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INSTRUMENTOS SOCIOMÉTRICOS PARA LA DETECCIÓN DE NIÑOS CON RIESGO PSICOSOCIAL DENTRO DEL CONTEXTO ESCOLAR T E S I S T E S I S T E S I S T E S I S QUE P A R A O B T E N E R E L T Í T U L O D E L I C ENC I ADO EN P S I COLOG Í A P R E S E N T A SARA CECILIA BLANCO KIM DIRECTORA DE TESIS LIC. MA. DE LOS ÁNGELES MATA MENDOZA REVISOR DR. ARIEL VITE SIERRA SINODALES DRA. GEORGINA CÁRDENAS LÓPEZ MTRO. JULIO ESPINOSA RODRÍGUEZ LIC. ROCÍO MALDONADO GÓMEZ ASESORA DE ESTADÍSTICA MTRA. CORINA CUEVAS México, D. F., octubre del 2006 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A la memoria de Rosa Chenge y María MunA la memoria de Rosa Chenge y María MunA la memoria de Rosa Chenge y María MunA la memoria de Rosa Chenge y María Mun MujeresMujeresMujeresMujeres de fortaleza y perseverancia de fortaleza y perseverancia de fortaleza y perseverancia de fortaleza y perseverancia AGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOS Gracias a ti Señor por amarme, por ser mi fuerza, mi roca, mi fortaleza, mi libertador, mi refugio, mi seguridad y mi escudo, por ser la victoria de todos mis días, por ser la luz y la guía de mi vida, por poner en mi camino a personas tan extraordinarias. A mis padres, Víctor y Rosa María, por su amor, comprensión, confianza, paciencia y apoyo incondicional; por enseñarme a vencer mis propios miedos para alcanzar mis metas. A mi hermano Vico por su cariño, por estar conmigo en todo momento y por compartir experiencias, sueños y muy gratos momentos. A mi hermana Jen, mi cuñado Leo y mi pequeña María por prestar sus oídos y escucharme, por su amor y apoyo incondicional. A mi abuelo Genaro por alentarme a seguir adelante, por enseñarme a no desistir, por quererme tanto y procurar por mí. A mi abuela Cuca por ser un ejemplo de lucha incansable y fe inquebrantable. A mi directora Ma. de los Ángeles Mata por tu paciencia, comprensión y calidez, por creer en mí y en este proyecto. Gracias por acompañarme en este largo trayecto y por guiarme en todo momento. A Julio Espinosa por ser un auténtico maestro. Gracias por enseñarme lo primordial de esta profesión: la calidad humana; por tu apoyo en los momentos difíciles, por escucharme, por alentarme y guiarme, por todo lo que aprendí de ti y por formar parte de este proyecto. Al Dr. Ariel Vite, Dra. Georgina Cárdenas y la Lic. Rocío Maldonado por sus valiosas aportaciones y comentarios. A la Mtra. Corina Cuevas por su valiosa colaboración y asesoría en los aspectos estadísticos de este trabajo. A la Profra. Alma Niobe Bolaños Martínez gracias a su valiosa ayuda este proyecto se hizo una realidad. A la escuela primaria “República de Túnez” y “Pedro Romero de Terreros” por las facilidades otorgadas para la realización de este trabajo. A Elizabeth Bazán y Araceli Flores por su apoyo, tiempo y colaboración dentro de este trabajo. A Patricia García por tu invaluable apoyo, amistad y cariño, a Luis David por tu amistad y por enseñarme a ver las cosas más simples y ser menos compleja, a Itzel, Silvia, Omar, César Andrade y César Rangel por su cariño, apoyo, por el gusto de habernos conocido y por los todos los momentos que hemos compartido. A Maggy y Aline por su amistad, apoyo y consejos; y por no dejarme caer ante los momentos de adversidad. A la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO por brindarme la oportunidad de formar en mí un espíritu universitario: “Por mi raza hablará el espíritu”. 1 ÍNDICE � RESUMEN…………………………………………………………………………………..……3 � INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………..……4 � CAPÍTULO I……………………………………………………………………………………..10 ANTECEDENTES HISTÓRICOS 1.1 Perspectivas Psicoanalíticas 1.2 Perspectivas Constructivistas del desarrollo 1.3 Perspectivas del Conductismo y Aprendizaje social 1.3.1 Enfoque conductual 1.3.2 Aprendizaje Social 1.3.3 Enfoque Etiológico � CAPÍTULO 2……………………………………………………………………………………20 RECHAZO SOCIAL ENTRE COETÁNEOS EN EDAD ESCOLAR 2.1 Los Grupos 2.2 Rechazo Social 2.3 Principales Factores Asociados Al Rechazo 2.3.1 Agresión 2.3.2 Aislamiento social 2.3.3 Soledad 2.4 La Psicometría y Sociometría como herramientas de investigación para el estudio de niños rechazados � MÉTODO……………………………………………………………………………………… 46 Participantes Tipo de Estudio y Diseño Escenario Instrumentos y Materiales Procedimiento 2 PRIMERA FASE (Cuestionario de Soledad e Insatisfacción Social) A) Traducción y Adaptación B) Jueceo C) Piloteo D) Versión Final del Instrumento SEGUNDA FASE A) Selección de grupos B) Dinámica de trabajo e Instrucciones C) Duración de aplicaciones D) Registro, Codificación y Base de Datos � RESULTADOS………………………………………………………………………………….. 62 A) Cuestionario de Soledad e Insatisfacción Social (CSIS) B) Grupos Sociométricos C) Reportes de maestros D) CSIS y la Clasificación Sociométrica � DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES……………………………...…………………………….. 85 � REFERENCIAS…………………………………………………………………….…………… 92 � ANEXOS …………………………………………………………………………………….100 Anexo 1.1 Antecedentes y descripción del Cuestionario de Soledad e Insatisfacción Social de Asher y Wheeler Anexo 1.2 CSIS (Versión traducida y adaptada) Anexo 1.3 CSIS (Versión Piloteo) Anexo 1.4 CSIS (Versión Final) Anexo 2.1 Hoja de Nominación (Versión para niños) Anexo 2.2 Hoja de Nominación (Versión para maestros) Anexo 2.3 Aspectos técnico-estadísticos para el procedimiento de Clasificación sociométrica según Coie, Dodge y Coppotelli 3 RESUMEN Una de las principales habilidades que se ejercitan y modifican a lo largo de la etapa escolar son las sociales y por ello es importante la vigilancia de un adecuado desarrollo de éstas. Los niños durante este proceso de adaptación pueden adquirir ciertos vicios o hábitos, así como formas de solucionar inadecuadamente sus conflictos pudiendo resultar así en un estatus o condición de rechazo frente a sus compañeros. En el presente estudio se pretende adaptar a la población mexicana dos instrumentos como herramientas para la detección temprana y oportuna de este grupo de niños dentro del contexto escolar proporcionando información relevante: El CSIS (Cuestionario de Soledad e Insatisfacción Social de Asher y Wheeler, 1985); y el procedimiento de clasificación sociométrica de Coie, Dodge y Coppotelli (1982). Se trabajó con una muestra de tipo no probabilística dentro de dos escuelas primarias públicas con los alumnos de tercero a sexto grado, con un rango de edad de 8 a 13 años. Los resultados proporcionaron información valiosa a partir de los instrumentos utilizados para detectar el estatus del niño frente a sus compañeros, así como un panorama diferencial entre la perspectiva de los pares (rechazados= 8.5%; indiferentes= 6%; populares= 12.1%; controversiales= 9.7%; promedio=63.7%) y la de cada niño respecto a su situación frente al grupo (CSIS: puntajes bajos en el = 16.2%; promedio= 69.5%; altos= 14.2%, α=.83).También fue posible conocer la perspectiva de los maestros respecto a las causas que ellos consideran mantienen a un niño en el estatus de popularidad o rechazo, haciendo referencia al factor familiar como uno de los más importantes. Además se obtuvo el nivel de concordancia entre la percepción de compañeros y maestros respecto al estatus de los niños rechazados (los maestros de 4ºA, 5ºB y 6ºB obtuvieron un grado de concordancia del 100% con respecto a las votaciones de sus alumnos en la categoría “caen mal” y 5ºB 100% en la categoría “pelean”. A su vez se corroboró la correlación de ciertos factores con el rechazo, tales como, la agresión F(4,243)=12.780, p<.001 y el aislamiento F(4,243)=11.514, p<.001 4 INTRODUCCIÓN El desarrollo del ser humano se lleva a cabo en un ambiente físico y social. Dentro del ambiente social, el ser humano se encuentra inmerso en un mundo lleno de expectativas, creencias, normas, actitudes, valores, tradiciones y modos de ser y hacer (Craig, 1997). La familia se presenta como el primer contacto social que todo individuo tiene al momento de nacer y a medida que crece y se desarrolla, sus interacciones se extienden a círculos sociales secundarios que van formando parte de su quehacer cotidiano. El primer vínculo de relación interpersonal es –precisamente- con la madre o la persona que cubre esta función. Los psicólogos denominan a esta primera relación con el término de apego. Esta relación se caracteriza por una fuerte interdependencia, es decir, un vínculo afectivo-emocional de suma importancia e influencia para toda la vida (Craig, 1997). A su vez, funciona como la base para la adquisición de relaciones futuras con otros familiares, compañeros, amigos, adultos, pareja, etc. Más adelante -en etapas posteriores- los investigadores que estudian el desarrollo social coinciden en que las experiencias con pares constituyen un importante contexto de desarrollo para los niños. Dentro de estos ámbitos los niños adquieren habilidades, actitudes y experiencias que van definiendo su estilo de adaptación a través de la vida (Rubin, Bukowski y Parker, 1998). Por ejemplo, durante la etapa preescolar, el juego funciona como el contexto fundamental para la interacción con otros niños. A través de esta actividad se aprenden y ponen en práctica aptitudes y normas sociales, así como la capacidad de regular la propia conducta (Craig, 1997). Por tanto, a través de esta 5 actividad, se observan las manifestaciones de estilos de apego establecidos en la etapa anterior y de igual forma se definen otros aspectos del proceso de socialización. Asher (1990) plantea que actualmente el desarrollo de las relaciones de los niños