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Brasil todas las copas

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Antônio Carlos Napoleão
BRASIL
DE TODAS
LAS COPAS
Brasília
2012
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©2012. Todos los derechas reservados. El autor permite la reproducción de partes de este libro 
siempre que se cite la fuente.
 
Ministério do Esporte
Esplanada dos Ministérios, Bloco A 
CEP 70054-906 
Brasília, DF
 N216b Napoleão, Antônio Carlos.
 Brasil de todas las Copas 1930 - 2010 / Antônio Carlos Napoleão. – Brasilia : 
 Ministerio de Deportes, 2012.
 260 p. ; 23 cm.
 ISBN
 1. Historia del fútbol. 2. Historia de Brasil en la Copa Mundial. 3. Fútbol. 
 4. Selección Brasileña de Fútbol. I. Título. 
CDD: 981
ApreseNtAção – teXto miNistro
1930 – LA primerA CopA muNdiAL
FAusto dos sANtos
1934 – sueño desheCho
1938 – LA FuerzA deL FútboL
LeôNidAs dA siLvA – eL diAmANte Negro
1950 – eL pAís deL FútboL reCibe LA CopA muNdiAL
Ademir meNezes – QuijAdA
1954 – FestivAL de goLes
juLiNho boteLho
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1958 – LA CopA muNdiAL es NuestrA
1962 – brAsiL, biCAmpeóN deL muNdo
1966 – eLimiNACióN preCoz
1970 – brAsiL tres veCes CAmpeóN
1974 – CopA reveLA A LA NArANjA meCáNiCA
1978 – brAsiL, CAmpeóN morAL de LA CopA muNdiAL
1982 – FútboL Arte No gArANtizA eL títuLo
1986 – LA úLtimA CopA de uNA geNerACióN de CrACks
1990 – iNiCio de LA erA duNgA
1994 – brAsiL LevANtA LA CopA deL tetrACAmpeoNAto
1998 – FiNAL NebuLosA
2002 – eL primer peNtACAmpeóN deL muNdo
2006 – brAsiL pArA Los CuArtos de FiNAL
2010 – eL sueño deL heXA ApLAzAdo
pArtidos de brAsiL eN todAs LAs CopAs
réCords de brAsiL eN todAs LAs CopAs
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Brasil acumula trofeos en la Copa del Mundo, co-
menzando por su participación en todas las 19 ya 
realizadas y su cupo garantizado como anfitrión en 
2014; llegó a siete finales y ganó cinco; y ostenta otro 
atributo poco observado, pero no menos importante: 
la maestría del brasileño enriqueció el fútbol con una 
densidad artística que hizo aumentar el interés y la 
admiración por el juego de pelota con los pies. Si es 
el deporte del mundo, en gran parte esta devoción se 
debe a la liturgia introducida por el equipo canario, con 
la ginga, la improvisación, la imprevisibilidad, drible de 
cuerpo, la técnica de poner el balón en el punto desea-
do, cargándolo de efectos irregulares y trayectorias 
asimétricas, sintetizadas en la hoja de papel.
La excelencia del jugador en el campo, y la importancia 
del juego en la sociedad, fueron atributos brasileños que 
ayudaron a dar al fútbol una dimensión universal. En la 
actualidad 204 federaciones afiliadas a la FIFA (no todas 
representan Estados autónomos, como Hong Kong y 
Tahití) disputan los 31 cupos de la competencia (el 32 
es del anfitrión). Un largo juego de efectos geopolíticos 
y sociológicos ha sido trabado por décadas para que 
cada seleccionado vistiese la camiseta de la nación. Todo 
equipo del mundo va a la cancha impregnado del orgullo 
de ser —como dice el cronista Nelson Rodrigues— “la 
patria de botines”, y fue en la Copa Mundial que el fútbol 
se consolidó como un elemento de identidad nacional. 
Los sudamericanos, entre ellos Brasil, jugaron un papel 
decisivo en la construcción de esta jornada, debo recordar 
que el primer mundial fue objetado por los principales 
países de Europa, empezando por Inglaterra, que siempre 
se consideró síndica de fútbol, y le tocó a Uruguay, ya 
bicampeón olímpico, patrocinarlo integralmente.
 El fútbol era un juego rígido, sin cintura, practicado con 
base en un manual escrito por los ingleses. Predominan 
jugadores blancos generalmente de la élite, aficionados 
que dispensaban remuneración. A partir de Brasil, se con-
virtió en una plataforma de inclusión y movilidad social. 
Los niños pobres, negros y mulatos se convirtieron en los 
primeros ídolos de masas, como ejemplo: Friedenreich, 
Héctor Domingos de la Guía y Leonidas da Silva. Ya dispu-
tábamos un torneo internacional, la Copa América, desde 
1916 e introducimos el ballet en la Copa Mundial de 1930, 
el primer partido oficial ante una selección de Europa: la de 
Yugoslavia. La selección no pasó la fase de clasificación, 
Aldo rebelo
La Copa deL mun do de BrasiL
víctima de la politiquería que desunía a los directivos de 
Río de Janeiro y São Paulo, negando la liberación de 14 
jugadores convocados. Pero, quién acompañó los dos 
partidos jugados por Brasil tuvo la suerte de presenciar 
la elevación de un deporte a la categoría de arte.
Friedenreich no fue liberado por los paulistas para ir a 
Uruguay, pero otro joven negro y pobre, el marañense 
Fausto dos Santos, arrebató la copa. Fue uno de los 
primeros ídolos del campo a conquistar epítetos su-
perlativos: Maravilla Negra, tan destacado que también 
estuvo entre los primeros brasileños que entraron en 
el círculo transnacional de astros inmigrados, yendo a 
jugar al Barcelona de España en 1931. El fútbol-fuerza 
jamás colgaría las botas, todavía tiene adeptos, incluso 
en Brasil, pero nunca más el mundo jugaría fútbol de la 
misma manera, sin dejar de observar y mucho menos de 
temer al seleccionado brasileño.
La epopeya del fútbol verde-amarillo en la arena de 
gala de la Copa Mundial es detallada en este libro de 
Antonio Carlos Napoleão tal cual una narrativa épica. 
Consolidándose como historiador del deporte, el autor 
registra la trayectoria del fútbol brasileño en las copas 
mundiales con riqueza de documentos y una luminosa 
iconografía que reúne flagrantes desde su debut en 
1930 contra Uruguay, hasta las peripecias en Sudáfri-
ca en 2010. Verdetes de todos los partidos en las 19 
copas mundiales y una antología de los récords de la 
selección complementan la investigación como una 
enciclopedia informativa y un almanaque ilustrativo 
del mejor fútbol.
Al final de la lectura, se concluye que, si Brasil no pudo 
ganar 14 de los 19 mundiales que disputó, nunca fue 
ineptitud colectiva o falta de calidad de los jugadores. 
Más de una vez, la selección perdió contra sí misma —por 
desorganización, falta y/o exceso de confianza, errores 
individuales, incompatibilidad de entrenadores—. En 
Italia, en 1938, ni siquiera conocíamos bien las reglas —el 
técnico Ademar Pimenta ignoraba el reglamento de tiro de 
meta—. El amateurismo de la desorganización terminó 
en 1958, cuando el presidente de la Confederación Bra-
sileña de Deportes, João Havelange, golpeó el barrismo, 
unificó paulistas y cariocas y le dio al equipo la logística 
necesaria para vencer la mayor competencia deportiva 
del planeta. De todos modos Brasil equilibró potencial con 
rendimiento, y presentó al mundo la síntesis perfecta de 
la excelencia futbolística: el joven Pelé. 
Sin embargo, el balance general es que, incluso perdiendo, 
la selección encanta al mundo. Los ejemplos más elocuen-
tes todavía son los de las copas mundiales de España 82 
y México 86, donde brilló una generación de estrellas de 
primera magnitud, como Falcão, Sócrates, Careca y Zico.
El estilo del jugador engendró en el aficionado brasileño 
una reacción atípica: no bastaba ganar, era indispensa-
ble también jugar bonito. Ciclotímico, crítico, derrotista, 
es también estable, leal, entusiasta, y esta paradoja se 
explica por el centellante complejo de superioridad que 
se proyecta en la selección: no admite que el equipo, 
siendo el mejor, deje escapar la victoria. No es por acaso 
que la figura del aficionado aparece en este libro como un 
álbum de fotos abundante e interdependiente, como una 
expresión de que Copa del Mundo y Brasil son anverso y 
reverso de la valiosa moneda del fútbol. Si la Copa Mundial 
es el mayor espectáculo de la Tierra, en ningún otro país 
entusiasma a la gente tanto como en nuestros campos 
de tierra y hierba. Lo que leemos en el Brasil de todaslas 
copas es la prueba de que, por encima de lo que confirma 
nuestra participación en todas ellas, jamás hubo, porque 
no puede haber, un Mundial sin Brasil.
Ministro de Deportes
14 15
regresó cuadrúpedo. Desembarcó en el Galleão soltando, 
en todas direcciones, sus coces triunfales. Por ahí se ve 
que el subdesarrollado no puede viajar y repito: no puede 
rebasar la Méier. A partir de Vigário Geral baja, en nosotros, 
una súbita y incontrolable burricie.
No hay, en las palabras de arriba, ninguna broma. Puedo 
hacer una casta y sencilla constatación. Pongan un inglés 
en la Luna. Y el árido paisaje lunar, continuará más inglés 
que nunca. Su primera providencia será anexar la propia 
Luna al Imperio británico. Pero el subdesarrollado hace 
un imperialismo a la inversa. Va al extranjero y, en vez de 
conquistarlo, se entrega y se declara colonia.
Esto es lo que está sucediendo en nuestras barbas 
aterrorizadas. El cronista que fue a Inglaterra (con 
raras excepciones) quiere sólo esto: hacer del fútbol 
brasileño una miserable colonia del fútbol inglés. 
Insisto en el problema del viaje. El brasileño que va a 
Vigário Geral vuelve con acento. Pero pregunto a los 
adoquines de Boca do Mato: ¿Teníamos alguna cosa 
que aprender con el inglés?
Amigos, mi personaje de la semana es el cronista patricio que fue a Inglaterra. Pues bien: salió de aquí bípedo y
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s Sí. Teníamos. Por ejemplo: aprendimos cómo ganar en el 
silbato. Y realmente fuimos cazados con la connivencia 
directa de los árbitros, que Inglaterra manipulaba. Ahí 
está el Canal 100. Es el cine, con una ampliación migue-
langelesca, mostrando nuestra masacre. Nada describe 
y nada se compara con el cinismo con que se arrasó a 
Pelé. Fue tal el cinismo, que quizá haya sido la lección 
más importante que recibimos de la Copa.
La mejor lección y no la única. También aprendimos que 
un imperio se hace saltando la valla y saqueando al veci-
no. Y sólo una cosa no necesitábamos aprender: fútbol. 
