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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE POSGRADO EN LETRAS FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS La vida imaginaria en algunos cuentos de Juan José Arreola T E S I S QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE MAESTRA EN LETRAS PRESENTA Nelly Palafox López Asesora: Dra. Liliana Weinberg 2008 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Uno busca, en el curso de sus lecturas, a sus hermanos de inquietud. ANDRÉ MAUROIS Agradecimientos Deseo expresar mi gratitud a Édgar Valencia por su irremplazable compañía, su sentido del humor y las conversaciones que orietaron las reflexiones de esta tesis. A Pedro y Mary José por haberme apoyado y estimulado en este tránsito que se ha vuelto feliz estancia en la generosa ciudad de México. A Felipe Vázquez por compartir y dejarme consultar su muy nutrida biblioteca sobre Juan José Arreola, con toda seguridad la más completa y actualizada. La lectura, comentarios y observaciones que hizo a estas páginas son invaluables e imposibles de retribuir. Conservo los mejores recuerdos del personal del posgrado en Letras de la UNAM, de mis compañeros y amigos de generación, y de la amistad imborrable de Blanca e Iván, con quienes padecí y reí en aquella pensión de estudiantes de la colonia Copilco. Tengo una deuda enorme con la doctora Liliana Weinberg. Primero por haber aceptado dirigir esta tesis; segundo, por aquellas tardes en su cubículo del piso 8 de la torre II de Humanidades que dieron tanta claridad a este estudio y, tercero, por ser mi más admirada y querida amiga. Agradezco a los doctores Fabienne Bradu, Dietrich Rall, Susana González Aktories y Sergio López Mena por haber leído esta investigación. Esta tesis se escribió gracias a la beca del posgrado de la UNAM. Sin ella todos los capítulos que a continuación se leerán no hubieran existido. Índice Agradecimientos ..........................................................................................5 Introducción.................................................................................................9 Capítulo I. Palimpsestos .............................................................................27 Capítulo II. Marcel Schwob. Pequeña biografía intelectual .........................37 El arte de la biografía: deslindes .................................................................48 Vidas imaginarias ......................................................................................70 Vidas imaginarias en perspectiva ...............................................................71 El otro como un deseo o un rencor .............................................................85 “Los señores Burke y Hare, asesinos” ........................................................96 Constitución de un modelo....................................................................... 108 Capítulo III. La palabra en los relatos de Juan José Arreola ...................... 113 Mínimo recuento: la vida imaginaria en las letras mexicanas .................... 122 “Baltasar Gérard” o la inminencia del asesino .......................................... 137 Preámbulo. Arreola lector ........................................................................ 137 Del asesinato como una de las bellas artes ................................................ 142 Final del viaje .......................................................................................... 148 “Sinesio de Rodas” y “Nabónides”: la palabra tejida de ecos .................... 150 Sinesio de Rodas...................................................................................... 154 El surco gnóstico en Sinesio de Rodas...................................................... 161 Nabónides y el derrumbe.......................................................................... 165 El nombre, la máscara.............................................................................. 173 “Epitafio”: la voz trasfigurada .................................................................. 185 Umbral .................................................................................................... 185 François Villon por sí mismo ................................................................... 186 François Villon por Juan José Arreola ...................................................... 193 “Gunther Stapenhorst”: la espiral en el asta del unicornio ......................... 206 Primer giro............................................................................................... 206 ¿De dónde viene “Gunther Stapenhorst?................................................... 207 Segundo giro............................................................................................ 212 Apertura................................................................................................... 215 Gunther Stapenhorst: germen de las vidas imaginarias de Arreola ............ 216 Conclusiones............................................................................................ 219 Bibliografía consultada ............................................................................ 229 Introducción En el presente trabajo se estudiarán dos universos literarios cuyo diálogo propongo observar de cerca. Me refiero a Vidas imaginarias (1896), de Marcel Schwob, y algunos cuentos de Juan José Arreola. No inauguro una idea, más bien la retomo: cuando en una larga entrevista, Emmanuel Carballo advirtió la presencia del estilo de Marcel Schwob en “Nabónides”, “Baltasar Gérard” y “Sinesio de Rodas”, entre otros, arrojó un haz de luz sobre una posible lectura de Arreola a partir de la escritura de Marcel Schwob.1 Y cuando el autor de Confabulario dice en “De memoria y olvido”: “Pero a los doce años y en Zapotlán el Grande leí a Baudelaire, a Walt Whitman y a los principales fundadores de mi estilo: Papini y Marcel Schwob”,2 da un llamado de alerta para cualquiera que 1 Emmanuel Carballo, “Juan José Arreola. 1918” en Protagonistas de la literatura mexicana. México: SEP, 1986 (Lecturas Mexicanas, 48), p. 441. El autor dice: “En Varia invención ensaya procedimientos técnicos que usará, con suma maestría, en cuentos posteriores […] biografías que, como las de Marcel Schwob,son puramente imaginarias.” 2 Juan José Arreola, “De memoria y olvido” en Confabulario. México: Joaquín Mortiz, 1971, pp. 9-10. 10 atienda a las orillas del libro. Mi intención es revisar la materia textual, la palabra viva y sonante que se afilia a la vez que se deslinda de la escritura francesa. Es un camino largo, en ocasiones sinuoso, pero como guía en un museo, esta tesis incursiona en los territorios de la literatura comparada, y en aquellos de la intertextualidad; por ello y para no desmerecer a ningún autor, dedico casi tanto análisis a un escritor como a otro. Por eso agrego un apartado que busca establecer un modelo de escritura, o una “matriz de imitación”:3 la vida imaginaria. Y en la segunda mitad de esta investigación revisaré tres cuentos de Arreola que, desde otro sitio y otro instante de lectura, han trasmutado el modelo narrativo francés. 3 Este concepto, empleado por Gérard Genette en Palimpsestos, será tratado con mayor detalle en el capítulo I. Por ahora sólo diré que imitación no debe quedar entendida como reproducción o mera copia, sino que implica la identificación de los rasgos estilísticos y temáticos de una forma de escritura, y que son susceptibles de ser generalizados porque han constituido una “matriz de imitación”; en este caso, la vida imaginaria. El término implica el reconocimiento de un modelo de competencia, en otras palabras, de un estilo. Y a su vez, quien “imita” requiere una competencia narrativa para escribir con ciertas constantes temáticas y estilísticas. Cfr. Gérard Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado, traducción de Celia Fernández Prieto. Madrid: Taurus, 1989, pp. 100-102. 11 Desde ahora conviene adelantar una de las conclusiones finales: a Marcel Schwob le interesa dejar una herencia literaria mediante la vida imaginaria, con ciertas constantes: * Dar tanto valor a la vida de un ser anónimo como a la de un personaje ilustre. * En su mayoría no son personajes centrales en el horizonte histórico. No se trata de Dante Alighieri, sino de un poeta que siente rencor por el autor de la Divina comedia; no es la vida de Juana de Arco, sino la del confesor de Juana de Arco; no es Willian Shakespeare, sino un actor contemporáneo de él. * En su mayoría las Vidas están dedicadas a contar las aventuras de personajes marginales: prostitutas, hechiceras, matronas impúdicas, piratas, asesinos o herejes. Tomo el término “marginal” de Jaques Le Goff, quien explica que, a partir de 1964, el campo de la historia prefiere dicho vocablo y lo utiliza en vez de “excluidos”.4 Los marginales son los herejes, las prostitutas, los brujos, los leprosos, los venidos a menos, los ladrones, 4 Jacques Le Goff, “Los marginados en el occidente medieval”, en Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona: Altaya, 1999, p. 129. 