con sus pares juega, un papel de suma importancia pues se ha incrementado el número de madres que trabajan, madres o padres solteros que tienen bajo su tutoría uno o más hijos, lo cual resulta en un incremento de niños -que a edades tempranas- comienzan a integrarse dentro de grupos organizados tales como las guarderías. Por consiguiente, los niños invierten más años dentro de la escuela que en tiempos pasados. Además, con mayor frecuencia, los niños participan en una variedad de actividades extraescolares (centros deportivos, cursos de verano, actividades religiosas, etc.). Estas experiencias garantizan una mayor convivencia de niños con sus pares en su infancia y adolescencia. De esta manera, el contexto escolar, se torna un espacio donde el niño atraviesa una de las etapas fundamentales dentro del proceso de socialización, y por tanto, es razonable pensar que los problemas o dificultades de adaptación a lo largo de este proceso, determinarán su condición de aceptación o rechazo frente a los pares. A lo largo de las últimas décadas, el estudio de las relaciones entre pares se ha vuelto un foco de interés para los investigadores pues se ha reconocido la influencia que éstas tienen dentro del desarrollo social de un individuo y su importancia, tanto dentro del núcleo familiar como fuera de éste. El rápido avance de las investigaciones en este campo ha arrojado una amplia gama de información sobre factores de riesgo asociados con una adaptación deficiente dentro del entorno social y la adquisición de estatus frente a los compañeros, así como el diseño de herramientas sociométricas que permitan la detección de niños en riesgo. 6 Las investigaciones relacionadas con la adquisición de estatus y - en especial- el estudio del fenómeno de aceptación y rechazo frente a los compañeros revelan que los niños con altos niveles de aceptación presentan características tales como, ser servicial, considerado, seguir reglas y demostrar competencia académica y atlética (Coie, Dodge y Kupersmidt, 1990). Por el contrario, los niños rechazados tienden a ser agresivos, perturbadores y a violar las normas o reglas. Variables tales como el sentimiento de soledad y la ansiedad social (Asher, Parkhurst, Hymel y Williams, 1990), así como síntomas depresivos (Hecht, Inderbitzen y Bukowski, 1998) han sido algunos de los correlatos que se han encontrado dentro del grupo de niños con bajo estatus. Por otro lado, en relación a las autopercepciones, los niños rechazados se perciben a sí mismos como menos competentes socialmente y tiene menos expectativas para tener éxito social (Asher et al., 1990). En general, los niños rechazados son descritos como niños ignorados o evitados por sus compañeros (Coie et al., 1990), además - reportes de observación- revelan que suelen involucrarse con mayor frecuencia en juegos solitarios (Asher, 1990; Cassidy y Asher, 1992). A través de este cuadro descriptivo es evidente la problemática social que enfrentan los niños con bajo estatus o niños rechazados y de las altas probabilidades de que su condición empeore, es decir, son niños en riesgo de presentar problemas de ajuste o adaptación social en un futuro (Asher, 1990). Por tanto, la necesidad de comprender cómo es que se genera este fenómeno, su influencia dentro del desarrollo de competencias sociales, el efecto que tienen dentro del proceso de socialización y la necesidad de diseñar programas de intervención apropiados ha motivado a muchos investigadores a crear herramientas que permitan detectar oportunamente a estos niños en alto riesgo social. 7 El interés de estudiar las relaciones entre pares se ha incrementado gracias a los avances en la sociometría. Las técnicas innovadoras en los últimos años, han logrado avances importantes para el estudio de los grupos sociales -especialmente dentro del contexto escolar-, tanto en su comprensión y análisis, como en su representación (Rubin, Bukowski y Parker, 1998). A lo largo de los años 80’s, los estudios se inclinaron por investigar las relaciones entre pares a partir de la distinción de grupos o estatus sobre bases sociométricas (Rubin et al., 1998). Ahora bien, esta clasificación o distinción puede contemplarse bajo una perspectiva unidimensional o bidimensional. La primera sólo contempla las nominaciones positivas por parte de los niños, es decir, cuando la nominación consta de nombrar únicamente a aquellos niños que les agradan, o calificar que tanto les agrada cada uno de sus compañeros. La segunda abarca tanto nominaciones positivas como negativas, es decir, los niños nombran a los compañeros que les agradan pero también a los que les desagradan. Recientemente, el sistema de clasificación sociométrica bidimensional ha tenido mayor consideración pues ha arrojado información importante y crítica para la comprensión de las relaciones entre pares (Newcomb et al., 1993). A través de este sistema de clasificación sociométrica se han ampliado las investigaciones en relación a las características que definen a cada categoría o estatus. Uno de los sistemas de clasificaciónsociométrica más utilizados es el procedimiento de Coie, Dodge y Coppotelli (1982). Éste permite detectar y determinar cinco tipos de estatus o categorías: populares, rechazados, indiferentes, controversiales y promedio. El interés se ha centrado principalmente en dos de ellos: los populares y los rechazados, ambos en relación con el grupo promedio (Asher, 1990). 8 Una de las ventajas más importantes del uso de esta clasificación es que la información proviene directamente de los niños, es decir, son ellos quienes establecen y definen el estatus de cada niño dentro de un grupo (Coie et al., 1990). A su vez, ellos tienen acceso directo a las interacciones en las que se involucran, lo cual está fuera del alcance de los adultos. También cuentan con una comprensión de las normas de conducta dentro del grupo, así como de las implicaciones de violarlas. Por tanto, cualquiera que se interese por estudiar la dinámica de adquisición y establecimiento del estatus dentro de un grupo, debe considerar que los compañeros forman parte importante para describir y explicar las características que distinguen el tipo de interacción en los niños (Hepler, 1997). El propósito del presente estudio es la adaptación de instrumentos para la detección temprana y oportuna de niños en riesgo social que proporcionen información relevante. Para ello se pretende comparar y contrastar el uso de dos instrumentos utilizados frecuentemente dentro del campo de estudio de los niños rechazados: la clasificación sociométrica propuesta por Coie, Dodge y Coppotelli (1982) y el Cuestionario de Soledad e Insatisfacción Social de Asher y Wheeler (1985) adaptado al español. El presente trabajo se compone de un primer capítulo conformado por una breve revisión de los antecedentes históricos referentes al estudio de las relaciones entre pares, así como de la importancia e interés que ha generado este tema dentro del área del desarrollo psicológico. De igual manera se plantean las diversas posturas que tratan de explicar la importancia de la socialización durante la etapa escolar. El segundo capítulo comprende una breve explicación de la influencia que los grupos tienen sobre el desarrollo social de los niños, el rechazo como un fenómeno derivado de las deficiencias que un niño 9 puede presentar al tratar de integrarse con sus pares, así como de los principales factores asociados al rechazo: la agresión, el aislamiento y la soledad. El capítulo concluye exponiendo las principales técnicas que se han utilizado para el estudio del rechazo social en niños escolares. Finalmente se expone el desarrollo de la presente investigación compuesta por el método, los resultados, la discusión y las conclusiones derivadas; además de agregar un apartado de anexos en el cual se encuentran los materiales utilizados durante la misma. 10 CAPÍTULO 1. Antecedentes Históricos El proceso de socialización comprende un campo de estudio amplio y dentro del cual las relaciones entre pares cobra importancia e interés entre los investigadores. Estos estudios contemplan diferentes mecanismos que ocurren durante las interacciones entre pares, tales como, el reforzamiento social, la imitación de conductas socialmente aceptables, el desarrollo de juicios morales y estándares o normas sociales. Los primeros estudios formales científicos sobre la importancia de las relaciones entre coetáneos dentro del proceso de la socialización, se remontan al periodo entre 1930 y 1980, durante el cual el interés por este tema y su influencia dentro del desarrollo humano produjo dos propuestas principales: (a) las experiencias de grupo representan un factor determinante dentro del desarrollo de la naturaleza humana y (b) el fenómeno social es susceptible de investigarse científicamente (Hartup, 1983). Conocer la formación y mantenimiento de los grupos sociales, así como, las propuestas de la relevancia del grupo como agente de control social, son algunos ejemplos de las inquietudes que surgieron desde este periodo. En occidente – específicamente en América del Norte- el interés en este campo surgió en los años 20s. La creación del primer Centro de Estudios para el Bienestar Infantil, promovió e impulsó el estudio de las relaciones entre niños. Se elaboraron nuevos procedimientos estadísticos y de observación con el propósito de examinar de manera sistemática las diferencias individuales y de desarrollo en la conducta social de los niños (Rubin et al., 1998). A principios de la Segunda Guerra Mundial, los estudios dentro de