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Marco-Antonio-Campos--el-cerdo-iluminado

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Marco Antonio Campos: 
el cerdo iluminado. 
 
 
 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas 
 
P R E S E N T A: 
 
RUBÉN CAMPOS ARIAS 
 
 
 
Asesor: Lic. Luis Antonio Carreño Gallo. 
 
 
 
Ciudad Universitaria Mayo de 2006
 
UNIVERSIDAD NACIONAL
AUTÓNOMA DE MÉXICO 
Facultad de Filosofía y Letras 
Colegio de Letras Hispánicas 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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ÍNDICE 
 
 
 
INTRODUCCIÓN ......................................................................................................................... 1 
 
 
CAPÍTULO I ............................................................................................................................. 10 
 
 
CAPÍTULO II ............................................................................................................................. 56 
 
 
CAPÍTULO III ............................................................................................................................ 68 
 
 
CAPÍTULO IV ............................................................................................................................. 72 
 
 
CAPÍTULO V ............................................................................................................................. 79 
 
 
CAPÍTULO VI ............................................................................................................................ 83 
 
 
BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................................... 90 
 
 
 
 
 
 
 
1
INTRODUCCIÓN 
I 
Conocí a Marco Antonio Campos cuando me narraba, a borbotones de sangre, la forma en 
que iluminó su ojo el poeta maldito de Charleville. Yo reía en medio de ellos como un 
cómplice absurdo -con odio y amor a la poesía-, pero al fin y al cabo estaba ahí al igual que 
mis dos compadres. 
Marco Antonio eleva su voz dentro de un laúd maleducado. Yo guardo silencio 
mientras me arranco los ojos y Arthur Rimbaud escribe las imágenes fantasmagóricas 
jamás soñadas por el demonio dormido. Nos gusta la tristeza -la amamos más que a todo y 
a todos- y su bellísima carcajada que nos revienta la laringe. 
La locura ha sido nuestra salvación, si no -seguramente- estaríamos muertos 
(como lo está Arthur a los veinte años). 
Marco Antonio Campos, mi hermano profundo, es sin lugar a dudas una mezcla 
de perro y de pantera, el cerdo iluminado. 
II 
Así, esta tesis descubre la forma en que se funden la obscuridad y la luz en los 
poemas de Marco Antonio Campos para crear una misma Conciencia, a través de la belleza 
y profundidad filosófica de un hombre, de un poeta “oculto” que se ríe de premios, 
superficialidades. En sus versos se abre la esencia de lo cotidiano y lo surreal, no existen 
divisiones, y es ahí donde surge la “Luz de ruina” de Campos; por eso, el centro de la tesis 
 
 
 
2
es descubrir cómo su lado salvaje y su Ser interno se unifican para ver la realidad y los 
sueños como la misma energía, el mismo poder. 
La Obscuridad y la Luz son equilibrio eterno, son Uno; el magnetismo de las 
galaxias penetra en el espíritu, y nos volvemos el cosmos y las estrellas irradiando luces. 
Aunque la poesía de Campos, en muchas ocasiones, es melancólica, no deja 
nunca sus sueños en el tintero, y se avienta al ruedo de bruces sin temor porque sabe que 
sus alas de león no permitirán que sucumba. 
Ha incursionado en diversos géneros literarios, destacándose principalmente en 
la poesía, el ensayo y la narrativa. Participó en innumerables revistas como Vuelta, 
Proceso, Punto de Partida, Siempre, por mencionar algunas. En su obra se encuentran 
poesía, cuento, novela, ensayo, entrevistas, crónica, antologías y compilaciones y rescates. 
Como traductor también se ha destacado por su trabajo con diversos poetas de 
reputación universal, tal es el caso de Baudelaire de quien tradujo Pequeños poemas en 
prosa, en Premiá Editora en 1985 (reedición en Ediciones Coyoacán, 1995). También hizo 
la traducción de La alegría de Guiseppe Ungaretti a través de la UNAM en 1979 (reedición 
en la UAM, 1988). Elaboró la transposición del Recital de los ángeles escrito por Émile 
Nelligan, editado por El Tucán de Virginia -Delegación General de Quebec en México- en la 
colección Los Bílfidos en 1989; así como también la del escritor italiano Umberto Saba con 
Un trago amargo, que editó la UNAM en la serie El Puente, Textos de Difusión Cultural, en 
1992. Además están sus traducciones de Arthur Rimbaud, como lo es Una temporada en el 
infierno, editada por Premiá Editora en 1979 (reedición Ediciones Coyoacán, 1994), las 
Iluminaciones, publicado por El Tucán de Virginia en 1991, así como también Cartas de la 
vida literaria de Jean-Arthur Rimbaud, escrito por Jean-Marie Carré, editado por la UNAM 
en 1995. Y en el año de 1999 publica Poesía selecta de Arthur Rimbaud por medio de 
 
 
 
3
Ediciones Coyoacán. Es conveniente destacar que también ha traducido a Marin Sorescu 
con El huracán de papel, en la colección Molinos de Viento, UAM, 1986. A Vincenzo 
Cardarelli con Breve jornada en El Tucán de Virginia, 1987. A Roger Munier con Fulgores 
en Premiá Editora en el año de 1988. A André Gide y El regreso del hijo pródigo, en 
Fontamara, en 1991. A Carlos Drummond de Andrade y El mar y los telegramas, en Textos 
de Difusión Cultural, UNAM, 1995. A Antonin Artaud con su obra El pesa nervios, en la 
Editorial El Hechicero, Querétaro, 1996. A Georg Trakl con En camino, en El Tucán de 
Virginia, 1988. Y nuevamente hace la traslación de una obra de Antonin Artaud, Van Gogh, 
el suicidado por la sociedad, editado por Factoría, en 1999. También realiza la versión al 
español de El hombre redivivo, de Gastón Miron, editado por la UNAM, en el año de 2001, 
en colaboración con Hernán Bravo. Además de las traducciones de poetas como Mario Luzi 
y Reiner Kunze. 
En la poesía de Marco Antonio Campos podemos encontrar “Los naipes del 
perro” en Noticias contradictorias, editado por Punto de Partida en 1972. También 
encontramos Muertos y disfraces, publicado por el INBA en 1974. Le siguió Una seña en la 
sepultura sacado a la luz por la UNAM, en 1978. 
Le sobrevino Hojas de los años (1970-79), editada por primera vez en Premiá 
Editora, en el año de 1981. Después publica Monólogos (1972-79) en La Ballena Blanca, 
Guadalajara, 1985. Y cuatro años después, en 1989, La ceniza en la frente en Premiá, en la 
colección Libros del Bicho. Además ha publicado Poesía reunida (1970-1996) en El Tucán 
de Virginia, durante 1997. Le siguió Los adioses del forastero, que se editó en La Centena, 
año de 2002. Su último libro de poesía, titulado Viernes en Jerusalén, ha sido distinguido 
con el premio de poesía Casa de América, que concede anualmente la prestigiosa editorial 
Visor, que distribuirá el libro en España y América Latina. 
 
 
 
4
En su obra cuentística se encuentran tres libros: La desaparición de Fabricio 
Montesco editado por Joaquín Mortiz en 1977, No pasará el invierno, con el mismo sello 
editorial en 1985. Y Desde el infierno y otros cuentos, que fue realizado por mediode la 
Secretaria de Educación Pública, Colección Lecturas Mexicanas, 2ª. Serie. Núm.81, 1987. 
Ha publicado cuatro novelas: Que la carne es hierba, editado por Joaquín Mortiz, 
1982. Hemos perdido el reino, por la misma casa, en 1987, y por Fontamara en 1997. 
Infancia que fue publicada en la editorial Joan Boldó i Clement en 1992. Y En recuerdo de 
Nezahualcóyotl, Diana, en 1994. 
Cuatro libros de ensayos: Señales en el camino, Premiá en 1983. Siga las 
señales, también por Premiá en 1989. Los resplandores del relámpago editado por la 
UNAM en el año 2000. Y El café literario en ciudad de México en los siglos XIX y XX, en 
Aldus, 2001. 
Tres libros de entrevistas: De viva voz, también editado en Premiá, en la 
colección La Red de Jonás, en 1983 (reedición, Ediciones Coyoacán, 2000). Literatura en 
voz alta, editado por la UAM en 1996 (reedición, Ediciones Coyoacán, 2000). Y El poeta en 
un poema, que fue editado por la UNAM, en textos de Difusión Cultural, Serie Diagonal, en 
1998. 
Dentro del renglón de la crónica ha escrito Recuerdo de Buenos Aires, bajo el 
apoyo del Instituto Mexiquense de Cultura, en 1995, y De paso por la tierra, en Aldus, 1998. 
De las antologías publicadas podemos destacar Antología personal, editada por 
Premiá en la colección La Red de Jonás en 1992 (Originalmente publicada en 1972). 
También realizó la antología llamada Poemas sobre el movimiento estudiantil de 1968, 
editada por Pueblo Nuevo, en 1980. Y con el mismo tema realizó Narraciones sobre el 
 
 
 
5
movimiento estudiantil de 1968, en colaboración con Alejandro Toledo (Universidad 
Veracruzana, 1986). Le sobrevino Cuentos, de Jorge Luis Borges, en Material de Lectura, 
UNAM, 1986. En ese mismo año apareció Cuentos, de Juan Rulfo, también en Material de 
Lectura, UNAM, en colaboración con Juan Carlos Rulfo. Otra de sus antologías es Breve 
jornada a Cardelli, bajo el sello de El Tucán de Virginia en 1987. Después apareció 
Poemas, de Carlos Montemayor, en Material de Lectura, UNAM, 1989. Y sin detener el 
paso publica nuevamente en Material de Lectura, Poemas, de Livio Ramírez, en 1991. 
Una más de sus antologías fue la realizada en honor a Juan Bañuelos, titulada 
Donde muere la lluvia, Editorial Luvina, Guadalajara, 1992. Y en ese mismo año publica 
Cuentos con dos rostros, de Ricardo Piglia, en Textos de Humanidades, UNAM. Además, 
aparece la reedición de Antología personal, libro ya antes mencionado. 
En el año de 1995 edita Poemas, de Juan Gelman, en Material de Lectura, 
UNAM. Le sigue Poemas del peatón, de Jaime Sabines, en Écrit des Forges, Quebec, 
1997. Continúa la marcha en ese mismo año con Reina de sombras, de Bernardo Ruiz, 
editado por el Instituto Politécnico Nacional, 1997. Un par de años después, en 1999, 
expone al mundo La grulla del refrán, de Ramón López Velarde, Editorial Dos Filos, 
Zacatecas. Pero su más reciente antología de todas las que he localizado, es Antología de 
poetas italianos del siglo XX, que incluye a Umberto Saba, Vincenzo Cardarelli, Guiseppe 
Ungaretti y Salvatore Quasimodo, con un epílogo de Stefano Strazzabosco, UNAM, Difusión 
Cultural, colección El Puente, México, 2004. 
Dentro de sus compilaciones y rescates podemos encontrar Retrato crítico. Alí 
Chumacero, Ensayos y Poemas, UNAM, 1995. El trigo y la plata, en colaboración con 
Evodio Escalante, textos de escritores mexicanos sobre argentina, Ediciones Cuéllar, 
Guadalajara, 1997. Manuel Acuña. La desdicha fue mi dios, en colaboración con María 
 
