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UNIVERSIDAD NACIONAL 
AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES 
ACATLÁN 
 
 
 
DARÍO RUBIO Y LA VITALIDAD DE LOS NAHUATLISMOS 
EN EL LÉXICO ESPAÑOL DE MÉXICO, A PARTIR DEL 
ANÁLISIS DE UN CASO 
 
 
 
T E S I S 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
L I C E N C I A D A E N L E N G U A Y 
L I T E R A T U R A H I S P Á N I C A S 
P R E S E N T A : 
M A R Í A T I E N D A D Í A Z 
 
 
 
 
ASESORA: DRA. PILAR MÁYNEZ VIDAL 
 
 
 
OCTUBRE DE 2008
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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A la Secretaría de Desarrollo Institucional. 
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 Unidad de apoyo a la Investigación en Facultades y Escuelas. 
 Macroproyecto 4 Diversidad, Cultura Nacional y Democracia en Tiempos de la 
Globalización: las Humanidades y las Ciencias frente a los desafíos del siglo XXI. 
Suproyecto 20 Historiografía crítica del México novohispano. La temática de esta 
tesis se inserta en este Subproyecto. 
 
 
A la Dra. Pilar Máynez Vidal por su invaluable asesoría y comentarios que 
enriquecieron la presente tesis. 
 
 
A todos los maestros que leyeron mi trabajo y me ofrecieron su ayuda. 
 
 
A Lucero Pacheco Ávila por leer una parte de mi trabajo. 
 
 
A la memoria de mi padre. 
A mi madre. 
 
 
Índice 
 
 
Introducción …………………………………………………………………………….5 
 
 
Capítulo 1 
Semblanza biobibliográfica de Darío Rubio o“Ricardo del Castillo” 
 1.1. Esbozo biográfico de Darío Rubio ………………….……………………9 
 1.2. La anarquía del lenguaje en la América Española en el marco 
de su producción filológica …………………......………………....……..28 
 1.3. Su función en la Academia Mexicana de la Lengua ………..................47 
 
 
Capítulo 2 
En torno al sustrato indígena 
2.1. La controversia entre indigenistas e hispanistas ………………………52 
2.2. Los indigenismos: concepto de nahuatlismo …………………………...61 
2.3. La injerencia de los nahuatlismos en diferentes 
 ámbitos de la realidad mexicana, según Darío Rubio ………………70 
 
 
 
 
Capítulo 3 
Presencia de los nahuatlismos en el léxico de los estudiantes de la FES 
Acatlán 
3.1. Metodología ……………………………………………………………..….80 
3.2. Conformación del cuestionario ……………………………………….......92 
3.3. Perfil de los informantes ………………………………………………......96 
3.4. Aplicación de la encuesta ……………………………………..…………102 
3.5. Resultados y evaluación final …………………………………..……….106 
 
 
Conclusiones ………………………………………………………………………….154 
 
 
Apéndices ………………………………………………………………………….….159 
 
 
Bibliografía …………………………………………………………………………….190 
 
 
 
 
5 
 
Introducción 
 
La presente investigación tiene como objetivo principal, demostrar la vigencia 
actual de los nahuatlismos registrados en La anarquía del lenguaje en la América 
Española (1925, dos volúmenes), de Darío Rubio, en el léxico español de México; 
como se sabe, los vocablos que tienen su origen en el idioma mexicano están 
ligados a nuestro entorno cotidiano; con estas palabras nombramos diariamente 
objetos que pertenecen a los más diversos ámbitos de la realidad mexicana, por lo 
que estimamos necesario evaluar su incidencia, y, ponderar así la controversia 
sostenida por varios autores en torno a este fenómeno sustratal en el nivel léxico 
de nuestra lengua. 
 
 La obra de Darío Rubio se ha considerado como punto de partida de este 
trabajo debido a la repercusión que ha tenido en el área lingüística, la cual se 
advierte por las reiteradas referencias de los estudiosos del sustrato indígena; en 
dichos volúmenes se incluye, también, una amplia alusión a los indigenismos y su 
inserción en los refranes que se emplean en México y en otros países de 
Centroamérica. 
 
 Como un acercamiento al uso real de las voces de origen náhuatl en el español 
mexicano, en un primer momento, se sometió a encuesta un pequeño corpus, 
constituido a partir de La anarquía del lenguaje en la América Española; para ello, 
se eligió a la comunidad estudiantil de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán 
6 
 
(FES Acatlán), porque se consideró este grupo social representativo de los 
hablantes de la Ciudad de México, pues la mayoría de los estudiantes que cursan 
las diferentes licenciaturas que ahí se imparten, son nacidos en la capital 
mexicana y su zona conurbana. 
 
 Los resultados de esta primera exploración fueron alentadores, pues a través 
de ellos se evidenció la vitalidad de los nahuatlismos en el léxico de los 
estudiantes de la FES Acatlán, ya que, en general, los sujetos encuestados 
demostraron conocer estas voces en su mayoría. El presente trabajo, por tanto, 
está constituido por una parte bibliográfica y una de campo. Ambas se exponen 
en tres capítulos y varios apéndices que abundan sobre los aspectos tratados en 
la aplicación y valoración de las entrevistas. 
 
 En el primer capítulo se ofrece una semblanza sobre la vida y obra del 
académico e indigenista Darío Rubio o “Ricardo del Castillo”, donde se explica 
brevemente lo más sobresaliente en relación a su origen, formación y profesión; 
se aluden los cargos que desempeñó a lo largo de su vida en diferentes 
Instituciones privadas y de gobierno, entre los cuales, sobresale el que ejerció en 
la Academia Mexicana de la Lengua. Además, se mencionan las obras que realizó 
en el área literaria como su cuento Después de la muerte (1907); su composición 
con sentido dramático y en verso Pierrot (1909), entre otros títulos más, pero 
sobre todo, a sus investigaciones lingüísticas en torno al español hablado en 
América, primordialmente al de México. En este ámbito, se destaca La anarquía 
del lenguaje en la América Española, como fuente principal de esta investigación. 
7 
 
 El segundo capítulo presenta los resultados que emanaron de la investigación 
documental sobre la controversia sostenida entre indigenistas e hispanistas en 
torno al tema de la injerencia de las lenguas indomexicanas en el nivel léxico del 
español de México; asimismo, se ofrece la definición de nahuatlismo como un 
elemento particular de los indigenismos y, se muestra igualmente la incidencia de 
las voces nahuas en diferentes ámbitos de nuestra realidad mexicana y su 
inserción en los refranes y dichos mexicanos, según Darío Rubio. 
 
 El tercer capítulo contiene los procesos seguidos en la investigación de campo 
y los resultados e interpretación obtenidos de la misma; se explica cómo se 
conformó el corpus inicial y la manera en que fue ampliado para establecer el 
definitivo (véase apéndice 1). Se describen, asimismo, los dos cuestionarios que 
se pusieron a prueba durante el trabajo de campo en la fase preliminar: uno 
conformado con algunas definiciones tomadas de los diccionarios más 
representativos sobre indigenismos, otro, mediante imágenes que aludían a los 
objetos relacionados con las palabras del corpus, y, las razones para el uso del 
segundo cuestionario en la tarea de campo de este trabajo; sobre dicho material, 
también se exponen los pasos que se siguieron para obtener la versión final 
(apéndice 2). Otro aspecto que se aborda en este apartado es el concerniente a 
las características de los informantes; al respecto, se pueden observar tres 
cuadros donde se presentan las variables que se consideraronen el trabajo de 
campo, tales como el sexo, lugar de nacimiento de los encuestados, procedencia 
de sus padres y ámbitos del saber a que pertenecen. 
 
8 
 
 Igualmente se examinan los resultados obtenidos del análisis que se hace del 
material recopilado durante la investigación de campo, los cuales aparecen en una 
serie de cuadros, en los que se clasifican, en primera instancia, las voces activas, 
pasivas y las otras respuestas; en segundo lugar, se observa el que da cuenta del 
conocimiento y uso de los nahuatlismos de acuerdo a la División de Edificación y 
Diseño o de Humanidades, a que pertenecen los informantes y, en tercer lugar, el 
que concierne al sexo. 
 
 Posteriormente se presentan las conclusiones del trabajo, los materiales que se 
incorporan a manera de apéndices, que sirvieron de apoyo a la realización de la 
labor de campo; por último, la bibliografía consultada que sustenta esta tesis. 
 
 A través de esta investigación se pudo comprobar que los nahuatlismos 
intervienen significativamente en la composición cromática del español usado en 
México actualmente, nombrando diversos referentes de nuestro ámbito cotidiano; 
y, las obras de los polígrafos mexicanos, como el que aquí estudiamos, o, el 
Vocabulario de mexicanismos (1905) de Joaquín García Icazbalceta, el 
Diccionario de mejicanismos (2005) de Francisco J. Santamaría deben ser 
revaloradas según el conocimiento del sustrato indígena, ya que son fuentes 
importantes para cuantos se interesan en el estudio y conocimiento de la 
naturaleza del español de México. 
 
 
9 
 
Capítulo 1 
Semblanza biobibliográfica de Darío Rubio o “Ricardo del 
Castillo” 
 
 
1.1. Esbozo biográfico de Darío Rubio 
 
Personalidad excepcional de su tiempo fue Darío Rubio, quien dedicó casi toda su 
existencia, su capacidad intelectual y amor a una de sus pasiones más 
importantes: el estudio de la lengua hablada en Hispanoamérica. Rubio, como 
lexicógrafo supo sintetizar sus conocimientos y observaciones en torno al español 
de América en un proyecto de trabajo, el cual se concreta en las recopilaciones 
lexicográficas que conforman una parte significativa de su obra. 
 