este campo perdieron fuerza en la unión americana; no obstante, el 11 trabajo de Moreno (1934) – padre de la sociometría- impactó los estudios de los investigadores dentro del campo de la psicología social infantil, debido a que sus técnicas permitieron medir fenómenos tales como, la aceptación y competencia social, así como visualizar las diferencias individuales. La sociometría permitió crear un marco de estudio para la investigación de los primeros temas que captaron la atención: la popularidad. Y es reconocido que a través de los estudios y trabajos con niños dentro de su ambiente social se lograron avances en la comprensión del desarrollo social. Al comienzo de la Guerra Fría, en Estados Unidos de América la atención de los investigadores se dirigió hacia estudios relacionados con aspectos académicos e intelectuales en los niños, esto con el propósito de entrenar a los niños para adquirir habilidades académicas a tasas más rápidas y a edades más tempranas. De este modo, durante este periodo, los estudios enfocados en aspectos de orden social perdieron fuerza e interés. De cualquier forma, a lo largo de esta etapa las investigaciones sobre las relaciones padres-hijos se consideraron el factor social primario de las conductas, motivos y logros de los niños y de suma importancia e impacto dentro del desarrollo. Más adelante, entre los años 60s y 70s, la expansión de las guarderías y centros de preescolar permitieron un resurgimiento del interés por el estudio de las relaciones entre niños. Hartup (1983) describe este periodo como uno de los más productivos pues: (a) se incluye la población de preescolares dentro de este campo de investigación; (b) los avances metodológicos permiten estudiar sistemáticamente los cambios en las conductas que ocurrían como consecuencia de la interacción con otros; (c) se estudia el significado de la amistad; (d) la estructura de grupos formados por los propios niños; d) surgen nuevas estrategias para incrementar las habilidades sociales; y (f) se encuentran conexiones entre las diferencias individuales 12 en relación a la competencia social, habilidades cognoscitivas y desarrollo afectivo. En resumen, de las evidencias encontradas en estos estudios relacionados con el proceso de socialización se deduce que las buenas relaciones entre pares concurren con aspectos tales como la sociabilidad, el ser amigables, la regulación de la agresividad y la internalización de estándares sociales. A medida que ha incrementado el interés por este tema, las principales teorías dentro de la psicología han expuesto sus perspectivas y propuestas explicativas respecto a la importancia y efecto que dicho fenómeno tiene dentro del desarrollo humano. 1.1 Perspectivas psicoanalíticas Rubin et al. (1998) plantean que los teóricos psicoanalistas y neopsicoanalistas, no le han prestado mucha importancia al rol que pueden desempeñar las relaciones entre camaradas a lo largo del desarrollo humano. Ellos consideran que el desarrollo de un niño resulta del comportamiento de sus padres y de las cualidades que definen la relación padres-hijos. Peter Blos (1967) es uno de los pocos psicoanalistas, que considera relevante el estudio de las relaciones entre camaradaspara el desarrollo. Su propuesta establece que el evento de mayor importancia en la adolescencia es el proceso de individuación, mediante el cual los adolescentes reestructuran sus relaciones de la infancia y se esfuerzan para lograr relaciones cualitativamente distintas con sus camaradas. En respuesta a los drives eróticos, el adolescente se vuelve hacia su grupo como un medio para encontrar salidas sexuales y vías de 13 cercanía emocional, la cual previamente sólo tenían a través de sus padres. A lo largo de la reestructuración de sus relaciones con los padres, los adolescentes experimentan confusión y ansiedad acompañados de sentimientos de desesperación, inutilidad, desaliento y vulnerabilidad. La capacidad par poder afrontar estos sentimientos, según Blos (1967), tiene que ver con su habilidad para establecer formas cualitativamente distintas de relaciones de apoyo entre sus compañeros. Uno de los aspectos potenciales y latentes dentro del proceso de individuación en los adolescentes es que algunos se tornan dependientes de sus compañeros. Blos (1967) argumenta que tales casos pueden llegar a ser problemáticos pues impide el adecuado desarrollo de independencia y autonomía. Por otro lado, Sullivan (1953) propone dentro de su modelo de relaciones interpersonales que durante la infancia y los primeros años escolares, éstas se caracterizan como organizadoras dentro del juego y actividades comunes. Durante las primeras relaciones, los niños tienen oportunidad de experimentar por vez primera un sentido de autovaloración. Ésta surge del reconocimiento de interés y cuidado que los compañeros muestran. Durante el periodo de 7 a 9 años –aproximadamente- los niños comienzan a preocuparse por el lugar que tienen dentro de un grupo, es decir, por el sentido de pertenencia a éste. Aquellos niños que experimentan el aislamiento del grupo durante los 7 ó 9 años, conducen al niño a preocuparse por su aceptación como compañero deseable. Las consecuencias que se pueden desembocar por dicha situación son diversas, entre ellas el sentimiento de soledad. A medida que comienza el periodo preadolescente el aspecto central del grupo pierde importancia y las relaciones diádicas comienzan a ser más relevantes. Este tipo de relaciones se diferencia de 14 las relaciones padres-hijos en el sentido de que no existe un orden jerárquico, por lo que estas relaciones tan cercanas e íntimas; reflejan las primeras y verdaderas experiencias interpersonales basadas en reciprocidad e intercambios entre iguales. Por consiguiente, el sistema de camaradas es esencial para un adecuado desarrollo del sentido de bienestar personal. La perspectiva simbólica interaccionista (Sandstrom, Martin y Fine, 2003), es otro de los enfoques que se basa en la hipótesis de que los individuos se definen a sí mismos de acuerdo a cómo ellos creen que los demás los perciben. Durante el proceso de socialización primaria los individuos adquieren la capacidad de definirse a sí mismos como objetos sociales. Los intercambios entre camaradas (cooperación, competencia, discusión, etc.) permiten que los niños adquieran una comprensión de sí mismos como sujetos y objetos, es decir, entenderse como un objeto de otras perspectivas que gradualmente se torna en una conceptualización de un “otro generalizado” o en una perspectiva organizada y coordinada del grupo social. En concreto, los intercambios entre individuos y el grupo son esenciales para la construcción del “autoconcepto” y el concepto del “otro”. Así mismo, la identidad de género se forma durante la niñez temprana a medida que los individuos interactúan con sus pares y aprenden a definir y responder como niños o niñas. 1.2 Perspectivas constructivistas del desarrollo Piaget (1932) sugiere que las relaciones entre niños pueden distinguirse tanto en forma como en función de las relaciones con adultos. 15 Los intercambios entre coetáneos permiten explorar las ideas propias, más que someterse a una evaluación o crítica por parte de figuras autoritarias adultas. Los niños suelen aceptar las nociones, pensamientos, creencias y reglas de los adultos, y no necesariamente por que las entiendan, sino más bien por obediencia. En contraste, las relaciones entre camaradas tienden a ser balanceadas, igualitarias dentro de un plano de dominancia y poder horizontal, es decir, sin una diferencia de orden autoritario. Los niños pueden experimentar oportunidades para examinar ideas conflictivas, así como explicaciones a éstas, negociar y discutir perspectivas, decidir comprometerse o rechazar nociones de otros camaradas; permitiendo así, dentro de este contexto, el desarrollo de habilidades para entender los pensamientos, emociones e intenciones de otros. Esta perspectiva se enfoca sobre el conflicto intrapersonal desencadenado por un desacuerdo en ideas, pensamientos o creencias que evoca la búsqueda de la homeostasis, lográndose un cambio en el desarrollo cognitivo. Las perspectivas contemporáneas dentro de este enfoque introducen la noción de calidad de las relaciones entre camaradas, de la cual depende la contribución a un adecuado desarrollo cognitivo o socio- cognitivo (Rubin et al., 1998). Por su parte, Vygotsky (1978), plantea que el desarrollo cognitivo es una función en gran parte del intercambio interpersonal. Su principio acerca de la Zona de Desarrollo Proximal implica la importancia que tiene la interacción social sobre el desarrollo del individuo. La Zona de Desarrollo Proximal representa la distancia entre lo que un niño puede lograr independientemente y aquello que alcanza mediante la colaboración o asistencia de otros. Vygostky hace referencia a una asistencia que proveen los adultos, pero recientemente, investigadores tales como Tudge (1992) y Rogoff (1990) 16 argumentan que los camaradas pueden jugar el rol de coconstructivistas. La diferencia entre la propuesta de Piaget y la de Vygostky radica en que Piaget propone que el conflicto entre camaradas evoca el cambio, mientras que Vygotsky sostiene que la cooperación y la combinación de ideas es la que promueve el cambio. En conjunto, - según Rubin et al. (1998) -, las investigaciones constructivistas que han resultado de ambas propuestas han revelado datos importantes, tales como: a) los niños pueden y logran avances cognitivos cuando se ven envueltos en intercambios cooperativos y discusiones que involucran perspectivas conflictivas; b) los niños que trabajan en conjunto pueden resolver problemas que ninguno podría resolver por sí solo; c) las discusiones de problemas con camaradas que tienen mayor conocimiento es más probable que desencadene el conflicto intrapersonal y por tanto un avance cognitivo, que el resultado de las discusiones con camaradas menos competentes; d) se ha observado frecuentemente que los intercambios durante los cuales los niños se critican abiertamente unos a otros y a su vez clarifican y elaboran sus propias ideas, es más probable que suceda en compañía de amigos que en presencia de los padres o compañeros poco cercanos. 