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Siglos-de-historia-y-de-olvido--Panteon-de-San-Fernando

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UUNNIIVVEERRSSIIDDAADD NNAACCIIOONNAALL AAUUTTÓÓNNOOMMAA DDEE MMÉÉXXIICCOO 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN 
PROGRAMA DE HUMANIDADES 
LICENCIATURA EN HISTORIA 
 
 
 
 
 
 
 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
 PANTEÓN DE SAN FERNANDO. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADO EN HISTORIA 
PRESENTA EL ALUMNO 
CEJA PÉREZ HÉCTOR ENRIQUE 
 
 Asesora: Dra. Alicia Gojman Goldberg. 
 
 Naucalpan, Edo. de México, abril de 2008. 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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A Danny Alessandra 
 
Porque eres mi motivo, mi adoración, lo más hermoso de mi vida. 
Espero que el primer libro de tu papá sea para ti un motivo de orgullo, 
o al menos, de ejemplo. 
Te quiero, Cotu. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ii 
 
AGRADECIMIENTOS 
Aunque este trabajo es una obra personal, quiero compartir este logro con un gran número 
de personas que de alguna manera u otra, contribuyeron con un pequeño granito de arena 
para que yo pudiera culminar exitosamente mi carrera universitaria. A todos ustedes.- 
 
 
 
A mi mamá, Susana Patricia Pérez Méndez 
A ti, te debo TODO. Jamás tendré palabras suficientes para decirte lo fundamental que has 
sido para mí desde antes que yo naciera y hasta este mismo instante. Gracias por tu apoyo 
incondicional, por tu paciencia, por tus gritos y regaños, por cada muestra de amor que me 
has dado. Por estar siempre, por no fallarme nunca y por soportarlo todo; por haberme 
llevado en tu vientre, por haberte esforzado para darme lo mejor y por haber luchado 
durante 25 años por mí, contra mí y junto a mí. 
Gracias, simplemente, por ser mi madre. Este logro es más tuyo que mío. 
 
 
 
A mi hermana, Susana Angélica Ceja Pérez 
Gracias por ser mi compañera de juegos, de peleas, de tristezas; por ser confidente, 
consejera, celestina, escudo, cómplice y tantas cosas más; crecer a tu lado ha sido algo 
extraordinario y nunca te cambiaría por nadie. Ser tu hermano es un orgullo. 
 
 
 
A mi papá, Héctor Ceja Ladino 
Por todo lo que me diste durante mi infancia, adolescencia y juventud. Porque estuviste 
conmigo de una manera especial, me enseñaste tantas cosas y ahora, te entrego aquí una 
muestra de lo que he llegado a ser. Gracias. 
 
 
 
A toda mi familia, porque ustedes me han forjado como ser humano y me han convertido 
en lo que soy, me han querido infinitamente, me han educado, me han cuidado, me han 
protegido y me han apoyado. Me siento afortunado por haber nacido con estos apellidos y 
por formar parte de esta pintoresca familia. Gracias Gregoria Méndez Márquez, Catalina 
Ladino Tenorio, Ovidio Pérez Toledo (†); Miguel Ángel, Xóchitl y Chóforo (†) Pérez 
Méndez, y Fofa. 
 
iii 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A ti, Guadalupe Araceli 
La vida no sería la misma si no te hubieras cruzado en mi camino, hace ya tantos años. La 
felicidad es sinónimo de tu nombre, el amor vive encarnado en ti como un milagro y eres el 
obsequio más sublime que me dio la eternidad. 
Porque te amo, y porque me has amado siempre, te ofrezco esta obra, mi corazón y mi vida 
entera. 
 
iv 
 
 
A esos amigos que hicieron diferencia en mi vida, porque fueron más que amigos, 
hermanos. Porque estuvieron en las buenas, y sobre todo en las malas, cuando en verdad 
conoces a tus amigos. Porque nuestra amistad ha traspasado las barreras del tiempo, la 
distancia y el mal carácter. Por su amistad y su cariño, están en otro nivel, pues mi vida es 
mejor por tenerlos a ustedes en ella. 
Leonardo Herrera Vázquez. 
Merit Alejandra Mata González. 
Jorge Hernández Delgadillo. 
 
 
 
En la FES Acatlán, a mis colegas de la licenciatura en Historia, en quienes encontré mis 
más grandes amigos, con quienes he vivido una infinidad de momentos, nos hemos reído, 
hemos trabajado juntos, nos hemos ayudado muchísimo, hemos sufrido; gracias por sus 
porras, sus consejos y sus risas. A ustedes espero conservarlos a mi lado hasta que seamos 
historia: 
Gisela Cabral Reyes 
Tatiana Orea García Rojas 
Carmen Pérez Muñoz 
Mariana Sánchez Garza 
Fernando Andrade Amador 
Gabriela Sánchez Ibarra 
Ramón Velázquez Guzmán 
 
 
 
A todos mis amigos y compañeros de escuela, que contribuyeron cada uno con su 
personalidad a que los años que vivimos juntos fueran una experiencia extraordinaria, en la 
Prepa 9: 
Jorge David Aguirre Pérez 
Juan Silverio Amandi Zárate 
Jonathan Valdez González 
Fausto Cárcamo Pérez 
Miguel Ángel Rodríguez Rosas 
Damián Félix Hernández 
Ismael Chavando Godínez 
Viridiana Uribe Godoy 
Jessica Palacios Serrano, 
Nadia Sánchez Pérez 
Patricio Martínez Zamudio 
Alba Huerta Sánchez y todos los demás, 
Su amistad no tiene precio. 
v 
 
A la Dra. Alicia Gojman Goldberg 
No creo que existan las palabras exactas y justas para agradecerle tantas cosas. Creyó en mí 
y mis capacidades como su alumno desde el primer momento, sin dudarlo. Esta 
investigación se convirtió en realidad gracias a usted y siempre ha tenido las mejores 
palabras de aliento para mí. Más que maestra, mentora, consejera, amiga o apoyo 
incondicional, usted es un sabio ángel que Dios me envió desde el cielo. 
 
A todos mis maestros, porque cada uno de ustedes dejó una marca en mi vida, me 
enseñaron muchísimas cosas y me formaron académicamente, además de enseñarme que la 
docencia es una profesión maravillosa. Cada uno de ustedes, desde mi más temprana 
infancia hasta hoy, me brindaron los conocimientos y la educación formal con los que he 
crecido hasta culminar mi licenciatura en Historia: 
Sra. Silvia 
Sra. Delia 
Maestra Carmen 
Judith Abdo Kuri 
Silvia Aguilar Cuevas 
Francisco Aguirre Aguirre 
Adelina Aldama Zapiáin 
Alma Patricia Alfaro Omaña 
Horacio Almazán Pineda 
Ariadna Álvarez González 
Mercedes Andrade Díaz 
Daniela Asmus Kahnfert 
Margarita Bahena Albarrán 
María Otilia Balderas Hernández 
Adriana Bobadilla Medina 
Siegfried Böhm Wieckert 
Laura Edith Bonilla de León 
Rosalba Canella Juárez 
María del Carmen Castillo Romero 
Julio Cerecedo Buitrón 
Silvia Chávez Vela 
Porfirio Enrique Cruz Rivas 
Luis Guillermo de la Rosa Jiménez 
Gustavo Delgado Carbajal 
Germán Francisco Díaz González 
Héctor Antonio Díaz Zermeño 
Ricardo Esnaurrizar Jurado 
Aurora Elena Flores Olea 
Leticia Franzoni Itami 
Juan de Dios González García 
María del Carmen Gracia Jiménez 
Norberto Miguel Grajales Bautista 
Silvia Gutiérrez García 
Ursula Hemming Berejiani 
José Luis Hernández Olguín 
América Hernández Olvera 
Mario Hernández Ramírez 
María Teresa Hernández Santos 
Patricia Huerta Ruiz 
Francisco Hurtado Camacho 
Rosane Hutz Collen 
Raymundo Isidro Alavez 
Leticia Jiménez Vega 
Gilberto Lara Martínez 
Rosa María Lara Urrutia 
María Teresa Lechuga Trejo 
Laura Lemus Méndez 
María de la Cruz López Jiménez 
Gonzalo Luna Rodríguez 
Luis Fernando Martínez Madrid 
Rosa María Martínez Márquez 
Juan Javier Mata Lozano 
Félix Mendoza Martínez 
Margarita Mercado Moreno 
Rosaura Mondragón López 
Patricia Montoya Rivero 
Matilde Morales Flores 
Julio César Morán Álvarez 
Federico Beals Nagel Bielicke 
Aída Daniela Navarro Maycott 
Adyara Nizametdinova Fatejovna 
Manuel Ordóñez Aguilar 
Aída Ostria Baltazar 
Aideé Susana Padua Acosta 
Hilario Pérez Medina 
María de la Luz Portilla Reyes-Spíndola 
Daniel Raúl Ramírez Canales 
Pedro Gabriel Ramírez Hernández 
Audel Ramírez LeyvaJosé Luis Ramírezrojas Arcocha 
Mario Ramos Andrade 
Gabriela Rangel Aguirre 
María del Carmen Riveros Chávez 
Isidro Rodríguez Regino 
Elena Rodríguez Vega 
Lorenzo Rojas Muñoz 
Ezequiel Romero Guerrero 
Hilda Rubio Pérez 
Luis Jaime Sánchez Sánchez 
María de la Luz Sandoval López 
Bettina Schranner 
Juan José Sepúlveda Marín 
Eva Swoboda Wagner 
Gregorio Torres Burciaga 
Jesús Trejo Vargas 
Ernesto Ángel Uribe Pérez 
Jorge Valentín Nájera 
José Luis Vargas Ocaña 
María del Pilar Vázquez Guevara 
José Luis Velasco Ovando 
José Manuel Villalpando Nava 
Heike Zulla 
vi 
 
Debo agradecer de una manera más especial a los siguientes maestros, porque me 
enseñaron con sus excelentes clases a amar la Historia desde muy joven, porque siempre 
supieron mostrarme que la Historia más que una materia, es un vicio apasionante, es algo 
muy divertido e increíblemente satisfactorio: 
 
Blanca Yolanda Castañeda Vilchis 
Martha Celada del Castillo y Ruvalcaba 
Arturo Cortés Ocotitla 
Verónica Jiménez Villanueva 
Laura Medina García 
 
 
Y ya en la licenciatura, a aquellos profesores que me enseñaron mucho más que los otros, 
que me reafirmaron el amor por mi carrera, que me sirvieron de ejemplo como docentes y 
seres humanos, y que me hicieron disfrutar cada minuto de clase, cada día, cada semestre. 
Gracias a todos por su esfuerzo en el aula, ojalá algún día pueda ser como alguno de 
ustedes: 
Lic. Guadalupe María del Pilar Barroso Acosta 
Lic. Miguel Ángel Cerón Ruiz 
Lic. Rosa Félix Matamoros 
Lic. José de Jesús David Guerrero Flores 
Dra. Rebeca López Mora 
Lic. Julio César Morán García Robés 
Lic. Roberto Sánchez Valencia 
Lic. Juan Bautista José Soria Díaz 
Mtro. Javier Torres Medina 
 
Al arquitecto Juan Luis Rodríguez Parga 
Trabajar ayudándolo en sus múltiples proyectos fue una experiencia formativa, apasionante 
y divertida. La confianza que puso en mí desde tiempo atrás se convirtió en una gran 
amistad, sin olvidar lo mucho que he aprendido de usted. 
 
