Logo Studenta

Operacion-Condor--un-acercamiento-a-su-conocimiento-a-traves-de-los-documentos-desclasificados-por-agencias-estadounidenses-de-inteligencia-y-de-seguridad

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
 
 
 
 
 
 
“OPERACIÓN CÓNDOR: UN ACERCAMIENTO A 
SU CONOCIMIENTO A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS 
DESCLASIFICADOS POR AGENCIAS ESTADOUNIDENSES DE 
INTELIGENCIA Y DE SEGURIDAD” 
 
 
 
 
 
 
 T E S I S 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADA EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS 
P R E S E N T A 
BERENICE GONZÁLEZ HERNÁNDEZ 
 
 
 
DIRECTORA: 
DRA. SILVIA DUTRÉNIT BIELOUS 
 
 
 
 
 MÉXICO, D.F. 2006 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Dedico este trabajo a mi hijo Bernardo, mis madres y mis padres. 
 
Quiero expresar mis más profundos agradecimientos a la Dra. Silvia Dutrénit por su 
orientación, paciencia y fuerza a lo largo de este trabajo; a mis sinodales: el Dr. Ignacio 
Sosa, la Dra. Guadalupe Rodríguez de Ita, el Lic. Francisco Amezcua y el Lic. Omar 
Nuñez, por sus observaciones puntuales y sus valiosas sugerencias; al Dr. Martín Almada 
por su apoyo y constante presencia a pesar de la distancia geográfica; al Dr. Ricardo 
Melgar, el Mtro. Rafael Campos, la Mtra. Susana Mendoza y la Dra. Ana Buriano por sus 
consejos; a mis amig@s de aquí y de allá que han compartido el interés por este tema. 
 
 
 
ÍNDICE 
 
 
Introducción. 1 
 
Capítulo I. Evolución de la institución militar en su relación 
 con la política. 
 1.1. Los militares conosureños y su relación con la política. 5 
 1.1.1. Chile 6 
 1.1.2. Uruguay 7 
 1.1.3. Argentina 8 
 1.2. La influencia del contexto internacional. La Doctrina 
 de Seguridad Nacional y su adaptación. 11 
 1.3. Hacia las dictaduras de Seguridad Nacional. 17 
 1.3.1. Chile 18 
 1.3.2. Uruguay 24 
 1.3.3. Argentina 27 
 
 
Capítulo II. Operación Cóndor antes de su formalización. 
 2.1. Antecedentes. 34 
 2.2. Refugiados y exiliados: las principales víctimas. 38 
 2.3. Del establecimiento de la DINA al caso Prats. 38 
 2.4. El caso Leighton. El Cóndor fuera de América. 43 
 2.5. Operación Colombo “La lista de los 119”. 45 
 2.6. Otros casos. 51 
 
 
Capítulo III.- La Operación Cóndor en su etapa formal. 
 3.1. Oficialización del Cóndor. 56 
 3.2. El Cóndor se amplía. 65 
 3.3. El Cóndor entre Uruguay y Estados Unidos. 68 
 3.4. El asesinato de Orlando Letelier. 76 
 3.5. Hacia la caída del Cóndor. 79 
 3.6. Conocimiento estadounidense del Cóndor. 86 
 
 
Capítulo IV.- Documentos desclasificados. 93 
 4.1. Antecedentes de la desclasificación. 95 
 4.2. Proyecto de desclasificación sobre Chile. 97 
 4.3. Proyecto de desclasificación sobre Argentina. 98 
 4.4. Regulación de los archivos desclasificados: la FOIA 99 
4.5. Instructivo para conocer los archivos. 100 
 4.5.1. Archivos de la página web del Departamento 
 de Estado 100 
 4.5.2. Características de los archivos ofrecidos por 
 el Departamento de Estado 105 
 4.5.3. Características de los documentos 106 
 4.5.4. Archivos del National Security Archive 109 
 4.6. Documentos desclasificados relacionados con la Operación 
 Cóndor. 113 
 4.6.1. Ejemplos de documentos del Departamento de 
 Estado 113 
 4.6.2. Ejemplos de documentos del National Security 
 Archive 137 
 
 
Conclusiones 145 
 
 
Referencias 
 Libros 152 
 Ponencias 154 
 Fuentes hemerográfícas 155 
 Informes y trabajos de investigación 157 
 Otros sitios electrónicos consultados 158 
 Documentos desclasificados 
 National Security Archive 158 
 Departamento de Estado 159 
 
 
 
 1
 
 
INTRODUCCIÓN 
 
Desde los años sesenta, durante los setenta y parte de los ochenta del siglo XX, los países 
del Cono Sur de América se hallaban regidos por dictaduras militares o cívico-militares. 
Distintos fueron los procesos y las causas que en cada unode ellos se perfilaron hacia la 
irrupción de regímenes dictatoriales. Se pueden observar diversas situaciones de 
movilización social y política y de confrontación, así como intentos de cambios en las 
formas de gobernar, culminando todas en la ruptura del orden institucional. De este modo, 
Uruguay vivió un golpe cívico-militar, en junio de 1973, tras un período de inestabilidad 
social y económica; en Chile el gobierno socialista de Salvador Allende fue derrocado por 
un golpe militar, en septiembre del mismo año; y Argentina repetía la experiencia golpista, 
aunque en tonalidades diferentes, en marzo de 1976. Los gobiernos dictatoriales 
implementaron la violencia estatal: tortura, detención, desaparición y muerte fueron 
prácticas sistemáticas, además de la eliminación de los espacios de expresión y 
participación democrática. 
 
Esta investigación se ubica en los años setenta del siglo XX y hace referencia a las 
situaciones nacionales de Argentina, Chile y Uruguay. Estos países fueron escenario central 
de la llamada Operación Cóndor o Plan Cóndor,1 sistema ilegal de cooperación establecido 
entre los aparatos de seguridad y de inteligencia del Cono Sur para la obtención e 
intercambio de información sobre opositores, con el objetivo de seguir de cerca sus 
actividades, detenerlos y, en algunos casos, asesinarlos. Una de las razones por la que estos 
países protagonizaron dicha forma especial de cooperación internacional es que, tras los 
golpes de Estado chileno y uruguayo de 1973, Argentina se convirtió en un nuevo hogar 
para miles de exiliados. Además de la cercanía geográfica, la violencia política agudizada 
en el país rioplatense desde mediados de 1974 ofreció las condiciones para que aparatos de 
seguridad de los países vecinos operaran impunemente contra la comunidad de refugiados. 
 
Cabe mencionar que otros países vecinos, como Paraguay, Brasil y Bolivia se 
hallaban bajo regímenes militares desde 1954, 1964 y 1971, respectivamente, y miembros 
de sus fuerzas de seguridad también colaboraron en diversas actividades de la Operación 
Cóndor contra refugiados de esos países. Se sabe además que Ecuador y Perú participaron 
en esta red antisubversiva, aunque en menor medida hasta donde se tiene conocimiento. 
 
El objetivo principal de esta investigación es conocer aspectos clave de la Operación 
Cóndor –como su constitución y modo de accionar- a partir de información hallada en el 
material documental de la comunidad de inteligencia estadounidense sobre Argentina, 
Chile y Uruguay, que fue desclasificado recientemente. Asimismo, me propuse ofrecer un 
instructivo para que quienes deseen acceder a esos archivos puedan contar con una 
herramienta que facilite su conocimiento. 
 
1 El término más empleado es ‘Operación Cóndor’ ya que, como consta en las fuentes documentales, es el 
nombre que recibió el pacto de cooperación entre los servicios de inteligencia conosureños al momento de su 
formalización. También son utilizados los nombres de ‘Operativo Cóndor’ y ‘Plan Cóndor’, especialmente en 
investigaciones periodísticas, académicas y judiciales. 
 2
A modo de hipótesis se manejan dos supuestos que se irán desarrollando a lo largo 
del texto: a) el nivel de conocimiento sobre la Operación Cóndor por parte de las entidades 
de inteligencia estadounidense supone un carácter de conformidad y complicidad sin que 
necesariamente haya habido participación directa; y b) a pesar de la fuerte injerencia de la 
política estadounidense en asuntos latinoamericanos y su fuerte influencia en materia de 
seguridad nacional, los regímenes y fuerzas armadas del Cono Sur mantuvieron un marcado 
nivel de autonomía, aspecto que se liga a los alcances logrados por la Operación Cóndor. 
 
Es entonces que esta investigación se ocupa de una fuente documental sustantiva en 
la medida que proviene del gobierno estadounidense y denota, por un lado, el grado de 
conocimiento que ese Estado tenía de los hechos ocurridos en el Cono Sur y, por otro lado, 
el nivel de profundidad de su conocimiento. Se puede afirmar que la información que surge 
de la documentación, con apoyo de fuentes bibliográficas y hemerográficas, hace posible el 
conocimiento de aspectos importantes del Cóndor como son el nivel de participación de los 
regímenes, las entidades militares y/o policiales implicadas, los tipos de delitos cometidos 
bajo la operación y el nivel de implicación de las agencias de inteligencia y seguridad de 
Estados Unidos. No está de más tener en cuenta que la Operación Cóndor sigue siendo en 
este momento un hecho del cual no se han agotado las investigaciones, en tanto el 
conocimiento que se tiene y la información sobre su accionar continúan haciéndose 
públicos. Inclusive, se tienen elementos para plantear que las actividades de esta red 
interestatal ilegal siguieron realizándose aún en tiempos de democracia; no obstante, ello 
excede a los objetivos del presente trabajo. Siendo así, me limitaré a los casos ocurridos 
desde los inicios del Cóndor en su fase informal (antes de diciembre de1975) hasta concluir 
la década de los setenta. 
 
