Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
El simbolismo de la Cámara 3 1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS POSGRADO EN ANTROPOLOGÍA EL SIMBOLISMO DE LA CÁMARA 3 DEL TEMPLO MAYOR DE TENOCHTITLAN T E S I S QUE PARA OPTAR AL GRADO DE MAESTRA EN ANTROPOLOGÍA P R E S E N T A ALEJANDRA AGUIRRE MOLINA TUTOR DE TESIS: DR. LEONARDO LÓPEZ LUJÁN CIUDAD DE MÉXICO 2009 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. El simbolismo de la Cámara 3 2 Índice 1. La Cosmovisión mexica en el Templo Mayor de Tenochtitlan El concepto de simbolismo 8 El simbolismo del Templo Mayor de Tenochtitlan 16 La cosmovisión mexica 17 2. Las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan Significado y función de una ofrenda 23 Tipo de ofrendas depositadas en el Templo Mayor de Tenochtitlan 27 Importancia del estudio de las ofrendas 31 Importancia del estudio de la Cámara 3 32 3. El estudio de la Cámara 3 en su contexto arquitectónico Ubicación y detección de la ofrenda 36 Excavación y registro 40 El contenido 44 Conservación de los materiales in situ 71 Ofrendas asociadas 74 4. Los dones de la Cámara 3 Objetos manufacturados en piedra verde -Figuras antropomorfas 80 -Figuras zoomorfas 84 -Máscaras antropomorfas 87 -Pendientes 109 -Cuentas 110 -Orejeras 113 -Pedacería de piedra verde 114 Objetos manufacturados en basalto -Cetro chicahuaztli 116 -Escultura de Xiuhtecuhtli 118 -Tambores (teponaztli) 120 -Cajete con decoración en bajorrelieve 121 Objetos manufacturados en travertino -Lápida con la representación de Tlaltecuhtli 122 -Deidad del pulque 127 -Figuras zoomorfas 128 El simbolismo de la Cámara 3 3 Objetos manufacturados en cerámica -Ollas efigie de Tláloc y Chicomecóatl 129 -Cajetes 134 -Flautas 135 Objetos manufacturados en concha -Círculos con espiral incisa 136 -Pendientes 137 -Las lagartijas 139 -Las ranas 140 -Los peces 141 -Los escarabajos 142 Objetos manufacturados en copal -Figuras antropomorfas 143 -Bolas de copal 144 Objetos manufacturados en hueso -Punzones 145 Objetos manufacturados en pedernal -Cuchillos 149 -Cetro en forma de serpiente 150 Objetos manufacturados en metal -Cascabeles de cobre 152 Restos Óseos -El puma 154 5. Análisis de la ofrenda El simbolismo de Tláloc entre los mexicas -Aspectos etimológicos de Tláloc 157 -Atributos iconográficos de Tláloc 158 -La morada de Tláloc 160 Rituales de oblación dirigidos a Tláloc y descritos en las fuentes históricas 163 El simbolismo religioso de la Cámara 3 (como concepto de cueva) 169 El simbolismo de la montaña 175 Qué representa la Cámara 3 en conjunto con las ofrendas 48 y 85 176 Conclusiones 179 Bibliografía 184 El simbolismo de la Cámara 3 4 Introducción El Museo del Templo Mayor, es el depositario de una inmensa colección de materiales arqueológicos, procedentes de diversas ofrendas que han sido excavadas por el Proyecto Templo Mayor, a lo largo de 30 años. Uno de los depósitos más grandes encontrados hasta la fecha, ha sido el de la Cámara 3, ofrenda que contenía una gran cantidad de objetos lujosos y suntuarios, y que es el motivo del presente estudio. Se han hecho pocos estudios integrales sobre las ofrendas localizadas en el Templo Mayor y en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan, en los que se haya tratado de explicar el simbolismo de las mismas, entre dichos trabajos destacan los siguientes: el de Leonardo López Luján (1993) sobre las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan, quién hace un estudio global de todas las ofrendas excavadas hasta ese momento, y quién por medio de matrices de datos agrupa dichas ofrendas por similitudes en objetos depositados. Basándose en esto hace una propuesta de interpretación de las mismas. El de Juan Roman Berrelleza (1986) quién hace un análisis dentro de la antropología física, sobre la ofrenda 48 donde se encontraron los esqueletos de 42 niños que fueron degollados, está ofrenda fue depositada directamente sobre la Cámara 3. El de Laura del Olmo sobre la ofrenda 98 quién expone de manera detallada cual fue el contexto de esta ofrenda, cómo se realizo el registro y cual fue la técnica de recuperación de los datos arqueológicos, además de realizar un catálogo de las piezas en ella localizadas, analiza también la procedencia, tecnología y función simbólica de dichos objetos como un medio de aproximación a la economía, la política y la cosmovisión mexica, pero sin lograr determinar el porqué de la deposición de esta ofrenda. El de Guillermo Ahuja (1982) sobre la Cámara 2 del Templo Mayor de Tenochtitlan, quién a través de los materiales localizados en ella, concluye que esta ofrenda es un modelo a escala de Tlalocan paraíso acuático donde reside Tláloc. El de Adrián Velásquez (2000) que se enfoca específicamente en el simbolismo de los objetos de concha localizados en las ofrendas de Templo El simbolismo de la Cámara 3 5 Mayor. El de Ximena Chávez (2007) quien analiza los rituales funerarios en el Templo Mayor a través de las ofrendas que contenían restos humanos cremados. El objetivo de la mayoría de estos trabajos fue analizar determinados materiales que fueron depositados en algunas de las ofrendas localizadas en el Templo Mayor y a través de ellos dar una propuesta de interpretación sobre el simbolismo de dichos depósitos. La Cámara 3, junto con las ofrendas 48 y 85, forma parte de una secuencia de ofrendas depositadas en el interior de un pequeño adoratorio que estaba integrado a la plataforma del Templo Mayor de Tenochtitlan. El problema a resolver es la resolución del significado de dicha deposición, y su interpretación simbólica, la cual, se dará a través del estudio de su contexto y de los materiales en ellas depositados; apoyándonos en la información que aportan las fuentes documentales, las representaciones pictóricas y el estudio de la cosmovisión mesoamericana. Los significados de los depósitos, derivan de la contextualización, de principios religiosos que desde el punto de vista simbólico se expresan a través de los objetosen las dimensiones espacial y temporal. Pretendemos la reconstrucción de la lógica interna generada por la cultura mexica, analizando y reconstruyendo los sistemas asociados a la organización del cosmos y cómo se daba la intervención humana en el universo natural, el ciclo ritual asociado al calendario, el manejo de los recursos naturales, la organización social. Haciéndose también analogías entre diferentes sociedades mesoamericanas y más allá, etnográficas con cultos parecidos que perduran hasta la fecha. Siguiendo la línea metodológica de Geertz (2000: 117), quien primero propone analizar el sistema de significaciones representadas en los símbolos (sistema que representa la religión) y, posteriormente trata de referir estos sistemas a los procesos sociales y psicológicos. Las sociedades contienen en sí mismas sus propias interpretaciones, solamente hay que aprender la manera de tener acceso a ellas. Hay que construir una red de las relaciones entre las prácticas religiosas y sus objetos rituales a partir de un sistema de semejanzas. Intentamos tal como lo han hecho otros trabajos referentes a las ofrendas depositadas en el Templo Mayor de Tenochtitlan, correlacionar el contexto El simbolismo de la Cámara 3 6 arqueológico con las descripciones históricas de ceremonias rituales que pudieron dar origen a dicha deposición, cotejándolo con las características simbólicas del edificio y con otros depósitos similares, que hayan sido tanto contemporáneos a la Cámara 3, como actuales. Se propone como hipótesis que la Cámara 3 es la representación a escala de una cueva la cual tenía una función análoga al Tlillan que es donde moraba la diosa Cihuacoatl, y que en conjunto con las ofrendas 48 y 85 formó parte de importantes rituales cuyos fines perseguían la obtención de lluvia para combatir la época de sequía que los acosaba. En el primer capítulo tratamos tanto el concepto de simbolismo, como la cosmovisión mexica y el simbolismo del Templo Mayor, que nos ayudará a entender el discurso oculto en esta ofrenda y es un punto fundamental para abordar el problema del simbolismo general de la misma, en donde se sintetizan los planteamientos de algunas corrientes teóricas que se han dedicado a este tema y también de lo que al respecto refieren las fuentes escritas. En el segundo capítulo abordamos el tema de lo que es una ofrenda y cuales son los tipos de ofrenda que se han encontrado en el Templo Mayor de Tenochtitlan, consultando las diferentes publicaciones que al respecto han referido los investigadores del sitio, con la finalidad de ver las diferencias y similitudes que existen entre la ofrenda que nos ocupa y otras que también fueron depositadas en este edificio. En el tercer capítulo se describe el contexto arqueológico en el que se encontró la ofrenda, con cuestiones tales como dónde fue localizada, cómo fue excavada, qué objetos contenía, qué procesos de conservación se llevaron a cabo en los mismos y qué ofrendas se encontraron asociadas a la Cámara 3. En el cuarto capítulo se presenta una síntesis de todo el análisis del material proveniente de la Cámara 3, para ver a través del simbolismo y asociaciones entre los objetos, el significado de los mismos. Efectuamos una propuesta de interpretación tomando en cuenta la relación que guardaban entre sí, punto muy importante que nos ayudó en la comprensión global de la ofrenda. Se El simbolismo de la Cámara 3 7 trabajó con fuentes históricas y etnográficas para