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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES EN EL OMBLIGO DEL UNIVERSO: UNA CARACTERIZACIÓN DE LA NARRATIVA REGIONALISTA EN MÉXICO TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LIC. EN CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN PRESENTA: RODRIGO MARTÍNEZ MARTÍNEZ ASESOR: PROF. RICARDO MAGAÑA FIGUEROA MAYO DE 2006 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. En la memoria de Valentín Martínez León (1915-2002) Para mis padres A Luis Miguel, Irma y tía Rita Sólo somos tierra y luz. Como las flores. Severino Salazar (1947-2005) ÍNDICE IV 1 1 2 6 8 12 18 19 21 23 24 26 27 28 31 32 34 38 40 42 45 46 49 51 INTRODUCCIÓN PRIMERA PARTE. TIERRA, NATURALEZA Y SER HUMANO: UN ENSAYO SOBRE EL REGIONALISMO OCCIDENTAL Y MEXICANO. CAPÍTULO 1. ENTRE MÁSCARAS Y SOMBRAS: UN CONCEPTO DE REGIONALISMO. 1.1. Las máscaras: diferencias del regionalismo frente a otros géneros. 1.2. El animal provinciano: origen y sentido político del concepto de regionalismo. 1.3. Abandonar las sombras: el regionalismo como género autónomo. 1.4. Representación o expresión: un concepto de regionalismo. CAPÍTULO 2. LOS PUEBLOS DEL MUNDO: ANTECEDENTES Y CARACTERÍSTICAS DE LA PROSA REGIONALISTA. 2.1. La era romántica: el origen y los primeros antecedentes. 2.1.1. Los regionalistas de la era romántica. 2.1.2 El periodo realista: la consolidación del género. 2.1.3. Nombres y figuras del regionalismo en la época realista. 2.1.4. El realismo extremo en la prosa regional: el caso español. 2.1.5. Estados Unidos: semillero de regionalistas. 2.1.6. Hispanoamérica: del influjo romántico al modernismo. 2.2. Características de la prosa regionalista. 2.2.1. El pasado y la naturaleza: rasgos del regionalismo romántico en Europa. 2.2.2. Tragedia y contexto social: el regionalismo realista europeo. 2.2.3. Naturaleza, tragedia y crítica social: perfiles del regionalismo europeo. 2.2.4. El folclor y la utopía: el primer regionalismo norteamericano. 2.2.5. Tragedia y realidad: rasgos del gran regionalismo en Estados Unidos. 2.2.6.Proyecto nacional y madurez: una caracterización final del regionalismo estadounidense. 2.2.7. La naturaleza y el hombre: el regionalismo hispanoamericano. 2.2.8. Verdad social y vanguardia: regionalismo hispanoamericano cosmopolita. 2.2.9. Del folclor a la crítica social: un perfil definitivo del regionalismo hispanoamericano. 53 54 55 56 57 59 61 63 65 66 69 71 73 80 86 88 94 96 103 117 119 126 133 139 CAPÍTULO 3: LA NARRATIVA REGIONALISTA EN MÉXICO. 3.1. De la Revolución a la consolidación: los ciclos de la prosa regionalista en México. 3.1.1. Los fundadores. 3.1.2. La consolidación. 3.1.3. La permanencia. 3.1.4. Un retorno definitivo: el neorregionalismo. 3.1.5. Prosa regional mexicana en nuestros días. 3.1.6 Hacia el futuro del regionalismo en México. 3.2. Las estéticas del regionalismo mexicano. 3.2.1. Impresionismo y desaliento en las novelas de la Revolución. 3.2.2. Erotismo y fatalidad en la prosa de Agustín Yánez. 3.2.3. Agonía y fe en la narrativa de Juan Rulfo. 3.2.4. La estética de lo fatal: el regionalismo como tragedia. 3.2.5. Realidad e injusticia: la temática social en la narrativa regionalista. 3.2.6. El habla coloquial y el lirismo regional. 3.2.7. La violencia ritual en el regionalismo de nuestros días. SEGUNDA PARTE. RAMILLETE DE ENTREVISTAS CAPÍTULO 4: ERACLIO ZEPEDA: MI REGIÓN ES EL MUNDO. CAPÍTULO 5: SEVERINO SALAZAR: ESCRIBIR UNA NOVELA ES COMO UN SUEÑO QUE SE VA Y SE OLVIDA. CAPÍTULO 6: HERMINIO MARTÍNEZ: LA BELLEZA ES UN JAGUAR QUE CLAVA LAS GARRAS EN EL ROSTRO. CAPÍTULO 7: DANIEL SADA: MIS LIBROS SE VAN A OLVIDAR. CAPÍTULO 8: DAVID TOSCANA: LA LITERATURA ES SINÓNIMO DE TRAGEDIA. CONCLUSIONES FUENTES INTRODUCCIÓN Basta una mirada a las lecturas básicas de la narrativa mexicana del siglo XX para descubrir que entre ellas existe un vínculo que va más allá de lo que se ha nombrado la expresión de lo rural. Obras como Mala yerba, Al filo del agua y Pedro Páramo no sólo contienen esos ambientes agrestes, sino que concentran el espíritu y las raíces de la provincia. Antes que novelas campestres son relatos sociales donde el temperamento de la gente, la singularidad del lenguaje y la historia aparecen como sellos de una prosa consagrada al medio humano y ambiental de las regiones mexicanas. A esta tradición le corresponde el título de prosa regionalista debido a que su esencia radica en representar o expresar una provincia. En México son pocos los estudios acerca de esta corriente y, si consideramos que entre los especialistas existe una tendencia a incluir cada manifestación artística en un grupo, movimiento o periodo, resulta extraña esta carencia. Más aún, en los círculos de la crítica literaria, la filología y la reseña periodística, el mote de regionalista existe para desmeritar las obras que contienen algún elemento de esta tendencia. De este modo, apenas destacan unos cuantos trabajos especializados. Ya desde la mitad del siglo XX, hubo quien reconoció el valor de la prosa regionalista y, a través de una expresión creativa, la llevó a un plano concreto. Fue el caso de Alfonso de Alba. En 1949, con su ensayo titulado La provincia oculta, proponía desentrañar el mensaje del regionalismo alejándolo de los estragos causados “por los brebajes de la civilización contemporánea”1. Para este autor, el género dedicado a la provincia, antes que nada, consistía en comunicar un espíritu de vida y alegría. Sobre dicho libro, Agustín Yánez señaló que más que una apología se trataba de un “primer intento por analizar sistemáticamente la aportación de la provincia al caudal de la literatura mexicana; y esto no tanto como tema, sino como género de sensibilidad específica [...]”2. 1 Alfonso de Alba, La provincia oculta, p. 119. 2 Ibidem, p. 17. IV Algunos especialistas han recuperado el interés por el tema. Me refiero a Vicente Francisco Torres, quien a partir de la metodología de la reseña y la entrevista periodísticas, abordó lo que llamó “literatura del desierto” en su libro Esta narrativa mexicana el que, en verdad, es una recopilación de sus críticas y semblanzas del suplemento Sábado de Unomásuno. Aquí, él encuentra a los narradores del norte (Jesús Gardea, Daniel Sada y Ricardo Elizondo) como captadores de lo desértico sin considerar que su obra pertenece a un género de mayores dimensiones. Al respecto, un investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, Miguel G. Rodríguez Lozano, ha señalado que existe un error cuando se llama literatura del desierto al trabajo de una serie de autores que poseen mayor riqueza temática y estilística, misma que ha contribuido a quebrantar el centralismo cultural3. Rodríguez también ha contribuido con el estudio de la narrativa regionalista mexicana, pero sus obras se concentran en la prosa del norte. Los textos El norte: una experiencia contemporánea en la narrativa mexicana y Escenarios del norte de México: Daniel Sada, Gerardo Cornejo, Jesús Gardea y Ricardo Elizondo cierran el ciclo de publicaciones analíticassobre la prosa de provincia. No descarto la posibilidad de que existan otras investigaciones al interior del país, pero me es imposible llegar a ellas. De hecho, podría mencionar una gran variedad de ensayos, artículos periodísticos y estudios compilados en diarios, revistas o libros, pero eso resultaría exhaustivo. Y es que, como afirmó Alfonso de Alba, la literatura proveniente o inspirada en la provincia mexicana ha sido menospreciada por algunos grupúsculos que, conscientes del contenido, la actitud honesta y “la expresión genuina de nuestra personalidad”, la relegaron a un “plano secundario” 4. Debido a este rechazo, y a que en México existe una tradición regionalista importante, En el ombligo del universo tiene como objetivo caracterizar la prosa mexicana inscrita a esta corriente y divulgar, de forma periodística, tanto el conjunto de obras realizadas hasta nuestro tiempo como la voz y pensamiento de quienes aún practican este género. Esta 3 Miguel G. Rodríguez Lozano, Desde afuera: narrativa mexicana contemporánea, p. 94. 4 Alfonso de Alba, op. cit. pp. 20-21. V tesis caracteriza la narrativa regionalista mexicana vinculándola con sus antecedentes en occidente y explicando sus rasgos de manera comprensible para un público no especializado. Su cometido también es divulgar este género literario en su versión mexicana a través de las técnicas del periodismo cultural. Mi trabajo no reúne o comenta toda la producción regionalista del país, sino que explora en momentos importantes de esta corriente narrativa. Aquí doy cuenta de los antecedentes en la literatura occidental y mexicana, propongo una reseña histórica del movimiento y una caracterización del regionalismo en la prosa de México. Finalmente, presento una serie de entrevistas periodísticas con algunos practicantes de esta tendencia. Para este trabajo, partí de la hipótesis de que el contenido de la narrativa regionalista mexicana, al ser una representación o expresión de la provincia, se caracteriza porque los relatos tienen como espacio y atmósfera de la narración la geografía natural y/o las ciudades de provincia y porque, al recrear literariamente esos ambientes, también refiere mitos, leyendas y símbolos del imaginario local y/o universal al tiempo que considera la naturaleza como un personaje contundente en el argumento y la gente o historia de esa provincia como añadidos en la trama. Desde el punto de vista de los medios para realizar esta expresión, el regionalismo en la prosa de