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UUNNIIVVEERRSSIIDDAADD NNAACCIIOONNAALL AAUUTTÓÓNNOOMMAA DDEE MMÉÉXXIICCOO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN PROGRAMA DE HUMANIDADES LICENCIATURA EN HISTORIA SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO. TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN HISTORIA PRESENTA EL ALUMNO CEJA PÉREZ HÉCTOR ENRIQUE Asesora: Dra. Alicia Gojman Goldberg. Naucalpan, Edo. de México, abril de 2008. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A Danny Alessandra Porque eres mi motivo, mi adoración, lo más hermoso de mi vida. Espero que el primer libro de tu papá sea para ti un motivo de orgullo, o al menos, de ejemplo. Te quiero, Cotu. ii AGRADECIMIENTOS Aunque este trabajo es una obra personal, quiero compartir este logro con un gran número de personas que de alguna manera u otra, contribuyeron con un pequeño granito de arena para que yo pudiera culminar exitosamente mi carrera universitaria. A todos ustedes.- A mi mamá, Susana Patricia Pérez Méndez A ti, te debo TODO. Jamás tendré palabras suficientes para decirte lo fundamental que has sido para mí desde antes que yo naciera y hasta este mismo instante. Gracias por tu apoyo incondicional, por tu paciencia, por tus gritos y regaños, por cada muestra de amor que me has dado. Por estar siempre, por no fallarme nunca y por soportarlo todo; por haberme llevado en tu vientre, por haberte esforzado para darme lo mejor y por haber luchado durante 25 años por mí, contra mí y junto a mí. Gracias, simplemente, por ser mi madre. Este logro es más tuyo que mío. A mi hermana, Susana Angélica Ceja Pérez Gracias por ser mi compañera de juegos, de peleas, de tristezas; por ser confidente, consejera, celestina, escudo, cómplice y tantas cosas más; crecer a tu lado ha sido algo extraordinario y nunca te cambiaría por nadie. Ser tu hermano es un orgullo. A mi papá, Héctor Ceja Ladino Por todo lo que me diste durante mi infancia, adolescencia y juventud. Porque estuviste conmigo de una manera especial, me enseñaste tantas cosas y ahora, te entrego aquí una muestra de lo que he llegado a ser. Gracias. A toda mi familia, porque ustedes me han forjado como ser humano y me han convertido en lo que soy, me han querido infinitamente, me han educado, me han cuidado, me han protegido y me han apoyado. Me siento afortunado por haber nacido con estos apellidos y por formar parte de esta pintoresca familia. Gracias Gregoria Méndez Márquez, Catalina Ladino Tenorio, Ovidio Pérez Toledo (†); Miguel Ángel, Xóchitl y Chóforo (†) Pérez Méndez, y Fofa. iii A ti, Guadalupe Araceli La vida no sería la misma si no te hubieras cruzado en mi camino, hace ya tantos años. La felicidad es sinónimo de tu nombre, el amor vive encarnado en ti como un milagro y eres el obsequio más sublime que me dio la eternidad. Porque te amo, y porque me has amado siempre, te ofrezco esta obra, mi corazón y mi vida entera. iv A esos amigos que hicieron diferencia en mi vida, porque fueron más que amigos, hermanos. Porque estuvieron en las buenas, y sobre todo en las malas, cuando en verdad conoces a tus amigos. Porque nuestra amistad ha traspasado las barreras del tiempo, la distancia y el mal carácter. Por su amistad y su cariño, están en otro nivel, pues mi vida es mejor por tenerlos a ustedes en ella. Leonardo Herrera Vázquez. Merit Alejandra Mata González. Jorge Hernández Delgadillo. En la FES Acatlán, a mis colegas de la licenciatura en Historia, en quienes encontré mis más grandes amigos, con quienes he vivido una infinidad de momentos, nos hemos reído, hemos trabajado juntos, nos hemos ayudado muchísimo, hemos sufrido; gracias por sus porras, sus consejos y sus risas. A ustedes espero conservarlos a mi lado hasta que seamos historia: Gisela Cabral Reyes Tatiana Orea García Rojas Carmen Pérez Muñoz Mariana Sánchez Garza Fernando Andrade Amador Gabriela Sánchez Ibarra Ramón Velázquez Guzmán A todos mis amigos y compañeros de escuela, que contribuyeron cada uno con su personalidad a que los años que vivimos juntos fueran una experiencia extraordinaria, en la Prepa 9: Jorge David Aguirre Pérez Juan Silverio Amandi Zárate Jonathan Valdez González Fausto Cárcamo Pérez Miguel Ángel Rodríguez Rosas Damián Félix Hernández Ismael Chavando Godínez Viridiana Uribe Godoy Jessica Palacios Serrano, Nadia Sánchez Pérez Patricio Martínez Zamudio Alba Huerta Sánchez y todos los demás, Su amistad no tiene precio. v A la Dra. Alicia Gojman Goldberg No creo que existan las palabras exactas y justas para agradecerle tantas cosas. Creyó en mí y mis capacidades como su alumno desde el primer momento, sin dudarlo. Esta investigación se convirtió en realidad gracias a usted y siempre ha tenido las mejores palabras de aliento para mí. Más que maestra, mentora, consejera, amiga o apoyo incondicional, usted es un sabio ángel que Dios me envió desde el cielo. A todos mis maestros, porque cada uno de ustedes dejó una marca en mi vida, me enseñaron muchísimas cosas y me formaron académicamente, además de enseñarme que la docencia es una profesión maravillosa. Cada uno de ustedes, desde mi más temprana infancia hasta hoy, me brindaron los conocimientos y la educación formal con los que he crecido hasta culminar mi licenciatura en Historia: Sra. Silvia Sra. Delia Maestra Carmen Judith Abdo Kuri Silvia Aguilar Cuevas Francisco Aguirre Aguirre Adelina Aldama Zapiáin Alma Patricia Alfaro Omaña Horacio Almazán Pineda Ariadna Álvarez González Mercedes Andrade Díaz Daniela Asmus Kahnfert Margarita Bahena Albarrán María Otilia Balderas Hernández Adriana Bobadilla Medina Siegfried Böhm Wieckert Laura Edith Bonilla de León Rosalba Canella Juárez María del Carmen Castillo Romero Julio Cerecedo Buitrón Silvia Chávez Vela Porfirio Enrique Cruz Rivas Luis Guillermo de la Rosa Jiménez Gustavo Delgado Carbajal Germán Francisco Díaz González Héctor Antonio Díaz Zermeño Ricardo Esnaurrizar Jurado Aurora Elena Flores Olea Leticia Franzoni Itami Juan de Dios González García María del Carmen Gracia Jiménez Norberto Miguel Grajales Bautista Silvia Gutiérrez García Ursula Hemming Berejiani José Luis Hernández Olguín América Hernández Olvera Mario Hernández Ramírez María Teresa Hernández Santos Patricia Huerta Ruiz Francisco Hurtado Camacho Rosane Hutz Collen Raymundo Isidro Alavez Leticia Jiménez Vega Gilberto Lara Martínez Rosa María Lara Urrutia María Teresa Lechuga Trejo Laura Lemus Méndez María de la Cruz López Jiménez Gonzalo Luna Rodríguez Luis Fernando Martínez Madrid Rosa María Martínez Márquez Juan Javier Mata Lozano Félix Mendoza Martínez Margarita Mercado Moreno Rosaura Mondragón López Patricia Montoya Rivero Matilde Morales Flores Julio César Morán Álvarez Federico Beals Nagel Bielicke Aída Daniela Navarro Maycott Adyara Nizametdinova Fatejovna Manuel Ordóñez Aguilar Aída Ostria Baltazar Aideé Susana Padua Acosta Hilario Pérez Medina María de la Luz Portilla Reyes-Spíndola Daniel Raúl Ramírez Canales Pedro Gabriel Ramírez Hernández Audel Ramírez LeyvaJosé Luis Ramírezrojas Arcocha Mario Ramos Andrade Gabriela Rangel Aguirre María del Carmen Riveros Chávez Isidro Rodríguez Regino Elena Rodríguez Vega Lorenzo Rojas Muñoz Ezequiel Romero Guerrero Hilda Rubio Pérez Luis Jaime Sánchez Sánchez María de la Luz Sandoval López Bettina Schranner Juan José Sepúlveda Marín Eva Swoboda Wagner Gregorio Torres Burciaga Jesús Trejo Vargas Ernesto Ángel Uribe Pérez Jorge Valentín Nájera José Luis Vargas Ocaña María del Pilar Vázquez Guevara José Luis Velasco Ovando José Manuel Villalpando Nava Heike Zulla vi Debo agradecer de una manera más especial a los siguientes maestros, porque me enseñaron con sus excelentes clases a amar la Historia desde muy joven, porque siempre supieron mostrarme que la Historia más que una materia, es un vicio apasionante, es algo muy divertido e increíblemente satisfactorio: Blanca Yolanda Castañeda Vilchis Martha Celada del Castillo y Ruvalcaba Arturo Cortés Ocotitla Verónica Jiménez Villanueva Laura Medina García Y ya en la licenciatura, a aquellos profesores que me enseñaron mucho más que los otros, que me reafirmaron el amor por mi carrera, que me sirvieron de ejemplo como docentes y seres humanos, y que me hicieron disfrutar cada minuto de clase, cada día, cada semestre. Gracias a todos por su esfuerzo en el aula, ojalá algún día pueda ser como alguno de ustedes: Lic. Guadalupe María del Pilar Barroso Acosta Lic. Miguel Ángel Cerón Ruiz Lic. Rosa Félix Matamoros Lic. José de Jesús David Guerrero Flores Dra. Rebeca López Mora Lic. Julio César Morán García Robés Lic. Roberto Sánchez Valencia Lic. Juan Bautista José Soria Díaz Mtro. Javier Torres Medina Al arquitecto Juan Luis Rodríguez Parga Trabajar ayudándolo en sus múltiples proyectos fue una experiencia formativa, apasionante y divertida. La confianza que puso en mí desde tiempo atrás se convirtió en una gran amistad, sin olvidar lo mucho que he aprendido de usted. Al Dr. Mauricio Pilatowsky Braverman, la Dra. Alejandra Velázquez, el Seminario de Jóvenes Investigadores y el Lic. Luis Felipe Estrada Carreón, por su interés, su invaluable apoyo académico y su confianza. Igualmente, a la Secretaría de Desarrollo Institucional, a la Unidad de Apoyo a la Investigación en Facultades y Escuelas, al Macroproyecto 4 "Diversidad, Cultura Nacional y Democracia en Tiempos de la Globalización: las Humanidades y las Ciencias Sociales frente a los desafíos del siglo XXI", del que forma parte el Subproyecto 