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Lauren Dane - Lobos Cascadia 1,5 - Compañera reacia - Sandra Flores

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Lauren Dane Compañera reacia 
 
 
 
 
Serie Lobos Cascadia 1.5 
 
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Sinopsis 
Layla Warden tenía un plan de diez años y seguro como el infierno 
que no incluía a un compañero. Tenía su coche llamativo y su oficina en 
la esquina y todo estaba bien en su mundo hasta que Sid Rosario se sentó 
en su mesa y volvió su vida al revés. Las chispas volaron mientras los dos 
hombres lobo coqueteaban durante la cena y no fue ninguna sorpresa 
para ninguno cuando terminaron de vuelta en su habitación de hotel, 
desnudos y sudorosos. 
Pero Sid era su compañero, y no lo averiguaron hasta que la unión 
se selló. Layla, impulsada por la confusión y el miedo, se queda fuera de 
contacto mientras un Sid frenético la busca. Lo que viene a continuación 
ayuda a una loba reacia a encontrar su camino a la aceptación. 
 
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Capítulo Uno 
Seattle, Washington, 1996 
Layla Warden adentró su flamante BMW en el estacionamiento. 
Acababa de conseguir la plaza de aparcamiento y con el gran 
aumento de sueldo había pagado por el caro coche en la empresa 
financiera que la había contratado directamente de la universidad tres 
años antes. 
Salió del coche y se dirigió a los ascensores alisándose la falda del 
traje que había comprado en Brooks Brothers el fin de semana anterior. 
Su pelo era perfectamente cortado cada seis semanas, sin falta, y su 
manicura impecable. Layla Warden tenía un proyecto de vida a diez años 
y las cosas iban bastante bien. 
Ninguna persona con la que trabajaba tenía la menor idea de que 
se transformaba en loba, se volvía peluda y corría por el bosque cazando 
conejos cada pocos fines de semana, y planeaba que siguiera siendo de 
esa manera. Los humanos tendían a ser un poco puntillosos cuando se 
enfrentaban a la existencia de los hombres lobo. La mayoría de los 
hombres lobos que conocía pensaban lo mismo. Eso los mantenía a todos 
más seguros. 
Su vida humana se mantenía separada de su vida como miembro 
de la Manada dominante de su familia. La mayor parte de su vida social 
era con su Manada y la familia, mientras su vida laboral estaba ausente 
de eso totalmente. Su familia no estaba muy contenta con la distancia 
con la que llevaba su vida profesional. Querían que se consiguiera un 
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macho de la Manada y se estableciera. Sentían que podría hacerlo mejor 
si trabajaba para una de las empresas de la Manada. Y podía entender 
sus deseos. ¿Quién sabía lo que sus otras hermanas terminarían 
haciendo? Tracy era una chica salvaje con tan solo catorce años y las 
gemelas, Megan y Tegan, habían decidido a los dieciocho convertirse en 
parte de los Guardias Ejecutores de su hermano mayor, Lex. Era evidente 
que sus padres planeaban que ella continuara su línea. Pero tendrían 
que esperar. 
Lo último que Layla quería en ese momento era un compañero. 
Ugh. No quería esa intensa conexión con nadie por el momento. Los 
hombres lobo no solo se casaban, sino que se vinculaban. Tenían un 
enlace químico y metafísico intenso con su cónyuge. En algún momento 
en el futuro lo querría, pero en este momento, ¡Layla tenía planes! 
Esos planes no incluían a hombres lobo mandones metiéndose en 
su vida diariamente. Tenían dos hermanos dominantes y controladores y 
otros familiares varones para saber que la vida unida a un hombre lobo 
no sería fácil. 
Amaba su libertad y le gustaba tener citas. Porque podía ser muy 
seria en el exterior, pero a Layla le encantaba el sexo, ¿y la idea de estar 
con un solo chico para siempre? Eso no le atraía en absoluto. 
Aun así, apreciaba sus raíces y su educación y no se avergonzaba 
de ser un hombre lobo, simplemente eso no era lo principal en su vida 
como su hermano mayor Cade, el Alfa de la Manada. 
—Buenos días, señorita Warden. 
Layla le sonrió a su secretaria y llevó el correo a su oficina. Su 
nueva y más grande oficina de la esquina. Eso no lo tenía previsto hasta 
que llegara el año cinco en su plan de vida de diez y allí estaba, en su 
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tercer año. Encendiendo su ordenador con un suspiro de satisfacción, 
activó el correo de voz, mirando su correspondencia y luego comenzó a 
mirar sus correos. 
Eran las diez y media cuando terminó de ponerse al día y pudo 
empezar con su trabajo diario. 
Trabajó durante el almuerzo, como solía hacer, y salió de la oficina 
a las seis. Se suponía que se encontraría con su mejor amiga para cenar 
y tomar bebidas, pero estaba cansada. Aun así, tenía la sensación de que 
Tia no la dejaría escaquearse, y tenía razón. 
Cuando Layla llegó a la puerta principal de su edificio, Tia estaba 
esperando allí, ya vestida y viéndose increíble, como siempre. 
La pequeña rubia entrecerró los ojos hacia Layla y puso una mano 
en su cadera. 
—Sabía que intentarías evadirte esta noche. ¡Lo puedo ver en tu 
cara ahora mismo! Pero ambas necesitamos la distracción, así que estoy 
aquí para molestarte sin piedad hasta que caigas en la tentación. 
Suspirando, Layla puso los ojos en blanco y le hizo señas a Tia para 
que atravesara las puertas después que las abrió. 
—¿Cuánto puedo pagarte para que te vayas? 
—Cállate. Vendrás conmigo esta noche. ¡Trabajas diez horas al día! 
Necesitas salir a jugar un poco. Estás demasiado tensa. Así que vamos a 
ver lo que tienes en tu armario. Escogeré un traje para ti mientras te 
duchas. —Tia la empujó en dirección al baño y luego se dirigió a rebuscar 
en su armario para encontrar lo que Layla estaba segura sería el atuendo 
más revelador que tenía. 
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Pensando en ello, se echó a reír. Tia Mathers había sido su mejor 
amiga desde el tercer grado. Habían ido a la universidad, compartido 
habitación y básicamente compartían casi todo. Ayudaba que Tia y su 
familia fueran parte de la Manada Cascadia también. 
Lo mejor de Tia era que conocía un lado de Layla que lamayoría de 
las personas no. 
La gente pensaba en Tia como amante de la diversión mientras 
Layla era la seria, no sabían que también tenía un lado divertido. No 
había pasado un buen rato en un tiempo, especialmente desde que había 
sido ascendida en el trabajo. 
Al entrar en su habitación después de la ducha, vio que en su cama 
yacían un par de pantalones de cuero y una camiseta sin mangas. 
—¿Me estás tomando el pelo? ¡Ese es un disfraz de Halloween! —
Layla había ido a una fiesta como Catwoman dos años antes y, 
probablemente, no había usado los pantalones desde entonces—. Estoy 
segura de que no podré meter mi trasero en ellos ahora. 
—Oh deja de llorar y póntelos. Se veían bien en ti entonces, e 
infiernos mujer, me sorprendería incluso si comiste hoy. Te estás 
poniendo flaca ya que trabajas todo el maldito tiempo. 
Cediendo, Layla se probó los pantalones y Tia estaba en lo cierto. 
Le quedaban muy bien y Layla tuvo que admitir que se veía muy sexy en 
ellos. 
—Está bien, está bien. Pero ningún top. No puedo usar sujetador. 
Ya sabes cómo odio cuando los tirantes se ven y solo Dios sabe que andar 
sin sujetador es un desafío a la gravedad. 
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—Está bien. Lleva ésta. —Tia le arrojó una blusa rojo brillante de 
manga corta que se apretaba firmemente en su pecho, pero era suelta 
alrededor de la cintura. 
Para el momento en que dejaron el apartamento, el pelo de Layla 
estaba revuelto en un estilo sexy y llevaba lápiz labial rojo que coincidía 
con la blusa y se tambaleaba sobre unos altos tacones. 
—Antes de que te quejes, iremos a Náutica. Hice reservas para 
nosotras. 
Náutica era un punto caliente de hombres lobo. Para miembros 
solamente. A Tia le encantaba, y Layla lo toleraba por Tia. 
—¿Creí que habías dicho que tenía que jugar esta noche? Ahora 
seré acosada por hombres hambrientos de poder que querrán follar su 
camino para llegar a mi familia. 
—¡Oh Dios mío! ¡Ubícate! ¿Te has visto últimamente? Eres 
jodidamente hermosa. Quieren follarte a ti. Algunos de ellos están 
calientes por casarse y ser parte de la familia Warden pero la mayoría 
quiere acostarse contigo porque eres hermosa, sexy, y tienes un buen 
trabajo. 
Era una discusión vieja y casi todos los días Layla podía creerla, 
pero era difícil siendo de una familia influyente. La gente asumía cosas. 
Asumían que había obtenido su trabajo a través de sus conexiones en 
lugar del hecho de que se graduó en la parte superior de su clase, que 
fue becaria y que luego trabajó a tiempo parcial en la empresa durante 
tres años. Asumían que su dinero era dinero de la familia. Había dinero 
allí, pero todo estaba atado a fideicomisos. Lo que poseían ella y sus 
hermanos, se lo habían ganado. 
—Está bien. Está bien. —Sabía que estaba siendo egoísta y cedió. 
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Tia no salía demasiado con humanos. No creía que fuera justo 
ocultarles una gran parte de sí misma. Los clubes solo para hombres 
lobo, como Náutica, eran los pocos lugares en los que podía conocer a 
varones lobo de su edad. 
—Bien. La vida sería mucho mejor si solo estuvieras de acuerdo 
conmigo desde el principio y no tuviera que discutir contigo. Porque sabes 
que tengo razón. 
Layla puso los ojos en blanco cuando se detuvieron en el 
aparcacoches y mostraron sus tarjetas de miembro. 
—¡Es 1996! ¿Qué pasa con los mullet1? —susurró Layla en voz baja 
hacia Tia antes de llegar a la parte superior de las escaleras que 
conducían a la zona del restaurante y del salón. 