 
 
6
Luisa Burillo y Martha Rivas, UAM, 2001. Cartas de Manuel M. Flores a Rosario de la Peña, 
por medio del Instituto Cultural de Puebla, 2002. El moralista que prefirió ser héroe, Luis 
Martínez de Castro, en una coedición del Instituto de Investigaciones Filológicas y la 
Coordinación de Humanidades de la UNAM. 
III 
Marco Antonio Campos nació en la Ciudad de México el 23 de febrero de 1949, 
“en el bárbaro febrero” como él dice. Cursó la Licenciatura en Derecho en la Universidad 
Nacional Autónoma de México; ha impartido la cátedra de Literatura en la Preparatoria del 
Colegio de Ciencias y Letras (1974-1975), y en la Universidad Iberoamericana fue profesor 
de Literatura Griega, Literatura Mexicana, Introducción al Cuento, Introducción a la Novela y 
Literatura Latinoamericana, de 1976 a 1983. Fue coordinador del programa de radio “La 
literatura y la investigación entre los jóvenes”, emitido una vez por semana en Radio UNAM, 
de 1973 a 1979. 
Ha sido lector huésped en la Universidad de Salzburgo, en Austria, en su Instituto 
de Romanística para impartir clases de Literatura Mexicana e Historia del México Antiguo. 
Profesor de las Universidades de Buenos Aires, de La Plata y Bringham Young University, 
de Provo, Utah, en los Estados Unidos, para impartir clases de Literatura Mexicana e 
Introducción a las Literaturas Hispánicas. Ha trabajado además en La Semana de Bellas 
Artes, Revista de la Universidad de México, El Heraldo Cultural, Unomásuno y Periódico de 
Poesía. Actualmente es investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la 
UNAM, en el que labora desde junio de 1996. Cuatro veces becario del Collège 
International des Traducteurs Littéraires d’ Arlés, Francia. 
Dentro de la obra de Campos se encuentra la ya mencionada Antología personal, 
que en 1972 recibió el premio Diana Moreno Toscano, y que, posteriormente ganó el Xavier 
 
 
 
7
Villaurrutia, en 1992. Y aunque un galardón da entereza, le llenan de rosas y la orquesta no 
deja de tocar, a Marco Antonio Campos le vale un pito ser feliz, ama su melancolía; él sabe 
que nadie lo conoce y con eso basta, con su tristeza, con la Mujer, con Goya, con 
Leonardo, con su Piero della Francesca, con los libros que ha recorrido sediento de 
aventuras, de tentar la muerte, de olerla. 
Dice tener el ojo cobarde para mirar su muerte, cree en el destino, se llama torpe 
y brutal, así canta en su poema “Wiedersehen” del libro Muertos y disfraces. Y en “luz de 
ruina” de Una seña en la sepultura se proclama “hijo del destierro”, “cristiano del eco al 
evangelio” y su razón es certera. Así es su profundidad. De esa forma el poema infinito se 
desdobla para demostrarnos que no ha comenzado, que él no ha comenzado. 
En Una seña en la sepultura, esa dulce vida de poeta fracasado, se hace aún 
más latente que en sus anteriores escritos, y jamás abandona la esencia de la escritura: la 
sangre. Esa luz que penetra la obscuridad, esa sombra penetrando la luz. Como dijo 
Nietzsche: “De todo lo que se ha escrito amo sólo aquello que el hombre ha escrito con su 
sangre. Escribe con sangre y aprenderás que ésta es el espíritu.”1 Todos los universos son 
la misma irradiación y la divinidad habita en cada uno de ellos, dentro de la obscuridad o la 
luz; no hay divisiones, no existe la diversidad, todo es parte de un todo complejo, 
 
 
 
1 Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaratustra. Introducción, traducción y notas de 
Andrés Sánchez Pascal. Madrid, Alianza Editorial, 1997. (Colección El libro de bolsillo). 
Núm. 337. Aparece en el apartado sobre “Leer y escribir”. 
 
 
 
 
8
omnipresente, es el juego de la llamada Kundalini Shakti2 de las milenarias tradiciones y 
disciplinas hindúes. 
Así Marco Antonio devela en un sueño su “Luz de ruina” y se da cuenta que en el 
alma de sus demonios habita Dios, y se une a una plegaria, tal vez, de su época medieval. 
Por eso la poesía de Marco Antonio: la más silenciosa y expansiva de nuestra época. 
Brindo por el oro de su sangre siempre en remolinos. 
En Los naipes del perro también se dibujan poemas de angustia; sublimes, plenos 
de una lluvia venenosa que corroe el corazón de esa desesperación tan fiel a nuestras 
manos, fiel a nuestros sentidos. Se delinean versos de “Tarde de palomas”, “Enero errante”, 
“Desde siempre”, y el poema que desborda la sangre de los cuerpos hasta explotar es 
“Última”, dondela desdicha del amor, aquella sensación maligna y a la vez excelsa y solar, 
se vuelve tan tangible como el piquete mortal de una abeja africana, donde todas las 
 
 
 
2 “Dentro de cada ser humano hay una energía divina que se llama Kundalini. La energía 
posee dos aspectos: la existencia mundana y la Verdad suprema. El aspecto mundano de 
esta energía funciona a la perfección, pero el aspecto interior está latente, dormido. Cuando 
se despierta la energía interior Kundalini, pone en marcha dentro de nosotros diferentes 
procesos del yoga y nos lleva hacia el estado del Ser. Por eso no hay conocimiento más 
importante que el conocimiento de Kundalini, que despierta es Shiva-Shakti, la energía 
suprema, a quien los sabios de la India adoran como la Madre del universo. Shakti es la 
consorte de Shiva. Es el aspecto activo del Absoluto sin forma, sin atributos. La gente que 
sigue la tradición del gozo la llama Ananda. Los yoguis hacen de ella la meta de su yoga. Los 
sabios iluminados la perciben en todas las formas y objetos del universo y, viendo todo como 
Uno en Eso, se funden en Eso. No hay nada más alto, nada más grande, nada más sublime 
ni más bello que la Shakti. Al habitar en el centro del corazón, brilla con todos los colores del 
sol de la mañana y cuando se ha despertado dentro de nosotros, podemos verla allí 
refulgiendo en todo su esplendor.” Swamí Muktananda, Kundalini, el secreto de la vida. 
México, Editorial Siddha Yoga Dham, 2000, pp. 2-3. 
 
 
 
9
lágrimas empapan el papel barato, donde las voces se enlutan, y sin embargo hay luz, todo 
el cosmos dentro de él se unifica. 
Señor: 
déjame lejos de sus manos, 
de la sombra voraz de su ternura. 
No permitas que vuelva al mismo sueño. 
Pero, Señor -no lo olvides- 
haz que se arrepienta de no haberme amado.3 
 
Se desvive en un deseo: déjame lejos de sus manos, de la sombra voraz de su 
caricia. El dolor palpita en el deseo que ella sufra por no haberlo amado. En ese instante, 
Campos expande los sentidos y los besos, es el estruendo que es holocausto, furia que se 
desgañita. 
*** 
 
 
3 Marco Antonio Campos, “Última” en Los naipes del perro incluido en Hojas de los años 
(1970-79). México, Premiá Editora, 1981. p. 22. (Colección Libros del Bicho). Núm. 15. 
 
 
 
10
CAPÍTULO I 
En “Infancia” del libro La ceniza en la frente (1978-1987)4 las líneas poéticas se entrelazan, 
se vuelven un nudo ciego donde el dolor se perpetua. El verso es libre y sin puntuación 
como la esencia del poema. Todas las oraciones del apartado uno -así como las 
proposiciones de los apartados dos, ocho, nueve y quince- están unidas por conjunciones 
copulativas, creando así la sensación de que las palabras pertenecen a un mismo riel, a un 
encadenamiento que nos mantiene absortos en las palabras. 
1 
Mi padre solía llegar con el crepúsculo y los hijos corríamos 
buscando al padre que sólo quedó en la fotografía aquélla donde 
desciende por la puerta delantera del auto y mira a todas y a ninguna 
parte y el niño crece y recoge la infancia hecha pedazos y se vuelve a 
mirar al padre en aquella casa profunda horizontal mientras la 
madre en la cocina llora y grita y el niño dice el diablo y la rosa no 
vuelve por su frente 
 
 
4 Marco Antonio Campos, La ceniza en la frente (1978-1987). 
 
 
 
 
11
El recuerdo del padre acude. Aquel que solía llegar con el crepúsculo lo 
sorprende y le conduce al sol nacido de sus fosas nasales por donde exhala: el diablo; 
padre hace añicos el corazón de sus alegrías, pues los hijos corríamos buscando al padre y 
su fotografía es el recuerdo que desciende por la puerta delantera del auto y mira a todas y 
a ninguna parte. Es la sensación de ausencia, frialdad y olvido ante la infancia hecha 
pedazos que va recogiendo Marco Antonio mientras crece, pero al mismo tiempo le da “un 
siglo de libertad y sueño”5; entonces se vuelve a mirar al padre y sólo hay en él una larga 
apatía, un desconcierto, mientras la madre en la cocina llora y grita. 
 El deseo de volar juntos un papalote de serpientes doradas se difumina como la 
foto en aquella casa profunda horizontal, en donde Marco al ser abismo, transforma a su 
padre en Belcebú; por tal, desde niño, la rosa no vuelve por su frente, se desintegra, se 
vacía. 
Así siento el estertor nacido de los órganos de Marco Antonio Campos, el sentido 
filosófico de un desgarre poético que delinea su mundo olvidado por el sagrado pater. 
La luz del bosque es para el niño el ansia de conocimientos, por eso desea que 
su padre le enseñe, le dé su mano, su amor; y así dar al niño las herramientas para 
sobrevivir en la tierra, hacerle sentir seguridad en sí mismo y en sus acciones. Darle el 
guiño de la complicidad, la palmada en el hombro, el beso en la frente. Gritar esa canción 
entonada siempre en silencio; y sin esa excursión, sin pláticas al resplandor de la luna llena; 
solitario, riendo de sí mismo, unifica las imágenes de la vida en una sola, con furia, con 
energía de pensamientos que desembocan en letras que esculpen poemas, la canción 
elevada por Apolo y Artemisa que dan contornos a sus versos, el rito de la profunda verdad, 
 
 
5 Marco Antonio Campos, “Avenida de los Pinos 8” en Viernes en Jerusalén. Madrid, Editorial 
 
 
 
12
la locura de los cristales azotados por el granizo y la niebla, la bendita niebla de nuestros 
huesos. 
La hoja espera en los jardines de la biblioteca ser tasajeada por su pluma, ahí se 
llena de riquezas, de montañas azules donde los recuerdos se escupen largo. 
 