Ustedes vieron la suerte de la escuadra rusa en Brasil. Es 
uno de los mejores equipos del mundo. Sólo que no fue 
finalista en lugar de Alemania, porque jugó la semifinal con 
nueve elementos. Y aquí, Rusia perdió hasta en Maringá.
Pero hay algo peor: el mismísimo equipo ruso tomó un baño 
de bola y goles, ¿saben dónde? En Moscú. Aquí, el equipo in-
glés le metió cinco. Fíjense bien: cinco. Y sólo concedimos al 
oponente un único y compasivo gol. Pero bueno. Va el cronista 
a Inglaterra y allá tiene todo el comportamiento del subdesa-
rrollado, de varias encarnaciones. El fútbol inglés, alemán o 
ruso es de una clara, taxativa, aullante, mediocridad.
Se trata de un retroceso evidentísimo. La grosería, la 
truculencia, la deslealtad o, en una palabra, el coz nunca 
fue moderno. Es un fútbol que se debería jugar de cuatro, 
a los relinchos, a los mugidos; y que también se debería 
ver de cuatro, con los mismos relinchos y los mismos 
mugidos. Muy bien: ¿Y qué hizo el cronista? Quiere que 
el jugador brasileño, el mejor del mundo, también se 
transforme en un centauro–un centauro, mitad caballo 
y la otra mitad también–.
No sé si ustedes vieron la página más negra de nues-
tra crónica. Varios colegas montaron el equipo de la 
Copa. No hay un único y escaso brasileño. El lector se 
preguntará: “¿Ni Pelé?”. Ni Pelé. El cronista patricio 
está de tal forma fascinado con el fútbol-débil mental, 
que borró del mapa al divino criollo. Alguien dirá que 
Pelé sólo jugó contra Bulgaria y fue asesinado en el 
partido Brasil vs Portugal.
Pero ningún jugador europeo hizo, jamás, nada que se 
pareciera con las jugadas de Pelé en el debut brasileño. 
Incluso de camilla, incluso de carro fúnebre, él debería 
estar en cualquier selección de la Copa. ¿Y Gilmar? ¿Y 
Paulo Henrique? Y Altair, etc., etc. Salimos de la burricie 
de la Comisión Técnica y vamos a caer en la burricie de 
cierta crónica. Una consiguió destruir a la escuadra, la 
otra quiere destruir el propio fútbol brasileño.
Gracias a Dios, hay dos personas inteligentes en nuestro 
fútbol: el crac y el fanático. Los dos no están de cuatro. 
El crac tiene una tal calidad, que no se dejó cretinizar por 
el viaje. Y la hinchada sabe que la finalísima fue la fiesta 
de la mediocridad suprema.
Quiero terminar diciendo: cuando, después del partido de 
anteayer, el capitán inglés levantó con ambas manos la 
Jules Rimet, el buitre de Edgar Allan Poe declaraba a los 
periodistas acreditados: “¡Nunca más, nunca más!” Y, de 
hecho, como las otras Copas se disputarán en terreno 
neutral, nunca más Inglaterra va a conseguir imponer 
su fútbol sin imaginación, sin arte, sin originalidad. Y el 
cronista que fue en dos pies y regresó de cuatro, que 
se cuide. El mismo buitre de Edgar Poe diría que no se 
levantará, nunca más, nunca más, nunca más.
(O Globo, 2/8/1966)
Nelson Rodrigues
“Coices y Relinchos Triunfais”
Título: A Pátria em Chuteiras, Novas crônicas de futebol
São Paulo: Companhia das Letras, 1994
p. 123-125
18 19
uruguay
llamado Carl Anton Wilhelm Hirschman redactó un es-
tatuto con el objetivo de reunir, en una sola entidad, las 
federaciones de fútbol de todo el planeta. A partir del 
21 de mayo de 1904, con la fundación de la FIFA, esto 
ganó fuerza, pero ninguno de los países afiliados quiso 
asumir la responsabilidad de organizar la competencia. 
Solamente en 1919, cuando el francés Jules Rimet fue 
electo presidente de la FIFA, el proyecto de la competen-
cia comenzó a ser puesto en práctica. Después de los 
Partidos Olímpicos de Ámsterdam, Holanda (1928), la 
FIFA aprobó el nuevo torneo, que pasaría a ser disputado 
cada cuatro años.
La primera edición sería dos años después en Uruguay, 
que fue escogido en función de la conquista de los tí-
tulos olímpicos de 1924 y 1928, por la conmemoración 
del centenario de su independencia, y por la garantía de 
que la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) quedaría 
responsable por los gastos con pasajes, estadías y daría 
una participación en los lucros de la competencia.
La idea de organizar un campeonato mundial de fútbol surgió en mayo de 1902, cuando un comerciante holandés
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Jules Rimet fue el encargado de elaborar el trofeo. Enco-
mendó la tarea al escultor francés Abel Lafleur. En abril 
de 1930, Jules Rimet recibió la pequeña estatua, de un 
kilo y ochocientos gramos de oro puro, cuyo valor fue de 
cincuenta mil francos.
Dos meses antes de la Copa, nadie había confirmado 
su presencia. Checoslovaquia, Alemania, Italia, Austria, 
Hungría, España y Suiza desistieron de forma definitiva, 
alegando que sus jugadores eran amateurs y no podrían 
ausentarse de sus trabajos por más de treinta días. 
Después de un gran esfuerzo personal, Rimet consiguió 
garantizar la presencia de Francia, Bélgica, Yugoslavia y 
Rumania. De América del Sur confirmaron su presencia: 
Argentina, Brasil, Paraguay, Chile, Bolivia, Perú y los 
dueños de la fiesta, los uruguayos. De América del Norte: 
Estados Unidos y México. Como consecuencia de esto la 
selección fue formada apenas por jugadores cariocas, con 
la inclusión de un único crac paulista, Araken Patuska, 
que estaba sin contrato con el Santos y fue inscrito por el 
Flamengo. Embarcaron a bordo del navío Conte Verde rum-
bo a Montevideo para disputar la primera Copa Mundial.
El día 6 de mayo, conforme oficio de la CBD a la APEA, 
fue comunicado el viaje de los miembros de la comisión 
técnica, bajo la dirección del Dr. Píndaro de Carvalho 
(técnico), a São Paulo, con el intuito de escoger a los 
jugadores paulistas que harían parte de la delegación 
que iría a Uruguay.
Al día siguiente, Elpídio de Paiva Azevedo, entonces 
presidente de la entidad paulista, respondió el oficio 
concordando, pero con una pequeña reserva: solicitaba 
la inclusión de Jorge Caldeira,representante de la Liga 
Paulista, en la comisión técnica. Sin dar respuesta a la 
APEA, al inicio de junio la CBD le envió otro oficio informan-
do la lista de jugadores paulistas convocados. Ellos eran: 
Clodô (São Paulo), Athié (Santos), Grané (Corinthians), 
Del Debbio (Corinthians), Pepe (Palestra Italia), Filó 
(Corinthians), Amílcar (Palestra Italia), Araken (Santos), 
Friedenreich (São Paulo), Petronilho de Britto (Sírio), De 
Maria (Corinthians), Heitor (Palestra Italia), Luisinho (São 
Paulo), Nestor (São Paulo) y Serafini (Palestra Italia).
El número de convocados demostraba la fuerza del fútbol 
paulista. De Rio de Janeiro, apenas ocho jugadores habían 
sido seleccionados: Joel (América), Italia (Vasco), Fausto 
(Vasco), Russinho (Vasco), Carvalho Leite (Botafogo), 
Nilo (Botafogo), Preguinho (Fluminense) y Moderato 
(Flamengo). Unidos estos cracs estaban habilitados, sin 
sombra de dudas, a conquistar el título de la primera Copa 
Mundial de Fútbol. Los días pasaban y la CBD no respondía 
a la solicitud ni la APEA liberaba a los jugadores paulistas 
para presentarse para el viaje. El 7 de junio, Elpídio de Paiva 
Azevedo llamó por teléfono al presidente de la CBD, Renato 
Pacheco, con el objetivo de cobrar la inclusión de Jorge 
Caldeira. Alegaba que entre titulares y reservas, São Paulo 
enviaría 15 jugadores, mientras que Rio de Janeiro estaba 
contribuyendo con apenas ocho, de manera que sería justa 
la inclusión de un paulista en la comisión técnica. Renato 
Pacheco argumentó que los estatutos establecían que 
son tres los miembros de la comisión técnica y éstos ya 
habían sido nombrados: Dr. Píndaro de Carvalho, Dr. Egas 
de Mendonça y Dr. Gilberto de Almeida Rego, así como sus 
suplentes, João Paulo Vinelli de Morais y Fábio de Oliveira.
Entonces Elpídio de Paiva Azevedo preguntó si esa era 
la palabra final de la CBD. Al escuchar la confirmación, 
colgó el teléfono. Solamente el día 12 de junio la Liga de 
São Paulo envió un oficio a la CBD informando: “La APEA 
adoptó la única deliberación compatible con el brio y amor 
propio, señores dirigentes de la CBD, y informa a esta 
entidad que, por una cuestión de decoro íntimo, se ve en 
la obligación de negar la presencia de sus jugadores en 
el seleccionado brasileño.”
Como consecuencia, la selección fue formada apenas 
por jugadores cariocas, con la inclusión de un único crac 
paulista, Araken Patuska, que estaba sin contrato con el 
Santos y fue inscrito por el Flamengo. Embarcaron a bordo 
del navío Conte Verde rumbo a Montevideo para disputar 
la primera Copa Mundial.
22 23
El día del debut de Brasil contra Yugoslavia, la temperatura 
en Montevideo llegaba casi a cero grados. Desacostumbra-
dos, los brasileños demoraron a calentarse en el partido. 
Por otro lado, los yugoslavos, acostumbrados a la baja 
temperatura de su país, abrieron el juego con 2x0. En la 
selección brasileña, apenas Fausto y Preguinho estaban 
jugando un buen fútbol. En el segundo tiempo, Preguinho 
marcó un gol de cabeza para Brasil, a los 17 minutos.
Como Yugoslavia ya había vencido a Bolivia 4x0, a los 
brasileños les tocó disputar su último partido sin ninguna 
pretensión de clasificarse para la próxima fase. Con diversas 
modificaciones, principalmente en el ataque, Brasil no tuvo 
dificultades para derrotar a la débil selección boliviana y ven-
ció por el mismo marcador de los yugoslavos, con goles de 
Moderato (2) y Preguinho (2). Con el resultado, Brasil quedó 
en segundo lugar en su grupo, pero fuera de la competencia, 
puesto que el reglamento establecía que apenas los vencedo-
res de grupo se clasificaban para las semifinales. El campeón 
fue Uruguay, que en la final derrotó a la selección argentina 
por el marcador de 4x2. De positivo, apenas el éxito de Fausto 
dos Santos, hijo de una lavandera, negro, pobre y nordestino 
nacido en la ciudad de Codó, en el estado de Maranhão, que 
poseía el perfil que iba contra los estándares determinados 
por los dirigentes para la práctica del fútbol.
