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El hombre y la mujer en la creación

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El hombre y la mujer en la creación
Las Escrituras plantea el tema de los sexos en muchas ocasiones, pero descubrimos su tratamiento fundamental en los capítulos iniciales de Génesis. Este hecho es en sí mismo, una indicación inicial de cuán estrechamente entrelazado está este tema con la narración de las Escrituras en forma más general, y cuán importante debe serlo para cualquier teología que surja fielmente del mismo. Por tanto, cuanto más cerca prestemos atención a Génesis 1–2, más evidente será que los temas de género se difunden sutilmente en todas partes.
LA CREACIÓN DEL SER HUMANO EN GÉNESIS 1
La creación del ser humano se describe en Génesis 1: 26–31. Desde este relato notamos una serie de observaciones importantes.
En Primer lugar, el hombre tiene tanto singularidad como pluralidad: primero se habla del hombre como una entidad singular: «él», y después como una pluralidad: hombre y mujer «ellos». La humanidad tiene una serie de aspectos: es un tipo, una raza y una multitud. La humanidad es una especie única que encuentra su fuente y diseño en el ser humano original creado a imagen de Dios. La humanidad es una raza debido a que posee un potencial generativo como hombre y mujer, su difusión y relación con sus orígenes a través de tales uniones. La humanidad es una multitud que descubre este potencial y llena la tierra.
En segundo lugar, la diferenciación sexual es la única diferencia dentro de la humanidad que es prominente en la narrativa sobre la creación. De manera bastante significativa, Génesis no tiene una inclinación hacia la pluralidad genérica de la humanidad. En cambio, la masculinidad y la feminidad de la humanidad nos convierten en una raza, estableciendo los vínculos básicos de nuestras relaciones naturales y la fuente de las identidades que se nos otorgó. Hemos sido empoderados como hombres y mujeres para traer nuevas imágenes de Dios y de nosotros mismos (cf. Génesis 5:3) y somos ordenados el uno al otro, de una manera mucho más profunda que, como simples miembros individuales de un «anfitrión».
En tercer lugar, existe un acuerdo general entre los eruditos bíblicos de que el concepto de la imagen de Dios en Génesis se refiere a un oficio real o vocación que el ser humano disfruta en el mundo, como el administrador y símbolo del gobierno de Dios. La imagen de Dios se centra principalmente en la dimensión de «dominar» la tierra, de esa vocación encomendada a la humanidad. Sin embargo, la dimensión de «llenar» la tierra, de la vocación dada a la humanidad —que a la masculinidad y la feminidad de la humanidad les corresponden principalmente— no está desconectada de la otra, puesto que esta tercera parte del paralelismo «hombre y mujer» se equipara a la «imagen de Dios» en las dos primeras partes ya expuestas.
Por tanto, al final de Génesis 1, hay una serie de términos claves, patrones y distinciones en juego. En capítulos posteriores, estos son aclarados a medida que se desenvuelven y se desarrollan.

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