 Su profundo amor al idioma español fue factor importante para adentrarse a la 
lingüística de su tiempo. Indudablemente, destacó en esta disciplina como lo nota 
Carlos González Peña, esgrimiendo el argumento de que “nadie se dedicó por 
entero a lo que él hubo de dedicarse; y, los que por acaso o por añadidura se 
dedicaron, distaban de superarlo”.1 
 
 
1 Cfr., Carlos González Peña, “Darío Rubio por Carlos González Peña”, El Universal, jueves 31 de enero de 
1952, año XXXVI, Tomo CXLIX, número 12, 770, p. 3, resguardado en la Hemeroteca Nacional de la 
Universidad Nacional Autónoma de México. 
10 
 
 Desde sus primeros escarceos literarios, firmaba con el seudónimo de 
“Ricardo del Castillo”, quizá con motivo de ocultar quién era el autor de aquellas 
páginas literarias, o bien, buscaba usar un nombre de elección para aquel ámbito 
de sus actividades, según explica Alberto G. Spota, al referirse a la naturaleza del 
seudónimo.2 Por otra parte, en sus primeros trabajos, el seudónimo de “Ricardo 
del Castillo”, en resumidas cuentas, venía a ser tan ignorado como lo era el 
nombre de Darío Rubio; con el paso del tiempo, en sus publicaciones, seudónimo 
y nombre fueron juntos como se puede apreciar ya en Nahuatlismos y 
barbarismos (1919), del cual nos ocuparemos más adelante. 
 
 Rubio se desempeñó a lo largo de su vida en muy diversos campos del saber, 
pero sobre todo, destacó en el campo de la lexicografía y paremiología, rubro en el 
que manifestaría su pasión por la lengua española de México, y donde alcanzó un 
gran éxito. 
 
 Eran los tiempos de esplendor del porfirismo cuando, un 8 de diciembre de 
1878 y, bajo el cielo del Mineral de la Luz, Estado de Guanajuato, tuvo comienzo 
la laboriosa vida de Darío Rubio que llegó a su término en la Ciudad de México el 
21 de enero de 1952, transcurridos 74 veranos de vida fecunda. 
 
 
2 Véase el prólogo que hace Alberto G. Spota sobre El derecho al seudónimo de Juan M. Semon, Buenos 
Aires, Tipográfica Editora Argentina, 1946, s/n, donde sostiene que el origen del seudónimo está en la 
voluntad de la persona, quien decide con independencia de todos los factores de estado civil, de familia y de 
tradición, emplearlo para una parte de sus actividades y, afirma que puede recurrirse a él para ocultar 
cuidadosamente quién es el autor, por ejemplo de una obra literaria, artística, etc. 
11 
 
 Ernesto Carrasco comenta que “un ataque súbito intestinal troncó esa 
existencia. La enfermedad que lo abatió fue inesperada, pues siempre gozó de 
buena salud. Con su muerte, Darío Rubio dejó un hueco entre las filas de 
escritores mexicanos”.3 Por otra parte, la Academia Mexicana de la Lengua perdió 
a un gran estudioso del idioma español que no conoció el cansancio y, la sociedad 
mexicana, a aquel hombre alto, delgado, de claro mirar y bigote gris, un tanto 
encorvado, quien siempre tenía en los labios la frase afectuosa. Además, según 
se cuenta, era pródigo en abrazos, y en su juventud alardeaba de poseer una 
hermosa voz que lució en las reuniones sociales. Pero un cruel enfriamiento, por 
desdicha, lo dejó ronco, lo que lo llevó a hablar como en secreto para toda la vida. 
 
 A los quince años de edad, ya colaboraba en los periódicos de la capital 
guanajuatense, como lo explica el mismo autor. “Allá, cuando en mis mocedades, 
con el Nebrija, paseaba yo las ilusiones de mis quince años por las estrechas y 
tortuosas calles de mi hermosa Guanajuato en espera de la llegada del domingo, 
día en que se publicaba los periódicos, para ver en las enloquecedoras letras de 
molde lo que mi pobre magín producía”.4 
 
 Entonces comenzó a publicar en El Barretero, periódico de la localidad 
dedicado a los mineros; paralelamente, trabajaba en el comercio y la 
 
3 Ernesto Carrasco Zanini, “Falleció ayer el Sr. Darío Rubio”, El Universal, martes 22 de enero de 1952, año 
XXXVI, tomo CXLIX, número 12, 761, p. 2. 
4 Cfr., Darío Rubio, “El lenguaje popular mexicano”, Discursos leídos ante la Academia Mexicana 
correspondiente de la Real Española, México, Talleres Linotipográficos “ La lucha”, 1927, pp. 5- 7. 
12 
 
administración privada. Más tarde, junto con Pedro Barriga, fundó el periódico 
local El correo de Guanajuato. 
 
 No por falta de vocación, sino por escasez de recursos, no pudo seguir una 
larga carrera liberal y se constriñó a la de los números. Consagró pocos años a su 
formación profesional en planteles educativos. “Tras realizar sus primeros estudios 
en la escuela de los Arcos y en el Colegio del Estado, hubo de suspenderlos para 
continuar su educación de manera autodidacta”,5 interesándose especialmente en 
la paremiología y los giros populares. 
 
 Allá en la región natal de Darío Rubio, el progreso porfirista ofrecía, como 
recurso para los jóvenes de su época, el de poner tienda de abarrotes, tlapalería o 
tertulia para los amigos; pero él no puso tienda ni tertulia: se hizo tenedor de 
libros. Por otra parte, no había profesión que gozara de fama y diera de comer. 
Los profesionistas que contaban con una carrera de especial boga, apenas podían 
sobrevivir. Subsistir en la provincia era posible sólo para aquéllos que tuviesen 
tienda o tierras propias que explotar. Y como Rubio no tenía tienda ni tierras, al 
igual que muchos de los miembros de la clase desposeída, hubo de refugiarse en 
lo que constituía la “Tierra Prometida”, la Ciudad de México. 
 
 A los veintisiete años de edad y tras el estreno de su drama Elena, obra inédita 
que tuvo varias representaciones en su ciudad natal,Rubio estableció su 
 
5 Aurora Ocampo, M., et al., Diccionario de escritores mexicanos siglo XX, México, UNAM, (Instituto de 
Investigaciones Filológicas), 2004, tomo VII (R), p. 430. 
13 
 
residencia definitiva en la Ciudad de México. Una vez instalado allá, se dedicó a la 
contabilidad, ejercicio bien desempeñado que le proporcionó el sustento; además, 
realizaba al respecto, el papel de consejero. 
 
 Se abrió paso en diferentes ámbitos laborales; sin embargo, lo que constituía 
su mayor deleite, aun robando horas al sueño: era escribir y escribir. Cultivó el 
cuento con esplendor, y en 1907, su composición intitulada Después de la muerte, 
fue galardonada por El Imparcial con un accésit. De igual manera, su cuento que 
lleva por título El jaripeo, también obtuvo el 2º premio en un concurso de El 
universal, y se publicó en folleto ilustrado. Desde luego, no podemos dejar de 
mencionar El Charro, otro cuento que figura en la bibliografía de Darío Rubio. 
 
 Entre sus composiciones se distingue Pierrot, ensayo con sentido dramático en 
un acto y en verso, el cual se editó en 1909, aunque no fue representado. 
Asimismo, las novelas Una página de una vida y La cueva de San Ignacio. 
Además dejó inéditas otras dos: Liderlandia y La Racha, así como varios trabajos 
dispersos en periódicos y revistas. El lenguaje y los errores de Cervantes es un 
folleto publicado en el tomo XII de las Memorias de la Academia Mexicana de la 
Lengua.6 Darío Rubio también es autor del ensayo, Ligeras reflexiones acerca de 
nuestro teatro nacional (1912), bajo el seudónimo de “Ricardo del Castillo”. 
 
6 Este folleto es uno de los materiales que da cuerpo al Archivo personal de Darío Rubio, s/e, s/e, conservado 
en la Academia Mexicana de la Lengua, en Liverpool número 76, colonia Juárez, Delegación Cuauhtémoc, 
006600, México D. F. Cabe mencionar que esto limita su consulta, ya que la Institución mencionada lo 
reserva como parte de su acervo especial; razón por la cual, se puede consultar bajo ciertas normas y previa 
cita. Además del folleto señalado, el expediente se conforma de 12 páginas escritas a máquina sobre el trabajo 
lexicográfico de Darío Rubio, sin autor en ciertas hojas y con autor en otras; asimismo, de algunos recortes de 
14 
 
 En 1911, Rubio pasó a formar parte de la sección administrativa de la 
Secretaría de Educación Pública, junto con su amigo Alfonso Pruneta, cargo al 
que renunciaría en 1912 para retomar las labores editoriales en la imprenta de 
Rauol Mille, editora de Revista de Revistas, de la cual fue director artístico y 
literario. En esta última, publicó Frente al pasado, drama en verso estructurado en 
tres actos. 
 
 Entre sus múltiples ocupaciones, destacan también los artículos políticos que 
publicó en el diario México Nuevo y en Revista de Revistas. Incluso, como explica 
Carlos González Peña, “Desempeñó algún cargo administrativo vinculado con la 
política; entre otros, uno en el Ayuntamiento a raíz de las grescas electorales del 
Municipio con posteridad al triunfo de la Revolución”.7 
 
 A mediados de 1917 formó parte del Ayuntamiento Provisional y, en diciembre 
del mismo año, fue electo regidor del Ayuntamiento de la Ciudad de México para 
el período 1918- 1919. A su vez, fue jefe del Departamento Administrativo de la 
misma Institución. 
 
 En su calidad de contador, prestó servicios en varias instituciones y empresas 
privadas. Entre ellas podemos mencionar El Nacional Monte de Piedad, donde 
entre diversas encomiendas, fue jefe del Departamento Bancario. 
 
 
periódicos que contienen información sobre su estado de salud y muerte, y del artículo intitulado “El lenguaje 
popular mexicano”. 
7
 Op Cit.,Carlos González Peña, p. 3. 
15 
 
 En 1920 fue designado interventor del Banco Hipotecario por un año y, director 
de varias sucursales del Nacional Monte de Piedad. Darío Rubio trabajó en esta 
Institución por un período de más de treinta años y, a dos antes de su muerte, se 
le concedió su jubilación por sus meritorios servicios prestados en ese organismo. 
 
