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L. Iluminada e os Pilidos de Santiago

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J A I I r( 
Diamela Eltit 
h s Ediciones del Ornitorrinco 
- - LUMP e 
Diamela Elt 
1.1 Lo que resta de este anochecer seri un festin para L. 
Iluminada, esa que se devuelve sobre su propio rostro. incesante- 
mente recamada, aunque ya no relumbre como antaiio cuando era 
contemplada con luz natural. 
Por eso la luz elCctrica la maquilla fraccionando sus ingulos. esos 
bordes en que se topa hasta 10s cables que le llevan la luz. 
IanguideciCndola hasta la acabada de todo el cuerpo: pero el rostro 
a pedazos. Cualquiera puede constatar su labios entreabiertos y sus 
piernas extendidas sobre el pasto -cruzindose o abrikndose- 
ritmicas en el contraluz. 
En que el anochecer sustenta la plaza en su omamento, para que 
ella adopte en si las poses trinsfugas que la derivan hasta el 
cansancio, encendida por el aviso aue cae en luz sobre el centro de 
la plaza, entre 10s irboles y 10s bancos, para llegar hasta el cemento. 
donde permanece de espaldas. 
Porque el frio en esta plaza es el tiempo que se ha marcado para 
suponerse un nombre propio, donado por el letrero que se encende- 
r i y se apagari, ritmico y ritual, en el proceso que en definitiva les 
dari la vida: su identificaci6n ciudadana. 
que caiceri pur IUL coil CI I U I I I I I I U ~ U . 
Asi serin nombrados genericamente pilidos como escalaf6n pro- 
visorio. Esos que vienen desde 10s puntos mis distances hacia la 
plaza que prendida por redes elkctricas garantiza una ficcidn en la 
ciudad. 
Asi estin ellos y sus incontables poses: 10s cables son su punto de 
mira en la paralela del placer de la mirada. Espera ansiosa el 
luminoso y por eso se remueve entera cuando se siente tocada, con 
el pecho agitado y 10s ojos hlimedos. El luminoso no se detiene. 
Sigue tirando la suma de nombres que 10s va a confirmar como 
existencia; ese haz de luz largado sobre el centro del cuadrante que 
en la literatura produce indices, entre el frio del amanecer, mien- 
tras 10s otros pilidos se protegen contra 10s irboles en una distribu- 
ci6n casi bella por el recorte de sus siluetas. 
L. Iluminada en el centro de la plaza empieza otra vez a convulsio- 
narse. Los pilidos rotan sus cabezas para tener un mejor ingulo y 
s610 entonces se dispersan sobre el cCsped. Atentos. fijan sus 
miradas en el bautizo, mientras el luminoso acomete direct0 en ella 
te se golpea por tantas 
1 1 I. 
iueve las caderas bajo la luz: sus muslos se 
o y su cabeza colganl 
el pavimento. 
~e raririca ei nomDre en dos colores paraleios, el iuminoso amptia- 
do sobre el cuerpo escribe L. Iluminada y ritmicamente va pasando 
la cantidad posible de apodos: le escribe trinsfuga y la letra cae 
como toma filmica. Sin embargo, con nombre tan complejo, ella 
inicia de nuevo la algarabia y por eso el aviso adquiere una funci6n 
clisica que se vuelve medieval en su constancia, en lo ortodojo de 
su forma, en lo helado de su construcci6n. 
No en balde se acercan al centro justo cuando ella se retira y alli 
mismo muestran sus cuerpos que no plantean diferencias entre 
unos y otros: el aviso luminoso 10s encubre de distintas tonalida- 
des, 10s tiiie y 10s condiciona. 
Gimen por luz, orgi5sticos en sus ( 
Nadie diria que en Santiago de Chile PI 
que esos se distiendan como gemas. AJI GJ, LUII I ~ J I ~ I I I ~ ~ uc I U ~ 
irboles que les lamen el rostro y ella se frota en su madera por el 
pur0 placer del especticulo. Sumida en el Cxtasis de perder su 
costra personal para renacer lampiiia acompaiiada por ellos que, 
como productos comerciales, se van 
ciudadania. 
Asi podria haber estado a pesar del frlo; expuesra en rorma non- 
zontal despuCs de haber perdido el nombre propio, inmersa, bus- 
cando la luz con 10s oios desorbitados por la transparencia. Mbs 
a ofertar en ksta desoiada 
I-. _.._...-A- ~ r 1 - 
pilidos en sus came; cetrinas estrujando el plackr a cualquier 
costo, mirindose en la plaza, con las cabezas arrasadas, transpor- 
tados de electricidad, balbuceantes. 
A ellos, que pudieron brillar de otra manera, estin aqui lamiendo 
la plaza como mercancias de valor incierto. 
Por literatura podrian ser comparados a zafiros y a 6palos, a 
celestes aguas marinas. 
Para decirlo nuevamente: 
La luz del luminoso, que est5 instalado sobre el edificio cae en la 
plaza. Es una proposici6n de insania para recubrir a 10s pilidos de 
Santiago que se han agrupado en torno a L. Iluminada nada mis 
que como complemento visual para sus formas. 
Porque este luminoso que se enciende de noche esti construyendo 
CII mpncaip nara pllnc . C I I I P cri ln a pea hnra alran7nn cii nlpnitiid 
Por eso el luminoso, en plen: 
literarios, por ejemplo decid 
Sindalo, mis el impuso muri6 a1 caer sobre su erizada piel en la 
metamorfosis de tan c 
Decia volantina pelarl; 
Destroz6 el impulso d 
habia fabricado para e 
Por eso es que en la y.-.. u1 wv..J..b.. s.yvU u1 w.nb.U.LUYU 
elictricos: por una parte el asignado a1 cuadrante y por otra. el que 
se desliza del luminoso; esa luz que se vende. Asi por contrapunto 
sus labios han perdido su obsecuencia y su figura se devuelve 
engaiiadora bajo 10s rayos que convergen hasta su centro. Per0 no 
est6 sola alli. Todas sus identidades posibles han aflorado por 
desborde +lavando sus puntos anat6micos- sobrepasindola en 
sus zonas. Regida nada mis que por el horario asignado a la luz 
elictrica en la plasmaci6n del luminoso que la estria. 
Los pilidos se han tomado las esquinas deala plaza y acurrucan alli 
sus cuerpos protegidos unos contra otros. sus cuerpos frotados 
que, en el bautizo, intercambian apodos en sus poros famdicos. 
Ellos se tocan y manoseados ceden. 
Nombres sobre nombres con las piernas enlazadas se aproximan en 
traducciones. en fragmentos de palabras. en mezclas de vocablos. 
en sonidos, en titulos de films. Las palabras se escriben sobre 10s 
cuerpos. Convulsiones con las uiias sobre la piel: el deseo abre 
surcos. 
Asi, las esquinas de la plaza adquieren movilidad por 10s cuerpos 
apiiiados que, unos sobre otros, conducen a un exterior. Pero no en 
su penetracih, sino en su apariencia que, en el renombre, exudan 
deleite y reapropiados constituyen el escenario. 
La piel de 10s pilidos muestra en sus aberturas su proceso y al 
fundirse en el siguiente demarcan infinitas posibilidades para 
cualquier mirada. Se arman y desarman en sus lineas. constituyen- 
do un engaiioso limite a la plaz,a. 
Per0 el luminoso 10s soporta. Sigue su tintineo con precisa regula- 
ridad. L. Iluminada en el centro. Suda a pesar del frio y por eso su 
came se expone a la luminosidad. M i s que nunca centellea alli 
controlando por contorsiones su claroscuro, mientras la luz toca 
10s bancos de la plaza, 10s irboles y la disposicih fabricada del 
J 
tierra se adhieren a su came. Para el que la mira es un espectbculo 
desolador porque balbucea. Cada uno de sus nombres es desmenti- 
do por su facha. 
Pero relumbra, a6n en plena osc 
Como bautizada se celebra entre ellos, mientras sus propias manos 
se acarician en profundidad perdiendose entre sus huecos. Partien- 
do desde la ordinariez mbs profunda para llegar por pose a la 
extrema delicadeza. 
Ella deja oir restos de lenguaje, retazos de signos. Socavada por 
tierra y pasto. Nutrida de savia. 
Se observa a si misma, como si su nombre le otorgara rasgos 
diferentes. Se toca la piel en el mismo momento en que se curva 
mbs a6n sobre el pasto, hasta que la caheza cae sobre la tierra 
reblandecida. 
En actitud de descanso. 
Sin embargo, est6 alerta al aviso luminoso, con la cara ligeramente 
crispada de jdbilo ante 10s tintineos, mientras desliza su lengua 
sobre 10s labios, su lengua mojada que 10s humedece. 
Las piernas estbn abiertas en posici6n descuidada y las balancea 
cada vez que en el centro de la plaza se recibe la luz. 
Los pblidos han llegado ahora hasta ese mismo centro y empiezan 
su particular representaci6n. Amontonan sus cuerpos y se dejan 
caer sobre el cemento. Asi se van en un ritmo tan dificil de 
visualizar que s610 el luminoso 10s ordena cuando muestra susrelajos. 
Con sonidos guturales llenan el espacio en una alfabetizacidn 
virgen que altera las normas de la experiencia. Y aside vencidos en 
vencedores se convierten, resaltantes en sus tonos morenos. adqui- 
riendo en sus carnes una verdadera dimensi6n de la belleza. 
Porque hasta Cse podria estar comprometido en la disposici6n 
azarosa de 10s cuerpos. Los mismos que se van preparando para 
una nueva circulacibn. 
Aunque no es nada novedoso, el luminoso anuncia que se venden 
cuerpos . 
A un precio no determinado. Es mbs bien el placer que emanan en 
lo profundo de su compromiso. Sus palabras caen en el vacio 
ampliando sus molCculas para petrificar lo eterno de la produc- 
ci6n. 
Para quC decir que la ilaman cuando se estructuran sus voces en el 
espacio. 
10 
' Si, cuerpos se venden en la plaza. 
En desgarrador sonido se convierten. 
Podria ser -tal vez- el Amado por lo masculino de su grosor que 
al llamarla la asedia para poseerla, a esa vaga que yace tirada en la 
plaza, evocando con sus indecentes movimientos quizis que sue- 
fios de entrega. 
Per0 10s pilidos siguen en el centro frotindose contra el cemento, 
rodando bajo 10s bancos de madera, frigiles de vestimentas pese al 
frio: gimiendo siempre. 
Per0 ya se ha dicho que no son propiamente gemidos 10s que 
escapan de sus labios. 
Un oido no entrenado en sus particularidades podria oir alli un 
especticulo de desgarro. Mas no es asi. Es la salvacidn de la 
bautizada. 
Se celebran en sus identidades. Son sus propios padrinos que se 
reciben y ella, ella es la que se rebautiza en cada uno. 
Es una fiesta. 
El luminoso sigue cayendo dindoles mis posibilidades, ampliin- 
doles la imagineria. 
Se ven proyectados hasta 10s bordes de Santiago, ornados de 
atavios: por robos y excesos accediendo a todos sus lugares. Por 
pur0 deseo propietarios al venderse a1 luminoso como mercade- 
rias. Esos son 10s que se esperan con ansias. 
Por esto, estin reducidos a goce cuando entre 10s haces de luz del 
luminoso se dejan entrever sus posibilidades. Ya se ha consumado 
la transaccidn y por eso la felicidad de esos cuerpos imprime 
gracilidad a sus movimientos. 
