Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO ESCUELA NACIONAL DE ARTES PLÁSTICAS “El uso del color en base a la obra de Gustave Moreau” T E S I S Que para obtener el título de Licenciado en Artes Visuales Presenta Tomás González Dávila Director de Tesis: lic. Jorge A. Novelo Sánchez México DF. 2007 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A MI FAMILIA A FEDERICO DE LA ROSA A JESSICA LOPEZ RIVAS A MIS AMIGOS AGRADECIMIENTOS A JORGE NOVELO, POR ANIMARME Y APOYARME A LO LARGO DE ESTA INVESTIGACIÓN. A JUAN MANUEL SALAZAR, POR HABER SIDO MI INICIADOR EN EL CAMPO DE LA PINTURA. Y A TODAS AQUELLAS PERSONAS QUE DIRECTA O INDIRECTAMENTE TUVIERON PARTE DENTRO DE ESTA INVESTIGACIÓN. CAPITULARIO. INTRODUCCIÓN. ........................................................................................................1 CAPÍTULO 1. Cambios en la pintura francesa, finales del siglo XIX. 1.1. EL ROMANTICISMO FRANCÉS, 1815-1850..........................................................3 1.2. HERENCIA DEL ROMANTICISMO........................................................................7 1.3. EL SIMBOLISMO,1840- 1900.................................................................................12 1.4. GUSTAVE MOREAU...............................................................................................16 CAPÍTULO 2. Acerca de Gustave Moreau. 2.1. CONSIDERACIONES...............................................................................................23 2.2. LOS PROCESOS DE TRABAJO..............................................................................25 2.3. EL COLOR.................................................................................................................33 2.4. LAS ATMÓSFERAS..................................................................................................41 2.5. LOS MATERIALES...................................................................................................42 CAPÍTULO 3. 3.1. EL PAISAJE URBANO..............................................................................................47 3.2. DESARROLLO DE OBRA PICTÓRICA..................................................................60 CONCLUSIONES. ...........................................................................................................69 BIBLIOGRAFÍA. Información en línea. .........................................................................76 INTRODUCCIÓN. El presente trabajo engloba el estudio planteado hacia el color, partiendo de la obra simbólica de Gustave Moreau; en él se encuentra la investigación acerca de la obra de dicho maestro, trastocada por la historia y el pensamiento del mismo, que poco a poco nos acerca al tema desarrollado a partir del mismo análisis, el paisaje urbano. Dicho trabajo es un recuento que, desde un punto de vista individualista, se enfoca hacia los colores, sus teorías y aplicaciones, mismas que inicialmente fueron escogidas únicamente por el gusto visual que generan. Conforme se avanzó en dicho estudio se lograron entrelazar las concepciones, enfocándolas hacia el paisaje urbano, ya que las mismas cumplían teórica y visualmente con la representación de dicho tema, lo que favoreció su acercamiento. Al abordar el siguiente trabajo, el lector se acercará cada vez más hacia un desglose de técnicas, teorías y análisis a partir del color, lo que le encaminará dentro de conceptos que funcionaron para un desarrollo pictórico particular, mismos que a su vez le podrán servir como guía para un desarrollo pictórico individual propio. Nos hemos acercado a la obra de Gustave Moreau enfocándonos en el color como protagonista de la obra, como motivo a desarrollar; poco a poco tanto el análisis como el objetivo se han dirigido hacia las relaciones del color y las influencias entre los colores, así podemos decir que más allá del objetivo primario, de la obtención de atmósferas tensas y colores brillantes, se logran procesos que nos llevan a una aplicación más acertada del color y el equilibrio de éste. Cabe señalar que conforme los procesos de trabajo se dirigieron hacia el color, este mismo influyó en las obras realizadas; el juicio del gusto por ciertos colores llevó a explotarlos y generar con ellos las atmósferas y ambientes que se deseaban. Claramente esto sirve de manera particular en la obra por el gusto mismo, pero sin dejar de lado que puede fungir como un manual de consejos y de visiones hacia el trabajo pictórico, mismo que puede dar distintos resultados según sea el enfoque que de él se tenga. Finalmente, esta investigación puede considerarse como una amalgama de resultados que giran en derredor del color, pues conjuga la investigación y una práctica pictórica que puede ser base o punto de partida hacia un estudio más extenso acerca de Gustave Moreau, del color y del papel que juega no sólo en la pintura de su tiempo, sino desarrollando su influencia hasta nuestros días. 1 CAPÍTULO 1. Cambios en la pintura francesa, finales del siglo XIX. 1.1 EL ROMANTICISMO FRANCÉS. 1815-1850. Si bien en este capítulo se ha tomado un periodo de la historia para tratar de dar una idea general, no se profundizará en la historia como un objetivo, ya que algunas de las obras que más adelante serán mencionadas no se han retomado históricamente, si no a causa de su importancia para aclarar las ideas principales del capítulo, la fecha tomada es, en este caso, sólo un referente a los cambios que se suscitaron antes de la ascensión de Gustave Moreau dentro del círculo de la pintura francesa, y del mismo modo los ejemplos que se analizarán figuran sólo en dicha nación, como base de las nuevas concepciones pictóricas de los siglos XIX y XX dentro de la pintura occidental. Algunos acontecimientos en la existencia del hombre son evolutivos, cada elemento que se presenta en ella es un cambio, mutación que influye en él mismo o en la historia, procesos que mueven al mundo del arte y de aquellos para quienes el arte es la vida. La pintura ha sido una de las grandes muestras de los cambios evolutivos que menciono, siglo a siglo cambia, evoluciona y se revoluciona; los pintores de antaño tal vez no comprenderían el quehacer artístico de nuestros días, o tal vez lo intentarían comprender buscando en el su valor. Uno de estos cambios evolutivos surgió en el siglo XIX y recibió el nombre de Romanticismo; éste encerró un espíritu de cambio en respuesta al academismo antecesor, que ya no cumplía con las metas de enseñanza, que día a día eran monótonas y que no satisfacían del todo a los alumnos de las academias. Estos cambios sociales, revolucionarios y artísticos invadían al mundo; sin embargo, en Francia, lugar de nacimiento de la pintura moderna, fue donde tuvieron en los artistas los receptores ávidos de vivir a partir de estos cambios. 2 Es por esa razón que nace el Romanticismo, teniendo en los alumnos de la Academiade Bellas Artes de París a algunos de sus más talentosos artistas; un movimiento que se enraizó en la literatura, las artes plásticas y la música y que fomentó que tales artistas se hermanaran para crear un nuevo estilo de vida y pensamiento más crítico y propositivo. Théodore Géricault ( 1791- 1824) en un principio, y más tarde Eugine Delacroix (1798-1863), fueron una parte importante de estos cambios, ellos ocuparon aquellos estudios aprendidos en la academia para comenzar a crear obras propias, ya no las copias de sus maestros, sino obras que reflejaron su temperamento, su visión y su sentimiento, todos ellos parte del pensamiento romántico. Dentro de este mismo movimiento se distinguieron algunas corrientes, hecho previsible, pues, al comenzar a ser autónomos, los artistas abordaron sus ideas por medio del quehacer artístico, tratando al mismo tiempo de cumplir con su pueblo y, lo más importante, cumplir con sus propias ideas. En este camino encontramos a Gustave Moreau (1826- 1898), un representante romántico que daría un giro al movimiento, dando origen al Simbolismo, tendencia que cumplía con las bases teóricas del Romanticismo, pero centrando su importancia en el color, interés planteado por Géricault y Delacroix en un principio. Anteriormente Géricault, en su gran obra “La balsa de la medusa” (fig.1), había captado con su riqueza de colores, centrada en los tierras y verdes, la atención de pintores más jóvenes que se impactaron al ver las formas humanas de un modo expresivo y natural, ya no con poses clásicas. Dicho pintor realizó una composición en que dieciocho figuras se apiñan en la estrecha plataforma de una balsa, sacudida ésta por olas furiosas. Es el momento en que los náufragos divisan a lo lejos la nave salvadora; los más resistentes, agitando lienzos, hacen desesperadas señales. En los personajes de fondo anida la esperanza. Los del primer plano, rodeados de cadáveres y seres moribundos parcialmente sumergidos en el mar, dan toda la medida de la tragedia. 