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Primer-experimento-de-emision-de-papel-moneda-en-Mexico-18221823

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE ECONOMÍA 
 
 
 
 
 
 
PRIMER EXPERIMENTO DE EMISIÓN DE PAPEL MONEDA EN 
MÉXICO 
1822-1823 
 
 
 
 
 
 
 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADA EN ECONOMÍA 
 
 
 
PRESENTA 
ROXANA ALVAREZ NIEVES 
 
 
DIRETOR DE TESIS 
DR. LUIS ANAYA MERCHANT 
 
 
 
 
 
MÉXICO, D.F. SEPTIEMBRE DE 2008 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A mi padre (†) por permitirme ser parte de su lienzo 
y por haber dejado en mi una partecita de sus sueños 
A mi madre, por todo su amor, su apoyo, su comprensión 
y por todo el impulso que le ha dado a mi vida 
Los amo mucho 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Agradecimientos 
 
En primer lugar, agradezco a la Universidad Nacional Autónoma de México que me 
ha albergado por tantos años, la gran oportunidad de realizar mis estudios. A mi 
Facultad de Economía, por toda la enseñanza y la experiencia que me ha dejado. A 
mis profesores por todas sus lecciones y por todo el conocimiento que me 
transmitieron, en especial gracias a la Dra. María Eugenia Romero Ibarra y al Mtro. 
José Cáceres (†). 
 
Al Dr. Luis Anaya, mi asesor de tesis, gracias por su paciencia y por siempre estar 
dispuesto a escucharme, por todos sus comentarios y por el apoyo que me brindo por 
casi cuatro años. 
 
Al Dr. Carlos Marichal, muchas gracias por creer en mí, por su apoyo, sus consejos, 
por impulsarme, por todo el tiempo que le dedicó a la revisión de los textos que 
fueron componiendo este trabajo a lo largo de todos estos años. Gracias por la 
enorme oportunidad de trabajar a su lado y por todas las enseñanzas que me ha 
dejado. 
 
A la Dra. Guillermina del Valle, gracias por toda su ayuda y confianza, pero sobre 
todo por su amistad, gracias por todas esas cosas que, probablemente sin querer, me 
ha enseñado y por su constante apoyo y aliento. 
 
A mi maestro, el Dr. Antonio Ibarra, por integrarme en su proyecto de investigación 
“Del Cuño Real al Águila Nacional”, pues gracias a esto me encontré con aquellos 
papeles en el Archivo, que hoy son el sustento de este trabajo. Gracias por sus clases y 
por todas sus enseñanzas. 
 
Al Dr. Enrique Covarrubias, por sus comentarios y por todas las lecciones que nos dio 
en su seminario sobre Pensamiento Económico. 
 
A la Dra. Leticia Gamboa, por la oportunidad de trabajar con ella por todos estos 
años, gracias por esas platicas que para mi fueron grandes cátedras, por todo su 
apoyo, su confianza y por su amistad. 
 
Al Dr. Mario Cerutti, gracias por su confianza y por despertar en mí el amor por los 
Archivos, gracias por todas sus enseñanzas y por las oportunidades que me dio, pero 
sobre todo gracias por creer en mi trabajo. 
 
A la Dra. Graciela Márquez, gracias por todos sus consejos, por su apoyo, su 
confianza y por impulsarme constantemente. 
 
A mis amigos: Anahí, Claus, Katy, Luciérnaga y Momarcito; gracias por las risas, las 
lagrimas, por todo el apoyo que cada uno de ustedes me ha brindado, pero sobre todo 
gracias por permitirme ser parte de sus vidas. 
 
Gracias a Reneduardo, por su amor, su apoyo, su confianza, por toda su paciencia, 
por sus cuidados, por creer en mi y por ser el motor de mi vida. Gracias por existir. 
 
INDICE 
 
Introducción 1 
 
 
Capítulo I: La situación económica del Imperio 11 
 I.1. Las expectativas y las realidades 14 
 I.2. Las opciones y las medidas 22 
 Conclusiones preliminares 34 
 
Capítulo II: Los proyectos bancarios: ¿un antecedente de la emisión? 
35 
 II.1. El establecimiento de un Banco Nacional 39 
II.2. La creación del Gran Banco del Imperio Mexicano 63 
II.3. Otras propuestas de emisión 72 
Conclusiones preliminares 73 
 
Capítulo III: El proyecto imperial de emisión (1822-1823) 75 
III.1. El decreto de emisión 77 
III.2. Las reformas al decreto 82 
III.3. Los primeros resultados del experimento 95 
 Conclusiones preliminares 102 
 
Capítulo IV: ¿Una nueva emisión?: El Papel de Bulas 1823 105 
 IV.1. Un nuevo instrumento o la continuidad del papel moneda 
109 
 IV.2. La operatividad y los resultados del nuevo instrumento 119 
 Conclusiones preliminares 126 
 
Conclusiones generales 128 
 
Fuentes consultadas 132 
 
Anexo I: Manual de Cambio de Papel 
 
INTRODUCCIÓN 
 
Una vez alcanzada la independencia y desmantelada la administración fiscal colonial, 
los líderes de la nueva nación independiente tuvieron que enfrentarse a la realidad: el 
enorme desafío de crear una nueva organización para una gigantesca nación 
marcada por la bancarrota del virreinato de la Nueva España1. 
El gobierno de Iturbide se enfrentó a una serie de problemas y retos que eran 
producto de un proceso acumulativo, por lo que las necesidades que tenía el gobierno 
no eran sencillas de satisfacer, pues las soluciones a los problemas estructurales del 
país demandaban: reconstruir la hacienda pública; replantear los consensos básicos 
entre las clases sociales; construir un sistema político y reformar el funcionamiento 
de la economía nacional, sobre la que pesaban diez años de luchas a lo largo del 
territorio nacional, lo cual había deformado seriamente los circuitos comerciales y la 
esfera de la producción2. 
Todos estos factores situaban a la economía en un estado de severa crisis fiscal, 
financiera y monetaria lo cual limitaba las posibilidades, y verdaderos alcances, de las 
reformas que el nuevo gobierno podía realizar. 
Estas tres crisis, sumadas a la debilidad natural con que nace el estado recién 
formado3, la idea de la supuesta riqueza nacional, las expectativas que se tenían sobre 
las reacciones de la sociedad y la irresponsabilidad fiscal del nuevo gobierno (basada 
en la creencia de que los impuestos se podían reducir e incluso eliminar) tendrían un 
peso decisivo en el experimento que tendremos oportunidad de estudiar a lo largo de 
este trabajo. 
 
1 Marichal, Carlos (1999) p. 299 
2 Salvucci, J. Richard y Linda K. Salvucci (1993) pp. 31-32 
3 Vázquez, Josefina Zoraida (2003) pp.26-28 
El estado de crisis al que hubo de enfrentarse Iturbide condicionó y limitó las 
acciones y resultados del gobiernoimperial, el cual, aunque prometedor en su inicio, 
atravesó, al menos formalmente, por dos etapas: la Regencia y el Imperio. La primera 
de estas etapas duró ocho meses, comenzando con su entrada triunfal a la ciudad de 
México (septiembre de 1821), el consecuente establecimiento de la Junta Provisional 
Gubernativa y el nombramiento de Iturbide como Presidente de la Regencia. En esta 
etapa, el gobierno realizó una serie de reformas fiscales encaminadas a la reducción y 
abolición de diversas contribuciones. Asimismo se recurrió al pedimento de caudales 
a los miembros del Consulado de Comerciantes4. Desde este inició comenzaron una 
serie de tensiones al interior de la administración, entre el presidente de la Regencia 
y el Congreso, principalmente debido a la insuficiencia de recursos y el destino de los 
mismos. 
 Durante la etapa del imperio, iniciada en mayo de 1822 con la proclamación 
de Iturbide como emperador “Por la divina providencia y por el Congreso de la 
Nación”, las reformas fiscales continuaron, pero esta vez no solo reduciendo y 
derogando impuestos, sino creando contribuciones específicas a ciertas actividades y 
regiones, así como mediante el pedimento de caudales al Consulado. De hecho, el 
pago del último de estos préstamos fue el argumento principal que sirvió para 
justificar la emisión de papel moneda. Es durante esta etapa que los problemas entre 
Iturbide y el Congreso se agravaron y derivaron en la disolución de este órgano y el 
establecimiento de la Junta Nacional Instituyente. 
Estos desacuerdos existentes entre el emperador y el Congreso, se debían al 
ahorcamiento financiero que sufría el país. Por una parte había un júbilo sin 
precedentes por haber conseguido, finalmente, la tan anhelada independencia; sin 
embargo, era imposible evadir la grave situación por la que atravesaban las finanzas 
 
4 Para ver este tema a detalle, véase: Valle Pavón, Guillermina del (1997) pp. 551-608 
públicas de la época, además de los costos que había implicado la revolución por la 
destrucción de capital físico, humano y la fuga de capitales. Sumado a esto, y debido 
al apoyo y prioridad que Iturbide prestaba a las necesidades de la institución 
armada, la distribución de los pocos recursos con los que disponía la administración 
imperial supuso constantes desacuerdos al interior del gobierno. 
Era innegable el contraste existente entre la eficiencia y productividad de la 
hacienda colonial de la época borbónica y la ineficiencia de la hacienda pública en los 
primeros años de vida independiente. La fractura de esta administración fiscal 
colonial condujo a una escasez de circulante, a la constante depresión de los ingresos 
del gobierno y al consecuente padecimiento de déficit presupuestarios5. Sin 
embargo, era plenamente comprensible que la autoridad en turno buscara medidas 
que reafirmaran el sentimiento de libertad por la vía de la reducción de la carga 
tributaria. 
Este escenario fue el que acompañó al decreto publicado en el mes de 
diciembre de 1822, mediante el cual el emperador autorizó la creación de 4 000 000 
de pesos en papel moneda. La medida se decretaba a los quince meses de vida del 
régimen encabezado por Iturbide, a los siete de su nombramiento como emperador y 
a los dos de la disolución del Congreso y la Instauración de Junta Nacional 
Instituyente. 
Este decreto constituyó el primer experimento de emisión de papel moneda en 
el país6. La medida fue justificada por la administración imperial como una respuesta 
al déficit presupuestario y a los problemas de escasez enfrentados por la Hacienda 
pública. 
 