La armonia se ha asentado en la plaza. 
L. Iluminada tampoco permanece ausente del especticulo. Ha 
vaciado su mente de toda memoria y ahora construye y planifica 
s610 con 10s pilidos como referente: plasmados en su futuro. 
Ella, plenamente teatral por la observacidn de sus movimientos, 
camina erguida hasta el centro de la plaza para detenerse bajo la luz 
del luminoso que la alumbra por intermitencias. Asi se gesta su 
primera toma filmica: 
Ella est6 en el centro de la plaza, mientras sus pies se 
deslizan. Los cuerpos bullentes de 10s desarrapados que, por 
efectos de luz de un luminoso que cae desde un edificio 
cercano, produce en la piel un tinte ligeramente distorsiona- 
do y fantasmagdrico. 
Pudieraser quizis una toma orgiistica por la acumulacidn de 
tanto cuerpo, pero, en el cuadro aparece mis bien la pureza 
.1 I 
UVlIUb cI1 lU111~11V J la. L1U111111UUU, cI11 U11 L l U U U J V C I A ~ b l l I I I b I I L U I bull 
sus cuerpos frente a la cimara, llegan a constituir estkticamente en 
el lapso de tres minutos, una mirada admirativa sobre ellos. Una 
mirada mediada por la cimara que 10s asedia y en la cual, por lo 
bidimensional de 10s efectos de luz, sometan y se sometan ante 10s 
inaicaciones para la pnmera escena: 
Conformar cinematogriificamente algo similar a un mural en la 
plaza ptiblica, relevando lo marginal de! especticulo. Revirtiendo 
por ello 10s canones de la identidad a travks de la suma de cuerpos 
que neutralizan a1 miximo 10s rasgos, para provocar colectiva- 
mente una imagen depurada de 10s que, por desprendimiento, han 
ductilizado sus materias sometitndose conscientemente a1 deseo. 
En suma el ofertorio. 
Asi: 
Pieles marchitas sin espectacularidad. 
El goce reflejada en sus rostros. 
Pese a la iluminaci6n conservar el especticulo noctumo. 
Dar autonomia y flexibilidad a cada uno en su pose. 
12 
La persistencia del agrupamiento. 
El Cxtasis del extra que en la -n-*nll- 0- *-n-*--- ---a 
elemento estructural. 
Sefialar el vicio de la mirada. I( 
Insistir en esas mismas caras marchitbar iiiac.iiciiiaa, Gaaa llllalllaa 
caras’que enfrentadas a la noche, Cse habri visto como su peligro 
cuando surgen sorprendiendo en las esquinas. Y Cse entonces 
-sudandc+ apretari las piernas porque su penetraci6n mis que 
jdbilo seria el tizne blanco. Quizis por eso el terror a esa figura 
humana apurm’a sus pasos hasta olvidar esa imagen. 
Porque Cse intuye las piernas ulceradas y cuyas manos, mientras la 
noche avanza, bajan 10s pantalones para recorrerse una a una las 
llagas abiertas que ya no responden a ningfin tratamientol venda- 
das con tiras sucias para evitar la fricci6n con el gCnero que las 
cubre y por esto, al sentirlas junto a su piel sana, esas mismas 
piernas supurantes lo mancharin de nuevo en su limpieza, en el 
cuidado incesante que cualquiera se prodiga. 
Per0 en fin, por pantalla, el terror y el deseo de 1 
sanidad se manifestari como errata y entonces ugiira ir sus pasus 
hacia la plaza pfiblica, elevari sus ojos hacia el luminoso, se 
aligerari de ropas, abriri sus piernas tendido de espalda en el 
cemento y de deseos se habrfi consumado en otro, hasta que el 
mismo cemento, por dolor de la pose, le rompa la piel y Cse 
entonces se veri en cada una de sus llagas y la piel decorada brille 
con la luz del luminoso y s610 asi sepa verdaderamente de alguna 
clase de vida. 
Ah, de miserable en sublime la plaza. Alucinada es. 
Porque la plaza produce desvm’os. 
Pnr ejemplo: 
Si 10s pilidos que obtuvieron nuevo nombre ciudadano prescindie- 
ran de L. Iluminada perderian su soporte, es decir, quizis nadie 
pregonm’a ese hecho. 
Es que ella transmitiri la noticia, como predicadora su rostro 
transformado, sus mfiltiples facetas, esa absoluta falta de inscrip- 
ci6n sefialari la veracidad del acontecimiento. 
Per0 adn no es tiempo, apenas se construye en cada uno de ellos. 
Todavia &os no se renonen v vuelven a mirar I ~ P nniphnc W a n 
Errores de la primera toma: 
Los cuerpos tensados estaban rigidos, no por necesidad interna, 
sino por efectos de cimara: como terror. 
Ella misma no dej6 ver su mejor ingulo. escurri6 la mirada directa 
a la cimara, volvi6 el rostro ante el zoom. Los tijeretazos de su 
pelo eran demasiado regulares, las ligrimas previstas no afloraron, 
apenas se humedecieron sus ojos. Se mostr6 mis bien desafiante 
que serena. movi6 sus labios varias veces. Evit6 el roce con 10s 
pilidos. 
Por eso descansa en la plaza. Todos coinciden en la dureza del 
trabajo. Estin tendidos en el pasto observando 10s parpadeos del 
luminoso que se imprime con nitidez sobre el suelo. La luz elCctri- 
ca se intensifica denotando el verde del pasto, 10s bancos. 10s 
irboles. 
Alrededor circulan 10s autos con las luces encendidas. Los ruidos 
llenan la plaza. 
Ellos saben que en algunas horas deberin asumir unaetapa mis. Se 
preparan para ello ejercitando cada una de sus particulas corpora- 
les. Ahora si, a ciencia cierta afirman que el error no se reiterari. 
1.2 Por eso lo que resta de este nuevo anochecer seri el 
verdadero reencuentro para L. Iluminada y 10s pilidos que, perdi- 
dos en el azar de su transcurso, Ilegarin a la plaza para tenderse 
tirados sobre 10s bancos, per0 con el insomnio asomado a sus 
pupilas. 
Sus ojos que conservan impresos lo 
sin descanso por las calles recomenc 
interior que se les abre, para guaraar esas imagenes que seran 
revisadas con precisi6n cuando arriben a1 cuadrante a la hora de la 
prendida de las luces. 
Claro que se tienden en 10s bancos y ella 10s mira, asombrada por 
lo homogCneo del espectkulo. Sus m6sculos estin tensados mien- 
tras se acomoda en una de las esquinas para obtener un mejor punto 
de observaci6n. Se puede deducir sin errar que su estado general es 
precario, su respiraci6n agitada, ese brillo de sus ojos. 
Tiende sus manos, se aferra a1 irbol mis cercano y aproxima hastaalli su rostro: esa cara humedecida por las kigrimas, hasta que la 
separa de la corteza y aparece entonces una de sus decisiones en la 
plaza: 
Estrella su cabeza contra el irbol una y otra vez hasta que la sangre 
rebasa su piel, le baiia la sangre su cara, se limpia con las manos, 
mira sus manos, las lame. Va hacia el centro de la plaza con la 
frente daiiada -sus pensamientos- se muestra en el goce de su 
propia herida, la indaga con sus uiias y si el dolor existe es obvio 
que su estado conduce al Cxtasis. 
Se exhibe esperando la caida del luminoso sobre la herida: 
Si yo misma tuve una herida, per0 hoy tengo y arrastro mi 
propia cicatriz. Ya no me acuerdo cuinto ni c6mo me dolia, per0 
por la cicatrj 
Estrella su cabeza contra el irbol. 
Dice -tengc 
excedente y sus ropas manchadas se prenden con la caida del 
luminoso. Se abraza a si misma. se lame las manos nuevamente y 
a6n sus manos h6medas de saliva frotan sus brazos. Se tuerce en 
espasmos en el miximo de su energia. Los pilidos estin erguidos 
sobre 10s asientos v en cada uno de ellos se vislumbra la compa- 
id o que absorbe, manchindo- 
15 
se, la sangre que todavia le entorpece la mirada. Se vue 
ellos y 10s recorre con su sello particular. Tiene la herida auIGl La 
no se vislumbra adn la proporci6n del dafio. Levanta sus manos y a 
plena conciencia lleva sus dedos a la cara para reabrirse la piel 
partida. Su mirada esti difusa y alli en medio de la plaza, s610 para 
10s pilidos, deja oir un aullido y su voz aguda se expande y 
prolonga en la oscuridad. 
Su grit0 10s sorprende y esos desarrapados se levantan y poco a 
poco empiezan a acercarse a ella. La rodean para mirarla de cerca. 
Pero no la tocan. sus ojos tambiCn hdmedos/ de compasi6n sus 
ojos. 
-si yo misma vi 10s ojos de Cse empafiarse y dejarse caer sobre mi 
para cubrirme con sus manos amorosas, las mismas que solicitas 
curaron mis heridas. Sus manos- 
Aunque saben que ella necesita ese espacio precis0 para mostrar su 
especticulo. Ha adquirido otra identidad: por literatura fue. 
Asi se reconwe en su propia imagen, la que se reflecta sobre el 
piso cuando el luminoso deja caer un nuevo haz de luz. Por eso la 
sed la socava y su lengua reitera sus gestos sobre 10s labios. 
Se tiende sobre el pavimento para extraer lo helado. Se regula su 
respiraci6n y 10s pilidos tambiCn distinguen sus cuerpos y se 
quedan en el centro de la plaza adn conmovidos por 10s ecos del 
Se ha dicho que ellos tienen 10s ojos prendidos a otros paisajes, 
per0 ella, en la profundidad de su pose, les va borrando esa 
imagen; por su cara dafiada ella es la que sin duda 10s rige. 
De pedrerias es su cara, su piel como diamantes. 
Sin duda se prepara para ellos al asumir en si misma la posibilidad 
de rehacer la bautizada. Primigenia, se presenta ausente de res- 
guardo, por voluntad propia esti presta para el control del lumino- 
so que, en la oscuridad, adquiere su profunda penetraci6n. Todo 
esti dispuesto, ella alisa sus ropajes, levanta su cara: se ha produci- 
do un vacio en la plaza. 
Pero el luminoso no se detiene. Sigue transmitiendo 10s nombres 
propios hasta que la plaza no es nada mis que ella y 10s pilidos que 
con la mirada fija se reconocen en el relampagueo. 
Estin esperando su turno, para que el luminoso 10s confirme como 
existencia, es decir, 10s nombre de otra manera: renacen asi en 
este transcurso purificante, ya menos empalidecidos, porque se 
borra su color verificando la pCrdida voluntaria de sus anales 
ciudadanos. Por eso merodean en la plaza que 10s contiene hasta la 
grito. 
luz, remitiindolos hasta la felicidad anti 
la tecnologia les da vida. 
iD6nde fuera de la plaza se obtendria 
Los pdidos, con las cabezas levantadas. 
y empiezan sus movimientos de caderas perceptibles aun entre sus 
ropajes: sus muslos se tocan y se levantan del suelo. Pueden verlos 
adoptando otras identidades que se manitjestan en estertores ana- 
t6micos. 
Pasan sobre el cuerpo, primer0 el nombre y luego su gama total de 
apodos . 
Mientras ellos continlian con sus manipulaciones mimeticas cerca 
del pasto hasta enterrar sus cabezas entre las piernas. 
Los traspasados de insomnio, 10s estereotipados por palidez. 10s 
relumbrosos . 
