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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE 
MÉXICO 
 
 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
EN EL OMBLIGO DEL UNIVERSO: UNA CARACTERIZACIÓN DE LA 
NARRATIVA REGIONALISTA EN MÉXICO 
 
TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO 
DE LIC. EN CIENCIAS DE LA 
COMUNICACIÓN PRESENTA: 
RODRIGO MARTÍNEZ MARTÍNEZ 
 
ASESOR: PROF. RICARDO MAGAÑA FIGUEROA 
 
 
MAYO DE 2006 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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En la memoria de Valentín Martínez León 
(1915-2002) 
 
 
 
Para mis padres 
 
A Luis Miguel, Irma y tía Rita 
 
 
 
 
Sólo somos tierra y luz. Como las flores. 
Severino Salazar 
(1947-2005) 
ÍNDICE 
IV
1
1
2
6
8
12
18
19
21
23
24
26
27
28
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46
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51
INTRODUCCIÓN 
 
PRIMERA PARTE. 
TIERRA, NATURALEZA Y SER HUMANO: UN ENSAYO SOBRE EL
REGIONALISMO OCCIDENTAL Y MEXICANO. 
 
CAPÍTULO 1. ENTRE MÁSCARAS Y SOMBRAS: UN CONCEPTO DE
REGIONALISMO. 
1.1. Las máscaras: diferencias del regionalismo frente a otros géneros. 
1.2. El animal provinciano: origen y sentido político del concepto de
regionalismo. 
1.3. Abandonar las sombras: el regionalismo como género autónomo. 
1.4. Representación o expresión: un concepto de regionalismo. 
 
CAPÍTULO 2. LOS PUEBLOS DEL MUNDO: ANTECEDENTES Y
CARACTERÍSTICAS DE LA PROSA REGIONALISTA. 
2.1. La era romántica: el origen y los primeros antecedentes. 
2.1.1. Los regionalistas de la era romántica. 
2.1.2 El periodo realista: la consolidación del género. 
2.1.3. Nombres y figuras del regionalismo en la época realista. 
2.1.4. El realismo extremo en la prosa regional: el caso español. 
2.1.5. Estados Unidos: semillero de regionalistas. 
2.1.6. Hispanoamérica: del influjo romántico al modernismo. 
2.2. Características de la prosa regionalista. 
2.2.1. El pasado y la naturaleza: rasgos del regionalismo romántico en
Europa. 
2.2.2. Tragedia y contexto social: el regionalismo realista europeo. 
2.2.3. Naturaleza, tragedia y crítica social: perfiles del regionalismo
europeo. 
2.2.4. El folclor y la utopía: el primer regionalismo norteamericano. 
2.2.5. Tragedia y realidad: rasgos del gran regionalismo en Estados
Unidos. 
2.2.6.Proyecto nacional y madurez: una caracterización final del
regionalismo estadounidense. 
2.2.7. La naturaleza y el hombre: el regionalismo hispanoamericano. 
2.2.8. Verdad social y vanguardia: regionalismo hispanoamericano
cosmopolita. 
2.2.9. Del folclor a la crítica social: un perfil definitivo del
regionalismo hispanoamericano. 
 
 
 
 
 
 
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133
139
 
CAPÍTULO 3: LA NARRATIVA REGIONALISTA EN MÉXICO. 
3.1. De la Revolución a la consolidación: los ciclos de la prosa
regionalista en México. 
3.1.1. Los fundadores. 
3.1.2. La consolidación. 
3.1.3. La permanencia. 
3.1.4. Un retorno definitivo: el neorregionalismo. 
3.1.5. Prosa regional mexicana en nuestros días. 
3.1.6 Hacia el futuro del regionalismo en México. 
3.2. Las estéticas del regionalismo mexicano. 
3.2.1. Impresionismo y desaliento en las novelas de la Revolución. 
3.2.2. Erotismo y fatalidad en la prosa de Agustín Yánez. 
3.2.3. Agonía y fe en la narrativa de Juan Rulfo. 
3.2.4. La estética de lo fatal: el regionalismo como tragedia. 
3.2.5. Realidad e injusticia: la temática social en la narrativa
regionalista. 
3.2.6. El habla coloquial y el lirismo regional. 
3.2.7. La violencia ritual en el regionalismo de nuestros días. 
 
SEGUNDA PARTE. 
RAMILLETE DE ENTREVISTAS 
 
CAPÍTULO 4: ERACLIO ZEPEDA: MI REGIÓN ES EL MUNDO. 
 
CAPÍTULO 5: SEVERINO SALAZAR: ESCRIBIR UNA NOVELA ES COMO UN
SUEÑO QUE SE VA Y SE OLVIDA. 
 
CAPÍTULO 6: HERMINIO MARTÍNEZ: LA BELLEZA ES UN JAGUAR QUE
CLAVA LAS GARRAS EN EL ROSTRO. 
 
CAPÍTULO 7: DANIEL SADA: MIS LIBROS SE VAN A OLVIDAR. 
 
CAPÍTULO 8: DAVID TOSCANA: LA LITERATURA ES SINÓNIMO DE
TRAGEDIA. 
 
CONCLUSIONES 
 
FUENTES 
 
 
INTRODUCCIÓN 
Basta una mirada a las lecturas básicas de la narrativa mexicana del siglo XX para descubrir 
que entre ellas existe un vínculo que va más allá de lo que se ha nombrado la expresión de 
lo rural. Obras como Mala yerba, Al filo del agua y Pedro Páramo no sólo contienen esos 
ambientes agrestes, sino que concentran el espíritu y las raíces de la provincia. Antes que 
novelas campestres son relatos sociales donde el temperamento de la gente, la singularidad 
del lenguaje y la historia aparecen como sellos de una prosa consagrada al medio humano 
y ambiental de las regiones mexicanas. 
A esta tradición le corresponde el título de prosa regionalista debido a que su esencia 
radica en representar o expresar una provincia. En México son pocos los estudios acerca 
de esta corriente y, si consideramos que entre los especialistas existe una tendencia a 
incluir cada manifestación artística en un grupo, movimiento o periodo, resulta extraña 
esta carencia. Más aún, en los círculos de la crítica literaria, la filología y la reseña 
periodística, el mote de regionalista existe para desmeritar las obras que contienen algún 
elemento de esta tendencia. 
De este modo, apenas destacan unos cuantos trabajos especializados. Ya desde la 
mitad del siglo XX, hubo quien reconoció el valor de la prosa regionalista y, a través de una 
expresión creativa, la llevó a un plano concreto. Fue el caso de Alfonso de Alba. En 1949, 
con su ensayo titulado La provincia oculta, proponía desentrañar el mensaje del regionalismo 
alejándolo de los estragos causados “por los brebajes de la civilización contemporánea”1. 
Para este autor, el género dedicado a la provincia, antes que nada, consistía en comunicar 
un espíritu de vida y alegría. Sobre dicho libro, Agustín Yánez señaló que más que una 
apología se trataba de un “primer intento por analizar sistemáticamente la aportación de la 
provincia al caudal de la literatura mexicana; y esto no tanto como tema, sino como género 
de sensibilidad específica [...]”2. 
 
1 Alfonso de Alba, La provincia oculta, p. 119. 
2 Ibidem, p. 17. 
 IV 
 
Algunos especialistas han recuperado el interés por el tema. Me refiero a Vicente 
Francisco Torres, quien a partir de la metodología de la reseña y la entrevista periodísticas, 
abordó lo que llamó “literatura del desierto” en su libro Esta narrativa mexicana el que, en 
verdad, es una recopilación de sus críticas y semblanzas del suplemento Sábado de 
Unomásuno. Aquí, él encuentra a los narradores del norte (Jesús Gardea, Daniel Sada y 
Ricardo Elizondo) como captadores de lo desértico sin considerar que su obra pertenece a 
un género de mayores dimensiones. Al respecto, un investigador del Instituto de 
Investigaciones Filológicas de la UNAM, Miguel G. Rodríguez Lozano, ha señalado que 
existe un error cuando se llama literatura del desierto al trabajo de una serie de autores que 
poseen mayor riqueza temática y estilística, misma que ha contribuido a quebrantar el 
centralismo cultural3. 
Rodríguez también ha contribuido con el estudio de la narrativa regionalista mexicana, 
pero sus obras se concentran en la prosa del norte. Los textos El norte: una experiencia 
contemporánea en la narrativa mexicana y Escenarios del norte de México: Daniel Sada, Gerardo 
Cornejo, Jesús Gardea y Ricardo Elizondo cierran el ciclo de publicaciones analíticassobre la 
prosa de provincia. 
No descarto la posibilidad de que existan otras investigaciones al interior del país, pero 
me es imposible llegar a ellas. De hecho, podría mencionar una gran variedad de ensayos, 
artículos periodísticos y estudios compilados en diarios, revistas o libros, pero eso 
resultaría exhaustivo. Y es que, como afirmó Alfonso de Alba, la literatura proveniente o 
inspirada en la provincia mexicana ha sido menospreciada por algunos grupúsculos que, 
conscientes del contenido, la actitud honesta y “la expresión genuina de nuestra 
personalidad”, la relegaron a un “plano secundario” 4. 
Debido a este rechazo, y a que en México existe una tradición regionalista importante, 
En el ombligo del universo tiene como objetivo caracterizar la prosa mexicana inscrita a esta 
corriente y divulgar, de forma periodística, tanto el conjunto de obras realizadas hasta 
nuestro tiempo como la voz y pensamiento de quienes aún practican este género. Esta 
 
