Nava y Zamora (2010) realizaron una encuesta en un hospital público de la Ciudad de México, relacionada con el indicador de trato digno establecido en el Programa de Evaluación de los Servicios de Enfermería por la Secretaría de Salud, y encontraron un cumplimiento del indicador muy alto. Sin embargo, la ausencia de la descripción del proceso metodológico y de las características sociodemográficas de la población, conlleva a tomar con reserva los resultados, será importante aplicar algún otro instrumento que explore más la dimensión interpersonal y las características de los pacientes para poder 20 confirmar la apreciación relatada por ellos, en cuyo caso valdría la pena conocer las características de los proveedores de salud de dicha institución y de los usuarios. Todos los responsables de la salud de la población tienen un compromiso con las acciones destinadas a mejorar la calidad, por lo que las enfermeras también tendrán que implementar medidas con este fin (Duffy, 2009) a fin de lograr la satisfacción de los usuarios. Satisfacción de los sujetos de la interacción enfermera-paciente. Deming (como se citó en Ortega et al., 2014) definió a la calidad de los servicios de salud como el cumplimiento de las expectativas del usuario al proporcionarle satisfactores adecuados a sus necesidades y anticiparse a otras, adoptando una filosofía en la que prevalece el respeto, la confianza y el trabajo en equipo. Donabedian (1988) plantea que la calidad en la atención a la salud comprende dos dimensiones: la técnica y la interpersonal. La primera se refiere a la aplicación de la ciencia y la tecnología, y la segunda incluye valores y normas sociales como las expectativas del paciente (Donabedian, 2001; Ortega et al., 2014). La evaluación es una de las mejores estrategias para garantizar la calidad de los servicios mientras se haga sin conflicto de intereses y sesgos naturales de la evaluación. Se proponen la evaluación interna y externa, la primera pretende conocer el nivel de atención y la satisfacción de los pacientes y la segunda se lleva a cabo por organismos externos para certificar la competencia de los servicios (Ortega et al., 2014). La satisfacción del paciente como uno de los indicadores de la calidad de los resultados ha sido medida en relación a la atención de los profesionales de la salud en lo general, identificando la importancia que asignan los pacientes al proceso de comunicación (Ramírez et al., 1998). En lo particular en la satisfacción de los pacientes como resultado de los cuidados de enfermería recibidos (Flores-Rivera, 2002; Torres-Contreras, 2010). La evaluación de la calidad de los cuidados impartidos por las enfermeras además de ser un indicador importante por el tiempo que ellas permanecen al lado del enfermo, se convierte en un dato sustantivo para el desarrollo de los programas de actualización de dicho personal en las instituciones de salud (Alonso-Castillo, López-García, Medina- Briones, Esparza-Almanza, Alonso-Castillo & Álvarez-Carvajal, 2009; Calderó, Luque & 21 Palomino, 2009; Duffy, 2009; González, 2007; Labeau, 2005; Mendes, Trevizan, Favero, Nogueira & Galvao, 2001; Peplau, 1990). Hallazgos en la literatura sobre calidad y satisfacción derivadas del cuidado. La calidad y la satisfacción han sido estudiadas a través de revisiones sistemáticas como las de Kruijver, Garssen, Visser y Kuipper (2006); Charlton et al. (2008); y Tapia-Valero, Novo, Hernández, Sánchez y Duarte (2009). En el primer caso, Kruijveret al. (2006) en la revisión que realizaron de 1993 a 2004, observaron a través de 16 artículos elegidos que la identificación de problemas psicosociales en pacientes con cáncer, a través de listas de chequeo favorecía la resolución adecuada de los problemas y mejoraba la calidad de atención recibida. Charlton et al. (2008) seleccionaron 26 artículos después de una revisión que efectuaron entre 1999 y 2005. Al analizar los estilos de comunicación: biomédica y biopsicosocial, fue la efectividad de la segunda la que llevaba a los pacientes a reportes de mayor satisfacción, más adherencia terapéutica y más bienestar. Sin embargo, solamente siete publicaciones cumplieron con los requisitos metodológicos relacionados con el tipo de diseño, aleatorización, criterios de inclusión, selección de la población y tamaño de muestra. Por último, Tapia-Valero et al. (2009) se interesaron en la búsqueda de evidencias para el mejoramiento de los resultados de salud. Después