Sintetizando en su nombre singular todos 10s otros que lanza el 
luminoso hasta recoger para si la identidad fundada en sus diversas 
apariencias. Y por eso, es ella la primera en comparecer en ese 
cuadrante, cuando la visibilidad es magra, cuando 10s ojos pueden 
confundir sus objetivos. 
El luminoso continda lanzando 10s nombres y apodos. atravesan- 
dolos, y nadie sera asi arrasado, nadie dejarh caer ldgrimas sobre la 
piel; lacios y abatidos de nhuseas sobre la concavidad. 
Esos que han obtenido con naturalidad su nombre propio, no 
pueden saber nada del vertigo de perderse en distintos residuos 
hasta dejar el climax de la palidez como linica alternativa, como 
mera came disponible. 
Vean la experimentaci6n en la plaza, no solitaria ni buscada: 
impuesta es/ trama su pose y permanece en ella por un lapso de 
vida. 
Asi es como se vuelve a desprender de su antigua costra rugosa. 
Abandonada a1 ritmo de 10s cambios del luminoso y, ante cada 
golpe, se toma la cabeza arrastrindose hasta el banco de cement0 
con la cara demacrada por 10s movimientos que la consignan hasta 
el borde . 
-sigui6 tremula en esos segundos para no desplazarse por seg- 
mentos porque estaba partida de plenitud al obtener salada mues- 
tras del escarnio, que no se midi6 en horas en que levantada y 
exhausta se tendi6 en poros transllicidos- 
-no se replet6 manada entre las piernas para recibir el luminoso 
contra su pecho toda la noche, hasta que su espalda era la veta de 
10s &boles que la recibian a cada embate, estragadd era una 
17 
imagen. Se encendi6 de aprensiones a las uiernas uroducidas uor 
6rdenes desde su cerebro. Cada apelati1 
tuaria simplezd vet6 su ritmo en un 
cando- 
-aprens6 el tronco del irbol para depositar alii el luminoso que ya 
refrotado as016 su cornea hasta perder la conciencia- 
-no ~ U V O otro rostro que como mercancia se pudiera relevar mis 
alto- 
Adn retumba su grito en la plaza, agudizindose ante la caida del 
luminoso para volver a producirse nuevamente con la misma 
intensidad con que originalmente fuera emitido. Su grito que se 
vuelve circular hasta que 10s pilidos se tapan 10s oidos para 
retomar la normalidad de la plaza. Convergen hacia el centro 
huyendo de 10s sonidos. Se le acercan para que ordene terminar; a 
ella que ante esa reproducci6n rehace su propio delirio. Su boca se 
abre ante cada intenumpida. Copia con su boca, se dobla a si 
mismd 10s irboles, el cCsped, 10s cables, 10s faroles, hasta 10s 
bancos son atravesados: se ha producido una nueva secuencia. 
Segunda escena, la producci6n del grito: 
El lumperio se dispone en 10s bancos que rodean el eje de la 
plaza. Ella est6 de pie justo a1 centro. El luminoso desde el 
edificio cercano deja caer sus intermitencias aclarando su 
imagen. La oscuridad se extiende en esos alrededores. Se 
filma. 
La cimara la capta desde el momento en que lentamente se 
tiende en el suelo boca abajo para permanecer en esa pose 
algunos segundos. Se establece una toma aCrea que contem- 
ple la figura de 10s pilidos acunucados sobre 10s bancos, 
destacindola a ella tirada en el suelo. 
Simultineamente, la otra cimara la seguiri en un primer 
plano de su rostro tocando el suelo, con 10s labios ligeramen- 
te entreabiertos hasta que ella levanta su cara mantenihdola 
?rguida por algunos segundos y violentamente la estrella 
:ontra el suelo, golpeando la zona de su frente que se raja 
jejando salir la sangre que de inmediato la bafiari. Se sentari 
:n el suelo con la cabeza entre las piernas y asi permaneceri 
por unos instances. Se levantari y cuando sea tocada por el 
luminoso de su boca estallari el grito. Los pilidos se incor- 
porarin de sus asientos. Serin registrados por tomas aCreas. 
18 
Permanecerln inm6viles cerca. Y entonces volveri a produ- 
cirse el grito una y 
La escenase cortai 
hasta su entrada en 
Para que ella se siente en 
boca murmure -tengo SI 
ojeras/ 
Ah, por una pura mirada, por 
historia. 
Comentario a la segunda escena: 
Gestar mediante la herida lo que se precisa para la producci6n de 
un grito. El mismo no va inmediatamente a la herida. sino algunos 
segundos despds, no es un grito propiamente de dolor en su forma 
automltica, sino mls bien una instancia utilitaria para justificarla. 
Para decirlo de otra manera, no es la herida la que causa el grito, 
sin0 exactamente a la inversa; para herirse era precis0 el grito, todo 
lo demls es un pretexto. 
Por eso la reiteraci6n continua del mismo. Volverlo a repetir 
amplificado hasta el ensordecimiento para que se vaya transfor- 
mando lentamente -,or tecnologia- desde el timbre femenino a 
distintos gritos masculinos pero conservando las mismas inflexio- 
nes: idCntica curva de recorridos. 
Hasta que despuCs empiecen a superponerse grito sobre grito y se 
anexe tambiCn la voz de ella hasta la distorsi6n extrema. Mezclln- 
dose ademis en tono menor otros sonidos -por e j e m p l w ciuda- 
danos que en forma abrupta cesan. En la imagen el lumperio 
presenta rasgos de placidez, por quC no decirlo. mls bien de 
felicidad. 
Indicaciones para la segunda escena: 
Hacer que resalte el privilegio del sonido inmediatamente que se 
ha producido la herida por medio del estatismo de la imagen. 
Solamente se filmari en planos medios y tomas aCreas. La fuerza 
de la secuencia es el grito que seri contrastado con el descompro- 
miso facial. La indiferencia relativa. Por esto la nueva bautizada 
revertirl el gemido primigenio. 
19 
TU1 CSU 105 pdllUUS bt: LCIlUCrdll CI1 IUS UiiIlCUS Ut: la pliiLii CIlrUI1qUC.- 
cidos por el esfuerzo, abrumados por sus estertores, prepariindose 
para las etapas que les procura el luminoso, ofertiindoles la suma 
de nombres literarios cruzados de tradiciones que 10s convertirin a 
corto plazo en mercancias omamentales. 
Acceden a1 grito que 10s salvarii. Para de nuevo ser objetos de 
deseo hasta la extrema manipulacidn. Cuando Sean multiples, . . . . :n+nrnn ,,,A+," A, ....,.. n .. r, ;rnlnAnr ~P. .A;&"AncP a- n...?nC n,.& 
VIJLUJUJ, GJLIILUJ UG I I U G V U y ~ c r r a r a u w a . p c ~ u r c r r u w a c c r r yuuaa yuc 
espacios habitables por 10s suefios de este territorio. 
Por literatura serii, para que Cse se engarce otra vez y hasta el 
luminoso se curve dejando caer el haz sobre su cuerpo. la transpa- 
linico no ficticio de todc 
Porque tambiCn la bautiz 
ceremonia con sus caras pallaas y ias pinras en que se orrecen 
rencia. y ent0nc.s salga A n In nln-n r n * r n r A n c ; A n 1, l o nlo-ro e n d 1- UG la yraLa ILVLIULLIUW y r a yraux a ~ r a rw 
3 este invento. 
,ada conduce a1 desenfreno. VCanlos en la ,.. . . . P 
como la perdida que se vende -a cualquier preci6- solamente 
porque la tomen en su oficio; como esta L. Iluminada que nada miis 
se oferta a la mirada, que se vende a su imagen. 
Por ejemplo: 
Si su voz rectora no asolara la plaza entonces la produccidn del 
grito se suspenderia en el exterior. Por eso ella inicia a partir de un 
acontecimiento la posibilidad de producir tambiCn en la garganta 
de 10s otros la misma trayectoria de su fusi6n. 
Asi permitiri la expansidn hasta que la plaza -entonces- no sea 
nada mis que una cuerda miximamente estirada por la cual en 
dirtininc rannlpc rnnfliivnn ecnq tnnnq. amidos o haios. v nor 
Errores de la segunda toma: 
Sin duda esta vez se han perfcLLlul lauu. L;JtuD l l l lJ l l luJ iiaii 
volado como profesionales, han soltado sus cuerpos, se han some- 
tido a la admiracidn condicionando sus pintas. En suma, han 
aprendido de la exhibicih. 
Sin embargo, tranca el absoluto del d 
permanente pacateria. Los que se rajan 
llegan. Si este grito no perfora, no sir 
Habria que mejorarlo por laboratorio, con mezcla de voces, elec- 
trhicamente. 
Per0 no seri asi. 
El error en el grito, su recato, seri rehecho en la 
hasta que ellos se abran de si y la tomen a ella en su m 
aue Dor la sonada de su voz. nada mis aue Dara ser DruvcLLauacl l CI 
ecoro de sus voces, esta 
asCpticos en la gritada no 
ve. - - 
misma plaza, 
iiximo. A Csta 
.-*.-..*..A,. -- -1 
JUIU p i GJU JG J I ~ U G ic i ic iai iu 
coherente con el pestaiieo del 1 
caidas le surge como acompaii 
Grito y luminoso se acechad 
Como enemigos en la noche compiten. 
Hasta que el acercamiento se vuelva inevitable y se deborde la 
misma plaza en el abrazo obsceno en que grito y luminoso se 
acoplan. Se funden el uno en el otro y por fin - e n plena noche- 
surge como uno el Sacramento. 
El Sacramento en la plaza, la borradura del pasado y esos mismos 
-e1 lumperio de la ciudad- se convulsionan para sumergirse en 
su centro, para ser tocados en la testa que se doblega contra el 
cemento, suplicantes, con la saliva que cae y 10s ojos enrojecidos 
por el encandilamiento. Estos mismos desarrapados que se llevan 
las manos a1 pecho y sienten con dulzura 10s latidos de su coraz6n. 
Porque no son ejCrcitos en la noche, no son nada en realidad. 
0 mis bien la puesta en marcha del momento primigenio de la 
bautizada, en que lo natural del agua se suplanta por la tCcnica que 
de modo mis efectivo penetra y deslumbra. 
Abren sus ojos, se dilatan las pupilas ante tanta maravilla y todo 
gesto, todo ropaje mostrari las dos caras del Sacramento. Porque 
renacer es extraer el momento de la caida, el vicio que posaban y 
dejarlo es el miximo sacrificio para que la plaza - c o m o lugar 
solicit- chupe en si sus impudores y hervida sea el lugar de la 
21 
memoria, cuando perdidos y desesperados arrastraban sus cabezas 
contra el pasto antes que el luminosc 
Por eso la plaza se ilumina en la noc 
iQuk manos encienden la luz elkctrica 
la noche? 
Pero ella est6 rodeada del lumperio que repasa sus papeles. sus 
roles asignados y el estatismo que 10s somete al aburrimiento. 
Estas son las tomas, la mera exposici6n de sus cuerpos que de tan 
propios se vuelven fastidiosos. Por eso se indagan para sacarse el 
partido que corresponde. Hurgan en su memoria filmogrifica y es 
la ausencia del color, salvo el de la noche, la carencia. 
Porque no hay colores, huella de matices hay. 
Aunque esto no es verdaderamente exacto. las tonalidades existen- 
tes no llegan a sorprender por la estatura de lo cotidiano. 
Ese es el problema. 
