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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO ------------------------------------------------------------------------------------------------------------- FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ARAGÓN MIXQUIC EL AYER Y EL HOY: ENTRE TRADICIÓN Y COSTUMBRE CRÓNICA QUE PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADA EN COMUNICACIÓN Y PERIODISMO PRESENTA: IVETTE LIDIA RIVERA PORRAS ASESORA: LIC. LETICIA ELISABET SANTAMARÍA GALLEGOS SAN JUAN DE ARAGÓN ESTADO DE MÉXICO, JUNIO DE 2008. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Para mis hermanos Iliana y Salvador Por todas las batallas que hemos ganado juntos Por su apoyo y amor incondicional para Margarita Porras Saùl Cuate Daniel Huerta Iovanna Valdès Rubèn Colmenares Familia Porras Gonzàlez Para todos mis profesores y su infinita paciencia Gracias a la HBE que todos los dìas me impulsò a seguir adelante 3 Ta’éni kjua nga ngatjutsi koya’an kjondá ta ngayejee ni xi ta ngatjúntsi kui ngasundie, ko tjin ka’a nga nda yájan tsata ngatjun tinchuña Ta’éni kjua nga nguit’ient’ana kótjin má isien nixtjin xi najan kamaxchajin. kui xi ñajan ki’yojin kó iskjix’ana ngo ndiya ñanga tjijmá. Ta’éni kjua nga kjuinjo’an Kui njñá xi ánjin tsa’an kamá. Xi ja’a kó kijí ña titjochibua nguijin isieen Nga ts’enkixio ndaa nixtjíín kojó nixtjien. Kui xi kamabéna nga yejen xtio’an Nchjun xi kji’a k’ajmii, Nga kats’en kas’ien’an sóna kojó éna Nixtjína kojó nchijúna. Ta’éni kjua nga Koya ngatju’an Juan Gregorio Regino Lengua mazateca Déjame morir un rato, al fin y al cabo nada es perdurable. La vida a veces es tan fugaz que no llegamos a descubrirla plenamente. Déjame morir en compañía de los rostros que me recuerdan el pasado; aquéllos que brindaron conmigo y me abrieron un camino junto a ellos. Déjame morir en compañía de los sueños que nunca fueron míos; los que llegaron y se fueron como el equinoccio para romper la inercia del día y de la noche. Los que me vieron urdir los hilos en el malacate del cielo, para ofrendarles mi canto y mi poesía; mi hoy y mi mañana. Déjame morir un rato Juan Gregorio Regino Lengua mazateca 4 Í N D I C E Presentación.................................................................................5 San Andrés Apóstol, Mixquic Mixquic: Cuando los muertos regresan.......................................11 Un sábado en el Mezquite...........................................................16 Historia de un panteón famoso....................................................27 Cada pueblo tiene sus fantasmas...............................................30 Entre lo sagrado y lo profano: entre tradición y costumbre El camino de las ánimas..............................................................35 Doce campanadas y espíritus inocentes.....................................39 Arribo de los entes adultos..........................................................42 Una ofrenda.................................................................................50 San Andrés, celebración de difuntos y vivos...............................58 Un adiós momentáneo Luz en el camposanto.................................................................63 La despedida...............................................................................75 A manera de conclusión..............................................................80 Fuentes de consulta....................................................................84 5 PRESENTACIÓN En la actualidad, aún se procura en algunas comunidades donde existieron grandes asentamientos prehispánicos, mantener las prácticas ancestrales que se llevaban a cabo cuando una persona fallecía. Una vez al año, según la antigua creencia mexicana que todavía se acostumbra en territorio nacional, las ánimas de los que se adelantaron en el camino hacia la muerte, regresan a la tierra para pasar unos días en compañía de sus seres queridos, quienes los honrarán y recordarán de diversas formas, a fin de preservar su memoria. La muerte, como un eslabón más del ciclo de la vida y la incertidumbre de saber qué existe después de ella, es uno de los grandes enigmas que hasta hoy el hombre no ha logrado responder. La extinción física de nuestro cuerpo como lo conocemos, constituye para el origen de nuestro pueblo mexicano, el paso a otra vida y no el fin de ella. A diferencia de las creencias religiosas de los conquistadores españoles, nuestros ancestros creían en una vida nueva y la oportunidad de disfrutarla tras superar una serie de pruebas, asignadas, dependiendo del primer desempeño del individuo en el mundo terrenal. Es por tanto, un motivo de júbilo y no de tristeza. Desde nuestros antepasados se observa la inquietud por conocer más acerca de esta transición, al hacerla presente a lo largo de su vida cotidiana. La defunción es parte de una ceremonia sagrada en donde se manifiesta el equilibrio del mundo, la vida en movimiento, dualidad: vida y muerte. Los motivos para observar de cerca la conmemoración de Día de Muertos, no resultan ajenos al ser esta celebración año con año, parte de las prácticas nacionales que nos identifican como mexicanos. El pueblo de San Andrés, Mixquic, en Tláhuac, es una de las comunidades donde a pesar del embate de los años, la gente procura mantener vivas, enseñanzas ancestrales que han pasado oralmente de generación en generación, mediante 6 esfuerzos que separan y unen, la tradición de la costumbre. En este pueblito del Distrito Federal, tanto pobladores como visitantes, funden estos dos conceptos en uno sólo durante la celebración de Día de Muertos. No es posible ubicar con exactitud desde qué tiempo se rinde el culto a los antepasados difuntos en San Andrés, pues según algunas fuentes, entre las que podemos citar revistas, textos antiguos e inclusive declaraciones de los cronistas locales, las fechas varían de una fuente a otra. Existen recopilaciones de crónicas que escribieron los ancestros sobrevivientes, a la conquista de Tenochtitlán. Gracias a ellas, podemos conocer algunos de los ritos y tradiciones que se practicaban en el Valle de México y sus alrededores, así como también en el resto de América. No es desconocido que cuando llegaron los conquistadores, trataron de arrasar con prácticas que consideraron profanas, porque no las entendían como nuestras culturas prehispánicas, para quienes por ejemplo, venerar a los muertos era algo sagrado. Para los españoles, que los ancestros mexicanos honraran a la muerte, festejaran a los difuntos y en general a todos los dioses, fue la representación del culto a lo prohibido,a la condenación e interpretaron lo que no comprendían como sinónimo de maldad, de adoración al demonio, a quien los indígenas no habían conocido antes de la religión cristiana. Mucho ha sucedido desde que nuestro pueblo fue conquistado, pero afortunadamente la cultura mexicana no se extinguió. Hemos logrado conocer construcciones y manuscritos, y a través de ellos nos hemos dado una idea de cómo vivieron estos antepasados. La importancia de las comunidades como Mixquic, que a la fecha mantienen prácticas antiguas, radica en recordarle a un mundo moderno e indiferente, las riquezas prehispánicas de que somos poseedores entre las que podemos citar el Día de Muertos. 7 Cuando un ser querido fallece, la separación física produce dolor, pero después del entierro, en las diferentes naciones del mundo, según la cultura de la comunidad donde acontece, se le rinde amor, se manifiesta respeto y se añora, a través de edificaciones o decoraciones sepulcrales. Al menos, así ha sido desde que se tienen datos de la aparición del hombre en la tierra, hace cientos de miles de años, cuando los neandertales adornaban sus tumbas y cadáveres. En todos los continentes que conforman la tierra que conocemos en la actualidad, se han descubierto indicios físicos que nos muestran por ejemplo, la vanidad del hombre, quien en algunos casos consciente de su deceso, quiere perpetuarse al inmortalizar su recuerdo en un monumento. México no es la excepción. Desde la cultura madre olmeca, hasta la tolteca, pasando por la maya y la teotihuacana, todas han dejado a su paso por la historia, vestigios que relatan prácticas muy enraizadas desde la antigüedad en nuestra cultura, como venerar a los muertos. Estas tradiciones, iban desde la preparación del cuerpo y el recinto que albergaría el cadáver, hasta las ceremonias y festejos que inclusive, se llevarían a cabo años después del deceso, en memoria del difunto. Una parte de la crónica que ahora presento deja entrever cómo se dio la fusión de nuestra cultura mezclada con la de los conquistadores y el respectivo choque ideológico en que resultó, al producir el sincretismo en el que se desarrollan todavía costumbres o tradiciones. En este trabajo, se abordará la celebración de Día de Muertos en el pueblo de Mixquic. Presento un poco de historia, así como la descripción de los lugares que aún son de interés, como el ex convento de los Agustinos, su parroquia, el museo y la zona arqueológica, además de la perspectiva del pueblo un sábado cualquiera, lo que expongo en el primer capítulo. 