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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ECONOMÍA PRIMER EXPERIMENTO DE EMISIÓN DE PAPEL MONEDA EN MÉXICO 1822-1823 TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADA EN ECONOMÍA PRESENTA ROXANA ALVAREZ NIEVES DIRETOR DE TESIS DR. LUIS ANAYA MERCHANT MÉXICO, D.F. SEPTIEMBRE DE 2008 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A mi padre (†) por permitirme ser parte de su lienzo y por haber dejado en mi una partecita de sus sueños A mi madre, por todo su amor, su apoyo, su comprensión y por todo el impulso que le ha dado a mi vida Los amo mucho Agradecimientos En primer lugar, agradezco a la Universidad Nacional Autónoma de México que me ha albergado por tantos años, la gran oportunidad de realizar mis estudios. A mi Facultad de Economía, por toda la enseñanza y la experiencia que me ha dejado. A mis profesores por todas sus lecciones y por todo el conocimiento que me transmitieron, en especial gracias a la Dra. María Eugenia Romero Ibarra y al Mtro. José Cáceres (†). Al Dr. Luis Anaya, mi asesor de tesis, gracias por su paciencia y por siempre estar dispuesto a escucharme, por todos sus comentarios y por el apoyo que me brindo por casi cuatro años. Al Dr. Carlos Marichal, muchas gracias por creer en mí, por su apoyo, sus consejos, por impulsarme, por todo el tiempo que le dedicó a la revisión de los textos que fueron componiendo este trabajo a lo largo de todos estos años. Gracias por la enorme oportunidad de trabajar a su lado y por todas las enseñanzas que me ha dejado. A la Dra. Guillermina del Valle, gracias por toda su ayuda y confianza, pero sobre todo por su amistad, gracias por todas esas cosas que, probablemente sin querer, me ha enseñado y por su constante apoyo y aliento. A mi maestro, el Dr. Antonio Ibarra, por integrarme en su proyecto de investigación “Del Cuño Real al Águila Nacional”, pues gracias a esto me encontré con aquellos papeles en el Archivo, que hoy son el sustento de este trabajo. Gracias por sus clases y por todas sus enseñanzas. Al Dr. Enrique Covarrubias, por sus comentarios y por todas las lecciones que nos dio en su seminario sobre Pensamiento Económico. A la Dra. Leticia Gamboa, por la oportunidad de trabajar con ella por todos estos años, gracias por esas platicas que para mi fueron grandes cátedras, por todo su apoyo, su confianza y por su amistad. Al Dr. Mario Cerutti, gracias por su confianza y por despertar en mí el amor por los Archivos, gracias por todas sus enseñanzas y por las oportunidades que me dio, pero sobre todo gracias por creer en mi trabajo. A la Dra. Graciela Márquez, gracias por todos sus consejos, por su apoyo, su confianza y por impulsarme constantemente. A mis amigos: Anahí, Claus, Katy, Luciérnaga y Momarcito; gracias por las risas, las lagrimas, por todo el apoyo que cada uno de ustedes me ha brindado, pero sobre todo gracias por permitirme ser parte de sus vidas. Gracias a Reneduardo, por su amor, su apoyo, su confianza, por toda su paciencia, por sus cuidados, por creer en mi y por ser el motor de mi vida. Gracias por existir. INDICE Introducción 1 Capítulo I: La situación económica del Imperio 11 I.1. Las expectativas y las realidades 14 I.2. Las opciones y las medidas 22 Conclusiones preliminares 34 Capítulo II: Los proyectos bancarios: ¿un antecedente de la emisión? 35 II.1. El establecimiento de un Banco Nacional 39 II.2. La creación del Gran Banco del Imperio Mexicano 63 II.3. Otras propuestas de emisión 72 Conclusiones preliminares 73 Capítulo III: El proyecto imperial de emisión (1822-1823) 75 III.1. El decreto de emisión 77 III.2. Las reformas al decreto 82 III.3. Los primeros resultados del experimento 95 Conclusiones preliminares 102 Capítulo IV: ¿Una nueva emisión?: El Papel de Bulas 1823 105 IV.1. Un nuevo instrumento o la continuidad del papel moneda 109 IV.2. La operatividad y los resultados del nuevo instrumento 119 Conclusiones preliminares 126 Conclusiones generales 128 Fuentes consultadas 132 Anexo I: Manual de Cambio de Papel INTRODUCCIÓN Una vez alcanzada la independencia y desmantelada la administración fiscal colonial, los líderes de la nueva nación independiente tuvieron que enfrentarse a la realidad: el enorme desafío de crear una nueva organización para una gigantesca nación marcada por la bancarrota del virreinato de la Nueva España1. El gobierno de Iturbide se enfrentó a una serie de problemas y retos que eran producto de un proceso acumulativo, por lo que las necesidades que tenía el gobierno no eran sencillas de satisfacer, pues las soluciones a los problemas estructurales del país demandaban: reconstruir la hacienda pública; replantear los consensos básicos entre las clases sociales; construir un sistema político y reformar el funcionamiento de la economía nacional, sobre la que pesaban diez años de luchas a lo largo del territorio nacional, lo cual había deformado seriamente los circuitos comerciales y la esfera de la producción2. Todos estos factores situaban a la economía en un estado de severa crisis fiscal, financiera y monetaria lo cual limitaba las posibilidades, y verdaderos alcances, de las reformas que el nuevo gobierno podía realizar. Estas tres crisis, sumadas a la debilidad natural con que nace el estado recién formado3, la idea de la supuesta riqueza nacional, las expectativas que se tenían sobre las reacciones de la sociedad y la irresponsabilidad fiscal del nuevo gobierno (basada en la creencia de que los impuestos se podían reducir e incluso eliminar) tendrían un peso decisivo en el experimento que tendremos oportunidad de estudiar a lo largo de este trabajo. 1 Marichal, Carlos (1999) p. 299 2 Salvucci, J. Richard y Linda K. Salvucci (1993) pp. 31-32 3 Vázquez, Josefina Zoraida (2003) pp.26-28 El estado de crisis al que hubo de enfrentarse Iturbide condicionó y limitó las acciones y resultados del gobiernoimperial, el cual, aunque prometedor en su inicio, atravesó, al menos formalmente, por dos etapas: la Regencia y el Imperio. La primera de estas etapas duró ocho meses, comenzando con su entrada triunfal a la ciudad de México (septiembre de 1821), el consecuente establecimiento de la Junta Provisional Gubernativa y el nombramiento de Iturbide como Presidente de la Regencia. En esta etapa, el gobierno realizó una serie de reformas fiscales encaminadas a la reducción y abolición de diversas contribuciones. Asimismo se recurrió al pedimento de caudales a los miembros del Consulado de Comerciantes4. Desde este inició comenzaron una serie de tensiones al interior de la administración, entre el presidente de la Regencia y el Congreso, principalmente debido a la insuficiencia de recursos y el destino de los mismos. Durante la etapa del imperio, iniciada en mayo de 1822 con la proclamación de Iturbide como emperador “Por la divina providencia y por el Congreso de la Nación”, las reformas fiscales continuaron, pero esta vez no solo reduciendo y derogando impuestos, sino creando contribuciones específicas a ciertas actividades y regiones, así como mediante el pedimento de caudales al Consulado. De hecho, el pago del último de estos préstamos fue el argumento principal que sirvió para justificar la emisión de papel moneda. Es durante esta etapa que los problemas entre Iturbide y el Congreso se agravaron y derivaron en la disolución de este órgano y el establecimiento de la Junta Nacional Instituyente. Estos desacuerdos existentes entre el emperador y el Congreso, se debían al ahorcamiento financiero que sufría el país. Por una parte había un júbilo sin precedentes por haber conseguido, finalmente, la tan anhelada independencia; sin embargo, era imposible evadir la grave situación por la que atravesaban las finanzas 4 Para ver este tema a detalle, véase: Valle Pavón, Guillermina del (1997) pp. 551-608 públicas de la época, además de los costos que había implicado la revolución por la destrucción de capital físico, humano y la fuga de capitales. Sumado a esto, y debido al apoyo y prioridad que Iturbide prestaba a las necesidades de la institución armada, la distribución de los pocos recursos con los que disponía la administración imperial supuso constantes desacuerdos al interior del gobierno. Era innegable el contraste existente entre la eficiencia y productividad de la hacienda colonial de la época borbónica y la ineficiencia de la hacienda pública en los primeros años de vida independiente. La fractura de esta administración fiscal colonial condujo a una escasez de circulante, a la constante depresión de los ingresos del gobierno y al consecuente padecimiento de déficit presupuestarios5. Sin embargo, era plenamente comprensible que la autoridad en turno buscara medidas que reafirmaran el sentimiento de libertad por la vía de la reducción de la carga tributaria. Este escenario fue el que acompañó al decreto publicado en el mes de diciembre de 1822, mediante el cual el emperador autorizó la creación de 4 000 000 de pesos en papel moneda. La medida se decretaba a los quince meses de vida del régimen encabezado por Iturbide, a los siete de su nombramiento como emperador y a los dos de la disolución del Congreso y la Instauración de Junta Nacional Instituyente. Este decreto constituyó el primer experimento de emisión de papel moneda en el país6. La medida fue justificada por la administración imperial como una respuesta al déficit presupuestario y a los problemas de escasez enfrentados por la Hacienda pública. 