Al Dr. Mauricio Pilatowsky Braverman, la Dra. Alejandra Velázquez, el Seminario de 
Jóvenes Investigadores y el Lic. Luis Felipe Estrada Carreón, por su interés, su 
invaluable apoyo académico y su confianza. 
 
Igualmente, a la Secretaría de Desarrollo Institucional, a la Unidad de Apoyo a la 
Investigación en Facultades y Escuelas, al Macroproyecto 4 "Diversidad, Cultura 
Nacional y Democracia en Tiempos de la Globalización: las Humanidades y las 
Ciencias Sociales frente a los desafíos del siglo XXI", del que forma parte el 
Subproyecto 20 “Historiografía Crítica del México Novohispano”, de la UNAM, por el 
importante apoyo académico y económico que me otorgaron y con el que se pudo 
completar esta investigación, enmarcada dentro de los avances de trabajo de tan ambiciosos 
proyectos. 
 
vii 
 
Al personal de la Delegación Cuauhtémoc que fueron los primeros en confiar en mí y 
abrirme las puertas para investigar, conocer y hacer mío al objeto de mi trabajo. Sin su 
ayuda, su cariño, su defensa, sus porras, difícilmente podría haber conocido tantos datos y 
secretos. Gracias por el tiempo que estuvieron conmigo 
 
Ana María Ponce de León (en especial) 
Luis Figueroa 
Antonio Torres 
 
 
A todas las personas que intervinieron en el proceso de restauración del Panteón de San 
Fernando en 2005-2006, que rescataron el sitio a través de grandes esfuerzos, y que nunca 
dejaron de recibirme, escucharme y apoyarme; encabezados por los arquitectos José Luis 
Reyes, Víctor Caballero, Javier “el güero”, Adrián; Ing. Jorge Gómez Jácome, Arq. Arturo 
Ocampo, restauradores don Mario y Salomón; PAByS Supervisión de Obras, Mc Cartney 
Internacional y Sackbé, S.A. de C.V. 
 
 
Al Fideicomiso Centro Histórico y su personal de Desarrollo Inmobiliario, que diseñaron 
y desarrollaron el proyecto de remodelación y museografía para rescatar el panteón. 
 
 
Al Lic. Alejandro Encinas Rodríguez, que me favoreció con su amistad y confianza, y me 
apoyó significativamente para culminar el trabajo de restauración del cementerio. 
 
 
Al personal de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal (2006), con 
quienes tuve la fortuna de trabajar, y que me dieron la oportunidad más hermosa y 
extraordinaria de mi vida laboral. Gracias por su confianza, su ayuda, su amistad, sus 
consejos, por todo: 
Dra. Raquel Sosa Elízaga 
Lic. Edna María Orozco 
Lic. Nora Morett 
Dr. Carlos Ruiz Abreu 
Antrop. Olivia Norman Mora 
Lic. Patricia Pino Farías 
Ing. Héctor López 
Lic. Carlos Betancourt Cid 
 
Así como a las guías culturales, enlaces administrativos y demás personal administrativo y 
manual, que siempre tuvieron para mí una sonrisa y me mostraron su enorme calidad 
humana. 
 
 
viii 
 
A mi personal del Museo Panteón de San Fernando (2006) 
De una manera muy especial, desde lo más profundo de mi corazón, quiero darles las más 
infinitas gracias por TODO su apoyo, su ayuda, su esfuerzo, su dedicación, su amor por el 
proyecto; por su invaluable amistad, por haber sido mis aliados desde el primer momento, 
por haberme enseñado a ser jefe y por todo lo que me haga falta. Sin ustedes y su labor, hoy 
el museo no sería tal, han dejado en él su huella y yo siempre los llevaré en mi corazón y en 
mi mente. 
Agustín Bautista García 
Roberto Carrillo Chona 
Rosa María Enciso Zamora 
Paulino Hernández Hernández 
Gaspar Hernández López 
Elena Alí Nataret Barbis 
Gloria Palacios Hernández 
Alejo Pérez Murillo 
Carolina Pérez Vargas 
Guadalupe Rétiz Bonilla 
Argelia Romero Villa 
Yolanda Sánchez 
 
 
Al Dr. en Arq. Luis Ortiz Macedo, por su confianza, su tiempo y la invaluable 
información que amablemente me proporcionó, sin la cual una buena parte de esta 
investigación jamás se hubiera completado. Y también por fijarse en la historia y belleza del 
panteón, la cual hizo crecer cuando lo intervino con su trabajo. 
 
 
A las escuelas que me formaron académicamente y como ser humano: 
Estancia de Bienestar Infantil no. 12 del ISSSTE 
Escuela Primaria “Dr. Belisario Domínguez” 
Escuela Secundaria Diurna No. 4 “Moisés Sáenz” 
Escuela Nacional Preparatoria, plantel 9 “Pedro de Alba” 
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Acatlán 
 
 
 
A todos los que me faltó mencionar 
 
 
 
Y sobre todo, al PANTEÓN DE SAN FERNANDO por lo que me diste, lo que me enseñaste, 
por la inspiración que me despertaste y lo que viví en ti; pero sobre todo, por existir, pues 
si no estuvieras ahí, sin duda alguna la ciudad de México, el mundo entero y mi vida no 
serían lo mismo. 
ÍÍNNDDIICCEE 
 
INTRODUCCIÓN 2 
 
CAPÍTULO UNO: ANTECEDENTES HISTÓRICOS: EL CONJUNTO DE SAN FERNANDO 
 Los Misioneros de Propaganda Fide en Nueva España 8 
 El Colegio de Propaganda Fide de San Fernando Rey en México 10 
 El papel de los Fernandinos en la evangelización septentrional de la Nueva España 22 
 La decadencia del Colegio de San Fernando y los últimos años 24 
Evolución del Jardín 28 
 
CAPÍTULO DOS: EL PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
 Sobre los panteones 35 
 De camposanto atrial a panteón eclesiástico (1790-1836) 39 
 Algunos detalles 45 
 Panteón de convento (1836-1860) 53 
El panteón civil (1861-1871) 68 
 San Fernando: el recuerdo (1871-1898) 95 
 
CAPÍTULO TRES: EL SIGLO XX 
 El Panteón Nacional y su destino (1900-1915) 110 
 Hacia el Monumento Histórico (1915-1936) 125 
 El olvido (1936-1967) 137 
 La restauración olímpica (1967-1968) 145 
 El abandono (1968-2005) 152 
 A manera de epílogo. 2005: el último cierre. 170 
 
CONCLUSIÓN 172 
 
FUENTES DE INFORMACIÓN 177 
 
APÉNDICE 183 
 
1 
IINNTTRROODDUUCCCCIIÓÓNN 
 
 
 
e todos los monumentos históricos o edificios notables de la ciudad de 
México, he elegido uno que me resulta muy interesantey digno de 
compartir con todas aquellas personas que no tengan el gusto de 
conocerlo. Este lugar es el Panteón de San Fernando. Antiguo inmueble, parte de la 
vida de la capital mexicana, sin duda es uno de los sitios más históricos y 
enigmáticos de la ciudad de México, cuya historia merece ser escrita a conciencia por 
diversas razones. 
 D
Primera, San Fernando es el único panteón civil de la vieja ciudad de México que 
sobrevive desde el siglo XIX hasta nuestros días sin grandes alteraciones, 
conservando mucha de la imagen que tenía en aquellos tiempos. Se le puede 
considerar como un rincón decimonónico perdido entre la modernidad de la 
metrópolis. 
Segunda, como se verá en el transcurso de la investigación, el Panteón de San 
Fernando fue depositario de los restos de importantes personalidades mexicanas del 
siglo XIX, que hoy son figuras históricas de nuestro país; esto es hoy desconocido 
por una gran mayoría de la gente, a pesar de la reconocida fama y prestigio social 
que tuvo el cementerio durante toda su época de funcionamiento y las décadas 
siguientes. 
Tercera, a pesar de lo anterior, el panteón se mantuvo por muchos años en un 
deplorable estado de conservación, lo que obliga a denunciarlo, mostrando al lector 
la historia y relevancia de este sitio como parte importante de la historia urbana y 
social de la ciudad de México, como monumento histórico, e igualmente como 
punto de interés turístico, manifestando la necesidad de su conservación y 
valoración. 
Cuarta. Aunado a todo eso, existen razones personales: vi la degradación lenta y 
progresiva del panteón durante 15 años, sin existir ninguna intención oficial o acción 
para detenerla. Afortunadamente, gracias a trabajos gubernamentales esto se detuvo 
muy recientemente, cuando fue restaurado de manera sustantiva y convertido en 
2 
 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
 