Tia miró hacia atrás por encima del hombro al grupo de lobos 
machos agrupados cerca de las puertas de entrada, varios con el corto 
peinado hacia atrás que desconcertaba a ambas mujeres. 
—¡Los hombres lobo y sus mullet! No sé, pero me alegro de que 
Cade se deshiciera del suyo. Tu hermano es material de primera, pero el 
hombre se veía estúpido. 
Las dos se disolvieron en risas y la recepcionista simplemente les 
sonrió como si estuvieran mal de la cabeza mientras las llevaba a su 
mesa. 
Una cosa que a Layla le gustaba de este lugar era que, debido a la 
gran cantidad de lobos en el lugar, canalizaban un neutralizador de 
feromonas a través del sistema de circulación de aire. Así que no había 
 
1 Es un peinado que se caracteriza por ser corto en la parte superior del cráneo y largo 
en la zona de la nuca. Fue un peinado popular en hombres y mujeres en la década de 
1980. 
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un montón de olores hormonales. Pensaba que era de mal gusto cuando 
un chico a quien acababa de conocer comenzaba a olerla. 
Al otro lado de la habitación, Sid Rosario miró a la alta pelirroja de 
senos muy grandes entrar en la habitación y sentarse. Su cabello estaba 
despeinado sobre sus hombros como si acabara de rodar fuera de la cama 
y sus muy grandes ojos azules de porcelana miraban el espacio alrededor 
de ellas. Y maldita sea, pero la mujer se veía lo suficientemente bien en 
pantalones de cuero como para hacer que quisiera lamerla como un 
helado gigante en un cono. 
—¿Quién es esa? —le preguntó a su primo Adam. 
Adam miró sobre el hombro de Sid y sonrió. 
—La chica alta de pelo rojo es Layla Warden. La pequeña es Tia 
Mathers. Layla es de la realeza de la Manada. Es la hija mayor. Tia solo 
es caliente. 
—No estoy interesado en su pedigrí. Pero me gustaría asegurarme 
de llegar a conocerla mejor. ¿Conoces a alguna de las dos? —Sid no podía 
apartar los ojos de la boca de Layla Warden con ese lápiz labial rojo 
brillante. Su pene palpitaba ante la imagen de aquel color rojo dejando 
marcas en la punta. Besos de lápiz labial sobre su pene, sí, eso 
funcionaría. 
—Ah, ¿en serio? Bueno, muchos lo han intentado y han fracasado. 
Es un poco fría. Pero sí, Tia y yo salimos un par de veces. Vamos. Te 
presentaré. —Adam se levantó y Sid lo siguió. 
—Ah, ¿tan pronto? —le murmuró Tia a Layla—. Adam Rosario. 
Tengo muy buenos recuerdos de él desnudo. ¿Y quién es ese que va con 
él? 
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Layla levantó la vista del menú y su mirada se encontró con el alto, 
oscuro y peligroso. 
El hombre solo rezumaba rebelión. Pelo negro corto, una fila de 
pendientes en la oreja derecha. 
Náutica tenía un estricto código de vestimenta, pero a pesar de los 
pantalones vaqueros negros y de la camisa con botones, estaba segura 
de que el chico vivía en pantalones vaqueros rasgados y camisetas Clash. 
Definitivamente no era su tipo. Ese pensamiento pareció escaparse 
mientras lo miraba a los grandes ojos color avellana. 
—Tia, hermosa. Cuánto tiempo sin verte. 
Tia le sonrió a Adam y movió sus pestañas un poco. 
—Hola, Adam. 
—Hola, Layla. Te ves muy bien también. ¿Podemos unirnos a 
vosotras? 
Tia aceptó antes de que Layla pudiera hablar. Pero no se habría 
negado de todos modos. El señor Rebelde le hizo hormiguear todo el 
cuerpo. Y había pasado un tiempo. Cuatro meses para ser exactos. 
—Este es mi primo, Sid. Está de visita aquí por un par de semanas. 
Sid, estas son Tia Mathers y Layla Warden. 
Sid estrechó la mano de Tia y le sonrió, pero fue efímero en 
comparación con la completa y profunda mirada excitadora-de-alma que 
le dio a Layla. 
Tomando su mano, besó sus nudillos y la calidez de sus labios se 
disparó directamente a su coño. 
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—Un placer conocerte, Layla. Me gusta ese nombre. Es... 
—Sí. Mis padres eran grandes fanáticos de Eric Clapton cuando fui 
concebida.No hablemos más de ello. —Su sonrisa fue coqueta y Sid le 
devolvió la sonrisa—. Entonces, ¿qué estás haciendo mientras estás de 
visita? ¿Dónde vives? —Layla se sentía como si no se cansara de mirarlo. 
El camarero vino y tomó sus órdenes y Sid observó mientras ella 
bebía su copa. Se aclaró la garganta. 
—Estoy haciendo un mural. Soy artista. Vivo en Tucson. ¿Y tú qué 
haces? 
—Trabajo en servicios financieros. Hago planificación de carteras. 
—Sus cejas se levantaron—. ¿Qué? ¿Demasiado ambiciosa para ti? 
Él se echó a reír. 
—No, no en absoluto. Me encantan las mujeres inteligentes. Estoy 
impresionado. 
Ella se relajó. 
A lo largo de la cena se sintió arrastrada bajo su hechizo. Cada vez 
que se acercaba para agarrar la sal o la cerveza, la tocaba de alguna 
manera. Su atención estaba en ella en todo momento. Hablaba en voz 
baja y seductora, como una caricia sonora. Cuando hablaba, él 
escuchaba con atención, claramente interesado en lo que tenía que decir. 
Y no podía negar que estaba fascinada por él. Viendo sus manos 
moverse expresivamente mientras hablaba sobre su trabajo. Vio la luz 
agradable en sus ojos, dejando claro que amaba lo que hacía. La halagaba 
y la hacía reír. 
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No había duda para ninguno de ellos que terminarían en la cama. 
Le gustaba que no fuera petulante o zalamero. Era un chico sexy que se 
quedaría en la ciudad por un par de semanas, la aventura perfecta. 
Ciertamente no tenía planes para detener lo inevitable. 
Al salir a los coches, él la llevó a un lado. 
—¿Puedo llevarte a casa? ¿O te gustaría ir a mi hotel? 
El aire salado de la marea baja le hizo cosquillas en sus sentidos 
junto con su olor. Un hombre lobo macho que de hecho olía bien, y ni un 
mullet a la vista. 
—¿Dónde te estás quedando? 
—En el Alexis. 
—Déjame que le diga a Tia. Ya vuelvo. 
Vio cómo se acercaba a su amiga y la abrazaba diciéndole adiós. 
Tia guiñó un ojo hacia ella, y Layla le levantó el dedo, divertida. 
—Vamos. 
Adam asintió discretamente y Tia le ofreció un viaje a casa. 
En el camino al hotel, Sid le preguntó si le importaba que fumara 
un cigarrillo. Ella se encogió de hombros. 
—Me gusta el olor en pequeñas dosis. 
Y parecía añadirse a su sabor, al aroma masculino muy atractivo 
de él. Dios, lo tenía mal. Quería arrancarle la ropa y subirse a su pene 
allí mismo, en la Primera Avenida. 
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Debió haber notado su casi jadeo y el brillo de deseo en sus ojos, 
porque le tomó la mano y le besó las yemas de los dedos. 
—Lo sé. También te deseo. 
Se estremeció ante el gruñido de su voz, y cuando llegaron le dio 
las llaves al valet y se dirigieron rápidamente dentro. 
—No puedo tocarte todavía —dijo él en el ascensor—. Una vez que 
lo haga, se acabó. 
Caminaron juntos, apenas sin tocarse mientras se apresuraban 
por el pasillo hasta la puerta de su habitación. La cual abrió en un tiempo 
récord. 
Tomando una respiración profunda, Layla caminó dentro y él la 
siguió, con cuidado de poner el cartel de “No molestar” en la puerta antes 
de cerrar con llave. 
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Capítulo Dos 
Una larga mirada resuelta voló entre ellos hasta que de repente él 
estaba allí, con sus manos sobre su cuerpo, sus labios sobre los de ella. 
Dondequiera que la tocaba, su piel se calentaba y se estremecía. 
Sus labios, exuberantes y suaves, la enloquecían en devorador tras 
devastador beso. La lujuria y el deseo de ella la ahogaban, tirándola, e 
iba voluntariamente, cediendo a las exquisitas sensaciones. 
Cuando su lengua acarició sus labios como un amante, un 
estremecimiento profundo rompió a través de ella. Sus pezones se 
endurecieron hasta el punto del dolor y su clítoris palpitó. Su sabor, 
caliente y picante, se deslizó a través de ella, marcando sus sentidos. 
Todo su cuerpo empezó a vibrar con necesidad. Nunca había sentido algo 
así antes. Era abrumador, pero alucinante a la vez. 
Necesitando enterrarse a sí misma en él, sus manos se deslizaron 
por la pared de su pecho y comenzaron a desabrocharle la camisa. Siseó 
cuando ella rozó la piel desnuda mientras la movía por sus brazos. Como 
la mayoría de los hombres lobo, su piel era caliente y sintió el calor 
cuando la camisa fue eliminada. Sus músculos se relajaron y agruparon 
bajo sus palmas. Sus manos rozaron su cuello y se permitió un momento 
de gloria ante la sensación sedosa de su pelo entre sus dedos. 
Dando un paso atrás, bebió de su olor mientras se agachaba y 
tiraba de su blusa sobre su cabeza. 
Era alto y desgarbado. No flaco en realidad. Tenía un poderoso 
torso allí. Músculos enlazados con fuerza sobre su pecho y brazos. Su 
estómago era plano y sonrió cuando vio que estaba tatuado. 
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—¿Qué? ¿Soy tu primer chico malo? 
—¿Eso es lo que eres, Sid? No puedo esperar a ver lo malo que eres, 
entonces. —Se echó a reír y se deleitó con su jadeo cuando se quitó el 
sujetador y él le pasó las manos por su estómago y sobre sus pechos—. 