12 los criminales, los monstruos, los pobres, los tullidos. Le Goff nos propone estudiar el tema de forma histórica, es decir, dinámica. Hay que preguntarse qué es lo más importante en este proceso, si la evolución de los marginados mismos o el concepto que de ellos tiene la sociedad. En realidad, ellos son iguales a sí mismos, lo que cambia es el ambiente en que se desenvuelven. Las bases ideológicas de la marginación tienen que ver con las conductas tomadas como normas en una sociedad. Por ejemplo, la religión en relación con los herejes; la enfermedad en relación con los leprosos; el repudio a lo contranatural en contraposición a los sodomitas; la estabilidad física y social, como contraparte de los vagabundos, los pobres, los criminales y las prostitutas. Los marginales son detestados y apartados. Sin embargo, la sociedad los mantiene a distancia al punto de que estén a su alcance. La virtud es visible en comparación con la vileza. * La condensación de una vida en la forma de un relato breve; el título siempre como equivalente del nombre del protagonista. El personaje toma una decisión, elige otra vida, prefiere ser escritor, pirata, actor, profeta y persigue esta empresa hasta sus últimas consecuencias, casi siempre hasta su muerte, que coincide con el final del relato. 13 * Schwob se preocupa por entregar un ensayo que es una poética de su narrativa: “El arte de la biografía”. Allí enuncia una declaración de principios, que en ocasiones tiene la apariencia de manifiesto: los biógrafos no son historiadores, las vidas no pueden ser paralelas, como lo afirmaba Plutarco (nace hacia el 50 o 46 a. C. y muere en el 120 d. C.), sino que son únicas e irrepetibles: “El biógrafo como una divinidad inferior sabe elegir, entre los posibles humanos, el que es único. No debe equivocarse ya sobre el arte como Dios no se equivocó sobre la bondad”.5 5 Marcel Schwob, “El arte de la biografía”, en Vidas imaginarias y La cruzada de los niños, traducciones de Rafael Cabrera y José Emilio Pacheco. México: Porrúa, 1996, p. 25. Decidí usar esta traducción porque Rafael Cabrera (1884-1943) fue el primer traductor de Marcel Schwob en México. En 1917 vertió del francés al español Mimos y La cruzada de los niños para editorial Cvltura. Mimos lleva una dedicatoria significativa: “A Julio Torri, quien me inició en el conocimiento de Marcel Schwob”. En 1923, la editorial Cvltura publica once Vidas imaginarias de Marcel Schwob traducidas por Rafael Cabrera. Se trata de Empédocles, Eróstrato, Crates, Séptima, Lucrecio, Sufrah, Frate Dolcino, Cecco Angiolieri, Paolo Uccelo, Cyril Turner y Los señores Burke y Hare. Juan José Arreola eligió como traductor a Rafael Cabrera al publicar en Cuadernos del Unicornio: Marcel Schwob, La cruzada de los niños, traducción de Rafael Cabrera. México: Cuadernos del Unicornio, 1958. José Emilio Pachecho continúa la traducción de las otras once Vidas imaginarias. A él le debemos: Clodia, Petronio, Nicolás Loyseleur, Katherine la encajera, Alain el gentil, Gabriel Spenser, Pocahontas, William Phips, El capitán Kid, Walter Kennedy, El mayor Stede Bonnet. Sin embargo, también consultamos las siguientes versiones: Marcel Schwob, Vidas imaginarias, traducción de José Elías, Barcelona: Seix Barral, 1972; Marcel Schwob, Mimos, Espicilegio y Vidas imaginarias, traducciones de Elena del Amo y Ricardo Baeza, Madrid: Ediciones Siruela, 1997; y Marcel 14 En la medida de lo posible, el narrador de Schwob procura no tomar partido sobre la conducta de los personajes, prefiere mostrarlos, más que juzgarlos. Es aquí donde Juan José Arreola dice esta boca es mía, porque su voz narrativa es parcial. El narrador en los cuentos de Arreola mantiene una relación distinta con cada uno de sus personajes: a veces se afilia con el protagonista (François Villon), en otras establece un conflicto ético y estético (Günther Stapenhorst) e incluso llega a la ironía (Sinesio de Rodas y Nabónides). André Maurois menciona que los lectores de biografías buscan, en el transcurso de los años, encontrar a sus “hermanos de inquietud”;6 también el autor de Confabulario dispone de una lista de nombres en la constelación propia de preferencias estéticas. Si bien el acento está puesto en la tensión entre el narrador-personaje, con tono de homenaje, de sátira o de conflicto ético y estético, esto no quiere decir que el modelo narrativo resulte un calco del francés. Al contrario, lo que esta tesis busca subrayar es la competencia narrativa de Arreola para reconocer un modelo, transformarlo, y además enseñarnos una manera inédita de Schwob, Vidas imaginarias, traducción de Hugo Acevedo, Buenos Aires: Brújula, 1967. 6 André Maurois, Aspects de la biographie. París: Au Sans Pareil, 1928,p. 39. 15 leerlo. Para cada cuento elige un modo distinto de narrar, que se amolda a la materia escogida, por ejemplo, en el caso del poeta François Villon predomina la poesía; casi diríamos que es un poema en prosa, porque la palabra del poeta está presente en el cuento. Los relatos “Sinesio de Rodas” (teólogo) y “Nabónides” (historiador) se aproximan a los cuentos de Jorge Luis Borges aparecidos en Historia universal de la infamia. Uno de los puntos de encuentro es la bibliografía inventada. La última página de Historia universal de la infamia incluye una lista de las fuentes que usó Borges para escribir el libro. Sin embargo, la última que menciona, un libro llamado Die Vernichtung der Rose, de Alexander Schulz, publicado en Leipzig en 1927, es inventada. Borges pone en juicio la verosimilitud de los autores y hace dudar al lector sobre la verdad de las fuentes. “Nabónides” apareció por primera vez, en 1942, en Varia invención y después Juan José Arreola incluiría dicho libro como una sección de Confabulario total [1941-1961] en 1962; en esta edición “Nabónides” llevaría la siguiente nota al pie de página: “Los que quieran profundizar el tema, pueden leer con provecho la extensa monografía de Adolf von 16 Pinches: Nabonidzylinder, Jena, 1912”.7 Las referencias de Arreola comienzan a adquirir dimensiones borgeanas. También es una bibliografía falsa. Los libros aludidos existen en la medida en que forman parte del relato de Borges o de Arreola. Por lo tanto, que sean falsos no quiere decir que no existan. Los dos autores latinoamericanos se encargan de que un personaje marginal tenga cabida en la literatura; ciertamente, muy a la usanza de Schwob, pero cada uno propone una lectura individual. En particular, en el caso de Sinesio de Rodas, Arreola construye una segunda historia, “la de los ángeles del azar”, que aleja la atención del protagonista para volver a cobrar relieve hasta el momento final: “La herejía de Sinesio careció de renombre y se perdió en el horizonte cristiano sin estela aparente. Ni siquiera tuvo el honor de ser condenada oficialmente en concilio”.8 El cuento marca un movimiento complejo. Por un lado dice escribir la biografía de un ser marginal: “Las páginas abrumadoras de la Patrología griega de Paul Migne han sepultado la memoria frágil de 7 Juan José Arreola, Confabulario total [1941-1961]. México: Fondo de Cultura Económica, 1962, p. 113. 8 Juan José Arreola, “Sinesio de Rodas” en Obras, Antología y prólogo de Saúl Yurkievich. México: Fondo Cultura Económica, 1996 (Colección Tierra Firme), p. 79. 17 Sinesio de Rodas”, pero hace todo lo posible por borrar el nombre, por estar en contra de él, por llevar al lector hacia otra historia: la de los ángeles del azar. De esta manera nos ofrece un retrato tachado dentro de una biografía. En Historia universal de la infamia el nombre funciona como una suma narrativa, y a la vez conduce a la paradoja9 desde el título de los cuentos: “El atroz redentor Lazarus Morell”, “El impostor inverosímil Tom Castro”, “El asesino desinteresado Bill Harrigan”, “El incivil maestro de ceremonias Kotsuké no Suké”. Los nombres y los personajes así reducidos son borrados en el acto mismo de dibujarlos. El relato de “Baltasar Gérard” es una máquina bien diseñada. Será el primer cuento de Arreola que revisaré, ya que el último relato de Schowb estudiado versa sobre asesinos: “Los señores Burke y Hare, asesinos”. La estructura tiende un puente entre el precursor y el heredero por la vía de protagonistas equivalentes: los asesinos. Hay una transición comunicante entre las obras. La premisa abraza a los dos polígrafos: el asesinato es considerado como una de las bellas artes, como bien decía 9 Utilizo el término como lo concibe la retórica tradicional: figura que consiste en emplear expresiones o frases contradictorias. 18 Thomas de Quincey (1785-1859), y emancipado del marco moral para que adquiera las dimensiones de la ficción. “Baltasar Gérard” tiene matices distintos a las otras vidas imaginarias de Arreola. No encontramos la empatía, como la dedicada a Villon, ni el pinchazo satírico de Sinesio de Rodas; se trata de la comprensión del otro. El texto está en deuda con la obra de Thomas de Quincey, Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827 y 1829), no sólo porque el crimen se nos presenta como un acto de admirable originalidad, digno de ser narrado en todo detalle, sino también por la intervención del azar y el arte del asesino. Cada cuento está afiliado al modelo francés, pero también propone ir más allá del primer texto. El autor implícito en la narrativa de Arreola parece decir: que no se lo puede cercar o inmovilizar en una sola definición porque cada texto niega cualquier definición y se convierte en un trabajo de elusión y de presencias. Para el autor de Varia invención la “forma es sentido”; numerosas veces lo afirmó en entrevistas y en su ensayo “En un taller de estilo”,10 que 10 Juan José Arreola, “En un taller de estilo”, El Rehilete, 3ª época, núms. 30-31, México: Instituto Nacional de Bellas Artes, abril, 1970, pp. 4-8. 