Logo Studenta

Propuesta-de-evaluacion-de-caracteristicas-repertorios-y-condiciones-para-la-resiliencia-en-adultos-en-vista-de-acciones-de-prevencion

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

2 
 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
 
 
“PROPUESTA DE EVALUACIÓN DE CARACTERÍSTICAS, REPERTORIOS Y 
CONDICIONES PARA LA RESILIENCIA EN ADULTOS 
EN VISTA DE ACCIONES DE PREVENCIÓN” 
 
 
 
TESINA 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
 
 
LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA 
 
 
 
PRESENTA 
 
MARTHA GONZÁLEZ GARCÍA MORA 
 
 
 
 
 
 
DIRECTORA: 
MTRA. MA. CRISTINA HEREDIA ANCONA 
 
 
 
JURADO: 
DRA. EMILIA LUCIO GOMEZ-MAQUEO 
MTRA. MILAGROS FIGUEROA CAMPOS 
MTRA. BLANCA BARCELATA EGUIARTE 
DR. ARIEL VITE SIERRA 
 
 
 
MÉXICO 2006 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 1 
 3 
 
 
 
Gracias a Dios 
por sus bendiciones. 
 
 
Gracias infinitas al Maestro 
Alfredo Offidani 
por su Amor, su guía y sus enseñanzas 
pero sobretodo por la paz, la dicha, la alegría y el coraje 
con que ha llenado mi corazón 
para continuar el camino hacia la realización 
que representa la vida en este mundo. 
 
 
Por su Amor, compañía y apoyo incondicionales 
Gracias a mi querido Abuelo 
Miguel García Mora 
promotor de resiliencia en mi vida. 
. 
 
Gracias a todos aquellos amigos 
y compañeros de viaje, con cuya amistad y cariño 
se alimenta cada nuevo día. 
 
 
Gracias a mis hermanas, 
las compañeras más entrañables 
 durante este viaje 
Cecilia, Sofía y Paulina. 
 
 
Gracias a mis padres 
por haber sembrado en mí 
la simiente de quien soy. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 4 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Dedico este trabajo a mi querida familia: 
 
A mi amado esposo Cuauhtémoc, 
A mis amadas hijas 
Ana Alejandra y María Macarena 
 
Agradeciendo su apoyo y paciencia 
durante el tiempo de elaboración de este trabajo. 
 
En recuerdo de mi Amor, 
les reitero el esfuerzo por vivir mejor cada día, 
superando juntos los retos de la vida, 
en este deseo por ser personas íntegras, plenas y felices. 
 
 
Martha 
 
 
 
 
 
 1 
INDICE 
 
 PÁGINA 
 
 
RESUMEN ........................................................................................................................ 7 
 
INTRODUCCIÓN............................................................................................................. 8 
 
JUSTIFICACIÓN ............................................................................................................ 11 
 
CAPÍTULO 1. 
HISTORIA DEL CONCEPTO DE RESILIENCIA.................................................................13 
 
1.1 Origen del concepto de resiliencia..........................................................13 
1.2 Evolución de la conceptualización de la resiliencia..............................15 
1.3 Implicaciones filosóficas............................................................................17 
1.4 Aplicaciones a las ciencias humanas .....................................................19 
1.5 Limitaciones y ventajas del concepto de resiliencia .............................21 
1.6 Definición de Resiliencia............................................................................22 
 
CAPÍTULO 2. 
RESILIENCIA EN LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA VIDA................................................28 
 
2.1 La resiliencia en la niñez ...........................................................................28 
2.2 La resiliencia en la adolescencia .............................................................31 
2.3 La resiliencia en la edad adulta................................................................39 
2.3.1 El humor como característica del hombre maduro.....................44 
2.4 La resiliencia en los adultos mayores.......................................................46 
2.5 Consideraciones finales.............................................................................48 
 
CAPÍTULO 3. 
FACTORES Y PERFIL DE RESILIENCIA...........................................................................53 
 
 3.1 Factores de resiliencia ...............................................................................53 
3.2 Perfil de la persona resiliente.....................................................................57 
 
CAPÍTULO 4. 
EVALUACIÓN, PREVENCIÓN Y PROMOCIÓN DE LA SALUD......................................59 
 
4.1 Definición de evaluación ..........................................................................59 
4.2 Tipos de Evaluación ...................................................................................62 
4.2.1 Estudio de casos e historia clínica ...................................................63 
4.2.2 Herramientas complementarias para la evaluación y la 
 conformación del estudio de casos o historia clínica...................65 
 2 
I. Entrevista clínica ......................................................................65 
II. Relato ........................................................................................67 
III. Instrumentos de medición de la personalidad.....................67 
IV. Lista de verificación conductual ............................................ 68 
4.3 Evaluación para la prevención y promoción de la salud ...................... 68 
4.4 La resiliencia como recurso para la promoción y la 
prevención de la salud mental ..................................................................73 
 
CAPÍTULO 5. 
HERRAMIENTAS PROPUESTAS PARA LA EVALUACIÓN DE CARACTERÍSTICAS, 
REPERTORIOS, Y CONDICIONES PARA LA RESILIENCIA EN ADULTOS......................75 
 
5.1 Los estudios de casos y la historia clínica como instrumentos 
 de evaluación de las características, repertorios y 
 condiciones para la resiliencia ................................................................76 
5.2 Herramientas complementarias para la evaluación y la 
 conformación de estudios de casos e historias clínicas.......................76 
 5.2.1 Procedimiento para la evaluación...............................................77 
I. Entrevista semiestructurada y abierta.............................................78 
A. Establecimiento de rapport ........................................................78 
B. Revisión de la historia de vida....................................................79 
C. Factores protectores y promotores de resiliencia ...................80 
D. Situaciones de estrés, crisis, riesgo, peligro y 
 adversidad vividas......................................................................81 
II. Relatos ................................................................................................81 
III. Instrumentos de medición de la personalidad .............................82 
IV. Lista de verificación para el registro de 
características, repertorios y condiciones para la 
resiliencia ...............................................................................................84 
V. Integración de la evaluación..........................................................87 
VI. Entrega de resultados a la persona evaluada ............................88 
5.2.2 Disertación final y conclusiones.....................................................88 
 
BIBLIOGRAFÍA ..............................................................................................................98 
 
ANEXO: 
LISTA DE VERIFICACIÓN PARA EL REGISTRO DE CARACTERÍSTICAS, 
REPERTORIOS Y CONDICIONES PARA LA RESILIENCIA............................................106 
 
 
 7 
 “PROPUESTA DE EVALUACIÓN DE CARACTERÍSTICAS, REPERTORIOS Y 
CONDICIONES PARA LA RESILIENCIA EN ADULTOS 
EN VISTA DE ACCIONES DE PREVENCIÓN” 
 
 
 
 
 
 
 
RESUMEN 
 
En primer término se hace una reseña histórica del 
surgimiento del concepto de resiliencia para ofrecer una 
definición de la misma, haciendo un alto en las 
implicaciones filosóficas y de cambio de paradigmas a que 
obliga el concepto. A continuación se pasa revista a los 
trabajos realizados para conocer el desarrollo de 
comportamiento resiliente característico de las diferentes 
etapas de vida: infancia, adolescencia, edad adulta y 
adultos mayores. A partir de la descripción de dichas 
características se elabora el perfil de la persona resiliente 
que servirá como una de las herramientas (lista de 
verificación) para la evaluación de las características, 
condiciones y repertorios para la resiliencia en adultos. La 
propuesta de procedimiento para la valoración del 
comportamiento resiliente consiste en la utilización conjunta 
de: 1) formato de entrevista, 2) la elaboración de relatos, 3) 
la lista de verificación, y, 4) el apoyo opcional de 
instrumentos de medición de rasgos de personalidad ya 
existentes. Esta propuesta es considerada como una 
iniciativa de difusión del concepto de resiliencia incipiente 
en México, además de representar una alternativa para la 
promoción de la salud mental, del bienestar y de la calidad 
de vida. Así mismo, se establece que el fomento del 
desarrollo de comportamiento resiliente constituye una 
valiosa herramienta de prevención de las consecuencias 
que el enfrentamiento de situaciones adversas representa 
ineludiblemente para las personas. 
 
 
 8 
INTRODUCCIÓN 
 
El concepto que aquí se revisa surge a partir de las limitaciones y 
contradicciones que enfrentaron expertos en el campo del comportamiento 
humano, cuando sus pronósticos de desarrollo de trastornos y patologías en 
personas que se desenvolvían bajo la influencia de factores de alto riesgo, no 
tuvieron lugar. En contraste con lo esperado, las personas que habían vivido 
situaciones adversas, desventajosas, destructivas y en extremo dolorosas, 
desarrollaban características que les permitían salir adelante, potenciando su 
desarrollo, fortaleciendo sus capacidades y logrando superar y mejorar sus 
condiciones de vida. 
 
El paradigma rígido, unívoco e infalible según el cual a cada causa 
corresponde un determinado efecto empezó a cuestionarse, porque el 
abanico de posibilidades se abría a opciones jamás imaginadas. La tarea de los 
profesionales de la salud ya no podía consistir en detectar y dar pronósticos 
alrededor de lo patológico. 
 
A partir de entonces se cuestionó si la aproximación correcta al campo de la 
salud mental versaba alrededor y en función de la enfermedad, de los 
trastornos y de la patología, postura que había sido adoptada del patrón 
predominante en el campo de la medicina. 
 
Hicieron su aparición en el campo de las disciplinas de la salud mental 
conceptos como el bienestar, el optimismo, la calidad de vida, los factores 
protectores, mismos que han caracterizado primero, a la psicología humanista y 
después a la llamada “psicología positiva”. 
 