*** 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Visor, 2005. (Colección Visor de Poesía). 
 
 
 
13
2 
En tu casa no había pájaros o yo no los recuerdo o era tan dulce su 
canto que quedó como harpa en la sangre y la casa era profunda y 
blanca y el diablo llegaba a las cuatro de la tarde mientras el niño 
incendiaba el patio y el hermano corría hacía el horizonte 
El azul del cielo era puro vasto respirable y el lenguaje ignoraba la Palabra 
El padre llega mientras arde el fuego en el patio. Esta imagen nos da la fortuna de 
vislumbrar la perfección de la tristeza. Así ríe Marco Antonio, se ríe con pesadumbres, por 
eso el lenguaje ignoraba la Palabra, sin embargo se revela el gozo, la eternidad, el origen, 
la infancia en sus aristas donde se perdió el azul del cielo y no encontró el trino de los 
pájaros o yo no los recuerdo o era tan dulce su canto que quedó como harpa en la sangre y 
la casa era profunda y blanca, y en los rincones su voz era sólo la voz, y cuando el diablo 
pater llegaba a la morada, Marco incendiaba el patio y los alrededores; por el horizonte su 
hermano huía de casa; el cielo antes de las cuatro de la tarde era la esmeralda de la casa 
de luz, radiante, antes de la monstruosidad del padre y sus ojos indiferentes. 
Se refugia en el azul del cielo, ahí contempla las entrañas, ve su fulgor, se une al 
viento, a ese azul puro vasto respirable que le da el silencio, el lenguaje interno que no 
necesita la Palabra, que se avoca a la respiración, alimentándose de la belleza y el 
horizonte por donde el hermano huía hacía la expansión y el gozo de los movimientos 
libres, para olvidar -desde el horizonte- el patio que se incendiaba a las cuatro de la tarde. 
*** 
 
 
 
14
3 
Veía desde la terraza alturas lúcidas que aún la vista se enceguece 
Hacía fogatas en el patio y en los ojos se levanta el fuego 
Peleaban los hermanos y las hojas caían desde los árboles 
Yo me corté la mano por querer alcanzar la libertad 
Es un filo mortal el que le corta la piel; surge un brote sanguinario de la mano de 
Marco Antonio por querer alcanzar la libertad e intentar abrir lacolmena del interior. 
A pesar de que aún la vista se enceguece, Marco veía desde la terraza alturas 
lúcidas y hacía fogatas en el patio, por eso el fuego aliado, se transformaba en el río de 
fulgores verdes, donde la mirada del niño es sólo relumbres y sombras donde se levanta el 
fuego; entonces peleaban los hermanos y el sol se convertía en piedra, sus puños se 
deshacían mientras las hojas caían desde los árboles y en giros daban el verdadero indicio 
de la libertad. 
 
*** 
 
 
 
 
 
 
15
4 
La imagen de San Vicente de Padua me seguía 
en la iglesia y la voz oscura de la voz de San Martín de Porres 
Que retumben resuenen que suenen los cantos gregorianos 
y que el órgano se oiga en lo hondo de los muros 
La niña asomaba en la niña de mis ojos 
y el deseo ardía de contemplarse y secarse en la llama de las vírgenes 
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo 
 
La religión cristiana está dentro de Campos y las imágenes sacras lo miran desde 
las alturas de la nave central de la iglesia; así San Vicente de Padua,6 se muestra de pie 
 
 
6 San Vicente de Padua (Diácono y mártir). Nació en Huesca, de padres cristianos en la 
segunda mitad del siglo III. Cursó estudios y desarrolló su actividad apostólica en Zaragoza. 
Su fiesta se celebra el 22 de enero. Es el mártir más antiguo conocido de Hispania. Es patrón 
de las ciudades de Valencia y Zaragoza. Diácono del obispo de Zaragoza. El nombre de 
Vicente significa “vencedor en el combate de la Fe”. Dentro de su iconografía aparece con la 
dalmática de diácono, la palma del martirio, la rueda de molino y el aspa del potro (símbolos 
de su martirio). Dice Vicente: “Hay dentro de mí Otro a quien nada ni nadie puede dañar; hay 
un ser sereno y libre, íntegro y exento de dolor. Eso que tú, con tan afanosa furia te empeñas 
en destruir, es un vaso frágil, un vaso de barro que el esfuerzo más leve rompería. 
Esfuérzate en castigar y torturar a Aquél que está dentro de mí, que tiene debajo de sus 
pies tu tiránica insania. A éste, a éste, hostígale; ataca a éste, invicto, invencible, no 
sujeto a tempestad alguna y sumiso sólo a Dios” (Prudencio). Recibe apariciones 
evangélicas, narradas en las “Actas de su Pasión” así como por el poeta hispano Aurelio 
Prudencio: “Un coro de ángeles vienen a consolar al mártir. Iluminan la penumbra horrible, 
 
 
 
16
con la palma del martirio, con la dalmática de diácono, en silencio, martirizando la mirada 
con la rueda del molino y el aspa del potro; sin embargo, se sabe inmerso de esa luz que 
conocía San Vicente y que le dio la entereza para no ceder, ver el Otro que está en el 
interior y descifrar el lenguaje de la poesía. Luego la voz oscura de la voz de San Martín de 
Porres7 lo seguía en estos pasos sufribles y lumínicos, se identifica con él pues la vida de 
Marco Antonio Campos ha generado incomprensión y envidias, contradicciones. Los 
sonidos de los cantos gregorianos se cuelan en los abismos de los muros, y las lágrimas de 
Marco abren el deseo sexual, el deseo de contemplar la carne sin fronteras, y secarse en la 
llama de las vírgenes en saciedad, con el deseo satisfecho. 
Entonces se ve dentro de una iglesia deseando lo carnalmente inmaculado, lo 
intacto, y sólo puede con esa fervorosa fe cristiana decir: Cordero de Dios que quitas los 
 
 
cubren el suelo de flores y alegran las tinieblas con sus armonías” (Prudencio). En prisión 
encuentra la muerte el 22 de enero del 304. En la catedral de Valencia se conserva el brazo 
izquierdo del protomártir, regalado por Pietro Zampieri de la diócesis de Padua (Venecia) el 
22 de enero de 1970. La reliquia se encuentra en la capilla de la Resurrección situada detrás 
del altar mayor. Fuentes: Actas de su martirio, llamadas “Actas” o “Passió” (las originales se 
han perdido y sólo se conservan copias bastante tardías). Clemente Aurelio Prudencio, Le 
livre des couronnes (Peristephanon V). Epílogue/Prudence; versión y traducción de M. 
Lavarenne. París, Société d’Edition, les Belles Lettres, 1951. pp. 96-120. 
María Teresa Román, Diccionario de los santos. Madrid, Editorial Alderabán, 1999. p. 219. 
(Colección: DIDO Diccionarios). 
 
7San Martín de Porres (1569-1639). Desde niño sentía predilección por los enfermos y los 
pobres en quienes reconocía sin duda el rostro sufriente de su Señor. En 1603 le fue 
concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad. Su 
gran anhelo era pasar a Japón o a China como misionero, pero murió sin haberlo 
conseguido. Era mucho el amor, eran poco el sueño y la comida, lo sostenía la oración, la 
vida espiritual, su entrega, pero sin duda alguna, aquellos que más recuerda el pueblo de 
Lima son sus numeros milagros. A los sesenta años, cayó enfermo de tifus y supo que era su 
hora. Pero esta partida no lo alejó de su pueblo quien le reza a diario en espera de su 
intercesión y milagros. Fray Martín de Porres, el mulato “santo de la escoba” fue canonizado 
el seis de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII. Su festividad se celebra el 3 de noviembre. 
Edgar Royston Pike, Diccionario de religiones. Adaptación de Elsa Cecilia Frost. México, 
Fondo de Cultura Económica (FCE), 2001. p. 303. María Teresa Román, Diccionario de 
Santos. Madrid, Editorial Alderebán, 1999. p. 135. (Colección: DIDO Diccionarios). 
 
 
 
 
 
17
pecados del mundo, pero el deseo esta ahí adentro, incólume; en la imaginación se abren 
posibilidades de amor, deseo y aventura; el freno religioso a un niño precoz y ávido de 
experiencias es la culpa. Le dan por sentado que es terrible el desear la suave piel de las 
vírgenes, y sólo puede pedir clemencia a Dios para que lo exima de los “pecados” de 
“pensamiento, palabra, obra u omisión” y “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” se 
siente en condena, sin embargo, es naturaleza sagrada, en todos los aspectos se ha vuelto 
un reflejo de la devoción más pura al desear su carne y el amor implícito, amor que se 
niegan sacerdotes porque huyen de la animalidad y hasta de la espiritualidad, al ponerla a 
conveniencia de sus intereses,8 y terminan por destruir las vidas de quienes depositan la 
confianza en ellos; pero en realidad se llega a Dios sólo por medio de la alegría suprema, y 
que es gozo y dolor, es pasión: emociones, por ejemplo: para que recuerde mi amor por la 
tristeza o escribo enfermo -en el fuego!- este legado,9 sin golpes de pecho: “mea culpa, mea 
culpa”; y no en el otro mundo sino en éste, “pues nos hemos hecho hombres y queremos la 
tierra”,10 sin miedos, sin culpas, sin lastres, y ahí es donde nuestro espíritu se libera, a todas 
las posibilidades se abre, se ríe de los maniqueos y brinca hasta las nubes con una sonrisa 
y unos cuentos paganos de bella sabiduría; la risa profunda es la salvación, el gozo en el 
corazón a pesar de emociones electrizantes es la respuesta. “Ve de paseo a tu corazón” 
decía Baghaván,11 uno de los más grandes Gurus de la India. 
 