Pero lo salvan justo a la hora en que deberin descansar en este resto 
de noche. Irin hasta 10s bancos de la plaza, no para dormir, sino 
para reimprimirse en'las pupilas in- ' 
Salvados y rehechos permanecerin 
22 
1. Vuelven 10s pilidua a la p a ~ a pdld U C I I I M I I C L C ~ a111 W I I GI 
cuerpo distendido, apoyados con sus 
irboles - cCsped - luz elCctrica - cei 
ramas y cables que trasladan luz a 1 
faroles que tambiCn iluminan 10s bancos 
y mi cara de madona mirando su cara de madona. 
.pa- 
.- Y'.---I =.---, .W"b" ... V \".. a- --- \--- -- --_- 
perfilada la frente - 10s labios - la nariz - perfilados enteros 
por luz elktrica 
y mi cara de madona busca su boca de madona y toca interior 
su lengua profana. 
3. Porque permanecer tanto tiempo expuesto a1 trio y rigidez 
hace que el cuerpo se agarrote. 
diseminados como esculturas 4ntensamente pilidos- en 
la plaza 
se estremecen las rodillas -due len las orejas- escasea el 
aire en 10s pulmones 
adoloridas las manos -helado el rostro- cansado el cuerpo 
y mi lengua de madona moja su lengua de madona tem- 
blando. 
4. La oscuridad no es para la plaza. La luz elCctrica denuncia 
cada vez 10s cuerpos apoyados contra 10s irboles. 
a una hora determinada -a1 oscurecer- se enciende la luz 
pfiblica 
todos Ios faroles relumbran en la plaza 
cae la luz elCctrica sobre la plaza iluminada en sus costados 
y mi lengua de madona toca su pecho de madona y lo moja. 
23 
5. i N o sera una 
ramas? boner 
monocorde la 
de txtasis y re 
de muchos enulcs uc IIIGIILE: CII U I ~ I I L U - UE: L I ~ U ~ J U 
v mic Inhinc de mndnnn cnrhm cii wrhn AI- marlnnn rnn 
6. i.Si tuvieranel crane0 aDierto-! i , ~ si ruvieran Sonaas y 
espalda agarrotada. 
con estkma de rasgos -marcados de fueg- desmeciados 
1.4 Cuando a1 oscurecer 10s insomnes llegan adornados a1 
sitio escogido. Ahora que el frio aumenta y el cuerpo se traspasa 
azuloso. Tanto frio en la plaza que 10s pulmones se inundan y hasta 
la respiraci6n cuesta. 
Efectivamente, la oscuridad se hace dificil de disimular. Incluso 
10s focos del encendido pliblico no absorben la penumbra y 10s 
bancos de la plaza parecieran estar mojados por la helada. 
Por eso no tendrin descanso. Podrin s610 a instantes dejarse caer 
afirmados contra un Arb01 para volver a realizar cualquier actividad 
y asi desentumecerse. 
Aparecen envueltos en extraiios ropajes. Todas las modas se 
anuncian a retazos, per0 siempre el colorido es tenue, desteiiido. 
La misma opacidad que se complementa tambiCn con sus caras. 
Mis bien una suma de trapos 10s envuelve: ropa sobre ropa se 
abrigan . 
Porque pasar una noche con ese frio a la intemperie requiere de una 
determinada preparaci6n y es por eso que acuden como comple- 
mentos a diarios, ramas, desechos; cualquier cosa que por inflama- 
ci6n 10s caliente. 
Est6n de pie en una de las esquinas de la plaza. Se frotan las manos 
y mueven sus pies. De sus bocas se escapan 10s vapores de 10s 
alientos. Sus rostros e s t h borrosos recortados a contraluz. 
Per0 el luminoso gana con estas situaciones. Su caida sobre el 
centro de la plaza lo decanta alin mis en plena oscuridad. Nada lo 
interfiere en su relumbrar, por eso lo miran a intervalos y Csos se 
emocionan todavia ante su creciente nitidez. 
Y ella misma, que ha tornado su lugar, se va lentamente hasta su 
imagen y se pone bajo C1 para imprimirse. 
Sus ropas grises reciben 10s tonos del luminoso. L e sirven de tela 
para su proyecci6n. 
Porque un grueso vestido de lana gris la cubre. Ropa en ella apenas 
funcional, pero que sin embargo la particulariza. Su cabeza pricti- 
camente rapada brilla bajo las luces del luminoso y no puede evitar 
el movimiento que le da calor. 
Estin penetrados de frio que en Santiago, bajo el cielo raso, se 
vuelve insoportable. 
Demacrados sus rostros por este efecto. Ella tiembla y ellos enton- 
ces empiezan a agrupar sus desperdicios: encenderin una fogata. 
Sin sorpresas para el que 10s mira, porque Cstos abundan en la 
noche, calentindose a cualquier precio. 
26 
Es cierto que han encendido una pequeiia fogata en uno de 10s 
costados del centro de la plaza. Los extremos de la figura construi- 
da por el luminoso se diluyen, aunque en una apreciaci6n general 
adn conserva sus efectos. Se acercan a ella, incluso L. Iluminada, 
que 10s observaba desde lejos, se retira del centro del haz de luz 
para agruparse junto a 10s pilidos. 
Alimentan el fuego constantemente y sus miradas se hipnotizan en 
las llamas que, aunque dCbiles, les dan calor. 
Tienden sus manos y acercan sus rostros, algunos de ellos tiran 
mis ramas y papeles para conservar el fuego. Por fin se sientan a su 
alrededor. Ella permanece de pie aunque sus manos tambiCn se 
levantan sobre las llamas. Se lleva las manos a1 rostro y se frota 
con ellas. 
Cualquier ruido fuera de la plaza ha concluido, incluso 10s autom6- 
viles han cesado de circular, por eso cualquier movimiento de 
Cstos se vuelve perceptible. Nada 10s interfiere. 
Ella se ha alejado algunos pasos del grupo, insiste en volver a1 
luminoso. Levanta la cabeza hacia la luz, per0 de inmediato 
comienza a mover sus pies. Ellos siguen embelesados con el 
fuego, sus manos contindan tendidas y en sus rostros se ve un 
asomo de color. Algunos tosen por el humo, pero vuelven a 
incrementa la hoguera. La dureza del suelo 10s obliga a cambiar 
de posiciones e incluso algunos se levantan, aunque no se alejan 
del lugar. 
En medio de su balance0 10s mira y hay en ella un rictus especial. 
Los contempla detenidamente mientras abraza su propio cuerpo y 
se frota con las manos. Desde su ingulo se ve la cercania de 10s 
cuerpos, la silueta recortada de sus brazos alargados, 10s perfiles 
de esos rostros. Sonrie al mirarlos con un gesto complaciente e 
incluso admirativo. 
TambiCn constata que el fuego est6 a punto de extinguirse. Ella 
misma comienza a recorrer la plaza y pese a la oscuridad alcanza a 
distinguir papeles o ramas o cartones. Todo esto se empieza a 
acumular entre sus brazos. Va hacia ellos y deja caer el precario 
combustible. Vuelve a 10s rincones de la plaza y una y otra vez 
recoge sus residuos. 
Pasa el tiempo. Vuelve en el tiltimo viaje, pero de sus manos caen 
algunos pocos papeles y una que otra rama. 
En fin, ella ha limpiado la plaza. 
Pero todavia la fogata seri alimentada por otro lapso de tiempo. 
Ellos seguirin protegidos del frio, para que ella pueda seguir 
27 
j e como punto de Gbservacidn hasta lograr ver el rostro que 
:orrespondia a la espalda, para ver las otras manos tendidas, 10s 
F . I < - . * . .. 
contemplindolos con 1 
perfecci6n de sus pose! 
sea analizada en sus caracienwcas parucuiares. iarnoieri sub espiu- 
das curvadas, sus movimientos y hasta el sonido de sus ropas. 
Por eso cambia de lugar en el centro de la plaza. Se mueve en este 
e 
perriies, el gesro que acompana el camoio en la pose. yor eso su 
mirada est6 atenta y su rostro anhelante. Ya no importa el frio, 
perderia el placer de la observaci6n si se confundiera con uno de 
ellos y por eso mismo nadie testificaria la escena: corrigiendo 10s 
angulos, midiendo la crecida del fuego cada ve 
menta. 
Se desplaza con rapidez hasta que el vertigo de la I I I I I ~ U ~ ~ G I I I I I L C 
s610 la observaci6n de fragmentos. Como un travelling su mirada. 
Pero tambiCn se extendera la otra mirada y ella alli sera consignada 
como la que mira. 
Poraue si bien esta imagen 
C 
z que se imple- 
que han construido es de tristeza, " 
tambiCn de placer es. 
Porque el luminoso 10s ordena en una alterada magnitud. 
Que aunque la calentura de la electricidad es insuficiente produce 
desvm'os. Por eso ella la prefiere y 10s palidos se acercan a su roce 
para encenderse. 
Per0 volvamos, si las llamas 10s mantienen abrigados a ella se lo 
deben. Per0 no como bondad, ha sido para su propio gusto. Por las 
visiones que les saca en el agrupamiento. 
Ya de observaci6n se ha repletado. Empieza a seguir ahora 10s 
tonos que el luminoso le deja sobre su ropa. Un rayo le marca sus 
vestidos y la deja iridiscente. De una forma distinta a la luz de las 
llamas sobre las siluetas de 10s palidos, como si la tCcnica la 
embelleciera dejando a 10s otros en la tradici6n fantasmal. 
Esos parecen opacos y disminuidos, ella en cambio construida 
est& 
Parece imposible que puedan continuar quietos junto al fuego. 
Empiezan con frecuencia a volver su rostro hacia Csa que se ubica 
bajo el luminoso y de uno en uno se levantan para acercarse. 
No han terminado la ceremonia. 
Le han dejado un hueco para que se acerque a la hoguera evitando 
que 10s cuerpos la rocen. Proyecta sus propios rasgos a traves de 
las llamas, enmarcada por el luminoso que la embellece. 
Ella toma su lugar. 
28 
a. 
or la adormece, 
)bre el suelo, su 
El lumperio se dispone entre las luces de la plaz 
Est5 hipn6tica a1 mirar la enrojecida llama: el cal 
sus ojos se entornan, su cuerpo se curva sentada s( 
actitud general es de descanso. 
Per0 vaya si la desafian; esa manera de pararse bajc 
provochndola: otra identidad 10s corrompe. 
Para que ella responda la empujan con seiiales 
extraen fuerzas, la estimulan para llevarla a1 des 
Ha baiado sus oios para no mirarlos. Se resiste a ello, adiura por 
I**rrnc 
P i 
At; 
aPl 
Pa! 
ble que la hostigan, se afiade el vertigo 
se torna amenazante. 
Solamente para que ella murmure - 
fuego, indefensa, tiranizada por su pr( 
misma estupefacta me he sentido llevada de mi a sabiendas de lo 
que me emeraba. sola v encendida (ardiente estaba) v esta cara 
d 
S 
Im-m*-nrn 4nAn In ninTn 
C 
SI 
Los satisrecnus se tienuen D ~ J U ias i u ~ e s , repusan sus caue~as en ei 
cemento. No la miran. 
Vc n n m o n n Qh;avto r n h r m Inc l l o m o r c o m h ; o AP rnlnr t o r n h i & c i i 
IC: I U I I I I I I W J W , tuua la yiua 
.tengo sed- arrimada al 
)pia estadia -cuando yo . . I . . . . . 