8 En el segundo capítulo trato la preparación que los pobladores de San Andrés hacen para el festejo de los días de muertos, la colocación de la ofrenda y el significado que tienen sus elementos, el momento en que arriban las ánimas, el sabor de la fiesta en el pueblo, así como el sentir y pensar de algunos de sus pobladores al respecto. Uno de los momentos cumbre, si no el más esperado por los visitantes, es durante la alumbrada, llevada a cabo el día 2 de noviembre en el panteón. Esta actividad místico-religiosa es una de las más representativas y donde se conjugan claramente las culturas prehispánica y española al adornar el panteón y velar a los difuntos mientras la gente ingresa a la parroquia para darle gracias al Señor. Aquí se da el desarrollo más significativo de la celebración, cuando poco a poco se mezclan los olores, colores y sabores con la solemnidad y la fiesta. San Andrés Apóstol se encuentra entre los pocos pueblos que son reconocidos a nivel internacional por preservar sus tradiciones indígenas, lo que representa un orgullo para los mixquicas. En Mixquic, sus pobladores hacen acopio de todos los recursos disponibles para que esta parte de su historia no se pierda, se conserve y la valoren sus nuevas generaciones, quienes de forma similar a otros estados de la república Mexicana, emigran hacia otros lugares para trabajar debido a las condiciones de vida que su pueblo ofrece y alejándose de estas prácticas ancestrales. Sin embargo, no sólo en es este pueblo de Tláhuac se lucha por conservar las antiguas tradiciones, en todo el territorio nacional también, aunque costumbres extranjeras como el halloween han tratado de invadir, -en algunos casos lográndolo-, la práctica de los días de muertos como la conocemos, fundida en tonalidades y fragancias florales, con comida y elementos típicos de la cultura mexicana que aderezan el folklore del pasado cultural. En el capítulo tres, tenemos la reseña del 2 de noviembre acompañada de otros datos. Se manejan las últimas actividades que los pobladores de San Andrés, 9 Mixquic, realizan como parte del festejo de los Fieles Difuntos, además del retrato de una visita a la zona arqueológica situada en el atrio del antiguo ex convento de los Agustinos y pormenorizada por uno de los niños del pueblo que funge como guía durante las festividades. Se enfatizan declaraciones de un cronista de San Andrés e impresiones de turistas extranjeros. Esta crónica describe y narra cómo se celebra el Día de Muertos en Mixquic. Detalla situaciones y hechos relevantes para quien está interesado en saber acerca de la práctica de esta tradición prehispánica y cómo se mantiene viva a través del tiempo. San Andrés, territorio de la delegación Tláhuac, es una referencia obligada para ver en persona el desarrollo de la celebración y empaparse del tema. A este pueblo del Distrito Federal, la gente acude año tras año, no sólo del territorio nacional sino de otros países para ser testigo y partícipe, del despliegue de formas, olores y sabores que se dan cita en él. Cada periodo, los pobladores se esmeran en la preparación del Día de los Fieles Difuntos. Para Mixquic, el Día de Muertos es una ceremonia sagrada que sobresale de otros lugares no sólo por sus figuras multiformes y coloridas, o la variedad de actividades disponibles para lugareños y visitantes, sino por la intención de preservar como les fue inculcado por sus mayores, una tradición ancestral que en la mayoría de nuestro país se ha comenzado a perder. La actualidad del tema, aún después del implacable paso de los años, es una incógnita que repite su ciclo cada 365 días y que sin embargo, no por ello pierde vigencia. Aún da de qué hablar a propios como a extranjeros, crea polémica al ser un evento de dominio público. Empuja a la investigación con ayuda de tecnologías y técnicas del mundo moderno que develan crónicas antiguas que esclarecen con mayor certeza el por qué de tales honras, re identificándonos con el origen de nuestra cultura. 10 Este trabajo invita a conocer y reflexionar sobre la pequeña separación entre tradición y costumbre, entre ceremonia sagrada o fiesta profana. Expone a San Andrés como una comunidad que se resiste a adoptar, las deformaciones de la fiesta de Día de Muertos que se comienzan a adoptar en otros lugares de la nación. 11 San Andrés Apóstol, Mixquic Mixquic: Cuando los muertos regresan “¡Puedes ver a las ánimas!”, dicen los lugareños del Mezquite, refiriéndose al humo del incienso y el copal que emana de los sahumerios, al pie de las tumbas, cuando perciben que uno enfoca las formas de esa niebla olorosa en la oscuridad del panteón de San Andrés. Yo no observé ninguna alma dibujada en la humareda de esa noche de Día de Muertos, aunque traté de evocarlas como se hace con las formas de las nubes. Son apenas las siete de la noche en San Andrés Apóstol, Mixquic, y el atrio de la antigua Parroquia, ex convento de los Agustinos ya está vestido con miles de velas blancas de todos tamaños y tipos, que dan calor de hogar a través de la luz que despiden, a las apretujadas lápidas de yeso, cemento, cantera, granillo, una que otra de mármol y también, a las que simplemente distingueun montón de tierra suelta. ¡Tres metros bajo tierra! Es lo que pensamos cuando las vemos, tres metros húmedos, terrosos, agusanados y siniestros. Por primera vez desde el nacimiento, realmente solos, a nuestra suerte, sin música, sin voces, sin amigos o familiares. Sin el azul del cielo ni la luz del día y sin el brillo de la blanca luna, sin verde, sin una caricia del sol, asfixiados en una caja, sin movimiento, sin tacto, ¡sin vida! En este camposanto lo mundano se vuelve extraordinario ¡hasta la residencia final de los despojos del hombre! Y cuando la noche es día, las fosas emergen a la vista metamorfoseadas de orugas a mariposas, lucen alas terciopelo púrpura, amarillo y blanco, van empapadas del olor homogéneo de estos colores, del copal, del incienso y de los sahumerios que rodean la iglesia al compás con la distribución de las tumbas. ¡No pasen! ¡Respeten! Dice enérgica una mujer sencilla, altiva, y muy molesta, cuando sin percatarse, los visitantes en el panteón pisan el dibujo de un rectángulo plasmado en el cemento del piso, al observar a detalle, la figura 12 geométrica es un sepulcro dispuesto a lo largo del pasillo que comunica el convento con la parroquia y el camposanto. La señora habla en voz alta mientras un visitante al ver su enojo comenta ¡es una tumba, disculpe no la había visto bien! —Sí— dice la mujer con gestos de fastidio mientras vuelve a ocupar una silla improvisada, herramienta indispensable para quienes hoy velaran toda la noche a sus seres queridos en el camposanto. No puedo caminar rápido a causa de la cantidad de personas congregadas en el cementerio y debido al choque de cirios, grabadoras, cuerpos, cámaras de video y fotográficas, sahumadores, así como tripiés de múltiples tamaños, distribuidos entre lugareños, visitantes nacionales y extranjeros. Todo ello, sin contar además, el equipo profesional de canales televisivos como el 11 y 22 que están aquí para testimoniar la fiesta de los Fieles Difuntos, en este pueblo de Tláhuac. Hoy es el día más importante de la fiesta en homenaje y recordatorio a los muertos, debido al número de personas que arriban con el propósito principal de caminar entre las lápidas, mientras admiran el bello decorado de luces de cera que los envuelve por doquier. Al anochecer, cuando caminen en esta diminuta necrópolis, se sumergirán entre la gente viva y muerta, entre el aroma dulzón a frutas del ponche que llega del tianguis y la emanación de fragancias florales que impregnan todos los recovecos del lugar. Cuesta trabajo decidir hacia dónde dirigir los pasos, pues aunque el sitio es pequeño uno teme perderse cualquier detalle de la celebración. ¡Paradójicamente hay tanto movimiento y ruido en el cementerio! Entre la gente que está velando a sus familiares, frente a la iglesia, sobresale una escena como de película a blanco y negro. Hay una tumba vistosa, adornada con cuatro cirios gigantes color crema, que iluminan a tres enormes ramos de alcatraces blancos revueltos con crisantemos. Las flores tienen largos y gruesos tallos verdes que descansan en floreros dispuestos uno tras otro, encima de un sepulcro de yeso blanco. Otros cuatro arreglos de esplendor similar están 13 colocados uno por uno en cada esquina de la tumba. Al acercarse con respeto y prestar atención uno puede escuchar el inicio de un rezo, en el que una señora susurra “Padre Nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…” La mujer, un poco encorvada y de unos 45 años, está sentada en una sillita de tela, viste blusa con florecitas, falda lisa por debajo de la rodilla y un suéter blanco. Su postura y semblante sobrios, son el marco de una mente ajena a las miradas de los visitantes. Parece que el ruido no la perturba, sólo están ella y los restos que viene a velar. Acomoda los tallos, distribuye las flores, eleva la mirada hasta nuestra altura sin que lleguemos a saber si nos ha visto o no, y la devuelve al suelo de tierra para continuar su rezo. El cuadro es bellísimo, mientras uno lo observa, el tiempo se detiene y sólo el vaivén de la luz de los cirios al embate del viento nocturno, recuerda que es real. Varios paseantes quedan prendados de la imagen, y algunos intentan captar para la eternidad con sus equipos modernos, el mágico momento en que las estelas de humo oloroso envuelven a la mujer. Mientras lucho por acomodar mi cámara de video, una chica solicita permiso para tomar fotografías en voz alta. La señora mueve la cabeza en señal de aprobación y sin tomar poses pretensiosas vuelve a lo suyo. Yo, termino por hacer lo mismo que la joven fotógrafa, aunque al acomodar primero el tripié, me gano un poco de desconfianza dibujada en los inquisidores ojos de la mujer. Le pregunto si puedo grabarla y me dice que sí. Sé que no voy a olvidar sus oraciones convertidas en amorosos susurros, ni a ella, ni a su tumba blanca de luz, situados en medio de la penumbra, enmarcados por cientos de coloridas flores y por un pueblo que le habla a restos humanos que yacen fríos bajo la tierra de los vivos. Cuando mis ojos veían a través del lente de la cámara de video a aquella señora, trataban de encontrar los rasgos indígenas que me hablaran de su origen prehispánico, pero no lo conseguí por más que me esforcé. 