3 Miguel G. Rodríguez Lozano, Desde afuera: narrativa mexicana contemporánea, p. 94. 
4 Alfonso de Alba, op. cit. pp. 20-21. 
 V 
 
tesis caracteriza la narrativa regionalista mexicana vinculándola con sus antecedentes en 
occidente y explicando sus rasgos de manera comprensible para un público no 
especializado. Su cometido también es divulgar este género literario en su versión 
mexicana a través de las técnicas del periodismo cultural. 
Mi trabajo no reúne o comenta toda la producción regionalista del país, sino que 
explora en momentos importantes de esta corriente narrativa. Aquí doy cuenta de los 
antecedentes en la literatura occidental y mexicana, propongo una reseña histórica del 
movimiento y una caracterización del regionalismo en la prosa de México. Finalmente, 
presento una serie de entrevistas periodísticas con algunos practicantes de esta tendencia. 
Para este trabajo, partí de la hipótesis de que el contenido de la narrativa regionalista 
mexicana, al ser una representación o expresión de la provincia, se caracteriza porque los 
relatos tienen como espacio y atmósfera de la narración la geografía natural y/o las 
ciudades de provincia y porque, al recrear literariamente esos ambientes, también refiere 
mitos, leyendas y símbolos del imaginario local y/o universal al tiempo que considera la 
naturaleza como un personaje contundente en el argumento y la gente o historia de esa 
provincia como añadidos en la trama. 
Desde el punto de vista de los medios para realizar esta expresión, el regionalismo en 
la prosa de México busca reconstruir el habla coloquial, el lenguaje regional, algunas 
costumbres y tradiciones a la vez que incluye referentes documentales, históricos, sociales, 
trágicos, cómicos o fantásticos en el desarrollo del argumento. Todo ello para vincular la 
obra con algún estilo estético y concederle un giro artístico. Para esta empresa, los autores 
también involucran estructuras o técnicas modernas para imprimir el temperamento, 
condición y situación de la gente, o el habla y la geografía de la zona representada. 
 Finalmente, consideré que, desde la perspectiva del autor, existen dos ideas políticas 
que lo motivan durante el ejercicio del regionalismo. Una consiste en defender las regiones 
de provincia (ya sean ciudades, ranchos, desierto o montaña) como espacios válidos para 
la creación literaria. Se trata de una protesta contra el centralismo cultural y su móvil 
consiste en partir de lo diverso o particular para llegar a lo universal. La segunda vertiente 
 VI 
 
es que, mediante obras de perfil regional, el narrador se opone al centralismo 
administrativo y procura que su provincia sea notoria en el plano nacional. 
En el ombligo del universo está dividido en dos partes que contienen un total de ocho 
capítulos. Los primeros tres forman un ensayo que, al constituir la primera parte de la 
investigación, tiene como objetivo aportar la caracterización del regionalismo en México a 
través de un género de opinión. Aquí adopté el concepto de Susana González Reyna. Para 
ella, el ensayo puede ser periodismo. Siguiendo esta teoría, este género en su versión 
periodística plantea, antes que una investigación rigurosa, una reflexión5. Se trata de la 
disertación de un tema a través de juicios que el ensayista ejerce tras haberse especializado. 
Es un escrito informal que procura exponer meditaciones en torno a cualquier cuestión y 
que, desde mi perspectiva, funciona como una forma de divulgación. Es, por tanto, un 
género periodístico de opinión como el artículo de fondo y la columna, sólo se diferencia 
de aquéllos en que no requiere rigor informativo en la argumentación. 
En el primer capítulo propongo una definición de regionalismo literario, así como los 
elementos que lo distinguen de otras corrientes. El segundo capítulo es una reseña de los 
antecedentes y las características de este género en occidente. El tercer capítulo refiere el 
desarrollo del regionalismo mexicano y una explicación de los estilos y características de 
sus exponentes. Debido a la forma en que los dividí, esta sección también puede verse 
como una serie de ensayos periodísticos de extensión menor. 
El ensayo también tiene como fin exponer el género literario abordado y comentar 
fundamentalmente tres reflexiones sobre el mismo: que se trató de un género surgido en el 
romanticismo; que a diferencia de lo propuesto por varios críticos, el regionalismo no 
constituye un movimiento nacionalista, sino patriótico y que, en el caso de México, aunque 
ciertos núcleos lo han relegado, éste no únicamente existe como un movimiento, o un 
género reconocible, pues es evidente que hay toda una tradición prosística inspirada en sus 
principios. Por último, y esto atañe al perfil periodístico de la investigación, los primeros 
tres capítulos muestran el proceso de especialización obligado al que un reportero de la 
 
5 Susana González Reyna, Géneros periodísticos 1: periodismo de opinión y discurso, pp. 107-108. 
 VII 
 
fuente cultural debe sujetarse para realizar su labor. Proceso que, en este caso, funciona 
como medio para divulgar, a través de un ensayo con lenguaje simple, qué es y cómo se ha 
manifestado la prosa regionalista en México. 
La segunda parte se concentra en el uso de un género informativo. Para ello asumí la 
entrevista como un género periodístico antes que como una técnica. El objetivo de esta 
sección fue recabar opiniones y reflexiones de cinco narradores mexicanos sobre el 
regionalismo a fin de contrastar esta información con la caracterización y el concepto 
ofrecidos en el ensayo de la primera parte. De esta forma, reuní conversaciones con 
narradores regionalistas como Eraclio Zepeda, Severino Salazar, Herminio Martínez, 
Daniel Sada y David Toscana. 
Aquí el periodismo es preponderante pues, además del cometido que ya mencioné, la 
misión a la que me dirigí empleando las técnicas del reportero fue realizar perfiles de los 
autores mexicanos vivos que practicaron o que siguen practicando la prosa regionalista. 
Retomé específicamente lo que Vicente Leñero y Carlos Marín denominan una semblanza 
periodística pues mi cometido era ofrecer un “retrato escrito” de los entrevistados6. En 
este apartado la entrevista fue utilizada como un género informativo. De este modo, este 
trabajo y, en particular, el conjunto de entrevistas cumplen con uno de los fines del 
periodismo cultural: divulgar una manifestación artística prescindiendo de la terminología 
científica con que se le difunde en canales especializados. 
Para finalizar cabe señalar que la tesis que presento intenta contribuir en la reducción 
del vacío en materia de regionalismo narrativo en México. La intencionalidad de este 
trabajo, cuya esencia se identifica con uno de los propósitos del periodismo cultural, es 
caracterizar la prosa regionalista mexicana y, al divulgarla,explicar que, a diferencia de 
otras épocas literarias en el país, como fue el caso de la llamada literatura de la onda o de la 
autonombrada generación del Crack, el regionalismo no sólo implica un género autónomo, 
sino una tradición para la letras mexicanas pues, como ya mencioné, entre las grandes 
obras prosísticas nacionales, se encuentran muchas de perfil y expresión provincianos. 
 
6 Vicente Leñero; Carlos Marín, Manuel de periodismo, p. 98. 
 VIII 
 
PRIMERA PARTE 
TIERRA, NATURALEZA Y SER HUMANO: UN ENSAYO SOBRE EL 
REGIONALISMO OCCIDENTAL Y EL MEXICANO. 
 
 CAPÍTULO 1 
ENTRE MÁSCARAS Y SOMBRAS: UN CONCEPTO DE REGIONALISMO. 
El regionalismo literario es un término sombrío. Sus doscientos años de existencia no han 
bastado para concretar una idea clara de qué es, dónde inició y qué le caracteriza. Como 
expresión narrativa, fue un producto de la era romántica y, en nuestros días, sólo es 
considerado como un recurso literario. Y es que, en su intento por explicarlo, ya son 
varios los críticos y autores que lo han confundido con otros géneros. El resultado de esto 
es una serie de conceptos equívocos o incompletos que han colocado máscaras a un 
género prosístico cuya esencia radica en expresar o representar literariamente la provincia 
de una nación. Por ello, antes de explorar y caracterizar la prosa regionalista en occidente y 
México, es preciso construir un concepto sobre esta manifestación. 
En textos teóricos, ensayos y diccionarios especializados resulta común hallar vocablos 
que sólo se aproximan y que parecen máscaras pues los críticos tienden a involucrarlo con 
movimientos como el costumbrismo, el provincianismo y el criollismo. Aunque existen 
muchos estudios sobre estas tendencias, especialmente entre los investigadores 
hispanoamericanos, el material no cubre el estilo regional. De hecho, los acercamientos 
realizados no encajan con las obras representativas de la corriente. 
Casi toda la teoría relativa a este vocablo es de origen hispanoamericano. Como señala 
Carlos J. Alonso, al principio, las obras de este perfil fueron nombradas de varias formas 7. 
Conceptos como novela criolla, novela rural, novela costumbrista, novela telúrica y novela regional se 
disputaron la autoridad para explicar las obras en prosa que poseían una ambientación 
geográfica muy definida, así como una cierta representación de costumbres. En Europa, 
como evidencia la información que puede hallarse en México, se han realizado pocos 
 