1 I 4 
esencajada me auspici6 una h i c a altemativa- 
,olamente para otorgarse nueva identidad acude a la tradici6n y 
omo una cita, frente a la fogata acerca su mano, adelanta su mano 
obre las llamas y la deja caer encima. 
_ _ _ _ r * - r - - ~ - - --.:-->--I--:- i--i. ___- _-___-_ ---- --L ---- _ _ - 1 
1 JU i i iai iw a v i u i c u J W W I C ~ U J iiuiiacao ~ U I I I W I U ub ~ W I W I , LUILLVL~. I I JU 
cara se reviene. Mira la mano, las ampollas que se levantan, la 
contracci6n de 10s dedos. 
El nuevo daiio se ha producido y por ella otros daiiados compare- 
cen. Se ha abierto un nuevo circuit0 en la literatura. 
Apoya su mano en el cemento frio. Se estremece. Se avecinan para 
ella convulsiones. 
Dice -tengo sed- y 10s otros comienzan ahora a mirarla sin 
perder uno de sus movimientos. Los apodos recaen sobre ellos con 
propiedad. Ya no hay rastros de sublevaci6n: Vaya bautizada. 
esa mirada perdida la conduce al desequilibrio. No ve su mano que 
la ha alejado de si para dejarla sobre el cemento, su mano caida 
sobre el suelo. 
Porque en todo lo que resta de la noche no se acercar5 a &os. 
Su noche de gloria que de la desesperanza la impulsa a esta 
29 
felicidad, a la extendida sobre el cement0 frio de la plaza. Ya noes 
s610 ella, sino el rob0 que ha ht 
Y asi la quemada le dari nueva 
voluntad. 
Ha quemado su mano en la incipiente pira y su carne ennegrecida 
le encoge la piel. Descubre su brazo atestiguando la desigualdad de 
color. Definitivamente ya no le duele. Y por primera vez 10s mira y 
ahora es ella la provocativa. Ni un grito ha escapado de su boca. 
Ella es una profesional. 
Los mira y levanta para ellos su mano. El fuego esti muerto y s610 
el reflejo del luminoso y 10s faroles permiten la observaci6n de su 
gesto. Abre sus dedos lentamente. Muestra la palma de su mano. 
Se cubre la cara con ella. 
Asi quedaran plasmados para que ellos con el entumecimiento y el 
frio se erijan en victimarios como rol asignado. para llegar a ser de 
nuevo en esta funci6n victimarios de su propia indefensibn. Con 
este nuevo poder se distienden todavia mas. La noche les ha 
otorgado au tonomia. 
Con la palma de la mano entre sus labios dice -tengo sed- y son 
sus mismos labios 10s que la hieren con sus movimientos. 
Per0 entonces con la boca pegada a su mano comienza el sentido 
inverso de su frase. Desconstruye la frase, de palabra en palabra, 
de sflaba en silaba, de letra en letra, de sonidos. 
Torciendo su fonttica. Alterando la modulaci6n en extranjero 
idioma se convierte. Ya no es reconocible y su gwganta forzada 
emite con dificultad las seiias. SeDara su mano de la boca Derdida 
de la legibilidad del mensaje. 
capaz de sacar sonido, ni mer 
Ha desorganizado el lenguaje. 
Sus esfuerzos son considerables. r acbc I I IQJ uIG11 ulla llluua YuF; 
su necesidad de expresi6n gesticulara abriendo exageradamente su 
boca, entrecerrando sus ojos y entonces se convirtiera en un 
especticulo grotesco para aquel que, sin esfuerzo, y en armonia se 
deja oir. 
Enferma parece. 
De esos limitados en sus capacidades que insisten en mostrarse 
ante 10s sanos para participar entre ellos. 
Los desarrapados en el centro de la plaza est6n sorprendidos y la 
compasi6n 10s inunda. Muy juntos sus cuerpos sin ambages se 
tocan. Es algo mis que una medida de protecci6n. Contornean sus 
cuerpos s6lidos bajo el luminoso. Mirarla en esa situacidn de 
30 
deterioro, haberla empujado a eso por la minusvalia de la mirada 
10s hace llegar a constituirse en otros. 
Agrupados en el centro y sobindose I 
rebelada por su condici6n. 
Por este momento, nada mis que por brutaiiaaa, se arma la 
siguient 
Tercera _-_ ____. 
Ella esti tomada desde el minuto en que se acerca a1 fuego. 
La cimara hace un travelling hasta que se queda a la orilla de 
la pequeiia fogata. 
Por corte la escena mostrari el lento agrupamiento de 10s 
pilidos bajo las luces. Sera tomada en plano medio. Vuelve 
la cimara a ella que se deja adormilar junto a1 fuego en una 
actitud relajada, una pose que dC cuenta de lo placentero del 
calor hasta que ella lentamente vuelva su cabeza hacia el 
lumperio. Entonces la cimara 10s toma a ellos y muestra la 
intensidad de sus miradas, el anhelo general, mis bien una 
perversidad gestual. La cimara la toma en su resistencia. 
Intenta cerrar sus ojos para no verlos. No puede. Finalmente 
se vuelve hacia las llamas y muy lentamente acerca hasta alli 
su mano izquierda para sumergirla. Su cabeza se hunde sobre 
el pecho y s610 es perceptible el ingulo de inclinaci6n. 
La c h a r a capta en primer plano la mano consumiCndose en 
las llamas hasta que se retira. Se toma ahora el lumperio que 
ya no la observa, ensimismado como est6 con 10s rayos del 
luminoso. 
Ella se deja caer sobre el pavimento y separa el brazo del 
cuerpo hasta reposar la mano sobre el suelo. En primer plano 
se toma parte de su rostro que modula -tengo sed- y la 
cimara se aleja y toma en gran angular la plaza. 
Toma de tres minutos de duraci6n. 
Porque alguno podria decir que nadie quemaria su propia mano por 
una simple miradd ah si td dices eso es que no sabes nada de la 
vida. 
Comentario a la tercera escena: 
Cuatro instantes confluyen a la escena que entre si no son indepen- 
dientes: 
31 
El luminoso que va a regir esta nueva identidad, 10s pilidos que la 
adquieren, ella que se somete, y quemada y palabra como unidad. 
Por eso rictus, gestos, expresiones se van elaborando. La sutileza 
confirma esta escena en un borde extremo frente al cual el traspaso 
deberd ser absoluto. Por eso se debe explotar el intercambio de la 
situaci6n. Se presenta aqui una escena basada en la seducci6n que 
cada uno de 10s elementos ejerce sobre 10s demds. 
Serd vista como eso, la escenificaci6n de la seducida. Desde su 
resistencia hasta la entrega total. Esta misma humildad de la 
entrega en ellos que, partidos, se quedan at6nitos ante sus logros. 
Por eno la disnlircnria P I reratn la nasirin P I tprrnr d~ I n c nue 
ias 
la. 
,AS 
nurniiue que anranu. csraran uespruvisrus ue resaoius ueiectuosos. 
Cctnc ectar6n diirtilirradnc en ci i tntalidad al nrndiiriqe 
os 
Pnr ern - ". """, ""L"" ""I-.... .."I .... Y...."" Y.. "U .".UIIUUU ..a y'""U.#" 
ante sus propios ojos el cambio. La sorpresa ante su fragilidad I 
empujari a la perfecci6n. 
Toda sutileza est6 aqui contemplada para que surja y atraviese 
3 - 1 . f 
la 
camara, que sera someriaa ae una manera especial, como si ruese 
de algodbn, como materia frigil serd conducida. De la misma 
manera el luminoso. 10s bancos. 10s drboles. 10s cables. 10s faro- 
. . . . . . 
otros que en la agresi6n 
1 evocaci6n de 
I. . . .* 
Ella misma se rebasa en lo que el dolor deja como hueco y alli la 
confundida se entrega. De pura voluntad otra estructura se cons- 
truye y ella, ella es la suma de 10s 
resplandecen . 
Y toda palabra sea entonces idCntica a la tulguracion corporal a1 
rehacerse en otro espacio con la plaza como tel6n. L; 
este paisaje construido; el respiradero de la ciudad 
Luz del luminoso, herida, grito y atentado, se conviertan solo en 
un eco del lumperio que sufre transformaciones hasta que sus 
pieles se tornen fosforescentes y la imagen de la literatura aborde y 
condicione unos cuantos escritos. Encarnados en el brillo que se le 
saca a esos cueros marchitos, depreciados. Porque tendidos en la 
plaza sus mentes serin cuerpos para que L. Iluminada +om0 
material de observaci6n- reviente en la letra la Desadilla de estas 
noches. 
Si por ejemplo: 
El luminoso no hubiese caido sobre el centro de la plaza Cstos no 
habrian accedido al privilegio de la bautizada. La literatura se 
construye de azares, de la llegada hipotCtica a la plaza de unos 
cuantos que se sientan en 10s bancos para que 10s otros 10s miren y 
10s descifren. Y lo quese vende por la irradiaci6n del luminoso 
instalado en la altura del edificio cercano. es la eauivalencia a la 
plusvalia que alguien pudiera sacarle a I 
sobre el libro. 
Libro que muestra al luminoso que vel 
Y esa que llega a duras penas en la noche ull pLrrlv uIIIIbIpuuv, 
deamhula de simo en simbolo. hasta aue desbordada sea uno de 
mas palabias desplegadas 
ide: lenguaje seri. 
r-nn a n n nrnr;n ont;r;ndn 
~, - - __ - - - - - - - - - .~.~- .~~ ~~~~~~ ~ 
esos casos que mis valiera la pena olvidar. 
Sellar y tambalear lo dicho. Clausurar la escena. Quemar las 
tomas. Abominar de la cimara. 
Errores de la tercera secuencia: 
Mis que nada por agotamiento han llegado a producirse disparida- 
des. Algunos desatentos no han llegado a la toma en momentos 
exactos e incluso, la caida del luminoso se presenta como opaci- 
dad. Estin cansados, hasta ella que se mantenia en linea ha dejado 
caer su mano sobre las llamas en forma ripida, sin emociones, en 
un gesto descuidado. A menudo, en esta toma 10s ha mirado 
33 
desdeiiosamente evidenciando sus pintas, tal como si buscara otros 
horizontes. 
Ellos no la miraban, porque su quemada no 10s conmovia y ella 
misma parecia que recogia 10s residuos de la plaza nada mis que 
por llenar su tiempo, es decir, para agilizar su estadia. 
Pero, sin embargo, estos mismos han logrado, a pesar de todo, 
mostrar sus mis plugientes miradas. Han roto un par de prejuicios. 
Se saben imprescindibles en sus modales. 
Aunque de verdad que lo han repetido: gesto por gesto, paso por 
paso para el afuera de la cimara y en esta reiteraci6n han arrastrado 
sus manos por el cement0 frio de la plaza, han reptado por ella 
como animales y en su arrastrada han verificado la absoluta falta de 
base. Por eso como enajenados la buscan y lamen su cuerpo, se 
abrazan a1 pavimento, llegan al cCsped. Han rehecho la escena y 
entonces ella no ha sumido su mano a1 fuego, sino que tranquila y 
reposada ha dicho -tengo sed- y el lumperio con mano gentil le 
ha procurado el alivio y ella 10s ha ido tocando uno a uno, como 
una ciega que quisiera retener las facciones del otro, sus gestos 
posibles. Todos han sido tocados y cada uno de ellos le ha procura- 
do calor. 