14 En la página de turismo de la delegación Tláhuac, se puede leer que Mixquic es uno de los siete pueblos que la conforman, localizado al sureste del Distrito Federal. Su fundación se remonta al periodo comprendido entre 1160 y 1170, durante la época del postclásico que inaugura Culhuacán, correspondiente a los tiempos de la primera fase de expansión del Imperio Azteca. Los pobladores de Mixquic platican que estaban vinculados étnicamente con los tolteca-chichimecas y que mantuvieron parentesco con chalcas y cuitlahuacas, aunque se constituyeron como un señorío independiente. Se calcula que en el año de 1376 comenzaron las incursiones aztecas de conquista en el Valle de México a Xochimilco, Mixquic y Cuitláhuac. También se tiene conocimiento de seis pueblos situados alrededor de la laguna, Iztapalapa, Churubusco, Mexicaltzingo, Culhuacán, Cuitláhuac y Mixquic. Los textos chalcas registran un ataque mexica dirigido contra Cuitláhuac y Mixquic en 1403, así como la conquista de este último unos 30 años más tarde, durante el gobierno de Itzcóatl, Serpiente de nubes. Una vez sometidos, los habitantes de Mixquic rindieron tributos a los diversos tlatoanis de Tenochtitlán, convirtiéndose en un centro ceremonial de importancia, donde “la celebración principal era el sacrificio de prisioneros capturados alrededor de Xochimilco”, como aseveran Alfredo Cristalinas Kaulitz, Felipe San Miguel Ibarra, Jorge Medina Jiménez y Eusebio Núñez Leyte, historiadores del pueblo, en entrevista para el número 21 de la revista Nosotros del editor Sergio Rojas. Los investigadores observan que ya en la época de la conquista, en 1519, después de que Cortés y su ejército estuvieron 17 días en Tlaxcala, se dirigieron a Tenochtitlán para encontrarse con Moctezuma. Fue en ese lapso cuando llegaron a Mixquic donde el tlatoani Chalcayaoatzin, los recibió con obsequios. 15 Al respecto, Bernal Díaz del Castillo narra “Fuimos a dormir a otro pueblo que está poblado en la laguna, que me parece que se dice Mezquique, que después se puso Venezuela y tenía tantas torres y que blanqueaban, y el cacique de él y principales nos hicieron mucha honra y dieron a Cortés un presente de oro y mantas ricas, que valdría el oro cuatrocientos pesos y nuestro Cortés les dio muchas gracias por ello. Allí se les declaró las cosas tocantes a nuestra fe como hacíamos en todos los pueblos por donde veníamos, y según pareció aquéllos de aquel pueblo estaban muy mal con Moctezuma de muchos agravios que les había hecho y se quejaronde él y Cortés les dijo que pronto se remediaría, ahora que llegaríamos a México si Dios fuese servido y extendería todo.” Los mixquicas terminaron por unirse a Cortés como lo hicieron en ese lugar los chalcas y los xochimilcas. Cortés pernoctó en Mixquic para luego dirigirse a Iztapalapa y de ahí a Tenochtitlán. En opinión de los historiadores referidos, el recibimiento otorgado por el tlatoani Chalcayaoatzin posiblemente influyó para que, una vez constituida la Nueva España, Mixquic llegara a ser cabecera. Como contados pueblos de la región, no sufrió la presión de ser una comunidad esclavizada, por lo cual el mestizaje, con la nueva cultura se realizó lentamente y con la ventaja de que las costumbres religiosas fueron sólo modificadas entre los nativos y no extinguidas como se pretendió en todo el territorio mexicano descubierto por los colonizadores europeos. Esto permitió conservar, al paso del tiempo, la celebración místico- religiosa de nuestros ancestros, aunque mezclada con la de los conquistadores, fusionando así dos periodos de la historia de México, el prehispánico y el novohispano. En la actualidad, cada 2 de noviembre, el ambiente en el camposanto se divide entre los visitantes alegres y los lugareños solemnes. Año tras año en esta fecha, la comunidad de San Andrés, Mixquic, se viste de olores, colores y sabores entre antiguo y nuevo; dándose a la tarea de rescatar una costumbre ancestral, al 16 venerar a sus antepasados como se hacía antes de la llegada de los españoles al lugar. Hoy, es el Día de los Fieles Difuntos, es Día de Muertos en México y una de las festividades más importantes en los calendarios de la región, porque además de la fiesta, la derrama económica generada por los negocios de temporada como puestos de comida, artesanías y la venta de otros artículos, será una de las mejores a lo largo del año compitiendo sólo con la fiesta patronal del lugar celebrada a principios del mes de diciembre. Un sábado en el Mezquite El día 28 de octubre fui en vehículo particular a San Andrés Apóstol, Mixquic, existen distintas formas de llegar según el punto de partida y del medio de transporte. Si uno va en automóvil como en mi caso, se puede tomar prolongación División del Norte —que posteriormente cambia de nombre y se convierte en Xochimilco-Tulyehualco—, y a partir de Tulyehualco, se siguen una serie de señalamientos que son continuos, claros y que indican por donde conducir para llegar a Mixquic. Mi arribo al pueblo fue a las cuatro de la tarde, luego de un viaje de cinco horas desde el metro El Rosario y al tráfico de la ciudad de México. Antes de llegar a Mixquic, la carretera de dos sentidos está bordeada por una hilera de árboles a cada lado del camino, que contrasta con extensas llanuras de tierra árida y diversos cultivos en el paisaje que uno ve en el camino. Ese día, tras el calor del sol de la tarde, la sed y la interminable hilera de automóviles que se forma un poco antes de llegar a la provincia defeña, la desesperación estuvo a punto de hacerme presa de semejantes condiciones y predisponerme al mal humor. Sin embargo, ante la proximidad del agua, la posibilidad de estirar las piernas y la emoción del arribo, a uno se le olvida la excursión y el congestionamiento de tránsito que hay que pasar durante el camino. Entonces se 17 ponen los cinco sentidos listos para todo lo que le espera a uno en San Andrés, una vez estacionado y seguro el coche, para los que —al menos ese día—, viajamos en transporte particular. La entrada del pueblo está anunciada por un gran letrero hecho con malla metálica y focos de colores —como los del Zócalo de la ciudad de México en diciembre—, el cual tiene una forma rectangular. De día luce apagado, pero no recuerdo haberlo visto encendido tampoco de noche, en el anuncio da la bienvenida a los visitantes una calavera blanca apostada del lado izquierdo y del derecho se anuncia la festividad celebrada así como el año 2006 en color rojo. Una fuente situada debajo del mismo letrero marca el inicio de la calle Independencia, avenida principal del pueblo y que será recorrida miles de veces durante la celebración. Al caminar por esta calzada se observan diferentes comercios, un expendio de pan, una tiendita, una carnicería, un local de artículos fotográficos, algunas tiendas de abarrotes, una vidriería, un local de tacos de carnitas, una pastelería y hasta un café Internet. A simple vista no hay mucha gente en la calle, pero los habitantes mantienen constante actividad en los pequeños locales. En la actualidad, el pueblo cuenta con una extensión territorial aproximada de tres kilómetros cuadrados. Gran parte del suelo es de uso agropecuario dividido aproximadamente en 650 hectáreas de ejido y menos de 500 de pequeña propiedad, de las cuales, más de mil son de chinampería. A eso se debe que el pueblo parezca por instantes como abandonado, pues la mayoría de los que aún trabajan aquí en San Andrés, laboran en sus cultivos y los demás —la gente joven en su mayoría— han optado por buscar otro tipo de empleos en lo más urbano y moderno del Distrito Federal e inclusive, han emigrado a otros países porque argumentan que el trabajo es mejor pagado y sin tanto esfuerzo como el que requiere el cuidado de un cultivo. 