definir aspectos importantes sobre el simbolismo de dichos objetos. Finalmente en el quinto capítulo damos una propuesta del posible significado de la Cámara 3, en conjunto con las ofrendas 48 y 85 que fueron enterradas de manera sucesiva (aunque en diferentes momentos), basándonos en lo que refieren las fuentes históricas y etnográficas con respecto a los rituales que se destinaban a Tláloc y a otras deidades relacionadas con la fertilidad y los mantenimientos. Tenemos que enfocarnos para el entendimiento y análisis de esta ofrenda más que a paralelismos o analogías entre símbolos a un entendimiento de los procesos naturales que conllevaron a la deposición de la misma. El simbolismo de la Cámara 3 8 Capítulo 1 La cosmovisión mexica en el Templo Mayor de Tenochtitlan 1. Concepto de símbolo Siempre se ha presentado la problemática de categorizar qué es un símbolo y cómo estudiar el fenómeno simbólico. Para interpretar ofrendas, un concepto clave es el símbolo, por lo que para fines de nuestro análisis, tomaremos en cuenta dos posturas con respecto al estudio del fenómeno simbólico. La primera de ellas, ve a los símbolos como construcciones históricamente creadas, que se encuentran en los patrones culturales y que no sólo proporcionan información para la ejecución correcta del comportamiento social y cultural en determinada sociedad; sino también modelos para los procesos de creer, sentir y comportarse. Clifford Geertz (1968: 43) ve una capacidad en el símbolo de sintetizar la cosmovisión, de resumir el conocimiento que un grupo o individuo tiene sobre el mundo. Para él la cultura puede definirse como un sistema en interacción de signos interpretables. El papel de la antropología, dice, es desentrañar las tramas de significación que el hombre ha creado, en las que vive inserto y las cuales se almacenan en símbolos. Evon Vogt (1995: 22-25) también ve a los símbolos como depósitos de sabiduría ancestral que una sociedad considera dignos de transmitirse a otras generaciones. Dicho de otra manera, los símbolos para este autor serían conjuntos de mensajes acerca de algún sector de la vida natural o social. Estos mensajes rituales a menudo están cargados de eficacia mágica. De este modo, los símbolos son depósitos de poder. Los símbolos rituales importantes siempre tienen una gama de significados; siempre son multifacéticos o multivalentes con un abanico o un espectro de significados. A su vez cada ritual tiene su propia El simbolismo de la Cámara 3 9 teleología, tiene sus fines explícitos, y los símbolos instrumentales pueden ser considerados como medios para la consecución de esos fines (ibid: 35). Los símbolos rituales muestran propiedades como condensación, escalamiento y enmarcamiento. La condensación significa que un solo símbolo está saturado de significados tanto cognoscitivos como emocionales, es decir, muchas cosas y acciones sintetizadas en una representación. El escalamiento se refiere a los modelos en pequeña o gran escala de realidades o categorías culturalmente percibidas. De hecho, la Cámara 3 es un modelo a escala o en miniatura de un concepto más grande. Mientras que el enmarcamiento sirve para enfocar la atención, es decir, el marco es un lapso de tiempo, como los días del calendario ceremonial, el momento de plantar o cosechar el maíz, el comienzo o el fin de las lluvias, etc (Vogt, 1995: 28-30). Por otra parte, Víctor Turner (1999: 21) señala que los símbolos rituales son aquellos que conservan las propiedades específicas de un ritual. El ritual para este autor es una conducta formal prescrita, en ocasiones, no dominada por la rutina tecnológica y relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas. El símbolo para él es la más pequeña unidad que dicho ritual conserva. El ritual puede expresar y regenerar el orden social, al mismo tiempo que parece imitar las normas y los valores básicos de una sociedad. Las diversas culturas pueden ser vistas como códigos simbólicos que programan sistemas de categorización, comunicación e intercambio. Los símbolos rituales a menudo muestran una bipolaridad de significación, por un lado, ideológica, de transmisión de normas y valores que rigen la conducta; por el otro sensorial, de transmisión de significados emocionales, siendo éste elcaso de la ofrenda que nos ocupa, pues responde a una conducta ritual. Turner (ibid: 23) indica que la significación del hecho simbólico debe considerarse en términos de tres niveles: 1) la significación exegética (interpretación endógena nativa), 2) la significación operacional, es decir, el uso y 3) la significación posicional (es decir, las relaciones estructurales entre los símbolos). El simbolismo de la Cámara 3 10 Para Geertz y Turner las culturas son sistemas de símbolos y de significados compartidos. En este caso el significado del símbolo no se remonta a las operaciones mentales, sino a la acción misma, a la praxis simbólica. Por otra parte, encontramos una segunda postura que indica que todos los símbolos son interpretados según un código y todos los humanos lo comparten sin advertirlo. Autores como Dan Sperber (1988: 31) refieren que el dispositivo simbólico obedece entonces a reglas inconscientes y descansa sobre un conocimiento implícito. Aunque las formas universales del simbolismo difieren de una sociedad a otra, y varían cuando esta sociedad varía. Bajo esta perspectiva el simbolismo es un sistema semiológico y no cognitivo, es decir, el código es igual para todos. Adquirir un dispositivo simbólico conforme a la cultura en que se vive no consiste en sólo tratar simbólicamente materiales de esta cultura, sino en tratar materiales de orígenes diversos de una manera culturalmente determinada (Sperber, 1988: 75,115). El simbolismo utiliza como señales elementos, actos o enunciados, que existen y se interpretan también independientemente de él. Los símbolos varían según la cultura, el individuo y la situación particular. La interpretación propiamente simbólica no depende del comentario exegético tan a menudo ausente, sino de un saber inconsciente, universalmente compartido (Ibid: 47). Los elementos simbólicos organizan la representación mental de conjuntos de los que forman parte. Este es un punto de vista muy similar al de Levi-Strauss (1972: 10), quien indica que la naturaleza del contexto cultural en la que la mente opera también influye sobre la estructuración simbólica de las personas, donde es muy posible que las mismas características del medio hayan sido dotadas de significados diferentes, escogiéndose, de igual manera, características diversas para cubrir idénticos propósitos. Dicho de otra manera, al entrar en el cerebro cualquier aspecto visual es codificado. Entonces lo simbólico es inherente al ser humano y la sociedad codifica de acuerdo con la cultura. Las culturas serían entonces sistemas de símbolos compartidos, siendo algunos rasgos distintivos de la ecología los que se seleccionan. Es imposible establecer de antemano cuáles de ellos lo serán y a qué usos serán destinados, es decir, el material simbólico El simbolismo de la Cámara 3 11 significante lo ofrece el medio ambiente. Pero el significado de éste no va a ser siempre el mismo, pues en otras poblaciones bajo condiciones iguales de vida, se pueden conformar otro tipo de estructuras sociales. Hay verdades abstractas, cuya traducción sensible es el símbolo, el cual no tiene una traducción literal, sino que, como ya se indicó, puede expresar varias ideas. De hecho un buen número de objetos simbólicos son de carácter dual, es decir, masculinos o femeninos, de carácter seco o húmedo, duro o blando, etcétera. Hay muchos elementos rituales que provienen del medio ambiente y se emplea el símbolo para abreviar o sintetizar cosas en la naturaleza. Por ejemplo en las poblaciones mesoamericanas, la cosmogonía se basa en hechos lógicos y estas poblaciones de lo material parten hacia lo simbólico mediante la observación de la naturaleza, construyendo a partir de ahí todo un aparato simbólico. Es por esto que en varias sociedades prehispánicas las personas que observaron los mismos fenómenos muchas veces construyeron aparatos simbólicos similares. Entonces empíricamente vamos armando concepciones similares con base en los hechos observados, ya que estructuramos con la misma lógica; el pensamiento siempre representa y organiza las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza. Es por esto que esta última corriente es de gran importancia para nuestra definición de símbolo y nos interesa examinar aquí, en líneas generales dichas propuestas. En mi opinión, los símbolos no pueden efectivamente estudiarse de manera aislada sino en el contexto en el que aparecen funcionando. Hay que mantener el estudio de las formas simbólicas lo más estrechamente ligado a los hechos sociales concretos, pues los elementos simbólicos sugieren interpretaciones no de sí mismos, sino del conjunto del que forman parte. De hecho el simbolismo sería la práctica de representar cosas por medio de atributos, significado de objetos, eventos o relaciones. La habilidad para manipular nuestro medio ambiente por medio de sistemas simbólicos se convierte en la base del conocimiento humano y la inteligencia. El simbolismo de la Cámara 3 12 Tomando todo esto en consideración, el estudio del sistema simbólico se complica, pues aunque obedece a una dialéctica cultural e histórica; las significaciones que se le van a atribuir a dicho sistema son arbitrarias; aunque haya ciertas