3 Fig. 1. Théodore Géricault. “La balsa de la Medusa”, 1819, óleo sobre tela, 491 x 716 cm. Museo de Louvre. La armonía general del cuadro se centra no sólo en los cuerpos o en sus movimientos, se enfoca en el color; en verdes profundos, ocres y pardos negruzcos, dramática en sí, acentúa la impresión tétrica, los efectos violentos de zonas claras y de sombras tenebrosas. Mediante esta obra, Géricault también fue el primer realista, tanto por el asunto tratado como por la conciencia de la que está impregnada la obra, con sus imágenes copiadas de enfermos y cadáveres de la morgue, reproducidas en una escena con una veracidad y tratamiento diferente hasta ese momento, fue aquí donde se dió un gran paso en la pintura, el cambio de los colores. Seguido de este pintor se encuentra Eugéne Delacroix, mismo que por medio de su trabajo se liberó todavía más de los tecnicismos académicos, pues tomaba aquello que le sirviera dejando lo demás a la experimentación. Una de sus grandes obras, “Dante y Virgilio en el infierno” (Fig. 2), toma al color como centro de expresión; si bien las figuras dan el movimiento al cuadro, el color es el que da la importancia a los personajes. 4 Delacroix manifestaba ya un temperamento más rico y original que el del iniciador del movimiento, esto es patente al observar la dramática figura de Dante sorprendido con su “guía y maestro” quieto y pasivo a un lado, la vigorosa anatomía del barquero, las aguas agitadas y ponzoñosas en que boyan los desnudos condenados, todo ello iluminado por la trágica luz de los relámpagos. Elementos que tienen su fuerza de expresión basada completamente en el color. Aquí el mar del infierno y los cuerpos sumergidos en él contrastan en color con las figuras de Dante y Virgilio, los cuales avivan el cuadro, llevándolo de los matices terrosos a un blanco que deslumbra y un rojo que podría ser relativo a la vida y la pasión de Dante. Así, las figuras principales son demarcadas por el color, mismo que enfatiza el movimiento y que comienza a ser valorado como expresión por sí mismo. Fig. 2. Eugéne Delacroix. “Dante y Virgilio en el infierno”, 1822, Óleo sobre tela, 189 x 246 cm. Museo de Louvre. 5 Entonces, dentro del Romanticismo se encierran gran cantidad de corrientes y de pintores que trabajaron bajo la batuta del cambio, basados en la literatura de escritores coetáneos como Víctor Hugo, con su celebre Los Miserables, o de aquellos que cumplieran con sus ideas, reflejaron un sentir de amor, tragedia o al margen de su imaginación, como lo hiciera Dante en su Divina Comedia. 1.2 HERENCIA DEL ROMANTICISMO. Como ramificaciones del Romanticismo surgen las corrientes del Naturalismo y el Realismo (1840–1880), basándose la primera en la vida del campo, de sus pobladores y en una forma de vida envuelta en el trabajo; la segunda se enfoca sobre la vida del obrero y su explotación, ambas con fuertes referentes del esclavismo, así como sobre el esfuerzo humano y su sufrimiento. Dentro del naturalismo un exponente importante es Jean Francois Millet (1814- 1875), donde la luz del campo que envuelve a sus personajes crea la sensación de pertenecer a ese grupo; personajes enfrascados en sus tareas cotidianas como congelados, así aparecen en Las espigadoras (Fig.3), cuadro pintado alrededor de 1857, donde se expresa la ardua labor de los campesinos y su pobreza. Estos se sumergen en colores terrosos con acentos lumínicos de color amarillo de Nápoles, que genera atmósferas de luz fría, lo que introduce una sensación de pobreza, humildad y trabajo. Es así como cada color va obteniendo una importancia dentro del cuadro, ya que no se trata de colorear sino de aplicar el color con todo sentido intencional. 6 Fig. 3. Jean Francois Millet. “Las espigadoras”, 1857, óleo sobre tela. 83 x 110 cm. Museo d´Orsay. De la misma forma, Gustave Courbet (1819- 1877), muestra a los mineros en sus esfuerzos por conseguir las piedras preciosas y gastando su cuerpo para poder sobrevivir, muestra de ello es su cuadro Los picapedreros (Fig. 4), realizado hacia 1851. En él las texturas de la pintura responden hacia el tema de la obra, el color y la forma de ejecución corresponden al lugar del trabajo, a la tierra; pareciera que el cuadro se nubla por el polvo donde el color de los mineros se funde con los tonos tierra de las rocas, como si ellos estuvieran juntos en sus almas. Fig.4. Gustav Coubert. “Los picapedredros”, 1849, óleo sobre tela, 165 x 238 cm. Museo Gemäldegalerie, Dresde. 7 A la par de estas corrientes surgió el Impresionismo (1860-1900), una forma de realismo que emergió como contrapunto de las corrientes antes mencionadas, pues basó su representación también en la vida cotidiana, pero con un cambio notable: se enfocaba en la vida de la gente de la alta sociedad, sus costumbres, representaciones de los grandes cafés citadinos, restaurantes o convivencias sociales; al surgir una nueva forma de expresión, el pintor ya no pintaría dentro del estudio, sino al aire libre, y se enfocaría en los estudios de óptica y luz, creando un nuevo tipo de pintura basado en la representación de la luz y sus efectos en el ojo, rediseñando su paleta con colores lumínicos, los tonos son apastelados por su gran carga de blanco para volverlos luminosos, entonces cambia la estructura de las composiciones al ser éstas escogidas de la naturaleza, dadas por la misma, siendo todo lo anterior un nuevo avance dentro de la representación, que sería retomado, analizado y valorado por otras corrientes que tomarían del Impresionismo aquellos elementos que les fueran útiles. Pinturas como El bar de Folies- Bergéres (Fig., 5), de Eduard Manet (1832- 1883), o los Nenúfares (1916) de Claude Monet (1840-1926), son un claro ejemplo de dicho movimiento. Fig. 5. EduardManet. “El bar de Follies Bergéres”, 1881, óleo sobre tela, 95.2 x 129 cm. Courtlaud gallery. 8 Todas estas nuevas corrientes trataron de abrirse paso hacia finales del siglo XIX y principios del XX. Compitiendo unas contra otras, organizándose, adquirieron importancia y por ende compitieron (de cierta forma) con la Academia. Al mismo tiempo, los contactos con el lejano oriente dejaron grandes marcas dentro de las obras de algunos pintores; podría decirse que trastocan las imágenes japonesas, como los nenúfares antes mencionados que tienen similitudes con obras japonesas de flores. Dentro del Realismo se desenvolvió Arnold Böcklin (1827- 1901), por ejemplo con su Isla de los Muertos (Fig.6) donde trató pictóricamente el tema de la muerte; idea recurrente en muchas de sus obras, en las que si bien no está del todo presente la muerte, sí figura dentro de la obra o se refiere a ella, jugando con la imaginación del espectador y su sentimiento. Y es Böcklin quien abrió una nueva idea, pues cambió la concepción del color trazando sus fondos de colores neutros o en otros casos sin matices, para dar importancia a los elementos principales del cuadro. En esta obra se puede ver como la luz emerge de la isla, como dando la bienvenida al cuerpo inerte que será dejado ahí, contrastando éste con su túnica blanca; al observar el cuadro se crea una relación por color, como si la luz atrajese al cuerpo a su eterna morada. 9 Fig. 6. Arnold Böcklin. “La isla de los muertos”, 1886, óleo sobre tela, 80 x 150 cm. Museum der Bildenden Kunste Leipzig. De la decadencia de la vida y su corrupción surgió una nueva ola que también se desprende del Romanticismo, el autodenominado Prerrafaelismo (1840-1890), 20 años antes del Impresionismo; pintores antes romanticistas como Dante Gabriel Rossetti (1828- 1882), (fig. 7) y Puvis De Chavannes (1824- 1898), se manifestaban mediante la persecución del Idealismo, defendían el “cuadro como cuadro”, no como representación, basándose en los pintores anteriores a Rafael, y con la influencia literaria de autores como Dante Alighieri, (debido al cual Rossetti se anexó el primer nombre). Fig. 7 “Beata Beatriz”, óleo sobre tela, 86 x 66 cm. Tate Gallery. Estos artistas comenzaron a pintar de forma lineal, sosegada, con colores que evocaran la santidad, la brujería o la muerte. En sus obras los cuerpos de las figuras femeninas son sensuales, pero hechos con colores que les hacen ver muertas, pieles demasiado blancas; estas figuras emergen de fondos oscuros, mismos que delimitan las formas; su paleta es modificada con tonos bajos y luces fuertes que dan sentido al cuadro, colores como el 10 azul de Prusia, el verde Olivo, y las pieles con tendencias al blanco sugieren una pintura que podría tender a la escultura. Acercándose y sumergiéndose en una nueva corriente que, si bien respondía a los valores del Prerrafaelismo, encontraría dentro de sí una nueva forma de expresión, vendría el Simbolismo, una de las últimas corrientes del siglo XIX y precursora de las grandes vanguardias de la pintura del siglo XX , que avanzó en la importancia del color. Desde esa base parte Gustave Moreau, un pintor de cierta forma autodidacta, que siempre buscó satisfacer sus deseos y las inquietudes que reflejó en cada una de sus obras, todas ellas una búsqueda incesante del sentimiento a través del color. 1.3 EL SIMBOLISMO. 