 
8 Simonía. Expresión utilizada cuando se hace negocio con las cuestiones del espíritu. Su 
nombre es debido a Simón el mago, personaje bíblico. Matilde Battistini, Astrología, magia y 
alquimia. Barcelona, Editorial Los Diccionarios del Arte, 2000. p. 163. 
 
 
9 Marco Antonio Campos, “Testamento” en Una seña en la sepultura. México, Coordinación 
de Humanidades, UNAM, 1978. 
 
 
10 Friedrich Nietzsche, El Anticristo. Traducción de Martha Kovacsis. Colombia, Editorial 
Panamericana, 1998. p. 25. 
 
 
 
 
18
El sabio quiere que observes y sientas tu corazón, que encuentres a Dios en él. 
Pero el sacerdote te separa de Dios, dice que si te portas “bien” cuando mueras irás al cielo 
y estarás con Dios pero si no lo haces y te portas “mal” irás directo al infierno, en pocas 
palabras te amenazan, te intimidan paraque hagas lo que ellos consideran que debes 
hacer como si fueras sólo un simple mortal. Nada más falso. Y además de decirte mortal -
cuando somos seres eternos-, está la represión. Niegan la animalidad intrínseca en el 
hombre -sus deseos-, esa que nos da la alegría y la fuerza de las bestias, ya que las 
bestias son también sagradas en todos sus actos. No hay para ellas el llamado antinatural 
de la moral y sus limitantes, sólo está el acto divino de la existencia, una eternidad que nos 
abre paso a miles de experiencias humanas para trascender y evolucionar a través de las 
situaciones más caóticas, inverosímiles, fantásticas, en las cuales no hay tabúes, donde no 
hay blanco ni negro sino que todo es blanco y negro a la vez. La moral sólo es un 
instrumento de la razón, un medio de control, una forma de manipular, de horrorizar al 
pequeño ser y así no dejar que fluya y se alce en la superficie, brillando intenso, el Gran 
Ser,12 la Conciencia interior que no ve “pecados” ni “culpas” y entrelaza historias en las que 
está implicado sólo un karma evolutivo que no juzga, y está más allá del Bien y el Mal, que 
vive en todo lo animado, y que es la esencia de los universos. 
*** 
 
 
11 Sin referente bibliográfico. Es una frase que vi escrita en una morada de meditación cerca 
de las pirámides de Teotihuacán. Desconozco si en algún texto de oriente viene incluida. 
12 “Shakti es Paramashiva Paramatman, lo que trasciende el universo, el Ser perfecto, sin 
atributos, el fundamento de todas las cosas, la meta del neti, neti (no es esto, no es esto) de 
que habla el vedanta, la base del conocimiento aham brahmasmi (yo soy el Absoluto), el Ser 
consciente. La diosa suprema, Shakti, es inseparable de Parashiva, quien está absorto en 
ella. También se llama Shiva-Shakti. Su belleza se manifiesta en este mundo fenoménico, 
animado e inanimado. Es el poder de la conciencia del Ser supremo y es completamente 
idéntica a Él. El universo sensible es la expansión externa de su propia pulsación interna. 
Swamí Muktananda, El juego de la Conciencia. Introducción de Gurumayi Chidvilasananda. 
México, Editorial Siddha Yoga Dham de México, 1995. Prefacio xxx. (Ver nota 2). 
 
 
 
 
19
5 
¡Llameen aves! ¡Llamee el sol! 
¡Caiga el niño con árbol y manzana! 
¡Caiga el árbol con niño y con manzana! 
¡Y no obstante la calle era el camino! 
¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! 
La literatura es, antes que nada, una recreación de la magia por medio de escritos 
o versos que también se les pueden considerar hechizos poéticos para desnudar el alma y 
abrir el espíritu, enriquecerse con la experiencia ulterior, descubrir enigmas, ponerlos en la 
hoja y regenerar los círculos nuevos y eternos de la vida y la muerte. Y así decir con la 
mano en señal mágica: ¡Llameen aves! Para que entonces el cielo se cubra de aves fénix13 
 
 
13 En la antigua mitología egipcia este ciclo de muerte y renacimiento se relacionaba con el 
del Sol (bennu: ave de Osiris), que “moría” cada noche y dejaba el mundo en tinieblas para 
“renacer” al día siguiente. El fénix pasó a formar parte del simbolismo cristiano como 
representación de la muerte, la resurrección y la vida eterna. En la actualidad es una 
conocida metáfora del triunfo sobre la adversidad: de cualquiera que consigue sobreponerse 
a una calamidad o recuperarse de un fracaso se dice que ha “renacido de sus propias 
cenizas”. Los escritores clásicos griegos y romanos decían que sólo había un fénix en el 
mundo, y que vivía en Arabia, cerca de un pozo fresco en el que cada mañana se bañaba y 
cantaba una dulce melodía. “Su plumaje es en parte dorado y en parte carmesí, y se parece 
mucho a un águila por su figura y su talla”, relataba el historiador griego Herodoto, quien 
también advertía a sus lectores: “Yo personalmente nunca lo he visto sino dibujado.” El fénix 
se alimentaba de incienso, canela y mirra, y cuando intuía que el fin de sus días se acercaba, 
reunía la corteza y la madera de estas plantas aromáticas para construirse un nido (algunos 
lo llamarían pira funeraria) en la copa de una palmera o un roble. Entonces batía las alas muy 
deprisa hasta que se prendía en llamas y quedaba reducido a un montón de cenizas 
ardientes, del que surgía un nuevo polluelo de fénix. Después de recuperar su fuerza y 
probar sus alas, el nuevo fénix recogía las cenizas, las metía en un huevo de mirra y volaba 
con él hasta el Templo del Sol, en Heliópolis, Egipto, donde lo depositaba en el altar del dios 
del sol, Ra. Una vez hecho esto, el fénix podía regresar libremente a Arabia y comenzar otros 
 
 
 
20
que se arremolinan en el fuego de sus alas para unir sus cenizas y volver a su esencia, 
renacer, pues saben que el viaje es un eterno retorno al origen,14 donde todo es infinito, sin 
fragmentaciones, y donde también la voz del poeta se exalta y dice: ¡Llamee el sol! Y el sol 
está en llamas, y con la voz en alto, sus contornos se expanden, nacen poderosas esferas 
incandescentes; el fuego no sólo se regenera si no que también se multiplica. En los ojos 
de Marco Antonio llamean el sol y las estrellas, llamea su corazón. Más aún: su corazón de 
niño. 
Y la llama de su voz le pide caer mientras observa las espirales magenta en el 
cielo, primero ¡caiga el niño con árbol y manzana! y en el mismo instante ¡Caiga el árbol con 
niño y con manzana! Caen los tres. ¡Y no obstante la calle era el Camino! Y se golpean el 
niño, el árbol y la manzana sobre la calle, que es el sendero de nuestro Destino, por eso 
Marco Antonio habla del Camino, y esa calle era el Camino, en el cual caemos de bruces en 
ocasiones a pesar de la belleza en el cielo y sus misterios ardientes como el resplandor y 
las aves. Y se cae el niño unido al árbol y a la manzana en su altura, en este verso el niño -
el ser humano- es el sujeto, y no suelta a la naturaleza y a su fruto divino, la manzana, que 
en la Biblia es un símbolo del Mal y el “pecado”, y que hoy nos remite al gozo de la vida, al 
placer de este delicioso manjar, dulce en la inquietante forma ovoide y pentagonal de sus 
 
 
quinientos años de vida. Allan y Elizabeth Kronzek, El diccionario del mago. Traducción de 
Inés Belaustegui y Paula Vicens. México, Ediciones B, 2002. pp. 139-140. 
 
14 “Los Kai de Nueva Guinea se negaban a modificar su manera de vivir y de trabajar, y 
daban como explicación: ‘Así lo hicieron los Nemu (los Antepasados míticos, los orígenes) y 
nosotros lo hacemos de igual manera’. Interrogado sobre la razón de tal o cual detalle de 
cierta ceremonia, el cantor Navaho contestaba: ‘Porque el Pueblo santo lo hizo de ésta 
manera la primera vez’. Encontramos exactamente la misma justificación en la plegaria que 
acompaña un ritual tibetano primitivo: ‘Como ha sido transmitido desde el principio de la 
creación de la tierra, así nosotros debemos sacrificar (…). Como nuestros antepasados 
hicieron en los tiempos antiguos, así hacemos hoy’. Tal es también la justificación invocada 
por los teólogos y ritualistas hindúes: ‘Debemos hacer lo que los dioses han hecho en un 
principio’ (Satapatha Brâhmana, VII, 2, 1,4). ‘Así hicieron los dioses; así hacen los hombres’ 
 
 
 
21
contornos, del cual siempre uno se aferra aunque sea la causa de haber caído. En el otro 
verso el árbol -la madre naturaleza- es quien nos arrastra con ella a la caída inevitable 
llevando nuestros huesos y sentidos de por medio y con manzana en mano, con luz 
cósmica en la manzana del corazón. Así todo sucede en la intemporalidad, en un mismo 
instante donde confluyen pasado, presente y futuro -flujo omnipresente- y se entrelaza el 
ser humano y la naturaleza, el placer y el dolor, se entrelaza la caída ante la inminente 
respuestadel espíritu y sus sueños que siguen un Camino, y en señal guerrera se canta a 
pesar de ver por instantes el abismo, ese canto te energetiza, te da la fuerza interior, hace 
que te levantes: ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! La luz interna es Shiva-
Shakti, aquélla que va más allá de la iglesia y sus ascos, es el Ser perfeccionado que nos 
alimenta con su Conciencia de amor y unión: La Verdad os hará libres. Y siempre Jesús 
unido a través de astros y constelaciones a Shiva-Shakti; habitan el tercer ojo y todas las 
sensaciones y lugares sagrados del cuerpo, la mente, el alma y el espíritu: son Kundalini, la 
serpiente de luz enroscada en la columna vertebral, la Conciencia. Son el árbol siempre 
abundante y nosotros la semilla, han cruzado el río y nosotros vamos hacia la iluminación 
aunque ya estemos iluminados. 
 