18 En palabras de Gustavo Trejo Reyes, vendedor de jícamas en la plaza y oriundo apasionado de Mixquic, esto sucede “porque el precio de nuestras verduras ya es muy bajo y por eso han emigrado de aquí… a Canadá y Estados Unidos, a trabajar. Nuestras cosechas ya no son aptas, ya no es el precio adecuado que se debe cobrar, entonces la gente tiene que salir a laborar lejos de su pueblo, tiene que ver la manera de vivir o sobrevivir. Por eso unos van a trabajar en empleos que se llaman jornadas de trabajo en diferentes delegaciones como Tláhuac, Venustiano Carranza, Iztacalco, Cuajimalpa y Tlalpan. En todas esas regiones hay mucha gente de Mixquic que se emplea ahí por la situación que se vive en el pueblo”. Gustavo también refiere como un problema para su comunidad el desabasto de agua. Los plantíos en Mixquic son regados con aguas tratadas y algunos de estos cultivos no se riegan mucho porque los pobladores sospechan que los líquidos que reciben provenientes del Estado de México son aguas negras, “con mucho azufre, con muchos contaminantes que vienen de un lugar cercano y nos impacta ahí en el río Amecameca”. Si se camina sobre la avenida Independencia, a tres cuadras de la fuente, se llega a un zócalo, donde se puede visualizar conforme la figura derecha de un cuadrado y en movimiento contrario a las manecillas del reloj, el colegio inglés Elizabeth Brash, incorporado a la SEP, la escuela primaria Cristóbal Colón, la entrada al ex convento edificado por los agustinos, un acceso que comunica la plaza con el panteón y la parroquia, así como un templete de eventos culturales y la sede del patronato del lugar. En el centro de esta plaza, se encuentra un pequeño kiosco decorado en la base con viejos y descarapelados mosaicos amarillos y azules, además de dos áreas verdes bordeadas de arbustos, igual que en las cabeceras municipales del Estado de México y delegaciones del Distrito Federal. Siguiendo por la avenida principal, se encuentra la biblioteca pública Andrés Quintana Roo, que también hace la función de museo y alberga piezas 19 prehispánicas encontradas en la entidad. A un costado de la biblioteca se ubica la entrada a la iglesia conocida como parroquia del ex convento de los Agustinos. En días normales desemboca al tianguis, donde además de otros artículos, sobresale la venta de rábanos, brócoli, acelgas, zanahorias, calabacitas y coliflores a precios muy baratos debido a que son cultivados aquí en San Andrés Apóstol. Al llegar a esta parte de lacaminata se puede percibir que el centro en realidad es muy chiquito y que en sábado, como cualquier otro día, no hay tanto ajetreo como en la parte urbana del Distrito Federal. Quizá espera encontrar todo el vaivén al que cuando menos los capitalinos estamos acostumbrados, y siendo Mixquic parte de la ciudad de México resultaría lógico pensarlo, pero no es así. Mixquic es una comunidad pequeñita —de hecho parece que todo aquí lo es—, donde si sales del centro del pueblo, además de las casas sólo quedan a la vista despoblados, aunque basta con subir al campanario de la iglesia para comprobar con que no es así, ya que al intentar ver hasta donde llegan sus confines, en realidad uno se da cuenta que son bastante extensos, si se aprecian desde ahí. Sus avenidas son estrechas y no todas tienen nombre aunque algunos barrios como el de San Miguel, cuenta con letreros que identifican los nombres de las calles, como el de la arteria principal en cuyo rótulo se puede leer “Av. Independencia. Del. Tláhuac Barrio San Miguel. CP 13630 ”. Muchas de las casas cuya fachada principal no da al centro, no están terminadas y exhiben esos ladrillos desnudos característicos de las obras negras, en contraste también encontramos grandes viviendas con finos acabados. Ese día la gente parecía agobiada tras una jornada de trabajo más —como en cualquier otro lugar—. En la carnicería ya estaban lavando el gigantesco cazo que se usa para sancochar el chicharrón, signo de que todo se había terminado, inclusive la jornada de trabajo —cuando menos para ese establecimiento—. En los tacos, se distinguía un aparador de vidrio con unas carnitas nada apetecibles 20 de lo secas que estaban, lo cual no fue impedimento para que algunos comensales las consumieran. Muy probablemente por el tiempo transcurrido para llegar a Mixquic y debido al consumo de agua durante el trayecto, la imperiosa necesidad de utilizar un baño hizo su aparición, pero la sorpresa y ansiedad fueron pocas al darme cuenta que no había baños públicos. Los únicos disponibles eran los de la oficina del patronato y los de la biblioteca, junto a la iglesia, así que opté por ir a los más cercanos dentro de las oficinas designadas para el patronato. Una vez dentro, era sencillo percatarse que aún no estaba adecuado el lugar para un evento tan importante como la organización de las festividades de muertos en Mixquic. Afuera, en el zócalo, había un evento cultural de bailes regionales que se acostumbran en la república Mexicana. Muchas niñas entraban y salían con su correspondiente mamá de una oficinita del patronato, muy peinadas, maquilladas y ataviadas con trajes típicos regionales de nuestro país, reinaba tanto desorden que fue inadvertido el momento en que me introduje a preguntar a una mujer que parecía la responsable si había hoteles o posadas para pasar la temporada ahí, a lo que me contestó que no iba a encontrar dónde hospedarme porque no existía un solo hotel o posada en San Andrés. La chica parecía sumamente atareada y lo único que pude acertar a explicarle en ese momento fue que iba por parte de la UNAM y que necesitaba quedarme para recabar información, porque estaba haciendo un trabajo. Esto no debió impresionarla mucho, se quedó pensativa unos instantes y luego aseveró que el patronato todavía estaba tratando de acondicionar la casa de la maestra Rosa María Aspeitia, como hotel de paso, pero que hasta ese momento, aún no se había decidido nada. Aprovechando que tenía su atención, le solicité el programa de actividades culturales que se iban a presentar para la celebración de los difuntos, pero afirmó que no tenían y que lo único que podía darme era el póster propagandístico oficial de ese año y un tríptico que tuve a bien aceptar. 21 Al salir de la oficina, me dirigí a un chico que estaba sentado cerca, en una banquita de madera y le pregunté por los sanitarios, amablemente me indicó una puerta que al abrirla me llevó a otra oficina, el chico me miro y me dijo —yo tampoco soy de aquí—por lo que tuve que buscar otra fuente de información y acercarme a una fila muy concurrida donde varias decenas de personas esperaban formadas y por la expresión de sus rostros ya muy impacientes. El ambiente ahí se sentía muy tenso, sobre todo cuando me acerqué casi hasta el principio de la fila para preguntar por el sanitario, a lo que la gente respondió sin haberme escuchado y al mismo tiempo ¡la cola está acá atrás!, ¡qué se forme!, ¡todos vamos formados! En verdad creo que fue de esas ocasiones en que si los ojos fueran balas no lo estaría yo contando ahorita, pues a pesar de que no sabían a ciencia cierta qué estaba preguntando, todos me echaron unos ojotes como clara advertencia por si intentaba meterme de contrabando en la fila. Finalmente, luego de unos minutos muy largos, desde el tumulto de voces, alguien indicó ¡Sí, esta es la oficina donde se sortearán los lugares de los puestos y donde se harán los pagos! Fue así como supe que la fila era para la gente que quería tener un puesto en el tianguis durante la celebración, a partir del día 31 de octubre. Me dijeron que ya llevaban ahí varias horas y que cada año era lo mismo. Los hacen esperar mientras el consejo del patronato decide los costos que tendrá cada lugar y cómo los repartirá. ¿Eh?, Ah sí, los baños…mmmh, están por allá, me dijo una de las personas formadas, luego de explicarle que sólo deseaba saber dónde estaba el sanitario. Ya con la ubicación, me dirigí hacia donde me habían señalado, a unos baños sucios y olorosos, con puertas en muy mal estado y basura tirada por aquí y por allá, de esos a los que, en cuanto entras, te dan ganas de salir, ya sea por el desagradable olor, por la horrible vista o porque te percatas de que no hay agua, ni siquiera un hilito para lavarte las manos. 22 Sin éxito, me dirigí a los tocadores de la biblioteca, al llegar a la puerta había un letrero que indicaba que los baños no funcionaban porque no había agua. Me indicaron que a partir del inicio de la festividad, cuando se instalan los puestos, habría muchos baños públicos, pero que en ese momento no iba a encontrar ninguno. Así que sin más remedio tuve que esperar a que la persona que me había informado volviera a entrar e ingresé. La entrada fue relativamente fácil, pues a pesar de que no había acceso de momento, por los preparativos de la celebración, mucha gente se encontraba ocupada trabajando en escenarios para las exposiciones del Día de Muertos, en paisajes alusivos, calaveras de papel, ofrendas y decorados para la festividad, por lo que no se percataron de mi intromisión. Parecía que no se daban abasto para cubrir todos los detalles. Todo estaba disperso en el piso. En la entrada había personas armando una catrina con vestimenta en color morado. Intentaban poner la cabeza en su lugar, pero al parecer les había sido más difícil de lo imaginado, pues las tres personas, un joven y dos adultos, exhibían caras de fastidio por no poder colocarle la cabeza a la huesuda de aproximadamente dos metros. Sin querer, finalmente encontré los baños y aunque tenían la luz apagada entré, para comprobar con una agradable sorpresa, que estaban completamente limpios y el agua, aunque no abundante, era suficiente para la descarga de la caja del sanitario y para un lavado de manos a conciencia. En Mixquic no hay restaurantes o lugares establecidos para comer, a no ser los puestos de tacos instalados en la calle principal, el tianguis que desemboca en la iglesia o los comercios móviles que se ubican en el zócalo. Esto puede ser muy comprensible como lo comentan sus pobladores, porque fuera de las festividades grandes como la de Día de Muertos, no existe gran movimiento de gente, por lo que la instalación de un comercio como éstos no retribuiría a sus inversionistas.El tianguis que se pone frente a la entrada principal a la iglesia cuenta con puestos de tacos, quesadillas, huaraches, sopes y mariscos, además de quienes 23 venden ramos de rábanos con chile y limón. También están los de tazas, platos, sahumerios y otras curiosidades para la cocina de la casa. Este tianguis se incorpora durante la fiesta, a uno gigante que se instala desde la fuente, en la entrada del pueblo y que abarca toda la arteria principal, pasa por el zócalo y llega a la iglesia. Ahí se divide entre las calles del tianguis de fin de semana (frente a la iglesia) y desemboca en las avenidas que están a un costado del panteón. Enfrente de la sede patronal también se ponen algunos puestos de esquites, tlacoyos y quesadillas azules, tacos de cabeza de borrego y carnitas, postres, dulces y los ya familiares comercios de discos piratas que rodean el kiosko. Este mini zócalo es reconocido como el centro de Mixquic. Yo me animé a comer ahí porque uno puede hacerlo con toda tranquilidad. El puesto era atendido por una señora morena, de cabello negro, grande de edad y muy rolliza. Vendía quesadillas y huaraches que me supieron a gloria. Luego de comer unas de hongos con queso, un huarache con nopales, un refresco y pagar una módica suma, decidí continuar el recorrido. Frente al zócalo pude visualizar algunos comercios entre los que se encontraba una refaccionaría que anunciaba con un letrero blanco hecho de tela, la venta de un libro. En la portada de éste, se podía visualizar la noche de la alumbrada de otro año, acontecimiento estrella durante las fiestas de muertos en Mixquic. El dependiente, un hombre muy serio, de entre 50 y 60 años, complexión media, falta de cabello que originó grandes entradas en la cabeza y cara gruñona, me ofreció la obra literaria a través de un pequeño cuadrado que no estaba cubierto por una rejilla verde, como la de las tiendas de abarrotes antiasalto. El señor, a quien sólo podía ver de la cintura para arriba, parecía desconfiado y a regañadientes me explicó que en el libro venía toda la información acerca de las festividades del Día de Muertos que uno necesita conocer para saber cómo lo 24 celebran en Mixquic. Me platicó que él, junto con su familia era de los pobladores interesados en dar a conocer esta fiesta como una tradición milenaria, que según me dijo, venía de boca en boca, en lengua náhuatl desde su origen. “Yo soy Francisco Cristalinas Aguilar y soy el cronista del pueblo. Nací en esta comunidad e investigué lo que le voy a decir, tengo 73 años y conozco desde su fundación”. El señor Cristalinas me comentó que gracias a su conocimiento del náhuatl pudo viajar por algunos países de Europa y llegó a tener un reconocimiento en el Instituto Nacional Indigenista y el INEGI. “Yo ahí estoy registrado como un cronista con buen conocimiento para mandarme a cualquier lugar, no importa que sea fuera de México, y que me reconozcan. De esa manera, en este año participé en el Congreso Nacional Indigenista de la ciudad de México. “El pueblo se fundó en el año nuevo mexica, 673 y su signo es pedernal, su tote o su piedra ceremonial, que es con la que se instaura el pueblo, es un Xipe tote que es el guardián cósmico encontramos primero el sol, la luna, las estrellas y el miquitla, con eso empieza. Los primeros grupos que se asentaron en Mixquic fueron chichimecas y ocuparon la rivera del lago. Una representación de esta cultura está en la piedra esculpida llamada Xipe tote, que quiere decir, Xipe desollado y rojo”, explicó el señor Cristalinas, es la personificación del hombre, pero con una piel humana encima y ésta nos da el dato exacto de la fecha en que llega la primavera, que es el 21 de marzo, pero este conocimiento sólo se obtiene a través de la lengua, pues en palabras del cronista, “yo no estudié historia, no estudié antropología, estudié náhuatl, que es la llave para el conocimiento prehispánico porque usted estando frente al Xipe tote no lo puede interpretar y yo sí”. 25 Francisco Cristalinas Aguilar, comentó que era el autor del libro que se exhibía en la refaccionaría y que además de dar clases de náhuatl para los oriundos, se dedicaba a dar recorridos y a explicar el significado que tiene la veneración de los antepasados. El día de muertos, él es uno de los habitantes que contribuye con una ofrenda prehispánica en la exposición que se instala dentro del museo. En palabras del cronista, la delegación ha querido colocar una similar sin embargo, el señor Cristalinas explica que esto sería muy difícil porque la gente que viene de parte de la dependencia gubernamental no tiene las respuestas que buscan los individuos que vienen al pueblo a ver las ofrendas. El cronista de Mixquic afirmó que él sí puede responder por qué pone ciertas cosas y qué significado tiene cada elemento. Refirió que la cultura a la que llegaron nuestros antepasados sigue vigente, no nada más en San Andrés, sino en todo el territorio mexicano, a través del tiempo y también por pensadores europeos que leyeron lo que escribieron los tlacuilos. Los tlacuilos eran antiguamente los que escribían, los que hacían la narración, según explicó el señor Cristalinas. Afirmó que en la actualidad la gente ya no respeta y que se han perdido las hermosas tradiciones que nuestros ancestros nos legaron. “Antes, en esta comunidad, cuando un niño hacía una travesura o se portaba mal, la gente mayor (los abuelos) le decían —te voy a prender tu ocote— que es el que se enciende adentro de un chilacayote, ahora le dicen calavera, y lo ponían en la ofrenda para que el niño supiera que se había portado mal y que tenía que comportarse, o lo agarraban a garrotazos. Ahora, si un escuincle se porta mal, nadie lo reprende y lo dejan hacer lo que quiera. Eso no está bien”. El libro que uno podía adquirir, era de una portada por demás llamativa por la foto de fondo y el color. Exhibía un 2 de noviembre por la noche, dentro del panteón principal, espectáculo muy esperado por los visitantes. La obra literaria vio la luz 26 a través de recursos propios del señor cronista y ofrece una guía rápida para quienes nos interesamos en saber cómo se desarrolla la festividad del día de muertos en Mixquic, aunque para una mejor documentación no hay nada como recorrer el lugar en persona y empaparse con todos los detalles. La idea de una visita previa a la fiesta era, aparte de reconocer el lugar y medir qué tan lejos quedaba, conseguir hospedaje. Sin embargo, en San Andrés no es posible esto último, ya que no existen hoteles ni posadas y aunque con motivo de la festividad año con año asisten miles de personas, no se han puesto en marcha hoteles de paso o posadas, lo que podría ser en parte provechoso para la gente del pueblo, al tener asegurados por más tiempo, a los visitantes, como se hace en Guanajuato durante el Festival Cervantino, en donde la gente desocupa una o varias piezas de su casa para rentarlas a los turistas que asisten a dicha festividad, cobrándoles según sea la habitación con cama, sin cama, con acceso a baño o baño con regadera, lo que representa una entrada económica importante durante los días que dura el festival para los nativos. En Mixquic, esto podría implementarse como un servicio adicional, pues, durante el recorrido, uno puede percibir de inmediato a las personas que deambulan por aquí y por allá, en busca de hospedaje. No llevan propiamente maletas y algunos sólo llevan bolsas grandes de tela en donde presumiblemente viajan sus objetos personales. En su mayoría, jóvenes estudiantes aunque también hay personas mayores y algunos extranjeros. Ese sábado, una de las personas más llamativas que pude observar, fue un hombre mayor, de tez clara y cachetes bermejos. De difícil habla y aspecto frágil, ojos de color, y cabellorubio cenizo. Caminaba con dificultad, no parecía ser mexicano, aunque hablaba bien español y lucía con toda naturalidad un sombrero de tipo norteño. A lo largo del día, lo topé varias veces preguntando lo mismo. —Sí, un hotel— afirmaba a una persona a quien interrogaba, cerca de la entrada al convento, — 27 vengo de lejos— decía a otros en las callecitas aledañas al centro, mientras su ropa blanquísima —al parecer de manta—, se iba percudiendo al acercarse el final del día. La última vez que lo vi lucía cansado aunque no desistió en encontrar hospedaje, incluso hubo un momento en el que, al estar de espaldas a él, alcancé a escuchar que estaba dispuesto a irse a casa de alguien que le ofreciera dónde dormir, aunque estuviera un poco retirado del pueblo. Inmediatamente pensé que iba sólo, era mayor y que hubiera sido más cómodo para él alojarse ahí en el centro del pueblo. Los días 1 y 2 de noviembre en Mixquic, hay lugares económicos que se rentan con la finalidad de acampar, pero debido a lo insuficiente que resultan, hay días que amanece el zocalito tapizado de tiendas de campaña, sobre todo la madrugada de la famosa alumbrada. Ese día, platicando con la marchante de los esquites también me enteré que aproximadamente con un mes de anticipación la gente nativa inicia las labores de limpieza de su casa, tanto interior como exterior y que van desde barrer y arreglar la armonía de su hogar por dentro, hasta pintarla por fuera y remozar sus patios; ya que de no hacerlo “pueden pasar cosas malas” según Juana Ramírez, vecina del pueblo de Tetelco, quien viene a Mixquic todos los días para ayudar a su hermano con el pequeño negocio de artículos fotográficos, situado a dos cuadras de la fuente sobre la calle Independencia. Historia de un panteón famoso Uno de los monumentos más visitados del lugar es el templo y ex convento de San Andrés en cuyo atrio se exhiben las figuras prehispánicas de la localidad. De tipo romano, edificado en 1537 por los frailes agustinos. Fue erigido, como casi todas las construcciones de aquella época, a la llegada de los europeos, sobre lo que fuera el teocalli del señorío mixquica. 