de realizar una revisión de 626 artículos publicados del 2000 al 2008, tomaron los diez que ofrecieron evidencia científica, Entre los factores condicionantes se identificó la atención individualizada, misma que se constituye como un factor fuertemente relacionado con la interacción personal. La calidad del cuidado también ha sido estudiada por varios autores que relacionaron ésta con comportamientos propios de la interacción entre el personal de salud y los pacientes. En algunas investigaciones se correlacionaron positivamente: el comportamiento de la interacción enfermera-paciente con la calidad del cuidado (Thomas et al., 1996; Torres-Contreras, 2010); con los días de estancia (De los Ríos & Sánchez Sosa, 2002) y con las necesidades del paciente, los buenos sentimientos y la empatía (Mok & Chiu, 2004). 22 Thomas et al. (1996) a través de un estudio realizado con 2078 pacientes de medicina interna y cirugía encontraron que la calidad del cuidado se relaciona con comportamientos favorables como el trato individualizado, las medidas de consuelo, la rapidez de respuesta ante las solicitudes del paciente, la supervisión periódica para la detección de necesidades, la respuesta a preguntas formuladas por el paciente, etc. Utilizaron la escala NSNS (Newcastle Satisfaction with Nursing Scales, por sus siglas en inglés), ésta mostró que los ancianos valoraron más la experiencia de la enfermera y que existía correlación entre la experiencia y la satisfacción del paciente cuando el enfermo reconoce a su enfermera. También se observó que la baja educación del paciente se relacionaba con la satisfacción positiva. Años más tarde, Torres-Contreras (2010) aplicando la escala NSNS de Thomas identificó que la percepción positiva sobre el cuidado recibido de las enfermeras se relacionaba con la calidad del cuidado y con algunas variables sociodemográficas como el nivel de escolaridad del paciente. Confirmó que el trato individualizado era un factor importante en la valoración de la interacción enfermera-paciente. Hojat et al. (2002) utilizando la escala de empatía de Jefferson constituida por 20 reactivos de tipo Likert, encontraron que en 704 médicos encuestados, el incremento de la empatía del personal de salud se relacionó con la satisfacción del paciente y con mejoría de los resultados clínicos. Miaofen y Li-Hua (2004) aplicaron a 1000 pacientes hospitalizados en Taiwan el PAHC (por sus siglas en inglés: Patient Assesment of Hospital Care), instrumento validado, integrado por siete dimensiones que exploran: valores, preferencias, necesidades, confort, apoyo emocional, miedo y ansiedad; y encontraron que la percepción de la calidad del cuidado que imparten las enfermeras se correlacionó con la satisfacción y el confort. Mok y Chiu (2004) a partir de un estudio fenomenológico exploraron las relaciones interpersonales entre los pacientes y las enfermeras utilizando variables como: contacto continuo y cercano, buenos sentimientos, empatía, respuesta a las necesidades del paciente, tiempo para escuchar al paciente entre otras. Encontraron que la interacción favorable genera satisfacción en pacientes y enfermeras y que las cualidades y técnicas desempeñadas por las enfermeras se relacionaban con el cuidado de excelencia. Sierra, Cardona, Bernal y Forero (2006) aplicaron el instrumento diseñado por Larson (como se citó en Cossette et al., 2006) y observaron un nivel positivo de satisfacción. 23 Atribuyeron el puntaje positivo al reconocimiento de los pacientes como personas y a la habilidad técnica en el manejo de equipos y técnicas. Valentine, Darby y Bonsel (2008) encontraron que la calidad del cuidado no clínico, la pronta respuesta, el reconocimiento de la dignidad y la comunicación interpersonal fueron factores ampliamente reconocidos en una encuesta diseñada para valorar la calidad del cuidado clínico y no clínico realizada en población general de 41 países con el fin de obtener criterios de calidad para el proceso de reforma política de la OMS. La satisfacción con la calidad en el servicio ha recibido especial atención por su relación con otras variables que impactan directamente el estado de salud de la población como la adherencia terapéutica. Contreras, Flórez y Herrera (2008) validaron un instrumento de 72 reactivos para evaluar la adherencia terapéutica considerando factores socioeconómicos, factores relacionados con el proveedor (la actitud, la disponibilidad y la calidad de la comunicación) con