Muchos años transcurrieron para que surgiera el concepto que aquí nos ocupa. 
Aunque en México es todavía poco conocido, se ha establecido y abierto 
camino y aceptación por mérito propio, adquiriendo relevancia teórica y 
práctica en diferentes países de Europa, África y Latinoamérica, así como en 
Estados Unidos. Este concepto cuenta también con el reconocimiento de 
asociaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) 
y la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la 
Cultura (UNESCO) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). 
 
Al conocerlo, la persona y el profesional comprometidos con el hombre y con 
lo humano, con la inquietud y el interés por el conocimiento de sí mismos y con 
la búsqueda de sentido; aquellos empeñosos y empeñados en conquistar 
mejores condiciones de vida para sí y para quienes los acompañan o se hacen 
 9 
acompañar por ellos en el devenir de la vida, al conocer el concepto de 
“resiliencia” se fascinan y quedan prendados con sus principios y potencial, 
dándole buena acogida, pues deja un grato sabor de boca, abre la puerta a 
la esperanza y enciende una luz ante lo que podría solamente resultar amargo 
e ineludible como lo son los riesgos, las adversidades, la incertidumbre, el 
sufrimiento y el dolor. 
 
La resiliencia no es la panacea, pero representa un modo distinto de ver la vida 
como una oportunidad interminable de desarrollo y de evolución, que 
ciertamente implica un cambio para muchos radical y difícilmente aceptable y 
adoptable por obligar a replantear conceptos e idiosincrasias fuertemente 
arraigadas al modo de concebir a la ciencia, al hombre y lo inherente a él. 
 
Esta propuesta plantea la evaluación de las características, condiciones y 
repertorios resilientes como una forma de acercamiento al concepto; sin 
embargo, reconoce la importancia de promover el desarrollo de factores de 
protección para con ello favorecer, estimular y emular pensamientos, 
comportamientos y formas de vida resilientes. 
 
La propuesta se dirige a los adultos sin la menor intención de dejar de lado al 
resto de los sectores de la población para los que, ciertamente, la resiliencia 
representa un recurso valioso de formación, transformación, crecimiento y 
evolución. 
 
Los motivos por los cuales los adultos son el objetivo de este trabajo son que de 
ellos dependen niños, jóvenes y adultos mayores, que ellos han sido y son los 
agentes promotores de resiliencia por excelencia y, por tanto, que es necesario 
y prioritario que ellos mismos reconozcan, tomen conciencia y valoren las 
características potencialmente resilientes con que cuentan como producto de 
su experiencia, del mismo modo que es importante entregarse a la tarea de 
desarrollar aquellas que aún no han conquistado. 
 
En la edad adulta, generalmente las personas cuentan con condiciones 
favorables para desarrollar comportamiento resiliente; sin embargo con 
frecuencia desconocen y desaprovechan situaciones a partir de las cuales 
pueden crecer y fortalecerse como lo son la vida en pareja y la resignificación 
de vínculos a que puede dar lugar, así como las dificultades que enfrentan día 
con día en los contextos familiar, laboral y social. 
 
Si bien la resiliencia se ha asociado predominantemente con individuos que han 
superado grandes tensiones y traumas, en la actualidad las personas enfrentan 
cada vez más situaciones estresantes, un ritmo de vida acelerado y 
contratiempos que se presentan durante cualquier jornada. Es por ello que 
desde diferentes ángulos se propone ampliar el campo de acción del 
 10 
concepto para convertirlo en un objetivo principal en la vida de las personas. 
La meta consiste entonces en desarrollar una “mentalidad resiliente”, como la 
llaman Brooks y Goldstein (2004), compuesta por características, repertorios y 
condiciones que en principio se sugiere valorar. 
 
Es importante destacar que no todo ha sido dicho acerca de la resiliencia y que 
se está lejos de lograrlo por la complejidad de su esencia. Ha sido difícil, por 
ejemplo, llegar a una definición unificada, universal que permita dirigirse hacia 
el establecimiento de una “Teoría de la Resiliencia”. De igual modo, este 
fenómeno se toca con otros tantos conceptos sin definición concertada, 
imprecisos, confusos, pero vigentes y tangibles como son estrés, adaptación, 
ajuste, vulnerabilidad,competencias y otros tantos recursos psicológicos (Rutter, 
1983; Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik, 2003). 
 
No obstante lo anterior, existe una tendencia y criterios establecidos 
reconociendo a la resiliencia no como una respuesta o un comportamiento 
aislado, sino como un proceso dinámico entre factores de riesgo y de 
protección, competencias individuales, contextos sociales favorecedores o no 
de resiliencia, todos ellos interactuando para posibilitar la superación de 
eventos estresores y adversidades (Infante, 2001; Llobet, 2005). 
 
La resiliencia es un concepto que obliga a trabajar en la promoción y la 
prevención de la salud mental, al plantear la posibilidad de desplegar sus 
características como parte del proceso de la vida, para encararla con más 
garantías de éxito, pero sobre todo de desarrollo y bienestar, mismos que se 
logran no en la concepción individual del hombre, sino en el marco de su 
contexto social. La resiliencia tiene lugar bajo el cobijo del hombre en 
compañía del hombre, al entretejer conjuntamente la historia, favoreciendo y 
dando condiciones mutuas de progreso y de calidad de vida. La resiliencia es 
posible cuando las personas y su ambiente cuentan con factores de 
protección, facilitadores y promotores de resiliencia, los cuales no son provistos 
sino por otros hombres, por aquellos que se han enfocado en sus fortalezas, 
sabiendo sacar provecho aún de las circunstancias más duras y menos 
favorables; por aquellos para quienes la vida consiste en un reto, y cada reto es 
una oportunidad de crecimiento, de conquista y de victoria. 
 11 
JUSTIFICACIÓN 
 
La finalidad de este trabajo es proponer la construcción de un procedimiento 
de evaluación que permita a los adultos, conocer los repertorios que han 
adquirido a lo largo de su vida para enfrentar situaciones adversas y salir airosos 
de ellas, tomar conciencia de las habilidades desarrolladas y de las condiciones 
conquistadas a través de las experiencias vividas, para continuar en el sendero 
hacia la búsqueda de sentido y el logro de mayor bienestar y crecimiento, 
constituyéndose como pilares firmes y confiables al formar a las nuevas 
generaciones mediante la labor educativa que desempeñan como padres, 
maestros, amigos, compañeros y como miembros de su comunidad y de la 
sociedad. 
 
La propuesta se dirige a los adultos como el sector de la población más activa y 
en la que recaen predominantemente las responsabilidades de productividad y 
trascendencia económica, pero sobretodo educativa, cultural, valoral y social. 
Es en manos de los adultos que está el formar a niños y jóvenes para la vida. 
Para una vida, como ha sido desde que apareció en la tierra, llena de sorpresas 
e incertidumbres, de pruebas y retos, de adversidades, de situaciones 
estresantes comunes y extraordinarias, pero sobre todo, de sentido de la 
existencia. 
 
Tomar conciencia de la responsabilidad, del reto y de la satisfacción que lo 
anterior representa, lleva implícita la necesidad de estar capacitado para 
transmitir experiencias a la altura de las demandas y circunstancias que se 
viven en nuestro tiempo y en nuestro mundo, haciéndolo en principio con la 
congruencia de vivir digna y plenamente y poder así “predicar con el ejemplo”. 
 
El sustento de esta propuesta está constituido por un concepto que aunque ya 
ha tenido difusión y aplicación a algunos programas de intervención y 
prevención en México, aún no se conoce de manera generalizada en nuestro 
país. El concepto del cual se habla es bien conocido desde hace alrededor de 
dos décadas en diferentes países, en los cuales se cuenta con incursiones 
importantes sobre el tema, mismas que han aportado elementos teóricos y 
prácticos sólidos y suficientes para la conformación de un concepto con fuerte 
impacto en programas sociales de prevención de la salud mental, de la 
promoción de bienestar y del incremento en la calidad de vida en las que 
hacen énfasis organizaciones internacionales como la OMS, la UNICEF y la 
UNESCO, cuyos programas y argumentación hacen frecuente e 
inevitablemente referencia del concepto en cuestión, mismo que se perfila 
como “un derecho humano” (Vergés, 2001). 
 
 12 
El concepto central de este trabajo es, pues, el de “resiliencia” que se define 
de la forma más sencilla y conocida como la “capacidad desarrollada por 
algunas personas para sobreponerse a la adversidad exitosamente, saliendo 
incluso fortalecidas de ella” (Grotberg, 1995, en Grotberg, 2004; Vanistendael, 
1995, en Mam, 2005; Melillo y Suárez, 2001; Melillo, 2004; Poletti y Dobbs, 2005). 
 
El carácter de la resiliencia, como se verá a lo largo del desarrollo de este 
trabajo, es intrínsecamente preventivo y de promoción del bienestar y del 
mejoramiento de la calidad de vida a partir del desarrollo de competencias, 
fortalezas, capacidades y condiciones de cambio y superación latentes y 
potenciales en las personas y en los grupos de personas. 
 
Así pues, el presente trabajo se constituye en una propuesta cuyo objetivo es 
generar las bases para iniciar acciones preventivas como profesionales de la 
salud y de la psicología en particular, partiendo de la difusión del concepto de 
resiliencia, así como de favorecer la toma de conciencia acerca de su 
existencia y de los beneficios potenciales de su conocimiento, desarrollo y 
aplicación, aún incipientes en México. 
 
 
 
 
 
 13 
CAPÍTULO 1. HISTORIA DEL CONCEPTO DE RESILIENCIA 
 
 
1.1 Origen del concepto. 
 
El término “resiliencia” es aún desconocido por la generalidad de las personas 
en México. En otros países del mundo se le empezó a aplicar a las ciencias de 
la salud mental hace una veintena de años importándolo de disciplinas de la 
física y la mecánica, para referirse a la resistencia de algunas personas a los 
golpes fuertes de la vida y al temple de su personalidad bajo esas condiciones. 
Revisar el origen y el significado del vocablo se impone como requisito para 
introducirse en la materia. 
 