México busca reconstruir el habla coloquial, el lenguaje regional, algunas costumbres y tradiciones a la vez que incluye referentes documentales, históricos, sociales, trágicos, cómicos o fantásticos en el desarrollo del argumento. Todo ello para vincular la obra con algún estilo estético y concederle un giro artístico. Para esta empresa, los autores también involucran estructuras o técnicas modernas para imprimir el temperamento, condición y situación de la gente, o el habla y la geografía de la zona representada. Finalmente, consideré que, desde la perspectiva del autor, existen dos ideas políticas que lo motivan durante el ejercicio del regionalismo. Una consiste en defender las regiones de provincia (ya sean ciudades, ranchos, desierto o montaña) como espacios válidos para la creación literaria. Se trata de una protesta contra el centralismo cultural y su móvil consiste en partir de lo diverso o particular para llegar a lo universal. La segunda vertiente VI es que, mediante obras de perfil regional, el narrador se opone al centralismo administrativo y procura que su provincia sea notoria en el plano nacional. En el ombligo del universo está dividido en dos partes que contienen un total de ocho capítulos. Los primeros tres forman un ensayo que, al constituir la primera parte de la investigación, tiene como objetivo aportar la caracterización del regionalismo en México a través de un género de opinión. Aquí adopté el concepto de Susana González Reyna. Para ella, el ensayo puede ser periodismo. Siguiendo esta teoría, este género en su versión periodística plantea, antes que una investigación rigurosa, una reflexión5. Se trata de la disertación de un tema a través de juicios que el ensayista ejerce tras haberse especializado. Es un escrito informal que procura exponer meditaciones en torno a cualquier cuestión y que, desde mi perspectiva, funciona como una forma de divulgación. Es, por tanto, un género periodístico de opinión como el artículo de fondo y la columna, sólo se diferencia de aquéllos en que no requiere rigor informativo en la argumentación. En el primer capítulo propongo una definición de regionalismo literario, así como los elementos que lo distinguen de otras corrientes. El segundo capítulo es una reseña de los antecedentes y las características de este género en occidente. El tercer capítulo refiere el desarrollo del regionalismo mexicano y una explicación de los estilos y características de sus exponentes. Debido a la forma en que los dividí, esta sección también puede verse como una serie de ensayos periodísticos de extensión menor. El ensayo también tiene como fin exponer el género literario abordado y comentar fundamentalmente tres reflexiones sobre el mismo: que se trató de un género surgido en el romanticismo; que a diferencia de lo propuesto por varios críticos, el regionalismo no constituye un movimiento nacionalista, sino patriótico y que, en el caso de México, aunque ciertos núcleos lo han relegado, éste no únicamente existe como un movimiento, o un género reconocible, pues es evidente que hay toda una tradición prosística inspirada en sus principios. Por último, y esto atañe al perfil periodístico de la investigación, los primeros tres capítulos muestran el proceso de especialización obligado al que un reportero de la 5 Susana González Reyna, Géneros periodísticos 1: periodismo de opinión y discurso, pp. 107-108. VII fuente cultural debe sujetarse para realizar su labor. Proceso que, en este caso, funciona como medio para divulgar, a través de un ensayo con lenguaje simple, qué es y cómo se ha manifestado la prosa regionalista en México. La segunda parte se concentra en el uso de un género informativo. Para ello asumí la entrevista como un género periodístico antes que como una técnica. El objetivo de esta sección fue recabar opiniones y reflexiones de cinco narradores mexicanos sobre el regionalismo a fin de contrastar esta información con la caracterización y el concepto ofrecidos en el ensayo de la primera parte. De esta forma, reuní conversaciones con narradores regionalistas como Eraclio Zepeda, Severino Salazar, Herminio Martínez, Daniel Sada y David Toscana. Aquí el periodismo es preponderante pues, además del cometido que ya mencioné, la misión a la que me dirigí empleando las técnicas del reportero fue realizar perfiles de los autores mexicanos vivos que practicaron o que siguen practicando la prosa regionalista. Retomé específicamente lo que Vicente Leñero y Carlos Marín denominan una semblanza periodística pues mi cometido era ofrecer un “retrato escrito” de los entrevistados6. En este apartado la entrevista fue utilizada como un género informativo. De este modo, este trabajo y, en particular, el conjunto de entrevistas cumplen con uno de los fines del periodismo cultural: divulgar una manifestación artística prescindiendo de la terminología científica con que se le difunde en canales especializados. Para finalizar cabe señalar que la tesis que presento intenta contribuir en la reducción del vacío en materia de regionalismo narrativo en México. La intencionalidad de este trabajo, cuya esencia se identifica con uno de los propósitos del periodismo cultural, es caracterizar la prosa regionalista mexicana y, al divulgarla,explicar que, a diferencia de otras épocas literarias en el país, como fue el caso de la llamada literatura de la onda o de la autonombrada generación del Crack, el regionalismo no sólo implica un género autónomo, sino una tradición para la letras mexicanas pues, como ya mencioné, entre las grandes obras prosísticas nacionales, se encuentran muchas de perfil y expresión provincianos. 6 Vicente Leñero; Carlos Marín, Manuel de periodismo, p. 98. VIII PRIMERA PARTE TIERRA, NATURALEZA Y SER HUMANO: UN ENSAYO SOBRE EL REGIONALISMO OCCIDENTAL Y EL MEXICANO. CAPÍTULO 1 ENTRE MÁSCARAS Y SOMBRAS: UN CONCEPTO DE REGIONALISMO. El regionalismo literario es un término sombrío. Sus doscientos años de existencia no han bastado para concretar una idea clara de qué es, dónde inició y qué le caracteriza. Como expresión narrativa, fue un producto de la era romántica y, en nuestros días, sólo es considerado como un recurso literario. Y es que, en su intento por explicarlo, ya son varios los críticos y autores que lo han confundido con otros géneros. El resultado de esto es una serie de conceptos equívocos o incompletos que han colocado máscaras a un género prosístico cuya esencia radica en expresar o representar literariamente la provincia de una nación. Por ello, antes de explorar y caracterizar la prosa regionalista en occidente y México, es preciso construir un concepto sobre esta manifestación. En textos teóricos, ensayos y diccionarios especializados resulta común hallar vocablos que sólo se aproximan y que parecen máscaras pues los críticos tienden a involucrarlo con movimientos como el costumbrismo, el provincianismo y el criollismo. Aunque existen muchos estudios sobre estas tendencias, especialmente entre los investigadores hispanoamericanos, el material no cubre el estilo regional. De hecho, los acercamientos realizados no encajan con las obras representativas de la corriente. Casi toda la teoría relativa a este vocablo es de origen hispanoamericano. Como señala Carlos J. Alonso, al principio, las obras de este perfil fueron nombradas de varias formas 7. Conceptos como novela criolla, novela rural, novela costumbrista, novela telúrica y novela regional se disputaron la autoridad para explicar las obras en prosa que poseían una ambientación geográfica muy definida, así como una cierta representación de costumbres. En Europa, como evidencia la información que puede hallarse en México, se han realizado pocos 7 Carlos J. Alonso, The Spanish American regional novel, p. 39. 1 estudios. Entre ellos se encuentran algunos dedicados a las llamadas novelas de la tierra del primer decenio del siglo XX en Sudamérica. Con todas estas limitaciones, los materiales de divulgación sobre las literaturas universales, especialmente las letras europeas y norteamericanas, han sido reveladores pues demuestran que la mayoría de los análisis se ajustan a los conceptos establecidos en Hispanoamérica. Sin embargo, a pesar de ello, en el estudio de las letras, todo aquello con carácter regional, ha sido concebido únicamente como un atributo de la obra literaria. Casi nunca como un género legítimo. Varios críticos hispanoamericanos han considerado el género regionalista a la manera de un costumbrismo puro y, a veces, como una simplificación sucinta sobre el folclor y las etnias de una región. Dichos enfoques devinieron una suerte de máscaras que impidieron una comprensión total del fenómeno y que provocaron una multiplicación excesiva de vocablos. Esta fue la razón por la que nunca se estableció un criterio unitario. El término más usual y aceptado fue novela de la tierra. Este género de ficción, que aparecería como supuesta expresión de impulsos nacionalistas, se inspira en una región geográfica culturalmente definida, en las fuerzas de la naturaleza, así como en el leguaje y las maneras de sus habitantes. Las pinceladas de lo provinciano, los cuadros de costumbres, los episodios históricos y las referencias al paisaje han sido elementos de las obras regionales, pero, también, algunos de ellos han sido rasgos de otras formas literarias. Sin embargo, con todo y la existencia de los elementos que he mencionado, el regionalismo no debe confundirse con las narrativas de costumbres ni mucho menos con las de aire provinciano. Sin duda, los rasgos de una provincia y las tradiciones de las comunidades de esa región, pueden ser materia para constituir un relato literario. En el caso de la prosa regional, esos componentes de la obra, esos motivos u objetos que aparecen en un argumento, no son la esencia del texto, sino un medio para reconstruir una realidad. Por ello, el regionalismo posee diferencias muy claras con respecto al costumbrismo y el provincianismo. 