5 Marichal, Carlos (2001) pp.22-58 
6 Cabe aclarar que si bien existían diversos instrumentos de pago no monetarios en circulación –
libranzas, vales, letras de cambio- esta fue la primera vez que el gobierno hizo uso de estos 
instrumentos a nivel nacional y de forma generalizada. 
La emisión entró en vigor en el mismo mes de su publicación y duró hasta el 
mes de abril de 1823; es decir, el experimento solo tuvo cuatro meses de vida. Los 
motivos que llevaron a la cesación de la circulación del papel moneda se debieron a 
caída del imperio; en lugar de este instrumento, el Supremo Poder Ejecutivo dictó 
una orden para que, mediante una nueva emisión de papel moneda (impreso en bulas 
canceladas) se amortizara el antiguo papel de Iturbide. 
La ‘aparentemente’ corta duración del experimento7 ha llevado a considerar 
este suceso como poco relevante, y ha sido calificado por la historiografía8 como un 
fracaso del imperio y un instrumento inoperante que careció de todo crédito público 
y enfrentó un rechazo generalizado por parte de la población. 
Sin embargo, estas suposiciones no revelan los verdaderos alcances que esta 
medida tuvo. Por ello es necesario estudiar más a fondo el tema, pues el papel no solo 
se emitió, circuló y operó bajo las formas establecidas en su decreto de creación, sino 
que este experimento condujo a la segunda emisión de papel moneda en el país 
mediante la creación del papel de bulas. 
Este fracaso atribuido por la historiografía al experimento imperial de emisión, 
es comprensible debido a la ausencia de estudios sobre este tema en particular. El 
imperio ha sido, en lo político, ampliamente estudiado9 y las grandes hipótesis 
formuladas al respecto solo han recibido críticas referentes al antagonismo atribuido 
a Iturbide10. En lo que toca a la historia económica11, los temas también han sido 
estudiados y existe un buen número de trabajos referentes a la situación económica 
 
7 Si bien, debido a la caída del imperio se ordenó el término de la circulación de este instrumento, los 
billetes de Iturbide circularon sin mayores problemas hasta bien entrado el año de 1825. Véanse 
Capítulos III y IV. 
8 Alamán, Lucas (1985) p. 685; Bátiz (1987) p. 16; Anna, Timothy (1991) p. 146 y Covarrubias, (2000) 
pp. 91-93; y Ludlow, Leonor (2007) pp. 213, 220, 231, 232 y 239. 
9 Véanse: Avíla, Alfredo (2004), Di Tella, Torcuato S. (1994), Ferrer Muñoz, Manuel (1995), Hamnett, 
Brian, R. (1990) y Lemoine, Ernesto (1995). 
10 Anna, Timothy E. (1991) y Chávez, Ezequiel Adeodato (1962) 
11 Una excelente síntesis y evaluación historiográfica la encontramos en Sánchez Santiró, Ernest (2007) 
del país en lo general, que nos permiten tener una visión de conjunto sobre los 
principales problemas heredados del régimen colonial novohispano.12 Las 
investigaciones sobre fiscalidad13 y las relaciones entre grupos de poder14, detallan, 
las primeras, el complejo cambio que sufrieron las finanzas públicas tras la 
desmantelación del aparato fiscal colonial, las nuevas formas que adoptaron muchas 
de las contribuciones de antiguo régimen y los problemas a los que se enfrentaron los 
nuevos gobiernos en su labor de construcción de un sistema tributario eficiente. Las 
investigaciones referentes a los grupos de poder, permiten conocer las formas en que 
estas élites financieras se integraron al nuevo esquema de vida independiente y cuales 
fueron las formas bajo las que siguieron operando. 
En lo tocante al sistema monetario, marco en al cual se ubica nuestro trabajo 
de investigación, si bien existen investigaciones que abordan, desde distintas 
perspectivas, el problema de escasez de circulante y las formas de representación del 
valor que existieron en la época15, ninguno de estos trabajos, debido a la especificidad 
de cada uno y a que el papel moneda no es el sujeto de estudio en ninguno de estos 
casos, atribuye otro carácter o valoración al papel moneda de Iturbide que el descrito 
por Alamán y Orozco y Berra16. Por este motivo la idea del supuesto descrédito que 
acompañó a esta medida de emisión y su consecuente fracaso como medio de pago ha 
permanecido. 
Sobre el papel moneda imperial,como tal, solo existe un trabajo17, el cual si 
bien sumamente revelador en cuanto a las discusiones y debates que sobre la medida 
 
12 Cárdenas Sánchez, Enrique (2003), Coatsworth, John (1990), Marichal, Carlos (1999) y Salvucci, J. 
Richard y Linda K. Salvucci (1993). 
13 Véanse: Jáuregui, Luis (2001), Jáuregui, Luis, Cacilia Noriega, Carlos Rodríguez Venegas y José 
Antonio Serrano Ortega (2002), Jáuregui, Luis (2005), Marichal, Carlos (2001) y (2005); Olvida, 
Jaime (1998), Serrano Ortega, José Antonio (2006), Tenenbaum, Barbara A. (1998a) y (1998b). 
14 Ludlow, Leonor (1995) y (1998); Tenenbaum, Barbara A. (1985) y Valle Pavón, Guillermina del 
(1997) y (1998). 
15 Bátiz Vázquez, José Antonio (1987), (1998) y (2004); Covarrubias, José Enrique (1998) y (2000); 
Pietschmann, Horst (1998) y Romano, Ruggiero (1998) y (2004) 
16 Alamán, Lucas (1985) y Diccionario Porrúa...”Moneda en México” (1995) 
17 Ludlow, Leonor (2007) 
se dieron al interior del Congreso, coincide con de la idea sobre el descrédito y la poca 
funcionalidad de la medida. En lo tocante al origen de la medida, este trabajo no 
señala el antecedente de los proyectos bancarios; en lo que concierne a la operación y 
giro del papel, si bien el trabajo aclara que solo aborda la primera etapa del 
experimento, -edicto y discusiones en el congreso-, menciona que: la operación del 
experimento quedó en manos de los Ayuntamientos, que la falsificación de los billetes 
era un serio problema y que la cesación de la circulación de este instrumento se debió 
justamente a este motivo. Se argumenta que el monto de emisión no superó el millón 
y medio de pesos y que, geográficamente, la circulación de estos instrumentos fue 
sumamente limitada. De otro lado, esta investigación señala que los comerciantes se 
negaban a recibir el papel; y que el papel de bulas (instrumento por el cual se 
amortizó el papel de Iturbide) tuvo reglas operativas mucho más flexibles y atractivas 
que el papel moneda del imperio. Todos estos puntos, como se verá en el transcurso 
de esta tesis, opuestos y debatibles por nuestros argumentos e hipótesis. 
En este sentido, nuestra investigación pretende arrojar nuevas luces sobre la 
suerte que este instrumento realmente tuvo. A lo largo de esta tesis intentaremos 
demostrar que la emisión de papel moneda de Iturbide estuvo lejos de constituir un 
fracaso y que por el contrario, debido al contexto en el cual se desarrolló y a su corta 
duración, sus resultados pueden calificarse como exitosos. 
El primer capítulo de esta investigación pretende esbozar, de forma muy 
general, la situación económica del imperio. Observaremos que en un principio la 
política adoptada por la administración imperial respondió al júbilo del momento y a 
las expectativas que se tenían. Por ello se decidió reducir las tasas alcabalatorias y 
derogar algunas contribuciones. Sin embargo, pronto se comprobó que estas medidas 
no favorecían las finanzas públicas por lo que se retornó a los impuestos y a la 
implantación de donativos y prestamos forzosos. Este retorno obedeció a la necesidad 
de recursos que tenía el Estado para realizar sus gastos corrientes. Sumado a que las 
alternativas con las que contaba el imperio para salir de la crisis en la cual se 
encontraba eran muy limitadas, de forma tal que la emisión fue probablemente la 
única salida que el gobierno tuvo. 
En el capítulo segundo expondremos cuales fueron los verdaderos orígenes de 
la medida de emisión, pues si bien su autoría se atribuye a la Comisión de Hacienda18, 
en realidad ésta sólo modificó, en algunas de sus partes, las ideas propuestas en 
varios proyectos bancarios de la época. Analizaremos dos de estos proyectos que 
fueron la base del decreto: el primero proponía la creación de un “Banco Nacional” en 
el imperio y una emisión de moneda de cobre; el segundo propuso la instauración del 
“Gran Banco del Imperio Mexicano” y la emisión de billetes denominados haré-
buenos. Ambos proyectos eran ambiciosos y poco realizables debido a la situación de 
inestabilidad política, pero cierto es que sus propuestas, si bien no se concretaron, sí 
contribuyeron en la implementación de políticas económicas en el imperio. 
El capítulo tercero esta destinado al análisis del experimento de emisión 
mismo. Expondremos sus formas operativas, las reformas que a éstas se hicieron y 
analizaremos la verdadera operatividad del instrumento. Como comprobaremos, el 
papel moneda no se enfrentó a mayores obstáculos al momento de su circulación19, y 
ésta no sólo se desarrolló conforme a lo establecido en su decreto de creación, sino 
que inclusive superó por mucho sus expectativas. 
Finalmente, en el capítulo cuarto, analizaremos el desenlace posterior que tuvo 
la medida, es decir, su amortización –canje del papel iturbidista por un nuevo 
instrumento- mediante la creación de un nuevo papel moneda impreso en bulas 
 