20 “Historiografía Crítica del México Novohispano”, de la UNAM, por el importante apoyo académico y económico que me otorgaron y con el que se pudo completar esta investigación, enmarcada dentro de los avances de trabajo de tan ambiciosos proyectos. vii Al personal de la Delegación Cuauhtémoc que fueron los primeros en confiar en mí y abrirme las puertas para investigar, conocer y hacer mío al objeto de mi trabajo. Sin su ayuda, su cariño, su defensa, sus porras, difícilmente podría haber conocido tantos datos y secretos. Gracias por el tiempo que estuvieron conmigo Ana María Ponce de León (en especial) Luis Figueroa Antonio Torres A todas las personas que intervinieron en el proceso de restauración del Panteón de San Fernando en 2005-2006, que rescataron el sitio a través de grandes esfuerzos, y que nunca dejaron de recibirme, escucharme y apoyarme; encabezados por los arquitectos José Luis Reyes, Víctor Caballero, Javier “el güero”, Adrián; Ing. Jorge Gómez Jácome, Arq. Arturo Ocampo, restauradores don Mario y Salomón; PAByS Supervisión de Obras, Mc Cartney Internacional y Sackbé, S.A. de C.V. Al Fideicomiso Centro Histórico y su personal de Desarrollo Inmobiliario, que diseñaron y desarrollaron el proyecto de remodelación y museografía para rescatar el panteón. Al Lic. Alejandro Encinas Rodríguez, que me favoreció con su amistad y confianza, y me apoyó significativamente para culminar el trabajo de restauración del cementerio. Al personal de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal (2006), con quienes tuve la fortuna de trabajar, y que me dieron la oportunidad más hermosa y extraordinaria de mi vida laboral. Gracias por su confianza, su ayuda, su amistad, sus consejos, por todo: Dra. Raquel Sosa Elízaga Lic. Edna María Orozco Lic. Nora Morett Dr. Carlos Ruiz Abreu Antrop. Olivia Norman Mora Lic. Patricia Pino Farías Ing. Héctor López Lic. Carlos Betancourt Cid Así como a las guías culturales, enlaces administrativos y demás personal administrativo y manual, que siempre tuvieron para mí una sonrisa y me mostraron su enorme calidad humana. viii A mi personal del Museo Panteón de San Fernando (2006) De una manera muy especial, desde lo más profundo de mi corazón, quiero darles las más infinitas gracias por TODO su apoyo, su ayuda, su esfuerzo, su dedicación, su amor por el proyecto; por su invaluable amistad, por haber sido mis aliados desde el primer momento, por haberme enseñado a ser jefe y por todo lo que me haga falta. Sin ustedes y su labor, hoy el museo no sería tal, han dejado en él su huella y yo siempre los llevaré en mi corazón y en mi mente. Agustín Bautista García Roberto Carrillo Chona Rosa María Enciso Zamora Paulino Hernández Hernández Gaspar Hernández López Elena Alí Nataret Barbis Gloria Palacios Hernández Alejo Pérez Murillo Carolina Pérez Vargas Guadalupe Rétiz Bonilla Argelia Romero Villa Yolanda Sánchez Al Dr. en Arq. Luis Ortiz Macedo, por su confianza, su tiempo y la invaluable información que amablemente me proporcionó, sin la cual una buena parte de esta investigación jamás se hubiera completado. Y también por fijarse en la historia y belleza del panteón, la cual hizo crecer cuando lo intervino con su trabajo. A las escuelas que me formaron académicamente y como ser humano: Estancia de Bienestar Infantil no. 12 del ISSSTE Escuela Primaria “Dr. Belisario Domínguez” Escuela Secundaria Diurna No. 4 “Moisés Sáenz” Escuela Nacional Preparatoria, plantel 9 “Pedro de Alba” Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Acatlán A todos los que me faltó mencionar Y sobre todo, al PANTEÓN DE SAN FERNANDO por lo que me diste, lo que me enseñaste, por la inspiración que me despertaste y lo que viví en ti; pero sobre todo, por existir, pues si no estuvieras ahí, sin duda alguna la ciudad de México, el mundo entero y mi vida no serían lo mismo. ÍÍNNDDIICCEE INTRODUCCIÓN 2 CAPÍTULO UNO: ANTECEDENTES HISTÓRICOS: EL CONJUNTO DE SAN FERNANDO Los Misioneros de Propaganda Fide en Nueva España 8 El Colegio de Propaganda Fide de San Fernando Rey en México 10 El papel de los Fernandinos en la evangelización septentrional de la Nueva España 22 La decadencia del Colegio de San Fernando y los últimos años 24 Evolución del Jardín 28 CAPÍTULO DOS: EL PANTEÓN DE SAN FERNANDO Sobre los panteones 35 De camposanto atrial a panteón eclesiástico (1790-1836) 39 Algunos detalles 45 Panteón de convento (1836-1860) 53 El panteón civil (1861-1871) 68 San Fernando: el recuerdo (1871-1898) 95 CAPÍTULO TRES: EL SIGLO XX El Panteón Nacional y su destino (1900-1915) 110 Hacia el Monumento Histórico (1915-1936) 125 El olvido (1936-1967) 137 La restauración olímpica (1967-1968) 145 El abandono (1968-2005) 152 A manera de epílogo. 2005: el último cierre. 170 CONCLUSIÓN 172 FUENTES DE INFORMACIÓN 177 APÉNDICE 183 1 IINNTTRROODDUUCCCCIIÓÓNN e todos los monumentos históricos o edificios notables de la ciudad de México, he elegido uno que me resulta muy interesantey digno de compartir con todas aquellas personas que no tengan el gusto de conocerlo. Este lugar es el Panteón de San Fernando. Antiguo inmueble, parte de la vida de la capital mexicana, sin duda es uno de los sitios más históricos y enigmáticos de la ciudad de México, cuya historia merece ser escrita a conciencia por diversas razones. D Primera, San Fernando es el único panteón civil de la vieja ciudad de México que sobrevive desde el siglo XIX hasta nuestros días sin grandes alteraciones, conservando mucha de la imagen que tenía en aquellos tiempos. Se le puede considerar como un rincón decimonónico perdido entre la modernidad de la metrópolis. Segunda, como se verá en el transcurso de la investigación, el Panteón de San Fernando fue depositario de los restos de importantes personalidades mexicanas del siglo XIX, que hoy son figuras históricas de nuestro país; esto es hoy desconocido por una gran mayoría de la gente, a pesar de la reconocida fama y prestigio social que tuvo el cementerio durante toda su época de funcionamiento y las décadas siguientes. Tercera, a pesar de lo anterior, el panteón se mantuvo por muchos años en un deplorable estado de conservación, lo que obliga a denunciarlo, mostrando al lector la historia y relevancia de este sitio como parte importante de la historia urbana y social de la ciudad de México, como monumento histórico, e igualmente como punto de interés turístico, manifestando la necesidad de su conservación y valoración. Cuarta. Aunado a todo eso, existen razones personales: vi la degradación lenta y progresiva del panteón durante 15 años, sin existir ninguna intención oficial o acción para detenerla. Afortunadamente, gracias a trabajos gubernamentales esto se detuvo muy recientemente, cuando fue restaurado de manera sustantiva y convertido en 2 SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO museo de sitio. Tal circunstancia me hizo cerrar la larga época de degradación del panteón hasta ese momento y me permitió investigar su historia en una época delimitada desde su fundación hasta el año de su última transformación. Mi trabajo de investigación, que me llevó a desempeñarme como director fundador de dicho museo, me dio la oportunidad de divulgar oralmente la historia del panteón, y ahora busco continuar esta difusión de forma académica y escrita, para que la obra de restauración de rescate realizada no se pierda tan fácilmente. Quinta. A pesar de su gran historia y su relevancia como monumento histórico, no existen estudios profundos sobre este panteón, exceptuando los de Jesús Galindo y Villa (1908) y de José Manuel Villalpando (1981), que buscaron hacer notar al panteón apelando a su historia, pero no lograron modificar la situación de conservación del inmueble, el cual ha estado oculto por décadas tras la indiferencia de la sociedad. Además, existe una tesis de licenciatura en la Universidad Iberoamericana (1977) sobre el cementerio, que habla ligeramente de su arquitectura y escultura, sin profundizar en la vida misma del inmueble. También son de importancia un pequeño cúmulo de notas periodísticas sobre el Panteón de San Fernando y su estado a través de los años. Todos estos trabajos, debido a su fecha de publicación y a la cambiante imagen y situación del cementerio, no brindan información reciente y requieren de una actualización, donde se mencionen los eventos ocurridos entre la edición de cada uno de ellos y en los últimos años. En síntesis, busco realizar una especie de “biografía” del Panteón de San Fernando, sujeto histórico de la ciudad de México, con el fin de centrar mi esfuerzo en su origen, evolución y decadencia hasta nuestros días. Para lo anterior fue necesaria una intensiva investigación archivística y hemerográfica de donde se tomó una infinidad de información y surgieron datos ocultos, desconocidos, del cementerio, que sirvieron para poder construir el texto que estamos leyendo, intentando hacerlo lo más completo posible. La investigación fue ardua y dificultosa: tuve que invertir muchos meses de trabajo en la transcripción de volúmenes enteros en el Archivo Histórico del Distrito Federal ante la imposibilidad de reproducirlos por otros medios. Asimismo, fue necesario adentrarse en la gran colección de planos ahí resguardada para poder ilustrar mejor pasajes de la historia del lugar. Agradezco profundamente a esa 3 HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ institución y a sus trabajadores por todo el apoyo que me brindaron en los 18 meses que pasé inmerso en