La raíz etimológica del vocablo resiliencia proviene del término en latín resilio 
que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar (Díaz y Leguizamo, 
2005). 
 
Su aplicación ha sido frecuente en el campo de la física, la ingeniería, la 
mecánica y la metalurgia, refiriéndose a las características de ciertos materiales 
empleados en la construcción, los cuales recobran su forma original después de 
haber sido sometidos a una fuerza deformadora. 
 
Existen diferentes versiones acerca de quién o quiénes importaron el término 
para su uso en el campo de las ciencias de la salud, de la psicología y de la 
psiquiatría. Según Díaz y Leguizamo (2005) fue Scoville en 1942; según 
Vanistendael (en Puerta de Klinkert, 2003) fue en el contexto del trabajo de la 
doctora Emy Werner por ahí del año 1989, de Garmezy y Rutter desde 1983 y 
de Lösel en 1994, citados también por Manciaux, Vanistendael, Lecomte y 
Cyrulnik (2005); y según este último equipo de estudiosos encabezado por 
Manciaux (2003) fue Bowlby quien lo adoptara en 1992. 
 
Henderson y Milstein (2004) señalan que el concepto de resiliencia se 
fundamenta en un paradigma cuya perspectiva es drásticamente nueva, 
emergente en los campos de la psiquiatría, la psicología y la sociología, y que 
se refiere a cómo las personas se sobreponen al estrés, al trauma y al riesgo. El 
constructo toma fuerza de un número creciente de estudios que ponen en tela 
de juicio la idea de que el estrés y el riesgo, incluidos abusos, pérdidas, 
abandono y tensiones cotidianas, inevitablemente devengan en contraer 
psicopatologías o en perpetuación de pobreza, abuso, fracaso escolar o 
violencia. 
 
 14 
Según Poletti y Dobbs (2005, p. 16), hace más de 20 años el término “resilience” 
empezó a ser empleado por psicólogos norteamericanos “para describir cierto 
conjunto de cualidades que favorece un proceso de adaptación creativa y de 
transformación, a pesar de los riesgos y de la adversidad”.Según Vanistendael (referido en Puerta de Klinkert, 2003, p. 13), el concepto de 
resiliencia fue adoptado en el contexto de las ciencias humanas, inicialmente 
por el mundo anglosajón, representado por los estudios del desarrollo de niños 
hawaianos de la isla de Kauaí encabezados por la doctora Emy Werner, así 
como por los muy sorprendentes resultados obtenidos en otros estudios 
científicos como los realizados por Garmezy, Rutter y Friedrich Lösel. 
 
En el mismo orden de ideas, Manciaux, et al. (op. cit., p. 17) están de acuerdo 
en que la resiliencia se remonta al origen de la humanidad, así como en que su 
aparición en las ciencias sociales es reciente. A diferencia de otros autores, ellos 
señalan una sincronía en su aparición en el mundo anglosajón y en el 
francófono, caracterizada por que “[…] esta aparición original y tardía se sitúa 
en una perspectiva en que podemos distinguir unas primicias prometedoras, 
una corriente portadora y una dinámica interactiva de observación, 
investigación y acción”. 
 
Por su parte, Suárez Ojeda (2004, p. 18-19), coincide con Vanistendael (en 
Puerta de Klinkert, 2003) en que “El concepto de resiliencia nació y comenzó a 
desarrollarse en el hemisferio norte (Michael Rutter en Inglaterra y Emy Werner 
en Estados Unidos) y luego se extendió a toda Europa –especialmente Francia, 
los Países Bajos, Alemania y España-, y más tarde llegó a América Latina...” 
 
Fue en 1991 cuando se realizó el primer seminario sobre Resiliencia en Lesotho 
(estado de África Meridional), organizado por la Fundación Bernard van Leer, 
una Organización No Gubernamental (ONG) que desde hacía tiempo se 
dedicaba a investigar sobre el tema y a la que aún hoy en día se deben 
programas serios de promoción de resiliencia. A raíz de dicho seminario, el 
“Bureau International Catholique de l’Enfance” (BICE) destinó sus esfuerzos y 
recursos a la investigación del fenómeno de la resiliencia. Un año después, en 
1992, se obtendrían los primeros y muy importantes frutos de la investigación de 
Lösel. La resiliencia fue adoptada bajo el título “Resiliencia del niño y la familia” 
incorporándola al programa para refugiados en zonas de conflicto en 
Centroamérica (BICE-DISOP). Ésta fue la primera aplicación del concepto fuera 
del mundo anglosajón de acuerdo con Vanistendael (1996, en Puerta de 
Klinkert, 2003, pp. 20 y 30). 
 
Para Brooks y Goldstein (2004), el tema de resiliencia encontró un lugar 
prominente en Estados Unidos a partir de los ataques del 11 de septiembre de 
 15 
2001, dentro de su concepción como recurso de <parachoques> el cual, 
aunque no pretende eliminar los riesgos o condiciones adversas, sí implica la 
ayuda a los individuos para enfrentarse a ellos con eficacia. 
 
 
1.2 Evolución de la conceptualización de la resiliencia. 
 
 
Para Manciaux et al. (op. cit.), lo que primero llamó la atención de los 
investigadores de la resiliencia fue la observación reflexiva de las historias vitales 
y trayectorias individuales, producida a partir del comportamiento paradójico e 
inesperado de niños, adolescentes y adultos, familias y grupos sometidos a 
pruebas terribles y a situaciones extremas, como guerras, cataclismos o 
deportaciones. 
 
Los mismos autores (p. 20) señalan que el primero en utilizar el término de 
resiliencia en sentido figurado, adoptándolo de la física de los materiales fue 
Bowlby en 1992, quien la definió como “resorte moral, cualidad de una persona 
que no se desanima, que no se deja abatir”. Confirmada después por personas 
en circunstancias menos trágicas, la resiliencia despertó el interés de 
investigadores que han analizado las observaciones registradas al respecto, 
manteniendo al concepto en un incesante ir y venir que lo ha enriquecido para 
darle cuerpo y sustento con numerosos estudios monográficos bien 
documentados. Las observaciones hechas durante treinta años por Werner 
respecto al desarrollo de una población de niños de Kauaí (Hawai), como se 
mencionó arriba tuvieron un papel predominante en el surgimiento del 
concepto. 
 
Theis (2005) hace, una revisión sobre “La resiliencia en la literatura científica” 
que consiste en una reseña histórica ilustrativa, clarificadora y fascinante del 
concepto. Es debido a la contundencia de su trabajo que a continuación se 
desglosan sus aportaciones al respecto. 
 
Esta autora coincide con Manciaux et al. (op. cit.) en que la existencia de 
resiliencia es “tan vieja como la humanidad”, aunque su estudio científico sea 
reciente. Theis (2005) menciona que el comportamiento resiliente ha sido 
descrito en la historia de niños desde hace mucho tiempo. Ha sido el historiador 
Gianfrancesco (2003) quien ha encontrado descripciones de este tipo de niños, 
hechas por novelistas y autores de ficción del siglo XIX. 
 
Vale señalar que en este interesante recorrido histórico, Theis (2005) se va a la 
“prehistoria” de la resiliencia examinando los conceptos que ayudaron a su 
aparición. 
 
De acuerdo con Theis, en la década de los 70 tuvo auge la investigación del 
riesgo incursionada por Anthony, cuyo objetivo era observar el desarrollo de los 
 16 
“niños de alto riesgo” antes de que aparecieran patologías para descubrir 
cómo y en qué grado moldean su vida los riesgos afrontados, las fragilidades y 
las inmunidades bajo situaciones amenazantes, así como las defensas, 
competencias y capacidades para sobrevivir psicológicamente. Se introdujo 
entonces el término vulnerabilidad. Para esta autora fue el propio Anthony 
quien consideró que los diferentes factores del ambiente (genética, 
constitución, reproducción, enfermedades, traumas, crisis de desarrollo, etc.) 
podían amortiguar los efectos de la susceptibilidad a ser vulnerable. 
 
Se considera que para hacer una diferenciación clara entre la resiliencia y los 
conceptos que la precedieron, es necesario revisar la definición de 
vulnerabilidad hecha por Solnit (1982) y citada por la propia Theis (2005, pp. 46-
47): 
 
La vulnerabilidad evoca sensibilidades y debilidades reales y latentes, inmediatas y 
diferidas. […] La invulnerabilidad […] puede considerarse una fuerza, una capacidad de 
resistencia al estrés, a las presiones y a situaciones potencialmente traumáticas. […] El 
riesgo invoca la incertidumbre del resultado del enfrentamiento del niño con un estrés 
ambiental o interno. […] El dominio evoca la capacidad de vencer (activamente) un 
obstáculo fruto de exigencias internas, del estrés ambiental y de conflictos entre 
presiones internas y ambientales. 
 
Para Theis (2005), Garmezy, Neuchterlein, Werner y Bourguignon representan 
parte de los estudiosos e investigadores del riesgo que encontraron en el 
concepto de vulnerabilidad la posibilidad de desarrollar paralelamente la 
tendencia opuesta, la de invulnerabilidad, dando así uno de los primeros pasos 
hacia una postura diferente motivada por las observaciones y evidencias 
mostradas por una parte significativa de los niños de alto riesgo que no 
desarrollaban los trastornos predichos, sino que, por el contrario, mostraban una 
“admirable invulnerabilidad”. 
 