1840-1900. La palabra “símbolo” surge de la raíz griega symballo, cuyo significado es relacionar cosas que sean identificables; tiene como fundamento y sentido principal la representación de las cosas implicando un mensaje; algo que se desea comunicar, en este caso por escritura, formas o colores que contienen un propósito, ya sea moral, religioso o emocional. El símbolo se encuentra en todas las manifestaciones de la expresión humana y más íntimamente ligado a las artes, donde es primordial que la imagen llegue a ser decodificada por el espectador para lograr su comprensión. Esta corriente nació como una manifestación literaria, pero cuando sus literatos finalmente consolidaron su propia identidad, también buscaron artistas que por medio de sus obras fueran un eco de sus ideas, lo cual podía brindarles a los primeros una especie de justificación histórica-artística. Quien puso en circulación el término “simbolismo” fue el poeta Jean Moréas, en su manifiesto que apareció en Le Fígaro el 18 de septiembre de 1886; la persona que 11 vendría a ser la figura central del Simbolismo literario fue el poeta Stéphane Mallarmé, quien además puso los cimientos de las “actitudes modernas” hacia las artes. Sin embargo, más que ser un movimiento en el que la escritura dominara, en el Simbolismo dominó el color, que creó las atmósferas idóneas para generar en las obras artísticas aquellos sentimientos de encierro, de muerte, de destrucción y, por qué no decirlo, de magia. A los simbolistas les atraía la idea de la muerte, del amor perdido o que llevara a la perdición, un amor enfermizo. Además detestaban el mundo industrial, los suburbios, el capitalismo y con ello el surgimiento de las clases; lejos de creer en la idea del progreso, odiaban la devastación que éste causaba y la pobreza que generaba. Estos pintores se inspiraban tanto en sus ideas y creencias como en obras literarias que hablaran de la tragedia, del amor prohibido, de la perversidad o de su propia vida y experiencia (caso de Chavannes); es decir, obras e ideas que se reflejaran en las temáticas y los personajes de las obras pictóricas. Aquí, en esta corriente es donde surgen las “mujeres fatales” retomadas como temática pictórica, la más sintética representación de lo antes mencionado; Salomé, que con su erotismo mortal manda decapitar a San Juan Bautista, o manifestándose como en la obra “Las sirenas” (Fig. 8) de Gustave Moreau, es ella la máxima representación y personificación de la idea simbolista de la muerte a causa de un amor prohibido. 12 Fig. 8 Gustave Moerau. “Las sirenas”, 1882, acuarela, 32.2 x 20.6 cm. Museo Moreau. Quizás el color tan vibrante, poco definible, entremezclado, las texturas o las formas abarrocadas por la decoración, son las más grandes cualidades de la pintura simbolista, en ella sin lugar a dudas llaman la atención los colores tanto dorados como nacarados, las composiciones tensas, que surcan la tragedia y la muerte, impregnadas de movimiento tan solo por el color y las texturas. También podrían ser la sensualidad de sus formas, de las mujeres delicadas y a la vez amenazantes, o de los hombres que rozan las características femeninas con delicadeza, donde su movimiento es apenas perceptible como en aquellas esculturas de los templos de Khajuraho en la India, donde ambos en conjunto crean todo un universo que nos remite a la mitología griega y a la herencia grecorromana. Sin embargo, todos estos elementos son matizados con decoraciones que se acercan al barroco pero mediante la tradición orientalista, mezcla del arte japonés, hindú y chino; así, es todo este contenido lo que da forma y carácter a la pintura simbolista (Fig. 9), una serie de signos que en conjunto crean un lenguaje, que llevan mensajes más allá de lo que vemos y conocemos; de lo que no vemos, signos que no podemos fácilmente reconocer y que tampoco podemos analizar de forma individual, pero que en conjunto nos dan un mensaje claro que inunda nuestra percepción. 13 Fig. 9 Gustave Moreau. “Los pretendientes”, 1852, óleo sobre tela, 385 x 343 cm. Museo Moreau. Si bien se podría discurrir que muchas de las creaciones artísticas son simbólicas, ya sea por su temática o por su tratamiento, cabe señalar que en el Simbolismo se encierran aquellos pintores que por medio de la alegoría o la metáfora crearon una historia dentro de sus composiciones, acompañada con colores que dramatizan al temay dan un mayor sentido de la pintura, por eso mismo son ellos a quienes nos hemos referido para circunscribirnos en una temporalidad específica. De igual forma, como base del Simbolismo se reflexionaría el papel de la religión, no como se le conoce sino como se siente; donde el pintor da vida a las ideas por medio de su lenguaje plástico y sus colores, igual respecto a sus concepciones del mundo. Creando un universo propio, que puede ser percibido por quien mira la obra realizada, más no comprendido del todo, posiblemente porque su fin podría ser el cuestionamiento propio, que puede ser logrando o no una lectura fiel de la obra. Por ejemplo, el arte hindú y el arte barroco, ambos responden a una religión, ambos son representados en formaciones recargadas, donde cada parte tiene un 14 significado dado, y nada sobra, pero para comprenderlos hay que saber descomponerlos, por así decirlo, y analizar parte por parte para comprender el todo. Probablemente estas características del arte oriental son las que motivaron a los pintores decimonónicos a buscar nuevos caminos donde todo estuviera invadido por el arte y la literatura (en la que basaban algunas de sus obras, por ejemplo en la Divina Comedia de Dante), para crear una nueva forma de ver al mundo, cambiante y revolucionaria para no dejar estancar el arte y sus representaciones reminiscentes del periodo grecorromano, generándola a partir de los avances tecnológicos e industriales, reflejo de las nuevas sociedades. Quizás se podría llegar al Simbolismo por medio de todas las características que nuestra pintura posmoderna nos ofrece, herencia de los mismos movimientos ocurridos en el siglo XIX, donde ya no se consideran los formatos y donde se buscan formas de expresión y no de representación. Hoy en día se cuenta con muchos avances de los cuales se puede hacer uso, nuevas técnicas de pintura y el hecho de que la producción ya no esté limitada a un formato; pero es ahora cuando se llega a olvidar a aquellos artistas que dieron las pautas para desarrollar un arte universal, gracias a que pudieron comprender su espacio y su tiempo. En el Simbolismo es donde se conjugan de manera definitiva las tendencias anteriores, donde el color pasa a ser el protagonista de la pintura, es de cierto modo la síntesis final del Romanticismo, donde las ideas, los sentimientos y las representaciones de la muerte se funden en el trabajo tanto de Rossetti y Chavannes como de un pintor fundamental e icono de este movimiento, Gustave Moreau (Fig. 10). 15 Fig. 10 Gustave Moreau. “Los Ángeles de Sodoma”, 1890, óleo sobre lienzo, 93 x 62 cm. Museo Moreau. 1.4 GUSTAVE MOREAU. Son dichos elementos en fusión, más los acercamientos que su pintura tiene hacia el arte oriental y su teoría, lo que hace de Gustave Moreau (Fig.11) un pintor de avances y a su pintura el centro del arte simbolista, además de ser un bastión aparte de sus contemporáneos, sumergidos dentro del Impresionismo o el Romanticismo primario, como reacción a su antecesor el Neoclásico, que en forma rigurosa no aceptaba nuevas propuestas dentro del arte del siglo XIX. 16 Fig. 11 Gustave Moreau. “Autorretrato”, 1890, dibujo a lápiz, 41 x 33 cm. Museo Moreau. “Gustave Moreau debe ser la figura central de cualquier estudio sobre el arte simbolista. En comparación con sus contemporáneos, Moreau emerge como un artista de características muy especiales y distintivas”.1 “Su obra primera manifiesta la influencia de Delacroix y en 1850 él mismo se consideraba muy influido por Chassériau, cuyo gusto por el color brillante como una joya dejó una profunda huella en la formación de su estilo. En 1856, siguió una tradición antigua entre los artistas franceses visitando Italia. Permaneció allí cuatro años, sintiéndose especialmente atraído por los pintores primitivos, por lo vasos arcaicos, por los mosaicos antiguos y por los esmaltes bizantinos”.2 Al mirar las obras de este artista se reconoce que muchos de los objetos que aparecen en los cuadros son puramente decorativos, pudiéndose relacionar con el arte oriental, con sus grandes decoraciones de motivos florales, grandes zonas de luz o el uso de colores en altos tonos. 1 Edward Lucie –Smith. El arte simbolista, p. 63. 2 Ibidem. p. 63. 17 En cuanto a la superposición de figuras o de formas -sin olvidar que el arte oriental tiene sus propias concepciones y valores-, Moreau podría en algunos de los casos tomar la decoración de un tapiz o de una ilustración japonesa3 como ejemplo para componer sus obras, para dotarles de ciertas características (como el color contrastante). En el arte oriental la línea y el contorno dominan, el color es puro, sin claroscuro; en éste no se trabaja la perspectiva por ser demasiado fiel a la realidad, el punto de fuga no sirve para la representación, que está dada sólo por las tonalidades de la tinta, donde el tratamiento del espacio y la ausencia dotan a la pintura de un silencio y una densidad; características presentes en la obra de Moreau. Para este capítulo se han retomado algunas opiniones de Gustave Moreau y algunas más de ciertos autores y personas que le conocieron, todo con el fin de acercarnos un poco más hacia su forma de ver la pintura y sus concepciones acerca de ésta, no para su utilización literal sino sólo para fortalecer su comprensión. “No creo ni en lo que veo, ni en lo que toco. Sólo creo en lo que no veo y en lo que siento. ¿Qué importa la naturaleza en sí? El arte es la persecución encarnizada, por la plástica únicamente, de la expresión, del sentimiento interior […] el verdadero artista no hace más que traducir los movimientos de su alma”.4 Frases como ésta probablemente eran comunes en su taller, donde enseñaba a sus discípulos a pensar y a pintar al unísono, estos aprendieron de él como su amigo, formándose a su alrededor, absorbiendo su pensamiento. Las mejores maneras de comprender a este pintor es por medio de su obra (Fig. 12), los pocos datos que ha legado al mundo del arte, y por medio de la obra de sus alumnos, mismos que diversificaron la pintura y que son el resultado de la investigación que su maestro desarrolló. Ejemplo de esto último es la obra de Matisse (1869- 1954), donde se aprecia claramente un uso del color muy apegado a las ideas de Moreau, pero completamente llevados a su más depurada manifestación y creando el Fauvismo; un ejemplo más es el 3Gustave Moreau y su legado, Centro Cultural Arte Contemporáneo, p. 21. 