19 aborda una preocupación cara al escritor jalisciense: el lenguaje y su combinatoria. Ahí establece una analogía con el ajedrez, por el carácter de coacción e imaginación que posee. La resolución la tiene siempre el jugador o el artista, quien entre todas las posibilidades elige una y con ello construye una personalidad o un estilo literario. La fascinación de Arreola por el ajedrez es memorable; era tan grande como su amor por la palabra. Un afán de conocimiento lo llevó a experimentar diversas jugadas y combinaciones entre los géneros literarios. La vida imaginaria es sólo una jugada posible entre las infinitas combinaciones del lenguaje. Marcel Schwob manifestó en vida una preocupación por sistematizar su obra. Si bien las Vidas imaginarias fueron publicadas inicialmente entre 1894 y 1896 en el diario parisino Le Journal, posteriormente se reunieron en un solo volumen, con el ya citado ensayo “El arte de la biografía”. Prácticamente cada libro de ficción de Schwob va acompañado de un ensayo sobre temas abordados en los relatos:11 “El 11 Me refiero a Vidas imaginarias como relatos, apoyada en Roland Barthes, quien explica que el relato está sostenido por el lenguaje articulado, oral o escrito y está presente en el mito, la leyenda, la fábula, el cuento, la novela, la epopeya, la historia, la tragedia, el drama, la comedia, etc. Cfr. Roland Barthes, “Introducción al análisis estructural de los relatos”, Análisis estructural del relato, 20 terror y la piedad” (Corazón doble, 1891); “La diferencia y la semejanza” (Rey de la máscara de oro, 1892) y desde luego “El arte de la biografía” (Vidas imaginarias, 1896). El escritor francés muestra su interés por estar presente en el coro de voces críticas que vendrán. Distinto, muy distinto, fue el caso de Juan José Arreola, quien mostró cierto desdén por sus ensayos, los cuales fueron compilados por Orso Arreola —y no todos— post mortem. Dormían el sueño de las ediciones dispersas: un ensayo sobre Ezra Pound, otro sobre Michel de Montaigne, una serie completa sobre el teatro de Louis Jouvet. Incluso ahora, si revisáramos periódicos como El Occidental o El Sol de México, encontraríamos reseñas, artículos o apuntes del joven artista, quien escribió colaboraciones para los dos diarios. Todo lo contrario ocurrió con la ficción: Arreola nunca dejó de retocar, reacomodar, reorganizar sus cuentos, cuyos títulos ya acusan la “libertadtraducción de Beatriz Dorriots, México: Premiá, 1982, p. 7. El relato abraza todos los géneros y el análisis de los mismos tiene que ver con sus funciones. En cierta medida, el buscar el modelo narrativo de Schwob es una búsqueda de esas funciones. Cada investigación requiere su consejo, como lo dice Alfonso Reyes. Los relatos de Schwob manifiestan la presencia de la biografía, el cuento, la vida e incluso el poema en prosa. Pero no es el objetivo del presente estudio revisar el problema del género literario, sino más bien la relación textual entre la literatura del escritor francés y la de Juan José Arreola. 21 de una ilimitada imaginación”, como lo advirtió Jorge Luis Borges en el prólogo a Confabulario, de 1985: Creo descreer del libre albedrío, pero si me obligaran a cifrar a Juan José Arreola en una sola palabra que no fuera su propio nombre (y nada nos impone ese requisito), esa palabra, estoy seguro, sería libertad [...]. Un libro suyo, que recoge textos de 1941, de 1947 y de 1953, se titula Varia invención; ese título podría abarcar el conjunto de su obra.12 Por otro lado, la palabra en la obra de Marcel Schwob está llena de otras presencias sonoras. Basta pensar rápidamente en el panorama hacia finales del siglo XIX francés: el romanticismo, el decadentismo y el simbolismo. En las veintidós vidas imaginarias aparece la huella sonora de palabras como “azur”,13 pero también las fronteras indefinidas entre el poema y la prosa, entre la vida, la biografía y el relato francés que, desde ahora lo digo, es un hondo ejercicio de intertextualidad. Schwob es siempre más complejo de lo que parece; pide al lector estar a la altura intelectual de su palabra. Sólo armados con una buena biblioteca de autores clásicos y 12 Jorge Luis Borges, “Prólogo”, en Confabulario. México, Fondo de Cultura Económica (Colección Tzentzontle), 1985, p. 3. 13 Marcel Schwob “Pétrone. Romancier”, Vies imaginaires. Toulouse: Ombres, 1993, p. 54. Para efectos de un mejor cotejo reviso esta edición de Vidas imaginarias en francés. 22 medievales se puede sortear con cierta dignidad sus referencias. Y aún así, siempre habrá algo más, algo difícil de asir. En los cuentos de Arreola es indiscutible la huella de la oralidad. Con frecuencia sus textos se pueden leer en voz alta, y muchas veces apelan a un lector implícito que, como un cómplice, es testigo del acto de narrar: “Como los lectores se darán cuenta en seguida” (“La vida privada”), “Ahora nos dirigimos a usted, dichoso o afortunado en el amor” (“Anuncio”), o “Señoras y señores: No hay salvación” (“Telemaquia”). En el caso de los cuentos analizados aquí, la oralidad se traduce en una relación directa y evidente entre el narrador y el personaje, a quien le puede decir expresamente que es un “soñador” (Nabónides), o que “Nadie podrá disculpar ahora su debilidad, su brusca falta de independencia” (Günther Stapenhorst). La perspectiva del narrador emerge, se enuncia y puede o no coincidir con la del personaje. Esto provoca una tensión de la que el lector es testigo. El narrador abandona la historia para emitir sus opiniones con respecto a las vidas de los poetas, asesinos, reyes o herejes. La voz narrativa entra en conflicto con las acciones, las esperanzas y los proyectos de los personajes. Aparece entonces una voz clara y 23 contundente, perfectamente distinguible, que no cesa de remitirnos a un punto de vista. Arreola posee un buen oído para descubrir una forma artística que le interesa transfigurar y renovar. Cada reescritura resulta un acontecimiento único que la pone en relación con una literatura que admira: los bestiarios, los epigramas, las biografías, los epitafios, las parábolas, los exempla y el poema en prosa. La presencia de la vida imaginaria en la narrativa de Arreola manifiesta un interés ya evidenciado en otros cuentos: el tema del otro; en este caso la relación entre el biógrafo y el biografiado. Uno de los cuentos del jalisciense se titula precisamente, y en francés, “Autrui”, y la mirada exterior, con ojos ajenos, lo agobia, lo desafía y ayuda a definirlo. Este cuento, escrito a la manera de un diario, inicia con el día lunes: “Sigue la persecución sistemática de ese desconocido. Creo que se llama Autrui”.14 Ni siquiera en la habitación propia la voz narrativa se encuentra protegida: “Encerrado en mi cuarto, ya para echarme en la cama, siento que me desnudo bajo la mirada de 14 Juan José Arreola, “Autrui”, en Bestiario. México: Joaquín Mortiz, 1972, p. 111. 24 Autrui”. El otro, “Autrui”, es una amenaza latente durante todos los días de la semana. El protagonista no está libre en ninguna circunstancia: la calle se vuelve laberinto y la cama, una celda hexagonal semejante a un sarcófago. No sabemos exactamente cómo es el otro, sólo somos testigos de su efecto: miedo, inminencia y amenaza. También el relato “La migala” propone ese matiz de persecución: un hombre compra una migala a un saltimbanqui y la deja libre en su casa. A partir de entonces espera que el azar provoque un encuentro con el arácnido: “Todas las noches tiemblo en espera de la picadura mortal”.15 La migala es el Otro, el “Autrui” cuya presencia es inminente y amenazante. Ella decidirá la muerte del personaje. Mientras tanto su vida depende de Otro y esa larga o corta espera corresponde a la vida del personaje. Allí está la gran apuesta, la vida de uno depende de las decisiones de Otro, incluso la muerte: “Yo he consagrado a la migala la certeza de mi muerte aplazada”,16 dice el personaje. Curiosamente las vidas imaginarias de Arreola eligen no contar la muerte de los protagonistas; por lo tanto, quedan aplazadas. Sin 15 Juan José Arreola, “La migala”, en Varia invención. México: Fondo de Cultura Económica, 1949, p. 78. 16 Ibid., p. 79. 