2 La definición de un concepto para este género posee un sinnúmero de caminos por recorrer y muchas vacíos donde tropezar. Más aún, el regionalismo aún no es considerado un género autónomo como lo es, por ejemplo, la novela histórica. Este fenómeno es una derivación del centralismo cultural ya que algunos grupúsculos citadinos, como en el caso de México, le desconocen tanto por prejuicio como por recelo artístico. 1.1. Las máscaras: diferencias del regionalismo frente a otros géneros. Lo que se ha llamado novela de la tierra, que más bien es novela regionalista, sobre todo porque es un producto artístico que evoca el espíritu de la provincia, no es criollismo, costumbrismo o provincianismo. Esta terminología confusa surge por dos factores: el desconocimiento del las dicciones utilizadas y la actitud de algunos críticos o autores quienes, seducidos por una característica de la obra, resuelven denominarla a partir de tal rasgo, como ocurre, por ejemplo, con las novelas de la selva hispanoamericanas o las novelas de desierto en la década de los ochenta en México8. Un caso es Seymour Menton, quien ve la literatura regionalista como criollismo, el cual, según él, surgió por la necesidad que los autores tenían de “conocerse a sí mismos a través de su tierra” 9. La búsqueda de identidad es el estímulo fundamental. Detrás de estos menesteres hay un interés patriótico y existe amor por el pueblo donde se nació o apego por la tierra adoptada. Mediante la escritura, el criollista interpreta las condiciones políticas, económicas y sociales de su país10. Se trata de una variante sociológica del regionalismo donde el artista aborda su entorno motivado por una sensación de pertenencia al terruño. Este punto de vista es polémico si lo cotejamos con el origen del vocablo que da forma al criollismo. De acuerdo con la Real Academia Española, el criollo, del portugués crioulo, que a su vez proviene de criar, es el descendiente de padres europeos nacido en alguna de las antiguas colonias españolas o, también, el sujeto cuyo origen corresponde a cualquier 8 Vicente Francisco Torres, Esta narrativa mexicana: ensayos y entrevistas, pp. 73-122. 9 Seymour Menton, El cuento hispanoamericano, p. 217. 10 Ibidem, p. 323. 3 país hispanoamericano y quien, por consecuencia, posee “las cualidades estimadas como características de aquél país” 11. El término criollo no es apropiado para el abordaje de la prosa regional ya que sólo abarcaría a los autores hispanoamericanos. Además, la caracterización a partir de la ascendencia europea no es compatible con la procedencia de muchos autores regionalistas de nuestro continente. En segunda instancia, debido a que el criollo sólo representa a los sujetos nacidos en la América hispánica, asumiéndolos como portadores de los rasgos de un país cualquiera, es imposible identificar a una nacionalidad a partir de la representación de los individuos de una localidad específica. En cada nación existen numerosas regiones que muestrancaracterísticas distintivas. Cada pueblo se distingue por su diversidad. Una interpretación global del continente con base en estas singularidades, tal y como lo pretendían quienes impulsaron la idea de una expresión americana, resulta improbable. De hecho, la esencia de la narrativa regionalista está en la heterogeneidad histórica y cultural de una provincia. Esto ocurre cuando esa diversidad constituye un motivo literario y aporta una nueva visión sobre el mosaico social-regional que caracteriza una nación. Menton desatiende que en Hispanoamérica, zona a la que dirige su concepto, sólo dentro de un país, existen regiones donde la lengua, las costumbres y los orígenes son totalmente distintos a las generalidades. En cada nación existen varias civilizaciones. Ello significa que un experimento regionalista nacional o continental es irrealizable. Sólo la acumulación de los valores locales y el conjunto de caracterizaciones individuales, tendría fidelidad nacional dentro del trabajo literario, proyecto que intentó, por ejemplo, Mark Twain en Estados Unidos. En otras palabras, a diferencia del criollismo, la idea de literatura regionalista sí contempla la heterogeneidad de una entidad, así como la multiplicidad étnica. A menudo este género busca diferenciar a una provincia con respecto a otras poblaciones. Es por ello que, a veces, la novela regionalista es vehículo de algunas minorías o, incluso, un medio de expresión política encaminado a combatir el centralismo. 11 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, p. 421. 4 Derribada la teoría del criollismo, surge otra aún más intensa: el costumbrismo y, por supuesto, el provincianismo. La costumbre, según la Real Academia Española, tiene su origen en el término antiguo costumne. Su sentido radica en los hábitos o modos de obrar ordinarios establecidos por tradición o repetición. En el campo del arte, Federico Carlos Sainz de Robles advierte que el costumbrismo es una “tendencia literaria y artística dedicada a reflejar en las obras las costumbres del lugar y de la época en que vive el artista creador” 12. El provincianismo también tiene un origen etimológico del latín provincialis y se asocia a una forma de pensamiento que pretende imponerse pues se trata de una “estrechez y espíritu de apego a la mentalidad o costumbres particulares de una provincia o sociedad cualquiera, con exclusión de las demás” 13. Refugiados en estos conceptos, los críticos y escritores han pretendido asociar la literatura regionalista con el costumbrismo. Un ejemplo es Mario Vargas Llosa, quien concibe a las novelas regionalistas como objetos “primitivos” que pueden etiquetarse a la manera de un documento etnológico o un censo de datos geográficos14. El autor de La ciudad y los perros, seducido por la idea occidental de universalidad del arte, relegando el valor estético de la literatura de provincia, ve esta narrativa como una descripción de hábitos donde sólo hay ejemplos de color o folclor. Otro académico, Harry Shaw, ofrece una definición muy emparentada con la novela de costumbres. Aun cuando emplea el vocablo regionalismo, su caracterización se topa con las cualidades del género costumbrista pues, con todo y que ve la novela regionalista como la “representación literaria” de una provincia a partir de la imitación fiel del habla y la historia, lo cual sí es fundamento del género que discuto, también está convencido de que este género es una personificación exacta de las maneras, las costumbres, el folclor y las creencias de dicho lugar15. 12 Federico Carlos Sainz, Ensayo de un diccionario de literatura, p. 232. 13 Real Academia Espáñola, op. cit. p. 1194. 14 apud Carlos J. Alonso, op. cit., pp. 38-39. 15 Harry Shaw, Dictionary of literary terms, p. 319. 5 Las novelas regionalistas no son documentos etnológicos. No se trata de ficheros donde predominen los hábitos de algún pueblo. Tampoco devienen trabajos de puro interés sociológico como señala David Coward, otro investigador. Aunque en las primeras obras sudamericanas del género aparecían glosarios al final de los textos, sus autores no pretendían una recolección exhaustiva o científica del habla local. Estas obras tenían pretensiones universalistas que partían de una identificación con el terreno inmediato, con un argumento casi siempre gobernado por la tragedia. En ellas había un trasfondo sociohistórico. Su manejo comunicaba ideas trascendentales y pretendía crear belleza. El regionalismo en prosa no es un vaciado de usanzas de una colectividad, mucho menos, de un espíritu que defiende con rigor los usos y costumbres de una región. Para acabar con la idea de que la prosa regional es costumbrismo acito a Javier de Navascués quien afirma que los recursos empleados por los regionalistas sólo se aproximan al costumbrismo pues “los escritores piensan reconstruir la identidad del hombre hispanoamericano: en el habla, con todas las peculiaridades idiomáticas, y las actividades humanas (trabajo, fiestas, ritos de paso, familia, etc.)” 16. Los hábitos, productos de la tradición, no son un factor dominante en la obra, sino un recurso literario; un elemento para crear personajes verosímiles; parte de un todo y no el todo. La narrativa regionalista es una representación artística, una búsqueda literaria de aquello con lo cual se identifica el autor, es decir, su lugar de origen o de adopción. Antes que un costumbrista, el narrador regionalista es un patriota. 1.2. El animal provinciano: origen y sentido político del concepto de regionalismo. Las definiciones del regionalismo literario provienen del mismo concepto en la versión que de éste hizo la ciencia política. De acuerdo con Federico Sainz de Robles, la voz región proviene del latín regio17 que significa regir o gobernar y, a partir de esta noción, reafirmando la definición de la Real Academia Española, explica que el regionalismo es 16 Javier de Navascués, “Las corrientes narrativas (I): la narrativa de la tierra”, en Felipe B. Pedraza (coor.), Manual de la literatura hispanoamericana, p. 319. 17 Federico Carlos Sainz, op. cit., p. 1026. 