4 Julio E. Payró. Pintura Moderna, p. 167. 18 de su famoso allegado Braque (1882- 1963), quien se desarrollaría como un representante importante del Cubismo. Podría decirse que enseñó la pintura como medio de expresión y que en su taller se conjugaban el academicismo y la libertad de creación (ejemplo claro son aquellos pintores que del taller emanaron), Moreau era un guía para sus alumnos, probablemente compartía con ellos sus propios avances; sus descubrimientos quizás no eran un secreto sino una manifestación nueva para plantear en clase. Probablemente algunas de estas características permitieron que en los alumnos se diera la libertad de creación con sus propias ideas, ya que eran libres de pintar lo que desearan ya que ésta era la propia naturaleza de Moreau; trabajaba sin cesar y podría comparársele con Da Vinci, en el sentido de que su habilidad no era la suficiente para manifestar sus abundantes pensamientos. Fig. 12 Gustave Moreau. “El poeta muerto llevado por un centauro”, 1890, acuarela, 33.5 x 24.5 cm .Museo Moreau. “Una vez determinado el tema, la búsqueda de la forma que habría que darle sobre la superficie bidimensional de papel, panel o lienzo pasaba por una sucesión de dibujos 19 rápidos y estudios trabajados, pero tambiénpor bosquejos coloreados que establecían la distribución de espacios y las zonas luminosas”.5 De hecho, la enseñanza es lo que parece haberle motivado en vida, actividad que ha permanecido después de su muerte; es como si quisiera compartir su conocimiento con todos, dejando un claro ejemplo de esto, heredó todas sus obras y su casa para que se creara un museo en su nombre, donde además de ver cómo era su vida, dentro pueden observarse la mayoría de sus obras y así los avances progresivos de Moreau dentro del campo de la pintura. Dentro del mundo del arte fue poco estimado por sus colegas y amado por sus alumnos, con sus ideas tal vez forjó parte de la libertad de pensamiento y de acción dentro del campo de la pintura, maestro de maestros, dejó su herencia dentro de las manifestaciones pictóricas del siglo XX y que ahora motivan a los nuevos pintores, que sin embargo poco saben del origen humano de las vanguardias. A menudo se encuentran comentarios de diversos autores y del propio pintor en cuanto a sus consideraciones dentro de la pintura, sobresaliendo el hecho de que tenía una gran imaginación, entendida como su capacidad para crear imágenes autónomas y nuevas, extraídas de un universo mental sobrecargado de imágenes de todos los tiempos y todos los países. En algún momento explicó a su joven estudiante Henri Evènepoel que pintar bien no era suficiente. “Aún sobre los maestros de la virtuosidad, el mètier6 no era suficiente para mantenerlos en la igual cúspide que los complicados Bizantinos, quienes, en una deforme y mal construida cabeza de una virgen, se elevaron a sí mismos a un sentimiento del ideal que nunca ha sido sobrepasado.”7 5 Gustave Moreau y su legado. Centro Cultural de Arte Contemporáneo, p. 18. 6 Maestro, jefe. 7 Henri Evènepoel. Gustave Moreau et ses Elévès, Letters d’ Henri Evènepoel à son père. París, Ed. Michel, 1923. 20 En la cita anterior se muestra como él de cierto modo justifica el trabajo que hace el genio y la habilidad. Él, como los pintores de antaño que no disponían de habilidad ni de imágenes que les sirvieran de referente, por medio de su imaginación y de sus ideas creaba las imágenes que hoy día siguen sin perder su valor como imágenes originales. Un crítico del mismo periodo de Moreau, Camille Mauclair, reconoció el inconciliable carácter de los problemas que Moreau aceptó de su herencia cultural. Apuntando que la mayor parte de las más extensas pinturas en el museo de Moreau estaban incompletas, Mauclair escribió que “en realidad, ninguna hubiese podido ser terminada. El significado de su pintura contraponía cada una”.8 (Fig. 13.) Fig. 13 Gustave Moreau. “La aparición”,1874-1876, acuarela sobre papel, 105 x 72 cm. París, Museo del Louvre. 8 Camille Mauclair, De Watteau à Whistler, París, 1905. 21 Esta contraposición quizás nació a la par de sus experimentos pictóricos, pues en sus obras es notorio el cambio en la ejecución, ya que las obras primeras, como el caso de “Jasón” (Fig. 14.), muestran los cánones clásicos; más tarde en su vida la ejecución se vuelve hacia los elementos necesarios; todas sus obras son distintas en cuanto a la plasticidad de los materiales y el uso de los colores, el cual no se cerraba a jugar un papel secundario en la obra ni supeditado al dibujo (como lo hiciesen los neoclásicos); cada trabajo suyo era un juego entre el dibujo y el color, a veces el color era el que encerraba al dibujo o formaba parte de éste. J. R. Huysmans vio en la obra de Moreau “la morbosa transparencia de una entera sensibilidad moderna”. Fue eco e inspiración para André Breton, en el nombre del surrealismo, quien hace admirable referencia a los “sueños insanos” de Moreau.9 Fig. 14 Gustave Moreau, “Jasón”, 1805, óleo sobre tela, 204 x 115.5 cm, Museo d´ Orsay. 9 Joris-Karl Huysmans, A. Rebours, traducido por Robert Baldick como Against Nature, Londres, Penguin Books, 1989, p.69 CAPITULO SEGUNDO. Acerca del trabajo de Gustave Moreau. 2.1 CONSIDERACIONES. Este capítulo es un estudio de las técnicas que forman parte de la obra de Gustave Moreau, un análisis para comprender mejor su pintura y desglosar de ella los elementos que servirán para desarrollar el trabajo pictórico; por otro lado, dentro de las técnicas pictóricas, podemos mencionar la técnica mixta flamenca (temple y óleo) y veneciana (pútrido o temple graso y óleo), ya que en su época, éstas eran las naturalmente utilizadas, por lo que las bases en que apoyo su pintura debieron-tentativamente - estar compuestas por creta y media creta respectivamente; en otros casos fueron la acuarela y el dibujo a carbón los componentes en los diseños preparatorios; ya que las técnicas mixtas no se mencionan en las bibliografías, se ha respetado los datos tomados del libro dentro de los pies de imagen y solo la experiencia personal al ver las obras reveló las técnicas en su más acertada composición. Para dicho estudio se utilizaron como referencia las obras que se expusieron en el Museo Nacional de Arte (MUNAL) dentro de la exposición El Espejo Simbolista en la ciudad de México, de todas ellas, en algunas se tomaron por apreciación los colores y el tratamiento del material en otras, para ser más especifico, puesto que en algunas obras fue muy difícil el identificar algunos colores; claro, confiando más en las obras reales que en imágenes encontradas, que sin embargo sirven para ilustrar y mostrar el trabajo de Moreau por medio de sus obras. Para comprender la pintura del artista mencionado se necesita comprender el por qué de su producción artística, donde el color es base, por sí mismo, de la concepción pictórica; Moreau trató de emplear nuevas concepciones dentro de sus obras, tratando de llegar a la raíz de las cosas, de tal forma que lo plasmado debería de cumplir con su idea, abrazándolo con su propia naturaleza. Todas sus obras en conjunto nos muestran cierta hermandad con las obras de Leonardo da Vinci (1852- 1519), en tanto que parte de ellas no fueron terminadas; cada descubrimiento en la pintura le llevaba a otro rumbo, así que sus pinturas terminadas tienen un sello particular, comenzando por algún concepto, finalizando con otro o en ciertos casos un trabajo inacabado (Fig.15.). Fig. 15 Gustave Moreau, “Leda”, 1875, óleo sobre lienzo, 220 x 205 cm, Museo Moreau. Cada parte de las obras de este pintor es un sello, una inicial que poco a poco nos revela las intenciones del artista plasmadas dentro del lienzo; huellas, líneas, contornos que en conjunto plasman una idea que deja de estar, angustiosa quizás, en la mente del pintor y que se materializa mostrándonos parte del pensamiento y de los fines de este artista. Cuando se aborda por primera vez la obra de Gustave Moreau, como espectador, uno probablemente no sabe qué encontrará, lo que busca o lo que sentirá al contemplar sus pinturas, por momentos sus pinturas nos dejan ver cómo fueron realizadas, cómo utilizó el color para crear efectos de claroscuro, de brillantes tonalidades o los contrastes de cuerpos humanos, vivos o muertos, que inquietan por sus cualidades de color, forma y matiz; en otros nos esconden, por decirlo de alguna forma, el cómo fueron ejecutadas, creando una sensación de curiosidad hacia sus formas de trabajo. Es un tanto difícil el encontrar cómo trabajaba este pintor (al igual que muchos), principalmente por el color, ya que todo aquel que se dedica al oficio de pintar manifiesta cierta predilección hacia algunos colores, a sus combinaciones y a sus aplicaciones, así que sólo serán mencionadas aquellas características que nos mostraron más claramente sus cualidades, sus procedimientos y resultados, tomando como base algunas de sus obrasmás clarificantes, aquellas que se ha tenido la fortuna de observar, estudiar y apreciar 1, mismas que al ojo demostraron sus cualidades. 