las condiciones de salud del paciente, y factores relacionados con la atención terapéutica. Encontraron que las buenas relaciones entre los prestadores de los servicios de salud y los pacientes son imperativas para una buena adherencia. Al año siguiente, Flórez (2009) estudió la adherencia terapéutica en 293 pacientes con factores de riesgo cardiovascular en un hospital de tercer nivel en Colombia y encontró que las relaciones entre enfermeras y pacientes influyen en la adhesión, además las percepciones de la enfermera y el paciente influyen en el proceso de interacción. Por último Teng, Dai, Lotus, Wong, Chu y Tsai (2009) examinaron la influencia del compromiso profesional de las enfermeras sobre la seguridad del paciente y la percepción de la calidad del cuidado a través de un estudio transversal que involucró a 284 pares de enfermeras y pacientes. Entre los hallazgos registrados encontraron que la empatía fue un factor importante en cuanto a la calidad percibida. Más de treinta años antes, LaMonica, Carew, Winder, Haase y Blanchard (1976) habían desarrollado un programa de relaciones humanas para el personal, observando los cambios favorables subsecuentes en la empatía del personal de enfermería. Los avances en los servicios de salud del país son innegables, pero aún se requiere mejorar su calidad, por lo que es necesaria su evaluación continua en la dimensión técnica y en la interpersonal. 24 El propósito de las evaluaciones sobre la calidad de los servicios se centra en la identificación de áreas de oportunidad para motivar y capacitar al personal de salud. El entrenamiento del personal de enfermería se orienta a su formación técnica y a su formación humanística. En esta última dimensión se han organizado programas orientados al desarrollo de habilidades para la comunicación interpersonal. 25 CAPÍTULO 3 ENTRENAMIENTO EN HABILIDADES PARA LA COMUNICACIÓN ENFERMERA-PACIENTE. Comunicación enfermera-paciente. Como en todo proceso de comunicación, en el que llevan a cabo la enfermera y el paciente, están presentes emisor, receptor, mensaje y canales de comunicación y ocurre en tres fases: inicial, implica presentación, disponibilidad de tiempo y clarificación de la demanda del paciente; intermedia, conlleva la obtención de datos, el aseguramiento de la comprensióny el logro de la empatía y la fase final corresponde al cierre de la relación pero con una futura disponibilidad (Arnold & Underman, 2011; Tazón, Aseguinolaza & García-Campayo, 2000). Este proceso de comunicación se apoya en los siguientes sustentos teóricos: - La comunicación interpersonal tiene dos formas de expresión; comunicación verbal y comunicación no verbal (Cibanal et al., 2010; Cormier & Cormier, 2000; Watzlawich, Beavin & Jackson, como se citó en Tazón et al., 2000). - La comunicación o interacción entre la enfermera y el paciente tiene un efecto terapéutico (Arnold & Underman, 2011; Cibanal et al., 2010; Watson, 1985). - La empatía y el respeto son condiciones facilitadoras de la relación terapéutica (Cormier & Cormier, 2000). - La escucha y la comunicación eficaz son habilidades fundamentales para una buena relación terapéutica (Beitman & Yue, 2003) - La preparación de las enfermeras en la forma de comunicación con los pacientes es fundamental para impartir el cuidado (Alonso-Castillo et al., 2009; Arnold & Underman, 2011; Watson, 1985). Habilidades sociales. Las habilidades sociales tienen una gran importancia en el proceso de comunicación interpersonal, sin embargo se carece de una definición universalmente aceptada. De acuerdo con Caballo (2002), el estudio científico y sistemático del tema tiene tres 26 vertientes: la terapia de reflejos condicionados para el impulso de las habilidades sociales, la competencia social y el aprendizaje estructurado. La primera y ampliamente reconocida, se apoya en la terapia de reflejos condicionados influido por los estudios de Pavlov. En este enfoque Wolpe y Lazarus (como se citó en Caballo, 2002)) dieron impulso a las habilidades sociales y emplearon el término de asertividad, abriendo posibilidades para la comunicación con los demás de forma clara, directa y respetuosa. En cuanto a la competencia social, identificada como la capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas, Zigler y Phillips (como se citó en Caballo, 2002) mostraron que ésta podía ser un factor de ajuste en el caso de pacientes hospitalizados. Por último, el de Aprendizaje Estructurado (Goldstein, como se citó en Roth, 1986), equivalente a los anteriores, pero sugiere una estrategia de enseñanza planeada y sistemática de conductas específicas en una amplia variedad de contextos interpersonales. El entrenamiento de las habilidades sociales puede ser alcanzado a través de la aproximación cognitiva y la aproximación conductual. En el primer caso se privilegian esquemas cognitivos, apoyados en reglas, convenciones sociales, expectativas, valores, etc. En el segundo se destaca el éxito que puede lograr una persona en situaciones de interacción o transacción que tienen lugar en un contexto interpersonal (Roth, 1986). Las habilidades sociales son clasificadas por Caballo (2002) por sus componentes verbales, no verbales (incluyendo paralingüísticos) y mixtos. Esta última categoría resulta útil para comportamientos complejos que involucran simultáneamente varios de los componentes mencionados. La importancia de las habilidades sociales para la comunicación interpersonal sugiere la formación de los profesionales que establecen interacción personal en el ejercicio de su práctica, como es el caso de las enfermeras. Necesidad de entrenamiento en habilidades sociales. La enfermera comparte mucho más tiempo con el enfermo que los médicos, sin embargo la enfermería se ha considerado como una profesión técnica, de actuar, por lo que muchas veces la forma de organización del trabajo institucional dificulta el contacto interpersonal. Su relación puede presentar alteraciones como: centrase en la tarea y no en el paciente, 27 negar sentimientos y emociones propias para facilitar el trabajo y tener poco tiempo de contacto personal por la carga de trabajo. Estas alteraciones pueden ser empleadas por las enfermeras para protegerse a sí mismas ya que enfocándose en las técnicas reducen la ansiedad que provoca la relación, sobre todo las enfermeras inexpertas. Por lo que la capacitación en las habilidades de comunicación resulta un rubro relevante, además conviene enfatizar que las habilidades de comunicación pueden ser aprendidas, practicadas y mejoradas (Balzer, 2008; Tazón et al., 2000). Para hacer frente a las demandas emocionales del paciente, la enfermera debe tener conocimientos y experimentar sobre sus emociones y la forma de expresión de éstas a través de lenguaje verbal y no verbal (Niven, 2009; Tazón et al., 2000). La mayoría de los autores están de acuerdo en que los alumnos de las ciencias de la salud deben recibir una formación humanística profunda que coadyuve para el establecimiento de sus relaciones con los pacientes. En el caso de la relación enfermera paciente se requiere la experiencia del proceso de enfermedad y sus consecuencias, la discusión y el intercambio de experiencias y no solo de conocimientos, así como el énfasis en la comunicación, convirtiendo a esta última en uno de los aspectos más importantes del currículo (Arnold & Underman, 2011; Colliere, 1993; González, 2007; Peplau, 1990; Tazón et al., 2000). Sin embargo, estudios realizados en la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de la UNAM, muestran la prioridad que los egresados de la escuela dan a las asignaturas derivadas de las ciencias biomédicas, dejando en un segundo plano a materias como: psicología, socioantropología y didáctica para la salud, siendo éstas las que les proporcionan elementos de aprendizaje para la comunicación eficiente y la aplicación de cuidados con el paciente, en el ambiente familiar y comunitario (Pérez-Cabrera, Müggenburg & Ortiz-Acevedo, 2010). Es incuestionable que la formación de las enfermeras sobre las habilidades para la comunicación es una responsabilidad que los centros formadores y las instituciones de salud deben tener entre sus prioridades por la relación interpersonal que sus obligaciones profesionales les confieren. 