sus fondos documentales. Por otro lado, la investigación hemerográfica fue aún más compleja, pues debí buscar incansablemente cualquier noticia, fotografía, comentario u opinión sobre el panteón que hubieran sido plasmados en los periódicos más importantes de la capital, desde 1931 hasta el 2005. En muchas ocasiones, las noticias abundaban y eran fáciles de localizar, pero también me encontré con años y años de silencio. Esta investigación no la habría podido terminar sin las facilidades tecnológicas y humanas que brinda la Hemeroteca Nacional de México y el invaluable apoyo de mis amigas Gisela Cabral y Tatiana Orea. Toda esta información fue complementada con la lectura de libros, revistas, planos y diferentes tipos de imágenes, de manera que yo pudiese armar y escribir una historia general del sitio, para que los lectores, y —si es posible— los habitantes de la ciudad de México conozcan al panteón, entiendan su importancia dentro de la misma y se valore la conservación de este singular punto de interés del Centro Histórico. Para ello, debí recorrer varias bibliotecas y librerías —de nuevo y de usado— con la finalidad de poder conseguir cualquier libro que me ilustrara sobre la interesante historia mexicana del siglo XIX y de los hombres que la forjaron, poniendo énfasis en aquellos que reposan en San Fernando. No fue tarea fácil. En realidad desconozco el tiempo y dinero que invertí para poder obtener todos los textos necesarios, que en muchas ocasiones me fueron de gran utilidad, y en otras, sólo me hicieron perder el tiempo. Por último, debo hablar de mi compulsión a recopilar cualquier fotografía o imagen del panteón no importando su época o su origen, de modo que siempre tuviera armas para ilustrar este trabajo. La obsesión me ha llevado a tener en mi poder un archivo cercano a 700 fotografías del Panteón de San Fernando —que pongo a disposición de los interesados—, las que me resolvieron dudas, me enamoraron del lugar y me impulsaron a seguir siempre adelante. Los objetivos que persigo al escribir la historia del panteón (conocerlo a través de un paseo por su historia, entenderlo como sitio histórico y valorarlo de acuerdo a la riqueza que contiene) son cruciales para la permanencia y cuidado del lugar, no 4 SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO sólo porque Benito Juárez está sepultado ahí, sino porque el sitio es también depositario de los restos de muchos prohombres mexicanos y porque por décadas ha padecido los dolores del descuido, el maltrato y el abandono. Ante eso, surgen las preguntas. Si el Panteón de San Fernando es un monumento histórico catalogado, ¿a qué se ha debido su constante abandono? Si ha sufrido de abandono y descuido en numerosas ocasiones, ¿qué lo ha conservado hasta la actualidad? ¿Acaso es el sepulcro de Benito Juárez la razón de su supervivencia? De no estar en San Fernando el mausoleo de los Juárez Maza, ¿se habría conservado el panteón tras el paso de los años? El texto intenta responder a todas esas dudas. El Panteón de San Fernando de la Ciudad de México ha sido objeto de abandono, descuido y olvido por parte de los habitantes e instituciones gubernamentales de nuestra ciudad. En diferentes ocasiones ha estado a punto de desaparecer por completo, pero después de 175 años, se conserva en pie. Mi hipótesispropone que esto se debe a que el sepulcro donde reposan los restos de Benito Juárez y su familia se encuentra en este cementerio, pues cada vez que se acerca un aniversario de nacimiento o luctuoso del histórico presidente oaxaqueño, el viejo y abandonado panteón recibe arreglos, reparaciones y restauraciones para llevar a cabo en el cementerio las ceremonias cívicas conmemorativas, y esto ha permitido que el Panteón de San Fernando permanezca en pie a pesar de todo. Para hacerlo de mejor comprensión, dividí mi trabajo en tres grandes capítulos. El primero nos hablará de manera somera y breve de los antecedentes históricos del panteón, y de cómo se originó. Esto fue a través del antiguo Colegio Apostólico de Propaganda Fide de San Fernando, institución virreinal localizada junto al cementerio. Hablaremos de su fundación, evolución y decadencia hasta la época actual, en la que se ha conservado sólo su hermoso templo barroco. Asimismo, este capítulo nos hablará de la antigua Plazuela de San Fernando o Jardín Guerrero, un plácido lugar que se ubica justo frente al templo y panteón fernandino, y que—para no variar—es una plaza con décadas de existencia y con muchos detalles por descubrir. El segundo capítulo habla propiamente del cementerio. Nos adentraremos en la vida del panteón haciendo un rápido recorrido por la historia de los antiguos 5 HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 6 camposantos de la ciudad, su origen y funciones hasta dar con la fundación de San Fernando, su evolución y crecimiento y su clausura hasta llegar al cambio de siglo. Es un capítulo dedicado exclusivamente al siglo XIX, época en que nuestro sujeto histórico nació, funcionó y quedó como un hermoso recuerdo de aquella centuria. El tercer y último capítulo nos hablará de cómo el Panteón de San Fernando vivió el siglo XX, que resultó ser una época de muchos cambios, físicos y simbólicos. En esos últimos cien años, San Fernando se fue transformando de manera dinámica y vertiginosa hasta convertirse en el lugar que conocemos el día de hoy, pasando por momentos de gran fama y otros de ignominia y desastre. Al final, ofrezco un pequeño apéndice que contiene una lista de los sepulcros que se conservaban en el panteón hasta el año 2006. Adentrémonos entonces en la historia que el Panteón de San Fernando tiene que contarnos, en esa historia que a mí me embrujó, me enamoró y me fascinó, y que espero que al lector le resulte, por lo menos, digna de su tiempo e interés. Héctor E. Ceja México, D.F. Enero de 2008. 7 CCAAPPÍÍTTUULLOO UUNNOO AANNTTEECCEEDDEENNTTEESS HHIISSTTÓÓRRIICCOOSS:: EELL CCOONNJJUUNNTTOO DDEE SSAANN FFEERRNNAANNDDOO HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 8 Los Misioneros de Propaganda Fide en Nueva España os misioneros de Propaganda Fide, o de la Propagación de la Fe, son una rama o congregación que pertenece a los colegios apostólicos franciscanos1. Tomaron el nombre de fernandinos cuando se estableció el Colegio Apostólico de San Fernando en la ciudad de México2. La orden de los fernandinos, o misioneros, como también se les conoció, fue muy importante en la conquista espiritual de la Nueva España; a ella se le debe una buena parte del trabajo civilizador que se realizó en el norte del territorio novohispano. Don Fernando de Tapia, indio y cacique de Xilotepec3, emprendió la conquista de Querétaro en 15704, y cuando la logró, llevó a esa ciudad algunos frailes franciscanos para que se ocuparan de administrar los sacramentos a los nativos5. Se levantó una capilla pequeña y modesta con una cruz adentro, y alrededor de ella, las habitaciones de los religiosos. Sin embargo, la enorme incomodidad que sufrieron los monjes ocasionó que abandonaran el edificio, y su capilla se arruinó muy pronto, dejando la cruz a la intemperie. De pronto, la cruz comenzó a realizar milagros sorprendentes, por lo que en 1643 los religiosos decidieron fundar allí una casa de recolección. A esto se opusieron el arzobispo de México, Juan de Mañozca, y el virrey García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra y marqués de Tobroso, por lo que se tuvo que solicitar permiso a España, concedido por Real Cédula el 19 de febrero de 1650. El convento, destinado a enfermería, se fabricó en 1660, pero por la distancia, fue recolocado como casa de recolección en 16666. 1 Luis ALFARO Y PIÑA, Relación descriptiva de la fundación de las iglesias y conventos de México, México, Porrúa, 1982, p. 86. 2 Lauro E. ROSELL, Iglesias y conventos coloniales de México, 3ª ed., México, Patria, 1979, p. 239. 3 Alfonso TORO, La Cántiga de las Piedras, 2ª ed., México, Patria, 1961, p. 222. 4 Luis GONZÁLEZ OBREGÓN, México Viejo, México, Alianza, 1991, p. 375. 5 José Manuel VILLALPANDO, El Panteón de San Fernando, México, Porrúa, 1980, p. 1. 6 GONZÁLEZ OBREGÓN, op. cit., p. 376. L SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 9 El custodio de la casa, fray Antonio Linaz de Jesús María, salió en 1679 a España para asistir al capítulo que se celebraría en 1682. En la península, el padre Linaz obtuvo diferentes licencias de sus superiores, del Rey, y una bula pontificia del 8 de mayo de 1682, para reunir 22 religiosos —18 sacerdotes, un corista7, un lego8 y un donado9— con quienes estableciera un colegio apostólico en Nueva España. Linaz obtuvo otra bula del Papa Inocencio XI, de 10 de julio de 1682, en la que se le concedió licencia para fundar el colegio. El 4 de marzo de 1683 se embarcaron en Cádiz, y tuvieron una feliz travesía por el mar. Sin embargo, a su llegada a Veracruz, el 30 de mayo de 1683, el puerto estaba siendo saqueado por el famoso pirata Lorenzo Jácome, Lorencillo, lo que detuvo momentáneamente su marcha10. Finalmente, el 15 de agosto de 168311, los frailes que acompañaban a Linaz fundaron el Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, primero de Propaganda Fide en América, según bula de Inocencio XI12, y origen de todos los existentes en el Nuevo Mundo. Los misioneros se internaron en el norte de México, donde fundaron las misiones, que no sólo eran establecimientos religiosos sino también culturales. Los franciscanos de Propaganda Fide se extendieron no sólo en América, sino también en Europa. El padre Linaz, fundador del Colegio de Querétaro, lo fue también de los de San Miguel de Barcelona, Nuestra Señora de la Oliva, cerca de Madrid, trasladado más tarde a Tamaján y San Antonio de Cogollado; de San Roque de Calamocha, de Sancto Spiritus de Monte, cerca de Valencia; de San Esteban Zeheguín en Murcia y de Oficier, en Cerdeña13. Después de haber fallecido el padre Linaz en Roma, el 29 de junio de 169314, prosiguió en la obra el venerable fray Antonio Margil de Jesús, quien fundó los colegios de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas, en 1704, y San Fernando de México en 1734. También se fundaron el colegio de Guatemala en 1701 y dos más 7 Corista: Religioso profeso que tiene derecho y obligación de participar en el canto o rezo comunitario de los oficios divinos realizados en el coro de su iglesia o monasterio. 