reglas o patrones en el hombre que hace que estructure las cosas de manera muy similar y por lo tanto dé significaciones muy parecidas, las posibilidades de abstracción son infinitas. Por este motivo, aunque el hombre trata de armonizar todos los cambios de su acción social dándoles una congruencia, las relaciones entre las condiciones generales y las relaciones que uno significa a través de esto, es decir, el campo de representaciones dentro de ciertos límites es muy variable. Hay que recalcar entonces que cada símbolo tiene que ser significado dentro de su contexto, porque en muchas ocasiones mismos significantes pueden tener significados distintos. Por ello no se puede pensar siempre en una igualdad entre forma y contenido. Por todo esto, al símbolo hay que abordarlo desde la relación cultura – sociedad, pues existen estructuras universales vistas como dispositivos mentales, y un determinismo (que es medioambiental) que en conjunto va a crear un sistema ideológico. Por estos motivos me inclino hacia un análisis estructural, para el estudio simbólico, que sólo puede tomar forma en la mente porque anteriormente su modelo existe ya en el cuerpo, pues los sistemas humanos incluyen el intercambio de materia, energía e información. Los símbolos están condicionados por la cultura y el ambiente. Tenemos los ejemplos de mitos con un mismo núcleo coherente, pero cuya significación de los elementos varía dependiendo del contexto ecológico en el que se desarrollaron las personas que crearon dichos mitos, lo que permite definir cuál deriva de cuál. El medio se refleja en ello y hay unos principios que regulan la articulación de los elementos que los conforman, como estos sistemas míticos de los cuales se puede abstraer normas de funcionamiento. Ésta es la manera de poner una relación entre el determinante ecológico y los dispositivos mentales. Como ya lo indicamos, ante condiciones iguales estructuramos de forma muy parecida; pero algunos factores van a cambiar dependiendo del contexto en el que El simbolismo de la Cámara 3 13 nos desarrollemos. Hay un principio ordenador y clasificador que estructura el hombre de la misma forma como especie; bajo este principio existe una misma lógica de pensamiento. La tradición religiosa mesoamericana, como muchas otras, tiene un sistema con un núcleo resistente caracterizado por su transformación lenta y por la posibilidad de ser modificado; es decir, las estructuras simbólicas se van a modificar de acuerdo con los cambios sociales, económicos y religiosos. Esta continuidad milenaria queda ilustrada, por ejemplo,en los ritos de propiciación de lluvia, los cuales perduran hasta la fecha en diversas comunidades y donde los conceptos de continuidad y cambio van de la mano. Como la cultura no está separada de la naturaleza, el simbolismo va de acuerdo con el contexto en el que nos encontramos. Dicho de otra manera, cada cultura selecciona los animales, plantas, minerales, cuerpos celestes y fenómenos naturales específicos a los que dota de significado y a partir de los cuales construye su sistema lógico (Levi-Strauss, 1972: 9). La mente no sólo reacciona ante el medio ambiente concreto que percibe a través de los sentidos, sino que además toma conciencia de medios ambientes que no experimenta de manera directa, y de la forma en que otras gentes reaccionan ante ellos. Todos estos medios ambientes, los presentes y los ausentes, se integran en un sistema ideológico formado por leyes mentales que se repiten una y otra vez y que se manifiestan siempre de manera similar por más diferentes que puedan ser las circunstancias geográficas. Para él todas las culturas desarrollan discursos muy particulares y notablemente homólogos entre sí, y hay bases para reconocerlos (Lévi-Strauss 1972: 26). No se limita a describir estructuras: define su sentido en relación con la función que tales estructuras desempeñan en la compleja situación problemática del hombre. Todo esto nos ayuda a entender con respecto a la deposición de esta ofrenda que se puede llegar a comprender un poco el entramado simbólico por analogías explicatorias pues como ya se indicó el sistema simbólico de las poblaciones mesoamericanas es muy parecido. La deposición de esta ofrenda El simbolismo de la Cámara 3 14 obedece a una representación abstracta de la naturaleza, solamente explicable al comprender el entorno ecológico que rodeaba a la sociedad mexica. Esta misma estructuración mental es un hilo conductor para el entendimiento de ciertos actos rituales, que vemos de manera repetitiva en la deposición de las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan. Un código de posible resolución tomando en consideración el contexto que rodeaba a esta y otras poblaciones mesoamericanas y al que nos podemos aproximar a través de un estudio estructuralista. Las ofrendas son un complicado discurso simbólico en el que hay que buscar las pautas para una correcta interpretación de las mismas. El intercambio de dones es un acto de naturaleza simbólica y repetitiva. Es un acto simbólico porque tanto los objetos intercambiados como su transferencia representan algo más que ellos mismos. Está metodología será tomada en cuenta para llevar a cabo el análisis de los objetos de la Cámara 3. Uno de los puntos importantes es que los elementos deben ser estudiados dentro del contexto en el que se encuentran funcionando, que corresponde al análisis simbólico estructuralista, visto en las propuestas de Levi-Strauss. El estructuralismo ve aquellas estructuras que se prestan para el intercambio entre los hombres por el hecho de la significación, ve la relación del signo con el significante. Por este motivo, nos servirá como método para llegar al desciframiento de la ofrenda, pues todos los sistemas culturales son lenguajes con una estructura de código, las ofrendas tienen esta estructura y es lo que hay de común entre el modelo y el sistema representado. Dicha estructura separa al objeto del caos para que pueda concebirse su representación. El análisis estructural es más bien un procedimiento para clasificar los niveles de los fenómenos sociales, para conocer las relaciones entre los fenómenos en niveles iguales o diferentes y para relacionar los modelos conscientes e inconscientes de un mismo pueblo o de varios entre sí (Leach, 1969: 13). El simbolismo de la Cámara 3 15 Las estructuras de la cultura deben revelar, mediante la investigación, una finalidad interna que le es propia. La investigación debe poner en evidencia que los fenómenos observables son el resultado del juego de leyes necesarias aunque ocultas. A través de los símbolos que están en la ofrenda, los mexicas trataron de formular, la verdadera naturaleza de las fuerzas destructivas que moran en el hombre y la naturaleza. Se procedió a la búsqueda de elementos con los cuales contrastar las significaciones que potencialmente se pensaba que existían en las posiciones y relaciones espaciales de las piezas, en el sistema simbólico total de la cosmovisión mexica. Para esto nos apoyamos en varias fuentes de información que nos permitieron ahondar en el análisis simbólico de la ofrenda, como fue el caso de las representaciones pictóricas, vistas en pintura mural, códices, etc., que nos ayudaron a identificar muchos de los objetos depositados en esta ofrenda y pertenecientes al ámbito de la fertilidad, la lluvia y el inframundo; así como las fuentes escritas (Durán, Sahagún, Las Casas, Motolinía, Torquemada, etc.) y las investigaciones de estudiosos de la religión mexica, que nos ayudaron a entender un poco el universo simbólico mexica y el significado de muchos de los elementos depositados en la ofrenda. Pues como ya indicamos, los elementos del ritual no significan nada en sí mismos; llegan a tener significado en virtud de su oposición y relación a otros elementos, y solo se pueden combinar en estructuras significativas dentro de un marco específico. Se debe saber mucho del contexto cultural antes de poder decodificar el mensaje. Muchas sociedades daban un mayor relieve a las representaciones simbólicas no lingüísticas basadas en las imágenes y en las asociaciones compartidas de los objetos cotidianos. El simbolismo es el vehículo de significados definidos socialmente y, sin embargo, parte de su significado deriva de las interacciones de los hombres con su ambiente físico (Hallpike, 1986: 194). Nuestra aprehensión de los modelos de otros pueblos debe basarse en un método sistemático y verificable; puesto que estos modelos son en su totalidad El simbolismo de la Cámara 3 16 productos de mentes humanas, forzosamente deben compartir la estructura de la mente, cuyo conocimiento facilitará la tarea del antropólogo (Leach, 1969: 12). Hay que tratar de extender nuestra red de análisis hasta abarcar la totalidad de la cultura en que esa religión y esos símbolos se incluyen, por lo que en el siguiente capítulo abordaremos la cosmovisión mexica y el simbolismo del Templo Mayor de Tenochtitlan, como una herramienta metodológica para poder entender el contexto en el que se desarrolla nuestra ofrenda, a través de estos puntos es que podemos llegar a la comprensión de la misma. El Simbolismo del Templo Mayor de Tenochtitlan Para poder aproximarnos al significado simbólico de esta ofrenda es necesario abordar y entender primero cómo era la cosmovisión mesoamericana, pues los mexicas formaban parte de ella y existía un sistema de creencias compartido por todos los pobladores del área, motivo