7 Carlos J. Alonso, The Spanish American regional novel, p. 39. 
 1
estudios. Entre ellos se encuentran algunos dedicados a las llamadas novelas de la tierra del 
primer decenio del siglo XX en Sudamérica. 
Con todas estas limitaciones, los materiales de divulgación sobre las literaturas 
universales, especialmente las letras europeas y norteamericanas, han sido reveladores pues 
demuestran que la mayoría de los análisis se ajustan a los conceptos establecidos en 
Hispanoamérica. Sin embargo, a pesar de ello, en el estudio de las letras, todo aquello con 
carácter regional, ha sido concebido únicamente como un atributo de la obra literaria. Casi 
nunca como un género legítimo. 
Varios críticos hispanoamericanos han considerado el género regionalista a la manera 
de un costumbrismo puro y, a veces, como una simplificación sucinta sobre el folclor y las 
etnias de una región. Dichos enfoques devinieron una suerte de máscaras que impidieron 
una comprensión total del fenómeno y que provocaron una multiplicación excesiva de 
vocablos. Esta fue la razón por la que nunca se estableció un criterio unitario. 
El término más usual y aceptado fue novela de la tierra. Este género de ficción, que 
aparecería como supuesta expresión de impulsos nacionalistas, se inspira en una región 
geográfica culturalmente definida, en las fuerzas de la naturaleza, así como en el leguaje y 
las maneras de sus habitantes. Las pinceladas de lo provinciano, los cuadros de 
costumbres, los episodios históricos y las referencias al paisaje han sido elementos de las 
obras regionales, pero, también, algunos de ellos han sido rasgos de otras formas literarias. 
Sin embargo, con todo y la existencia de los elementos que he mencionado, el 
regionalismo no debe confundirse con las narrativas de costumbres ni mucho menos con 
las de aire provinciano. Sin duda, los rasgos de una provincia y las tradiciones de las 
comunidades de esa región, pueden ser materia para constituir un relato literario. En el 
caso de la prosa regional, esos componentes de la obra, esos motivos u objetos que 
aparecen en un argumento, no son la esencia del texto, sino un medio para reconstruir una 
realidad. Por ello, el regionalismo posee diferencias muy claras con respecto al 
costumbrismo y el provincianismo. 
 2
La definición de un concepto para este género posee un sinnúmero de caminos por 
recorrer y muchas vacíos donde tropezar. Más aún, el regionalismo aún no es considerado 
un género autónomo como lo es, por ejemplo, la novela histórica. Este fenómeno es una 
derivación del centralismo cultural ya que algunos grupúsculos citadinos, como en el caso 
de México, le desconocen tanto por prejuicio como por recelo artístico. 
 
1.1. Las máscaras: diferencias del regionalismo frente a otros géneros. 
Lo que se ha llamado novela de la tierra, que más bien es novela regionalista, sobre todo 
porque es un producto artístico que evoca el espíritu de la provincia, no es criollismo, 
costumbrismo o provincianismo. Esta terminología confusa surge por dos factores: el 
desconocimiento del las dicciones utilizadas y la actitud de algunos críticos o autores 
quienes, seducidos por una característica de la obra, resuelven denominarla a partir de tal 
rasgo, como ocurre, por ejemplo, con las novelas de la selva hispanoamericanas o las novelas 
de desierto en la década de los ochenta en México8. 
 Un caso es Seymour Menton, quien ve la literatura regionalista como criollismo, el 
cual, según él, surgió por la necesidad que los autores tenían de “conocerse a sí mismos a 
través de su tierra” 9. La búsqueda de identidad es el estímulo fundamental. Detrás de 
estos menesteres hay un interés patriótico y existe amor por el pueblo donde se nació o 
apego por la tierra adoptada. Mediante la escritura, el criollista interpreta las condiciones 
políticas, económicas y sociales de su país10. Se trata de una variante sociológica del 
regionalismo donde el artista aborda su entorno motivado por una sensación de 
pertenencia al terruño. 
Este punto de vista es polémico si lo cotejamos con el origen del vocablo que da forma 
al criollismo. De acuerdo con la Real Academia Española, el criollo, del portugués crioulo, 
que a su vez proviene de criar, es el descendiente de padres europeos nacido en alguna de 
las antiguas colonias españolas o, también, el sujeto cuyo origen corresponde a cualquier 
 
8 Vicente Francisco Torres, Esta narrativa mexicana: ensayos y entrevistas, pp. 73-122. 
9 Seymour Menton, El cuento hispanoamericano, p. 217. 
10 Ibidem, p. 323. 
 3
país hispanoamericano y quien, por consecuencia, posee “las cualidades estimadas como 
características de aquél país” 11. El término criollo no es apropiado para el abordaje de la 
prosa regional ya que sólo abarcaría a los autores hispanoamericanos. Además, la 
caracterización a partir de la ascendencia europea no es compatible con la procedencia de 
muchos autores regionalistas de nuestro continente. 
En segunda instancia, debido a que el criollo sólo representa a los sujetos nacidos en la 
América hispánica, asumiéndolos como portadores de los rasgos de un país cualquiera, es 
imposible identificar a una nacionalidad a partir de la representación de los individuos de 
una localidad específica. En cada nación existen numerosas regiones que muestrancaracterísticas distintivas. Cada pueblo se distingue por su diversidad. Una interpretación 
global del continente con base en estas singularidades, tal y como lo pretendían quienes 
impulsaron la idea de una expresión americana, resulta improbable. De hecho, la esencia 
de la narrativa regionalista está en la heterogeneidad histórica y cultural de una provincia. 
Esto ocurre cuando esa diversidad constituye un motivo literario y aporta una nueva 
visión sobre el mosaico social-regional que caracteriza una nación. 
Menton desatiende que en Hispanoamérica, zona a la que dirige su concepto, sólo 
dentro de un país, existen regiones donde la lengua, las costumbres y los orígenes son 
totalmente distintos a las generalidades. En cada nación existen varias civilizaciones. Ello 
significa que un experimento regionalista nacional o continental es irrealizable. Sólo la 
acumulación de los valores locales y el conjunto de caracterizaciones individuales, tendría 
fidelidad nacional dentro del trabajo literario, proyecto que intentó, por ejemplo, Mark 
Twain en Estados Unidos. 
En otras palabras, a diferencia del criollismo, la idea de literatura regionalista sí 
contempla la heterogeneidad de una entidad, así como la multiplicidad étnica. A menudo 
este género busca diferenciar a una provincia con respecto a otras poblaciones. Es por ello 
que, a veces, la novela regionalista es vehículo de algunas minorías o, incluso, un medio de 
expresión política encaminado a combatir el centralismo. 
 
11 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, p. 421. 
 4
Derribada la teoría del criollismo, surge otra aún más intensa: el costumbrismo y, por 
supuesto, el provincianismo. La costumbre, según la Real Academia Española, tiene su 
origen en el término antiguo costumne. Su sentido radica en los hábitos o modos de obrar 
ordinarios establecidos por tradición o repetición. En el campo del arte, Federico Carlos 
Sainz de Robles advierte que el costumbrismo es una “tendencia literaria y artística 
dedicada a reflejar en las obras las costumbres del lugar y de la época en que vive el artista 
creador” 12. 
El provincianismo también tiene un origen etimológico del latín provincialis y se asocia a 
una forma de pensamiento que pretende imponerse pues se trata de una “estrechez y 
espíritu de apego a la mentalidad o costumbres particulares de una provincia o sociedad 
cualquiera, con exclusión de las demás” 13. 
Refugiados en estos conceptos, los críticos y escritores han pretendido asociar la 
literatura regionalista con el costumbrismo. Un ejemplo es Mario Vargas Llosa, quien 
concibe a las novelas regionalistas como objetos “primitivos” que pueden etiquetarse a la 
manera de un documento etnológico o un censo de datos geográficos14. El autor de La 
ciudad y los perros, seducido por la idea occidental de universalidad del arte, relegando el 
valor estético de la literatura de provincia, ve esta narrativa como una descripción de 
hábitos donde sólo hay ejemplos de color o folclor. 
Otro académico, Harry Shaw, ofrece una definición muy emparentada con la novela de 
costumbres. Aun cuando emplea el vocablo regionalismo, su caracterización se topa con 
las cualidades del género costumbrista pues, con todo y que ve la novela regionalista como 
la “representación literaria” de una provincia a partir de la imitación fiel del habla y la 
historia, lo cual sí es fundamento del género que discuto, también está convencido de que 
este género es una personificación exacta de las maneras, las costumbres, el folclor y las 
creencias de dicho lugar15. 
 
12 Federico Carlos Sainz, Ensayo de un diccionario de literatura, p. 232. 
13 Real Academia Espáñola, op. cit. p. 1194. 
14 apud Carlos J. Alonso, op. cit., pp. 38-39. 
15 Harry Shaw, Dictionary of literary terms, p. 319. 
 5
Las novelas regionalistas no son documentos etnológicos. No se trata de ficheros 
donde predominen los hábitos de algún pueblo. Tampoco devienen trabajos de puro 
interés sociológico como señala David Coward, otro investigador. Aunque en las primeras 
obras sudamericanas del género aparecían glosarios al final de los textos, sus autores no 
pretendían una recolección exhaustiva o científica del habla local. Estas obras tenían 
pretensiones universalistas que partían de una identificación con el terreno inmediato, con 
un argumento casi siempre gobernado por la tragedia. En ellas había un trasfondo 
sociohistórico. Su manejo comunicaba ideas trascendentales y pretendía crear belleza. El 
regionalismo en prosa no es un vaciado de usanzas de una colectividad, mucho menos, de 
un espíritu que defiende con rigor los usos y costumbres de una región. 
Para acabar con la idea de que la prosa regional es costumbrismo acito a Javier de 
Navascués quien afirma que los recursos empleados por los regionalistas sólo se 
aproximan al costumbrismo pues “los escritores piensan reconstruir la identidad del 
hombre hispanoamericano: en el habla, con todas las peculiaridades idiomáticas, y las 
actividades humanas (trabajo, fiestas, ritos de paso, familia, etc.)” 16. Los hábitos, 
productos de la tradición, no son un factor dominante en la obra, sino un recurso literario; 
un elemento para crear personajes verosímiles; parte de un todo y no el todo. La narrativa 
regionalista es una representación artística, una búsqueda literaria de aquello con lo cual se 
identifica el autor, es decir, su lugar de origen o de adopción. Antes que un costumbrista, 
el narrador regionalista es un patriota. 
 