Sin embargo, Fausto dos Santos fue lo que se puede llamar 
de un jugador completo: tenía un estilo clásico, cuando 
dominaba la bola era elegante, inteligente y creativo. Su 
manera de hacer que el fútbol parezca tan fácil que des-
lumbró al público que asistió a los dos partidos de Brasil 
durante la Copa Mundial. Ya en aquella época ¿Cuántos 
Faustos habrán existido por los suburbios y barrios peri-
féricos de las ciudades brasileñas?
Luego de la Copa Mundial, Brasil disputó tres partidos 
amistosos en Rio de Janeiro —contra Francia, Yugoslavia 
y Estados Unidos— cuyos jugadores también habían 
disputado la competencia y estaban regresando a sus paí-
ses. En el primer partido contra los franceses, contando 
con los cracs paulistas que no habían disputado la Copa 
Mundial, Brasil venció 3x2. El encuentro fue realizado 
en el estadio Laranjeiras. Los goles fueron marcados por 
Heitor (2) y Friedenreich.
Lo más interesante sucedió en el partido contra Yugo-
slavia, país que derrotó a la selección brasileña en la 
copa. Contando prácticamente con el mismo equipo 
que fue al mundial y sin los cracs paulistas, Brasil rea-
lizó una exhibición de gala. Con el estadio São Januário 
totalmente lleno, impuso una goleada impiedosa a los 
yugoslavos: 4x1. Carvalho Leite, que marcó dos goles, 
y Russinho fueron los grandes destacados del partido. 
En el tercer encuentro contra Estados Unidos, realizado 
en el estadio Laranjeiras, Brasil venció por 4x3. Los 
resultados positivos probaron que no faltaba fútbol, 
sino organización por parte de los dirigentes brasileños, 
que, en la época, colocaron el regionalismo y la vanidad 
personal por encima de los intereses del seleccionado.
Jules Rimet, presidente de la FIFA.
El equipo de Brasil que fue derrotado por Yugoslavia en el debut 
de la Copa Mundial de 1930. De pie, de izquierda a derecha: 
Píndaro de Carvalho (técnico), Hermógenes, Fausto, Brilhante, 
Itália, Joel y Fernando Giudicelli. Agachados: Poly, Nilo, Araken, 
Preguinho y Theóphilo.
Jaksic guardameta de Yugoslavia, desvía la trayectoria del 
balón en un cruzamiento para la desesperación de Nilo, que 
aguardaba para concluir la jugada. El guardameta yugoslavo 
fue el gran destacado en el segundo tiempo del partido.
El atacante Carvalho Leite aguarda culminación de la 
jugada después de una intervención del guardameta 
boliviano Bermúdez.
24 25
FAusto dos sANtos
En 1930, cuando la delegación brasileña llegó a Monte-
video, desembarcaba con sus compañeros Fausto dos 
Santos, negro esbelto, que encantaría a la afición con 
su extraordinario fútbol. Fausto dos Santos nació el 28 
de febrero de 1905 en la ciudad de Codó, localizada en 
el interior del estado de Maranhão, a lo largo de la línea 
férrea São Luís – Teresina. Por las dificultades enfren-
tadas por la familia y por tratarse de una región pobre, 
migraron a Rio de Janeiro.
Fausto dos Santos inició su carrera en Bangu como 
delantero derecha y se destacó por su habilidad con 
el balón, pero también pasó a ser conocido por su vida 
bohemia. En 1928 se transfirió para el club Vasco da 
Gama. Por sus grandes actuaciones fue convocado para 
la selección brasileña, y en Montevideo jugó contra Yugo-
slavia y Bolivia. Sus dos notables exhibiciones extasiaron 
la crónica deportiva y al público uruguayo.
En 1931, durante una excursión de Vasco da Gama a Eu-
ropa, Fausto dos Santos firmó contrato con el Barcelona. 
Dos años después se transfirió para el Young Fellows, de 
Suiza, donde permaneció apenas dos meses. Regresó a 
Brasil y al Vasco da Gama en 1935. El año siguiente, al 
lado de grandes cracs como Domingos da Guia y Leônidas 
da Silva, su maravilloso fútbol volvió a brillar. Pero Fausto 
dos Santos no se alejaba de la vida bohemia y las gripes 
eran más frecuentes.
Consciente del mal que lo acometía, continuaba 
negándose a seguir los consejos médicos. Pasó a 
guardaren secreto la enfermedad y a enfrentar la 
vida normalmente, pero el aliento comenzó a faltar en 
los partidos. Con todo esto, aceptó la propuesta del 
Nacional y viajó a Montevideo. Su permanencia no duró 
más que siete meses. 
Cuando regresó a Brasil, varios clubes se interesaron en 
contratarlo y el Vasco da Gama acabó liberándolo para 
el Flamengo, que le daba una nueva oportunidad en su 
carrera. Agradecido a la Dirección del Flamengo, Fausto 
dos Santos se alejó un poco de la vida bohemia. 
Sin embargo, algunos meses después, en un entrena-
miento, sintió un profundo cansancio y un fuerte dolor 
en el pecho. Encontrándose muy delicado de salud, 
participó del equipo reserva contra el club América en 
la decisión del título de la categoría. Era su despedida de 
los terrenos de juego. Al día siguiente, tuvo una hemopti-
sis. Insistente, Fausto dos Santos se presentó en Gávea 
para entrenar. Vino el desmayo y una nueva hemoptisis. 
Era el inicio del fin. Aconsejado por el médico, viajó a 
Palmira, interior del estado de Minas Gerais, donde se 
internó en un sanatorio hasta las seis de la tarde del 29 
de marzo de 1939. En ese día el fútbol brasileño perdía 
a uno de los mayores cracs de su historia
26 27
italia
para que la disputa entre las entidades de régimen de 
fútbol amateur y no amateur de Rio de Janeiro y São Paulo 
no perjudicase la participación de la selección brasileña 
en la Copa Mundial de Fútbol. 
Eduardo Trindade, presidente de la Asociación Metropolita-
na de Deportes Atléticos (AMEA), sugirió adoptar un régi-
men mixto, previsto en los estatutos de la Confederación 
Brasileña de Deportes (CBD), con el objetivo de llegarse 
a un acuerdo. Sin embargo, la Liga Paulista de Fútbol y 
la Liga Carioca de Fútbol negaron ceder sus jugadores a 
la CBD. Con la negativa, le incumbió a Carlos Martins da 
Rocha, llamado Carlito Rocha, dirigente del Botafogo, la 
tarea de montar la selección.
Carlito Rocha era un profundo conocedor del fútbol, por 
su experiencia sabía que necesitaría de un equipo fuerte 
para la disputa del torneo. El primer paso fue contratar 
al técnico, Luis Vinhais, vencedor de dos ediciones de la 
Copa Rio Branco. Enseguida, partió en busca de los pro-
fesionales, una actitud considerada liviana, pues ¿Cómo 
podría un defensor férreo del amateurismo contratar at-
letas profesionales? Pero, en verdad, tenía conocimiento 
de que sólo con amateurs no llegaría a ningún lugar. En la 
A inicios de 1934, previendo lo que podría suceder, la prensa de Rio de Janeiro y de São Paulo se empeñaron en una campaña
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capital paulista, contrató cuatro jugadores del equipo del 
São Paulo. Después de un partido contra la Portuguesa 
de Desportos, Sylvio Hoffmann, Luisinho, Waldemar de 
Britto y Armandinho embarcaron a escondidas hacia Rio 
de Janeiro. En Rio Grande do Sul, entró en acuerdos con 
Luiz Luz y Patesko. En Rio de Janeiro, el único club per-
judicado fue Vasco da Gama: perdió a Tinoco y Leônidas 
da Silva. Corría el rumor de que la CBD había firmado un 
contrato con estos atletas pagando 30 contos de réis 
(sistema monetario de la época) por el pase y salario de 
1 conto de réis, lo que llevó al Jornal dos Sports (rotativo 
deportivo) a estampar en su primera página el siguiente 
titular: “Patriotismo por 30 contos”. De poco sirvió todo 
el esfuerzo. La selección brasileña partió para disputar 
su segunda Copa Mundial sin ninguna planificación, en 
un viaje agotador con doce días de duración, a bordo del 
navío Conte de Biancamano. 
Los entrenamientos para la preparación física del grupo, 
como en 1930, eran realizados en la cubierta del navío. 
Las únicas excepciones se dieron cuando llegaron a 
Barcelona para el embarque de los españoles, nuestros 
adversarios. Los jugadores realizaron un pequeño entre-
namiento recreativo de aproximadamente 40 minutos y 
posteriormente un único entrenamiento en un campo de 
dimensiones reducidas cercano al estadio Luigi Ferraris. 
Muy poco para quien enfrentaría a una de las mejores 
selecciones de Europa en sistema eliminatorio. 
Como era de esperarse, España venció 3x1. Los es-
pañoles comenzaron el juego muy concentrados y en 
menos de 30 minutos ya ganaban 3x0. Iraragorri hizo 
el 1x0, cobrando un penalti. Ocho minutos después, 
Lángara marcó el segundo gol. Un poco más de tres 
minutos habían pasado y el propio Lángara hizo el ter-
cer gol español. En el segundo tiempo, Brasil mejoró. 
Leônidas interceptó un rebote del guardameta Zamora 
y disminuyó la diferencia a los 55 minutos. Tuvimos la 
oportunidad de empatar el marcador. A los 59 minutos, 
Luisinho tuvo un gol mal anulado por el árbitro, que se-
ñaló impedimento. A los 62 minutos, un penalti a favor 
de Brasil. Waldemar de Britto cobró y Zamora defendió. 
Fue un partido repleto de errores del árbitro alemán Alfred 
Birlen. Los brasileños salieron reclamando de un penalti 
no marcado contra España, cuando el defensa Quincoces 
sacó el balón con la mano encima de la línea de gol, Leôni-
das pateó, Zamora permaneció caído y el defensa cometió 
un penalti. Reclamos a parte, España venció 3x1. Brasil 
estaba nuevamente fuera de la copa. El campeón fue Italia. 
El equipo que fue derrotado
por España 3x1. De izquierda 
a derecha: Martim, Pedrosa, 
Sylvio Hoffmann, Tinoco, Luiz Luz, Canalli, 
Armandinho, Waldemar de Britto, Leônidas 
da Silva, Patesko y Luisinho.
30 31
Las selecciones de Brasil y España junto 
con el trio de arbitraje antes del inicio del partido.
Algunos lances del partido, válido por la primera 
fase de la copa. Los españoles vencieron 3x1 y 
Brasil fue eliminado de la competencia.
La preparación física se realizó 
en la cubierta del navío Conte de Biancamano.