25 embargo, las últimas líneas apuntan a la inminencia de la muerte: Baltasar Gérard subió la escalerilla fatal hacia la horca, François Villon desaparece a los treinta años de edad, Sinesio de Rodas se embarca un día que presagiaba tormenta en un bote destartalado. Las muertes pueden bien ser completadas con la imaginación del lector. En cambio, las vidas son posibles porque alguien las comparte con nosotros, son posibles porque alguien más decidió contarlas. Desde la perspectiva de la recepción, es más frecuente que en América Latina se lea primero a Jorge Luis Borges o a Juan José Arreola que a Marcel Schwob. Sin embargo, desde la mirada genealógica le corresponde a Schwob ser el primero. Por eso, dentro del recorrido de museo, visitaremos primero la sala francesa y después el salón mexicano. El título de la investigación obedece a este principio: la revisión inicial de la vida imaginaria para comprender el diálogo con algunos cuentos de Juan José Arreola. Que valga pues esta aproximación —tan sólo una entre todos los recorridos posibles— como una visita guiada y un doble homenaje. Capítulo I Palimpsestos El papiro era la hoja en la que se escribía todavía hasta el siglo III antes de Cristo. Después se descubrió que el pergamino (piel de cerdo) podía sustituir al papiro debido a su menor costo de obtención. El costo elevado de los pergaminos llevaba a reciclarlos. Se cubría el pergamino mediante una capa finísima de yeso y sobre ella se inscribía un nuevo texto. Escribir sobre la superficie de otras letras se conoce como palimpsesto. La literatura, como la pintura y la encuadernación, es una forma de palimpsesto. Se puede volver a escribir sobre una forma ya dada, digamos la vida imaginaria, para crear otra voz distinta pero deudora al mismo tiempo. La relación entre estas formas, la manera en que una responde a la otra es lo que interesaen esta investigación: el diálogo entre las Vidas imaginarias y algunos cuentos de Juan José Arreola. Gérard Genette habla en Palimpsestos (1982) de la trascendencia de un texto en otro, que define en un primer momento como la transtextualidad: “todo lo que pone al texto en relación, manifiesta o 28 secreta, con otros textos”.17 El crítico francés presenta cinco tipos de transtexualidad. El primero es la intertextualidad, que tiene el eco de Julia Kristeva, pero que Genette restringe hasta ser “una relación de copresencia entre dos o más textos.”18 Si es explícita y literal la llama cita, si es una copia no declarada pero literal es un plagio, y si es menos explícita y menos literal es una alusión. El segundo tipo es la paratextualidad. Funciona como lo hacen las palabras paramilitar o parafiscal, es decir todo aquello que está a la orilla del texto, que lo presenta pero que también le da presencia: “el título, el subtítulo, los intertítulos, el prefacio, los epílogos, las advertencias, los prólogos, notas al margen, a pie de página, finales; epígrafes, ilustraciones, fajas, sobrecubierta […] y muchos otros tipos de señales accesorias, autógrafas o alógrafas, que procuran un entorno (variable) al texto y a veces un comentario oficial u oficioso”.19 17 Genette, Palimpsestos, pp. 9-10. 18 Ibid., p. 10. 19 Ibid., pp. 11 y 12. En Umbrales, Genette explica que la palabra paratexto está formada por el peritexto: mensaje materializado que tiene necesariamente un emplazamiento alrededor del texto, como los títulos, los prefacios, los títulos de capítulos y ciertas notas; mientras que el epitexto es un mensaje situado al principio o al exterior del libro, como las entrevistas y las 29 Genette anuncia la posibilidad de un estudio futuro en torno al tema, y lo cumple años más tarde con el libro Umbrales (1987), en el que revisa con puntualidad este tipo de transtextualidad. Esta relación es muy esclarecedora porque será una de las constantes del estilo que Juan José Arreola transfigura. En otras palabras, Marcel Schwob utilizó un título genérico para su obra Vidas imaginarias, que desde luego evoca el género de vidas, pero redefine al colocar el término imaginarias. En este libro aparecen 22 relatos en los que el título es siempre el nombre del personaje. En los cuentos de Juan José Arreola que aquí se estudian, ocurre lo mismo; los títulos llevan siempre el nombre del personaje. No es el único rasgo del modelo que el escritor jalisciense retoma, pero es uno muy constante. Esta dimensión pragmática de la obra, es decir, “su acción sobre el lector”, establece un pacto, un contrato genérico, y casi una manera en que puede ser leído. En este caso como una vida imaginaria. Los títulos se dividen de acuerdo con su función. Hay títulos temáticos y remáticos: los primeros hablan de lo que tratará la obra, como conversaciones, es decir se coloca a mayor distancia. La fórmula es peritexto + epitexto = paratexto. En este sentido las entrevistas, las conversaciones y desde luego los títulos son importantes para la lectura de una obra. Cfr. Gérard Genette, Umbrales, traducción de Susana Lage. México: Siglo XXI, 2001. 30 La muerte de Iván Ilich; y los segundos se afilian a una forma o a un tipo genérico, ya sea para continuar una tradición, para satirizarla o modificarla. El ejemplo más socorrido es Pequeños poemas en prosa (1857), de Charles Baudelaire, que en efecto inauguró un nombre y una manera de escribir poesía. Las Vidas imaginarias tienen un título remático, que evoca la tradición de la vida. Pareciera que no tiene la menor importancia un estudio que ponga atención al título, al prólogo y a los intertítulos, pero el trabajo de Genette hace visible aquello que de tan cotidiano se ha vuelto imperceptible. En todo caso, incide en la recepción de una obra. Por este motivo, en el siguiente capítulo de esta investigación se revisará el prólogo de las Vidas imaginarias, que se titula “El arte de la biografía” y es un ensayo crítico, una poética, sobre la concepción literaria de los 22 relatos. También en la obra de Arreola son importantes los títulos. Basta pensar que muchos de ellos son un indicio para que el lector los lea con cierta entonación. Es el caso de “Receta casera”, que está escrita en segunda persona, como lo haría una buena receta de cocina: “Usted puede entonces ahogarlas [a las mujeres] a placer o salpimentarlas al gusto”; o la “Carta a un zapatero que compuso mal unos zapatos”, que 31 inicia con el “Estimable señor”. Tal parece que una parte de la cuentística de Arreola ensaya distintos estilos, que se advierten ya desde el título. El tercer tipo de transtextualidad tiene que ver con la crítica literaria. Son todos los comentarios que unen un texto a otro que habla de él sin citarlo, e incluso sin nombrarlo. El cuarto tipo es de gran interés porque de él se ocupará el narratólogo francés a lo largo de los Palimpsestos: la hipertextualidad: “Entiendo por ello toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (al que llamaré hipotexto) en el que se injerta de una manera que no es la del comentario”.20 El quinto se refiere a la architextualidad, “se trata de una relación completamente muda que, como máximo, articula una mención paratextual, […] que acompaña al título como una pura pertenencia taxonómica”.21 En literatura comparada, Pierre Brunel habla de la “flexibilidad y la resistencia de la palabra”,22 es decir la cualidad de ser materia permeable 20 Palimpsestos, p. 14. 21 Palimpsestos, p. 13. 22 Pierre Brunel, “El hecho comparatista”, en Pierre Brunel e Yves Chevrel (directores), Compendio de literatura comparada, traducción de Isabel 32 pero también la de mantener una sonoridad propia mediante la resistencia; así, la palabra, como una raíz trasplantada, trae consigo la tierra de la que proviene. Entonces, cuando Genette dice que un texto se injerta en otro puede recordarse la posibilidad de coexistencia pero también de modificación. Una de las relaciones que estudia la hipertextualidad permitirá comprender la manera en que se relacionan los relatos de Schwob y Arreola. Me refiero al “mimetismo”. El término designa todo rasgo puntual de imitación. Ciertamente el gran estudioso de la imitación es Aristóteles, quien habla, en la Poética (siglo IV a. C.), de la mimesis. A su juicio, los poetas imitan la naturaleza, y si existen diversos géneros poéticos (epopeya, tragedia, comedia, ditirambo, aulética, citarística) es porque hay diversas maneras de realizar la mimesis. Aristóteles explica que “imitar, en efecto, es connatural al hombre desde la niñez”.23 Si imitar es algo inherente al hombre, la poesía resulta ser parte de su naturaleza. En este sentido, lo verosímil es la coherencia instaurada dentro del mundo Vericat Núñez, revisada por Françoise Perus. México: Siglo XXI, 1994, pp. 26- 27. 23 Aristóteles, Poética, edición trilingüe por Valentín García Yebra. Madrid: Gredos, 1974 (Biblioteca Románica Hispánica, 8), 1448b7. 33 presentado por el poeta. Para Aristóteles, la poesía se ocupa de lo que “podría suceder”,24 a diferencia de la historia que relata lo que ha sucedido. Los comentaristas de Aristóteles coinciden en que la imitación o mimesis es, en realidad, una “representación”, porque implica la actividad creativa por parte del poeta.25 Aristóteles está en contra de los desenlaces basados en el recurso conocido como deus ex machina. Para el estagirita, echar mano de esta estrategia suponeun síntoma evidente de probreza creativa. La imitación no debe sugerir una copia pasiva, sino un principio de creativad. También Gérard Genette utiliza el término imitación como un acto creador. La palabra es funcional porque constata que no se trata de una copia ni una mera reproducción, ya que: Es imposible imitar un texto, o, lo que viene a ser lo mismo, que sólo se puede imitar un estilo, es decir un género. Pues imitar, en literatura como en otras partes, supone siempre como ya lo anuncié en el primer capítulo […] la constitución previa (sea o no consciente y voluntaria; las imitaciones juveniles se producen a menudo por contagio) de un modelo de competencia del que cada acto de imitación será una performance singular.26 24 Ibid., 1451b5. 