1.2. El animal provinciano: origen y sentido político del concepto de regionalismo. 
Las definiciones del regionalismo literario provienen del mismo concepto en la versión 
que de éste hizo la ciencia política. De acuerdo con Federico Sainz de Robles, la voz 
región proviene del latín regio17 que significa regir o gobernar y, a partir de esta noción, 
reafirmando la definición de la Real Academia Española, explica que el regionalismo es 
 
16 Javier de Navascués, “Las corrientes narrativas (I): la narrativa de la tierra”, en Felipe B. Pedraza (coor.), 
Manual de la literatura hispanoamericana, p. 319. 
17 Federico Carlos Sainz, op. cit., p. 1026. 
 6
una “tendencia o doctrina política según las cuales en el gobierno de un Estado debe 
atenderse especialmente al modo de ser y a las aspiraciones de cada región” 18. 
El regionalismo literario, en cambio, sería aquél “basado en el libre uso de la lengua 
regional, que en nada menoscaba la soberanía del Estado unitario. Este regionalismo es 
laudable y simpático” 19. Aquí, este género se identifica con el uso artístico de la lengua 
local y no se opone al orden político ni la soberanía de un Estado. Tampoco confronta al 
centralismo cultural. No obstante, el autor ve esta tendencia como “de robustecimiento de 
la vida local”20 y cita a Gascón y Marín para reforzar el sentido: “El regionalismo significa, 
en muchos, protesta contra el centralismo[...]”21. La prosa regionalista también sabe ser 
prosa política y, muchas veces, funciona como vehículo de propaganda. 
El sentido político del regionalismo es su batalla contra el centralismo. El caso de 
Hispanoamérica es ilustrador. En este continente, la literatura de carácter regional, aunque 
había tenido a sus impulsores ideológicos y artísticos en el siglo XIX, fue iniciada en el siglo 
XX. La celebración por los centenarios de independencia y la necesidad de identificación 
con la tierra encendieron el interés por el color local. Durante todo el periodo 
decimonónico, muchos pensadores llamaron a la conformación de una expresión propia y 
una identidad auténtica. Entre tales reflexiones, a las cuales se sumó el festejo por la 
autonomía política, se publicaron novelas regionalistas que, a mi gusto, son modelos de un 
patriotismo sincero con vocaciónestética. Su mensaje fue que España, el imperio, el 
núcleo que controlaba las provincias hispanoamericanas, había perdido la supremacía. 
Navascués explica que “el espíritu regionalista respondía más bien a un interés 
nacionalista de expresar lo esencialmente propio” 22. Pero, si alguna vez existió el deseo 
por establecer un nacionalismo a partir de las letras, la aspiración se quedó en mero acto 
patriótico. Cuando se habla de nacionalismo debe entenderse que en alguna región existe 
una colectividad, la cual, desde sus orígenes, vinculada histórica y culturalmente por un 
 
 
 
18 Idem 
19 Idem 
20 Idem
21 apud Sainz de Robles, Ibidem p. 1028. 
22 Javier de Navascués, op. cit., p. 316. 
 7
territorio, concibe una misión conjunta a la que los pobladores dirigen sus esfuerzos. Lo 
nacional es un asunto planeado, un impulso que puede materializarse cuando todos los 
actores de un pueblo tienen los mismos intereses. 
 Ninguna de las literaturas regionales que han existido, donde incluyo las del 
romanticismo, concretó aspiraciones nacionales. Estas narrativas no deseaban una 
integración colectiva ni pugnaban para cumplir anhelos comunes. A veces, incluso, y esto 
explica por qué se eligió el concepto de regionalismo, las obras de este género refutaban el 
centralismo que, casi siempre, es el vehículo que promueve la unidad nacional. En la prosa 
regionalista hay una expresión o glorificación del terruño. No se trata de un nacionalismo 
extremo, ni de un provincianismo rebelde que pretendan derribar la estructura nacional, 
sino que es un esfuerzo por dar su lugar a la provincia validándola como material artístico 
y como material humano. Su intencionalidad básica es representar o expresar una 
provincia de forma literaria. 
Un concepto próximo a esto se descubre en la definición de Eva Lidya Oseguera. Esta 
autora introduce el concepto de neorregionalismo y lo caracteriza a partir de la literatura 
costumbrista del siglo XIX. Según su propuesta, el neorregionalismo radica en la 
observación y el retrato minucioso de los campesinos, y se interpreta como una lucha 
contra el progreso o, acaso, como una protesta contra el centro político23. El término, 
además de contemplar los anhelos de identificación individual, apunta hacia una auto-
conciencia* del terruño, los valores espirituales y las costumbres. En este enfoque, el 
trasfondo de la obra es de preocupación social y, a la manera de una novedad, incluye la 
ejercitación de una estética a través del trabajo estilístico y la depuración del lenguaje **. 
 
23 Eva Lidia Oseguera de Chávez, Leer literatura latinoamericana, p. 157. 
* Esta idea es aportada por John S. Brushwood (México en su novela) quien, aunque no abunda en la 
literatura regional, explica que el impulso por expresar lo que sucedió en México es similar al anhelo por 
describir el estilo de vida dentro de su territorio. Al lado de lo que fue la Revolución Mexicana, dice, esta 
clase de costumbrismo fue común a lo largo de Hispanoamérica porque fue un proceso de auto-
observación que trascendió hacia una auto-conciencia. 
**El neorregionalismo surgió como una reacción contra los defectos de los realistas —como el estilo 
pesado, la moralización abundante, el detallismo— y prestó mayor atención a los recursos estilísticos 
usados por los prosistas estadounidenses, así como a las lecciones estéticas aprendidas de los modernistas. 
De la misma manera, el neorregionalismo rechazó el excesivo interés naturalista por todo lo que fuera 
industria y se propuso compensar este olvido de la tierra haciendo énfasis en el campesinado. 
 8
 
1.3. Abandonar las sombras: el regionalismo como género autónomo. 
En Hispanoamérica, la novela del regionalismo fue considerada como la exploración de 
una identidad nacional a partir de la representación territorial y como la construcción 
literaria de universos locales donde la naturaleza, la violencia y la fatalidad determinaban el 
contenido. Ambas caracterizaciones son notablemente acertadas. Sin duda, para el escritor 
regionalista, su obra es un medio de identificación, pero jamás es un mecanismo para 
festejar lo nacional. Las novelas expresan la historia regional, como es el caso de Agustín 
Yánez en México, o recrean la provincia con nostalgia. En cambio, el asunto de que la 
naturaleza es un protagonista de la obra porque suele derruir al hombre es muy 
cuestionable. Es cierto, existen textos como La vorágine, de José Eustacio Rivera, donde el 
ambiente es indomable y terriblemente destructivo, pero, cuando el lector asoma a La 
tierra pródiga, descubre cuán dócil es la naturaleza bajo el poderío de la tecnología y la 
fiereza humanas. 
En la teoría, algunos autores se han interesado en el papel de la naturaleza. En la visión 
de Giuseppe Bellini, la cual de nuevo apunta al género regionalista en su versión 
sudamericana, que fue consignada en su ambiciosa Historia de la literatura hispanoamericana, la 
tierra es el protagonista principal y, en ella, la humanidad se desenvuelve bajo el yugo de 
“pasiones primitivas”que se compensan con la carga espiritual de las culturas locales. “En 
las obras de estos novelistas —explica el crítico— palpita la tierra de las distintas latitudes 
americanas, intensa en su espiritualidad así como en su violencia sensual, en la desmesura 
de los elementos, hermosa incluso cuando resulta inquietante”25. 
Así, Canaima de Rómulo Gallegos y La vorágine de José Eustasio Rivera, modelos del 
género en Hispanoamérica, tienen argumentos donde la naturaleza es el personaje 
 
“Los neorregionalistas ostentaron una divisa común consistente en atender la problemática sufrida por 
los nativos americanos, sin importar su color, ni su lugar de origen, ni sus creencias; por ello, dentro de sus 
escritos hay un espacio para el indio, para el mestizo, para el criollo, para el negro, para el citadino, para el 
campesino y, sobre todo, para una revaloración de la vida en provincia, del lenguaje familiar, del color 
local; en suma, para reconsiderar el caudal cultural y espiritual ofrecido por la propia tierra”. 
25 Giuseppe Bellini, Historia de la literatura hispanoamericana, p. 503. 
 9
principal y, más aún, el objeto definitorio de la trama. Lo regional es una variación del 
fatalismo, una sucesión de tragedias donde el escenario consume al ser humano. Este 
concepto encaja con la prosa regionalista de muchos países. La violencia, lo trágico y el 
mundo descarnado del ambiente también fueron fundamentales en las obras de Johannes 
V. Jensen, Thomas Hardy y William Faulkner, casos paradigmáticos de la corriente. 
Un asunto primordial en cuanto a la literatura regionalista es si esta constituye un 
género o no. Hay críticos, como Javier de Navascués, que ven en esta expresión una 
corriente consolidada, identificable y, por lo mismo, interpretable. Por el contrario, 
analistas como Fernando Alegría sostienen lo contrario. Según el colombiano, las 
corrientes regionalistas de carácter fundamentalmente social predominaron en la literatura 
hispanoamericana del primer decenio del siglo XX. Dichas obras, dice, tuvieron conciencia 
de su americanismo y parecían “sentir por primera vez la acción monstruosa de la 
naturaleza salvaje frente a los contactos civilizadores del hombre”26. Pero el especialista, 
quien explica que la literatura regional es acusada por dar una jerarquía excesiva tanto al 
paisaje como al discurso descriptivo, ve esta forma de expresión literaria como “una 
generación de transición” porque sólo fue el impulso inicial de una corriente que, de 
acuerdo con su evaluación, nunca se consolidó27. 
En el Manual de literatura hispanoamericana, coordinado por Felipe B. Pedraza, 
Navascués realizaun sumario de los críticos que han estudiado la novela de la tierra. Por 
un lado, esta narrativa fue vista como “[...] la consideración de que la Naturaleza aplaste al 
hombre”28 y, por el otro como “[...] una muestra representativa de un periodo 
determinado [...] caracterizado por el deseo de reflejar la peculiaridad iberoamericana 
mediante una serie de rasgos que distinguirían a esta de la tradición europea, o cualquier 
otra tradición”29. 
Resumiendo —apunta Navascués—: la novela telúrica [Novela de la 
tierra] representa buena parte de la más importante producción narrativa 
 