por el que a continuación se tratará de forma general dichas creencias las cuales nos servirán como base para la comprensión de nuestra ofrenda. La idea que tenían los hombres mesoamericanos del mundo era más importante que la realidad misma, su visión estaba extremadamente codificada por la religión y la ideología de la época. La representación mesoamericana del universo era más simbólica que naturalista. El espacio y el tiempo estaban vinculados por medio del calendario de 260 días, cada signo de este calendario estaba asociado con una dirección del universo de acuerdo a un movimiento de rotación inmutable este-norte-oeste-sur. En virtud de este principio, una fecha siempre estaba asociada a una dirección del universo. El simbolismo de la Cámara 3 17 La cosmovisión mexica Para la comprensión de esta ofrenda es necesario adentrarnos aunque sea de manera generala la cosmovisión mexica. Gracias al estudio de las fuentes históricas, escritas y pictográficas, se ha podido lograr un amplio conocimiento acerca de ésta, lo que ha ayudado al desciframiento de muchos de los símbolos presentes en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Matos Moctezuma (1986:65) considera que el Templo Mayor es el ombligo y centro fundamental de la cosmovisión mexica, ya que ahí se encuentra concentrado todo el poder sagrado y se representa toda la concepción cosmogónica mexica. Indica además que es el lugar donde se cruzan el plano vertical y el horizontal de donde parten los cuatro rumbos del universo. De esta manera, la plataforma sobre la que se asienta el basamento del templo estaría representando el nivel terrestre del cosmos, caracterizado por cabezas de serpiente que son un elemento terrestre. Los cuerpos del basamento estarían señalando los niveles celestes, por los que se llega a la parte alta del templo, donde están los adoratorios, que representarían el Omeyocan (lugar de la dualidad y correspondiente a los pisos 12 y 13 del cielo). En contraposición con esta hipótesis, López Luján (1993: 290) propone que el nivel de las capillas de Huitzilopochtli y Tláloc podría estar vinculado con el quinto piso cósmico, lugar donde se entrecruzan helicoidalmente el fuego celeste y el chorro acuático del inframundo que más tarde desembocarán sobre la faz de la tierra, formando bajo el signo de la guerra cósmica, el tiempo, y el destino. Tlaltípac, la Tierra, mediaba entre el inframundo y el supramundo. La Tierra estaba constituida por la superficie terrestre y los primeros cuatro niveles celestes, que no eran sino una continuación de las aguas del inframundo, las cuales se elevaban para conformar los muros sobre los que desplantaban los nueve cielos superiores. La superficie terrestre era representada tanto en la forma de un círculo rodeado de agua, como en la de una cruz o flor de cuatro pétalos, cada uno de los cuales correspondía a un punto cardinal, al cual se le asociaba un signo El simbolismo de la Cámara 3 18 calendárico, un color y ciertas cualidades. El centro y los cuatro extremos eran representados por árboles de diferentes colores. La erección de los árboles cósmicos marcaba el orden del calendario. Lo masculino quedaba al Este y lo femenino al oeste (Sahagún, 1989, II, VII: 487). La superficie de la tierra, cubierta por la capa tierna y fresca del principio de las aguas, era la señal de que las fuerzas del inframundo invadían la morada del hombre, su color era el azul-verde (López Austin, 1994: 19-21). Las direcciones norte-sur y este-oeste formaban respectivamente pares de opuestos, en una manifestación más del sistema de clasificación dual mesoamericana. La tierra también era concebida en la forma de una bestia fantástica que flotaba en las aguas del inframundo; dicho animal, denominado cipactli, era una mezcla de pez y reptil (Orozco, 1897: 25). Tanto en el centro como en los extremos cardinales del mundo (este, oeste, norte, sur) se encontraban los elementos que sostenían la bóveda celeste, evitando que ésta se desplomara sobre la Tierra; estos pilares eran imaginados como dioses o como árboles de troncos dobles y torcidos helicoidalmente, cuyas raíces se hundían en el inframundo y cuyas copas alcanzaban los cielos (Historia de los, 1965: 32). Dichos árboles constituían los caminos por donde las fuerzas divinas transitaban de un ámbito a otro del cosmos: las fuerzas frías subían a los cielos y las fuerzas cálidas bajaban al inframundo. Sin esta dinámica, la marcha del universo era considerada como imposible, y su destrucción, inevitable (López Austin, 1994: 225-226). Según la filosofía mexica, la guerra y la consecuente captura de seres humanos para el sacrificio eran actividades que permitían el buen funcionamiento de la máquina cósmica. El ofrecimiento de sangre y de corazones daba fuerza a los astros (particularmente al Sol) para cíclicamente morir, penetrar en el inframundo, fertilizar a la Tierra y renacer (Graulich, 1990: 276). De esta manera era posible mantener la alternancia entre el día y la noche, entre las temporadas de lluvias y de secas, y unir el agua y la hoguera (atl-tlachinolli), forma metafórica de referirse a la guerra. De acuerdo con esto, los niveles inferiores se encontrarían hacia abajo de la plataforma. Según la interpretación de Matos ( 2002b: 134), al ser el Templo El simbolismo de la Cámara 3 19 Mayor la representación de la unión de dos cerros, se estaría señalando la entrada al Mictlan, ya que según la cosmovisión mexica, el primer obstáculo que se tenía que vencer para llegar al Mictlan después de la muerte, era el cruzar entre dos cerros. Gran parte de la cosmovisión mexica se encuentra resumida en la concepción de lo que era el Templo Mayor de Tenochtitlan, el cual simbolizaba a los dos cerros sagrados: el Coatépetl (lugar donde nació Huitzilopochtli) y el Tonacatépetl cerro de los mantenimientos, dentro del cual vivían los tlaloque que tenían su cargo el resguardo del maíz, que les fue robado por el sustento de los hombres (Matos, 1987: 194). Al respecto López Austin y López Luján (2004: 447) indican que éstos no son dos montes, sino el mismo edificio cósmico particularizado como dador de luz y de mantenimientos. No son dos mitades separadas, sino una correlación de opuestos que conforma el axis mundi, es decir, el Monte Sagrado unitario y en plenitud cíclica. En la cosmovisión mexica, las montañas se concebían como si fuesen vasos grandes de agua. Se pensaba que contenían las aguas subterráneas que llenaban el espacio debajo de la tierra. Este espacio era el Tlalocan (el paraíso del dios de la lluvia) y de él salían las fuentes para formar los ríos, los lagos y el mar. Las cuevas eran la entrada a este reino subterráneo sumergido en el agua. Al mismo tiempo, se les consideraba lugares de origen o entradas a las entrañas de la tierra. Cuevas y cerros formaban sólo dos lados de la misma moneda; así, las montañas se vinculaban también con los ancestros, eran lugares de origen y de la legitimación de los grupos étnicos. Por estos motivos las montañas eran sagradas para los mexicas y se concebían como deidades atmosféricas (Broda, 1982: 8). De acuerdo con López Austin (2004: 446), los dos santuarios que se encontraban en la cúspide resumen oposiciones básicas tales como temporada de secas/temporada de lluvias, solsticio de verano/solsticio de invierno, cielo/tierra y día/noche. La capilla de Huitzilopochtli queda situada en la mitad sur, dirección del Sol cenital, en tanto que la capilla de Tláloc se encuentra en el lado norte, rumbo del Mictlan y de la noche. Es decir, en este edificio se conjuga todo el simbolismo El simbolismo de la Cámara 3 20 dual de los opuestos y complementarios que, entre las culturas mesoamericanas, era básico para explicar el desarrollo de la vida y guardar el equilibrio cósmico. En él estaba resumida toda su historia como el pueblo elegido por los dioses. Era, por lo tanto, el sitio donde se congregaba gran parte de la gama de rituales por ellos ejecutados. El Templo Mayor era un edificio piramidal que se construyó en una plataforma artificial en medio del islote de Tenochtitlan, el cual cuenta con al menos siete ampliaciones por sus cuatro lados, y varios añadidos en su fachada principal. Matos Moctezuma indica también que el hecho de que el Templo Mayor estuviera dedicado al Dios de la Lluvia y al dios de la Guerra, es el reflejo de su superestructura económica basada principalmente en la agricultura y en la imposición militar como medio para obtener tributo (Matos, 1981: 110). El Templo Mayor como cerro sagrado o axis mundi, en medio de la isla de Tenochtitlan, en cierta manera, era una réplica de la imagen que los mexicas tenían de la tierra ya que concebían a ésta como Cemanahuac,el lugar rodeado por agua, en forma de un disco flotando sobre el agua (Broda 1990: 26). El Templo Mayor de Tenochtitlan también era considerado una montaña sobrenatural asentada sobre unas rocas sagradas que cubría las aguas subterráneas como una cueva. La Crónica Mexicáyotl relata que Tenochtitlan se fundó sobre dos peñascos que se levantaban encima de dos cuevas, en cuyo interior se encontraban cuatro cualidades de agua primordiales (Tezozómoc 1949: 63). De acuerdo con López Austin (1996: 59,65), uno de los principios básicos de la cosmovisión mexica es la explicación del funcionamiento del universo como producto de la interacción de dos grandes ámbitos de elementos opuestos y complementarios, a partir de lo cual se clasifican todos los seres y cosas: una parte masculina, caliente, ígnea, luminosa y fecundante, concebida como el gran padre e identificada con el cielo, y otra femenina, fría, húmeda y oscura, que es la gran madre y cuyo enclave principal es el interior de la tierra. Dicha parte femenina era imaginada como lugar acuoso, ya que se asociaba a las aguas subterráneas y marinas, y lleno de riquezas minerales y vegetales Era el lugar donde se producía El simbolismo de la Cámara 3 21 la vida, puesto que de ahí nacían el Sol y las plantas útiles, pero también ahí se encontraba el Mictlán, el reino de los muertos (Graulich, 1990: 272). Esta aparente contradicción es explicable si consideramos la noción de que el tránsito de los seres por el inframundo tras su muerte, era lo que alimentaba y fecundaba a la Tierra, haciendo posible que fructificara. La cosmovisión mexica como la de los demás pueblos mesoamericanos cubre varios campos de pensamiento y acción: percepción de tiempo y espacio, la relación de los hombres con la naturaleza, el tratamiento y cuidado del cuerpo humano, principios básicos de organización social, religión, mitología, magia, medicina y el calendario. Para la comprensión de esta cosmovisión los rituales y la iconografía son elementos indispensables (López Austin, 2002: 33). Los mexicas creían que los dioses eran entidades hechas de una sustancia imperceptible a los humanos; formaron todo un panteón de dioses que incluían a deidades como Huitzilopochtli, Tezcatlipoca, Tláloc, Xiuhtecuhtli, XipeTótec, etcétera (ibid, 2002: 36). Por ejemplo una división que se da entre los dioses mismos es el caso de Tláloc, quien fue dividido en cuatro tlaloque, cada uno de diferente color, azules, blancos, amarillos y rojos, (Leyenda de los, 1945: 121). Otro ejemplo es el de Quetzalcóatl, quien se manifiesta así mismo como Ehécatl o Tlahuizcalpantecuhtli. Un complejo problema que presenta el estudio de la religión mexica, es que las numerosas deidades de su panteón cambian e intercambian atavíos y emblemas constantemente, lo que dificulta su identificación. Esto ha llevado a varios autores a proponer que, más que númenes individuales, los dioses personificaban segmentos específicos del cosmos, que tenían una multiplicidad de manifestaciones (Davies, 1992: 298). Otra explicación sugiere que, en ciertas circunstancias, varias divinidades tendían a agruparse en una sola, mientras que en otras se separaban. Lo primero podía deberse a que la integración de varias unidades sociales en una formación mayor, con distintos niveles de subordinación política, posiblemente se reflejó en una estructura piramidal jerárquica de las deidades (Velázquez, 2000: 16). El simbolismo de la Cámara 3 22 Como pudimos apreciar la cosmovisión mexica forma parte de un complejo sistema de creencias compartido con la mayoría de las sociedades mesoamericanas, las cuales se basaban principalmente en la observación y divinización de los elementos de la naturaleza, los cuales congregaron en una multiplicidad de formas y funciones. De esta manera sustentaban sus creencias religiosas, las cuales nos sirven de base para entender la finalidad de sus rituales. Entre ellos, el hecho de ofrendar o depositar dones para las diversas deidades. El simbolismo de la Cámara 3 23 Capítulo 2 Las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan Significado y función de una ofrenda La costumbre mesoamericana de depositar objetos materiales ritualmente significativos en el interior de construcciones de carácter religioso o en áreas ceremoniales ha sido una práctica común registrada desde el periodo preclásico en el área olmeca del Golfo, hasta el posclásico, pues era indispensable rendir culto a las deidades a través del acto de ofrendar diversos dones. Dichos dones variaban muy poco de una sociedad a otra, volviéndose comunes la deposición de objetos de piedra y cerámica como figuras antropomorfas, pendientes, máscaras, cuentas, vasijas, así como objetos de obsidiana, concha y metal entre otros. La ofrenda es vista como un objeto o cúmulo de objetos depositados con una disposición que significa algo, es decir, que los componentes que la conforman tienen, según su colocación un lenguaje interno (Matos, 2002a: 12). También ha sido vista como una concentración discreta de dos o más elementos y de matrices no recuperables. Las piezas que conforman las ofrendas (productos terminados de diversas materias primas, restos óseos humanos y vestigios de minerales, flora y fauna) integran conjuntos morfológicamente heterogéneos que se asocian entre sí de acuerdo con su función específica en el acto ritual que reflejan; por lo que el significado social de cada ofrenda no sólo depende de las características intrínsecas de cada objeto, sino de la organización de los mismos y de los nexos espaciales con unidades mayores de análisis (López Luján 1993: 109). “La materialización de lo simbólico lo constituyen las ofrendas, que también son una miscelánea de realidades sensibles e inteligibles de lo ideal y de lo El simbolismo de la Cámara 3 24 cultural que se hace palpable en un objeto. Los materiales con que han sido fabricados poseen poderes, contienen dones. Todo sucede como si los hombres no fueran los que dan un sentido a las cosas, su sentido tiene su origen más allá del mundo de los hombres. Los objetos sagrados producen la síntesis de lo real y de lo imaginario. El valor simbólico está designado por quienes han elaborado el código” (Bourdie, 1991: 214-215). La sacralidad de la ofrenda oculta una conciencia colectiva, un contenido social, algo esencial de la sociedad que es preciso mostrar, pero que al hacerlo sagrado se termina ocultándolo. En las ofrendas se intenta que los objetos trasciendan; el hombre en sus objetos encuentra la seguridad de vivir en lo sucesivo, continuamente, rebasando así simbólicamente su existencia real. Los objetos preservados aseguran la continuidad de la vida y de la cultura. Estos adquieren vida propia e identidad, una identidad que radica más en los objetos que en los mismos sujetos que los han producido (Braudrillard, 1999:110). Es por esto que los objetos pasan de un estado real y utilitario a uno simbólico, cambiando radicalmente de status, todo gracias a la intención con la que éstos fueron depositados. Durante los rituales, los hombres dirigían sus plegarias y ofrendas a las fuerzas de lo invisible, que por definición eran las receptoras de los dones y que eran sin duda superiores a los donantes. Se intentaba que los dioses recibieran un don mayor para que asumieran una mejor disposición al distribuir los bienes. El valor de los bienes está inscrito en la naturaleza de las cosas, el interés por estos bienes está en la naturaleza de los hombres (Bourdie, 1991: 204). La ofrenda es un juego de reciprocidad con las deidades quienes reciben pequeños dones en comparación de los grandes beneficios que se esperan retribuyan a cambio. Es decir, hay que tomar en cuenta la naturaleza del objeto y a quien va dirigido.La ofrenda está constituida por dones con efectos mágicos. De hecho dar y regresar un don no es un acto voluntario, se tiene la obligación de ser reciproco con éste. Dichos intercambios están destinados a consagrar unas relaciones simétricas, entre el donante y la persona a la que se dona, por lo que las ofrendas El simbolismo de la Cámara 3 25 eran dones destinados a mantener el orden ordinario en la relación entre hombres y dioses. Al intercambio de dones se le ha visto como el único modo de circulación de los bienes, es el único medio de instaurar unas relaciones duraderas de reciprocidad pero también de dominación ya que institucionaliza un sentido de obligación, es un rito de alianza destinado a efectuar una transacción interesada en intercambio generoso. De acuerdo con Lévi-Strauss (1983: 93) los dones no se intercambian sólo en virtud de su valor económico, sino como vehículos de instrumentos de realidades de otro orden: potencia, poder, simpatía, estatus, etcétera. El don pone de manifiesto la intención ritual mediante el cual fue ofrendado, actos rituales cuya eficacia mágica reside en el don. El principio de la eficacia mágica radica en el grupo que la reconoce y se reconoce en ella (Bourdie, 1991: 203). Se posee para dar, pero también se posee al dar. El don que no es restituido puede convertirse en una deuda, una obligación duradera. Es la manera de retener a alguien: el don o la deuda, crea una atadura afectiva y obligación moral; las relaciones de dominación sólo pueden ser instauradas de esta manera. No llevar a cabo el desarrollo de esta acción fuertemente ritualizada lleva a un fin funesto, a una ofensa y con ello a una venganza. Ofrendar, por ende, conlleva a la paz. De hecho Mauss (1970: 67) distingue tres pasos el dar, el aceptar (pues no se puede rechazar un don) y el reciprocar. La economía mexica recurría a estas formas de dominación presentes en la deuda y en el don que tenían el poder de crear tanto dependencia como servidumbre; según las estrategias a las que servían. De hecho la acumulación de riquezas materiales era un medio entre otros de acumular poder simbólico. En la sociedad mexica se tenían que instituir los principios de una relación práctica con el mundo natural y social en palabras u objetos, pero sobre todo, en las manifestaciones colectivas y públicas como los grandes rituales y el ofrecimiento de dones. El simbolismo de la Cámara 3 26 El caso de nuestra ofrenda se dio por un hecho extraordinario suscitado por las