18 Ludlow, Leonor (2007) 
19 Es necesario aclarar al lector que si bien el término ‘circulación’ pudiera parecer arriesgado, 
incorrecto o anacrónico dado que en la praxis el papel moneda más que circular se distribuyó y colocó. 
A lo largo de este trabajo utilizaremos esta terminología debido que fue la empleada en los decretos, 
comunicaciones e informes sobre el papel moneda; sumado a que, para los fines de esta investigación, 
no entendemos este término como el que se atribuye a un mecanismo agilizador de las transacciones. 
canceladas. Demostraremos que el origen de la impresión de los billetes en este 
nuevo papel no se derivó del Supremo Poder Ejecutivo, sino del Imperio mismo. 
Detallaremos las formas bajo las que operó este proceso de amortización y mediante 
las cuales circuló el papel de bulas hasta entrado el año de 1826. 
A lo largo del desarrollo de estos cuatro capítulos pondremos a prueba tres 
hipótesis fundamentales. La primera pretende demostrar que la medida de emisión 
supuso, en la práctica o si se prefiere en la realidad económica, que el gobierno 
asumiera una responsabilidad que durante la Colonia y en los gobiernos posteriores a 
Iturbide se dejo de lado, ya que nunca estuvo contemplada formalmente dentro de las 
funciones del Estado: el abastecimiento a la economía de medios de pago. La segunda 
consiste en la desmitificación historiográfica del experimento pues consideramos que 
el papel moneda20 sí tuvo una operatividad real y cumplió el objetivo de fungir como 
dinero de curso corriente. La última hipótesis sugiere que el proceso de 
amortización, y de hecho el de la circulación misma del papel moneda constituyó una 
suerte de laboratorio para la clase agiotista (comerciantes-banqueros) que se 
consolidaría años más tarde. 
Nuestra nueva interpretación de la primera emisión de papel moneda en 
México se basa, fundamentalmente, en la información obtenida de un dictamen 
elaborado por la Dirección de Cuenta y Razón durante el periodo 1825-1826 sobre lo 
acontecido con el papel moneda21. Debido a que esta suerte de evaluación que se hace 
sobre el experimento se realiza después del imperio y bajo un gobierno opositor a 
 
20 La presente investigación esta destinada al análisis operativo del experimento de emisión; por esta 
razón, no abordaremos el tema referente al pensamiento económico ni tampoco debatiremos sobre si 
debemos llamar a este instrumento papel moneda, cédulas o vales. Estamos concientes que, sin duda 
alguna, la inclusión de este análisis en el trabajo hubiera sido sumamente enriquecedor, pero por 
dimensiones y objetivos de la investigación, este tema estuvo fuera de nuestro marco de estudio. Sobre 
el particular véanse: Covarrubias, Enrique (2000) y Ludlow, Leonor (2007) 
21 AGN Hacienda Pública-Casa de Moneda, Vol. 41, Exp. 24. La ubicación de esta información fue 
factible gracias a la elaboración y publicacióndel catálogo del Fondo documental Casa de Moneda 
elaborado por la Dra. María Eugenia Romero Ibarra. 
este, creemos que la información proporcionada por dicho dictamen no solo es 
objetiva, sino que probablemente subestima algunos detalles, pues lo que menos 
pretendería el Supremo Poder Ejecutivo sería ensalzar las medidas tomadas durante 
el Imperio. Es necesario señalar que nuestra principal fuente concluye su análisis a 
principios del año de 1826 dando cuenta que el papel de bulas continuaba 
circulando. Esta cota temporal nos permite plantear la posibilidad de que los billetes 
de Iturbide y el papel de bulas hayan continuado circulando, de forma marginal, en 
meses y, tal vez, años posteriores. 
En última instancia, recuperando la hipótesis de Timothy Anna relativa al 
lugar concedido por la historiografía liberal al Imperio, la cual ha llevado a considerar 
a Iturbide como “la no persona” de la historia mexicana, pues como señala el 
historiador británico, esta interpretación no resulta satisfactoria ni equilbrada22. 
Pretendemos construir una analogía paralela con el experimento de emisión del 
régimen imperial, pues la historiografía precedente al calificarlo de no-funcional e 
irrelevante en la historia económica del país ha terminado por oscurecer sus 
verdaderas implicaciones. Esperamos que este trabajo sirva para aclararlas. 
 
 
22 Anna, Tomothy (1991) p. 10 
CAPÍTULO I 
LA SITUACIÓN ECONÓMICA DEL IMPERIO 
 
Tras la desarticulación de la administración colonial, la nueva nación independiente 
comenzó su vida bajo condiciones económicas difíciles ya que las guerras habían 
provocado grandes trastornos en la esfera de la producción, especialmente en el de la 
minería que había sido la principal fuente de ingresos durante el periodo virreinal. 
Además, la inestabilidad política implicaba serios obstáculos para que el nuevo 
consolidara su control administrativo del país. 
La riqueza generada por la Nueva España que la había llevado a convertirse en 
una submetrópoli1, desapareció con la llegada de la independencia. Los altos costos 
de la guerra y el cambio institucional –nuevas reglas del juego- no pudieron ser 
absorbidos por la nueva nación. El gobierno tuvo que enfrentar la destrucción en 
infraestructura, el alto costo del aparato militar y los costos institucionales que se 
derivaron del cambio en la administración pública. Sumado a esto, se dio una fuerte 
fuga de capitales y una escasez de circulante que hacían que el funcionamiento de la 
economía fuera muy forzado, debido al acompañamiento del constante detrimento de 
los ingresos fiscales que limitaban considerablemente la acción del gobierno. 
La independencia fue vista, por la mayor parte de la población, como el fin de 
la dominación y la extracción de riquezas -por la vía fiscal y la imposición de 
préstamos y donativos- que la relación asimétrica metrópoli-colonia implicaba. Se 
esperaba que los nuevos gobiernos pusieran fin a las exacciones arbitrarias y 
onerosas cargas fiscales, expectativas poco realizables dados los altos costos que la 
administración suponía. La constante reducción de los ingresos fiscales y la 
fragmentación de la administración central supusieron un obstáculo real para que el 
 
1 Marichal, Carlos (1999) p. 24 
nuevo gobierno hiciera frente a los gastos de la administración bajo un nuevo 
escenario en el cual, la reducción de contribuciones y la realización de los 
presupuestos fueran una realidad. 
Por esta razón, para el grupo gobernante encabezado por Iturbide resultó clara 
la necesidad de mantener la mayor parte de contribuciones, pero también era 
prioritario atender las expectativas de la población que se sustentaban en la presunta 
riqueza del territorio nacional. En este contexto se esperaba que, aún eliminando los 
impuestos extraordinarios, se tendría un excedente que podría cubrir las necesidades 
financieras del estado. Bajo esta idea, y con base a la legitimidad otorgada por el Plan 
de Iguala y los Tratados de Córdova, Iturbide decretó, en 30 de junio de 1821, la 
abolición de todas las contribuciones extraordinarias impuestas a partir de 1810 para 
cubrir los costos de la guerra. Con estas medidas el nuevo gobierno pretendía 
legitimarse y terminar con la animadversión popular que ciertas cargas suponían. 
Detrás de estas medidas se encontraba el imaginario del gobierno, quien 
confiaba en que ciertos gastos, en específico el militar, podrían cubrirse mediante 
contribuciones voluntarias que el pueblo realizaría. Sin embargo, esta respuesta 
‘patriótica’ no llegó, y los gastos de la milicia supusieron un lastre para el nuevo 
gobierno. Por otra parte, la capacidad recaudatoria del gobierno imperial resultó 
muy limitada, y no permitió el cumplimiento de los compromisos financieros que el 
gobierno había asumido. 
Pasaría poco tiempo para que el gobierno se diera cuenta de que sus 
expectativas en torno, no sólo a la supuesta riqueza nacional, sino también a la 
respuesta que la población tendría y las obligaciones que, de forma voluntaria, 
asumiría hacía el nuevo gobierno no serían las esperadas. Debido a esto, la nueva 
administración tuvo que posponer sus planes de reformas, y regresar a las prácticas 
ya añejas, por lo que los impuestos y las exigencias de préstamos y donativos 
volvieron. 
El regreso a las prácticas de antiguo régimen obedeció a la necesidad que el 
gobierno tenía para cubrir los gastos del Estado, en especial los altos costos de la 
milicia; lo cual resultó imposible ya que el nuevo aparato fiscal no corrió con la suerte 
esperada y los ingresos no sólo no aumentaban sino que se redujeron cada vez más. 
En este contexto de franca bancarrota del nuevo Estado, se sitúa el primer 
decreto de emisión de papel moneda en el país. La medida pretendía cubrir el déficit 
presupuestario del gobierno imperial para el año de 1823, y si bien no sabemos si en 
lo que toca a su primitivo origen la medida cumplió con dicho objetivo, el papel se 
emitió, circuló y operó de forma funcional durante los cuatro meses siguientes a su 
decreto. Pero, ¿qué otras alternativas tenía el imperio para remediar su situación de 
penuria financiera? ¿por qué se prefirió la emisión? ¿existían otras opciones? 
Este capítulo está destinado a responder a estas preguntas para entender el 
origen de la medida. En primer lugar esbozaremos la situación económica del 
imperio, analizando las principales medidas decretadas en respuesta a la escasez de 
fondos2. Una vez planteado el escenario en el cual se decretó la emisión, analizaremos 
y propondremos algunas opciones que el gobierno imperial tenía para enfrentar la 
situación financiera en la que se encontraba. Con ello, pretendemos echar luces sobre 
las razones que llevaron a la administración imperial a optar por la emisión. 
 