museo de sitio. Tal circunstancia me hizo cerrar la larga época de degradación del 
panteón hasta ese momento y me permitió investigar su historia en una época 
delimitada desde su fundación hasta el año de su última transformación. Mi trabajo 
de investigación, que me llevó a desempeñarme como director fundador de dicho 
museo, me dio la oportunidad de divulgar oralmente la historia del panteón, y ahora 
busco continuar esta difusión de forma académica y escrita, para que la obra de 
restauración de rescate realizada no se pierda tan fácilmente. 
Quinta. A pesar de su gran historia y su relevancia como monumento histórico, 
no existen estudios profundos sobre este panteón, exceptuando los de Jesús Galindo 
y Villa (1908) y de José Manuel Villalpando (1981), que buscaron hacer notar al 
panteón apelando a su historia, pero no lograron modificar la situación de 
conservación del inmueble, el cual ha estado oculto por décadas tras la indiferencia 
de la sociedad. Además, existe una tesis de licenciatura en la Universidad 
Iberoamericana (1977) sobre el cementerio, que habla ligeramente de su arquitectura 
y escultura, sin profundizar en la vida misma del inmueble. También son de 
importancia un pequeño cúmulo de notas periodísticas sobre el Panteón de San 
Fernando y su estado a través de los años. Todos estos trabajos, debido a su fecha 
de publicación y a la cambiante imagen y situación del cementerio, no brindan 
información reciente y requieren de una actualización, donde se mencionen los 
eventos ocurridos entre la edición de cada uno de ellos y en los últimos años. 
En síntesis, busco realizar una especie de “biografía” del Panteón de San 
Fernando, sujeto histórico de la ciudad de México, con el fin de centrar mi esfuerzo 
en su origen, evolución y decadencia hasta nuestros días. Para lo anterior fue 
necesaria una intensiva investigación archivística y hemerográfica de donde se tomó 
una infinidad de información y surgieron datos ocultos, desconocidos, del 
cementerio, que sirvieron para poder construir el texto que estamos leyendo, 
intentando hacerlo lo más completo posible. 
La investigación fue ardua y dificultosa: tuve que invertir muchos meses de 
trabajo en la transcripción de volúmenes enteros en el Archivo Histórico del Distrito 
Federal ante la imposibilidad de reproducirlos por otros medios. Asimismo, fue 
necesario adentrarse en la gran colección de planos ahí resguardada para poder 
ilustrar mejor pasajes de la historia del lugar. Agradezco profundamente a esa 
3 
 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
 
institución y a sus trabajadores por todo el apoyo que me brindaron en los 18 meses 
que pasé inmerso en sus fondos documentales. 
Por otro lado, la investigación hemerográfica fue aún más compleja, pues debí 
buscar incansablemente cualquier noticia, fotografía, comentario u opinión sobre el 
panteón que hubieran sido plasmados en los periódicos más importantes de la 
capital, desde 1931 hasta el 2005. En muchas ocasiones, las noticias abundaban y 
eran fáciles de localizar, pero también me encontré con años y años de silencio. Esta 
investigación no la habría podido terminar sin las facilidades tecnológicas y humanas 
que brinda la Hemeroteca Nacional de México y el invaluable apoyo de mis amigas 
Gisela Cabral y Tatiana Orea. 
Toda esta información fue complementada con la lectura de libros, revistas, 
planos y diferentes tipos de imágenes, de manera que yo pudiese armar y escribir una 
historia general del sitio, para que los lectores, y —si es posible— los habitantes de 
la ciudad de México conozcan al panteón, entiendan su importancia dentro de la 
misma y se valore la conservación de este singular punto de interés del Centro 
Histórico. 
Para ello, debí recorrer varias bibliotecas y librerías —de nuevo y de usado— con 
la finalidad de poder conseguir cualquier libro que me ilustrara sobre la interesante 
historia mexicana del siglo XIX y de los hombres que la forjaron, poniendo énfasis 
en aquellos que reposan en San Fernando. No fue tarea fácil. En realidad 
desconozco el tiempo y dinero que invertí para poder obtener todos los textos 
necesarios, que en muchas ocasiones me fueron de gran utilidad, y en otras, sólo me 
hicieron perder el tiempo. 
Por último, debo hablar de mi compulsión a recopilar cualquier fotografía o 
imagen del panteón no importando su época o su origen, de modo que siempre 
tuviera armas para ilustrar este trabajo. La obsesión me ha llevado a tener en mi 
poder un archivo cercano a 700 fotografías del Panteón de San Fernando —que 
pongo a disposición de los interesados—, las que me resolvieron dudas, me 
enamoraron del lugar y me impulsaron a seguir siempre adelante. 
Los objetivos que persigo al escribir la historia del panteón (conocerlo a través 
de un paseo por su historia, entenderlo como sitio histórico y valorarlo de acuerdo a 
la riqueza que contiene) son cruciales para la permanencia y cuidado del lugar, no 
4 
 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
 
sólo porque Benito Juárez está sepultado ahí, sino porque el sitio es también 
depositario de los restos de muchos prohombres mexicanos y porque por décadas ha 
padecido los dolores del descuido, el maltrato y el abandono. 
Ante eso, surgen las preguntas. Si el Panteón de San Fernando es un monumento 
histórico catalogado, ¿a qué se ha debido su constante abandono? Si ha sufrido de 
abandono y descuido en numerosas ocasiones, ¿qué lo ha conservado hasta la 
actualidad? ¿Acaso es el sepulcro de Benito Juárez la razón de su supervivencia? De 
no estar en San Fernando el mausoleo de los Juárez Maza, ¿se habría conservado el 
panteón tras el paso de los años? 
El texto intenta responder a todas esas dudas. El Panteón de San Fernando de la 
Ciudad de México ha sido objeto de abandono, descuido y olvido por parte de los 
habitantes e instituciones gubernamentales de nuestra ciudad. En diferentes 
ocasiones ha estado a punto de desaparecer por completo, pero después de 175 
años, se conserva en pie. 
Mi hipótesispropone que esto se debe a que el sepulcro donde reposan los restos 
de Benito Juárez y su familia se encuentra en este cementerio, pues cada vez que se 
acerca un aniversario de nacimiento o luctuoso del histórico presidente oaxaqueño, 
el viejo y abandonado panteón recibe arreglos, reparaciones y restauraciones para 
llevar a cabo en el cementerio las ceremonias cívicas conmemorativas, y esto ha 
permitido que el Panteón de San Fernando permanezca en pie a pesar de todo. 
Para hacerlo de mejor comprensión, dividí mi trabajo en tres grandes capítulos. 
El primero nos hablará de manera somera y breve de los antecedentes históricos del 
panteón, y de cómo se originó. Esto fue a través del antiguo Colegio Apostólico de 
Propaganda Fide de San Fernando, institución virreinal localizada junto al 
cementerio. Hablaremos de su fundación, evolución y decadencia hasta la época 
actual, en la que se ha conservado sólo su hermoso templo barroco. Asimismo, este 
capítulo nos hablará de la antigua Plazuela de San Fernando o Jardín Guerrero, un 
plácido lugar que se ubica justo frente al templo y panteón fernandino, y que—para 
no variar—es una plaza con décadas de existencia y con muchos detalles por 
descubrir. 
El segundo capítulo habla propiamente del cementerio. Nos adentraremos en la 
vida del panteón haciendo un rápido recorrido por la historia de los antiguos 
5 
 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
 
6 
 
camposantos de la ciudad, su origen y funciones hasta dar con la fundación de San 
Fernando, su evolución y crecimiento y su clausura hasta llegar al cambio de siglo. 
Es un capítulo dedicado exclusivamente al siglo XIX, época en que nuestro sujeto 
histórico nació, funcionó y quedó como un hermoso recuerdo de aquella centuria. 
El tercer y último capítulo nos hablará de cómo el Panteón de San Fernando 
vivió el siglo XX, que resultó ser una época de muchos cambios, físicos y 
simbólicos. En esos últimos cien años, San Fernando se fue transformando de 
manera dinámica y vertiginosa hasta convertirse en el lugar que conocemos el día de 
hoy, pasando por momentos de gran fama y otros de ignominia y desastre. Al final, 
ofrezco un pequeño apéndice que contiene una lista de los sepulcros que se 
conservaban en el panteón hasta el año 2006. 
Adentrémonos entonces en la historia que el Panteón de San Fernando tiene que 
contarnos, en esa historia que a mí me embrujó, me enamoró y me fascinó, y que 
espero que al lector le resulte, por lo menos, digna de su tiempo e interés. 
 
Héctor E. Ceja 
México, D.F. Enero de 2008. 
 
 
7 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CCAAPPÍÍTTUULLOO UUNNOO 
AANNTTEECCEEDDEENNTTEESS HHIISSTTÓÓRRIICCOOSS:: 
EELL CCOONNJJUUNNTTOO DDEE SSAANN FFEERRNNAANNDDOO 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
8 
 
 
 
 
 
Los Misioneros de Propaganda Fide en Nueva España 
os misioneros de Propaganda Fide, o de la Propagación de la Fe, son 
una rama o congregación que pertenece a los colegios apostólicos 
franciscanos1. Tomaron el nombre de fernandinos cuando se estableció el 
Colegio Apostólico de San Fernando en la ciudad de México2. 
La orden de los fernandinos, o misioneros, como también se les conoció, fue 
muy importante en la conquista espiritual de la Nueva España; a ella se le debe una 
buena parte del trabajo civilizador que se realizó en el norte del territorio 
novohispano. 
Don Fernando de Tapia, indio y cacique de Xilotepec3, emprendió la conquista 
de Querétaro en 15704, y cuando la logró, llevó a esa ciudad algunos frailes 
franciscanos para que se ocuparan de administrar los sacramentos a los nativos5. Se 
levantó una capilla pequeña y modesta con una cruz adentro, y alrededor de ella, las 
habitaciones de los religiosos. Sin embargo, la enorme incomodidad que sufrieron 
los monjes ocasionó que abandonaran el edificio, y su capilla se arruinó muy pronto, 
dejando la cruz a la intemperie. 
De pronto, la cruz comenzó a realizar milagros sorprendentes, por lo que en 
1643 los religiosos decidieron fundar allí una casa de recolección. A esto se 
opusieron el arzobispo de México, Juan de Mañozca, y el virrey García Sarmiento de 
Sotomayor, conde de Salvatierra y marqués de Tobroso, por lo que se tuvo que 
solicitar permiso a España, concedido por Real Cédula el 19 de febrero de 1650. El 
convento, destinado a enfermería, se fabricó en 1660, pero por la distancia, fue 
recolocado como casa de recolección en 16666. 
 