 Llegó a ser jefe de la Imprenta Franco – Mexicana y, por largo tiempo, también 
tuvo a su cuidado los talleres tipográficos de los señores Lacaud y, más tarde, los 
de la casa editora Bouret. Posteriormente, en 1921 trabajó en la Compañía El Sol, 
S. A. 
 
 A pesar de las diversas actividades que desempeñó en el área administrativa y 
literaria, Rubio habría de alcanzar la meta anhelada: conocer el lenguaje hablado 
en América y, particularmente en México, así como los refranes que figuran en el 
español de nuestro país. Un camino quizás más difícil de recorrer, pero más 
seguro, ya que el propio autor, a propósito de su amor por la lengua española de 
América, apunta: “soy un apasionado de la lengua castellana… Y si mis fuerzas 
pudieran ayudarme al logro de mis ambiciones, con cuánto gusto las dedicaría yo 
todas al estudio del castellano”.8 
 
 En relación a la lengua hablada en México, dejó valiosas obras como La 
anarquía del lenguaje en la América Española, punto de partida de nuestra 
investigación, y otras más que mencionaremos posteriormente. 
 
8 Darío Rubio, La anarquía del lenguaje en la América Española, México, Confederación Regional Obrera 
Mexicana, 1925, t. I, p. IX. 
16 
 
 Sin embargo, en la tarea que se impuso de buscar, coleccionar y examinar un 
sinfín de vocablos y frases usadas en México, de sus amigos recibía rociadas del 
tipo: 
 
¿Te parece que pueda quedar por ahí algún retrasado a quien le interese saber, 
por ejemplo, que petaca y petate vienen de las voces mexicanas petlacalli y 
petlatl?... Vamos hombre, hazme caso; encierra la lexicografía mexicana sin 
dejar fuera nada de lo que con ella se relacione… Y escribe cosas menos 
monótonas y que seguramente se leerán con más gusto que esas disquisiciones 
gramaticales o lexicográficas que muy pocos aprecian, menos todavía entienden 
y son para todos, muy aburridas.9 
 
 Así, le decían que perdía el tiempo, porque escribía “cosas” de poco 
interés. Mas hacía caso omiso de esas opiniones, pues a él debemos un 
importante acervo documental de esas “cosas” que nadie lee y tampoco interesan, 
supuestamente. Esos temas de poco interés son valiosos estudios lexicográficos 
y paremiológicos, donde se refiere a la lengua hablada en Hispanoamérica y en 
los que alude a la injerencia de las voces de origen náhuatl en la conformación del 
español de América; además, nuestro autor afirma que las voces nahuas son 
necesarias en el uso, por designar referentes de la realidad Hispanoamérica, la 
cual es ajena por completa a la lengua española, aun siendo ésta, tan 
extraordinariamente rica. 
 
 
9 Darío Rubio, Refranes, proverbios y dichos y dicharachos mexicanos, México, El Nacional Monte de 
Piedad, 1937, pp. XI-XII. 
17 
 
 Al impulso de su amor por el lenguaje y, “en contacto con algunos de los más 
importantes talleres gráficos de la capital, consagró todo el tiempo que sus 
trabajos le dejaban, a cultivar su inteligencia y a escudriñar los secretos y 
problemas de nuestra hermosa lengua”.10 
 
 Su interés por el habla popular lo llevó a realizar trabajos dedicados a los 
vocablos y frases que consideraba exclusivos de México. La mayoría de sus 
estudios lexicográficos están dedicados a estos temas, como son Los llamados 
mexicanismos de la Academia Española que data de 1917, editado en México por 
la Imprenta Franco - Mexicana; este estudio se publica bajo el seudónimo de 
“Ricardodel Castillo”, y: “en la página cinco se ve el retrato del autor, y, debajo su 
nombre y su seudónimo”.11 
 
 Otro estudio lexicográfico de “Ricardo del Castillo” es, Nahuatlismos y 
barbarismos que siguió al anterior, editado por los Talleres Gráficos de la Imprenta 
Nacional en 1919. Esta vez, la dualidad del nombre y del seudónimo figura en la 
dedicatoria de la Academia Mexicana. Esta obra es un estudio lexicológico con 
prólogo de José de Jesús Núñez y Domínguez, quien afirma que el libro no está 
escrito únicamente para polemizar; más todavía: es absolutamente nacionalista. 
Por su parte, el autor defiende ahí la ortografía, la etimología y el significado 
correctos de las voces nacidas entre nosotros con origen en alguna lengua 
indígena y por alguna necesidad estimada por los hablantes, característica 
 
10 Alberto María Carreño, La Academia Mexicana Correspondiente de la Española,1875- 1945, México, s/e, 
1945, p. 218. 
11 J. M. González de Mendoza, Archivo personal de Darío Rubio, p. 2. 
18 
 
valorada por Rubio, como razón suficiente para darles vida dentro del derecho que 
para ello tienen. 
 
 Entre sus estudios destaca, como ya lo hemos señalado, La anarquía del 
lenguaje en la América española en 2 volúmenes, que salió a la luz en 1925.12 Se 
trata de un valioso diccionario de voces usadas en América de habla hispana con 
“refranes, locuciones y modos adverbiales” que se incorporan después de cada 
letra. En ella, Rubio compara numerosas voces empleadas en México con el uso y 
significado que se les atribuye en diferentes países de Hispanoamérica; las voces 
usadas asimismo en México y en otros países, cuyo origen se ignora o que están 
formadas arbitrariamente por los hablantes. También se específica los espacios 
geográficos en donde se usan esas palabras, a partir del significado que se les da 
en México. A manera de introducción encontramos una amplia alusión a los 
indigenismos13 en el español de América y, principalmente, en el de México; así 
como a las etimologías correctas e incorrectas de los vocablos registrados. 
 
 Obra de suma importancia dentro del marco paremiológico es la que lleva por 
título, Refranes, proverbios y dichos y dicharachos mexicanos, aparecida en 1937. 
Este trabajo explica particularmente los refranes que en nuestro país se usan; el 
autor coteja el refrán mexicano con los similares españoles, si los hay; explica su 
 
12 Para la bibliografía completa de esta obra, véase nota 8 de este apartado. 
13 Jean Dubois, et al, en el Diccionario de lingüística, 2ª. ed., Madrid, Alianza, 1983, p. 349, dicen que “se 
llama indigenismo a todo préstamo que la lengua invasora toma de la lengua dominada o indígena. Suele 
emplearse con respecto a los términos que el español de América ha tomado de las lenguas aborígenes. Al 
integrarse en el español peninsular, reciben el nombre de americanismo: canoa, maíz, cacao, chocolate, 
etc”. 
19 
 
origen y aclara el significado de los vocablos de procedencia indígena que en 
algunos suelen hallarse. El siguiente refrán es muestra de ello: 
 
El comal le digo a la olla… 
El refrán para reprender ‘a los que están manchados con vicios u otros defectos 
dignos de nota vituperan en otros las menores faltas’. 
Tiene las siguientes variantes: 
 
 La Academia anota: 
Dijo la sartén a la caldera: quítate, allá culinegra, u ojinegra. 
Dijo la sartén al cazo: quítate allí, que me tiznas. 
 
 Hernán Núñez: 
Dijo la sartén a la caldera, tirte allá cul negra. 
 
 Juan de Iriarte: 
Dijo la corneja al cuervo: quítate allá, negro; y el cuervo a la corneja: quitaos vos 
allá negra. 
 
 Ramón Caballero: 
Dijo la sartén al cazo; ¡apartate allá, gorrinazo, que me tiznas. 
 
 El Marqués de Santillana escribe: 
Dixo el asno al mulo: Tira allá, orejudo. 
 
20 
 
Rubio advierte que en México, sólo decimos: El comal le dijo a la olla… Y 
dejamos el refrán sin concluir, en puntos suspensivos, no sólo porque damos por 
sabido lo que callamos, sino porque el final que dice culo tiznado, está el 
substantivo que nos disuena en sumo grado y nos resistimos a pronunciarlo. 
 Comal, el utensilio propiamente así llamado, del mexicano comalli, es un disco 
de barro de unos cincuenta a sesenta centímetros de diámetro, ligeramente 
cóncavo, que sirve para freír o tostar comestibles.14 
 
 En la explicación de los refranes señala un buen número de voces como 
indigenismos.15 Así tenemos comal de comalli; atole de atolli; aguacate de 
ahuacatl, entre otros. Además, no elimina las palabras malsonantes como: pedo, 
pendejo, puta, y otros tantos que forman parte de algunos refranes; las siguientes 
de éstas, muestran lo anterior: 
 
Como dueño de mi atole, lo menearé con un palo. 
Que es tanto como decir, aunque en términos un poco groseros, que con lo 
nuestro haremos lo que nos dé la gana, pues que a nadie tenemos que dar 
cuenta de ello. 
 Atole, del mexicano atolli: ‘Bebida que se hace con maíz cocido, molido, 
desleído en agua, quitadas las partes gruesas en un cedazo y hervido hasta darle 
consistencia’ (Robelo).16 
 
 
14
 Op Cit., Refranes, proverbios y dichos y dicharachos mexicanos, p. 146. 
15 Al respecto, véase nota 13 de este apartado, donde se explica la naturaleza de los indigenismos, 
considerados como aquellas unidades léxicas que tienen su origen en alguna lengua indígena de América y, 
que forman parte del español americano e, incluso, conservan cierta vitalidad en el español general. 
16 Op Cit., Refranes, proverbios y dichos y dicharachos mexicanos, p. 78. 
21 
 
Aguacate maduro, pedo seguro. 
Refrán que alude a las propiedades carminativas del aguacate, mexicanismo 
formado de la voz náhuatl: Ahuacatl. 
 Vergara Martín en su Diccionario de Refranes, Adagios, Proverbios, 
Modismos, Locuciones y Frases Proverbiales anota este refrán. No es cosa de 
darle parte al juez, pero el refrán es mexicano.17 
 