Para cumplir con el objetivo principal diseñé una estrategia metodológica 
esencialmente cualitativa de búsqueda y análisis documental, respaldada por otras fuentes. 
Esto consistió en la localización y traducción de documentos y la organización del material 
obtenido, en base a aspectos particulares del tema. La búsqueda del material documental se 
agiliza al tratarse de archivos que pueden ser consultados libremente vía Internet, lo cual 
los hace una fuente de fácil acceso. 
 
Asimismo, incorporé para el análisis fuentes biblio-hemerográficas que facilitan la 
ubicación y el entendimiento de los hechos, además de permitir confrontar, en la medida de 
lo posible, algunos datos de la información hallada. Como se podrá advertir a lo largo del 
trabajo, las fuentes bibliográficas que desarrollan ampliamente el tema de la Operación 
Cóndor son aún escasas, es por eso que las fuentes e investigaciones periodísticas han sido 
de gran apoyo en tanto diversos medios de comunicación constantemente actualizan de 
manera puntual la información relativa a las causas generadas del Cóndor y también han 
contribuido de manera importante al conocimiento del tema. 
 
Los trabajos de Samuel Blixen y de Stella Calloni abordan la Operación Cóndor 
desde un enfoque periodístico pero apoyan sus investigaciones con fuentes obtenidas del 
Archivo del Terror paraguayo, lo cual las enriquece. Por su parte, José Luis D`Andrea 
Mohr, militar de carrera, realizó un exhaustivo trabajo de investigación desde el ámbito 
castrense sobre las víctimas de la represión en Argentina y la estructura de los aparatos 
militares y policiales que operaron durante la dictadura. Las obras de los escritores e 
 3
investigadores estadounidenses Peter Kornbluh, John Dinges y Saul Landau resultan 
esenciales para conocer la Operación Cóndor, ya que han trabajado de manera estrecha con 
los archivos desclasificados por las agencias de inteligencia de su país. Los trabajos de los 
autores mencionados aportan referencias clave en el desarrollo de esta investigación. 
 
Es importante subrayar que, por las características del objetivo mismo, a lo largo de 
la investigación debí enfrentar dificultades como son: la ubicación de los documentos que 
contengan información relevante, tomando en cuenta que los archivos son muy amplios y 
son escasos aquellos documentos que hacen referencia directa a la Operación Cóndor, por 
lo que es necesario detectar a lo largo del texto los elementos que se vinculen al tema; y, 
por otro lado, la traducción del inglés al español del material documental seleccionado 
cuidando la interpretación original. Esta última dificultad se debió principalmente a que 
gran parte de los documentos analizados presentan líneas, párrafos e, inclusive, páginas 
enteras censurados según los criterios de protección de fuentes y métodos de lasagencias 
de inteligencia, así como las normas que regulan la desclasificación y publicación estas 
fuentes. En este sentido, tratándose de un tema relativamente nuevo en el área académica 
(por tanto, en el conocimiento mismo) y de un material de reciente desclasificación, el 
objetivo mismo es importante para contribuir a los avances que se están llevando a cabo en 
las investigaciones judiciales por los crímenes cometidos en el marco de la Operación 
Cóndor, y para ilustrar y exhibir estos archivos que seguramente, con el correr del tiempo, 
adquirirán mayor importancia como acervos históricos. 
 
De este modo, siguiendo con las necesidades de la investigación, el trabajo se divide en 
cuatro capítulos: 
 
En el primero se hace una aproximación al papel que los militares conosureños han 
desempeñado en asuntos políticos. También se ubica cómo y en qué circunstancias en esos 
países se desarrollaron los regímenes autoritarios basados en la Doctrina de Seguridad 
Nacional que fueron escenario de la Operación Cóndor. Las situaciones previas a estos 
regímenes, como ya se dijo, presentaron sus especificidades en cada país y sería difícil 
abordarlas de manera generalizada, sin embargo, es posible destacar algunas características 
comunes. 
 
Una vez estudiado lo anterior, en el segundo capítulo se exponen los orígenes de la 
Operación Cóndor mediante casos que, si bien tuvieron lugar mediante acuerdos informales 
entre aparatos de seguridad de los países del Cono Sur antes de la formalización del 
instrumento de cooperación, muestran el alto grado de interconexión y organización entre 
esas entidades, aproximándose a los modelos fijados a partir de su establecimiento formal, 
lo cual ocurrió en noviembre de 1975. 
 
Una vez introducido el tema, sus orígenes y la incipiente formación del sistema 
interestatal represivo, el tercer capítulo está destinado al análisis del desarrollo de la 
Operación Cóndor en su etapa formal. Al igual que en el anterior, en este capítulo se 
abordan algunos casos que le dieron forma a este acuerdo de cooperación antisubversiva. 
Para ello es necesario hacer referencia a los documentos que dan cuenta de su existencia, 
algunos de manera explícita y otros que ofrecen elementos suficientes para sostenerlo; 
contando además con el apoyo de las otras fuentes de información. 
 4
 
Por último, en el cuarto capítulo abordo el proceso que dio lugar a la 
desclasificación del material accesible hasta el momento sobre las violaciones a derechos 
humanos cometidas durante las dictaduras en el Cono Sur en los años setenta. En este 
mismo capítulo incluyo el instructivo de acceso a los archivos que contienen información 
relacionada con la Operación Cóndor, complementándola con extractos de algunos 
documentos seleccionados por la relevancia de su contenido para el tema. 
 
Al final, en las conclusiones, rescato el aporte de los documentos desclasificados 
para un conocimiento amplio de la Operación Cóndor. 
 
Pese a las dificultades señaladas, así como al hecho de que se trata de un tema en 
constante actualización, los documentos y el material biblio-hemerográfico utilizados 
fueron seleccionados de tal manera que se proporcione un acercamiento a la Operación 
Cóndor y sus alcances. Cabe poner énfasis en que a lo largo del trabajo de investigación y 
su redacción, la información sobre el tema continuó generándose, del mismo modo que los 
procesos jurídicos para esclarecer algunos de los crímenes cometidos han ido avanzando 
sustancialmente, en especial estos últimos años, lo cual hace necesario dar continuidad a las 
investigaciones sobre este tema del pasado reciente en el Cono Sur. 
 
 
 5
 
 
CAPÍTULO I. EVOLUCIÓN DE LA INSTITUCIÓN MILITAR EN SU RELACIÓN 
CON LA POLÍTICA 
 
Este primer capítulo está destinado a determinar los elementos de los contextos políticos de 
Argentina, Chile y Uruguay que se conjugaron para el establecimiento de regímenes 
dictatoriales, en la década de los setenta del siglo XX. Es decir, las situaciones internas que 
se presentaron en cada uno de los países del Cono Sur en etapas previas al ascenso de sus 
fuerzas armadas al poder –de manera total o con participación civil. Pese a las 
singularidades de cada caso debe tenerse en cuenta un común denominador: el clima de 
inestabilidad política y social que, de diversos modos, generó la posibilidad del 
intervencionismo militar en la esfera pública. Para entender el contexto de esas dictaduras 
es necesario hacer un recorrido que dé cuenta de la evolución de las instituciones militares 
y, en particular, de la combinación de elementos que llevaron a su participación en el 
terreno político. 
 
 
1.1. Los militares conosureños y su relación con la política 
Alain Rouquié y Stephen Suffern ubican tres momentos en cuanto a la evolución militar y 
su participación en la política: un primer período que va aproximadamente de 1860 a la 
segunda década del siglo XX, que corresponde a la formación de los ejércitos modernos; un 
segundo período que inicia alrededor de los años veinte y treinta, definido como la “era 
militar”, en el que las fuerzas armadas profesionales empiezan a desempeñar un rol en la 
vida política; y un tercer período, que se encuentra en los años sesenta y en el que el papel 
de los militares adquiere un tono internacional, en el contexto de la Guerra Fría y de la 
hegemonía estadounidense.1 Al observar más de cerca los casos particulares, se puede ver 
que, con sus especificidades, los países conosureños se insertan bien en este modelo, sobre 
todo en el último período. 
 
El desarrollo de las fuerzas armadas como brazo armado del Estado va de la mano 
con la evolución de éste. El modo en que los cuerpos militares se conciben a sí mismos, 
como el papel que están destinados a jugar, también se ajustan al desarrollo del Estado. De 
esta manera, el nivel y el tipo de su participación en cuestiones políticas y los valores que 
albergan y defienden están determinados, en buena medida, por los procesos histórico-
políticos que se desarrollan en sus países. Las fuerzas armadas de un país son símbolo de su 
soberanía nacional; sin embargo, este concepto no estaba del todo definido en los primeros 
momentos de los países conosureños; es decir, en tanto no se tenía la definición formal de 
Estado-nación, los organismos castrenses se hallaban en una etapa de formación. Lejos de 
ser ejércitos bien organizados y equipados, en muchos casos se trataba de grupos humanos 
que respondían más a caudillos locales que a una nación en su conjunto. La modernización 
de las fuerzas armadas como institución en cada país se produjo en distintos momentos y 
por etapas, respondiendo a las necesidades sociales o a los problemas internos de cada una 
de las ramas que las conforman. Las medidas adoptadas en el proceso de modernización 
 
1 Rouquié, Alain y Stephen Suffern, “Los militares en la política latinoamericana desde 1930”, en: Bethel, 
Leslie (ed.), Historia de América Latina, Barcelona, Crítica, 1997, vol. 12, p. 284. 
 6
van desde la organización formativa hasta las mejorías tecnológicas; pero, sin duda, la 
formación ideológica es de gran importancia. Tratándose de países dependientes 
económicamente, la modernización de sus fuerzas armadas se sujeta a la compra de 
armamento y equipo europeo; no obstante, la adopción de doctrinas y modelos de 
organización de las grandes potencias fueron elementos de mucha influencia, esto sin 
olvidar las coyunturas internacionales. Las primeras medidas adoptadas para la 
modernización se centran en los aspectos de formación y de profesionalización, mediante la 
creación de academias militares especializadas y la implementación del servicio militar 
obligatorio. 
 