circunstancias de crisis económica que exigía la participación de la comunidad y que obedeció a un ritual en el que se pretendía obtener ciertos favores como la llegada de las lluvias a cambio de los dones ofrecidos. En las ofrendas los objetos dejan de tener función para convertirse en un signo. Los objetos dentro de las ofrendas están dotados de un valor y marcan ciertos sucesos, estos objetos prestan un servicio. En cada contexto cultural específico, se establecen determinadas exigencias rituales para el intercambio, así como parámetros de compensación entre dones con base en un principio de equivalencia fundado en la importancia cultural que tiene en cada grupo humano los distintos objetos donados u ofrendados; por lo que cada grupo define qué constituye un objeto de don. Hay una relación sumamente compleja en la que destacan dos concepciones: la necesidad que tienen los dioses de la colaboración de los hombres y la posibilidad de éstos de alcanzar la comunicación con el otro mundo a través de las ofrendas. Los dones son bienes estrictamente prescritos para cada uno de los dioses y formas expresivas específicas (Vogt, Evon, 1975: 13). La ofrenda que se tendía sobre el puente que comunicaba a los hombres con los dioses debía ser ya, desde su envío, algo que el dios receptor reconociera como propio, al grado que la ofrenda llegaba a ser su propia esencia envuelta en la apariencia corporal adecuada (López Austin, 1997: 220). Las ofrendas son un resultado de la ejecución de ritos positivos, Cazeneuve (1971: 243) incluye aquellos que permiten influir sobre lo sagrado en beneficio de individuos o grupos, como en el caso de las ofrendas y sacrificios. Quienes practican estos ritos suelen pensar que de no cumplirlos cabalmente se amenaza el orden existente, pudiendo desencadenar efectos desfavorables para los seres humanos, mientras que su cumplimiento permite conservar o reestablecer el orden que se ha trastocado. Para este autor, ofrenda y sacrificio están constituidos por objetos otorgados a algún ser sagrado. La especificidad del sacrificio consiste en que implica la destrucción de dichos objetos, lo cual evidencia más el don al excluirlos del mundo humano y hacerlos pasar por completo al ámbito sagrado. El simbolismo de la Cámara 3 27 -Tipo de ofrendas depositadas en el Templo Mayor de Tenochtitlan Con qué se hacían ofrendas: con alimentos y con mantas. Se hacían ofrendas también con cualquier animalillo, bien sean guajolotes o pájaros; bien sea con mantas o cualquier cosa que se producía de nuevo; bien sea con mazorcas de maíz, o con chía, con flores o con cualquier otra cosa (Sahagún, 1992: 47). La historia de las ofrendas que han sido recuperadas en lo que fuera el Templo Mayor de Tenochtitlan comienza con Leopoldo Batres en 1900, quién con la construcción del colector de agua que corre de oriente a poniente sobre la calle de Guatemala, encuentra parte de la escalera de la plataforma de la etapa VI, sin saber que se trataba del Templo Mayor. Realizó excavaciones en la calle de las Escalerillas (detrás de la Catedral Metropolitana), recuperando y registrando una gran variedad de objetos en contexto de ofrenda. Posteriormente Manuel Gamio continúa los trabajos arqueológicos en 1913- 1914 y encuentra restos de la esquina suroeste del Templo Mayor, así como una de las cabezas de serpiente de la etapa IVb y afirma que efectivamente se trata del recinto sagrado del Templo Mayor de Tenochtitlan. Por su parte, Hugo Moedano y Elma Estrada Balmori, hacia 1948-49, amplían el área excavada por Gamio, encontrando parte de la plataforma sur adornada con pequeñas cabezas de serpiente. Asímismo, encuentran un brasero y la cabeza de serpiente que está orientada hacia el sur. También reportan la excavación de la ofrenda 1, en donde describen cada uno de los objetos encontrados en la misma. Pero es bajo la dirección del arqueólogo Eduardo Matos, desde 1978 hasta 1982 que se realizaron los descubrimientos de la mayor parte de las ofrendas que resguarda actualmente el Museo del Templo Mayor. Los contenidos de las ofrendas mexicas eran muy similares a los encontrados en las demás culturas mesoamericanas que los precedieron. La mayoría de las ofrendas mesoamericanas eran colocadas para consagrar o conmemorar la erección de un monumento, un evento calendárico o estaban El simbolismo de la Cámara 3 28 dedicadas al culto de una deidad específica, y eran depositadas directamente en la tierra, en alguna cista o en tumbas. Dentro de esta tradición se encuentran las ofrendas mexicas. De las diferentes clases de ofrendas encontradas dentro de lo que fuera el Recinto Sagrado de Tenochtitlan, hay básicamente tres diferentes tipos de continentes o receptáculos: las ofrendas colocadas en cajas de sillares, es decir, en cavidades de forma cuadrangular o rectangular, con piso y paredes hechos mediante bloques de piedra careada; las ofrendas colocadas en relleno constructivo, que son aquellas depositadas directamente dentro del núcleo del edificio y las ofrendas colocadas en las urnas de piedra llamadas tepetlacalli, receptáculos transportables y de forma cuadrangular que eran depositados tanto en relleno como en cajas de sillares (López Luján, 1993: 124-130). A través de años de investigacióny profundos análisis en este sitio, se han podido inferir múltiples motivos de ofrendamiento; como es el caso de las ofrendas propiciatorias dedicadas a diversas deidades como Huitzilopochtli y Tláloc, y que tenían la finalidad de obtener sus favores, ofrendas para acompañar a un difunto y en las que se encontraron vasijas cerámicas y de piedra con restos óseos cremados y mezclados con diversidad de objetos, como cuentas de piedra verde y de obsidiana etc; otras fueron ofrendas de consagración enterradas durante las deferentes ampliaciones del Templo Mayor, otras más fueron depositadas por fines extraordinarios siendo al parecer el caso de la que nos ocupa (López Luján, 1991: 171-290), todo esto entre la infinidad de móviles que se perseguían en la deposición de las mismas. Muchas de las ofrendas del Templo Mayor tienen una connotación simbólica dirigida a la importancia de las dos deidades principales para los mexicas (Tláloc y Huitzilopochtli) y hacen alusión al simbolismo global de este edificio como parte de la cosmovisión Mexica. Por otra parte, varias ofrendas fueron colocadas a lo largo de ciertos ejes, sobre la fachada principal de los templos dobles. También fueron encontradas en las esquinas del edificio o bien a lo largo del eje norte-sur aproximadamente a la mitad bajo la estructura. Hay también tres ejes en la parte posterior, a la mitad de El simbolismo de la Cámara 3 29 cada edificio y en su conjunción. Algunas ofrendas fueron colocadas alrededor de la base, equidistantes unas de otras (López Luján, 1993: 143-145). Lo que nos está hablando de una intencionalidad y una connotación simbólica asociadas al lugar en donde fueron depositadas. El estudio de las ofrendas nos da las pautas para entender el comportamiento ritual de una población determinada, en un espacio también determinado. Los objetos enterrados en las ofrendas de Templo Mayor son múltiples, hay aproximadamente un 80% de material alóctono y en ocasiones éste varía bastante de una ofrenda a otra. El hecho de que haya tanto material foráneo reflejaba el dominio sobre los hombres de tierras lejanas y el gran poder que alcanzó la población mexica dentro del ámbito político y económico sobre todas las provincias sojuzgadas; sin embargo mucho del material depositado tiene una gran similitud con el encontrado en ofrendas localizadas en otras poblaciones mesoamericanas (Matos, 1981: 110). Todo esto como una consecuencia de la expansión del imperio mexica, quienes tenían la conciencia de la importancia de la tradición histórica y cultural que conllevaban aquellos objetos depositados. Las ofrendas son un ejemplo representativo de objetos y elementos estilísticos provenientes de todos los territorios conquistados. Por otra parte, las especies naturales de la costa del Golfo y del Pacífico parecen denotar una noción de territorialidad, una expresión adecuada de los límites del dominio político del imperio mexica, llegando en su expansión hasta dichas tierras tropicales. Además las ofrendas de animales marinos al parecer sugieren que los mexicas querían conjurar la presencia del océano en el Templo Mayor, que era un símbolo de absoluta fertilidad (Broda, 1987: 223). Al mismo tiempo el océano era la contraparte necesaria y complemento para la concepción de la tierra y el cielo, pues era el lugar donde éstos se encontraban. En el caso de Templo Mayor hubo un incremento en la deposición de ofrendas durante la etapa IVb (1469-1481) correspondiente a la expansión del imperio Mexica, bajo el mando de Motecuhzoma Ilhuicamina y su sucesor Axayacatl, quienes ampliaron la fachada frontal del Templo Mayor durante este periodo y que es el que le corresponde a nuestra ofrenda en estudio. El simbolismo de la Cámara 3 30 Los objetos enterrados en estas ofrendas reflejan también una continuidad con tradiciones votivas anteriores a la época mexica, incluyendo una variedad de objetos lujosos, funcionales y simbólicos. Para Debra Nagao (1985: 58) muchas de las ofrendas mexicas están relacionadas a un ciclo de muerte y resurrección que puede ser visto como crecimiento, destrucción y regeneración. Para Broda (1987: 214) en cambio muchas de las ofrendas del Templo Mayor están orientadas al culto a