 
(Taittiriya Brâhmana, 1, 5, 9, 4).” Mircea Eliade, Mito y realidad. Colombia, Editorial Labor, 
1994. pp. 13-14. (Colección Labor). Nueva Serie. Núm. 8. 
 
 
 
22
6 
¡Ay mísero de mí infeliz de mí 
que en el pico del sol canté a la luz! 
¡Ah dicha desgraciada en la miseria 
por la esclava riqueza de ser libre! 
¡Oh mírenme en el mar con los hermanos 
alzar con la arena un gran castillo! 
¡El mar cabía en la palma de la mano hechura mía! 
Esa es la miseria, el estar en luz y percibir la sombra agazapada en la espalda 
por la esclava riqueza de ser libre! Esa es la vorágine que le devora a pesar que en el pico 
del sol canté a la luz, a pesar de los enceguecimientos lúcidos y cristalinos en riberas de 
soles negros; la dicha desgraciada se abrió paso por los senderos más luminosos, a solas 
escuchando a Wagner y su obertura de “Los maestros Cantores de Nuremberg”, disfrutando 
la libertad del ocio que le condena a una placidez desafortunada. Una placidez de vacío, 
susurros y esperas, un sueño del que no se despierta y se torna cada vez más tambaleante 
y profundo. Por eso ¡Ay mísero de mí infeliz de mí cada vez que recita Marco los diez 
mandamientos que lo condenan, lo destruyen, que dejan fuera a toda Virtud, a toda ira 
sagrada de Dios que no destruye, que crea; pero también es mísero de mí infeliz de mí 
porque no encuentra la respuesta a pesar de irradiar luz, y el deseo fluye en él y se 
mantiene alerta, sin embargo una ola melancólica le persigue, le acosa, le da galones de 
tristeza que él toma como su estandarte, su luz, su espada de arcángel y tiene la voluntad 
 
 
 
23
para regresar de aquellos lugares sombríos, se alimenta de tristeza, se nutre de bellos 
parajes, se abre paso entre la multitud, escupe su nombre, se lamenta sin lamentarse 
porque su grito y su canto son el dolor más bello, el que más ensordece a la razón y abre 
las esferas de los ojos que ven más allá de lo visible; que perciben la energía 
reinventándose en remolinos de luz, ahí donde la Conciencia encuentra un silencio puro. 
Lo maravilloso en la infancia se percibe más fácilmente, se está más abierto, 
expandido, los sentidos no son sólo cinco, son muchos más, y Marco lo capta en su 
memoria: ¡El mar cabía en la palma de la mano hechura mía! recuerda, siente todos los 
universos en la palma de la mano, el mar, pues representa la eternidad, ahí donde todo se 
funde; pero en sus ojos de niño está también el juego iniciático del poder, el ser capaz de 
poseer el mar en un puño, y ese poder es sagrado, es la sabiduría primigenia, eterna, quien 
te conecta con la naturaleza y te arrastra a un viaje cósmico y metafísico de estrellas y 
mundos extraños, tierras lejanas y ensoñaciones de otros tiempos, en donde el espíritu y la 
mente recuerdan los sonidos que corren por las venas; y las visiones son más claras, 
particularmente nítidas. El mar se vuelve (además de eternidad) en el símbolo de la belleza, 
del caos siempre en vórtice, y que embravecido o no, está siempre en movimiento, siempre 
letal, siempre onírico, con una hermosura que hechiza y se imanta a las líneas de las 
manos de Marco Antonio, pues él encuentra paz en esta imagen, se recoge en ella, la 
exalta, la eleva a otros planos, y al final también es una herida, un recuerdo hermoso que 
se ha ido, ahora no es más que una foto fantasma que le arde en belleza, en amor, en 
deseo, por tal, son sus pasos de feliz agonía. 
De ahí parte la regresión a su primera edad ¡Oh mírenme en el mar con los 
hermanos, ahí donde está la amistad profunda, el deseo de verse en los momentos 
plácidos de la playa y el mar con sus hermanos, donde todo es creación, y la vida es un 
castillo que se alza a pesar de la ola que podría arrasar la arena moldeada por los dedos 
 
 
 
24
que anidaron el mar en su palma de la mano y que crearon bajo el sol de la niñez el gran 
castillo. 
 
*** 
 
 
 
25
7 
¡Adiós Carlos! ¡Adiós! ¡Adiós Ricardo! 
¡Adiós domingos del aire y de Gabriela! 
¡Adiós caballos y el ángel de la guarda! 
¡Oh suaves tardes de un cielo azul y gris! 
¡El niño en el jardín el árbol estrellado! 
 
Es el adiós a Carlos y a Ricardo, a sus hermanos del largo instante en la catarsis 
del fuego y la mente, comparsas del mar y del secreto guardado en sangre; se despide de 
los domingos del aire y de Gabriela donde el cielo era el eje de la vida, para deambular en 
sus nubes y estrellas, vaciar la mirada, y elevar una despedida a ese brillo del aire puro que 
compartía con su hermana Gabriela en las tardes de asombro ante el día regido por el sol, 
los domingos. En ese adiós se yerguen sus caballos -su fuerza- y el ángel de la guarda se 
aleja con sus alas blancas y grises. Se queda sin la protección que el ángel simboliza, está 
a la intemperie de las circunstancias, sin mano de Dios y sin Diablo; transpirando miedo 
ante el inminente adiós a la casa paterna, a los momentos de la infancia, y que aunque 
viven dentro, son un sueño que se desvanece y sólo queda lo inexorablemente profundo de 
ella. Su esencia. 
Se da cuenta de esto cuando despierta una mañana y tiene vello en el rostro y la 
camisa rota. Sólo tiene recuerdos de esos días que se han difuminado, la existencia le ha 
impuesto un adiós, y en el interior tiene nuevas sensaciones, nuevas razones de vida, 
 
 
 
26
caminos que no imagino ya posibles pues suaves tardes de un cielo azul y gris se 
disolvieron ante sus ojos. No volverá ese instante mágico, primero y eterno, el más secreto, 
ese instante en el que el niño se siente reflexivo, luminoso, intrépido en sus movimientos, 
con el alma ingenua y poderosa, imaginativa siempre. Por eso, el niño en el jardín es 
siempre el árbol estrellado, el niño es luz estrellada, se confunden la silueta del niño y su 
sombra con la del árbol cósmico; el infante contempla su luz y se sabe árbol. Es el adiós al 
esplendor de un jardín de cometas y galaxias. La añoranza de esos días y noches; dejando 
la infancia y sus nombres escritos en las hojas del árbol estrellado. Ahí se traducen sus 
destinos, el sueño, el siguiente encuentro de la ruta; el estruendo de un larguísimo y 
compacto adiós. Marco Antonio al contemplar lo astral se transforma en la génesis de la 
belleza y en ella permanece; esta belleza se traduce a su entorno, el árbol se vincula con su 
espíritu de niño, y en un adiós se unen en silencios longevos, en raíces y hojas. 
 
*** 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
27
8 
Y lanzaba los dados al azar para 
jugar con el tiempo desollándose 
y arrojabas tu cuerpo como fuego 
y la columna se alzaba como fuego 
y golpeabas las puertas y los muros 
en busca del santuario que era Puerta 
y rezábamos de luz el Padrenuestro 
para que Dios fuera Dios y el vigilante 
y en la iglesia matinal las niñas 
fueron bodas del cielo y del infierno 
y la abuela encaramada en la cerca de la luna 
un pedazo de luna les daba hasta ser luna 
 
 
 
 
 
28
No importa lo que ocurra, para Marco Antonio Campos la vida esun juego de 
prodigios, un canto arriesgado: Y lanzaba los dados al azar y el tiempo se desvanecía, 
desollándose. Para él todo es relativo, y desciende la ola de recuerdos, de preguntas, de 
conjunciones que copulan, todo en un constante “y” que encadena cada oración de los 
versos, les da unidad; y arrojabas tu cuerpo como fuego y la columna se alzaba como 
fuego; es el siempre desollarse para ser incendio, pero con regeneración, con una columna 
que también es fuego, que se alzaba dentro de él, pues esa columna de fuego es su reflejo 
interior que revitaliza sus emociones, abre la entrega; con nuevos bríos arrojabas tu cuerpo 
al azar sin miedo, multiplicándote; renaciendo en las llamas el reflejo de su frenesí. 
Dice a sí mismo o tal vez a sus desdoblamientos, a su Otro Yo, al Ser interior: 
arrojabas tu cuerpo. En segunda persona crea la imagen de su Ser; y sabiéndose atraído 
por las pasiones y el conocimiento prohibido, de ir más allá sin perder de vista la ilusión de 
lo real, se arroja como antorcha y la columna de sus huesos golpeaba las puertas y los 
muros en busca del santuario que era Puerta, sí, la Puerta de la infinitud, de la expansión 
de los sensores receptivos.15 Ahí donde están todos los santuarios, todas las ciudades 
sagradas de los mundos. Esa Puerta sobrenatural que nos permite revelar preguntas 
enraizadas desde siempre en el costado, y que para llegar a la Puerta, es necesario abrir 
otras antes; y frente a la desesperación de abrir una puerta tras otra sin llegar al santuario, 
Marco golpeaba los muros y la Puerta; pero sólo la Conciencia iba a permitir a Campos 
penetrar en ella. 
En las puertas de la catedral rezábamos de luz el Padrenuestro para que Dios 
fuera Dios y el vigilante, pues Marco Antonio se une a sus hermanos -rezábamos- y 
 
 
 
15 “…Si pudieras ver todo tal cual es, lo percibirías como es en realidad, infinito.” Aldous 
Huxley, Las puertas de la percepción. Argentina, Editorial Sudamericana, 1985. p. 23. 
 