A continuación se verán algunos aspectos en la formación, el desarrollo y las 
primeras fases de modernización de las fuerzas armadas de Chile, Uruguay y Argentina. Se 
hará mención de las transformaciones que presentaron a partirde los años veinte y treinta 
del siglo XX, sobre todo en lo que se refiere al plano ideológico, tomando en cuenta las 
condiciones internacionales, al mismo tiempo que tratando de destacar los modos en que 
los militares adquirieron un rol como actores políticos. También se hará referencia a la 
etapa que siguió a la Segunda Guerra Mundial observando las modificaciones que, 
especialmente en el plano ideológico, ocurrieron en las fuerzas armadas conosureñas y que 
serán de gran importancia al tomar el control de sus respectivos países. 
 
 
1.1.1. Chile 
Durante la segunda mitad del siglo XIX ocurrieron profundos cambios en las estructuras 
político-sociales en Chile. Desde el punto de vista aristocrático de las instituciones políticas 
chilenas, los militares eran concebidos en un principio como un sector al cual había que 
mantener lejos del terreno político. En este sentido, las fuerzas armadas eran consideradas 
como un instrumento que debía estar a disposición de y sumiso al Estado, y no como parte 
del aparato.2 Esta actitud conservadora puede haber sido determinante en el irregular 
desarrollo de las armas. Por ejemplo, hasta antes de 1878 el Ejército chileno se había 
mantenido como una entidad de menos peso al lado de la Guardia Nacional; mientras que la 
Marina adquirió importancia hasta 1878, ambos casos vinculados a la creciente tensión con 
Argentina, Bolivia y Perú. Sin embargo, esta tendencia a mantener a los militares como una 
institución obediente y no deliberante se fue modificando según las necesidades políticas de 
los grupos dominantes y de las luchas con otros sectores. Justamente eso fue lo que ocurrió 
durante la guerra civil de 1851: el conjunto de militares que se levantaron en armas para 
desconocer la elección de Manuel Montt no lo hicieron a nombre propio, sino alentados por 
la oposición.3 Esto nos da un indicio de que dentro de las instituciones militares se pueden 
reflejar y reproducir las luchas existentes entre los grupos civiles de poder. 
 
 
2 Precisamente, para procurar la ausencia de autonomía y la no ingerencia en asuntos que salieran del marco 
de su actividad exclusivamente profesional, fue reestablecida la Academia Militar en 1942, cuyo 
funcionamiento fue, no obstante, irregular por algunos años. Ramírez Necochea, Hernán, Las Fuerzas 
Armadas y la política en Chile (1810-1970), México, Cultura SEP-Casa de Chile en México, 1984, pp. 32-33. 
3 Ramírez Necochea, , p. 43. 
 7
Tras la Guerra del Pacífico4 (1879-1883) se observan cambios en la sociedad 
chilena que van a moldear un papel distinto de los sectores castrenses en relación al campo 
de acción política. Por una parte, las clases acomodadas se encontraban bastante 
fortalecidas económicamente y lograron ocupar más espacios en la dirección estatal; por 
otra parte, el movimiento obrero, aunque logró una organización fuerte hasta alrededor de 
1930, desde 1880 tenían lugar las primeras reivindicaciones de tipo corporativo de las 
llamadas mancomunales y las mutualistas. Entre 1890 y 1920, etapa que James Petras llama 
período sindicalista, surgieron sindicatos combativos en torno a una incipiente 
organización política independiente.5 La cada vez mayor presencia de la clase obrera en 
luchas contra los grupos dominantes condujo a que, sintiéndose éstos en peligro, se pensara 
en el fortalecimiento y el mejoramiento profesional de las fuerzas armadas como brazo 
represivo del Estado. En medio de esta situación se consideró necesario efectuar algunas 
modificaciones. Entre ellas estaba la instauración del servicio militar obligatorio, en 1900, 
como una manera de formar una escuela de valores cívicos y patrióticos.6 El mismo año 
fueron suprimidos la Guardia Nacional y el ejército permanente, siendo reemplazados por 
un nuevo ejército reclutado mediante el servicio militar obligatorio. Finalmente, en 1906 se 
llevó a cabo una nueva estructuración dentro del Ejército mediante la Ley de 
Reorganización.7 
 
 
1.1.2. Uruguay 
El período de construcción del estado-nación uruguayo comprende aproximadamente lo 
que va de 1829 a 1870. Durante ese lapso tuvieron lugar diversos enfrentamientos entre 
caudillos locales protagonistas de disputas entre las divisas o partidas8 tradicionales y no 
existía aún una unidad militar. Después de la Guerra de la Triple Alianza9 contra Paraguay 
 
4 Este conflicto tuvo como ejes centrales antiguos conflictos limítrofes entre Chile y Bolivia, así como los 
gravámenes por la explotación de los ricos yacimientos de guano y salitre en el desierto de Atacama. La 
participación de Perú en un principio fue en calidad de mediador, mas al firmar un tratado secreto con Bolivia 
se intensificó la crisis diplomática generando una guerra. Como consecuencia, Chile se anexó las provincias 
de Tarapacá , Arica y Tacna, esta última devuelta a Perú en 1929. Bolivia, por su parte, perdió la soberanía 
sobre el Océano Pacífico, cuestión que ha sido, desde entonces, objeto de constantes tensiones entre ese país y 
Chile. 
5 Petras, James, Política y fuerzas sociales en el desarrollo chileno, Buenos Aires, Amorrortu, 1969, p. 148. 
6 Mediante el servicio militar obligatorio se advierte una inclinación de las fuerzas armadas chilenas a 
fortalecer el antisocialismo. Este aspecto estuvo muy ligado a la postura del socialismo mundial con relación a 
los ejércitos y las guerras durante los primeros años del siglo XX. Las tendencias antimilitares y antibélicas 
expresadas por el socialismo europeo se vieron reflejadas en el socialismo y el anarquismo chilenos hasta la 
Primera Guerra Mundial. Ver: Arriagada, Genaro, El pensamiento político de los militares, Santiago, Centro 
de Investigaciones Socioeconómicas (CISEC) de la Compañía de Jesús en Chile, 1982, pp. 84-97. 
7 Ramírez Necochea, p. 50. 
8 Las divisas o partidas eran corrientes o grupos que expresaban distintas tendencias y afinidades políticas, 
fieles a un caudillo y que, si bien no conformaban partidos políticos, se desarrollaron hasta convertirse en 
ellos. Ver: Varela, Gonzalo, “La ruptura de la democracia en Uruguay”, en: Dutrénit Bielous, Silvia y 
Guadalupe Rodríguez de Ita (coords.), Asilo diplomático mexicano en el Cono Sur, México, Instituto de 
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1999, p. 49. 
9 El conflicto inició cuando el presidente paraguayo, Francisco Solano López, quiso intervenir en asuntos 
internos uruguayos apoyando al Partido Blanco, entonces en guerra civil contra el Colorado. Solano López 
solicitó a Argentina permiso para que sus tropas atravesaran parte del territorio argentino para dirigirse a 
Uruguay; lo cual fue negado en tanto eso significaría que Argentina dejara de lado su política de neutralidad. 
Paraguay invadió la provincia argentina de Corrientes, con lo que este país se vio forzado a ingresar en la 
 8
(1865-1870), un núcleo de oficiales formó la guarnición de Montevideo, en torno de la cual 
giraba la profesión militar de la época,10 y se constituía como una élite familiarizada con las 
situaciones políticas. Aunque en 1875 los militares asumieron el control del gobierno, la 
institución castrense no había terminado de conformarse; incluso, el Estado uruguayo 
todavía se encontraba en una etapa de modernización. De 1876 a 1886 el militarismo 
estuvo presente en el gobierno como mecanismo de cambio, con dos militares como 
presidentes, pero con coparticipación civil; después “los civiles recuperaron totalmente la 
dirección estatal para no abandonarla hasta los años setenta del siglo XX.”11 
 
La etapa de profesionalización de las fuerzas armadas uruguayas se puede ubicar 
entre 1875 y 1919, período en que fueron creadas la Academia Militar y la Escuela Naval. 
Esta etapa culminó con la reforma militar, que obligó a pasar a retiro a un alto número de 
oficiales sin destino.12 A partir de ahí, la preparación de los oficiales mejoró mediante la 
obligación de tomar cursos de perfeccionamiento.Posteriormente, el período que va de 1920 a 1932, se caracterizó por la división de 
la institución militar en el Ejército y la Marina como dos servicios autónomos. En dicha 
etapa, la relevancia de las fuerzas armadas como actor político disminuyó notablemente; 
sobre todo por una cierta inclinación antimilitar surgida desde la sociedad civil que miraba 
como poco prestigiosa a la profesión castrense. Por otra parte, la forma en que los militares 
uruguayos se visualizaban en esa etapa, era fiel a las tempranas tradiciones democráticas 
que caracterizaron a esa nación. De manera que en una situación de estabilidad política no 
había muchas razones para que los militares optaran por un papel más protagónico. 
 