5 Marichal, Carlos (2001) pp.22-58 6 Cabe aclarar que si bien existían diversos instrumentos de pago no monetarios en circulación – libranzas, vales, letras de cambio- esta fue la primera vez que el gobierno hizo uso de estos instrumentos a nivel nacional y de forma generalizada. La emisión entró en vigor en el mismo mes de su publicación y duró hasta el mes de abril de 1823; es decir, el experimento solo tuvo cuatro meses de vida. Los motivos que llevaron a la cesación de la circulación del papel moneda se debieron a caída del imperio; en lugar de este instrumento, el Supremo Poder Ejecutivo dictó una orden para que, mediante una nueva emisión de papel moneda (impreso en bulas canceladas) se amortizara el antiguo papel de Iturbide. La ‘aparentemente’ corta duración del experimento7 ha llevado a considerar este suceso como poco relevante, y ha sido calificado por la historiografía8 como un fracaso del imperio y un instrumento inoperante que careció de todo crédito público y enfrentó un rechazo generalizado por parte de la población. Sin embargo, estas suposiciones no revelan los verdaderos alcances que esta medida tuvo. Por ello es necesario estudiar más a fondo el tema, pues el papel no solo se emitió, circuló y operó bajo las formas establecidas en su decreto de creación, sino que este experimento condujo a la segunda emisión de papel moneda en el país mediante la creación del papel de bulas. Este fracaso atribuido por la historiografía al experimento imperial de emisión, es comprensible debido a la ausencia de estudios sobre este tema en particular. El imperio ha sido, en lo político, ampliamente estudiado9 y las grandes hipótesis formuladas al respecto solo han recibido críticas referentes al antagonismo atribuido a Iturbide10. En lo que toca a la historia económica11, los temas también han sido estudiados y existe un buen número de trabajos referentes a la situación económica 7 Si bien, debido a la caída del imperio se ordenó el término de la circulación de este instrumento, los billetes de Iturbide circularon sin mayores problemas hasta bien entrado el año de 1825. Véanse Capítulos III y IV. 8 Alamán, Lucas (1985) p. 685; Bátiz (1987) p. 16; Anna, Timothy (1991) p. 146 y Covarrubias, (2000) pp. 91-93; y Ludlow, Leonor (2007) pp. 213, 220, 231, 232 y 239. 9 Véanse: Avíla, Alfredo (2004), Di Tella, Torcuato S. (1994), Ferrer Muñoz, Manuel (1995), Hamnett, Brian, R. (1990) y Lemoine, Ernesto (1995). 10 Anna, Timothy E. (1991) y Chávez, Ezequiel Adeodato (1962) 11 Una excelente síntesis y evaluación historiográfica la encontramos en Sánchez Santiró, Ernest (2007) del país en lo general, que nos permiten tener una visión de conjunto sobre los principales problemas heredados del régimen colonial novohispano.12 Las investigaciones sobre fiscalidad13 y las relaciones entre grupos de poder14, detallan, las primeras, el complejo cambio que sufrieron las finanzas públicas tras la desmantelación del aparato fiscal colonial, las nuevas formas que adoptaron muchas de las contribuciones de antiguo régimen y los problemas a los que se enfrentaron los nuevos gobiernos en su labor de construcción de un sistema tributario eficiente. Las investigaciones referentes a los grupos de poder, permiten conocer las formas en que estas élites financieras se integraron al nuevo esquema de vida independiente y cuales fueron las formas bajo las que siguieron operando. En lo tocante al sistema monetario, marco en al cual se ubica nuestro trabajo de investigación, si bien existen investigaciones que abordan, desde distintas perspectivas, el problema de escasez de circulante y las formas de representación del valor que existieron en la época15, ninguno de estos trabajos, debido a la especificidad de cada uno y a que el papel moneda no es el sujeto de estudio en ninguno de estos casos, atribuye otro carácter o valoración al papel moneda de Iturbide que el descrito por Alamán y Orozco y Berra16. Por este motivo la idea del supuesto descrédito que acompañó a esta medida de emisión y su consecuente fracaso como medio de pago ha permanecido. Sobre el papel moneda imperial,como tal, solo existe un trabajo17, el cual si bien sumamente revelador en cuanto a las discusiones y debates que sobre la medida 12 Cárdenas Sánchez, Enrique (2003), Coatsworth, John (1990), Marichal, Carlos (1999) y Salvucci, J. Richard y Linda K. Salvucci (1993). 13 Véanse: Jáuregui, Luis (2001), Jáuregui, Luis, Cacilia Noriega, Carlos Rodríguez Venegas y José Antonio Serrano Ortega (2002), Jáuregui, Luis (2005), Marichal, Carlos (2001) y (2005); Olvida, Jaime (1998), Serrano Ortega, José Antonio (2006), Tenenbaum, Barbara A. (1998a) y (1998b). 14 Ludlow, Leonor (1995) y (1998); Tenenbaum, Barbara A. (1985) y Valle Pavón, Guillermina del (1997) y (1998). 15 Bátiz Vázquez, José Antonio (1987), (1998) y (2004); Covarrubias, José Enrique (1998) y (2000); Pietschmann, Horst (1998) y Romano, Ruggiero (1998) y (2004) 16 Alamán, Lucas (1985) y Diccionario Porrúa...”Moneda en México” (1995) 17 Ludlow, Leonor (2007) se dieron al interior del Congreso, coincide con de la idea sobre el descrédito y la poca funcionalidad de la medida. En lo tocante al origen de la medida, este trabajo no señala el antecedente de los proyectos bancarios; en lo que concierne a la operación y giro del papel, si bien el trabajo aclara que solo aborda la primera etapa del experimento, -edicto y discusiones en el congreso-, menciona que: la operación del experimento quedó en manos de los Ayuntamientos, que la falsificación de los billetes era un serio problema y que la cesación de la circulación de este instrumento se debió justamente a este motivo. Se argumenta que el monto de emisión no superó el millón y medio de pesos y que, geográficamente, la circulación de estos instrumentos fue sumamente limitada. De otro lado, esta investigación señala que los comerciantes se negaban a recibir el papel; y que el papel de bulas (instrumento por el cual se amortizó el papel de Iturbide) tuvo reglas operativas mucho más flexibles y atractivas que el papel moneda del imperio. Todos estos puntos, como se verá en el transcurso de esta tesis, opuestos y debatibles por nuestros argumentos e hipótesis. En este sentido, nuestra investigación pretende arrojar nuevas luces sobre la suerte que este instrumento realmente tuvo. A lo largo de esta tesis intentaremos demostrar que la emisión de papel moneda de Iturbide estuvo lejos de constituir un fracaso y que por el contrario, debido al contexto en el cual se desarrolló y a su corta duración, sus resultados pueden calificarse como exitosos. El primer capítulo de esta investigación pretende esbozar, de forma muy general, la situación económica del imperio. Observaremos que en un principio la política adoptada por la administración imperial respondió al júbilo del momento y a las expectativas que se tenían. Por ello se decidió reducir las tasas alcabalatorias y derogar algunas contribuciones. Sin embargo, pronto se comprobó que estas medidas no favorecían las finanzas públicas por lo que se retornó a los impuestos y a la implantación de donativos y prestamos forzosos. Este retorno obedeció a la necesidad de recursos que tenía el Estado para realizar sus gastos corrientes. Sumado a que las alternativas con las que contaba el imperio para salir de la crisis en la cual se encontraba eran muy limitadas, de forma tal que la emisión fue probablemente la única salida que el gobierno tuvo. En el capítulo segundo expondremos cuales fueron los verdaderos orígenes de la medida de emisión, pues si bien su autoría se atribuye a la Comisión de Hacienda18, en realidad ésta sólo modificó, en algunas de sus partes, las ideas propuestas en varios proyectos bancarios de la época. Analizaremos dos de estos proyectos que fueron la base del decreto: el primero proponía la creación de un “Banco Nacional” en el imperio y una emisión de moneda de cobre; el segundo propuso la instauración del “Gran Banco del Imperio Mexicano” y la emisión de billetes denominados haré- buenos. Ambos proyectos eran ambiciosos y poco realizables debido a la situación de inestabilidad política, pero cierto es que sus propuestas, si bien no se concretaron, sí contribuyeron en la implementación de políticas económicas en el imperio. El capítulo tercero esta destinado al análisis del experimento de emisión mismo. Expondremos sus formas operativas, las reformas que a éstas se hicieron y analizaremos la verdadera operatividad del instrumento. Como comprobaremos, el papel moneda no se enfrentó a mayores obstáculos al momento de su circulación19, y ésta no sólo se desarrolló conforme a lo establecido en su decreto de creación, sino que inclusive superó por mucho sus expectativas. Finalmente, en el capítulo cuarto, analizaremos el desenlace posterior que tuvo la medida, es decir, su amortización –canje del papel iturbidista por un nuevo instrumento- mediante la creación de un nuevo papel moneda impreso en bulas 18 Ludlow, Leonor (2007) 19 Es necesario aclarar al lector que si bien el término ‘circulación’ pudiera parecer arriesgado, incorrecto o anacrónico dado que en la praxis el papel moneda más que circular se distribuyó y colocó. A lo largo de este trabajo utilizaremos esta terminología debido que fue la empleada en los decretos, comunicaciones