28 La gente cuenta que durante un temblor, se derrumbó la iglesia y sólo permaneció en pie la torre del campanario que es la única pieza que se conserva de la edificación original, tal y como la vemos en la actualidad, es una pieza muy antigua, separada de la torre del primer templo, debido al temblor. El templo fue reconstruido hacia el año 1600 aproximadamente. Cuenta con tres naves estilo dórico, una columna central y cuatro pequeñas en su interior. En su cúpula se conservan vestigios de piedra relabrada, así como un retablo barroco confeccionado en oro de 23 kilates. En su sacristía, se alberga una pila bautismal que era utilizada como monolito prehispánico y conserva relieves indígenas. Una creencia de algunas personas del pueblo, indica que esta pieza era utilizada como oráculo, en ella se colocaba a los niños recién nacidos para que, de acuerdo con la posición del niño se observara cuál sería su destino. El trabajo arquitectónico se realizó con influencias dominicas y en la fachada hay cinco nichos vacíos y un ojo de buey con un reloj. Alrededor de la iglesia se encuentra el panteón, escenario del alumbrado de los fieles difuntos y atractivo principal de estas fiestas. El lugar, disfruta de un reconocimiento a nivel nacional e internacional por llevarse a cabo en él la velación, toda la noche, de los difuntos sepultados ahí, lo que se conoce como la alumbrada, motivo por el que es famoso a nivel internacional. Completamente cercado por una barda y debidamente resguardado, el panteón casi rodea la iglesia que está pegada al convento, distribuyéndose en su frente, a la derecha de la misma y en su parte trasera. Cuenta con una entrada principal y otro acceso junto a la entrada del convento. Además de estar comunicado con este último, lo que facilita el ir y venir de la multitud, del panteón al convento y viceversa, durante los días de fiesta. 29 Mixquic tiene una de las zonas prehispánicas más relevantes de la región, ya que a un costado de la iglesia y en parte de lo que fuera el ex convento, se encuentran figuras muy representativas hechas por los ancestros mexicanos, como un Chac Mol, el mensajero de los dioses. Esta escultura está flanqueada por dos aros del juego de pelota, rito ceremonial en el que los guerreros capturados eran sacrificados en honor de la diosa de la vida y la muerte, Miquixtli, cuya figura ocupa un lugar a un costado derecho del juego de pelota. A sus pies descansa un estanquillo y a la izquierda de la diosa prehispánica, se puede apreciar un montículo de cráneos con restos de enseres de barro. La estatua de metro y medio de altura aproximadamente, cuenta con dos rostros, uno representa la vida y el otro, descarnado, la muerte. Dentro del panteón, edificado con piedras esculpidas, podemos admirar una representación del Tzompantli, lugar que era utilizado en la época prehispánica para colocar los cráneos de los guerreros sacrificados y hasta hace algunos años, sitio en donde la gente de Mixquic depositaba los restos encontrados en las tumbas al momento de enterrar a un difunto o simplemente cuando iban a edificar sus casas o remodelarlas, pero ahora se llevan junto a la diosa Miquixtli. En comentarios del cronista Francisco Cristalinas, la importancia del panteón radica en la visión que el pueblo tiene de él. Es la memoria ancestral que la gente conserva de sus tradiciones indígenas, aunque ya no la sepan explicar. “Si usted entrevista a algunas personas de mi pueblo, le dicen, es porque mi abuelita me enseñó a hacer esto”. El museo comunitario de San Andrés Mixquic también nos traslada a la historia prehispánica de México, ya que cuenta con 279 piezas arqueológicas donadas por la misma comunidad y obtenidas del mismo modo que los restos humanos, en patios y construcciones de particulares. 30 Las piezas presentan diversas características que permiten ubicar el florecimiento de importantes culturas en esta región. La tolteca, a través de los cilindros donde está Quetzalcóatl; la olmeca representada en una figura del museo que exhibe una cara ovalada con nariz almendrada y pómulos salientes; la maya con el juego de pelota y finalmente la teotihuacana que se encontraba representada por rampas como en San Juan Teotihuacan. Aunque estas últimas, debido a las construcciones, ya no se aprecian. El cronista Francisco Cristalinas Aguilar agregó que atrás del panteón, al construir un kinder se destruyó uno de los juegos de pelota encontrados en el pueblo. Entre los materiales con que fueron elaboradas estas construcciones abundan la piedra y el barro. Además, se pueden apreciar esculturas de piedra antropomorfa que servían para adornar muros o escalinatas, figurillas moldeadas en barro que ejemplifican el tipo de vestimenta y accesorios que se usaban, así como los rasgos físicos y culturales. Hay puntas de cuchillos de obsidiana, machacadores de piedra, ollas y jarras, vasijas miniatura de barro; algunas para uso doméstico y otras para el ceremonial. También se conservan sellos de barro y piedra que servían para marcar vasijas y pieles, monolitos y figuras de serpientes, y como prueba de su origen prehispánico, se han encontrado columnas con figuras de Quetzalcóatl. Cada pueblo tiene sus fantasmas En Veracruz, dicen que a los camioneros que pasaban por la carretera a las dos de la mañana y desaparecían, era porque una bruja los apañaba, los seducía y se los llevaba, dice la voz de una mujer a través del altoparlante, en la explanada del zócalo de Mixquic durante la noche del 2 de noviembre; mientras a ritmo de marimba, arpa, guitarra y mandolina, tres niñasvestidas de veracruzanas con 31 una veladora encendida en cada mano y una en la cabeza, comienzan a bailar en el templete instalado en el centro de San Andrés, mientras la misma voz anuncia que da inicio el huapango “La bruja”. Ay qué bonito es volaaar, a las dos de la mañana, a las dos de la mañaana, Ay qué bonito es volaaar, ¡Ay mamá!, hasta de mi vida qué hay, en los brazos de tu hermana; ¡Échale, échale! Ay qué bonito es volaaar, a las dos de la mañana, ¡Ay mamá! Me agarra la bruja, me lleva a su casa, me vuelve maceta y una calabaza. Me agarra la bruja, me lleva al cuartel; se sienta en mis piernas y me invita a comer. Ay dígame y dígame, yo le diré, ¿Cuántas criaturitas, se ha chupado usted? Ninguna, ninguna, ninguna, no sé; ¿Cuántas pretensiones, me ha dejado usted? ¡para Catemaco, compadre, a ver ya sabes! Ahora sí maldita bruja ¡¿qué te hizo?! Ya te chupastes a tu hijo, ya te chupastes a tu hijo, ahora sí maldita bruja, ¡ay mamá! Ahora te vas a chupar, a tu marido en un brinco ¡error de cálculo! A tu marido de un brinco y lo vas a hacer llorar, ¡ay mamá!, Y ella me porta mi traje galán, ¡ay mamá! Me agarra la bruja, me lleva a su cueva, me pega un sustote, con su traje de Eva. Ay dígame y dígame, yo le diré ¿Cuántas criaturitas, se ha chupado usted? Ninguna, ninguna, ninguna, no sé; ¿cuántas pretensiones, me ha dejado usted? 32 Las niñas terminan el baile y son aplaudidas con enjundia. Y es que, en México, si hay una cosa que se puede disfrutar son las leyendas, las crónicas de susto y los cuentos. Estas narraciones antiguas que platican nuestros mayores para que a su vez, nosotros algún día las narremos. En Mixquic sería sencillo pensar que abundan las historias de todas estas clases sin embargo, a pesar de que en las revistas que hablan acerca del lugar son más que obligadas, los pobladores prácticamente no recuerdan algún encuentro con entes del más allá, luchas contra seres demoníacos o remedios para combatir brujas. Fuera de los nahuales que según la creencia popular son hombres que se convierten en animales y que en Mixquic son identificados con perros agresivos que son difíciles de matar. Los pobladores más bien tienen cuentos para narrar, historias que hablan del pasado de su pueblo y de sus costumbres, o que explican las creencias en seres fantásticos, como el cuento de la sirena, que relata lo que aconteció una vez a la gente que se estaba preparando para festejar un casamiento. Antiguamente, en Mixquic había una laguna y la gente se iba a pescar antes de una boda para hacer el mixmole. Una ocasión en que los hombres que pescaban salieron, uno de ellos se separó del grupo por perseguir a una carpa grande, de color rojo. El sujeto se alejó cada vez más hasta llegar a una laguna que no tenía fin y perdió de vista a sus compañeros de pesca. El hombre pasó tiempo andando, hasta que llegó la noche, vino la luna y entonces se le apareció una mujer en el agua, sumergida en ella hasta la cintura, a quien él habló, pero la mujer, sin responderle, empezó a cantar y él se enamoró de su canto. Él quiso acariciarla pero la mujer le dijo, “no, a mí no me puedes tocar, ese es el único requisito, no me puedes tocar. Sé que eres casado y por acatar lo que te digo te he de recompensar. Todos los que llegan a este lugar no regresan, pero tú si vas a regresar, quiero que te lleves estos tres chilacayotes y los pongas en el tenamaztle de tu cocina” y al decir esto último, la chica desapareció. El hombre asombrado llevó consigo los chilacayotes y no tardó en encontrar el camino de regreso que lo sacara de la inmensa laguna. Pronto encontró a uno de 33 sus compañeros pescadores y sin demora le preguntó por la fiesta, pensando en que aún estaría a tiempo para disfrutarla, pero el otro sujeto le dijo, no, te perdiste todo el día y la fiesta ya terminó, ya no hay nadie y todos están en sus casas a esta hora. Te buscamos mucho tiempo y no te encontramos, lo mejor será que vayas con tu esposa. Desconcertado, se dirigió a su casa y le contó a su mujer la extraña anécdota mientras colocaba en un comal, sostenido por tres piedras, los chilacayotes. Su esposa le dijo que era mejor olvidarlo y que fuera