Porque si el frio era real; cruzaba 10s huesos, sacaba el alma. Y 10s 
empalados se han entendido en esas horas fuera de Coda morbidad: 
como acunados han permanecid 
Supieron desde siempre que la e: 
para si tales sufrimientos. 
Porque de dulzura tambiCn Cstos permanecen y sus actuaciones son 
todavia m6s precisas, altamente ticnicas, porque en cada escena se 
impide el daiio. 
Veimosla con su mano extendida en la plaza. Es una de las partes 
mis bellas de su cuerpo. Su mano que lo coca. La conductora. 
Si es que ella repitiera en el relato -tengo sed- cualquiera, hasta 
el mds desarranado. le untaria 10s labios Dara deiarla Dlena. 
34 
M e pregunto: --jcual es la utilidad de la plaza publica? 
Yo mire extraiiado a ese hombre que m e hacia una pre- 
gunta tan rara y le dije un tanto molesto: -Para que 
jueguen 10s niiios. 
Per0 su mirada siguio pegada a la mia y m e dijo: is610 
para eso? 
Bueno -le respondi- es un area verde, trae oxigeno al 
ambiente. 
Per0 cuando ya creia que se iba a ir a otro tema, m e dijo: 
i D e veras que es solo para eso?, piensa un poco mas. 
Entonces empece realmente a esforzarme por recordar 
las escasas veces que yo habia permanecido alli, lo que 
habia visto y le conteste: -En verdad es un sitio de 
recreacion, aunque tambien llegan muchos enamora- 
dos, ahora que lo pienso, esta tambien llena de enamo- 
rados. 
- iY que hacen 10s enamorados en la plaza publica? 
-Se besan y se abrazan, le dije. 
- iY que mas hacen alli?, continuo. 
-A veces he visto que tocan sus cuerpos, conteste. 
-iQue quieres decir con que tocan sus cuerpos?, insis- 
ti6 el otro. 
-Se acarician, dijo el que interrogaban. 
- iY en que lugar exactamente ocurre eso?, dijo el inte- 
rrogador. 
-Generalmente estan sentados en 10s bancos de la pla- 
za, aunque a veces estan apoyados en 10s arboles per0 
est0 pasa menos. Ellos se tocan acariciandose sentados 
sobre 10s bancos. 
Asi lo hacen. 
El interrogatorio parecio detenerse, o al menos, el silen- 
cio lo indicaba asi. Por eso, cuando la voz del otro se 
levanto de nuevo el interrogado se sobresalto. 
- iY que mas has visto en la plaza?, pregunto con 
en erg ia. 
El interrogado se demoro unos instantes en contestar: 
-He visto viejos que tambien se sientan en 10s bancos, 
especialmente con sol hay muchos viejos, dijo. 
37 
- jY que hacen 10s viejos sentados en 10s bancos? 
jcuanto tiempo se quedan?, pregunto el interrogador. 
-No hacen nada, piensan, per0 si alguien se sienta a su 
lado ellos intentan conversar, por eso tal vez siempre 
estan solos o bien se sientan de a dos o tres, per0 nunca 
conversan entre ellos, solo hablan cuando su vecino de 
banco no es un anciano, respondio el interrogado. 
-Per0 no contestaste toda la pregunta, dijo el otro, 
jcuanto tiempo se quedan alli? 
-Por muchas horas, contesto. 
-jQuienes mas acuden a la plaza?, insisti6 CI ~ U C IU 
interrogabi 
Se agotabe 
vez mas en su magra observacion de la plaza haSta que 
una imagen llego a su mente. Por eso le dijo con tono 
seguro: 
-Mendigos, se ven algunos mendigos. Eso dijo. 
-jMendigos?, j y que hacen esos? 
-Se tienden en el pasto y he visto algunos que lo hacen 
sobre 10s bancos. Duermen de cara al sol cuando lo hay, 
o bien si es lnvierno y hace frio se tapan con trapos o con 
diarios, dijo el que interrogaban. 
-Y 10s demas j se molestan por sus presencias? 
-Nadie se acerca a ellos y si hay nitios cerca, estos son 
llamados por sus madres. Donde ellos estan se produce 
un vacio. Creo haber oido alguna vez que esta prohibido 
dormir en las Dlazas. diio el interroaac 
naDer en ia p a r a iueid ue uiius LUdllLU3 que 11ldldIJdlI dill 
su ocio. Dios mio, quienes mas acudian a ese lugar. 
Sabia sin embargo que debia responder, mas le valia al 
menos, por eso dijo: 
-Algunos desquiciados, llegan algunos locos que estan 
muchas horas igual que 10s demas, per0 estos, a diferen- 
cia de 10s otros, hablan solos e incluso hacen discursos 
incoherentes -se expresaba ahora mas sueltamente- 
per0 la gente, si bien tambien se aleja de ellos, no tiene la 
38 
misma actitud que hacia 10s mendigos como si supieran 
que ninguno les va a hacer datio. No es frecuente que 
aparezcan, per0 tampoco es tan extrario verlos alli. 
- iY como sabes tu que son locos?, dijo el que lo interro- 
ga ba 
dicer 
confunairios. 3e ve ae inrneaiaro que son emerrnos, que 
algo anda desajustado en ellos, estan en otra parte, su 
mente esta en otra parte. 
-iRecuerdas a alguno en especial?, inquirio el interro- 
gador. 
-No, a ninguno en particular. Me parecen tipificados, 
como si se constituyeran por suma, dijo, o tal vez es 
siempre el mismo que se presenta mas desgastado cada 
vez. 
No sabia que mas podria venir si seguian en eso. Ya el 
haber incluido a 10s dementes en la plaza le parecia 
asombroso, pues en realidad, casi no habia reparado en 
ellos. Siempre su permanencia en la plaza era mas bien 
un intermedio entre una cosa y otra y como tal, ese lugar 
no llamaba su atencion. Por eso le parecia ahora que era 
una especie de observacion inconsciente lo que afloraba 
y que vi0 mucho mas alla de lo que habia imaginado. Asi 
estaban las cosas. Per0 estaba seguro que las preguntas 
se-habian agotado. 
Per0 no. Se alzo la voz para decir: 
-Esta bien, revisemos todo de nuevo, ahora en forma 
ordenada y coherente. Describe la plaza, solo eso, descri- 
bela en forma objetiva. 
Era absurdo, definitivamente lo era. No iba a proseguir 
con ese juego, por eso dijo: 
-No, no lo hare, es algo estupido. 
El interrogador lo miro y le respondio: 
-Hazlo. Simplemente eso dijo. 
-Es un cuadrado -con tes t0 el que interrogaban- su 
piso es de cernento, mas especificamente baldosas gri- 
ses con un disetio en el mismo color. Hay arboles muy 
altos y antiguos y cesped. A su alrededor se disponen 10s 
bancos;algunos de piedra y otros de madera. Los ban- 
cos de madera estan pintados de verde y entra en con- 
-Bu 
39 
:on el color del pasto y de las ramas de 10s 
ai uutca. MlrJunos de estos bancos estan deteriorados poc 
el uso, faltan tablones en 10s respaldos de 10s asientos, o 
bien listones en 10s asientos mismos. Los que se encuen- 
tran en buen estado son los bancos de piedra, de seguro 
por su material. 
-2Y 10s cables de luz electrica y 10s faroles?, dijo el 
interrogador, jacaso no 10s has visto? 
-Si, es verdad, respondio el otro, hay cables y faroles. 
Se divisan 10s cables por entre las ramas de 10s arboles y 
10s faroles se disponen alrededor de la plaza. Tambien 
estan pintados de verde. Per0 no se prestan para una 
mayor observacion. Su funcion se evidencia en la noche 
cuando se enciende la luz. 
-jY que efectos dan cuando la luz esta encendida?, di jo 
el que lo interrogaba. 
-Se ve fantasmagorica la plaza, como algo irreal, dijo. 
Para ejemdificar Darece un sitio de oDereta o un espacio 
para Ii 
entonc 
-jHas 
jhas p 
-No, dijo, nunca he permanecido alii en la noche, solo 
he pasado cuando he ido en camino a otra parte, per0 
quedarme, jamas. 
-Esta bien, di jo el interrogador. Deiaremos este punto 
por el momento, p 
llegan a la plaza? 
Tenia pilo coniiir P I iiiorin r n PPR Piiiiarinn PI rnrnnnrrn- 
iero dimgentonces, en el dia: jquienes 
. I I F- _ _ _ _I* t l - - 1 _ _ _ _ _ _ 1- 
-----r-- -- 9"" ""y"" "I ,UVJV. -.. ""I "..--".".. -. 
adecuado era no dejarsevencer por la ira ni por el 
icio. 
idiencia era lo que correspondia. 
o calmadamente contesto: .- , a , - I ~ - - 
mientc 
cansar 
La obe 
Por es 
-He visto ntnos que juegan alii acompanaaos por sus 
madres o una empleada que 10s vigila sentadas en 10s 
bancos de la plaza. Conversan entre ellas mirando de 
rat0 en rat0 a 10s niiios que no se alejan mayormente. 
Algunos pequeiios de corta edad se caen y se golpean en 
el cernento, entonces, las madres o la persona encarga- 
da se levanta y 10s consuela hasta que 10s Ilantos cesan. 
A .,finme 
iento interrumpien- 
amente el cesped, 
_ _ - _ - I I - 
esta a su cargo a levantarse de su asi 
do la conversacion para separarlos. 
A 10s nii ios les gusta extraordinari 
ruedan sobre el, lo arrancan y de esa rnanera no s w i w 
ensucian sus manos, sino que ademas sus ropas. Las 
madres a veces no 10s ven hasta que 10s niiios se acercan 
y entonces les dirigen palabras de reconvencion. Algu- 
nas madres tejen e incluso otras bordan y Ilevan en sus 
bolsos alimentos para 10s pequeiios. AI atardecer se 
levantan despidiendose y se alejan con 10s nihos en 10s 
brazos o de la mano. La hora exacta va a depender del 
clima, per0 salvo en cas0 de lluvia siempre hay nihos en 
la plaza. 
Lo di jo de un tiron, como una leccion bien aprendida, en 
tono suave como se recitaria una buena pieza literaria, 
asi lo dijo. 
-Per0 tambien llegan viejos a la plaza, continuo, estan 
siempre abrigados, sea lnvierno o Verano. Estan solos y 
buscan sentarse al lado de alguien para iniciar una con- 
versacion. El pretext0 siempre son 10s nihos, per0 gene- 
ralmente la otra persona se cambia de asiento y por ello 
es frecuente ver dos o tres ancianos compartiendo el 
mismo banco en silencio. Prefieren 10s bancos de made- 
ra evitando 10s de piedra. Se quedan por varias horas ahi 
con la mirada que va de un lado a otro. Las mujeres 
tambien tejen y 10s hombres leen el diario a medias, pues 
sus miradas se distraen ante el pi 
plaza. A menudo se retiran deja1 
asiento cuidadosamente doblado 
Penso que debia agregar mucho mas some eiios, poaria 
hacerlo, per0 no lo hizo. 
-Tambien llegan enamorados, dijo. Parejas que se sien- 
tan en 10s bancos tornados de la mano. Hablan muy 
despacio y de cuando en cuando se besan. Aveces estan 
e n - + - A e e an nl miemn h3n-n niia silni'in sinpiann nl ~ I I P 
morama general de la 
ndo el diario sobre el 
aGiiiauua GII GI I I I I ~ I I I W U ~ I I ~ W q u ~ utyull U ~ Z V ~ U ~ ~ V , VI 
visiblemente molesto mira hacia otro lado. Las parejas 
rien y la mujer acaricia a algun nifio cuando jugando 
se acerca. 