25 David Viñas Piquer, Historia de la crítica literaria. Barcelona: Ariel, 2002, p. 60. 26 Palimpsestos, p. 101. 34 Un “modelo de competencia” es un conjunto de rasgos estilísticos y temáticos que son susceptibles de ser generalizados. Genette explica que imitar supone una operación compleja, no es una reproducción, sino una producción nueva: la de otro texto en un estilo afín. Es imposible imitar pasivamente un texto, como si se tratara de una copia. “Sólo podemos imitarlo indirectamente, practicando su idiolecto en otro texto, idiolecto que sólo puede deducirse si se trata del texto como modelo”.27 Imitar es, entonces, generalizar. En otras palabras, se trata de identificar las características de estilo y temas que constituyen una “matriz de imitación” o “red de mimetismos”.28 El corpus de rasgos estilísticos y temáticos se entresaca sólo al poner en relación los dos textos. El modelo se obtiene a partir de un ejercicio a dos manos: la mirada atenta a los tonos y maneras del modelo, por un lado, y por otro lado, la recuperación y las transformaciones de otra voz que dialoga con aquella. 27 Ibid., p. 103. 28 Ibid., p. 102. 35 El punto de comparación entre Schwob y Arreola es el estilo de la vida imaginaria. El buen oído del escritor jalisciense ha sabido escuchar e identificar un modelo sobre el cual ha construido sus propias máquinas verbales. Genette dijo que la imitación hace un esfuerzo por deberle lo menos posible al hipotexto, y en este caso ocurre lo mismo. Pronto se verá cómo Arreola trasfigura el estilo de Schwob con una preocupación narrativa propia: la relación del narrador con su personaje. En las siguientes páginas revisaré los rasgos temáticos y estilísticos que constituyen el modelo. Algunos de ellos tienen que ver con la elección de un tipo de personaje. Schwob cuenta la vida de Katherine, la encajera, una prostituta encontrada en las páginas amarillentas de los archivos históricos de la Francia medieval. Arreola narra la vida de Sinesio de Rodas, que estaba “sepultado en las páginas abrumadoras de la Patrología griega de Paul Migne”. Tanto en Schwob como en Arreola los cuentos terminan con la muerte de la vida imaginaria. El título, como se ha dicho antes, es el nombre del personaje. Esta es una de las razones por las que la propuesta teórica de Genette ha sido esclarecedora, porque incluye el paratexto, que en este caso es una de las constantes estilísticas del 36 modelo. Las dos escrituras ficcionalizan el discurso histórico; Arreola, como se verá, guarda mayor relación en este punto con el gesto lúdico de Borges: la bibliografía inventada. Los relatos rescatan un heroísmo lateral, en el que el gesto o una actitud son más importantes que la hazaña. La mayoría de los textos narran los últimos días en la vida del héroe. El caso de “Epitafio”, en particular, muestra una semejanza con la elegía fúnebre con la repetición del verso “Rogad a Dios por él”. Pero también, en otro extremo, los personajes son derrumbados29 por la misma ficción. Al quedar fijados por la escritura también son susceptibles de ser borrados, como es el caso de Sinesio de Rodas o de Nabónides. Léanse las siguientes páginas como un intento de comprender el modelo de competencia. 29 Más adelante hablaré sobre el concepto de los personajes derrumbados. Capítulo II Marcel Schwob Pequeña biografía intelectual Marcel Schwob (Mayer-André, 1867-París, 1905) creció en una biblioteca. Su padre, Georges Schwob, fue un periodista ilustrado que conoció muy de cerca a Julio Verne. Su madre, Matilde Cahun, una notable maestra de ascendencia judía, lo rodeó de libros de aventuras. El hermano de la madre, Léon Cahun, fue bibliotecario en el Instituto de Francia en el Palacio Mazarino de París. La literatura sin duda alguna le vino a Marcel Schwob por filiación. De niño estudió inglés y alemán y logró hablarlos con bastante fluidez. A los 16 años inició una traducción del latín de una obra de Catulo. En el Liceo Louis le-Grand tuvo por compañeros a Paul Claudel y Léon Daudet, ahí estudió sánscrito y paleografía con Ferdinand de Saussure. Jules Renard recuerda en su Diario el mejor consejo que le dio Schwob: “escribir bien”, como un homenaje a las generaciones clásicas y románticas. 38 Su tío, con quien vivió en París en 1882, le reveló las que serían sus dos pasiones: la Antigüedad grecolatina y la cultura asiática. Adquirió un saber enciclopédico y fue un traductor brillante, como ejemplo basta revisar sus versiones al francés de Moll Flanders y de Hamlet. Como hombre llevó una vida singular: nunca admitió un espejo en su casa, llevaba un grueso bigote y la cabeza casi a rape. Lo más llamativo de su rostro era la mirada aguamarina, de un azul luminoso. Publicó sus primeros relatos en L´Écho de Paris. En aquella época, 1890 y 1891, dirigió con Catulle Mendès un suplemento literario dentro del mismo periódico. Los tempranos relatos conformarán Corazón doble (1891), dedicado a Robert Louis Stevenson, que llevaron a manera de prólogo, el ensayo “El terror y la piedad”. Muy pronto el autor nos advierte: “El corazón del hombre es ambiguo; el egoísmo sirve para balancear la caridad; la persona es el contrapeso de la masa; el instinto de conservación se alterna con el sacrificio por los demás; los polos del corazón pertenecen al fondo del yo y al fondo de la humanidad”.30 El 30 Marcel Schwob, “El terror y la piedad” en Ensayos y perfiles, traducción de Juan Damonte, México: Fondo de Cultura Económica, 1987 (Cuadernos de la gaceta, 37), p. 130. 39 terror y la piedad pueden provocar una crisis, un momento climático en la vida del personaje, que lo lleva a experimentar un conocimiento de sí mismo. No podemos olvidar que el terror y la piedad son términos utilizados por Aristóteles en su Poética para hablar de la tragedia griega. Las dos emociones parecen remitir a una liberación de tensiones. De esta manera, cuando Aristóteles define la tragedia y dice que este género poético “mediante compasión y temor lleva a cabo la purgación de tales afecciones”,31 aclara la importancia de sus efectos. La tragedia griega suscita estos cambios de ánimo para causar el miedo o la compasión en los espectadores: “aquélla [la compasión] se refiere al que no merece su desdicha, y éste [el temor], al que nos es semejante; la compasión al inocente, y el temor, al semejante”.32 El alcance es moral. Así, el alma del espectador adquiere más relieve que la del personaje. La tragedia está relacionada con el comportamiento y las costumbres de la nobleza. Por lo tanto, lo que pasa a primer plano son acciones eminentes y que están a la 31 Aristóteles, Poética, 1449b 25. 32 Aristóteles, Poética, 1453a 4-5. 40 altura de quienes las llevan a cabo. El espectador experimenta piedadpor el héroe que sufre y teme sufrir alguna vez algo parecido. Durante el espectáculo el público congregado se libera y experimenta una catarsis. Aquí se encuentra la diferencia entre las opiniones de Marcel Schwob y Aristóteles sobre el terror y la piedad. Para el escritor francés el momento de catarsis ocurre en el personaje y no en el espectador. Ofrece un ejemplo tomado de Hamlet: cuando el príncipe danés mira pasar las tropas de Fortinbrás, se pregunta cómo puede quedarse inmóvil frente a ese acontecimiento exterior. Hamlet ha asimilado para su vida interior un hecho de la vida exterior. Ese instante significativo, ese momento en que el personaje experimenta un periodo de crisis, es lo que le interesa a Schwob. En esto consiste la duplicidad del corazón del hombre. Los acontecimientos del mundo exterior pueden ser paralelos a las emociones del mundo interior y en “un segundo de vida intensa revivimos virtual y realmente el universo”.33 Aquí reside el hallazgo del autor de Corazón doble: a partir del instante significativo de un hombre se puede revivir el universo. La vida no está en lo general, sino en lo particular: el arte radica 33 Schwob, “El terror y la piedad”, p. 133. 41 en dar a lo particular la apariencia de lo general. La vida es tal sin distinción de coronas o descendencias divinas. Schwob da tanto valor a la vida de un actor anónimo como a la de Shakespeare. La tragedia griega preferirá siempre a los seres de linaje noble. La vuelta de tuerca está precisamente en encontrar, dentro de los criminales, la manifestación del terror y la piedad: la larga serie de criminales y delincuentes reproduce siglo tras siglo y hasta nuestros días todos los terrores que el hombre ha sufrido. Los actos de los simples y de los bribones son consecuencia del terror e infunden terror […] el hombre aprende a apiadarse después de haber sentido todos los terrores, después de haberlos concretizado y encarnado en los pobres seres que los sufren.34 También los personajes de las Vidas imaginarias viven un instante significativo, un momento de crisis, que cambia el curso de su existencia y decide su destino. Por ejemplo, Petronio, novelista, elige vivir las aventuras que imaginó para los personajes de su literatura y muere como uno de ellos; Frate Dolcino, herético, se sintió inspirado ante un hombre a 34 Ibid., p. 132. 