Caballo manso, tira a penco; mujer coqueta, tira a puta, y hombre honrado, tira a 
pendejo. 
Ni quito ni pongo rey; pero me parece que habría que corregir a la paremiología, 
un poco en lo segundo y mucho en lo último, a pesar de que aquí, entre nosotros, 
de tonto o torpe se le extiende su pública patente al hombre que, pudiendo hacer 
pilladas no las hace por ser un hombre honrado. He escrito las tres afirmaciones 
con las voces con que han sido formadas (entre ellas, una palabrota cuyo 
atrevimiento mío al escribirla, muchos no habrán de perdonarme); pero por efecto 
de nuestra resistencia al uso de palabras mal sonantes, se suplen con otras las 
voces groseras, y se dice: 
Caballo manso, tira a penco; mujer coqueta, tira a perdida, y hombre honrado, 
tira a tarugo. 
Penco: aplicado a personas, tonto; a caballos, por el de mala calidad, inservible.18 
 
 Darío Rubio llevó en este estudio la tradición oral al libro e hizo una 
distinción entre nuestros refranes y los ajenos, es decir, los refranes españoles. En 
la introducción de esta obra, el autor habla de “minuciosas revisiones”, lo cual, se 
 
17
 Ibid., p. 16. 
18 Ibid., p. 65. 
22 
 
trasluce en una preocupación crítica que exalta la obra. La segunda edición de 
este libro salió en 1940, corregida y aumentada con más de 400 refranes y con 
una sección que intituló Por los dominios del hampa. 
 
 Además publicó una justificación con forma de prólogo. El (pról. a Refranes, 
proverbios y dichos y dicharachos), donde expresa el móvil de su trabajo. Afirma 
que para conocer cómo vive y cómo piensa el pueblo mexicano, no hay nada 
mejor que sus refranes, sus modismos, sus dichos y dicharachos, ya que en ellos 
están el caudal de los sentimientos, la sabiduría y la experienciade los pueblos. 
Por tanto, ésta es una de las manifestaciones de nuestro modo de ser. 
 
 A la par de los trabajos lingüísticos, también realizó el escrito El Nacional 
Monte de Piedad, conferencia leída ante el Primer Congreso Nacional de 
Asistencia, s/e en 1943; 2a. ed., s/e en 1947. 
 
 El que en tales disciplinas y con tanta sabiduría y devoción se dedicara, hizo 
que fuese llamado a la Academia Mexicana de la Lengua. Darío Rubio ingresó en 
esta Institución como Académico correspondiente en 1918, y socio de número 
desde 1925.19 Tuvo los cargos de tesorero y secretario perpetuo de 1931- 1952, 
año de su deceso. 
 
19 Según la información proporcionada por la Academia Mexicana de la Lengua, un académico 
correspondiente, era, en tiempos de Darío Rubio, aquella persona que había sido elegida por esta institución 
para que se integrara a ella, pero sin obligaciones, ya que éstas vendrían después de pronunciar un discurso 
que determinaba su ingreso. Hoy en día, para la Academia Mexicana de la Lengua, la expresión: “académico 
correspondiente” ha cambiado y en su lugar, se emplea el término “elegido” para referirse a la persona que 
se ha seleccionada como nuevo miembro de esta institución, claro, sin obligaciones por el momento, ya que 
éstas vendrán después de leer el discurso de ingreso. Y se aplica “socio de número” para referir a la persona 
23 
 
 “Dadas sus aficiones lexicográficas, no es sorprendente que para tema de 
discurso de recepción como individuo de número de la Academia Mexicana de la 
Lengua”20 eligiese El lenguaje popular mexicano, leído ante la Academia Mexicana 
correspondiente de la Real Española, el día 20 de julio de 1927, en el Paraninfo de 
la Universidad Nacional de México. El lenguaje popular mexicano constituye con la 
respuesta que don Victoriano Salado Álvarez dio, un folleto cuyo título es, 
Discursos leídos ante la Academia Mexicana correspondiente de la Real 
Española, editado en México por los Talleres Linotipográficos “La Lucha” en 1927. 
 
 Al mencionar en su discurso el tema del lenguaje popular mexicano, afirma que 
para conocer bien a un pueblo hay que estudiar la lengua que habla, porque la 
lengua es manifestación del espíritu de un pueblo, y nuestro lenguaje popular 
mexicano se caracteriza según Rubio, por ser “intemperante, atrevido”, pero de 
una seducción irresistible, seguramente por la fuerza de su expresión; además, es 
de una extraordinaria riqueza en cuanto a modos adverbiales y locuciones por 
ejemplo: a chaleco, a medios chiles, de un jalón, puesto que tiene todo cuanto sea 
necesario para responder a las exigencias de la realidad mexicana: desde una 
broma inofensiva hasta el insulto más despiadado. 
 
 Darío Rubio enfatiza, asimismo, en la riqueza del castellano hablado en México 
en comparación con el de España al referirse a la composición cromática de 
 
elegida por la Academia Mexicana de la Lengua que ha pronunciado su discurso de ingreso; y que tiene una 
serie de obligaciones con la institución. La Real Academia Española, en El Diccionario de la lengua 
Española, 22 ed., Madrid, Espasa Calpe, 2001, p. 17, en su última acepción, define el término “añcadémico” 
como aquel “individuo perteneciente a una corporación académica”. 
20 Op Cit.,Archivo personal de Darío Rubio, p. 10. 
24 
 
nuestra lengua. Al respecto explica que para tener una idea del enorme caudal de 
nuestro vocabulario mexicano, hay que considerar las voces de origen náhuatl, 
tales como jícara, petate, del náhuatl xicalli y petlatl, entre otros que contribuyeron 
a enriquecer nuestra variante castellana. En relación a lo anterior, subraya que de 
ello debemos sentirnos, no orgullosos, sino satisfechos de haber contribuido con 
palabras que entraron al vocabulario español, “no como arremetida bárbara y 
destructora, sino enriqueciéndolo noblemente y sin provocar alteración alguna” .21 
 
 Nuestro lenguaje se compone de voces castellanas, pero también de 
mexicanismos y modismos mexicanos, por lo cual, Rubio sostiene que: 
 
Sí se puede hablar de una contribución de gran cantidad de palabras que 
entraron en el vocabulario…, enriqueciéndola notablemente; de allí que el 
español que hablamos en México es inmensamente rico en comparación con el 
de España…Tómese tan sólo en cuenta que al inmenso caudal del vocabulario 
español agregamos todas nuestras voces de origen en la lengua náhuatl.22 
 
 Y que si se quitasen del español que hablamos en México todos los 
mexicanismos: 
 
Que tienen su origen en el idioma náhuatl (hay que tomar también en 
consideración las voces con origen en otras lenguas indígenas mexicanas 
incluidas igualmente en el español que en las regiones respectivas se habla), se 
 
21 Op Cit., Discursos leídos ante la Academia Mexicana correspondiente de la Real Española, pp. 14- 15. 
22
 Idem. 
25 
 
produciría un caos verdaderamente horrible por la situación en que tal 
desaparición hubiera de colocarnos.23 
 
 Lo anterior es porque como bien lo expresa Rubio, no podemos dejar de 
vivir nuestra realidad mexicana, que tiene sus características peculiares y esa 
necesidad de expresar tales particularidades nos ha llevado a enriquecer el 
vocabulario español de nuestro México. 
 
 Las voces de origen indígena también se emplean para formar refranes, por 
ejemplo: 
 
Hacer un tamal, es frase que usan los peruanos, y que tiene igual significación 
que la castiza, hacer un pastel, en sentido figurado; en Venezuela, írsele a uno 
las petacas, significa perder la paciencia, encolerizarse; frases las dos que nos 
suenan a nosotros a algo desconocido, pero en las que figuran, voces 
indudablemente nuestras: tamal y petaca del mexicano tamalli y petlacalli.24 
 
 Poco antes de morir, Darío Rubio se dedicó a preparar un Diccionario 
Mexicano, trabajo que le fue encargado por el Secretario de Educación Publica, el 
Licenciado Gual Vidal; obra que a su muerte quedó inconclusa. El proyecto era 
ambicioso, ya que el diccionario comprendería “mexicanismos, regionalismos, 
locuciones y modismos, voces de la jerga del hampa, nombres geográficos, 
gentilicios y refranes. Alcanzó a terminar la mayor parte. En curso de ejecución 
 
23 Op Cit., Refranes, proverbios y dichos y dicharachos mexicanos, pp. XVIII-XIX, donde fundamenta la 
razón de ser de los indigenismos en el español de América. 
24 Op Cit., Discursos leídos ante la Academia Mexicana correspondiente de la Real Española, pp. 15- 16. 
26 
 
quedaron las papeletas sobre aztequismos, vicios de dicción y modos 
adverbiales”.25 
 
 Darío Rubio, conocedor de la lengua española de América, dedicó su vida al 
estudio de los modos de hablar de la tierra mexicana y explicó los refranes de 
nuestra habla castellana con esmero. En el campo de la lexicología se impuso la 
tarea de estudiar las semejanzas y las diferencias de los léxicos entre los pueblos 
americanos, lo que le permitió componer los gruesos volúmenes de su magna 
obra: La anarquía del lenguaje en la América Española. 
 
 En su formación profesional mostraba aptitudes para la carrera de abogado; 
mas las circunstancias de la vida le formaron una existencia tan varia que lo 
llevaron de empleado público a empleado particular; de gerente de imprenta a 
interventor de Bancos, de concejal de la Ciudad de México a empleado municipal. 
Sin embargo, durante su trayectoria profesional, prevalecieron sus aficiones 
lingüísticas, cuya labor realizada en este campo, ganó para su nombre merecidaperennidad. 
 