e informes sobre el papel moneda; sumado a que, para los fines de esta investigación, no entendemos este término como el que se atribuye a un mecanismo agilizador de las transacciones. canceladas. Demostraremos que el origen de la impresión de los billetes en este nuevo papel no se derivó del Supremo Poder Ejecutivo, sino del Imperio mismo. Detallaremos las formas bajo las que operó este proceso de amortización y mediante las cuales circuló el papel de bulas hasta entrado el año de 1826. A lo largo del desarrollo de estos cuatro capítulos pondremos a prueba tres hipótesis fundamentales. La primera pretende demostrar que la medida de emisión supuso, en la práctica o si se prefiere en la realidad económica, que el gobierno asumiera una responsabilidad que durante la Colonia y en los gobiernos posteriores a Iturbide se dejo de lado, ya que nunca estuvo contemplada formalmente dentro de las funciones del Estado: el abastecimiento a la economía de medios de pago. La segunda consiste en la desmitificación historiográfica del experimento pues consideramos que el papel moneda20 sí tuvo una operatividad real y cumplió el objetivo de fungir como dinero de curso corriente. La última hipótesis sugiere que el proceso de amortización, y de hecho el de la circulación misma del papel moneda constituyó una suerte de laboratorio para la clase agiotista (comerciantes-banqueros) que se consolidaría años más tarde. Nuestra nueva interpretación de la primera emisión de papel moneda en México se basa, fundamentalmente, en la información obtenida de un dictamen elaborado por la Dirección de Cuenta y Razón durante el periodo 1825-1826 sobre lo acontecido con el papel moneda21. Debido a que esta suerte de evaluación que se hace sobre el experimento se realiza después del imperio y bajo un gobierno opositor a 20 La presente investigación esta destinada al análisis operativo del experimento de emisión; por esta razón, no abordaremos el tema referente al pensamiento económico ni tampoco debatiremos sobre si debemos llamar a este instrumento papel moneda, cédulas o vales. Estamos concientes que, sin duda alguna, la inclusión de este análisis en el trabajo hubiera sido sumamente enriquecedor, pero por dimensiones y objetivos de la investigación, este tema estuvo fuera de nuestro marco de estudio. Sobre el particular véanse: Covarrubias, Enrique (2000) y Ludlow, Leonor (2007) 21 AGN Hacienda Pública-Casa de Moneda, Vol. 41, Exp. 24. La ubicación de esta información fue factible gracias a la elaboración y publicacióndel catálogo del Fondo documental Casa de Moneda elaborado por la Dra. María Eugenia Romero Ibarra. este, creemos que la información proporcionada por dicho dictamen no solo es objetiva, sino que probablemente subestima algunos detalles, pues lo que menos pretendería el Supremo Poder Ejecutivo sería ensalzar las medidas tomadas durante el Imperio. Es necesario señalar que nuestra principal fuente concluye su análisis a principios del año de 1826 dando cuenta que el papel de bulas continuaba circulando. Esta cota temporal nos permite plantear la posibilidad de que los billetes de Iturbide y el papel de bulas hayan continuado circulando, de forma marginal, en meses y, tal vez, años posteriores. En última instancia, recuperando la hipótesis de Timothy Anna relativa al lugar concedido por la historiografía liberal al Imperio, la cual ha llevado a considerar a Iturbide como “la no persona” de la historia mexicana, pues como señala el historiador británico, esta interpretación no resulta satisfactoria ni equilbrada22. Pretendemos construir una analogía paralela con el experimento de emisión del régimen imperial, pues la historiografía precedente al calificarlo de no-funcional e irrelevante en la historia económica del país ha terminado por oscurecer sus verdaderas implicaciones. Esperamos que este trabajo sirva para aclararlas. 22 Anna, Tomothy (1991) p. 10 CAPÍTULO I LA SITUACIÓN ECONÓMICA DEL IMPERIO Tras la desarticulación de la administración colonial, la nueva nación independiente comenzó su vida bajo condiciones económicas difíciles ya que las guerras habían provocado grandes trastornos en la esfera de la producción, especialmente en el de la minería que había sido la principal fuente de ingresos durante el periodo virreinal. Además, la inestabilidad política implicaba serios obstáculos para que el nuevo consolidara su control administrativo del país. La riqueza generada por la Nueva España que la había llevado a convertirse en una submetrópoli1, desapareció con la llegada de la independencia. Los altos costos de la guerra y el cambio institucional –nuevas reglas del juego- no pudieron ser absorbidos por la nueva nación. El gobierno tuvo que enfrentar la destrucción en infraestructura, el alto costo del aparato militar y los costos institucionales que se derivaron del cambio en la administración pública. Sumado a esto, se dio una fuerte fuga de capitales y una escasez de circulante que hacían que el funcionamiento de la economía fuera muy forzado, debido al acompañamiento del constante detrimento de los ingresos fiscales que limitaban considerablemente la acción del gobierno. La independencia fue vista, por la mayor parte de la población, como el fin de la dominación y la extracción de riquezas -por la vía fiscal y la imposición de préstamos y donativos- que la relación asimétrica metrópoli-colonia implicaba. Se esperaba que los nuevos gobiernos pusieran fin a las exacciones arbitrarias y onerosas cargas fiscales, expectativas poco realizables dados los altos costos que la administración suponía. La constante reducción de los ingresos fiscales y la fragmentación de la administración central supusieron un obstáculo real para que el 1 Marichal, Carlos (1999) p. 24 nuevo gobierno hiciera frente a los gastos de la administración bajo un nuevo escenario en el cual, la reducción de contribuciones y la realización de los presupuestos fueran una realidad. Por esta razón, para el grupo gobernante encabezado por Iturbide resultó clara la necesidad de mantener la mayor parte de contribuciones, pero también era prioritario atender las expectativas de la población que se sustentaban en la presunta riqueza del territorio nacional. En este contexto se esperaba que, aún eliminando los impuestos extraordinarios, se tendría un excedente que podría cubrir las necesidades financieras del estado. Bajo esta idea, y con base a la legitimidad otorgada por el Plan de Iguala y los Tratados de Córdova, Iturbide decretó, en 30 de junio de 1821, la abolición de todas las contribuciones extraordinarias impuestas a partir de 1810 para cubrir los costos de la guerra. Con estas medidas el nuevo gobierno pretendía legitimarse y terminar con la animadversión popular que ciertas cargas suponían. Detrás de estas medidas se encontraba el imaginario del gobierno, quien confiaba en que ciertos gastos, en específico el militar, podrían cubrirse mediante contribuciones voluntarias que el pueblo realizaría. Sin embargo, esta respuesta ‘patriótica’ no llegó, y los gastos de la milicia supusieron un lastre para el nuevo gobierno. Por otra parte, la capacidad recaudatoria del gobierno imperial resultó muy limitada, y no permitió el cumplimiento de los compromisos financieros que el gobierno había asumido. Pasaría poco tiempo para que el gobierno se diera cuenta de que sus expectativas en torno, no sólo a la supuesta riqueza nacional, sino también a la respuesta que la población tendría y las obligaciones que, de forma voluntaria, asumiría hacía el nuevo gobierno no serían las esperadas. Debido a esto, la nueva administración tuvo que posponer sus planes de reformas, y regresar a las prácticas ya añejas, por lo que los impuestos y las exigencias de préstamos y donativos volvieron. El regreso a las prácticas de antiguo régimen obedeció a la necesidad que el gobierno tenía para cubrir los gastos del Estado, en especial los altos costos de la milicia; lo cual resultó imposible ya que el nuevo aparato fiscal no corrió con la suerte esperada y los ingresos no sólo no aumentaban sino que se redujeron cada vez más. En este contexto de franca bancarrota del nuevo Estado, se sitúa el primer decreto de emisión de papel moneda en el país. La medida pretendía cubrir el déficit presupuestario del gobierno imperial para el año de 1823, y si bien no sabemos si en lo que toca a su primitivo origen la medida cumplió con dicho objetivo, el papel se emitió, circuló y operó de forma funcional durante los cuatro meses siguientes a su decreto. Pero, ¿qué otras alternativas tenía el imperio para remediar su situación de penuria financiera? ¿por qué se prefirió la emisión? ¿existían otras opciones? Este capítulo está destinado a responder a estas preguntas para entender el origen de la medida. En primer lugar esbozaremos la situación económica del imperio, analizando las principales medidas decretadas en respuesta a la escasez de fondos2. Una vez planteado el escenario en el cual se decretó la emisión, analizaremos y propondremos algunas opciones que el gobierno imperial tenía para enfrentar la situación financiera en la que se encontraba. Con ello, pretendemos echar luces sobre las razones que llevaron a la administración imperial a optar por la emisión. I. 1. Las expectativas y las realidades 2 Aclaramos que si bien el tema de la situación económica, y sobre todo el referente