34 35
Francia
Por la primera vez en la historia, Brasil contaría con su 
fuerza máxima. Los jugadores fueron convocados por el 
técnico Ademar Pimenta, que había realizado una buena 
campaña en el Sudamericano de Fútbol, sin ninguna 
presión política. El único problema de Pimenta era la ig-
norancia táctica: desconocía totalmente el sistema WM, 
creado en 1925 por Herbert Chapman, técnico del Arsenal 
de Londres, que fue introducido en Brasil en 1937, cuando 
el entrenador húngaro Dori Krueschner llegó para dirigir al 
Flamengo. El entrenador Ademar Pimenta tampoco sabía 
que la FIFA había regularizado el saque de meta. 
El entrenador organizó dos equipos. Uno de peso, lla-
mado de equipo azul formado por Batatais; Domingos 
da Guia y Machado; Zezé Procópio, Martim Silveira y 
Afonsinho; Lopes, Romeu Pellicciari, Leônidas da Silva, 
Perácio y Hércules. El otro equipo, ligero, llamado de 
equipo blanco, era formado por Walter; Jaú y Nariz; 
Britto, Brandão y Argemiro; Roberto, Luizinho, Niginho 
y Patesko. La CBD atendió a un pedido del entrenador y 
los cracs fueron a Caxambu, en Minas Gerais, para un pe-
riodo de preparación por el plazo de treinta días. Algunos 
periodistas que siguieron de cerca los entrenamientos 
Jules Rimet, idealizador de la competencia, realizaba un sueño. Su país, Francia, iría a promover la Copa Mundial de Fútbol.
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comentaban que la disciplina no era el punto fuerte de 
este grupo. Se sabe que los jugadores y hasta el propio 
Ademar Pimenta no consiguieron resistir a las tenta-
ciones de las mesas de bacará, al vino y a las mujeres.
Concluido ese periodo, la delegación brasileña embar-
có en el transatlántico Arlanza rumbo a Francia. Fue 
también en esta competencia que el locutor Leonardo 
Gagliano Netto, de la Radio Cruzeiro do Sul, realizó la 
primera transmisión de un partido de Copa Mundial 
para Brasil, por medio de la radio. El sistema de dis-
puta aún era el eliminatorio: quien perdía se despedía 
del certamen. Por eso, nuestro primero adversario, 
Polonia, fue encarado por todos con mucho respeto.
Durante losquince días de viaje, Pimenta cometería su 
primer error. Dirigentes y profesionales de la prensa no 
paraban de opinar sobre quién debería jugar y quien de-
bería salir del equipo. Con la intención de agradar a todos, 
Pimenta resolvió hacer cambios. En el partido contra 
Polonia, colocó en campo al dúo Peraácio – Hércules. Llo-
vía mucho, la cancha estaba pesada y el partido terminó 
empatado 4x4, en el tiempo normal. Leônidas, Romeu y 
Perácio marcaron dos veces, mientras Wilimovski (3) y 
Scherfke hicieron los goles de Polonia. Vino la prorroga-
ción, y a los tres minutos, Leônidas metió el quinto gol de 
Brasil. Dicen que el Diamante Negro hizo ese gol descalzo, 
puesto que había perdido la zapatilla en una jugada previa, 
luego, recibió el balón libre y marcó el gol. Por el reglamen-
to, el gol no debería valer, pero qué bueno que el árbitro no 
se dio cuenta. Algún tiempo después, en una entrevista, 
confirmó el episodio, que según dijo fue facilitado por el 
hecho de que las medias eran negras. Leônidas marcó un 
gol más y Polonia disminuyó la diferencia con otro gol de 
Wilimovski, llegando a cuatro goles en el partido. Al final, 
Brasil venció 6x5, clasificándose para la próxima fase, 
donde enfrentaría a Checoslovaquia.
En el siguiente encuentro, Brasil empató con Checoslo-
vaquia 1x1, en una verdadera batalla campal. Algunos 
jugadores brasileños estaban con los nervios de punta. 
Para tener una idea, a los 14 minutos, Zezé Procópio perdió 
la cabeza, le dio un puntapie a Nejedly y fue expulsado. 
A los 30 minutos, Leônidas da Silva marcó el primer gol del 
partido, y el resto del primer tiempo fue muy disputado. 
En la segunda mitad, a los 18 minutos Domingos da Guia 
cometió una falta dentro del área y el árbitro pitó un penal, 
claro y indiscutible. Nejedly cobró y empató el marcador. 
A partir de ese momento la violencia se adueñó del cam-
po. Leônidas y Perácio fueron las primeras víctimas y se 
lesionaron seriamente. 
Por el lado checo, el atacante Nejdely se fracturó la pierna 
y, cerca de terminar el tiempo reglamentario, en un cho-
que involuntario con Perácio, el guardameta Planicka se 
dislocó la clavícula. En el último minuto el defensa Macha-
do y el delantero Riha intercambiaron agresiones y fueron 
expulsados. El partido terminó 1x1, lo que determinaba 
una prorrogación para definir al vencedor. 
En la prorrogación, los dos equipos se arrastraban. Al final 
de los 30 minutos, el empate persistía. Sería necesario 
un segundo encuentro para definir la clasificación para 
las semifinales. En este partido, sin poder contar con los 
lesionados, Pimenta resolvió colocar el equipo considera-
do ligero. Mantuvo apenas a Leônidas, aunque estaba en 
malas condiciones. Vencimos 2x1, pero perdimos a Leô-
nidas para el partido contra la poderosa selección italiana, 
campeona mundial y favorita para la conquista del título.
Conformado con la destitución de su mejor jugador, Pi-
menta resolvió alinear a Niginho, pero José Maria Castello 
Branco — que además de médico era también el jefe de la 
delegación— descartó la utilización del delantero, puesto 
que había una irregularidad en su documentación. Niginho 
había sido contratado por la Lazio, de Italia, del Palestra 
Italia (actual Cruzeiro-MG), en 1930. En 1937, rompió el 
contrato por cuenta propia y regresó a Brasil. Jugó por el 
otro Palestra Italia (Palmeiras-SP) y posteriormente fue 
prestado al Vasco da Gama (RJ), club por el cual actuaba 
cuando fue convocado. Castello Branco descubrió que la 
38 26
Federación Italiana de Fútbol no había liberado al jugador 
de su contrato con la Lazio. Por tanto, ante la FIFA, estaba 
irregular y no podría actuar. 
La selección italiana era un equipo fuerte, poseía un 
sistema táctico y un sistema de juego bien definido. A 
pesar de ello, en el primer tiempo Brasil no jugó mal y el 
marcador quedó 0x0, aunque los italianos jugaron más, 
el resultado fue justo. 
En el segundo tiempo, a los 10 minutos, en una jugada 
individual, Colaussi hizo el primer gol italiano. Luego 
vino el golpe fatal. Domingos, que estaba sufriendo pro-
vocaciones del atacante Piola desde el inicio del partido, 
perdió los estribos y cometió un penal infantil. La jugada 
se realizaba en el medio campo, cuando Domingos dio un 
puntapie a Piola, que cayó en el área. Para infelicidad de 
la defensa brasileña, el árbitro suizo Wuttrich vio la falta 
y marcó el penalti. Meazza cobró y marcó el segundo gol. 
Al final del partido, Romeu disminuyó la diferencia, pero 
era demasiado tarde.
En la decisión por el tercer lugar, Brasil derrotó a Suecia 
4x2, con derecha a un show de Leônidas, que volvía al 
equipo, marcando dos goles. A pesar de los percances, la 
selección de 1938 fue una de las mejores de la historia 
de nuestro fútbol en todos los tiempos. Italia conquistó 
el bicampeonato.
Cuando los jugadores regresaron, miles de aficionados 
aguardaban con gran expectativa el desembarque. Leôni-
das da Silva fue elegido el jugador más popular de Brasil en 
un concurso realizado por la marca de cigarrillos Magnolia. 
La fama del histórico resultado hizo con que la empresa de 
chocolates Lacta crease el “Diamante Negro”, que pasó a 
ser el producto más vendido del país, dando a Leônidas la 
suma de 20 contos de réis — un valor considerable para 
la época — por el contrato de promoción. 
A la izquierda, una de las formaciones durante el entrenamiento 
de Caxambu. De pie, de izquierda a derecha: Nariz, Luizinho, Zezé 
Procópio, Britto, Afonsinho y Ademar Pimenta (entrenador). 
Agachados: Walter, Jaú, Hércules, Roberto, Leônidas da Silva 
y Perácio. Abajo, en el centro, el entrenador y los jugadores 
posan abrazados en una calle de Caxambu.
A la izquierda, la delegación de Brasil posa para una foto 
frente al hotel donde se quedó hospedado en París, capital 
de Francia.
A la izquierda, el equipo que en su debut venció 
a Polonia por el marcador de 6x5. De izquierda 
a derecha: Ademar Pimenta (entrenador); 
Leônidas da Silva, Afonsinho, Romeu, Machado, 
Zezé Procópio, Lopes, Hércules, Perácio, 
Domingos da Guia, Batatais y Martim.
Leônidas marca uno de sus tres goles en el partido.
 Planicka sale del gol tratando de evitar 
una envestida de Leônidas.
Roberto, que no aparece en la imagen, patea para marcar el 
gol de a la victoria brasileña en el partido de desempate contra 
Checoslovaquia. Leônidas, caído observa todo el esfuerzo del 
guardameta Burket, en un vano intento de impedir el gol brasileño.
2625
El equipo que fue derrotado por Italia 2x1.
De pie, de izquierda a derecha: Luisinho, Patesko, 
Afonsinho, Romeu, Machado, Zezé Procópio, Lopes, 
Domingos da Guia, Walter, Martim y el técnico 
Ademar Pimenta.
La defensa brasileña tuvo que desplegarse para 
tratar de contener el fuerte ataque italiano.
El equipo que derrotó a la selección sueca por 4x2 y 
conquistó el tercer lugar en la Copa Mundial de Fútbol 
Francia 1938. De pie, de izquierda a derecha: Leô-
nidas da Silva, Batatais, Perácio, Domingos da Guia, 
Brandão, Zezé Procópio, Machado, Roberto, Romeu, 
Afonsinho, Patesko y el técnico Ademar Pimenta.
42 43
LeôNidAs dA siLvA
En la historia de la selección en copas del mundo, la prime-
ra gran estrella de Brasil fue Leônidas da Silva. En la Copa 
Mundial de 1938, todos los brasileños seguían el fútbol 
del Diamante Negro con todas las atenciones dirigidas a 
la transmisión radial, con la narración del locutor Gagliano 
Neto, que era llena de estática, con ruido que incomodaba 
los oídos. En las copas de 1930 y 1934, el radio aún era 
un artículo de lujo y no llegaba al pueblo. Pero en 1938 ya 
se lo podía encontrar en todos los hogares.
En la Copa Mundial de 1938, Leônidas fue elegido el mejor 
jugador y fue el goleador de la competencia con siete goles 
marcados. Recibió el apodo de Diamante Negro, que fue 
dado por el periodista francés Raymond Thourmagem, 
de la revista París Match, maravilladopor su habilidad. El 
mismo periodista también lo llamó de “Hombre de Goma”, 
debido a su elasticidad.