¿Te complacería ser mi primer chico malo? 
—Cariño, tú me complaces. No me podría importar menos si 
hubieras tenido una línea de cincuenta chicos malos en la puerta porque 
estás conmigo ahora mismo. Y buen Dios, tus pechos son increíbles. 
Sonriendo de nuevo, Layla pasó los dedos alrededor de sus pezones 
en círculos lentos, mordiendo sus labios por un momento. 
—A mi hermana le encantaría el tatuaje. 
—¿Qué? Bueno, creo que estoy con la hermana Warden correcta 
ahora. 
Dando dos pasos hacia ella otra vez, se acercó y apartó las manos, 
sustituyéndolas con las suyas. 
Se quedó sin aliento ante su íntimo toque mientras lentamente 
rozaba sus palmas sobre la sensible piel de sus pezones. 
—Bueno, eso es bueno. Ella tiene catorce años de todos modos. 
Pero lo único de lo que habla es de tatuajes. Y ese tema ya se acabó. —
Su cabeza cayó hacia atrás mientras sus labios se deslizaban sobre su 
cuello y clavícula. 
El sonido de su cremallera deslizándose resonó por toda la 
habitación y por su columna vertebral. Él se alejó de su cuello y dio un 
paso atrás. 
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—Está bien, me quitaré los pantalones, tú quítate los tuyos. Nos 
veremos de nuevo aquí en unos pocos segundos. 
Riendo, Layla empujó abajo sus pantalones, no fue una tarea fácil 
ya que eran de cuero, y sus bragas, tirando de ellas una vez que se hubo 
quitado los zapatos. En el momento en que estuvo desnuda y miró de 
nuevo hacia él, él solo se había quitado los pantalones y había echado 
sus calzoncillos a un lado. 
—Bueno. —Su aliento salió de ella mientras lo veía. Larga, delgada 
y potente musculatura cubría su cuerpo de pies a cabeza. Su pene estaba 
tan duro que tocaba la parte baja de su vientre. No estaba segura, pero 
pensaba que podría haberse adentrado en un mundo de fantasía. 
Eso parecía extraño para ella. Él no era su tipo normal. Le 
gustaban los hombres con traje y corbata. Este hombre era todo artístico 
y tatuado. Aun así, estaba muy segura de que nunca tendría sexo con 
nadie más que con este hombre ahora mismo. 
—Si no me tocas pronto, podría morir —susurró ella y luego él fue 
de regreso en su contra. 
—¡Oh Dios! —Sus palabras casi fueron un gemido cuando sus 
cuerpos desnudos se tocaron, piel con piel. Si él no hubiera tomado un 
puñado de ese pelo rojo exuberante, estaba seguro de que sus manos se 
habrían sacudido de deseo. La necesidad rugió a travésde cada célula de 
su cuerpo. Tenía que tener a esta mujer y tenía que tenerla ahora mismo. 
Inclinando la cabeza hacia atrás, tomó otro beso, esta vez mucho 
menos controlado que el anterior. Apenas pudo contenerse mientras sus 
bocas se tensaban una contra la otra, lenguas deslizándose, moviéndose 
dentro y fuera con movimientos sexuales. Dientes atrapando labios 
inferiores y su respiración mezclada junto con suaves sonidos de placer. 
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Su boca se sentía tan bien contra la de él, su cuerpo tan bien 
acoplado contra el de él que pensó que sería agradable pasar varias horas 
sin hacer nada más que besarse una y otra vez. Quería pasar toda una 
tarde de domingo haciendo eso con Layla Warden. 
Pero en ese momento, su cuerpo exigía un infierno de muchos más 
besos lentos, mojados y drogados. 
—Tengo que tener más —murmuró y fue con ella hacia atrás a la 
cama, apoyando su espalda en la misma. Se detuvo, sorprendido por su 
belleza mientras se alzaba por encima de ella. Sus ojos azules 
parpadearon hacia él, con el cabello extendido alrededor de su cabeza 
como un halo de fuego, con los labios hinchados por sus besos. 
Olfateó su deseo y este se envolvió alrededor de él con fuerza, casi 
dejándolo de rodillas. Nunca había reaccionado así con una mujer, 
siempre se enorgullecía de su lenta y devastadora seducción con sus 
compañeras. Pero a ésta, Dios, quería comérsela en tres grandes bocados. 
Sobre manos y rodillas, la acomodó en la cama para poder besar 
su cuello y finalmente degustar sus pezones. 
Layla lo miró mientras él miraba su cara. La necesidad grabada en 
sus facciones le quitó el aliento. Su vagina floreció, se suavizó y se apretó 
ante su escrutinio. 
Podía olerlo, su especiada excitación y la satisfacción se apoderó 
de ella cuando vio sus fosas nasales dilatarse y sus pupilas ensancharse. 
Ella le hacía sentir de esa manera. 
Cuando su boca caliente y húmeda alcanzó sus pezones pensó que 
se correría allí mismo. 
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Cada tirón llevaba su sensible carne contra el borde de sus dientes 
y lo lamía luego con su lengua, girando sobre su pezón para calmar el 
escozor. 
Trató de llegar a su pene, pero él soltó su pezón y la miró a la cara. 
—No. Si me tocas me correré. Y quiero estar en tu coño cuando eso 
suceda. 
Antes de que pudiera responder él estaba besando su camino por 
su vientre y los sensibles pliegues donde sus piernas se unían a su 
cuerpo. Manos fuertes, callosas por el trabajo, le extendieron los muslos, 
abriéndola mientras la miraba. 
—Pero primero, necesito que estés lista. Suave y húmeda para mi 
pene. 
—¡Oh! —La incoherencia la atravesó mientras él deslizaba sus 
pulgares a través de los dobleces de su sexo, extendiendo su miel—. Yo... 
estoy mojada ahora. Deberías follarme. Oh, Dios. —Si sus pulgares, 
presionándose sobre su clítoris, se sentían tan bien, ¿Cómo se sentiría 
su boca? 
Esperaba averiguar eso muy, muy pronto. 
Su risa se esparció sobre ella, caliente y pegajosa. Sus pezones se 
endurecieron y sus caderas giraron, necesitando que la tocara. 
—Estarás incluso más húmeda cuando termine. —Echando la 
cabeza hacia abajo, le dio una larga lamida, metiendo su lengua 
profundamente en su cuerpo y luego arriba y alrededor de su clítoris. 
Uno de sus pulgares se deslizó en ella mientras el otro se deslizaba hacia 
abajo para acariciar ligeramente su pasaje posterior. 
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La punta de su lengua hizo círculos una y otra vez sobre su clítoris, 
acercándose más con cada pasada hasta que finalmente empezó a 
chasquear la lengua con golpes insistentes y suaves. Esa lamida húmeda 
de carne contra su clítoris impactó en su cuerpo, haciendo que su 
espalda se arqueara. 
Los dedos de Layla se clavaron en la colcha mientras los músculos 
de sus muslos comenzaban a temblar. Las endorfinas comenzaron a fluir, 
su clítoris palpitaba, el orgasmo estaba tan cerca. Se comía su vagina 
como un hombre hambriento disfrutando de una comida. No era nueva 
en esto pero nunca había sido tan bueno antes. Nunca se había sentido 
tan completamente abrumada. Nunca se había sentido tan indefensa 
contra la sensación. 
Bajos y salvajes gruñidos salieron de su boca, viniendo de lo 
profundo de sus entrañas. 
Sus caderas comenzaron a rodar, moviéndose a sí misma en su 
boca. Tenía que correrse. Necesitaba que este hombre la hiciera correrse. 
Y cuando rozó sus dientes sobre su clítoris muy suavemente y lo 
chupó en su boca, dando golpecitos en el botón una y otra y otra vez, el 
orgasmo la golpeó con fuerza violenta. Su espalda se inclinó con 
intensidad eléctrica mientras el placer la inundaba, mareándola, 
embriagándola y haciendo que sus extremidades se tensaran. 
Cada vez que pensaba que todo había terminado, otra ola la 
golpeaba. Su boca ya no estaba sobre ella y las ondulaciones de su clímax 
todavía resonaban a través de ella. 
Vagamente, sintió que él alzaba su cuerpo y parpadeó de nuevo a 
un nivel básico de atención cuando él hundió su pene en ella de un solo 
movimiento. Eso desencadenó otra ronda de réplicas de orgasmos, pero 
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poco profundas. Un grito placentero salió de su garganta mientras el 
éxtasis se apoderaba de ella de nuevo. 
Cuando volvió en sí estaba envuelta alrededor de él, con la espalda 
contra la pared mientras la follaba. 
Cada movimiento de sus caderas hacía que sus músculos 
abdominales ondularan contra su vagina y que estremecimientos la 
recorrieran. 
—Joder. Joder. Te sientes tan bien. No sé cuánto tiempo duraré de 
esta manera. —Su voz estaba tensa por la tensión y el deseo. Su pene se 
movía a través de ella una y otra vez, invadiendo su cuerpo, mientras le 
daba la bienvenida. Ella estaba tan caliente y húmeda, con todos sus 
músculos y sinapsis disparándose y absorbiendo el exquisito placer que 
él le entregaba. Su olor le hizo cosquillas en sus sentidos y la llevó a 
retorcerse contra él. 
—Oh, ¡Joder! Realmente no voy a durar si haces eso. 
—¡Boca sucia! Y tenemos toda la noche. Córrete ahora y podrás 
tenerme de nuevo. Y otra vez. Y una vez más después de eso. —Sus labios 
rozaron la sensible carne de su oreja mientras lo decía—. Sabes que 
deseas correrte en mi interior. Marcarme. 
Los lobos no tenían ETS y ella usaba control de natalidad. Le 
encantaba la sensación de su pene desnudo enterrado dentro de ella y 
supo sin ninguna duda que provocó el primitivo instinto de hombre lobo 
cuando le dijo que entrara en ella y la marcara. Estaba jugando con fuego 
y el peligro la excitaba. Examinaría ese comportamiento completamente 
fuera de su carácter cuando llegara a su casa por la mañana, pero en ese 
momento, quería montarlo y disfrutar de todo. 