a la fiscalidad, cuenta con una amplia bibliografía, debido a que nuestra investigación esta basada en fuentes primarias, nuestras referencias sobre incrementos, imposiciones y derogaciones fiscales parten de los decretos originales, sin que esto se entienda como un aporte historiográfico sobre el particular. Es innegable el contraste existente entre la eficiencia y productividad de la hacienda colonial de la época borbónica y la ineficiencia de la hacienda pública en los primeros años de vida independiente. Ello se debió a los elevados costos que implicó la guerra, la dificultad que enfrentó el gobierno para obtener préstamos y la tendencia de las tesorerías hacia una mayor autonomía lo cual limitaba los fondos transferibles, provocando una fractura de la administración fiscal colonial3 y la bancarrota final delvirreinato acontecida entre los años de 1810 a 18204. Los sucesos que llevaron a esta quiebra se desprendieron de la reducción de los ingresos fiscales, el impacto de la descentralización, la imposición de nuevas exacciones, el incremento de los gastos debido al costo del aparato militar y la reducción de la disponibilidad de créditos debido a la salida de capitales5. Debido a la gravedad de esta situación no es sorprendente que las expectativas que tenía el gobierno encabezado por Iturbide sobre la respuesta, las posibilidades y la disposición social para contribuir al sostenimiento del aparato estatal no fueran una realidad. El manantial de recursos que se suponía podrían obtenerse de la población mexicana de forma voluntaria como muestra de su ‘patriotismo’ y compromiso con la nueva nación, no fueron otra cosa que un deseo inalcanzable del gobierno. La constante precariedad de las finanzas públicas, la existencia de diversos grupos de presión que amenazaban el orden político (cuando sentían que sus intereses se veían afectados) así como la incidencia que buscaban ejercer sobre las decisiones fiscales superaban la capacidad real que el gobierno tenía para conciliar intereses tan diversos y muchas veces contradictorios. En lo que concierne al ámbito fiscal, se esperaba un cambio radical del esquema tributario, debido a la animadversión que se tenía hacía las onerosas cargas 3 Marichal, Carlos (2001) pp.22-58 4 Marichal, Carlos (1999) p. 299 5 Ibíd. pp. 299-300 fiscales. La política inicial del gobierno imperial respondió a estos reclamos y a la euforia del momento aboliendo las contribuciones extraordinarias –subvención temporal de guerra, contribución directa para la guerra, derecho de convoy, 10% sobre el valor y alquiler de casas y la sisa-, reduciendo la alcabala a un nivel de 6%, eliminando las tarifas para su regulación y derogando las contribuciones sobre el aguardiente de caña y el vino6. Estas medidas respondían a las expectativas que el gobierno imperial tenía sobre la respuesta y ‘colaboración’ que la población daría a la nueva administración. Esta idea suponía que algunos gastos del estado, en especial el militar, podrían ser cubiertos mediante aportaciones voluntarias de la sociedad, sumado a que se creía que los ingresos desprendidos de impuestos al comercio exterior aumentarían sustancialmente y con ello se tendría un excedente que cubriría las necesidades del estado. Sin embargo estas respuestas no llegaron, los gastos del estado no pudieron ser cubiertos y la capacidad recaudatoria del imperio fue sumamente limitada. En tanto, los gastos originados por la institución armada eran un lastre para las finanzas y un serio punto de conflicto entre Iturbide y el Congreso, lo cual generó un ambiente de suma tensión e inestabilidad al interior del gobierno. La imposibilidad de satisfacer los gastos corrientes del estado estaba estrechamente ligada a estos costos que la milicia imponía al gobierno, pero los empleados del estado también demandaban gastos considerables. Ambos sectores eran estratégicos, pues el primero se encargaba de garantizar la paz y el segundo de mantener la operatividad del estado, por lo que ambos eran prioritarios para el gobierno. No obstante, el gobierno imperial daría mayor prioridad al ejército pues esta era la institución garante de la preservación de la soberanía, de forma tal que la satisfacción de las exigencias del ejército quedó estrechamente vinculada a la 6 El Yucateco o amigo del pueblo, número 42, 18 de septiembre de 1821, pp. 166-167 preservación de la independencia misma. De hecho, una vez que se proclamó emperador, Agustín I de Iturbide, necesitó más de la institución armada para afianzar su poder ante el Congreso, con el que mantenía una relación bastante conflictiva que terminaría con su disolución. Los conflictos entre el emperador y el Congreso se suscitaron precisamente por la escasez de fondos y el uso de los mismos, estas presiones se vieron potenciadas por la necesidad de compensar y beneficiar a todos los seguidores y promotores del movimiento independentista, del Plan de Iguala y de Iturbide. En este sentido, podemos suponer la existencia de un trade-off entre los ingresos de la hacienda y el destino de los mismos: el gasto militar era un serio punto de conflicto. No se debe olvidar el papel preponderante que Iturbide otorgó al ejército, al cual había pertenecido desde su juventud y por ello sentía que debía favorecer al sector que lo había llevado a la consumación de la independencia. Ante la escasez de fondos del erario no quedó otra salida que volver a los impuestos e incrementar nuevamente las tasas alcabalatorias. La Regencia ordenó, en 9 de noviembre de 1821, el restablecimiento del recargo de 2% generalizado sobre la alcabala que la llevo al nivel del 8%7. Posteriormente, y nuevamente apelando a la ayuda de la población, se decretó la apertura de un donativo y préstamo voluntario “para las necesidades del ejército y demás urgencias del Estado”8. Pero nuevamente la respuesta a este llamado fue limitada, por lo que el gobierno, volviendo a las prácticas propias de antiguo régimen, decreto una orden “expresa y terminante al Consulado” para que entregara los fondos con los que contase, hasta llegar a la 7 Gaceta del Gobierno Imperial de México. Tomo I, Núm. 52, 15 de enero de 1822, pp. 421-422 8 Ibíd. Tomo II, Núm. 29, 27 de abril de 1822, p. 215 cantidad de 400 000 pesos, y en caso de que no contara con el monto esperado, se exigiría el deficiente al Consulado de Puebla9. Nuevamente retornando a los impuestos “con el fin de subvenir en lo posible a las graves urgencias del erario”, se decretó, el 9 de agosto de 1822, un impuesto de 40% sobre la importación de aguardientes, 35% sobre la de vinos y 20% sobre el aguardiente de caña ‘chinguirito’ fabricado en el imperio. Asimismo se ordenó el pago de 9 1/3 granos sobre el pulque fino y de 5 1/3 sobre el otomí o Tlachiques y se incremento en 4% la alcabala de todo licor o mescal extraído de cualquier planta del imperio, quedando exentos de cobro únicamente los vinos y aguardientes de uva y coco. En este mismo decreto se dispuso el incremento generalizado de la alcabala en un 4% sobre todos los efectos en general, quedando exentos del pago el algodón en rama y los derivados de esta fibra y de la lana. Este incremento situó a esta contribución en un nivel real de 12%10. Al tiempo de incrementar las tasas alcabalatorias, se autorizaron nuevos impuestos con fines temporales y acotados a un espacio reducido. Este fue el caso del la imposición del 2% sobre la salida de las aduanas interiores, a las monedas de cobre, plata y oro11. También se ordenó el cobro de un impuesto de uno, 1 ½ reales y cuatro pesos sobre las mulas, burros y coches, respectivamente, que entraran con carga a la ciudad de Veracruz12. Otra nueva contribución fue el impuesto sobre la matanza de animales para el consumo: por cada cabeza de ganado mayor y de cerda se cobraría un real, por la de carneros medio real y tres granos por la de chivos13. En lo que concierne a la renta del tabaco, la cual había proporcionado caudales considerables a la metrópoli durante la época colonial, el gobierno imperial decidió, 9 Ibíd. Núm. 56, 20 de junio de 1822, pp. 423-424 10 Ibíd. Núm. 82, 17 de agosto de 1822, pp. 629-631 11 Ibíd. p. 633 12 Ibíd. Núm. 85, 24 de agosto de 1822, p. 660 13 Ibíd. Núm. 71, 23 de julio de 1822, p. 542 el 31 de octubre de 1822, el restablecimiento del estanco por el término de dos años; finalizando este periodo quedaría libre la siembra, manufactura y tráfico de tabaco14. Sin embargo esta rentano proporcionaría los ingresos esperados pues la desarticulación de los circuitos mercantiles, la inseguridad de los caminos, el contrabando y la ruptura que este monopolio había sufrido tras el desmantelamiento del aparato fiscal colonial impidieron su pleno restablecimiento. Debido a la urgencia de recursos y nuevamente haciendo uso de las prácticas propias del imperio español para hacerse de recursos extraordinarios en épocas difíciles, el gobierno de Iturbide, una vez disuelto el Congreso, recurrió a la imposición de préstamos y donativos, decretando, el 5 de noviembre de 1822, el establecimiento de un préstamo forzoso de 2 800 000 pesos, cantidad que se requería para “cubrir los gastos públicos hasta el fin del año”. En este bando se establecía que el gobierno procedería a hacer efectiva esta recaudación “consignando las cantidades que deban satisfacerse sobre aquellos caudales y propiedades más disponibles”. Al