Leônidas regresó a Brasil consagrado, con desfile 
en carro convertible. Aprovechando la estela de su 
popularidad, la empresa Lacta inició la fabricación del 
chocolate Diamante Negro, que es producido y vendido 
hasta los días de hoy.
Hijo de un marinero portugués y de una cocinera, Leôni-
das da Silva nació el 6 de septiembre de 1913 en Rio de 
Janeiro, donde tuvo una infancia muy sencilla. Estudió 
en el colegio Epitácio Pessoa, y frecuentemente se au-
sentaba de las aulas para jugar al fútbol.
En 1922, después del fallecimiento de su padre, Leônidas 
fue adoptado por los patrones de su madre. Su padre adop-
tivo tenía un bar cerca del estadio del club São Cristóvão, 
donde Leônidas inició jugando en las categorías de base 
Posteriormente pasó por diversos clubes del suburbio 
carioca, hasta que en 1930, a los 17 años, fue contratado 
por el club Sirio-Libanés, seguidamente se transfirió para 
el Bonsucesso. La convocación para la selección carioca, 
en 1931, lo colocó definitivamente en la vitrina. El año 
siguiente, Leônidas fue convocado para la selección 
brasileña, que disputó la Copa Rio Branco, en Uruguay. 
Allí fue considerado el gran responsable por la conquista 
del título. Seguidamente, en 1933, fue contratado por el 
Peñarol. Transcurrido un año regresó a Brasil y pasó a 
jugar en el Vasco da Gama. El único gol marcado por Brasil 
en la Copa Mundial de 1934, cuando fuimos eliminados 
en el primer partido por España por 3x1, fue de Leônidas.
El DiamantE 
nEgro
Jugó por el Botafogo de 1935 a 1936. Posteriormente, 
fue al Flamengo, donde permaneció hasta 1941. En 
1942, se transfirió para el São Paulo Fútbol Club, donde 
se convirtió en uno de sus mayores ídolos y concluyó 
su carrera futbolística en 1950.
Trabajó como comentarista deportivo para varias radios 
y en 1974 cubrió su última Copa Mundial de Fútbol. En 
el mismo año tuvo los primeros síntomas del Mal de 
Alzheimer, comprometiendo su salud progresivamente. 
Internado en una casa de salud, Leônidas da Silva falleció 
el 24 de enero de 2004, a los 90 años.
46 47
brasil
el torneo máximo de la entidad. Durante la reunión, el 
periodista Célio de Barros garantizó a los delegados 
que Brasil estaba listo para ser sede de una Copa 
Mundial de Fútbol, el único problema era Alemania, 
que también se había postulado como candidato. Jules 
Rimet, presidente de la FIFA, tenía dos motivos para 
apoyar la candidatura brasileña: el estatuto establecía 
la alternancia de continentes, y el hecho de que Brasil 
era el único país a prestigiar el torneo, habiendo estado 
presente en los tres primeros mundiales. Luego vino la 
II Guerra Mundial, evitando el cumplimiento de las copas 
mundiales de 1942 y 1946. Con el fin del conflicto, la FIFA 
realizó en Luxemburgo el congreso que definiría al país 
sede de la Copa Mundial de 1950. Alemania, derrotada 
y destruida, juntaba los escombros y estaba fuera. Los 
demás países de Europa estaban en reconstrucción, 
y por lo tanto sin condiciones de promover el torneo. 
Dos años después, en 1948, en una reunión promovida 
durante los Partidos Olímpicos de Londres, Brasil fue 
escogido como el país sede de la cuarta Copa Mundial.
En 1938, la FIFA realizó un congreso en su sede en París, donde Brasil manifestó su pretensión de promover
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Por sugerencia de la CBD, el sistema de disputa fue 
modificado, a pesar de encontrar alguna resistencia por 
parte de los miembros de la FIFA. Una vez más la diplomacia 
de Jules Rimet fue fundamental para que aceptasen la 
nueva fórmula. Los dieciséis países finalistas serían 
divididos en cuatro grupos de cuatro. En la fase final de la 
competencia, los cuatro vencedores de cada llave, jugando 
todos contra todos, disputarían el título. 
En 1949, la FIFA poseía cuarenta y nueve países afiliados, 
de los cuales apenas treinta y tres participaron de las 
eliminatorias. Austria, Francia, Portugal y Turquía alegaron 
que el continente sudamericano era muy distante. Hungría, 
Polonia y Checoslovaquia ni siquiera respondieron a la 
invitación, mientras que Perú, Ecuador y India desistieron 
por falta de condiciones financieras. Por otro lado Escocia 
priorizó la Copa Británica de Naciones, que acabó perdiendo 
para Inglaterra. Argentina no participó, temiendo que sus 
jugadores sufriesen represalias por causa de los hechos 
ocurridos en la decisión del Sudamericano de 1946. Por 
otro lado, Inglaterra, que se colocaba por arriba del bien y 
del mal, confirmó su presencia y participaría de su primera 
Copa Mundial. Además de los ingleses, Italia, Yugoslavia, 
España, Suecia y Suiza representarían al continente 
europeo. Los otros participantes fueron: Bolivia, Chile, 
Estados Unidos, México, Paraguay y Uruguay.
La afición de todo el país vivía momentos de gran 
expectativa. Al final, la organización prometía realizar 
partidos en Belo Horizonte, Curitiba, Porto Alegre, Recife 
y São Paulo. Pero las atenciones estaban dirigidas hacia 
Rio de Janeiro, donde la alcaldía construía el Maracaná, 
una de las promesas de Jules Rimet a los delegados de la 
FIFA, cuando los convenció de elegir a Brasil como sede 
de la Copa Mundial de Fútbol.
Los números son impresionantes. Cerca de dos años, 
y más de siete millones y quinientos mil hombres/
hora de trabajo — este fue el tiempo necesario para la 
construcción del estadio Maracaná —. Fueron gastados 
aproximadamente quinientos mil quintales de cemento, 
diez mil toneladas de hierro y ochenta mil metros cúbicos 
de concreto. Un gigante para recibir al más importante 
certamen de fútbol del planeta. La inauguración se 
realizó el 16 de junio de 1950, con un encuentro donde 
la selección paulista venció a la carioca 3x1. Fue Didi, “el 
hombre de la hoja seca”, quien marcó el primer gol de la 
historia del estadio más grande del mundo. A lo largo del 
tiempo, muchos son los historiadores y investigadores 
que creían que Brasil comenzó a perder la Copa Mundial 
de 1950 un mes antes del inicio, al involucrarse sin 
necesidad en dos disputas desgastantes: la Copa Rio 
Branco y la recién creada Copa Oswaldo Cruz, disputada 
contra Paraguay. Contra los paraguayos, utilizando el 
equipo reserva, una victoria por 2x0 y un empate de 3x3. 
Por otro lado, contra los uruguayos, fueron disputados 
tres partidos desgastantes. En São Paulo, una derrota por 
4x3. En el segundo partido, Brasil venció por 3x2, y en el 
encuentro decisivo, una nueva victoria de la selección 
brasileña por el marcador de 1x0.
En el partido de apertura de la Copa Mundial de Fútbol, ante 
81.649 asistentes que pagaron su boleto, Brasil derrotó 
a México, aún sin Zizinho, por 4x0. En el segundo partido, 
contra Suiza, disputado en el estadio Pacaembu de São Paulo, 
el entrenador Flávio Costa repetía un gesto conocido por 
todos, alineó solamente jugadores paulistas, para de esta 
forma congraciarse políticamente con todos: dirigentes y 
prensa paulista, que era contraria a la base vascaína de la 
selección brasileña. El tiro le salió por la culata.
El equipo fue mal, empató el partido contra los suizos 
2x2 y dejó el campo siendo abucheado por la afición. 
En el último encuentro de la primera fase, bastaba a 
Yugoslavia empatar, puesto que había vencido sus dos 
primeros partidos, para alcanzar la clasificación. Brasil 
hizo una bella exhibición y venció 2x0, consiguiendo 
la clasificación para la fase final. El resultado más 
sorprendente fue la eliminación de la favorita Inglaterra, 
con la derrota contra Estados Unidos por 1x0. Los otros 
países clasificados para disputar la final fueron España, 
Suecia y Uruguay.
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En la primera ronda de la fase final en el Maracaná, Brasil 
venció a Suecia 7x1, siendo que en el primer tiempoya había fácilmente marcado 3x0. Mientras tanto, en 
Pacaembu, Uruguay y España empataban 2x2. Con estos 
resultados, Brasil asumió el liderazgo de la fase final.
En la segunda ronda, frente a 152.772 espectadores, 
Brasil confirmaría su favoritismo al título: derrotó a los 
españoles 6x1. En las instalaciones del estadio más 
grande del mundo, la afición entonó “Touradas de Madri”, 
éxito musical de Braguinha y Alberto Ribeiro, lanzado en 
1937 y inmortalizado en la voz de Almirante. En el mismo 
día, en la capital paulista, Suecia vencía 2x1, cuando 
Uruguay, comandado por Obdulio Varela, dio una virada 
al marcador por 3x2.
Llegó la decisión contra los uruguayos. Brasil necesitaba 
apenas de un empate para conquistar el título. Sólo que, tanto 
el entrenador Flávio Costa cuanto los jugadores se olvidaron 
de un detalle: jugar contra Uruguay nunca fue y nunca será 
fácil. Olvidaron de otra lección: la final del Sudamericano de 
1949, cuando necesitaron de dos encuentros para vencer 
al débil Paraguay. Tener un equipo lleno de cracs ayuda, y 
mucho, pero no garantiza la victoria a nadie.
En la víspera del encuentro, radios y periódicos exaltaban 
la calidad de nuestros cracs. El vespertino carioca A 
Noite estampaba en su primera página la foto del equipo 
con el siguiente titular: estos son los campeones del 
mundo. Políticos, dirigentes y empresarios invadían la 
concentración, a esta altura transferida del Alto da Boa 
Vista, en la Casa das Pedras, para el estadio São Januário, 
con un único objetivo: la promoción personal. En suma, 
nadie creía en la derrota.
El marcador 0x0 del primer tiempo no alteró el 
comportamiento del público en el Maracaná, estimado 
en 200 mil aficionados. La certeza del título vino después 
del primer minuto del segundo tiempo, cuando Friaça 
marcó el primer gol de Brasil. Nadie más dudaba de que 
el título sería conquistado por la selección brasileña. 
Nadie, a no ser Obdulio Varela, que cambió la posición 
de armador por la de apoyador y gritó ferozmente para 
todos: ¡Vamos adelante!