 
26 Fernando Alegría, Nueva historia de la novela hispanoamericana, p. 154. 
27 Idem
28 Ibidem, p. 318. 
29 Ibidem, p. 319. 
 10
del continente durante las tres primeras décadas del siglo [XX] por su 
elaboración determinista del paisaje en relación con el hombre y su 
enfoque localista30. 
El regionalismo literario ya constituye un género y, de hecho, al contrario de lo que piensa 
Alegría, prácticamente se afianzó en la época que él analiza. Los novelistas 
hispanoamericanos son herederos del regionalismo español y, todavía más, de la narrativa 
danesa y francesa del periodo romántico, las cueles fueron las fundadoras de esta 
corriente. 
Desde la llamada Edad de Oro de la literatura danesa hubo una idea de distinción 
frente al extraño. Aquel impulso por diferenciarse del resto está ligado a todos los modelos 
regionalistas existentes. Ya como expresión patriótica o como revelación de unidad 
cultural. La corriente regionalista siempre atiende el entorno provinciano y busca, por 
distintas vías, la permanencia de la identidad. 
Es indudable que el primer regionalismo hispanoamericano estuvo dominado por la 
estética del documento social. En dicha novelística hubo un profundo apego a la 
humanidad de los sudamericanos. Los trabajos pioneros fundaron el binomio con el que 
caracteriza el grueso del estilo: barbarie contra civilización, el cual, equivocadamente, 
aludía a la batalla entre el progreso y lo primitivo pues, en la teoría literaria, así como 
muchas de las humanidades, existe la tendencia a tachar de “civilizado” todo aquello que 
posee desarrollo y rasgos de modernidad. 
Este concepto se interpreta como un estadío de progreso que se opone a lo primitivo. 
Sin embargo, toda comunidad humana, ya en sus formas primigenias o en las 
contemporáneas, es una civilización. El término implica un momento específico en la 
historia de cualquier cultura. Una civilización puede ser tanto un primer asentamiento 
zapoteca como la imagen que tenemos de la vida actual en Estados Unidos. La antinomia 
regionalista no es más que un perfil de la lucha entre la civilización misma, donde alguna 
de las dos está en un tiempo o condición distinta de la otra. 
 
30 Ibidem, p. 321. 
 11
Es probable que el vacío conceptual en que navega el regionalismo literario tenga su 
origen en la ausencia de una vanguardia del género. Quizá la inexistencia de una moda 
semejante a la novela del boom, o la carencia de generaciones de escritores regionalistas que 
compartan largos periodos de creación artística simultanea, sean algunos factores por los 
cuales esta corriente sólo es considerada como una transición y no como un fenómeno 
palpable, justo como sucedió en Europa durante el siglo XIX, con sus variadísimos estilos 
de prosa regionalista. 
A pesar de ello, cada aportación de la teoría regionalista considera aspectos 
caracterizadores que, si bien se han modificado, conservan su esencia. La geografía, el 
lenguaje y la representación de una identidad local, por lo común provinciana, aparecen en 
casi todas las latitudes donde se ha escrito novela regionalista. Pero, además de estos 
rasgos, existe otro camino para eludir las sombras entre las que todavía se encuentra el 
concepto. Me refiero a los significados del vocablo región. 
 
1.4. Representación o expresión: un concepto de regionalismo. 
Esta palabra, más allá de todo lo que los críticos han citado sobre ella, tiene un sentido 
clarificador para la comprensión del regionalismo pues implica la “porción de territorio 
determinado por caracteres étnicos o circunstancias especiales del clima, producción, 
topografía, administración y gobierno”31. La región también es “cada una de las divisiones 
territoriales de una nación, definida por características geográficas e histórico-sociales 
[...]”32. 
Desde el punto de vista semántico, el vocablo región es un término que tiene 
compatibilidad con la corriente literaria que abordo ya que contempla las particularidades 
del género halladas por los especialistas originalmente. Sin embargo, integrados en esta 
definición, rasgos como el territorio, el clima y la geografía aparecen relacionados con las 
condiciones sociales, es decir, además de los factores ambientales, existen otros aún más 
 
31 Real Academia Española, op. cit. p. 1245. 
32 Idem 
 12
relevantes como la historia, la cultura y la lengua de las provincias ya que, a partir de la 
semejanza que ciertas comunidades poseen, mediante las cuales se establece un origen 
común, la región adquiere unidad y, sólo por esa vía, es posible erigir una identidad. 
Lo histórico-social es una parte sustancial de la narrativa regionalista. Por ello, a partir 
de los episodios pasados, destacando la cotidianidad de un pueblo, el escritor traza la obra 
literaria y la identifica. Lo social del regionalismo participa en la elaboración de la trama y 
los nudos novelísticos. En Doña Bárbara la guerra de la barbarie contra el progreso es 
también la escenografía de múltiples procesos de explotación y decadencia humanas. 
Como en toda la narrativa danesa de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el 
acento en lo social, la protesta metódica y la descripción de problemáticas regionales 
adquieren prioridad. En Estados Unidos, la narrativa regionalista posterior al 
romanticismo es completamente social. Estos modelos han conseguido calidad e 
intensidad tales que, a mediados del siglo XX, ya se habían escrito obras maestras del 
género como Mientras agonizo y Al filo del agua. 
 Desde el punto de vista sociológico, las obras representativas de la prosa regionalista 
tienen un atributo predominante: la tragedia. Esta estética, producto del realismo artístico, 
muestra la acción de la naturaleza sobre el hombre, la penetración de la sociedad sobre el 
individuo o el efecto que los sujetos sociales ejercen sobre sus semejantes. Dicho aspecto, 
que durante el siglo XX mexicano es retomado por José Rubén Romero, Agustín Yánez, 
Juan Rulfo, Rosario Castellanos y Gerardo Cornejo, ya es parte de una tradición literaria 
hispanoamericana. La causa por la cual estos autores no considerados una corriente 
literaria es la distancia entre las generaciones a las que pertenecen. 
Cuando el arte literario se convierte en una recreación del organismo social, y sobre 
todo cuando asume su lucha contra el centralismo cultural y la pretendida homogeneidad 
nacional, la prosa regionalista no sólo se presenta como el redescubrimiento de las raíces 
originales. En ella también hay una defensa de la heterogeneidad histórica y, por supuesto, 
de la singularidad étnica. El móvil fundamental del regionalismo es la glorificación de la 
provincia, la demostración de su autonomía y la validación de su propio devenir durante el 
ejercicio literario. No por tratarse de pueblos aparentemente no históricos, el mundo de 
 13
una provincia debe ser rechazado como material artístico ya que, los episodios cotidianos, 
aun cuando ocurran en un rincón del mundo, pueden transmitir cualidades universales. 
El regionalismo tiene ya algunos elementos que pueden asumirse como 
caracterizadores permanentes: el espacio geográfico, ente necesario; las condiciones 
histórico-sociales;la definición del destino humano por la naturaleza, naturaleza donde 
también concibo al hombre mismo como sujeto que propicia la fatalidad; el lenguaje, no 
autóctono, sino oral ya que se trata de una evocación del habla regional y no un remedo 
costumbrista, y la oposición al centralismo o a la pretendida homogeneidad nacional. 
Debo añadir que el paisaje, ya natural o humano, ya como escenario vivo o mosaico social, 
es el factor que, sin duda, es propio, inmanente y caracterizador absoluto de lo regional. 
Aunque no defina el argumento, es protagonista. No es un elemento aislado ya que, en 
ocasiones, incluye una región entera e, independientemente del abordaje al que esté sujeto, 
todo aquello que le pertenece sirve para nutrir el trabajo literario, sobre todo, por los 
sujetos y objetos que existen en su territorio. 
Mediante la suma de todos estos elementos, defino regionalismo literario como una 
corriente que aspira a la representación o expresión poética de una región no cosmopolita 
o nodal, la cual puede poseer cualquier característica ambiental o social que, por medio de 
la aplicación de recursos estilísticos, técnicos, estéticos y de contenido, reforzados con la 
imitación del habla, la cultura y ciertas costumbres, manifieste afecto por el terruño, acto 
patriótico, crítica de las condiciones sociales, recuento histórico, fantasía artística, 
atmósfera literaria y/o mitificación de la geografía personificada. 
Desde los orígenes del género, los regionalistas crearon diversos estilos para 
representar literariamente una provincia. Si bien los románticos sólo ilustraron la 
naturaleza, esto no deja de convertirse en una recreación de una realidad autónoma. 
Evidentemente, el periodo realista es más notable en este aspecto pues su impulso 
descriptivo, provisto por una búsqueda de no ficción, con enorme influencia del análisis 
científico, tuvo mayor fidelidad al construir una suerte de fotografía sobre la región que le 
interesaba. En el regionalismo contemporáneo, hay escritores que recurren a la psique 
 14
humana o la fantasía para retratar numerosos pueblos, como ocurre con el 
neorregionalismo mexicano. 
Por otra parte, no todas las poblaciones pueden ser objeto del regionalismo. Para este 
género, un territorio representado puede tener cualquier rasgo social o natural, lo que 
significa que puede ser una ciudad, un pueblo, una montaña o un entorno rural, pero le 
corresponde cumplir con ciertas características en su relación con la capital y con el resto 
de las provincias. Para ser figurada, una localidad debe carecer de influencia administrativa 
y control político a nivel federación. La obra regionalista sólo puede concentrarse en zonas 
provincianas, las cuales, por las características de su entramado social, no ejercen 
influencia económica, política y administrativa a escala nacional, al menos no como lo 
hace la cabecera central de una nación. 
Sin duda, las capitales también son regiones. La ciudad de México es un ejemplo; sin 
embargo, el elemento literario que la distingue y, por lo cual convierte en literatura 
cosmopolita todo aquello que se escribe sobre ella, es resultado de su organización y 
estructura social. La capital de la República Mexicana es una región nodal y reúne tales 
rasgos colectivos que se torna un eje de control. Es cosmopolita, moderna y, por 
consecuencia, ha perdido la mayoría de sus características culturales originales. Aquí debo 
añadir que la interpretación de la novela regionalista como un antagonismo de la novela 
urbana es arriesgada, pues existen ciudades de provincia y, por supuesto, obras 
regionalistas ubicadas en estos lugares como Casas muertas de Miguel Otero Silva. La 
diferenciación del término provincia es importante con respecto al de región*. 
Según la clsificación de Rupert B. Vance hay dos tipos de regiones: una de carácter 
nodal y otra de tipo uniforme. “Las regiones uniformes son homogéneas en su totalidad, 
mientras que las regiones nodales son homogéneas únicamente con respecto a la 
estructura u organización interna”33. Las primeras tienen, por lo común, otra forma de 
organización, conservan sus particularidades culturales y en ellas “el medio físico es el 
 