42 quien tomó por la reencarnación de san Juan Bautista, decidió formar una nueva religión y murió quemado como un hereje; Pocahontas decidió salvar la vida de un inglés, prevenirlo sobre un posible ataque indio y murió entre la realeza inglesa; el mayor Stede Bonnet, pirata por convicción, decidió ser pirata, aunque nada sabía de las cosas del mar, y murió ahorcado por pirata y ladrón. Ese instante en que el personaje elige cómo vivir es el periodo de crisis, que curiosamente lo precipita hacia su muerte. Marcel Schwob hace una relectura de la catarsis de la tragedia griega. No es el espectador sino el personaje quien experimenta un periodo significativo. No es necesariamente un personaje de la nobleza, sino que las vidas son equivalentes por el simple hecho de ser vidas. Vemos, pues, cómo los ensayos del escritor francés están comunicados con su obra ficcional. El ensayo es también un “hermano misterioso” de sus relatos. Schwob publicó El libro de Monelle en 1895. Se trata de un largo poema en prosa en el que la protagonista es una pequeña prostituta, Monelle, que manifiesta piedad con todos los personajes que salen a su paso. La obra se compone de tres partes: la primera recoge la sabiduría, a 43 manera de aforismos, de Monelle; en la segunda, la protagonista guía al narrador con sus hermanas. Cada una de ellas es nombrada por un epíteto, (la egoísta, la perversa, la decepcionada, la salvaje, la fiel, la predestinada, la soñadora, la insensible, la sacrificada), que representa un matiz de lo femenino; y la tercera parte concluye con un acercamiento a la vida de la joven prostituta a través de distintos momentos biográficos (su aparición, su huída, su reino y su resurrección). La vida de Monelle es semejante a una figura religiosa. Invita al narrador a reencontrar la paz si huye del mundo y regresa al instante de la infancia. Para algunos críticos es el mejor libro de Schwob, que se inscribe en el marco de dos preferencias estéticas: el elogio a la prostituta y el poema en prosa. El autor francés terminó su amistad con André Gide (1869-1951), cuando éste publicó Los alimentos terrestres (1897), ya que consideraba la obra como un plagio a El libro de Monelle.35 El texto de Schwob ha sido reeditado en Francia numerosas ocasiones, retomado para la radio y el teatro. Su permanencia y su lectura continúan hasta nuestros días. 35 Un estudio pendiente y sin duda interesante sería revisar estos dos libros con cuidado. 44 El autor de Vidas imaginarias frecuentaba la casa del Mercure de France, donde era acogido como uno de los fundadores. En el Théâtre de l´Oeuvre dio una conferencia sobre Anabella et Giovanni, de John Ford. En otra ocasión hizo un comentario crítico al Peer Gynt de Ibsen. La asidua presencia en los teatros lo condujo al siguiente acontecimiento: se enamoró de Marguerite Moreno. Ella era una actriz célebre y bella, quien se convertiría en su esposa en 1900. Marcel Schwob padeció los primeros síntomas de una enfermedad intestinal en 1894. Sin embargo su escritura no cesa: en julio de ese año anuncia la aparición de las Vidas imaginarias en Le Journal. Se trataba de la “vida de algunos poetas, dioses, asesinos y piratas, así como de numerosas princesas y damas galantes”.36 La publicación de La cruzada de los niños y la recopilación de las Vidas imaginarias en un solo libro coincide con la hospitalización de su autor en 1896. Fue sometido a unas cinco operaciones. Se transformó en un sobreviviente. Cambió por completo: adelgazó y padeció fiebres; se rasuró el bigote; sus ojos 36 Marcel Schwob, Oeuvres, textos reunidos y presentados por Alexandre Gefen. París: Les Belles Lettres, 2002, p. 1267. 45 brillaban a causa de la enfermedad. Se volvió un fantasma y, a los veinticinco años, dejó de escribir ficciones. Colaboró siempre en el Écho de Paris y también en Le Journal; mantuvo correspondencia con Georges Meredith y Paul Valéry. Pasó por un periodo de trabajo y lucidez. Era un enfermo sufriente, pero con un espíritu dinámico. Realizó una estancia en Londres en agosto de 1900. En septiembre de ese año se casó con Marguerite Moreno en una vieja parroquia de Londres. Hacia el final de sus días realizó dos viajes: uno para ir a visitar la tumba de Robert Louis Stevenson en Samoa y otro para conocer las costas de Oporto, Lisboa, Barcelona y Marsella. Su salud no mejoró. Sin embargo, a su regreso, Marcel Schwob continuó con su trabajo en los archivos de la Biblioteca Nacional. Fue invitado a impartir unas clases en la Escuela de Altos Estudios Sociales, donde explicó y comentó El gran testamento, de François Villon. Estaba preocupado por las relaciones de Charles Dickens y la novela rusa. Murió el 26 de febrero de 1905. *** 46 Contemporáneo de Maupassant, Anatole France y Stéphane Mallarmé, Marcel Schwob lleva un nombre menos audible entre los estudiosos de su época. Sin embargo, la presencia de su obra en otros escritores es irrefutable. Para muestra basta el prólogo de Jorge Luis Borges a las Vidas imaginarias: En todas partes del mundo hay devotos de Marcel Schwob que constituyen pequeñas sociedades secretas. No buscó la fama; escribió deliberadamente para los happy few, para los menos [...] Hacia 1935escribí un libro candoroso que se llamaba Historia universal de la infamia. Una de sus muchas fuentes, no señalada aún por la crítica, fue este libro de Schwob.37 La obra de Marcel Schwob está enmarcada por un periodo histórico particular: Karl Marx (1818-1883), Sigmund Freud (1856-1939) y Friedrich Nietzsche (1844-1900) ya estaban en el horizonte, cada uno con una reformulación del universo político, científico y literario. Durkheim 37 Jorge Luis Borges, “Marcel Schwob. Vidas imaginarias” en Biblioteca Personal. Prólogos. Buenos Aires: Emecé, 1998, p. 112. 47 había ya fundado la sociología, Alfred Dreyfus había sido condenado en 1894.38 En el mismo año Freud publica Tres ensayos sobre la teoría sexual; Einstein enuncia la teoría de la relatividad; el autor de Vidas imaginarias muere así en plena modernidad, si consideramos que diversos autores fechan el origen de la modernidad entre 1800 y 1850. Pierre Jourde se pregunta, a pesar del contexto antes descrito, en qué mundo vivió Marcel Schwob: en el que se transformaba profundamente durante su corta existencia, o fuera de ese mundo, inclinado sobre ediciones raras en la penumbra de su departamento de la isla de Saint-Louis, calladamente servido por su criado chino Ting.39 Marcel Schwob no volteó la espalda a su época, experimentó una profunda indignación ante el caso Dreyfus, publicó la mayor parte de su obra en periódicos parisinos y, más aún, redactó en 1903 un estudio sociológico sobre el periodismo en forma de sátira. Me refiero a Moeurs des diurnales, 38 El origen judío de Dreyfus, aunado a la condena de espionaje, conmovió a Schwob, no sólo por ser él mismo judío sino por la injusta determinación contra el militar francés. 39 Pierre Jourde, “L´amour du singulier”, en Marcel Schwob, Oeuvres, p. 21. 48 que escrito a la manera de un tratado de retórica, es una parodia del estilo del género. La fortuna literaria es caprichosa y colocó a nuestro autor en la familia de los escritores sólo para escritores. Uno de aquellos nombres que se barajan en las pequeñas reuniones de iniciados. El arte de la biografía: deslindes El ensayo central para acercarse a las Vidas imaginarias es sin duda “El arte de la biografía”. Marcel Schwob lo escribió en 1896 para compilar los relatos de personajes imaginarios y reales que había publicado en Le Journal. Funciona a la manera de un prólogo, pero es también un ensayo. Desde luego nos invita a leer sus Vidas imaginarias, al mismo tiempo que aborda temáticas ya revisadas en otros textos. Por ejemplo, aquel argumento acerca de que el arte busca sólo lo singular o aquella idea sobre la importancia de las elecciones estéticas del autor, que imprimen una forma distinta de mirar la tradición literaria.40 Estas dos recurrencias se 40 El argumento de que el arte busca sólo lo singular y no las ideas generales aparece en “El terror y la piedad”, prólogo al libro Corazón doble (1892). El tema de las elecciones estéticas del autor, que conforman una manera 49 inscriben, ya lo veremos, en el arte de la biografía. Un biógrafo busca los detalles singulares en las historias privadas de sus personajes a quienes elige, de entre todas las existencias posibles, para dar vida. El ensayo “El arte de la biografía” permitirá, en las siguientes páginas, comprender las opiniones del escrior francés sobre el género de la biografía. Marcel Schwob procede como un escritor crítico, revisa otras formas de organizar las biografías para explicar no sólo su punto de vista, sino la forma en la que abordará el género. Nombra una serie de autores para afiliarse o deslindarse de ellos. De esta manera, nos deja entrever qué tipo de vida le interesa escribir; la ética con la que espera conducirse y los personajes que le interesa recrear. Inicia con la tradición inglesa. Dos escritores destacados en el ámbito del género biográfico le son de particular interés porque abordan la vida de seres marcados por su singularidad. Me refiero a James Boswell (1740-1795) y a John Aubrey (1626-1697). Boswell, a decir de León inédita de mirar la tradición literaria, habían aparecido ya en el ensayo “La diferencia y la semejanza”, un ensayo publicado en 1892. 