Tláloc. La localización de las ofrendas para ella tiene una connotación simbólica que al parecer va dirigida a la importancia de las dos deidades principales y de manera más general hacia el simbolismo global del Templo Mayor como parte de la cosmovisión mexica. Esta autora ve en las ofrendas la demostración de que el culto a las montañas, cuevas y agua que tenían los mexicas fue materializado en este edificio. Lo que queda claro es que en dichas ofrendas, los objetos no fueron depositados aleatoriamente por los sacerdotes mexicas, sino que cada uno de ellos fue cuidadosamente colocado en un lugar específico, de acuerdo a ciertos conceptos cosmológicos básicos, por lo que el don en sí nos está hablando de un significado en particular, pero este don aunado a otros y en relación con la ubicación dentro del edificio en donde fueron depositados, representa un discurso que habla acerca de sus dioses, de su concepto del universo, de sus peticiones, etc. El ritual mexica tenía un efecto importante sobre la vida económica, comenzaba a determinarse por el tributo y la agricultura y también era una expresión ideológicamente muy importante de la vida política. La realización de las complejas actividades rituales se enfocaba en el Templo Mayor que era el centro del Recinto Ceremonial; muchas de las ofrendas aquí depositadas eran el resultado de rituales que tomaban lugar periódicamente. El simbolismo de la Cámara 3 31 Importancia del estudio de las ofrendas La importancia del estudio de las ofrendas radica en la comprensión del mensaje que se quiere descifrar y que iba dirigido a la sobrenaturaleza, entender las pautas de conducta llevadas a cabo en diversos momentos durante los rituales de oblación, para tratar de esclarecer qué fines se perseguían con la deposición de dichas ofrendas. Cada ofrenda cuenta con varios niveles verticales de colocación de piezas que marcan correspondencia de éstos con diferentes momentos rituales de la misma ceremonia (López Luján, 1989: 35). En la colocación de cada objeto hay un simbolismo específico; cada ofrenda tiene su propia orientación y su propio centro, pero se relacionan al Templo Mayor como centro principal. Ya vimos que es de suma importancia para un correcto análisis de las ofrendas tomar en cuenta factores como la posición de los objetos, que implica tanto el lugar preciso dentro de los depósitos en que se colocaron al momento de hacerse las oblaciones como el enclave de las ofrendas mismas dentro del recinto ceremonial de Tenochtitlan en su conjunto. Para esto hay que analizar las relaciones espaciales que los diferentes objetos de las oblaciones presentan entre sí, lo cual implica examinar con gran detalle la forma en que éstos fueron colocados al interior de las ofrendas. El estudio de materiales comparativos permite asociar los elementos depositados con el concepto que están simbolizando, de esta manera se puede llegar al plano de las relaciones entre el hombre y el cosmos. Se puede aclarar todo lo que en la cultura mexica estaba sometido a la naturaleza, pues había una interpenetración entre naturaleza y cultura. De esta manera es posible darle un sentido a la deposición de ofrendas e ir buscando asociaciones que en conjunto nos den una explicación coherente. La interpretación de la ofrenda no va a consistir en encontrar un sentido oculto para cada uno de los elementos, sino que la relación entre el contenido de la ofrenda y lo que esta quiere expresar son relaciones de una estructura a otra. El simbolismo de la Cámara 3 32 Importancia del estudiode la Cámara 3 De las 120 ofrendas excavadas hasta la fecha en el Templo Mayor de Tenochtitlan, la Cámara 3 es una de las más importantes en cuanto a la calidad y cantidad de objetos. Esto puede apreciarse a través de los más de 4000 elementos en ella depositados, tales como figuras y máscaras Mezcala, ollas polícromas de cerámica con iconografía, instrumentos musicales, cetros de piedra, objetos de concha, cuentas de piedra verde, etc. Esta ofrenda fue descubierta en la plataforma de la etapa IVb (1469-1481 d.C.), localizada en el edificio correspondiente a Tláloc. Otras ofrendas contemporáneas a la Cámara 3 son la 18, 19, 30, 31, y la ofrenda 85 que se encontraba en una fosa excavada bajo la Cámara 3, finalmente la 92 y 93 que también se encontraron en la plataforma de los edificios de Tláloc y Huitzilopochtli. Un porcentaje del 9% del total de ofrendas encontradas en el edificio del Templo Mayor de Tenochtitlan. La Cámara 3 fue colocada junto con otras ofrendas en la plataforma que corresponde a la etapa IVb del Templo Mayor, sobre la que desplantan las escalinatas que accedían hacia los templos, y la cual simbolizaba a la superficie terrestre de acuerdo a Broda (1987: 105). La importancia de este tipo de estudios radica en los datos que aporta para la comprensión de la cosmovisión mexica y su relación con las actividades económicas que se ejercían al interior de la población. El análisis simbólico de los objetos que contenía la Cámara 3, es el paso necesario para esclarecer el motivo de oblación por el que se depositó ésta; el significado de dichos dones y lo que representan los distintos niveles de deposición, todo esto fundamentalmente a través de la información arqueológica del Proyecto Templo Mayor y las fuentes históricas del siglo XVI. Una cuestión importante es que para la comprensión de los rituales mexicas no se cuenta con datos suficientes acerca de las ceremonias de oblación, ni de su significado, al ser éstas del conocimiento exclusivo de los sacerdotes que las depositaron. Por tal motivo, es difícil entender lo que el sacerdote quiso decir a sus El simbolismo de la Cámara 3 33 dioses a través de las ofrendas, y solamente con un análisis profundo de las mismas se puede llegar a dilucidar los diversos motivos de ofrendamiento. Hay un complicado discurso en la deposición de esta ofrenda y el problema radica entonces en saber si se puede descifrar dicho discurso, es decir, considerando que al hablar de la finalidad de esta deposición estamos hablando del ritual que le dio lugar, dicho ritual necesariamente está expresando algo, una especie de lenguaje podríamos decir. Por todo esto es indispensable determinar de manera precisa la ubicación de todos y cada uno de los objetos que conforman la Cámara 3, debido a la gran importancia que reviste para nuestro análisis la reconstrucción del contexto. Esta ofrenda fue depositada en la parte correspondiente al adoratorio de Tláloc, el dios de la lluvia y la deidad mesoamericana más difundida. La importancia de esta deidad radica, en el hecho de que tanto entre los mexicas como entre la mayoría de las sociedades mesoamericanas existía la imperiosa necesidad de controlar las precipitaciones pluviales, ya que se trataba de poblaciones esencialmente agrícolas. Esto se ve reflejado, en nueve de los dieciocho meses que integraban su calendario agrícola, donde se realizaban ceremonias para propiciar la lluvia y la fertilidad (Broda, 1971: 247). Tláloc era además una deidad ambigua que representaba tanto las fuerzas benéficas de las lluvias que engendraban la vida como los aspectos negativos del clima del Altiplano, donde las tormentas, las heladas y las inundaciones constituían una constante amenaza para los cultivos. En esta ofrenda al igual que en muchas otras encontradas en el Templo Mayor, existen claras asociaciones entre deidades relacionadas con el culto a la lluvia y la fertilidad; tal es el caso de Tláloc, Tlaltecuhtli y Ehécatl. La relación Tláloc-Tlaltecuhtli, es clara, uno como señor del agua y la otra como señora de la tierra, siendo el agua la que fertiliza a la tierra y hace crecer los mantenimientos que de ella emergen. Lo mismo sucede con la relación Tláloc-Ehécatl, donde el viento es el que atrae a las nubes que propician la lluvia. Un dato muy importante es que esta ofrenda fue colocada justamente debajo de la ofrenda 48, en la que depositaron entre otras cosas, los cadáveres de El simbolismo de la Cámara 3 34 42 niños sacrificados junto con varias esculturas de tezontle con la efigie de Tláloc que imitan jarras, oblación efectuada en honor a esta deidad con el fin de propiciar la lluvia por una gran sequía acaecida en el año de 1454 (López Luján, 1993: 203). Por lo que la Cámara 3 debió estar ofrendada por el mismo fin, es decir, por una petición que los mexicas le querían hacer a las deidades acuáticas y terrestres, en un periodo de crisis social. En un sentido simbólico, el Templo Mayor está cimentado sobre ricos y abundantes depósitos de objetos, la mayoría de ellos resultado de sus logros políticos y militares, cuya función es formar parte de ceremonias de petición y agradecimiento a los dioses. Indica Leach (1978: 78) que las ceremonias rituales son verdaderos discursos dirigidos a la sobrenaturaleza, los cuales pueden dividirse en elementos semejantes a párrafos, frases, palabras, sílabas y fonemas. Estos elementos fungen como metáforas basadas en códigos específicos (lingüísticos, coreográficos, gesticulares, cromáticos, musicales, de ofrendamiento, etc.), dependientes a su vez de un código general, y se articulan según una sintaxis determinada. De manera similar a los componentes del lenguaje verbal, los elementos rituales más simples no tienen significado en sí mismos, sólo cobran sentido cuando se combinan con otros elementos espacial y secuencialmente. Para este caso el entendimiento del ritual mexica como ya se ha indicado debe ser