A los 21 minutos, Ghiggia por la tercera vez ganaba a 
Bigode en velocidad, corriendo por unos veinte o treinta 
metros sin cobertura. Cruzó hacia el área y Schiaffino 
disparó al ángulo de Barbosa. El gol de empate calló 
al estadio, sin justificativa, puesto que con el empate 
éramos los campeones. Pero los jugadores brasileños 
sintieron el gol y perdieron totalmente el control del juego. 
Faltando 10 minutos para el final del partido, Jules Rimet 
bajó de la tribuna en dirección al campo, convencido de 
que iría entregar la copa para Augusto, capitán brasileño. 
A los 34 minutos, Danilo estaba con el balón y lo perdió 
para Julio Perez, que hizo un pase a Miguez y, como en 
un replay, lanzo a Ghiggia en las espaldas de Bigode. El 
atacante llegó a la línea de fondo y observó que Barbosa 
da un paso para cortar el cruzamiento. Inteligente, disparó 
entre el cuerpo del guardameta y el travesaño izquierdo. 
Gol de Uruguay. Los brasileños, a base de corazón, 
intentaron inútilmente una reacción. Al llegar al lado del 
campo, Jules Rimet se quedó perplejo ante el silencio 
de los 200 mil aficionados presentes en el estadio. En el 
pitazo final de Mr. Ellis, en medio del tumulto, le entregó 
el trofeo a Obdulio Varela, capitán uruguayo, sin ninguna 
ceremonia especial.
A la izquierda Estadio Municipal Maracaná, en esa época era el 
más grande del mundo, con capacidad para 200 mil aficionados. 
Construido para disputar la Copa Mundial de 1950.
Ademir anota uno de los goles de Brasil en la goleada por 4 x 0 sobre 
México, en el debut de la selección en la Copa del Mundo de 1950.
Equipo que empató 2x2 con Suiza en el Pacaembu, en São 
Paulo. De pie, de izquierda a derecha; Johnson (masajista), 
Ruy, Barbosa, Augusto, Bauer, Noronha y Juvenal. 
Agachados: Alfredo II, Maneca, Baltazar, Ademir, Friaça y 
Mário Américo (masajista).
A la izquierda: el equipo que goleó a Suecia por 7 x 1. 
De pie, de izquierda a derecha: Johnson (masajista), 
Mário Américo (masajista), Augusto, Barbosa, Juvenal, 
Maneca, Ademir, Zizinho, Chico, Danilo Alvim, Jair Rosa 
Pinto, Bigode y Bauer.
Ademir disputa una jugada por arriba con la zaga española. 
Brasil le metió a España 6 x 1. Vicecampeón Mundial de Fútbol.
52 53
Ademir meNezes
Ademir Marques de Menezes, conocido como Quijada (del 
portugués queixada) inició su vida en el fútbol jugando 
con bola de medias en la playa de Pina, en la ciudad de 
Recife, donde nació el 8 de noviembre de 1922, en la Vila 
de Bico do Mocotolombó, hijo del matrimonio pernambu-
cano Antônio Rodrigues Menezes y Otília Menezes. Su 
padre era vendedor de automóviles y director de remo 
del Sport Club Recife, donde Ademir inició la carrera en 
la serie infantojuvenil en 1938. Después de brillar en las 
bases y participar del elenco profesional en 1938 y 1939, 
se profesionalizó en 1941, cuando conquistó el título de 
Campeón Pernambucano y fue el goleador de la compe-
tencia, con once goles.
Posteriormente, se transfirió para el Vasco da Gama, 
donde integró uno de los mayores equipos de la 
historia del club, que fue conocido como el “expreso 
de la victoria” y conquistó diversos títulos nacionales 
y internacionales. El periodo de Ademir en el Vasco fue 
interrumpido brevemente puesto que se desentendió 
con la dirección del club en 1946. Fue cuando el 
técnico del Fluminense, Gentil Cardoso, exigió que 
fuera contratado Ademir, quedando famosa su frase 
“denme a Ademir que yo les daré el campeonato”, lo 
que efectivamente sucedió. En 1948, Ademir regresó al 
Vasco da Gama donde permaneció hasta 1955, cuando 
culminó su brillante carrera.
Una de las principales características de Ademir era su 
versatilidad de actuar en cualquier posición del ataque. 
Su habilidad era indiscutible, además de extremamente 
veloz en sus llegadas al gol, donde casi siempre causa-
ba desesperación a la defensa adversaria, que hacían 
de todo para intentar contenerlo. Otra característica 
era que no tomaba una gran distancia para patear 
el balón. Sin cambiar el paso, partía hacia la pelota y 
disparaba con precisión, sorprendiendo a la mayoría 
de los guardameta.
Una curiosidad: como Ademir era alto, además de esbelto 
tenía las piernas alineadas. En su rostro sobresalía el 
mentón, de ahí el apodo de Queixada que en portugués 
significa quijada.
Por la selección brasileña, fue campeón sudamericano 
en 1949 y goleador de la Copa Mundial de Fútbol Brasil 
1950, con nueve goles. Al lado de Friaça, Zizinho, Jair 
Rosa Pinto y Chico formó uno de los equipos más 
grandes de la historia de la selección brasileña, y 
uno de los mejores de la historia de las copas. Al final, 
fueron 22 goles en cinco partidos, con un increíble 
QuijaDa
promedio de 4,4 goles por partido. Sin embargo, el 
destino fue cruel. En la final contra Uruguay, con 
un público estimado de 200.000 aficionados en el 
Maracaná, Brasil fue derrotado por 2x1 y Uruguay se 
quedó con el título.
Después de concluir su carrera, Ademir se convirtió en 
comentarista deportivo. Falleció en la ciudad de Rio de 
Janeiro, el 11 de mayo de 1996.
56 57
suiza
no hubo enfrentamientos porque los adversarios de-
sistieron. Zezé Moreira estaba de vuelta al comando 
de la selección brasileña. A pesar de algunas dificul-
tades, pasamos por Chile (2x0 en Santiago y 1x0 en el 
Maracaná) y por Paraguay (1x0 en Asunción y 4x1 en 
el Maracaná) alcanzando la clasificación para la Copa 
Mundial de Fútbol Suiza 1954.
El 25 de mayo de 1954, la delegación partió en vuelo de 
la Panair hacia Suiza. El debut fue tranquilo. Una vez más 
Brasil enfrentaba a México, a quien derrotó con facilidad 
por 5x0. Un hecho pintoresco sucedió en el segundo par-
tido contra Yugoslavia, el nuevo reglamento establecía la 
clasificación de dos equipos en cada llave. Con el partido 
empatado en 1x1, desconociendo el reglamento, los 
jugadoresbrasileños luchaban desesperadamente por 
la victoria, mientras tanto, los yugoslavos hacían gestos 
y trataban de explicar en inglés que el resultado dejaba 
a los dos equipos clasificados. Ignorando el hecho, los 
brasileños corrieron como locos hasta el fin del partido. 
Interesante es que ni João Lyra Filho, especialista en le-
yes deportivas, conocía la nueva fórmula de clasificación.
Por primera vez en la historia, Brasil iría a someterse a una eliminatoria de Copa Mundial, puesto que las veces anteriores
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En el sorteo realizado en la ciudad de Berna, que defini-
ría a los adversarios de la próxima fase, sucedió lo que 
todos temían. Nuestra adversaria para el día 27 de junio 
sería la poderosa selección húngara de Groscis, Boszik, 
Kocsis y Czibor, sin el astro Puskas, que se recuperaba 
de una contusión..
Brasil entró en el campo muy tenso, y con 10 minutos 
de juego Hungría ya vencía 2x0. A los 19 minutos, 
Djalma Santos cobró un penalti sufrido por Índio, dis-
minuyendo el marcador.
En el segundo tiempo, a los 15 minutos, Lantos, de penalti, 
aumentó para 3x1. Por causa de la decisión del árbitro, 
Nilton Santos y Boszik intercambiaron golpes y fueron 
expulsados. Julinho disminuyó a los 20 minutos; luego 
Didi acertó el travesaño del guardameta húngaro. A los 42 
minutos, en posición dudosa, Kocsis cerró el marcador en 
4x2. Apenas el árbitro Mr. Ellis pitó el fin del encuentro, co-
menzó la verdadera batalla. Puskas, que asistía el conflicto 
desde las graderías, bajó al campo y provocó a Pinheiro en 
la entrada del vestuario. El defensa brasileño respondió y 
los veintidós jugadores se involucraron en la pelea.
Un policía inmenso, con más de 130 kilos, fue corriendo 
para separar la riña, pero el locutor brasileño Paulo Planet 
Buarque le metió una zancadilla y cayó en peso en el 
engramado, para delirio del público. La policía intervino 
y periodistas y dirigentes acabaron participando del 
desorden. El técnico Zezé Moreira vio a un hombre de 
terno corriendo en dirección al vestuario y no dudó de 
acertarlo con las zapatillas de Didi que las había cambiado 
durante el juego y estaban en sus manos. El agredido era 
el ministro de deporte de Hungría, Gustavo Sebes.
Abajo, los jugadores de Brasil saludan a los aficionados 
antes del inicio del partido contra México.
Arriba, Pinga (10) observa una batalla entre el defensa 
Baltazar y el guardameta mexicano Carbajal.
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A la izquierda, el equipo que fue derrotado por Hungría 4x2 por los 
octavos de final de la Copa Mundial de 1954. De pie, de izquierda 
a derecha: Índio, Didi, Humberto Tozzi, Maurinho, Djalma Santos, 
Brandãozinho, Nilton Santos, Pinheiro, Julinho, Castilho, Bauer y 
el masajista Mário Américo.
62 63
juLiNho boteLho
Júlio Botelho o Julinho Botelho, nació en el barrio de la 
Penha, en São Paulo, el 29 de julio de 1929. Fue uno de los 
mejores y más grandes punteros derechas de la historia 
del fútbol brasileño y del mundo.
Julinho comenzó su carrera en el Juventus, a inicio de 
los años 50, y después se transfirió para la Portuguesa. 
Defendió la Lusa de Canindé hasta 1955, año en que fue 
negociado con la Fiorentina, de Italia. En Florencia también 
fue ídolo y hasta hoy es venerado por los aficionados 
italianos, que se quedaron huérfanos de su fútbol cuando 
resolvió volver a Brasil en 1958 para defender al Palmeiras, 
donde permaneció hasta 1967. En 1996 fue premiado como 
el mejor jugador de la historia de la Fiorentina. 
En la Copa Mundial de Fútbol Suiza 1954, Julinho se 
destacó, llevando a la locura a sus marcadores con 
dribles desconcertantes. Marcó un gol antológico en la 
goleada de 5x0 sobre México y otro lindo gol contra la 
poderosa Hungría. Por esa razón fue considerado por la 
prensa mundial de aquella época como uno de los mejores 
jugadores de la edición mundialista.
Rehusó la convocación para formar parte de la selección 
brasileña que disputaría la Copa Mundial de 1958, 
alegando como motivo el hecho de que, como no actuaba 
en el fútbol brasileño, no sería justo para los jugadores 
que actuaban en Brasil, que él representase al país en 
un campeonato mundial.