28 Aprendizaje Estructurado. En el aprendizaje de habilidades sociales como las formas de comunicación verbal y no verbal se cuenta con diversas estrategias como: el modelamiento, el juego de roles (role- playing), la retroalimentación y el entrenamiento para la transferencia (Kelly, 1987; Roth, 1986). El modelamiento supone la exposición de los sujetos a una o más situaciones reales demostrativas de los patrones conductuales que deberán ser adoptados por el espectador. Implica la demostración de fragmentos conductuales dirigidos a las particularidades de su emisión verbal y no verbal. La demostración es necesaria, aunque no suficiente, en el entrenamiento de habilidades sociales y se constituye como elemento fundamental para la obtención de dichas destrezas. El juego de roles o role playing, supone el ejercicio sistemático de lo que se observó en la situación de modelamiento y consiste en una práctica o ensayo conductual tal y como operaría en condiciones de la vida real cotidiana. Se pide al participante (actor) que junto con otro (coactor) represente o actúe la habilidad en cuestión; la habilidad se divide en varios componentes o pasos. La retroalimentación o reforzamiento social, constituye un sistema natural de mantenimiento conductual de gran alcance; el grupo evalúa por medio de comentarios críticos y sugerencias la actuación de cada uno de los participantes en el juego de roles y tiene como fin mejorar la ejecución de la habilidad seleccionada. Por último, el entrenamiento para la transferencia, intenta facilitar la extensión de las conductas recientemente aprendidas en el ambiente de entrenamiento a las situaciones de la vida diaria, a través de la adquisición de la habilidad en situaciones diferentes a los ejercicios practicados duranteel proceso de aprendizaje y favorece con ello su mantenimiento (Kelly, 1987; Roth, 1986). El entrenamiento de habilidades sociales no se restringe al restablecimiento de deficiencias o a la superación de problemas específicos, también se considera de gran utilidad en la optimización de ejecuciones especializadas de grupos profesionales que asisten a pacientes hospitalizados. Goldstein y Goedhart (como se citó en Roth, 1986) utilizaron el Aprendizaje Estructurado para mejorar la empatía entre los enfermeros y los pacientes de un hospital público de Ámsterdam. 29 El Aprendizaje Estructurado es un método activo de aprendizaje para desarrollar nuevas habilidades que conducen a cambios positivos en las actitudes del aprendiz (confianza en sí mismo, respeto propio, sentido del valor personal o de las aptitudes propias). Sin embargo el objetivo directo es el cambio de comportamiento. Cuando la persona realiza un cambio de actitud no necesariamente se da el cambio de comportamiento, pero cuando se logra un cambio de comportamiento muchas veces se da como resultado un cambio de actitud. Los procedimientos que constituyen el aprendizaje estructurado se dirigen principalmente al comportamiento, pero también se esperarán cambios favorables en los sentimientos y actitudes del aprendiz (Gershaw, Soprafkin & Goldstein, 1993). Para aprender bien algo es necesario ser activo, el observar o leer enseña qué es lo que hay que hacer, pero el practicar o ensayar una habilidad enseña más plenamente el cómo hacerlo. Se necesitan ambas para un aprendizaje efectivo y duradero. Hallazgos en la literatura sobre la efectividad de los entrenamientos en comunicación enfermera-paciente. Diversos autores preocupados por los reportes que señalan a los problemas de comunicación como generadores de la insatisfacción de los pacientes se abocaron a revisiones sistemáticas sobre la efectividad de los entrenamientos proponiéndolos como estrategias mediadoras. Kruijver et al. (2000) evaluaron efectos de los entrenamientos en comunicación para enfermeras publicados entre 1985 y 1998. De los 53 estudios encontrados en una primera etapa, se eliminaron 39 por tener diseños débiles, quedando 14, de los cuales ocho pertenecieron a servicios de oncología, uno a psiquiatría, otro a geriatría y cuatro a cuidados generales. Cuatro emplearon diseños experimentales, cuatro se desarrollaron con pretest y postest pero no fueron aleatorios y seis se llevaron a cabo con postest y seguimiento. Las técnicas didácticas empleadas fueron: role-playing, ejercicios con videograbación para demostración y para retroalimentación, apoyadas con el uso de escalas y listas de chequeo; los tópicos abordados se orientaron a conductas terapéuticas como empatía y calidez, técnicas de entrevista y técnicas de comunicación pero con énfasis en comunicación verbal. Solamente tres estudios documentaron la validez de los instrumentos 30 aplicados. Paralelamente, algunos de los estudios analizados midieron la satisfacción y la percepción del paciente generada por el cambio de las enfermeras en su forma de comunicación verbal, no se pone atención en las formas de comunicación no verbal. Chant et al. (2002) revisaron 1000 referencias relacionadas con entrenamientos sobre técnicas de comunicación en personal de salud desde 1991 hasta el 2000, de las cuales se estimó