6 una “tendencia o doctrina política según las cuales en el gobierno de un Estado debe atenderse especialmente al modo de ser y a las aspiraciones de cada región” 18. El regionalismo literario, en cambio, sería aquél “basado en el libre uso de la lengua regional, que en nada menoscaba la soberanía del Estado unitario. Este regionalismo es laudable y simpático” 19. Aquí, este género se identifica con el uso artístico de la lengua local y no se opone al orden político ni la soberanía de un Estado. Tampoco confronta al centralismo cultural. No obstante, el autor ve esta tendencia como “de robustecimiento de la vida local”20 y cita a Gascón y Marín para reforzar el sentido: “El regionalismo significa, en muchos, protesta contra el centralismo[...]”21. La prosa regionalista también sabe ser prosa política y, muchas veces, funciona como vehículo de propaganda. El sentido político del regionalismo es su batalla contra el centralismo. El caso de Hispanoamérica es ilustrador. En este continente, la literatura de carácter regional, aunque había tenido a sus impulsores ideológicos y artísticos en el siglo XIX, fue iniciada en el siglo XX. La celebración por los centenarios de independencia y la necesidad de identificación con la tierra encendieron el interés por el color local. Durante todo el periodo decimonónico, muchos pensadores llamaron a la conformación de una expresión propia y una identidad auténtica. Entre tales reflexiones, a las cuales se sumó el festejo por la autonomía política, se publicaron novelas regionalistas que, a mi gusto, son modelos de un patriotismo sincero con vocaciónestética. Su mensaje fue que España, el imperio, el núcleo que controlaba las provincias hispanoamericanas, había perdido la supremacía. Navascués explica que “el espíritu regionalista respondía más bien a un interés nacionalista de expresar lo esencialmente propio” 22. Pero, si alguna vez existió el deseo por establecer un nacionalismo a partir de las letras, la aspiración se quedó en mero acto patriótico. Cuando se habla de nacionalismo debe entenderse que en alguna región existe una colectividad, la cual, desde sus orígenes, vinculada histórica y culturalmente por un 18 Idem 19 Idem 20 Idem 21 apud Sainz de Robles, Ibidem p. 1028. 22 Javier de Navascués, op. cit., p. 316. 7 territorio, concibe una misión conjunta a la que los pobladores dirigen sus esfuerzos. Lo nacional es un asunto planeado, un impulso que puede materializarse cuando todos los actores de un pueblo tienen los mismos intereses. Ninguna de las literaturas regionales que han existido, donde incluyo las del romanticismo, concretó aspiraciones nacionales. Estas narrativas no deseaban una integración colectiva ni pugnaban para cumplir anhelos comunes. A veces, incluso, y esto explica por qué se eligió el concepto de regionalismo, las obras de este género refutaban el centralismo que, casi siempre, es el vehículo que promueve la unidad nacional. En la prosa regionalista hay una expresión o glorificación del terruño. No se trata de un nacionalismo extremo, ni de un provincianismo rebelde que pretendan derribar la estructura nacional, sino que es un esfuerzo por dar su lugar a la provincia validándola como material artístico y como material humano. Su intencionalidad básica es representar o expresar una provincia de forma literaria. Un concepto próximo a esto se descubre en la definición de Eva Lidya Oseguera. Esta autora introduce el concepto de neorregionalismo y lo caracteriza a partir de la literatura costumbrista del siglo XIX. Según su propuesta, el neorregionalismo radica en la observación y el retrato minucioso de los campesinos, y se interpreta como una lucha contra el progreso o, acaso, como una protesta contra el centro político23. El término, además de contemplar los anhelos de identificación individual, apunta hacia una auto- conciencia* del terruño, los valores espirituales y las costumbres. En este enfoque, el trasfondo de la obra es de preocupación social y, a la manera de una novedad, incluye la ejercitación de una estética a través del trabajo estilístico y la depuración del lenguaje **. 23 Eva Lidia Oseguera de Chávez, Leer literatura latinoamericana, p. 157. * Esta idea es aportada por John S. Brushwood (México en su novela) quien, aunque no abunda en la literatura regional, explica que el impulso por expresar lo que sucedió en México es similar al anhelo por describir el estilo de vida dentro de su territorio. Al lado de lo que fue la Revolución Mexicana, dice, esta clase de costumbrismo fue común a lo largo de Hispanoamérica porque fue un proceso de auto- observación que trascendió hacia una auto-conciencia. **El neorregionalismo surgió como una reacción contra los defectos de los realistas —como el estilo pesado, la moralización abundante, el detallismo— y prestó mayor atención a los recursos estilísticos usados por los prosistas estadounidenses, así como a las lecciones estéticas aprendidas de los modernistas. De la misma manera, el neorregionalismo rechazó el excesivo interés naturalista por todo lo que fuera industria y se propuso compensar este olvido de la tierra haciendo énfasis en el campesinado. 8 1.3. Abandonar las sombras: el regionalismo como género autónomo. En Hispanoamérica, la novela del regionalismo fue considerada como la exploración de una identidad nacional a partir de la representación territorial y como la construcción literaria de universos locales donde la naturaleza, la violencia y la fatalidad determinaban el contenido. Ambas caracterizaciones son notablemente acertadas. Sin duda, para el escritor regionalista, su obra es un medio de identificación, pero jamás es un mecanismo para festejar lo nacional. Las novelas expresan la historia regional, como es el caso de Agustín Yánez en México, o recrean la provincia con nostalgia. En cambio, el asunto de que la naturaleza es un protagonista de la obra porque suele derruir al hombre es muy cuestionable. Es cierto, existen textos como La vorágine, de José Eustacio Rivera, donde el ambiente es indomable y terriblemente destructivo, pero, cuando el lector asoma a La tierra pródiga, descubre cuán dócil es la naturaleza bajo el poderío de la tecnología y la fiereza humanas. En la teoría, algunos autores se han interesado en el papel de la naturaleza. En la visión de Giuseppe Bellini, la cual de nuevo apunta al género regionalista en su versión sudamericana, que fue consignada en su ambiciosa Historia de la literatura hispanoamericana, la tierra es el protagonista principal y, en ella, la humanidad se desenvuelve bajo el yugo de “pasiones primitivas”que se compensan con la carga espiritual de las culturas locales. “En las obras de estos novelistas —explica el crítico— palpita la tierra de las distintas latitudes americanas, intensa en su espiritualidad así como en su violencia sensual, en la desmesura de los elementos, hermosa incluso cuando resulta inquietante”25. Así, Canaima de Rómulo Gallegos y La vorágine de José Eustasio Rivera, modelos del género en Hispanoamérica, tienen argumentos donde la naturaleza es el personaje “Los neorregionalistas ostentaron una divisa común consistente en atender la problemática sufrida por los nativos americanos, sin importar su color, ni su lugar de origen, ni sus creencias; por ello, dentro de sus escritos hay un espacio para el indio, para el mestizo, para el criollo, para el negro, para el citadino, para el campesino y, sobre todo, para una revaloración de la vida en provincia, del lenguaje familiar, del color local; en suma, para reconsiderar el caudal cultural y espiritual ofrecido por la propia tierra”. 25 Giuseppe Bellini, Historia de la literatura hispanoamericana, p. 503. 9 principal y, más aún, el objeto definitorio de la trama. Lo regional es una variación del fatalismo, una sucesión de tragedias donde el escenario consume al ser humano. Este concepto encaja con la prosa regionalista de muchos países. La violencia, lo trágico y el mundo descarnado del ambiente también fueron fundamentales en las obras de Johannes V. Jensen, Thomas Hardy y William Faulkner, casos paradigmáticos de la corriente. Un asunto primordial en cuanto a la literatura regionalista es si esta constituye un género o no. Hay críticos, como Javier de Navascués, que ven en esta expresión una corriente consolidada, identificable y, por lo mismo, interpretable. Por el contrario, analistas como Fernando Alegría sostienen lo contrario. Según el colombiano, las corrientes regionalistas de carácter fundamentalmente social predominaron en la literatura hispanoamericana del primer decenio del siglo XX. Dichas obras, dice, tuvieron conciencia de su americanismo y parecían “sentir por primera vez la acción monstruosa de la naturaleza salvaje frente a los contactos civilizadores del hombre”26. Pero el especialista, quien explica que la literatura regional es acusada por dar una jerarquía excesiva tanto al paisaje como al discurso descriptivo, ve esta forma de expresión literaria como “una generación de transición” porque sólo fue el impulso inicial de una corriente que, de acuerdo con su evaluación, nunca se consolidó27. En el Manual de literatura hispanoamericana, coordinado por Felipe B. Pedraza, Navascués realizaun sumario de los críticos que han estudiado la novela de la tierra. Por un lado, esta narrativa fue vista como “[...] la consideración de que la Naturaleza aplaste al hombre”28 y, por el otro como “[...] una muestra representativa de un periodo determinado [...] caracterizado por el deseo de reflejar la peculiaridad iberoamericana mediante una serie de rasgos que distinguirían a esta de la tradición europea, o cualquier otra tradición”29. Resumiendo —apunta Navascués—: la novela telúrica [Novela de la tierra] representa buena parte de la más importante producción narrativa 26 Fernando Alegría, Nueva historia de la novela hispanoamericana, p. 154. 