8 Lego: del latín laicus, laico. Se dice del religioso que siendo profeso no tiene opción a las sagradas órdenes, debido a su falta de instrucción. 9 Donado: religioso pobre que, para poder ingresar al monasterio, requirió de un patrocinador que pagara en su lugar la dote o limosna requerida. 10 VILLALPANDO, op. cit., p. 2. 11 ROSELL, loc. cit. 12 Artemio de VALLE-ARIZPE, Por la vieja calzada de Tlacopan, 2ª. Ed., México, Diana, 1980, p. 196. 13 TORO, op. cit., p. 234. 14 ALFARO Y PIÑA, loc. cit. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 10 en Perú15. Por su parte, el padre Francisco Torantos fundó el colegio de San Francisco en Pachuca (1731) y se preparaba lafundación de uno más en Orizaba, San José. El Colegio de Propaganda Fide de San Fernando Rey en México Poco a poco, la obra santa de los misioneros queretanos impresionó a los habitantes de la ciudad de México. El arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas trató de convencerlos de que se quedaran en la capital y fundaran aquí un convento, lo que rechazaron, no importando tampoco las posteriores peticiones de muchos vecinos devotos. En 1730, las invitaciones de los capitalinos surtieron efecto. En noviembre de ese año, llegaron a México ocho misioneros junto con el Comisario General de la orden, fray Fernando Alonso González, quien les pidió que buscaran un sitio para establecer un hospicio. Encargó a fray Diego de Alcántara y a fray Andrés de Pasos que buscaran y obtuvieran los permisos y licencias necesarios. El bachiller Juan Francisco Domínguez les cedió una pequeña capilla con sacristía y accesorias ubicada en el barrio de Necatitlán, donde se establecieron en un principio. Luego, el Cabildo de la ciudad les ofreció algunos terrenos para que escogieran el de su mayor agrado: las casas de las Panaderías, frente al convento de la Merced; un terreno en San Lázaro; la capilla de Zancopinca; otra cercana al Molino Blanco; un terreno en San Antonio de las Huertas o uno más en las Curtidurías16. Sin embargo, los religiosos rechazaron todos estos sitios, pues se habían fijado en una casa amplia y huerta extensa propiedad del contador don Agustín de Oliva, cercana a la iglesia de San Hipólito, la que compraron con las limosnas de sus bienhechores17. Catastro de la Ciudad de México, de Pedro de Arrieta (1737). San Fernando en construcción . 15 TORO, loc. cit. 16 VILLALPANDO, op. cit., p. 3. 17 ROSELL, op. cit., p. 241. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 11 Después solicitaron al virrey Juan de Acuña, marqués de Casafuerte, un permiso para edificar un hospicio en el lugar, concedido el 15 de enero de 1731, los frailes le pusieron por nombre “San Fernando” y tomaron posesión de su nuevo domicilio el 29 de abril del mismo año. Los padres fundadores de este hospicio fueron el cronista de la orden, y prior designado, fray Isidoro Félix Espinosa; Diego de Alcántara, Nicolás de San José y Sandi, Gaspar Villegas, los legos Toribio de Nuestra Señora y Francisco Bustamante, y el donado Raymundo de Castañeda18. Asimismo, el arzobispo don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta concedió otro permiso para que se construyera la iglesia del hospicio, pero la premura de obtener la dedicación obligó a que el consagrado obispo de Yucatán, don Juan Ignacio de Castorena, bendijera una pequeña capilla sin techo, habilitada entonces como templo, el 30 de mayo19. A la ceremonia asistieron los frailes de San Francisco, San Diego, San Juan de Dios, Betlemitas e Hipólitos, y los vecinos más importantes de la ciudad. Se repartieron refrescos y dulces entre los asistentes, se dio un repique de campanas en toda la ciudad y se quemaron fuegos artificiales. Además, hubo un gran banquete para los invitados especiales, y las sobras de éste se repartieron a los pordioseros, siguiendo la costumbre de la época. Así quedó establecido el hospicio de San Fernando, pero el padre Espinosa, prior de la comunidad, quería que el instituto fuera convertido en colegio apostólico. Escribió un memorial al virrey para que éste solicitase licencia al rey. Después de haber declarado las personas más ilustres de la época, los provinciales de las órdenes religiosas, el Cabildo, el arzobispo, la Audiencia, el Cabildo catedralicio y la Universidad, el virrey de Casafuerte envió la petición al rey, que fue llevada a España por el padre Sandi en 1732. Una Real Cédula de Felipe V, fechada el 15 de octubre de 1733, concedió autorización para que el hospicio de San Fernando fuera transformado en Colegio de Propaganda Fide20. El 3 de agosto de 1734 el colegio quedó fundado con toda 18 TORO, op. cit., p. 224. 19 Ibidem, p. 235. 20 VALLE-ARIZPE, op. cit., p. 199. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 12 formalidad, recibiéndose a los primeros novicios y abriéndose las cátedras de Filosofía y Teología21. El primer presidente del colegio fue fray Diego de Alcántara22. De inmediato, igualmente, se comenzó la construcción de un nuevo convento e iglesia con un fondo de $20,000 pesos que para ello dejó el arcediano de la Catedral y obispo electo de Durango, don José de Torres23. Se colocó la primera piedra de la iglesia el 11 de octubre de 1735, por mano de don Martín Elizacochea. Junto con él, muchos otros vecinos de la ciudad contribuyeron a los gastos de la obra. Entre todos ellos se destacó el Conde de Regla, don Pedro Romero de Terreros, quien donó $41,993 pesos para la fábrica de la iglesia, además de costear él mismo el altar mayor y el órgano de la iglesia, así como algunos otros ornamentos24. Hacia 1736, se eligió un nuevo guardián, que fue fray Francisco de Jesús y Terreros.25 En la construcción de la iglesia, se sabe que antes de 1738 trabajó y dirigió la obra el maestro Jerónimo de Balbás, autor del Retablo de los Reyes de la Catedral, e introductor de la columna estípite en la arquitectura mexicana, y que fue criticado por Pedro de Arrieta y Miguel José de Rivera, porque se había metido a “maestro de Arquitectura” sin tener experiencia, siendo él ensamblador26. Posteriormente, Balbás fue sustituido en la dirección de la obra por Antonio Álvarez y Eduardo Herrera. Las muchas limosnas contribuyeron al esplendor de edificio, que presentaba poco a poco un aspecto completamente diferente al del hospicio e iglesia primitivos, ya que la obra moderna causaba admiración a quienes habían visto antes la gran pobreza de aquel sitio. Hacia 1751, doña Josefa María Franco Soto, segunda consorte del primer marqués de Rivascacho, donó $30,000 pesos oro para que se pudiera terminar la “fábrica material de la iglesia del Colegio de Misioneros Apostólicos, nueva fundación de Propaganda de título del señor San Fernando en esta ciudad”27. 21 Ibidem, p. 226. 22 Manuel RIVERA CAMBAS, México Pintoresco, Artístico y Monumental, ed. Facsimilar, México, Edit. Valle de México, 1972, tomo I, p. 372. 23 ALFARO Y PIÑA, op. cit., p. 86. 24 ROSELL, op. cit., p. 242. 25 RIVERA CAMBAS, loc. cit., 26 Ana Lorenia GARCÍA, “Siglo XVIII” en Arquitectura Religiosa de la Ciudad de México – Siglos XVI al XX. Una Guía, México, Asociación del Patrimonio Artístico Mexicano, A.C. – GDF, 2004, p. 241. 27 Archivo de Notarías, Juan Antonio Arroyo, núm. 19, 24 de febrero de 1751, testamento de la marquesa de Rivascacho, apud. Verónica ZÁRATE TOSCANO, Los Nobles Ante la Muerte en México. Actitudes, ceremonias y memoria (1750-1850), México, COLMEX – Instituto Mora, 2000, p. 180. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 13 Tras veinte años de trabajo y concluida finalmente la iglesia, el Illmo. Sr. Arzobispo don Manuel Rubio y Salinas la bendijo el 19 de abril de 1755, colocando en ella al Santísimo Sacramento. Al día siguiente, fiesta del patrocinio del señor San José, se hizo la dedicación y fundación, con asistencia del señor virrey don Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, primer Conde de Revillagigedo. La fiesta de ese día la hizo la Provincia del Santo Evangelio de la regular observancia de San Francisco, el 21 la hizo la Provincia de San Diego de Alcalá; la del 22, el convento de Recolección de San Cosme, y el 23, el colegio de San Fernando28. El templo tiene una fachada realmente interesante: su planta es trapezoidal como la de la Basílica de Guadalupe, lo que podría relacionarla con la obra de Pedro de Arrieta. Las columnas pareadas de estrías ondulantes recuerdan el trabajo de Miguel CustodioDurán. Lo anterior no prueba que ambos arquitectos hayan participado en la obra, pero es claro que sus estilos influyeron en esta construcción. Entre cada par de columnas se ven dos hornacinas: a la derecha, con la escultura de San Francisco, y a la izquierda, Santo Domingo de Guzmán. La participación de Balbás se percibe en los estípites del segundo cuerpo29. 