Esta autora diferencia el concepto de invulnerabilidad y dice que fue Rutter 
quien hizo las críticas más sutiles al contraponerlo con el concepto de la 
resiliencia: 
 
 
Este concepto parecía implicar una resistencia absoluta al daño; ahora bien, nadie tiene 
una resistencia absoluta: unos individuos son más resistentes que otros, pero todos tienen 
sus límites. 
 
El término sugiere que esa resistencia se aplica a todos los sucesos de riesgo; pero eso es 
imposible, pues las características que forman la resiliencia varían en función del suceso 
desfavorable. 
 
El concepto parece implicar que la invulnerabilidad es una característica intrínseca del 
individuo. Pero los estudios demuestran que la resiliencia empieza también por el 
contexto social. 
 
 17 
El término sugiere la idea de una característica invariable, pero muchas razones hacen 
suponer que los cambios debidos al desarrolloinfluirán en la resiliencia, como lo hacen 
también otras características. 
 
 
Así, Theis concluye que el modelo de la vulnerabilidad evidencia dificultades de 
adaptación y problemas de conducta, pero no permite entender porqué 
algunos niños de alto riesgo no sucumben a la patología. Se estudiaron 
entonces sus competencias, sus estrategias para el afrontamiento (coping), sus 
capacidades de ajuste y nació un nuevo modelo, el de la resiliencia y los 
factores de protección. 
 
El último acotamiento de Theis (2005, p. 49) a esta reseña señala que, a la 
fecha, aún hay diccionarios comunes y especializados en los que no aparece el 
término resiliencia. Tal es el caso del tratado de paidopsiquiatría de Lebovici, 
Diatkine y Soulé en el que la resiliencia aparece bajo el nombre de recursos: 
“[…] a la vulnerabilidad opondremos el concepto de recurso: recurso 
psicológico inmediatamente disponible, o capacidad que podría activarse 
ante una situación o gracias a una acción preventiva”. 
 
 
1.3 Implicaciones filosóficas. 
 
 
El concepto de resiliencia no sólo conlleva al planteamiento de un nuevo 
modelo. Implica también una aproximación diferente al objeto de estudio, al 
objetivo de la labor de investigación, de la finalidad de la intervención, de la 
función de los servidores de los campos de las ciencias humanas y de la salud 
mental, pero sobre todo involucra un replanteamiento del sustento filosófico del 
quehacer respecto a las Humanidades. Son muchos los autores (Brooks y 
Goldstein, 2004; Cyrulnik, 2002, 2002a, 2003, 2005; Díaz y Leguizamo, 2005; 
Galende, 2003; Llobet, 2005; Mam, 1998; Bachillerato Integral Comunitario 
Ayuujk Polivalente, 2006; Jarero, 2006; Martínez, 2005; Navarrete, 2006; Varela, 
2005) que plantean esta situación y el cambio de perspectiva que ha implicado 
en su quehacer profesional y en su vida, enriqueciendo su ejercicio al recordar 
los valores éticos y morales universales a los que también involucra la resiliencia. 
 
Así pues, Emiliano Galende (2004) hace un ensayo por demás interesante 
acerca de las implicaciones filosóficas, de la crisis conceptual y de la postura a 
que en esencia y en consecuencia lleva el concepto de resiliencia. Su revisión 
filosófica hace un recorrido exhaustivo, apasionante y clarificador de estas 
cuestiones filosóficas que se considera pertinente explicitar a continuación. 
 
Este autor (2004, pp. 23-24) se hace una serie de preguntas y las responde como 
sigue: “¿Qué es la resiliencia? Cierta sorpresa rodea la respuesta: se trata de 
algo que pertenece a la experiencia común […], pero a la vez nos interroga, 
 18 
cambia el eje sobre el cual estamos habituados al pensar los temas de salud y 
sus soluciones”. 
 
El propio Galende (2004) continúa su descripción del concepto y cita a Daniel 
Rodríguez: “la resiliencia es un “concepto fácil de entender pero difícil de 
definir, e imposible de ser medido o calculado exhaustivamente” y agrega: 
 
 … pensar la resiliencia es justamente subvertir la idea de causalidad que gobierna el 
pensamiento médico positivista y algunas concepciones de la salud. Este concepto 
introduce el azar, lo aleatorio, altera la idea de relaciones necesarias entre los 
fenómenos de la vida. E introducir el azar es a la vez introducir al sujeto capaz de 
valoraciones, de crear sentidos a su vida, de producir nuevas significaciones en relación 
con los acontecimientos de su existencia. Es pensar a un individuo no como víctima 
pasiva de sus circunstancias sino como sujeto activo de su experiencia. 
 
Así pues, “Resiliencia” evoca desde el inicio la idea de complejidad e integración: 
complejidad de los procesos reales en que se desenvuelve la vida; integración de esos 
niveles que la ciencia separa para su conocimiento pero que sólo tienen una existencia 
integrada a la experiencia del hombre, el de los mecanismos biológicos del cuerpo, la 
vida psíquica y la existencia social. La adversidad impuesta al individuo es productora 
de esa integración como condición para la subjetividad resiliente, productora de nuevos 
significados y valores y determinante de un sentido posterior para el sujeto que aprende 
de su experiencia… Ese aprender es en sí mismo un conocimiento y un nuevo recurso 
integrado al cuerpo, a la mente y a la acción sociocomunitaria del individuo. (Galende, 
2004, pp. 23-24). 
 
Para continuar, el mismo Galende (2004, p. 24) se pregunta si la resiliencia es 
una nueva disciplina, a lo que responde: 
 
Quizás más bien una nueva mirada sobre viejos problemas del hombre. […] la 
observación empírica de las relaciones entre infancia y pobreza han llevado 
inexorablemente a preguntarse por las repuestas de diversas disciplinas: la sociología, la 
salud, la psicología, la antropología e, incluso, la reflexión filosófica acerca de la 
naturaleza de lo humano. ...Es importante aclarar que esta perspectiva amplia del 
concepto de resiliencia plantea dificultades a quienes entienden que la ciencia sólo 
debe dar cuenta de verdades objetivas, es decir, verificables o con posibilidad de 
refutación. […] esta visión de la ciencia […] tiene dificultades para admitir un objeto de 
estudio como el sujeto, cuyo carácter esencial es la capacidad de valorar. La medicina 
ha sido parte de esta posición positivista de la ciencia y ha contribuido a la separación 
entre ciencia objetiva y valores humanos, es decir, entre los mecanismos biológicos y la 
subjetividad. […] Los valores propios del sujeto y la verdad objetiva están asociados, 
pero no confundidos. […] El hombre moderno, superado el espíritu animista de las 
religiones, está obligado a orientar su acción sin confundir ambos juicios; su posición 
ética es también subsidiaria de reconocer que su búsqueda de la verdad objetiva es 
inexorablemente un valor subjetivo, propio de un sujeto. 
 
La resiliencia no puede ser enteramente una ciencia objetiva, ya que no podría, ni 
desea, apartarse de la valoración sobre el hombre. Es en sí una disciplina, responde a 
una regla moral, y es por ello parte de las ciencias de la salud, ya que ninguna de estas 
ciencias podría fundar sus conocimientos sin la imposición ética de los valores que 
deben discernir entre la vida, la salud, el sufrimiento y la muerte. Lejos de apartarnos de 
la búsqueda de la verdad, la resiliencia nos lleva a indagar en la verdad profunda del 
hombre y su devenir, evitando que la pretensión de objetividad nos encierre en un 
 19 
reduccionismo falso. Es en sí misma una propuesta de superación de esta separación 
entre ciencia y valores, entre objetividad y subjetividad. 
 
Como se puede ver, el concepto de resiliencia lleva implícito para el profesional 
de la salud un cambio de orientación y de conceptualización del ser humano, 
de su comportamiento y de la salud mental, ya no evaluada o diagnosticada 
como patología, sino como características, fortalezas y oportunidades de 
resurgimiento a la vida y crecimiento personal, familiar y social. El concepto ha 
obligado a la disciplina a un replanteamiento, debido a que traza un abordaje 
a partir las oportunidades de desarrollo de potenciales y fortalezas que 
representan las dificultades, riesgos y adversidades para las personas que las 
enfrentan asumiéndolas como retos y no como desgracias. La resiliencia ha 
dejado ver sus principios con tal transparencia que difícilmente podría 
confundírseles o deformarlos, porque “caen por su propio peso”. Lo anterior 
dista mucho de implicar que la resiliencia sea un concepto simple, por el 
contrario, denota una complejidad y complementariedad de componentes, 
que toman su lugar en un sistema funcional y flexible, pero no por ello 
caprichoso o accidentado. El respaldo del concepto es de tal modo suficiente 
y consistente que mostró sus evidencias y permitió la construcción del concepto 
a partir de las observaciones concretas de la conducta de personas cuya 
sobrevivencia y superación de condiciones de vida terribles son su más firme 
cimiento. 
 
 
1.4 Aplicacionesa las Ciencias Humanas 
 
El interés por la resiliencia y su aplicación a las ciencias humanas en algunos 
países del mundo se ha expandido, convirtiéndola según Suárez Ojeda (2004, 
p.18) en una “actividad transdisciplinaria por excelencia” incluida en las 
siguientes áreas y sectores: 
 
• Psicología: desde sus orígenes, el concepto se basó en la observación del 
desarrollo psicosocial y se enriquece actualmente con el aporte del 
psicoanálisis. 
• Antropología: reúne las tradiciones ancestrales de las comunidades y 
preserva lo autóctono como sostén de la identidad individual y 
comunitaria. 
• Sociología: asume las estructuras y funciones sociales como 
coadyuvantes o limitantes de la resiliencia comunitaria. 
• Sector Salud: todos los agentes son vectores de la capacidad resiliente; el 
concepto presente en la génesis de la promoción de la salud. 
• Economía: se plantea como estrategia contra la pobreza y como camino 
en la búsqueda de una mejor calidad de vida. 
 20 
• Trabajo social: herramienta para abordar los sectores más desprotegidos 
y fortalecer sus capacidades de superación. 
• Derecho: se le asocia con los organismos y la legislación que vela por los 
derechos humanos. 
 