1.3 Perspectivas del Conductismo y Aprendizaje social 1.3.1 Enfoque conductual El enfoque conductual – según Rubin et al. (1998)- plantea que los camaradas funcionan como agentes del control conductual; castigan o ignoran las conductas que salen fuera del contexto 17 normativo social, y refuerzan aquellas conductas positivas aceptadas dentro de las normas culturales. A medida que los niños se comporten de forma socialmente apropiada y aprobada, desarrollarán relaciones positivas con sus coetáneos. Por el contrario, en la medida en que se comporten fuera de las normas sociales, el rechazo será la consecuencia presente. Una vez que se adquieren las conductas sociales el mantenimiento y cambio de estas estará sujetoa las consecuencias que de ellas se deriven. Además también el contexto social dentro del cual ocurra el reforzamiento o castigo influirá. En resumen, las fuentes de reforzamiento o castigo, la forma, tiempo y lugar donde se presenten las consecuencias, y la motivación del sujeto afectan la producción, reproducción o inhibición de la conducta aprendida. 1.3.2 Aprendizaje Social Una de las teorías de aprendizaje más relevantes ha sido la de Bandura y Walters (1963). Ellos consideran que los niños pueden aprender conductas sociales novedosas a través de la observación y la información que obtienen les permite conocer las consecuencias de determinadas conductas sociales y así guiarlos en la exhibición o inhibición de dichas conductas. La teoría sociocognitiva de Bandura (Schunk y Zimmerman, 2001) describe la acción de un individuo en función de la combinación de elementos fundamentales como: la interacción de comportamientos, las variables ambientales y cognitivas y factores personales. Estas acciones a su vez se encuentran autorreguladas de tres maneras: a) la autoobservación que implica la evaluación de la propia conducta en 18 términos de cantidad, calidad, índice y originalidad; b) la autovaloración que comprende la comparación respecto a un estándar o modelo que puede variar en cuanto al tipo e importancia que se le otorga; y c) la autorreacción que se refiere a evaluaciones que generan una reacción ante los juicios respecto del desempeño del individuo. A su vez el modelamiento es un componente de socialización importante para la autorregulación, es decir, puede inhibir o desinhibir una conducta según las consecuencias que de ésta se generen y cubre funciones de información en el sentido de que proporciona datos respecto a los indicadores sociales; y de motivación debido a que genera expectativas en función de las consecuencias derivadas. El poder explicativo de dicha teoría abarca la posibilidad de conocer la organización, reorganización y los cambios en la dirección de la conducta social de los niños. Bandura (1989) supone que los niños establecen parámetros de logros para sí mismos, y por tanto tienden a autoreforzarse cuando estos parámetros se cumplen y autocastigasrse cuando no lo logran. El autoreforzamiento se aplica cuando los niños se dan cuenta de que han cumplido las normas de comparación relevantes dentro de su grupo de coetáneos, mientras que el autocastigo se presenta cuando se ha fallado en el cumplimiento de las normas del grupo. De igual forma, las creencias, cogniciones e ideas que los niños tienen sobre los administradores de reforzamiento o castigo, pueden influir en la fuerza de las conductas presentes; es decir, si el administrador es visto como alguien competente o incompetente, agresivo o no agresivo, de mayor o menor edad, etc. 19 1.3.3 Enfoque Etológico Otra de las perspectivas dentro del campo de los teóricos del aprendizaje ha sido la etológica. A pesar de que aún no se establece una teoría como tal respecto al significado que las interacciones o relaciones entre coetáneos tienen, los métodos de ésta se han adoptado por algunos investigadores que estudian el comportamiento social de los niños. Preguntas tales como: ¿Por qué los individuos muestran un comportamiento en particular en determinado momento?, ¿Cómo es que el individuo produce una conducta en determinado momento? , ¿Cuál es el significado funcional o el valor de supervivencia de la conducta producida?, derivan de la teoría etológica del comportamiento (Tinbergen, 1951). Estas preguntas nos llevan a conocer los diferentes factores involucrados en la evocación de una conducta, así como la función evolutiva o de adaptación del individuo y también responden claramente a preguntas relacionadas con las interacciones entre camaradas. La agresión, el altruismo y el apego son temas de interés dentro del marco etológico y aportan información sobre la función que estos fenómenos tienen dentro del comportamiento humano, así como de los diferentes significados psicológicos que pueden llegar a tener las diferentes formas en las que se presenta una conducta. Nuevamente, las preguntas y respuestas que deriven del estudio de dichos fenómenos aportan información relevante para la comprensión y estudio de las interacciones y relaciones experimentadas por los niños. Otra de las aportaciones fundamentales de este campo de estudio son aspectos de orden metodológico, principalmente, la observación como herramienta para el estudio de las interacciones tanto en ámbitos naturales como artificiales. 20 CAPÍTULO 2. Rechazo social entre coetáneos en edad escolar 2.1 Los Grupos El ser humano como ente social tiende a relacionarse con los demás y a través de estas relaciones conforma grupos sociales que tienen un grado de influencia recíproca (Hartup, 1983). En general, los grupos se forman de manera espontánea y se establecen formalmente a medida que emergen valores e intereses compartidos, definiéndose así las normas de pertenencia y convivencia. Cada miembro experimenta el sentido de pertenencia al existir una estructura que respalda y regula las actitudes que se deben tener para estar incluido e integrado al grupo. Cada grupo tiene sus normas o patrones de comportamiento distintivo, así como actitudes o aspectos que los caracteriza como miembros y a la vez los diferencia de otros grupos. Por ejemplo, el sexo, la edad, el estatus escolar o la raza, pueden ser características que determinen la pertenencia a ciertos grupos. Además algunas de las normas establecidas pueden provenir de la propia cultura o simplemente se generan dentro del mismo grupo (Hartup, 1983). Desde esta perspectiva podemos suponer que el impacto que los grupos tienen en cada persona, depende del grado en que cada persona se identifique con él o de su deseo de pertenecer a éste. Según los investigadores del desarrollo psicológico, los grupos adquieren importancia y significado durante la etapa escolar (Craig, 1997). El salón de clases se presenta como el escenario principal donde el niño experimenta una amplia diversidad de situaciones sociales inmersas dentro de un contexto grupal. 21 La necesidad de adherirse a un grupo de compañeros durante esta etapa es una de las actividades sociales que con frecuencia se observan dentro del contexto escolar. Las preocupaciones sobre la aceptación dentro de un grupo emergen de forma pronunciada entre los niños, a medida que la relevancia de unos sobre otros es cada vez más evidente (Rubin et al., 1998). Las evaluaciones y comparaciones respecto a otros, así como, la aceptación o rechazo por parte de los coetáneos resultan de gran impacto para los niños durante esta etapa. 2.2 Rechazo Social Es claro y evidente que las relaciones entre coetáneos o camaradas influyen y contribuyen al desarrollo socio-emocional de los niños y por tanto, los problemas a los que puedan enfrentarse durante el desarrollo de éstas puede desembocar en factores de riesgo asociados con un ajuste social deficiente (Parker y Asher, 1987). La importancia del desarrollo de relaciones, tanto dentro como fuera del núcleo familiar, permite ampliar el campo de interacción y conocimiento del entorno del individuo. Los amigos tienden a funcionar como fuentes importantes de compañía y recreación así como de consejo, confianza, crítica, alianza y proveen cierta estabilidad en tiempos de transición y estrés (Asher, 1990). Ahora bien, durante la etapa escolar, el salón de clases se torna el escenario ideal para extender relaciones sociales extrafamiliares que pueden variar en el grado de compromiso y acercamiento. El individuo sale del núcleo familiar para enfrentarse a otros grupos sociales con los cuales tiene el reto de adaptarse o integrarse.Estos grupos tienden a presentar cierto grado de diferenciación jerárquica, es decir, existen miembros que gozan de un alto grado de 22 aceptación mientras que otros en menor grado. Aquéllos cuyo grado de aceptación es elevado fungen como líderes. El resto de los miembros se suelen identificar entre sí y con el o los líderes. Por otro lado, también existen niños que irrumpen las normas del grupo (agresivos) o simplemente su participación es nula o pasa desapercibida