 
 
29
mantiene sus ojos en las bóvedas con frescos de la resurrección. Y en la iglesia matinal las 
niñas fueron bodas del cielo y del infierno. Entonces ve Marco en las niñas -nítidamente- la 
Luz y la Obscuridad fundidas en sus piernas y rostros. Escucha la voz de William Blake y 
sus Bodas del cielo y el infierno, una de sus influencias, y que a pesar de su cristiandad, 
sabe que “todo es sagrado”,16 por eso reconoce que la sacralidad de la luz obscura no es 
distinta de la diáfana, ha aprendido a ver lo supremo; y así discurría la mañana de Campos, 
vigilando la belleza de los ojos femeninos en la iglesia, pero con angustia porque Dios es el 
vigilante. Esa idea se queda adherida a su piel, se siente observado, y medita sus palabras 
en cada órgano de su materia y espíritu; la fantasía le acecha siempre como un oro 
interminable: y la abuela encaramada en la cerca de la luna un pedazo de luna les daba 
hasta ser luna. Aquí, la abuela es la Madre Naturaleza, la energía universal que emana de 
la Diosa Hécate, el lado obscuro y frío de la vida, pero no por eso temible, al contrario, es 
un esplendor platino que cubre las largas andanzas del planeta, al desgranarse el día. Es 
un río de silencio purificador; así las niñas reciben en sus vibraciones un pedazo de luna 
hasta ser luna, la Naturaleza encaramada en la cerca -en la frontera que impone la iglesia- 
la traspasa, porque para la Naturaleza no hay fronteras, sólo hay una ilusión de separación, 
de diversidad. Por eso puede darles a las niñas un pedazo de luna, darles el conocimiento 
de la noche, y como entes femeninos reconocerse en el cielo a través del cosmos y la luna. 
Saber que sus vidas están íntimamente ligadas a Coyolxauhqui, Diosa lunar de los mexicas. 
El espíritu de la noche les entrega divinidad sin dogmas, les permite descubrir sus cuerpos, 
sentir la grandeza de sus labios e incertidumbres. 
 
 
 
16 William Blake, Bodas del Cielo y el Infierno, El libro de Thel Tiriel, Visiones de las hijas de 
Albión. Versión y diseño de Sergio Santiago. México, Editorial Letras Vivas en colaboración 
con el sello Laberinto. 2004. p. 23. (Colección Los Poetas de la Banda Eriza). 
 
 
 
 
30
Los deseos de Marco Antonio Campos se esparcen en lunas de llamas, 
experimenta en sus ojos un ardor por las niñas de la iglesia matinal; a través de la música 
sacra ellas se unen a él y él se une a ellas, son sólo Bodas del cielo y del infierno. 
 
*** 
 
 
 
31
9 
O esperaba el autobús que me llevaría a la escuela 
que disipaba en humo para el aire triste 
o repetías al sacerdote hasta volverlo gris 
pecados inauditos que aún lo atemorizan 
o dormía dos noches larguísimas en una 
y al despertar recibía un regalo emocionante 
o éramos modelos de familia deshecha y sin dinero 
que modelos de familia desechaban por no tener dinero 
o contemplaban de qué forma desde las casas vecinas 
escorpiones que multiplicábanse en Av. de los Pinos No. 8 
o eran niños desalmados que esperaban al padre 
que sólo oía en la noche un disco repitiéndose repitiéndose 
 
 Ahora la conjunción disyuntiva, según el propio poema es “o”, que es la grafía 
que representa la infinitud en línea continua, circular. Tal como lo describe Mircea Eliade en 
 
 
 
32
el Mito del eterno retorno. Esa “o” da una vacilación, pues la “o” es constante duda, en 
donde o esperaba el autobús que me llevaría a la escuela que disipaba en humo para el 
aire triste o repetías al sacerdote hasta volverlo gris pecados inauditos que aún lo 
atemorizan. 
La infancia de Marco es también el autobús escolar que en su imaginación 
disipaba en humo, porque no desea subirse, quiere estar en las calles y bosques, por eso 
transforma el autobús en humo para el aire triste; ese aire, deforme, que es el oráculo del 
pensamiento, del fuego. Con el humo, el alma de Marco Antonio supo que los “pecados” 
sólo eran ceniza, polvo. 
El sacerdote se retuerce. No encuentra respuestas para las acciones de pecados 
inauditos, tiene miedo. 
Cuando Marco A. Campos dice: repetías al sacerdote; se sitúa fuera de sí mismo 
nuevamente, es una segunda persona quien le aguarda en sus destellos -como ya lo había 
dicho en el apartado número ocho- es su Otro Yo, una forma de conversar con el Ser, el 
testigo interior. Por tal motivo, al extender su luz profunda, abre la inmensidad y dice 
pecados inauditos que son todo, menos culpa, y que tal vez, para el sacerdote grisáceo, 
sucio, corrompido, estas historias sean inaudibles, insospechables, y que para el niño con el 
alma dulce y verdadera no son sino un recuento de travesuras, juegos, encantamientos, 
búsquedas, curiosidades, y ante todo, el asombro frente a la gente que te da la primera 
puñalada. 
Marco con sus palabras perturba al sacerdote. Aprendió las enseñanzas de los 
primeros años en los silencios de luz, y con ingenuidad contó sus anécdotas e intimidó a los 
sacerdotes que le creyeron Satán. Se alzó cuando obtuvo conocimiento, libros, amigos -
unos cuantos-, señales, caminos, encuentros, desencuentros, fantasmas, ritos, 
 
 
 
33
desnudamientos, lloviznas, ardorosas tardes de soliloquios, hundimientos, elevaciones 
sobre desiertos y caminos azotados. 
Luego la emoción de una noche que en dos se abre: o dormía dos noches 
larguísimas en una y al despertar recibía un regalo emocionante. Esa emoción es tan 
intensa que cree haber dormido dos larguísimas noches cuando sólo han pasado unas 
horas. Son sensaciones que se expresan sin tapujos a esa edad, se aferra a la mente una 
sensación o pensamiento, y la mente se enfoca sólo en eso, y es tan emocionante imaginar 
cuál será el regalo, que la noche se hizo larguísima hasta perder la dimensión del tiempo, y 
ahondar en la intemporalidad, adentrarse en el sueño que duplica la noche y le hace la 
espera más larga, para que el ansia y el deseo, cuandosean culminados, exploten en júbilo 
al tener en las manos un regalo emocionante. 
O éramos modelo de familia desecha y sin dinero que modelos de familia 
desechaban por no tener dinero. Por ésta razón era emocionante recibir un obsequio, pues 
alguien que carece de dinero se desvive más en las sorpresas y los presentes. Sin dinero 
los sueños son distintos, se vive más ensangrentado, más ríspido, más sin comodidades; 
pero se gana en experiencia vital de vida, y en las propias palabras de Marco Antonio 
Campos podemos oírle hablar de su infancia y la pobreza en una entrevista que le hizo el 
periódico La jornada: “A veces recurro a lo que decía Rilke en las Cartas a un joven poeta, 
que cuando uno sintiera que los temas están agotados hay que buscar el mundo de la 
infancia, porque siempre tiene algo que decirnos. Es cierto. Porque ese mundo siempre 
tiene momentos mágicos que hacen que la imaginación encarne más fácil en los versos. Lo 
que uno busca son los momentos significativos de la infancia, por eso hay poemas que 
hablan, por ejemplo, de los abuelos, del cine que uno vio o la primera niña que le descubrió 
el cuerpo. Mi infancia fue digamos difícil, pero feliz, yo tuve una niñez, como diría Borges, 
de una pobreza decente, pero muy libre, porque encontré en la calle la libertad, y ese 
 
 
 
34
respirar creo que está detrás de todo lo que he escrito”.17 De tal manera, Marco era modelo 
de familia desecha y sin dinero, con decencia, eso sí, con fuerza intelectual y metafísica, 
con libre andar por callejas, montando la bicicleta a toda velocidad, y sin embargo, modelos 
de familia, desechaban su modelo de familia por la miseria de ser libre en la pobreza 
decente, sensorial, artística, que desnuda emoción, inteligencia e imaginación; todo esto le 
da el oro en las manos con sólo pronunciar una palabra: ¡grandeza! 
O contemplaban de qué forma desde las casas vecinas escorpiones que 
multiplicábanse en Av. de los Pinos No. 8. Ellos contemplaban la pobreza en luminosidad 
de Marco; las casas vecinas se aterraban por los escorpiones que multiplicábanse en Av. 
de los Pinos No. 8, en la casa de Campos, ahí donde se tiñen de rojo las alfombras, su calle 
de escorpiones negros, venenosos, que rodean la casa, que la infestan de dolor, y que se 
reproducen, se imantan a la lucha y le terminan aguijoneando los ojos, la boca y las manos. 
Se une a la substancia del escorpión por siempre. Trae en sus venas el líquido infame para 
asesinar con palabras y versos. El símbolo del escorpión le recuerda aquellos instantes, 
esa emoción caótica cuando todo frente a su casa era una espesa negrura que acudía al 
número ocho a envenenar su pluma de esmeraldas, y la tinta le abrió los ojos y le descubrió 
un mundo bello rodeado de amargura. Así, heridos, él y sus hermanos -niños desalmados 
que al filo de la muerte esperaban al padre que sólo oía en la noche un disco repitiéndose 
repitiéndose- inventaban un silencio que se prolongaba durante noches y días, y que 
cuando él regresaba, ellos escuchaban atentos, en el colchón de su cuarto, un disco 
repitiéndose repitiéndose que su padre sólo oía en la noche y que se repetía como las 
acciones de la vida, un constante lo mismo, el mismo sueño todas las noches; un 
paradigma de terror el zumbido de su monotonía, su rutina abrumante, que hirió todavía 
 
 
17 “Confieren a Marco Antonio Campos el Premio de Poesía Casa de América”, en La 
Jornada (México, 4 de junio, 2005). Sección Cultural. Armando G. Tejeda, reportero. 
 
 
 
35
más hondo el alma de Marco Antonio y sus hermanos al ver la inmovilidad de un padre que 
se repite siempre, que se congela ante el reto y la aventura, y que con el frío su 
recalcitrante mandíbula escucha un disco repitiéndose repitiéndose. 
 