 Además de la lexicografía y paremiología, Darío Rubio buscó para su nombre 
la supervivencia mediante la literatura, pues como hemos visto, compuso una 
serie de cuentos y dramas que fueron representados o leídos con agrado, los 
cuales obtuvieron premios en concursos periodísticos. También se dedicó al 
periodismo, y en este rubro escribió varios artículos. 
 
25 Op Cit.,Archivo personal de Darío Rubio, p. 4. 
27 
 
 Quizá sus libros en lo que atañe a la lexicografía son pocos, pero sin duda, 
cada uno de ellos requirió de varios años de intensa labor, pues el lingüístico no 
era su trabajo central, porque como hemos comentado, se dedicó a muy diversos 
quehaceres en el ámbito profesional. 
 
 Por otra parte, gracias al trabajo de humanistas como Darío Rubio, la 
bibliografía del español hablado en Hispanoamérica cuenta ahora con un nutrido 
trabajo que vislumbra un pasado que pervive en ciertos usos del lenguaje en 
nuestro presente. Con sus investigaciones lingüísticas, Rubio destacó sus 
aportaciones en el conocimiento del español de América, con lo cual, nos dio a 
conocer lo que era y había sido el lenguaje mexicano. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
28 
 
1.2. La anarquía del lenguaje en la América Española en el marco de 
su producción filológica 
 
Rubio desarrolló, a lo largo de su vida intelectual, una gran conciencia respecto a 
la lengua española hablada en México. Lo anterior se ve reflejado en su obra La 
anarquía del lenguaje en la América española, diccionario en dos volúmenes que 
retrata la faceta del idioma hablado en México de 1918 a 1924, lapso en que lo 
llevó a cabo. 
 
 La idea de realizar este diccionario, le surge al autor de ser un coleccionador 
de voces, y: 
 
Llevando como único bagaje mi afición a la lexicografía y mi amor a la lengua 
castellana, cogí mi idea, envolvila en una buena voluntad, por no disponer de 
mejor envoltura, y dando traspiés por todas partes y cayendo y levantando por 
entre dificultades a veces insuperables, hice lo que hecho está y que es bien 
poco; nada para ser franco.26 
 
 La obra se distingue por su carácter comparativo, ya que clasificó las 
voces de la siguiente manera: “I. Voces usadas en México con igual o distinta 
significación en las demás repúblicas hispanoamericanas; II. Voces usadas en 
México y en las demás repúblicas, de origen para mí desconocido o 
 
26 Op Cit., La anarquía del lenguaje en la América Española, pp. XI-XII. 
29 
 
caprichosamente formadas; III. Voces usadas en México con igual o distinta 
significación en las demás repúblicas, relacionadas con la significación castiza”.27 
 
 Además el autor identifica los espacios geográficos en donde se emplean las 
distintas palabras contenidas en el diccionario, pero siempre partiendo del 
significado que se les da en México, y señala algunas etimologías. 
 
 La información contenida en la mencionada obra abunda en importantes puntos 
como son las transformaciones ortográficas que han experimentado algunas de 
las palabras que registra y sus significados, según lo explica don Victoriano 
Salado Álvarez, en su contestación al discurso de El lenguaje popular mexicano, 
de Rubio, al referirse a La anarquía del lenguaje en la América Española. De la 
misma forma, Salado Álvarez hace una observación respecto al título de este 
trabajo, y, dice: “el libro de Rubio no es, como parece por su título y como 
equivocadamente lo creen algunos, obra demoledora y que anuncie cataclismos. 
Por el contrario, como lo nota muy bien Américo Castro, el fijar exactamente todas 
las condiciones en que vive una palabra, es ideal al que debemos tender a 
aproximarnos, en la certeza de no lograrlo”.28 
 
 
27 Op Cit., Archivo personal de Darío Rubio, p. 1. 
28 Op Cit., Discursos leídos ante la Academia Mexicana correspondiente de la Real Española, pp. 41- 42. 
30 
 
 Cabe mencionar que en su vasto estudio, el Rubio no se ocupa de los 
provincialismos,29 como lo explica en la introducción del primer tomo de su trabajo: 
 
Dejo sin tocarlas para nada todas aquellas voces que por su carácter de 
provincialismos tienen derecho a ellas todos los países que las originan, así sea 
mucho o poco lo que tales voces se aparten del diccionario o así sean voces 
formadas en virtud de las necesidades de cada república, sin tomar en 
consideración ningunas leyes filológicas.30 
 
 Tampoco considera aquellas palabras que él llama “corrupciones 
prosódicas del lenguaje” tales como: abofetiar por abofetear; barajear por barajar; 
cirgüela por ciruela etc. 
 
 Mediante el análisis comparativo de numerosas voces del vocabulario español 
de México, entre las que figuran las de origen indígena, Darío Rubio comprueba 
la variación de los significados de cada una de ellas entre una entidad y otra de 
Hispanoamérica; para respaldar dicha aseveración, trasladamos aquí, a manera 
de ejemplo, los siguientes vocablos que así lo muestran: 
 
 
29 La Real Academia Española, en el Diccionario de la Lengua española, ed., 22, Madrid, Espasa Calpe, 
2001, t. I., p. 136, define como provincialismo la “voz o giro que únicamente tiene uso en una provincia o 
comarca de un país o nación”. 
30 Cfr., La anarquía del lenguaje en la América Española , p. XIII. Rubio advierte que los provincialismos no 
entran en el vocabulario general del español de América, pues viven únicamente donde han sido formadas y 
fuera de allí no tienen uso alguno, juzgando su existencia como una característica del Estado de donde son 
originarias. 
31 
 
Enamorado. Este adjetivo no es más que ‘el que tiene amor’; pero en Guatemala 
y en Chile es enamoradizo, y en Honduras y en México, mujeriego, voz que 
vulgarmente convertimos en mujerero.31 
 
Enchiladas. La Academia dice: ‘torta o pan de maíz que se usa en México, 
aderezado con chile’. Como nuestra que es la voz, la cual usamos como adjetivo 
y como substantivo, explicaré cuándo es una cosa y cuándo otra,… Adjetivo: 
tortilla con chile encima o empapada en chile. Substantivo (al que se refiere la 
Academia): tortilla empapada en chile y hecha rollo, en cuyo interior lleva queso y 
pequeños pedazos de papa, cebolla, chorizo longaniza, o carne de puerco. 
(En esto hay una variedad que llamamos envueltos o molotes hechos de carne 
de res molida). En el plato en donde van a servirse, se colocan unas hojas de 
lechuga, y sobre éstas las enchiladas, rebozándolas con más queso, chorizo (o 
longaniza) y cebolla picada. En Guatemala también se usan, y son: tortillas de 
maíz rellenas de verduras y sazonadas con cierta clase de chile.32 
 
Esquite. Del mexicano izquitl, que significa maíz tostado. Se usa en Honduras, en 
Costa Rica y en México. Ganini dice que la voz tiene uso en todo Centroamérica. 
De Toro y Gisbert y Campano la anotan tan sólo como usada en México.33 
 
Tecolote. En Centroamérica y en México, naturalmente, se usa el mexicanismo 
tecolote, búho, del mexicano tecolotl. En Guatemala, en sentido figurado, 
tecolote o teco, es borracho. La última voz se usa de igual manera entre 
nosotros, en lenguaje muy vulgar. El mexicanismo en sentido figurado, tiene 
 
31 Ibid., t. I, p. 207. 
32 Ibid., ,t. II, P. 211. 
33 Ibid., ,t. I, p. 224. 
32 
 
para nosotros, dos acepciones. Una: nombre que se da al gendarme. Otra: un 
lance en el juego de los albures. Dando a la voz género femenino, tecolota, es 
colilla de cigarro. Tenemos en uso el siguiente proverbio: 
 Si el tecolote canta 
 elindio muere, 
 esto no será cierto, 
 pero sucede. 
En el Ecuador, el búho es cuscungo; y el cantar quiteño, dice Tovar, es: 
 Canta el cuscungo 
 y el indio muere, 
 chanza parece, 
 pero sucede.34 
 
 En el idioma español de América, indudablemente continúan teniendo 
vigencia los indigenismos. Al respecto, podemos decir, que los americanismos, 
término con el que también se les denominan, matizan el español de México, allí 
donde las lenguas indígenas le proveían cierta peculiaridad. Lo anterior lo explica 
Ascensión Hernández de León– Portilla, cuando habla de José G. Moreno de 
Alba, y sostiene que él: 
 
Piensa que en el continente americano el español enriqueció en forma destacada 
su nivel léxico, en mucho mayor medida que el morfológico y el fonológico, …el 
enriquecimiento del nivel léxico, es decir la variedad del vocabulario, es lo que 
colorea la diversidad del español y perfila los rasgos del eje diatópico de la 
 
34
Ibid., t. II. pp. 272- 273. 
33 
 
lengua…El español es una lengua llena de rasgos diferenciadores aunque 
conserva su unidad fonológica, morfosintáctica e incluso léxica, dentro de una 
variedad en la que mucho importan las lenguas vernáculas americanas.35 
 
 En La anarquía del lenguaje en la América Española, el autor ofrece una 
exposición sobre las palabras de origen náhuatl que forman parte del español de 
México, entre las que figuran: Achiote, del mexicano achiotl; aguacate de ahuacatl; 
atole de atolli; cacahuate de cacahuatl; coyote de coyotl; elote de elotl; esquite de 
izquitl; jacal de xacalli; pozole de pozolli; tomate de tomatl, entre otras. De este 
modo, Darío Rubio pone singular énfasis en las palabras aborígenes, y, dice que 
éstas son necesarias en el léxico español, porque designan referentes de nuestra 
realidad mexicana, tan extraordinariamente rica, y que la necesidad de nombrarla, 
“las ha hecho nacer y vivir…porque su aplicación responde a la denominación de 
una nueva forma, así sean seres o cosas”.36 
 