27 Idem 28 Ibidem, p. 318. 29 Ibidem, p. 319. 10 del continente durante las tres primeras décadas del siglo [XX] por su elaboración determinista del paisaje en relación con el hombre y su enfoque localista30. El regionalismo literario ya constituye un género y, de hecho, al contrario de lo que piensa Alegría, prácticamente se afianzó en la época que él analiza. Los novelistas hispanoamericanos son herederos del regionalismo español y, todavía más, de la narrativa danesa y francesa del periodo romántico, las cueles fueron las fundadoras de esta corriente. Desde la llamada Edad de Oro de la literatura danesa hubo una idea de distinción frente al extraño. Aquel impulso por diferenciarse del resto está ligado a todos los modelos regionalistas existentes. Ya como expresión patriótica o como revelación de unidad cultural. La corriente regionalista siempre atiende el entorno provinciano y busca, por distintas vías, la permanencia de la identidad. Es indudable que el primer regionalismo hispanoamericano estuvo dominado por la estética del documento social. En dicha novelística hubo un profundo apego a la humanidad de los sudamericanos. Los trabajos pioneros fundaron el binomio con el que caracteriza el grueso del estilo: barbarie contra civilización, el cual, equivocadamente, aludía a la batalla entre el progreso y lo primitivo pues, en la teoría literaria, así como muchas de las humanidades, existe la tendencia a tachar de “civilizado” todo aquello que posee desarrollo y rasgos de modernidad. Este concepto se interpreta como un estadío de progreso que se opone a lo primitivo. Sin embargo, toda comunidad humana, ya en sus formas primigenias o en las contemporáneas, es una civilización. El término implica un momento específico en la historia de cualquier cultura. Una civilización puede ser tanto un primer asentamiento zapoteca como la imagen que tenemos de la vida actual en Estados Unidos. La antinomia regionalista no es más que un perfil de la lucha entre la civilización misma, donde alguna de las dos está en un tiempo o condición distinta de la otra. 30 Ibidem, p. 321. 11 Es probable que el vacío conceptual en que navega el regionalismo literario tenga su origen en la ausencia de una vanguardia del género. Quizá la inexistencia de una moda semejante a la novela del boom, o la carencia de generaciones de escritores regionalistas que compartan largos periodos de creación artística simultanea, sean algunos factores por los cuales esta corriente sólo es considerada como una transición y no como un fenómeno palpable, justo como sucedió en Europa durante el siglo XIX, con sus variadísimos estilos de prosa regionalista. A pesar de ello, cada aportación de la teoría regionalista considera aspectos caracterizadores que, si bien se han modificado, conservan su esencia. La geografía, el lenguaje y la representación de una identidad local, por lo común provinciana, aparecen en casi todas las latitudes donde se ha escrito novela regionalista. Pero, además de estos rasgos, existe otro camino para eludir las sombras entre las que todavía se encuentra el concepto. Me refiero a los significados del vocablo región. 1.4. Representación o expresión: un concepto de regionalismo. Esta palabra, más allá de todo lo que los críticos han citado sobre ella, tiene un sentido clarificador para la comprensión del regionalismo pues implica la “porción de territorio determinado por caracteres étnicos o circunstancias especiales del clima, producción, topografía, administración y gobierno”31. La región también es “cada una de las divisiones territoriales de una nación, definida por características geográficas e histórico-sociales [...]”32. Desde el punto de vista semántico, el vocablo región es un término que tiene compatibilidad con la corriente literaria que abordo ya que contempla las particularidades del género halladas por los especialistas originalmente. Sin embargo, integrados en esta definición, rasgos como el territorio, el clima y la geografía aparecen relacionados con las condiciones sociales, es decir, además de los factores ambientales, existen otros aún más 31 Real Academia Española, op. cit. p. 1245. 32 Idem 12 relevantes como la historia, la cultura y la lengua de las provincias ya que, a partir de la semejanza que ciertas comunidades poseen, mediante las cuales se establece un origen común, la región adquiere unidad y, sólo por esa vía, es posible erigir una identidad. Lo histórico-social es una parte sustancial de la narrativa regionalista. Por ello, a partir de los episodios pasados, destacando la cotidianidad de un pueblo, el escritor traza la obra literaria y la identifica. Lo social del regionalismo participa en la elaboración de la trama y los nudos novelísticos. En Doña Bárbara la guerra de la barbarie contra el progreso es también la escenografía de múltiples procesos de explotación y decadencia humanas. Como en toda la narrativa danesa de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el acento en lo social, la protesta metódica y la descripción de problemáticas regionales adquieren prioridad. En Estados Unidos, la narrativa regionalista posterior al romanticismo es completamente social. Estos modelos han conseguido calidad e intensidad tales que, a mediados del siglo XX, ya se habían escrito obras maestras del género como Mientras agonizo y Al filo del agua. Desde el punto de vista sociológico, las obras representativas de la prosa regionalista tienen un atributo predominante: la tragedia. Esta estética, producto del realismo artístico, muestra la acción de la naturaleza sobre el hombre, la penetración de la sociedad sobre el individuo o el efecto que los sujetos sociales ejercen sobre sus semejantes. Dicho aspecto, que durante el siglo XX mexicano es retomado por José Rubén Romero, Agustín Yánez, Juan Rulfo, Rosario Castellanos y Gerardo Cornejo, ya es parte de una tradición literaria hispanoamericana. La causa por la cual estos autores no considerados una corriente literaria es la distancia entre las generaciones a las que pertenecen. Cuando el arte literario se convierte en una recreación del organismo social, y sobre todo cuando asume su lucha contra el centralismo cultural y la pretendida homogeneidad nacional, la prosa regionalista no sólo se presenta como el redescubrimiento de las raíces originales. En ella también hay una defensa de la heterogeneidad histórica y, por supuesto, de la singularidad étnica. El móvil fundamental del regionalismo es la glorificación de la provincia, la demostración de su autonomía y la validación de su propio devenir durante el ejercicio literario. No por tratarse de pueblos aparentemente no históricos, el mundo de 13 una provincia debe ser rechazado como material artístico ya que, los episodios cotidianos, aun cuando ocurran en un rincón del mundo, pueden transmitir cualidades universales. El regionalismo tiene ya algunos elementos que pueden asumirse como caracterizadores permanentes: el espacio geográfico, ente necesario; las condiciones histórico-sociales;la definición del destino humano por la naturaleza, naturaleza donde también concibo al hombre mismo como sujeto que propicia la fatalidad; el lenguaje, no autóctono, sino oral ya que se trata de una evocación del habla regional y no un remedo costumbrista, y la oposición al centralismo o a la pretendida homogeneidad nacional. Debo añadir que el paisaje, ya natural o humano, ya como escenario vivo o mosaico social, es el factor que, sin duda, es propio, inmanente y caracterizador absoluto de lo regional. Aunque no defina el argumento, es protagonista. No es un elemento aislado ya que, en ocasiones, incluye una región entera e, independientemente del abordaje al que esté sujeto, todo aquello que le pertenece sirve para nutrir el trabajo literario, sobre todo, por los sujetos y objetos que existen en su territorio. Mediante la suma de todos estos elementos, defino regionalismo literario como una corriente que aspira a la representación o expresión poética de una región no cosmopolita o nodal, la cual puede poseer cualquier característica ambiental o social que, por medio de la aplicación de recursos estilísticos, técnicos, estéticos y de contenido, reforzados con la imitación del habla, la cultura y ciertas costumbres, manifieste afecto por el terruño, acto patriótico, crítica de las condiciones sociales, recuento histórico, fantasía artística, atmósfera literaria y/o mitificación de la geografía personificada. Desde los orígenes del género, los regionalistas crearon diversos estilos para representar literariamente una provincia. Si bien los románticos sólo ilustraron la naturaleza, esto no deja de convertirse en una recreación de una realidad autónoma. Evidentemente, el periodo realista es más notable en este aspecto pues su impulso descriptivo, provisto por una búsqueda de no ficción, con enorme influencia del análisis científico, tuvo mayor fidelidad al construir una suerte de fotografía sobre la región que le interesaba. En el regionalismo contemporáneo, hay escritores que recurren a la psique 14 humana o la fantasía para retratar numerosos pueblos, como ocurre con el neorregionalismo mexicano. Por otra parte, no todas las poblaciones pueden ser objeto del regionalismo. Para este género, un territorio representado puede tener cualquier rasgo social