tanto por los líderes como por el resto del grupo (tímidos, retraídos). Estos niños se suelen enfrentar a un estatus de rechazo, o en otras palabras, a la no aceptación por parte del grupo. La falta de aceptación por parte de un grupo no resulta problemática para el individuo mientras se tengan otras opciones de pertenecer a otros grupos con los cuales el individuo se identifique. Cuando el rechazo se presenta constantemente frente a uno y otro grupo, entonces se puede sospechar que estos niños están presentando problemas en el área de habilidades sociales, cognición social o simplemente sus formas de enfrentarse al mundo social es inadecuada. Por tanto, en la medida en que estos déficits no se detecten y se atiendan oportunamente, los efectos a largo plazo pueden resultar en serios problemas de desajuste social tales como: deserción escolar, delincuencia o comportamientos antisociales (Kupersmidt, Coie y Dodge, 1990). Los estudios sobre rechazo social plantean dos grupos o tipos principales de impopularidad entre los niños: los niños rechazados abiertamente por sus compañeros y que se identifican como agresivos y perturbadores; y por otro lado aquéllos que pasan desapercibidos por sus compañeros y se caracterizan por ser solitarios, sin amigos y poco participativos dentro de las actividades de grupo, por tanto, su impacto social tiende a ser muy bajo. La diferencia entre ambos grupos se debe a que se ha encontrado evidencia indicando mayor estabilidad para el estatus de rechazo, en contraste con el estatus de indiferencia, es decir, entre el 30 y 50% de los niños detectados en estatus de rechazo 23 permanecen dentro de esta condición en años consecuentes, mientras que los niños que pasan indiferentes pueden cambiar de un año a otro su condición; además, también resaltan diferencias en formas de comportamiento y pensamiento frente a las situaciones sociales en las que se ven involucrados (Asher, 1990). Uno de los principales correlatos asociados al estatus de rechazo es la agresividad, cuya naturaleza cambia a medida que aumenta la edad. Esto es, los niños más pequeños suelen mostrar su agresividad abiertamente a través de conductas que implican contacto físico o agresión verbal; y por otro lado, los niños de mayor edad muestran su agresión de manera más encubierta Conductas tales como, la agresión verbal, la constante violación de las normas de grupo, la intimidación y la perturbación se han encontrado fuertemente asociadas con el estatus de rechazo, sin embargo, el género resulta tener un efecto importante sobre la manifestación de dichas conductas, es decir, estas últimas presentan una relación más fuerte dentro del grupo de niños que dentro del grupo de niñas (Dodge, Coie, Pettit y Price, 1990). En el caso del grupo de indiferentes, la información es variada y es difícil reconocer patrones comunes dentro de este grupo. Esto es posible que se deba a la naturaleza inestable de este grupo. Aún así, se ha encontrado que estos niños se perciben como tímidos y aislados, frecuentemente juegan y trabajan solos y su nivel de agresión es bajo en relación a otros niños (Coie, Dodge y Kupersmidt, 1990). Las observaciones que frecuentemente se realizan con niños escolares rechazados, son dentro del ambiente escolar y específicamente del salón de clases en el cual se desenvuelven diariamente estos niños. En estos contextos, se ha observado que la participación de niños rechazados en tareas o actividades escolares es mínima (Dodge, Coie y Brakke, 1982). Esto tiene que ver de alguna u otra forma con el manejo del grupo por parte del maestro, así como del 24 rechazo que experimentan estos niños por parte de sus compañeros, es decir, los compañeros les hacen saber a los maestros que no quieren trabajar con ellos y si los maestros no promueven la integración de estos niños, lo más probable es que se refuercen conductas solitarias y/o perturbadoras que a su vez los apartan de las actividades escolares. En lo que respecta el área de cognición social, Dodge y Feldman (1990) suponen que aquellos niños que presentan deficiencias en la forma de procesar la información social, manifestarán dificultades para ser competentes socialmente y por tanto serán percibidos negativamente por parte de sus compañeros. Las investigaciones han arrojado datos significativos que reflejan la importancia de considerar los procesos de cognición social dentro del estudio de niños rechazados. Estos estudios han encontrado que este grupo de niños presenta menos habilidad para interpretar las claves sociales, tiende a sesgar sus atribuciones hacia otros, además de atribuir sus fracasos sociales a atribuciones internas, además, manifiesta deficiencias para evaluar las respuestas de otros y considera las respuestas agresivas como la mejor opción para “solucionar” sus conflictos con otros (Dodge y Feldman, 1990). Las deficiencias conductuales y cognoscitivas relacionadas con el rechazo social hacen suponer una diversidad de consecuencias desfavorables tanto a corto como a largo plazo y por tanto, en el poder predictivo del rechazo social. Así pues, las investigaciones en torno a este fenómeno han mostrado evidencias del rechazo social como predictor de múltiples formas de desajuste social, al igual que como factor asociado a etapas previas al surgimiento de desórdenes mentales tales como la esquizofrenia (Kupersmidt, et al., 1990). La gran variedad de factores asociados al rechazo social hacen pensar en la importancia de una detección temprana de esta condición y de su pronta intervención como forma preventiva de 25 posibles resultados o consecuencias desfavorables a corto, mediano y largo plazo, pues resulta muy probable que la severidad de las consecuencias aumente a medida que pase el tiempo. 2.3 Principales Factores Asociados al Rechazo 2.3.1 Agresión Una amplia gama de estudios han demostrado que una de las principales características asociadas al perfil de los niños rechazados es la agresión (Newcomb, Bukowski y Pattee, 1993). Uno de los principales estudios que ha aportado gran información en relación a las conductas asociadas a los diferentes grupos es el que llevaron a cabo Coie et al. (1982), donde pidieron a una muestra de niños -entre 8 y 14 años aproximadamente- que mencionaran a tres compañeros que se caracterizaran por presentar cada una de las 24 descripciones conductuales que se les presentaba y a través de un procedimiento de nominación clasificaron a los niños - inicialmente- de acuerdo a su preferencia e impacto social. Estos primeros resultados revelaron que las conductas consideradas como altos predictores de la preferencia social, fueron el apoyo a compañeros y el atractivo físico; mientras que la baja preferencia se encontró ligada a la poca aceptación del grupo. En cuanto al impacto social, las variables predictoras de un alto impacto social fue una combinación de conductas positivas tales como: apoyo a compañeros y liderazgo, mientras que el bajo impacto social a conductas negativas como: perturba al grupo, inicia peleas, presenta problemas con la maestra. 26 Posteriormente dos años después, a una muestra de niños entre tercero y octavo grado (N=537) -de la misma escuela- se les pidió nominar a tres compañeros que les agradaran más y tres que les desagradaranmás. Posteriormente se les pidió que eligieran a tres compañeros que presentaran con mayor frecuencia cada una de las seis descripciones conductuales propuestas (cooperador, perturbador, tímido, pelea frecuentemente, busca ayuda constantemente, líder). Como resultado se obtuvo la clasificación sociométrica compuesta por cinco grupos: populares, controversiales, promedio, indiferentes y rechazados, los cuales a su vez se correlacionaron con las conductas anteriormente mencionadas. Los resultados reflejaron que el grupo de los rechazados se componía principalmente de niños y que las niñas se presentaron como una minoría dentro de esta clasificación. Las niñas suelen recibir más nominaciones en las categorías cooperadoras y tímidas, mientras que los niños en las de pelea frecuentemente y busca ayuda constantemente. No se encontraron diferencias significativas en las categorías: líder y perturbador. Este estudio de alguna manera abrió un gran campo de investigación en relación a la clasificación sociométrica y a las características asociadas con cada uno de los estatus que contempla dicha propuesta. Actualmente la metodología propuesta por Coie et al. (1982) se ha utilizado en una gran variedad de estudios, los cuales sugieren que la aceptación social está relacionada, en todas las edades, a conductas de ayuda, conformidad con las reglas o normas, ser amigable, e interactuar y cooperar positivamente en situaciones de grupo, mientras que el rechazo social con conductas desorganizadas, perturbadoras y agresivas, aunque esta última es más sutil e indirecta a medida que los niños crecen; es decir, las agresiones físicas a medida que aumenta la edad van decreciendo su frecuencia y las agresiones 27 verbales y conductas perturbadoras se vuelven más preponderantes (Coie et al., 1990). El meta-análisis llevado a cabo por Newcomb et al. (1993) es otro de los estudios más completos y relevantes que ha brindado información consistente respecto a la relación entre agresión y rechazo. Dentro de esta amplia investigación, los autores se propusieron estimar la magnitud de las diferencias entre niños que pertenecen a estatus sociométricos extremos y evaluar el grado en que éstas están mediadas por el tipo de conducta y la fuente de información. Dentro de su recopilación, observaron