* Cuando la Real Academia Española define la región explica que ésta puede dividirse en provincias y 
departamentos y, además, añade que la provincia es “cada una de las grandes divisiones de un territorio o 
Estado, sujeta por lo común a una autoridad administrativa”. 
33 David L. Sills, Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, VOL. IX, p. 162. 
 15
factor importante”34. En cambio, las regiones nodales poseen “una zona focal”, la cual 
está vinculada con territorios próximos a través de grandes vías de transporte y 
comunicación. En ellas hay un desarrollo tecnológico, industrial y comunicacional de gran 
tamaño por lo cual el movimiento económico es mayor. En resumen, las grandes 
metrópolis y capitales que disponen del poder monetario y el control político son las 
regiones nodales y, las regiones uniformes, son todas aquellas franjas o poblados de 
provincia que no están completamente industrializados y cuyas estructuras sociales 
conservan sus formas antiguas o, cuando no es así, se encuentran en estadíos ligeramente 
anteriores con respecto a la noción de progreso. 
El regionalismo literario sólo existe en las regiones uniformes. Las provincias son la 
materia única para el autor regionalista pues, por la naturaleza de su estructura social y el 
predominio de su ambiente físico, que como sabemos define la forma que posee la cultura 
de una civilización, no resulta cosmopolita ni, mucho menos, un eje económico, 
administrativo o político nacional. Por otra parte, el valor de la acepción política de 
regionalismo, citado con anterioridad, cobra un valor trascendente. Muchas de las artes 
regionales son producto de una protesta contra el centralismo, el cual, sin duda, adquiere 
supremacía porque el poder de difusión de los productos artísticos de una capital es 
abrumadora ante muchas de las pequeñas localidades de provincia. Un aspecto revelador 
radica en que, como señala Vance, las regiones, al ser zonas homogéneas, con rasgos 
geográficos, ambientales y culturales definitorios, adquieren cierta unidad y, a partir de 
dicho mecanismo, logran una conciencia de sí, la cual constituye la expresión patriótica. 
La prosa regionalista posee dos métodos para reconocerse territorialmente. El primero 
radica en la elección de un poblado distintivo, el cual es capaz de concentrar un sinnúmero 
de matices regionales y, el segundo, es la selección de la totalidad de una región. Hasta el 
momento, la gran literatura regionalista ha surgido de la representación de grandes zonas 
uniformes. Thomas Hardy y William Faulkner siguieron esta vía. Por ello, los narradores 
localistas pueden ambientar sus obras en ciudades provincianas, incluso cuando éstas 
tienen el control económico y el mayor desarrollo industrial de la región. Las capitales de 
 
34 Ibid. 
 16
provincia, a pesar de que buscan reconocerse cosmopolitas, aún cuando tiene aires de 
metrópolis, tienen vínculos notables con la cultura y ambiente a la que pertenecen. 
 A menudo, la localización de la literatura en alguna provincia correspondiente a 
cualquier país basta para ejercer el regionalismo. No obstante, esta escritura no puede 
prescindir de los rasgos pertenecientes a la realidad social constituida. De modo que la 
emulación del habla, los localismos idiomáticos y las particularidades del acento son 
aspectos que aumentan la efectividad de la representación. Rasgos como las costumbres, 
leyendas y mitos trascienden el estilo y fortalecen el cuerpo de la obra mientras que la 
capitulación histórico-social nutre el contenido legitimando el perfil de una población. 
Cada uno de estos recursos puedeno no incluirse, pero ninguno debe predominar pues 
son técnicas para lograr mayor verosimilitud. 
Aun cuando existan semblanzas inmejorables sobre alguna región, como podría ser 
Pedro Páramo, debe quedar claro que ninguna prosa dedicada a cualquier pueblo del mundo 
será definitiva. El regionalismo, como representación literaria, sólo abarca lo que el autor 
requiere. No es un género totalizador. Por ello, sus clásicos fueron ambientados con 
mucha precisión. Como advierte Renato Prada Oropeza, a pesar de que el concepto de 
región contempla territorios con características comunes, siempre existirá, en la más 
reducida porción de tierra, un matiz de heterogeneidad que impide la existencia de 
universos exclusivamente unitarios35. Es el caso de las diferencias entre el Jalisco descrito 
por Juan Rulfo ante la versión de Agustín Yánez. O, por ejemplo, el mundo crudo de 
Tomás Mojarro frente a la fantasía trágica de Severino Salazar cuando ambos recrean 
Zacatecas. La diferenciación entre pueblos, el entendimiento de que siempre hay “otros”, 
de que la historia registra cambios y las colectividades se congregan en diversas etnias, 
constituye la esencia de la literatura regionalista. La identidad, asociada a la tierra, al 
reconocimiento de lo ajeno, caracterizada por cualquier rasgo ambiental o social, ya entre 
campesinos, indígenas o ciudadanos, mediante lo histórico o lo mítico, por el habla o las 
maneras, es la ruta por donde el regionalismo puede resquebrajar las máscaras que le han 
inventado para revelarse, finalmente, como un género autónomo. 
 
35 Renato Prada Oropeza, El discurso-testimonio y otros ensayos, pp. 88-92 
 17
CAPÍTULO 2 
LOS PUEBLOS DEL MUNDO: ANTECEDENTES Y CARACTERÍSTICAS DE LA 
PROSA REGIONALISTA. 
 
 
Describe tu pueblo y serás universal.... 
Liev Tolstoi
A mediados del siglo XVIII, el arte europeo experimentaba una transición. Francia regía la 
vida cultural del continente y el modelo clasicista era la forma artística dominante. En 
Gran Bretaña y Alemania, un movimiento que venía gestándose desde el siglo anterior, se 
consolidó justo cuando los ejércitos napoleónicos comenzaron a extenderse por Europa. 
El romanticismo fue “una reacción del espíritu nacional” 36 que consistió en una oposición 
patriótica de las naciones sometidas a todo lo francés. 
Un rasgo de los románticos fue su interés por la naturaleza. Los artistas cantaban a la 
vida y al paisaje. Esta visión fue, sin duda, el capullo del regionalismo, mismo que germinó 
en filosofías nacionalistas como la del alemán Johann Gotfried von Herder, pero que 
encarnó como literatura en la prosa danesa y francesa a principios del siglo XIX. 
El género regionalista tuvo dos detonantes: la formación de las naciones europeas y el 
apego del artista a la naturaleza. Estos factores trajeron numerosos cambios sociales. Las 
guerras napoleónicas y las ideas nacionalistas dieron forma a un patriotismo artístico que 
dejó huella. El regionalismo fue un producto cultural de las revoluciones, especialmente 
por su vocación patriótica, motivada por la propaganda nacionalista y, también, porque 
surgió en el seno de una escuela artística que representaba a la burguesía de su época. 
Con el tiempo, el regionalismo comenzó a desarrollarse en latitudes como Estados 
Unidos, cuya historia decimonónica significó la definición de su identidad y la 
consolidación de sus regiones, lo cual provocó la multiplicación de los regionalistas. En el 
caso hispanoamericano, a principios del siglo XX, algunos países cumplían cien años de 
independencia. Durante más de medio siglo, pensadores y escritores de acción política 
 18 
 
36 Martín Alonso, Historia de la literatura mundial, Tomo II, pp. 1516-1517 
habían convocado al resto de los artistas a fin de crear una identidad cultural propia. Así 
dieron forma al nuevo género. 
Antes que al romanticismo, la literatura regionalista le debe su existencia a la presunta 
filosofía nacionalista. Filosofía que, como mencioné en el primer capítulo, tuvo un origen 
patriótico en vez de nacionalista y cuyo resultado fue el primer regionalismo en 
Dinamarca, el cual tornó la llama que encendió la literatura occidental que se concentraría 
en la vida y la naturaleza de las provincias. 
 