 
1.1.3. Argentina 
A diferencia de Chile y Uruguay, en la historia argentina los militares se han mostrado 
mucho más ligados a la actividad política con presencia directa en gestión del Estado. Si 
bien el factor militar ha estado presente en la vida política argentina desde bastante tiempo 
atrás, las razones no han respondido siempre a un mismo patrón. El concepto de las fuerzas 
armadas argentinas como órgano portador de los valores patrióticos tuvo sus primeros 
orígenes en la búsqueda de una identidad nacional durante la segunda década del siglo XIX. 
La evolución de las fuerzas armadas argentinas transcurrió de manera paralela al proceso de 
definición del Estado. Los primeros cuerpos armados posteriores a la independencia, las 
llamadas montoneras o guerrillas gauchas, respondían a intereses de tipo regional o 
provincial bajo el mando de caudillos, durante las luchas entre Buenos Aires y el interior. 
“Si bien este enfrentamiento duró hasta la década del setenta, ya con la Confederación se 
 
guerra y reforzar su alianza con Brasil. La contienda concluyó con la derrota de Paraguay, perdiendo gran 
parte de su territorio y registrando graves pérdidas humanas. 
10 Rial, Juan, Estructura legal de las Fuerzas Armadas del Uruguay. Un análisis político, Montevideo, Centro 
de Informaciones y Estudios del Uruguay (CIESU)-PEITHO, 1992, p. 6. 
11 Dutrénit Bielous, Silvia, Uruguay. Una historia breve, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María 
Luis Mora, 1994, p.186. 
12 El cuerpo de oficiales se redujo mediante las leyes de ascensos y la ley de jerarquías y retiros (1919); 
además se generó el nivel de oficiales subalternos, donde había oficiales de origen “no profesional”. Rial, 
Juan, “Los militares en tanto ‘partido político sustituto’”, en: Varas, Augusto (coord.), La autonomía militar 
en América Latina, Caracas, Editorial Nueva Sociedad, 1988, p. 200. 
 9
dio lugar a una recreación de un ejército nacional, al ponerse todas las fuerzas 
provinciales bajo el mando del gobierno nacional (1853)”.13 Posteriormente, hasta finalizar 
el siglo, el ejército participó en diversas acciones como apaciguamiento de levantamientos 
en las provincias, la ya mencionada Guerra de la Triple Alianza y la guerra contra los 
indios.14 Para este último episodio, conocido como la Campaña del Desierto (1879), los 
soldados irregulares prácticamente habían desparecido. En el proceso de profesionalización 
de las fuerzas armadas se ubican varios momentos de importancia como la creación de 
distintas escuelas y ministerios, y de gran significado, la obligatoriedad del servicio militar 
sancionada, en 1901, mediante la Ley Richieri. 
 
En los tiempos en que tenía lugar la creación de ejércitos modernos y su 
profesionalización, Argentina era receptora de una gran ola inmigratoria como parte de un 
proyecto de desarrollo económico mediante el poblamiento de zonas que se hallaban 
vacías. La llegada de gente de distintos países europeos condujo a una serie de 
modificaciones en las estructuras jurídicas. Aunque la ola inmigratoria respondía a una 
anterior creencia de que gobernar es poblar, bien pronto se vio que el nacionalismo fue 
adoptado por las fuerzas armadas como los primeros episodios de participación en temas 
políticos. De manera similar a los casos chileno y uruguayo, las clases trabajadoras 
empezaron a movilizarse desde los últimos años del siglo XIX. Es necesario destacar que 
en la composición de la población argentina de aquel entonces los inmigrantes europeos 
(especialmente italianos y españoles) ocupaban una parte significativa; muchos de ellos 
traían consigo tradiciones de tipo anarquista que más adelante se reflejan en los primeros 
movimientos obreros. Conforme fue aumentando la combatividad de las clases 
trabajadoras, la represión por parte del gobierno comenzó a adquirir actitudes más 
extremas. Para los primeros años del siglo XX se vinculaba a las agitaciones sindicales con 
los extranjeros. Además de recurrir al estado de sitio en numerosas ocasiones, en el marco 
jurídico se tomaron medidas importantes como la Ley 4144, llamada Ley de Residencia 
(1902), que “autorizaba la expulsión de cualquier extranjero cuya conducta amenazara la 
seguridad nacional o perturbara el orden público, así como permitía vedar la entrada al 
país de todo extranjero con antecedentes en tal sentido”;15 o la Ley de Defensa Social, 
aprobada en 1910, como una medida “tendiente a reprimir a los denominados como 
‘agitadores externos’”.16 
 
Dentro de la particular noción de nacionalismo de las fuerzas armadas argentinas, la 
definición del “enemigo” la constituía un elemento externo que ya se encontraba dentro del 
país. Primero el anarco-sindicalismo, después el ejemplo de la revolución rusa, los 
movimientos obreros y más tarde los socialistas serían los objetivos principales a ser 
eliminados para preservar los intereses nacionales y los valores como el orden social. De 
acuerdo con esto, y como lo plantea Carina Perelli, contrario a lo que generalmente se ha 
 
13 Rodríguez, Leopoldo F., Inmigración, nacionalismo y Fuerzas Armadas, Tesis de maestría en Ciencia 
Política, México, UNAM, 1981, p. 61. 
14 Desde tiempos de la conquista tuvieron lugar enfrentamientos para tomar territorios de la Pampa y la 
Patagonia, que estaban habitados por distintos grupos indígenas. Durante la segunda mitad del s. XIX se 
realizaron varias campañas militares destinadas a ganar los territorios mencionados con el objetivo de 
poblarlos, muchas veces mediante el aniquilamiento de indígenas. 
15 Rodríguez, Leopoldo F., p. 86. 
16 Ibid. 
 10
creído, “el anticomunismo de los militares en el Cono Sur no es mero resultado de la 
Guerra Fría [...] primero se ve el antianarquismo, después el antisocialismo y finalmente el 
anticomunismo”.17 
 
Hasta aquí se ha visto de forma resumida, de qué modo las fuerzas armadas conosureñas se 
constituyeron en instituciones y cómo su actividad política respondió más a situaciones 
originadas dentro de disputas entre grupos civiles por el poder. Sin embargo, su politización 
–relativamente escasa, en especial en Chile y Uruguay- surge precisamente de dichas 
situaciones al simpatizar con ciertas tendencias en disputa, no de manera generalizada, sino 
creando similares divisiones internas. Hay que agregar que en el proceso de modernización 
y en el de politización, la situación internacional y, por ende, la cuestión ideológica son 
elementos que en mucho determinarán el papel que las fuerzas armadas juegan en los 
sucesos de los años setenta del siglo XX, donde se inserta la Operación Cóndor. 
 
La profesionalización de los sectores militares estaba ligada a la idea de que las 
fuerzas armadas son guardianes del ser nacional, poseedoras de los más grandes valores y 
tradiciones cívicos y, por tanto, encargadas de velar por su preservación y defensa. Siendo 
así, su carácter neutral en las decisiones políticas se ve cuestionado en algunos países, como 
en el Cono Sur, cuando por distintas situaciones esos valores y tradiciones se hallan 
amenazados desde su punto de vista.Entre los años veinte y treinta las instituciones 
militares aumentaron su visión política notablemente al haber adquirido más conciencia de 
los problemas nacionales. La gran depresión de 1929 no demoró en repercutir en las débiles 
economías de los países latinoamericanos, produciendo crisis y reacomodos en la política y 
en el plano social. Esto se hizo notar en las demandas de las clases trabajadoras, cuyas 
movilizaciones se incrementaron. Dadas las situaciones de inestabilidad y mostrándose los 
grupos dirigentes incapaces de ejercer control, las fuerzas armadas en ciertos países vieron 
allí la oportunidad de monopolizar el orden; generalmente sólo como una etapa transitoria 
para después devolver el poder, aunque en algunos casos de manera total. 
 
Un ejemplo es el primer golpe del siglo XX en Argentina. Anteriormente el partido 
Unión Cívica Radical ya había sido objeto de censura y represión, pero el derrocamiento de 
Hipólito Irigoyen, en 1930, fue apoyado por la oligarquía; es decir, el sector militar que en 
aquel momento se rebeló mostraba su insatisfacción con el statu quo y su simpatía por los 
grupos de la oligarquía. En Chile, la primera participación militar de importancia corrió por 
cuenta de un grupo de oficiales jóvenes cuando obligaron al Congreso, en 1924, a votar 
leyes de carácter progresista.18 Esto no significó que el total de los militares estuvieran de 
acuerdo con la medida. Por aquellos años, la tendencia marcada en la dirección estatal de 
algunos países era el nacionalismo. Desde el punto de vista militar, los cambios adoptados 
para las mejoras sociales sólo eran aceptados cuando se realizaran en forma ordenada y 
bajo tutela del Estado mismo. El caso uruguayo, por su parte, difiere mucho del argentino y 
el chileno por tratarse de un contexto político mucho más estable y por rasgos muy 
 
17 Perelli, Carina, From counterrevolutionary warfare to political awakening. The Uruguayan and Argentine 
armed forces in the seventies, Montevideo, PEITHO – Sociedad de Análisis Político, documento de trabajo 
No. 79, 1991, p. 4. 
18 En el pensamiento militar chileno en aquel momento se advierte una cierta compatibilidad entre la 
tendencia antioligárquica y la antisocialista, binomio que llevó a legitimación de la participación militar en 
asuntos políticos hacia 1924. Ver: Arriagada, op cit, pp. 92-93. 
 11
particulares expresados en sus fuerzas armadas respecto a su identidad y a su lugar en el 
Estado. Selva López explica que “la escasa consideración en que la sociedad tiene al 
ejército –él da seguridad pero no ‘status’- y el afán del ‘mimetismo civilista’ de sus propios 
integrantes, son correlativos a aquel rasgo definitorio que un idóneo en el tema gusta 
llamar ‘identidad difusa’”.19 De este modo, las fuerzas armadas uruguayas se mantuvieron 
al margen respetando la democracia representativa por un período prolongado. 
 