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—Oh, pagarás por eso, pequeña. Disfrutaré de cada minuto de eso 
también. —Su voz se había profundizado y era áspera mientras su lobo 
se acercaba a la superficie. El propio lobo de Layla lo sintió y se agitó en 
su interior. Cada nervio de su cuerpo estaba iluminado mientras su parte 
primitiva subía y la acariciaba mientras sus pieles humanas hacían lo 
mismo. Nunca en su vida el sexo había sido tan intenso y envolvente. 
Quería más. 
Inclinándose, ella tomó una respiración profunda, se encontró con 
su cuello y le mordió el hombro, duro. Un profundo gruñido salió de él y 
su pene comenzó a palpitar en el interior de ella mientras élcontinuaba 
empujando a través de su clímax. Su olor la golpeó directamente en su 
intestino. 
Quería más de eso. Necesitaba más de ello. 
Y eso la golpeó mientras su lobo quería rodar con él por todo el 
suelo. Pensó por qué se había sentido tan intensamente atraída por él, y 
sus ojos se encontraron mientras el vínculo comenzaba a formarse. 
Brillantes hilos de conexión salieron de su ADN y pusieron sus corazones 
y almas juntos. Acababa de ser reclamada. Por su compañero. 
Sid Rosario, un hombre al que había conocido apenas unas horas 
antes y con el que solo quería una breve y divertida aventura, era su 
jodido compañero. ¿Cómo no lo había sabido? El neutralizador en 
Náutica, el cigarrillo con clavo de olor y su maldita sed por este hombre 
la habían cegado totalmente. 
—Santa mierda —dijo él maravillado mientras sus rodillas se 
doblaban y se tambaleaba hacia atrás hacia la cama, derrumbándose 
sobre ella, todavía incrustado en su interior. 
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—¿Santa mierda? —Trató de alejarse, pero él no la soltó y sus 
piernas no funcionaban bien de todos modos—. ¿Eso es todo lo que tienes 
que decir? ¡Acabas de reclamarme! 
—¿Por qué estás tan enojada? Querías que te follara, Layla. Y 
gracias a Dios, porque nos encontramos el uno al otro. 
—No quiero ser encontrada. —Dejó escapar un suspiro al sentir 
sus sentimientos tan agudamente en sintonía con los suyos—. Solo 
quería divertirme por unas pocas semanas con un chico caliente de fuera 
de la ciudad. Tengo planes, Sid. 
Él frunció el ceño y la molestia entró por ella mientras encontraba 
eso atractivo también. Su ceño fruncido se transformó en una sonrisa 
malvada y ella gimió. Maldita sea, la sentiría a través del vínculo. 
Sabiendo, incluso cuando estaba lívida, cuánto quería que la tomara de 
nuevo y de nuevo después de eso. 
—¡Oh! Esta cosa del vínculo está muy bien. Bueno, podemos jugar 
al juego de “follar con el extraño caliente de fuera de la ciudad” todo lo 
que quieras, cariño. Porque no podrás evadir la realidad. Eres mi 
compañera. ¡Soy tuyo y has conseguido lo que deseabas! —Se rió entre 
dientes—. No me lo esperaba, pero no voy a mentir y decir que estoy 
decepcionado. Eres hermosa y hueles celestial. Espero conocer mejor a 
mi esposa. 
Sus piernas finalmente habían comenzado a trabajar de nuevo y se 
alejó de él. 
—¡No soy tu esposa! —Se movió para tomar sus bragas y 
pantalones y comenzó a vestirse. 
—Eres mi esposa. Mira, Layla, entiendo que estés sorprendida. Yo 
también. Pero eres un lobo, sabes la realidad de nuestra existencia. No 
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puedes pretender distanciarte de tu vínculo con tu compañero. 
Especialmente no una vez que se haya producido la reclamación. Ahora 
que he estado dentro de ti, estamos unidos. Necesitas mi presencia, yo 
necesito la tuya. Y necesitaremos el triple-vínculo para protegerte. 
¿El triple-vínculo? Oh diablos, no. No solo la quería reclamar para 
toda la vida, ¿sino que tendría que tener sexo con algún hombre de su 
elección también? 
—No, Sid. No dejaré que esa mierda metafísica estúpida le ponga 
fin a mi vida. Me gusta mi trabajo. Me gusta mi casa y no me mudaré a 
Arizona, me uniré a otra Manada y lo dejaré todo porque soy una loba. 
—Layla, no tienes que mudarte a Arizona. Me doy cuenta de que tu 
familia está aquí. Soy el quinto hijo, no es que no me pueda mudar. Me 
dedico a pintar, mi vida es fácilmente transferible. Y no te estoy pidiendo 
que renuncies a tu vida ni a tu trabajo. No he visto tu apartamento, pero 
es posible que necesitemos conseguir algo más grande para poder tener 
espacio para un estudio. Soy un lobo, pero no soy un hombre de las 
cavernas. No quiero quitarte tu vida. Quiero compartirla. 
¿Por qué era tan jodidamente razonable? Sus vidas, como las 
conocían hasta ahora se habían terminado. 
—Mira, necesito algo de tiempo, ¿de acuerdo? Tengo que pensar y 
no puedo hacerlo aquí. 
Se puso el sujetador, la camisa y los pantalones, no pudiendo 
encontrar sus bragas. Necesitaba escapar y pensar, se dirigió a la puerta, 
pero él se movió a ella primero. 
—¿A dónde vas? 
—A casa. Me voy a mi apartamento. Tengo que pensar. Por favor. 
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—Deja que te lleve. 
—No. No estoy tan lejos, tomaré un taxi en el frente. Sé el número 
de aquí, te llamaré. Solo dame un poco de espacio. 
—¿Espacio? Layla, eres mi compañera. El reclamo se hizo. Esto no 
es algo que puedas pensar. 
—Mira. —Se esforzó por hablar sin que la voz se le quebrara 
mientras su mundo se estrellaba alrededor de ella—. ¡Tengo planes! No 
puedo pensar aquí contigo... con tu aroma y tu sabor en mi boca. Es 
demasiado y tengo que resolver esto. Por mi cuenta. —Levantó la vista a 
sus ojos—. Por favor. 
Su rostro se suavizó y apartó un mechón de pelo de su cara. 
—Espera —le ordenó, y agarró un pedazo de papel de la mesa y se 
lo dio—. Dame tu dirección y tu número telefónico. Te daré hasta el 
domingo. Necesitarás el triple-vínculo. Cuanto más esperes, más 
peligroso se volverá. Para los dos. 
Suspirando, tomó el papel y escribió la información. 
—Vivo en Queen Anne, a tres kilómetros de distancia. 
—Soy un hombre muy paciente, Layla, pero tengo límites. Ninguno 
de los dos estábamos esperando más que una cosa breve, ya lo sé. Pero 
no puedes luchar contra la biología y si miras en ti misma, encontrarás 
que no lo deseas. Soy un buen hombre. No quiero controlarte, quiero 
compartir mi vida contigo. 
Besándola con suavidad, se apartó de la puerta para dejarla ir. 
Sintió lo difícil que era para él y antes de que pudiera detenerse ella 
extendió la mano y acarició su rostro. 
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—Gracias. 
Rápidamente, antes de que pudiera cambiar de idea, se fue y se 
dirigió a casa. 
* * * * * 
Y se terminó sintiendo como la mierda todo el día al no contestar 
su teléfono y tratar de pensar. Pero no podía pensar en otra cosa excepto 
en Sid. La forma en que se sentía en su contra, la forma en que su boca 
se sentía sobre ella, la forma en que su pene la llenaba. Más que sexo, 
quería olerlo, estar con él, conocerlo. Y a pesar de que se había duchado 
quitándose el olor a sexo, la reclamación y su vínculo habían cambiado 
su esencia sutilmente y cada vez que respiraba se acordaba de él. 
¡Maldita sea! No quería ser incluida en la vida de otra persona. 
Bueno, no quería desearlo. Pero ahora que había estado con Sid, lo quería 
en su vida. 
Después de un día de caminar y de desear llamar a Sid alrededor 
de mil veces, condujo a Ballard y apareció en el umbral de Tia. 
—¡Guao! ¿Qué te pasó anoche? —Tia sonrió y dejó que Layla 
entrara en su casa—. No eres el tipo de una noche y oh, mierda... —La 
sonrisa de Tia cayó y sus ojos se agrandaron al olerla. 
—Sí. Oh, Dios, Tia. ¿Qué voy a hacer? —Layla se arrojó a sí misma 
al sofá. 
—¿Qué quieres decir? ¿Te trató mal? Ese hijo de puta, ¡le seguiré 
la pista y le arrancaré la garganta! 
Layla detuvo su lloriqueo y miró a su mejor amiga y comenzó a reír. 
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—¡No! Él es... es genial. Dulce, muy bueno en la cama, divertido. 
Está bien con el vínculo. Feliz, incluso. 
—Espera, entonces ¿Por qué te estás quejando? 
—Tia, ¡Tengo planes! ¡Qué no incluyen estar vinculada a un pintor! 
Necesito unirme con un corredor de bolsa. Tendremos dos hijos y 
viviremos en Maple Leaf o en Ravenna. En cinco años. —Incluso mientras 
lo decíasabía que no hablaba en serio, nunca lo había hecho en realidad. 
Tia resopló y puso los ojos en blanco. 
—Layla, esos planes no son tú. Crees que lo son porque es tu 
manera de ser diferente a los demás Wardens. Te conozco desde que 
teníamos nueve años. Solo eres seria en el exterior. No es que un corredor 
de bolsa no pueda ser caliente, pero tu pareja no es uno. Dios, algunos 
lobos esperan veinte años para encontrar una pareja ¿y te encuentras 
con una a los veinticinco años y ya te estás quejando? ¡Él es atractivo! ¿Y 
está feliz con el vínculo? Y de todos modos, ¿cómo llegaste tan lejos? 
Porque es difícil para mí ver a un hombre lobo solo dejando que te vayas. 