28 ALFARO Y PIÑA, op. cit., p. 87. 29 GARCÍA, op. cit., p. 241. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 14 Los estípites que enmarcan el altorrelieve central y las esculturas laterales son inconfundibles signos del barroco florido, característico de la segunda mitad del siglo XVIII. El relieve en el centro representa a San Fernando III, Rey de Castilla y León, triunfante sobre los paganos. Cuatro ángeles rodean al rey: uno muestra los emblemas de la Cruz y de la Eucaristía; otro sostiene la columna de la Fe, al paso que el tercero toca la trompeta de triunfo, y dos alados querubines le ofrecen la corona de laurel y la palma de la victoria. San Fernando empuña con la derecha la espada y sostiene con la izquierda un mundo, símbolo de la supremacía cristiana en el orbe30 . La torre, por su parte, tiene dos cuerpos básicos de planta octagonal y ventanales alargados, enmarcados por pilastras estípites, que le dan al campanario una imagen totalmente barroca. Se pueden observar algunos medallones con el monograma de María. En el segundo cuerpo de la torre hay cuatro nichos, alargados y estrechos, con esculturas de otros misioneros con el hábito exterior parcialmente recogido y un gallardete en la mano izquierda, en son de emprender el viaje apostólico hacia los puntos cardinales intermedios. El cupulino se aligera también mediante sus múltiples ventanillos y se eleva hasta rematar en un mundillo coronado por una cruz. Frente a esta fachada existía un amplísimo atrio sembrado de cipreses y limitado por una barda de arcos invertidos que tenía grandes puertas para ingresar al espacio. El atrio, de planta casi cuadrada, tenía una pequeña fuente pública en su punto central, y como casi todos los de su época, funcionó como cementerio de la iglesia por un breve tiempo, como explicaremos después El interior de su templo era muy rico. La planta es de cruz latina, y la nave central tiene bóvedas de casquete, o sobre pechinas. Los arcos y las pilastras de 30 Fidel de Jesús CHAUVET, La iglesia de San Fernando de México y su extinto Colegio Apostólico, México, Centro de Estudios Bernardino de Sahagún, 1980, p. 70. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 15 soporte son de cantera gris31. Además, tenía un inmenso coro que abarcaba dos secciones de la nave principal. Los retablos, obra de José Joaquín de Sáyago32, eran todos de estilo churrigueresco, como se puede ver en esta litografía de 1855. El retablo principal constaba de cuatro cuerpos, enmarcado en estípites ultra barrocos. En el centro, sobre el altar propiamente dicho, se elevaba un templete de ocho columnas clásicas que albergaba una escultura probablemente de la Inmaculada Concepción. Más arriba, en el tercer cuerpo, se veía la imagen del patrón, San Fernando III. A los lados se mostraban en sendas hornacinas las esculturas de San Francisco y de Santo Domingo33. Interior del Colegio de San Fernando. Imagen tomada de TOVAR DE TERESA, 1992. En el muro oriente se levantaban tres retablos casi tan grandes como el central, y otros tantos del lado poniente del cuerpo de la iglesia. Entre altar y altar surgían modestos confesionarios abiertos. 31 Elena HORZ DE VÍA, et al., Guía Oficial Centro de la Ciudad de México, México, INAH – Salvat, 1996, p. 93. 32 Guillermo TOVAR DE TERESA, La Ciudad de los Palacios: Crónica de un Patrimonio Perdido, México, Vuelta, 1992, tomo 2, p. 47. 33 CHAUVET, op. cit., p. 58. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 16 Además de los retablos de tan exquisita factura, había en esta iglesia dos grandes obras artísticas de ebanistería mexicana: el púlpito y la sillería del coro. El púlpito, terminado en 1778 y que aún existe, es un trabajo maestro de estilo barroco. Sobre el tornavoz se eleva la figura de San Miguel Arcángel: ha perdido la lanza que debía esgrimir contra Satanás. Se posa levemente sobre dos cabezas de angelitos. Se ve en el arreglo de los paños que se levantan ligeros hacia arriba, cómo el artista quiso representar al arcángel en el momento de bajar del cielo. En la parte inferior, el púlpito está decorado con una serie de medallones que representan a los grandes predicadores de la Orden Franciscana; los cuatro primeros a contar de la derecha a la izquierda, parecer representar a los cuatro grandes, llamados las Columnas de la Observancia, el beato Alberto de Sarzana, San Jácome de la Marca, San Bernardino de Siena. El cuarto medallón representa, sin género de duda, a San Juan Capistrano, identificable por la coraza que lleva sobre el hábito. Desgraciadamente algún bárbaro le arrancó la cabeza. Sigue el medallón que representa a fray Pedro de Gante, identificable por los dos niños que lo escuchan, uno de ellos con la cabeza coronada de plumas. El siguiente relieve representa a San Francisco de Asís. A continuación, la escultura de San Antonio de Padua, llevando en brazos al Niño Jesús, y finalmente, el último medallón, el más hermoso de todos, que representa a San Pascual Bailón en éxtasis, con el cayado entre los brazos y un par de ángeles risueños que lo llevan a lo alto34. La sillería, por su parte, fue tallada en cedro rojo con incrustaciones de palo de rosa, decorada con medallones de santos y coronada por una imagen de San Rafael. Afortunadamente, se conserva íntegra, pues fue trasladada a la Colegiata de Guadalupe. Junto con estas dos obras maestras de ebanistería, también debemos 34 Ibidem, p. 60. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 17 agregar las puertas de la sacristía y las tribunas de cedro rojo que se encuentran en la parte superior izquierda del crucero. Bajo esta tribuna, se ve un lindo árbol de la Familia Franciscana; representa al fundador de la orden como la raíz de un frondoso árbol cuyos frutos son los mártires, vírgenes, doctores y misioneros y otros grandes personajes que, en el transcurso de los siglos, han surgido de la inspiración franciscana. Se podría decir que este cuadro sintetiza la historia de la orden religiosa en sus tres partes: frailes, monjas y terciarios. Para los amantes y conocedores de la historia de la orden, este cuadro resulta una verdadera delicia y un rico regalo para los ojos y el espíritu. Al lado izquierdo del “Árbol Franciscano” se extiende un óleo que representa el Triunfo del Santísimo Nombre de Jesús, en los cielos, en la tierra y en los abismos. Este óleo encierra una grandiosa composición, si bien con el correr de los años los colores se han desvanecido y las figuras tienden a perderse en las obscuridades acumuladas por el polvo y el humo de los cirios. En lo alto aparece un coro de ángeles que cantan y celebran el Nombre de Jesús. Debajo de la escena angélica, se contempla a San Bernardino de Siena en el acto de defender victoriosamente, ante el Papa y un grupo de doctos, la legitimidad de la devoción al nombre de Jesús, representado desde entonces con las conocidas siglas IHS. A la derecha de San Bernardino se ve a San Juan Capistrano que llega en su auxilio al frente de un numeroso grupo de cristianos. En la parte inferior de la pintura, el triunfo del Nombre de Jesús en los infiernos35. En la parte opuesta del crucero, esto es, hacia el oriente, todavía puede verse en la pared que está hacia el sur, un gran óleo querepresenta a San Francisco de Asís 35 Ibidem, p. 61-62. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 18 con tres mundos sobre los hombros, que simbolizan las tres órdenes por él fundadas y son el pedestal de la majestuosa figura de la Inmaculada. En la capilla del testero oriental se ven otros dos óleos que muestran dos diversas escenas de la vida del padre San Francisco. El primero de ellos hacia la entrada de la capilla, en la media luna del arco de la derecha, representa al Ángel quien con su divina viola consoló al Pobrecillo de Asís en momentos de desolación, y el siguiente óleo que apenas si se distingue, representa la muerte del santo, rodeado por un grupo de sus frailes. En la antigua sacristía pueden observarse otros interesantes óleos de buena fábrica. Por ejemplo, existe un cuadro que combina atrevidamente, pasando los límites del tiempo, las estampas de Belén, de Greccio y de San Fernando, todo a la vez en graciosa síntesis, en alabanza del Nacimiento de Cristo. En efecto, en la porción del óleo que ocupa la entera media luna del arco, se contempla un coro celestial en acto de entonar el Gloria in excelsis Deo. Inmediatamente, bajo los ángeles se descubre el pesebre de Belén, con el Niño Jesús, María Santísima y San José, mientras que a la derecha del cuadro, el artista representó la escena de San Francisco estrechando entre sus brazos al Divino Infante. En Greccio se dio el origen de los pequeños nacimientos que cada Navidad alegran nuestros hogares. A la izquierda, vuelve a aparecer San Francisco, pero esta vez exhortando a sus hijos de San Fernando a celebrar con el máximo esplendor litúrgico el 25 de diciembre. Y en efecto, en la parte inferior del retablo se perfila un altar pre-vaticano, con un preste y sus ministros sagrados, acompañados por toda la comunidad fernandina de aquellos días y numerosos seglares: amigos y bienhechores, están en el momento preciso de cantar el Evangelio de Navidad. En el lienzo oriental de la misma sacristía contemplamos otro óleo que representa el triunfo de la Inmaculada: se ve allí a la Virgen de pie, llevada en un carro cuyo cochero es el beato Juan Duns Escoto. Numerosos frailes empujan ruedas y carro que es precedido y también tirado por Papas, obispos, doctores y reyes. En lo alto la Santísima Trinidad contempla complacida la escena36. 