I. 1. Las expectativas y las realidades 
 
 
2 Aclaramos que si bien el tema de la situación económica, y sobre todo el referente a la fiscalidad, 
cuenta con una amplia bibliografía, debido a que nuestra investigación esta basada en fuentes 
primarias, nuestras referencias sobre incrementos, imposiciones y derogaciones fiscales parten de los 
decretos originales, sin que esto se entienda como un aporte historiográfico sobre el particular. 
Es innegable el contraste existente entre la eficiencia y productividad de la hacienda 
colonial de la época borbónica y la ineficiencia de la hacienda pública en los primeros 
años de vida independiente. Ello se debió a los elevados costos que implicó la guerra, 
la dificultad que enfrentó el gobierno para obtener préstamos y la tendencia de las 
tesorerías hacia una mayor autonomía lo cual limitaba los fondos transferibles, 
provocando una fractura de la administración fiscal colonial3 y la bancarrota final delvirreinato acontecida entre los años de 1810 a 18204. 
Los sucesos que llevaron a esta quiebra se desprendieron de la reducción de los 
ingresos fiscales, el impacto de la descentralización, la imposición de nuevas 
exacciones, el incremento de los gastos debido al costo del aparato militar y la 
reducción de la disponibilidad de créditos debido a la salida de capitales5. Debido a la 
gravedad de esta situación no es sorprendente que las expectativas que tenía el 
gobierno encabezado por Iturbide sobre la respuesta, las posibilidades y la 
disposición social para contribuir al sostenimiento del aparato estatal no fueran una 
realidad. El manantial de recursos que se suponía podrían obtenerse de la población 
mexicana de forma voluntaria como muestra de su ‘patriotismo’ y compromiso con la 
nueva nación, no fueron otra cosa que un deseo inalcanzable del gobierno. 
La constante precariedad de las finanzas públicas, la existencia de diversos 
grupos de presión que amenazaban el orden político (cuando sentían que sus 
intereses se veían afectados) así como la incidencia que buscaban ejercer sobre las 
decisiones fiscales superaban la capacidad real que el gobierno tenía para conciliar 
intereses tan diversos y muchas veces contradictorios. 
En lo que concierne al ámbito fiscal, se esperaba un cambio radical del 
esquema tributario, debido a la animadversión que se tenía hacía las onerosas cargas 
 
3 Marichal, Carlos (2001) pp.22-58 
4 Marichal, Carlos (1999) p. 299 
5 Ibíd. pp. 299-300 
fiscales. La política inicial del gobierno imperial respondió a estos reclamos y a la 
euforia del momento aboliendo las contribuciones extraordinarias –subvención 
temporal de guerra, contribución directa para la guerra, derecho de convoy, 10% 
sobre el valor y alquiler de casas y la sisa-, reduciendo la alcabala a un nivel de 6%, 
eliminando las tarifas para su regulación y derogando las contribuciones sobre el 
aguardiente de caña y el vino6. Estas medidas respondían a las expectativas que el 
gobierno imperial tenía sobre la respuesta y ‘colaboración’ que la población daría a la 
nueva administración. Esta idea suponía que algunos gastos del estado, en especial el 
militar, podrían ser cubiertos mediante aportaciones voluntarias de la sociedad, 
sumado a que se creía que los ingresos desprendidos de impuestos al comercio 
exterior aumentarían sustancialmente y con ello se tendría un excedente que cubriría 
las necesidades del estado. 
Sin embargo estas respuestas no llegaron, los gastos del estado no pudieron ser 
cubiertos y la capacidad recaudatoria del imperio fue sumamente limitada. En tanto, 
los gastos originados por la institución armada eran un lastre para las finanzas y un 
serio punto de conflicto entre Iturbide y el Congreso, lo cual generó un ambiente de 
suma tensión e inestabilidad al interior del gobierno. 
La imposibilidad de satisfacer los gastos corrientes del estado estaba 
estrechamente ligada a estos costos que la milicia imponía al gobierno, pero los 
empleados del estado también demandaban gastos considerables. Ambos sectores 
eran estratégicos, pues el primero se encargaba de garantizar la paz y el segundo de 
mantener la operatividad del estado, por lo que ambos eran prioritarios para el 
gobierno. No obstante, el gobierno imperial daría mayor prioridad al ejército pues 
esta era la institución garante de la preservación de la soberanía, de forma tal que la 
satisfacción de las exigencias del ejército quedó estrechamente vinculada a la 
 
6 El Yucateco o amigo del pueblo, número 42, 18 de septiembre de 1821, pp. 166-167 
preservación de la independencia misma. De hecho, una vez que se proclamó 
emperador, Agustín I de Iturbide, necesitó más de la institución armada para afianzar 
su poder ante el Congreso, con el que mantenía una relación bastante conflictiva que 
terminaría con su disolución. 
Los conflictos entre el emperador y el Congreso se suscitaron precisamente por 
la escasez de fondos y el uso de los mismos, estas presiones se vieron potenciadas por 
la necesidad de compensar y beneficiar a todos los seguidores y promotores del 
movimiento independentista, del Plan de Iguala y de Iturbide. En este sentido, 
podemos suponer la existencia de un trade-off entre los ingresos de la hacienda y el 
destino de los mismos: el gasto militar era un serio punto de conflicto. No se debe 
olvidar el papel preponderante que Iturbide otorgó al ejército, al cual había 
pertenecido desde su juventud y por ello sentía que debía favorecer al sector que lo 
había llevado a la consumación de la independencia. 
Ante la escasez de fondos del erario no quedó otra salida que volver a los 
impuestos e incrementar nuevamente las tasas alcabalatorias. La Regencia ordenó, en 
9 de noviembre de 1821, el restablecimiento del recargo de 2% generalizado sobre la 
alcabala que la llevo al nivel del 8%7. Posteriormente, y nuevamente apelando a la 
ayuda de la población, se decretó la apertura de un donativo y préstamo voluntario 
“para las necesidades del ejército y demás urgencias del Estado”8. Pero nuevamente 
la respuesta a este llamado fue limitada, por lo que el gobierno, volviendo a las 
prácticas propias de antiguo régimen, decreto una orden “expresa y terminante al 
Consulado” para que entregara los fondos con los que contase, hasta llegar a la 
 
7 Gaceta del Gobierno Imperial de México. Tomo I, Núm. 52, 15 de enero de 1822, pp. 421-422 
8 Ibíd. Tomo II, Núm. 29, 27 de abril de 1822, p. 215 
cantidad de 400 000 pesos, y en caso de que no contara con el monto esperado, se 
exigiría el deficiente al Consulado de Puebla9. 
 Nuevamente retornando a los impuestos “con el fin de subvenir en lo posible a 
las graves urgencias del erario”, se decretó, el 9 de agosto de 1822, un impuesto de 
40% sobre la importación de aguardientes, 35% sobre la de vinos y 20% sobre el 
aguardiente de caña ‘chinguirito’ fabricado en el imperio. Asimismo se ordenó el pago 
de 9 1/3 granos sobre el pulque fino y de 5 1/3 sobre el otomí o Tlachiques y se 
incremento en 4% la alcabala de todo licor o mescal extraído de cualquier planta del 
imperio, quedando exentos de cobro únicamente los vinos y aguardientes de uva y 
coco. En este mismo decreto se dispuso el incremento generalizado de la alcabala en 
un 4% sobre todos los efectos en general, quedando exentos del pago el algodón en 
rama y los derivados de esta fibra y de la lana. Este incremento situó a esta 
contribución en un nivel real de 12%10. 
 Al tiempo de incrementar las tasas alcabalatorias, se autorizaron nuevos 
impuestos con fines temporales y acotados a un espacio reducido. Este fue el caso del 
la imposición del 2% sobre la salida de las aduanas interiores, a las monedas de 
cobre, plata y oro11. También se ordenó el cobro de un impuesto de uno, 1 ½ reales y 
cuatro pesos sobre las mulas, burros y coches, respectivamente, que entraran con 
carga a la ciudad de Veracruz12. Otra nueva contribución fue el impuesto sobre la 
matanza de animales para el consumo: por cada cabeza de ganado mayor y de cerda 
se cobraría un real, por la de carneros medio real y tres granos por la de chivos13. 
 En lo que concierne a la renta del tabaco, la cual había proporcionado caudales 
considerables a la metrópoli durante la época colonial, el gobierno imperial decidió, 
 