Tambien la plaza es a veces escenario del fin de alguna 
historia. Conversan largamente y alguna vez la mujer 
ire entonces se siente visible- 
41 
mente avergonzado a causa de 10s otros que miran la 
escena y abraza a la mujer, no por gesto amoroso, sin0 
para cubrirla ante la mirada de extrahos, como si temiese 
que 10s demas lo culpasen. En esos instantes la mujer 
olvida el entorno, per0 el hombre esta pendiente de lo 
que 10s demas pudieran pensar de el. Generalmente el 
hombre convence a la mujer de irse con rapidez y ella 
abandona la plaza Ilorando. 
Se puede observartambien a otras parejas que se juntan 
clandestinamente. Se sientan en 10s bancos apartados, 
miran la hora a menudo y la impaciencia condiciona 
cada uno de sus gestos. Esos siempre parecieran que 
estan al borde del fin. Uno de 10s dos esta a la fuerza, 
como requiriendo un lugar mas intimo, per0 paradojica- 
mente abundan en la plaza, como preambulo para algo. 
Ellos no se quedan mucho tiempo, per0 siempre tienen 
un ritmo distinto al resto de la plaza. No se percatan de 
10s demas, por un presunto terror a ser descubiertos en 
su clandestinidad. Bajan el rostro cuando una mirada se 
cruza con la de ellos. En resumen, estan alli a su pesar 
como una manera de diluirse jugando con el azar. 
Per0 algunos jovenes se acarician sin disimulo. Se dejan 
Ilevar en el umbral de sus sexualidades. Tambien estos 
se apartan en 10s bancos mas alejados, o se tienden 
sobre el pasto y sus cuerpos se frotan. Evaden la mirada 
de 10s otros y sus manos se deslizan con sutileza. Per0 
sus caras 10s denuncian. Uno podria darse cuenta de que 
la posesion es inminente, que el deseo se tiende en la 
plaza. 
Se interrumpio. Con 10s ojos bajos dijo -tengo sed- 
El que lo interrogaba le respondio: 
-Mas adelante, concluye primero. 
-Per0 no solo 10s jovenes tienden su deseo en la plaza, 
. # . - ~ I _ _ A:z _ - _ - * _ _ _-l--l-- - *_- . .A- siempre estan presenres ias aiierenres euaues a iraves 
de las distintas intensidades con que exteriorizan su pro- 
cacidad 
Penso 
mas, per0 aeciaio guaraar aigunas reservas. H U ~ I I I ~ S 
todavia le quedaba mucho que decir de las personas de 
la plaza y su sed iba en aumento. 
I. 
que todavia podia nuevamente agregar mucho 
m . 8 . 8 I - A A - - L - 
42 
AI reves, debia ser mas sintetico, ahorrar el maximo de 
palabras siendo certero en lo que queria expresar. 
-Los mendigos, dijo, llegan a la plaza y permanecen a 
intervalos en ella. A veces, incluso llegan grupos de 
ellos. La gente les teme y evita que sus hijos se les 
acerquen. Son presencias amenazantes, no solo por el 
peligro de agresion, sino que por un posible contagio de 
alguna enfermedad que se pudiera extender por roce o 
cercania. No piden limosna. lncluso duermen alli tapa- 
dos con trapos o simplemente con diarios que cubren 
sus cuerpos en 10s dias helados. No les importa el banco, 
que puede ser de madera o de piedra. Duermen con la 
boca abierta y muy profundamente. Otros vuelven al 
lugar varias veces al dia, como si tuvieran algo que hacer 
y retornaran a la plaza a descansar. Es posible que vayan 
a algun bar que hubiese cerca. Eso es muy posible, ya 
que casi todos ellos estan alcoholizados. Se ven dema- 
crados y envejecidos. Las mujeres apartan a sus hijos y 
ellos mismos ni siquiera intentan conversar con nadie. 
Se saben alejados del resto. Pero, sin embargo, estan 
con la propiedad que les olorga el lugar publico. Tam- 
bien es notoria su indiferencia para con el resto y su 
enorme capacidad de desconexion con el entorno. Es 
frecuente tambien que empiecen a arreglar la bolsa con 
cosas que portan e incluso, saquen algunas tiras y ven- 
den sus piernas que yo he visto ulceradas y heridas. Si 
estan en eso y un niiio se les acerca, su madre o la 
persona encargada se 10s lleva rapidamente, repren- 
diendoles y explicando en voz aha que nunca,per0 nun- 
ca deben acercarse a ellos, que son peligrosos, que estan 
enfermos. Sus edades son indeterminadas, en fin, siem- 
pre estan yendo y viniendo. 
Deberia agregar a 10s otros que tambien rodeaban la 
plaza, 10s estudiantes, las personas de paso, per0 seria 
interminable. A no ser que fuera imprescindible no lo 
haria. 
La mirada del otro lo incito a continuar, la impaciencia se 
asomaba a sus ojos, por eso le dijo: 
-Algunos locos tambien aparecen y frente a ellos las 
personas mantienen una actitud distinta que frente a 10s 
mendigos. No porque se les acerquen, sino mas bien se 
43 
nota en ellos la conmiseracion mezclada con la ironia y el 
asombro. Ellos, por su parte, se caracterizan por sus 
discursos incoherentes que dejan oir en distintos tonos. 
Algunos, incluso con virulencia. Estan vestidos de modo 
similar al de 10s mendigos, per0 con toques mayores de 
extravagancia. Tampoco miran al resto. Aunque sus dis- 
cursos estan cruzados por insultos a un publico que 
nunca conforma el que 10s escucha. La vida de la plaza no 
se altera por su Ilegada. Despues de algun tiempo se van 
y el ruido de sus voces continua despues de sus figuras. 
-Eso es lo que se de la plaza, nada mas podria agregar. 
El interronador se levanto de su asiento v lo miro desde 
lo alt 
-Ed 
-Si, 
-Ya aescansaras, mas tarae, toaavia aeDes responaer 
:I timbre de su voz le 
:o, o6ligandolo a levantar su cabeza y le dijo: 
:as cansado. 
dijo el interrogado. 
, . . _ . . . . 
algunas preguntas. Y subiendo f 
pregu nto : 
-2Quienes llegan hasta la plaza 
-Los nifios, 10s que 10s acompa .. 
publica? 
iian, 10s enamorados, 
10s ancianos, algunos mendigos, ocasionalmente algun 
desquiciado, contesto el que interrogaban. 
ibe la plaza, dijo el interrogador. 
It 
e9 \I hanrnc halrlncac rlo romontn r6cnod ra- 
-Descr 
-Arb01 
bles de . u--+ - d n a a d 
-Hasta Ii 
10s farole 
-jEn qu 
-En dias de Iluvia, en la noche, en esas situaciones 
nadie se queda en la plaza, respondio. 
-Vamos, di la verdad; json tan distintos 10s mendigos 
de 10s locos? 
-En realidad no son absolutamente distintos entre si, 
--"I I,, I,,,, ,:,,,,, ,-*A, L-Ll,,A, ,-1,1,, ,,,"A- 
IUS IUGUS Slt3lllprt3 t3Sldll IICIUICIIIUU, pdlt3Gt3ll tjlldlUt3- 
cidos, per0 hay algo en comun 
nes, por el abandon0 de si qi 
I que pasa por sus faccio- 
le presentan, contesto el 
interrogado con voz cansadai 
El interrogador guard6 silencio algunos instantes y su 
voz se elevo de nuevo: 
-iA que hora se enciende la luz electrica? 
44 
_ _ _ _ _ ~ 
mtiago. 
intas se triviali. 
-No se exactamente, per0 su encendido corresponde al 
de toda la ciudad. Cuando se ilumina la plaza estan tam- 
bien iluminandose todas las calles de Sz 
Algo en definitiva se habia roto. Las pregu 
zaban cada vez mas. Per0 no era cosa de ponerse a 
discutir. Hasta donde pudiera iba a responder cualquier 
asunto que le preguntaran. Porque algo dependia de 
eso, si no por que el otro ocuparia ese tono; la impavidez 
de su mirada, la falta de gestosfaciales, la profesionaliza- 
cion de esa situacion. Tal vez era humillarlo o el pream- 
bulo para llegar a algo significativo y entonces el estaria 
tan cansado que diria, suplicaria y pediria agua, porque 
su sed seria entonces insoportable. Por eso volvio la 
vista con prontitud cuando el que lo interrogaba dijo: 
-Yo tambien he estado alli y solo por eso sabras todo lo 
que est0 podria alargarse para llegar de todas maneras a 
la inevitable conclusion. Asi es que no dilatemos el asun- 
to. Dime: 
-1Que has visto cuando se enciende la luz? 
-No he visto nada. 
-LNada? Yo vi las tomas y es mas, las desmonte hasta el 
momento de desarticularlas, cuadro a cuadro. Fue un 
t iempo excesivo en que el ray0 de luz me daba en la 
cabeza, per0 aun asi estuve hasta que termine con ese 
tra bajo. 
Eso era, pens6 el interrogado, de ahi su actitud. Todo se 
simplificaba si el tip0 6se habia visto las tomas. Eso le 
permitio decir: 
-Si, yo te vi y te reconoci desde el primer momento. 
Cuando la camara te torno tal vez tu actitud era distinta, 
Der0 sin duda era un aesto muv tuvo el coDar ese anaulo " , . v r - -~ 
com p I eto : 
cuando ella estuvo a punto de caer y se tendio el 
brazo del hombre que lo impidio. Asi estuvieron 
hasta que el, que se inclinaba sobre ella, le dijo 
algunas palabras con el rostro mojado por las lagri- 
mas y fue una confesion lo que L. lluminada le lanzo 
en medio de la plaza a ese que la escuchaba, envuel- 
ta en su traje gris, con la pelada baja y su boca casi 
en el oido del hombre que s i estaba preparado para 
ese acontecimiento. 
45 
Se extendian entonces 10s cables para constituir la 
escena. Fundidos en uno Daisaie v Dersonaie. escri- 
tura y medio, error 1 
Que diria: 
Nada de lo que puatera aectr narta tamDaiear IO 
sostenido y, sin embargo, el mer0 gesto familiar de 
acercar su boca al oido de un desconocido podria 
generar en otros la pasion --de ella la desesperan- 
za- lmaginate decirle algo asi a un perfecto ex- 
traiio. 
Exponer ante otro su preferencia. 
Fue un equivoco constante porque su voz estaba 
baja y 10s automoviles que seguian pasando tapa- 
ban las palabras. El escucho a medias y completo 
con sus pensamientos y con sus deseos lo que que- 
ria oir. 
Cambio palabras, suprimio frases enteras, obvio 
parlamentos importantes por creerlos secundarios. 
No pudo extenderse a totalidades. Ni siquiera repa- 
ro en sus gestos, ansioso como estaba por consu- 
mirse en 10s contenidos. 
r e r o tal vez una poaria Tunatrse en la otra y as1 es et 
hombre (cualquiera) el que estuviera a punto de caer en 
la plaza y otro hombre (cualquiera) se levantara pronta- 
mente de su asiento y lo sostuviese para prevenir el 
golpe en el cement0 y despues de eso, quizas, el acciden- 
tad0 le confesara el motivo de su distraccion; que se 
hubiera debido a unos tragos de mas y el otro pudiera 
pensar que como ayudo a un simple borracho. 