2.2. LOS PROCESOS DE TRABAJO. En el presente apartado se arrojan las nociones que de primera intención se encontraron al observar el trabajo de Gustave Moreau, los resultados de contemplar las obras reales y lo que éstas nos mostraron, complementado lo anterior con la información bibliográfica. El dibujo es parte fundamental en el trabajo de este artista, va componiendo los espacios, las figuras o las formas que gozan de los cánones clásicos pero que juegan con un movimiento apenas perceptible, dado por fuertes contornos que se encajan en fondos de colores vivos mezclados; símbolos de distintas culturas que nos remiten a decoraciones de significados diversos, como ejemplo las flores blancas, que pueden familiarizarse con la Pasión o con la santidad. El dibujo consiste en organizar y componer, a base de bocetos, las distintas disposiciones en las que se encontrarían las figuras, los dibujos, realizados al carbón o a lápiz, tenían carácter natural – realista y su modelo era tomado del modelo real, no sólo los cuerpos humanos, a su vez los animales y vegetales. Existen infinidad de sus dibujos que llaman la atención por estas características, ejemplos como el elefante o el mono son de lo más claro, bocetos que en un principio describen las características particulares de los animales y que en el caso del elefante sirvió para crear una obra pictórica. Al avanzar en el trabajo dejaba sólo aquellas características que permitían reconocer o identificar hasta cierto punto dichas figuras sólo con los rasgos más específicos. Ya terminados sus bocetos con las limitaciones del carbón y del lápiz (con 1 Exposición “El Espejo Simbolista”, Museo Nacional de Arte, 2006. los que solo se pueden obtener gradaciones de grises), o tal vez cuando estaba completamente satisfecho, lo transportaba al óleo o a la acuarela, buscando por medio del color una visión mas formal y detallada de cómo conseguir en la obra sus contrastes, la depuración de los colores que utilizaría o como en algunos casos, y si su resultado era el deseado, dejarlo tal cual y sin llevarlo a otros materiales. Algo que llama la atención dentro de sus obras es el trabajo de todo el ropaje y decoración que acompañan a las figuras, hay ciertas obras donde el efecto de una tela es obtenido por un color base oscuro con relieves trabajados a la espátula o pincel, mismos que sugieren las luces y los medios tonos, así como paisajes o construcciones que están dibujados y con sólo unos espatulazos que crean la materialidad y el volumen de las formas. Fig. 16 Gustave Moreau, “Hercules y la Hidra de Lerna”, óleo sobre lienzo, 32 x 40 cm. Col. A. Roux En “Hércules y la Hidra de Lerna”, estudio preparatorio (Fig.16), donde son notorias las masas de color que definen de primera intención las luces y los planos, Moreau buscaba ser realista al trabajar de ese modo, tratando de que la misma textura funcionara en el ojo dando la sensación de volumen que el objeto producía. Así, una tela no tenía que parecer como tela, sino que para el ojo debería de serlo, para esto se armó con todos los elementos que observó en distintas imágenes de diversos países, mezclando en su obra el relieve ya mencionado o los raspados de espátulas sobre la pintura fresca, así como los volúmenes creados por una densidad del material, de color o de línea. Son fácilmente reconocibles tales aspectos al observar las obras de este autor, reflexionando que tal vez no se guiaba por el cómo debería de representarse las cosas sino más bien de presentarlas. Es así el por que se pueden encontrar los contrastes entre los cuerpos semidesnudos de sus obras y los atuendos que estos portan, siendo que el cuerpo humano ópticamente es liso en comparación con muchos otros objetos y seres vivos, es entonces comprensible el uso de la textura tanto del pincel como de la espátula; si lo que quería era presentar una roca, ésta tiene un volumen y una forma que le caracterizan, así como su dureza, entonces el reto estaba en darle esas características dentro de la pintura, mismas que dictarían el cómo se debía de trabajar, una roca por ejemplo podría ser resuelta por la densidad del material, el agua por medio de sus reflejos o un cuerpo por su sutileza y color. Quizás podríamos intuir que una de las preocupaciones de Moreau fuese el no representar lo que ya existía, sino atribuirle con nuevos valores para enriquecerle, el embellecer ciertas características; probablemente plasmó lo que sus ideas le mandaban, tomando en cuenta que gran parte de su obra trata de la mitología; creó mundos, espacios y decoraciones de acuerdo con su idea del cómo serían según su descripción literaria, ya que pocos se mantenían en pie; mundos de leyenda o de seres inexistentes que adquirieron rasgos por medio del pincel de este autor. Basta citar al mismo pintor para comprender estas consideraciones: “todo lo que es bello en el arte, verdaderamente excepcional, todo lo que se relaciona con lo que de más noble y precioso hay en el espíritu y en el alma no puede ser copiado de la naturaleza”2. Es aquí, en esa forma de pensar, en donde comienzan los avances hacia la pintura como tal, lo que hoy podríamos llamar pictórico en sí es esa concepción, la pintura como medio de expresión tal vez ideal de la realidad y no como representación de ella. Dentro 2 Gustave Moreau y su legado, Centro Cultural Arte Contemporáneo, 1994, p.278 del campo de la pintura es de vital importancia el dónde se va a pintar, el cómo y el con qué, los materiales que sean afines a la idea que se tenga al realizar un trabajo. Encontramos de esta manera una cita que nos habla del por qué de los formatos que escogió Moreau para sus creaciones: “El formato, sobre todo en sus extremos, estirado a lo alto o cuadrado participa, la composición axial a lo alto insiste en el poder de la fuerza expresada (Fig.17), el cuadrado a su vez es señal de plenitud”3. Fig. 17 Gustave Moreau. “Deyanira”, 1873, óleo sobre lienzo, 385 x 343 cm, Museo Moreau. Trabajó dentro de su taller siguiendo reglas académicas, pero el tratamiento fue lo que intervino, utilizó modelos y fotografías de los mismos para sus creaciones, pero al trasladarlas al lienzo modificó de manera significativa tanto la plástica del material como los colores, llevándolos a contrastes fuertes y colores brillantes. Poco a poco se fue desligando del estilo temprano que le familiarizara con Delacroix hasta llegar a su estilo personal simbólico- académico, el trabajo de su dibujo, 3 Ibidem. p. 19 su complejidad de líneas y las técnicas de la pintura que culminarían en una glorificación del color. Dentro de la práctica académica del siglo XIX debemos de recordar el copiado de obras del pasado que este pintor defendió fervientemente, ya que al ser autodidacta sabía la importancia de observar la pintura de los antiguos maestros. Así, destacando de ellos a los holandeses, maestros de una técnica detallista, sus alumnos eran instruidos en copiar a Rembrandt (1606- 1669),, a Rubens (1577- 1964) y en menor escala a los pintores renacentistas italianos, como Leonardo y algunos otros. Los alumnos de Moreau probablemente eran atraídos por la luz que manejaban los pintores de los Países Bajos en cuanto a su perfección4. Los horarios de la academia, así como sus actividades diarias, permitían tanto al pintor como a sus alumnos el visitar por la tarde el Louvre, así se aprovechaba el tiempo entre clase -una matinal y otra nocturna-, dedicándose al refinamiento en la ejecución y copia de estas obras del pasado. Dentro de lasobras que tanto él como sus alumnos tomaban de referencia para copia, y siendo las más importantes por su contenido, se encuentran las obras de Rembrandt y los maestros flamencos , donde probablemente se ejercitaba el uso de la luz y del color característicos de este maestro de la pintura holandesa (Fig.18), es claro que basaba una parte de su estudio en la forma de construcción de las pinturas de Rembrandt, sabemos con certeza que estas obras cuentan con pinceladas que tanto sugieren como dan forma de la idea, ya sea de volumen o de su plano, ambas características presentes de la misma forma en la obra de Moreau (Fig. 19). 4 Ibidem, p.277 Fig. 18 Rembrandt. ” El banquete de Baltasar”, óleo sobre lienzo, 167 x 209 cm. Londres, National Gallery. Fig. 19 Gustave Moreau, “Salomé”, 1876, óleo, 144 x 103.5 cm. Colección Armand Hammer. A lo anterior hay que añadir una colección de moldes, entre ellos el de la cabeza del “Esclavo agonizante” de Miguel Ángel que posteriormente se convertiría en la cabeza de su “Orfeo” (Fig. 20).5 5Ibidem, p. 20 Fig. 20 “Orfeo”. 1865-1866, óleo sobre tela, 154 x 99.5 cm. Museo de Louvre. Disponía de una notable serie de obras antiguas ilustradas con grabados, muchas de las cuales tienen huellas de su utilización: bosquejos al margen, fragmentos de calcos, registros diversos, ilustraciones de recorte, todo ello para facilitar la disposición o el uso del color en sus trabajos6. 6Ibidem, p.21 2.3 EL COLOR. La comparación de las obras de Gustave Moreau en cuanto a su cercanía con la pintura china y japonesa (Fig. 21) queda de manifiesto al observar sus composiciones mayoritariamente hechas verticalmente (Fig.22), igualmente en los colores, a continuación se presentan algunas comparaciones de obras chinas y de la pintura de nuestro autor tratado. Fig. 21 y 22 Izquierda, Gao Qiteng. “Macacos”, 1889-1933, tinta china sobre papel. Derecha, Gustave Moreau. “Edipo y la esfinge”, 1864, óleo sobre tela, 206.4 x 104.8 cm. Nueva York, Metropolitan Museum of Art. En esta comparación se clarifica cómo sus disposiciones son muy cercanas a las composiciones chinas, dando un lugar primordial al espacio, donde claramente se manifiesta el uso del claroscuro y la perspectiva aérea7, no utilizada por los chinos.8 Sin embargo, por medio del espacio, de la jerarquización y el color, ellos dan estas mismas percepciones al contemplar la obra, distanciándose por el cambio de temática tratada. 