Y oh, vaya, ¿el triple-vínculo? 
El triple-vínculo era un ritual mediante la cual un tercer lobo, una 
pareja masculina, o un compañero de manada con un puesto más alto 
que él, formaba un vínculo con la mujer. Creando lo que se denominaba 
un vínculo de anclaje por dos razones importantes. Para sostener a la 
mujer si se perdía a sí misma en la oleada emocional y hormonal de la 
reclamación y también para mantenerla con vida si algo le ocurriera a su 
compañero. 
El vínculo entre compañeros era tan fuerte, que si algo le ocurría 
al miembro masculino, sin el triple-vínculo, la mujer moriría también. 
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Era una especie de conexión estabilizadora. Una sobre-protección, como 
su hermano Cade decía siempre. 
Layla dejó caer la cabeza hacia atrás contra los cojines del sofá con 
un gemido. 
—¡Lo sé! Mira, no estoy diciendo que un trío con dos hombres 
calientes sea una mala idea en general. Pero acabo de conocer a Sid y 
ahora ¿tendré que acostarme con uno de sus parientes o algo así? ¡Ugh! 
¿Adam? ¡No, no, no! No puedo tener sexo con alguien con el que tú hayas 
tenido sexo. 
—Muy bien, entiendo lo de Adam. Pero sabes que necesitas el 
triple-vínculo como ancla. Lo sabes. No es sexo al azar, el ancla es una 
cosa necesaria. Sin la que podrías caer en la locura y no es una broma. 
Cuanto más esperes, peor se pondrá. 
—¿Por qué ahora? Dios, Tia, acabo de recibir este ascenso y mi vida 
va tan bien. ¡Esto solo complica todo! 
—¡Oh, cállate! —Tia se puso en su rostro—. No eres esta persona. 
Deja de quejarte. Acepta tu realidad. Él es tu pareja. Punto. Y necesitas 
el triple-vínculo o los dos estaréis en problemas porque una vez que te 
vayas, él se perderá también. ¿Y por qué? ¿Por esta estúpida y egoísta 
rabieta? 
Layla miró a su amiga, aturdida. Herida, se empujó arriba del sofá 
y se dirigió a la puerta. 
—No debería haber venido aquí. Esperaba que me apoyaras. 
—¿Apoyarte en qué? ¿En ser estúpida? ¿No lidiar con lo que 
necesitas para evitar volverte loca? Te estoy apoyando, Lay. Ese tipo es 
tu pareja. Dijiste que es divertido, bueno en la cama y agradable. Está 
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bien con el vínculo. ¡Tienes suerte! En lugar de tratar con eso como haces 
normalmente, estás haciendo un berrinche. No puedes cambiar nada con 
ese comportamiento. Esta cosa de reina del drama es una señal. 
—¿Una señal? ¿De qué estás hablando? 
—Cuanto más tiempo pases sin apoyo, menos racional serás. 
¡Mírate! Eres una persona que se hace cargo. Casi nunca te quejas de las 
cosas. Lo intentas. Punto. Estoy preocupada por ti, Layla. No eres tú en 
este momento. 
—Estoy bien. —Sintiendo satisfacción por el sonido del portazo 
detrás de ella, se fue. 
 
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Capítulo Tres 
Layla pisoteó hasta su coche y se marchó. Se dirigió al este y trató 
de pensar sobre todo lo que había sucedido. Había trabajado tan duro 
para avanzar en su trabajo. Era difícil para una mujer ser tomada en 
serio en su campo. Y era joven, otra cosa que había tenido que superar. 
Una mujer de pelo rojo con curvas que era joven y atractiva no era algo 
de lo que se quejara, infiernos, eso le había abierto puertas, lo sabía. Pero 
era difícil superarse en el mundo corporativo. 
Tres días antes había estado concentrada en su carrera y estaba 
lista para otro ascenso. Pero con un compañero ahora tenía que enfrentar 
cómo otra persona reaccionaría a sus decisiones. Ya era bastante difícil 
lidiar con su madre, que nunca dejaba de quejarse de que pasaba 
demasiado tiempo en su carrera y no suficiente tiempo con su familia. 
Ahora tenía que tratar con un hombre. No con un hombre, sino con el 
hombre. 
Y ahora sus grandes planes se habían ido al traste por ese hombre. 
Incluso así, en lo único que podía pensar era en Sid Rosario. Se preguntó 
si estaría molesto o herido porque había huido. No quería esto. Quería su 
antigua vida en la que era libre de quedarse hasta tarde en el trabajo, 
con la libertad de trabajar en domingo, levantarse y trabajar en medio de 
la noche si lo necesitaba. 
No era una humana que no tenía idea de lo que le esperaba. Nació 
como lobo, había visto a los lobos alrededor de sus compañeras y visto 
sus vidas cambiar de maneras revolucionarias. ¿Estaba preparada para 
eso? ¿Incluso quería estarlo? ¿Estaba preparada para el nivel de 
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dedicación y de implicación a su pareja? Su ADN ahora estaba alterado 
con su reclamación. Había cambiado para siempre. 
Frustrada y asustada, golpeó una mano contra el volante. 
Tenía que correr. Correr siempre la calmaba, y sentía a su lobo 
comenzar a agitarse dentro de ella, necesitando liberación. Tal vez podría 
pensar en una forma de evitar este desastre si podía conseguir un poco 
de calma y dejar de obsesionarse con Sid durante unos minutos. 
Tirando de su coche en una calle lateral cerca de donde estaba la 
nueva casa de Cade en el bosque, escondió sus cosas en el hueco del 
volante y se fue a la línea de árboles para arrojar su ropa. El aroma de la 
naturaleza provocó sus sentidos, calmándola mientras caía de rodillas y 
dejaba que su lobo se apoderara de su cuerpo. 
Su humanidad se deslizó lejos mientras su pelaje se elevaba y el 
mundo fue blanco, negro y gris pero aún nítido y vívido. El olor de su 
entorno pintó el aire, el musgo en los árboles, las setas del tronco de un 
árbol muerto, las ardillas y los conejos que se escurrían fuera del camino, 
mientras los olía. 
Con la nariz arriba, dibujó el universo a través de sus sentidos y el 
mundo de repente estuvo bien de nuevo. Allí, cubierta de una capa 
cobriza dorada y rojo ardiente, las cosas eran simples de nuevo. 
Y corrió. 
* * * * * 
Sid colgó el teléfono, enojado. Había estado tratando de llamar a 
Layla por día y medio e incluso había aparecido en su casa, y no había 
ni rastro de ella. Su olor, ahora el olor de él, era lo suficientemente frío 
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para poder decir que no había estado presente desde temprano el día 
anterior. 
Caminó, su lobo estaba agitado y preocupado. Nunca debería haber 
dejado que se marchara. Una loba recién unida necesitaba realizar un 
triple-vínculo, y cada hora que pasaba sin ello estaba en peligro y la hacía 
menos racional. Ya estaba sorprendido y estresado y eso solo se 
exacerbaría por la falta del vínculo de anclaje. 
Tomó el teléfono y llamó a Adam, quien le dijo dónde vivía Tia y se 
reuniría con su primo allí. 
Sin saber qué esperar, Sid estuvo feliz de que Tia pareciera tan feliz 
y apoyara su unión. Se sintió menos feliz de escuchar acerca de la 
agitación de Layla y de que parecía tan diferente de su carácter normal. 
No era solo que quisiera protegerla, tenía que protegerla.Como un 
macho hombre lobo, el vínculo de compañero era el compromiso final. 
Sus necesidades eran de suma importancia. 
Saber que estaba en alguna parte, molesta y agitada, lo desgarraba. 
—¿Tienes alguna idea de dónde puede estar? 
—Siempre que está molesta corre y Cade, mi Alfa y su hermano, 
tiene una gran casa en un terreno de superficie cultivada. Pudo haberse 
dirigido hasta allí. 
—¿Me lo enseñas? Adam, ¿puedes volver a mi hotel? Necesitaré un 
ancla y sería un honor si fueras tú nuestro triple-vínculo. 
—¡No! Mira, parte de lo que trastornaba a Layla era la idea de tener 
sexo con alguien con quien... yo tuve sexo. ¿Tienes otros primos o 
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familiares que pudieran ayudar? ¿Algún otro miembro de la manada que 
se sitúe por encima de ti? 
—Oh, no lo había pensado de esa manera. —Sid miró a Tia—. 
Adam, llama a Shane, por favor. Está en su descanso de la universidad 
visitando a la tía Jennifer en Portland. Acabo de hablar con él hace unos 
días. ¿Se lo preguntarías por mí? Tengo que ir por ella. 
Adam estuvo de acuerdo y le dijo que arreglaría todo para que su 
primo Shane se reuniera con ellos en la habitación de hotel de Sid para 
el triple-vínculo. 
Se llevaron el coche de Tia y condujeron hasta donde pensó que 
Layla podría estar, señalando la nueva casa de Cade. 
—No fue hacia la casa. La hubieran olido y ya lo sabrían y la 
habrían obligado a volver. Tomaré ese camino de vuelta aquí para ver si 
su coche está alrededor. Tendrás que hacer el resto. Tenemos cuarenta 
acres de bosque aquí. 
—Oleré si está aquí. —Tenía la intención de traerla de vuelta y de 
mantenerla segura, de una manera u otra. 
Tia maldijo cuando vio el coche de Layla. 
—Ese es su coche. ¿Quieres que espere? 
—No. Porque si se aleja de mí, subiré a esa casa y conseguiré que 
su familia me ayude. 
Tia se echó a reír. 
—Estarás bien, Sid. Ella es una buena persona. Fuerte. Su familia 
es importante para ella. Sé amable. 
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—Es mi compañera. Por supuesto que voy a ser amable. Y sí, puedo 
decir que es una buena persona. Gracias. 
Se bajó del coche y se desvistió rápidamente, poniéndose a cuatro 
patas y dejando que su lobo saliera a la superficie. Con la nariz en la 
brisa, captó su olor, picante y rico, y corrió hacia los árboles para darle 
seguimiento a su compañera y traerla de vuelta. 