9 Ibíd. Núm. 56, 20 de junio de 1822, pp. 423-424 
10 Ibíd. Núm. 82, 17 de agosto de 1822, pp. 629-631 
11 Ibíd. p. 633 
12 Ibíd. Núm. 85, 24 de agosto de 1822, p. 660 
13 Ibíd. Núm. 71, 23 de julio de 1822, p. 542 
el 31 de octubre de 1822, el restablecimiento del estanco por el término de dos años; 
finalizando este periodo quedaría libre la siembra, manufactura y tráfico de tabaco14. 
Sin embargo esta rentano proporcionaría los ingresos esperados pues la 
desarticulación de los circuitos mercantiles, la inseguridad de los caminos, el 
contrabando y la ruptura que este monopolio había sufrido tras el desmantelamiento 
del aparato fiscal colonial impidieron su pleno restablecimiento. 
 Debido a la urgencia de recursos y nuevamente haciendo uso de las prácticas 
propias del imperio español para hacerse de recursos extraordinarios en épocas 
difíciles, el gobierno de Iturbide, una vez disuelto el Congreso, recurrió a la 
imposición de préstamos y donativos, decretando, el 5 de noviembre de 1822, el 
establecimiento de un préstamo forzoso de 2 800 000 pesos, cantidad que se 
requería para “cubrir los gastos públicos hasta el fin del año”. En este bando se 
establecía que el gobierno procedería a hacer efectiva esta recaudación “consignando 
las cantidades que deban satisfacerse sobre aquellos caudales y propiedades más 
disponibles”. Al tiempo se estipulaba que las cantidades que fueran tomadas para este 
fin serían puntualmente reintegradas con los primeros productos que produciría una 
contribución general que se comenzaría a cobrar sobre todos los habitantes del 
imperio a partir del primero de enero del año siguiente15. 
 A pesar del descontento que esta última medida supuso entre los mercaderes, 
el préstamo comenzó a recaudarse con el auxilio del Tribunal del Consulado. Sin 
embargo a finales de 1822 y principios de 1823 se resolvió la suspensión de esta 
exacción y la devolución de los montos recaudados16. Si bien no sabemos las 
circunstancias bajo las cuales se realizó esta cancelación y devolución17, este préstamo 
fue contabilizado en el presupuesto de 1823 [véase cuadro 1], y de hecho fue uno de 
 
14 Ibíd. Núm. 129, 23 de noviembre de 1822, p. 181 
15 Ibíd. Núm. 125, 14 de noviembre de 1822, pp. 949-951 
16 Valle Pavón, Guillermina del (1998) pp.70-71 
17 Idem p. 71 
los justificantes de la medida de emisión ya que el gobierno debía contar con los 
recursos necesarios para hacer el pago puntual del préstamo con la finalidad de 
restablecer la confianza y el crédito público18. 
 
Cuadro 1 
Resumen del presupuesto para el periodo de enero a diciembre de 182319 
 
Casa Imperial 1 500 000 
Ministerio de Estado 333 820 
Ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos 709 240 
Ministerio de Hacienda 3 473 202 
Ministerio de Guerra y Marina 9 759 530 
Gastos generales imprevistos de todos los ministerios 442 198 
Para pago de réditos corrientes de capitales procedentes de la deuda 
pública reconocida 
1 000 000 
Para cubrir el déficit del año anterior y el pago del último préstamo 
forzoso 
2 800 000 
Presupuesto de gastos de la Representación Nacional 310 750 
Suma total 20 328 740 
 
 
 Pero, la respuesta a estas disposiciones se tradujo en una sucesión de fracasos 
de las medidas, las cuales no proporcionaron los recursos esperados por lo que los 
déficit del gobierno se incrementaron y el descontento de la población hacia estas 
medidas se intensificó. La falta de liquidez, debido a la salida de capitales, sumado al 
cuestionamiento sobre la legitimidad de estas medidas creaba un ambiente de 
inestabilidad política que dejaba al gobierno un corto margen de acción para la 
implementación de otras disposiciones que condujeran al saneamiento de la hacienda 
pública. 
 Sumado al problema de falta de liquidez, la escasez de circulante era otra 
realidad que imponía un serió obstáculo para la economía. Con objeto de resolver 
 
18 Gaceta del Gobierno Imperial de México, Tomo I, Núm. 16, 4 de abril de 1822, p. 60 
19 Ibíd. Núm. 6, 16 de marzo de 1822, pp. 23-24 
este problema se intentó dar impulso al sector minero y restringir la salida del 
mineral, pero nuevamente el gobierno fracasó. 
 El problema de escasez de circulante había sido heredado de la política 
colonial que restringía el uso del circulante a las altas esferas de la economía, lo cual 
creó una escasez generalizada de moneda en las capaz bajas de la población. Esto 
había llevado al nacimiento de “seudomonedas” que obedecían, de un lado a la Ley de 
Gresham y de otro a la necesidad de contar con medios de pago para la realización de 
las transacciones. El testimonio de Mariano Briones Larriqueta describe este 
problema señalando, en 1805, que: 
 “es incalculable (a no ser por juicio prudente) el caudal que trafica en ciudades, villas, 
pueblos grandes y chicos y la mayor parte de las haciendas de esta América, en un 
género de monedas arbitrarias de madera, jabón y cobre, criadas por los dueños de las 
tiendas y otros tratos” 20 
 
El tema de las graves implicaciones causadas por la ausencia de la moneda menuda 
ha sido estudiado ampliamente por Romano, y sus trabajos nos revelan que este 
fenómeno, que deformaba el funcionamiento de la economía, reflejaba las 
distorsiones causadas por los circuitos de la plata, la variación de los precios, y la 
segmentación de los mercados ya que dada la falta de comunicación entre las 
regiones era imposible controlar a los grupos de comerciantes que se apoderaban de 
los circuitos mercantiles de ciertos territorios y hacían circular monedas de todas 
clases con el fin de no desperdiciar el caudal en dinero “vivo”. Aunado a esto la 
moneda fraccionaria metálica escaseaba por lo cual las transacciones de baja 
denominación siempre implicaban formas adulteradas de representaciones de valor. 
 Como podemos observar los problemas enfrentados por la administración 
imperial eran considerables. La imposición de contribuciones no se deseaba y 
 
20 Publicada bajo el título “Acuñación de monedas en los últimos años de la Colonia. Iniciativa para la 
acuñación de monedas de vellón, en Boletín del Archivo General de la Nación, VI (1935), Núm.2; 
citado por Ruggiero Romano (1998) p. 194. 
deslegitimaba al gobierno, pero su establecimiento era una necesidad. Lo mismo 
sucedía con el recurso de donativos y préstamos, los cuales ya no ofrecían los mismos 
resultados y atentaban contra los intereses de la clase comerciante. La salida de 
capitales también imponía serías restricciones. El problema de escasez de circulante 
no solo deformaba los circuitos de circulación, sino que también imposibilitaba el 
pago de las contribuciones. ¿Cómo podía enfrentar la nueva administración estos 
problemas? ¿Qué opciones tenía? ¿Cómo se decidió la emisión? A continuación 
intentaremos dar respuesta a estas preguntas. 
 
I.2. Las opciones y las medidas 
 
Tras el desarticulación del aparato fiscal colonial era preciso realizar reformas y 
cambios en las formas de extracción de recursos y la canalización de los mismos pues 
desde 1810 la maquinaria fiscal y financiera de la real hacienda virreinal se debilitó 
progresivamente hasta llegar a su bancarrota final debido a la caída de los ingresos 
fiscales ordinarios y a la imposición de nuevas formas de exacción21. Así, el júbilo 
desatado por la independencia pronto se desvaneció pues las expectativas que se 
tenían sobre las posibilidades que se suponía ofrecería la riqueza de la nueva nación 
independiente, eran bastante elevadas y poco realistas. 
 Desde la proclamación del emperador Agustín I, y aún desde mucho antes, 
comenzaron los debates sobre las formas en que el gobierno obtendría mayores 
recursos, sobre todo tomando en cuenta los elevados montos que se debían destinar a 
los gastos del ejercito. Sumado a esto, y debido al júbilo independentista era bastante 
complejo lograr acuerdos al interior del Congreso sobre nuevas formas de 
incrementar la recaudación, ya que esto implicaba negociaciones con los grupos de 
 
21 Marichal, Carlos (1998), pp. 299-300 
poder y largas discusiones en el Congreso lo cual, de hecho, culminaría con su 
disolución. 
 Pero, dejando delado las discusiones y propuestas al interior del Congreso, 
¿qué otras alternativas eran viables en el momento del establecimiento del papel 
moneda? Las posibilidades que los gobiernos tienen para hacerse de recursos en un 
escenario de déficit presupuestario obedecen a cuatro esferas fundamentales: 1) la 
fiscal mediante la imposición de nuevas contribuciones o el incremento de las tasas 
de exacción; 2) la crediticia mediante la contratación de deuda pública interna o 
externa, 3) la contracción del gasto público mediante recortes presupuestarios y, 4) la 
aplicación de medidas monetarias encaminadas a incrementar o reducir los medios 
de pago en circulación. Como veremos esta fue la vía por la cual optó el gobierno 
imperial, autorizando la creación de 4 000 000 de pesos en papel moneda, los cuales 
servirían para cumplir el presupuesto del año de 1823. Es preciso señalar que la 
política monetaria como la entendemos hoy no tiene el mismo sentido ni el mismo 
marco institucional que acompañó a esta primera emisión de papel moneda, ya que 
con esta medida de política monetaria el gobierno logró invertir la Ley de Gresham: 
el papel moneda sustituyó a la moneda metálica, y utilizar la moneda metálica que 
fue desplazada para cumplir con sus obligaciones con el exterior. 
 Pero analicemos de forma detenida cada una de estas opciones. En lo que 
concierne al ámbito fiscal, el gobierno imperial, aparte del uso que podía darle a las 
tasas de exacción tenía la alternativa de hacer uso de la de la renta del Tabaco. Esta 
renta, durante muchos años, fue considerada como la piedra más preciosa de la 
fiscalidad de la Corona española en América. Si bien se puede argumentar que 
después de la guerra de independencia la renta había quedado bastante deteriorada 
por la inseguridad en los caminos, la desmantelación de la administración colonial y 
la fractura de la vieja estructura virreinal, también es cierto que de ser reorganizada, 
la renta aún podría proporcionar recursos suficientes al erario. Esto lo sabemos por la 
Memoria de la Comisión de Hacienda sobre la Renta del Tabaco22, el Dictamen que 
sobre la Renta del Tabaco se realizó23 y las Reflexiones que de esta se 
desprendieron24. Estos tres documentos intentaban demostrar las formas más 
factibles de extraer recursos de esta renta y las formas en las que el gobierno haría 
posible esta suerte de restablecimiento de la renta del tabaco. 
 La Memoria exponía que si bien la renta del tabaco produjo gran cantidad de 
recursos para la Corona estos fueron posibles “merced de crímenes y vejaciones para 
la población de la Nueva España”25. Por ello, su planteamiento inicial cuestionaba la 
viabilidad de la conservación del estanco del tabaco bajo las formas operativas que el 
estado virreinal le había atribuido. En este sentido, la permanencia del estanco, 
necesariamente, supondría una suerte de reconstitución que evitaría los atropellos y 
abusos hacia la población y permitiría una generación de recursos semejante a la que 
obtenía la metrópoli de ella. En caso contrario, esto es si el estanco ya no era viable, 
se planteaban otras opciones como, por ejemplo, la creación de una compañía de 
comercio del tabaco la cual, necesariamente, requeriría de un caudal considerable de 
recursos para su instauración lo cual era poco factible en el momento, debido a la 
penuria que atravesaba del erario público. 
 La Memoria intentaba responder a los cuestionamientos sobre: qué había de 
hacerse con el estanco del tabaco, como se fomentaría, cuales eran las posibilidades 
que el desestanco ofrecería, de donde se obtendrían los recursos necesarios para su 
 