a dormir, pues casi amanecía, entonces ambos esposos se dirigieron a la cama y durmieron plácidamente. A la mañana siguiente, el primero en levantarse fue el marido quién sin saber si había tenido sólo un sueño, fue hasta el tenamaztle y para su sorpresa los chilacayotes se habían convertido en tres ollitas que contenían monedas de oro. La mujer con la que él había estado era una sirena, que lo recompensó por su prudencia al no tocarla. El cuento de la sirena es tradicional en Mixquic porque como había mucha agua en este pueblo, los habitantes tienen como cierto que aquí existió la sirena. “Precisamente, cuando se pierda lo poquito que tenemos de agua, se perderá el significado de la fundación de Mixquic, porque Mixquic se fundó en el mesteapa, en el lago, que quiere decir en el cuerno de la media luna. “Hay otra leyenda también y ésta es universal, incluso la he visto, en el canal de televisión de paga Infinito, y en esas cosas de apariciones y todo —relata Francisco Cristalinas—. Hay mucha gente que ve una iglesia sumergida en la laguna de Xila. Algunos de quienes la ven, creen que ahí hay una iglesia, pero pues yo no he investigado esa historia. Lo único que sí, es que la relaciono con unas entrevistas que han pasado en Infinito, de que hay ciudades como Atlántida y todos la andan buscando. La ven o la oyen, o por narraciones que dicen, quesque Platón escribió aquí, que quién sabe qué. Hay muchos cuentos, por ejemplo eso de la Llorona, yo se lo puedo explicar, aunque no fue una historia de Mixquic. Eso fue un lamento de Tonatzin que al ver sacrificado a su pueblo decía ¡Ay de mí! ¡De mis hijos! ¡Qué va a ser de mis hijos! Ya miren como están, todos sus padres. 34 “Antes, en náhuatl, no había huérfanos. Cuando alguien se moría sustituía el clan o el calpulli al padre y la mujer y los hijos eran mantenidos, no como huérfanos, sino como grupo. Cuando se sembraba, se hacía en tres surcos, uno para el caminante, uno para el necesitado y otro para el que no tenía… No había flojos porque dice un dicho: ¡si comer quieres, trabaja!” 35 Entre lo sagrado y lo profano: entre tradición y costumbre El camino de las ánimas Si uno busca en el diccionario la palabra tradición, muy probablemente encontrará definiciones que hablan acerca de la transmisión de generación en generación, de doctrinas, leyendas o hechos, a través de la palabra o el ejemplo. También encontrará las definiciones que señalan que tradición, engloba las costumbres transmitidas a lo largo del tiempo. Sin embargo, cuando uno decide ir más allá en el complejo mundo del manejo del diccionario, se lleva una sorpresa al encontrar que la palabra costumbre, está definida como hábito o uso, y a su vez, la palabra hábito, se explica como costumbre. Para los habitantes de Mixquic, los Días de Muertos están divididos entre la población que afirma año con año contribuir a la festividad y así conservar las tradiciones prehispánicas de nuestros antepasados, y quienes lo visitan sólo por costumbre y no porque para ellos, tenga todavía ese sinónimo de perpetuación de nuestra herencia ancestral. Muchas de las cosas que se hacen en el preludio, el desarrollo y el clímax de los días alusivos a los fieles difuntos, se presume que son iguales que cuando los mixquicas habitaban el pueblo. Nadie nos puede asegurar que así sucedían las cosas, pero sí está claro, cuando menos como una verdad absoluta para sus pobladores, quienes han tratado de mantener vivo el interés por conservar las raíces de donde provienen. Antes y durante la festividad de muertos, la población entera se dedica,inclusive con meses de anticipación, a llevar a cabo las labores de limpieza para recibir a las almas en lugares confortables y muy limpios. Toda la casa es aseada sin olvidar un solo rincón, sobre todo el lugar destinado para colocar el altar u ofrenda, al que, cuenta la tradición, llegarán las ánimas de nuestros antepasados. 36 Además de limpiar la casa, le gente del pueblo también la remoza dándole una mano de pintura, ya sea al exterior, en el interior o ambos. Arreglan los portones, rejas de sus viviendas y ponen especial interés en los patios con vista a la calle. Durante toda esta temporada, los lugareños procuran barrer tanto la casa como las calles y desde los últimos días de octubre, hombres, mujeres y niños ya están preparados para recibir a los muertos y también a los visitantes, con el único fin de honrar y preservar la memoria de los viejos. El primer sábado que estuve en Mixquic, no había suficiente agua y debido a esto, los casi extintos sanitarios públicos que había, no estaban en servicio. Sin embargo, fue hasta dos días antes del inicio de las festividades, cuando me enteré de que la falta del líquido vital, era consecuencia de todas las labores de limpieza llevadas a cabo en las casas y lugares públicos aledaños. Mixquic, como muchas comunidades, no cuenta con un abasto suficiente de agua potable, por ello, al realizar y mantener el aseo, previo a la fiesta y durante ella, se acaba muy rápido y empieza a escasear. Los vecinos, conscientes de esta situación, en algunos casos apartan agua en tambos, botes y cubetas. Un día antes del evento, cuando los moradores del lugar han finalizado su labor y se preparan para los últimos arreglos, el agua que corre por las tuberías es un hilo muy delgado y sin fuerza, pero la población de San Andrés Apóstol ya está acostumbrada. La creencia popular en México, transmitida de generación en generación, nos dice que en los días de muertos, las almas de los difuntos tienen permiso para visitar los pueblos que moraron en vida. Para los antiguos, el Mictlán o lugar de los muertos es a donde van los que mueren y a donde después de un penoso viaje de cuatro años, en los cuales avanzan por nueve niveles, mientras son sometidos a varias pruebas, llegan en 37 calidad de huéspedes de los dioses de la muerte, Mictlantecutli y su mujer, Mictlantecihuatl. Estos dioses durante la Micaihuitl, “la fiesta de los muertos”, concedían permiso a todos los difuntos para que vinieran a visitar a sus familiares en la tierra. Sólo en los días permitidos, las almas regresan de visita para compartir con nosotros, los vivos, y tomar los alimentos y bebidas que se les han preparado, o llevarlos consigo a la morada de los muertos. El calendario católico recuerda el primero de noviembre a Todos los Santos y el día 2, a los Fieles Difuntos. En la tradición indígena y la actual, el día primero se dedica a los niños muertos y el segundo a los adultos. En algunos lugares también se acostumbra recordar el 28 de octubre como el día de los que murieron por accidente y el día 30 a las ánimas que están en el limbo; es decir, los que murieron sin ser bautizados. Para San Pedro Apóstol —como le llamaron los conquistadores— estos días son de fiesta, de celebración mezclada con el recogimiento cristiano, pues no hay que perder de vista el choque sincrético producido por la evangelización de los conquistadores. Este encuentro de culturas dio como resultado la fusión precisamente de la fiesta cristiana, de todos los santos, con la veneración indígena del culto a la muerte y los antepasados. Desde el 30 de octubre en la noche, o el 31 muy temprano, una vez limpia la casa y listo el lugar destinado para la ofrenda, los pobladores deshojan flores blancas de alelí mezcladas con las llamadas nubes, para los niños. Con los pétalos marcan caminos que pueden verse desde la entrada de su casa hasta la ofrenda, lo que se considera, es para que las ánimas arriben con mayor facilidad y no se pierdan en el camino. En lo alto de todas las entradas a las viviendas ya debe estar colocado el distintivo familiar que puede ser una estrella, una cruz o un barrilito con una luz adentro para que les alumbre el camino a las ánimas. Este año, la figura 38 predominante es la estrella de seis picos que se puede apreciar prácticamente en todas las puertas de las casas. Hecha con papeles de china, de colores alegres y vistosos, consiste en un esqueleto de alambre de dicha figura, vestido de los papeles multicolores y con un foco adentro. Antes, cada familia hacía su propia figura, la prendía orgullosamente en su portal y lo que se colocaba adentro era una vela. Hoy, ya existe la venta de las estrellas al menudeo y mayoreo, lo único que uno tiene que hacer es ir y comprarlas en un local situado a las afueras de Mixquic. Debido a la demanda de las figuras, la dificultad para mantener una vela encendida toda la noche y evitar que se queme el material, se optó por manejarlas con focos para que su elaboración resultara más sencilla. Aunque la estructura de las estrellas puede parecer a simple vista frágil, son mucho más resistentes, pues ese día en la noche, pude comprobar que pese a los embates del viento —que circulaba con gran facilidad—, sólo había conseguido moverlas un poco y no destruirlas como puede parecer en cuanto uno las ve colgando de las entradas. Hoy 30 de octubre, el día ya es azabache. Mixquic huele a flores, los altares casi están listos y los caminos son pétalos iluminados por tenues luces que, sin embargo, brillan vivazmente en la oscuridad dándole un aire al pueblo de serenidad y fiesta, al evocar el rosa mexicano con el azul, el blanco con el morado, o el rojo con amarillo que luce bellamente cada estrella. Hoy ya todo está listo para mañana, el gran día, cuando arriben las almas de los inocentes. Su camino, el camino de las ánimas ya está preparado. 