El día13 de mayo de 1959 quedó marcado en la vida 
de Júlio Botelho. Brasil enfrentaría a Inglaterra en el 
estadio Maracaná en un encuentro amistoso. Cuando 
el locutor oficial del estadio anunció la alineación 
de la selección brasileña, los 160 mil aficionados 
presentes abuchearon al mismo tiempo el nombre de 
Julinho, puesto que el técnico Vicente Feola no había 
considerado para ese encuentro a Mané Garrincha, 
jugador naturalmente amado y idolatrado por la afición 
carioca. Pero Julinho calló los abucheos con una 
actuación magistral, siendo fundamental para que el 
marcador señale 2x0 a favor de Brasil, dando un pase 
para que Henrique se abriese, y después marcando 
uno de los más bellos goles de la historia del estadio, 
siendo aplaudido por todos los espectadores.
Después de culminar su carrera como jugador, Julinho 
dirigió las categorías inferiores del Portuguesa, Palmeiras 
y Corinthians. En el Canindé, llegó a comandar al equipo 
principal. Se jubiló del fútbol en 1980, y falleció en São 
Paulo a los 73 años, el 11 de enero de 2003, víctima de 
problemas cardíacos.
64 65
Copa Mundial de Fútbol, pocos creían que pudiese 
regresar con la tan codiciada Jules Rimet.
La mayoría estaba convencida de que los fracasos 
anteriores se repetirían en Suecia, como había sugerido 
a inicios de ese año la revista France Football, al 
publicar un amplio análisis sobre los 16 finalistas del 
torneo. “Brasil posee grandes cracs, pero todos son 
excesivamente inmaduros, emocionalmente vulnerables, 
de difícil adaptación a ambientes de competencia, sin 
preparación psicológica para contiendas de este porte”, 
afirmó la conceptuada revista, concluyendo que Alemania 
Occidental, Hungría, Inglaterra, Suecia y Checoslovaquia 
eran los más acreditados para el título. Según dicha 
revista, Brasil podría llegar en sexto lugar, como máximo.
Lo que los analistas de la France Football aún desconocían 
es que João Havelange acabara de asumir la presidencia 
de la CBD determinado a dar un fin a las múltiples 
teorías que echaban por tierra la posibilidad de que los 
scratchmen nacionales conquisten un título mundial. 
En realidad, las experiencias anteriores más próximas, 
como la pérdida del Sudamericano de 1957 para Argentina, 
El 24 de mayo de 1958, cuando la selección brasileña embarcó rumbo a Europa para disputar su sexta
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habían demostrado, en la práctica, que la selección 
brasileña a veces se perdía por el exceso de entusiasmo, 
y en otras, se dejaba vencer por un nervosismo, que no 
era raro, transformado en miedo.
Havelange abrazó el desafío con entusiasmo y colocó en 
acción un plan de trabajo elaborado por el empresario Paulo 
Machado de Carvalho, dueño de emisoras de radio y TV, con 
alguna experiencia de dirigente en São Paulo. El proyecto 
terminó con el poder casi intocable que caracterizaba hasta 
entonces a los entrenadores de la selección, y estableció 
una Comisión Técnica, también integrada por un supervisor, 
un psicólogo y un equipo médico.
Se descartaron varios nombres de peso para dirigir al 
equipo, como por ejemplo: Flávio Costa y Zezé Moreira, 
adeptos de métodos absolutistas. Fleitas Solich, 
tricampeón carioca por el Flamengo en 1953/54/55, 
era paraguayo, y rezaba la tradición que la CBD no 
debería contratar un extranjero, Vicente Feola, tres 
décadas de fútbol a servicio del São Paulo, un hombre de 
espíritu conciliador, capaz de aceptar de buen grado las 
ponderaciones de los demás miembros de la Comisión 
Técnica, acabó siendo el escogido. Un punto definitivo 
a favor de Feola: Pelé, que aún no era titular absoluto 
en el Santos, pero que había hecho un buen debuten la 
selección durante la Copa Roca, inclusive marcando un 
gol en cada partido, ganó rápidamente la confianza del 
entrenador, que desafió a los dioses del fútbol.
Existe un casi consenso de que la CBD creyó en los 
conceptos de la France Football, dado que la selección 
debutó con diez jugadores blancos — Didi fue la excepción. 
Pero lo que ocurrió, de hecho, es que la Comisión Técnica 
prefirió colocar en campo el equipo base que actuará en 
los siete amistosos realizados en 1958, antes del mundial, 
y que los cambios procesados a lo largo del torneo fueron 
determinados por la confirmación de lo obvio, algunos 
jugadores no podrían continuar fuera: Zito, por su espíritu 
de liderazgo; Garrincha, por la excepcionalidad del fútbol 
que jugaba; y Pelé, que al contrario de lo que muchos 
imaginan, no fue rechazado por Dida en el primer juego 
del mundial. Pelé era el titular absoluto del equipo del 
técnico Vicente Feola, pero se lesionó en el amistoso 
contra el Corinthians, el 21 de mayo de 1958. Los médicos 
dijeron que el jugador quizas no pudiese ser aprovechado 
en el torneo, pero Feola insistió y convenció a todos, que 
acabaron concordando en llevarlo a Suecia.
En el debut, el equipo venció a Austria con autoridad, 
por 3x0. Los austriacos ejercían una marcación dura, a 
veces con violencia, pero de poco sirvió. A los 38 minutos, 
Zagallo hizo un excelente pase a Mazzola, que abrió el 
marcador. En el segundo tiempo, a los 5 minutos, un gol 
histórico: Nilton Santos dominó el balón en su campo y 
llegó hasta el medio campo de Austria, tocó para Mazzola 
y pidió de vuelta, recibió la devolución al frente y, desde 
la entrada de área, disparó al guardameta Szanwald con 
gran clase. Mazzola, a los 44 minutos del segundo tiempo, 
después de recibir otro lanzamiento, cerró el marcador. 
El segundo encuentro fue contra Inglaterra. Dida, que 
estaba lesionado, fue sustituido por Vavá. A pesar de 
haber tenido un buen inicio, Brasil no consiguió superar 
la defensa inglesa. El juego quedó amarrado con muchas 
jugadas disputadas en medio campo, y al final el empate 
0x0 prácticamente obligaba al seleccionado a derrotar 
a la URSS, en el tercer partido, para no depender de una 
combinación de resultados. 
La URSS llegó a Suecia cercada de misterio, en función del 
secreto alimentado en torno a un tal “juego científico”, en 
realidad una fantasía creada por los que vivían imaginando 
lo que había por atrás de la llamada “cortina de hierro”. En 
seguida Garrincha y Pelé fueron alineados en el equipo y 
comenzaron a hacer la diferencia. El primer gol vino a los 
2 minutos, cuando Garrincha hizo una bella jugada por 
la derecha y dejó a Vavá libre para convertir el gol. En el 
segundo tiempo y, a los 20 minutos, nuevamente Garrincha 
hizo una nueva jugada por la derecha y lanzó a Vavá, 
que puso los números definitivos al marcador. Estaban 
derribadas las murallas del Kremlin y Brasil, que venció por 
68 69
2x0, estaba clasificado para los cuartos de final. 
Vino el País de Gales, un adversario desconocido, 
pero que en su grupo había empatado con los suecos 
dueños de casa y eliminado a nadie menos que Hungría, 
vicecampeón de la copa anterior. Vavá, lesionado, fue 
substituido por Mazzola, que le anularon un golazo de 
bicicleta. Estaba muy difícil perforar la retranca galesa, 
pero Brasil tenía a Pelé, que recibió el balón en el área y 
después de un sombrero formidable en Melvyn Charles, 
disparó antes que la bola tocase el suelo, por debajo de 
Jack Kelsey. Un gol antológico, un gol de titulares, su 
primer gol en copas mundiales, que venció la defensa 
de Gales y puso a Brasil en la semifinal contra Francia. 
Vavá estaba de regreso al ataque. Francia tenía un equipo 
fuerte, que contaba con Just Fontaine — que sería el 
goleador del mundial —, Kopa, Jonquet y Piantoni. El 
partido en el estadio Rasunda podría ser considerado una 
decisión anticipada, por la campaña de los dos equipos.
A los dos minutos, Garrincha pasa a Vavá y dispara el 1x0. 
Cinco minutos después Francia empata con Fontaine. A los 
14 minutos, le anularon un gol a Zagallo. Pero fue Didi, con 
su inconfundible “hoja seca”, que marcó un golazo a los 39 
minutos. Dos minutos antes Vavá y Robert Jonquet dividieron 
una jugada y el defensa francés se fracturó una pierna. 
Se llegó a ventilar la hipótesis de que la contusión del 
defensa acabó debilitando a Francia, pero la secuencia de 
goles marcados por Pelé en la etapa final es suficiente para 
dejar evidente que Brasil sobraba. Tanto que los propios 
franceses no tardaron en llamarlo “Rey del Fútbol”. El 
propio Just Fontaine, sorprendido con la actuación de 
Pelé, fue al encuentro para felicitarlo después del último 
gol. Por otro lado, Kopa, pareciendo no creer en la goleada, 
previó que nadie arrebataría la copa de nuestra selección.
Al final de cuentas, los franceses acabaron reconociendo 
la superioridad del equipo de Feola, enterrando la 
teoría de que nuestros cracs eran emocionalmente 
vulnerables, sin preparación psicológica para disputar 
una copa mundial, como afirmara la revista France 
Football. La victoria de 5x2 colocó a Brasil en la 
decisión contra Suecia. 
Es importante destacar antes de todo que los dueños 
de casa fueron de una elegancia ejemplar. Trataron de 
cubrir la cancha del estadio Rasunda, en el suburbio de 
Solna, para protegerlo de la lluvia que comenzó a caer 
en la víspera de la gran final. Y al contrario de lo que se 
acostumbra a propagar, Suecia poseía un equipo fuerte, 
destacándose el guardameta Kalle Svensson, el punta 
izquierda Lennart Skoglund, veteranos de la Copa Mundial 
de 1950, y el trio Gunnar Gren – Nils Liedholm – Kurt 
Hamrin, que hizo historia en el fútbol italiano.
En el encuentro final contra los suecos, De Sordi, que 
estaba lesionado, fue substituido por Djalma Santos. 
Al inicio los anfitriones, incentivados por la afición, 
marcaron a los tres minutos, con Ledholm. Despertado 
por su instinto de liderazgo, Didi agarró el balón en 
la red y cruzó el campo brasileño, recordando a los 
compañeros cuantas veces equipos brasileños habían 
derrotado a suecos en su tierra. La reacción brasileña 
no demoró mucho y a los 9 minutos Brasil empató. 
Garrincha fue al fondo y cruzó para Vavá, que entre los 
defensas empató el partido. A los 32 minutos, como 
en un replay, Garrincha fue nuevamente al fondo y 
cruzó para que Vavá colocase a Brasil al frente. En el 
segundo tiempo, a los 10 minutos Pelé marcó el tercero. 