 
1.2. La influencia del contexto internacional. La Doctrina de Seguridad Nacional y su 
adaptación. 
Durante las primeras etapas de modernización de las fuerzas armadas conosureñas en la 
segunda mitad del siglo XIX, se produjo una tendencia a imitar los modelos militares 
franceses y alemanes. En el caso chileno, las fuerzas armadas expresaban gran admiración 
hacia el modelo francés, situación que cambió luego de la derrota francesa ante el ejército 
prusiano, en 1870-71, y de ahí en adelante se adoptaría a éste como modelo. Lo que se 
conoce como prusianización20 del ejército se produjo con más fuerza entre los militares 
chilenos, quienes mantuvieron una fuerte admiración hacia el modelo alemán hasta muy 
avanzado el siglo XX. No obstante, para mejorar la instrucción de jefes y oficiales del 
ejército se logró en 1858 que el gobierno francés pusiera a disposición del chileno una 
misión de oficiales que actuaran como instructores en diversas ramas; también se logró que 
cadetes de la Escuela Militar viajaran a Francia para su perfeccionamiento.21 Por otro lado, 
los militares uruguayos, como parte de su etapa de profesionalización, recibieron 
capacitación de misiones francesas y en algunos casos, asistieron a escuelas militares 
extranjeras.22 Si bien las fuerzas armadas argentinas recibieron menos aportes franceses en 
un principio, más adelante se verá que la doctrina militar francesa tendrá fuerte influencia 
en la segunda mitad del siglo XX, especialmente en técnicas de represión. Además, desde 
finales de la Segunda Guerra Mundial las tendencias sufrieron modificaciones como 
respuesta a los cambios hegemónicos. Estados Unidos se presentó en el escenario mundial 
en calidad de potencia militar y en adelante aumentaron sus intereses en América Latina 
como zona de influencia. 
 
Al concluir la Segunda Guerra Mundial se produjo un cambio en las relaciones entre 
Estados Unidos y los países latinoamericanos. Tras la etapa bélica, la dependencia 
económica de estas naciones hacia la potencia del norte llevó a crear un nuevo sistema de 
seguridad para el hemisferio. En 1947 se firmó en Río de Janeiro el Tratado Interamericano 
de Asistencia Recíproca (TIAR), estableciendo instrumentos jurídicos de solidaridad con el 
objetivo de afrontar cualquier agresión externa que pudiera poner en peligro la estabilidad 
del continente. Después de que estallara la Guerra de Corea, en 1951, Estados Unidos firmó 
pactos bilaterales de ayuda militar con varios países latinoamericanos en el marco de la Ley 
de Seguridad Mutua, que el Congreso de ese país aprobó ese mismo año. Dichos 
mecanismos facilitaron la transmisión de las ideas estadounidenses acerca su concepción de 
 
19 López Chírico, Selva, Dos movimientos históricos de las fuerzas armadas uruguayas: del centro a la 
periferia y de la periferia al centro, Tesis de maestría en Ciencias Sociales, México, FLACSO, 1982, p. 130. 
20 Los militares chilenos asimilaron diversos aspectos del Ejército prusiano, uno de ellos fue el servicio militar 
obligatorio. Arriagada, op cit, p. 71 y 96. 
21 Ramírez Necochea, op cit, p. 39. 
22 Rial, Juan, op cit, p. 199. 
 12
la seguridad hemisférica. Aunque en el texto del Tratado de Río no se menciona la palabra 
“comunismo” como un ente que pusiera en peligro la estabilidad continental, es posible que 
Washington comenzara a visualizar al comunismo como un peligro para América Latina 
hasta su intervención en Guatemala en julio de 1954, donde ayudó al derrocamiento del 
presidente Jacobo Arbenz.23 Unos meses antes, en la X Conferencia Interamericana 
celebrada en Caracas en marzo de 1954, Estados Unidos había logrado que se aprobara una 
resolución condenando el comunismo y declarando que “la instauración de un régimen 
comunista en el continente pondría en peligro la paz”.24 Pero, sin duda, fue la revolución 
Cubana el suceso que marcó un hito en la conducción de la política exterior 
estadounidense, diseñando las pautas para un nuevo proyecto político destinado a hacer 
frente al peligro de que el comunismo se extendiera continentalmente. La revolución 
triunfante no sólo resultó el comienzo de un régimen socialista a poca distancia del 
territorio estadounidense, sino un temor ante la activación de la izquierda, que registraba ya 
focos de guerrilla en algunos países. Esto también condujo a que el Pentágono modificara 
radicalmente sus estrategias para preservar la estabilidad del continente. 
 
La “amenaza comunista” bien pronto fue considerada en algunos círculos militares 
latinoamericanos como un elemento que ya no se hallaba lejos de sus países. Los ejércitos 
de la región, basándose en esto, redefinieron la figura del “enemigo externo” que a partir de 
ese momento se convirtió en un “peligro interno”. Una muestra de esta reestructuración 
ideológica es la serie de golpes de estado que tuvieron lugar en América Latina en la 
década del sesenta: Argentina (en 1962 y 1966), Perú, Guatemala, Ecuador, República 
Dominicana, Honduras, Brasil y Bolivia.25En este sentido, los conceptos referidos por las 
fuerzas armadas se centraron a los peligros que suponía el comunismo: la defensa nacional 
fue sustituida por la llamada seguridad nacional. Lo que aquí se observa es un cambio en la 
percepción de la amenaza por parte de los sectores militares en tanto que ya no lo hacen 
como brazo armado o como instrumento de un Estado, sino como un actor con ideas e 
impulsos propios. 
 
Este giro en las categorías y los conceptos utilizados por las instituciones armadas 
respondía, por una parte, al marco ideológico tomado de Estados Unidos; y por otro, a una 
adaptación de ese nuevo orden a las condiciones existentes en aquel momento en las 
realidades nacionales. No puede afirmarse que el cambio de la conceptualización utilizada 
por los militares conosureños se debió exclusivamente a la política estadounidense hacia 
América Latina; en este sentido hay que recordar que el antiizquierdismo no surgió con la 
Guerra Fría, sino que se reforzó. Además, otro factor determinante era la concepción que 
las fuerzas armadas tenían de sí mismas en lo que respecta a sus funciones. Dado que, 
desde que inició la segunda mitad del siglo XX, los conflictos por la definición de fronteras 
nacionales habían sido resueltos casi en su totalidad en América Latina, las funciones de las 
fuerzas armadas en el campo externo se habían reducido considerablemente, lo cual 
produjo una sensación de vacío. Por lo tanto, la recepción de los nuevos parámetros 
 
23 Aunque Arbenz no era comunista, durante su gobierno tuvieron lugar diversas reformas encaminadas a la 
modernización guatemalteca, algunas de las cuales enfrentaron el rechazo de grandes terratenientes y 
empresarios estadounidenses que veían peligrar sus intereses. 
24 D´Andrea Mohr, José Luis, Memoria Debida, Buenos Aires, Colihue, 1999, p. 38. 
25 Rouquié y Suffern, op cit, p. 291. 
 13
emanados de la Doctrina de Seguridad Nacional motivó a que los sectores castrenses se 
formularan un proyecto a largo plazo para sus labores en el ámbito doméstico. Sin 
embargo, lo sustantivo para su reforzamiento fue el clima de crecientes conflictos internos 
en estos países. 
 
La Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) tuvo como base a la geopolítica, es decir, 
un conjunto de métodos y principios que ofrecen mecanismos favorables a los intereses 
nacionales. Intereses que dejan de ser aquellos que se vinculan únicamente con el espacio y 
su expansión, por colocar como prioridad a la seguridad y así cuidar la permanencia de un 
Estado.26 Bajo estos nuevos parámetros, se deja atrás la defensa militar de un Estado frente 
a otros y el nuevo objetivo y sus mecanismos ya no están en el territorio físico, sino en la 
propia sociedad y sus espacios públicos. De este modo, la geopolítica proporcionaba los 
métodos para formular una política nacional que debía regir sobre todos los ámbitos 
estatales. Al ser esta política de carácter preventivo más que defensivo, se produce una 
estrecha vinculación entre el quehacer político y los sectores militares, a tal grado que se 
verá que en algunos casos los militares ejercen el control total de un país, aún en aquéllos 
donde anteriormente habían tenido escasa o nula participación. 
 