que solo 200 eran relevantes; Encontraron artículos que describen: ¿Cómo se enseña? ¿Quién enseña? ¿Qué métodos emplean? ¿Cuáles son los contenidos de los programas? ¿Cuánto tiempo duran los entrenamientos? y ¿qué efectividad tienen los programas? Moore, Wilkinson y Rivera Mercado (2004), en la revisión de 2824 referencias en busca de efectos de los entrenamientos sobre las formas de comunicación de las enfermeras en los servicios de oncología tomaron como criterio la selección de estudios aleatorizados, con casos y controles o con mediciones pretest y postest. Encontraron diferencias significativas entre el pretest y el postest del grupo de intervención, respecto al incremento de expresiones empáticas, no así entre los grupos de casos y controles. Merkaert et al. (2005) sobre 22 artículos publicados de pacientes con cáncer entre 2002 y 2005, relacionados con entrenamiento de los profesionales de salud en técnicas de comunicación y manejo de estrés, seleccionaron los cuatro estudios que eran aleatorios y controlados. Entre los resultados se encontró: incremento en la satisfacción de los profesionales con el curso y mejoramiento en las técnicas de comunicación con sus pacientes en todos los casos. En uno reportaron mejoramiento en la toma de decisiones, pero en cuanto al manejo del estrés hubo inconsistencias. Ranmal et al. (2008) llevaron a cabo una revisión sistemática que comprendió estudios controlados, aleatorios y no aleatorios, estudios con pretest y postest y diseños cualitativos publicados entre 2003 y 2006 en pacientes con cáncer. Seleccionaron diez que involucraban a 438 participantes, pero con intervenciones, diseños, participantes y resultados muy diversos que no muestran evidencias rigurosas, por lo que los investigadores sugieren la realización de más investigaciones al respecto. Cabe mencionar que en uno de los estudios midieron la disminución del estrés con el registro de la frecuencia cardiaca. 31 Uitterhoeve et al. (2010) revisaron la literatura en busca de efectos de los entrenamientos en comunicación llevados a cabo en enfermeras y médicos y los resultados observados en sus pacientes con cáncer. Eliminaron 49 porque no se reportaron los resultados de los pacientes, seleccionaron siete de los cuales cinco fueron ensayos aleatorios en los que se reportaron resultados favorables de satisfacción, pero no se demostró evidencia de disminución de estrés en los pacientes. Los autores recomiendan la realización de más estudios ya que eliminaron muchos por la ausencia de resultados con suficiente sustento metodológico. Por último, en el ámbito de las revisiones sistemáticas relacionadas con efectos de los entrenamientos, Barth y Lanen (2011), hicieron un seguimiento a partir de 2008 en cuatro bases de datos sin restricción de idioma. Seleccionaron 13 ensayos de los cuales tres no fueron aleatorios, encontraron efecto moderado en los grupos entrenados; tres grupos compararon el efecto de entrenamientos básicos contra cursos extensos, pero el efecto adicional fue pequeño por lo que consideraron que la diferencia entre ambos programas sugiere el análisis de factibilidad y economía antes de planear intervenciones educativas. Confirman que los estudios con fortaleza metodológica son escasos. El efecto de los programas de entrenamiento también se puede observar en investigaciones específicas como las que a continuación se refieren: LaMonica et al. (1976); Marín-Sánchez y León-Rubio (2001); Bowles et al. (2001); De los Ríos y Sánchez- Sosa (2002); McGilton, Brien-Pallas, Darlington, Evans, Wynn y Pringle (2003); McGilton et al. (2006); Nikendei et al. (2007); Wyatt (2007); Chan et al. (2008); Wilkinson et al. (2008); Duff, Firth, Barr y Fox (2009); Rask, Jensen, Andersen y Zachariae (2009); Langewitz et al. (2010); Mullan y Kothe (2010); Visser y Wysmans (2010) Doyle, Copeland, Bush, Stein y Thompson (2011). Algunos autores como LaMonica et al. (1976), Bowles et al. (2001), Marín-Sánchez y León-Rubio (2001), Nikendei et al. (2007) Mullan y Kothe (2010) y Doyle et al. (2011), desarrollaron programas de entrenamiento en formas de comunicación con estudiantes o con grupos de enfermeras pero no estudiaron su repercusión sobre los pacientes. Entre los objetivos de los estudios, unos se centraron en la empatía (LaMonica et al., 1976) y otros se extendieron a otras habilidades sociales (Bowles et al., 2001; Marín-Sánchez & León- Rubio,
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