*** 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
36
10 
¿Dónde muere o se oculta la sorda solterona que se encerraba 
a piedra y lodo en la casa de enfrente de la casa? 
¿Dónde reparte manzanas el viejo señor Sosa que nos las daba 
 en el año por venir? 
¿Dónde juega el tendero Rafael que jugaba con modesta audacia 
 para ganar siempre? 
¿Dónde duerme o padece la muchacha tenue a quien hice sufrir 
 y que es sal en la llaga y sabe a sal? 
¿Dónde flirtean de cuarenta años las adolescentes que vivían 
y soñaban en el número diez y a las que Carlos y Ricardo 
vivían y soñaban en la casa del verano? 
Los dos apartados anteriores -ocho y nueve-, a través de sus conjunciones 
copulativas (“y”, “o”) crean el vocablo: yo.18 A partir de éste pronombre viene la pregunta: 
 
 
18 “Al principio sólo existía el YO en la forma de una persona (Purusa). Él, mirando a su 
alrededor, no vio nada más que su YO. Así dijo: ‘Éste soy yo’. Y por tanto, se convirtió en Yo 
por nombre. Por eso al preguntarle su nombre a alguien responde primero: ‘Éste soy yo’, y 
pronuncia después su otro nombre. Temió; así se ve que quien está solo, teme. Entonces 
 
 
 
37
¿dónde? ¿Yo dónde? ¿Dónde están aquellos con quienes transitó por algunos años de 
infancia y adolescencia? Así, Campos interroga a la memoria y al olvido: ¿Dónde?; son 
incógnitas de la niñez, enigmas sobre la gente de su barrio, y que algunos de ellos le 
abrieron la puerta, y a otros nunca los vio porque se encerraban a piedra y lodo. Pero con 
quienes habló le dieron sus huesos, su sangre, su bullicio y libertad; en tardes rojizas le 
brindaron los colores del cielo para pintar las hojas del color de la melancolía. 
Se entrega su voz al enigmático dónde, y las respuestas no acuden, y es sólo un 
vacío la contestación. Un tiempo de glorias y ensoñaciones que no volverán… 
¿Dónde muere o se oculta la sorda solterona que se encerraba a piedra y lodo en 
la casa de enfrente de la casa? Es para Marco Antonio una sospecha esa mujer, que sin 
escuchar el trino de las aves y el ruido de las calzadas se encerraba a piedra y lodo como 
una asceta, tan solita, tan con risa de piedra y lodo; y que soñaba con abrir las manos y 
encontrar el sonido retumbando en sus sensaciones, esa mujer que desapareció o se 
oculta, esa mujer sin marido, vestida de hambre y sed: ¿Dónde muere? ¿Dónde? 
¿Dónde reparte manzanas el viejo señor Sosa que nos las daba en el año por 
venir? ¿Dónde están sus ojos y el repartir con sencillez el espíritu de la manzana que 
 
 
reflexionó: ‘Ya que no existe nada más que yo, ¿de qué cuidarme?’ Entonces su miedo se 
disipó, pues ¿a qué podría tenerlo? En realidad, el temor surge de ver a otra persona. Pero 
no experimentaba placer alguno; un hombre solo no lo siente. Deseó tener una segunda 
persona. Era tan grande como un marido y una mujer juntos. Por consiguiente, Yajñavalkya 
dijo: ‘Ambos somos así (cada uno de nosotros), como la mitad de una concha’. De este modo 
la mujer lleno el vacío existente. Él la ciñó entre sus brazos y los hombres vinieron al mundo”. 
Kailash Vajpeyi, Mantras, palabras de poder. México, Editora Yug, 2002. p.13. (Colección 
Serie Esoterismo y Realidad). Núm. 11. “Cuando un hombre ve que la infinidad de los 
diferentes seres reside en el Uno, y es una evolución del Uno, entonces se vuelve Uno con 
Brahman”. Anónimo, Bhagavad Gita. Versión e introducción de Juan Mascaró. Barcelona, 
Editorial Debate, 1999. p. 130. (Colección Siete Libros para Acercarse a Oriente). 
 
 
 
38
simboliza el sexo, el origen de la Verdad? ¿Dónde se reparte el fruto que el hombre tomó 
de las manos de Eva para encontrar los secretos y ser Dios? 
“Dios vive en ti como tú” escribe un sabio de la India que se llamó Baba 
Muktananda19. Así el hombre encontró el paraíso en la tierra, paraíso que está dentrode 
todos y cada uno de los seres animados. 
La vida crea su propia belleza, por eso el Señor Sosa, seguro de la magia del 
fruto, nos las daba en el año por venir, era solidario, amigo de sus memorias, hermano que 
ha dolido. 
¿Dónde juega el tendero Rafael que jugaba con modesta audacia para ganar 
siempre? Ahí, en la trastienda, Marco Antonio observa el juego del tendero Rafael, se 
pregunta por su destreza y astucia, por su soltura en los hombros, su audacia, por la 
imagen del ganador que usaba la modestia para no menospreciar nunca al contrincante, 
ganar con la frente limpia. 
Ese instante le da aliento para seguir, para recordar sus grietas y continuar, pues 
instantes como éste, inmersos en la grandeza de ganar siempre, se retienen en las córneas 
durante años hasta que la pluma se encarga de dispersarlos en las hojas. 
¿Dónde duerme o padece la muchacha tenue a quien hice sufrir y que es sal en 
la llaga y sabe a sal? ¿Estará dormida realmente? ¿Padecerá? Esa adolescente le da pie a 
remembrar el escozor que causó en ella, en esos primeros encuentros con la Mujer, a quien 
hice sufrir, y que sin duda le sabe amargo, con el deseo de saber de su paradero con un 
solo ¿dónde? y que es sal en la llaga y sabe a sal, que arde en las llagas de los ojos y del 
 
 
 
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pecho. Así se alejó la muchacha tenue sin saber Marco en dónde duerme o padece. ¿O 
estará muerta? Siempre será una incógnita. 
¿Dónde flirtean de cuarenta años las adolescentes que vivían y soñaban en el 
número diez y a las que Carlos y Ricardo vivían y soñaban en la casa del verano? 
Esas adolescentes que se inventaban todas las mañanas, y que eran lunas para 
encender la noche con fosforescencias: ¿Dónde flirtean ya ahora con sus cuarenta encima? 
¿Flirtean en las cantinas, en los suburbios o en los caminos solitarios? No lo sabe. Se le 
arremolina el cerebro en lucubraciones, y se le entumen los labios. Esas muchachas que 
vivían y soñaban en el número diez y que eran la vida y el sueño de Carlos y Ricardo -sus 
hermanos- eran lo más deseable, la búsqueda del sexo en el número diez, y que con besos 
y abrazos húmedos las vivían y soñaban en la casa del verano. 
¿Dónde pues la casa del verano se extravió? No lo sabe tampoco. ¿Dónde vivían 
y soñaban Carlos y Ricardo? Vivían y soñaban el primer encuentro. Ese trepidar salvaje 
que terminó diluyéndose, se esparció hasta ser la interrogante que desgañita los ecos y las 
voces. 
 
 
19 Swamí Muktananda, Medita. México, Editorial Siddha Yoga Dham, 2002. p. 5 
 
 
 
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11 
¿Qué fue del hombre de fuego violentísimo que quería incendiar 
la pradera de mi casa con largos automóviles? 
¿Qué fue de Refugio el voceador con quien jugaba en las tardes 
damas chinas y que era de mi edad con todo y sufrimiento? 
¿Qué fue de esas sombras que sonaban en la cuadra y que 
decíanse Samarripa y el Márgaro y la Piedra? 
¿Qué fue del anciano general cuyo número de falsas 
condecoraciones resultaba irrisorio frente al número de hijos? 
¿Qué fue del policía borracho que golpeaba noche a tarde a su 
mujer y que un día asesinó a alguien y no lo vimos de nuevo 
para odiarlo? 
 
Ahora la pregunta que lo arrastra es: ¿Qué?; así entonces, une los interrogativos 
dónde y qué al pronombre que se crea a partir de las conjunciones copulativas del apartado 
ocho y nueve, el pronombre: yo. Todo esto surge de un cuestionamiento secreto, que no 
está a la vista de los escritos, pero que si se ve con ojo restregante, se observa ese yo que 
 
 
 
41
se une a las interrogantes de su niñez y adolescencia, sólo se ve desde muy adentro, está 
antes de las circunstancias exteriores, por eso entra en las preguntas trascendentales de 
sus propias sensaciones y enfurecimientos de forma tan caótica, y estas preguntas se 
formulan entre líneas en un inconsciente pero constante: ¿Yo dónde? ¿Yo qué? Y con un 
futuro: ¿Yo cómo? ¿Yo cuándo? ¿Por qué yo? 
¿Qué fue del hombre de fuego violentísimo que quería incendiar la pradera de mi 
casa con largos automóviles? Se refugia Marco Antonio en el ¿Qué fue? Y ese hombre de 
fuego, enconado en el rito de la catástrofe, se envolvió de tiranos ojos que sólo veían malas 
horas cuando esas infamias debían ser su bálsamo y su fuerza. ¿Qué fue de aquél 
hombre? ¿Habrá descuartizado a alguien? ¿O tal vez perdió el fuego de su odio al 
incendiar la pradera de mi casa con largos automóviles? 
La ventana de Marco daba a un largo apiladero de automóviles imaginarios que 
se formulaban en la mente del hombre violentísimo, pues quería hacerlos estallar, lo 
imaginaba, y no sabemos si un día explotaron en alguna pradera del mundo. 
¿Qué fue de Refugio el voceador con quien jugaba en las tardes damas chinas y 
que era de mi edad con todo y sufrimiento? ¿Qué fue de los paquetes de periódicos donde 
jugaba en las tardes? Refugio era su contrapartida, su concentración, era con quien 
compartía mi edad con todo y sufrimiento, ¿Qué fue de él? ¿Habrá recordado esas tardes 
de damas chinas junto al poeta? ¿Seguirá siendo el voceador de la luz al jugar? Un instante 
que fue paraíso, con todo y sufrimiento. 
¿Qué fue de esas sombras que sonaban en la cuadra y que decíanse Samarripa 
y el Márgaro y la Piedra? ¿A dónde se fueron esas sombras seguras de su andar? Eran la 
triada del barrio, el folclor con sus puños al aire, la voz de los renegados porque la mirada 
de Samarripa retumbaba y el Márgaro y la Piedra eran el zumbido de la vida. Los tres 
 
 
 
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sonaban en la cuadra con sus chiflidos de sombras, eran juventud y enseñaban la bravura 
de los puños y la cabeza. 
Marco Antonio Campos escucha esas sombras en sus sueños, y se pregunta otra 
vez: ¿a dónde han ido? 
Se han elevado sus ojos hasta ese mediodía, cuando Samarripa, bajando por la 
cuadra, le saludaba con entusiasmo, para después reunirse en la esquina con el Márgaro y 
la Piedra. Esas sombras le dan luz. 
¿Qué fue del anciano general cuyo número de falsas condecoraciones resultaba 
irrisorio frente al número de hijos? ¿Estará mirando el brillo de sus baluartes ficticios o se 
habrá muerto por tener sólo un par de hijos frente a cientos de falsas condecoraciones 
hasta hacer de aquello un chiste, algo irrisorio? Su muerte también es una duda, pues 
pudiera continuar ganando condecoraciones en sus sueños de ultratumba, donde el 
anciano general se angustia de sus mentiras, de su grandeza pretendida, falsa, y que 
recorre el cementerio en búsqueda de la felicidad, de la que olvidó acoger en vida. 
¿Qué fue del policía borracho que golpeaba noche a tarde a su mujer y que un 
día asesinó a alguien y no lo vimos de nuevo para odiarlo? Aquél infame policía que con el 
alcohol del borracho al que roba y golpea, se embriaga y lastima a su mujer de noche a 
tarde. Marco Antonio oía los golpes, el sonido seco de la desesperación, el camino de la 
inmundicia, veía el menguante andar de un policía ebrio de falso poder y que un día 
asesinó a alguien y no lo vimos de nuevo para odiarlo, que se esfumó, cargó su maleta y 
desapareció del vecindario, abandonó todo porque nada amaba; y sólo el pensamiento de 
Marco en las hojas, sin poder dar el golpe en su quijada porque no lo vimos de nuevo para 
odiarlo; pero a pesar de que no lo vimos, toda la calle lo despreció por siempre, ese 
 
 
 
43
desprecio le dio a Marco Antonio la rabia para escribir y azotar la pluma en el ombligo de la 
Tierra. 
 