Así, la DSN27 se puede definir como una concepción ideológica totalizadora a partir 
del deseo de ejercer el control de la sociedad y sus espacios como un todo. Del mismo 
modo, la DSN concebía las guerras modernas como guerras totales, que implicaban los 
ámbitos político, económico y psicosocial. De ahí que para enfrentar esa modalidad de 
guerra, la solución atañe a todos los individuos de una nación por igual, dándoles 
responsabilidades y creando una conciencia de seguridad nacional.28 Considerando la 
coyuntura internacional en la Guerra Fría, esto implicaba ganar los espacios que se suponía 
estaban siendo invadidos por el avance comunista, según los defensores de esa doctrina. 
Esta postura más estratégica que política determinaba el curso del desarrollo abarcando 
todas las esferas, incluso los recursos económicos, definiendo los objetivos nacionales que 
había que alcanzar. Para lograr estas metas –a corto y a largo plazo- se veía la posibilidad 
de que el desarrollo y la seguridad se colocaran, inclusive, como antagónicos dentro de las 
prioridades fijadas: “el Estado, concebido como un ente político-jurídico que ejerce 
jurisdicción sobre la Nación que lo instituye, tiene la tarea de imponer disciplina y 
 
26 La geopolítica toma en cuenta el espacio físico con el objetivo de determinar las condiciones que pueden 
aprovecharse para el progreso creciente y la seguridad interna y externa de un Estado. El espacio “estatal-
territorio” –en palabras del general brasileño Golbery do Couto e Silva- no se debe limitar simplemente al 
espacio físico, ya que, en términos geopolíticos, el interés se centra en el espacio político en toda su plenitud. 
Ver: Cavalla Rojas, Antonio, “La ‘Sorbonne’ de Brasil: El general Golbery”, en: Cavalla Rojas, Antonio, 
Geopolítica y Seguridad Nacional en América, México, UNAM, 1979, pp. 117-119. 
27 La Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) tiene sus orígenes a fines de la Segunda Guerra Mundial, 
materializándose inicialmente a través de la Doctrina Truman, dando inicio a la Guerra Fría. La DSN heredó 
muchas de las ideas de Nicholas Spykman, geoestratega estadounidense que planteaba que la supervivencia 
de su país como potencia hegemónica dependía de una política que abordara los aspectos ideológicos, 
políticos, psicológicos, económicos y militares del Estado que, a su vez, influyera en la situación de otros 
Estados. En cuanto a América Latina, la DSN aparece en Brasil adaptada al contexto local en 1964, siendo su 
principal ideólogo el general Golbery do Couto e Silva, formado en academias de guerra estadounidenses y 
quien retomó las ideas de Spykman, como el concepto de la guerra total. Ver: Uribe Ortega, H. Graciela, 
Geografía Política. Verdades y falacias de fin de milenio, México, Nuestro Tiempo, 1996, pp. 144-150. 
28 Medina Lois, Alejandro, “La Doctrina de Seguridad Nacional”, en: Cavalla, op cit, p. 307. 
 14
organizar los recursos del país, de modo de promover la realización y conservación de los 
Objetivos Nacionales”.29 
 
Jorge Tapia cita dos ejemplos de la aplicación de la DSN en América Latina. El 
“Glosario” preparado por la Escuela Superior de Guerra de Brasil contiene una definición 
oficial de la doctrina: “el conjunto de conceptos básicos, principios generales, procesos y 
normas de conducta que permiten orientar los estudios, la formulación y el 
desenvolvimiento de la política de seguridad nacional”.30 En un artículo publicado en la 
revista Mensaje, órgano oficial de la iglesia católica chilena, la concepción brasileña de la 
doctrina se define del siguiente modo: “síntesis total de todas las ciencias humanas, una 
síntesis dinámica capaz de proporcionar un programa completo de acción en todas las 
áreas de la vida social; una síntesis entre política, economía, ciencias psicosociales, 
estrategia militar. Se propone determinar los criterios definitivos en todas las áreas de la 
acción desde el desarrollo económico hasta la educación o la religión. En el mundo 
moderno sólo el marxismo tuvo una pretensión semejante a la ciencia total y la conducción 
total de la sociedad”.31 
 
El triunfo de la revolución Cubana despertó tanto en Washington, como en diversos 
sectores políticos latinoamericanos, un gran temor a la repetición de regímenes de 
inclinación izquierdista. En respuesta se buscaron alternativas políticas y económicas para 
neutralizar el peligro de que el comunismo se extendiera por el continente. Ya fuera 
mediante el desarrollo de técnicas en materia de contrainsurgencia para la capacitación de 
las fuerzas armadas latinoamericanas o mediante reformas económicas como el programa 
de Alianza para el Progreso, con el cual se buscabalograr un marcado crecimiento de los 
créditos públicos estadounidenses para América Latina. Sin embargo, el éxito 
propagandístico del que había gozado dicho programa bien pronto se diluyó en tanto que la 
Guerra Fría se agudizaba y Estados Unidos, previniendo una creciente revolución social en 
la región, optó por dar su apoyo a las fuerzas del orden establecido en las crisis surgidas del 
cada vez mayor desequilibrio. Estados Unidos trataba de justificar su posición ante la 
revolución cubana dentro de la lógica bipolar: más que oponerse a un proyecto 
revolucionario, se oponía a la implantación de un régimen afín al bloque rival en una zona 
que consideraba bajo su hegemonía.32 En esta búsqueda de alternativas, y tratando de 
establecer un nuevo orden político lo suficientemente sólido para enfrentar los peligros del 
momento, algunos sectores consideraron que había llegado el momento de rediseñar el 
Estado con base en la ideología de la Seguridad Nacional, dado que proporcionaría los 
elementos aptos para preservar la civilización occidental y proteger a sus países del 
comunismo. 
 
Se puede afirmar que Brasil fue un lugar idóneo para experimentar el nuevo orden; 
su inicio se dio tras el golpe de 1964. Las condiciones para una intervención militar se 
fueron perfilando desde unos años atrás, bajo la administración de Kubitscheck. Para 1964 
 
29 Braga, Antonio Saturnino, Elementos políticos do Poder Nacional, citado por Tapia Valdés, Jorge A., El 
terrorismo de Estado. La doctrina de la Seguridad Nacional en el Cono Sur, México, Editorial Nueva Imagen 
– Nueva sociedad, 1980, p. 118. 
30 Ibid, p. 103. 
31 Ibid, p. 104. 
32 Halperin Donghi, Tulio, Historia Contemporánea de América Latina, México, Alianza, 1987, pp. 488-491. 
 15
fue diseñado tanto por civiles como por militares, un programa político y económico de 
largo alcance, creando las bases necesarias para establecer en el continente el primer 
régimen basado en las concepciones de la Seguridad Nacional.33 Luis Maira se refiere a 
este suceso en Brasil como parteaguas en la historia latinoamericana, ya que lo considera 
como el inicio de una nueva etapa en el acceso de los militares al poder, especialmente en 
Sudamérica. En ese sentido, sostiene que el estado de Seguridad Nacional “aparece así 
como una forma particular de Estado de excepción que se funda en el principio de la 
guerra interna permanente [...] el rasgo fundamental de la segunda posguerra es una 
confrontación entre dos civilizaciones inconciliables: la democracia capitalista del ‘mundo 
libre’ y el ‘totalitarismo’ comunista de la Unión Soviética [...], lo cual hace que en el 
mundo actual no sólo exista una pugna entre dos superpotencias que [...] se disputan la 
primacía del mundo, sino un desafío en torno a las pautas mismas de la organización del 
Estado y la sociedad en escala global”.34 
 
Los mecanismos de difusión de los nuevos parámetros de seguridad hemisférica no 
requirieron forzosamente del aumento de presupuestos por concepto de material bélico. En 
este sentido, la difusión por vía ideológica tuvo mayores resultados. La DSN se expandió a 
nivel continental mediante el paso de militares latinoamericanos por academias y centros de 
instrucción militar estadounidenses, entre otros, la Escuela de Guerra de Fort Bragg en 
Carolina del Norte, la Escuela de Asuntos Civiles y Gobierno Militar de Fort Gordon en 
Georgia, la Academia Interamericana de las Fuerzas Aéreas en la Base Albrock y, sobre 
todo, la United States Army School of the Americas (USARSA) en la Zona del Canal de 
Panamá. En el período comprendido de 1960 a 1975 fueron adiestrados en la USARSA 613 
oficiales argentinos, 3573 bolivianos, 349 brasileños, 2130 chilenos, 1038 paraguayos y 
920 uruguayos.35 
 
La definición del comunismo como enemigo podía variar de un país a otro, 
dependiendo de los procesos locales. Aunque, en esencia, la amenaza que representaba era 
la misma. Por eso no era extraño escuchar o leer que el comunismo avanzaba en forma de 
un complot mundial contra la civilización occidental y cristiana. Las fuerzas armadas 
conosureñas visualizaban que la amenaza del comunismo estaba potencialmente presente 
en todas las esferas y niveles de la acción humana. Según esta concepción, dicha amenaza 
ya no se debía combatir en campos de batalla como en la guerra convencional, sino que se 
veía al mundo como terreno de lucha permanente entre el movimiento comunista 
internacional y el orden establecido en peligro de ser subvertido por aquél. Así lo definió el 
teniente general Luis Vicente Queirolo, quien fuera comandante en jefe del Ejército 
uruguayo: “Todo el que se oponga al orden verdadero será subversivo [...] allí donde está 
el error, está la subversión”.36 Más tarde, durante la XIV Conferencia de los Ejércitos 
Americanos en 1981, la postura oficial del Ejército uruguayo definía la subversión como: 
“[...] la acción destinada a socavar la fuerza militar, económica, psicológica, moral o 
 