22 Memoria de la Comisión de Hacienda sobre la Renta del Tabaco. Oficina de D. Alejandro Valdés, 
impresor de la Cámara del Imperio. México, 1822. 
23 Dictamen que sobre la Renta del Tabaco ha presentado al Soberano Congreso la Comisión especial 
encargada de hacer el análisis de la memoria del Ministro de Hacienda, leída en la Sesión de 12 de 
Noviembre. Imprenta del Supremo Gobierno en Palacio. México, 1823. 
24 Reflexiones acerca de los cálculos y puntos principales que contiene la Memoria presentada al 
Soberano Congreso Mexicano por la Comisión de Hacienda sobre la renta del tabaco. Imprenta de D. 
Mariano de Zúñiga y Ontiveros, calle del Espíritu Santo. México, 1822. 
25 Memoria de la Comisión… p. 2 
reconstitución y que inconvenientes traería la decisión final para el gobierno26. En 
cuanto a la primera cuestión, se dejaba claro que la permanencia del estanco 
forzosamente implicaría un obstáculo al comercio y a la población ya que la renta 
suponía la restricción a la explotación, manufactura y venta de un producto lo cual 
era injusto, inmoral y ruinoso hacia la riqueza pública27. Sin embargo, aún tomando 
en cuenta las ‘injusticias’ que la renta implicaba, la memoria señala que esta renta 
debía de subsistir pues esto era “justo y necesario” para el erario público, sumado a 
que, como en términos reales la renta ya no existía como tal, el estado debía crearla 
nuevamente bajo distintas reglas operativas menos perjudiciales. Estas nuevas reglas 
supondrían la no existencia de un estanco ya que esto no haría otra cosa que 
incrementar las responsabilidades y los gastos del estado, sumado a la 
obstaculización del comercio que con ello se generaría28. 
 La Memoria proponía que el cultivo, manufactura y venta del tabaco se 
liberaran pues, en caso de que no se hiciera ningún arreglo fiscal especial, se 
calculaba que por el pago en aduanas y alcabalas, el tabaco podría generar más de 3 
000 000 de pesos anuales. Es más, proponía la comisión, si sumado al pago de 
impuestos interiores se establecía una cuota fija para este artículo, el gobierno podría 
obtener recursos superiores a los 5 000 000 de pesos anualmente, lo cual significaría 
una cantidad de recursos muy considerable para el erario sin detrimento de sus 
finanzas29. A esta propuesta solo se le atribuía un inconveniente: la suerte que 
tendrían los trabajadores de las fábricas. Sin embargo este problema tendría solución 
con el paso del tiempo ya que una vez que quedara liberado el cultivo se establecería 
un número suficiente de fábricas que emplearían a los trabajadores, y para fines de 
 
26 Ibíd. p. 5 
27 Ibíd. p. 6 
28 Ibíd. pp. 8-9 
29 Ibíd. pp. 15-16 
regulación, el gobierno podría emplear a un número significativo de estos empleados 
para estos fines30. 
La comisión resumió su propuesta señalando que “las circunstancias actuales 
no pueden ser mas favorables para el desestanco del tabaco, que exigen tan 
vigorosamente la razón, la economía y la justicia, según va dicho; hoy el estanco no 
existe en sustancia, los pueblos y el contrabando lo arruinaron y no hay con que 
restablecerlos; hoy el Imperio renaciente y constituyéndose proporciona y facilita 
sistemar de nuevo las contribuciones antiguas; hoy, en fin, hay mucho á que destinar 
los empleados cesantes; con que si alguna vez ha de desestancarse el tabaco nunca 
mejor que en la actualidad”31. Para concluir el trabajo, la Comisión propuso la 
publicación de un bando que constaría de 17 artículos en los cuales se dejaría clara la 
liberación del estanco y las formas en las que éste habría de operar. 
Si bien aparentemente la propuesta de libertad de producción y comercio del 
tabaco era viable y lucrativa, el Dictamen (que posteriormente se realizó a esta 
memoria) declinaba su propuesta. Este Dictamen argumentaba que el estanco era 
viable y debía permanecer como tal, ya que lejos de tratarse de una medida injusta e 
inmoral, suponía el éxito del cultivo ya que la restricción en la siembra estaba 
relacionada con la productividad de la tierra por lo que de liberarse el cultivo el 
producto que se obtendría sería sumamente heterogéneo y de mala calidad, lo cual 
haría poco probable sucomercialización a nivel internacional como lo suponía la 
Comisión de Hacienda32. El Dictamen optó por proponer la continuidad del Estanco 
con arreglo a una propuesta de decreto. 
Si bien en el caso del Dictamen no hay cálculo alguno sobre los recursos que el 
gobierno obtendría de la permanencia del estanco, si deja claro que estos serían 
 
30 Ibíd. pp. 18-19 
31 Ibíd. p. 19 
32 Dictamen que sobre… pp. 9-10 
mucho mayores que los que calculaba la Comisión33. Pero si de debatir la memoria se 
trata, la reflexión que sobre ella se realizó nos proporciona una visión más crítica que 
el Dictamen, ya que está no solo desechó la posibilidad del desestanco, sino que 
argumentó que los cálculos en los que se baso al Comisión eran totalmente erróneos34 
lo que hacía que su propuesta fuera irrealizable. 
En las Reflexiones se menciona que los recursos que se obtenían de la renta del 
tabaco durante la colonia no hubieran sido posibles sin la existencia de fábricas 
administradas por el estado, ya que éstas (contrario a lo mencionado en la memoria), 
generaban recursos de la manufactura y eran altamente productivas35. En el mismo 
documento se cuestionó las ventajas que otorgaría el desestanco para la obtención de 
recursos por la vía del comercio exterior que se desprendería de este producto. Pues 
en dichas Reflexiones se menciona que aún las zonas permitidas por el estanco 
generaban un tabaco de baja calidad comparado con el que se podía obtener en el 
mercando internacional lo cual hacía del tabaco mexicano un producto poco 
competitivo, pues sumado a la calidad, los costos de producción también suponían 
una brecha significativa36. Después de declinar todas las propuestas de la Memoria, 
este texto se inclinó por la permanencia del estanco y calculaba que éste podría 
generar hasta 5 000 000 de pesos anuales sin necesidad de invertir mayores recursos 
de momento37. 
Es posible suponer que el gobierno pudo haber optado por esta opción, 
entendiéndose por ella, tanto la reorganización de la renta o la permanencia del 
estanco, en lugar de la emisión. Pues los recursos que obtendría serían superiores a 
los que el papel moneda podría proporcionar, además de lo cual se trataría de una 
 