o natural, lo que significa que puede ser una ciudad, un pueblo, una montaña o un entorno rural, pero le corresponde cumplir con ciertas características en su relación con la capital y con el resto de las provincias. Para ser figurada, una localidad debe carecer de influencia administrativa y control político a nivel federación. La obra regionalista sólo puede concentrarse en zonas provincianas, las cuales, por las características de su entramado social, no ejercen influencia económica, política y administrativa a escala nacional, al menos no como lo hace la cabecera central de una nación. Sin duda, las capitales también son regiones. La ciudad de México es un ejemplo; sin embargo, el elemento literario que la distingue y, por lo cual convierte en literatura cosmopolita todo aquello que se escribe sobre ella, es resultado de su organización y estructura social. La capital de la República Mexicana es una región nodal y reúne tales rasgos colectivos que se torna un eje de control. Es cosmopolita, moderna y, por consecuencia, ha perdido la mayoría de sus características culturales originales. Aquí debo añadir que la interpretación de la novela regionalista como un antagonismo de la novela urbana es arriesgada, pues existen ciudades de provincia y, por supuesto, obras regionalistas ubicadas en estos lugares como Casas muertas de Miguel Otero Silva. La diferenciación del término provincia es importante con respecto al de región*. Según la clsificación de Rupert B. Vance hay dos tipos de regiones: una de carácter nodal y otra de tipo uniforme. “Las regiones uniformes son homogéneas en su totalidad, mientras que las regiones nodales son homogéneas únicamente con respecto a la estructura u organización interna”33. Las primeras tienen, por lo común, otra forma de organización, conservan sus particularidades culturales y en ellas “el medio físico es el * Cuando la Real Academia Española define la región explica que ésta puede dividirse en provincias y departamentos y, además, añade que la provincia es “cada una de las grandes divisiones de un territorio o Estado, sujeta por lo común a una autoridad administrativa”. 33 David L. Sills, Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, VOL. IX, p. 162. 15 factor importante”34. En cambio, las regiones nodales poseen “una zona focal”, la cual está vinculada con territorios próximos a través de grandes vías de transporte y comunicación. En ellas hay un desarrollo tecnológico, industrial y comunicacional de gran tamaño por lo cual el movimiento económico es mayor. En resumen, las grandes metrópolis y capitales que disponen del poder monetario y el control político son las regiones nodales y, las regiones uniformes, son todas aquellas franjas o poblados de provincia que no están completamente industrializados y cuyas estructuras sociales conservan sus formas antiguas o, cuando no es así, se encuentran en estadíos ligeramente anteriores con respecto a la noción de progreso. El regionalismo literario sólo existe en las regiones uniformes. Las provincias son la materia única para el autor regionalista pues, por la naturaleza de su estructura social y el predominio de su ambiente físico, que como sabemos define la forma que posee la cultura de una civilización, no resulta cosmopolita ni, mucho menos, un eje económico, administrativo o político nacional. Por otra parte, el valor de la acepción política de regionalismo, citado con anterioridad, cobra un valor trascendente. Muchas de las artes regionales son producto de una protesta contra el centralismo, el cual, sin duda, adquiere supremacía porque el poder de difusión de los productos artísticos de una capital es abrumadora ante muchas de las pequeñas localidades de provincia. Un aspecto revelador radica en que, como señala Vance, las regiones, al ser zonas homogéneas, con rasgos geográficos, ambientales y culturales definitorios, adquieren cierta unidad y, a partir de dicho mecanismo, logran una conciencia de sí, la cual constituye la expresión patriótica. La prosa regionalista posee dos métodos para reconocerse territorialmente. El primero radica en la elección de un poblado distintivo, el cual es capaz de concentrar un sinnúmero de matices regionales y, el segundo, es la selección de la totalidad de una región. Hasta el momento, la gran literatura regionalista ha surgido de la representación de grandes zonas uniformes. Thomas Hardy y William Faulkner siguieron esta vía. Por ello, los narradores localistas pueden ambientar sus obras en ciudades provincianas, incluso cuando éstas tienen el control económico y el mayor desarrollo industrial de la región. Las capitales de 34 Ibid. 16 provincia, a pesar de que buscan reconocerse cosmopolitas, aún cuando tiene aires de metrópolis, tienen vínculos notables con la cultura y ambiente a la que pertenecen. A menudo, la localización de la literatura en alguna provincia correspondiente a cualquier país basta para ejercer el regionalismo. No obstante, esta escritura no puede prescindir de los rasgos pertenecientes a la realidad social constituida. De modo que la emulación del habla, los localismos idiomáticos y las particularidades del acento son aspectos que aumentan la efectividad de la representación. Rasgos como las costumbres, leyendas y mitos trascienden el estilo y fortalecen el cuerpo de la obra mientras que la capitulación histórico-social nutre el contenido legitimando el perfil de una población. Cada uno de estos recursos puedeno no incluirse, pero ninguno debe predominar pues son técnicas para lograr mayor verosimilitud. Aun cuando existan semblanzas inmejorables sobre alguna región, como podría ser Pedro Páramo, debe quedar claro que ninguna prosa dedicada a cualquier pueblo del mundo será definitiva. El regionalismo, como representación literaria, sólo abarca lo que el autor requiere. No es un género totalizador. Por ello, sus clásicos fueron ambientados con mucha precisión. Como advierte Renato Prada Oropeza, a pesar de que el concepto de región contempla territorios con características comunes, siempre existirá, en la más reducida porción de tierra, un matiz de heterogeneidad que impide la existencia de universos exclusivamente unitarios35. Es el caso de las diferencias entre el Jalisco descrito por Juan Rulfo ante la versión de Agustín Yánez. O, por ejemplo, el mundo crudo de Tomás Mojarro frente a la fantasía trágica de Severino Salazar cuando ambos recrean Zacatecas. La diferenciación entre pueblos, el entendimiento de que siempre hay “otros”, de que la historia registra cambios y las colectividades se congregan en diversas etnias, constituye la esencia de la literatura regionalista. La identidad, asociada a la tierra, al reconocimiento de lo ajeno, caracterizada por cualquier rasgo ambiental o social, ya entre campesinos, indígenas o ciudadanos, mediante lo histórico o lo mítico, por el habla o las maneras, es la ruta por donde el regionalismo puede resquebrajar las máscaras que le han inventado para revelarse, finalmente, como un género autónomo. 35 Renato Prada Oropeza, El discurso-testimonio y otros ensayos, pp. 88-92 17 CAPÍTULO 2 LOS PUEBLOS DEL MUNDO: ANTECEDENTES Y CARACTERÍSTICAS DE LA PROSA REGIONALISTA. Describe tu pueblo y serás universal.... Liev Tolstoi A mediados del siglo XVIII, el arte europeo experimentaba una transición. Francia regía la vida cultural del continente y el modelo clasicista era la forma artística dominante. En Gran Bretaña y Alemania, un movimiento que venía gestándose desde el siglo anterior, se consolidó justo cuando los ejércitos napoleónicos comenzaron a extenderse por Europa. El romanticismo fue “una reacción del espíritu nacional” 36 que consistió en una oposición patriótica de las naciones sometidas a todo lo francés. Un rasgo de los románticos fue su interés por la naturaleza. Los artistas cantaban a la vida y al paisaje. Esta visión fue, sin duda, el capullo del regionalismo, mismo que germinó en filosofías nacionalistas como la del alemán Johann Gotfried von Herder, pero que encarnó como literatura en la prosa danesa y francesa a principios del siglo XIX. El género regionalista tuvo dos detonantes: la formación de las naciones europeas y el apego del artista a la naturaleza. Estos factores trajeron numerosos cambios sociales. Las guerras napoleónicas y las ideas nacionalistas dieron forma a un patriotismo artístico que dejó huella. El regionalismo fue un producto cultural de las revoluciones, especialmente por su vocación patriótica, motivada por la propaganda nacionalista y, también, porque surgió en el seno de una escuela artística que representaba a la burguesía de su época. Con el tiempo, el regionalismo comenzó a desarrollarse en latitudes como Estados Unidos, cuya historia decimonónica significó la definición de su identidad y la consolidación de sus regiones, lo cual provocó la multiplicación de los regionalistas. En el caso hispanoamericano, a principios del siglo XX, algunos países cumplían cien años de independencia. Durante más de medio siglo, pensadores y escritores de acción política 18 36 Martín Alonso, Historia de la literatura mundial, Tomo II, pp. 1516-1517 habían convocado al resto de los artistas a fin de crear una identidad cultural propia. Así dieron forma al nuevo género. Antes que al romanticismo, la literatura regionalista le debe su existencia a la presunta filosofía nacionalista. Filosofía que, como mencioné en el primer capítulo, tuvo un origen patriótico en vez de nacionalista y cuyo resultado fue el primer regionalismo en Dinamarca, el cual tornó la llama que encendió la literatura occidental que se concentraría en la vida y la naturaleza de las provincias. 