1 Luis ALFARO Y PIÑA, Relación descriptiva de la fundación de las iglesias y conventos de México, México, Porrúa, 1982, 
p. 86. 
2 Lauro E. ROSELL, Iglesias y conventos coloniales de México, 3ª ed., México, Patria, 1979, p. 239. 
3 Alfonso TORO, La Cántiga de las Piedras, 2ª ed., México, Patria, 1961, p. 222. 
4 Luis GONZÁLEZ OBREGÓN, México Viejo, México, Alianza, 1991, p. 375. 
5 José Manuel VILLALPANDO, El Panteón de San Fernando, México, Porrúa, 1980, p. 1. 
6 GONZÁLEZ OBREGÓN, op. cit., p. 376. 
L 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
9 
 
El custodio de la casa, fray Antonio Linaz de Jesús María, salió en 1679 a España 
para asistir al capítulo que se celebraría en 1682. En la península, el padre Linaz 
obtuvo diferentes licencias de sus superiores, del Rey, y una bula pontificia del 8 de 
mayo de 1682, para reunir 22 religiosos —18 sacerdotes, un corista7, un lego8 y un 
donado9— con quienes estableciera un colegio apostólico en Nueva España. 
Linaz obtuvo otra bula del Papa Inocencio XI, de 10 de julio de 1682, en la que 
se le concedió licencia para fundar el colegio. El 4 de marzo de 1683 se embarcaron 
en Cádiz, y tuvieron una feliz travesía por el mar. Sin embargo, a su llegada a 
Veracruz, el 30 de mayo de 1683, el puerto estaba siendo saqueado por el famoso 
pirata Lorenzo Jácome, Lorencillo, lo que detuvo momentáneamente su marcha10. 
Finalmente, el 15 de agosto de 168311, los frailes que acompañaban a Linaz 
fundaron el Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, primero de Propaganda Fide en 
América, según bula de Inocencio XI12, y origen de todos los existentes en el Nuevo 
Mundo. Los misioneros se internaron en el norte de México, donde fundaron las 
misiones, que no sólo eran establecimientos religiosos sino también culturales. 
Los franciscanos de Propaganda Fide se extendieron no sólo en América, sino 
también en Europa. El padre Linaz, fundador del Colegio de Querétaro, lo fue 
también de los de San Miguel de Barcelona, Nuestra Señora de la Oliva, cerca de 
Madrid, trasladado más tarde a Tamaján y San Antonio de Cogollado; de San Roque 
de Calamocha, de Sancto Spiritus de Monte, cerca de Valencia; de San Esteban 
Zeheguín en Murcia y de Oficier, en Cerdeña13. 
 Después de haber fallecido el padre Linaz en Roma, el 29 de junio de 169314, 
prosiguió en la obra el venerable fray Antonio Margil de Jesús, quien fundó los 
colegios de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas, en 1704, y San Fernando de 
México en 1734. También se fundaron el colegio de Guatemala en 1701 y dos más 
 
7 Corista: Religioso profeso que tiene derecho y obligación de participar en el canto o rezo comunitario de los 
oficios divinos realizados en el coro de su iglesia o monasterio. 
8 Lego: del latín laicus, laico. Se dice del religioso que siendo profeso no tiene opción a las sagradas órdenes, 
debido a su falta de instrucción. 
9 Donado: religioso pobre que, para poder ingresar al monasterio, requirió de un patrocinador que pagara en su 
lugar la dote o limosna requerida. 
10 VILLALPANDO, op. cit., p. 2. 
11 ROSELL, loc. cit. 
12 Artemio de VALLE-ARIZPE, Por la vieja calzada de Tlacopan, 2ª. Ed., México, Diana, 1980, p. 196. 
13 TORO, op. cit., p. 234. 
14 ALFARO Y PIÑA, loc. cit. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
10 
 
en Perú15. Por su parte, el padre Francisco Torantos fundó el colegio de San 
Francisco en Pachuca (1731) y se preparaba lafundación de uno más en Orizaba, 
San José. 
 
El Colegio de Propaganda Fide de San Fernando Rey en México 
Poco a poco, la obra santa de los misioneros queretanos impresionó a los habitantes 
de la ciudad de México. El arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas trató de 
convencerlos de que se quedaran en la capital y fundaran aquí un convento, lo que 
rechazaron, no importando tampoco las posteriores peticiones de muchos vecinos 
devotos. 
En 1730, las invitaciones de los capitalinos surtieron efecto. En noviembre de 
ese año, llegaron a México ocho misioneros junto con el Comisario General de la 
orden, fray Fernando Alonso González, quien les pidió que buscaran un sitio para 
establecer un hospicio. Encargó a fray Diego de Alcántara y a fray Andrés de Pasos 
que buscaran y obtuvieran los permisos y licencias necesarios. 
El bachiller Juan Francisco Domínguez les cedió una pequeña capilla con 
sacristía y accesorias ubicada en el barrio de Necatitlán, donde se establecieron en un 
principio. Luego, el Cabildo de la ciudad les ofreció algunos terrenos para que 
escogieran el de su mayor agrado: las casas de las Panaderías, frente al convento de 
la Merced; un terreno en San Lázaro; la capilla de Zancopinca; otra cercana al 
Molino Blanco; un terreno en San Antonio de las Huertas o uno más en las 
Curtidurías16. 
Sin embargo, los religiosos rechazaron 
todos estos sitios, pues se habían fijado en 
una casa amplia y huerta extensa propiedad 
del contador don Agustín de Oliva, cercana a 
la iglesia de San Hipólito, la que compraron 
con las limosnas de sus bienhechores17. 
 
Catastro de la Ciudad de México, de Pedro de Arrieta (1737). San Fernando en construcción . 
 
15 TORO, loc. cit. 
16 VILLALPANDO, op. cit., p. 3. 
17 ROSELL, op. cit., p. 241. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
11 
 
Después solicitaron al virrey Juan de Acuña, marqués de Casafuerte, un permiso 
para edificar un hospicio en el lugar, concedido el 15 de enero de 1731, los frailes le 
pusieron por nombre “San Fernando” y tomaron posesión de su nuevo domicilio el 
29 de abril del mismo año. Los padres fundadores de este hospicio fueron el cronista 
de la orden, y prior designado, fray Isidoro Félix Espinosa; Diego de Alcántara, 
Nicolás de San José y Sandi, Gaspar Villegas, los legos Toribio de Nuestra Señora y 
Francisco Bustamante, y el donado Raymundo de Castañeda18. 
Asimismo, el arzobispo don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta concedió 
otro permiso para que se construyera la iglesia del hospicio, pero la premura de 
obtener la dedicación obligó a que el consagrado obispo de Yucatán, don Juan 
Ignacio de Castorena, bendijera una pequeña capilla sin techo, habilitada entonces 
como templo, el 30 de mayo19. 
A la ceremonia asistieron los frailes de San Francisco, San Diego, San Juan de 
Dios, Betlemitas e Hipólitos, y los vecinos más importantes de la ciudad. Se 
repartieron refrescos y dulces entre los asistentes, se dio un repique de campanas en 
toda la ciudad y se quemaron fuegos artificiales. Además, hubo un gran banquete 
para los invitados especiales, y las sobras de éste se repartieron a los pordioseros, 
siguiendo la costumbre de la época. 
Así quedó establecido el hospicio de San Fernando, pero el padre Espinosa, prior 
de la comunidad, quería que el instituto fuera convertido en colegio apostólico. 
Escribió un memorial al virrey para que éste solicitase licencia al rey. Después de 
haber declarado las personas más ilustres de la época, los provinciales de las órdenes 
religiosas, el Cabildo, el arzobispo, la Audiencia, el Cabildo catedralicio y la 
Universidad, el virrey de Casafuerte envió la petición al rey, que fue llevada a España 
por el padre Sandi en 1732. 
Una Real Cédula de Felipe V, fechada el 15 de octubre de 1733, concedió 
autorización para que el hospicio de San Fernando fuera transformado en Colegio de 
Propaganda Fide20. El 3 de agosto de 1734 el colegio quedó fundado con toda 
 
18 TORO, op. cit., p. 224. 
19 Ibidem, p. 235. 
20 VALLE-ARIZPE, op. cit., p. 199. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
12 
 
formalidad, recibiéndose a los primeros novicios y abriéndose las cátedras de 
Filosofía y Teología21. El primer presidente del colegio fue fray Diego de Alcántara22. 
De inmediato, igualmente, se comenzó la construcción de un nuevo convento e 
iglesia con un fondo de $20,000 pesos que para ello dejó el arcediano de la Catedral 
y obispo electo de Durango, don José de Torres23. Se colocó la primera piedra de la 
iglesia el 11 de octubre de 1735, por mano de don Martín Elizacochea. Junto con él, 
muchos otros vecinos de la ciudad contribuyeron a los gastos de la obra. Entre 
todos ellos se destacó el Conde de Regla, don Pedro Romero de Terreros, quien 
donó $41,993 pesos para la fábrica de la iglesia, además de costear él mismo el altar 
mayor y el órgano de la iglesia, así como algunos otros ornamentos24. Hacia 1736, se 
eligió un nuevo guardián, que fue fray Francisco de Jesús y Terreros.25 
En la construcción de la iglesia, se sabe que antes de 1738 trabajó y dirigió la 
obra el maestro Jerónimo de Balbás, autor del Retablo de los Reyes de la Catedral, e 
introductor de la columna estípite en la arquitectura mexicana, y que fue criticado 
por Pedro de Arrieta y Miguel José de Rivera, porque se había metido a “maestro de 
Arquitectura” sin tener experiencia, siendo él ensamblador26. Posteriormente, Balbás 
fue sustituido en la dirección de la obra por Antonio Álvarez y Eduardo Herrera. 
Las muchas limosnas contribuyeron al esplendor de edificio, que presentaba 
poco a poco un aspecto completamente diferente al del hospicio e iglesia primitivos, 
ya que la obra moderna causaba admiración a quienes habían visto antes la gran 
pobreza de aquel sitio. Hacia 1751, doña Josefa María Franco Soto, segunda 
consorte del primer marqués de Rivascacho, donó $30,000 pesos oro para que se 
pudiera terminar la “fábrica material de la iglesia del Colegio de Misioneros 
Apostólicos, nueva fundación de Propaganda de título del señor San Fernando en 
esta ciudad”27. 
 