*** 
 
 
 
44
12 
¿Cómo fueron las estaciones estrechamente espléndidas que 
 sólo las sabíamos por su nombre? 
¿Cómo fueron lo cielos estrellados a los que no volví la vista? 
¿Cómo fueron las niñas millonarias que sólo conocí en los films 
 o en revistas como Claudia y Vanidades? 
¿Cómo fueron los árboles en flor pues piedray humo crecieron 
 en nosotros? 
¿Cómo hablar de felicidad sin el estómago lleno y sin mirar el sol? 
 
Se encuentra Campos en la nueva interrogante, siempre perenne del: ¿cómo?, 
más aún: ¿cómo fueron? Sí, se han vuelto instantes que no pertenece a la memoria, 
mujeres e imágenes nunca contempladas frente a frente, momentos nunca interiorizados, 
paraísos de la imaginación, trino de la filosofía angustiosa, sin el estómago lleno y sin mirar 
el sol pues ¿cómo fueron las estaciones estrechamente espléndidas que sólo las sabíamos 
por su nombre? Un día en agosto queda desierto en los recuerdos de Marco, se deshace 
en medio de las estaciones estrechamente espléndidas y sólo quedan en su mente los 
nombres: verano, otoño, invierno y primavera. Todo en estrechez esplendorosa, rutilante; 
sin embargo, para él es también una marcha fúnebre a esas estaciones que pertenecieron 
 
 
 
45
a su memoria; pero también -pues la poesía tiene múltiples interpretaciones- podrá 
referirse a las estaciones de tren estrechamente espléndidas, mágicas, a las que sólo las 
sabíamos por su nombre, y en las que puso un pie, una mirada sobre los rieles y el 
alboroto. Vivió esa experiencia alentadora que curaría de su alma los surcos de 
podredumbres, para sólo decir: ¿Cómo fueron? 
Por eso, después de tanto mirar el cielo, todavía se entristece al decirse: ¿Cómo 
fueron los cielos estrellados a los que no volví la vista? Sabe que algunas noches no pudo 
contemplar su unión con las estrellas, y se queda imaginando ese cielo electrizante, de 
avatares cósmicos; le duele el no-recuerdo, la no-experiencia de esos cielos estrellados que 
maravillaron a otros. 
¿Cómo fueron las niñas millonarias que sólo conocí en los films o en revistas 
como Claudia y Vanidades? Es un latir intrínseco en Marco la sensación de distancia, de 
espacio respecto a las niñas millonarias que sólo conocí en los films, un rechazo de ese 
orbe hacía él, pues las féminas de Claudia y Vanidades son princesas que habitan en la 
terrible angustia de las fotos, realmente son hermosas pero están huecas, sólo se quedan 
impresas en las fotografías de las revistas; y sin la posibilidad de acercarse a ellas, se 
conforma con un ¿cómo fueron?; hundido en su extraño mundo de libros malsanos, imagina 
su idilio con unas caderas magníficas, con rostros de ángel; pero él se sabe con la voz 
titánica para terminar desnudando a una mujer que tiene una cicatriz que la humaniza, y la 
hace aún más bella que cualquier princesa de Claudia y Vanidades. 
¿Cómo fueron los árboles en flor pues piedra y humo crecieron en nosotros? Sólo 
cenizas fueron, pues piedra y humo crecieron en sus hermanos, en sus amigos, en él: en 
nosotros. 
 
 
 
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Sonidos sin fe acuden al cráneo de piedra de Marco Antonio Campos, en donde 
hay abismos luminosos, hechizantes; pero sin los árboles en flor, sin la chispa de la 
abundancia, de la reproducción, de la apertura, sin el símbolo de la sabiduría y la riqueza, 
de la esperanza y la tranquilidad, se queda con la mente y el espíritu en busca de esa 
imagen vislumbrada que no experimentó, pues piedra y humo crecieron en nosotros. 
Marcos creció en la inmovilidad de la piedra que es dureza, congelamiento, la no-acción, el 
miedo, la tristeza, el coágulo chorreando de la nariz; pero Marco también es movilidad al ser 
luz, es aquélla luz que se difumina en las alturas, que resplandece, y abre todos los 
caminos. 
¿Cómo hablar de felicidad sin el estómago lleno y sin mirar el sol? Es evidente 
que Marco se quema ante la falta de respuestas, huele a cenizas. Su infancia fue 
martillante, sin el estómago lleno, siempre absorto en el ruido de su bajo vientre para 
descifrar la cura del hambre; y ante todo: ¿cómo mirar el sol con alegría si el canto de la 
felicidad se disipó y en su lugar le dejó sólo el sexo vacío? 
 
*** 
 
 
 
 
 
 
 
 
47
13 
¿Cuándo la música del cuerpo comenzó a elevarse al soñar y 
 mirar una mujer? 
¿Cuándo vi o me miraron al mirarse los ojos de la muerte? 
¿Cuándo el Mal alzó la Casa como si fuera mi casa? 
¿Cuándo miré con inocencia por última ocasión un mundo hecho 
 pedazos? 
¿Cuándo el árbol de la vida fue abierto como libro y mis ojos 
 se llenaron de luz y de terror? 
 
 
¿Cuándo la música del cuerpo comenzó a elevarse al soñar y mirar una mujer? 
¿Fue antes o después de primavera? ¿Fue dentro de un cielo incierto en el que Marco 
vislumbraba pasiones? Ese cielo era la música del cuerpo que se elevaba hasta la génesis 
del ¿cuándo? 
Marcos se enfrenta al ¿cuándo?, a la continuidad de sus sensaciones impulsivas, 
que a la larga, le han vuelto solitario y lumínico, por eso Marco Antonio Campos es una 
 
 
 
48
llamarada que penetra las noches y las madrugadas del mundo; para él los días son la 
enseñanza, la sabiduría de Helios. 
Sobre la hierba siente sus manos y se desvive en el sueño de alcanzar la Mujer, y 
sabe que mirar a una mujer es el rito más enraizado en la epidermis, es el trance que 
desnuda ojos y olfato; comienza a elevarse seduciendo a esos muslos que 
irremediablemente le conducirán a la orilla de la afección, al orgasmo incierto, al camino 
desollado. 
En una ladera Marco continúa con el ¿cuándo comencé a elevarme y a 
desfallecer por el espíritu y la carne de una mujer? Ese sueño trae inmersa una trampa que 
se disuelve en la música del cuerpo, para bailar siempre solo, con el sueño imposible 
siempre a cuestas. 
¿Cuándo su cuerpo centelleó para revolverse en el ritmo de la muchacha de la 
mirada triste y verde? Un ¿cuándo? que se extiende desde la mujer hacia la luz, con 
evidente conexión. 
¿Cuándo vi o me miraron al mirarse los ojos de la muerte? ¿Será que fue cuando 
Marco Antonio era un recién nacido? ¿O cuando vio a la primera mujer con deseo? ¿O tal 
vez en otros tiempos de otras patrias? ¿Cuándo vi o me miraron los oráculos de la noche? 
¿Cuándo me miraron al mirarse los ojos de la muerte? La muerte para Campos es un 
espejo: me miraron al mirarse; los ojos refractan la luz de la muerte, él es la muerte, es su 
reflejo, y se ve frente a sí, frente a ella en una interrogación sin indicios. 
Tal vez todos sus símbolos provienen de los sueños fatigosos y tristes, 
posiblemente ocurrió dentro de un viaje que se volvió realidad y niñez rota, sin aullidos de 
perro mutilado. No sabe en qué momento se ahogó su pueril sistema. Se inflama al sofocar 
 
 
 
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el espejo de su energía, se agota en las preguntas, y sigue sin respiración pero con gran 
aliento: ¿Cuándo el Mal alzó la Casa como si fuera mi casa? De este modo la Mujer y la 
Muerte se unifican para sentenciar: ¿Cuándo el Mal alzó la Casa? pues la hizo elevarse 
sobre la escena, constipar alma y pies, para flotar en los árboles del Mal; y para colmo la 
Casa que el Mal alzó no era la suya, sólo era el refugio: como si fuera mi casa, como si 
fuera la ventana al sol de la luna, es ahí donde Marco unificó sus miserias, por eso le arden, 
sólo las protege, las arropa, las caza, les da su aliento; todo para él es páramo y selva, 
lumbre, pan que no se ampara en la miseria, y bajo las hojas de un árbol leyó “El himno a la 
libertad” de Holderlin,20 y así encontró la libertad de la poesía y el poema, del incierto 
¿cuándo? de ese frío sin guaridas del ¿cuándo miré con inocencia por última ocasión un 
mundo hecho pedazos? ¿Cuándo la inocencia fue desterrada? ¿Cuándo se perdió esa 
dulzura, ese gesto de párvulo, siempre asombroso, ante una realidad hecha pedazos? 
¿Cuál fue la última ocasión en que Campos se deslizó con ojos de agua y globos ante la 
amenaza de un mundo decidido a perturbarnos, a hacernos añicos, a llenarnos de llantos y 
pesares, a darnos

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