39 Doce campanadas y espíritus inocentes Amaneció con mucho sol, un hermoso cielo azul despejado con algunos rebaños de nubes y un olor muy suave a incienso y copal, que viaja oculto en el aire. Algunos pobladores andan apresurados cargados con ramos de flores blancas, color representante de la inocencia y elegido por este motivo para los muertos niños. Otros llevan velas y algunas señoras cargan con dificultad, grandes bultos llenos de todo. Un enorme tianguis ha cubierto las banquetas de la calle principal y una buena parte del zócalo. La nariz no sabe a ciencia cierta de dónde proviene la mezcla de olores entre fritanga y esquites, entre dulce de algodón y ponche. Los puestos, casi en su totalidad, son de alimentos y antojitos mexicanos —y otros no tan mexicanos—, aunque también los hay de artesanías, los improvisados con una manta en el piso y los ambulantes que ofrecen sus productos mostrándolos en sus manos. De ojos negros chiquitos, pero vivaces y brillantes, hombre de 1.60m de estatura, piel morena, nariz recta (pero chata), labios delgados. De bigotillo y barbas como Juan Diego; con gorra y playera holgada, muy amable y franco —diría yo—, me habla fuerte aunque se escucha bajito entre todos los ruidos de la plaza y los altoparlantes. “Traigo estas máscaras a vender del estado de Guerrero, para mucha gente que normalmente desconoce el significado de las máscaras, pero nuestros ancestros dicen que las máscaras sirven para espantar los malos sueños”, dice Martín Rivera, mientras me acerca los brazos, cubiertos con hermosas máscaras de colores fuertes que se parecen a la que usa el doctor Doom en la historieta de los cuatro fantásticos, sólo que éstas son de palma. “Palma del monte, que se consigue en el monte, en los cerros. Todo lo que es esto, nosotros lo fabricamos, somos artesanos. Vengo en el autobús, con todo y mismáscaras. Sí, se me hace difícil, pero ¿qué se le hace?, uno tiene que salir a 40 buscar, pues en la comunidad no hay fuente de empleo, uno tiene que hacer artesanías y otras cosas para salir adelante”. Me dice mientras observo unas enormes tiras hechas también de palma, que les cuelgan a sus máscaras de la parte que representa la barbilla y que se unen con otras iguales que les salen de lo que serían las cejas. La careta queda de esta forma, rodeada por completo y funge como el marco de una cara hermosamente tejida con palma, dejando los correspondientes espacios vacíos para los ojos, nariz y boca. Este vendedor, artesano, me explica que viene todos los años porque es una muy buena temporada para su vendimia. Dice que va a estar dos días en Mixquic, él y su familia que siempre lo acompaña a este pueblo “es muy hermoso, vengo cada año, sí, la verdad que sí. Antes sí tenía muchas pesadillas, pero también sirven para espantar los malos espíritus”, me comenta y mientras sonríe deja entre ver unos dientes muy blancos y parejitos. A diferencia de un día normal, hay bastante gente y bullicio en las calles. Hoy, encuentras baños públicos ¡por todas partes! Y el agua corre abundante al abrir las llaves de los sanitarios. Con cuatro o cinco pesos, puedes hacer uso de ellos y lavarte las manos o refrescarte la cara en tocadores humildes, pero muy limpios. Los visitantes han comenzado a llegar y con ellos, la venta de cerveza ha hecho su aparición estelar. Algunos patios que asoman a la avenida Independencia lucen ahora un piso hecho de aserrín y tierra, y además de música, tienen mesas y sillas que lucen el famoso logotipo de la cerveza sol. Platos con botanas como chicharrones, papitas y cacahuates aguardan en el centro de las mesas, mientras —en su mayoría— grupos de jóvenes, van llenando estos establecimientos, después de un breve recorrido por el lugar y extenuados por el calor. La iglesia está muy solicitada y desde temprano no ha dejado de entrar y salir gente de ella. Una vendimia increíble ha hecho su aparición por doquier y según oigo, a medida que avanzo, amenaza con crecer más. 41 ¡Qué si el día 2 estará aquello de locos! ¡Qué si los camiones llegan llenos de gente! ¡Qué si la comadre irá a misa! Alcanzo a escuchar a medida que me sumerjo entre la gente. A las doce en punto, con el sol en su máximo apogeo, repiquetean las campanas con pausas muy solemnes, una tras otra. Tan, tan, tan, tan, puede escucharse mientras el aire, que antes ya habíamos percibido con un suave aroma a copal e incienso, ahora se impregna fuertemente con estos olores, como si fuera la composición normal del aire de todos los días. Doce son las campanadas que se escuchan desde la parroquia de San Andrés Apóstol y que anuncian con alegría el inicio de los días de muertos y el arribo de las almas infantiles. Hoy 31 de octubre, las ánimas de los niños difuntos están entre nosotros, llegan una a una buscando sus casas, según la creencia del lugar, dibujan sus siluetas a través del humo despedido por los sahumerios. Su ofrenda, —misma que servirá para los adultos—, aumenta gradualmente a medida que transcurre un día, que es el tiempo que tienen permitido estar de visita en la tierra rodeados de vivos. Para la ofrenda, primero se pone el agua, la sal y una buena cantidad de alelíes y nubes, sólo con algunos pétalos amarillos del cempasúchil porque ése es el color destinado a las ofrendas de los adultos. Algunas madres se paran en la entrada de sus casas y mecen sahumerios que despiden los olores característicos del incienso que al mezclarse con las fragancias florales recuerdan los domingos de misa. A las tres de la tarde hay repique de campanas que indican oración y se anexa al altar fruta, pan, tamales de dulce, chocolate, atoles, juguetes, incienso, ropa y dulces variados. Nada de picante, vino o algo impropio para un niño se coloca en las ofrendas, ya que se arreglan especialmente para las ánimas infantiles. 42 El primero de noviembre, a las ocho de la mañana, se pone un desayuno nuevo en los altares para que las almas de los niños muertos no pasen hambre cuando vayan de regreso al cielo. Esta ofrenda es anunciada también por repiques de campanas y a las 11 de la mañana hay misa de gloria en la parroquia para despedirlas aunque permanecerán todavía en la tierra de los hombres vivos hasta las tres de la tarde, cuando el campanario vuelva a sonar anunciando su viaje de retorno. Arribo de los entes adultos Hubo doce campanadas solemnes y tras de éstas, otras doce, aún es primero de noviembre, todavía el reloj marca las tres de la tarde, cuando el repicar del campanario le indica a la gente de Mixquic, que es momento de oración porque han hecho su arribo los entes adultos. La tradición marca que debe encenderse una vela por las ánimas olvidadas, aunque la verdad es que algunos pobladores omiten esta actividad. La ofrenda, levantada con anterioridad exclusivamente para los infantes, se complementa con fruta de la temporada como naranjas, mandarinas, jícamas, plátanos y cañas, además de colocar alimentos y bebidas propios para un adulto, en la mayoría de los casos sin olvidar los gustos que las ánimas tuvieron en vida. La flor afelpada llamada pata de león y el cempasúchil hacen su aparición en los altares y los caminos que guían a los adultos del otro mundo se tiñen de rojo y amarillo, cubriendo un noventa por ciento su blancura original. Otros tipos de flores también son agregadas como los claveles y las gladiolas, pero las estrellas en la celebración serán las portadoras de los colores púrpura y dorado. Conforme transcurre el día, más y más personas llegan al pueblo hasta convertir aquello en un gigantesco mar con un ir y venir de gente, como en la escuela 43 primaria Cristóbal Colón, situada en pleno zócalo, donde ya no cabe ni una hormiga. La entrada se encuentra abierta a todo público y año con año ofrece a la vista varias ofrendas. Arturo Ramírez, presidente de la asociación de padres de familia, del turno vespertino de la primaria Cristóbal Colón, explica que las múltiples ofrendas en miniatura, distribuidas a lo largo de los pasillos de esta casa del saber, han sido elaboradas por los alumnos y sus profesores, especialmente para la celebración de los fieles difuntos. Calaveras con rebozos ataviadas como María Candelaria, arriba de su chalupa y hasta con su Lorenzo Rafael. Calaveras, calaveras, pero eso sí, muy altivas con sendas cabelleras negras que les llegan hasta las enaguas. En las maquetas de los alumnos podemos ver fotos de artistas, utensilios de cocina pequeñitos como los que tenía Frida Kahlo en su Casa Azul de Coyoacán, imágenes de santos, fotos amarillentas de mujeres y hombres, representaciones en miniatura de la parroquia, su atrio y el panteón, así como de la misma escuela Colón y del zócalo sin poder dejar de lado el periódico mural del turno vespertino que esta vez exhibe noticias, pero del más allá con pinturas de calaveras en vez de fotos y calacas indígenas hechas marionetas. El señor Arturo, hombre sencillo de 37 años, voz amable y vestir sencillo, dice que se fomenta en los niños la participación de la festividad, a través no sólo de las ofrendas sino también de otros eventos paralelos, como la colocación de un templete dentro de la escuela donde diferentes invitados de la comunidad declaman o cantan con temas alusivos a las fechas. “A nuestros hijos les vamos transmitiendo la tradición y cuando va uno al panteón a adornar las tumbas, es cuando recuerda a sus seres queridos”. Hacia el fondo, junto al templete, van apareciendo más pinturas en las paredes de lo que parecen ser las aulas escolares. Son representaciones gigantes de calaveras prehispánicas realizadas especialmente para estas
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