2.1. La era romántica: el origen y los primeros antecedentes. 
En Europa, cuando inició el movimiento romántico, transcurrían dos revoluciones: una de 
carácter político-social, encarnada en la gran campaña de Napoleón, y una de perfil 
artístico. Ambas expresiones concretaron un modelo estético que, a su vez, dio forma al 
regionalismo literario, el cual tenía su fundamento en la expresión de la provincia. 
El poderío de la Francia napoleónica causó reacciones en Europa occidental. Comenzó 
una oleada de patriotismo y un sentimiento primigenio de nacionalidad. El arte no evadió 
el suceso y hubo un cambio de concepción estética. El romanticismo, como escribiría 
Martín Alonso, fue la rebeldía de lo nacional, la cual emergió desde la entraña de los países 
sometidos37. A fines del siglo XVIII, había una protesta contra todo lo francés. 
Los patrones artísticos establecidos en la Grecia antigua se derruyeron. Hubo una 
ruptura con las formas rebuscadas que dio lugar a un espíritu de distinción individual. El 
movimiento se caracterizó por dos grandes rasgos: una visión sobre el hombre y una 
postura sobre cómo debía ser la obra de arte. 
Para el romántico, el hombre provenía de los rasgos adquiridos a lo largo de ciclos 
históricos duraderos. La historia era una suerte de espiral y no una sucesión lineal. El ser 
humano y, por tanto, el ser nacional, eran la consecuencia de un pasado común y un 
 
37 Martín Alonso, op. cit., p. 1516 
 19 
proceso de gestación donde influían múltiples factores socio-culturales; es decir, donde 
existía un “sentido histórico” en la formación de la identidad individual. 
En su sentido estético, este estilo abandonó la razón. Su espíritu rompió con la fórmula 
que hallaba la belleza en el concepto de verdad pues, durante la época clásica, existía una 
medida universalmente humana que dominaba toda la existencia38. El arte estaba 
subordinado a los modelos antiguos. La obra se basaba en la razón. No había seres 
concretos, sólo similitudes y verdades. Pero los románticos, producto de la clase social 
creada por la Revolución Francesa, desgajaron todo lo establecido y constituyeron un 
movimiento muy burgués con acento en las pasiones. Cada artista adoptó un espíritu 
individualista y dejó de ser un imitador al rechazar lo establecido. 
En su dimensión social, lo romántico representaba los anhelos de una clase. Era, como 
advirtió Arnold Hauser, el auténtico movimiento burgués, o bien, la tendencia burguesa 
por excelencia39 y, por consecuencia, un producto del grupo social que había hecho la 
Revolución. 
La tendencia romántica se nutrió de analogías históricas y halló inspiración intelectual 
en la crítica de la Edad Media. Los artistas hablaban de diferencias entre la cultura clásica y 
la moderna, y veían las civilizaciones occidentales como entidades que podían 
interpretarse. Así, como lo explica Martín Alonso, nació “un culto a lo histórico y lo 
arqueológico, como un movimiento tradicionalista y patriótico”40. Hubo, incluso, un 
rescate de las lenguas y las literaturas vernáculas. 
Más aún, el paisaje, que en el renacimiento era fondo y en el neoclasicismo escenario, 
se volvió un detonante emocional. Los románticos, expresa Alonso, redescubrieron la 
naturaleza41. El hallazgo devino una corriente que, a la manera de una expresión afectiva, 
antes que una representación artística, se concentró en los efectos sentimentales que 
causaba el medio. Este género fue un producto de la era romántica que, caracterizado por38 Arnold Hauser, Historia social de la literatura y del arte, p. 357. 
39 Idem. 
40 Martín Alonso, op. cit., p. 1517. 
41 Idem 
 20 
la expresión de la vida humana y ambiental de provincia, irrumpió como una derivación 
del interés por el paisaje, justo cuando los artistas ponderaban los sentimientos. 
En Europa, la iniciación de la novela regionalista tuvo empuje en tres países: 
Dinamarca, Francia e Inglaterra. Galos e ingleses adoptaron el género cuando las primeras 
naciones se consolidaron y vieron en peligro su soberanía e identidad frente a las 
campañas napoleónicas. El caso danés fue producto de la transmisión de influencias. 
Y es que lo romántico llegó a Escandinavia a través de artistas influidos por Johann 
Gottfried von Herder. Mediante su actividad intelectual, el autor de Bosques críticos propuso 
una idea que influiría a los primeros regionalistas: la pugna por fortalecer el arte germano a 
través de sus rasgos lingüísticos. Herder criticaba el lugar predominante de la lengua latina 
en “detrimento de la alemana” y, por ello, aconsejó a los escritores germanos para que 
buscaran su inspiración en la mitología teutona42. El filósofo acuñó la idea del volksgeist; un 
sentimiento de nación con el que intentó influir para demandarles la creación de un arte 
nacional con base en la lengua y las tradiciones locales. Se trataba de un llamado al 
“espíritu popular”. La influencia que Henrik Steffens recibió de Herder condujo esta 
visión a Dinamarca y produjo la primera gran literatura regionalista. 
En Estados Unidos, el regionalismo surgió por el flujo romántico, las diferencias 
ideológicas de sus pobladores y la estabilización social a mediados del siglo XIX. En cuanto 
a Hispanoamérica, la corriente llegó hasta el siglo XX, impulsada por pensadores 
decimonónicos que pretendieron impulsar una expresión artística continental. Los 
centenarios de independencia en esa región sirvieron como escenario para el nuevo género 
y el modernismo, que daba sus primeros pasos, fue el estilo del mismo. 
 
2.1.1. Los regionalistas de la era romántica. 
Aunque en el tiempo prerromántico hubo escritores del género, caso de Restif de la 
Bretonne, con sus semblanzas autobiográficas de Borgoña en La vida de mi padre; las 
generaciones representativas de la novela regionalista romántica fueron la Edad de Oro en 
 
42 Raymond Bayer, Historia de la estética, p. 301. 
 21 
Dinamarca con el novelista de Vium a la cabeza, Steen Steensen Blicher, y los narradores 
rurales de Francia e Inglaterra, donde destacaron Alphonse Daudet, cuyo Tartarín de 
Tarascon fue el primer gran personaje del género al caracterizar la región sur de la antigua 
Galia; la segunda etapa de George Sand, Ferdinand Fabre, León Cladel, Paul Aréne, Jean 
Aicard y Émille Pouvillon y la británica Mary R. Mitford, pionera en la escritura sobre una 
sola región al dedicar toda su obra a Three Miles Cross. 
En Estados Unidos, el folclor tuvo lugar entre las páginas de Joel Chandler Harris, 
Thomas Nelson Page, Mary Noailles Murfree y, en especial, Francis Bret Harte, quien fue 
el gran regionalista americano de la época por su elaboración completamente idealizada de 
Pike County. Estos autores son parte de la Edad Dorada de la literatura norteamericana, 
ocurrida entre 1869 y 1890, en la que hubo una transición de corrientes artísticas43, así 
como la consolidación del regionalismo en la prosa. 
Muchos de estos novelistas negaron la realidad. Joel Chandler Harris, por ejemplo, 
recreó el color, que no la vida, de los esclavos negros de Georgia e hizo a un lado sus 
conflictos. Como Sand en Francia, todos estos escritores menoscabaron la explotación y la 
miseria concentrándose en el paisaje y el folclor. Sin embargo, en plena transición hacia la 
era realista, hubo quienes intentaron una aproximación más fiel pues comprendieron las 
paradojas de la experiencia social. Estos autores fueron la irlandesa María Edgeworth, 
cuyas novelas ya constituían ejemplos de ambientación en ciudades de provincia, el 
norteamericano George Washington Cable y el mismo Alphonse Daudet en Francia. 
La desesperanza, la renuncia a los ideales y la literatura trágica fueron síntomas de la 
decadencia del romanticismo, mismo que nació con las revoluciones sociales. Tras la caída 
de la aristocracia llegó la sociedad burguesa. Las sediciones en el cierre del siglo XVIII, e 
incluso algunas de las ideas revolucionarias de los primeros treinta años del XIX, habían 
sido producidas por burgueses. Sin embargo, aquellas movilizaciones tuvieron como base 
a los pequeños propietarios o terratenientes y las clases desposeídas que, con el desarrollo 
de la nueva estructura, se convirtieron en la mano de obra de la nueva sociedad. 
 
43 Concha Zardoya, Historia de la literatura norteamericana, p. 163. 
 22 
En Francia, por ejemplo, el triunfo de la clase media no tuvo relación con los sans 
coulottes de Napoleón; es decir, con la población empobrecida que había contribuido en la 
lucha contra la monarquía. Los obreros y trabajadores desposeídos de la sociedad 
capitalista devinieron la nueva clase oprimida. Ello ocasionaría el despertar de una noción 
de pertenencia social. Los proletarios habían descubierto que sólo ellos podrían liberarse 
de las imposiciones y calamidades de su estrato. 
La debacle romántica ocurrió cuando la burguesía logró emanciparse. La clase que 
había promovido esta tendencia fue la ruina de la misma. El último romanticismo se 
distinguió por un sentimiento que venía de la épica. El arte se nutría de heroísmo y 
tragedia. El primero fue un legado de la Grecia clásica; el segundo, del mosaico de artes 
del siglo XVI. Este modelo inspiró a Richard Wagner y Frédéric Chopin en la música y a 
Eugéne Delacroix y John Constable en la pintura. Sus obras fueron las cúspides del ciclo 
romántico, pero también señalaron el momento de una transición artística. 
 