 De ahí que, según Rubio, la lengua castellana tuvo que admitir la introducción 
de voces indomexicanas, pues, “la flora, la fauna…, las costumbres todas de los 
americanos no pueden desaparecer, y la conservación de todas éstas implica de 
modo natural, la conservación, a su vez, de las formas de expresión propias de 
todas ellas, casi siempre insustituibles en la inmensa mayoría de los casos”.37 
 
 
35 Ascensión Hernández de León- Portilla, “La aportación de José G. Moreno de Alba al estudio del español 
de América: breves reflexiones” en Ignacio Guzmán Betancourt y Pilar Máynez (coordinadores), Estudios de 
lingüística y filología hispánicas en honor de José G. Moreno de Alba. Memoria del IV encuentro de 
lingüística en Acatlán, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003, pp. 60- 61. 
36
Op Cit., La anarquía del lenguaje en la América Española, t. I, p. s/n. 
37 Idem. 
34 
 
 En el castellano se conservan palabras, cuyo origen se encuentra en alguna 
lengua indígena, consideradas por Rubio “más que como un vestigio cultural, 
como una imprescindible necesidad de su uso por la precisa expresión de su 
significado”.38 
 
 Asimismo, en La anarquía del lenguaje en la América Española, encontramos 
algunos indigenismos sin que se específica su etimología; por ejemplo: chocolate. 
Respecto a esta palabra, Rubio sólo dice que su “origen, su formación, sus 
significados y sus equivalencias han dado bastante trabajo a algunos 
lexicógrafos,” y señala que “la frase sacar chocolate por sacar sangre, se usa en el 
Perú, en Chile, en Argentina y en México, en donde también, usamos con igual 
significado sacar el mole”.39 
 
 Birgitta Leander consigna la palabra chocolate40 y, dice que esta voz, “viene 
probablemente del náhuatl xocoatl, compuesta de xococ, agrio y atl, agua, es decir 
‘agua agria’, ya que esta bebida, sin azúcar, tiene un sabor agrio. Realmente el 
xocotl era, según Molina, ‘cierta bebida de maíz’; pero como se usaba entre el 
pueblo mezclar maíz en el chocolate, suponemos que esta palabra fue la que dio 
origen al nahuatlismo”.41 Por otra parte, Luis Cabrera registra este vocablo en su 
Diccionario de aztequismos42 y, al comentar su etimología, anota lo siguiente: 
“Etimología: a la llegada de los españoles se usaba una bebida, y todavía se usa 
 
38 Ibid., p. X. 
39 Ibid, t. I, p. 161. 
40 En Herencia cultural del mundo náhuatl a través de la lengua, México, Ediciones Andrea, 1961. 
41 Ibid., p. 145. 
42 Luis Cabrera, Diccionario de aztequismos, 5ed., México, Oasis, 1984. 
35 
 
en Tabasco, hecha de cacao y maíz molido disueltos en agua, que se dejaba 
serenar para que tomara un sabor ácido, de donde le vino su nombre de xocoátl, 
agua ácida; de xócoc, ácido, y atl, agua”.43 
 
 La Real Academia Española, en el Diccionario de la lengua española (22 ed. 
2001) registra la voz chocolate, y sobre el origen de esta palabra, se lee lo 
siguiente: “De etimología en disputa; confróntese, nahua xocoatl, de xoco, amargo, 
y atl, agua. Pasta hecha con cacao y azúcar molidos, a la que generalmente se 
añade canela o vainilla. 2. Bebida que se hace de esta pasta desleída y cocido en 
agua o en leche”.44 
 
 No obstante, Rubio ofrece en la obra que venimos comentando pertinentes 
observaciones en relación a la etimología de las palabras de origen náhuatl. A 
este respecto, veamos los siguientes casos: 
 
Copal. La Academia, sin anotar su etimología, dice que ‘es voz mexicana que 
designaba todas las resinas, etc’. 
Copalli es la voz mexicana de la cual se deriva el mexicanismo copal que todavía 
designa, pues que se usa mucho en México. Pichardo escribe mal la voz náhuatl, 
dice: copatli. Lisandro Alvarado: Kopalli. El alfabeto mexicano no tiene la letra 
K.45 
 
 
43
 Ibid, p. 76. 
44 Op Cit., Diccionario de la Lengua Española, p. 538. 
45 Op Cit., La anarquía del lenguaje en la América Española, p. 117. 
36 
 
 Elote. Batres dice que es palabra mexicana; no hay tal, es mexicanismo. La 
voz mexicana de la cual se deriva es elotl.46 
 
Sobre el término aguacate advierte: 
 
 Aguacate. La procedencia de esta voz ha sido motivo de opiniones distintas. 
La Academia escribe, como etimología de aguacate, ahuacaquahuitl. Creo que 
sobra el segundo de los substantivos que forman esta voz mexicana, y que debía 
tomarse como origen de aguacate únicamente ahuacatl, pues aunque es verdad 
que ahuacaquahuitl es árbol del aguacate (aceptando como desde su nacimiento 
se aceptó la voz ahuacaquahuitl es ‘árbol de testículo’, por ser esta la 
significación del primero de los substantivos mexicanos), para la definición de la 
Academia basta ahuacatl. 
 
 Membreño escribe: ‘Aguacate. Ahuacatl o auacatl, azteca’, (en la segunda de 
las voces mexicanas, cómo fácilmente se advertirá, hay un error en la escritura). 
Batres, por su parte, dice que los mexicanos le llamamos peral. No sé de donde 
haya podido tomarlo, pero sería curioso que los mexicanos llamáramos así al 
aguacate. 
 
 Y sobre la etimología correcta de dicha voz, ofrece las siguientes 
autoridades que en su opinión son irrefutables: 
 
 
46 Ibid., p. 200. 
37 
 
 Además de las opiniones consignadas a favor del origen de este 
mexicanismo, anotaré las siguientes que en mi concepto son irrefutables: 
‘Aguacate. Ahuaca- cuahuitl: ahuacatl, testículo; cuahuitl, árbol. (Cecilio A. 
Robelo. Diccionariode Aztequismos). Aguacate. Ahuacatl: árbol indígena cuyo 
fruto es comestible’. (Jesús Sánchez. Glosario de voces castellanas derivadas 
del idioma náhuatl o mexicano).47 
 
 Francisco J. Santamaría coincide con Darío Rubio en cuanto a la 
etimología del término aguacate, ya que en su Diccionario de mejicanismos, en la 
entrada correspondiente a esta voz, se lee: “aguacate, del azteca ahuacatl, que 
significa también testículo”.48 
 
 Veamos ahora las convincentes explicaciones que ofrece Darío Rubio respecto 
a las etimologías en disputa de algunos vocablos de origen náhuatl registrados en 
La anarquía del lenguaje en la América Española; así tenemos, entre otras, la voz 
tamal, de la cual señala: 
 
Tamal. Al llegar la Academia a la voz tamal, dice: ‘Especie de empanada de 
harina de maíz y carne, muy usada en América. II Carne de cerdo que venden 
por las calles en el Perú’. Y como etimología, anota la voz mexicana tenamaxtl. 
Para Bayo y para Barberena, la voz es quichua. Para todos los demás autores 
que consulto, es mexicana. La Academia, Arona y Segovia anotan como 
 
47 Ibid., pp. 19-20. 
48 Francisco J., Santamaría, Diccionario de mejicanismos, México, Porrúa, 1983, p. 38. 
38 
 
etimología del mexicanismo la voz náhuatl tenamaxtl. Pichardo dice que de tal 
voz es corrupción de tamal. 
 
 Lisandro Alvarado escribe tamar. Batres anota tlamalli. Barberena, Fernández 
Ferraz, Lenz y Alemany, tamalli. Esta voz es la mexicana. En la escritura de la 
voz que Batres anota hay una adulteración que bien puede pasar; pero lo que sí 
no es posible que pase, es el dar a tenamaxtl, que debe ser tenamaxtli, el origen 
de tamal, pues tenamaxtli es el nombre que en mexicano se da a cada una de las 
tres piedras con que se forma el brasero.49 
 
 Aparece, asimismo, el término chichihua. Rubio, por su parte, explica: 
 
La voz mexicana que significa nodriza. Entre nosotros va teniendo poco uso;…La 
voz tiene uso en todo Centroamérica. Sin embargo, Batres la anota como 
provincialismo de Guatemala. Alfonso Ayón dice que es un barbarismo; como tal 
pueden juzgarlo los nicaragüenses, pero no lo es. En Cuba, chichihua es nombre 
que se da ‘a una de las clases más pequeñas de Cometas’.50 
 
 También nuestro autor, como ya lo hemos mencionado, trata sobre las 
voces castellanas que sufren una metamorfosis en su escritura y significado, lo 
cual, en su opinión, provoca la confusión entre los usuarios de los diversos países 
hispanoamericanos, ya que ellas van de boca en boca entre nosotros sustituyendo 
a las castizas, tal es el caso de chochar. Rubio dice que “es el castizo chochear, 
 
49 Op Cit., La anarquía del lenguaje en la América española, p. 264. 
50 Ibid., p. 145. 
39 
 
para los guatemaltecos, los peruanos, los argentinos y los mexicanos”.51 Dentro de 
este ámbito encontramos la voz dientón. Darío Rubio advierte que “así decimos 
por dentón o dentudo, los salvadoreños, los chilenos, los costarricenses y los 
mexicanos”.52 Del mismo modo, señala que se usa dintel por umbral, y opina que 
“es uno de los disparates más grandes y más generalizado en América”.53 Al 
referirse a la palabra viejita, afirma que el uso de este diminutivo es incorrecto, 
pues para él, “lo castizo es viejecita”.54 
 
 Igualmente registra algunas voces formadas caprichosamente por los 
hablantes; este es el caso de mecanógrafo. Sobre esta voz, explica que “en Chile: 
así llaman algunos la máquina de escribir”. Y continúa: “en México, lo que me 
parece que hemos inventado es el taquimecanógrafo para aplicarlo al que sabe 
taquigrafía y escribe en máquina”.55 En lo que concierne a pirinola, nuestro autor 
agrega: “seguramente que no ignoramos que la voz es perinola; pero sabiéndolo y 
todo, los guatemaltecos, los salvadoreños, los hondureños, los colombianos y los 
mexicanos, corrompemos la voz y decimos pirinola; y los bolivianos, 
adulterándola, dicen perindola. Los chilenos, como todos los demás 
hispanoamericanos, no sólo dicen pirinola, sino que emplean tal voz para llamar 
así a la peonza”.56 
 
