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Formación de maestros: algunas orientaciones 
 
 
Conferencia dictada por Philippe Perrenoud 
Facultad de Psicología y de las Ciencias de la Educación 
Universidad de Ginebra 
 
“Nadie desea tener maestros incompetentes. Pero a menudo, se confunde 
maestro incompetente con maestro ignorante, un maestro que no tiene dominio de 
los saberes a enseñar”. 
 
Con estas palabras, Philippe Perrenoud, de la Facultad de Psicología y de las 
Ciencias de la Educación en la Universidad de Ginebra, inició su conferencia 
titulada Formación de maestros: algunas orientaciones, ante más de 2 mil 
docentes, en el Hotel Hilton, durante su visita a Guadalajara, después de que la 
Secretaría de Educación Jalisco a través de la Dirección General de Educación 
Normal le hizo la invitación. 
 
“Algunos piensan que el dominio de su disciplina basta para poder enseñarla. 
Otros creen que también es necesario poseer distintos medios para ponerla al 
alcance de los aprendientes. Pero a menudo, dichos medios se reducen a una 
buena retórica, al arte de enunciar claramente los saberes, manteniendo un ritmo 
adecuado y estableciendo un diálogo socrático con los alumno”, aseguró. 
 
¿Qué competencias enseñar? ¿Cómo se construyen? ¿Qué hay que hacer para 
desarrollarlas durante la formación inicial? ¿Cómo seguir desarrollándolas a lo 
largo de la vida?, y algunas conclusiones, fueron aspectos que desarrolló el 
conferencista. 
 
¿Qué competencias enseñar? 
 
“Antes de hacer la lista de las competencias requeridas para un docente, es 
necesario clarificar el concepto mismo de competencia. No es sencillo, la palabra 
competencia no tiene el mismo sentido en derecho, lingüística, psicología, ciencias 
del trabajo o de la educación”. 
 
“Este concepto nos remite a las relaciones entre pensamiento y acción, a la parte 
de lo impensado o de lo pre-reflexionado en la acción humana, a la diversidad, la 
heterogeneidad de los recursos en juego. Además, es objeto de controversias 
ideológicas. Por lo mismo, sería imprudente proseguir como si, de entrada, 
habláramos de lo mismo”. 
 
“Definiré la competencia como el conjunto de medios de los cuales dispone un 
actor para dominar una familia de situaciones complejas con una estructura 
idéntica. Una competencia moviliza varios recursos: saberes, capacidades o 
habilidades, actitudes, valores, una identidad, una relación con el conocimiento, el 
poder, las responsabilidades y el riesgo”. 
 
Apropiarse de los recursos sólo es una condición necesaria. “La competencia sólo 
existirá plenamente si el actor los moviliza juntos, los pone en sinergia para tomar 
una decisión, resolver un problema o guiar una acción adecuada. Esta sinergia 
depende, en parte, del juicio profesional, del razonamiento, pero también 
mecanismos mentales menos conscientes. 
 
Una competencia se aplica a una familia de situaciones análogas. “Un docente se 
enfrenta a numerosas situaciones, cada una particular en sus detalles, ¡son mil 
micro decisiones por día! Se pueden agrupar en familias de estructura idéntica. 
Incluso así, siguen siendo numerosas. Unas corresponden a las múltiples 
situaciones que surgen en el salón de clases, otras a las tareas del profesor: 
preparación, planificación, corrección, etcétera”. 
 
Para identificar dichas familias de situaciones y, por ende, dijo, las competencias 
que les corresponden, idealmente se debería proceder a una encuesta sobre el 
trabajo cotidiano de los maestros, sin limitarse al sentido común o a una supuesta 
familiaridad creada por la experiencia de este trabajo. 
 
“Un referencial de competencia es una construcción compleja que, idealmente, 
resulta de una observación de las prácticas. Una vez discutido y validado, está 
destinado a volverse una referencia en la concepción y el monitoreo de la 
formación”. 
 
 
Las competencias no se enseñan 
 
“Una competencia es un saber-actuar. Es actuando que uno aprende a actuar. 
Desde luego, se pueden enseñar conocimientos declarativos, procesuales o 
condicionales; se pueden desarrollar habilidades específicas a través de ejercicios 
descontextualizados; se pueden recomendar actitudes, posturas, orientaciones 
éticas o axiológicas. Pero todos esos recursos solo constituirán una competencia 
cuando entren en sinergia y sean puestos al servicio de una acción”. 
 
Destacó que: “Durante mucho tiempo se creyó o se fingió creer que la 
acumulación de recursos bastaba. Hoy se sabe que la transferencia, la 
movilización, la puesta en sinergia se aprenden. No es de sorprenderse, entonces, 
que la construcción de las competencias quede inconclusa, ya que la formación o 
dedica ningún tiempo a este entrenamiento ni lo acompaña. Eso no implica más 
clases sino un acondicionamiento de la experiencia y una forma de coaching “ 
 
Pero se pueden crear las condiciones para el desarrollo de las competencias. 
“Nadie pretende que los formadores no tengan ninguna influencia sobre el 
desarrollo de las competencias de los alumnos o estudiantes, pero su acción es 
indirecta; consiste en poner a los estudiantes en situaciones de trabajo que 
generen una experiencia formadora”. 
 
En realidad, “es el alumno quien construye sus conocimientos, nadie lo puede 
hacer en su lugar, sólo se puede organizar un entorno favorable para ciertos 
aprendizajes, son situaciones didácticas. Pero es más cierto aún en el caso de las 
competencias. Los formadores tienen un papel activo muy importante; escogen y 
guían la puesta en situación”. 
 