Layla estaba al lado de un pequeño arroyo, respirando el profundo 
perfume fértil del suelo del bosque. La calma que había sentido la primera 
vez que corrió se había ido. Mientras había corrido había pensado. 
Mucho. 
Se dio cuenta de que todos sus motivos, bien, la mayoría de todos 
modos, de resistir la unión de su compañero estaban relacionados con el 
trabajo. Y se dio cuenta de que no quería que su vida fuera todo acerca 
de trabajar más de lo que quería que su vida se centrara en un hombre. 
No habría manera de encontrar un término medio. Si alguien podía, Layla 
sabía que lo haría. 
Por otra parte, Tia tenía razón. Todo su lloriqueo y drama no eran 
parte del patrón de comportamiento normal de Layla. Su comprensión de 
las cosas se haría más tenue cuanto más tiempo pasara sin el triple-
vínculo. Y echaba de menos a Sid. 
Pero a pesar de saber que tenía que llegar a Sid y encargarse del 
triple-vínculo, estaba preocupada de que estuviera enojado con ella y no 
quisiera nada más que echarle la bronca. El peso del temor la mantuvo 
en su lugar. 
Estaba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera lo sintió 
acercarse hasta que él se abalanzó, con sus dientes en su garganta para 
mantenerla quieta. 
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El pánico la invadió y sus patas traseras se apalancaron para 
empujar a cualquier lobo, hasta que él gruñó, con una mezcla de 
comodidad y advertencia. Ella tomó aire y lo olió. Su pareja. La suya. Se 
relajó, se dejó ir y él le lamió el lugar donde la había mordido. 
Dio un gemido suave y su corazón latió con fuerza ante la vista de 
él allí. Tan grande y majestuoso. El lobo más hermoso que había visto 
nunca. Estirándose, frotó su cara a lo largo de él y gruñó suavemente. El 
sonido estaba lleno de deseo y de anhelo. 
La tomó allí, rápido y salvaje. Con su cuerpo grande sobre el 
pequeño de ella. Su necesidad de tenerla y marcarla como lobo, así como 
hombre la abrumó. Después, se quedaron cara a cara, con su hocico 
descansando sobre su espalda, mientras permitía que el bosque los 
calmara. 
Después de algún tiempo ella se transformó, con sus ojos humanos 
mirándolo. 
Moviéndose a sus rodillas, extendió la mano y pasó una mano por 
la piel de ébano, gruesa y suave. Poniendo sus brazos alrededor de su 
cuello, lo abrazó fuerte e inhaló su olor. 
Le encantaba el olor de él. 
—Eres un lobo magnífico. Siento haber huido. 
Y solo momentos después de que había hablado, su piel se volvió 
suave y dura mientras él se transformaba de nuevo y la abrazaba con sus 
brazos humanos. 
—Está bien. Shhh, está bien. Déjame cuidar de ti, cariño. 
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La atrajo hacia él, a su regazo, y la besó en la boca. Se sentía como 
si hubiera llegado a casa con su sabor. La forma en que sus manos se 
sentían mientras se deslizaban por sus brazos y su cabello, contra su 
cráneo, se grabó en él. 
—Quiero estar dentro de ti otra vez. Pero no tenemos una manta, 
¿así que quieres regresar conmigo? ¿A algún lugar con cama? Podemos 
hablar después. Tenemos que hacer el triple-vínculo hoy. ¿Lo entiendes? 
Ella asintió, sus ojos eran claros. 
—Tenía miedo de que no me desearas más. Que estarías muy 
enfadado porque huí. 
Besándola de nuevo rápidamente, él agregó: 
—Oh, cariño. Dios mío, es tan bueno abrazarte. He estado loco sin 
ti. No estoy enfadado. Estaba preocupado, sí. Y te hubiera traído de 
regreso pateando y gritando, si tenía que hacerlo. Pero no hay manera en 
la tierra de que no te deseara. Tenías miedo y las cosas se te salieron un 
poco de control. Está bien. Estoy aquí y juntos vamos a salir de esto. A 
partir de ahora, tomaremos turnos para asustarnos para que uno 
siempre sea el fuerte. ¿Estás lista? 
Y fue la cosa más perfecta que pudo haber dicho. Compartir la 
carga en lugar de asumir todo él solo, ese último nudo de preocupación 
en su intestino se alivió con su voz baja. 
—Sí. Oh, sí. —Le permitió ayudarla a levantarse y cambiaron para 
correr de nuevo a donde su coche estaba aparcado. 
Un corto viaje a su hotel y prácticamente corrieron hacia la puerta. 
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Al abrir el agua caliente en la ducha, dejó que sus labios 
capturaran los de ella una vez más mientras descartaban la ropa y la 
tiraban a un lado. Un sentido de profunda rectitud la siguió cuando él 
acabó con la suya en la misma pila. Era tan extraño que algo tan simple 
la hiciera sentir su conexión con él tan profundamente, pero lo hacía. 
—Ven a ducharte conmigo, estoy sucia. 
Sus labios se deslizaron en una sonrisa traviesa. 
—Me gustas sucia. Es mi parte favorita. 
Riendo, lo acercó hacia ella, moviéndose para que pudiera 
compartir el calor del agua. Sus manos golpearon las suyas de manera 
que él se hiciera cargo de la tarea de enjabonarla desde la cabeza a los 
pies. 
—Vaya. Creo que seré la loba más limpia cuando hayas terminado. 
—Siempre y cuando por dentro permanezcas sucia, estoy bien con 
eso. 
—¿Sí? —Una mano enjabonada se envolvió alrededor de su pene y 
comenzó a moverse lentamente arribay abajo del eje. 
Sus ojos se cerraron mientras él perezosamente aceptaba su 
contacto. Ella agregó una segunda mano. 
Cada mano se deslizó desde la raíz de él, sobre la corona y la 
cabeza, mientras la otra lo seguía para hacer el mismo camino y la 
sensación comenzó a crecer. Su aroma se levantó en el vapor, apretando 
su cuerpo. 
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Su único objetivo era él y el orgullo irrumpió a través de sus 
sentidos. Esta hermosa mujer vibrante se entregaba a él, haciendo de su 
placer su meta, y nunca se había sentido más increíble. 
—Cariño, vamos al dormitorio. —Su necesidad de estar dentro de 
ella se intensificó y su control pendió de un hilo. Saber que tendría que 
compartirla, incluso con algo tan natural y necesario como el triple-
vínculo, conducía su necesidad de tenerla, de marcarla, antes de que su 
primo llegara. 
Salió y se secó con la toalla mientras él la tomaba en brazos. 
Envolviendo sus piernas alrededor de su cintura, jugó con ambas, 
deslizando su coño sobre su pene. 
—Todavía traviesa en el interior, ya veo. —Sid la arrojó sobre la 
cama y ella se echó a reír cuando rebotó. 
—Contigo, me parece que tengo un suministro ilimitado. 
—Oh bien. Me alegra saber que traeré la mercancía a esta relación. 
Extendió la mano hacia él. 
—Vamos entonces. Házmelo antes de que empiece a volverme loca. 
Sacudiendo la cabeza, él cayó sobre el colchón a su lado. 
—¡No bromees! Maldita sea, Layla, estaba muy preocupado por ti. 
Tia me dijo dónde estabas. También estaba preocupada. Mi primo estará 
aquí. No, no Adam. Sino Shane. Shane es un buen tipo, probablemente 
mi pariente más cercano después de mi hermano mayor. Pasó muchos 
veranos con nosotros cuando crecí. Mis hermanos son todos más grandes 
que yo, Shane fue uno de mis únicos primos que era cercano a mi edad. 
Confío en él con mi vida, Dios sabe que él y yo nos metimos en suficientes 
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problemas en la adolescencia. Su madre es humana, su padre es hombre 
lobo. En realidad no creció en una Manada así que mis padres estuvieron 
a cargo de su educación como hombre lobo. Es una historia muy larga, 
pero ella, su madre, vive en Portland y él la visita en sus descansos de la 
escuela. Va a la escuela de medicina en la UCLA. De todos modos, está 
en su camino desde Portland. Tenemos algo de tiempo a solas por ahora. 
Empujándolo hacia atrás contra la cama, Layla rodó encima de él 
y llovió besos en su cuello y sobre su pecho. 
—Está bien. No estoy contenta con esto. Ya sé que es necesario y 
todo. Puedo sentir que estaba perdiendo mi control. Era más irracional 
de lo que normalmente soy. Pero sabes, prefiero tener un trío divertido, 
no alguna cosa forzada y rígida. 
—Layla, después de esto, no habrá más tríos. —Su voz era un 
gruñido y la ferocidad de eso envió escalofríos por su columna—. Eres 
mía. No me entusiasma la idea de que estés con nadie más tampoco. Pero 
es nuestra realidad y lo que tenemos que hacer para mantenerte a salvo 
si algo me sucediera. Y así sacaremos lo mejor de ello. Me quedaré aquí 
si no te importa. No puedo soportar la idea de que esto ocurra y no lo 
sepa. 
Recorriendo su torso, dejó su pelo sobre su piel mientras besaba y 
lamía su estómago. Rodeó su pene con sus pechos y él gimió. 
Sus manos se deslizaron por su pelo y le acarició la cabeza. 
—De repente eres tan importante para mí. Hace tres días ni 
siquiera te conocía y ahora lo eres todo. 
—Hmmm. Una chica podría acostumbrarse a oír cosas así. —
Descendiendo aún más, lamió la cabeza de él, saboreando el sabor salado 
de su líquido preseminal. 
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—Oh, sí, bien, un hombre podría acostumbrarse a eso también. 
Moviéndose para arrodillarse entre sus muslos, se inclinó en cuatro 
patas y lo tomó en su boca. Le encantaba el sabor de él, la sensación de 
su piel mientras lo lamía. Lo caliente y resbaladizo de su boca sobre su 
pene comenzando en la base de su columna. Nunca había sentido nada 
igual, el desliz de su lengua contra él. Mirando su cuerpo, hipnotizado 
por el vaivén de ensueño de su trasero, observando la curva de su 
cremosa espalda. Ella era exquisita, la cosa más sexy que alguna vez 
hubiera visto y sentido. 