33 Ibíd. p. 10 
34 Reflexiones acerca de… pp. 3-5 
35 Ibíd. pp. 7-12 
36 Ibíd. pp. 19-23 
37 Ibíd. pp. 36-37 
fuente de recursos constante y no de una medida de corto plazo. Sin embargo, esto es 
debatible ya que por bando, decretado los días 23 y 26 de noviembre de 1822, el 
gobierno imperial autorizó la continuidad del estanco. La medida no reflejó las 
bondades que se le atribuían en los trabajos señalados, por lo que se puede suponer 
que, como había sido señalado en las Reflexiones, parte importante de los cálculos 
tenían errores y por ello los resultados no fueron compatibles con lo planeado. 
Sumado a ello, si bien se planeaba que de continuar el estanco el erario no tendría 
que destinar a este ramo una cantidad considerable de caudales, lo cierto es que la 
renta requería de una reinversión de capitales para hacer de ella una fuente 
significante de recursos. Este era un punto ausente en el bando de noviembre pues si 
bien se decretaba la continuidad del estanco, se planeaba la liberalización del cultivo 
para el año de 1825 y en ningún artículo se contemplaba la reinversión de caudales en 
dicho ramo. Por esta razón nos parece conveniente argumentar que de haberse 
reorganizado –capitalizado- la renta del tabaco, la emisión pudo no haber sido 
necesaria, pero esta reorganización necesariamente debía acompañarse de alguna 
medida que proporcionara los recursos necesarios para invertirlos en esta renta. 
Como hemos visto el gobierno se encontraba en quiebra por lo que esta opción no 
pudo ser operativa. 
 En lo que concierne al ámbito impositivo, se ha visto que en un primer 
momento la administración imperial optó por la reducción de las tasas de exacción, 
pero esta medida se había cimentado en el supuesto de que la población socorrería a 
la manutención del aparato estatal, en especifico en lo que tocaba a los costos de la 
institución armada. Sin embargo, esto no ocurrió por lo que el gobierno volvió a los 
impuestos incrementando las tasas alcabalatorias, hecho que inconformó a la 
población y que no resolvió los problemas ya que la capacidad de captación fiscal del 
imperio probó ser muy limitada. En este sentido, se observa que las opciones del 
gobierno en lo tocante a la política fiscal no eran viables y no ofrecieron la solución 
deseada a la penuria de la hacienda pública. 
Por otro lado, las opciones del gobierno, en el ámbito de la obtención y 
captación de créditos mediante la deuda pública, tampoco ofrecían una solución real 
a los problemas de déficit. La falta de garantías y legitimidad necesarias para que el 
gobierno fuera un agente sujeto de crédito limitaban las posibilidades de captación de 
recursos por esta vía. Por esta razón la administración imperial volvió a las viejas 
prácticas mediante el establecimiento de préstamos y donativos, voluntarios en un 
primer momento, pero luego, debido a la baja respuesta del público, forzosos. 
La posibilidad de obtener préstamos de las élites ya no era viable, debido a que 
esta vieja práctica dependía de un delicado juego de intereses que había caracterizado 
las relaciones entre la Corona y las clases adineradas durante el virreinato. Por otra 
parte, debido a la bancarrota del erario, la cantidad de recursos que se podían 
obtener con esta práctica, después de 1821, era bastante limitada. Sin embargo esta 
medida aún tenía cierta funcionalidad y por ello, por medio de la Gaceta Imperial, 
podemos observar como estos préstamos continuaron fluyendo, pero de forma 
moderada y muy limitada, proporcionando tan solo un monto que sumo 34 000 
pesos en marzo de 182338. 
En un primer momento, junio de 1822, se libró orden para que el Consulado 
entregara los fondos que tuviese en existencia hasta llegar a al suma de 400 000 
pesos39. Posteriormente, por bando de 5 de noviembre, se estableció un préstamo 
forzoso de 2 800 000 pesos, los cuales se mencionaban eran indispensables para 
cubrir los gastos públicos hasta fines de ese año. Este préstamo se realizaría mediante 
la consignación de caudales privados, los cuales serían reintegrados en cuanto el 
 
38 Gaceta del Gobierno Imperial de México, Tomo II, Núm. 7, martes 18 de marzo de 1823 
39 Ibíd. Núm. 56, jueves 20 de junio de 1822. 
erario estuviera en posibilidades de hacerlo40. Sin embrago este préstamo fue 
suspendido y los caudales obtenidos de él se devolvieron. Cabe mencionar que la 
emisión fue justificada precisamente por esta medida, pues se señalaba que el papel 
moneda permitiría el cumplimiento que el déficit del presupuesto, debido a los pagos 
de este último préstamo forzoso, arrojaba. 
De otro lado, los ajustes presupuestarios que la administración imperial podía 
realizar para reducir su déficit, tampoco eran operables, ya que el gasto mayor al cual 
se enfrentaba el erario público se desprendía del sostenimiento de la institución 
armada, sector estratégico para el gobierno debido no solo a la existencia de grupos 
opositores al poder en el país, sino también a la necesidad que Iturbide tenía de esta 
institución para asegurar su permanencia en el poder, debido a sus problemas y 
constantes desacuerdos con el Congreso. La reducción de los gastos en el resto de la 
administración tampoco era realizable, pues los servidores del estado comenzaban a 
inconformarse debido a la demora en sus pagos y a la atención prioritaria que el 
gobierno daba a la milicia. Por ello, el recorte del gasto público no era una 
herramienta factible de usar por el gobierno. 
Finalmente, en lo que toca a la aplicación de medidas monetarias, existíanvarias opciones que podría haberse añadido a la emisión de papel moneda. En primer 
lugar la acuñación de moneda menuda de cobre, instrumento que hubiera tenido 
menores inconvenientes que el papel, debido a la alta denominación de este 
instrumento, lo cual limitaba su utilización. En atención a lo señalado en el proyecto 
de creación de un Banco Nacional en el imperio41, esta acuñación de cobre se vería 
acompañada de un plan de hacienda ad hoc, que permitirían sanear la hacienda 
pública. Sin embargo, como veremos en el capítulo siguiente, esta medida era 
 
40 Ibíd. Núm. 125, jueves 14 de noviembre de 1822. 
41 El Fanal del Imperio Mexicano 
bastante ambiciosa y requería que el gobierno contara con un alto consenso entre la 
población y los grupos de poder. Como hemos visto, el gobierno imperial careció de 
esta estabilidad necesaria por lo que la emisión de moneda de cobre y el 
cumplimiento del ambicioso plan de hacienda que se propuso para acompañar a esta 
medida tampoco eran opciones reales para el gobierno. 
Sin embargo, la medida no fue desechada del todo, pues el gobierno imperial 
autorizó la creación de medio millón de pesos en metal de calamina, la cual 
sustituiría a la vieja moneda de cobre y cuyo valor sería el de una cuartilla, un octavo, 
un dieciseisavo y un treintaidosavo de real42. No obstante, ello no tenía mayor 
objetivo que el de sustituir la antigua moneda de cobre, y su creación se decretó 
posterior al bando de emisión. 
En realidad, la única alternativa viable que tenía el gobierno era la emisión, 
aunque este experimento también ofrecía grandes retos. Para empezar sería la 
primera vez que el gobierno introduciría un medio fiduciario43, de forma obligatoria y 
general, a la circulación en un contexto de una economía basada en un patrón 
metálico bastante rígido44. Sumado a esto, la disposición se concebía como un 
recurso de última instancia para que el gobierno contara con los caudales necesarios 
para el cumplimiento de sus primigenias obligaciones. 
Podría esperarse que la medida no tuviera gran apoyo por parte de la 
población, pero contrario a lo esperado y a la suerte que habían tenido la mayoría de 
las disposiciones decretadas por el gobierno imperial, esta medida no solo se decretó. 
El papel moneda se emitió, circuló y operó sin mayores complicaciones y de hecho, a 
los cuatro meses de su decreto casi había salido por completo de la circulación. Esto 
 
42 Gaceta del Gobierno Imperial de México, Tomo I, Núm. 18, sábado 8 de febrero de 1823. 
43 Representación de valor con ínfimo, o ningún, valor intrínseco y que es aceptada debido a que 
cuenta con el respaldo de una institución, en este caso, del gobierno, pero que por si misma y pos sus 
cualidades físicas no representa valor alguno. 
44 Para más detalle véase: Marichal, Carlos (1999) y Romano, Ruggiero (1998) 
es, el papel moneda se creó con la premisa de que sería un mecanismo temporal que 
saldría de la circulación al cabo de un año, sin embargo para el mes de marzo de 1823 
ya se habían amortizado casi dos millones de pesos. Esto es sorprendente pues esta 
cifra podría ser utilizada como un indicador del nivel y monto de transacciones, es 
decir, debido a que el papel moneda solo se aceptaba en un tercio de las transacciones 
podemos suponer que el monto de las transacciones –con valor superior a tres pesos- 
realizadas entre los particulares y el gobierno –impuestos, rentas y demás pagos al 
erario público- durante los últimos días de diciembre de 1822 y marzo de 1823 fue de 
al menos 6 000 000 de pesos. 
 
Conclusiones preliminares 
Sin duda, el escenario bajo el que se efectuó este primer experimento de emisión de 
papel moneda no era muy alentador, ya que había una serie de problemas diversos al 
interior de la administración imperial, los grupos de poder ejercían una presión 
importante sobre el gobierno; los gastos militares eran un lastre para las finanzas 
públicas; la esfera de la producción se encontraba sumamente deteriorada; la salida 
de capitales limitaba los recursos disponibles; la política fiscal en un primer momento 
respondió a las expectativas de la población, pero debido a la penuria de la hacienda 
pública se retornó a las contribuciones y al establecimiento de préstamos y donativos; 
todas estas cuestiones inconformaron a la población y a los grupos de poder. 
Las opciones que tenía el gobierno para hacer frente a la crisis de las finanzas 
públicas eran limitadas, y los costos políticos que cada una de ellas suponía eran 
bastante elevados. El gobierno de Iturbide optó por la emisión, y si bien no sabemos 
si en lo tocante a su origen primitivo de contribuir al saneamiento de las finanzas 
públicas la medida arrojó resultados positivos, como veremos posteriormente, en lo 
tocante a su operación la disposición fue en buena medida exitosa. 
 
 
CAPÍTULO II 
LOS PROYECTOS BANCARIOS: 
¿UN ANTECEDENTE DE LA EMISIÓN? 
 