que existe una amplia gama de conductas que han sido consideradas para los diferentes estudios referentes a los grupos sociométricos, por tanto, las agruparon en tres grandes categorías: sociabilidad, agresión, separación y una más que contempla variables que no se relacionan de manera directa con las interacciones sociales: las habilidades cognitivas, específicamente las de tipo intelectual o relacionadas con aspectos académicos. Cada una de estas categorías se definió operacionalmente a través de un número limitado de códigos. En esta sección sólo se hará referencia a la categoría de agresión la cual se conformó por tres tipos: la destructiva o perturbadora, la física (implica el contacto físico) y la negativa (amenazas verbales o percepciones emocionales negativas). Las fuentes de información contempladas abarcan cuatro grupos: los adultos, los coetáneos, auto-reportes y observación directa. Estas fuentes sirvieron como variables moderadoras dentro del estudio, pues es previsible que cada una comprenda perspectivas diferentes influenciadas por la naturaleza de la relación entre el niño y el informante. Se contemplaron 41 estudios para la elaboración de este análisis, los cuales cubrieron los siguientes criterios: a) el procedimiento utilizado 28 para la obtención de la clasificación sociométrica fue a través de nominaciones o escalas sociométricas, b) presentaban un grupo de comparación que comprendía el estatus promedio dentro de la clasificación, c) la muestra de participantes cursaban preescolar o educación básica, contemplando un rango de edad entre 5 y 12 años. Los resultados obtenidos en relación al grupo de rechazados indica que éstos exhiben un elevado nivel de agresión en general, y en lo particular presentan los tres tipos o subcategorías de agresión antes mencionadas (destructiva, física y negativa). Así mismo, independientemente de la fuente de información, estas subcategorías se presentan. Por otro lado, al comparar este grupo con el de los niños controversiales, estos últimos exhibieron los niveles de agresión más elevados, no obstante, la diferencia respecto al primero es que muestran mejores habilidades sociales y cognitivas. Según Coie et al. (1990), en lo que respecta al grupo de niños rechazados, las conductas agresivas son la variable que con mayor claridad tiende a predecir dicho estatus. Esto resulta razonable si consideramos que se ha corroborado su estabilidad a largo plazo (Kupersmidt et al., 1990). Una de las posibles explicaciones a la permanencia de dicho factor es que los niños con bajo estatus tienden a recibir una mayor cantidad de respuestas negativas por parte de sus compañeros, aún cuando utilizan estrategias de socialización adecuadas y por tanto, presentan dificultades para integrarse en actividades con compañeros que poseen un mejor estatus. Asimismo, los niños tienden a agruparse con iguales que poseen un estatus similar (Hepler, 1997). Así pues, los niños con bajo estatus son más propensos a ser aislados y a relacionarse con niños que comparten la condición de rechazo y en consecuencia, se ven inmersos dentro de un círculo social 29 donde sus conductas agresivas se refuerzan constantemente y se vuelven cada vez más estables al paso del tiempo. En un estudio observacional que realizaron Dodge, Coie, Pettit y Price (1990), conformaron grupos de juego derivados de una muestra de 221 niños de primer y tercer grado de diversas escuelas. Se llevó a cabo el procedimiento de clasificación sociométrica de Coie, et al (1982) dentro de cada escuela, posteriormente se formaron los grupos de juego entre niños que no se conocían y cada grupo estuvo compuesto por un niño con estatus popular, uno con estatus indiferente, dos niños promedio y dos rechazados. Dentro de un escenario de laboratorio los niños participaron en sesiones de juego videograbadas para posteriormente codificar las conductas de juego. La mitad de la sesión constaba de juegos estructurados y la otra mitad de juego libre. Después de cada sesión se les solicitó a los niños que eligieran dos compañeros que más les agradaron durante esa sesión y dos que más les desagradaron. Además se les presentó una lista de seis conductas: inicia peleas, se ve triste e infeliz, buen líder, con sentido del humor, fácilmente se enoja, comparte y coopera. Cada niño debía elegir a lo más dos niños por cada descripción que mejor les correspondiera. Estos autores encontraron que los niños rechazados dentro del salón de clases y con baja preferencia en los juegos de grupo, exhiben conductas poco probables de provocar respuestas positivas por parte de los coetáneos. Estos niños mostraron altas frecuencias de juego solitario y bajas interacciones positivas tales como: juego cooperativo, conversación y conductas de liderazgo; y frecuentemente recibieron llamadas de atención por conducta inadecuada. En contraste, los populares presentaron un cuadro completamente opuesto al de los rechazados. Por otro lado, la alta preferencia durante las primeras sesiones resultó un factor predictivo de éxito para posteriormente entrar en un 30 grupo y permanecer dentro de un juego diádico, cooperativo o incluso rudo; mientras que los que obtuvieron baja preferencia en la primera sesión tendieron a involucrarse más en juego solitario en la siguiente sesión. Por tanto, el ser percibido como desagradable por parte del grupo - desde un inicio- parece exacerbar los problemas conductuales de los niños con bajo estatus,ya sea porque se les niegue la oportunidad de involucrarse en juegos cooperativos, o por que se les encamine hacia un aislamiento más que hacia su inserción social. Dodge, et al. (1990) también encontraron interesante que el grupo de niños rechazados continúa presentando patrones conductuales con alto grado de agresión instrumental y reactiva1, a pesar de que su participación social se torna cada vez menor. Los niños que exhiben este patrón -caracterizado por alta agresión y aislamiento- parecen estar en riesgo de presentar serias dificultades en un futuro. De esta manera, si la agresión es el principal correlato asociado al rechazo, es importante considerarlo tanto en la detección de este grupo como en el diseño de intervenciones encaminadas a mejorar dicha condición. No obstante, además de la agresión, también se han encontrado como correlatos asociados a este estatus: el aislamiento social y la percepción de soledad (Rubin, LeMare y Lollis, 1990). 2.3.2 Aislamiento social La teoría piagetiana sugiere que el juego entre iguales representa un contexto dentro del cual se generan oportunidades únicas para el establecimiento de relaciones de orden recíproco e igualitario; asimismo, se experimentan situaciones de conflicto y negociación que 1 Los autores definieron operacionalmente la agresión instrumental como el empleo de medios agresivos para conseguir metas específicas e intentos de persuasión y la agresión reactiva cuando un niño se enoja en respuesta a la acción de otro niño y se desquita con igual o mayor intensidad. 31 brindan al individuo la posibilidad de conocer su entorno social, así como de adquirir varias perspectivas cognitivas de este mismo (Rubin et al., 1990). Esta visión exalta la importancia de las relaciones entre pares a lo largo de la infancia para un adecuado desarrollo de competencias sociales. Por otro lado, las teorías de aprendizaje social consideran que las interacciones entre iguales durante esta etapa proporcionan beneficios para el desarrollo social (Rubin et al., 1990). Por ejemplo, los coetáneos funcionan como agentes de control, castigo y refuerzo de actividades y formas de comportamiento, en concreto, fungen como reguladores importantes de la conducta social de un individuo. De acuerdo, a lo anteriormente expuesto es razonable suponer que si un niño interactúa poco con sus iguales o se aísla de su comunidad o entorno social refleja una integración deficiente para con su grupo y por tanto es muy probable que esté presentando problemas de orden socio-cognitivo y socio-conductual, que a su vez es posible que lo coloquen en una condición de rechazo. Los niños aislados se describen según Rubin et al. (1990) como aquéllos que muestran una baja frecuencia de interacción con los pares en contraste con la norma de su grupo. Estos autores plantean dos vías de explicación para dicho fenómeno. La primera postula que el aislamiento social proviene de la interacción entre factores temperamentales, de socialización y contextuales que promueven el desarrollo de relaciones primarias hostiles. El afecto negativo fomentado a lo largo de esta primera relación (padres- hijos) desemboca en intercambios negativos, agresivos e inapropiados con los coetáneos. A su vez, estos intercambios, en consecuencia, dan como resultado el rechazo y la exclusión del grupo de niños agresivos. Entonces, el rechazo y la exclusión pueden provocar el aumento en la frecuencia de actividades 32 solitarias que salen fuera del rango normal, lo cual conduce a un estatus sociométrico de rechazo y aislamiento social del niño. En este caso, el aislamiento de la comunidad de coetáneos se impone como consecuencia, más que como un rasgo distintivo de personalidad. La segunda vía explicativa parte de una predisposición biológica a presentar un bajo umbral para responder ante la estimulación y novedad social. Ante tal situación, los padres frustrados a falta de una respuesta hacia sus estímulos pueden reaccionar con sus hijos de manera hostil, insensible, con poco afecto, lo cual conduce a establecer una relación de apego insegura. Por tanto, se puede suponer, que estos niños tratarán de evitar interactuar con sus camaradas, ante la inseguridad y ansiedad que esto les puede causar. La falta de interacción con sus coetáneos puede conducir a un aislamiento social y posiblemente a un estaus sociométrico de rechazo. A medida que estos ciclos se manifiesten constantemente, entonces se espera que el patrón de rechazo y evitación se vuelva más frecuente y característico en años posteriores. Ahora bien, es necesario aclarar que el aislamiento social o las conductas solitarias per se no son la causa principal del rechazo pero sí son el resultado de la ansiedad social y la inseguridad que estos niños experimentan ante su situación (Rubin et al., 1990). Los autores sugieren que la primera vía explicativa refiere a niños rechazados por conductas agresivas u hostiles, mientras que la segunda vía se encamina a describir la situación de aquellos niños cuyo rechazo está asociado a conductas de ansiedad, inseguridad y aislamiento. El presente estudio se enfoca al primer caso, es decir, a considerar al grupo de niños rechazados por agresividad que en consecuencia son apartados del grupo. 