7 Leonardo Da Vinci. Tratado de la pintura. 8 Lyn Yutang. Teoria china del arte, capítulo 7, Las seis técnicas de la pintura, p. 50. En cuanto al color, es claro el como retoma un tanto la pureza de los mismo, que también pueden verse en estos acercamientos, aún estando dentro de los lineamientos de la pintura occidental, poco a poco va encaminándose más al arte oriental, esto mismo podría decirse, que da un sentido más simbólico a su creación, desde el punto en el cual el arte oriental es simbólico por naturaleza (basado en la religión Budista y Taoísta), donde todos los elementos significan algo y solo protagonizan lo necesario. La siguiente comparación es en cuanto al color mediante el acercamiento antes mencionado, a fin de aclarar cómo estas aproximaciones llevaron a una síntesis que tendría efectos en el arte occidental, generando nuevas corrientes, nuevas concepciones acerca del color, nuevos artistas y obras. Fig. 23 y 24 Izquierda: Gustave Moreau. “La muerte de Safo”, acuarela sobre papel, 18.4 x 12.4 cm. Derecha: Shen Mei, “Dos pandas”, tinta china sobre papel, 25 x 25 pulgadas. Entonces encontramos los matices muy parecidos a la obra de Moreau, conjuntamente a la composición, están los grises, los amarillos, los anaranjados o los verdes, además de ser elaboradas casi de la misma forma, ya que ambos trabajos son en técnica de aguadas. (Figuras 23 y 24). Es claro que los pintores chinos se enfocan en la naturaleza y su grandeza, así en la figura 23 el árbol de la derecha, por sus dimensiones y su disposición, nos genera la percepción de ser bastante grande, misma lógica que utiliza nuestro autor en la figura 24, donde si bien figuran elementos primarios (la mujer y el ave), las montañas y los montículos rocosos son los que tienen más peso para lograr el objetivo de grandeza y del espacio. Así, aunque los colores no son del todo comparativos, sí se puede considerar que quizás utilizó o llenó su gabinete con estampas de obras de las dinastías chinas, que se distinguen por su forma de utilizar el color, lamentablemente dentro de esta investigación no se pudo profundizar qué tipo de estampas figuraban en su colección, pero dado que los pintores orientales respetan las reglas tanto de la composición como del color y su manejo (claroscuro, perspectiva, espacio), aquí se muestran pinturas que nos acercan a la mejor comprensión de la comparación de Moreau con el arte oriental. Estas comparaciones tienen como fin el clarificar la idea del por qué Moreau se alejó de las teorías y de las aplicaciones del color que en un momento dado acercaron la producción pictórica hacia el Impresionismo en Francia; cómo la búsqueda de los colores brillantes, vibrantes o contrastantes intrigaba a Moreau y el cómo encontró parte de la respuesta al acercarse a un arte que en sus bases es contrario o quizás antagónico respecto al manifestado por los pintores occidentales. Moreau, al igual que muchos artistas y pintores, tiene un uso particular del color, así como su paleta, la cual fue rescatada ya con el color seco. Misma que en su museo se muestra como una forma de relación y de armonía del color y de los colores que utilizara para dar vida a sus obras. De esta paleta se rescatan extractos de algunos colores, entre ellos el ocre, el amarillo medio, blanco, verdes, violetas, azul cobalto, rojo y el ultramar ( presentes a simple vista en sus obras); mismos que se pueden encontrar en la paleta de Rembrandt (con excepción de algunos azules). Así, se puede sugerir que algunos de estos colores llamaron la atención de Moreau al contemplar las obras del Louvre, y que probablemente se dedicó durante cierto tiempo a la recreación de los efectos de estos colores sobre el lienzo. En la mayoría de sus obras trabajó con tonos fríos para dar realce a las figuras y para imprimirles dramatismo, trabajó desde los azules a los tonos tierras, pero hizo uso del color pigmento puro para acentuar ciertas partes del cuadro, por ejemplo en la obra “Júpiter y Semele”(Fig. 25), donde utilizó el azul ultramar del fondo para realzar los rayos de luz que emanan de la cabeza de Júpiter, en la parte superior central, trabajados en rojos, pero evitando que el color vibre demasiado, colocando el respaldo del trono de Júpiter, llevándolo a variaciones de ocre; esta combinación y el trabajo con el azul del fondo son característicos en muchas de sus obras. Fig. 25 Gustave Moreau. “Júpiter y Semele”, 1894-1895, óleo sobre lienzo, 212 x 118 cm. París, Museo Moreau. En el caso de “La parca y el ángel de la muerte” (Fig. 26), el azul oscuro del fondo tiene apenas una degradación del color con blanco, pero lo calienta reflejando en las nubes el color ocre del sol colocado en la parte baja del cuadro, situado a la derecha, usando los rojos y amarillos tanto en el sol como en la cabeza de uno de los personajes. Fig. 26 Gustave Moreau. “La parca y el ángel de la muerte”, 1890, óleo sobre tela, 110 x 67 cm, Museo Moreau. La forma en que dispone el color es como si fuese una cortina o telón de teatro, van cayendo los tonos fríos hacia los cálidos, aún trabajando con loscolores considerados cálidos (tierras, amarillos, etcétera.) los lleva a su más baja tonalidad en la parte alta de la obra. Podemos mencionar la obra “Moisés abandonado a orillas del Nilo” (Fig. 27), donde la figura del niño contrasta con un medio fondo oscuro en la parte baja del cuadro, contrastado éste con la luminosa y dibujada parte superior del cuadro, en esta obra los colores cambian más hacia la paleta cálida, pero Moreau mantiene la frialdad manejando amarillos muy luminosos y de baja tonalidad, diferenciándolos con algunos verdes que disponen las estructuras del fondo, obteniendo la composición por medio de los acentos luminosos, así como de colores contrapuestos. Particularmente en zonas del cuadro donde se busca un equilibrio utiliza tanto los colores primarios como secundarios y terciarios, estos últimos colocados sobre los primarios ya secos, en forma de tallados o en forma matérica para sobreponer alguna forma. Fig. 27 Gustave Moreau. “Moisés abandonado a orillas del Nilo”, 1878, óleo sobre tela, 185.4 x 134.6 cm. Fogg Art Museum, Harvard University. En particular para los colores de fondo, colocaba el color por separado, de la parte superior corría hacia abajo y los extremos, ya sea en vertical o en diagonal, seguido de esto colocaba el color que predominaría en la parte baja y lo corría hacia arriba, matizando un poco donde ambos colores se unían y manteniendo así la pureza de su color en los extremos. Ocurría así con casi todos los colores que aplicaba, tratando de no mezclarlos más que lo necesario en la paleta, mezclándose en el lienzo y obteniendo así una conjunción sobre el lienzo de innumerables colores de difícil obtención por medio de la combinación en la paleta, con la ventaja de obtener colores que funcionaban para sus fines, ahorrando tiempo de trabajo. De la misma forma, donde la pintura estuviera ya lista en el color que usara de base, sea azul o tierras, sobreponía los colores por medio de espátulas y pinceladas gruesas, más contrastantes con la base, dejando la huella de la herramienta usada. Incluso se podría mencionar que esto le funcionaba muy bien, ya que al no matizar se coloca el color puro, y así al observarlos la vista es la que los conjuga en su justa medida sin perder sus brillantes propiedades como la luz y la saturación. Así es como se acerca a lo que posteriormente podríamos llamar Modernismo y a la pintura abstracta más próxima al Expresionismo. Se podría decir que Moreau en su tiempo comenzó a aplicar el concepto de pintura como tal, que no es más que color y materia sobre una superficie y que al figurar no pretendía copiar, sino crear los efectos que los objetos por él pintados ejercían sobre su razón; efectos como la brillantez y la dureza, respondiendo a esto su uso de las texturas tanto visuales como materiales, la pintura por la pintura. Los contrastes que más se encuentran en la obra de este pintor son los dados por los colores complementarios, para poder generar la vibración entre ellos; si bien no están presentes del todo los colores primarios, sí se les puede identificar dentro de la obra. Observando los colores que utilizó, podemos ver que Moreau disponía de los colores sólo en las zonas donde fueran necesarios para el contraste, por ejemplo, si en los colores de la tierra dominaba algún rojo u anaranjado, en el follaje o en el cielo debería haber azul. Y no un azul cualquiera, sino aquel que por luminosidad hiciera resaltar su matización o, en forma contraria, que apoyara (por así decirlo) a sus complementarios. Se diría que su pintura juega con la exactitud, cada color está donde se necesita, no están acomodados al azar, sino justificando completamente su presencia en el cuadro. Entonces los colores nos llevan a recorrerle y a que nuestra percepción equilibre todos los tonos en general, ya sea por luz, por saturación o por contraste. Para los colores luz utilizó la paleta de colores cálidos, haciendo de la mezcla de blanco y amarillo su mayor