33 Maira, Luis, “El Estado de Seguridad Nacional en América Latina.”, en: González Casanova, Pablo 
(coord.), El Estado en América Latina, teoría y práctica, México, Siglo XXI, 1990, p. 114. 
34 Ibid, p. 116. 
35 D´ Andrea, op cit, p. 40. 
36 Perelli, Carina, “La percepción de la amenaza y el pensamiento político de los militares en América del 
Sur”, en: Goodman, Louis W, Johana Mendelson y Juan Rial (comps.), Los militares y la democracia, 
Montevideo, PEITHO, 1990, p. 144. 
 16
política de un régimen. El Ejército del Uruguay identifica la subversión como acciones 
violentas o no desarrolladas con fines últimos de naturaleza política en todos los campos 
de la actividad humana que se manifiestan en el ámbito interno de un estado y cuyas 
finalidades se perciben como convenientes para el sistema político global.”37 
 
Hay que mencionar que la ideología adquirida por los militares conosureños, 
además de adaptar los modelos de la DSN, tomó otros elementos teóricos de origen 
europeo. Ejemplo de esto son las interpretaciones de la nueva modalidad de la guerra. 
Siguiendo con esto, la “guerra subversiva” significaba una guerra total en la que el objetivo 
principal era la conquista de la sociedad, desde lo privado hasta lo público, desde su mente 
hasta sus acciones. El enemigo ya no estaba representado por un ente personal bien 
definido, sino que se valía de diversos mecanismos para filtrarse entre la población: “El 
enemigo es indefinido, usa mimetismos, se adapta a cualquier ambiente y usa todos los 
medios, lícitos o ilícitos, para lograr sus objetivos. Él se disfraza de sacerdote, de alumno, 
o de campesino, de vigilante defensor de la democracia o de intelectual avanzado [...]; va 
al campo y a las escuelas, a las fábricas y a las iglesias [...] usará si es necesario el 
uniforme o el traje civil; en fin, hará cualquier papel que considere conveniente para 
engañar, mentir y atrapar la buena fe de los pueblos occidentales”.38 Estos conceptos de 
“guerra subversiva”, “guerra antisubveriva” y “guerra contrarrevolucionaria” fueron 
absorbidos desde fines de los años cincuenta por los militares argentinos de sus pares 
franceses que habían vivido las experiencias coloniales francesas, en Indochina y Argelia. 
Los primeros alumnos americanos que recibieron las doctrinas y los métodos de la Batalla 
de Argel en la Escuela de Guerra de París fueron argentinos. Estos métodos se exportaron a 
la Escuela Superior de Guerra de Buenos Aires en 1959, mediante un acuerdo en base al 
cual se creó una misión militar francesa permanente en la sede del Estado Mayor argentino 
para impartir estas doctrinas. Dos años más tarde se organizó el Primer Curso 
Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, en el que participarían militares de 
catorce países, incluido Estados Unidos.39 Estas doctrinas se pusieron en práctica en 
Argentina y Uruguay cuando aparecieron movimientos armados. Fue entoncesque desde 
las filas de oficiales más jóvenes se adquirió una conciencia mayormente definida de sus 
roles mediante una justificación con bases político-ideológicas. Para los oficiales que 
pondrían en práctica las doctrinas en boga, los medios empleados -del tipo que fueran- 
estaban legitimados en nombre de la defensa de la civilización occidental y de los valores 
democráticos. 
 
A este orden de conceptos hay que añadir el factor religioso que llegaba a vincularse 
a los elementos que era necesario defender; especialmente en Argentina donde algunos 
oficiales relacionaban a la subversión y al comunismo con el demonio, lo cual otorgaba al 
papel de los militares algo cercano a un mandato divino o providencial. Según esta visión 
mesiánica, no debía permitirse que la subversión y la revolución afectaran negativamente al 
orden natural y moral de la sociedad, ya que esto se consideraba atentar contra las leyes 
 
37 Ibid, p. 145. 
38 Gral. Breno Borges Forte, en Estrategia, año 5, No. 24, septiembre-octubre 1973, Buenos Aires, citado por 
Perelli, op cit, p. 146. 
39 Robin, Marie-Monique, “El rol francés en la guerra sucia”, Página 12, Buenos Aires, 4 de septiembre de 
2003. 
 17
divinas. De ahí que, “en una situación extrema, es preferible matar a la persona en vez de 
permitirle vivir en el error y perder su alma [...] El liberalismo, equivocado en sí mismo, es 
incapaz de defender contra el mayor mal: el comunismo.”40 Esta interpretación corresponde 
al pensamiento católico integrista, de origen principalmente español. En este sentido, Luis 
Maira describe este tipo de pensamiento entre los militares como un catolicismo cerrado y 
tradicional en el que “predominan los valores que asocian la religión con la defensa del 
orden establecido, particularmente las categorías de ‘propiedad privada’ y ‘familia’. 
Semejantes concepciones van acompañadas por la idea de que la jerarquía eclesiástica 
debe establecer una relación preferente con las autoridades políticas de origen militar y 
que al proclamarse éstas como oficialmente católicas deben merecer un respaldo oficial de 
la Iglesia, de todos sus actos [...].”41 Así, el marxismo quedaba vinculado a lo diabólico, 
porque se consideraba que movía al individuo a actuar en contra de sus principios e 
intereses con la finalidad de una incomprensible “emancipación”.42 No obstante, no hay que 
olvidar que este vínculo entre lo religioso y las prácticas autoritarias de los militares que 
tomaron el poder en el Cono Sur, no fue bien visto por ciertos sectores eclesiásticos y que 
incluso, a pesar de las presiones de las que eran objeto, no dudaron en denunciar los 
excesos cometidos. 
 
Hasta aquí se ha visto cómo se ha desarrollado la participación de los militares conosureños 
en asuntos políticos, en base a las circunstancias particulares de cada país y tomando en 
cuenta la influencia del contexto internacional. En las líneas que siguen se verán las 
condiciones en las que se produjeron golpes de Estado en Argentina, Chile y Uruguay en la 
década de los setenta. 
 
 
1.3. Hacia las dictaduras de Seguridad Nacional 
Durante los primeros años de la década del setenta se desarrolló un conjunto de condiciones 
en algunos países del Cono Sur de América que fueron la antesala de la instauración de 
dictaduras de Seguridad Nacional. En Brasil los momentos previos al golpe de Estado de 
1964, contra João Goulart, se caracterizaron por una situación de desestabilización. 
Elementos similares se repitieron después en otros países de la región donde las fuerzas 
armadas tomaron el poder. El brasileño no fue el primero ni el único golpe de Estado 
ocurrido en América Latina en ese período,43 pero podría afirmarse que fue el precursor de 
las dictaduras de Seguridad Nacional. En contraste, y debido a las condiciones sociales y 
políticas particulares de cada país, los militares llegaron al poder en algunas naciones con 
proyectos que tendían más al nacionalismo o al reformismo. Dos casos que ejemplifican 
esta inclinación reformista y populista por parte de la institución castrense, fueron Perú, con 
el general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), y Bolivia, con el breve gobierno del general 
 
40 Perelli, Carina, From counterrevolutionary warfare to political awakening. The Uruguayan and Argentine 
armed forces in the seventies, Montevideo, PEITHO – Sociedad de Análisis Político, documento de trabajo 
No. 79, 1991, p. 10. 
41 Maira, op cit, p. 121. 
42 Moulian, Tomás, Chile Actual: Anatomía de un mito, Santiago, Lom – ARCIS, 1997, p. 169. 
43 Como se señaló en páginas anteriores, además del brasileño, se registraron otros siete golpes de Estado en 
la década de los sesenta. 
 18
Juan José Torres (1970-1971). La presencia de gobiernos de corte “peruanista”44 se vio 
como una amenaza izquierdista en la región, según algunos militares y políticos 
latinoamericanos que habían adoptado la DSN. Desde Washington la postura frente al 
peligro en que podrían estar sus intereses estratégicos fue moldeando su política exterior 
para la región. En 1964, el secretario adjunto de Asuntos Latinoamericanos de Estados 
Unidos, Thomas Mann, mencionó que “ya no se trataba de imponer en todos los casos la 
democracia representativa, sino de contar con aliados seguros”.45 Así, los golpes militares 
dejaban de ser mal vistos y los ejércitos latinoamericanos, como instrumentos políticos, 
adquirían reconocimiento por su eficacia. 
 
 
1.3.1. Chile 
Siendo un país en el que ciertos recursos naturales eran explotados por empresas 
extranjeras, buena parte del poder económico quedó fuera de las manos de las clases 
dirigentes locales. Hacia la última parte del siglo XIX, al posibilitar la disociación de los 
poderes político y económico, se logró la autonomía del sistema representativo, que fue la 
base de la estabilidad que caracterizó a Chile durante la mayor parte del siglo XX.46 Se 
formó así un Estado enriquecido por los impuestos por parte de las empresas –
principalmente británicas- que explotaban recursos como el salitre y el cobre.47 La 
democracia que allí funcionaba se basaba en el voto restringido. Al no haber mayor peligro 
de conflictos entre las clases dominantes, las clases medias pudieron acceder a la estructura 
estatal y al sistema electoral con más facilidad, conformando un sector burocrático bastante 
amplio; aunque esto no significó que la participación electoral generara una movilización 
política fuerte. Por otra parte, los sectores obreros tenían poco espacio participativo y sus 
agrupaciones eran más bien radicales. Desde los últimos veinte años del siglo XIX los 
obreros llevaron a cabo sus primeros intentos de organización política, con fuerte influencia 
del anarco-sindicalismo y, posteriormente, del socialismo. El sistema político chileno no 
estuvo del todo exento de los conflictos de clase y la movilización obrera se enfrentó a la 
intolerancia de algunos sectores. Grandes dirigentes del movimiento obrero, como Luis 
Emilio Recabarren, fueron arrestados y se registraron episodios violentos, como la masacre 
de la Escuela de Santa María de Iquique en 1907, durante la cual las fuerzas armadas 
reprimieron una huelga de trabajadores, y provocando la muerte de unas 3,600 personas. 
 