tiempo se estipulaba que las cantidades que fueran tomadas para este fin serían puntualmente reintegradas con los primeros productos que produciría una contribución general que se comenzaría a cobrar sobre todos los habitantes del imperio a partir del primero de enero del año siguiente15. A pesar del descontento que esta última medida supuso entre los mercaderes, el préstamo comenzó a recaudarse con el auxilio del Tribunal del Consulado. Sin embargo a finales de 1822 y principios de 1823 se resolvió la suspensión de esta exacción y la devolución de los montos recaudados16. Si bien no sabemos las circunstancias bajo las cuales se realizó esta cancelación y devolución17, este préstamo fue contabilizado en el presupuesto de 1823 [véase cuadro 1], y de hecho fue uno de 14 Ibíd. Núm. 129, 23 de noviembre de 1822, p. 181 15 Ibíd. Núm. 125, 14 de noviembre de 1822, pp. 949-951 16 Valle Pavón, Guillermina del (1998) pp.70-71 17 Idem p. 71 los justificantes de la medida de emisión ya que el gobierno debía contar con los recursos necesarios para hacer el pago puntual del préstamo con la finalidad de restablecer la confianza y el crédito público18. Cuadro 1 Resumen del presupuesto para el periodo de enero a diciembre de 182319 Casa Imperial 1 500 000 Ministerio de Estado 333 820 Ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos 709 240 Ministerio de Hacienda 3 473 202 Ministerio de Guerra y Marina 9 759 530 Gastos generales imprevistos de todos los ministerios 442 198 Para pago de réditos corrientes de capitales procedentes de la deuda pública reconocida 1 000 000 Para cubrir el déficit del año anterior y el pago del último préstamo forzoso 2 800 000 Presupuesto de gastos de la Representación Nacional 310 750 Suma total 20 328 740 Pero, la respuesta a estas disposiciones se tradujo en una sucesión de fracasos de las medidas, las cuales no proporcionaron los recursos esperados por lo que los déficit del gobierno se incrementaron y el descontento de la población hacia estas medidas se intensificó. La falta de liquidez, debido a la salida de capitales, sumado al cuestionamiento sobre la legitimidad de estas medidas creaba un ambiente de inestabilidad política que dejaba al gobierno un corto margen de acción para la implementación de otras disposiciones que condujeran al saneamiento de la hacienda pública. Sumado al problema de falta de liquidez, la escasez de circulante era otra realidad que imponía un serió obstáculo para la economía. Con objeto de resolver 18 Gaceta del Gobierno Imperial de México, Tomo I, Núm. 16, 4 de abril de 1822, p. 60 19 Ibíd. Núm. 6, 16 de marzo de 1822, pp. 23-24 este problema se intentó dar impulso al sector minero y restringir la salida del mineral, pero nuevamente el gobierno fracasó. El problema de escasez de circulante había sido heredado de la política colonial que restringía el uso del circulante a las altas esferas de la economía, lo cual creó una escasez generalizada de moneda en las capaz bajas de la población. Esto había llevado al nacimiento de “seudomonedas” que obedecían, de un lado a la Ley de Gresham y de otro a la necesidad de contar con medios de pago para la realización de las transacciones. El testimonio de Mariano Briones Larriqueta describe este problema señalando, en 1805, que: “es incalculable (a no ser por juicio prudente) el caudal que trafica en ciudades, villas, pueblos grandes y chicos y la mayor parte de las haciendas de esta América, en un género de monedas arbitrarias de madera, jabón y cobre, criadas por los dueños de las tiendas y otros tratos” 20 El tema de las graves implicaciones causadas por la ausencia de la moneda menuda ha sido estudiado ampliamente por Romano, y sus trabajos nos revelan que este fenómeno, que deformaba el funcionamiento de la economía, reflejaba las distorsiones causadas por los circuitos de la plata, la variación de los precios, y la segmentación de los mercados ya que dada la falta de comunicación entre las regiones era imposible controlar a los grupos de comerciantes que se apoderaban de los circuitos mercantiles de ciertos territorios y hacían circular monedas de todas clases con el fin de no desperdiciar el caudal en dinero “vivo”. Aunado a esto la moneda fraccionaria metálica escaseaba por lo cual las transacciones de baja denominación siempre implicaban formas adulteradas de representaciones de valor. Como podemos observar los problemas enfrentados por la administración imperial eran considerables. La imposición de contribuciones no se deseaba y 20 Publicada bajo el título “Acuñación de monedas en los últimos años de la Colonia. Iniciativa para la acuñación de monedas de vellón, en Boletín del Archivo General de la Nación, VI (1935), Núm.2; citado por Ruggiero Romano (1998) p. 194. deslegitimaba al gobierno, pero su establecimiento era una necesidad. Lo mismo sucedía con el recurso de donativos y préstamos, los cuales ya no ofrecían los mismos resultados y atentaban contra los intereses de la clase comerciante. La salida de capitales también imponía serías restricciones. El problema de escasez de circulante no solo deformaba los circuitos de circulación, sino que también imposibilitaba el pago de las contribuciones. ¿Cómo podía enfrentar la nueva administración estos problemas? ¿Qué opciones tenía? ¿Cómo se decidió la emisión? A continuación intentaremos dar respuesta a estas preguntas. I.2. Las opciones y las medidas Tras el desarticulación del aparato fiscal colonial era preciso realizar reformas y cambios en las formas de extracción de recursos y la canalización de los mismos pues desde 1810 la maquinaria fiscal y financiera de la real hacienda virreinal se debilitó progresivamente hasta llegar a su bancarrota final debido a la caída de los ingresos fiscales ordinarios y a la imposición de nuevas formas de exacción21. Así, el júbilo desatado por la independencia pronto se desvaneció pues las expectativas que se tenían sobre las posibilidades que se suponía ofrecería la riqueza de la nueva nación independiente, eran bastante elevadas y poco realistas. Desde la proclamación del emperador Agustín I, y aún desde mucho antes, comenzaron los debates sobre las formas en que el gobierno obtendría mayores recursos, sobre todo tomando en cuenta los elevados montos que se debían destinar a los gastos del ejercito. Sumado a esto, y debido al júbilo independentista era bastante complejo lograr acuerdos al interior del Congreso sobre nuevas formas de incrementar la recaudación, ya que esto implicaba negociaciones con los grupos de 21 Marichal, Carlos (1998), pp. 299-300 poder y largas discusiones en el Congreso lo cual, de hecho, culminaría con su disolución. Pero, dejando delado las discusiones y propuestas al interior del Congreso, ¿qué otras alternativas eran viables en el momento del establecimiento del papel moneda? Las posibilidades que los gobiernos tienen para hacerse de recursos en un escenario de déficit presupuestario obedecen a cuatro esferas fundamentales: 1) la fiscal mediante la imposición de nuevas contribuciones o el incremento de las tasas de exacción; 2) la crediticia mediante la contratación de deuda pública interna o externa, 3) la contracción del gasto público mediante recortes presupuestarios y, 4) la aplicación de medidas monetarias encaminadas a incrementar o reducir los medios de pago en circulación. Como veremos esta fue la vía por la cual optó el gobierno imperial, autorizando la creación de 4 000 000 de pesos en papel moneda, los cuales servirían para cumplir el presupuesto del año de 1823. Es preciso señalar que la política monetaria como la entendemos hoy no tiene el mismo sentido ni el mismo marco institucional que acompañó a esta primera emisión de papel moneda, ya que con esta medida de política monetaria el gobierno logró invertir la Ley de Gresham: el papel moneda sustituyó a la moneda metálica, y utilizar la moneda metálica que fue desplazada para cumplir con sus obligaciones con el exterior. Pero analicemos de forma detenida cada una de estas opciones. En lo que concierne al ámbito fiscal, el gobierno imperial, aparte del uso que podía darle a las tasas de exacción tenía la alternativa de hacer uso de la de la renta del Tabaco. Esta renta, durante muchos años, fue considerada como la piedra más preciosa de la fiscalidad de la Corona española en América. Si bien se puede argumentar que después de la guerra de independencia la renta había quedado bastante deteriorada por la inseguridad en los caminos, la desmantelación de la administración colonial y la fractura de la vieja estructura virreinal, también es cierto que de ser reorganizada, la renta aún podría proporcionar recursos suficientes al erario. Esto lo sabemos por la Memoria de la Comisión de Hacienda sobre la Renta del Tabaco22, el Dictamen que sobre la Renta del Tabaco se realizó23 y las Reflexiones que de esta se desprendieron24. Estos tres documentos intentaban demostrar las formas más factibles de extraer recursos de esta renta y las formas en las que el gobierno haría posible esta suerte de restablecimiento de la renta del tabaco. La Memoria exponía que si bien la renta del tabaco produjo gran cantidad de recursos para la Corona estos fueron posibles “merced de crímenes y vejaciones para la población de la Nueva España”25. Por ello, su planteamiento inicial cuestionaba la viabilidad de la conservación del estanco del tabaco bajo las formas operativas que el estado virreinal le había atribuido. En este sentido, la permanencia del estanco, necesariamente, supondría una suerte de reconstitución que evitaría los atropellos y abusos hacia la población y permitiría una generación de recursos semejante a la que obtenía la metrópoli de ella. En caso contrario, esto es si el estanco ya no era viable, se planteaban otras opciones como, por ejemplo, la creación de una compañía de comercio del tabaco la cual, necesariamente, requeriría de un caudal considerable de recursos para su instauración lo cual era poco factible en el momento, debido a la penuria que atravesaba del erario público. La Memoria intentaba responder a los cuestionamientos sobre: qué había de hacerse con el estanco del tabaco, como se fomentaría, cuales eran las posibilidades que el desestanco ofrecería, de donde se obtendrían los recursos necesarios para su 22 Memoria de la Comisión de Hacienda sobre la Renta del Tabaco. Oficina de D. Alejandro Valdés, impresor de la Cámara del Imperio. México, 1822. 