36 HORZ DE VÍA, op. cit., p. 93-94. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 19 Extensión antigua del colegio fernandino.37 En el claustro bajo, según relato de don Bernardo Couto, hubo varios cuadros de don José de Páez, con el tema de la vida de San Francisco Solano. Cuando se demolió el convento para abrir la actual calle de Guerrero, las pinturas de Páez fueron desprendidas de sus marcos y arrumbadas en cualquier rincón. No hace falta describir el mal trato que estos lienzos recibieron. Por el año de 1920, fray Luis de Palacio descubrió las pinturas en la escalera que conduce al coro, “arrojadas allí como basura”. De los ocho cuadros que encontró, únicamente pudo salvar seis. Dos de ellos estaban completamente deteriorados, víctimas del polvo, de la grasa y de los roedores. Las seis pinturas fueron llevadas por el fraile al santuario de Zapopan, en donde actualmente se encuentran38. Además de los anteriores óleos, también era notable la decoración al temple de la cúpula, obra del pintor mexicano Juan Cordero, quien la realizó de manera gratuita y fue concluida en 1859. El tema principal es la Concepción de María, acompañada por varios santos y coros de ángeles que cantan acompañados de instrumentos musicales. En las pechinas pintó a los doctores franciscanos: San Buenaventura, Juan Duns Escoto, Alejandro de Hales y Nicolás de Lira39. Aquí se muestra una antigua fotografía de esta cúpula. 37 Imagen tomada de TOVAR DE TERESA, op. cit., p. 46. 38 Francisco SANTIAGO CRUZ, La Piqueta de la Reforma, México, Jus, 1958, p.32. 39 TORO, op. cit., p. 228. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 20 En esta imagen de 1905 podemos observar el retablo mayor, reformado al estilo neoclásico; del lado izquierdo, bajo las dos ventanas, vemos la tribuna de cedro rojo; debajo de ella, los dos grandes rectángulos oscuros son los óleos del Árbol Franciscano (derecha) y del Triunfo del Nombre de Jesús (izquierda); al centro de la fotografía, en la parte superior, se alcanza a observar la decoración de la pechina, obra de Cordero40. A un lado del altar mayor, reposan las cenizas de dos virreyes novohispanos muy queridos, las de don Matías de Gálvez Gallardo y don Bernardo de Gálvez, padre e hijo, fallecidos en México el 3 y 30 de noviembre de 1784 y 1786 respectivamente41. Estos dos sepulcros, así como la consagración del obispo de Sonora, don Pedro Loza, que tuvo lugar en esta iglesia en 185242, muestran la importancia que tenía este templo en la sociedad novohispana y posteriormente, mexicana. 40 Imagen tomada de Artes de México, año XV, no. 109, p. 32. 41 ROSELL, op. cit., p. 243. 42 ALFARO Y PIÑA, op. cit., p. 347. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 21 Las profusas descripciones de la iglesia estarían incompletas si no hablamos del resto del convento. Las diferentes dependencias del convento tenían una extensión considerable. Había varios patios con arquerías, una gran huerta con invernadero y los enormes potreros. Los claustros estaban decorados con magníficas pinturas de escuela mexicana y gran número de retratos de los hombres más ilustres de la orden43. Uno de los claustros, visto desde la torre. Al fondo, los potreros del convento. La imagen corresponde a mediados del siglo XIX. Invernadero de la huerta, 1855. El Convento de San Fernando en el siglo XIX. Obsérvense la iglesia, barda atrial, el panteón casi vacío, los numerosos claustros y la plaza al frente del conjunto. 43 VILLALPANDO, op. cit., p. 5. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 22 Además, los padres fernandinos contaban con una rica y selecta biblioteca, en que se conservaban preciosos manuscritos, pues los frailes se distinguieron por su amor al estudio, y algunos de ellos fueron autores de importantes obras históricas, geográficas y filológicas, además de ser notables predicadores. El papel de los Fernandinos en la evangelización septentrional de la Nueva España Los frailes del Colegio de San Fernando, después de haber fundado su convento en México, buscaron autorización real para iniciar sus trabajos apostólicos. Una Real Cédula les permitió levantar misiones en la Sierra Gorda, trabajo que inició con la creación de San José. Más tarde el coronel de caballería de Querétaro, don José de Escandón, visitó todos los lugares de indios de la sierra, analizando los resultados de los fernandinos y su misión de San José. Informó al virrey de los avances, y éste decidió que se fundaran otras cinco misiones en 174444. Al ser expulsados los Jesuitas en 1767, quedó vacante su lugar en el trabajo de evangelización que comprendía parte de Sonora y las Californias; existían cerca de sesenta pueblos de indios fundados por misioneros jesuitas que quedarían desocupados45. Por esto, el gobierno virreinal decidió enviar como guías espirituales a estos pueblos a misioneros dominicos y fernandinos. Estos últimos gozaban de una gran fama, por haber civilizado y catequizado a los indígenas otomíes y pames de la Sierra Gorda desde 1742, así como diversos puntos de Nuevo León, Coahuila, Texas y Tamaulipas. En esta vastísima región, donde habitaban indios altamente hostiles y atrasados, los fernandinos construyeron iglesias,fundaron pueblos, aprendieron una buena variedad de lenguas indígenas regionales, bautizaron a los naturales, les predicaron en sus idiomas, y les enseñaron a labrar la tierra y a cuidar ganados, introduciendo el cultivo de la uva y el olivo, todo sin esperar otra recompensa que el deseo de cumplir su trabajo apostólico46. A partir de 1766, las misiones de California fueron cedidas a los fernandinos, excepto cuatro de ellas que pasaron a las manos dominicas. Dieciséis religiosos 44 TORO, op. cit., p. 230. 45 Rosa CAMELO, “Expansión territorial y conquistas” en Miguel LEÓN-PORTILLA (coord. gral.), Historia de México, tomo 6, México, Salvat, 1978, p. 1227. 46 TORO, loc. cit. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 23 presididos por fray Junípero Serra partieron de San Fernando para tomar posesión de dichas misiones y continuaron administrándolas en la misma forma que los jesuitas, desde 1768 hasta 1774, cuando las entregaron a los dominicos, quienes habían trabajado activamente ante el gobierno español para que les concediera tomar parte en la administración de las misiones de California. Debido a esto, los fernandinos iniciaron las expediciones a la Alta California, estableciendo nuevas misiones entre los bárbaros, a partir de San Francisco de Borja, que fueron: Villacatá o San Fernando Rey, San Diego de Alcalá, San Carlos Borromeo, San Antonio de Padua, San Gabriel, San Luis Rey de Francia, San Juan Capistrano, Santa Clara de Asís, San Buenaventura, el puerto de Monterrey, y San Francisco de Asís. Algunas de ellas han llegado a ser prósperas, pobladas y muy importantes ciudades de Estados Unidos47. En 1770 partieron otros veinte frailes desde San Fernando para atender a las nuevas misiones, pero en virtud de nuevos arreglos con los dominicos, éstos tomaron posesión de todas las misiones fundadas hasta Villacatá, y los fernandinos se quedaron con la administración de todas las misiones desde Villacatá hasta San Francisco de Asís, adueñándose entonces del territorio de Alta California y países circunvecinos. Entre los frailes fernandinos destacaba el beato fray Junípero Serra, quien estaba ampliamente interesado en la conversión de los infieles. Fue líder de numerosas expediciones apostólicas, y en 1772 dirigió una más desde San Fernando de México a fundar nuevas misiones, a pesar de que muchos frailes fallecían en estas tareas a manos de los indios. Incluso después de muerto el padre Serra en 1784, los fernandinos fundaron las misiones de Santa Bárbara, la Purísima Concepción, Santa Cruz y Santa Soledad48. En 1796, decidieron erigir otras cinco misiones. Sin embargo, casi toda la obra civilizadora de los fernandinos estaba destinada a desaparecer con la independencia del país, pues la república, envuelta en dificultades económicas, negó los recursos necesarios para continuar la obra de los misioneros, y tuvieron éstos que abandonar 47 Mariano MONTERROSA, “La Evangelización” en LEÓN-PORTILLA, op. cit., tomo 5, p. 1138-1139. 48 CAMELO, op. cit., p. 1228. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 24 sus fundaciones, con lo que los indios regresaron al salvajismo primitivo, atacando las poblaciones del norte de la República con asesinatos y saqueos violentos. Entre los muchos misioneros notables pertenecientes a la orden fernandina, podemos contar al padre Isidoro Félix de Espinosa, fundador de San Fernando y autor de La Crónica Apostólica y Seráfica de todos los colegios de Propaganda Fide de esta Nueva España, en que se narran las apostólicas tareas de sus compañeros; el padre Antonio Margil de Jesús, que recorrió evangelizando de Guatemala hasta Texas, donde fundó la hoy importante ciudad de San Antonio, y que en alguna ocasión fue duramente atacado por Ignacio Ramírez, el “Nigromante”; otros misioneros importantes fueron fray Francisco Casañas, primer mártir misionero de Propaganda Fide, que convirtió infieles desde Yucatán hasta Texas y Nuevo México, y murió a manos de los apaches en San Diego de los Flemes; fray Miguel de Fontcuberta, fray Melchor López de Jesús, que en compañía del padre Margil y después solo, estuvo en Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, fundando pueblos e iglesias entre los indios chaquenses, borucas, toxas, talamancas, choles y terrobas; y el padre fray Francisco de San José, que marchó al Perú y allí fundó dos colegios de su orden49. La decadencia del Colegio de San Fernando y los últimos años Poco después de hacerse independiente nuestro país, las diferentes leyes y constituciones suprimieron las misiones, al considerarse que la labor evangelizadora era un residuo del trabajo conquistador que se había emprendido contra los indígenas por tres siglos. De esta manera, al prohibirse la fundación de nuevas misiones y de clausurar las ya existentes, el Colegio de San Fernando quedó sin labor principal en nuestra tierra, y a partir de entonces, la institución inició un lento proceso de decadencia50. En 1808, fue prisión de la familia del virrey José de Iturrigaray51, depuesto tras la revuelta encabezada por Gabriel de Yermo. Durante la purga encabezada por el virrey Garibay, el mercedario fray Melchor de Talamantes, 49 TORO, p. 234. 50 Ibidem., p. 226. 51 Alfonso TORO, Historia de México. La Revolución de Independencia y México Independiente, 13ª. Ed., México, Patria, 1960, p. 45. Julio ZÁRATE, en México a Través de los Siglos, vol. V, indica que la familia del virrey Iturrigaray fue encarcelada en el convento de San Bernardo. Por la cercanía de éste al Palacio Virreinal, la afirmación suena más probable que la de Alfonso Toro. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 25 precursor de la Independencia, también fue recluido por breve tiempo en San Fernando, antes de ser trasladado a la Inquisición52. San Fernando había recibido un duro golpe desde la secularización iniciada por Fernando VII, a principios del siglo XIX, y con el establecimiento del gobierno republicano en México, parecía que la vida de la orden estaba ya en agonía. De cualquier modo, el convento fernandino de México permanecía como uno de los más extensos e importantes dentro de la ciudad. Además, la riqueza de su templo era admirada por propios y extraños, y con el pasar de los años incluso se mejoró, con las decoraciones pictóricas en la cúpula, verdaderas obras de arte. En el siglo XIX, la orden de Misioneros de Propaganda Fide contaba ya con varios colegios establecidos a lo largo de todo nuestro país, muestra de la importancia de su trabajo, que después no sería defendido por nadie. Los colegios de Santa Cruz de Querétaro, Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas, San Francisco de Pachuca, San José de Orizaba, Nuestra Señora de Zapopan y Nuestra Señora del Destierro de Puebla53 entraron poco a poco en la dinámica de degradación que sufrieron todos los conventos fundados en la Nueva España, al no haber ya ninguna autoridad de gobierno que recordara las piadosas motivaciones que hubo al fundarlos y mantenerlos vivos. Por lo tanto, San Fernando, al igual que todas las comunidades religiosas del país, se mantuvo con vida observando cómo cada año tenía menos habitantes en sus claustros y trabajando en sus terrenos. La vida de este colegio y convento transcurrió plácidamente hasta el 19 de junio de 1858, cuando un fuerte terremoto, que dañó notablemente y por igual al Sagrario Metropolitano, causó enormes averías al templo de San Fernando. Abrió desde la bóveda al piso, una enorme grieta, hundiendo cosa de siete pulgadas el pavimento de la parte inferior; la cuarteadura se prolongó hasta las habitaciones de los religiosos, abriendo y desencajando todos los arcos y dinteles sin perdonar los lienzos del panteón viejo54. El conventoquedó inhabitable debido a los fuertes daños. Los frailes tenían que abandonarlo temporalmente, pero se negaron. La iglesia se cerró al culto para 52 Ibidem, p. 46. 53 TORO, La Cántiga…, p. 226. 54 Archivo Histórico del Distrito Federal (en adelante, AHDF), Ayuntamiento, vol. 2287, exp. 5 f. 11-12. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 26 realizar su reparación, que fue calculada entre setenta y ochenta mil pesos55. No pudo llevarse a cabo rápidamente por la falta de recursos que sufrían los frailes, quienes tuvieron que ir de casa en casa implorando la caridad pública para reunir el dinero necesario. Habiéndose comenzado a reponer, se hallaba en ese estado cuando en diciembre de 1860 se apoderó de la capital el gobierno de Juárez. En ese momento, las leyes dictadas el 12 de julio de 1859, sobre la supresión de órdenes religiosas masculinas y exclaustración, y la de 13 de julio de 1859, sobre ocupación de bienes eclesiásticos, pudieron ponerse en práctica en la ciudad de México, de modo que los fernandinos fueron expulsados de su domicilio, y la obra de reparación del templo quedó paralizada. Para entonces, los últimos habitantes de San Fernando eran 34 religiosos: 17 sacerdotes, 2 coristas, 8 novicios, 3 legos y 4 donados56. A partir del 31 de julio de 1859, los cementerios administrados por la iglesia pasaron a manos del gobierno, y el convento perdió una importante fuente de ingresos al ceder el Panteón de San Fernando a la administración civil. Por si esto fuera poco, el 24 de octubre de 1861, el gobierno del Distrito Federal, encabezado por el liberal radical don Juan José Baz, dictó un bando por el cual se mandaba cerrar al culto las iglesias de los conventos suprimidos, incluyendo obviamente a San Fernando57. Una vez que la iglesia fue clausurada, inició su desmantelamiento. Las campanas de la torre fueron fundidas, los retablos fueron destruidos y saqueadas las obras de arte de la iglesia. Las pinturas y la riquísima biblioteca se convirtieron en combustible para hogueras y estufas, y además, el convento se dividió en tres lotes para ser vendidos a particulares58. Después del desmantelamiento, por orden del presidente Juárez, en ese mismo año la iglesia de San Fernando fue sede provisional de la Escuela de Artillería y Caballería, nombre con el que se denominó en ese entonces al actual Heroico Colegio Militar.59 55 RIVERA CAMBAS, op. cit., p. 373 56 ALFARO Y PIÑA, op. cit., p. 349. 57 Manuel DUBLÁN y José María LOZANO, Legislación Mexicana, México, Impr. del Comercio, 1876-1912, tomo IX, p. 322. 58 SANTIAGO CRUZ, op. cit., p. 33; TORO, op. cit., p. 226; TOVAR DE TERESA, loc. cit. 59 Tomás SÁNCHEZ HERNÁNDEZ y Miguel A. SÁNCHEZ LÁMEGO, Historia de una institución gloriosa: el Heroico Colegio Militar 1823-1970, México, SEDENA, 1970, p. 145. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 27 Más tarde, cuando la iglesia regresó a manos de los franciscanos, se reconstruyó su interior, que fue reformado al estilo neoclásico a fines del siglo XIX. También, entre 1889 y 1893, el arquitecto Emilio Dondé construyó, en el cubo de la torre, una capilla fúnebre para la aristocrática familia Barron60. En la magna restauración del templo de 1967, se eliminaron los retablos y la decoración neoclásicos, que fueron sustituidos por un hermoso retablo churrigueresco, copia del original; los decorados clasicistas fueron también suprimidos, dejando las bóvedas sin marca alguna. Demolición de los claustros del Colegio de San Fernando, 1862. Después de ser cuartel, y con el pretexto de abrir la nueva calle de Guerrero, se comenzó a demoler una buena parte del abandonado convento. El resto fue convertido en habitaciones particulares; una gran porción de sus huertas y potreros fue comprada por Rafael Martínez de la Torre en sociedad con Antonio Escandón el 5 de mayo de 187461, y después fraccionada para abrir las nuevas colonias de Los Ángeles, San Fernando y Buenavista, que en conjunto integrarían las actuales Guerrero y Buenavista. A espaldas de la iglesia fernandina, sobre la calle de Mina, se construyó hacia 1920 el edificio que albergó a los Talleres Tostado, una de las empresas de grabados más importantes de México en aquella época. El edificio, con fachada de hierro y vitrales de colores, fue insertado en un espacio bastante breve y angosto, pero fue 60 Israel KATZMAN, Arquitectura del Siglo XIX en México, 2ª ed., México, Trillas, 1993, p. 352. 61 Edgar TAVARES LÓPEZ, “Un barrio centenario de verdad: colonia Guerrero” en Crónicas de la Ciudad de México, segunda época, año 3, núm. 9, Abril-Junio 1998, p. 3-4. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 28 sabiamente adosado a la vieja pared del ábside del templo. Este edificio, una hermosa muestra del estilo neocolonial y nacionalista que estaba en boga en aquellas décadas, hoy se encuentra ocupado por una vecindad clandestina, y obviamente, en pésimas condiciones de conservación. Evolución del Jardín Por su parte, el viejo atrio fue convertido en jardín a partir de 1862, y una pequeña calle se abrió justamente frente a la puerta de la iglesia. En 1867, el director de escultura de la Academia de San Carlos, don Miguel Noreña, realizó una bella efigie en yeso del general Vicente Guerrero, que constituyó la primera estatua mexicana destinada a colocarse en un paseo público de la ciudad. Más tarde se fundió en bronce. El monumento que le sirve de base fue diseñado por el arquitecto Ramón Rodríguez Arangoity62.En la imagen superior puede verse el jardín de San Fernando con dicho basamento (todavía sin la escultura colocada en él) y un par de fuentes. 62 KATZMAN, op. cit., p. 376. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 29 El jardín de San Fernando recibió dicha escultura el 1 de enero de 187063. Fue colocada al centro de la plaza, como homenaje al héroe popular que le daba nombre a la colonia de obreros ferrocarrileros que se estaba construyendo en los alrededores del viejo y desmantelado convento de San Fernando. Se fabricó un enverjado que incluía unas águilas de hierro y farolas para iluminar la estatua. A partir de entonces, el jardín fue denominado como Paseo Guerrero o Jardín Guerrero. El sitio, que durante décadas permaneció invadido por vagabundos y prostitutas, además de estar abandonado y sin el mínimo mantenimiento, constituía una de las plazas más tristes de la ciudad. Hacia 1890, los vecinos de la colonia pidieron infructuosamente que el monumento al Gral. Guerrero fuera trasladado a la Plaza Martínez de la Torre64 –donde hoy se ubica el mercado del mismo nombre–, pues consideraban que su sitio en el Jardín de San Fernando era indigno debido al pésimo estado del lugar. Por otra parte, a mediados de 1915, el señor J. Gavira solicitó al Ayuntamiento de la ciudad que se grabaran algunas inscripciones en la base desnuda del monumento, que sirvieran para recordar la vida y obra del Gral. Guerrero; mediante pequeños cambios a la propuesta original, el Cabildo aprobó y ordenó que el basamento de la estatua fuera inscrito con las cuatro frases que hasta hoy adornan al monumento: “VICENTE GUERRERO, HÉROE DE LA INDEPENDENCIA”; “SACRIFICADO EN CUILAPAN, OAXACA, 63 RIVERA CAMBAS, op. cit., p. 382. 64 AHDF, Ayuntamiento, Historia: Monumentos, vol. 2276, exp. 39, f. 2 y 2v. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 30 EL 14 DE FEBRERO DE 1831”; “MANTUVO EL FUEGO DE LA LIBERTAD”; “VIVIR POR LA PATRIA Y MORIR POR LA LIBERTAD”65. Durante varias décadas, diversos grupos patrióticos acostumbraban reunirse tanto en el Panteón como en el monumento a Vicente Guerrero cada 14 de febrero,para celebrar los aniversarios luctuosos del héroe de la Independencia66. Se acostumbraba colocar enormes arreglos florales y algunas coronas en el monumento; estas ceremonias, que todavía persistían en los años noventa, se han perdido en la última década. Entre 1967 y 1968, el jardín, la iglesia y el panteón fueron restaurados totalmente por los arquitectos Luis Ortiz Macedo y Jorge Medellín, en ocasión de la Olimpiada Cultural que se celebraría en México a la par de los XIX Juegos Olímpicos67, y que era parte de un plan integral de rescate de las plazas coloniales del Centro Histórico. Para darle una imagen más armónica a todo el conjunto, se cerró la calle que pasaba justo al frente del templo, creando un nuevo atrio. Con esto, se rescataba el espacio para el paseo de los peatones, y se desvió la circulación automotriz hacia los límites de la nueva plaza. (Izquierda)Calle Orozco y Berra frente a la Iglesia de San Fernando, 1967.Nótense los autos estacionados justo frente a la puerta del templo. 65 Ibidem, exp. 69, f. 1. 66 AHDF, Ayuntamiento, Funerales, vol. 1108, exp. 6, 72 f. 67 Luis ORTIZ MACEDO, “Siglo XIX” en Arquitectura Religiosa de la Ciudad de México…, p. 290. SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 31 (Derecha)Nuevo atrio creado a partir del cierre de la calle Orozco y Berra, 1968 La fachada del templo fue restaurada, reconstruida en sus piezas faltantes y la cantera y tezontle, limpiados a profundidad La fachada de la Iglesia en 1967. Nótese el letrero rojo bajo el relieve central. La misma fachada en 1968, tras la restauración. Se ha suprimido el letrero y los materiales recuperaron sus colores originales. Las construcciones aledañas al jardín fueron repintadas en colores neutros, se suprimieron anuncios comerciales y se ocultaron las fachadas con arbolado de gran altura, para que los alrededores del conjunto tuvieran un marco adecuado a la restauración y rehabilitación. HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 32 El jardín fue rediseñado en cuatro cuadrantes de vegetación, divididos por dos avenidas; se colocaron bancas, arbolado ornamental, surtidores de agua iluminados, nuevas luminarias de estilo antiguo y se agregó un pórtico o columnata al sur del jardín, igualando el estilo arquitectónico de las galerías del panteón, que fueron ornamentadas con lámparas de luz indirecta, destacando la construcción. Luis Ortiz Macedo trató, sin éxito, de crear una gran plaza de homenaje a Benito Juárez en la manzana contigua al Panteón de San Fernando. Su intención original era extender el Jardín hacia el oriente, e incluso, colocar una estatua dedicada al prócer oaxaqueño. Sin embargo, esta idea implicaba la demolición de numerosos inmuebles de escaso valor arquitectónico, pero que son propiedad privada, y la idea fue descartada por su ambición. De este modo, al oriente del Panteón se expropió un terreno menor, donde se inauguró una pequeña plaza cívica para los homenajes anuales a Juárez, la cual nunca se utilizó para tal propósito; al convertirse rápidamente en refugio de delincuentes, vagabundos y prostitutas, la plaza fue enrejada y cerrada al público en los años setenta. Con el tiempo, la pequeña plaza cívica cayó en el abandono, y llegó a convertirse inclusive en bodega SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO 33 de carritos de basura; entre los objetos interesantes que se arrumbaron en este espacio se encontraban diez rosetones masónicos que estuvieron colocados dentro del sepulcro de Benito Juárez, y que al deteriorarse con el paso del tiempo, terminaron por destruirse prácticamente a la intemperie, entre los jardines de esta plaza enrejada. Actualmente, la plaza de San Fernando conserva aún una parte de la imagen recuperada en esa magna restauración; igualmente mantiene su espíritu de atrio colonial y de jardín porfiriano, aunque comparte ese carácter con todos los vagabundos, narcomenudistas y el deterioro que ha acompañado a este oculto rincón histórico de nuestra gran ciudad. A últimas fechas, con el fin de recuperar el espacio para la comunidad, las autoridades delegacionales y gubernamentales han organizado programas de asistencia social y cultural en la Plaza de San Fernando con relativo éxito, dándole una nueva dinámica a este hermoso sitio. El Jardín e Iglesia de San Fernando (1968) CCAAPPÍÍTTUULLOO DDOOSS EELL PPAANNTTEEÓÓNN DDEE SSAANN FFEERRNNAANNDDOO 34 SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: PANTEÓN DE SAN FERNANDO odo comenzó en 1832. No sabemos con exactitud el día o el mes; simplemente el nombre del creador: Ignacio Cortina Chávez, síndico del Colegio de San Fernando. Gracias a una idea suya, los religiosos de aquel convento deciden construir anexo a su templo un pequeño cementerio privado, que albergase únicamente los restos de los miembros de la comunidad, cofrades y benefactores de su sagrado instituto. g Deciden así tomar una parte de su pequeña huerta para este terreno sacro; la parte contigua a los jardines y construcciones limítrofes del Hospital de San Hipólito, que se halla prácticamente junto al colegio apostólico. Y no sólo eso: deciden también aumentar los entonces pequeños ingresos del monasterio apoyándose en el elevado costo de los servicios funerarios. Tierra santa, sin duda, pero también exclusiva y elitista. No cualquier persona tendría el privilegio de ser sepultada en ese pequeño camposanto. Lo único que estos frailes y síndico no sabían era que, además de incrementar la oferta de cementerios en la ciudad, al crear el cementerio de San Fernando estaban también creando un espacio único; un sitio destinado a la posteridad…y al mismo tiempo, al olvido. Sobre los panteones En la antigua ciudad de México, la cotidiana tarea de sepultar a los difuntos no era un gran problema, pues en cada parroquia de la ciudad existía un pequeño cementerio destinado a los habitantes correspondientes a ella1. Al menos no constituía conflicto antes de fines del siglo XVIII, cuando la ciudad ya contaba con el flamante cementerio general: el Panteón de Santa Paula—que actualmente yace oculto bajo el Paseo de la Reforma norte—, fundado en ocasión de una epidemia de 1 Artemio de VALLE-ARIZPE, Por la vieja Calzada de Tlacopan, 2ª ed., México, Diana, 1980, p. 217 nos habla de estos cementerios parroquiales o dentro de los hospitales, que se utilizaron mayoritariamente durante la epidemia del Matlalzáhuatl en 1736, y que en algunos casos continuaron en uso en las décadas siguientes hasta su desaparición. 35 HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ viruela en 17842. De cualquier modo, en los últimos años de la centuria, hubo un gran movimiento relativo a la sepultura de los difuntos de la población. Precisamente eran las epidemias o los desastres naturales los que ocasionaban una sobrepoblación de cadáveres en la ciudad. La Ilustración modificó los patrones sociales de limpieza y salud, provocando que en las postrimerías del virreinato hubiera una conciencia por la higiene y la salud pública. Después de la Real Cédula de 3 de abril de 1787, donde se ordenaba la construcción de cementerios, el arzobispo Alonso Núñez de Haro ordenó la creación del enorme panteón de Santa Paula, originalmente concebido para uso del Hospital de San Andrés; y aun designará 12 mil pesos de sus expolios para la construcción de un cementerio general en 18083. El modelo de Santa Paula, panteón extenso y ordenado, sería copiado posteriormente por los nuevos cementerios que se construirían en la antigua ciudad de México
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