21 Ibidem, p. 226. 
22 Manuel RIVERA CAMBAS, México Pintoresco, Artístico y Monumental, ed. Facsimilar, México, Edit. Valle de 
México, 1972, tomo I, p. 372. 
23 ALFARO Y PIÑA, op. cit., p. 86. 
24 ROSELL, op. cit., p. 242. 
25 RIVERA CAMBAS, loc. cit., 
26 Ana Lorenia GARCÍA, “Siglo XVIII” en Arquitectura Religiosa de la Ciudad de México – Siglos XVI al XX. Una 
Guía, México, Asociación del Patrimonio Artístico Mexicano, A.C. – GDF, 2004, p. 241. 
27 Archivo de Notarías, Juan Antonio Arroyo, núm. 19, 24 de febrero de 1751, testamento de la marquesa de 
Rivascacho, apud. Verónica ZÁRATE TOSCANO, Los Nobles Ante la Muerte en México. Actitudes, ceremonias y 
memoria (1750-1850), México, COLMEX – Instituto Mora, 2000, p. 180. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
13 
 
Tras veinte años de trabajo y concluida finalmente la iglesia, el Illmo. Sr. 
Arzobispo don Manuel Rubio y Salinas la bendijo el 19 de abril de 1755, colocando 
en ella al Santísimo Sacramento. Al día siguiente, fiesta del patrocinio del señor San 
José, se hizo la dedicación y fundación, con asistencia del señor virrey don Juan 
Francisco de Güemes y Horcasitas, primer Conde de Revillagigedo. La fiesta de ese 
día la hizo la Provincia del Santo Evangelio de la regular observancia de San 
Francisco, el 21 la hizo la Provincia de San Diego de Alcalá; la del 22, el convento de 
Recolección de San Cosme, y el 23, el colegio de San Fernando28. 
El templo tiene una fachada 
realmente interesante: su planta es 
trapezoidal como la de la Basílica 
de Guadalupe, lo que podría 
relacionarla con la obra de Pedro 
de Arrieta. Las columnas pareadas 
de estrías ondulantes recuerdan el 
trabajo de Miguel CustodioDurán. 
Lo anterior no prueba que ambos 
arquitectos hayan participado en la 
obra, pero es claro que sus estilos 
influyeron en esta construcción. 
Entre cada par de columnas se ven 
dos hornacinas: a la derecha, con la 
escultura de San Francisco, y a la 
izquierda, Santo Domingo de 
Guzmán. La participación de 
Balbás se percibe en los estípites 
del segundo cuerpo29. 
 
28 ALFARO Y PIÑA, op. cit., p. 87. 
29 GARCÍA, op. cit., p. 241. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
14 
 
Los estípites que enmarcan el altorrelieve central y las esculturas laterales son 
inconfundibles signos del barroco florido, característico de la segunda mitad del 
siglo XVIII. El relieve en el centro representa a San Fernando III, Rey de Castilla y 
León, triunfante sobre los paganos. Cuatro ángeles rodean al rey: uno muestra los 
emblemas de la Cruz y de la Eucaristía; otro sostiene la columna de la Fe, al paso 
que el tercero toca la trompeta de triunfo, y dos alados querubines le ofrecen la 
corona de laurel y la palma de la victoria. San Fernando empuña con la derecha la 
espada y sostiene con la izquierda un mundo, símbolo de la supremacía cristiana en 
el orbe30 . 
La torre, por su parte, tiene dos cuerpos básicos de planta octagonal y ventanales 
alargados, enmarcados por pilastras estípites, que le dan al campanario una imagen 
totalmente barroca. Se pueden observar algunos medallones con el monograma de 
María. 
En el segundo cuerpo de la torre hay cuatro nichos, alargados y estrechos, con 
esculturas de otros misioneros con el hábito exterior parcialmente recogido y un 
gallardete en la mano izquierda, en son de emprender el viaje apostólico hacia los 
puntos cardinales intermedios. El cupulino se aligera también mediante sus múltiples 
ventanillos y se eleva hasta rematar en un mundillo coronado por una cruz. 
Frente a esta fachada existía un amplísimo atrio sembrado de cipreses y limitado 
por una barda de arcos 
invertidos que tenía 
grandes puertas para 
ingresar al espacio. El 
atrio, de planta casi 
cuadrada, tenía una 
pequeña fuente pública 
en su punto central, y como casi todos los de su época, funcionó como cementerio 
de la iglesia por un breve tiempo, como explicaremos después 
El interior de su templo era muy rico. La planta es de cruz latina, y la nave 
central tiene bóvedas de casquete, o sobre pechinas. Los arcos y las pilastras de 
 
30 Fidel de Jesús CHAUVET, La iglesia de San Fernando de México y su extinto Colegio Apostólico, México, Centro de 
Estudios Bernardino de Sahagún, 1980, p. 70. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
15 
 
soporte son de cantera gris31. Además, tenía un inmenso coro que abarcaba dos 
secciones de la nave principal. 
Los retablos, obra de José Joaquín de Sáyago32, eran todos de estilo 
churrigueresco, como se puede ver en esta litografía de 1855. El retablo principal 
constaba de cuatro cuerpos, enmarcado en estípites ultra barrocos. En el centro, 
sobre el altar propiamente dicho, se elevaba un templete de ocho columnas clásicas 
que albergaba una escultura probablemente de la Inmaculada Concepción. Más 
arriba, en el tercer cuerpo, se veía la imagen del patrón, San Fernando III. A los 
lados se mostraban en sendas hornacinas las esculturas de San Francisco y de Santo 
Domingo33. 
Interior del Colegio de San Fernando. Imagen tomada de TOVAR DE TERESA, 1992. 
En el muro oriente se levantaban tres retablos casi tan grandes como el central, y 
otros tantos del lado poniente del cuerpo de la iglesia. Entre altar y altar surgían 
modestos confesionarios abiertos. 
 
31 Elena HORZ DE VÍA, et al., Guía Oficial Centro de la Ciudad de México, México, INAH – Salvat, 1996, p. 93. 
32 Guillermo TOVAR DE TERESA, La Ciudad de los Palacios: Crónica de un Patrimonio Perdido, México, Vuelta, 1992, 
tomo 2, p. 47. 
33 CHAUVET, op. cit., p. 58. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
16 
 
Además de los retablos de tan exquisita factura, había en esta iglesia dos grandes 
obras artísticas de ebanistería mexicana: el púlpito y la sillería del coro. 
El púlpito, terminado en 1778 y que aún existe, es un trabajo maestro de estilo 
barroco. Sobre el tornavoz se eleva la figura de San Miguel Arcángel: ha perdido la 
lanza que debía esgrimir contra Satanás. Se posa levemente sobre dos cabezas de 
angelitos. Se ve en el arreglo de los paños que se levantan ligeros hacia arriba, cómo 
el artista quiso representar al arcángel en el momento de bajar del cielo. 
En la parte inferior, el púlpito está 
decorado con una serie de medallones que 
representan a los grandes predicadores de la 
Orden Franciscana; los cuatro primeros a 
contar de la derecha a la izquierda, parecer 
representar a los cuatro grandes, llamados 
las Columnas de la Observancia, el beato 
Alberto de Sarzana, San Jácome de la Marca, 
San Bernardino de Siena. El cuarto 
medallón representa, sin género de duda, a 
San Juan Capistrano, identificable por la 
coraza que lleva sobre el hábito. 
Desgraciadamente algún bárbaro le arrancó 
la cabeza. 
Sigue el medallón que representa a fray Pedro de Gante, identificable por los dos 
niños que lo escuchan, uno de ellos con la cabeza coronada de plumas. El siguiente 
relieve representa a San Francisco de Asís. A continuación, la escultura de San 
Antonio de Padua, llevando en brazos al Niño Jesús, y finalmente, el último 
medallón, el más hermoso de todos, que representa a San Pascual Bailón en éxtasis, 
con el cayado entre los brazos y un par de ángeles risueños que lo llevan a lo alto34. 
La sillería, por su parte, fue tallada en cedro rojo con incrustaciones de palo de 
rosa, decorada con medallones de santos y coronada por una imagen de San Rafael. 
Afortunadamente, se conserva íntegra, pues fue trasladada a la Colegiata de 
Guadalupe. Junto con estas dos obras maestras de ebanistería, también debemos 
 
34 Ibidem, p. 60. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
17 
 
agregar las puertas de la sacristía y las tribunas de cedro rojo que se encuentran en la 
parte superior izquierda del crucero. Bajo esta tribuna, se ve un lindo árbol de la 
Familia Franciscana; 
representa al fundador de la 
orden como la raíz de un 
frondoso árbol cuyos frutos 
son los mártires, vírgenes, 
doctores y misioneros y 
otros grandes personajes 
que, en el transcurso de los 
siglos, han surgido de la 
inspiración franciscana. Se 
podría decir que este cuadro sintetiza la historia de la orden religiosa en sus tres 
partes: frailes, monjas y terciarios. Para los amantes y conocedores de la historia de 
la orden, este cuadro resulta una verdadera delicia y un rico regalo para los ojos y el 
espíritu. 
Al lado izquierdo del “Árbol Franciscano” se extiende un óleo que representa el 
Triunfo del Santísimo Nombre de Jesús, en los cielos, en la tierra y en los abismos. 
Este óleo encierra una grandiosa composición, si bien con el correr de los años 
los colores se han desvanecido y las figuras tienden a perderse en las obscuridades 
acumuladas por el polvo y el humo de los cirios. En lo alto aparece un coro de 
ángeles que cantan y celebran el Nombre de Jesús. Debajo de la escena angélica, se 
contempla a San Bernardino de Siena en el acto de defender victoriosamente, ante el 
Papa y un grupo de doctos, la legitimidad de la devoción al nombre de Jesús, 
representado desde entonces con las conocidas siglas IHS. A la derecha de San 
Bernardino se ve a San Juan Capistrano que llega en su auxilio al frente de un 
numeroso grupo de cristianos. En la parte inferior de la pintura, el triunfo del 
Nombre de Jesús en los infiernos35. 
En la parte opuesta del crucero, esto es, hacia el oriente, todavía puede verse en 
la pared que está hacia el sur, un gran óleo querepresenta a San Francisco de Asís 
 
35 Ibidem, p. 61-62. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
18 
 
con tres mundos sobre los hombros, que simbolizan las tres órdenes por él fundadas 
y son el pedestal de la majestuosa figura de la Inmaculada. 
En la capilla del testero oriental se ven otros dos óleos que muestran dos 
diversas escenas de la vida del padre San Francisco. El primero de ellos hacia la 
entrada de la capilla, en la media luna del arco de la derecha, representa al Ángel 
quien con su divina viola consoló al Pobrecillo de Asís en momentos de desolación, 
y el siguiente óleo que apenas si se distingue, representa la muerte del santo, rodeado 
por un grupo de sus frailes. 
En la antigua sacristía pueden observarse otros interesantes óleos de buena 
fábrica. Por ejemplo, existe un cuadro que combina atrevidamente, pasando los 
límites del tiempo, las estampas de Belén, de Greccio y de San Fernando, todo a la 
vez en graciosa síntesis, en alabanza del Nacimiento de Cristo. 
En efecto, en la porción del óleo que ocupa la entera media luna del arco, se 
contempla un coro celestial en acto de entonar el Gloria in excelsis Deo. 
Inmediatamente, bajo los ángeles se descubre el pesebre de Belén, con el Niño Jesús, 
María Santísima y San José, mientras que a la derecha del cuadro, el artista 
representó la escena de San Francisco estrechando entre sus brazos al Divino 
Infante. 
En Greccio se dio el origen de los pequeños nacimientos que cada Navidad 
alegran nuestros hogares. A la izquierda, vuelve a aparecer San Francisco, pero esta 
vez exhortando a sus hijos de San Fernando a celebrar con el máximo esplendor 
litúrgico el 25 de diciembre. Y en efecto, en la parte inferior del retablo se perfila un 
altar pre-vaticano, con un preste y sus ministros sagrados, acompañados por toda la 
comunidad fernandina de aquellos días y numerosos seglares: amigos y 
bienhechores, están en el momento preciso de cantar el Evangelio de Navidad. 
En el lienzo oriental de la misma sacristía contemplamos otro óleo que 
representa el triunfo de la Inmaculada: se ve allí a la Virgen de pie, llevada en un 
carro cuyo cochero es el beato Juan Duns Escoto. Numerosos frailes empujan 
ruedas y carro que es precedido y también tirado por Papas, obispos, doctores y 
reyes. En lo alto la Santísima Trinidad contempla complacida la escena36. 
 