 
51 Ibid., p. 161. 
52 Ibid., p. 182. 
53
 Idem. 
54 Ibid., p. 331. 
55 Ibid., p. 31. 
56 Ibid., p. 130. 
40 
 
 Asimismo, Rubio incorporó en este estudio aquellas palabras que en su análisis 
no encontró registradas en la decimocuarta edición del Diccionario de la Lengua 
Española;57 éstas aparecen precedidas de un asterisco, como es el caso de 
malagradecido. Sobre este término agrega: “La Academia anota, desagradecido; 
los hondureños, los chilenos, los ecuatorianos, y los mexicanos decimos además, 
malagradecido. Echeverría y Reyes dice que es un barbarismo; puede serlo, pero 
allí están en el diccionario de la Academia dos voces que mucho se parecen a 
malagradecido: malaconsejado y malacostumbrado”.58 
 
 Otra palabra que aparece precedida de un asterisco es mantequillera. En lo 
que se refiere a ella, Rubio dice: 
 
Yo creo que hace mucho tiempo que el vocablo mantequillera está reclamando el 
lugar que le corresponde en el diccionario de la Real Academia Española. Con 
excepción de poquísimos países hispanoamericanos que admiten mantequera, 
es general el uso en América de la voz mantequillera; vasija para la mantequilla. 
Es verdad que para los españoles, manteca o mantequilla son la misma cosa; 
 
57 Ibid., t. I, p. s/n. En nota aclaratoria, incluida en el primer tomo de La anarquía del lenguaje en la América 
Española, Rubio explica el motivo de los señalamientos que hace en su obra, en relación a las palabras no 
registradas en el Diccionario de la Lengua Española. Al respecto explica: “hay que entender que todas las 
citas de voces y textos referentes al diccionario de la Academia son tomadas de la edición decimocuarta. Esto 
es porque entre los apuntamientos que forman esta obra y el último diccionario publicado por la Academia 
Española (edición decimoquinta), el cual llegó a México cuando sólo faltaban por imprimirse unos cuantos 
pliegos del segundo tomo de mi obra, hay algunas diferencias: éstas consisten en que habiendo yo anotado en 
mis estudios voces que por una causa o por otra, en mi concepto, debían incluirse en el Diccionario, algunas 
de ellas constan ya en la última edición, como también está incluidas o corregidas algunas de las etimologías 
igualmente anotadas por mí como faltantes o equivocadas”. 
58 Ibid., p. 15. 
41 
 
pero no para los hispanoamericanos, para quienes manteca sólo es la del cerdo, 
y mantequilla la substancia oleosa sacada de la leche.59 
 
 De la misma forma, encontramos el verbo solucionar con la siguiente 
observación: 
 
Verbo que vale tanto como resolver, dar solución, se usa en El Salvador, en el 
Perú, en Chile, en Colombia, en la Argentina y en México. Los autores 
americanos defienden este verbo; los autores españoles, tienen de él distintas 
opiniones. De Toro y Gómez: ‘Solucionar, a. neol. Resolver algo, darle 
solución’. Alemany: ‘Solucionar (de solución) v.a. Resolver, que es como debe 
decirse’. Ricardo Monner Sans: Otro verbo no registrado en el Diccionario oficial, 
verbo que Arona defiende y que encontré, hace poco tiempo, usado por un 
periodista en uno de los diarios más leídos de España. Si de término hacemos 
terminar; y de fin, finiquitar; ¿por qué de solución no nacería solucionar, o sea 
terminar un asunto mediante una solución?60 
 
 Del mismo modo aparece pitahaya, de la que advierte el autor. “Esta voz, 
muy usada en América y que bien merece un lugar en el Diccionario61 con su 
carácter de americanismo, es causa, como muchas otras, de que los lexicógrafos59
 Ibid., p. 20. 
60 Ibid., p. 238. 
61 Darío Rubio aclara en nota de “advertencia”, sin numerar, incluida en el primer tomo de La anarquía del 
lenguaje en la América Española que, cuando escribe Diccionario, así, con mayúscula, alude al Diccionario 
de la Lengua Española, de la Real Academia española. 
42 
 
no se pongan de acuerdo y que la voz ande de aquí para allá, por todas partes, 
como quieren traerla y en medio de confusiones bien grandes”.62 
 
 Como hemos señalado, la obra que aquí nos ocupa es un diccionario que 
ostenta una clasificación alfabética de las voces que incluyó, junto a las cuales se 
asientan sus reflexiones; al final de cada letra, Darío Rubio incorporó también: 
Refranes, locuciones y modos adverbiales. Por ejemplo, sobre la letra “A” 
encontramos, entre otros refranes, los siguientes: 
 
Al que por su gusto muere, la muerte le sabe a dulce. 
Así dicen los cubanos para denotar la conformidad del que sufre algún perjuicio 
por su gusto. 
En México se dice: 
Al que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe. 
O de otra manera, aunque malsonante por el empleo del substantivo buey: 
El que por su gusto es buey, hasta la coyunta lame. 
Explicaré: entre nuestra gente ordinaria, buey es nombre que se da al marido 
ultrajado en la honra por su mujer.63 
 
Aquí torció la puerca el rabo. 
Cuervo la anota con esta significación: ‘este el momento crítico, aquí está la 
dificultad’. 
Nosotros también usamos la frase, pero así: 
Aquí fue donde la puerca torció el rabo.64 
 
62 Ibid., p. 131. 
63 Ibid., pp. 57-58. 
43 
 
De la letra “L” transcribimos el siguiente: 
 
La cáscara guarda el palo. 
Es frase criolla, dice Segovia; significa que: La buena reputación, el buen 
proceder y la circunspección sirven de escudo en la vida. 
En México se usa tal frase; pero nos quedamos muy lejos de la significación 
Argentina, pues que nosotros la aplicamos satíricamente a quien sólo se baña 
allá, de vez en cuando, por campanada de vacante. 
De igual manera se usa en Costa Rica y en Honduras.65 
 
 Ilustramos sólo algunos de ellos, pues como hemos subrayado, aparecen 
al concluir cada grafía o dígrafo en el diccionario. 
 
 Al final del primer tomo de La anarquía del lenguaje en la América Española, 
viene una clasificación alfabética de las voces que contiene, estructuradas en dos 
columnas; ésta resulta de gran utilidad porque se indica el lugar o página en el que 
se ubica y analiza cada palabra. 
 
 El segundo tomo sigue la misma organización, sólo que a diferencia del 
primero, éste es más amplio debido a un breve diccionario que figura al final del 
mismo, titulado: Voces de la jerga usadas en México por criminales, 
especialmente por ladrones y rateros, que contiene palabras ordenadas 
alfabéticamente. A juicio de Rubio, estas voces son empleadas por los ladrones en 
 
64 Ibid., p. 59. 
65 Ibid., p. 363. 
44 
 
México con el objeto de comunicarse entre sí, los unos a los otros. En ellas 
destacan las del caló propiamente, y las de uso popular en México adulteradas por 
los maleantes con un nuevo significado. Al respecto tenemos: 
Afán. Voz empleada para la designación del hecho en sí de cualquier robo. 
Estar preparando un afán: estar preparando un robo.66 
 
Bote. Cárcel. 
 
Borrar. Escapar de las garras del gendarme; fugarse de la prisión.67 
 
Cruzadora. La mujer que ayuda a robar el ratero.68 
 
Entacuchado. Bien vestido. Elegantemente, lujosamente, hasta cierto punto.69 
 
Perro. Agente de la policía que anda en motocicleta.70 
 
 Ahora bien, Rubio, refiriéndose a su obra, explica que es el resultado de 
un poco de laboriosidad, y que mucho de lo que contiene podría estar sujeto a 
crítica. Y continúa: 
 
Seguramente sobrarán reparos que hacer a mi obra, ya sea por la escritura de 
las voces que anoto como usadas en México, ya por la significación que a ellas 
 
66 Ibid., p. 435. 
67 Ibid., p. 436. 
68 Ibid., p. 437. 
69 Ibid., p. 438. 
70 Ibid., p. 442. 
45 
 
atribuyo; esto es muy natural…si en voces escritas y usadas científicamente hay 
tantos casos muy notables diferencias de opiniones por la escritura o por el 
significado, cómo no serán estas diferencias cuando la escritura de las voces, y 
el uso que de ellas hacemos, giran alrededor de una muy grande arbitrariedad.71 
 
 Como hemos visto en estas páginas, La anarquía del lenguaje en la 
América Española refleja las preocupaciones del autor por difundir las formas de 
expresión que consideró propias de México en su momento. También constituye 
una publicación donde se manifiesta la injerencia de las lenguas originarias en el 
español de México, principalmente del náhuatl, y además se exponen tanto los 
refranes que figuran en el lenguaje hablado como las palabras más usuales en 
determinada jerga, convirtiéndose así en un diccionario donde se muestra los 
distintos usos que de la lengua hacen sus hablantes. 
 
 A lo anterior, José G. Moreno de Alba, profundo conocedor de los temas del 
español de América, explica sobre Darío Rubio que “no pocos de los dialectólogos 
actuales suelen citarlo, a él y a otros pioneros como él, sólo en esos aspectos que 
a la luz de nuestros conocimientos actuales nos parecen imperdonables defectos 
o al menos muestras de ingenuidad excesiva”.72 Sin embargo, Moreno de Alba 
piensa que la información que encierra la obra de Darío Rubio, es válida para 
nuestro tiempo, entre otros rubros, por las explicaciones que anota sobre la 
convivencia del náhuatl y el español, desde la época virreinal hasta nuestros días. 
 