El mismo Suárez Ojeda (2004, p. 19) señala que, por el origen de sus 
aportaciones, pueden identificarse tres corrientes intelectuales de 
investigadores de la resiliencia y una aproximación particular de proyectos que 
la abordan, es así como en total suman cuatro tendencias predominantes en el 
estudio de la resiliencia que son: 
 
o Corriente Norteamericana: Esencialmente conductista, pragmática 
y centrada en lo individual; 
o Corriente Europea: con mayores enfoques psicoanalíticos y una 
perspectiva ética; 
o Corriente Latinoamericana: comunitaria, enfocada en lo social 
como respuesta a los problemas de contexto que se enfrentan en 
estos países. 
o Aproximación de la psicología del desarrollo: parte de las 
incursiones hechas alrededor de la infancia y su extrapolación a 
otras etapas de la vida, así como a problemáticas como la 
discapacidad y la violencia. 
 
Por su parte, Henderson y Milstein (2004) encuentran que los científicos sociales 
han empleado el término resiliencia para describir tres clases de fenómenos: 
 
1. Los resultados positivos que se observan en el desarrollo de niños que 
viven en contextos de “alto riesgo”, como pobreza crónica o 
drogadicción de alguno de los padres; 
 
2. El mantenimiento de las capacidades personales en condiciones de 
estrés prolongado, por ejemplo, durante ruptura matrimonial de los 
padres, en el curso de enfermedades físicas o mentales o en 
consecuencia de conductas adictivas de los padres o de otro miembro 
de la familia; 
 
3. La recuperación de un trauma como los horrores de guerras o campos de 
concentración. 
 
En México existen ya diversas organizaciones públicas y privadas, 
gubernamentales y no gubernamentales, dedicadas al estudio, difusión, 
 21 
promoción y desarrollo de la resiliencia (Bachillerato Integral Comunitario Ayuujk 
Polivalente, 2006; Bárcena, 2005; CECAD SONORA, 2006; Chimalli-DIF, 2006; 
FISAC, 2006; Jarero, 2006; Martínez, 2005; Navarrete, 2006; Tedesco, 2003; Varela, 
2005). 
 
La pertinencia de la aplicación del concepto en México no tiene lugar a dudas. 
El trabajo de promoción de conducta resiliente se ha desarrollado en 
comunidades que han sufrido desastres naturales y accidentes o siniestros como 
son Tapachula (Gaceta Iztacala UNAM, 2006), Cancún y Chiapas (Jarero, 2006). 
De igual forma, se desarrollan programas de apoyo a comunidades marginales 
y en extrema pobreza que son de gran beneficio para esas poblaciones 
(Bachillerato Integral Comunitario Ayuujk Polivalente, 2006). 
 
No obstante el trabajo que se realiza en México con base en la resiliencia, ni 
lejanamente cubre las necesidades de tantos otros sectores de la población a 
los que se podría favorecer con este enfoque. Podría intervenirse, por ejemplo, 
con diferentes grupos minoritarios entre ellos indígenas, niños de la calle, niños 
maltratados e institucionalizados, lo mismo que con poblaciones de menores 
infractores y jóvenes con comportamiento adictivo, con poblaciones de 
escolares de cualquier nivel educativo, con personas de la tercera edad o con 
los pobladores de las grandes ciudades sometidos a estrés constante, con 
enfermos graves o en etapas terminales, con personas lisiadas o con 
discapacidades. 
 
1.5 Limitaciones y ventajas del concepto de resiliencia. 
 
 
Como todo concepto y teoría, el de la resiliencia no se hizo en un día ni se ha 
acabado; en cambio, es producto de las aportaciones hechas por los 
diferentes estudiosos a partir de las debilidades y limitaciones de los conceptos 
que la precedieron, así como de las perspectivas que surgen de las 
necesidades de los mismos estudiosos por ampliar y mejorar sus perspectivas de 
trabajo, de acción y de servicio profesional. El propio devenir y evolución de la 
Psicología como disciplina científica, cuyo objeto de estudio es uno de los más 
complejos que pudiera abordar cualquier ciencia, también ha hecho su 
aportación a la necesidad de buscar nuevos paradigmas explicativos del 
comportamiento humano. Este proceso de construcción del concepto se ha 
plasmado en los incisos precedentes con la finalidad de aclarar las condiciones 
que le han dado origen. 
 
La resiliencia se presenta pues, como un concepto esperanzador, optimista, 
flexible, cuya postura coincide con la conocida como psicología positiva, así 
como con una visión holística que concibe al ser humano como un todo 
 22 
constituido por sus partes, entre las que se cuentan sus condiciones tanto 
internas como externas. Como diría Ortega y Gasset (Inciarte, 1986), “Yo soy yo 
y mis circunstancias”. La resiliencia constituye un nuevo cristal con el que se mira 
al comportamiento humano desde una perspectiva más humana, 
comprensiva, amable y generosa que no es la primera de este género, y que, 
como lo han sido otras perspectivas humanistas, ha sido atacada por tender a 
lo subjetivo y no ser cuantificable con precisión y por tanto carecer de 
objetividad y valor científico para el sector que se rige por esos criterios. Para los 
estudiosos de la resiliencia esta reflexión no es ajena, así como tampoco lo es 
reconocer que se está lejos de contar con una definición universal, exhaustiva y 
única. Así que tal hazaña constituye un reto. 
 
Con todo, el concepto de resiliencia tiene peso propio, es fascinante y atrapa 
al profesional comprometido con el hombre y con lo humano, con el 
conocimiento de sí mismo y con la búsqueda de sentido. Así mismo, es bien 
acogida por las personas en general, dejándoles un buen sabor de boca ante 
lo que en la vida podría solamente resultar amargo como lo son los riesgos, las 
adversidades, la incertidumbre, el sufrimiento y el dolor. 
 
Aunque podría calificarse de idealista, queda claro que la resiliencia no es la 
panacea, pero responde a un replanteamiento de la aproximación al hombre y 
lo inherente a él que rescata su percepción humanitaria como complemento 
de lo médico, lo psicológico, lo social. Este concepto representa un modo 
distinto de ver la vida, dando sentido a las experiencias que enfrentan las 
personas como una oportunidad interminable de desarrollo, de evolución y de 
superación de sus condiciones internas y externas. No se trata de un tema más 
de autoayuda, sino de una filosofía de vida con implicaciones importantes en el 
devenir como personas, como seres sociales y como profesionales y prestadores 
de servicio. 
 
 
1.6 Definición de Resiliencia. 
 
 
Como ya se ha mencionado antes, la palabra resiliencia como concepto no 
tuvo aplicación histórica en el campo de la psicología o más genéricamente 
de las ciencias humanas sino hasta hace alrededor de 20 años. En México es 
sólo recientemente que se le conoce y aplica. 
 
Su definición en los diccionarios comunes de la lengua española no aparece. 
Poletti y Dobbs (2005,p.16) señalan que el Diccionario de la Real Academia 
Española no incluye los términos resiliencia ni resiliente. Estas autoras encuentran 
en el diccionario Petit Larousse las definiciones de resilience y de resilient (del 
francés), que son, respectivamente, “la característica mecánica que define la 
 23 
resistencia de los materiales a los impactos” y “que presenta resistencia a los 
impactos”. 
 
Por su parte, Cyrulnik (2002, p. 23) cita dos definiciones: “voz que usa la 
mecánica para indicar la propiedad de la materia que se opone a la rotura por 
el choque o percusión” e “índice de resistencia al choque de un material”. 
 
Puerta de Klinkert (2003, p. 12), a partir de su revisión de Vanistendael, dice que 
el concepto de resiliencia es tan antiguo como la misma humanidad y aparece 
enmarcado en la capacidad de supervivencia del ser humano a través de las 
etapas de la historia del mundo. Sin embargo, señala refiriéndose al mismo 
Vanistendael “sólo aparece recientemente como tal, incorporado a principios 
de la ingeniería, y más específicamente de la mecánica, para referirse a la 
característica que tienen ciertos materiales empleados en la construcción, de 
recobrar la forma original con la que fueron moldeados, después de haber sido 
sometidos a una presión deformadora”. Tal propiedad, dice, “ha sido 
empleada más recientemente, en diferentes áreas de la medicina, para la 
fabricación de implementos relacionados con la recuperación de la salud [...] 
con el fin de facilitar su colocación inicial y su posterior adaptación al cuerpo 
del usuario”. 
 
A la acepción de la palabra a que se hace referencia arriba, se debe que al 
buscar en el archivo “tesiunam” bajo el término resiliencia, los primeros trabajos 
encontrados corresponden a disciplinas como ingeniería, economía y 
ecología. 
 
Manciaux et al. (op. cit., p. 20) mencionan que el primero en utilizar el término 
de resiliencia en sentido figurado, procedente de la física de los materiales, fue 
Bowlby en 1992, definiéndola como “resorte moral, cualidad de una persona 
que no se desanima, que no se deja abatir”. 
 
Entrando en materia de la utilización del término en las ciencias humanas, 
Poletti y Dobbs, (2005, p. 16) dicen que en la Europa de habla francesa, el 
término es utilizado por especialistas de las ciencias sociales bajo el significado 
de “la capacidad de triunfar, de vivir, de desarrollarse positiva y de manera 
socialmente aceptable, a pesar del estrés o de una adversidad que implica 
normalmente el grave riesgo de un resultado negativo”. 
 