23 Dictamen que sobre la Renta del Tabaco ha presentado al Soberano Congreso la Comisión especial encargada de hacer el análisis de la memoria del Ministro de Hacienda, leída en la Sesión de 12 de Noviembre. Imprenta del Supremo Gobierno en Palacio. México, 1823. 24 Reflexiones acerca de los cálculos y puntos principales que contiene la Memoria presentada al Soberano Congreso Mexicano por la Comisión de Hacienda sobre la renta del tabaco. Imprenta de D. Mariano de Zúñiga y Ontiveros, calle del Espíritu Santo. México, 1822. 25 Memoria de la Comisión… p. 2 reconstitución y que inconvenientes traería la decisión final para el gobierno26. En cuanto a la primera cuestión, se dejaba claro que la permanencia del estanco forzosamente implicaría un obstáculo al comercio y a la población ya que la renta suponía la restricción a la explotación, manufactura y venta de un producto lo cual era injusto, inmoral y ruinoso hacia la riqueza pública27. Sin embargo, aún tomando en cuenta las ‘injusticias’ que la renta implicaba, la memoria señala que esta renta debía de subsistir pues esto era “justo y necesario” para el erario público, sumado a que, como en términos reales la renta ya no existía como tal, el estado debía crearla nuevamente bajo distintas reglas operativas menos perjudiciales. Estas nuevas reglas supondrían la no existencia de un estanco ya que esto no haría otra cosa que incrementar las responsabilidades y los gastos del estado, sumado a la obstaculización del comercio que con ello se generaría28. La Memoria proponía que el cultivo, manufactura y venta del tabaco se liberaran pues, en caso de que no se hiciera ningún arreglo fiscal especial, se calculaba que por el pago en aduanas y alcabalas, el tabaco podría generar más de 3 000 000 de pesos anuales. Es más, proponía la comisión, si sumado al pago de impuestos interiores se establecía una cuota fija para este artículo, el gobierno podría obtener recursos superiores a los 5 000 000 de pesos anualmente, lo cual significaría una cantidad de recursos muy considerable para el erario sin detrimento de sus finanzas29. A esta propuesta solo se le atribuía un inconveniente: la suerte que tendrían los trabajadores de las fábricas. Sin embargo este problema tendría solución con el paso del tiempo ya que una vez que quedara liberado el cultivo se establecería un número suficiente de fábricas que emplearían a los trabajadores, y para fines de 26 Ibíd. p. 5 27 Ibíd. p. 6 28 Ibíd. pp. 8-9 29 Ibíd. pp. 15-16 regulación, el gobierno podría emplear a un número significativo de estos empleados para estos fines30. La comisión resumió su propuesta señalando que “las circunstancias actuales no pueden ser mas favorables para el desestanco del tabaco, que exigen tan vigorosamente la razón, la economía y la justicia, según va dicho; hoy el estanco no existe en sustancia, los pueblos y el contrabando lo arruinaron y no hay con que restablecerlos; hoy el Imperio renaciente y constituyéndose proporciona y facilita sistemar de nuevo las contribuciones antiguas; hoy, en fin, hay mucho á que destinar los empleados cesantes; con que si alguna vez ha de desestancarse el tabaco nunca mejor que en la actualidad”31. Para concluir el trabajo, la Comisión propuso la publicación de un bando que constaría de 17 artículos en los cuales se dejaría clara la liberación del estanco y las formas en las que éste habría de operar. Si bien aparentemente la propuesta de libertad de producción y comercio del tabaco era viable y lucrativa, el Dictamen (que posteriormente se realizó a esta memoria) declinaba su propuesta. Este Dictamen argumentaba que el estanco era viable y debía permanecer como tal, ya que lejos de tratarse de una medida injusta e inmoral, suponía el éxito del cultivo ya que la restricción en la siembra estaba relacionada con la productividad de la tierra por lo que de liberarse el cultivo el producto que se obtendría sería sumamente heterogéneo y de mala calidad, lo cual haría poco probable sucomercialización a nivel internacional como lo suponía la Comisión de Hacienda32. El Dictamen optó por proponer la continuidad del Estanco con arreglo a una propuesta de decreto. Si bien en el caso del Dictamen no hay cálculo alguno sobre los recursos que el gobierno obtendría de la permanencia del estanco, si deja claro que estos serían 30 Ibíd. pp. 18-19 31 Ibíd. p. 19 32 Dictamen que sobre… pp. 9-10 mucho mayores que los que calculaba la Comisión33. Pero si de debatir la memoria se trata, la reflexión que sobre ella se realizó nos proporciona una visión más crítica que el Dictamen, ya que está no solo desechó la posibilidad del desestanco, sino que argumentó que los cálculos en los que se baso al Comisión eran totalmente erróneos34 lo que hacía que su propuesta fuera irrealizable. En las Reflexiones se menciona que los recursos que se obtenían de la renta del tabaco durante la colonia no hubieran sido posibles sin la existencia de fábricas administradas por el estado, ya que éstas (contrario a lo mencionado en la memoria), generaban recursos de la manufactura y eran altamente productivas35. En el mismo documento se cuestionó las ventajas que otorgaría el desestanco para la obtención de recursos por la vía del comercio exterior que se desprendería de este producto. Pues en dichas Reflexiones se menciona que aún las zonas permitidas por el estanco generaban un tabaco de baja calidad comparado con el que se podía obtener en el mercando internacional lo cual hacía del tabaco mexicano un producto poco competitivo, pues sumado a la calidad, los costos de producción también suponían una brecha significativa36. Después de declinar todas las propuestas de la Memoria, este texto se inclinó por la permanencia del estanco y calculaba que éste podría generar hasta 5 000 000 de pesos anuales sin necesidad de invertir mayores recursos de momento37. Es posible suponer que el gobierno pudo haber optado por esta opción, entendiéndose por ella, tanto la reorganización de la renta o la permanencia del estanco, en lugar de la emisión. Pues los recursos que obtendría serían superiores a los que el papel moneda podría proporcionar, además de lo cual se trataría de una 33 Ibíd. p. 10 34 Reflexiones acerca de… pp. 3-5 35 Ibíd. pp. 7-12 36 Ibíd. pp. 19-23 37 Ibíd. pp. 36-37 fuente de recursos constante y no de una medida de corto plazo. Sin embargo, esto es debatible ya que por bando, decretado los días 23 y 26 de noviembre de 1822, el gobierno imperial autorizó la continuidad del estanco. La medida no reflejó las bondades que se le atribuían en los trabajos señalados, por lo que se puede suponer que, como había sido señalado en las Reflexiones, parte importante de los cálculos tenían errores y por ello los resultados no fueron compatibles con lo planeado. Sumado a ello, si bien se planeaba que de continuar el estanco el erario no tendría que destinar a este ramo una cantidad considerable de caudales, lo cierto es que la renta requería de una reinversión de capitales para hacer de ella una fuente significante de recursos. Este era un punto ausente en el bando de noviembre pues si bien se decretaba la continuidad del estanco, se planeaba la liberalización del cultivo para el año de 1825 y en ningún artículo se contemplaba la reinversión de caudales en dicho ramo. Por esta razón nos parece conveniente argumentar que de haberse reorganizado –capitalizado- la renta del tabaco, la emisión pudo no haber sido necesaria, pero esta reorganización necesariamente debía acompañarse de alguna medida que proporcionara los recursos necesarios para invertirlos en esta renta. Como hemos visto el gobierno se encontraba en quiebra por lo que esta opción no pudo ser operativa. En lo que concierne al ámbito impositivo, se ha visto que en un primer momento la administración imperial optó por la reducción de las tasas de exacción, pero esta medida se había cimentado en el supuesto de que la población socorrería a la manutención del aparato estatal, en especifico en lo que tocaba a los costos de la institución armada. Sin embargo, esto no ocurrió por lo que el gobierno volvió a los impuestos incrementando las tasas alcabalatorias, hecho que inconformó a la población y que no resolvió los problemas ya que la capacidad de captación fiscal del imperio probó ser muy limitada. En este sentido, se observa que