36 HORZ DE VÍA, op. cit., p. 93-94. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
19 
 
 
Extensión antigua del colegio fernandino.37 
En el claustro bajo, según relato de 
don Bernardo Couto, hubo varios 
cuadros de don José de Páez, con el 
tema de la vida de San Francisco 
Solano. Cuando se demolió el 
convento para abrir la actual calle de 
Guerrero, las pinturas de Páez fueron 
desprendidas de sus marcos y 
arrumbadas en cualquier rincón. No 
hace falta describir el mal trato que estos lienzos recibieron. 
Por el año de 1920, fray Luis de Palacio descubrió las pinturas en la escalera que 
conduce al coro, “arrojadas allí como basura”. De los ocho cuadros que encontró, 
únicamente pudo salvar seis. Dos de ellos estaban completamente deteriorados, 
víctimas del polvo, de la grasa y de los roedores. Las seis pinturas fueron llevadas 
por el fraile al santuario de Zapopan, en donde actualmente se encuentran38. 
Además de los anteriores óleos, también era notable la decoración al temple de la 
cúpula, obra del pintor mexicano Juan Cordero, quien la realizó de manera gratuita y 
fue concluida en 1859. El tema principal es la Concepción de María, acompañada 
por varios santos y coros de 
ángeles que cantan acompañados 
de instrumentos musicales. En las 
pechinas pintó a los doctores 
franciscanos: San Buenaventura, 
Juan Duns Escoto, Alejandro de 
Hales y Nicolás de Lira39. Aquí se 
muestra una antigua fotografía de 
esta cúpula. 
 
37 Imagen tomada de TOVAR DE TERESA, op. cit., p. 46. 
38 Francisco SANTIAGO CRUZ, La Piqueta de la Reforma, México, Jus, 1958, p.32. 
39 TORO, op. cit., p. 228. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
20 
 
En esta imagen de 1905 podemos observar el retablo mayor, reformado al estilo 
neoclásico; del lado izquierdo, bajo las dos ventanas, vemos la tribuna de cedro rojo; debajo 
de ella, los dos grandes rectángulos oscuros son los óleos del Árbol Franciscano (derecha) y 
del Triunfo del Nombre de Jesús (izquierda); al centro de la fotografía, en la parte superior, 
se alcanza a observar la decoración de la pechina, obra de Cordero40. 
 
A un lado del altar mayor, reposan las cenizas de dos virreyes novohispanos muy 
queridos, las de don Matías de Gálvez Gallardo y don Bernardo de Gálvez, padre e 
hijo, fallecidos en México el 3 y 30 de noviembre de 1784 y 1786 respectivamente41. 
Estos dos sepulcros, así como la consagración del obispo de Sonora, don Pedro 
Loza, que tuvo lugar en esta iglesia en 185242, muestran la importancia que tenía este 
templo en la sociedad novohispana y posteriormente, mexicana. 
 
40 Imagen tomada de Artes de México, año XV, no. 109, p. 32. 
41 ROSELL, op. cit., p. 243. 
42 ALFARO Y PIÑA, op. cit., p. 347. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
21 
 
Las profusas descripciones de la iglesia estarían incompletas si no hablamos del 
resto del convento. Las diferentes dependencias del convento tenían una extensión 
considerable. Había varios patios con arquerías, una gran huerta con invernadero y 
los enormes potreros. Los claustros estaban decorados con magníficas pinturas de 
escuela mexicana y gran número de retratos de los hombres más ilustres de la 
orden43. 
 
 
 
 
 
 
 
Uno de los claustros, visto desde la 
torre. Al fondo, los potreros del 
convento. La imagen corresponde a 
mediados del siglo XIX. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Invernadero de la huerta, 1855. 
 
 
 
 
 
El Convento de San 
Fernando en el siglo 
XIX. Obsérvense la 
iglesia, barda atrial, el 
panteón casi vacío, los 
numerosos claustros y 
la plaza al frente del 
conjunto. 
 
 
43 VILLALPANDO, op. cit., p. 5. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
22 
 
Además, los padres fernandinos contaban con una rica y selecta biblioteca, en 
que se conservaban preciosos manuscritos, pues los frailes se distinguieron por su 
amor al estudio, y algunos de ellos fueron autores de importantes obras históricas, 
geográficas y filológicas, además de ser notables predicadores. 
 
El papel de los Fernandinos en la evangelización septentrional de la Nueva 
España 
Los frailes del Colegio de San Fernando, después de haber fundado su convento en 
México, buscaron autorización real para iniciar sus trabajos apostólicos. Una Real 
Cédula les permitió levantar misiones en la Sierra Gorda, trabajo que inició con la 
creación de San José. Más tarde el coronel de caballería de Querétaro, don José de 
Escandón, visitó todos los lugares de indios de la sierra, analizando los resultados de 
los fernandinos y su misión de San José. Informó al virrey de los avances, y éste 
decidió que se fundaran otras cinco misiones en 174444. 
Al ser expulsados los Jesuitas en 1767, quedó vacante su lugar en el trabajo de 
evangelización que comprendía parte de Sonora y las Californias; existían cerca de 
sesenta pueblos de indios fundados por misioneros jesuitas que quedarían 
desocupados45. Por esto, el gobierno virreinal decidió enviar como guías espirituales 
a estos pueblos a misioneros dominicos y fernandinos. 
Estos últimos gozaban de una gran fama, por haber civilizado y catequizado a los 
indígenas otomíes y pames de la Sierra Gorda desde 1742, así como diversos puntos 
de Nuevo León, Coahuila, Texas y Tamaulipas. En esta vastísima región, donde 
habitaban indios altamente hostiles y atrasados, los fernandinos construyeron 
iglesias,fundaron pueblos, aprendieron una buena variedad de lenguas indígenas 
regionales, bautizaron a los naturales, les predicaron en sus idiomas, y les enseñaron 
a labrar la tierra y a cuidar ganados, introduciendo el cultivo de la uva y el olivo, 
todo sin esperar otra recompensa que el deseo de cumplir su trabajo apostólico46. 
A partir de 1766, las misiones de California fueron cedidas a los fernandinos, 
excepto cuatro de ellas que pasaron a las manos dominicas. Dieciséis religiosos 
 
44 TORO, op. cit., p. 230. 
45 Rosa CAMELO, “Expansión territorial y conquistas” en Miguel LEÓN-PORTILLA (coord. gral.), Historia de 
México, tomo 6, México, Salvat, 1978, p. 1227. 
46 TORO, loc. cit. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
23 
 
presididos por fray Junípero Serra partieron de San Fernando para tomar posesión 
de dichas misiones y continuaron administrándolas en la misma forma que los 
jesuitas, desde 1768 hasta 1774, cuando las entregaron a los dominicos, quienes 
habían trabajado activamente ante el gobierno español para que les concediera tomar 
parte en la administración de las misiones de California. 
Debido a esto, los fernandinos iniciaron las expediciones a la Alta California, 
estableciendo nuevas misiones entre los bárbaros, a partir de San Francisco de Borja, 
que fueron: Villacatá o San Fernando Rey, San Diego de Alcalá, San Carlos 
Borromeo, San Antonio de Padua, San Gabriel, San Luis Rey de Francia, San Juan 
Capistrano, Santa Clara de Asís, San Buenaventura, el puerto de Monterrey, y San 
Francisco de Asís. Algunas de ellas han llegado a ser prósperas, pobladas y muy 
importantes ciudades de Estados Unidos47. 
En 1770 partieron otros veinte frailes desde San Fernando para atender a las 
nuevas misiones, pero en virtud de nuevos arreglos con los dominicos, éstos 
tomaron posesión de todas las misiones fundadas hasta Villacatá, y los fernandinos 
se quedaron con la administración de todas las misiones desde Villacatá hasta San 
Francisco de Asís, adueñándose entonces del territorio de Alta California y países 
circunvecinos. 
Entre los frailes fernandinos destacaba el beato fray Junípero Serra, quien estaba 
ampliamente interesado en la conversión de los infieles. Fue líder de numerosas 
expediciones apostólicas, y en 1772 dirigió una más desde San Fernando de México a 
fundar nuevas misiones, a pesar de que muchos frailes fallecían en estas tareas a 
manos de los indios. 
Incluso después de muerto el padre Serra en 1784, los fernandinos fundaron las 
misiones de Santa Bárbara, la Purísima Concepción, Santa Cruz y Santa Soledad48. 
En 1796, decidieron erigir otras cinco misiones. Sin embargo, casi toda la obra 
civilizadora de los fernandinos estaba destinada a desaparecer con la independencia 
del país, pues la república, envuelta en dificultades económicas, negó los recursos 
necesarios para continuar la obra de los misioneros, y tuvieron éstos que abandonar 
 
47 Mariano MONTERROSA, “La Evangelización” en LEÓN-PORTILLA, op. cit., tomo 5, p. 1138-1139. 
48 CAMELO, op. cit., p. 1228. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
24 
 
sus fundaciones, con lo que los indios regresaron al salvajismo primitivo, atacando 
las poblaciones del norte de la República con asesinatos y saqueos violentos. 
Entre los muchos misioneros notables pertenecientes a la orden fernandina, 
podemos contar al padre Isidoro Félix de Espinosa, fundador de San Fernando y 
autor de La Crónica Apostólica y Seráfica de todos los colegios de Propaganda Fide de esta 
Nueva España, en que se narran las apostólicas tareas de sus compañeros; el padre 
Antonio Margil de Jesús, que recorrió evangelizando de Guatemala hasta Texas, 
donde fundó la hoy importante ciudad de San Antonio, y que en alguna ocasión fue 
duramente atacado por Ignacio Ramírez, el “Nigromante”; otros misioneros 
importantes fueron fray Francisco Casañas, primer mártir misionero de Propaganda 
Fide, que convirtió infieles desde Yucatán hasta Texas y Nuevo México, y murió a 
manos de los apaches en San Diego de los Flemes; fray Miguel de Fontcuberta, fray 
Melchor López de Jesús, que en compañía del padre Margil y después solo, estuvo 
en Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, fundando pueblos e iglesias entre los indios 
chaquenses, borucas, toxas, talamancas, choles y terrobas; y el padre fray Francisco 
de San José, que marchó al Perú y allí fundó dos colegios de su orden49. 
 