Para Cyrulnik (2002, p. 23) en su ensayo “Los patitos feos. La resiliencia: una 
infancia infeliz no determina la vida”, “resiliencia equivale a “resistencia al 
sufrimiento”, y señala tanto la capacidad para resistir las magulladuras de la 
 24 
herida psicológica como el impulso de reparación psíquica que nace de esa 
resistencia. 
 
Puerta de Klinkert (2003) define la resiliencia como la “capacidad que 
poseemos todos los seres humanos para superar las adversidades y salir 
fortalecidos de ellas, por caminos ética y culturalmente válidos”. 
 
La misma Puerta de Klinkert (2003, pp. 14-15) retoma de un trabajo de Grotberg 
dos definiciones parecidas entre sí: 
 
1. “Consiste en la capacidad que tienen niños, adultos o familias, para 
actuar correctamente y tener éxito pese a las circunstancias adversas 
que los rodean, para recuperarse después de vivir eventos estresantes y 
reasumir con éxito su actividad habitual” (Hernández, 1998, p. 1) y 
complementa diciendo “Es una cualidad dinámica... latente en el 
interior de cada ser humano, cualidad siempre cambiante que surge de 
la creencia en la propia eficiencia para enfrentar los cambios y para 
resolver los problemas, [...] puede ser activada en cualquier momento, 
empleando los mecanismos adecuados para ello”. 
 
2. “Los autores norteamericanos la definen como una capacidad universal 
que permite, a una persona, un grupo o una comunidad, impedir, 
minimizar o superar los efectos dañinos de la adversidad. Puede 
transformar o hacer más fuerte las vidas de los resilientes. No solamente 
posibilita un desarrollo normal dentro de las condiciones de adversidad, 
sino que también puede promover un crecimiento más allá del nivel 
actual de funcionamiento”. Según esta corriente la resiliencia no 
solamente debe activarse durante circunstancias desfavorables, sino que 
es ideal promoverla dentro de condiciones normales de desarrollo, como 
un factor de protección”. 
 
Como puede verse, la mayoría de las definiciones de resiliencia encontradas 
comparten algunos elementos en general. Las diferencias entre ellas radican en 
los conceptos y las perspectivas de los campos a los cuales los autores han 
dirigido su trabajo de investigación o sus intervenciones, así como del sustento 
teórico en el que fundamentan su labor. 
 
Algunos autores insisten en diferenciar el concepto de resiliencia de otros 
conceptos como lo son adaptabilidad, invulnerabilidad, resistencia, coping o 
estrategias de ajuste (Manciaux et al., 2005; Walsh, 2004). 
 
Así, para Vanistendael (en Poletti y Dobbs, 2005, p. 17) “el concepto de 
resiliencia es más rico y más completo que el de “capacidad de superar” y está 
constituido por dos dimensiones: 
 25 
 
1. La resistencia a la destrucción, la capacidad de proteger la propia 
 integridad ante fuertes presiones. 
2. La capacidad de construir, de crear una vida digna de ser vivida, a 
 pesar de las circunstancias adversas. 
 
Para Manciaux, et al. (op. cit., p. 21) “Definida... con sus dos aspectos de 
resistencia al trauma y de dinámica existencial, la resiliencia es más que la 
resistencia misma y más amplia que la adaptabilidad, que sólo es uno de sus 
elementos. Sus relaciones con el “coping” son más sutiles: aunque éste se 
repita, sólo responde a una situación muy concreta y no implica un proyecto de 
vida más allá del suceso. Y precisamente porque el concepto de 
invulnerabilidad con la idea de resistencia total, absoluta y permanente que le 
subyace, se ha ido mostrando inadecuado, es por lo que el concepto de 
resiliencia se ha abierto paso”. 
 
Por su parte, estos autores (op. cit., p.22) definen la resiliencia de modo 
pragmático a partir de sus raíces en realidades educativas, terapéuticas y 
sociales como “la capacidad de una persona o de un grupo para desarrollarse 
bien, para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos 
desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces 
graves” que es la definición que en el año 2000 adoptó la “Fondation pour 
l’enfance” en Paris. 
 
Como ya se ha dicho, pese a la existencia de múltiples definiciones y a la 
homogeneidad existente entre ellas, el concepto de resiliencia aún está en 
construcción. Al respecto la opinión de algunos de los expertos en el tema se 
presenta a continuación. 
 
Por su parte Walsh (2004) elabora una definición que es en realidad una 
descripción que incorpora elementos señalados por diferentes autores de un 
modo sencillo, claro y exhaustivo que incluye implicaciones filosóficas y de 
sustento teórico del concepto. En su definición, la autora incluye también una 
discriminación de lo que no es resiliencia, apuntalando así la distinción del 
concepto de otros con los que se le ha confundido o relacionado, en este 
sentido ésta podría considerarse una descripción bastante completa del 
concepto. 
 
La resiliencia puede definirse como la capacidad de una persona para recobrarse de la 
adversidad fortalecida y dueña de mayores recursos. Se trata de un proceso activo de 
resistencia, autocorrección y crecimiento como respuesta a las crisis y desafíos de la 
vida. El poder de superar los golpes terribles de la fortuna pone en tela de juicio uno de 
los axiomas de nuestra cultura convencional, según el cual no es posible eliminar los 
 26 
efectos de los traumas tempranos o graves que se han sufrido, la adversidad siempretiene, a la corta o a la larga, efectos perjudiciales en el individuo y los niños que nacen 
en el seno de familias perturbadas o –quebradas- están condenados. 
 La resiliencia implica algo más que sobrevivir a un suplicio horrible, atravesarlo o eludirlo. 
No todos los que sobreviven a estas situaciones son resilientes; algunos quedan 
atrapados en la condición de víctimas, relamiéndose las heridas e impedidos de crecer 
por la ira y la culpa (Wolin y Wolin, 1993). Por otro lado, las virtudes propias de la 
resiliencia permiten a las personas curar sus dolorosas heridas, hacerse cargo de su vida, 
amar y desarrollar una existencia plena. Para comprender bien la resiliencia, importa 
diferenciarla de ciertas nociones erróneas acerca de la –invulnerabilidad- y la –
autosuficiencia – [...] la resiliencia se forja cuando el individuo se abre a nuevas 
experiencias y actúa en forma interdependiente con los demás. (Walsh, 2004, pp. 26-27). 
 
Es un hecho reconocido abiertamente por los estudiosos y expertos que el 
concepto de resiliencia en el ámbito de las ciencias humanas aún está en 
construcción. 
 
Al respecto, Manciaux et al. (op. cit., p. 25) citan cuatro definiciones más, que 
convergen o coinciden, como tantas otras, al insistir en que la resiliencia implica 
la resistencia a un trauma, suceso o estrés considerados graves; en una 
evolución posterior, satisfactoria y socialmente aceptable. Pero se cuestionan 
algunos de los términos utilizados como ¿Qué es una evolución favorable y 
socialmente aceptable? y señalan el predominio de una objetividad aparente 
y de un carácter relativo de las definiciones, cuyas referencias están marcadas 
por la cultura, la sociedad y la época en que han sido establecidas. Estos 
autores concluyen: “Si la resiliencia es universal, nos gustaría tener una definición 
transcultural precisa y consensual a la vez. Es probable que sea imposible, [...] 
pero es esencial retener y asociar los dos componentes –resistencia al trauma y 
dinámica existencial- inherentes al concepto”. 
 
Con todo y la limitación encontrada respecto a la no existencia de una 
definición universal, existen consensos entre diferentes autores al respecto de la 
resiliencia. 
 
Un primer consenso se encuentra en que, al definirla varios autores se refieren 
no sólo a personas o individuos resilientes, sino también a familias y a 
comunidades. 
 
Un segundo consenso consiste en que se le considera un proceso en el que 
pueden diferenciarse factores de resiliencia, comportamientos resilientes y 
resultados resilientes (Grotberg, 2001). 
 
Ejemplos de definiciones que hacen énfasis en la resiliencia como proceso son: 
 
1. “La resiliencia no es un rasgo de personalidad, sino que las personas son 
actores y fuentes de las adaptaciones resilientes y las familias, escuelas, 
comunidades, servicios sociales son el escenario de promoción de 
 27 
resiliencia, propician su despliegue y proveen de factores protectores. Se 
redefine el concepto como procesos resilientes, entendiéndolos como la 
posibilidad de protección y autonomía frente a situaciones de 
adversidad, apoyada a su vez en el proceso de subjetivación. Resultaría 
un proceso inestable y relacional, condicionado en sus contenidos 
posibles por el modo de vida de los colectivos en los que los sujetos se 
concretan. 
Si bien esta redefinición plantea problemas operacionales, involucra 
aspectos procesuales-históricos en su desarrollo y determinación, lo que 
nos permite recuperar aquellas dimensiones culturales, simbólicas, 
asociadas a la calidad de vida, relativas a la intersubjetividad, que 
efectivamente condicionarán las posibilidades para que cada sujeto 
“escriba su historia”, construya su identidad, elija su modo de andar la 
vida,…” (Llobet, 2005, pp. 14-15). 
 
2. La resiliencia es un proceso dinámico donde las influencias del ambiente 
y del individuo interactúan en una relación recíproca que tiene como 
resultado la adaptación positiva de la persona en contextos de gran 
adversidad. Esta definición distingue tres componentes esenciales que 
deben estar presentes en el concepto de resiliencia: 
 
a. La noción de adversidad, trauma, riesgo o amenaza al ser humano; 
b. La adaptación positiva o superación de la adversidad; 
c. El proceso que considera la dinámica entre mecanismos 
emocionales, cognitivos y socioculturales que influyen sobre el 
desarrollo humano (Luthar et. al., 2000, en Infante, 2001, pp. 34-35). 
 