2.1.2 El periodo realista: la consolidación del género. 
El siglo XIX trajo alteraciones provocadas por la industrialización. En el contexto social la 
nueva clase dominante aspiraba al progreso. Como explica Francisco Montes de Oca, la 
burguesía “demandaba tranquilidad, seguridad para el mañana, respeto a todos los 
principios morales a fin de que toda la actividad humana pudiera encaminarse hacia la 
producción, el enriquecimiento y el confort”44. 
De este modo, las sociedades renovaron su espíritu. Surgió el positivismo, la ciencia 
sustituyó la religión, la industria provocó migraciones rurales y los artistas vieron la 
reproducción de la realidad como el único medio válido para interpretar el 
comportamiento humano. 
Los escritores tuvieron a su nuevo dios en la ciencia. No había interés por las formas 
clásicas. El artista pretendía reproducir con exactitud hechos históricos, procesos sociales 
y comportamientos humanos. Todo descansaba sobre la duplicación de la realidad. El arte 
 
44 Francisco Montes de Oca, op. cit., p. 261. 
 23 
perseguía la objetividad científica y las verdades comprobables. El estilo se subordinaba a 
lo narrado y lo narrado al contenido. Esta manifestación llegó a interesarse exclusivamente 
en lo social. El regionalismo adoptó este espíritu de reproducción al caracterizar el 
lenguaje, la geografía, las costumbres y el temperamento de la provincia. 
La era realista consolidó a la prosa regionalista. Cada pueblo occidental, algunos más y 
otros menos, tuvo entre sus letras un aliado del género. Los escritores de la tendencia 
hicieron novelas predominantemente sociales con una mirada trágica sobre las relaciones 
humanas y su entorno. En esta época tan duradera, tan productiva y cambiante, en 
especial porque fue testigo y legado de episodios históricos fundamentales, surgieron los 
grandes paradigmas del regionalismo enprosa: Johanes V. Jensen, André Chamson, 
Thomas Hardy, José María Perda y William Faulkner dejaron una huella imborrable al 
plasmar la formas modélicas de esta corriente. 
 
2.1.3. Nombres y figuras del regionalismo en la época realista. 
Como en la época romántica, Francia y Dinamarca sostuvieron el género. El caso 
británico fue peculiar porque, aun cuando su realismo no trascendió demasiado, tuvo entre 
sus filas a Thomas Hardy, uno de los primeros paradigmas de la corriente. Él representó 
una primera síntesis del género regionalista ya que reunió los aspectos tratados por sus 
antecesores y contemporáneos. En novelas como El retorno del nativo, su mayor 
contribución fue recrear Dorset, al cual llamó Wessex, porque fundó la visión fatalista del 
futuro regionalismo e hizo un manejo espléndido de la sicología humana demostrando 
cómo el paisaje afectaba a la gente hasta subordinarla a su fascinación. 
España irrumpió con fuerza y otros autores aislados, como Georges Rodenbach en 
Bélgica, con su caracterización de Brujas en El carrillonero; el portugués Eca de Queiroz de 
La ciudad y las sirenas; el Nikolái Gogol de Las almas muertas; La aldea de Iván Bunin y las 
obras de Nikolái Garin en Rusia; Björnstjerne Björson con Un muchacho feliz y las novelas 
trágicas de Knut Hamsun en Noruega fortalecieron el estilo. 
 24 
En Estados Unidos, los regionalistas, encabezados por las novelas fluviales de Mark 
Twain, se multiplicaron por todo el territorio. En este país, la guerra civil y sus secuelas 
ocasionaron que cada región se diferenciara del resto. Los literatos fueron vehículos de 
esta necesidad. 
El regionalismo francés siguió a tono con lo rural. Autores como Eugène le Roy y 
René Bazin hicieron novela de protesta donde había una defensa del campo. Otros, como 
Émille Pouvillon, Jean de Noarrieu y André Theuriet, siguieron los pasos de María 
Edgeworth al concentrarse en ciudades de provincia. Los más trascendentes de la era 
realista fueron quienes se inscribieron con mayor intensidad al estilo realista: Maurice 
Genevoix, con sus frescos sobre la armonía y el conflicto entre el hombre, el animal y la 
naturaleza; Jean Giono y André Chamson45. El último fue el novelista de Burdeos e ilustró 
el enfrentamiento del individuo contra su propia naturaleza, especialmente al describir los 
actos de “justicia natural” de antiguas comunidades montañeses. 
Los daneses tomaron el folclor del primer regionalismo y las motivaciones del 
realismo. Lo primero fue impulsado por N. F. S. Grundtvig, un pensador nacionalista 
parecido a Herder. Él incitó a los artistas de su tierra para que voltearan la mirada hacia 
sus pueblos y, en especial, hacia el pasado mítico y la historia. De aquí resultaron Jacob 
Knudsen, considerado como el autor que consolidó el regionalismo literario de su país46; 
Thoger Larsen, Marie Bregendahl y Thorkild Gravlund, quien fue el Twain de Dinamarca 
por su elaboración del habla coloquial. Los realistas fueron guiados por Johan V. Jensen, 
Johan Skoldborg y Jeppe Aakjaer, autor de Niño de ira, novela que representó el salto hacia 
la estética del documento social al ilustrar la miseria del campesino. 
De este periodo, La obra del Nobel de Literatura de 1944, Johannes V. Jensen, así 
como la de sus seguidores, renovó el estilo regional por el tratamiento del ambiente. Con 
Jensen, la naturaleza fue protagónica. Las fuerzas físicas y la vida primitiva eran 
primordiales, especialmente cuando se enfrentaban al progreso tecnológico. En sus 
páginas surgió el esquema de confrontación entre la naturaleza y el humano. Este 
 
45 David Coward, A history of french literature: from chanson de geste to cinema. 
46 P. M. Mitchell, A history of Danish literature, p. 107. 
 25 
regionalismo no se interesó en el pasado de Jutlandia, sino en la humanidad. Un habitante 
de Farso, pueblo natal de Jensen, simbolizaba tanto a Dinamarca como al hombre en su 
lucha y convivencia con la naturaleza. 
 
2.1.4. El realismo extremo en la prosa regional: el caso español. 
El movimiento realista, que había demostrado su capacidad transformadora en las letras 
danesas, cooperó en la maduración de la prosa ibérica. En España, el regionalismo tardó, 
pero su momento fue extraordinario. Antes de ello, los escritores ibéricos representaban la 
vida local a través de una prosa fundamentalmente costumbrista. Sin embargo, esta etapa, 
donde hubo narradores como Mariano José de Larra y Mesonero Romanos, fue el capullo 
del movimiento regional. 
En este periodo, muchos literatos fueron influidos por el realismo extremo, el cual 
ejercía representaciones fidelísimas y hasta vulgares del humano. Al naturalismo se 
inscribieron los más grandes regionalistas españoles: José María Pereda, Emilia Pardo 
Bazán y Vicente Blasco Ibáñez. Sus obras fueron algunas de las influencias más notables 
en la consolidación del género en Hispanoamérica 
Emilia Pardo Bazán representó el estilo folclorista. Su novela más trascendente, Los 
Pazos de Ulloa, recogió costumbres y escenas cómicas. Los personajes, muy típicos, estaban 
provistos de una sicología muy efectiva. El ambiente rural de Coruña era dominante. Al 
folclor, que no era idealista ni crítico, sino ilustrador, se añadía el temperamento primitivo 
y violento de los protagonistas. Ella no fue plenamente regionalista y, al igual que Ramón 
del Valle Inclán con su Flor de santidad, sólo dejó algunos momentos ligados a este género. 
En Sotileza, de Pereda, el mar Cantábrico de Santander adquiere un protagonismo 
definitorio que caracterizó a uno de los regionalismos más distinguibles. Si bien las obras 
danesas constituyeron los modelos más influyentes en Hispanoamérica, la escritura de José 
María Pereda fue uno de los antecedentes más notables del género regionalista en aquél 
territorio. La trama de Sotileza, donde se percibe el fatalismo netamente europeo, tuvo una 
serie de personajes muy primitivos, auténticos antecedentes de doña Bárbara (Rómulo 
 26 
Gallegos) o de Balbina (Benito Lynch). El romance de Sotileza con el terrible Muergo fue 
premonición de las antinomias caracterizadoras de la primera prosa regionalista de la 
América hispana: el de confrontación entre el hombre y la naturaleza. 
Otras obras como Peñas arriba y Gonzalo González de la Gonzalera, enfocadas en las 
montañas de Santander, tenían muchos elementos clásicos: uso del dialecto, dichos 
populares, modismos, aspectos históricos y evocación constante de los escenarios. 
Con La barranca y Cañas y barro, Blasco Ibáñez abordó temas de injusticia social en 
Valencia. Él practicaba una prosa colorista con personajes sórdidos que registraban la vida 
de su terruño. Sangre y arena, que puede ser considerada como una obra regionalista porque 
se introduce en el mundo taurino, el cual es vernáculo en las provincias ibéricas. 
En el realismo español también surgió un movimiento que alentó la conciencia 
nacional de aquel país47. De alguna forma, sin pertenecer por completo al género 
comentado, la Generación de 98 influyó en la consolidación del regionalismo ibérico. Con 
Los pueblos, El pasaje de España visto por los españoles y Un pueblecito: Riofrío de Ávila, José 
Martínez Ruíz, “Azorín”, hizo unas semblanzas inmejorables de Alicante. Por su parte, Pío 
Baroja repitió las técnicas impresionistas del pasado europeo al describir naturaleza y 
pueblos en Fantasías vascas y Las inquietudes de Shanti Andía. Finalmente, Miguel de 
Unamanuo y Gabriel Miró destacaron por algunas páginas de aire regional. 
 
2.1.5. Estados Unidos: semillero de regionalistas. 
La literatura norteamericana de finales del siglo XIX y de la primera mitad de la centuria 
posterior multiplicó a los regionalistas. El enfrentamiento de distintos ideales de nación 
originó sentimientos patrióticos adversos. Algunos añoraban el pasado esclavista y otros 
condenaban aquellos tiempos “bárbaros”

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