las opciones del gobierno en lo tocante a la política fiscal no eran viables y no ofrecieron la solución deseada a la penuria de la hacienda pública. Por otro lado, las opciones del gobierno, en el ámbito de la obtención y captación de créditos mediante la deuda pública, tampoco ofrecían una solución real a los problemas de déficit. La falta de garantías y legitimidad necesarias para que el gobierno fuera un agente sujeto de crédito limitaban las posibilidades de captación de recursos por esta vía. Por esta razón la administración imperial volvió a las viejas prácticas mediante el establecimiento de préstamos y donativos, voluntarios en un primer momento, pero luego, debido a la baja respuesta del público, forzosos. La posibilidad de obtener préstamos de las élites ya no era viable, debido a que esta vieja práctica dependía de un delicado juego de intereses que había caracterizado las relaciones entre la Corona y las clases adineradas durante el virreinato. Por otra parte, debido a la bancarrota del erario, la cantidad de recursos que se podían obtener con esta práctica, después de 1821, era bastante limitada. Sin embargo esta medida aún tenía cierta funcionalidad y por ello, por medio de la Gaceta Imperial, podemos observar como estos préstamos continuaron fluyendo, pero de forma moderada y muy limitada, proporcionando tan solo un monto que sumo 34 000 pesos en marzo de 182338. En un primer momento, junio de 1822, se libró orden para que el Consulado entregara los fondos que tuviese en existencia hasta llegar a al suma de 400 000 pesos39. Posteriormente, por bando de 5 de noviembre, se estableció un préstamo forzoso de 2 800 000 pesos, los cuales se mencionaban eran indispensables para cubrir los gastos públicos hasta fines de ese año. Este préstamo se realizaría mediante la consignación de caudales privados, los cuales serían reintegrados en cuanto el 38 Gaceta del Gobierno Imperial de México, Tomo II, Núm. 7, martes 18 de marzo de 1823 39 Ibíd. Núm. 56, jueves 20 de junio de 1822. erario estuviera en posibilidades de hacerlo40. Sin embrago este préstamo fue suspendido y los caudales obtenidos de él se devolvieron. Cabe mencionar que la emisión fue justificada precisamente por esta medida, pues se señalaba que el papel moneda permitiría el cumplimiento que el déficit del presupuesto, debido a los pagos de este último préstamo forzoso, arrojaba. De otro lado, los ajustes presupuestarios que la administración imperial podía realizar para reducir su déficit, tampoco eran operables, ya que el gasto mayor al cual se enfrentaba el erario público se desprendía del sostenimiento de la institución armada, sector estratégico para el gobierno debido no solo a la existencia de grupos opositores al poder en el país, sino también a la necesidad que Iturbide tenía de esta institución para asegurar su permanencia en el poder, debido a sus problemas y constantes desacuerdos con el Congreso. La reducción de los gastos en el resto de la administración tampoco era realizable, pues los servidores del estado comenzaban a inconformarse debido a la demora en sus pagos y a la atención prioritaria que el gobierno daba a la milicia. Por ello, el recorte del gasto público no era una herramienta factible de usar por el gobierno. Finalmente, en lo que toca a la aplicación de medidas monetarias, existíanvarias opciones que podría haberse añadido a la emisión de papel moneda. En primer lugar la acuñación de moneda menuda de cobre, instrumento que hubiera tenido menores inconvenientes que el papel, debido a la alta denominación de este instrumento, lo cual limitaba su utilización. En atención a lo señalado en el proyecto de creación de un Banco Nacional en el imperio41, esta acuñación de cobre se vería acompañada de un plan de hacienda ad hoc, que permitirían sanear la hacienda pública. Sin embargo, como veremos en el capítulo siguiente, esta medida era 40 Ibíd. Núm. 125, jueves 14 de noviembre de 1822. 41 El Fanal del Imperio Mexicano bastante ambiciosa y requería que el gobierno contara con un alto consenso entre la población y los grupos de poder. Como hemos visto, el gobierno imperial careció de esta estabilidad necesaria por lo que la emisión de moneda de cobre y el cumplimiento del ambicioso plan de hacienda que se propuso para acompañar a esta medida tampoco eran opciones reales para el gobierno. Sin embargo, la medida no fue desechada del todo, pues el gobierno imperial autorizó la creación de medio millón de pesos en metal de calamina, la cual sustituiría a la vieja moneda de cobre y cuyo valor sería el de una cuartilla, un octavo, un dieciseisavo y un treintaidosavo de real42. No obstante, ello no tenía mayor objetivo que el de sustituir la antigua moneda de cobre, y su creación se decretó posterior al bando de emisión. En realidad, la única alternativa viable que tenía el gobierno era la emisión, aunque este experimento también ofrecía grandes retos. Para empezar sería la primera vez que el gobierno introduciría un medio fiduciario43, de forma obligatoria y general, a la circulación en un contexto de una economía basada en un patrón metálico bastante rígido44. Sumado a esto, la disposición se concebía como un recurso de última instancia para que el gobierno contara con los caudales necesarios para el cumplimiento de sus primigenias obligaciones. Podría esperarse que la medida no tuviera gran apoyo por parte de la población, pero contrario a lo esperado y a la suerte que habían tenido la mayoría de las disposiciones decretadas por el gobierno imperial, esta medida no solo se decretó. El papel moneda se emitió, circuló y operó sin mayores complicaciones y de hecho, a los cuatro meses de su decreto casi había salido por completo de la circulación. Esto 42 Gaceta del Gobierno Imperial de México, Tomo I, Núm. 18, sábado 8 de febrero de 1823. 43 Representación de valor con ínfimo, o ningún, valor intrínseco y que es aceptada debido a que cuenta con el respaldo de una institución, en este caso, del gobierno, pero que por si misma y pos sus cualidades físicas no representa valor alguno. 44 Para más detalle véase: Marichal, Carlos (1999) y Romano, Ruggiero (1998) es, el papel moneda se creó con la premisa de que sería un mecanismo temporal que saldría de la circulación al cabo de un año, sin embargo para el mes de marzo de 1823 ya se habían amortizado casi dos millones de pesos. Esto es sorprendente pues esta cifra podría ser utilizada como un indicador del nivel y monto de transacciones, es decir, debido a que el papel moneda solo se aceptaba en un tercio de las transacciones podemos suponer que el monto de las transacciones –con valor superior a tres pesos- realizadas entre los particulares y el gobierno –impuestos, rentas y demás pagos al erario público- durante los últimos días de diciembre de 1822 y marzo de 1823 fue de al menos 6 000 000 de pesos. Conclusiones preliminares Sin duda, el escenario bajo el que se efectuó este primer experimento de emisión de papel moneda no era muy alentador, ya que había una serie de problemas diversos al interior de la administración imperial, los grupos de poder ejercían una presión importante sobre el gobierno; los gastos militares eran un lastre para las finanzas públicas; la esfera de la producción se encontraba sumamente deteriorada; la salida de capitales limitaba los recursos disponibles; la política fiscal en un primer momento respondió a las expectativas de la población, pero debido a la penuria de la hacienda pública se retornó a las contribuciones y al establecimiento de préstamos y donativos; todas estas cuestiones inconformaron a la población y a los grupos de poder. Las opciones que tenía el gobierno para hacer frente a la crisis de las finanzas públicas eran limitadas, y los costos políticos que cada una de ellas suponía eran bastante elevados. El gobierno de Iturbide optó por la emisión, y si bien no sabemos si en lo tocante a su origen primitivo de contribuir al saneamiento de las finanzas públicas la medida arrojó resultados positivos, como veremos posteriormente, en lo tocante a su operación la disposición fue en buena medida exitosa. CAPÍTULO II LOS PROYECTOS BANCARIOS: ¿UN ANTECEDENTE DE LA EMISIÓN? El martes 31 de diciembre se publicó, en la Gaceta Imperial de México, el bando que, con fecha 20 de diciembre de 1822, autorizaba la creación de 4 millones de pesos en papel moneda los cuales sólo circularían durante el año de 1823. El decreto de emisión fue resultado de los trabajos de la Comisión de Hacienda de la Junta Nacional Instituyente y formaba parte del plan diseñado para la reorganización de la hacienda pública mexicana. Si bien el proyecto de emisión formalmente fue resultado de los trabajos de la Comisión de Hacienda, en realidad éste fue consecuencia de un largo proceso de discusión sobre la definición de la moneda, los problemas de falta de numerario en el país y la crisis que atravesaba el erario. Esto lo sabemos por las discusiones que pueden encontrarse en los medios impresos de la época y, en específico, en la publicación de dos proyectos bancarios que, creemos, contribuyeron de forma sustancial a la elaboración del proyecto final de emisión debido a que en sus discursos encontramos las bases y algunas propuestas literales que quedaron reflejadas en el decreto de diciembre de 1822. Más aún, como veremos adelante, tenemos noticia de la comunicación que