33 2.3.3 Soledad El clima social cotidiano en el que se desenvuelven los niños rechazados resulta ser evidentemente negativo, pues presentan pocas oportunidades para entrar en actividades de juego o trabajo y no suelen ser bienvenidos dentro de los equipos organizados para dichos fines, incluso, aún si muestran estrategias similares a las de sus coetáneos populares (Asher et al., 1990). Generalmente el trato hacia ellos es marcado y distinto respecto a los demás. Ante tal panorama, la experiencia subjetiva de este grupo se ve envuelta en una serie de consecuencias de tipo emocional negativas. Una de las consecuencias que ha recibido atención e interés por parte de los investigadores ha sido la experiencia de soledad. A pesar de la extensa información acerca de la experiencia de soledad en adultos (Weiss, 1973), el interés por estudiar este fenómeno en niños se ha incrementado con el paso del tiempo, pues contrario a lo que se pensaba, se ha logrado demostrar que los niños experimentan y reconocen la experiencia de soledad. Sin embargo, para comprender los resultados que estos estudios han arrojado es necesario hacer una breve revisión sobre los dos principales enfoques que han derivado del estudio de la experiencia de soledad en adultos. El primer enfoque surge de una perspectiva de la necesidad social. Éste postula que la soledad es una respuesta al déficit en las relaciones sociales. Asimismo plantea que la soledad se experimentará, salvo que las relaciones interpersonales de cada uno satisfagan la inherente necesidad social. A su vez, enfatiza los aspectos afectivos de la soledad y sugiere que algunas veces las personas pueden experimentar la soledad sin reconocer la verdadera naturaleza de su condición. 34 Weiss (1973) es uno de los principales representantes de este enfoque y su propuesta se basa en la distinción de la soledad social y la soledad emocional. El primer tipo se refiere a un déficit en la integración social, es decir, no se sienten parte de un grupo de amigos que comparten actividades e intereses en común. Los sentimientos de exclusión, marginalidad, tedio e inquietud son característicos de este tipo. Ítems como: “Siento que a nadie le agrada jugar conmigo” o “Siempre me excluyen de las actividades”, se utilizan para medir este tipo de soledad. Por otra parte, la soledad emocional se considera como una carencia de lazos íntimos, la ausencia de una relación emocional cercana que aporte sentimientosde aceptación, seguridad, cuidado y comprensión. Los sentimientos característicos de este tipo son: la ansiedad, el vacío y el sentirse solo completamente. Los ítems descriptivos de este tipo pueden ser: “Tengo amigos con quienes platicar de lo que sea” o “Alguien dentro de mi familia me quiere.” A pesar de esta distinción es necesario aclarar que las diferencias entre ambos tipos no implican la ausencia de un traslape entre éstos, es posible que los dos se presenten en un mismo individuo. El segundo enfoque deriva de la teoría de los procesos cognitivos (Peplau y Perlman, 1982) y plantea que la soledad resulta de la insatisfacción que cada quien percibe de sus relaciones sociales, es decir, resulta de las experiencias de cada quien y el reconocimiento de una discrepancia entre lo que uno espera o desea dentro de sus relaciones y lo que realmente se logra. Esta teoría enfatiza el componente cognitivo más que el afectivo. La soledad puede resultar de dos tipos de eventos: los cambios en las relaciones sociales actuales de cada individuo (por ejemplo, pérdida de un amigo) o cambios en las expectativas o deseos de un individuo 35 respecto a sus relaciones (por ejemplo, mudarse a una nueva casa o escuela). Los teóricos de esta perspectiva también proponen que las evaluaciones que las personas llevan a cabo de sus relaciones son influenciadas por las relaciones pasadas, así como de la observación de las relaciones de otros, por tanto, la experiencia de una situación social similar para dos personas resulta completamente diferente. En resumen, Terrell-Deutsch (1999) sintetiza en tres puntos los aspectos que comparten ambas teorías: 1) La soledad resulta de una deficiencia en las relaciones sociales de una persona. 2) Es una experiencia subjetiva y por tanto sólo puede ser juzgada desde la perspectiva de cada individuo. 3) La experiencia de soledad es estresante y desagradable. De acuerdo a los modelos teóricos que se han formulado alrededor del estudio de la soledad, algunos autores se han empeñado en demostrar la comprensión y entendimiento de este término dentro de la población infantil (Cassidy y Asher, 1992; Hayden, Tarulli y Hymel, 1988). Hyden et al. (1988) en su estudio intentan comprender las concepciones que tienen los niños entre 8 y 14 años acerca de la soledad. Los resultados de su estudio indican la presencia de tres dimensiones interrelacionadas en las descripciones proporcionadas por los niños: a) una afectiva o emocional, b) una cognitiva y c) un esbozo de contextos que los niños asocian con la experiencia de soledad. En lo que corresponde a la dimensión afectiva, los niños reflejan estar conscientes de que la soledad es emocional en esencia. Sus descripciones incluyen términos: a) de emociones desagradables tales como, la tristeza y el tedio; b) la referencia a sentimientos como “siento 36 que a nadie le agrado” o “me siento excluido”; y c) expresiones metafóricas como” sentirse encasillado”, “..en la luna” o “…en la oscuridad”. La dimensión cognitiva, comprende la relación que los niños expresan entre la soledad y la carencia de compañía, un sentido de aceptación o pertenencia a un grupo, apoyo emocional, afecto, alianza o lealtad, confianza, falta de contacto, etc. Finalmente, en la tercera y última dimensión se encontró que los niños asocian comúnmente las experiencias de soledad con cierto tipo de situaciones o eventos traumáticos, como la pérdida de alguien importante para ellos, el cambio a un lugar poco familiar, la ausencia temporal de alguien importante, conflictos, rechazo, exclusión o el percibirse ignorados. Por otro lado, Cassidy y Asher (1992) realizaron un estudio similar con niños preescolares y de primer grado de primaria, corroborando una vez más que los niños dentro de su muestra tienen una comprensión de la soledad al hacer constante referencia a términos como ”ser solitario” y sentimientos de tristeza. Algunas de las respuestas reportadas respecto a lo que significa para ellos estar solo incluyen: “Cuando nadie quiere jugar contigo y te sientes como triste y nadie va a jugar contigo y te empiezas a sentir solo” o “estar solo, estar triste”. Por otro lado, cuando se les cuestionó acerca de dónde provenían esos sentimientos, sus respuestas refirieron hacia la falta de compañía para jugar. Y por último, al preguntarles sobre lo que podían hacer para remediarlo, en general, respondieron que tratando de buscar a un amigo o alguien con quien hacer algo. Estos resultados nos dan la pauta de que incluso los más pequeños pueden lograr tener una concepción clara de lo que la soledad representa y es posible que la experimenten. 