Sin embargo, no todo está bajo control, “si las competencias se desarrollan en 
función de la experiencia, hay que renunciar a un control total. Los estudiantes no 
experimentan las mismas cosas, incluso cuando toman las mismas clases.” 
 
“Y al margen de la formación profesional, la vida sigue su curso con efectos muy 
variados sobre el desarrollo, en función de las clases sociales, las condiciones, los 
estilos de vida, los proyectos, etcétera. A eso se suman las enormes diferencias 
culturales y personales entre estudiantes, las cuales configuras las relaciones de 
ellos con las situaciones y, por consiguiente, lo que aprenden de ellas”. 
 
¿Qué hay que hacer para desarrollar competencias profesionales durante la 
formación inicial? 
 
Philippe Perrenoud, explicó que para desarrollar competencias profesionales en la 
educación inicial es necesario: 
 Procurar que el estudiante se apropie de los recursos necesarios, entre 
otros, los saberes que deberá movilizar. 
 Entrenarlo a movilizar esos recursos en cada situación: para resolver 
problemas, tomar decisiones, monitorear proyectos, por ejemplo. 
 Favorecer la apropiación de recursos. 
 Practicar la movilización de esos recursos. 
 Formación en alternancia. 
“Si los recursos cognitivos requeridos están en su mayoría ausentes, no puede 
haber competencias, ya que no hay nada que movilizar. Entonces, es legítimo 
desarrollar el dominio de los recursos cognitivos (saberes, habilidades, actitudes, 
valores, etcétera)”. 
Recomendó que no todos los recursos se adquieran fuera del contexto de acción, 
con una fase de acumulación seguida por una fase de aplicación. Por el contrario, 
“el aprendizaje a través de problemas radica en la idea que los recursos se 
construyen, al menos en parte, a partir de las situaciones., como respuesta para 
resolver problemas”. 
“Este entrenamiento puede llevarse en parte fuera de las aulas, mediante estudios 
de caso, tesis profesionales, análisis prácticos, juegos de rol y otros dispositivos 
funcionando en el marco de la escuela. Pero al final de cuenta, habrá que trabajar 
en contexto real, en salones de clase, con verdaderos alumnos, con un programa 
real”. 
Por lo mismo, “la formación docente requiere un dispositivo de alternancia entre el 
salón de clase y el centro de formación. Una formación en alternancia se 
desarrolla alternativamente en distintos lugares, generalmente en una escuela o 
en espacios de prácticas”. 
Consideró los espacios de prácticas, como el lugar donde se ilustran, se aplican, 
se ponen aprueba y se refuerzan las normas y los valores profesionales; como el 
momento de socialización profesional de apropiación de los saberes, y de los 
gestos de la profesión; como el lugar donde se integran los saberes racionales e 
incluso científicos, y los saberes por experiencia. La práctica como parte 
integrante de un proceso clínico y reflexivo; como entrenamiento a la movilización 
de recursos, contribuyendo al desarrollo de competencias. 
Señaló que la experiencia, por sí misma, no es formadora. Debe ser acompañada, 
guiada y luego analizada. “La postura reflexiva es la condición y el objetivo de una 
formación profesional de alto nivel. Ser reflexivo no es solo reflexionar; es 
reflexionar sobre su manera de pensar, de decidir, de actuar para hacerla 
evolucionar. La dimensión reflexiva debería estar presente de manera transversal 
en todas las unidades de formación”. 
 
¿Cómo desarrollar competencias profesionales a lo largo de la vida? 
La formación inicial no puede desarrollar todas las competencias profesionales al 
más alto nivel. En parte por falta de tiempo durante la formación inicial, pero 
también porque hay niveles y experiencias que suponen años de práctica. “Así, la 
meta es un principiante ni demasiado torpe, ni demasiado confundido. Pero sí, un 
principiante capaz de evolucionar; por lo mismo un profesionista reflexivo, abierto 
a la cooperación y a la formación continua”. 
“La formación continua es más reciente que la formación inicial. Funciona de 
manera distinta, está dirigida a profesionistas que ejercen y tienen necesidades; 
debería desprenderse del molde escolar, acompañar proyectos de equipo o de 
escuelas, ampliarse a intervenciones de campo, sin por eso volverla obligatoria, 
tendría que venir acompañada por medidas incentivas y conjugarse con la 
evaluación de las competencias de los docentes en ejercicio”. 
“La obligación de resultados carece de sentido, que la obligación de medios es 
contraria a la exigencia de profesionalización. Entonces, hay que desarrollar una 
obligación de competencias”. 
Dijo que el desarrollo profesional incluye la formación continua, apero también 
todos los procesos de autoformación. “Pasa por una práctica reflexiva personal, 
pero también puede ser alentada por unos dispositivos institucionales. Se puede 
favorecer el trabajo de equipo, pueden crearse grupos de análisis de la práctica, 
grupos de intercambios sobre problemas profesionales, proyectos, redes. El 
desarrollo profesional es una meta institucional”. 
“El hecho de pertenecer a una organización de aprendientes, forzosamente 
estimula el desarrollo profesional. Una organización de aprendientes no se 
decreta, se construye a gracias a un análisis colectivo de los problemas. Este 
análisis lleva a buscar soluciones y a involucrarse en procesos de proyectos. Eso 
supone una flexibilización de la burocracia y también el surgimiento de un 
verdadero liderazgo pedagógico en las escuelas”; puntualizó.

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