2.1. La era romántica: el origen y los primeros antecedentes. En Europa, cuando inició el movimiento romántico, transcurrían dos revoluciones: una de carácter político-social, encarnada en la gran campaña de Napoleón, y una de perfil artístico. Ambas expresiones concretaron un modelo estético que, a su vez, dio forma al regionalismo literario, el cual tenía su fundamento en la expresión de la provincia. El poderío de la Francia napoleónica causó reacciones en Europa occidental. Comenzó una oleada de patriotismo y un sentimiento primigenio de nacionalidad. El arte no evadió el suceso y hubo un cambio de concepción estética. El romanticismo, como escribiría Martín Alonso, fue la rebeldía de lo nacional, la cual emergió desde la entraña de los países sometidos37. A fines del siglo XVIII, había una protesta contra todo lo francés. Los patrones artísticos establecidos en la Grecia antigua se derruyeron. Hubo una ruptura con las formas rebuscadas que dio lugar a un espíritu de distinción individual. El movimiento se caracterizó por dos grandes rasgos: una visión sobre el hombre y una postura sobre cómo debía ser la obra de arte. Para el romántico, el hombre provenía de los rasgos adquiridos a lo largo de ciclos históricos duraderos. La historia era una suerte de espiral y no una sucesión lineal. El ser humano y, por tanto, el ser nacional, eran la consecuencia de un pasado común y un 37 Martín Alonso, op. cit., p. 1516 19 proceso de gestación donde influían múltiples factores socio-culturales; es decir, donde existía un “sentido histórico” en la formación de la identidad individual. En su sentido estético, este estilo abandonó la razón. Su espíritu rompió con la fórmula que hallaba la belleza en el concepto de verdad pues, durante la época clásica, existía una medida universalmente humana que dominaba toda la existencia38. El arte estaba subordinado a los modelos antiguos. La obra se basaba en la razón. No había seres concretos, sólo similitudes y verdades. Pero los románticos, producto de la clase social creada por la Revolución Francesa, desgajaron todo lo establecido y constituyeron un movimiento muy burgués con acento en las pasiones. Cada artista adoptó un espíritu individualista y dejó de ser un imitador al rechazar lo establecido. En su dimensión social, lo romántico representaba los anhelos de una clase. Era, como advirtió Arnold Hauser, el auténtico movimiento burgués, o bien, la tendencia burguesa por excelencia39 y, por consecuencia, un producto del grupo social que había hecho la Revolución. La tendencia romántica se nutrió de analogías históricas y halló inspiración intelectual en la crítica de la Edad Media. Los artistas hablaban de diferencias entre la cultura clásica y la moderna, y veían las civilizaciones occidentales como entidades que podían interpretarse. Así, como lo explica Martín Alonso, nació “un culto a lo histórico y lo arqueológico, como un movimiento tradicionalista y patriótico”40. Hubo, incluso, un rescate de las lenguas y las literaturas vernáculas. Más aún, el paisaje, que en el renacimiento era fondo y en el neoclasicismo escenario, se volvió un detonante emocional. Los románticos, expresa Alonso, redescubrieron la naturaleza41. El hallazgo devino una corriente que, a la manera de una expresión afectiva, antes que una representación artística, se concentró en los efectos sentimentales que causaba el medio. Este género fue un producto de la era romántica que, caracterizado por38 Arnold Hauser, Historia social de la literatura y del arte, p. 357. 39 Idem. 40 Martín Alonso, op. cit., p. 1517. 41 Idem 20 la expresión de la vida humana y ambiental de provincia, irrumpió como una derivación del interés por el paisaje, justo cuando los artistas ponderaban los sentimientos. En Europa, la iniciación de la novela regionalista tuvo empuje en tres países: Dinamarca, Francia e Inglaterra. Galos e ingleses adoptaron el género cuando las primeras naciones se consolidaron y vieron en peligro su soberanía e identidad frente a las campañas napoleónicas. El caso danés fue producto de la transmisión de influencias. Y es que lo romántico llegó a Escandinavia a través de artistas influidos por Johann Gottfried von Herder. Mediante su actividad intelectual, el autor de Bosques críticos propuso una idea que influiría a los primeros regionalistas: la pugna por fortalecer el arte germano a través de sus rasgos lingüísticos. Herder criticaba el lugar predominante de la lengua latina en “detrimento de la alemana” y, por ello, aconsejó a los escritores germanos para que buscaran su inspiración en la mitología teutona42. El filósofo acuñó la idea del volksgeist; un sentimiento de nación con el que intentó influir para demandarles la creación de un arte nacional con base en la lengua y las tradiciones locales. Se trataba de un llamado al “espíritu popular”. La influencia que Henrik Steffens recibió de Herder condujo esta visión a Dinamarca y produjo la primera gran literatura regionalista. En Estados Unidos, el regionalismo surgió por el flujo romántico, las diferencias ideológicas de sus pobladores y la estabilización social a mediados del siglo XIX. En cuanto a Hispanoamérica, la corriente llegó hasta el siglo XX, impulsada por pensadores decimonónicos que pretendieron impulsar una expresión artística continental. Los centenarios de independencia en esa región sirvieron como escenario para el nuevo género y el modernismo, que daba sus primeros pasos, fue el estilo del mismo. 2.1.1. Los regionalistas de la era romántica. Aunque en el tiempo prerromántico hubo escritores del género, caso de Restif de la Bretonne, con sus semblanzas autobiográficas de Borgoña en La vida de mi padre; las generaciones representativas de la novela regionalista romántica fueron la Edad de Oro en 42 Raymond Bayer, Historia de la estética, p. 301. 21 Dinamarca con el novelista de Vium a la cabeza, Steen Steensen Blicher, y los narradores rurales de Francia e Inglaterra, donde destacaron Alphonse Daudet, cuyo Tartarín de Tarascon fue el primer gran personaje del género al caracterizar la región sur de la antigua Galia; la segunda etapa de George Sand, Ferdinand Fabre, León Cladel, Paul Aréne, Jean Aicard y Émille Pouvillon y la británica Mary R. Mitford, pionera en la escritura sobre una sola región al dedicar toda su obra a Three Miles Cross. En Estados Unidos, el folclor tuvo lugar entre las páginas de Joel Chandler Harris, Thomas Nelson Page, Mary Noailles Murfree y, en especial, Francis Bret Harte, quien fue el gran regionalista americano de la época por su elaboración completamente idealizada de Pike County. Estos autores son parte de la Edad Dorada de la literatura norteamericana, ocurrida entre 1869 y 1890, en la que hubo una transición de corrientes artísticas43, así como la consolidación del regionalismo en la prosa. Muchos de estos novelistas negaron la realidad. Joel Chandler Harris, por ejemplo, recreó el color, que no la vida, de los esclavos negros de Georgia e hizo a un lado sus conflictos. Como Sand en Francia, todos estos escritores menoscabaron la explotación y la miseria concentrándose en el paisaje y el folclor. Sin embargo, en plena transición hacia la era realista, hubo quienes intentaron una aproximación más fiel pues comprendieron las paradojas de la experiencia social. Estos autores fueron la irlandesa María Edgeworth, cuyas novelas ya constituían ejemplos de ambientación en ciudades de provincia, el norteamericano George Washington Cable y el mismo Alphonse Daudet en Francia. La desesperanza, la renuncia a los ideales y la literatura trágica fueron síntomas de la decadencia del romanticismo, mismo que nació con las revoluciones sociales. Tras la caída de la aristocracia llegó la sociedad burguesa. Las sediciones en el cierre del siglo XVIII, e incluso algunas de las ideas revolucionarias de los primeros treinta años del XIX, habían sido producidas por burgueses. Sin embargo, aquellas movilizaciones tuvieron como base a los pequeños propietarios o terratenientes y las clases desposeídas que, con el desarrollo de la nueva estructura, se convirtieron en la mano de obra de la nueva sociedad. 43 Concha Zardoya, Historia de la literatura norteamericana, p. 163. 22 En Francia, por ejemplo, el triunfo de la clase media no tuvo relación con los sans coulottes de Napoleón; es decir, con la población empobrecida que había contribuido en la lucha contra la monarquía. Los obreros y trabajadores desposeídos de la sociedad capitalista devinieron la nueva clase oprimida. Ello ocasionaría el despertar de una noción de pertenencia social. Los proletarios habían descubierto que sólo ellos podrían liberarse de las imposiciones y calamidades de su estrato. La debacle romántica ocurrió cuando la burguesía logró emanciparse. La clase que había promovido esta tendencia fue la ruina de la misma. El último romanticismo se distinguió por un sentimiento que venía de la épica. El arte se nutría de heroísmo y tragedia. El primero fue un legado de la Grecia clásica; el segundo, del mosaico de artes del siglo XVI. Este modelo inspiró a Richard Wagner y Frédéric Chopin en la música y a Eugéne Delacroix y John Constable en la pintura. Sus obras fueron las cúspides del ciclo romántico, pero también señalaron el momento de una transición artística. 