Caracterizado por una consolidación temprana del Estado, en comparación con las 
naciones vecinas, el rasgo que más destacó de la historia chilena del siglo XX, hasta 1973, 
fue su estabilidad política, basada en el funcionamiento de un sistema de partidos 
policlasistas. El período que transcurrió entre 1932 y 1970 se caracterizó por un 
funcionamiento normal, sin derrocamientos violentos, de los gobiernos que se encontraban 
en el poder, y por procesos electorales realizados sin mayor cuestionamiento y por un 
sistema político restringido. No obstante, entre 1948 y 1957, el Partido Comunista estuvo 
 
44 El término “peruanista”era utilizado por los militares latinoamericanos al referirse al experimento populista 
de las fuerzas armadas peruanas en el poder. Perelli, op cit, 1991, p. 7. 
45 Halperin, op cit, p. 503. 
46 Rouquié, Alain, El Estado militar en América Latina, México, Siglo XXI, 1986, p. 253. 
47 Inglaterra ejercía un fuerte control sobre la comercialización de la producción nacional chilena, pero no 
sustituyó a las oligarquías locales que eran propietarias de la base productiva, con la excepción del sector 
minero, en el que coexistían propietarios locales e inversionistas extranjeros. 
 19
proscrito y sus militantes fueron perseguidos. Cabe recordar que los militares fueron 
marginados de la política, quedando subordinados al Estado, desde 1932, en parte por un 
rechazo generalizado a su actividad política durante la dictadura de Carlos Ibáñez del 
Campo (1927-1931). En 1938, el Frente Popular (FP), conformado por los partidos 
Comunista y Socialista, en alianza con el Partido Radical, llegó al poder con su candidato 
Pedro Aguirre Cerda. La coalición llegó a su fin en tanto Chile se adaptaba a la coyuntura 
internacional y la ilegalización del Partido Comunista en 1948 produjo una crisis en el 
sistema de partidos.48 
 
En 1957 se creó la Democracia Cristiana, que en adelante tendrá un papel 
importante. Las elecciones de 1958, en las que resultó triunfador Jorge Alessandri, 
representante del Frente Democrático y apoyado por conservadores y liberales, esbozaron 
los enfrentamientos electorales para 1964 y 1970. El hecho de que Salvador Allende 
obtuviera unos votos menos que Alessandri en los comicios de 1958, hacía factible el 
posterior triunfo de la izquierda; incluso, en las elecciones municipales de 1963 se pudo 
notar un desplazamiento gradual de los votantes hacia esa tendencia.49 Sin embargo, la 
victoria, en 1964, fue para el demócrata-cristiano Eduardo Frei Montalvo, quien debió 
enfrentar el estancamiento económico que sufría el país. La Democracia Cristiana había 
logrado un lugar importante al ser percibida como una opción o punto medio entre el orden 
establecido y las tendencias socialistas. Su campaña impulsaba un anticomunismo bastante 
burdo y es sabido que recibió financiamiento por parte de la CIA.50 Bajo el slogan de 
“Revolución en libertad”, Frei ganó popularidad entre sectores marginados acercándolos a 
la participación, impulsó la nacionalización del cobre, promulgó la reforma agraria de 1967 
y fomentó los sindicatos de campesinos. Debido a esto los grupos de la derecha se sintieron 
traicionados, ya que, en un principio habían dado su apoyo a la candidatura de Frei ante el 
temor de un triunfo para el Frente de Acción Popular, encabezado por Salvador Allende, y 
en el transcurso del gobierno demócrata-cristiano los grandes terratenientes se vieron muy 
afectados por las reformas. Al no haber logrado la totalidad de los objetivos planteados, la 
Democracia Cristiana sufrió divisiones y los sectores populares se inclinaron hacia la 
izquierda, con lo cual hubo quien afirmó que Frei abrió la puerta al comunismo. Si bien se 
había logrado que esas bases populares tuvieran una mayor participación, posteriormente el 
gobierno se mostró incapaz de controlarlas mientras los conflictos sociales se 
incrementaban. 
 
Con lo anterior puede advertirse que el tradicional sistema de partidos, que por años 
dio a Chile un carácter estable políticamente hablando, ya había iniciado un proceso de 
fragmentación. Rouquié afirma que al interior de la derecha se desarrollaba una ‘nueva’ 
ideología antidemocrática que asignaba al ejército un papel más acorde con los “peligros” 
del momento.51 En medio de un clima de conflicto social, hacia fines de la presidencia de 
 
48 Yocelevzky, Ricardo A., Chile: partidos políticos, democracia y dictadura. 1970-1990., Santiago, Fondo 
de Cultura Económica, 2002, p. 45. 
49 Petras, op cit, p. 103. 
50 La CIA gastó más de 2.6 millones de dólares para apoyar la candidatura de Frei. Más de la mitad de la 
campaña del demócrata-cristiano fue financiada por Estados Unidos, al parecer, sin que él lo supiera. Véase el 
informe del Senado estadounidense, Covert Action in Chile, 1963-1973, 18 de diciembre de 1975, pp. 10-15, 
en: www.derechos.org/nizkor/chile/doc/encubierta.html 
51 Rouquié, op cit, p. 260. 
 20
Frei, tuvo lugar en Santiago la rebelión del Regimiento Tacna encabezada por el general 
Viaux, en oposición a la reducción del presupuesto militar y de sus salarios. Aunque ese 
hecho pudo percibirse como una reivindicación estrictamente económica, fue quizá un 
indicio de que algunos sectores castrenses ya no estaban dispuestos a mantenerse neutrales 
y subordinados. Por otra parte, la crisis del sistema de partidos también se puede ilustrar a 
través del surgimiento de fuerzas extrapartidistas. La creciente polarización interna –en 
parte, reflejo de la coyuntura internacional- y el desencanto ideológico hacia los partidos 
que algunos sectores percibían, hicieron que éstos buscaran otros medios de participación 
política. Por ejemplo, la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en 
1965, unió a fracciones de juventudes socialistas con grupos marxistas extraparlamentarios 
y con disidentes comunistas y socialistas de décadas anteriores.52 El Movimiento de Acción 
Popular Unitaria (MAPU) surgió de una escisión de sectores juveniles de la Democracia 
Cristiana cuando el partido en el gobierno empezó a favorecer a grupos de la derecha.53 En 
la derecha sucedió algo similar al reunirse, fuera del Partido Nacional, grupos de integristas 
católicos, nacionalistas, e incluso de tendencias fascistas y violentas como el denominado 
Patria y Libertad, que operaba como grupo desestabilizador. 
 
Al aproximarse las elecciones de septiembre de 1970 se visualizaba una contienda 
entre las mismas tres fuerzas que caracterizaron a los sufragios anteriores, sin embargo 
éstas habían sufrido algunas modificaciones y reestructuraciones durante los últimos años. 
Además la ruptura entre el centro -la Democracia Cristiana- y la derecha se evidenció aún 
más y significó un factor importante en la victoria –aunque no abrumadora- de la Unidad 
Popular, encabezada por Salvador Allende, que reunía a los partidos Comunista, Radical y 
Socialista. Esta vez la derecha, a través del Partido Nacional,54 decidió no apoyar a la 
Democracia Cristiana y designó de nuevo como candidato a Jorge Alessandri. Los 
demócrata-cristianos, por su parte, llegaron a la contienda de 1970 bastante divididos y 
reducidos debido a que algunos sectores habían salido de sus filas, como Izquierda 
Cristiana y el MAPU, para formar parte de la Unidad Popular. Al haber ganado la Unidad 
Popular con una pequeña diferencia de votos contra Alessandri (37% contra 35%), el 
resultado final debía decidirse en el Congreso, ya que el sistema electoral consideraba una 
primera vuelta directa, a través del voto popular, y una segunda, indirecta, por vía 
parlamentaria, que debía decidir entre los candidatos que habían obtenido las dos primeras 
minorías. Nuevamente, la decisión final quedó en manos de la derecha y la Democracia 
Cristiana mediante un pacto de bloqueo propuesto por la derecha. Dicha medida suponía la 
elección de Alessandri en el Congreso, después renunciaría por motivos de salud y 
posteriormente se convocaría a nuevas elecciones en las que la derecha apoyaría a la 
Democracia Cristiana.55 
 
Finalmente la Democracia Cristiana decidió no aceptar la negociación, a pesar de 
que pudo ayudarse con una mayoría en el Congreso que, desde 1969 estaba formada por ese 
 
52 Yocelevzky, op cit, p. 61. 
53 Ibid, p. 64. 
54 Los grupos de derecha se aglutinaron principalmente en el Partido Nacional, que fue creado en 1966 
fusionando a liberales y conservadores. Yocelevzky, op cit, p. 62. 
55 Garretón, Manuel A. y Tomás Moulian, La Unidad Popular y el conflicto político en Chile,

Continuar navegando