hubo entre Tamariz, autor del segundo proyecto, y el secretario de Hacienda, lo cual comprueba esta contribución. El primer proyecto se publicó en El Fanal del Imperio Mexicano y planteaba la necesidad del establecimiento de un “Banco Nacional” el cual tendría la misión de: … salir de un golpe de todos los ahogos que nos cercan, y obrar en el cuerpo político una cura completa y radical, qual jamás ha sido soñada por ninguno de los legisladores antiguos y modernos, que, á pesar de todas sus buenas intenciones, no han hecho mas que precipitar á la especie humana por el derrumbadero de la felicidad, no hay mas que organizar un banco nacional, capaz de sacar á la nación mexicana del abismo de miseria en que la han dexado gimiendo los españoles, y que derramando por todas partes la comodidad y la abundancia entre todos los habitantes del imperio, aisle enteramente al despotismo de todos sus instrumentos natos, que son todos los hombres menesterosos; que tan fácilmente se le venden por una racion miserable para servir á la opresión del resto de sus conciudadanos1. (sic) El segundo proyecto, publicado por Francisco de P. Tamariz, proponía la creación del “Gran Banco del Imperio Mexicano”, cuya finalidad, similar a la anterior, era: …fixar el crédito público, y atender al engrandecimiento de este opulento Imperio, que de ninguna manera debe ser un mercenario de ninguna Potencia européa, cuando la felicidad de ellas pende de esta, y particularmente, cuando buscar numerario en ellas les costaría los mayores sacrificios en sus intereses…2 (sic) Se puede observar, que ambos planes tenían la intensión de sacar al gobierno de sus apuros financieros, y, simultáneamenteintentaban dar una salida al problema de la histórica escasez de medios de pago en el país pues, como señala Romano, la falta de medios de pago en México era un problema que no solo afectaba a las ‘operaciones del gran comercio’, sino también a las menudas, ‘las del mercado cotidiano’, y a las de la ‘economía del autoconsumo, la economía natural’3. Esta escasez de medios de pago suponía una serie de obstáculos al desarrollo de los negocios y a la eficiencia del aparato gubernamental, debido a que la falta de moneda obstaculizaba el pago de las contribuciones4; por ello, el autor señala que: “El conjunto de la Nueva España carece de moneda. Una carencia generalizada que no toca solamente a las capas bajas de la población”5. Este problema continuó en los tiempos independientes y, tras el desmantelamiento de las instituciones de antiguo régimen, su solución se presentaba aún más compleja, debido a los costos y obstáculos que el cambio institucional supone. Sumado a esto, y aún tomando en cuenta que una de las causas del problema 1 El Fanal del Imperio Mexicano, p.329 2 Proyecto sobre un establecimiento de papel Moneda. Oficina de don José María Ramos Palomera, 1822. p.11 3 Romano, Ruggiero (1998) p. 17 4 Ibíd. p. 105 5 Ibíd. p. 107 de la escasez de moneda era atribuible a la demanda por el peso de plata mexicano, cierto es que las ‘clases poderosas’ siempre mantuvieron una “idea política –de política económica- muy precisa que condujo a la eliminación de la moneda pequeña” –fraccionaria-6 y por ello, “casi tres siglos de vida económica en México se desarrollaron con ausencia total de moneda fraccionaria”7. Este problema era claro, y por ello ambos proyectos bancarios propusieron soluciones al respecto, las cuales, como veremos, iban desde la acuñación de ‘tlacos’ hasta la emisión de ‘cédulas’ – papel moneda-. Para entender mejor las similitudes de los proyectos y responder al cuestionamiento al que hace referencia el título del presente capítulo, es decir, si los proyectos bancarios constituyeron el antecedente del experimento de emisión, dedicaremos este apartado a detallar los puntos fundamentales de cada proyecto. El primero, propone la emisión –acuñación- de tlacos –moneda menuda de ínfimo valor intrínseco- y, el segundo, la emisión de haré buenos, -cédulas endosables pagaderas a la vista y al portador es decir, papel moneda-. Con esto, pretendemos no sólo entender el origen y antecedentes del experimento de emisión, sino también comprender un proceso más complejo que el de una simple emisión producto de una coyuntura económica: se trataba del cambio en la concepción de las representaciones de valor y la operación de las políticas económicas y monetarias. Cabe mencionar que el estudio de los proyectos bancarios es un tema pendiente en la agenda de investigación8 y no es nuestro objetivo realizar un análisis a fondo sobre esta temática. Lo único que pretendemos aquí, es analizar dos proyectos que, como intentaremos comprobar, contribuyeron de forma sustancial al decreto de emisión de 1822. 6 Ibíd. p. 134 7 Ibíd. p. 133 8 Sobre este tópicos son interesante los aportes de Covarrubias (2000), Capítulo III. Los dos proyectos que comentaremos estaban destinados a cubrir la falta de medios de pago y resolver los problemas financieros del erario público, los cuales eran resultado de la poca eficiencia registrada por la Hacienda Pública tras la desmantelación del aparato fiscal colonial y de las presiones que la deuda pública imponía. Pero también es válido, como se ha señalado, dudar sobre este único objeto de la medida ya que ésta no era la única alternativa que el gobierno tenía, y, por el contrario, se trataba de una solución bastante arriesgada que, en los hechos, podría agravar el problema de la circulación en mayor detrimento de la población. De esta forma, el experimentó tenía más de una razón en contra y sus expectativas de operatividad eran muy reducidas. Por ello, pensar que el proyecto tenía mayores pretensiones no necesariamente resulta errado y esta idea adquiere mayores dimensiones si adelantamos que su amortización se realizó con un nuevo papel, el de ‘bulas’, y esta fue ‘aparentemente’ exitosa. Por este motivo, creemos que la evaluación historiográfica de este experimento requiere ser matizada pues el adjetivarla como un “fallido intento [por] introducir papel moneda en México” ó como el “fracaso […] impulsado por el gobierno de Iturbide”9 no es del todo correcto ni refleja sus impactos históricos más trascendentes. Posteriormente desarrollaremos esta idea con mayor profundidad, pero por ahora, adentrémonos en el análisis de estos dos proyectos de establecimiento de bancos y veamos si realmente, como sugerimos, se puede argumentar que constituyeron un antecedente del experimento de emisión imperial. II. 1. El establecimiento de un Banco Nacional 9 Bátiz (1987) p. 16 y Covarrubias, (2000) pp. 91-93 El 15 de mayo de 1822 se publicó el primer y único tomo de El Fanal del Imperio Mexicano, una miscelánea política que, al igual que los folletos y otros medios impresos que se editaron en la época, pretendía analizar una serie de propuestas, retos e ideas que giraban en torno a la soberanía nacional, las obligaciones del nuevo gobierno, las atribuciones del congreso, las condiciones de vida de la población, y todas aquellas preguntas y sugerencias que nos podemos imaginar se suscitan en el contexto de formación de una nación y su nacimiento a la vida independiente. Los problemas que se debían resolver eran vastos y tan diversos como las posibles soluciones que se presentaban, pero cierto es que un problema en particular era el que más peso tendría: la situación financiera del estado. La reforma de las finanzas públicas estaba marcada por la complejidad de la transición de un sistema colonial vinculado a las finanzas de la metrópoli al de un sistema eficiente de nación independiente que se deseaba fuese bien administrado y coordinado. Esta no era una tarea sencilla debido a los obstáculos y costos que este representaba y, principalmente, debido a la urgencia de su definición y establecimiento. En este contexto es donde situamos la propuesta de establecimiento de un “Banco Nacional” cuya misión, de acuerdo son sus autores, sería la de resolver los problemas de medios de pago, contribuir a la recuperación de la soberanía nacional y fungir como agente recaudador del país. Como se puede ver, los objetivos eran ambiciosos y por ello difíciles de alcanzar. Sin embargo la propuesta resulta sumamente interesante e innovadora, sobre todo si tomamos en cuenta que el proyecto incluía la emisión de dos millones de pesos en ‘tlacos’ (una moneda de ínfimo valor intrínseco fabricada de latón o tumbaga –una aleación de cobre con zinc-). Esta emisión, tendría el objetivo de resolver los problemas de insuficiencia de medios de pago en el país, terminando con la degeneración que los tlacos, cuartillas y pilones (representaciones de valor fabricadas por los particulares sin garantía alguna) imponían sobre la población y el financiamiento satisfactorio de los mercados. Cabe mencionar que este proyecto bancario ha sido analizado por Covarrubias. Sin embargo nuestra lectura sobre sus propuestas son distintas a las presentadas por el autor ya que el análisis que este ofrece, parece subestimar la propuesta de emisión de moneda menuda, cuestión entendible dada la temática abordada por el autor10, punto que, desde el enfoque de nuestro estudio es fundamental pues ésta propuesta de emisión no sólo representa una solución al problema de escasez de medios de pago, sino también una de las alternativas del gobierno para hacerse
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