llevado a cabo en su contexto, y por lo tanto los símbolos deben ser igualmente estudiados en el contexto en el que aparecen funcionando, los elementos simbólicos sugieren interpretaciones no de sí mismos, sino del conjunto del que forman parte. Hay que considerar por lo tanto como punto principal la posición de los objetos, que implica tanto el lugar preciso dentro de los depósitos en que se colocaron al momento de hacerse las oblaciones como el enclave de las ofrendas mismas dentro del Recinto Ceremonial de Tenochtitlan en su conjunto. Para López Luján (1993: 55) el estudio de las ceremonias rituales mexicas es el camino más viable en la interpretación semántica de las ofrendas del Templo Mayor, para esto además de lo arriba expuesto es necesario tomar en cuenta El simbolismo de la Cámara 3 35 tanto la cantidad como la diversidad de formas de expresión que en el fondo responden a códigos básicos comunes. Como es el caso de las ofrendas y las ceremonias rituales. La comprensión de una de las partes de una ceremonia ritual será mayor si se refiere a la totalidad de ella. El simbolismo de la Cámara 3 36 Capítulo 3 El estudio de la Cámara 3 en su contexto arquitectónico -Ubicación y detección de la ofrenda La Cámara 3 forma parte de una secuencia de ofrendas depositadas en el interior de un pequeño adoratorio que estaba integrado a la plataforma basamento Templo Mayor de Tenochtitlan. Dicho adoratorio fue construido en la Etapa IVa y ampliado en la IVb. En efecto, se halló primeramente un tramo de la escalinata de acceso que arranca de la plataforma IVb y de la cual se conservan tres escalones con sus alfardas (la parte superior ya no existe). Un poco más abajo, se encontró el remate superior del adoratorio anterior, también con tres escalones que arrancan del piso de la plataforma a la etapa IVa. En este caso se conservóel piso superior del adoratorio. Sobre este piso se localizó una caja de sillares perteneciente a una época posterior. Esta corresponde a la Ofrenda 48, compuesta principalmente por restos óseos de infantes sacrificados. Lo anterior significa que la Cámara 3 se encontraba situada abajo del piso de estuco de la Ofrenda 48. Con respecto a la localización general de la zona arqueológica, la Cámara 3 está ubicada en la cala Q’, cuadros 40-41. La Cámara 3 fue localizada en enero de 1981 por el arqueólogo Leonardo López Luján. Cuando finalizó el trabajo de excavación de la Ofrenda 48, quedó expuesta una tapa discoidal de 61 cm de diámetro y 10 cm de espesor en el piso de estuco que la sostenía y que es el mismo piso superior del adoratorio de la etapa IVa. Dicha tapa indicaba la presencia de otra ofrenda. Al removerla, se localizó la Cámara 3. Se trata de un espacio vacío bastante grande cuyos muros miden 1.12 cm de norte a sur, 1.09 m de oriente a poniente y tiene una El simbolismo de la Cámara 3 37 profundidad de 1.25 cm. Sus paredes internas están estucadas y presentan escasos restos de pigmento. De hecho, gran parte del estuco de las paredes se encontró desprendido y fragmentado. El techo de la Cámara fue elaborado con lajas muy grandes y, sobre éstas, un piso de estuco de la Ofrenda 48. Figura 1. Dibujo reconstructivo del Templo Mayor de Tenochtitlan, en el que se aprecia la ubicación de la Cámara 3. Dibujo de Tenoch Medina. El simbolismo de la Cámara 3 38 Figura 2. Corte de localización general de la Cámara 3. Dibujo de Bertina Olmedo y Alberto Zúñiga El simbolismo de la Cámara 3 39 Figura 3. Planta del Templo Mayor de Tenochtitlan, donde se localiza la Cámara 3. Dibujo de Tenoch Medina. El simbolismo de la Cámara 3 40 Excavación y registro La excavación y el registro de las ofrendas son dos de las partes más importantes dentro del proceso de estudio de las mismas, ya que el éxito de una correcta interpretación dependerá del cuidado con el que se recuperen los datos contextuales. Hay un patrón específico de enterramiento que es producto combinado del mito y del rito, es decir, de las ideas cosmológicas y la acción pautada de los sacerdotes. Este patrón se puede ver reflejado en la distribución de los objetos depositados dentro del receptáculo y en las relaciones espaciales de la ofrenda con el edificio donde fue colocada. La Cámara 3 fue excavada en 1981 por la arqueóloga Bertina Olmedo Vera, quien durante 10 meses (del 12 enero al 24 octubre de 1981), llevó acabo de manera minuciosa el registro y el levantamiento de los diversos objetos en ella depositados. Como ya indicamos, los cuatro muros que conforman la Cámara 3, estaban cubiertos de estuco. En todos ellos, con excepción del muro norte, se encontraron restos de pigmento negro. La pared sur es la única donde se pudo apreciar la representación de lo que al parecer eran huesos humanos de dos piernas. En los muros oriente y poniente, el estuco se encontró muy destruido, y aunque se alcanzan a ver restos de pigmento, no se distingue ninguna figura. Los fragmentos de estuco que se desprendieron de las paredes se encontraron dispersos en el suelo de la cámara, cubriendo gran parte del mismo. Con el objeto de excavar la cámara, se procedió a quitar parte del techo. Primero se numeraron y quitaron una a una las piedras que formaban parte del muro oriente de la Ofrenda 48. Para liberar la laja que se encontraba apoyada en el extremo este, sobre el muro norte de la cámara, y en otro extremo oeste sobre una laja grande que a su vez se apoyaba en el muro sur. Se determinaron las dimensiones de la laja y se hicieron dos cortes paralelos en el piso de estuco de la Ofrenda 48 con orientación norte-sur, a lo ancho de la laja, y un corte perpendicular en el lugar donde se empalmaba con la segunda laja pequeña que también fue removida. El restaurador encargado desprendió el piso de estuco El simbolismo de la Cámara 3 41 adherido a la laja, el cual fue velado previamente. El fragmento fue enviado al taller de restauración para ser consolidado, pues al terminar la excavación de la cámara debía restituirse esa parte del techo. La laja, ya liberada por los cuatro lados se extrajo y fue guardada también en el taller de restauración. Se procedió posteriormente a quitar la segunda laja pequeña que estaba al poniente de la anterior. El procedimiento fue el mismo, pero en este caso la laja pudo extraerse con todo y el fragmento de piso de estuco que estaba adherido a ella, conservándose intacta la huella del tapón de la cámara. De esta forma el acceso a la Cámara se amplió, dejando un hueco de 111 cm de oriente a poniente y de 50 cm de norte a sur. Fue asignada una persona del taller de restauración para resanar el estuco de los muros sur, poniente y oriente. Después de ésto fueron extraídos los fragmentos del estuco de los muros que estaban tirados sobre los elementos de la cámara y entregados al taller de restauración para su tratamiento. Previo a esto, se tomaron fotografías de los muros, del estuco desprendido y de detalles de algunos de los elementos de la ofrenda. Figuras 4 y 5. Paredes de la Cámara 3, recubiertas con estuco. Fotografías del Proyecto Templo Mayor. Uno de los fragmentos desprendidos, que pertenecía al muro oriente y que estaba sobre el cráneo del puma localizado en la ofrenda, tenía adherido un pequeño fragmento de textil, restos de pigmento rojo y un polvo plateado brillante. Una vez retirado el piso de estuco de la ofrenda 48 que fungía de techo de la Cámara 3, se fijó una cota de 2231.556 msnm en el muro sur de la ofrenda para El simbolismo de la Cámara 3 42 proceder a tomar desde allí las profundidades de los elementos. Se tomaron fotografías y se hizo un dibujo de planta de la tapa de la ofrenda. Figura 6. Momento en que se destapó el acceso a la Cámara 3. En cuadro los arqueólogos Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján. Fotografía del Proyecto Templo Mayor. Los dones depositados se encontraron superpuestos en varios niveles verticales, asignándosele el número 1 al nivel más superficial, el número 2 al que le seguía y así sucesivamente hasta llegar al más profundo que fue el octavo. Figura 7. Vista general de la Cámara 3 al momento de ser descubierta. Fotografía del Proyecto Templo Mayor El simbolismo de la Cámara 3 43 Una vez que se retiraron todos los objetos depositados en la Cámara 3, se procedió a remover el piso y efectuar un sondeo bajo él, encontrándose a no más de 0.30 m de profundidad una concha madreperla y varios caracoles marinos pequeños que indicaban la presencia de una nueva ofrenda, la cual fue numerada como Ofrenda 85, y cuya excavación quedó a cargo del arqueólogo Carlos Javier González. Figura 8. Corte Norte- Sur del primer nivel de la Cámara 3. Dibujo de Bertina Olmedo y Alberto Zúñiga El simbolismo de la Cámara 3 44 El contenido Dentro de esta ofrenda fueron depositados diversos objetos, entre los que destacan dos grandes ollas de cerámica policroma con la imagen de Chicomecóatl en una de sus caras. Una de ellas tiene, además, en la cara opuesta la imagen de Tláloc. La olla que nada más tiene la representación de Chicomecóatl posee una tapa y en ésta fue pintada la imagen de Tláloc, por lo que en ambos casos se encuentra la dualidad Tláloc-Chicomecóatl. La tapa de la olla estaba ladeada, recargada parcialmente en el muro norte y tocando una escultura también antropomorfa hecha de copal, la cual se encontraba de pie y con la cara orientada hacia el noroeste. La tapa presentaba la cara convexa hacia arriba. La otra olla se encontraba en la esquina noreste de la cámara; estaba
Compartir