La dejó continuar chupándole el pene, viendo su boca, sintiendo 
sus bolas apretarse contra su cuerpo, sabiendo que su clímax se 
acercaba. Cada lamida de su boca y remolino de su lengua un paso más 
arriba. 
Esperando hasta que ella lo llevó justo al borde, él suavemente se 
retiró. 
—Espera, cariño. Quiero esa dulce vagina a mi alrededor cuando 
me corra. Móntame, Layla. 
Trepando por su cuerpo rápidamente, se arrodilló sobre él y se 
estiró hacia atrás para guiarlo. Ese momento, suspendida justo encima 
de él, con la mano alrededor de la circunferencia de su pene, esperando, 
fue dulce. Sintió el calor de su vagina justo por encima de su mano y la 
dureza de su pene que pronto la llenaría. 
Dejó que la anticipación se acumulara, sintiéndose ponerse aún 
más húmeda, su clítoris palpitando al mismo ritmo que su corazón. 
Tomando su labio inferior entre los dientes, miró su cara, viendo sus 
pupilas ensancharse y el ritmo constante de su pulso en su cuello. 
—Vas a matarme. 
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—No quisiera eso. Te necesito viva para mi pene. —Su voz le tomó 
el pelo mientras ella lentamente se sentaba sobre él. 
La sensación se disparó por su espalda. El placer la llenó, eléctrico 
y caliente, su pene era la fuente. 
Arqueó la espalda para tomarlo más profundo, sintiendo su cabeza 
empujarse contra el cuello de su útero mientras se dejaba caer sobre él 
una y otra vez. 
Los músculos de su abdomen se juntaron y se soltaron contra sus 
muslos internos. Sus manos acariciaron la piel de sus muslos y la curva 
de su cintura. Su lobo presionaba contra su piel humana y se frotó contra 
él. En respuesta, su lobo hizo lo mismo y su piel se sintió apretada, casi 
demasiado pequeña mientras el sentimiento la llenaba una y otra vez 
hasta que pensó que iba a explotar. 
El pánico comenzó a bordear contra el placer, pero su toque suave 
y palabras murmuradas la calmaron. 
—Shhh, querida. Somos solo nosotros. Déjate ir. 
Grandes manos sostenían sus caderas y se dejó ir, dejando que su 
calma cayera sobre ella. 
—Así, cariño. Me encanta la manera en que te sientes a mí 
alrededor. 
Sus palmas se movieron sobre su pecho mientras ella metía su 
pene de nuevo en su coño, hasta el fondo y duro. Una y otra vez. 
Manos sostuvieron sus pechos, sus pulgares se movieron 
perezosamente atrás y adelante sobre sus pezones. Su respiración se 
detuvo cuando ella captó su mirada, la miraba con un hambre profunda. 
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Más profunda que el hambre sexual. Devorando cada detalle de su rostro, 
hasta la línea de su cuello. Sus manos en sus pechos eran reverentes. 
Su miel, caliente y pegajosa, rozó su entrepierna, quemando su 
pene. Las sobrecalentadas paredes de su vagina lo agarraron, metiéndolo 
de nuevo en su cuerpo mientras ella se levantaba sobre sus muslos y se 
retiraba. 
La visión de ella, como una diosa encima de él, se grabó a fuego en 
su alma. Deslizó una mano abajo y movió sus dedos a través de los 
pliegues húmedos e hinchados de su vagina, sacando su miel y 
poniéndola alrededor de su clítoris en grandes círculos. 
Ella jadeó y gimió cuando su coño revoloteó a su alrededor 
mientras su cuerpo se preparaba parael orgasmo. 
—Eres muy bueno con tus dedos allí, Sid. Creo que me mantendré 
alrededor para ver lo que puedes hacer con tus codos y nariz. 
Una risa sorprendida salió de él. 
—Entonces, esencialmente, ¿todo ese traje es como tu disfraz de 
Clark Kent? 
Él aceleró los dedos sobre su clítoris, moviéndolos de un lado a otro 
por lo que le llevó largos momentos encontrar palabras. 
—Tienes que saber que es un poco difícil concentrarse en tus 
preguntas cuando haces eso. —Se apretó alrededor de él y levantó una 
satisfecha ceja cuando él abrió la boca—. ¿Clark Kent? ¿Porque soy súper 
en la cama? 
—Entre otras cosas. —Las cosas cambiaron entre ellos y se 
convirtió en una competición para ver quién podría hacer que el otro se 
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corriera primero—. Pero lo que quiero decir es que debajo de la ropa a 
medida hay toda esa otra capa de ti. Tengo que decirte que es bastante 
embriagador. 
Hizo una pausa, muy conmovida, y luego se echó a llorar. 
—¿Cariño? Eso fue un cumplido. —Sonaba confuso y un poco 
preocupado, pero se dio cuenta de que no detuvo las yemas de sus dedos 
sobre su clítoris. 
—Lo sé. Normalmente no soy así. Yo... lo que dijiste, solo me 
conmovió. Fue lo más bonito que pudiste decir. 
Shane no podía llegar lo suficientemente rápido para Sid. Sabía que 
las lágrimas y las emociones desiguales eran debido a que había pasado 
mucho tiempo sin el triple-vínculo. Sin embargo, la vio tirar de su 
compostura y el alivio se vertió sobre los dos. 
Aumentó la presión sobre su clítoris, que igualaba con la 
intensidad de tirar y rodar sus dedos en su pezón. Gimiendo, ella dejó 
caer la cabeza hacia adelante y comenzó a girarse a sí misma contra sus 
dedos mientras aceleraba su ritmo en su pene. 
—Oh, así, ¿verdad? 
—Muéstrame lo que tienes —jadeó ella. 
Y lo hizo, apretando suavemente su clítoris una y otra vez entre sus 
dedos pulgar e índice. 
—Vamos, cosita caliente, muéstrame lo que tu vagina siente 
cuando está alrededor de mi pene. 
Se movió para estar justo encima de él, haciendo palanca hacia 
atrás sobre su pene en lugar de sentarse a horcajadas sobre él. Una y 
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otra vez estrelló su cuerpo contra él. No iba a durar mucho más, pero 
tampoco ella. 
Se irguió y la mordió entonces, dónde el cuello se une con el 
hombro y la empujó a su clímax. Lo cual estaba bien con ella. Cegadoras 
olas de placer lo atravesaron, por la conexión de su vínculo sintió su 
clímax también. Rebotando de ida y vuelta entre ellos, su orgasmo unido 
siguió y siguió hasta que estuvo seguro de que no podría tomar otro 
segundo de ello. 
Finalmente se echó a un lado, con su pene aún dentro de su 
cuerpo. 
—Gané —murmuró ella. 
—¡Oye! Yo gané. Te corriste primero. —Le apartó el pelo de la cara. 
—Exactamente. Yo gané. 
Se quedaron allí, con las manos en el otro, sus piernas enredadas 
por un buen rato. Sin hablar, solo disfrutando del simple placer de estar 
juntos. 
El teléfono de la habitación sonó y Sid se inclinó sobre su cuerpo 
para responderlo. La conversación fue breve y Layla se levantó de la cama 
para limpiarse un poco. Cuando regresó él había colgado. 
—Ese era Shane. Estará aquí en unos pocos minutos. 
Ella se sentó con un suspiro. Él sonrió cuando notó que llevaba su 
bata. 
—Está bien. 
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—Sé que estás molesta por todo esto. Me hubiera gustado poder 
haber sido lento. Así podrías haberte acostumbrarse a la idea de estar 
conmigo. 
—No es tanto estar contigo. Me gusta estar contigo. Mira —se puso 
de pie, necesitando moverse—, se trata de la rapidez con la que sucedió 
todo y luego de todo esto del triple-vínculo. 
—¿Crees que es fácil para mí? ¡Tengo una vida también, Layla! 
Su primera respuesta murió cuando ella apretó los dientes. Quería 
gritarle que no era justo. 
—Ya lo sé, Sid. 
Su ira se drenó de él cuando la vio frenar su impaciencia. 
Levantándose y yendo a ella, la apretó contra su cuerpo. Sus brazos 
rodearon su cintura y ella puso la cabeza en su pecho. 
—Vamos a hacer que funcione. De hecho, me encanta esta ciudad. 
Y tengo familia en el noroeste, obviamente. 
—Después de que completemos el triple-vínculo, necesitarás dejar 
este hotel y mudarte a mi apartamento. Empezaremos buscando algo con 
un espacio de estudio para ti pronto. Tenemos que avanzar a la siguiente 
etapa de nuestra vida juntos. 
Alivio. Alivio de que iban a hacerlo funcionar la inundó. Ahora que 
lo aceptaba, él podía deleitarse viendo a su compañera. Lo que los 
hombres lobo esperaban tanto tiempo que sucediera. Y su compañera era 
hermosa, fuerte e inteligente. Todo estaría bien. 
—Bien. No me gusta dormir en hoteles. Las dos noches pasadas, 
sabiendo que estabas allí pero que no te podía encontrar, me volví loco. 
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Llamaron a la puerta y Layla se puso rígida. 
—Aguanta, cariño. Shane es una buena persona. No confiaría tu 
triple-vínculo a cualquiera. —Sid fue a la puerta y dejó que su primo 
entrara. 
No era como que Layla pudiera quejarse. Shane era alto, ancho y 
compartía el mismo pelo negro que Sid y Adam. 
Sin preámbulos se acercó a ella y la abrazó, besándole cada mejilla. 
—Bienvenida a nuestra familia, Layla. Me siento honrado de servir 
como tu ancla. 
Layla se sonrojó como loca. 
—Gracias, Shane. 
Sid la miró, viendo lo incómoda que estaba. 
—Tengo una idea. Cariño, puedo decir que estás muy nerviosa por 
todo esto. No quiero que sea una horrible experiencia. No quiero que te 
sientas avergonzada de desear lo que está haciendo Shane. Debes 
disfrutar de ello. 
Entrecerró los ojos hacia él. 