luminosidad. Para sus zonas más oscuras jugaba con colores desde los verdes hasta los tonos tierra y grises. El gris en algunas de sus obras sirvió también como luz, pero siempre que en ellas se detectara algún color que lo compusiera, como el azul; para analizar lo anterior se pondrá como ejemplo una de sus obras. Fig. 28 Gustave Moreau. “La Tentación”, 1890, óleo sobre tabla, 140 x 90 cm. Museo Gustave Moreau. En la obra “La Tentación” (Fig. 28) el cielo es gris, con tonalidades donde se aprecia el uso del ultramar. Conforme el cuadro se acerca a la base se torna al blanco y sobre de éste se encuentran los rojos y los anaranjados, tanto el gris como el blanco hacen que el rojo resalte y cree otro plano, ambos colores, más la figuración de la luna, nos hacen reflexionar en qué es un atardecer. Esta concepción es reforzada por el color verde luminoso en la base de los árboles, pues la tonalidad de este verde crea una atmósfera fría que se relaciona con el blanco y con el gris. Entonces se puede apreciar la idea de reflejos de agua debajo del color verde, que en este caso se encuentra en medio de los tonos cálidos. Se refleja a su vez el gris del cielo, lo que armoniza el cuadro; ya hacia el frente coloca algunos amarillos, anaranjados y verdes oscuros para crear el primer plano. De esta forma es el gris el que da toda la luminosidad al cuadro, reforzada por las tonalidades escogidas tanto del verde como del anaranjado Cada uno de sus cuadros es un ejemplo de distintas soluciones hacia problemas concernientes a la atmósfera, a su obtención por medio del color y a su repercusión dentro de la obra, estos factores juntos son los que reforzarían a la temática planteada. En concreto puede decirse que cada color dentro de la obra debía de ser equilibrado por su complementario en la misma tonalidad, saturación o luminosidad, para que el cuadro fuera armónico. 2.4 LAS ATMÓSFERAS. Es de considerar el color para la creación de las atmósferas, ya que la superposición de ellos es lo que da el carácter a la obra. Ésta misma superposición de color por medio de la textura es lo que crea esas atmósferas turbias, los colores vibrantes o la brillantez en el cuadro; asimismo en el fondo, si Moreau trabajaba con un azul, encimaba otro más claro y sobre de éste un amarillo, y así, color por color se creaba el ambiente del cuadro. Estos fondos atmosféricos son los que dan toda la expresión del cuadro: si es un fondo rojo dramático, un azul que evoque a la frialdad de la muerte o un amarillo que insinúe la gloria celestial, aquí es donde se expresa mucho mejor, ya que en las figuras y las formas llega a combinar colores para hacer nítida la imagen, y es en los fondos o en los elementos secundarios donde comienza a jugar con las texturas, elaboradas para reforzar a las figuras primarias. Conforme el artista maduraba, iba experimentando más y más dentro de su pintura, dejando de lado las mezclas de color para el fondo, sus cielos son el resultado, poco a poco, de el juego de colores sobrepuestos, ya sea con tiempo de secado o con el color fresco, pudiendo explotar en gran cantidad los matices y las tonalidades de dichos colores. Este proceso es mucho más claro al observar sus acuarelas, donde la mancha constituye el carácter de la pintura, donde sólo por medio del agua se combinan los colores, en donde por sí solos generan el espacio en que se lleva a cabo la acción del cuadro. Es muy difícil encasillar a Moreau por sus métodos de trabajo, ya que todos sus cuadros son distintos, en algunos trabaja con la mezcla directa y en otros con color de paleta, en algunos experimenta con la figuración, el Clasicismo, impregnados sus métodos de las texturas y colores orientales. 2.5 LOS MATERIALES. El resultado de muchas de las obras de este artista proceden del uso de los materiales depintura, principalmente del óleo y la acuarela (Fig. 30), donde es más libre de expresarse, aunque en ciertas ocasiones abordó el pastel o la tinta china para crear sus bocetos.9 Fig. 30 Gustave Moreau. “Europa”, 1863, acuarela, 15.2 x 12.7 cm. Museo de Arte Moderno, Nueva York. En sus dibujos a lápiz es de señalar que sólo eran los bocetos lineales de lo que serían sus pinturas, “claro-oscuraba”, se centraba en la línea para figurar; estos dibujos eran los que le permitían rediseñar sobre sus obras en proceso, en el caso del óleo, para dibujar 9 Holten, Ragnar von, L´art fantastique de Gustave Moreau, 1960, p. 50. algunas líneas por medio de la espátula sobre del material fresco, o en el caso de la acuarela, el dibujar con ella o con lápiz sobre de la mancha de color, resultando estos trabajos una suerte de collage.10 De hecho tuvo pocas posibilidades en cuanto a los materiales, ya que por ejemplo para las texturas sólo existía el óleo como material de empaste (o quizás arenas o tierras), y esto limitó sus creaciones, si acaso trabajó con las técnicas mixtas de temple y óleo, pero asimismo éstas brindaban sólo algunas de las cualidades necesarias para sus obras. Estas cualidades son reconocibles en las figuras humanas que aparecen dentro de las composiciones principalmente, de esta manera él respetaba esas partes y les dejaba sin textura siempre que no fueran cubiertas con algún manto u algún elemento que diera sensación de textura. En el caso de la acuarela tomaba el color del papel para las carnaciones de la figura humana, éstas sólo eran trabajadas con poco color para generar volumetría, eran trabajados los ojos y los contornos del cuerpo; el fondo lo trabajaba por medio de aguadas donde el matiz era muy disuelto. Para trabajar los fondos que serían los más alejados de las figuras principales, poco a poco añadía pigmento, hasta que finalmente el color era más saturado, por ejemplo en los ropajes y demás elementos que entraban en el primer plano. La mayoría de estas acuarelas a primera vista podrían pasar por óleos debido a su forma de trabajo; aquí, la línea de contorno es, unas veces, por medio del pincel cargado de algún color oscuro, y otras por el papel, en zonas que Moreau probablemente no tocaba o bloqueaba para generar luces o donde trabajara con cera; estas acuarelas, por sus capacidades de mantener el color y no oscurecerlo, debieron ser para él un medio ideal, pudiendo experimentar con los colores y ver su impacto sobre el ojo, como también para saber dónde serían requeridos ya en una pintura de óleo (Fig. 31 y 32). 10 Idem. Fig. 31 y 32 Gustave Moreau. “Jacobo y el ángel”, estudio en acuarela y obra terminada, 1878, óleo sobre tela, 255 x 147.5 cm. Fogg Art Museum. Fig. 33 Gustave Moreau. “Phaetón”, 1878, acuarela sobre papel, 99 x 65 cm. Museo de Louvre. En las acuarelas es donde se puede apreciar la gama cromática que gustaba de utilizar, su paleta y sus métodos (Fig.33). De esta manera iniciaba con un estudio en acuarela, lápiz y tinta y terminaba por ejecutarlo en un cuadro al óleo, refinando los colores, el dibujo, aumentando las texturas, los contrastes y las atmósferas. Todo lo anterior constituye el arma del artista, lo que es llamado “motivo”, el motivo que da las armas para realizar un trabajo pictórico, todo parte de él; el anterior dibujo de Jacob y el ángel demuestra, sólo lo utilizó para dar un sentido de grandeza a la obra, es un elemento que por sernos familiar y conocido nos remite a nuestros recuerdos de un ángel, por ejemplo, forma parte únicamente de la composición, da el sentido a toda la obra Es el motivo el que lleva a crear algo, no sólo en nuestros tiempos, sino a lo largo de la historia, todo a nuestro alrededor es un motivo, un animal, una construcción, un paisaje, no son más que incentivos para la creación, son el medio por el que la expresión correrá, y cuando éste sea claro, el artista logrará llegar al espectador de una forma directa. Por medio del motivo se llega a la composición, como lo demuestra la pintura anterior, ya que al tener el motivo lo que resta es ordenar los elementos que nos refuercen tanto el mensaje como las partes importantes del cuadro. A continuación se presenta otro estudio, este muestra a través de acercamientos los procesos técnicos dentro de la pintura de Moreau, la obra se titula “Les Rois Magis” o “Los Reyes Magos”(Fig. 34), un detalle es la firma del autor, y otro una parte inacabada, más la obra completa. 46 CAPITULO TERCERO. 