La decadencia del Colegio de San Fernando y los últimos años 
Poco después de hacerse independiente nuestro país, las diferentes leyes y 
constituciones suprimieron las misiones, al considerarse que la labor evangelizadora 
era un residuo del trabajo conquistador que se había emprendido contra los 
indígenas por tres siglos. De esta manera, al prohibirse la fundación de nuevas 
misiones y de clausurar las ya existentes, el Colegio de San Fernando quedó sin labor 
principal en nuestra tierra, y a partir de entonces, la institución inició un lento 
proceso de decadencia50. En 1808, fue prisión de la familia del virrey José de 
Iturrigaray51, depuesto tras la revuelta encabezada por Gabriel de Yermo. Durante la 
purga encabezada por el virrey Garibay, el mercedario fray Melchor de Talamantes, 
 
49 TORO, p. 234. 
50 Ibidem., p. 226. 
51 Alfonso TORO, Historia de México. La Revolución de Independencia y México Independiente, 13ª. Ed., México, Patria, 
1960, p. 45. Julio ZÁRATE, en México a Través de los Siglos, vol. V, indica que la familia del virrey Iturrigaray fue 
encarcelada en el convento de San Bernardo. Por la cercanía de éste al Palacio Virreinal, la afirmación suena 
más probable que la de Alfonso Toro. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
25 
 
precursor de la Independencia, también fue recluido por breve tiempo en San 
Fernando, antes de ser trasladado a la Inquisición52. 
San Fernando había recibido un duro golpe desde la secularización iniciada por 
Fernando VII, a principios del siglo XIX, y con el establecimiento del gobierno 
republicano en México, parecía que la vida de la orden estaba ya en agonía. De 
cualquier modo, el convento fernandino de México permanecía como uno de los 
más extensos e importantes dentro de la ciudad. Además, la riqueza de su templo era 
admirada por propios y extraños, y con el pasar de los años incluso se mejoró, con 
las decoraciones pictóricas en la cúpula, verdaderas obras de arte. 
En el siglo XIX, la orden de Misioneros de Propaganda Fide contaba ya con 
varios colegios establecidos a lo largo de todo nuestro país, muestra de la 
importancia de su trabajo, que después no sería defendido por nadie. Los colegios de 
Santa Cruz de Querétaro, Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas, San Francisco 
de Pachuca, San José de Orizaba, Nuestra Señora de Zapopan y Nuestra Señora del 
Destierro de Puebla53 entraron poco a poco en la dinámica de degradación que 
sufrieron todos los conventos fundados en la Nueva España, al no haber ya ninguna 
autoridad de gobierno que recordara las piadosas motivaciones que hubo al 
fundarlos y mantenerlos vivos. 
Por lo tanto, San Fernando, al igual que todas las comunidades religiosas del 
país, se mantuvo con vida observando cómo cada año tenía menos habitantes en sus 
claustros y trabajando en sus terrenos. La vida de este colegio y convento transcurrió 
plácidamente hasta el 19 de junio de 1858, cuando un fuerte terremoto, que dañó 
notablemente y por igual al Sagrario Metropolitano, causó enormes averías al templo 
de San Fernando. Abrió desde la bóveda al piso, una enorme grieta, hundiendo cosa 
de siete pulgadas el pavimento de la parte inferior; la cuarteadura se prolongó hasta 
las habitaciones de los religiosos, abriendo y desencajando todos los arcos y dinteles 
sin perdonar los lienzos del panteón viejo54. 
El conventoquedó inhabitable debido a los fuertes daños. Los frailes tenían que 
abandonarlo temporalmente, pero se negaron. La iglesia se cerró al culto para 
 
52 Ibidem, p. 46. 
53 TORO, La Cántiga…, p. 226. 
54 Archivo Histórico del Distrito Federal (en adelante, AHDF), Ayuntamiento, vol. 2287, exp. 5 f. 11-12. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
26 
 
realizar su reparación, que fue calculada entre setenta y ochenta mil pesos55. No 
pudo llevarse a cabo rápidamente por la falta de recursos que sufrían los frailes, 
quienes tuvieron que ir de casa en casa implorando la caridad pública para reunir el 
dinero necesario. Habiéndose comenzado a reponer, se hallaba en ese estado cuando 
en diciembre de 1860 se apoderó de la capital el gobierno de Juárez. 
En ese momento, las leyes dictadas el 12 de julio de 1859, sobre la supresión de 
órdenes religiosas masculinas y exclaustración, y la de 13 de julio de 1859, sobre 
ocupación de bienes eclesiásticos, pudieron ponerse en práctica en la ciudad de 
México, de modo que los fernandinos fueron expulsados de su domicilio, y la obra 
de reparación del templo quedó paralizada. Para entonces, los últimos habitantes de 
San Fernando eran 34 religiosos: 17 sacerdotes, 2 coristas, 8 novicios, 3 legos y 4 
donados56. 
A partir del 31 de julio de 1859, los cementerios administrados por la iglesia 
pasaron a manos del gobierno, y el convento perdió una importante fuente de 
ingresos al ceder el Panteón de San Fernando a la administración civil. Por si esto 
fuera poco, el 24 de octubre de 1861, el gobierno del Distrito Federal, encabezado 
por el liberal radical don Juan José Baz, dictó un bando por el cual se mandaba 
cerrar al culto las iglesias de los conventos suprimidos, incluyendo obviamente a San 
Fernando57. 
Una vez que la iglesia fue clausurada, inició su desmantelamiento. Las campanas 
de la torre fueron fundidas, los retablos fueron destruidos y saqueadas las obras de 
arte de la iglesia. Las pinturas y la riquísima biblioteca se convirtieron en 
combustible para hogueras y estufas, y además, el convento se dividió en tres lotes 
para ser vendidos a particulares58. Después del desmantelamiento, por orden del 
presidente Juárez, en ese mismo año la iglesia de San Fernando fue sede provisional 
de la Escuela de Artillería y Caballería, nombre con el que se denominó en ese 
entonces al actual Heroico Colegio Militar.59 
 
55 RIVERA CAMBAS, op. cit., p. 373 
56 ALFARO Y PIÑA, op. cit., p. 349. 
57 Manuel DUBLÁN y José María LOZANO, Legislación Mexicana, México, Impr. del Comercio, 1876-1912, tomo 
IX, p. 322. 
58 SANTIAGO CRUZ, op. cit., p. 33; TORO, op. cit., p. 226; TOVAR DE TERESA, loc. cit. 
59 Tomás SÁNCHEZ HERNÁNDEZ y Miguel A. SÁNCHEZ LÁMEGO, Historia de una institución gloriosa: el Heroico 
Colegio Militar 1823-1970, México, SEDENA, 1970, p. 145. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
27 
 
Más tarde, cuando la iglesia regresó a manos de los franciscanos, se reconstruyó 
su interior, que fue reformado al estilo neoclásico a fines del siglo XIX. También, 
entre 1889 y 1893, el arquitecto Emilio Dondé construyó, en el cubo de la torre, una 
capilla fúnebre para la aristocrática familia Barron60. En la magna restauración del 
templo de 1967, se eliminaron los retablos y la decoración neoclásicos, que fueron 
sustituidos por un hermoso retablo churrigueresco, copia del original; los decorados 
clasicistas fueron también suprimidos, dejando las bóvedas sin marca alguna. 
Demolición de los claustros del Colegio de San Fernando, 1862. 
Después de ser cuartel, y con el pretexto de abrir la nueva calle de Guerrero, se 
comenzó a demoler una buena parte del abandonado convento. El resto fue 
convertido en habitaciones particulares; una gran porción de sus huertas y potreros 
fue comprada por Rafael Martínez de la Torre en sociedad con Antonio Escandón el 
5 de mayo de 187461, y después fraccionada para abrir las nuevas colonias de Los 
Ángeles, San Fernando y Buenavista, que en conjunto integrarían las actuales 
Guerrero y Buenavista. 
A espaldas de la iglesia fernandina, sobre la calle de Mina, se construyó hacia 
1920 el edificio que albergó a los Talleres Tostado, una de las empresas de grabados 
más importantes de México en aquella época. El edificio, con fachada de hierro y 
vitrales de colores, fue insertado en un espacio bastante breve y angosto, pero fue 
 
60 Israel KATZMAN, Arquitectura del Siglo XIX en México, 2ª ed., México, Trillas, 1993, p. 352. 
61 Edgar TAVARES LÓPEZ, “Un barrio centenario de verdad: colonia Guerrero” en Crónicas de la Ciudad de 
México, segunda época, año 3, núm. 9, Abril-Junio 1998, p. 3-4. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
28 
 
sabiamente adosado a la vieja pared del ábside del templo. Este edificio, una 
hermosa muestra del estilo neocolonial y nacionalista que estaba en boga en aquellas 
décadas, hoy se encuentra ocupado por una vecindad clandestina, y obviamente, en 
pésimas condiciones de conservación. 
 
Evolución del Jardín 
 
Por su parte, el viejo atrio fue convertido en jardín a partir de 1862, y una pequeña 
calle se abrió justamente frente a la puerta de la iglesia. En 1867, el director de 
escultura de la Academia de San Carlos, don Miguel Noreña, realizó una bella efigie 
en yeso del general Vicente Guerrero, que constituyó la primera estatua mexicana 
destinada a colocarse en un paseo público de la ciudad. Más tarde se fundió en 
bronce. El monumento que le sirve de base fue diseñado por el arquitecto Ramón 
Rodríguez Arangoity62.En la imagen superior puede verse el jardín de San Fernando 
con dicho basamento (todavía sin la escultura colocada en él) y un par de fuentes. 
 