—Está bien. Entonces, ¿cuál es tu idea? 
Se volvió y tomó su maleta y volvió con un largo pañuelo de seda. 
—Mi madre. Tiene una cosa sobre los pañuelos. Éste es 
suficientemente largo. Se refiere a ellos como “del tamaño de los hombres 
lobo”. 
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—¿Suficiente largo para qué? —Su voz subió una octava mientras 
se acercaba. 
Shane veía a su primo con ojos interesados. 
Sid se rió entre dientes. 
—Para vendarte los ojos. De esa manera podrás disfrutar sin culpa. 
No tendrás que preocuparte de quien te está tocando, dónde ni cómo 
responder. Solo tienes que sentir y disfrutar. —Y no tendría que ver sus 
ojos encontrarse con otro hombre mientras la hacía correrse. Sostuvo el 
pañuelo rojo—. ¿Qué dices? 
—¡Esa es una gran idea, Sid! —Shane sonrió—. Layla, ¿esto 
funciona para ti? Sé que no es fácil. Soy un extraño y diablos, Sid no es 
mucho más que uno. Pero estoy de pie aquí haciéndote mi promesa de 
ser tu ancla y de intervenir cuando y si necesitas de mí. De alguna 
manera, serás mi compañera también. Quiero que esto esté bien para ti. 
Layla miró a esos fuertes lobos inclinándose hacia atrás para 
hacerla sentirse mejor acerca de tener sexo con los dos. Se echó a reír. 
—De acuerdo. Bien, tendré sexo con dos hombres lobos calientes 
mientras estoy con los ojos vendados. Pero tengo que darle a Tia los 
detalles. Me matará si no lo hago. 
Sid se sobresaltó por un momento y luego puso los ojos en blanco. 
—Está bien. ¿Estás lista? —Layla asintió y él se acercó a ella y la 
besó suavemente—. No sé si estás lista para oír esto todavía o no, pero te 
amo. 
Ella tragó aire y asintió. 
—Lista o no, sigue siendo cierto. También te amo. 
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Él ató el pañuelo alrededor de su cabeza, no muy fuerte pero lo 
suficientemente cómodo para que no se resbalara y la luz no entrara. 
La piel de Layla de repente se sintió un centenar de veces más 
sensible. Podía oler a ambos hombres y oír el susurro de su ropa siendo 
quitada. Y luego el roce de sus dedos mientras la bata se deslizaba de su 
cuerpo. 
Una mano fue a su hombro y fue guiada de vuelta en dirección a la 
cama. 
De repente, labios rozaron la parte posterior de su cuello mientras 
manos se deslizaban hasta su estómago. Más probablemente, se hubiera 
sentido extraño reaccionar dependiendo de quién estaba haciendo qué, 
si hubiera visto quien la estaba tocando. Pero con la venda, era libre de 
aceptar sus toques y relajarse. 
Un suave suspiro se deslizó de sus labios y Sid murmuró: 
—Vamos a llevarte a la cama, cariño. 
Dos pares de manos la ayudaron a recostarse en la cama sobre su 
espalda. Era un poco desorientador sentir las cosas y no verlo venir. Sin 
el sentido de la vista, todo lo que tenía que hacer era sentir. Sentir el 
remolino cálido de una lengua a través de su ombligo y hacia abajo a 
través del pliegue donde el muslo se encontraba con su cuerpo. Había 
querido estirarse y tocarlos un par de veces, pero cuando había tratado 
de mover su mano, Sid había tomado sus muñecas y las había puesto 
sobre su cabeza, diciendo: 
—Si nos tocas, sabrás quién está haciendo qué. Deja que sea un 
misterio. 
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Así que había dejado sus manos sobre su cabeza y se quedó allí 
mientras bocas y manos empezaban a acariciarla y tocarla por todas 
partes. Su pie fue levantado y manos fuertes se lo masajearon, pulgares 
deslizándose sobre su empeine. Luego una boca dio besos de boca abierta 
sobre su tobillo y en el lugar muy erótico entre su tobillo y la parte de 
atrás de su talón. 
Estremecimientos sacudieron su cuerpo luego por la intensidad de 
los sentimientos. Manos fuertes avanzaron por sus pantorrillas, 
masajeando y haciéndole caricias. Se había adentrado bajo la sensación 
hipnótica cuando labios se cerraron sobre su pezón izquierdo. 
Con un suspiro, se arqueó y ambos hombres se rieron entre 
dientes. Si realmente hubiera prestado atención habría podido averiguar 
quién tenía la boca en su pezón, pero lo dejó pasar, volviendo a caer en 
la vorágine del creciente placer. 
Labios atrajeron su pezón en una húmeda chupada y luego 
mordisquearon, una y otra vez. Su respiración comenzó a salir corta y 
sus caderas se agitaron distraídamente. Hasta que las manos acariciando 
sus muslos encontraron su vagina y dedos arrastraron su camino a 
través de los pliegues húmedos de esta. 
Luego una boca estuvo en ella durante largos momentos, 
comiéndosela como si no hubiera mañana. 
Largas, hambrientas y húmedas lamidas. Follándola con la lengua. 
Con sus ojos cubiertos, la intensidad del sentimiento era mucho mayor y 
rápidamente estuvo en su camino a otro clímax. 
Sin embargo, dos pares de manos le dieron vuelta y se encontró a 
sí misma sobre sus manos y rodillas, con el trasero al aire. La emoción 
rugió a través de ella por haber sido manejada de esa manera. Nunca la 
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habían vendado antes e hizo un punto para pedirle a Sid probarlo de 
nuevo con ella en algún momento, cuando estuvieran solos. 
Alguien se movió de manera que quedó debajo de ella, su pene a la 
altura de su boca. Sus piernas fueron extendidas a ambos lados de otras 
piernas y el otro hombre se instaló en su espalda, con su boca en su coño 
de esa manera, con los dedos sosteniéndola abierta a sus hambrientas 
lamidas. 
Un pene tocó sus labios y lo tomó en su boca. Se dio cuenta de que 
era Sid quien estaba debajo de ella en ese momento, pero no se asustó. 
Se sentía a salvo y segura, siendo deseada como una diosa por estos dos 
hombres. 
Un pulgar, mojado con su miel, tocó su trasero. Se quedó sin 
aliento ante la invasión y el tabú de que una parte de su ser fuera violado. 
Momentos más tarde, dientes rozaron su clítoris y su punto culminante 
la consumió. Un grito gutural profundo salió de sus labios, alrededor del 
pene de Sid. 
Sid gimió debajo de ella y ella comenzó a rodar sus caderas, 
empujándose en su boca. 
Y de repente, un pene, mucho más amplio que el de Sid, pulsó en 
su vagina. Manos sostuvieron sus caderas en su lugar mientras él 
continuaba empujando en ella hasta que sintió su ingle y la suave 
bofetada de sus bolas contra su montículo. 
Esperó allí por un momento, mientras Sid seguía acariciando su 
boca con suavidad pero sin pausa. Cuando el empuje en su vagina 
comenzó de nuevo, rápidamente encontró el ritmo con Sid. 
Dentro y fuera de su boca, dentro y fuera de su vagina. Su cuerpo 
se mantuvo en su lugar mientras estos dos hombres buscaban su placer. 
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Mientras ambos se lo daban a ella. El triple-vínculo ya no era algo que la 
asustara sino algo profundamente importante y especial. Shane se 
comprometía ante ella con su cuerpo y su vínculo. Sid la amaba lo 
suficiente como para abrir su relación y permitir que esta tercera persona 
creara la estabilidad que ella necesitaba. Era hermoso. 
Las manos de Sid, con sus dedos largos y elegantes, tomaron su 
cabeza mientras montaba su boca. 
Sintió formarse el Ancla. Las emociones del vínculo se 
arremolinaban a través de ella, oscuridad y luz, pero ya no eran confusas 
ni aterradoras, eran enormes y maravillosas y se abrió a sí misma hacia 
ellos, sabiendo que no se ahogaría porque ninguno de estos hombres se 
lo permitiría. 
Y las cosas se sentían bien. Después de la confusión de tener sus 
planes totalmente desmoronados, la rectitud del vínculo y su conexión 
con el hombre debajo de su cuerpo hicieron clic en su lugar y supo sin 
lugar a dudas que haría que funcionara, porque estaban destinados a 
estar juntos. 
Con su trabajo y este lobo a su lado en su casa, la harían continuar 
por un camino del que podía sentirse orgullosa. Aún podía ser su propia 
persona dentro de algo más grande que ello. Podría ser una Warden y 
seguir siendo Layla. Podría ser la esposa y compañera de Sid y aun así 
ser Layla. Podría ser una empresaria exitosa y ser Layla. 
Esa revelación parecía tan absolutamente simple, aun cuando la 
había eludido durante veinticinco años. 
—Oh, cariño —murmuró Sid, con el placer tiñendo su voz. Había 
sentido sus emociones a través de su vínculo y luego la satisfacción y la 
resolución. Ella podía sentir su alegría por eso. 
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Momentos más tarde, las manos de Sid en su pelo se apretaron 
mientras se corría con un largo gemido. Sus manos tomaron sus bolas y 
sus dedos se apretaron en ese punto sensible justo detrás de ellos. 
Su sabor la inundó, consumiendo sus sentidos. 
Cuando terminó, le besó el pene reblandeciéndose y apoyó la 
cabeza en su muslo, arqueando la espalda mientras Shane seguía 
acariciando su coño. 
La amplia circunferencia de él la llenó de una manera diferente a 
Sid. Estirándola. Las manos de Sid se movieron sobre sus hombros, 
empujándola de nuevo a las embestidas de Shane. Shane se movió 
alrededor y metió dos dedos en su boca, mojándolos, y moviéndolos a su 
clítoris. 
Ella no estaba segura de poder tomar más pero su toque tenía la 
cantidad justa de presión, sus embestidas le daban la fricción contra su 
toque en lugar de sus dedos. 
—Córrete alrededor de su pene, Layla —susurró Sid con voz 
ronca—. Él solo tendrá ocasión de disfrutarte por

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