37 Asimismo, se ha tratado de indagar sobre la posible existencia de una relación entre el sentimiento de soledad y los grupos sociométricos (Asher y Wheeler, 1985; Asher y Williams, 1987; Cassidy y Asher, 1992). En general se ha visto que los niños con bajo estatus tienden a expresar más sus sentimientos de soledad que los niños con alto estatus. No obstante que el grupo de niños rechazados expresa más sus sentimientos de soledad, la variabilidad de este grupo en este sentido es considerable, en contraste con los demás grupos. Este fenómeno de variabilidad es posible que se deba en parte a que el grado de soledad que reporta este grupo corresponda al grado de rechazo que estén experimentando, siendo que aquéllos que se perciben con menor grado de soledad, tal vez, cuenten con cierto apoyo social (Asher, Parkhurst, Hymel y Williams, 1990). Otro posible factor explicativo puede ser el periodo de tiempo durante el cual se ha experimentado el rechazo. Los niños que pasan de un grado a otro y continúan experimentando esta situación es más probable que reporten mayores niveles de soledad que aquéllos que lo han experimentado por un lapso más corto de tiempo. Otro de los factores importantes a considerar es el rol de las amistades. La presencia de un solo amigo o compañero del que se perciba ayuda dentro del salón de clases puede ser una importante fuente de apoyo emocional, y por tanto, puede que a pesar de ser rechazado por la mayoría del grupo, el niño no experimente alto grado de soledad con respecto a aquél que no tiene ni un solo amigo y además es rechazado por el grupo. La variabilidad en los puntajes de soledad que se ha observado entre los niños rechazados también ha generado explicaciones a nivel conductual. Como se mencionó anteriormente, Rubin et al. (1990) ofrecen dos posibles vías que desemboquen en el rechazo. La primera la describen como un patrón de exteriorización conductual 38 caracterizado por ser agresivo y perturbador. Ítems tales como: “pelea frecuentemente”, “demasiado mandón” e “interrumpe frecuentemente” se han encontrado asociados a este grupo. El segundo es un estilo avocado hacia la interiorización que se distingue por la aprensión, timidez, aislamiento social y la sumisión. Este grupo se ha encontrado asociado a ítems tales como: “muy tímido” o “prefiere jugar solo que con otros”. Ambos subgrupos han sido identificados en diversos estudios y han sido designados como el grupo de niños rechazados-agresivos y el grupo de rechazados-sumisos. Dentro de estos estudios se ha correlacionado la soledad con éstos y se ha encontrado una tendencia por parte del grupo de niños rechazados-agresivos a reportar un menor grado de soledad en contraste con el subgrupo de sumisos. Estos resultados son consistentes con los estudios sobre autoconcepto en relación al grupo de niños agresivos, donde se observa que tienden a sobreestimar sus competencias y a mostrar autopercepciones exageradamente positivas (Asher et al., 1990). Los investigadores explican que esto es posible que se deba a un reflejo de autodefensa y negación de las estrategias que emplean. Finalmente otravía de explicación refiere al tipo de atribuciones que estos niños emplean. Los niños con bajo estatus sociométrico tienden a atribuir su éxito social a causas externas e inestables y atribuyen sus fracasos sociales a causas internas y estables. Este estilo de atribución suele ser característico de los niños solos (Asher et al., 1990). Asimismo, se ha encontrado que la combinación de bajo estatus o poca aceptación y este estilo de atribución se asocia con sentimientos de soledad extremos. Los niños con poca aceptación que se culpan de su fracaso social, reportan mayor soledad que aquéllos con poca aceptación pero con una percepción de su fracaso social dirigida a causas externas (Bukowski y Ferber, 1987). 39 Ahora bien, una gran cantidad de estudios que se han avocado a medir la soledad en niños y compararla entre los diferentes grupos sociométricos, han utilizado como instrumentos de medición el procedimiento de clasificación sociométrica de Coie et al. (1982) y el Cuestionario de Soledad e Insatisfacción Social de Asher, Hymel y Renshaw (1984) o cualquiera de sus adaptaciones (Asher y Wheeler, 1985; Cassidy y Asher, 1989; Parkhurst y Asher, 1987). A continuación se hará una breve revisión sobre la psicometría y sus aportaciones para la comprensión de grupos sociométricos; así como de los factores asociados a éstos. 2.4 La Psicometría y la Sociometría como herramientas de investigación para el estudio de niños rechazados La sociometría ha sido uno de los avances metodológicos de mayor peso dentro de la investigación de las relaciones entre niños y su aportación dentro del estudio de la psicología social infantil ha permitido la proliferación de conocimientos referentes a esta área. El uso de la clasificación sociométrica para categorizar las relaciones entre coetáneos dentro de un grupo, se remonta al trabajo de Moreno (1934), considerado el padre de la sociometría. Él considera que las relaciones y experiencias interpersonales deben de comprenderse a través de dos aspectos fundamentales: las atracciones y las repulsiones. Las atracciones entendidas como las fuerzas positivas que conducen a que las personas permanezcan juntas y las repulsiones como las fuerzas negativas que mantienen a las personas apartadas unas de otras. Una tercera dimensión – la indiferencia- termina por conformar un modelo triangular. Para evaluar dichas dimensiones 40 Moreno propone como procedimiento realizar tres preguntas: a) ¿Te gustaría asociarte con…?, b) ¿Con quién no te agradaría asociarte? Y c) ¿Quién te es indiferente del grupo? Actualmente dicho procedimiento se ha modificado para los intereses de diversas áreas sociales. Dentro de la psicología, los investigadores interesados en la comprensión del desarrollo social de los niños, han adaptado dicho procedimiento para una mejor comprensión del área (Coie et al., 1982; Peery, 1979). Dentro del estudio de la clasificación sociométrica hemos de encontrar dos principales aproximaciones: la unidimensional (“populares” y “no populares” o “aceptados y rechazados”) y la bidimensional (populares-controversiales e indiferentes-rechazados). Recientemente, esta última ha cobrado mayor interés por parte de los investigadores (Dodge et al., 1990; Newcomb et al, 1990, Patterson, Kupersmidt y Griesler, 1990) pues permite obtener una discriminación más refinada y aproximada a lo que los niños perciben dentro de su grupo. Por el otro lado, la aproximación unidimensional ha resultado más pertinente en estudios con niños en edad temprana pues su percepción social tiende a ser bajo una visión unidimensional (Coie et al. 1990). La aproximación bidimensional comprende dos ejes fundamentales denominados: preferencia social e impacto social (Peery, 1979). La preferencia social representa una medida de agrado o simpatía social dentro de un grupo y operacionalmente se define como la diferencia entre el número de votos recibidos a favor (“¿Quiénes son las personas que más te agradan del grupo?”) y el número de votos recibidos en contra (“¿Quiénes son las personas que más te desagradan del grupo?”). Por otro lado, el impacto social se refiere a una medida de relevancia social, es decir, qué tan sobresaliente –en término sociales- es un niño dentro de su grupo y se define operacionalmente como la 41 suma de los votos recibidos a favor y los votos en contra. A partir de estas bases, se propone una clasificación sociométrica basada en cuatro grupos: a) populares, aquéllos cuyos puntajes de impacto y preferencia social sobrepasan la media, b) rechazados, quienes presentan un puntaje en impacto social por encima de la media, pero un puntaje en preferencia social por debajo de la media, c) amistosos, reciben puntajes por debajo de la media de impacto social y puntajes por encima de la media en preferencia social y d) indiferentes, reciben puntajes por debajo de la media tanto en impacto como en preferencia social. Posteriormente Coie et al. (1982) retoman las bases de este sistema y proponen una de las clasificaciones sociométricas más utilizadas, conformada por un número de grupos más diferenciados: a) Populares: niños que reciben un número elevado de nominaciones positivas y un muy bajo número de nominaciones negativas (alto impacto y alta preferencia) b) Rechazados: niños que reciben pocas nominaciones positivas y muchas negativas (alto impacto y baja preferencia) c) Indiferentes: niños que reciben pocas nominaciones positivas y negativas (bajo impacto) d) Promedio: niños que reciben un número promedio de nominaciones positivas y negativas (impacto y preferencia media) e) Controversiales: Niños que reciben un número elevado de nominaciones positivas y negativas (alto impacto, y preferencia media) El procedimiento a seguir para la clasificación propuesta por Coie et al. (1982) consiste en preguntarle a los niños los nombres de tres compañeros que les agraden más o “les caigan bien”, y tres 42 compañeros que les desagraden o “les caigan mal”. Esto se puede llevar a cabo proporcionándoles a los niños una lista con los nombres de sus compañeros de grupo o grado y pedirles que marque los nombres de los compañeros seleccionados. De esta manera, la clasificación sociométrica propuesta por Coie et al. (1982) -al estar basada en una aproximación bidimensional- ha sido utilizada ampliamente para el estudio de las características particulares de cada grupo o estatus dentro del contexto escolar. La relevancia de utilizar este procedimiento permite obtener un panorama diferenciado tanto de las dimensiones de estatus social (preferencia e impacto social), así como de los grupos sociométricos. Según Asher et al. (1990) diversos estudios han agregado dentro del procedimiento de nominación ciertas descripciones enfocadas a la identificación de subgrupos dentro de la categoría de niños rechazados. Específicamente se les ha pedido a los niños que identifiquen aquellos compañeros que pelean frecuentemente y aquéllos que frecuentemente juegan solos. Por otro lado, como se mencionó en el apartado anterior, la soledad ha sido otra de las variables correlacionadas con el grupo de niños rechazados. Para ello Asher, et al. (1984) elaboraron un cuestionario enfocado a medir la soledad e insatisfacción social. Dicho cuestionario ha sido utilizado en una gran variedad de estudios enfocados a comparar el sentimiento de soledad entre los diferentes grupos sociométricos (Asher y Wheeler, 1985; Cassidy y Asher, 1989; Parkhurst y Asher, 1987). Este cuestionario en su versión original (Asher et al., 1984) se compone de 24 ítems de los cuales 16 se enfocan a sentimientos de soledad e insatisfacción social y los 8 restantes se refieren a hobbies y actividades de preferencia. Estos últimos se incluyeron como distractores
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