Per0 si tampoco fuese asi y el hom bre ese hu biese esta- 
do enfermo, realmente enfermo, buscando un lugar don- 
de descansar y, sin embargo, no alcanzo a llegar hasta el 
banco de la plaza y ahora, gracias a la mano salvadora, lo 
46 
consiguiera y reposara un rat0 hasta aue todo el males- 
tar desapareciera. 
Aunque pudiera s8 
llar y, por lo engor 
ciera la ayuda y se 3c1 iiai a 311 I 1 1 1 1 1 ai ai ULI u pal a I C ~ U I ICI 
sus energias. 
Si eso ocurriera, entonces se subvertiria la caida en la 
plaza y seria a ella tal vez a la que interrogaban y de su 
boca no habria salido palabra, porque interrogatorio 
aqui es vocablo sagrado y por camara se habria valorado 
solamente su expresion. 
Si ella interrogara en cambio, de confusos asuntos ha- 
bria tratado. Por todo est0 seria del todo imposible la 
suplantacion de la escena. 
Aunque se insertara como telon de fondo, escena sobre 
escena: interrogador e interrogado. De esas palabras 
secretas se dispondra. Ya estan catalogadas en cintas 
magneticas para ser repasadas como posibilidad de dia- 
logo, como elementos subrepticios. 
Es verdad, alguien a esa hora estaba siendo interrogado. 
Quizas hayan tocado someramente el asunto ese de la 
plaza. Hasta pudo haber dicho todo lo que vi0 ahi: sus 
manifestaciones, 10s desfiles, el fervor de esas personas. 
ldentificara algunos rostros por 10s retratos. Habran 
cambiado. Estaran envejecidos con la palidez que 10s 
caracteriza y hasta el mismo se reconocera en esas foto- 
grafias o en las tomas de esos aficionados. 
Pudiera ser asi, mas bien asi es. Porque en esos casos 
cada documento es un indice o una prueba, per0 es 
imposible no dejar setiales. Es sabido el amor por la 
fotografia. Alguien ya no estara alli, unos cuantos nom- 
bres seran borrados del kardex y el kardex destruido y la 
plaza dejara de ser importante. Vuelve a ser la decora- 
cion de la ciudad. 
Aunque se filma. 
Con otra tecnica se imprime el rostro en celuloide. Si- 
guen llegando los fotografos y toman a los nifros, a sus 
madres y hasta a algun mendigo como telon de fondo. 
47 
Per0en la noche, en la noche es algo dis 
dicho que el frio no 10s deja permanecer en 10s bancos ni 
apoyados contra 10s arboles y por eso, en movimiento, 
levantan sus ojos hasta el luminoso y creen ilusamente 
I 
Se queja en tonos que cunden la rajadura de su aura. 
tifien mis bien a1 puncetear de aguemdas ramas sus 
recepticulos. Se queja, pero no por eso se descoyunta. 
simplemente deja pasar el viento entre el cCsped que 
identifica sus mayores vocalizaciones, o quizis fueron 
las ramas las que produjeron engaiioso efecto: el audi- 
tor escuch6 quejidos y maliciosamente crey6 que, su- 
frid pero de iniciado vuelo se dejaba Ilevar, no era asi. 
no. Posaba con la voz estirada hasta la plaza para 
erosionarla de auditivos toques. Crece el esfuerzo, ade- 
lanta el cuello, hace impetu -mayor intenso seduc- 
tor- para el que la observa que se engancha de otra 
manera, pero dindole que se arrastra a1 sonar, cae y no 
se levanta o tal vez repta una vez mis: se arrastra y deja 
su baba tendida a la par de 10s caminos de la plaza/ 
* 1 
Raja su aura de nefasto augurio y todavia mantiene 
intacta la feroz incidencia de su garganta. Perturba al 
que la oye en tan sonados trotes o tropelias que se 
condiciona. La rama aplaza esas vibraciones, el cCsped 
nutre el verde desvaido itransporta acaso el cable su 
energia? Muge en verdad como una vaca lo hace, muge 
y se arrastra como en serie de parto, pero se toma la 
garganta y todavia saca mis de su sonido. Algo ha 
pasado que su tono baja, la vaca se recoge en sus 
marginaciones, la yegua se sosiega, la cosa que ha 
llegado a ser se detiene de pleno, para que la arboleda 
tan ruin en su raleza salte a primeros planosl el irbol 
que la nutre, su hocico se refriega para alcanzar las 
ramas, mancha y dirime su hocicada forma. marca a 
Esta punceteada por las ancas/ rasgunaaa mas men por 
propias ufias, huellas rosadas establecen marcas de 
51 
fuego como propiedades. Encabrittindose ir 
les coceos. Mas se hiere 10s pies contra 
cuando arranca el pasto: tiembla, produce c 
mugidos, se aplana, se tiende, reposa su peiammera. 
La marca se establece en sus escalofrios, el cuero se 
chamusca -trota de nuevo- se hiere contra el banco 
de piedra al no medir su trote, la luz elkctrica la petrifica 
y la detiene bajo 10s faroles; se refrota y sus relinchos se 
amplian cuando se golpea contra ese metal que, sin 
embargo, sigue en el esperpento de la produccih de su 
alumbrado pdblicol dona por eso su a n d su hocico/ su 
baba que se resbala sobre el verde banco. Muge y 
relincha copia esos sonidos/ se tapa con sus manos esas 
quemaduras . 
La audici6n se entorpece por la mezcla LquC sonidos? 
iquk bestia? iquC humano puede elaborar sus trinos? 
pierde mis bien la orientacih del que oye; truca y 
permuta su indeleble brtijula al descender a condicih 
vi1 que la disfruta. Acosada como es en el experiment0 
cuando se trota o galopa para abastecerse. No ceja en su 
envanecimiento al traspasar a otra especie y a otro 
estado animal. Por el sonido, su cuerpo cambia sus 
modales/ la plaza entonces se hace peligrosa; ese corral 
que la transforma en cerca, faroles en estacas, bancos 
en rejas hasta desollarle las patas que se ven envueltas 
como para las galas de una carrera. Marca su anca en las 
rasmilladuras, sus pelos dejan ver rosadas formas tal 
en 10s quejidos, el que la mira sufre de tanto descasca- 
ro, el que la lee lineal ritual persigue, el que la piensa 
desea sus ancadas. Su friso crece, 10s pelos de sus 
piernas se elevan, se endurecen, raspan y hondan. Se 
elastica 10s pelos como adornos festineros para probar 
asi su resistencia, dobla sus patas evidenciando las 
muescas de las pezutias que daiian cisped verde. su 
ruido queda de otro modo en el cemento. El cuero est6 
oculto por 10s pelos, el frio burla y asi esta estadia en la 
plaza se vuelve soportable. De animal modo obtiene la 
.. 
De animal giro pasea lentamente como si de verdad 
estuviera ante una oferta, para el lumpen dispuesto se 
mosquea, sus ancas tiemblan para transportarlo; se 
mancha, se enancha, engorda, se robustece para sopor- 
tar bien esa montada, se acerca 10s relincha, 10s muge 
raspa el cemento con esas pezutias/ da trotes/ galopes 
para enardecerlos, est6 tentindolos con esos asuntos. 
Pero empalaga esta nueva estampa y antes de eso se 
echa suavemente cerca de ellos: dobla sus patas hunde 
su cabeza contra el pavimento, muge de suave tono o es 
maullido de seguro, cerca de su ronroneo acude a1 pasto 
como contrafondo y suda por su nueva estampd por el 
frio anhela fusi6n lumphica, per0 se queda pastando 
por codicia; mira de lejos esas otras formas, lame en sus 
nncas la falta de ese neso/ sin la montada su facha es 
VI1 
Busca entre 10s deshechos su montura, la plaza empieza 
a recorrer de nuevo. Nada le sirve para su dilatada 
contextura que la aprisione o la cubra ante 10s espoleos 
iQuC adorno sobre las ancas seria ineludible? ibajo qui 
condici6n se enterrarian las espuelas en sus ijares? 
montarld cabalgarla/ cansarla o tal vez apurarla suave- 
mente con las puntas de metal a su cadera. No en van0 
apura el tranco revisando todos 10s huecos de la plaza 
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pliblica. M5s insiste cuando est5 bajo el farol, menos 
cuando estQ cerca de 10s bancod casi 10s roza a estos 
empalados, pero esconde la vista para sorprenderlos/ 
hace de modo indiferente este recorrido. Pero sus ojos 
van clavados hacia el suelo y aunque no deja de exhibir 
sus ancas. como aue si esto fuese involuntario. sabe 
Sudor contra sudor penetrm’a, salobre gusto el roce de 
la came hasta la herida si sus ancas 10s soportara sin 
montura. Dm’a vueltas para que la enderezaran las 
espuelas, asi las nalgas de otros serian recogidas en sus 
ancas propias, para permitir que el lumpen observara la 
plaza desde privilegiada altura. Lo montara en si mis- 
ma, lo llevara con las piernas abiertas per0 pegadas con 
fuerza a su costado, lo detuviera debajo del farol para 
lograr el brillo de su rostro. Pero eso seria secundario a 
fin de cuentas: dejaria de acatar las brdenes, torceria el 
camino amenazando chocar contra 10s Qrboles o bien 
contra 10s bancos, desobecederia siempre el mando de 
las otras piernas, para dejar que sus patas marcaran un 
camino distinto del que la montara. Hasta que por fin 
ciavaran en sus ijares, SOLO un instante antes acuaienao 
a lo imperceptible, hacer que la veracidad del hecho se 
constituyese s610 por procesos reversivos o por que no, 
desmontajes tecnolbgicos, cine tal vez o sonido puro. 
Las manos del profesional en el teclado, su entusiasmo 
ante su descubrimiento -mugi6 y bram6 ensordeci6 
con sus relincho- Desecha bruscamente la montura, 
frena su trote, refuerza el anca, se rep!iega hasta 10s 
bodes de la plaza. Se echa de nuevo y lame esa pelam- 
brera para dar lustroso aspect0 a su apariencia. Retoza 
54 
entonces sobre el cCsped, sus patas se levantan como en 
jugueteo, abre la boca de hocicada forma dirigida hacia 
el faro1 por el brillar fortalecido de sus dientes. Se 
queda ahi como matando el tiempo pero en realidad 
ofreciendo su producto/ el animal incita a que lo 
'u proyecto: es que necesita de un abrevadero; el sudor 
le sus pelos la ha deshidratado. Tanto trote, esfuerzo en -....-,.-.. - ...-.- ---l-:l-:--- -- 1- L - J - ! - J - 
pa, ae apagaao vueio. >e na proauciao un aescenso en 
S 
C 
la galgal~w, iaiiiu c A i i i o i r x , a i suma, la na aejaao 
exhausta. La programacidn de la montada la ha sumido 
de antemano en extremo agotamiento iD6nde beber en 
ese espacio? el cemento del suelo, el cCsped, asiid6nde 
gestar su abrevadero? iquC cub0 contendria su agua? 
Est5 a punto de fallar su empresa, haber llegado a ese 
especial estado y no lograr vencer ese vulgar impedi- 
mento. Negd su-logro G a s i pierde su asunt- volver 
atris hacia la pelada, sus vellos tenues, sus sumisos 
modos, la voz ingrivida que le caracterizaba, su hege- 
monia entre el lumperio. Per0 se sobrepuso a1 tomar 
conciencia que hasta 10s mejores animales se revientan.

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