De acuerdo con Infante (2001, p. 35), las aportaciones que han hecho posible 
la segunda definición citada de la resiliencia como proceso, corresponden a los 
autores más recientes de una segunda generación de investigadores de la 
resiliencia, entre los cuales destacan Luthar y Cushing, Masten, Kaplan y Benard. 
Esta descendencia de investigadores plantea que la identificación de los 
procesos que están en la base de la adaptación resiliente permitirá avanzar en 
la teoría e investigación de la resiliencia y diseñar estrategias programáticas 
dirigidas a promover la resiliencia y la calidad de vida. 
 
El planteamiento de la resiliencia en términos de proceso constituye un paso 
hacia la sedimentación de una definición anclada en conceptos y hechos 
concretos que consecuentemente abre posibilidades a la creación de 
modelos de medición de este tipo de comportamiento. 
 
28 
CAPÍTULO 2. RESILIENCIA EN LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA VIDA 
 
 
Como ya se ha visto, la aproximación de la psicología del desarrollo ha sido una 
de las que han aportado múltiples elementos al sustento teórico y práctico de 
la resiliencia. Es de estos trabajos que provienen los estudios llevados a cabo 
con niños, consistentes en estudios longitudinales que se han extendido a la 
adolescencia y a seguimientos durante la vida adulta. 
 
Numerosos trabajos se han dirigido a la adolescencia dado el carácter de 
transición y crisis que caracterizan a esta etapa de la vida. En cambio, la 
resiliencia se ha estudiado menos en la edad adulta; aunque se conoce la 
función de las personas adultas como promotoras de resiliencia en niños y 
adolescentes, la observación del proceso de resiliencia durante esta etapa de 
vida no se ha desarrollado, sino en sobrevivientes de holocaustos, guerras y 
desastres naturales. 
 
El caso de la etapa de adultos mayores ha sido objeto de estudio de la 
resiliencia debido a la conjunción de factores de riesgo y de situaciones difíciles 
(enfermedades, pérdidas y duelos, cambios de rol social, jubilación, soledad, 
etc.) enfrentadas inminentemente durante este periodo de la vida. 
 
Independientemente de la investigación hecha alrededor de cada etapa de 
vida, la resiliencia no se da como fenómeno aislado, sino como un proceso en 
continua formación a lo largo de la vida y en función de los retos y 
adversidades que se presenten para cada cual a lo largo de su historia. En ello 
radica la importancia del estudio de la resiliencia en el ciclo vital. Después de 
todo, el concepto lleva implícita la posibilidad de “construir, preservar o 
reconstruir un vínculo positivo con la vida” (Vanistendael y Lecomte, 2004, p. 93) 
porque finalmente, como dice Frankl, citado por los mismos autores, “lo 
importante no es lo que nosotros esperamos de la vida, sino lo que la vida 
espera de nosotros”. 
 
Por supuesto, los estudios que abordan este proceso en etapas particulares de 
la vida han aportado datos para la consolidación del concepto. A 
continuación se presentan las observaciones realizadas en investigación 
reciente de cada una de dichas etapas de vida. 
 
 
2.1 La resiliencia en la niñez. 
 
 
Una de las aportaciones más enriquecedoras para el estudio del desarrollo del 
proceso de resiliencia ha sido la arrojada por los resultados de las 
investigaciones longitudinales realizadas con el seguimiento de niños que 
habían sido catalogados como de “alto riesgo” por las condiciones de 
29 
desventaja y adversidad en que se desarrollaban durante sus primeros años de 
vida y que desde el paradigmade “factores de riesgo” implicaba el augurio de 
un desafortunado devenir para su vida joven y adulta. Las características y 
problemáticas predichas y previstas para aquellos niños por parte de 
profesionales de la educación y de la salud no tuvieron lugar. Contrariamente a 
lo esperado, aquellos niños se convirtieron en estudiantes dedicados y brillantes, 
en buenos compañeros, amigos y en adultos bien adaptados y exitosos, buenos 
miembros de sus comunidades y sociedad. A partir de estos resultados ha sido 
necesario prestar atención a las tendencias autocorrectivas que movieron a 
aquellos niños en un sentido de desarrollo adulto normal, a pesar de haber 
vivido bajo circunstancias adversas (Werner y Smith, 1992, en Henderson y 
Milstein, 2004). 
 
En las décadas de los 70 y los 80, se desarrollaban ya, en el contexto del 
psicoanálisis conceptos que Cyrulnik (2002, 2002a, 2003, 2005) confirma y 
retoma en la actualidad como parte medular de su trabajo sobre resiliencia. 
Algunos de esos conceptos son la importancia de los cuidados y disponibilidad 
paternos y de la estabilidad familiar para el sano desarrollo de los hijos (Grinker, 
1962; Offer, 1969, en Bowlby, 1995) y la base de seguridad que el 
establecimiento de la relación afectiva con la madre representa para un hijo 
(Mary Ainsworth, 1977; Mahler, 1975, en Bowlby, 1995). Tales conceptos dieron 
lugar en la década de los 80 a la “teoría del apego” desarrollada por John 
Bowlby cuyo trabajo se caracterizó por la definición de una postura de 
psicología etológica muy enriquecedora del trabajo en el campo de la 
psicología infantil (Bowlby, 1995). 
 
Cyrulnik que, como Bowlby, fundamenta su trabajo en la etología humana y se 
desempeña como psicoanalista, ha realizado un trabajo sensible, apasionante 
y muy extenso de resiliencia en niños desde la más tierna edad, que revela la 
importancia del tipo de lazos establecidos por, con y alrededor del niño, incluso 
antes de su nacimiento. Así, el tipo de familia del que se provenga, los 
caracteres de los progenitores, los cuidados maternos, la capacidad de 
respuesta del niño a los estímulos, el temperamento, los aprendizajes, el carisma, 
la interacción establecida con el medio ambiente, las relaciones y los cuidados 
recibidos de la familia extensa, entre tantos otros factores resultan desde las 
observaciones de este autor, en dispositivos mejores o no para el desarrollo de 
comportamiento resiliente en los niños. 
 
El caso del tipo de vínculo afectivo que el niño establece con sus primeros 
cuidadores, es un ejemplo del trabajo de este autor que vale la pena señalar 
(Cyrulnik, 2002, pp. 69-75): 
 
Al enfrentar a niños de entre 12 y 18 meses de edad a la angustia de ver 
que su madre se ausenta para volver tras la llegada de una extraña, 
Cyrulnik observó cuatro tipos de vínculo afectivo: protector en el 60%, de 
30 
evitación en un 20%, ambivalente en un 15% y desorganizado en un 5%. Las 
características de cada tipo de vínculo son: 
 
• El vínculo protector muestra un niño que obtiene seguridad por la 
presencia de una persona familiar y tiene confianza para explorar su 
entorno y volver a compartir el entusiasmo por sus descubrimientos. En el 
momento de la separación, el niño encuentra alguna solución para 
resolver su angustia al acercarse a la puerta, volver a sus descubrimientos 
y aceptar parcialmente el acercamiento de la persona extraña. Al volver 
su madre se precipita para intercambiar con ella sonrisas, contactos y el 
resultado de sus exploraciones. 
 
• En el vínculo de evitación el niño explora pero no comparte. Ante la 
desaparición de la madre es difícil encontrar consuelo, pero cuando ella 
vuelve, el niño no se acerca para obtener seguridad. 
 
• El vínculo de carácter ambivalente muestra un niño muy poco dado a la 
exploración mientras su madre está presente. Al ausentarse ésta, su 
angustia es grande e incluso cuando ella ha vuelto, sigue siendo difícil 
consolar al niño. 
 
• El vínculo desorganizado muestra bebés que no han podido elaborar 
estrategias de comportamiento que les permitan estar tranquilos y 
explorar. No saben recurrir a su madre como base de seguridad al estar 
ella presente ni obtener tranquilidad cuando regresa y se aproxima, 
incluso se observa a estos niños permanecer inmóviles cuando su madre 
se les acerca, conservando la cabeza vuelta hacia otro lado, y llegando 
incluso a morderla o a pegarle. 
 
Las observaciones anteriores arrojan ya datos que permiten suponer qué 
grupos de niños cuentan con recursos para desarrollar comportamiento 
resiliente. El mismo Cyrulnik señala que un niño que ha establecido un vínculo 
afectivo protector será un niño que sabrá enganchar a otros adultos con un 
“comportamiento seductor” (carismático) y granjearse el cariño de las personas 
porque ha aprendido a relacionarse y a responder a los estímulos de forma 
positiva. De modo que, si por reveces del destino, uno de estos niños sufriera la 
pérdida de la madre, podría superar el trauma estableciendo vínculos 
afectivos protectores con otros posibles sustitutos maternos, reconstruyendo 
para sí condiciones de afecto y cuidado necesarios para continuar su 
desarrollo. La suerte de los niños que establecieron vínculos de los otros tipos 
sería diferente, a menos que lograran desarrollar comportamiento resiliente, 
modificando los patrones de relación aprendidos en la más tierna infancia. 
 
Por su parte, y reforzando lo expuesto por Cyrulnik, “Bernard (1991, en 
Henderson y Milstein, 2004) caracteriza a los niños resilientes como “individuos 
socialmente competentes poseedores de habilidades para la vida tales como 
31 
el pensamiento crítico, la capacidad de resolver problemas y de tomar 
iniciativa. Además, los niños resilientes son firmes en sus propósitos y tienen una 
visión positiva de su propio futuro: tienen intereses especiales, metas y 
motivación para salir adelante en la escuela y en la vida”. 
 
 
2.2 La resiliencia en la adolescencia. 
 
 
Al hablar de resiliencia en la adolescencia diferentes autores (Munist y Suárez 
Ojeda; Grotberg, 2004; Puerta de Klinkert, 2002; Llobet, 2005; Alchourrón de 
Paladini, 2005) coinciden en la pertinencia y relevancia de formar a los 
adolescentes como personas resilientes. 
 