62 KATZMAN, op. cit., p. 376. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
29 
 
El jardín de San 
Fernando recibió dicha 
escultura el 1 de enero 
de 187063. Fue colocada 
al centro de la plaza, 
como homenaje al 
héroe popular que le 
daba nombre a la 
colonia de obreros 
ferrocarrileros que se 
estaba construyendo en los alrededores del viejo y desmantelado convento de San 
Fernando. Se fabricó un enverjado que incluía unas águilas de hierro y farolas para 
iluminar la estatua. A partir de entonces, el jardín fue denominado como Paseo 
Guerrero o Jardín Guerrero. 
El sitio, que durante décadas permaneció invadido por vagabundos y prostitutas, 
además de estar abandonado y sin el mínimo mantenimiento, constituía una de las 
plazas más tristes de la ciudad. Hacia 1890, los vecinos de la colonia pidieron 
infructuosamente que el monumento al Gral. Guerrero fuera trasladado a la Plaza 
Martínez de la Torre64 –donde hoy se ubica el mercado del mismo nombre–, pues 
consideraban que su sitio en el Jardín de San Fernando era 
indigno debido al pésimo estado del lugar. 
Por otra parte, a mediados de 1915, el señor J. Gavira 
solicitó al Ayuntamiento de la ciudad que se grabaran algunas 
inscripciones en la base desnuda del monumento, que 
sirvieran para recordar la vida y obra del Gral. Guerrero; 
mediante pequeños cambios a la propuesta original, el 
Cabildo aprobó y ordenó que el basamento de la estatua 
fuera inscrito con las cuatro frases que hasta hoy adornan al 
monumento: “VICENTE GUERRERO, HÉROE DE LA 
INDEPENDENCIA”; “SACRIFICADO EN CUILAPAN, OAXACA, 
 
63 RIVERA CAMBAS, op. cit., p. 382. 
64 AHDF, Ayuntamiento, Historia: Monumentos, vol. 2276, exp. 39, f. 2 y 2v. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
30 
 
EL 14 DE FEBRERO DE 1831”; “MANTUVO EL FUEGO DE LA LIBERTAD”; “VIVIR POR 
LA PATRIA Y MORIR POR LA LIBERTAD”65. 
Durante varias décadas, diversos grupos patrióticos acostumbraban reunirse 
tanto en el Panteón como en el monumento a Vicente Guerrero cada 14 de febrero,para celebrar los aniversarios luctuosos del héroe de la Independencia66. Se 
acostumbraba colocar enormes arreglos florales y algunas coronas en el monumento; 
estas ceremonias, que todavía persistían en los años noventa, se han perdido en la 
última década. 
Entre 1967 y 1968, el jardín, la iglesia y el panteón fueron restaurados totalmente 
por los arquitectos Luis Ortiz Macedo y Jorge Medellín, en ocasión de la Olimpiada 
Cultural que se celebraría en México a la par de los XIX Juegos Olímpicos67, y que 
era parte de un plan integral de rescate de las plazas coloniales del Centro Histórico. 
Para darle una imagen más armónica a todo el conjunto, se cerró la calle que 
pasaba justo al frente del templo, creando un nuevo atrio. Con esto, se rescataba el 
espacio para el paseo de los peatones, y se desvió la circulación automotriz hacia los 
límites de la nueva plaza. 
 
(Izquierda)Calle Orozco y Berra frente a la 
Iglesia de San Fernando, 1967.Nótense los autos 
estacionados justo frente a la puerta del templo.
 
65 Ibidem, exp. 69, f. 1. 
66 AHDF, Ayuntamiento, Funerales, vol. 1108, exp. 6, 72 f. 
67 Luis ORTIZ MACEDO, “Siglo XIX” en Arquitectura Religiosa de la Ciudad de México…, p. 290. 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
31 
 
(Derecha)Nuevo atrio creado a partir del 
cierre de la calle Orozco y Berra, 1968 
 
 
 
 
 
 
 
 
La fachada del templo fue restaurada, reconstruida en sus piezas faltantes y la 
cantera y tezontle, limpiados a profundidad 
 
 
 
La fachada de la Iglesia en 1967. 
Nótese el letrero rojo bajo el relieve 
central. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La misma fachada en 1968, tras la 
restauración. Se ha suprimido el 
letrero y los materiales recuperaron 
sus colores originales. 
 
 
 
 
 
 
Las construcciones aledañas al jardín fueron repintadas en colores neutros, se 
suprimieron anuncios comerciales y se ocultaron las fachadas con arbolado de gran 
altura, para que los alrededores del conjunto tuvieran un marco adecuado a la 
restauración y rehabilitación. 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
32 
 
El jardín fue 
rediseñado en cuatro 
cuadrantes de vegetación, 
divididos por dos 
avenidas; se colocaron 
bancas, arbolado 
ornamental, surtidores de 
agua iluminados, nuevas 
luminarias de estilo 
antiguo y se agregó un 
pórtico o columnata al sur del jardín, igualando el estilo arquitectónico de las 
galerías del panteón, que fueron ornamentadas con lámparas de luz indirecta, 
destacando la construcción. 
Luis Ortiz Macedo trató, sin éxito, de crear una gran plaza de homenaje a Benito 
Juárez en la manzana contigua al Panteón de San Fernando. Su intención original era 
extender el Jardín hacia el oriente, e incluso, colocar una estatua dedicada al prócer 
oaxaqueño. Sin embargo, esta idea implicaba la demolición de numerosos inmuebles 
de escaso valor arquitectónico, pero que son propiedad privada, y la idea fue 
descartada por su ambición. 
De este modo, al oriente del Panteón se expropió un terreno menor, donde se 
inauguró una pequeña plaza cívica para los homenajes anuales a Juárez, la cual nunca 
se utilizó para tal propósito; al convertirse rápidamente en refugio de delincuentes, 
vagabundos y 
prostitutas, la 
plaza fue 
enrejada y 
cerrada al 
público en los 
años setenta. 
Con el 
tiempo, la 
pequeña plaza cívica cayó en el abandono, y llegó a convertirse inclusive en bodega 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
33 
 
de carritos de basura; entre los objetos interesantes que se arrumbaron en este 
espacio se encontraban diez rosetones masónicos que estuvieron colocados dentro 
del sepulcro de Benito Juárez, y que al deteriorarse con el paso del tiempo, 
terminaron por destruirse prácticamente a la intemperie, entre los jardines de esta 
plaza enrejada. 
Actualmente, la plaza de San Fernando conserva aún una parte de la imagen 
recuperada en esa magna restauración; igualmente mantiene su espíritu de atrio 
colonial y de jardín porfiriano, aunque comparte ese carácter con todos los 
vagabundos, narcomenudistas y el deterioro que ha acompañado a este oculto rincón 
histórico de nuestra gran ciudad. A últimas fechas, con el fin de recuperar el espacio 
para la comunidad, las autoridades delegacionales y gubernamentales han organizado 
programas de asistencia social y cultural en la Plaza de San Fernando con relativo 
éxito, dándole una nueva dinámica a este hermoso sitio. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El Jardín e Iglesia de San Fernando (1968) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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34 
 
SIGLOS DE HISTORIA Y DE OLVIDO: 
PANTEÓN DE SAN FERNANDO 
 
 
 
 
odo comenzó en 1832. No sabemos con exactitud el día o el mes; 
simplemente el nombre del creador: Ignacio Cortina Chávez, síndico 
del Colegio de San Fernando. Gracias a una idea suya, los religiosos 
de aquel convento deciden construir anexo a su templo un pequeño cementerio 
privado, que albergase únicamente los restos de los miembros de la comunidad, 
cofrades y benefactores de su sagrado instituto. 
 g
Deciden así tomar una parte de su pequeña huerta para este terreno sacro; la 
parte contigua a los jardines y construcciones limítrofes del Hospital de San 
Hipólito, que se halla prácticamente junto al colegio apostólico. Y no sólo eso: 
deciden también aumentar los entonces pequeños ingresos del monasterio 
apoyándose en el elevado costo de los servicios funerarios. Tierra santa, sin duda, 
pero también exclusiva y elitista. No cualquier persona tendría el privilegio de ser 
sepultada en ese pequeño camposanto. Lo único que estos frailes y síndico no sabían 
era que, además de incrementar la oferta de cementerios en la ciudad, al crear el 
cementerio de San Fernando estaban también creando un espacio único; un sitio 
destinado a la posteridad…y al mismo tiempo, al olvido. 
 
Sobre los panteones 
En la antigua ciudad de México, la cotidiana tarea de sepultar a los difuntos no era 
un gran problema, pues en cada parroquia de la ciudad existía un pequeño 
cementerio destinado a los habitantes correspondientes a ella1. Al menos no 
constituía conflicto antes de fines del siglo XVIII, cuando la ciudad ya contaba con 
el flamante cementerio general: el Panteón de Santa Paula—que actualmente yace 
oculto bajo el Paseo de la Reforma norte—, fundado en ocasión de una epidemia de 
 
1 Artemio de VALLE-ARIZPE, Por la vieja Calzada de Tlacopan, 2ª ed., México, Diana, 1980, p. 217 nos habla de 
estos cementerios parroquiales o dentro de los hospitales, que se utilizaron mayoritariamente durante la 
epidemia del Matlalzáhuatl en 1736, y que en algunos casos continuaron en uso en las décadas siguientes hasta 
su desaparición. 
35 
 
HÉCTOR ENRIQUE CEJA PÉREZ 
viruela en 17842. De cualquier modo, en los últimos años de la centuria, hubo un 
gran movimiento relativo a la sepultura de los difuntos de la población. 
Precisamente eran las epidemias o los desastres naturales los que ocasionaban 
una sobrepoblación de cadáveres en la ciudad. La Ilustración modificó los patrones 
sociales de limpieza y salud, provocando que en las postrimerías del virreinato 
hubiera una conciencia por la higiene y la salud pública. Después de la Real Cédula 
de 3 de abril de 1787, donde se ordenaba la construcción de cementerios, el 
arzobispo Alonso Núñez de Haro ordenó la creación del enorme panteón de Santa 
Paula, originalmente concebido para uso del Hospital de San Andrés; y aun designará 
12 mil pesos de sus expolios para la construcción de un cementerio general en 18083. 
El modelo de Santa Paula, panteón extenso y ordenado, sería copiado 
posteriormente por los nuevos cementerios que se construirían en la antigua ciudad 
de México

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