Zagallo marcó el cuarto, Suecia disminuyó la diferencia 
con Simonsson y Pelé cerró el marcador en el último 
minuto del partido. 
Estaban derribadas las previsiones de la revista France 
Football. Brasil venció 5x2 y conquistó su primer título 
mundial. Hasta el aficionado más incrédulo tomó las 
ciudades del país para cantar el himno que marcó la 
época: “La copa del mundo es nuestra, con brasileño no 
hay quien pueda...”
A la izquierda, el elenco que disputó la Copa Mundial de 1958. 
De pie, de izquierda a derecha: Vicente Feola (técnico), Hilton 
Gosling (médico), De Sordi, Djalma Santos, Nilton Santos, 
Castilho, Bellini, Oreco, Orlando, Zózimo, Zito, Mauro Ramos, 
Gilmar, Mário Américo (masajista) y Assis (vestuario). 
Agachados: Paulo Amaral (preparador físico), Dino Sani, Joel, 
Garrincha, Didi, Pelé, Vavá, Zagallo, Dida, Mazzola, Pepe y Moacir.
El equipo que venció a Austria 3x0. De pie, de izquierda
a derecha. De Sordi, Dino Sani, Bellini, Nilton Santos, Orlando 
y Gilmar. Agachados: Mário Américo (masajista), Joel, Didi, 
Mazzola, Dida y Zagallo.
El equipo que venció a Austria 3x0. De pie, de izquierda
a derecha. De Sordi, Dino Sani, Bellini, Nilton Santos, Orlando 
y Gilmar. Agachados: Mário Américo (masajista), Joel, Didi, 
Mazzola, Dida y Zagallo.
Observado por Pelé, Vavá recibe un pase de Garrincha y mar-
ca el segundo gol de Brasil en la victoria 
por 2x0 sobre la URSS.70 71
El equipo que venció a Suecia 5 x 2. De pie, de izquierda a 
derecha. Djalma Santos, Zito, Bellini, Nilton Santos, Orlando 
y Gilmar. Agachados: Garrincha, Didi, Pelé, Vavá, Zagallo y 
Mário Américo (masajista).
Pelé anota uno de sus tres goles en el partido.
Vavá anota el primer tanto de Brasil en la goleada 
de 5 x 2 sobre los franceses.
El equipo que venció a Suecia 5 x 2. De pie, de izquierda 
a derecha. Djalma Santos, Zito, Bellini, Nilton Santos, 
Orlando y Gilmar. Agachados: Garrincha, Didi, Pelé, Vavá, 
Zagallo y Mário Américo (masajista).
Bellini, capitán de Brasil empina la Copa Jules 
Rimet. Brasil es el campeón mundial de fútbol.
El joven Pelé llora en los hombros 
de Didi, Gilmar y Orlando.
74 75
competencia anterior. Otro cambio en la Comisión Técnica 
de 1958 fue la salida del psicólogo João Carvalhaes, que 
aconsejó la interdicción de Garrincha. En su lugar, entró 
Ataíde Ribeiro, que mostró aceptar con más naturalidad al 
imponderable del fútbol. Además, la selección contaba con 
ocho caras nuevas: Jair Marinho, Jurandir, Altair, Zequinha, 
Mengálvio, Jair da Costa, Coutinho y Amarildo, que substi-
tuyeron, respectivamente, a De Sordi, Orlando Peçanha, 
Oreco, Dino Sani, Moacir, Joel, Mazzola y Dida.
La movilización y preparación para el torneo mundial 
tuvo inicio apenas en abril, cincuenta días antes con el 
campeonato Copa Oswaldo Cruz. Fueron dos goleadas de 
6x0 y 4x0 sobre Paraguay. Seguidamente, se realizaron 
dos encuentros amistosos con vitorias sobre Portugal 
y País de Gales. 
Posteriormente se iniciaron los periodos de entrenamien-
tos en las ciudades de Campos do Jordão y Serra Negra, 
en el interior paulista, y Nova Friburgo, región serrana 
de Rio de Janeiro. En realidad, apenas dos campeones 
mundiales de 1958 perdieron sus lugares para el debut 
contra México: Bellini, reemplazado por Mauro, que se en-
contraba en una mejor forma física, y Orlando, descartado 
Para la Copa Mundial de Fútbol Chile 1962, la selección brasileña siguió básicamente la misma planificación de la
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por estar jugando en el Boca Juniors de Argentina, que fue 
substituido por Zózimo.
En su partido de debut, el equipo pasó sin dificultades 
por México, con victoria de 2x0. En el primer tiempo el 
marcador fue 0x0. A inicios del segundo tiempo, a los 
cuatro minutos, Zagallo marcó el primer gol de pescadi-
to. A los 27 minutos, Pelé, en un disparo fuera del área, 
cerró el marcador.
Después del segundo partido contra Checoslovaquia, 
que terminó 0x0, Pelé pateó el esférico desde fuera del 
área a 28 minutos del primer tiempo y cayó al suelo 
después de sentir un desgarre en el muslo. Como no eran 
permitidas substituciones, Pelé permaneció en el campo 
hasta el final. Quedando equilibrado el partido, terminó 
sin goles. A partir de esa lesión, el equipo de Aymoré 
Moreira no pudo contar con Pelé, que se despedía del 
mundial. El entrenador llegó a pensar en colocar Jair da 
Costa en la punta derecha y desplazar a Garrincha hacia 
el medio. Todo porque el temperamental Amarildo era 
inexperto en partidos internacionales. Pero incluso así, 
el técnico decidió que Amarildo debería ser el substituto 
inmediato de Pelé.
Brasil ganó porque Mané Garrincha, el genio de las piernas 
torcidas, comenzó a jugar su mundial particular, gastando 
todo el repertorio de dribles, pases y goles fundamenta-
les para la conquista del bicampeonato. Fue un partido 
dificilísimo. En los primeros minutos de juego, Didi no 
estaba bien, Zózimo parecía inseguro, Zito indeciso en las 
anticipaciones y Amarildo, sin temblar, sentía claramente 
el peso de la responsabilidad. Entonces, los españoles 
se aprovecharon de la situación y a los 35 minutos del 
primer tiempo, Adelardo hizo el 1x0, luego fue derribado 
en el área por Nilton Santos, que dio un paso al frente y 
el árbitro chileno Sergio Bustamante marcó falta fuera 
del área. Gilmar hizo una defensa maravillosa y el árbitro 
anuló un gol de Peiró, aparentemente legítimo. Fin del 
primer tiempo, todos los brasileños pensaban que el re-
sultado podría haber sido peor. Por otro lado, los españoles 
estaban seguros de que vencerían el partido. 
En el vestuario Amarildo estaba nervioso. Junto con otros 
jugadores volvieron para el segundo tiempo determinados 
a invertir el marcador. Y así fue, a los 27 minutos, Zito 
le robó el balón a Puskas y lo lanzó rápido para Zagallo, 
que fue a la línea de fondo y disparó un centro. Amarildo 
entró rápido entre los defensores españoles, metiendo la 
puntera para un tiro certero empatando el juego.
A cinco minutos de finalizar el encuentro, con la precisión 
La delegación de Brasil bicampeona 
mundial, en 1962. De pie, de izquierda 
a derecha: Jair da Costa, Mário Américo 
(masajista), Djalma Santos, Didi, 
Mengálvio, Castilho, Pepe, Zózimo, Zito, 
Gilmar (al fondo), Zequinha, Mauro (al 
fondo), Amarildo, Zagallo, Nilton Santos 
(al fondo), Assis (vestuario, al fondo), 
Aristides (zapatero) y Vavá. Al centro: 
Mário Trigo (dentista), Ronald Vaz Moreira 
(dirigente), Paulo Amaral (preparador 
físico), Aymoré Moreira (técnico), Paulo 
Machado de Carvalho, Adolfo Marques, 
Carlos Nascimento y José de Almeida. 
Sentados: Pelé, Jair Marinho, Jurandyr, 
Altair, Garrincha y Coutinho). 
78 11
de un maestro, Didi pateó el esférico con el lado externo del 
pie, imprimiéndole un efecto para llegar a Garrincha. Con los 
españoles a su frente, Garrincha fue driblando uno a uno a los 
defensas que aparecían. Amarildo subió y marcó de cabeza el 
segundo gol de Brasil, a los 40 minutos del segundo tiempo. 
Brasil estaba clasificado para los cuartos de final.
En los cuartos de final Brasil venció a Inglaterra 3x1, 
ocasión en que el lateral Ron Flowers prometió anular a 
Garrincha, pero su talento brilló más que nunca. Garrincha 
armó, dribló, hizo pases, humilló a sus marcadores, fue 
a la línea de fondo cuantas veces quiso — volviendo loco 
a Flowers —, hizo un gol de cabeza y otro con un lindo 
disparo curvo en el ángulo del guardameta Springett. El 
tercer gol de Brasil fue marcado por Vavá.
Brasil disputaría con los chilenos, dueños de casa, un 
cupo para la gran final. La delegación brasileña fue infor-
mada que existía un plan de los chilenos para perturbar 
al a los miembros de la selección a su llegada en Santiago. 
Siguiendo el plan trazado por el jefe de la delegación, 
Paulo Machado de Carvalho, la selección viajó en tren. Los 
jugadores desembarcaron dos estaciones antes del des-
tino final, continuando el viaje de ómnibus directamente 
hacia el estadio Nacional, driblando la multitud que fue a 
la estación de tren para hostilizarlos.
Frente a aproximadamente 80 mil espectadores, Brasil 
se impuso con otro show de Garrincha, que marcó dos 
veces a los 9 y 31minutos del primer tiempo. Poco antes 
de finalizar la etapa inicial, Toro reencendió la esperanza 
de la afición local, disminuyendo la diferencia para Chile.
En el segundo tiempo, a los 3 minutos, Vavá marcó el 
tercer gol. Leonel Sánchez cobró un penalti a los 16 y 32 
minutos. Después que Vavá balanceó nuevamente la red, 
Chile no encontró fuerzas para reaccionar.
Casi al final del juego, Garrincha, cansado de las agresiones 
de su marcador Rojas, reaccionó con una entrada desleal 
con un puntapie en el trasero del lateral chileno. El árbitro 
peruano Arturo Yamasaki expulsó a Garrincha, por indicación 
del asistente Esteban Marino, que no se presentó al juicio. 
Por su ausencia, y sin la narración exacta de los hechos en el 
estadio Nacional, la FIFA absolvió al jugador brasileño.
Garrincha disputó la final con 38 grados de fiebre, pero su 
simple presencia fue suficiente para asustar al rival, tanto 
que el entrenador checo Rudolf Vytlacil puso siempre a 
dos hombres para vigilarlo, dejando que Amarildo volviese 
a hacer la fiesta. Los checos se pusieron al frente

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