50 Edel,41 escribió la primera biografía moderna: Vida de Samuel Johnson (1791), que fue redactada a manera de un homenaje, producto de “una emoción conmemorativa”.42 Boswell entabló amistad con Johnson durante veintiún años, en el transcurso de los cuales no sólo hizo anotaciones para la escritura de la biografía, sino también, observaciones sobre el oficio del maestro. Con todo, ¿por qué se considera moderna? Para Schwob sería perfecta si no hubiese incluido la correspondencia, que en efecto ocupa toda la parte final del libro. “Si el libro de Boswell hubiera tenido diez páginas, hubiera sido la obra de arte esperada”.43 El autor de El libro de Monelle habla de esta manera porque: “Boswell no tuvo el coraje estético de elegir”.44 El biógrafo debe discriminar y ofrecer una visión de la vida del personaje. Al incluir toda la correspondencia de Jonson, sin mediar un comentario o un propósito evidente, Boswell dio prueba del escaso compromiso de elección aludido por Schwob. 41 León Edel, “Boswell” en Vidas ajenas. Principia biographica, traducción de Evangelina Nuño de la Selva. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1990, p. 46. 42 Ibid., p. 37. 43 Marcel Schwob, “El arte de la biografía”, p. 175. 44 Ibid. 51 Por otro lado, Harold Nicholson advierte en Boswell la elaboración de una nueva biografía. Nicholson ha comparado el estado del género antes de Boswell y después de él en esta forma: “una serie de retratos de taller (o una sucesión de diapositivas) y la cinematografía”.45 La Vida de Samuel Johnson es valiosa para aquellos biógrafos que escriben sobre vivos; aquellos que tienen una convivencia constante con su biografiado. Incluso León Edel, el autor de Vidas ajenas. Principia Biographica (1984), sonreía al pensar que los futuros biógrafos de Samuel Johnson irían en busca de los lugares frecuentados no sólo por Samuel Johnson, sino por el inseparable Boswell. Tambien es cierto que James Boswell fue intuitivo y arriesgado, conducía a su personaje a diversas situaciones que después le servirían para el libro y en las que él mismo estaría irremediablemente incluido. Como características del género, Boswell se impone los siguientes compromisos: la certera documentación, que evite frases como: “Creo que he leído o si recuerdo correctamente, cuando los documentos originales 45 León Edel, “Boswell”, p. 46. 52 han sido consultados”.46 Se debe procurar el respeto a la virtud y a la verdad. Nunca encubrir las faltas del biografiado. Finalmente, restablecer el encuentro vivo con Johnson a través de las conversaciones. Para Daniel Madelénat, Boswell inauguró el método inductivo en la biografía que concluyó hasta los años cuarenta del siglo XIX. Posteriormente, el método sería suplantado por la tendencia victoriana de respetabilidad y seriedad.47 En otro polo equidistante está John Aubrey (1626-1697), con una visión de lo singular muy a tono con las Vidas imaginarias. Escribe Lives of Eminent Men: un total de 426 vidas cuya extensión varía considerablemente, algunas tienen unas cuantas palabras, mientras que otras unas 23 000.48 Sólo fueron parcialmente publicadas en el siglo XIX, pero la presentación definitiva data de 1898, con un título elegido por el editor Andrew Clark, Brief Lives.La edición que he consultado recoge 134 46 “I think I have read, or if I remembered right, when originals may be examined”. James Boswell, Life of Samuel Johnson. Chicago: Encyclopaedia Británica, 1952 (Great books of the western world 44), p. 2. 47 Daniel Madelénat, La biographie. París: PUF, 1984 (Literatures Modernes), pp. 59-60. 48 Por ejemplo, sobre John Holiwood escribió: “Dr. Pell está seguro que su nombre era Holybushe”, en John Aubrey, Brief Lives, editado de los manuscritos originales y con una biografía escrita por Oliver Lawson. Michigan: The University of Michigan Press, 1962, p. vii. 53 vidas, todas ellas de conocidos intelectuales como William Shakespeare, René Descartes, Thomas Hobbes, Desiderius Erasmus, Sir Walter Raleigh, John Milton, entre muchos otros. El interés de Schwob hacia la obra de Aubrey se debe a las curiosidades, rayanas en el chisme literario, que sobre cada uno anotó, pero que marcan la diferencia por vía de la rareza. Los ejemplos son variados: el padre de William Shakespeare fue carnicero, y se dice que William lo fue también cuando era niño; antes de matar a un becerro leyó un discurso en nombre del animal. Erasmus nació en un pueblo de pescadores y sin embargo no le gustaba el pescado. La lista es generosa, Schwob mismo citó más ejemplos en “El arte de la biografía”. La coincidencia entre el autor de Vidas imaginarias y Aubrey es el interés por revisar los detalles singulares y las anomalías de los personajes. Pero el trabajo de Aubrey se queda en fragmentos, anotaciones que nunca fueron configuradas dentro de una biografía completa —tal vez no era éste su propósito—; está claro que el de Schwob sí. Más allá del chisme literario, era importante la relación entre los acontecimientos singulares, las anomalías, los vicios, las manías y los temas más abstractos de las vidas elegidas, como la herejía, la prostitución o el asesinato: “Aubrey no 54 experimentó jamás la necesidad de establecer una relación entre los detalles individuales y las ideas generales.”49 En este sentido se abre frente a nosotros una ruta atractiva: la relación entre el prólogo “El arte de la biografía” y la composición de las Vidas imaginarias. En otras palabras: ¿qué tanto se cumple la crítica del autor en relación con los relatos? Veamos, el prólogo está compuesto por una serie de reflexiones que no son un a priori, sino a un a posteriori: una mirada estética que habla de los personajes, del biógrafo y de la importancia de la vida más allá de las acciones ejemplares. No comparto la opinión de Emmanuel Buenzod, para quien los prólogos de Schwob son tan sólo “prefacios ambiciosos” y añade: “hemos constatado la escasa relación entre las intenciones que enuncia y la pobre unidad entre los cuentos”.50 El libro se llama Vidas imaginarias, y el preámbulo se titula “El arte de la biografía”. Hay una intención por hacer literatura no sólo como un diálogo abierto con la biogafía sino también con el género de las vidas y el cuento. Schwob no clasifica sus relatos sino que los desclasifica 49 Schwob, “El arte de la biografía”, op. cit., p. 9. 50 Emmanuel Buenzod, “Marcel Schwob”, en Une époque littéraire. 1890-1910. Neuchâtel: Éditions de la Baconnière, 1941, p. 97. 55 dentro de los géneros literarios. Tampoco son vidas a la manera de los santos. No son un modelo de espiritualidad. Por lo general, las hagiografías se estructuran de la siguiente forma: “de tres cosas nos hemos de acordar en las vidas de los santos, la primera es del buen ejemplo que nos dieron con su vida mientras vivieron en el mundo. La segunda de cotejar nuestra vida con la suya. La tercera de cómo nos favorecen agora delante de Nuestro Señor en la gloria”.51 Ninguno de los tres elementos forma parte de las Vidas imaginarias. No son santos sino hombres comunes, cuyas existencias conforman un relato detallado de anomalías. ¿Qué puede ser más alejado a la virtud que la herejía, la prostitución o el asesinato? Estos son los seres marginales predilectos de nuestro escritor. Por otro lado, Arnaldo Momigliano apunta que el término vidas viene del griego bios y aparece muy tempranamente en el siglo V a. de C. en los fragmentos de la Vida de Isidoro de Damascio.52 Pero el género no abordaba, todavía, la vida de un personaje en su carácter singular e 51 Referido por María Dolores Bravo Arriaga, La excepción y la regla. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1997 (Estudios de cultura literaria novohispana, 8), p. 114. 52 Arnaldo Momigliano, Génesis y desarrollo de la biografía en Grecia, traducción de María Teresa Galaz, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 24. 56 individual, más bien lo hacía con referencia al Estado, de ahí que sólo interesara la biografía de los políticos o los generales. Al lector griego “le gustaban las biografías tanto como le gustaban las tierras extranjeras”,53 justamente por eso es posible encontrar en las épocas helenísticas el término de bios para los países: Vida de Grecia, Vida del pueblo romano. En esta primera época la historia y la biografía no se fusionaron; es más, no era necesario que la vida fuera cronológica, bastaba más bien con la descripción de las costumbres y algunas anécdotas ejemplares, esto era conocido como archaeologia o philologia y los romanos tradujeron estos términos como antiquitates. Por el contrario, la historia tenía que ver principalmente con sucesos políticos y militares y estaba escrita en orden cronológico. Tal vez sea un poco poco prematuro situar el origen de la biografía en el siglo V a. de C., cuando el género estaba todavía hermanado con la vida de los países. Es probable que el género de la biografía se ubique mejor en la época de los socráticos. La literatura apologética de Sócrates buscaba relatar la vida del maestro en un tono de 53 Ibid., p. 35. 