3.1 EL PAISAJE URBANO. El solo mencionar la palabra Paisaje crea o recuerda la imagen de representación de la Naturaleza, de los elementos naturales, tanto sea de las plantas, los animales, el hombre, la tierra, el agua, las montañas, el clima, etc, muy lejos de considerar elementos artificiales construidos. La mención de la palabra Urbano representa la pérdida o sustitución del paisaje natural, expresa el predominio o es sinónimo de elementos artificiales, construcciones1. Probablemente cuando se habla de la pintura del paisaje urbano, se enfoca el ver o representar lo conocido y reconocible; pero quizás más que enfocarse a ver en él sólo construcciones, hay que desgajarlo en todos los elementos gráficos que podemos encontrar, cada parte nos habla e interviene en nuestra percepción del entorno. El paisaje urbano se ha manifestado desde hace mucho tiempo, siglos, siendo testigo de la grandeza de la economías reflejada en las ciudades, principales ejemplos son las pinturas holandesas específicamente del periodo barroco, donde se manifestaron las riquezas y el avance urbano, presumiéndose orgulloso el sector de los comerciantes que poco a poco avanzó y ayudó a una construcción de ciudades que por medio de la pintura podemos apreciar hoy día. En aquella época el color se manifestaba de forma mimética, para distinguir las construcciones como elementos figurativos principales, ya fuesen palacios de gobierno, catedrales, o simplemente jardines de importancia relevante, con el fin de reconocerlos; con el paso del tiempo las concepciones variaron, hasta hacer del paisaje urbano un medio de expresión para el artista. Hoy día el paisaje urbano cambia desde las manifestaciones de las construcciones como elementos gráficos de índole abstracto, quizás fomentada esta percepción por el desequilibrio del crecimiento poblacional y el 1 Carrasco, Benito Javier. Paisaje urbano. www.paisajismoargentino.com. 47 desorden generado por éste; es así como se ha retomado en este trabajo; cada una de las pinturas cuenta con elementos reconocibles, mas no de su manifestación mimética, han sido escogidos elementos que cumplieran con fines específicos, como lo son la composición, la atmósfera y el desarrollo plástico. Mirando en derredor podemos retomar esto o aquello que sirve en determinada obra para que funja como composición, un muro ahora será un plano, los cables eléctricos son líneas, las luces, puntos, taches, superposiciones o sobre posiciones, agrupamientos; todos estos elementos y más señalan ritmos, colores u órdenes que darán como resultado una obra artística. Así, cada paisaje urbano puede o no ser tomado de la realidad, ya que los elementos que en él figuran son los que dan el carácter de paisaje urbano, son los que lo hacen reconocible aun sin ser real, es donde entra el trabajo artístico, ya que se manipula el color, los elementos y la composición para un resultado que haga reflexionar más que solamente reconocer, se pueden exagerar o minimizar los elementos, el fin es crear las sensaciones que nos lleven más allá de un edificio o una calle; es decir a una concepción distintade nuestra existencia. Ejemplos a lo largo del tiempo, como los de Durero (1471- 1528) , Vermeer (1632- 1675), Schinkel (1781- 1841) y hasta Van Gogh (1853- 1890)y Seurat (1859- 1891), coinciden en mostrar al espectador sus ciudades quizás como un sentido de pertenencia, de que se entienda su sentir hacia su lugar de origen o residencia como parte de un desarrollo y de una forma de ver el mundo, siendo éste su motivo. Vermeer es un ejemplo de lo anterior, en su obra “Vista de Delft” (Fig.35), para poder incluir los elementos más importantes de su ciudad, compone el cuadro acortando los espacios entre uno y otro edificio, haciendo que el espectador pueda mirar una vista de su ciudad y reconocer sus monumentos, ya que de haberles trabajado miméticamente en su obra no hubieran aparecido todos los elementos en conjunto. 48 Fig. 35 Johanes Vermeer. “Vista de Delft”, 1660-1661, óleo sobre lienzo, 98.5 x 117.5 cm. Museo Muritshuis. Schinkel, por otro lado, también muestra la grandeza de las construcciones góticas, iluminadas por una luz posterior que le permite trabajar la construcción con el detalle de columnas o espacios que al ojo dan la forma de un edificio enorme. Se vale de los colores cálidos para crear una sensación de atardecer y así logra imprimir melancolía a la obra, como el paso del tiempo y de la vida que dejan huella en la vieja catedral (Fig.36). 49 Fig.36 Karl Friedrich Schinkel. “Catedral Gótica”, 1813, óleo sobre lienzo, 80 x 106.5 cm. Berlín, Staatliche Museen. Vincent Van Gogh, en sus inicios representante del Impresionismo, y del Expresionismo en sus obras maduras, también abordó el tema del paisaje urbano, mismo que representó en formas variadas, en las figuras 37, 38 y 39 podemos ver sus distintas facetas, donde el color comenzó a hacerse manifiesto y cambió su visión acerca de la realidad, cambiando el paisaje urbano y utilizándolo como un motivo para la expresión. Fig. 37 Vincent Van Gogh. “Huertas en Montmartre”, 1887, óleo sobre lienzo, 44.8 x 81 cm. Museo Van Gogh. 50 Fig.38 Vincent Van Gogh. “El puente de la Grande Jatte sobre el Sena”, 1887, óleo sobre lienzo, 32 x 40.5cm. Museo Van Gogh. Fig.39 Vincent Van Gogh. “Muchacha en una parada”. 1882, óleo sobre lienzo, 42 x 53 cm. Colección particular. 51 Lyonel Feininger (1871-1956), norteamericano de origen alemán, se expresa mediante el cubismo, pinta ciudades, catedrales y barcos de forma muy personal, dotados de un sólido armazón, bañadas de una luz que recuerda la de los neoimpresionistas y que delata cierto espíritu romántico2, obra relacionada también con el futurismo( Fig.40 y 41). Fig. 40 Lyonel Feininger. “Gelmeroda”,1926. Essen, Museo Folkwang. Fig 41 Lyonel Feininger. “Luneburg”, 1924. 2 Pintura y escultura del siglo XX. 52 También dentro del neoimpresionismo hay creadores que se expresaron mediante el paisaje urbano, éste es el caso de Joaquín Mir (1873- 1940), quien utiliza la representación como pretexto para la distribución del color en el lienzo (Fig.42). Fig.42 Joaquín Mir. “Maspujols” .Barcelona, Museo de arte Moderno. Seurat aborda el tema con base en el puntillismo, recrea por medio de los colores la vida en una ciudad, las formas de entretenimiento y sobre todo por medio del color nos da una sensación de perspectiva y de luz (Fig. 43). Fig.43 Seurat. “Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte”, 1885, óleo sobre lienzo, 206 x 306 cm. Chicago, The Art Institute of Chicago. 53 Más cercanos a nosotros encontramos los ejemplos de Edward Hopper (1882- 1967), René Magritte (1898- 1967), Richard Estes (1936) o Tomás Sánchez (1948) , pues son claros en las nuevas concepciones de la pintura y del arte urbano apegado al sentimiento del artista, de su visión, de su preocupación. Fig.44 René Magritte. “El imperio de las luces”, 1954, óleo sobre lienzo, 146 x 114cm. Bruselas, Musées Royaux des Beux Arts de Belgique. Primeramente, Magritte (Fig.44) nos hace un juego de luz y sombra, juega con nuestra percepción, y aunque de algún modo podría ser realmente imposible el que la luz y la sombra, manifestándose como día y noche, convivan, lo hace y provoca que se perciba cierta tensión y abandono, soledad, todo esto presente por el uso del color. 54 Fig. 45 Edward Hopper. “Gas”, 1940, oleo sobre lienzo, 66.7 x 102.2 cm. Nueva York. Museum of Modern Art. Edward Hopper nos muestra la parte fría de la ciudad, en sus interiores, en sus cafés, sus calles, y aunque incluye los colores cálidos (Fig. 45), los mantiene en tonos muy bajos, luces frías a partir de amarillos de tonos altos y lumínicos que recrean de una forma muy sintética la vida de la ciudad. En su obra, Nueva York podría ser descrita más como la urbe fría que como una grande y cálida ciudad. Perteneciente a la tendencia conocida como “American Scene”, misma que trataba de reflejar la vida corriente de los Estados Unidos con sabor cotidiano (Fig. 46) y hasta local; que aspiraba a crear, valiéndose de estos elementos, un carácter nacional.3 Fig. 46 Edward Hopper. “Early sunday morning”, 1930, óleo sobre lienzo, 88.9 x 152 cm, Nueva York, Whitney Museum of American Art. 3 Pintura y escultura del siglo XX, pp. 194-195. 55 Richard Estes muestra una representación del paisaje urbano pero ahora por medio del fotorrealismo, se enfoca en los detalles de la ciudad, en los cristales y sus brillos, los colores apegados a los reales, y juega con las sensaciones de abandono, con la ilusión de una ciudad autorretratada, va por el camino que iniciara Hopper, pero con un tratamiento estético distinto. Muy a menudo se juega con el efecto de la imagen real y de la imagen reflejada sobre lunas de cristal y escaparates (Fig.48), con los rótulos publicitarios que hacen típica la imagen de una calle. Estes es uno de los pintores cuyo juego de reflexiones hace ampliar el campo de visión del espectador, a la vez que pone en evidencia doblemente el sentido espacial de la superficie de cristal (Fig.49), al presentar sobre él una nueva perspectiva, que se añade a la ya existente en la escena real pintada.4 Fig.48 Richar Estes. “Michigan Venue with view of the Art Institute”, 1984, óleo sobre lienzo, 91.4 x 121.9 cm. 4 Espacio visión y representación, en el dibujo y la pintura del siglo XX, p. 47. 56 Fig. 49 Richard Estes. “Calle de París”, 1973. Finalmente, Tomás Sánchez (Fig. 50 y 51.), pintor contemporáneo, enfoca parte de su obra en la representación de la contaminación y los basureros, su pintura realista muestra por un aparte la grandeza de la naturaleza y por otra la invasión de ésta por la basura, quizás como reflejo de la sociedad. Fig. 50 Tomás Sánchez. “Hombre crucificado en el basurero”, 1992, acrílico sobre lienzo, 110 x 150 cm. 57 Fig. 51 Tomás Sánchez. “Basurero de colores bajo la tormenta”. Es así como nos acercamos al tema tratado, desde el punto de vista de la percepción, de los sentimientos que ésta genera a partir del color, de las impresiones que generan las obras en el espectador. Hemos visto como los pintores anteriores utilizaron el color para crear distintas sensaciones según su época e intereses particulares, también cómo utilizaron el paisaje urbano como pretexto para expresar su visión del mundo; ahora nosotros lo utilizamos como motivo, el motivo que nos permite desarrollar una obra con un fin especifico: la visión del paisaje urbano como forma de expresión y de conceptualización del color, retomando a Gustave Moreau como base dentro de la utilización del color. El papel de Gustave Moreau es fundamental, ya que vivió en una época donde se separaban las concepciones
Compartir