El martes 31 de diciembre se publicó, en la Gaceta Imperial de México, el bando que, 
con fecha 20 de diciembre de 1822, autorizaba la creación de 4 millones de pesos en 
papel moneda los cuales sólo circularían durante el año de 1823. El decreto de 
emisión fue resultado de los trabajos de la Comisión de Hacienda de la Junta 
Nacional Instituyente y formaba parte del plan diseñado para la reorganización de la 
hacienda pública mexicana. 
Si bien el proyecto de emisión formalmente fue resultado de los trabajos de la 
Comisión de Hacienda, en realidad éste fue consecuencia de un largo proceso de 
discusión sobre la definición de la moneda, los problemas de falta de numerario en el 
país y la crisis que atravesaba el erario. Esto lo sabemos por las discusiones que 
pueden encontrarse en los medios impresos de la época y, en específico, en la 
publicación de dos proyectos bancarios que, creemos, contribuyeron de forma 
sustancial a la elaboración del proyecto final de emisión debido a que en sus 
discursos encontramos las bases y algunas propuestas literales que quedaron 
reflejadas en el decreto de diciembre de 1822. Más aún, como veremos adelante, 
tenemos noticia de la comunicación que hubo entre Tamariz, autor del segundo 
proyecto, y el secretario de Hacienda, lo cual comprueba esta contribución. El 
primer proyecto se publicó en El Fanal del Imperio Mexicano y planteaba la 
necesidad del establecimiento de un “Banco Nacional” el cual tendría la misión de: 
… salir de un golpe de todos los ahogos que nos cercan, y obrar en el cuerpo político 
una cura completa y radical, qual jamás ha sido soñada por ninguno de los 
legisladores antiguos y modernos, que, á pesar de todas sus buenas intenciones, no 
han hecho mas que precipitar á la especie humana por el derrumbadero de la 
felicidad, no hay mas que organizar un banco nacional, capaz de sacar á la nación 
mexicana del abismo de miseria en que la han dexado gimiendo los españoles, y que 
derramando por todas partes la comodidad y la abundancia entre todos los habitantes 
del imperio, aisle enteramente al despotismo de todos sus instrumentos natos, que 
son todos los hombres menesterosos; que tan fácilmente se le venden por una racion 
miserable para servir á la opresión del resto de sus conciudadanos1. (sic) 
 
El segundo proyecto, publicado por Francisco de P. Tamariz, proponía la creación del 
“Gran Banco del Imperio Mexicano”, cuya finalidad, similar a la anterior, era: 
…fixar el crédito público, y atender al engrandecimiento de este opulento Imperio, 
que de ninguna manera debe ser un mercenario de ninguna Potencia européa, cuando 
la felicidad de ellas pende de esta, y particularmente, cuando buscar numerario en 
ellas les costaría los mayores sacrificios en sus intereses…2 (sic) 
 
Se puede observar, que ambos planes tenían la intensión de sacar al gobierno de sus 
apuros financieros, y, simultáneamenteintentaban dar una salida al problema de la 
histórica escasez de medios de pago en el país pues, como señala Romano, la falta de 
medios de pago en México era un problema que no solo afectaba a las ‘operaciones 
del gran comercio’, sino también a las menudas, ‘las del mercado cotidiano’, y a las de 
la ‘economía del autoconsumo, la economía natural’3. Esta escasez de medios de pago 
suponía una serie de obstáculos al desarrollo de los negocios y a la eficiencia del 
aparato gubernamental, debido a que la falta de moneda obstaculizaba el pago de las 
contribuciones4; por ello, el autor señala que: “El conjunto de la Nueva España carece 
de moneda. Una carencia generalizada que no toca solamente a las capas bajas de la 
población”5. 
Este problema continuó en los tiempos independientes y, tras el 
desmantelamiento de las instituciones de antiguo régimen, su solución se presentaba 
aún más compleja, debido a los costos y obstáculos que el cambio institucional 
supone. Sumado a esto, y aún tomando en cuenta que una de las causas del problema 
 
1 El Fanal del Imperio Mexicano, p.329 
2 Proyecto sobre un establecimiento de papel Moneda. Oficina de don José María Ramos Palomera, 
1822. p.11 
3 Romano, Ruggiero (1998) p. 17 
4 Ibíd. p. 105 
5 Ibíd. p. 107 
de la escasez de moneda era atribuible a la demanda por el peso de plata mexicano, 
cierto es que las ‘clases poderosas’ siempre mantuvieron una “idea política –de 
política económica- muy precisa que condujo a la eliminación de la moneda pequeña” 
–fraccionaria-6 y por ello, “casi tres siglos de vida económica en México se 
desarrollaron con ausencia total de moneda fraccionaria”7. Este problema era claro, y 
por ello ambos proyectos bancarios propusieron soluciones al respecto, las cuales, 
como veremos, iban desde la acuñación de ‘tlacos’ hasta la emisión de ‘cédulas’ –
papel moneda-. 
 Para entender mejor las similitudes de los proyectos y responder al 
cuestionamiento al que hace referencia el título del presente capítulo, es decir, si los 
proyectos bancarios constituyeron el antecedente del experimento de emisión, 
dedicaremos este apartado a detallar los puntos fundamentales de cada proyecto. El 
primero, propone la emisión –acuñación- de tlacos –moneda menuda de ínfimo valor 
intrínseco- y, el segundo, la emisión de haré buenos, -cédulas endosables pagaderas a 
la vista y al portador es decir, papel moneda-. Con esto, pretendemos no sólo 
entender el origen y antecedentes del experimento de emisión, sino también 
comprender un proceso más complejo que el de una simple emisión producto de una 
coyuntura económica: se trataba del cambio en la concepción de las representaciones 
de valor y la operación de las políticas económicas y monetarias. 
Cabe mencionar que el estudio de los proyectos bancarios es un tema 
pendiente en la agenda de investigación8 y no es nuestro objetivo realizar un análisis 
a fondo sobre esta temática. Lo único que pretendemos aquí, es analizar dos 
proyectos que, como intentaremos comprobar, contribuyeron de forma sustancial al 
decreto de emisión de 1822. 
 
6 Ibíd. p. 134 
7 Ibíd. p. 133 
8 Sobre este tópicos son interesante los aportes de Covarrubias (2000), Capítulo III. 
Los dos proyectos que comentaremos estaban destinados a cubrir la falta de 
medios de pago y resolver los problemas financieros del erario público, los cuales 
eran resultado de la poca eficiencia registrada por la Hacienda Pública tras la 
desmantelación del aparato fiscal colonial y de las presiones que la deuda pública 
imponía. Pero también es válido, como se ha señalado, dudar sobre este único objeto 
de la medida ya que ésta no era la única alternativa que el gobierno tenía, y, por el 
contrario, se trataba de una solución bastante arriesgada que, en los hechos, podría 
agravar el problema de la circulación en mayor detrimento de la población. De esta 
forma, el experimentó tenía más de una razón en contra y sus expectativas de 
operatividad eran muy reducidas. Por ello, pensar que el proyecto tenía mayores 
pretensiones no necesariamente resulta errado y esta idea adquiere mayores 
dimensiones si adelantamos que su amortización se realizó con un nuevo papel, el de 
‘bulas’, y esta fue ‘aparentemente’ exitosa. Por este motivo, creemos que la evaluación 
historiográfica de este experimento requiere ser matizada pues el adjetivarla como un 
“fallido intento [por] introducir papel moneda en México” ó como el “fracaso […] 
impulsado por el gobierno de Iturbide”9 no es del todo correcto ni refleja sus 
impactos históricos más trascendentes. Posteriormente desarrollaremos esta idea con 
mayor profundidad, pero por ahora, adentrémonos en el análisis de estos dos 
proyectos de establecimiento de bancos y veamos si realmente, como sugerimos, se 
puede argumentar que constituyeron un antecedente del experimento de emisión 
imperial. 
 
 II. 1. El establecimiento de un Banco Nacional 
 
 
9 Bátiz (1987) p. 16 y Covarrubias, (2000) pp. 91-93 
El 15 de mayo de 1822 se publicó el primer y único tomo de El Fanal del Imperio 
Mexicano, una miscelánea política que, al igual que los folletos y otros medios 
impresos que se editaron en la época, pretendía analizar una serie de propuestas, 
retos e ideas que giraban en torno a la soberanía nacional, las obligaciones del nuevo 
gobierno, las atribuciones del congreso, las condiciones de vida de la población, y 
todas aquellas preguntas y sugerencias que nos podemos imaginar se suscitan en el 
contexto de formación de una nación y su nacimiento a la vida independiente. Los 
problemas que se debían resolver eran vastos y tan diversos como las posibles 
soluciones que se presentaban, pero cierto es que un problema en particular era el 
que más peso tendría: la situación financiera del estado. 
La reforma de las finanzas públicas estaba marcada por la complejidad de la 
transición de un sistema colonial vinculado a las finanzas de la metrópoli al de un 
sistema eficiente de nación independiente que se deseaba fuese bien administrado y 
coordinado. Esta no era una tarea sencilla debido a los obstáculos y costos que este 
representaba y, principalmente, debido a la urgencia de su definición y 
establecimiento. 
En este contexto es donde situamos la propuesta de establecimiento de un 
“Banco Nacional” cuya misión, de acuerdo son sus autores, sería la de resolver los 
problemas de medios de pago, contribuir a la recuperación de la soberanía nacional y 
fungir como agente recaudador del país. Como se puede ver, los objetivos eran 
ambiciosos y por ello difíciles de alcanzar. Sin embargo la propuesta resulta 
sumamente interesante e innovadora, sobre todo si tomamos en cuenta que el 
proyecto incluía la emisión de dos millones de pesos en ‘tlacos’ (una moneda de 
ínfimo valor intrínseco fabricada de latón o tumbaga –una aleación de cobre con 
zinc-). Esta emisión, tendría el objetivo de resolver los problemas de insuficiencia de 
medios de pago en el país, terminando con la degeneración que los tlacos, cuartillas 
y pilones (representaciones de valor fabricadas por los particulares sin garantía 
alguna) imponían sobre la población y el financiamiento satisfactorio de los 
mercados. 
Cabe mencionar que este proyecto bancario ha sido analizado por Covarrubias. 
Sin embargo nuestra lectura sobre sus propuestas son distintas a las presentadas por 
el autor ya que el análisis que este ofrece, parece subestimar la propuesta de emisión 
de moneda menuda, cuestión entendible dada la temática abordada por el autor10, 
punto que, desde el enfoque de nuestro estudio es fundamental pues ésta propuesta 
de emisión no sólo representa una solución al problema de escasez de medios de 
pago, sino también una de las alternativas del gobierno para hacerse

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