71 Ibid., t. I, p. XVIII. 
72 Cfr., José G. Moreno de Alba, “Filólogos de la Academia Mexicana”, Minucias del lenguaje, 4ª. 
reimpresión, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 169. 
46 
 
 Por su parte, el autor de La anarquía del lenguaje en la América Española, 
afirma que dentro de lo insignificante que resulta ante los ojos de muchos, esta 
obra puede ser motivo de varios estudios para todos aquellos interesados en 
conocer la naturaleza de la lengua española de nuestro país, y, formula la tesis de 
que cualquier esfuerzo, por insignificante que sea, bien vale la pena; porque “en el 
más grandioso de los edificios, un grano de arena es un contingente”.73 Y expresa 
que este libro puede ser esa pequeña aportación en favor de la lengua castellana 
de América. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
73 Op Cit., La anarquía del lenguaje en la América Española, p. XII. 
47 
 
1.3. Su función en la Academia Mexicana de la Lengua 
 
El autor de La anarquía del lenguaje en la América Española perteneció a diversas 
sociedades entre las que destaca la Academia Mexicana de la Lengua.74 A 
continuación ofreceremos una breve relación acerca de la actividad que en este 
ámbito desempeñó. 
 
 Este estudioso del lenguaje rindió culto, como ya se mencionó, también a la 
contabilidad, mas sus afanes lexicográficos lo llevaron a interesarse por las formas 
de hablar de Hispanoamérica, pero sobre todo, la de nuestro México, la cual, 
como hemos visto en el apartado anterior, estudió a través de sus palabras 
sueltas, sus frases y sus refranes; este trabajo se concretó en lo que finca su 
producción más importante, la lexicografía y la paremiología. Sus investigaciones 
en estas disciplinas siguen siendo punto de partida para los estudiosos actuales 
de la lengua española. José G. Moreno de Alba, al referirse a los “Filólogos de la 
Academia Mexicana” en su libro, Minucias del lenguaje,75 destaca el trabajo 
lingüísticode este miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Además 
apunta que la labor realizada por “Ricardo del Castillo” o Darío Rubio, en el campo 
lexicográfico, se refiere predominantemente a la lengua española hablada en 
México. 
 
74 Otras Instituciones en las que desempeñó algún cargo Darío Rubio fueron: la Secretaría de Educación 
Pública; la Imprenta Rauol Mille, editora de Revista de Revistas; el diario México Nuevo; el Ayuntamiento de 
la Ciudad de México; la imprenta Franco–Mexicana; los Talleres Tipográficos Lacaud; la casa editora Bouret; 
la Compañía El Sol, S. A. y El Nacional Monte de Piedad. 
75 Sobre la bibliografía completa de este estudio, véase nota 72 del apartado anterior de este trabajo, 
intitulado, “La anarquía del lenguaje en la América Española en el marco de su producción filológica”. 
48 
 
 Las numerosas investigaciones lingüísticas de Rubio le valieron el ser llamado 
a la Academia Mexicana de la Lengua; fue electo como miembro correspondiente 
el 23 de octubre de 1918 y, siete años después, el 18 de febrero de 1925, fue 
nombrado socio de número.76 El discurso que pronunció a su ingreso versó sobre 
El lenguaje popular mexicano; en éste, por demás elocuente, expresó su gratitud 
por el hecho de haber sido llamado a dicha sociedad y también, manifestó lo pobre 
que resulta el lenguaje en ocasiones para exteriorizar el sentimiento que nos 
embarga. Así lo explica: 
 
A pesar de lo florido del lenguaje, de la belleza de la frase, de lo expresivo de la 
palabra, momentos hay que al intentar expresar los sentimientos que nos 
embargan, nos conformamos con lo que podemos decir sabiendo que lo dicho no 
es lo que sentimos; algo, mucho, a veces todo se queda dentro de nosotros 
porque las palabras, ropajes en los cuales envolvemos lo que deseamos dar a 
conocer son pobres, débiles, incoloras, incapaces para alcanzar la grandeza de 
expresión que reclama la sublimidad del pensamiento.77 
 
 Asimismo, en dicho discurso, Darío Rubio señala que el lenguaje popular 
mexicano, “tiene muchos atractivos a pesar de sus atrevimientos”.78 
 
 Por otra parte, al referirse a la interferencia del náhuatl en la lengua castellana 
de México, explica que no hubo tal influencia y no pudo haberla, ya que las 
 
76 Al respecto, véase nota 19 en el apartado “Esbozo biográfico de Darío Rubio”. 
77 Op Cit.,Discursos leídos ante la Academia Mexicana correspondiente de la Real Española, p. 7. 
78 Cfr., Ibid., pp. 17- 18. 
49 
 
palabras españolas y las voces de origen náhuatl concurren de manera armónica 
en el léxico español de México. Y continúa: 
 
Hay voces de origen mexicano que tienen equivalentes castellanos y sitio en el 
Diccionario:79 papalote (de papalotl); tecolote (de tecolotl). También existen 
mexicanismos con equivalentes castellanos, pero sin lugar en el Diccionario: 
Olote (de olotl), temascal (de temazcalli); pero tales voces, también usadísimas 
en México, no conseguirán nunca nada que pudiera ocultar la existencia de 
carozo e hipocausto; voces éstas que nosotros no usamos ni para remedio.80 
 
 Acerca de la coexistencia de las voces españolas e indígenas en el 
español hablado en México, Moreno de Alba sostiene que las investigaciones 
bibliográficas que realizó Darío Rubio sobre este tema, son acertadas, y que 
tienen información válida para nuestro tiempo: 
 
Véase, por ejemplo, su explicación sobre la convivencia (y no mezcla) del náhuatl 
y el español durante la época virreinal en la Nueva España (y hasta nuestros 
días); sus conceptos sobre la formación de voces híbridas en ambas lenguas; 
sus pertinentes observaciones en relación con las frecuentes concurrencias de 
vocablos españoles y nahoas del tipo tecolote- búho y el predominio de unas 
sobre otras; sus convincentes reflexiones sobre la innegable seducción que 
 
79 No hay que perder de vista que Rubio se refiere al Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia 
Española, decimocuarta edición. 
80 Op Cit.,Discursos leídos ante la Academia Mexicana correspondiente de la Real Española, pp. 11- 14. 
50 
 
ejercen sobre todos nosotros tantas expresiones y giros propios del habla 
popular; su original recolección de dichos y proverbios mexicanos, etcétera.81 
 
 Al respecto, resulta importante retomar a Victoriano Salado Álvarez que 
explica lo que Joaquín García Icazbalceta decía: 
 
¿Por qué, pues, hemos de calificar rotundamente de disparate cuanto se usa en 
América, sólo porque no lo hallamos en el Diccionario? Esos mal llamados 
disparates ¿no son a menudo útiles, expresivos y aun necesarios? Deséchese 
enhorabuena, con ilustrado criterio, lo superfluo, lo absurdo, lo contrario de las 
reglas filológicas; pero no llevemos todo aberrismo, por un ciego purismo, ni 
privemos a la lengua de sus medios naturales de enriquecerse.82 
 
 Por otra parte, como ya se mencionó, don Victoriano Salado Álvarez fue 
quien tuvo el encargo de dar respuesta al discurso de ingreso de Rubio o “Ricardo 
del Castillo”. A éste le fue encomendado el cargo de secretario,83 deber que siguió 
durante veinte años hasta su muerte en 1952. Fue el séptimo secretario de la 
Academia Mexicana de la Lengua, de 1931 a 1952. Al mismo tiempo, también fue 
tesorero84 de la misma Institución. 
 
 
81 Op Cit., Minucias del lenguaje, p. 169. 
82 Victoriano Salado Álvarez, “Discurso del señor Victoriano Salado Álvarez”, Discursos leídos ante la 
Academia Correspondiente de la Real Española, p. 48. 
83 Op Cit.,Diccionario de la Lengua Española, p. 2036. Sobre la palabra “secretario”, dice en su segunda 
acepción: “persona encargado de escribir la correspondencia, extender las actas, dar fe de los acuerdos y 
custodiar los documentos de una oficina, asamblea o corporación”. 
84
Ibid., p. 2166. En la entrada que corresponde al término “tesorero”, se lee en la primera acepción lo 
siguiente: “persona encargada de custodiar y distribuir los caudales de una dependencia pública o particular”. 
51 
 
 El paso de Rubio por la Academia Mexicana de la Lengua fue significativo, 
sobre todo, en lo que concierne al área administrativa. En este rubro, mostró su 
capacidad como secretario y tesorero, cuyas actividades desempeñadas se 
centraron en el fortalecimiento institucional, a partir de la consideración de que los 
documentos académicos siempre deben de estar al corriente. Y a través de una 
efectiva operatividad burocrática, llevó al día las actas y correspondencias de 
dicho organismo. 
 
 Darío Rubio transitó por los terrenos de la lexicografía, y la Academia Mexicana 
de la Lengua le cobijó por sus méritos como lingüista, como secretario y tesorero 
hasta su transe a la vida eterna. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
52 
 
Capítulo 2 
En torno al sustrato indígena 
 
 
2.1. La controversia entre indigenistas e hispanistas 
 
La injerencia de las lenguas americanas en el español de México es un tema que 
ha suscitado controversias: así entre los estudiosos se presenta la disyuntiva entre 
adherirse a una postura indigenista o seguir la hispanista. Para quienes se inclinan 
por la primera de ellas, la contribución de los idiomas originarios a lengua traída 
por los conquistadores que corresponde a lo que se conoce como fenómeno de 
sustrato, es significativa, mientras que los segundos se han esforzado en 
demostrar que el fenómeno sustratal es débil y responde a unos cuantos casos 
aislados. 
 
 Esta discusión, según explica Pilar Máynez, “se remonta a las últimas décadas 
del siglo XIX, cuando Francisco Pimentel e Ignacio Manuel Altamirano intentaban 
precisar las características que debería reunir la literatura nacional a la que

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