En general, la mayoría de los autores coinciden en lo que Munist y Suárez Ojeda 
(2004, p. 147) señalan respecto a que es durante esta etapa de vida cuando los 
jóvenes aprenden a ser, a convivir, a hacer y a conocer y desarrollan 
competencias personales, sociales, productivas y cognitivas, entre las que 
figuran características relacionadas directamente con la resiliencia como son: 
 
• Autoestima • Aceptación de sí mismo 
• Autoconfianza • Autonomía 
• Sentido de vida • Resistencia a la adversidad 
• Construcción de la resiliencia • Construcción de valores 
• Construcción de la 
ciudadanía 
• Adquisición de pensamiento 
abstracto y de habilidades 
para el estudio y el trabajo 
• Participación solidaria, 
constructiva y creativa 
 
 
Los mismos Munist y Suárez Ojeda (2004) señalan que desde la experiencia de 
diversos investigadores se destaca como fundamental para la promoción de 
resiliencia la participación activa de los jóvenes como protagonistas, 
aprovechando su frescura, energía y entusiasmo como fuente de desarrollo 
tanto para los propios jóvenes como para los grupos en donde se 
desenvuelven. Es importante también el establecimiento de empatía por parte 
de los adultos, así como el reconocimiento de los jóvenes como personas y 
como grupo de valor, mostrando respeto por sus derechos. La resiliencia no 
debe asociarse con actos heroicos, sino con formas de enfrentar la vida diaria 
para lo cual es necesario promover las propias capacidades y desarrollar 
nuevas fortalezas. 
 
Edith H. Grotberg (2004, pp. 160 -161) define cuatro áreas que al interactuar 
favorecen la resiliencia y plantea la importancia de desarrollarlas cuando se 
pretende generar procesos resilientes en jóvenes ensituaciones de violencia. 
32 
Esas cuatro áreas están constituidas por los recursos externos (“yo tengo”), la 
fortaleza intrapsíquica (“yo soy” y “yo estoy”), y las habilidades interpersonales y 
las habilidades sociales (“yo puedo”). Cada una de las cuales implica: 
 
Yo tengo: 
- personas en quienes confío y me quieren incondicionalmente; 
- personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros o 
problemas; 
- personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta 
de proceder; 
- personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo(a); 
- personas que me ayudan cuando estoy enfermo(a), en peligro o cuando 
necesito aprender. 
 
Yo soy: 
- una persona por la que otros sienten aprecio y cariño; 
- feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto; 
- respetuoso(a) de mí mismo(a) y del prójimo. 
 
Yo estoy: 
- dispuesto(a) a responsabilizarme de mis actos; 
- seguro(a) de que todo saldrá bien. 
 
Yo puedo: 
- hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan; 
- buscar la manera de resolver mis problemas; 
- controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está 
bien; 
- buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar; 
- encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito. 
 
 
Pierre André Michaud (2003), al igual que otros autores (Llobet, 2005; Munist y 
Suárez Ojeda, 2004; Grotberg, 2004; Mansour, 2004; Born y Boët , 2004; Puerta de 
Klinkert, 2002; Cyrulnik, 2002, 2003; Vanistendael y Lecomte, 2002) plantea que, 
ante sucesos traumáticos o afecciones crónicas durante la adolescencia, bien 
vale la pena sustituir el paradigma del restablecimiento de la salud que coloca 
al joven en una posición pasiva, por el de una creatividad basada en la 
resiliencia en la que el joven protagoniza y asume un rol activo y responsable. 
De ese modo la aproximación al problema cambia y el abordaje de las 
situaciones que aquejan a los jóvenes, ofreciéndoles mucho más que una 
intervención terapéutica al apoyarlos en la toma de conciencia de sí mismos y 
de sus recursos, de su capacidad para responder a las situaciones de su vida, 
de la posibilidad y reto de tomar sus propias riendas con responsabilidad, de 
crecer y madurar con un horizonte abierto y prometedor. 
 
33 
Michaud (2003) expone tres casos clínicos ilustrativos de este enfoque que 
sustentan la postura descrita arriba y sugiere: 
 
a) Ante pacientes que padecen afecciones crónicas es favorable adoptar 
una postura de empatía, no de compasión, que permita a los 
adolescente vivir no como víctimas sino como dueños de su destino, para 
lo cual es necesario favorecer el fortalecimiento de las cualidades de 
carácter y las competencias de los jóvenes, proponiéndoles asumir más 
responsabilidades en su tratamiento e imaginando con ellos estrategias 
de adaptación y posibilidades de controlar la situación. Con el entorno 
habrá que trabajar en el mismo sentido apoyando con regularidad a sus 
familias e informando regularmente a adultos clave del sistema escolar o 
profesional. 
 
b) Ante pacientes que presentan disfunciones, problemas y deficiencias en 
el recuento de sus recursos es necesario dirigir la mirada al desarrollo de 
las potencialidades de los jóvenes haciendo de ellos sujetos dueños de su 
destino y con poder sobre su vida. En la juventud los adolescentes viven 
un doble reto para el cual necesitan ser preparados, tal reto consiste en 
convertirse en seres autónomos y darse cuenta de que no podrían vivir sin 
la ayuda de los demás. 
 
c) Ante pacientes con los que se interviene para la recuperación o 
reposición de un funcionamiento psicológico adecuado, por ejemplo, 
tras sufrir situaciones como agresión sexual o desintegración familiar, es 
necesario seguirlos antes que tratar de precederlos, tomándose el tiempo 
para dejar a los jóvenes la libertad de desarrollar sus propios mecanismos 
de adaptación, así como avanzar en la dirección que ellos indiquen, 
hallando así el significado y el sentido que los acontecimientos tienen 
para ellos. Es entonces cuando los adolescentes pueden pasar del papel 
pasivo de niños a expensas del entorno, a un papel más activo en el que 
se conviertan en actores de su vida y reconstruyan sus lazos afectivos. El 
establecimiento de lazos duraderos con al menos un adulto es un factor 
de resiliencia para niños y jovencitos de acuerdo con la mayoría de las 
investigaciones sobre resiliencia. Cuando los chicos y chicas encuentran 
apoyo en una red de personas (padres, terapeutas, maestros, familiares, 
compañeros y amigos) que los alientan para constituirse como 
protagonistas responsables de su vida. Estas redes sociales proporcionan 
y mantienen la cohesión de un ambiente que provee a los jóvenes de 
seguridad y compasión, favorecedores de comportamiento resiliente. 
 
Por su parte, Mansour (2003) presenta un estudio hecho en Palestina con 
jovencitas de secundaria (16 a 18 años de edad), en el que se comparan las 
reflexiones sobre resiliencia con los indicadores aportados por las jóvenes en 
cuanto a la valoración de su bienestar subjetivo, al considerar su vida feliz y 
productiva y contar con adecuada salud mental evaluada por un profesional. 
34 
Las medidas fueron contextualizadas en el ambiente familiar, de la comunidad 
y de la cultura en que viven. 
 
De acuerdo con los resultados, todas las jóvenes enfrentaban situaciones 
difíciles en diverso grado, por el hecho de pertenecer a la generación que en 
la infancia estuvo expuesta a los años de turbulencia política y militar, por lo 
que continúan viviendo en un clima ni de paz ni de guerra que compromete sus 
posibilidades de desarrollo: de las 898 chicas del muestreo, 235 son refugiadas, 
60 de ellas aún viven en un campo de refugiados y todas están sometidas a 
roles familiares y sociales tradicionales que son para ellas una fuente de estrés 
importante. 
 
Los resultados hablan por sí mismos cuando se observa la siguiente tabla del 
grado de satisfacción referido por las chicas de la muestra. 
 
 
Grado de satisfacción de jóvenes palestinas 
bajo condiciones de vida estresantes. 
 
 N % % válido % 
acumulativo 
Muy feliz 73 8,1 8,2 8,2 
Feliz 286 31,8 32,2 40,4 
Entre 
ambos 
363 40,4 40,8 81,2 
No feliz 106 11,8 11,9 93,1 
Nada feliz 61 6,8 6,9 100 
Total 889 99,0* 100 
Ausencias 9 1,0 
Total 898 100 
 
Tabla 1: Tomada de Mansour, 2005, p. 93. 
* Las cifras han sido redondeadas por la autora 
y se presentan tal como ella las documenta. 
 
Entre los resultados de este estudio que vale la pena citar están que 29,1% de 
las chicas que viven en campos de refugiados dijeron que eran felices o muy 
felices, frente a 35,5% de las que viven en los pueblos y el 44% de las que viven 
en la cuidad. Por ello Mansour concluye que la resiliencia está siempre presente 
y que la reflexión acerca del concepto es importante por más de un motivo. 
“Este ejemplo nos ha permitido entender mejor qué encierra el concepto de 
resiliencia, dando un rodeo por la sensación subjetiva de bienestar, la salud 
mental y los mecanismos de adaptación”. Aunque se pudo obtener cifras se 
“ha podido constatar que la resiliencia toca el corazón mismo de lo humano y 
que no puede limitarse a cifras y modelos estadísticos. Más allá de su relación 
35 
con la salud mental, la resiliencia está unida a la felicidad y al sentido que el 
individuo da a su vida”. 
 
Michel Born y Sylvie Boët (2005, p. 144) revisan la situación de delincuencia, 
desistencia y resiliencia de adolescentes que además de las dificultades de 
socialización y de construcción de la identidad inherentes a la edad, también 
han sufrido ataques de factores de riesgo que los precipitan en actuaciones 
delictivas. Para las autoras, la resiliencia frente a la delincuencia parece un 
proceso que se desarrolla unido a elementos dinámicos de la vida familiar en 
los periodos de la infancia y la preadolescencia, en las que tienen una función 
importante

Continuar navegando