57 encomio. De esta manera se dedicaba a estudiar la vida de una persona en particular. Sabemos que Cornelio Nepote y Marco Terencio Varrón, en el siglo I a. de C., fueron los primeros que compararon a los romanos con los griegos. Y entonces son posteriores los 23 pares de Vidas paralelas de Plutarco, quien vivió su madurez a finales de los siglos I y II d. C., en una Grecia que ya era sólo una provincia del Imperio Romano. Las Vidas paralelas se estructuran de la siguiente manera: el prólogo o la introducción explica los motivos de reunir una pareja de grandes figuras del pasado griego y romano. Plutarco se enfoca en el entorno social del personaje. Habla entonces de su educación y de su madurez. Los biografiados son siempre grandes figuras y tienen un aspecto heroico en todo momento: Teseo y Rómulo; Solón y Publícola; Temístocles y Camilo; Arístides y Catón el mayor; Cimón y Lúculo; Pericles y Fabio Máximo; Nicias y Craso; Coriolano y Alcibíades; Demóstenes y Cicerón; Foción y Catón el Joven; Dión y Bruto; Emilio Paulo y Timoleón; Sertorio y Eumenes; Filopemen y Flaminio; Pelópidas y Marcelo; Alejandro y César; Demetrio y Antonio; Pirro y Mario; Arato; 58 Artajerjes; Agis y Cleomenes y Tiberio y Cayo Graco; Licurgo y Numa; Lisandro y Sila; Agesilao y Pompeyo; Galba y Otón. Algunos personajes están solos y hay un caso en el que la comparación es doble. En todas las ocasiones la biografía concluye con la muerte del personaje, la fama que dejó en vida y una reflexión sobre sus acciones. Finalmente, aparece la comparación entre los dos hombres: es el momento en el que el autor recapitula los éxitos y fracasos de cada uno en relación con su carácter y su educación. El relato está enriquecido con anécdotas, descripciones detalladas del carácter y singularidadesde la figura griega o romana. El biógrafo es distinto al historiador, nos dice Plutarco en el prólogo a la vida de Alejandro y Julio César: Porque no escribimos historias, sino vidas; ni es en las acciones más ruidosas en las que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirve más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres”.54 54 Plutarco, Vidas paralelas. Alejandro y Julio César. Madrid: Biblioteca Edaf, 1994, p. 39. 59 Schwob pudo haber suscrito el párrafo anteriror, pero no coincidía con el griego en el paralelo y el consejo moral. Si cada personaje es único, el biógrafo debe ser capaz de mostrar ese rasgo individual en contraposición con el resto de los hombres. Nunca acercarlo a otros por vía de la comparación. Existe una carga ética en la obra de Plutarco. Son bien conocidos sus escritos reunidos en una Moralia: consejos didácticos, artes amatorias, reflexiones históricas, tratados literarios y filosóficos.55 En gran medida, dichos textos son antecedentes del ensayo inaugurado por Michel de Montaigne (1533-1592). No es extraño encontrar en los Ensayos (1580) citas a la obra del autor heleno. La carga moral está ausente en Vidas imaginarias. La obra de Plutarco, a diferencia del autor francés, tenía como objetivo mostrar un ejemplo de virtud en la vida de hombres ilustres. Los errores o los defectos apoyaban a la síntesis y el paralelo de los personajes. La comparación final era impensable en la lógica de Vidas imaginarias. A Schwob le parece que éste es precisamente el error, porque el griego “no supo comprender la esencia de su arte, puesto que imaginó 55 Cfr. Plutarco, Obras morales y de costumbres. Madrid: Gredos, 1995 (Biblioteca Clásica, 214). 60 paralelos —como si dos hombres propiamente descritos con todos sus detalles pudieran parecerse.”56 Las Vidas imaginarias cumplen su propósito anunciado en el prólogo en la medida en que el autor rescata lo individual, pero no en los personajes ilustres, sino en aquellos que sólo por el hecho de ser hombres tienen una vida que puede ser contada. Dice Schwob que los biógrafos “han supuesto que sólo la vida de los grandes hombres podía interesarnos. El arte es extraño a estas consideraciones”.57 Por alguna razón el lector recuerda con placer un detalle, un mechón del pelo, la sonrisa de Monna Lisa, o incluso por un misterioso instinto, la estatura de Napoleón o la locura de Carlota. Cada uno de estos rasgos permite pensar en la vida, en lo entrañable y en lo humano que conlleva cada nombre. Y “El arte del biógrafo consistiría en dar tanto valor a la vida de un pobre actor como a la vida de Shakespeare”.58 En dichas minucias personales se detienen las Vidas imaginarias: Petronio, novelista, era “Moreno, pequeño y bizco de un ojo”; el capitán Kid, pirata, “llevaba 56 Schwob, “Prefacio”, Vidas imaginarias., p. 10. 57 Ibid., p. 14. 58 Idem. 61 siempre, tanto en el combate como en las maniobras, delicados guantes de cabritilla con vueltas de encaje de Flandes”; Walter Kennedy, pirata iletrado, “dominaba a la perfección el arte de retorcer una cuerda alrededor de la frente de un prisionero hasta hacerle saltar los ojos”. Los detalles están relacionados con las acciones del personaje, con sus decisiones. Aparecen integrados como parte de la vida. Cuando Crates decide transformarse en un filósofo cínico supera a Diógenes: si éste último mordía como los perros, Crates “vivía como los perros”. Hay una relación entre la vida de los personajes y los hechos narrados. No se trata como le reprocha a Suetonio, autor de Vidas de los Césares y de los varones ilustres (siglo II), de escribir “chismografías de polémicas rencorosas”.59 El estado del género biográfico en Inglaterra y en Francia en el siglo XIX no era muy alentador. Podría suponerse que el romanticismo privilegiaría la subjetividad o rompería con los esquemas del pasado, sin embargo, las vidas de los poetas de aquella época fueron más “románticas” que las biografías en general (Lord Byron, Gérard de Nerval, Guillaume 59 Ibid., p. 10. 62 Apollinaire, nuestro Manuel Acuña, etcétera). El individuo se transforma en arquetipo, la encarnación de una idea general se propone a la meditación del público: el personaje se mitologiza y se idealiza perdiendo así el sabor de la vida; el destino absorbe a la existencia. Una verdad ‘esencial’ elimina la verdad real. Cuando la mojigatería burguesa vulgariza esta ‘heroegrafía’, la selección de los acontecimientos ocurre con relación al estatuto póstumo y se vuelca hacia la estandarización.60 En este sentido, la biografía se pone al servicio de la historia para tratar de ordenar la variedad y el dinamismo de los datos políticos e ideológicos. Los hombres cuentan únicamente como modelos ideales o como representantes de un momento en la vida de una nación. El contexto es sin duda el positivismo y el cientificismo; la búsqueda de una metodología encuentra caminos más estrictos: el peso del papel escrito, los testimonios, la investigación de la infancia. En Francia, el desarrollo de la universidad 60 “l´incarnation d´une idée genérale proposée à la méditation du public: il se mythologise et s´idéalise, perdant la saveur de la vie; la destinée absorbe l´existence: une vérité “essentielle” élimine la vérité réelle. Quand la pruderie bourgeoise vulgarise cette “hérographie”, la sélection des faits en vue d´une statue posthume tourne à la standarisation”, en Daniel Madelénat, La biographie, op. cit., p. 57. 63 en 1870 mantiene un flujo constante de trabajos eruditos con métodos históricos positivistas: “Las formas antiguas: el elogio, la hagiografía, la nota escolar (en beneficio de una enseñanza en pleno crecimiento), la necrología (indispensable para la prensa) persiguen un camino plurisecular”.61 La ficción, por su parte, tiene ante sí un desafío claro: revertir la imagen solemne de los grandes héroes, romper las certezas victorianas, quebrar la ejemplaridad de la biografía francesa, instalar tensión ante el orden de la vida y el tiempo de los personajes. Para Daniel Madelénat ni siquiera la biografía novelada responde al desafío, y cita las obras de Hilaire Belloc, Danton y Marie-Antoinette (1899), textos fantasiosos plenos de emoción que no alcanzan, desde la ficción, una nueva propuesta estética para la biografía. Dos años después del nacimiento de Schwob muere Charles- Augustin Sainte-Beuve (1804-1869), cuyo método biográfico se encuentra a medio camino entre el romanticismo y la ambición científica del positivismo. En 1829 publica sus Portraits littéraires (Retratros 61 “Les formes anciennes, éloge, hagiographie, notice scolaire (à la faveur d´un enseignement en pleine croissance), nécrologie (indispensable à la presse) poursuivent un cours pluriséculaire”, ibid., pp. 58-59. 64 literarios), en los que emplea aspectos biográficos y psicológicos. Para él existe una íntima relación entre la obra y su autor. Los detalles de la vida pueden iluminar el trabajo literario. Aún más, desliza valoraciones de tipo moral, ya que Sainte-Beuve compara el comportamiento del escritor en su vida cotidiana con la imagen que de él dejan sus obras y comprueba si el resultado es finalmente coherente o si, por el contrario, lo que predica el autor al escribir no es lo que realmente practica y hay que hablar entonces de falta de sinceridad.62 Hay que recordar que Marcel Proust escribió Contra Sainte-Beuve, libro que
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