2.1.2 El periodo realista: la consolidación del género. El siglo XIX trajo alteraciones provocadas por la industrialización. En el contexto social la nueva clase dominante aspiraba al progreso. Como explica Francisco Montes de Oca, la burguesía “demandaba tranquilidad, seguridad para el mañana, respeto a todos los principios morales a fin de que toda la actividad humana pudiera encaminarse hacia la producción, el enriquecimiento y el confort”44. De este modo, las sociedades renovaron su espíritu. Surgió el positivismo, la ciencia sustituyó la religión, la industria provocó migraciones rurales y los artistas vieron la reproducción de la realidad como el único medio válido para interpretar el comportamiento humano. Los escritores tuvieron a su nuevo dios en la ciencia. No había interés por las formas clásicas. El artista pretendía reproducir con exactitud hechos históricos, procesos sociales y comportamientos humanos. Todo descansaba sobre la duplicación de la realidad. El arte 44 Francisco Montes de Oca, op. cit., p. 261. 23 perseguía la objetividad científica y las verdades comprobables. El estilo se subordinaba a lo narrado y lo narrado al contenido. Esta manifestación llegó a interesarse exclusivamente en lo social. El regionalismo adoptó este espíritu de reproducción al caracterizar el lenguaje, la geografía, las costumbres y el temperamento de la provincia. La era realista consolidó a la prosa regionalista. Cada pueblo occidental, algunos más y otros menos, tuvo entre sus letras un aliado del género. Los escritores de la tendencia hicieron novelas predominantemente sociales con una mirada trágica sobre las relaciones humanas y su entorno. En esta época tan duradera, tan productiva y cambiante, en especial porque fue testigo y legado de episodios históricos fundamentales, surgieron los grandes paradigmas del regionalismo enprosa: Johanes V. Jensen, André Chamson, Thomas Hardy, José María Perda y William Faulkner dejaron una huella imborrable al plasmar la formas modélicas de esta corriente. 2.1.3. Nombres y figuras del regionalismo en la época realista. Como en la época romántica, Francia y Dinamarca sostuvieron el género. El caso británico fue peculiar porque, aun cuando su realismo no trascendió demasiado, tuvo entre sus filas a Thomas Hardy, uno de los primeros paradigmas de la corriente. Él representó una primera síntesis del género regionalista ya que reunió los aspectos tratados por sus antecesores y contemporáneos. En novelas como El retorno del nativo, su mayor contribución fue recrear Dorset, al cual llamó Wessex, porque fundó la visión fatalista del futuro regionalismo e hizo un manejo espléndido de la sicología humana demostrando cómo el paisaje afectaba a la gente hasta subordinarla a su fascinación. España irrumpió con fuerza y otros autores aislados, como Georges Rodenbach en Bélgica, con su caracterización de Brujas en El carrillonero; el portugués Eca de Queiroz de La ciudad y las sirenas; el Nikolái Gogol de Las almas muertas; La aldea de Iván Bunin y las obras de Nikolái Garin en Rusia; Björnstjerne Björson con Un muchacho feliz y las novelas trágicas de Knut Hamsun en Noruega fortalecieron el estilo. 24 En Estados Unidos, los regionalistas, encabezados por las novelas fluviales de Mark Twain, se multiplicaron por todo el territorio. En este país, la guerra civil y sus secuelas ocasionaron que cada región se diferenciara del resto. Los literatos fueron vehículos de esta necesidad. El regionalismo francés siguió a tono con lo rural. Autores como Eugène le Roy y René Bazin hicieron novela de protesta donde había una defensa del campo. Otros, como Émille Pouvillon, Jean de Noarrieu y André Theuriet, siguieron los pasos de María Edgeworth al concentrarse en ciudades de provincia. Los más trascendentes de la era realista fueron quienes se inscribieron con mayor intensidad al estilo realista: Maurice Genevoix, con sus frescos sobre la armonía y el conflicto entre el hombre, el animal y la naturaleza; Jean Giono y André Chamson45. El último fue el novelista de Burdeos e ilustró el enfrentamiento del individuo contra su propia naturaleza, especialmente al describir los actos de “justicia natural” de antiguas comunidades montañeses. Los daneses tomaron el folclor del primer regionalismo y las motivaciones del realismo. Lo primero fue impulsado por N. F. S. Grundtvig, un pensador nacionalista parecido a Herder. Él incitó a los artistas de su tierra para que voltearan la mirada hacia sus pueblos y, en especial, hacia el pasado mítico y la historia. De aquí resultaron Jacob Knudsen, considerado como el autor que consolidó el regionalismo literario de su país46; Thoger Larsen, Marie Bregendahl y Thorkild Gravlund, quien fue el Twain de Dinamarca por su elaboración del habla coloquial. Los realistas fueron guiados por Johan V. Jensen, Johan Skoldborg y Jeppe Aakjaer, autor de Niño de ira, novela que representó el salto hacia la estética del documento social al ilustrar la miseria del campesino. De este periodo, La obra del Nobel de Literatura de 1944, Johannes V. Jensen, así como la de sus seguidores, renovó el estilo regional por el tratamiento del ambiente. Con Jensen, la naturaleza fue protagónica. Las fuerzas físicas y la vida primitiva eran primordiales, especialmente cuando se enfrentaban al progreso tecnológico. En sus páginas surgió el esquema de confrontación entre la naturaleza y el humano. Este 45 David Coward, A history of french literature: from chanson de geste to cinema. 46 P. M. Mitchell, A history of Danish literature, p. 107. 25 regionalismo no se interesó en el pasado de Jutlandia, sino en la humanidad. Un habitante de Farso, pueblo natal de Jensen, simbolizaba tanto a Dinamarca como al hombre en su lucha y convivencia con la naturaleza. 2.1.4. El realismo extremo en la prosa regional: el caso español. El movimiento realista, que había demostrado su capacidad transformadora en las letras danesas, cooperó en la maduración de la prosa ibérica. En España, el regionalismo tardó, pero su momento fue extraordinario. Antes de ello, los escritores ibéricos representaban la vida local a través de una prosa fundamentalmente costumbrista. Sin embargo, esta etapa, donde hubo narradores como Mariano José de Larra y Mesonero Romanos, fue el capullo del movimiento regional. En este periodo, muchos literatos fueron influidos por el realismo extremo, el cual ejercía representaciones fidelísimas y hasta vulgares del humano. Al naturalismo se inscribieron los más grandes regionalistas españoles: José María Pereda, Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez. Sus obras fueron algunas de las influencias más notables en la consolidación del género en Hispanoamérica Emilia Pardo Bazán representó el estilo folclorista. Su novela más trascendente, Los Pazos de Ulloa, recogió costumbres y escenas cómicas. Los personajes, muy típicos, estaban provistos de una sicología muy efectiva. El ambiente rural de Coruña era dominante. Al folclor, que no era idealista ni crítico, sino ilustrador, se añadía el temperamento primitivo y violento de los protagonistas. Ella no fue plenamente regionalista y, al igual que Ramón del Valle Inclán con su Flor de santidad, sólo dejó algunos momentos ligados a este género. En Sotileza, de Pereda, el mar Cantábrico de Santander adquiere un protagonismo definitorio que caracterizó a uno de los regionalismos más distinguibles. Si bien las obras danesas constituyeron los modelos más influyentes en Hispanoamérica, la escritura de José María Pereda fue uno de los antecedentes más notables del género regionalista en aquél territorio. La trama de Sotileza, donde se percibe el fatalismo netamente europeo, tuvo una serie de personajes muy primitivos, auténticos antecedentes de doña Bárbara (Rómulo 26 Gallegos) o de Balbina (Benito Lynch). El romance de Sotileza con el terrible Muergo fue premonición de las antinomias caracterizadoras de la primera prosa regionalista de la América hispana: el de confrontación entre el hombre y la naturaleza. Otras obras como Peñas arriba y Gonzalo González de la Gonzalera, enfocadas en las montañas de Santander, tenían muchos elementos clásicos: uso del dialecto, dichos populares, modismos, aspectos históricos y evocación constante de los escenarios. Con La barranca y Cañas y barro, Blasco Ibáñez abordó temas de injusticia social en Valencia. Él practicaba una prosa colorista con personajes sórdidos que registraban la vida de su terruño. Sangre y arena, que puede ser considerada como una obra regionalista porque se introduce en el mundo taurino, el cual es vernáculo en las provincias ibéricas. En el realismo español también surgió un movimiento que alentó la conciencia nacional de aquel país47. De alguna forma, sin pertenecer por completo al género comentado, la Generación de 98 influyó en la consolidación del regionalismo ibérico. Con Los pueblos, El pasaje de España visto por los españoles y Un pueblecito: Riofrío de Ávila, José Martínez Ruíz, “Azorín”, hizo unas semblanzas inmejorables de Alicante. Por su parte, Pío Baroja repitió las técnicas impresionistas del pasado europeo al describir naturaleza y pueblos en Fantasías vascas y Las inquietudes de Shanti Andía. Finalmente, Miguel de Unamanuo y Gabriel Miró destacaron por algunas páginas de aire regional. 2.1.5. Estados Unidos: semillero de regionalistas. La literatura norteamericana de finales del siglo XIX y de la primera mitad de la centuria posterior multiplicó a los regionalistas. El enfrentamiento de distintos ideales de nación originó sentimientos patrióticos adversos. Algunos añoraban el pasado esclavista y otros condenaban aquellos tiempos “bárbaros”
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